Defensores Latinoamericanos
Defensores Latinoamericanos
Defensores Latinoamericanos
^&efenóoreó oCatinoamericanoá
DE
UNA GRAN ESPERANZA
ES PROPIEDAD
QUEDA HECHO EL DEPOSITO
QUE MARCA LA LEY
Cap. Pág.
Prefacio 7
esperanza 96
(5)
6 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .
Cap. Pág.
dores v 184
17. La expectativa en Europa, Asia, Africa, América
y Oceanía 194
APENDICE
1. La cuestión de la transferencia del día de reposo 271
Bibliografía 297
Prefacio
(7)
8 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Atómica, y se enfocaban nuevamente las grandes espe-
ranzas de la humanidad. El interés despertado por ese
trabajo, que vió primeramente la luz en Buenos Aires, se
manifestó por la gran demanda del mismo y por la
multitud de cartas recibidas por el autor, de todos los
países de América Latina. Aunque un buen porcentaje de
esa correspondencia se refería a algunos problemas cien-
tíficos mencionados por esa obra, muchas cartas demos-
traban interés por otras cuestiones vinculadas con el tema
de las mayores esperanzas de la cristiandad.
En respuesta a las preguntas de muchos lectores for-
muladas al autor, publicamos en 1951 la primera edición
de la obra "Aspectos de la Edad Atómica," en la cual
se estudia el anverso y el reverso de nuestra época, to-
mando en cuenta tanto la encrucijada planteada por la
amenaza de las armas atómicas, como las esperanzas
orientadoras que justifican una transformación del
mundo.
Muchas preguntas relacionadas con las obras pre-
cedentes quedaron por contestar con la debida amplitud.
No era posible satisfacer plenamente a los lectores dada
la limitación de las respuestas epistolares. Pero quedaba
el recurso ampliatorio de otro trabajo, que en este caso,
señala los vínculos de varios proceres de América con las
grandes corrientes de la historia y con la fe en la espe-
ranza que surgió como de un manantial inagotable en
los comienzos de nuestra era.
El propósito de esta obra podría expresarse, en cierto
modo, en los términos empleados por el autor cuando dice
en sus páginas: "La humanidad necesita una esperanza
en la cual esté vivo el germen del porvenir; una esperanza
que justifique el deseo de sobrevivir; una esperanza
genuina que permita entender y sobrellevar las realida-
PREFACIO 9
LOS EDITORES
PARTE I
CAPITULO 1
(11)
12 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
darle a la vida y a la sociedad donde nació un sentido
racional que justifique la vida misma.
Los pueblos del Oriente primero, y los del Occidente
después, se han planteado vez tras vez las magnas cues-
tiones que inquietan todavía al hombre contemporáneo
que vive en medio de los grandes inventos de nuestra
época.
Cuando los filósofos griegos cavilaron y discurrieron
acerca de la vida del hombre y de la organización de los
pueblos, llegaron a concebir la sociedad perfecta, y habla-
ron del retorno a la edad de oro. A esa sociedad la supo-
nían pacífica, feliz y próspera. Bajo el influjo de las ideas
filosóficas, algunos pensadores griegos llegaron a conce-
bir que lo utópico no pertenecía al plano de lo imposi-
ble sino de lo probable. La esperanza de encontrar el
lugar donde se viviera la vida perfecta, gestó la expedi-
ción de Sartorius, en busca de la Isla de los Bienaven-
turados.
Las esperanzas utópicas casi siempre van seguidas por
la triste secuela de la desilusión. Siendo producto de
la imaginación humana, la utopía puede exaltarse por el
entusiasmo, pero se desvanece ante la realidad como el
esplendor del meteorito que deja su trazo luminoso fren-
te al cielo oscuro, mientras se consume en su fugaz tra-
yectoria.
Apesar de las frecuentes desilusiones de la huma-
como los del Occiden-
nidad, tanto los pueblos del Oriente
te conocieron una esperanza multimilenaria que, en
la noche misma de la historia, anunciaba un glorioso
amanecer. Las fuentes de esa esperanza son dos. Una
se remonta a la aurora del mundo cuando el hombre,
habiendo caído de su primigenia perfección, recibió el
primer anuncio de la humanación del Redentor. Ade-
LAS DOS CUMBRES DE LAS ESPERANZAS 13
(4) "El Sexto Sello," págs. 158. 159, Buenos Aires, 1941.
CAPITULO 2
(19)
20 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
universales. En efecto, aclaró en el famoso Sermón de
la Montaña diez asuntos fundamentales para la vida
religiosa: quiénes serán los ciudadanos del reino
1)
de Dios; 2) perpetuidad de la Ley; 3) la naturaleza
la
espiritual del Decálogo; 4) el remedio contra la hipo-
cresía; 5) la confianza en la providencia de Dios; 6) la
cuestión de no juzgar a los demás; 7) la disposición de
Dios a bendecir; 8) la norma de conducta del cristiano;
9) la responsabilidad individual de la vida en relación
con los dos destinos; 10) la diferencia entre la mera
profesión y la obediencia.
Jesucristo orientó la solución de los problemas so-
ciales al dignificar la posición de la mujer, cuya in-
fluencia es esencial en la familia, que es el verdadero
fundamento de la sociedad. Inspiró, también, la pro-
tección del débil, que se ha traducido en hospitales,
asilos y Nadie, antes de Cristo, llegó a
orfanatorios.
enunciar la famosa regla de oro, que resuelve todas las
relaciones humanas mediante una fórmula positiva:
"Tratad a los hombres de la misma manera que quisie-
rais que ellos os traten a vosotros." C 1 ) Zoroastro, Con-
fucio y los autores hindúes del Mahabarata creían que
habían llegado a la fórmula suprema mediante la re-
gla de plata, que prescribe el no hacer a los demás lo
que no quisiéramos que se nos hiciese a nosotros. Por
eso el Oriente ha asumido a lo largo de la mayor parte
de su historia una actitud negativa y estática, mientras
el Occidente, donde se divulgó el cristianismo, ha hecho
frente a los problemas en forma positiva y dinámica,
aunque los pueblos, lamentablemente, no han sido siem-
pre consecuentes con la esencia de la caridad cristiana.
(25)
26 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .
LA ESPERANZA DE LA PARUSIA EN
LAS CATACUMBAS
(30)
LA ESPERANZA DE LA PARUSIA EN LAS 31
La esperanza
adventista es la nota tónica del famoso
libro profético del Apocalipsis o Revelación. El penúl-
timo versículo apocalíptico contiene la reiteración de la
promesa de Cristo de retornar al mundo y la plegaria
que expresa el anhelo y la fe de San Juan en el cumpli-
miento de esa promesa: "El que da testimonio de estas
cosas dice: Ciertamente yo vengo luego. Así sea. Ven
3 —D. L. de una G. E.
34 DEFENSORES LATINOAMERICANOS .
4 —D. L. de una G. E.
50 DEFENSORES LATINOAMERICANOS .
que" [y del Hijo], es la que fué intercalada en el erado que dio hx?ar
ptrái lij de la Igiesaa Greeo-Onoecuca- v Véase
(58)
LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN EUROPA 59
nes, quien vivió entre los años 185 a 254, influyó podero-
samente sobre otros escritores que se dejaron afectar
por los comentarios heterodoxos que interpretaban el
regreso de Cristo como el advenimiento diario al cora-
zón, y la resurrección como un simple resurgimiento en
la vida espiritual del individuo.
Aunque el concilio de Nicea del año 325 votó el sím-
bolo que contiene en forma concisa el dogma del segundo
advenimiento de Cristo, algunas circunstancias relacio-
nadas con ese concilio influyeron en el ánimo y en las
opiniones de Eusebio Panfilio, obispo de Cesárea. En
efecto, antes de ese concilio ecuménico, entre los años 314
y 318 había escrito su obra "Demostración Evangélica,"
en la que se extendió en interesantes comentarios de las
profecías de las Sagradas Escrituras para demostrar
la realidad del primer advenimiento y la certeza de la
fe en la segunda venida de Cristo. Pero después del con-
cilio de Nicea, cuando Eusebio escribió la "Vida de Cons-
tantino" y su "Historia Eclesiástica," sugirió la idea de
que la gran fiesta de los obispos de diversos países reu-
nidos en ese concilio, representaba el reino de Cristo;
que las glorias de la Iglesia liberada por Constantino de
la persecución pagana, simbolizaban el esplendor de la
Nueva Jerusalén anunciada por el Apocalipsis, y que, por
el hecho de que Constantino confiaba el gobierno a sus
hijos, consideraba cumplido lo que había expresado el
profeta Daniel, al decir: "Después recibirán el reino
los santos del Dios altísimo, y reinarán hasta el fin del
siglo, y por los siglos de los siglos." ( l )
A
pesar del alegorismo de Orígenes y de la exalta-
ción de Constantino por Eusebio, la literatura patrística
(3) "Vm. Ciudad de LHos," Bb. 20. cap. 9. toL XL pág. 511, traducido
del latín por J. CDíaz de Beyral. Ed. PobJet. Buenos Aires. 1941.
(«) Id., 12). 30. cap. 5. pac. 433.
62 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
los mil años. Al presentar diversas opiniones respecto
al tiempo del retorno de Cristo mencionó primeramente
tres hipótesis, expresando que sólo se trataba de "con-
jeturas humanas."
En otro capítulo de "La Ciudad de Dios," se refirió a
dos maneras de interpretar los mil años mencionados
por el Apocalipsis de San Juan, relacionándolos con la
idea de que el segundo advenimiento ocurriría al ñn de
ellos. Vuelve más adelante sobre el mismo asunto, y
escribe la siguiente conclusión: "Así que, por todo el
tiempo comprendido en el Apocalipsis, es a saber, desde
la primera venida de Cristo hasta el fin del mundo, en
que será su segunda venida, no estará atado el demonio;
de forma que el estar así amarrado durante el tiempo
que San Juan llama mil años, sea no engañar a la Igle-
sia, pues ni aun suelto ciertamente no la engañará." B )
(3) Id., lib. 20, cap. 8, pág. 805 y lib. 18, cap. 53, págs. 403. 404:
lib. 20. cap. 7, pág. 501.
LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN EUROPA 63
La
cuestión del segundo advenimiento de Cristo, cla-
ramente señalada por todos los credos como un artículo
fundamental, fué destinándose en el curso de los siglos
que siguieron a los mártires, para quienes había sido una
esperanza cardinal que coincidía con la definición apos-
tólica de "esperanza bienaventurada." Pero, aunque ya
no se escuchaba la exclamación "¡Maran Atha!" de los
primeros tiempos del cristianismo, a partir del siglo VI
algunos documentos eran iniciados con la expresión
"Appropinquante mundi termino" "estando cerca el
(
(8) Tomo I, cap. VIII, pág. 79, trad. Lorenzo A. Manterola. Pamplona,
1780.
68 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .
cia.
CAPITULO 8
LA FE DE LOS DESCUBRIDORES Y
COLONIZADORES DEL NUEVO MUNDO
(70)
LA FE DE LOS DESCUBRIDORES Y 71
(2) "En Torno a un 'Papel Anónimo' del Siglo XVIII," págs. 23 y 24,
Buenos Aires, 1928.
6 —D. L. de una G. E.
84 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
El autor de ese trabajo acerca del segundo adveni-
miento de Cristo era Manuel Lacunza y Díaz, quien na-
ció en Santiago de Chile el 19 de julio de 1731. Su pa-
dre fué don Carlos de Lacunza, oriundo de la villa Ar-
tajona de Navarra, España, y su madre doña Josefa
Díaz y Durán. De los tíos por línea materna dos eran
monjes, uno franciscano y el otro jesuíta, y dos de sus
tías eran religiosas, una carmelita y la otra capuchina.
88 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
cual propone el retorno al "sentido literal." De ese mo-
do, el exégeta chileno retrocedió más
de Agustín, de
allá
Ticonio y de Orígenes, procurando situarse en el plano
de la interpretación apostólica que fué recogida en cier-
to modo por la literatura patrística de los tres primeros
siglos.
92 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
1795), quienes juzgaron que, a pesar de las opiniones
singulares que encontraron en ella, no habían descu-
bierto nada que pudiesen considerarlo erróneo o contra-
10
rio a la fe.( )
94 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
cribir el discurso preliminar acerca de ese tema, mani-
fiesta "que las ideas de la segunda venida del Mesías,
que nos dan los intérpretes, cuanto al modo, duración,
y circunstancias, que tenemos por ciertas, y tan seguras,
no lo son tanto que no necesiten de algún examen: y
este examen no parece que puede hacerse de otro modo,
sino comparando dichas ideas con la Escritura misma,
de donde las tomaron, o debieron tomar. Si esta dili-
gencia hubieran practicado nuestros Escribas, y Fari-
seos, cuando el Señor mismo los remitía a las Escrituras,
ciertamente hubieran hallado otras ideas infinitamente
diversas, de las que hallaban en los rabinos, y es bien
creíble, y verosímil, que no hubieran errado tan mons-
truosamente. ¿Qué quieres, amigo, que te diga? Por
grande, que sea mi veneración, y respeto a los intér-
pretes de la Escritura, hombres verdaderamente gran-
des, sapientísimos, eruditísimos, y llenos de piedad, no
puedo dejar de decir, lo que (en el asunto particular
que tratamos) veo, y observo en ellos con grande ad-
miración. Los veo, digo, ocupados enteramente en el
empeño de acomodar toda la Santa Escritura, en especial
lo que es profecía, a la primera venida del Mesías, y
a los efectos ciertamente grandes, y admirables de esta
venida, sin dejar nada, o casi nada para la segunda." 13 )
No había sido la intención de Lacunza que su obra
circulara en forma secreta e incompleta, según lo ha
señalado el historiador Diego Barros Arana, pues hizo las
debidas gestiones oficiales para que fuese publicada: "El
mismo autor envió una copia íntegra al rey de España,
dejó ver sus manuscritos a algunas personas cuya opi-
nión quería oír antes de determinarse a publicarlos, y
(14) "Historia Jeneral de Chile," Santiago de Chile, 1886, vol. VII, pág.
571.
CAPITULO 10
(96)
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 97
98 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
La lectura de la "Santa Biblia" en lengua vulgar
había sido prohibida por Pío IV (1559-1565) en sus
reglas tercera y cuarta, las que disponían que se pidiese
licencia al Ordinario o al Inquisidor. A pesar de que
Benedicto XIV (1740-1758) sacó del Indice esa prohi-
bición, en España se seguía extremando la aplicación
rigurosa de esas dos reglas, abolidas en el año 1757.
¿Conoció Belgrano algún manuscrito de la obra de
Lacunza mientras estudiaba en España? No se ha podido
establecer en qué fecha circularon en España los pri-
meros resúmenes de la obra del prestigioso chileno; pero
es probable que haya sido, como en América, en torno al
año 1785. Lo que se sabe de cierto con respecto a ese
país, es que un resumen de esa obra se hallaba en la Cor-
te de Madrid, al menos desde el año 1790, según consta
por el testimonio de Manuel Luengo. 3
)
7 —D. L. de una G. E.
(
beneficio."
Por razones de salud, el general Belgrano se vió
obligado a dejar el mando del Ejército Libertador, tras-
ladándose de Tucumán a Buenos Aires en los primeros
días de febrero de 1820. Cuando el gobernador de esta
ciudad, don Ildefonso Ramos Mejía, se enteró de la si-
tuación del gran patricio argentino, le envió recursos
para que fuese atendido debidamente, expresándole que
consideraba como uno de sus principales deberes el ve-
lar por su bienestar como premio de sus virtudes y re-
conocimiento de sus servicios patrióticos.
Sin duda que cuando el Mecenas rioplatense de la
obra de Lacunza vió que se acercaba su muerte, habrá
recordado con frecuencia la esperanza del segundo ad-
venimiento de Cristo a la cual está unida la promesa
de la resurrección de la carne. Dictó su testamento en
el décimo aniversario del pronunciamiento de Mayo.
El general Manuel Belgrano falleció el 20 de junio de
1820, en el "día de los tres gobernadores." Sus últimas
palabras aludieron a la situación imperante, al excla-
mar: "¡Ay patria mía!"
La recordación de los actos patrióticos de Belgrano
fué recomendada por la República Argentina al esta-
blecer que el 20 de junio fuese celebrado anualmente
como el Día de la Bandera. En ese día las ciudades ar-
gentinas se engalanan con la bandera celeste y blanca
ideada por el fervoroso patricio que puso en el pabellón
el "reflejo del hermoso cielo argentino surcado por nu-
bes blanquecinas. ." . .
letra, era una obra elaborada por él mismo; pero el análisis de la mis-
ma demostró que repetía en todos los detalles y hasta en la puntuación
la obra de Lacunza, tal como aparece en el ejemplar que poseia fray
Isidoro Guerra, y que sirvió de modelo para la edición impresa en 1816
por orden de Belgrano. La copia hecha a pluma por Ramos Mejia es
mencionada por el profesor Clemente Ricci, quien tuvo "muy en cuen-
ta el ejemplar manuscrito de la Venida del Mesías que estuvo un tiempo
en el Instituto de Investigaciones Históricas y que, por mi insistente
pedido a la familia, obtuvo e hizo confrontar el Dr. Ravignani." ("Fran-
cisco Ramos Mexía y el Padre Lacunza," pág. 10, Buenos Aires, 1929.)
(5) Tomo IV, págs. 53 y 153.
LA FE DEL PATRICIO ARGENTINO RAMOS MEXIA 121
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA
ENTRE LOS INDIOS
OS
indios de las vastas llanuras recibieron el nombre
-Li de "pampas," para que pudieran ser distinguidos
de los "serranos" y de los "montaraces." Formaban un
conjunto étnico un tanto heterogéneo, que se iba igua-
lando por su adaptación al medio. A las temibles bolea-
doras habían añadido las lanzas, que resultaban tanto
más peligrosas desde que los indios se habían enseño-
reado de las llanuras al domeñar los caballos arrebatados
a los fundadores de Buenos Aires.
La lucha entre el aborigen y el conquistador no lle-
gaba a su fin. Los virreyes habían querido proteger a
la ciudad de Buenos Aires mediante siete fortines, pro-
hibiendo el avance de los pobladores al sur del río Sa-
lado. Los fortines, rodeados con los ranchos de los po-
bladores, dieron origen a las poblaciones de Chascomús,
Ranchos, Monte, Luján, Salto, Rojas y Melincué^ que
reunían un total de algo más de siete mil habitantes.
Francisco Ramos Mejía fué el pionero que, imbuí-
do por el deseo de ser justo y piadoso con el indio para
enseñarle prácticamente los principios fundamentales
de la religión cristiana, se decidió a vadear el río Sa-
lado para entrar en las tierras donde se enseñoreaba el
aborigen. Predominaba en el patricio argentino el de-
seo apostólico de evangelizar al indígena, anhelo que
resultaría frustrado si no lograba vencer todas las sus-
picacias de los aborígenes que se habían sentido atro-
(125)
)
9 —D. L. de una G. E.
134 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Las observaciones de Ramos Mejía al Gobernador
Balcarce eran oportunas, porque señalaban la peligrosa
situación de las relaciones con los aborígenes. Sólo cua-
tro días después de su extensa misiva, un caudillo ex-
tranjero con varios oficiales proscriptos, seguidos por
algunas tribus, perpetraron el cruel saqueo del pueblo
de Salto. El malón había sido tan atrevido que ni
respetó a las personas que se refugiaron en la iglesia,
en la cual los saqueadores entraron para aumentar el
botín. La indignación que ese atropello produjo en Bue-
nos Aires dió por resultado la organización de diversas
fuerzas. Una división marchó hacia las Salinas siguien-
do la ruta por donde se había retirado la indiada que ha-
bía venido del oeste. Otra división se dirigió hacia Ka-
quel Huincul, donde se hallaban los caciques que nada
tenían que ver con el malón del Salto, y que habían pac-
tado con el Gobierno de Buenos Aires con la mediación
de Ramos Mejía.
Según las órdenes impartidas por Martín Rodríguez
debían usarse de represalias contra los indígenas que
quisieran ser neutrales, con el propósito de "escarmen-
tar a los indios y alejarlos para siempre de los proyec-
tos de invasión." Violando el tratado firmado para es-
tablecer la paz con los caciques pampas, Martín Rodrí-
guez arrancó a los indios establecidos en la estancia de
Ramos Mejía y el 23 de enero de 1821 ordenó que éste
se presentara en Buenos Aires en el término de seis
días. Así fué como Francisco Ramos Mejía, el "virtuo-
142
UNA ESPERANZA DISCUTIDA Y RECOMENDADA 143
—
inseparable éste de sus creencias y sentimientos religiosos." "El Dr.
Pedro Ignacio de Castro Barros Rasgos de su Actuación Política," Buenos
:
(2) "En torno a un 'Papel Anónimo' del Siglo XVIII," nota en pág. 25.
(7) " Re f lecciones sobre las Causas Morales de las Convulsiones In-
teriores en los Nuevos Estados Americanos y Examen de los Medios
Eficaces para Reprimirlas," Valparaíso, 1836, págs. 225, 226.
(8) Id., pág. 226.
UNA ESPERANZA DISCUTIDA Y RECOMENDADA 153
(9) Ibid.
CAPITULO 14
(154)
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS 155
(6) "Recuerdos de Provincia," pág. 51, ed. 1944, prefacio por Al-
berto Palcos.
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS 161
(169)
11 —D. L. de una G. E.
170 DEFENSORES LATINOAMERICANOS .
(1) Véase el trabajo del autor "La Piedra del Sol y el Calendario
Azteca," publicado primeramente por la Revista Geográfica Americana,
vol. IX, págs. 31-42 (enero de 1938), y posteriormente, en diversos dia-
rios y revistas. La Piedra del Sol, habiendo sido sepultada por los
conquistadores, fué extraída el 17 de diciembre de 1790 al practicarse
la nivelación para el nuevo empedrado de la Plaza Mayor de la ciudad
de México. Posteriormente fué empotrada en la torre occidental de la
Catedral y, desde agosto de 1885 se la exhibe en el Museo Nacional de
México.
REPERCUSIONES EN MEXICO 171
(14) "American Journal of Science," tomo XXV (1834), págs. 363, 364.
(15) "The Gallery of Nature" (1952, pág. 140).
Otros autores, entre los cuales figura Blowing Green, citado por el
astrónomo Olmsted en la misma revista científica, describieron la caída
de los meteoritos como si procedieran de una higuera, empleando así la
expresión del "Apocalipsis." El espectáculo se contempló en el Nuevo
Mundo desde el Golfo de México hasta Halifax, en el Canadá, en 1833.
En el Antiguo Mundo se vió algo parecido en el año 1866, según lo ha
relatado el testigo ocular, doctor H. H. Jessup, de Beirut: "En la ma-
drugada del 14 de noviembre, a las 3, me despertó de un profundo
sueño la voz de uno de los jóvenes que clamaba: '¡Las estrellas caen
todas!' . Los meteoritos se venían abajo como una lluvia de fuego.
. .
nares y el vulgo era presa del terror." ( "Fif ty-Three Years in Syria,"
tomo I, págs. 316, 317.) Las estrellas fugaces no fueron un simple es-
pectáculo escénico pues algunos meteoritos se precipitaron a tierra,
como el autor tuvo oportunidad de informar en 1944 al Museo Tiahua-
naco de la ciudad de La Paz, Bolivia. Después de una exploración en
el interior del país localizó un gran aerolito que, según las tradiciones
recogidas por los ancianos, habría caído en torno del año 1833.
182 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
advenimiento de Cristo. Un siglo después de ese es-
pectáculo celeste, una mexicana que falleció a los 124
años de edad, en el año 1934, doña Martina de la Roza,
vecina de Santa Ana, California, expresó: "La lluvia
de meteoros que iluminó esplendorosamente los cielos
hace cien años, en el mes de noviembre, es un espec-
táculo que jamás se borrará de mi memoria. Nadie
había visto nunca antes cosa semejante, y no creo que
desde entonces se haya visto algo parecido. Recuerdo
que mi esposo y yo despertamos sobresaltados por la luz
intensa que inundaba nuestra habitación y que ilumi-
naba la tierra como si fuera de día. Ignorábamos qué
ocurría, y nos llenamos de honda inquietud. Al salir
de la casa, luces extrañas fulgían en los cielos. Unos
vecinos oraban, otros permanecían de pie, embargados
por el asombro. Por muchos días todo el mundo sólo
hablaba de ese fenómeno. Cincuenta años más tarde,
aquellos que habían contemplado ese espectáculo, lo
recordaban perfectamente." ( 16 )
Creía el distinguido jurisconsulto mexicano que los
fenómenos conocidos en su época, daban cumplimiento
a un versículo del discurso profético de Jesucristo: "Pero
después de la tribulación de aquellos días, el sol se
oscurecerá, la luna no alumbrará, y las estrellas caerán
17
del cielo." ( )
CAPITULO 16
(194)
LA EXPECTATIVA EN EUROPA ... 195
les prohibió a las personas adultas que predicaran, lo hicieron los ni-
ños de corta edad. Ese médico publicó un trabajo acerca de la pré-
dica de los niños, titulado "Algo acerca de las Voces que Claman,"
relacionado con la expresión de Juan el Bautista. El título completo
de ese trabajo en alemán es el siguiente: "Einiges über die rufenden
Stimmen oder die sogenannte Predigtkrankheit in Smaland in den Jahren
1842 und 1843." La edición alemana lleva un apéndice con el testimo-
nio del obispo J. A. Butsch de Skara. Ese movimiento pietista, así co-
mo el despertar adventista del Antiguo Mundo, han sido estudiados
en forma documentada por el erudito Le Roy Edwin Froom, en la
obra "The Prophetic Faith of Our Fathers," Wáshington, 1946. vol. HE.
LA EXPECTATIVA EN EUROPA 205
CAPITULO 18
LA REVALORIZACION DE LA GRAN
ESPERANZA
(217)
14—D L. de una G. X.
(
(13) Citado por Cox en "Sabbath Literature," tomo II, pág. 54.
defiende que la venida de Cristo está cerca, y que el Día del Se-
ñoi es el séptimo día de la semana." (Id., pág. 283.) No apare-
cen los párrafos precitados ni la nota en la edición que se publicó
en Madrid, en 1940, bajo el título de "Buzón de Preguntas-Objecio-
nes Contra la Religión más Corriente en Nuestros Días."
Otra obra muy difundida en América y que enfoca esta misma
cuestión es la de Monseñor Segur, quien manifiesta: "Es curioso re-
cordar con este motivo, que la observancia del domingo, que es todo el
culto del protestantismo, no solamente no reposa sobre la Biblia, sino
que está en contradicción visible con la letra de la Biblia, que pres-
cribe el reposo del sábado." (Subrayado en el texto, según la ver-
sión castellana, traducida de la XlIIa. edición francesa, por orden del
arzobispo Dr. Mariano Casanove, Santiago de Chile, 1902, pág. 186.)
UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 233
CONTRIBUCIONES A LA REALIZACION
DE LA MAGNA ESPERANZA
(235)
236 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
grumete en 1807. Después de haber viajado varios años,
fué obligado a embarcarse en Inglaterra en un navio
de la marina al estallar la guerra con Francia. Durante
dos años actuó en la marina británica, hasta que, al
declararse la guerra entre Inglaterra y sus colonias en
América, fué hecho prisionero de guerra. Después de
permanecer casi tres años en esa triste condición, reco-
bró la libertad y llegó a poseer un velero con el cual
navegó por los siete mares. En varias oportunidades es-
tuvo en las costas de América del Sur. Fué en el Bra-
sil donde se convirtió, abandonando su vida indiferente
en materia religiosa.
En diversas ocasiones el capitán Bates visitó el Río
de la Plata, donde pudo haber conocido a Ramos Mejía,
siendo que su último viaje lo realizó en el año 1828. No
hay pruebas de que así haya acontecido. Se sabe, por
otra parte, que adoptó primeramente las ideas adven-
tistas de William iMiller y que en 1845 comenzó a san-
tificar el sábado después de haber analizado a la luz
de las Sagradas Escrituras lo que T. M. Preble había
escrito al respecto. Sus convicciones llegaron a ser tan
profundas que dedicó todos sus ahorros y vendió en
11.000 dólares su barco para dedicar esos recursos en
favor de la proclamación del "Evangelio eterno." No
solamente contribuyó con sus medios, sino que dedicó
todo su tiempo a pregonar el Evangelio a viva voz y
por escrito, siendo autor de diversos trabajos que edi-
tó a partir del año 1846. í 1 )
decir que lo hice con toda buena conciencia ante Dios, tanto en el
océano y en países extranjeros, como en mi prcpia nación, hasta nace
anos dieciséis meses, desde que leí un artículo publicado en La Espe-
ranza de Israel.' por nuestro digno hermano T. M
Preble. de Nashua,
y habiéndolo leído lo comparé con la Biblia, y me convenció de que
nunca había ocurrido cambio alguno. . pocos ÉfaB formé
.
(246)
LOS IDEALES CRISTIANOS AL SERVICIO ... 247
(6) "Tempestad sobre los Andes," Lima, 1927, págs. 127, 8&-
252 • DEFENSORES LATINOAMERICANOS
"Estos solos datos bastan para expresar el inmenso
valor, la útilísima trascendencia de su obra educacio-
nal, que merece, indudablemente, por sus resultados y
por su espíritu, 7
el aplauso del país." ( )
UN MENSAJE DE ESPERANZA
PARA NUESTRA EPOCA
(257)
(
dar que como "sucedió en los días de Noé, eso mismo suce-
derá en la venida del Hijo del hombre. Porque así como
en los días anteriores al diluvio proseguían los hombres
comiendo y bebiendo, casándose y casando a sus hijos,
hasta el día mismo de la entrada de Noé en el arca, y
no pensaron jamás en el diluvio hasta que le vieron
comenzado, y los arrebató a todos: así sucederá en la
venida del Hijo del hombre." (°)
El hecho de que la Iglesia Adventista no se destaque
por la cantidad de fieles, no constituye un argumento
en contra de su verdadero valor, siendo que reúne las
condiciones señaladas por las profecías divinamente
inspiradas con respecto a la misión que la verdadera
Habría sido difícil que Jesucristo eligiera un ejemplo más elocuente
para representar el escepticismo que imperará en la época de su segun-
do y glorioso advenimiento. En el libro bíblico del Génesis se indica
claramente cuál fué la actitud de los prediluvianos, y cómo se salvaron
en el arca únicamente los miembros de la familia de Noé. De ese mis-
mo acontecimiento se ocupó también el apóstol San Pedro, diciendo que
"habían sido incrédulos en otro tiempo, cuando les estaba esperando a
penitencia aquella larga paciencia de Dios en los días de Noé, al fa-
bricarse el arca, en la cual pocas personas, es a saber, ocho solamente
se salvaron en medio del agua." (Epístola la. de S. Pedro 3:20.) No
solamente destacó Jesús que en los tiempos finales "se resfriará la ca-
ridad de muchos," sino que hizo alusión al escepticismo general cuando
dijo: "Pero cuando viniere el Hijo del hombre ¿os parece que hallará
fe sobre la tierra?" (Evangelio según S. Lucas 18:8.) Tales expresio-
nes desautorizan a los que preconizan la idea de que el cristianismo,
haciendo las veces de una levadura, irá leudando más y más a la masa
de la humanidad de modo que todos estén esperando a Jesucristo. El
apóstol San Pablo prenunció también las condiciones imperantes en el
mundo antes del segundo advenimiento de Cristo, diciendo: "Mas has
de saber esto, que en los días postreros vendrán tiempos peligrosos."
Y después de describir cuáles serían esos peligros, declara que "los
malos hombres y los impostores irán de mal en peor, errando y ha-
ciendo errar a otros." (Epístola lia. de S. Pablo a Timoteo 3:1, 13.)
(8) Id., 7: 13, 14.
(9) Id., 24:37-39.
UN MENSAJE DE ESPERANZA ... 265
rO de los enigmas que no ha podido ser resuelto por los que quieren
prescindir del testimonio de las Sagradas Escrituras, es cómo se
originó el ciclo semanal. Ningún fenómeno de la naturaleza, sea de la
tierra o del espacio, señala el ritmo de ese ciclo que es exactamente el
mismo entre todos los pueblos.
El gran enigma del origen del ciclo semanal y de su distribución
entre todos los pueblos no puede ser explicado por la hipótesis de que
aquéllos contaron siete cuerpos celestes, porque cualquier observador
puede señalar muchos más. Por otra parte, el hecho de que todos los pue-
blos defiendan el ciclo hebdomadario que comienza y finaliza en el mis-
mo dia, no puede ser una mera coincidencia. Los que se han ocupado de
esta cuestión, han reconocido que la semana representa una tradición
común de la humanidad.
obra que había hecho: y en el dia séptimo reposó o cesó de todas las obras
que había acabado. Y bendijo al día séptimo; y le santificó: por cuanto
había cesado en él de todas las obras que crió hasta dejarlas bien acaba-
das." (1)
Es de notar que a Adán no se le dice que observe el séptimo día a
partir del momento de la creación, sino que acepte por fe el día bende-
cido y santificado por el Creador, según cuyo testimonio es el séptimo.
No se trataba de un día de reposo cualquiera que representara una sépti-
ma parte del tiempo, sino un día definido, consagrado por el Creador al
culto. No era el día de un pueblo o de una raza en particular, porque
en Adán estaban representadas todas las razas y todos los pueblos que sur-
girían de su descendencia.
¿Cuál era el día de reposo establecido por el Creador? La respuesta
la dió Jesucristo, al decir en forma categórica: "El sábado se hizo para el
bien del hombre, y no el hombre para el sábado." (2)
El mismo nombre "sábado" tiene una etimología que significa reposo.
Ese mismo significado tenía para los pueblos más remotos. El erudito ar-
queólogo A. H. Sayce hace el siguiente comentario acerca de la actitud
(3) "Higher Criticism and the Veredict of the Monuments," pág. 74.
(4) Exodo 16: 24-28.
(5) Evangelio según S. Mateo 12: 12.
(6) Id., 24:20.
(7) Citado por Eusebio en "Praeparatio Evangélica."
LA TRANSFERENCIA DEL DIA DE REPOSO 273
IV antes de Cristo, se refirió a la santificación del mismo día. La más
antigua referencia de la literatura latina aparece en unos versos de
Tibvlo (54-19 A. O.
quien en sus "Elegías" (8) dice que se miraba
el dia de Saturno como sagrado. Dentro de la semana con dias denomi-
nados en forma planetaria, que pasó de Babilonia a Egipto y de allí a
Grecia y a Roma, el día de Saturno correspondía al sábado.
En el mundo greco-latino el tema de las hebdómadas o períodos de
siete días, interesó especialmente al polígrafo Varrón (116-27 a. de J. C).
Además de los escritores ya nombrados, se ocuparon del sábado los si-
guientes griegos y latinos Apiano, Aristóbulo, Ausonio, Demócrito, Casio,
:
(11) "Ad Nationes," libro I, cap. 13, citado por Migne en "Patrolo-
gía Latina," tomo L col. 650.
(12) "Contra Marcion," libro IV, cap. 12; obra citada, tomo n, col.
415.
(13) "Código de Justiniano," lib. m, tít. 12, párr. 2. Edición en
latín y castellano de García del Corral, intitulada "Cuerpo del Derecho
Civil Romano," tomo IV, pág. 333, Barcelona, 1892.
276 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
El tenor del edicto del emperador Constantino es tal que se re-
flejan sus ideas eminentemente heliolátricas o, al menos, el respeto
a las supersticiones paganas relacionadas con el culto del sol. El si-
guiente paso de importancia dado por Constantino para lograr sus fi-
nes, fué el de convocar el concilio ecuménico de Nicea, realizado en
el año 325. En ese primer concilio ecuménico realizado después de la
muerte de los apóstoles, triunfó la tesis que había sustentado el obis-
po Víctor de Roma hacía más de un siglo y que provocara la contro-
versia pascual. Según los acuerdos de ese concilio, la Pascua habría
de celebrarse en el domingo consecutivo al 14<? día de la luna nueva
en torno al equinoccio. Durante el concilio de Nicea el emperador Cons-
tantino había expresado: "No tengamos, pues, nada en común con la
muy hostil turba de los judíos." (14)
La exaltación oficial del día del Sol, con el nombre de día del
Señor o domingo, frente al verdadero día del Señor señalado por Je-
sús, puso a los cristianos defensores de la ortodoxia apostólica frente
a un problema similar al de los apóstoles San Pedro y San Juan quie-
nes, al ser intimados por las autoridades judías para que no siguie-
sen predicando, contestaron: "Juzgad vosotros si en la presencia de
Dios, es justo el obedecer a vosotros antes que a Dios, porque nosotros
no podemos menos de hablar lo que hemos visto y oído." (15)
Olvidando el ejemplo y la prédica de Cristo respecto al mandamien-
to que ordena el culto en el día sagrado de reposo prescrito desde la
creación para toda la humanidad, los innovadores escribieron despec-
tivamente del sábado motejándolo como día de los judíos. A tal pun-
to se llegó en esta cuestión, que el historiador eclesiástico Eusebio,
participante del concilio de Nicea, se expresó en los siguientes térmi-
nos en uno de sus comentarios exegéticos: "Todas las cosas que de-
bíamos hacer en el sábado, las hemos trasladado al día del Señor, pues-,
to que le corresponden más apropiadamente debido a que tiene pre-
cedencia y es primero en rango, y más honorable que el sábado ju-
dío." (16)
La cristiandad llegó a una de sus primeras encrucijadas cuando del
concepto ortodoxo de "sábado cristiano" y del dies solis pagano, se
pretendió pasar al nuevo y heterodoxo concepto de "sábado judío" y
"domingo cristiano." El domingo lleva todavía en alemán (sonntag)
y en inglés (sunday) el nombre de día del sol que denuncia su origen.
En algunos concilios se pretendió reforzar la exaltación del domingo
con desmedro del sábado. Entre ellos se destacó el concilio de Laodi-
cea del año 364, uno de cuyos cánones expresaba : "Que los cristia-
nos no deben judaizar ni estar ociosos en el día sábado; pero han de
honrar especialmente el día del Señor, y, como cristianos, si es posible,
no han de trabajar en ese día. Si, no obstante, persistieran en judai-
zar, que sean anatemas del nombre de Cristo." (17)
ENSAYO II
(15) "The Oíd and the New Testament Connected in th» Hittory
of the Jews," tomo I, pág. 322.
(16) Daniel 9: 25.
(17) Evangelio según S. Mateo 3:14, 15.
ETAPAS DE UX LAPSO DE 23 SIGLOS DE HISTORIA 285
l Cristo: y no será
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% !
i
n Í Antes d» C.
ssssz lli 1
1844
ción. "(4)
Como templo de Jerusalén estaba en ruinas en los días de Daniel,
el
se le anunció que pocos años después sería reconstruido. No obstante,
se le dió a conocer que el Santuario sería nuevamente destruido des-
pués que el pueblo judío rechazara al Mesías, lo cual aconteció en el
año 70 de la era cristiana. Por consiguiente, cuando se le dijo que
al fin de los 2.300 años, o sea en el año 1844, "será purificado el San-
tuario," no se hace referencia al templo de Jerusalén, ya que éste sería
derribado poco después de la muerte del Mesías. Tampoco podía refe-
rirse a la purificación de la tierra mediante el regreso de Cristo.
—
Al día siguiente del gran chasco del 22 de octubre de 1844 fecha
en la cual Guillermo Miller calculaba que podría tener lugar el regreso
—
de Cristo en gloria un fervoroso cristiano llamado Hiram Edson, fué
impresionado por una idea que modificaba fundamentalmente la in-
terpretación que había prevalecido durante los meses precedentes. Esa
idea definió lacónicamente el nuevo punto de vista en las siguientes
palabras: "El santuario que ha de ser purificado, está en el cielo."
Cuando ese concepto fué considerado por otras personas, se intensi-
ficaron las investigaciones respecto a las enseñanzas de las Sagradas
Escrituras acerca del simbolismo del Santuario, y así se despejó el
enigmático significado de la "purificación del Santuario" que menciona
el profeta Daniel.
EL SIMBOLISMO DE LAS CELEBRACIONES Y FESTIVIDADES
DE ISRAEL
La construcción de un santuario portátil o tabernáculo de parte del
pueblo de Israel, se remonta a la época del Exodo, antes que se es-
tablecieran en Palestina. Moisés expresa que mientras se hallaba sobre
el Sinaí, recibió la siguiente orden :"Y me fabricarán un Santuario,
y habitaré en medio de ellos. Le fabricaréis conforme en todo al di-
seño del Tabernáculo, que te mostraré ahora mismo, y de todos los
vasos para su culto."(5) En torno del año 970 a. de J. C. el rey Salo-
món comenzó la construcción del primer templo. Las dimensiones del
santuario eran las mismas que había registrado Moisés.
El Santuario se caracterizaba, en sus líneas generales, por dos com-
partimentos interiores: el santo y el santísimo, separados por un cor-
tinado especial. En el lugar santo estaban diversos objetos destinados
al culto diario. Dentro del compartimento santísimo, sólo se efectuaba
una ceremonia anual delante del arca que guardaba las dos tablas de
la Ley de Dios con los Diez Mandamientos.
minia, la cual tendrán siempre delante de sí. Mas los que hubieren sido
sabios brillarán como la luz del firmamento: y como estrellas por toda
la eternidad aquellos que hubieren enseñado a muchos la justicia o
la virtud." (23)
El fin del tiempo de gracia es aún una incógnita. La gracia divina
subsistirá mientras se siga predicando el Evangelio de arrepentimien-
to y anunciando en la tierra que ya ha llegado la hora del juicio pre-
vio al advenimiento remunerador y justiciero de Cristo. Pero, en el
reloj de la profecía se van marcando los momentos que preceden a la
hora duodécima. Nada se sabe respecto al instante cuando se realizará
la gran esperanza de los fieles de todos los tiempos. En su discurso pro-
f ético acerca de su regreso, Jesucristo dijo: "El cielo y la tierra pa-
sarán; pero mis palabras no fallarán. Mas en orden al día y a la
hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino mi Padre." (24)