Filosofia Lec Fundamental 1
Filosofia Lec Fundamental 1
Filosofia Lec Fundamental 1
Lectura fundamental
Contenido
1 Introducción
2 Gnoseología
3 Epistemología
4 Ontología
5 Lenguaje y ontología
6 Conclusión
La palabra filosofía, desde sus orígenes en la antigüedad clásica (Siglo V a de C.), está compuesta
por las palabras griegas philos , que significa “amor por” o “gusto por”, y sophia , que
significa “sabiduría”. La filosofía significa, de este modo, “amor por la sabiduría”, y bajo este término
se reúnen un conjunto de teorías y sistemas de pensamiento que se han desarrollado a lo largo de
la historia. Algunos de los problemas centrales que estableció la filosofía desde sus orígenes están
relacionados con las preguntas por el conocimiento: ¿de qué manera conocemos?, ¿cuál es el lugar de
la razón en esta forma de conocimiento?, ¿qué conocemos?; y con las preguntas por el ser: ¿qué nos
constituye como seres-del-mundo?, ¿cuál es la esencia del hombre?, ¿de qué manera el lenguaje es
una dimensión constitutiva del mundo?
Las preguntas por el conocimiento se denominan preguntas epistemológicas, mientras que las
preguntas por el ser se denominan preguntas ontológicas. Así, teniendo en cuenta esta primera
clasificación, esta Unidad del Módulo tiene como propósito hacer una aproximación a la manera en
que la filosofía ha indagado sobre estas dos dimensiones del hombre en su relación con el mundo, a
saber, la epistemología y la ontología.
Ahora bien, ¿por qué es importante en un Módulo de Filosofía tomar como punto de partida la
cuestión epistemológica por el conocimiento y la cuestión ontológica por el ser? Por un lado, porque
es en esta aproximación donde se gestan los fundamentos de la filosofía. Es decir, que es en estas
dos dimensiones donde se hallan los cimientos del pensamiento filosófico; y por otro lado, porque
otras disciplinas de las ciencias sociales se han nutrido de estas reflexiones para construir definiciones
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sobre la verdad, la ciencia, la cultura y el lenguaje. Algunas de estas disciplinas que se alimentan de
la filosofía son la sociología, la ciencia política, la historia, la antropología, los estudios culturales, la
lingüística y recientemente los estudios sobre el feminismo. A continuación, profundizaremos en cada
una de estas dimensiones: primero, en la relación entre gnoseología y epistemología; y segundo, en el
problema de la ontología y el lenguaje.
La teoría del conocimiento se divide en dos grandes ramas: por un lado, la gnoseología, que es una
rama de la filosofía que estudia el conocimiento general; por otro, la epistemología, que es la disciplina
filosófica que se ocupa del conocimiento científico. Veamos en qué consiste cada una de ellas.
2. Gnoseología
La gnoseología es el campo de la filosofía que se ocupa del estudio del conocimiento humano en
general y se pregunta por su origen, su alcance y su naturaleza. La raíz etimológica de la palabra
gnoseología viene del griego gnosis , que significa conocimiento o facultad de conocer, y de
la palabra logos , que significa doctrina, teoría o discurso. Siguiendo esta definición, podemos
decir que la gnoseología no estudia conocimientos particulares, sino generales, en términos de la
discusión entre sujeto y objeto. El sujeto es así el individuo que crea las categorías para comprender
y conocer mediante el ejercicio de su conciencia. A este sujeto se contrapone el objeto, que es la
realidad exterior a la cual se dirige la conciencia y la actividad del pensamiento del individuo.
Para la gnoseología hay dos formas de adquisición del conocimiento: a través de la razón y a través de
los sentidos. La razón es la facultad que tiene la mente humana para construir relaciones entre ideas
o conceptos y para llegar a conclusiones que permiten la formulación de juicios. Los sentidos, por su
parte, aportan conocimiento mediante la percepción sensorial (audición, visión, tacto, etc.).
Ahora, estas dos maneras de construir el conocimiento constituyen dos doctrinas claramente
diferenciadas: el racionalismo y el empirismo. El racionalismo es una doctrina filosófica que sostiene
la supremacía de la razón sobre la experiencia. René Descartes, que es considerado el padre del
racionalismo, consideraba que la razón es el mecanismo a través del cual se puede acceder a verdades
inmanentes de las cuales se derivan los demás conocimientos de la ciencia. En otras palabras, el
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racionalista es aquel que considera que el fundamento del conocimiento es la razón. De acuerdo con
Descartes, las premisas centrales que caracterizan al racionalismo moderno pueden ser definidas de la
siguiente manera:
1. Los conocimientos que tenemos sobre la realidad no proceden de los sentidos, sino de la razón.
El empirismo, por su parte, es una doctrina filosófica que postula la supremacía de la experiencia
sobre la razón. Esta teoría señala que todo conocimiento que adquiere o posee el hombre es producto
de su experiencia, y son los sentidos los que posibilitan el conocimiento del mundo. Uno de los
principales exponentes del empirismo es John Locke quien, junto a George Berkeley y David Hume,
considera que el conocimiento procede de la experiencia. Mientras los racionalistas consideran que
los individuos tienen conocimientos innatos y que el conocimiento se basa en el uso de la razón y
la lógica, los empiristas consideran, por el contrario, que el conocimiento se basa en la experiencia
y en la experimentación. Mientras para los racionalistas las ideas son innatas, para los empiristas es
mediante las experiencias sensoriales que se definen los límites del conocimiento.
Locke estaba en desacuerdo con la teoría cartesiana según la cual el hombre posee ideas y conceptos
innatos. Para Locke, cuando nacemos nuestra mente es como una tabula rasa, un papel en blanco
sobre el cual se escribe nuestra experiencia. El hombre solo aporta la capacidad humana básica de
aplicar la razón a la información que obtenemos a través de los sentidos. Siguiendo esta línea de
análisis, Locke se opone al argumento cartesiano según el cual existen ideas universales de las cuales
se desprenden nuestros conocimientos; para el filósofo inglés, una observación rápida del mundo que
nos rodea nos demuestra que tales ideas no existen.
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¿Sabía qué...?
La gnoseología comienza en la antigua Grecia y se halla en dos diálogos
platónicos: el Teeteto y la República. Aristóteles ocupa algunos argumentos
centrales de su libro titulado De Anima a considerar la manera en que
el conocimiento empírico se obtiene a través de los sentidos. En la
Metafísica dedica el capítulo IV a debatir la prueba de los primeros
principios y el relativismo, que son cuestiones centrales para una teoría del
conocimiento.
3. Epistemología
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A la vista de estas distinciones podemos avanzar en la definición de algunos rasgos más precisos
sobre los alcances de la epistemología como reflexión filosófica que se ocupa de los principios y la
naturaleza del conocimiento. En primer lugar, podemos decir que no existe una sola aproximación
epistemológica o, en otras palabras, para pensar los problemas del conocimiento cada escuela
filosófica (empirismo, escepticismo, racionalismo, idealismo, criticismo, positivismo, materialismo)
aporta elementos distintivos a las preguntas sobre qué es el conocimiento, qué es lo que se puede
conocer y cómo conocemos. Además, cada una de estas corrientes ofrece varias respuestas a las
preguntas sobre la verdad o el lugar de la subjetividad en la construcción del conocimiento científico.
En segundo lugar, otra diferencia que es posible establecer para pensar los problemas epistemológicos
tiene que ver con la manera en que cada una de las corrientes filosóficas piensan la relación entre el
sujeto y el objeto de conocimiento. La respuesta tiene implicaciones concretas sobre la posibilidad de
acceder a la verdad y sobre la posibilidad de construir una representación objetiva de los fenómenos
sociales o físicos. Por ejemplo, durante el siglo XIX y un tramo importante del XX, algunas tradiciones
del pensamiento filosófico consideraban que era posible construir una representación objetiva de
los fenómenos y que a su vez se podía trazar un marco nomológico para comprender las acciones
de los humanos y de los fenómenos físicos. Desde la década del setenta se ha problematizado este
fenómeno y en lugar de pensar en la existencia de una verdad objetiva se ha considerado el carácter
histórico y los criterios de validación del conocimiento (regímenes de verdad) que construyen las
sociedades. En términos más precisos, se ha puesto de relieve el carácter inestable y relativo de los
criterios de objetividad y la historicidad de los criterios de validación del conocimiento científico
(Nieto, 2019).
¿Sabía qué...?
Cuando en el lenguaje filosófico nos referimos a la nomología, hablamos
de construir proposiciones que enuncian leyes de los fenómenos sociales
o físicos.
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4. Ontología
Las reflexiones filosóficas sobre la ontología se encuentran en un terreno marcado por las
controversias. Existen diversos enfoques sobre los alcances de la ontología como campo de
conocimiento o como categoría de análisis. Aquí podemos identificar al menos tres tendencias
centrales o campos de definición: por un lado, algunos filósofos se inclinan por la definición de
la ontología como la ciencia de lo que es; por otro lado, otros prefieren considerarla como el
estudio de lo que hay; finalmente, hay quienes prefieren asociarla o distinguirla de las reflexiones
metafísicas (Vélez León, 2015, p. 300). Cada una de estas definiciones ofrece preguntas claramente
diferenciadas sobre los elementos que nos constituyen como seres humanos. En otras palabras, la
ontología es un campo de estudios que está en un constante proceso de redefinición.
La ontología como campo de la filosofía tiene su propia historia, y desde la antigüedad hasta la
actualidad ha hecho un ejercicio de renovación de los criterios que nos definen como seres humanos
en comparación con otras especies. Para ser más precisos, el pensamiento filosófico contemporáneo
ha elaborado una importante distinción entre las ontologías antropológicas, que se refieren a los
aspectos distintivos de los seres humanos, y las ontologías posthumanistas, que proponen avanzar
en una definición que supere las tendencias antropocéntricas predominantes. Esta última tiene
como propósito pensar en las dimensiones que constituyen a otros seres con los que habitamos
e interactuamos de manera cotidiana. De esta manera, este enfoque posthumanista confronta
elementos centrales con los que se han construido parte de los cimientos del pensamiento filosófico.
A la luz de esta distinción, en esta parte nos concentramos en la ontología antropológica que, como ya
se dijo, recupera las discusiones centrales de los elementos que nos constituye como seres humanos.
Una de estas dimensiones es el lenguaje que, desde Aristóteles, fue definido como una característica
propiamente humana. En este orden de ideas, podemos señalar que el lenguaje puede ser considerado
como uno de los ejes articuladores para pensar la dimensión ontológica del hombre. Es mediante
el lenguaje que el hombre constituye su propia existencia porque es mediante el lenguaje que el
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hombre despliega una relación con el mundo y con los demás. Es mediante el lenguaje que el hombre
configura su modo de habitar el mundo y mediante el cual construye su propio sistema simbólico con
el que descifra y construye su realidad. Siguiendo estas coordenadas, es necesario identificar el lugar
que ocupa el lenguaje en las preocupaciones ontológicas para identificar allí la manera en que gravitan
distintas dimensiones del ser, como la razón, el diálogo, el pensamiento y la existencia.
5. Lenguaje y ontología
En Hombre y lenguaje, Gadamer señala que fue precisamente Aristóteles quien ofreció una clásica
definición ontológica del lenguaje cuando afirmó que el hombre es un ser dotado de logos. La
acepción inmediata de logos es la de pensamiento o razón, lo que le otorga al ser vivo una capacidad
particular de pensar que no poseen los animales y que hace referencia a lo que llamábamos, en el
apartado anterior, ontologías antropológicas.
Cuando aprendemos a hablar, nos dice Gadamer, no utilizamos el lenguaje como herramienta o como
un conjunto de símbolos que nos permiten clasificar ese mundo. Aprendemos a hablar cuando nos
familiarizamos con ese mundo al que pertenecemos, hablamos cuando nos arrojamos a ese mundo
en el que habitamos y el habla acontece en el encuentro con él. Desde que nacemos ya estamos
arrojados a la interpretación lingüística y asimilamos el lenguaje y la interpretación mediante la crianza
y el crecimiento. En palabras de Gadamer, “el lenguaje es la verdadera huella de nuestra finitud.
Siempre nos sobrepasa” (Gadamer, 1965, p. 149). Desde esta perspectiva ontológica estamos desde
siempre inmersos en el lenguaje, tan inmersos en él como en el mundo, y esta finitud sería el sentido
genuino del logos para Aristóteles.
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Ahora bien, el lenguaje en su dimensión ontológica adquiere siempre la forma de un diálogo. Diálogo
en este orden no quiere decir un intercambio comunicativo que tendría por objeto manifestar un
sentido previo o preestablecido, o un intercambio lingüístico en el que los seres humanos dan cuenta
de su experiencia del mundo; el diálogo se expresa como una exposición al otro y a una comunidad
de sentido más allá de todo consenso comunicativo. Es decir que el diálogo desde la comprensión
ontológica del lenguaje en Gadamer no se propone llegar a un consenso, pues se trata de comprender
su carácter dialógico, y lo que el autor llama su potencial de alteridad. En Texto e interpretación,
Gadamer afirma:
La experiencia dialogal que aquí se produce no se limita a la esfera de las razones de una y otra parte,
cuyo intercambio y coincidencia pudiera constituir el sentido de todo diálogo. Hay algo más […] un
potencial de alteridad, por decirlo así, que está más allá de todo consenso en lo común” (p. 324)
La experiencia del diálogo no se limita a las razones de uno u otro, porque el diálogo no es un mero
intercambio de opiniones entre un emisor y un receptor. En todo diálogo hay un potencial de alteridad
en el que se da un intercambio de modos de comprensión del mundo y de formas de habitarlo, que no
son necesariamente iguales, y que tampoco implican llegar a un consenso sobre los distintos puntos
de vista que en una conversación se manifiestan.
6. Conclusión
En esta primera Unidad identificamos dos preguntas centrales que han acompañado al pensamiento
filosófico desde la antigüedad hasta las reflexiones contemporáneas relacionadas con el ser y la
naturaleza del conocimiento. Sobre la perspectiva epistemológica enfatizamos en las variadas
apuestas que desde la filosofía se han elaborado para pensar el problema de la construcción del
conocimiento, de la verdad, sus mecanismos de validación y la relación entre objeto y sujeto de
conocimiento. Por su parte, las preguntas por el ser, de tipo ontológico, alertaron nuestra atención
sobre los elementos que nos constituyen como seres humanos. Aquí hicimos un especial énfasis en el
lenguaje como el lugar de encuentro ontológico que articula de manera precisa nuestra relación con
el mundo y la construcción simbólica que hacemos de él.
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Cerramos insistiendo en que no se puede perder de vista la historicidad de estas reflexiones, lo que
implica entender que existen distintas respuestas a las preguntas por el conocimiento y el ser, y
que en ningún caso se puede llegar a cierres analíticos sobre estos fenómenos. Además, pensar la
historicidad de estos problemas nos lleva a considerar los contextos en donde surgen estas teorías y la
manera en que constantemente el pensamiento filosófico está cuestionando presupuestos anteriores
y criterios con los que habitualmente pensamos estos problemas.
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Referencias
Bunge, M. (1980). Epistemología. Siglo XXI.
Vélez León, P. (2015). ¿Ontologías u Ontologías? Disputatio. Philosophical Research Bulletin, 4(5),
299-339.
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INFORMACIÓN TÉCNICA
Módulo: Filosofía
Unidad 1: Introducción a algunos problemas filosóficos
Escenario 1: Epistemología y ontología
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