El Gato Negro
El Gato Negro
El Gato Negro
Mi mujer, que era, en el fondo, algo supersticiosa, hablando de De día en día me hice más taciturno, más irritable, más
su inteligencia, aludía frecuentemente a la antigua creencia indiferente a los sentimientos ajenos. Empleé con mi mujer un
popular que consideraba a todos los gatos negros como brujas lenguaje brutal, y con el tiempo la afligí incluso con violencias
disimuladas. personales.
Plutón —se llamaba así el gato— era mi predilecto amigo. … Sin embargo, por lo que se refiere a Plutón, aún despertaba
Sólo yo le daba de comer, y adondequiera que fuese me seguía en mí la consideración suficiente para no pegarle.
por la casa.
De mí se apoderó repentinamente un furor demoníaco en cada
Una noche, en ocasión de regresar a casa completamente una de las fibras de mi ser. Del bolsillo de mi chaleco saqué un
ebrio, de vuelta de uno de mis frecuentes escondrijos del cortaplumas, lo abrí, cogí al pobre animal por la garganta y,
barrio, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo cogí, deliberadamente, le vacié un ojo...
pero él, horrorizado por mi violenta actitud, me hizo en la
mano, con los dientes, una leve herida.
Como para mi caída final e irrevocable, brotó entonces el En la noche siguiente al día en que fue cometida una acción
espíritu de perversidad, espíritu del que la filosofía no se tan cruel, me despertó del sueño el grito de: "¡Fuego!" Ardían
cuida ni poco ni mucho. Una mañana, a sangre fría, ceñí un las cortinas de mi lecho. La casa era una gran hoguera. No
nudo corredizo en torno a su cuello y lo ahorqué de la rama de sin grandes dificultades, mi mujer, un criado y yo logramos
un árbol. Lo ahorqué con mis ojos llenos de lágrimas, con el escapar del incendio. La destrucción fue total.
corazón desbordante del más amargo remordimiento.
…había llamado mi atención con respecto al carácter de la Para un quehacer doméstico, me acompañó un día al sótano
mancha blanca de que he hablado y que constituía la única de un viejo edificio en el que nos obligara a vivir nuestra
diferencia perceptible entre el animal extraño y aquel que pobreza. Por los agudos peldaños de la escalera me seguía el
había matado yo. …La imagen de una cosa abominable y gato, y, habiéndome hecho tropezar la cabeza, me exasperó
siniestra: la imagen ¡de la horca! ¡Oh lúgubre y terrible hasta la locura. Apoderándome de un hacha y olvidando en mi
máquina, máquina de espanto y crimen, de muerte y agonía! furor el espanto pueril que había detenido hasta entonces mi
mano, dirigí un golpe al animal, que hubiera sido mortal si le
hubiera alcanzado como quería.
Pero la mano de mi mujer detuvo el golpe. Una rabia más que Realizado el horrible asesinato, inmediata y resueltamente
diabólica me produjo esta intervención. Liberé mi brazo del procuré esconder el cuerpo. …Pensé por un instante en
obstáculo que lo detenía y le hundí a ella el hacha en el cráneo. fragmentar el cadáver y arrojar al suelo los pedazos. Resolví
Mi mujer cayó muerta instantáneamente, sin exhalar siquiera después cavar una fosa en el piso de la cueva. Luego pensé
un gemido. arrojarlo al pozo del jardín. …por último, Me decidí a
emparedarlo en el sótano, como se dice que hacían en la Edad
Media los monjes con sus víctimas.
Al cuarto día después de haberse cometido el asesinato, se Plenamente satisfecha, la Policía se disponía a abandonar la
presentó inopinadamente en mi casa un grupo de agentes de casa. Era demasiado intenso el júbilo de mi corazón para que
Policía y procedió de nuevo a una rigurosa investigación del pudiera reprimirlo. Sentía la viva necesidad de decir una
local. Sin embargo, confiado en lo impenetrable del escondite, palabra, una palabra tan sólo a modo de triunfo, y hacer
no experimenté ninguna turbación. doblemente evidente su convicción con respecto a mi inocencia.