Resena de La Sociedad Punitiva Michel Fo

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Revista de Historia de las Prisiones nº4, año 2017

RESEÑA

Michel Foucault
La sociedad punitiva: curso en el Collège de France (1972-1973)
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2016, 406 páginas.

Betina Clara Riva*

El presente texto del pensador francés si bien anterior a su famosa obra “Vigilar y castigar” (Foucault, 2005
[1975]) no sólo permite una mirada a ideas que, en parte, dieron forma a aquella otra sino que resulta una lectu-
ra enriquecedora por derecho propio. En ella, encontramos una serie de propuestas para pensar el problema del
castigo penal, de la conformación de una sociedad punitiva, en palabras del autor, y de la prisión como la forma
dominante de la penalidad.
En primer término, Foucault estudia las formas del castigo, temática que aún hoy genera interés de especialis-
tas y “profanos”, tanto de los estudios penales en un sentido amplio como de la ciudadanía en general. El autor,
sostiene, como hicieran otros anteriormente,1 la existencia de formas tradicionales o históricas de sanción hasta
el triunfo del encierro. Estas otras formas fueron para él: el exilio, la indemnización pecuniaria (o en trabajo) y la
marca o infamia. Simultáneamente la pena de multa y de muerte serían no sólo transhistóricas sino que conviven
y se complementan con todas las formas del castigo.
Se plantea una relectura de Hobbes y se sostiene que se convierte al criminal en un “enemigo de la sociedad”,
y al crimen en un acto de guerra civil. El delito es un ataque a la sociedad toda. Esto permite justiicar la acción
pública en tanto mecanismo de defensa, que se complementa con la reclusión como una forma no sólo de poner
in al ataque sino de actuar sobre el delincuente, como se ve, en la medida que se desarrollan las clases. Por otro
lado, sostiene Foucault que la pérdida de libertad caracteriza todo el sistema punitivo. El encierro pone en juego
mucho más que un recorte de la movilidad personal;2 el condenado pierde el acceso a un tiempo de trabajo y de
ocio y pierde también su salario.3 Esta cuestión se enlaza con el análisis de los problemas vinculados a la llamada
“selectividad penal”4 que, se sostiene, pone el eje de vigilancia y represión en los sectores medios bajos y bajos,
particularmente en los denominados “vagos” o cuyo único medio de vida fuera la mendicidad. Así, considera que
ciertos “conlictos” socio-penales se pueden leer en el sentido de un problema económico.

1. A modo de ejemplo: Von Listz, Franz (1994 [1882])


2. Se da durante el siglo XIX una larga discusión respecto de si los penados deben trabajar obligatoriamente y si lo hacen cuál debe ser la remuneración
así cómo y quién debe administrarla.
3. Temática esta abordada años posteriores por Rusche y Kirchheimer (en Vegh Weis, 2014 y 2017).
4. Profundamente analizada desde una perspectiva histórica y marxista por Vegh Weiss (2014 y 2017).

* CONICET-UNLP.
La sociedad punitiva: curso en el Collège de France (1972-1973) - Betina Riva

Rescata las redes de saber penitenciario que cruzan y vinculan Europa con Estados Unidos. Esta-
blece además diferencias y relaciones entre los modelos de Francia y del Reino Unido entre el siglo
XVIII y XIX. En el segundo caso, analiza la inluencia del protestantismo en el sistema de prisión,
vinculado a la lucha contra el mal. Entiende el autor que el sistema iladélico podría vincularse o
considerarse un “cuaquerismo penitenciario” al plantear una moralización del sistema carcelario y en
particular de la reforma moral del penado. La aparición de la policía permite, junto a grupos para-
policiales “morales”, una coerción no-penal cotidiana: una forma de control social que se vincula di-
rectamente a lo “penitenciario” y “punitivo” alejándose del derecho. Para el autor, “lo penitenciario”
sería más una cuestión de control social que sólo de encierro.
Por otro lado, en el caso francés entiende que el encierro se construye como una forma de defensa
social. Para combatir al criminal, entendido como quien rompe el pacto social, se cuenta con nuevas
técnicas tanto de control como de vigilancia y represión. Existirían en él dos aparatos distinguibles
que funcionan interconectados: el administrativo y parajudicial por un lado y el policial por el otro.
Este segundo se enfoca (y se recluta, en parte) en los elementos marginales de la sociedad, ejerciendo
un control social por fuera y por dentro de ese espacio. En Francia también existe un aspecto “mora-
lizador” tanto en la retórica penal como en el castigo propiamente dicho.
En el siglo XVIII, expresa, se dará un viraje decisivo en las formas y funciones del castigo en tanto se
produce una fractura entre la burguesía, triunfante de la Revolución y los sectores bajos que la apoya-
ron. En este aspecto, sostiene, se da un vuelco hacia la represión de los ilegalismos populares, anterior-
mente semi-tolerados. Se reiere en particular a aquellas prácticas ilegales que afectaban el campo de la
riqueza (p.e. fraude en pesos y medidas). Por otro lado, estos se resuelven y son vistos en distinta forma
en relación al espacio geográico, si debe abordarlos el derecho penal rural o el civil (urbano).
El siglo XIX vería la aparición un nuevo miedo social que caliica de “burgués” y un novel “sujeto
peligroso”: el obrero, quien está en contacto, pero no participa directamente de la riqueza, que se
sustrae o altera el ritmo de trabajo. Se trataría de una nueva forma de “ilegalismo” dado por la nega-
ción a aplicar el cuerpo, la fuerza propia, en función de la producción. Se podía encontrar en cuatro
comportamientos no excluyentes entre sí: 1) la sustracción al mercado de trabajo; 2) irregularidad,
vinculada a la dispersión de la fuerza, no aplicándola cuando hace falta o decidiendo en qué medida
se hará; 3) el derroche, vinculado especialmente a la iesta, el descuido y el desorden en relación al
cuerpo por exceso; 4) el rechazo a la familia, sea tanto en forma de no reproducción o de no cuidado
de la descendencia como de formas familiares no sancionadas legalmente. Considera así que se pasa
de un “ilegalismo de depredación” a un “ilegalismo infralegal” o “de disipación” en tanto tiene como
objeto no tanto la propiedad ajena sino al propio obrero, especialmente su cuerpo.
En todos estos casos, no es sólo un problema de legalidad sino de moralidad que necesita correc-
ción. Sostiene que en este siglo la penalidad tendrá un doble frente: coerción legal y coerción mo-
ral. Esto se verá relejado primero en una “recodiicación” general del sistema de delitos y de penas
(ejempliicado con el código penal francés de 1810) que elimina el recurso a una ley religiosa, moral

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o natural y segundo con un conjunto de condicionamientos morales en un sistema parapenal poste-


rior a la sanción (p.e. vigilancia de excarcelados). Además se establecen diferencias entre las penas de
acuerdo a la naturaleza de la falta: contravención (pena de policía), delito (pena correccional) y cri-
men (pena infamante). Entiende que la eicacia del código se funda en la inevitabilidad de las penas,
lo que remite a los pensadores anteriores como Beccaria. Mientras que coexisten con este código que
podríamos considerar “positivista”, condicionamientos morales que inluyen en la forma de aplicarlo:
las circunstancias atenuantes pueden verse como una “modulación moralizadora” del sistema penal.
En el siglo XIX la pena debe actuar sobre el individuo y corregirlo.
En relación al naciente discurso criminológico, considera que cumple una función legitimadora:
debe describir a quien la teoría penal deine como enemigo social, inadaptado o primitivo. Al mismo
tiempo que desarrolla otro tipo de discurso, que se puede considerar busca un espacio de poder propio
en la construcción del “estado peligroso” de sujetos no delincuentes, entre la enfermedad y el crimen.
Analiza el autor la sutil imbricación entre lo “punitivo” y lo “penal” a partir y desde la mitad del
siglo XIX, entrecruzándose en leyes, medidas e instituciones. Entiende que existe un sistema de pre-
mios y castigos que disciplinan y moralizan en una esfera infrajudicial. Ejempliica con las cartillas
de trabajo y la libreta de ahorros. El primer instrumento buscaba y, en ocasiones permitía, además
del control y ijación del obrero, dejar asentadas impresiones sobre él (de un patrón a otro) o dar
preferencia a la contratación de cierto trabajador. Se desarrollan nuevas instituciones de vigilancia,
como “los consejos de trabajo”, en tanto se mantienen otras con este nuevo sentido: el hospicio, la
casa de indigentes, etc.
Por otro lado, al analizar la prisión en particular, la considera parte de un grupo de nuevos “cuer-
pos” sociales que son multiplicadores del poder del Estado, la entiende en particular como una
innovación radical del siglo XIX.5 Estos se apartan de los anteriores al regular a los individuos por
fuera de su propio grupo o clase, no se trata de instituciones internas o endógenas, sino externas. Sin
embargo, sobre esta en particular, sostiene que a pesar de que su función debía ser la de aplicar las
decisiones de la justicia “Funciona como si fuera por sí misma no sólo su propio poder sino su propia
justicia” (Foucault, 2016: 242).
El encierro que proponen distintas instituciones (escuela, fábrica-convento, centro penitenciario
que incluya taller) no sólo sustrae al individuo de la sociedad sino que lo ija en la estructura produc-
tiva y de normalización. Propone el autor que debe hablarse de “secuestro” precisamente por estas
otras funciones. Sostiene que aquel tendría varias funciones en la sociedad capitalista: adquisición
total del tiempo del trabajador; control directo o indirecto de la existencia centrado en tres ejes:
cuerpo, sexualidad y relaciones interindividuales lo cual implica un control adicional no explícito
en la función central de la institución; y una función de normalización así como de producción de
un discurso total sobre los sujetos, que, sin embargo, no pasa por la construcción propia sino que es

5. Aunque no deja de explicar que el encierro distaba de ser un instrumento o estrategia novel, si lo era en su función penal.

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armado desde la autoridad. También es parte de su función forjar hábitos en los “secuestrados”: de
trabajo, disciplinares, etc.
El texto termina con algunas relexiones en relación al poder y al saber, así como ciertas vincula-
ciones entre ambas. El autor expresa que el poder no se posee sino que se ejerce, nunca puede estar
de un solo lado, no es monolítico. Esto implica enfrentamientos estratégicos y relaciones sociales
belicosas. En este sentido, la lucha por el poder es una guerra civil. En tanto, el saber se vincula con
el ejercicio del poder y es dividido en tres partes: saber de gestión, de investigación y de inquisición
policial. Las producciones del saber permiten una mejor actuación del control social y de ejercicio
del poder: como se puede ver en el funcionamiento de la prisión.
“La sociedad punitiva” resulta una lectura rica y permite abordar problemáticamente diferentes
temáticas tanto penales como propiamente penitenciarias o de ambas dentro del amplio campo de
“lo punitivo”.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Foucault, M. (2005 [1975]) Vigilar y Castigar. El nacimiento de la prisión Bs. As: Siglo XXI
Vegh Weis, V. (2017) Marxism and criminology. A history of criminal selectivity, Boston: Brill
--- (2014) Historia de la selectividad penal: Una lectura desde Marx, Engels y el pensamiento marxista
contemporáneo. (Tesis doctoral inédita). Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires.
Von Liszt, F. (1994 [1882]) La idea de in en el derecho penal México: Universidad Autónoma de
México y Universidad Valparaíso de Chile.

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