Historia Cruzadas Trabajo 1

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INSTITUTO DE CAPACITACIÔN TEOLÔGICA

INCATE
NÚCLEO TÁCHIRA
SAN CRISTÓBAL ESTADO TÁCHIRA

IGLESIA IMPERIAL Y MEDIEVAL


(Actividad I)

PROFESORA: YSABEL DE CASTIBLANCO


AUTORA: NEILA STEFANY MONCADA ZAMBRANO
C.I: 19.664.829

Noviembre 2022
IGLESIA IMPERIAL

Al desarrollar la presente investigación sobre el periodo imperial es de señalar que este


periodo se dio desde el año 313 d. C. Que generalmente tuvo sus inicios con el edicto de Milan
hasta el año 476 d. C. Es de mencionar que cuando se habla de la iglesia imperial se tiene que 4
aspirantes a la corona imperial. Estaban en guerra los dos rivales más poderosos gran Mixincio
y Constantino cuyos ejercicios se enfrentaron en el puente milvian sobre el Tiber a 10 millas de
Roma 312 D.C Maxencio representaba el paganismo perseguidor, mientras que Constantino
era amigable con los Cristianos, aunque en ese tiempo no profesaba ser creyente el afirmaba
haber visto en el cielo una cruz luminosa con el lema “Hoc Signo Vinces”. Constantino fue el
primer emperador cristiano en obtener la victoria. Tomando en cuenta que declaro como
religión oficial el cristianismo, lo que trajo a su vez un periodo de paz a la iglesia ya que luego
de ser perseguida llegaron a ocupar un lugar privilegiado en el imperio. Así mismo este
periodo toma gran importancia en la historia de la iglesia pues en si determinaba su futuro
desarrollo, tanto para bien como para mal. Sin embargo el edicto de Milán favorecía al
cristianismo en el 313 d. C, obteniendo algunas leyes que favorecían e influenciaban
poderosamente en el futuro del imperio, así mismo en este periodo la mayoría de los templos
cristianos habían sido clausurados y destruidos en tiempos de persecución, es decir al llegar
Constantino al imperio la mayor parte de estos templos fueron reabiertos y remodelados, por
lo cual aquellos ministros del evangelio que fueron despreciados y conducidos a la muerte
eran estimados en gran manera y llegaron a ocupar puestos de gran prestigio como consejeros
de gobernadores y del mismo emperador, a su vez estaban exceptos de pagar impuestos. Cabe
acotar que el emperador declaro el día domingo como día de descanso para adorar libremente
a Dios, tomando en cuenta los símbolos para identificarse con el cristianismo especialmente la
cruz. Así mismo prohibió la muerte en la cruz que el antiguo imperio romano decretaba sobre
la pena máxima a cristianos que no poseían ciudadanía romana.

Ahora bien en este periodo Constantino era un líder romano que preparaba la batalla contra
Majencio. Pero Constantino decidió orar al Dios Supremo para obtener la victoria, y al
momento de orar tuvo una visión de una cruz en llamas que flotabas en el cielo decorado con
las palabras “conquista con esto”. Es decir Cristo se le apareció en sueño y le mostró la señal
Chi-Rho las primeras letras del nombre de Cristo en griego como protección en todos los
enfrentamientos con sus enemigos. En las afueras de roma Majencio En este mismo sentido
Constantino en su gobierno reconoció como religión oficial las tropas de Majencio fueron
acorraladas su general ejecutado, y Constantino tomo posesión de la capital jurando servir a su
nuevo Dios, quien el creía que le había hecho ganar la batalla y la corona. Por otro lado
también se erradico el infanticidio, y mejoro el trato a los esclavos, al igual que el de prohibir el
juego de gladiadores por lo que fue importante la participación del gobierno y de la influencia
cristiana. Aun así en estas instancias el imperio necesitaba la energía incontenible de la iglesia
para mantenerse en pie ante los peligros decadentes de la tolerancia religiosa que Constantino
declaraba en la iglesia cristiana por ende la injerencia hasta que el mismo convoca el concilio
de Nicea para arreglar los problemas eclesiásticos. De modo que el primer concilio de la iglesia
fue el de Nicea. Ahora bien la celebración de los 20 años del gobierno de Constantino los
obispos fueron invitados de primera línea del emperador por lo que los estos pertenecían a las
clases más distinguidas del imperio. Al darse un cambio de relación entre el imperio y los
resultados mundiales. En 324 d. C. Se conoció el cristianismo como la religión imperial y un
emperador cristiano ejercía autoridad suprema con una corte de cristianos protestantes, a su
vez los cristianos pasaron del antiteatro romano donde tenían que enfrentarse con los leones,
a ocupar un sitio de honor en el trono que regía al mundo. En cierto modo la señal vista en el
cielo la cruz, Constantino la utilizo como insignia de su ejército, siendo la victoria de
Constantino, es de resaltar que el carácter de Constantino no era perfecto aunque por lo
general era justo, o a veces cruel y tirano, además retraso su bautizo hasta poco antes de su
muerte con la idea de que prevalecía en el tiempo pues el bautismo para él lavaba todos los
pecados, cabe señalar que fue un gran cristiano y a su vez un político sabio pues tomo la
percepción de reunirse con el movimiento que tenía el futuro de su imperio siendo la buena
actitud de gobierno beneficio la causa de los cristianos, de modo que en la persecución
durante Diocleciano las autoridades destruyeron edificios y los confiscaron todos los que
estaban de pie los restauraron a partir de ese momento los cristianos lograron tener libertad
para construir templos de ahí que lograron construir más templos por lo que lograron tener el
nombre. Además la basílica romana o salón de corte, Constantino dio el ejemplo de construir
grandes templos en Jerusalén y Belén en la nueva capital Constantinopla dos generaciones
después prohibió que las cortes abrieran los domingos excepto con el propósito de liberar los
esclavos también los militares sin embargo Constantino adopto la cruz como emblema sagrado
para los cristianos era tolerante tanto por experimento como por motivos políticos experto en
de la labor cristiana las ofrenda del emperador . Además Los sucesores de Constantino en el
trono fueron intolerantes la conversión de los paganos avanzaba con bastante rapidez no
mucho menos después del reinado de Constantino. Además también el templo estaba lleno de
ofrendas donadas por las personas que se creían deudoras al santuario. Para poner fin a tanto
engaño Constantino ordenó que el templo fuese demolido. Muchos de los objetos de arte que
habían adornado éste y otros templos fueron llevados para adornar el palacio imperial. La
destrucción de templos paganos y los favores manifiestos acordados a los cristianos, en nada
contribuían en favor del verdadero carácter religioso del pueblo. Los que eran paganos de
convicción seguían siéndolo con más fervor, otros caían en un completo escepticismo y los que
venían a aumentar las filas de los cristiano. E incluso Constantino tomó esta actitud con los
cristianos, aumentó considerablemente el número de los que abandonaban el paganismo. Las
iglesias se hicieron cada vez más numerosas. No se exigía para ingresar a ellas pruebas de una
genuina conversión y todo se reducía a una mera profesión exterior. Las costumbres simples
que habían caracterizado a los cristianos, empezaron a desaparecer. El lujo y la pompa entró
en las iglesias, y el espíritu ceremonial se manifestó cada vez más profundo. Constantino se
rodeó de consejeros que profesaban el cristianismo, pero que habían perdido, o nunca
conocido, la piedad real. Otros que en días de pruebas se habían mantenido cerca del Señor, al
verse favorecidos por el monarca, se hicieron mundanos, perdiendo toda influencia espiritual.
Los altos cargos en el palacio imperial fueron confiados a cristianos nominales y estos favores
contribuían a que las iglesias se llenasen de hipócritas que veían en la profesión del
cristianismo un medio fácil de alcanzar distinciones oficiales.
Iglesia medieval

En este mismo orden de ideas la iglesia medieval se entiende como una de las prácticas
religiosa en la Europa medieval estuvo dominada e inspirada por la Iglesia católica. Tomando
en cuenta que la mayoría de la población era cristiana, lo que en aquel momento era sinónimo
de católica, ya que inicialmente no existía ninguna otra forma de dicha religión. Por ello es
importante decir que la Iglesia regulaba y definía, literalmente, la vida de los individuos desde
el nacimiento hasta la muerte, y se pensaba que mantenía el control sobre el alma de las
personas incluso después de aquella. La Iglesia era la manifestación de la voluntad de Dios y su
presencia en la Tierra, y sus dictados no eran cuestionados, incluso aunque fuera evidente que
buena parte del clero trabajaba mucho más por sus propios intereses que por los de su dios.

Es imprescindible resaltar que su período fue de casi mil añ os, nuestro interés
se dirigirá a la iglesia occidental o latina. Su sede de autoridad estaba
en Roma, que aú n era la ciudad imperial, aunque su poder político ya
no existía. Poca atenció n se le dará a la iglesia griega, gobernada desde
Constantinopla, excepto cuando sus asuntos se relacionen a la historia
del cristianismo europeo. No referimos los hechos en su orden
cronoló gico, sino que examinamos grandes movimientos, a menudo
paralelos. El hecho má s notable en los diez siglos de la Edad Media es el
desarrollo del poder papal. Ya hemos visto có mo el papa de Roma
afirmaba ser "obispo universal" y cabeza de la iglesia. Ahora afirma ser
gobernador sobre las naciones, los reyes y emperadores. Este
desarrollo tuvo tres períodos: crecimiento, culminació n y decadencia.

El período de crecimiento del poder papal empezó con el pontificado


de Gregorio I, "el Grande", y llegó a su apogeo bajo Gregorio VII, mejor
conocido como Hildebrando. Debe notarse que desde los tiempos
primitivos cada papa al asumir su oficio cambiaba de nombre y
Gregorio VII es el ú nico papa cuyo nombre de familia se destaca en la
historia después de su ascensió n a la silla papal. Gregorio I fue el
eclesiá stico del que se cuenta la conocida historia de que al ver algunos
cautivos en Roma de cabello claro y de ojos azules, y al preguntar
quiénes eran, se le contestó que eran "angli" (ingleses). A esto
respondió : "Non angli, sed angeli" ("no anglos, sino á ngeles"). Después,
cuando llegó a ser papa, envió misioneros a Inglaterra para cristianizar
al pueblo. Extendió el reino de su iglesia animado de un interés activo
en la conversió n de las naciones europeas que aú n permanecían
paganas y trayendo a la fe ortodoxa a los arrianos visigodos en Españ a.
Gregorio resistió con éxito las pretensiones del patriarca de
Constantinopla al título de obispo universal. Convirtió a la iglesia en
virtual gobernante en la provincia alrededor de Roma. De esta manera
preparó el poder temporal o político.
También desarrolló ciertas doctrinas de la iglesia romana, sobre todo
la adoració n de las imá genes, el purgatorio y la transubstanciació n, o la
creencia de que en la misa o comunió n el pan y el vino se transforman
milagrosamente en el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. Fue un
gran defensor de la vida moná stica, habiendo sido monje él mismo.
Gregorio I fue uno de los administradores má s capaces en la historia de
la iglesia romana y bien merecía su título "el Grande". Bajo una serie de
papas y durante cientos de añ os la autoridad del pontificado romano
aumentó y se reconoció en sentido general. Se pueden nombrar ciertas
causas para este creciente poder del papado. Una razó n de por qué
tantos aceptaban el gobierno de la sede romana se debía a que en las
primeras épocas de este período, la influencia de los papas estaba
sobre todo en su poder para ejercer la justicia.
La iglesia estaba colocada entre los príncipes y sus sú bditos para
reprimir la tiranía e injusticia, para proteger a los débiles y para
demandar los derechos del pueblo. En los palacios se persuadió a má s
de un gobernante a recibir de nuevo una esposa repudiada
injustamente y a observar cuando menos la forma exterior de la
decencia. Hubo muchas excepciones, pues se sabe de papas que
adulaban a príncipes impíos, pero el espíritu general del papado al
principio de la Edad Media era en favor del buen gobierno. Las
rivalidades e incertidumbres del gobierno secular estaban en marcado
contraste con la firmeza y uniformidad del gobierno de la iglesia.
Durante casi todos estos siglos Europa estuvo en condició n de-cadente,
pues sus gobernantes se levantaban y caían, un castillo luchaba contra
otro y no existía autoridad plena y duradera. El antiguo imperio cayó
en el siglo quinto y Europa estuvo casi en un caos hasta el siglo noveno,
cuando el imperio de Carlomagno se estableció . Casi todos sus
sucesores inmediatos fueron hombres débiles, muchos de ellos
buscaron la ayuda de Roma y estuvieron dispuestos a hacer
concesiones de poder para obtenerla. Una vez que la iglesia obtenía el
poder a expensas del estado, lo retenía con firmeza.
Mientras que el gobierno de los estados cambiaba, por otro lado estaba
el imperio constante de la iglesia. Durante todos estos siglos de
condiciones variables e inestables, la iglesia permanecía fuerte, la ú nica
institució n firme y oficial. El clero era el que casi invariablemente
sostenía las exigencias de dominio de Roma, desde el arzobispo hasta
el sacerdote má s humilde. Durante la Edad Media, como veremos má s
tarde, hubo un enorme crecimiento del monacato y monjes y abades se
plegaban a los sacerdotes y obispos en cada disputa relativa al poder.
La iglesia tenía sus fuertes aliados por todas partes y nunca fallaban en
la promoció n de sus intereses. Aunque el hecho nos parezca extrañ o,
en la Edad Media se presentó un nú mero de "fraudes píos" para
sostener la autoridad de Roma. En una época científica e inteligente los
fraudes se hubieran investigado, desaprobado y desacreditado. Sin
embargo, la erudició n de la Edad Media no era dada a la crítica. Nadie
dudaba de la verdad de los documentos. Circulaban ampliamente, se
aceptaban en todas partes y por medio de ellos las afirmaciones de
Roma se afianzaban con fuerza.
Por varios siglos antes de que se sugiriera que estos documentos se
basaban en la falsedad y no en la verdad. Uno de estos documentos
fraudulentos fue la "Donació n de Constantino". Mucho después de la
caída del Imperio Romano en Europa se puso en circulació n un
documento con el propó sito de demostrar que Constantino, el primer
emperador cristiano, había dado al obispo de Roma, Silvestre I (314-
335 d.C.), autoridad suprema sobre todas las provincias europeas del
imperio y proclamó al obispo de Roma como gobernante aun sobre los
emperadores. El documento explicaba que el traslado de la capital de
Roma a Constantinopla se debió a que el emperador no permitiría a
ningú n potentado permanecer en Roma como rival del papa. De mucha
má s influencia fue otro fraude, o serie de fraudes, las "Decretales
Seudo-isidorianas" que se publicaron alrededor de 830 d.C. Profesaban
ser decisiones adoptadas por los obispos primitivos de Roma, desde
los apó stoles en escala descendente, presentando las má s elevadas
reclamaciones, tales como: supremacía absoluta del papa de Roma
sobre la iglesia universal; independencia de la iglesia del estado;
inviolabilidad del clero en todos sus rangos hasta el punto de que no
estaba obligado a darse cuenta al estado, ni siquiera ningú n tribunal
secular podía juzgar en asuntos del clero o la iglesia.
En las épocas de ignorancia y de falta de crítica estos documentos se
aceptaban sin vacilar. Por cientos de añ os formaron un baluarte para
las reclamaciones romanas. Nadie dudó de su autenticidad hasta el
siglo doce, cuando la iglesia ya estaba anclada en el poder. Solo en los
albores de la Reforma en el siglo dieciséis se examinaron estas
reclamaciones y se comprobó que carecían de fundamento. Algunas de
las evidencias en su contra fueron las siguientes: Su lenguaje no era el
latín primitivo de los siglos primero y segundo, sino el lenguaje
corrupto y mixto de los siglos octavo y noveno. Los títulos y las
condiciones histó ricas a que se referían no eran los del imperio, sino
los de la Edad Media, muy diferentes. Las frecuentes citas de la
Escritura eran de la versió n Vulgata (Latina), que no se tradujo sino
hasta el añ o 400 d.C. Se ofrecía una carta que se decía haber sido
escrita por Víctor, obispo de Roma 220 d.C., a Teó filo, obispo de
Alejandría, quien vivió en 400 d.C. ¿Qué pensaríamos en nuestra época
acerca de la autenticidad de una carta que se dijera que la envió la
reina Elizabeth II a George Washington? El desarrollo del poder papal
aunque siempre ascendente, no era constante. Hubo príncipes fuertes
que lo resistieron, así como príncipes débiles que se sometían a él.
Algunos de los papas eran débiles y otros eran malvados, sobre todo
entre 850 y 1050 d. C. Estos desacreditaban su puesto, aun en el
tiempo de su má s elevado grado de supremacía. El período de
culminació n fue entre 1073 y 1216 d.C., alrededor de ciento cincuenta
añ os, en que el papado tuvo un poder casi absoluto, no solo sobre la
iglesia, sino sobre las naciones de Europa. Esta elevada posició n se
alcanzó durante el gobierno de Hildebrando, el ú nico papa má s
conocido por su nombre de familia que por el nombre asumido como
papa, Gregorio VII. Durante veinte añ os, Hildebrando gobernó
realmente a la iglesia como el poder tras el trono antes de emplear la
triple corona. Asimismo, durante su papado y hasta su muerte acaecida
en 1085 d.C. Hildebrando reformó el clero que se había corrompido Y
quebrantó , aunque solo por un tiempo, la simonía o la compra de
puestos en la iglesia. Levantó las normas de moralidad en todo el clero
e impuso el celibato del sacerdocio, que aunque se exigía no fue
obligatorio hasta su día.
Libertó a la iglesia de la dominació n del estado al poner fin al
nombramiento de los papas y los obispos por reyes y emperadores.
Requirió que todas las acusaciones en contra de los sacerdotes y las
relacionadas con la iglesia se juzgasen en cortes eclesiá sticas. La
costumbre había sido que el obispo recibiese cetro y anillo de su
soberano y que este le prometiera fidelidad feudal como su señ or
secular. Esto equivalía a que el gobernante nombrara a los obispos.
Hildebrando prohibió la presentació n y la promesa. Hizo que la iglesia
fuese suprema sobre el estado. El emperador, Enrique IV, habiéndose
ofendido con el papa Gregorio, convocó un sínodo de obispos alemanes
y los indujo a votar por la deposició n del papa. Gregorio se vengó con
una excomunió n, absolviendo a todos los sú bditos de Enrique IV de su
lealtad hacia este ú ltimo. Enrique se vio absolutamente impotente bajo
la excomunió n papal. En enero de 1077, el emperador, "habiendo
puesto a un lado todas las posesiones reales, con los pies descalzos y
vestido de lana, permaneció por tres días de pie ante la puerta del
castillo", (Estas son las palabras del papa Gregorio VII al informar el
hecho. De aquí viene la expresió n "ir a Canosa", que significa sumisió n
al papa o a la iglesia) en Canosa al norte de Italia, donde estaba el papa,
a fin de someterse y recibir perdó n. Debe agregarse, sin embargo, que
tan pronto como Enrique recuperó el poder, le hizo guerra al papa y lo
sacó de Roma. Hildebrando murió poco después, dejando este
testimonio: "He amado la justicia y aborrecido la iniquidad. Por lo
tanto, muero en el exilio." Sin embargo, el registro del triunfo del papa
influyó má s que el de su derrota má s tarde. Gregorio VII no aspiraba a
abolir el gobierno del estado, sino a subordinarlo al gobierno de la
iglesia. Deseaba el poder secular para gobernar al pueblo, pero bajo la
má s elevada jurisdicció n del reino espiritual, como él lo consideraba.
Otro papa cuyo reino demostró su alto grado de poder fue Inocencio III
(1198-1216). En su discurso de inauguració n declaró : "El sucesor de
San Pedro ocupa una posició n intermedia entre Dios y el hombre. Es
inferior a Dios má s superior al hombre. Es el juez de todos, mas nadie
lo juzga." En una de sus cartas oficiales escribió que al papa "no solo se
le encomendó la iglesia, sino todo el mundo", con "el derecho de
disponer finalmente de la corona imperial y de todas las demá s
coronas". Elegido para ocupar el cargo a los treinta y seis añ os, a través
de su reinado sostuvo con éxito estas altas pretensiones.
Eligió para desempeñ ar las funciones de emperador a Otó n IV de
Brunswick, quien reconoció en pú blico que tenía la corona "por la
gracia de Dios y la sede apostó lica". Má s tarde, debido a la
insubordinació n de Otó n, lo depuso e hizo que se eligiera a otro
emperador. Asumió el gobierno de la ciudad de Roma decretando leyes
para sus funcionarios siendo él mismo señ or supremo. En realidad
estableció de este modo un estado bajo el gobierno directo del papado,
gobierno que fue el precursor de los "Estados de la Iglesia". Obligó al
licencioso Felipe Augusto, rey de Francia, a que recibiese de nuevo a su
esposa de quien se había divorciado injustamente. Excomulgó al rey
Juan sin Tierra (inglés), le obligó a rendir su corona allegado papal y a
recibirla de nuevo como sú bdito del papa. Inocencio III puede
considerarse como el mayor de los papas en poder autocrá tico. Sin
embargo, no hubiera llegado a tal grado de autoridad si Hildebrando
no hubiese alcanzado la grandeza antes que él.
Mientras Europa salía del crepú sculo de la Edad Media y la lealtad
nacional se levantaba para competir con la eclesiá stica, la decadencia
del poder papal empezó con Bonifacio VIII en 1303. Tenía pretensiones
tan elevadas como cualquiera de sus predecesores, pero se pasaban
por alto. Bonifacio prohibió a Eduardo I de Inglaterra que decretase
impuestos a la propiedad de la iglesia y a las entradas o tesoros
sacerdotales. Sin embargo, se vio obligado a ceder al rey, aunque en
forma de arreglo por el cual los sacerdotes y obispos daban parte de
sus entradas para las necesidades del reino. Riñ ó con Felipe el
Hermoso de Francia, quien le hizo guerra, se apoderó del papa y le
encarceló . Aunque lo liberaron, murió de tristeza poco después. Desde
1305, durante má s de setenta añ os, los papas se eligieron bajo las
ó rdenes de los reyes de Francia y estaban subordinados a su voluntad.
Al período de 1305 a 1378 se le conoce como la Cautividad Babiló nica.
Por orden del rey francés, la sede del papado se trasladó de Roma a
Aviñ ó n, al sur de Francia. Los papas se convirtieron en jefes nominales
sin verdadera influencia o poder bajo el gobierno francés. Otros
aspirantes al papado surgieron en Roma y por doquier, en diferentes
países, papas y antipapas. Las ó rdenes papales se desobedecían
libremente. Las excomuniones se obviaban. Por ejemplo, Eduardo III
de Inglaterra ordenó allegado papal que saliera de su reino.
En 1378 el papa reinante, Gregorio XI, volvió a Roma y en 1414 se
celebró el Concilio de Constanza para decidir entre las reclamaciones
de cuatro papas. Todos se depusieron y se escogió uno nuevo. Desde
1378, los papas han continuado morando en Roma. Como siempre,
alentando pretensiones muy elevadas, pero incapaces de ponerlas en
vigor.
SURGIMIENTO DEL PODER MUSULMÁN

El movimiento que enseguida reclama nuestra atenció n es la religió n y


el imperio que Mahoma fundó al principio del sexto siglo y que
arrebató provincia tras provincia de los emperadores griegos de
Constantinopla, hasta su extinció n final. Esto trajo a la iglesia oriental a
una sujeció n que rayaba en la esclavitud. Incluso, amenazaba con la
conquista de Europa.
Después de trece siglos la fe mahometana aú n domina a má s de
doscientos millones de personas y en el continente de Á frica sigue
creciendo. Su fundador fue Mahoma, nacido en La Meca, Arabia, en 570
d.C. A los cuarenta añ os de edad, en 610, empezó su carrera como
profeta y reformador. Al principio ganó discípulos lentamente, pero su
causa creció lo suficiente para encontrar persecució n. Huyó de La Meca
en 622 d.C. y su fuga, la hégira, proporciona la fecha por la que se rige
el calendario mahometano. Tuvo éxito en poner bajo su religió n y
autoridad a las tribus á rabes esparcidas y regresó a La Meca como
conquistador. Al morir, en 632 d.C., era el profeta y gobernante
aceptado por toda Arabia. A su religió n se le denomina islamismo,
"sumisió n", esto es, obediencia a la voluntad de Dios. A sus seguidores
se les llaman musulmanes, pues nunca usan el nombre "mahometano".
Los artículos de fe, como los exponen, son: Hay un solo Dios, al que
llaman Alá (siendo la palabra de origen comú n con la similar hebrea
"Elohim"). Todos los hechos buenos o malos Dios los ha preestablecido,
por lo tanto, en cada acto se lleva a cabo la voluntad de Dios.
Hay multitudes de á ngeles invisibles, buenos y malos, que se
relacionan constantemente con los hombres. Dios entregó su
revelació n en el Corá n, una serie de mensajes comunicados a Mahoma
por medio del á ngel Gabriel, aunque no se compilaron sino hasta
después de la muerte del profeta. Dios envió profetas inspirados a los
hombres, de ellos los má s grandes fueron Adá n, Moisés, Jesú s y, sobre
todos los demá s, Mahoma. Los profetas bíblicos, apó stoles cristianos y
santos que vivieron antes de Mahoma se reconocen y adoptan como
suyos. En el má s allá habrá una resurrecció n final, el juicio y el cielo o
el infierno para cada hombre.
Al principio, Mahoma dependía de las influencias morales al predicar
su evangelio. Pero pronto cambió sus métodos y se hizo guerrero,
conduciendo a sus unidos y feroces á rabes a la conquista de los in-
crédulos. Presentó a todo país o tribu la alternativa entre el islamismo,
el tributo o la muerte para los que resistían sus armas. En poco tiempo,
conquistaron Palestina y Siria y los lugares santos del cristianismo
cayeron bajo el poder del islamismo. Conquistaron una provincia tras
otra del Imperio Grecorromano. Pronto todo lo que quedó fue la ciudad
de Constantinopla, de modo que los países del cristianismo primitivo
se convirtieron en sú bditos. Donde los cristianos se sometían, su
adoració n se les permitía bajo algunas restricciones.
Hacia el Oriente, el imperio de los califas se extendió má s allá de Persia
hasta la India. Su capital estaba en Bagdad, en las má rgenes del Tigris.
Hacia el Occidente, sus conquistas incluían Egipto, todo el norte de
Á frica y la mayor parte de Españ a. Casi todo este vasto imperio se
conquistó durante los cien añ os después de la muerte de Mahoma. Sin
embargo, en Europa occidental Carlos Martel contuvo su progreso al
sur de Francia. Este unió a las tribus discordantes bajo la direcció n de
los francos y obtuvo una victoria decisiva en Tours, en 732 d.C. A no
haber sido por la batalla de Tours, es probable que toda Europa se
hubiera convertido en un continente mahometano y la media luna
hubiera ocupado el lugar de la cruz. He aquí una pregunta interesante:
¿Por qué triunfaron la religió n y las armas mahometanas sobre el
mundo oriental?
Daremos algunas de las causas. Los creyentes primitivos en Mahoma
eran los fieros guerreros á rabes, jamá s conquistados por ningú n
enemigo extranjero y que seguían a su profeta con una sincera e
intensa fe que todo lo conquistaba. Creían ejecutar la voluntad de Dios
y que su destino era triunfar. Todo aquel que caía en la batalla con los
incrédulos estaba destinado a entrar de inmediato a un cielo o deleite
sensual. Contrario a este espíritu invencible, viril y conquistador,
estaba la naturaleza sumisa y débil de los griegos asiá ticos. Desde
siglos remotos estas tierras se sometieron mansamente a los
conquistadores. Su gente perdió el vigor, preferían rendirse que tomar
la espada y pagar tributo en lugar de defender su libertad. Gran parte
de la població n del Imperio Griego eran monjes y eclesiá sticos, listos
para orar pero no para pelear.
El islamismo fue muy superior al paganismo al cual desplazó en Arabia
y en tierras al este de esa península. Ademá s, debe admitirse que era
má s fuerte que el tipo de cristianismo que encontró y venció . Desde
mucho antes, la iglesia oriental, no así la occidental, había cesa-do en
sus esfuerzos misioneros, había perdido su energía y se inclinaba a la
especulació n en vez de al esfuerzo moral o espiritual. En su grado má s
elevado, en la religió n de Mahoma se encontraban, y aú n se
encuentran, algunos aspectos favorables, elementos de valor para el
mundo. Uno era su sencillez de doctrina. Creía en un Dios al que cada
hombre debía obedecer incondicionalmente. No tenía un sistema de
teología intrincado y misterioso que diera lugar a controversias
interminables e inú tiles. No hacía falta erudició n para entender los
artículos de la fe mahometana. Otro rasgo del islamismo era su
oposició n a la adoració n de las imá genes. Por todo el mundo cristiano
las estatuas de los dioses antiguos de Grecia simplemente habían dado
el lugar a las imá genes y cuadros de la virgen María y de los santos,
adorados en todos los templos. Los musulmanes los lanzaron fuera y
destruyeron y denunciaron como idolatría toda adoració n de
imá genes, ya fuesen esculpidas o pintadas.
Los mahometanos también rechazaban la mediació n sacerdotal y de
los santos. La iglesia hacía que la salvació n dependiese, no de la fe
sencilla en Cristo y la obediencia a él como Señ or, sino en ritos
sacerdotales e intercesió n de los santos que habían partido. Los
mahometanos quitaron todo eso y en su doctrina procuraban llevar a
toda alma directamente a Dios. En todo el mundo musulmá n se
encuentra la regla de abstinencia de bebidas embriagantes. La primera
"sociedad de temperancia" en la historia del mundo fue la de los
nazareos de Israel. Y sus sucesores en mayor escala, los de la religió n
de Mahoma, que prohibía a sus fieles tomar vino o licor embriagante.
Esto todavía se tiene como un principio, pero no se pone en prá ctica
universalmente cuando los mahometanos viven en contacto con los
europeos.
En el período primitivo, bajo califas, tanto la literatura como la ciencia
adelantaron. Los á rabes nos dieron la numeració n ará biga (1, 2, 3,4,
etc.) que fue un gran adelanto con respecto al sistema romano de
numeració n mediante letras (I, V, X, etc.). En el campo de la astronomía
dieron a conocer una de las primeras clasificaciones de las estrellas.
Las cortes de los califas de Bagdad eran un centro literario. La Españ a
mahometana estaba má s adelantada en cultura y civilizació n que los
reinos cristianos de ese período en la península. Pero todo el progreso
intelectual cesó cuando los turcos bá rbaros sucedieron a los ilustres
sarracenos como jefes en el movimiento islá mico.
Para no hacer nuestro cuadro del islamismo má s favorable de lo que la
verdad pueda apoyar, debemos fijamos por otra parte en aquello en
que el islamismo ha fallado, sus errores y sus males. Su primer mal a la
humanidad, su método de esfuerzo misionero mediante la espada,
promoviendo entre los hombres el odio en lugar del amor.
Dondequiera que una ciudad resistía su conquista, morían sus
hombres, llevaban las mujeres a los harenes de los victoriosos y
educaban los niñ os en la fe islá mica. Durante muchos siglos los turcos
tuvieron la costumbre de tomar miles de niñ os cristianos, arrebatarlos
de sus padres y criarlos en provincias distantes como musulmanes
faná ticos. En el antiguo concepto islá mico el estado y la iglesia eran
absoluta-mente uno. Se esperaba que el gobierno emplease su poder
hasta donde fuera posible para el adelanto de la verdadera religió n y
supresió n de la falsa. Antes de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918,
el sultá n de Turquía era también el califa ("sucesor de Mahoma").
Cuando Turquía se convirtió en repú blica, destronaron al sultá n y
abolieron el califato. Con la modernizació n de Turquía, se efectuaron
otros cambios.
Un hecho significativo fue la traducció n del Corá n al idioma verná culo.
En Estambul, en 1932, el Corá n se leyó en la mezquita de Santa Sofía
por primera vez en el idioma turco. El concepto mahometano de Dios
se basa má s bien en el Antiguo Testamento que en el Nuevo
Testamento. Para la mentalidad á rabe, Dios es un déspota oriental,
implacable y terrible, sin amor para la humanidad fuera de los
seguidores del Profeta. El islamismo prá cticamente deja a Cristo fuera
de su sistema. En el concepto mahometano no es el Señ or del reino
celestial, ni el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Lo reducen al rango
de un profeta judío, inferior en todo respecto a Mahoma.
Su concepto del cielo, la morada de los bienaventurados en la vida
venidera, está falto por completo de espiritualidad y es del todo
sensual.
Una de las características má s indigna de la religió n mahometana era la
degradació n de la mujer. Las mujeres se consideraban como simples
esclavas o juguetes del hombre. La Turquía moderna ha remediado
esta condició n y en 1930 se les dio el derecho al voto y a nominarse en
las elecciones municipales. Pero fuera de Turquía el mundo
mahometano tiene a la mujer en poca estima. En el terreno de la
historia y la política, quizá s el má s marcado fracaso del estado
mahometano ha sido en el aspecto de la administració n nacional. En
sus conquistas, los mahometanos eran maravillosos, casi milagrosos.
Barrían en irresistible torrente a través de continentes, desde China
hasta Españ a. Sin embargo, no demostraron fuerza para establecer un
gobierno sabio y justo en los imperios que fundaban. Los países
islá micos eran los que peor se gobernaban en el mundo. Pongamos en
contraste la historia de los turcos en este sentido con la de los antiguos
romanos, que demostraron que no solo podían conquistar un gran
imperio, sino también gobernarlo con sabiduría, trayendo prosperidad
a cada país que conquistaban.

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