Defensores Latinoamericanos

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*L&efenóoreó cjCatino americanos

de una Cjran ¿lóp eranza


DANIEL HAMMERLY DUPUY
Autor de "El Mundo del Futuro," "Aspectos de la Edad Ató-
mica," asi como de varias otras obras y nuvierosos trabajos,
y miembro de sociedades científicas y literarias de varios países.

^&efenóoreó oCatinoamericanoá
DE
UNA GRAN ESPERANZA

CASA EDITORA SUDAMERICANA


AVDA. SAN MARTIN 45SS, FLORIDA, F.C.N.G.B.M.
BUENOS AIRES. REPUBLICA ARGENTINA
SEGUNDA EDICION
259 MILLAR

ES PROPIEDAD
QUEDA HECHO EL DEPOSITO
QUE MARCA LA LEY

LIBRO DE EDICION ARGENTINA


PRINTED IN ARGENTINA
Indice

Cap. Pág.

Prefacio 7

1. Las dos cumbres de las esperanzas humanas . . 11

2. La orientación de las esperanzas cristianas ... 19

3. Los fundamentos de una esperanza


bienaventurada 25

4. La esperanza de la parusía en las catacumbas . . 30

5. El credo de Nicea y la gran esperanza 38

6. Los defensores de las tradiciones apostólicas . . 45

7. La crisis del fervor apostólico en Europa .... 58

8. La fe de los descubridores y colonizadores del


Nuevo Mundo 70

9. América colonial y la fe del chileno Manuel


Lacunza 79

10. La actitud del general Belgrano hacia la gran

esperanza 96

11. La fe del patricio argentino Ramos Mexía .... 115

12. Un divulgador de la esperanza entre los indios . . 125

13. Una esperanza discutida y recomendada 142

14. Desde San Martín y Artigas hasta Sarmiento y


Martí 154

(5)
6 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

Cap. Pág.

15. Repercusiones de la gran esperanza en Méjico . . 169

16. Las conclusiones coincidentes de los investiga-

dores v 184
17. La expectativa en Europa, Asia, Africa, América
y Oceanía 194

18. La revalorización de la gran esperanza 210

19. Una obra fundamental y de alcance mundial . . 217

20. Contribuciones a la realización de la magna


esperanza 235

21. Los ideales cristianos al servicio de la humanidad 246


22. Un mensaje de esperanza para nuestra época . . 257

APENDICE
1. La cuestión de la transferencia del día de reposo 271

2. Etapas de un lapso de 23 siglos de historia .... 279

3. Despejando el enigma de un juicio misterioso . . 289

Bibliografía 297
Prefacio

O ES la primera vez que el autor de esta obra escribe


1 * acerca del tema de la esperanza. Su libro "La Espe-
ranza Suprema de la Humanidad," editado en 1941, tuvo
tanta aceptación que fueron publicadas varias ediciones
que se agotaron en poco tiempo, porque enfocaba una
cuestión fundamental y de grandes proyecciones: la
justificación de la esperanza frente a la desorientación
mundial.
En el año 1944 publicó un trabajo enjundioso, que
apareció en dos tomos, titulado "Gestación y Nacimiento
de un Mundo Mejor." Al prefaciar esa obra, que contenía
la tesisde recepción del autor en la Academia de Letras
de Río Grande, Brasil, el distinguido escritor y moralis-
ta argentino, profesor Alberto Casal Castel, decía lo
siguiente en su último párrafo: "Hammerly Dupuy ha
revisado, detenidamente, la historia de las utopías, las
grandes esperanzas que yacen en el pasado, y nos da, en
estas páginas, donde todos podemos aprender algo, la
seguridad de que el triunfo del bien sobre el mal habrá
de constituir el gran acontecimiento del futuro. Su mis-
ma imagen de un mundo mejor, constituye la más vieja
utopía. Haberla actualizado, significa poner de nuevo
a la humanidad en el camino de la historia, en la historia
de su progreso ascendente, en la ascensión que de veras
deseábamos después de la nueva recaída."
Durante la segunda guerra mundial editamos la obra
"El Mundo del Futuro," que fué impresa, sucesivamente,
en Argentina, Chile, Brasil y los Estados Unidos. En ella
se analizaba la situación del mundo hasta llegar a la Edad

(7)
8 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Atómica, y se enfocaban nuevamente las grandes espe-
ranzas de la humanidad. El interés despertado por ese
trabajo, que vió primeramente la luz en Buenos Aires, se
manifestó por la gran demanda del mismo y por la
multitud de cartas recibidas por el autor, de todos los
países de América Latina. Aunque un buen porcentaje de
esa correspondencia se refería a algunos problemas cien-
tíficos mencionados por esa obra, muchas cartas demos-
traban interés por otras cuestiones vinculadas con el tema
de las mayores esperanzas de la cristiandad.
En respuesta a las preguntas de muchos lectores for-
muladas al autor, publicamos en 1951 la primera edición
de la obra "Aspectos de la Edad Atómica," en la cual
se estudia el anverso y el reverso de nuestra época, to-
mando en cuenta tanto la encrucijada planteada por la
amenaza de las armas atómicas, como las esperanzas
orientadoras que justifican una transformación del
mundo.
Muchas preguntas relacionadas con las obras pre-
cedentes quedaron por contestar con la debida amplitud.
No era posible satisfacer plenamente a los lectores dada
la limitación de las respuestas epistolares. Pero quedaba
el recurso ampliatorio de otro trabajo, que en este caso,
señala los vínculos de varios proceres de América con las
grandes corrientes de la historia y con la fe en la espe-
ranza que surgió como de un manantial inagotable en
los comienzos de nuestra era.
El propósito de esta obra podría expresarse, en cierto
modo, en los términos empleados por el autor cuando dice
en sus páginas: "La humanidad necesita una esperanza
en la cual esté vivo el germen del porvenir; una esperanza
que justifique el deseo de sobrevivir; una esperanza
genuina que permita entender y sobrellevar las realida-
PREFACIO 9

des del presente y que habilite al individuo para ser un


ciudadano del mundo del futuro. . .
."

Esta obra es la respuesta a las preguntas sinceras de


muchas personas de los países de América Latina, y está
destinada a satisfacer los interrogantes similares de los
lectores de otros países que se interesen en los asuntos
planteados bajo el título que viene a llenar un vacío en
la bibliografía: "Defensores Latinoamericanos de una
Gran Esperanza."

LOS EDITORES
PARTE I

La Mayor Esperanza del


Antiguo Mundo

CAPITULO 1

LAS DOS CUMBRES DE LAS ESPERANZAS


HUMANAS

A ESPERANZA late en el corazón de cada individuo,


•^en el seno de cada pueblo y en la trayectoria de cada
civilización. Las civilizaciones se derrumban, los pue-
blos decaen y los individuos sufren y fallecen cuando se
extingue en ellos la llama de la esperanza.
La historia de la humanidad se presenta jalonada por
etapas optimistas, realistas y pesimistas. Ese ciclo se ha
repetido tantas veces que, para no caer desde la ilusión
hasta la desilusión, se ha discutido la posibilidad de plani-
ficar los acontecimientos.
En todas las épocas y en casi todas las culturas se
ha manifestado el vivo deseo de planificar el futuro.
El hombre siempre se ha preguntado de dónde viene y
adonde va. Ha procurado descorrer el velo que oculta los
enigmas que se refieren a los orígenes y a los destinos.
El hombre culto de todos los tiempos se ha preguntado
cuál es el motivo remoto de su existencia y si es posible

(11)
12 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
darle a la vida y a la sociedad donde nació un sentido
racional que justifique la vida misma.
Los pueblos del Oriente primero, y los del Occidente
después, se han planteado vez tras vez las magnas cues-
tiones que inquietan todavía al hombre contemporáneo
que vive en medio de los grandes inventos de nuestra
época.
Cuando los filósofos griegos cavilaron y discurrieron
acerca de la vida del hombre y de la organización de los
pueblos, llegaron a concebir la sociedad perfecta, y habla-
ron del retorno a la edad de oro. A esa sociedad la supo-
nían pacífica, feliz y próspera. Bajo el influjo de las ideas
filosóficas, algunos pensadores griegos llegaron a conce-
bir que lo utópico no pertenecía al plano de lo imposi-
ble sino de lo probable. La esperanza de encontrar el
lugar donde se viviera la vida perfecta, gestó la expedi-
ción de Sartorius, en busca de la Isla de los Bienaven-
turados.
Las esperanzas utópicas casi siempre van seguidas por
la triste secuela de la desilusión. Siendo producto de
la imaginación humana, la utopía puede exaltarse por el
entusiasmo, pero se desvanece ante la realidad como el
esplendor del meteorito que deja su trazo luminoso fren-
te al cielo oscuro, mientras se consume en su fugaz tra-
yectoria.
Apesar de las frecuentes desilusiones de la huma-
como los del Occiden-
nidad, tanto los pueblos del Oriente
te conocieron una esperanza multimilenaria que, en
la noche misma de la historia, anunciaba un glorioso
amanecer. Las fuentes de esa esperanza son dos. Una
se remonta a la aurora del mundo cuando el hombre,
habiendo caído de su primigenia perfección, recibió el
primer anuncio de la humanación del Redentor. Ade-
LAS DOS CUMBRES DE LAS ESPERANZAS 13

más de esa tradición, que llegó a ser patrimonio de to-


dos los pueblos que forman la humanidad, hubo una
nación que surgió después de milenios y cuyos profetas
auténticos prenunciaron repetidamente la aparición del
Mesías o Cristo.
La esperanza de la humanación del Mesías se destacó
claramente mediante aquellas profecías mesiánicas abar-
cadas en el Antiguo Testamento, libro que contiene
las predicciones sagradas desde Moisés hasta Malaquías.
Esas profecías, de carácter preciso, constituían un cúmulo
de promesas que se erguían como un monte sobre el hori-
zonte de la antigüedad.
¿Qué decían los pueblos acerca de la gran esperanza
que se acariciaba en aquellos tiempos? El historiador
Tácito, al escribir acerca de su época dijo: "Era universal
la creencia en antiguas profecías, según las cuales el
Oriente iba a prevalecer y que de la Judea saldrían los
señores del mundo." (*) Otro historiador latino, Sueto-
nio, expuso la misma idea, al escribir: "Todo el Oriente
resonaba con la antigua y constante opinión de que el
destino había decretado que, en esta época, la Judea
daría señores al universo." ( 2 ) Las enseñanzas de Platón
evidencian que una creencia semejante latía también
en Grecia: augura que los dioses enviarían un hijo a la
tierra para que los hombres supieran cómo adorar.
La esperanza de un enviado providencial de parte de
Dios tenía simples contornos tradicionales entre todos

(1) "Historia" de Tácito, 1, V, núm. 13.

(2) "Historia de Vespasiano," por Suetonio, núm. IV. El escéptico


Voltaire quedó sorprendido al comprobar que la esperanza mesianica fué
conocida de casi todos los pueblos antes de nuestra era, por lo cual es-
cribió "De tiempo inmemorial existía entre indios y chinos la creencia
:

de que el Sabio vendría del Occidente. La Europa, al contrario, decia


que el Sabio vendría de Oriente." (Citado por P. A. HUlaire en "La
Religión Demostrada," pág. 184, Ed. Buenos Aires, 1924.)
14 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
los pueblos. Eran muchos los que pensaban en los mismos
términos que Platón puso en los labios de Alcibíades:
"Tengo un deseo ardiente de conocer a ese personaje; . . .

venga, pues, y cuando haya venido, haremos nuestros


ofrecimientos a Dios." Tales fueron las palabras que se
le atribuyen en respuesta a las sorprendentes palrbras
de Sócrates: "Hay que esperar que alguien venga a
instruirnos acerca de la manera como debemos portarnos
con los dioses y con los hombres."
Los profetas de Israel definieron de un modo claro el
motivo de la misión que cumpliría el enviado divino.
El Mesías aparece en las páginas proféticas del Antiguo
Testamento con caracteres excepcionales, y el Nuevo Tes-
tamento demuestra que Jesús fué el Cristo o Mesías.
Jesucristo es, indiscutiblemmente, la mayor figura
de la historia. Ese hecho ha sido reconocido por la huma-
nidad al dividir la historia mediante un meridiano incon-
fundible que enfoca la figura del Maestro con un "antes
de Cristo" y un "después de Cristo."
El momento histórico de la vida de Jesús, estableció
nuevas orientaciones para los más diversos aspectos de
la vida. Antes de Cristo, el mundo pagano estaba es-
tratificado en castas sociales; el trabajo era desprecia-
do y pesaba como un yugo sobre los esclavos; pero Je-
sús dignificó el trabajo con sus manos en la carpinte-
ría de Nazaret y, de ese modo, la levadura de su ejem-
plo estaba llamada a transformar los conceptos erró-
neos de la vida y del trabajo.
Antes de Cristo jio había derechos para los niños, y
las mujeres eran mantenidas a distancia de toda acti-
vidad intelectual, pues se las consideraba como simples
juguetes de las pasiones de los hombres; pero Jesús de-
dicó algunas de sus mejores enseñanzas a las mujeres
LAS DOS CUMBRES DE LAS ESPERANZAS 15

y dignificó igualmente a los niños, a pesar de los pre-


juicios de sus propios discípulos, a quienes dijo: "De-
jad en paz a los niños, y no les estorbéis de venir a
mí; porque de los que son como ellos es el reino de los
3
cielos." ( )

Aunque resulta evidente la importancia de la actua-


ción de Jesús en el plano social —y bastaría ese solo as-
pecto para considerarlo como la personalidad más in-
fluyente de la historia, —fué la religión, tanto en sus
aspectos prácticoscomo dogmáticos, el verdadero campo
de sus actividades y de su prédica orientadora.
La misión de Jesús es difícil de interpretar si no se
toma en cuenta lo que se enseña en la primera parte de
las Sagradas Escrituras, conocida como el Antiguo Tes-
tamento. Esa colección de libros sagrados, que fué cus-
todiada por el pueblo de Israel, contiene los escritos de
Moisés y de los profetas. En sus páginas se encuentran
las llamadas profecías mesiánicas, que anuncian cuáles
serían las características de un enviado de la Divinidad
a la humanidad, al que se le da el nombre hebreo de
Mesías, que significa Ungido, y que en la versión Sep-
tuaginta aparece con el nombre griego de Cristo. El
significado del nombre Jesús es el de Salvador.
La actuación del Mesías o Cristo, claramente seña-
lada por los profetas de Israel, se cumpliría en dos eta-
pas. Primeramente se humanaría para proclamar el
amor de Dios, sería perseguido y maltratado y hasta

(3) Esta referencia a las Sagradas Escrituras, que se encuentra en


el Evangelio según San Mateo, capítulo 19 y versículo 14, así como las
otras que se mencionen en esta obra, salvo indicación contraria, son co-
piadas de la Sagrada Biblia, versión de la Vulgata Latina al castellano,
efectuada por el Obispo Félix Torres Amat, editada con autorización ecle-
siástica en la ciudad de Buenos Aires, en el año 1943.
16 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
se le quitaría la vida tres años y medio después de
haber iniciado su ministerio público; pero habría de
resucitar, para retornar a la diestra del Padre Eterno.
La segunda etapa de la misión del Cristo, se cumpliría
en un momento cuando los seres humanos, envueltos
por la corrupción y la violencia por haberse apartado
de las enseñanzas del Maestro, harían necesaria la in-
tervención de la Divinidad en los destinos de la hu-
manidad: esa intervención la produciría el retorno del
Cristo, con poder y gloria, con el propósito de premiar
a los piadosos y de producir la resurrección de los fie-
les de todos los tiempos.

La mayor paradoja de la historia reside en el hecho


de que elpueblo de Israel, depositario de las profecías
mesiánicas que contenían los libros sagrados, no quiso
reconocer en Jesús al Mesías y lo hizo condenar con la
muerte ignominiosa de la crucifixión. No hay forma
de explicar ese rechazo tan cruento. Por otra parte, el
profeta Isaías lo había prenunciado según se lee en el
capítulo 53 de su libro. También el profeta Daniel en
su capítulo 9, señaló, con cinco siglos de antelación,
cuándo comenzaría el ministerio de Cristo y en qué
año lo condenarían a muerte.
Influyeron en la ceguera del pueblo de Israel de los
días de Jesús, algunos factores ambientales. Desde el
momento cuando cayeron bajo el yugo de Roma suspi-
raron por el día de la venganza. En efecto, en el año
63 antes de la Era Cristiana, Pompeyo entró en la ciu-
dad de Jerusalén y profanó con su presencia el santua-
rio del famoso templo. Ese hecho provocó la indigna-
ción popular y los sacerdotes y maestros israelitas die-
ron preferencia a la lectura de las profecías que se re-
ferían al Mesías en su carácter de rey justiciero. De
LAS DOS CUMBRES DE LAS ESPERANZAS ... 17

esa manera, en lugar de recordar el primer advenimien-


to del Ungido, ansiaron la llegada del Mesías libertador,
que corresponde a su segundo advenimiento. La hiper-
trofia de los sentimientos nacionalistas ofuscó al pueblo
hebreo en su odio en contra de los romanos, y no pu-
dieron reconocer en Jesús el carácter del Mesías con
cetro de hierro que se habían imaginado.
Jesús aparece como la encrucijada de la historia.
Fué rechazado por el sacerdocio israelita obnubilado
por las pasiones, mientras era aceptado como el Maestro
por las multitudes sedientas de paz interior y hambrien-
tas de la verdadera justicia. El cristianismo se funda
en el reconocimiento de que Jesús es el Cristo, enviado
por el Padre, y, por esa razón, se ha consagrado el nom-
bre dual de Jesucristo.
¿Satisfizo el Mesías todos los anhelos expresados por
las esperanzasde la humanidad? Si su prédica fué una
cumbre no superada, si ella contenía la solución de los
problemas humanos, fué también la cúspide que permi-
tió a los hombres la contemplación de un nuevo hori-
zonte sobre el cual se destaca nítidamente la silueta
promisoria. La prédica de Cristo, aunque tuvo un sen-
tido de aplicación social inmediata, que rompía los vie-
jos moldes de una sociedad esclavista y sin caridad, se
destacó por la primacía que le dió a lo trascendente,
por el jalonamiento de las etapas que debían recorrerse
antes de que la humanidad llegara en su peregrinación
al monte de la transfiguración que ha sido y debe ser
la esperanza de todos los pueblos de la tierra.
Un distinguido escritor sudamericano, GustavoM.
Zuviría, director de la Biblioteca Nacional de
Buenos Ai-
res, conocido como autor por el seudónimo de Hugo
Wast, al enfocar las grandes esperanzas de la humani-
2—D. L. de una G. E.
18 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
dad, escribió las siguientes reflexiones: "La promesa del
Mesías y el anuncio del reino universal, son los dos po-
los alrededor de los cuales gira el inmenso mundo de
las Sagradas Escrituras, desde el Génesis hasta el Apo-
calipsis. El Mesías vino, los judíos no creyeron y lo
crucificaron y hoy los cristianos se asombran de aque-
lla incredulidad. ... ¿Se nos imputará algún día a nos-
otros incredulidad equivalente pero a la inversa?" 4 )
Efectivamente, los dos polos de las grandes esperan-
zas de la humanidad subsisten como el eje de los gran-
des acontecimientos trascendentes. Uno de esos polos
ya ha sido explorado, porque pertenece a la historia:
el primer advenimiento del Mesías. El otro polo se co-
noce por la revelación, pero pertenece todavía al mun-
do inexplorado del futuro: el segundo advenimiento de
Cristo, según su propio anuncio y el de los antiguos
profetas que descorrieron el velo del porvenir. Así co-
mo los exploradores del polo antártico descubrieron un
gran monte en el séptimo continente, de la misma ma-
nera, a medida que la humanidad se aproxime al segun-
do polo de las esperanzas largamente acariciadas, irá
descubriendo sobre el horizonte nuevos motivos para
albergar una fe sólida y bien fundada, en medio de una
época que se caracteriza por su escepticismo respecto a
lo trascendente.

(4) "El Sexto Sello," págs. 158. 159, Buenos Aires, 1941.
CAPITULO 2

LA ORIENTACION DE LAS ESPERANZAS


CRISTIANAS

AS profundas raíces de las esperanzas cristianas se


Li remontan hasta los mismos comienzos de la lucha
entre el bien y el mal. La prédica de Jesucristo fué co-
mo la flor y el fruto de las antiguas verdades expre-
sadas por los profetas, que anunciaron el triunfo de-
finitivo del bien sobre el mal, cuando se restaurará la
perfección del mundo original.
A de Israel les tocó la misión
los antiguos profetas
de pintar el cuadro realista de lo que habría de suce-
der como consecuencia de la actuación de los seres hu-
manos y, por otra parte, en sus vetustos pergaminos
se puede leer el prenuncio optimista de lo que aconte-
cería como consecuencia del primero y del segundo ad-
venimientos de Cristo: dos grandes esperanzas de la
humanidad.
El primer advenimiento de Cristo respondía a una
misión redentora. Además, debía orientar al hombre por
el sendero de la rectitud, que no está fundado en el te-
rror sino en el amor a Dios como Padre amantísimo.
La exaltación del amor altruista significó una revalo-
ración de la personalidad humana. Por esa razón el
Maestro mostró la solución de los problemas del indi-
viduo, de la sociedad y de la humanidad.
Jesús resolvió los grandes problemas del individuo
al señalar su relación con el mundo de los valores

(19)
20 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
universales. En efecto, aclaró en el famoso Sermón de
la Montaña diez asuntos fundamentales para la vida
religiosa: quiénes serán los ciudadanos del reino
1)
de Dios; 2) perpetuidad de la Ley; 3) la naturaleza
la
espiritual del Decálogo; 4) el remedio contra la hipo-
cresía; 5) la confianza en la providencia de Dios; 6) la
cuestión de no juzgar a los demás; 7) la disposición de
Dios a bendecir; 8) la norma de conducta del cristiano;
9) la responsabilidad individual de la vida en relación
con los dos destinos; 10) la diferencia entre la mera
profesión y la obediencia.
Jesucristo orientó la solución de los problemas so-
ciales al dignificar la posición de la mujer, cuya in-
fluencia es esencial en la familia, que es el verdadero
fundamento de la sociedad. Inspiró, también, la pro-
tección del débil, que se ha traducido en hospitales,
asilos y Nadie, antes de Cristo, llegó a
orfanatorios.
enunciar la famosa regla de oro, que resuelve todas las
relaciones humanas mediante una fórmula positiva:
"Tratad a los hombres de la misma manera que quisie-
rais que ellos os traten a vosotros." C 1 ) Zoroastro, Con-
fucio y los autores hindúes del Mahabarata creían que
habían llegado a la fórmula suprema mediante la re-
gla de plata, que prescribe el no hacer a los demás lo
que no quisiéramos que se nos hiciese a nosotros. Por
eso el Oriente ha asumido a lo largo de la mayor parte
de su historia una actitud negativa y estática, mientras
el Occidente, donde se divulgó el cristianismo, ha hecho
frente a los problemas en forma positiva y dinámica,
aunque los pueblos, lamentablemente, no han sido siem-
pre consecuentes con la esencia de la caridad cristiana.

(1) Evangelio sagún S. Lucas 6: 31.


LA ORIENTACION DE LAS ESPERANZAS ... 21

El Maestro anunció en sus discursos proféticos la


solución de los problemas de la humanidad. Muchos
de esos problemas, agravados por el progresivo aban-
dono de los principios cristianos en las relaciones in-
ternacionales de los pueblos, han puesto a la humani-
dad frente a la amenaza de su autodestrucción mediante
el empleo de las armas ultramodernas. Einstein y otros
pensadores que han forjado la edad atómica, han ex-
presado su espanto por las posibilidades del aniquila-
miento y del exterminio de la humanidad. Nunca an-
tes los seres humanos se han encontrado frente a una
situación tan grave; pero es en medio de esta hora
oscura cuando resplandece la esperanza de la interven-
ción de la Divinidad en los destinos de la humanidad,
tal como fué anunciada por Jesucristo. En sus discur-
sos proféticos, el Maestro describió las condiciones que
imperarían en este planeta antes de su regreso justi-
ciero.
No hay mayor estímulo para fomentar la acción be-
néfica y que el inspirado por el ejemplo y
altruista
la prédica de Jesucristo; pero el Maestro no predicó
que su enseñanza sería una levadura que iría mejoran-
do al mundo en forma paulatina hasta que la fe cris-
tiana reinara plenamente: él previo, y así lo anunció,
que la gran mayoría transitaría por el camino ancho de
la perdición, mientras una ínfima minoría seguiría sus
huellas por el sendero estrecho que conduce a la vida
eterna.
Eri las enseñanzas de Cristo vibra la esperanza de
una transformación definitiva del mundo. El cuadro op-
timista de la humanidad perfecta y feliz es pintado con
vivos colores en la prédica de Jesús, contenida en los
Evangelios y en las visiones apocalípticas del libro de
22 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
la Revelación, que recuerdan las escenas prenunciadas
por Isaías acerca de la transfiguración de la vida hu-
mana sobre este planeta.
La orientación de las esperanzas cristianas resulta
cristalinaen la prédica de Jesús: "No se turbe vuestro
corazón. Pues creéis en Dios, creed también en mí. En
la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; que si
no fuese así, os lo hubiera yo dicho. Yo voy a preparar
lugar para vosotros. Y cuando habré ido, y os habré
preparado lugar, vendré otra vez, y os llevaré conmigo,
para que donde yo estoy, estéis también vosotros." ( 2 )
La promesa del segundo advenimiento de Cristo es-
taba condicionada en cierto modo a su resurrección.
Según la profecía de Daniel, se le quitaría la vida al
Mesías sólo tres años y medio después de haber inicia-
do su prédica y, según el profeta Isaías, el Redentor
sería condenado a muerte, aunque, después de haber
sido sepultado, retornaría a la vida y contemplaría el
fruto de su labor. Para que esto fuese posible, el Cristo
debía resucitar.
La resurrección permitiría identificar al Mesías de
un modo inconfundible. Por esta razón, durante su
prédica Jesús hizo varias réferencias a ese evento ex-
traordinario, destacando el motivo de sus prenuncios
al decir: "Yo os lo digo ahora antes que suceda, a fin
de que cuando sucediere, os confirméis en la fe." ( 3 )
La muerte expiatoria del Cristo y su resurrección apa-
recen en las páginas de los Evangelios como algo indu-
bitable, que demuestra la realidad del mesianismo de
Jesús.

(2) Evangelio según S. Juan 14: 1-3


(3) Evangelio según S. Juan 14: 29.
LA ORIENTACION DE LAS ESPERANZAS ... 23

El cristianismo no está fundado sobre los despojos


de un gran hombre sino sobre la tumba vacía del que
dijo: "Yo soy la resurrección y la vida: quien cree en
mí, aunque hubiere muerto, vivirá; y todo aquel que
vive y cree en mí no morirá para siempre. ." ( 4 )
. .

La esperanza justiciera de la resurrección de la carne


está fundada en la resurrección misma del que prome-
tió resucitar a los muertos. Por tal motivo, el vigor de
la dialéctica del apóstol San Pablo se expresó en los
siguientes términos: "Mas si Cristo no resucitó, luego
vana es nuestra predicación, y vana es también vuestra
fe."( B )
La esperanza de la resurrección de los muertos,
fundada en la prédica y en la resurrección de Jesucris-
produjeron en Jerusaíén, donde se habían reunido los
peregrinos de las más apartadas regiones para celebrar
la Pascua. Los peregrinos fueron sorprendidos por la
crucifixión ordenada por Poncio Pilato bajo la presión
de los que no querían reconocer que Jesús era el Cris-
to y se enteraron después del pavor de los soldados ro-
manos que habían sido testigos de la resurrección.
Ocupando el lugar de los escépticos de todos los si-
glos que hubiesen deseado ver con sus propios ojos, y
palpar con sus manos la realidad del retorno a la vida
del Cristo que había muerto en la cruz, estaba Santo
Tomás: él quiso meter sus dedos en las llagas de Jesús
para certificar que estaba verdaderamente en presencia
del Cristo resucitado y no de un espíritu incorpóreo.

(4) Evangelio según S. Juan 11:25, 26.


(5) Epístola I o los Corintios 15: 14.
24 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

El punto convergente de la mayor parte de las es-


peranzas cristianas se halla en el segundo advenimiento
de Jesucristo, según fué prometido frecuentemente por
él mismo durante su prédica orientadora.
CAPITULO 3

LOS FUNDAMENTOS DE UNA ESPERANZA


BIENAVENTURADA

JESUCRISTO explicó a sus discípulos y apóstoles cuál


sería el propósito de susegundo advenimiento. La
trascendencia de su regreso a la tierra impresionó pro-
fundamente a sus apóstoles. Aun cuando el Maestro
había indicado cuáles serían las señales que precederían
a su gloriosa aparición, no concretó cuántos años ha-
brían de transcurrir hasta ese evento. Por esa razón,
sus discípulos buscaban una aclaración preguntándole
si en ese tiempo.
se restituiría el reino
La respuesta de Jesús insinúa la idea de que no
les correspondía saber con precisión cuándo tendría
lugar el gran acontecimiento. Les indicó que debían
permanecer en la ciudad que había de presenciar su mar-
tirio, hasta que fuesen investidos de poder de lo alto,

y que entonces debían ser sus testigos hasta los con-


fines de la tierra. He aquí sus últimas palabras, pro-
nunciadas cuarenta días después de haber resucitado:
"No os corresponde a vosotros el saber los tiempos y
momentos que tiene el Padre reservados a su poder
soberano: Recibiréis, sí, la virtud del Espíritu Santo,
que descenderá sobre vosotros, y me seréis testigos en
Jerusalén, y en toda la Judea, y Samaría, y hasta el
cabo del mundo. Dicho esto, se fué elevando a vista de
ellos por los aires, hasta que una nube le encubrió a
sus ojos. Y estando atentos a mirar cómo iba subién-

(25)
26 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

dose al cielo, he aquí que aparecieron cerca de ellos


dos personajes con vestiduras blancas. Los cuales les
dijeron: Varones de Galilea, ¿por qué estáis ahí parados
mirando Este Jesús, que separándose de vos-
al cielo?
otros se al cielo, vendrá de la misma suerte
ha subido
que le acabáis de ver subir allá."( x )
La quedó fundada en Jerusalén, donde vivían
Iglesia
los testigosde la muerte, resurrección y ascensión
de Cristo. Los acontecimientos extraordinarios del día
de Pentecostés demostraron que los apóstoles estaban
investidos de un poder especial para cumplir con la
misión evangelizadora que les había confiado el Maes-
tro. Las evidencias de que Jesús era el Mesías eran ta-
les que miles de personas abrazaron la fe cristiana al
escuchar la prédica de los apóstoles.
Las enseñanzas de Jesucristo fueron conocidas como
las "Buenas Nuevas" o "Evangelios," que fueron compi-
lados separadamente por San Mateo, San Marcos, San
Lucas y San Juan. Los discursos de Jesucristo regis-
trados en esas páginas, destacan la importancia del se-
gundo advenimiento del Mesías. La misma esperanza
se halla reflejada con toda claridad en las epístolas apos-
tólicas.

Bajo clima de las primeras persecuciones de los


el
cristianos por los judíos, el apóstol San Pedro instaba
a los creyentes a tener "perfecta esperanza en la gracia
que se os ofrece, hasta la manifestación de Jesucris-
to." ( 2 ) Pero el apóstol, sabiendo que habrían de sur-
gir los que se mofarían de la gran esperanza de los cris-
tianos, escribió esta advertencia: "Estando ciertos ante

(1) Los Hechos de los Apóstoles I: 7-11.


(2) Epístola I de S. Pedro 1:13.
LOS FUNDAMENTOS DE UNA ESPERANZA ... 27

todas cosas, de que vendrán en los últimos tiempos im-


postores artificiosos, arrastrados de sus propias pasiones,
diciendo: ¿Dónde está la promesa o el segundo adveni-
miento de éste?: porque desde la muerte de nuestros
padres o patriarcas, todas las cosas permanecen del mo-
do mismo que al principio fueron criadas." "Pero vos-
otros, queridos míos, no debéis ignorar una cosa, y es
que un día respecto de Dios es como mil años, y mil
años como un día."( 3 )
El apóstol San Pablo, que según antiguas tradicio-
nes fué condenado a muerte el mismo día que San Pe-
dro por el emperador Nerón, destacó en sus discursos
y en sus epístolas el profundo significado del segundo
advenimiento de Cristo. Para él, el plan de salvación
culminaba en ese glorioso acontecimiento: "Porque lá
gracia del Dios, salvador nuestro, ha iluminado a todos
los hombres, enseñándonos, que renunciando a la impie-
dad y a las pasiones mundanas, vivamos sobria, justa y
religiosamente en este siglo, aguardando la bienaven-
turanza esperada, y la venida gloriosa del gran Dios y
salvador nuestro Jesucristo, el cual se dió a sí mismo por
nosotros, para redimirnos de todo pecado, purificarnos
y hacer de nosotros un pueblo particularmente consa-
grado a su servicio y fervoroso en el bien obrar." 4 )
Mientras San Pablo esperaba en los ergástulos de
Roma el momento de su condena a muerte, refirmó su
fe adventista al dirigir sus últimas líneas a Timoteo,
a quien le dijo: ". Que yo ya estoy a punto de ser
. .

inmolado, y se acerca el tiempo de mi muerte. Comba-


tido he con valor, he concluido la carrera, he guardado
la fe. Nada me resta sino aguardar la corona de justi-

(8) Epístola II de S. Pedro 3:3, 4, 8.


(4) Epístola de S. Pablo a Tito 2:11-14.
28 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
cia me está reservada, y que me dará el Señor en
que
aquel día como justo juez, y no sólo a mí, sino también
a los que llenos de fe desean su venida." ( 6 )
Según el apóstol San Juan, la fe adventista es una
esperanza cristiana que tiene un efecto santificador
"Mirad qué tierno amor hacia nosotros ha tenido el
Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios, y lo
seamos en efecto. Por eso el mundo no hace caso de nos-
otros, porque no le conoce, a Dios nuestro Padre. Ca-
rísimos, nosotros somos ya ahora hijos de Dios; mas lo
que seremos algún día no aparece aún. Sabemos sí que
cuando se manifestare claramente Jesucristo, seremos
semejantes a él en la gloria, porque le veremos como
él es. Entretanto, quien tiene tal esperanza en él, se
santifica a sí mismo, así como él es también santo." (
6
)

Durante años después de


el siglo apostólico, catorce
la ascensión de Cristo, se efectuó el primer concilio ge-
neral de la Iglesia Cristiana. Las sesiones tuvieron lu-
gar en Jerusalén, la iglesia madre, para definir la po-
sición que debía asumir respecto a las controversias
que habían surgido en Antioquía en torno de ciertos
ritos judaicos. Entre los que acudieron y participaron
en las deliberaciones se destacaron San Pedro y San
Pablo. Este, escribiendo a los gálatas, hizo alusión a ese
concilio, y al dirigirse a los efesios les mostró la impor-
tancia de conservar la unidad, tan esencial para man-
tener la integridad de la fe: "Solícitos en conservar la
unidad del espíritu con el vínculo de la paz, siendo un
solo cuerpo y un solo espíritu, así como fuisteis llama-
dos a una misma esperanza de nuestra vocación. Uno es

(5) Epístola II de S. Pablo a Timoteo 4: 6-8.


(6) Epístola I de 5. Juan 3:1-3.
LOS FUNDAMENTOS DE UNA ESPERANZA 29

el Señor, una la fe, uno el bautismo; uno el Dios y


Padre de todos, el cual es sobre todos, y gobierna todas
las cosas, y habita en todos nosotros." ( 7 )

La unidad en la fe era posible gracias a la unidad en


la doctrina expresada en las "Sagradas Escrituras" y
aclarada por el Maestro. Cristo mismo expresó en una
ferviente oración intercesora: "Yo les he comunicado
tu doctrina, y el mundo los ha aborrecido, porque no son
del mundo, así como yo tampoco soy del mundo. No
te pido que los saques del mundo, sino que los preserves
del mal. Ellos ya no son del mundo, como ni yo tampoco
soy del mundo. Santifícalos en la verdad. La palabra
tuya es la verdad misma. Así como tú me has enviado al
mundo, así yo los he enviado también a ellos al mun-
do."(<>)
Unidos por una misma fe y una misma esperanza,
los apóstolesy los discípulos de Jesucristo aceptaron la
misión evangélica que se les había confiado y propaga-
ron en toda su pureza la doctrina cristiana. En el cur-
so de una generación predicaron el mensaje de salva-
ción en Asia Menor, Grecia, Roma, Egipto, Etiopía, Ar-
menia, Mesopotamia, Persia y hasta la India. De esa
manera la esperanza del retorno de Cristo con poder y
gloria fué propagándose por todo el mundo conocido.
Ya llegaría el día cuando Colón, deseoso de propagar
el Evangelio, procuraría acortar la ruta hacia Cipango,
y descubriría el Nuevo Mundo.

(7) Epístola de S. Pablo a loa Efesios 4: 3-6.


(8) Evangelio según S. Juan 17: 14-18.
CAPITULO 4

LA ESPERANZA DE LA PARUSIA EN
LAS CATACUMBAS

T^L PAGANISMO combatió con creciente agresividad


-*- J
Desde los días
a los que aceptaban la fe de Cristo.
de Nerón, cuando se propagó el infundio de que los
cristianos eran los culpables del incendio de Roma, se
inició una larga serie de persecuciones.
Muchos años después del martirio de San Pedro y
San Pablo, sacrificados durante el período neroniano,
el apóstol San Juan fué confinado en la isla de Patmos
por el emperador Domiciano. Habiendo sido el menor
de los apóstoles, se transformó en el veterano de cuan-
tos habían conocido personalmente a Jesús. Con el
correr de los años comenzó a circular el rumor de que
este apóstol no habría de morir porque sobreviviría
hasta el segundo advenimiento de Cristo, error que
fué refutado por San Juan en el cuarto Evangelio.
Cuando el apóstol San Juan se refirió a la frase de
Jesús que había sido tergiversada para argumentar en
favor del inmediato retorno de Cristo, explicó que el
Maestro le había anunciado al apóstol San Pedro en
qué forma habría éste de morir, y que San Pedro, vien-
do que San Juan se acercaba, preguntó: "Señor ¿qué
será de éste? Respondióle Jesús: Si yo quiero que así
se quede hasta mi venida, ¿a ti qué te importa? tú
sigúeme a mí. Y de aquí se originó la voz que corrió
entre los hermanos, de que este discípulo no moriría.

(30)
LA ESPERANZA DE LA PARUSIA EN LAS 31

Mas no le dijo Jesús: No morirás; sino: Si yo quiero


que así se quede hasta mi venida, ¿a ti qué te importa?
Este es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas,
y las ha escrito; y estamos ciertos que su testimonio
es verdadero/'í 1 )
La importancia que se le da al segundo advenimien-
to de Cristo en el Nuevo Testamento queda evidenciada
por el hecho de que se menciona 380 veces ese futuro

acontecimiento. Esto significa que la fe adventista tiene


en esas páginas del canon bíblico tal trascendencia que
de cada veinticinco versículos, uno se dedica a la consi-
deración de la gran esperanza cristiana.
La cuestión del tiempo de su aparición fué enfocada
por Cristo mismo en su famoso discurso profético del
capítulo 24 del Evangelio según S. Mateo, donde se
emplea dos veces la palabra "parusía," término griego
que significa "presencia." Esa expresión figura catorce
veces en el Nuevo Testamento. Una de ellas está en
los escritos de San Juan. Este, después de referirse a
los que pretendían seducir a los cristianos con doctri-
nas ajenas al Evangelio, concluyó con la siguiente re-
comendación alusiva al retorno de Cristo: "En fin, hi-
jitos míos, permaneced en él: para que cuando venga,
estemos confiados, y que al contrario no nos hallemos
confundidos por él en su venida." 2 )
Las señales del segundo advenimiento que Jesús
monte de las Olivas fueron
dió a los discípulos sobre el
ampliadas aún más a través del Apocalipsis o Revelación
hecha al apóstol San Juan en la isla de Patmos. En las
páginas apocalípticas se describen los acontecimientos

(1) Evangelio según S. Juan 21: 21-24.


(2) Epístola I de S. Juan 2: 28.
32 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

humanos que se sucederían en el curso de la historia,


antes que pudiera presenciarse el siguiente cuadro del
retorno de Cristo: "Mirad cómo viene sentado sobre
las nubes del cielo, y verle han todos los ojos, y los mis-
mos verdugos que le traspasaron o clavaron en la cruz.
Y todos los pueblos de la tierra se herirán los pechos
al verle." 3
) En el Apocalipsis no se presenta la con-
versión al cristianismo de todos los habitantes de la tie-
rra, sino la promulgación del "Evangelio eterno" a "toda
nación, tribu, lengua y pueblo," realizada la cual ten-
drá lugar gran acontecimiento anunciado por los an-
el
tiguos profetas de Israel, por Jesús mismo, por los após-
toles y por los discípulos: el segundo advenimiento de
Cristo.

El Apocalipsis, escrito en pleno período de persecu-


ciones, tiene palabras de aliento para los que están dis-
puestos a padecer el martirio antes que renunciar a la
fe cristiana. Por eso Cristo se presenta como el que
vive, aunque había muerto, como el gran resucitado
que anuncia las tribulaciones; pero que estimula a la
fidelidad mediante la promesa de la retribución final:
"Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida
4
eterna." ( )

La esperanza
adventista es la nota tónica del famoso
libro profético del Apocalipsis o Revelación. El penúl-
timo versículo apocalíptico contiene la reiteración de la
promesa de Cristo de retornar al mundo y la plegaria
que expresa el anhelo y la fe de San Juan en el cumpli-
miento de esa promesa: "El que da testimonio de estas
cosas dice: Ciertamente yo vengo luego. Así sea. Ven

(3) Apocalipsis 1:7.


(4) Apocalipsis 3: 10.
LA ESPERANZA DE LA PARUSIA EN LAS ... 33

¡oh Señor Jesús!" 6


) Con esas palabrasque anteceden
al saludo apostólico final, se cierra el canon de la
Santa Biblia.
Casi veinte siglos han transcurrido desde que el
vasto Imperio Romano se estremeció con el grito de
esperanza que se profirió en Jerusalén y que retumbó
de aldea en aldea, de ciudad en ciudad y de país en
país: "¡Maran Atha!" Ese grito, transformado en sa-
ludo de los cristianos de Palestina, se fué propagando de
nación en nación y traduciéndose a las lenguas de los
diversos pueblos para expresar la esperanza adventis-
ta: "¡El Señor viene!"
El dinamismo de la fe cristiana fué como una oleada
incontenible que amenazaba barrer la corrupción del
mundo pagano al proclamar el Evangelio de la salva-
ción, juntamente con los preceptos del Decálogo es-
clarecidos por la vida y la prédica del Redentor. Roma
pagana, carcomida por la vida licenciosa, quiso oponer
un dique al avance de las doctrinas morigeradoras de
las costumbres; y los emperadores lanzaron una perse-
cución tras otra para aniquilar a los cristianos.
Las leyes romanas contemplaban el derecho de asilo
de las personas perseguidas que se refugiaban en los
cementerios. Los cristianos de diversos lugares del Im-
perio Romano apelaron al recurso de introducirse en
los cementerios subterráneos denominados catacumbas,
donde celebraron sus reuniones. Pero vez tras vez los
esbirros imperiales, para satisfacer el clamor general
de "¡Pan y circo!" arrancaban a los cristianos de las
catacumbas y los arrastraban a los circos para que fue-
sen devorados por las fieras.

(5) Apocalipsis 22: 20.

3 —D. L. de una G. E.
34 DEFENSORES LATINOAMERICANOS .

Millones de mártires perecieron durante diez perse-


cuciones que se caracterizaron por su crueldad. Se so-
metió a los fieles a toda suerte de tormentos para que
abjuraran de Cristo y pusieran incienso delante de la
estatua del emperador. El apologista Tertuliano dijo
que lasangre de los cristianos era semilla que produci-
ría abundantes frutos, y replicó a las falsas acusaciones,
al escribir: "Vosotros nos habéis llamado enemigos del
género humano en lugar de enemigos de los errores
humanos." "Atormentadnos, condenadnos, desmenuzad-
nos, que vuestra maldad es la prueba de nuestra ino-
cencia." ( 6 )
Del siglo apostólico se pasó al llamado siglo de los
santos, y de éste al siglo de los mártires. Durante dos
siglos y medio los cristianos fueron objeto de las más
implacables persecuciones. Desde las antorchas vivien-
tes de Nerón hasta los tormentos impuestos en los tiem-
pos de Diocleciano y Maximiliano fué acrecentándose
la crueldad, sin que los cristianos cedieran en su fe. El
testimonio de los mártires fué el mayor argumento para
ganar los sentimientos de un mundo empedernido por
la embriaguez y las excitaciones sensuales.
La antorcha de la esperanza cristiana no podía apa-
garse. Iba pasando de mano en mano con la tradición
vivida del Redentor crucificado y con el eco vibrante de
la promesa inolvidable: "Vendré otra vez. ." .La .

fe adventista era más poderosa que la muerte, pues se


arraigaba en la esperanza de que la parusía de Cristo
iría acompañada de la resurrección de los muertos, tal
como lo había prometido el mismo Redentor al decir:
"No tenéis que admiraros de esto, pues vendrá tiempo

(6) "Apología," XXXVII y L.


LA ESPERANZA DE LA PARUSIA EN LAS ... 35

en que todos los que están en los sepulcros oirán la


voz del Hijo de Dios; y saldrán los que hicieron buenas
obras a resucitar para la vida eterna." 7 )
No se puede separar la fe en el segundo adveni-
miento de Cristo del propósito de su retorno. La parusía
del Redentor tiene por propósito la resurrección de los
piadosos de todos los tiempos. Quien hable del regreso
de Cristo habla de la gran finalidad de su glorioso ad-
venimiento, y quien mencione la resurrección de los
piadosos alude forzosamente a la aparición definitiva
del Redentor "cuando el mismo Señor a la intimación,
y a la voz del arcángel, y al sonido de la trompeta de
Dios, descenderá del cielo: y los que murieron en Cristo,
resucitarán los primeros." 8
)

Las catacumbas situadas debajo de Roma y de otras


ciudades en las cuales se refugiaron los cristianos, están
llenas de representaciones pictóricas de la fe que los
alentaba a ser fieles. La resurrección es uno de los
temas frecuentemente expresados, tanto por los fres-
cos como por las inscripciones lapidarias. Otro tanto
acontece con el tema del segundo advenimiento de Cris-
to, recordado a veces con la representación de la pará-
bola de las diez vírgenes, mediante la cual Jesús se-
ñaló cuál sería la condición espiritual de los cristianos
en ocasión de su regreso a la tierra.
La única explicación satisfactoria de cómo millones
de seres humanos de ambos sexos, de toda edad y con-
dición, supieron hacer frente a la muerte en el Coliseo
y en todos los circos del Imperio Romano, con una can-
ción en sus labios, se halla en la fe vigorosa en el se-

(T) Evangelio según S. Juan 5:28, 29.


(8) Epittola I de S. Pablo a lo» Tesalonicenses 4: 15.
36 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
gundo advenimiento de Cristo para resucitar a los fie-
les. Esa gran esperanza cristiana, secreto del heroísmo
de los mártires, era entonada en el canto que decía:
"¡Christus vincit, Christus renat, Christus imperat!"
La esperanza del retorno de Cristo, para resucitar a
los muertos y premiar a los piadosos de todos los tiem-
pos al instaurar su reino de gloria, alentó a los cris-
tianos en el curso de los siglos. En la época de las terri-
bles persecuciones, los que marchaban fervientes al mar-
tiriocantaban: "¡El Señor viene!" Esa "esperanza bien-
aventurada," no pertenecía a un pueblo: era el patri-
monio de la humanidad.
El cristianismo llegó a todos los pueblos con un men-
saje maravilloso. Por una parte, con respecto al pa-
sado, destacaba el hecho de que "el Deseado de todas
las gentes" ya había venido en la persona de Jesús, el
Cristo; por otra parte, con respecto al futuro, señalaba la
enfática promesa de Jesucristo: "Vendré otra vez."
El mensaje cristiano quedaría mutilado toda vez que
sólo se hiciera referencia al pasado, con lamentable ol-
vido de la esperanza fundamental para el futuro. No
es ésta una esperanza que interesaría únicamente a la
última generación, porque por su esencia pertenece a
todas las generaciones, siendo que es la garantía de la
justiciera resurrección de la carne. Por esa razón el
primer poeta de la cristiandad latina, Aurelio Pruden-
cio Clemente, (348-404), hijo de una noble familia de
España, finalizó una de sus composiciones con la si-
guiente exclamación: "¡Oh Cristo, disipad el sueño,
romped las cadenas de la noche, aniquilad el antiguo
pecado, y derramad una luz nueva!" ( 9 )

(9) Aurelio Prudencio Clemente nació en Calahorra y, según otros


autores, en Zaragoza. Después de desempeñar varios cargos administrativos
LA ESPERANZA DE LA PARUSIA EN LAS ... 37

A través del "Himno para Todas las Horas," del


poeta Prudencio, el fervor de los cristianos en los días
de los mártires se tradujo en acentos de fe en la gran
esperanza: "Poderoso Juez de los muertos, poderoso
Juez de los vivos, cuyas virtudes resplandecen en el
Cielo a la diestra del Padre, desde donde vendrás un
día para castigar, en tu justicia, todos los crímenes: los
viejos y los jóvenes, el coro de los niños, la muchedum-
bre de las madres y de las vírgenes, las sencillas niñitas,
te cantan con una sola voz en sus castos conciertos."
Como en la fiesta de las antorchas de las olimpía-
das griegas, la fe adventista ha sido la cálida lumbre
que ha mantenido encendido el fervor cristiano de siglo
en siglo y de milenio en milenio. En la esperanza ad-
ventista se inflamó el fervor de los apóstoles y se tem-
plaron las voluntades de los mártires. La "esperanza
bienaventurada" siempre fué una "esperanza santifi-
cadora," tal como destacaba el apóstol San Juan al
decir: "Carísimos, nosotros somos ahora hijos de Dios;
mas lo que seremos algún día no aparece aún. Sabe-
mos sí que cuando se manifestare claramente Jesucris-
to, seremos semejantes a él en la gloria, porque le ve-
remos como él es. Entretanto, quien tiene tal esperanza
en él se santifica a sí mismo, así como él es también
10
santo." ( )

de alguna importancia, fué llamado por el emperador Teodosio a su cor-


te. A los cincuenta años abandonó la carrera política para dedicarse a
la meditación y a la poesia religiosa. Fué autor de varias obras en latín,
entre las cuales se destacan las que llevan los títulos de "Cathemerinon,"
"Periste fanón," "Harmartigenia" y "Psicomaquia." Isidoro de Sevilla re-
cordó a Prudencio en algunas de sus composiciones y Menéndez y Pe-
layo dijo de él que fué "el cantor del cristianismo heroico y militante,
de los ecúleos y de los garfios, de la Iglesia perseguida en las catacum-
bas o triunfadora en el Capitolio. Lírico al modo de David, de Píndaro o
de Tirteo, y aun más universal que ellos." Los versos citados pertenecen
a la última estrofa del "Himno al Canto del Gallo" del "Cathemerinon.''
(10) Epístola I de S. Juan 3:2, 3.
CAPITULO 5

EL CREDO DE NICEA Y LA GRAN


ESPERANZA

T^N LA época cuando los ejemplares de las Sagradas


Escrituras circulaban en forma manuscrita sobre
pergaminos, eran pocas las personas que podían dis-
poner de un ejemplar propio. Para facilitar la lectura
y la custodia de tan valiosos pergaminos, las iglesias
confiaban los libros sagrados a determinados diáconos,
quienes los guardaban celosamente en sus casas. Los
paganos se ensañaron especialmente con estos custodios
de los libros sagrados, creyendo que ése era uno de los
métodos más eficaces para extirpar la religión cristiana.
Entre los numerosos mártires que fueron sacrifica-
dos por negarse a entregar los rollos de las Sagradas
Escrituras, la historia ha recogido los nombres de Catu-
linus, Cecilia, Esperatus, Euplius, Félix, Ireneo, Lorenzo,
Marcullius y Saturnius. El diálogo entre el diácono
Euplius y Calvisianus, gobernador de Catania, Sicilia,
ejemplifica el fervor con que el primero fundaba su
fe en la revelación divina y el anhelo de que todos lle-
garan a aceptarla para su salvación. Cuando Euplius
fué apremiado finalmente por el juez que debía decidir
si aplicarle o no la pena de muerte, contestó: "Soy cris-

tiano; no me es lícito entregarlos; prefiero morir. Estos


libros me aseguran la vida eterna; quien los entrega,
la pierde. Ofrezco mi vida para no perder la vida eter-
na."
(38)
EL CREDO DE NICEA Y LA GRAN ESPERANZA 39

La escasez de ejemplares de las Sagradas Escritu-


ras se hizo sentir durante las persecuciones, no sola-
mente por las copias que eran arrojadas al fuego, o
destruidas con los mismos mártires, como aconteció en
el caso de Euplius y de Cecilia, sino a causa del cre-
ciente número de paganos que deseando hacerse cris-
tianos necesitaron ser instruidos en las doctrinas. Fue-
ron tales circunstancias las que favorecieron la prepa-
ración de brevísimos resúmenes de los puntos descollan-
tes de la fe cristiana. Esos epítomes recibieron el nom-
bre de "símbolo," "symbolé," "colección," "symbolon" o
"signo."
Cualquier persona, después de su conversión al cris-
tianismo, debía recibir instrucción religiosa antes que
se procediera a la ceremonia bautismal. Cuando llegaba
el momento del bautismo, el creyente debía declarar pú-
blicamente su fe cristiana destacando los puntos fun-
damentales de la misma. Como el catecúmeno solía
repetir el símbolo que se le había enseñado, comenzando
por la palabra "creo," que en latín es "credo," con el
tiempo se dió el nombre general de "credo" a la fórmula
abreviada de fe cristiana. La primera mención cono-
cida de la palabra "símbolo," en el sentido de resumen
de creencias, aparece en el siglo tercero, en la corres-
pondencia entre Cipriano y Firmiliano, con referencia
a las preguntas que se hacían a los catecúmenos.
La antigüedad del símbolo o credo ha sido difícil
de documentar. Aunque no se lo encuentra en la lite-
ratura patrística del siglo I, ni en la de la primera mitad
del siglo II, aparece en un comentario de Ireneo, obispo
de Lyon, martirizado hacia el año 202. Al escribir en
contra de las herejías destacó la importancia de la uni-
dad de la fe cristiana en los siguientes términos: "La
40 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Iglesia, aunque dispersa por todo el mundo, del uno al
otro cabo, recibió de los apóstoles y de sus discípulos
la fe en un Dios, el Padre Todopoderoso, Criador de
cieloy tierra, del mar y de todas las cosas que en ellos
hay: y en un Cristo Jesús, el Hijo de Dios, quien fué
Encarnado para nuestra salvación, y en el Espíritu San-
to, quien predicó por los profetas las dispensaciones
de Dios, y en el advenimiento del amado Hijo Jesucris-
to Nuestro Señor, su nacimiento de una Virgen, su pa-
sión y resurrección de los muertos y su ascensión cor-
poral a los cielos; su segunda venida desde el cielo en
la gloria del Padre para juntar en una todas las cosas,
y resucitar a todo el género humano; que según la vo-
luntad del Padre invisible, se inclinarán todas las cosas
en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra a Jesucristo
Nuestro Señor y Dios; y que toda lengua le confesará, y
que El puede ejercer justo juicio sobre todos, entre-
gando al fuego eterno a toda maldad espiritual, tanto
de los ángeles que se rebelaron y se hicieron apóstatas,
como a todos los hombres impíos, desordenados y blas-
femos; y dará vida a todos aquellos que son justos y
santos, que han guardado §us mandamientos y perse-
verado en su amor, algunos desde el principio de sus
vidas y otros después del arrepentimiento, a los cuales
Jesús les confiere inmortalidad y les inviste de la vida
eterna." ( x )
En inmediatamente posterior
la literatura cristiana
al martiriode Ireneo, se nota una tendencia a abreviar
lo más posible el símbolo de la fe, tal como acontece
con el apologista Tertuliano, fallecido en el año 230.
No obstante, aunque el credo se reduzca a lo mínimo,

(1) "Contra Haereses," lib. I.


EL CREDO DE NICEA Y LA GRAN ESPERANZA 41

siempre queda a salvo la esperanza adventista, al decir


que Cristo "vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos
por la resurrección de la carne." 2 ) El mismo inciso
aparece también en los símbolos o credos que circularon
en las iglesias de Jerusalén, Antioquía, Neocesárea y
Roma, además de las ya mencionadas de Lyon, en Ga-
lia, y de Cartago, en Africa.

La controversia acerca de la fijación de la fiesta


de la Pascua y otras divergencias de orden cismático
favorecieron la idea de un concilio ecuménico o univer-
sal de la Iglesia, en vista de que ya habían cesado las
persecuciones. Según el testimonio de Eusebio el em-
perador Constantino decidió "convocar todos los obis-
pos de la tierra habitada. ."( 3 ) . .

El emperador Constantino en su convocatoria se-


ñaló como el lugar más conveniente para el concilio la
ciudad de Nicea, en Bitinia, Asia Menor. A mediados
del año 325 se reunieron en esa ciudad 318 obispos,
entre los cuales los había desde España hasta Persia.
Entre los obispos que concurrieron algunos ostentaban
los estigmas de los martirios, pues no faltó quien llega-
ra sin un ojo, o con las piernas contracturadas o con
las manos mutiladas.
Después del discurso inaugural del emperador, éste
concedió la palabra "a los presidentes del concilio," se-
gún consta por el testimonio de Eusebio. Entre los te-
mas que se discutieron en el palacio imperial de Nicea,
se destacó en primer término la cuestión controvertida
por Arrio. En el curso de esas sesiones el obispo Osio,
de Córdoba, y el joven diácono Atanasio, de Alejandría,

(2) "De Virginibus Velandis," tomo I, cap. I, "Regula quidem fidei


una omnio est. .
." .

(3) "Vida de Constantino," m, 3-5.


42 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
redactaron el símbolo que fué leído a la asamblea por
el diácono Hermógenes, futuro obispo de Cesárea. Todos
los obispos presentes, con excepción de dos, firmaron
lo que llegaría a ser conocido como el célebre símbolo
de Nicea, en el que se ampliaron las definiciones refe-
rentes a la personalidad de Jesucristo para eludir la
actitud arriana. El credo o símbolo de Nicea expresa:
"Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador
de lo visible y de lo invisible, y en el Señor Jesucristo,
Hijo de Dios, unigénito del Padre, esto es, de la sus-
tancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, verdadero
Dios de verdadero Dios, engendrado, no creado, con-
sustancial al Padre, por quien todo ha sido creado en
el cielo y en la tierra; que por nosotros y por nuestra
salud descendió del cielo, se encarnó, se hizo hombre,
sufrió, resucitó al tercer día, subió a los cielos, y vendrá
a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu
Santo." ( 4 )
El símbolo de Nicea no pretendía reunir en tan pocas
frases todos los artículos de la fe cristiana; pero resumió
en ese credo lo que pareció esencial en una declaración
de fe. No obstante, para la enseñanza de los catecú-
menos y como fórmula bautismal de fe cristiana se em-
plearon, un cuarto de siglo después, algunos sumarios
más amplios, según lo ejemplifica el texto de credo bau-
tismal empleado por Cirilo, obispo de Jerusalén, después
del año 353, y en el cual se dice:
"Creo en un Dios el Padre todopoderoso, Criador
de cielo y tierra, y de todas las cosas visibles e invi-
sibles; y en un Señor Jesucristo, el Unigénito Hijo de

(4) Texto según el estudio crítico de Hefele-Leclercq en "HUtoire


des Concites," tomo I, 443-446, cit. por F. Mourret en "Historio General
de la Iglesia," tomo n, pág. 54, trad. de Bernardo de Echalar, Barce-
lona, 1918.
EL CREDO DE NICEA Y LA GRAN ESPERANZA 43

Dios engendrado del Padre antes de los siglos. Dios


verdadero, por quien fueron hechas todas las cosas; quien
fué Encarnado, hecho hombre, crucificado y enterrado;
y quien otra vez resucitó de la muerte al tercer día,
subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre, y
vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos; de cuyo
reino no habrá fin: y creo en un bautismo de arrepen-
timiento; en la remisión de pecados; en una Iglesia uni-
versal; en la resurrección de la carne y en la vida perdu-
rable.'^ 8 )
La fórmula bautismal del credo empleada por Cirilo
en Jerusalén, aparece en un escrito posterior, titulado
"Ancoratus," obra de Epifanio, que data del año 374.
Siete años después, ese símbolo, con algunas varian-
tes y adiciones finales, era adoptado por el segundo con-
cilio ecuménico, celebrado en Constantinopla en el año
381 y confirmado por el tercer concilio ecuménico, efec-
tuado en Efeso, en el año 431.
El título de "Símbolo de los Apóstoles" fué dado por
primera vez al credo por el concilio de Milán, efectuado
en el año 390. Hacia mediados del siglo IV Rufino de
Aquileya hizo un estudio comparado de los credos más
populares de sus días, destacando que, a pesar de las
ligeras variantes, todos ellos se caracterizaban por doce
artículos que se correspondían por el orden de su con-
tenido. Lo interesante del caso es que, comparando el
símbolo llamado vulgar con el romano, el aquileyano y
el oriental, en todos los casos el dogma o artículo sép-
timo expresa: "Inde venturas est judicare vivos et mor-
tuos." La fe en el advenimiento justiciero de Cristo
está en el corazón de los credos que deambularon mien-

(3) "Catechetit," VI.


44 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

tras se llevaban a cabo las terribles persecuciones y en


el de aquellos que fueron sometidos a la consideración
y a la votación de los tres primeros concilios mundiales
que siguieron a la muerte de los apóstoles.
CAPITULO 6

LOS DEFENSORES DE LAS TRADICIONES


APOSTOLICAS

A UNIDAD plena de sus discípulos era uno de los


LJ asuntos que interesaron al Maestro. Hacia el fin
de su ministerio público, en su oración intercesora en
favor de sus seguidores, rogó al Padre para que se man-
tuvieran unidos entre sí, de modo que ello fuese un
testimonio para la humanidad.
Jesús recomendó a sus apóstoles que permaneciesen
juntos en Jerusalén, esperando la investidura de lo alto
para que, guiados por el Espíritu Santo, pudieran cum-
plir con la magna tarea de predicar el Evangelio en
todo el mundo. Pero durante la vida misma de los após-
toles aparecieron las primeras dificultades a medida que
se iba extendiendo la predicación a las multitudes de
Palestinay de otros países. La tendencia hacia la hete-
rodoxia fué combatida mediante las epístolas apostó-
licas.

El apóstol San Pablo decía en una de sus epístolas:


"Me maravillo cómo así tan de ligero abandonáis al
que os llamó a la gracia de Cristo, para seguir otro Evan-
gelio. Mas no es que haya otro Evangelio, sino que hay
algunos que os traen alborotados, y quieren trastornar el
Evangelio de Cristo. Pero aun cuando nosotros mismos,
o un ángel del cielo, si posible fuese, os predique un
Evangelio diferente del que nosotros os hemos anun-
(45)
46 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
ciado, sea anatema." ( x )Cuando el mismo apóstol de
los gentiles se despidió de los obispos congregados en
la ciudad de Efeso, los amonestó con las siguientes pa-
labras: "Velad sobre vosotros y sobre toda la grey, en
la cual el Espíritu Santo os ha instituido obispos, para
apacentar o gobernar la Iglesia de Dios, que ha ganado
él con su propia sangre. Porque sé que después de mi
partida os han de asaltar lobos voraces, que destrocen
el rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán
hombres que sembrarán doctrinas perversas con el fin
de atraerse a sí discípulos. Por lo tanto estad aler-
tas. . . ."( 2 )

Cuando San Lucas narró los viajes


el evangelista
del apóstol San Pablo elogió la actitud de los neófitos
de Berea, diciendo que "eran éstos de mejor índole que
los de Tesalónica, y así recibieron la palabra de Dios
con grande ansia y ardor, examinando atentamente todo
el día las Escrituras, para ver si era cierto lo que se
les decía." 3 ) El apóstol encomió la dedicación fer-
viente en el escudriñamiento a fondo de las Sagradas
Escrituras, consideradas como un fundamento suficiente
para comprobar la verdad de las enseñanzas religiosas.
Los habitantes de Berea estaban tan alerta que no que-
rían ser engañados, y por lo tanto examinaban cuanto
les decía el apóstol a la luz de los pergaminos divina-
mente inspirados.
Jesús mismo había recomendado el escudriñamiento
de las Sagradas Escrituras al decir: "Registrad las Es-
crituras, pues que creéis hallar en ellas la vida eterna;

(1) Epístola de S. Pablo a los Gálatas 1: 6-8.


(2) Lo* Hechos de los Apóstoles 20: 28-31.
(3) Id., 17: 11.
LOS DEFENSORES DE TRADICIONES APOSTOLICAS 47
ellas son las que están dando testimonio de mí."( 4 ) El
conocimiento de las grandes verdades salvadoras no era
solamente para los adultos: podía ser alcanzado en la
mismá fuente hasta por los niños. Tal había sido el caso
de Timoteo, a quien se le aconsejaba: "Tú, empero,
amado hijo, manténte firme en lo que has aprendido y
se te ha encomendado, considerando quién te lo enseñó,
y también que desde la niñez aprendiste las sagradas
letras, que te pueden instruir para la salvación, median-
te la fe que cree en Jesucristo. Toda escritura inspirada
de Dios es propia para enseñar, para convencer, para
corregir a los pecadores, para dirigir a los buenos en la
justicia o virtud, en fin, para que el hombre de Dios
o el cristiano, sea perfecto, y esté apercibido para toda
obra buena." 5 )
Las Sagradas Escrituras han sido la norma de fe para
distinguir la ortodoxia (griego, "orthós": derecho; "dó-
xa": opinión) de la heterodoxia (gr., "héteros": otra;
"dóara": opinión). La religión difiere de la ciencia en
un aspecto fundamental: en el terreno de la ciencia la
verdad puede estar contenida en las teorías más recien-
tes, que se erigen sobre los escombros de teorías ante-
riores, pero en la religión las verdades se encuentran
en la revelación antigua, y al apartarse de ella sólo es
posible caer en el error.
La fe en el advenimiento majestuoso del Cristo para
hacer justicia, es una verdad antigua que fué enseñada
desde los días del patriarca Enoc. Se ocuparon de ella
los profetas de Israel, Jesús mismo, sus apóstoles y sus
discípulos. Cualquier otra explicación que se haya in-

(4) Evangelio según S. Juan 5:39.


(5) EpístolaH de S. Pablo a Timoteo 3: 14-17.
48 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
tentado dar a ese acontecimiento, de tal manera que
desvirtúe su finalidad, ha sido, es y será errónea.
Jesucristo reprendió a sus coetáneos que pretendían
relegar los mandamientos de Dios para seguir las tra-
diciones humanas. Les decía, enfáticamente: "Este pue-
blo me honra con los labios, pero su corazón está bien
lejos de mí. En vano, pues, me honran enseñando doc-
trinas y ordenanzas de hombres. Porque vosotros, de-
jando el mandamiento de Dios, observáis con escrupu-
losidad la tradición de los hombres en lavatorios de
jarros y de vasos, y en otras muchas cosas semejantes
que hacéis. Y añadíales: Bellamente destruís el pre-
cepto de Dios para observar vuestra tradición." (•)
La fe que se traduce en expresiones de amor ha-
cia Jesucristo, no puede eludir la observancia de los
mandamientos divinos. Jesús mismo expresó, con toda
claridad: "Si me amáis, observad mis mandamientos."
"Quien haya recibido mis mandamientos, y los observa,
ése es el que me ama. Y el que me ama, será amado de
mi Padre; y yo le amaré, y yo mismo me manifestaré
a él."( 7 ) El apóstol San Juan indica que en tales ex-
presiones no se hace referencia a nuevos mandamientos,
sino a los preceptos conocidos como mandamientos de
la ley de Dios, al decir: "Todo aquel que cree que Jesús
es el Cristo, es el hijo de Dios. Y quien ama al Padre,
ama también a su Hijo. En esto conocemos que amamos
a los hijos de Dios: si amamos a Dios, y guardamos sus
mandamientos. Por cuanto el amor de Dios consiste,
en que observemos sus mandamientos, y sus manda-
mientos no son penosos." 8 )

(6) Evangelio según S. Marcos 7: 6-9.


(7) Evangelio según S. Juan 14: 15, 21.
(8) Epístola I de S. Juan 5: 1-3.
LOS DEFENSORES DE TRADICIONES APOSTOLICAS 48
Una de las primeras bifurcaciones de la cristiandad
se produjo en torno de la cuestión de los mandamien-
tos de la Ley de ¿Cuál era el lugar que le corres-
Dios.
pondía al Decálogo dentro del mensaje de Cristo? Al-
gunos creyeron que debía ser abolido como si fuese una
ley ceremonial de los judíos; pero el Decálogo no es una
ley ceremonial sino la Ley Moral, conocida por la hu-
manidad desde sus orígenes, y respetada por los patriar-
cas antes que fuese proclamada con la mayor solem-
nidad desde el Sinaí.
Jesús no abolió la Ley de Dios: la magnificó. No
solamente respetó cada uno de los preceptos del de-
cálogo, sino que aclaró el profundo sentido espiritual
de los mismos al demostrar que cada mandamiento pue-
de ser violado en el recinto de la conciencia.
Cuando el joven rico se acercó a Jesús preguntán-
dole qué bien debería hacer para tener la vida eterna,
la respuesta del Maestro, válida para los seres humanos
de todos los tiempos, fué: "Por lo demás, si quieres en-
trar en la vida eterna, guarda los mandamientos. Dí-
jole él: ¿qué mandamientos? Respondió Jesús: No ma-
tarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no levanta-
rás falsos testimonios; honra a tu padre y a tu madre;
y ama a tu prójimo como a ti mismo." (•)
Los judíos, celosos observadores de la primera tabla
del Decálogo, que establece los deberes del hombre hacia
Dios, descuidaban la segunda tabla, que prescribe las
obligaciones del ser humano hacia sus semejantes. Por
esa razón, el Maestro no necesitó destacar en esa opor-
tunidad la importancia de los mandamientos que esta-
blecen los deberes religiosos del hombre con respecto a
la Divinidad.

(9) Evangelio según S. Mateo 19: 17-19.

4 —D. L. de una G. E.
50 DEFENSORES LATINOAMERICANOS .

En cierta ocasión, un entrampar a Jesús


doctor, para
induciéndolo a que dijera cuál mandamiento del De-
cálogo era el más importante, le preguntó: "Maestro,
¿cuál es el mandamiento principal de la ley? Respon-
dióle Jesús: Amarás al Señor Dios tuyo de todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente: éste
es el máximo y primer mandamiento; el segundo es se-
mejante a éste, y es: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. En estos dos mandamientos está cifrada toda
la ley y los profetas. "( 10 )

Es cierto que el Evangelio significa el perdón de los


pecados cometidos, pero esto no implica la abolición de,
la Ley de Dios, que es inmutable, como Dios mismo.
Nada hay en el Decálogo que sea transitorio. Aún el
mandamiento que prescribe la observancia del séptimo
día o sábado, es un monumento perpetuo del poder crea-
dor de Dios, porque se remonta al momento cuando
"bendijo al día séptimo; y le santificó: por cuanto había
cesado en él de todas las obras que crió hasta dejarlas
bien acabadas." ( 11 )
Antes que la religión de Cristo recibiera el nombre
de cristianismo, fué conocida por la expresión de "el
Camino." Jesús mismo había dicho: "Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí."
Cristo trazó el camino de la verdad que conduce a la
vida eterna, y el apóstol San Pedro destacó este hecho
diciendo que el Maestro dió el debido "ejemplo, para
que sigáis sus pisadas." ( 12 ) Jesús enseñó la observan-
cia de todos los mandamientos de Dios, tanto por precep-

(10) Evangelio según S. Mateo 22: 36-40.


(11) Génesis 2: 3.
(12) Epístola I de S. Pedro 2: 21.
LOS DEFENSORES DE TRADICIONES APOSTOLICAS 51

to como por suejemplo. Respecto al día de reposo re-


calcó: "El sábado se hizo para el bien del hombre, y no
13
el hombre para el sábado." ) Jesús dió el ejemplo
de la observancia del día de reposo consagrado desde la
creación, al demostrar públicamente su costumbre de
adorar al Padre en ese día dedicado al culto. Enseñó
también, en las más diversas circunstancias cómo debe
ser santificado el sábado, sin que ello excluya los actos
de caridad, pues los fariseos habían hecho de ese día
una carga gravosa, llena de austeridades. ( 14 )
El ejemplo y la enseñanza de Cristo en la observan-
cia del Decálogo fueron tomados en cuenta por sus se-
guidores. Así lo evidencia el hecho de que respetaron
ese mandamiento en circunstancias tan excepcionales
como la sepultura y embalsamamiento de Jesús: "Las
mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea, yen-
do en pos de José, observaron el sepulcro, y la manera
con que había sido depositado el cuerpo de Jesús. Y al
volverse, hicieron prevención de aromas y bálsamos;
bien que durante el sábado se mantuvieron quietas se-
gún el mandamiento de la ley. Mas el primer día de
la semana, muy de mañana, fueron estas mujeres al
sepulcro, llevando los aromas que tenían preparados." ( 15 )
De esa manera, la bienaventurada Virgen María y las
otras mujeres piadosas que seguían a Jesús demostraron
prácticamente que eran observadoras del día de reposo
establecido por el Creador y santificado por Cristo. Por

(13) Evangelio según S. Marcos 2: 27, 28.


(14) El rigor de los fariseos en la observancia del día sábado es men-
cionado por los "Evangelios," donde Jesús mostró por su ejemplo cómo
guardarlo. El tema ha sido tratado por W. Oesterley en su obra "Le
Sabbat, Texts de la Mishnah Relatiís au Repos du Sabbat," París, 1935.
(15) Evangelio según S. Lucas 23:55, 56; 24:1.
52 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
otra parte realizaron en el primer día de la semana,
que luego sería llamado domingo, las tareas que no con-
sideraban propias para ser realizadas en el día sagrado,
a pesar de que Jesús había enseñado que "es lícito el
hacer el bien en día de sábado." ( 16 )
Cristo trazó el camino recto de la ortodoxia y enco-
mendó a sus discípulos la misión de pregonar el Evange-
lio en todo el mundo y en forma integral: "Id, pues, e
instruid a todas las naciones en el camino de la salud,
bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas
que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo mismo
estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de
los siglos." (**)

Cuando el Maestro pronunció su discurso profético,


anunciando que la ciudad de Jerusalén seria sitiada,
lo cual sucedió en el año 66, les dijo a sus discípulos que
rogaran para que ese momento crítico no aconteciera en
sábado, el día sagrado.
La ortodoxia apostólica respetaba la totalidad de
las enseñanzas de Cristo y, por consiguiente, siguió el
ejemplo del Maestro respecto a la observancia del sábado,
como precepto inmutable del Decálogo. Ese digno ejem-
plo fué dado también por el apóstol de los gentiles en
Antioquía, Corinto, Filipos y Tesalónica. El hecho de que
los que aceptaban la nueva fe no fueron distinguidos de
los judíos hasta una década después de la crucifixión,
en la ciudad de Antioquía, constituye una interesante
evidencia en el sentido de que observaban el mismo
día de reposo, el prescripto en el Decálogo.

(H) Evangelio según S. Mateo 12: 12.

(17) Evangelio tegún S. Mateo 28: 19, 20.


LOS DEFENSORES DE TRADICIONES APOSTOLICAS 53

Consta por la carta que Plinio el Joven, como fun-


cionario público en Asia Menor, dirigió al emperador
Trajano hacia el año 110, que después de haber interro-
gado oficialmente a muchos cristianos antes de someterlos
a tormentos, éstos explicaron "que acostumbraban, en un
día señalado, reunirse antes que aclarara, y cantar a co-
ro un himno a Cristo, como a un Dios. . . ."( 18 )

La actitud de los judíos hacia los cristianos por un


lado y hacia las autoridades imperiales por el otro, pro-
dujeron un doble abismo. La famosa rebelión judía
del año 132 en contra de Roma, provocó lo que se llamó
"la guerra del exterminio," cuando se pasó el arado
sobre las ruinas de la ciudad de Jerusalén. Para no ser
confundidos con los judíos, algunos cristianos comenzaron
a dedicar al culto el primer día de la semana en lugar
del séptimo.
La ortodoxia respecto al día de reposo cristiano, se
hallaba claramente trazada en el sendero de la obedien-
cia a los diez mandamientos de la ley de Dios. Ese es el
Decálogo que Cristo explicó y recomendó. La hetero-
doxia se hallaba en cualquier práctica que no armonizara
con las enseñanzas de Cristo y de sus apóstoles. Entre
las prácticas heterodoxas más antiguas está la de sus-
tituir gradualmente el reposo del séptimo día, o sábado,
por el descanso en el primer día del ciclo semanal, que
recibió finalmente el nombre de domingo aunque era
conocido como día del Sol. Ese cambio se efectuó gradual-
mente, con la observancia de ambos días por algún
tiempo.
Si bien es cierto que el desprecio a los judíos, por
parte de algunos escritores cristianos, condujo al deS-

US) "Epístola" 97, libro X-


54 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

cuido del reposo sabático para favorecer el descanso


dominical, la exaltación del domingo estuvo relacionada
con la controversia pascual en el siglo II En esa contro- .

versia participaron Víctor, obispo de Roma durante los


años 180 a 199; Ireneo, como obispo de Lyon; Polícrates,
obispo de Efeso, y el presbítero Blastus. Las iglesias cris-
tianas del Asia celebraban la Pascua en la misma fecha
que los judíos, el 14 del mes de Nisán, sin preocuparse
del día de la semana en que caía. Pero en Roma se fueron
separando de aquella práctica al celebrar la Pascua
exclusivamente en el primer día del ciclo semanal, que
recibió el nombre de "dies Domini" o "día del Señor,"
tomando la precaución de que estuviese próximo de la
fecha tradicional y de la luna llena. La controversia
pascual se prolongó hasta los días del emperador Cons-
tantino.
Las tendencias heterodoxas en materia de religión
se manifestaron en forma esporádica en diversas regio-
nes y durante los períodos de breve tranquilidad en-
tre una persecución y otra. Obviamente, las tendencias
innovadoras eran favorecidas a medida que los fieles
veteranos iban desapareciendo como mártires de la fe y
sus lugares eran reemplazados por neófitos y, otras veces,
por los miembros tibios o los apóstatas que habían eludi-
do el martirio con su infidelidad. En algunas iglesias
se fué alterando la forma de administrar el bautismo,
en otras se introdujeron modificaciones en el ritual y,
al aceptarse las nuevas prácticas se intentó justificarlas
como alejamiento deliberado del judaismo. Entre las
innovaciones que se fueron generalizando con el trans-
curso de los siglos, figuraba la transferencia del gran

(19) Véase en el apéndice el ensayo I, titulado: LA CUESTION DE


LA TRANSFERENCIA DEL DIA DE REPOSO.
LOS DEFENSORES DE TRADICIONES APOSTOLICAS 55

día de culto del sábado al domingo, a la cual contribuyó,


en cierto modo, el emperador Constantino. (**)
A pesar de que la iglesia griega u oriental reclamó
para de '•ortodoxa.'' evidenció haberse apar-
sí el título
tado de la primitiva fe apostólica en algunos puntos de
doctrina y, entre ellos, el de la obediencia de todos los
mandamientos del Decálogo. En efecto, recomienda la
observancia del día domingo aunque considera que el
sábado es un día fasto. Respecto al segundo adveni-
miento de Cristo la iglesia griega acepta el credo Cons-
tantinopolitano del año 381. uno de cuyos artículos ex-
presa que '"vendrá otra vez con gloria a juzgar a los vi-
vos y a los muertos." La fe en el advenimiento declarada
en ese credo de la iglesia griega, se expresa también me-
diante el canto ritual introducido por Timoteo, obispo de
Constantinopla en el año 511. práctica que venia cele-
brando la iglesia de Antioquia desde el año 471.
La disensión entre greco-ortodoxos y latino-católicos
se intensificó en torno del símbolo a causa de la expresión
"Fihoque" iy del Hijo que fué introducida en el
credo por la Iglesia de Roma. Esa adición se efectuó pri-
meramente en España, en el año 589. Cuando el rey Re-

r.r_ S.Í-:: Sef.;r y e. ¡Sel Paire I_v del H230:.

que" [y del Hijo], es la que fué intercalada en el erado que dio hx?ar
ptrái lij de la Igiesaa Greeo-Onoecuca- v Véase

1760. tomo L cap. IX págs. 87-95. y el


56 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
caredo abandonó el arrianismo durante ese año, el conci-
liode Toledo interpoló esa expresión en el credo niceno-
constantinopolitano, prescribiendo que fuese recitado
con el Padrenuestro. Esa innovación fué aprobada por
el concilio de Gentilly, en 767, provocando el disgusto
de los delegados del Patriarca de Constantinopla.
El asunto controvertido fué considerado por el Sí-
nodo de Aquisgrán en el año 809, convocado por el em-
perador Carlomagno. Este envió dos obispos a Roma para
que el papa León III confirmara la adición de la expre-
sión "Filioque," siendo finalmente aprobada por el conci-
lio ecuménico de Lyon del año 1274. No obstante, a los
efectos de alcanzar la unión, tanto Gregorio X como el
concilio, exigieronde los griegos la fe en el dogma del
credo, dispensándolos de hacer profesión explícita me-
diante el símbolo litúrgico, pero esa tolerancia fué re-
vocada por Nicolás III sin que la Iglesia Griega que se
dice "ortodoxa," se aviniese a un entendimiento con la
Iglesia Latina, que se había proclamado "católica," es
decir: universal.
La iglesia con sede en Constantinopla hizo todo lo
posible por atraerse a las iglesias del Oriente, mientras
que la Iglesia con sede en Roma se esforzó por extender
su influencia no solamente en Europa sino en el Africa.
De ese modo la división jurisdiccional, de carácter geo-
gráfico, de los patriarcados reconocidos por los primeros
concilios ecuménicos, se fué transformando en ramifica-
ciones con diferencias dogmáticas y rituales. Como esas
diferencias no se pudieron justificar en todos los casos
mediante las Sagradas Escrituras, unos y otros recurrie-
ron al argumento de que se fundaban en la tradición.
Las tradiciones orales, tan maleables como contradic-
torias, fueron invocadas por las diversas iglesias que
LOS DEFENSORES DE TRADICIONES APOSTOLICAS 57

pretendían justificar las prácticas regionales. Algunas


veces, esas innovaciones afectaban a la doctrina y, por lo
tanto, eran heterodoxas, según aconteció con el despla-
zamiento del sábado por el domingo. Como uno de los
signos de la iglesia genuinamente cristiana ha de ser
el de su apostolicidad, se habló de "tradiciones apos-
tólicas."

En la literatura patrística se consignaron diversas


protestas contra las tradiciones adversas a las declara-
ciones de las Sagradas Escrituras. S.Jerónimo (340-420),
el traductor de la Vulgata, escribió: "Las cosas que se in-
ventan bajo el nombre de tradición apostólica, sin la auto-
ridad de las Escrituras, son castigadas con el estoque
de Dios." ( 21 )
Ireneo de Lyon, martirizado en el año 202, se había
expresado en términos similares al consignar la siguiente
opinión: "Las Escrituras son perfectas, porque son la
Palabra de Dios, dictadas por su Espíritu; solamente ellas
son la tradición apostólica manifestada al mundo entero
y mediante las cuales en la Iglesia se dirige claramente
a quien desea conocer la verdad." ( 21 )
Muchas de las ramificaciones de la cristiandad se
deben a simples tradiciones humanas, acerca de las cuales
el apóstol San Pablo hizo la siguiente advertencia: "Es-
tad sobre aviso para que nadie os seduzca por medio
de una filosofía inútil y falaz, y con vanas sutilezas, fun-
dadas sobre la tradición de los hombres, conforme a las
máximas del mundo, y no conforme a la doctrina de
Jesucristo. . . ,"( 23 )

(21) "Líber adversus Helvidium."


(22) "Adversum Haereses," III.
(23) Epístola de S. Pablo a los Colosenses 2; 8.
CAPITULO 7

LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN


EUROPA

T^L FERVOR cristiano encontró desde sus primeros


momentos un poderoso incentivo en la promesa de
Jesús de retornar gloriosamente para premiar a los fie-
les de todos los tiempos. Ese fervor fué alentado por los
apóstoles, quienes consideraron que el segundo adveni-
miento de Cristo era, por excelencia, la esperanza bien-
aventurada.
La fe en el advenimiento remunerador y justiciero
de Cristo aparece en los escritos patrísticos anteriores
al concilio de Nicea. En efecto, se refirieron a ese evento
las epístolas de Bernabé, Clemente, Ignacio y Policarpo,
y los escritos de Hermas, Papías, Justino, Ireneo, Ter-
tuliano, Hipólito, Cipriano y Victorino. La mayor par-
te de éstos eran obispos y destacaron la creencia de que
el segundo advenimiento de Cristo iría acompañado de
la resurrección de los fieles de todos los siglos, marcan-
do el comienzo al milenio.
Una de las pocas voces discordantes respecto a la
gran esperanza cristiana fué la de Orígenes de Alejandría.
Influido por el misticismo neo-platónico se opuso a la idea
del segundo advenimiento de Cristo para solucionar los
problemas del hombre, y propició la idea de un mejora-
miento gradual del mundo que culminaría con la salva-
ción de la humanidad, de modo que el reino de Cristo
fuese inaugurado mediante un progreso paulatino. Oríge-

(58)
LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN EUROPA 59

nes, quien vivió entre los años 185 a 254, influyó podero-
samente sobre otros escritores que se dejaron afectar
por los comentarios heterodoxos que interpretaban el
regreso de Cristo como el advenimiento diario al cora-
zón, y la resurrección como un simple resurgimiento en
la vida espiritual del individuo.
Aunque el concilio de Nicea del año 325 votó el sím-
bolo que contiene en forma concisa el dogma del segundo
advenimiento de Cristo, algunas circunstancias relacio-
nadas con ese concilio influyeron en el ánimo y en las
opiniones de Eusebio Panfilio, obispo de Cesárea. En
efecto, antes de ese concilio ecuménico, entre los años 314
y 318 había escrito su obra "Demostración Evangélica,"
en la que se extendió en interesantes comentarios de las
profecías de las Sagradas Escrituras para demostrar
la realidad del primer advenimiento y la certeza de la
fe en la segunda venida de Cristo. Pero después del con-
cilio de Nicea, cuando Eusebio escribió la "Vida de Cons-
tantino" y su "Historia Eclesiástica," sugirió la idea de
que la gran fiesta de los obispos de diversos países reu-
nidos en ese concilio, representaba el reino de Cristo;
que las glorias de la Iglesia liberada por Constantino de
la persecución pagana, simbolizaban el esplendor de la
Nueva Jerusalén anunciada por el Apocalipsis, y que, por
el hecho de que Constantino confiaba el gobierno a sus
hijos, consideraba cumplido lo que había expresado el
profeta Daniel, al decir: "Después recibirán el reino
los santos del Dios altísimo, y reinarán hasta el fin del
siglo, y por los siglos de los siglos." ( l )

A
pesar del alegorismo de Orígenes y de la exalta-
ción de Constantino por Eusebio, la literatura patrística

(1) Daniel 7: 18.


60 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
contó con expositores que supieron defender la fe apostó-
lica respecto alsegundo advenimiento de Cristo. Entre
ellos se destacaron los siguientes: Lactancio; Atanasio,
obispo de Alejandría; el persa Jacobo Afraates; Cirilo
de Jerusalén; el patriarca de Constantinopla Juan Cri-
sóstomo; el exégeta Jerónimo, nacido en Dalmacia; y
Teodoreto, obispo de Ciro.
Durante el Siglo III vivióen Africa del norte un es-
critor donatista que influyó poderosamente sobre sus con-
2
tinuadores: Ticonio. ( ) Estableciendo siete reglas de
interpretación, presentó la hipótesis de que Cristo regre-
saría al mundo en año 381, mientras que, por otra
el
promesa de la resurrección y secula-
parte, espiritualizó la
rizó la idea del milenio. Sus escritos se perdieron; pero
fueron popularizados mediante los comentarios o las
transcripciones de Agustín, Primasius, Beda y Beatus.
La cuestión del milenio interesó especialmente al
más ilustre de los padres de la Iglesia Latina: Aurelius
Augustinus, más conocido como San Agustín (354-430).
Nació en Numidia, fué profesor de retórica en Milán
y llegó a ser obispo de Hipona. Es considerado como el
originador de la teodicea y de la filosofía de la historia
que dió a conocer mediante "La Ciudad de Dios." En esa
obra se descubren diversas expresiones que pueden re-
lacionarse con el alegorismo de Orígenes, de Eusebio y
de Ticonio, si bien es cierto que no se ciñó a ninguno de
ellos en particular y que hasta disentía con el llamado
"origenismo."

(2) Poco es lo que se sabe acerca de la vida de Ticonio, quien influyó


en las ideas del famoso obispo de Hipona. Sus escritos han sido publicados
por F. C. Burkitt ("The Book of Rules of Tyconius"). Otro autor que se
ocupó del mismo fué Traugott Hahn ("Tyconius Studien," Leipzig, 1910).
El investigador Leroy Edwin Froom le dedica varias páginas en una
obra erudita ("The Prophetic Faith of Our Fathers," vol. I, Washington,
1950).
LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN EUROPA 61

Cuando el ilustre hijo de Mónica era ya anciano, de-


dicó catorce años a la preparación de su obra que marca-
ría nuevos rumbos para la cristiandad del Occidente
porque, con el prestigio crecí en te de su autor, divulgó
en el mundo latino las ideas que predominarían durante
la Edad Media. A pesar de que no siempre fué categó-
rico en señalar sus opiniones, al menos le agradaba des-
tacar las que consideraba más aceptables. Basta citar
algunas de sus interpretaciones para comprobar que
se Hallan afectadas por un alegorismo que explica la
actitud ulterior de quienes las aceptaron.
Respecto al reino de Hipo na expre-
de Cristo, el obispo
sa: "Ahora también llama reino de Cristo y
la Iglesia se
reino de los cielos; y reina también ahora con Cristo y
sus santos, aunque de otro modo que reinarán enton-
ces."( 3 ) Siendo generalmente admitido que el reinado
de Cristo se establecería después de su segundo adveni-
miento, procuró explicar ese acontecimiento, haciendo
referencia "a la venida del Salvador, que por todo es-
te tiempo viene en su Iglesia, esto es, en sus miembros
parte por parte, y paulatinamente, porque toda ella es
su cuerpo." (*)
Aunque el obispo de Hipona enseñó que Cristo rei-
naba por medio de su Iglesia, no rechazó la fe en su
retorno glorioso y final. Pero al rechazar la creencia de
que el milenio comenzaría con el segundo advenimiento
de Cristo, divulgó en su reemplazo la idea de que ese
período milenario había comenzado con la primera ve-
nida de Cristo y que su regreso ocurriría al término de

(3) "Vm. Ciudad de LHos," Bb. 20. cap. 9. toL XL pág. 511, traducido
del latín por J. CDíaz de Beyral. Ed. PobJet. Buenos Aires. 1941.
(«) Id., 12). 30. cap. 5. pac. 433.
62 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
los mil años. Al presentar diversas opiniones respecto
al tiempo del retorno de Cristo mencionó primeramente
tres hipótesis, expresando que sólo se trataba de "con-
jeturas humanas."
En otro capítulo de "La Ciudad de Dios," se refirió a
dos maneras de interpretar los mil años mencionados
por el Apocalipsis de San Juan, relacionándolos con la
idea de que el segundo advenimiento ocurriría al ñn de
ellos. Vuelve más adelante sobre el mismo asunto, y
escribe la siguiente conclusión: "Así que, por todo el
tiempo comprendido en el Apocalipsis, es a saber, desde
la primera venida de Cristo hasta el fin del mundo, en
que será su segunda venida, no estará atado el demonio;
de forma que el estar así amarrado durante el tiempo
que San Juan llama mil años, sea no engañar a la Igle-
sia, pues ni aun suelto ciertamente no la engañará." B )

El concepto agustiniano de que Cristo reinaba en el


mundo por medio de la Iglesia visible predispuso el am-
biente para el reinado temporal de la Iglesia de Roma.
Si bien es cierto que el Imperio de Occidente fué de-
rrumbado 27 años después del fallecimiento del afamado
obispo Agustín, por otra parte, en medio de los escom-
bros imperiales surgió el prestigio político del obispo
de Roma. Y si bien es cierto que ése fué también un
período de confusión general, la intervención del em-
perador del Oriente en los asuntos de Roma dió por
resultado la destitución del obispo Silverio en el año
538, para que el trono pontificio fuese ocupado por Vi-
gilio, con el cual se inició el poder temporal de los pa-
pas.

(3) Id., lib. 20, cap. 8, pág. 805 y lib. 18, cap. 53, págs. 403. 404:
lib. 20. cap. 7, pág. 501.
LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN EUROPA 63

La
cuestión del segundo advenimiento de Cristo, cla-
ramente señalada por todos los credos como un artículo
fundamental, fué destinándose en el curso de los siglos
que siguieron a los mártires, para quienes había sido una
esperanza cardinal que coincidía con la definición apos-
tólica de "esperanza bienaventurada." Pero, aunque ya
no se escuchaba la exclamación "¡Maran Atha!" de los
primeros tiempos del cristianismo, a partir del siglo VI
algunos documentos eran iniciados con la expresión
"Appropinquante mundi termino" "estando cerca el
(

fin del mundo"), fórmula que aparece también en el


preámbulo del concilio de Troli. Francia, realizado en
el año 909. Esa expresión se usó todavía en torno del
año 1000, cuando una minoría creyó que había llegado
el tiempo del segundo advenimiento.
Hacia el año 954. el abate Adso. de Dervensis, para
contestar a las preguntas de la reina Gerberga de Fran-
cia, esposa de Luis IV, preparó un tratado acerca de los
acontecimientos que precederían al segundo advenimien-
to de Cristo, que lleva el título de "LibeUus de Antichris-
to." El regreso de Cristo en torno del año 1000 fué
anunciado en Francia por el monje Raúl Glaber y en
Alemania por el ermitaño Bernardo de Turingia. Así
fué como se escribió un himno que prenunciaba el fin
inminente y como se anunció, en la asamblea de nobles y
príncipes reunidos en Würzburg, el pronto regreso de
Cristo.
Una década antes del año 1000 se produjo la alarma
en Lorena, porque según tradiciones regionales el fin
del mundo se produciría cuando el día de la Anunciación
coincidiera con el Viernes Santo, lo cual acontecería en
el año 992. El abate de Fleury, en un testimonio ele-
vado al rey Roberto de Francia, escribió: "Cuando era
64 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
joven, escuché un sermón predicado en la iglesia delan-
te del pueblo de París, acerca del fin del mundo. En
ese sermón se dijo que tan pronto como el año milésimo
hubiese terminado, debería aparecer el Anticristo, y
poco después tendría lugar el juicio universal. Con el
mayor vigor yo me opuse a esa prédica mediante los
Evangelios, el Apocalipsis, y el libro de Daniel. . . .

El rumor se había esparcido en casi toda la tierra." (•)


Algunos, como el monje Druthmar, de Corbia, en-
señaron que el fin del mundo se produciría el 25 de
marzo del año 1000. Otros creyeron que podría ocu-
rrir en alguna otra fecha de ese mismo año. No obs-
tante, ésa no fué una doctrina oficializada, siendo que
ni el concilio de Roma del año 998, al imponer al rey
Roberto de Francia siete años de penitencia; ni el papa
Silvestre II, quien había sido el obispo Gerberto de
Rheims, hicieron la menor alusión al segundo adveni-
miento de Cristo en esa época. Durante tres décadas
pesó sobre el ánimo de muchos fieles la expectativa
del advenimiento, pues según "La Ciudad de Dios" po-
dría ocurrir mil años después de la ascensión. No obs-
tante, esa hipótesis, que daba una interpretación equí-
voca del milenio, no tenía fundamento en las enseñan-
zas de las Sagradas Escrituras en general, ni en el Apo-
calipsis en particular.
Las expectativas que algunos autores han denomi-
nado "los terrores del año mil" se disiparon en poco
tiempo, y según las anotaciones del monje Raúl Glaber,
que había proclamado la inminencia del retorno de Cris-
to, comenzó una época de características inconfundibles:

(6) Citado por el cardenal Baronio en "Anales Ecclesiastici," Colo-


niae Agrippinae. 1609-1613. tomo 11. ano 1001, col. 3, par. 4.
el e— 7trr ¿;r ¿el
= ¿~:c
no tuvo repercusión en
Occidente, donde se rao.
Car' ^,-r-3 ~ '
i-ir.d: '.-Zir
66 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
repentino del poder de Roma pontificia. En efecto, todos
los autores están acordes en que en el año 1073, cuando
el archidiácono Hildebrando ascendió al trono ponti-
ficio con el nombre de Gregorio VII, comenzó el apogeo
del pontificado y la hegemonía medieval.

Gregorio VII concibió la idea de organizar un gran


ejército para desalojar a los turcos de Palestina. Ese
proyecto dió lugar a la primera cruzada, que se puso en
movimiento en el año 1096. Esa marcha no fué sino
la primera etapa de siete cruzadas, la última de las
cuales se efectuó en el año 1270. De ese modo, la Igle-
sia de Roma intervino en forma evidente en los acon-
tecimientos políticos.
La hegemonía detentada por la Iglesia de Roma, no
se vió afectada mayormente en su trayectoria histórica
anterior al descubrimiento de América por el cisma de
Occidente que se inició en el año 1378 con la elección
del papa Clemente VII y el cautiverio de los papas en
Aviñón. La rebeldía contra la autoridad pontificia fué
expresada por la Reforma mediante Juan Wyclef ( 1329-
:

1384), en Inglaterra; Juan Huss (1369-1415), en Bohe-


mia; Martín Lutero (1483-1546), en Alemania; Ulrico
Zwinglio (1484-1531), en Suiza; Juan Calvino (1509-
1564), en Francia y Suiza; Juan Valdés (1412-1541),
en Italia y Agustín Cazalla (1510-1559), en España.
Las noventa y cinco tesis clavadas por Lutero en
la iglesiade Wittenberg a fines de octubre de 1517,
dieron lugar a la actuación de la dieta de Espira en
1529, contra cuyas resoluciones protestaron seis prín-
cipes y catorce ciudades, que, por tal razón, recibieron
el nombre de "protestantes." A la reforma protestante
se opuso la contrarreforma católica mediante el concilio
LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN EUROPA 67

de Trento, que sesionó en tres etapas desde el 13 de di-


ciembre de 1545 hasta el 4 de diciembre de 1563.
En la XXIV sesión del concilio de Trento se pres-
cribió la traducción del catecismo a las lenguas vulga-
res. En armonía con esa recomendación publicóse en
España el "Catecismo Romano: Compuesto por Decreto
del sagrado Concilio Tridentino," cuyo séptimo artículo
del símbolo expresa: "Desde allí ha de venir a juzgar
a los vivos y a los muertos." 8 )
Aunque el fervor adventista hizo crisis en Europa
después del año 1000, algunos investigadores mantu-
vieron su interés en el tema de la esperanza del segundo
advenimiento de Cristo. Basta una sencilla enumera-
ción de los autores que escribieron acerca de ese futuro
acontecimiento, para que resulte evidente que siempre
hubo defensores de la "esperanza bienaventurada" de
los días apostólicos.
Durante el siglo XI se destaca en los archivos el nom-
bre de un solo autor cristiano que se ocupó del segun-
do advenimiento de Cristo: Berengario de Tours (998-
1088), en Francia. En ese mismo siglo escribieron acerca
de las profecías de Daniel, deseando conocer la época del
primer advenimiento del Mesías, tres autores judíos, de
España, Francia y Palestina.
En el siglo XII estudiaron la cuestión del regreso
de Cristo los siguientes autores, mencionados en orden
según los años de sus decesos: Anselmo de Lyon (1117),
en Francia; Bruno di Segni (1123), en Italia; Rupert
de Deutz (1129), en Alemania; Bernard de Clairvaux
(1153), en Francia; Anselmo de Havelberg (1158), en
Alemania; Richard of St. Víctor (1178), en Escocia;

(8) Tomo I, cap. VIII, pág. 79, trad. Lorenzo A. Manterola. Pamplona,
1780.
68 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

Pierre Comestor (1178), en Francia. Las profecías de


Daniel fueron estudiadas durante ese siglo por los cris-
tianos valdenses de Italia y por dos judíos de España y
uno de Egipto.
El siglo XIII marcó una nueva etapa debido, prin-
cipalmente, a los escritos de Joaquín di Flora (1130-
1202). Este monje escribió diversos tratados que dieron
un nuevo impulso al estudio de las profecías en Italia y
de parte de sus admiradores de otros países. Entre los
que se ocuparon del tema figuran: Lotario dei Conti di
Segni, más conocido como Inocencio III (1198-1216),
en Italia; Eberhard II, obispo de Salzburgo (1246), en
Alemania; Robert Grosseteste (1253), obispo de Lin-
coln, en Inglaterra; Matthew Paris (1259), benedictino,
en Inglaterra; Tomás de Aquino (1271), dominicano
autor de la "Summa Theologica," en Italia; Alberto Mag-
no (1280), teólogo, en Francia; Amoldo de Villanova
(1292), médico de Pedro III de Aragón, en España y
en Francia; Pierre Jean d'Olivi (1298), teólogo francis-
cano, en Francia. Durante ese siglo algunos valdenses
se ocuparon de las profecías de las Sagradas Escrituras
acerca del segundo advenimiento de Cristo. Dos auto-
res judíos de España escribieron acerca de las profecías
de Daniel.
Las cruzadas contra los musulmanes durante los si-
glos XII y XIII atrajeron la atención de algunos estu-
diosos hacia el libro del "Apocalipsis," en sus vínculos
proféticos con el libro de "Daniel." Y el efecto de esas
investigaciones se hizo sentir también en el curso del
siglo XIV, cuando aparecieron los escritos de Dante
Alighieri (1310), en Italia; Nicholas de Lyra (1330),
en Francia; Jean de Roquetaillardes o Rupescissa (1345),
en Francia; Johann Milicz (1367), en Bohemia; Fran-
LA CRISIS DEL FERVOR APOSTOLICO EN EUROPA 69

cesco Petrarca (1350), en Italia; John Wyclef (1379),


traductor de la Santa Biblia, en Inglaterra; Matthias
Janow (1388), en Bohemia; R. Wimbledon (1389), en
Inglaterra; John Putvey (1390), en Inglaterra; Walter
Britte ( 1393 en Inglaterra. Dos judíos escribieron sobre
) ,

las profecías de Daniel uno en España y el otro en Fran-


:

cia.

Las polémicas sobre cuestiones jerárquicas y doctri-


nales durante el siglo XV entre católicos, ortodoxos,
judíos y protestantes, pusieron en segundo plano el
tema de la gran esperanza. Se ocuparon de él Johann
Huss (1412), el reformador checo, en Bohemia; Ni-
cholas Krebs de Cusa (1452), cardenal y sabio que es-
tudió en Holanda y en Italia y que actuó en Francia y
Suiza; y Girolamo Savonarola (1497), predicador de
los dominicos en Italia, quien comenzó a anunciar el
establecimiento de una teocracia desde el año 1492. En
ese mismo año los judíos eran expulsados de España,
donde tres autores de esa raza se habían dedicado al
estudio de las predicciones consignadas por el profeta
Daniel seis siglos antes de Cristo.
Los sucesivos avances de los marinos portugueses
en las costas del Africa, durante el siglo XV, prometían
ampliar cada vez más los horizontes del mundo cono-
cido, y la gloria del descubrimiento del Nuevo Mundo,
le correspondería a un ávido lector de las profecías de
Cristo referentes a su segundo advenimiento.
PARTE II

La Gran Esperanza y los

Prohombres de América Latina

CAPITULO 8

LA FE DE LOS DESCUBRIDORES Y
COLONIZADORES DEL NUEVO MUNDO

OS confines septentrionales del Nuevo Mundo fue-


J -J ron visitados por los habitantes del norte de Euro-
pa varios siglos antes que la humanidad celebrara ju-
bilosamente el descubrimiento de Cristóbal Colón.
La primera mención de tierras visitadas hacia el
occidente de Islandia es la que refiere las impresiones
del islandés Gunnbjárn, en el año 920. Esa tradición
determinó la expedición de Erik el Rojo, quien en el
año 986 tomó posesión del fiordo denominado Eriks-
fjord, en Groenlandia, o sea la "tierra verde" de las
sagas. Mientras Leif Eriksson, hijo del anterior, se ha-
llaba navegando cerca de Groenlandia, hacia el año 999
ó 1000, fué arrojado por una tempestad sobre una costa
boscosa a la que denominó Marklandia, la que se supo-
ne que sea Terranova.
La primera expedición organizada para explorar las
tierras desconocidas zarpó de Vestribygdh, Groenlandia,

(70)
LA FE DE LOS DESCUBRIDORES Y 71

en el año 1003. Las tres naves estaban al mando de


Thorfinn Karlsefni, Snorri Thorbrandson y Thorbjarni.
Los aventureros escandinavos, que llevaban un total de
140 hombres, visitaron durante tres años las costas, des-
de Heluland (tierra de las rocas), hasta Vinland (tierra
de las viñas). Algunos autores suponen que llegaron
hasta el Golfo de San Lorenzo, mientras otros creen
que descendieron hasta Long Island y el cabo Cod. Los
navegantes escandinavos se encontraron con aboríge-
nes que navegaban en embarcaciones de cuero, y se
llevaron consigo de vuelta dos niños nativos a los cuales
les enseñaron a hablar en islandés.
El cristianismo fué introducido en Groenlandia ha-
cia el año 1000 por Leif Eriksson, según el testimonio
del "Fragmentum Geographicum." El rey de Noruega
Sigard, envió un misionero a Groenlandia en el año
1124, estableciéndose posteriormente el obispado de Gar-
dar. En esa población se erigieron cinco edificios que
fueron dedicados al culto. Anualmente se enviaban
cargamentos de trigo y avena desde Noruega a Groen-
landia, pero en 1492 hacía ya ochenta años que ningún
barco llegaba a esa tierra lejana. Los esquimales, que
a partir de 1379 se habían mostrado hostiles hacia los
groenlandeses, finalizaron por exterminarlos algunas dé-
cadas después. Siglos después los arqueólogos descu-
brirían las ruinas groenlandesas y encontrarían en el
cementerio de Herjolfsnes una cruz sobre la que se ha-
bía grabado en letras rúnicas la fe cristiana expresada
por las palabras Isus Kristr hialbi.
La proyectada empresa de llegar al Oriente viajando
en dirección al Occidente fué largamente acariciada por
Cristóbal Colón. La teoría de la inspiración nórdica del
descubrimiento sólo habría sido valedera para unas tie-
72 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
rras inhóspitas, al poniente de Islandia. Pero la reali-
dad fué, según lo admitió Colón mismo, que influyeron
en su ánimo no solamente los relatos de Marco Polo y
el "imago Mundi" de Pedro d'Ailly sino la lectura de
las "Sagradas Escrituras." La inspiración bíblica de la
empresa colombina podía surgir de los textos que se
refieren a la forma esférica de la tierra y al hecho de
que se halla como suspendida en el espacio, tal como
aparece en el libro de Isaías y en el de Job.í 1 ) En ocho
apostillas anteriores al viaje cita también un libro atri-
buido a Esdras, 2 ) que mencionó con cierta preocupa-
ción porque se lo consideraba apócrifo. Su opinión la
resumió en las siguientes palabras: "Y el mundo es po-
co; el enjuto de él es seis partes, la séptima solamente
cubierta de agua. La experiencia ya está vista, y la es-
cribí por otras letras y con adornamiento de la Sacra
8
Escritura." ( )

Las tres naves confiadas a Colón soltaron amarras


en la madrugada del 3 de agosto de 1492. A los dos
meses de navegación se sobrepasaba la marca que había
sido señalada por Toscanelli y el temor comenzó a cun-
dir entre los Pinzones, que pidieron el regreso. La fe
del gran navegante pudo más que el escepticismo, y en
la madrugada del 12 de octubre, Rodrigo de Triana gri-
tó con incontenible emoción: "¡Tierra! ¡Tierra!"
Colón informó a los reyes Don Fernando y Doña
Isabel acerca de su viaje, poniendo encima de su nom-

( 1 ) Véase Isaías 40 22 y Job 26


: : 7.

(2) Lib. II, 6: 42.


(3) Citado por J. Vicens Vives en "Rumbos Oceánicos —Los Navegan-
tes Hispánicos," pág. 89, ed. Barcelona, 1946.La inspiración bíblica de
Colón, ha sido señalada por Vicente Blasco Ibáñez en su obra "En Bus-
ca del Gran Kan: La Novela del Descubrimiento de América," y por José
Enrique Rodó en sus "Motivos de Proteo."
LA FE DE LOS DESCUBRIDORES Y . . . 73

bre las iniciales A. S., que significan "Servus Sum


S. S.
Altissimi Salvatoris" (Servidor Soy del Altísimo Sal-
vador). Colón ignoró el verdadero significado de su des-
cubrimiento; pero la idea de un Nuevo Mundo surgió
gradualmente al cabo de varias expediciones. En el
mensaje que el descubridor envió desde Lisboa a Espa-
ña, pedía que se diese gracias al Salvador por haberle
concedido la victoria y "gócese Cristo en la Tierra cual
se regocija en el Cielo al ver la próxima salvación de
tantos pueblos, entregados hasta ahora a la perdición.
Regocijémonos tanto por la exaltación de nuestra fe co-
mo por el aumento de bienes temporales, de los cuales
no sólo habrá de participar España sino toda la Cris-
tiandad."
El Almirante de la Mar Océano no sabía cómo in-
terpretar las tierras que había contemplado, pero sur-
gía en él la convicción de que llegaba el momento pro-
videncial, para evangelizar a los aborígenes. No debía
hablarse del triunfo económico y político de una nación,
sino del triunfo de la cristiandad al brindársele el pri-
vilegio de evangelizar a los pueblos que ignoraban a
Cristo.
Cuando, en su tercer viaje, Colón se encontró frente
a la costa de América del Sur, cerca de la desemboca-
dura del río Orinoco, a mediados de 1498, evocó con
todo entusiasmo el Jardín del Edén, pero, al volver ha-
cia las islas del Caribe se encontró con el triste cuadro
del salvajismo de los nativos,y se vió envuelto en una
situación tan lamentable que fué enviado a España car-
gado de cadenas. En una carta escrita por él a fines
de 1500 explicó que se consideraba como un instrumen-
to de Dios que cumplía en parte lo que afirmaba el Apo-
calipsis de San Juan y lo que había declarado el pro-
74 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

feta Isaías. Reprochó de quienes habían


la incredulidad
rechazado su proyecto y elogió a la reina Isabel "a quien
el Señor le dió el espíritu de inteligencia y el coraje
necesario. . .
."

Colón analizó los móviles de su empresa oceánica en


el libro que preparó desde el mes de septiembre de 1501
hasta el mes de marzo de 1502. En ese trabajo de se-
tenta páginas, titulado "Libro de las Profecías," escri-
bió: "La mayor parte de las profecías y de las Sagradas
Escrituras ya se ha cumplido. ... Ya dije arriba que
aún queda mucho para el completo cumplimiento de
las profecías, y dije que hay grandes cosas en el mundo,

y dije que la señal es que nuestro Señor las está apre-


surando; la predicación del Evangelio en tantos países,
en los últimos tiempos, me lo dice."( 4 )
Mientras Colón buscaba las profecías de las Sagra-
das Escrituras para interpretarlas, comprobó que una
de las fundamentales era aquella que establecía que
antes del regreso de Cristo el Evangelio sería pregonado
por el mundo entero. Preocupado por saber cuánto tiem-
po podría transcurrir hasta el segundo advenimiento de
Cristo, aceptó la teoría popular de que el mundo llega-
ría a los 7.000 años de historia. Valiéndose de esa teoría
errónea, que no pertenece al texto de las Sagradas Es-
crituras, sumó los 1.501 años de la Era Cristiana a los
5.343 años que, según Alfonso el Sabio, habían trans-
currido desde Adán hasta el primer advenimiento de
Cristo, y obtuvo un total de 6.845 años. De ese modo
llegó a la conclusión de que hasta el retorno del Reden-
tor, cuando se produciría el fin del mundo, sólo faltaban
155 años.

(4) "Libro de las Profecías" en "Scriti di Cristoforo Colombo," edi-


tado por Cesare de Lollis, vol. II, págs. 81-83, Roma, 1894.
LA FE DE LOS DESCUBRIDORES Y 75

La fe adventista de Cristóbal Colón y su convicción


de que la intervención divina se produciría en el lapso
de un siglo y medio, lo movió a gestionar una nueva ex-
pedición para descubrir la comunicación que facilitara
el paso a los barcos para evangelizar el lejano Oriente.
Los reyes de España apoyaron la nueva empresa, y el
afamado navegante emprendió su cuarta expedición el
3 de abril de 1502, sólo unos días después de haber dado
por terminado su "Libro de las Profecías." Las cuatro
carabelas estaban aparejadas como la histórica "Santa
María" de la primera expedición, pero en esta ocasión
la nave principal se denominaba "La Capitana."

A pesar de los vientos contrarios, Colón navegó fren-


te a la costa de América Central desde el cabo Hondu-
ras hasta el cabo que denominó Gracias a Dios. Desde
allí exploró la costa de Nicaragua y Costa Rica. Al lle-
gar a la bahía de Chiriquí, creyó haber descubierto el
paso hacia la India, pero tuvo que doblar la Península
Valiente, para seguir a lo largo de la costa de Veragua.
Para el día de navidad del año 1502 entraba en otra
escotadura del istmo, el Puerto Gordo, cuya descripción
coincide con la bahía Limón, que sería la entrada del
canal de Panamá sobre el Caribe, a sólo cincuenta ki-
lómetros del Océano Pacífico. Después de muchas pe-
ripecias, y sin haber logrado su principal objetivo, el
gran navegante regresó a San Lúcar de Barrameda en
noviembre de 1504, con la salud muy quebrantada. Un
año y medio después fallecía, dejando un testamento
en el cual evidenciaba nuevamente su fe.
La sed de oro de muchos de los exploradores y con-
quistadores del Nuevo Mundo les hizo perder de vista
la responsabilidad que sentía Colón de que los aborí-
genes fuesen evangelizados. Las hazañas de Hernán Cor-
76 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
tés en el Anáhuaco y
las de Francisco Pizarro en el Ta-
wantinsuyo, desde punto de vista cultural amerindio
el
sólo significaron la ruina inmediata de dos imperios y
la violenta desarticulación de dos culturas extraordi-
narias.
Bartolomé de Las Casas, llevado por Colón en su ter-
cer viaje expedicionario, se unió a los religiosos que
defendieron a los aborígenes en contra de las violencias
de los conquistadores. En 1511 defendió los derechos
de los indígenas en la asamblea de juristas y teólogos
reunidos en Burgos, entre los cuales Alfonso de Espi-
nar proponía que se los redujera a la esclavitud. Cuan-
do falleció en el año 1566 los indios lloraron amarga-
mente la muerte de su protector.
Otra figura digna de recordación es la de Vasco de
Quiroga. Cuando éste desembarcó en México, en 1530,
tenía sesenta años de edad. Había llegado al Nuevo Mun-
do para juzgar las acusaciones que pesaban en contra
de Cortés y de sus compatriotas en el sentido de que
abusaban de los indígenas. Deseoso de dar el mejor
ejemplo de protección al aborigen, fundó el primer hos-
pital de México, introdujo el cultivo de la banana y
organizó una cantidad de pueblos con ordenanzas que le
granjearon el cariño de los indígenas, quienes lo llama-
ban cariñosamente Tatá don Vasco. Falleció a los 95
años de edad, en el año 1565. "Don Vasco de Quiroga
— —
escribe M. Cuevas se adelantó varios siglos a su
época, y prescindiendo de rutinas y de moldes viejos,
creó en sus ideales y redujo a la práctica una institu-
ción modelo, que de haberse perpetuado, habría rege-
nerado a nuestras decaídas razas y elevado nuestra ci-
5
vilización a increíble altura." )

(5) "Historia de la Iglesia en México," pág. 414.


LA FE DE LOS DESCUBRIDORES Y . . . 77

Entre los defensores del aborigen de América mere-


ce destacarse también la actuación del patricio argenti-
no Francisco Ramos Mexía (1773-1828), quien tres si-
glos después del descubrimiento del Nuevo Mundo de-
fendió los derechos de los indios pampas. Fundó su de-
terminación en los principios del cristianismo y evan-
gelizó a los indígenas con el aliento de su fe adventista
que dió a conocer mediante su vida ejemplar y con sus
escritos.
Resulta difícil aquilatar la fe de los descubridores
y de los conquistadores del Nuevo Mundo. Existe, no
obstante, un principio fundamental que fué enunciado
por Jesús en el Sermón de la Montaña: "Por sus frutos
u obras los conoceréis." 6 )
Entre los hombres que llegaron a las playas del Nue-
vo Mundo durante el primer siglo que siguió al descu-
brimiento, hubo muchos que emprendieron con riesgo
de sus vidas el cometido de comunicar a los aborígenes
el mensaje de esperanza que contiene la fe cristiana. El
afán de dar arraigo al cristianismo entre los aborígenes
marcó una etapa de empresas casi inverosímiles en la
penetración de las selvas y páramos de América, cuan-
do otros viajaban por las mismas regiones en busca de
sus riquezas.
Mientras América era recorrida en todas las direc-
ciones, en Europa resurgía el interés por el estudio de
las Sagradas Escrituras que, Alfonso el Sabio, siglos
antes, hiciera publicar en forma romanceada, y que
Juan Gútenberg entregara al pueblo en forma impresa.
La lectura de las Sagradas Escrituras en las lenguas
populares volvió a actualizar la cuestión del segundo

(6) Evangelio según S. Mateo. 7:16.


78 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

advenimiento de Cristo que casi había pasado al olvido


desde la crisis del año 1000.
En España se destacó por el estudio de la profecías
el teólogo Francisco Ribera (1537-1591). Nació en Vi-
llacastín y se doctoró en la Universidad de Salamanca.
Fué confesor y biógrafo de la famosa carmelita conocida
como Santa Teresa. Cerca de un año antes de fallecer
publicó en Salamanca una obra de 500 páginas acerca
del Apocalipsis, que fué reimpresa en otras ciudades de
Europa.
El jesuíta Ribera fué conocido entre los católicos
romanos como el fundador del futurismo en materia de
interpretación de las profecías. Sus puntos de vista fue-
ron adoptados por el jesuíta portugués Blasius Viegas
(1554-1599), profesor de teología en Coimbra y en Evo-
ra. En contra de esa posición se levantó Luis de Alcá-
zar (1554-1613), jesuíta de Sevilla, que escribió otro
comentario del Apocalipsis, sobre el cual se fundó la es-
cuela preterista. La obra del exégeta sevillano, de 900
páginas, fué publicada en forma postuma, un año des-
pués del deceso de su autor.
El tema del segundo advenimiento de Cristo interesó
también al jesuíta belga Cornelius de Lapide (1567-
1637). Este profesor de exégesis bíblica de Lovaina
aceptó los puntos de vista de Ribera. Sostuvo la misma
posición el dominico Valenciano Tomás Malvenda ( 1566-
1628), quien falleció mientras estaba traduciendo el
libro del profeta Ezequiel. Las preocupaciones apoca-
lípticas no estaban ausentes en las mentes de muchos
de los españoles que llegaron a las Américas.
CAPITULO 9

AMERICA COLONIAL Y LA FE DEL CHILENO


MANUEL LACUNZA

A IMPORTANCIA de América en el panorama raun-


dial fué señalada por Francisco López de Gomara
(1510- 1550) en el siguiente párrafo de su "Dedicatoria a
Carlos V de la Historia General de las Indias" "La mayor
:

cosa, después de la creación del mundo, sacando la en-


carnación y muerte del que lo crió, es el descubrimien-
to de Indias, y así las llaman Nuevo Mundo."
Las grandes culturas amerindias revelaron la rique-
za de las convicciones morales de los nativos, que ad-
mitían a un Creador. Muchos aborígenes se regían por
preceptos morales que coincidían con diversos manda-
mientos del Decálogo y que eran comunes a la religión
practicada por los patriarcas y profetas, e igualmente
por los apóstoles y discípulos.
Los colonizadores latinos se refundieron gradualmen-
te con los pueblos nativos, y de la amalgama de ese es-
taño y de ese cobre, resultó una raza de bronce. La
nueva raza latino-americana asimiló cuanto de bueno le
había llegado de Europa y se reservó todo el vigor de
la sangre aborigen. Así fué cómo las generaciones de
América pasaron de la adolescencia a la virilidad y bus-
caron sus propias formas de gobierno al emanciparse de
la madre España, tal cual lo habían hecho los sajones
con respecto a Inglaterra, con la diferencia de que éstos
guardaron cierta distancia con el indígena.
(79)
80 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Los tres siglos de vida colonial de América Latina,
aunque fueron de extrema fidelidad a la corona penin-
sular, evidenciaron en más de una oportunidad el anhelo
de independencia política, tal como lo expresaron Tupac
Amaru y sus continuadores. Durante esas tres centu-
rias la vida intelectual fué abriéndose paso mediante las
letras y las artes. La instauración de colegios y univer-
sidades regenteadas generalmente por sacerdotes, según
la costumbre de la época, le dió a la educación un co-
lor escolástico que variaba según las órdenes a las cua-
les se había confiado el magisterio.
Otra de las manifestaciones de la cultura en Améri-
ca Latina consistió en la creciente demanda de libros.
No bastaban las obras que llegaban de España. Los hom-
bres del Nuevo Mundo quisieron imprimir las obras de
otras épocas y producir sus propios libros. La impren-
ta, como instrumento de cultura, se fué introduciendo
de ciudad en ciudad, trazando un itinerario interesan-
te^ 1 )
Tanto los reyes de España como los de Portugal ha-
cían ejercer una vigilancia muy estricta sobre los libros

(1) De las investigaciones practicadas en diferentes países, se ob-


tienen los siguientes datos, que han sido comprobados, respecto a las
primeras imprentas de América: México, 1535 ó 1536; Lima, 1584; Jull,
1612; Boston, 1639; Puebla, 1640; Guatemala, 1660; Filadelfia, 1685;
Saint Mary's, 1685; Loreto, 1700; Habana, 1707; Oaxaca, 1720; New Jersey
1723; Annapolis, 1723; Bogotá, 1736; Río de Janeiro, 1747; Santiago de
Chile, 1748; Quebec, 1751; Río Bamba. 1753?; Ambato. 1754; Quito, 1759;
Córdoba, 1764; Nueva Valencia, 1764; Cartagena, 1769; New Orleans,
1769; Baltimore, 1773; Buenos Aires, 1780; Santo Domingo, 1781; Puerto
España, 1786; Guadalajara, 1792; Veracruz, 1794; Haití, 1806; Monte-
video, 1807; Caracas, 1808; Puerto Rico, 1808; Mérida de Yucatán, 1813;
Texas, 1817; Panamá, 1820; Iowa, 1836; Asunción, 1845.
Aunque la imprenta de Asunción comenzó su labor al dar a la es-
tampa el periódico El Paraguayo Independiente, el 26 de abril de 1845,
bajo el gobierno de Don Carlos López, en el Paraguay habían circulado
impresos de las Misiones, con texto en guaraní y en castellano desde
el año 1700. Pero los pueblos de Loreto, San Javier y Santa María
quedaron comprendidos en el territorio de la Argentina al establecerse
los límites entre ambos países.
AMERICA COLONIAL Y 83

que se enviaban al Nuevo Mundo. Esas precauciones


constantes eran de orden político y religioso. De las
obras raras se hacían copias manuscritas que, por lo
mismo, resultaban muy costosas. Esa situación daba lu-
gar a la preparación de resúmenes y de copias fragmen-
tarias. Entre los escritos que circularon de ese modo,
se destacó, por el interés que suscitó, el titulado "Papel
Anónimo, sobre la Segunda Venida de Jesucristo."
El famoso "Papel Anónimo," que contó con tantos
partidarios en Buenos Aires, era nada menos que un
resumen de "La Venida del Mesías en Gloria y Mages-
tad," antes que esta obra alcanzara a ser publicada en
forma impresa. Comentando la circulación de esas co-
pias manuscritas, el Dr. Abel Chanetón expresa: "No
obstante su tardía impresión 1812 ó 13 la obra era— —
conocida desde 1785, más o menos. No hay, probable-
mente, ejemplo de libro alguno que haya alcanzado, an-
tes de salir a luz en letras de imprenta, difusión más
amplia y mayor resonancia. Transcripciones, extrac-
. . .

tos y resúmenes de La Venida del Mesías en Gloria y


Magestad circulaban, pues, desde aquel año 1785 en — —
Europa y en América. Desde la Habana al Cabo de
. . .

Hornos, no quedó villa americana de cierta importancia,


a donde no llegaran ejemplares." a )

En el caso del Brasil opinó Max Fleuiss que la imprenta se estableció


desde el año 1543, con Manuel de Nóbrega, pero hasta la fecha no se
ha podido confirmar ese rumor. En cambio está bien documentado
que la Academia dos Selectos de Rio de Janeiro introdujo la imprenta
en 1747 en esa ciudad, si bien es cierto que la corte lusitana exigió la
inmediata remisión de la imprenta a Portugal. De los libros impresos
sólo se salvó un ejemplar, según lo ha señalado el bibliófilo Guillermo
Furlong en su obra "Orígenes del Arte Tipográfico en América," Buenos
Aires, 1947, pág. 105.

(2) "En Torno a un 'Papel Anónimo' del Siglo XVIII," págs. 23 y 24,
Buenos Aires, 1928.

6 —D. L. de una G. E.
84 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
El autor de ese trabajo acerca del segundo adveni-
miento de Cristo era Manuel Lacunza y Díaz, quien na-
ció en Santiago de Chile el 19 de julio de 1731. Su pa-
dre fué don Carlos de Lacunza, oriundo de la villa Ar-
tajona de Navarra, España, y su madre doña Josefa
Díaz y Durán. De los tíos por línea materna dos eran
monjes, uno franciscano y el otro jesuíta, y dos de sus
tías eran religiosas, una carmelita y la otra capuchina.

Al fallecer su padre, la educaciónde Manuel Lacun-


za corrió por cuenta de su abuelo Manuel Díaz y Mon-
tero,quien lo hizo entrar, en 1741, en el colegio de San
Francisco Javier. Seis años después era admitido en la
Sociedad de Jesús y, al término de diversos estudios, fué
ordenado como sacerdote en 1755. Su elocuencia como
predicador y sus composiciones le valieron el afecto de
Alday, distinguido obispo de la ciudad de Santiago.
Cuando los jesuítas fueron expulsados de España y
de todas sus colonias por decreto del rey Carlos III, La-
cunza fué trasladado primeramente a Cádiz y después
a los Estados Pontificios. Desde allí pasó, en septiembre
de 1768, a Imola, que se halla a 35 kilómetros al sud-

oeste de Bolonia. "Después de cinco años comenta su

biógrafo P. Domingo Aracena de permanencia en esta
ciudad, Lacunza, alejado voluntariamente de toda so-
ciedad, se alojó algún tiempo en un arrabal, y después
en el recinto y cerca de la muralla de la ciudad: dos
habitaciones del piso bajo de una pobre casa le dieron
un retiro aún más solitario, en donde vivió por espacio
de veinte años como verdadero anacoreta. Para no dis-
traerse de su plan de vida se servía a sí mismo, y a na-
die franqueaba la entrada a sus habitaciones. Tenía la
costumbre muy singular de acostarse al despuntar el
día, o pocos antes, según las estaciones. Acaso, arreba-
AMERICA COLONIAL Y 85

tado por el gusto de la astronomía que había tenido des-


de su juventud, le era grato estar en vela mientras es-
taban visibles los astros en el cielo, o quizá apreciaba
este tiempo de recogimiento y de silencio como el más
favorable al estudio. Se levantada a las diez, decía misa
y después iba a comprar sus comestibles; los traía, se en-
cerraba, y los preparaba por sí mismo. Por la tarde ha-
cía siempre solo un paseo en el campo. Después de la
cena iba como a escondidas a pasar un rato con un ami-
go; y vuelto a su casa, estudiaba, meditaba, y escribía
hasta la aurora. Tal fué su régimen invariable." 3 )
Según el testimonio de Mazzotti, Lacunza se entregó
a la tarea de escribir su obra a partir del año 1775. De-
dicaba largas horas al estudio de las Sagradas Escritu-
ras y a los comentarios que de ellas se habían hecho a
lo largo de los siglos. Quienes lo conocieron lo considera-
ban un hombre de oración que imploraba a Dios para
que lo iluminara con el objeto de interpretar debida-
mente las divinas profecías. 4 )
Los recursos de Lacunza, mientras escribía su obra,
procedían de la pensión asignada por el Rey de España
a todos los jesuítas exilados. Además de un beneficio
eclesiástico que recibía de Chile, sus familiares le re-
mitían las participaciones en sus rentas comerciales. Es-
to le permitía valerse, para llevar a cabo la tarea que
se había propuesto, de un secretario, su compatriota
igualmente exilado Juan José González Carvajal. El

(3) "Diccionario Biográfico Americano de Cortés," París, 1875, págs.


262, 263. Este artículo es atribuido por Manuel Urzúa al dominicano
P. Domingo Aracena (1810-1874), en La Nación de Santiago de Chile,
23 de Junio de 1928.
(4) Mazzotti, folio 7, c"'tado por Giuseppe Mazzini en "Gesuiti cileni
in Imola." Bologna, 1938, pág. 26; Francisco Enrich, "Historia de la Com-
pañía de Jesús en Chile," Barcelona. 1891, vol. II, pág. 497.
86 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
manuscrito de su primer tomo fué terminado en el año
1784, y el tercero fué puesto al día en 1790. (Estos años
aparecen indicados en las notas que sobre una de las
copias de la obra de Lacunza colocó Ignacio Andía y
Várela. Ese manuscrito se encuentra en el Archivo de
la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile.)

El hecho de que circularan copias y resúmenes ma-


nuscritos de "La Venida del Mesías en Gloria y Mages-
tad" antes que esta obra fuese dada por concluida por
su autor, puso a éste en una situación desventajosa y
perjudicial para su propia labor. Ese hecho se explica
por una circunstancia especial: facilitó copias a sus com-
pañeros de exilio para que le presentaran sus opiniones
y críticas. Por otra parte, el deseo de que la obra se
imprimiera lo decidió a enviar el primer tomo a Espa-
ña. Una carta, fechada en Jaenia en 1787, expresa: "De
los de Chile ha escrito Dn. Manuel Lacunza una
. . .

Obra admirable sobre los Profetas, y el Apocalipsis en


Castellano, ya tiene concluido el primer tomo, y lo man-
da a España para que allá se imprima con la ocasión
de que el Ministro de aquella Corte en Roma encarga a
los ex Jesuítas por orden del Ministro que los que ha-
yan escrito Obras dignas de la Estampa las manden a
Madrid para que allí se impriman a costa del Real Era-
5
rio." ( )

Cuando Dalmacio Vélez, Defensor y Fiscal de Tem-


poralidades de Córdoba, fué a Buenos Aires a fines de
1786, se encontró con el " 'Papel Anónimo' sobre la se-

(5) Carta fechada en Jaenia (¿Faenza?) el 30 de abril de 1787, escrita


por el ex jesuíta Antonio Santiago Messa y Contreras, dirigida a don
Ilario Pietas, de Lima. En el archivo de Mario Errázuriz Quesney, publi-
cada por Cari H. Schaible en "Las Primeras Ediciones de la Obra del
Padre Lacunza Venida del Mesías en Gloria y Magestad," Santiago de
Chile, 1948, págs. 30-31.
AMERICA COLONIAL Y 87

gunda venida de Cristo" del año precedente. En el


año 1785 también Codronchi, arzobispo de Ravena, ob-
tuvo un ejemplar manuscrito, traducido al latín. Gra-
cias a las investigaciones del profesor Alfred Félix Vau-
cher ha sido posible saber que la traducción de esa obra
al latín fué realizada por un jesuíta mexicano exilado en
Italia: Narciso González. 6 )
El interés que la obra de Lacunza despertó en Ita-
lia puede ser demostrado por el hecho de que se efectua-
ron dos traducciones. La primera versión italiana fué
realizada por Giovanni Vicenzo Bolgeni, en 1790, a quien
se atribuye también una traducción latina abreviada.
La segunda versión italiana, que también circuló en for-
ma manuscrita, fué preparada por el cura Giuseppe Cris-
tino Mazotti, después obispo de Tívoli, Cervia y Ravena,
quien la dedicó a Pío VII, en junio de 1809. Se sabe
que cuando el jesuíta Juan Luis Maneiro regresó a Mé-
jico, en 1799, llevó un ejemplar manuscrito traducido al
latín.
Lacunza manifiesta en el primer capítulo cuál es
la verdadera finalidad de su trabajo: "Es a saber, si
las ideas que tenemos de la segunda venida del Mesías,
artículo esencial, y fundamental de nuestra santa re-
ligión, son ideas verdaderas y justas sacadas fielmente
de la Divina Revelación, o no." Protesta contra el ale-
gorismo de Orígenes, quien pretendió transformar las
Sagradas Escrituras en un "libro de enigmas," por lo

(6) Ese dato se obtuvo mediante informaciones encontradas en los


Archivos del Colegio de Loyola en Azpeitia. Como esa traducción era
incompleta y defectuosa, Miguel García emprendió la tarea de ofrecer
una versión más culta. Véase la descripción de esas traducciones y la
indicación de las cooias que se conservan en diversos archivos en el tra-
bajo de Alfred F. Vaucher: "Una Celebridad Olvidada: Manuel Lacunza
y Díaz," vertido del francés al castellano por Héctor Hammerly Peveriní,
en la Revista Chilena de Historia y Geografía, N<? 117. Santiago, 1951.
págs. 89-93.
(

88 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
cual propone el retorno al "sentido literal." De ese mo-
do, el exégeta chileno retrocedió más
de Agustín, de
allá
Ticonio y de Orígenes, procurando situarse en el plano
de la interpretación apostólica que fué recogida en cier-
to modo por la literatura patrística de los tres primeros
siglos.

La obra completa que daría tanta fama a Lacunza


es voluminosa y se divide en tres partes. Después de las
cinco páginas de invocación y dedicatoria de la obra al
Señor Jesucristo, sigue un prólogo de veintiuna pági-
nas y un discurso preliminar de veintiocho. La primera
parte "que contiene algunos preparativos necesarios para
una justa observación," es de ocho capítulos que forman
como un tratado de hermenéutica de 235 páginas. El
texto de la segunda parte, "que comprende la observa-
ción de algunos puntos, o fenómenos particulares," cons-
tituye la porción medular de la obra, porque dedica
1163 páginas al estudio de las profecías, destacando
diez fenómenos relacionados con el segundo adveni-
miento de Cristo. La tercera parte, "que contiene el
fruto de las observaciones precedentes," describe en die-
ciséis capítulos, con un total de 428 páginas, los princi-
pales acontecimientos vinculados con el regreso de Cris-
to que son mencionados en las Sagradas Escrituras,
presentándolos con una ordenación cronológica. 7 )
Lacunza destacó cuáles eran las profecías de las Sa-
gradas Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento, que señalan el segundo advenimiento del

( 7 ) El número de páginas impresas de la obra "La Venida del Mesías en


Gloria y Magestad" varía según el tipo de imprenta y el tamaño de las
hojas. Las referencias que se harán en esta obra describen los cuatro
tomos de la edición impresa en Londres a pedido del General Manuel
Belgrano en el año 1816. Esa edición es de cuatro tomos, con un total de
1937 páginas, incluyendo los índices.
AMERICA COLONIAL Y 89

Mesías. Sus comentarios puntualizaron la interpreta-


ción del libro bíblico del Apocalipsis de la cual parti-
ciparon los cristianos de los primeros siglos, es decir,
que el regreso de Cristo se efectuaría después de cum-
plidas determinadas señales en el mundo y que su se-
gundo advenimiento marcaría el comienzo del milenio.
El período milenial se iniciaría con la resurrección de
los piadosos y finalizaría con la resurrección de los
impíos.
Deseoso de aclarar el sentido del Apocalipsis respec-
to al milenio, Lacunza subraya cuál fué la interpreta-
ción más antigua acerca deese asunto. Quiso separar
el trigo de las verdades de en medio de la cizaña de los
errores enseñados por Cerinto y otros que fueron deno-
minados "quiliastas" o "milenarios." Estos, con sus ideas
sensuales acerca del milenio cayeron "in errorem, seu
fabulam Millenariomm." Pero el exégeta chileno dis-
tingue el testimonio del Apocalipsis de los comentarios
inadecuados de los "quiliastas" con respecto a lo que
acontecería durante los mil años que seguirán al segun-
do advenimiento de Cristo. Por esa razón pide que pri-
meramente se analice lo que enseñan las Sagradas Es-
crituras en cuanto al milenio, y que después se proceda
al rechazo de las interpretaciones antojadizas e incon-
gruentes de los "quiliastas": "Este examen serio, y for-
mal, me parece, que debía preceder a la impugnación,
para poder arrancar la zizaña sin perjuicio del trigo." 8 )
La interpretación de las Sagradas Escrituras de parte
de Lacunza encontró un eco favorable en Europa y en
América, donde también aparecieron impugnadores de
los resúmenes y fragmentos inexactos de la obra que su

(8) "La Venida del Mesías en Gloria y Magestad," pár. I, cap. V,


art. II, pár. I, vol. I. pág. 71, ed. 1816.
90 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
autor no dió por terminada sino después de varias revi-
siones y de haberla sometido al juicio de personas de
su confianza, entre los cuales figuraban compañeros
chilenos, ecuatorianos, mexicanos y españoles. Aun-
que circularon copias manuscritas y traducciones de la
obra de Manuel Lacunza, con el seudónimo de Juan
Josaphat Ben-Ezra, él no llegó a ver su trabajo en forma
impresa. En efecto, en la noche del 17 de junio de 1801
pereció ahogado a orillas del arroyo Santerno que corre
en las cercanías de la ciudad de Imola antes de volcarse
en el Reno. Sólo le faltaba un mes para que cumpliera
los setenta años de edad. Como había poca agua en el
lugar donde fué encontrado, se llegó a suponer que ha-
bía sufrido un ataque de apoplejía. Se dió sepultura a
sus restos en la iglesia del Pío Suffragio de Imola.
El Rey de España había autorizado a los jesuítas
exilados a regresar a sus respectivos países. Consta que
la Audiencia Real de Santiago de Chile le hizo enviar a
Lacunza sumá de cuatrocientos pesos para el viaje de
la
regreso. Su muerte frustró el proyecto de que regresara
a Chile y que viese su obra en forma impresa como apa-
recería al cabo de diez años.
En todas las grandes ciudades de América el exégeta
Lacunza fué leído con creciente interés. Su compatriota,
el presbítero Miguel Rafael Urzúa, lo ha presentado
como un genio, calificándolo de Copérnico de la teo-
logía. Y el escritor francés Pedro Agier, después de
elogiar el talento interpretativo de Lacunza, exclamó:
"¡Extraño destino el de este autor! Pasa la primera
parte de su vida en América, la segunda en Europa;
poco conocido en una y casi desconocido en la otra. Y,
después de su muerte, su nombre llegó a ser célebre en
todas partes así como su obra. Es una antorcha que,
AMERICA COLONIAL Y 91

para irradiar su luz, esperaba la ruptura del recipiente


que la encerraba; es un sol que, largamente eclipsado,
termina por iluminar a la vez los dos hemisferios.''^ 9 )
Podría decirse que la obra que preparaba le fué arran-
cada de las manos cuando estaba gestándose durante
esa larga labor de veinte años. Este hecho fué lamen-
tado por su propio autor al enterarse de que circulaban
copias manuscritas en forma incompleta y resúmenes
que no reflejaban fielmente su pensamiento y que, por
consiguiente, le atraían la oposición de algunos críticos,
antes que diese por finalizado su trabajo en el año 1790.
Antes que la obra de Lacunza llegara a América, y
cuando todavía estaba en proceso de preparación, ya
contaba en Europa con decididos partidarios y con al-
gunos adversarios. De ello da cuenta la corresponden-
cia que el sacerdote Joaquín Camaño y Bazán le diri-
gía desde Europa, en 1793, al sacerdote de Buenos Aires
Diego León de Villafañe. Al referirse a los que elevaban
hasta las nubes la obra que estaba preparando La-
cunza, mencionaba a dos o tres mejicanos, probable-
mente los dos traductores de la obra al latín: los sacer-
dotes Narciso González y Juan Maneiro. Además esta-
ban José Petisco, de Castilla; el ecuatoriano Viescas,
de Quito; el catalán Bartolomé Pou y, en Italia, P. Bol-
geni y el abate Genesi, del Colegio de Parma. Entre
los adversarios menciona a Domingo Muriel. No obs-
tante, consta por el testimonio de P. Juárez, que frente
a la crítica, Lacunza sometió su obra a Domingo Mu-
riel (1718-1795) y al jesuíta Francesco Zacearía (1714-

(9) Pierre Jean Agier, "Vites sur le second avénement de J. C, ou


Analyse de l'ouvrage de Lacunza sur cette importante matiére," París,
1818: Rafael Urzúa Astaburuaga. "El P. Lacunza y su obra La Venida
del Mesías en Gloria y Magestad," Santiago, 1914, págs. 4 y 59.
(

92 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
1795), quienes juzgaron que, a pesar de las opiniones
singulares que encontraron en ella, no habían descu-
bierto nada que pudiesen considerarlo erróneo o contra-
10
rio a la fe.( )

El "Papel Anónimo" de 22 fojas, que circulaba entre


los sacerdotes y monjas de Buenos Aires después de
1785, dió lugar al trabajo de impugnación de 34 fojas
escrito en la misma ciudacf a fines del año 1786. El
autor de la impugnación, Dalmacio Vélez Baigorri, hizo
entregar su trabajo por medio de José Lino, al Virrey
Loreto, quien consideró que el asunto era de carácter
teológico, por lo cual recomendó, según consta por el
Archivo de Indias, "que aún el curso de la impugnación
se suspenda en manos de su autor si no hubiese corrido
copias, hasta otra disposición." u )
Todavía se ignoraba en aquellos días en Buenos Aires
quién era el autor de ese trabajo acerca de la segunda
venida de Cristo, del cual se encontraron dos manus-
critos. Fray Francisco Calvo expresó la opinión de que
debía pertenecer a uno de los expulsos que vivían en
Italia. ¿Cuál era el parecer de las otras personas que
habían leído el mutilado manuscrito? Las investigacio-
nes practicadas en diversos archivos por el Dr. Abel
Chanetón le permiten aseverar lo siguiente: "Según
don José Lino, el doctor Maziel y varios curas, 'entre
los cuales sólo nombro al doctor Ortega, hablaban con
elogio del papel en cuestión.' (Decreto 'muy reservado,'

(10) La primera carta de Joaquín Camaño lleva la fecha del 29 de


enero de 1928. La segunda no está fechada. Fueron publicadas por el
Dr. Ricardo Victorica en la Gaceta del Foro, Buenos Aires, septiembre
9 de 1928. De la vida de Domingo Muriel se ocupó Miranda, "Vida del
venerable sacerdote D. D. Muriel," Córdoba, Argentina, 1916.
(11) Archivo General de Indias, Audiencia de Buenos Aires, Expe-
dientes e instancias de partes, Años 1788 y 1789, est. 124. caj. 1, leg. 19,
fs. 1 y 2.
AMERICA COLONIAL Y 93

del Virrey Loreto, junio 18 de 1787.) Este doctor Or-


tega, parece había escrito también algo sobre el Anó-
nimo; aunque a estar a la referencia de León, cabe su-
poner que lo haría en sentido apologético. Don Isidro
de Lorea es quien comunica el dato al P. Gaspar Juá-
rez, en carta de 1788." ( 12 )
La tarea exegética de Lacunza fué elogiada en Chile
por Nicolás de la Cruz y Bahamonde, conde de Maule.
Este viajero visitó a su compatriota cuando pasó por
Imola, en 1797. Quedó profundamente impresionado por
el hecho de que la obra se estaba traduciendo en todas
las lenguas cultas de Europa, y porque de ella se había
llevado a Chile un ejemplar manuscrito obsequiado por
su autor. Lacunza hizo llegar un ejemplar manuscrito
a su amigo José A. Martínez de Aldunate, deán del
arzobispado de Santiago de Chile. Entre las copias ma-
nuscritas que circularon en ese mismo país se destaca-
ron: una que fué llevada de Italia por el mismo secre-
tario de Lacunza y otra que había sido obsequiada en
Venecia a don Manuel Hipólito Riesco.
Un jesuíta español, Toribio del Caballín, que cono-
ció un fragmento de la obra de Lacunza, expresó por
escrito su desacuerdo respecto al contenido del mismo,
pero fué refutado de inmediato por dos jesuítas de
Quito que residían en Ravena: José Valdivieso y Ramón
Viescas. Uno de los pocos jesuítas que regresaron al
Plata a fines del siglo XVIII, Diego León de Villafañe,
opuso algunas objeciones a Lacunza e hizo referencia a
las mismas en los comienzos del siglo XIX.
El eje central de la obra de Manuel Lacunza era el
segundo advenimiento de Cristo. Por esta razón, al es-

(12) Abel Chanetón, "En Torno a un 'Papel Anónimo' del Siglo


XVIII," Buenos Aires. 1928, nota pág. 16.
(

94 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
cribir el discurso preliminar acerca de ese tema, mani-
fiesta "que las ideas de la segunda venida del Mesías,
que nos dan los intérpretes, cuanto al modo, duración,
y circunstancias, que tenemos por ciertas, y tan seguras,
no lo son tanto que no necesiten de algún examen: y
este examen no parece que puede hacerse de otro modo,
sino comparando dichas ideas con la Escritura misma,
de donde las tomaron, o debieron tomar. Si esta dili-
gencia hubieran practicado nuestros Escribas, y Fari-
seos, cuando el Señor mismo los remitía a las Escrituras,
ciertamente hubieran hallado otras ideas infinitamente
diversas, de las que hallaban en los rabinos, y es bien
creíble, y verosímil, que no hubieran errado tan mons-
truosamente. ¿Qué quieres, amigo, que te diga? Por
grande, que sea mi veneración, y respeto a los intér-
pretes de la Escritura, hombres verdaderamente gran-
des, sapientísimos, eruditísimos, y llenos de piedad, no
puedo dejar de decir, lo que (en el asunto particular
que tratamos) veo, y observo en ellos con grande ad-
miración. Los veo, digo, ocupados enteramente en el
empeño de acomodar toda la Santa Escritura, en especial
lo que es profecía, a la primera venida del Mesías, y
a los efectos ciertamente grandes, y admirables de esta
venida, sin dejar nada, o casi nada para la segunda." 13 )
No había sido la intención de Lacunza que su obra
circulara en forma secreta e incompleta, según lo ha
señalado el historiador Diego Barros Arana, pues hizo las
debidas gestiones oficiales para que fuese publicada: "El
mismo autor envió una copia íntegra al rey de España,
dejó ver sus manuscritos a algunas personas cuya opi-
nión quería oír antes de determinarse a publicarlos, y

(13) "La Venida del Mesías en Gloria y Magestad," Londres, 1816,


"Discurso Preliminar," págs. lxi-bcii.
AMERICA COLONIAL Y 95

se sacaron otras copias incompletas que circularon en


España y fueron divulgadas. "( 14 )
La lectura de la obra sufragada por Belgrano hizo
época. Yahabía pasado el tiempo cuando los manus-
critos del exégeta sudamericano pasaban de mano en
mano como codiciado tesoro. La obra impresa facilitaba
su lectura y eludía el riesgo de leer ejemplares incom-
pletos. En poco tiempo, y a pesar de los vaivenes de la
política, el tema adventista llegó al lector y al púlpito.
Durante la primera década del siglo XIX los ma-
nuscritos de la obra de Lacunza en la lengua original
y en sus diversas traducciones, fueron ganando sim-
patizantes de un país a otro, y encontrando también
algunos adversarios. Pero en el curso de la segunda
década, la divulgación de la obra impresa se efectuó
mediante cuatro ediciones en lengua castellana. En efec-
to, a la primera edición impresa en la Isla León hacia
1811 y sin licencia eclesiástica, siguieron las ediciones
de Valencia de 1812 y de Isla León de 1815. Estas dos
ediciones llevan una aprobación eclesiástica firmada en
Cádiz por Fray Pablo de la Concepción. Después se
interesaron en su publicación destacados pensadores de
América Latina.

(14) "Historia Jeneral de Chile," Santiago de Chile, 1886, vol. VII, pág.
571.
CAPITULO 10

LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO


HACIA LA GRAN ESPERANZA

ll/TANUEL BELGRANO, una de las figuras descollan-


tesde la historia de América, nació en la ciudad
de Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Su padre, don
Domingo Belgrano y Peri, italiano, natural de Oneglia,
Liguria, se trasladó en 1750 a Cádiz para buscar fortuna
en el comercio. Una vez en España se interesó en las
informaciones que llegaban del Nuevo Mundo y, des-
pués de obtener del Rey la carta de naturalización, se
trasladó al Río de la Plata en el año 1759. En Buenos
Aires contrajo enlace con doña María Josefa González
Casero, cuya familia se había destacado en el ambiente
colonial porteño por haber fundado el Colegio de Niños
Huérfanos de San Miguel, del cual surgiría la Socie-
dad Argentina de Beneficencia.
Manuel Belgrano González era uno de los hijos me-
nores de una familia constituida por siete varones y
cuatro mujeres. Aunque el padre era un extranjero
naturalizado gozó de tal confianza entre las autoridades,
que fué nombrado alférez real y regidor del Cabildo
de la ciudad de Buenos Aires. Esas circunstancias fa-
vorecieron la educación del niño Manuel en las mejores
escuelas y colegios. No tenía sino diez y seis años de
edad cuando ya había terminado todos los estudios de
latín y filosofía que se ofrecían en el Colegio de San

(96)
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 97

Carlos, donde disfrutó de la mayor estima de su maes-


tro, el Dr. Luis Chorroarín.
En año 1786, cuando circulaban en Buenos Aires
el
los manuscritos de la obra de Manuel Lacunza acerca
del segundo advenimiento de Cristo, Manuel Belgrano
fué enviado por sus padres a España. Matriculóse en
la Universidad de Salamanca, donde inició el estudio de
leyes, graduándose en el año 1789 de bachiller en Valla-
dolid. Por las cualidades relevantes, el joven Belgrano
mereció la estima de sus maestros. Su profesor Fray Pan-
taleón decía de él que era aplicado, bondadoso y carita-
tivo, y que se destacaba por "un entendimiento sólido y
lleno de luces, bellas cualidades que entre los hombres
son un género de felicidad que parece los diviniza. El
temor de Dios, este temor que se llama en la Escritura,
ya el principio de la sabiduría, ya la sabiduría misma, ya
la plenitud y la corona de la sabiduría, es el móvil de to-
das sus acciones. ¿De un joven de estas cualidades qué no
podemos esperar? Alcanzará sin duda a ser un hombre
cual todos lo deseamos, útil a Dios y al Mundo, a la
religión y al Estado." C 1 )
Las inquietudes religiosas del joven Belgrano eran
tan acentuadas que, a los veinte años de edad, inició
investigaciones personales en esas disciplinas. Uno de
sus biógrafos, J. Luis Trenti Rocamora, menciona al res-
pecto el siguiente hecho: "Solicitó en esa época a Su San-
tidad Pío VI la debida autorización para leer los libros
prohibidos por la Iglesia, quien le otorgó tal permiso,
el 14 de setiembre de 1790, considerando sus condiciones
de carácter." 2 )

(1) Citado por Bartolomé Mitre en la "Galería de Celebridades Ar-


gentinas," Buenos Aires, 1857.
(2) "Las Convicciones Religiosas de Próceres Argentinos," por
los
J. Luis Trenti Rocamora, Buenos Aires, ed. 1948, pág. 58.
(

98 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
La lectura de la "Santa Biblia" en lengua vulgar
había sido prohibida por Pío IV (1559-1565) en sus
reglas tercera y cuarta, las que disponían que se pidiese
licencia al Ordinario o al Inquisidor. A pesar de que
Benedicto XIV (1740-1758) sacó del Indice esa prohi-
bición, en España se seguía extremando la aplicación
rigurosa de esas dos reglas, abolidas en el año 1757.
¿Conoció Belgrano algún manuscrito de la obra de
Lacunza mientras estudiaba en España? No se ha podido
establecer en qué fecha circularon en España los pri-
meros resúmenes de la obra del prestigioso chileno; pero
es probable que haya sido, como en América, en torno al
año 1785. Lo que se sabe de cierto con respecto a ese
país, es que un resumen de esa obra se hallaba en la Cor-
te de Madrid, al menos desde el año 1790, según consta
por el testimonio de Manuel Luengo. 3
)

En año 1792 Manuel Belgrano recibió en Valladolid


el
su título de abogado, y al año siguiente era nombrado Se-
cretario del Consulado de Comercio que habría de estable-
cerse en el Plata a pedido de los comerciantes. El Consu-
lado se instaló solemnemente en Buenos Aires a mediados
de 1794. Entre los numerosos actos de buen gobierno ins-
pirados por Belgrano desde su cargo, se destaca la crea-
ción de escuelas en la campaña para los niños de ambos se-
xos, en un momento cuando en Buenos Aires existía úni-
camente una escuela de primeras letras que, por ser cos-
teada por la Corona de España, era conocida como la es-
cuela del Rey.
Belgrano era un hombre que, en pleno período colo-
nial, se preocupaba por un futuro más halagüeño para

(3) "Diario de la Expulsión de los Jesuítas de los Dominios del Rey


de España," manuscrito de Manuel Luengo, tomo 24, pag. 248, año 1790.
El patricio argentino Francisco
El sacerdote jesuíta chileno Ma- Ramos Mexía (1773-1828), fer-
nuel Lacunza (1731-1801), autor viente estudioso de las profecías
de la afamada obra ampliamente sobre el advenimiento, comenta-
difundida "La Venida del Me
: dor de la obra de Lacunza, y no-
sías en Gloria y Magestad." table genio religioso de su época.

El insigne educador y estadista El general Manuel Belgrano abra-


Domingo Faustino Sarmiento, otro zó con tanto fervor la promesa
de losgrandes defensores lati- del advenimiento, que costeó una
noamericanos de la inmortal es- lujosa edición de la obra de La-
peranza cristiana del adveni- cunza, "La Venida del Mesías en
miento de Cristo Gloria y Magestad."
Los dos grandes libertadores de
América, San Martín y Bolívar,
de profunda orientación cristia-
na, en la histórica entrevista
de Guayaquil.
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 101

los países de América. Esto se desprende al leer en sus


Memorias lo que sigue: "Me propuse al menos echar las
semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos, ya
porque algunos estimulados del mismo espíritu se dedica-
sen a su cultivo, ya porque el orden mismo de las cosas
4
las hiciese germinar." )

La independencia de América del Norte, que procla-


mó en el año 1776 las libertades humanas inspiradas en
las "Sagradas Escrituras," y la declaración de los "Dere-
chos del Hombre y del Ciudadano" de la Asamblea Cons-
tituyente francesa de 1789, habían pesado profundamente
en el ánimo del futuro procer argentino. En efecto, Bel-
grano dice lo siguiente en su autobiografía: "Como en la
época de 1789 me hallaba en España y la revolución de
Francia hiciese también la variación de ideas y particu-
larmente, en los hombres de letras con quienes trataba,
se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, segu-
ridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían
a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos
derechos que Dios y la naturaleza le habían conce-
B
dido." ( )

Belgrano creía en el providencialismo histórico. Por


esa razón, aunque al conferenciar con Crawford a raíz
de las invasiones inglesas había manifestado que le pare-
cía que faltaba mucho para que se produjera la indepen-
dencia de América, sólo un año después reconocía que
"sin que nosotros hubiéramos trabajado para ser indepen-
dientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los suce-
sos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse
entonces las ideas de Libertad e Independencia en Amé-

(4) Citado por Bartolomé Mitre en "Historia de Belgrano y de la


Independencia Argentina," edición de 1950, pág. 53.
(5) "Documentos del Archivo de Belgrano," tomo I, pág. 176 (Mu-
seo Mitre).

7 —D. L. de una G. E.
(

102 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


rica, y los americanos empiezan por primera vez a hablar
con franqueza de sus derechos." 6 )
Cuando triunfó la pacífica revolución del Plata en los
actos del 25 de Mayo de 1810, Belgrano expresó en su
"Autobiografía" que lo llenaba de satisfacción "el conven-
cimiento en que estoy, de que siendo nuestra revolución
obra de Dios, El es quién ha de llevarla hasta su fin,
manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos
convertir a su Divina Majestad y de ningún modo a hom-
bre alguno."
Mientras todavía flameaba el pabellón de España
sobre los edificios públicos de Buenos Aires, Belgrano
pasó a Rosario, donde fundó las baterías Libertad e In-
dependencia para defender las costas del río Paraná, y
el 27 de febrero de 1812, enarbolaba por primera vez la
bandera celeste y blanca. Al celebrar el segundo aniver-
sario del 25 de Mayo, dijo Belgrano: "Soldados, hijos dig-
nos de la patria, camaradas míos: dos años ha que, por
vez primera, resonó en estas regiones el eco de la liber-
tad, y él continúa propagándose hasta por las cavernas
recónditas de los Andes, pues que no es obra de los hom-
bres, sino del Dios omnipotente, que permitió a los ame-
ricanos que se nos presentase la ocasión de entrar al goce
de nuestros derechos." Esa proclama fué pronunciada en
Salta, cuando presentó la bandera al Cabildo y al pueblo.
En tal ocasión Juan Ignacio Gorriti invocó la bendición
del Ser Supremo sobre el emblema patrio.
Después de las victorias de Tucumán y de Salta, gana-
das por Belgrano a fines de 1812 y en los comienzos de
1813, dió gracias a Dios por sus bendiciones. Cuando la
Asamblea General Constituyente, en la sesión del 8 de

(6) Manuel Belgrano, "Autobiografía," edición Buenos Aires, 1942,


págs. 22 y 23.
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 103

abril de 1813, le entregó un sable de oro y el obsequio de


40.000 pesos fuertes, aceptó la donación, contestando que
la victoria "no es debida a mí, sino a la protección visible
del cielo." 7 ) Pero esa suma de dinero la destinó a la
creación de cuatro escuelas que se instalaron en Tari ja,
Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Deseoso de que
en tales escuelas se enseñaran "los fundamentos de nues-
tra sagrada religión y la doctrina cristiana," escribió una
reglamentación especial mediante la cual recomendaba
que se diera a conocer la fe cristiana contenida en los
catecismos y compendios de Astete, Felury y Pouget.
En el escudo que hizo preparar para la escuela de Jujuy
hizo pintar la leyenda que expresa: "Venid que de gra-
cia se os dá el néctar agradable y el licor divino de la
Sabiduría." ( 8 )
Los desastres de Vilcapugio y Ayohuma no abatieron
la fede Belgrano, quien le escribió a Chiclana: ". yo re- . .

poso en mi conciencia; estoy en las manos de la Pro-


. . .

videncia ..." Y poco después, al ser relevado del mando


a principios de 1814 por el general José de San Martín,
le escribía al futuro libertador para encarecerle que
siempre fuese "un general cristiano," recordándole la
fe de los jefes del pueblo de Israel de los tiempos anti-
guos.
Los que conocieron de cerca al general Belgrano por
tratar diariamente con él, atestiguan que fué un cris-
tiano militante. El general José María Paz, en sus "Me-
morias," presenta al respecto un largo comentario, que
comienza con las siguientes consideraciones: "Muchos

(7) Agustín Piaggio, "La Fe de Nuestros Padres," pág. 57, 58.


(8) Carta a Isidoro Sánchez Bustamante, fechada en Potosí el 1?
de julio de 1813, publicada por Ricardo Rojas en el "Archivo Capitular
de Jujuy," tomo 1, Buenos Aires, 1913.
(

104 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


han criticado al general Belgrano como un hipócrita que,
sin creencia fija hacía ostentación de la práctica religio-
sa para engañar a la muchedumbre. Creo, primeramen-
te, que el general Belgrano era cristiano sincero; pero
aun examinando su conducta en este sentido por el solo
lado político, produjo inmensos resultados. El concepto
de incredulidad que se atribuía a -los jefes y oficiales de
nuestro ejército, y que tanto dañaba a la causa en estas
provincias bajas, se fué desvaneciendo, y al fin se disi-
pó enteramente; nuestras tropas se moralizaron, y el
ejército era ya un cuerpo homogéneo con las poblaciones,
e inofensivo a las costumbres y las creencias populares."
Aunque el general José de San Martín rogó que se
dejase al general Belgrano a su lado por sus grandes
condiciones, el Gobierno no satisfizo su pedido, y el ven-
cedor de Salta y Tucumán tuvo que descender a Buenos
Aires.
Durante el año 1814 comenzó a escribir sus "Memo-
rias" y, en el orden religioso, mostró extraordinario
interés en la fe adventista expresada por Lacunza. En
efecto, conocía la copia manuscrita de la obra del exé-
geta chileno que guardaba el fraile dominico Isidoro
Celestino Guerra. Tanto le interesó el tema que pensó ha-
cerla imprimir para que alcanzara gran divulgación,
proyecto que había diferido por algún tiempo desde que
le llegaron rumores de que esa obra ya había sido impre-
sa en España. 9 )

(9) No se sabe a ciencia cierta en qué fecha fué impresa la ya


famosa obra de Lacunza mientras ganara tanto renombre en forma
manuscrita. Las investigaciones del jesuíta argentino Guillermo Furlong
le permiten hacer la siguiente consideración: "Con fecha 10 de abril
de 1812 escribía este jesuíta [Diego León Villafañe] desde Tucumán
y comunicaba haberse editado en Europa la obra del exégeta chileno:
'Los amantes de Lacunza se alegran teniendo su obra en letra de molde.'
(Arch. Prov. Arg. Chil.) Dada la tardanza de las comunicaciones pos-
tales de aquellos tiempos, no podemos menos que afirmar que aludía a
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 105

edición de la obra de Lacunza fué im-


La primera
presa hacia el año 1811 en la Isla de León, frente a Cá-
diz, y allí se imprimió, también, la segunda, en el año
1812. No obstante, diversas circunstancias parecen ha-
ber demorado su llegada al Plata. Probablemente se ago-
taron de inmediato en su mismo país de origen. Belgra-
no llegó a conocer el ejemplar impreso de la primera edi-
ción, obsequiado "a la Biblioteca p.a del Estado de las
Prov.s unidas del Rio de la Plata," donación del presbí-
tero Bartolomé Muñoz, que fué consignada en La Gaceta
del 11 de junio de 1814.Muñoz era primo hermano del
general Tomás Guido, el gran amigo del general San
Martín. Había nacido en Madrid en 1776, pero se docto-
ró en la Universidad de Chuquisaca. Mientras actuaba
en la Banda Oriental se lo nombró diputado por Maldo-
nado ante la Asamblea de 1813. En ese mismo año desem-
peñó la vicaría general del ejército del Alto Perú y cono-
ció al general Belgrano. Al establecerse en Buenos Aires
se dedicó al periodismo y obsequió su buena bibliote-
ca al Estado.
Cuando el general Belgrano y sus amigos compraron
el ejemplar impreso donado por el presbítero Bartolomé
Muñoz con la copia manuscrita que estaba en poder de
fray Isidoro Guerra, notaron, por ese primer tomo, divi-
dido en dos partes, que se apartaba bastante del texto
original. Frente a ese hecho y a la posibilidad de que hu-
biese quienes podrían rechazar la exposición de Lacunza
respecto al segundo advenimiento de Cristo a causa de
los errores que contenía la primera edición española, Bel-

una edición de 1811." (Furlong, Guillermo, en "Las Ediciones Castellanas


del Libro de Lacunza" en la revista Estudios de la Academia Literaria del
Plata, vol. XXXI, II, Buenos Aires, 1928, págs. 144-150. Participa de esa
misma opinión el bibliófilo Cari H. Schaible: "Las Primeras Ediciones de
la Obra del Padre Lacunza "Venida del Mesías en Gloria y Magestad,'
Santiago de Chile, 1948, págs. 6-8.)
106 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
grano resolvió publicar una edición a sus propias expen-
sas.

La oportunidad para cumplir con su


propósito edito-
presentó al general Belgrano al ser designado
rial se le
para cumplir una misión diplomática en Europa en com-
pañía de Bernardino Rivadavia. Los dos patricios zar-
paron con la corbeta "Zephir" el 28 de diciembre de 1814.
El propósito de Belgrano era conocido de sus amigos, en-
tre los cuales cabe mencionar a fray Cayetano Rodríguez
(1761- 1823), quien fué profesor de filosofía y teología
en la Universidad de Córdoba, secretario de la Junta
Gubernativa, diputado en la Asamblea del año 1813, y
conservador de la Biblioteca. Cayetano Radriguez, es-
cribiendo al obispo Molina, decía: "Dile a Moure que Bel-
grano ha caminado a Londres; lleva consigo la obra del
milenario del P. Guerra para hacerla imprimir. Este
es tiro hecho." ( 10 )
Belgrano, llamado por el Gobierno de Buenos Aires,
partió deEuropa en noviembre de 1815, regresando a su
ciudad natal a principios de 1816. A pesar de todo el
empeño que había puesto en la publicación de la obra de
Lacunza, ésta quedó en preparación. Esa tarea fué
confiada al impresor Carlos Wood, en el callejón de
Poppin, de la calle Fleet, en la populosa Londres. La
obra era voluminosa y transcurrirían todavía algunos
meses para que quedara concluida.
Uno de
los problemas de la edición de una obra cas-
tellana enLondres residía en la tarea de la corrección
de pruebas. Indudablemente esto habrá requerido la
atención de Belgrano. Es probable que antes de reti-

do) Carta citada por Fray Reginaldo de la Cruz Saldaña Retamar,


en la obra "Los Dominicos en la Independencia Argentina-Monografía
Documentada," Buenos Aires, 1920, nota de la pág. 46.
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 107

rarse de Londres haya confiado esa tarea a algún amigo


que dominaba el castellano. Entre los nombres que
se han mencionado en relación con esa edición de la
obra de Lacunza, figuran los de Manuel Moreno (1781-
1857), enviado extraordinario de Buenos Aires a Lon-
dres, y José Joaquín de Mora (1783-1864), que fué
cónsul en la misma ciudad. El papel empleado en esa
edición de cuatro tomos es de calidad y lo mismo el
trabajo tipográfico. No obstante, se deslizaron algunos
errores de tipografía que fueron corregidos en Buenos
Aires con páginas de errata. ( 11 )
Resulta de extraordinario interés el prefacio que
el general Belgrano colocó al frente de la obra de La-
cunza, cuyo texto merece ser copiado íntegramente
porque expresa cuáles fueron los motivos que lo de-
cidieron a publicar ese extenso trabajo acerca del se-
gundo advenimiento de Cristo. El prefacio lleva por
título "EL EDITOR A LOS AMERICANOS." Puede

(11) En el ejemplar que está en la biblioteca del autor aparecen tres


páginas de errata añadidas al primer tomo, con un total de 88 correcciones,
y dos páginas de errata intercaladas en el tomo tercero, con 44 correccio-
nes. En ambos casos el pie de imprenta es el mismo y no lleva indicación
de fecha y dice: "Buenos-Ayres Imprenta de M. J. Gandarillas y socios."
:

Los tomos II y IV no tienen señal alguna de haber llevado páginas in-


tercaladas para señalar la errata. Se ignora en qué fecha llegó a Buenos
Aires la edición financiada en Londres por Belgrano. Los cajones de
libros mencionados por El Censor de Buenos Aires en el mes de marzo de
1816 podian corresponder a la primera edición de la Isla de León (1811),
o a la tercera (1815), pues, según la Gazeta de Buenos Ayres, de junio
de 1816, se trataba de una edición de cinco tomos, y la de Belgrano
era de cuatro. La edición de Londres no aparece anunciada por El Censor,
hasta el 23 de enero de 1817. Cabe la posibilidad de que llegara a fines
de 1816, y que no se la pusiera en circulación hasta que se añadiera la
errata. Los diarios de Buenos Aires que mencionaron las primeras edi-
ciones de "Lo Venida del Mesías en Gloria y Magestad" son los siguien-
tes: La Prensa Argentina (11-6-1814; 7-3-1816); El Censor (23-1-1817);
>a Gazeta de Buenos-Ayres (1-6-1816). Las correcciones se habrían
ealizado con el cotejo del original, indicado al fin del cuarto tomo en
a siguiente forma: "Anno Domini 1793, die 6 Martii. J. J. G. C. V.
.iinuente Autore Bononiae Scripsit." Según la obra ya citada del bi-
>liófilo Cari H. Schaible, "las iniciales significan: Juan José González
rarbajal Vargas," pág. 43.
108 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
observarse que el texto fué preparado por tipógrafos que
no dominaban el castellano; se nota que Belgrano creía
hacer un gran servicio a sus compatriotas al brindar-
les esa obra, de la que hace la siguiente presentación:

"La obra titulada La Venida del Mesías en Gloria


y Magestad, escrita originalmente en lengua Española
por el Americano exjesuita Abate Don Manuel Lacunza
baxo el nombre de Juan Josaphat Ben-Ezra, Hebréo
Cristiano, se ha esparcido manuscrita por las provin-
cias del Rio de la Plata con tal aprécio, y elogio de los li-
teratos que han podido leerla, qual corresponde á un
parto extraordinário del ingénio, en que á un tiempo se
ven brillar á competéncia la claridad, la solidez, y la
novedad. El crédito bien merecido de la obra, que de
aquí ha resultado, ha hecho desear su impresión con án-
sias tan vivas, como lo ha sido el sentimiénto de no poder
verificarlo en la capital de Buenos Ayres, nuestra ama-
da pátria, á falta de prensa competente.
"Las tiempo en que se ha
críticas circunstáncias del
conocido mérito de esta obra singular no hubieran
el
impedido á los muchos apasionados que ya tiene procurar
su impresión en reynos extrangeros, si al mismo tiempo
que lo intentaban no hubiese llegado de Europa un suje-
to de carácter, é inteligéncia, asegurando haberse ya
impreso en España en la Isla de León. Esta plausible
noticia, que hizo desistir de la empresa meditada, al pa-
so que las avivó, mortificó no poco las esperanzas de
adquirirla; pues hechos luego al efecto por vários rumbos
los mas vivos encargos, jamas se recibió otra contestación,
que de no haber noticia de semejante obra. En esta
la
incertidumbre, y quando casi se hacía creíble alguna
equivocación en la noticia recibida, apareciéron remi-
tidos á la biblioteca pública de la capital de Buenos Ayres
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 109

por el vicario general castrense del exército oriental, don


Bartolomé Muñoz, dos tomitos á la rústica, que solo
comprehendian la primera parte, y algo de la segunda
de la obra.
"Examinados luego diligéntemente por los apasiona-
dos, que la esperaban no solo con ánsia, sinó con impa-
ciéncia, se notó á la primera vista del prospecto, que no
tenía año, ni lugar de impresión; lo que hizo creíble se ha-
bía hecho furtivamente antes de declararse por las Cor-
tes de España la libertad de la prensa. Nada era esto,
si ya que se hizo de este modo (acaso para precaver un
golpe de los que acostumbra dar el irresistible despotis-
mo ) se hubiese cuidado de que la impresión fuese correc-
ta, para no exponerla á la justa censura de los que se
han declarado enemigos de la obra antes de leerla, y sin
mas fundamento que haber oido decir sostiene la opi-
nión, o, como ellos dicen, el error, y la fábula de los
antiguos' Milenários; pero, ó sea que se anduvo muy de
priésa como en negocio de contrabando, ó que fué muy
imperfecta, y defectuosa la copia que sirvió de original,
el resultado ha sido, que la impresión hecha está tan
llena de errores, y errores tan substanciales, que puede
decirse sin exageración, habría sido ( á pesar de lo mucho
que lo era) menos sensible a los apasionados carecer
por mucho tiempo de la obra, que tenerla al punto en una
forma, que solo puede servir para denigrarla haciéndola
digna de una justa censura. No es solo la mala puntua-
ción, é igual ortografía lo que hace trabajosa, y fastidiosa
su lectura; la repetida falta de períodos, enteros, y true-
que de palabras que la hace insufri-
es principálmente lo
ble, siguiéndose de esto necesáriamente que unas veces
se lean despropositas, y no pocas, proposiciones erró-
neas, y aun heréticas, afirmándose de Jesu Cristo lo que
110 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
corresponde al Antecristo, ó vice versa. El examen,
y descubrimiento de lo que acabámos de decir hizo á los
apasionados no solo disgustarse, sinó tratar del remédio,
entrando nuévamente por medio de subscritores en el
antiguo proyecto, que se habia suspendido por el acci-
dente que sobrevino, y dexámos expresado.
"Principiaba á tratarse de esto con el mayor empeño,
quando he aquí que inesperádamente me veo en la necesi-
dad de pasar á la corte de Londres. Desde el punto que
resolví mi viage á este destino resolví también hacer
á mis compatriotas el servicio de imprimir, y publicar
una obra que aun quando no hubiese otras, sobraría pa-
ra acreditar la superioridad de los talentos Americanos,
al mismo tiempo que la suma sandez de un Señor dipu-
tado Español Européo, que en las cortes extraordinarias
instaladas en la Isla de León de Cádiz se hizo distinguir
con el arrojo escandaloso de preguntar, á qué clase de bés-
tias pertenecían los Americanos, ó entre [que] clase de
ellas se les podía dar lugar. Al efecto deseado solicité lue-
go una copia de la obra, y por fortuna hallé existir la que
se tenía por más correcta, y de mejor letra en manos de
un íntimo amigo mío, quien enterado de mi propósito
me la franqueó al punto con la mejor voluntad. Por
ella se ha hecho la presente impresión en carácter, y
papel correspondiente al mérito de la obra; y teniendo
todo el posible cuidado, para que salga, sinó absoluta-
mente perfecta (lo que casi no es de esperar en pais
donde la lengua Castellana es extrangera) al menos
sin defecto substancial.
"Por lo que hace á que deben ser con-
las utilidades
siguiéntes á la publicación, y lectura de esta importan-
te obra (que apenas acabada de escribir, y sin salir á
luz, se halló traducida en todas las lenguas cultas de
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 111

Europa, como afirma Don Nicolás de la Cruz en su


Viage a Italia, tomo v, libro xi, cap. ii, pág. 61), me
remito entéramente al juicio del Abate Don N. de N.
también Americano, quien la traduxo á la lengua La-
tina con el objeto de hacerla mas general, según se ex-
presa en la carta que sigue á esta prefación. Yo espero
que mis amados compatriotas reciban con aprécio este
mi servicio, en que, á mas de la utilidad común, se in-
teresa tanto el honor, y crédito de los Americanos Vá-
12
lete.'^ )

Probablemente hubo pocos hombres de aquella épo-


ca que alcanzaron un conocimiento más cabal de la obra
del investigador Manuel Lacunza que el General Ma-
nuel Belgrano. Ese conocimiento lo obtuvo en forma
directa mediante el manuscrito que consiguió y que
cotejó con el ejemplar obsequiado a la Biblioteca Na-
cional por su amigo el presbítero Bartolomé Muñoz.
Es indudable que el creador de la bandera Argentina
estaba plenamente convencido del alto valor de la obra
del exégeta chileno que destacó la importancia del se-
gundo advenimiento de Cristo.
(12) La palabra entre corchetes aparece corregida en la fe de erratas,
en la cual no se dió importancia a la falta de puntuación entre las dos
últimas palabras del prefacio. El prefacio del general Belgrano es se-
guido por seis páginas en latín, que corresponden a la "Epístola Joani
Josaphato Ben-Ezra. Christophilus Thocaltichenus." El seudónimo es
del ex jesuíta mexicano Narciso González, quien había cursado sus
eludios en el Seminario de Guadalajara, cerca del lago Chápala, y es
autor de la primera traducción latina de la obra de Lacunza. Según
el testimonio del sacerdote Domingo Aracena, la obra editada en Londres
no difiere en nada del manuscrito original. El mismo concepto fué re-
petido por Rafael Urzúa muchas décadas después. La edición, consisten-
te en 1.500 ejemplares, fué distribuida totalmente en el Plata, según la
información dada a conocer por el inglés Edward Irving. Entre los que
colaboraron eficazmente en la distribución de esa obra se destacó fray
Isidoro Guerra, quien falleció en el mes de abril de 1820. (El dato publi-
cado por Edward Irving, aparece en su obra "Exposition of the Boofc of
Revelation," Londres, 1831, vol. I., pág. XVI. Al ocuparse de la vida de
Isidoro Guerra, fray Reginaldo de la Cruz Saldaña Retamar, expresa:
"Con Belgrano trabajó por la edición y difusión de la afamada obra
'La Venida del Mesías en Gloria y Majestad.' " Obra cit., nota en pág. 46.)
112 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
La mayor evidencia de que el general Belgrano se
persuadió plenamente del valor del contenido adven-
tista de la obra de Lacunza, la da, más que su elocuente
apelación a los hombres de América, el hecho de haber
editado a sus expensas una obra costosa por su exten-
sión y por los materiales de primera calidad que fueron
empleados.
El patricio Ignacio Gorriti elogió ese esfuerzo eco-
nómico de Belgrano. Este nunca fué pudiente y falle-
ció en la pobreza. A pesar de ello, con la ayuda de al-
gunos amigos financió la edición de la obra de Lacun-
za hecha en Londres, la que consistía en 1.500 ejempla-
res, los cuales fueron remitidos a Buenos Aires. Desde
allí la obra pasó a otros países, transformándose en una
de las joyas bibliográficas poco tiempo después de su
publicación. ( 13 )
El General Belgrano es una figura con perfiles pro-
pios e inconfundibles en América. Llegó a soñar con
un continente unido bajo el símbolo del Inca. Cuando
fué puesto al frente del Ejército Libertador, el general
San Martín escribió que, como personalidad, era "lo
mejor que tenemos en la América del Sur." Belgrano
se regocijó por la proclamación franca de la indepen-
dencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
efectuada en Tucumán el 9 de Julio de 1816, y cuatro
meses después celebraba "los triunfos que han conse-

(13) Las investigaciones practicadas hasta el momento por Guillermo


Furlong Cardiff en la Argentina; por Cari H. Schaible en Chile; por
Alfred-Félix Vaucher en Francia, España e Italia; por Le Roy Edwin
Froom en Estados Unidos y México; por Samuel Weber en la Argentina
y Chile y por el autor en los países sudamericanos mencionados y en
Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y
Venezuela, evidencian que se conservan en las bibliotecas públicas po-
cos ejemplares de la obra editada por el general Belgrano. Es indudable
que se irán encontrando otros ejemplares en las bibliotecas privadas,
principalmente en América del Sur.
LA ACTITUD DEL GENERAL BELGRANO 113

guido nuestros hermanos en Venezuela, Caracas y Cun-


dinamarca. . Demos gracias al Altísimo por tan alto
. .

beneficio."
Por razones de salud, el general Belgrano se vió
obligado a dejar el mando del Ejército Libertador, tras-
ladándose de Tucumán a Buenos Aires en los primeros
días de febrero de 1820. Cuando el gobernador de esta
ciudad, don Ildefonso Ramos Mejía, se enteró de la si-
tuación del gran patricio argentino, le envió recursos
para que fuese atendido debidamente, expresándole que
consideraba como uno de sus principales deberes el ve-
lar por su bienestar como premio de sus virtudes y re-
conocimiento de sus servicios patrióticos.
Sin duda que cuando el Mecenas rioplatense de la
obra de Lacunza vió que se acercaba su muerte, habrá
recordado con frecuencia la esperanza del segundo ad-
venimiento de Cristo a la cual está unida la promesa
de la resurrección de la carne. Dictó su testamento en
el décimo aniversario del pronunciamiento de Mayo.
El general Manuel Belgrano falleció el 20 de junio de
1820, en el "día de los tres gobernadores." Sus últimas
palabras aludieron a la situación imperante, al excla-
mar: "¡Ay patria mía!"
La recordación de los actos patrióticos de Belgrano
fué recomendada por la República Argentina al esta-
blecer que el 20 de junio fuese celebrado anualmente
como el Día de la Bandera. En ese día las ciudades ar-
gentinas se engalanan con la bandera celeste y blanca
ideada por el fervoroso patricio que puso en el pabellón
el "reflejo del hermoso cielo argentino surcado por nu-
bes blanquecinas. ." . .

El ejemplo del general Belgrano al editar en Londres


"La Venida del Mesías en Gloria y Majestad," habría
114 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
de ser elogiado por el patricio argentino Ignacio Gorriti.
Ese acto, que expresó prácticamente la fe del procer,
indudablemente tuvo su efecto no sólo en sus amigos
en América sino en las personas con las cuales se vincu-
ló en Europa. Dos años después de la edición de Lon-
dres de 1816, aparecía en Francia el primer resumen
impreso de la obra de Lacunza. Esa tarea fué realizada
por Pierre J. Agier, presidente del Tribunal de Apela-
ciones de París.
Entre los franceses que conocieron el resumen de
la obra de Lacunza, hubo quienes quisieron obtener la
obra completa, al enterarse de la edición costeada por
Belgrano. Tal fué el caso, por ejemplo, de Gabriel Pais-
selier (1767-1846) quien, según el testimonio de M.
Giraud, "concibió el deseo de procurarse un ejemplar
del texto español. Supo que la obra había sido impresa
en Londres en 1816, en 4 volúmenes in-8, y que toda la
edición había sido enviada a América, que el impresor
de Londres no tenía sino 4 ejemplares y que pedía 150
francos por cada uno. Hizo traer un ejemplar, rogó a
uno de sus amigos que lo tradujera al francés, y nos
enriqueció de este modo con esa preciosa obra."( 14 )
La contribución de Belgrano en beneficio de los lec-
tores latinoamericanos fué como un fuego que encen-
dió la esperanza cristiana en el segundo advenimiento
de Cristo. La antorcha de la fe adventista ha pasado de
generación en generación desde los días de Cristo hasta
la presente.

(14) Esta información fué proporcionada por Charles Rolland al


erudito Alfred Félix Vaucher, quien la publicó como apéndice de su
obra "Une Célébrité Oubliée: le P. Manuel de Lacunza y Diaz," Collonges-
sous-Saléve, 1941. El resumen de la obra de Lacunza, preparado por
Pierre J. Agier, fué impreso en París en 1818 por el editor Eberhart,
bajo el titulo de "Vites sur le Second Avénement de J. C. ou Analyse
de l'Ouvrage de Lacunza sur cette Importante Matiére."
CAPITULO 11

LA FE DEL PATRICIO ARGENTINO


RAMOS MEXIA

T^RANCISCO RAMOS MEXIA aparece en la historia


*- de América como una figura excepcional. Tuvo la
reciedumbre de un Alvar Núñez, cuando ya había pa-
sado la época de los grandes descubrimientos; la mag-
nanimidad de un Bartolomé de las Casas, en su profun-
do amor hacia el aborigen, y el fervbr apostólico y el
espíritu exegético de un San Pablo.
Si su nombre no fué rodeado de la gloria que acom-
pañó a los hombres de espada de los tiempos de la con-
quista y de la independencia, su persona en cambio fué
rodeada por elesplendor que coronó la vida piadosa de
los cristianos de los tres primeros siglos.
El linaje de los Ramos Mexía, o Ramos Mejía, como
se diría con el andar del tiempo, fué formado por hijos-
dalgos de Andalucía, y se remonta al momento cuan-
do ese apellido compuesto surgió por la unión de Fran-
cisco Ramos Muñoz y Montes de Oca con María Anto-
nia Mexía y Lobo, oriundos de Sevilla. El primer des-
cendiente de esa noble estirpe que llegó a América fué
el capitán Gregorio Ramos Mexía, nacido en Madrid
el 25 de noviembre de 1725 y casado en Sevilla con
María Cristina Ross y Pozo Silva Toledo, de antiguo
abolengo. No se sabe a ciencia cierta cuándo llegaron a
Buenos Aires los padres de nuestro procer, pero se supo-
ne que haya sido hacia el año 1761. l )
116 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Cuando Francisco Ramos Mexía nació en Buenos
Aires, el 20 de noviembre de 1773, hacía ocho años que
su padre era miembro de la corporación de esta ciudad,
donde fué elegido regidor del Cabildo en 1776. Ese
cargo lo desempeñó durante cuarenta años, habiendo
sido nombrado regidor decano en 1797. La actuación
del progenitor de nuestro procer, fué jalonada en el
período colonial con su nombramiento como fiel ejecu-
tor, diputado de obras y alférez real. De su labor te-
sonera dan prueba sus memorias sobre reglamentación
de impuestos, con un estado general de los habitantes
de la ciudad y su proyecto de una recova en la Plaza
Mayor. Retiróse a la vida privada por razones de salud,
a los ochenta años de edad, falleciendo tres años des-
pués, y dejando trece hijos entre los cuales se destaca-
ron por su acción patricia Francisco e Ildefonso. ( 2 )
La primera generación americana de los Ramos Me-
jía se formó en el Colegio de San Carlos, en Buenos Ai-
res. Se sabe, no obstante, que Francisco, deseoso de
adquirir una preparación mayor, estudió leyes en el
Alto Perú. Allí conoció a María Antonia, hija de don
Sebastián de Seguróla y Oliden, Caballero de Calatrava
y Gobernador e Intendente de La Paz, Alto Perú,
quien disfrutaba del aprecio del pueblo por haber acon-
sejado el perdón de Miguel Bastidas, generalmente co-

(1) Consta por documentos de la época que Gregorio Ramos Mejfa


ingresó en la Venerable Orden tercera de San Francisco en Buenos Aires
en el año 1761. Pudo haber llegado antes de ese año, siendo que su
casamiento, en segundas nupcias, se celebró en Sevilla el 14 de octubre
de 1759.
(2) Los hijos de Gregorio Ramos Mejía y María Ross y Pozo, fueron
los siguientes: Ignacio (nacido en 1760); María Ignacia (1761); Hilario
José (1764); Josefa Gabriela (1766); Ildefonso (1769); Manuela Joaquina
(1771); Francisco (1773); Modesta (1776); Rafael (1778); María Mer-
cedes (1781); Carlos (1784); Manuela (1785); María Dolores (1788). En-
tre las mujeres se distinguió Josefa Graciela, una de las trece fundadoras
de la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires, en la que actuó en
forma destacada hasta su fallecimiento a principios del año 1832.
LA FE DEL PATRICIO ARGENTINO RAMOS MEXIA 117

nocido por de Tupac Amaru. Don Francisco


el título
Ramos Mexía contrajo enlace con doña María Antonia
Seguróla en la ciudad de La Paz. De esa boda, efectua-
da el 5 de mayo de 1804, dió cuenta don Gregorio Ra-
mos Mexía, en la carta amigable que dirigió a don An-
tonio Olaguer Feliú, Virrey del Río de la Plata. La
carta confidencial, fechada en Buenos Aires el 30 de
junio del mismo año, menciona en uno de sus párra-
fos que, con respecto a esa boda, "aunque se interpusie-
ron al principio algunos nubarrones, éstos se disiparon
con los documentos que se remitieron con algunos in-
formes favorables, siendo uno de los que nos favorecie-
ron don Miguel Gallegos." Aludiendo a ese interesante
documento, el investigador Clemente Ricci, extinto pro-
fesor de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos
Aires, que dedicó muchos años a la búsqueda de docu-
mentación acerca de esta figura singular en la historia
argentina, afirma comprobar "que ya en la fecha de su
matrimonio la conciencia religiosa de Ramos Mexía es-
taba formada, pudiendo haber sido ésa la causa de los
'nubarrones' de que habla la comunicación firmada por
el padre del procer, don Gregorio Ramos Mexía." 3 )
Durante varios años, antes de casarse, Francisco Ra-
mos Mexía desempeñó el cargo de subdelegado en la
Intendencia de La Paz. Consta por una carta de su her-
mano Ildefonso, fechada en esa ciudad el 17 de septiem-
bre de 1805, que don Francisco había ido a Copacabana
con su esposa e hijita Josefita, después de haber pre-
sentado la renuncia a la subdelegacía de Pacajes.
El regreso de don Francisco a Buenos Aires parece
que tuvo lugar durante las invasiones inglesas. Cons-

(3) "Francisco Ramos Mexía: Un Heterodoxo Argentino como Hombre


de Genio y como Precursor," pág. 31, Buenos Aires, 1923.
8—D. L. de una G. E.
118 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
ta, al menos, que el 25 de octubre de 1808 compró la
estancia de Altolaguirre, que se extendía desde el Ria-
chuelo, hasta el campo del Palomar, a tres leguas al
noroeste de la casa conocida por el nombre de Los Ta-
piales, donde el procer habría de pasar los últimos días
de su vida. El hogar de los Ramos Mexía fué alegrado,
el24 de febrero de 1810, con el nacimiento del primero
de los hijos varones, al que se le dió el nombre de Ma-
tías.

Don Francisco se hallaba probablemente en su es-


tancia en la histórica jornada del 25 de mayo de 1810,
cuando dos de sus hermanos mayores, Hilario e Ildefon-
so, apoyaron en el cabildo abierto la cesantía del virrey,
reclamando que el Cabildo asumiera la autoridad de-
legada por el pueblo. Nuestro procer figura en la "Ga-
zeta de Buenos-Ayres," del 5 de julio de 1810, como
uno de los principales donantes para "la expedición de
unión de las Provincias interiores." Mereciendo la con-
fianza del pueblo y de los gobernantes, fué elegido por
el mismo, y el 17 de octubre de 1810 tomó solemne po-
sesión del cargo de regidor del Cabildo y defensor de
menores.
La presencia de Francisco Ramos Mejía en las sesio-
nes del Cabildo de Buenos Aires en el año 1810 consta
en forma declarada en las actas y por las firmas que
estampó al pie de las mismas. El l 9 de enero de 1811 fué
electo alférez real, y el 23 de noviembre del mismo año
se excusó de aceptar interinamente la vara de alcalde
de primer voto. El 3 de abril de 1812 figura en la elec-
ción de miembros de la Asamblea Provisional, y el 27
de agosto de 1813 fué nombrado miembro de la comi-
sión para la elección de la Junta de Imprenta.
LA FE DEL PATRICIO ARGENTINO RAMOS MEXIA 119

Antes de la Revolución de Mayo y después de la mis-


ma, circulaban copias manuscritas de "La Venida de
Cristo en Gloria y Magestad," del chileno Manuel La-
cunza. El asunto de ese trabajo, que era conocido me-
diante resúmenes y gracias a las copias completas, cons-
tituía un tema de conversación al margen de la política,
al que se entregaban algunos de los patricios, entre los
cuales figuraban el general Manuel Belgrano, los frai-
les Cayetano Rodríguez e Isidoro Guerra, y algunos in-
telectuales entre quienes estaba Francisco Ramos Mejía.
De la comparación entre el tomo aparentemente edita-
do en Tolosa, pero que había sido impreso en la Isla
León, y el extenso manuscrito que poseía fray Isido-
ro Guerra, llegaron a la conclusión de que estaban en
posesión de un original valioso y completo, frente a otro
incompleto e infiel.
El interés de Ramos Mejía por la obra de Lacunza
lo evidencia el hecho de que se tomó el tiempo de copiar-
la íntegramente cuando tuvo acceso al ejemplar ma-
nuscrito. Esa tarea le representó muchos meses de per-
severante trabajo y tuvo que efectuarla antes del 28
de diciembre de 1814, pues en esa fecha el general Bel-
grano se embarcó con destino a Europa llevando el
valioso manuscrito para hacerlo imprimir en Londres.
Es de suponer que Ramos Mejía se dispuso a copiar la
obra de Lacunza antes que el general Belgrano decidiera
hacerla imprimir o por el temor de que esa copia pu-
diera perderse en los azares de un viaje transatlántico.
De todas maneras, esa labor revela el vivo deseo de po-
seer la obra "La Venida del Mesías en Gloria y Mages-
tad."^)

(4) Durante algún tiempo se creyó, erróneamente, que el manus-


crito que estaba en posesión de Francisco Ramos Mejia, escrito con su
120 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
El manuscrito que estaba en posesión de fray I. Gue-
rra, según constaba al fin del mismo, había sido copiado
originalmente en la ciudad de Bolonia en el año 1793,
dato que figura igualmente en la edición financiada por
Belgrano. Resultaría absurdo suponer que Ramos Me-
jía copiara la obra de Lacunza de la edición ya impre-
sa que circulaba profusamente entre los intelectuales
rioplatenses desde el mes de enero de 1817. Es lógico,
en cambio, admitir que si esa obra le interesaba de un
modo especial, la copió en cuanto conoció la versión
en forma manuscrita. Por otra parte, se sabe que po-
seyó un ejemplar impreso de la famosa edición de Bel-
grano. Entre las numerosas acotaciones que dejó en los
márgenes y pies de páginas, hay algunas que hacen alu-
sión a la forma original de los escritos de Lacunza, pues
dice: "Esta obra ha corrido muchos manuscritos hasta
su impresión, y ha sido traspasada de copia en copia por
manos las más sospechosas, entre los Romanos. Aun así,
el Autor sienta estas proposiciones con arreglo a su
pobre juicio." Y al comentar una referencia que en el
tomo IV se hace al tomo II, añade: "Este tomo segundo
no es cita del Autor, porque el Autor escrivió en quader-
nos."( 5 )
Ramos Mejía fué un gran lector de Lacunza y asi-
mismo un asiduo investigador de las Sagradas Escritu-
ras. Por consiguiente, estaba de acuerdo con él mientras

letra, era una obra elaborada por él mismo; pero el análisis de la mis-
ma demostró que repetía en todos los detalles y hasta en la puntuación
la obra de Lacunza, tal como aparece en el ejemplar que poseia fray
Isidoro Guerra, y que sirvió de modelo para la edición impresa en 1816
por orden de Belgrano. La copia hecha a pluma por Ramos Mejia es
mencionada por el profesor Clemente Ricci, quien tuvo "muy en cuen-
ta el ejemplar manuscrito de la Venida del Mesías que estuvo un tiempo
en el Instituto de Investigaciones Históricas y que, por mi insistente
pedido a la familia, obtuvo e hizo confrontar el Dr. Ravignani." ("Fran-
cisco Ramos Mexía y el Padre Lacunza," pág. 10, Buenos Aires, 1929.)
(5) Tomo IV, págs. 53 y 153.
LA FE DEL PATRICIO ARGENTINO RAMOS MEXIA 121

comprobaba que las ideas del exégeta chileno armoniza-


ban con las enseñanzas bíblicas. Cuando nota que La-
cunza recurre a las tradiciones, escribe: "Ya está dicho
que no hay tradición que valga, absolutamente hablan-
do. No hay más tradición que la verdad y no hay ver-
dad que no esté escrita en la Escritura Santa. Si faltare
algo esencial no sería el Libro de Dios. Bonum ex inte-
gra causa: malum ex quocumque defectu." 6 Volvien-
( )

do sobre el mismo asunto, en el tomo subsiguiente ex-


presa: "¡Sujetémonos a lo que nos digan las Escrituras
de Dios, y no a la de los hombres! ¡Hombres que tanto
7
se contradicen!" )

Como los cristianos apostólicos, Ramos Mejía exal-


ta a Jesucristo, recordando la promesa de su segundo
advenimiento como "obra exclusiva del Salvador, Juez
8
y Rey."( ) Frente a los problemas que afectan a la hu-
manidad, se atiene a la promesa de Cristo, engarzada
en el Padrenuestro, pues dice: "Aun todavía están las
Naciones en poder del enemigo. . ¡Jesús, hijo de
. .

David, venga tu Reyno!"( 9 ) La esperanza adventista


reverbera en diversas acotaciones del patricio argenti-
no que quiso irradiar su fe entre sus coetáneos.
Contrastando la fe de Ramos Mejía con la de La-
cunza, su biógrafo, el doctor Ricci, comenta: "Pues
bien: ¿dónde aprendió Ramos su sistema exegético y
la teología en que lo apoya? He ahí el misterio. Para
Lacunza, en cambio, el asunto no presenta mayores di-
ficultades. Lacunza residió largos años en Imola y en

(6) Tomo 111,pág. 244.


(7) Tomo TV, pág. 219.
(8) Tomo ni, pág. 110.
(9) Tomo 111, pág. 28.
122 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Bolonia; y esto lo explica todo. ... El adventismo de
Ramos, en cambio, tiene otro origen insanablemente re-
belde a todo oficialismo y a toda ortodoxia. Es el ad-
ventismo que, tanto si no más que de Daniel y del Apo-
calipsis,proviene de San Pablo. ."( 10 ) . .

Las notas marginales del patricio argentino, escritas


sobre la obra de Lacunza editada por el general Belgra-
no, no pueden ser anteriores al año 1816, cuando se su-
pone que llegaron a Buenos Aires los 1.500 ejemplares
que formaban la edición. Durante la permanencia del
general Belgrano en Europa, Ramos Mejía fué nombra-
do elector por el partido de Morón, para la elección de
diputados, según consta en la sesión del Cabildo del 17
de agosto de 1815. En el curso del año 1816 actuó en
el Cabildo como alcalde provincial y además como miem-
bro de la Junta de Observación en ese mismo año y en
1817. Esto significa que prestó sus servicios como pa-
triota durante los tres sistemas de gobierno que tuvie-
ron por sede a Buenos Aires desde el 25 de mayo de
1810: las Juntas, el Triunvirato y el Directorio.
Los diversos compromisos de Ramos Mejía en Bue-
nos Aires no le permitían residir de continuo en Los
Tapiales, que dista más de 15 kilómetros a vuelo de pá-
jaro desde la plaza de Mayo. Por esa razón, estableció
el domicilio familiar en la ciudad capital, en la finca
emplazada en lo que ahora corresponde a la calle Ce-
rrito, número 271, entre las calles Cangallo y Sarmien-
to, frente a lo que actualmente es la avenida 9 de Julio,

y a poca distancia del obelisco que conmemora las dos


fundaciones de Buenos Aires.
En el espíritu del patricio argentino fué agigantán-
dose el pensamiento de que los cristianos tenían una

(10) "Francisco Ramos Mexía y el Padre Lacunza," pág. 12.


LA FE DEL PATRICIO ARGENTINO RAMOS MEXIA 123

responsabilidad respecto a los aborígenes. Era un hecho


lamentable en la historia de América el que no solamen-
te se habían ignorado los derechos de los aborígenes,
sino que éstos habían sido desplazados y oprimidos sin
consideración, a pesar de las reclamaciones de Fray Bar-
tolomé de las Casas y las ordenanzas del visitador Fran-
cisco Alfaro. Había conocido en el Alto Perú a los in-
dios aimaras y quechuas del altiplano, sometidos al tra-
bajo riguroso de las minas y, en Buenos Aires, solían
verse indígenas de las pampas y de las sierras, a los cua-
les se inculpaba de los malones que sufrían las poblacio-
nes fronterizas.
La grandeza de Francisco Ramos Mejía no reside en
su actuación pública, rubricada debajo del rechazo del
Virrey Francisco Xavier de Elío, ni en otros muchos do-
cumentos firmados por él juntamente con los proceres

de primera magnitud. "Por fortuna escribe Clemente
Riccí,— nuestra bienamada Argentina ocupa, en el con-
cierto de las naciones constructoras de la civilización, un
sitial prominente. Escritores, filósofos, sabios, estadis-
tas, militares han sido por ella incorporados al tesoro
espiritual de la humanidad. Faltaba el genio religio-
so. Faltaba el vidente, que en todas las edades ha sido
maestro y profeta. Ramos Mexía viene a llenar el va-
cío. Y es un nuevo astro que se eleva, fúlgido y triun-
fante, en el purísimo cielo de las glorias argentinas." ( 11 )
El sentido de la vida de Francisco Ramos Mejía se
halla en una fe que busca en las páginas de las Sagradas
Escrituras el deber del hombre hacia el Creador y del
hombre para con su prójimo. Habiendo escuchado en
el fondo de su conciencia cristiana el llamado de la re-

(11) "Francisco Ramos Mexía: Un Heterodoxo Argentino como Hom-


bre de Genio y como Precursor," pág. 31.
122 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Bolonia; y esto lo explica todo. ... El adventismo de
Ramos, en cambio, tiene otro origen insanablemente re-
belde a todo oficialismo y a toda ortodoxia. Es el ad-
ventismo que, tanto si no más que de Daniel y del Apo-
calipsis, proviene de San Pablo. ."( 10 ) . .

Las notas marginales del patricio argentino, escritas


sobre la obra de Lacunza editada por el general Belgra-
no, no pueden ser anteriores al año 1816, cuando se su-
pone que llegaron a Buenos Aires los 1.500 ejemplares
que formaban la edición. Durante la permanencia del
general Belgrano en Europa, Ramos Mejía fué nombra-
do elector por el partido de Morón, para la elección de
diputados, según consta en la sesión del Cabildo del 17
de agosto de 1815. En el curso del año 1816 actuó en
el Cabildo como alcalde provincial y además como miem-
bro de la Junta de Observación en ese mismo año y en
1817. Esto significa que prestó sus servicios como pa-
triota durante los tres sistemas de gobierno que tuvie-
ron por sede a Buenos Aires desde el 25 de mayo de
1810: las Juntas, el Triunvirato y el Directorio.
Los diversos compromisos de Ramos Mejía en Bue-
nos Aires no le permitían residir de continuo en Los
Tapiales, que dista más de 15 kilómetros a vuelo de pá-
jaro desde la plaza de Mayo. Por esa razón, estableció
el domicilio familiar en la ciudad capital, en la finca
emplazada en lo que ahora corresponde a la calle Ce-
rrito, número 271, entre las calles Cangallo y Sarmien-
to, frente a lo que actualmente es la avenida 9 de Julio,

y a poca distancia del obelisco que conmemora las dos


fundaciones de Buenos Aires.
En el espíritu del patricio argentino fué agigantán-
dose el pensamiento de que los cristianos tenían una

(10) "Francisco Ramos Mexía y el Padre Lacunza," pág. 12.


LA FE DEL PATRICIO ARGENTINO RAMOS MEXIA 123

responsabilidad respecto a los aborígenes. Era un hecho


lamentable en la historia de América el que no solamen-
te se habían ignorado los derechos de los aborígenes,
sino que éstos habían sido desplazados y oprimidos sin
consideración, a pesar de las reclamaciones de Fray Bar-
tolomé de las Casas y las ordenanzas del visitador Fran-
cisco Alfaro. Había conocido en el Alto Perú a los in-
dios aimaras y quechuas del altiplano, sometidos al tra-
bajo riguroso de las minas y, en Buenos Aires, solían
verse indígenas de las pampas y de las sierras, a los cua-
les se inculpaba de los malones que sufrían las poblacio-
nes fronterizas.
La grandeza de Francisco Ramos Mejía no reside en
su actuación pública, rubricada debajo del rechazo del
Virrey Francisco Xavier de Elío, ni en otros muchos do-
cumentos firmados por él juntamente con los proceres

de primera magnitud. "Por fortuna escribe Clemente
Ricci,— nuestra bienamada Argentina ocupa, en el con-
cierto de las naciones constructoras de la civilización, un
sitial prominente. Escritores, filósofos, sabios, estadis-
tas, militares han sido por ella incorporados al tesoro
espiritual de la humanidad. Faltaba el genio religio-
so. Faltaba el vidente, que en todas las edades ha sido
maestro y profeta. Ramos Mexía viene a llenar el va-
cío. Y es un nuevo astro que se eleva, fúlgido y triun-
fante, en el purísimo cielo de las glorias argentinas." ( 11 )
El sentido de la vida de Francisco Ramos Mejía se
halla en una fe que busca en las páginas de las Sagradas
Escrituras el deber del hombre hacia el Creador y del
hombre para con su prójimo. Habiendo escuchado en
el fondo de su conciencia cristiana el llamado de la re-

(11) "Francisco Ramos Mexía: Un Heterodoxo Argentino como Hom-


bre de Genio y como Precursor," pág. 31.
124 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

dención del indígena, marchó hacia el confín de la ci-


vilización y cruzó las fronteras para encontrarse con los
aborígenes y establecerse donde aquellos pudiesen co-
nocer la fe cristiana, tal como él la había entendido,
y
como creía que debía cumplirse en el plano de la rea-
lidad cotidiana.
CAPITULO 12

UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA
ENTRE LOS INDIOS

OS
indios de las vastas llanuras recibieron el nombre
-Li de "pampas," para que pudieran ser distinguidos
de los "serranos" y de los "montaraces." Formaban un
conjunto étnico un tanto heterogéneo, que se iba igua-
lando por su adaptación al medio. A las temibles bolea-
doras habían añadido las lanzas, que resultaban tanto
más peligrosas desde que los indios se habían enseño-
reado de las llanuras al domeñar los caballos arrebatados
a los fundadores de Buenos Aires.
La lucha entre el aborigen y el conquistador no lle-
gaba a su fin. Los virreyes habían querido proteger a
la ciudad de Buenos Aires mediante siete fortines, pro-
hibiendo el avance de los pobladores al sur del río Sa-
lado. Los fortines, rodeados con los ranchos de los po-
bladores, dieron origen a las poblaciones de Chascomús,
Ranchos, Monte, Luján, Salto, Rojas y Melincué^ que
reunían un total de algo más de siete mil habitantes.
Francisco Ramos Mejía fué el pionero que, imbuí-
do por el deseo de ser justo y piadoso con el indio para
enseñarle prácticamente los principios fundamentales
de la religión cristiana, se decidió a vadear el río Sa-
lado para entrar en las tierras donde se enseñoreaba el
aborigen. Predominaba en el patricio argentino el de-
seo apostólico de evangelizar al indígena, anhelo que
resultaría frustrado si no lograba vencer todas las sus-
picacias de los aborígenes que se habían sentido atro-

(125)
)

126 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


pellados en sus derechos de primitivos pobladores de
la tierra. Tales motivos explican por qué, en el año
1817, compró setenta leguas de tierras "con dinero en
plata y oro" que entregó al Estado y, en "la misma fron-
tera abierta de los Indios," satisfizo a éstos de la remu-
neración que esperaban por su derecho de posesión de
esas tierras, cercanas a la laguna de Aillá-Mahuída, de-
jando que continuaran ocupando los lugares más fera-
1
ces. ( )

Ramos Mejía erigió las construcciones de su estan-


cia, a la que diónombre de Miraflores, a dos leguas y
el
media de laguna Aillá-Mahuída, donde estaban acam-
la
pados los indios pampas. Desde el año 1818 la familia
del procer se trasladaba periódicamente a esa estancia
enclavada en medio de las tierras dominadas por los
aborígenes en la zona que recibiría sucesivamente los
nombres de Monsalvo y partido de Maipú. Las atroci-
dades cometidas en contra de los indígenas al sur del
río Salado, y principalmente la muerte injusta del gran
cacique de los pampas, Yahati, habían determinado el
fracaso absoluto de la "reducción de los infieles del sud."

(1) El nombre de Aillá-Mahuida, que significa Nueve Lomas, define


la configuración de ese paraje, donde los indios pampas estaban acam-
pados con sus tolderías. Años después, Francisco Ramos Mejía se re-
firió a los procedimientos empleados para poseer las tierras en aquella
época al expresar: "Dos medios hay autorizados de adquirir terrenos:
el uno por medio de denuncia de tierras baldías con arreglo a la legis-
lación española que aún se conserva entre nosotros, por la cual el Pi-
loto que mide un terreno sin perjuicio de tercero y el Juez que lo con-
firma son los árbitros para que el denunciante pueda obtener la pose-
sión sin hablar palabra ninguna de derecho de propiedad porque esto
pertenecía al Gran Señor como el dueño de vidas y haciendas. El otro
medio que siempre ha estado en contradicción con el anterior, está re-
ducido a haberlo de manos de los Indios como los dueños y en virtud
de ése tal derecho de propiedad, aprobado que ha sido y confirmado
por las autoridades del país, que resumiéndolo en sí el ciudadano se
agrega a las propiedades de la Sociedad de que depende." (Carta diri-
gida a Juan Cornel, fechada en Tapiales el 27 de noviembre de 1825.
facilitada al autor por el historiador Gregorio Ramos Mejía, bisnieto del
prócer.
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 127

Tal es lo que consta por el testimonio de Joseph Sánchez


Labrados, jesuíta, autor del "Paraguay Catholico," al
referirse a las tropelías cometidas contra los indios pam-
pas, que motivaron el furor y las represalias de éstos
en contra de los soldados que los injuriaron a mediados
del siglo XVII.
Los indios pampas habían aprendido a desconfiar
de los hombres que no pertenecían a su raza. Estaban
prácticamente en pie de guerra. No obstante, Ramos
Mejía inició su cristiano apostolado, confiando en Dios,
el Gran Señor, como el "dueño de vidas y haciendas,"
tanto por el poder creador como por el sacrificio reden-
tor. Era necesario recordar a los indígenas que existe
una Divinidad creadora y redentora que establece el
orden de las relaciones entre los seres inteligentes me-
diante su voluntad, expresada en su Ley.
Los indios de las pampas creían en la existencia
de un Espíritu grande y bueno, llamado Soychu, al
que se oponía un espíritu maligno denominado Gua-
lichú. Daban a este último una gran importancia por-
que, temiéndole continuamente lo tomaban en cuenta
y procuraban conjurar sus poderes mediante los hechi-
ceros. Hasta señalaban lugares maléficos, como el gran
bajo y salina del Gualichú. Las supersticiones de los
indios que hablaban en lengua chechehet se acrecenta-
ron desde el momento cuando la gran tribu, acercán-
dose a la gente de Buenos Aires por primera vez, se ha-
bía contaminado de viruela, diezmándose durante la ve-
loz huida en la cual recorrieron doscientas leguas hacia
2
el sur. )

(2) La expresión "indios pampas" es una simple designación de ca-


rácter geográfico. La primera discriminación étnica de los indígenas
del Sur se debe al cirujano y misionero Tomás Falker (1707-1784), gra-
(

128 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


Según las creencias de los auténticos indios pampas,
Soychu era el "ser invisible y digno de toda veneración
que mora fuera del mundo." Ramos Mejía debía ex-
plicar a los indios que la Divinidad no era el Ser in-
diferente a las acciones de los hombres que recogía a
todas las almas de los indios muertos en una "tierra
de la bebida fuerte," según la expresión indígena ano-
tada por Falkner. El amor profesado por la Divinidad
hacia la humanidad era tal que el Hijo de Dios se había
humanado para evidenciar ese amor, prometiendo re-
gresar con majestad y gloria para dar la resurrección a
los muertos. La fe cristiana en la resurrección aparece
expresada en una de sus acotaciones, al decir: "El hom-
bre y su Alma o como se llama, se disolverá: in pulbe-
rem converteris. Pero luego resucitará, Caballeros!" 3 )
Aunque de la tierra han dado
los diversos pueblos
otros tantos nombres a la Divinidad, ésta es una sola
y se interesa en cada individuo, brindándole la oportu-
nidad de entrar en el Reino que fué anunciado por Cris-
to. "A todo el género humano, individualmente (sub-
rayado por Francisco Ramos Mejía) y personalmente
se le está convidando según el lugar que le quepa, o
el asiento, quando venga tu Rey no; en el qual Rey no
unos tendrán su colocación en el Cielo y en la tierra,

cias a la publicación de su obra "A description of Patagonia and ad-


joining parís of South América," Hereford, 1774. Ese trabajo motivó las
investigaciones lingüísticas de Roberto Lehmann-Nitsche, Jefe del De-
partamento de Antropología del Museo de La Plata, quien estudió la
clasificación de los llamados "indios pampas," clasificación que dió a
conocer en la monografía titulada "El Grupo Lingüístico 'Het' de la
Pampa Argentina," Buenos Aires, 1922. Las llanuras bonaerenses fueron
recorridas eventualmente por indígenas de otros grupos lingüísticos que
profesaban creencias religiosas similares aunque daban otros nombres
a los dos espíritus. Entre los que forman el grupo che, con sus diversos
gentilicios, Ngüne-chen corresponde a Soychu del grupo het, y Huecuvú
a Gualichú.
(3) Tomo III, pág. 293.
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 129

y no más; repristinada, se entiende." ( 4 )


otros en la tierra
La idea de la retribución aparece como un don divino
que no es arbitrario, pues depende de la actitud que
asuma cada individuo. En efecto, al comentar lo que
"suele llamarse sentido común, o lumbre de la razón,"
escribe: "Por sólo el bueno o mal ejercicio de este prin-
cipio es todo Hombre o digno de premio o digno de cas-
tigo. No es hombre el que cierra los ojos. Ese, hizo un
agujero en tierra para esconder el talento recibido." 5 )

La norma que establece la distinción entre el bien


y el mal, se halla en la voluntad de Dios, quien expre-
sa su carácter mediante su Ley. La Ley de Dios o De-
cálogo prescribe la obediencia de mandamientos preci-
sosque revelan el carácter de Dios. Pero, aunque los
mandamientos de la Ley de Dios no pueden salvar al
hombre de su condición pecaminosa, constituyen la nor-
ma de conducta del cristiano con respecto a la Divini-
dad y a la humanidad, norma que sólo puede ser al-
canzada por la fe viva que se traduce en obras. La fe
se alcanza por la luz del Evangelio de Jesucristo, que
polariza la vida de tal manera que el individuo así ilu-
minado se arrepiente de sus transgresiones de los man-
datos divinos para seguir el digno ejemplo de obedien-
cia dado por el Maestro mismo. Por esa razón, Ramos
Mejía define la perfecta armonía entre la fe y la Ley
de Dios, al escribir: "La Fee, y las obras, es lo mismo
que decir, si lo que se sabe está de acuerdo con lo que
se obra. Luz, Ley, Fee, o Verbum Dei, todo es uno. Con
un grano de mostaza de Fee basta contra el Apetito,

(4) Tomo ta, pág. 134.


(5) Tomo OI, pág. 95.
130 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
como el Sol contra la Nieve, véase el cap. 1° secundum
6
Joann." ( )

La perpetuidad del Decálogo, como expresión de la


voluntad inmutable de la Divinidad, se establece en sus
mandamientos precisos e inconfundibles para todos los
tiempos y para todos los pueblos. Si la Ley de Dios
debía ser respetada por los indios pampas, éstos ten-
drían que a justar sus vidas a cada uno de sus precep-
tos, aunque ello implicara romper con antiguas costum-
bres. Uno de los hábitos indígenas que s& destacaba
era la frecuente violación del mandamiento del Decá-
logo que expresa: "No hurtarás." ( 7 )

La prédica de Ramos Mejía ¿consiguió desarraigar


de los indios pampas el hábito inveterado de hurtar?
Para enseñarles a respetar la Ley de Dios, don Francis-
co, a quien los indios llamaban Pancho, no solamente
les enseñaba el significado de la obediencia cristiana
de todos los mandamientos, sino que, para probarlos,
dejaba ex profeso por el campo algunos arreos y obje-
tos de plata. El resultado fué que los pampas se pre-
sentaban, diciendo: "Tomá, Pancho, encontrado esto en
corral o campo," según consta por el testimonio de Ca-
rranza. De más está decir que la prédica del patriarca
de los pampas se habría detenido en más de una opor-
tunidad en el mandamiento que dice: "No matarás,"
pues los indígenas estaban acostumbrados a las terri-
bles represalias hacia los que consideraban sus adver-
sarios.

Ramos Mejía aceptaba la enseñanza cristiana que


reconoce la perpetuidad del Decálogo, como norma de

(6) Acotación TV, 26.


(7) Exodo 20: 15.
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 131

conducta y como código del juicio final. Por lo tanto


enseñaba a los aborígenes y a todos los que se llegaban
a su estancia de Miraflores la obligatoriedad de los diez
mandamientos de la Ley de Dios, sin omitir el que pres-
cribe la santificación del sábado como recuerdo de la
obra del Creador.
Don Francisco Ramos Mejía quiso que sus convic-
ciones religiosas, fundadas en el ferviente estudio de
las Sagradas Escrituras, llegaran al conocimiento de sus
conciudadanos de Buenos Aires y de otras ciudades de
la República Argentina y, por esa razón, escribió e hizo
imprimir un trabajo titulado "Evangelio de que Res-
ponda ante la Nación el Ciudadano Francisco Ramos
Mexía." El propósito de esas quince páginas impresas
es el de enfocar los problemas de la época iluminán-
dolos con reflexiones de carácter religioso. Esas pági-
nas aparecieron en 1820, en uno de los años más caó-
ticos de la época independiente, el año cuando Buenos
Aires tuvo tres gobernadores en un día, siendo uno de
ellos, Ildefonso Ramos Mejía, hermano de nuestro pro-
cer.

Comienza el folleto con una "Proclama de la Patria"


en la que invoca el nombre del Omnipotente para recor-
dar a los hombres de América que no deben renunciar
a sus altos derechos, porque la "Patria es la unión de
voluntades para la conservación de la naturaleza misma
de las altas propiedades del individuo, de su libertad e
igualdad inalienables." Invita a la reflexión acerca de
la situación por todos conocida, al decir: "Reparad aquí
mismo, americanos, en este mero hecho que tenéis a la
vista, delante de vuestros propios ojos, la libertad e igual-
dad en su propia cuna." Pero no se detiene en el plano
político. Le preocupa la esfera de lo trascendente y sus
(

132 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


efectos reflejos sobre lo temporal. Reprocha la hipocre-
sía en el campo de la religión y de la política, en los
cuales es indispensable el conocimiento de la ley, y, por
consiguiente, expresa:

"¿Y quién conoce


al hipócrita vestido de la capa de
religión, o de la ley? ¿Sabe el viejo mundo lo que es
religión? ¿Sabe el pueblo, qué cosa es ley, para que se
libre en este y el otro rango de los hipócritas: rangos
tan contradictorios con la patria, la federación o el Pa-
raíso de Dios? ....

"Aun la misma promulgación de americanos, y mu-


cho más la de ciudadanos es lo tan vacía, cuanto lo es
la patria misma, si el pueblo no conoce la ley. ¿Ni como
se ha de conocer, si no hay quien enseñe? Et quomodo
predicábunt, nisi mittantur? Ro. 10, 15." 8 )
Señala la relación entre la patria y sus leyes al de-
cir: "Ciudadanos, vuestros padres os llaman: la patria"
os recuerda con leyes." Destaca también que desde los
días cuando Abel obedeció al mandato divino surgió el
antagonista y rebelde Caín, quien, violando el manda-
miento de Dios, dió muerte a su hermano, cuya "sangre
clama ante el Criador desde la tierra." Si los patricios
de la nación llaman a la obediencia de las leyes que ga-
rantizan la felicidad de la patria, la sangre de Abel, cla-
ma por la obediencia a la Ley de Dios. Todos los man-
damientos de ésta deben ser obedecidos, aunque implique
el abandono de la tradición o "memoria del domingo
siete, y repristinando la delicada ley del sábado, de la
voluntad del Criador." ( 9 )

(8) Pág. 11.


(9) "Evangelio de que Responde Ante la Nación el Ciudadano Fran-
cisco Ramos Mexia," pág. 12.
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 133

Gracias a una carta de Francisco Ramos Mejía, diri-


gida al Gobernador Marcos Balcarce el 28 de noviembre
de 1820, se sabe que el primero había escrito un "Abe-
cedario de la Religión," del cual le enviaba una copia.
Indudablemente, esa obrita tenía por propósito evangeli-
zar a los indígenas, entre los cuales había establecido
seis escuelas. En esa carta expresa el procer que "la
soberanía ni es del hombre, ni es del pueblo, sino que
es de Dios," y se refiere a los "Decretos intraspasables
de Dios." En el último párrafo declara: "Comparezcan
esos sabios a la presencia del Pueblo: óigasenos; y que
su salud sea la Ley Suprema. ." . .

En extensa misiva de Ramos Mejía al Gobernador


la
Balcarce se enfoca la lamentable situación creada por no
mantener las autoridades la palabra empeñada con los
indios. El caso era bien claro. El 7 de marzo de 1820,
en la estancia de Miraflores se había firmado una con-
vención entre los indígenas y el Gobierno de Buenos Ai-
res. La convención, formada por diez artículos, estable-
cía los compromisos de ambas partes para que se mantu-
viera la paz. Por el Gobierno de Buenos Aires había fir-
mado el brigadier general Martín Rodríguez y, en repre-
sentación de diez y seis caciques, don Francisco Ramos
Mejía. No obstante, no habían sido los indígenas, sino
personas que se consideraban civilizadas las que habían
reanudado las hostilidades introduciéndose "en los cam-
pos de las tolderías contra la voluntad de los Indios."
Pero lo que resultaba aún más grave, fué que algunos
hacendados querían valerse de los indios para luchar
en contra de los intereses y de las vidas de otras per-
10
sonas. ( )

(10) El pacto firmado por Ramos Mejía en nombre de los caciques,


fué publicado por la Gazeta de Buenos Aires del 12 de abril de 1820.

9 —D. L. de una G. E.
134 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Las observaciones de Ramos Mejía al Gobernador
Balcarce eran oportunas, porque señalaban la peligrosa
situación de las relaciones con los aborígenes. Sólo cua-
tro días después de su extensa misiva, un caudillo ex-
tranjero con varios oficiales proscriptos, seguidos por
algunas tribus, perpetraron el cruel saqueo del pueblo
de Salto. El malón había sido tan atrevido que ni
respetó a las personas que se refugiaron en la iglesia,
en la cual los saqueadores entraron para aumentar el
botín. La indignación que ese atropello produjo en Bue-
nos Aires dió por resultado la organización de diversas
fuerzas. Una división marchó hacia las Salinas siguien-
do la ruta por donde se había retirado la indiada que ha-
bía venido del oeste. Otra división se dirigió hacia Ka-
quel Huincul, donde se hallaban los caciques que nada
tenían que ver con el malón del Salto, y que habían pac-
tado con el Gobierno de Buenos Aires con la mediación
de Ramos Mejía.
Según las órdenes impartidas por Martín Rodríguez
debían usarse de represalias contra los indígenas que
quisieran ser neutrales, con el propósito de "escarmen-
tar a los indios y alejarlos para siempre de los proyec-
tos de invasión." Violando el tratado firmado para es-
tablecer la paz con los caciques pampas, Martín Rodrí-
guez arrancó a los indios establecidos en la estancia de
Ramos Mejía y el 23 de enero de 1821 ordenó que éste
se presentara en Buenos Aires en el término de seis
días. Así fué como Francisco Ramos Mejía, el "virtuo-

en cuyo preámbulo se observa el propósito de darle un carácter de-


finitivo,pues dice: "Convención estipulada entre la Provincia de Bue-
nos Aires, y sus limítrofes los caciques de la frontera Sud de la misma
Provincia, con el objeto de cortar de raíz las presentes desavenencias
ocurridas entre ambos territorios, y de establecer para lo sucesivo
bases firmes y estables de fraternidad y seguridad, bajo los siguientes
artículos."
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 135

so misionero de paz y de riqueza," según la expresión


del historiador López, quedó arbitrariamente confinado
en su casa de Los Tapiales, cuando los indios pampas no
tenían la menor culpabilidad por el asalto perpetrado
por otra tribu, capitaneada por hombres blancos que sa-
quearon a Salto con fines políticos.

Algunos indios pampas siguieron a Ramos Mejía


hasta Los Tapiales, junto al río Matanza. Otros busca-
ban la forma de regresar a sus tolderías, y una parcia-
lidad, olvidándose de las enseñanzas pacifistas de su
patriarca, se dejaron dominar por el instinto de la ven-
ganza alimentado por el odio que les inspiraba la muer-
te de los suyos que había ensangrentado la convención
aceptada de buena fe.
La prédica de nuestro procer no quedó sin frutos.
Consta por el testimonio de fray Francisco de Paula
Castañeda, desterrado a Kaquel Huincul. en septiembre
de 1821, que ,rDon Francisco Ramos Mexía ha erigido
seis cátedras de teología en la campaña del Sud a vista

y presencia de los Comandantes y del Gobierno actual


que estuvo allí varias veces de ida y vuelta con toda
la plana mayor en su expedición a los indios. Don José
de la Peña Zarueta. comandante de la Guardia de Ka-
quel, habiendo estado cinco días de convite en lo de D.
Francisco Ramos, volvió tan convertido que instituyó
la religión nueva de Ramos en la Guardia y en la es-
tancia de la Patria, la cual ley de Ramos se observó en
ambos distritos todo el tiempo que estuvo el coman-
dante, sin haber una sola alma que le replicase, sino
fué el capataz de la estancia, el tucumano Manuel Gra-
majo, el cual le dijo que él quería condenarse en su
religión." Consta por el mismo testigo que en las pul-
136 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
perías de Kaquel se oía muchas veces la expresión:
"¡Viva la Ley de Ramos!" ( n )
Lo que algunos denominaban "la Ley de Ramos,"
era, en realidad, la Ley de Dios o Decálogo, tal como
aparece en las Sagradas Escrituras en el capítulo vigé-
simo del libro del "Exodo." Los argumentos del exégeta
argentino eran tan convincentes que el comandante de
la Guardia de Kaquel Huincul, José de la Peña Zarue-
ta, no solamente aceptó la fe adventista tal cual la en-
tendió, sino que persuadió a muchos otros para que,
como los indios pampas de Ramos Mejía, estuviesen
dispuestos a honrar a Dios al respetar los mandamien-
tos que habían sido exaltados por Cristo mismo.
Mientras Ramos Mejía residía en Los Tapiales, en
la estancia que había adquirido de Altolaguirre, prosi-
guió practicando el culto cristiano tal como se lo había
enseñado a los indígenas después de haberse empapado
de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. El procer
no cambió su línea de conducta al ser confinado en Los
Tapiales; así lo demuestran los siguientes párrafos de
la nota firmada en Buenos Aires el 11 de diciembre de
1821 por Valentín Gómez, Provisor del Obispado, diri-
gida al Ministro Secretario en el Departamento de Go-
bierno: "El Cura Vicario de Dolores que partió de ésta
en comisión acordada con S. E. para indagar si eran
efectivos los Casamientos que se decía haber sido he-

(11) Fray Francisco de Paula Castañeda, a causa de sus continuos


ataques al Gobierno fué condenado a cuatro años de exilio en la frontera
del Sur, según lo resuelto por la Junta el 15 de septiembre de 1821.
En el día 25 del mismo mes se lo sacó de la cárcel para conducirlo a
Kaquel Huincul. La pena fué conmutada de tal manera que Castañe-
da estuvo de regreso en Buenos Aires en los primeros días de agosto
de 1822. Las declaraciones de Castañeda acerca de la aceptación que
tuvieron las enseñanzas de Ramos Mejía en el Sur, aparecen en el
proceso que se le siguió en Buenos Aires. El párrafo citado se halla
en el Archivo General de la Nación Argentina, Gobierno Nacional, Cul-
to. 1818-1821, sala X-4-8-2. legajo 1820.
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 137

chos por D. Francisco Ramos en las


Kaquel, como asimismo si por su pernicioso infl uxo, y
falsas doctrinas se había introducido en aquel distrito
la santificación del Sábado, me avisa por oficio de 3 del
corriente que nada ha encontrado de efectivo en orden
a lo primero, y que con respecto a lo segundo, solo en
su Estancia se guarda esta observancia judaica. Esta
noticia coincide con las denuncias que tengo de que ese
hombre fanático hace guardar igual conducta en su cha-
cra, conocida con el nombre de D. Martín Josef de Al-
tolaguirre."
Al reconocer la validez del mandamiento del
logo que ordena claramente la observancia del
mandamiento que fué respetado antes del Sinaí y des-
pués por Jesús y los apóstoles, Ramos Mejía se situó
dentro dei cristianismo original o apostólico y no, como
lo creyeron algunos, en el terreno religioso de los ju-
díos. En efecto, el sábado, según Jesucristo, fué "he-
cho para el hombre " aparece en el relato de la
:

registrado en el segundo capítulo del "Génesis."


faltaban muchos siglos para que apareciera el
judío, o descendiente de Judá. hijo del patriarca Jacob.
Ramos Mejía hacía distingos entre la iglesia cris-
tiana de los tres primeros siglos y la que se metamor-
foseó en los días del emperador Constantino, autor de
laprimera ley dominical. Por esa razón,
que Lacunza contrapone a la iglesia primitiva la
siguió a Constantino, escribe al margen '"Por eso
:

que valen más quince siglos de Roma, que tres


de los primeros Fieles, incluso los Apóstoles: a
138 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
les levantan que se gobernaban sin Constitución. ."( 13 )
. .

Entiende el exégeta argentino que hubo quienes cerra-


ron "obstinadamente los ojos a la Luz, y los oídos a las
voces de sus enviados, pasados los tres primeros si-
glos," ( 14 ) pero sabe que, a pesar de todas las modifi-
caciones que hayan podido introducirse en la cristian-
dad después de Constantino, el Decálogo permanecerá
tan inmutable como el carácter de Dios y, como buen
lector del libro del profeta Isaías, no ignora que, cuan-
do la perfección edénica sea restaurada, el sábado se-
guirá siendo, como siempre lo fué, el verdadero día de
culto, establecido por el Creador para toda la humani-
dad: "Porque como los cielos nuevos, y la nueva tierra
que yo haré permanecer siempre delante de mí: así ¡oh
Jerusalén! permanecerá tu descendencia y tu renom-
bre, dice el Señor. Y de mes en mes y de sábado en
sábado vendrá todo hombre a postrarse delante de mí,
y me adorará, dice el Señor." ( 15 )
La fe adventista de don Francisco Ramos Mejía se
mantuvo encendida en Los Tapiales, mientras era ro-
deado de los suyos y tenía la satisfacción de contem-
plar el campamento de los indios pampas que lo habían
seguido para dar pruebas de su fidelidad en la vida cris-
tiana. La presencia de esos aborígenes, a un paso de
Buenos Aires, inquietaba a algunos espíritus suspicaces,
y la desaparición de cuatro indígenas pampas que tra-

via, y va acompañado de una hoja suelta firmada por Biedma, fechada,


también en Buenos Aires el 11 de diciembre de 1821. Comentando
el contenido del mismo, el profesor Clemente Ricci declaró que "por
este documento queda probado que, además de ser adventista, nuestro
procer ha sido también sabatista." ("Francisco Ramos Mexía: Un He-
terodoxo Argentino como Hombre de Genio y como Precursor," pág. 31.)
(13) III, 384.

(14) III, 391.


(15) Isaías 66: 22, 23.
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 139

bajaban en el horno de la Catedral dió lugar a la sos-


pecha de que se habían refugiado en Los Tapiales; pero
en la víspera de Navidad del año 1824, Ramos Mejía
contestó a las autoridades, después de practicar una
prolija investigación, que los indios prófugos no habían
aparecido en su quinta. El procer no se olvidó de los
años pasados en la frontera del Sur. La prueba de ello
la da su correspondencia dirigida a Kaquel Huincul, al
Juez de Paz don Juan Cornel, a quien escribió frecuen-
temente desde octubre de 1825 hasta diciembre de 1827.
Falleció don Francisco Ramos Mejía, el 5 de marzo
de 1828, a los cincuenta y cuatro años de edad. Dejó
cinco hijos de su matrimonio con doña María Antonia
Seguróla: Matías, Francisco, Ezequiel, Marta y Mag-
dalena, que ocuparon lugares destacados en la sociedad
argentina, a la que dieron descendientes ilustres, que
honran el recuerdo de sus progenitores por su contri-
bución en los diversos campos del saber humano.
En "Los Tapiales" fué plantado por don Francisco
Ramos Mejía el roble que ha desafiado la acción del
tiempo, cubriéndose de follaje en cada primavera, mar-
cando así los años que eslabonan el pasado del gran
adventista argentino, con el presente y el futuro, pues
según la fe cristiana de nuestro procer, "debemos con-
tar— —
con respecto a Cristo en su segunda venida vir-
tuosa, o en espíritu de vida, o en gloria, y magestad, juz-
gando a vivos, y muertos." ( 16 )
Francisco Ramos Mejía podría figurar entre los gran-
des exégetas de las Sagradas Escrituras. Pero de su
labor literaria, que fué abundante durante los últimos
años de su vida, no se han salvado sino su proclama a la

(16) "Evangelio de que Responde ante la Nación el Ciudadano


Francisco Ramos Mexía," pág. 18.
140 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Patria, del 28 de mayo de 1820, y las interesantes aco-
taciones al margen y en dos de los cuatro tomos
al pie
de famosa obra de Lacunza, editada por el general
la
Manuel Belgrano. Sábese que publicó otros trabajos
que se dan por perdidos pero que, en el caso de ser
hallados, constituirán nuevos tesoros bibliográficos que
esclarecerán en sus detalles la fe "adventista" y "saba-
tista" del procer que fué un patriarca para los indios
pampas y uno de los pioneros cristianos que predicó
el cristianismo apostólico a la generación que asistió
al magnífico acontecimiento de la Independencia. Es
de esperar que otros escritos del patricio bonaerense
salgan a luz para penetrar más profundamente el pensar
y el sentir del "misionero de paz." ( 17 )
Francisco Ramos Mexía se estremeció con la fe ad-
ventista fundada sobre el estudio de las Sagradas Es-
crituras. Al leer la Vulgata quedó profundamente im-
presionado por la promesa del retorno de Cristo, ex-
presada en forma tan categórica en los Evangelios, re-
petida en las Epístolas como la "esperanza bienaventu-
rada" y confirmada en el Apocalipsis. En ese último
libro bíblico, denominado también "Revelación de Jesu-
cristo" porque comienza con tal expresión, Jesús se pre-
senta como "el lucero brillante de la mañana." ( 18 ) La
grande y luminosa esperanza de que el Mesías volvería
en gloria y majestad después de las tinieblas morales
que volverían a cubrir el mundo, se traduce en la ex-
presión adventista que epiloga el solemne libro del
"Apocalipsis."

(17) El "Abecedario de la Religión," que fué remitido por Francisco


Ramos Mejia al Gobernador Marcos Balcarce, en el año 1820, no ha
sido descubierto hasta el momento de escribir estas líneas, a pesar de
las esperanzas expresadas en ese sentido por el profesor Clemente Ricci
desde el año 1913 hasta su fallecimiento en el año 1946.
(18) Apocalipsis 22: 16.
UN DIVULGADOR DE LA ESPERANZA 141

Frente a un mundo que se iba alejando de las ense-


ñanzas de Jesucristo para sumergirse en la noche de la
desesperación, Ramos Mejía expresó su esperanza en
términos apocalípticos tanto en la Proclama a la Pa-
tria, como en una de sus breves acotaciones que resu-
me su preocupación y su anhelo al decir: "Se debía dis-
putar si esta noche ha pasado de las doce: y si mucho,
o poco. O yo me engaño, o es una verdad que veo el
Lucero de la mañana." ( 19 )

(19) III.395. La vida de Francisco Ramos Mejia resulta interesante


por la época cuando vivió, como por su actuación en los ambientes
cultos y entre los aborígenes. No era posible tratar en estas páginas
y con la debida amplitud la biografia de este prócer. Por esta razón,
el autor ha iniciado la preparación de una obra, titulada "Ramos Me-
jia: Protector de los Indios Pampas." En ese trabajo, que presentará
la biografía completa de ese patricio, se darán a conocer las ideas que
legó a la posteridad.
A los lectores que desearan conocer esa obra, se les informará opor-
tunamente de la aparición de la misma y de los lugares donde podrán
adquirirla, siempre que remitan su nombre y dirección a : Daniel
Hammerly Dupuy, casilla de Correo 3099, Buenos Aires, Argentina.
CAPITULO 13

UNA ESPERANZA DISCUTIDA


Y RECOMENDADA

A FE en el segundo advenimiento de Cristo, debi-


litada mediante diversas teorías alambicadas en
el curso de los siglos, volvió a cobrar su validez para los
pensadores que se acercaron a las páginas de las Sagra-
das Escrituras. Ese fué uno de los méritos de Manuel
Lacunza que decidieron a Manuel Belgrano a publicar
la obra que volvía a poner el énfasis del cristianismo en
su gran esperanza del retorno de Cristo en gloria, para
cumplir con todas las promesas del Evangelio.
Los patriotas del Nuevo Mundo saludaron con júbilo
el amanecer de la independencia. Para festejar el quinto
aniversario de los acontecimientos históricos de la jornada
histórica del 25 de mayo de 1810, el Dr. Pedro Ignacio de
Castro Barros pronunció en Tucumán su famosa oración
patriótica. El célebre orador argentino recalcó sus con-
vicciones, al decir:"Sabemos por el Código Infalible de
las Sagradas Escrituras que aunque en su segunda venida
vendrá con investidura de Rey temporal a sentarse en el
trono de David su Padre, reinará en toda la tierra por
muchos siglos; en la primera sólo vino como Sumo Sa-
cerdote a dar a los hombres los Reinos Celestiales." (°)

(O) "Oración Patriótica que en el Solemne día Aniversario del 25 de


Mayo de 1815, celebrado en la ciudad de Tucumán, dixo el Dr. D. Pedro
Ignacio Castro, y publica su Ilustre Ayuntamiento," Buenos Aires, p. 23.
El profesor Enrique Arana califica esa oración, de 44 páginas de texto,
como una "pieza de gran valor para apreciar las ideas y sentimientos
patrióticos del doctor Castro, tan exaltados en su amor nacional como

142
UNA ESPERANZA DISCUTIDA Y RECOMENDADA 143

Para que la "Oración Patriótica" circulara por todos


los caminos de América, fué publicada oficialmente por
el Ayuntamiento. Pero como en ese trabajo se vertían
ciertos conceptos que recordaban algunas expresiones de
"La Venida del Mesías en Gloria y Magestad," un anta-
gonista del exégeta chileno fallecido en Italia, emprendió
la tarea de refutar el discurso publicado. En efecto, el
sacerdote catamarqueño Agustín Correa y Soria, escribió
dos refutaciones, pero éstas permanecieron inéditas en
las manos del Deán Gregorio Funes, de la Universidad
de Córdoba. (°)
La obra de Lacunza, que contaba con decididos parti-
darios en diversos países de América, tenía también
algunos adversarios, tales como Dalmacio Vélez Baigo-
rri, en la ciudad de Córdoba. Fué precisamente en esa
ciudad donde, según consta por una carta de José Ramón
Olmedo a Benito Lascano, fechada el 3 de febrero de
1818, el institutor Pedro León Niño fué denunciado por-


inseparable éste de sus creencias y sentimientos religiosos." "El Dr.
Pedro Ignacio de Castro Barros Rasgos de su Actuación Política," Buenos
:

Aires, 1937, p. 25. Los rasgos biográficos de este patricio argentino,


fueron estudiados por el presbítero Jacinto R. Ríos: "El Dr. Pedro Igna-
cio de Castro Barros," Buenos Aires, 1886.
(O) Agustín Correa y Soria nació en Catamarca en 1781, y falleció en
la misma ciudad en torno de los cuarenta años de edad. Enrique de
Udaondo ("Diccionario Biográfico Argentino," Buenos Aires, 1938, p.
291), supone que su deceso ocurrió a principios de 1820, pero hay docu-
mentos que permiten suponer que vivió al menos hasta los comienzos del
año 1822. Estudió en la Universidad de Córdoba, y después estuvo en
Tucumán donde, con fecha del 16 de marzo de 1816, dió por terminada su
"Carta Crítica sobre la Oración Patriótica del Dr. Dn. Pedro Ignacio de
Castro recitada en Tucumán el día 25 de mayo de 1815, en la que se refuta
la opinión del Milenario del P. Lacunza." En el manuscrito aparecen las
iniciales de uno de los lectores, "El P. J." quien anotó el siguiente "Avi-
so": "El escrito, que promete el autor de esta carta de escrutinio del
primer tomo, y primera parte de la obra del milenario, ya está execu-
tado. Consta de ciento y doce foxas de letra del autor mismo de esta
carta. Está en conferencias entre un Estudiante y un Teólogo, revatiendo
los dos errores capitales en que estriban todos los cinco tomos de la obra
de Lacunza. Dicho escrutinio está en Buenos Aires desde el año 1817
en poder del Doctor Don Gregorio Funes." (Manuscrito citado por el
bibliófilo: Schraible en la obra "Primeras Ediciones de la Obra del P.
Lacunza," p. 272.

144 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
que leía la obra de un chileno que se ocupaba del mile-
nio.
En de Córdoba vivían también
la ciudad argentina
los Funes. Estos estimaban altamente la obra de La-
cunza y expresaban en la correspondencia con el sacer-
dote Juárez que el impugnador cordobés de Lacunza
se pasaba "por sabio entre los ignorantes," según la ex-
presión de Ambrosio Funes. Fué igualmente en la misma
ciudad donde en 1821 tuvo lugar el incidente mencionado
en la siguiente forma por Francisco Enrich: "En Cór-
doba del Tucumán la polémica tomó giro muy diverso y
de más trascendentales consecuencias. Un sacerdote del
clero secular, muy acreditado por su notoria virtud,
celo y saber, predicando en la catedral, recomendó al
pueblo la lectura de dicha obra; de lo cual se escandalizó
de tal manera un religioso catedrático de teología de aque-
lla universidad, que acto continuo tomó la palabra, re-
probando en alta voz el consejo del predicador; y hasta
llegó a calificar de herética la doctrina de la obra cuya
lectura acababa de recomendar. No satisfecho con esto,
la denunció a Roma, a la Sagrada Congregación del
Index, refiriendo lo sucedido, y alegando las razones
por que la había calificado de esa manera." (*)
¿Quién era el sacerdote que recomendó la lectura
de obra de Lacunza desde la catedral de Córdoba?
la
El investigador Abel Chanetón, expresa: "¿El Deán
Funes? La suposición no es arbitraria. El canónigo
sólo —
más tarde alcanzó el deanato era predicador obli-
gado de la catedral cordobesa, en aquellos años. Ade-
más, en la correspondencia de su hermano Ambrosio
con el Padre Juárez, queda testimonio del interés de

(1) Francisco Enrich, "Historia de la Compañía de Jesús en Chile,"


Barcelona, 1891. tomo II, pág. 459.
UNA ESPERANZA DISCUTIDA Y RECOMENDADA 145

ambos Funes por tratado de Lacunza y por la opi-


el
nión de los sabios (léase Jesuítas) sobre la obra. Ya
he transcripto su despectiva apreciación sobre Vélez,
2
'que se atrevió' a impugnarlo." ( )

El "episodio nacional" motivado por la recomenda-


ción "de la obra de Lacunza en la Catedral de Córdoba
fué denunciado a la Sagrada Congregación del Index
el l 9 de enero de 1822. 3 ) Esta nombró una comisión exa-
minadora de la obra "La Venida del Mesías en Gloria
y Magestad," formada oficialmente por tres personas:
el cardenal Fontana, el jesuíta Zecchinelli, y un teólogo
español cuyo nombre es silenciado por Enrich porque
emprendió una vigorosa defensa de Lacunza en el seno
de la comisión. Hay autores que suponen que aquel

(2) "En torno a un 'Papel Anónimo' del Siglo XVIII," nota en pág. 25.

(3) Según el testimonio de Heredia y Río Segundo ("Allocutio ad


Litteratos Adversus Millenariorum Moderatorum Systema," Roma, 1827.
p. 37). el autor de la denuncia de las ideas de Lacunza presentadas pú-
blicamente en la Catedral de Córdoba, fué el presbítero Agustín Correa
y Soria; al dirigir su "libellus supplex delatorius" a Pío VII. Correa y
Soria, quien escribió en 1816 en contra de la oración patriótica del Dr.
Castro Barros— interrogando sobre el mismo tema, en 1817, al obispo

Nicolás Videla del Pino fué, probablemente, quien objetó en la Catedral
de Córdoba el sermón que desarrollaba algunas de las ideas publicadas
por Lacunza acerca del segundo advenimiento de Cristo. Hasta ahora
no ha sido posible encontrar una prueba inequívoca respecto al autor de
la prédica que dió lugar al incidente que tuvo tanto revuelo. A la hi-
— —
pótesis presentada por Abel Chanetón de que fué Gregorio Funes,
sólo se ha objetado haciendo mención de una carta del Deán al licenciado
José Bruno de la Serda. En esa carta, fechada en Buenos Aires el 10
de diciembre de 1825, dice: "Me provoca Vd. a que esponga mi juicio
sobre la obra del Milenario. Diré a Vd. con franqueza que nunca esta
obra pudo conseguir que yo le tributase los aplausos que otros le prodi-
gan sin medida. Yo veo ahora que no fué errado mi concepto. Hablando
días pasados con un eclesiástico de los más entusiasmados por ella, me
dijo que se sabia de positivo haberla prohibido la Curia de Roma." Pero
este párrafo del Deán Funes solamente descalifica el exagerado entusias-
mo de algunos por la obra de Lacunza acerca del milenario cuando, una
década después de haber sido editada por el general Manuel Belgrano,
se llegó a prohibir su circulación, no por su contenido esencial respecto
al segundo advenimiento de Cristo, sino por la interpretación de una pro-
fecía que afectaba al Vaticano. (El citado párrafo del Deán Funes, fué
dado a conocer por el presbítero Pablo Cabrera al investigador Henry
F. Brown, mediante una carta fechada en Córdoba el 20 de junio de
1932.)
146 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
teólogo fué Pablo de la Concepción, al cual alude la li-
cencia de la obra del exégeta chileno publicada en cas-
tellano por el editor Parmentier, de París, en 1825, al
señalar la siguiente aprobación: "Dictamen del M.R.P.F.
(Muy Reverendo Padre Fray), calificador del Santo
4
Oficio." ( )

El cardenal Fontana, prefecto de la Congregación del


Index, censuró 15 puntos de la obra de Lacunza. Zec-
chinelli, después de comparar los puntos de vista pre-
sentados con los del teólogo español, redujo los puntos
a 13 y expresó que éstos no justificaban la propuesta
de una prohibición absoluta dada la celebridad y buen
nombre de Lacunza; las personas eminentes que tanto
por su autoridad como por su piedad admiraban esa
obra; la sinceridad de su autor al someter su vida y su
obra a la Iglesia; la autoridad de San Agustín y de San
Jerónimo, quienes se negaron a condenar la opinión de
los milenaristas moderados; el silencio de la Iglesia,
que se abstuvo de condenar el milenarismo mitigado,
etc. Frente a tales consideraciones, la Congregación
del Index consultó a otro teólogo: el sacerdote Viglio.
El 6 de septiembre de 1824 la obra de Lacunza quedaba
incluida en el Index de los libros prohibidos en cual-
quier idioma. El decreto fué publicado diecinueve días
después.
A pesar de la prohibición de 1824 y de los tres tomos
de refutación, completados en Madrid en 1825 por Juan
Buenaventura Bestard, quien había conocido la obra

(4) El investigador Vaucher supone que el teólogo español pudo


ser Pablo de la Concepción, aunque admite que en aquellas sesiones de
la Congregación del Indice podría haber actuado, también, el sacerdote
Manuel María de Acre, de quien se descubrió un manuscrito en defensa
de Lacunza que tiene 18 capítulos y que hasta el año 1936. estuvo
guardado en el Archivo de los Jesuítas de la provincia de Toledo. (Obra
citada, págs. 46, 47, 102, 120-125, y notas 679 y 800-804.)
UNA ESPERANZA DISCUTIDA Y RECOMENDADA 147

de Lacunza en La Habana, "La Venida del Mesías en


Gloria y Magestad" no solamente siguió circulando, sino
que se publicaron nuevas ediciones. En efecto, apare-
cieron sucesivamente las siguientes: París (5 tomos),
1825; México (1 tomo), 1825; México (5 tomos), 1825;
Londres (3 tomos en castellano), 1826; Londres (3 to-
mos en inglés), 1827; Dublín (1 tomo en inglés), 1833.
Cuando la noticia de la prohibición de la obra llegó
a España, el director Francisco de Benavídez, impresor
de Granada, solicitó al arzobispo Alvarez de Palma, la
autorización para reimprimir la obra; pero le fué dene-
gada. Por otra parte, al enterarse de la prohibición,
el investigador español José Sánchez Cerquero (1773-

1835), director del Observatorio Astronómico de San


Fernando, escribió una apología de Lacunza que envió
directamente al Pontífice de Roma mediante un asis-
5
tente. ( )

Frente al interés suscitado por la obra de Lacunza,


el arzobispo de Valencia, Simón López, escribió al Rec-
tor de la Compañía de Jesús el 23 de junio de 1829,
para proponerle que se corrigieran algunos detalles de
la obra de Lacunza y que después se hiciera referencia
a ese hecho al pedir permiso para editarla.
Entre los lectores que habían seguido con interés la
obra de Lacunza se hallaba Félix Torres Amat. Fué
obispo de Astorga desde 1834 hasta 1847. Cuando tra-
dujo "La Sagrada Biblia" del latín al castellano, pu-
blicándola en Madrid, en el año 1824, en una nota al
pie del capítulo XX del Apocalipsis recomendó la lectura
de "La Venida del Mesías en Gloria y Magestad." (
6
)

(5) Vaucher presume que el ayudante haya sido José de Luyando,


a quien se atribuyó posteriormente un comentario del Apocalipsis. (Obra
citada, pág. 102 y notas 676-678.)
(6) Esa nota fué suprimida después de la muerte de su autor en
el año 1847. Este estudioso fué miembro de la Real Academia Españo-
148 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
El obispo de Astorga no fué
el único eclesiástico que
siguió recomendando la lectura de la obra de Lacunza
acerca del segundo advenimiento de Cristo. En Argen-
tina y Bolivia, vivió un ilustre patriota cuya estima so-
brepasó los límites de su patria, quien también reco-
mendó la lectura de los trabajos del exégeta sudameri-
cano: Juan Ignacio Gorriti. Nacido en Jujuy hacia el
año 1768, cursó estudios en los colegios de la época,
doctorándose en teología en el año 1790. Su entusias-
mo en favor de la causa patriótica lo evidenció desde los
primeros actos de 1810. Fué miembro de la Junta en
1810 y 1811, como representante de Jujuy. Ejerció
durante algún tiempo el cargo de vicario general del
ejército del general Manuel Belgrano, cuya bandera
exaltó públicamente en una ceremonia. Formó parte
del Congreso Constituyente reunido en Buenos Aires
en 1824. Su actuación destacada lo llevó a ejercer la
primera magistratura de la provincia de Salta en el
año 1829. Los acontecimientos políticos le dieron la con-
vicción de que debía alejarse de su amado país. Emigró
a Bolivia en 1831, falleciendo en 1841 en Chuquisaca.
Durante los últimos años en que Juan Ignacio Go-
rriti estuvo en la Argentina y los primeros que pasó
en el exilio voluntario, meditó en las causas de los gran-
des problemas que iban surgiendo entre los pueblos

la, de la Real Academia de la Historia, de la Real Sociedad de Copenha-


gue y de la Sociedad de Geografía de Paris. Torres Amat había cono-
cido la obra de Lacunza en forma manuscrita gracias al hecho de que
el investigador chileno despachó una copia a la Corte, de la que se
hizo un duplicado. (Ver "La Sagrada Biblia, Nuevo Testamento," tomo
H. Madrid, 1823, pág. 309.) Félix Torres Amat se refirió a su conoci-
miento de Lacunza en la carta dirigida a Don Carlos González de Po-
sada, el 27 de marzo de 1822. La nota de Torres Amat que recomien-
da a Lacunza siguió apareciendo hasta el año 1856 en la edición de la
"Sagrada Biblia" publicada en París por Garnier. Pero esa interesante
nota, ha sido nuevamente publicada en una edición impresa en la Ar-
gentina. En uno de sus párrafos, al pie del capitulo XX
del Apocalipsis,
Durante los primeros siglos de la era
cristiana, cuando muchos cristianos
sinceros perdían la vida por su fide-
lidad a los principios del Evangelio,
la gloriosa esperanza en el segundo
advenimiento resultaba un aliciente
y un bálsamo para los fieles.
UNA ESPERANZA DISCUTIDA Y RECOMENDADA 151

de América que habían luchado por la emancipación


política. Madurando sus reflexiones en forma escrita,
las dió a la imprenta. La obra del ex arcediano de la
catedral de Salta se titula "Reflecciones sobre las Causas
Morales de las Convulsiones Interiores de los Nuevos
Estados Americanos y Examen de los Medios Eficaces
para Reprimirlas." Esta obra fué editada por la im-
prenta del Mercurio, Valparaíso, en el año 1836. Señala
Gorriti como una de las causas morales de la crisis, el
gradual abandono de la lectura de las Sagradas Escri-
turas de parte del pueblo, debido, en cierto grado, a de-
terminadas prohibiciones. Convencido de que debía re-
pararse ese descuido que debilitaba la fe, expresa:
"Yo no he podido alcanzar las razones que motiva-
ron tales prohibiciones, o engendran tanto espanto de
que el pueblo cristiano a exemplo de sus mayores si-
guiese leyendo en su propio idioma la revelación di-
vina, y entendiese lo escrito como se entiende cualquiera
otra escritura; pero puedo asegurar sin temor de equivo-
carme, de los malos efectos que ha causado en la moral
cristiana y el conocimiento de las verdaderas virtudes.
"Nada más útil al eclesiástico que el estudio continuo
de libros sagrados: leerlos continuamente y meditar so-
bre cada una de sus cláusulas, es examinar las sendas de
la vida eterna para marchar a ella, y guiar al mismo tér-
mino las almas que le estuvieron encomendadas. Para
fortificarse contra las dudas y temores de que acabo de

expresa: "El sabio jesuíta Lacunza ha escrito en estos últimos años a


favor de la sentencia de los milenarios puros o espiritualistas una obra
con este título: Venida del Mesías en gloria y majestad, por Juan Jo-
safat Ben-Ezra. Dicha obra es digna de que la mediten los que parti-
cularmente se dedican al estudio de la Escritura, pues da luz para la
inteligencia de muchos textos oscuros, pero no miro conveniente que
lean aquellos cristianos que sólo tienen un conocimiento superficial
de las verdades de nuestra Religión, por el mal uso que pueden hacer de
algunas máximas que adopta el Padre Lacunza." (Pág. 1393, edición
de la Editorial Sopeña, Buenos Aires, 1950.)
10—D. L. de una G. E.
152 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
hablar, aconsejo al joven eclesiástico que lea y haga un
estudio formal de la obra del incomparable americano
Lacunza, honra no sólo de Chile, que fué su patria, sino
de todo nuestro continente, titulada: Segunda venida del
Mesías en gloria y magestad, por Juan Benjamín Aben
Esra, impresa en Londres a expensas del general Don
Manuel Belgrano." ( 7 )
Juan Ignacio Gorriti destacó la importancia de la obra
de Lacunza como "una fuente donde el que desee leer
las Santas Escrituras con provecho, encontrará reglas
muy justas y claras; aprenderá a apreciar a los intérpre-
tes y se facilitará la inteligencia de la Escritura." ( 8 )
¿Ignoraba el ilustre Gorriti que la obra del exégeta
chileno había sido sometida a la Congregación del Indice?
La respuesta la da él mismo en la obra que publicó en el
año 1836, al decir que "en obsequio de la verdad debe-
mos recordar que la obra de Lacunza fué puesta en el
Indice Romano de libros prohibidos, por decreto de 6 de
Septiembre de 1824; pero estando al juicio común de per-
sonas muy competentes, entre las que podemos contar
una que ha leído los informes de la censura romana, esa
prohibición no provino de la falsedad del sistema que
defiende Lacunza, sino de la inconveniencia de un solo
capítulo completamente accesorio, que, a pesar de las pu-
ras intenciones del autor, daba armas a los libre-pen-
sadores para impugnar a la Silla Apostólica. Este sentir
se confirma con la práctica de los prelados diocesanos
que con la mayor facilidad otorgan licencia a toda clase
de personas para leer la obra mencionada. Lacunza es
una de las glorias de la teología del presente siglo y una

(7) " Re f lecciones sobre las Causas Morales de las Convulsiones In-
teriores en los Nuevos Estados Americanos y Examen de los Medios
Eficaces para Reprimirlas," Valparaíso, 1836, págs. 225, 226.
(8) Id., pág. 226.
UNA ESPERANZA DISCUTIDA Y RECOMENDADA 153

de las glorias de su patria, que sabrá honrar su memoria


en un día no lejano con la inmortalidad debida a los
grandes hombres." ( 9 )
Tanto los antagonistas como los partidarios de la obra
de Manuel Lacunza, consideran que fué un investigador
que buscó sinceramente la verdad en las páginas de las
Sagradas Escrituras. Uno de sus méritos fué el de haber
destacado la importancia del segundo advenimiento del
Mesías, como uno de los grandes fundamentos de la fe
cristiana, y como la solución final de los problemas de
la humanidad frente al universo. La revitalización de
la esperanza adventista es el aspecto más duradero de la
obra del exégeta sudamericano quien, sin menoscabo
de su fervor, no pretendió que todas sus interpretaciones
de las profecías fuesen inequívocas.
La gran esperanza del segundo advenimiento de Cris-
to fué la cuestión primordial en las investigaciones de
Lacunza, la esperanza publicada por Belgrano, la fe pro-
clamada por Ramos Mejía, el tema predicado por Funes
y la creencia orientadora señalada por Gorriti cuando
reflexionó acerca de los problemas morales de América.

(9) Ibid.
CAPITULO 14

DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS HASTA


SARMIENTO Y MARTI
OI EL descubrimiento del Nuevo Mundo señala un mo-
k -'
mentó extraordinario en los anales de la historia, la
emancipación de los pueblos de América marca una épo-
ca inconfundible.
El alfabeto de la independencia de América ostenta
los nombres de Artigas, Bolívar, Juárez, Martí, Miranda,
O'Higgins, San Martín, Sucre, Tiradentes, Wáshington y
Yegros. Todos ellos fueron prohombres abnegados que
simbolizan por su pensamiento y por su esfuerzo el anhe-
lo panamericano de la vida soberana de los pueblos del
gran continente que fué considerado un Nuevo Mundo.
Esos proceres representan diversos países y hasta épocas
diversas, pero aparecen como las descollantes figuras de
los pueblos donde nacieron y por los cuales se desvivie-
ron. En torno de sus ideas y de sus esfuerzos surgieron,
con el apoyo de muchos otros, las veintiuna repúblicas
de América que rememoran a los hombres que supieron
sacrificarse para conquistar la libertad.
Cuando
se habla de "el Libertador," en el sentido
político,según sea la región de América, de norte a sur,
se sobreentiende que se trata, de Wáshington, de Bolívar
o de San Martín. Pero los mismos pueblos libertados sa-
ben que en el orden trascendente, el verdadero Libertador
de la humanidad es Jesucristo, porque fué el Mesías y,
como tal, regresará en gloria para establecer finalmente
su reino.

(154)
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS 155

Al enfocar vida de los prohombres de América es


la
preciso distinguir entre la actitud particular de cada uno
de ellos hacia la religión, en el plano de la conciencia in-
dividual, y la actitud asumida en los asuntos de gobierno
respecto al culto. "Dios ha destinado al hombre escribió —

Simón Bolívar a la libertad, él lo protege para que ejer-
za la celeste función del albedrío." ( x )
La actitud del general José de San Martín hacia la
religión puede ser definida, en los términos de la vida
privada, mediante el primer párrafo de su testamento,
que comienza con esta solemne declaración de fe: "En
el nombre de Dios Todopoderoso, a quien reconozco co-
mo hacedor del Universo. ." Cuando Merceditas, su
. .

única hija, no tenía aún nueve años, le dedicó un men-


saje, redactado en forma de once resoluciones, una de
las cuales expresa su propósito: "Inspirarla sentimien-
tos de indulgencia hacia todas las religiones." 2 )
En el orden público el general San Martín recono-
ció la importancia de la libertad de cultos. En una car-
ta que le dirigió a Godoy Cruz, fechada en Mendoza
el 12 de noviembre de 1816, expresa lo siguiente: "Mu-

cho me alegra el paso del príncipe regente de Por-


tugal, yo creía que jamás lo daría, pero veo que las
luces hacen progresos muy rápidos. Menos dificultades
encontraba yo en nuestro país en la libertad de cultos
que en el Brasil; si sigue esta política, el Brasil será lo
que usted llama un gran imperio."
San Martín fomentó la libertad de cultos en Chile
y, posteriormente, en el Perú. En Lima recibió con la

(1) Citado por Matías Alonso Criado en "Veinte Mil Pensamientos,"


tomo II, pág. 301, Buenos Aires, 1887.

(2) "Máximas para mi Hija," 7a. según el manuscrito del General


San Martín, fechado en 1825, actualmente en el Museo Mitre, Buenos
Aires.
156 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
mayor cordialidad a Diego Thompson, que había funda-
do escuelas lancasterianas en Montevideo, en Buenos
Aires y en Santiago de Chile. El artículo séptimo del
"Reglamento para la Sociedad de las Escuelas de Lan-
cáster," expresa: "El maestro leerá todos los días a to-
da la escuela, en voz alta, un capítulo de la Sagrada
Biblia, o de otro libro que contenga máximas morales,
para que, de este modo, se impriman en los corazones
de los niños los deberes de la religión, las buenas cos-
tumbres y el amor al prójimo." El 6 de julio de 1822
San Martín publicó un decreto mediante el cual, des-
pués de un largo preámbulo en favor de la educación
popular, establecía en Lima la primera escuela lancas-
teriana del Perú.( 3 )
Según recientes investigaciones, la primera escuela
lancasteriana de América Latina fué fundada en el año
1816 por el patricio José Artigas, en Concepción del
Uruguay, Entre Ríos. El semanario "El Censor," de
Buenos Aires, publicó varios artículos elogiando esa
escuela, que era dirigida por el preceptor chileno So-
lano García. En uno de esos comentarios se expresa
"que en orden a la lectura de la Biblia en las escuelas
deben hacerse algunas observaciones. La Biblia no ha
de considerarse como un libro común, sino como un de-
pósito precioso de verdades morales grandes e indis-
pensables."
Al ganar la batalla de Las Piedras —que es mencio-
nada en el Himno Nacional Argentino — 18 de mayo
el

(3) Ese sistema de educación popular, ideado por Andrés Bell, en


el año 1789, fué perfeccionado por José Lancáster en el año 1801. El
Reglamento que regía esas escuelas puede verse en los Documentos
de Prueba No. 15 que acompañan a la obra "Historia de la Escuela
Uruguaya," pág. 597, por Oreste Araújo. El decreto de San Martín
aparece en la obra "El Sistema Lancáster en Chile i en otros Países
Sud- Americanos," pág. 212, de Domingo Amunátegui Solar.
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS ... 157

de 1812, Artigas determinó que el capellán Valentín


Gómez fuese quien recibiera la espada del vencido.
Cuando Artigas impartió sus famosas Instrucciones a
los diputados orientales, el 13 de abril de 1813, se re-
veló como uno de los grandes precursores de la libertad
religiosa en América Latina al escribir el siguiente ar-
tículo, que figura en tercer lugar: "Promoverá la li-
bertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable."
El mismo pensamiento de Artigas respecto a la li-
bertad religiosa se observa en la Constitución para la
Provincia Oriental, elaborada en el año 1814. En el ar-
tículo primero se destaca que todos los hombres nacen
libres e iguales y tienen ciertos derechos naturales, esen-
ciales e inalienables que son enumerados; y en el ar-
tículo segundo expresa: "Toca al derecho igualmente
que al deber de todos los hombres en sociedad, adorar
públicamente y en ocasiones determinadas al Ser Su-
premo, el gran Criador y preservador del Universo.
Pero ningún sujeto será atropellado, molestado o limi-
tado en su persona, libertad o bienes, por adorar a Dios
en la manera y ocasiones que más le agrade, según le
dicte su misma conciencia, ni por su profesión o sen-
timientos religiosos, con tal que no turbe, ni embarace
a los otros en su culto religioso en la Sta. Iglesia Ca-
tólica."
Artigas, nacido en un hogar católico de Montevideo,
sostuvo la tesis de una iglesia libre en un estado libre.
En el oficio que dirigió al Cabildo de su ciudad natal,
el 13 de enero de 1816, expresó: "No es mi ánimo por
ahora introducirme en la economía de las religiones ni
en la indagación de sus leyes. Lo que me interesa es
que el público esté bien servido."
En el orden privado se mostró Artigas como persona
de convicciones religiosas, con un sentido de la religión
158 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
práctica. Durante su largo exilio en el Paraguay, fué
conocido como "el padre de los pobres." En el curso de
los últimos años de su vida, cerca de la ciudad de Asun-
ción, dedicaba mucho tiempo a la lectura de las Sagra-
das Escrituras, a las que les daba el nombre de El Libro
de Oro. En esa misma época enseñaba historia sagrada
a los niños de Ybiray y les hablaba acerca del primero
y del segundo advenimiento de Cristo.
No se puede demostrar que Artigas llegara a leer la
obra de Lacunza editada por Belgrano; pero es proba-
ble que haya visto una edición anterior de la cual tenía
un ejemplar Bartolomé Muñoz, a quien conoció en Mon-
tevideo, obra que sería obsequiada a la Biblioteca de
Buenos Aires. Todas las tradiciones recogidas en el Pa-
raguay respecto a Artigas coinciden en señalarlo como
un hombre piadoso. (
4
)

(4) Tanto la actitud de San Martín como la de Artigas con res-


pecto a la religión, han sido consideradas por el autor en un capítulo
de la obra "San Martín y Artigas," Buenos Aires, 1951. La gran reli-
giosidad de Artigas en sus últimos años fué un detalle que impresionó
profundamente a su hijo José María cuando visitó al prócer cuatro
años antes de su deceso. Esto consta por los datos que el militar
uruguayo aportó a su sobrino Dermidio De María quien, a su vez, los
proporcionó al afamado escritor Juan Zorrilla de San Martín, que
los dió a conocer en "La Epopeya de Artigas," tomo II, pág. 619, se-
gunda edición, Montevideo, 1917.
Las investigaciones efectuadas por el autor en el Paraguay, a par-
tir del año 1928, le permitieron obtener informaciones directas del
anciano Juan León Benítez, hijo natural del general Francisco Solano
López. Siendo niño, Juan León vivió en la quinta presidencial de don
Carlos López, en Ybiray, donde vivía el general Artigas y era a él a
quien le tocaba transportar los tomos de las Sagradas Escrituras de
la casa de su abuelo a la del prócer. De los labios de éste escuchaba
con atención las lecciones de historia sagrada que ilustraba con las
láminas de la obra que denominaba el Libro de Oro. Según los datos
proporcionados al autor por el bibliófilo paraguayo Adolfo Aponte, mien-
tras era presidente del Instituto Histórico Paraguayo, La Biblia en cin-
co volúmenes que perteneció a Don Carlos López y que leía Artigas,
ostenta la firma del primer presidente del Paraguay, en la portada
del primer tomo. Era la traducción de Felipe Scío de San Miguel,
impresa en París en el año 1846 por Rosa y Bouret, con láminas graba-
das en planchas de acero.
Algunos de los datos aportados por el anciano Juan León Benítez
fueron publicados por el autor en la revista Mundo Uruguayo y en
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS 159

Entre los que se interesaron


escritores argentinos
en el tema del milenario, en relación con el segundo ad-
venimiento de Cristo, figura Domingo Faustino Sarmien-
to (1811-1888). Este ilustre apóstol de la educación po-
pular supo valorar la importancia de las "Sagradas Es-
crituras" considerándolas como el "libro padre de todos
los libros," que " ha cambiado la faz de las naciones que
la poseen." Su condición de director del Departa-
mento de Escuelas de su país natal durante muchos años
y de Presidente de la República Argentina en el curso
de un lapso de siete años, le valió una posición presti-
giosa como pensador y como hombre de Estado.
Sarmiento conoció la obra de Lacunza durante su
infancia en la provincia de San Juan. Refiriéndose a
ese hecho al escribir en 1850 sus "Recuerdos de Provin-
cia," expresó: "Sobre el milenario han escrito varios,
haciéndose notar Lacunza, chileno, cuya obra se publicó
en Londres no ha mucho tiempo. Mucho antes que él,
había ensayado su sagacidad en resolver tan arduo pro-
blema, el doctor fray Miguel [Albarracín] de quien es ,

tradición conventual que tenía ciencia infusa, tanto era


su saber." "Mi tío Pascual [Albarracín], viéndome niño
entendido y ansioso de saber, me explicaba la obra de
Lacunza, diciéndome con orgullo indignado: estudia es-
te libro, que ésta es la obra del grande fray Miguel, mi
tío, y no de Lacunza, que le robó el nombre, sacando

el diario El País, de Montevideo, donde, en el año 1951 y bajo el nom-


bre de "Artigas," se publicaron 22 capítulos monográficos, uno de los
cuales proporciona datos inéditos, bajo el título "Rasgos biográficos de
Artigas en el Paraguay." Informaciones de la misma fuente fueron da-
das a conocer en las colaboraciones del autor en la obra "Artigas en la
Poesía de América," Buenos Aires, 1951. El anciano Juan León Benítez
fué localizado posteriormente por la educacionista Elisa A. Menéndez,
directora de la Escuela Solar de Artigas en el Paraguay, en el año 1943,
cuando anotó ciertos datos alusivos a los últimos años del prócer uru-
guayo, que pueden verse en forma de apéndice a la obra "Artigas De-
fensor de la Democracia Americana," Montevideo, 1944.
(

160 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


el manuscrito de los archivos de la Inquisición, donde
quedó depositado; y me mostraba entonces la alusión
que Lacunza hace de una obra sobre el milenario de autor
americano que no osó citar. Después he creído que la
vanidad de familia hacía injusto a mi tío con el pobre
Lacunza."( 5 )
Sarmiento expresa en otro párrafo de la misma pá-
gina que fray Miguel Albarracín escribió acerca del mi-
lenario y que ese infolio fué examinado por la Inquisi-
ción de Lima, donde tuvo que comparecer para justifi-
car las "doctrinas que sobre el milenario había emi-
tido." Dice que de esa exposición "sobre una profecía
que anuncia un cambio en los destinos del mundo, sa-
lió victoriosode la lucha, maravillando a sus jueces."
Tales informaciones las obtuvo Sarmiento de su tío Pas-
cual Albarracín, hermano de su madre, Paula Albarra-
cín. Consta en la misma obra que el título de la obra
de Albarracín, no era igual al de la obra de Lacunza,
pues expresa: "Lo que es digno de notarse es que, po-
cos años después de producidos los Milenarios, apareció
la revolución de la independencia de América del Sur,
como si aquella comezón teológica hubiese sido sólo ba-
rruntos de la próxima conmoción." 6 )
En las obras del erudito chileno José Toribio de Me-
dina acerca de la Inquisición en América no se encuen-
tran datos sobre la relación que fray Miguel Alba-
rracín haya tenido con la Inquisición de Lima a raíz de
sus escritos referentes al milenio. Podría admitirse la

(5) "Obras Completas de Domingo Faustino Sarmiento," tomo III.


pág. 61.

(6) "Recuerdos de Provincia," pág. 51, ed. 1944, prefacio por Al-
berto Palcos.
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS 161

hipótesis de que hubiesen llegado de algún modo al co-


nocimiento de Lacunza. ( 7 )
La obra del exégeta Manuel Lacunza gozó en Chile
de la mayor aceptación durante el siglo XIX. La popu-
laridad de las ideas que expuso llegó a ser tal, que el
viajero Charles Wiener pudo escribir: "Entonces se pa-
saba el tiempo disertando acerca de la venida del Me-
sías, como actualmente la gente se ocupa de una elec-
ción presidencial." 8 ) Entre los apologistas de Lacunza

(7) Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), fué uno de los gran-


des propulsores de la lectura popular de las Sagradas Escrituras. Esa
orientación la expresó francamente en una de las obras que dedicó al
problema de la enseñanza, en la cual declaró "La lectura de la Biblia
:

echó los cimientos de la educación popular, que ha cambiado la faz de


las naciones que la poseen; y últimamente, con la Biblia en la mano,
y a causa de la Biblia, del libro primitivo, del libro padre de todos los
libros, los emigrantes ingleses pasaron a América a fundar en el norte
de nuestro continente los estados más poderosos del mundo, porque son
los más libres." ("Las Escuelas," pág. 149, Buenos Aires, 1869.) Res-
pecto a la actitud de Sarmiento acerca de la fe cristiana, puede consul-
tarse el artículo del autor, titulado "Sarmiento frente a una esperanza
milenaria." publicado en la revista El Atalaya, año 54, No. 5, Buenos
Aires, mayo de 1953.
Otra figura insigne en la historia de Argentina que destacó e l valor
de las Sagradas Escrituras, fué Bartolomé Mitre (1821-1906). Asumió
la magistratura como Presidente de la República en el año 1862. De-
dicó buena parte de su vida a las investigaciones históricas en las fuen-
tes documentales, siendo el fundador del Archivo que lleva su nombre.
En su obra "Historia de San Martín y de la Emancipación Sudameri-
cana," después de mencionar el descubrimiento de América, hace refe-
rencia al "gran fenómeno social que renovó la civilización cristiana y
salvó la libertad humana," porque, dice Mitre, "al emancipar la razón
y dar vuelo a las almas, depositó en las conciencias el germen de los

principios democráticos que entraña la Biblia que era su código,
que, transportado a un mundo nuevo debía regenerar la civilización
— y
europea degenerada y atrofiada, y difundirla vivificada en el orden
político por toda la tierra, como la semilla fecunda de Triptolemo."
"A los plantadores de la Virginia y de Maryland siguieron los 'Peregri-
nos' de la Nueva Inglaterra [los puritanos], que huyendo de las perse-
cuciones en la Europa, buscaron la libertad de conciencia en el Nuevo
Mundo para fundar en él una nueva patria, según la ley de su Evan-
gelio." "Los peregrinos de la Nueva Inglaterra y los cuákeros de Pen-
sylvania, llevaban en su ser moral la semilla republicana, fecundada por
la lectura de la Biblia, que transplantada a un suelo virgen y en un
mundo libre, debía aclimatarse en su atmósfera propicia." (Págs. 20,
23, 46, edición homenaje en un volumen, Buenos Aires, 1950.)

(8) "Chili et les Chiliens," París, 1888, págs. 109-110.


( —
162 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
en Chile, durante el siglo XIX sobresalieron Astorga,
Benech, Cáster, Donoso, Gutiérrez y Gallequillos; La-
rrain, Martín y Mañero; Nontes, Orrego, Salas y Val-
divieso. Durante ese lapso tuvo en su país natal dos
impugnadores: Bernardo Bertad y Judas Tadeo de Re-
yes. Por otra parte, se ocuparon de él varios historiado-
res y críticos literarios imparciales, destacándose entre
ellos los siguientes: José Ignacio Eyzaguirre Portales
(1817-1875); Miguel Luis Amunátegui Reyes (1828-
1888); Diego Barros Arana (1830-1907); José Toribio
Medina (1873-1914) y Domingo Amunátegui Solar (na-
cido en 1860).
Al cumplirse el centenario de la muerte de Lacun-
za, el sacerdote Miguel Rafael Urzúa escribió una apo-
logía de su compatriota, que fué publicada en 1914 bajo
el título de "El P. Lacunza y su Obra." Tres años an-
tes, el exégeta chileno Rafael Eyzaguirre publicó en
Roma una obra en latín que contenía los principales
puntos de vista de Lacunza. Ese trabajo, escrito prime-
ramente en castellano y traducido después al latín

según el testimonio de Emiel Valse, se editó con el
siguiente título: " Apocalipseos interpretatio litteralis
ejusque cum aliis libris sacris concordantia." Celebrando
la aparición de esa obra, Urzúa publicó en Santiago, en
1917, el libro titulado "Las Doctrinas del P. Manuel La-
cunza contenidas en su obra 'La Venida del Mesías en
Gloria y Magestad,' " que dedicó a "D. Rafael Eyzagui-
rre, vindicador del P. Lacunza." La publicación de ese
trabajo dió lugar a varios debates que aparecieron en
diversos diarios y revistas de Santiago de Chile. 9 )

(9) El lazarista francés Emile Vaísse, empleando el seudónimo de


Ornar Emeth, escribió en la Revista de Bibliografía Chilena y Extran-
jera del 2-4-1917. La respuesta del presbítero Miguel Rafael Urzúa apa-
reció en La Nación, de Santiago, del 26-4-1917. Vaísse editó un folleto
titulado "El Lacunzismo." al que contestó Urzúa con otro folleto, titu-
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS 163

La obra de Lacunza tuvo también su repercusión


en el Perú. Ignacio Andía y Várela escribió un resumen
de la misma en el año 1803. Por otra parte, el doctor
Miguel de Eyzaguirre, Fiscal de la Audiencia de Lima,
hizo imprimir en esa ciudad, hacia el año 1825, un "Com-
pendio de la obra de Lacunza, titulada 'Venida del Me-
sías en Gloria y Magestad,' " cuyo original manuscrito ha
sido conservado por sus descendientes. El franciscano
español José Vidal y Galiana, habiendo recibido como
obsequio, en Italia, un ejemplar de la obra editada por
Belgrano en Londres, puso de relieve la piedad y el sa-
ber de Lacunza y al mismo tiempo dió a conocer en qué
cuestiones disentía con él. Andrés Herrero preparó un
resumen que Angel Vicente de Zea publicó en Lima, en
1838. Probablemente, esa publicación tenía por objeto
contrarrestar los elogios que se hacían de Lacunza en
una obra editada en Lima bajo el título de "Diálogos
Argelinos."
Resulta difícil seguir las huellas de la fe adventista
en de Cuba durante el siglo XIX; pero hay evi-
la isla
dencias de que la gran esperanza del segundo adveni-
miento fué conocida también en ese país. En efecto, en
el año 1814, Juan Buenaventura Bestard vió en La Ha-
bana una copia de la primera traducción latina de la
obra "La Venida del Mesías en Gloria y Magestad." ( 10 )
lado "El Presbítero D. E. Vaísse y el Lacunzismo," ambos publicados
en Santiago durante el año 1917. La polémica se reanudó después de
una década a raíz del artículo publicado por Va'isse en El Mercurio
(27-5-1928). al que contestó Urzúa en La Nación (15-6-1928). Va'isse
replicó en El Mercurio (21-6-1928) y Urzúa publicó la contrarréplica en
Lo Nación (23-6-1928). Víctor Silva Yoacham, bajo el seudónimo de
Hipólito Tartarín, quiso terciar e n el debate exponiendo su opinión en
El Mercurio del 29-6-1928; la respuesta de Urzúa apareció en La Na-
ción (6-7-1928). El tercer debate se libró en las páginas de La Revista
Católica de Santiago, desde el 11 de enero de 1930 hasta el 14 de marzo
de 1931, entre los presbíteros Alejandro Huneus Cox y Miguel Rafael
Urzúa.
(10) Ese hallazgo queda documentado por el testimonio del mismo
Juan Buenaventura Bestard en "Observaciones que presenta al público
164 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Así como Artigas en el Río de la Plata, San Martín
en el Perú y Sarmiento en la Argentina, Chile y el Para-
guay, se interesaron en la educación popular, en la di-
vulgación de las Sagradas Escrituras y en la libertad de
conciencia y cultos, el patricio Martí fomentó los mis-
mos principios en Cuba.
José Martí nació en La Habana el 28 de enero de
1853. Aunque su padre era español, y su madre cana-
ria, lo educaron de tal manera que, como se lo dijeron
cuando cumplió los catorce años, luchara "un día por
la independencia de la tierra." A raíz del grito eman-
cipador de Yara, en octubre de 1868, su maestro fué
deportado a España y el joven discípulo corrió igual
suerte poco después por la publicación del periódico
"Patria Libre."
Martí cursó estudios universitarios en España, re-
corrió varios países de Europa y América, hablando y
escribiendo siempre acerca de la libertad. En los tiem-
pos de adversidad aprendió a amar los mensajes de es-
peranza de las Sagradas Escrituras, acerca de las cua-
les decía que constituían el "Libro Sagrado, que en co-
sas del alma lo dijo todo." Declaró, también, que "en
la sabiduría de la Biblia hallaba consuelo su alma."
Aunque no se afilió a ninguna iglesia, siempre insistió
en que "todo lo que venía de la Biblia era bueno."
Recordando las palabras de Jesucristo: "el Hijo del
hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a
11
dar su vida para la redención de muchos," ( ) Martí

para precaverle de la seducción que pudiera ocasionarle la obra inti-


tulada 'La Venida del Mesías en gloria y magestad' de J. J. Benezra,"
Madrid, 1824, tomo I, pág. 6. Ocúpase de lo mismo el investigador
José Toribio Medina en sus "Noticias bio-bibliográficas de los jesuítas
expulsos de América en 1767," Santiago, 1924, pág. 190.
(11) Evangelio según S. Mateo 20:28.
DESDE SAN MARTIN Y ARTIGAS ... 165

escogió como su lema: "Servir es mi manera de hablar."


Consideraba que "las palabras deshonran cuando no
llevan detrás un corazón limpio y sincero."
Habiendo aceptado la solemne misión de libertar a
Cuba, Martí decía frente a los obstáculos: "El que su-
fre por la Patria y vive para Dios, en éste u otros mun-
dos tiene verdadera gloria." Falleció mientras luchaba
por la independencia de Cuba, en la Boca de Dos Ríos,
el 19 de mayo de 1895.

En la finca "El Abra," de la Isla de Pinos, donde


vivió Martí, se conserva en un cofre de madera y cris-
tal el ejemplar de las Sagradas Escrituras que perte-
neció al gran procer cubano. De ese ejemplar muy usa-
do de la Santa Biblia se leyeron varios versículos en
ocasión de cumplirse el centenario del nacimiento de
José Martí, en 1953. En esa ocasión J. González Mo-
lina recordó a sus compatriotas que "Martí era un lec-
tor de la Biblia y a su lectura debe indudablemente el
sentimiento cristiano que revela en la mayoría de sus
obras literarias de fama mundial. La profundidad del
pensamiento y la sencilla y clara exposición de las ideas
sublimes sólo se unen en el genio que ha moldeado su
talento en el crisol del Mensaje Divino. Martí fué así:
Profundo, claro, sublime y sencillo, genial y humilde."
Años antes que Cuba, totalmente independiente, eli-
giera su primer presidente, cumpliendo los anhelos de
Martí, la fe adventista era divulgada en La Habana por
Pedro Cruz y Manuel Avila. Así fué cómo Cuba llegó
a ser uno de los grandes centros de irradiación de la
fe adventista en el Caribe.
En España hubo también defensores de la gran es-
peranza a mediados del siglo XIX. Entre ellos, Antonio
Sanz y Sanz, admirador de Lacunza y autor de: "Daniel,
166 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
o sea la proximidad del Fin del Siglo y Principio del
Reino Universal de Jesucristo" (Madrid, 1862), Cris-
tino Morrondo Rodríguez, autor de las obras "La Pro-
ximidad de la Catástrofe del Mundo y el Advenimiento
de la Regeneración Universal" (Jaén, 1922) y "Jesús
no viene, Jesús vendrá, o Catástrofe y Renovación"
(Jaén, 1924).
Divulgada en España, mediante la obra de Lacunza,
la creencia en el segundo advenimiento de Cristo, el
poeta sevillano Gabriel García y Tassara compuso, en
1852, su famoso "Himno al Mesías," en algunos de cu-
yos versos palpita el fervor adventista.

12) El poeta Gabriel García y Tassara (1817-1875) se ocupó también


del segundo advenimiento d e Cristo en su composición "Las Cruzadas."
Menéndez y Pelayo incluyó el Himno al Mesías en la obra "Las Cien
Mejores Poesías de la Lengua Castellana" (3a. ed. 1910, págs. 279-283).
Sus composiciones fueron editadas por Rivadeneyra, en Madrid, 1872,
en cuyas páginas 462-466 aparece también el Himno al Mesías.
Otros autores españoles se interesaron en las enseñanzas de Manuel
Lacunza. Entre ellos se destacó Juan Donoso Cortés (1809-1853), mar-
qués de Valdegamas, en cuyos escritos se encuentra la expresión "en
majestad y gloria," relacionada con el regreso de Cristo.
El crítico literario Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912), en su
"Historia de la Poesía Hispano-Americana," cita las siguientes palabras
del distinguido escritor argentino Juan María Gutiérrez (1809-1867):
"Lacunza dió prueba en su tiempo de una lectura y de un hondo cono-
cimiento de los libros sagrados, estudiándolos en las lenguas griega y
hebrea." ("Obras Completas," tomo III, Madrid, 1913, pág. 387, nota.)

PROCERES DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA: De iz-


quierda a derecha, primera fila: José de San Martín (1778-
1850), Antonio Sucre (1793-1830); Joaquín Xavier (Tiraden-
tes.) (1718-1790). Segunda fila: Simón Bolívar (1783-1830);
José Martí (1853-1895); Bernardo O'Higgins (1776-1842).
Tercera fila: Jorge Wáshington (1732-1799); Alejandro Petión
(1770-1818), Miguel Hidalgo (1753-1811). Cuarta fila: Ful-
gencio Yedros (1780-1821); José Gervasio Artigas (1764-1850);
Francisco Miranda (1752-1816).
"El Cristo de los Andes," hermoso monumento que. erigido
en la frontera cordillerana entre Chile y la Argentina, en-
carna la fe de ambos pueblos en el glorioso Príncipe de Paz.
CAPITULO 15

REPERCUSIONES DE LA GRAN ESPERANZA


EN MEJICO

T OS mayas y los aztecas han sido considerados como


los griegos del Nuevo Mundo. Las civilizaciones
que desarrollaron asombran a los investigadores porque
sus cálculos astronómicos y sus sistemas de coordenadas,
que sirvieron para orientar las moles imponentes de
sus templos y observatorios astronómicos, igualaban en
algunos respectos y hasta superaban en otros, los cono-
cimientos del Antiguo Mundo en la época del descubri-
miento.
Cuando el intrépido Cortés entró en el Anáhuac por
la senda de Iztapalapán, llegó hasta el gran templo o
teocali donde se exhibía la Piedra del Sol, en la hermo-
sa Tenochtitlán, la ciudad de los lagos. Incendió el
templo el 13 de agosto de 1821, que en el calendario
azteca correspondía al día 1 cohuatl del año 3 de Cali.
La Piedra del Sol era, en realidad, un calendario
de piedra de 24 toneladas, que contenía la clave del año
azteca fundado en el tonalámatl o "libro de los días,"
gracias al cual se combinaban diversos ciclos de valor
cronológico inconfundible. En el centro de la afamada
piedra se representaban cuatro etapas de la historia
de la humanidad, en torno del Sol central que anuncia-
ba el fin del mundo. De esa manera representaron sus
tradiciones acerca de: el cataclismo diluviano, la
edad de los huracanes, la edad de las erupciones vol-

(169)
11 —D. L. de una G. E.
170 DEFENSORES LATINOAMERICANOS .

cánicas e incendios y la cuarta edad, cuando los jagua-


res invadieron las poblaciones y desapareció la ciudad
de Tula. Cada 52 años de 365 días efectuaban una
ceremonia especial, durante la cual temían que ocurriera
el fin del mundo. Esa ceremonia era denominada to-
xihmolpilia o "atadura de los años." ( x )
Las tradiciones de que las fuerzas superiores y di-
vinas intervenían en los acontecimientos humanos y que
finalmente, tendría lugar un fin del mundo, fueron per-
petuadas por el pueblo azteca en los símbolos de La
Piedra del Sol, estrechamente vinculada con los signos
de los mayas. Cuando los cristianos llegaron a rela-
cionarse con los aborígenes de Tenochtitlán y Yucatán
quedaron asombrados al comprobar que entre ellos se
aceptaba como realidad el diluvio y se creía en una fu-
tura intervención de la Providencia, que le permitía
encender el fuego nuevo o xiuhtonáli cada medio siglo,
hasta que llegara la última "atadura de los años."
La prédica del cristianismo entre los aborígenes de
México, como en otras regiones de América, tuvo por
una parte sus impacientes iconoclastas que deseaban
arrasar con todo lo autóctono, y por la otra sus pacientes
y abnegados predicadores, que supieron amar y enten-
der a los aborígenes para injertar con prudencia las
nuevas creencias, sin tronchar las tradiciones antiguas
que constituían parte del patrimonio común de la hu-
manidad.

(1) Véase el trabajo del autor "La Piedra del Sol y el Calendario
Azteca," publicado primeramente por la Revista Geográfica Americana,
vol. IX, págs. 31-42 (enero de 1938), y posteriormente, en diversos dia-
rios y revistas. La Piedra del Sol, habiendo sido sepultada por los
conquistadores, fué extraída el 17 de diciembre de 1790 al practicarse
la nivelación para el nuevo empedrado de la Plaza Mayor de la ciudad
de México. Posteriormente fué empotrada en la torre occidental de la
Catedral y, desde agosto de 1885 se la exhibe en el Museo Nacional de
México.
REPERCUSIONES EN MEXICO 171

La fe en el Redentor yesperanza de que éste


la
interviniera definitivamente en los destinos de la hu-
manidad, mediante su segundo advenimiento, obtuvo
un clima cada vez más propicio en México. Este llegó a
ser uno de los países donde el fervor adventista se puso
de manifiesto de un modo inequívoco.
Los primeros ejemplares de la obra de Manuel La-
cunza acerca del segundo advenimiento de Cristo,
llegaron a México en el año 1799, cuando el sacerdote
Juan Luis Maneiro regresó a su patria después de haber
vivido en Italia, donde conoció al exégeta chileno. En
realidad, Maneiro había terminado la versión latina
comenzada por Narciso González, quien después de ha-
ber cursado estudios teológicos en el Seminario de Gua-
dalajara, había sido enviado a Italia. González, con el
seudónimo de Christophilus Thocaltichenus, había co-
mentado muy favorablemente la obra de Lacunza y sus
palabras fueron publicadas por el general Manuel Bel-
grano al frente de su lujosa edición de "La Venida del
Mesías en Gloria y Magestad."
El resumen latino, preparado por González y Ma-
neiro, lleva el título "Tractatus de glorioso Dei-hominis
adventu, excerptus ab opere cui titulus: Messiae adven-
tus in gloria et maj estáte a D. Emmanuele Lacunza
olim Societatis Jesu Professo, sub nomine Joannis Jo-
saphat Ben-Ezra." Maneiro falleció en México el 16 de
noviembre de 1802, mientras su obra se hallaba toda-
vía en forma manuscrita; pero fué editada con una "Car-
ta Apologética" de José de Valdivieso y Ramón Viescas,
en México, en el año 1824. Esa obra, según el mexica-
no Gerardo Decorme, tuvo mucha aceptación, pues "la
elegancia del estilo, la erudición del autor, la magia
que en algunos cerebros produce la descripción de los
172 DEFENSORES LATINOAMERICANOS .

últimos días del mundo, cuyo presagio parecía ser las


convulsiones políticas de Europa y América, dieron a
esta obra un encanto misterioso, por lo cual la buscaba
2 )"
el clero y la leía con avidez." (

El resumen de la obra de Lacunza, preparado por


González y Maneiro, tuvo amplia circulación en forma
manuscrita a pesar de estar escrito en latín. Es de ima-
ginarse la acogida que se le dió luego a la obra completa,
publicada en castellano. La primera impresión mexi-
cana de "La Venida del Mesías en Gloria y Magestad" fué
publicada en Puebla durante el año 1821 por Felipe To-
losa, en la Oficina del Gobierno Imperial en edición de
cinco tomos, prefaciada por Antonio Joaquín Pérez,
obispo de Puebla.
En poco tiempo se agotó la edición de Puebla y el
teólogo Ignacio María Lerdo de Tejada (1761-1850) pre-
paró una nueva edición en tres tomos, publicada en la
ciudad de México en el año 1825, donde fué impresa por
Alejandro Valdés. Ese trabajo, en el cual se notan al-
gunas omisiones, fué precedido por el parecer del mer-
cedario fray Manuel Mercadillo, por el dictamen del doc-
tor José Nicolás Maniau y Torquemada, por la Licencia
del Ordinario y por un dictamen adicional de fray Pa-
blo de la C.
Tan favorables se mostraron los teólogos y el pueblo
mexicanos a la tesis de Lacunza acerca de la proximi-
dad del segundo advenimiento de Cristo, que Pedro Blan-
co, siendo capellán del convento de Santa Rosa, no en-
contró en México un impresor que estuviese dispuesto
a publicarle tres cuadernos de objeciones, ni censores que
aprobaran su refutación. Mientras Basilio Manuel Arri-
llaga discutía con Lerdo de Tejada, Miguel Alfaro y

(2) "Historia de la Compañía de Jesús en la República Meocicana du-


rante el siglo XIX," Guadalajara, 1914, pág. 261.
REPERCUSIONES EN MEXICO 173

Beaumont publicó en México su "Contestación del Sa-


cerdote Cristófilo a Juan Josafat Ben-Ezra sobre la ve-
nida del Mesías en gloria y magestad." Pero ese trabajo,
de tenor irónico, apareció en forma anónima en el año
1826, cuando falleció el autor del mismo.

El tema del segundo advenimiento de Cristo consti-


tuyó un asunto de discusión entre los miembros del clero
y un tema de consideración de parte de numerosos lec-
tores mexicanos. Entre éstos se destacó el distinguido
jurista Dr. José María Gutiérrez de Rozas (1769-1848).
La actuación de este destacado jurista se remonta al
momento de su doctorado, en 1791. Poco después era
nombrado miembro del Colegio de Abogados. Sus dotes
relevantes le significaron una distinción del rey de Es-
paña, quien lo designó consultor del Infante Don Pedro.
Entre las diversas tareas que interesaron a este abo-
gado mexicano figura la delicada misión de defensor de
los prisioneros del Tribunal de la Inquisición, desde el
año 1804. Cuando fué abolida la Inquisición en México,
se le ofreció un lugar honorífico en la corte del Empera-
dor Iturbide, quien le otorgó la cruz de la Orden Imperial
de Guadalupe.
Desde el año 1820 actuó como Regidor y como De-
fensor de Menores en la ciudad de México, donde des-
empeñó diversos cargos de importancia en las esferas
oficiales desde que se proclamó la Constitución de la
República Mexicana. Actuó durante las presidencias
de Guadalupe Victoria (1824), Pedraza (1827), Gue-
rrero ( 1828 y 1829 ) Bustamante ( 1830 ) Pedraza ( 1832
, ,
)

Santa Ana (1833), Barragán (1835), Santa Ana (1835),


Bustamante (1836) y, después de la intervención de
Francia, hasta el año 1840.
(

174 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


Ganó
prestigio de hombre público como ministro
honorario en 1824; como ministro del Supremo Tribu-
nal de Guerra y Marina, en 1837; y como juez del Su-
perior Tribunal del Distrito Federal de México, durante
los años 1839 y 1840. 3 )
La primera obra que se debe al Dr. Gutiérrez Rozas
se titula: "Consulta a los Sabios, Sobre la Aproxima-
ción de la Segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo."
Emplea como seudónimo "un Magistrado Mexicano,"
lleva un prefacio escrito por un fraile del Convento
Carmelita de la Ciudad de México, quien menciona como
autor al "Magistrado Rozas," y data su comentario en
la ciudad de México el 23 de octubre de 1834, pero fué
publicado en Toluca en 1835. ( 4 )
El jurisconsulto mexicano indica al fin de la primera
página cuál ha sido el propósito de su obra: "Al acer-
La mayor parte de estos datos biográficos fueron obtenidos por
ía)
Carlos F. Taylor mediante sus búsquedas en las siguientes fuentes Ar-
:

chivo General de la Nación, Corte Suprema del Distrito Federal, Ca-


tedral Metropolitana de México, Museo Nacional, etc. El autor deja cons-
tancia de su especial agradecimiento al investigador Le Roy E. Froom,
quien inspiró las búsquedas acerca del Dr. José María Gutiérrez de
Rozas, y por haberle facilitado, mientras estaba en prensa, la copia dac-
tilográfica del capítulo pertinente del cuarto tomo de su obra erudita,
titulada "The Prophetic Faith of Our Fathers: the Historical Develop-
ment of Prophetic Interpretation." Los tres primeros tomos, que tam-
bién han sido consultados por el autor, fueron editados en Wáshington
por la Review and Herald en los años que se indican: I (1950), H (1948),
III (1946). Por tratarse de la obra más completa que se haya publicado
sobre el tema después de haberse practicado investigaciones sistemáti-
cas en todos los archivos y bibliotecas, la crítica ha elogiado los mere-
cimientos del historiador adventista Le Roy E. Froom, quien también
realizó búsquedas en diversos países de América Latina. Se ha publi-
cado un resumen en castellano, titulado "Desenvolvimiento Histórico
de la Interpretación Profética," Buenos Aires, 1949.
(4) Trátase de una obra de 235 páginas, de la cual se encuentran
ejemplares en la Biblioteca de la Universidad de Monterrey, México;
en la Biblioteca Pública de la ciudad de Nueva York y en la Biblioteca
de la Universidad de Berkeley. Algunos han escrito el segundo apellido
de su autor de diferentes maneras: Rozas, Rosas y es probable que en
alusiones anteriores aparezca como Roxas. La aprobación eclesiástica
de esa obra es del provincial José de la Visitación, y el permiso de im-
presión del notario José María Carrera. Otro erudito adventista que
se ha ocupado de los escritos del Dr. Gutiérrez de Rozas, es el profesor
Alfred Félix Vaucher, en la obra citada, edición francesa, páginas 116,
280.
REPERCUSIONES EN MEXICO 175

carnos a la mitad del siglo XIX, estamos, según creo


con serio fundamento, en el tiempo señalado por la
Sagrada Escritura para este segundo, glorioso y majes-
tuoso advenimiento de nuestro amantísimo Redentor.
Esto es lo que voy a probar, y es mi tema."
Primeramente enuncia ocho principios fundamenta-
les para la interpretación de las profecías de las Sagra-
das Escrituras. Cita en apoyo de sus conclusiones las
"Disertaciones de la Biblia" de Vencé, que fueron pu-
blicadas en México. Aunque no cita a Lacunza, indu-
dablemente lo toma en cuenta, porque alude al mismo
en varios pasajes y se refiere al exégeta chileno en forma
elogiosa al mencionar "un escritor muy sabio." Ade-
más, en el año 1848, año de su fallecimiento, publicó
un trabajo de 68 páginas, bajo el seudónimo de "un
Teólogo Mexicano," con el título: "Disertaciones Críti-
co-Teológicas Sobre las Doctrinas de Juan Josafat Ben-
Ezra." En él defiende la posición de Lacunza y consi-
dera una lamentable equivocación el que se hubiese co-
locado esa obra en el Index Prohibitorum.
El doctor Gutiérrez de Rozas leyó a Lacunza, y aun-
que estaba de acuerdo con la mayor parte de sus pro-
posiciones, quiso hacer la consulta a los sabios acerca
de la época del segundo advenimiento de Cristo, tal
como lo había sugerido el patricio argentino Francisco
Ramos Mejía en sus notables acotaciones. El investi-
gador Froom califica de la siguiente manera la tarea
emprendida por el jurisconsulto mexicano: "El estudio
de la obra de Lacunza indudablemente dió lugar al in-
terés de Rozas en el advenimiento. Pero sus propias
incursiones vinculadas con los tiempos de las profecías
de Daniel, durante el siglo XIX, no encuentran en esa
materia paralelo en ningún otro investigador de habla
176 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
española, sea en América Central o del Sur, o en los
países católicos de Europa. Fué notablemente el único."
El doctor Gutiérrez de Rozas asoció dos profecías
de Daniel, al reconocer que tenían un mismo punto de
partida. Para él las setenta semanas proféticas, ó 490
años literales del capítulo noveno del libro bíblico de
Daniel, y los 2.300 días proféticos ó 2.300 años literales
del capítulo octavo de ese libro inspirado, tenían un
mismo comienzo. Al buscar el punto de partida común
para esos dos períodos proféticos, estimó que debía ser
el año 454 antes de Cristo, pero ese dato cronológico,
iba a ser determinado con mayor precisión.
Suponía doctor Gutiérrez de Rozas que si la pro-
el
fecía de Daniel, en su primera etapa, indicaba el año
cuando comenzó el ministerio público de Cristo y tam-
bién el año de su crucifixión, la segunda etapa de la
profecía debía señalar el año del segundo advenimiento
del Mesías. Creía, por lo tanto, mientras escribía en el
mes de marzo de 1833 que el fin de ese largo período
profético ocurriría trece años y medio después, o sea
en el año 1847, según lo dice en la página 69 de su obra.
Pero más adelante admite que la era cristiana podría
finalizar entre los años 1843 y 1849, y que el segundo
advenimiento de Cristo acontecería, probablemente antes
del año 1860, si bien es cierto que esos días podrían
ser "acortados."
El investigador mexicano, con una prudencia digna
de encomio, no hizo declaraciones categóricas, porque
admitió que los diversos sistemas de cronología no ga-
rantizaban la certeza absoluta para la época de Arta-
jerjes o, porque en sus apreciaciones, a pesar de sus
mejores intenciones, podría caer en algún error, siendo
que aun en asuntos de doctrina hay diversidad de opi-
REPERCUSIONES EN MEXICO 177

niones "aunque la Divina Sabiduría haya determinado


el darnos la luz necesaria para una certeza total." ( )
5

Mientras el comentarista mexicano describía en su


libro en qué forma se iban cumpliendo en sus días las
señales enunciadas por Cristo como signos precursores
de su glorioso regreso, sucedió un acontecimiento que
consignó en las siguientes palabras: "Escribo ahora lo
que hemos visto en este mes de noviembre de 1833. El
día 12, en las primeras horas se vió algo como círculos
de fuego que refulgían por el aire, dejando tras sí una
estela de luz por dondequiera pasaran. Así lo descri-
bieron aquellos que lo vieron en Toluca, y en sus alre-
dedores en toda dirección, aun a muchas leguas de dis-
tancia. Es público y notorio que los mismos meteoros
fueron vistos en la ciudad de México y aun a tan gran
distancia como Puebla. He leído cartas acerca del mis-
mo asunto en San Luis de Potosí y sus alrededores; lo
mismo fué afirmado en Guana juato y León. También
he sabido acerca de él por algunos que viajaban cerca de
Querétaro; la misma noticia ha llegado de otras partes;
muchas más noticias permanecen en lugares en donde
ha sido imposible que nos lleguen; y en los periódicos
aparecieron cartas de Monterrey que dicen lo mismo."
En una nota al pie de esa página, añade algunas informa-
ciones obtenidas posteriormente: "Más tarde tuve noti-
cias similares de casi todo lugar de la República, y tam-
bién nos han llegado las mismas de los estados anglo-ame-
ricanos, como lo colijo del Alvio, del estado de Nueva
York, del 16 de noviembre de 1833, que he visto." ( c )
Comentando ese espectáculo celeste, el exégeta me-
xicano recordó que venía a completar el cuadro de se-

(5) Id., pág. 147.


(6) Id., pág. 156.
178 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
ñales anunciadas por Cristo como precursoras de su
regreso: guerras, pestilencias, hambres, terremotos y
lluvias de estrellas. En el último libro de las Sagradas
Escrituras, denominado "Apocalipsis" o "Revelación,"
cuando se habla del "sexto sello," que contiene las se-
ñales que anteceden al segundo advenimiento de Cristo,
dice que "al punto se sintió un gran terremoto, y el sol
se puso negro como un saco de cilicio, o de cerda, y la
luna se volvió toda bermeja como sangre. Y las estre-
llas cayeron del cielo sobre la tierra, a la manera que
una higuera, sacudida de un recio viento, deja caer sus
brevas." ( 7 ) La atención de la humanidad sería des-
pertada para recordar la promesa del regreso de Cristo
mediante tres acontecimientos que llamarían la aten-
ción de las multitudes: un gran terremoto, el oscure-
cimiento de la atmósfera, que haría palidecer al sol y
enrojecer a la luna, y una lluvia meteórica sin preceden-
tes. El doctor Gutiérrez de Rozas se regocijaba por
haber sido testigo de la "lluvia de estrellas." ¿Habíanse
cumplido las señales que debían anteceder a la "caída
de las estrellas"? El terremoto de Lisboa, ocurrido el l 9
de noviembre de 1755, según el geólogo W. E. Hobbs,
"ocupa el primer lugar entre los movimientos sísmicos
que en los tiempos históricos hayan afectado al reino de
Portugal, como también, en ciertos respectos, entre to-
dos los terremotos registrados. . .
." (
8
) La sacudida
del terremoto de Lisboa se sintió en Africa, en Escandi-
navia y hasta en las Antillas. Cuando Tallentyre es-
cribió la biografía de Voltaire, refirió que en aquellos
días decayó el interés por las obras teatrales del gran
escéptico porque "el terremoto había hecho a todos los

(7) Apocalipsis 6:12, 13.


(8) "Earthtfuakes," pág. 142.
REPERCUSIONES EN MEXICO 179

hombres reflexivos. Recelaban de su afición al teatro, y


en su lugar, llenaban las iglesias." ( 9 ) El poeta inglés
John Biddolf dedicó varias estrofas al terremoto de
Lisboa, en el cual perecieron sesenta mil personas en
seis minutos. En la última estrofa interpretaba el gran
sismo como una señal anunciada por Cristo. ( 10 )
El segundo fenómeno al cual se le dió un sentido
apocalíptico es mencionado en el Diccionario Abrevia-
do de Webster, en la sección explicativa de Nombres
Famosos: "El Día Obscuro, mayo 19 de 1780, así lla-
mado a causa de una notable oscuridad que en aquel
día se extendió por toda la Nueva Inglaterra. La . . .

oscuridad empezó más o menos a las diez de la mañana


y prosiguió hasta la media noche siguiente, pero con
diferencia de grado y duración en diferentes puntos. . . .

Se ignora la verdadera causa de este notable fenóme-


no." ( n ) Hacia la media noche se distinguió la luna,
pero apareció de color carmín. El escritor R. M. Devins
describió ese sorprendente "día obscuro" en los siguien-
tes términos: "Si a todo cuerpo luminoso del universo
se le hubiera rodeado de sombras impenetrables o se le

(9) "Life of Voltaire," pág. 319.


(10) "¿Quién puede con la vista recorrer
Nuestro globo, sin verle tambalearse
En su vejez?— En todo lo creado
Se cumplen los designios del Señor
Y causas naturales su deseo obran.
Y la eterna Palabra, que no puede
Ni mentir ni engañarse, reveló
Siglos ha, en profecía a los mortales,
Que en este último tiempo, habría signos
Que preludios y prólogos del fin
Serían, pero ni el Hijo del hombre
Puede anunciar el día temible;
Por tanto, porque no os halle durmiendo
Su consejo atended: 'Velad y orad.'"
Traducción castellana publicada en la obra "Nuestro Siglo a la Luz
Profética," de Guillermo A. Spicer, editada en Buenos Aires.
(11) "Unabridged Dictionary," edición de 1883.
180 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
hubiera borrado de la existencia, quizás la oscuridad no
habría sido más espantosa. Una hoja de papel blanco,
colocada a poca distancia de los ojos, era tan invisible
como el terciopelo más negro." ( 12 ) El doctor Samuel
Stearns, consultado por sus conocimientos de astrono-
mía acerca del significado de ese fenómeno, escribió:
"Es evidente que la oscuridad no provino de un eclipse,
pues por las diversas posiciones de los planetas de nues-
tro sistema en aquel momento, no podría eclipsarse el
sol, del cual estuvo la luna durante todo aquel día a más
de ciento cincuenta grados." ( 13 ) En la legislatura de
Connecticut, en el Concejo del Gobernador, algunos ex-
presaron el temor de que había llegado el fin del mundo,
y pidieron que se suspendiera la sesión. Varios escri-
tores y poetas dieron al fenómeno un sentido evangé-
lico y apocalíptico, recordando las tinieblas que cubrie-
ron a Egipto en los días de Moisés.
Respecto a la lluvia meteórica de 1833, el astró-
nomo Denison Olmstel, que ha sido citado por Camilo
Flammarión, calculó que aparecían tantas estrellas fu-
gaces que las estimó en 34.640 por hora, por lo cual
escribió lo siguiente en una revista científica: "La ma-
ñana del 13 de noviembre de 1833 se hizo memorable
por una manifestación del fenómeno llamado estrellas
fugaces, que fué probablemente más extensa y magní-
fica que cualquier otra que se haya registrado. . Pro-
. .

bablemente, no ocurrió jamás en este país desde su co-


lonización, fenómeno celeste alguno que con tanta admi-
ración y deleite contemplaran cierta clase de especta-
dores y con tanta extrañeza y temor, otra clase. Du-
rante algún tiempo después de ocurrido, el fenómeno

(12) "Our First Century," pág. 94.


(13) Independent Chronicle, junio 22 de 1780.
REPERCUSIONES EN MEXICO 181

meteórico fué tema principal de conversación en todos


14
los círculos." ( )

Un hombre de ciencia de Inglaterra, Thomas Milner,


al describir para el público británico la lluvia meteó-
rica de 1833, lo hizo en los siguientes términos: "En
muchas partes, la masa de la población quedó aterrori-
zada y los más ilustrados se llenaron de admiración al
contemplar tan vivido cuadro de la figura apocalíptica,
de las estrellas del cielo que caían a la tierra, del mismo
modo que una higuera arroja sus higos verdes, cuando
la agita un poderoso viento." ( 15 )

La noviembre de 1833, que fué


lluvia meteórica de
comentada por el periódico "La Ga-
tres años después
ceta Mercantil" de Buenos Aires, produjo una profunda
impresión en México, donde el doctor Gutiérrez de Rozas
les recordó a sus compatriotas que ese grandioso espec-
táculo era el cumplimiento de una de las señales del

(14) "American Journal of Science," tomo XXV (1834), págs. 363, 364.
(15) "The Gallery of Nature" (1952, pág. 140).
Otros autores, entre los cuales figura Blowing Green, citado por el
astrónomo Olmsted en la misma revista científica, describieron la caída
de los meteoritos como si procedieran de una higuera, empleando así la
expresión del "Apocalipsis." El espectáculo se contempló en el Nuevo
Mundo desde el Golfo de México hasta Halifax, en el Canadá, en 1833.
En el Antiguo Mundo se vió algo parecido en el año 1866, según lo ha
relatado el testigo ocular, doctor H. H. Jessup, de Beirut: "En la ma-
drugada del 14 de noviembre, a las 3, me despertó de un profundo
sueño la voz de uno de los jóvenes que clamaba: '¡Las estrellas caen
todas!' . Los meteoritos se venían abajo como una lluvia de fuego.
. .

Muchos de ellos eran grandes y de varios colores, y dejaban tras sí una


larga estela de fuego. Un inmenso bólido verde como el tamaño apa-
rente de la luna, cayó y estalló estrepitosamente, dejando una gran co-
lumna de luz en su estela. En vano se trataba de contarlas, y la escena
siguió hasta el alba, cuando su luz quedó sobrepujada por la del rey
del día. . Los mahometanos llamaban a la oración desde los almi-
. .

nares y el vulgo era presa del terror." ( "Fif ty-Three Years in Syria,"
tomo I, págs. 316, 317.) Las estrellas fugaces no fueron un simple es-
pectáculo escénico pues algunos meteoritos se precipitaron a tierra,
como el autor tuvo oportunidad de informar en 1944 al Museo Tiahua-
naco de la ciudad de La Paz, Bolivia. Después de una exploración en
el interior del país localizó un gran aerolito que, según las tradiciones
recogidas por los ancianos, habría caído en torno del año 1833.
182 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
advenimiento de Cristo. Un siglo después de ese es-
pectáculo celeste, una mexicana que falleció a los 124
años de edad, en el año 1934, doña Martina de la Roza,
vecina de Santa Ana, California, expresó: "La lluvia
de meteoros que iluminó esplendorosamente los cielos
hace cien años, en el mes de noviembre, es un espec-
táculo que jamás se borrará de mi memoria. Nadie
había visto nunca antes cosa semejante, y no creo que
desde entonces se haya visto algo parecido. Recuerdo
que mi esposo y yo despertamos sobresaltados por la luz
intensa que inundaba nuestra habitación y que ilumi-
naba la tierra como si fuera de día. Ignorábamos qué
ocurría, y nos llenamos de honda inquietud. Al salir
de la casa, luces extrañas fulgían en los cielos. Unos
vecinos oraban, otros permanecían de pie, embargados
por el asombro. Por muchos días todo el mundo sólo
hablaba de ese fenómeno. Cincuenta años más tarde,
aquellos que habían contemplado ese espectáculo, lo
recordaban perfectamente." ( 16 )
Creía el distinguido jurisconsulto mexicano que los
fenómenos conocidos en su época, daban cumplimiento
a un versículo del discurso profético de Jesucristo: "Pero
después de la tribulación de aquellos días, el sol se
oscurecerá, la luna no alumbrará, y las estrellas caerán
17
del cielo." ( )

Sabía el doctor José María Gutiérrez de Rozas, que él


no era el único que estaba estudiando las profecías acerca
de la segunda venida de Cristo. Sabía, también, que las
profecías de Daniel permanecerían como "cosas recón-

(16) Citado Touring Tópica, de agosto de 1933, por Roy F.


del
Cottrell, en "El Amanecer de un Nuevo Día," Buenos Aires, 1936, pág.
105. Aparece la foto de laseñora Martina de la Rosa, en la página 110.
(17) Evangelio según S. Mateo 24:29.
REPERCUSIONES EN MEXICO 183
18
ditas y selladas hasta el tiempo determinado." ( ) Y,
por esa misma razón, el comprobar que el interés por el
estudio de esas profecías iba en aumento, le hizo pensar
que se acercaba el día de su cumplimiento cabal, por lo
cual escribió: "Estoy convencido que Dios, no da es-
pecial entendimiento acerca de las profecías enigmá-
ticas —
(salvo en raros casos y a personas a quien El
desea instruir mediante revelación) —
excepto cuando el
cumplimiento llega o está muy cercano, para que los
hombres puedan prepararse reconociendo en primer lu-
gar la gracia divina, y así poder admirar la divina sa-
biduría; yo no entraré en discusiones formales acerca
de cómo quedará la tierra en la segunda venida de nues-
tro Señor Jesucristo: solamente estoy probando que se
diseña como cercano. Creo que cada una de mis prue-
bas se corroboran mutuamente, y que son muy coinci-
dentes acerca del tiempo." ( 10 )
La esperanza de Gutiérrez de Rozas, en México, como
la de Ramos Mexía en la Argentina y la de todos los
cristianos adventistas que surgieron desde los días de
los apóstoles y a través de la época de los mártires, to-
davía no se ha cumplido. Pero la expectativa de los
cristianos de todos los tiempos no ha perdido su validez
por la ansiedad de todos los que anhelaron que el glo-
rioso acontecimiento tuviese lugar en sus días. La gran
esperanza está fundada en la promesa categórica de Je-
sucristo, quien rubricó con el mayor énfasis la certeza
de su advenimiento, al decir: "El cielo y la tierra pasa-
rán; pero mis palabras no fallarán. Mas en orden al
día y a la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del
cielo, sino mi Padre." ( 20 )

(18) Daniel 12: 9.


(19) "Consulta a los Sabios, Sobre la Aproximación de la Segunda
Venida de Nuestro Señor Jesucristo," pág. 234.
(20) Evangelio según S. Mateo 24: 35. 36.
PARTE III

Aspectos Mundiales de la Gran


Esperanza

CAPITULO 16

LAS CONCLUSIONES COINCIDENTES


DE LOS INVESTIGADORES

T^L MUNDO antiguo desconoció el concepto abarcante


de humanidad. En realidad, si se exceptúan las
declaraciones contenidas en los libros bíblicos de Job e
Isaías, se comprueba que durante milenios los seres
humanos ignoraron cuál era la forma de la tierra que
habitaban. Los prejuicios obnubilaron las ideas de los
diversos pueblos acerca de los otros grupos étnicos, por
no dar crédito a las tradiciones creacionistas. Pero en
medio de las tinieblas que dominaron la antigüedad
tanto en el sentido científico como religioso, iba a bri-
llar la luz de un prolongado amanecer.

El concepto fraterno de humanidad fué dado a co-


nocer en su extraordinaria luminosidad por el Maestro.
Por esa razón, el cristianismo no fué considerado como
una religión foránea mientras iba sembrando por el
mundo la idea luminosa de la paternidad divina y de
(184)
CONCLUSIONES COINCIDENTES 185

la fraternidad humana. A medida que el cristianismo


apostólico se iba propagando por todo el mundo cono-
cido, llevaba consigo la gran esperanza que hizo vibrar
los corazones de los seres humanos de las más diversas
latitudes.
La religión de Cristo tuvo un carácter universal
desde su misma enunciación, pues estaba destinada a
"toda nación, tribu, lengua y pueblo." Por lo tanto,
aunque Jesús nació en Belén, predicó en Palestina y
fué crucificado en Jerusalén, le fe cristiana no per-
tenece exclusivamente a Galilea ni a Judea, sino a toda
la humanidad. Ni siquiera en América, donde la fe cris-
tiana fué ignorada hasta su descubrimiento, se ha po-
dido decir que el cristianismo sea una religión foránea.
Porque, si bien es cierto que las culturas aborígenes del
Nuevo Mundo tuvieron sus religiones con cultos siste-
matizados, es igualmente cierto que el cristianismo no
es simplemente una religión, sino la religión, en el sen-
tido más excelso.
El carácter mundial del cristianismo es uno de sus
signos distintivos. Las demás religiones tuvieron o un
carácter temporario, desapareciendo en consecuencia,
o una fisonomía regional, y subsisten con esa misma
característica. Pero el cristianismo ofrece a la humani-
dad la solución de los problemas del espíritu al ini- —
ciarlo en el sendero de la santidad, —
mientras resuelve
el gran misterio de las postrimerías del cuerpo, al anun-
ciar la resurrección. El Redentor es la garantía de la vi-
da piadosa así como de la resurrección.
La confianza en el triunfo del cristianismo hizo decir
al apóstol San Pablo, escribiendo a los habitantes de
Roma, que Cristo "ha de gober-
es quien, finalmente,
nar a las naciones, y las naciones esperarán en él. El
12 —D. L. de una G. E
186 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Dios de la esperanza nuestra os colme de toda suerte de
gozo y de paz en vuestra creencia, para que crezca nues-
tra esperanza siempre más y más, por la virtud del
Espíritu Santo." í 1 )
La fe cristiana, siendo genuina, es la misma en to-
dos los tiempos y en todos los lugares. Todos los cristia-
nos han sido "llamados a una misma esperanza. ."( 2 )
. .

La unidad en la fe y en la esperanza se alcanza al acep-


tar las enseñanzas de Cristo contenidas en las Sagradas
Escrituras. Ellas son el padrón inmutable de las
creencias genuinas que deben sobrevivir a todos los
sistemas filosóficos, que son tan transitorios como las
épocas y sus modas. Los tiempos y las costumbres pue-
den cambiar, y los cristianos pueden adaptarse a los
nuevos tiempos; pero la doctrina cristiana, por su ca-
rácter inmutable, lejos de variar, es siempre la misma
mientras conserva el sello apostólico. Si bien es cierto
que esa fijeza de la fe cristiana no da lugar a modifi-
car las creencias, éstas pueden ser profundizadas, sin
cambiar su emplazamiento apostólico, de la misma ma-
nera como el cerro de Potosí no ha dejado de ser tal,
aunque se hayan abierto en sus entrañas tantas galerías
en busca de metales preciosos y se hayan utilizado nue-
vos métodos para obtener minerales en los mismos lu-
gares que se consideraban agotados. La plata que se
extrae actualmente es idéntica a la que se extraía du-
rante el período incaico y colonial. Aunque el Evan-
gelio está al alcance de todos los seres humanos, el pro-
fundizarlo ha motivado las reflexiones y las búsquedas
de los investigadores de todos los tiempos y en todos los
países.

(1) Epístola a los Romanos 15:12, 1S.


(2) Epístola de S. Pablo a los Efetiot 4:4.
CONCLUSIONES COINCIDENTES 187

La esperanza del advenimiento final del Mesías para


hacer justicia y establecer su reino, ya aparece en las
páginas del Antiguo Testamento. En el Nuevo Tes-
tamento, esa esperanza se enfoca con mayor claridad:
Jesucristo mismo anuncia su retorno a la tierra con po-
der y gloria y señala claramente su regreso como la in-
tervención providencial de la Divinidad en los destinos
de la humanidad.
Frente a esa solemne promesa, ya en los días cuando
predicaba el Maestro se planteó un gran interrogante.
¿Cuánto tiempo transcurriría hasta el cumplimiento de
la misma? Los discípulos formularon ansiosamente la
pregunta: "¿Y cuál será la señal de tu venida y del fin
del mundo?" 3 ) Jesús contestó con un discurso profé-
tico en el cual indicó una serie de señales que irían ja-
lonando los tiempos hasta su segundo y glorioso adve-
nimiento. Además hizo referencia a lo "que predijo
el profeta Daniel (quien lea esto, nótelo bien) ..." En
efecto, de todos los escritos proféticos del Antiguo Tes-
tamento, ninguno contiene tantas predicciones de orden
cronológico como el libro del profeta Daniel. El pro-
feta Isaías había descrito claramente el aspecto y la
obra del Mesías en su primer advenimiento; pero el pro-
feta Daniel, fué quien señaló con precisión matemática,
y con varios siglos de antelación, el momento cuando se
iniciaría públicamente la misión del Mesías, indicando,
además, que su prédica sólo duraría tres años y medio,
al término de los cuales se le quitaría la vida al Cristo.

El libro bíblico del profeta Daniel es como un lienzo


sobre el cual los acontecimientos históricos han ido bor-
dando en los vivos colores de la realidad, lo que el pro-

ís ) Evangelio según S. Mateo 24:3.


188 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
feta había diseñado, con muchos siglos de anticipación,
con los trazos inconfundibles de quien sabía que había
sido "divinamente inspirado." El Apocalipsis o Revela-
ción complementa, en el Nuevo Testamento, lo que el
libro de Daniel había señalado en el Antiguo Tes-
tamento. Ambos libros proféticos aparecen estructura-
dos con la misma trama y urdimbre de idénticos perío-
dos determinados, en los cuales se cumplirían diversos
acontecimientos prenunciados. Las sucesivas etapas pro-
fetizadas harían las veces de piedras miliarias que irían
jalonando el camino histórico hasta que la humanidad
alcanzara a vivir en la época cuando se realizaría el se-
gundo advenimiento de Cristo.
Ya en el siglo I la interpretación de las profecías
acerca del primero y segundo advenimientos de Cris-
to aparece en los "Evangelios," en las epístolas apostó-
licas y en el "Apocalipsis." Durante el siglo II se ocu-
paron de ellas los llamados padres de la Iglesia: Berna-
bé, Clemente, Ignacio, Policarpo, Justino e Ireneo. Más
extensos fueron los comentarios de la misma índole du-
rante el siglo III, cuando se destacaron los trabajos apo-
logéticos de Tertuliano, Hipólito, Julio Africano, Cipria-
no, Victorino y Metodio de Tiro. Tan vigorosa resul-
taba la vitalidad del cristianismo fundado en las pro-
fecías mesiánicas que el filósofo pagano Porfirio se im-
puso la tarea de atacar las profecías de Daniel; pero
sus hipótesis y las de sus continuadores se han desplo-
mado por falta de fundamento. ( 4 )
(4) El sofista Porfirio (233-304) recurrió al argumento de que las
profecías de Daniel podrían pertenecer a otro escritor que hubiese
contemplado los hechos históricos. Ese mismo argumento fué esgrimido
por otros autores; pero los descubrimientos arqueológicos han descali-
ficado las objeciones que presentaron esos críticos. Véase el ensayo
del autor titulado "Réplica de la Asiriología a las Objeciones de la
Alta Crítica," en la obra "Gestación y Nacimiento de un Mundo Mejor,'
Vol. II, págs. 509-564 (Buenos Aires, 1944).
CONCLUSIONES COINCIDENTES 189

Apesar de los primeros síntomas del alegorismo evi-


denciados en los escritos de Eusebio después del pri-
mer concilio ecuménico de Nicea, durante el siglo IV
el tema de las profecías de las Sagradas Escrituras acer-
ca del segundo advenimiento de Cristo fué enfocado
nuevamente. Ese estudio interesó a Lactancio, Atana-
sio, Efrem, Jacobo Afraates, Cirilo de Jerusalén, Juan
Crisóstomo, Sulpicio Severo, y Jerónimo, el afamado
traductor de la Vulgata. Pero fué a fines de ese mismo
siglo cuando Ticonio dió un nuevo impulso al alegoris-
mo, sobre el cual irían a encallar las interpretaciones
erróneas acerca del milenio apocalíptico, que provoca-
ron la crisis del fervor europeo después del año 1000.
La interpretación errónea era evidente: Cristo no ven-
dría al cabo de mil años desde la crucifixión, sino que
el milenio se iniciaría con su segundo advenimiento.
Los investigadores de las profecías de las Sagradas
Escrituras descubrieron que en sus páginas se hacía re-
ferencia a otros períodos más abarcantes que los mil
años. Utilizando la clave tradicional que se aplica al
primer advenimiento de Cristo, según la cual cada
día profético debe ser interpretado como un año lite-
ral, descubrieron que la profecía de Daniel anunciaba

un período de 1.260 años de historia, tal como aparece


en el "Apocalipsis." Siguiendo al mismo libro proféti-
co se encontraban alusiones a un período de 1.335 años
y a otro de 2.300 años.
De todos esos períodos anunciados por el profeta
Daniel, resultaba especialmente interesante el más ex-
tenso. Pero frente a él se planteaban dos interrogantes:
¿Cuál era el punto de partida de ese ciclo? ¿qué acon-
tecería al fin de los 2.300 años? El primer cristiano que
se ocupó de este doble problema fué Nicolás Krebs de
(

190 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


Cusa. Este doctor en ley canónica que vivió en la pri-
mera mitad del siglo XV
se dedicó a la filosofía, a las
matemáticas y a la astronomía, anticipándose al famo-
so descubrimiento de Copérnico; se interesó, también,
en el estudio de las profecías. Sostuvo la hipótesis de
que el punto de partida de ese largo ciclo debía ser el
primer año del rey Ciro de Persia, cuando el profeta
tuvo la visión; que, según él, correspondería al año
559 antes de Cristo. Esto significaba que los 2.300
años podrían finalizar en el año 1741. Para no puntua-
lizar esa fecha con precisión, dió a conocer su opinión
de que Cristo regresaría entre los años 1700 y 1750. 5 )
Uno de los primeros expositores que señalaron con
precisión el año que sirve de punto de partida al perío-
do profético que marca la aparición pública del Mesías
y de su crucifixión, fué Johann Funck (1518-1566).
(5) La obra de este investigador de las profecías fué escrita en
el año 1452 en latín, bajo el título de "Coniectura Domini Nicolai de
Cusa, de Novissimis Diebus." Sus "Conjeturas Concernientes a los Ul-
timos Días" se reeditaron en sus obras completas, en 1514 y 1565. El
interés por esa obra lo evidencian las traducciones francesas de 1562,
1597 y 1700, y las ediciones alemanas de 1745 y 1862. Nicolás de Cusa
fué el primer cristiano de quien se sepa que aplicó la clave de tiempo
profético a los 2.300 días del capítulo octavo de Daniel al expresar que
significaban 2.300 años literales. Antes de él ya habían procedido de
ese modo otros investigadores judíos, entre los cuales se destacó Ben-
jamín ben Moisés Hawendi, de Persia, en el siglo VIII.
Entre los muchos investigadores destacados que publicaron obras
acerca de las profecías de Daniel o del Apocalipsis referentes al se-
gundo advenimiento de Cristo, desde mediados del siglo XVI al XVTI,
se destacaron los siguientes, tomando en cuenta el orden cronológico
de la edición de sus libros y el país donde los publicaron: Alfonsus
Conradus, en Suiza, (1560); Francisco Ribera, en España (1590); John
Napier, en Escocia, (1593); Francesco Ecllarmino, en Italia, (1593);
Blasius Viegas, en España, (1601); Tomás Malvenda, en España, (1604);
Cornelus Lapide, en Bélgica, (1620); Patrik Forbes, en Escocia, (1613);
Luis de Alcázar, en España, (1614); Thomas Brightman, en Inglaterra,
(1614); David Pareus, en Alemania, (1618); Joseph Mede, en Inglaterra,
(1627); Hugo Grotius, en Holanda, (1640); Henry Hammond, en In-
glaterra, (1653); Gaspar Heunisch, en Alemania, (1670); Henry More,
en Inglaterra, (1681); John William Petersen, en Inglaterra, (1692).
Según las investigaciones practicadas por el erudito Le Roy E.
Froom en las bibliotecas de Europa, durante los siglos XVI, XVII y
XVIII 61 autores publicaron obras acerca de las profecías del libro de
Daniel, y 66 acerca de las profecías del Apocalipsis de S. Juan, tomando
en cuenta los escritores cuyas obras son conocidas.
CONCLUSIONES COINCIDENTES 191

Este investigador de Nüremberg quiso demostrar, me-


diante siete sistemas de cronología, que ese período profé-
tico comenzaba en el año 457 antes de la era cristiana.

El cálculo publicado por Funck en Alemania, en


1564, fué confirmado por Heinrich Bullinger (1504-
1575) en Suiza y por el profesor de teología Jacques
Cappel (1570-1624) en Francia. En ese mismo país, el
ilustre físico, matemático y filósofo Blas Pascal (1623-
1662), escribió una apología del cristianismo en la que
asigna un valor primordial a la profecía matemática de
Daniel, con respecto a la manifestación pública del
Mesías y a la fecha de su crucifixión.
Dos siglos después de la primera edición del libro
de Nicolás Krebs de Cusa, se publicaba en Inglaterra
la obra de John Tillinghast (1604-1655) acerca del "Co-

nocimiento de los Tiempos." En ella se expuso la con-


vicción de que los 490 años y los 2.300 años profetiza-
dos por Daniel eran dos períodos que se superponían
porque tenían un mismo comienzo. Ese mismo autor
conjeturó que, así como el ciclo menor marcaba el pri-
mer advenimiento del Mesías, el término del ciclo ma-
yor debía señalar la segunda venida personal y gloriosa
de Cristo. Esa fué, precisamente, la conclusión a la cual
llegaría dos siglos después y de un modo totalmente in-
dependiente el jurista mexicano José María Gutiérrez
de Rozas.
El punto de vista de Tillinghast fué considerado por
diversos exégetas que lo adoptaron como una intere-
sante posibilidad. No solamente loadoptaron los ingle-
ses William Sherwin (1607-1687), Thomas Beverly
(1670-1701), y William Lowth (1661-1732), sino que
en Alemania fué sostenido el mismo punto de vista por
192 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

Heinrich Horch (1652-1729), rector de la Universidad


de Heidelberg.
En comienzos del siglo XVIII el tema de las pro-
los
fecías interesóprofundamente a Sir Isaac Newton ( 1642-
1727). Su correspondencia con el filósofo John Locke
ya revelaba, en 1690, sus preocupaciones por esa cues-
tión. Considerando que la determinación del comienzo
del período de 490 años era de suma importancia para
establecer la exactitud de las profecías bíblicas, Newton
estudió el Canon de Ptolomeo, que había establecido la
correlación entre los acontecimientos y los eclipses. De
ese modo, sobre una base cronológica enteramente cien-
tífica, el sabio inglés señaló la exactitud de la profecía
de Daniel, pues el séptimo año del reinado de Artajer-
jes,mencionado en el libro de Esdras para el aconteci-
miento indicado por Daniel, correspondía al año 457 an-
tes de Cristo. De ese modo, se daba un cabal cumpli-
miento a lo profetizado con respecto al primer adveni-
miento del Mesías.
La trayectoria intelectual de Newton se inició con la
publicación de su obra "Principia," en 1669, que le valió
el ser nombrado miembro de la Sociedad Real dos años
después. Al cabo de dos décadas, mientras estudiaba los
grandes problemas del orden del cosmos, declaró que
ese orden maravilloso se debía a la acción del Creador.
Cuando el hombre de ciencia se acercó a las páginas
de las Sagradas Escrituras y enfocó la cuestión de las
profecías y de su cumplimiento en la historia, quedó
asombrado, por la precisión de las mismas. Como re-
sultado de esa investigación produjo varios trabajos
que permanecían inéditos al tiempo de su fallecimien-
to en el año 1727. Seis años después fueron publicadas
CONCLUSIONES COINCIDENTES 193

sus "Observaciones Sobre las Profecías de Daniel, y el


Apocalipsis de San Juan."
Entre los manuscritos todavía inéditos de Newton,
hay un trabajo de cuarenta páginas que revela su pro-
fundo interés por la gran esperanza cristiana, pues se
titula: "Profecías concernientes al segundo advenimien-
to de Cristo."
Las opiniones coincidentes de los investigadores eu-
ropeos en los comienzos del siglo XVIII, cuando Newton
fué sepultado en la Abadía de Westminster, eran, que
las profecías referentes al segundo advenimiento de
Cristo merecían tanta fe como aquellas que habían pre-
nunciado su primer advenimiento. El hecho de que las
investigaciones proféticas habían recurrido a la ciencia
y a la historia, inspiraba la mayor confianza en las pre-
dicciones de las páginas sagradas, y la esperanza en las
promesas de Cristo fueron recobrando su primitivo valor.
CAPITULO 17

LA EXPECTATIVA EN EUROPA, ASIA,


AFRICA, AMERICA Y OCEANIA

"UANDO Jesucristo pronunció su famoso discurso pro-


stético, en el cual enumeró las señales de su adveni-
miento, planteó claramente el significado y el alcance
de la gran esperanza que debía ser la estrella polar de
sus seguidores en el curso de los siglos.
En el mismo discurso, pronunciado sobre el monte
de las Olivas, Jesús hizo varias prevenciones a sus dis-
cípulos. El cumplimiento de algunas de las señales da-
das se vería en aquella misma generación, lo cual cons-
tituiría para quienes lo habían escuchado, una garantía
de que él conocía el futuro. Pero no debían confundir

la crisis de Palestina que se produciría en aquella ge-

neración con la crisis del mundo, que requeriría la
intervención definitiva de la Divinidad en los destinos
de la humanidad.
La gran esperanza, traducida en el Padrenuestro en
el "Venga tu reino," debía ser recordada todos los días,
pues era una esperanza firme, a pesar de lo cual la fe-
cha de su cumplimiento sería un secreto escondido a
los seres humanos. Por esa razón el Maestro destacó
su validez, recomendando prudencia y vigilancia, al
decir: "El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras
no fallarán. Mas en orden al día y a la hora, nadie lo
sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino mi Padre. . . .

(194)
LA EXPECTATIVA EN EUROPA ... 195

Velad, pues, vosotros, ya que no sabéis a qué hora ha


de venir vuestro Señor." ! )
Los que se dedicaron especialmente al estudio de las
profecías de las Sagradas Escrituras que se refieren al
segundo advenimiento de Cristo, aunque recordaban la
advertencia del Maestro de que nadie sabría ni el día ni
la hora de su regreso, consideraron que no había incon-
veniente en calcular el año de la parusía. En armonía
con ese parecer, los investigadores de diversos países
llegaron a la conclusión de que la profecía de los 2.300
años de Daniel, cuyo término tendría lugar a mediados
del siglo XIX, bien podría marcar la época del regreso
de Cristo. Algunos autores fueron más prudentes, y al
comentar las profecías, aunque hicieron cálculos acerca
de los 2.300 años, no se atrevieron a declarar que al fin
de los mismos tendría lugar el segundo advenimiento de
Cristo.
Respecto al comienzo y, por consiguiente, al término
de los 2.300 años, se formaron tres corrientes principa-
les. Una de ellas seguía la opinión del obispo Nicolás
Krebs de Cusa (1401-1464), quien había anunciado la
hipótesis de que ese período comenzaba desde el mo-
mento cuando el profeta Daniel tuvo la visión. Esa hipó-
tesis fué repetida en Alemania por Heinrich Horch ( 1652-
1729), en Inglaterra por Thomas Beverly (1670-1701),
por el matemático y teólogo bautista William Whiston
(1667-1752) y por el obispo de Bristol Thomas Newton
(1703-1782). Este último, a quienes imitaron otros co-
mentaristas, en sus "Disertaciones sobre las Profecías"
hacía la siguiente admisión: "Es difícil fijar el tiempo
preciso en que comienzan y terminan las fechas proféti-
cas, hasta que las profecías se hayan cumplido, y los

(1) Evangelio según S. Mateo 24: 35, 36, 42.


196 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
sucesos declaren la certidumbre de ello." ( 2 ) Un pen-
sador suizo, nacido cerca de Ginebra, Jean Guillaume
de la Fléchére (1729-1785), conocido como William Flet-
cher en Inglaterra, donde fué uno de los colaboradores
de John Wesley, el fundador de la Iglesia Metodista,
escribió, en 1755, un comentario de las profecías que
armonizaba con las opiniones de los exégetas preceden-
tes, destacando la inminencia del cumplimiento del pe-
ríodo de 2.300 años.
Las otras dos corrientes más importantes fueron las
que indicaron el comienzo simultáneo de los dos períodos
señalados por la profecía con el mismo punto de partida,
a saber: el año séptimo del reinado del monarca persa
Artajerjes. El argumento fundamental era el mismo: la
profecía de las setenta semanas, que anunciaba el pri-
mer advenimiento del Mesías, formaba un período de
490 años, "cortado" o "determinado" de otro mayor, que
era el de los 2.300 días proféticos o años literales. Si
la primera profecía se había cumplido en forma mate-
mática, la segunda se cumpliría igualmente con la mis-
ma exactitud. ( 3 ) No obstante la unidad de pareceres
en cuanto a lo general, se formaron dos escuelas respec-
to al detalle particular de cuál era el año 7? del rei-
nado de Artajerjes, que marcaba el punto de partida
de ambos períodos. Una de las escuelas, equivocada a
causa del error cometido por Dionisio el Exiguo respec-
to al año 1 de la era cristiana, y confundiéndose con
respecto al año de la crucifixión, consideró que el punto
de partida de los 2.300 años era el año 453 antes de

(2) Pág. 56, Londres, 1754.


(3) Véase en el Apéndice la breve exposición acerca de este asunto,
bajo el título: "Etapas de un lapso de veintitrés siglos de historia,"
pág. 279.
LA EXPECTATIVA EN EUROPA 197

Cristo, y que de ese período sería marcado por el


el fin
año 1847. La otra escuela consideraba que el punto de
partida estaba en el año 457 antes de Cristo, tal como
lo habían estudiado científicamente Johann Funck en
Alemania y Heinrich Bullinger en Suiza; Jacques Cap-
pel en Francia, y Sir Isaac Newton en Inglaterra y que,
dando a los 2.300 años ese punto de partida, finalizarían
en el año 1843.
Entre los comentaristas que esperaron que algo ex-
traordinario y quizá el regreso de Cristo aconteciera en
el año 1847, se destacaron varios expositores de diversos
países, comenzando por Johann Petri (1718-1792) en
Alemania, seguido en el mismo país por Johann Rich-
ter (1799-1847). En Inglaterra se expresaron en tér-
minos similares tanto William Pym (1792-1852), vicario
anglicano de Willam de Herts, como Edward Irving
(1792-1834), eminente predicador de la iglesia escocesa,
y especialmente John Hooper, pastor anglicano de West-
bury, autor de la "Doctrina del Segundo Advenimiento,"
que no solamente fué un asiduo lector de la obra del
chileno Lacunza, sino que tradujo "La Venida del Me-
sías en Gloria y Magestad," para que desde 1827, estu-
viera al alcance de sus compatriotas, siendo que la pri-
mera edición de Londres era la castellana del general
Belgrano. En la India defendió la misma interpretación
un distinguido ciudadano de Madrás, Daniel Wilson
(1778-1858), obispo de Calcuta, autor de diversas obras
una de ellas dedicada al estudio de las pro-
religiosas,
fecías de Daniel.
Aunque Joseph Wolff (1795-1862) nació en Baviera,
como hijo de un rabino, se hizo católico en la infancia
y anglicano en su juventud; habiéndose convencido por
la lectura de las Sagradas Escrituras de la importancia
198 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
de la esperanza del regreso de Cristo, creyó que su de-
ber era dar a conocer esa fe a judíos y musulmanes y,
por esa razón comenzó sus labores en Palestina, Ara-
bia y Egipto. En América del Norte predicaron y es-
cribieron en términos similares: Adam Burwell, en el
Canadá, y en los Estados Unidos se distinguieron en ese
sentido: William Davis (1760-1831), clérigo presbiteria-
no de Carolina del Sur; Alexander Campbell ( 1786-1866)
de Virginia, Joseph Wilson (1795-1874) de Ohío y Tho-
mas Robertson, profesor de griego, hebreo y filosofía en
Indiana, autor de una paráfrasis de las profecías de Da-
niel y el Apocalipsis, editada en el año 1826.
El sacerdote Manuel Lacunza, en Italia, y el patricio
Francisco Ramos Mejía, en la Argentina, aunque escri-
bieron acerca de la proximidad del segundo advenimien-
to, se abstuvieron de hacer cálculos como los hicieron
otros expositores. La serie de investigadores que se-
ñalaron que los 2.300 años comenzaban en el año 457
y finalizaban en el año 1843, fecha que creyeron pu-
diera ser la del segundo advenimiento de Cristo, comen-
zó dos años antes del deceso de Ramos Mejía, cuando
William Cuningham (1776-1849), autor que publicó la
mayor parte de sus obras en Escocia, editó en Glas-
gow su "Esquema del Arreglo Profético." Participaron
de esa misma opinión varios expositores de las Sagra-
das Escrituras en Inglaterra: Archibald Masón (1753-
1831), predicador de la iglesia presbiteriana reformada
en Whisbawton; Edward Vaughan (1777-1829), vicario
de la iglesia episcopal de St. Martin; Thomas Keyworth
(1782-1852), autor de la obra "Principia Hebraica;"
Thomas White, teólogo londinense; Matthew Habershon
(1789-1852), notable arquitecto que exhibió trabajos en
la Academia Real, quien escribió siete obras acerca de
LA EXPECTATIVA EN EUROPA ... 199

las profecías; T. S. Grimshawe, autor londinense de di-


versas obras; Thomas Birks (1810-1883), teólogo de la
Trinity Church de Cambridge, canónigo de la catedral
de Ely y profesor de filosofía de la moral en Cambridge;
James Scott, clérigo escocés, se mostró partidario del
año 1843, aunque hizo referencia a otras hipótesis en
su compendio acerca del sistema de interpretación de
las profecías. En Irlanda divulgó las mismas ideas, me-
diante sus obras, el archidiácono William Digby (1783-
1866), que se hizo muy popular mediante un llamado al
En esa misma época el mensaje
clero católico irlandés.
adventista era pregonado en Australia por Thomas Play-
ford, de Adelaida.
La expectativa provocada por las hipótesis que su-
ponían probable eladvenimiento de Cristo a mediados
del siglo XIX, se tradujo en diversos actos consecuen-
tes con esa esperanza. En el año 1816 Joseph Samuel
Frey fundaba en Londres la Sociedad para la Promoción
del Cristianismo entre los Judíos. En el año 1819, Hen-
ry Drummond fundó en Ginebra la Sociedad Continen-
tal para la Difusión del Conocimiento Cristiano a través
de Europa. En 1826 James Frere, Edward Irving y Le-
wis Way constituían la Sociedad para la Investigación
de la Profecía, coincidiendo con los deseos que en esa
época expresaba Francisco Ramos Mejía en Buenos Ai-
res y anticipándose a la consulta que sugeriría en Mé-
xico el expositor José Gutiérrez de Rozas. En ese mis-
mo año, se realizó una reunión de veinte estudiosos que
constituyeron la Asociación Profética en Albury Park,
Surrey, en la mansión de Henry Drummond (1786-
1860), miembro del Parlamento Inglés, profesor de eco-
nomía en Oxford y miembro de la Sociedad Real, que
fué el mecenas que financió la construcción del gran sa-
200 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
lón donde predicaría por muchos años Irving, el traduc-
tor del exégeta chileno Manuel Lacunza.
El despertar adventista en Europa, en los comienzos
del siglo XIX, organizó un movimiento de propaganda
para que la gran esperanza cristiana alcanzara a los
países donde se practicaba el judaismo, el mahometismo,
el zoroastrismo, el hinduísmo y el budismo. Siendo que
el Evangelio debía predicarse en todo el mundo antes del

regreso de Cristo, se dió un nuevo impulso a esa gigan-


tesca tarea, facilitada por la traducción e impresión de
las Sagradas Escrituras. En efecto, la Santa Biblia sólo
había sido traducida a 14 idiomas cuando se efectuó el
descubrimiento del Nuevo Mundo; desde 1501 hasta 1800
se añadieron 57 traducciones, pero entre los años 1801
y 1830 se añadieron ejemplares en 86 idiomas adiciona-
les, llegando a un total de 70 lenguas europeas, 56 asiá-
ticas, 13 americanas, 11 africanas y 7 oceánicas.

Durante las tres primeras décadas del siglo XIX se


iniciaron las campañas de evangelización que llevaron
a los misioneros a las regiones más recónditas del pla-
neta, comenzando por Carey en la India, Morrison en
la China, y Judson en Birmania. Estos serían imitados
por Moffat y Livingstone en el Africa, Taylor en la Chi-
na, Gardiner en Araucanía y Tierra del Fuego, y Wi-
lliams y Jones en Oceanía.
Uno de pregoneros de la esperanza ad-
los activos
ventista entre los años 1821 y 1838 fué Joseph Wolf,
quien predicó durante ese lapso, bajo los auspicios de
una de las sociedades misioneras, en Palestina, Arabia,
Egipto, Mesopotamia, Persia, Crimea r Georgia, Turquía,
Armenia, Turquestán, Afganistán, Cachemira, India,
Etiopía, Hedjaz y hasta en algunas ciudades de Europa
y de América del Norte.
LA EXPECTATIVA EN EUROPA 201

En ambientes ilustrados de Europa aparecieron


los
en poco tiempo varios periódicos y numerosos libros acer-
ca de las profecías de las Sagradas Escrituras relativas
al segundo advenimiento de Cristo. Entre los periódicos
llamaron la atención los que llevaban los siguientes tí-
tulos: "Diálogos sobre la profecía" (1828-1829), "Atala-
ya Matutino" ( 1829-1833 "El Heraldo Cristiano" ( 1830-
) ,

1835) "El Atalaya" (1831), "El Investigador" (1831-


,

1836) y "El Mensajero Cristiano" ( 1843-1849) Gracias


,
.

a las informaciones proporcionadas por "El Atalaya,"


que se imprimía en París en 1831, se sabe que los janse-
nistas católicos de esa ciudad realizaban una reunión
mensual dedicada especialmente al estudio de las pro-
fecías alusivas al regreso de Cristo en majestad y gloria.
El tema del segundo advenimiento fué tratado en
Francia por los siguientes investigadores de las más di-
versas escuelas: Frangois Lambert, 1528; George Pacard,
1579; Frangois Jon, 1596; Jacques Cappel, 1605; Philippe
de Mornay, 1611; Pierre de Launay, 1651; Matthieu
Cottiere, 1653; Moise Amyraut, 1654; Antoinette Bou-
rignon,1681; Pierre Jurieu, 1687; Jacques Philipot, 1687;
Jacques Bossuet, 1690; Blas Pascal, 1713; Charles Rollin,
1741; Agustín Calmet, 1757; Frangois Joubert, 1769;
Bernard Lambert, 1806; Pierre Agier, 1818; Pierre Méja-
nel, 1827; Louis Bridón, 1827; Pierre Delestre, 1840; C. M.
Carré, 1849; Antoine Mandrolle, 1850.
Los investigadores de las profecías contaron en Suiza
con autores que se ocuparon de ese tema a partir del tra-
bajo del italiano exilado Alfonsus Conradus, en 1560; y
continuaron los de los siguientes exégetas, algunos de los
cuales, desempeñaron cargos importantes: Heinrich Bu-
llinger, 1576; Jean Chéseaux, 1754; Jean La Flechére,
1755; Alphonse Nicole, 1829; Jean Merle d'Aubigné,
1835; Francois Gaussen, 1839; Samuel Gobat, 1850.
13 —D. L. de una G. E.
202 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
La expectativa del advenimiento también contó con
el apoyo de algunos italianos. La actuación del exégeta
Manuel Lacunza en Italia dejó sus huellas en ese país,
en el sentido del estudio de las profecías alusivas al se-
gundo advenimiento de Cristo. Entre los que se mostra-
ron decididamente partidarios y los que simpatizaron
total o parcialmente con su exégesis, figuran personas
de las más diversas ideologías, como lo han demostrado
tanto la producción bibliográfica como los manuscritos
inéditos y la correspondencia. ( 4 )
La esperanza del regreso de Cristo repercutió tam-
bién en Holanda, donde Campegius Vitringa, dejó su
"Exposición del Apocalipsis del Apóstol Juan" (1722); y
Hugo Grocio, afamado por sus conceptos acerca de la
paz europea, había escrito sus "Observaciones sobre el
Apocalipsis."

(4)De las investigaciones practicadas en Italia por el erudito Fé-


lix Vaucher, publicadas en varios trabajos, pueden formarse las siguien-
tes nóminas:
Precursores: Bruno da Segni (1123), Joaquin da Flora (1202),
libertino da Cásale (1303), Dante Alighieri (1310), Angelo da Chiarino
(1337), Telesforo da Cosenza (1386), Girolamo Savonarola (1497),
Pietro Colonna (1532), Francesco Gregorio (1541), Giacomo Nacchian-
te (1561), Serafino da Fermo (1581).
Partidarios coetáneos (en orden alfabético): Ferdinando Arrivabene,
Giovanni Bolgeni, Gregorio Bordoletto, Giovanni Calepio, Giuseppe Ciu-
ffa. Paolo D'Allegre, Eustachio Degola, Luigi Giudici, Alessandro Pa-
gani, Giuseppe Mazzotti, Luigi Tosi, Benedetto Vejluva, Giovanni Ver-
terá.
La esperanza del segundo advenimiento fué defendida posteriormen-
te en Italia por Bernardino Negroni, Giovanni Pagani y Antonino Cas-
tiglione. Este último, siendo canónigo en Sicilia, fundó en Mazzara
del Vallo, una congregación de mujeres piadosas, denominadas las Vír-
genes de la Expectación, para rogar por el pronto advenimiento de
Cristo. Esa congregación fué fundada en el año 1897, con reglamen-
tos que fueron aprobados por el obispo Quattrocbi y recomendados por
el cardenal Celesia, según consta en la obra de Rohling "En route pour
Sion," París, 1901. Castiglione falleció en el año 1915 y su congrega-
ción tuvo una duración efímera.
Los datos acerca de los partidarios de la fe adventista en Italia,
pueden encontrarse en las notas bibliográficas de la obra ya citada
de Alfred Vaucher, en el suplemento que corresponde a la segunda
edición, año 1943. Y además, en sus ensayos sobre las profecías bí-
blicas, publicados bajo el título de "Lacunziana," vol. I, 1949 y vol. H,
1952.
LA EXPECTATIVA EN EUROPA 203

En Alemania ya se había conocido la esperanza ad-


ventista por medio de los comentarios del profesor Gas-
par Heunisch, entre los que se destacó "La Llave del
Libro de la Revelación," en 1684. Johann Petersen daba
a conocer, en 1692, otra obra sobre el mismo tema:
"La Verdad del Glorioso Reino de Jesucristo, que Debe
Esperarse Cuando Suene la Ultima Trompeta." Un
distinguido profesor de la Universidad de Tubingen pu-
blicó una "Exposición de la Revelación de San Juan,"
en 1740. A medida que se acercaba el término de los
2300 años señalados en el libro del profeta Daniel, co-
menzaron a aparecer publicaciones alusivas. Heinrich
Kleber publicó varios folletos al respecto, uno de los
cuales se titula: "El Fin se Acerca: Probado por la
palabra de Dios, y por los últimos eventos, de una mane-
ra convincente, de tal manera que quite todo prejuicio
contra la espera de nuestro Señor etc.," cuya segunda
edición fué impresa en Stuttgart en 1841, y anunciando
la parusía para 1843 ó 1844.
La esperanza del regreso de Cristo era conocida en
Rusia y hasta en la lejana Tartaria. A un misionero irlan-
dés llegado a Tartaria en el año 1821 se le preguntó:
"¿Cuándo vendrá Cristo por segunda vez?" Como el
predicador quedara confundido por esa pregunta, el
tártaro le contestó con aplomo: "Toda persona que tenga
en su mano una Biblia puede saberlo." Después explicó
que la profecía de los 2.300 años finalizaba en 1844.
En Suecia la gran expectativa asumió la forma de un
movimiento pietista en los años 1842 y 1843, según cons-
ta por la prensa de la época y por el testimonio del Dr. S.
E. Skóldberg. ( 5 )

(5) El Dr. S. E. Skóldberg. médico oficial en la provincia de Jón-


Koping. Suecia. fué testigo ocular de ese movimiento pietista que se
centralizaba en la esperanza del advenimiento de Cristo. Cuando se

204 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


El resurgimiento de la fe adventista en el Antiguo
Mundo precedió al del Nuevo Mundo, si bien es cierto
que algunas de sus figuras destacadas fueron coetáneas.
Por otra parte, hay que recordar que la labor realizada
en Italia por el exégeta chileno Manuel Lacunza repercu-
tió tanto en ese país como en España, en Francia, en In-
glaterra y en todos los países de América Latina.
Algunos expositores europeos adoptaron la hipótesis
presentada en 1826 por William Cunninghame en Esco-
cia, acerca de la posibilidad de que Jesucristo regresara
en majestad en el año 1843. La repercusión que tales
esperanzas tuvieron en Inglaterra, ha sido recordada por
Lord Thomas Macaulay (1800-1859), en la más famo-
sa de sus obras, al decir:"Muchos cristianos creían que
el Mesías establecería pronto un reino sobre la tierra y
que reinaría visiblemente sobre sus habitantes. Si tal
doctrina es o no ortodoxa, no lo averiguaremos aquí. El
conjunto de personas que creyeron en ella fué muy nu-
meroso. Muchos de los que la apoyaban eran personas
distinguidas por su rango, fortuna y talento. Fué pre-
dicada desde los púlpitos tanto de la iglesia de Escocia
como de Inglaterra. Los nobles y los miembros del Par-
lamento escribieron en defensa de ella." "Critical and
Historical Essays," vol. I, págs. 306, 307.
Desde el año 1800 hasta el año 1850, 61 autores se
ocuparon en Europa del tema del regreso de Cristo en las

les prohibió a las personas adultas que predicaran, lo hicieron los ni-
ños de corta edad. Ese médico publicó un trabajo acerca de la pré-
dica de los niños, titulado "Algo acerca de las Voces que Claman,"
relacionado con la expresión de Juan el Bautista. El título completo
de ese trabajo en alemán es el siguiente: "Einiges über die rufenden
Stimmen oder die sogenannte Predigtkrankheit in Smaland in den Jahren
1842 und 1843." La edición alemana lleva un apéndice con el testimo-
nio del obispo J. A. Butsch de Skara. Ese movimiento pietista, así co-
mo el despertar adventista del Antiguo Mundo, han sido estudiados
en forma documentada por el erudito Le Roy Edwin Froom, en la
obra "The Prophetic Faith of Our Fathers," Wáshington, 1946. vol. HE.
LA EXPECTATIVA EN EUROPA 205

obras que publicaron. En ese mismo lapso, 52 escritores


de América se ocuparon de la misma esperanza. Esto
significa que en el curso de la primera mitad del siglo
XIX, 113 autores editaron obras que enfocaban la gran
esperanza de la cristiandad. ( 6 )
Entre los autores que tuvieron gran influencia sobre
los lectores de América del Norte, se destacó William
Davis (1760-1831). Aunque ese autor decía que los
2.300 años profetizados por Daniel finalizarían en 1847,
la mayor parte de los investigadores prefirieron los cál-
culos de otros exégetas que habían señalado el año 1843.
Entre los que aceptaron esta fecha figuraba William Mi-
11er, quien tendría tanta influencia entre sus compatrio-

tas. Miller nació en el año 1782 en Pittsfield, Massachu-


setts. Ingresó en el ejército en 1810, alcanzando el grado
de capitán a raíz de la guerra entre Gran Gretaña y los
Estados Unidos. Al retirarse del ejército, en 1815, se dedi-
có a la vida de agricultor en Low Hampton, estado de
Nueva York, donde se hizo miembro de la Iglesia Bautis-
ta. Impresionado por la lectura de las Sagradas Escritu-
ras y por las publicaciones de Davis en el año 1818, dedicó
varios años al estudio de las profecías de Daniel y del
Apocalipsis.
Sus conclusiones las dió a conocer en forma verbal a
partir de 1823. Invitado a predicar en las iglesias congre-
gacionalistas, bautistas y metodistas de los Estados Uni-
(6) Si se comparan esas cifras con las que se anotaron en otros
capítulos, a partir del siglo XI sepuede notar un aumento extraordi-
nario en el número de autores que se dedicaron a escribir acerca de la
esperanza del regreso de Cristo. Los datos acerca de América, abar-
cando a los autores latinos y sajones, resultan elocuentes: desde 1600
a 1699, 31 autores: desde 1700 a 1799, 34 autores; desde 1800 a 1850, 52
autores. Esto significa que en América hubo 117 investigadores que se
ocuparon de ese tema en el curso de dos siglos y medio, mientras que en
Europa, durante los cinco siglos que van desde el año 1000 hasta el des-
cubrimiento de América, hubo un buen número de personas que escribie-
ron acerca de esa cuestión que fué la gran esperanza de los tiempos apos-
tólicos.
206 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
dos, pasó al Canadá con el mismo propósito. Publicó sus
puntos de vista en año 1836 bajo el titulo de "Eviden-
el
cia a propósito del Segundo Advenimiento de Cristo Ha-
cia 1843."
El primero que aceptó las explicaciones de Miller fué
Chas Fitch. presbiteriano congregacionalista de Cleve-
land. Poco después Josías Litch, pastor metodista de
Filadelfia. se asociaba al movimiento millerista y, hacien-
do una exposición del capítulo noveno del Apocalipsis,
anunció con la debida anticipación que Turquía perdería
su independencia el 11 de agosto de 1840. Esa expli-
cación impresionó mucho a los que se hallaban a la ex-
pectativa, porque, en la fecha indicada por Litch. Turquía
recibía el ultimátum de Mehemet Alí y desde ese día,
el Imperio Otomano perdió su autonomía.
Pronto se unieron al movimiento de Miller algunas
personas destacadas de diversas iglesias que escribieron
en defensa de sus puntos de vista. Entre los congregacio-
na listas se hallaban Silvestre Bliss. de Boston, y Henry
Jones, de la ciudad de Nueva York. Entre los bautistas
que se unieron a ese movimiento, se destacaron el pastor
Natán Whiting. profesor de Brooklyn, y J. B. Cook y Cal-
vin French. de Massachusetts. Los metodistas estuvieron
representados por Apollos Hale, de Havehill; George
Storrs, de Albany, y el Dr. Richard Hutchinson, de Mon-
treal. Entre los activos colaboradores estaba Henry Dana
WaroL episcopal de la ciudad de Nueva York, presidente
de la primera Conferencia General. Desde los primeros
tiempos contó con la colaboración de varios miembros
de la iglesia cristiana, tales como Josuah Himes, de Bos-
ton; el publicista L. D. Fleming, de Portland; Joseph
Marsh, director del periódico '"La Voz de la Verdad," y el
capitán de marina Joseph Bates, de Nueva Bedford, quien
LA EXPECTATIVA EN EUROPA 207

había viajado en varias oportunidades hasta el río de la


Plata.
Para divulgar las explicaciones millerístas se efec-
tuaron grandes concentraciones en las cuales numerosos
predicadores fueron inducidos a aceptar y a divulgar
las profecías referentes al segundo advenimiento. Du-
rante los años 1840 y 1842 se pronunciaren mnrhas con-
ferencias públicas en diversas rfnriarin y se realizaron 16
concentraciones o asambleas generales. Comenzando con
el congreso de Trenton. a fines de 1842. donde se re-
unieron 10.000 personas, se efectuaron 124 reuniones
similares en diversos estados con qoe negaban
hasta 15.000 oyentes.
A medida que se iba acercando el año 1843. Miller
y sus colaboradores iban revisando los cálculos e hicieron
?
notar que el "año judío de 1843' finalizaba el 21 de marzo
de 1844. Nuevas investigaciones pusieron de relieve
el hecho de que el cómputo de los rabinos judíos moder-
nos difería del sistema de la cronología mosaica defendida
por los judíos caraítas.
De ese modo, valiéndose del calendario caraita y de la
cronología de William Hales. Miller señaló que los 2.300
años, que r**mmtFsfo*v% en el último trimestre año
457 antes de Cristo, finalizaban en el día 22 de octubre
de 1844. Asi fué cómo los que se habían chasqueado en
la primavera de 1843. recobraron las esperanzas para
el otoño septentrional de 1S44.

Enrealidad Miller no fué el primero que consideró


el año 1S44 como el punto terminal de los 2.300 años
de la profecía registrada por Daniel. Ese año había
sido señalado con prioridad por cinco expositores euro-
peos. En 1822 John Fry. rector de Desford, T*ir*K4**r L
y autor de varias obras, fue el primero en hacerlo, y otro
208 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
tanto había hecho en 1823 John Brown, publicista lon-
dinense. En términos similares se expresaron Alfred
Addis, de Cambridge, en 1829; el arquitecto Matthew
Habershon, en 1834 y Edward Bickersteth, rector de
Watton, Herts, y secretario de la Sociedad Misionera,
en 1836.
La expectativa durante el año 1844 fué muy grande
en el Antiguo y en el Nuevo Mundo. Sólo en Europa
había 700 clérigos anglicanos y 300 de diversas iglesias
que predicaban la inminencia del regreso de Cristo, se-
gún el testimonio publicado por Mourant Brock en la
obra "Glorificación," editada en 1845. La expectativa
fué muy notable en los Estados Unidos, en el Canadá y
en Méjico, a juzgar por la obra de Gutiérrez de Rozas.
El año 1844 llegó a su fin sin que se cumpliera la
predicción que había proclamado con tanto fervor
William Miller, quien falleció cinco años después. Du-
rante ese lustro los que se habían chasqueado se divi-
dieron en diversos grupos. Algunos mantuvieron imper-
turbable la fe en la promesa del segundo advenimiento
de Cristo; y, aunque seguían convencidos de la exacti-
tud de los cálculos hechos sobre la profecía en cuestión,
admitieron que el error fincaba en el carácter del acon-
tecimiento a realizarse en esa fecha. Otros, fanatizados,
cayeron en la equivocación de ir señalando sucesiva-
mente varias fechas, desde 1845 hasta 1870. Una inmen-
sa mayoría, como había acontecido después de los te-
rrores del año 1000, se entibiaron en su fervor y profe-
saron la fe en el retorno de Cristo en una forma casi
nominal siguiendo la corriente marcada por el exposi-
tor británico Thomas Birks (1810-1883).
Después de los chascos de 1843 y de 1844, y de los
años subsiguientes, que fueron fijados arbitrariamente
LA EXPECTATIVA EN EUROPA 209

por los fanáticos, el tema de la inminencia del retorno


de Cristo en gloria llegó a ser silenciado en diversos am-
bientes. El fervor de algunos no sufrió menoscabo; pe-
ro el temor de otros se había transformado en escepti-
cismo.
Sin embargo, la gran esperanza fundada en las Sa-
gradas Escrituras, corroborada con la magna promesa de
Cristo, tenía todo el énfasis en la culminación de las
profecías del Antiguo y del Nuevo Testamento, y era
todavía la condición indispensable para que se cumplie-
ra el "venga tu reino," repetido en el Padrenuestro por
millones de fieles en todo el mundo.
(

CAPITULO 18

LA REVALORIZACION DE LA GRAN
ESPERANZA

'C'Li ANHELO de una transformación del mundo, cuan-


Li do
-
bien gane la victoria definitiva sobre el mal,
el
motivó la reflexión de los filósofos, provocó las cavila-
ciones de los utopistas y justificó las visiones de los pro-
fetas.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento
reverbera la esperanza del triunfo del bien sobre el mal.
En sus páginas se promete la intervención de la Divi-
nidad en los destinos de la humanidad y la instauración
del reino de Dios entre los seres humanos, previa resu-
rrección de los piadosos de todos los tiempos.
Esa es la gran esperanza que se refleja en las pági-
nas de Isaías cuando el profeta repite la promesa divi-
na: "Os alegraréis, y regocijaréis eternamente en aque-
llas cosas que voy a criar. ."
. Tal fué la visión que
.

estremeció a Daniel cuando vió "entre las nubes del cie-


lo un personaje que parecía hijo de hombre, para
. . .

que el reino, y la potestad, y la magnificencia del reino,


cuanta hay debajo del cielo, sea dada al pueblo de los
santos del Altísimo, cuyo reino es reino sempiterno." x )
Esa fué, también, la esperanza que infundió Jesucris-
to mismo en su prédica sobre el monte de las Olivas
cuando, después de enumerar las señales que precede-
rían a su segundo advenimiento, expresó que todos los

(1) Daniel 7: 13 y 27.


(210)
LA REVALORIZACION DE LA GRAN ESPERANZA 211

pueblos de la tierra 'Verán venir al Hijo del hombre


sobre las nubes resplandecientes del cielo con gran po-
der y majestad." 2 )
La fe adventista languideció en el curso de la his-
toria, cada vez que la cristiandad puso su confianza en
los triunfos materiales. La idea de establecer un reina-
do de Cristo en la tierra por medio de los hombres, ha
podido eclipsar en muchas mentes el esplendor del re-
torno de Cristo como preámbulo de la instauración de
su reino sempiterno; pero no ha podido derrumbar el
firme fundamento de ur* esperanza que se remonta a
las épocas de los patriarcas, de los profetas, de los após-
toles, de los mártires y de los cristianos genuinos de
todos los tiempos.
Indudablemente algunos se chasquearon cuando San
Juan, el menor de los apóstoles, falleció a una edad muy
avanzada, sin que regresara Cristo. En el "Apocalip-
sis," escrito por el mismo apóstol, se indican períodos
proféticos de diversa significación y, algunos autores, ar-
guyendo arbitrariamente acerca del milenio, procuraron
acomodarlo a la esperanza del retorno del Mesías, cau-
sando otro chasco, con el consiguiente descreimiento.
Nuevamente, en 1843 y 1844, tanto en el Antiguo Mun-
do como en el Nuevo, se esperó el advenimiento glorio-
so del Redentor; pero como no sucedió tal cosa, se cum-
plió lo que dijera el apóstol San Pedro respecto a los
burladores: "Vendrán en los últimos tiempos imposto-
res artificiosos, arrastrados por sus propias pasiones, di-
ciendo: ¿Dónde está la promesa o el segundo adveni-
miento de éste?"( 3 )

(2) Evangelio según S. Jíateo 24:30.


(3) Segunda Epístola de S. Pedro 3:3, 4.
(

212 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


Mientras en Europa como en América, hubo quienes
quisieron desprestigiar la gran esperanza del cristianis-
mo porque algunos exégetas se habían equivocado al
interpretar las profecías, otros se dedicaron a la inten-
sa investigación de las Sagradas Escrituras para desen-
trañar el misterio de sus predicciones, principalmente
las que contienen los libros de Daniel y el Apocalipsis.

Aunque las profecías de Daniel, que enfocaban la


historia desde la edad de oro de Babilonia hasta la caí-
da del Imperio Romano, fueron interpretadas fácilmen-
te por todos los cristianos, hubo un velo que ocultó el
sentido de lo que acontecería desde entonces hasta el re-
greso de Cristo. Consta en ese mismo libro inspirado que
esas predicciones no serían inteligibles hasta cierto tiem-
po y para determinadas personas: "Pero tú ¡oh Daniel!
ten guardadas estas palabras, y sella el libro hasta el
tiempo determinado; muchos lo recorrerán, y sacarán
de él mucha doctrina. ... Yo oí esto, mas no lo com-
prendí. Y dije: ¡Oh Señor mío! ¿qué es lo que sucederá
después de estas cosas? Mas él me dijo: Anda, Daniel,
que éstas son cosas recónditas y selladas hasta el tiem-
po determinado. Muchos serán escogidos, y blanquea-
dos, y purificados como por fuego. Los impíos obrarán
impíamente; ninguno de los impíos lo entenderá; mas
los sabios o prudentes lo comprenderán." 4 )
El libro de la "Revelación" contiene en forma de pro-
fecía la historia política y eclesiástica de la humanidad
desde el siglo I de la Era Cristiana hasta el milenio que
se iniciará con el segundo advenimiento de Cristo. El
mismo libro predijo lo que acontecería cuando se abrie-
ra el libro de Daniel. Según el décimo capítulo del "Apo-

(4) Daniel 12: 4, 8-10.


LA REVALORIZACION DE LA GRAN ESPERANZA 213

un momento del cual se podría decir


calipsis," llegaría
"que ya no habrá más tiempo." Pero antes que se cum-
pliera todo lo que Dios "tiene anunciado por sus siervos
los profetas," debía ser abierto un libro: el del profeta
Daniel, del cual se decía en su propio texto que perma-
necería cerrado "hasta el tiempo del cumplimiento."
Mientras se fuese "recorriendo" el libro de Daniel
para sacar de él "mucha doctrina," resultaría, como lo
anuncia San Juan, "dulce como la miel." En efecto, los
que, al calcular la fecha del año 1844 creyeron que en
ese año aparecería Cristo en gloria, para premiar a los
piadosos de todos los tiempos, gustaron la miel de una
esperanza maravillosa, que había sido el gran anhelo
de los mártires y de los cristianos apostólicos. Pero esa
misma predicción apocalíptica indicaba que el anticipa-
do sabor a miel daría luego un gusto "lleno de amar-
gura."
Si bien es cierto que la profecía registrada por Da-
niel, señalaba claramente la fecha cuando Cristo ini-
ciaría su misión pública y la fecha de su crucifixión,
todo lo cual se cumplió con la más exacta precisión,
cuando se refiere a los 2.300 años, que tienen el mismo
comienzo, no indica sino en forma simbólica lo que acon-
tecería al final de los mismos, o sea en el año 1844. En
efecto, sólo dice que después de ese lapso "el santuario se-
rá purificado." ( 5 ) El santuario de Jerusalén había sido
destruido por el pavoroso incendio del año 70, a raíz
del sitio de Tito; por eso diversos intérpretes creyeron
que la purificación del santuario se refería a la purifica-
ción de la tierra mediante el segundo advenimiento de
Cristo. Pero esa dulce esperanza, transformada en amar-

(5) Id., 8: 14.


214 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
go chasco a causa de los primeros intentos de interpre-
tar la parte "sellada" del libro de Daniel, no tenía por
qué eclipsarse definitivamente. La niebla de las inter-
pretaciones erróneas debía ser barrida por los vientos
de nuevas investigaciones, y disipadas por el sol meri-
diano de la Providencia.
Tanto en Europa como en América hubo hombres
sinceros que, a pesar de haber calculado fácilmente el
año 1844, nunca se atrevieron a declarar que ése sería
el año del regreso de Cristo. Por otra parte, los inves-
tigadores serios no dudaban de que el cálculo estaba bien
hecho y que su fundamento era tan firme como la pre-
dicción que señaló la fecha de la crucifixión del Mesías.
Era evidente que la equivocación no radicaba en los
cálculos, fundados en una cronología tan precisa como
los eclipses que le habían servido de base, sino en el
significado que le asignaron. El error no estaba en la
profecía ni en el cálculo que la sincronizaba con la his-
toria en sus comienzos, ni en lo concerniente al primer
advenimiento del Mesías, sino en la conjetura de los
expositores acerca de lo que significaba esa fecha ter-
minal.
El mismo profeta Daniel, después de expresar que los
impíos no lo entenderían, había dicho: "los sabios o
prudentes lo comprenderán." Miles de personas del
Antiguo y del Nuevo Mundo y de las más diversas igle-
sias —católicos, protestantes y adventistas —esperaron
fervorosamente el advenimiento de Cristo entre los años
1843 y 1844; pero después del chasco sufrido, para al-
gunos comenzó a esclarecerse el enigma. En el día que
siguió al chasco del 22 de octubre de 1844, un fervoro-
so creyente llamado Hiram Edson, de Canandaigua, mien-
tras se hallaba en oración, quedó impresionado por la
LA REVALORIZACION DE LA GRAN ESPERANZA 215

idea de que "el santuario que ha de ser purificado está


en el cielo." Aunque la desilusión había cundido entre
muchos, y a otros la idea de Edson les pareció inade-
cuada porque en el cielo no hay nada que sea impuro,
otros meditaron seriamente sobre este asunto.
La joven metodista Elena Gould Harmon (1827-
1915), nacida en Gorham, estado de Maine, y que ha-
bía participado en el despertar adventista, señaló cin-
cuenta textos que aclaraban la intrincada cuestión del
enigmático significado de lo que acontecería a partir del
año 1844. Esa fecha, prefijada por el profeta Daniel
en la más extensa de las profecías que consignó, no mar-
caba el regreso de Cristo: señalaba, bajo el símbolo de
la "purificación del santuario," el comienzo del juicio
investigador para determinar quiénes resucitarán o se-
rán transformados en ocasión de su segundo adveni-
miento. ( 6 )
El año 1844, punto terminal de la profecía de los
2.300 años, no marcaba, por lo tanto, el fin del mundo
sino el comienzo de la actuación especial de Cristo, en
un juicio previo que prepararía la labor galardonadora
y justiciera de su segundo advenimiento. Mientras se
efectuara ese juicio, según el último libro de las Sagra-
das Escrituras, debía realizarse una obra mundial: la
predicación del "Evangelio eterno."
En el mismo libro de "Revelación," al fin del capí-
tulo que anuncia "que ya no habrá más tiempo," se pro-
fetiza también que, después de la "amargura," sería
imperioso cumplir con una labor mundial: "Es necesa-
rio que de nuevo profetices a las naciones y pueblos, y
lenguas, y a muchos reyes." ( 7 )

(6) Véase en el Apéndice el ensayo III, titulado: "Despejando el


Enigma de un Juicio Misterioso."
(7) Apocalipsis 10: 11.
( (

216 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


Aconteció después de los chascos de 1843 y 1844, lo
que había sucedido después de los terrores del año 1000
y las expectativas del año 1033: el temor de muchos
se transformó en escepticismo; se repetía lo de la pa-
rábola de Cristo acerca del siervo que decía: "Mi amo
no viene tan presto." 8 )
La ansiedad del retorno de Cristo, de parte de mu-
chos de sus seguidores en el curso de la historia, los
llevó a veces a esperar su segundo advenimiento en un
tiempo erróneamente fijado. Esa expectativa equívoca
en cuanto al momento de la parusía, no debiera ser, en
realidad,un motivo de escepticismo. A los que, frente
a la corrupción mundana, sentían el anhelo del pronto
advenimiento de Cristo, el apóstol San Pedro les hizo
la siguiente recomendación: "Pero vosotros, queridos
míos, no debéis ignorar una cosa, y es que un día res-
pecto de Dios es como mil años, y mil años como un
día.No retarda, pues, el Señor su promesa, como algu-
nos juzgan, sino que espera con mucha paciencia por
amor de vosotros el venir como juez, no queriendo que
9
ninguno perezca, sino que todos se conviertan." )

Por gran esperanza, lejos de ser desacre-


lo tanto, la
ditada, por causa de los chascos de aquellos que anhe-
laron su cumplimiento en un tiempo dado, debe ser re-
valorizada por su verdadero sentido: Cristo prometió
volver y su promesa se cumplirá a su debido tiempo.
El hecho de que hayan transcurrido tantos siglos sin que
se realice esa gran esperanza, lejos de justificar el es-
cepticismo debiera hacer recordar su validez, fundada
en el amor de Dios y en la promesa de Cristo.

(8) Evangelio según S. Mateo 24:48.


(9) Seaunda Epístola de S. Pedro 3:8. 9.
CAPITULO 19

UNA OBRA FUNDAMENTAL Y DE


ALCANCE MUNDIAL

'UANDO Jesucristo anunció a sus discípulos las se-


^ ñales que precederían a su segundo advenimiento,
les encareció: "Entretanto se predicará este Evangelio
del reino de Dios en todo el mundo, en testimonio para
todas las naciones, y entonces vendrá el fin." i 1 )
Los apóstoles dedicaron todos sus esfuerzos a prego-
nar el El fervor apostólico los llevó a tie-
Evangelio.
rras lejanas. Según
las tradiciones de las antiguas co-
munidades cristianas, además de los apóstoles San Pe-
dro, San Juan y San Pablo, cuyas labores se destacaron
en Palestina, Asia Menor y hasta en Europa, y de los
dos Jacobos que perecieron en Jerusalén, los demás
apóstoles llevaron el Evangelio a otras regiones. An-
drés estuvo en Escitia y Tracia; Bartolomé en Armenia,
Licaonia y la India; Felipe, en Frigia; Judas Tadeo en
Persia; Matías en Etiopía; Simón el Celador en Egip-
to; Tomás en la India.
Dentro del siglo apostólico se efectuó una labor ex-
traordinaria en el sentido de cumplir a la brevedad po-
sible con el mandato de Cristo; pero quedaban, no obs-
tante, muchos países sin haber conocido el mensaje
evangélico. Durante los dos siglos subsiguientes el cris-
tianismo llegó a ser conocido por los pueblos bárbaros

(1) Evangelio legún S. Mateo 34:14.

(217)
14—D L. de una G. X.
(

218 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


y penetró más profundamente en el Oriente. Los discí-
pulos recordaban que en la última conversación, Jesús
les había recomendado que fuesen testigos del Evange-
lio "en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaría, y hasta
el cabo del mundo." 2 )

Es un hecho evidente que la misión de predicar el


Evangelio a todos los pueblos de la tierra, no se cumplió
durante el siglo apostólico, ni durante los dos siglos si-
guientes, que fueron de terribles persecuciones. Trans-
currirían muchos siglos hasta que la prédica cristiana
llegara a la China, al Japón, a las diversas regiones de
Africa, de América y de Australia, y a los archipiélagos
de Oceanía. Por otra parte, el problema de la prédica
cristiana llegó a ser más difícil en muchas regiones del
planeta desde el siglo VII, cuando el mahometismo fué
penetrando de un país a otro.
Para que el Evangelio llegara hasta los lugares más
recónditos del planeta era necesario que se entrara en
la edad de los grandes descubrimientos geográficos, que
fué acompañada por la impresión de la Santa Biblia.
Además había que romper la actitud xenófoba de di-
versos pueblos que se mantenían aislados. China no
admitió a los extranjeros sino a partir del año 1842, per-
mitiendo que se establecieran solamente en cinco puer-
tos. En el año 1843 todavía se condenaba a muerte a
los mahometanos que se hacían cristianos; pero al año
siguiente se hicieron diversas concesiones en favor de
la libertad religiosa. En el año 1844 Johann Ludwig
Krapf desembarcaba en Mombasa y se internaba en ese
país del Africa Oriental, anticipándose en menos de una
década a David Livingstone, quien llegó al corazón del

(2) Los Hechos de los Apóstoles 1:8.


UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 219

llamado "continente oscuro." Aun cuando Francisco


Javier había entrado en el Japón en el año 1549, el an-
tagonismo contra todo lo foráneo llegó a límites insos-
pechados; pero en el año 1854 se abrían las puertas xe-
nófobas de ese país, y ello facilitó la predicación del
Evangelio.
Nada tiene de sorprendente el hecho de que, en tor-
no del año 1844, marcado por las profecías bíblicas, se
iniciara una nueva etapa en la predicación del mensaje
cristiano entre los pueblos musulmanes y entre las más
diversas religiones orientales y africanas, así como en-
tre los aborígenes de América y Oceanía. Pero el Evan-
gelio debía divulgarse también entre los países llama-
dos cristianos, que paulatinamente habían perdido la
fe en la bendita esperanza apostólica del segundo adve-
nimiento de Cristo. Para esto contribuyeron eficazmen-
te los movimientos de alfabetización y los diversos me-
dios de comunicación, tales como la telegrafía, la te-
lefonía, la radiotelefonía, la cinematografía parlante y
hasta la televisión.
Jesús comisionó a sus discípulos para que pregona-
ran el Evangelio en todas las naciones impartiendo sus
enseñanzas en forma integral: "A mí se me ha dado to-
da potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, e instruid
a todas las naciones en el camino de la salud, bautizán-
dolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles a observar todos las cosas que yo
os he mandado." 3
)

El übro de la Revelación no solamente expresa que


llegaría un momento para pregonar el Evangelio "a las
naciones y pueblos, y lenguas, y a muchos reyes" sino

(3) Evangelio según S. Mateo 28: 18-20.


(

220 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


que, simbolizando esa labor por el vuelo de un ángel,
describe que éste estaba "llevando el Evangelio eterno,
para predicarlo a los moradores de la tierra, a todas las
naciones, y tribus, y lenguas y pueblos, diciendo a gran-
des voces: Temed al Señor, y honradle, o dadle gloria,
porque venida es la hora de su juicio; y adorad a aquel
que hizo el cielo, y la tierra, y el mar y las fuentes de
4
las aguas." )

El "Evangelio eterno" es, ciertamente, el Evangelio


que predicó Jesucristo y que repitieron los apóstoles; es
el Evangelio exento de toda adición o de toda sustrac-
ción a sus doctrinas. Predicar el Evangelio tal como ha-
bía sido conocido en los días de Jesús y de los apóstoles,
implicaría una restauración de sentido apostólico si, de

algún modo, en el curso de los siglos transcurridos se


hubiesen mutilado o añadido ideas que no armoniza-
ran con las enseñanzas primigenias. Implicaría, también
dar el merecido énfasis al gran tema del juicio y el de-
bido culto al Creador. ¿Puede decirse que esas tres ca-
racterísticas de la predicación que precedería al segun-
do advenimiento de Cristo se están cumpliendo?
El "Evangelio," es decir, la "buena nueva," es en
su esencia el mensaje de salvación por medio del Reden-
tor; es la extraordinaria noticia de que el Mesías o
Cristo se humanó como Jesús o Salvador, para pagar la
deuda contraída por el hombre por su pecaminosa re-
belión; es la declaración de amnistía del Padre respecto
a todos aquellos que aceptan la mediación del Hijo, sien-
do que "fuera de él no hay que buscar la salvación en
ningún otro. Pues no se ha dado a los hombres otro

(4) Apocalipsis 14:6, 7.


UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 221

Nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvar-


nos." ( 5 )
Aunque Evangelio implica, ciertamente, el perdón
el
del pecado, o violación de laLey de Dios, no es un man-
to para cubrir cualquier forma consuetudinaria de des-
obediencia a los divinos mandamientos. Toda forma de
presentar la "buena nueva" omitiendo o eludiendo el
espíritu de cualquiera de los mandamientos del Decá-
logo, menoscaba en cierto grado la integridad del "Evan-
gelio eterno," pues éste implica la más completa adhe-
sión a la voluntad de Dios, cuyos mandamientos son
inmutables. Si bien es cierto que la obediencia del De-
cálogo no salva a nadie, el cristiano que acepta el plan
de salvación no puede menos que disponerse a obedecer
esos mandamientos, porque Jesucristo los magnificó en
su orientador Sermón de la Montaña, tanto en su sen-
tido como en su aplicación, mostrando el carácter pro-
fundamente espiritual de sus preceptos. El "Evangelio
eterno" funda su validez en Cristo como el Salvador
del pecador; pero denuncia al pecado como violación de
la Ley de Dios, cuyos diez mandamientos serán la norma
del juicio divino.
En el mismo sermón donde Jesús proclamó las bien-
aventuranzas, ocupóse de la importancia de los manda-
mientos divinos, al expresar: "Con toda verdad os digo
que antes faltarán el cielo y la tierra, que deje de cum-
plirse perfectamente cuanto contiene la ley, hasta una
jota o ápice de ella.Y así, el que violare uno de estos
mandamientos, por mínimos que parezcan, y enseñare
a los hombres a hacer lo mismo, será tenido por el más
pequeño, estp es, por nulo, en el reino de los cielos;

(5) Los Hechos de los Apóstoles 4: 12.


(

222 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


pero el que los guardare y enseñare, ése será tenido
por grande en el reino de los cielos." 6 )
Las opiniones particulares y hasta la misma jurispru-
dencia pueden establecer gradaciones y distinciones res-
pecto a la gravedad social de los diversos pecados o de-
litos contra los individuos o en contra de las buenas cos-
tumbres; pero la cuestión de los preceptos divinos pe-
netra tan profundamente en el terreno de la concien-
cia que, desde el momento que se le reconoce origen di-
vino al Decálogo, no se puede entrar a jerarquizar los
mandamientos o a establecer la mayor importancia de
un precepto con relación a los demás. Todos ellos son
la expresión sabia e inmutable del carácter y de la vo-
luntad del Creador. La simple enumeración de los diez
mandamientos de la Ley de Dios, tal como aparecen en
la "Sagrada Biblia," traducida de la Vulgata por el
obispo Félix Torres Amat, pone en evidencia cuáles son
los fundamentos inamovibles de la conducta del hombre
hacia Dios y hacia sus semejantes:
"No tendrás otros dioses delante de mí."
"No harás para ti imagen de escultura, ni figura al-
guna de las cosas que hay arriba en el cielo ni abajo
en la tierra, ni de las que hay en las aguas debajo de la
tierra. No las adorarás ni rendirás culto. Yo soy el
Señor Dios tuyo, el fuerte, el celoso, que castigo la mal-
dad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación, de aquellos, digo, que me aborrecen; y que
uso de misericordia hasta millares de generaciones con
los que me aman y guardan mis mandamientos."
"No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios:
porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en
vano el nombre del Señor Dios suyo."

(6) Evangelio según S. Mateo 5: 18, 19.


UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 223

"Acuérdate de santificar el día de sábado. Los seis


días trabajarás, y harás todas tus labores: mas el día
séptimo es sábado, o fiesta del Señor Dios tuyo. Ningún
trabajo harás en él, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu cria-
do, ni tu criada, ni tus bestias de carga, ni el extranjero
que habita dentro de tus puertas, o poblaciones. Por
cuanto el Señor en seis días hizo el cielo, la tierra, y
el mar, y todas las cosas que hay en ellos, y descansó en
el día séptimo: por esto bendijo el Señor el día de sá-
bado, y le santificó."

"Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas lar-


gos años sobre la tierra que te ha de dar el Señor Dios
tuyo."
"No matarás."
"No fornicarás."
"No hurtarás."
"No levantarás falso testimonio contra tu prójimo."
"No codiciarás la casa de tu prójimo; ni desearás su
mujer, ni esclavo, ni esclava, ni buey, ni asno, ni cosa
alguna de las que le pertenecen." ( 7 )
Siendo el Decálogo la norma del juicio, constituye un
padrón de la conducta humana, padrón que, desde el pun-
to de vista de la Divinidad, es perfecto e inmutable, aun-
que las costumbres vayan cambiando y aunque haya
quienes pretendan atenuar o eludir el sentido de algu-
nos de los mandamientos. Jesucristo comentó el Decá-
logo, con el propósito de devolverle la verdadera esencia
que le había restado el legalismo de los fariseos, quienes
exageraban la importancia de la letra en perjuicio del
sentido espiritual de la misma. Por esa razón, al co-

(7) Exodo 20:3-17. Versión de Félix Torres Amat, con autoriza-


ción eclesiástica.
(

224 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


mentar los mandamientos del Decálogo, demostró que el
precepto "No matarás" abarca mucho más que el homi-
cidio expresado por la letra en forma tan lacónica. Hizo
lo propio con otro precepto: "Habéis oído que se dijo
a vuestros mayores: No cometerás adulterio: yo os digo
más; cualquiera que mirare a una mujer con mal deseo
hacia ella, ya adulteró en su corazón." ( 8 )
El cristianismo apostólico reconoció el profundo sen-
tido espiritual de los diez mandamientos de la Ley de
Dios. Para no caer en el legalismo, siendo que nadie se
salva por méritos propios, los cristianos no fundaron su
obediencia en el deseo de autojustificación farisaica, sino
en el amor inspirado por Cristo mismo, quien dijo: "Si
me amáis, observad mis mandamientos." 9 )
La simple lectura de los diez mandamientos de la Ley
de Dios pone de manifiesto el hecho de que, en términos
generales, la cristiandad de nuestra época se ha apar-
tado de la actitud asumida por los cristianos en el curso
del siglo apostólico, según lo referido brevemente en el
capítulo titulado "Los Defensores de las Tradiciones
Apostólicas." Pero la predicción apocalíptica según la
cual, antes del regreso de Cristo en gloria, se anunciaría
en todo el mundo el "Evangelio eterno," implica que ha-
bría de restaurarse la predicación a su pureza original.
Por consiguiente, la práctica del Evangelio integral se-
ría una característica de los cristianos de los últimos
días, según se desprende de la expresión del apóstol San
Juan, al decir que Cristo, en su advenimiento, se encon-
trará con los redimidos, quienes tendrán "la paciencia de

(8) Evangelio según S. Mateo 5:27, 28.


(9) Evangelio según S. Juan 14: 15.
UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 225

los santos, que guardan los mandamientos de Dios y la


fe de Jesús." ( 10 )
Si la misma revelación establece que se predicaría
el •'Evangelio eterno" antes que Cristo regresara y que,
en ocasión de su majestuoso advenimiento se encontra-
ría con los que "guardan los mandamientos de Dios y la
fe de Jesús," resulta obvio que se refiere a los cristianos
que pregonan el puro evangelio apostólico y que, como
tales, respetan todos y cada uno de los mandamientos,
como la expresión de la voluntad de la Divinidad, al
mismo tiempo que profesan una fe profunda y genuina
en Jesucristo.
Entre todos los mandamientos del Decálogo original,
uno de los más pisoteados por la humanidad es el que
se refiere a la observancia del séptimo día, como consa-
grado y establecido desde la creación como día de re-
poso o sábado, y que se seguirá santificando cuando se
establezca el Reino de Dios. En efecto, millones de
seres humanos dedican al culto el primer día de la se-
mana, siguiendo tradiciones que no se remontan al siglo
apostólico, mientras los vishnuítas rinden homenaje al lu-
nes, los gandistas al jueves, los musulmanes convocan
sus reuniones en viernes y los bahais, rompiendo el ci-
clo semanal, dedican al culto cada décimoctavo día.
La observancia del sábado, como día sagrado de re-
poso, como ya lo hemos visto en el capítulo sexto, se
remonta a los tiempos más antiguos de la historia, a
una época anterior a la existencia del pueblo judío, que
fué celoso en guardarlo. Tanto Jesucristo como los após-
toles, sábado con su prédica y su ejemplo.
respetaron el

Asimismo la bienaventurada Virgen María y otras mu-


jeres de Galilea, "durante el sábado se mantuvieron quie-

(10) A; 14: ía.


226 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
tas según el mandamiento de la ley."( n ) Durante los
siglos que precedieron a la actuación del emperador
Constantino el Grande, autor del primer edicto de obser-
vancia dominical, el sábado fué el día de reposo de los
cristianos. Luego, se introdujo paulatinamente el reposo
adicional en el día domingo, conocido como el "día del
Sol" y que lleva hasta la actualidad ese nombre tanto en
alemán como en inglés. A la observancia de los dos días
siguió posteriormente el abandono casi sistemático del
sábado; pero siempre hubo sectores de la cristiandad que
no claudicaron en la observancia de ese mandamiento del
Decálogo que prescribe en forma específica el reposo
en el séptimo día, bendecido y santificado por la Di-
vinidad desde la creación.
Las resoluciones adoptadas por los concilios ponen
en evidencia que la observancia del sábado de parte de
diversas congregaciones cristianas prosiguió después del
año 1000. En los medios católico-romanos de la Edad
Media hubo autores que justificaron la observancia del
sábado, aunque yuxtapuesta a la del domingo. Esa prác-
tica fué defendida en el año 1296 por Guillermo Du-
rando de Mende, recurriendo a cinco motivos que ex-
puso en su célebre obra titulada "Rationale Divinorum
Officiorum." Siguiendo el mismo criterio, el "Brevia-
rio" publicado en Roma en 1569, señaló que en ocasión
de la dedicación de las iglesias era obligatorio el "Offi-
cium Sanctae Mariae in Sabbato." En el siglo XVII el
monje premonstratense Agustín Wickmans, de la abadía
de Tongerloo, dió el título de "Sabbatismus Marianus,"
a una obra que dedicó a la defensa de la observancia
religiosa del sábado, porque el día había sido honrado
por la Virgen María.

(11) Evangelio según S. Lucas 23:56.


UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 227

Entre las antiguas iglesias cristianas independientes


de la de Roma, se continuó la práctica de dedicar al
culto el séptimo día de la semana, tal como lo habían
aprendido en los días apostólicos. Cuando el célebre
predicador navarro Francisco Javier llegó a la India,
le escribió al papa Juan III desde Goa, el 10 de noviem-
bre de 1545, informándole que los cristianos de esa re-
gión santificaban el sábado.
Los cristianos jacobitas, así llamados porque pre-
tenden haber recibido el Evangelio mediante la predi-
cación del apóstol Jacobo y que se diseminaron desde
Mesopotamia hasta la India, siguieron santificando ese
día de reposo en pleno siglo XVIII, según consta en la
"Historia Jacobitorum," publicada por J. Adbucano en
el año 1740.

Cuando Don Manuel, rey de Portugal, envió en 1520


el primer embajador a Etiopía, y con él a su capellán
Francisco Alvarez, éste publicó pocos meses después
su "Historia de Etiopía," en la que destacó los moti-
vos que alegaban los cristianos de ese país para santi-
ficar el sábado al par que ignoraban el descanso do-
minical. Nuevos e interesantes informes fueron pro-
porcionados en el mismo sentido por Balthasar Téllez en
su "Historia de Etiopía" (1559), y por Juan Placen-
tius. en su obra "De Rebus Ethiopicis" (1573), así como
por los numerosos sacerdotes católico-romanos enviados
a diversas regiones de Abisinia, adonde el cristianismo
había sido llevado en los días apostólicos por el gober-
nador de la reina Candace, adoctrinado en Palestina
por el evangelista Felipe.
En Europa hubo grupos de cristianos sabatistas en
Alemania, Bohemia, Escocia, Francia, Finlandia, Ho-
228 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
landa, Italia, Inglaterra, Moravia, Noruega, Polonia, Ru-
sia, Suecia, Silesia y Transilvania. Entre los escritores

que destacaron la validez del precepto del Decálogo


acerca de la observancia del séptimo día, frente a los
que argüían que era lo mismo santificar cualquiera de
los siete, se hallaba John Milton. El afamado autor de
"El Paraíso Perdido," escribió: "Es imposible atribuir
semejante sentido a las palabras del mandamiento; ya
que su razón originaria fué que sirviera de monumento
recordatorio de que Dios había descansado de la crea-
ción del mundo, razón que no puede ser transferida del
séptimo día al primero; ni tampoco se puede sustituir
otro motivo en su lugar, ya sea la resurrección de nues-
tro Salvador o cualquier otro, sin la sanción de un man-
damiento divino." (
12
) Más explícito fué Milton en un
manuscrito, al decir: "Si nosotros, que obedecemos el
Evangelio, hemos de regular el tiempo de nuestra ado-
ración pública por las prescripciones del Decálogo, nos
será ciertamente mucho más seguro observar el sépti-
mo conforme al mandamiento de Dios, que adoptar
día,
el primero bajo la autoridad de meras conjeturas hu-
manas." ( 13 ) Ese manuscrito permaneció inédito por-
que en la Inglaterra protestante hubo una fuerte co-
rriente para desarraigar la observancia tradicional del
sábado y suplantarla mediante el riguroso descanso do-
14
minical. ( )

(12) "Prose Works," editadas por Bohn, págs. 70, 71.

(13) Citado por Cox en "Sabbath Literature," tomo II, pág. 54.

(14) Tanto en Escocia septentrional, donde había predicado Co-


lombano, como en la primitiva iglesia de Irlanda, se santificaba el
sábado. La resistencia en romper esa práctica tradicional dió por re-
sultado observancia coetánea del sábado y del domingo, que ha
la
dejado como saldo el "sábado inglés." Esa expresión es tan inadecuada
cerno la de "sábado judio," empleada por otros autores, porque ese
UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 229

El clima de intolerancia que se puso de manifiesto


en algunos países europeos obligó al eminente bautista
Roger Williams a emigrar de Europa a América del
Norte, estableciéndose en el año 1636 en la región que
sería luego conocida por el nombre de Rhode Island.
Cuando que no guar-
llegó de Inglaterra la acusación de
daba el domingo como "el día de reposo," este gran
defensor de la libertad de cultos contestó: "Sabéis que
vosotros mismos no guardáis el día de reposo, el cual
es el séptimo día." (
15
) Uno de los primeros cristianos
sabatistas del cual se tenga noticia al Nuevo
que llegara
Mundo, fué Esteban Munford, quien se estableció en
Nueva Inglaterra en 1664, donde fundó siete años des-
pués, la primera iglesia bautista sabatista de América.
Otro grupo de cristianos sabatistas que se estableció
en el Nuevo Mundo, fué el integrado por los que si-
guieron al Conde Nicolaus von Zinzendorf, obispo de
la iglesia de Moravia. Consta lo siguiente, según el testi-
monio de su sucesor, el obispo A. G. Spangenberg, quien
visitó a los moravos de Pensilvania en el año 1741: "Co-
mo circunstancia especial se ha de notar que él resolvió
con la iglesia de Bethlehem, celebrar el séptimo día

día de reposo es tan antiguo como la humanidad y fué el verdadero


día del culto en la época de Cristo y de sus apóstoles.
En Inglaterra hubo algunos eminentes defensores del mandamiento
sagrado que prescribe la observancia del sábado. Entre los más cons-
picuos figuran Peter Chamberlen, médico ordinario de tres reyes y
reinas inglesas. Jaime y Ana. Carlos I y María, Carlos II y Catalina.
Además de John Traske y John James, que fueron condenados por
los anglicanos, pasaron a las filas de los cristianos sabatistas Frank
Bampfield, canónigo de la catedral anglicana de Exéter y su hermano
Thomas Bampfield, presidente de la Cámara del Parlamento en los
días de Cromwell. Hacia el año 1670, según consta por el testimonio
de Edward Stennet, debido a las persecuciones se habían reducido a
diez las iglesias de los cristianos sabatistas en Inglaterra.
(15) "Letter of Roger Williams," tomo VT, pág. 346, de la colección
Marragansett Club Publications.
230 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
como día de reposo. El asunto fué estudiado previa-
mente en todos sus detalles por el consistorio de la igle-
sia,considerándose todas las razones en pro y en contra
de y entonces se llegó al acuerdo unánime de ob-
ello,
servar sabáticamente aquel día. ... Ya desde hacía
mucho, tenía el conde en especial honor al séptimo día
de la semana. Pero en cuanto a él mismo con su
. . .

familia, se adhirió firmemente a la antes mencionada


práctica hasta su muerte." ( 1G )
En América del Sur, como ha sido considerado opor-
tunamente, la cuestión de la observancia del sábado
como día de reposo no tuvo origen foráneo. Francisco
Ramos Mejía (1773-1828) descubrió la importancia de
ese precepto casi olvidado del Decálogo, mediante la
lectura directa de un ejemplar de la Santa Biblia en
latín, o Vulgata, pues dominaba esa lengua clásica gra-
cias a los estudios realizados en los días de su infan-
cia en Buenos Aires, y durante su juventud en el Alto
Perú. Ramos Mejía, por lo tanto, fué un precursor de
la fe cristiana adventista en América Latina, siendo que
dió a conocer públicamente su fe en el segundo adveni-
miento de Cristo y su observancia cristiana de los diez
mandamientos de la Ley de Dios, mediante la publica-
ción del trabajo que fué editado en Buenos Aires en el
año 1820, bajo el título de "Evangelio de que da cuenta
ante la Nación el Ciudadano Francisco Ramos Mexía."
Aunque la observancia del sábado fué practicada por
diversas iglesias y grupos cristianos en el curso de todos
los siglos desde los días de Cristo, después del Concilio
de Nicea no llegó a representar un movimiento mundial

(16) "Leben des Grafen Zinzendorf," tomo V, páginas 1421. 1422.


1437.
UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 231

hasta que se organizó la Iglesia Adventista del Séptimo


Día, como federación de iglesias cristianas que practican
la fe apostólica en forma integral.
El chasco sufrido durante el año 1844 marcó el re-

torno a las respectivas iglesias todas las cuales obser-

vaban el día domingo de la mayor parte de los cre-
yentes de Europa, Asia y América, que habían gustado
de la dulce esperanza del inmediato regreso de Cristo
en gloria. Sólo los que entendieron que, lejos de haber
llegado el fin del mundo, se iniciaba la etapa final de la
predicación del "Evangelio eterno," miraron la fe ad-
ventista con redoblado fervor y aceptaron la misión de
realizar una obra de alcance mundial. El regreso de
Cristo estaba, en cierto modo, condicionado al cum-
plimiento de ese deber hacia la humanidad, según lo
expresó el Maestro en su inolvidable discurso profético.
Entre los que se unieron al pregón millerista que
precedió al año 1844 sólo unos pocos eran observadores
del sábado como día de reposo. Miller mismo no adoptó
esa prática apostólica y fallecióen el año 1849 sin haber
santificado un solo sábado. Por esta razón resulta im-
propio señalarlo como un adventista del séptimo día, se-
gún suelen expresarlo algunos artículos periodísticos po-
pulares por desconocimiento de los hechos.
El adventista James A. Begg (1800-1868^, practicó
en Escocia la observancia del séptimo día en armonía
con el Decálogo. Esto acontecía en 1832, pero los artí-
culos que remitió a las revistas de Gran Bretaña y de
América no tuvieron aceptación, aunque la santificación
del sábado era practicada por muchos cristianos de
Europa desde tiempo inmemorial, y en América del
Norte desde la colonización.
232 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Entre los sabatistas del Nuevo Mundo figuraba Raquel
Oakes Preston, de Washington, N. H., quien respetaba
fielmente ese precepto desde 1837, prosiguiendo con esa
práctica al unirse a las filas adventistas en 1841. Igual
comportamiento observó T. M. Preble, de East Weare,
N. H., desde el verano de 1844. Mediante las publica-
ciones que hizo circular, este asunto fué estudiado, dis-
cutido y adoptado por numerosas personas. Los debates
en torno del tema del día cristiano de reposo se prolon-
garon durante varias décadas. ( 1T )
El primer adventista de quien se sepa que haya ob-
servado el sábado en América fué Francisco Ramos
Mejía (1773-1828). El doctor Clemente Ricci, de la
Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, siempre

(17) Siendo arzobispo de Baltimore, James Gibbons publicó, en


1876, la obra titulada "La Fe de Nuestros Padres," en la que, al tra-
tar la cuestión del descanso dominical, declara lo siguiente "Podéis leer
:

la Biblia desde el Génesis hasta la Revelación, y no encontraréis una


sola línea que autorice la santificación del Domingo. Las Escrituras
hablan de la observancia religiosa del sábado, día que jamás santifi-
camos," pág. 98 (versión castellana, traducida de la vigésimocuarta
edición inglesa, Nueva York, 1928).
Posteriormente, el cardenal Gibbons escribió un elogioso prefacio
a la obra "El Buzón de las Cuestiones," escrita por Bertrand L. Conway,
de la congregación paulista, quien expresa: "¿Por qué los Protestantes
aceptan las Escrituras como inspiradas? ¿Por qué guardan el primer
día de la semana en vez del séptimo? ... Si la Biblia es la única guía
para los Cristianos, entonces los 'Adventistas del Séptimo Día" tienen
razón en observar el sábado como los Judíos." (Págs. 86, 283, versión
castellana de Martín Blanco García O. S. A., Nueva York, 1910.)
Al pie de la página donde aparece el último párrafo citado, hay
una nota explicativa que dice "Los Adventistas son una secta que
:

defiende que la venida de Cristo está cerca, y que el Día del Se-
ñoi es el séptimo día de la semana." (Id., pág. 283.) No apare-
cen los párrafos precitados ni la nota en la edición que se publicó
en Madrid, en 1940, bajo el título de "Buzón de Preguntas-Objecio-
nes Contra la Religión más Corriente en Nuestros Días."
Otra obra muy difundida en América y que enfoca esta misma
cuestión es la de Monseñor Segur, quien manifiesta: "Es curioso re-
cordar con este motivo, que la observancia del domingo, que es todo el
culto del protestantismo, no solamente no reposa sobre la Biblia, sino
que está en contradicción visible con la letra de la Biblia, que pres-
cribe el reposo del sábado." (Subrayado en el texto, según la ver-
sión castellana, traducida de la XlIIa. edición francesa, por orden del
arzobispo Dr. Mariano Casanove, Santiago de Chile, 1902, pág. 186.)
UNA OBRA DE ALCANCE MUNDIAL 233

creyó que este patricio había practicado el culto cris-


tiano en esa forma apostólica desde antes de su boda
en año 1804.
el
Aunque el ejemplo dado por Francisco Ramos Mejía
respecto a la observancia de todos los mandamientos
del Decálogo, tanto en Buenos Aires como cerca de
Maipú, fué imitado por otras personas cuyas convic-
ciones se fundaron en la lectura de las Sagradas Es-
crituras, todavía no se ha podido documentar hasta cuán-
do se continuó esa práctica religiosa. No obstante, se
sabe que el mensaje adventista era conocido en la Ar-
gentina en 1886, cuando llegaron a las manos de Pedro
Peverini y de su familia, las publicaciones que se le en-
viaron desde Italia, y que el nombrado aceptó esa fe en
el año 1889. Poco después, la familia de Julio Dupertuis,
de Santa Fe, recibía de Suiza la revista Les Signes des
Temps y procedía en consonancia con la esperanza que
se reflejaba en sus páginas. En 1890 Jorge Riffel re-
gresaba a la Argentina para dar a conocer su esperanza
adventista a sus vecinos de Entre Ríos. En 1891 se daba
a conocer la misma fe en las islas Malvinas.
Lo que aconteció en la Argentina, sucedió en cierto
modo en otros países. La fe adventista llegó al Brasil
en el año 1878, mediante una familia que llegó de Ale-
mania. En Chile fué conocida en 1891, cuando ese men-
saje llegaba a Punta Arenas. El fervor apostólico que
brilló en la antorcha de la Iglesia Adventista pasó rá-
pidamente de un país a otro, alumbrando las huellas de
los precursores y defensores de la gran esperanza. ( 18 )

(18)Durante el siglo XIX, la obra de la Iglesia Adventista inicióse


en lossiguientes países de América: Brasil, 1878; Haití. 1879; Hon-
duras, 1885; Antillas Menores. 1883; Argentina, 1889; Chile, 1891; Ja-
maica. 1891; México, 1891; Uruguay, 1892; Guayanas, 1893; Trinidad,
1894; Colombia. 1895; Paraguay, 1898; Guatemala, 1899; Nicaragua, 1899;
Perú, 1899. Pueden obtenerse informaciones complementarias en las
15 —D. L. de una G. E.
234 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
siguientes obras: "El Movimiento Adventista," Marcelo I. Fayard, Bue-
nos Aires, 1922; "Reseña de los Comienzos de la Obra en Sudamérica,"
E. H. Meyers, Buenos Aires, "E! Gran Movimiento Adventista," Erna E. de
Howel, Buenos Aires; "El Evangelio al Mundo Entero," Gladys Robinson
de Stearns, Buenos Aires, 1935. El primer periódico adventista de
América Latina, fué publicado en Buenos Aires, en el año 1897 bajo el
título de El Faro. Posteriormente se editaron La Verdad Presente, Las
Señales de los Tiempos y El Atalaya, y en otros países. El Centinela.
CAPITULO 20

CONTRIBUCIONES A LA REALIZACION
DE LA MAGNA ESPERANZA

NO de los episodios admirables de la historia con-


^ en el espíritu de sacrificio manifestado por
siste
los primeros cristianos. Los seguidores de la fe pro-
clamada por Jesucristo, aquellos que formaban parte
de la Iglesia madre de Jerusalén, quisieron que el Evan-
gelio llegara en poco tiempo a todos los pueblos y, por
esa razón, ofrecieron a los apóstoles todos sus bienes
para contribuir eficazmente al pregón del mensaje de
esperanza y salvación para la humanidad.
Cuando llegó el momento profetizado en el Apoca-
lipsispara pregonar a todos los pueblos de la tierra el
"Evangelio eterno" anunciando la fe de Cristo y la ob-
servancia de los divinos mandamientos del Decálogo,
resurgió el mismo espíritu de abnegación que se había
manifestado en los días apostólicos. Es que la fe ad-
ventista es una fe dinámica. Así la entendió el após-
tol San Pedro, expresando que no solamente hay que
"esperar" el advenimiento de Cristo, sino que hay que
"apresurar" la obra que debe ser realizada antes de su
glorioso regreso para establecer "cielos nuevos y tierra
nueva en los cuales mora la justicia."
Entre los hombres abnegados que se pusieron al ser-
vicio de la gran obra mundial, se destacó Joseph Bates.
Nació en Nueva Bedford, Massachusetts, el 8 de noviem-
bre de 1792 y, deseoso de ser un marino, se embarcó como

(235)
236 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
grumete en 1807. Después de haber viajado varios años,
fué obligado a embarcarse en Inglaterra en un navio
de la marina al estallar la guerra con Francia. Durante
dos años actuó en la marina británica, hasta que, al
declararse la guerra entre Inglaterra y sus colonias en
América, fué hecho prisionero de guerra. Después de
permanecer casi tres años en esa triste condición, reco-
bró la libertad y llegó a poseer un velero con el cual
navegó por los siete mares. En varias oportunidades es-
tuvo en las costas de América del Sur. Fué en el Bra-
sil donde se convirtió, abandonando su vida indiferente
en materia religiosa.
En diversas ocasiones el capitán Bates visitó el Río
de la Plata, donde pudo haber conocido a Ramos Mejía,
siendo que su último viaje lo realizó en el año 1828. No
hay pruebas de que así haya acontecido. Se sabe, por
otra parte, que adoptó primeramente las ideas adven-
tistas de William iMiller y que en 1845 comenzó a san-
tificar el sábado después de haber analizado a la luz
de las Sagradas Escrituras lo que T. M. Preble había
escrito al respecto. Sus convicciones llegaron a ser tan
profundas que dedicó todos sus ahorros y vendió en
11.000 dólares su barco para dedicar esos recursos en
favor de la proclamación del "Evangelio eterno." No
solamente contribuyó con sus medios, sino que dedicó
todo su tiempo a pregonar el Evangelio a viva voz y
por escrito, siendo autor de diversos trabajos que edi-
tó a partir del año 1846. í 1 )

primer folleto del capitán Bates fué "The Opening Heavens."


(1) El
(New Bedford. 1846K en el que relacionó las Sagradas Escrituras con
los descubrimientos de la astronomía. Durante el mes de agosto de
ese mismo año publicó su trabajo "The Seventh Day Sabbath a Perpe-
tual Sign." donde, haciendo referencia a su cambio de actitud respecto
al día de culto, se expresa: "Mis amigos y vecinos, y especialmente mi
familia, saben que por más de veinte años he procurado guardar estric-
tamente el primer día de la semana como día de reposo, y puedo
CONTRIBUCION A LA REALIZACION 237

El capitán Bates no fué el único que se dedicó a la


predicación del "Evangelio eterno" hasta su muerte,
acaecida en 1872. Otro tanto hicieron James White
(1821-1881), maestro de escuela de la Iglesia He los Dis-
cípulos, y su esposa, Hellen Gould Harmon 1827-1915 \, 1

que había sido miembro de la Iglesia Metodista. El mis-


mo celo fué evidenciado por Hiram Edson (1806-1882),
John Andrews ( 1829-1883 ), Stephen Mead f 1820-1888 »,
Joseph Waggoner ( 1820-1889 Roswell Cottrell ( 1814-
,

1892), Uríah Smith f 1832-1S03 •


y muchos otros.
De la misma manera como en el primer siglo los
apóstoles estuvieron unidos en el aposento alto antes de
iniciar lagran labor de proclamar el Evangelio por to-
das partes, los adventistas de mediados del siglo XIX
se dedicaron a las prácticas piadosas y al escudriñamien-
to de las Sagradas Escrituras antes de reasumir la mag-
na labor de predicar el "Evangelio eterno." Era impres-
cindible restablecer la pureza de la fe apostólica; de
ese modo se estructuraron los artículos de fe indispen-
sables para mantener la unidad, para fomentar la san-
tidad, para garantizar la apostolicidad y para justificar
la catolicidad.
La necesidad de establecer un nombre que permi-
tiera reconocer a los fieles adventistas en cualquier re-
gión del mundo, sin confundirlos con los adeptos de
otras iglesias, dió por resultado una denominación que
destaca dos características descollantes de la fe cristia-

decir que lo hice con toda buena conciencia ante Dios, tanto en el
océano y en países extranjeros, como en mi prcpia nación, hasta nace
anos dieciséis meses, desde que leí un artículo publicado en La Espe-
ranza de Israel.' por nuestro digno hermano T. M
Preble. de Nashua,
y habiéndolo leído lo comparé con la Biblia, y me convenció de que
nunca había ocurrido cambio alguno. . pocos ÉfaB formé
.

concepto y resolví comenzar a guardar el cuarto mandamiento, y ben-


digo a Dios por la clara luz que ha sido derramada en mí mente en
contestación a la oración y por un cuidadoso escudriñamiento de las Es-
crituras sobre este gran tema," pág 40
.
(

238 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


na, en los términos señalados por el Apocalipsis y, por
esa razón, se adoptó el nombre de Iglesia Adventista
2
del Séptimo Día. )

De organización de la Iglesia Adventista resultó


la
en breve plazo, la confederación de todos los cristianos
del mundo que tenían la misma fe. Gracias al estudio
de las Sagradas Escrituras, lograron llegar "a la unidad
de una misma fe y de un mismo conocimiento del Hijo
de Dios. ."( 3 )
. .

Con respecto a muchos países, la fe adventista, por


su contenido genuinamente apostólico, fundado en el
estudio de las Sagradas Escrituras de parte de los in-
vestigadores piadosos de casi todas las naciones, no tuvo
un origen foráneo sino eminentemente espontáneo, de
tradición netamente apostólica.
Lo que aconteció con Francisco Ramos Mejía en
Buenos Aires, en la época de la Independencia, ocurrió
igualmente en diversas regiones: los lectores de las pá-
ginas sagradas del Antiguo y del Nuevo Testamento,

(2) Ese nombre fué adoptado el 3 de mayo de 1861, al organizarse la


Asociación de Publicaciones. En ese mismo año se efectuó en Battle
Creek, Michigan, una asamblea, en la cual se recomendó la organiza-
ción de iglesias, bajo el siguiente pacto: "Nosotros, los infrascritos, me-
diante la presente nos asociamos como Iglesia, adoptando el nombre de
Adventistas del Séptimo Dia, prometiendo guardar los mandamientos
de Dios y la fe de Jesucristo." Dos años después se celebraba en la
misma ciudad el primer congreso de la Asociación General, en el que
se nombró como presidente de la misma a John Byington. Ese cargo
sería desempeñado por personas de diversos países mediante elecciones
cuadrienales, en las que participaran las delegaciones de adventistas
de todas las regiones del planeta. El nombre de Iglesia Adventista del
Séptimo Día fué adoptado para señalar en términos inconfundibles a
la fraternidad cristiana de los que esperan el pronto advenimiento de
Cristo, y -"que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús."
(Apocalipsis 14:12.) La palabra "adventismo" es derivada del vocablo
"advenimiento" y éste del latín "adventor," el que llega, visitante, o
de "adventus," llegada, y de "adventicius," referente a la llegada o
advenimiento. Por consiguiente, se da el nombre de "adventista" al que
espera el regreso o segundo advenimiento de Cristo según la promesa
del Maestro.
(3) Epístola de S. Pablo a los Efesios 4: 13.
CONTRIBUCION A LA REALIZACION 239

arribaron independientemente a las mismas conclusio-


nes. Aunque todos ellos reconocieron que el cristiano
se salva únicamente por la gracia, admitieron que no
está exento de la observancia de los diez mandamientos
de la Ley de Dios, y que este hecho debía ser destacado
ante la humanidad para que estuviese preparada para
el segundo advenimiento de Cristo.
Debía efectuarse una obra mundial de predicación,
porque antes del retorno de Cristo era necesario llevar
"el Evangelio eterno, para predicarlo a los moradores
de la tierra, a todas las naciones, y tribus, y lenguas, y
pueblos, diciendo en grandes voces: Temed al Señor,
y honradle, o dadle gloria, porque venida es la hora de
su juicio; y adorad a aquel que hizo el cielo, y la tierra,
y el mar, y las fuentes de las aguas." 4 )
La Iglesia Adventista del Séptimo Día predica en
todo el mundo, que de acuerdo con los libros proféticos
de Daniel y el Apocalipsis, a partir del año 1844 se ini-
ció en los cielos el Juicio Investigador, en el cual se exa-
minan los casos de los que hicieron profesión de fe en
todos los tiempos; juicio que debe preceder, lógicamen-
te, al segundo advenimiento de Cristo y a la resurrección
de los muertos que fueron piadosos. Predica, también,
frente a un mundo materializado por las teorías trans-
formistas que identifican al hombre como un antropoide
evolucionado, que el ser humano es la obra maestra de
Dios, y por lo tanto debe rendirle culto a su Creador,
tal como lo ha dejado establecido mediante la revela-
ción, en las páginas divinamente inspiradas de las Sa-
gradas Escrituras.
El pregón mundial que precedería al segundo adve-
nimiento de Cristo no estaría restringido a los pueblos

(4) Apocalipsis 14:8. 7.


240 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
cultosque forman lo que, en términos muy generales,
se ha denominado como la cristiandad. En modo muy
especial debía abarcar a todos los pueblos, a todas las
tribus, y ser predicado en todas las lenguas de la tie-
5
rra. ( )

La Iglesia Adventista ha enviado sus misioneros a


los países musulmanes del Oriente; entre los brahmanis-
tas, vishnuítas, sivaítas, sikhistas, jainistas
y zoroastris-
tas de la India; entre los confucianistas, budistas
y taoís-
tas de la China y Corea; entre los caodaístas de la In-
dochina; entre los shintoístas y budistas del Japón. Los
adventistas figuran, también, entre los primeros cristia-
nos que entraron en el hermético Tibet, donde dominan
los bonzos neobudistas.

La fe adventista se ha propagado entre los aborí-


genes de las regiones más diversas del planeta: los es-
quimales de Groenlandia, las tribus nativas del corazón
del Africa y de las selvas de América. También se ha
difundido en las islas y archipiélagos de Malasia y Ocea-
nía, incluyendo Melanesia, Polinesia y Micronesia.

Las Sagradas Escrituras que, desde los días de Cris-


to hasta 1830, habían sido traducidas solamente a 157
idiomas, desde el año 1831 hasta fines de 1952 se tra-
dujeron total o parcialmente a 902 idiomas, lo cual da
un total de 1.059 idiomas y dialectos en los cuales se
imprimen y hacen circular páginas sagradas que
las
llevan el Evangelio. En
esa labor fundamental, los ad-
ventistas no solamente hacen circular profusamente los
ejemplares de las Sagradas Escrituras, sino que sus mi-

(5) Las ofrendas aportadas por los fieles adventistas de diversas


regiones del mundo para hacer avanzar la predicación del Evangelio,
fué el equivalente de 52.000.000 de dólares durante 1951, sin contar las
ventas de libros y periódicos por valor de 14.000.000 de dólares en ese
mismo año.
CONTRIBUCION A LA REALIZACION ... 241

sioneros se han ocupado empeñosamente en la tarea de


poner por escrito distintos idiomas, entre los cuales fi-
guran el asu, el kisii, el luo y el manda, en el Africa.

La prédica adventista desarraiga analfabetismo al


el
poner por escrito los idiomas de los aborígenes y al es-
tablecer escuelas y colegios donde se imparten conoci-
mientos a centenares de miles de alumnos, muchos de
los cuales se preparan para colaborar en la gran tarea
mundial de predicar el Evangelio. Esa labor es faci-
litada mediante la publicación de 342 periódicos en di-
versos idiomas y la edición de obras que, dentro del año
1952, alcanzaron un total de 34.934.547 ejemplares. Es-
ta cantidad ya fué superada antes de finalizar el año
1953, e indudablemente irá en aumento, así como el
número de las estaciones radiales y televisoras que con-
ceden espacio para la propalación de los programas en
los cuales los oradores adventistas y sus coros ponen
una nota de fe y de esperanza.
Una de las estaciones radiales más aisladas del pla-
neta se halla en la isla de Pitcairn. Todos los habitantes
de esa isla, aunque descendientes de los marinos que
se amotinaron en el año 1789, se convirtieron a la fe
adventista. De los marinos que se amotinaron en la
corbeta "Bounty," y que terminaron por matarse unos
a otros, excitados por los brebajes alcohólicos que pre-
pararon, sobrevivió John Adams, quien, al encontrarse
en medio de tantas mujeres nativas y con los hijos de sus
compañeros, decidió instruir a toda la comunidad y pre-
dicarles el bien. Ese marinero, valiéndose de un ejem-

plar de las Sagradas Escrituras único libro que quedó

en la isla, enseñó a leer a los pitcairnianos.
La isla, de Pitcairn ha interesado a diversos antropó-
logos desde que se ocupara de esos isleños el sabio Qua-
242 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
trefages y el explorador polar Junius Bird. Entre los
investigadores que visitaron esa isla adventista se des-
taca el etnólogo argentino Alfredo Metraux, quien, en
un extenso artículo que dedicó a la historia de ese inte-
resante grupo étnico, después de relatar la forma como
desaparecieron trágicamente los marinos de la "Bounty,"
expresa lo siguiente acerca de John Adams Smith:
"Yentonces se produjo el milagro: el marino rebelde,
el pirata, el alcoholista empedernido, el hombre vicioso,
cambió radicalmente y dispuso crear una comunidad de
santos. Había aprendido a leer en una vieja Biblia que
había a bordo, y el espíritu de ésta fué penetrando poco
a poco en su alma; enseñó los preceptos del santo libro
a los niños, hijos de tahitianas, quienes aprendieron a
leer. . . .

"La devoción que aquel marino conver-


disciplina y la
tido había impuesto a ese pueblo incipiente a su pue- —

blo hicieron desaparecer los instintos atávicos. La isla
de Pitcairn se transformó en una comunidad de santos,
en una verdadera Isla de los Santos. Los isleños han
sustituido el protestantismo Cándido y elemental del vie-
jo Smith por el adventismo, y ahora esperan el fin del
mundo. . . . Son sabatarios, como los hebreos, y evitan
en toda forma las bebidas alcohólicas. . . .

"¿Son felices esos indígenas? ... Yo creo que sí, y


profundamente. Ignoran todo de nuestro mundo; nadie
va a visitarlos, y además, no se dejan tentar por nada:
parecen incorruptibles. Hablan de Dios y están satis-
fechos con su isla fértil y bella. '¡Señor me decía el —
tataranieto del jefe de los amotinados, ésta es una buena —
isla! ¡es un paraíso! Y tenía razón.
. . Partimos de
.' . . .

allí, como si hubiéramos sido expulsados, nosotros, euro-

peos pecadores, de aquel paraíso de paz, de calma y de


CONTRIBUCION A LA REALIZACION 243

belleza. ... Y nuestros amigos isleños, de


al alejarnos,
pie en su barca, elevaban sus cánticos a Dios para honrar-
nos y agradecer al Señor." 6 )
La actuación de los misioneros adventistas en las más
diversas islas y archipiélagos de Oceanía ha dado resul-
tados admirables. Donde, hasta hace pocas décadas, se
practicaba la antropofagia, los misioneros han visto que
la siembra del Evangelio en los corazones ha rendido
grandes frutos en poco tiempo. Algunos misioneros fid-
jianos, como Ratu Meli, Kata Ragoso, y Salau, han al-
canzado gran popularidad entre los isleños de otros ar-
chipiélagos, y el eco de su fama llegó a Europa y Amé-
rica. Miles de personas aceptan el Evangelio mediante los
maestros y predicadores, descendientes de antropófagos,
y se unen a la Iglesia Adventista, a la que los nativos de
Fidji le dan el nombre de Lotu Savasava (la Iglesia Lim-
pia).
Los éxitos alcanzados por de los misioneros
la labor
adventistas en favor de los aborígenes, han merecido los
elogios de las autoridades gubernamentales de muy diver-
sos países. Cuando en el año 1931, los hermanos Leahy
cruzaron las montañas de Nueva Guinea, hasta la región
de Bena Bena, cerca de las nacientes de los ríos Ramu y
Purari, se descubrieron unos 300.000 aborígenes quienes,
a pesar de ser isleños, nunca habían visto el mar. Fren-
te a ese grupo de autóctonos antropófagos, que sorpren-

(6) El etnólogo Alfredo Metraux visitó la isla de Pitcairn en el año


1936. mientras acompañaba a la expedición belga en el "Mercator."
cuya misión había sido la de estudiar la isla de Pascua y sus relacio-
nes con los grupos insulares de Micronesia. Las palabras citadas for-
man parte del artículo del etnólogo argentino, publicado bajo el título
de "Viaje a la Isla de los Santos" (La Prensa, Buenos Aires, 14 de junio
de 1936). Quatrefages se ocupó de los pitcarnianos en su obra "Les
Hommes Fossiles et les Hommes Sauvages." (pág. 242, París 1884).
Véanse, además, los trabajos del autor, titulados: "Historia de Pitcairn:
el Motín de la 'Bounty"* e "Historia de Pitcairn: la Isla de los Amo-
tinados," en la Revista Geográfica Americana," vol. XIII, págs. 191-202
y 257-273, marzo y abril de 1940.
244 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
dió a los hombres de ciencia, el Gobierno de Australia
confió a los misioneros adventistas la labor de iniciarlos
en la senda del cristianismo. Miles de aborígenes de
Oceanía suelen bautizarse en un día. Lo mismo acontece
en el Africa donde, el día 3 de septiembre de 1952, se bau-
tizaron cinco mil nuevos creyentes adventistas.
La magna esperanza del regreso de Cristo con poder
y gloria late en los corazones de todos los pueblos de la
tierra. El hecho de que se está predicando en las más di-
versas regiones del planeta el mismo mensaje adventista,
cumple una de las señales del retorno de Jesucristo, quien
!i
dijo que se predicará este Evangelio del reino de Dios
en todo el mundo, en testimonio para todas las naciones, y
entonces vendrá el fin."( 7 )
Durante el año 1951 más de 70.000 personas ingresa-
ron en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, proceden-
tes de las ñlas del budismo, del confucianismo, del isla-
mismo, del paganismo, del sintoísmo, del taoísmo, etc.
En ese mismo año se inscribieron 1.300.000 alumnos en
las escuelas bíblicas por correspondencia que en diversos
países funcionan en relación con los programas radiofó-
nicos y de televisión.
Mil estaciones de radio situadas en las ciudades más
estratégicas del planeta propalan en las once lenguas
que representan a mayor número de personas, y varias
veces por semana, los programas evangélicos y de salud
preparados por la Iglesia Adventista. De esa manera se
cumple lo prenunciado por la revelación en el sentido
de que el "Evangelio eterno," que debía ser predicado
"a los moradores de la tierra, a todas las naciones, y tri-
bus, y lenguas, y pueblos," sería proclamado "a grandes
voces. . .
."(*)

(7) Evangelio según S. Mateo 24:14.


(8) Apocalipsis 14:6, 7.
CONTRIBUCION A LA REALIZACION ... 245

Cuando el escritor británico Arturo Maxwell procu-


ró definir en pocas palabras quiénes son los adventistas,
expresó: "Es el pueblo con un libro: aman la Biblia. Es
el pueblo con un Salvador: aman al Señor. Es el pueblo
con una esperanza: esperan el regreso de Cristo. Es el
pueblo de oración: andan con Dios. Es el pueblo de la
ley y del orden: aman los mandamientos de Dios. Es el
pueblo con un día de reposo: guardan el sábado. Es
un pueblo de principios: sostienen normas elevadas.
Es un pueblo con un programa: el planeta es su lí-
mite. Es un pueblo con corazón: ayudan al necesitado.
Es el pueblo con un pasado: recuerdan el Pentecos-
tés. Es el pueblo con un futuro: el cielo es su hogar." ( 9 )

(9) "Your Friends the Adventists." pág. 4.


CAPITULO 21

LOS IDEALES CRISTIANOS AL SERVICIO


DE LA HUMANIDAD

T^L CRISTIANISMO no es una simple filosofía, ni una


especulación estéril, sino una fuerza que transforma
la vida y que se manifiesta en la manera de pensar y
en la forma de obrar, ya sea en la esfera individual como
en la colectiva. La mayor parte de las religiones del
Oriente, con sus alambicadas filosofías, conducen simple-
mente a la vida contemplativa; pero el cristianismo ge-
nuino se caracteriza por su dinamismo generoso que con-
sidera el interés de los demás, mientras brinda los ricos
frutos espirituales de "la fe, la esperanza y la caridad.'^ 1 )
El ideal de servicio que fué establecido por la prédica
y por el ejemplo de Jesucristo, inspiró en los cristianos
de los primeros siglos el sentimiento, el propósito y la
voluntad de servir al prójimo. La parábola del buen sa-
maritano se complementó con la vida ejemplar de una
mujer piadosa, Dorcas, o Tabita, dedicada a las labores
caritativas en favor de las viudas y de los menesterosos.
Según la clara definición del apóstol Santiago, la re-
ligión genuina se manifiesta en el terreno de la vida prác-
tica mediante actos de caridad y pureza individual: "La
religión pura y sin mácula delante de Dios Padre es ésta:
visitar, o socorrer, a los huérfanos y a las viudas en sus
tribulaciones, y preservarse de la corrupción de este si-
2
glo." ( )

(1) Primera Epístola a los Corintios 13:13.


(2) Epístola de Santiago 1:27.

(246)
LOS IDEALES CRISTIANOS AL SERVICIO ... 247

La juntamente con su carácter doc-


Iglesia Adventista,
trinario que guarda perfecta armonía con las Sagradas
Escrituras, se caracteriza también por su labor carita-
tiva, la cual contempla la elevación social y espiritual de
los menesterosos y la sanidad de los enfermos. La vitali-
dad del Evangelio que se predicó en los días de los após-
toles retoña en toda su primigenia pujanza en la Iglesia
Adventista, recobrando aquella lozanía que produce los
frutos enunciados por Jesucristo cuando dijo: "Perma-
neced en mí, que yo permaneceré en vosotros. Al modo
que el sarmiento no puede de suyo producir fruto, si no
está unido con la vid; así tampoco vosotros si no estáis
unidos conmigo. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos:
quien está unido, pues, conmigo, y yo con él, ése da mu-
cho fruto; porque sin mí nada podéis hacer. ... Mi pa-
dre queda gloriñcado en que vosotros llevéis mucho fru-
to, y seáis verdaderos discípulos míos."( 3 )
El cristiano, como la higuera que produce brevas e
higos, da también dos clases de frutos: los de la vida es-
piritual, transformada por el poder del Redentor, y los
de la vida de relación manifestados mediante el amor
al prójimo.
El seguidor de Cristo debe ver en cada necesitado
una invitación a la acción caritativa. Cuando Jesús des-
cribió, mediante una elocuente parábola, el momento
venturoso cuando ofrecerá la vida eterna a los justos, ex-
presó: "Entonces el rey dirá a los que estarán a su dere-
cha: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del
reino celestial, que os está preparado desde el principio
del mundo: porque yo tuve hambre y me disteis de co-
mer, tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me
hospedasteis; estando desnudo me cubristeis, enfermo

(3) Evangelio según S. Juan 15:4, 5, 8.


(

248 DEFENSORES LATINOAMERICANOS . . .

me encarcelado vinisteis a verme y consolar-


visitasteis,
me. A lo cual los justos le responderán, diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos nosotros hambriento y te dimos de co-
mer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te hallamos
peregrino y te hospedamos, desnudo y te vestimos? ¿O
cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a vi-
sitarte? Y el rey, en respuesta, les dirá: En verdad os
digo: siempre que lo hicisteis con algunos de éstos mis
más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis." 4
)

En el sentido social, el cristianismo es el noble im-


pulsor de las acciones más altruistas. El cristiano debe
"hacer el bien sin mirar a quién," impulsado por el
amor al Redentor y a la humanidad y no por vanagloria
o esperando la retribución. Por esa razón, los adventis-
tas realizan como individuos una acción múltiple y, co-
mo Iglesia, desarrollan un programa de actividades re-
ligiosas y sociales, que cumplen en todo el mundo, me-
diante las siguientes secretarías o departamentos: Acti-
vidad Misionera, Publicaciones, Educación, Jóvenes Mi-
sioneros Voluntarios, Escuelas Sabáticas, Ministerial,
del Hogar, Médico, Temperancia, Relaciones Públicas
y Beneficencia.
Una de las características inconfundibles de la labor
de la Iglesia Adventista en favor de la infancia y de la
juventud es la de la educación integral. Esta contem-
pla el desarrollo armonioso del cuerpo, de la mente y
del espíritu. Por tales razones, casi todas las institucio-
nes educacionales adventistas se hallan en el campo,
de manera que los alumnos gocen de un medio salu-
dable y que, al par de los estudios de índole netamen-
te intelectual y del ambiente propicio para su desarrollo
espiritual, aprendan a amar al Creador mediante la con-

(4) Evangelio según S. Mateo 25:34-40.


LOS IDEALES CRISTIANOS AL SERVICIO 249

templación de sus obras y el cultivo de la tierra. Ade-


más, se da la debida importancia al trabajo manual, de
tal manera que a todo alumno de los cursos secunda-
rios se le infunde el amor al trabajo como fuente de
bienestar personal y de prosperidad, mediante el apren-
dizaje de un oficio u otra manualidad. De esta manera,
las instituciones educacionales adventistas son recono-
cidas en casi todos los países como un aporte positivo
en favor de la prosperidad de las naciones, porque im-
parten una educación integral.
Como el ideal de la educación cristiana adventista
es el desarrollo de las cualidades y virtudes que inte-
gran la personalidad humana mediante la formación in-
telectual, moral, física, social, cívica y estética, imparte
a sus alumnos todos los conocimientos que contribuyen
al desarrollo de esas virtudes, de modo que puedan de-
dicar sus vidas tanto para el bien del prójimo como para
la gloria de Dios. Dentro de ese elevado programa edu-
cacional, el adventista recuerda las palabras del apóstol
San Pablo que culminan con la siguiente recomenda-
ción: "Pero en fin, ora comáis, ora bebáis, o hagáis cual-
quiera otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios."( 5 )
Toda persona que haya visitado alguna vez una es-
cuela, colegio o instituto normal adventista, sabe que
una de las características de tales establecimientos es la
de combatir los vicios y fomentar la vida abstemia. El
Dr. Luis Valcárcel, ex Ministro de Educación del Perú
y actualmente director del Departamento de Cultura
del Museo de Arqueología Nacional que enorgullece a
Lima, después de visitar las instituciones adventistas
del altiplano del Perú, escribió una obra en la cual se-
ñala algunos de los resultados logrados en la transforma-

(5) Primera Epístola a los Corintios 10:31.


16 —D. L. de una G. E.
250 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
ción de los aborígenes, después de los repetidos fraca-
sos de otras organizaciones, que ensayaron diversos mé-
todos :

"Es en estas condiciones de máxima opresión, de fra-


caso irremediable de evangelizadores y humanitaristas,
de Patronatos y Proindígenas, que aparece en el alti-
plano la secta religiosa llamada el Adventismo del Sép-
timo Día.
"Emprende la catequización de nuestros highlanders
por métodos nuevos. El indio de la meseta desampa- —

rado de Dios encuentra en el preciso instante un ami-
go cordial en el rubio misionero. Supieron los adven-
tistas — —
por caminos seguros acercársele derechamente
al corazón. ¿Cuál fué su secreto? Igualdad. No le ha-
blan como amos sino cual simples camaradas. . . .

"Y sus sentimientos —sinceros o no, —se exteriori-


zan en formas palpables: asistencia, cooperación, edu-
cación, respeto mutuo, ambiente familiar en las rela-
ciones cotidianas.
"El adventista está ayudando al alumbramiento del
nuevo indio. Su asepsia se deja ver en la extirpación de
los vicios seculares: alcoholismo, cocainismo, servilis-
mo. El hombre que en la altipampa del Kollau repre-
senta hoy la tradición milenaria de Tiawanaku, posee
hábitos higiénicos, viste de americana, reside en limpias
moradas, no bebe aguardiente ni pijjcha coca: es abste-
mio. Ha aprendido a mirar de frente, a hablar con aplo-
mo y a extender la mano en gesto amistoso a cuantos
favorece con su simpatía. Es un hombre.
"La obra adventista adquiere enormes proyecciones.
La Escuela Normal de Juliaca, el crecido número de
escuelas y maestros que sostiene, la organización en
LOS IDEALES CRISTIANOS AL SERVICIO ... 251

gran escala de sus oficinas, todo revela que estamos en


presencia de un poder social nuevo. . . .

"La escuela se sostiene por el ayllu: todos concu-


rrieron a edificarla, todos también la apoyan como adi-
vinando que de allí saldrán los Indios Nuevos, nunca
más esclavos. La escuela nueva es el almácigo de la
Raza resurgida. Trescientas, trescientas cincuenta es-
cuelas de indios y para indios se desparraman en la alti-
pampa ilímite. Cada año brota un ciento, y las primeras
de los valles serranos ya alientan recién nacidas. . . .

¿Cuántos millares de Indios Nuevos han salido de la


Escuela India?" ( 6 )
Otro pensador peruano, el Dr. Fabio Camacho, cuyo
testimonio incluye el Dr. Luis Valcárcel en la obra pre-
citada, presenta también su opinión después de haber
visitado esas instituciones secundarias y escuelas prima-
rias, acerca de cuyos alumnos declara: "El método pe-
dagógico de los adventistas los había transformado com-
pletamente, corrigiendo sus defectos y estimulando sus
cualidades. Este éxito se debe, en parte, indudablemen-
te, al hecho de que el indio, en este caso, es educado
en su propio ambiente, sin artificiosos transplantes. . . .

"El profesor adventista trata al indio como a igual:


con solicitud, con comprensión, con cariño. Y los resul-
tados de su método pedagógico son evidentes. La obra
de los adventistas es importantísima no sólo por su acier-
to sino también por su extensión. Tienen en el Depar-
tamento de Puno, en la actualidad, noventa escuelas
que dan los mejores frutos. Su labor se deja sentir en
muchas localidades del sur del Perú. La cifra de la
asistencia escolar a sus escuelas es aproximadamente
de diez mil.

(6) "Tempestad sobre los Andes," Lima, 1927, págs. 127, 8&-
252 • DEFENSORES LATINOAMERICANOS
"Estos solos datos bastan para expresar el inmenso
valor, la útilísima trascendencia de su obra educacio-
nal, que merece, indudablemente, por sus resultados y
por su espíritu, 7
el aplauso del país." ( )

Dos décadas después, conocido escritor argentino


el
Ciro Torres López, después de recorrer el altiplano de
Bolivia, al considerar las causas de la degradación de
los aimaras y la solución del problema de redimir a esa
raza entonces oprimida, expresa:
"La respuesta la he encontrado, al cabo, alrededor
del mismo
Titikaka, en forma de los Adventistas del
Séptimo Día. Ellos han llegado silenciosamente, sin
alharacas, sin discursos, sin leyes. Se han establecido
en el propio corazón del pueblo aimara. Han vencido
con dulzura, con hechos, con leal humanismo, primero,
la desconfianza centenaria del aimara hacia el blanco,
expresada en gestos y actitudes. . . .

"Les han ayudado, luego, a construir una casa mo-


derna, modesta, limpia, de gente verdadera. Les han en-
señado, más tarde, a vestir, a comer, a respetar no por
el terror y el castigo material o espiritual, sino a res-
petar por conveniencia y solidaridad humana.
"Les han enseñado a leer y escribir, extendiendo
esa instrucción, impartida después por los propios aima-
ras, a sus hermanos. Establecieron escuelas secunda-
rias y talleres. Y sin que todo ello costara ni un centavo
al Estado boliviano o peruano; y contra la incomprensión
y los intereses creados.
"Elevaron así a la vida de la cultura y de la digni-
dad humana a más de sesenta mil aimaras. La actitud
de los Adventistas del Séptimo Día alrededor del Titi-

(7) Obra citada, capítulo: "La obro educacional de los Adventis-


tas," págs. 162, 165.
LOS IDEALES CRISTIANOS AL SERVICIO 253

kaka entre grupos indígenas, es acaso el esfuerzo so-


los
cial más importante
realizado en el Continente en estos
últimos cincuenta años. Sus proyecciones de toda índole
son inmensas. . . .

"Sí, creo que puede terminarse totalmente con la


ignominia del pongaje, y limitarse en buena parte la
destrucción que causa la coca, el alcohol y la copagira.
La manera de hacerlo ya está dada por los Adventis-
8
tas." ( )

Lo que se ha dicho de la obra de elevación moral


de los indígenas en el Perú y en Bolivia entre quechuas
y aimaras, podría decirse igualmente de los resultados
obtenidos entre los aborígenes de otros países de Amé-
rica, de Africa, de Asia, Malasia y Oceanía. La obra
adventista se realiza en más de 700 idiomas, que repre-
sentan todos los países del mundo y numerosos grupos
étnicos formados por aborígenes que se hallan en las
regiones selváticas de los continentes o en los archi-
piélagos e islas de los lugares más remotos. Esa labor
se desarrolla en la lengua de los indígenas y frecuen-
temente son los mismos aborígenes convertidos al cris-
tianismo los que se interesan en llevar el "Evangelio
eterno" a sus hermanos de raza. En el noble cumpli-
miento de esa labor entre los incivilizados, los misio-
neros adventistas han tenido sus mártires de la fe.
En la alta Amazonia, los adventistas desarrollan activi-
dades mediante escuelas indigenales en la selva, y la aten-
ción médica de los aborígenes de las tribus de los asha-
nibos, campas, chamas, huitotos, piros, shipibos, etc.( 9 )
Las escuelas Adventistas se hallan entre los araucanos de

(8) "Bolivia en el Continente," Tucumán, 1948, págs. 147-149.


(9) El profesor Manuel Pérez Marcio, después de visitar esas tribus,
ha dado a conocer algunos aspectos de la obra adventista en la alta
Amazonia en su obra "Los Hijos de la Selva," Buenos Aires, 1953.
254 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Chile, entre los guaymíes de Panamá, entre los carayás
de Goyaz, además de las tribus amazónicas del Brasil y
entre los nativos de las selvas, llanos y montañas de di-
versas regiones de América del Sur, de América Central,
de las Antillas, de América del Norte y hasta entre los
esquimales de Groenlandia.
La¿ lanchas con médicos y enfermeros adventistas
recorren la vasta red hidrográfica de la cuenca del Ama-
zonas, tanto en su sector peruano como colombiano y
brasileño. La labor médica se realiza en interés de la
salud de los aborígenes y de los colonizadores. También
se encuentran lanchas auxiliadoras en los ríos Araguaia,
Paranahiba y San Francisco y en el lago Titicaca. La mis-
ma atención se presta en los ríos del Africa y en el lago
Victoria. La labor efectuada en las más diversas re-
giones del "continente obscuro," ha significado una trans-
formación cabal de los aborígenes, quienes han pasado
de las formas más crudas de la barbarie y de la hechi-
cería, a la práctica del cristianismo con todo lo que sig-
nifica en el orden ético y social.
En Etiopía, país que prosiguió en la observancia del
sábado heredada desde los días apostólicos, la obra de
la Iglesia Adventista mereció la más alta estima de parte
del gobierno. El emperador Haile Selassie I donó a la
Iglesia Adventista el Sanatorio y Hospital Modelo espe-
cialmente construido cerca de las fuentes termales que
se hallan junto a una loma desde la cual se divisa gran
parte de la ciudad de Addis Abeba. Tanto el emperador
como los capitanes de diversas provincias de Etiopía se
ofrecieron para ayudar a financiar la construcción de
nuevos pabellones y proveerlos con el equipo correspon-
diente a medida que las necesidades lo requiriesen. Por
tal motivo, los misioneros adventistas recordaron un pa-
LOS IDEALES CRISTIANOS AL SERVICIO 255

saje de las Sagradas Escrituras que hace referencia a ese


país singular: "Etiopía, con vehemente deseo, extenderá
sus manos hacia Dios." ( 10
)

A fines del año 1952, la obra adventista contaba


con 165 instituciones médicas de importancia, entre las
cuales figuraba una Facultad de Medicina, varios hospi-
tales, y sanatorios. Los dispensarios y leproserías adven-
tistas desarrollan su labor principalmente en el Africa,
en el Extremo Oriente, y algunos en América del Sur.
En muchos países la obra adventista ha organizado
servicios de enfermeros para prestar primeros auxilios
en tiempo de paz y de guerra. Esa labor ha merecido
las mayores distinciones de parte de los gobiernos en
ocasión de las guerras y de los desastres provocados por
inundaciones y terremotos.
Las sociedades de caridad "Dorcas," organizadas por
las damas adventistas, han enviado cargamentos de ali-
mentos y ropas para socorrer a los necesitados de la
postguerra, tanto de Europa como del Lejano Oriente.
Tales sociedades realizan su benéfica labor en todos los
países a favor de las indigentes, tomando especialmente
en cuenta las madres abandonadas, los niños desvalidos,
las viudas, los huérfanos, Jos lisiados y los ancianos, re-
cordando siempre como lema las palabras de Cristo: "De
gracia recibisteis, dad de gracia." ( 11 )

(10) Salmo 68:31 (Versión Moderna).


(11) Evangelio según S. Mateo 10: 8 (Versión Valera).
La sociedad adventista de caridad "Dorcas" realiza sus actos de be-
neficencia no solamente en favor de los que profesan la misma fe sino
de todas las personas, sin discriminación religiosa, como lo ha demos-
trado recientemente al construir en un solo día de trabajo la casa que
obsequió a un hombre que perdió ambas piernas y varios dedos de las
manos y que no practica el culto adventista. Las sociedades "Dorcas"
de las iglesias adventistas de América del Sur y del Norte, de Austra-
lia, de Africa del Sur y de Suiza, enviaron miles de toneladas de ali-
mentos y ropas, por un valor de 150.000.000 de pesos argentinos, para
prestar auxilios de postguerra a los menesterosos de los siguientes pa'-
256 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Otra de las contribuciones positivas de la Iglesia
Adventista en favor del bienestar social es la liga de la
temperancia. Una de las figuras destacadas del adventis-
mo, el capitán José Bates, fué el fundador, en 1827, de
la Sociedad de Temperancia en su país natal. Esa tra-
dición marcó un derrotero inconfundible, de tal manera
que en la actualidad, los adventistas son los que están rea-
lizando la mayor cruzada en favor de la temperancia.
Esa cruzada, en la cual se interesó el Mahatma Gan-
dhi, y que ha tenido el apoyo decisivo de sus continuado-
res en la India y en el Pakistán, está a cargo de médicos
y personal especializado de la Iglesia Adventista, quienes
asocian a las conclusiones de la ciencia, lo que las Sagra-
das Escrituras expresan acerca de la vida abstemia.

ses: Alemania. Austria, Birmania, China, Filipinas, Finlandia, Francia,


Grecia, Holanda, Hungría, Italia, Japón, Noruega, Polonia, Rumania y
Yugoeslavia. Las sociedades "Dorcas" de las iglesias adventistas suelen
socorrer a las víctimas de incendios, inundaciones y terremotos y a los
menesterosos en general, sin olvidarse de las visitas a los presos.
CAPITULO 22

UN MENSAJE DE ESPERANZA
PARA NUESTRA EPOCA

"pvENTRO del panorama mundial nuestra época se pre-


senta con caracteres inconfundibles. Por un lado se
ufana de sus grandes invenciones y de los triunfos de la
ciencia y de la técnica, pero, por el otro lado, la ola del
temor respecto al futuro, azota los corazones con som-
bríos presagios.
Dos guerras mundiales con sus millones de muertos
y heridos y con los sobrevivientes que padecieron los
traumatismos físicos y psíquicos de la guerra total y del
hambre han hundido en la desesperación a los que sal-
varon sus cuerpos entre las ruinas, pero que no pueden
olvidar el horroroso y sangriento espectáculo.
La humanidad amedrentada busca la fórmula filo-
sófica que le dé resignación o consuelo. Procurando sa-
tisfacer ese clamor del espíritu han surgido nuevas teo-
rías de la vida, entre las cuales ganó popularidad el exis-
hombre
tencialismo. Pero esos sistemas elaborados por el
en momentos de la crisis mundial, son tan frágiles
los
como, el hombre mismo. Al forjarlos sobre el yunque
de una moral sin dogmas, se oxidan en contacto con el
airey la herrumbre que recubre tales sistemas les ha he-
cho perder en poco tiempo el brillo de la superficie bruñi-
da.
La humanidad necesita una esperanza en la cual esté
vivo el germen del porvenir; una esperanza que justi-

(257)
(

258 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


fique el deseo de sobrevivir; una esperanza genuina
que permita entender y sobrellevar las realidades del
presente y que habilite al individuo para ser un ciudada-
no del mundo del futuro. No es cuestión de que esa es-
peranza sea nueva ni antigua, con tal de que sea verdade-
ra. Frente a las utopías ilusorias y a las filosofías acomo-
daticias se levanta la "esperanza bienaventurada," casi
tan antigua como la humanidad, es cierto, pero revitali-
zada y justificada por Jesucristo en todas sus partes.
Cristo, el Mesías, en su primer advenimiento vino a
este planeta para hablarnos a los hombres del amor del
Padre. El mismo Cristo, en su segundo y glorioso adve-
nimiento regresará para dar el galardón a los piadosos
de todos los siglos. Finalmente establecerá su reino sem-
piterno que implicará una verdadera transfiguración del
mundo. Tan grande será la transformación de los redi-
midos que, en la realidad, "ellos serán su pueblo, y el mis-
mo Dios habitando en medio de ellos será su Dios. Y Dios
enjugará de sus ojos todas las lágrimas; ni habrá ya
muerte, ni llanto, ni alarido, ni habrá más dolor, porque
las cosas de antes son pasadas. x )
Cada época crucial de la humanidad ha tenido su
problema y, también, los voceros que anunciaron la solu-
ción o la intervención divina. Cuando la corrupción y la
violencia llegaron a límites inverosímiles, Noé anunció el
cataclismo diluviano mientras iba construyendo el arca
salvadora. Cuando los pueblos, rebeldes a la voluntad
divina, entronizaban el culto de la naturaleza en lugar
del culto al Creador, aparecieron los profetas que con
Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel condenaron al pe-
cado y predijeron los futuros acontecimientos. Cuando
las civilizaciones lucharon por la supremacía y la férula

(1) Apocalipsis de S. Juan 21:3, 4.


UN MENSAJE DE ESPERANZA ... 259

romana se hizo sentir sobre muchos pueblos reducidos


a la servidumbre y esclavitud, surgió Juan el Bautista
pregonando el arrepentimiento y preparando a los coe-
táneos de los Herodes y de los Césares para que escu-
charan el mensaje del Cristo.
Todas las épocas han tenido sus profetas, que han
llamado la atención al verdadero significado de los
acontecimientos. Es de esperar que, durante la mayor
crisis de la historia se escuchara, también, un mensaje
de esperanza, porque, como fué dicho en la antigüedad,
"el Señor Dios no hace estas cosas sin revelar sus secre-
tos a los profetas siervos suyos." ( 2 ) En efecto, en el
Apocalipsis o Revelación de Jesucristo se señala a los
que, habiendo esperado el regreso de Cristo después de
haber leído el libro, antes cerrado, del profeta Daniel,
cumplirán como pueblo una misión profética: "Es ne-
cesario que profetices a las naciones y pueblos, y lenguas
y a muchos reyes." ( 3 ) Las características del pueblo
anunciado por la profecía son inconfundibles sus miem-
:

bros pertenecen a la iglesia cristiana, pues son "de la casta


o linaje de ella, que guardan los mandamientos de Dios,
y mantienen la confesión de Jesucristo." ( 4 )
Tanto la fe de Jesús como la observancia de los man-
damientos de Dios, se hallan en el corazón de las creen-
cias proclamadas por la Iglesia Adventista, en cuyo seno
se desarrolla la "paciencia de las santos," como la tu-
vieron los profetas de todos los tiempos al proclamar sus
mensajes de advertencia y de esperanza. Basta una sim-
ple síntesis de las creencias que predica la Iglesia
Adventista, para que resulte evidente su carácter apos-
tólico, porque cree:

(2) Profecía de Amós 3:7.


(3) Apocalipsis 10: 11.
(4) Id., 12: 17.
260 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
"En un Dios personal, creador del Universo, a quien
sus miembros llaman 'Padre nuestro que estás en los
cielos,' y cuya voluntad acatan como sagrada norma
de conducta.
"En Jesús como Hijo de Dios, en su encarnación
en bienaventurada Virgen María. En la vida inmacu-
la
lada, la muerte, resurrección y ascensión de Aquel a
quien aceptan como Salvador, único Mediador, Amigo su-
premo, Señor y Rey.
"En el Espíritu Santo, como tercera persona de la
Santísima Trinidad, representante de Cristo en la tie-
rra, Consolador y Guía.
"En la divina inspiración de las Sagradas Escrituras,
que constituyen su regla de fe y conducta, y en ma-
teria de doctrina su autoridad final.
"En la vigencia de la Ley de Dios, los Diez Manda-
mientos, según se registra en el capítulo 20 del libro del
Exodo y se magnifican en la vida y las enseñanzas
de nuestro Señor Jesucristo, como expresión del deber
supremo hacia Dios y el prójimo.
"En la santidad y observancia del séptimo día de la
semana, el sábado, según la disposición del decálogo,
en reconocimiento del poder creador y santificador de
Dios y como prueba de lealtad a él.
"En la creación del hombre a imagen de Dios, en su
caída en el pecado y en la posibilidad de su redención.
"En la salvación de los hombres por la gracia de
Dios, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eter-
na.
"En transformación de la vida, por
la conversión o
la fe en mediante el arrepentimiento del peca-
Cristo,
do, la aceptación del perdón divino, y la recepción del
UN MENSAJE DE ESPERANZA 261

Espíritu Santo, que transforma al creyente en Hijo de


Dios y lo habilita para cumplir gozosamente su Ley.
"En la realidad y validez de una religión práctica
basada en el amor, que se manifiesta en la vida cotidiana
mediante la veracidad en las palabras, la honradez en
los trabajos y negocios, el servicio abnegado en favor del
prójimo, en la lealtad a los principios de la verdad, en el
amor y en la justicia.
"Que las leyes de la naturaleza fueron establecidas
por el Creador, y" que el cristiano debe obedecerlas para
conservar la salud y pureza del cuerpo, y, por lo tanto,
debe evitar todo vicio y abstenerse del uso de bebidas
alcohólicas, tabaco, infusiones que contienen alcaloides
y todo otro narcótico, comida y bebida que perjudique
la salud.
"En un culto espiritual, que se dirija a la facultad de
la mente, a la conciencia y al corazón, y que consiste
en la lectura y explicación de las Sagradas Escrituras,
en himnos de alabanza y adoración y en oraciones de
gratitud y ruego.
"En la mayordomía cristiana, que reconoce a Dios co-
mo dueño de cuanto existe e inspira al creyente a admi-
nistrar todas las cosas para la gloria de la Divinidad, para
la grandeza de la patria y para el bien de sus semejantes,

y que convierte en privilegio suyo el dedicar volunta-


riamente una parte de sus recursos al sostén del culto.
"En la iglesia guiada por el Espíritu Santo y dirigida
por los pastores, ancianos y diáconos, generalmente hom-
bres casados, elegidos por la congregación, quienes tienen
la misión de dirigir guiar a los fieles y asistirlos.
el culto,
"En comunión o Cena del
los ritos del bautismo, la
Señor, el rito de la humildad, la consagración del matri-
monio, la imposición de las manos, y el ungimiento de los
262 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
enfermos, como solemnes ceremonias conmemorativas o
simbólicas de las gracias recibidas por la fe.
"Que el bautismo por inmersión conmemora la muer-
te y resurrección de Jesucristo y simboliza el renacimien-
to espiritual o surgimiento a una vida nueva en Cristo;
y que debe ser precedido por el conocimiento de la doc-
trina, el arrepentimiento del pecado y la fe en el Salvador.
"En el segundo advenimiento de nuestro Señor Je-
sucristo, en gloria y majestad, en forma personal y visi-
ble, para redimir a su pueblo, conforme a su promesa:
'Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo,' pues nume-
rosos sucesos y condiciones de nuestros días, anunciados
por las profecías de las Sagradas Escrituras, son señales
del regreso inminente de Cristo, y muestran que este
magno acontecimiento está cercano.
"En el estado inconsciente de los muertos y en la re-
surrección de la carne, ocasión en que los piadosos
recibirán la vida eterna y los impíos, después de juzga-
dos, serán eliminados para siempre.
"Que de los tiempos Dios establecerá en este
al fin
mundo un amor y gozo inefables,
reino de justicia, paz,
como morada de los redimidos, y que el Universo se ve-
rá libre para siempre de todo rastro de mal, gracias al
triunfo sempiterno del bien."
Es evidente que, antes del regreso de Cristo, deberá
pregonarse en un tono claro el mensaje de esperanza que
corresponde a esa época. Los designios de la Divinidad
se cumplirán "llevando el Evangelio eterno, para predi-
carlo a los moradores de la tierra, a todas las naciones,
y tribus, y lenguas, y pueblos, diciendo a grandes voces:
Temed al Señor, y honradle, o dadle gloria, porque ve-
nida es la hora de su juicio; y adorad a aquel que hizo
UN MENSAJE DE ESPERANZA 263

el cielo, y la tierra, y el mar, y las fuentes de las


5
aguas." ( )

El pregón del último mensaje de esperanza se efec-


tuará en tiempos difíciles, pues, de acuerdo con las seña-
les que, según Cristo, precederían a su segundo adveni-
miento, la humanidad estará viviendo en uno de los mo-
mentos críticos de la historia: "Es verdad que se armará
nación contra nación, y un reino contra otro reino: y
habrá pestes, y hambres, y terremotos en varios lugares.
Empero todo esto aún no es más que el principio de los
males." "Y por la inundación de los vicios, se resfriará
la caridad de muchos." ( 8 )
En medio de las condiciones que provocarán el caos
mundial, en la época cuando se sacudirán los cimientos
de la moral fundada en la Ley de Dios, en los días cuando
los hombres llegarán al extremo jactancioso de negarle
poder creador a la Divinidad, se cumplirá otra señal
del segundo advenimiento de Cristo, pues él mismo pro-
fetizó lo siguiente: "Entre tanto se predicará este Evange-
lio del reino de Dios en todo el mundo, en testimonio para
todas las naciones, y entonces vendrá el fin."( T ) Con
tales palabras Jesucristo no quiso decir que toda la hu-
manidad lo estaría esperando como resultado de la pré-
dica final, sino que se predicará en todo el mundo para
dar "testimonio" de la gran esperanza a todos los pueblos.
Aunque la Iglesia Adventista realiza todos los esfuer-
zos posibles para que el "Evangelio eterno" sea pregona-
do "a todas las naciones, y tribus, y lenguas, y pueblos,"
sabe que ese mensaje de esperanza sólo será aceptado
por una minoría. En efecto, Jesucristo destacó ese hecho
al decir: "Entrad por la puerta angosta, porque la puerta

(5) Id., de S. Juan 14: 6, 7.


(6) Evangelio según S. Mateo 24:7, 8, 12.
(7) Id., 24: 14.
(

264 DEFENSORES LATINOAMERICANOS


ancha y camino espacioso son los que conducen a la
el
perdición, y son muchos
los que entran por él. ¡Oh, qué
angosta es la puerta y cuán estrecha la senda que conduce
a la vida eterna! ¡Y qué pocos son los que atinan con
ellas!" 8 El Maestro ejemplificó la misma idea al recor-
)

dar que como "sucedió en los días de Noé, eso mismo suce-
derá en la venida del Hijo del hombre. Porque así como
en los días anteriores al diluvio proseguían los hombres
comiendo y bebiendo, casándose y casando a sus hijos,
hasta el día mismo de la entrada de Noé en el arca, y
no pensaron jamás en el diluvio hasta que le vieron
comenzado, y los arrebató a todos: así sucederá en la
venida del Hijo del hombre." (°)
El hecho de que la Iglesia Adventista no se destaque
por la cantidad de fieles, no constituye un argumento
en contra de su verdadero valor, siendo que reúne las
condiciones señaladas por las profecías divinamente
inspiradas con respecto a la misión que la verdadera
Habría sido difícil que Jesucristo eligiera un ejemplo más elocuente
para representar el escepticismo que imperará en la época de su segun-
do y glorioso advenimiento. En el libro bíblico del Génesis se indica
claramente cuál fué la actitud de los prediluvianos, y cómo se salvaron
en el arca únicamente los miembros de la familia de Noé. De ese mis-
mo acontecimiento se ocupó también el apóstol San Pedro, diciendo que
"habían sido incrédulos en otro tiempo, cuando les estaba esperando a
penitencia aquella larga paciencia de Dios en los días de Noé, al fa-
bricarse el arca, en la cual pocas personas, es a saber, ocho solamente
se salvaron en medio del agua." (Epístola la. de S. Pedro 3:20.) No
solamente destacó Jesús que en los tiempos finales "se resfriará la ca-
ridad de muchos," sino que hizo alusión al escepticismo general cuando
dijo: "Pero cuando viniere el Hijo del hombre ¿os parece que hallará
fe sobre la tierra?" (Evangelio según S. Lucas 18:8.) Tales expresio-
nes desautorizan a los que preconizan la idea de que el cristianismo,
haciendo las veces de una levadura, irá leudando más y más a la masa
de la humanidad de modo que todos estén esperando a Jesucristo. El
apóstol San Pablo prenunció también las condiciones imperantes en el
mundo antes del segundo advenimiento de Cristo, diciendo: "Mas has
de saber esto, que en los días postreros vendrán tiempos peligrosos."
Y después de describir cuáles serían esos peligros, declara que "los
malos hombres y los impostores irán de mal en peor, errando y ha-
ciendo errar a otros." (Epístola lia. de S. Pablo a Timoteo 3:1, 13.)
(8) Id., 7: 13, 14.
(9) Id., 24:37-39.
UN MENSAJE DE ESPERANZA ... 265

iglesia debía cumplir en la época del regreso de Cristo.


En efecto, no solamente debía predicar en todo el mundo
el retorno del Mesías en gloria y majestad, sino que debía
guardar "los mandamientos de Dios" y pregonar el culto
al Creador, mientras anunciara a la humanidad que ha
llegado la hora del juicio. La Iglesia Adventista cumple
con cada una de esas características mientras practica
y defiende la verdadera fe apostólica.
La Iglesia Adventista, reúne las cuatro notas o carac-
teres que destacó el primer Concilio Ecuménico de Nicea
unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. La unidad se
refiere a la forma de la Iglesia al profesar una misma fe,
cumplir los mismos ritos y reconocer la presencia del mis-
mo Espíritu. La santidad de la Iglesia se vincula con su
fundador, Jesucristo, fuente de toda santidad, y con la
doctrina, ritos y medios conducentes a la santificación
que produce vidas piadosas.
La catolicidad de la Iglesia se refiere a su extensión
en el tiempo y en el espacio; la fe adventista se remonta a
los tiempos patriarcales y a la época de Jesucristo y,
en el sentido de su extensión, abarca todas las regiones
habitadas del planeta. La apostolicidad de la Iglesia la
vincula con sus orígenes, al reconocer que fué fundada
por Jesucristo en Jerusalén y propagada por los apóstoles,
y que su doctrina es la que fué enseñada por Jesucristo
y difundida por sus apóstoles y discípulos.
El carácter apostólico de la Iglesia Adventista ha
sido reconocido por investigadores, entre los cuales figu-
ran algunos eclesiásticos de diversas iglesias. El Dr. Frie-
drich Muray, sacerdote húngaro, renombrado escritor
católico-romano, teólogo y orador de talento, después de
hacer una encuesta para un importante periódico acerca
de las iglesias de su país natal, llegó en esas circunstan-
17 —D. L. de una G. E.

266 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
cias a relacionarse con la Iglesia Adventista del Séptimo
Día. Asistió por simple curiosidad a los servicios reli-
giosos de los cristianos adventistas y, después de estudiar
la fe y los ritos que practican, declaró que había "descu-
bierto el cristianismo primitivo," y se unió a dicha iglesia
en Budapest.
La Iglesia Adventista no es simplemente una "secta,"
porque tiene todos los caracteres genuinos de la Iglesia
Cristiana de los días apostólicos, con la cual se indentifica.
Cuando el Dr. J. E. Brown, presidente de la Brown Uni-
versity y del International Christian Fellowship, publicó
la primera edición de su obra acerca de las "sectas," se le
interrogó por qué no incluía a la Iglesia Adventista. En
otra edición de la misma obra dió la siguiente respuesta:

"En todas las doctrinas cardinales de la Biblia la concep-
ción milagrosa, el nacimiento virginal, la crucifixión,
la resurrección, la ascensión, la divinidad de Cristo, la ex-
piación de Cristo, el segundo advenimiento, la personali-
dad del Espíritu Santo, y la infalibilidad de la Biblia
los Adventistas del Séptimo Día resuenan como verda-
dero acero." ( 10 )
La actitud de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
hacia las demás, toma en cuenta la declaración de Cristo:
"Tengo también otras ovejas, que no son de este aprisco,
las cuales debo yo recoger, y oirán mi voz, y de todas se
hará un solo rebaño, y un solo pastor." ( 11 )
El adventista tiene por norma compartir su fe cristia-
na con otros y, por lo tanto, da a conocer sus creencias sin
combatir las creencias y los ideales de los demás, aunque
sean diferentes de los suyos. Por tales razones, la Iglesia
Adventista ha declarado oficialmente: "Reconocemos a
toda entidad que exalta a Cristo delante de los hombres
(10) "In the Cult Kingdom," págs. 5, 6.
(11) Evangelio según S. Juan 10: 16.
UN MENSAJE DE ESPERANZA 267

como una parte del plan divino para la evangelización


del mundo, y estimamos altamente a los hombres y muje-
res cristianos de otras congregaciones que se ocupan en
salvar almas para Cristo. En
todo lugar en que el trabajo
de la predicación del Evangelio nos pone en contacto con
otras organizaciones y su obra, el espíritu de la cortesía
cristiana, lajfranqueza y la equidad, deben ser el principio
guiador al tratar con los problemas misioneros." ( 12 )
La actitud consecuente de la Iglesia Adventista frente
a los problemas de la libertad religiosa, siempre ha sido
la de defender las libertades de todas las iglesias, porque
considera que la libertad de cultos es un derecho inaliena-
ble de la humanidad. Por la misma razón, defiende el de-
recho de prédica de todos los cultos, recordando que Je-
sucristo ordenó: "Id por todo el mundo; predicad el Evan-
gelio a todas las criaturas. ." ( 13 )
. .

Frente a los proyectos de reforma del calendario que


pretenden introducir días fuera de cómputo denomina- —
(12) La Iglesia Adventista del Séptimo Día, en sus relaciones oca-
sionales con las demás iglesias, se guía por la Regla de Oro enunciada
por Cristo: "Tratad a los hombres de la misma manera que quisierais
que ellos os traten a vosotros." (Evangelio según S. Lucas 7:31.) Si
la Iglesia Adventista no comparte el plan sugerido por algunas iglesias
en el sentido de dividir el planeta en determinadas regiones misione-
ras, donde unas u otras desarrollarían exclusivamente sus actividades
en sectores bien definidos, es porque cree que su misión, señalada por
el Apocalipsis, es la de predicar el "Evangelio eterno" en todas las
regiones del planeta, y porque está convencida de que todos y cada
uno de los seres humanos tienen el derecho de usar su juicio y de va-
lerse de su libre albedrío para escoger el camino que consideren mejor
para adorar a Dios según se lo dicten sus conciencias individuales. Por
lo tanto, supone que a ninguna organización religiosa le asiste el de-
recho de ejercer coerción sobre las conciencias.
Los 37.000 misioneros adventistas (17.000 pastores y predicadores
y 20.000 profesores, maestros, etc.) actúan en todas los países, en mu-
chos archipiélagos y en numerosas islas. Los misioneros adventistas de
las diversas categorías generalmente actúan en los países de su pro-
pia nacionalidad, donde adquirieron la preparación especial como ba-
chilleres en teología, profesores, maestros y enfermeros. Tales institu-
ciones existen en los siguientes países de América Latina: Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Panamá, Perú,
Santo Domingo y Uruguay.
(13) Evangelio según S. Marcos 16:15.
268 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
dos "días cero," "días en blanco" y "días del año" la —
Iglesia Adventista ha salido en defensa del ciclo semanal,
que interesa a todas las religiones. De ese modo, al pro-
pugnar la continuidad ininterrumpida del ciclo hebdoma-
dario, fundamento de los días de culto, tanto de los cristia-
nos que reposan el domingo como de los que santifican el
sábado, así como de los cultos de los judíos, de los musul-
manes y de los hindúes en días fijos de la semana, la Igle-
sia Adventista está prestando un servicio a todas las re-
ligiones.
La defensa del ciclo semanal fué llevada por los ad-
ventistas ante la Sociedad de las Naciones, cuando se pre-
sentó, en diversas oportunidades, el proyecto Cotsworth-
Eastman. Los adventistas enviaron sus representantes a
Ginebra con miles de firmas procedentes de todos los paí-
ses del mundo, donde había hecho circular folletos que
explicaban el problema, entre los cuales figuraba "La
Reforma del Calendario y el Ciclo Semanal," que se pu-
blicó en Buenos Aires. Posteriormente otra organización
renovó la campaña en favor de la reforma del calendario:
la World Calendar Association International. Su presi-
denta y principal propulsora es una norteamericana in-
fluyente, señora Elisabeth Achelis, que ha desarrollado
una campaña muy intensa en los países latino-americanos.
Para ilustrar a las personas cultas de todos esos países,
en Buenos Aires se publicaron las obras "El Nuevo Ca-
lendario ¿Sacrificará la Semana?" y "Un Audaz Atentado
Contra los Derechos y Deberes del Hombre."
Es indudable que si se añade a los grandes problemas
económicos y políticos de carácter internacional el pro-
blema religioso implicado por la ruptura del ciclo sema-
nal, se produciría una gran confusión en todo el mundo,
y las personas concienzudas de los más diversos credos se
UN MENSAJE DE ESPERANZA 269

verían obligadas a llevar el cómputo tradicional del ciclo


hebdomadario. Frente a ese hecho, el Departamento de
Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista, preparó un
Memorándum en diversos idiomas, titulado "El Proyecto
del Calendario Mundial es Contrario a las Grandes Reli-
giones del Mundo." Esa publicación fué entregada perso-
nalmente por los representantes de la Iglesia Adventista
a los delegados de todas las naciones que asistieron a la
Asamblea General de las Naciones Unidas, donde el asun-
to fué excluido del temario, en el año 1949. Con todo, los
propagandistas de la reforma del calendario no han de-
clinado en sus proyectos.
La actuación de la Iglesia Adventista en el escenario
mundial es un hecho Los frutos del men-
indiscutible.
saje de esperanza para nuestra época pueden verse en
las selvas de la gigantesca Amazonia, en el corazón del
Africa, en Asia y Malasia. Desde Groenlandia a Tie-
rra del Fuego, desde Hammerfest al Cabo de Buena Es-
peranza, desde Siberia hasta Australia, y desde las An-
tillas a los archipiélagos de Oceanía, se ven los resul-
tados de la labor cristiana adventista. Cuando los mi-
sioneros adventistas llegaron en 1931 a la isla de Mu-
ssau, había dos mil aborígenes que llevaban una vida li-
cenciosa, con aspecto repugnante, entregados al vicio de
mascar nueces de betel. Bastaron diez meses de labor pa-
ra que todos esos isleños, después de escuchar la prédica
adventista, se hicieran cristianos. Cuando el inspector
que ya co-
del gobierno, en jira oficial, arribó a esa isla
nocía, dijo: "Nunca he visto algo como esto. Es maravi-
lloso." Es que el Evangelio es un poder capaz de trans-

formar a los individuos de hoy como en los días de Jesu-
cristo, —pues la esperanza en el retorno del Redentor es
una esperanza purificadora.
270 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
El mensaje de esperanza para nuestra época se predi-
ca en todos los países del mundo. Desde los púlpitos de
los templos adventistas, desde los teatros y mediante la
radio, la televisión y millones de publicaciones, se pro-
pala y divulga ese mensaje para una época atormentada
por las dudas y angustiada por el espectro de las guerras.
Desde el año 1845 los adventistas han duplicado sus miem-

bros cada diez años, acrecentando sus actividades misio-


neras en un 500 por ciento en el transcurso de cada década
con respecto a la que precedió. No obstante, los que andan
por el sendero angosto, del cual hablaba Cristo, constitu-
yen siempre una minoría que siente el deber de irradiar
en los corazones de los demás la bendita esperanza que
alienta sus vidas.
Mientras más obscuras se tornan las condiciones mun-
diales,más brillante se hace la esperanza en el segundo
advenimiento de Cristo. Los portavoces del gran men-
saje para nuestra época saben que deben evidenciar "en
todas las cosas una perfecta lealtad; para que su con-
ducta haga respetar en todo el mundo la doctrina de
Dios, salvador nuestro. Porque la gracia del Dios, sal-
vador nuestro, ha iluminado a todos los hombres, ense-
ñándonos, que renunciando a la impiedad y a las pasio-
nes mundanas, vivamos sobria, justa y religiosamente
en este siglo, aguardando la bienaventuranza esperada,
y la venida gloriosa del gran Dios, y salvador nuestro
Jesucristo, el cual se dió a sí mismo por nosotros, para
redimirnos de todo pecado, purificarnos y hacer de nos-
otros, un pueblo particularmente consagrado a su servi-
cio y fervoroso en el bien obrar." ( 14 )

(14) Epístola de S. Pablo a Tito 2: 10-14.


APENDICE
ENSAYO I

La Cuestión de la Transferencia del Día de Reposo

rO de los enigmas que no ha podido ser resuelto por los que quieren
prescindir del testimonio de las Sagradas Escrituras, es cómo se
originó el ciclo semanal. Ningún fenómeno de la naturaleza, sea de la
tierra o del espacio, señala el ritmo de ese ciclo que es exactamente el
mismo entre todos los pueblos.
El gran enigma del origen del ciclo semanal y de su distribución
entre todos los pueblos no puede ser explicado por la hipótesis de que
aquéllos contaron siete cuerpos celestes, porque cualquier observador
puede señalar muchos más. Por otra parte, el hecho de que todos los pue-
blos defiendan el ciclo hebdomadario que comienza y finaliza en el mis-
mo dia, no puede ser una mera coincidencia. Los que se han ocupado de
esta cuestión, han reconocido que la semana representa una tradición
común de la humanidad.

EL ORIGEN DEL DIA DE REPOSO


Desde sus primeras páginas, y al finalizar el cuadro de la creación,
las Sagradas Escrituras esclarecen el problema del origen del dia de re-
poso con las siguientes palabras "Y completó Dios el séptimo día la
:

obra que había hecho: y en el dia séptimo reposó o cesó de todas las obras
que había acabado. Y bendijo al día séptimo; y le santificó: por cuanto
había cesado en él de todas las obras que crió hasta dejarlas bien acaba-
das." (1)
Es de notar que a Adán no se le dice que observe el séptimo día a
partir del momento de la creación, sino que acepte por fe el día bende-
cido y santificado por el Creador, según cuyo testimonio es el séptimo.
No se trataba de un día de reposo cualquiera que representara una sépti-
ma parte del tiempo, sino un día definido, consagrado por el Creador al
culto. No era el día de un pueblo o de una raza en particular, porque
en Adán estaban representadas todas las razas y todos los pueblos que sur-
girían de su descendencia.
¿Cuál era el día de reposo establecido por el Creador? La respuesta
la dió Jesucristo, al decir en forma categórica: "El sábado se hizo para el
bien del hombre, y no el hombre para el sábado." (2)
El mismo nombre "sábado" tiene una etimología que significa reposo.
Ese mismo significado tenía para los pueblos más remotos. El erudito ar-
queólogo A. H. Sayce hace el siguiente comentario acerca de la actitud

(1) Génesis 2:2, 3.


(2) Evangelio según S. Marcos 2:27.
(271^
272 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
de vocablo asirio sapattu o sábado era interpretado como
las asirios: "El
'cesación de trabajo', y 'un dia de reposo para el alma.' En el período
acadio, estaba estrictamente prohibido, en tales días, cocinar alimentos,
cambiar la ropa o llevar vestiduras blancas, ofrecer sacrificios, ir en ca-
rro, dictar leyes, practicar augurios, o aún la medicina."(3)
Antes que el Decálogo fuese proclamado desde el Sinai, y a raíz de las
primeras caídas del maná, en el segundo libro del Pentateuco se declara
enfáticamente lo siguiente: "Dijo entonces Moisés: Este lo comeréis hoy;
porque siendo el Sábado del Señor, hoy no le habrá en el campo. Reco-
gedle durante los seis días; pues el día séptimo es el Sábado del Señor, y
por eso no se hallará. Llegó el día séptimo; y habiendo salido algunos
del pueblo a recogerle, ni hallaron nada. Por lo cual dijo el Señor a
Moisés: ¿Hasta cuánao habéis de ser rebeldes a mis mandamientos y a
mi ley?"(4)
Así como en tiempos muy remotos los acadios se habían fanatizado en
la observancia del día sábado, en el seno del pueblo judío se repitió el
mismo fenómeno entre los fariseos. Por esta razón no fué necesario que
Jesús pronunciara largos discursos recomendando la observancia del día
de reposo establecido en la creación para toda la humanidad, sino que
demostró deliberadamente, con gran escándalo de los fariseos, que es "lí-
cito el hacer bien en día sábado." (5)
En los Evangelios se enseña claramente que Jesús tenía por costumbre
dedicar el día sábado al culto. Esa no era una simple adopción de
una práctica popular; así lo demostró tanto su exaltación de los man-
damientos del Decálogo, como el hecho de que se haya referido a la
observancia del sábado al profetizar el sitio y abandono de la ciudad
de Jerusalén, al hacerles la siguiente recomendación: "Rogad, pues, a
Dios que vuestra huida no sea en invierno o en sábado. ." (6) .

Después de la crucifixión, el ejemplo del Maestro en la observancia


del día de reposo se observó aún con respecto al embalsamamiento del
cuerpo de Jesús, tanto de parte de la bienaventurada Virgen María
como de parte de las mujeres que la habían acompañado hasta el sepul-
cro. La constancia en la observancia del día tradicional de culto aparece
repetidas veces en el registro minucioso de "Los Hechos de los Apóstoles,"
consignado por San Lucas, quien fué compañero del apóstol San Pablo
en sus famosos viajes misioneros.
Para entender cómo se produjo el cambio del dia de reposo estable-
cido en la creación, proclamado en el Decálogo y defendido por Jesu-
cristo y los apóstoles, es necesario recordar cómo se introdujo la
semana en el mundo greco-romano.
EL CICLO SEMANAL EN EL MUNDO GRECO-ROMANO
En Grecia se habían establecido ciclos de diez días, mientras que en
Roma se regían las ferias por períodos irregulares que requerían una
consulta continua del calendario, donde se señalaban las calendas,
las nonas y los idus. Pero desde antes de la Era Cristiana, tanto Grecia
como Roma llegaron a conocer el ciclo semanal por diversos conductos. Se
sabe que Hesíodo, el poeta griego del siglo IX antes de Cristo, decía
que "el séptimo día es sagrado." (7) El poeta Calimaco, del siglo

(3) "Higher Criticism and the Veredict of the Monuments," pág. 74.
(4) Exodo 16: 24-28.
(5) Evangelio según S. Mateo 12: 12.
(6) Id., 24:20.
(7) Citado por Eusebio en "Praeparatio Evangélica."
LA TRANSFERENCIA DEL DIA DE REPOSO 273
IV antes de Cristo, se refirió a la santificación del mismo día. La más
antigua referencia de la literatura latina aparece en unos versos de
Tibvlo (54-19 A. O.
quien en sus "Elegías" (8) dice que se miraba
el dia de Saturno como sagrado. Dentro de la semana con dias denomi-
nados en forma planetaria, que pasó de Babilonia a Egipto y de allí a
Grecia y a Roma, el día de Saturno correspondía al sábado.
En el mundo greco-latino el tema de las hebdómadas o períodos de
siete días, interesó especialmente al polígrafo Varrón (116-27 a. de J. C).
Además de los escritores ya nombrados, se ocuparon del sábado los si-
guientes griegos y latinos Apiano, Aristóbulo, Ausonio, Demócrito, Casio,
:

Cicerón, Estrabón, Gelio, Horacio, Homero, Juvenal, Luciano, Marcial,


Numitianus. Ovidio, Persio, Plutarco y Tácito.
Los romanos no tenían ninguna propensión religiosa para adop-
tar el día de reposo de los judíos. Roma pagana rendía culto a muchas
divinidades y no podía avenirse con el monoteísmo de los judíos.
Sin embargo, el espíritu tolerante de Julio César dió reconocimiento
al culto hebreo como "religio licita." Ese hecho favoreció la llegada
de judíos a Roma, donde se los conocía por la singularidad de santificar
un día determinado que, en el calendario hebdomadario de los mitraís-
tus, correspondía al día Saturno mencionado por el poeta Tibulo
Cuando Julio César, en el año 47 antes de Cristo, modificó el antiguo
calendario romano con el asesoramiento de Sosígenes, adoptó el año
solar de 365 Á días, pero no el ciclo semanal.
l

En la Roma de los Césares, se llegó a tener conocimiento del ciclo


semanal no solamente por medio de los judíos sino mediante los mitraís-
tas. Aunque la semana de unos y otros era sincrónicamente la misma,
la diferencia fundamental residía en el hecho de que mientras lo»
hebreos santificaban el séptimo día o sábado, los persas consideraban
como sagrado el primer día del ciclo hebdomadario, al cual daban el
nombre de día del Sol, considerando como representante del mismo
a Mitra.
LAS PRIMERAS ETAPAS DEL DESCANSO DOMINICAL
Aunque el primer contacto de los mitraístas con Roma tuvo lugar en
el año 67 antes de Cristo, cuando llegaron a Italia los piratas sicilianos
capturados por Pompeyo, ese culto persa fué ganando adeptos. En
efecto, el culto en el dia del Sol se fué generalizando entre los co-
merciantes que mantenían relaciones con el Oriente y, principal-
mente, entre los soldados que regresaban de las campañas milita-
res de Partia. Cuando esos soldados ocuparon sus puestos en diver-
sos puntos estratégicos del Imperio, llevaron la religión mitraísta y,
con ella, el reposo en el día del Sol, que, con el tiempo, recibió el
nombre de dia del Señor, "dies Domini," o "domingo." La extensión de
ese culto ha sido demostrada mediante los numerosos templos subterrá-
neos descubiertos en excavaciones arqueológicas, dados a conocer por
el investigador belga Franz Cumont. (9)

(8) Libro 7, part. 3. lín. 18.


La obra del arqueólogo Franz Cumont fué publicada en Bruse-
(9)
las en forma de fascículos, a partir del año 1895, bajo el titulo "Textes
et Monuments Figurés Telatifs aux Mystéres de Mithra." Respecto al
nombre del dia sagrado dedicado al culto semanal por los mitraístas, el
arqueólogo A. Weigall escribió: "El domingo, día del sol, era también
el dia de Mitra. Resulta interesante notar que Mitra era llamado Do-
minus o 'Señor,' y el domingo hubo de ser denominado el 'día del Se-
ñor' mucho antes de la época cristiana." ("Survivances Paiennes dans
le Monde Chrétien," pág. 126, París, 1934.)
274 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Algunos intérpretes, olvidando la verdadera historia del primer
día de la semana, que recibió el nombre de domingo, han supuesto
erróneamente que en el versículo décimo del primer capítulo del "Apo-
calipsis" se hace referencia al día domingo. La realidad es que en el
original griego dice "Kuriaké heméra" ("dia del Señor"); pero Jesús
dijo que él era el Señor del sábado. Al domingo se lo conoce en las
Sagradas Escrituras únicamente por su nombre ordinal de "primer día
de la semana."
En el libro de "Los Hechos de los Apóstoles," tan sólo se men-
ciona una reunión realizada en el primer día de la semana. Pero cons-
ta por el mismo contexto que se trataba de una reunión que se pro-
longó hasta el alba porque el apóstol San Pablo debía seguir viaje al
día siguiente. Diversos exégetas interpretan que se trataba de una
reunión sabática prolongada hasta la madrugada del domingo. El
mismo apóstol hace referencia al primer día de la semana, no como
a un día consagrado al culto, sino como a un dia cuando cada uno
debía hacer un presupuesto en su casa para apartar algún dinero
para fines caritativos. Mientras tanto, en el mismo libro del evange-
lista San Lucas, se hace referencia a 84 reuniones realizadas en el día
sábado por el apóstol de los gentiles. Hasta menciona que en un lu-
gar donde no había edificio especialmente dedicado al culto, congregó,
en el día sábado, a los creyentes, a la orilla del río.
Ni Jesucristo ni sus apóstoles insinuaron en ningún momento un
cambio en el día consagrado al culto. No podían hacerlo porque cada
mandamiento del Decálogo es inmutable como el carácter de Dios mis-
mo. El día consagrado por la Divinidad al fin de la semana de la crea-
ción y promulgado desde la cumbre del Sinaí como precepto de la Ley
de Dios, sería el mismo que más tarde habría de magnificar Cristo;
día, también, en el cual se rendirá culto a la Divinidad durante toda
la eternidad que seguirá a la transfiguración del mundo. No se pre-
nunciaría tal práctica si con la resurrección de Cristo hubiese que-
dado sancionada, como dicen algunos, la conmemoración de ese gran
acontecimiento. Pero el texto divinamente inspirado de las Sagradas
Escrituras hace la siguiente declaración: "Porque como los cielos nue-
vos, y la nueva tierra que yo haré permanecer siempre delante de mí:
así, ¡oh Jerusalén! permanecerá tu descendencia y tu renombre, dice
el Señor. Y de mes en mes y de sábado en sábado vendrá todo hombre
a postrarse delante de mí, dice el Señor." (10)

CONSECUENCIAS DE LA CONTROVERSIA PASCUAL


El progresivo distanciamiento de algunos núcleos cristianos y su
creciente antagonismo contra los judíos, favoreció la gradual acepta-
ción del dia domingo en lugar de santificar el tradicional día del sá-
bado. Después que se inició la observancia de los dos días, se favoreció
a uno en detrimento del otro.
La acritud de las relaciones entre judíos y cristianos dejó huellas
indelebles en los escritos de Justino quien, entre los años 150 y 160,
escribió en términos significativos. En efecto, evidencian cómo se ha-
bía operado una transformación en algunas regiones dependientes de
Roma, con respecto al día de reposo. Otro síntoma elocuente de ese
distanciamiento fué la controversia pascual, durante el obispado de
Víctor en Roma, que entre los años 193 y 203, intentó suplantar la fe-
cha fija de la Pascua, según la usanza tradicional de los judíos, por la
Pascua movible que rendía un homenaje especial al día domingo.

(10) Isaías 66: 22, 23.


LA TRANSFERENCIA DEL DIA DE REPOSO 275
Tanto en los escritos de Ireneo de Lyon (130-202), como en los de
Clemente de Alejandría (150-220), se observan expresiones despecti-
vas hacia los judíos y llega a vincularse el sábado con ese pueblo
como si quisieran borrar el recuerdo de que es un patrimonio de la hu-
manidad. Al ir abandonando el culto que se realizaba en el séptimo
día de la semana, para no ser confundidos con los judíos, consagraron
el primer día de la semana. A raíz de esa nueva práctica se les plan-
teó el problema de verse mimetizados con los que habían adoptado
el mitraísmo de los persas. En ese momento innovador el apologista
Tertuliano (160-230) tuvo que contestar los argumentos de los paga-
nos que los confundían con los mitraístas. En una de sus defensas
escribió: "Otros, con gran respeto por las buenas maneras, os es
necesario confesarlo, suponen que el sol es el dios de los cristianos,
porque es un hecho bien conocido que nosotros oramos hacia el este,
o porque hacemos del día del Sol un día de festividad. ¿Qué hay con
ello? ¿Hacéis vosotros menos que esto? ¿No hay acaso entre vosotros
muchos que por la inclinación de adorar algunas veces los cuerpos ce-
lestes mueven de igual manera sus labios en la dirección de la salida
del sol? Sois vosotros quienes, en cualquier caso, habéis hasta admiti-
do el sol en el calendario de la semana: y habéis elegido su día, pre-
firiéndolo al día anterior, como el más adecuado de la semana. ."(11)
. .

El tema del dia de reposo, tantas veces tratado por Tertuliano en


sus numerosos escritos, en los que manifestó su antagonismo con todo
lo que podía ser considerado como judaico, no impidió que el gran
apologista, destacara que "Cristo de ninguna manera abrogó el sába-
do." (12)
A pesar de la corriente innovadora, los cristianos que eran auténti-
cos defensores de la ortodoxia, siguieron santificando el día de reposo
establecido desde la creación. Esta institución no era de origen ju-
dío, a pesar de que los hebreos fueron conocidos en el mundo greco-
romano por su observancia del sábado. Así se fué preparando el camino
heterodoxo que recibiría el apoyo del emperador Constantino.

EL TENOR DEL FAMOSO EDICTO DEL EMPERADOR CONSTANTINO


En el año 312 se publicó el famoso edicto de tolerancia de Milán
que puso término a las persecuciones en contra de los cristianos. El
emperador Constantino, pensando fusionar todos los cultos, y siendo él

mismo un adorador de Apolo el dios Sol de la mitología grecorro-

mana promulgó el 7 de marzo del año 321 un edicto que establecía
el descanso público en el día del Sol, cuyo texto dice: "Descansen los
jueces, la plebe de las ciudades, y los oficios de todas las artes el
venerable día del Sol. Pero trabajen libre y lícitamente en las faenas
agrícolas los establecidos en los campos, pues acontece con frecuencia,
que en ningún otro día se echa el grano a los surcos y se plan-
tan vides en los hoyos más convenientemente, a fin de que en ocasión
del momento no se pierda el beneficio concedido por la celestial pro-
videncia. "(13)

(11) "Ad Nationes," libro I, cap. 13, citado por Migne en "Patrolo-
gía Latina," tomo L col. 650.
(12) "Contra Marcion," libro IV, cap. 12; obra citada, tomo n, col.
415.
(13) "Código de Justiniano," lib. m, tít. 12, párr. 2. Edición en
latín y castellano de García del Corral, intitulada "Cuerpo del Derecho
Civil Romano," tomo IV, pág. 333, Barcelona, 1892.
276 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
El tenor del edicto del emperador Constantino es tal que se re-
flejan sus ideas eminentemente heliolátricas o, al menos, el respeto
a las supersticiones paganas relacionadas con el culto del sol. El si-
guiente paso de importancia dado por Constantino para lograr sus fi-
nes, fué el de convocar el concilio ecuménico de Nicea, realizado en
el año 325. En ese primer concilio ecuménico realizado después de la
muerte de los apóstoles, triunfó la tesis que había sustentado el obis-
po Víctor de Roma hacía más de un siglo y que provocara la contro-
versia pascual. Según los acuerdos de ese concilio, la Pascua habría
de celebrarse en el domingo consecutivo al 14<? día de la luna nueva
en torno al equinoccio. Durante el concilio de Nicea el emperador Cons-
tantino había expresado: "No tengamos, pues, nada en común con la
muy hostil turba de los judíos." (14)
La exaltación oficial del día del Sol, con el nombre de día del
Señor o domingo, frente al verdadero día del Señor señalado por Je-
sús, puso a los cristianos defensores de la ortodoxia apostólica frente
a un problema similar al de los apóstoles San Pedro y San Juan quie-
nes, al ser intimados por las autoridades judías para que no siguie-
sen predicando, contestaron: "Juzgad vosotros si en la presencia de
Dios, es justo el obedecer a vosotros antes que a Dios, porque nosotros
no podemos menos de hablar lo que hemos visto y oído." (15)
Olvidando el ejemplo y la prédica de Cristo respecto al mandamien-
to que ordena el culto en el día sagrado de reposo prescrito desde la
creación para toda la humanidad, los innovadores escribieron despec-
tivamente del sábado motejándolo como día de los judíos. A tal pun-
to se llegó en esta cuestión, que el historiador eclesiástico Eusebio,
participante del concilio de Nicea, se expresó en los siguientes térmi-
nos en uno de sus comentarios exegéticos: "Todas las cosas que de-
bíamos hacer en el sábado, las hemos trasladado al día del Señor, pues-,
to que le corresponden más apropiadamente debido a que tiene pre-
cedencia y es primero en rango, y más honorable que el sábado ju-
dío." (16)
La cristiandad llegó a una de sus primeras encrucijadas cuando del
concepto ortodoxo de "sábado cristiano" y del dies solis pagano, se
pretendió pasar al nuevo y heterodoxo concepto de "sábado judío" y
"domingo cristiano." El domingo lleva todavía en alemán (sonntag)
y en inglés (sunday) el nombre de día del sol que denuncia su origen.
En algunos concilios se pretendió reforzar la exaltación del domingo
con desmedro del sábado. Entre ellos se destacó el concilio de Laodi-
cea del año 364, uno de cuyos cánones expresaba : "Que los cristia-
nos no deben judaizar ni estar ociosos en el día sábado; pero han de
honrar especialmente el día del Señor, y, como cristianos, si es posible,
no han de trabajar en ese día. Si, no obstante, persistieran en judai-
zar, que sean anatemas del nombre de Cristo." (17)

(14) Citado por Boyle en "Historical View of the Council of Nicea,"


pág. 52. ed. 1842.
(15) Los Hechos de los Apóstoles 4:19, 20.

(16) "Comentario acerca del Salmo 92" Salmo 91 en las versiones

católico-romanas, en Migne, "Patrología Graeca," tomo 23, col. 1.170.
(17) "Canon," 29; citado por Hefele en "Histoire des Concils," to-
mo I, págs. 995-1.008.
Entre el concilio de Nicea (325) y el de Laodicea (364), hubo
otros concilios que se ocuparon de la cuestión del reposo en el
primer día de la semana, en lugar de la santificación del séptimo.
LA TRANSFERENCIA DEL DIA DE REPOSO 277
El rigor del descanso dominical se fué acentuando mediante una
serie de decretos imperiales firmados por Valentiniano (368), Teodosio
el Grande (386), Honorio (409). León el Grande (469) y León el Filó-
sofo (910). La caída del Imperio Romano y su fragmentación por loa
pueblos bárbaros, dió al obispo de Roma una influencia cada v«z ma-
yor en el Occidente, desde que fué apoyado por el emperador del Orien-
te. No obstante, en el siglo VI el obispo de Constantinopla comenzó a
denominarse "ecuménico" u "obispo universal." La cuestión de las
preeminencias de los obispos de las ciudades sobre los de las cam-
pañas, y de los obispos metropolitanos sobre los de las ciudades se-
cundarias, en relación con factores de orden político, dió lugar a cinco
patriarcados con sentido jurisdiccional: Jerusalén. Antioquía, Alejan-
dría, Constantinopla y Roma. La rivalidad entre los dos últimos pa-
triarcados residía en la preeminencia que reclamaba uno por estar
en la capital del Imperio y el otro porque residía en Roma, la ciudad
que había sido la capital tradicional. Esas cinco divisiones territoriales
fueron las sedes respectivas de los patriarcas metropolitanos. En sus
comienzos, esas divisiones no tenían relación alguna con diferencias
ideológicas, si bien es cierto que, con el transcurso del tiempo, se
fueron acentuando las características que podrían denominarse jero-
similitanas, antioqueñas, alejandrinas, constantinopolitanas y romanas.

LOS DEFENSORES DE LA TRADICION APOSTOLICA


A pesar de los decretos imperiales y de los cánones de los conci-
lios, diversos grupos de cristianos se mantuvieron constantes en el an-
tiguo sendero apostólico, encareciendo, entre otras cosas, la observan-
cia religiosa del día sábado, mientras que la mayor parte de la cristian-
dad optó por el camino cada vez más ancho del descanso dominical.
Los primeros pueblos que fueron evangelizados se mostraron más fie-
les a la práctica cristiana y apostólica de santificar el sábado prescrito
por el Decálogo, mientras que los pueblos bárbaros a los cuales llegaron
los misioneros cuando ya se había generalizado la observancia del pri-
mer día de la semana, aceptaron fácilmente el domingo como una tra-
dición, aunque esa práctica no tenía justificación en las páginas de las
Sagradas Escrituras.
Los grupos de cristianos observadores del sábado se hallaban es-
parcidos, y como constituían una minoría, no pudieron hacer oír su
voz en los concilios: con todo son numerosas las evidencias de su exis-
tencia y de la constancia en mantenerse de parte de las prácticas
apostólicas en lugar de adoptar las innovaciones que se generalizaron
y que terminaron por prevalecer.
El historiador de la iglesia y escolástico Sócrates, fallecido hacia
el año 440, ha dejado constancia del siguiente hecho: "No obstante
que casi todas las iglesias del mundo entero celebran los sagrados mis-

Entre ellos son recordados el concilio Gangrense. efectuado entre los


años 325 a 341, y el concilio de Sárdica del año 345. No obstante, los
autores católico-romanos asignan mayor importancia al concilio de
Laodicea, al cual atribuyen el cambio del día de reposo. En un ca-
tecismo bendecido por el papa Pío X. el 25 de enero de 1910. se lee
lo siguiente acerca del culto en el domingo como institución eclesiástica:
"Preg. ¿Por qué observamos el Domingo en lugar del Sábado?
"Resp. Observamos el Domingo en lugar del Sábado porque la Igle-
sia Católica, en el Concilio de Laodicea transfirió la solemnidad del
Sábado al Domingo." ("The Converfs Catechism of Catholic Doctrine,"
por el P. Pedro Geiermann. C. SS. R., pág. 50. ed. 1910.)
278 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
terios el sábado de cada semana, los cristianos de Alejandría y Roma,
de acuerdo con cierta antigua tradición, han dejado de hacerlo. "(18)
Es muy significativo el hecho de que en las iglesias cristianas que
se mantuvieron más aisladas del resto de la cristiandad, se ha prose-
guido la santificación del sábado hasta los tiempos modernos y, en al-
gunos casos, hasta nuestros días. Esto es lo que aconteció en Arme-
nia, Etiopía y la India. Resulta igualmente interesante el hecho de que
el presbítero irlandés conocido como San Colombano, al ir a evange-
lizar con doce misioneros a los pueblos bárbaros que vivían en Escocia,
en el año 612 después de Cristo, proclamó abiertamente la santifica-
ción del día sábado, acerca de cuyas prácticas religiosas dejó instruc-
ciones a su discípulo Diermit, a quien le decía: "Este día es llamado el
sábado, esto es, el día de reposo, y esto lo es ciertamente para mí;
por lo cual quiero poner fin a mis labores." (19)
Diversos documentos históricos y las actas de los concilios, demues-
tran que todavía había cristianos que santificaban el sábado durante
el siglo V en Palestina, Egipto y Constantinopla; durante el siglo VI
acontecía otro tanto en Persia y Egipto; en el siglo VII los había en
Escocia, en la China, y obviamente en la India y en Etiopía, según se-
ría comprobado posteriormente; en el siglo VIII se encuentran cris-
tianos sabatistas en Frigia, Escocia e Italia; durante el siglo IX hacían
lo propio algunos cristianos de Bulgaria y de Frigia, que siguieron dan-
do el mismo testimonio hasta el siglo XII, cuando se los encuentra en
Aragón, en Francia y hasta en Italia.
La iglesia cristiana de Abisinia o Etiopía, que permaneció incomuni-
cada del resto de la cristiandad, como "una isla cristiana en medio de
un mar musulmán," prosiguió fiel en el cristianismo apostólico que
sus habitantes habían aceptado en los días del evangelista Felipe y, por
lo tanto, una de sus características siguió siendo la observancia del
día de reposo. La Iglesia Etiópica mantuvo su aislamiento desde antes
de la conquista mahometana, es decir, desde el concilio ecuménico de
Calcedonia, del año 451. Desde ese mismo momento histórico perma-
necieron autónomas las iglesias Cóptica o Egipcia, Jacobita y Armenia.
De una manera similar, la Iglesia Nestoriana, dos décadas antes, ha-
bía destacado su autonomía a partir del concilio ecuménico de Efeso,
efectuado en el año 431. Las iglesias nestorianas responden a cinco
ritos: bizantino, armenio, antioqueño-exmonofisita, antioqueño-exnesto-
riano y alejandrino.
En el año 1053, León, obispo oriental de Achridia en Bulgaria, al
cual se lo supone bajo la influencia directa de Cerulario, del Patriar-
cado de Constantinopla, dirigió una epístola a Juan, obispo de Trano,
con sede en Apulia, para todos los obispos occidentales. El obispo
griego acusaba a los obispos latinos de incurrir en error respecto a
la práctica de ayunar los sábados como si fuese un día nefasto. Se-
ñalaba también otras prácticas que consideraba heterodoxas, las que
según Focio eran siete y veintidós según Cerulario. Entre los siglos
XII al XV los griegos u orientales destacaron que los latinos u occiden-
tales sostenían 62 errores. Al ir intensificándose el antagonismo desde la
ruptura entre ambas iglesias, a mediados del año 1054, la iglesia latina
insistió en su carácter de "católica" o "universal," mientras que la
griega pretendió ser la iglesia "ortodoxa" o verdadera, que seguía la
opinión recta respecto a las enseñanzas de Cristo.

(18) "Historia Eclesiástica," e. 5, c. 22, cit. en "Ntcene and Post-


Nicene Fathers," 2a. serie, tomo 2, pág. 1.332.
(19) Citado por A. Butler en "Lives of the Fathers, Martyrs and
Principal Saints," art. St. Columba, A. D. 597.
LA TRANSFERENCIA DEL DIA DE REPOSO 279
Millones de cristianos observadores del sábado como día de reposo
se hallan en todo el mundo. Entre ellos se destacan los coptos de
Etiopía, los jacobitas de la India, los nestorianos de Persia y de la
India, los bautistas del séptimo día en Europa y América del Norte
y los adventistas del séptimo día, que se hallan en todos los países del
mundo.
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ENSAYO II

Etapas de un Lapso de 23 Siglos de Historia

T^Ia ESTUDIO de la historia ha sido siempre una de las predilecciones


de los pensadores latinos. Cicerón (106-43 a. C), el más célebre
de los oradores romanos, escribió "La historia es el testigo de los tiem-
:

pos, la luz de la verdad, la vida de la memoria, la maestra de la vida,


el nuncio de la belleza." 1(

No pensaron de la misma manera los escritores cristianos, para quie-


nes la luz de la verdad no se hallaba en la historia del hombre, ni la
rememoración del pasado podía ser considerada como la maestra de las
nuevas generaciones, ni las acciones humanas resultaban la embajada
precursora que garantizara el triunfo de la belleza.
Mientras el mundo pagano exaltó y hasta divinizó al hombre y sus
obras, buenas o malas, el mundo cristiano nació con un concepto abso-

(1) "De Oratoria," L. n.


280 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
lutamente distinto. La Divinidad había compartido la naturaleza del
hombre mediante la humanación del Mesías. El Cristo pudo decir sin
orgullo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida." (2)
Pero la verdad acerca del Mesías, antes de ser historia, ya existía
como profecía. Los profetas de Israel habían descrito tan minuciosa-
mente la figura y la actuación del Cristo, varios siglos antes de nuestra
era, que hasta profetizaron con precisión cuándo había de aparecer.
Después de inventariar esas profecías mesiánicas, en general y las del
profeta Daniel en particular, el matemático y filósofo Blas Pascal ( 1623-
1662) rubricó la siguiente reflexión: "Si no hubiese oído hablar del
Mesías, después de las admirables predicciones del orden del mundo,
que veo cumplidas, diría que eso es divino. Y, sabiendo que esos mis-
mos libros predicen un Mesías, me aseguraría que ha venido." (3)
Las profecías de las Sagradas Escrituras enfocaron anticipadamente
la historia de la humanidad desde los dias de Moisés (1527-1407 a. C.)
hasta el segundo advenimiento del Mesías. Escapa al propósito de estas
páginas el hacer una enumeración de esas predicciones tan numerosas
como interesantes que se han cumplido durante más de 34 siglos. En-
focaremos, en cambio, una profecía que abarca un lapso de 2.300 años.
Numerosos investigadores de las Sagradas Escrituras se interesaron
en desentrañar el verdadero alcance de ese período, que es el más abar-
cante de cuantos aparecen en las profecías bíblicas. El análisis de esa
profecía implicaría el estudio de tres asuntos principales: primero, las
circunstancias en que fué registrada; segundo, el punto de partida desde
cuyo momento cronológico preciso deben computarse los 2.300 años;
tercero, el significado de lo que habría de acontecer durante ese lapso
y al término del mismo.
CIRCUNSTANCIAS RELACIONADAS CON LA PROFECIA
DE LOS 2.300 AÑOS
Un joven de la estirpe real de Judea, Daniel, fué llevado en cautiverio
a Babilonia. En esa ciudad explicó al rey Nabucodonosor el famoso sueño
de la estatua metálica con pies de barro sobre la cual caía una piedra
que la pulverizaba. Esa estatua representaba los imperios que se suce-
derían hasta la intervención divina mediante el segundo advenimiento
de Cristo.
La segunda profecía abarcante que registra el libro de Daniel, sim-
boliza a los grandes imperios en forma de animales que irrumpen del
mar de las naciones. El león (Babilonia), sería seguido por el oso (Me-
do-Persia), luego por el leopardo (Grecia), y por un animal indescriptible
(Roma), del cual surgirían diez cuernos o reinos (los pueblos bárbaros).
Después de éstos aparecería una potencia diferente (el Vaticano). Fi-
nalmente se produciría el segundo advenimiento de Cristo para estable-
cer un reino de justicia.
La tercera profecía fué registrada por Daniel en el año 559 antes
de la era cristiana. El profeta ya no se hallaba en Babilonia sino en
Susa, capital de la provincia de Elam, cerca del río Ulai. Mediante una
visión contempló cómo habrían de luchar un carnero, que simbolizaba a
los reyes de Media y Persia, con un cabrón que representaba al intré-
pido príncipe de Javán o Grecia Alejandro Magno. En el mismo capí-
:

tulo noveno se indica el surgimiento de Roma, tanto en su periodo o


etapa pagana como en su etapa papal. Al describir la lucha entre la
verdad y el error, señala que "la verdad será abatida sobre la tie-

(2) Evangelio según S. Juan 14:8.


(3) "Pensamientos," No. 734, trad. de Edmundo Fernández Blanco.
Madrid, 1933, pág. 226.
ETAPAS DE UN LAPSO DE 23 SIGLOS DE HISTORIA 281
rra. . . Después se interroga respecto a cuánto tiempo duraría
." (4)
esa situación desoladora, y se le responde: "Por espacio de dos mil y
trescientos días enteros. " (5) . .

El capitulo que contiene esa singular predicción, finaliza expresando


que esa visión "se verificará pasados muchos años." Además, declara
el profeta que "estaba pasmado de la visión, sin que hubiese nadie que
la interpretase ni conociese." ¿Se trataba de un lapso de 2300 días li-
terales? En ese caso ¿cómo podía decirse de esa profecía que se cum-
pliría después de "muchos años"? ¿Era necesario aplicar a ese período
la escala de tiempo profético según la cual por cada día se cuenta un
año literal?
La escala de tiempo profético había sido aplicada en los días de
Moisés y en los del profeta Ezequiel. Cuando el pueblo de Israel pere-
grinaba en el desierto con Moisés, éste dijo, en el nombre de Dios
"A proporción del número de cuarenta días gastados en reconocer la
tierra, contando año por día. Y así por espacio de cuarenta años paga-
réis la pena de vuestras maldades."(6) En el caso del profeta Ezequiel,
coetáneo de Daniel, se registra la aplicación de la misma escala pro-
fética: "Concluidos, empero, estos días, dormirás otra vez y dormirás
sobre tu lado derecho, y llevarás la pena de la iniquidad de la casa de
Judá por cuarenta días, día por año, pues que por cada año te he se-
ñalado un día."(7) Si los 2.300 días del libro de Daniel eran prof éticos,
significaban 2.300 años, tal como lo entendieron numerosos exégetas.
tanto judíos como cristianos. (8)

(4) Daniel 8: 12.


(5) Id., 8: 14.
(6) Números 14: 34.
(7) Ezequiel 4: 6.
(8) Entre los judíos que se interesaron en las profecías de Daniel
y que interpretaron los 2.300 días como "años-días" proféticos, o 2.300
años literales, figuran los siguientes: Benjamín ben Moisés Hawendi
(siglo VIII), en Persia; Salomón ben Jorán (siglo IX), en Jerusalén;
Saadia ben José o Alfayumi (892-964), en Gaón de Sura; Sahl ben
Mazliah (siglo X), Palestina; Jefet ibn Ali Halevi (siglo X), Palestina;
Salomón ben Isaac o Rashi (1040-1105), en Troyes, Francia; Abraham
bar Hiyya Hanasi (1065-1136), en España; Judá Halevi (1080-1141)
en España: Moisés ben Ñaman o Mamanides (1250-1340), en España;
Baya ben Aser (1250-1340), en España; Simeón ben Zema Durán (1361-
1444), en España; Isaac Ben Judá Abravanel (1437-1508), en Portugal
y España; Abraham Halevi ben Eliezer (siglo XVI), en España y Pa-
lestina.
Aunque es muy probable que entre los cristianos se adoptara el
mismo punto de vista que el de los judíos acerca de la profecía de Da-
niel que nos interesa, ha sido difícil encontrar las pruebas documen-
tales. Por las búsquedas que se han practicado en los archivos y
bibliotecas de Europa por los investigadores Jean Vuilleumier, Alfred
Vaucher, Le Roy Froom y otros, se pone en evidencia que el principio
de interpretación profética de "día por año" aparece ya en los es-
critos del monje italiano Joaquín de Flora (1130-1202). No obstante,
aunque ese monje italiano aplicó esa clave de tiempo profético a
ciertas profecías de Daniel, no se ha encontrado la prueba de que Ja
aplicara al capitulo octavo de ese profeta. La primera prueba docu-
mental de un autor cristiano que haya escrito acerca de los 2.300 años,
la da Nicolás Krebs de Cusa (1401-1464), posición que fué adoptada
como correcta por otros autores y por los investigadores que llegaron
independientemente a las mismas conclusiones.
18 —D. L. de una G. E.
282 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
EL COMIENZO DEL PERIODO DE LOS 2.360 AÑOS DEL LIBRO
DE DANIEL
El profeta Daniel registró en el capítulo octavo de su famoso libro
una profecía importante; pero, a pesar de referirse a un periodo inte-
resante, llega al término de ese capítulo, consignando en el último ver-
sículo, que no pudo interpretar la visión profética que habia contem-
plado: "Y yo Daniel perdí las fuerzas, y estuve enfermo por algunos
días: y restablecido, continuaba despachando en los asuntos del rey;
pero estaba pasmado de la visión, sin que hubiese nadie que la inter-
pretase ni conociese." (9)
En el siguiente capítulo, el profeta Daniel declara que se hallaba
orando para interpretar las profecías cuando ocurrió lo siguiente: "Es-
tando yo todavía profiriendo las palabras de mi oración, he aquí que
Gabriel, aquel varón que yo había visto al principio de la visión, vo-
lando súbitamente, me tocó en la hora del sacrificio de la tarde; y me
instruyó, y me habló en los términos siguientes: Daniel, yo he venido
ahora a fin de instruirte, y para que conozcas los designios de Dios.
La orden se me dió desde luego que te pusiste a orar, y yo vengo para
mostrártela; porque tú eres un varón muy agradable a Dios. Atiende,
pues, tú ahora a mis palabras, y entiende la visión." (10)
El erudito doctor William Hales, hace el siguiente comentario acerca
de la aclaración que se le hizo al profeta Daniel: "Esta profecía crono-
lógica estaba destinada evidentemente a explicar la visión precedente,
especialmente su parte cronológica de los 2.300 días. "(11)
La relación entre el capítulo 8 y el capítulo 9 de Daniel es tan estre-
cha, que el último es el complemento del primero. En efecto, había que-
dado sin establecer el comienzo de los 2.300 años; pero luego se le indica
cuál ha de ser el acontecimiento que servirá como punto de partida
para un período menor que ha de ser "cortado" en favor del pueblo
de Israel y durante el cual se presentará el Mesías. (12)

(9) Daniel 8:27.


(10) Id., 9: 21-23.
(11) "A New Analysis of Chronology," tomo n, pág. 517.
(12) El exégeta Urías Smith explica la relación entre los capítulos
8 y 9 de Daniel, al decir: "Pero ¿cómo revela este lenguaje alguna
relación con los 2.300 días, o cómo los ilumina? Contestamos: El
lenguaje no puede referirse inteligiblemente a otra cosa. El vocablo
traducido aquí 'determinadas' significa 'cortadas,' 'separadas,' y en
la visión aqui aludida no se menciona otro período del cual las seten-
ta semanas podrían cortarse, excepto los 2.300 días. Cuán directa
¡

y natural es, pues, la relación! 'Setenta semanas son cortadas." Pero


¿cortadas de qué? Ciertísimamente, de los 2.300 días. La palabra
'determinadas' que se halla en esta frase, es una traducción del he-
breo nechtak, que se basa en un radical primitivo que según Strongg
declara, significa 'cortar, es decir figurativamente, determinar.' Sig-
nifica esto último por implicación. La versión que seguimos emplea
esta definición más remota, por implicación, y pone 'determinadas' en
el texto que nos ocupa. Otras versiones siguen la segunda definición,
y dicen: 'Setenta semanas están decretadas (es decir, concedidas) a
tu pueblo.' Tomando la definición básica y más sencilla, tenemos: 'Se-
tenta semanas están cortadas para tu pueblo.' Si están cortadas, debe
ser de un entero mayor, en este caso, de los 2.300 días de la profecía
discutida hasta aquí. Se puede añadir que Gesenio da la misma defi-
nición que Strong: 'Cortar, dividir, y así determinar, decretar.' Se re-
fiere luego a Daniel 9 24, y traduce así la frase
: 'Son decretadas so-
:

bre tu pueblo.' Davidson da exactamente la misma definición, y se


ETAPAS DE UN LAPSO DE 23 SIGLOS DE HISTORIA 283
Es un hecho evidente que en el capítulo 9 del libro de Daniel, se
resuelve el problema pendiente del capítulo anterior. Por consiguiente,
en la explicación que se le da al profeta, aparece el dato que faltaba, a
saber: el punto de partida para la cronología de los acontecimientos
que se le habían anunciado. Efectivamente, se destaca como comienzo
un acontecimiento que estaba todavía en el futuro: "Sábete, pues y
nota atentamente: desde que saldrá la orden o edicto para que sea
reedificada Jerusalén, hasta el Cristo príncipe. ." (13)
. .

Tanto el rey Ciro como el rey Darío se interesaron en la recons-


trucción de la ciudad de Jerusalén; pero el decreto que tuvo efecti-
vidad fué el del rey Artajerjes de Persia. En el año séptimo de su
reinado, dió a conocer el decreto que se ha registrado en las páginas
de las Sagradas Escrituras, en el libro de Esdras. El año séptimo del
reinado de Artajerjes corresponde a 457 antes de Cristo. (14)
Como el edicto del emperador Artajerjes Longímano fué promul-
gado al fin del tercer trimestre del año 457 antes de la era cristiana,
los 2.300 años llegarían a su cabal cumplimiento al término del tercer
trimestre del año 1844.

refiere igualmente a Daniel 9 24 como ejemplo. Puede preguntarse


:

entonces por qué los traductores rinden la expresión por 'determinadas,'


cuando es obvio que significa 'cortadas.' La respuesta es: Pasaron
indudablemente por alto la relación que hay entre el capítulo 8 y el 9,
y considerando impropio traducirla por 'cortadas' cuando no veían
nada de lo cual podrían cortarse las setenta semanas, dieron a la pa-
labra su significado figurativo en vez del literal. Pero, como ya lo
hemos visto, la definición y el contexto requieren el significado li-
teral, y hacen inadmisible cualquier otro. Por lo tanto, setenta se-
manas, o 490 años de los 2.300 días, eran concedidos a Jerusalén y
a los judíos." ("Las Profecías de Daniel y del Apocalipsis," tomo I,
págs. 165, 166.)
(13) Id., 9: 25.
(14) Tanto la resolución de Ciro, del año 536 antes de Cristo (Esdras
1:1-4), como la de Darío, del año 519 (Esdras 6:1-12), se referían
a la reconstrucción del templo; pero no incluían la orden de restaurar
el estado civil y político del pueblo de Israel. Además, según lo evi-
denciaron los acontecimientos, si se tomara en cuenta cualquiera de
esas dos fechas, la primera etapa de la profecía no llegaría hasta los
días del Mesías o Cristo, predicho con precisión cronológica.
El emperador persa Artajerjes Longímano publicó un decreto mu-
cho más amplio que los de los dos reyes anteriores, el cual favoreció
la restauración total de Israel. En efecto, permitió que Esdras se tras-
ladara a Jerusalén con todos los que quisieran acompañarlo. Como
si esto fuese poco, le proporcionó tesoros para el templo de Jerusalén
y lo facultó para establecer magistrados y jueces y ordenar leyes, de
modo que fuese restaurado el estado de Israel, tanto en lo civil como
en lo eclesiástico.
La fecha del año 457 antes de la Era Cristiana para el decreto de
Artajerjes está claramente establecida gracias al Canon de Ptolomeo. Este
astrónomo presentó la lista de reyes y las fechas de sus gobiernos,
mediante un sincronismo de los eclipses con la cronología griega de las
Olimpíadas. Este asunto ha sido revisado satisfactoriamente por Isaac
Newton en su obra "Observations Vpon the Prophecies of Daniel," págs.
154-157. Algunos descubrimientos recientes han permitido confirmar sin
la menor sombra de duda que el mencionado decreto fué, efectiva-
mente, del año 457 antes de Cristo. Tales investigaciones han justi-
ficado la edición de la obra de los arqueólogos S. H. Horn y L H.
Wood, titulada "The Chronology of Ezra 7," (Wáshington, 1953).
18 a. —D. L. de una G. E.
284 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
CRISTO Y EL CUMPLIMIENTO DE LA PRIMERA ETAPA
DE LOS 2.300 AfíOS
La primera etapa de la profecía de los 2.300 años se ajusta a un
periodo de 490 años, jalonado por cuatro acontecimientos. Es de no-
tar que, asi como la profecía habló de 2.300 dias, que equivalen a otros
tantos años según la escala de tiempo profético ya considerada, en
el caso de los 490 años se emplea la misma escala siendo que el texto
habla de setenta semanas.
El sincronismo entre los acontecimientos históricos y lo que la
profecía señalaba que habría de ocurrir, resulta sorprendente. Basta
la sencilla enumeración de los hechos para comprobar el cumplimiento
matemático de esa profecía registrada por Daniel.
Desde la orden para reconstruir a Jerusalén hasta que esa obra
fuese terminada, transcurrirían 7 semanas proféticas o sea 49 años.
El investigador Humphrey Prideaux, destaca el cumplimiento de ese
detalle, al escribir: "En el año quince de Dario Noto terminaron las
primeras siete semanas de las setenta mencionadas en la profecía de
Daniel. Porque entonces la restauración de la Iglesia y el Estado de
los judíos en Jerusalén y Judea quedó terminada en aquel último acto
de reforma, que se registra en el capitulo 13 de Nehemías, desde el
versículo 23 hasta el fin del capítulo, exactamente 49 años después que
la inició Esdras en el año séptimo de Artajerjes Longímano."(l5)
Después de ese primer jalón, que llega al año 408 antes de la era
cristiana, transcurrirían 62 semanas proféticas o sea 434 años hasta
que se presentara el Mesías o "el Cristo príncipe." (16) No se refiere
aquí al nacimiento de Jesús sino a su aparición pública para cum-
plir con la misión mesiánica; esto se Infiere del contexto donde 66
indica que se le quitaría la vida (al Mesías) tres años y medio después.

La aparición pública de Jesús, en su carácter de Ungido, tuvo lugar


en ocasión de su bautismo. Felizmente, el testimonio de los "Evan-
gelios" proporciona valiosas informaciones acerca de ese acontecimien-
to. San Mateo declara que mientras Juan el Bautista predicaba acer-
ca del primer advenimiento del Mesías, Jesús llegó a la orilla del
Jordán para ser bautizado. "Juan, empero, se resistía, diciendo: ¡Yo
debo ser bautizado de ti, y tú vienes a mil A
lo cual respondió Jesú*
diciendo: Déjame hacer ahora, que así es como conviene que nosotros
cumplamos toda justicia."(i7) Jesús sabía que estaba cumpliendo la

(15) "The Oíd and the New Testament Connected in th» Hittory
of the Jews," tomo I, pág. 322.
(16) Daniel 9: 25.
(17) Evangelio según S. Mateo 3:14, 15.
ETAPAS DE UX LAPSO DE 23 SIGLOS DE HISTORIA 285

profecía registrada par Daniel y. por esa razón, después de su


predicaba: "Se ha cumplido ya el tiempo."* 1S> Grada* a 1

cronológicos m inuciosos aportados par el evangelista San I


posible comp robar que el bautismo de Jesús ocurrió en la i
matada por la profecía, y que corresponde al ano 27 de la

[CHA DE LA CRUCTriXION" DE CRISTO


tapa de la profecía

l Cristo: y no será
¿S '-TT~..-. Ts. i -

1 1 1 íf¡,l 1 I,,
Ill 1

(18) Evomoebo según 5. Jfarcos 1:15.


(19) Si bien es cierto que Jesús se bautizó a los treinta afios de
286 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
con muchos fieles convertidos; y a la mitad de esta semana cesarán las
hostias y los sacrificios. .."(20)
.

Al término de las sesenta y dos semanas proféticas o 434 años de fi-


nalizada la reconstrucción de Jerusalén, Jesús fué ungido o bautizado.
A la mitad de la semana siguiente, vale decir, tres años y medio des-
pués de su bautismo, se le quitaría la vida. Esto significa que la
crucifixión a la cual hizo referencia Jesús mismo durante su prédica,
tendría lugar en el año 31 de la era cristiana. Para mayor precisión
de fechas, viene al caso recordar que si el edicto de Artajerjes se re-
monta a los primeros días de octubre del año 457, la crucifixión debía
ocurrir, según la profecía, 486 Vi años después, o sea en el mes de
abril del año 31 de la era cristiana.
Resulta interesante comprobar, por el testimonio de los testigos de
la vida de Jesucristo, que el Maestro predicó, precisamente, durante
tres años y medio. Después del bautismo, en octubre del año 27, Jesús
participó de la fiesta de la Pascua del año 28. Esto lo evidencia la
circunstancia de que en dicha oportunidad los judíos le dijeron a Jesús
que el templo de Jerusalén hacía 46 años que estaba en construc-
ción. (21) Mediante el historiador Josefo se sabe que la construcción
de ese templo había sido iniciada en el año décimooctavo de Herodes, co-
rrespondiendo al año 735 de la fundación de Roma. Este es un dato
valioso porque al añadirle a esa fecha los 46 años mencionados por
los judíos, lleva hasta el año 781 de la era romana, que corresponde
al año 28 de la era cristiana. La segunda Pascua de la que parti-
cipó Jesús después de su bautismo tuvo lugar en el año 29 y es des-
crita en el mismo Evangelio. (22) El autor del cuarto Evangelio indica
también la tercera Pascua, que corresponde al año 30. (23) así como la
que tuvo lugar en el año 31, en los días mismos de la crucifixión
siendo la "víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que
era llegada la hora de su tránsito de este mundo al Padre. . ."(24)
.

con el busto de Tiberio y la inscripción: "Kaisar Sebastos (Augusto)."


("History of the Christian Church," tomo I, pág. 120, nota.)
Tiberio fué reconocido como corregente de Augusto antes que éste
falleciera el 16 de marzo del año 790 desde la fundación de Roma. Así
lo atestiguan los historiadores Tácito ("Anales" 1:3.) Suetonio C'Ti-
berius" XXI: 1) y Patérculo, quien dice: "A petición de su padre y
el senado y el pueblo romano decretaron concederle idénticos dere-
chos sobre las provincias y ejércitos." ("Historia Romana," II, 121, 3.)
El vocablo empleado por el evangelista S. Lucas para referirse al car-
go de Augusto, es el de "hegemonía," que corresponde al caso, tal
como lo haría años después el historiador judío Flavio Josefo al re-
ferirse a la hegemonía oriental de Vitelio. ("Antigüedades Judaicas,"
XVIII, 4:3.) Siendo que la hegemonía de Tiberio comenzó en el año
12 de la era cristiana establecida por Dionisio el Exiguo, el año 15»
de su gobierno corresponde al año 27, o sea cuando Jesús fué bauti-
zado y comenzó públicamente su labor de Mesías. El error cometido
por Dionisio al hacer los cálculos en el año 532 después del año 1 de
la era cristiana, no afecta la cronología de la profecía de Daniel por-
que al edicto de Artajerjes se le ha aplicado la fecha anterior a esa era
(20) Daniel 9: 26, 27.
(21) Evangelio según S. Juan 2: 13, 20.
(22) Id., 5: 1.
(23) Id., 6: 4.
124) id., 13: 1.
ETAPAS DE UN LAPSO DE 23 SIGLOS DE HISTORIA 287
¿Cuál fué la fecha de la crucifixión? La respuesta del apologista
Tertuliano a los judíos que dudaban de las profecías, fué: "Esta Pa-
sión ... se verificó bajo Tiberio César .alrededor de la Pascua, el
. .

día octavo de las Calendas de abril, el día primero de los ázimos, en


la tarde del cual había sido preceptuado por Moisés se comiera el
cordero." (25)
Otro comentario cronológico interesante es el del obispo Hipólito,
quien, en el curso del siglo III, escribió un interesante comentario de
las profecías de Daniel, demostrando su matemático cumplimiento con
respecto a la aparición y muerte del Mesías, de quien dice "que pa-
deció el año trigésimo tercero de su vida ... el día de Parasceve, el
año décimo octavo de Tiberio César." (26) La Pascua del año décimo-
octavo de Tiberio corresponde a la del año 31.
LA PREDICACION DEL EVANGELIO A LOS GENTILES
Las setenta semanas proféticas o 490 años no finalizarían con la
crucifixión sino tres años y medio después, porque la muerte del Me-
sías ocurriría "a la mitad de la semana." Por lo tanto, el año 34 de
la era cristiana marca el término del plazo concedido al pueblo de Is-
rael como pueblo privilegiado.
En el año 34 después de Cristo ocurrió la muerte del protomártir
Esteban, según consta por el testimonio de San Lucas. (27) Inmediata-
mente después los cristianos fueron dispersados por la persecución
organizada por los judíos, en la cual colaboraba Saulo de Tarso antes de
su conversión, y se inició la predicación del Evangelio a los gentiles.
Aunque los judíos no serían rechazados como individuos, dejarían
de ser el pueblo elegido, porque habían menospreciado al Mesías. La
consecuencia de ese rechazo fué profetizado, también, en el mismo
capítulo del libro de Daniel : "Y un pueblo con su caudillo vendrá,
y destruirá la ciudad y el Santuario; y su fin será la devastación: y
acabada la guerra quedará establecida allí la desolación," "y estará
en el templo la abominación hasta la consumación y el fin del mun-
do." (28)
Cuando Jesús anunció detalladamente las circunstancias que rodarían
a la destrucción del templo de Jerusalén, hizo alusión a la recién ci-
tada profecía de Daniel, diciendo: "Según esto, cuando veréis que está
establecida en el lugar santo la abominación desoladora que predijo
el profeta Daniel (quien lea esto, nótelo bien) en aquel trance los
:

que moran en Judea huyan a los montes." (29)


En el comienzo de su ministerio público Jesús censuró a los ju-
díos por haber transformado el templo de Dios en una cueva de la-
drones; y al fin de su ministerio exclamó, transido de dolor: "¡Je-
rusalén! ¡Jerusalén! que matas a los profetas y apedreas a los que a
ti son enviados cuántas veces quise recoger tus hijos como la galli-
¡

na recoge sus pollitos bajo las alas, y tú no has querido! He aquí


que vuestra casa va a quedar desierta." (30)
El templo de Jerusalén fué destruido por los romanos en el año 70
y, tal como lo profetizara Jesús, no quedó del mismo una piedra sobre
otra. El emperador Juliano el Apóstata (361-363) procuró reedificar

(25) "Adversus Judaeos," VIII, ML, II, 656.


(26) "Comentario de Daniel," ter, IV, N. 23.
(27) Los Hechos de los Apóstoles 7:54-56.
(28) Daniel 9: 26, 27.
(29) Evangelio según S. Mateo 24: 15, 16.
(30) Id., 23: 37, 38.
288 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
ese templo pero fracasó. Pocos siglos después, los mahometanos eri-
gían sobre su emplazamiento la mezquita de Ornar.
Lo que acontecería durante los 1.810 años que completan los 2.300
de la profecía registrada por Daniel, aparece tanto en el discurso pro-
fético de Jesucristo como en las numerosas profecías del Apocalipsis.
Algunas de esas profecías se entrelazan con las que Daniel presentó en
sus capítulos 2 y 7. Las predicciones del Antiguo y del Nuevo Testa-
mento se ensamblan de tal manera que se confirman unas a otras.
Respecto al significado del año 1844, que marca el término de los
2.300 años del capítulo 8 de Daniel, nos ocuparemos en otro ensayo.
Después de estudiar las profecías de Daniel, el exégeta Valentín
Pereira sentó la siguiente conclusión: "Si debe estimarse por tanta
más excelente y aventajada una profecía, cuanto más cosas o con ma-
yor claridad habla de Cristo, Daniel sin duda ha de reputarse por uno
de los profetas más esclarecidos." (31)

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Whiston, William, "A Short View of the Chronology of the Oíd Tes-
tament," Cambridge, 1706.

(31) "Comentariorum in Danielem prophetam libri sexdecim," Lug-


duni, 1588, prefacio.
ENSAYO III

Despejando el Enigma de un Juicio Misterioso

piL MISTERIO siempre ha sido un desafio para el intelecto humano.


Los grandes triunfos de las ciencias se deben al hecho de que
muchas mentes han procurado penetrar los enigmas de la naturaleza.
De ese modo se han descubierto las leyes que se habian ignorado, pero
que estaban presidiendo las combinaciones químicas, las órbitas in-
finitesimales de los electrones en torno de los protones y las órbitas in-
mensas de los planetas y de los astros dentro de las galaxias gigantescas.
Los problemas de los orígenes del Universo y del destino de la hu-
manidad han desafiado a las mentes de los sabios. Las teorías cosmo-
gónicas materialistas no han podido ajustarse a la compleja realidad.
Además, la idea de un destino catastrófico, como desenlace final de
la historia humana, es algo que repudian los sentimientos y la razón.
La revelación contenida en las páginas de las Sagradas Escrituras
es suficientemente clara y sencilla como para que cualquier persona
se ilustre con respecto al gran problema de la salvación. Hay en sus
páginas, sin embargo, suficientes enigmas y misterios como para desa-
fiar a los intelectos más vigorosos.
Al profeta Daniel se le habló de "cosas recónditas y selladas hasta
tiempo determinado. Muchos serán escogidos, y blanqueados, y purifi-
cados como por fuego. Los impíos obrarán impíamente; ninguno de los
impíos entenderá; mas los sabios o prudentes lo comprenderán."(l)
En esa misma ocasión se le dijo al profeta que su libro quedaría ce-
rrado "hasta el tiempo determinado muchos lo recorrerán, y sacarán
:

de él mucha doctrina." Durante siglos, algunas profecías consignadas


por Daniel fueron un misterioso enigma, pero, a su tiempo, todo se
ha ido esclareciendo.
EL ENIGMA DE LA PROFECIA DE LOS 2.300 AÑOS
Una de las profecías de Daniel que resultaba misteriosa era la de
los 2.300 años. Esa predicción, presentada en su capítulo octavo y com-
pletada en el capitulo noveno, participa de dos caracteres diferentes.
Es absoluta, evidente, real e histórica en sus primeras etapas que cu-
bren un total de 490 años. Pero parecería misteriosa, oscura, simbólica
y mística al término de los 1.810 años restantes, que culminan en el
año 1844.
Los 2.300 años constituyen el período profético más extenso de las
Sagradas Escrituras. Según la profecía, se sucederían cinco etapas que
cubrirían ese largo periodo. La primera, abarcando un lapso de 49
años, a partir del año 457 a. de J. O, cumplióse con exactitud, porque
en el año 408 antes de Cristo se terminó la reconstrucción del templo
de Jerusalén. La segunda etapa tendria una duración de 434 años y
llegaría al año 27 de la era cristiana: también se cumplió plenamente,
porque, en el comienzo del cuarto trimestre de ese año, cuando debía
presentarse el Mesías Principe, Jesús fué bautizado en el Jordán e

(1) Daniel 12: 9, 10.


(289)
290 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
inició su prédica pública. La tercera etapa sería de sólo tres años y
medio de duración, y señalaba la muerte del Cristo, ocurrida con pre-
cisión matemática en la fecha indicada, o sea al término del primer
trimestre del año 31. La cuarta etapa, de tres años y medio, completa-
ría el período de 490 años designados para el pueblo de Israel: cum-
plióse igualmente ese plazo cuando los judíos dieron muerte al proto-
mártir Esteban y se inició la prédica del Evangelio a los gentiles. La
quinta etapa ¿no habría de cumplirse de la misma manera que las an-
teriores?
Siendo que el edicto del rey Artajerjes, que sirve como jalón de
partida para todas las etapas de la profecía de los 2.300 años, fué pro-
mulgado en el año 457 antes de Cristo, resulta fácil calcular cuándo
habría de culminar ese largo período profético. Ese famoso edicto fué
dado al comienzo del último trimestre del año 457, lo cual significa
que, cronológicamente hablando, equivale al año 456 V4 antes de Cristo.
Si se les restan a los 2.300 años los 456 lU se obtiene la cifra 1843 íi,
o sea el comienzo del cuarto trimestre del año 1844, como punto final
de la profecía de los 2.300 años.

Diagrama de los 2.300 años

% !
i

n Í Antes d» C.
ssssz lli 1

1844

En el año 1844 no ocurrió ningún acontecimiento político de tras-


cendencia que pudiese ser considerado como el cumplimiento de la
profecía de Daniel. Algunos intérpretes de las profecías, tanto en Europa
como en Asia y América, llegaron a suponer que durante el año
1843 ó 1844, podría ocurrir el segundo advenimiento de Cristo. El he-
cho de que la famosa profecía de Daniel había indicado la fecha del
bautismo del Mesías y la de su crucifixión, les permitió aventurar la
hipótesis de que el término de los 2.300 años bien podía marcar el
año del regreso de Cristo. A pesar de las expectativas suscitadas en
ese sentido, tampoco se cumplió esa esperanza. ¿Qué significaba, en-
tonces, esa fecha enigmática?

LA RESPUESTA DEL LIBRO DE DANIEL


Cuandoel profeta Daniel, junto al río Ulai, tuvo la gran visión de
los acontecimientos futuros, notó con espanto que cundirían los errores,
siendo que "la verdad será abatida sobre la tierra. ." Frente a ese
. .

hecho lamentable, se introduce la pregunta de cuánto tiempo preva-


lecería esa deplorable situación, y la respuesta fué: "Por espacio de
dos mil y trescientos días enteros, o de tarde y mañana: y después
será purificado el Santuario."(2)
En los días de la visión la ciudad y el templo de Jerusalén estaban
en ruinas, y Daniel, en su plegaria, expresó: "lEa, puesl atiende ion
(2) Id., 8: 13, 14.
y
DESPEJANDO EL ENIGMA DE UN JUICIO MISTERIOSO 291
Dios nuestro! a la oración de tu siervo y a sus súplicas: y por amor
de ti mismo mira benigno a tu Santuario, que está desierto."(3)
En respuesta a la oración, se le explicó al profeta que. a partir
del decreto para reconstruir a Jerusalén, habría un período de 490 años
de gracia para el pueblo de Israel. Dentro de los 490 años que siguie-
ran a ese decreto, se reconstruiría cabalmente la ciudad, aparecería
el Mesías, se le quitaría la vida al Cristo después de sólo tres años
y medio de iniciada su labor, y al cabo de otros tres años y medio
finalizaría el plazo de Israel como pueblo elegido de Dios. La profecía
establece claramente la cronología de esos hechos y recapitula su al-
cance, al declarar anticipadamente que "se quitará la vida al Cristo
y no será más suyo el pueblo, el cual le negará. Y un pueblo con su
caudillo vendrá, y destruirá la ciudad y el Santuario; y su fin será
la devastación y acabada la guerra quedará establecida allí la desola-
:

ción. "(4)
Como templo de Jerusalén estaba en ruinas en los días de Daniel,
el
se le anunció que pocos años después sería reconstruido. No obstante,
se le dió a conocer que el Santuario sería nuevamente destruido des-
pués que el pueblo judío rechazara al Mesías, lo cual aconteció en el
año 70 de la era cristiana. Por consiguiente, cuando se le dijo que
al fin de los 2.300 años, o sea en el año 1844, "será purificado el San-
tuario," no se hace referencia al templo de Jerusalén, ya que éste sería
derribado poco después de la muerte del Mesías. Tampoco podía refe-
rirse a la purificación de la tierra mediante el regreso de Cristo.

Al día siguiente del gran chasco del 22 de octubre de 1844 fecha
en la cual Guillermo Miller calculaba que podría tener lugar el regreso

de Cristo en gloria un fervoroso cristiano llamado Hiram Edson, fué
impresionado por una idea que modificaba fundamentalmente la in-
terpretación que había prevalecido durante los meses precedentes. Esa
idea definió lacónicamente el nuevo punto de vista en las siguientes
palabras: "El santuario que ha de ser purificado, está en el cielo."
Cuando ese concepto fué considerado por otras personas, se intensi-
ficaron las investigaciones respecto a las enseñanzas de las Sagradas
Escrituras acerca del simbolismo del Santuario, y así se despejó el
enigmático significado de la "purificación del Santuario" que menciona
el profeta Daniel.
EL SIMBOLISMO DE LAS CELEBRACIONES Y FESTIVIDADES
DE ISRAEL
La construcción de un santuario portátil o tabernáculo de parte del
pueblo de Israel, se remonta a la época del Exodo, antes que se es-
tablecieran en Palestina. Moisés expresa que mientras se hallaba sobre
el Sinaí, recibió la siguiente orden :"Y me fabricarán un Santuario,
y habitaré en medio de ellos. Le fabricaréis conforme en todo al di-
seño del Tabernáculo, que te mostraré ahora mismo, y de todos los
vasos para su culto."(5) En torno del año 970 a. de J. C. el rey Salo-
món comenzó la construcción del primer templo. Las dimensiones del
santuario eran las mismas que había registrado Moisés.
El Santuario se caracterizaba, en sus líneas generales, por dos com-
partimentos interiores: el santo y el santísimo, separados por un cor-
tinado especial. En el lugar santo estaban diversos objetos destinados
al culto diario. Dentro del compartimento santísimo, sólo se efectuaba
una ceremonia anual delante del arca que guardaba las dos tablas de
la Ley de Dios con los Diez Mandamientos.

(3) id., 9: 17.


(4) Id., 9: 26.
(5) Exodo 25: 8, 9.
292 DEFENSORES LATINOAMERICANOS

El simbolismo relacionado con el Santuario se vinculaba con todas


las ceremonias, de tal manera que el plan de salvación quedaba cen-
tralizado en el sacrificio expiatorio del Redentor. En efecto, el ritual
requería que el penitente llevase al atrio del templo un animal, y que
habiendo colocado las manos sobre éste, confesara sus pecados sacri-
ficándolo después. Parte de la sangre de ese animal era llevada por el
sacerdote hasta el altar del perfume, en el compartimento santo, pero
los restos del animal eran quemados sobre el altar que se hallaba en
el atrio. El cordero sacrificado simbolizaba la muerte expiatoria del
Mesías o Cristo, de quien dijo Juan el Bautista: "He aquí el cordero
de Dios, ved aquí el que quita los pecados del mundo."(6)
EL SIGNIFICADO DE LA PURIFICACION DEL SANTUARIO
La celebración más solemne de todas las que practicaba antigua-
mente el pueblo de Israel, era la realizada en el Día de la Expiación.
En el capítulo décimosexto del libro de "Levítico," o tercer libro
de Moisés, se dan las instrucciones precisas de cómo debía celebrarse
esa ceremonia solemnísima. Los detalles son muy minuciosos y hasta
se describe la vestimenta del sumo sacerdote, quien debía colocarse
una mitra especial para dirigir los ritos de ese día.
Esa era la única ocasión del año cuando el sumo sacerdote entraba
en el lugar santísimo del Santuario, mientras el- pueblo permanecía en
los atrios, afligiendo su alma por los pecados cometidos durante el
año. Los sacrificios efectuados en diversas ocasiones acumulaban sim-
bólicamente los pecados sobre el altar. La purificación del santuario,
así contaminado, se lograba en ese día solemne. El sumo sacerdote en-
traba en el lugar santísimo y, con la sangre del animal sacrificado
rociaba el propiciatorio o cubierta del arca que contenía la Ley de
Dios, cuyos mandamientos habían sido violados.
En el tercer libro del "Pentateuco" se lee: "En este día se hará la
expiación vuestra, y la purificación de todos vuestros pecados; y así
quedaréis limpios delante del Señor." "Y purificará el Santuario y
el Tabernáculo del Testimonio, y el altar y también a los sacerdotes,
y a todo el pueblo." (7) Las ideas de perdón y de purificación aparecen
unidas también en el Nuevo Testamento, donde el apóstol San Juan

(6) Evangelio según S. Juan 1:29.


(7) Levítico 16- 30, 33.
DESPEJANDO EL ENIGMA DE UN JUICIO MISTERIOSO 293

expresa: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que


nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad." (8)
El significado del Día de la Expiación o de la purificación del San-
tuario, ha sido tradicionalmente siempre el mismo. Es un día de jui-
cio, el famoso Yom Kippur, de los hebreos, quienes consideraban que
en ese dia "Dios, sentado en su trono para juzgar al mundo, siendo
al mismo tiempo Juez, Intercesor, Experto y Testigo, abre el libro
de los registros.. .
." (9)

Las diversas solemnidades del pueblo de Israel prefiguraban algún


acontecimiento relacionado con el plan de salvación, en cuyo centro
se halla el Mesías. Del mismo modo, el día de la purificación del San-
tuario tiene también su significado: evidentemente representaba la
etapa del juicio investigador que precede al segundo advenimiento
de Cristo.
Queda demostrado, pues, con esto que la profecía de los 2.300 días
que finaliza el año 1844 con la "purificación del Santuario." señala
con toda claridad que en esa fecha trascendental se inició la etapa mas
solemne de la historia humana, o sea aquella en que se verifica ante
el tribunal de Dios en el cielo el juicio investigador.

EL PROPOSITO DEL JUICIO INVESTIGADOR


Según el capítulo 8 del libro de Daniel, al cumplirse los 2.300 años,
o sea, en el año 1844, "será purificado el Santuario." (10) Si hay o no
santuario en el cielo es asunto que puede definirse con las palabras
de las Sagradas Escrituras "Entonces se abrió el templo de Dios en
:

el cielo, y fué vista el arca de su testamento en su templo, y se for-


maron rayos, y voces. .
."
. "Después de eso miré otra vez; y he aquí
que fué abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio, o
el Sancta Sanctomm." (11)
Nada hay en los cielos que deba ser purificado o expurgado excepto
los registros de las acciones humanas. Para purificar esos registros
asentados en los libros celestiales se necesita un examen de cada caso,
vale decir, el Juicio Investigador que analizará los hechos de todo aquel
que ha profesado servir a Dios en el curso de la historia humana.
Siendo que el segundo advenimiento de Cristo implica una previa
selección respecto a quiénes resucitarán y acerca de los que serán trans-
formados para recibir un cuerpo inmortal, obviamente, en algún mo-
mento, que no sea el juicio final, se habría determinado quiénes son
los merecedores de tan gloriosa promoción divina. Esa necesidad ló-
gica no es una mera hipótesis, porque en el libro de Daniel, cuando
se presenta el desfile de los imperios, después de enumerar una serie
de hechos humanos y antes de proseguir con la culminación de los mis-
mos, se describe, aunque en forma de un paréntesis, algo trascendente
que ocurriría mientras tanto fuera del planeta "Estaba yo observando,
:

hasta tanto que se pusieron unas sillas; y el anciano de muchos días


se sentó eran sus vestiduras blancas como la nieve, y como lana limpia
:

los cabellos de su cabeza; de llamas de fuego era su trono, y fuego


encendido las ruedas de éste. Salía de delante de él un impetuoso río
de fuego; eran millares de millares los que le servían, y mil millones, o
innumerables, los que asistían ante su presencia. Sentóse para juzgar,
y fueron abiertos los libros. ." (12)
. .Después de esa escena del extra-

(8) Epístola Primera de S. Juan 1:9, versión Valera.


(9) "Jewish Encyclopsedia," tomo n, pág. 286.
(10) Daniel 8: 14.
(11) Apocalipsis de S. Juan 11:19 y 15:5.
(12) Daniel 7: 8-10.
294 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
ordinario juicio, el profeta vuelve a observar los acontecimientos hu-
manos y, finalmente, enfoca como epilogo el segundo advenimiento del
Mesías para establecer su reino sempiterno.
Durante el juicio investigador, Cristo, no hace las veces de Juez
sino de Pontífice intercesor. Así lo explica claramente el apóstol San
Pablo a los hebreos, cuando señala los méritos expiatorios del sacrifi-
cio del Mesías, a quien presenta como el Sumo Pontífice en los cielos:
"Teniendo, pues, por sumo pontífice a Jesús, Hijo de Dios, que pene-
tró hasta lo más alto del cielo, y nos abrió sus puertas, estemos firmes
en la fe que hemos profesado. Pues no es tal nuestro pontífice que sea
incapaz de compadecerse de nuestras miserias, habiendo voluntaria-
mente experimentado todas las tentaciones y debilidades, a excepción
del pecado, por razón de la semejanza con nosotros en el ser de hom-
bre." "En suma, cuanto acabamos de decir se reduce a esto Tenemos un
:

pontífice tal, que está sentado a la diestra del trono de la majestad de


Dios en los cielos. Y es el ministro, o sacerdote, del santuario celestial,
y del verdadero Tabernáculo, erigido por el Señor, y no por hombre
alguno." (13)
Exalta el apóstol de los gentiles el hecho de que el Hijo de Dios se
haya humanado y que, habiendo retornado a los cielos, intercede por
los seres humanos: "A la verdad tal como éste nos convenía que fuese
nuestro pontífice, santo, inocente, inmaculado, segregado de los peca-
dores, o de todo pecado, y sublimado sobre los cielos, el cual no tiene ne-
cesidad, como los demás sacerdotes, de ofrecer cada día sacrificios,
primeramente por sus pecados, y después por los del pueblo; porque
esto lo hizo sólo una vez ofreciéndose a sí mismo." "Lleguémonos, pues,
confiadamente al trono de su gracia: a fin de alcanzar misericordia,
y hallar el auxilio de la gracia para ser socorridos a tiempo opor-
tuno." (14)
En el juicio que contempló el profeta Daniel, el Padre Eterno apa-
recía como juez supremo, ante quien se allegó después que los libros
fueron abiertos "un personaje que parecía hijo de hombre; quien se
adelantó hacia el anciano de muchos días, y le presentaron ante él." (15)
Todos los intérpretes están acordes en que el profeta Daniel contempló
anticipadamente al Hijo de Dios, después de haberse humanado y de
haber actuado como Redentor en la tierra. Pero ¿cuál es la misión
que le tocaba cumplir en esa escena del juicio? La respuesta la da
claramente el apóstol San Juan, al escribir: "Hijitos míos, estas cosas
os escribo, a fin de que no pequéis. Pero aun cuando alguno por
desgracia pecare, no desespere, pues tenemos por abogado para con
el Padre, a Jesucristo justo y santo." (16)
Mientras en la escena del juicio investigador, descrito por el pro-
feta Daniel, Dios aparece como juez y Cristo como abogado, en la es-

cena del juicio final, que será ejecutivo—la situación cambia por
completo. En efecto. Cristo dejará de ser abogado, para transformarse
en Juez. Así lo da a entender el apóstol San Juan, al decir que
Cristo, después de resucitado, "nos mandó que predicásemos y testifi-
cásemos al pueblo, que él es el que está por Dios constituido juez de
vivos y de muertos." (17)

(13) Epístola de S. Pablo a los Hebreos 4: 14, 15; 8:1, 2.

(14) Id., 7: 26, 27; 4: 16.


(15) Daniel 7: 13.
(16) Epístola Primera de S. Juan 2:1.
(17) Los Hechos de los Apóstoles 10:42.
DESPEJANDO EL ENIGMA DE UN JUICIO MISTERIOSO 295
EL EPILOGO DEL MISTERIOSO JUICIO INVESTIGADOR
La realidad del juicio es una enseñanza fundamental tanto del An-
tiguo como del Nuevo Testamento, que se complementan formando las
Sagradas Escrituras. Uno de los libros fundamentales del Antiguo
Testamento finaliza con la siguiente conclusión: "Ahora oigamos todos
juntos el fin y compendio de este sermón: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos: porque esto es el todo del hombre; y acordémonos que
hará Dios dar cuenta en su juicio de todas las faltas, y de todo el
bien y el mal que se habrá hecho." (18)
En las tres etapas del juicio investigador, judicativo y ejecutivo
:

o final, la norma es siempre la misma: el Decálogo. La Ley de Dio*


expresa el carácter inmutable de la Divinidad y comparte la perfec-
ción de su autor. Siendo que la violación de la Ley de Dios implicaba
la muerte del pecador, Cristo se hizo subdito para darnos el ejemplo
de la obediencia. Murió sin culpas propias; pero cargando con las
culpas de la humanidad. Por eso se dice que la muerte del Redentor
fué una muerte expiatoria, en lugar de la muerte de que se hizo pa-
sible el pecador. Pero su sacrificio es valedero únicamente para aque-
llos que lo aceptan con verdadera fe.
¿Cuánto tiempo durará la actuación del Redentor como abogado
en el juicio investigador? Todo lo que se sabe de esa etapa del juicio
es que comenzaría en el año 1844 y que daría por terminadas las ac-
tuaciones poco tiempo antes del segundo advenimiento en gloria y
majestad.
Después de contemplar el momento cuando se abrían los libros para
comenzar solemnemente esa primera etapa del juicio, el profeta Da-
niel vió que los acontecimientos mundiales seguían su cauce, hasta
que la Divinidad intervenía en los destinos de la humanidad. El após-
tol San Juan observó que se restablecía la prédica del "Evangelio eter-
no," y que se proclamaba a grandes voces un mensaje singular: "Te-
med al Señor, y honradle, o dadle gloria, porque venida es la hora
de su juicio." (19)
La prédica del Evangelio tiene sentido mientras haya oportunidad
para el arrepentimiento. Pero así como Noé "dejó de predicar para
entrar finalmente en el arca, y se terminó la oportunidad de salva-
ción cuando se cerró la puerta de la misma una semana antes del
diluvio, igualmente, la puerta de la gracia quedará cerrada una vez
que Cristo haya abogado por el último caso y Dios haya dado término
al juicio investigador.
El mayor misterio respecto al juicio investigador no es el momento

de su comienzo pues ello se deduce de una profecía con elementos
cronológicos que siempre se cumplieron en forma matemática sino
cuándo terminarán las actuaciones de esa obra solemnísima. La hu-

manidad de los últimos tiempos vivirá en los momentos más solemnes
de la historia.
En las sesiones del juicio investigador, al terminar con el análisis
de las vidas de los difuntos, se proseguirá con el de aquellos que es-
tén viviendo. Cuando el último caso haya sido considerado, se pro-
nunciará la más extraña sentencia que jamás se haya dictado: "El
que daña, dañe aún; y el que está sucio, prosiga ensuciándose; pero
el justo, justifiqúese más y más; y el santo, más y más se santifique.

(18) Eclesiastés 12: 13, 14.


(19) Apocalipsis de S. Juan 14:7.
296 DEFENSORES LATINOAMERICANOS
Mirad que vengo luego, y traigo conmigo mi galardón, para recom-
pensar a cada uno según sus obras." (20)
Antes del cataclismo diluviano, frente a la violencia y a los desbor-
des de la corrupción, Dios pudo decir: "No permanecerá mi espíritu
en el hombre para siempre. ." (21)
. . Cuando finalice el juicio inves-
tigador, el Espíritu divino que actúa en el recinto de las conciencias
individuales, cesará en esa lucha, porque ya se habrá pronunciado la
sentencia y habrá finalizado el tiempo de gracia concedido para el
arrepentimiento. Durante ese tiempo caótico caerán las postreras plagas.
Para simbolizar el fin del tiempo de la intercesión de Cristo como
abogado, se le presentó al apóstol San Juan la figura del humo que
sugiere la idea de que no se puede permanecer ni se puede volver a
entrar en el templo celestial: "Y se llenó el templo de humo a causa
de la majestad de Dios, y de su virtud o grandeza; y nadie podía en-
trar en el templo, hasta que las siete plagas de los siete ángeles fue-
sen terminadas." (22)
Cuando el profeta Daniel observó la angustia que sacudiría a la hu-
manidad en los días previos al retorno de Cristo, escribió las siguien-
tes palabras alentadoras: "Y en aquel tiempo se levantará Miguel,
príncipe grande, que es el defensor de los hijos de tu pueblo; porque
vendrá un tiempo tal, cual nunca se ha visto desde que comenzaron
a existir las naciones hasta aquel día. Y en aquel tiempo tu pueblo
será salvado: lo será todo aquel que se hallare escrito en el libro. Y
la muchedumbre de aquellos que duermen o descansan en el polvo de
la tierra, despertará unos para la vida eterna, y otros para la igno-
:

minia, la cual tendrán siempre delante de sí. Mas los que hubieren sido
sabios brillarán como la luz del firmamento: y como estrellas por toda
la eternidad aquellos que hubieren enseñado a muchos la justicia o
la virtud." (23)
El fin del tiempo de gracia es aún una incógnita. La gracia divina
subsistirá mientras se siga predicando el Evangelio de arrepentimien-
to y anunciando en la tierra que ya ha llegado la hora del juicio pre-
vio al advenimiento remunerador y justiciero de Cristo. Pero, en el
reloj de la profecía se van marcando los momentos que preceden a la
hora duodécima. Nada se sabe respecto al instante cuando se realizará
la gran esperanza de los fieles de todos los tiempos. En su discurso pro-
f ético acerca de su regreso, Jesucristo dijo: "El cielo y la tierra pa-
sarán; pero mis palabras no fallarán. Mas en orden al día y a la
hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino mi Padre." (24)

(20) Id., 22: 11, 12.


(21) Génesis 6: 3.
(22) Apocalipsis de S. Juan 15:8.
(23) Daniel 12: 1-3.
(24) Evangelio según S. Mateo 24:35, 36
APENDICE 297
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EN LOS
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T Í¿ 5
TALLERES GRAFICOS DE LA
CASA EDITORA SUDAMERICANA,
SAN MARTIN 4555, FLORIDA, AV
BUENOS AIRES, EL 19 DE F.C.N.G BM
MARZO DE
-T 1955.
BX6153.H22
Defensores Latinoamericanos de una gran

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