Musica de La Antigua Grecia
Musica de La Antigua Grecia
Musica de La Antigua Grecia
Resumen
En este artículo, el autor realiza un breve recorrido por los rasgos y el papel de la
música en el mundo griego antiguo, abarcando desde las fuentes míticas, los ins-
trumentos, su estrecha vinculación con la poesía, el teatro, la actividad física, la
danza, la educación, la filosofía, la medicina y las matemáticas, hasta los principales
conceptos conocidos de teoría musical.
Palabras clave
Música griega, Antigüedad, instrumentos antiguos, Pitágoras, teoría musical antigua, mitos
musicales, música y educación.
1. Fuentes
El principal problema al que se enfrentan los estudiosos del tema es,
no podía ser de otro modo, el de las fuentes. En efecto, si bien los textos y
datos sobre la música griega que nos han llegado son muy numerosos,
desgraciadamente son muy escasos los que hablan de ella de una manera
clara como para poder hacernos una idea aproximada de cómo sonaba.
Además, la mayoría de los datos de teoría musical que conocemos son
posteriores al s. II d. C. y están relacionados con la especulación matemáti-
ca y filosófica, y, por tanto, poco útiles para estudiar la música real.
Las primeras referencias son, inevitablemente, míticas. Existen en la
mitología griega abundantes relatos sobre inventores de instrumentos,
cantos y melodías. Es difícil discernir qué verdad histórica pueden ence-
rrar dichos relatos, pero sí podemos sacar la conclusión de conjunto de
que para la base musical griega fueron muy importantes las aportaciones
de los pueblos egipcio y del Oriente
Próximo. De hecho, muchos de esos
inventores y músicos, según los rela-
tos, procedían de esas regiones o
aprendieron en ellas. A lo largo del II
milenio a. C. llegaron a Grecia influen-
cias musicales orientales, principal-
mente a través de egipcios y fenicios,
que resultaron decisivas en los instru-
mentos, formas y expresiones musica-
les. Esas influencias fraguaron en una
serie de mitos que intentaban explicar
los orígenes de la música, como aque-
llos que hablan de la invención de la
lira arcaica, la quelis (χέλυς). El más
conocido es el que cuenta cómo un
joven dios Hermes mata una tortuga
(χέλυς) y ata a su caparazón doce
cuerdas hechas con los intestinos de
doce vacas del rebaño que le había
Quelis. British Museum. Foto del autor robado al dios Apolo. Cuando éste
143 Una aproximación a la música griega antigua
averigua quién fue el ladrón, se queja ante Zeus. El Padre de los dioses, en
consecuencia, ordena a Hermes que devuelva el ganado robado. Como,
evidentemente, esto no era posible, Hermes le ofrece en pago la recién
creada quelis, que Apolo acepta complacido, pues ya había oído los agra-
dables sonidos que Hermes había logrado
extraer de ella.
En otro mito, Lino, hijo de Anfímaro y
una musa (Urania, Calíope o Terpsícore),
sustituye las cuerdas de lino de la lira por
otras de tripa, mejorando su sonoridad.
Orgulloso de su genio, desafía al propio
Apolo en el canto. El dios, furioso
Lino enseñando a Ificles a tañer la lira. por su atrevimiento y envidioso de
su logro, le da muerte.
En un tercer mito, Anfión, hijo de Zeus y Antíope, recibe de Apolo en
su nacimiento el regalo de una lira, con la que adquiere tal maestría que,
cuando levanta las murallas de Tebas con su hermano gemelo Zeto, mien-
tras éste arrastraba las piedras con su gran fuerza, Anfión las transportaba
haciéndolas flotar con la poderosa magia de
su música.
Pero quizá el mito griego musical más
famoso sea el de Orfeo, hijo de Eagro, rey
de Tracia, y de Calíope, musa de la poesía
lírica. También a Orfeo le regaló Apolo una
lira (λύρα), que su madre y sus hermanas,
las demás musas, le enseñaron a tocar. Fue
tal la habilidad de Orfeo, que su música
hechizaba por igual a dioses y humanos,
amansaba a las fieras e incluso hacía que
árboles, plantas y rocas se movieran
acercándose a él para oír mejor los sones de
su lira.
Cuando una serpiente muerde a su es-
posa Eurídice, causándole la muerte, Orfeo
Anfión y Zeto. Bajorrelieve. intenta lo imposible: bajar a los infiernos en
Palazzo Spada. Roma. busca de su amada. Logra entrar por las
puertas del inframundo amansando con su
lira a Cerbero, el monstruoso perro de tres cabezas que custodiaba la en-
trada. Y cuando Hades, el dios de los infiernos, se niega a devolverle a
Eurídice, Orfeo tañe una melodía tan encantadora, que el hermano de
Zeus y su esposa Perséfone, profundamente conmovidos, aceptan final-
mente que Eurídice abandone el mundo de los muertos, con una única
JOSÉ LUIS ESPINAR OJEDA 144
condición: que Orfeo no vuelva su vista atrás para mirar a su esposa du-
rante todo el trayecto de regreso. Pero Orfeo estaba tan ansioso de con-
templar a su amada, que no pudo evitar mirarla de soslayo, con lo que la
condenó para siempre al inframundo. Más tarde, cuando Orfeo murió, su
lira fue transportada al cielo y se convirtió en constelación, la Lira. Este
mito, junto con el de Anfión, convierte a la música en una fuerza mágica
capaz de modificar las leyes naturales, además de transmitir placer a los
hombres e influir decisivamente en ellos.
Orfeo entre los tracios. Ánfora ática de figuras rojas encontrada en Gela. Altes Mu-
seum, Berlín.
Si el mito de Orfeo representa la serenidad y el embeleso de la lira, el
de Dioniso es su antítesis, el desenfreno del aulós (αὐλός, especie de flau-
ta). Dioniso era hijo de Zeus y de la mortal Sémele. Cuando sólo era un
feto de seis meses, Hera, la celosa esposa de Zeus, convenció a la orgullosa
joven de que le pidiera a su amante Zeus que se le mostrase en toda su
magnificencia. El dios, que en un momento de pasión le había prometido
imprudentemente que haría lo que le pidiese, no tuvo más remedio que
cumplir su petición y la inconsciente joven resultó carbonizada. El feto, en
cambio, al tener parte de sangre divina, no murió en el acto, y Zeus, para
terminar la gestación, lo injertó en su muslo, y a los nueve meses extrajo a
un Dioniso totalmente formado. Más tarde, un joven Dioniso descubrió la
vid y su utilidad, y se dedicó a difundir por el mundo su cultivo, la extrac-
ción del vino y los ritos (orgías, ὄργια) para su propio culto como dios, que
incluían el uso del vino como «quitapenas» (ἀκεσσίπονος), como liberador
del hombre frente a sus males y culmen de la civilización.
Fue un dios muy popular entre los griegos y luego también los roma-
nos, y era festejado mediante tumultuosas procesiones en las que figura-
145 Una aproximación a la música griega antigua
2. Instrumentos
Algunos de ellos ya se han mencionado, pero vamos a reseñarlos con
más detenimiento.
Entre los instrumentos de cuerda, el más destacado fue sin duda la lira
(λύρα), cuya estructura era muy parecida a la de las arpas egipcias y feni-
cias. Las más antiguas encontradas datan de época micénica (1600-1150 a.
C.) y constan de ocho cuerdas. En vasos de cerámica del s. VIII a. C. se
JOSÉ LUIS ESPINAR OJEDA 146
Reconstrucción de la hidráu-
lide de Herón de Alejandría
por W. Schmidt, en W.
Schmidt, Herons von Alexan-
dria Druckwerke und Automa-
tentheater, 1899 (Heronis
Alexandrini opera I, Reprint
1971), p. 205, fig. 44; cf. intro-
ducción, pág. XXXIX.
JOSÉ LUIS ESPINAR OJEDA 148
3. El concepto de música
Los griegos no tenían el mismo concepto de música que tenemos ac-
tualmente. Música (μουσική) significa etimológicamente «relativo a las
Musas», es decir, el arte inspirado y protegido por estas diosas. Integraba
conjuntamente poesía, música, danza y gimnasia, entendida esta última en
sentido amplio, de manera que la música no se concebía, hasta época
helenística (ss. III-I a. C.), por separado de las otras, siendo además parte
básica de la educación. Así, prácticamente todos los poetas líricos y
dramáticos hasta dicha época no sólo versificaban, sino que también com-
ponían música y cantaban como un todo. Al parecer, tras un primer víncu-
lo con el canto monódico (solista), apareció también otro con la danza y el
canto coral. En general, se podía distinguir dos tipos de música: la popu-
lar, de la que nos han llegado algunos textos con notaciones musicales
mediante letras, y la profesional, de la que no sabemos apenas nada. Lo
que sí parece claro es que la música se adaptaba en ritmo a la palabra poé-
tica, a la que servía de apoyo, y que incluía cuartos de tono, inexistentes en
nuestra música occidental.
bos fueron los precursores Arión de Lesbos (s. VII a. C.) y Laso de Herm-
íone (s. VI a. C.), junto a otros posteriores y mucho más famosos, como
Simónides de Ceos (s- VI-V a. C.), Baquílídes (s. V a. C.) o Píndaro (s. V a.
C.). En un ditirambo de Simónides, el corifeo se convertía ocasionalmente
en un semisolista que llegaba a dialogar con el solista, lo que se ha consi-
derado un precedente remoto del teatro o poesía dramática.
mi). Pero no es tan simple, porque en los tres intervalos de cada tetracorde
había un leima, que es menor que nuestro semitono, aunque no está de-
terminado en qué cuantía.
Para la escritura de las notas, ocho, de las que derivan nuestras ocho,
usaban palabras referidas a las ocho cuerdas de la afinación de una cítara:
la superior o grave era la hípate (ὕπατη), nuestra mi; el semitono siguiente
la parípate (παρύπατη), fa; la siguiente, lícano (λίχανος), la del índice, sol; la
media, mese (μέση), la; la siguiente, paramese (παραμέση), si; la antepenúl-
tima, trite (τρίτη), la tercera, do; la siguiente, paranete (παρανήτη), re; la infe-
rior, nete (νήτη), mi. Para los sonidos de cuarto de tono y cromáticos usa-
ban las letras del alfabeto.
Es indudable que la música como sucesión de sonidos con intención
expresiva nació con el ritmo de una percusión. Para los griegos el ritmo
base era el biológico, es decir, el ritmo cardíaco, cuyo control es necesario
para cualquier actividad y de acuerdo con el cual percibimos todos los
demás ritmos de la naturaleza. Así, desde antiguo, el ritmo de la palabra
poética se adecuó al de nuestro corazón, creando un lenguaje especial que
sólo podía ser empleado por los profesionales, los aedos, que crearon rit-
mos en los que el verso se sometía al compás, de modo que pudieran
agradar e interesar al público. Luego, la danza se ajustó a ese ritmo poéti-
co-musical, dando lugar a un conjunto inseparable, como ya hemos dicho.
Tanto influyó este concepto griego, que la música occidental se siguió ade-
cuando al ritmo de la palabra hasta bien entrado el s. XV. Este ritmo poéti-
co se basaba en la combinación determinada de sílabas de duración breve
y de duración larga (equivalente a dos breves). Por eso la denominación
de los ritmos musicales era la misma que los del verso: ritmos ternarios
(yambo, breve y larga; troqueo, larga y breve) y ritmos cuaternarios (dáctilo,
larga, breve y breve; espondeo, larga y larga; anapesto, breve, breve y larga).
Notaban las pausas con unos signos específicos llamados pneumas (respi-
ración o pulmón).
4. Bibliografía
• Arístides Quintiliano, Sobre la música, Gredos, Madrid, 1996.
157 Una aproximación a la música griega antigua