Tema 40. Líneas Generales de La Ejecución Penal en Nuestro Ordenamiento
Tema 40. Líneas Generales de La Ejecución Penal en Nuestro Ordenamiento
Tema 40. Líneas Generales de La Ejecución Penal en Nuestro Ordenamiento
Las líneas generales de la ejecución de la pena en nuestro ordenamiento se recogen fundamentalmente en la CE, en
concreto, en su artículo 25.2 en el que establece que las penas privativas de libertad estarán orientadas hacia la
reeducación y la reinserción social.
Éstos objetivos se consiguen gracias al establecimiento del tratamiento penitenciario, que consiste en el conjunto de
actividades directamente dirigidas a la consecución de la reeducación y reinserción social de los penados.
El tratamiento se basa en la individualización pues, tras la observación de cada penado, ha de realizarse su clasificación
para que pueda ser destinado al establecimiento y, por tanto, el régimen más acorde con sus características. Así lo
dispone la LOPJ.
Estas líneas generales también se van a recoger en los artículos 24 y 117 de la constitución española, que nos marcan la
protección judicial de los derechos y la independencia de la justicia, respectivamente.
Por su parte, también el CP en su artículo 3.2 enuncia como ha de ejecutarse la pena y la medida de seguridad, que será
en la forma prescrita por la ley y reglamentos que la desarrollan y bajo el control de los jueces y tribunales competentes.
El artículo 36 de este código también va a determinar que el cumplimiento de la pena de prisión, así como los
beneficios penitenciarios que supongan acortamiento de la condena, se ajustarán a lo dispuesto por las leyes y por el
código.
Otra legislación que también recoge las líneas generales de ejecución de las penas y medidas de seguridad privativas de
libertad será la LECrim y la ley orgánica general penitenciaria.
Quiero centrar el análisis de estas líneas generales en el referido artículo 25.2 de la Constitución, que establece que las
penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social, y no
podrán consistir en trabajos forzados. También dispone que el condenado a pena de prisión que estuviera cumpliendo la
misma gozará de los derechos fundamentales del capítulo primero, a excepción de los que se vean expresamente
limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. Añade que , en todo caso,
tendrán derecho a un trabajo remunerado y los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como el acceso a
la cultura y el desarrollo integral de su personalidad.
- La primera es que entre sus derechos fundamentales y como objetivo primordial imprescindible, la CE, lanza el
mandato de orientar el DP en torno a dos conceptos: la reeducación y la reinserción. Estos conceptos operarán como
finalidad de las personas y medidas de seguridad y, además, sirven de inspiración a todo el derecho penitenciario que
es el que se encarga de ejecutar esas penas y medidas impuestas por el juez o tribunal.
- En segundo lugar, que no se pueden vulnerar los derechos fundamentales de los condenados a una pena o medida de
seguridad más allá de aquello que sea imprescindible como consecuencia del fallo, el sentido de la pena y la ley
penitenciaria. Por ejemplo, la propia limitación de la libertad de ambulatoria, por del fallo.
- Y, por último, que los internos tienen el derecho y el deber de trabajar, siempre que por razones de tratamiento sea
permitido. El interno que mantenga una relación laboral, ya sea a través de la entidad de derecho público de trabajo
penitenciario y formación para el empleo o de otras empresas del exterior, en caso de estar en régimen abierto, tiene
que percibir las retribuciones, compensaciones y beneficios correspondientes.
Son tan reseñables los fines de reeducación y reinserción que el TCl ha dispuesto que no son meros derechos, sino fines
de la propia ejecución, que son mandatos para orientar la política penal penitenciaria y que no son estos los únicos
objetivos admisibles para de la privación de libertad.
Se dice que no son los únicos objetivos admisibles en referencia a las ideas de prevención y retribución que siempre han
acompañado a la pena como finalidades que lleva aparejadas. También deben tomarse en consideración ya que, por
mucho que inspiremos el tratamiento penitenciario en esa finalidad que consigue que el individuo retorne a la sociedad
y conviva con ella de la mejor forma posible, que encuentre trabajo o que mantengan sus vínculos familiares, lo cierto
es que si no hubiese delinquido, no tendría que soportar la pena o medida de seguridad impuesta. Esto se trata de una
retribución pura, es decir, de la imposición de un castigo como consecuencia de un mal causado.
De nuestro texto constitucional, detraeríamos que son fines de la pena la retribución, la rehabilitación y la prevención:
la retribución es el intento de devolver las cosas al estado que tenían antes de la comisión del delito, algo materialmente
imposible, quedándose únicamente en la respuesta que la sociedad da al delincuente por el mal que causa. Por su parte,
la rehabilitación es el intento de que el delincuente vuelva al marco social del que se separó al cometer el delito. Y, por
último, la prevención es el intento de disuadir de la comisión de un nuevo delito. Esta última va a poder ser general,
cuando la intimidación opere sobre todos los ciudadanos y especial cuando se relaciona con la reeducación y la
reinserción social del sujeto que delinque, que logrará que esta persona no vuelva a cometer un delito.
Para las teorías relativas, la pena se justifica por sus efectos preventivos, esto es, por los efectos intimidatorios que
provoca en la población.
Las teorías de la prevención especial son la posición extrema contraria a la teoría de la retribución. Según este punto de
vista preventivo-especial, el fin de la pena es disuadir al autor de futuros hechos punibles, es decir, evitar la reincidencia
y solo es indispensable aquella pena que se necesite para lograrlo, se procurará readaptar al autor mediante tratamientos
de resocialización. Por su parte, las teorías de la prevención general tienen su origen en Feuerbach, quien concibe la
pena como una amenaza que por medio de las leyes se dirige a toda la colectividad con el fin de limitar al peligro
derivado de la delincuencia latente en su seno.
Esta coacción formulada en abstracto se concretiza en la sentencia, cuando el juez refuerza la prevención general al
condenar al autor. Así, por este acto, está anunciando a los demás lo que les ocurrirá si realizan una idéntica conducta.
La lógica de este criterio exige que las penas sean cumplidas, de lo contrario, el fin intimidatorio se vería afectado. Así,
la ejecución de la pena tiene lugar para que la amenaza de la ley sea una verdadera motivación a no realizar determinada
conducta. A su vez, la prevención general puede ser positiva, cuando lo que se consiga sea la afirmación del derecho a
los ojos de la colectividad, o negativa, cuando se manifieste por la vía de la intimidación a los posibles delincuentes.
Las principales críticas que se realizan a las teorías relativas son que este sistema podría terminar en una tendencia al
terror estatal porque podría conducir a un DP más ocupado por su propia eficacia que por servir a todos los ciudadanos,
además, el interés público en evitar los delitos no es suficiente para justificar, respecto del afectado, lo que la pena le
ocasiona, esto es, la garantía de la dignidad humana prohíbe utilizar al hombre como medio para los fines de otros
hombres, se estaría instrumentalizando al delincuente.
Todos estos fines son válidos y tienen cabida pero, si bien en otras épocas primaban las ideas retribucionistas o las que
pretendían causar miedo en la población bajo amenaza de sufrir penas similares, hoy día tendemos a valorar más esa
necesidad de que el penado pueda desarrollar una vida plena una vez sea liberado definitivamente.
De los conceptos expuestos, quizás el más afín al artículo 25.2 de la Constitución sea el de prevención especial.
- Por un lado, la inocuización para reducir total o parcial mente las posibilidades de comisión de delitos por medio del
aislamiento del delincuente.
- Y, por otro lado, la motivación al comunicar al delincuente un comportamiento adecuado a las normas.
Cuando hablamos de prevención especial, esta puede ser de dos tipos: negativa, cuando lo que se busque con ella sea la
intimidación a través del castigo, o positiva, cuando se intenten estimular los valores sociales amparados por las normas
penales, capacitando al delincuente para vivir conforme a las mismas e integrarse en la comunidad.
El artículo 2 del reglamento penitenciario de 1966 establece como fines de la actividad penitenciaria:
- La reeducación y la reinserción social de los sentenciados a penas y medidas de seguridad privativas de libertad.
- La retención y custodia de los detenidos, presos y penados.
- La asistencia social de los internos, liberados y sus familiares.
A través de la reeducación, la administración penitenciaria va a pretender compensar las carencias del interno, ofrecerle
posibilidades para facilitar el aprendizaje y procurar que cuando éste sea liberado sepa reaccionar correctamente con la
sociedad.
Así, la administración penitenciaria ha de suplir las deficiencias anteriores encontradas por el recluso en el transcurso de
su vida hasta su ingreso en prisión. Esto último se desprende también del artículo 9.2 de la Constitución, que envía un
mandato a la administración al enunciar que esta tiene que remover los obstáculos que impidan o dificulten la
participación del interno en la sociedad.
Y por su parte, mediante la reinserción social se procura favorecer el contacto activo del recluso con la sociedad. Esto
es, la administración penitenciaria debe iniciar un proceso de recuperación de los contactos sociales del interno por
medio de la atenuación de la pena cuando sea posible y haciendo que la vida en prisión se desarrolle en la forma que
más se asemeje a la vida en libertad.
Si bien, el artículo 2 del reglamento penitenciario establecía los fines de la actividad penitenciaria, el artículo 3 va a
enunciar cuáles son los principios de esta:
- En primer lugar, que la actividad penitenciaria se desarrollará con las garantías y dentro de los límites establecidos
por la Constitución y la ley.
- Que los derechos de los internos solo podrán ser restringidos cuando lo dispongan las leyes.
- Que el principio inspirador de la actividad penitenciaria es la consideración de que el interno es un sujeto de derecho
y no está excluido de la sociedad, sino que continúa formando parte de ella.
- Que, si es posible, los preventivos podrán acceder a actividades educativas, formativas, deportivas y culturales en las
mismas condiciones que los penados.
- Y que los órganos directivos de la administración penitenciaria podrán dirigir las actividades de sus órganos
jerárquicamente dependientes mediante circulares, instrucciones y órdenes de servicio.
De esta forma, como se ha señalado a lo largo de esta exposición, la finalidad del tratamiento penitenciario está
íntimamente relacionada con el principio inspirador del derecho penitenciario, recogido en el artículo 25.2 de la CE.
Así, podríamos decir que la institución más relevante dentro del derecho penitenciario es la del tratamiento
individualizado que se prevé para cada uno de los individuos que deben cumplir una pena o medida de seguridad.
Además, que este tratamiento no puede elaborarse de cualquier forma, sino que requiere una gran implicación por parte
de los perfiles específicos que actúen en el ámbito penitenciario, como son los psicólogos juristas o trabajadores
sociales, además de una aceptación por la persona que debe adscribirse a él.
De esta manera, con el tratamiento se pretende ayudar involucrar al interno hasta el punto de conseguir, gracias al
seguimiento del mismo, que este retorne a la sociedad habiendo alcanzado los fines pretendidos por la constitución, la
reeducación y la reinserción.