Aurora Perez La Familia Matriz Del Psiquismo

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Perez, Aurora. (1987, setiembre). La familia matriz del psiquismo.

En Congreso Psicoanálisis de
Pareja y Familia, Buenos Aires, Argentina.

LA FAMILIA MATRIZ DEL PSIQUISMO


Dra. Aurora Pérez

En cualquier lugar donde la vida humana se despliegue, la forma de acceder al crecimiento y


desarrollo de la misma está en relación con la existencia del grupo humano natural, la familia.
Este grupo natural se caracteriza por la convivencia de individuos y en maduración de la
especie, compartiendo un espacio y un tiempo común.
Un grupo familiar se genera al formarse una pareja con decisión de perdurar en el tiempo, es
decir en unión estable. Esta pareja, además de desarrollar el pleno ejercicio de la sexualidad
compartida, aloja el advenimiento del hijo o hijos. En el armado de la pareja humana, al elegir al
compañero sexual, se ha elegido en él al padre o a la madre de los hijos que se ha fantaseado o
querido tener. Todo esto forma parte de un plan o proyecto de vida en común, acordado y
compartido, subsidiario de una permanencia de la unión a través del tiempo.
En el desarrollo de la vida en común la pareja humana se hace responsable del cumplimiento de
la ley de la prohibición incestuosa. El Tabú del incesto es una constante presente en toda
comunidad humana. Así el ser humano generado y madurado en el interior de su trama familiar,
ineludiblemente fructificará su madurez fuera de ella, en el seno de la trama social exogámica.
Hay algunas características del ser humano como ser vivo y otras como individuo de una
especie que propician la necesidad de un armado de lo familiar. Es inherente a su ser sustancia
viva, la ecuación vida-muerte operando en un continuo oscilar. Responde así a una ley de
inmediatez Biológica. Su continuidad vital es inmediata. Es inmediatamente vivo, lo cual es decir
inmediatamente muerto. Esto coloca al hombre en la condición o calidad de “morible”. Así la
vulnerabilidad biológica tiene como trasfondo a la “moribilidad”.
Es una entidad básicamente dependiente de aquellos entornos o tramas donde pueda insertarse
para preservar su capacidad vital. Para el progreso de ésta, se hace necesario la existencia de
un espacio propicio que contrarrestre o neutralice la posibilidad de perecer. El grupo familiar es
uno de estos espacios.
Como individuo de la especie presenta una complejidad anatómica, especialmente en su
sistema nervioso central, que lo hace particularmente sensible. Es capaz de percibir al mundo
exterior y de autopercibirse.
Nace en un estado de incompletud e inmadurez anatómica, fisiológica y psicológica y es por
maduraciones sucesivas que se prolongan a lo largo de las dos primeras décadas que puede
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emerger provisto de todas sus funciones. Es un ser mamífero, lo que condiciona sus tendencias
caníbalísticas y por ende la profunda necesidad de relación con el otro. La humana es la única
especie que tienen un advenimiento tardío en su desarrollo de las gametas sexuales y de la
instalación de los circuitos hormonales que lideran la sexualidad femenina y masculina. La
reproducción y el logro del hijo están mediatizados para cualquiera de los dos sexos. El
femenino pone los órganos de la concepción y de la nutrición, pero está mediatizado por la
fecundación. El masculino necesita de otro cuerpo que albergue su reproducción. Esto hace
imprescindible la interrelación entre ambos sexos para el logro de la trascendencia biológica.
Otra notable característica del humano que tiene que ver con el hecho de que al nacer carece
de aparato psíquico u órgano mental. Sólo trae posibilidades de acceder a la instalación y
desarrollo de lo psíquico, posee un bagaje para relacionarse, con propuestas emocionales, para
hacer saber a su entorno sus necesidades. Posee capacidad de alucinar, mimetizar, generar
fantasías, emocionarse. La estructuración y lo armado de lo psíquico, sobre estas bases es
post-nataly, se logra sólo a partir del establecimiento de vínculos afectivos dentro de los cuales
se despliegan procesos que pautan la maduración psíquica, en sucesivos niveles de
humanización.
La especie humana es la que detenta la organización mental o psíquica más avanzada en
relación a otras especies.
Si bien el infante humano nace con órganos que le permiten sobrevivir el momento mismo del
nacimiento, tiene sin embargo que madurar lentamente algunos y aún proceder a desarrollar,
organizar y armar a otros, como el órgano mental, psiquismo o mente.
Tiene que ser completado por adultos de la especie, éstos están profundamente ligados a él. La
supervivencia del bebé toma el significado de la propia trascendencia.
Salido del útero, el bebé cae en una nueva matriz ahora extrauterina: el grupo familiar. Esta
función matricial de la familia es llevada a cabo fundamentalmente por la pareja de padres, en el
pleno ejercicio de las funciones materno-paternas. El interior de la trama es una red de vínculos
connotados emocionalmente, afectivamente. Vínculos de pareja, conyugales, materno-paternos,
filiales, vínculos entre hermanos, vínculos con abuelos, etc. Estos vínculos ofician de canales y
son vehículos transportadores de todo tipo de intercambio en ambas direcciones. Todo
suministro necesario al desarrollo, tanto biológico como psicológico se lleva a través de tales
vinculaciones. Así podríamos decir que tanto los logros madurativos en lo somático como los
logros madurativos en el psiquismo son patrimonio de lo interjugado en la trama familiar en la
cual se ha insertado el nuevo ser.
Esta familia sufre transformaciones evolutivas a lo largo del tiempo, atraviesa crisis normales en
su evolutividad y es dependiente del entorno comunitario en el cual se realiza. Las pautas de
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funcionamiento que se gestan e imprimen en el interior de la trama familiar son por ello
sintónicas con la cultura en la cual estará inserta.

Funciones de la familia en el desarrollo del niño:


La familia cumple a los fines del desarrollo y crecimiento del ser humano varias y específicas
funciones.
Una primera básica y fundamental es la función matricial. Además cumple una función de
humanización, de individuación y de sociabilización. La función matricial tiene que ver con que la
trama familiar oficia de placenta extrauterina a los fines de completar la incompletud, madurar la
inmadurez y sostener la indefensión el desamparo del ser humano en el momento del
nacimiento.
La función de humanización tiene que ver con establecimiento del vínculo primario que liga en
profunda e íntima interrelación a bebés y padres. A través del mimo los padres van
transformando los acuciantes, fantásticos y angustiantes mandatos biológicos en emociones
tolerables y esperanzadas. Es decir que la función de la humanización es la metabolización
emocional.
La función de individuación está en relación con que la familia es capaz de proveer soluciones
en el interjuego de la red vincular y por ello los padres se convierten en los modelos naturales a
los cuales se mimetiza, internaliza y se toma como modelos de intentificación. De este modo la
familia provee el modelo de ser, otorga la identidad, eje de la autonomía del individuo adulto.
La función de socialización tiene que ver con que la modalidad de interrelación entre los
miembros de la trama, ya sea la que se lleva a cabo entre ambos padres, entre padres e hijos,
entre hermanos, inscribe tempranamente modos de ser de uno con el otro y viceversa que se
convertirán en modelos internos del interjuego del individuo en lo social.

La familia como matriz de la humanización:


El medio natural por el cual se genera, organiza y mantiene la vida del humano es la trama
familiar. El nacimiento extrauterino marca formalmente su reconocimiento como individuo siendo
este evento, al nacer el episodio más violente quizás en toda la historia de su individuación. Al
separarse del cuerpo de la madre y ofrecerse morfológicamente diferenciado puede ser
percibido como humano diferente de un organismo vivo en supervivencia simplemente deberá ir
acuñando procesos en el nivel de lo psíquico y en esto estribará su humanización progresiva.
La humanización se produce en el íntimo intercambio del bebé con las personas de su
alrededor. Surge del interjuego entre sus pulsiones a llenar y el medio proveedor, familia. El
adulto en contacto con el niño, mantiene un ligamen afectivo que se traduce en un vínculo que
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actúa a modo de cordón umbilical, no tangible pero vigoroso vehículo transportador de
resoluciones y frustraciones afectivas, de codificaciones, de modelos para manejar la angustia,
etc. La placenta biológica uterina queda transformada en una placenta igualmente real, tan real
que sin ella se muere, pero al mismo tiempo tan intangible que hemos necesitado del estudio de
situaciones de atipia de este hecho para darnos cuenta de su existencia y vigencia. Así nos lo
han demostrado los retardos madurativos, las oligotimias, las psicosis tempranas, las
enfermedades psicosomáticas que nos enfrentan con etiologías como la carencia afectiva y la
privación emocional.
Al establecer este vínculo temprano, dentro del mismo se produce el recorrido de los circuitos
emocionales. Si describiéramos un circuito emocional desde que se origina dentro del bebé
como una necesidad a llenar, de hambre por ejemplo, pero categorizada como una emoción
angustiosa de muerte, hasta que se cierra nuevamente el circuito con la satisfacción de la
misma, categorizada como una sensación de bienestar, de plenitud vital, podríamos establecer
todo un recorrido equivalente a una metabolización emocional. Esta transcurre tanto dentro del
sujeto como en el campo interpersonal al dirigirse el bebé hacia el objeto, madre, padre, quien
recibe la demanda, al alojar, la elabora, dentro de sí. Al resonar con la angustia de muerte
transmitida provee al adulto su respuesta, según la propia resonancia de esa emoción,
devolviendo tranquilización. Esta tranquilización se logra no sólo por el alimentar en sí mismo
sino porque la respuesta propone un modo de afrontar y transformar la vivencia angustiosa en
una posible resolución opositora de gratificación y plenitud. De esta manera, un niño y sus
padres, a través de un vínculo son casi magos, que manejan la muerte, la transforman en vida y
ambos convergen en el sentimiento de satisfacción mutua de haber resuelto todo un circuito
emocional.
La familia a través de estos mecanismos permite hacer de un animal acosado por mandatos
biológicos inapelables e irresolubles de por sí, un bebé humano con vivencias de plenitud y vida
, gracias a otro ser humano que resolvió su necesidad y permitió así la transformación.
Este es el operar de la placenta familiar que sutilmente promueve como logro la paulatina
maduración y el progreso del desarrollo. Si un bebé es abandonado emocionalmente no
madurará bien, no dormirá bien. El proceso de su humanización estará perturbado. Las
progresivas transformaciones lo irán proveyendo de mecanismos mediadores que regularán las
propias demandas permitiéndole preservarse y necesitando preservar al otro. Así, el grupo
familiar es la matriz humana del progresivo proceso de humanización.

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La familia como matriz de individuación:
La estructura familiar está constituida por dos sistemas de convivencia estable que modelan
entre sí una relación de continente contenido. Ambas partes están en crecimiento y desarrollo.
La periferia o continente de este organismo vivo, la familia, está constituido por la pareja de
padres.
El interior está representado por los hijos. Abas partes deben completar trayectos vitales. Los
padres alimentar y enriquecer su individuación al hacerse cargo de las funciones de sostén de
los hijos y de sí mismas. Deben autocontenerse y contener. Esto pone a prueba sus logros
como individuos y la plena autonomía como hombre y mujer adultos con el ejercicio de todos los
roles: sexuales y parentales. Los hijos, en el interior de la trama, el contenido deben acceder al
logro de su individuación, es decir, la posesión de una programación psicológica que le vaya
sustentado progresivamente el ejercicio de funciones, según su momento evolutivo y modelos
de ser para futuros desempeños. Todos deben poder seguir viviéndolo bien y resolviendo sus
necesidades evolutivas.
La individuación, el poder funcionar en forma autónoma e independiente, tanto en los actos
como el pensamiento, deriva de haber podido identificarse con adultos significativos, queridos y
admirados que han ayudado a resolver situaciones. Dentro de la trama familiar acontecen dos
circunstancias que hacen factibles estos procesos. Una, es que la crianza estipula un vínculo
asimétrico, ya que se establece la relación entre adultos, individuos maduros, y niños, individuos
inmaduros o en maduración. La resolución propuesta por el adulto frente al pulsar de las
necesidades del niño, estimula a éste identificarse con él. A “querer ser” como el padre o
madre. La otra circunstancia es que la inmadurez propone un largo periodo de convivencia e
interrelación, lo que hace factible el minucioso e íntimo proceso de las internalizaciones
identificaciones que vertebrarán el sentimiento de identidad, de “ser” esa persona humana, por
ende, un individuo logrado.
En esta identidad del “ser” y del “modo de ser” juegan también, imprimiendo modalidades, otras
dinámicas de la trama familiar. La periferia o continente de la trama copresentada por los
padres, presenta un movimiento sobre sí mismo del cual resulta la integración sexual de la
pareja. La conyugalidad se dirime en el ejercicio de la sexualidad, en la complementariedad
femenino-masculino, tiene un movimiento propio y es un motor del progreso y la estabilidad de
la trama. Además, es en sí mismo, un circuito de gratificaciones y frustraciones, en fin, un motor
dinámico que se ofrece como modelo, sea como fuere, del manejo y resolución de
problemáticas planteadas desde el ejercicio de la sexualidad.
Sobre esta pareja conyugal, formadora inicial del núcleo familiar, que a su vez a lo largo del
tiempo sufre procesos evolutivos, va a desarrollarse la pareja parental, la que asumirá la
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conducción de la crianza en las funciones materno-paternas. La pareja parental es otro motor
que gira sobre sí mismo al armar entre ambos padres las propuestas de crianza y
permanentemente gira sobre los hijos proponiendo sus resoluciones. El contenido, hijos, tiene
un movimiento en sí mismo también, las pulsiones evolutivas y en otro movimiento hacia la
pareja de padres en demanda de resoluciones. La presión de las demandas sobre la pareja
parental hace blanco sobre aspectos de la identidad y personalidad de los padres, lo cual se
transforma en un estímulo para nuevas maduraciones en los adultos. Otra fuente dinámica, es la
que tiene que ver con que los adultos deben contener, pero también autocontenerse, planear y
resolver todo lo necesario de acuerdo a lo proyectado como devenir familiar. El modo de liderar
la conducción de la familia a través del tiempo, origina otros movimientos también vivenciados,
observados, probados en su eficacia o en su ineficacia por toda la familia. Esta tarea es resorte
de la así llamada “pareja tutelar” cuya función es conducir de fondo la trayectoria de la familia.
Visto así, el grupo familiar presenta una serie de motores, dinámicas que mueven las funciones
parentales, conyugales y tutelares, hijos que promueven cambios, transformaciones en los
padres, originando nuevas maduraciones. Todo esto de la familia, es absorbido por el niño en su
desarrollo e impregna sustancialmente su condición de ser humano.

La familia como matriz de socialización:


Dadas las interrelaciones que naturalmente se establecen dentro de un campo tan dinámico
como lo es el familiar, necesariamente se suscita un aprendizaje y adiestramiento en la forma y
en el fondo del manejo de las situaciones entre las personas. En este sentido, la familia ofrece
casi todas las situaciones que posteriormente un ser humano deberá dirimir entre él y los otros
en lo social. Sin duda, hay una diferencia fundamental, ya que la familia es un grupo primario,
liderado por afectos intrínsicamente vinculados con la sobrevivencia y preservación de estos
seres que se quieren, se necesitan y han desarrollado campos de fructíferas resoluciones para
sobrevivir y vivir.
No obstante, las modalidades de relación entre el polo padres y el polo hijos del vínculo
asimétrico dejan impresas las formas de dirimir tales eventos. Las situaciones de asimetría, tan
naturales como ésta, individuo maduro, individuo inmaduro, generan naturalmente campos de
poder. En este caso, la indefensión del niño, otorga el poder al padre. El ejercicio del poder en
este caso está connotado por la familiaridad . El tener poder habiendo claramente otro
indefenso, promueve un sentimiento de ser fuerte, potente, autoafirmado, etc, que puede llevar a
abusos o descontroles, ejercidos sobre el indefenso. Esta es una de las circunstancias en la
familia de golpeadores. El modelaje que se inscribe en los hijos, acerca del ejercicio del poder

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por parte del polo padre, imprime una modalidad de proceder cuando se ejerce el poder tanto
cuando se lo tiene como cuando se lo sufre.
El modo de llevar a cabo el intercambio sexual entre los padres se ofrece como modelo de otra
situación de poder, el poder de ser mujer, el poder de ser hombre. Cada uno tiene un bien que el
otro necesita, el dirimir la sexualidad provee de una vivencia placentera de completud. El
funcionamiento de la conyugalidad marca la forma de actuar como lo femenino, lo masculino, el
vínculo hombre-mujer, etc.
La rivalidad y la competencia ya sea en posiciones simétricas como el vínculo entre hermanos, o
asimétrica como el vínculo entre padres e hijos, van siendo moduladas y quedan impresas como
formas de interrelación. Además de esto, toda gama de emociones que hace sentir el otro y las
que uno desea hacer sentir, han sufrido un modelaje dentro de la trama e imprimen el modo de
ser en lo social. Es importante recalcar que el niño hace suyas las formas de dirimir los modos
de relación entre las personas por haberlas vivenciado, experienciado con él mismo y con el otro
más allá de las verbalizaciones o explicaciones que a tales procederes se les da en la familia.

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