1.sintesis Beresith
1.sintesis Beresith
1.sintesis Beresith
Era común
70 - Destrucción del 2° Gran Templo y comienzo de la diáspora romana
200 - Fin de la compilación de la Mishná (aprox).
400 - Fin de la compilación del Talmud de Jerusalem (aprox).
500 - Fin de la compilación del Talmud de Babilonia (aprox).
1096 - Primer Cruzada a la Tierra de Israel
1492 - Expulsión de los judíos de España
1772 - Aparición del Jasidismo
1897 - Primer Congreso Sionista, Basilea
1939-45 - El Holocausto (Shoá), Segunda Guerra Mundial
1948 - Independencia del Estado de Israel
1967 - Liberación y reunificación de Jerusalem
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Centro Virtual Estudios Judaicos – Contenido del Tanaj
La historia de la Creación
«En el principio creó D-s los cielos y la tierra» (1.1). Con este enunciado, categórico y solemne,
comienza el texto del Génesis y de toda la Torá. Es la afirmación del poder total y absoluto de D-s, del
único y eterno D-s, a cuya voluntad se debe todo cuanto existe.
El universo es resultado de la acción de D-s, quien con su palabra creó el mundo, lo hizo habitable
y lo pobló de seres vivientes. Entre los seres vivientes destacó al ser humano al otorgarle un status
especial, pues lo había creado «a Su imagen y semejanza» (1.26-27). El relato de la Torá describe al
hombre y a la mujer en una particular relación con el Creador: D-s le dio al ser humano la misión de
gobernar el mundo terrenal del que forma parte y hacer Su voluntad sobre la tierra (1.28-30; 2.19-20).
El hombre (en hebreo, Adam) fue formado «del polvo de la tierra» (adamá), pero con una gran
diferencia: «D-s... sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (2.7). La creación
del hombre (“Ish”), es seguida en el Génesis por la de la mujer (“Ishá”), constituyendo ambos la pareja
humana (2.22-24).
La relación que D-s establece con Adán y Eva se define como una permanente y especial
armonía, ofrecida por el Creador para que el ser humano la acepte y acate.
D-s, Creador de todo y soberano absoluto del universo, ofrece su amistad; el ser humano es libre
de aceptarla o rechazarla. El signo de la actitud humana ante la oferta divina se identifica en el precepto
que, por una parte, afirma la soberanía de D-s y por otra, establece la responsabilidad de Adán en el
goce de la libertad: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás» (2.17).
Pero Adán, el ser humano, por querer igualarse a D-s, quebranta la condición impuesta: su acto
de rebeldía lo lleva a trasgredir la imposición divina y en consecuencia se le niega el acceso al «árbol
de la vida» (3.22-24). Este acto del primer hombre origina la aparición del instinto negativo y el pecado
en el ser humano, cuyas consecuencias son el dolor y la muerte hasta nuestros días.
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La historia entra en una nueva fase con la revelación de D-s a Abraham, a quien ordena que deje
atrás parientes y lugares familiares y emigre a tierras desconocidas. Le promete hacer de él una gran
nación, y prosperarlo y bendecirlo (12.1-3); y le confirma esta promesa estableciendo un pacto, según
el cual en Abraham habrían de ser benditas «todas las familias de la tierra» (12.3). El relato bíblico
destaca que D-s no eligió a Abraham de forma arbitraria, sino que su elección tiene un mensaje para
toda la humanidad. El objeto último de este plan, la universalidad de la acción de D-s, se manifiesta
en el hecho simbólico del cambio del nombre Abram por el de Abraham, que significa «padre de
muchos pueblos» (17.5). A la muerte de Abraham, su hijo Isaac pasó a ser el depositario de la promesa
de D-s; y después de Isaac, su hijo Jacob.
Estos patriarcas eran pastores seminómadas, cuyos continuos desplazamientos y asentamientos
dan a la narración bíblica un carácter peculiar.
Jacob, después de su lucha con un ángel acaecida en Peniel (32.28; 35.10), recibió el nombre de Israel
(«el que lucha con D-s»). Este nombre se usó más tarde para identificar a las doce tribus y al pueblo
judío hasta nuestros días.