Historia de La Diplomacia
Historia de La Diplomacia
Historia de La Diplomacia
Historia y presente
Colección:
Estudios y Relaciones Internacionales
Coordinador:
Pedro A. Martínez Lillo
Diplomacia. Historia y presente
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono: 91 593 20 98
www.sintesis.com
ISBN: 978-84-1357-124-9
Depósito Legal: M. 24.694-2021
Parte I
Diplomacia y política internacional
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Diplomacia. Historia y presente
Parte II
El sistema diplomático
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Índice
Parte III
Retos contemporáneos
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Diplomacia. Historia y presente
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Teoría política de la diplomacia
La diplomacia es una disciplina compleja creada desde la práctica y no desde unos pre-
supuestos teóricos inamovibles. Como sucede en otras actividades humanas, las piezas
encajan a posteriori y el puzzle teórico no siempre resulta coherente. Por eso, los con-
ceptos fundamentales de la política y las relaciones internacionales están en discusión
y no terminan de definirse, acotarse o regularse. El control sobre el territorio, el mono-
polio de la violencia, el uso efectivo del poder, la legitimidad, la injerencia, la soberanía
o la rendición de cuentas son abstracciones teóricas que encuentran multitud de excep-
ciones y casos sui generis. Son consideraciones de carácter generalista que responden a
un plan de política exterior, pero que necesitan un ajuste recurrente en las medidas y las
decisiones concretas que se toman en destino.
Para pensar la diplomacia conviene olvidarse de distribuciones políticos parlamen-
tarias (izquierda-derecha, progresista-conservador). Las grandes líneas de la diplomacia
pueden justificarse mediante la lectura de los discursos y las declaraciones de los altos
representantes de la clase política. La teoría política asienta los fundamentos y consti-
tuye la clave de bóveda intelectual de un proyecto diplomático. Sin embargo, no cabe
atribuir a un partido o una ideología política un modo de pensar y ejecutar la diplomacia,
ya que esta depende del contexto social e histórico, de los recursos disponibles y del
propio proyecto político. La diplomacia no opera en el vacío, sino que refleja un legado
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Parte I. Diplomacia y política internacional
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Teoría política de la diplomacia
diplomacia es una profesión con tradición, usos y doctrina que gestiona los intereses de
los actores internacionales en la arena global.
En síntesis, este capítulo ha evitado la adjetivación de la diplomacia para centrarse
en los aspectos fundamentales de cada escuela de pensamiento y su impacto en el diseño
de la política exterior y el ejercicio de la diplomacia.
La diplomacia es un instrumento del Estado para ejercer la defensa del interés nacio-
nal en la esfera internacional, como otras políticas públicas. Por eso, subordina la ética
o la moral a dicho interés. Se pueden sacrificar otros valores (la mentira, el espionaje, el
acuerdo oculto a la opinión pública) en beneficio de este otro bien mayor. El no segui-
miento de las normas y las convenciones diplomáticas dificulta la estabilidad y, dado que
los otros también trampean, es lícito aprovechar cuantas ventajas se presentan. La guerra
de Iraq (2003) muestra cómo el poder hegemónico de Estados Unidos fuerza las institu-
ciones multilaterales para conseguir sus propias metas. Los informes de Hans Blix, en
calidad de director de la Comisión de Control, Verificación e Inspección (UNMOVIC),
la falta de determinación del Consejo de Naciones Unidas o la oposición de algunos
países europeos no impidieron el comienzo de la guerra.
El prisma de poder, fuerza y dominación determina la naturaleza conflictiva de las
relaciones internacionales. Es un enfoque competitivo y de suma cero, lo que dificulta el
establecimiento de alianzas o coaliciones duraderas. Los Estados pueden llegar a acuer-
dos puntuales, pero, una vez repartidas las ganancias, se reinicia el juego diplomático.
John Gray identifica el miedo como motor de decisiones en materia de política exterior.
El miedo conduce en la creación de instituciones y mecanismos de convivencia para
aminorar el desorden internacional. El Estado actúa como garante en la medida en que
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Parte I. Diplomacia y política internacional
puede utilizar la violencia contra los grupos terroristas o la insurgencia, puede redistri-
buir riqueza contra la desigualdad y puede defender el derecho a la identidad cultural.
Frente al desorden global, solo el Estado garantiza la seguridad de los ciudadanos
y los intereses en la medida en que cuenta con los instrumentos de poder coercitivo
para imponer su voluntad. No hay una visión sistémica o de equilibrios de poder, sino
decisiones aisladas que persiguen maximizar los resultados. La diplomacia coercitiva
contribuye a la imposición de objetivos, pero la sociedad internacional aspira a que esa
se refiera a amenazas concretas, ajustadas al derecho internacional y motivadas públi-
camente. El estudio de la seguridad internacional indica que las nuevas amenazas (vio-
lencia intraterritorial, violencia política, terrorismo, piratería, Estados fallidos, tráfico de
personas, negocios ilícitos) requieren respuestas distintas a las tradicionales. La función
de la policía, las políticas de interior y el poder judicial adquieren un nuevo significado
en detrimento de la perspectiva solamente militar.
El sostén de la seguridad colectiva se emplea para justificar:
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Teoría política de la diplomacia
política, no al territorio de la opinión pública o publicada. Tampoco los valores son prin-
cipales, salvo el valor mismo que confiere la supervivencia del Estado. Así se explica
la capacidad para tejer acuerdos con enemigos o competidores, aunque también aquí
se dan contradicciones. La administración Trump (2016-2020) ha conseguido firmar
acuerdos con los talibanes en Afganistán y sentarse a la mesa con Kim Jong-un en la
península coreana, al tiempo que ha dinamitado el Tratado del Libre Comercio entre
Estados Unidos y la Unión Europea o los acuerdos de no-proliferación con Rusia.
En perspectiva histórica, la evolución del pensamiento realista afecta a la conducción
de la diplomacia. La raison d’état no cuadra con las sociedades democráticas, sostenidas
sobre la rendición de cuentas y la abolición de cualesquiera sea el interés dinástico. La
soberanía emana del pueblo, cuya opinión se expresa en las urnas. Si el gobierno cambia
de proyecto, las prioridades y los intereses también se ven afectados. En este sentido, el
realismo responde que la primera obligación del mandatario es con el pueblo, luego no
cabe una interpretación cerrada de la teoría diplomática. De otro modo, no cabría acción
política en el interés nacional y regiría un historicismo de la realidad internacional. El
giro atlantista de los gobiernos del Partido Popular (1996-2004) es legítimo en términos
de cultura democrática, aunque fuera a costa del acervo europeo que había constituido la
espina dorsal de la política exterior española desde la Transición. Este ejemplo no ayu-
da, sino que dificulta la comprensión teórica de la diplomacia. Si el gobierno identifica
las prioridades con un programa político y no con las necesidades del Estado, el interés
nacional –como concepto conclusivo de la teoría política realista– se disuelve.
La orientación práctica de la diplomacia realista explica la confusión polisémica
entre fines (objetivos legítimos) con medios (herramientas). Una mala práctica realista
es el abuso de la condición “estratégica” para cualquier decisión de política exterior en
beneficio de un supuesto “interés nacional”.
El diplomático analiza y ejecuta la política exterior conforme a un análisis de fines,
medios, coste y resultados. La alta política complementa esta visión con nombramientos
y denominaciones.
La creciente complejidad de las relaciones internacionales dificulta la acotación del
interés nacional. Es un concepto polisémico que oculta las externalidades negativas de
una posición fija en el tablero. Aquello que conviene a un país en materia de cambio
climático o migraciones puede afectar negativamente a otras en economía internacional
o relaciones de vecindad. El bloqueo inicial de Polonia, Hungría y Eslovenia al marco
financiero plurianual de las instituciones europeas para el periodo 2021-2027 defiende
su interés nacional de proyecto político (no injerencia de las instituciones en decisiones
de política interna), pero les perjudica porque bloquea su propio acceso a los fondos eu-
ropeos Next Generation EU. En el mismo orden, el uso de las finanzas, las inversiones,
el apoyo a grupos políticos, el comercio internacional, la ciberseguridad o el control
de fronteras suponen la conversión de tales decisiones políticas en armas diplomáticas
para influir en la esfera internacional. La Unión Europea sanciona a Rusia y Venezuela,
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Parte I. Diplomacia y política internacional
ientras que la conversión yuan-dólar se emplea para forzar las negociaciones comer-
m
ciales. La realidad admite estas contradicciones que estropean un cuadro teórico.
La complejidad de las relaciones internacionales y los múltiples prismas de la se-
guridad explican la orientación bilateral de la diplomacia realista. Las alianzas y los
acuerdos entre dos partes son más sencillas de ejecutar, pueden excluir aspectos políti-
cos sensibles (aka, política de derechos humanos) y rinden cuentas solo entre iguales.
El denominado consenso de Beijing señala cómo la diplomacia china ha conseguido
colocar su agenda de intereses sin mencionar la cuestión política o la agenda de derechos
humanos. El acceso al gigante económico y comercial constituye las bases del realismo,
que sacrifica otros ideales políticos o liberales. La ruptura del acuerdo entre Rusia y Es-
tados Unidos bajo veladas acusaciones de deslealtad mutua es mala noticia para el avan-
ce de la paz, pero un ejemplo más del realismo político que rige en materia de seguridad.
Este mismo argumento explica la debilidad de las instituciones multilaterales en materia
de seguridad colectiva, empezando por el propio Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas. Cuando la voluntad política no quiere, es imposible el avance diplomático. El
realismo de los cinco Estados miembros con silla permanente no es rotatorio. En otro or-
den, el Tratado de No Proliferación Nuclear (1968) ha funcionado ante el temor del uso
indiscriminado de dichas armas. El Tratado comprende obligaciones recíprocas, normas
y acuerdos informales, además de la dirección política de la Agencia Internacional de
la Energía Atómica. La Agencia tiene un acuerdo de relación, pero no es un organismo
especializado vinculado al sistema de Naciones Unidas. Francia ha defendido sus acuer-
dos con Egipto por la vía económica y militar, con exportaciones de tecnología militar
valorada en 1400 millones de euros anuales (por delante de Estados Unidos), de modo
que la agenda de derechos humanos ha quedado al margen. El ejecutivo de Macron
defiende que los acuerdos sirven a la estabilidad en la región y los procesos de paz en
Libia (2019).
El realismo constituye la base de la perspectiva de seguridad internacional, inclu-
yendo la exégesis de la Convención de Viena (1961) sobre el uso de información reca-
bada en el exterior. La indefinición contribuye a la amalgama de diplomacia, espionaje
o contrainteligencia, ya que el diplomático ha de conocer el desarrollo de la situación
política local y esto incluye conversaciones con líderes opositores en regímenes no de-
mocráticos. Los servicios de información y espionaje responden ante la jefatura de mi-
sión de modo que se establece una relación simbiótica. La información de inteligencia
sirve a los diplomáticos para elaborar las notas verbales que envían al Ministerio. Esta
confusión entre profesiones no es recomendable, ya que genera externalidades en la con-
ducción de la política exterior y debilita los puentes de conversación entre países. Sin
embargo, es una práctica habitual que sirve para afear un comportamiento o decisión.
Además de los servicios de información, la diplomacia emplea la agenda militar
para el avance de las relaciones internacionales tanto para:
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Teoría política de la diplomacia
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Parte I. Diplomacia y política internacional
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Teoría política de la diplomacia
de los tratados y el final de la diplomacia secreta. La opinión pública puede seguir las
negociaciones diplomáticas, que ya no será asunto exclusivo del poder ejecutivo. El
aspecto que nos interesa un siglo después es la incorporación de la opinión pública a la
política exterior, tanto como observadora de las decisiones y las negociaciones o como
actriz y promotora de estas.
El documento refleja también los problemas que emanan de la aplicación práctica de
los ideales. Estados Unidos no se incorporó a la Sociedad de Naciones, institucionaliza-
ción de los acuerdos. La conferencia diplomática sienta los cimientos de las relaciones
entre naciones democráticas, impulsa el uso de la lengua inglesa y antecede la creación
de las Naciones Unidas como institución de seguridad colectiva. El sonoro fracaso di-
plomático que conduce a la Primera Guerra Mundial restará credibilidad al idealismo
durante generaciones en la escuela estadounidense. El error teórico del liberalismo resi-
de en el olvido de los comportamientos irracionales de Estados e instituciones. Las crisis
económicas o el nacionalismo no son de naturaleza racional. La destrucción de Yugos-
lavia o la gestión nacionalista de la crisis provocada por la COVID-19 son ejemplos de
la falta de cooperación en beneficio de aspectos individuales.
La institucionalización caracteriza el idealismo posterior a la Segunda Guerra Mun-
dial. 50 países firman en San Francisco la Carta de Naciones Unidas (1945), así como la
creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La institucionalización
conlleva nuevos problemas, como la participación de actores no estatales, el derecho a
veto o el propio mecanismo negociador entre los 193 estados miembros. La expresión
jurídica plantea un problema de legitimidad política, a saber, la identificación de los
actores con derecho a participar en las cuestiones internacionales, su grado de responsa-
bilidad en la ejecución de las decisiones colectivas o la acción u omisión de cuestiones
concretas.
El impulso moral plantea dos problemas. El primero emerge de la condición cos-
mopolita de los valores y los derechos, es decir, si estas son de carácter universal o
dependen de las tradiciones y culturas locales. Si existen unos derechos universales,
se comprende el “deber sagrado de civilizar” que aparece en la literatura colonial. Así se
justifica la vehemencia hacia regímenes políticos no liberales, cuya fundación moral no
merece el mismo trato igualdad en la esfera internacional. Este aspecto debe atemperar
el deseo de alcanzar un buen fin (acabar con la violación masiva de derechos humanos)
con el análisis neto de las posibilidades de alcanzar dicho fin.
El segundo reto es la conciliación entre los derechos universales y las políticas de
la emoción. La identidad, la memoria, la nostalgia y otras emociones aspiran a conver-
tirse en fuentes de derecho, con graves consecuencias sobre el ideal de ciudadano de la
república. Lidiar con los regímenes populistas desafía las convenciones diplomáticas.
El reto del idealismo contemporáneo se estructura en tres ejes. El primero con-
siste en la defensa de los valores y las instituciones liberales, no necesariamente bajo
el paraguas del multilateralismo. La independencia del poder judicial, con afrentas en
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Parte I. Diplomacia y política internacional
Hungría, Polonia o Rusia, es una cuestión que estará en la agenda idealista. De igual
modo, el idealismo ha de conducirse por la recuperación económica global con políticas
contra la desigualdad. La interpretación liberal de la economía pasa por la revisión de
las prácticas fiscales de las multinacionales y las corporaciones tecnológicas, el reajuste
del comercio internacionales o la provisión de mecanismos de bienestar. La salida del
Reino Unido de la Unión Europea es paradójica. En el escenario post-Brexit, el libre
comercio necesitará una defensa sólida, con principios jurídicos y económicos de nuevo
cuño. Quizás la nueva posición del Reino Unido en el tablero internacional contribuya a
recuperar la centralidad de la Organización Mundial del Comercio. El tercer vector es la
incorporación de nuevos ejes transversales de acción internacional. El cambio climático,
la salud pública, las migraciones o la gestión de los residuos reúnen las características
necesarias para un modelo diplomático multilateral. La desconcentración de poder con-
duce a la incorporación sistemática de más Estados a los centros de decisión (¿Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas?) y la suma de otros actores no estatales.
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Teoría política de la diplomacia
James der Derian es el autor más relevante para comprender la heterodoxia en di-
plomacia. Mediante la revisión de la teoría política, introduce aportaciones relevantes
en materia de símbolo, lenguaje y poder como mecanismos de mediación con el extraño.
La relación entre poder y cultura, pues, no sigue una lógica cronológica o conceptual,
sino que se ajusta a la propia trayectoria local. Para comprender la diplomacia, introduce
seis paradigmas, referencias en la mediación diplomática:
1. Diplomacia y mito.
2. Protodiplomacia.
3. Diplomacia.
4. Antidiplomacia.
5. Nueva diplomacia.
6. Tecnodiplomacia.
Interesa, asimismo, su análisis sobre los efectos de las tecnologías digitales en los
conflictos. La virtualización deshumaniza el enfrentamiento bélico, reducido a pantallas y
dispositivos. Sin continuidad geográfica o personal, el valor del derecho internacional
y de las convenciones diplomáticas se banaliza.
El pensamiento marxista se interesa por el desarrollo y la expansión del sistema
capitalista. La noción de hegemonía que aparece en Antonio Gramsci explica el modo
dominante de relacionarse con terceros países, bien sea mediante las industrias de la
comunicación y la cultura bien mediante las finanzas multilaterales. Las ideologías do-
minantes construyen la superestructura que luego facilita la relación comercial entre
países y el orden económico globalizador tanto a través de plataformas audiovisuales
como del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. En Iberoamérica, la teo-
ría de la dependencia investiga las dificultades de los países de la región para su propio
desarrollo económico. La división entre “centro” y “periferia” genera un primer sistema
central, rico y próspero, mientras que el segundo queda relegado a los márgenes y las
actividades menos competitivas. En consecuencia, la estrategia iberoamericana impulsó
el proteccionismo comercial, la sustitución de las importaciones y la protección de la
divisa. En otro orden, aparece la obra de Inmanuel Wallerstein, autor marxista de refe-
rencia. Plantea que los poderes político y comercial confluyen y dan forma a los ciclos
hegemónicos. Desde el siglo xvi, en “El moderno sistema mundial”, Wallerstein identi-
fica los ciclos genovés, neerlandés, británico y estadounidense. Anticipaba el autor que
a esta ola norteamericana le sucedería el ciclo chino por su capacidad para afrontar una
crisis estructural del capitalismo. El sistema mundo de Inmmanuel Wallerstein conecta
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Parte I. Diplomacia y política internacional
los ciclos de expansión comercial y política con las respectivas hegemonías genovesa,
holandesa, británica y estadounidense.
En sintonía, el postcolonialismo se ocupa de los procesos históricos de descoloni-
zación. Junto al desarrollo, aparecen la clase social, las multinacionales como unida-
des de análisis en el sistema. Es relevante estudiar cómo se construye la legitimidad
diplomática en un Estado de nueva creación. El apartheid en Sudráfica, los estudios de
Edward Said o la resistencia anticolonial de Frantz Fanon son temas recurrentes.
El feminismo y las teorías de género han resultado una fuente de innovación en
el estudio de la teoría diplomática. Se interesa por los roles femeninos en los asuntos
internacionales (Conferencia de Beijing, 1995) y en los puestos de poder (embajadoras,
negociadoras, altos cargos). Con anterioridad, el estudio de la mujer era solo instrumen-
tal, como esposa de diplomático y facilitadora de relaciones sociales en el destino. Es
natural, dado que hasta 1945, Francia, Reino Unido, Canadá o Suecia no permitieron
la incorporación de la mujer a la carrera diplomática. La paridad se ha mejorado, pero
el techo de cristal es evidente. En la práctica, solo el 15 % de las jefaturas de misión
están ocupadas por mujeres. La Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas subraya el papel de la mujer en los procesos de paz y seguridad, así como en la
reconstrucción postbélica. Profesionales de México, Suecia y España han escrito sobre
la necesidad de una diplomacia feminista, que se define como la introducción de la agen-
da en los objetivos de la política exterior. La agenda LGTBi aparece como referencia de
los derechos de nueva generación.
En este epígrafe hay que añadir la paradoja de las revoluciones. Sostiene que los
diplomáticos profesionales no suelen liderar los cambios internacionales, pero que estos
no pueden ejecutarse sin la acción diplomática. Benjamin Franklin y John Adams en la
Francia del rey Luis XIV o la misión soviética en Suiza perseguían la transformación del
sistema con apoyo exterior. La revolución americana encontró en el español Bernardo
de Gálvez un puntal para canalizar las ayudas del gobierno a los rebeldes, liderar las
campañas en el Misisipí y dividir los esfuerzos británicos por sofocar la revuelta de
las 13 colonias. Alta política y diplomacia se fusionan para eludir los problemas de leal-
tad y la razón de Estado. La legitimidad del sistema es una idea porosa que sirve para
la búsqueda de nuevos interlocutores, la ruptura del diálogo con el gobierno anterior
(Nixon y las relaciones con Taiwán), el cierre o la apertura de embajadas (Kosovo),
entre las medidas más conocidas. En la actualidad, la Unión Europea tiene que decidir
cómo actuar con Venezuela, cuyo régimen considera ilegítimo.
Por último, está por ver los efectos del populismo en la diplomacia. El liderazgo
político populista desintermedia las instituciones, cuya valía ningunea. Los diplomá-
ticos son establishment y no son fiables para el proyecto de cambio. Por eso, se dejan
vacantes nombramientos en embajadas y en las multilaterales. El ecosistema mediático
digital refuerza las conversaciones por Twitter y dificulta la negociación discreta. El
pivote doméstico centraliza las decisiones, por lo que la política exterior es meramente
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Teoría política de la diplomacia
Preguntas de autoevaluación
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