El Jardin de Los Sentidos de La Universi

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CAPÍTULO III

El Jardín de los
Sentidos de la
Universidad Jaume I.
Estética y diseño
urbano
Víctor Mínguez
A mi jardinera.
Nadie duda de que los jardines formen parte del patrimonio de la
humanidad, pero resulta más difícil clasificarlos en alguno de sus
distintos ámbitos. Son patrimonio histórico, artístico, urbanístico y
natural a la vez. Son también las creaciones humanas más vinculadas
al disfrute de los cinco sentidos corporales: la vista, el olfato, el
gusto, el tacto y el oído. Atendiendo a su relación con los cinco
sentidos, podemos considerarlos igualmente patrimonio tangible
–podemos verlos, pasearlos, tocarlos e incluso saborearlos- y
patrimonio intangible –los olemos y oímos aunque estas cualidades
no las percibamos táctil o visualmente. Pero además son también
patrimonio mutable, pues evolucionan y cambian continuamente,
por el paso de las estaciones y de los años y por el crecimiento
vegetativo, modificando paulatinamente nuestra percepción sobre
ellos y dificultando su análisis e interpretación.

En un curso centrado en el patrimonio intangible, y subtitulado


“aromas, olores y sabores”, parece oportuno ofrecer una conferencia
centrada en el ámbito del jardín, universo sensitivo perfectamente
adecuado a este perfil. Precisamente, en la Universitat Jaume I
de Castellón se creó hace algunos años un jardín central, eje axial
del trazado urbanístico del campus, diseñado y conocido como el
“Jardín de los Sentidos”. Su análisis me permitirá plantear algunas
reflexiones sobre distintos aspectos relacionados que me parecen
sumamente interesantes: el jardín como ejemplo de patrimonio
tangible e intangible a la vez; el jardín como espacio especialmente
indicado para el disfrute de los sentidos; el jardín universitario
como tipología con una tradición artística y naturalística propia;
y el jardín como escenario estético contemporáneo. Reflexionar
sobre estas cuestiones y otras, aunque sea brevemente en esta
ocasión, permitirá poner en evidencia que los jardines constituyen
uno de los conjuntos patrimoniales más interesantes, hedonistas y
sensitivos de nuestra riqueza cultural.

1. El origen de un jardín sensitivo

La Universidad Jaume I es creada por la Generalitat Valenciana


en el año 1991. Diez años después, y con el campus de Riu
Sec ya construido en gran parte, se convoca un concurso para
llevar a cabo el jardín central, un boulevard de una superficie

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total de 13.141,61 m2. El concurso se resuelve en el año 2002,
y resulta ganador el proyecto presentado por el equipo liderado
por los arquitectos Iñigo Magro de Orbe, Miguel del Rey Aynat y
Antonio Gallud Martínez, y la ingeniera técnica agrícola M. Teresa
Santamaría Villagrasa. Se articula a partir de una idea original, un
jardín centrado en la recreación de los cinco sentidos corporales: a
través de cinco zonas sucesivas se crean ámbitos específicos para
la vista, el gusto, el olfato, el tacto y el oído.

Lo cierto es que al margen de la idea afortunada de organizar un


jardín mediante un itinerario de espacios destinados a cada uno
de los cinco sentidos, el arte del jardín, desde la Antigüedad hasta
nuestros días, siempre ha configurado escenarios adecuados al
disfrute de los sentidos del cuerpo humano. En un jardín cualquiera,
la vista se recrea en la contemplación de las plantas, de los trazados
o de los colores; el gusto, en saborear los frutos y hortalizas; el olfato,
en percibir los aromas de las plantas y flores; el oído, en escuchar el
trino de los pájaros, el murmullo de las fuentes o el soplo de la brisa;
y el tacto, en el placer de tocar directamente los frutos, las plantas,
el agua o los animales. Y no voy a entrar en otras consideraciones
culturales igualmente sensitivas y hedonistas vinculadas al jardín,
como valorar éste como el escenario adecuado para el amor, tal
como sucede en la pintura europea desde el Renacimiento hasta
el siglo XIX, y por lo tanto el lugar más oportuno para el disfrute
erótico de los sentidos. Recordemos por ejemplo pinturas como La
primavera (o El jardín de Venus), de Botticelli (1476-77, Galería de
los Uffizi), Venus y Cupido con un organista, de Tiziano (1548-49,
Staatliche Museum de Schwerin), El jardín del amor, de Rubens
(1630, Museo del Prado) o Embarque para Citerea, de Watteau
(1718, Palacio de Charlottenburg, Berlín), por citar algunas en las
que la presencia del jardín resulta esencial para definir el juego del
amor.

Mi breve aproximación al jardín sensitivo de la Universitat Jaume I


se estructura en tres partes: una breve exposición sobre la historia
del jardín en Occidente para introducirnos adecuadamente en el
ejemplo castellonense, una pequeña aproximación a la historia
urbanística de los campus universitarios y a la incorporación en
estos de los jardines como elemento aglutinador y articulador de
los distintos edificios que lo componen, y un rápido paseo por el
jardín de los sentidos de la UJI.

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2. Del jardín clásico al jardín contemporáneo

Realicemos por lo tanto en primer lugar un ágil recorrido por los


jardines más famosos de la historia, a través de las distintas épocas
culturales, incidiendo en su funcionalidad en cada momento, y
destacando en qué tiempos específicos el jardín se concibe como
un espacio para el deleite de los sentidos.

Omito las referencias a los jardines míticos que, aunque fruto de


la fantasía y de la leyenda, han sido objeto a lo largo de los siglos
de numerosas recreaciones gráficas y de múltiples testimonios
literarios, y por lo tanto forman parte también del imaginario
occidental del jardín, como fue el caso del Edén, los Campos
Eliseos y las Islas Afortunadas.1

Los jardines más remotos conocidos históricamente son los de


Nínive y Babilonia, descritos por Estrabón, Diodoro de Sicilia y
Quinto Curcio Rufo. En Babilonia estaban ubicados en las orillas
del Éufrates y databan del siglo VIII a.C. Fueron restaurados en
época posterior a Nabucodonosor, y se conservaron durante
varios siglos. Sigo los estudios al respecto de Francisco Fariello,
quien afirma: “según Estrabón, formaban un gran cuadrado de 120
metros de lado y se componían de varias terrazas superpuestas,
sostenidas por arcadas con bóvedas que se apoyaban en grandes
pilares de sección cuadrada”.2 No quedan testimonios visuales,
solo reconstrucciones fantásticas posteriores.

Al respecto de Egipto y Grecia, Fariello nos explica lo siguiente:


sobre el jardín egipcio, existen pocos datos, pero sabemos que
alcanzaron un gran desarrollo gracias a los avances hidráulicos,
y eran un lujo reservado a la clase dirigente, que los usaba como
espacio exterior de la casa -nos han llegado algunas recreaciones
de jardines egipcios en las pinturas de las tumbas de Tell-el-Amarna,
h. 1355 a.C.; de Grecia apenas tenemos datos fragmentarios,
probablemente debido a que el jardín no alcanzó un gran desarrollo,
limitándose a arboledas y cultivo de flores.3

1
Se ha referido a ellos SEGURA MUNGUÍA, S. Los jardines en la Antigüedad.
Bilbao: Universidad de Deusto, 2005.

2
FARIELLO, Francesco. La arquitectura de los jardines. De la Antigüedad al
siglo XX. Barcelona: Editorial Reverté, 2004, p. 17.
3
Ibídem, pp. 18-20.

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En Roma el jardín sí alcanzó en cambio un gran desarrollo y
además tenemos mucha información al respecto. Según de nuevo
Fariello, durante la República el jardín era simplemente un huerto
utilitario, pero las victorias en Oriente transformaron el concepto. En
Pompeya y Herculano, y en las pinturas conservadas en sus villas,
podemos ver su tipología: rodeado de pórticos, se divide en figuras
geométricas y simétricas; hay estanques y fuentes, estatuas y
asientos; las plantas son ahora ornamentales.4 Posteriormente, las
grandes villas, concebidas como pequeñas ciudades, incorporaron
enormes jardines: los de Lúculo en el monte Pincio, los de Mecenas
en el Esquilino, los de la Domus Áurea de Nerón, los de Adriano en
Tívoli… Estos jardines patricios fueron concebidos para el disfrute
sensitivo: colores, aromas, sabores, tactos y sonidos que creaban
un ambiente placentero y acogedor.5

La caída del Imperio Romano implicó la desaparición de los métodos


de jardinería. Las órdenes religiosas recogieron y preservaron en
los monasterios los restos de la civilización antigua, y entre ellos,
el jardín. Durante la Edad Media los monasterios son unidades
autárquicas y cuentan con huertos cultivados: plantas alimenticias,
medicinales y también flores; surgen así tres zonas, el vergel –
árboles frutales-, el huerto –legumbres y plantas medicinales- y el
jardín de flores -ornamental. Las Cruzadas trajeron nuevas plantas
y flores.6 No se han conservado sin embargo jardines de la larga
Edad Media cristiana. Sabemos cómo eran gracias a fuentes
literarias y miniaturas, como el dibujo del jardín del monasterio de
San Gall, hacia el año 820.

El jardín hispanoárabe arranca en el año 750 cuando los Omeya


convierten a Córdoba en la capital del califato. Los árabes habían
asimilado modelos de todos los pueblos sometidos: Persia, Egipto y
Roma. El jardín árabe manifiesta el anhelo del paraíso mahometano,
un lugar de delicias y placeres, un disfrute de los sentidos. Son
jardines domésticos y privados, a escala humana, con una sucesión

4
Ibíd, pp. 20-38.
5
Sobre la villa clásica y el jardín en el mundo romano, y su posterior proyección
en la cultura moderna véase ANÍBARRO, Miguel Ángel. La construcción del
Jardín clásico. Teoría, composición y tipos. Madrid: Akal, 2002.
6
FARIELLO, Francesco. La arquitectura de los jardines…, p. 43.

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de espacios pequeños y cerrados. El elemento esencial es el agua,
presente a través de fuentes, estanques y surtidores. Las esculturas
desaparecen y son sustituidas por el empleo de azulejos. Destacan
los arboles mediterráneos, como el ciprés, el magnolio, el naranjo,
el limonero, el boj y el arrayán.7 Buenos ejemplos que podemos
visitar actualmente son La Alhambra de Granada, el Generalife, y el
Alcázar de Sevilla, los tres con gran riqueza hortofrutícola.

En el Renacimiento el jardín pierde su carácter rústico y utilitario y


se transforma en un espacio ornamental, de poder y de prestigio.8
En las residencias de los príncipes y a la hora de reflejar la
grandeza de su propietario tan importante o más que la edificación
arquitectónica fueron los jardines que la completaban. Pequeños
y ocultos al principio, inmensos y deslumbrantes después, los
jardines reflejaron mejor que ningún otro elemento urbano la
presencia simbólica del príncipe entre sus súbditos durante el siglo
XVI. Pero además, los jardines permitieron explorar e investigar las
posibilidades del urbanismo moderno de inspiración clásica, muy
difícil de proyectar en las tramas urbanas medievales en las que
transcurría la vida durante el Renacimiento.

Miguel Ángel Anibarro establece dos características fundamentales


del jardín renacentista: “la regularidad de la composición,
fundamentada en la geometría euclídea, que nace de la implantación
de dos direcciones perpendiculares sobre el plano horizontal,
dentro de un contorno preferentemente rectangular” y “la axialidad
del jardín, es decir, la referencia a una línea recta imaginaria
que enlaza todas las partes; más aún en el caso habitual de la
existencia de una casa o palacio, pues la relación compositiva entre
ambos es interpretada, sobre todo, como correspondencia entre
ejes”.9 Lo cierto es que la regularidad compositiva y la axialidad
ya se manifiestan en mayor o menor medida en los jardines de la
Antigüedad y la Edad Media, en Babilonia, en Granada o en Saint

7
Ibídem, pp. 47 y 48.
8
Las ideas expuestas a continuación sobre el jardín renacentista y barroco
ya he tenido ocasión de publicarlas en el siguiente libro: MÍNGUEZ, Víctor
y RODRÍGUEZ, Inmaculada. Las ciudades del absolutismo. Arte, urbanismo
y magnificencia en Europa y América durante los siglos XV-XVIII. Castellón:
Universitat Jaume I, 2006.
9
ANÍBARRO, Miguel Ángel. La construcción..., p. 65.

50
Gall. La novedad del jardín moderno estriba precisamente en la
relación compositiva entre el edificio y el jardín a la que se refiere
Aníbarro.

El inicio del jardín renacentista se halla trazado en la obra del


arquitecto Leon Battista Alberti, De Re Aedificatoria (1452). A partir
de los modelos de la Antigüedad, sobre todo de los jardines de
Plinio el Joven, este autor establece en De Re Aedificatoria el punto
de partida del jardín moderno, diseñado arquitectónicamente.
Según Hansmann, “la novedad del jardín ideal de Alberti frente a
sus modelos antiguos reside en su insistencia en que casa y jardín
son formalmente una unidad y deberían desarrollarse a partir de las
mismas formas geométricas”.10 Asimismo, a partir de las reflexiones
de Alberti aumenta la importancia de la decoración escultórica y el
recorte de setos. Otras dos fuentes sobre la definición del jardín
renacentista las encontramos en las obras de Giorgio Martini y
Francesco Colonna. Esta última, la Hypnerotomachia Poliphili
(Venecia, 1499), aparece ilustrada con diversas xilografías que
muestran diseños jardinísticos, presumiblemente clásicos, aunque
en realidad delatan las ideas del Quattrocento italiano respecto a la
naturaleza domesticada.

Sin embargo hay que esperar al Cinquecento para superar el


marco teórico y encontrarnos verdaderos jardines modernos. Con
muy escasas excepciones los palacios italianos del siglo XV son
palacios urbanos, integrados en la trama de la ciudad: una maciza
forma cuadrangular con un patio interior porticado ausente de
ornamentaciones vegetales. Es el caso de los palacios florentinos
Medici-Ricardi, Rucellai o Strozzi, Ducal en Urbino, Piccolomini en
Pienza y de los palacios romanos de la Cancillería y Venecia. Es
cierto que algunos de ellos, como el Médici-Ricardi, el Ducal, el
Piccolomini y el Venecia tienen un patio posterior decorado con
plantas, pero son organizaciones muy simples. El jardín del Bóboli,
anexo al florentino palacio Pitti, es en cambio mucho más complejo,
pero fue realizado ya en la segunda mitad del siguiente siglo.

El siglo XVI si verá en cambio la materialización física del jardín


moderno. A partir de este momento el jardín es competencia

10
HANSMANN, Wilfried. Jardines del Renacimiento y el Barroco. Madrid:
Nerea, 1989, p. 22.

51
indiscutible del arquitecto, como sucederá con Bramante en el
Belvedere y Rafael en la Villa Madama. Dos hitos importantes son el
patio del Palacio del Belvedere en el Vaticano y los jardines de la villa
de Este en Tívoli. El primero, encargado por el papa Julio II, lo inicia
Bramante y lo concluye Pirro Ligorio. La villa de Este es diseñada
asimismo por Pirro Ligorio. La importancia del Belvedere se debe a
varios factores. En primer lugar su monumentalidad: la gran escala
empleada por Bramante para unir a lo largo de una pendiente la vieja
villa Belvedere con el palacio del Papa exigió una gran escala en
los trabajos que se convertiría en referencia para todos los jardines
posteriores. En segundo lugar, el nuevo patio del Palacio Vaticano
fue diseñado en varias terrazas siguiendo criterios de perspectiva,
simetría y armonía. La problemática en la villa de Este era muy
similar. También aquí el arquitecto responsable se encontró ante
un amplísimo terreno en pendiente. Por ello y como el Belvedere,
la villa de Este también fue diseñada para ser contemplada desde
abajo, ofreciendo la perspectiva de sus terrazas colgantes una
excepcional combinación de arquitectura y jardín. El elemento
novedoso fueron en este caso los juegos hidráulicos: los grandes
recursos acuáticos del contorno permitieron disponer numerosas
fuentes y estanques que dotaron a la villa de singularidad.

Desde Italia el jardín renacentista se proyectará en Europa,


fundamentalmente en Francia, adecuándose naturalmente a la nueva
realidad medioambiental: menor variedad termométrica, mayores
y más regulares precipitaciones pluviales y menor irregularidad
morfológica.11 El punto de partida del jardinismo francés es la
campaña italiana que lleva a cabo Carlos VIII en 1494 con objeto
de apropiarse de Nápoles. Como explica Hansmann, tanto esta
campaña como las que emprenden los reyes sucesores de Carlos,
Luis XII y Francisco I, familiarizan a los monarcas transalpinos con
la cultura moderna que ha surgido en Italia durante el Quattrocento,
y singularmente con el diseño de palacios, villas y jardines.12 A los
primeros jardines reales, como el del palacio de Amboise –corte
de Carlos VIII- o el de Blois –corte de Luis XII-, pronto suceden las
obras de plenitud, entre las que destacan el palacio de Fontaine-
bel-eau (posteriormente Fontainebleau), iniciado bajo el reinado de
11
PÁEZ DE LA CADENA, F. Historia de los estilos en jardinería. Madrid: Istmo,
1998, p. 195.
12
HANSMANN, Wilfried. Jardines..., p. 47.

52
Francisco I, el de Saint-Germain-en-Laye, construido bajo Enrique
IV, y el de Luxemburgo en París, empezado tras la muerte de este
monarca por encargo de su esposa María de Medici. Fontainebleau
aporta la incorporación del agua a gran escala, mediante canales
y estanques. La idea es rápidamente imitada en otros palacios y
pronto el agua se convierte en un elemento indispensable en la
concepción del jardín moderno francés. Saint-Germain, dispuesto
en terrazas escalonadas sobre el río Sena y decorado con grutas
que cobijaban asombrosos ingenios hidráulicos, anticipa por su
diseño unitario la planificación barroca.

Finalmente, al margen de Italia y Francia, el jardín renacentista se


proyecta en varias ciudades imperiales y cortesanas de la Europa
germana, y en la España de la segunda mitad del siglo XVI. En
Centroeuropa podemos destacar el Residenzgarten de Stuttgart,
del duque Christoph de Württemberg, el Neugebäude de Viena,
para el emperador Maximiliano II y, sobre todo, el Hortus Palatinus,
en el castillo de Heidelberg, construido por el arquitecto francés
Salomon de Caus para el príncipe elector Federico V del Palatinado.
En España destacan, durante el reinado de Felipe II, los jardines
de algunos Reales Sitios, como la Casa de Campo, Aranjuez o San
Lorenzo de El Escorial.

Durante la cultura del Barroco las ciudades capitales no satisfacen


completamente las ansias absolutistas de los nuevos reyes de
Europa. Las tramas urbanas medievales no facilitan la construcción
de los gigantescos palacios soñados por los monarcas, y las
intervenciones urbanísticas llevadas a cabo en las viejas ciudades
no alteran en demasía los trazados urbanos. Los nuevos espacios
de los príncipes alcanzan una escala tan desmesurada que es
imposible ubicarlos en las ciudades, ya que muchas veces la suma
del palacio y de sus jardines excede incluso el tamaño de la capital.
Como consecuencia de esto es ahora cuando se construyen
ciudades palatinas de nueva planta destinadas a acoger al
monarca y su corte, ciudades pensadas para el ocio y la diversión,
y alejadas de las levantiscas capitales, en las que su populosa
población está siempre dispuesta a motines, conspiraciones y
algaradas revolucionarias, y donde emergen nuevos poderes
que compiten con la realeza. Estos nuevos escenarios del poder
constan habitualmente de una grandiosa y elegante edificación

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envuelta por un gigantesco parque. Y como en el siglo XVI, los
jardines del siglo XVII son el elemento urbanístico más notable de
las residencias principescas.

Ya he mencionado el espectacular desarrollo del jardín renacentista


en Italia y su posterior proyección en Francia y también Alemania
y España durante el siglo XVI. La planificación arquitectónica y
geométrica de los jardines italianos y las gigantescas dimensiones
que alcanzan permiten estudiarlos como ejemplos del urbanismo
moderno. A partir del siglo XVII se impondrá en cambio el modelo
barroco francés, que alcanza una grandiosidad que empequeñece
los ejemplos italianos. Algunos conjuntos transalpinos ya citados,
como los de Saint Germain-en-Laye o Luxemburgo, son un claro
anuncio de los importantes cambios que se avecinan en el diseño de
jardines bajo la cultura barroca. En ellos se advierten ya novedades
significativas como es fundamentalmente la subordinación de
todos los elementos a una planificación global. Pero el triunfo del
jardín francés no es explicable sin la contribución de una figura
clave, André Le Nôtre (1613-1700), nieto e hijo de prestigiosos
jardineros y principal artífice de los jardines de Luis XIV. Sus diseños
representan el punto cenital del jardín barroco, y establecen los
modelos que serán imitados durante décadas en toda Europa.
Como supervisor de los jardines reales fue responsable de los
jardines de las Tullerías en París, y de los que fueron su obra
maestra, el gran parque de Versalles. Previamente había diseñado
los jardines de Vaux-le-Vicomte para el ministro de finanzas del
Rey Sol Nicolás Fouquet. Allí trabajó con el arquitecto Louis Le Vau
y el pintor y decorador Charles Le Brun desde 1656 hasta 1661.
Tras la caída en desgracia de Fouquet, Luis XIV contrató a este
mismo equipo para que plasmaran sus ideas en un proyecto aun
más ambicioso que una vez construido se convertiría para todas
las cortes europeas en el modelo definitivo de residencia de un
monarca absoluto. Pero la organización fundamental del parque de
Versalles ya está plasmada en gran medida en el diseño de Vaux-
le-Vicomte.

Junto a la figura de André Le Nôtre hay que destacar también la


contribución de otro francés, Antoine Joseph Dezallier d’Argenville,
autor de La theorie et la pratique du Jardinage (París, 1709), principal
tratado teórico europeo sobre el jardín urbanístico y el paisajismo.

54
Fue ilustrado con dibujos del arquitecto Jean-Baptiste Alexandre
Le Blond y traducido a diversos idiomas.

En Versalles existía ya un pabellón de caza de la época de Luis


XIII. Luis XIV ordena su ampliación en 1661. En los años siguientes
el palacio y los jardines se ampliarán progresivamente hasta
alcanzar unas proporciones desconocidas hasta el momento.13
Desde 1678 la construcción del palacio será responsabilidad del
arquitecto Jules-Hardouin-Mansart, que trabajará estrechamente
con Le Nôtre en la realización del gran parque. El palacio, de gran
desarrollo horizontal, muestra su fachada más noble abierta al
jardín. Este se organiza en torno a un eje principal. Los grandes
parterres, las avenidas, las fuentes, los bosques, las glorietas, el
despliegue de esculturas mitológicas y el gigantesco estanque
central, representan en su conjunto una insuperable muestra de
jardinería arquitectónica, basada en la racionalidad geométrica y
la perspectiva. El punto focal del parque es el estanque del carro
de Apolo, principal alusión iconográfica de entre las muchas que
hubo en Versalles al rey solar constructor. En definitiva, el conjunto
del palacio y los jardines representan el mejor escenario del
absolutismo, así como su más espléndida materialización.14

El gusto de los monarcas franceses por los grandes palacios


con sus parques se proyecta rápidamente al resto de las cortes
europeas, alcanzando incluso la Rusia zarista con la creación de
San Petersburgo. La Europa germánica, dividida en multitud de
pequeños estados, será un espacio adecuado para el desarrollo
del arte cortesano del Barroco. Viena será otra ciudad de palacios a
partir del año 1683, año en que la amenaza turca es definitivamente
conjurada. La zona extramuros, destruida por los turcos,
rápidamente se poblará de palacios y villas de recreo, cuyos jardines
reflejarán una síntesis de fórmulas francesas e italianas. El conjunto
más interesante es el del palacio de Schönbrunn, residencia de
13
El análisis más completo realizado hasta el momento sobre Versalles es el
estudio de THOMPSON, Ian. Los jardines del Rey Sol. Luis XIV, André Le Nôtre
y la creación de los jardines de Versalles. España: Belacqva, 2006.
14
El propio monarca Luis XIV escribió en 1689 una guía sobre como mostrar
al visitante los jardines de su Corte en Versalles. Véase al respecto Manera
de mostrar los jardines de Versalles. Luis XIV. André Félibien. Madeleine de
Scudéry. Charles Perrault. Madrid: Abada Editores, 2004.

55
verano de los Habsburgo, encargado por el emperador Leopoldo I
al arquitecto Johann Bernhard Fischer von Erlach. Si bien el aspecto
final no resultó tan ambicioso como era el proyecto que inicialmente
diseñó Erlach, que de haberse llevado a cabo hubiera superado
al mismísimo Versalles, el conjunto nos muestra un gran palacio
de inspiración francesa insertado en un parque cuyos parterres
se extienden ortogonalmente hasta una colina coronada por una
gran logia neoclásica diseñada por Ferndinand von Hohenberg y
construida en 1775, que delata el final del ciclo barroco.

Al margen de los conjuntos vieneses se construyeron otros muchos


palacios con jardines por toda Alemania –en Baviera, Westfalia,
Sajonia, Brandemburgo, Palatinado, etcétera-, la mayoría de
enorme interés para analizar las planificaciones urbanísticas del
barroco germánico. Destaco el palacio de Sanssouci en Potsdam.
Creación personal del rey Federico el Grande de Prusia y realizado
por Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff a mediados del siglo XVIII,
sorprende por la belleza de sus terrazas retranqueadas y decoradas
con todo tipo de plantas y árboles frutales, sobre las que se levanta
el edificio que el monarca mandó construir para su descanso más
íntimo.

En España durante los siglos XVII y XVIII se construirán


algunos conjuntos admirables, como el Real Sitio del Buen
Retiro o el Real Sitio de San Ildefonso –La Granja- a la vez que
seguirán desarrollándose algunos conjuntos ya iniciados en el
Renacimiento, como el Real Sitio de Aranjuez. Evidentemente la
llegada de los borbones al trono español en los inicios del siglo
XVIII supondrá la asimilación decidida del modelo de jardín barroco
francés, renovando los Reales Sitios. El Buen Retiro, La Granja y
Aranjuez cuentan verdaderamente con los jardines españoles más
interesantes del Antiguo Régimen: el Buen Retiro todavía es un
modelo de parque de inspiración italiana; en cambio La Granja,
construida por deseo del rey Felipe V, es el más claro ejemplo
de la adopción en España del jardinismo francés importado por
la nueva dinastía; en Aranjuez destacan el jardín austracista de la
Isla, y el romántico y silvestre jardín del Príncipe, que ya anuncia el
paisajismo bucólico de origen inglés propio del siglo XIX.

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Ya en el siglo XVIII surge el jardín paisajista en Inglaterra buscando
su inspiración en los trazados espontáneos del entorno silvestre,
y como alternativa a los diseños arquitectónicos de los jardines
clásicos franceses e italianos. Francesco Fariello expuso con
claridad cuatro razones que explican la superación del jardín
clásico: la propia evolución del jardín tradicional; la influencia del
pensamiento ilustrado -el panteísmo conduce al modelo natural
pues es reflejo de Dios (Rousseau promueve el retorno a la
naturaleza); la influencia de los pintores paisajistas; y la influencia
del jardín paisajista chino, conocido por las descripciones de los
viajeros. Las características del jardín paisajístico son por lo tanto
un terreno que combina elevaciones, hondonadas y planicies; el
arbolado (hierbas, arbustos y árboles); el agua (ríos, arroyos, lagos
y balsas); edificios pintorescos y ruinas; y el diseño de paseos y
senderos.15 Sirvan como ejemplos los parques de Stowe (Charles
Bridgeman y William Kent) y Blenheim (construido por Lancelot
Brown). El modelo se extiende por Europa: Versalles (Petit Trianon),
Roma (Parque Borghese), Caserta (jardín inglés), etcétera. En
Inglaterra aparecen los primeros parques en las ciudades, como
St. James’s Park, Green Park, Hyde Park, Kensington Gardens o
Regent’s Park. En Francia aparecieron el Bois de Boulogne y el
Bois de Vincennes (París), en Nueva York Central Park (realizado
por Olmsted en 1858), y otros no tan grandes en otras ciudades
europeas y americanas.

Finalmente, el jardín moderno aparece a finales del siglo XIX,


cuando se inicia la crítica al jardín paisajista, los grandes jardines de
las residencias rurales inglesas dieron paso a otros más pequeños
y domésticos. Como explica Darío Álvarez, “el agotamiento del
repertorio formal y la necesidad de un mayor aprovechamiento del
espacio, entre otras razones, derivaron finalmente en la reutilización
de la geometría como sistema de organización del jardín y en la
recuperación de la arquitectura como modelo”.16 Se establece por
ello un diálogo compositivo muy intenso entre la casa y el jardín.
Esta tendencia se prolongará en toda Europa durante las primeras
décadas del siglo XX. Posteriormente los arquitectos de jardines
asumirán propuestas surgidas de la plástica de las vanguardias
15
FARIELLO, Francesco. La arquitectura de los jardines..., pp. 209-260.
16
ÁLVAREZ, Darío. El jardín en la arquitectura del siglo XX. Barcelona: Editorial
Reverté, 2007, p. 35.

57
artísticas (jardines de hormigón, jardines cubistas, jardines
abstractos, jardines racionales…). Jardines interesantes del siglo
XX son por ejemplo el parque Güell en Barcelona (A. Gaudí) y La
Vilette en París (Bernard Tschumi, parque de La Villette, París, 1982-
1999). Durante la segunda mitad del siglo XX el diálogo permanente
entre arquitectura y jardín llevará a propuestas muy diversas como
el jardín dentro de casa, el jardín sobre la casa, la ciudad jardín,
parques en las ciudades, ciudades en el parque, ciudades verdes,
etcétera.17

Este repaso por la historia del jardín occidental nos permite


determinar en qué momentos fue concebido como un lugar
especialmente diseñado para el disfrute de los sentidos. Yo
destacaría cinco periodos: el jardín romano imperial, prestigioso
y privado; el jardín hispanoárabe, reservado y productivo; el jardín
barroco, cortesano y racional; el jardín inglés, paisajístico y natural;
y el jardín contemporáneo, lúdico y en constante renovación.

3. El urbanismo universitario

Todos los jardines desde el siglo XV mencionados hasta el momento


están relacionados en su origen con el poder, ya sea éste la realeza,
la aristocracia o la burguesía, y por ello se organizan en torno a
residencias palaciegas o villas, y también como parques urbanos.
¿Qué sucede con las universidades? ¿Cuándo incorporan jardines
en sus campus? ¿Se puede hablar de una tipología de jardín
propia, vinculada al poder intelectual o científico? Para responder
a estas preguntas, hemos de repasar someramente la historia
arquitectónica y urbanística de las ciudades universitarias.

Las primeras universidades aparecen en Europa a partir del siglo


XII, herederas de las facultades catedralicias que otorgaban a los
maestros la capacidad de enseñar. Algunas de las más tempranas
son las de las ciudades de Bolonia -1088-, Oxford -1167- y
París -1170. En el siglo XIII los centros universitarios viven una

17
Todas estas tipologías han sido estudiadas por ÁLVAREZ, Darío. El jardín
en la arquitectura… Sobre el jardín contemporáneo resulta también interesante
el estudio de BROWN, Jane. El jardín moderno. Barcelona: Gustavo Gili, 2000.

58
época de expansión, abandonando definitivamente los claustros
catedralicios y e integrándose en la sociedad. Es el momento en el
que estas instituciones docentes arrancan con fuerza en los reinos
peninsulares: Salamanca en 1215, Valladolid en 1260, Alcalá de
Henares en 1293 y Lérida en 1297. Las instituciones universitarias
exigirán para el buen desempeño de su labor edificios adecuados,
que inicialmente toman como modelo tipológico los claustros
catedralicios y monacales. En el código legislativo de Las siete
Partidas de Alfonso X el Sabio (1256-1263) se establecen los
criterios que deben regir las características del lugar donde ha
de desempeñarse la actividad universitaria: edificios propios y
funcionales alejados de la villa. Se anticipa aquí curiosamente y en
cinco siglos el concepto de campus norteamericano.18 Durante los
siglos XIV y XV se impone en Castilla el modelo arquitectónico de
los colegios universitarios desarrollados en París, Bolonia, Oxford
o Cambridge. Es el caso por ejemplo del Colegio de San Antonio
Portaceli en Sigüenza, o el Colegio de San Ildefonso, fundado por
el cardenal Cisneros en Alcalá de Henares. De España el sistema
colegial pasará a América, articulando la enseñanza universitaria
en las principales ciudades de los virreinatos americanos, como
México o Lima.

Pablo Campos Calvo-Sotelo, autor al que sigo en este capítulo,


publicó en el año 2000 el único estudio integral que se ha realizado
hasta el momento sobre los campus universitarios españoles,
atendiendo tanto a su diseño urbanístico como al trazado de
sus edificios. Antes de recorrer detalladamente el mapa de los
campus peninsulares, este autor establece cuatro modelos de
partida.19 El modelo británico, constituido a partir de colegios
más autónomos que los continentales, con edificios de planta
cuadrada o rectangular. Es el modelo que dio lugar a las ciudades
universitarias de Oxford y Cambridge, y que en el siglo XVIII fue
exportado a Estados Unidos. El modelo francés, surgido durante el
imperio napoleónico: una universidad centralizada, burocratizada
y dependiente del poder. Los pabellones se dividían en cátedras y
departamentos, y podían estar integrados en el tejido urbano. Es

18
CAMPOS CALVO-SOTELO, Pablo. La universidad en España: historia,
urbanismo y arquitectura. Madrid: Ministerio de Fomento, 2000, p. 24.
19
Ibídem, pp. 24-28.

59
el caso de La Sorbona, que tuvo una localización múltiple dispersa
por el parisino barrio latino. El modelo alemán se establece a partir
de la Universidad de Berlín, creada en 1810 siguiendo las directrices
de Wilhelm von Humboldt. Inicialmente se apuesta por el concepto
edificio-universidad, heredero de la tradición renacentista. El
palacio del príncipe Heinrich, construido entre 1748-1753, ubicado
en la avenida Unter den Linden (“Paseo bajo los tilos”) y de estética
neorrenacentista, se convierte en la sede. Es el modelo inicial de
la Universidad Complutense o de la Universidad de Barcelona. Y
finalmente, el modelo norteamericano, donde surge el moderno
concepto de campus, aparecido por primera vez en Princeton en
1774, y entendido como una vasta extensión de suelo en torno
a un edificio –la referencia clásica es el antiguo Campo de Marte
en Roma. Se intenta mediante el campus crear una ciudad ideal,
una amplia extensión en la que ubicar una pequeña ciudad idílica
segregada. Frente al concepto europeo cerrado de herencia
monacal, se apuesta por edificios separados y abiertos en un
entorno verde. Siguiendo este planteamiento Thomas Jefferson,
tercer presidente de EE.UU., trazará la Universidad de Virginia
(1817-1819), de estética neoclásica y palladiana. Le seguirán los
campus de las universidades de Berkeley, Harvard, Yale, Columbia,
Chicago, Washington y Princeton.

En España, tras el esplendor medieval y renacentista las


universidades caen en un período de decadencia durante los siglos
XVII y XVIII. Ante la ausencia de una burguesía emprendedora y
el perfil pobre e impotente de las universidades periféricas se
impone el centralismo madrileño. La renovación vendrá de la
Institución Libre de Enseñanza, promovida desde 1876 por
Giner de los Ríos y del empuje de la generación del 98. Se crea
la Residencia de Estudiantes en Madrid, que sirvió de ejemplo a
otras universidades.20 Inspirándose en los campus universitarios,
se diseña la ciudad universitaria de Madrid (1927).21 La guerra
civil paralizó los proyectos reformistas, y solo en los años sesenta
empiezan los cambios. Surge la universidad de masas, con sus

20
Ibid, p. 29.
21
Sobre el origen del diseño urbanístico de la Universidad Complutense,
véase otra interesante publicación de CAMPOS CALVO-SOTELO, Pablo. El
viaje de la Utopía. Madrid: Editorial Complutense, 2002.

60
inconvenientes y defectos. Mientras en Europa, y tras la segunda
guerra mundial, habían surgido dos modelos: el británico (uso
residencial) y el alemán (no uso residencial). En 1983 se aprueba
en España la Ley de Reforma Universitaria, que garantiza el
autogobierno de las universidades. Progresivamente la universidad
se descentraliza a nivel autonómico, a la vez que su número se
incrementa notablemente, tanto en el sector público como en el
privado. A partir de la revolución de las telecomunicaciones se
está implantando la universidad virtual, de la que es modelo la
Universitat Oberta de Catalunya, que empezó su andadura en 1994.
Lo cierto es que hoy en día prácticamente todas las universidades
presenciales cuentan asimismo con grados y masters on line,
además de otros muchos servicios ofrecidos en el ciberespacio
–tareas administrativas, catálogos y consultas bibliográficas,
tutorias…- avanzando imparablemente hacia el modelo de campus
virtual.

4. El jardín en los campus universitarios

De todos los modelos posibles de organización espacial universitaria


que plantea Pablo Campos Calvo-Sotelo en su estudio y que acabo
de mencionar, el más adecuado obviamente para la incorporación
de jardines es el modelo norteamericano de campus. Es decir, una
ciudad universitaria amplia y verde, ubicada fuera de entramados
urbanos históricos o modernos, integrada más o menos en la
naturaleza, y capaz de crecer indefinidamente.

Como en los jardines del Renacimiento italiano mencionados


anteriormente, en el diseño de los campus universitarios se buscará
la integración entre naturaleza y arquitectura. Para ello se recurre
la mayoría de las veces a jardines paisajísticos o ingleses, donde
la pretendida espontaneidad es hija tanto del diseño como de la
pereza, el caos o el azar. Buenos ejemplos de esta formulación
son los campus de Harvard (Massachusetts), Yale (New Haven), la
Universidad Nacional Autónoma de México (México D.F.) o el ya
citado campus de la Universidad Complutense de Madrid.

Los actuales campus españoles son muy diversos en su


configuración urbanística. En un extremo estarían la universidades
más antiguas, insertas en el casco urbano de ciudades históricas,

61
como la Universidad de Alcalá de Henares, la Universidad de
Salamanca o la Universidad de Santiago –si bien es cierto que
algunas de estas universidades centenarias hoy en día cuentan
con modernos campus en el extrarradio, además de los edificios
históricos y urbanos conservados. En el otro extremo encontramos
universidades ubicadas en el campo, cuyos recientes edificios se
integran en un entorno natural –o artificialmente natural-, como es
el caso de la Universidad de Navarra, la Universidad Autónoma
de Barcelona, la Universidad de León, la Universidad Autónoma
de Madrid, la Universidad de Alicante, la Universidad de Málaga
y la propia Universidad Jaume I en Castellón. Precisamente, las
universidades ubicadas en la periferia de las ciudades o incluso
alejadas de ellas son, por la mayor disponibilidad de espacio y
por constituir ciudades en sí mismas, las más adecuadas para
incorporar jardines a su trazado. Sin embargo, aunque casi todas
cuentan con setos, amplias zonas de césped e incluso arboledas,
pocas cuentan con un jardín diseñado como tal.

Y pese a esta realidad, hay una razón histórica que explica la


incorporación del jardín como elemento consustancial de un
campus universitario, un jardín no exclusivamente ornamental,
sino planificado por razones científicas y utilitarias. Me estoy
refiriendo naturalmente al jardín botánico, espacio natural con el
que contaron y cuentan algunas universidades españolas, como
por ejemplo la de Granada, la de Valencia, o recientemente la
de Málaga. Los jardines botánicos universitarios surgieron en el
Renacimiento italiano, vinculados a las facultades de Medicina. El
más antiguo fue el de Pisa (1543); le siguieron Padua y Florencia
(1545), y Bolonia (1547). El de Valencia surge en el año 1567 cuando
los magistrados de la ciudad encargan a Joan Plaça, catedrático
de Hierbas, la formación de un huerto donde enseñar a los alumnos
el cultivo de las pantas medicinales.22 Los jardines botánicos
universitarios hispanos tuvieron un impulso decidido bajo la
Ilustración dieciochesca, cuando incorporaron las plantas traídas
de otros continentes por las expediciones científicas, aumentó el
interés por los estudios agrícolas, y especialmente el rey Carlos III
impulsó las ciencias naturales.23
22
COSTA, Manuel y GÜEMES, Jaime. “Historia”. En: El Jardín Botánico de la
Universidad de Valencia. Valencia: Universitat de València, 2001, p. 11.
23
Ibídem, p. 14.

62
Al margen de los jardines botánicos, algunas universidades se han
esforzado por dotar al jardín de sus campus de significado y de
una moderna funcionalidad, como por ejemplo convirtiéndolo en
espacio abierto para la exposición permanente de obras de arte.
Esa fue la opción que hace años tomó la Universitat Politécnica de
Valencia, convertir su amplio jardín en un museo de escultura al aire
libre.24 El Campus del Camí de Vera, con el mecenazgo de Iberdrola
y con el protagonismo de la Facultad de Bellas Artes, se transformo
en los últimos años del siglo XX en un museo bajo el cielo gracias
a la colaboración de numerosos artistas: Diesco, Esteve, Frechilla,
Gabino, Macario, Marti, Mompo, Nassio, Negret, Oteiza, Sempere,
Serrano, Villa… El modelo del “Campus en tercera dimensión” que
adoptó la Universidad Politécnica de Valencia, tenía no obstante
precedentes importantes, como por ejemplo la Universidad de
Chicago, en Illinois.

5. El “Jardín de los Sentidos” de la Universitat Jaume I

El campus de Riu Sec, en el que se integra el Jardín de los Sentidos


que nos ocupa, y el adyacente barrio universitario, fueron diseñados
por el prestigioso arquitecto salmantino Antonio Fernández Alba, en
1991. Fernández Alba, catedrático de la Escuela de Arquitectura de
Madrid y miembro de las reales academias de Bellas Artes de San
Fernando y Española de la Lengua, ya tenía experiencia entonces
como arquitecto de edificios universitarios. Es el caso del Colegio
Mayor Hernán Cortes (Salamanca, 1970) y la vallisoletana Escuela
de Arquitectura (Valladolid, 1979).

La atractiva planificación del campus corresponde a un trazado


barroco. Un moderno puente construido recientemente cruza el
rio Seco, y conecta a través de un amplio boulevard la ciudad de
Castellón con la ciudad universitaria. Tres avenidas en forma de
tridente –como en la Roma barroca o en el parque de Versalles-
articulan el barrio de viviendas privadas y desembocan convergiendo
en la gran rotonda situada junto al acceso principal del campus.

24
Campus en tercera dimensión. Valencia: Universidad Politécnica de
Valencia, 1993; Esculturas del campus de la Universidad Politécnica de
Valencia, Valencia, 2001.

63
Desde aquí arranca el espacio reservado al jardín que, convertido
en eje axial del conjunto, deja a sus lados las diversas facultades
-la Escuela Superior de Tecnología y Ciencias Experimentales al
lado izquierdo y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales al
lado derecho- y concluye en el ágora donde se ubica el Rectorado,
la Biblioteca o Centro de Documentación, y la Facultad de Ciencias
Humanas y Sociales. En segunda línea, y tras este gran núcleo
central, se extienden los institutos de investigación, las zonas
y edificios deportivos y otras instalaciones diversas como la
residencia de estudiantes.

1.- Vista aérea del Jardín de los Sentidos. Propiedad: Universitat Jaume I.

Como ya he dicho antes, el proyecto del Jardín de los Sentidos,


firmado en marzo de 2002 y presentado a escala 1/1000, fue obra
de un amplio equipo formado por el arquitecto Iñigo Magro de
Orbe, la ingeniera técnica agrícola M. Teresa Santamaría Villagrasa,

64
el arquitecto Miguel del Rey Aynat, el arquitecto Antonio Gallud
Martínez, los arquitectos colaboradores J. Ignacio Fuster Marcos
y Bernard Lentzen, el arquitecto técnico Rafael Pastor Ferrandis
y el ingeniero industrial Vicente Perpiña Rovira. Concretamente,
Íñigo Magro y Miguel del Rey son dos interesantes arquitectos de
relevancia nacional. Están detrás de obras como el Museo de la
Valltorta o el reciente Jardín de las Hespérides de Valencia. Siempre
se caracterizan por una atención cuidadosísima al medio natural y
unos proyectos muy perfeccionistas. Además, Miguel del Rey es,
en la actualidad, el mayor experto en arquitectura tradicional de la
Comunidad Valenciana. En la Universitat Jaume I Iñigo Magro es el
arquitecto asimismo del edificio del Centro de Postgrado y Consejo
Social, y Miguel del Rey, uno de los arquitectos restauradores de la
Llotja del Cànem, sede de la UJI en la ciudad de Castellón.

La superficie total del jardín prevista en el proyecto es de 13.141,


61 m2, dividida en seis zonas: zona A (Acogida), 1.953,15 m2; zona
B (El olfato), 1.796, 41 m2; zona C (El gusto), 2.405,23 m2; zona
D (El tacto), 2.437,33 m2; zona E (El oído), 1.717,90 m2; zona F
(La vista), 2.584,48 m2. Este plan inicial, que fue llevado a cabo
durante los primeros años del nuevo siglo, ha sido modificado
recientemente para incorporar el circuito de un tranvía o autobús
ecológico (TRAM) que comunica el campus con el corazón de
la ciudad. El Tram circunda la superficie ajardinada, que ha sido
ampliada con dos colinas laterales.

Veamos brevemente las principales características de cada una de


las seis zonas en que se divide el jardín. Como he dicho antes,
desde la rotonda principal de acceso al campus se pasa a la Zona
A o zona de acogida. En uno de sus lados un gran panel metálico
muestra al visitante el plano general de la Universidad y un directorio
de los diferentes edificios. Posteriormente, cada una de las zonas
siguientes tendrá un pequeño panel específico, mostrando el plano
de ese espacio concreto y permitiendo identificar y ubicar las
distintas plantas que lo integran. Ya dentro del jardín lo primero
que nos encontramos es un bosque de varillas metálicas, cada
una rematada con el nombre de una de las licenciaturas que se
imparten en la Jaume I –y que ahora deberán ser renovadas con los
nombres de los nuevos grados creados con motivo de la reforma
de planes de estudios que ha acometido la universidad española.

65
En esta zona el jardín combina plantas muy diversas que luego
vamos a encontrarnos en los siguientes espacios, a manera de
resumen de lo que nos espera. De esta manera se entremezclan
diversas especies, como las tropicales aves del paraíso (strelitzia
reginae), jacarandas, enredaderas de rosales (rosa spp.), setos
variados, mirto (myrtus communis), ficus, plumero (cortaderia
selloana), aligustre (ligustrum japonica) y numerosos cipreses
comunes (cupressus sempervirens).

2- Jardín de los Sentidos: zona de acogida. Autor: V. Mínguez.

Pese a sus grandes dimensiones, el jardín está fragmentado en


multitud de pequeños ambientes, recorridos por zigzagueantes
senderos. Cada una de las seis zonas está dividida en diversos
espacios intercomunicados, y de cuando en cuando, un escalón
compensa el progresivo desnivel en altura que hay entre sus
dos extremos –entre la puerta de acceso al campus y el ágora
alcanza los 6 metros. Esta planificación intimista evoca un jardín
hispanoárabe a la vez que se hace eco del diseño minimalista de
los jardines de finales del siglo XX, influidos por fórmulas orientales.

La zona B, destinada al sentido del olfato, aparece presidida por


un estanque de agua. Como es de esperar, abundan las plantas

66
aromáticas –espliego (lavandula angustifolia), tomillo (thymus
vulgaris), romero (rosmarianus officinalis), etcétera- y también las
flores e hibiscos de flor roja (hibiscus rosa sinensis).

3- Jardín de los Sentidos zona del olfato. Autor: V. Mínguez.

La zona C, dedicada al gusto, incluye la primera cafetería terraza


de las dos con las que cuenta el jardín. Está rodeada de árboles
frutales y plantas comestibles: naranjos (citrus sinensis), limones
(citrus x limón), ciruelos (prunus domestica), caqui (diospyros kaki),
granadas (punica granatum) y palmeras datileras (phoenix datilifera),
entre otras. Un canal de agua recorre todo el espacio.

67
4- Jardín de los Sentidos zona del gusto. Autor: V. Mínguez.

La zona D, el tacto, está configurada entremezclando plantas


rugosas con cactus y chumberas (opuntia ficus-indica). Además
abundan olivos (olea europaea), algarrobos (ceratonia siliqua),
madroños (arbutus unedo), acebo (ilex aquifolium) y palmitos
(chamaerops humilis). El suelo es de corcho de pino piñonero (pinus
pinea), y los bancos son rústicos y de madera. Varias esculturas
contemporáneas de piedras ásperas decoran la zona.

5- Jardín de los Sentidos zona del tacto. Autor: V. Mínguez.

68
La zona E, el oído, cuenta con la segunda cafetería del jardín, cuya
música suena ininterrumpidamente durante el día. Un estanque
con una escultura acuática que gotea, y un canal que provoca
un murmullo de agua permanente contribuyen a crear un espacio
sonoro. Predominan las plantas acuáticas, como nenúfares
(nymphaea spp.), papiro (cyperus papyrus), bambú (bambusa spp.)
y juncos (typha latifolia). También hay árboles como el sauce llorón
(salix babylonica) y el ciruelo rojo (prunus cerasifera). Peces de
colores y alguna tortuga habitan en y entorno al estanque.

6- Jardín de los Sentidos zona del oido. Autor: V. Mínguez.

La zona F, destinada a la vista, incluye el mayor estanque del jardín,


una gran piscina presidida por una espectacular fuente. Está rodeada
de árboles y arbustos con hojas de variados colores como cipreses
(cupressus sempervirens), sabinas (juniperus), mimosas (acacia
dealbata), juncos (typha latifolia), pino canario (pinus canariensis),
pino australiano (casuarina equisetifolia) y abetos (abies), así como
también la flor ave del paraíso (strelitzia reginae) y el plumero
(cortaderia selloana). En este espacio están ubicadas actualmente
diversas esculturas colorísticas que no figuraban en el diseño inicial
del jardín, pero que se han incorporado posteriormente.

69
7- Jardín de los Sentidos zona de la vista. Autor: V. Mínguez.

Nos encontramos en definitiva con un amplio jardín que actúa


como eje axial del campus, integrando los distintos edificios que
componen su núcleo central en una planificación geométrica y
simétrica. El jardín ofrece un diseño compartimentado, que recoge
tanto las propuestas más novedosas del siglo XX como asimismo
elementos historicistas, romanos o hispanoárabes. Es asimismo
fiel al entorno mediterráneo en el que surge, incorporando
plantas propias de este clima y paisaje. Y con referencias locales
precisas, como al vecino parque natural del Desierto de las Palmas
(Benicàssim), cuya vegetación específica aparece representada.

El Jardín de los Sentidos carece de una perspectiva clara que


permita visualizarlo a un golpe de vista en toda su complejidad,
algo que solo es posible desde una vista aérea. Es además un
jardín con significado propio, articulado en torno al discurso de
los cinco sentidos corporales. A diferencia de lo que sucede en la
mayoría de los campus universitarios, no dispone de una amplia
zona de césped que permita reuniones colectivas o grandes
espectáculos. Esta función en la Universitat Jaume I la cumple el
ágora, que sí cuenta con terrenos de césped usados habitualmente
por los estudiantes para concentrarse, acostarse en ellos, tomar

70
el sol o comer. El Jardín de los Sentidos es fundamentalmente un
jardín ornamental, que invita al paseo individual, a la reflexión y a
la lectura tranquila, y a la contemplación y disfrute de sus diversos
elementos. El resultado final es una curiosa combinación por lo
tanto de soluciones barrocas –el trazado urbanístico global en el
que se inserta y la preponderancia de fórmulas inspiradas en la
arquitectura-, evocaciones hispanoárabes –su fragmentación, su
carácter intimista, la abundancia de agua y de árboles frutales-,
referencias mediterráneas y tendencias contemporáneas.

El Jardín de los Sentidos es asimismo un organismo vivo y


cambiante. Un espacio sensitivo que muta con las estaciones y
con el paso de los años. Un excelente ejemplo por ello de ese
patrimonio tangible e intangible a la vez que constituyen los parques
y jardines, y que interesan por igual a historiadores, historiadores
del arte, urbanistas y arquitectos. No obstante dejo constancia de
que el estudio sobre los jardines y espacios verdes universitarios
todavía está por escribir.

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