Estructura Social en El Antiguo Egipto

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Estructura social en el antiguo Egipto

La sociedad del antiguo Egipto estaba dividida en estrictas jerarquías, con el rey en la cúspide seguido de su visir,
los miembros de la corte, los sacerdotes y escribas, los gobernadores regionales (más tarde denominados
«nomarcas») y los generales de los ejércitos (después del período del Nuevo Imperio, c. 1570-1069 a. C.); a
continuación venían los artistas y los artesanos, los superintendentes (supervisores) gubernamentales de obras, los
labriegos y los agricultores y por último, los esclavos.

No se alentaba la movilidad social, ni existió durante la mayor parte de la historia de Egipto, ya que se pensaba que
los dioses habían decretado un orden social perfecto, de conformidad con el valor central de la
cultura: ma'at (armonía y balance). Ma'at era la ley universal que permitía que el mundo funcionara como debía y se
creía que la jerarquía social del antiguo Egipto reflejaba este principio.

El pueblo estaba convencido que los dioses les habían proporcionado todo lo que necesitaban y los habían situado
en la más perfecta de las tierras del mundo, para entonces colocar al rey por encima de ellos, como intermediario
entre los reinos de lo divino y lo mortal. La primera responsabilidad del monarca era la de mantener el ma´at y, si lo
lograba, todas las demás obligaciones de su gobierno encajarían en su lugar de manera natural.

Sin embargo, el monarca egipcio no podía supervisar todos los aspectos de la sociedad y por lo tanto, en época tan
remota como el período de la primera dinastía (c. 3150 - c. 2613 a. C.), se creó el puesto de visir: una especie de
primer ministro que delegaba tareas a otros miembros de la corte mediante el envío de mensajes a través de
escribas. El visir también supervisaba lo militar y la operación de los gobernadores regionales, los proyectos de
obras públicas y el cobro de impuestos, entre sus muchos deberes.

En el último escalón de la jerarquía se encontraban los esclavos (personas que no podían pagar sus deudas,
delincuentes, o prisioneros de guerra). Justo por encima de ellos estaban los campesinos y los que labraban la
tierra, quienes conformaban el 80 % de la población y proveían los recursos que permitieron la supervivencia y
desarrollo de la civilización a lo largo de más de 3000 años

Las clases sociales

Como ocurre con la mayoría, si no con todas las civilizaciones desde los orígenes de la historia escrita, las clases
bajas proveían los medios para que los que estaban por encima de ellas vivieran vidas confortables, pero en Egipto
la nobleza cuidaba de los que estaban por debajo proporcionando trabajo y distribuyendo alimentos. Dado que el rey
representaba a los dioses y los dioses habían creado al mundo, el rey era el dueño oficial de todas las tierras.
Conforme al ma´at, sin embargo, no solo podía quitarles a las personas lo que se le antojara, sino que recibía
productos y servicios a través de los impuestos. Los tributos se tasaban y cobraban a través de las oficinas del visir
y una vez almacenados, los bienes se le redistribuían al pueblo.

Se conocen bien los trabajos de las clases superiores. El rey gobernaba mediante la delegación de
responsabilidades a su visir, quien a su vez elegía a los mejores de entre los que estaban por debajo de él para
efectuar las tareas que se necesitaran. Los burócratas, los arquitectos, los ingenieros y los artistas ejecutaban los
proyectos locales de construcción y ponían en práctica las políticas, mientras los líderes militares se encargaban de
la defensa. Los sacerdotes servían a los dioses, no a la población, y se encargaban del templo y de las estatuas de
los dioses; por su parte, los médicos, los dentistas, los astrólogos y los exorcistas atendían las necesidades de los
clientes de manera directa a través de sus habilidades mágicas y de la aplicación de medicamentos.

Se necesitaba trabajar para poder comer, pero en ningún momento de la historia egipcia hubo carencia de trabajo y
todas las labores se consideraban nobles y respetables. Por lo tanto, la redistribución no constituía «limosna» ni
caridad, sino una justa compensación por el trabajo realizado. Egipto fue una sociedad sin dinero hasta la llegada de
los persas en el 525 a. C., de modo que el comercio se llevaba a cabo mediante el sistema de trueque, basado
sobre una unidad monetaria conocida como deben.

La moneda denominada debe nunca existió, pero un deben representaba la unidad monetaria aceptada
universalmente para fijar el valor de un producto. Si una esterilla tejida costaba un deben y un cuarto de galón
de cerveza costaba lo mismo, el cambio de la esterilla por la cerveza era justo. La labor que un trabajador hacía en
un día se solía pagar con cerveza, ya que se consideraba más saludable y nutritivo tomar cerveza que las aguas
egipcias, pero el trabajo de la gente también se pagaba con pan, ropas y otros bienes.

Conocemos los trabajos que realizaba la población gracias a los registros médicos sobre el tratamiento de lesiones,
y a los escritos y documentos relativos a distintas profesiones. También por obras de la literatura (como La sátira de
los oficios), las inscripciones de las tumbas y las representaciones artísticas. Estas pruebas presentan una visión
abarcadora del quehacer cotidiano en el antiguo Egipto; cómo se efectuaban los trabajos, y en ocasiones, lo que
pensaban los trabajadores acerca de sus labores. Al parecer los egipcios sentían orgullo por su trabajo, cualquiera
fuera su ocupación. Todos tenían algo que contribuir a la comunidad y todas las habilidades se consideraban
imprescindibles. El alfarero que producía tazas y cazuelas era tan importante para la comunidad como el escriba, y
el fabricante de amuletos era tan vital como el médico.

Parte de ganarse la vida independientemente de las habilidades de cada quien era participar en los monumentales
proyectos del rey. Aunque por lo general se cree que los grandes monumentos y templos egipcios se levantaron con
labor esclava, en específico hebrea, no existe absolutamente ninguna evidencia que sustente esta afirmación. Las
pirámides y otros monumentos se construyeron por trabajadores egipcios que donaban su tiempo a las labores
comunitarias o se les pagaba por su trabajo.

Desde la cúspide de la jerarquía hasta la base, todos comprendían su lugar y lo que se requería de ellos para su
propio éxito y el del reino. Durante la mayor parte de la historia de Egipto, la cultura prosperó con total adherencia a
esta estructura. Incluso durante las eras conocidas como «períodos intermedios» en que el gobierno central era
débil o estaba dividido, se reconocía que la jerarquía social era inmutable, ya que era obvio que funcionaba y
producía resultados. Sin embargo, hacia el final del Nuevo Reino el sistema comenzó a resquebrajarse debido a que
los que estaban arriba comenzaron a desatender a los de la base y los miembros de las clases más bajas perdieron
la confianza en su rey.

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