7-Firefighter Phoenix #7 - Zoe Chant

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De las cenizas, el amor resucitará...
La shifter cisne Rose sabe que no tiene un verdadero
compañero. Ella no es para Ash, el Fénix Eterno. Ella sabe
que él nunca podrá ser más que un amigo, sin importar cómo
sus ojos oscuros y su cuerpo duro la hagan arder.
Todo lo que Rose sabe está mal.
Hace veinte años, Ash destruyó todo para salvar a su
verdadero amor. Pero nunca ha podido alejarse de ella. Él
anhela reclamarla al fin... pero las sombras de su pasado lo
están acosando de nuevo. Si alguien descubre lo que Rose
significa para él, todo su sacrificio será en vano...
Rose es su compañera.
Solo que ella no lo recuerda.
Aun.
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Si quieres un final feliz, tienes que hacerlo tú misma.
Rose Swanmay cantó silenciosamente la frase en su mente
como un mantra, concentrándose en las palabras para sofocar
las mariposas en su estómago. Ella había perdido suficiente
tiempo en arrepentimientos y lo que podría haber sido. Era
hora de tomar las cosas en sus propias manos.
Endureciendo sus nervios, tocó el timbre en el extremo de la
barra.
—¡Tiempo, señores! —Anunció en voz alta y firme.
Murmullos y gemidos se alzaron de los hombres esparcidos
por su pub, a pesar de que les había dado la advertencia de las
“últimas órdenes” hace quince minutos. La mayoría de la gente
del domingo por la noche ya había terminado sus tragos y se
había ido, pero un par de sus clientes habituales habían estado
esperando que no lo hubiera dicho en serio cuando anunció
que iba a cerrar temprano.
—Oh, vamos, Rose —dijo Wayne, uno de los clientes más
antiguos de Rose. Normalmente pasaba tanto tiempo en el pub
que era prácticamente un residente. —No puedes echarnos. ¿A
dónde se supone que iremos?
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—Hay literalmente cientos de otros pubs en esta ciudad. —Rose
cruzó los brazos, dándole una mirada severa. —Por no hablar
de bares, clubes, y casas de beber. Estoy segura de que
encontrarás otro lugar que pueda servirte una cerveza.
—Sabes que no se trata de la cerveza, Rose. —Wayne intentó
una mirada de cachorro. Dado que era un lobo shifter, sucio y
medio borracho, eso no fue completamente exitoso. —No hay
lugar como el Full Moon.
Esto era cierto El Full Moon era el único pub en Brighton que
atendía exclusivamente a los shifters. No se permitía el ingreso
de humanos ordinarios a menos que fueran invitados
específicamente. Era el único lugar en la ciudad donde todos
los shifters, sin importar cuál fuera su animal, podían relajarse
y ser realmente ellos mismos.
A pesar de que los shifters formaban parte secretamente de
todos los niveles de la sociedad en Gran Bretaña, todavía
tenían que estar siempre en guardia en público. No importa
cuán poderosos fueran individualmente, aún eran superados
en número masivamente por los humanos normales. La
seguridad de todo tipo de shifters dependía de que la gente
común permaneciera felizmente ignorante al mundo oculto
que corría a su lado.
—Esto no es sólo nuestro local —continuó Wayne —es el único
territorio neutral seguro en Brighton. No patearías a un viejo
lobo solitario al frío, ¿verdad?
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Rose sonrió, conmovida por la leve declaración. Ella había
trabajado duro para hacer de su pub un refugio acogedor para
todos los shifters. Era bueno que lo apreciaran.
No obstante, ella le quitó el vaso de pinta casi vacío de la
mano. —Lo siento, Wayne. Puedes tener una bebida gratis
conmigo mañana. Pero todavía estoy cerrando temprano esta
noche.
—¿Tienes una cita caliente, Rose? —Gritó uno de sus otros
clientes desde el otro extremo de la barra.
El corazón de Rose dio un vuelco, pero logró mantener su
expresión inquebrantable. —Acabo de reservar para un
compromiso privado, mendigo descarado. Ahora vete con
todos los demás.
Wayne se detuvo en la puerta y le lanzó una mirada curiosa
por encima del hombro. El sentido empático de Rose captó un
repentino interés por parte de él, como un lobo aguzando las
orejas.
—¿Fiesta privada? —La mirada de Wayne se deslizó hacia un
lado, hacia una cabina particular de la esquina. —¿Es del
Equipo Alfa? Normalmente ya estarían aquí.
—No tiene nada que ver con el Equipo Alfa —dijo Rose, lo cual
no era del todo cierto. —Y recuerda mantener esa larga nariz
fuera de los asuntos de otras personas, Wayne, o podría
olvidarme de esa bebida gratis. Shoo.
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No era la primera vez que había tenido que recordarle al viejo
lobo que respetara la privacidad del Equipo Alfa. Y Wayne no
era el único shifter al que había tenido que golpear en la boca
de esa manera. Más de unas pocas personas llegaban al Full
Moon con la esperanza de vislumbrar a uno de los famosos
bomberos del Equipo de Bomberos Alfa.
No era solo que el Equipo Alfa salvase vidas todos los días,
aunque eso era lo suficientemente impresionante. Es lo que
eran tanto como lo que hacían lo que atraía a curiosos turistas
de todas partes.
Dragón, Grifo, Pegaso, Dragón marino, Unicornio... incluso
entre los shifters, eran raros y poderosos.
Y su líder era el más raro y poderoso de todos.
También era, desafortunadamente, el más esquivo. Lo cuál era
exactamente el motivo por el que Rose estaba cerrando su pub
en el momento más rentable de la semana.
Alejando a los últimos rezagados, Rose tiró dando vuelta el
cartel del pub para CERRADO. Esperó, dando golpecitos con
el pie, hasta que su habilidad empática innata le dijo que no
había nadie esperanzado afuera. Luego volvió a abrir la puerta,
giró el cartel de nuevo a ABIERTO y corrió hacia la barra.
Ella apenas lo hizo a tiempo. Incluso mientras se deslizaba de
nuevo en su posición habitual detrás de los grifos, la puerta se
abrió suavemente. Para todos los demás, incluso Rose, las
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viejas bisagras de hierro siempre chillaban, pero de alguna
manera nunca hacia un suspiro de ruido cuando él entraba.
Y allí estaba, en el preciso golpe de las ocho en punto, como
siempre. De espalda recta, contenida y controlada, formal en
su uniforme diario de pantalones de carbón y camisa gris
pálido. La cálida luz de las lámparas dispersas del pub atrapó
el hilo dorado en la insignia de East Sussex Bomberos y
Rescate bordada en su manga.
Comandante de Bomberos Ash. El Fénix Eterno. El shifter
más poderoso de Europa.
El corazón de Rose golpeó contra sus costillas, tan fuerte que
estaba segura de que él sería capaz de escucharlo desde la
silenciosa barra. Como siempre, Ash hacia que todo el mundo
se inclinara y reenfocara a su alrededor.
No era su aspecto físico. Oh, estaba lo suficientemente bien
formado, especialmente para un hombre de unos cuarenta y
tantos años, pero todavía no era ni tan grande ni tan
corpulento como tantos hombres shifters. Tampoco había
nada inusual en el color de Ash. Piel ligeramente bronceada y
desgastada, con rayas grises en su corto cabello de color
marrón arena, no había nada fuera de lo común en él.
Excepto por el intenso poder contenido que ardía detrás de
esos ojos de color marrón oscuro.
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Él era el Fénix. No un, sino ÉL. Rose no sabía cómo
funcionaba exactamente, pero solo había un Fénix a la vez, en
todo el mundo.
Incluso los seres humanos normales podían sentir el furioso
infierno oculto en el corazón de esa figura tranquila y sin
pretensiones. Para los sentidos shifter de Rose, Ash ardía con
poder alfa. Él era tan brillante que ella apenas podía soportar
mirarlo, pero tan irresistible que no podía soportar apartar la
mirada. Era el hombre más magnético que jamás había
conocido.
No es nuestro compañero, susurró su cisne interior.
—¡Ash! —Dijo Rose alegremente, ahogando el inoportuno
comentario de su animal. —¡Entra, entra!
Normalmente se movía con total seguridad, pero esta noche
vaciló en el umbral de su puerta. Su penetrante mirada
recorrió la habitación desierta, deteniéndose brevemente en la
esquina que usualmente ocupa el Equipo Alfa.
Por alguna razón, Ash era la única persona en la que el sentido
empático de Rose no funcionaba. Pero ella no necesitaba
poderes psíquicos para poder decir que Ash estaba
desconcertado por la ausencia de su equipo. Posiblemente
nadie más hubiera podido leer eso en su cara inmóvil y
remota, pero Rose lo había conocido por mucho tiempo.
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—No sé dónde están todos —dijo Rose demasiado rápido —tal
vez hay algún tipo de evento en marcha. Me he aburrido de la
tranquilidad. Ven, hazme compañía, ¿quieres?
Moviéndose tan cautelosamente como un gato en un territorio
desconocido, Ash se acercó al bar. Juntó las manos detrás de la
espalda, con los pies en el descanso de la barra. Tenía el aire
de un hombre que sospechaba que una fiesta sorpresa podría
estar a punto de saltar hacia él.
—¿Lo de siempre? —Preguntó Rose, ya alcanzando un vaso.
La barbilla de Ash se hundió en un asentimiento fraccional. —
Gracias.
Rose sirvió su bebida. Como siempre, Ash deslizó un veinte
por la barra a cambio. Rose había dejado de discutir con él
sobre esto hace años. Aunque al menos había logrado decirle
que no pagara cincuenta por un vaso de agua helada
perfectamente ordinaria. A pesar de que no bebía, no tenía
por qué sentirse tan culpable por ocupar espacio en su pub.
Rose se ocupó de limpiar un derrame imaginario en la
desgastada barra de roble. —¿Día ocupado?
—Evidentemente más ocupado que el tuyo —murmuró Ash,
mirando alrededor del pub vacío de nuevo. Sus cejas bajaron,
su cabeza se inclinó como si estuviera escuchando algo.
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—¿Algo del equipo? —Preguntó Rose, reconociendo la mirada
que Ash tenía cuando intentaba comunicarse telepáticamente
con su equipo de bomberos.
—No —dijo Ash con su frente arrugándose aún más —sus
mentes están cerradas en este momento. No es normal en ellos
que se pierdan nuestra habitual reunión social.
—Oh, no me preocuparía. —Rose reprimió una sonrisa,
forzando a que su tono se mantuviera despreocupado. —Sin
duda, todos están disfrutando de un tiempo de calidad
tranquilos en casa esta noche.
De hecho, sabía con certeza que lo estaban. Gracias a unas
palabras tranquilas con sus compañeras, y un poco de ayuda
para organizar a las niñeras, ella confiaba en que todos los
demás bomberos del Equipo Alfa estaban teniendo una velada
muy agradable. Y estarían demasiado ocupados para
responder a la llamada telepática de su Comandante durante
bastante tiempo.
Ash dejó escapar un débil suspiro. Finalmente se instaló en un
taburete, aunque su postura se mantuvo tan recta como un
soldado de guardia.
—Supongo —dijo —que debería haber esperado esto.
—Bueno, todo el equipo está emparejado ahora —dijo Rose, su
voz se suavizó en simpatía —sin mencionar que la mayoría de
ellos tienen hijos, o bebés en camino. No es que no quieran
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mantener la tradición semanal del pub, pero tienen muchas
nuevas demandas en su tiempo.
—Eso es cierto. —Ash la miró de reojo. —Aunque no era a lo
que me refería.
Rose parpadeó hacia él. —¿Oh? ¿Qué quisiste decir entonces?
La esquina de la boca de Ash se levantó, muy ligeramente. —
Tal vez podría haberte ahorrado una gran cantidad de esfuerzo
y planificación evidentes, si hubiera aceptado simplemente
cuando me pediste una reunión privada.
Rose se echó a reír, sacudiendo la cabeza con pesar. —No se te
escapa nada, ¿verdad?
La boca de Ash se curvó un poco más, en lo que para él era el
equivalente a una sonrisa amplia y radiante. —Te conozco
desde hace mucho tiempo.
—Diez años. —Rose tiró su enojo hacia él con un golpe directo.
—Lo que debería ser lo suficientemente largo como para que
no sea tan difícil atraparte solo. Honestamente, Ash, a veces
puedes llevar a una mujer a su propia ruina. ¿Por qué tienes
que ser tan evasivo?
La mirada de Ash se apartó. Él no respondió, jugando con su
vaso de agua. El puño de su camisa se subió un poco con el
movimiento, exponiendo la vieja y descolorida cicatriz que se
retorcía alrededor de su muñeca derecha.
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—Estoy aquí ahora —dijo, con esa voz profunda y tranquila. —
¿Qué tienes en mente, Rose?
Rose lamió sus labios, su boca repentinamente seca. A pesar
de que ella había ensayado esto, una cosa era practicar las
palabras en la silenciosa soledad de su dormitorio, y otra muy
distinta decirlas a la cara cerrada y prohibida de Ash.
Ella respiró hondo. —Sé que no eres feliz, Ash.
Su cabeza se sacudió hacia atrás, como si eso no fuera en
absoluto lo que había estado esperando que ella dijera. —Te lo
aseguro, estoy lo suficientemente contento.
Rose negó con la cabeza firmemente. —Puede que no pueda
leer tu corazón, Ash, pero también te conozco desde hace
mucho tiempo. Hay una diferencia entre la aceptación y la
satisfacción. Y últimamente, has estado perdiendo la poca paz
que alguna vez tuviste. Ver a los otros miembros del equipo
felizmente emparejados... Sé lo difícil que es para ti.
La expresión de Ash se cerró aún más. —Aprecio tu
preocupación, pero es innecesaria y no deseada. Lo único que
te he pedido es que respetes mi privacidad. Por favor continúa
haciéndolo.
Rose había visto cómo dragones adultos se encogían en
sumisión cuando el Fénix usaba ese tono. Se aferró al borde
de la barra, aliviándose en la sensación familiar de la madera
vieja y lisa.
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—Estás solo, Ash. —Ella se endureció. —Y yo también.
Ash, el Fénix Eterno, el hombre que ordenaba el respeto de
incluso los más poderosos shifters, el bombero veterano que
caminaba tranquilamente hacia el peligro mortal como una
cuestión de rutina, se estremeció. Sus hombros se sacudieron
como si sus palabras hubieran sido un golpe, expulsando todo
el aire de sus pulmones.
—Pensé que estabas lo suficientemente contenta. —Hizo un
leve gesto alrededor del pub. —No te falta compañía.
—No es suficiente. —Rose dejó escapar el aliento en un largo
suspiro. —Pensé que lo era, pero... Ash, me paro aquí y sirvo
bebida tras bebida a parejas felices y emparejadas, y cada vez
que lo hago algo dentro de mí, se vuelve más frío y más
oscuro. No estoy orgullosa de eso, pero estoy celosa, y está
devorando mi alma. No puedo evitarlo. Quiero lo que tienen.
Ash se quedó mirando sus manos unidas, descansando en la
barra del mostrador. Sus nudillos se blanquearon.
—Daría cualquier cosa —dijo en voz muy baja —para poder
traer a tu compañero de vuelta a ti.
—Sé que lo harías —dijo Rose, apretando su propia garganta
con el viejo dolor —pero nadie puede hacer eso. Quienquiera
que fuera, ya se ha ido.
Le había contado a Ash la historia antes, hace muchos años.
Los cisnes eran famosos entre los shifters por ser siempre
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capaces de encontrar a sus compañeros. Cada cisne sabía,
cuando era el momento adecuado, dónde encontrarlo.
Rose sintió el jalón, cuando era más joven. Se había marchado
con alegría, segura que encontraría su feliz para siempre.
Solo para despertar una mañana fría y sombría, haciendo eco
en el silencio de su alma. Ningún compañero la llamaba. Sin
ningún instinto que la llevara.
Solo silencio, y el dolor de su cisne, profundo y desgarrador.
La herida aún era aguda y cruda, incluso veinte años después.
Rose tragó saliva, obligando a bajar el amargo recuerdo.
—Mi compañero murió antes de que pudiera conocerlo —dijo
—pero eso no significa que tenga que estar sola para siempre.
Los ojos de Ash se cerraron, como si tuvieran dolor. —Rose —
dijo y su voz era una escofina apenas audible.
Era ahora o nunca. Rose reunió su coraje, su corazón latía
rápido mientras cruzaba la barra. Ignorando el grito de
protesta de su cisne, ella apoyó su mano sobre la de él.
—No significa que tu tengas que estar solo para siempre —ella
dijo en voz baja.
Nunca había tocado a Ash así antes, en todos los años que
habían sido amigos. Oh, ella lo había golpeado en el hombro o
le había agarrado la manga con la frecuencia suficiente, incluso
le había dado una patada en el tobillo en más de una ocasión,
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cuando era particularmente insoportable, pero no más que
eso. Era tan fieramente cerrado, que incluso el gesto de afecto
más casual era impensable.
Ahora, un extraño cosquilleo se disparó a través de su palma al
sentir su piel desnuda contra la de ella. Ella contuvo el aliento,
una ola de anhelo se estrelló sobre ella. La emoción era tan
intensa que no podía decir si era de Ash o suya.
Su piel ardía contra la de ella, como si estuviera extendiendo
su mano hacia una hoguera rugiente. Pero era un calor
bienvenido, calentando todo su cuerpo. Fue como si hubiera
estado congelada, sin saber qué tan fría estaba realmente, hasta
que su fuego la descongelo.
No es nuestro compañero, dijo su cisne de nuevo.
—Ash —susurró ella.
Sus dedos se agitaron debajo de los de ella. Suavemente pero
con firmeza, apartó su mano.
—No —dijo.
Su mano se sentía fría, desprovista de su calor. Ella anhelaba
acercarse a él de nuevo, pero él se levantó bruscamente,
dándole la espalda. Su columna vertebral era una línea recta y
rígida, con todos los músculos tensos.
—No —dijo de nuevo, corrosivo y áspero —no soy tu
compañero, Rose.
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Deseaba que el bar no estuviera todavía entre ellos. Anhelaba
tocar su hombro, para ver si su sentido de empatía realmente
había penetrado en su armadura, pero estaba bastante segura
de que se precipitaría hacia la puerta si se movía.
—Lo sé —dijo ella, tratando de no mostrar cómo latía su
corazón solo por ese breve contacto. —Y si... si conocieras a tu
verdadera compañera, no te alejaría de ella. No estoy pidiendo
ese tipo de vínculo, Ash. Sé que eso es imposible. Pero tal
vez... tal vez los dos podríamos estar un poco menos solos.
Juntos.
Su puño se apretó a su lado, temblando. Miró a la puerta, pero
no se movió hacia ella.
¿Estaba dudando? La esperanza se levantó en el pecho de
Rose.
—Somos más que nuestros animales, Ash. —Ella habló
rápidamente, como si pudiera lanzar palabras sobre él como
una red. —Todavía podemos elegir por nosotros mismos. Yo te
quiero, no mi cisne.
Dejó salir un pequeño sonido de dolor. —No deberías.
—¿Por qué no? No soy tu compañera, no soy tu pareja
perfecta, pero nos conocemos desde hace diez años. Sé cuan
buen hombre eres. Desde que nos conocimos, mis
sentimientos por ti solo han crecido. Siempre has estado ahí
para mí y yo...
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Ella paró. Los hombros de Ash temblaban, muy levemente.
Pero no con ira, ni con lágrimas.
—¿Por qué demonios te ríes? —Preguntó ella, desconcertada y
más que un poco dolida.
El sonido era casi silencioso y amargamente cortante. Ash dio
media vuelta. La luz captó la curva sin alegría de su boca, y las
llamas oscuras en sus ojos.
—Porque ni una sola palabra de eso fue verdad —dijo.
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Antes

20 años atrás…

El horizonte estaba en llamas.


Incluso con las ventanas cerradas, el humo aún se arrastraba en
el pequeño auto alquilado de Rose. Podía saborearlo, acre y
amargo, en la parte posterior de su lengua. Durante las últimas
cincuenta millas, todos los vehículos que había pasado habían
estado girando a toda velocidad en la dirección opuesta. Todas
las estaciones de radio locales emitían la misma información
una y otra vez.
—Las órdenes de evacuación completa están vigentes en todo
el condado —repetía la voz plana del boletín de emergencia. —
No intenten quedarse en sus hogares. No intenten rescatar
mascotas o ganado. Deben dejar sus pertenencias personales
atrás. Si no tiene transporte, llame al 911 ahora. Esta es una
orden de evacuación obligatoria. Todos los residentes y
visitantes deben abandonar el condado inmediatamente.
Rose apagó la radio, ya que no le decía nada que ya no supiera.
Agarró con más firmeza el volante, fijando deliberadamente
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sus ojos en la carretera en lugar de las cintas de fuego que
coronaban las montañas.
Más rápido, su cisne la urgió. Sus alas se flexionaron en
agitación, deseando volar. Él nos está llamando. ¡Nuestro
compañero nos necesita, ahora, ahora!
Rose podía sentir que tiraba de ella misma, profundamente en
su alma. Lo que había comenzado como un tirón débil y
delgado como un puño alrededor de su corazón, la arrastraba
irresistiblemente hacia adelante.
Sus tías y primos le habían advertido que la compulsión se
haría más fuerte a medida que se acercara más a su pareja.
Cuando sintió esos primeros pequeños estremecimientos,
llamándola por todo el mundo, la instaron a esperar, a
ignorarlo todo el tiempo que pudiera. Después de todo,
veintitrés años era temprano para que una shifter cisne sintiera
la llamada de compañeros. Había mucho tiempo para
madurar, aprender quién era ella como persona, antes de
apresurarse a formar una sociedad permanente.
Pero Rose no pudo esperar. Incluso en casa, en Inglaterra, el
llamado de compañeros se había sentido como un anzuelo en
su alma. Ella no podría haberlo ignorado más que ignorar la
necesidad de respirar. Quienquiera que fuera su compañero,
dondequiera que él estuviera, ella sabía que él estaba en un
peligro mortal. Que tenía ir a él.
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Incluso si eso significaba conducir al corazón del peor
incendio forestal en el norte de California durante una década.
Las luces parpadeantes cortaban a través de la niebla
aproximándose. Un coche de policía bloqueaba la carretera.
Rose puso el pie en el freno, deteniéndose lentamente, a pesar
de que su cisne silbó en protesta por la demora.
Ella probó su sonrisa más ganadora mientras bajaba la
ventanilla. —Lo siento mucho, oficial. Solo necesito regresar
para...
—Señora, no me importa lo que haya dejado atrás, ya sea a
Fido o las fotos de su familia —la interrumpió el oficial de
policía, en el tono cansado de alguien que ya había tenido esta
conversación demasiadas veces hoy. —Acabo de escuchar en la
radio, incluso los bomberos se están retirando. Tiene que
darte la vuelta y salir de aquí ahora mismo.
—Pero, pero... ¡mi abuelo! —Rose abrió los ojos, el humo
ayudándola a falsificar lágrimas. —Tengo que ir a buscarlo, en
um...
Deseaba haber prestado más atención al mapa. Solo tenía la
más remota idea de dónde estaba realmente, aparte de que
había sido un viaje largo y largo hacia el norte desde San
Francisco.
—Su cabaña. —Terminó ella, algo poco convincente. —Arriba
de esa montaña allí.
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El policía le dirigió una mirada sospechosa, pero sacó su radio
de su cinturón. —Dígame dónde está. Haré que uno de los
equipos pase a buscarlo y lo recogerá.
—Oh, no, es muy difícil de encontrar —dijo Rose
apresuradamente. —Él es un verdadero ermitaño. Paranoico.
Le disparará a quien no reconozca. Pero si me dejas pasar, te
prometo que puedo ir y volver rápido como un suspiro.
Por la mirada exasperada que el oficial de policía le estaba
dando, no estaba comprando su historia. —Chica, no sé qué
estás tratando de sacar, pero no te voy a dejar pasar. Ahora, da
la vuelta, a menos que prefieras que te saque de aquí con las
esposas.
Rose intentó lucir adecuadamente castigada. —Eso no será
necesario, oficial —dijo dócilmente —voy a estar en camino
enseguida.
La mano del oficial se deslizó hacia abajo para descansar sobre
su pistola enfundada mientras ella retrocedía. Con mucho
cuidado, Rose dio vuelta a su auto. El policía la miró fijamente,
con los ojos entrecerrados, mientras ella se marchaba.
¡No! Su cisne batió furiosamente sus alas, haciendo que sus
orejas suenen. ¡Él nos necesita! ¡Gira de vuelta!
—Mantén tus plumas puestas —murmuró Rose, mirando por el
espejo retrovisor para comprobar que el policía estaba fuera de
la vista. —Tengo un plan.
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Acercándose a un lado de la carretera, Rose aparcó. Le
hubiera gustado ocultar el auto, pero no había ninguna
esperanza de conducirlo más profundo en el espeso bosque.
Solo tenía que esperar que el oficial de policía no perdiera el
tiempo buscándola cuando lo descubriera. Él solo estaba
haciendo su trabajo, y ella no quería que lo atrapara el
incendio.
También esperaba que él no estuviera sobre ella por unos
minutos. Ya era suficientemente malo que encontrara su
vehículo abandonado. Si la encontraba quitándose toda la
ropa, probablemente la llevaría con las esposas a la institución
mental más cercana.
Se quitó los zapatos y se quitó la camisa y los pantalones cortos
con torpeza. No por primera vez, deseaba ser una shifter
mítica, como una dragona o una Pegaso. Debia ser agradable,
nunca tener que preocuparse por ser atrapada desnuda.
Desafortunadamente, los cisnes shifter no podían hacer magia
para que sus ropas desaparecieran y regresaran de vuelta.
Al menos era lo suficientemente grande cuando cambiaba para
poder llevar algunos elementos esenciales consigo. Agarró su
bolsa de emergencia del asiento trasero y la colocó alrededor
de su cuello. Luego, estirando los brazos, se entregó a su cisne.
Como siempre, el cambio corrió sobre su piel como la caricia
de un amante. Ella se emocionó ante la sensación de estirarse
en su otra forma, volviéndose más elegante y fuerte.
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Cualquiera que pensara que un cisne era solo un pato pesado y
crecido nunca había sido uno.
Sus brillantes alas negras se extendían sobre ocho pies de
punta a punta. Sus poderosas patas palmeadas y sus piernas
escalonadas podían impulsarla igualmente bien a través de la
tierra o el agua. Ella había enseñado a más de un arrogante
aspirante a alfa a no subestimarla solo porque no tenía garras
ni colmillos.
Por supuesto, la desventaja de su tamaño era que necesitaba
una gran carrera para despegar. Extendiendo sus alas, corrió a
toda velocidad por la carretera, batiendo con todas sus fuerzas.
Era más difícil transportarse por el aire desde tierra seca en
lugar de agua, pero ella lo logró, aunque no fue el proceso más
elegante.
Una vez que estuvo en el aire, fue mucho más fácil. El calor
que se elevaba del bosque en llamas atrapó sus alas extendidas,
levantándola más alto como un niño lanzando una pelota.
Seguramente por encima de las copas de los árboles, dio una
vuelta en círculo y volvió por donde había venido.
El oficial de policía estaba de vuelta en su auto, hablando por
su radio. Él ni siquiera levantó la vista cuando ella se elevó por
encima. Ya no estaba obligada a seguir el camino, Rose giró el
pico en dirección a su compañero. El tirón era aún más
urgente ahora, pulsando a través de sus venas tan fuerte como
su propio latido. La atrajo irresistiblemente.
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Directo hacia la pared de fuego que ardía en el horizonte.
Mientras volaba más cerca, pudo ver que era literalmente una
pared. Los bomberos forestales habían limpiado una amplia
franja a través del bosque. El fuego mortal rugió con avidez
justo en el borde del corta-fuegos. Hojas ardientes y chispas
cayeron inofensivamente sobre la tierra estéril, incapaces de
cruzar.
Un grupo de bomberos se estaba replegando, el agotamiento
claro en sus tropiezos. Deben haber estado trabajando toda la
noche para terminar el corta-fuegos.
Su compañero estaba tan cerca. ¿Podría ser uno de los
bomberos? Un poco de emoción la atravesó. Llámalo un
cliché, pero ella siempre tuvo una cosa por un hombre de
uniforme.
No, tenía que admitir, que eran una vista terriblemente
atractiva en este momento. El equipo de seguridad, una vez
amarillo, ahora estaba moteado con ceniza y barro. Los
hombres estaban tan sucios como sus uniformes. La mayoría
de ellos lanzaban apresuradamente motosierras y herramientas
de corte a la parte trasera de un vehículo todoterreno,
claramente ansiosos por desaparecer, pero una pareja parecía
estar discutiendo.
Rose se inclinó tan bajo como se atrevió, pasando tan cerca de
los bomberos que algunos de ellos se agacharon. Escudriñó
cada cara volteada hacia arriba, esperando ese rayo de
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reconocimiento... pero no vio nada más que sorpresa y fatiga
en sus ojos. Ninguno de ellos era su compañero.
—... ¡Todavía está ahí!
Captó el fragmento de palabras mientras pasaba junto a un par
de hombres en la parte posterior del grupo. En un impulso,
Rose aterrizó. Estaban tan atrapados en su argumento que no
se dieron cuenta de que se acercaba para escuchar mejor.
—Te lo digo, lo vi. —Uno de los bomberos señaló hacia el
bosque, viéndose agitado. —¡Solo déjame volver y comprobar!
—¡Cualquiera que esté allí dentro está muerto! —El otro, que
ella supuso era el líder por la mugrienta insignia en su casco, lo
empujó hacia atrás. —¡Ahora quítate! ¡Es una orden!
El otro bombero obedeció, aunque su renuencia era clara.
Con una última mirada hacia atrás por encima del hombro, y
una doble mirada hacia Rose, se unió a los demás en el
vehículo.
El corazón de Rose se tambaleó cuando el camión rugió por la
carretera.
Habían dejado a alguien atrás.
Y su compañero seguía llamándola.
El calor del fuego golpeó contra su piel incluso a través de sus
plumas. Gotas de fuego saltaban de los pinos ardiendo. Ya
sería bastante difícil tratar de volar sobre el incendio forestal.
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Pero volar a través de él, buscando a alguien derrumbado en el
suelo...
El terror la aferró tan fuerte que apenas podía abrir sus alas.
Ella las extendió de todos modos. Endureciéndose, enfrentó al
infierno de frente... y lo vio.
Por un segundo, pensó que estaba imaginando cosas. Pero
había una figura oscura y vacilante, borrosa por el humo y la
bruma de calor.
Pura sorpresa la hizo volver a su forma humana. Rose tropezó,
atrapándose en sus manos. Rocas afiladas cortaron sus rodillas,
pero ella apenas notó el dolor.
El rugido del infierno, el golpe de calor contra su frágil piel
humana... todo se volvió irrelevante.
Él salió del ardiente bosque, tan calmado como si el viento
caliente del horno que azotaba su ropa fuera una brisa
agradable de primavera. El resplandor blanco-amarillo
iluminaba su forma delgada y alta, ella no podía distinguir su
rostro.
Pero ella podía ver cómo las llamas se inclinaban ante él. Se
apartaron para dejarlo pasar, luego saltaron de nuevo a su
estela, rugiendo dos veces más alto. Chispas y ascuas se
arremolinaban alrededor de su cabeza como una corona.
Mientras ella observaba, estupefacta, él alcanzó el borde del
corta-fuegos. Por un momento se detuvo. A través del humo
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ondulante, ella vio que su cabeza se inclinaba un poco hacia
abajo, como si considerara el terreno árido.
Salió a la tierra batida.
Y el fuego lo siguió.
Las llamas se encendieron donde él pisó, las mismas rocas
ardiendo. Detrás de él, en el bosque, el infierno se alzaba
como una ola crecida, reuniéndose, elevándose. Esperando
para avanzar hacia delante, por el camino estrecho que él
estaba haciendo a través del corta-fuegos.
Ella podía ver su rostro ahora. Él estaba sonriendo
—¡Para! —Gritó, poniéndose de pie. Ella corrió hacia él,
agitando los brazos. —No puedes, hay personas, ¡para!
Él comprobó su paso, la sorpresa destellaba en su rostro.
Estaba a solo dos pasos del borde del corta-fuegos. Estrechas
lenguas de fuego se agolparon detrás de él, murmurando.
Ella se plantó derecha en su camino, extendiendo los brazos
para impedirle el paso. El humo le quemó la garganta mientras
luchaba por respirar.
Por primera vez, ella se encontró con sus ojos.
Fuego, nada más que fuego. El infierno oscuro la abrazó,
quemando todo menos a él. El llamado de compañeros rugió
en su sangre más fuerte que el bosque en llamas. Ella estaba
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seca, y él era su compañero. Un paso, un toque, y ella sería
consumida por completo.
Cada parte de ella anhelaba dar ese paso. Dejar que el mundo
arda a su alrededor. Nada importaba, mientras estuvieran
juntos.
Ella apretó los puños, temblando con el esfuerzo de no caer en
sus brazos.
—Detente —dijo ella de nuevo —no sé por qué estás haciendo
esto, pero está mal. El fuego lastimará a la gente si va más lejos.
Tienes que parar.
El parpadeó. El fuego detrás de él se apagó, las llamas cayeron
de nuevo en brasas ardientes. El fuego negro en sus ojos
también se desvaneció, revelando un color más humano. Eran
de color marrón oscuro, profundo y claro. Incluso con su
fuego contenido, el poder en ellos robó el aliento de Rose. Ella
había estado en presencia de shifters alfa antes, pero nunca
uno como este.
Sus cejas se juntaron un poco. A pesar de toda la fuerza
ardiente en su mirada, tenía una mirada muy humana de
desconcierto.
Levantó su mano derecha, casi pero sin tocar su mejilla.
Tatuajes intrincados se enroscaban alrededor de su muñeca,
subiendo por su antebrazo desnudo. Parecían runas, símbolos
en un patrón que ella no reconoció.
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—Te conozco —dijo.
Su voz profunda hizo que los dedos de sus pies se curvaran en
la tierra. Su mejilla ardía donde casi la tocaba. El resto de ella
se sentía fría en comparación, fría hasta el hueso. Ella anhelaba
apoyarse en su palma, pero algo sobre sus ojos crudos e
inciertos la hizo quedarse quieta. Había una sensación de
locura en él. Un poder impredecible, inestable.
—Te conozco —dijo de nuevo. —¿Quién…?
Jadeó, repentinamente tropezando hacia atrás como si fuera
estirado por una correa invisible. Su mano izquierda se disparó
a su muñeca derecha, apretando con fuerza.
Rose lo miró, incapaz de entender lo que estaba viendo. Hace
un momento el tatuaje acababa de ser tinta negra. Pero ahora
el color estaba floreciendo en su brazo. Cada minúscula y
precisa runa estaba delineada en color carmesí.
Luego las finas líneas rojas empezaron a gotear y extenderse.
Sangre. Sangre brotando, como si el tatuaje se estuviera
apretando, cortando su piel.
Su cisne silbó de angustia al ver el dolor de su compañero.
Rose comenzó a acercarse a él, pero tuvo que retroceder. El
aire a su alrededor estaba caliente. Ella bien podría haber
tratado de meter la mano en un horno.
Detrás de él, el incendio forestal se levantó con fuerza
renovada. El infierno estaba de vuelta en sus ojos, negro y
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devorando todo. Se estiró hacia ella, cada línea de su cuerpo
anhelando, pero era como si una pared de vidrio se hubiera
estrellado entre ellos.
Con un gruñido de frustración, se dio la vuelta. Echó la cabeza
hacia atrás, abriendo los brazos.
—¡Espera! —Rose se vio obligada a cerrar los ojos mientras su
forma humana se disolvía en una luz incandescente. —¡No te
vayas!
—No tengo elección. —Las palabras silbaban y crepitaban,
formadas por el fuego. —Él está llamando. Tengo que
obedecer.
—¿Quién? —Su forma cegadora le quemó la vista incluso a
través de sus párpados cerrados. —¿Quién llama? ¿Quién eres
tú?
—Yo soy el Fénix. —Las alas ardientes se abrieron
ampliamente. —Mi nombre es Blaze.
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Ahora

Eres una mujer crecida y madura, se dijo Rose firmemente


mientras sacaba pintas. No tienes que estar buscando a un
hombre como una adolescente melodramática con el corazón
roto. Déjalo ir.
Ella lo ofreció; Ash lo rechazo; ese fue el final de ello. No
había necesidad de sentirse incómoda al respecto.
Sin embargo, ella no podía obligarse a mirar a Ash a los ojos.
Y podría haber sido su imaginación, pero él también le estaba
dando bastante más espacio de lo normal. Había ido
directamente a su rincón sombrío con apenas un gesto de
saludo en lugar de ir al bar para charlar, o más bien, para
escuchar en silencio mientras ella charlaba con él, como solía
hacer.
Aun así, al menos su declaración precipitada no lo había
asustado por completo. Se había preocupado toda la semana
por haberlo avergonzado tanto que él no quisiera volver a
poner un pie en la puerta. Y por lo que ella sabía, la reunión
semanal posterior al trabajo del Equipo Alfa era la totalidad de
vida social de Ash. Se había preocupado por la idea de que él
estuviera sentado solo y abandonado en la estación de
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bomberos, trabajando en los informes mientras todos los
demás salían a tomar algo.
Pero allí estaba, como de costumbre. Una forma sosegada y
tranquila entre bromas y risas, sentado en su lugar habitual al
borde del grupo.
Y si él estaba incluso más reservado y silencioso de lo
habitual... bueno, solo alguien que lo conociera bien se daría
cuenta de ello.
Desafortunadamente, ella no era la única que lo conocía bien.
—Entonces, Rose —murmuró Griff con su rico acento escocés
mientras esperaba a recoger las bebidas. La mirada del
bombero pasó de su Comandante a Rose. —¿Qué tan mal fue
esa conversación?
Rose le frunció el ceño sobre los grifos del bar. —¿Y cuál
conversación sería esa, Griff?
—Le dije que estabas buscando ver a Ash a solas la semana
pasada —confesó la compañera de Griff, Hayley. —Lo siento,
Rose. Es difícil mantener un secreto de tu compañero,
especialmente cuando él es un Grifo.
—No es que necesites ojos de águila para ver que algo está
pasando —agregó Chase. Aparentemente, el shifter Pegaso
había ido a la barra para ayudar a llevar las bebidas, pero sus
ojos negros brillaban de curiosidad mientras él también miraba
entre Rose y Ash. —Nuestro glorioso líder nunca está
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demasiado lleno de exuberancia, pero en este momento es tan
rígido que podría usarlo como una barra de hierro. Acabo de
decirle la broma más sucia que conozco y él ni siquiera hizo el
menor suspiro de irritación.
—Dejen de mirar —siseó Rose —pensará que estamos hablando
de él.
—Estamos hablando de él —señaló Hayley. —¡Vamos, Rose!
Todos sabemos que has estado enamorada de Ash durante
años. ¿Finalmente le dijiste? ¿Qué dijo él?
—A juzgar por la forma en que parece que tiene todo el cuerpo
inyectado de Botox, creo que podemos adivinar —dijo Chase.
Él le dirigió una sonrisa cálida y compasiva a Rose. —¡Pero no
desesperes, preciosa Rose! Sin duda, simplemente quedó
paralizado por el asombro. Dale un mes o cinco, y podría ser
capaz de envolver su cabeza alrededor de la idea hasta el punto
de poder articular una respuesta.
Rose se enfocó en poner la espuma de la cerveza a la cima del
vaso de pinta. —Oh, él dejó su posición muy clara.
Griff frunció el ceño. —Eso es extraño. Ash es difícil de leer
incluso para mí, pero podría haber jurado que tenía algo por ti.
—Evidentemente no. —Rose dejó el vaso en una bandeja
bastante fuerte, que la cerveza se le cayó sobre los dedos. —Y al
parecer, tampoco cree que yo realmente tenga sentimientos
por él.
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Eso seguía irritándola, a pesar de sus mejores esfuerzos para
superarlo. Una cosa era que Ash dijera que él no estaba
interesado en ella románticamente. Pero era otra muy distinta
decirle que ella realmente no podía estar interesada en él.
Como si no se le pudiera confiar que conociera su propia
mente.
Fue casi insultante. No, fue insultante. Diez años siendo
amigos, y de repente él estaba insistiendo en que ella no lo
conocía en absoluto.
Griff estaba estudiando su expresión. Él hizo una mueca. —Oh
querida. Ash no se expresó bien.
—Para un hombre de pocas palabras, ocasionalmente tiene una
habilidad extraña de abrir la boca lo suficiente como para
insertar todo su pie —estuvo de acuerdo Chase. —Pero estoy
seguro de que realmente no quiso decir lo que dijo, Rose. Tal
vez le resulte difícil creer que una mujer hermosa y vivaz como
tu pueda estar realmente interesada en un hombre canoso y
aburridamente responsable como él.
—Creo que está asustado —dijo Hayley.
—¿Asustado? —Era tan absurdo que Rose dejó escapar un
resoplido de risa. —¿Ash? El hombre podría incinerar toda
esta ciudad con un chasquido de sus dedos.
—Y creo que trabaja muy duro para asegurarse de no hacerlo —
dijo Hayley. —Es tan controlado y formal, es como si no se
atreviera a dejarse sentir ninguna emoción en absoluto. Quiero
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decir, lo conozco desde hace un tiempo, y creo que nunca lo
he oído reír.
—Sabes, yo tampoco —dijo Chase, inclinando su cabeza hacia
un lado en consideración. —A pesar de mis mejores esfuerzos.
—Eso no es realmente sorprendente —dijo Griff —tus mejores
esfuerzos generalmente motivan a las personas a golpearte en
la cara.
—Lo que Ash nunca ha hecho tampoco, a pesar de la extrema
provocación —dijo Chase alegremente —así que tu compañera
tiene un punto. La pregunta es, ¿qué vamos a hacer al
respecto?
Rose levantó sus cejas hacia él. —¿Sobre que Ash no te golpea
en la cara?
—¡No, sobre ti y Ash! —Chase le sonrió, agitando su mano para
indicar no solo a Griff sino a todo el Equipo Alfa, ajenos en la
esquina detrás de él. —Todos somos sus amigos, por lo que
estamos doblemente comprometidos en ayudarles a encontrar
la felicidad juntos. Piensa en nosotros como tu
sorprendentemente musculoso y guapo equipo de hadas
madrinas. ¡Conseguirás a tu Príncipe Azul, Cenicienta! O, al
menos, al Príncipe Estricto y Aburrido.
—Oh no. —Rose sacudió la cabeza firmemente mientras
empujaba la bandeja de bebidas a través de la barra. —Sin
emparejamientos, gracias. Ash no está interesado. Él mismo lo
dijo. Ese fue el final de ello.
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—No, no lo fue. —Hayley pasó su brazo alrededor de la cintura
de Griff. Su vínculo de pareja brillaba en el sentido empático
de Rose, brillante y claro como el sol del verano. —Este gran
idiota trató de alejarme al menos tres veces, según mi cuenta.
—Y la única razón por la que estoy aquí hoy es porque ella no
me dejó ir —dijo Griff, sonriendo a su compañera —Hayley
tiene razón, muchacha. Ash se ha mantenido en una jaula tan
estrecha durante tanto tiempo que ha olvidado cómo extender
sus alas. Tomará más que solo abrir la puerta por un momento
para animarlo a salir volando.
—¡Así que! —Chase dio una palmada. —¿Cómo vamos a lograr
que el hombre más astuto y terco del mundo abra su corazón a
la mujer hermosa y encantadora que está aquí delante de
nosotros?
—Realmente no... —Rose comenzó, pero nadie la escuchaba.
—Necesitamos llamar su atención —dijo Griff pensativamente.
—Hacer que se dé cuenta de lo que él y Rose podrían tener
juntos.
—Eso no va a ser fácil —dijo Hayley, frunciendo el ceño. —
Conoces a Ash, él no es exactamente observador cuando se
trata de cosas que no están en llamas.
Chase se iluminó.
—No —dijeron Griff y Hayley juntos.
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—Vamos, es perfecto. ¿No se imaginan la escena? —Chase
levantó las manos como un director de cine que encuadra una
toma de cámara. —Un misterioso ataque incendiario... la bella
doncella atrapada por las llamas invasoras... el atrevido
Comandante de Bomberos entrando al rescate y levantándola
en sus brazos...
—Y la pila de cenizas del tamaño de un Pegaso cuando se da
cuenta de que tú lo preparaste —terminó Griff.
—Oh, Ash no quemaría a Chase —dijo Rose, mirando a Chase
—no quedaría suficiente después de que yo terminé con él. Ni
siquiera pienses en prenderle fuego a mi pub.
—Por supuesto que no —dijo Chase, viéndose mortalmente
herido. —¿Cómo puedes siquiera pensar que yo haría una cosa
así? Este es un lugar especial para todos nosotros. Ahora, un
almacén en desuso muy inflamable que nadie extrañara, por
otro lado...
—¡Connie! —Llamó Hayley al otro lado de la habitación. —¡Ven
y dile a tu compañero que no prenda fuego a nada!
—No le prendas fuego a nada, Chase —respondió Connie,
levantándose de la mesa del Equipo Alfa. Apenas estaba
comenzando su embarazo, pero su protuberancia se destacaba
en su cuerpo bajo y curvilíneo, gracias al hecho de que llevaba
trillizos. Se unió a su compañero en el bar, irradiando una
mezcla de exasperación y curiosidad según el sentido empático
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de Rose. —¿Por qué quieres prender fuego a algo, de todos
modos?
—Para que Ash se dé cuenta de su profundo y eterno amor por
nuestra Rose —dijo Chase, demasiado fuerte.
En el otro extremo de la barra, Wayne levantó la cabeza de su
pinta. El shifter lobo parpadeó, sus ojos nublados luchando
por concentrarse. —¿Quu…queee? ¿Ash hizo qué?
—Nada —dijo Rose, su rostro caliente con mortificación. Tomó
una cerveza de la bandeja y la deslizó por la barra. —Toma
otra, Wayne. E ignora a Chase, él solo está siendo ridículo.
—Sí, lo estás —le dijo Connie a Chase, empujándolo en el
costado. —Incluso más de lo habitual.
—Gracias —dijo Rose.
—Es posible que no podamos atrapar a Rose en un incendio
para que Ash pueda rescatarla —continuó Connie. —¿Qué tal
una subasta de caridad?
Todos la miraron fijamente.
—¿Ya saben, como “Gana una cita con un bombero caliente”
ese tipo de cosas? —Connie dijo, mirando a sus rostros en
blanco. —Y luego juntamos nuestros fondos para asegurarnos
de que Rose gane la subasta de Ash.
—¿Qué? —dijo Rose.
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Parecía ser la única persona aún confundida. Todos los demás
ahora tenían una mirada pensativa, como si lo que Connie
acababa de decir tuviera perfecto sentido.
—Sabes, tiene potencial —dijo Hayley —pero no tengo idea de
cómo lograremos que él lo acepte.
—Por mucho que esté encantado con la idea de que nuestro
duro líder se vea obligado a engrasar y vender su virtud,
concuerdo con ella —dijo Chase. —Qué tal si…
—No —dijeron Griff, Hayley y Connie juntos.
Chase parecía herido. —Solo iba a sugerir que nos
encarguemos de que queden atrapados en la bodega de
cerveza de Rose.
Rose miró las bebidas que aún no habían sido tocadas en el
bar. —¿Son mis precios demasiado altos? ¿Todos se
emborracharon con tragos baratos antes de venir aquí?
—Ash puede quemar a través de ello para salir de algo así —dijo
Hayley, como si Rose ni siquiera hubiera hablado. —¡Lo sé!
¡Preparamos a Rose con un novio falso, para que Ash se vuelva
loco de celos!
—Suena peligroso para el novio falso —dijo Griff, con una ceja
arqueada. —No estoy seguro de que persuadiremos a nadie
para que arriesgue su vida de esa manera. Pero ¿y si Ash es el
novio falso? Digamos que inventamos un acosador loco...
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—Y convencemos a Ash de que la única manera de mantener a
Rose a salvo es que él pretenda salir con ella para que el
acosador se asuste —concluyó Hayley con entusiasmo. —¡Y
luego, por supuesto, la relación falsa se volverá real!
—Correcto, todos ustedes están siendo completamente
ridículos —anunció Rose.
Recolectando la bandeja de bebidas, pasó a todos los tontos.
Con la cabeza bien alta, marchó por la habitación.
—Ya era hora —dijo Hugh, cuando llegó a la cabina del Equipo
Alfa en la esquina. El paramédico de cabello blanco le pasó
una cerveza a su compañera Ivy y tomó un whisky para él. —
Estaba empezando a preguntarme si tendrías que destilar el
alcohol de cero, Rose.
—Puedes culpar a tus colegas por el retraso —dijo Rose,
frunciendo el ceño por encima del hombro al grupo que seguía
susurrando juntos en el bar. —No sé qué se ha metido en ellos,
están diciendo tonterías.
El shifter Dragón Rojo Dai ladeó una ceja de color castaño
mientras ella le pasaba una cerveza. —Seguro que ya deberías
estar acostumbrada a los galimatías de Chase.
—Pero no de Griff —dijo su compañera Virginia, tomando un
vino blanco. —¿Qué fue eso de prender fuego a algo?
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—Sólo una broma —dijo Rose rápidamente, su cara
calentándose. —Aquí, John, Neridia. Traje sin alcohol para
ustedes dos.
Neridia sonrió mientras aceptaba el cóctel de jugo mixto. Su
enorme barriga apenas cabía detrás de la mesa. —Gracias,
Rose. Aunque John no es el que está embarazado, ya sabes.
—Pero estoy de guardia custodiando los tesoros más preciados
del Imperio Perla —dijo John con su melodioso acento de
Dragón Marino. Saludó a Rose con su propia inclinación de
cabeza. —El honor exige que mantenga una cabeza clara.
Eso dejaba solo a uno.
Rose se aclaró la garganta, obligando a que su mano y su voz se
mantuvieran al mismo nivel mientras dejaba un vaso de agua.
—Ash.
—Rose —dijo, precisamente en el mismo tono neutral.
Eso había ido bien.
Sosteniendo la bandeja como un escudo, Rose se giró para
huir de regreso a la seguridad, y se topó con el musculoso
pecho de Chase.
—¡Caballeros! —dijo el shifter Pegaso, pasando un brazo
alrededor de los hombros de Rose antes de que ella pudiera
escapar. —Y bellas damas, por supuesto. Estábamos teniendo
una discusión muy interesante en el bar.
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Con una sonrisa desesperada congelada en su rostro, Rose
pisó fuerte en su pie.
Chase no pestañeó. —Sobre un tema que estoy seguro será de
gran interés para todos ustedes. Me refiero, por supuesto, al
romance.
La frente de Dai se arrugó. —Pero ya estamos todos
emparejados.
Virginia le dio un codazo en las costillas, sus ojos se dirigieron
a Ash.
—Oh. Cierto. —Las puntas de las orejas de Dai se sonrojaron
levemente de color rosa. —Lo siento. Sin intención de ofender.
—No hay problema —murmuró Ash.
—Una palabra, Chase —siseó Rose tan silenciosamente como
pudo. Si ella hubiera sido una shifter Mítica, y capaz de
comunicarse telepáticamente con el Pegaso, habría estado
gritando en su mente en este momento. —Una palabra, y nunca
volverás a beber en este pub.
Chase adoptó una expresión de exagerada inocencia. —Solo
quería preguntarles qué piensan que hace a una mujer
perfecta.
Rose lo miró fijamente. Lo mismo hicieron todos los demás.
—Complázcanlo —dijo Griff, detrás de Chase y,
sospechosamente, encajonando a Rose para que no tuviera
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posibilidad de escapar. —Obviamente, todos tenemos nuestras
propias compañeras, con la excepción de Ash, pero
pretendamos por un momento que no. ¿Qué buscarían en una
pareja ideal?
Dai intercambió una mirada con Virginia, que levantó las cejas
hacia él diciéndole que siga el tema.
—Está bien —dijo el shifter Dragón, encogiéndose de hombros.
—Bueno, claramente la respuesta es ser una sorprendente y
brillante arqueóloga anglosajona.
—Creo que eso es un poco específico —murmuró Virginia.
Dai sonrió a su compañera, sus brillantes ojos verdes se
arrugaron. —Es cierto, sin embargo. Pero si estamos hablando
de rasgos generales... diría que la inteligencia es importante.
—Valor —retumbó John Doe, tomando la mano de Neridia.
—Tenacidad —dijo Hugh, su voz perdiendo todo rastro de su
sarcasmo habitual. Ivy se encontró con sus ojos, los suyos
brillantes y suaves.
Griff sonrió a Hayley, que todavía estaba metida bajo el brazo.
—Compasión.
—Están todos equivocados —anunció Chase —porque
claramente la respuesta correcta es un gran pragmatismo, una
paciencia aún mayor y la capacidad de volar un avión al revés a
trescientas millas por hora.
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Connie, que acababa de llegar al otro lado, le dio un codazo.
—También, codos extremadamente afilados —agregó Chase —
para mantenerte en el buen camino.
—Chase, estás tan lejos del buen camino, que ni siquiera estoy
seguro de que hayas tenido un destino —dijo Hugh. —¿Hay
algún punto para esto?
—Paciencia, Hughnicorn —dijo Chase, ignorando la mirada
asesina que le disparó el shifter Unicornio. —No todos somos
tan puntiagudos como tú. Y aún no hemos escuchado a todos.
El estómago de Rose se sacudió. Tuvo una repentina y
horrible certeza de a dónde Chase dirigía esta conversación.
—Ash —Chase giró para enfrentarse a su Comandante,
obligando a Rose a girarse también. —¿Cuál crees que es la
cualidad más deseable en una mujer?
Ella iba a desollar al Pegaso.
—Sólo hay una —Ash la miró directamente —que ella sea tu
compañera.
La parte inferior de su estómago colapso. Por un momento,
ella no pudo respirar, dolida más allá de las palabras.
—Pero si, por el bien de la discusión, fueras un humano
normal... —comenzó Chase.
—No lo soy —dijo Ash, en un tono que acabó con la
conversación.
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Se produjo un silencio bastante incómodo. La cara de Rose
ardía de humillación.
—Bueno, no estoy de acuerdo —dijo Hayley. Se volvió hacia
Rose, con la mandíbula apretada. —No lo escuches. La gente
normal se enamora todos los días, y no es menos real solo
porque no son shifters.
—¿Qué ha provocado todo esto? —Dai dijo con curiosidad.
—Un imbécil rechazó a Rose la semana pasada —le dijo
Connie. Ella estaba muy obviamente no mirando a Ash.
—Qué idiota —dijo Dai, sin ningún indicio de engaño. —Bueno,
en ese caso, estoy totalmente de acuerdo con Hayley, Rose.
Aunque tu pareja se haya ido, no hay ninguna razón por la que
no puedas encontrar la felicidad en otro lugar.
—Salud por eso —dijo Hugh, levantando su vaso en su
dirección. —Solo necesitas encontrar a alguien que aprecie
todo lo que tienes para ofrecer. Lo cual, si consideramos la
lista de verificación que acabamos de escuchar, es
considerable. No dejes que un estúpido bastardo te desanime.
Por la genuina simpatía que irradiaba de ellos, Rose estaba
segura de que Chase y Griff no les habían avisado
telepáticamente en cuanto a quién la había rechazado. Sin
embargo, su rostro ardía. Ella no se atrevió a mirar a Ash.
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—No hay necesidad de estar haciendo todo este alboroto —dijo.
Se dio la vuelta, ocupándose de ordenar los vasos vacíos de la
mesa de al lado. —Estoy bien. De verdad.
—Ella no está bien —escuchó a Hayley susurrar detrás de su
espalda. —Ese tipo de rechazo es una bofetada en la cara.
Especialmente cuando es la primera vez en años que te atreves
a salir ahí afuera.
John dejó escapar un bajo y profundo gruñido. —¿Quién es el
mal nacido que ha insultado a nuestra Rose? Lo buscaré y le
pediré que me enfrente en un duelo por tal falta de respeto.
Ahora sabía que Chase y Griff no les habían dicho a sus
colegas que había sido Ash. Gracias al cielo por las pequeñas
misericordias. Pero su corazón se hundió ante la lealtad y la
indignación que podía sentir emanando de John, y también de
los otros bomberos.
Fueron entrenados para rescatar a personas en apuros. Ahora,
al parecer, estaban decididos a rescatarla, ya sea que ella
quisiera o no.
Y cuando todos se enteraran de que era Ash quien la había
rechazado... el pobre hombre nunca escucharía el final.
Ella no podía ser responsable de que él perdiera la poca paz
que le quedaba. Simplemente no podía. Pero, ¿cómo podría
ella persuadir a los tercos bomberos del Equipo Alfa para que
abandonen el tema?
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—Estoy bien —dijo con firmeza, como la inspiración golpeó.
Ella se dio media vuelta, mirándolos por encima del hombro.
—De hecho, estoy volviendo a subir al caballo.
—¡Bien por ti! —Dijo Hayley, intercambiando una mirada
triunfante con Connie. —¿Así que le preguntarás de nuevo?
—No. —Rose sacó su teléfono de su bolsillo, blandiéndolo. —
Voy a configurar un perfil de citas en línea.
El silencio en forma de Ash detrás de ella era ensordecedor.
—Esa es una idea maravillosa —dijo Dai con gusto.
—¡No, no lo es! —Gritó Chase. —Quiero decir, ¿estás segura,
Rose? Hay muchos hombres extraños en ese tipo de sitios.
—Soy, literalmente, una empática —dijo Rose. Ya estaba
ocupada escribiendo, en parte para demostrarles que hablaba
en serio, y en parte por temor a perder el valor si no lo hacía
de inmediato. —Creo que puedes confiar en mí para ser una
buena juez de carácter.
—Es cierto —dijo Hugh, aunque sonaba un poco dudoso. —
Pero aun así... ¿citas en línea? ¿Qué hay de malo en conocer a
alguien a la antigua?
—¿Quieres decir encima de un ascensor empapado de ácido?
—Dijo Ivy secamente. —¿O en medio de los restos humeantes
de un edificio en llamas? No hay nada de malo en conocer a tu
pareja en circunstancias menos dramáticas, ya sabes.
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—No estoy buscando un compañero —dijo Rose, concentrada
en su teléfono. —Solo un hombre.
Ella no solo estaba diciendo eso para quitarlos de su espalda,
se dio cuenta. Ella quería un hombre. Pensó que la chispa
había muerto hacía mucho tiempo, pero el toque de Ash había
despertado un fuego en su cuerpo de nuevo. Ella no podía
negar que quería más.
Y si no podía ser con Ash... bueno, tal vez ella todavía podría
encontrar consuelo con alguien más. Mejor poner sus manos
alrededor de una vela que añorar el sol.
—Ash —Chase apeló. —No crees que sea una buena idea,
¿verdad?
A pesar de sí misma, ella le echó un vistazo. Esperando... no
sabía qué. Algún tipo de reacción. Tal vez incluso un destello
de celos.
Su rostro estaba completamente inexpresivo.
—No es mi lugar tener una opinión de una forma u otra — dijo.
Sus ojos se encontraron con los de ella, muy brevemente. —
Pero te deseo toda la felicidad, Rose.
***
Wayne era bueno en tres cosas.
La primera era fingir estar mucho más borracho de lo que
realmente estaba.
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La segunda era notando cosas.
Y la tercera era que se daba cuenta de lo que debía notar.
Era un conjunto de talentos sorprendentemente lucrativo. Y
ahora mismo, su boca estaba aguada por el olor jugoso de un
pago grande y gordo que venía hacia él. Uno que podría
mantener un techo sobre su cabeza durante meses.
Se desplomó sobre su cerveza, dejando que sus párpados se
cayeran como si estuviera completamente borracho. Pero en
realidad, él estaba observando cuidadosamente. Notando
En este momento, estaba notando la mano del Fénix.
No era bueno mirar a la cara del hombre. Hace mucho
tiempo, Wayne había aprendido que nunca se escapaban
secretos detrás de ese muro vacío y congelado. Pero sus
manos... esas eran otra historia. Podías aprender mucho,
observando las manos del Fénix.
Los dedos de Ash agarraron su vaso de agua. Lo sostuvo y lo
sostuvo, y ni una vez se lo llevó a la boca. Ni siquiera cuando
todos sus amigos terminaron sus propias bebidas, excusándose
con incómodas y tambaleantes despedidas. Se mantuvo firme
durante unos buenos cinco minutos después de que todos se
hubieran ido, sentado en la mesa solo, mirando a la nada.
Finalmente, lo soltó, un dedo a la vez. Por lo general, se
acercaba al bar, para decirle buenas noches a Rose. Esta vez,
sin embargo, se fue sin mirar atrás.
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Página
Wayne se bajó de su propio taburete. Simulando un andar de
tambaleo y tropiezo, se tambaleó hacia la cabina del Equipo
Alfa en la esquina. Fingió tropezar, atrapándose en el borde de
la mesa. Su mano rozando la bebida abandonada del Fénix.
Rose estaba limpiando una mesa cercana, sus movimientos
eran más bruscos y más enérgicos que de costumbre. Ella lo
miró y le grito. —¿Estás bien, Wayne?
—Sí —murmuró, alrededor de sus dedos escocidos. —Buenas
noches.
El agua en el vaso todavía estaba hirviendo.
Luchando con una sonrisa, Wayne se dirigió hacia afuera.
Bajó por un callejón, sacando su teléfono. El teléfono especial,
que solo usaba para un número. El que él le había dado.
Wayne sopló sus dedos enrojecidos, tratando de enfriarlos,
antes de abrir un nuevo texto.
Tengo una buena para ti, escribió. Creo que el Fénix está
enamorado.
Empezó a poner el teléfono en el bolsillo. Para su sorpresa,
zumbo en su mano.
Dímelo todo, fue la respuesta.
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Página
Antes
Hace 20 años…

Las llamas se arquearon en el cielo como un cometa,


arrastrando furia. Su mente racional estaba estirada como un
papel, apenas contenía el infierno que se propagaba por
debajo. Sólo el vínculo mordiendo el alma impidió que su
humanidad se consumiera por completo.
Sin control, su bestia habría chamuscado con una tormenta de
devastación todo el estado. Su rabia ardiente crecía con cada
latido inútil. El vínculo tiraba de él, pero había un nuevo tirón
que lo resistía. Una llamada igualmente exigente, tirando de él
hacia atrás.
De vuelta a ella.
Estaba acostumbrado a la agonía constrictiva de una correa.
Pero ahora estaba atrapado entre dos, y las fuerzas opuestas
amenazaron con romper su mente por la mitad.
Blaze, yo soy Blaze. Se aferró a su nombre como un
salvavidas, un punto de certeza en medio del aullido de los
incendios forestales que barrían su alma. No solo el Fénix. No
solo una bestia. Soy Blaze. Yo tengo el control
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Aunque apenas tenía el control. Podía detener a su bestia para
que no iniciara nuevos incendios, pero no pudo evitar que su
furia llegara a las partes del bosque que ya estaban encendidas.
Cada vez que pasaba sobre parches de bosque ardiendo, el
infierno volvía a rugir.
Se abalanzó a través de las llamas, buscando consuelo. Pero
por una vez, ni siquiera su calor pudo calmarlo.
Por primera vez en su vida, no era el abrazo del fuego lo que
ansiaba.
La ira ardía en su alma, y no era solo la de su animal. Era tanto
su propia furia como la del Fénix lo que prendió fuego al cielo
mientras se dirigía hacia su hogar.
Las personas mundanas eran ciegas a él en esta forma. Pero el
complejo al que llamaba hogar estaba protegido por más que
simples humanos.
Las alarmas ya estaban a todo volumen cuando se disparó
sobre la cerca del perímetro exterior. El complejo hervía como
un hormiguero pateado, la gente salía corriendo de los
dormitorios y laboratorios dispersos. Soldados armados
ladraron órdenes a los acólitos y al personal que estaban en
pánico, tratando de mantener el orden mientras reunían a
todos en los refugios subterráneos de emergencia.
Una parte de él, la diminuta parte que todavía era vagamente
humana, estaba oscuramente divertida por la vista. Como si las
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meras puertas blindadas y los muros de hormigón harían gran
cosa para protegerlos si el Fénix realmente se desatara.
Su atadura se apretó en advertencia. Le mordió el ala como un
alambre de púas, haciéndolo sacudirse en el aire. Silbando,
cayó sin gracia en el patio del rellano, quemando las piedras ya
ennegrecidas con una nueva capa de hollín.
Retirar al Fénix de vuelta a su piel era como tragarse un sol.
Incluso en forma humana, ardía debajo de su pecho.
Su atadura ardía, también. Las runas tatuadas cortaban
profundamente en su brazo derecho, más profundo que nunca
antes. La sangre goteaba de sus dedos, gotas escarlata vívidas
contra las piedras chamuscadas.
El dolor era irrelevante. Así como los cuatro cañones
enfocados en él, y los cuatro soldados temblorosos que los
sostenían. Sólo había una persona que quería ver.
—¡Corbin! —Gritó, sin prestar atención a la forma en que los
soldados apretaron los gatillos. —¡Maldito seas, Corbin!
¡Déjame volver! ¡Tengo que volver! ¡Corbin!
—Estoy aquí —dijo la voz tranquila y familiar. —Y hablaremos
una vez que puedas hacerlo como un hombre en lugar de una
bestia, Blaze.
Un nuevo latido de dolor se disparó a través del vínculo de
Blaze. Apretó el puño cuando una figura alta y austera salió de
la puerta ensombrecida.
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Como siempre, Corbin llevaba la túnica negra de cuerpo
entero y la capucha con forro de oro que marcaba su rango.
Un observador casual podría haber confundido el atuendo con
la vestimenta académica tradicional. Con su cabello canoso y
su rostro arrugado y pensativo, Corbin se veía como un
profesor universitario distraído.
En realidad, era algo mucho más peligroso.
Corbin dobló sus manos en sus mangas anchas, mirando a
Blaze con una evaluación fría. —No estás en control de ti
mismo. Sabes lo que eso significa, Blaze.
El Fénix se alzó en su alma, ardiendo de odio. Con los dientes
apretados, Blaze obligó a su bestia a bajar. No le gustaba este
proceso más que a su animal, pero pelear solo lo empeoraba.
El vínculo de Blaze quemó. Su visión se oscureció, una ola de
mareo barrió sobre él. Su bestia chilló de indignación y miedo,
y cayó en un silencio estrangulado, cuando Corbin abrió
completamente el vínculo entre ellos.
Blaze se balanceó, el poder se le escapó como la sangre de una
vena abierta. Al otro lado del patio, Corbin respiró suave y
bruscamente, y su pecho se alzó mientras sacaba el fuego del
Fénix.
El Brujo mantuvo la conexión abierta durante un largo y
agonizante minuto. Para cuando Corbin finalmente lo soltó,
Blaze estaba de rodillas, con las manos apoyadas en las
piedras.
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—Allí —dijo Corbin, con calma. —¿Mejor?
Por un momento, todo lo que pudo hacer fue respirar. Sus
oídos resonaron con el repentino silencio en su mente. Había
un sabor agrio en su boca.
Pero el Brujo había sacado la rabia que había amenazado con
consumirlo. El fuego del Fénix ardía bajo y pulsante en su
alma, dejándole espacio para pensar.
Dolorosamente, se puso de pie. —Gracias, Alto Mago.
El Brujo inclinó su cabeza en reconocimiento. —Y ahora que
no eres medio salvaje, puedes explicarte. Te volví a llamar en
el instante en que sentí que comenzabas a perder el control,
pero aun así, era casi demasiado tarde. ¿Qué pasó, Blaze?
—No lo sé. —Tragó saliva, todavía sintiéndose mareado y con
náuseas. —Fui al fuego. Estaba ayudando a calmar a mi bestia,
como siempre lo hace. Pero entonces... había...
Se detuvo, las palabras le fallaron. Sus recuerdos eran una
extraña confusión, como siempre lo eran después de que él
caminaba en un incendio forestal. Era como despertar de un
sueño, y tratar de unir el sentido con fragmentos irregulares,
demasiado brillantes.
Una voz como una canción, llamándolo. Piel tan suave y
oscura como el hollín, cada curva gloriosamente rica,
desesperadamente desnuda. Y sus ojos, sus ojos...
—Había una mujer —dijo, entrecortadamente.
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Corbin se quedó muy quieto. —¿Una mujer?
—Sí. La mujer más hermosa... y yo la conocía. —Solo el
pensamiento de aquellos ojos que le paralizaron el corazón
hizo que el fuego se elevara nuevamente en su alma, aunque
Corbin ya lo había drenado. —Pero nunca la he visto antes.
Alto Mago, ¿cómo es eso posible?
Un músculo latió en la mandíbula de Corbin. —No lo sé.
El Brujo había tomado a Blaze desde la infancia. Corbin había
sido padre, mentor y director de la prisión desde que Blaze
podía recordar. Sus almas estaban unidas. Conocía a Corbin
mejor que nadie.
Y sabia cuando Corbin estaba mintiendo.
—¡Sabes algo! O lo sospechas, al menos. —Incapaz de
contenerse, Blaze dio un paso adelante. —¡Dime! ¡Ahora!
Los soldados en los rincones del patio se tensaron. Corbin
levantó una mano ligeramente, haciéndolos retroceder.
Los ojos grises de Corbin nunca dejaron los suyos. Blaze
estaba acostumbrado a ser estudiado por el Brujo en busca de
cualquier signo de inestabilidad, pero este análisis
inquebrantable era desconcertante.
Si no lo supiera mejor, habría dicho que el Gran Mago tenía...
miedo.
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—Dime —repitió Blaze. Aunque sentía que se estaba
quemando de adentro hacia afuera, forzó su voz para que
coincidiera con los tonos calmados y medidos de Corbin. —
Por favor. Necesito saber. ¿Quién era ella?
Durante un largo momento, pensó que el Gran Mago no iba a
responder. Entonces Corbin dejó escapar un suspiro en un
suspiro resignado.
—Alguien muy peligroso —dijo Corbin, con un toque de tristeza
que sombreaba su voz generalmente plana. —Especialmente
para ti.
Una risa incrédula se le escapó. Si no hubiera sabido que el
Brujo no tenía absolutamente ningún sentido del humor,
habría pensado que era una broma. —¿Una mujer desnuda y
desarmada es un peligro para el Fénix Eterno?
—Sí —dijo Corbin, apretando la mandíbula de nuevo. —Y si
usas tu cabeza en lugar de dejar que tu bestia continúe
gobernándote, lo entenderás. Piensa, Blaze. Cuando la miraste
a los ojos, ¿cómo te sentiste?
El calor se elevó en él ante el simple recuerdo. —Como si ella
fuera la única persona en todo el mundo que importase.
El Brujo lo miró, en silencio, y esperó.
—La única persona que importase. —Blaze repitió sus propias
palabras más lentamente, el hielo reemplazando el fuego en
sus venas al darse cuenta de lo que había dicho. —Una palabra
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de ella, y me hubiera gustado quemar cualquier cosa que ella
me pidiera.
—Lo entiendes ahora —dijo Corbin.
Él lo hacía. Se frotó la cara con las manos, enfermo al pensar
en lo cerca que había estado de poner en peligro a la
población de todo el país. Del mundo.
—¿Pero quién era ella? —Preguntó, dejando caer sus manos de
nuevo. —Para tener tal poder sobre mi bestia... ¿qué era ella?
¿Algún tipo de Bruja? ¿Una rival tuya, aún más poderosa?
La expresión severa de Corbin se volvió aún más fría. —Por
supuesto que no. Yo soy el Gran Mago. Ningún otro Brujo
podría acercarse a romper mi vínculo contigo. No. Ella es otra
cosa.
El Gran Mago se dio la vuelta y regresó al edificio. Blaze no
necesitaba un ligero tirón de su atadura para saber qué hacer.
Se movió a su lugar acostumbrado, medio paso por detrás de
Corbin.
Los lisos pasillos grises del edificio de la mansión estaban
desiertos. Podía sentir el fuego salvaje contenido de algunos de
los otros shifters detrás de las puertas fuertemente reforzadas
por las que pasaban, pero ninguna de las energías tenues y
constantes de las almas humanas.
En un día normal, habría habido mucha gente alrededor; el
personal de limpieza limpiando las jaulas, los soldados
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trayendo salvajes recién capturados, acólitos de túnica marrón
que se apresuraban a hacer pequeños mandados para sus
mentores. Pero todos los residentes del complejo usualmente
se hacían escasos cuando Blaze estaba fuera de su celda.
Le tenían miedo. Y sabía que había susurros acerca de la
forma en que Corbin lo manejaba. Murmurando que tenía
demasiada libertad, que Corbin lo trataba demasiado como si
fuera una persona.
Otros Brujos en la instalación nunca dejan que sus familiares se
perdieran de vista. Cuando sus shifters se agitaban demasiado,
les permitían descargar sus impulsos bestiales cazando dentro
de los extensos terrenos de la base privada y aislada.
Pero el Fénix no era un simple lobo o un oso, que debía ser
pacificado destripando un venado. Solo los incendios
forestales calmaban a la criatura que vivía en el alma de Blaze.
Corbin apenas podía acompañarlo al corazón del infierno,
pero eso hacía que los otros Brujos se pusieran nerviosos cada
vez que el Gran Mago lo dejaba fuera de su vista.
Blaze podría haberles dicho que no se preocuparan, si
hubieran escuchado a un simple shifter. Las runas que
rodeaban su brazo lo ataban con igual fuerza,
independientemente de si Corbin estaba a dos pies de
distancia o al otro lado del planeta. No importaba qué tan lejos
pudiera volar, Corbin siempre podía traerlo de regreso.
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O al menos, él siempre había podido. Blaze miró su brazo
derecho, inquieto. Los cortes que bordeaban las runas
entintadas picaban. Incluso la curación rápida de los shifters
luchaba con las heridas infligidas por la atadura cada vez que se
resistía a ella.
Él no había luchado durante mucho, mucho tiempo. Por lo
que él sabía, no había estado luchando deliberadamente ahora.
Y aun así, la atadura cortó en su brazo, filtrando sangre en
lentas gotas.
Tal vez los otros Brujos estaban en lo cierto después de todo.
Miró de nuevo a Corbin, tratando de juzgar su estado de
ánimo a partir de la línea recta de su espalda y la cabeza. Con
la mayoría de las personas, Blaze podría tener una idea de sus
pensamientos generales a partir de los patrones de la energía
de su alma... pero no de Corbin. A pesar del vínculo entre
ellos, el Brujo era, y siempre lo había sido, completamente
impenetrable para él. No obstante, Blaze tuvo la impresión de
que la mente de su mentor estaba trabajando furiosamente.
Eso era reconfortante. Corbin era el Brujo más poderoso en
generaciones. Él era el Gran Mago, el único que había atado a
un shifter tan poderoso como el Fénix. No solo había
estudiado toda la historia antigua sobre los shifters, sino que la
había aumentado sustancialmente a través de su propia
investigación. Si alguien podía resolver lo que estaba pasando
y, lo que es más importante, cómo detenerlo, era él.
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—Dijiste que estaba desnuda. —Corbin habló sin mirar a su
alrededor, su paso medido y sin prisas. —¿Ella también pareció
reconocerte?
Él asintió, sabiendo que el Brujo sentiría su consentimiento
por su vínculo. —Ella parecía atraída hacia mí. Tanto como yo
lo estaba por ella.
El dulce y abrasador calor de su piel contra su palma, cerca,
tan cerca...
Corbin le lanzó una aguda mirada por encima del hombro, y
Blaze reprimió su fuego ascendente tanto como pudo. No
deseaba que su poder se agotara dos veces en un solo día.
Los ojos del Brujo se entrecerraron ligeramente, pero para
alivio de Blaze no hizo ningún movimiento para volver a abrir
el enlace. Corbin continuó, sin siquiera un comentario mordaz
sobre la falta de disciplina de Blaze.
Eso lo desconcertó. No era propio de Corbin dejar pasar lo
que él llamaba una “oportunidad de enseñanza”. El Alto Mago
estaba preocupado.
—Teniendo en cuenta lo que dices, creo que ella también es
una shifter —dijo Corbin, sonando pensativo. —Algún tipo de
animal inferior, si ella no pudo cambiar con su ropa.
—¿Una shifter? —Dijo Blaze, sobresaltado. —Pero ella no tenía
ataduras. Y ella me habló. Ella me gritó que detuviera el fuego.
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¿Cómo podría mantener su mente humana, sin ningún Brujo
para ayudarla?
—Algunos shifters salvajes, particularmente aquellos con bestias
débiles, pueden mantener sorprendentemente bien la
pretensión de humanidad. —Los hombros envueltos de Corbin
se colocaron en una línea recta tensa. —Pero no te dejes
engañar. Debajo de la apariencia de comportamiento
civilizado, está impulsada por los deseos básicos de su animal.
No es mejor que una perra en celo. Y eso fue lo que atrajo a tu
propia bestia.
Blaze se quedó mirando la parte de atrás de la cabeza del
Brujo. —¿Mi animal está en una especie de... frenesí de
apareamiento?
—Es una enfermedad que puede afectar a algunos shifters. Un
impulso a la rutina, que expulsa a todos los demás
pensamientos. Cuando ocurre, la locura es el resultado
inevitable. —Corbin suspiró. —Algunas veces hemos tenido
problemas con eso aquí, con otros familiares. Pero nunca
pensé que te afectaría, dada tu singular naturaleza.
Ciertamente ella no podía ser de la misma especie que él. Sólo
había un Fénix, afortunadamente. Blaze no habría deseado su
propio monstruo interior a nadie más. Sin embargo, no podía
negar que su cuerpo había respondido poderosamente a la
misteriosa mujer.
Pero no solo su cuerpo.
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Ella había corrido hacia el incendio forestal. Hacia él. Había
estado casi perdido por el infierno, más fuerza elemental que
hombre, y sin embargo ella lo había enfrentado sin inmutarse.
En defensa de vidas inocentes, ella había desafiado al fuego,
desnuda y sin miedo. Su coraje y compasión lo habían
detenido tanto como sus curvas femeninas.
—¿De verdad crees que fue solo mi bestia? —Preguntó,
inseguro. —Ella era muy... sorprendente. Sin mencionar muy
desnuda. Seguramente cualquier hombre le habría respondido
como yo lo hice.
Corbin hizo un leve e impaciente sonido. —¿Estas teniendo un
encaprichamiento instantáneo? ¿Hasta el punto de desechar
todo entrenamiento, toda disciplina, toda ética y moral?
Piensa, Blaze. ¿Cuánto tiempo estuviste en su presencia?
¿Cuántas palabras intercambiaron? ¿Y tienes la idiotez de
pensar que esta pasión repentina que sientes puede ser real?
Blaze dejó caer su mirada hacia el borde de la túnica del
Brujo, picado por su desprecio. Corbin tenía razón, por
supuesto. A pesar de lo aislado que estaba, sabía lo suficiente
de humanos normales para comprender que el amor, el amor
verdadero, del tipo que duraba, no funcionaba de esa manera.
No cruzabas la mirada con una mujer y al instante sabias que
ella era la única para ti, por siempre y para siempre.
Pero se había sentido tan real.
Todavía se sentía muy real.
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—Dijiste que esto enloquecía a los shifters —dijo en voz baja.
Corbin se detuvo, girándose. Tenía la boca en una línea
delgada, ojos tan duros como el acero.
—No permitiré que eso suceda —dijo el Brujo —pero tú
también debes luchar contra esto, Blaze. No importa cuánto se
enfade tu bestia, debes mantener el control. El Fénix debe ser
contenido. No puedes dejar que se levante.
Su vínculo palpitaba, un dolor siempre presente menguando y
cayendo en ritmo con su propio pulso. Estaba acostumbrado al
dolor constante.
Pero ahora había un nuevo dolor en su corazón. Y el dolor del
vínculo no era nada comparado con él.
Respiró hondo, cerrando los ojos. Cuando era niño, se había
adaptado a la jaula de dolor que contenía la fuerza voraz que
consumía su alma. Ahora era un hombre, más fuerte, más
disciplinado. Él podría adaptarse a este nuevo tormento.
Él tendría que hacerlo.
—¿Puedes hacer algo por mí? —Preguntó, abriendo los ojos de
nuevo para encontrarse con los impasibles de Corbin. —
¿Puedes encontrarla? Para explicarle las cosas. Y ayudarla. Si
ella también ha sido golpeada con esta enfermedad, si siente
este dolor, necesitará tu ayuda tanto como yo.
—Oh, la encontraré —dijo el Brujo, apretando la mandíbula. —
Pero no puedo traerla aquí, Blaze. Sabes por qué.
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—Sí. —Blaze inclinó la cabeza. Se obligó a decir las palabras en
voz alta, sin importar cómo el infierno dentro de él se
enfurecía y aullaba. —No debo volver a verla nunca más.
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Ash sabía que no debería estar aquí.
Se sentó en la cabina de un restaurante de clase alta, fingiendo
estudiar un menú. En realidad, la mayor parte de su
concentración se centró en controlar muy ligeramente las
mentes de las personas que lo rodeaban.
Era un arte que había perfeccionado hacía décadas, durante los
años más oscuros. Solo el mínimo roce de su llama,
convirtiendo cuidadosamente un solo hilo de memoria a corto
plazo en humo, y los ojos de las personas saltaban
directamente a través de él. Él no era invisible; ellos aún lo
veían. Simplemente olvidaban al instante que lo habían hecho.
Solo había una mente que no tocaba. Había jurado que no lo
haría.
Nunca más.
Sin embargo, Rose estaba ajena a su presencia. Solo podía ver
la parte de atrás de su cabeza, por encima de la pared de la
cabina. Si hubiera sido alguien más, ella habría sentido que él
la estaba mirando, pero sabía que sus habilidades empáticas no
funcionaban en él.
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Eso también era su culpa.
Ella se movió, y él se tensó, listo para esconderse detrás de su
menú, pero ella solo echó la cabeza hacia atrás, riéndose de
algo que su compañero acababa de decir. Sus rizos en espiral
rebotaban con el movimiento, flotando en un halo negro
alrededor de su cabeza. Él no la había visto usar su cabello en
nada más que un simple y práctico moño durante años.
Ella literalmente había soltado su cabello.
Ash miró su menú y se concentró muy duro en no incinerarlo.
Por el rabillo del ojo, vio que el hombre que estaba enfrente
de Rose también se reía, con sus dientes blancos brillando en
una encantadora y pícara sonrisa. Incluso Ash tuvo que admitir
que era terriblemente guapo. A pesar de que debía tener unos
cuarenta y tantos años, su cabello deliberadamente despeinado
era grueso y oscuro, sin un toque de gris. Se sentaba en la
posición relajada y confiada de un hombre que sabía que se
veía bien y quería que las mujeres también lo notaran.
Rose ciertamente se estaba dando cuenta. Ash no necesitaba
ver su cara. Él podía leer su lenguaje corporal. Su cabeza
inclinada, la forma en que seguía jugando con su pelo... se
sentía atraída por el hombre.
Ash apretó su mano alrededor de un tenedor, tan fuerte que
sus uñas se clavaron en su propia palma. Él no era el
compañero de Rose. ¿Por qué no debería sonreír y coquetear?
Ella merecía encontrar a alguien que pudiera hacerla feliz.
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Si él era realmente su amigo, la dejaría disfrutar de su cita en
paz.
Él se quedó.
—No lo hiciste —estaba diciendo Rose. No, riendo. ¿Cuándo
fue la última vez que escuchó su voz ondearse con una risa de
niña como esa?
—Ciertamente lo hice. —Su cita se inclinó hacia adelante,
descansando sus brazos sobre la mesa. Las mangas de su
camisa estaban enrolladas, exponiendo músculos esculpidos
resaltados por tatuajes tribales negros. —Lo miré a los ojos,
dejé mis cartas y recogí las llaves de su Lexus. Pensé que el
anciano iba a tener un derrame cerebral en el lugar.
—Pero realmente no conservaste el auto, ¿verdad? —Rose
sonaba medio horrorizada, medio intrigada. —Quiero decir,
claramente no debería haberlo apostado.
—Ahora está en el estacionamiento de enfrente. —La voz del
hombre se redujo a un ronroneo íntimo. Pasó un dedo por el
dorso de la mano de Rose. —Las cosas bellas pertenecen a los
tipos que las tratarán adecuadamente.
— ¿Señor? ¿Um, señor?
En su distracción, se resbaló y permitió que una camarera se
diera cuenta de él. Ella se había congelado al lado de su
cabina, su mirada clavada en su mano.
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Ash miró hacia abajo. Su tenedor se había derretido en un
charco de acero al rojo vivo, brillando contra su piel
desgastada.
—No estoy del todo listo para ordenar. —Él apartó el metal
fundido, escondiéndolo bajo su menú. —¿Serías tan amable de
traerme otro tenedor? Este parece tener... mal
funcionamiento.
—De inmediato, señor —dijo la camarera débilmente.
Él iba a dejarle una propina muy grande.
La cita de Rose todavía estaba inclinada hacia adelante, su
mano cubría la de ella. —Te diré que. ¿Qué tal si dejamos este
lugar y nos divertimos un poco? Te llevaré a dar una vuelta.
—Oh —Para alivio de Ash, Rose retiró su mano. —Pero estamos
teniendo una agradable velada aquí. Y ambos hemos estado
bebiendo. Este vino casi se acaba.
—Nah, todavía estoy bien. Apenas he tenido algo.
Esto era cierto. El hombre apenas había tocado su bebida.
Tampoco se le había escapado a Ash que había estado
llenando silenciosamente el vaso de Rose en cada
oportunidad.
—Vamos, sabes que quieres. —El hombre le guiñó un ojo. —Es
posible que te hayas descrito a ti misma como “madura” en tu
perfil, pero creo que hay una parte secreta de ti que aún es
salvaje y despreocupada.
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—Oh, no. —Rose jugó con su copa de vino, con la cabeza baja.
—Tal vez en mi juventud, pero eso fue hace mucho tiempo.
Me temo que si eso es lo que estás buscando, no lo
encontrarás en mí.
—Tal vez yo pueda verte mejor de lo que te ves a ti misma —
murmuró su cita. Extendió la mano, esta vez deslizando un
dedo seductoramente por su brazo desnudo. —Olvida ser
adulto y responsable por una noche, Rose. Vive un poco.
Ash se concentró en su respiración. Levantó las manos de la
mesa, antes de que el mantel pudiera estallar en llamas.
—Yo... tengo que ir al tocador de las damas. —Rose se levantó
bruscamente. —Discúlpame un momento. Enseguida vuelvo.
Ash se congeló, atrapado entre esconderse debajo de la mesa y
saltar a sus propios pies. Estaba sentado a apenas seis pies de
ella. Si volvía la cabeza, lo vería allí, a plena vista. Ella estaría
completamente furiosa.
Pero al menos sabría que él estaba allí.
Gira tu cabeza, una parte de él quiso, a pesar de su buen juicio.
Mírame. Veme.
Pero ella estaba sorda a su súplica mental. Ella nunca miró a su
alrededor mientras se dirigía al baño.
Dejado atrás, su cita se recostó contra el respaldo de su
asiento. Se rascó distraídamente la entrepierna y sacó el
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teléfono. Sus ojos recorrieron la habitación, saltando
directamente de Ash, mientras marcaba.
—Oye —dijo el hombre en su teléfono. Su voz era baja, pero
para el oído agudo de Ash, él bien podría haber estado
gritando a un megáfono. —Soy yo. Escucha, tengo que retrasar
la entrega.
Una pausa, luego: —no, no hay problemas. —Una sonrisa
desagradable se extendió por el rostro del hombre. —Acabo de
recoger un pedazo de culo caliente.
Ash apretó su mandíbula.
—Un coño tan mojado que prácticamente ya está en mi polla —
dijo el hombre, sin darse cuenta de lo cerca que había estado
de hacer titulares como un misterioso y trágico caso de
combustión espontánea humana. Bajó la voz aún más,
mirando cautelosamente a la camarera más cercana. —Lo
prometo, todo está a salvo. Está en mi coche ahora. Solo será
una o dos horas más tarde de lo planeado, ¿de acuerdo?
Los instintos de Ash se alzaron ante el aire furtivo del hombre.
Dudó, luchando con su conciencia... pero sólo brevemente.
Cerrando los ojos, se abrió al alma del hombre.
Su poder más temido era la capacidad de quemar
pensamientos y recuerdos. Lo que pocas personas notaban era
que eso significaba que él también podía verlos. No podía
saltar a voluntad a través de la cabeza de alguien como navegar
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Página
por los canales de televisión, pero podía examinar su mente y
sopesar su propia naturaleza. Ver la forma en que las
experiencias se unían para formar patrones de personalidad. Y
luego, si él escogía, podría alterarlas con llamas.
Él hacía eso solo en casos de extrema necesidad. Una cosa era
quitar tranquilamente su propia imagen de los pensamientos
superficiales, y otra muy distinta transfigurar la personalidad
completa de alguien. En general, trataba incluso de evitar mirar
en otras almas. Valoraba su propia privacidad demasiado
como para violar casualmente la de los demás.
Él no lo hizo casualmente ahora. Aun así, una parte de él
susurró que estaba permitiendo que sus propios sentimientos
invalidaran su ética. Pero si existiera la menor posibilidad de
que la cita de Rose no fuera todo lo que parecía...
Ash se estiró, hundiéndose en la mente del hombre.
Y lo que encontró allí...
Abriendo los ojos de nuevo, Ash exhaló, lentamente. Cuando
pudo confiar en sí mismo, salió de la cabina.
Haciendo una pausa solo para dejar veinte para la camarera, se
fue.
***
En la seguridad del baño, Rose se quedó mirando su teléfono.
Ella se mordió el labio, preguntándose si estaba siendo
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demasiado dramática. Mack había estado avanzando un poco
fuerte, pero tal vez era culpa suya.
Ella se había estado riendo de sus escandalosas historias.
Demasiado fuerte, demasiado entusiasta, para cubrir su
torpeza. Y debió de haberla sorprendido mirando sus
antebrazos esculpidos con sus tatuajes negros y la anchura de
sus hombros debajo de su camisa bien ajustada. Sin duda él
pensó que ella lo estaba evaluando.
Ella lo había estado vigilando. Mirando su atractivo físico
innegable, el tipo de cuerpo que cualquier mujer hetero
debería desear... y preguntándose por qué la había dejado
completamente fría.
Un hombre guapo y encantador estaba coqueteándole, y ella
no sentía ni el más mínimo parpadeo de interés.
Sabía que él estaba interesado en ella. La anticipación
hambrienta y la lujuria afilada que seguía sintiendo de él eran
inconfundibles.
La intensidad de eso la ponía inquieta. Ella no podía sacudirse
la sensación de que su anticipación depredadora teñida de
oscuro podría convertirse fácilmente en ira. Especialmente
cuando ella le dijera que no...
Probablemente estaba siendo tonta. Ella no había salido con
nadie desde... bueno, nunca. No estaba acostumbrada a ser
mirada con deseo. Quizás las emociones de Mack eran
perfectamente normales.
81
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No es nuestro compañero, silbó de nuevo su cisne.
Había dicho lo mismo de Ash, por supuesto. Pero no de la
misma manera. El rechazo de su cisne hacia él siempre había
estado teñido de arrepentimiento extraño y melancólico.
Nunca había puesto nerviosa a su animal interior.
No como Mack lo hacía.
Rose encontró su pulgar sobre el nombre de Ash en su lista de
contactos.
—Ahora estoy siendo ridícula —murmuró a su reflejo en el
espejo. Apenas podría pedirle al Fénix Eterno que la llamara
para tener una excusa para alejarse de una cita incómoda.
Probablemente estaba de servicio en la estación de bomberos,
de todos modos.
Sacudiendo la cabeza, dejó caer su teléfono de nuevo en su
bolso. Ella era una mujer adulta. Se enfrentaba a shifters alfas
borrachos de forma regular. Ella podía manejar a un hombre
común, sin importar cuán peligrosa sea la vibración que emitía.
Terminaría su comida y su vino, le agradecería cortésmente a
Mack por una agradable velada y se iría a casa.
Al menos, ese fue el plan hasta que ella escuchó el grito.
Al salir del baño, se encontró con una escena de confusión.
Mack estaba de pie, con los puños apretados. El shock y la ira
se desbordaron, tan fuerte que Rose casi podía verlo nublando
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Página
el aire a su alrededor. Un camarero le impidió el paso,
levantando las manos de manera pacífica.
—Señor, realmente no puede salir allí —decía el camarero.
Estaba haciendo un buen trabajo manteniendo una expresión
profesionalmente tranquila, pero Rose podía sentir el pánico
burbujeando detrás de su rostro. —No es seguro.
—¡Fuera de mi camino! —Mack empujó al hombre más
pequeño a un lado.
—¿Qué está pasando? —Preguntó Rose, pero Mack ya estaba
corriendo hacia la puerta. Ignorando la protesta confusa del
camarero, ella lo siguió pisándole los talones.
En el momento en que salió, la brisa sopló una nube de humo
en su cara.
—¡Mi auto! —Mack gritó en agonía.
Tosiendo, Rose parpadeó para aclarar sus ojos llorosos. No
era experta en autos, pero supuso que el convertible de color
rojo brillante estacionado frente al restaurante era el preciado
Lexus de Mack.
Ella también supuso que generalmente no estaba en llamas.
El humo negro y espeso salía de las ventanas con el hedor del
cuero quemado. La alarma del carro dio un último y valiente
grito estrangulado y murió.
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Mack cargó hacia el auto, como si pensara que podía apagar
las llamas con sus propias manos. Rose se lanzó tras él, apenas
logrando atrapar su brazo antes de que se lanzara al fuego. Ella
cavó en sus talones, arrastrándolo hacia atrás con toda su
fuerza de shifter.
—¡No te acerques ahí! —Gritó por encima del rugido del fuego.
Con su mano libre, cavó en su bolso. —¡Podría explotar en
cualquier momento! Llamaré al departamento de bomberos...
El gemido de una sirena la interrumpió.
—Dios mío —dijo Rose mientras un camión de bomberos
sonaba a la vuelta de la esquina. —Eso fue rápido.
El aparato se detuvo frente al restaurante. Incluso antes de que
se hubiera detenido por completo, las puertas se abrieron de
golpe. Dos bomberos en plena marcha apilados.
Con un sobresalto, Rose reconoció a Dai y Griff. Ellos no
parecieron notarla, completamente concentrados en el trabajo
que tenían entre manos.
Ella nunca había visto al Equipo Alfa trabajando antes.
Moviéndose en perfecta sincronización, los dos shifters
abrieron un compartimiento lateral en el camión, sacando
trozos de manguera. Dai levantó la boquilla, mientras Griff las
aflojó detrás de él. Los dos bomberos corrieron hacia el auto
en llamas... y se detuvieron.
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Página
—¡No se queden ahí parados! —Mack les gritó. —¡Salven mi
auto!
Las cabezas de Griff y Dai giraron, pero no en dirección a
Mack. Ambos miraron a su alrededor como si buscaran algo.
—¡El fuego está ahí, idiotas! ¡Pónganlo bajo control!
—Oh, ese fuego ya está bajo control —dijo el distintivo tono
irlandés de Chase.
El bombero se había desmontado del asiento del conductor y
se había acercado a ellos. Al igual que sus colegas, él estaba
vestido con equipo pesado resistente al fuego, con bandas
reflectantes en sus mangas iluminadas por las luces giratorias
del camión de bomberos. Por una vez, no había ni rastro de
una sonrisa en su rostro. Era extraño ver al shifter Pegaso tan
concentrado y serio.
—¿Sucede algo malo? —Rose le preguntó con preocupación. —
¿Deberíamos correr?
—No, todos están perfectamente a salvo —dijo Chase
distraídamente, todavía estudiando el auto en llamas con los
ojos entrecerrados. —Es solo una situación inusual. No estamos
seguros de sí deberíamos apagarlo.
—¿Qué clase de cobardes son? —Mack balbuceó. Con un tirón,
se liberó del agarre de Rose. —¡Mis impuestos pagan sus
malditos salarios! ¡No me importa si se queman hasta la
muerte, vayan y hagan su trabajo!
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Página
Antes de que Rose pudiera detenerlo, se lanzó hacia el
bombero. Sin siquiera mirar, Chase atrapó el puño de Mack
en su mano. Mack gritó cuando los dedos de Chase se
apretaron.
—Por favor cálmese. Odiaría tener que romperle el brazo. El
papeleo sería una pesadilla. —Sin soltar el puño de Mack, miró
a Rose y agitó su mano libre en un informal saludo. —Buenas
noches, Rose. Sabíamos que tenías una cita caliente esta
noche, pero no pensamos que sería tan caliente.
—Yo tampoco. —Rose vigilaba ansiosamente el vehículo en
llamas. A pesar del humo espeso, el fuego en realidad no
parecía ser tan malo. —Mack, cálmate. Creo que se ve peor de
lo que es. Tal vez alguien tiró un cigarrillo por la ventana por
envidia o algo así. Mira, es solo el asiento del pasajero el que
realmente está en llamas.
Ella había pensado que la observación lo tranquilizaría. En
cambio, se puso completamente blanco.
— ¿E-el asiento del pasajero? —Tartamudeó.
— ¡Buenas noticias! —Anunció Chase alegremente, cuando un
coche de policía apareció a la vuelta de la esquina. —Acabamos
de obtener el visto bueno para proceder. No se preocupe, lo
tendremos mojado en casi nada.
— ¡No! —Mack gritó. — ¡Déjalo arder!
Rose parpadeó hacia él. — ¿Qué?
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Página
Griff ya había abierto la puerta del auto, permitiendo a Dai
rociar el asiento con algún tipo de espuma blanca. Las llamas
crepitantes desaparecieron rápidamente, revelando un cuero
chamuscado y desmoronado…
— ¡Haz que se detengan! —Mack trató de liberarse del agarre
de Chase mientras Dai empujaba con cautela los restos del
asiento. —Esa es mi propiedad, ¡no pueden hurgar ahí dentro
como si nada!
—Tenemos que buscar puntos críticos —dijo Chase. Rose sintió
una clara y perversa sensación de júbilo detrás de su expresión
demasiado inocente. —Muy a fondo. Órdenes de nuestro
Comandante.
— ¿Ash está aquí? —Dijo Rose sorprendida.
Mirando más allá de Chase, el corazón de Rose dio un
pequeño y extraño salto. Ash estaba allí, aunque ella no lo
había notado saliendo del camión de bomberos. Él estaba de
perfil para ella, de espaldas al vehículo que aún humeaba,
hablando con un par de policías. A diferencia de los otros
bomberos, no llevaba equipo de protección, solo su uniforme
gris habitual.
Mack soltó un gemido estrangulado cuando él también notó a
los policías vigilantes. —Oh mie...
—¿Oficiales? —Dai llamó, sacando algo del asiento humeante.
Parecía un ladrillo blanco envuelto en plástico. —Creo que
deberían echar un vistazo a esto...
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Página
La ola de culpa y terror de Mack hizo que Rose se alejara
físicamente de él. —Eso no es mío —balbuceó, tratando
desesperadamente de alejarse de Chase. —No tengo idea de
que es eso. Alguien más debe haberlo puesto allí.
—Entonces no le importará decírselo a los agradables policías
—dijo Chase, sus ojos brillando peligrosamente. —Vamos. Creo
que hay algunas personas a las que les gustaría charlar con
usted...
—¿Qué? —Dijo Rose, pero Chase ya estaba marchando con
Mack en dirección al auto de la policía. Por las expresiones en
los rostros de los oficiales esperando, Rose pensó que no
obtendría ninguna respuesta de esa dirección.
Dando a los restos del automóvil lleno de espuma de Mack un
gran rodeo, se apresuró hacia Ash. Estaba parado a un lado,
observando con calma, con las manos entrelazadas detrás de la
espalda.
—Ash, ¿qué está pasando? —Exigió Rose.
Ash volvió la cabeza para mirarla. La respiración de Rose se
detuvo.
Pese a estar de espaldas del auto en llamas, estas se reflejaban
en las profundidades oscuras de sus ojos.
Solo por un momento. Ash parpadeó, y cuando sus ojos se
volvieron a abrir estaban tan fríos y remotos como siempre.
—Hubo un incidente —dijo.
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Página
—Puedo ver eso. ¿Por qué la policía ha arrestado a Mack?
¿Qué fue eso que encontraron en su auto? ¿Y cómo estalló en
llamas en primer lugar?
Ash movió sus pies de manera fraccionada, apartando la
mirada de ella. Estaba segura de que él estaba probando y
descartando rápidamente varias respuestas en su cabeza.
—Ash. —Ella entrecerró los ojos hacia él. — ¿Cómo llegaste tan
rápido, de todos modos?
Él no respondió por un momento. Luego sus hombros
cayeron en un largo suspiro.
—Te debo una explicación —dijo.
***
— ¿Mack es un traficante de drogas? —Dijo Rose con
incredulidad.
—Me temo que sí.
Su sangre ardía ante el mero recuerdo de la oscuridad que
había visto en la mente del hombre. Mantuvo sus manos
dobladas bajo sus brazos, forzando su rostro a quedarse quieto.
Rose suspiró, mirando hacia su taza de té. Le había puesto
azúcar y leche, como a ella le gustaba. El vapor se acurrucó
entre sus manos ahuecadas.
Parecía inusualmente pequeña y frágil, acurrucada en la silla de
su escritorio con los pies recogidos. La había traído de vuelta a
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Página
la estación de bomberos, a su propia oficina. Le había dicho
que era un mero pragmatismo. La estación estaba más cerca
del restaurante que la taberna de Rose, y ella necesitaba un
tratamiento para el shock de inmediato.
En verdad, él había querido, necesitado, traerla de vuelta a su
propio nido. Incluso si solo era una oficina y la pequeña
habitación donde él dormía, era su territorio. El único lugar
donde él podía estar seguro de que ella estaba a salvo.
Se había lavado las manos y la cara en el baño de la estación,
pero todavía estaba enrojecida y desaliñada. Su hermoso top
rojo de seda estaba estropeado donde el hollín del vehículo en
llamas había caído.
Las marcas negras eran otra mancha culpable en su alma.
Apretó el puño, todavía enojado consigo mismo por haberla
puesto en peligro. Si hubiera sabido cuánto se acercaría ella al
incendio, él nunca lo habría iniciado.
Por supuesto, debería haberlo sabido.
Ella siempre corría hacia el fuego.
—Debes pensar que soy tan idiota —dijo Rose.
Estaba tan en desacuerdo con su monólogo interno de auto-
castigo que solo pudo mirarla por un momento,
desconcertado. —Por supuesto no. ¿Por qué dirías eso?
—Soy una empática. Sabía que había algo raro en Mack. Pero
estaba tan feliz de tener a alguien interesado en mí que ignoré
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todas las banderas rojas que me abofeteaban en la cara. —Se
frotó el puente de la nariz, haciendo una mueca. —Tengo un
gusto terrible en hombres.
No podía estar en desacuerdo con eso.
—Oh. —Rose dejó caer su mano, pareciendo mortificada. —Oh,
Ash, no quise… no tú, por supuesto. Es decir, no es que
todavía esté... bueno, ya sabes. De todos modos, no quise
ofenderte.
—No lo he tomado así. —Dudó, pero no pudo resistirse a
preguntar. —Aunque siento mucha curiosidad por lo que
podrías haber visto en ese... individuo.
Rose lo miró, si es posible, aún más avergonzada. —Si te lo
digo, si vas a pensar que soy un idiota.
—Nunca voy a pensar eso. Dime, Rose. Por favor.
Rose bajó los ojos a su tė otra vez. Ella tiró de su manta un
poco más cerca de sus hombros como si tratara de esconderse
dentro de sus pliegues grises.
—Tatuajes —murmuró ella, sonrojándose.
—¿Perdón?
—Acepté la cita porque vi sus tatuajes en su foto de perfil. —
Ella se encogió de hombros. —No sé por qué, pero siempre
me gustaron los hombres con los antebrazos tatuados.
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Página
La cicatriz alrededor de su propia muñeca derecha ardía,
como si el vínculo todavía estuviera allí. Ash descubrió que la
estaba frotando y se detuvo.
Afortunadamente, Rose no lo había visto. Ella todavía tenía su
cabeza inclinada, su cabello ensombrecía su rostro.
—Y, bueno, entonces lo conocí en persona, y él también tenía
ese indicio de peligro, y... —Rose se interrumpió, tomando un
sorbo de su té. —Supongo que tengo un tipo.
—Hombres peligrosos con tatuajes —dijo en voz baja.
—No dije que fuera un buen tipo. —Ella se echó el pelo hacia
atrás y lo miró. —Solo que… bueno estabas allí. Pero ¿por qué
estabas allí?
Miró los papeles en su escritorio. El mapa de la ciudad en la
pared. Cualquier lugar menos su rostro.
—Ash. —Su voz era suave, pero no admitía evasión. Ella se
inclinó un poco hacia adelante, capturando su mirada. — ¿Por
qué?
La verdad saltó a su boca. Se la tragó de nuevo.
—Soy tu amigo —dijo en su lugar, que era al menos una verdad
diferente.
—Y el auto simplemente estalló en llamas —dijo, torciendo la
boca con ironía. —Bueno, para salvarte de daños a la
92
Página
propiedad, por no mencionar tu carrera, intentaré elegir mi
cita más sabiamente la próxima vez.
El frío apuñaló su corazón. — ¿Habrá una próxima vez?
Ella sostuvo su mirada constante. Sus profundos ojos marrones
eran claros y sin vigilancia, ofreciéndole las profundidades de
su alma. —Eso depende de ti, Ash.
Él fue el primero en apartar la mirada.
—No más hombres peligrosos con tatuajes —dijo, con más
dureza de lo que pretendía. —Prométeme eso, al menos.
—No más hombres peligrosos con tatuajes —ella estuvo de
acuerdo, con un leve suspiro. —Lo prometo.
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Página
Antes
Hace 20 años…

Esta es una terrible idea, gritó la parte sensible de la mente de


Rose mientras daba vueltas sobre el complejo . ¡Da la vuelta y
vete a casa!
Ella ignoró sus miedos, estirando sus alas para mantenerse lo
más alto posible. El aire fino ardía en sus pulmones. Si alguno
de los soldados que patrullaban las altas alambradas con
alambre de púas mirara hacia arriba, ella no sería más que un
punto en el cielo. Sólo otro pájaro.
La llamada de compañeros tiró de ella, tratando de arrastrarla
hacia un edificio de hormigón lúgubre en el corazón del
complejo. Lo recorrió en círculos amplios y constantes,
esperando su momento.
Ella había pasado tres días estudiando secretamente la extraña
base. Estaba escondida en lo profundo de un tramo de bosque
que, de otro modo, estaba intacto, sin otros edificios en
kilómetros a la redonda. Sólo un camino de tierra llevaba a él.
En todo el tiempo que había estado mirando, solo había visto
un puñado de vehículos acercarse o irse. Todos eran de color
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Página
negro liso, con ventanas de vidrio ahumado que ocultaban a
sus ocupantes.
¿Qué tipo de lugar es éste?
Todavía no podía decidir si era un complejo militar o algún
tipo de retiro académico peculiar. El alambre de púas y las
torres de vigilancia, por no mencionar a los soldados
uniformados con sus rifles semiautomáticos, definitivamente
sugerían lo primero.
Pero ella también había visto a otras personas, con extrañas
ropas sueltas, luciendo para todo el mundo como estudiantes
que iban a una ceremonia de graduación. Y aunque el
complejo estaba lleno de cuarteles utilitarios pequeños,
también había estructuras más antiguas y grandiosas.
Una mansión, construida al estilo antiguo y elegante con
amplios pórticos. Casas más pequeñas que bordean caminos y
jardines formales. Un gran y majestuoso salón de piedra que
no se habría visto fuera de lugar en Oxford o en la Universidad
de Cambridge, ubicado detrás de un césped bien cuidado.
Era como si alguien hubiera tomado una universidad muy
privada, muy exclusiva, y la hubiera fortificado.
Ella no tenía idea de lo que significaba todo esto. Todo lo que
sabía era que su compañero estaba allí abajo.
Y él la necesitaba.
Así que ella dio una vuelta, y esperó.
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Página
Su pulso se aceleró cuando escuchó el sonido. La bandada de
gansos salvajes estaba regresando, como lo hacían todas las
noches al anochecer, invitándose entre sí. Sus voces se
agudizaron en una afrenta disgustada mientras ella se deslizaba
entre ellos.
No me hagan caso, deseo silenciosamente, mientras unos ojos
pequeños y brillantes la miraban con sospecha . Solo necesito
volar con ustedes por un momento. No hagan un escándalo.
Los picos le gritaban, pero la bandada seguía bajando a su
estanque habitual. Rose aterrizó también, estirando sus pies
palmeados para chapotear en el agua fría. Tan rápido como
pudo, se alejó de los gansos irritados. Se escondió en las cañas
que bordeaban el agua, estirando el cuello a escondidas para
mirar.
Hasta ahora todo va bien.
Nadie parecía haber notado la llegada más ruidosa de lo
habitual de los gansos. El estanque estaba en el lado este del
campus, rodeado de césped bien cuidado y macizos de flores
elegantes. En los últimos días, había visto a las personas con
túnicas paseando por el jardín o relajándose en los bancos
dispersos, pero nunca a ninguno de los soldados. Tenía la
impresión de que esta parte del complejo estaba reservada
para los estudiantes, si eso es lo que eran.
Ahora, la parte difícil.
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Página
Rose salió del estanque. Un gran cisne negro azabache era
difícilmente imperceptible, pero era menos probable que
llamara la atención que una mujer desnuda. Pegándose tan
cerca como pudo a la sombra de los arbustos, se dirigió hacia
uno de los edificios bajos.
Ella había visto a la gente entrar y salir suficientes veces para
saber que era donde guardaban los artículos de limpieza. Y lo
que era más importante aún, no parecía estar cerrado ni
protegido. ¿Quién entraría en una base secreta para robar
trapeadores y cubos?
Alguien que realmente, realmente necesita pedir prestado un
uniforme de conserje.
Estaba a mitad de camino cuando un trozo de grava le advirtió
que alguien se acercaba. Dos personas, por el sonido de los
pasos. Rose miró a su alrededor frenéticamente, pero estaba
atrapada en medio de un césped abierto, lejos de cualquier
cubierta. Todo lo que podía hacer era agachar la cabeza,
fingiendo que se asomaba por la hierba en busca de comida.
—Malditas asignaciones —se quejó en voz alta una voz
masculina. —Acabo de regresar de Brasil y ahora quieren
enviarme a algún lugar perdido en el Medio Oriente. ¿Quiénes
se creen que son esos malditos militares estirados?
—Nuestros empleadores —dijo una segunda voz, secamente —
curiosamente, el gobierno de los Estados Unidos espera un
cierto nivel de retorno por su inversión.
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Página
—Pueden besar el culo de mi gato. Me merezco unas
vacaciones después de esa última misión.
Sólo un cisne. Ella mordisqueaba la hierba, deseando
silenciosamente que quienquiera que fuesen pasaran de largo.
Nada que ver aquí.
Dos hombres aparecieron alrededor de unos arbustos. Ambos
estaban vestidos con esas ropas extrañas y largas, con la
comodidad inconsciente de las personas que usaban tales
prendas todos los días. Uno de los hombres caminaba como si
el camino de grava hubiera insultado personalmente a su
madre. El otro comía un bocadillo.
Ninguna de esas cosas fue lo que hizo que Rose levantara la
cabeza en shock.
Un ocelote se escabulló detrás del hombre enojado. Su pelaje
manchado era opaco y mate, la piel delgada e irregular en su
pata delantera derecha. Tropezó como si fuera sacudida por
una cuerda invisible. Sus labios estaban retirados de sus
colmillos en un continuo y enojado gruñido de odio.
Pero sus ojos, sus ojos...
Eran humanos. No en forma ni color. Pero en inteligencia, y
conciencia. Rose se encontró con esa mirada atormentada y sin
parpadear, y supo que una mente humana estaba atrapada
dentro de ese cuerpo animal.
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Página
El otro shifter se quedó inmóvil en el camino, mirándola. La
había reconocido también.
—Oye, ¿qué pasa con tu animal? —Preguntó el segundo
hombre, agitando casualmente su sándwich hacia el ocelote.
Por favor, no me delates, Rose rogó mentalmente al shifter
ocelote.
Era inútil, por lo general, solo los shifters del mismo tipo
podían comunicarse telepáticamente entre sí. E incluso si ella
hubiera sido una gata, tenía la horrible certeza de que el otro
shifter estaba demasiado lejos en las profundidades de su
propio infierno personal para entender las palabras humanas.
—Oh, por el amor de... no voy a dejar que te comas ese cisne —
dijo el primer hombre con irritación al ocelote —A mis pies,
bestia idiota.
Hizo un leve y brusco gesto, y el cuerpo del ocelote se sacudió
como si hubiera tirado de una cadena de estrangulamiento
alrededor de su cuello. Sin embargo, sus ojos permanecieron
fijos en Rose.
La mandíbula del ocelote trabajó extrañamente por un
momento. Luego se deslizó sobre su vientre al lado del
hombre enojado. Hizo de nuevo el gesto, como si lo estuviera
castigando. El ocelote dejó escapar un gemido, un sonido
horriblemente humano desde la garganta de ese animal.
Congelada por el horror, Rose solo pudo ver cómo se encogía
ante los pies del hombre.
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Página
—No deberías hacer eso —dijo el segundo hombre a su
compañero en un tono de leve reproche. —Tu gato está en sus
últimas tal como está. Si sigues extrayendo poder de él, lo
matarás muy pronto.
—Así el maldito bastardo del General no podrá ordenarme ir al
final de la nada para asesinar al estúpido objetivo que tiene en
mente esta vez —dijo el primer hombre, sonriendo. —No hasta
que el Gran Mago me encuentre otro shifter, de todos modos.
El segundo hombre sacudió la cabeza, un toque de celos
ensombreciendo su voz. —No te pongas engreído. Tendrás
suerte si el Mago Supremo te permite tener otro, a la velocidad
con la que los quemas.
—Me los dio porque sé cómo usarlos. —El primer hombre sacó
un cigarrillo de un bolsillo interior y se lo puso en la boca.
Chasqueó sus dedos, y la punta se encendió espontáneamente.
Rose parpadeó.
—De todos modos —dijo el hombre alrededor de su cigarrillo
—se rumorea que los cazadores han rastreado una manada
entera de lobos. Una vez que el Gran Mago los rodee, será
como si la Navidad llegara temprano.
—Por fin. Estoy harto de la investigación teórica. En ese caso,
vamos a darnos prisa. Nunca duele ganar algunos puntos a
favor de los estudiantes de último año cuando habrá shifters
disponibles para tomar. —El segundo hombre arrojó
100

ociosamente la corteza de su sándwich en dirección a Rose. —


Página
Oye, ¿tienes suficiente jugo para transportarnos directamente
allí?
El primer hombre empujó hacia atrás su manga izquierda. Un
intrincado tatuaje se enroscaba alrededor de su muñeca. Era
idéntica a la que había visto en la piel de su compañero,
excepto en dos aspectos. Estaba en su brazo izquierdo en lugar
del derecho... y no estaba goteando sangre.
El hombre murmuró algo que no parecía inglés, levantando su
mano izquierda. El pico de Rose se abrió mientras su tatuaje se
iluminaba con un misterioso brillo dorado. Las chispas
crepitaban sobre sus dedos formando arcos.
Con movimientos rápidos y practicados, el hombre dibujó una
forma rectangular, como una puerta. La luz se arrastraba en la
estela de sus dedos, las líneas brillantes colgaban
imposiblemente en el aire. Entre ellos, la vista del jardín
ondeaba y se combaba, como un reflejo en un lago arrastrado
por el viento.
Rose vislumbró una habitación de azulejos blancos revestida
con equipo de laboratorio antes de que los dos hombres le
bloquearan la vista. Tan casualmente como atravesar una
puerta, desaparecieron en el brillante portal.
El ocelote miró a Rose por última vez mientras los seguía. Su
boca volvió a funcionar, haciendo el mismo movimiento
exagerado de antes.
101
Página
Ella se había equivocado el otro shifter no estaba
completamente perdida por la locura.
Huye, decía, con labios que nunca estuvieron destinados al
habla humana. Huye.
***
Incluso en una base secreta, una mujer negra que llevaba una
fregona era efectivamente invisible. Los soldados que
patrullaban no le dieron ni una segunda mirada.
Rose mantuvo la cabeza gacha y su paso enérgico, como si
fuera una tarea urgente. Rezó para que los bajos traseros del
demasiado grande uniforme de portero ocultaran sus pies
descalzos. No había zapatos en el armario de suministros.
El llamado de compañeros la guio infaliblemente a través del
complejo, hacia el edificio grande y siniestro en el centro. Sus
paredes de color gris mate eran escarpadas y sin rasgos
distintivos, completamente sin ventanas.
Ella no había podido adivinar qué era desde el aire. Ahora,
después de su encuentro con el pobre ocelote, estaba
terriblemente segura de que sabía cuál era su propósito.
Una prisión.
Y su compañero estaba dentro.
Dos soldados uniformados hacían guardia a ambos lados de
una puerta estrecha, con las armas en alto. Las armas eran más
102
Página
pequeñas y livianas que las que había visto cargar a los guardias
del perímetro. A medida que se acercaba, se dio cuenta de que
eran pistolas tranquilizantes. Cada hombre tenía una bolsa de
dardos en la cadera, los extremos con plumas sobresalían para
facilitar el acceso.
Ambos guardias le lanzaron miradas desinteresadas cuando se
detuvo frente a ellos. Las palmas de Rose estaban llenas de
sudor. Ella se lamió los labios, tratando de humedecerse la
garganta seca.
No había podido idear ningún plan para esta parte. Esperaría
que la pura necesidad despertara inspiración.
Desafortunadamente, su mente se había quedado
completamente en blanco.
— ¿Qué, quieres que te mantengamos la puerta abierta? —Dijo
uno de los soldados mientras se encontraba allí en silencio de
terror. Sacudió la cabeza, rodando los ojos con exasperación.
—Date prisa y haz algo sobre ese lío en la celda seis. Puedo
olerlo desde aquí.
—Sí, señor —chilló Rose.
Ella rápidamente se deslizó a través de las puertas,
manteniendo los ojos bajos. Los soldados ni siquiera se giraron
para mirarla.
Tal vez todos esos guardias y armas no eran para mantener
alejados a los intrusos... sino para mantener a los ocupantes
103

adentro.
Página
Se apresuró a adentrarse más en el edificio, sus ojos luchaban
por adaptarse a la oscuridad. El ancho y liso corredor gris
estaba iluminado solo por tubos fluorescentes que corrían a lo
largo del techo. Un latido constante e irritante de los
extractores zumbaba en lo alto, pero el aire todavía colgaba
espeso y sin vida. Ella arrugó la nariz ante el penetrante olor a
animales.
Era el olor de la miseria. De criaturas que habían sido
encerradas en la oscuridad hasta que perdieron todo orgullo,
toda esperanza, todo sentido de sí mismos.
Olía como se veía el ocelote.
A pesar del llamado de compañeros que la impulsaba, Rose
vaciló. El pasillo estaba revestido con gruesas puertas de metal
reforzado. De detrás del más cercano vino un clic-clic
constante de garras sobre concreto. Un animal grande, un lobo
o un oso, paseando en círculos interminables y sin sentido.
Rose tiró de la puerta, pero estaba cerrada. Ella no pudo
encontrar una cerradura, ni siquiera una indicación de cómo se
abría. Tal vez no se abría. Las personas que podían hacer
portales mágicos en el aire probablemente no necesitaban nada
tan mundano como la manija de una puerta.
Extendió su mano inútilmente contra el metal, esperando que
el shifter en el interior pudiera sentirla. —Lo siento —susurró,
tan fuerte como se atrevió. —Regresaré, lo prometo.
104

Conseguiré ayuda. Solo aguanta un poco más.


Página
El constante clic-clic-clic nunca se alteró.
Perdió la cuenta de las puertas por las que pasó cuando se
adentró más en el edificio. El áspero suelo de cemento le
enfriaba los pies descalzos, pero no era nada comparado con
el frío en su corazón.
Tantos shifters encarcelados y atormentados. Y si ella había
entendido a los dos hombres con túnica de antes, todo esto era
financiado por los militares de los Estados Unidos. Por el
Gobierno. ¿Cómo podían hacer esto a su propia gente?
Ella respiró hondo, empujando su enferma ira. Ella liberaría a
su compañero. Una vez que estuvieran libres de este terrible
lugar, podrían exponerlo por lo que era. Había gobiernos y
países de shifters por todo el mundo en secreto. Seguramente
alguien podría poner fin a esta atrocidad.
El llamado de compañeros la llevó a través de una puerta y
bajó una escalera. Había otro juego de puertas en la parte
inferior. Un doble set, una tras otra, como una escotilla.
Láminas de plástico en forma de cintas colgaban detrás de la
puerta final. Empujándolas, Rose tuvo un poderoso recuerdo
de haber visitado la casa tropical en el zoológico cuando era
niña: paso a través de pesadas cortinas de plástico como estas,
sorprendida de dejar el frío afuera y entrar en un país de
maravillas cálido y húmedo.
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Página
Era todo lo contrario con estas puertas. Rose jadeó cuando el
frío la golpeó en la cara. Su aliento se evaporó en el aire
repentinamente helado.
Esta habitación estaba alicatada en blanco, rígido y estéril.
Otras tres puertas la rodeaban, una por lado. Cada una estaba
incluso más fuertemente reforzada que las puertas que había
pasado antes. Barras gruesas de acero corrían a través de ellas,
encadenadas a anillos colocados en las paredes.
El corazón de Rose saltó a su boca cuando un ruido
ensordecedor hizo eco a través de la pequeña habitación,
viniendo desde detrás de la puerta a su izquierda. Sonaba
como si un toro se hubiera estrellado.
El fuerte golpe vino otra vez, con un estruendo de cuernos
golpeando metal. Los cascos chocaron contra el hormigón
cuando la criatura oculta se reunió para otro golpe.
— ¡Shh, Shh! —Rose se apresuró hacia la puerta, aterrorizada
de que el pobre shifter se lastimara o hiciera suficiente ruido
como para que alguien viniera a investigar. —Está bien, estoy
aquí para ayudar. Voy a... ¡ay!
Retiró la mano de la puerta y se chupó las puntas de los dedos.
El metal estaba frío, lo suficientemente frío como para
quemar. Mientras observaba, los cristales de hielo se extendían
por la superficie, afilados y erizados.
—Hambre. —El susurro sonaba más como el viento sobre un
106

glaciar congelado que cualquier voz humana. —Hambre.


Página
—Te sacaré —repitió Rose, aunque ya no estaba segura de que
fuera una buena idea. —Sólo espera.
La voz barrida por el viento se rio entre dientes y gimió, como
los sonidos de una lejana ventisca. Garras arañando contra el
metal. El frío la siguió mientras ella retrocedía.
La siguiente puerta estaba abierta. La celda más allá estaba tan
en blanco y sin rasgos como un casillero vacío. Rose no creía
que hubiera estado ocupada por algún tiempo, si alguna vez lo
había estado.
La última puerta no era una puerta. Solo un sólido trozo de
metal ennegrecido, fundido en la pared. La superficie estaba
congelada en ondulaciones grumosas, más gruesas en la parte
inferior, como si en algún momento la puerta hubiera estado
sometida a un calor tan intenso que el metal comenzó a
fundirse y correr.
El llamado de compañeros golpeó a través de su sangre.
Se colocó una amplia ventana de observación en la pared al
lado de la no-puerta. Cristales de hielo congelaron su
superficie, ocultando la habitación más allá.
Ella puso su mano en el vidrio. El frío le entumeció la palma
de su mano mientras limpiaba la escarcha.
Otra celda. Una litera estrecha, con una fina manta gris. Un
pequeño escritorio, desnudo, con una silla dura y de respaldo
107
Página
recto. En la esquina, un inodoro y un lavamanos estaban a la
vista, sin ocultarse del resto de la habitación o de la ventana.
Eso era todo. Nada más.
Excepto él.
Estaba sin camisa, haciendo flexiones en los nudillos con
precisión mecánica y rítmica. Su espalda desnuda brillaba con
sudor a pesar del aire helado. El tatuaje que se enroscaba
alrededor de su brazo derecho sobresalía rígido contra su piel
pálida, con tinta negra flexionándose con cada movimiento.
Sus dedos azules y entumecidos se apretaron contra el cristal.
—Mi compañero —susurró ella.
Su ritmo constante vaciló. Levantó la vista bruscamente. Sus
ojos buscaron a través de la ventana, sin enfocarse en ella.
Vidrio unidireccional. Él no podía ver hacia fuera. Sin
embargo, toda su celda estaba al descubierto para cualquier
espectador. No había mucha privacidad.
En un movimiento suave, se puso de pie. Dio un solo paso
hacia la ventana y luego pareció controlarse. Sus puños se
apretaron a sus costados.
—Corbin. —Su voz crepitaba desde una rejilla de altavoz situada
debajo de la ventana. —No deberías haberla traído aquí.
108
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¿Quién es Corbin? Rose se preguntó. ¿Uno de sus captores, o
un aliado secreto? Algo irrelevante por ahora, ella era
dolorosamente consciente de que tenía poco tiempo.
—Nadie me trajo —dijo ella, esperando que él pudiera
escucharla a cambio. —Estoy sola. He venido a rescatarte.
Levantó la cabeza y abrió mucho los ojos, alarmado. — ¡No!
—Escucha, no tenemos mucho tiempo —dijo Rose con
urgencia mientras él se alejaba de la ventana. — ¿Cómo puedo
sacarte?
Se había retirado al otro lado de la pequeña celda, tan lejos
como podía estar. La parte superior de su cuerpo todavía
estaba inclinado hacia ella, sin embargo, traicionado por el
anhelo secreto.
—No puedes —dijo —no debes. Yo soy el Fénix. Aquí es donde
pertenezco.
La sombría certeza en su voz hizo que su garganta se contrajera
de dolor. ¿Qué le habían hecho, con qué mentiras lo habían
alimentado, para que él pudiera pensar que así era como tenía
que vivir?
—Eso no es cierto —dijo ella con fiereza —no importa cuál sea
tu animal, todavía eres una persona. No hay justificación para
tratar a alguien así.
Sacudió la cabeza. —Los shifters tienen que ser contenidos.
109

Controlados. Por la seguridad de la humanidad.


Página
—¿Es eso lo que te han dicho? ¿Los hombres con túnica, los...
magos?
—Brujos —corrigió, como si fuera un concepto cotidiano
perfectamente normal. —Encuentran a los shifters salvajes, los
atan. Aprovechan su poder para el bien de todos.
—¡No es bueno para los shifters!
—Es mejor para ellos que la alternativa —dijo, aunque parecía
un poco enfermo, como si realmente no creyera lo que estaba
diciendo. —Al menos aquí, cuando se vuelven locos, no
lastiman a nadie.
—Los Brujos son los que los vuelven locos. ¿No puedes ver
eso?
Su garganta se movió. Dio un paso adelante, y otro,
acercándose vacilante a la ventana. Puso su mano sobre el
cristal, con precisión sobre la suya.
—Nunca antes había hablado con otro shifter —susurró.
Él no podía verla, pero sus dedos estaban perfectamente
alineados. Podía sentir su calor incluso a través del grueso
vidrio doble.
—Bueno, ahora lo has hecho —dijo ella —soy una shifter. Soy tu
compañera Y no estoy loca, ni soy peligrosa, ni soy una bestia
salvaje para ser encerrada en una jaula. Todo lo que te
enseñaron aquí es una mentira, Blaze.
110
Página
Cerró los ojos y apoyó la frente contra el cristal. A través del
ancho de la ventana, la escarcha se convirtió en vapor.
—Ni siquiera sé tu nombre —dijo.
Apretó con más fuerza la mano contra el cristal, deseando que
se derritiera como la escarcha. —Rose. Rose Swanmay.
—Rose —repitió en voz baja. Un anhelo la atravesó por la forma
en que su boca acariciaba su nombre. —Te tienes que ir.
Ahora. Esto no es seguro.
—No te voy a dejar aquí. Por favor, sólo confía en mí...
—Eres tú quien no puede confiar en mí. —Su mano se cerró.
Algunas de las costras rojas y de aspecto enojado que
bordeaban el tatuaje negro en su antebrazo se abrieron,
goteando nuevas gotas de sangre. —Puedes decir que los otros
shifters no están locos, pero yo estoy loco. Desde el momento
en que nos conocimos, mi voluntad humana ha estado
ardiendo. Ahora soy más peligroso de lo que nunca he sido.
—Nunca me harás daño. Somos compañeros.
—Compañeros —repitió, como si no significara nada para él. —
¿Por qué sigues diciendo esa palabra?
Ella lo miró fijamente a través del cristal. — ¿Realmente no
sabes nada acerca de los compañeros?
Sus cejas se juntaron. — ¿Te refieres a la enfermedad? Corbin
me habló de eso. Una locura reproductiva que aflige a algunos
111
Página
shifters, permitiendo que los instintos animales superaran la
razón humana.
Rose estaba empezando a pensar que quienquiera que fuera
este “Corbin” era mejor que orara para que nunca lo alcanzara.
—No es una enfermedad. —Le abrió su alma mientras hablaba,
con la esperanza de que él pudiera sentir la verdad en sus
palabras. —Esa es otra mentira, Blaze. Lo que sientes es
correcto, y natural. Un compañero es...
Una sirena ahogó sus palabras. Saltó hacia atrás desde el cristal
cuando una luz roja intermitente convirtió el color blanco de la
habitación en rojo sangre.
— ¡Saben que estoy aquí! —Gritó por la alarma.
—No. —Blaze gruño con los dientes apretados. Su mano
izquierda se apoderó de su antebrazo derecho, como si su
tatuaje lo estuviera quemando. —Alarma de temperatura.
Demasiado caliente. Fuera de control, ¡vete!
Rose se apresuró a la puerta de la celda, sus manos buscando
un hueco o una grieta en el metal fundido. — ¡No sin ti!
¿Cómo se abre esto?
— ¡No se abre, Corbin abre portales para entrar!— El puño de
Blaze golpeó contra la ventana, dejando una mancha de sangre
en el cristal. — ¡Rose, ya vienen, escóndete!
Unos pies calzados bajaron las escaleras. Demasiado tarde,
112

Rose corrió hacia la celda vacía.


Página
— ¡Quieta!
Rose se giró y se encontró mirando hacia el extremo del cañón
de una pistola. No una de los tranquilizantes e inofensivos
dardos llevados por los guardias de entrada, sino un rifle de
asalto semiautomático.
—Las manos a la cabeza —ladró el soldado entrenando con el
arma apuntando hacia ella. —No hagas movimientos bruscos.
—¡Rose! —Blaze se lanzó contra la ventana.
Al otro lado de la habitación, la criatura invisible en la otra
celda también aullaba y gruñía, lanzándose contra su puerta.
Un lado de la cara de Rose estaba entumecido por el frío; la
otra, tan caliente y sonrojada como si estuviera de pie junto a
una fogata furiosa. En su alma, su cisne batía frenéticamente
sus alas, tratando de salir de su piel.
Lentamente, temblando de pies a cabeza, levantó las manos.
Sin apartar los ojos de ella, el soldado inclinó la cabeza para
hablar por una pequeña radio que había en su cuello. —Intruso
en la cámara fría. Especímenes altamente agitados. ¿Ordenes?
Una pequeña voz crepito en el altavoz. —Elimina la amenaza.
El dedo del soldado apretó el gatillo.
—¡No!
El mundo se puso blanco.
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Por una fracción de segundo, Rose estaba convencida de que
había muerto e ido directamente al infierno. Fuego
incandescente se arremolino a su alrededor. Ella se dejó caer
al suelo, enterrando su cabeza en sus brazos, pero la luz furiosa
aún chamuscó a través de sus párpados cerrados. El calor ardía
a través de su cuerpo, su mente, su misma alma.
—Rose. Rose. Te tienes que ir.
La luz se desvaneció un poco, lo suficiente para que pudiera
abrir los ojos. Rose parpadeó, las lágrimas corrían por su
rostro.
Blaze se arrodilló frente a ella, con el brazo derecho carmesí
desde el codo hasta la muñeca. Un hedor de metal fundido
colgaba en el aire. La puerta de su celda era un destrozo de
acero al rojo vivo y retorcido.
No había rastro del guardia.
—Tienes que irte —dijo Blaze de nuevo.
Ella se aferró a su brazo, apretando con fuerza. —No sin ti.
Llamas negras llenaron sus ojos, la única oscuridad en el
ardiente infierno que los rodeaba. —¡No puedo! El vínculo…
Se detuvo en seco, mirando su brazo manchado de sangre.
—El vínculo —susurró —se ha ido. Soy libre.
Se apartó de ella, levantándose. Echando la cabeza hacia atrás,
114

abrió los brazos.


Página
—¡Libre! —Gritó, con una voz que ya no era humana.
Rose levantó una mano para protegerse los ojos mientras él
ardía en llamas. Su cuerpo desapareció, completamente
consumido en segundos.
Desde el fuego, el Fénix se levantó.
Llenó la habitación con fuego y furia. Todas las plumas se
encendían al rojo vivo en la base, titilando en amarillo en las
puntas. El concreto y los escombros explotaron hacia afuera
cuando extendió unas alas enormes, encogiéndose del techo
tan fácilmente como romper un huevo.
Rose buscó a su cisne en su interior. Su animal se levantó
ansiosamente, envolviéndola en plumas de ébano.
Temblorosa, llegó a sus pies palmeados, extendiendo sus
propias alas.
La cabeza con cresta del Fénix se inclinó hacia la de ella. Por
un momento, el gran pico dorado la acarició.
Luego, juntos, volaron.
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Página
Esto está bien, se dijo Rose firmemente.
El hombre sentado frente a ella era ciertamente agradable. Jim,
¿o era Tim?, Tenía unos ojos bonitos, un cuerpo bonito,
bonito... todo. Incluso su voz era agradable, un tenor agradable
y suave. Le gustaban los gatos y la jardinería y los largos paseos
por la playa.
Rose nunca había estado tan completa y totalmente aburrida.
Se dio cuenta de que Tim, o posiblemente Jim, se había
detenido, mirándola expectante. Se sacudió de nuevo al
presente, tratando de recordar de qué había estado hablando.
¿Algo sobre el senderismo en el Distrito de los Lagos?
—Eso suena... ¿bien? —Se aventuró.
Su bonita boca se curvó en una bonita sonrisa, mostrando
bonitos dientes. Podía sentir la tímida esperanza
encendiéndose en su corazón. —Es tan bueno conocer
finalmente a una mujer que comparte los mismos intereses.
No estaba seguro de venir a este evento esta noche, pero ahora
me alegro de haberlo hecho.
La sonrisa educada de Rose era tan fija que temía nunca volver
a cambiar de expresión. Deseaba desesperadamente mirar su
reloj.
116
Página
Para su intenso alivio, el silbido agudo de un silbato rompió la
incómoda pausa. —¡Se acabó el tiempo! —Anunció la
organizadora con una voz brillante y alegre. —¡Caballeros, por
favor encuentren a su última dama!
Tim-quizás-Jim le dio otra de esas tímidas y dulces sonrisas
mientras se levantaba. —Definitivamente marcaré tu nombre en
mi formulario, Rose. ¿Espero que marques el mío?
Rose forzó una risa forzada. —Oh, sabes que es contra las
reglas hablar de eso ahora. Y todavía te queda una cita. Tal vez
te guste más de lo que yo te guste, Tim.
Su rostro cayó un poco. —Jim.
Ella se estremeció. —Sí, lo siento. Demasiada charla aquí. —
Ella jugueteo con su pluma, fingiendo escribir en su
formulario. —De todos modos, fue un placer conocerte.
Soltó un largo suspiro y se desplomó en su silla cuando Jim-
no-Tim se dirigió a su próxima cita. Taciturna, ella siguió su
retirada. Era una espalda perfectamente agradable. Era un
hombre perfectamente agradable.
No es nuestro compañero, dijo su cisne.
—Oh, cállate —murmuró en voz baja. —No estamos buscando
un compañero, ¿recuerdas? Solo un hombre agradable y
normal.
Ella se quedó mirando su lista de nombres. Todos ellos habían
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sido hombres agradables, normales. Principalmente un poco


Página
nerviosos y torpes, como era de esperar en un evento de citas
rápidas para personas de más de cuarenta años, pero
perfectamente agradables. Ninguno de ellos había tenido
tatuajes, ni siquiera el más mínimo indicio de peligro.
Ninguno de ellos había tenido los ojos oscuros llenos de fuego
contenido.
Con una mueca, ella desterró el rostro quieto e intenso de Ash
de su mente. Si iba a insistir en que su cisne dejara de suspirar
por su pareja perdida hacía mucho tiempo, ella no podía
aferrarse a un enamoramiento tonto de su propia elección.
Cuadrándose los hombros, se obligó a pensar positivamente.
Ella todavía tenía una cita esta noche. Todavía había una
posibilidad de que ella pudiera sentir una chispa de atracción.
La silla opuesta a ella raspó contra el suelo. Con una sonrisa de
bienvenida en su rostro, Rose miró al hombre que acababa de
sentarse.
—¿Wayne? —Dijo ella con incredulidad.
El shifter lobo canoso mostró sus dientes en lo que ella supuso
que era una sonrisa, pero se parecía más a un gruñido de
dolor. —Hola, Rose —murmuró, sin mirarla a los ojos.
Ella parpadeó, completamente desconcertada. Ella había
elegido deliberadamente este evento de citas rápidas porque
era manejado por humanos. Los shifters tendían a organizar
sus propias versiones de tales cosas, con números mucho más
118
Página
grandes. Cuando podías reconocer a tu verdadero compañero
a simple vista, no había necesidad de cinco minutos de charlar
con él.
—No esperaba ver a ningún otro shifter esta noche —dijo
bajando la voz. —¿Qué estás haciendo aquí?
Wayne se movió incómodo en su silla. —Él me dijo que
viniera.
—¿Él?
Wayne sacudió la cabeza con un extraño y convulsivo
movimiento. Un agudo y mordido gemido escapó a través de
sus dientes. —No puedo. No puedo hablar de eso.
¿Está borracho? Rose se preguntó. Su sentido de él era
extrañamente brumoso. Era una sopa tan densa y
arremolinada de emociones contradictorias, que no podía
enfocarlo.
—Wayne, ¿estás bien? —Preguntó con preocupación.
—No. —Él se movió de nuevo, y ella sintió que un rayo de
dolor se disparaba a través de la agitación de su aura. —Sí. Sí.
¡Dije sí!
—Estás herido —dijo ella, notando un vendaje envuelto
alrededor de su muñeca derecha. Manchas rojas frescas se
extendían por la gasa sucia.
119
Página
—Nuevo tatuaje —dijo Wayne, su aura se oscureció con una
peculiar y afilada salpicadura de humor negro. Su mano
izquierda se cerró sobre el vendaje, ocultándolo de la vista. —
Todavía me estoy acostumbrando. No me hagas preguntas.
Rose conocía al viejo lobo lo suficientemente bien como para
no seguir empujando. Al menos no en este momento. Era un
hombre orgulloso y obstinado, y una vida dura le había
enseñado a arremeter contra el mal en lugar de admitir la
debilidad. Cualquiera que sea el problema en el que se
encuentre ahora, ella solo podría ayudarlo si era lo
suficientemente paciente como para permitirle acudir a ella en
su propio momento.
— Sin embargo, tengo una pregunta que tengo que hacerte—
continuó Wayne. —¿Qué estás haciendo aquí, Rose?
—Buscando una cita, obviamente. —Rose levantó las cejas hacia
él. —Y, por favor, no te ofendas, Wayne, pero no estoy
interesada en involucrarme con un shifter.
—Y menos yo, ¿eh? —Wayne soltó una carcajada. —Está bien.
Tú tampoco eres mi tipo. —Él la miró de reojo. —Sin embargo,
pensé que había un shifter en el que estabas interesada.
—Estoy segura de que no sé a qué te refieres —dijo Rose, con la
voz escalofriante que normalmente reservaba para los
borrachos agresivos.
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Página
Wayne debería haber sabido que no debía meterse con ella en
ese estado de ánimo. Sin embargo, para su sorpresa, él
persistió. —Pensé que tenías un gusto por el Fénix.
Rose entrecerró los ojos hacia él. —Te he dicho antes que te
ocupes de tus propios asuntos, Wayne. Mantén tu nariz fuera
de los asuntos privados de otras personas.
Si Wayne hubiera estado en forma de lobo, estaba segura de
que sus orejas habrían estado planas contra su cráneo y su cola
pegada entre sus piernas. —No puedo. Tengo que preguntar. —
Los ojos inyectados en sangre de Wayne se fijaron en los de
ella, extrañamente suplicantes. —Rose. ¿Hay algo entre el
Comandante de Bomberos Ash y tú?
—No. —Rose mordió bruscamente. —Y si alguna vez quieres
volver a beber en mi pub, Wayne, lo dejarás de inmediato.
Algo de la tensión se drenó de sus magros hombros. —Bueno.
Bueno. Eso es bueno. No... —Se retorció, su mano
apretándose en su muñeca. —No, solo no. Perdón.
—¿Perdón por qué?— Dijo Rose, completamente
desconcertada. —Wayne, ¿qué está pasando, Wayne?
Ella estaba hablando con su espalda en retirada. Rose
comenzó a levantarse para seguirlo, pero la organizadora de
citas rápidas ya estaba persiguiendo a Wayne, agitando su
portapapeles.
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Página
—¿Señor? ¡Señor! El tiempo aún no ha llegado y necesita
entregar su...
El viejo lobo se volvió hacia la rubia humana, gruñendo algo.
Rose no podía ver su cara, pero la organizadora retrocedió,
agarrando su portapapeles como un escudo. Sin mirar hacia
atrás, Wayne salió, cerrando la puerta detrás de él.
Con la cara blanca, la organizadora buscó su silbato y se lo
llevó a los labios. El estridente ruido era más inestable que
antes.
—¡E-este es el final de la velada, damas y caballeros!— La
organizadora se aclaró la garganta, calmándose. —Espero que
todos hayan disfrutado sus citas. Ahora es momento de tomar
sus decisiones finales. Caballeros, si pudieran venir al bar a
entregarme sus formularios. Señoras, por favor permanezcan
en sus mesas. Acudiré a cada una de ustedes una vez que haya
recopilado los datos de los hombres. Estoy segura de que
todos están ansiosos por descubrir con quién se han
emparejado.
Rose se hundió de nuevo en su silla. Todavía estaba medio
decidida a ir tras Wayne, pero tendría que abrirse paso entre la
multitud de hombres que se congregaban en el bar para llegar
a la puerta. Ella no quería rechazar a Jim-no-Tim ni a ninguno
de los otros hombres perfectamente agradables.
Me enteraré de lo que está mal con Wayne mañana por la
122

noche, decidió. No importaba lo que le preocupara, ella estaba


Página
segura de que todavía iría al Full Moon como de costumbre.
Perseguir locamente a alguien, por lo general solo hacía que
huyeran más rápido, después de todo.
Ash era ciertamente una prueba de eso.
Ella estaba pensando en él otra vez.
Rose miró fijamente a su formulario. Su bolígrafo se cernía
sobre la casilla vacía junto al nombre de Jim-no-Tim. Él había
sido muy amable. Exactamente el tipo de hombre que ella
debería desear. Poco exigente Sin complicaciones.
Poco interesante.
—¿Ha terminado con eso, señorita Swanmay, o quiere que
regrese en unos minutos? —La organizadora se había acercado
a su mesa, sonriendo alegremente. —Hay tantos hombres
maravillosos aquí esta noche, ¡sé que es difícil elegir!
Rose sacudió de forma culpable su hoja, para que la mujer no
pudiera ver la columna en blanco y vacía donde se suponía que
debía marcar a los hombres que le gustaría ver de nuevo.
Abrió la boca para pedir más tiempo y se detuvo.
La sonrisa de la organizadora era solo una sombra demasiado
fija. Sostenía el portapapeles cerca de su pecho, como si
también tuviera algo que ocultar. Rose enfocó su sentido
empático en la mujer y tuvo una clara impresión de
compasión.
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Página
Rose, de repente, supo, sin lugar a dudas, que ninguno de los
hombres había escrito su nombre.
Ella empujó su hoja sin marcar a la organizadora. La mujer
miró la columna vacía y su expresión tensa se relajó.
—Oh que pena. Habrá muchos caballeros decepcionados —
mintió la organizadora, el alivio prácticamente se derramaba de
ella. —Bueno, es solo su primera vez. Estoy segura de que si
regresa...
—Gracias —interrumpió Rose, desesperada por salir de allí. —
Pero no creo que lo haga. Perdóneme.
Dejando de lado el intento a medias de la organizadora para
detenerla, ella huyó. Los hombres seguían alrededor de la
barra. Cabeza abajo, murmurando disculpas, Rose empujó a
través de ellos. Trató de no llamar la atención de nadie, pero
aún estaba dolorosamente consciente de que Jim-no-Tim
miraba en su dirección. Su mirada pasó directamente a través
de ella, sin un destello de reconocimiento.
Supongo que él también estaba siendo educado. Todos
estaban siendo educados.
No debería haberle importado. Ella no había querido a
ninguno de ellos, después de todo.
Pero... sí importaba, lo hacía. Tantos hombres, y ninguno de
ellos la había elegido. Estaba tan segura de que al menos
algunos de ellos estaban interesados.
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Página
Por otra parte, ella también estuvo segura de Ash.
Ella estalló en el aire fresco de la noche, con la cara caliente de
humillación. Comenzó a caminar, rápido, sus pies giraban
automáticamente en dirección a su casa. Necesitaba estar de
vuelta en el Full Moon. De vuelta a su lugar, detrás de la barra,
donde pertenecía.
Ella había sido una estúpida por irse. Estúpida por buscar algo
más. Estúpida por soñar.
Se frotó los ojos con enojo, limpiando las malditas estúpidas
lágrimas. Ella no tenía nada por qué llorar. Era la persona a la
que las personas recurrían cuando necesitaban llorar. Ese era
su papel. Eso era en lo que ella era buena. Proporcionaba
comodidad y apoyo, un espacio acogedor y un oído atento.
Ella no tenía a dónde ir cuando necesitaba esas cosas.
Mientras giraba por un callejón, Rose se dio cuenta de que
había un ligero eco en sus pasos, una pisada suave que no caía
justo a tiempo con la suya. Ella se detuvo, y el sonido también
se detuvo. El silencio la envolvió como vastas y suaves alas.
Ella apretó los ojos con fuerza. —Ash —dijo ella, sin mirar a su
alrededor.
—Rose —dijo en voz baja, justo detrás de ella.
—Esto se está convirtiendo en un hábito. —Luchó por
mantener un tono ligero, sin traicionar las lágrimas que corrían
125
Página
por sus mejillas. —Al menos no tuviste que prender fuego a
nada esta vez.
Hizo un ruido sin palabras y sin compromiso al acercarse a
ella. Rose volvió la cabeza, esperando que la oscuridad
ocultara su rostro.
Una sacudida la atravesó cuando sus dedos le rozaron el codo,
muy suavemente. —Déjame caminar contigo a casa.
—Solo un minuto. —Manteniendo su cabeza agachada, Rose
rebuscó en su bolso en busca de un pañuelo. —Lo siento,
tengo un resfriado.
La luz de la luna iluminaba el costado de su cara, proyectando
una sombra sobre sus ojos. Él no dijo nada.
Rose hizo una demostración de sonarse la nariz, limpiándose a
escondidas las lágrimas mientras lo hacía. —Ahí —dijo ella,
metiendo el pañuelo en el bolsillo. Ella intentó sonreírle. —
Aprecio que me cuides, Ash, pero no es necesario que tengas
todos estos problemas. Puedo encontrar mi propio camino a
casa.
Su mano todavía estaba en su brazo. Era el toque más simple,
pero ella lo sintió a través de todo su cuerpo. Sus dedos se
apretaron fraccionadamente, en orden tácita. Sin un
pensamiento consciente, Rose se encontró a sí misma dando
pasos con él.
126
Página
—Estás molesta. —Miró al frente mientras hablaba, sin mirarla.
—¿Qué está mal?
—Oh nada. Estoy bien.
—Rose —dijo, y nada más.
Ella dejó escapar el aliento. —Si te lo digo, ¿prometes no
prender fuego al auto de nadie?
Sus ojos cortaron de lado. —No.
Eso la sobresaltó con un resoplido de risa. —Honesto como
siempre.
Ella podía sentir su calor contra su costado, cálido y
reconfortante. Después de la charla forzada y las auras
deslumbrantes del evento de citas rápidas, su presencia
tranquila fue estabilizante. Ella podría hundirse en su silencio
como una cama de plumas.
Suspiró de nuevo, rindiéndose. —Es estúpido. Fui a este evento
de citas rápidas... bueno, supongo que lo sabías. —Ella vaciló,
mirándolo. —¿Tú estabas allí?
Su barbilla se hundió en un asentimiento fraccional. Él todavía
no la miró.
Amigos, se dijo a sí misma, ordenando a su tonto corazón que
se ralentizara. Solo amigos. Por supuesto, un amigo estaría
preocupado, después de lo que sucedió en mi última cita. Yo
también me estaría siguiendo. No significa nada.
127
Página
—Gracias —dijo ella, y lo quería decir. —Por cuidarme, quiero
decir. Dios sabe que no tengo un buen historial en hombres.
Aunque resulta que no debías haberte molestado. —A pesar de
sus mejores esfuerzos, su voz vaciló un poco, su labio inferior
temblaba. —Fue un desperdicio completo. Nadie estaba
interesado en mí.
Él no dijo nada por un momento. —Eso no es verdad.
Si él hubiera estado merodeando fuera de la vista, tal vez
hubiera visto sus llamadas citas flirteando con ella. No tenía
forma de saber que solo habían estado fingiendo. La habían
engañado y, después de todo, había estado sentada en la
misma mesa.
—Lo es. Todos se estuvieron apiadando de mí, siendo
educados. —Oh, por el amor de Dios, iba a empezar a llorar
de nuevo. Buscó a tientas su pañuelo, su voz se engrosó. —Si
realmente hubieran estado interesados, hubieran escrito mi
nombre al final.
—Lo habrían hecho. —La voz de Ash sonaba extraña, ronca,
como si cada palabra estuviera luchando por liberarse de su
garganta contra su voluntad. —Si te hubieran recordado.
Rose lo miró fijamente, atrapada fuera de guardia con el
pañuelo a medio camino de su cara. —¿Qué?
Ash volvió la cabeza. —Ellos no recordaban haberte conocido.
Porque quemé sus memorias de hacerlo.
128
Página
—¿Qué? —Rose se detuvo en seco. Tomando su brazo, ella lo
arrastró para enfrentarla. —¡Ash! ¿Por qué en la tierra…?
Todo el aliento se le escapó, su espalda golpeo la pared de
ladrillo áspera. Por un segundo, el mundo giró, su mente
luchando por ponerse al día con el movimiento repentino.
Las manos de Ash sujetaron su cabeza, sus musculosos
antebrazos se tensaron. Las llamas oscuras de sus ojos llenaron
su visión.
—Quemes sus deseos para evitar que te elijan. —Estaba tan
cerca que su aliento rozó sus labios. —Porque no podía
soportar la idea de que pudieras elegir uno de ellos a cambio.
Su intenso calor la encerraba. Se mantuvo a una pulgada de
distancia, su cuerpo no hacía contacto con el suyo. El olor
amargo de la roca chamuscada surgió de donde sus manos
presionaban contra la pared.
¡No es nuestro compañero! gritó su cisne.
Ella llevó sus manos a su pecho, pero no para alejarlo. Sus
músculos rígidos temblaban bajo sus palmas. Ella sintió el
salvaje martilleo de su corazón, haciéndose eco del suyo.
—Sólo te quiero a ti, Ash —susurró ella —siempre te querré solo
a ti.
Con sus manos en puños agarradas de su camisa, ella lo acercó
más, desterrando ese último centímetro de espacio. La protesta
129

de su cisne se perdió en llamas. El calor se precipitó a través


Página
de ella, incendiando cada parte de su cuerpo. Si él no la
hubiera estado presionando tan fuerte contra la pared, ella
habría caído, completamente consumida.
—Rose. —Dijo su nombre como si fuera el aire que necesitaba
para respirar, como la lluvia después de la sequía, como su
propia vida. Él inclinó la cabeza, su boca buscando la de ella. —
Rose.
A ciegas, ella volvió la cara hacia él, abriéndose a él como una
flor al sol. Ella estaba ardiendo de necesidad, queriendo sus
labios contra los de ella, su cuerpo entre el suyo.
Se retiró justo antes de que sus labios se encontraran. Ella hizo
un sonido desesperado e inarticulado, enrollando sus manos
alrededor de su cuello, estirándose hacia él, pero él se
mantuvo firme, sin dejar que ella cerrara esa última pequeña
brecha.
—Rose —dijo de nuevo. Él apoyó su frente contra la de ella,
cerrando los ojos. —Hay algo que tengo que decirte.
130
Página
Antes
hace 20 años…

—Esto no es seguro. No debería haberme ido. Blaze caminaba


de un lado a otro por la pequeña habitación del motel, con las
manos metidas bajo los brazos, como si tuviera miedo de tocar
algo. Incluso a varios pies de distancia, Rose podía sentir el
calor abrasador que irradiaba de él. —Debería volver.
—La única razón por la que deberías volver es para quemar ese
terrible lugar hasta la tierra —dijo ella, ocupada revolviendo su
botiquín de primeros auxilios. —Ahora déjame ver ese brazo.
Sacudió la cabeza con un movimiento tenso y agudo, sus
hombros se encorvaron aún más. —No. No debes tocarme. Me
estoy quemando, no tengo el control...
—Blaze —dijo ella, cortando su creciente voz. Se acercó a él y le
tendió las manos. —Eres mi compañero. No me puedes
lastimar.
Él miró fijamente sus manos extendidas por un momento, el
rápido ascenso y caída de su pecho traicionando su agitación.
131
Página
Todavía estaba sin camisa, vestido solo con pantalones del
ejército. No había habido exactamente tiempo para detenerse
en un centro comercial para recoger algo de ropa.
Después de su fuga, Rose lo había llevado de regreso al motel
donde se había alojado, a un par de horas de vuelo lejos de la
base secreta. Era muy bueno que Blaze pareciera poder hacer
el truco de los shifters míticos de llevar su ropa con él cuando
cambiaba, de lo contrario habría estado desnudo. Ninguna de
sus ropas iba a ajustarse a él, dado que sus hombros eran casi
el doble de anchos que los de ella.
En este momento, esos impresionantes músculos eran sólidos
como una roca y se apretaban con un pánico cercano. Rose
ansiaba tocarlo, para calmar su tensión, pero se mantuvo
quieta. Sosteniendo su mirada constantemente, ella esperó.
Poco a poco, su respiración se hizo más lenta. Su lengua pasó
sobre sus labios, humedeciéndolos. Con un último suspiro
profundo y estremecedor, él tomó sus manos.
Ella cerró sus dedos alrededor de los de él, no demasiado
apretados, saboreando la áspera rugosidad de su callosa piel.
Él contuvo el aliento cuando ella llevó las manos a los labios.
Ella besó suavemente sus nudillos, y sintió el escalofrío que lo
recorrió.
—Así —dijo ella con suavidad. —¿Ves? Ahora ven aquí.
Él no se resistió cuando ella lo tiró para que se sentara en la
132

cama. Luchando contra el deseo de empujarlo de espaldas y


Página
montarlo, Rose se arrodilló y buscó un paquete de toallitas
antisépticas.
Ella trató de ser tan gentil como pudo, pero su aliento todavía
silbaba entre sus dientes mientras limpiaba la sangre seca de su
brazo derecho. Se mordió el labio cuando se reveló la
extensión de la herida.
Su tatuaje, o atadura, como él lo había llamado, había
desaparecido por completo. Carne cruda y lívida marcada
donde había estado, subiendo en espiral por su brazo desde la
muñeca hasta el codo. La marca de la quemadura parecía estar
limpia, pero ella no podía ver ningún signo de curación rápida
que empezara a unir la piel.
—Tal vez deberíamos llevarte a un hospital —dijo ella,
preocupada.
Flexionó sus dedos experimentalmente. Apretó la mandíbula,
pero negó con la cabeza. —Se ve peor de lo que es. Sólo
véndalo.
—¿Estás seguro? Va a dejar una cicatriz desagradable si no
recibe el tratamiento adecuado.
—Mejor una cicatriz que ser atrapado. Corbin tiene conexiones
con más que solo los militares. Me imagino que ya está
saliendo una alerta a nivel nacional.
—Déjalos buscar —dijo Rose con firmeza, aunque su estómago
se apretó con aprensión. —No nos encontrarán.
133
Página
Su mano libre ahuecó su mejilla. Por un momento, el Fénix la
miró desde sus ojos oscuros. —Si lo hacen, lo lamentarán.
—¿Por qué no te liberaste antes? —Preguntó ella mientras
comenzaba a enrollar una venda alrededor de su brazo.
—No pude. El vínculo me impedía usar mis poderes, a menos
que Corbin lo permitiera. —Se quedó en silencio por un
momento, mirando fijamente su brazo como si perteneciera a
otra persona. —Solía tratar de romperlo. Cuando era muy
pequeño para saber mejor. A veces Corbin agotaba mi poder,
detenía mi furia, evitaba que me hiciera daño. Y a veces él... no
lo hacía. Con el tiempo aprendí que no podría romperlo y dejé
de intentarlo.
—Sin embargo, ahora lo rompiste.
—Te amenazaron —dijo, muy suavemente.
Ella lo miró. Él la observaba atentamente, con total
concentración. Una emoción la recorrió al recordar lo glorioso
que había estado, saliendo como el sol de los restos de la
prisión. Incluso ahora, podía sentir el poder puro y crudo que
le recorría las venas.
—¿Por qué no me tienes miedo? —Preguntó. Pareciendo
realmente desconcertado. —Soy el Fénix.
—Sigues diciendo eso como si fuera una maldición —dijo Rose,
metiendo los bordes del vendaje —sea cual sea tu animal, eres
un shifter. Tal como yo.
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Página
—Sin embargo, no lo soy. —Dudó por un momento. —Tu
naciste con tu cisne.
No fue una pregunta Ella asintió de todos modos.
—Soy diferente. El Fénix es diferente. —Su mano libre se
acercó a tocar distraídamente el centro de su pecho, como si
no estuviera realmente consciente del movimiento. —Sólo hay
uno. Eterno, para siempre renacer. Cuando un huésped
muere, el Fénix vuela a otro. A alguien que sea... combustible
adecuado. Un alma que puede arder lo suficientemente
brillante como para sostener la llama eterna.
Ella lo miró fijamente. —¿Las recuerdas? ¿Tus otras vidas?
Sacudió la cabeza. —No funciona así. El Fénix es eterno, no yo.
Soy el último de una larga lista de huéspedes. El Fénix vino a
mí cuando era muy pequeño. Cinco o seis, creo. Realmente no
lo recuerdo. Afortunadamente, Corbin me encontró poco
después.
—¿Afortunadamente?
Los músculos de sus brazos se tensaron bajo sus manos. —
Afortunadamente para todos los demás. El Fénix no es una
simple bestia, Rose. Es una fuerza de la naturaleza, voraz, un
incendio forestal que acaba con todos los incendios forestales.
Si estuviera libre, quemaría el mundo. Todo lo que quiere es
destruir.
135
Página
—¿Lo hace? —Rose se inclinó un poco hacia delante,
obligándolo a encontrarse con su mirada. —Los Brujos estaban
volviendo locos a esos pobres shifters, Blaze. ¿Es tu animal
realmente tan furioso, tan peligroso, o fue acorralado más allá
del punto de resistencia?
Se quedó en silencio.
—Le creí a Corbin cuando dijo que tenía que estar atado —dijo
al fin.
—Bueno, todo lo que te dijo fue una mentira. —Rose cubrió su
mano con la suya, apretándola con fuerza. —No eres peligroso,
y tu animal tampoco. No hay maldad en ti.
No había fuego en sus ojos ahora. Eran humanos puros,
oscuros y vulnerables, mostrándole las tormentas profundas de
su alma.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —Su voz fue el susurro más
simple.
—Soy tu compañera —dijo ella, sorprendida de que él incluso
pudiera preguntar. Entonces ella gimió en voz alta,
golpeándose a sí misma en la frente. —Y todavía no te he dicho
lo que eso significa, ¿verdad?
La más leve sombra de una sonrisa cruzó su rostro
atormentado. —Estoy empezando a sospechar que es bastante
importante.
136
Página
Se sentó sobre sus talones, abrió la boca para explicárselo y se
encontró atascada. Nadie le había hablado nunca de los
compañeros. Era solo... una cosa que todos los shifters sabían,
profundamente hondo, en la médula de sus almas.
¿Cómo podría explicarle el vínculo de compañeros, cuando él
nunca había conocido ni un trozo de amabilidad humana?
Toda su vida había sido una mentira, una prisión construida
tanto alrededor de su mente como su cuerpo. ¿Cómo podría
ella hacerle entender con simples palabras lo que él era para
ella?
No uses palabras, entonces, su cisne dijo, pragmáticamente.
—Estás sonriendo —dijo Blaze, un poco incierto.
—Mi cisne hizo una buena sugerencia —dijo ella, su sonrisa se
ensanchó. Apoyando las manos en sus muslos tensos, ella se
puso de pie. —A veces nuestros animales son mucho más
sabios que nosotros.
Él respiró suavemente cuando ella se acercó, entre sus piernas
apoyadas. Ella era más alta que él en esta posición. Tuvo que
inclinar la cabeza hacia atrás para buscar su rostro. Sus ojos
eran charcos de color negro, solo el más pequeño anillo de
color marrón oscuro se mostraba alrededor de sus pupilas
dilatadas. El fuego se encendió en sus profundidades cuando
ella se acercó.
—Rose —susurró, su aliento cálido en sus labios. —¿Qué…?
137
Página
Ella lo detuvo con un dedo sobre su boca, su otra mano
curvándose alrededor de su nuca. —Estoy escuchando a mi
animal. Escucha al tuyo, Blaze.
Se mantuvo muy quieto. Él ni siquiera respiraba mientras ella
pasaba un dedo por sus labios, lentamente, trazando la línea de
su boca. Con las yemas de sus dedos, exploró los planos de su
mejilla y su mandíbula.
En los años por venir, ella sabía, que conocería la forma de su
cuerpo mejor que el suyo. Se emparejarían tan bien que se
moverían como uno, dos partes de la misma totalidad. Habría
alegría en esa profunda y ganada familiaridad.
Pero oh, también había una profunda dulzura en la falta de
familiaridad. El descubrirlo por primera vez, la leve aspereza
de su mandíbula contra la palma de la mano, la forma en que
su boca se abrió con un jadeo estremecedor mientras ella
arrastraba los dedos detrás de su oreja y bajaba por la fuerte y
sensible columna de su cuello.
Sus manos apretadas en las sábanas. Ella olía humo,
levantándose de donde él agarró las sábanas. Ella sintió su
pulso latiendo salvajemente contra las puntas de sus dedos, en
el hueco de su garganta.
—Rose —dijo con voz ronca. —Deseo… no puedo, no quiero
quemarte.
—Ya estoy ardiendo —susurró ella, contra su boca. —Siempre lo
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estaré.
Página
Sus manos se levantaron por fin. Sus dedos se enredaron en su
cabello, todo su cuerpo se arqueó cuando la atrajo hacia él. Y
si ella había estado en llamas antes, no era nada comparado
con la explosión en el primer toque de sus labios sobre los de
ella.
Ahora no había nada restringido o tentativo en su toque. Él la
devoró como un fuego salvaje, caliente y hambriento,
reclamando su boca con una necesidad feroz. Cada beso y
mordida avivaba su propio deseo. Ella se apretó contra él
desesperadamente, sus uñas clavándose en el grueso músculo
de sus hombros. Necesitaba más de él, todo de él, pero no
podía alejarse ni por un instante.
Él resolvió ese problema enganchando dos dedos en el cuello
de su vestido de verano. Con un movimiento agudo e
impaciente, rompió la delgada tela, sin renunciar nunca a sus
labios. Su sostén y sus bragas fueron por el mismo camino,
cayendo en jirones al suelo.
Ahora, ahora ella podía glorificarse en el calor de su piel
desnuda contra la de ella. Ella se mordió el labio para sofocar
su grito mientras su duro pecho presionaba contra sus
sensibles pezones.
Un profundo y feroz gruñido retumbó en su garganta. Él
rompió su beso al fin, retirándose lo suficiente como para
poder deslizar sus manos sobre la suave curva de su vientre.
En todas las partes que él tocaba, su piel ardía de necesidad.
139
Página
Extendió los dedos de par en par, ahuecando sus pechos como
si fueran tesoros invaluables. Ella se retorció contra él,
empujándose descarada y urgente hacia sus calientes manos.
Sus pulgares se burlaron de sus picos duros, haciendo que
fuego líquido pulsara entre sus piernas.
—¿Esto es correcto? —Su voz era áspera y dura, temblando,
bordeada por el crujido de un infierno. —¿Esto es lo que
significa ser compañeros?
—Sí. —Inclinó la cabeza hacia atrás, abandonándose al éxtasis.
—¡Sí, Blaze!
Con un gemido, él presionó su boca abierta contra la base de
su garganta, saboreando su piel. Apenas podía permanecer de
pie mientras él se arrastraba más abajo, a través de su clavícula,
bajando por la hinchazón de su pecho. Cuando sus labios se
cerraron sobre su pezón, su visión se volvió blanca, las chispas
explotaron a través de ella.
—¡Blaze! —Gritó ella, perdida por todo, excepto por el calor de
su boca y su propia necesidad de llenarse. —¡Por favor, más,
ahora!
Sus manos se deslizaron hasta su cintura, sus muslos, aunque
su lengua nunca detuvo sus círculos exquisitos y
atormentadores. Se puso de pie, subiéndola sin esfuerzo,
levantándola para que pudiera seguir su festín. Ella envolvió
sus piernas alrededor de él, arqueando la espalda, sus dedos
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Página
de apoyo temblando tentativamente y, sin embargo,
insoportablemente lejos de su pulido y anhelante núcleo.
Cambiando su agarre, la sostuvo en alto con una mano, la otra
se zambulló entre ellos para hurgar en el botón de sus
pantalones. A través de las olas de placer, ella lo sintió gruñir
de frustración contra su pecho. Soltando su pezón, la levantó
aún más alto por un momento. Ella se quedó sin aliento,
sorprendida, mientras una oleada de calor intenso lamía sus
muslos.
—Qué... — comenzó a decir, y luego perdió todo pensamiento
coherente, porque él la estaba bajando de nuevo. Solo que
ahora estaba desnudo también, su dureza presionando en sus
pliegues. Solo el más mínimo contacto, su ancha punta estiraba
su entrada. Ella se retorció, tratando de tomar más de él, pero
sus brazos eran como el hierro.
—Rose —jadeó, sosteniéndolos justo en el borde. —Lo siento…
lo sé… ¿esto es para siempre?
Su humedad manchó su eje, su cuerpo completamente listo y
abierto. El vínculo de compañeros era un camino amplio y
brillante entre ellos, que conducía directamente a lo más
íntimo de su corazón. Tenía la sensación de que se acumulaba
poder en el otro extremo, un infierno furioso frenado por el
más delgado de los corta-fuegos. Listo para arrasar, a través de
ella, consumiéndola y transformándola.
141

Ella no tenía miedo.


Página
—Sí. —Abrió su cuerpo, su mente y su alma al fuego. A él. —
Siempre.
Su poder la atravesó, un éxtasis candente tan grande como la
oleada de su cuerpo en el de ella. El condujo en su
profundidad, en su mente, en su alma.
¡Nuestro compañero! Su cisne cantó, las alas negras se
extendieron, dándole la bienvenida a casa. ¡Nuestro
compañero!
142
Página
Estaba mal, lo sabía. Pero ya estaba completamente
condenado, ¿qué era un pequeño pecado más?
Sus dedos se entrelazaron a través de los suyos. La suave
dulzura de su pulso hizo eco a través de sus propias venas. No
podía dejarla ir.
No otra vez.
Entonces Ash tomó la mano de Rose y dejó que lo guiara a
través de la noche oscura.
La farola estaba encendida fuera del Full Moon, bañando el
viejo y acogedor edificio con un cálido resplandor amarillo.
Rose tiró de él hacia la puerta principal, lanzándole una sonrisa
tímida y vacilante. Incluso en la luz artificial parpadeante,
podía ver que había algo nuevo en su expresión. Un despliegue
tentativo, como la primera flor de primavera girando hacia el
sol.
Él miró hacia otro lado, incapaz de soportar esa débil y
brillante esperanza en sus ojos. Pero aun así él no le soltó la
mano.
Después de décadas separados, cada segundo en contacto con
ella era un regalo. Una bendición. No era lo suficientemente
fuerte como para rechazarlo.
143
Página
Especialmente no ahora.
Rose abrió la puerta. La sala principal del pub estaba a oscuras,
con las sillas levantadas sobre las mesas para pasar la noche.
Por pura fuerza de hábito, se dirigió hacia la esquina habitual
del Equipo Alfa, pero Rose tiró de su mano.
—No aquí abajo —dijo ella, guiándolo a través de la barra y por
la puerta de atrás. —Ven.
El pasillo estaba aún más oscuro que el cuarto delantero, pero
no necesitaba luz para saber el camino. Las escaleras gastadas
eran familiares bajo sus botas. Las había escalado muchas
veces a lo largo de los años, generalmente debido a alguna
crisis. Cada vez que un miembro del equipo necesitaba ayuda,
cuando algo amenazaba a sus compañeras... siempre era a la
pequeña habitación privada en el Full Moon donde venían.
Dai, Chase, Griff, John, Hugh... él había presenciado todas sus
luchas y sus triunfos aquí. Los ayudó, en cuanto pudo. Los vio
reunirse, amigos, colegas, familia. A veces en desacuerdo unos
con otros, como cualquier grupo de hermanos, pero siempre,
en última instancia, unidos.
Esta noche la sala de reuniones estaba cerrada y silenciosa. La
pasó sin pausa.
Había una puerta al final del pasillo. Esta nunca la había
pasado. Había soñado con abrirla tan a menudo que parecía
irreal atravesarla ahora.
144
Página
—Bueno —dijo Rose, mirándolo de reojo —aquí estamos.
Ella abrió los dedos. Después de un momento, él abrió los
suyos, liberando su mano. Ella se fue de su lado, moviéndose
para encender un par de lámparas. La oscuridad dio paso a
una luz suave y acogedora.
Su primera impresión fue vibrantes colores y calidez. Su
habitación sobre el pub no era mucho más grande que su
propio espacio personal, pero si bien su territorio era sencillo y
utilitario, el de ella estaba lleno de detalles hogareños.
Una gruesa alfombra con un patrón geométrico de color
naranja que le recordaba las llamas suavizaba los desgastados
tablones de roble. Un solo sillón, profundo y cómodo, con una
maraña de tejido a medio terminar sobre un brazo. Por el rico
color índigo y la textura ondulada, supuso que era una manta
de bebé para el hijo aún no nacido de John y Neridia. La
mitad de los bebés shifters en Brighton dormían envueltos en
el amoroso trabajo de sus manos.
Ella tenía solo una cocina pequeña aquí, solo un fogón y un
microondas. Por supuesto, ella hacía su comida abajo en el
pub, tal como él preparaba sus propias comidas en la cocina
de la estación de bomberos. Un solo plato y una taza estaban
boca abajo en la tabla de drenaje al lado del fregadero. Ella
comía sola, como él, encima del lugar en que se encontraba el
trabajo de su vida.
145
Página
Una puerta entreabierta al otro lado de la habitación le mostró
un atisbo de su cama. Apartó rápidamente la mirada y se
encontró mirando una pared de fotos enmarcadas. Reconoció
algunas de ellas: el muelle de Brighton, la playa de guijarros, la
vista panorámica de la ciudad desde lo alto de las colinas
circundantes. Una jornada de puertas abiertas en la estación de
bomberos, hace mucho tiempo, Dai y Chase con sus brazos
sobre los hombros del otro. Jóvenes, tan jóvenes.
Otras eran claramente fotos familiares. Tías, primos, sobrinos,
sobrinas. Algunos de ellos de piel oscura, otros pálidos, pero
todos con la elegante postura de cisne de Rose. Una sucesión
de imágenes seguía a media docena de niños que crecían
desde bebés regordetes hasta adolescentes sonrientes o con el
ceño fruncido.
Había fotos que un humano ordinario habría asumido que
eran ediciones digitales, pero él lo sabía mejor. Hayley
apoyada en el costado de un gran grifo dorado, con el pico
acicalado en su cabello. Dos dragones de mar divirtiéndose en
las olas. Un unicornio brillando al descubierto en el bosque
invernal.
Y una que parecía una impresión mal hecha, un error. Solo un
borrón amarillo-blanco sobre un azul descolorido,
sobreexponiendo todos los colores apagados.
Rose se acercó a su codo, siguiendo la dirección de su mirada.
—¿Te acuerdas de ese día?
146
Página
Tocó el vidrio sobre la foto, con cuidado. Había sido su
cuadragésimo cumpleaños. Un picnic en el campo, la luz del
sol atrapada en su cabello. Docenas de shifters, un poco
borrachos, un poco tontos, a salvo de los ojos humanos. Le
había preguntado a ella qué quería como regalo.
—Te advertí que no saldría —dijo, mirando el rayo de fuego a
través del cielo.
—Es mi favorita de todos modos. —Ella no dijo nada por un
momento, mirando la foto del Fénix. —¿Cuánto tiempo, Ash?
Él sabía lo que ella estaba preguntando. —Siempre. Desde el
día que nos conocimos.
Su aliento escapó fuera de ella. —Diez años... y nunca dijiste
nada.
—Tampoco tú.
Ella le miró de reojo, un destello del fuego que él conocía tan
bien. —Lo hice, eventualmente.
—Sí. —No podía demorarse más. —Es por eso que tenemos que
hablar.
Ella suspiró de nuevo. —Espera un momento.
Él se quedó atrás, como una presencia fuera de lugar y extraña
en su acogedora casa, mientras arrastraba su única silla de
comedor para que estuviera frente al sillón. Ella le hizo un
gesto para que se sentara, pero no tomó su propio lugar. En su
147
Página
lugar, se dirigió a un gabinete bajo, agazapada para revolver en
su interior.
—Esto suena —dijo, emergiendo con una botella marrón y un
par de vasos —como una conversación que podría requerir una
bebida fuerte. —Ella vaciló. —¿O todavía quieres lo habitual?
Había tratado de adormecerse con alcohol, hace mucho
tiempo, cuando era más joven y la herida auto infligida aún
estaba fresca. No había funcionado. Lo había evitado desde
entonces, el sabor asociado para siempre con la amarga pena y
el odio.
Él tomó el vaso de ella de todos modos. —Esta no es una
situación habitual.
Ella vertió una medida generosa para ambos. Conocía la
botella: escocés, de la destilería de la familia Griff en las
Tierras Altas. Hecho para shifters, por shifters, con un golpe
que podría tirar a un oso adulto.
Lo tomó de un solo trago. Suave dulzura ahumada. Cenizas,
rabia y vacío.
Cuando bajó el vaso, Rose lo estaba mirando, con expresión
preocupada. Ella dejó su propia bebida sobre la mesa de café
entre ellos, sin tocar.
—Estás empezando a asustarme, Ash —dijo.
—Bien. —Su voz salió ronca, su pecho aún ardía con el poco
148

acostumbrado whisky. —Deberías tener miedo de mí.


Página
Ella le dirigió una mirada exasperada. —No de ti, hombre
ridículo. Por ti. —Ella apoyó los codos en las rodillas, con todo
su cuerpo concentrado en él. —Sea cual sea este secreto, lo has
estado guardando durante mucho tiempo. Y creo que te ha
estado comiendo vivo.
Ahora que había llegado el momento de hablar, su garganta se
había cerrado. Él no dijo nada.
Un poco vacilante, ella extendió la mano. Él no pudo
arreglárselas para apartarse cuando ella dobló sus dedos
alrededor de él. Por una vez, ella era la más cálida. Su toque
ardía como una marca contra su piel fría.
—Dime, Ash —susurró ella.
Su tiempo se había acabado, décadas atrás. Él había estado
viviendo de la gracia robada desde entonces.
Pero ya no podía mentirle.
Se obligó a encontrarse con sus ojos. Sus hermosos y confiados
ojos, incluso ahora estaban mirándolo con nada más que amor
y franqueza.
—Tengo que hablarte de tu compañero —dijo.
149
Página
Antes
hace 20 años…

*Mi compañero* Rose nunca, nunca se cansaría de esas


palabras, ya fuera pronunciadas en voz alta, enviando el
vínculo telepático o simplemente en la privacidad de sus
propios pensamientos. *¿Cuál es tu talla de cintura?*
Un sentimiento desconcertado se extendió desde ese cálido y
eterno brillo en su alma. *En verdad, no tengo la menor idea.
La ropa solo... estaba ahí siempre.*
Rose hojeó un estante de jeans de hombres, frunciendo sus
labios pensando. Levantó las manos en el aire, curvándolas
alrededor de una cintura imaginaria. Después de la noche
anterior, su cuerpo conocía la forma de él en íntimo detalle.
Los ángulos agudos de sus caderas, los planos duros de sus
flancos, la forma en que sus músculos se movían con suavidad
mientras la llenaba...
*Debo recordarte, actualmente estoy sentado en el auto sin
nada más que una sábana* gruñó por el vínculo de
compañeros, sonando bastante dolorido. Ella sintió que él
cambiaba de posición incómodamente. *Y si mantienes esa
150
Página
línea de pensamiento, me van a arrestar por indecencia
pública.*
Ella se rió. *Te vendría bien por quemar tu único par de
pantalones.*
Ella jadeó cuando el calor corrió sobre su piel, acariciando sus
curvas como una mano fantasma. *Parecías no tener ninguna
queja anoche.*
—Basta de eso —siseó en voz alta, ganándose una mirada un
poco extraña de otro comprador. —Estoy en un lugar público.
Una risa masculina, claramente engreída, hizo eco en su
mente. Con un último pellizco que hizo que sus piernas se
doblaran, la sensación de calor se retiró.
Nuestro compañero, murmuró su cisne llena de alegría.
Sonriendo como una idiota, Rose seleccionó un par de jeans.
Ella empujó su carrito de compras hacia adelante, escaneando
los estantes. Un par de camisetas de algodón suave, en un rojo
intenso que complementaría su coloración. Dudó sobre las
sudaderas, tratando de encontrar una que no estuviera cubierta
con eslóganes groseros o estrellas y rayas demasiado
patrióticas, antes de rendirse. Él era el Fénix, después de todo.
No iba tener frio.
*¿Bóxer o calzoncillos?* Le preguntó ella.
Él no respondió por un momento. Sintió una extraña quietud
151

en él, como si se tratara de una cuestión de gran importancia.


Página
*Nunca he tenido que elegir nada para mí antes* dijo en voz
baja. * Realmente no sé cómo hacerlo.*
Ella envolvió el consuelo sin palabras a su alrededor, y esperó.
*Bóxer* dijo al fin.
*¿Es eso lo que te dieron?* Preguntó mientras tomaba un par
de paquetes. *¿En la base de los Brujos?*
*No.*
Ella rozó su mente contra la de él, ligera como la punta de una
pluma, para que él pudiera sentir su silenciosa comprensión.
Pagó las compras, contando las facturas de su menguante
suministro. Tenía más en su cuenta de ahorros, pero no quería
arriesgarse a ir a un banco si podía evitarlo. Ni ella ni Blaze
pensaban que los Brujos tenían alguna forma de identificarla,
pero era mejor prevenir que lamentar.
Saliendo de la tienda, se dirigió a la parte trasera del
estacionamiento, donde había dejado el auto. Blaze abrió la
puerta cuando ella se acercó, todavía agarrando con cuidado su
sábana. Su alivio brilló en el vínculo de pareja.
—¿Ves? —Ella le dio un duro y largo beso antes de entregarle la
bolsa de la compra. —Perfectamente seguro. Podrías haberte
quedado en el motel después de todo.
—Habrías regresado para encontrar un agujero humeante en el
suelo —dijo con ironía, arrancando etiquetas de la ropa
152
Página
mientras hablaba. —Ya fue suficientemente malo tener que
esperar afuera. No podría soportar estar más lejos de ti.
Ella lo besó de nuevo, curvando sus manos sobre sus suaves y
desnudos hombros. —Nunca tendrás que hacerlo.
Una vez que Blaze estuvo decente una vez más, partieron por
la autopista. A Rose le hubiera gustado ir directamente al
norte, pero los incendios forestales seguían bloqueando la ruta
más directa hacia la frontera. Encendió la radio, escaneando
las frecuencias para las actualizaciones de noticias mientras
conducía.
Blaze montó en el asiento del acompañante en silencio, su
antebrazo vendado descansando a lo largo de la ventana
abierta, el viento agitaba su corto cabello castaño. Sus ojos
oscuros bebían el cielo, el horizonte, los feos centros
comerciales y las vallas publicitarias, todos con igual asombro.
—¿A dónde vamos? —Preguntó al fin.
—Dado que no tienes ningún tipo de identificación, nuestras
opciones son un poco limitadas. —Rose le lanzó una mirada de
reojo, y algo se le ocurrió. —¿Por lo menos tienes apellido?
Sacudió la cabeza, con una sonrisa irónica levantando la
comisura de su boca. —Oficialmente, no existo. Supongo que
debo tener un certificado de nacimiento archivado en algún
lugar, pero no sabría dónde empezar a buscarlo. Ni siquiera
recuerdo el país donde nací.
153
Página
—Tienes un acento inglés —dijo, la extrañeza de eso solo la
golpeó.
Su mandíbula se apretó. —Corbin —dijo, y nada más.
Su Brujo. La única persona que había hablado con él. Por
supuesto que crecería copiando los patrones de habla de su
captor. Y si este Corbin era inglés, no es de extrañar que
hubiera huido hasta el otro lado de América. Gran Bretaña era
un país gobernado por los shifters. Rose no sabía si el
Parlamento Shifter estaba al tanto de los Brujos, pero
ciertamente harían caer muy, muy duramente cualquier cosa
que amenazara el secreto o el bienestar de los ciudadanos
shifter.
—Bien. No podemos conseguirte un pasaporte, y eso significa
que se descarta un boleto de avión —dijo —, creo que nuestra
mejor apuesta es llegar tan al norte como podamos, luego
cambiar para cruzar la frontera. Canadá es un Estado Libre
Asociado real, nuestra Reina sigue siendo su cabeza de estado
ceremonialmente. Es un país amigable con los shifters. Solo
tenemos que encontrar una Embajada Británica y estaremos a
salvo.
—A salvo—repitió, como si fuera una palabra extranjera. —¿De
verdad crees que tu país me concederá asilo? Yo soy…
—No eres peligroso —dijo con firmeza, cortándolo. Ella vaciló,
pero tenía que ser honesta con él. —Sin Embargo podrían
154

tener... condiciones. Solo he oído hablar de unos pocos


Página
shifters con tu tipo de poder elemental. El dragón marino
Emperador Perla, por el agua, y la Reina misma, por la tierra.
Su mano se apretó sobre su rodilla. —No seré usado para hacer
daño. Nunca más.
Ella puso su mano sobre la de él, frotando su pulgar en suaves
círculos sobre su piel caliente. —No dejaré que eso suceda. Si
el gobierno británico intenta aprovechar tus habilidades,
iremos a otro lugar. No importa dónde vivamos, mientras
estemos juntos.
Permaneció callado durante la siguiente hora más o menos,
perdido en sus propios pensamientos. Rose lo dejó en paz, el
vínculo de pareja le aseguró que nada estaba mal. Solo
necesitaba un poco de tiempo para respirar, y ser.
Se detuvieron en un pequeño restaurante de carretera para
almorzar. Blaze miró fijamente el menú de una sola página con
franca alarma, claramente paralizado por las opciones, así que
Rose ordenó por ambos. Nada especial, pollo frito, puré de
papas, judías verdes, pero Blaze trató la comida como una
revelación. Ella disfrutó de su asombro, y ordenó cuatro tipos
de postre.
—¿Con qué te alimentaron allí? —Preguntó ella, mientras
miraba un trozo de pastel de manzana como si fuera una obra
de arte.
—Raciones militares. —Él giró el tenedor y le dio de comer un
155

bocado. —Nada como esto.


Página
Se lamió los labios, probando crema y canela como si fuera la
primera vez. La luz del vínculo de pareja que brillaba en su
alma hizo que todo fuera nuevo y fresco, un renacer.
Incluso el restaurante, a la luz del sol, las mesas de plástico
rayadas, el piso de linóleo gastado, todos eran perfectos,
hermosos. Los jóvenes amantes habían tallado ese corazón en
la mesa. Los desgastes en el suelo eran de pies cansados,
encontrando un lugar para sentarse y descansar. Las
imperfecciones del antiguo comensal eran como líneas de risa
o estrías. Eran cicatrices de amor.
—Me gustaría tener un lugar como este —dijo con nostalgia.
Las cejas de Blaze se alzaron. —¿Un restaurante?
Ella resopló. —Créeme, nadie querría pagar mi comida. No, no
un restaurante. Pero si un lugar donde la gente pueda venir a
estar junta. Un refugio seguro, un lugar para relajarse, solo para
los shifters. Un pub, tal vez.
Por su mirada burlona, este era evidentemente un aspecto de
la cultura inglesa que no había aprendido de Corbin.
Ella le dio unas palmaditas en la mano. —Otra cosa que será
más fácil de mostrar que explicar.
Un brillo acalorado iluminó sus ojos. Su pierna se deslizó
contra la de ella debajo de la mesa. —¿Lo disfrutaré tanto
como lo último que me mostraste?
156
Página
Ella se echó a reír, dándole otro bocado de pastel. —Tal vez no
tanto.
Su expresión malvada se desvaneció mientras masticaba y
tragaba. Al principio, pensó que solo estaba perdido en sabor,
pero él dejó el tenedor en lugar de tomar otro bocado. Ella
sintió un ligero oscurecimiento en el vínculo de pareja, algo
que ensombrecía sus pensamientos.
—¿Qué es? —Preguntó ella.
—Tienes un sueño. —Miró a su plato. —No sé cómo encajo en
él.
—Eres mi compañero. Eres mi sueño.
—Sí, pero... —Dejó escapar el aliento, pasando una mano por
su cabello. —Tienes una vida, un lugar de dónde vienes,
familia. No sé... ninguna de esas cosas. Todo lo que sé es
sobre fuego y destrucción. ¿Qué puedo hacer en tu mundo?
Las palabras de consuelo como reacción brotaron de sus
labios, pero ella las contuvo. Necesitaba más que palabras
vacías. Parecía tan perdido, tan fuera de lugar, esta criatura
fuera leyenda cayó en la vida mundana. ¿Qué haría él?
—Bombero —dijo con firmeza.
Su mirada se sobresaltó, sorprendido, como si en realidad no
hubiera esperado que ella respondiera. —¿Qué?
157
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—Tú conoces el fuego. Mejor que nadie. Puedes usar tus
poderes para controlarlo. —Una lenta sonrisa se extendió por
su rostro al darse cuenta de lo perfecta que era la idea. —Para
salvar vidas, en lugar de destruirlas.
—Bombero —dijo en voz baja. —Sí. Me gustaría eso.
Ella se inclinó sobre la mesa para besarlo. —Serás el mejor
bombero de todos los tiempos.
***
Ella nunca supo lo que le había advertido. Los sentidos de
shifter mítico, tal vez, incluso más agudos que los suyos. O
simplemente mayor cautela, por su vida en cautiverio.
En un momento, ella se acurrucaba contra su costado mientras
caminaban de regreso al auto, y al siguiente estaba en el piso,
su cuerpo cubriendo el de ella. Un crepitante rayo de energía
verde chisporroteaba por el espacio donde había estado su
cabeza.
—¡Brujos! —Gritó Blaze, un anillo de fuego rugiendo para
protegerlos.
Otro rayo se disparó en lo alto, pasando claramente a través de
las llamas, pero al menos sus atacantes no podían obtener una
línea de visión sobre ellos a través del infierno rugiente. Blaze
la ayudó a levantarse y la empujó en dirección al coche.
158
Página
—Ve —dijo, con su voz crepitante de poder. Las llamas aullaban
sobre él, extendiéndose desde su espalda como alas. —Voy a
tratar con ellos.
Ella sabía que no debía tratar de discutir. Rose corrió hacia el
auto, su corazón latía con fuerza, buscando las llaves en el
bolsillo. Detrás de ella, escuchó el crujido de otro rayo y un
grito desgarrador, pero no era la voz de Blaze. El calor le lavó
la espalda.
Se gritó a sí misma cuando el aire frente a ella se partió en dos,
separándose como una cortina. Vio los colmillos salpicados de
espuma y los ojos enloquecidos que salían disparados hacia
ella desde el portal.
El instinto se hizo cargo. Ella se arrojó al piso, rodando. Un
apestoso y peludo cuerpo pasó por encima de ella, las
mandíbulas se cerraron de golpe en el aire. Arrastró las patas y
las rodillas cuando se volvió, gruñendo...
Y se encendió en llamas. Entre una respiración y otra,
simplemente desapareció, no más que ascuas en el viento. El
portal parpadeó, cortando un aullido humano de agonía. En
algún lugar, un Brujo acababa de perder su shifter y su poder.
—¡No a los shifters! —Gritó, cubriéndose la cabeza mientras
otra irregular explosión de energía pasaba. —Blaze, no lastimes
a los shifters!
—¡Tengo que hacerlo! —Se volvió, y ella vio la agonía en sus
159

ojos, detrás de las llamas negras. —Están vinculados...


Página
Se interrumpió, dando vueltas. Un lobo cruzó el aparcamiento
y saltó hacia él. Blaze lo esquivó, lanzando fuego al Brujo que
acababa de salir del aire. El desafortunado hombre ni siquiera
tuvo tiempo de gritar antes de convertirse en cenizas.
Y el lobo, simplemente se detuvo. Se colapsó a media zancada,
como una marioneta con cuerdas cortadas.
—Mueren juntos —terminó Blaze, pasando por encima del
shifter caído. Su mano se cerró alrededor de su brazo,
levantándola. Él la protegió con su propio cuerpo mientras se
daba la vuelta, listo para defenderse de cualquier otro ataque.
Rose miró a los ojos amarillos del lobo. Tal vez solo era su
imaginación, pero ella pensó que parecía aliviado.
Un sonido de canto frenético vino de detrás de una cerca
cercana, pero ningún rayo siguió. Blaze mostró los dientes,
extendiendo una mano como si lanzara una pelota. La valla de
madera se evaporó, revelando a un Brujo agachado dibujando
desesperadamente la forma de un portal en el aire.
—Oh, no, no —gruñó Blaze.
El Brujo chilló, doblándose. El portal medio formado
parpadeó, las líneas brillantes se desvanecieron en nada.
—Inténtalo de nuevo y perderás ambas manos. —Soltándolo,
Blaze se dirigió hacia el hombre.
Acunando sus dedos quemados, el Brujo se volvió para huir.
160

Una pared de fuego ardió y lo detuvo en seco. Sus ojos se


Página
movieron desesperadamente hacia la izquierda y hacia la
derecha, buscando un escape. Rose reconoció su rostro... y al
ocelote encogido ante sus pies.
—¡Él no! —Ella corrió detrás de Blaze. —¡Ella me ayudó, no la
mates!
—No lo haré. —Aunque lo dicho no era del todo adecuado
para las acciones, Blaze agarró al Brujo por la garganta. El
hombre hizo un grito ahogado cuando Blaze lo levantó de sus
pies sin esfuerzo aparente. —Pero puedo lastimarlo mucho sin
dañar a su shifter.
—Por favor —se atragantó el hombre, escarbando en los dedos
de Blaze. —Te lo diré, ¡cualquier cosa!
Blaze abrió su mano, permitiendo que el hombre cayera al
suelo. —¿Cómo supieron dónde estábamos?
—Corbin —silbó el Brujo. Furiosas quemaduras rojas rodeaban
su garganta. —Paso años estudiando al Fénix. Sabe cómo...
rastrearlo.
Blaze se quedó muy quieto. —¿Él puede encontrarme?
—Siempre. —El Brujo escupió en el suelo, un indicio de
satisfacción sádica rompiendo su terror. —¿Cómo crees que te
encontró en primer lugar, de niño? Tu bestia arde tan brillante
que podría verte al otro lado del mundo. Corre todo lo que
quieras. No puedes esconderte de él. Ni tu ni tu perra.
161
Página
—¡No, Blaze! —Rose agarró su brazo, clavando sus uñas en sus
músculos duros como una roca. —Su shifter, ¿recuerdas?
La mano de Blaze se aflojó, el fuego a su alrededor se
desvaneció. Se quedó mirando el ocelote encogido por un
segundo, luego se volvió hacia ella, con el rostro sombrío. —No
puedo dejarlo vivir, Rose.
—Pero ella me ayudó —dijo Rose de nuevo, cerrando la
garganta. —Ella es inocente.
Se arrodilló, extendiendo las manos. El Brujo la fulminó con la
mirada, pero no impidió que la pequeña gata avanzara. Rose la
acarició, sus lágrimas salpicaban el pelaje suave y moteado. El
cuerpo tembloroso del ocelote se relajó un poco.
—¿No podemos hacer que la libere? —Le preguntó a Blaze.
El Brujo escupió de nuevo. —Estoy muerto de todos modos. Si
voy a morir, podría llevarme a la bestia conmigo. —Él le
mostró los dientes, los ojos brillando con malicia. —Desde que
eso te lastimara.
Las sirenas sonaban en la distancia, acercándose. Bomberos, o
policías, respondiendo a los disturbios. Rose sabía que no
tenían mucho tiempo.
—Debe haber algo que podamos hacer —dijo Rose,
desesperada.
Blaze se quedó mirando a la ocelote en sus manos. Le
162

devolvió la mirada y algo pasó entre ellos. No telepatía. Solo


Página
entendimiento, entre dos almas que habían compartido el
mismo tormento.
—¿Estás segura? —Preguntó él, en voz muy baja.
Los delgados flancos del ocelote se alzaron y cayeron en un
largo suspiro. Volvió la cabeza, exponiendo su garganta en
sumisión.
Blaze se inclinó y tocó su cabeza.
El fuego estalló.
—No —sollozó Rose, y luego se dio cuenta de que podía sentir
la piel humana desnuda.
La mujer se incorporó, su largo y enredado cabello era su
único manto. Ella giró sus manos frente a su propia cara,
mirándolas con asombro.
—¡No! —Gritó el Brujo, y desapareció, en un destello de calor.
—Gracias —susurró la mujer. Tomó la mano de Blaze,
presionándola contra su frente. —Gracias.
Blaze asintió. Su propia cara se había vuelto completamente
blanca. Tragó saliva, antes de hablar. —Tenemos que irnos.
¿Estarás bien?
—Sí —La mujer se volvió hacia la dirección de las sirenas que se
acercaban. —Dense prisa. No les diré que estaban aquí.
Rose lanzó una última mirada hacia atrás por encima del
163

hombro a la mujer mientras se alejaban rápidamente. Ella no


Página
parecía lastimada... y, sin embargo, Rose no podía deshacerse
de la sensación de que lo estaba.
Ella lo está, susurró su cisne. No se había asustado durante la
pelea, pero ahora estaba encogida en su corazón, congelada
como un ratón a la sombra de un halcón.
—¿Qué hiciste? —Rose le preguntó a Blaze en voz baja. —
¿Cómo la liberaste?
Miró al frente, con la boca en una línea plana y enferma. —
Quemé a su animal.
164
Página
—¿Mi compañero? —Estaba tan lejos de todo lo que esperaba
que Ash dijera que, por un momento, Rose no estaba segura
de haberlo escuchado correctamente. —¿Qué pasa con él?
—Tu compañero es la razón por la que nunca dije nada sobre...
mis sentimientos. —La cabeza de Ash hizo el más pequeño
tirón, como si hubiera empezado a mirar hacia abajo, pero
luego se obligó a sí mismo a mantener su mirada. —Y él es la
razón por la que no puedo estar contigo.
—Ash, ya hemos pasado por esto. Me niego a dejar que mi vida
sea dictada por un hombre que nunca conocí. No me importa
que no seas él.
—Es la razón por la que yo no puedo estar contigo —repitió
Ash, con más fuerza. —No por la que nadie puede estar
contigo.
Su rostro era completamente ilegible, tan cerrado e inexpresivo
como ella nunca había visto. Ella miró sus manos en su lugar.
Así era como Ash traicionaba sus emociones, ella lo sabía.
En este momento, su mano izquierda estaba apretada contra la
cicatriz en su antebrazo derecho, con los nudillos blancos. Sus
uñas se clavaron tan profundamente que ella temió que él
estuviera a punto de cortarse su propia muñeca.
165
Página
Ella se acercó a él, para hacerle romper ese apretón
tembloroso, pero él se apartó.
—No... —Se detuvo, cerrando los ojos por un momento y
respirando profundamente. —No me toques. No querrías
hacerlo si supieras lo que he hecho.
Y de repente, ella lo hizo. Era una conclusión imposible,
ridícula, pero ella lo sabía, sabía que era lo correcto.
—Tu conocías a mi compañero —dijo ella.
Tenía el rostro de un hombre muerto, gris y congelado. Muy
ligeramente, él asintió.
Era como una vela encendida en su mente, arrojando nueva
luz sobre montones de recuerdos sombríos. Inocentes,
misterios desconcertantes sobre él, de repente iluminados.
De repente se hizo monstruoso.
—Tú. —Ella apenas podía forzar las palabras más allá del dolor
y la traición apretando su garganta. —Tuviste algo que ver con
su muerte.
—No lo maté. —Su mano se torció en su muñeca. La vieja
cicatriz sobresalía completamente blanca contra su piel
bronceada. —Pero podría haberlo hecho. En cualquier caso,
soy la razón por la que no tienes compañero.
—¿Cómo?
166
Página
Se estremeció como si la palabra hubiera sido un disparo. —
Sabes que fui encarcelado, una vez.
Ella lo hacía, aunque él nunca había explicado cómo alguien
podría haber encadenado al Fénix. Le había llevado más de
una década desentrañar los más mínimos hechos: que había
sido cautivo de un programa militar secreto en Estados
Unidos, que había crecido allí, que había escapado y buscado
asilo en Inglaterra.
—Tu compañero estaba allí. —Sus ojos se encontraron con los
de ella por una fracción de segundo. —No me preguntes cómo
lo sé. Hay cosas que no puedo… o que no… te diré. Pero él
estaba allí. Y cuando destruí ese lugar, también destruí tu
futuro. Tu felicidad. Y también nos destruí a nosotros.
Cualquier oportunidad que podríamos haber tenido.
Se sentía fría por dentro, fría como el hielo. Cogió su vaso y
bebió el whisky de un solo trago. Bien podría haber sido agua.
La quemadura no tocó el adormecimiento en su pecho.
Nunca le había contado a nadie la fecha de la muerte de su
compañero, el momento exacto en el que había sentido el
impacto de la pérdida. Ella no habría podido soportar que la
gente se arrastrara a su alrededor, sintiendo lástima, sin saber
cómo tratarla. Ella siempre había fingido que era solo otro día.
Pero ahora se daba cuenta de que Ash siempre había estado
allí. No importaba si la fecha caía en un día laboral o en un fin
167
Página
de semana, se había asegurado de que ella no estuviera sola en
esos momentos.
Lo había sabido.
—Todo este tiempo —dijo, a través del zumbido en sus oídos. —
Todo este tiempo. ¿Me habrías dicho alguna vez si no hubiera
forzado el problema?
—No. —Su tono era plano, final. No había ningún indicio de
disculpa en ello.
A lo lejos, se preguntaba si debería estar enojada. Si ella lo
echara, lo expulsara de su vida, nunca más le volvería a hablar.
Pero él seguía siendo Ash, su amigo. Incluso ahora, con su
alma cruda y sangrante, simplemente no podía creer que
alguna vez la lastimaría. Que él podría lastimarla.
—No me lo dijiste por una razón —dijo lentamente, con las
cosas conectándose en su cabeza. —Y no fue solo porque no
querías que te odiara.
Él dejó de respirar. Nunca había visto a nadie tan inmóvil.
—¿Me odias? —Dijo, después de un momento.
—Todavía no lo sé —dijo honestamente. —Esto es... es...
maldita sea, Ash, ¡háblame! Dime por qué no me dijiste esto
antes.
168
Página
Se miró las rodillas. —Porque sabía que no te traería más que
dolor. Y no podría soportar lastimarte más de lo que ya lo
estabas.
Ella digirió esto por un momento. —Tengo preguntas.
Enderezó la columna vertebral, con los hombros contraídos.
Parecía un prisionero frente a un pelotón de fusilamiento. —
Como dije, hay cosas que no puedo decirte. Pero responderé
lo que pueda.
Un millón de preguntas giraron en su mente. Se frotó las
palmas de las manos con la cara, intentando organizar sus
pensamientos acelerados.
—¿Lo conociste bien? —Preguntó ella.
—Pensé que sí. —Hizo un ruido agudo y hueco, en algún lugar
entre una risa y un grito de dolor. —Cuanto más viejo me hago,
más extraño se vuelve.
—¿Quién era él?
Él la miró y no dijo nada.
—¿Ni siquiera me dirás eso?
—No te diré nada —dijo en voz baja —eso solo te haría daño.
Ash había sido mantenido cautivo. Nunca había hablado de lo
que le había pasado, pero ella sabía que había sido brutal. Una
experiencia tan traumática que lo había congelado en el
169

hombre que era hoy.


Página
Su compañero había sido parte de eso. Y Ash no quería
decirle nada sobre él. Porque solo la lastimaría.
—¿Era él? —La palabra malvado se atoró en su garganta. —¿Fue
él... cómplice, en lo que te pasó allí?
Él no dijo nada durante tanto tiempo que ella pensó que no
iba a responder. Pero justo cuando ella abrió la boca para
preguntar algo más, él dijo: —Sí. Por mucho tiempo. Tenía
buenas intenciones. Pero sí.
No, su cisne lloraba en su alma. No. Nuestro compañero era
bueno, fuerte y amable. No lastimaría a nadie, nunca, excepto
para proteger y defender. Ese era nuestro compañero.
Pero las personas malas también podrían tener compañeros.
Si ella lo hubiera encontrado... ¿Se habría horrorizado?
¿Tratado de redimirlo, de alejarlo de ese lugar oscuro?
¿O acaso los instintos de su animal habrían dominado su
moral humana? Ash había dicho que su compañero había
tenido sus razones. ¿Las habría escuchado ella? ¿Encontraría
sus propias excusas?
¿Se habría convertido ella también en una de las torturadoras
de Ash?
Habríamos apoyado a nuestro compañero, insistió su cisne.
Nunca lo dejaríamos. Siempre lo amaríamos, siempre, por
siempre.
170
Página
—Estás absolutamente seguro de que él era mi compañero —
susurró ella.
—Él sabía quién eras. Él sabía tu nombre.
—¿Cómo?
Ash volvió a negar con la cabeza, en silencio.
Los cisnes no eran el único tipo de shifter que tenía poderes
especiales relacionados con encontrar a su compañero. Pero la
idea de que su compañero podría haber sido un shifter, de su
propia clase, y aun así ser parte de cualquier organización
malvada que haya torturado a Ash... de alguna manera, eso
solo empeoró las cosas.
—¿Por qué no vino a buscarme? —Preguntó ella. —Vine a
buscarlo. Crucé medio mundo en busca de él. Si lo hubiera
encontrado, ¿me habría rechazado?
—Creo —dijo Ash, con un tono extraño en su voz — que esa
habría sido la única manera de mantenerte verdaderamente a
salvo. Se mantuvo alejado para protegerte, Rose.
—¿Crees que él tenía razón?
—Sí. —Por fin se encontró con sus ojos, y no había nada más
que cruda y sombría honestidad en esas oscuras
profundidades. —Dios me perdone, pero sí. Te mantuvo a
salvo, de la única manera que pudo, e incluso ahora no puedo
odiarlo por eso.
171
Página
Ella escondió su rostro en sus manos. Era demasiado,
demasiado rápido. Su cisne todavía decía no, no, no, incluso
cuando su mente humana tenía que aceptar la verdad de las
palabras de Ash. Ella no sabía cómo sentirse.
—Desearía que no me lo hubieras dicho —dijo ella,
amortiguada.
—Nunca quise hacerlo. —Ella lo escuchó ponerse de pie. —
Pero ahora lo entiendes. Adiós, Rose.
Y ella sabía que nunca lo volvería a ver.
172
Página
Antes
hace 20 años…

Vuelve, vuelve, vuelve.


Blaze tuvo una vida de experiencia en ignorar a su bestia. Lo
ignoró ahora, volando constantemente contra el frenético tirón
que lo impulsaba en la dirección opuesta.
Rose no había querido dejarlo. No le importaba que ella no
estuviera segura mientras estuvieran juntos. No le importaba
que él fuera el Fénix, mientras que su propio animal no tenía
defensas contra los depredadores que los acosaban. Si él la
hubiera dejado, ella se habría quedado a su lado y le habría
guardado la espalda hasta su último aliento.
Él la había engañado, al final. Usó su corazón feroz y
compasivo contra ella.
—Rose —le había dicho, ahuecando su rostro enojado, con
lágrimas en las manos. —Sabemos cómo liberar a los otros
shifters ahora. Tengo que volver.
Había sido el único argumento que sabía que ella no podría
responder. Y había tenido que admitir que solo sería una carga
173
Página
en esta misión. Ella se había colado en la base de los Brujos
una vez, y el mero pensamiento de cómo se había puesto en
peligro por él todavía congelaba la sangre en sus venas, pero
esto ya no era una cuestión de sigilo y sutileza.
Él no iba a infiltrarse en la base.
Él iba a destruirla por completo.
Había pensado que su bestia se deleitaría con la perspectiva.
Pero extrañamente, el fuego luchó contra él. Tenía que forzar
cada batido de las alas, cuando normalmente habría sido capaz
de atravesar el cielo tan rápido como se pensaba.
Vuelve, vuelve, vuelve.
Él aplastó su pico, sus garras apretadas en nada. Nuestros
animales son más sabios que nosotros, le había dicho Rose,
pero no tenía sentido el apremio urgente de los instintos de su
bestia. No importaba cómo le gritaban que tenía que estar al
lado de su compañera para protegerla, su mente racional lo
sabía mejor.
Corbin podría seguirlo. Hasta que el Brujo estuviera muerto,
no podía arriesgarse a estar cerca de ella.
Levantó la vista hacia el sol, juzgando la hora. Por ahora, ella
debería haber llegado al aeropuerto. Pronto ella estaría a salvo,
de regreso a su país. Teóricamente, un Brujo podría abrir un
portal incluso a Inglaterra, aunque el esfuerzo realizado
agotaría incluso a los más poderosos shifters hasta el punto de
174
Página
la muerte, pero ¿por qué lo harían? Sin su presencia
traicionera a su lado, los Brujos no tenían forma de saber a
dónde había ido ella.
Sabía que era correcto que se separaran. Sabía que era la única
manera de mantenerla a salvo.
Pero aun así: vuelve, vuelve, vuelve.
Había esperado escuchar el gemido de las sirenas en el
instante en que vio la base. Pero no llegó la alarma. Ningún
soldado patrullaba las altas paredes cubiertas de alambres. Ni
figuras con túnica corrieron para enfrentar su asalto. Incluso la
puerta de la bodega estaba abierta, sin vigilancia.
La base parecía desierta.
Sospechando algún tipo de truco, se lanzó rápido como un
misil, una ola de fuego ondeando ante él. Barracas y
laboratorios estallaron en llamas... pero nadie salió corriendo.
Él descendió en picado, más lentamente, todavía alerta por
cualquier ataque. Su vista aguda como un águila exploró la
base, y su inquietud creció.
Todos los vehículos se habían ido, dejando solo surcos
profundos en el camino de tierra. Incluso eso podría haber
sido un señuelo, para tentarlo a que fuera a investigar más...
pero no engañó a sus habilidades psíquicas. Si hubiera
personas presentes en la base, sin importar cuán bien ocultas,
175

habría sentido el fuego de sus almas.


Página
Se habían ido. Se habían ido todos.
Abandonando la precaución, aterrizó fuera de la residencia
privada de Corbin, una mansión señorial ubicada en jardines
formales. La puerta principal colgaba entreabierta. Crujió con
el viento causado por su aura ardiente, girando aún más.
Él cambió de nuevo a la forma humana, imprudentemente.
Incluso eso no provocó un ataque.
Nunca antes había estado en la mansión. Las celdas, los
laboratorios, los campos de entrenamiento, esas eran las partes
del complejo que él conocía. No esto, el dominio privado de
Corbin.
Sus pies dejaron huellas ennegrecidas en el suelo de mármol
mientras caminaba por las habitaciones desiertas. La biblioteca
todavía tenía libros dispersos en los estantes, pero faltaban
muchos volúmenes. Se sacaron los cajones del escritorio,
claramente habiendo sido vaciados de cualquier contenido
importante.
Corbin se había marchado a toda prisa. Pero no en pánico.
El Gran Mago había podido sentirlo venir. Había tenido
tiempo de ejecutar un plan de evacuación. Blaze tiene una
certeza enfermiza de que no habría una sola pista en ningún
lugar del complejo que pudiera indicar dónde se había ido el
Brujo.
176
Página
El rastro estaba frío. No tenía idea de cómo encontrar a
Corbin.
No pudo proteger a su compañera.
La furia explotó fuera de él, incendiando los libros restantes.
Cada ventana se hizo añicos, fragmentos de vidrio lanzándose
hacia afuera. El calor del infierno se arremolinaba a su
alrededor, pero el fuego no ofrecía consuelo.
Había estado seguro de que Corbin lo enfrentaría en lugar de
huir. Pensó que el ataque a medias no era más que un truco
para atraerlo de vuelta aquí. Si Corbin hubiera estado tratando
de tomarlo por sorpresa, no habría enviado a Brujos tan
débiles. Un Wolverine*, un ocelote, un lobo... esos eran los
tipos de criaturas que se daban a los Adeptos de rango medio,
no a los Brujos veteranos con más experiencia, los Magos.
Había estado esperando una trampa. La base estaba
fuertemente fortificada, el mejor lugar que Corbin podía
escoger para resistir. Blaze se había estado preparando para la
pelea de su vida. Docenas de Brujos poderosos actuando
juntos habrían sido un desafío incluso para el Fénix.
¿Por qué había corrido Corbin? ¿Por qué no había usado
todas las armas a su disposición? ¿Por qué no se había
desatado?
Y Blaze se dio cuenta de que había cometido un terrible error.
177
Página
***
Vuelve, vuelve, vuelve.
—Estoy volviendo, estúpida cisne —gruñó Rose en voz baja,
tratando de concentrarse en la carretera. —¡Cállate y déjame
conducir!
Había hecho aproximadamente diez millas antes de que la
incesante y molesta queja de su cisne la obligara a dar un
brusco giro en U. Ahora conducía tan rápido como podía por
caminos desconocidos, siguiendo el tirón del vínculo de
compañeros. Era más urgente que nunca.
—No debería haberlo escuchado —murmuró para sí misma,
tomando intersecciones a una velocidad imprudente. Si ella se
estrellaba y se quemaba, todo sería culpa suya. —Tan distraída
por esa bonita boca, no me di cuenta de qué plumas estaban
saliendo de ella. ¡Argh! ¡¿Por qué tienes que ser capaz de volar
tan rápido, pollo demasiado preparado para el horno?!
Pensar en insultos ridículos para su noble, protector y, sobre
todo, idiota compañero era todo lo que le impedía sucumbir al
terror absoluto. Ella le había dejado hablar con dulzura sobre
este estúpido plan para separarse. Y ahora volaba directamente
hacia una trampa.
Los Brujos lo capturaron una vez. ¡Por supuesto que pueden
atarlo de nuevo!
178
Página
Pero no si ella estaba allí. Ella lo había liberado una vez,
después de todo. Y los Brujos que los habían atacado antes no
habían hecho ningún intento de atarlos. Era como si su magia
fuera una versión enferma y retorcida del vínculo de pareja.
No tenía fuerza en presencia de lo real.
Pero ella tenía una horrible, horrible certeza de que la
protección no funcionaría a distancia. Y que Corbin los había
manipulado a ambos como títeres para separarlos.
Apareció un letrero, advirtiendo que otra curva pronunciada
subía. Por mucho que su cisne gritara por más velocidad, no
serviría de nada a Blaze si se estrellara y se quemara. A
regañadientes, Rose apartó el pie del acelerador.
Eso fue lo que le salvó la vida.
Entre una respiración y otra, el mundo exterior de las ventanas
del automóvil se puso blanco. Sus neumáticos se deslizaron
sobre el hielo repentino. Demasiado conmocionada incluso
para gritar, Rose giró por reflejo el volante y se volvió hacia la
pista.
Si hubiera ido más rápido, habría salido directamente del
borde de la carretera y sobre un acantilado. Tal como estaba,
el auto se deslizó de lado en un árbol con un crujido que
sacudía los huesos.
Sacudida, magullada, le tomó a Rose un momento averiguar si
estaba muerta o no. La bolsa de aire se había disparado en su
179

cara. Ella luchó por liberarse de sus pliegues envolventes,


Página
derribando la tela que colapsaba. Respirando con dificultad,
miró por el parabrisas agrietado.
Esto no puede estar bien.
Estaba nevando. En Julio. En California.
No era solo un poco de nieve. Una tormenta llena de nieve
había caído del cielo azul claro, que salía del mundo. Ni
siquiera podía ver el final del capó de su auto, y mucho menos
la carretera. Su aliento se evaporó en el aire repentinamente
helado.
Su aliento se evaporó en el aire repentinamente helado.
La base de los brujos. La celda de Blaze. La otra celda.
—Oh no. —Sus dedos se habían entumecido. Ella se agarró el
cinturón de seguridad, frenéticamente, tratando de liberar el
cierre. —No, no, no…
El viento arañó el coche. Sollozó y gimió, como un perro
hambriento.
Hablando
—Hambre.
Rose gritó cuando el parabrisas implosionó en una ducha de
vidrio. Las astas ramificadas del color del hielo la atravesaron,
casi empalándola.
Rose hizo el cambio más rápido de su vida. Su cisne se deslizó
180

libre del cinturón de seguridad cuando las monstruosas astas se


Página
retiraron. Con la velocidad del terror, Rose se lanzó por el
destrozado parabrisas, saltando sobre la criatura agazapada en
el capo.
Oso Polar, un rincón extrañamente tranquilo de su mente,
pensó. Pero no, los osos polares no tienen cuernos…
Sea lo que sea, pensó por un instante que la había agarrado. La
ventisca se apoderó de sus alas extendidas, sacudiéndola como
un perro con un juguete masticable. Cayó con las plumas de la
cabeza a la cola, completamente fuera de control.
Algo la golpeó en el aire. Ella se estrelló contra el suelo helado,
deslizándose, levantándose contra algo caliente.
Piernas.
—¡Tengo a la shifter! —Todavía medio aturdida, Rose no pudo
resistirse cuando las manos humanas agarraron sus tobillos,
arrastrándola por el aire. —Eh, es más pequeña que yo, ¿qué
demonios? Es solo un cisne.
—No me importa lo que sea, apúrate y vincúlala —gritó una
segunda voz. Colgando boca abajo, Rose tuvo una visión
confusa de la luz azul hielo girando alrededor de las manos en
alto. —¡No puedo mantener a mi bestia por mucho más
tiempo! ¡Tengo que devolverlo a su jaula antes de que se
libere!
181
Página
—Le dije al Gran Mago que estabas demasiado débil para
manejar al Wendigo —espetó el primer hombre —deberías ser
el que tiene que atarse a este pato demasiado grande.
—¿De verdad quieres intentar transferir familiares ahora? ¡Sólo
vincula al maldito pájaro! ¿A menos que quieras explicarle al
Gran Mago que fuiste demasiado orgulloso para cumplir sus
órdenes?
El primer hombre lanzó un suspiro de irritación. —Lo juro, si
alguno de ustedes bastardos se atreven a reírse de esto...
Cambió a un idioma extranjero, cantando palabras que corrían
sobre la piel de Rose como hormigas. Una de sus manos buscó
a tientas su ala derecha.
Desafortunadamente, el breve intercambio le había dado
tiempo a Rose para que se despejara.
—¿Solo un cisne?— Su pico convirtió las palabras en silbidos
enojados y graznidos. El Brujo aulló cuando sus alas se
estrellaron contra su brazo. —¡¿Solo un cisne?!
Al encontrarse inesperadamente sosteniendo un cisne muy
grande, muy despierto y muy enojado, el Brujo tomó una
decisión muy imprudente.
Él la soltó.
Las aves descendían de los dinosaurios. En esta forma, Rose
estaba mucho más relacionada con un velociraptor que con un
182

ser humano.
Página
El Brujo gritó cuando ella lo atacó, rompiéndole la pierna con
un solo golpe. Ella cargó directamente sobre su forma caída,
retorciéndose, con las alas extendidas, apuntando al segundo
Brujo. Él retrocedió frenéticamente, cantando algo. La luz azul
crepitaba alrededor de sus dedos.
El pico de Rose, duro como el hierro, lo golpeó con toda su
fuerza, cuadrada en la entrepierna.
Al parecer, ni siquiera un Brujo podría hacer magia en esas
circunstancias.
Las chispas danzantes se desvanecieron en nada mientras se
doblaba alrededor de sí mismo. Y desde detrás de Rose, esa
voz de lamento invernal volvió a hablar. Una palabra diferente,
esta vez.
—Libre.
Rose se acurrucó en la nieve mientras una forma blanca como
el hielo la rodeaba. Garras de un pie de largo como fragmentos
de hielo extendidos. El Brujo nunca tuvo una oportunidad.
Rose dio un paso lento y cuidadoso hacia atrás, luego otro. La
criatura no reaccionó, totalmente ocupada con su presa. Ella
retrocedió otro paso.
Un susurro de movimiento repentino la hizo congelarse. El
otro Brujo estaba tratando de huir locamente sobre sus manos
y rodillas, sollozando, su pierna rota arrastrándose a través de
la nieve creciente.
183
Página
—No —gritó, mientras la cabeza con cuernos de la criatura se
alzaba. —¡Nooooo!
Su grito terminó cuando las mandíbulas color hueso se
cerraron. Gotas rojas esparcidas por la nieve, humeantes.
Rose se mantuvo muy quieta.
Una larga lengua blanca recorrió las fauces sin labios. La
cabeza de la criatura no era solo de color hueso, era hueso, el
cráneo largo y misterioso de un ciervo. Las astas que se
extendían eran más anchas que el coche de Rose. Los
carámbanos se aferraban a las puntas ramificadas.
Las astas se hundieron, mientras la criatura se asomaba por el
suelo. No quedaba nada de los dos Brujos, excepto un trozo de
nieve manchado de rojo. El monstruo lo lamió hambriento,
agachado a cuatro patas. Su cuerpo era más grande que un
oso, pero delgado como un lobo. Rose podía contar cada
costilla a través de su pelaje blanco irregular.
Rose retrocedió otro paso.
El cabeza de hueso se volvió. Fuego azul frío ardía en las
cuencas vacías de sus ojos.
—Sigo hambriento —susurró el Wendigo.
No había esperanza de huir. Incluso si el viento aullante no
hubiera hecho que el vuelo fuera imposible, un cisne no podía
despegar sin impulso. Todo lo que Rose podía hacer era
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enfrentar a la bestia de frente, negándose a retroceder.


Página
La hermosa y querida cara de Blaze llenó su mente. Si ella iba
a morir, al menos él sería su último pensamiento...
Alas ardientes la rodearon, devolviendo el frío de la ventisca.
El Wendigo aulló de miedo, saltando de las ardientes plumas.
Los ojos del Fénix eran soles gemelos, incandescentes con
rabia. Fuera del vasto arco de sus alas, la nieve siseó en
ondulantes nubes de vapor. Todas las plumas ardían al rojo
vivo, pero donde Rose se agachaba, en el corazón de ese
abrazo protector, no sentía nada más que un agradable y suave
calor del verano.
El Wendigo era una mancha blanca indistinta en medio de los
remolinos de vapor y nieve. Todo lo que Rose podía ver
claramente eran las luces brillantes y frías de sus ojos, fijadas
en el Fénix.
La ventisca se levantó, haciendo que los bordes de las plumas
de llama del Fénix temblaran. Vientos de invierno se quejaban
y suplicaban.
*Caza, entonces.* La voz abrasadora del Fénix no estaba
dirigida a ella. Rose solo atrapó los bordes del pensamiento,
como humo saliendo de un fuego distante. *Pero solo a tu
presa legítima.*
Las enormes cornamentas del Wendigo se hundieron. Se
inclinó, bajando al suelo.
Luego, en un remolino de nieve, desapareció.
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Página
En unos momentos, el cielo se aclaró a azul brillante.
Tentativamente, un pájaro gorjeo, y fue contestado por otro.
La luz del sol y el verano volvieron, como si nada hubiera
pasado. Barro revuelto y, por supuesto, el auto chocado,
fueron los únicos signos del ataque.
La adrenalina abandonó a Rose, cambiando de vuelta a su piel
humana. Fuertes brazos la atraparon cuando sus rodillas se
doblaron.
—Rose, Rose. —Blaze la abrazó tan fuerte como si temiera que
ella pudiera derretirse como la nieve. —Casi fue demasiado
tarde. Si hubieras estado más lejos, si hubieras ido al
aeropuerto como acordamos... llegué demasiado tarde.
—Me di cuenta de que era una trampa. —Ella se aferró a él con
la misma fiereza, necesitando tranquilizarse a sí misma de que
él estaba realmente allí, caliente y sólido bajo sus palmas. —
¡Pero pensé que era para ti, que iban a intentar atarte de
nuevo!
—No. Corbin sabe que soy demasiado fuerte para eso. Tiene
que estar tocándome para atarme, y lo mataría antes de que
termine el hechizo. —Hizo un sonido que era medio risa,
medio sollozo. —No soy yo lo que él está buscando ahora. Él te
quiere. Para hacerme rendirme voluntariamente.
—No te atrevas a hacer eso —dijo con fuerza. —Nunca, no
importa qué, ¿me escuchas? Pero, ¿cómo sabían dónde
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estaba? ¿Me estaban siguiendo?


Página
—No tienen que hacerlo. Eso es lo que resolví, y por lo qué
corrí de vuelta. ¿Recuerdas lo que el Brujo, el del ocelote,
comenzó a decir? —No puedes esconderte de nosotros. Tú o
tu... —Blaze no terminó la frase, sino que enterró su cara en su
cabello. —Rose, casi fue demasiado tarde.
—No lo fue —dijo Rose de nuevo, aunque estaba empezando a
sospechar que él no iba a salir de esta espiral de culpa por un
tiempo. —Pero todavía no entiendo.
—Corbin puede rastrear el Fénix. Y estás atada a mí, al Fénix,
compartiendo su fuego. —Sus manos se apoderaron de sus
hombros. Ella podía sentirlo temblar. —Corbin puede
encontrarte a ti también.
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Página
—Espera.
Ash no quería hacerlo. Necesitaba irse, a alguna parte, a
cualquier parte. Él nunca debería haber regresado a ella en
absoluto.
Solo le había traído dolor. La única manera de evitar lastimarla
aún más era retirarse por completo de su vida. Lo mejor que
podía hacer era irse, ahora, y nunca mirar atrás.
—Espera —dijo Rose de nuevo.
No podía ignorar la orden de su compañera.
Se detuvo con una mano en el pomo de la puerta, sin mirarla.
—Deberías dejarme ir, Rose.
—No hasta que respondas una última pregunta. —La oyó
levantarse y acercarse a él.
Incluso ahora, después de todo lo que le había hecho, sabía
que no podría soportar el dulce fuego de su toque. Se vio
obligado a volverse para mirarla, antes de que ella pudiera
alcanzar y quemar lo último de su resolución.
Ella no lo tocaba, pero aún estaba cerca, demasiado cerca. Él
presionó su espalda contra la puerta cerrada, tratando de no
sentir el calor de su cuerpo. Se concentró en las lágrimas que
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Página
brillaban contra su piel de ébano para no ver la exuberante
suavidad de sus labios entreabiertos, ni caer en la interminable
maravilla de sus ojos.
—Alguna... —Rose se detuvo, su garganta se movió mientras
tragaba. Las puntas de sus dedos anhelaban trazar esa columna
larga y elegante. —¿Alguna vez te preocupaste por mí
realmente? ¿O fue solo culpa?
Su propia garganta ardía. No estaba seguro de si quería reír o
llorar. Todo lo que él le había hecho, ¿y esto era lo que ella le
preguntaba?
—Nunca me preocupé por ti —dijo. Sus ojos se agrandaron,
pero él no había terminado. Las palabras salieron de él en un
torrente feroz y desesperado, liberándose al fin. —Te amo,
Rose. Te he amado desde el momento en que te vi por
primera vez. Siempre te amaré. Vine aquí, me quedé aquí,
porque no podía soportar estar lejos de ti. Te amo.
Ella buscó su rostro. —¿Aunque no soy tu compañera?
—No soy tu compañero. —Ella todavía no notó la corrección
sutil. —Pero tú eres mi todo.
Ella asintió, una vez, como si hubiera tomado una decisión
privada. —No quiero estar sola.
Por supuesto que no lo hacía, no después de todo lo que él le
había echado encima esta noche. Incluso ahora, su corazón se
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Página
levantó un poco ante la posibilidad de poder servirla de alguna
manera.
Alcanzó su teléfono celular de trabajo, enfundado como
siempre en su cinturón. —Podría llamar a Hayley, o...
Su mirada lo detuvo a mitad de la frase.
—Ash. —Muy deliberadamente, ella enganchó un dedo a través
de uno de sus presillas. —Eres un idiota.
Esto parecía muy probable. Su mente se había quedado
completamente en blanco. Él tropezó hacia adelante cuando
ella lo atrajo a sus brazos.
—Pero… —Comenzó, y luego olvidó por completo lo que había
estado a punto de decir mientras su mano libre se curvaba
alrededor de su nuca.
—Cállate, Ash —susurró, atrayéndolo.
Su boca presionó contra la de él, silenciándolo. Y ella era
cálida y acogedora y su compañera, y había pasado mucho,
mucho tiempo desde que él había estado en casa.
Cerró los ojos, hundiéndose profundamente en el dulce sabor
de ella. Sus labios se separaron para él, sin dudarlo, tal como
lo habían hecho hace tantos años. Ella seguía siendo tan audaz
y feroz, reclamando su lengua con la de ella, sus uñas
clavándose en la parte posterior de su cuello. Acunó su rostro,
el fuego corrió a través de él cuando sus dedos se extendieron
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Página
por la línea familiar y orgullosa de su mandíbula, el fino arco
de sus pómulos.
Apretó su agarre, manteniéndola inmóvil mientras rompía el
beso. Incluso apartar la pulgada más pequeña que sentía, era
como arrancarle el alma por la mitad una vez más. Se quemó
con la necesidad de caer de nuevo en su calor.
—Rose —jadeó, apenas capaz de respirar lo suficiente para las
palabras. —Tomé todo de ti.
Sus ojos se encontraron con los de él. —Entonces dame algo de
vuelta.
Sus dedos fuertes aún estaban enganchados en el lazo de su
cinturón. Ella lo acercó más, presionando sus caderas contra
las de él. El choque de ese contacto lo deshizo por completo.
No más restricciones. No más dudas. Ella era su único
pensamiento ahora.
El Fénix se alzó en su alma, desenfrenado, voraz. Su cuerpo se
levantó también, rápido y duro. Los ojos de Rose se abrieron
de golpe.
—Oh mi… —ella jadeó en su boca. —Ash, este es
probablemente el punto en el que necesito decirte algo. Soy
virgen.
Por un segundo, quedó completamente desconcertado, y luego
su corazón dio un vuelco.
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Página
—Nunca, en todos estos años... —Él ahogó las palabras antes de
decir demasiado. Su pulgar rozó su boca, ligeramente,
asombrado.
—Tú eres mi primero —dijo Rose, su piel de medianoche
adquiriendo un tono más cálido mientras se sonrojaba
furiosamente. —Y, um, eso no se siente como un equipo para
principiantes.
Él era su primero. Otra vez. Lo que significaba que él era su
único.
Él la besó con fuerza, profundamente, hasta que estuvo floja y
líquida en su agarre, con la cabeza inclinada hacia atrás, las
manos puestas en su camisa. Su compañera. Su Rose. Su
primera y única, como él era suyo, siempre, para siempre.
—¿Por qué fue eso? —Ella jadeó, cuando él finalmente tuvo
que separarse para tomar aire.
—Por ti. —Él la levantó en brazos. —Por ser más de lo que
merezco.
Ella se mordió el labio inferior ligeramente. —No te atrevas a
empezar de nuevo. Será mejor que me lleves al dormitorio.
Él lo hizo. La culpa que lo había atado durante tanto tiempo se
estaba convirtiendo en cenizas, quemada por el fuego que
había encendido dentro de su sangre. Una vez más, ella lo
había liberado, con una palabra, con un toque, con su amor.
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Él había regresado a ella, y nunca más la abandonaría.


Página
La puso con cuidado, tan cuidadosamente, sobre la cama. Se
estiró a su lado, apoyándose en su costado para poder besarla
de nuevo, lentamente, persistente.
Nunca antes habían tenido el tiempo para ser lentos.
Pero había tenido veinte años para soñar.
Sus sienes, los hoyuelos en sus mejillas, el lugar secreto y
sensible detrás de su oreja, los adoraba todos. Su piel era
incluso más suave de lo que recordaba, trazada con líneas finas
alrededor de sus ojos y boca. Bellas líneas, huellas de alegría y
pena y sabiduría. Su alma había formado su cuerpo, a lo largo
de los años. Ella se había vuelto más ella misma.
Ella le tocó el rabillo del ojo. —Ash —susurró ella.
Él le pasó la lengua por los dedos, saboreando la sal de sus
lágrimas. —Alegría. Son de alegría. Rose, oh Rose.
Ella se arqueó hacia él mientras él avanzaba por la gloriosa
línea de su cuello. Estaba mareado por el olor de ella, casi
borracho por el sabor de su piel. La necesidad latía con
urgencia a través de él, pero era diferente del imparable y
salvaje impulso que lo había agarrado en su primer
acoplamiento.
Ella ya era su compañera. Esto era sobre sus deseos ahora, no
sobre los instintos de sus animales.
193
Página
Y, oh, la deseaba, con la intensidad de mil soles. Ardería por
ella siempre, nunca atenuándose, con un fuego tan eterno
como el propio Fénix.
Sabiendo eso, él podría tomarse su tiempo.
Uno por uno, él desabrochó los botones de su blusa,
conteniendo la respiración mientras la exponía centímetro a
centímetro. Ella rodó para dejar que él liberara la suave tela de
su cuerpo. Él rozó las correas blancas de su sujetador,
deslizándolas hacia abajo sobre las suaves curvas de sus
hombros. En un momento un poco incómodo, Rose soltó una
risita y se retorció mientras él buscaba a tientas los ganchos
invisibles, y entonces ella estaba desnuda ante él por fin.
Todo el aliento salió fuera de sus pulmones. Bebió a la vista de
sus ricas curvas, los orgullosos y oscuros picos de sus pezones.
Sus pechos estaban más llenos ahora. Desbordarían sus palmas
con su exuberante generosidad. Solo el pensamiento lo hizo
apretar su mano en la ropa de cama, luchando por no perder
el control.
—Eres más hermosa de lo que... —Él casi se resbaló y dijo que
recordaba. —De lo que soñé.
Los ojos de Rose eran grandes y oscuros, llenos de deseo. Ella
cruzó los brazos detrás de su cabeza, arqueando la espalda en
una descarada invitación.
Eso sí rompió su control. Enterró su rostro en su riqueza,
194

gimiendo ante la suavidad, la plenitud, la insoportable


Página
perfección de sus pezones. Bromeó los brotes con la lengua,
los dedos y la palma, saboreando la forma en que se hincharon
y endurecieron bajo su toque. Su propia dureza también
creció, hasta que sus muslos se apretaron con el esfuerzo de
contenerse. Fue una agonía, una dulce agonía, pero los
deliciosos sonidos que ganó de la boca jadeante de Rose
fueron suficiente satisfacción.
—¡Ash! —Gritó ella, con la cabeza echada hacia atrás,
levantando las caderas. —¡Ash!
Había usado ese nombre durante dos décadas, y sin embargo
ahora sonaba falso en sus oídos. Él silenció su boca con la
suya, deslizando sus palmas hacia abajo sobre su estómago,
bajo la cintura ajustada de su falda. Ambos gimieron cuando él
encontró la suavidad de sus rizos, ya húmedos para él. Sus
caderas se apretaron contra su mano, sus rodillas se
extendieron, pero el ángulo era incorrecto; no podía llegar más
lejos.
Ella empujó sus hombros, aunque su boca no lo soltó. Se
apoyó en un antebrazo, levantándose lo suficientemente alto
para que sus manos pudieran bucear entre ellos. Se
desabrochó la falda, empujándola hacia abajo más allá de sus
caderas con un movimiento impaciente. El movimiento apoyó
su muslo contra su longitud rígida, y casi perdió el control allí y
entonces. Tuvo que rodar, jadeando, luchando contra su
creciente necesidad.
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Página
Rose casi deshace sus esfuerzos a horcajadas sobre él. Se había
quitado la falda y las bragas, dejándola gloriosamente,
desesperadamente desnuda. Él atrapó sus caderas,
deteniéndola un poquito por encima de él.
—He esperado mucho tiempo para esto —dijo con voz ronca.
Sus músculos se sacudieron con el esfuerzo de alejarla en lugar
de tirarla hacia abajo. —No quiero que termine demasiado
rápido.
Él se sacudió mientras ella inclinaba sus caderas
deliberadamente, rozando contra él a través de sus pantalones.
Rose sonrió con malicia hacia abajo, con un placer petulante
en sus ojos.
—Debería hacerte esperar más, ya que me hiciste esperar tanto
—dijo ella, inclinándose hacia adelante. —Pero no soy tan
paciente.
Ella reclamó su boca mientras sus dedos bajaban por los
botones de su camisa. Las chispas candentes cruzaron su visión
mientras ella pasaba sus manos sobre su pecho desnudo. Oh,
sus manos lo recordaban, a pesar de que su mente no lo hacía.
Sabían exactamente dónde tocarlo y cómo, hasta que él estaba
jadeando debajo de ella, cada músculo se anudaba.
A ciegas, él levantó la mano, tirándola hacia abajo. Con un
giro, la capturó debajo de él, presionándola contra las suaves
cubiertas. Cada centímetro de él estaba en llamas. Su piel
196

desnuda contra la suya era alivio y combustible combinados.


Página
Éxtasis que sólo provocó mayor hambre. Se deslizó por su
cuerpo, plantando besos febriles y con la boca abierta en el
estómago y los muslos.
—Oh —ella jadeó, las piernas cayendo abiertas para él. —Oh.
Allí estaba ella por fin, mejor que la memoria, mejor que los
sueños. Él se deslizó debajo de sus piernas, enganchando sus
tobillos sobre sus hombros, para poder mirarla. Sus manos
ahuecaron sus suaves nalgas, levantándola un poco,
exponiendo cada pliegue rosado y brillante. Él respiró en su
exquisito aroma, únicamente ella.
Sus muslos temblaron alrededor de su cuello, tensándose. —
¿Ash? —Dijo ella, con un poco de incertidumbre.
Si ella todavía hubiera estado conectada con él, habría sabido
su duda por lo que era, un momento de asombro abrumador y
estupefacto ante su magnificencia. Ella le estaba ofreciendo un
regalo invaluable. Era justo que lo tratara con reverencia.
Pero ella no podía leer su alma. Él no podía rodearla con sus
sentimientos, para que ella supiera tan profundamente como él
su perfección y magnificencia.
Todo lo que podía hacer era mostrarle.
Él inclinó la cabeza, deslizando la lengua a través de sus
pliegues. Disfrutó su sabor, sus suaves sonidos de placer, la
forma en que ella se abrió y floreció en respuesta a su toque.
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Página
Él rodeó su sensible brote, chupando, bromeando. A pesar de
que ella gritaba en éxtasis, sus caderas se alzaron contra él,
exigiendo más. Oh, esa era Rose, su Rose, abierta con sus
deseos, reclamando audazmente su deuda. Encantado por su
urgencia, deslizó dos dedos en sus profundidades acogedoras.
Sus muslos se apretaron con fuerza alrededor de su cabeza, tan
fuerte como su cuerpo alrededor de sus dedos. El pulso
caliente de su culminación lo llenó de feroz satisfacción.
Ella se quedó sin aliento cuando él torció sus dedos, sus
paredes internas todavía temblaban con estremecimientos
temblorosos. Él se alegraría de haberla sacado ola tras ola de
placer, pero ella se apartó.
—Dije que no soy paciente, Ash. —Empujándolo, ella se sentó,
sonrojada y brillando con sudor. —No me hagas esperar más.
Estaba tan duro que fue una lucha deshacer sus pantalones.
No pudo contener un gemido cuando su longitud confinada se
liberó de la tela por fin.
Rose respiró suave y bruscamente. Un poco tentativamente,
ella extendió la mano. Él se sacudió al primer roce de sus
dedos, la humedad rebordeando su punta. Cada toque tímido
era una agonía exquisita mientras ella lo exploraba.
Él le cogió la muñeca cuando ella comenzó a envolver sus
dedos alrededor de él. —Rose.
Se detuvo de inmediato, retirando la mano. —¿No es bueno?
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Página
Una vez más, esa leve captura de incertidumbre en su voz.
Deseaba con toda su alma que ella pudiera sentir lo que él
sentía, el efecto que ella tenía sobre él.
—Demasiado bueno —dijo con suavidad, inclinándose para
besar el pliegue preocupado en su frente. —Rose, mi Rose. Si
tan solo pudieras verte a través de mis ojos.
Su sonrisa lo deslumbró. —¿No más esperas?
—No más esperas —suspiró.
Ella podría no ser capaz de leer su alma, pero él podía leer la
de ella. Imperfectamente, a través de la vieja cicatriz
ennegrecida entre ellos, pero no necesitaba palabras para
conocer sus deseos.
Se tendió en la cama, acostado de espaldas. Una vez más, ella
se sentó a horcajadas en sus caderas, pero esta vez, no había
nada entre ellos. Él le cogió las manos, apoyándose en sus
brazos. Apoyándola constantemente, manteniéndose inmóvil,
a pesar del infierno que corría a través de su sangre.
Lentamente, enloquecedor, su calor húmedo lo envolvió. Ella
lo tomó con mucho cuidado, mordiéndose el labio en
previsión de dolor. Apretó sus propios dientes,
permaneciendo en silencio a pesar de que anhelaba asegurarle
que no la lastimaría, no podría, nunca lo haría de nuevo.
—Oh — jadeó, mientras se estiraba alrededor de él. —Oh.
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Ella lo tomó todo fácilmente, tan fácilmente. Él no podía
contenerse por más tiempo mientras sus profundidades lo
abrazaban. Él empujó hacia arriba, apretando los dedos
alrededor de los de ella, enterrándose en su cálido calor.
Ella gritó su nombre mientras él la llenaba por completo. Él
empujó de nuevo, y una vez más, su cuerpo moviéndose para
igualar el suyo, atendiendo la misma necesidad de conducir.
La atrajo hacia él, queriéndola más cerca, piel con piel. Él la
abrazó con fuerza en sus brazos, sus pechos contra su pecho,
su aliento en su boca. En ella y alrededor de ella, cuerpos
unidos en uno.
No fue suficiente.
Incluso cuando su espalda se arqueó, incluso cuando ella gritó
su nombre, incluso cuando él se vació en ella, no fue
suficiente. Estaban tan cerca cómo podían estarlo dos
personas, sin embargo, ella todavía era agonizantemente
intocable. Lo que debería haber sido un vínculo abierto entre
ellos, brillante y fuerte, yacía chamuscado, negro y muerto.
Se vertió en ella, anhelándola, esforzándose por alcanzarla a
través de esa vieja cicatriz carbonizada...
Sus ojos entornados y vidriosos de éxtasis se abrieron de golpe.
Ella lo miró fijamente, sus labios formando una sola e
imposible palabra.
—Blaze.
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Página
Antes
hace 20 años…

Blaze estaba despierto en la oscuridad, mirando a Rose


dormir. Incluso el agotamiento no podía drenar la tensión de
su cuerpo. Ella se acurrucó contra él, con un brazo sobre su
cintura, su cara presionada contra su costado. De vez en
cuando, sus dedos temblaban, aferrándose a él como para
asegurarse de que todavía estaba allí.
Él le acarició el pelo, enviando una suave tranquilidad por el
vínculo de compañeros. —Está bien —susurró —duerme, Rose.
Estoy aquí. Estás a salvo.
Era una mentira. Ella nunca estaría a salvo.
No mientras fuera su compañera.
Un suave pitido lo hizo levantar. Una luz en el teléfono del
hotel estaba parpadeando, junto a una etiqueta que decía
“Recepción”. Rose se movió con inquietud, murmurando algo.
—Shh —murmuró, apretando su agarre sobre ella. —No es
nada. Vuelve a dormir.
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Rose suspiró, relajándose de nuevo. Le tomó un segundo
retirar su propio fuego hasta el punto de poder levantar el
teléfono sin derretir el auricular. Lo buscó a tientas y lo hizo de
la manera correcta en el segundo intento.
—Señor. ¿Blaze? —Dijo una voz en tono de disculpa en su
oído. —Lamento molestarlo, señor, pero tengo una llamada
para usted.
Se frotó los ojos doloridos, tratando de concentrarse a través
de la bruma del agotamiento. —¿Una llamada? ¿Para mí?
—Sí señor. Él preguntó por usted diciendo su nombre. ¿Quiere
que lo ponga en contacto?
De repente sintió frío, a pesar del cálido cuerpo de Rose
presionado contra el suyo. —Sí.
Un clic.
—Esto es una demostración —dijo una voz gélida y familiar.
Rose se estremeció en su sueño. Se mantuvo muy quieto,
agarrando sus emociones con fuerza para evitar que se
derramaran por el vínculo de compañeros.
—Corbin —dijo.
—Estás en el Hilton en el aeropuerto de Sacramento —dijo el
Brujo, en el mismo tono objetivo. —Evidentemente reservado
bajo tu propio nombre. Viajaste allí hoy a velocidades que
sugieren un automóvil o un taxi en lugar de volar. ¿Es eso
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Página
suficiente para convencerte de lo cerca que puedo seguirte, o
debo continuar?
Blaze se obligó a respirar tranquila y uniformemente. —Dime
el nombre de mi compañera y el animal.
La más breve de las pausas. —Su identidad es irrelevante.
Puedo entenderla fácilmente, siempre, gracias al vínculo que
tontamente has forjado con ella. Al vincular sus almas, has
sellado su destino.
La opresión en su pecho se alivió un poco. Corbin aún no
sabía quién era Rose. No era mucho, dado que el Brujo
todavía podía encontrarla por medios mágicos, pero al menos
no tenían que preocuparse por métodos más mundanos.
—¿Qué quieres, Corbin? —Preguntó Blaze.
—Eso debería ser evidente por sí mismo. Tu sumisión
voluntaria.
—Nunca. No tienes influencia. Perdiste al Wendigo, tu mejor
arma contra mí. Ni siquiera tienes el elemento sorpresa. No
tendrás otra oportunidad con mi compañera.
—Todavía dejas que tu bestia piense por ti —dijo el Brujo. —En
serio, Blaze. ¿Realmente crees que puedes protegerla cada
minuto de cada día? Puedo decir que ella está durmiendo en
este mismo momento. Sabré el instante en que te rindas al
agotamiento, ten cuidado ahora. La despertarás, si no te
controlas.
203
Página
Sus dedos se clavaron en el ablandado y chamuscado plástico
del teléfono. Apretó los dientes, empujando el fuego hacia
abajo.
—Si le haces daño —susurró —si la tocas, te destruiré. Así me
lleve toda la vida, los destruiré a todos.
—Sí. —Coincidió Corbin, sin sonar en absoluto preocupado. —
Y tu compañera todavía estaría muerta.
—Pero tu estarías muerto. Este es un punto muerto. Tienes
mucho que perder.
—No me digas lo que me queda por perder —gruñó Corbin, y
su actitud culta se desvaneció para revelar el odio hirviente que
había debajo. —Ya me has quitado todo. Hice lo imposible, até
el Fénix, fui un Dios. No puedes imaginar lo que es, mantener
ese poder solo para que te lo arranquen. Lo quiero de vuelta.
Lo tendré de vuelta.
Corbin se calló. Su aliento raspó en la oreja de Blaze.
—Y si no puedo —agregó el Brujo, después de un momento, en
un tono mucho más controlado y medido de lo habitual —
entonces te quitaré todo a ti. Te enseñaré lo que significa estar
vacío por dentro, perder lo que más aprecias. No puedes
esconderte de mí. No puedes correr. No importa cuánto tarde,
mataré a tu compañera.
***
204
Página
Rose luchó por quedarse dormida, arrastrada por un fuerte y
persistente sentimiento de maldad. Se sentía fría, a pesar de la
manta cuidadosamente metida alrededor de ella. El espacio
junto a ella en la cama estaba vacío.
—¿Blaze? —Dijo ella, levantándose.
Se relajó un poco cuando su mente rozó la de ella, suave y
fugaz como un beso en su frente. Sin embargo, algo se sentía...
apagado. No estaba muy lejos, pero su presencia en su alma
era tenue y suave, como una fogata de campamento
apagándose.
—¿Qué está mal? —Ella se sentó, mirando el reloj de cabecera.
Era media mañana. Luz dorada filtrada a través de las cortinas
cerradas. —¿Qué estás haciendo?
Él no se detuvo de recoger sus pocas posesiones. —
Empacando. Hablé con el conserje. Hay un vuelo a Londres
en unas pocas horas. Me ayudó a reservarte un boleto con tu
tarjeta.
—¿Qué? —Rose arrojó las sábanas, repentinamente despierta.
—¡Pero aún no hemos descubierto cómo llevarte a bordo del
avión!
Cerró la maleta con la espalda hacia ella. Ella no podía ver su
cara. —No voy a ir.
Se levantó de la cama, contenta de haber estado demasiado
cansada para desvestirse. Ella agarró su brazo, tratando de
205
Página
jalarlo para que la mirara. Se resistió, encorvando los hombros,
sin mirarla. Sus músculos eran como hierro bajo sus dedos.
—Blaze. Blaze. —Ella no tuvo oportunidad de moverlo contra
su voluntad. Se agachó debajo de su brazo, apareciendo en el
otro lado para que estuvieran cara a cara. Ella le levantó la
barbilla, negándose a dejar que él evadiera su mirada. —¿Que
está pasando?
Por un momento él solo la miró, sin expresión, con la boca
puesta en una línea plana, ilegible. Ella lo alcanzó por el
vínculo de compañeros, pero bien podría haberse estirado
para intentar atrapar el sol. Todavía podía sentirlo, todavía
verlo, pero no podía tocarlo.
Luego dejó escapar el aire en un suspiro. Sus brazos se
cerraron alrededor de ella, acercándola a él. Su cabeza cayó
sobre la de ella.
—Corbin llamó —dijo en su pelo —él sabe que estamos aquí.
—¿Y? —Su corazón latía a través de su cuerpo, rápido y agitado.
Ella le acarició la espalda, tratando de calmarlo. —Ya sabíamos
que él podía rastrearnos.
—Hizo amenazas. Contra ti. Rose, tengo que cazarlo. —Blaze se
retiró, con las manos sobre los hombros, sosteniéndola con el
brazo extendido. —Mientras él viva, tú no estás a salvo.
206
Página
—Estaba tratando de asustarte, Blaze. Es solo otro truco para
tratar de separarnos. Él no puede tocarnos mientras
permanezcamos juntos.
Blaze negó con la cabeza, torciendo la boca en agonía. —No
puedo protegerte. No quedándome a tu lado. Rose, Corbin
todavía no sabe quién eres. Si yo... si lo detengo para que no te
rastree mágicamente, no podrá encontrarte.
Rose parpadeó. —¿Puedes hacer eso?
—Puedo. Averigüé cómo, mientras estabas durmiendo.
Blaze no se veía como un hombre que había encontrado una
manera de salir de una trampa. Su expresión le recordó a Rose
la gente que había visto huyendo de los furiosos incendios:
entumecida, con los ojos en blanco, agarrando unos tesoros
insustituibles entre sus brazos. Abandonando todo, para salvar
lo que más amaban.
Ella agarró sus brazos, con fuerza, los dedos clavándose en sus
tensos músculos. —Blaze, ¿qué no me estás diciendo?
Su pecho se sacudió con un dolor espasmódico y doloroso. —
Te... te hará daño. Terriblemente. Pero solo por un momento.
Ella no pudo evitar alejarse de él. —¡No mi cisne! ¡No te lleves
mi cisne!
—¡No! —Parecía horrorizado, como si ni siquiera se le hubiera
ocurrido que ella pudiera pensar que él quemaría a su animal.
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Página
—Eso te cambiaría, quién eres, tu naturaleza misma. Nunca
podría hacer eso.
—Entonces, ¿qué te propones hacer?
Sus ojos se cerraron por un segundo, como si le doliera. —No
puedo explicarlo. No hay tiempo, el taxi llegará en cualquier
momento para llevarte al aeropuerto... por favor, Rose. Esta es
la única manera en que puedo mantenerte segura. Confía en
mí.
Nuestro compañero, su cisne susurró en su alma. Él es nuestro
compañero. Necesitamos estar con él.
Pero ese era el instinto de un animal. Empujó su cisne a un
lado, obligándose a considerar la situación con lógica humana.
Blaze tenía razón. La situación actual era insostenible. Había
estado medio enloquecido la noche anterior por la culpa, y los
Brujos apenas habían logrado tocarla. Si algo peor sucediera...
lo destruiría.
Ella no podría ser responsable de eso. No podía enviar a su
compañero a una vida de paranoia y miedo, siempre mirando
por encima de su hombro, siempre teniendo que estar en
guardia para protegerla.
Si alguna vez iban a encontrar la felicidad, la verdadera
felicidad, ella tenía que dejarlo ir.
Sin embargo, Rose vaciló. —Dijiste que dolería.
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Página
Las yemas de sus dedos trazaban el lado de su cara, suave
como una pluma. —Solo por un segundo. —Su boca se curvó
en una extraña sonrisa vacilante que no alcanzó sus ojos. —
Entonces todo será como antes. Ni siquiera recordarás que
sucedió.
—Y después... cuando todo termine, ¿me encontrarás otra vez?
¿Estaremos juntos?
Él dudó. —Rose, Corbin todavía podrá seguirme. Si no puedo
encontrarlo, si no puedo eliminar la amenaza, estarás en
peligro si estoy contigo.
—No me importa —dijo ella con fiereza —prométeme que
volverás conmigo, pase lo que pase. Prométeme.
Él apoyó su frente contra la de ella. —Lo prometo —susurró,
muy suavemente.
Respiró hondo y se apoyó en sus hombros. Estaba tan asustada
que temblaba, pero era Blaze, su compañero. Su vida, su
corazón, su alma.
Por su bien, ella podía soportar cualquier dolor.
—Está bien —dijo ella, con la garganta seca. —Hazlo.
Arrugando la cara, se preparó para... no sabía qué. Fuego,
llamas, agonía arrebatadora.
Ella no estaba preparada para que su boca presionara contra la
de ella, feroz y desesperada. Él la besó con una intensidad aún
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Página
más apasionada que la que había tenido durante el
apareamiento, como si la reclamara de nuevo. Todo su miedo
y aprensión se desvanecieron en ese calor irresistible. Ella se
apoyó contra él, presionando contra su boca, la certeza la llenó
tan brillante como era el vínculo de compañeros.
Sin importar qué, ella era suya. Él era suyo. Por siempre.
Sus manos se deslizaron desde su rostro hasta sus hombros.
Poco a poco, a regañadientes, la apartó. Incluso cuando dio un
paso atrás, se inclinó para mantener sus labios sobre los de
ella, demorándose el mayor tiempo posible.
Cuando finalmente la soltó, ella se tambaleó. Tuvo que
apoyarse en su maleta para mantenerse de pie. Sus labios se
sintieron calientes y enrojecidos, su mente se tambaleó, todo
su cuerpo se estremeció... pero ella no se sintió diferente.
Él había dicho que ella no lo recordaría.
—¿Se acabó? —Preguntó incierta.
Blaze se había retirado hasta la puerta, sin darse la vuelta.
Buscó a tientas la manija de la puerta, sin apartar los ojos de
ella. Todos los músculos de su cuerpo estaban tensos, como si
tuviera que luchar para mantenerse donde estaba, para no
caminar hacia ella. Llamas negras ardían en sus ojos.
—Siempre te amaré —dijo.
La puerta se cerró detrás de él.
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¡No, no, no! Gritó su cisne. Ve tras él, nos necesita, ¡es nuestro
compañero!
Rose se obligó a alejarse de la puerta. Frotándose los ojos con
la mano, se obligó a mirar el papel que había dejado encima de
la maleta. Una impresión de sus horarios de vuelo e itinerario.
Mañana a esta hora, ella estaría de vuelta en Inglaterra.
Sin él.
—Sólo por un tiempo —dijo en voz alta, a la habitación vacía. —
Solo será por un tiempo. Él regresará. Él lo prometió.
Y entonces
***
Su grito desgarró los restos de su alma en jirones destrozados.
Blaze se deslizó por la puerta cerrada, con los puños
apretados, mordiéndose el labio con tanta fuerza que la sangre
le corría por la barbilla.
Tuvo que contener su propio aullido de agonía. Él no podía
dejar que ella lo escuchara, no podía hacerle saber que él
estaba allí.
Ella no sabía que él todavía estaba allí.
Ella ya no podía sentirlo. Nunca lo haría de nuevo.
Pero él todavía podía sentirla. Lo único que no podía quemar
era su propia mente. A pesar del humo, el abismo ennegrecido
211

entre ellos, ella seguía siendo su compañera.


Página
Él sabía la profundidad de su dolor. Podía sentir su confusión,
su terror. Podía sentir cómo se hundía en el suelo, agarrando
su cabeza, fragmentos de recuerdos chamuscados girando en
su mente como hojas quemadas.
—¡Mi compañero, mi compañero, mi compañero! —Gritó
Rose, y él sabía que ella ni siquiera recordaba su nombre.
Ella no lo recordaba en absoluto.
Se sentía como si todos los huesos de su cuerpo estuvieran
rotos. Se puso de pie de todos modos. Se alejó de los terribles
sonidos del dolor de su compañera.
A pesar de que ella no sabía quién era él, de igual forma
lloraba por él.
Pero no por siempre. Ella lloraría al compañero que nunca
había conocido, pero eventualmente, seguiría adelante.
Encontraría la felicidad. Se curaría.
Él nunca lo haría.
Había quemado el vínculo de compañeros.
No quedaba nada más que cenizas*.

*Por eso se cambia el nombre:


Blaze ˃ Fuego, incendio, llama.

Ash ˃ Cenizas
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Página
Ella lo miró fijamente, y fue como si de repente pudiera ver a
través del tiempo. Ella lo vio veinte años más joven, con el pelo
castaño rojizo sin una pizca de gris, la cara sin el dolor.
Todavía solemne, todavía controlado, pero con su fuego
ardiendo cerca de la superficie, iluminando sus rasgos con
calidez y poder.
Ella conocía esa cara. Sabía su nombre. Sabía quién era.
—Eres Blaze —dijo ella, aturdida.
Su rostro reflejaba su propia incredulidad. Por un momento, él
solo la miró boquiabierto, con los ojos muy abiertos por el
shock.
Luego susurró: —Lo recuerdas. —Su asombro con la boca
abierta se transformó en alegría pura y brillante. —¡Lo
recuerdas!
Él todavía la estaba sosteniendo, aun dentro de ella. Ella saltó
de él como si la hubiera quemado, luchando por retroceder
del hombre que de repente, terriblemente, no era su Ash.
—No, Rose, ¡espera! —Se sentó muy erguido, acercándose a
ella. —Sé que esto debe ser confuso, pero...
—¡No me toques!
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Página
Se detuvo ante su grito, las manos se congelaron en medio del
aire. Ella se arrastró más lejos de él, con el pecho agitado, hasta
que su espalda se apretó contra la pared. Su cabeza era como
un globo de nieve sacudido, girando con fragmentos de
recuerdos.
Recuerdos que ella había olvidado.
—Me hiciste olvidarte. —Agarró su cabeza, tratando de dar
sentido a las imágenes parpadeantes. —Quemaste mis
recuerdos, quemaste mi mente. ¡Me hiciste olvidarte!
—Era la única manera. —Sus manos todavía estaban extendidas,
los dedos abiertos hacia ella, temblando. Ella nunca había visto
su rostro tan crudo y desfigurado. Sus ojos brillaban con una
emoción demasiado profunda para nombrar. —Tuve que
quemar cada rastro de mí mismo de tu mente. Era la única
manera de evitar que Corbin pudiera encontrarte. Era la única
manera de mantenerte segura.
Se acurrucó en una bola, temblando de sorpresa. —Preferiría —
dijo ella, con la voz apagada en sus brazos, —haber muerto.
—Era la única manera de mantenerte segura —dijo de nuevo. —
Rose, oh, Rose. ¿De verdad me recuerdas?
Cerró los ojos contra una lluvia de impresiones: una ventana
cubierta de escarcha, un infierno ardiente, las paredes de un
edificio que se alejaba de las alas que se alzaban. El olor de la
tela chamuscada, la dulce quemadura de su toque. Canela y
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Página
nata, una risa, fuego que convierte la nieve en vapor. Su voz en
la oscuridad. El calor de su boca.
Blaze.
Su compañero.
—Mi compañero —dijo en voz alta.
—Sí —suspiró —Mi compañera, mi Rose, sí.
¡No es nuestro compañero! El grito de su cisne se dividió a
través del caos en su mente. Sus furiosas alas devolvían los
viejos recuerdos, luchando contra ellos, rechazándolos.
Nuestro compañero se fue, nuestro compañero nos dejó, ¡este
no es él! ¡No es nuestro compañero!
Su garganta se sentía cortada. Ella no podía hablar, ahogada
por el dolor. Ella recordó, recordó como había sido con ella.
Recordó lo brillante y feroz que había ardido en su mente,
cómo había iluminado toda su alma.
Ahora... su corazón era un desierto estéril y carbonizado. Y lo
había sido durante veinte años. Se había acurrucado sobre las
frías cenizas y se creía contenta, porque había olvidado que
alguna vez había conocido el fuego.
Ella levantó la cabeza, mirándolo. El joven al que había amado
tan apasionadamente, al mayor que había amado no menos
profundamente. Los vio a los dos a la vez. Blaze volvió a
encenderse en el rostro agotado de Ash, la esperanza ardía en
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esos ojos eternos.


Página
Ella apartó la mirada, incapaz de soportar la vista de él.
Deslizándose de la cama, ella agarró sus ropas desechadas.
—Vístete —gruñó ella, lanzándole su uniforme. —Y vete.
Cogió sus prendas, pero no hizo ningún movimiento para
ponérselas. —Rose, me recuerdas. Eso debería ser imposible,
estaba seguro de que era imposible, pero mi fuego te tocó justo
ahora, y recordaste...
Se detuvo bruscamente, conteniendo el aliento. La alegría que
transfiguraba sus rasgos severos se desvaneció, convirtiéndose
en horror.
—Diez años. —Se frotó las manos sobre la cara, ocultando su
expresión. —Perdí diez años.
—Veinte. —Rose apenas podía prender los botones de su blusa,
sus dedos temblaban tanto con rabia. —Veinte años, Ash,
Blaze, oh, por el amor de Dios, ¿cómo se supone que debo
llamarte ahora?
Dejó caer las manos de nuevo, emergiendo gris y cansado. —
Ash servirá. Así es como todos los demás me conocen,
después de todo. Y no podría haber vuelto antes. Tuve que
cazar a los Brujos, tuve que asegurarme de que ninguno de
ellos estuviera vivo antes de dirigirme hacia ti. Me tomó una
década.
Más fragmentos de recuerdos se agolparon en su cabeza:
jaulas, desesperación, el pelaje manchado de un ocelote.
216
Página
Recordó su propia furia de justicia, cómo había quemado por
llevar a los Brujos ante la justicia. Sus propias pasiones crudas y
jóvenes se apoderaron de ella, desconcertando en su
intensidad. ¿Cuándo había dejado de sentir las cosas tan
profundamente?
Cuando él quemó nuestro vínculo de compañeros.
—Bueno, al menos una cosa buena vino de esto —murmuró. —
Me alegra que hayas destruido a todos esos monstruos
malvados.
Su boca se tensó. Sus dedos se arrastraron para frotar la vieja
cicatriz alrededor de su muñeca derecha. —No lo hice. Nunca
encontré a Corbin.
Ella lo miró fijamente. —Pero volviste a mí.
—Hice una promesa —dijo en voz muy baja. Sus hombros
cayeron en un largo suspiro. —No debería haber vuelto a ti.
Nunca encontramos un rastro de él, no en todos esos años.
—¿Nosotros?
—No cacé solo. —Dudó. —¿Te acuerdas del Wendigo?
Una tormenta de nieve en julio. Carámbanos y astas. Ella se
estremeció —¿Te uniste con esa cosa?
—Él... no era lo que parecía. —Él negó con la cabeza. —De
todos modos, matamos a todos los Brujos de la base y los
rastreamos uno por uno. A excepción de Corbin. Ice, el
217
Página
Wendigo, estaba seguro de que tenía que estar muerto. Quería
renunciar a la caza. Y yo... llegué a un punto en el que no
podía soportar otro día sin ti.
Miró hacia otro lado, hacia la ropa que aún estaba sobre su
regazo. Ausentemente, alisó un pulgar sobre el escudo del
servicio de bomberos bordado en su manga. —No quise
quedarme. Solo quería saber que estabas bien. Que te habías
hecho una vida, como habías soñado. Así que vine a Inglaterra.
Encontré tu pub.
Su voz se volvió suave. —Y cuando entré por la puerta, me
sonreíste de todo corazón, como si hubieras estado
esperándome todo ese tiempo. Aunque no me conocieras.
Recordó la primera vez que lo había visto, no, no era la
primera vez, oh, esto era demasiado confuso, recordó cuando
vio a Ash por primera vez. Cómo había mirado hacia la puerta
justo antes de que él la abriera, aunque ella no había sentido a
nadie acercarse. Cómo su estómago le había dado un pequeño
y extraño giro al ver su forma alta y tranquila, incluso antes de
que ella hubiera visto su rostro. Cómo su cisne había dicho no
es nuestro compañero, como siempre lo hacía... y cómo su
corazón había dicho lo contrario.
Ese no era un recuerdo nuevo. Ella lo había usado sin
problemas, reviviéndolo noche tras noche. Tratando de
decidir si solo estaba siendo fantasiosa, o si realmente había
218
Página
sentido esa extraña chispa brillante cuando sus ojos se
encontraron.
Ahora sabía que lo había hecho.
Incluso ahora, sus anchos hombros y sus brazos definidos
encendieron un innegable calor en su vientre. Ella trató de
mirar sus manos, pero eso fue aún peor. No pudo evitar
recordar cómo esos dedos fuertes y callosos habían acariciado
su muslo interno...
Giró sobre sus talones, aclarando su garganta. —¿Podrías
ponerte unos malditos pantalones?
Para su alivio, oyó un susurro de tela. Ella fingió un intenso
interés en suavizar las arrugas en su falda, decididamente sin
mirar.
Cuando ella se arriesgó a mirar, Ash estaba sentado en el
borde de la cama, abotonándose la camisa. Y él era Ash ahora.
Era como si se hubiera puesto esa persona tranquila y
silenciosa junto con el uniforme. Ya no podía ver a Blaze en su
rostro encorvado y congelado.
De alguna manera, era aún más difícil hablar con él ahora que
estaba completamente vestido. Sentarse a su lado en la cama
habría sido demasiado íntimo, por lo que se recostó
torpemente en su cómoda. Ella se cruzó de brazos.
—Si Corbin todavía estaba allí, ¿por qué te quedaste? —Salió
agresivo, acusatorio. A ella no le importaba —Después de pasar
219
Página
por todo esto para mantenerme a salvo, me sorprende que te
hayas arriesgado a andar por ahí.
—No debería haberlo hecho. —Ash no la miró, todavía
concentrado, o, sospechaba ella, fingiendo concentrarse, en
prender sus puños. —Pero descubrí que no podía irme. No
otra vez. Me dije a mí mismo que no te estaba poniendo en
peligro, no mientras tuviera cuidado de no acercarme
demasiado a ti. Ninguno de los Brujos sabía tu nombre o
apariencia, después de todo. Traté de alejarme de ti para que,
aunque me vigilaran, los Brujos no tuvieran ningún motivo para
sospechar nada.
Por eso se había mantenido alejado de todos, se dio cuenta
Rose. Por qué había mantenido un nivel de reserva incluso del
Equipo Alfa. Si demostraba que se preocupaba por alguien, los
Brujos podrían haberlos utilizado como rehenes.
—¿Crees que te están vigilando? —Preguntó ella.
Sacudió la cabeza. —No. De lo contrario, no habría... —Hizo
un vago gesto, indicándose a sí mismo y a ella. Luego dejó
escapar una risa corta e irónica, frotándose la frente. —Y muy
probablemente habrían pasado otros veinte años con la certeza
de que había destruido nuestra relación más allá de la
reparación. Realmente soy un idiota.
—Estamos de acuerdo en una cosa, al menos —murmuró Rose.
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Página
—Rose —Él dejó caer sus manos de nuevo, apretando los
puños. Él la miró por fin, con los ojos ardiendo de intensidad.
—Lo que hice fue imperdonable. Yo sé eso. Pero si hay una
posibilidad, no importa lo pequeña que sea, de que pueda
deshacerse...
Su celular sonó.
Rose nunca había escuchado a Ash jurar antes. Incluso a
Chase le habría impresionado la forma en que había
maldecido ahora. Su mano voló automáticamente a su teléfono
celular, pero se contuvo antes de sacarlo de su funda.
—No, adelante —dijo Rose mientras el vacilaba. Ella suspiró. —
Sé que es tu tono de llamada para el trabajo.
Gruñó una última blasfemia amarga, pero respondió a la
llamada. —Comandante de bomberos Ash.
Las palabras: “más vale que esto sea una emergencia” colgaban
en el aire. Por la forma en que la cara de Ash quedó
completamente inexpresiva, lo era.
—Entendido —mordió bruscamente —en camino.
—Supongo que algo está ardiendo —dijo Rose mientras
deslizaba su teléfono de vuelta a su cinturón.
Él asintió, levantándose. —Bloque de apartamentos. Está
causando problemas incluso al Equipo Alfa. —Dudó. —Rose…
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Página
—Por supuesto que tienes que ir. —Ella lo interrumpió. Hizo
una mueca, pellizcando el puente de su nariz. Todavía le dolía
literalmente la cabeza por los nuevos recuerdos que buscaban
su atención. —Y para ser honesta, realmente necesito algo de
espacio de ti ahora mismo. Has tenido veinte años para llegar a
un acuerdo con esto. Yo no.
Él dejó escapar el aliento como si hubiera sido golpeado en el
estómago. Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, se
encontró presionada contra la pared por su cuerpo duro y
abrasador. Su mano ahuecó un lado de su cara, infinitamente
gentil, pero con una fuerza atada que la dejó sin aliento.
—Nunca más me alejaré de ti —susurró él, rozando los labios
contra los de ella. —Nunca.
Luego se fue.
Nuestro compañero se ha ido. Su cisne se afligió de pena. No
es nuestro compañero, ya no está. Nuestro compañero se ha
ido.
La habitación parecía repentinamente fría y estéril. No podía
soportar siquiera mirar la cama arrugada, y mucho menos
arreglarla.
Ella huyó a su sala de estar, pero eso era igual malo. Las dos
sillas opuestas entre sí, las dos copas vacías sobre la mesa,
incluso las imágenes en las paredes... en todos los lugares en
que se daba vuelta, se acordaba de él.
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Página
Los recuerdos brillaban en su mente, agudos e irregulares,
amenazantes.
—Té —dijo en voz alta, para luchar contra los susurros
crecientes. —Eso es lo que necesito. Una buena taza de té.
Eso es lo que haces cuando el mundo se está derrumbando a
tu alrededor. Preparas té.
El primer escalón de la escalera oscura casi la deshizo: tropezó
y, de repente, vio otra escalera, un descenso hacia lo
desconocido. Se agarró a la barandilla, apretando los dedos
alrededor de madera lisa y desgastada.
No era metal frío. Ella no estaba allí. No estaba buscando en
esa terrible prisión, sintiendo el tirón del vínculo con cada
latido de su corazón...
—Té —dijo de nuevo, su voz delgada y pánico en la oscuridad.
Su cisne envolvió alas reconfortantes a su alrededor.
Aferrándose a su animal como un niño que agarra un oso de
peluche, Rose se tambaleó hacia la cocina.
Taza, hervidor, tetera. El ritual familiar era calmante. Esto era
algo que podía hacer sin pensar.
Ella no podía pensar. No quería.
Ella envolvió sus manos alrededor de la taza caliente...
Su palma caliente presionando contra la suya, entrelazando los
223

dedos...
Página
Y la dejó caer.
La taza se estrelló contra el suelo de baldosas. Salpicando
liquido caliente, solo faltaban sus pies descalzos.
Su cisne silbó ante los atestados recuerdos, haciéndolos
retroceder. Rose respiró hondo, estremeciéndose. Luego se
arrodilló para recoger los pedazos rotos.
Estaba limpiando lo último del derrame cuando oyó que la
puerta delantera se abría con un crujido. Su corazón dio un
vuelco, pero luego captó un remolino de emociones mezcladas
de quienquiera que había entrado en el pub. No podía ser
Ash. Ella nunca había podido sentirlo.
Excepto, por supuesto, que lo hizo. Hace veinte años, él había
sido la única persona que ella podía sentir. Él había cambiado
eso, lo había cambiado todo. Ella había ganado su extraño
poder empático en el momento exacto en que él había
quemado su alma. Desde que había perdido el vínculo de
compañeros, su mente agitada había estado tratando
desesperadamente de conectarse con alguien, con todo, con
todos...
Ella se estremeció alejándose del descubrimiento. Podría
haber ido con su sentido empático para identificar a su
visitante, pero de repente ya no quería usar su retorcida
habilidad nunca más. Ella se pasó apresuradamente las manos
a través de la cara para contener las traidoras lágrimas.
224
Página
—Lo siento —comenzó mientras entraba en la sala principal de
su pub. —Pero está cerrado esta noche, ¿Wayne?
Por un segundo ella no estuvo completamente segura que era
él. Su espalda estaba acurrucada en un modo que parecía
doloroso, sus manos rígidas casi al mismo nivel que sus
rodillas. Su sombrero raído escondía sus ojos, pero no pudo
ocultar la línea distorsionada de su mandíbula. Dientes
prominentes y dentados forzaban su boca en un gruñido
permanente, medio abierto. Saliva goteaba por su barba
enmarañada y gris.
—Wayne, ¿qué pasó? —Rose se apresuró alrededor de la barra,
acercándose a él mientras se balanceaba. —Siéntate. Necesitas
un médico, un médico shifter, ahora mismo. Llamaré a Hugh.
—¡No! —Salió más como un ladrido que como una voz
humana. —Rose... lo siento.
Levantó la cabeza y Rose se quedó sin aliento, retrocediendo.
Los ojos del lobo brillaban amarillos en su rostro medio
desencajado, lleno de vergüenza y agonía.
—Corre —Wayne gruñó, sus colmillos cortando sus labios. —
¡Corre!
Demasiado tarde, ella vio su brazo derecho descubierto... y el
intrincado tatuaje que lo rodeaba.
Rebosantes runas negras, bordeadas de carmesí donde cortaba
su piel...
225
Página
Ella conocía esas marcas. Ahora ella las reconocía.
Intentó volverse, huir, pero sus pies estaban pegados al suelo.
Cuerdas de luz escarlata se retorcían alrededor de sus tobillos,
sujetándola rápidamente. Wayne gimió de dolor cuando las
luces brillantes se extendieron rápidamente para atar todo su
cuerpo.
Su cisne latía dentro de su corazón, pero la jaula mágica la
tenía atrapada en su propia piel. Ella no podía moverse, no
podía mover ni un solo músculo.
La puerta principal de su pub crujió de nuevo.
Un hombre se adelantó. Era alto, delgado y viejo, con el fino
cabello blanco cepillado en una frente alta. Detrás de sus gafas
académicas, sus ojos grises eran fríos como un cielo de
invierno. Una luz roja como la sangre se movía alrededor de su
mano izquierda, las runas que corrían por su brazo brillaban
con poder.
Ella nunca lo había visto antes... pero sabía quién era él.
—La compañera del Fénix —dijo Corbin —al fin nos
encontramos.
226
Página
—Reporte —espetó Ash, en el momento en que sus botas
tocaron el suelo.
—Es un maldito desastre —dijo Hugh sucintamente, sin mirar a
su paciente.
Ash puso un ojo experto sobre la escena. Toda la planta baja
del bloque de apartamentos de poca altura estaba en llamas, y
salía humo negro y espeso de las ventanas destrozadas por el
calor. Un incendio de esta magnitud necesitaba a todo el
departamento: tres equipos completos ya estaban combatiendo
el incendio. Detrás de Hugh, varios otros paramédicos estaban
controlando frenéticamente a una docena de víctimas
atontadas y conmocionadas.
Afortunadamente, todos los no shifters estaban demasiado
preocupados como para haber notado su abrupta llegada. El
actual oficial a cargo, un bombero fuerte, capaz y
completamente humano, estaba de espaldas, atareado
ladrando órdenes a una radio. Ash sabía que se podía confiar
en él para coordinar los esfuerzos mundanos para apagar las
llamas.
Pero el oficial no sabía sobre los otros esfuerzos.
Ash se acercó con su mente. *Informe* dijo de nuevo, pero
227

no en voz alta esta vez.


Página
El remolino tormentoso de la mente de Chase lo tocó. *Griff y
yo hemos limpiado los pisos superiores. Hemos sacado
volando a la gente.*
—Es por eso que tengo seis lesionados aquí abajo gritando
locuras porque fueron invadidos por monstruos invisibles que
los succionaron —murmuró Hugh en voz baja, claramente
escuchando la conversación telepática. —Vamos a tener mucho
que limpiar más tarde.
Ash reprimió una mueca. Siempre odiaba tener que borrar los
recuerdos de personas comunes que habían presenciado el
trabajo del Equipo Alfa. *Chase, ¿está vacío el edificio?*
*No.* El tono de Chase fue extrañamente sombrío. *Puedo
sentir a dos personas atrapadas en el segundo piso. Están
completamente rodeados de fuego, no podemos llegar a ellos
ni siquiera con equipo de protección.*
Ash amplió el canal psíquico. *¿Daifydd?*
—Aquí. —La suave voz galesa de Dai vino, inesperadamente,
desde cerca de una de las ambulancias. Despidió al
paramédico que había estado trabajando en él, y se acercó. El
hollín manchaba su cara. Un lado de su chaqueta de uniforme
estaba en jirones ennegrecidos.
—Ya traté de alcanzarlos. —Dai indicó la quemadura
desagradable que se mostraba a través del agujero chamuscado
en su equipo de asistencia. —Se puede ver lo bien que salió.
228
Página
El largo hábito evitó que Ash mostrara alguna alarma. Pero
ahora sabía por qué había sido convocado con tanta urgencia.
Como un Dragón Rojo, Dai era inmune a cualquier fuego
normal. Que las llamas pudieran chamuscarlo a él...
—¿Estamos tratando con un dragón rebelde aquí? —Murmuró,
bajando la voz en caso de que alguna de las víctimas cercanas
estuviera más alerta de lo que parecía.
Dai negó con la cabeza, con la boca en una línea de
preocupación. —Es demasiado intenso incluso para el fuego de
dragón. Podría ser un hellhound, supongo, pero... algo de esto
no se siente bien, Comandante. No se está comportando como
ningún fuego que haya visto. Y John no puede llamar la lluvia.
Ash observó la forma imponente de John, iluminada por el
feroz brillo naranja. El Dragón Marino parecía estar ocupado
colocando una manguera para los bomberos de primera línea,
pero Ash sabía que su enfoque real estaba en una tarea
completamente diferente. Estaba demasiado lejos para poder
distinguir las palabras que John estaba cantando, pero podía
decir por la línea tensa de sus hombros, por no mencionar el
hecho de que el cielo todavía estaba despejado por encima de
la cabeza, que la magia del Dragón de Mar no iba bien.
Ash decidió no romper la concentración de John por ahora.
La primera prioridad tenía que ser rescatar a las víctimas
atrapadas. Después de eso, podrían preocuparse por contener
y eliminar el incendio.
229
Página
—Voy a despejar el camino —le dijo a Dai. —¿Estás en
condiciones de sacar a las víctimas?
La mandíbula de Dai se apretó con dolor mientras flexionaba
su brazo quemado, pero asintió. —Listo cuando tú lo estés.
Ash liberó su control.
El Fénix salió de su alma, más brillante que el infierno. Hugh
se protegió los ojos con una maldición murmurada, aunque
ninguno de los humanos cercanos reaccionó. Los shifters
míticos siempre podían verse, pero en esta forma era invisible
para los ojos mundanos a menos que quisiera que lo vean.
Prefería ser discreto cuando tenía que usar sus poderes. No era
exactamente deseable que los bomberos regulares vieran a su
Comandante pasear sin protección en un edificio en llamas,
después de todo. Le costó bastante hacer cumplir las normas
de seguridad como estaban.
Se lanzó en picado por el aire, pasando sin ser visto sobre las
cabezas de los bomberos que aún luchaban por controlar las
llamas. Levantaron la vista con inquietud, sintiendo su calor
incluso a través de su equipo de seguridad. Dai los empujó,
aprovechando la distracción para entrar en el edificio sin ser
visto. El shifter Dragón desapareció en el humo ondulante.
El fuego le susurró como un amante. Él sabía que no debía
tratar de resistirse.
En cambio, extendió sus alas de par en par, abrazándolo.
230
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Un equipo de bomberos se dispersó, retrocediendo, cuando el
fuego se levantó de nuevo. Sus propias plumas ardientes
también se encendieron, haciéndose eco de las llamas
triunfantes. El hambre feroz del infierno era solo un eco pálido
del suyo propio. Para transformar la materia opaca en luz,
brillar en la oscuridad, quemar...
Ash enfocó su voluntad, pero no en el fuego.
Él no controlaba el fuego. Él nunca lo hizo. Todo lo que podía
controlar era a sí mismo.
Eso era lo que nadie había entendido, ni siquiera Corbin. Él
era el Fénix, y el Fénix era la llama eterna, y por eso el era el
fuego.
Forzó sus propios deseos furiosos, y el infierno también se
apagó a regañadientes. Se calmó, y las llamas también se
calmaron, permitiendo que Dai corriera a través de ellas.
Era más difícil de lo normal mantener su control. Al principio,
pensó que era solo debido a su mente inquieta... pero no era
solo el embriagador recuerdo del cuerpo de Rose contra el
suyo lo que hacía difícil mantener su disciplina.
Dai tenía razón. Este fuego era extraño. Luchaba contra él,
silbando con malicia. Enviaba chispas a su alma, tratando de
reavivar sus propios instintos destructivos. Era como si tuviera
voluntad propia.
231
Página
O como si la voluntad de alguien más lo estuviera
conduciendo.
La voluntad de alguien más lo estaba manejando. Una
voluntad que reconoció.
¿Cómo podría no hacerlo, cuando había estado atado a ella
durante tanto tiempo?
*Date prisa* le envió a Dai, luchando contra la rabia y el terror
que se alzaba en su corazón. *Esto no es un incendio. Es una
distracción.*
232
Página
Rose no podía ni mover un músculo mientras Corbin la
rodeaba. Los labios del Brujo se fruncieron como si fuera una
pieza de arte moderno particularmente desconcertante.
—No es exactamente lo que esperaba —dijo Corbin. La piel de
Rose se arrastró cuando su mano izquierda se cerró alrededor
de su muñeca derecha. —Pero servirás a mi propósito.
El Brujo miró a Wayne. —Tú, por otro lado, ya no eres útil.
Las runas tatuadas en el brazo del shifter lobo se encendieron
al rojo vivo. Las fauces medio transformadas de Wayne se
abrieron de par en par en un aullido de agonía, pero solo
brevemente.
Mantenida inmóvil por la magia de Corbin, Rose ni siquiera
pudo cerrar los ojos. Todo lo que podía hacer era mirar,
impotente, mientras Wayne se derrumbaba sobre sí mismo,
encogiéndose como si todos sus fluidos vitales estuvieran
siendo absorbidos. En segundos, no era más que un puñado
de polvo ceniciento.
Corbin respiró bruscamente cuando la ropa vacía de Wayne se
derrumbó en el suelo. Cerró los ojos por un momento, como
un fumador saboreando la última calada de un cigarrillo.
233
Página
Luego su boca delgada se torció con insatisfacción. —Que
rápido se desvanece.
Las runas en su brazo izquierdo se estaban atenuando,
convirtiéndose en meras líneas de tinta en su piel. Las cuerdas
brillantes que la sujetaban también se estaban desvaneciendo.
Podía mover los dedos, los dedos de los pies. Se tensó,
esforzándose contra las restricciones que se aflojaban.
Pero antes de que pudiera liberarse, la mano de Corbin se
apretó alrededor de su muñeca. —Vamos a ver lo que tienes,
compañera del Fénix.
Un dolor abrasador envolvió su brazo, pero no era nada
comparado con la agonía que le desgarró el alma. Se sentía
como si el Brujo hubiera roto su pecho, hundiendo su mano
en su corazón. Su cisne chilló de terror cuando el Brujo se
cerró alrededor de ella como un puño.
Las cejas de Corbin se alzaron. La miró como si realmente la
viera por primera vez. —Tan fuerte. Interesante. Aunque
quizás no debería sorprenderme.
Él abrió su mano de nuevo, soltando su brazo, pero no su
agarre en su mente. Mal, mal, el tener a alguien más tocando a
su animal, tocando su alma. Este no era el vínculo de
compañeros, un compartir de fuerzas en forma voluntaria.
Esto era alguien que se acercaba y tomaba, y se aferraba con
avidez a su cisne como un parásito vil.
234
Página
Corbin levantó su mano izquierda, flexionando
experimentalmente sus dedos. Rose jadeó cuando mil agujas se
clavaron en su brazo derecho. Su cisne se sacudió en pánico,
solo cortándose a sí misma en las runas afiladas que la ataban.
Cada latido de su corazón se sentía como si estuviera
bombeando su sangre al cuerpo de otra persona.
—Muy interesante —murmuró Corbin, estudiando la oscuridad
humeante y negra que rodeaba sus dedos.
Rose cayó de rodillas, agarrando su ardiente muñeca. Las
runas apenas eran visibles contra su profunda piel negra, pero
podía sentir cada filo afilado presionando su carne. Su cisne se
estremeció, temblando.
—Te aconsejo que no luches —dijo Corbin en un tono
desinteresado, como si no le importara si lo hacía o no. —Sólo
te harás daño. Soy el único hombre que ha atado el Fénix,
después de todo. Sostenerte es un juego de niños en
comparación.
Rose lamió sus labios secos, luchando por formar palabras.
Era difícil pensar con la angustia de su cisne sacudiendo los
cimientos de su mente.
—Has cometido un error —dijo con voz ronca. —No soy su
compañera.
—De hecho no. —Corbin se apoyó en la barra, considerándola
pensativamente. —No hay un destello de fuego dentro de ti. Él
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Página
realmente destruyó tu vínculo. Bien. Supongo que cualquier
animal masticaría su propia pierna para escapar de una trampa.
—Eso es correcto. —Rose se inspiró en todos sus sentimientos
reprimidos de traición y enojo, rezando para que le dieran
fuerza a la mentira. —No hay nada entre nosotros. Estás
perdiendo tu tiempo. Él no vendrá por mí.
La boca de Corbin se curvó en la más fina de las sonrisas. Se
apartó de ella, frente a la puerta.
—Él lo hará —dijo — debe hacerlo.
Rose había visto a Ash en su forma cambiada antes. Lo había
visto liberado, volando sobre un cielo azul veraniego. Ella lo
había visto sin ataduras, aumentando con furia desde la prisión
que lo había retenido.
Pero nunca antes había visto al Fénix realmente desatado.
La vieja puerta de roble explotó como si fuera golpeada por un
meteorito. Toda la pared frontal del pub simplemente
desapareció, la piedra se evaporó instantáneamente por un
calor inimaginable.
Vino como un sol que cae, como la ira del cielo, como el fin
del mundo. Incluso las sombras se consumieron como nada
ante él. Llenó la habitación con furia candente, sus alas se
curvaron para atrapar a Corbin en un círculo de llamas. El gran
pico se abrió, haciendo estallar al Brujo con un grito de rabia
sin palabras y abrasador.
236
Página
El Brujo inclinó la cabeza hacia atrás, mirando al Fénix sin
inmutarse. Los bordes de su túnica ardían. —Hablaremos
cuando puedas hacerlo como un hombre en lugar de una
bestia, Blaze.
El fuego se arremolinó, condensándose en forma humana. Ash
se quedó allí, iluminado por el infierno. Las llamas eran tan
brillantes que solo era una silueta oscura, con la cara oculta.
—Libera a mi compañera —dijo.
—No —respondió Corbin, con bastante calma.
Rose intentó moverse, gritar, pero las runas le mordieron el
brazo. Corbin ni siquiera la miró, pero su mandíbula se cerró
con fuerza, atada por la voluntad del Brujo. Todo lo que podía
hacer era mirar.
El fuego se extendió detrás de Ash como alas desplegándose.
—Libera a mi compañera ahora.
—¿O qué, Blaze? ¿Me quemarás? —Corbin negó con la cabeza.
—Si yo muero, ella muere conmigo.
—No si la libero primero.
—Adelante. —El Brujo se apartó a un lado, barriendo su mano
en dirección a Rose en invitación. —Ahí está ella. No puedo
detenerte. Quema su animal.
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Página
¡No! Rose gritó en silencio, mientras la cabeza de Ash giraba
en su dirección. No, mátalo, mátanos a los dos. Toma mi vida,
pero no tomes quien soy.
Ash se quedó allí, inmóvil. Corbin se echó a reír.
—Sabía que no serías capaz de hacerlo —dijo el Brujo con una
sonrisa fea y complaciente. —Solo queda una opción, Blaze.
Incluso yo, solo puedo vincularme con un shifter a la vez.
Entonces, ¿quién será? Ella o tú.
Las llamas murieron, todas a la vez. En la repentina oscuridad,
oyó hablar a Ash.
—Yo.
¡No, no, no! Rose gritó en su mente, y luego, cuando las
ataduras alrededor de su cisne se aflojaron y cayeron: —¡NO!
Demasiado tarde. Las runas que envolvían su brazo derecho
brillaron y se desvanecieron cuando el Brujo la liberó. La
repentina falta de dolor fue un alivio tan intenso que todos los
músculos de su cuerpo se aflojaron. Por un momento, todo lo
que pudo hacer fue jadear, como si se hubiera estado
ahogando.
—¡Sí, sí! —El fuego estalló de nuevo, no la llama blanca y pura
de Ash, sino el infierno demoníaco. Se enroscó alrededor de la
mano levantada de Corbin, iluminando su rostro con un brillo
naranja funesto.
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Página
El Brujo echó la cabeza hacia atrás, con una expresión
transfigurada en felicidad. —¡Mi poder, es mío de nuevo al fin,
sí!
Rose trató de levantarse, de lanzarse al Brujo mientras él
todavía estaba distraído, pero sus extremidades aún estaban
temblorosas por la conmoción. Tuvo que agarrarse a la barra
para mantenerse en pie. Buscó a tientas algo para lanzarle al
Brujo. Un vaso de pinta, una botella, cualquier cosa.
Una suave risa congeló su mano.
No vino de Corbin.
Las runas se enrollan alrededor del antebrazo de Ash, en la
parte superior de la vieja cicatriz. Había caído de rodillas a los
pies del Brujo, con las manos apoyadas en los escombros, con
la cabeza colgando. La sangre se deslizaba por su muñeca,
extendiéndose por el piso ennegrecido.
Sin embargo, aun así se reía.
Los brazos de Corbin cayeron de su exultante pose. Él frunció
el ceño a Ash con recelo. —¿Qué?
Lentamente, como si luchara contra un gran peso, Ash levantó
la cabeza. —Has cometido un error.
Corbin torció los dedos, y Ash se sacudió como si le golpearan
los hombros con un latigazo. —No puedes luchar contra mi
voluntad. Eres mío otra vez.
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—Sí. —Los dientes de Ash se mostraron en una sonrisa
triunfante y agonizante. —Pero ellos no lo son.
Escamas rojas llenaban el agujero en la pared. Rose se agachó
instintivamente, cubriéndose la cabeza, mientras una enorme
cabeza con cuernos empujaba a través de las piedras
carbonizadas. Ojos esmeralda y rayados como los de un gato
se estrecharon cuando se centraron en Corbin.
—¡Ahora, Dai! —Gritó Ash.
—¡No! —Gritó Rose, mientras el dragón rojo tomaba aire.
El pánico le dio fuerza. Corrió hacia adelante, lanzándose
delante de las fauces abiertas.
Los ojos del Dragón se ensancharon. Su boca se cerró de
golpe, el humo salió de las fosas nasales cuando apagó su
llama.
—¡Rose, muévete! —Ash gritó. —¡Apártate del camino!
Rose se mantuvo firme, sin dejar que el Dragón Rojo tuviera
una línea de visión limpia en el Brujo. Con un gruñido, Dai
retrocedió. Una forma blanca y reluciente saltó por el hueco,
empujando más allá de Rose. El Unicornio niveló su cuerno en
Corbin, la longitud luminosa brillante como un rayo.
—¡No, Hugh! —Rose arrojó sus brazos alrededor del cuello del
unicornio, agarrando su melena. —¡Si lo matas, Ash también
muere!
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Página
La cabeza del Unicornio se alzó bruscamente. Se quedó
mirando a Ash, aplanando las orejas. Un casco de plata pisó el
suelo con indecisión.
—¡Solo mátalo! —La voz de Ash se quebró con desesperación.
—Rose. —La profunda voz de John sacudió sus huesos. Sus
enormes manos se cerraron sobre sus brazos, levantándola tan
fácilmente como si fuera una niña. —Tienes que irte.
—¡No, no, no! —Rose trató de recuperarse en el momento en
que la soltó, pero un ala negra reluciente se lo impidió. —
¡Chase!
El Pegaso resopló, empujándola hacia el agujero en la pared.
Luego giró en redondo, flanqueando a John. Un gran Grifo
dorado custodiaba el otro lado del Dragón Marino, ágil y
poderoso. La cabeza con cuernos del Dragón Rojo se alzaba
sobre todos, con los labios alejados de los afilados colmillos.
Los shifters míticos se desplegaron, atrapando a Corbin.
—Te daremos una oportunidad, gusano sin honor. —Aunque
John todavía estaba en forma humana, no parecía menos
peligroso que sus camaradas cambiados. —Libera a nuestro
Comandante, o no vivirás lo suficiente como para pedir una
muerte limpia.
—Equipo Alfa —murmuró el Brujo, como si John no hubiera
hablado. Sus ojos grises barrieron a los amenazadores shifters,
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Página
deteniéndose en cada uno de ellos a su vez. —Dragón. Pegaso.
Grifo. Dragón Marino. Unicornio. Los trajiste a todos.
Corbin levantó ambas manos. La respiración de Ash silbó
entre sus dientes cuando las runas del Brujo se iluminaron.
—No seas tonto, Corbin. —La mano izquierda de Ash estaba
apretada en su muñeca derecha. La sangre fluía sobre sus
dedos en una corriente constante. —Incluso con mi poder, no
puedes esperar derrotarlos a todos, no juntos. No conmigo
luchando sobre tu control con toda mi voluntad.
—Cierto —dijo el Brujo, la luz recogiéndose en sus palmas.
Extendió sus dedos, cada uno delineado con fuego abrasador
de ojos. —No puedo.
Cortó sus manos hacia abajo.
Diez portales brillantes se abrieron en el aire.
—No viniste solo —dijo Corbin, sonriendo, mientras figuras con
túnicas oscuras surcaban los portales. —Yo tampoco.
242
Página
Se despertó temblando. Habían pasado tantas décadas desde la
última vez que había tenido frío, por un momento pensó que
el suelo estaba temblando. Pero no, él estaba temblando, sus
huesos eran como fragmentos de hielo. Solo las más cortas
brasas de la llama eterna brillaban en la oscuridad de su alma.
—Estás despierto —dijo una voz odiada y familiar. —Bien. Temí
haber incluso probado los límites del Fénix.
Con gran esfuerzo, Ash logró levantar su cabeza a una pulgada
del piso de concreto. Barras de hierro cruzaban su campo de
visión.
Corbin estaba sentado a gusto fuera de la jaula, con el pie
cruzado sobre una rodilla y un vaso de agua helada en la
mano. El Brujo había cambiado sus habituales y pesadas
túnicas negras por unas de seda, holgadas y sueltas. A pesar de
sus prendas ligeras, un leve brillo de sudor brillaba en su frente
arrugada.
Hace calor, se dio cuenta Ash. La jaula se encontraba en un
patio ajardinado, las paredes tapadas por enredaderas crecidas.
Un feroz sol tropical brillaba en lo alto de un cielo azul
perfecto. Débilmente, era consciente de que el calor le
golpeaba la nuca, pero no tocaba el frío que lo llenaba.
243
Página
Corbin nunca lo había drenado tanto antes. Se sentía débil y
tembloroso, como si despertara de una fiebre. Todo lo que
paso después de que Corbin había usado su poder para
convocar a los otros Brujos era un borrón confuso. Todo lo
que podía recordar era fuego, gritos, alas negras cortando el
humo creciente...
—¿Dónde? —Raspó.
—Parecía apropiado celebrar nuestra reunión tomando unas
vacaciones únicas en la vida. —Corbin tomó un sorbo de su
bebida. —Estoy impresionado, Blaze. Transportar a tanta gente
al otro lado del planeta habría matado a cualquier shifter
menor. Y sin embargo, te has recuperado incluso más rápido
de lo que calculé.
—No. —Dolorosamente, Ash se puso de pie. Tuvo que agarrar
las barras de hierro para permanecer de pie. —¿Donde esta
ella?
—Ah, sí. —El Brujo sonrió levemente. —Tu quemaste su
vínculo de compañeros. No puedes sentirla, ¿verdad?
Corbin estaba equivocado. Aunque Ash había chamuscado el
lado de Rose de la conexión hasta cenizas carbonizadas, no
había poder en la tierra, ni siquiera el suyo, que pudiera
destruir su amor por ella. Ella siempre sería su compañera.
Ash concentrado, se volcó a su interior. En su estado
debilitado, el vínculo de compañeros era tenue como una vela
244
Página
lejana, pero ella estaba allí. Ella ardía resueltamente en su
corazón, un solo punto de luz desafiante.
Se hundió contra los barrotes de alivio. —Puedo sentir lo
suficiente como para saber que ella está a salvo. No la tienes.
El más leve parpadeo de molestia apareció en el rostro de
Corbin. El Brujo lo sofocó rápidamente, pero Ash sabía que
Corbin había esperado usar falsas amenazas contra Rose para
mantenerlo obediente.
—La cisne es irrelevante —dijo Corbin, levantándose. La puerta
de la jaula se abrió al tocarla. —Déjame mostrarte lo que tengo.
Ash apretó la mandíbula cuando la atadura lo mordió. Él
permitió que lo tirara detrás del Brujo. No tiene sentido perder
su limitada fuerza luchando ahora. Tenía que ser paciente, y
esperar su momento.
El patio era más grande de lo que Ash había podido ver desde
dentro de la jaula. Estaba cubierto de enredaderas y maleza,
pero en algún momento parecía que se trató de algún tipo de
lugar privado. Los altos muros de piedra estaban revestidos de
jaulas y cerramientos; algunas lo suficientemente grandes para
un oso o un gato grande, la mayoría diseñadas para contener
criaturas más pequeñas.
Corbin abrió el camino por la fila. Un Brujo de túnica negra
estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo, fuera de la
gran jaula, a cierta distancia, encorvado sobre una
245
Página
computadora portátil. De vez en cuando soltaba una risita
encantada.
—¿Progreso? —Le preguntó Corbin al hombre.
El Brujo levantó la cabeza. Sus ojos brillaban en oro puro, sin
blanco ni pupila.
—Puedo ver todo —dijo soñadoramente. —Patrones en los
datos. Conexiones que nunca imaginé. Es tan obvio ahora.
Dame una semana con este poder, y veré la trama misma del
universo.
Sus palabras inundaron a Ash. Su atención se fijó más allá del
Brujo, en el oscuro interior de la jaula.
—Griff —suspiró.
El Grifo estaba tendido en el suelo, con las alas extendidas
como abanicos rotos. Muchas de las largas plumas doradas
estaban chamuscadas y ennegrecidas. Sus ojos estaban
cerrados, pero su pico se abría, sus costados enrojecidos se
agitaban por respirar. Sus garras se apretaban
espasmódicamente, rastrillando surcos en el hormigón.
Ash intentó contactarlo telepáticamente, pero se encontró con
las espinas del vínculo. No podía ir más allá de su propia
mente. Todo lo que pudo hacer fue apretar sus puños en vano
contra los barrotes que aprisionaban a su amigo.
—Sí, sí, muy bien —le decía Corbin al otro Brujo con un toque
246

de impaciencia. —¿Algo útil?


Página
El Brujo se encogió de hombros. —Oh, ya he resuelto cómo
aumentar diez veces la potencia de nuestros hechizos de
enlace. Juego de niños. —Su mirada dorada volvió a la pantalla
de su computadora portátil de nuevo. —Todo es tan obvio.
¿Por qué nunca lo vi antes?
—No tenías la fuente de poder correcta —dijo Corbin. Sus
labios se adelgazaron mientras miraba al inconsciente Grifo. —
Asegúrate de racionarte y dale tiempo a tu familiar para
recuperarse. Es un recurso único, que no debe gastarse
demasiado rápido.
—Sí, Gran Mago —dijo el Brujo vagamente, perdido una vez
más en su investigación. —Solo necesito ver un poco más...
Corbin dejó escapar un suspiro de irritación, pero no
reprendió al hombre más. Continuó, y el vínculo obligó a Ash
a ponerse detrás de él.
Ya sabía lo que encontrarían en las otras jaulas.
John habría llenado todo el patio en su forma nativa de Dragón
de Mar. Incluso en su forma humana, no podía pararse
derecho en su jaula. Pero eso no detuvo su frenética y
enloquecida marcha, adelante y atrás, encorvado era casi el
doble en el pequeño recinto. Por los moretones que le
rasgaban la cara y los brazos desnudos, Ash supuso que John
debía haberse tirado a los barrotes de hierro hasta que su
Brujo le prohibió hacerlo.
247
Página
Los ojos índigo del Dragón Marino se encontraron con los
suyos, medio salvajes y agonizantes. John cantó algo en su
propio idioma, tres acordes de pura miseria.
El corazón de Ash se contrajo. John ya había perdido el habla
humana. El Dragón de Mar había nacido para la libertad de
todo el océano, su alma era más Dragón que hombre. Ser
cruelmente atado a una voluntad extraña, constreñido y
vinculado... se volvería loco incluso más rápido que un shifter
terrestre.
—Resiste, John —susurró Ash cuando Corbin lo arrastró. —
Resiste.
Dai estaba en la siguiente jaula, también en forma humana.
Parecía aguantar mejor que John, aunque estaba sentado
acurrucado con sus brazos alrededor de sus rodillas, con los
músculos anudados. Al ver a Ash, se puso de pie,
apresurándose hacia el frente de su jaula. Las runas negras de
su atadura sobresalían rígidas en su antebrazo.
—Comandante. —Los ojos de Dai estaban alargados como los
de un gato y de color esmeralda, ardiendo con fuego de
Dragón. —¿Estás bien?
Ash se acercó a él, pero ambos se echaron hacia atrás,
simultáneamente arrastrados por sus respectivas ataduras. Dai
siseó de dolor, escamas rojas ondeando a los lados de su
cuello.
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—Sin cambios, bestia —ordenó un Brujo cercano, sin mirar a su
alrededor. Brillantes llamas naranjas se movían alrededor de
sus manos en alto, reuniéndose en una esfera en llamas. Sin
previo aviso, lanzó la bola de fuego, no a Dai, sino a otro Brujo
en el patio.
Surgió una pared de agua. La bola de fuego silbó
inofensivamente en vapor. El segundo Brujo se echó a reír
mientras la ola salpicaba de nuevo al suelo.
—¿Eso es todo lo que tienes? —Se burló de su colega. —Te dije
que un Dragón de Mar sería más poderoso. Pero nooooo,
tenías que tener al Dragón de Fuego.
El primer Brujo dejó caer sus manos, viéndose contrariado. —
Mi familiar todavía está peleando conmigo. El tuyo es más
dócil. Una vez que domine el mío adecuadamente, veremos
quién es más poderoso.
Un poco más lejos, una mujer de cabello oscuro recostada
contra otra jaula puso los ojos en blanco. —Hombres.
El Brujo de agua divisó a Corbin, y su sonrisa se desvaneció. —
¡Alto Mago!
—¿Divirtiéndose? —Corbin preguntó con acidez.
El primer Brujo se dio la vuelta. Se enderezó, palideciendo. —
Solo, ah, practicando, Alto Mago. Como nos dijiste que lo
hiciéramos.
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Página
—Les ordené que aprendieran las capacidades de sus familiares
—dijo Corbin en tono helado. —No que intentaran vaporizarse
unos a otros. Soy consciente de que el poder es intoxicante,
pero si no pueden comportarse con dignidad, hay muchos
acólitos deseosos de ocupar sus lugares. No importa cuán
fuertes sean sus familiares, soy bastante capaz de despojarlos
de ellos. No piensen en probar mi poder. ¿Entienden?
Ambos Brujos agacharon la cabeza. —Sí, Gran Mago —
murmuraron al unísono.
Corbin los miró fijamente por un momento más antes de
volverse hacia la mujer de cabello oscuro. —¿Confío en que
haya estado usando su tiempo de manera más productiva,
Archimaga Serena?
La Bruja sonrió. Retirando la manga de su bata, levantó la
mano izquierda. Sus runas se iluminaron con un brillo de luz
estelar. Frunciendo los labios, silbó un corto y líquido trino.
Un colibrí esmeralda salió disparado de las enredaderas
crecidas, con su diminuto cuerpo brillando con una joya a la
luz del sol. Voló en un camino anormalmente recto y fijo hacia
la mano de la bruja, como si estuviera inclinado por una línea
de pesca invisible. Sus garras se aferraron a su dedo.
La mujer acarició el tembloroso colibrí en el cuello. —Linda
cosa —dijo ella con cariño —tan intrincado. Tan delicado.
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Página
Frunciendo los labios de nuevo, soltó una suave bocanada de
aliento, agitando las brillantes plumas.
El colibrí se puso rígido. Se cayó de su mano,
instantáneamente muerto.
—Tan fácil de romper —dijo la Bruja. El suelo alrededor de sus
pies estaba lleno de pequeños cuerpos inertes. Ella se echó a
reír, mirando con desprecio a los dos Brujos masculinos. —Y
ustedes, tontos, pensaron que el poder de este familiar solo
podría usarse para curar.
—Muy bien —dijo Corbin, mientras los dos Brujos miraban con
dagas a la Bruja. —Aunque te recuerdo que necesito que
puedas derribar bestias sin matarlos.
—Seguiré practicando, Gran Mago. —La Bruja miró dentro de
la jaula detrás de ella. —Pero este tiene una voluntad fuerte. Es
difícil mantener un ligero toque en el hechizo y, al mismo
tiempo, forzarlo a sacarle suficiente poder.
Detrás de ella, dentro de la jaula, la cabeza del Unicornio
colgaba baja. Sus flancos blancos temblaban, llenos de sudor.
La sangre formaba una costra en las runas negras que
rodeaban su pata delantera derecha. No obstante, sus orejas
estaban planas hacia atrás contra su cráneo, sus ojos de zafiro
ardían de odio.
—Tienes unos días para romperlo —le dijo Corbin a la Bruja. —
No podemos arriesgarnos a demorarnos más.
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Página
—Lo entiendo, Gran Mago. —Volviéndose hacia el Unicornio
cautivo, la Bruja alcanzó a través de los barrotes. El Unicornio
se movió, pero se vio obligado a quedarse quieto mientras
acariciaba su tembloroso cuello.
—Linda cosa —la Bruja canturreó —tal vez te trence la melena.
—¡Ash!
Se sacudió ante el sonido de su nombre, logrando girar antes
de que la voluntad de Corbin pudiera apretarlo. Al otro lado
del patio, Chase se apretó contra los barrotes de su jaula,
escupiendo un montón de tela masticada. La boca del shifter
Pegaso estaba ensangrentada y magullada. Los restos rasgados
de una mordaza improvisada revoloteaban alrededor de su
cuello.
—¡Ash, sé dónde estamos! —Chase gritó frenéticamente. —Es…
Chase se atragantó con la mitad de la frase, como si una soga
se hubiera apretado alrededor de su cuello. Se dejó caer al
suelo, golpeándolo.
Corbin miró al cielo con absoluta exasperación. —¿Cómo es
que está criatura sigue hablando?
—¡Lo siento, Gran Mago! —Otro Brujo corrió, sin aliento. —¡Lo
juro, solo me fui, por un segundo!
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—Por el amor de Merlín, Barry, ¿qué tan difícil puede ser
poner un simple hechizo de silencio? —Dijo la Bruja con
irritación.
—¡Él sigue rompiendo mis órdenes! —Un relámpago negro
chispeó entre los dedos del Brujo mientras luchaba en apuros
por controlar a Chase. —Y esa es la tercera mordaza que ha
mordido. ¡Intenta callarlo tú!
La Bruja inclinó la cabeza. —Bueno, podría fundir sus cuerdas
vocales. O paralizar permanentemente su lengua...
—No hasta que tengas un mejor control de tu propio familiar —
dijo Corbin —y Adepto, debes dominar al shifter Pegaso. Sus
poderes son esenciales para asegurar nuestro éxito.
—Sí, Gran Mago. —El Brujo hizo un último gesto de
aceleración, y Chase se derrumbó en la inconsciencia. —Yo
puedo hacerlo. Solo necesito un poco más de tiempo.
—El tiempo es nuestro recurso más limitado. —Corbin los
barrió a todos con su mirada insinuante. —Incluso con mis
hechizos de ocultamiento, nuestra presencia aquí no pasará
desapercibida por mucho tiempo. Es esencial que dominen a
sus bestias. Por cualquier medio necesario.
Sus subordinados se inclinaron, asintieron o murmuraron
reconocimiento. El grupo se dividió, cada Brujo regresó a su
propio familiar.
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—Ven —dijo Corbin, sin mirar a Ash. La atadura se apretó
alrededor de su alma, atándolo a la voluntad del Brujo. —
Tenemos trabajo que hacer.
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—¿Qué ha pasado? —Hayley entró en la cámara del consejo
con un niño dormido en cada cadera y una expresión que
podría haber matado a un hombre a veinte pasos. Los dos
caballeros Dragón de Mar que la escoltaban se veían
positivamente cariñosos en comparación. —Rose, ¿qué está
pasando?
—Dale algo de espacio —dijo Connie, sin levantar la vista de los
brazos de Rose. —Ivy, ¿puedes pasarme esa pomada?
La shifter wyvern negó con la cabeza, con las manos metidas
debajo de las axilas. Ella estaba teniendo cuidado de
mantenerse alejada de todos los demás en la sala abarrotada,
especialmente de los niños. —No puedo, no tengo control de
mi veneno. No con Hugh... —Ella se interrumpió,
mordiéndose el labio.
—Aquí. —Virginia sacó el tubo del botiquín de primeros
auxilios y se lo lanzó a Connie. —¿Necesitas vendas también?
Rose siseó cuando Connie comenzó a frotar la crema
antiséptica en sus quemaduras. —No está tan mal —murmuró
ella —no te preocupes. No hay tiempo.
Ella tuvo que parar a toser. Su garganta aún se sentía llena de
humo. Había tenido que volar a través del techo en llamas de
255

su pub para escapar. Incluso en la confusión de la pelea, ella


Página
apenas había logrado evadir la captura. Había habido tantos de
ellos.
Ella respiró hondo, tratando de detener su temblor. Ella había
volado directamente a la villa privada junto al mar de Neridia y
John. Era el lugar más seguro de la ciudad, posiblemente en
toda Inglaterra, gracias a las docenas de Caballeros Dragón de
Mar que formaban la guardia de honor de la Emperatriz de la
Perla. Incluso ahora, podía escuchar los sonidos apagados de
una armadura y gritar las llamadas de los guerreros que
aseguraban el perímetro. Todo el mundo estaría a salvo aquí.
Pero los Brujos habían derribado al Equipo Alfa...
—¡Papá! —El hijo de Hayley, Danny, salió disparado de detrás
de su madre, haciendo una línea hacia Reiner. El niño saltó a
los brazos del león y hundió la cara en su pecho. —Ya no
puedo sentir a Pa en mi cabeza, él no está allí, ¡se fue!
—Tampoco puedo sentir al Alfa, hijo —dijo Reiner, frotando la
espalda de Danny. Intercambió una mirada de preocupación
con su compañera Dragón de Mar Jane. —Algo está
interfiriendo con el vínculo de manada. Pero no se fue.
Alguien se lo llevó.
Hayley parecía como si hubiera levantado las manos si no
hubieran estado llenos de sus niños pegados. —¿Cómo alguien
secuestra a un Grifo adulto? O, o un Dragón, o al Fénix, ¡por
Dios bendito! Rose, tu mensaje no tuvo ningún sentido.
256
Página
Por mucho que Rose intentara controlarse, no podía dejar de
temblar. Se sentía fría, fría hasta los huesos, como si su
corazón se hubiera congelado.
—Alguien debería encontrar algunas camas para los más
pequeños. —Logró decir. —Es muy tarde.
—Rose —comenzó Hayley, pero se detuvo cuando Virginia le
puso una mano en el hombro.
—Los shifters pequeños tienen orejas grandes —murmuró, con
una mirada significativa hacia su propia hija Morwenna. La
niña de tres años estaba cerca de su madre, pero sus grandes
ojos color esmeralda saltaban de cara a cara, claramente
tratando de interpretar las expresiones de los adultos.
—Los llevaremos —dijo Reiner, mirando a su compañera.
Dejando que Danny se deslizara hacia el piso, tomó a los
gemelos de Hayley. —¡Rory, Ross, vamos a tener una pijamada!
¿No será divertido?
Por la forma en que los rostros de los gemelos se arrugaron,
no estaban completamente convencidos.
—Cambiaré y todos podremos luchar —agregó Reiner
apresuradamente, convirtiendo los incipientes lamentos en
risitas felices. —Vamos, Danny, tú también.
Danny se quedó atrás, sus ojos marrones se clavaron en Rose.
—¿Está mi Pa en peligro?
257
Página
—Pa corre peligro todos los días —dijo Hayley con firmeza,
antes de que Rose pudiera encontrar las palabras. —Pero él
siempre, siempre vuelve a nosotros. Tú lo sabes.
Danny asintió, con la boca firme. —Entonces seré Alfa para los
pequeños hasta que él regrese. Vamos, Wenna. Yo te
protegeré.
—Yo Dragón —dijo Morwenna indignada. Se incorporó a su
altura máxima, lo que la puso al nivel del codo de Danny. —
Protegerte.
Jane sonrió, adelantándose con gracia. —Bueno, yo también
soy una Dragón, pero no una grande, feroz, que respire fuego.
¿Tal vez puedas venir y ayudar a proteger mi tesoro?
—Ve con tu tía Jane —murmuró Virginia, enviando a
Morwenna con una palmada en la espalda. Con una última
mirada desafiante a Danny, la niña tomó la mano de la Dragón
Marino de pelo turquesa.
Neridia hizo un gesto a los guardias siempre presentes para
que volvieran a cerrar las puertas después de que los niños se
hubieran ido. —Ahora podemos hablar claramente. Rose, ¿qué
ha pasado?
Rose finalmente había logrado evitar que sus dientes
parlotearan, aunque todavía temblaba de frío. Las miró a
todas. —¿Todas todavía pueden sentir a sus compañeros?
258
Página
—Puedo sentir a John —confirmó Neridia. —Pero no puedo
alcanzarlo.
—Dai está más lejos de lo que nunca ha estado —dijo Virginia.
—No puedo decir dónde está, pero puedo sentir que está
furioso.
—Así es con Hugh —dijo Ivy. Ella tragó saliva. —Y él está
herido.
—Creo que Chase también está bien —dijo Connie, con el
rostro pálido bajo su flamante cabello rojo. —Él apenas está
allí. Creo que está inconsciente.
—Griff también está noqueado—dijo Hayley. —Y él está... —Ella
respiró hondo, como si necesitara frenar sus nervios para decir
las palabras. —Se siente como si algo lo estuviera separando.
Como si su León y su Águila se hubieran separado y estuvieran
luchando de nuevo.
—No es eso —dijo Rose, y los hombros de Hayley se
desplomaron de alivio. —Pero si está siendo separado. Todos
lo están. Tenemos que recuperarlos, rápidamente, ahora. O
perderán sus mentes, sus mismas almas. ¡Tenemos que
recuperarlos!
Se dio cuenta de que su voz había subido estridente en la
última frase. Su corazón latía contra sus costillas como un
pájaro golpeando contra una jaula.
259
Página
Todas podían sentir a sus compañeros. Pero ella no podía
sentir a Ash. No tenía idea de si estaba bien, o en agonía, o si
ya estaba muerto...
—Rose, querida —dijo Neridia, agachándose. Incluso
arrodillada en el suelo, la Emperatriz Dragón de Mar era
todavía más alta que Rose sentada. —Los recuperaremos.
Tengo a todos los guerreros en el mar preparados para
moverse a mis órdenes. Pero tienes que decirnos qué ha
pasado exactamente.
Rose apoyó los talones de sus manos contra sus ojos. Sus
recuerdos eran un mosaico roto, nuevos fragmentos afilados
que empujaban todo lo que había conocido en formas
extrañas. ¿Cómo podía ella comenzar a explicarlo, cuando
apenas lo entendía?
Pero ella tenía que hacerlo. Ash la necesitaba, ahora.
Ella dejó caer sus manos, encontrándose de nuevo con sus
ojos. Solo había un lugar para comenzar, realmente.
—Primero, necesito decirles a todas cómo nos conocimos Ash
y yo —dijo.
***
—Espera —dijo Virginia, levantando las manos. —Todavía estoy
tratando de entender esto. ¿Ash es tu compañero?
—Sí. No. Es complicado. —Rose aceptó con gratitud un vaso de
260

agua de Neridia. Su garganta se sintió llena de papel de lija


Página
después de contar su historia. —Él lo fue. Pero como dije,
quemó nuestro vínculo.
Las compañeras intercambiaron miradas. —Se ofreció a hacer
eso por mí, una vez —dijo Neridia. —Cuando aún tenía miedo
de mi destino.
—Sí, y yo puse una pulga en su oreja por sugerir algo tan
terrible. —Rose tomó un sorbo de su bebida, recordando esa
noche. —La ironía es abrumadora.
—Ese… ese... —Connie parecía estar buscando una palabra lo
suficientemente fuerte. —¡Ese hombre! ¡Oh, cuando lo
recuperemos, lo voy a matar con mis propias manos!
—Creo que esa es mi línea —murmuró Ivy —aunque tal vez
deberías hacerlo. Mi veneno lo haría demasiado rápido.
A pesar de todo, Rose se encontró con un oscuro deseo de
defender a su ex compañero. —Lo hizo para protegerme. Era
la única manera.
—Teniendo en cuenta lo que sucedió en el momento en que
ustedes dos volvieron a estar juntos, parece que tenía razón —
dijo Virginia con un suspiro. —Evidentemente estos... ¿cómo
los llamaste? ¿Magos?
—Brujos. —Rose suministró.
Virginia arrugó la nariz, como si le doliera a su mente científica
tener que admitir la existencia de tales cosas. —Estos Brujos
261

deben haber estado espiándolo todo este tiempo. Solo


Página
esperando algo que pudieran usar contra él. No es de extrañar
que siempre haya estado tan distante.
—Pobre Ash. Explica mucho. —Hayley miró a las demás. —
Todavía lo vamos a golpear como a una piñata, ¿verdad?
—Definitivamente —dijo Neridia, con un brillo peligroso en sus
ojos azul marino que no significaba un buen augurio para la
salud de Ash.
—Bueno, antes de que podamos patearlo como él lo merece,
tenemos que encontrarlo —dijo Virginia pragmáticamente. —
Creo que podemos asumir que los Brujos los habrán llevado a
todos al mismo lugar. Si podemos encontrar uno de ellos, los
encontraremos a todos.
—Si él todavía fuera mi compañero, mi cisne podría llevarme a
su ubicación —dijo Rose —pero no lo es, y no puedo. ¿Ninguna
de ustedes puede rastrear a sus compañeros?
Todas sacudieron la cabeza. El corazón de Rose se cayó,
aunque en realidad no esperaba ninguna otra respuesta. La
mayoría de las parejas apareadas podían decir dónde se
encontraban en distancias cortas, pero generalmente solo
funcionaba dentro de una milla o dos.
—Sin embargo, los cisnes no son el único tipo de shifters que
pueden encontrar personas —dijo Hayley pensativamente. Ella
miró a Connie. —¿Podría uno de los familiares de Chase
ayudar?
262
Página
—Ya pensé en eso —dijo Connie —pero está demasiado lejos.
Incluso un Pegaso no puede ubicar a las personas en este tipo
de distancia.
Neridia sonrió. —Creo que conozco a alguien que puede.
***
—¿El Fénix? —Dijo el Master Shark, su imagen ondeaba en la
superficie del amplio recipiente de agua de mar plateado.
Rose había conocido al hombre en persona una vez antes,
justo después de que Neridia hubiera ascendido al Trono de
Perla. Entonces, él había sido una presencia descomunal,
ceñuda y silenciosa, claramente solo arrastrado a su pub por
orden directa de su Emperatriz. Incluso su sentido empático
no había sido capaz de penetrar la armadura de hierro
alrededor de su alma.
Ahora, sin embargo, se veía... diferente. Las líneas ásperas y
escarpadas de su rostro eran más suaves, más relajadas. Su
piel, previamente pálida como mármol, tenía un ligero
bronceado. Incluso parecía haber ganado un poco de peso que
no era del todo músculo. No era menos ancho y amenazante,
pero de alguna manera considerablemente menos aterrador.
Por supuesto, Rose tuvo que admitir que sería difícil para
alguien parecer amenazador mientras usaba una camisa
hawaiana rosa neón con un sorprendente patrón de alegres
tiburones de dibujos animados.
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Página
—Sí —dijo Neridia al Master Shark. Ella tenía sus dedos
sumergidos en la piscina de escrutinio, usando su magia de
dragón de mar para hablar con él a través de miles de millas. —
Sé que los shifter tiburón pueden oler el poder como los
tiburones normales se sienten atraídos por la sangre. ¿Podrías
rastrear al Fénix?
—Hasta un tiburón muerto podría hacer eso —dijo secamente
el shifter Megalodón. —Pero sí, puedo hacerlo a distancias
mayores que la mayoría. Un shifter con ese poder, podría
sentirlo desde el otro lado del planeta. —Volvió la cabeza y sus
ojos grises se alejaron un poco. —Puedo probar su humo
incluso ahora, aunque solo ligeramente en esta forma. Dame
un momento, mi Emperatriz, y lo encontraré para ti.
—¡Abuelo Finn, abuelo Finn! —Un niño apareció en la imagen
brillante, saltando sobre la espalda del Master Shark como un
mono. —¿Por qué estás parado en el lago? Abuela dijo que no
podíamos nadar inmediatamente después del almuerzo, ¡oh!
¡Hola, señora del mar!
El Master Shark parecía dolido. —Su Majestad, Manny.
—Su Majestad —repitió el chico obedientemente. Miró por
encima del hombro del Master Shark, sus ojos oscuros
brillaban debajo de su pelo negro y rizado. —¿Tú y Big John
volverán a vernos pronto?
—Espero que sí, Manny —dijo Neridia, con solo el más mínimo
264

bloqueo en su melodiosa voz. —Pero primero necesito que me


Página
prestes un poco a tu abuelo. Dale mi amor y mis disculpas a tu
abuela, ¿de acuerdo? Finn, lamento tener que sacarte de tu
retiro así.
El Master Shark sacó al niño de sus enormes hombros,
sumergiéndolo en el lago. —Siempre estoy listo para servir, mi
Emperatriz.
—Ten cuidado —advirtió Neridia —solo encuéntralos, e informa
de nuevo. Lo último que necesitamos es que los Brujos te
atrapen también.
El Master Shark sonrió, mostrando dobles filas de dientes
puntiagudos y afilados como cuchillas. De repente, se mostró
tan amenazador como la última vez que Rose lo vio, con
camisa hawaiana o no.
—Es posible que me encuentren como una captura difícil de
cazar —dijo —pero voy a prestar atención a la advertencia. Ya
estoy cerca de la Puerta del Mar que creaste para mí. Iré al
océano abierto, y cambiaré, y luego comenzará la caza. Espera
saber de mí en breve.
Neridia retiró los dedos de la piscina de escrutinio. La imagen
en la superficie ondulada del agua se volvió borrosa en sus
propios reflejos.
—Entonces, ¿qué podemos hacer? —Preguntó Connie, sus
manos acunando su vientre redondeado protectoramente.
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Página
—No tiene sentido hacer planes sin información. —Rose miró a
todas. —Así que ahora descansamos, mientras podamos. Y
esperamos.

***
Era agonizante.
Neridia ordenó camas de invitados para todas ellas, pero nadie
tenía ganas de dormir. Ivy recorría el perímetro de la sala del
consejo como un tigre enjaulado, con los brazos cruzados y los
hombros encorvados, manteniéndose alejada de todos los
demás. Virginia y Hayley entraban y salían, vigilando
compulsivamente a sus hijos dormidos. Rose hizo tazas de té
que nadie bebió. Connie construyó un nido de mantas en el
suelo y se quedó mirando el techo. Neridia dormitaba en una
silla al lado del estanque, con una mano cojeando en el borde
del cuenco.
La primera luz de la mañana estaba iluminando las ventanas
cuando la piscina comenzó a brillar. Era tan tenue que al
principio Rose pensó que era solo un truco del amanecer.
Pero no, el agua se onduló con un débil y plateado resplandor,
iluminándose y desvaneciéndose a un ritmo constante.
Rose se incorporó rápidamente, tirando los pies de Connie de
su regazo. —¡Neridia!
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Página
La Emperatriz Dragón de Mar se despertó con un resoplido
anodino, su mano chapoteando en el lavabo. Todas se
apiñaron alrededor mientras el brillo plateado se estabilizaba.
La cara escarpada del Master Shark las miró desde el agua. —
Lo encontré. Pasé por la Puerta del mar con la intención de
iniciar la búsqueda en Atlantis, pero el olor a sangre del Fénix
me arrastró a un lugar diferente. Y uno que no hubiera
esperado nunca.
—¿Dónde? —Todas dijeron al mismo tiempo, sus voces
superponiéndose.
—Un lugar que conozco bien. Pero no puedo imaginar que los
Brujos estén allí por la misma razón que yo estuve. —El Master
Shark parecía sombrío como la muerte. —Mi Emperatriz,
debemos movernos rápido. Están en la isla Shifting Sands.
267
Página
Shifting Sands. Estamos en la isla Shifting Sands.
Ash nunca había estado aquí antes, pero la frase cortada de
Chase combinada con el inconfundible clima tropical le había
permitido determinar su ubicación. Chase había ganado una
vez vacaciones pagadas en el complejo, como finalista en un
ridículo desfile “Sr. Shifter”. El shifter Pegaso se había vuelto
elocuente, incluso más que de costumbre, acerca de las
muchas delicias de la isla durante meses después.
Incluso mencionó que había una villa en desuso en el extremo
más alejado de la isla, lejos del complejo principal. Una vez
había sido la residencia privada del anterior propietario de la
isla, un hombre que había mantenido un zoológico secreto de
shifters. La justicia había alcanzado al coleccionista. Los
cautivos habían sido liberados, y nadie había usado el lugar
desde entonces.
Ash estaba bastante seguro de que Corbin lo estaba usando
ahora. También sospechaba que Corbin había conocido al
dueño anterior, ciertamente parecía un hombre cuyos intereses
se hubieran alineado con los del Gran Mago, incluso si él
mismo no hubiera sido un Brujo. Corbin parecía un poco
demasiado familiarizado con el diseño de la polvorienta y
abandonada mansión.
268
Página
Y Ash tenía una creciente y terrible certeza de que sabía por
qué Corbin estaba aquí.
El Brujo había estado usando su poder para portar en decenas
más Brujos a lo largo del día. Pero estos Brujos habían venido
todos solos, sin familiares. Las runas alrededor de sus muñecas
izquierdas eran solo tinta negra plana, los tatuajes aún no
relucían con poder. Todos tenían expresiones hambrientas y
ansiosas. Ash había visto gente así antes.
Acólitos. Entrenados con shifters vinculantes, pero no aún con
familiares propios.
Y al otro lado de la isla, había todo un complejo lleno de
shifters, sin vigilancia y sin saber...
—Más —exigió Corbin.
Ash apretó los dientes, sintiendo la voluntad del Brujo
probándolo como una daga entre sus costillas. Mantuvo sus
propias paredes mentales altas y apretadas, tan en blanco como
su cara.
Tenía años de experiencia ocultando su alma. Se había
sentado noche tras noche en el bar de Rose, observándola
desde la esquina, y nunca reveló sus sentimientos.
Él usó toda esa disciplina duramente ganada ahora. La atadura
le cortó el brazo como un alambre al rojo vivo. No podía evitar
que el Brujo tomara poder de él, pero al menos podría
ralentizar el torrente.
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Página
El Brujo levantó una mano, estudiando la luz naranja saltando
sobre sus runas. —Este desafío infantil no tiene sentido, Blaze.
Sólo te estás haciendo daño.
A pesar de la resistencia de Ash, las puntas de los dedos de
Corbin aún ardían con llamas parpadeantes. Brillaban
intensamente en la habitación oscura y cerrada, reflejándose en
los ojos vidriosos de las cabezas de animales en las paredes.
Corbin se frotó las manos, como si alisara una loción en su
piel. Cuando el fuego se desvaneció, también lo hicieron las
manchas de la edad y las arrugas que recubrían su vieja carne.
Sus nudillos hinchados se enderezaron y fortalecieron.
Corbin dejó escapar un largo y complacido suspiro. Abrió y
cerró sus manos experimentalmente, sus dedos se movían más
suavemente ahora.
—Veinte años tomarán algún tiempo para deshacerse—, dijo,
admirando su propia carne rejuvenecida. —Fue el único
hechizo que no pude realizar con ningún shifter menor. Solo
puedo renacer en el fuego de Fénix.
Nunca se había preguntado, antes, por qué Corbin nunca
había cambiado. Cuando Ash había sido un niño, Corbin
acababa de volverse una figura imponente y divina. A pesar de
que había crecido, realmente no se había dado cuenta de que
Corbin no envejecía. Cuando tienes veinte años, todas las
personas mayores de cuarenta años simplemente caían en la
270

vaga categoría de antaño.


Página
Pero ahora que tenía cuarenta y tantos años, era
retrospectivamente doloroso que Corbin nunca hubiera
envejecido naturalmente. Ash se maldijo por no darse cuenta
exactamente por qué Corbin había estado tan obsesionado con
el Fénix. No era de extrañar que el Brujo lo hubiera
perseguido durante veinte años y dos continentes.
Si lo hubiera sabido, nunca se hubiera permitido ser tan
complaciente. Nunca habría asumido que el Brujo se había
rendido o muerto.
Él nunca hubiera vuelto con Rose...
Incluso mientras lo pensaba, sabía que era una mentira. Sabía,
en un nivel oscuro y profundo, que la estaba poniendo en
peligro solo con su presencia. Él simplemente no había podido
mantenerse alejado de ella. Él nunca sería capaz de hacerlo.
Su única esperanza ahora era que fuera igual para ella.
Corbin se acomodó en un sofá de terciopelo apolillado y cruzó
un pie sobre la rodilla. El Brujo inclinó la cabeza hacia un
lado, mirándolo con una expresión inescrutable.
—Un descanso, creo —dijo Corbin. —Para repostar el fuego.
La agonía se desvaneció cuando el Brujo cerró la conexión
entre ellos una vez más. Ash aspiró jadeante, sudando a pesar
del frío todavía profundo en sus huesos. Cayó de rodillas,
apoyándose en las polvorientas tablas del suelo con una mano
extendida.
271
Página
Los nuevos y ágiles dedos de Corbin golpearon
pensativamente el brazo del sofá. —No solías pelear contra mi
así de duro, Blaze.
—Libera a mis hombres —dijo Ash con voz ronca —y me
detendré.
—Una oferta noble. — Ash reprimió un gruñido cuando Corbin
flexionó su voluntad, la unión se profundizó un segundo. —
Pero creo que no. No importa cómo te resistas, todavía puedo
tomar lo que necesito, aunque sea un poco más lento de lo
que me gustaría. Y en cuanto a tus hombres... tengo uso para
ellos.
Ash sabía exactamente de qué se trataba. Corbin necesitaba el
poder del Equipo Alfa para capturar más shifters. Ash podía
ver el plan del Brujo formándose tan claramente como si
pudiera leer la mente de Corbin.
Los poderes de Chase para localizar e identificar a todos los
posibles familiares. Los de Griff para detectar y cerrar
cualquier vía de escape. John debía convocar a un monzón,
cubriendo el ataque. El fuego de Dai para asustar a los shifters
fuera del resort. El poder de Hugh, invertido, para paralizar en
lugar de curar.
Y su propio fuego, la imparable fuerza del Fénix, para eliminar
a cualquier Shifter que aún fuese capaz de resistirse.
272
Página
De esa forma Corbin tendría aún más Brujos a su servicio. Los
Brujos atados a familiares poderosos, shifters míticos,
depredadores Alfa. Nada lo detendría de atacar a otra
comunidad oculta de shifters. Y a otra, y a otra, y a otra...
Todo lo que Ash podía hacer era tratar de retrasarlo. Rose era
inteligente y feroz y ella había escapado. Sin duda ella ya estaba
en compañía de las otras mujeres. Virginia, Connie, Hayley,
Neridia, Ivy, ninguna de ellas descansaría por un segundo
mientras sus compañeros estaban en peligro.
Las mujeres los encontrarían. Ash no sabía cómo, pero él
sabía, a toda profundidad, que lo harían.
Tenía que darles tiempo.
—Cuanto más aprietes tu mano, antes me escaparé. —Con un
esfuerzo, Ash levantó la cabeza y se encontró con los ojos
entornados de Corbin. —No puedes permitirte usarme
demasiado duro, Corbin. Sabes lo que pasara.
Él mismo lo había visto, una y otra vez, durante esos largos
años en la base. Iba contra todo en la naturaleza salvaje y
primitiva de un shifter el ser atado a un Brujo. Cuanto más
viejo y más poderoso es el shifter, más pronto la unión los
volvía locos. Y luego, era una rápida, corta espiral hacia la
muerte.
Él había sido el único que había durado más de unos pocos
años. Le habían lavado el cerebro, su propia voluntad se dobló
273
Página
y se torció para apoyar a Corbin en lugar de luchar contra él.
Eso ha sido lo único que le ha permitido soportar.
Ahora, sin embargo... ahora, él lo sabía mejor.
—Ya puedo sentir el aumento de la locura —dijo, que en
realidad no era una mentira. El Fénix estaba enloquecido,
furioso de rabia, sus llamas ardientes mordían su control. —
Dréname demasiado, y mi bestia consumirá mi mente humana
y mi cuerpo poco después de eso. Tuviste que esperar veinte
años para reclamar tu premio. A este ritmo, corres el riesgo de
perderlo de nuevo en cuestión de días.
—Sí —dijo Corbin lentamente, sacando la palabra. —Es una
pena. Esperaba que te acomodaras de nuevo al arnés. Será
agravante tener que rastrear y capturar el próximo Fénix.
Se quedó mirando al Brujo.
Corbin enarcó las cejas. —¿Pensaste que eras mi primera vez,
Blaze? He estado haciendo esto durante mucho, mucho
tiempo. Estás en lo cierto, la mayoría de ustedes no duran
mucho. Pero tú... oh, fuiste perfecto. Huérfano y abandonado,
tan patéticamente ansioso por ser querido. Tan hambriento de
amor que me tomaste de la mano sin preguntar.
Un recuerdo muy, muy lejano parpadeó en su mente. No era
tanto un recuerdo como una impresión: barras a través de una
ventana sin cortinas, luz de la luna, una cuna dura y solitaria.
Una sombra, una mano, una voz: Ven. Tú me perteneces
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ahora.
Página
—Raro, muy raro, que el Fénix elija un anfitrión tan joven y
maleable —reflexionó Corbin, mientras Ash se agachaba en un
shock congelado. —Es poco probable que vuelva a suceder.
Eso fue lo único que me impidió el simplemente matarte, estos
últimos años. Estuve a punto de hacerlo de todos modos, y
aceptando el riesgo de que el próximo Fénix resultase aún más
difícil de capturar, cuando muy amablemente me revelaste tu
debilidad.
El Brujo se inclinó hacia adelante, sus ojos grises brillando. —
Ya que estás tan interesado en el sacrificio personal, Blaze,
quizás te interese considerar que eres todo lo que hay entre la
próxima alma desafortunada que será la anfitriona del Fénix y
yo. No estaría tan ansioso por volverme loco, si fuera tú.
Corbin se recostó de nuevo. —Sé lo que estás haciendo —dijo
en tono de conversación —estás tratando de retrasarme. Pones
tu esperanza en el pensamiento de rescate. ¿Quién crees que
vendrá? ¿Cómo crees que te encontrarán?
—Tomaste al compañero de la Emperatriz Perla. No puedes
empezar a imaginar los poderes que tiene a su disposición.
—Oh, pero puedo —respiró Corbin, una luz avariciosa brillaba
en sus ojos pálidos. —Bestias de las profundidades, leyendas
atemporales, poder para deleitar a cualquier Brujo. Deja que
ella envíe sus ejércitos. Mis acólitos atarán a sus guerreros y sus
fuerzas serán mías. Abandona tus inútiles pensamientos de
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Página
rescate, Blaze. Yo he ganado. Siempre iba a ganar. Acepta eso,
y sométete a mi voluntad.
—Tan confiado. —Ash se encontró con los ojos de Brujo. —Así
como lo fuiste hace veinte años.
La púa golpeó en casa. Las fosas nasales de Corbin se
hincharon de ira, apretando su boca.
—Y todavía tienes la misma debilidad. —Dolorosamente, Ash
se enderezó, levantándose hasta alcanzar su estatura máxima.
Miró por sobre su nariz al Brujo. —Eres tú quien debe
rendirse, Corbin. Hay una falla en tu plan, y no es una que se
pueda cubrir. Tú lo sabes. Yo lo sé. Y hay otra que también lo
sabe.
—Mentiras. —Corbin gruñó. —Un buen intento, Blaze. Pero he
estudiado al Fénix durante cientos de años. Sé cómo funcionan
tus poderes, incluso mejor que tú mismo. Cuando quemaste el
vínculo de compañeros, te quemaste de su mente. Ella no... no
puede... recordar.
—Ella no necesita hacerlo. Es mi compañera. Se lo dije todo.
Corbin se rió con desprecio. —Más mentiras. Te he espiado
durante una década, Blaze. No le dijiste nada. Le permitiste
que se comiera el corazón, ella ha llorado por ti, hasta el punto
de que incluso yo fui engañado. Oh, al final te rompiste,
motivado por los celos, sin duda, pero no puedes
convencerme de que has contado todos tus sórdidos secretos
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Página
en una sola noche. Ella no lo sabe. Estoy bastante seguro de
eso.
El golpe de voluntad del Brujo lo tomó por sorpresa. Su
cabeza se echó hacia atrás, arqueando la columna vertebral
mientras garras frías e intangibles rastrillaban su alma.
—Y al contener tu lengua, has sellado tu destino y el de todos
tus amigos. —La burlona voz de Corbin sonó distante, apagada
por la agonía que rugía en sus oídos. —Sólo piensa, Blaze. Si
hubieras sido honesto con ella, ella habría sabido cómo
derrotarme. ¿Cómo se siente ser el arquitecto de tu propia
ruina?
Se mordió la lengua, el sabor a hierro de la sangre llenando su
boca. Con cada onza de voluntad, luchó, manteniendo su
fuego fuera del alcance del Brujo.
Y mientras peleaba, rezaba.
Recuerda, Rose. Recuerda.
277
Página
—Los Caballeros de la Tercera y Cuarta Agua formarán líneas
defensivas aquí. —El Caballero Comandante, un hombre
guapo con cabello y ojos azul verdoso que, con apenas seis
pies con dos, era claramente bajo para un Dragón de Mar,
indicó un punto en el mapa brillando en la superficie de la
piscina de escrutinio.
Rose intentó ver alrededor de las formas macizas y acorazadas
que se agolpaban alrededor de la cuenca. Mirando más allá del
codo revestido de acero de un guerrero Dragón de Mar, vio
que el Comandante de los Caballeros estaba apuntando al
Shifting Sands Resort. La playa fue mapeada con exquisitos
detalles, pero los edificios reales eran solo manchas vagas. Los
poderes de Neridia como Emperatriz Perla solo le permitía ver
áreas directamente adyacentes al agua.
—Los guerreros Tiburones estarán aquí. —El Comandante de
los Caballeros extendió su mano sobre un parche de agua. —
Esperando en la laguna, en caso de que se necesiten refuerzos.
Una mujer delgada y pálida, una gran shifter Tiburón Blanco,
una de las líderes de los Tiburones, mostró sus dientes
serrados. —No somos niños, para ser alejados de la batalla.
Podemos luchar tan bien como cualquier Dragón.
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Página
—Refrena tu sed de sangre —respondió el Comandante con
frialdad, encontrándose con su mirada desafiante. —Debemos
mantener algunas fuerzas en reserva, como defensa de última
hora. Los Brujos claramente luchan sin honor, por lo que
debemos estar preparados para que armen un contraataque en
el resort. Los civiles deben ser protegidos a toda costa.
Los Caballeros reunidos asintieron con seriedad. Había una
docena de ellos, representando varias subsecciones de las
fuerzas de los shifters de Mar. Rose no estaba muy segura de
las distinciones entre las diferentes órdenes. Claramente había
algún tipo de jerarquía, pero todos parecían igualmente
temibles para ella.
Para un Brujo, sin embargo...
Moviéndose a través de la multitud, se abrió camino hacia
Neridia. La Emperatriz Dragón de Mar estaba de pie con sus
dedos en la cuenca, manteniendo la vista de la isla mientras sus
oficiales debatían la estrategia. Rose tiró de su brazo.
—Recuérdales que no dejen que los Brujos se acerquen
demasiado —susurró Rose. —No deben subestimar lo
peligrosos que son.
Neridia asintió, enderezándose de nuevo. —Mis Capitanes —
dijo, dirigiéndose a sus fuerzas —en la batalla que se avecina,
todos los guerreros, sin importar cuál sea su papel, deben
comprender completamente el peligro. El enemigo debe
279
Página
mantenerse a distancia. Si les ponen una sola mano encima,
pueden atarlos a su voluntad.
—Seguramente el honor será nuestro escudo —comenzó un
Caballero Dragón de Mar.
—¡No lo hará! —Interrumpió Rose. Algunos de los guerreros la
miraron con frialdad, claramente no apreciaban a una simple
civil alzando su voz ante un consejo de guerra, pero ella los
ignoró. —No es una cuestión de honor, o fuerza de voluntad, o
cualquier otra cosa. Si te tocan, te tendrán. Yo debería saberlo,
uno de ellos me ató. Y él me controló, completamente, mente
y cuerpo. No pude hacer nada para resistir.
Un par de Caballeros cercanos intercambiaron miradas
significativas. Ella sabía lo que estaban pensando: bueno, por
supuesto que no sería lo suficientemente fuerte como para
liberarse.
—Escuchen —dijo ella, desesperada por hacerles entender. —
No tenía nada que ver con el hecho de que soy solo una cisne,
no un shifter mítico, ni siquiera un guerrero. Los Brujos
vincularon, ataron a John Doe, ¡uno de los suyos!
—El Consorte Real fue tomado inconsciente —retumbó un
guerrero que se acercaba. —Nosotros no lo seremos.
—No sean arrogantes —espetó Rose —un Brujo ató al Fénix,
por el amor de Dios. ¿Honestamente se creen más fuerte que
él?
280
Página
—Como lo entiendo, inclinó su cuello de buena gana a esa
correa —intervino otro Caballero, con una clara nota de
desaprobación —intercambiándose por ti.
—Esta fue la segunda vez que lo atraparon. Estuvo atado por
ellos antes, durante años y años. Solo logró liberarse porque...
porque...
Ella se fue apagando. Tenía una imagen mental muy clara de
que el Fénix se alzaba furioso desde la base de los Brujos, hace
veinte años, pero todavía estaba luchando por poner sus
recuerdos destrozados en el orden correcto. ¿Qué había
pasado justo antes de eso?
—Paz, honorables Capitanes —dijo Neridia, con un toque de
acero. Los Caballeros que murmuraban al instante se callaron.
—Todos van a prestar atención a la advertencia de Rose. Y si
alguno cae, los demás deben cuidarse. Recuerden que
cualquier Brujo con tatuajes brillantes debe ser capturado, no
matado, o de lo contrario su shifter vinculado también
perecerá.
—¿Pero pueden ser liberados los shifters? —Preguntó un
Caballero con ansiedad. Rose sabía que él era uno de los
amigos de John; a menudo iban a su pub juntos.
—Sabemos que un Brujo puede renunciar a su control sobre su
shifter, si así lo desean —respondió Neridia. Su mandíbula se
apretó. —Una vez que hayamos capturado a los Brujos, nos
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aseguraremos de que lo hagan.


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Rose tuvo un repentino recuerdo de un pelaje manchado que
se transformó en la piel desnuda de una mujer. Tragó saliva,
sintiéndose enferma. Si Ash se soltaba de Corbin,
definitivamente podría liberar a los otros shifters. Pero el
costo, oh, el costo... e incluso si alguno de los miembros del
Equipo Alfa eligiera obtener la libertad sacrificando a sus
animales, ¿Ash podría lograrlo?
No llegará a eso, ella trató de tranquilizarse. No se puede llegar
a eso. Encontraremos otra manera.
Después de todo, Ash se había liberado, hace veinte años...
Neridia seguía hablando, gesticulando hacia el mapa. —Hay
una Puerta de Mar ya establecida cerca de Shifting Sands. Una
vez que salgamos de Brighton, podremos utilizar la red de la
puerta para llegar a la isla en poco tiempo. Después de que
hayamos atravesado la Puerta, yo...
—¡Su Majestad! —Exclamó el Comandante de los Caballeros.
Una ingesta masiva de aliento marcó el shock de los Dragones
de Mar por su mala educación al interrumpir a la Emperatriz.
—¿No puede estar pensando en unirse al asalto?
—Mi compañero está allí —dijo Neridia, simplemente.
—Pero en su avanzada condición. —El hombre indicó su
vientre redondo. —No puede cambiar. Incluso con sus
poderes, será vulnerable.
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Página
—Mi compañero está allí —dijo Neridia de nuevo, y esta vez, no
fue la mujer la que habló, sino la Emperatriz Perla. El pelo se
levantó en la parte posterior del cuello de Rose ante el poder
en su voz. —Y sí que estaré allí.
—Y yo —dijo Ivy con fiereza, desde el fondo de la habitación.
—No —dijo el Caballero-Comandante, sacudiendo la cabeza. —
Puede que ceda ante mi Emperatriz, pero no me inclinaré ante
el capricho de nadie más. El campo de batalla no es lugar para
inexpertos.
—Que mal, porque yo también voy —dijo Virginia firmemente.
—Yo también —estuvo de acuerdo Hayley.
—Y yo —dijo Connie, mirando a todos los Dragones de Mar
que se elevaban sobre ella. —Solo traten de detenernos.
La boca del Comandante de los Caballeros se abrió y cerró
silenciosamente, como un pez. Parecía estar a punto de tener
un derrame cerebral.
—Connie, estás embarazada —señaló Neridia.
—Tú también. —Connie cruzó los brazos sobre su prominente
vientre, cuadrando sus pies. —Al menos no estoy en peligro de
dar a luz en mitad de la batalla.
—Si te llevamos, Chase nos matará todo en el instante en que
lo rescatemos. —Ivy miró a Virginia y Hayley a su alrededor. —
Eso va para ustedes dos también. ¿Creen que Dai y Griff
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Página
quieren que se pongan en peligro? Neridia y yo somos shifters,
pero ustedes son simplemente humanas.
—Lo que significa que los Brujos no pueden atarnos —
respondió Virginia —si alguien debería quedarse atrás, eres tú y
Neridia.
El Comandante de los Caballeros le sonrió como si fuera su
nueva mejor amiga. —Un argumento muy convincente. Su
Majestad, le insto a que reconsidere. ¿Y si un Brujo la ata?
—Soy la Emperatriz Perla...
—Y como hemos escuchado. —El Comandante de los
Caballeros hizo un pequeño arco en dirección a Rose. —
Incluso los más poderosos shifters pueden ser tomados por
estos demonios. Si no se considera a sí misma, considere a su
hijo por nacer. ¿Qué pasa si un Brujo puede atarlo, incluso
mientras se encuentra en su vientre?
—Tiene razón —dijo Hayley, preocupada. —Neridia, tal vez
deberías quedarte atrás.
Neridia se mordió el labio, una grieta apareciendo en su forma
Imperial. Una de sus manos se extendió frente a su estómago
en un gesto de protección inconsciente. —Pero tengo que estar
allí...
Los recuerdos se colocaron en su lugar.
—Sí —dijo Rose en voz alta, cortando el creciente argumento —
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todas debemos estar.


Página
—Por el amor a los pequeños peces dulces... —murmuró el
Comandante de los Caballeros. Parecía que solo la disciplina
militar le impedía golpearse la cabeza contra la pared más
cercana. —Honradas señoras, debo recordarles que estoy al
mando aquí. Ninguna de ustedes se unirá al asalto. Mi
autoridad en este asunto es definitiva.
—No, no lo es. —Rose miró a su lado, a Neridia. —Tu
Emperatriz toma las decisiones. Y voy a tener que pedirle que
confíe en mí.
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Nunca había pensado que alguna vez extrañaría su antigua
celda, pero esta nueva jaula lo hizo pensar con nostalgia en esa
habitación tan austera y espartana. Al menos había tenido una
cama.
Ash durmió de todos modos, acurrucado en el piso de
concreto con la única manta que Corbin le había dado,
arrugada bajo su cabeza. Era una vieja destreza, perfeccionada
durante los diez largos años en que él y el Wendigo habían
cazado Brujos en todo el mundo. Cuando eres un fugitivo,
aprendes a obtener descanso donde puedes.
También aprendes a dormir ligero. Estaba completamente
despierto incluso antes de que supiera lo que lo había
perturbado.
Se quedó quieto, fingiendo dormir, pero dejó que sus ojos se
abrieran solo un poco. Las estrellas aún brillaban a través de
los barrotes de la jaula en lo alto, aunque el tono difuminado
del cielo sugería que el amanecer no podía estar muy lejos.
Contuvo el aliento, escuchando atentamente.
—... Sólo una pequeña fuerza, Alto Mago.
La voz era distante, pero se acercaba. El orador era el Brujo
que había atado a Chase, si no estaba equivocado. Y
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evidentemente, Corbin lo acompañaba.


Página
Rápidamente, Ash se envolvió en la manta. Sometiendo su
fuego interno tanto como fue posible, se acurrucó más fuerte,
fingiendo temblar. En verdad, había recuperado la fuerza
suficiente para que el aire frío de la noche no pudiera tocarlo.
Pero mejor que Corbin pensara que aún seguía débil.
—Conté cuatro. —Continuó el Brujo. —Todos son Dragones de
Mar, de eso estoy seguro. Hicieron una breve parada en el
resort, luego comenzaron a nadar alrededor de la isla,
siguiendo la costa. No pude mantener el hechizo por mucho
tiempo, pero parecía que podrían estar dirigiéndose a esa
pequeña cala cerca de nosotros, la que tiene la cascada.
—Una fiesta anticipada, sospecho. —Corbin sonaba
inquebrantable. —Explorando nuestras defensas. Bueno, no
volverán a la fuerza principal para hacer ningún informe.
¿Están listos los acólitos?
—He seleccionado candidatos adecuados, Alto Mago. —Esa era
la Bruja, la que estaba vinculada a Hugh. —Nuestros más
talentosos y dignos, que predigo serán capaces de atar
fácilmente a los shifters. Están muy ansiosos por adquirir
familiares por fin.
—Nos llevaremos seis con nosotros. Algunos repuestos, en caso
de que alguno caiga antes de que todas las bestias estén
sometidas. Corbin dejó escapar una risita seca. —Una pequeña
competencia estimulará a los acólitos para que se desempeñen
mejor, en cualquier caso.
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Por lo que parecía, Corbin casi había llegado a su jaula. Ash se
preparó, y no se sorprendió cuando la unión le mordió el
brazo.
—Arriba —ordenó Corbin.
Ash se puso de pie, cuidando de moverse con lentitud, como
si todavía estuviera agotado. En verdad, no toda su rigidez fue
fingida. Había sido mucho más joven la última vez que había
dormido sobre el suelo duro. Rodó los hombros, haciendo
una mueca, antes de salir de la jaula.
Una pequeña esfera flotante de luz mágica orbitaba alrededor
de Corbin, iluminando sus brillantes ojos grises y su expresión
hambrienta. Estaba claramente esperando la próxima pelea.
Además de la Bruja, fue acompañado por otros cuatro Brujos,
todos los cuales Ash reconoció. Ellos eran los que habían
atado al Equipo Alfa.
—Archimaga Serena —dijo Corbin, girándose hacia la Bruja. —
¿También estás lista?
La Bruja vaciló. —Este asalto ha llegado un poco antes de lo
previsto, Alto Mago. Todavía estoy dominando los puntos más
finos del poder de mi familiar. Si quieres que vaya, lo haré,
pero...
Corbin negó con la cabeza. —No. Los Dragones de Mar son un
premio demasiado raro y valioso como para arriesgarse a
matarlos accidentalmente. Debes permanecer aquí para
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Página
proteger a los otros acólitos. Incluso sin ti, tenemos una fuerza
más que suficiente para lidiar con una fuerza tan pequeña.
—Er... —El Brujo de Griff se aclaró la garganta. Sus ágiles
manos se retorcían nerviosamente. —Mi familiar aún no ha
recuperado la conciencia.
Corbin suspiró de irritación. —Te dije que no recurrieras tanto
al poder del Grifo, Adepto. Deja que esta sea una lección de lo
importante que es conservar la fortaleza de su familiar.
Los tres Brujos restantes intercambiaron miradas. Para deleite
secreto de Ash, las expresiones de culpabilidad se extendían
por sus caras.
Corbin también se había dado cuenta. Su tono se agudizó. —
Adeptos. ¿Alguno de sus familiares es apto para esta pelea?
El Brujo de Dai estudió sus zapatos. El de John descubrió un
repentino interés en la astronomía.
Ash se quedó quieto y silencioso en las sombras, inadvertido,
pero un feroz júbilo le recorrió las venas. Incluso enjaulados y
atormentados, el Equipo Alfa aún no había sido derrotado.
Estaban luchando contra sus Brujos, sin importar cómo les
desgarrara la mente y el alma.
Corbin, tonto, pensó, observando cómo se oscurecía la
expresión del Brujo. Siempre intentaste captar más de lo que
podías sostener.
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—Usted, usted me ordeno que usara el poder de mi familiar,
Gran Mago —tartamudeó el Brujo de Chase —y, y el shifter
Pegaso es mucho más intenso de lo que esperaba. Lucha tan
duro, tan implacablemente... solo puedo obligarlo a que se
someta llevándolo al borde del agotamiento.
—Y eso que es solo un pony glorificado —dijo el Brujo de Dai
rápidamente. —Estoy tratando de domesticar a un Dragón Real.
Nadie podría hacerlo en un día.
—Y sin embargo, aquí estoy con el Fénix atado a mi voluntad —
dijo Corbin, en su tono más frío.
Los tres brujos se estremecieron.
—Pero usted es el Gran Mago —se atrevió el Brujo de John con
una sonrisa aduladora e intrigante. —Tiene más poder que el
resto de nosotros combinados. Solo podemos soñar con lograr
una fracción de su dominio.
Los hombros tensos de Corbin se relajaron un poco. Siempre
le había gustado la adulación. —Suficientemente cierto. Bien.
Tal vez ustedes, los débiles, son innecesarios para manejar una
fuerza tan pequeña.
Corbin le lanzó una mirada rápida y evaluadora. Tomando un
riesgo, Ash relajó un poco su guardia, no resistiéndose cuando
la voluntad del Brujo sondeó su fuego.
Lo que Corbin había sentido, parecía satisfacerlo. Lanzó una
mirada punzante hacia el resto del grupo. —Mi familiar está
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bien descansado y es más que capaz de suministrar suficiente
energía para esta tarea. Dejare que todos presten atención y
gestionen mejor sus propias criaturas.
Ash dejó escapar el aliento. Él no sabía lo que Rose estaba
planeando... pero colgar a un objetivo tan pequeño y tentador
frente a Corbin tenía que ser un cebo para atraerlo.
Y había funcionado.
Demasiado tarde, se dio cuenta de que Corbin todavía lo
estaba mirando. Puso la cara en blanco, pero los ojos del Brujo
se entrecerraron.
Corbin lo miró fijamente durante un largo e insoportable
momento, luego se dirigió al Brujo de Chase. —Adepto. ¿Tu
hechizo detectó algún otro Shifter, más cerca de nuestra
ubicación?
El Brujo tragó saliva al encontrarse de nuevo en el centro de la
atención de Corbin. —N-no, Alto Mago. Solo los que ya
estaban en el resort, y la nueva pequeña fuerza nadando
alrededor de la costa. Ningún otro.
—¿Y definitivamente eran todas criaturas marinas?—, Insistió
Corbin. —¿Ningún otro? Tal vez, ¿un cisne?
El Brujo parecía desconcertado. —No, a menos que pueda
respirar bajo el agua.
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—Muy bien. —Una pequeña sonrisa engreída curvó la delgada
boca de Corbin. —Reúne a los acólitos en las puertas
delanteras. Estaré allí en breve, y partirė con ellos a la cala.
Los Brujos y la Bruja se inclinaron, dispersándose. Corbin
esperó hasta que todos estuvieron fuera de vista.
—Entonces —murmuró, sólo para los oídos de Ash. —Le dijiste
todo a ella, ¿verdad?
Ash evitó la mirada del Brujo, apretando su mandíbula.
Corbin dejó escapar un breve y feo ladrido de risa triunfante.
—Sabía que estabas mintiendo. —Corbin se dio la vuelta,
chasqueando los dedos como si le ordenara a un perro que
caminara. —Ven. La victoria espera.
Ash inclinó la cabeza, dejando caer sus hombros como si
estuviera desesperado. Pero en las profundidades secretas de
su alma, se aferró a una chispa brillante e insaciable.
Rose tiene un plan. Ella recuerda. Ella vendrá.
Aferrándose a su fe en su compañera, siguió al Brujo.
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Página
Podría haber tenido uno de estos veinte años atrás, pensó
Rose, agarrando la perla alrededor de su cuello con una mano
sudorosa.
Estaba preocupada por la forma en que iban a escabullirse en
la mansión, no sabía qué tipo de magia tenían los Brujos a su
disposición, pero tenía que asumir que tenían alguna forma de
detectar a los shifters que se aproximaban. Pero resultó que
Neridia tenía una respuesta a ese problema.
—Estas perlas de ocultamiento nos ocultarán —dijo ella,
abriendo un baúl en su tesorería. —El Master Shark las hizo
hace muchos, muchos años, para él y para mi padre, para que
pudieran escapar de la corte y aventurarse juntos. Una de ellas
me mantuvo oculta durante muchos años, hasta que estuve
lista para aceptar mi destino. Estoy segura de que incluso los
Brujos no podrán penetrar su poder.
A pesar de la confianza de Neridia, Rose no estaba
completamente convencida de que una simple perla, incluso
una tan grande como una uva, pudiera ser realmente mágica.
Pero parecía que la Dragón de Mar había tenido razón.
Después de que los Caballeros de Neridia las dejaron en
Shifting Sands Resort, no hubo ninguna señal de que los Brujos
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hubieran detectado su llegada. Habían podido reunirse con


Página
Scarlet, la gerente del resort, quien les había proporcionado un
vehículo del personal e instrucciones detalladas sobre cómo
llegar a la antigua mansión abandonada. También les había
presentado a una mujer extraña y tímida que las había mirado
a través de un cabello enmarañado con rayas blancas.
—Sé cómo pueden entrar —susurró, y el corazón de Rose había
sangrado ante la frágil y temblorosa valentía que irradiaba de
ella. —Donde están las jaulas. Tienes que parar a los hombres
tatuados. Están dando malos sueños a la isla.
Rose no sabía lo que Gizelle había querido decir con eso, pero
por extraña que fuera su actitud, su información había sido
precisa. Siguiendo su consejo, pudieron escabullirse a través de
una grieta oculta en los altos muros que rodeaban la
propiedad. Ahora se agazapaban detrás de unos densos
arbustos en el exuberante jardín, contemplando la mansión en
sí.
—Ahí está la puerta lateral —susurró Virginia, su aliento
cosquilleando la oreja de Rose. Las seis se apiñaban para
asegurarse de que la magia de las perlas las cubría a todas. —
Gizelle dijo que las jaulas estarían justo ahí.
—Puedo sentir a Chase —dijo Connie —definitivamente está allí.
¿Pueden todas sentir a sus compañeros también?
Rose sintió una punzada cuando todas, a excepción de ella,
asintieron. Ella habría dado cualquier cosa para poder alcanzar
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a Ash.
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No es nuestro compañero, dijo su cisne. Arqueaba su cuello,
erizando las plumas. Pero aun así lo recuperaremos.
—¿Alguna palabra del grupo de señuelos? —Le preguntó a
Neridia.
Los ojos azules de la Dragón Marino se volvieron distantes
mientras se comunicaba telepáticamente con sus guerreros. —
¡Nada, espera! El Comandante dice que hay gente en la playa.
Está seguro de que acaba de ver a Ash.
—Funcionó —respiró Hayley, pareciendo aliviada. —Corbin
mordió el anzuelo.
—Recuérdales que no se enfrenten a los Brujos —dijo Rose con
ansiedad. —Este no es el momento para una carga gloriosa.
—No te preocupes, elegí a mis hombres más sensatos para esta
tarea. —Neridia hizo una mueca de tristeza. —Bueno, tan
sensatos como pueden ser los Caballeros jurados por el honor.
Pero en cualquier caso, ninguno de ellos hará nada
precipitado. Están fingiendo que no han visto los Brujos. El
Comandante de los Caballeros dice que intentarán alejarlos
más de la costa, pero teme que Corbin sospeche rápidamente
cuando no vayan a tierra.
—Entonces será mejor que no perdamos un segundo. —Ivy
chasqueo sus nudillos. —Creo que es hora de dejar de ser sutil.
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Hubo una pausa, y Rose se dio cuenta de que todas la estaban
mirando para dar la orden. Podía sentir sus emociones: miedo,
sí, pero sobre todo determinación férrea. Estaban listas.
Ella se enderezó, levantando la barbilla. —Vamos a rescatar a
nuestros compañeros.
Ivy sonrió como un tiburón. Sin una palabra más, corrió en
dirección a la puerta lateral, con su pelo de rayas verdes
volando detrás de ella.
A mitad de camino, ella saltó. Su cuerpo curvilíneo brilló,
alargándose y cambiando. Las alas esmeralda tomaron el aire.
Un grito de alarma surgió de algún lugar dentro de la mansión,
pero la wyvern ya estaba abriendo sus mandíbulas. Respiró una
espesa nube blanca de ácido. La puerta lateral se desintegro, la
madera se marchito y cayo.
—¡Vamos! —Gritó Rose, levantando a Neridia.
Probablemente fue el ataque más lento en la historia de las
guerras. Neridia y Connie hicieron todo lo posible, pero como
llevaban a cuatro bebés entre ellas, uno de ellos pronto a
aparecer en cualquier momento, era más un avanzar de patos
que un ataque.
Pero con una wyvern asolando por las paredes, los Brujos
estaban demasiado preocupados como para darse cuenta del
pequeño grupo de mujeres. Los sobresaltos se convirtieron en
gritos cuando Ivy desapareció por el agujero que había hecho.
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Rose ayudó a Connie sobre las piedras humeantes, dejando
que Virginia y Hayley arrastraran a Neridia. Un repentino
resplandor de luz la hizo estremecerse. Las manchas bailaban a
través de su visión mientras un rayo de luz de las barría.
El círculo de luz giró salvajemente a través del patio, fijándose
en Ivy. Las escamas de la wyvern brillaban como esmeraldas
cortadas en el áspero resplandor blanco.
—¡Dragón! —Gritó alguien desde lo alto de las paredes. —¡Es un
Dragón! ¡Alguien que lo ate!
Decenas de pasos corriendo convergieron sobre ellos. Rose
sintió una espesa y negra niebla de codicia y hambre.
—¡Ivy, sal de la luz! —Gritó Rose, arrastrando a Connie tan
rápido como pudo.
La wyvern giró, pero con solo dos patas, era torpe en el suelo.
No pudo escapar a la mirada fija de la luz de búsqueda. Exhaló
una ráfaga de ácido, obligando al primer grupo de Brujos a
retroceder, pero más se lanzaron de las sombras detrás de ella.
Un hombre con túnica saltó, arrebatando el ala doblada de la
wyvern.
—¡Ivy, ten cuidado! —Gritó Rose.
La wyvern desapareció bruscamente. Los dedos del Brujo se
cerraron, no en escamas, sino en la muñeca desnuda de Ivy.
—Te tengo —cantó el hombre, y luego sus ojos se agrandaron.
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Su boca trabajaba, sin sonido.


Página
—Sorpresa, imbécil. —Ivy se liberó cuando el Brujo se
derrumbó. Ella se subió las mangas cuando él se derrumbó. —
¿Alguien más quiere probar?
Un par de Brujos más aceptaron la oferta. Rápidamente
descubrieron que había un problema muy grande al atar una
shifter cuya piel podía sudar un veneno mortal.
En el espacio de segundos, las tablas se dieron vuelta. Los
dientes de Ivy se abrieron en una sonrisa feroz mientras
perseguía a los Brujos huyendo en un juego letal.
—¡No demasiado rápido, Ivy! —Rose corrió tras ella, las demás
pisándole los talones. —Tenemos que permanecer juntas.
Rodeando una jaula vacía, se encontró cara a cara con un
hombre con túnica. Gritó, encogiéndose, y luego sus ojos se
agrandaron al darse cuenta de que ella no era Ivy.
—¡Hay más de ellos! —Gritó el Brujo a todo pulmón. —¡Más
shifters!
Rápido como una serpiente, la agarró del brazo. El terror puro
la congeló en su lugar mientras sus dedos rozaban su piel.
¡No, no, no! Su cisne batió sus alas en pánico. ¡No otra vez!
Entonces ella tropezó, cayendo, cuando Connie la empujó
fuera del camino.
—¡No a ella! —Gritó Connie, ofreciendo su propio brazo. —
¡Llévame en su lugar!
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El Brujo no tuvo que ser invitado dos veces. Con un gruñido
de triunfo, agarró la muñeca de Connie.
No pasó nada.
El Brujo parpadeó. Miró su propia mano como si fuera un
arma que inexplicablemente había fallado.
Lo que significaba que no estaba mirando cuando Hayley lo
golpeo sobre la cabeza con una piedra.
—Eso es por mi compañero —gruñó Hayley mientras
colapsaba. Ella pisoteó su cuerpo indefenso, sin ser demasiado
cuidadosa con la posición de los pies, y levantó a Rose de
nuevo. —¡Vamos, ya casi llegamos!
Rose jadeó, la adrenalina todavía hacía vibrar su corazón como
un colibrí. Mareada, intentó desesperadamente orientarse.
El patio era un manicomio de reflectores y gritos. Ivy entraba y
salía de las sombras, su toque mortal soltando Brujos como
moscas. Virginia y Connie apoyaron a Neridia, ayudándola a
superar el terreno irregular mientras buscaban a sus
compañeros.
La respiración de Rose se detuvo con horror cuando un Brujo
se abalanzó sobre las tres mujeres. O era más observador que
su colega, o simplemente tenía más suerte, porque ignoro a las
dos humanas. Dejando a un lado a Connie, agarró a Neridia.
La barbilla de Neridia se levantó. Ella miró al hombre con
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majestuosidad.
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El Brujo hizo un extraño ruido de gorgoteo. Soltando a la
Dragón de Mar, se arrodilló, arañando su garganta. Un chorro
de agua brotó de su boca.
Tranquilamente, la Emperatriz Perla lo rodeó, dejándolo
ahogado en tierra firme.
—¡Hugh! —Ivy gritó. Abandonando bruscamente al Brujo que
había estado persiguiendo, se giró y se congeló.
Rose trató de volverse para ver qué estaba mirando, pero
tropezó con pies que de repente parecían bloques de madera
atados a sus piernas. Adormecimiento extendiéndose por sus
extremidades. A su lado, Hayley jadeó, aparentemente
paralizada también. Por el rabillo del ojo, Rose pudo ver que
Neridia, Hayley y Virginia también habían sido atrapadas.
—¡Las tengo! —Una mujer con largo cabello negro y suelto se
dirigió hacia el campo de visión de Rose. Unas runas de plata
relucían en su brazo izquierdo.
Y detrás de ella...
Ivy hizo un sonido fuerte y agudo, como un animal atrapado.
—Oh, no —susurró Rose.
El Unicornio cojeaba dolorosamente detrás de la Bruja, toda la
gracia perdida. Su pata delantera izquierda estaba enmarañada
con sangre seca. Cada vez que la plateada pezuña hendida,
tocaba el suelo, sus flancos blancos temblaban de dolor.
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Pero todavía llevaba su cabeza alta, negándose a ser doblegado.
A pesar de que toda la luz había sido apagada de su cuerno,
sus ojos aún ardían con un espíritu insaciable.
Al ver a Ivy, el Unicornio grito, un feroz y claro llanto. Ambos
se estiraron el uno por el otro, pero ninguno pudo romper sus
vínculos invisibles.
Hugh no estaba solo. Griff también estaba allí, en forma de
Grifo, sobre un Brujo delgado con una cara estrecha y erudita.
Junto a Rose, Hayley contuvo el aliento con un sollozo de
dolor. La cabeza del Grifo se volvió y los ojos de águila se
agrandaron al verla.
—¡Virginia! —Gritó Dai. Estaba en forma humana, apoyando a
John Doe.
Al ver a su propia compañera, el shifter Dragón de Mar
irrumpió en una frenética y entrecortada canción en su propio
idioma, más parecido a la música de órgano que al habla.
Neridia cantó algo de vuelta, su voz rompiéndose con anhelo.
—¿Quieres callar a ese animal? —Le espetó la mujer con túnica
a uno de sus colegas. —No me oigo pensar.
El hombre hizo un gesto de sacudidas, y la canción de John
Doe se cortó. Dai trató de hablar de nuevo, pero fue silenciado
por su propio Brujo. En el abrupto silencio, la Bruja barrió el
patio con una mirada desdeñosa.
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—Entrando en pánico como las gallinas —dijo mordazmente, a
los hombres que habían estado huyendo por sus vidas hace
unos momentos. Se deslizaron tímidamente de las sombras,
bajando sus cabezas, aunque Rose notó que todavía se
mantenían alejados de Ivy. —Cualquiera pensaría que nunca
antes habían visto una shifter.
—¡No hemos visto una así antes, Archimaga! —Protestó uno de
los castigados, señalando a Ivy. —Es una especie de dragón,
pero...
La bruja puso los ojos en blanco. —No me interesan las débiles
excusas. Solo apresúrate y ata a la desdichada criatura, antes de
que el Mago Supremo regrese y vea este desastre.
Varios de los acólitos retrocedieron. El que la Bruja había
elegido palideció. —P-pero, Archimaga—tartamudeó —nadie
puede tocarla. Todos los que lo han intentado, bueno... —Se
detuvo, haciendo un gesto de impotencia ante las formas
colapsadas esparcidas por el patio.
La Bruja inclinó la cabeza, pareciendo interesada. Se acercó a
Ivy, arrastrando a Hugh por detrás. La mandíbula de Ivy
funcionó como si quisiera escupir, pero la magia de la Bruja la
mantuvo inmóvil. Todo lo que podía hacer era mirar a la
mujer con puro odio.
—Interesante. —La Bruja se tocó los labios con la uña por un
momento, evidentemente pensando. Luego su boca se curvó
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en una sonrisa. La luz plateada brilló alrededor de sus dedos


Página
mientras se estiraba para acariciar la mejilla de Ivy. —Pero no
hay gran obstáculo. Simplemente neutralizaré su veneno...
La Bruja se detuvo. Una expresión de gran desconcierto se
extendió por su cara.
Ella miró el cuerno brillante que sobresalía del centro de su
pecho.
—¡El Unicornio está suelto! —Gritó un Brujo.
—¡Sí! —Gritó Rose triunfante, mientras la magia que la sostenía
desapareció bruscamente. —¡Sí!
Ella había apostado todo, basada en una sola memoria recién
recuperada. Un recuerdo de un arma, girando para apuntar
hacia ella... y el Fénix, explotando fuera de su celda en
respuesta.
Y ella había tenido razón.
Nada podía impedir que un shifter protegiera a su compañera.
El caos estalló cuando Hugh arrojó a un lado el cuerpo inerte
de la Bruja. Los Brujos se dispersaron en todas las direcciones,
desesperados por escapar del desenfrenado Unicornio. La
unión negra alrededor de su pata delantera había desaparecido
por completo. Su cuerno brilló como una cuchilla, chispas
detrás de él. Ivy volvió a su forma de wyvern, luchando cuerpo
a cuerpo con su compañero.
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—¡No! —Gritó el Brujo junto a Griff cuando un par de acólitos
intentaron agarrar el ala de Ivy. —¡Son un par apareado! ¡No
traten de atarlos, tontos!
—¡Golpéenlos con todo lo que tienen! —Fuego de Dragón se
arremolinó alrededor de las manos en alto de un Brujo. Dai
gruñó de rabia y dolor, aferrándose a las runas que rodeaban
su muñeca, pero claramente no pudo evitar que el hombre
sacara poder de él. —¡Todos nosotros, juntos, a la cuenta de
tres!
Las rodillas de John se doblaron cuando su Brujo convocó una
crepitante bola relámpago. Griff se retorció como un gato
tratando de escapar de un arnés, ya que su Brujo también sacó
poder de él.
—¡Uno! —Gritó el Brujo de Dai. Los tres apuntaron a Ivy y
Hugh. —¡Dos! ¡Tr...
Virginia, Hayley y Neridia se colocaron entre los Brujos y sus
objetivos. Las mujeres unían las manos, formando un escudo
humano.
Los ojos del Brujo de Griff se agrandaron cuando se dio
cuenta de que estaba amenazando a la compañera de su
shifter. —Oh, mie...
No pudo terminar la oración. El brillante pico dorado del grifo
se cerró de golpe, silenciándolo para siempre.
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Y de repente el patio estaba muy, muy lleno de Dragones.


Página
La enorme cola con aletas de John barrió a su Brujo, una
docena de acólitos y una gran parte de la pared más cercana
hacia el olvido. Dai vaporizó a su propio Brujo con una única y
precisa explosión de fuego, luego agachó la cabeza. Virginia se
subió al cuello del Dragón y se aferró a sus cuernos curvos.
John recogió a su propia compañera, acunándola
protectoramente en sus garras palmeadas.
—¡Chase! —Gritó Rose, mirando a su alrededor frenéticamente.
—¡Tenemos que encontrar a Chase!
Connie ya estaba corriendo, torpemente, con los brazos
apoyados en su vientre embarazado. Dejando a los Dragones
para terminar de destruir a los últimos Brujos, Rose se lanzó
tras ella. Corrieron por la hilera de jaulas.
—¡Tú! —Connie gritó con furia. —¡Bájate de mi compañero!
Un Brujo se aferraba frenéticamente a la melena de Chase,
tratando de trepar sobre la espalda del Pegaso. Al grito de
Connie, se cayó. Chase se alejó bailando, resoplando, con los
cascos negros lanzando chispas en el suelo de metal.
El Brujo se puso de pie, haciendo un movimiento de agarre en
el aire. Chase dio un respingo y se retorció, como atrapado en
una correa invisible.
—Él es mío —murmuró el Brujo. Sus manos se levantaron a la
defensiva, pero ninguna magia se rompió alrededor de sus
dedos. —Sé quién eres, sé cómo funciona esto. Mientras no te
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Página
toque, no podrá liberarse. Y no puedes tocarme, o morirá. No
tienes más remedio que dejarme ir.
Rose dudó... pero Connie no lo hizo.
Sin romper el paso, Connie pateó al hombre de lleno en las
bolas. Cuando él se dobló, ella lo empujó. Su mano tocó la
brillante piel de Chase.
Las runas que rodean la pata delantera del Pegaso se
inflamaron y desaparecieron.
Chase también pateó al Brujo. Solo que esta vez, en la cabeza.
El hombre voló diez pies por el aire y golpeó una pared con
un crujido de sonido muy final.
La respiración de Rose salió de sus pulmones en alivio. —
¿Cómo sabías que funcionaría?
—No lo sabía. —Connie jadeó. Ella envolvió sus brazos
alrededor del cuello del Pegaso, enterrando su cara en la
enorme melena negra. —Oh Chase, Chase.
El Pegaso brilló, encogiéndose en forma humana. Chase
envolvió a su compañera en un fuerte abrazo, apoyando su
frente en la parte superior de su cabeza.
—Estoy bien. —Su voz era ronca y áspera. —¿Los demás?
—Estamos aquí —dijo Hugh desde detrás de Rose. —Excepto
Ash.
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Ella se volvió y lo vio cojeando hacia ellos, con Ivy a su lado.
Todos los demás estaban allí también. John y Griff estaban de
vuelta en forma humana, tomados de la mano con sus
compañeras. Dai todavía estaba en su forma de Dragón, alerta
ante cualquier peligro.
—Ven aquí para que pueda sanar eso —le dijo Hugh a Chase.
El shifter Unicornio parecía agotado, pero aun así alcanzó el
brazo herido de Chase. —Ya he arreglado a todos los demás.
Tú y Griff tienen que sacar a nuestras compañeras de aquí, el
resto de nosotros intentaremos liberar...
Dai rugió una advertencia. Todos se agacharon, los hombres
agarrando instintivamente a sus compañeras, mientras las alas
del Dragón Rojo se extendía protectoramente alrededor de
ellos.
El fuego explotó contra las duras escamas carmesí. El Dragón
volvió a rugir, esta vez de dolor. Que las llamas ardieran
incluso a través de sus escamas... solo podía significar una cosa.
—¡Son Corbin y Ash! —Rose se lanzó hacia el frente del grupo,
extendiendo sus brazos. —¡Todos pónganse detrás de mí!
—¿Qué? —Griff comenzó.
—¡No hay tiempo para explicarlo, solo hazlo! —Virginia golpeó
su puño contra las escamas blindadas de su compañero. —
Cambia Dai! ¡Eres un objetivo demasiado grande!
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Dai se encogió de nuevo en forma humana, justo a tiempo.
Otra bola de fuego explotó a través del espacio donde su
cabeza acababa de estar. Sus dos brazos estaban ampollados y
quemados. Hugh lo agarró, sus manos se iluminaron con un
brillo plateado para curar las heridas.
John intentó ponerse delante de Rose, su juramento
Caballeresco sin duda le exigía que los protegiera a todos con
su propio cuerpo, pero Neridia lo hizo retroceder. Todas las
mujeres tiraban de sus compañeros confundidos, los
arrastraban a un rincón del patio y los obligaban a agacharse.
Al quedarse sola en el frente, Rose extendió los brazos,
tratando de hacerse lo más grande posible. A su alrededor, la
casa estaba ardiendo. El fuego saltó de las maderas destrozadas
y se extendió a lo largo de las enredaderas crecidas. El calor le
atravesó la cara, pero se mantuvo firme.
En la cambiante luz naranja del infierno, ella se enfrentó a
Corbin.
El Brujo todavía estaba iluminado por el resplandor de un
portal. Su mano izquierda agarraba la muñeca derecha de Ash,
sus dedos se extendieron, cavando cruelmente en las runas
negras de la atadura.
Ash estaba de rodillas, con una mano apoyada contra el suelo
y la otra dolorosamente retorcida por el agarre de hierro del
Brujo. La sangre corría por su brazo derecho. Rose sabía que
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Página
estaba luchando contra Corbin con cada gramo de voluntad,
pero no podía evitar que el Brujo aprovechara su poder.
El fuego del infierno serpenteaba alrededor de las runas
tatuadas de Corbin. El Brujo levantó su mano libre, llamas
ardientes reuniéndose alrededor de su puño cerrado. La
intensa luz roja iluminó el rostro retorcido e indignado de
Corbin. Era la expresión de un hombre que veía cómo todos
sus planes se convertían en cenizas, un hombre sin nada que
perder. Con la mano crujiendo de poder, la miró fijamente.
Rose se encontró con sus ojos llenos de odio sin estremecerse.
Sí, ella lo incito en silencio. Hazlo.
Ella no podría esquivarlo, lo sabía. Si Corbin le lanzaba esa
bola de fuego incandescente, era posible que ni siquiera el
poder del Fénix pudiera devolverla.
Pero lo que sea que le pasara... Ash sería libre.
Con un gruñido, Corbin abrió la mano, pero no para atacarla.
En su lugar, barrió su brazo en un amplio arco horizontal. Un
muro de fuego se interpuso entre ellos, saltando para proteger
al Brujo y su familiar. A través de las llamas rugientes, Rose lo
vislumbró dándose la vuelta y comenzó a dibujar líneas
brillantes en el aire.
Un portal.
—¡Se va a escapar! —Gritó Hayley.
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Virginia atrapó a Dai mientras trataba de saltar hacia adelante.
—¡No! ¡Es demasiado caliente, no lo lograrás!
El fuego mágico ardía al rojo vivo, tan intenso que sus sombras
se destacaban rígidas y negras detrás de ellos. Las llamas se
curvaron y se retorcieron como un nido de serpientes. Se
estiraron de forma poco natural, formando una cúpula,
encerrando completamente a Ash y Corbin.
Por un momento, Rose vio la cara de Ash a través del infierno.
Él la estaba mirando directamente, como si nada más existiera
en el mundo.
Él era su compañero. Y ella sabía, sabía, que él nunca la
lastimaría.
—¡Rose, no! —Gritó Connie.
Demasiado tarde. Ella ya estaba corriendo, aplastando,
esquivando sus intentos de agarrarla.
Sin dudarlo, se arrojó a las llamas.
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El tiempo se ralentizó. A través del infierno y la agonía roja
que empañaba su visión, vio a Rose saltar. Parecía colgar en el
aire, como si estuviera huyendo. Su expresión era tan serena
como su cisne, tranquila, inmóvil y absolutamente sin miedo.
Sus ojos se clavaron en los de él. Él podía mirar a través de
ellos directamente a su alma. Amor perfecto, confianza
perfecta. Incluso después de todo lo que había hecho.
Eran compañeros, y nada podría mantenerlos separados.
Se arrojó contra la atadura, apenas sintiendo el mordisco de las
runas. El flujo de poder se invirtió, volviendo a sus venas.
—¡No! —Aulló Corbin.
La atadura era solo un hilo deshilachado alrededor de su alma.
A lo lejos, podía sentir a Corbin tirando de él frenéticamente,
pero la correa del Brujo era impotente ante el vínculo de
compañeros.
Ash se acercó. Su amor envolvió a Rose, protegiéndola del
fuego. Las llamas ondularon a su alrededor, separándose
fácilmente, sin causar daño.
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Él atrapó sus manos extendidas. Sus dedos se entrelazaron a
través de los suyos.
La atadura se estiró, se tensó... y se mantuvo.
Rose se quedó mirando las runas manchadas de sangre,
abriendo la boca con horror. Ella agarró sus manos con más
fuerza, como si pudiera físicamente sacarlo del poder del
Brujo. Podía sentirla tratando de alcanzarlo a través del vínculo
de compañeros... pero no tenía nada que agarrar. Solo ceniza
fría, donde debería haber un vínculo entre sus almas.
Él podía envolverla en su poder, pero ella no podía alcanzarlo
a cambio. Y sin su poder, su fuerza, él no podría liberarse de la
atadura.
Detrás de él, Corbin se echó a reír. —Oh, tontos. Pobres,
pobres tontos. Ahora ambos son míos.
Corbin hizo un gesto de remolino con un dedo. Un collar
brillante apareció alrededor del cuello de Rose. Sus manos
volaron a su garganta, sus ojos se ensancharon en pánico.
El fuego se levantó en su alma, pero la voluntad del Brujo se
apretó más fuerte alrededor de él. Aunque la unión estaba
desgastada casi hasta el punto de romperse, todavía lo retenía.
Luchó tan duro como pudo, pero el momento de shock había
roto su control. El poder se escurrió de él, reuniéndose en las
manos de Corbin.
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—Eso está mejor —canturreó Corbin, sonando divertido. El
Brujo se dio la vuelta y levantó las manos de nuevo para
dibujar las líneas de un portal. —No la estoy lastimando. Solo la
llevo conmigo... como garantía de tu buen comportamiento.
A lo lejos, Ash era consciente de los rugidos y gritos que
venían de fuera de la cúpula del fuego que cubría a los tres.
Las sombras se movieron al otro lado de las llamas: Dai,
Chase, Griff, John, Hugh, todos tratando desesperadamente de
encontrar un camino para atravesarla. Pero no tenían equipo,
ni herramientas, nada que los protegiera del intenso calor.
No podía hacer un camino a través del fuego para ellos como
lo había hecho para Rose. A pesar de que había aflojado la
unión casi al punto de romperse, él no podía calmarse lo
suficiente como para calmar las llamas. No cuando ella estaba
en un peligro tan terrible...
El Fénix se enfureció en su alma. Su pecho estaba lleno de su
furia incandescente, tan fuerte que la tensa atadura apenas
podía limitarlo. Si pudiera estirarlo un poco más, lo suficiente
como para quemar a Corbin...
Él no podía. Incluso con la unión debilitada no le permitiría
dañar al Brujo. Atrapó su fuego dentro de los confines de su
cuerpo.
Y se dio cuenta de que había una cosa que podía quemar.
***
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Página
Por favor, Rose rogó desesperadamente en su propio corazón.
¡Tenemos que contactarlo, tenemos que salvarlo, por favor!
Pero aun así su cisne se agito, en negación y desesperación.
¡No es nuestro compañero!
Ash había tenido razón. No importaba que ella supiera que él
había sido su compañero. No importaba lo desesperada que
estuviera por salvarlo. Ni siquiera importaba lo mucho que lo
amaba. No importa cómo su mente gritara sí, el centro
profundo y animal de su corazón sabía la verdad.
Él no era su compañero.
Ella no podía liberarlo.
Ella había fallado
Ash levantó la cabeza. Su mandíbula se había apretado
mientras luchaba contra la voluntad de Corbin, pero ahora su
expresión de agonía se relajó. Parecía extrañamente aliviado,
como si finalmente hubiera dejado una carga inimaginable. Sus
ojos eran profundos y claros mientras la miraba a ella.
Su boca formó dos palabras finales.
Te amo.
Luego se desplomó.
—¡NO!
El chillido de Corbin se hizo eco del suyo. La luz pulsante que
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rodeaba las manos del Brujo se apagó como una vela


Página
encendida. El escudo de fuego que los cubría farfulló y se
desvaneció.
La magia del Brujo había muerto... junto con su familiar.
Apenas fue consciente de que el Equipo Alfa estalló a través de
las menguantes llamas. En todo momento, lo único que
importaba era el cuerpo quieto y silencioso de Ash.
Estaba completamente inmóvil. Todas las líneas de
responsabilidad y preocupación fueron finalmente suavizadas.
Su rostro mostraba el suave y leve rastro de una sonrisa.
Para salvarla, él había quemado lo único que podía. Lo último
que le queda.
Su propia vida.
Sus rodillas chocaron contra la piedra fría. Ella no podía
respirar. No quería respirar. Sus pulmones ardían, pero ¿cómo
podría aspirar aire cuando él nunca lo haría de nuevo?
Una forma vestida de oscuro se estrelló contra ella, tirándola al
suelo. Ella se quedó sin aliento, el tiempo comenzó de nuevo.
La frenética y retorcida cara de Corbin estaba a escasos
centímetros de la suya. En algún lugar, alguien gritaba, los
Dragones rugían, pero ella supo en un momento repentino de
claridad helada que no iban a llegar a ella a tiempo.
La mano fría y huesuda de Corbin le arañó la muñeca.
Y entonces…
315
Página
***
El Fénix se levantó.
Sin vincularse a la carne mortal, era invisible, la esencia pura
del fuego. Sin tocar e intangible, se elevó hacia arriba, hacia
afuera.
¡Libre, libre por fin! Brillaba más que el sol naciente,
regocijándose.
Pero ningún fuego podría arder sin combustible. El espíritu
que lo había alimentado durante tanto tiempo estaba
disminuyendo ahora, alejándose como el humo. El Fénix se
aferró a esa chispa que se desvanecía con garras
incandescentes, negándose a dejar que el alma se escapara
todavía.
Necesitaba que el alma sostuviera su llama inmortal por un
tiempo más. Solo hasta que encontrase un nuevo anfitrión, un
nuevo espíritu para alimentar el suyo. Entonces, y solo
entonces, podría liberar las cenizas de lo viejo para que
encontrar finalmente descanso.
Era hora de renacer.
El Fénix extendió sus alas espectrales anchamente, rodeando
el mundo. Las almas se ensancharon en respuesta, brillando
como estrellas dispersas. Almas brillantes, almas fuertes. Edad,
raza, género, tales cosas eran irrelevantes. Era la esencia más
316
Página
profunda lo que importaba. Una voluntad firme, un corazón
verdadero.
Mil almas dignas llamaron al Fénix.
Eligió
***

El fuego la llenó.
La golpeó como un relámpago blanco. La llama se vertió en
ella, hasta que sintió que debía brillar con ella, brillando como
el sol.
Corbin chilló, retrocediendo, con las manos quemadas y
ampolladas. Intentó alejarse, pero ahora era su turno de
mantenerse firme.
La fuerza dentro de ella conocía al Brujo. Quemaba con una
emoción profunda y poderosa. No rabia, ni odio, sino algo
puro, brillante y absolutamente sin piedad.
Justicia.
Había traído dolor y sufrimiento a innumerables vidas. Él no
debería existir.
Y así, tan fácil como el pensamiento, no lo hizo.
Ella lo deshizo, quemándolo hasta las partículas componentes.
Satisfacción sin palabras irradiaba de esa fuerza extraña en su
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Página
alma mientras el humo se alejaba. De un millón de maneras,
un millón de vidas, los átomos que una vez fueron el Brujo
encontrarían un nuevo propósito. Toda la materia bailaba en
el ciclo sin fin, cambiando constantemente, renaciendo
eternamente.
Al igual que el Fénix.
Todavía había una pequeña mancha de oscuridad en la
ardiente blancura dentro de ella. Su cisne se acurrucó en el
corazón del infierno, empequeñecida por las ardientes alas que
la envolvían. Sin embargo, abrió sus propias alas de ébano de
par en par en un abrazo de bienvenida.
¡Oh! su cisne gritaba ferozmente ¡Oh, por fin, por fin!
Regresaste, como sabíamos qué harías, ¡por fin has vuelto!
Su cisne conocía el poder incandescente que las llenaba. Lo
conocía.
—¡Rose! —Virginia la agarró por los hombros, cenicienta de
terror. —¿Estás bien? ¿Te hizo daño Corbin?
—No —dijo Rose. Su voz sonaba extraña en sus propios oídos.
Una parte de ella esperaba que fuera mucho más profunda. —
Estoy bien. —Una risa pura y encantada brotó del centro de su
ser. —Todo está bien.
—Rose... —Virginia tragó, vacilando. —Ash es, es... Hugh está
trabajando en él ahora. Pero no se ve bien.
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Página
Rose puso su mano sobre la de Virginia, apretándola. —Va a
estar bien.
Virginia todavía la estaba mirando preocupada, como si le
preocupara que se hubiera vuelto loca por el shock. Rose
deseaba poder tranquilizarla, pero el tiempo se estaba
acabando.
Con mucho cuidado, ella se puso de pie. Caminar con el Fénix
dentro de ella se sintió un poco como intentar equilibrar una
bandeja de bar llena de pintas repletas. El poder amenazaba
con derramarse con cada movimiento.
Escuchó a Connie ahogar un grito anonadado. —Sus pies.
¡Mira sus pies!
El olor de la roca chamuscada se levantó a su paso. Dai
extendió una mano, para apoyarla, para detenerla, no podía
decirlo, pero se la alejo. El shifter Dragón Rojo se quedó
mirando sus dedos quemados.
—Hugh —dijo en voz baja —detente.
El Unicornio no se movió. Sus patas delanteras estaban
dobladas, todo el cuerpo inclinado hacia abajo, todos los
músculos tensos. El resplandor plateado de su cuerno era
demasiado brillante para mirar directamente. La punta afilada
descansaba directamente sobre el corazón de Ash.
Sin embargo, su pecho permaneció inmóvil. A pesar del poder
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curativo que se derramaba en él, no había ningún destello de


Página
vida. Sus ojos abiertos miraban hacia la eternidad, vacíos y
tranquilos.
—Hugh —dijo Rose de nuevo. Ella extendió una mano,
acercándose. —Todo está bien. Puedes parar ahora.
El Unicornio se estremeció por su aura ardiente. Se tambaleó
hacia atrás, con la cabeza colgando de agotamiento. Con un
brillo de luz, se encogió de nuevo en Hugh.
—Lo siento —dijo, con la voz quebrada. Ivy se apresuró a
apoyarlo, envolviendo brazos reconfortantes alrededor de su
compañero. —No hay nada que pueda hacer. Él se ha ido.
—Lo sé. —Rose se arrodilló junto al cuerpo de Ash. —No te
preocupes. Todo va a estar bien.
Todavía estaba caliente. Ella acunó su cabeza en su regazo,
alisando su cabello canoso. Las yemas de sus dedos trazaron
las líneas amadas de su rostro.
Ahora, le dijo, a su cisne.
Su animal vaciló. Se acurrucó como si protegiera un huevo.
Pero él es nuestro. Nuestro compañero.
Sí. Rose acarició a su animal, haciendo que sus alas negras se
abrieran. Y tenemos que devolverlo a donde pertenece.
A regañadientes, su cisne retrocedió, cediendo. Con cuidado,
Rose recogió lo que su animal había estado custodiando.
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Una chispa, una mota, casi perdida en la llama eterna del
Fénix. Pero para ella, quemaba más brillante que todo.
Inclinándose, ella presionó sus labios contra los de él.
Y respiró el alma de Ash de nuevo en su cuerpo.
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El fuego del Fénix salió de ella, siguiendo el alma de Ash
como la cola de un cometa. Ella lo dejó ir alegremente,
liberando el poder prestado. No importaba cuán glorioso
fuera, ella estaba cómoda consigo misma. Ella no deseaba ser
transfigurada permanentemente en algo diferente.
Sin embargo, no se fue todo el poder. Un hilo brillante y
ardiente permanecía, extendiéndose desde su alma. Podía
sentirlo, en lo profundo de su corazón, un vínculo que nunca
volvería a romperse.
Debajo de su palma, el pecho de Ash se levantó. Respiró lenta
y calmadamente, como si simplemente hubiera estado
durmiendo. Su mano subió a la parte de atrás de su cuello,
tirándola hacia abajo, profundizando el beso.
—¡Está vivo! —Gritó Hayley.
Rose se alejó, riendo, mientras todos se agrupaban alrededor
de ellos. —Está bien, está bien, ¡aléjense o él no se mantendrá
vivo!
Agitó las manos, espantando al Equipo Alfa. Cinco bomberos
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ansiosos eran demasiados músculos para tratar de


Página
amontonarse en un espacio pequeño. —El pobre hombre ha
estado muerto, por piedad. Déjenlo recuperar el aliento.
Hugh se abrió camino a codazos, arrodillándose junto a Ash. —
No te muevas. Necesito revisarte.
—Estoy bastante bien. —Ash trató de incorporarse, pero el
paramédico lo empujó firmemente. Con una leve sonrisa
irónica, se sometió a la rápida y práctica inspección de Hugh.
—Bien. —Hugh se sentó sobre sus talones, de alguna manera
logrando parecer simultáneamente jubiloso y exasperado. —En
mi opinión médica profesional, este hombre está
definitivamente vivo.
—¿Él no necesita tu ayuda? —Dijo Neridia, su voz alta y tensa.
—Como dije, estoy perfectamente bien. —Ash se levantó por
fin, agitando media docena de manos extendidas. Incluso el
lugar donde había estado su atadura era una cicatriz vieja y
pálida, completamente curada.
—Bien. —Neridia hizo una pausa, conteniendo el aliento con
un extraño gruñido gutural. —En ese caso... Hugh, ¿podrías
ayudarme?
—Neridia, ¿estás de parto? —Exclamó Rose.
—Yo... —Neridia se tambaleó, doblándose. John se levantó a su
lado, apoyándola en sus fuertes brazos. —Creo que... necesito...
¡Hugh!
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El paramédico se levantó de un salto. —Correcto. No hay
necesidad de entrar en pánico —dijo, aunque su expresión no
coincidía completamente con sus palabras. —Es tu primer
bebé, tenemos mucho tiempo para llevarte a un lugar más
cómodo. No hay peligro de que ocurra nada hasta que las
contracciones estén separadas por dos minutos.
—Hugh. —Neridia gruñó, con los dientes apretados. —Eso fue
hace diez minutos.
La cara de Hugh se puso tan blanca como su cabello. —
Maldito infierno, mujer, ¿por qué no lo dijiste?
Atrapada en medio de otra contracción, Neridia solo pudo
lanzarle una mirada. Fue, sin embargo, muy elocuente.
—Mi compañera, mi corazón, todo estará bien. —Una melodía
tranquilizadora envolvía las palabras de John, llena de
armónicos de amor y consuelo. Su rostro estaba rígidamente
calmado, pero Rose podía sentir el pánico golpeando contra
sus costillas. —Hermano de armas, el tiempo se acorta. ¿Qué
debemos hacer?
—¡No estar aquí! —Hugh se pasó ambas manos por el pelo,
mirando a su alrededor como si esperara que una ambulancia
completamente equipada pudiera caer del cielo. —¡Ella no
puede tener un bebé en medio de esto!
La zona de jaulas de la colección de animales era un desierto
devastado a su alrededor. Muchas de las jaulas de hierro
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estaban retorcidas y destrozadas, fundidas por fuego o ácido.


Página
El hollín se arremolinaba en el aire. Los incendios dispersos
todavía ardían alrededor de los bordes del patio.
Rose levantó sus cejas a Ash. Captando su significado, él
asintió, luego miró casualmente a su alrededor.
Las llamas se apagaron, de repente.
Ash exhaló. —¿Mejor?
—Es una mejora —gruñó Hugh. Estaba ocupado pasando
manos brillantes sobre el estómago de Neridia, con el ceño
fruncido por la concentración. —Aunque “fuego no activo” es
una barra bastante baja para empezar.
—He cambiado de opinión —jadeó Neridia. El sudor le goteaba
la piel. —No quiero tener un bebé. Que alguien lo pare, por
favor.
Virginia y Dai intercambiaron una mirada irónica. —Recuerdo
esto un poco —murmuró el shifter Dragón.
—Afortunadamente, yo no lo hago. —Virginia tomó las manos
de Neridia y las frotó con suavidad. —Va a estar bien, Neridia.
Te olvidarás del dolor una vez que tu bebé esté aquí. Lo
prometo.
—No. No hare esto —anunció Neridia. A pesar de su tono, sus
ojos se habían vuelto más bien salvajes y desenfocados. —Iré a
nadar en su lugar.
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Página
Con la cabeza en alto regiamente, ella trató de alejarse. John se
lanzó para interceptarla. Él la levantó de sus pies,
sosteniéndola rápido a pesar de sus protestas semi-
incoherentes.
—Cuidado —advirtió Griff —como yo lo recuerdo, la siguiente
etapa consiste en tratar de morderte, como castigo por hacerle
esto a ella.
—No me pueden culpar por eso —protestó Hayley. —Estaba
teniendo gemelos.
Chase miró el vientre embarazado de su propia compañera, su
expresión repentinamente algo alarmada. —Voy a necesitar una
armadura.
—Lo que necesitamos ahora es una cama —gruñó Hugh. —O al
menos algo más cómodo que un piso de piedra desnuda.
—La mansión no ha estado ocupada por algún tiempo, pero lo
que vi de ella aún era útil —dijo Ash. Rose no podía decir
cómo lo hizo, pero de repente no era un hombre agotado con
un uniforme inmundo, sino el Comandante. —John, ayuda a
Hugh a llevarla dentro.
—¿Está el océano allí? —Murmuró Neridia, su aliento salía en
patrones rápidos.
—Un baño podría ser, cariño —dijo Virginia. Ella llamó la
atención de Connie. —Veremos lo que podemos utilizar.
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—Háganlo rápido —murmuró Hugh. —Hayley, conmigo, por
favor. Puedes ayudar a entrenarla a través de esto. Al menos
has hecho esto antes...
—Chase. —Ash miró El shifter Pegaso mientras los demás
desaparecían en la mansión. —Vuela al resort lo más rápido
que puedas, infórmales de los eventos. Trae un botiquín, si
puedes.
—Yo también iré —se ofreció Ivy. —Soy incluso más rápida.
Traeré de vuelta los suministros, mientras que Chase explica
todo al gerente del resort.
Ash reconoció esta sugerencia con un asentimiento agradecido.
La wyvern y el Pegaso cambiaron y partieron hacia el cielo,
desapareciendo rápidamente de la vista.
—Griff, Daifydd —dijo Ash, girándose hacia ellos —busquen en
la casa cualquier cosa útil. Comida, ropa limpia.
—Toallas —apunto Rose —agua y ollas grandes, para que
podamos esterilizarlas.
—Voy a limpiar aquí —dijo Ash, indicando el patio devastado
con un ligero movimiento de una mano. —Si encuentran algo
que necesiten... desechar, contácteme. No dejemos sorpresas
desagradables para el personal del centro vacacional, en caso
de que vengan aquí más tarde.
Griff y Dai asintieron. Sin ninguna pregunta, se fueron.
327
Página
Eso solo la dejó a ella y a Ash. Ella ladeó la cabeza hacia él. —
¿Qué tengo que hacer?
—Tú... —El aura de mando de Ash se desvaneció como una
chaqueta desechada. Él le tomó las manos, tirando de ella en
sus brazos. —Ya lo has hecho todo.
Ella se apoyó contra su pecho. —¿Lo sabías?
—¿Que el Fénix iría contigo? —Incluso sin mirarlo, ella podía
decir que estaba sonriendo. —Tenía mis sospechas. Pero lo
que hiciste después... eso no lo anticipé.
—Mmm. Si alguna vez haces un truco como ese otra vez, te
estrangularé. —Su corazón latía fuerte y firme contra su oreja.
Podía escuchar ese ritmo tranquilizador para siempre. —Y
luego te traeré de vuelta a la vida para que pueda matarte un
poco más. No creas que no lo haré. Puedo meterte allí tantas
veces como quiera, ya sabes.
Su risa profunda y suave resonó a través de su cuerpo. —Me
consideraré advertido.
—Lo digo en serio. —Ella se apartó un poco para poder mirarlo
a los ojos. —No más sacrificios, Ash.
Su expresión se puso seria. Él se inclinó un poco, ahuecando
su rostro con ambas manos.
—Nunca te dejaré de nuevo —dijo, con voz baja e intensa. —Mi
lugar está a tu lado. Siempre te protegeré, te atesorare y te
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Página
cuidaré... como tú lo haces conmigo. Eres mi fuerza. Y nunca
más volveré a ser tan arrogante y tonto como para olvidar eso.
—Bien. —Rose empujo su cabeza hacia abajo, atrayéndolo hacia
sus labios separados. —No lo hagas.
El calor se extendió por su pecho mientras se besaban. El
vínculo de compañeros pulsó en su mente, instándola a
presionar más contra él. A pesar de que estaban a la vista en
medio de un campo de batalla ardiendo, la necesidad rugía a
través de su sangre.
Ella había sentido ese instinto abrumador y enloquecedor
antes, hace veinte años. En una habitación de motel
destartalada, justo después de que escaparon de la base de los
Brujos, cuando ella vendó sus heridas...
—¡Ash! —Exclamó ella, alejándose sacudiéndose alarmada. —
¡No creo que estemos completamente unidos!
Se apartó un poco, frunciendo el ceño. Ella tuvo la sensación
de que él se retraía a su interior, examinando la conexión
restaurada entre ellos.
—Tienes razón. —Él no parecía en absoluto consternado. Más
bien, un calor complaciente y malvado se encendió en sus ojos
oscuros. Sus fuertes manos la acercaron más a él, su cuerpo
duro y caliente contra el de ella. —El vínculo está ahí, pero
todavía no está totalmente consumado. Lo que significa que
hay algo que tenemos que hacer...
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Página
Un grito partió el aire. Ash dejó escapar un gemido ahogado,
frustrado, enterrando su cara en su cuello.
Ella tuvo que reír, a pesar de que a su propio cuerpo le dolía la
interrupción. —Un día —dijo con pesar —podríamos tener
cinco minutos para nosotros sin que nos interrumpa una crisis.
Él le mordió el cuello ligeramente, haciendo que sus dedos se
doblaran. —Planeo tomar más de cinco minutos.
En ese momento, ella habría tardado treinta segundos. Pero a
regañadientes, lo rechazó. —Bueno, ahora mismo será mejor
que vaya a ver qué puedo hacer para ayudar a Neridia. Pero te
tomare la palabra.
Él le cogió la mano y se la llevó a la boca. Un delicioso
escalofrío la recorrió mientras su aliento rozaba la sensible piel
de su muñeca interna. Él plantó el más suave de los besos
sobre su tembloroso pulso.
—¿Pronto? —Respiró.
—Pronto —prometió ella.
330
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Pronto no pudo llegar lo suficientemente pronto.
Pero no importaba cómo la sangre de Ash ardía de
impaciencia, había tareas por hacer. Ese era el precio de ser el
líder: aquellos a quienes liderabas instintivamente te buscaban
por orientación, por costumbre, por confianza. Y un buen
líder nunca defrauda a su equipo.
Podía decir que sus hombres estaban montando el filo de la
navaja después de todo lo que había sucedido: la adrenalina
falsa y frágil que provenía del estrés sostenido e intenso. Si se
detenían por un momento, colapsarían.
Así que no los dejó detenerse. Asignó, organizó y ordenó, con
el mismo tono de voz tranquilo que había usado a través de
innumerables incendios. Los mantuvo juntos.
Y en cuanto a sí mismo... tenía a Rose. Su calor en su alma era
toda la fuerza que necesitaba.
No tuvieron más oportunidades de hablar, y mucho menos de
hacer otra cosa. Ella estaba ocupada, proporcionando un
enfoque para las mujeres como él lo hizo para los hombres,
manteniéndolas ocupadas con un ánimo brillante y alegre.
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Página
Pero cada vez que se cruzaban en los pasillos, podían
compartir una mirada. Una sonrisa robada, una rápida caricia.
Cada mirada, cada toque, avivaba el fuego en él más alto.
Había esperado veinte años. Sin embargo, esperar este último
día casi lo mata de nuevo.
Encontró una salida para su frustración al quemar
personalmente cada rastro de los Brujos. Tanto él como su
animal interior se sintieron muy satisfechos con eso. Redujo
incluso las jaulas de hierro a humo y cenizas. Ningún shifter
volvería a ser atrapado aquí de nuevo.
Para cuando Hugh emergió, agotado pero triunfante, para
informar que la madre y el recién nacido estaban bien, tanto la
casa de huéspedes como la mansión estaban completamente
limpias. Sólo las piedras ennegrecidas y una pila de cenizas en
rápida dispersión mostraron que algo había sucedido aquí en
absoluto.
Incluso una vez que llegaron a Shifting Sands Resort, hubo
tareas. Explicaciones y disculpas: como era de esperar, la
versión de los eventos de Chase había dejado mucho que
desear en términos de claridad. Ash tardó varias horas en
explicarle los asuntos a Scarlet, la gerente del resort. Quería
saber todo sobre los Brujos, especialmente cómo reconocerlos
y sus debilidades.
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Página
—No sé si el peligro ha pasado por completo —le admitió a ella
—su líder está muerto, pero aún pueden quedar otros,
escondidos. Y ahora saben de este lugar.
—Y ahora sé de ellos. —Scarlet se recostó en la silla de su
oficina, con un brillo peligroso en sus ojos. —Si vuelven aquí de
nuevo... lo lamentarán.
Casi sintió pena a cualquier Brujo que intentara poner un pie
en Shifting Sands en el futuro. No podía decir qué tipo de
shifter podía ser la extraña mujer pelirroja, pero no había duda
de que era formidable.
Formidable, y también generosa. Ella descartó su oferta de
pago por alojamiento nocturno. —Ustedes son nuestros
huéspedes —dijo con firmeza —es temporada baja, de todos
modos. Tenemos un montón de cabañas libres.
Luego ella arrugó la nariz, mirando fijamente su uniforme
arrugado y cubierto de hollín. —También tenemos excelentes
duchas.
Captó la indirecta. Breck, un miembro del personal
discretamente atento, lo acompañó a una casona grande y
encantadora, y esperó cortés pero insistentemente hasta que le
entregó sus ropas sucias. Por la forma en que el hombre se las
llevó con el brazo extendido, Ash sospechó que los quemaría
en lugar de limpiarlas.
Lo que lo dejó atrapado en la casa con nada más que una
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toalla. Shifting Sands podría ser un centro de vestimenta


Página
opcional, pero él no era una persona de vestimenta opcional.
Especialmente no con Rose deliciosamente, entrometiéndose
insistentemente en sus pensamientos cada cinco segundos.
Él tomó una ducha. Una muy, muy fría.
Todavía estaba de pie bajo el agua cayendo, tratando de
limpiar el hollín de su cabello, cuando escuchó la puerta de la
cabaña abierta. —En la cama, por favor —gritó, asumiendo que,
con esperanza, fuera Breck que regresaba con algún tipo de
ropa.
En cambio, el calor del vínculo de compañeros brillaba contra
su espalda desnuda como el sol de verano. —Solo si vas a
acompañarme.
Tragó un chorro de agua jabonosa, volviéndose tan rápido que
casi perdió el equilibrio. Rose le sonrió con malicia desde la
puerta del baño. Un corto vestido rojo acariciaba sus curvas y
sacaba el rico ébano de su piel.
—O si prefieres... —Ella deslizó las finas correas de color
carmesí sobre sus suaves hombros. —Podría unirme a ti.
Su compañera, su compañera.
—Sí —dijo con voz ronca.
Solo lo dijo como un sí a ella, “sí, oh, sí, siempre sí”, pero ella
lo tomó como invitación. Su vestido cayó suavemente al suelo,
formando un charco alrededor de sus pies descalzos.
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El deseo saltó a través de él al verla. Y ahora, ahora podía
sentir el efecto que tenía sobre él. Sabía exactamente cómo
cada centímetro de ella detuvo su aliento y puso su corazón a
latir con fuerza en su pecho.
Su sonrisa se ensanchó. Ella avanzó como la Diosa que era,
permitiéndole adorarla con su mirada. Se metió en la ducha...
y gritó, saltando hacia atrás.
—¡Eso está frío! —Exclamó, abrazándose a sí misma. Piel de
gallina se levantó en sus brazos. —Ash, ¿por qué demonios
estás tomando una ducha fría?
Su indignación era adorable. Se encontró a sí mismo
sonriendo, tontamente. —Porque estaba pensando en ti.
Ella levantó las cejas hacia él, y una sonrisa de respuesta tiró de
sus labios. —¿Estaba ayudando?
—En lo más mínimo.
Sus ojos se movieron hacia abajo. Su sonrisa torcida,
deliciosamente. —Eso lo puedo ver.
Alcanzó el grifo de la ducha, girándolo hasta que estaba
caliente. Al mismo tiempo, dejó que un poco de su poder
aumentar, calentando el aire.
—Si prometo calentarte —murmuró él, mientras el vapor los
envolvía a ambos, —¿todavía te unirás a mí?
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—Mmm. —Ella dio un paso adelante. —Cierra tus ojos. Todavía
tienes jabón en el pelo.
Una parte de él, una parte muy específica, preferiría tomarla
contra la pared ahí y ahora. Pero la dulce anticipación
cantando por el vínculo de pareja le dijo que ella estaba
disfrutando tomarse su tiempo, aprovechando el momento. Y,
a decir verdad, también lo estaba él.
Había esperado veinte años. Pero descubrió que podía esperar
un poco más.
Inclinó la cabeza hacia atrás bajo el agua caliente, cerrando los
ojos. Los picos duros de sus pezones rozaron su pecho
mientras ella se estiraba, y él reprimió un gruñido. Ella rió
suavemente contra su garganta, besando su clavícula.
—Espera —ordenó ella —déjame limpiarte primero.
Sus dedos fuertes trabajaron a través de su pelo. Su toque era
simultáneamente provocativo y calmante, disparando su sangre
incluso mientras sus músculos se relajaban. Él la acarició en
respuesta, pasando sus manos por las curvas mojadas de sus
hombros, su espalda, sus caderas.
Aun manteniendo los ojos cerrados, agachó la cabeza. No
necesitaba poder ver para capturar su boca. Ella zumbó de
placer, inclinando su rostro hacia él, el agua corría por sus
caras.
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Él besó la esquina de su boca, su mandíbula, el hueco detrás
de su oreja. —Mi turno —murmuró.
Alcanzando el jabón, se enjabonó las manos. El aroma dulce y
embriagador de las rosas perfumaba el aire. Él le acarició los
hombros, bajó por sus brazos, disfrutando de la suavidad de su
piel. Él tomó sus manos, ahuecándolas entre las suyas.
—Mmmm —suspiró Rose, mientras sus pulgares frotaban
círculos lentos y fuertes sobre sus palmas. Sus ojos se cerraron.
—Eso es adorable.
—Tú eres adorable —susurró, acercándose a ella.
Se enjabonó las manos de nuevo, esta vez frotando la espuma
sobre el largo camino de su espalda. Ella ronroneó,
arqueándose ante su toque. La acarició hasta que cada
músculo estaba suelto y lánguido, su cuerpo desmadejado
contra el suyo.
Sus manos se movieron sobre él a cambio. Agua con jabón
corría por el centro de su pecho, goteaba sobre su abdomen y
más abajo. Estaba tan duro que incluso ese toque ligero era un
tormento exquisito.
Él sabía que ella sentía su deseo creciente. Podía sentir cómo
cada gota de agua golpeaba también su piel sensibilizada, cómo
sus dedos arrastrados hacían que su propio calor aumentara.
Se convirtió en un juego, el ir despacio. Para ver qué tan lento
podían ir, antes de que uno de ellos se rompiera. Pulgada por
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pulgada, toque por toque, lavándose con minuciosidad
meticulosa. No más oscuridad entre ellos, no más ceniza
carbonizada y secretos ennegrecidos. Solo la simple y limpia
verdad del vínculo de compañeros.
—Ash —ella jadeó, su pecho presionando contra su palma. —
¡Ash!
Sus dedos rodaron entre sus muslos, sumergiéndose en su
resbaladizo y caliente interior. Ella se rompió primero,
apretándose a su alrededor mientras el éxtasis se apoderaba de
ella.
El vínculo de compañeros estaba tan abierto y listo como su
cuerpo, como la yesca seca esperando una chispa. Él podría
levantarla ahora, deslizarse dentro de ella, hacerla arder...
Se apartó de ella y apoyó las manos en el cubículo de la ducha.
Antes, eso la habría hecho dudar, preguntándose si había
hecho algo mal. Pero ahora... ahora solo abrió los ojos otra
vez, con una sonrisa arrepentida tirando de la comisura de su
boca mientras sentía su lucha interior.
—Ah —dijo ella —no quieres que esto termine demasiado
rápido.
—Quiero poder hacerte justicia. —Su respiración era irregular.
—Sólo dame... un momento.
Su lengua recorrió sus labios. Ella le dirigió una mirada que
sacudió su eje para atraer aún más su atención.
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—No —dijo ella lentamente. —No, no creo que lo haga.
Él se quedó sin aliento cuando ella envolvió su mano
alrededor de él. Se derrumbó contra la pared de azulejos,
momentáneamente cegado por la sensación.
Y entonces su boca se deslizó sobre él.
Todo pensamiento se hizo humo. Todo lo que sabía era el
exquisito calor de ella, el juego de su lengua, la suavidad de sus
labios.
Él enredó su mano en su cabello, las caderas se sacudieron
hacia arriba incontrolablemente. En pocos segundos, se corrió
con fuerza, con grandes y estremecidas chispas, vaciándose
profundamente en su boca acogedora.
Rose se apartó, un brillo satisfecho en sus ojos. —He querido
hacer eso durante mucho tiempo.
Todavía le temblaban las piernas. Él tomó sus manos,
levantándola, aplastando su boca contra la de ella. La besó
larga y profundamente, diciéndole todo sin decir nada.
El agua se enfrió bruscamente. Rose gritó. El cerró la canilla
tan rápido que el mango se soltó en su mano. Se quedó
sosteniéndolo, sin duda luciendo bastante ridículo, ya que ella
se disolvió en risitas.
—Bien, lo bueno es que estamos completamente limpios —dijo
—dado que no parece que la ducha vuelva a funcionar pronto.
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—Voy a deberle a Scarlet una disculpa más. —Equilibró el
mango roto en la jabonera, por falta de algo mejor que hacer
con eso. —Pero valió la pena.
Rose se había envuelto en una toalla, pero todavía estaba
temblando. Se acercó a ella, la abrazó y se concentró.
—Oooh —suspiró, relajándose mientras la ola de calor la
envolvía. —Está bien, te perdono por romper nuestra ducha.
Él le acarició el húmedo cabello, respirando su delicioso
aroma, el jabón perfumado que se mezclaba con el calor más
rico y subyacente de ella. —¿Me perdonarás por no estar en
mis veinte años?
Ella le lanzó una mirada burlona. —Ya no estoy en mis veinte
años tampoco.
—Tú no eres hombre. —Él hizo un gesto hacia abajo,
tímidamente. —Hiciste un trabajo demasiado bueno allí. Puede
que necesite un poco de tiempo para recuperarme.
Ella se rió de nuevo, acurrucada contra él. —Tenemos todo el
tiempo del mundo.
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Neridia suspiró de placer, relajándose contra un montón de
suaves almohadas blancas. —Ahora eso está mejor.
Si Rose pensó que su propia cabaña era lujosa, la que Scarlet
asignó a Neridia y John era positivamente palaciega. Las
ventanas francesas con respaldos plegados se alineaban en una
pared, permitiendo que la brisa del océano teñida de sal
refrescara la elegante habitación. Incluso con la enorme cama
extra grande, todavía era lo suficientemente grande como para
adaptarse cómodamente a la totalidad del equipo Alfa y sus
compañeras. Flores en maceta estaban ubicadas en cada
superficie, rodeándolo todo en un tumulto de olor y color.
—Ciertamente te lo has ganado. —Rose le dio a Neridia un
lujoso cóctel sin alcohol, tan bien adornado que no era tanto
una bebida y más una ensalada de frutas. —Aquí. El camarero
me ayudó a hacer esto para ti. Es muy talentoso.
—Todo el personal ha sido muy amable. —Neridia tomó un
sorbo de la bebida con aprecio. —Bueno, las primeras horas de
mi bebé pueden no haber sido auspiciosas, pero al menos está
pasando su primera noche con estilo.
—Nacido después de la batalla —retumbó John, el orgullo
llenando su profunda voz —será un guerrero poderoso.
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En este momento, Rose no podía imaginar que el pequeño
bulto se convirtiera en algo poderoso. El recién nacido
dormido se veía pequeño como un gatito en las vastas manos
de John.
La piel del bebé era rica, de color marrón oscuro, en algún
lugar entre el cálido color ocre de Neridia y el tono ébano con
tintes de índigo de John. Sus suaves labios trabajaban en su
sueño, soñando con leche. Su gruesa capa de rizos azul oscuro
brillaba con reflejos turquesas.
—Definitivamente un Dragón de Mar, con ese pelo —comentó
Hayley, mirando hacia John desde el otro lado. —¿Ya te has
decidido por un nombre?
John dijo el nombre de su hijo. Al menos, Rose asumió que lo
hizo.
—Muy bonito —dijo Hugh, recostándose en la esquina con lo
que Rose sospechaba que era un cóctel bastante más
alcohólico del que ella le había dado a Neridia. —Por favor
dime que hay una traducción de eso. De lo contrario, todos
tendremos que empezar a cargar con los violoncelos.
—Los nombres de los Dragones de Mar relatan nuestros
hechos y nuestro linaje —dijo John, sonriendo con orgullo a su
hijo. —Él es el Emperador en espera, Heredero del Trono de
Perla, Príncipe Heredero del mar.
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El Emperador en Espera, Heredero del Trono de Perla,
Príncipe Heredero del Mar, hizo un pequeño ruido, haciendo
estallar una burbuja.
Griff levantó una ceja irónica a John. —Por favor, dime que no
vas a poner eso en su certificado de nacimiento.
Neridia se echó a reír. —No. Él tiene un nombre de aire
también. Joseph, por mi padre, y Finley, por el Master Shark.
Joseph Finley Jr.
—Joe. —Rose acarició la mejilla del bebé, maravillándose de la
suavidad aterciopelada. —Es el bebé más hermoso de todos los
tiempos.
Griff se aclaró la garganta. —¿No dijiste eso de mis pequeños?
—¿Y de mi Morwenna? —Dai agregó, sonriendo.
—Todos los bebés son los más hermosos de todos —dijo Rose
con firmeza. —¿Puedo sostenerlo?
Con cuidado, John transfirió al bebé a sus brazos extendidos.
Ella lo acurrucó contra su pecho, bajando la cabeza para
inhalar su olor a recién nacido lechoso. Un anhelo nostálgico
la inundó.
Si las cosas hubieran sido diferentes... si ella y Ash nunca se
hubieran separado, o hubieran encontrado su camino de
regreso antes...
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Su mano cayó sobre su hombro. Su profundo y tranquilo
arrepentimiento se hizo eco del suyo.
Parpadeó con fuerza, desterrando lágrimas no derramadas.
Ella tenía mucho. No se arrepentiría por esos años perdidos,
los hijos que podrían haber tenido.
No, su cisne estuvo de acuerdo. Su cuello se arqueaba en
astuta, secreta diversión. Recoge palos y plumas en su lugar.
—Saben —dijo Chase pensativamente, mientras ella todavía
estaba desconcertada sobre eso. —Creo que tenemos que
inventar un nuevo nombre.
—No escuchen a este hombre —anunció Connie al mundo en
general. Ella extendió una mano sobre su vientre. —No se le
permite nombrar a sus propios hijos, y mucho menos a los
demás.
—No sé por qué sigues rechazando mis sugerencias —dijo
Chase en tono herido. —¿Qué pasa con Cainneach, Cionaodh
y Conchobhar?
Hugh miró al techo. —¿Por dónde empezamos?
Ivy le dio un codazo a su compañero. —En realidad me gustan
más como esos. Son inusuales.
—Deletréalos —le dijo Connie — te reto.
—Tómalo de alguien llamado Daifydd —murmuró Dai a
Chase. —No lo hagas.
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—El galés es un lenguaje irrazonable —dijo Chase airosamente.
—El irlandés, al menos, tiene sentido.
—A diferencia de ti mismo. —La voz profunda de John había
adquirido sus tonos más oscuros y prohibidos, pero sus ojos
añil traicionaron su diversión. —¿Puedo preguntar por qué,
precisamente, estás objetando el nombre de mi hijo, hermano
de armas?
—No su nombre —dijo Chase, agitando una mano desdeñosa
hacia el bebé. —Ese está perfectamente bien, aunque le falte un
poco de vocales. Me refiero a él.
Todos siguieron su dedo acusador.
Ash miró a su alrededor, luego se miró a sí mismo. —Que yo
sepa, ya poseo un nombre.
—Uno terrible —le informó Chase, sin el más mínimo indicio
de vergüenza. —Las damas nos contaron la historia.
Honestamente. ¿De Blaze a Ash? También podrías llamarte a
ti mismo ‘‘Mi-Vida-Es-un-Desierto-Desolado-de-Nada”.
—Probablemente no encajaba en el formulario —dijo Hugh,
sonriendo. —Chase tiene un punto. Es un poco deprimente.
—¿Estás llamando a alguien deprimente? —Murmuró Ivy.
—Soy consciente de la ironía. —Hugh la saludó con su cóctel,
su boca se suavizó en una sonrisa genuina. —En cualquier caso,
creo que levantarse de entre los muertos ciertamente califica
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Página
como una ocasión para tomar un nuevo nombre. Entonces,
¿cómo lo llamaremos ahora, Chase?
Chase golpeó su dedo contra sus labios por un momento. —
¿Supongo que Comandante de Bomberos Fire* no funciona
del todo?
El resoplido de risa de Rose despertó al bebé. Ella se lo
devolvió apresuradamente a su madre. —No, realmente no.
—Y habría ciertas dificultades con gritar ¡Fuego! Para llamar su
atención —señaló Griff, sus ojos dorados brillando con
diversión reprimida —especialmente en la estación de
bomberos.
—Buen punto. —Concedió Chase. Se alegró. —¡Esperen! ¡Lo
tengo! Es perfecto. Algo que dice fuego sin, ya sabes, decir
literalmente fuego. Las llamas se reavivaron, renovaron,
ardiendo más que nunca...
Rose tomó la mano de Ash. —Prepárate —ella murmuró en su
oído.
*
Chase le apuntó los dedos como disparándole. —¡Sparky !
Hugh inhaló bastante de su bebida. Los enormes hombros de
John temblaron. Dai y Griff intercambiaron miradas y
estallaron en carcajadas.
La cara de póquer de Ash era perfecta. —Gracias por la
sugerencia. Le daré la consideración que merece.
346
Página
***
—¿Cambiarás tu nombre de nuevo? —Rose le preguntó con
curiosidad, mucho más tarde.
Estaban deambulando desde el comedor, tomando una ruta
escénica a lo largo de la playa. Las arenas blancas relucientes
estaban desiertas, la mayoría de los huéspedes del resort
todavía disfrutaban del suntuoso bufet de postres. A su
izquierda, el sol apenas tocaba el borde del mar, llenando el
cielo con suaves sombras de oro y naranja.
Su mano se apretó un poco sobre la de ella. —En verdad, lo
estaba pensando. Con tu aprobación.
—¿Por qué lo necesitarías? —Ella apoyó la cabeza en su
hombro, disfrutando de su calor en la noche de repente fría. —
A menos que realmente estés contemplando Sparky, en cuyo
caso lo prohíbo por completo. Hay un límite a lo que estoy
dispuesta a gritar en medio de la pasión.
Sus labios se curvaron. Él había sonreído más en las últimas
horas que en el año anterior. Ella todavía atesoraba cada una.
Siempre lo haría.
—Entonces no tendré más remedio que intentar reducirte a la
ausencia de palabras —bromeó.
Por la forma en que sus ojos oscuros se calentaron, no fue del
todo una broma. Su cuerpo se encendió bajo su intención, una
mirada hambrienta. Ella se detuvo, tirando de él hacia abajo
347
Página
para un largo y profundo beso, sus manos deslizándose
alrededor de sus caderas.
—Tentador —murmuró ella contra su boca —pero no necesitas
ponerte un nombre terrible para eso. ¿Así que volverás a ser
Blaze?
Retrocedió un poco, sacudiendo la cabeza. —Corbin me dio
ese nombre. Ash al menos lo escogí para mí. Y en los últimos
diez años... —Sus dedos trazaron sus labios. —Me nombré con
amargura. Pero cada vez que dices mi nombre, se vuelve un
poco más dulce. No. Me quedaré con Ash. Pero pensé que
podría tomar un apellido por fin.
—Ahora es mejor que escojas algo bueno —advirtió Rose.
Su mano ahuecó su mejilla. —Estaba pensando... Swanmay. Si
me aceptas.
—Oh. —Rose respiró, su garganta se ahogó. —Oh sí. Sí.
Sin aliento por la felicidad, ella se apretó hacia él. Él rió a
carcajadas en pura alegría, levantándola limpiamente de sus
pies. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello,
cubriendo su rostro con besos.
—¿Volarías conmigo? —Le susurró al oído.
Ella asintió, demasiado contenta para hablar. La dejó deslizarse
por su cuerpo de nuevo, con cuidado, hasta que sus pies
volvieron a estar en las cálidas arenas. Las puntas de sus dedos
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Página
dejaron rastros de fuego sobre su piel mientras la ayudaba a
salir de su vestido.
Las alas de su cisne batían con entusiasmo en su alma. Dando
un paso atrás, Rose cambió.
Todo el aliento dejó el cuerpo de Ash. Para su sorpresa, se
arrodilló, sin apartar los ojos de ella. Él había visto a su animal
antes, muchas veces, pero ahora la estaba mirando como si
nunca antes hubiera visto un cisne.
—Rose —suspiró, el placer se extendió por su rostro. —Mírate.
Desconcertada, Rose curvó su cuello y dejó escapar un
graznido nada digno.
Sus plumas ya no eran negras. Ahora todos los bordes ardían
con luz dorada-roja.
Sorprendida, abrió un ala, extendiendo sus piñones. Esa pizca
de llama oscilaba alrededor de cada pluma de ébano, como si
estuvieran a punto de prenderse fuego.
—Fuego de Fénix. —La mano temblorosa de Ash acarició sus
penachos. Chispas saltaron y se arremolinaron en el aire a raíz
de su toque. —Ambos lo compartimos ahora. Oh mi Rose.
Eres gloriosa.
No había necesidad de una carrera incómoda ahora; sus alas la
levantaron en el aire tan fácilmente como pensaba. Con un
destello de fuego, él también cambió. Se levantó con ella,
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arrastrando llamas.
Página
Él la llamó, feroz y triunfante, mientras se lanzaban en espiral
hacia el cielo. El placer se apoderó de ella, sus plumas ardían
aún más en respuesta. Ella descendió en picado, su reflejo
dispersó el fuego a través del mar, y él lo siguió, una sombra
ardiente que se adaptaba a cada movimiento suyo.
Bailaron juntos en el viento, mientras el cielo se oscurecía y las
estrellas salían a mirar. Con cada roce del ala del Fénix contra
la de ella, cada arco de su cuerpo, el vínculo de compañeros
quemó más, hasta que fue un infierno ardiente en su alma.
Pero ella quería más.
Volvió a zambullirse, esta vez dirigiéndose a su cabaña. Ella
cambió mientras sus alas ardían, volviendo a su forma humana.
Tan pronto como sus pies descalzos tocaron el suelo, los
brazos de él la rodearon, levantándola.
La boca de Ash presionó contra la de ella, tan caliente y
hambrienta como su fuego. La llevó adentro, pateando la
puerta con impaciencia para cerrarla. La oscuridad de la casa
se cerró alrededor de ellos.
—Luz. —Logró decir, entre besos. Sus dedos desesperados
trazaron su rostro, su cuello, sus hombros, pero ella también
quería verlo. Quería devorarlo con todos los sentidos, tacto y
gusto y vista...
Él no alcanzó el interruptor. Sus manos no se detuvieron en
prender cada centímetro de su fuego, pero la luz se encendió,
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desterrando la oscuridad. Docenas de velas blancas llenaban
cada superficie, enviando un dulce aroma floral.
Rose se rió un poco en su hombro, reconociendo ese
perfume. —¿Rosas?
—Siempre. —Suspiró él, besando un camino por su cuello. —
Siempre.
También había pétalos de rosa esparcidos por la cama. Su
suavidad aterciopelada acaricio su piel cuando él la acostó
sobre ellos. Ella se estiró, mirando con avidez mientras él se
quitaba la ropa por ella. El suave resplandor de las velas
destacaba cada línea de su cuerpo. Afilado y endurecido,
desgastado por años, marcado por cicatrices... y suyo, todo
suyo.
—Ash —murmuró ella, abriéndose para él.
Su fuerte forma cubrió la de ella.
Y por fin, no hubo más esperas.
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Tres meses después…
Rose estaba en el sótano, contando barriles de cerveza, cuando
oyó que se abría la puerta. Todavía crujía, aunque había sido
completamente reconstruida. El contratista se había sentido
avergonzado, pero en verdad, Rose no la habría querido de
otra manera.
—¡Solo un segundo! —Gritó ella, garabateando una rápida nota
en su portapapeles. Salió de la escotilla, se sacudió y se
apresuró a entrar en la sala.
—Lo siento —dijo ella mientras caminaba alrededor de la barra
—pero en realidad todavía estamos cerrados. La gran
reapertura no es hasta la tarde. Vuelva a...
Se detuvo, un escalofrío recorrió su espalda.
El hombre que estaba en medio de la habitación, mirando a su
alrededor con curiosidad, no se veía nada amenazador. Era
alto pero delgado, con músculos fibrosos tendidos a lo largo de
su flaco cuerpo. Su rostro flaco y arrugado parecía cansado
bajo su pelo blanco erizado.
Pero sus ojos, cuando se encontraron con los de ella, ardían
como estrellas congeladas. El frío colgaba en el aire a su
alrededor.
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—Hola de nuevo —dijo el Wendigo.
—¡Ash! —Gritó ella.
Él había estado arriba, cambiándose de su turno de trabajo. Sin
embargo, debió haberse puesto en movimiento desde la
primera sacudida sobresaltada de su corazón, porque irrumpió
en la habitación en unos pocos segundos. Su camisa de
uniforme desabotonada colgaba torcida de sus hombros, el
olor amargo del humo saliendo de la tela quemada.
Vio el Wendigo y se quedó helado. —¿Ice?
La delgada sonrisa del Wendigo se ensanchó, calentándose.
Extendió la mano. —Ash. Ha pasado mucho tiempo.
Rose sonrió mientras los dos antebrazos se unían, guerrero a
guerrero. —Recibiste el mensaje de Ash, entonces. No estaba
segura de que te llegara.
—Me llego. Pero pensé en venir yo mismo, en lugar de enviar
un mensaje. —Él soltó a Ash y se volvió hacia ella. —Quería
agradecer personalmente a la mujer que finalmente puso fin a
Corbin.
—Eso fue más el Fénix que yo. —Sin embargo, Rose le estrechó
la mano. Sus dedos eran, como era de esperar, fríos como el
hielo, pero sus pálidos ojos azules eran cálidos. —Y quería
agradecerte, por cuidar a mi compañero cuando no pude. Ash
me contó sobre sus años cazando a los Brujos juntos.
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—Parece que los perseguiré una vez más —dijo Ice, con un
toque de gruñido. Rose se estremeció cuando la temperatura
bajó notablemente. —Me volví complaciente. Pero esta vez, mi
manada y yo nos aseguraremos de que no queden semillas del
mal para echar raíces de nuevo. —Lanzó una mirada de reojo a
Ash. —Te invitaría a unirte a la caza una vez más, Fénix, pero
creo que ahora tienes otras preocupaciones.
El brazo de Ash se deslizó alrededor de su cintura. —Dejé a mi
compañera una vez. Le he prometido que nunca lo volveré a
hacer.
Los ojos del Wendigo brillaron. —Así que por fin volviste a tus
sentidos.
—¿Te unirás a nosotros esta noche? —Rose le preguntó. Señaló
el resplandeciente y pulido interior del Full Moon. A pesar de
que había conservado la mayor cantidad posible del diseño
original, aún era extraño tenerlo todo fresco y nuevo. —
Haremos una fiesta esta noche, para celebrar la reapertura.
Acabamos de terminar de reconstruir.
Ice vaciló. —Yo... no soy el tipo de shifter que muchos
aceptarían.
—Tonterías —dijo Rose con firmeza —todos son bienvenidos
aquí.
—Quédate. —Ash dijo, sonriendo. —Por favor.
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Ice negó con la cabeza. —Si fuera solo yo, lo haría. Pero... mi
compañera no se siente cómoda en las multitudes.
Particularmente no en multitudes de shifters.
—¿Tu compañera? —Exclamó Rose. —¡Ash no me dijo que
estabas emparejado!
—No lo estaba, cuando nos separamos por última vez. —Un
orgullo profundo y silencioso iluminó la cara demacrada de
Ice. El frío en el aire a su alrededor se desvaneció. —Resultó
que casi nos habíamos cruzado muchas veces, pero al final nos
encontramos el uno al otro. Ella está afuera ahora.
—Bueno, ¡llámala! —Rose instó. —Me encantaría conocerla.
Algo cruzó la expresión de Ice: una sombra, un recuerdo. Sea
lo que sea, fue demasiado rápido para que Rose lo
interpretara. Incluso con su sentido empático, el Wendigo era
tan difícil de penetrar como un iceberg.
—Ya lo has hecho —dijo.
La puerta crujió de nuevo. Una mujer se deslizó a través, de
pies suaves como un gato. Era un poco mayor que Rose, tal
vez en sus cincuenta años, con una actitud silenciosa y tímida.
Su cabello veteado de plata ensombrecía su rostro, pero había
algo familiar en ella...
—Oh. —Rose jadeó. Ella se apresuró hacia adelante, abriendo
sus brazos. —Oh.
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Las lágrimas brillaban en los asombrosos ojos verdes de la
mujer. Sin dudarlo, dio un paso en el abrazo de Rose,
abrazándola con fuerza.
—Siempre me pregunté qué te había pasado —le susurró a la
antes ocelote en su oído. Dio un paso atrás, sosteniendo a
Rose con el brazo extendido, radiante a pesar de sus lágrimas.
—¡Y yo a ti! —Rose apenas podía hablar, estaba tan sofocada. —
Al menos, lo hice cuando recordé, cuando recuperé mi
memoria, oh, me alegro, ¡me alegro tanto!
Ash también había reconocido a la mujer. Se había
desvanecido un poco hacia atrás, su propia expresión se apagó.
Al darse cuenta, la antigua shifter se retiró de Rose,
extendiendo las manos.
—No lo sientas —dijo ella —algunas cicatrices no pueden ser
ayudadas. Era la única manera.
Ash se mantuvo quieto por un momento. Luego, lentamente,
le cogió las manos.
—Todavía lo siento —dijo —yo desearía…
Se fue apagando, su mirada se agudizó. Rose sintió una
repentina y extraña oleada de enfoque del vínculo de
compañeros cuando sus ojos pasaron de la mujer a ella y
regresaron. Sus dedos se apretaron.
La mujer respiró corta y sorprendida. —¿Qué?
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Página
Rose se protegió los ojos cuando el fuego se encendió. Ice se
lanzó hacia adelante, pero Ash ya estaba soltando las manos de
la mujer. El Wendigo atrapó a su compañera cuando ella
tropezó.
—¿Qué hiciste? —Le gruñó a Ash, sus dientes se alargaron
hasta convertirse en colmillos. Si no hubiera estado ocupado
apoyando a su compañera, Rose estaba bastante segura de que
habría estado en la garganta del Fénix. Una ráfaga de nieve se
arremolinó en el suelo.
—Tal vez nada —dijo Ash. Se había puesto un poco pálido, con
aspecto agotado. Sin pensarlo conscientemente, Rose
descubrió que estaba a su lado. Se inclinó agradecido contra su
hombro. —No estoy seguro. Parecía que valía la pena
intentarlo...
—Marietta. —Ice le acarició el cabello, estudiando ansiosamente
su rostro. —¿Estás bien? ¡Marietta!
Marietta respiró hondo y se estremeció, abriendo los ojos.
Algo nuevo ardía allí, un fuego se reavivó. Su mano se arrastró,
presionando contra su corazón.
—Ella ha vuelto —susurró. —¡Ella está de vuelta!
Su ropa cayó vacía al suelo. Un elegante ocelote dorado saltó a
los brazos de Ice. Él se echó a reír, pura, incrédula y alegre
risa, mientras su lengua áspera y rosada le lamía la cara.
Rose miró a la feliz pareja y a Ash. —¿Cómo hiciste eso?
357
Página
—Lo que fue destruido puede hacerse de nuevo. —Su brazo la
envolvió, abrazándola tan fuerte como Ice abrazó a su propia
compañera. —Me enseñaste eso.
***
Rose dejó escapar un profundo suspiro de satisfacción,
mirando alrededor del pub desierto. —Ahora eso está mejor.
Había nuevas marcas en las nuevas tablas del piso, algunas de
botas, algunas de garras. Alguien había derramado cerveza
sobre la tapicería en una de las cabinas. Había una abolladura
en el pulido bar, donde un amistoso torneo de lucha de brazos
entre las manadas locales de lobos y hellhounds se había vuelto
un poco demasiado competitivo.
Desde detrás de ella, Ash se rió entre dientes. Sus brazos se
envolvieron a su alrededor, tirando de ella contra su pecho. —
Tienes una definición interesante de mejor.
—Era demasiado fresco y nuevo antes. Ahora se siente bien. —
Ella le tocó la muñeca derecha. —A veces son necesarias
algunas cicatrices.
—Mmmm. —Apoyó la barbilla en su hombro, su cálido aliento
le hizo cosquillas en la oreja. —No estoy completamente seguro
de que la mancha en el techo fuera necesaria. O incluso de
cómo pudo lograrla Chase.
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Ella rió. —Ciertamente fue un memorable barril. —Ella se giró
en sus brazos, devolviéndole el abrazo. —Y fiesta. Pero es
bueno estar solos de nuevo.
—Sí. —Sus manos se deslizaron más abajo sobre sus caderas. —
Ha sido un día agotador.
Ella se apretó contra él, sonriendo ante la creciente evidencia
de su excitación. —Evidentemente no fue tan agotador.
—No obstante. —Ash apartó su cabello, dejando suaves besos
en su cuello. Ella contuvo el aliento. —Creo que la limpieza
puede esperar hasta mañana. Deberíamos ir a la cama.
Eso le pareció una excelente idea.
La dirigió con él a través del pub reconstruido. Todavía era
extraño girar a la derecha en lugar de a la izquierda, subiendo
la escalera nueva. El Full Moon era el doble de grande que
antes, y aún no estaba acostumbrada a la distribución
expandida.
Su departamento ocupaba dos pisos completos sobre el mismo
pub. Era luminoso y aireado, pero cavernosamente vacío.
Pocas de sus cosas habían sobrevivido al fuego, y todos los
bienes mundanos de Ash cabían dentro de una única caja de
cartón.
Pero iban a necesitar el espacio...
359
Página
—Estaba pensando —dijo Rose, tirando de él a una de las
habitaciones de repuesto desnudas, sin muebles. —Deberíamos
hacer esta a continuación. Amarillo, tal vez.
—¿Amarillo? —Ash aprovechó la pausa para besarla de nuevo.
—Para las paredes. Y muebles de madera blanca. Una cómoda,
una estantería, un sillón cómodo y confortable...
Ash claramente tenía otras cosas aparte de la decoración
interior en su mente. Ella jadeó cuando él la empujó contra la
pared antes mencionada, su cuerpo duro contra el de ella.
—Y... —Su respiración se volvió irregular cuando sus fuertes
dedos rozaron debajo de la cintura de su falda. —Y una cuna.
Él se detuvo. Su mano se extendió, muy suavemente, a través
de su estómago aún plano. Sus ojos se encontraron con los de
ella, pura alegría encendida en sus profundidades oscuras.
—Sí —susurró ella, poniendo su mano sobre la de él.
Nuestro compañero, su cisne murmuró, en total satisfacción.
Nuestro compañero.
360
Página
Veintitrés años después...

Rory no pudo evitar sonreír mientras giraba la última esquina.


Como siempre, la vista del pub Full Moon llenaba su pecho de
calor, los instintos sólidos y cómodos de la guarida, la
seguridad y los amigos.
En cierto modo, el antiguo edificio de piedra encalada era más
su hogar que cualquiera de los lugares en los que había vivido
de niño. Había crecido en una sucesión de casas diferentes y
en constante expansión, una necesidad, dado el hábito irritante
de sus padres de presentarle continuamente nuevos hermanos,
pero el Full Moon siempre había sido una constante en su
vida.
—Tantas primicias aquí —dijo en voz alta, al aire. —Primera
copa. Primer beso. Incluso mi primer vuelo. ¿Ves ahí arriba?
—Señaló una de las ventanas del piso superior. —Conleth fingió
caerse, así que salté tras él. No se me pasó por la cabeza que
había estado volando durante un año cuando yo apenas estaba
en vuelo. Él fue castigado por eso. Literalmente. Tomó meses
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Página
para que sus plumas recortadas volvieran a crecer. Buenos
tiempos, buenos tiempos.
El espacio vacío a su lado no decía nada en respuesta. No es
que hubiera esperado que lo hiciera.
Rory comenzó a dirigirse hacia el frente del pub, pero se
contuvo. La puerta de roble estaba entreabierta, un estrecho
haz de luz amarilla que rodeaba la calle. Incluso desde la
distancia, podía escuchar la risa mezclada y la charla de una
fiesta en pleno apogeo. La noche aún era joven, pero por el
sonido de las cosas, el pub ya estaba lleno de shifters en plena
celebración.
—Vamos por la parte de atrás —dijo, cambiando de dirección —
estará menos lleno.
Un estrecho callejón corría a un lado del pub, al final de una
pared de madera. La sonrisa de Rory se extendió más
ampliamente mientras se abría paso alrededor de los
contenedores de basura.
—Solíamos venir por este camino todo el tiempo cuando
éramos niños —dijo, mirando con cariño las numerosas marcas
de garras que marcaban la parte superior de la cerca. —Solo
nos permitían entrar al pub en ocasiones especiales.
Naturalmente, eso nos hizo más decididos a infiltrarnos en
cada oportunidad.
Retrocediendo unos pasos, dejó que su animal surgiera de las
362

profundidades de su alma. Piel y plumas doradas barrieron su


Página
piel. El callejón era demasiado estrecho para el vuelo;
acurrucando sus alas cerca de su cuerpo, se agachó en cuclillas.
Las garras en sus patas traseras se clavaron en los adoquines
desgastados.
Con un solo salto fluido, esquivó la cerca. Sus garras delanteras
ni siquiera la cortaron. Frunció el ceño mientras tiraba de su
Grifo de nuevo en su cuerpo humano.
—Huh. —Miró hacia atrás a la cerca con ironía. —La recordaba
más alta.
Nadie respondió en voz alta, pero su Grifo se incorporó
bruscamente en su alma. Tiró de su mente, con las plumas
erizadas de anticipación.
Rory se rió del entusiasmo de su animal. —Por supuesto que
está aquí. ¿Dónde más estaría?
No necesitaba el impulso de su Grifo para correr alrededor del
edificio, hacia el amplio patio detrás del viejo pub. Con el frío
del invierno aún sin dar paso a la primavera, las mesas de
picnic y los bancos estaban vacíos, las sombrillas bien
enrolladas. Los rosales en las macetas decorativas de piedra
eran solo palos desnudos y espinosos. Montones de barriles de
cerveza vacíos se alineaban en una pared, esperando ser
enviados.
Uno de sus primeros recuerdos fue jugar al escondite en este
jardín del patio. Agachándose detrás de los barriles, sofocando
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Página
las risitas, gritando al trío de Pegasos cuando inevitablemente
usaban sus poderes para hacer trampa. Todo era tal como lo
recordaba. Lo único que había cambiado era él mismo.
Bueno, y otra cosa. Rory tocó uno de los barriles al pasar,
sonriendo ante el atrevido logo amarillo. Las letras impresas
debajo proclamadas con orgullo: Lionbird Brewery.
La puerta exterior de la bodega estaba abierta. Sucumbiendo a
una sensación de travesura, Rory aminoró la marcha, rodando
tan suavemente como pudo por los escalones.
Por dentro hacía fresco, el aire espeso con los aromas a malta y
lúpulo. Una sola bombilla pequeña iluminaba los estantes de
los barriles. En la penumbra, los ojos de águila de Rory
recogieron una forma robusta arrodillada junto a una de las
cervezas fermentadas.
El hombre no mostró ningún signo de haber notado la
presencia de Rory, completamente concentrado en su trabajo.
Las mangas de su camisa de franela a cuadros estaban
enrolladas, exponiendo brazos fuertemente tatuados. Sus
manos fuertes y anchas acariciaban el barril de roble como si
fuera el cuerpo de un amante. Mientras Rory observaba, el
otro hombre frunció el ceño, frotándose la barbilla barbuda
mientras pensaba.
Rory se cruzó de brazos, luchando contra la sonrisa que quería
extender sobre su rostro. —Pareces un maldito hipster, ¿sabes?
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Página
Su gemelo ni siquiera levantó la vista, y mucho menos saltó. —
Soy un maldito hipster.
—¿Desde cuándo llevar una cervecería significa que tienes que
abrazar todos los clichés? —Sin previo aviso, Rory se abalanzó,
logrando revolver el cabello de Ross antes de que su gemelo se
agachara. —¿Qué es eso, un rodete?
—Hago cerveza artesanal. Los clientes esperan que luzca mi
parte. —Con dignidad, Ross enderezó su peinado desaliñado.
Una ceja rojiza se alzó mientras miraba a Rory de arriba abajo.
—¿Qué le pasó a tu melena?
Rory hizo una mueca, pasando una mano sobre su propio
cabello corto y dorado. —Tuve que cortarla. Reglas de salud y
seguridad.
—¿Tienes normas de seguridad? —Ross se rió entre dientes. —
Pensé que corrías hacia bosques en llamas.
—Es por eso que tenemos normas de seguridad. —
Abandonando las bromas, Rory le dio un fuerte abrazo a su
hermano. —Es bueno verte otra vez.
—Y a ti. —Ross le devolvió el abrazo, casi rompiendo las
costillas de Rory. Su hermano puede que no hiciera
cortafuegos durante dieciséis horas al día, pero luchaba contra
enormes barriles de roble para ganarse la vida. —
Comenzábamos a pensar que no ibas a llegar.
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Página
—No me hubiera perdido esta fiesta aunque hubiera tenido
que volar a través del Atlántico con mis dos alas.
—¡Ross! —Llamó la voz de Rose desde arriba. —¡Nos quedamos
sin Swanfire!
—¡Estoy en eso! —Ross gritó de nuevo, liberando a Rory. Su
mirada ámbar recorrió los barriles apilados. Dudó entre un
par, ambos parecían idénticos incluso para la visión igualmente
aguda de Rory, antes de colocar uno debajo de un brazo. —
Vamos. Todos han estado preguntando por ti.
Rory comenzó a seguir a su hermano por las escaleras, luego
se dio cuenta de que el silencio detrás de él había cambiado
ligeramente. Se detuvo a medio paso, esperando.
No pasó nada.
—Está bien —dijo en voz alta —volveré pronto.
Desde lo alto de la escalera, Ross le dirigió una mirada
peculiar. —¿Qué?
—No importa. —Rory subió las escaleras de tres en tres para
ponerse al día. —¿Así que toda la pandilla está aquí?
—Todos, excepto Morwenna y Danny. El bebé nacerá
cualquier día, por lo que no podían arriesgarse a volar fuera de
Valtyra.
Rory negó con la cabeza. —Todavía no puedo creer que vamos
a ser tíos.
366
Página
—Todavía no puedo creer que esos dos realmente se hayan
convertido en compañeros. ¿Recuerdas lo molesto que solía
ser que ella nos siguiera a todas partes?
—Morwenna lo supo mucho tiempo antes que él. Solo que le
tomó un tiempo lograr que el dejara de verla como una niña
pequeña. —Rory suspiró. —Nuestro hermano es un hombre
afortunado.
—Tal vez todos podremos encontrar a nuestras compañeras tan
fácilmente. —Ross abrió la puerta de la sala principal del pub.
—¡Rose, mira quién está aquí!
—¡Rory! —Rose se apresuró desde detrás de la barra para
envolverlo en sus suaves y fuertes brazos. —¿Cuándo entraste?
—Justo ahora. —Rory le devolvió el abrazo. —Vine directamente
desde el aeropuerto.
Al igual que el Full Moon, Rose nunca cambió. Oh, él suponía
que tenía que haber unas cuantas líneas de risa más alrededor
de sus ojos y unos cuantos hilos de plata más en su cabello en
estos días... pero aún era Rose, tan cálida y acogedora como
siempre. Él dejó escapar el aliento, relajándose en su aire de
profunda y sabia paz tanto como su abrazo.
—Si tienes tiempo más tarde —murmuró él en su oído —
realmente podría servirme un consejo.
—Siempre tengo tiempo para mis sobrinos honorarios. —Ella se
echó hacia atrás, frunciendo los labios con tristeza mientras
367
Página
miraba alrededor de la barra llena de gente. —Aunque no
literalmente en este momento. ¿Ven a hablar conmigo cuando
esto se calme?
—Gracias, tía Rose. —Con un último apretón, la soltó. —Pero,
¿no debería ser esta tu fiesta tanto como la de cualquier otra
persona? ¿Qué haces sirviendo bebidas?
—Lo que me encanta hacer —dijo ella, sonriendo. Se alejó,
levantando la voz. —¡Está bien, está bien, ya voy! ¡Mantén tu
pelaje puesto, no te dejaré perecer de sed!
Ross estaba ocupado tocando el nuevo barril de cerveza, con el
grado de concentración generalmente reservado para cirugía
cerebral o desactivación de bombas. Dejándolo, Rory miró a la
multitud. Diviso a John Doe al instante: el bombero de pelo
índigo se alzaba sobre todos los demás, incluso de los otros
Dragones de Mar. Y donde él estaba, podrías estar seguro de
encontrar...
—Perdóneme. Perdón. Pasando —Rory se abrió paso entre la
multitud. Sonriendo más ampliamente que nunca, se aclaró la
garganta. —Felicitaciones, Comandante de Bomberos.
El Comandante se volvió. Sus ojos dorados, exactamente del
mismo tono que los de Rory, se arrugaron cuando miró la
insignia de rango en su uniforme formal.
—Un día dejaré de buscar a alguien más cuando la gente me
llame así —dijo Griff con tristeza. —Tal vez. Hola hijo. —Rory
368

también lo abrazó, frotando las mejillas de la manera en que


Página
los leones saludaban a otros miembros de la manada. El
familiar y reconfortante aroma del Alfa lo envolvió. Su Grifo
ronroneó en satisfacción.
—Cuando llamaste para decir que Ash se estaba retirando,
honestamente pensé que estabas bromeando —dijo Rory,
liberando a su padre de nuevo.
—Igual que el resto de nosotros —dijo Hugh. El paramédico de
pelo blanco estaba apoyado contra la pared cercana, con una
bebida en la mano y una expresión ligeramente perpleja en su
rostro. —Todavía creo que esto es solo una forma elaborada de
evitar que el departamento tenga que pagar el costo de su
salario. Tengo una apuesta con Ivy que se presenta a trabajar
mañana por la mañana de todos modos.
Rory miró a su alrededor buscando a la compañera de Hugh, y
la encontró un poco lejos, charlando con un círculo de
adolescentes de aspecto cauteloso. Rory supuso que tenían que
ser su último grupo de protegidos de su organización benéfica
para los shifters desfavorecidos. Él hizo una nota mental para
encontrarla más tarde. Ella podría ayudar con su visión en su
problema actual también.
—Si alguien merece disfrutar de un momento de paz por fin, es
nuestro antiguo líder —retumbó John. Llevaba brazaletes de
acero con incrustaciones de oro y un arnés de espada sobre su
uniforme formal. En cualquier otra persona, habría sido una
combinación extraña, pero John lo lograba con facilidad. La
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Página
mezcla de bombero y Caballero Dragón de Mar era solo él. —
Ha ganado honor suficiente por una docena de vidas.
—Sí, pero... —Rory extendió las manos, con la palma hacia
arriba. —Hugh tiene un punto. Ash sigue siendo el Fénix. Él no
puede retirarse de eso. ¿Qué va a hacer todo el día, si no está
aplacando incendios?
Al lado de John, Chase se rió entre dientes. Había un poco
más de gris en sus sienes que la última vez que Rory lo había
visto. Le dio al shifter Pegaso un aire digno, parecido a un
estadista, al menos hasta que abrió la boca. —Oh, estoy
bastante seguro de que Sparky encontrará algo para llenar su
tiempo.
Rory siguió la dirección de los ojos danzantes de Chase. Estaba
tan acostumbrado a ver al Comandante del Bomberos Ash
(no, el ex Comandante del bomberos Ash) en uniforme, que le
tomó un segundo reconocer al Fénix con ropa de civil. Ash
estaba rodeado de simpatizantes, aceptando abrazos y
apretones de manos con gracia tranquila. Su leve pero real
sonrisa brillaba a través de su reserva como un rayo de sol a
través de las nubes.
Mientras Rory observaba, Ash levantó su mirada ligeramente
por encima de las cabezas de la multitud. Al otro lado de la
habitación, sus ojos se encontraron con los de Rose. Un
momento, una mirada.
370

Pero esa mirada...


Página
Rory miró hacia otro lado, parpadeando, sintiendo como si
hubiera mirado directamente al sol. Era la misma forma en
que sus padres se miraban entre sí, incluso después de
veinticinco años y cinco hijos.
Un intenso anhelo ahuecaba su corazón. Había crecido
alrededor de parejas apareadas, verdaderas parejas apareadas.
Habiendo visto lo real, nunca podría conformarse con nada
menos para sí mismo.
Un día, susurró su Grifo, con absoluta certeza. Nos
encontraremos con nuestra compañera. Y la reclamaremos,
para atesorarla y protegerla, siempre.
—Aunque quizás todavía podamos hacerlo cambiar de
opinión—, continuó Chase, con una mirada maliciosa a Griff. —
Si le contáramos nuestras profundas y terribles preocupaciones
sobre este nuevo tipo que está destinado a reemplazarlo.
¿Alguien quiere firmar una petición de no confianza?
—Yo —dijo Griff secamente, mientras todos los demás
sonrieron y negaron con la cabeza. —Todavía creo que Dai
debería haberlo conseguido.
—No en tu vida. —La divertida voz galesa de Dai flotó sobre el
hombro de Rory. El shifter Dragón se acercó al grupo, con la
boca torcida en una sonrisa, su brazo sobre su compañera. —
Me gusta cargar contra edificios en llamas, no en papeleo. Eres
más que bienvenido al trabajo aburrido de dar un paso atrás y
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Página
ordenar a todos los demás. Hola Rory ¿Cómo está la vida en
el desierto?
—Caliente —dijo Rory, tomando su brazo en saludo. —Deberías
venir con nosotros la próxima temporada, tío Dai. Nuestro
último grande cubrió ocho mil acres. Nos tomó tres semanas
tenerlo bajo control.
—No dejes que tu madre te escuche —le aconsejó su padre. —
Ella ya se preocupa lo suficiente por ti. Cuanto menos sepa de
tu trabajo, mejor.
—Bueno, tendré que decirle algunas cosas. —Rory se aclaró la
garganta, su cara se calentó. —No es nada como tu promoción,
pero... me nombraron Jefe de Escuadrón.
Había esperado sonrisas y felicitaciones. No había contado con
que Chase gritase lo suficientemente fuerte como para hacer
que giraran la mitad de las cabezas del pub, y luego lo abrazara
con fuerza. El poco aliento que le quedaba después de eso fue
eliminado por John y Dai golpeando su espalda. Incluso Hugh
se unió, dándole una palmada en el hombro.
Y en cuanto a su papá...
Sus ojos brillantes lo decían todo. El orgullo de su padre lo
envolvió como alas de oro.
—De tal padre, tal hijo —dijo Chase, liberándolo por fin. —
¡Felicidades! ¿Así que ahora liderarás tu propio equipo?
372
Página
Rory asintió, todavía enrojecido de orgullo mezclado con
timidez. —Mi Superintendente descubrió lo que soy. Cuando le
conté sobre el Equipo Alfa, bueno... —Él sonrió abiertamente a
todos. —Esa es la otra razón por la que estoy aquí.
***
—¿Un equipo de shifters poderosos? —Dijo Wystan.
Como era de esperar, Rory lo había encontrado acechando en
uno de los corredores traseros del Full Moon, lejos del gentío.
Por las débiles y apretadas líneas de estrés en su frente, había
necesitado unos minutos fuera de la fiesta para reagruparse y
recuperarse. Pocas personas lo adivinarían por su manera
indefectiblemente educada, pero Wystan era intensamente
introvertido. Una gran multitud agotaba su energía
rápidamente.
—Un escuadrón —corrigió Rory —seis personas en un
escuadrón, tres escuadrones a una tripulación. Soy solo un Jefe
de Escuadrón, no el Superintendente.
La esquina de la boca de Wystan apareció. —Por ahora.
Evidentemente el liderazgo corre en la familia.
El Grifo de Rory se acurrucó ante la comparación. Sí. Seremos
alfa de nuestra propia manada, al igual que nuestro padre. Se
calló por un momento, luego agregó, pensativo, y nuestro
territorio será más grande.
373
Página
Rory reprimió un resoplido. Los parques estatales no son
nuestro territorio personal, ya sabes. Es nuestro trabajo
protegerlos.
Sí, su Grifo estuvo de acuerdo, serenamente tranquilo. Eso es
lo que hace un alfa.
Wystan estaba esperando cortésmente, fingiendo no darse
cuenta de la distracción de Rory. Cualquier shifter podría
reconocer los signos de alguien que conversa con su bestia
interior. Rory se sacudió, empujando a su Grifo hacia abajo.
—Lo siento —dijo, con una mueca de disculpa —nada
importante. ¿Entonces, qué piensas?
—¿Sobre tu idea? —Wystan sonrió, sus ojos verdes cálidos. —
Tiene un gran potencial. Muchos talentos shifters son más
adecuados para combatir incendios forestales que en zonas
urbanas. Pero, ¿dónde vas a encontrar a tus reclutas? Nunca
persuadirás a Connor para que intercambie ser un
smokejumping* por el simple equipo de tierra.
—No estaba planeando hacerlo. Los smokejumping son
imprudentes. Quiero shifters con más sentido. —Rory señaló
con un dedo a Wystan. —¿Entonces qué dices?
Las cejas blancas de Wystan se alzaron hasta el punto que casi
se encontraron con su línea de cabello. —¿Yo?
—¿Por qué no? Por lo que he oído, pasaste la academia de
374

bomberos con gran éxito.


Página
Wystan negó con la cabeza. —No estaba planeando unirme
realmente a un equipo. Era solo un trampolín para llegar a una
carrera de grado. Estoy pensando entrar en forense de
incendios.
—Vamos, no puedes simplemente retirarte a los libros y la
teoría del estudio. Necesitas obtener algo de experiencia de lo
que realmente es atacar un incendio forestal de diez mil acres
con nada más que una motosierra y una pala.
—Lo haces parecer tan atractivo —murmuró Wystan.
—Te encantará. Confía en mí. —Rory se inclinó hacia delante,
su propia voz se transformó en un tono cálido y persuasivo. —
Nos implementamos en todo Estados Unidos, en algunas de
las áreas más hermosas y remotas. Sólo imagínalo. Cielos
abiertos... montañas elevadas... bosques magníficos...
—Que están en llamas —terminó Wystan por él, secamente. Se
cruzó de brazos, por un momento se parecía notablemente a
su padre. —Y no hagas la voz.
Wystan no había estado bromeando sobre el liderazgo que
había en su familia. Rory se aclaró la garganta, retirando la
inconsciente flexión de poder alfa como si envolviera sus
garras. —Lo siento. No fue mi intención. Honestamente,
disfrutarías el trabajo. Es una verdadera oportunidad de hacer
una diferencia, salvando no solo vidas humanas sino también a
los animales y sus hábitats. Y pasamos semanas enteras en las
375

profundidades del desierto. Solo los escuadrones. No hay otras


Página
personas alrededor por millas. Ven y pruébalo, al menos. Solo
por una temporada.
—Hmmm. —Rory podía decir que Wystan estaba tentado, a
pesar de sus dudas. El otro shifter se frotó la barbilla. —Incluso
si digo que sí... tus súper bomberos están destinados a ser
élites. Ni siquiera he trabajado en un equipo. ¿Por qué tu
Superintendente aceptaría contratar a un novato?
—¿Estás bromeando? ¿Con tus calificaciones? Ya hablé con él,
y está tan ansioso por tenerte como yo. Siempre necesitamos
buenos paramédicos.
Los hombros de Wystan se tensaron. —Entonces necesitas a
mi padre. No a mí.
—Eres un buen paramédico —dijo Rory con firmeza —y no voy
a dejar que abandones toda tu formación simplemente porque
no has cumplido tus propias expectativas imposibles. No
puedes seguir midiéndote contra tu papá, Wys. Nadie puede
hacer lo que él hace.
—Pero debería poder hacerlo. —Wystan se frotó la frente
distraídamente, un gesto breve y habitual que hizo que el
corazón de Rory doliera por su amigo. —Dijiste que tu
Superintendente sabe acerca de los shifters. ¿Le dijiste sobre...
mi?
—Él sabe lo que eres. —Deliberadamente, Rory puso su mano
en el hombro de Wystan. El shifter Unicornio se puso rígido,
376
Página
pero no se apartó. —Y él sabe que no eres... como tu papá. Eso
es una fortaleza, Wys. No es una debilidad. Al menos no
tienes dolores de cabeza paralizantes alrededor de personas
que no son vírgenes.
—Suenas como mis padres. Piensan que mi patético animal
también es una bendición disfrazada. —Wystan dejó escapar
un largo suspiro. —Bueno, siempre y cuando no cuentes con
que yo pueda curar a alguien... Estoy dentro.
***
—Déjeme ver si tengo esto en claro. —El Emperador en
Espera, Heredero del Trono de Perla, Príncipe Heredero del
Mar, más conocido como Joe, se recostó en su asiento. Marcó
los puntos en sus manos oscuras y elegantes mientras hablaba.
—Gloriosos bosques vírgenes y montañas impresionantes y
arrebatadoras. Una estrecha banda de hermanos de élite,
aislada y sola, totalmente dependientes entre sí en el desierto.
Honor y gloria, protegiendo tanto a la humanidad como a la
Madre Naturaleza de las fuerzas elementales devastadoras.
—No creo haber sido tan poético —dijo Rory, alzando una ceja.
—Pero eso lo resume todo.
Joe lo miró como si lo hubiera invitado a un encantador
recorrido por las alcantarillas locales. —Y crees que estaría
interesado... ¿por qué?
—Te lo dije —Wystan murmuró a Rory. —Deberías haber
377

comenzado con 'a las chicas les gustan los bomberos'.


Página
—Mi hermano, lo último que necesito es ser aún más atractivo
para las mujeres. —Joe se saludó a sí mismo y lo abarcó todo,
desde su rizado cabello negro azulado hasta la delgada camisa
de seda que se aferraba a su delgado y duro torso. —¿Todo
esto, y de la realeza también? Si agrego bombero a mi lista
excesivamente larga... de cualidades de ley, una mafia
hormonal me aplastará.
Rory abrió la boca para discutir, pero fue interrumpido por su
gemelo que se acercaba a la cabina de la esquina. Ross tenía
una pinta de cerveza en una mano, un shot en la otra y una
expresión de resignado disgusto.
—La cerveza es de la leona rubia de allí —dijo, tomando las
bebidas frente a Joe. —El whisky es de su amiga zorra roja.
Aparentemente, lo que tomes primero indicara quién te llevará
a casa esta noche.
Como uno solo, los tres hombres se inclinaron hacia adelante,
mirando alrededor de la forma robusta de Ross. En el bar, dos
mujeres susurraban, mirando su mesa con avidez. Había algo
notablemente depredador en sus expresiones, como los gatos
mirando a un comedero para pájaros a través de una ventana.
Rory no se habría sorprendido si hubieran comenzado a
mover sus culos en el aire.
Joe, por su parte, no parecía tener ninguna objeción a ser
acosado. Con una sonrisa pícara, él les hizo una pequeña ola a
378
Página
las dos. La pareja le devolvió el saludo, luchando contra las
risitas.
—Odio tu vida —informó Ross al Príncipe Dragón de Mar.
—Consiéntete con la idea de cuánto aumentan tus ganancias
cada vez que estoy aquí —respondió Joe. —Honestamente,
debería comenzar a cobrarles una comisión.
—¿Esto sucede mucho? —Rory le preguntó a Wystan.
El shifter de Unicornio dejó escapar un largo suspiro. —No
tienes idea.
Joe miró pensativamente a las mujeres en el bar y luego
contempló las bebidas frente a él. —Hmmm. Decisiones
decisiones…
Con un ademán, recogió el vaso de chupito. La pelirroja
agarró el brazo de su amiga con tanta fuerza que ambas casi se
cayeron de sus taburetes. Joe la saludó con el vaso... y luego
dejó caer todo en la cerveza.
Ross respiró bruscamente, con los músculos agrupados de
indignación. Joe ya estaba levantando el brebaje. Nunca
rompiendo el contacto visual con las mujeres, lo drenó en
tragos largos y suaves.
Rory miró a las mujeres. Ellas... no parecían considerar la
sugerencia sin palabras del Dragón de Mar de forma
desfavorable.
379
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Sacudió la cabeza, atrapado en algún lugar entre la diversión y
la indignación. —¿Cómo haces eso?
—Con estilo. —Joe dejó el vaso vacío sobre la mesa. —Gracias
por la oferta, Rory, pero creo que acabo de recibir una mejor.
—Tú. —Ross apenas parecía capaz de pronunciar palabras a
través de sus dientes apretados. —Hiciste un Shot bomba*. Con
mi cerveza.
—En la búsqueda del amor, ningún sacrificio es demasiado
grande —declamó Joe. Palmeó el rígido brazo de Ross, lo que
demostró que era extraordinariamente valiente o
extraordinariamente estúpido. —Ahora, si me disculpan, el
deber llama.
Una sombra cayó sobre la mesa. Todos miraron hacia el rostro
impasible de John Doe.
Joe se hundió en su asiento, haciendo una mueca. —O,
aparentemente, el deber quiere que me quede exactamente
donde estoy.
—Perdona la intrusión, pero no pude evitar escuchar. —La
mirada añil de John cambió de Joe a Rory. —¿Le ofreces a mi
hijo un lugar de honor a tu lado?
—Bueno, primero tendría que pasar por unos meses en la
academia de bomberos, señor, pero debería poder pasar eso
con facilidad —dijo Rory. Le lanzó a Joe una mirada
significativa. —Si él realmente lo intenta.
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Página
—Intento cosas —protestó Joe —soy famoso por intentar cosas.
—Creo que la palabra que estás buscando es 'infame' —
murmuró Wystan.
—De hecho, intentas cosas. —John cruzó sus enormes brazos,
la luz destellaba de sus brazales. —Está tu tiempo con los
Videntes. Entonces decidiste que tenías una pasión por la
Herrería, que, si recuerdo bien, duró aproximadamente seis
meses. Después de eso, fueron los Poetas, los Bailarines, los
trabajadores de Perlas y una sucesión de visitas de divisas con
media docena de naciones de shifters de mar diferentes.
—Esos fueron educativos. —Joe dejó escapar un suspiro
melancólico, mirando a un buen recuerdo. —En el caso de las
selkies, extremadamente educativo.
Los dedos de John golpeaban contra su antebrazo blindado,
sacando a su hijo de su ensoñación. —Has incursionado en
prácticamente todo arte bajo el mar, y ninguno ha mantenido
tu atención durante más de un año. El Emperador Perla…
—-Debe estar dedicado a su gente —Joe terminó con él, en el
tono cansado de alguien que ya había escuchado esa
conferencia mil veces. —Tenaz pero sutil, sirviendo con
dedicación inquebrantable. Pero no voy a ser el Emperador
Perla por mucho tiempo. Al menos, sinceramente espero no
serlo.
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Página
—Como todos nosotros —dijo John, con un toque seco. —Pero
tú eres el Emperador en Espera. Suficiente de revolotear. Es
hora de probarte a ti mismo.
Joe miró a su padre, su piel de color nogal se puso un poco
gris. —¿De verdad estás hablando en serio acerca de esto?
¿Quieres que sea bombero?
—Si lo prefieres, puedes unirte a los novatos que ingresan en su
primer año de entrenamiento Caballeresco. —Los ojos azules
de John brillaron. —Con tu hermana pequeña.
Sonriendo, Rory le dio una palmada a Joe en el hombro. —
Bienvenido al equipo.
El siguiente objetivo de Rory fue, al mismo tiempo, el más fácil
de encontrar y el más difícil
Descubrir un choque revelador de cabello rojo cobrizo a través
de la multitud fue la parte fácil. Rory entrecerró los ojos,
mirando la parte de atrás de la cabeza del hombre. Tenía una
posibilidad entre tres de hacer esto bien...
Como si sintiera su escrutinio, el hombre se volvió. Su boca se
curvó en una sonrisa fácil y brillante.
Bueno, eso mejoró las probabilidades a cincuenta y cincuenta.
—¿Connor? —Rory adivinó.
El shifter Pegaso levantó ambos brazos en señal de triunfo. —
¡Diez puntos! —Declamó a la sala en general.
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Página
Rory gimió. —Conleth, ¿por qué demonios no pueden ustedes
tres conseguir diferentes cortes de pelo
—Ah, ahora, ¿dónde estaría la diversión en eso? —A pesar de
que todos crecieron juntos en Brighton, la voz de Conleth
tenía un leve dejo de acento irlandés. Había heredado la flaca
constitución de su padre y su energía ilimitada también,
aunque su pelo rojo y sus brillantes ojos verdes eran todos
Connie. —Y ahora estoy por delante de Connor. Es el doble de
puntos por engañar a un shifter Grifo.
Rory negó con la cabeza, pero aceptó el entusiasta abrazo de
saludo de Conleth. —He estado lejos demasiado tiempo. Solía
poder diferenciar a los tres sin pensarlo.
—Bueno, ahora solo tienes que ser capaz de detectar incendios
forestales malditamente grandes, allá en el extremo de Estados
Unidos. —Conleth lo tendió con el brazo extendido, con una
amplia sonrisa. —No es de extrañar que tu vista se esté
atrofiando. ¿Estabas buscando a Connor?
—Cal, en realidad. —Rory miró alrededor del pub. —Él está
aquí, ¿verdad?
—Oh, habrá encontrado un lugar donde acechar y fruncir el
ceño con desaprobación. Espera, lo conseguiré para ti. —
Conleth inclinó la cabeza, sus ojos se volvieron vagos por un
momento.
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Página
Rory se concentró, pero solo pudo captar los límites de la
conversación mental de los shifter Pegaso, como escuchar
voces a tres cuartos de distancia. En general, se necesitaba
mucha familiaridad para poder hablar telepáticamente con
otros shifters míticos cuando estaban lejos. Él había estado
lejos demasiado tiempo.
—Dice que se unirá a nosotros en un momento —informó
Conleth. Su boca se torció. —Y dijo que te dijera que él está en
uniforme, así que puedes estar seguro de reconocerlo.
Efectivamente, la figura alta y pelirroja que salió de la multitud
unos minutos más tarde llevaba camisa y pantalones gris
oscuro, la insignia del Servicio de Bomberos y Rescate de East
Sussex bordada en su manga. Incluso sin esa pista, Rory no lo
habría confundido con ninguno de sus hermanos.
Mientras que Conleth se encorvaba tranquilamente, la espalda
de Callum estaba completamente erguida, como un soldado
frente a una corte marcial. Su rostro estaba tan cerrado y
ajustado como el de su hermano estaba abierto y afable.
Rory había estado a punto de darle una palmada en el hombro
para saludarlo, pero el impulso se marchitó ante esos fríos ojos
verdes. Más bien torpemente, él ofreció su mano en su lugar.
—Hola Cal. Qué bueno verte de nuevo.
La barbilla de Callum se hundió en un asentimiento fraccional.
No hizo ningún movimiento para estrecharle la mano. —
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Conleth dijo que querías hablar conmigo.


Página
Cal siempre había sido reservado, en comparación con sus
hermanos... pero entonces, un circo de tres carpas lleno estaba
tranquilo en comparación con esos dos. Ahora, él era
positivamente glacial. Todos los instintos de Rory le gritaban
que algo no estaba bien con su viejo amigo.
—Sí. Lo hago. Sí. —La preocupación inundó su discurso pre
planificado. —Cal, ¿estás bien?
—Sí.
Y al parecer eso era todo lo que Callum tenía que decir sobre
ese tema. Rory lanzó una mirada a Conleth, quien no pareció
en absoluto confundido de que su hermano idéntico pareciera
haber sido reemplazado por un robot en los últimos dieciocho
meses.
—Entonces, ¿qué tienes en mente, Rory? —Dijo Conleth
alegremente. Puso un brazo sobre los rígidos hombros de Cal.
—No vas a tratar de tentar a mi hermano de nuevo al desierto,
¿verdad?
—En realidad, sí. —Con un esfuerzo, Rory volvió a encarrilarse.
—Estoy armando un escuadrón de shifters...
Callum escuchó impasible cuando Rory pasó por su tono.
Pero con toda la emoción que mostró Cal, Rory podría haber
estado recitando su lista de compras. En Hindú.
—Ya veo —fue todo lo que dijo cuándo Rory terminó.
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Página
—No lo sé, Rory —dijo Conleth. Todavía estaba apoyado
contra su hermano, que Cal estaba tolerando con el silencioso
estoicismo de un poste de luz. —Connor ha estado molestando
a Cal para que cambie a smokejumping durante meses. No
creo que vayas a persuadirlo para que se una a un escuadrón.
—No son en absoluto la misma cosa. —Rory no pudo evitar que
su labio se curvara un poco. —Somos disciplinados y eficientes.
Esos maníacos son todos temerarios buscadores de
emociones. Uh, sin ofender a Connor.
—Es una descripción precisa —dijo Cal, completamente serio.
—Mi hermano tiene razón, Rory. No soy un tomador de
riesgos.
Rory parpadeó hacia él. —Puede que estés en la profesión
equivocada, entonces.
—Sabes a lo que me refiero. El trabajo en la naturaleza no es
como la lucha urbana contra incendios. He escuchado las
historias de Connor.
—Connor, literalmente, salta de los aviones a los incendios
forestales. Lo que hacemos no es tan demente.
Las cejas de Cal se alzaron levemente. —¿Entonces admites
que saltar es más peligroso?
—Sí —Rory comenzó a decir, y luego el centavo cayó por fin. —
¡Oh, por el amor de... Connor!
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Página
La cara de “Cal” se rompió en una amplia y maliciosa sonrisa,
reflejando exactamente la de Conleth. En perfecta armonía, la
pareja chocó entre sí.
—¡Lo admitiste! —Connor se rió. Sacó un teléfono de su
bolsillo, moviéndolo burlonamente. —Y lo grabé.
Un gruñido retumbó en el pecho de Rory. Sus manos se
apretaron en puños, pero no había manera de que pudiera
quitarle el dispositivo a Connor sin causar una escena
embarazosa. —Acabo de decir que era más peligroso. Eso no
es lo mismo que decir que los malditos idiotas son más
valientes.
—Está lo suficientemente cerca —dijo Connor, sonriendo. —
Estoy seguro de que el resto de mi equipo estará de acuerdo.
Rory se pellizcó el puente de la nariz, respirando
profundamente. —¿Quiero incluso preguntarte cómo
conseguiste la camisa de Cal?
—Esa no es mi camisa —gruñó una tercera voz detrás de él.
Rory se dio la vuelta. Callum, el verdadero Callum, acechando,
su pelo rojo y rizado revuelto y su mandíbula apretada. Un par
de sonrientes bomberos que Rory no conocía lo seguían. Uno
de los hombres estaba sin camisa.
La mirada de Cal barrió a sus hermanos y compañeros
bomberos por igual. —Por última vez, esto no es gracioso.
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—Tienes toda la razón —dijo solemnemente Conleth.


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—Definitivamente no lo es —concordó Connor.
Hubo un latido. Un músculo marcado en la mandíbula de Cal.
—Es jodidamente gracioso —dijeron sus hermanos juntos, y se
echaron a reír.
Los hombros de Cal cayeron en un largo y sincero suspiro
mientras sus colegas también rugían de alegría. Se volvió hacia
Rory, ignorando a todos ellos con helada dignidad. —¿Querías
hablar conmigo?
Con una punzada de inquietud, Rory se dio cuenta de que la
personificación de Connor de su hermano solo había sido un
poco exagerada. Había una rigidez en la postura de Callum
que no había estado allí la última vez que Rory lo había visto.
Algunas bromas y juegos eran inevitables en cualquier equipo
de bomberos... pero en estas risas había un dejo cruel que hizo
que su Grifo gruñera de furia protectora. Quería golpearlos
con ambos puños, tal como lo había hecho hace años:
¡Déjenlo en paz! ¡Dejen de meterse con él!
Pero Cal no lo había apreciado cuando tenía nueve años. Y
realmente no apreciaría que Rory intentara jugar al caballero
blanco ahora. Rory respiró entrecortadamente, obligando a sus
manos a abrirse.
Wystan apareciendo en su hombro fue una distracción
bienvenida. El shifter Unicornio echó un vistazo por encima de
la escena, sin verse tan sorprendido ni por el aún retorcido
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Página
Connor ni por ninguno de los sonrientes bomberos. Se volvió
hacia Cal. —Entonces, ¿estás dentro?
Cal entrecerró los ojos. —¿En qué?
—Corre mientras puedas, Cal —dijo Joe desde detrás de
Wystan. Incluso encorvado, desconsolado, seguía siendo unos
buenos seis centímetros más alto que el resto de ellos. —Rory
quiere ofrecerte un trabajo.
Cal digiere esto. —¿En algún lugar que no esté aquí?
—Muy lejos de aquí —dijo Rory —Es…
—Sí —interrumpió Cal.
—Pero no te he dicho…
—Sí —repitió Cal, en tonos de absoluta finalidad.
—Está bien, entonces. —Rory le dio una palmada en el
hombro, que el shifter Pegaso aceptó con una estoica
resignación. —Tres abajo, falta uno.
—¿Uno más?— Wystan levantó una ceja. —Pero eso solo haría
cinco. Pensé que habías dicho que había seis en un escuadrón.
—Los hay. —Rory les hizo señas a todos para que lo siguieran.
—Vamos. Hay alguien que quiero que conozcan.
***
Wystan miró alrededor del sótano. —¿Quieres que nos
encontremos con... barriles de cerveza?
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—Me gusta este plan. —Joe dio una palmada, sonriendo. —
Nunca conocí un barril de cerveza que no fuera una excelente
compañía. ¿Estamos aquí para emborracharnos
asombrosamente y establecer vínculos afectivos? ¿Puedo
construir un sauna?
Cal le lanzó una mirada sardónica. —¿Sabes cómo construir un
sauna?
—En realidad, sí —dijo Joe alegremente —también soy bueno en
fuertes de manta. E iglúes.
—¿Por qué? —Rory comenzó, y luego negó con la cabeza. —
Pensándolo bien, no quiero saber. —Levantó un poco la voz. —
Aquí están. Los shifters de los que te hablé.
No pasó nada.
—No hay nadie aquí —dijo Cal.
—Hay una araña —señaló Joe. Su frente se arrugó. —
¿Conseguiste un shifter araña?
—Espero sinceramente que no —murmuró Wystan.
—Es solo una araña. —Cal se cruzó de brazos. —Soy un Pegaso.
Créeme. No hay nadie aquí.
—Este es Wystan —dijo Rory al aire, ignorando la charla de
fondo. —El alto es Joe, y el ceñudo es Cal. Puede ser difícil de
creer, pero puedes confiar en ellos. Yo confío en ellos.
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—Awww. Gracias, Rory. —Joe hizo una pausa. —Por supuesto,
no es un respaldo de carácter, ya que proviene de alguien que
está hablando con un barril.
Rory puso los ojos en blanco. —¿Pueden callarse por un
momento? Lo están asustando.
—¿Asustando a quién? —Preguntó Wystan, un indicio de
molestia rompiendo sus habituales tonos de cortesía. —Rory,
estás siendo excesivamente misterioso.
—Tranquilos. —El poder Alfa hizo eco bajo el mando de Rory,
como un retumbar de truenos lejanos.
Joe, que había estado a punto de decir algo, cerró la boca con
un chasquido. Los labios de Wystan se adelgazaron. La
expresión de Cal se oscureció aún más.
Pero todos obedecieron. Rory dejó escapar el aliento, el
silencio sonando fuerte en sus oídos.
—Está bien —dijo en voz baja al aire —ellos son una manada.
El silencio se prolongó durante un largo momento.
Entonces el aire brilló.
Joe gritó una maldición en lenguaje de Dragón de Mar. Wystan
retrocedió tan fuerte que se cayó de las escaleras. Cal levantó
una ceja.
La enorme criatura, como un lobo, los miraba a todos con
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ardientes ojos rojos. Piel gruesa, negro como el carbón erizado.


Página
*¿Manada?* La voz en la mente de Rory sonaba claramente
dudosa.
—Manada —confirmó Rory en voz alta. —Chicos, este es Fenrir.
Él es un Hellhound.
—Rory. —Wystan estaba pegado contra la pared del fondo. —Sé
de Hellhounds. Mi tía es una Hellhound. Eso no es un
Hellhound.
—¿Es un Hellpony? —Joe dijo, su voz bastante más alta de lo
normal. —¿Un oso del infierno, tal vez? Más importante aún,
¿tiene hambre?
—Es un Hellhound —repitió Rory firmemente. Puso su mano
sobre la cabeza de Fenrir, que estaba casi al mismo nivel que
su propio hombro. —Sólo... un poco más grande que el
promedio.
—¿Un poco? —Murmuró Cal.
—Bien. —Joe tragó saliva, recuperando un poco de su aplomo
habitual. Ensayó una sonrisa temblorosa, extendiendo su
mano. —Supongo que estaremos trabajando juntos. Fenrir,
¿verdad?
El Hellhound inclinó la cabeza hacia un lado, mirando al
Dragón Marino, y luego se levantó. Joe palideció un poco
cuando Fenrir avanzó, pero se mantuvo firme.
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Página
—Yo, ah, estaba esperando un apretón de manos —dijo Joe,
mientras Fenrir olfateaba sus dedos. —¿Tal vez un golpe de
puños? ¿No?
—Fen no da apretones de manos —dijo Rory. Él hizo una
mueca. —O, para el caso, da manos.
Joe volvió a gritar cuando Fenrir dirigió su atención a la
entrepierna del Dragón Marino. —¡Whoa, hermano! Al menos
cómprame una bebida primero.
—¿Qué quieres decir con que él no da las manos? —Preguntó
Wystan.
—Está... atorado. —Rory dejó escapar el aliento, cuando Fenrir
fue a oler al Unicornio. —Él no puede cambiar. Dice que
nunca lo ha hecho.
Wystan trató de empujar la enorme boca de Fenrir lejos de su
ingle. Él bien podría haber tratado de desviar una excavadora.
—Pero ningún Hellhound nace de esa manera. Siempre son
mordidos.
Fenrir gruñó, el sonido hizo eco en los confines de la bodega.
*No soy un bípedo. No hay piel suave por dentro.* Miró de
reojo a Rory, con las orejas aplanadas. *No importa lo que
diga Birdcat*
—Eres un shifter —le dijo Rory —y no me llames así.
—¿Llamarte qué? —Joe preguntó. —Espera, ¿te puede hablar
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telepáticamente? Pero los Hellhounds no son shifters míticos.


Página
—Puedo hablar con él porque ha decidido que soy de su
manada. Lo encontré en el desierto, o mejor dicho, él me
encontró a mí. Es una larga historia. —Rory se encogió de
hombros. —En cualquier caso, él salvó mi vida, y yo salvé la
suya. Así que, aquí estamos.
Fenrir intentó olfatear a Cal, y se encontró con una mirada fija.
El Hellhound se detuvo por un momento, luego retrocedió.
Volvió a hundirse, barriéndolos a todos con sus ardientes ojos.
Una oreja se movió.
—¿Y bien? —Rory le preguntó.
Los labios de Fenrir se arrugaron hacia atrás, exponiendo
colmillos largos como dedos. *No manada.*
—Sé que no están unidos como manada aun. —Rory rascó al
Hellhound detrás de la oreja. —Pero lo serán. Créeme.
Cal frunció el ceño. —¿Está en el escuadrón?
—¿El Hellhound que no puede cambiar es un bombero? —Joe
parecía encantado. —Oh, por favor, por favor dime que tiene
un pequeño uniforme de perrito. Y un sombrero. Exijo que
tenga un sombrero.
Fenrir gruñó de nuevo... pero su cola golpeó dos veces contra
el suelo en un movimiento reacio.
—Está en el equipo —confirmó Rory. —Los Hellhounds
necesitan una manada, o se vuelven... inestables. Creo que es
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Página
por eso que no puede cambiar. Ha estado solo demasiado
tiempo.
*Birdcat prometió manada* Fenrir retumbó en su mente.
*Manada adecuada. No esta.*
—¿Qué está diciendo? —Preguntó Wystan.
—Que todavía nos falta una parte esencial de una manada real.
—Dando a Fenrir una última palmada, Rory se dirigió a las
escaleras. —Y es por eso que necesitamos una persona más.
***
Los sonidos de la fiesta llegaron hasta su habitación, incluso a
través de puertas cerradas. Cuando era niña, siempre se había
quedado dormida con los cálidos y reconfortantes sonidos del
pub debajo. Podía recordar estar acostada en la oscuridad,
escuchando ese bajo susurro de risas a medias y voces
apagadas, un hambre feroz ardiendo en su propio corazón.
Ella había estado tan impaciente por crecer. Tan ansiosa por
entrar en ese misterioso mundo adulto, ser parte de la
conversación en lugar de forzar sus oídos para captar las
palabras ocasionales. Se quedaba despierta noche tras noche,
planeando, soñando, trazando un mapa de su vida. El futuro
parecía un camino amplio y brillante, que conducía
inevitablemente a su destino.
Y ahora, aquí estaba ella. Todos sus sueños en cenizas.
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Página
Pasos suaves y familiares resonaban por el pasillo. Apenas tuvo
tiempo de arrugar la camisa del uniforme en su regazo en una
bola de tela anónima antes de que la puerta se abriera.
—Cariño —su madre comenzó... y luego se detuvo, su mirada
bajó a la camisa brevemente.
No había esperanza de que ella no la hubiera reconocido, o
por supuesto que no. Sus propias mejillas se calentaron
cuando los ojos de su madre se suavizaron.
—Oh, mi amor. —Su madre se sentó en la cama junto a ella,
poniendo una mano sobre la de ella. —Nada de esto es tu
culpa.
Era una mentira. Era su culpa, todo. Cada tintineo de gafas,
cada risa de la fiesta de abajo la cortaba como una navaja. Si no
fuera por ella, ninguno de ellos estaría aquí. No habrían tenido
que pretender celebrar...
Los dedos de su madre se apretaron sobre los de ella. —No es
tu culpa —repitió ella, más firmemente. —Lo que sucedió fue
una bendición disfrazada. Un llamado con retraso para
despertar.
—Pero casi se muere. —Ella tragó saliva y se obligó a decir la
verdad en voz alta. —Casi lo mato.
—Lo que lo hizo hacer un balance de su vida, en lugar de
continuar en canales familiares. Tu padre se está retirando
porque quiere, cariño. —La sonrisa de su madre era tan cálida
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Página
como la luz del sol de verano. —Al final. Lo he estado
molestando durante años. Me has dado un regalo, no le has
quitado nada. No debes deshacerte de tus propios sueños por
una culpa fuera de lugar.
Ella miró hacia otro lado, hacia la camisa en sus manos. Las
yemas de sus dedos trazaron la cresta bordada en la manga.
East Sussex Fire and Rescue Service.
Metió su antiguo uniforme en la bolsa a su lado en la cama. —
Estaba empacando lo último de mi viejo equipo de trabajo.
¿Puedes pedirle a alguien que los lleve de vuelta a la estación?
Su madre estuvo en silencio por un largo momento.
—No puedes esconderte aquí para siempre, amor —dijo su
madre por fin, muy gentilmente. —Deberías ir tú misma.
La sola idea de enfrentar a todos de nuevo, las miradas, los
susurros, la pena, hizo que su garganta se tensara. Todos los
shifters en el servicio de bomberos estaban allí. Todos sabían
lo que ella había hecho.
Lo que no sabían era con qué facilidad podía hacerlo de
nuevo.
—No puedo. —Empujó la bolsa en las manos de su madre. —
¿Por favor?
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Su madre dejó escapar el aliento, pero aceptó el bolso. —Tus
amigos están preguntando por ti. ¿Estás segura de que no
vendrás a la fiesta?
Ella sacudió su cabeza. —No puedo.
—Pensé que dirías eso. —Su madre se dirigió hacia la puerta de
nuevo y la abrió. —Es por eso que les dije que subieran.
Su corazón se tambaleó hacia un lado en su pecho. Rory
estaba allí, ancho y robusto, con esa familiar mirada de
preocupación de hermano mayor en sus ojos dorados. Otros
se agolparon detrás de él: Wystan, Joe, incluso Cal. Todos sus
viejos amigos de la infancia.
Ella solo tuvo un instante para mirarlos antes de que el perro
más grande que había visto alguna vez los dejara a un lado.
Antes de que ella supiera lo que estaba pasando, una nariz fría
y húmeda se metió bajo su mano. El perro gimió bajo en su
garganta, con una gruesa cola negra moviéndose
esperanzadamente.
Su madre le sonrió. —Creo que deberías escuchar lo que
tienen que decir.
***
Ella miró a Rory. —No puedes estar hablando en serio.
—Completamente. —Su boca se torció. —Al parecer, una
manada adecuada necesita una hembra Alfa. Y tú eres la mujer
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más Alfa que conozco.


Página
—Uh. —Joe levantó una mano tentativa, algo que claramente se
agobiaba en su mente. —Rory, si eres el macho Alfa, ¿eso
significa...?
Ella balbuceo con disgusto. Para su alivio, Rory parecía
igualmente horrorizado.
—Joe, ella es como una hermanita para mí —dijo en tono
escandalizado. —Prefiero darte a ti.
—Bueno, obviamente. —Joe se pasó una mano por la parte
delantera de la camisa. —¿Quién no lo haría?
A pesar de todo, las bromas familiares la hicieron sonreír.
Fenrir, evidentemente notándolo, agitó la cola con más fuerza.
Su nariz todavía estaba firmemente plantada bajo su mano.
Un poco tentativamente, ella le acarició las orejas puntiagudas,
como lobo. El enorme Hellhound se retorcía como un
cachorro, con la cola golpeando con fuerza contra el suelo.
*¿Manada?* La voz en su mente era tan débil, que podría
habérsela estado imaginando. *¿Somos una manada?*
Su sonrisa se desvaneció.
—No puedo —dijo ella, soltando la mano de la cabeza del
Hellhound. —¿Rory, no escuchaste lo que pasó? No puedo ser
bombero. Nunca más.
—Sí, puedes. —Un indicio de un gruñido entró en su voz. —
Naciste para ser bombero. No puedes tirar eso, solo por un...
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incidente. Sé que estás asustada. He estado allí yo mismo. Pero
si corres y te escondes, perderás quién eres. Tienes que
aceptar el miedo y usarlo para hacerte más fuerte.
Esas palabras profundas y retumbantes parecían pasar
directamente a través de sus oídos y agarrar su columna,
obligándola a ponerse rígida. Encontró que sus hombros se
habían enderezado, sin ningún pensamiento consciente.
Ella recordó esa voz. Desde que era pequeña, y los tres años
entre ellos lo habían hecho parecer un vasto Dios dorado,
entregando mandamientos desde lo alto: por supuesto que
puedes escalar ese árbol. Por supuesto que puedes pasar ese
examen. Tu puedes hacer cualquier cosa. Creo en ti.
—Solo tienes que confiar en ti misma —dijo Rory, en ese tono
inquebrantable e indiscutible. Se inclinó hacia delante, con sus
ojos dorados atentos. —Al igual que nosotros confiamos en ti.
Los miró a todos. Joe, completamente serio por una vez, se
parecía extrañamente a su padre mientras le daba un leve y
solemne asentimiento. La amable, inteligente cara de Wystan,
silenciosa comprensión en sus ojos. Cal, frunciendo el ceño,
afectando a la indiferencia, pero ahí.
Estaban todos allí. Todos sus amigos de la infancia. Y todavía
confiaban en ella.
Ellos no lo harían, si supieran el dolor, el frío anhelante en su
interior. Cómo incluso ahora, a pesar de todo, una pequeña
400

voz traidora aún susurraba:


Página
Quemar.
Rory le tendió una mano. —Te necesitamos. Entonces, ¿te
unirás a nosotros?
Ella aplastó esa presencia no deseada de vuelta a las
profundidades más profundas y oscuras de su mente. Ella
imaginó que el hielo se congelaba alrededor de su alma,
encerrando a su animal en un glaciar impenetrable.
Ella tomó de la mano a Rory.
—Sí —dijo Blaise, la Fénix Negro.
***

Los Shifters de Fire & Rescue volverán en


Wildfire Griffin.
401
Página
Glosario


Un cortafuegos es un espacio de terreno que no posee
ningún tipo de combustible, de esta forma los incendios
forestales no se pueden esparcir. Existen cortafuegos naturales,
artificiales o creados.


Ocelote: tipo de leopardo, mayormente encontrado en
Sudamérica, en zonas tropicales.

*
El glotón, también llamado carcayú, es un mamífero
carnívoro de la familia Mustelidae y única especie de su
género. Es un carnívoro fornido y musculoso, se asemeja más
a un pequeño oso que a otros mustélidos
*
Comandante de Bomberos Fuego
*
Chispitas
*
Bombero paracaidista que salta sobre la zona incendiada
*
Modo de preparar una bebida que se hace dejando caer un
vaso de shot con alguna bebida fuerte tipo whisky o bourbon
dentro del vaso de cerveza.
*
Ave - gato.
402
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