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EL FUNDAMENTO MORAL DEL DERECHO

(SOBRE EL POSITIVISMO JURÍDICO, DE NUEVO)

The Moral Grounds of Law (On Legal Positivism, again) *

J. J. Moreso **

Anales de la Cátedra Francisco Suárez


Fecha de recepción: 30/06/2021 ISSN: 0008-7750, núm. 56 (2022), 33-54
Fecha de aceptación: 28/09/2021 http://dx.doi.org/10.30827/ACFS.v56i0.21657

RESUMEN En este artículo, se analiza la cuestión de si la existencia del derecho depende


necesariamente de la moralidad. La cuestión que ha enfrentado a las doctri-
nas del derecho natural con el positivismo jurídico. Se trata de mostrar que
dicho debate esconde, al menos tres cuestiones diferentes, que requieren
respuestas diversas: 1) La cuestión semántica de si las normas positivas injus-
tas son derecho, 2) la cuestión metafísica de si la existencia del contenido del
derecho está fundada en hechos morales y 3) la cuestión epistémica de si el
contenido del derecho debe ser identificado sin recurrir a consideraciones
morales. Se concluye que la primera cuestión es una mera disputa verbal.
Se dan algunos argumentos para aceptar la tesis metafísica. Y una respuesta
afirmativa a la tercera cuestión es puesta en duda analizando la doctrina de
la autoridad de Joseph Raz y, también, tratando de mostrar que el hecho de
que algo sea concebible no conlleva que sea metafísicamente posible.
Palabras clave: iusnaturalismo, positivismo jurídico, fundamento metafísico,
doctrina de la autoridad de Raz, argumentos de la concebibilidad.

ABSTRACT This paper deals with the question whether the existence of law necessarily
depends on morality. The issue that traditionally confronts doctrines of Na-
tural Law with legal positivism. The paper intends to show that such debate
conceals, at least, three different questions, which require diverse answers:
1) The semantic question whether unjust positive regulations are law, 2) the
metaphysical question whether the existence of the legal content is grounded

* Para citar/citation: Moreso, J. J. (2022). El fundamento moral del derecho (sobre el positi-
vismo jurídico, de nuevo). Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 56, pp. 33-54.
** Universitat Pompeu Fabra (Barcelona, España). email: [email protected]. Número
ORCID ID 0000-0003-2702-569X. Ancestros de este trabajo fueron presentados en un semi-
nario en Barcelona, UPF, bajo los auspicios de la Royal Society of Edinburgh en junio 2019
y en un seminario online en el CIRSFID de la Universidad de Bolonia (Italia) en septiem-
bre de 2020. Quedo agradecido a todos los participantes en estos eventos y, muy especial-
mente, a Samuele Chilovi, Chiara Valentini y Juan Ruiz Manero. También agradezco las
oportunas observaciones de dos evaluadores anónimos de esta revista. Este trabajo ha sido
escrito bajo el auspicio de dos proyectos de investigación concedidos respectivamente por
la Agencia Española de Investigación DER2016-80471-C2-1-R (AET) y por la Generalitat
de Cataluña, 2017 SGR 00823.
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on moral facts, and 3) the epistemic question whether the content of law
should be identified without resort to moral considerations. It is concluded
that the first question is a mere verbal dispute. Some arguments to vindica-
te the metaphysical thesis are provideds. And an affirmative answer to the
third question is questioned analyzing Raz’s doctrine of authority, and also,
intending to show that the fact of something can be conceived does not
entail that this fact is metaphysically possible.
Keywords: Natural Law doctrines, legal positivism, metaphysical grounding,
Raz’s doctrine of authority, arguments of conceivability.

1. Introducción

Es un lugar común que el derecho y la moral tienen relaciones entre sí;


que, por así decirlo, se solapan. Nadie lo niega, es obvio que la moralidad
prohíbe matar a las personas inocentes u obliga a cumplir las promesas y,
también es obvio, todos los sistemas jurídicos contienen pautas que san-
cionan el homicidio (puede haber excepciones, pero al menos en general
lo sancionan) u obligan a cumplir los contratos (que, a menudo, son com-
prendidos como un tipo especial de promesas).
Lo que se pone en duda es si la existencia del derecho depende nece-
sariamente de la moralidad. Para la tradición clásica, hay un conjunto de
pautas, independientes de la voluntad humana, que poseen una objetivi-
dad práctica, es decir que son obligatorias para todos los seres humanos,
es el Derecho natural, fundado o bien en la naturaleza o bien en la razón
humana, esta polémica clásica no será analizada aquí 1. A esta tesis que pode-
mos denominar la tesis de la objetividad, añaden otra tesis, que podemos
denominar la tesis de la vinculatoriedad, de acuerdo con la cual las pautas
establecidas por las autoridades humanas que son contrarias al Derecho
natural no son válidas.
Estas son las tesis que asumen las doctrinas iusnaturalistas. A ellas se
opone una doctrina surgida mucho después, en la modernidad (aunque,
como sucede casi siempre en filosofía, con precedentes anteriores), conocida
como positivismo jurídico, que niega o bien la primera tesis, la tesis de la
objetividad o, aceptándola, niega la segunda, la tesis de la vinculatoriedad 2.

1. Buenas presentaciones de la doctrina del Derecho natural pueden hallarse en Finnis (2016),
Murphy (2019) y Himma (2020). Para la crucial contribución de la escolástica española
(principalmente Francisco de Vitoria y Francisco Suárez), por ejemplo Pérez-Luño (1992).
2. Para presentaciones panorámicas del positivismo jurídico puede verse Hart (1958), Ross
(1961), Bobbio (1961, 1965).
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En este texto, en la sección segunda voy a presentar este debate como


se acostumbra a hacer, para intentar mostrar que, a menudo, se trata sólo
de una disputa verbal 3. En la sección tercera voy a mostrar un debate más
interesante —en mi opinión— que es de carácter metafísico, y que guarda
relación con la cuestión de si la existencia del derecho, aparte de depender
como es obvio de determinados hechos sociales (como, por ejemplo, hechos
de promulgación de leyes y otros documentos legislativos), depende tam-
bién, de manera necesaria, de ciertos contenidos morales. Es decir, si los
contenidos jurídicos existen (al menos parcialmente) en virtud de, o lo que
es lo mismo, fundados en contenidos morales. En la sección cuarta voy
a plantear una cuestión distinta, aunque a menudo no suele distinguirse
de la anterior, una cuestión de carácter epistémico: si la identificación del
derecho depende de consideraciones morales. En la quinta, concluiré.

2. ¿Una disputa verbal?

A menudo las doctrinas del derecho natural han sido asociadas con
esta tesis de carácter semántico: las regulaciones injustas de las autoridades
políticas no alcanzan el estatus de Derecho, no adquieren validez jurídica.
Se trata, como puede apreciarse fácilmente, de una consecuencia inmediata
de la tesis de la vinculatoriedad. Siempre se alude en estos casos a Cicerón,
Agustín de Hipona y Tomás de Aquino.
Efectivamente Cicerón (1959, II.13) arguyó que las leyes injustas no
merecen el nombre de leyes del mismo modo que las prescripciones de
sustancias venenosas establecidas por ignorantes e inexpertos, en lugar de
por médicos, no merecen el nombre de prescripciones médicas 4. Agustín de
Hipona (2014, I.v.11) escribió: ‘No me parece ser ley la que fuese injusta’ 5. Y
Tomás de Aquino (1888, I-II, q. 95.a.2co), siguiendo a Agustín, añadió que

3. Un mapa general excelente de los diversos sentidos que esta tesis puede adoptar y de sus
relaciones con la tesis de las fuentes sociales del derecho, y también de cuándo y por qué
puede convertirse en una mera cuestión verbal puede hallarse en Gardner (2001) y Bayón
(2002).
4. Este es el pasaje de Cicerón: ‘Quid quod multa perniciose, multa pestifere sciscuntur in
populis, quae non magis legis nomen adtingunt, quam si latrones aliqua consensu suo
sanxerint? Nam neque medicorum praecepta dici vere possunt, si quae inscii inperitique
pro salutaribus mortifera conscripserint, neque in populo lex, cuicuimodi fuerit illa, etiam
si perniciosum aliquid populus acceperit. Ergo est lex iustorum iniustorumque distinctio,
ad illam antiquissimam et rerum omnium principem expressa naturam, ad quam leges
hominum diriguntur, quae supplicio inprobos adficiunt, defendunt ac tuentur bonos’.
5. ‘Nam lex mihi esse non videtur, quae iusta non fuerit’.
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lo que contradice la ley natural no es ley sino corrupción de ley 6. Todavía


en el siglo xviii, el gran jurista inglés William Blackstone (1771, p. 41) escri-
bía: ‘Este Derecho de la naturaleza, siendo coetáneo con la humanidad, y
dictado por Dios mismo, es claramente superior en obligación a cualquier
otro. Es vinculante sobre todo el globo, en todos los países y en todos los
tiempos: ninguna ley humana tiene validez si es contraria a él: y aquellas
leyes humanas que son válidas derivan su fuerza y toda su autoridad,
mediata o inmediatamente, de este original’ 7.
De este modo, para las doctrinas iusnaturalistas, el Derecho natural es
aquel conjunto de principios y estándares independientes de la actividad
humana que guían el comportamiento de los seres humanos en sociedad.
El Derecho natural no agota todo el contenido del orden moral, sino sólo
aquella parte referida a la virtud de la justicia. En este sentido, la adecuación
a la moralidad que sostiene la tesis iusnaturalista debe ser entendida como
la adecuación a aquella parte del orden moral, conocida como Derecho
natural. Y, por otra parte, el Derecho natural para Tomás de Aquino es la
expresión del orden especial de las criaturas racionales en el orden general
del universo regido por la ley eterna. Como es obvio, esta caracterización
corresponde a las concepciones teológicas del Derecho natural, es decir, a
aquellas concepciones que suponen que el origen de tal Derecho se encuen-
tra en el entendimiento o en la voluntad de Dios. Después ha habido con-
cepciones que ya no suponen este origen en Dios del Derecho Natural, una
tradición que se origina en una expresión atribuida a Hugo Grocio (aunque
no es literal, Grocio 1625, III. Prolegomena, 11, 7) etsi Deus non daretur,
‘incluso si Dios no existiera’.
Podemos, por otra parte, preguntarnos cómo se muestra la adecuación
del Derecho positivo con la moral, con el Derecho natural. Según Tomás de
Aquino (1888, I-II, q. 95.a.2co), las normas positivas pueden proceder del
Derecho natural de dos modos: a) o bien por derivación lógica de los prin-
cipios del Derecho natural, per modum conclusionis, b) o bien por medio
de una especificación de dichos principios, per modum determinationis.
Un ejemplo del primer caso puede ser el siguiente: ‘Se debe cumplir lo esti-
pulado por los contratos de compraventa’ es una consecuencia lógica del
principio ‘Se deben cumplir las promesas’ bajo el supuesto de que los con-

6. ‘Si vero in aliquo, a lege naturali discordet, iam non erit lex sed legis corruptio’.
7. ‘This law of nature, being coeval with mankind, and dictated by God himself, is of course
superior in obligation to any other. It is binding over all the globe in all countries, and
at all times: no human laws are of any validity, if contrary to this; and such of them as
are valid derive all their force and all their authority, mediately or immediately, from this
original’.
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tratos son un tipo de promesa. Un ejemplo del segundo caso es el siguiente:


la norma expresada por ‘Se debe circular a una velocidad inferior a los 120
km. por hora en las autopistas’ no se deriva lógicamente del principio: ‘Se
debe conducir de modo tal que se reduzca al máximo la probabilidad de
causar daños a terceros’, pero especifica un modo de cumplir con dicho
principio.
Sin embargo, ¿quiere ello decir que los clásicos del derecho natural pen-
saban que las regulaciones injustas de las autoridades no son derecho? Ello
no es tan claro. Destacados iusnaturalistas actuales han argüido, con buenas
razones, que lo que establecía dicha doctrina es que las regulaciones injustas
de las autoridades no son derecho en un sentido focal, en un sentido pleno,
aunque sean derecho en algún sentido. No son derecho simpliciter, aun-
que sean derecho secundum quid 8. De un modo semejante a como si una
persona tiene un viejo coche en su jardín donde juegan los niños, un coche
que hace décadas que no circula y que ya no es recuperable para dicho uso,
es todavía un coche en algún sentido (todo el mundo lo entiende cuando
dice ‘sal del coche, por favor, y ven a comer ya’), aunque en otro sentido ya
no es un coche plenamente, porque es un coche muy defectuoso, que no
sirve para transportarnos de un lugar a otro.
Veamos ahora como razona la doctrina del positivismo jurídico. En un
artículo central en esta tradición H.L.A. Hart (1958, p. 599) argüía 9:

No se sigue del mero hecho de que una regla viola los estándares de
la moralidad que no es una regla jurídica; y, conversamente, no se sigue
del mero hecho que una regla es moralmente deseable que sea una regla
jurídica.

Una formulación que evocaba la clásica formulación de la tradición


anglosajona del positivismo jurídico en la Escuela analítica del derecho,
debida a John Austin (1832-1995, p. 157): ‘La existencia del Derecho es
una cosa; su mérito o demérito es otra’. Es decir, la validez jurídica de una
norma no implica necesariamente que sea justa, su validez moral; y la jus-
ticia de una norma no implica su validez jurídica.

8. Véase, en este sentido, la reconstrucción de las ideas de Tomás de Aquino por parte de John
Finnis (Finnis, 1980, pp. 351-370). Esta es también la posición de Andrés Ollero (Ollero
2012, p. 27). Por ejemplo: ‘El mismo Tomás de Aquino no diría que no nos hallamos ante
una ley, sino que se trata de una ley corrompida; no deja pues de ser jurídica, aunque por
serlo de modo deficiente merezca también una negativa evaluación moral’.
9. Algo similar sostienen, por ejemplo, Elías Díaz (1971, pp. 50-60) o Luigi Ferrajoli (2007
vol. 2, pp. 309-321) en el sentido de que ni la existencia o validez de una norma jurídica
implica su justicia, ni su justicia implica su validez.
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Sin embargo, también los iuspositivistas suelen aceptar que las normas
injustas no deben ser obedecidas. Hart, por ejemplo, sostiene que es posible
sostener algunas veces ‘esto es derecho, pero es demasiado inicuo para ser
aplicado u obedecido’ (Hart 1961, p. 203).
En realidad, sólo una posición radicalmente escéptica acerca de la
moralidad (una que negara sentido alguno a predicar la justicia de ningún
comportamiento o institución), una forma especialmente afectada de
rechazar la tesis de la objetividad moral del iusnaturalismo, privaría de sen-
tido a la idea de que hay regulaciones humanas que son injustas. Podemos
prescindir, según creo, de esta clase de escepticismo y confiar en que la idea
de que algunas regulaciones son injustas (como el apartheid) es compatible
con muchas y diversas posiciones en metaética 10.
Entonces, me parece que llevan razón (Nino, 1985, Garzón Valdés,
1990) los que sostienen que esta es una discusión de palabras, una mera
disputa verbal. Así lo dice Dworkin (2011, p. 411) ‘el venerable problema
iusfilosófico del derecho injusto tristemente es poco más que una disputa
verbal’.
En el pragmatista William James se halla una perspicua explicación de
lo que es una disputa verbal. Considera el ejemplo de un hombre que pasea
rápidamente dando vueltas a un árbol, mientras una ardilla se mueve en el
tronco del árbol. Ambos están frente al árbol todo el tiempo, pero el árbol
está siempre entre ellos. Un grupo de personas discute sobre la siguiente
cuestión: ¿el hombre rodea la ardilla o no? James (1907, p. 25) resuelve la
cuestión de este perspicuo modo:

Quiénes llevan la razón depende sobre lo que signifique práctica-


mente ‘rodear’ la ardilla. Si significa pasar del norte de la ardilla al este,
después al sur, después al oeste, y al final al norte de nuevo, es obvio que
el hombre rodea la ardilla, puesto que ocupa estas posiciones de modo
sucesivo. Pero si, por el contrario, significa estar primero frente a ella,
después a su derecha, después detrás de ella, después a su izquierda, y al
final de nuevo frente a ella, es bastante obvio que el hombre no consigue
rodearla… Hecha la distinción ya no hay ocasión para ninguna disputa
más.

En los términos de Chalmers (2011, p. 215, del que, por otra parte,
obtengo la preciosa referencia a James): ‘Intuitivamente, una disputa entre
dos partes es verbal cuando las dos partes están de acuerdo en todos los

10. Es cierto, sin embargo, que algunos importantes positivistas suscribieron algunas veces este
tipo radical de escepticismo, pero no lo hicieron siempre ni, en mi opinión, de manera
consistente. Vd. los casos relevantes de Kelsen (1955) y Ross (1958).
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hechos relevantes acerca de un dominio determinado, y sólo discrepan


acerca del lenguaje usado para describir el dominio. En tal caso, uno tiene la
impresión que las dos partes ‘no están en realidad en desacuerdo’: es decir,
que no están realmente discrepando acerca del dominio en cuestión, y que
discrepan sólo acerca de materias lingüísticas’.
Y este me parece el caso en la disputa acerca del derecho injusto. Las
dos partes en nuestro caso, iusnaturalistas y defensores del positivismo jurí-
dico, acuerdan en que puede haber leyes establecidas por seres humanos que
son injustas y que dichas leyes no son obligatorias, no deben ser obedecidas.
Discrepan solamente en que los positivistas piensan que estas leyes injustas
han de ser clasificadas como válidas jurídicamente, mientras los iusnatu-
ralistas piensan que no han de ser calificadas como válidas jurídicamente.
Es decir, discrepan acerca de si el derecho comporta la obligatoriedad de
sus pautas, con el lenguaje de hoy, si el derecho suministra razones para
la acción (véase por todos Raz, 1975). Si, como quieren los iusnaturalistas,
sólo llamamos derecho a aquellos conjuntos de pautas que están de acuerdo
con la justicia, entonces es verdad que el derecho comporta la obligatorie-
dad. Si, conforme a los positivistas, llamamos derecho a todas las pautas
establecidas por las autoridades humanas, entonces sólo son obligatorias
aquellas pautas jurídicas que están de acuerdo con la justicia y no es verdad
que el derecho comporte necesariamente la obligatoriedad. Lo que muestra
que se trata de una disputa verbal 11.
Una disputa verbal que puede, sin embargo, tener efectos pragmáticos.
En determinadas ocasiones una concepción iusnaturalista puede usarse
para defender el orden establecido, por ejemplo arguyendo que hay una
presunción de justicia en las reglas de las autoridades 12. Pero también puede
hacerse mediante algo como dura lex, sed lex, tan a menudo usada para
combatir la resistencia. Aunque también sucede al revés, los iusnaturalistas
pueden animar a la desobediencia fundados en la idea que algunas directi-
vas de la autoridad son inválidas por injustas, y los iuspositivistas pueden

11. Y lo mismo ocurre con otra defensa del no-positivismo muy influyente contemporánea-
mente, me refiero a Alexy. Alexy (1989, 1992, 2013) toma como referencia la denominada
fórmula de Radbruch (Radbruch, 1946) según la cual las leyes extremadamente injustas no
son jurídicamente válidas. Pero de nuevo aquí se trata de una disputa acerca del significado
de ‘válido jurídicamente’, si significa que no son obligatorias entonces no hay discrepancia
genuina. Es cierto, sin embargo, que otros aspectos de la posición de Alexy acercan su
debate a la cuestión del fundamento metafísico del derecho, que será tratado en la sección
siguiente.
12. Así argumentaba el famoso iusnaturalista racionalista Samuel Pufendorf (1672, observatio
V, sec. 21, p. 346): Praesumptio justitiae semper a principis partibus stet (‘la justicia está
siempre de parte del príncipe’).
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animar a la revuelta con la idea de que dichas normas, que son válidas, son
demasiado injustas para ser obedecidas. Sucede aquí algo semejante a lo
que sucede con cierta discusión teológica medieval sobre la infalibilidad del
Papa (que algunos católicos integristas han resucitado para usarla contra el
Papa Francisco): la idea de que todo lo que dice el Papa, en determinadas
circunstancias, es verdad, puede servir tanto para predicar la verdad de lo
que dice el que ocupa ese lugar en la Iglesia católica, como para argüir que
dado que lo que dice no es verdad entonces no es el Papa, sino el Anti-
cristo 13.

3. Los fundamentos metafísicos del derecho

El contenido del derecho, el hecho de que es obligatorio en España


(para las personas con determinados ingresos) presentar su declaración de
la renta entre los meses de abril y junio de cada año, o el hecho de que sólo
son hipotecas válidas sobre bienes inmuebles aquellas inscritas en el Regis-
tro de la Propiedad, no es parte de la naturaleza en el modo en que lo son,
las montañas, los ríos o los eclipses. Dependen de la actividad humana, no
habría declaraciones de la renta ni hipotecas sin seres humanos. Se trata de
una realidad institucional (por ejemplo Searle, 1995, 2010). El contenido
del derecho no está constituido por hechos fundamentales, ya no fundados
en nada, sino que son hechos fundados en otros hechos del mundo 14. En
determinadas acciones humanas y en hechos de aceptación de estos seres
humanos, que anclan determinadas acciones en el mundo (vd. Epstein,
2015). Por ejemplo, el hecho de que un trozo de papel de color azul sea un
billete de veinte euros, ¿de qué depende? O, dicho de otro modo, ¿cuáles son
las condiciones de verdad de la proposición según la cual este es un billete
de veinte euros? Pues bien, según Epstein y simplificando ahora sus ideas,
depende de dos relaciones que estructuran nuestro mundo social, nuestro
mundo de los significados. Son las relaciones que podemos denominar de
anclaje y de fundamentación (‘anchoring’ y ‘grounding’).
Son nuestras creencias y actitudes las que anclan en nuestras comunida-
des las reglas constitutivas, las reglas que dicen, por ejemplo, que estrecharse
las manos cuenta como saludarse entre nosotros, que levantar la mano en

13. Esta segunda parece que fue la posición de Guillermo de Ockham en su oposición al
papado por la cuestión de la pobreza franciscana. Vid., por ejemplo, Kilcullen (1999).
14. La relación metafísica de fundamentación, de existir en virtud de, se ha convertido en cru-
cial en la ontología actual. Puede verse Schaffer (2009), Rosen (2010), Fine (2011) y Bliss,
Trogdon (2016). Y con aplicación al derecho en Chilovi (ms.).
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una asamblea cuenta como votar a favor de una propuesta, que los bille-
tes impresos de acuerdo con las regulaciones del Banco central europeo
cuentan como billetes de cinco, diez, veinte, cincuenta, cien, doscientos o
quinientos euros. Estas reglas constitutivas existen en un grupo social en la
medida en que los miembros del grupo las aceptamos colectivamente. Es
esta aceptación colectiva lo que ancla su existencia. En otras comunidades,
lo que cuenta como un saludo es frotarse la nariz con la nariz del otro, por
ejemplo. Y es la existencia de esta regla constitutiva, de acuerdo con la cual
los billetes azules impresos conforme a la regulación y autorización del
Banco Central europeo cuentan como billetes de veinte euros, la que funda
el hecho social de que este billete concreto sea un billete de veinte euros. Un
trozo de papel azul es un billete de veinte euros en virtud de la regla cons-
titutiva según la cual los billetes azules emitidos conforme a la regulación
y autorización del Banco Central europeo son billetes de veinte euros. Y,
establecida la previa relación de anclaje, podemos afirmar que el hecho de
que este trozo de papel es un billete de veinte euros se funda en otros hechos
más fundamentales, que es un trozo de papel emitido de acuerdo con las
regulaciones del Banco central europeo.
Así puede ser comprendida la concepción del derecho que se halla en
el libro de Hart (1961). Sin embargo, el derecho en un grupo social tiene
relevancia normativa, en virtud de su contenido algunos comportamien-
tos dejan de ser opcionales para sus destinatarios y devienen obligatorios.
¿Cómo es ello posible? Y, sobre todo, ¿de qué depende su normatividad?
Parece plausible sostener que el contenido del derecho se funda en
determinados hechos sociales (de promulgación de regulaciones por las
autoridades y de aceptación de dichas reglas como directivas de comporta-
miento), pero en la medida en la cual el derecho proporcione razones para
la acción, entonces debe fundarse también en determinados hechos de natu-
raleza moral. Y ello porque sólo la moralidad tiene la fuerza de establecer
razones decisivas para la acción. Sólo la moralidad puede proporcionarnos
algo como una normatividad robusta 15.
Es por esta razón que en los últimos años se presenta el debate entre el
positivismo jurídico y el ahora denominado anti-positivismo jurídico como
un debate acerca de si entre los fundamentos del contenido del derecho hay,
aparte de hechos sociales, también hechos morales o no.
Una idea que se halla presente en Greenberg (2011, 2014) puede servir-
nos para comprender el alcance de este modo de considerar el debate. Según
Greenberg, la mayoría de juristas y teóricos del derecho, cuando reflexio-

15. Vid. por ejemplo Plunkett, 2019.


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nan sobre él, asumen implícitamente lo que denomina la imagen estándar


(‘Standard Picture’) según el cual el contenido del derecho depende, fun-
damentalmente, del significado de las regulaciones emitidas por las auto-
ridades jurídicas. Y por ello, se admite implícitamente que no depende de
hechos morales. En consecuencia, los teóricos se empeñan en conseguir una
noción más plausible de significado: el contenido semántico de las palabras
del legislador o lo que quiso decir el legislador (que, tal vez, incluye aspectos
pragmáticos como lo que el legislador presuponía, lo que contextualmente
implicaba, etc.). Y ahí las discusiones son, a menudo, si lo relevante son
las intenciones del legislador, o es lo que esas palabras significaban en el
momento de ser pronunciadas, o los propósitos del legislador, etc.
Por cierto, este enfoque es compatible con que los hechos morales con-
tribuyan a fijar el contenido del derecho, por ejemplo, porque el derecho
remite a la moralidad, declarando nulos los contratos contrarios a la moral
o excluyendo los tratos crueles, inhumanos o degradantes, por ejemplo.
Pero estos hechos morales, que determinan el contenido del derecho, están
a su vez fundados, parcialmente, en hechos sociales de creación normativa.
Es decir, sólo son relevantes porque otros hechos sociales remiten a ellos 16.
Hay, sin embargo, dos posiciones contemporáneas al menos que
rechazan este punto de vista. No suponen que el contenido del derecho
sea el resultado directo del significado atribuido a las regulaciones dotadas
de autoridad. Son enfoques anti-positivistas. En primer lugar, tenemos la
posición de Ronald Dworkin (1977, 1986, 1996), el derecho como integri-
dad. Para dicha posición el contenido del derecho está determinado por el
conjunto de principios que mejor justifican, desde el punto de vista moral,
la práctica jurídica. Y eso en dos dimensiones, la dimensión de adecuación
(‘dimension of fit’) y la dimensión de justificación (‘dimension of justifica-
tion’). En la primera, establecemos un filtro entre los contenidos posibles
del derecho de manera que concuerden con la práctica, la práctica legis-
lativa y la práctica judicial de esa comunidad. En la segunda dimensión,
elegimos aquel contenido que mejor, mejor desde el punto de vista moral,
reconstruye la práctica, aquel contenido que ofrece la mejor solución desde
el punto de vista moral, de acuerdo con la práctica.
En segundo lugar, tenemos la de Mark Greenberg (2004, 2014). Antes
que nada hay que advertir que Greenberg no está de acuerdo con Dworkin
porque considera que la posición dworkiniana no está en condiciones de
proporcionarnos normatividad robusta para el contenido del Derecho. Y no

16. Esta es la posición de los que se conoce como positivismo jurídico incluyente. Vd. Walu-
chow, 1994, Coleman, 2001, Moreso, 2001, Himma, 2002.
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lo está porque los principios que permiten considerar la práctica jurídica en


su mejor luz pueden ser principios muy defectuosos desde el punto de vista
moral, si la práctica es muy defectuosa desde dicho punto de vista. Por ello
Greenberg propone lo que denomina la teoría jurídica del impacto moral.
Esto es, el contenido del derecho es el impacto apropiado que en el perfil
moral tienen las decisiones de las instituciones jurídicas. No el significado
de dichas decisiones, tampoco los principios que mejor las justifican, sino
el impacto que ellas tienen en nuestro universo moral, como ellas afectan,
cambiando, modificando, reforzando, nuestros deberes morales. Por ejem-
plo, antes del establecimiento de un sistema de tributos, todos tenemos
algunos deberes imprecisos de ayudar a los más necesitados y contribuir
a los gastos comunes, pero es después de que se establezca un sistema de
tributos, que tenemos exactamente el deber de contribuir de acuerdo con él.
Ahora el significado de lo que dijeron las autoridades no es determinante
(aunque, es claro, es contribuyente), porque lo relevante es cómo queda
nuestro perfil moral después de la intervención de las instituciones.
Sea como fuere, ambos enfoques son claramente anti-positivistas, en
el sentido de que el contenido del derecho depende necesariamente de la
realidad normativa de la moralidad, el derecho existe en virtud de la mora-
lidad. Esta ya no es una disputa verbal, es una disputa metafísica acerca de
cuáles son los fundamentos últimos del derecho.

4. La identificación del derecho: una cuestión epistémica

Sin embargo, el mayor representante del positivismo jurídico contem-


poráneo, Joseph Raz, no rechaza de plano esta tesis metafísica. Son hechos
normativamente robustos los que fundan, en último término, la capacidad
del derecho de proveernos con razones para la acción 17. Por ejemplo (Raz,
2009, p. 189):

Todo lo que estoy diciendo es que, cuando asumimos que un sistema


jurídico es legítimo y obligatorio, que impone los deberes que pretende

17. Esta conjetura se halla también en Plunkett (2019, pp. 119-122; 125-130), en donde argu-
menta —siguiendo las ideas sobre grounding de autores como Bennet (2011) y de Rosset
(2013)— que, si los hechos B fundan los hechos C, y los hechos A fundan el hecho de
que los hechos B fundan los hechos C, entonces los hechos A también fundan los hechos
C. Con esta posición —que no está exenta de controversia, vd. Dasgupta (2014)— sugiere
que, tal vez, Raz debe ser comprendido en el sentido de que los hechos normativamente
robustos fundan el hecho que funda que sólo los hechos sociales fundan los hechos del
contenido del derecho, un fundamento de tercer nivel.
44 J. J. Moreso
acfs, 56 (2022), 33-54

imponer —y procederé en esta presentación asumiendo que los sistemas


jurídicos que estamos considerando disfrutan de dicha legitimidad—,
en tales casos no podemos separar el derecho de la moralidad como dos
puntos de vista normativos independientes, porque el jurídico deriva la
validez que tiene de la moralidad.

Ahora bien, ¿cómo esta posición es compatible con la defensa estricta


de la tesis de las fuentes sociales del derecho que caracteriza para Raz el
denominado positivismo jurídico excluyente? y que puede ser formulada
del siguiente modo (Raz, 1979, pp. 39-40):

Una teoría del derecho es aceptable solo si sus criterios para iden-
tificar el contenido del derecho y determinar su existencia dependen
exclusivamente de hechos del comportamiento humano capaces de ser
descritos en términos valorativamente neutros, y aplicados sin recurrir
al argumento moral.

Con arreglo a la concepción de Joseph Raz (1975), las normas jurídicas


son razones protegidas, esto es, razones de primer orden que prescriben
comportarse como la norma establece y, a la vez, razones de segundo orden
de carácter excluyente que desplazan cualquier tipo de otras razones de
primer orden. Dicha concepción va unida a su concepción de la autoridad
como servicio (Raz, 1994, cap. 10), según la cual las normas de las autorida-
des legítimas sirven como mediadoras entre nuestras razones subyacentes
para actuar (nuestras razones morales) y aquello que debemos hacer. En
esta concepción, el hecho de que las autoridades jurídicas legítimas hayan
promulgado determinadas normas, cambia nuestras razones para actuar. Es
decir, las normas jurídicas tienen relevancia práctica en la medida en que
están dotadas de autoridad.
Esto es, las autoridades jurídicas son autoridades prácticas y es un
rasgo necesario de la naturaleza del derecho la pretensión de autoridad. Hay
que admitir que no todas las autoridades jurídicas tienen legitimidad, sin
embargo todas las autoridades de facto pretenden poseer autoridad legítima.
Y, según Raz (1994, p. 214) las tesis que caracterizan a la autoridad legítima
son las tres siguientes:

1) L a tesis de la dependencia: Todas las directivas dotadas de autoridad


han de basarse, entre otros factores, en razones que se aplican a los
sujetos de aquellas directivas y que se sostienen en las circunstancias
cubiertas por las directivas. Las llamaré razones dependientes.
2) La tesis de la justificación normal: El modo normal y primario
de establecer que una persona debe ser reconocida como teniendo
El fundamento moral del Derecho (sobre el positivismo jurídico, de nuevo) 45
acfs, 56 (2022), 33-54

autoridad sobre otra persona es que probablemente cumplirá mejor


con las razones que se le aplican (distintas de las presuntas directivas
dotadas de autoridad) si acepta las directivas de la presunta autori-
dad como obligatorias autoritativamente e intenta seguirlas, que si
intenta seguir las razones que se le aplican directamente.
3) La tesis del reemplazo (The Preemption Thesis): El hecho de que
una autoridad requiere realizar una acción es una razón para su
realización que no se añade al resto de razones relevantes cuando se
evalúa qué hacer, sino que las reemplaza.

Entonces, por un lado, la fuerza obligatoria del derecho —en el caso


que las autoridades jurídicas sean legítimas— deriva de estos hechos nor-
mativos robustos, de naturaleza moral, que legitiman la autoridad. Por
otro lado, para que el derecho, con arreglo a su naturaleza, cumpla su
función, éste debe identificarse sin recurrir a consideraciones morales,
porque cuando se recurre a ellas nos vemos compelidos a analizar todas las
razones y a ponderarlas y, por dicha razón, el derecho pierde su carácter de
reemplazo, entonces las directivas ya no están protegidas, ya no son razones
excluyentes.
Es más, y constituye otra razón para atribuir a Raz la tesis de la depen-
dencia metafísica del derecho de la moralidad: cuando Raz se refiere a la
cuestión de la aplicación del derecho sostiene (Raz, 1994, cap. 9, p. 193):

Una teoría de la aplicación del derecho es una teoría moral. Se


refiere a todas las consideraciones que afectan el razonamiento de los
tribunales, las jurídicas y las no jurídicas. Al pronunciarse acerca de qué
consideraciones extrajurídicas tienen fuerza y cuánto peso debe dárseles,
se compromete con el argumento moral. Cuando la doctrina de la natu-
raleza del derecho es identificada con la teoría de la adjudicación, deviene
en sí misma una teoría moral.

¿Cómo es posible que una teoría del derecho sea aceptable sólo si los
criterios para la identificación del contenido del derecho no remitan a
consideraciones morales y que la teoría de la aplicación del derecho sea, a
su vez, una parte de la teoría moral? Bien lo que Raz (1994, cap. 14, pp. 310-
324) sugiere es que hay que distinguir entre el razonamiento para establecer
el contenido del derecho, sujeto a la tesis de las fuentes, y el razonamiento
con arreglo al derecho, que puede requerir el recurso de los jueces a las
razones morales. Otra vez, y de nuevo, Raz asiente a la idea de que, desde el
punto de vista de la aplicación, el derecho modifica nuestras razones para
la acción conforme al impacto moral de sus directivas, es decir, las directi-
vas jurídicas sólo generan directamente razones para la acción cuando son
46 J. J. Moreso
acfs, 56 (2022), 33-54

emitidas por autoridades legítimas que, en dichas circunstancias, consiguen


que sus directivas se comporten como razones excluyentes.
Creo, y es una sugerencia que también se halla en Plunkett (2019) y en
Monti (2019), que la tesis de las fuentes sociales es una tesis de carácter epis-
témico y no metafísico, dice cómo debe ser identificado el contenido del
derecho, no dice en cambio en virtud de qué existe el contenido del derecho,
lo que depende, para Raz, de su doctrina de la autoridad y de su concepción
de las razones normativamente robustas para actuar. Plunkett (2019, p. 120)
lo dice del siguiente modo: ‘[para Raz] los agentes deben ser capaces de
identificar el contenido del derecho sin comprometerse en el razonamiento
práctico considerando todas las circunstancias acerca de qué hacer, o acerca
de qué deben hacer realmente (donde ‘realmente’ aquí, y de nuevo, significa
la invocación de la idea de la normatividad robusta). Esta es una restricción
epistemológica…’. Y Monti (2019, p. 33) de este otro modo: ‘debe apreciarse
que la tesis de las fuentes es formulada en términos epistemológicos más
bien que metafísicos. La tesis es que la existencia y el contenido del derecho
pueden ser identificados sin recurrir a la argumentación moral, no que los
hechos jurídicos no dependan para existir de los hechos morales’.
Veamos esta idea con una analogía. Supongamos que alguien piensa
que los comportamientos moralmente correctos son aquellos ordenados
por Dios, supongamos también que también cree que lo que Dios ordena
sólo puede ser conocido por lo que aparece escrito en unas determinadas
piedras cada comienzo de año. Entonces, el único modo de acceder episté-
micamente, a los comportamientos moralmente correctos es leer lo que está
escrito en dichas piedras, para lo que obviamente no se requiere el juicio
moral, lo que es moralmente correcto es establecido únicamente por lo que
aparece escrito en las piedras. Sin embargo, el hecho metafísico de que ‘no
cometer adulterio’ se refiere a un comportamiento moralmente requerido,
no se explica totalmente por el hecho de que está escrito en las piedras, sino
por el hecho fundamental de que Dios lo ha ordenado.
De hecho, para Raz y, según parece, para los defensores del positivismo
jurídico excluyente en general (así Marmor, 2011, Shapiro, 2011), la tesis
de las fuentes sociales es una tesis epistémica acerca de la identificación del
derecho, no una tesis metafísica. Más todavía, la tesis de las fuentes sociales
es una consecuencia de determinada concepción de la autoridad y de la
normatividad robusta de carácter moral que, por lo tanto, hace imposible
tener razones decisivas y robustas para comportarse de determinado modo
sin que dichas razones no dependan (en algún modo de depender que habrá
de ser precisado) de razones morales.
Sin embargo, tal vez en esta cuestión epistémica pueda situarse la
polémica entre el positivismo jurídico excluyente y el incluyente. Para el
El fundamento moral del Derecho (sobre el positivismo jurídico, de nuevo) 47
acfs, 56 (2022), 33-54

primero, la identificación del derecho necesariamente no depende de las


razones morales, por las razones que hemos analizado. Para el positivismo
incluyente, en cambio, la identificación del derecho no depende de las
razones morales de manera necesaria, pero puede depender de manera
contingente, como sabemos ello sucede cuando son las propias fuentes del
derecho (la constitución, la legislación los precedentes judiciales) las que
incorporan pautas morales.
Es más, podría argüirse que, aunque los sistemas jurídicos cuya identifi-
cación no depende de la moralidad son, tal vez, concebibles, no es tan claro
que sean posibles 18. En la filosofía contemporánea se usa un argumento
denominado de la concebibilidad, que supone que todo lo concebible es
posible. El argumento ha hecho fortuna como una defensa del dualismo
entre mente y materia. Se arguye acerca de los zombies, seres como nosotros
que actúan como nosotros, pero que carecen de conciencia. Y, por ejemplo,
Chalmers (1996, 2002) argumenta así:
1) Los zombies son concebibles
2) Todo lo concebible es posible metafísicamente
Luego, los zombies son posibles metafísicamente.
De lo que se infiere que lo mental no es reducible a lo material y que,
por lo tanto, el fisicalismo es falso.
Pero muchos autores rechazan la idea de que la concebibilidad (una
noción epistémica al fin y al cabo) implique la posibilidad metafísica (véase
esta discusión bien presentada en Kirk, 2019). Y esta es la conjetura que yo
recojo para nuestro caso: aunque es concebible un sistema jurídico cuya
identificación nunca remita a la moralidad, no es posible metafísicamente
su existencia.
Tal como es presentada la tesis de la relación no necesaria entre el
derecho y la moralidad en una de las primeras argumentaciones a favor del
positivismo jurídico incluyente, en Coleman (1982, p. 141) puede enten-
derse como una especie del género del argumento de la concebibilidad,
que como decía sostiene que si algo es concebible, entonces es también
metafísicamente posible:

La tesis de la separabilidad sostiene que existe al menos una concebi-


ble regla de reconocimiento (y por lo tanto un posible sistema jurídico)
que no selecciona la verdad de un principio moral entre las condiciones
de verdad de cualquier proposición jurídica.

18. Hay una relevante discusión filosófica acerca de las relaciones entre lo concebible y lo posi-
ble. Por ejemplo, Gendler, Hawtorne (2002).
48 J. J. Moreso
acfs, 56 (2022), 33-54

Parece que Coleman acepta que si algo es concebible, entonces es meta-


físicamente posible. Pero esta inferencia es controvertible. Quiero decir que
tal vez algunos de los rasgos necesarios de los seres humanos, que somos
agentes morales, hagan imposible que en ningún caso un sistema jurídico
licencie el uso del razonamiento moral. Es un hecho constitutivo de nues-
tra agencia moral que somos seres sensibles a razones y, por lo tanto, no
podemos abdicar de ello nunca, ni siquiera cuando estamos sometidos a la
autoridad. Entonces tampoco las directivas de las autoridades jurídicas pue-
den funcionar siempre en nuestro razonamiento como razones excluyentes.
Tal vez por ello, nuestros sistemas jurídicos contienen causas de justifica-
ción en derecho penal, vicios del consentimiento en el derecho privado,
conceptos jurídicos indeterminados y cláusulas generales en especial en el
derecho público y toda la panoplia de principios y derechos del derecho
constitucional. Estos mecanismos funcionan autorizando a los jueces que
apliquen el derecho a los casos individuales acudiendo, en determinadas
ocasiones, a las razones que justifican la regla y que dichos elementos
expresan 19. De un modo similar, en lo que la analogía pueda valer, a que
aunque es imposible que los seres humanos tengamos más (o menos) de 46
cromosomas (en todos los mundos posibles los seres humanos tenemos 23
pares de cromosomas), es concebible un mundo en donde tengamos sólo
20 pares de cromosomas.

5. Conclusión

Con los argumentos aquí desarrollados, es razonable conjeturar que


la tesis según la cual el derecho depende necesariamente de la moralidad
esconde varias tesis, distintas entre sí, en su seno.
En un sentido, en el que ha sido comprendida usualmente en la tra-
dición, la tesis produce el debate acerca de si las regulaciones injustas de
la autoridad son derecho. Hemos argüido que dicho debate es sólo una
disputa verbal. Si por derecho entendemos contenidos prácticos aptos para
proveernos de razones decisivas para actuar, entonces es verdad que las regu-
laciones injustas no son parte del derecho. Si por derecho nos referimos al
significado de las regulaciones emitidas por las autoridades, entonces dicha
tesis es falsa.
Más admisible parece la tesis desde el punto de vista metafísico. Si
suponemos que hay algo como una normatividad robusta, entonces dicha

19. Para una argumentación a favor de que estos rasgos del derecho constituyen una virtud y
no un defecto, puede verse Schiffrin (2011), Moreso (2017).
El fundamento moral del Derecho (sobre el positivismo jurídico, de nuevo) 49
acfs, 56 (2022), 33-54

normatividad no puede proceder del hecho de que determinadas autorida-


des dicen determinadas cosas en una práctica que es seguida y aceptada en
determinado grupo social. Ha de proceder de las razones morales, las únicas
que son aptas para albergar dicha normatividad.
Y, por último, entendida como una tesis de carácter epistémico, refe-
rida al modo en el que sus destinatarios han de identificar el contenido del
derecho, es también aceptable. Parece que, aunque tal vez sea concebible un
sistema jurídico en el que sus destinatarios pueden cumplir con lo exigido
por las normas sin recurrir a la moralidad, dicho sistema no es realmente
posible, los seres humanos somos agentes morales, y como tales, la delibera-
ción es constitutiva de nuestra naturaleza moral y la deliberación conspira
con el hecho de que debamos tomar las directivas de las autoridades siem-
pre como razones excluyentes.
Sin embargo, entonces cuál es la fuerza que hace el positivismo jurídico
tan atractivo para muchos teóricos del derecho. Me parece que reside en
que es en el ámbito del positivismo jurídico en donde se han desarrollado
los enfoques más articulados para dar cuenta de la dimensión institucional
del derecho (vd., para ello, Atienza, Ruiz Manero, 2001). Es esta dimensión
institucional precisamente la que hace posible que las decisiones jurídicas
finales, que tienen fuerza de cosa juzgada, que ya no pueden ser revisadas,
no estén ya sujetas a lo que Dworkin denominó la lectura moral. Pueden
ser decisiones equivocadas jurídicamente, pero son jurídicamente vincu-
lantes. En este sentido, como quería Hart (1961), la práctica jurídica está
anclada en nuestras prácticas sociales con independencia de la moralidad.
Soy consciente de que mucho más debería decir sobre esta conjetura para
hacerla plausible.
En realidad, el derecho es a la vez un conjunto de reglas sustantivas
que regulan el comportamiento humano y un conjunto de reglas procesales
que establecen las autoridades, los procedimientos y las consecuencias que
tiene seguir o violar las reglas sustantivas. Estos dos tipos de reglas están en
tensión (vd. Ruiz Manero, 2015, pp. 82-84). Es decir, como se ha señalado,
es posible que una autoridad establezca que determinada regla sustantiva ha
sido vulnerada cuando no lo ha sido y viceversa. Por esta razón, considero
que en el derecho hay algunas pocas partes intocables. Quiero decir algunas
reglas cuya identificación no puede remitir a la argumentación moral 20.
Son, en mi opinión, las siguientes (Moreso, 2010, 2016, 2019):

20. Y, para estas reglas y sólo para ellas, la tesis fuerte de las fuentes sociales asociada al positi-
vismo jurídico excluyente, es verdadera como quiere el positivismo jurídico excluyente.
50 J. J. Moreso
acfs, 56 (2022), 33-54

(a) L as reglas sustantivas contenidas en las decisiones judiciales y admi-


nistrativas individuales.
(b) Las reglas procesales que definen las instituciones jurídicas: el
Parlamento, el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional, por
ejemplo.
(c) Las reglas procesales que establecen cuáles son las decisiones judi-
ciales finales y definitivas, que definen la res iudicata.

Algunos comentarios acerca de las partes intocables son necesarios. Pri-


mero, las decisiones particulares que ponen fin a las controversias jurídicas
han de poder ser identificadas clara y precisamente. En contraste con las
normas generales del código penal, una sentencia ha de establecer que A ha
de ser castigado a la pena de, por ejemplo, seis años de prisión; no que A
ha de ser castigado a dicha pena excepto si su conducta era jurídicamente
justificada. Esto abriría de nuevo la controversia. Las decisiones individua-
les han de poder identificarse de un modo que sea totalmente opaco a su
justificación.
En segundo lugar, las reglas que confieren las competencias al Parla-
mento o al Tribunal Constitucional son a menudo fuentes de controversia
acerca del contenido o de los límites de la competencia. Es suficiente que la
parte intocable de estas reglas alcance a la identificación de las instituciones
de un modo no controvertible.
Finalmente, Dworkin (2011, p. 413) parece tomar en cuenta este
aspecto cuando se refiere a los principios de la estructura procesal y añade:
‘una vez rechazamos el modelo de los dos sistemas, y concebimos el dere-
cho como una parte diferenciada de la moralidad política, debemos tratar
los principios que estructuran esta especificidad y separan el derecho del
resto de la moralidad política como principios políticos en sí mismos que
necesitan una lectura moral’.
Esta aserción puede ser interpretada de dos maneras: si es interpretada
en el sentido de que la justificación de la función de estos principios nece-
sita una lectura moral, entonces yo estoy de acuerdo; pero, si es interpretada
en el sentido de que la identificación de su contenido depende de la lectura
moral, entonces no lo estoy. Cuando la Corte Suprema estadounidense en
Bush v. Gore 21 decidió que el método establecido por la Corte Suprema de
Florida para recontar las papeletas del voto conllevaba una violación de
los derechos constitucionales, la decisión fue muy controvertida y muchos

21. 531 US 98 (2000).


El fundamento moral del Derecho (sobre el positivismo jurídico, de nuevo) 51
acfs, 56 (2022), 33-54

consideraron que era una decisión errónea desde el punto de vista del dere-
cho constitucional 22.
Sin embargo, hasta donde yo sé, nadie consideró que la sentencia de
la Corte no debía ser obedecida y que, por lo tanto, el Presidente Bush era
un Presidente ilegal, aunque la decisión judicial que autorizó su proclama-
ción fuese constitucionalmente inválida. Algunas veces, por paradójico
que parezca, los procedimientos jurídicos requieren la aplicación de reglas
inválidas.

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