Carmen Curcó
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Carmen Curcó*
RESUMEN
Este trabajo responde a la convocatoria al coloquio “Discurso y Gramatica-
lidad”, donde se asienta que la oposición entre los significados codificados
y los que aportan los hablantes parece sustentar tanto la autonomía como
la insuficiencia de la lengua, rasgo que se asume —al menos inicialmen-
te— como contradictorio, y que se plantea —además— como una posible
causa para la dificultad de formular teorías sobre las relaciones entre las pro-
piedades de las oraciones y las de los enunciados. Al respecto, planteo aquí
una postura optimista, defendiendo la posibilidad de construir tales teorías.
Lo hago mediante un recorrido veloz por los desarrollos recientes en la teoría
pragmática que —sugiero— indican que la autonomía y la insuficiencia de
la lengua no son rasgos contradictorios, sino complementarios, a la par que
exploro algunas aristas de la relación entre gramática y discurso.
Palabras clave: discurso; gramática; pragmática; subdeterminación lingüística.
ABSTRACT
This work responds to the call for papers for the colloquium “Discourse and
Grammaticality”, where it is claimed that the opposition between coded meaning
and speaker’s meaning supports both the autonomy and the underdeterminacy of
language. This is seen —at least apparently— as a contradictory fact, and also as
a potential obstacle for the possibility of developing theories that account for the
relationship between the properties of sentences and those of utterances. Here I
assume an optimistic stance, surveying recent developments in pragmatics which,
I suggest, indicate that the autonomy of syntax and the underdeterminacy of lan-
guage in verbal communication are not contradictory but complementary traits.
I also explore some aspects of the relations between grammar and discourse.
Key words: discourse; grammar; pragmatics; linguistic underdeterminacy.
INTRODUCCIÓN
1
No es más que una anécdota, pero 1957 es también el año cuando Sir John Lyons fue
contratado por primera vez por una universidad (Palmer, 1995).
2
Wharton (2001) estudia dicha dicotomía en detalle para mostrar que —en contra de lo
que se asume regularmente— no es exhaustiva.
7
En la propuesta de Stanley, la adición de los constituyentes estaría dictada por la gramá-
tica, y se completaría por procesos más cercanos a la asociación que a la inferencia propiamente
dicha. En la de Carston, los procesos son inferenciales en un sentido más amplio. Recanati
(1989; 1993) ha sostenido una postura intermedia, con distintos matices en el transcurso de
los años (2002a; 2002b; 2004).
(7) El poeta judío Chaim Nahman Bialik soñó con un estado en el que
hubiera asesinos zionistas, prostitutas zionistas, truhanes zionistas.
Israel, dijo, sólo sería normal cuando fuera tan corrupto y humano
como cualquier otro estado en el mundo. Bueno, es humano ahora.
Las víctimas del conflicto se han vuelto el problema. Nosotros somos
los judíos de los judíos 8 (David Hare, Stuff Happens, p. 60).
8
La traducción es mía. En la obra teatral del que este ejemplo ha sido tomado, tales
palabras son enunciadas por un académico palestino.
A. Semántica y pragmática
La intensidad con la que el significado léxico se adapta al contexto, co-
rrobora la dificultad de separar nítidamente el significado estrictamente
lingüístico del que proviene de nuestro conocimiento enciclopédico,
problema que ha resultado central para la teoría semántica a lo largo
de su historia, y que ha recibido diversos tratamientos pero ninguna
solución definitiva (Recanati, 1997, inter alia).
Si el conocimiento del mundo afecta de tal manera al significado
léxico, el ámbito de la semántica léxica —estrictamente lingüística— no
parece sino reducirse cada vez más. Casi parecería que para desarrollar
una explicación teórica de la comunicación, bastaría con articular una
teoría sintáctica, enriquecida con elementos semánticos mínimos, y
una (buena y compleja) teoría pragmática, que dé cuenta de la manera
como los contenidos subdeterminados por la sintaxis (y una semán-
tica magra) se ajustan mediante la inferencia para obtener una inter-
pretación completa a partir de las formas lógicas surgidas del sistema
de la lengua.
Sin embargo, no todo el significado léxico es impregnado por el
conocimiento del mundo de igual manera. El significado léxico no es
una categoría unitaria ni en términos semánticos (Blakemore, 1987),
ni sintácticos (Escandell Vidal y Leonetti, 2000), ni psicológicos (Wilson
y Sperber, 2004; Blakemore, 2002), ni cognoscitivos (Wilson y Sperber,
2004), ni neurolingüísticos (Segalowitz y Lane, 2000; Cann, 2000).
Los problemas a los que hacemos frente para separar el conocimiento
lingüístico del enciclopédico en las representaciones conceptuales, no
surgen —por ejemplo— con la categoría de las palabras funcionales;
ello sugiere que podría haber dos tipos de semántica léxica.
Los sustantivos, verbos y adjetivos remiten a una representación
conceptual, y lo cierto es que la estructura precisa de los conceptos nos
resulta aún bastante enigmática. Sabemos que una dirección conceptual
debe contener —o remitirnos a— información léxica, lógica y enciclo-
pédica; pero más allá de eso, queda casi todo por esclarecer.
11
La semántica generativa fracasó por dos razones fundamentales. La primera: el sistema
resultante permitía procesos de tal poder que la teoría parecía vacua e imposible de falsear. La
segunda: en los hechos, casos muy sencillos resultan contraejemplos poderosos a las predic-
ciones de la hipótesis de preservación de significados. Entre los más notables están los pares
de oraciones activas y sus correspondientes pasivas con más de un cuantificador, por ejemplo
a) Muchos hombres leen pocos libros; y b) Pocos libros son leídos por muchos hombres. Si
ambas se relacionan por la transformación pasiva, entonces las transformaciones sí producen
cambios de significado (cf. Smith, 1989; Salkie, 1990).
V. LA COMUNICACIÓN Y EL DISCURSO:
ARTICULACIÓN DE DOS SISTEMAS DIFERENCIADOS
12
Entiendo aquí por adaptación evolutiva un rasgo que debe su existencia a su función.
discurso es muy lento: abarca sólo 100 bits por segundo, a diferencia de
los miles que puede manejar una computadora sencilla. El resultado
es que los hablantes tienen que empaquetar tanta información como
puedan en el menor lapso posible, lo cual inevitablemente trae consi-
go un alto índice de ambigüedad y subdeterminación en los enunciados
(Sperber y Origgi, en prensa).
Dichas restricciones acaso constituyen parte de lo que ha conducido
a los seres humanos a desarrollar sistemas de inferencia muy comple-
jos para transmitir significados mucho más complejos y variados que lo
que podría comunicarse exclusivamente con recursos gramaticales en
un lapso de tiempo razonable. Como indica Levinson: “La inferencia
es barata; la articulación, costosa. Por ello los requerimientos de diseño
son los de un sistema que maximiza la inferencia” (2000: 29).
Hay dos maneras —no necesariamente excluyentes— de concebir
la facultad del lenguaje, es decir: la gramática. La primera es visuali-
zarla como una abstracción que el analista efectúa, sin realidad psico-
lógica necesaria. La segunda es como un rasgo biológico. Si la entendemos
de este último modo, su función principal —efectivamente— no parece
ser la comunicación. No es la facultad del lenguaje misma lo que sustenta
la comunicación, sino el dominio de una lengua concreta, combinado
con competencias cognoscitivas y sociales particulares. Así, la comu-
nicación es solamente un efecto indirecto de la facultad del lenguaje.
Si —como sostienen algunos— la función principal de la facul-
tad del leguaje es permitir la adquisición de una lengua, la función
primera del dominio de una lengua natural específica es permitir la
comunicación verbal. Resulta así que la autonomía del código y su in-
suficiencia no son contradictorias, sino que la una presupone a la otra.
La autonomía permite que el código sea aprendido; la insuficiencia
da pie a la riqueza semántica que surge de la combinación del código
y la inferencia determinada por competencias sociales y cognoscitivas
independientes.
13
Por supuesto, la utilidad teórica de esta nueva noción queda por esclarecerse.
VII. CONCLUSIONES
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