Proceso de Amparo Contra Resoluciones Judiciales 5

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Las innovaciones del Nuevo

Código Procesal Constitucional


en el amparo contra
resoluciones judiciales
POR
JOSÉ HUMBERTO RUIZ RIQUERO
-
16 JUNIO, 2022
4615

Sumario: I. A modo de introducción; II. Aspectos esenciales vinculados a la


figura del amparo contra resoluciones judiciales; III. Sobre su regulación
constitucional y legal; IV. Aspectos procesales del amparo contra
resoluciones judiciales: Algunas cuestiones de interés; 4.1. Notificación a las
partes e intervención de terceros; 4.2. Plazo para presentar la
demanda; 4.3. Firmeza de la resolución judicial; 4.4. Juez
competente; 4.5. Órdenes que puede contener la sentencia; V. Reflexiones
finales; IV. Referencias bibliográficas.

Lea también: ¿Qué se trae el Nuevo Código Procesal Constitucional?

I. A modo de introducción

A continuación, se abordará una serie de cuestiones, todas ellas


relacionadas con la figura del amparo contra resoluciones judiciales en
el Nuevo Código Procesal Constitucional [en adelante, NCPConst.] y
destinadas a intentar un mejor entendimiento de la misma, y una más
adecuada aplicación. Además, se revisará la postura fijada por el Tribunal
Constitucional [en adelante, TC] peruano como punto de partida para la
comprensión de este tipo de acto susceptible de impugnación regulado en el
Código Procesal Constitucional [en adelante, CPConst.] de 2004 y su
vigente reforma.

Lea también: El proceso de cumplimiento en el «Nuevo» Código


Procesal Constitucional

No son todas las cuestiones formales o materiales que pueden formularse,


pretensión por otra parte alejada de la finalidad de este espacio; pero sí son
algunas que son importantes en sí mismas, o han conllevado cierta
complejidad en su interpretación y aplicación. Claro está que las reflexiones
y conclusiones se formularán respecto del amparo, aunque —como lo tiene
expresamente reconocido el TC— es posible trasladarlas al hábeas corpus,
que es la otra demanda constitucional de la libertad que puede interponerse
contra resoluciones judiciales. Igualmente, tales reflexiones y conclusiones
se formularán de los procesos constitucionales, aunque podrán ser
trasladadas mutatis mutandis, de todos los demás procesos que, como el
administrativo, el privado, el militar o el arbitral, tienen por finalidad llegar a
una solución justa en un conflicto de intereses que involucra a la persona
humana.

Como recordaremos, el miércoles 14 de julio del año pasado, por


insistencia, el Congreso aprobó el NCPConst. con 80 votos a favor y 15 en
contra. Este había sido observado por el Ejecutivo con anterioridad,
sosteniendo que una reforma de esta envergadura debería ser objeto de
una mayor discusión y deliberación públicas en los que participen
activamente el Poder Judicial y el TC. La reforma establece modificaciones
dirigidas a la administración y la accesibilidad a la justicia constitucional en
nuestro país.

En función de lo planteado, intentaremos esbozar diversos comentarios y


reflexiones en un sentido favorable, dadas las mejoras que ha recogido el
NCPConst., pero también tiene algunos contenidos que generan no pocas
dudas. En ese sentido, no faltan aquellos aspectos notoriamente opinables,
por no decir evidentemente críticos; por lo tanto, se efectuarán algunas
reflexiones con relación a la figura del amparo contra resoluciones judiciales
en el NCPConst. sobre aquello que, a nuestro juicio, se pudo hacer con la
norma pero que, sin embargo, no se tomó en cuenta, o, que en todo caso se
dejó de lado. De ahí, a nuestro juicio, que no era indispensable emitir una
nueva norma procesal constitucional, en la medida en que las normas
procesales no pueden estar cambiándose de un momento a otro, y sobre
todo porque el cuerpo normativo anterior que se tenía antes era completo e
integral.

En consecuencia, el presente artículo analiza la cuestión relativa a la


procedencia de impugnar mediante el proceso de amparo resoluciones
judiciales definitivas recaídas en procesos judiciales ordinarios, a la luz de
los criterios del Tribunal Constitucional y las nuevas reglas del CPConst. de
2021 que han ampliado los supuestos de procedencia a las resoluciones
que vulneran cualquiera de los derechos fundamentales y no solo los
referidos a la tutela procesal efectiva, sino, asimismo, a la impugnación de
las resoluciones judiciales emanadas de un primer proceso de amparo.

II. Aspectos esenciales vinculados a la figura del amparo contra


resoluciones judiciales

Una de las cuestiones más debatidas y, sin duda, relevantes del proceso de
amparo es la que se refiere a la posibilidad de impugnar mediante estas
resoluciones judiciales que han adquirido la calidad de cosa juzgada. En
este supuesto, lo que, en el fondo, se impugna es una decisión judicial
recaída en un proceso ordinario en el cual el demandante del amparo no ha
obtenido el resultado que esperaba y atribuye esta situación a la vulneración
en dicho proceso de alguno de sus derechos fundamentales.

Dentro de este orden de ideas, la procedencia respecto de resoluciones


judiciales se define por sí sola —inicialmente— al decir que procede el
amparo contra aquellas resoluciones firmes que hayan trasgredido el
principio de la tutela procesal efectiva. Ahora bien, la procedencia del
amparo contra resoluciones judiciales “ejecutoriadas” no puede ser
calificada como un acto violatorio de la ley procesal, debido a que dicho
control tiene su base en la Constitución Política del Perú; y, en el marco del
principio de la supremacía constitucional, la ley procesal que consagra la
cosa juzgada tiene que subordinarse a la Constitución y no a la inversa.
Sustentar una posición irreductible de que el amparo constitucional no
procede contra una sentencia judicial (basada en calidad de cosa juzgada)
significaría que la Constitución —que consagra los derechos fundamentales
y las garantías constitucionales— se subordinaría a la ley procesal, lo cual
resulta inadmisible en un Estado Constitucional, porque resultaría un
desconocimiento absoluto del principio de la supremacía constitucional
antes mencionado.

Por lo demás, en un Estado constitucional, que se precie de serlo, se ha


dicho con razón, que la constitucionalización del ordenamiento jurídico no
es una cualidad de todo o nada, sino que admite grado o intensidades. Esa
gradualidad depende de múltiples factores, y no solo de que la Constitución
sea un texto rígido; es también necesario que esta goce de una efectiva
garantía jurisdiccional, que su fuerza vinculante alcance a todas las
personas e instituciones y que, de este modo, sus principios y valores
ejerzan una fuerte influencia sobre el debate político.

Es obvio que, de allí a afirmar que en un Estado de este signo “todo puede
ser constitucionalizado” hay un solo paso. Y es que, a pesar de ser una
cuestión gradual, la constitucionalización del ordenamiento jurídico conlleva
siempre una tendencia por entender al “control constitucional” como si de un
“suprapoder” se tratara. Se traslada así, casi miméticamente, un argumento
atinente a la jerarquía del parámetro de control (la supremacía normativa de
la Constitución), a un escenario típicamente competencial (qué debe ser
controlado y quién debe ser el controlador).

La práctica ha demostrado que esta “confusión” es particularmente notoria,


por lo que se refiere a sus consecuencias, en dos ámbitos muy específicos:
(i) el control de la obra del legislador y (ii) el control sobre las resoluciones
judiciales. En ambos casos, el tema de los “límites” de la justicia
constitucional constituye una frase de estilo y, aunque son problemas
distintos, la comparación de estos dos tópicos puede ser útil para conocer
un asunto que precede a todo esfuerzo teórico de delimitación, a saber:
¿cuál es o debe ser el alcance del control constitucional?

Desde una perspectiva más general, la procedencia de los procesos


constitucionales de hábeas corpus y de amparo frente a resoluciones
judiciales es un tema central en la materia, toda vez que ocurre por lo
general una fuerte tensión entre el Poder Judicial y el TC, y como tal genera
mucha polémica al punto de que es muy usual encontrar posiciones
enfrentadas a la hora de definir la competencia de cada una de estas
institucionales estaduales.

En efecto, este tipo de polémicas se han evidenciado con la diversidad de


posiciones adoptadas, inclusive antes de la vigencia del CPConst. conforme
a lo que prescribía el entonces artículo 6, inciso 2, de la derogada Ley
23506, y que a la sazón constituye antecedente del dispositivo número 4 de
la Ley 28237, hoy reformado y reubicado en el artículo 9 del NCPConst.
(Ley 31307).

Si antes se aperturaba la admisión de procesos de hábeas corpus y amparo


contra resoluciones judiciales frente a la de procesos irregulares, hoy en día
con la vigencia del CPConst. y su reforma se precisa esta previsión con
mayor detalle. Es decir, cabe la posibilidad de iniciar los procesos
constitucionales frente a resoluciones judiciales cuando estas vulneren la
tutela procesal efectiva, con lo cual, el margen de la interpretación es
superior.

Ello en razón de que, tal como sostiene Fix-Zamudio (2002), tanto los
ordenamientos internos como los instrumentos internacionales de derechos
humanos asignan una gran importancia a las violaciones de carácter
procesal que afectan los aspectos básicos del debido proceso. En relación
con los últimos, los derechos fundamentales de carácter procesal están
comprendidos en los mencionados artículos 6, 8, 14 y 47, de las
Convenciones Europea y Americana, respectivamente, el Pacto de los
Derechos Civiles y Políticos y de la Carta de la Unión Europea,
respectivamente. Si bien todos estos preceptos internacionales regulan
minuciosamente los derechos procesales de los acusados en los procesos
penales; sin embargo, genéricamente los regula a todo tipo de procesos.

Y, en esa línea, nosotros agregaríamos que no solo es hoy en día un


mandato de índole legal, sino que el quiebre de su contenido esencial
puede llegar a la tutela constitucional. En efecto, el CPConst. (así como su
reciente reforma) en una tesis amplia desarrolla un mínimum del contenido
esencial de este derecho:

Se entiende por tutela procesal efectiva aquella situación jurídica de una persona en la que se
respetan sus derechos al libre acceso al órgano jurisdiccional; a probar, de defensa, al
contradictorio e igualdad sustancial en el proceso; a no ser desviada de la jurisdicción
predeterminada ni sometida a procedimientos distintos de los previstos por la ley; a la obtención
de una resolución fundada en derecho, a acceder a los medios impugnatorios regulados, a la
imposibilidad de revivir procesos fenecidos, a la actuación adecuada y temporalmente oportuna
de las resoluciones judiciales, y a la observancia del principio de legalidad procesal penal. (Cfr.
Sentencia del Tribunal Constitucional recaído en el Expediente 963-2005-HC/TC, fundamento 2).

De manera que resulta válido un proceso constitucional de la libertad contra


una resolución judicial, siempre que este vulnere la tutela procesal efectiva.
Entendida, además, conforme al artículo 9 del NCPConst., de modo
enunciativo, ya que el juez constitucional (quien en su rol de intérprete)
puede valorar cada caso en concreto, cuidando siempre —por ejemplo— de
no ingresar en sede penal, ya que de extralimitar su competencia puede
terminar por desacreditar la justicia constitucional en su conjunto.

III. Sobre su regulación constitucional y legal


El proceso constitucional de amparo se encuentra regulado en dos niveles:
legal y constitucional. La actual Constitución Política de 1993 establece:
“Son garantías constitucionales: 2. La acción de amparo, que procede
contra el hecho u omisión, por parte de cualquier autoridad, funcionarios o
personas, que vulnera o amenaza los demás derechos reconocidos por la
Constitución, con excepción de los señalados en el inciso siguiente”. Luego,
señala que “No procede contra normas legales ni contra resoluciones
judiciales emanadas de procedimiento regular” (Cfr. artículo 200, inciso 2).

En palabras sencillas, el proceso de amparo es un proceso judicial que


busca proteger los derechos constitucionales de los ciudadanos diferentes a
la protección de la libertad individual, a los derechos relacionados con
acciones de cumplimiento y los que protege el habeas data. Por otro lado,
este proceso busca reponer las cosas al estado anterior de la violación o
manera al derecho fundamental, estando así considerado como un proceso
subsidiario; es decir, solo procede cuando no existen otras vías igualmente
satisfactorias para tutelar el derecho.

Por otro lado, el mismo artículo 200 in fine expresa que: “El ejercicio de las
acciones de hábeas corpus y amparo no se suspende durante la vigencia
de los regímenes de excepción a que se refiere el artículo 137 de la
Constitución”. Y agrega finalmente que “cuando se interponen acciones de
esta naturaleza en relación con derechos restringidos o suspendidos, el
órgano jurisdiccional competente examina la razonabilidad y la
proporcionalidad del acto restrictivo. No corresponde al juez cuestionar la
declaración del Estado de emergencia ni de sitio”.

Finalmente, el artículo 202, inciso 2, atribuye competencia al Tribunal para


conocer este tipo de procesos constitucionales de la siguiente manera:
“Corresponde al Tribunal Constitucional: conocer, en última y definitiva
instancia, las resoluciones denegatorias de hábeas corpus, amparo, hábeas
data y acción de cumplimiento”.
Así las cosas, conforme a los artículos 200 y 202 de la Constitución Política,
el CPConst. regula los procesos constitucionales de hábeas corpus,
amparo, hábeas data, cumplimiento, acción popular e inconstitucionalidad
de las leyes, a fin de garantizar la plena vigencia de los derechos
fundamentales de la persona que prescribe la Constitución Política vigente.

A nivel legal, ha sido regulado en el singular CPConst. de 2004; que, si bien


puede ser calificado como el primer Código Procesal sobre la materia del
mundo occidental, reconociendo, por cierto, al precursor “Código Procesal
Constitucional” de Tucumán (Argentina) de alcance menor y menos técnico.

El CPConst. del Perú fue aprobado mediante Ley 28237, el 31 de mayo de


2004, y entró en vigor el primero de diciembre del mismo año. Años más
tarde, el viernes 23 de julio de 2021 se publica en el diario oficial El
Peruano la Ley 31307, aprobando el NCPConst. y derogando la Ley 28237.
Está precedido por un Título Preliminar que establece diversas pautas de
interpretación. El Título I regula 28 artículos que constituyen las
“Disposiciones generales de los procesos de Hábeas Corpus,
Amparo, Hábeas Data y Cumplimiento”. Y en el Título III se regula el
proceso de amparo. Este título está dividido en dos capítulos: el primero
(artículo 44), que precisa los derechos que protege el amparo; y el capítulo
II (artículo 45 al 52), el iter del proceso de amparo.

IV. Aspectos procesales del amparo contra resoluciones judiciales:


Algunas cuestiones de interés

Ahora bien, para recurrir al órgano jurisdiccional, se han establecido algunos


requisitos que debe contener la demanda, esto es, que la persona que se
sienta afectada por la vulneración o amenaza de vulneración de un derecho,
en el caso de acudir ante el órgano jurisdiccional para alcanzar la protección
de este, a través del juez, deberá satisfacer los presupuestos procesales de
forma, y los presupuestos procesales de fondo o materiales, donde los
presupuestos procesales son las condiciones que deben existir a fin de que
pueda tenerse un pronunciamiento cualquiera, favorable o desfavorable,
sobre la demanda, esto es, a fin de que se concrete el poder-deber del juez
de proveer sobre el mérito; mientras que los presupuestos procesales de
forma son: la demanda en forma, juez competente y capacidad de las
partes; en cambio, los presupuestos procesales de fondo son: el interés
para obrar, la legitimidad para obrar y la posibilidad jurídica.

El proceso constitucional de amparo en contra de las resoluciones judiciales


debe cumplir con las condiciones de la acción, consistentes en el interés
para obrar (no haber consentido la resolución judicial materia de amparo y
presentar la demanda dentro del plazo de prescripción de 30 días hábiles de
notificada la resolución que se controlará a través del amparo), la
legitimidad para obrar (donde el demandante es el afectado y el demandado
serán el juez o jueces que emitieron la resolución judicial materia de
amparo) y la posibilidad jurídica (acreditar la existencia de agravios a
derechos constitucionales, como la tutela procesal efectiva), también debe
cumplir con los presupuestos procesales, como la competencia (el órgano
jurisdiccional competente de primera instancia será la Sala Constitucional o,
si no lo hubiere, ante la Sala Civil de turno de la Corte Superior de Justicia
respectiva), la capacidad procesal (toda persona natural o jurídica puede ser
parte procesal, la representación del Estado y funcionarios estará a cargo
del procurador Público del Poder Judicial) y la demanda en forma (a la que
se aplica supletoriamente el Código Procesal Civil).

En ese sentido, cuando el acto lesivo impugnado en un proceso de amparo


es una resolución judicial firme, dicho proceso adquiere particularidades
procesales que es menester poner de manifiesto y examinar con detalle,
tareas ambas que efectuamos a continuación.

4.1. Notificación a las partes e intervención de terceros

La primera de esas especificidades del amparo contra resolución judicial es


que, en este supuesto, siendo sujeto demandado un poder del Estado (el
judicial), es de aplicación el artículo 7 del CPConst. (artículo 5 del
NCPConst.). De este modo, corresponden ser notificados con la demanda
de amparo, tanto el juez o miembros del tribunal que expidieron la
resolución impugnada, así como el Procurador Público del Poder Judicial.

Pero, además, en la medida en que la resolución judicial cuestionada es el


resultado final de un proceso ordinario en el que intervinieron dos partes
procesales, tanto el vencedor, así como el vencido deben concurrir en el
amparo, en atención al artículo 43 del Código, planteando las defensas que
estimen pertinentes a sus intereses. Esto es particularmente importante en
el caso de la parte que se beneficia con la resolución judicial materia del
amparo, pues es claro que lo que se decida en este proceso afectará su
esfera jurídica de manera directa, al existir el riesgo de pérdida de sus
derechos si la demanda constitucional es finalmente estimada.

Ahora bien, no obstante lo dicho, en no pocas oportunidades el TC ha


entendido que, al ser el amparo contra resolución judicial una “cuestión de
puro derecho”, estaría justificado en ciertas situaciones que se prescinda de
la defensa del Poder Judicial, si resultare que esta en nada aportaría a la
dilucidación de la controversia (Cfr. Sentencias del Tribunal Constitucional
recaído en los Expedientes 05580-2009-PA/TC y 03167-2010-PA/TC).

Así sucede, por ejemplo, cuando la causa que llega al Tribunal, lo hace a
través de un doble e indebido rechazo liminar decretado en las instancias
previas. En este escenario, como es sabido, el artículo 20 (artículo 116 del
NCPConst.) dispone que el Tribunal Constitucional debe anular las dos
resoluciones dictadas por el juez y la Sala constitucionales, y
consecuentemente, ordenar que la demanda sea admitida a trámite. Sin
embargo, constante ha sido en la jurisprudencia constitucional entender que
el remedio contemplado en el citado dispositivo debe ser entendido como
una salida excepcional, pues al “ritualismo procesal”[1] debe oponerse el
“logro de los fines de los procesos constitucionales” (Cfr. Sentencia del
Tribunal Constitucional recaído en el Expediente 4587-2004-PA/TC,
fundamento 10). Y así, el Tribunal ha sentenciado lo siguiente:
La declaración de invalidez de todo lo actuado solo es procedente en aquellos casos en los que el
vicio procesal pudiera afectar derechos constitucionales de alguno de los sujetos que participan en
el proceso. En particular, del emplazado con la demanda, cuya intervención y defensa pueda haber
quedado frustrada como consecuencia precisamente del rechazo liminar (Cfr. Sentencia del
Tribunal Constitucional recaído en el Expediente 03185-2021-PA/TC, fundamento 11).

El ejercicio del derecho de defensa del demandado, por lo tanto, es una


condición para que el Tribunal entre a resolver el fondo del asunto, pese al
rechazo liminar confirmado a nivel de Sala Superior, aun cuando hoy en día,
con la nueva reforma, no hay improcedencia liminar en los procesos
constitucionales de hábeas corpus, amparo, hábeas data y cumplimiento.
Ello tiene como consecuencia que se admitan a trámite demandas
manifiestamente improcedentes, lo cual atenta contra el principio de
economía procesal y, además, aumentará la carga procesal de los
juzgados.

Sin embargo, y es precisamente este derecho el que, a juicio del Tribunal


(Cfr. Sentencia del Tribunal Constitucional recaído en el Expediente
4587-2004-AA/TC), puede ser exonerado, cuando de un amparo contra
resolución judicial se trata. Y así, resume y concluye:

[E]n algunos casos es posible emitir pronunciamiento sobre el fondo, aun cuando la demanda haya
sido declarada liminarmente improcedente en las instancias inferiores. Para evaluar la
procedencia de tal decisión se tiene que tomar en cuenta si se afectan los derechos de la parte
contraria que, al no haber contestado la demanda, podría quedar en estado de indefensión ante
una sentencia adversa; la intensidad de la afectación en el ámbito de sus derechos como producto
de la decisión del Tribunal; la importancia objetiva del caso; los perjuicios que se podrían generar
al recurrente por la demora en un pronunciamiento sobre el fondo; y el hecho de que el
demandado se haya apersonado al proceso y contestado la demanda, de ser el caso.

Asimismo, el Tribunal Constitucional ha tenido la ocasión de precisar que si


se está ante la presencia de afectaciones formales y sustanciales al debido
proceso, es posible condicionar la naturaleza de la participación de las
partes en el amparo, puesto que las argumentaciones que estas puedan
ofrecer, esencialmente, se centran en colaborar con el juez constitucional
ofreciendo criterios de interpretación en torno al significado
jurídico-constitucional de los derechos fundamentales cuya afectación se
cuestiona (cfr. criterio sostenido en la sentencia recaída en el Expediente
00976-2001-AA/TC, caso Eusebio Llanos Huasco).

También, el Tribunal Constitucional considera que de igual forma no se


requiere la participación del demandado, en tanto se aprecia que la
recurrente cuestiona la nulidad de todo lo actuado y la conclusión de su
proceso judicial sobre pago mejoras; constituyendo un asunto de puro
derecho o de iure, siendo innecesaria e irrelevante para los fines de resolver
la presente causa la existencia previa de cualquier alegación o defensa del
órgano judicial demandado, pues estando ante la presencia de una
resolución judicial que se cuestiona a través del amparo, la posición jurídica
del órgano judicial demandado siempre y en todos los casos se encontrará
reflejada en la misma resolución que se cuestiona; situación que se
corrobora con la experiencia acumulada por el Tribunal Constitucional, la
cual refleja que también siempre y en todos los casos la defensa del Poder
Judicial, realizada por sus Procuradores Públicos, argumenta a ultranza la
situación de arreglada a derecho de la resolución cuestionada sin llegar a
enriquecer el debate constitucional.

Ciertamente, siempre será deseable que la defensa del Poder Judicial se


haya apersonado al proceso (por ejemplo, porque se le notificó el recurso
de apelación, tal como lo dispone el artículo 47 del CPConst. de 2004, “Si la
resolución que declara la improcedencia [liminar] fuese apelada, el Juez
pondrá en conocimiento del demandado el recurso interpuesto”). De modo
que, oídos los argumentos del órgano judicial demandado, o habiendo este
tenido la posibilidad de hacerlos escuchar, el Tribunal contaría con mayores
elementos, (sobre todo, los de derecho ordinario) para emitir sentencia de
fondo.

Sin embargo, el artículo 32 del NCPConst. introduce el principio de


“unilateralidad”, según el cual “no es necesario escuchar a la otra parte para
resolver la situación del agraviado”. Aquello aplicará incluso en los procesos
de hábeas corpus interpuestos contra resoluciones judiciales, lo cual
afectará el derecho de defensa del Poder Judicial y podría incentivar la
presentación innecesaria de demandas.

4.1.1. Inaplican segundo párrafo del artículo 5 del Nuevo Código Procesal
Constitucional vía control difuso [Exp. 00385-2021]

La magistrada Karina Fiorella Apaza del Carpio, a cargo del Juzgado


Especializado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Arequipa,
advirtió incompatibilidad entre el segundo párrafo del artículo 5 del
NCPConst. y el numeral 14 del artículo 139 de la Constitución Política del
Perú.

Así las cosas, la jueza, en aplicación de la facultad de control difuso declaró


inaplicable al caso concreto el segundo párrafo del artículo 5 del NCPConst.
En consecuencia, dispuso el emplazamiento y notificación con la demanda y
sus anexos a cada uno de los magistrados vía casilla electrónica o correo
institucional, todo ello para garantizar su derecho de defensa.

En un proceso constitucional deberá asegurarse el derecho de defensa del


demandado, a quien debe permitírsele conocer la imputación de vulneración
o amenaza de derecho constitucional y permitirle ejercer su derecho de
defensa, con posibilidad de designar al abogado de su elección, sin perjuicio
de la participación de la Procuraduría pública correspondiente, en caso el
demandado tenga la calidad de funcionario o servidor público.

Sin embargo, el segundo párrafo del artículo 5 del NCPConst. establece que
en los procesos constitucionales contra resolución judicial no se notifica ni
se emplaza con la demanda a los jueces o magistrados del Poder Judicial.

De este modo, en el presente caso, tratándose del proceso constitucional de


hábeas corpus y/o amparo en contra de resolución judicial, sería de
aplicación esta última norma citada, con lo que se daría trámite a un
proceso constitucional, sin conocimiento del magistrado demandado, con lo
que no podría hacer uso de su derecho constitucional a la defensa, lo que
contraría de manera directa el artículo 139.14 de nuestra Constitución.

4.1.2. Si el amparo contra resolución judicial no reúne requisitos del artículo 9


del Código Procesal Constitucional puede existir rechazo liminar [Exp.
00015-2022]

Sobre la prohibición del rechazo liminar de las demandas de amparo, la


Sala Civil Permanente de la Corte Superior de Justicia de Cajamarca
(Expediente 00015-2022-0-0601-SP-CI-01, Resolución 1, de fecha 21 de
abril de 2022) ha señalado que si la demanda de amparo contra resolución
judicial no reúne los requisitos del artículo 9 puede existir rechazo liminar.
En consecuencia, supondría una excepción implícita a la regla de
prohibición que establece el artículo 6.

Conforme al artículo 6 de la Ley 31307, se señala: “De conformidad con los


fines de los procesos constitucionales de defensa de derechos
fundamentales, en los procesos constitucionales de habeas corpus, amparo,
habeas data, y de cumplimiento no procede el rechazo liminar de la
demanda”. Sin embargo, vía interpretación sistemática, ese escenario de
prohibición, únicamente debe ser entendido, para el caso del amparo contra
resoluciones judiciales, cuando el demandante acredite a priori que está
cuestionando una resolución firme.

Es decir, para el caso del amparo contra resoluciones judiciales, la


prohibición liminar de rechazo, solo se hará presente, cuando esté
acreditado el presupuesto previo que el artículo 9 del NCPConst. impone de
modo taxativo. Añadiendo que, por mandato de este mismo dispositivo, es
improcedente el amparo de aquella resolución que se dejó consentir. Se
está aquí, ante supuestos de evidente objetividad, que acorde a la
jurisprudencia uniforme del TC, no existe margen de duda para la aplicación
del rechazo liminar.
4.2. Plazo para presentar la demanda

Al igual que otros muchos artículos del CPConst. de 2004, el artículo 44 ha


generado en la jurisprudencia y en la doctrina una variedad de
interpretaciones, todas ellas con algún sustento atendible, criterios que han
requerido finalmente de una sentencia del TC para ser unificados.

En efecto, de conformidad con dicho artículo, el plazo para interponer la


demanda de amparo judicial, que como sabemos es de 30 días, debería
contarse: (i) a partir del momento en que la resolución judicial queda firme; o
(ii) desde que se notifica el cúmplase lo decidido.

A pesar de que, inicialmente, el Tribunal adoptó una postura restrictiva


sobre este tema (afirmando que el plazo se iniciaba siempre y en todos los
casos desde la notificación de la resolución firme), ahora el criterio
formulado es más amplio, como se deriva de la “doctrina jurisprudencial”
sentada en la sentencia recaída en el Expediente 0252-2009-PA/TC, caso
Máximo Valeriano Llanos Ochoa. En efecto, el TC estima que:

[E]l demandante tiene la facultad de interponer la demanda de amparo desde que conoce de la
resolución firme emitida en un proceso judicial que considera agraviante de sus derechos
constitucionales hasta treinta días después de notificada la resolución que ordena se cumpla lo
decidido […]. Para tal efecto y atendiendo al principio pro actione, debe interpretarse que el
legislador, al considerar el inicio del plazo para interponer la demanda en la fecha de notificación
de la resolución que queda firme, simplemente ha dispuesto que el justiciable está facultado para
interponer la respectiva demanda de amparo sin necesidad de esperar que se notifique la
resolución que ordena se cumpla lo decidido, mas no está postulando que el cómputo de los 30
días hábiles a que se refiere la norma comienza a partir de la fecha en que se notifica la resolución
que queda firme (Cfr. fundamentos 4 y 12).

No escapa a la consideración de esta sentencia del TC, sin embargo, que


muchas veces los abogados de las partes hacen un uso pernicioso de los
medios impugnatorios que la ley prevé, pretendiendo de esta manera dilatar
el inicio del cómputo del plazo al que se refiere el artículo 44 del Código
(artículo 45 del NCPConst.). Por ello, distinguiendo entre los conceptos de
firmeza “formal” y “material”, el Tribunal en el fundamento 10 de la
resolución emitida en el Expediente 02361-2010-PA/TC, publicada en el
portal web institucional el 1 de agosto de 2011, señala lo siguiente:

[S]e considera iniciado el plazo y con ello el inicio de la facultad de interponer la demanda de
amparo contra la resolución judicial firme cuando se han agotado todos los recursos que prevé la
ley para impugnarla dentro del proceso ordinario, siempre que dichos recursos tengan la
posibilidad real de revertir los efectos de la resolución impugnada.

En ese sentido, cuando el justiciable interponga medios impugnatorios o recursos que no tengan
real posibilidad de revertir sus efectos, el inicio del plazo prescriptorio deberá contabilizarse
desde el día siguiente de la fecha de notificación de la resolución firme a la que se considera lesiva
y concluirá inevitablemente treinta días hábiles después de la notificación de la resolución que
ordena el cúmplase con lo decidido, sin que igualmente se acepte articulaciones inoficiosas contra
este último pronunciamiento jurisdiccional. Por lo demás, el juez constitucional deberá hacer uso
de los apercibimientos y multas atendiendo a la gravedad del perjuicio ocasionado por la parte
que actúa con evidente mala fe procesal.

A todo ello habrá que añadir que existen resoluciones firmes que, por su
propia naturaleza, no requieren de la emisión de una resolución que ordene
el cumplimiento. En estos supuestos, señala el Tribunal, el plazo regulado
en el artículo 44 se computará desde el día siguiente de notificada la
resolución firme.

El NCPConst., en su artículo 45, modifica el cómputo del plazo tratándose


de procesos de amparo iniciados contra resoluciones judiciales. El
CPConst. establecía que el plazo empezará a contarse desde que la
resolución queda firme; mientras que el NCPConst. indica que el cómputo
iniciará “con la notificación de la resolución que tiene la condición de firme”.

En pocas palabras, se establece que, en los procesos de amparo contra


resolución judicial, el plazo para interponer la demanda es de treinta días
hábiles y se inicia con la notificación de la resolución que tiene la condición
de firme. El anterior Código establecía que dicho plazo concluía treinta días
hábiles después de la notificación de la resolución que ordena se cumpla lo
decidido, lo cual ha sido eliminado (Cfr. artículo 45).

4.3. Firmeza de la resolución judicial

Condición indispensable para la procedencia del amparo judicial, como


dispone el artículo 9 del nuevo Código, consiste en que la resolución que se
cuestiona sea “firme”, lo que equivale a decir que debe ostentar la calidad
de cosa juzgada. Así entendida, la “firmeza” de una sentencia trae causa de
su inimpugnabilidad, bien porque todos los recursos que prevé han sido
agotados o porque ha transcurrido el plazo para interponerlos.

Sin embargo, ya tempranamente, e incluso al amparo de la anterior


regulación, el Tribunal entendió que la firmeza de una resolución judicial
podía ser relativizada, extrapolando a tal efecto las excepciones al
agotamiento de los recursos internos que prevé la Convención Americana
sobre Derechos Humanos. Actualmente, esas excepciones se encuentran
contempladas en su mayoría en el artículo 46 del Código (artículo 43 del
NCPConst.), relativo al agotamiento de las vías previas.

Es en esta perspectiva que la jurisprudencia del Tribunal contempla la


posibilidad de que la regla de la firmeza constituya una regla “ponderable”, y
no de cumplimiento absoluto, como se deriva de la sentencia recaída en el
Expediente 0633-2007-PA/TC, caso Telefónica del Perú SAA, ocasión en la
que se aborda el asunto de la mora procesal en la resolución de los
recursos impugnatorios presentados oportunamente por la parte
demandante. Así, entonces, considera el Tribunal que:

[…] respecto al carácter “firme” de las resoluciones judiciales como requisito de procedibilidad del
amparo, no puede aplicarse por igual a todos los supuestos en los que se interponga dicho proceso
constitucional, sino que el juez constitucional deberá analizar el caso concreto a fin de dilucidar si
la falta de agotamiento de los medios impugnatorios se debe a una dilación indebida del operador
judicial.

Cuál debe ser el plazo prudente para resolver los recursos interpuestos por
las partes es algo que el Tribunal no llega a definir. Y no podría,
ciertamente, porque cada ordenamiento procesal cuenta con sus propias
previsiones en relación a este asunto. Por lo que, en principio, deberíamos
atenernos a lo que se establece en la ley procesal específica de la materia
o, en su defecto, en lo que señala el Código Procesal Civil.

4.4. Juez competente

Con fecha 28 de mayo de 2009, fue publicada en el diario oficial El


Peruano la Ley 29364, cuya Segunda Disposición Derogatoria modificó el
artículo 51 del CPConst. de 2004, relativo a la competencia en el proceso
de amparo.

Como es sabido, el Código de 2004 disponía originalmente que, cuando se


tratara de un amparo judicial, este debía interponerse ante la Sala de la
Corte Superior, para ser revisada, en vía de apelación, por la Corte
Suprema. Producida la reforma parcial de 2009, sin embargo, el régimen del
amparo judicial no difiere en lo absoluto del régimen general, pues el juez
de la demanda era el Juez civil, mixto o constitucional correspondiente.

Al respecto, es presumible que esta reforma legal haya querido aligerar la


carga procesal de la Corte Suprema, centrándola principalmente en la tarea
de resolver recursos de casación. Sin embargo, y tal como ha sido anotado
en la doctrina, esta modificación ha generado una situación bastante
paradójica, pues abre la posibilidad de que una resolución judicial emanada
por la Corte Suprema o una Sala de la Corte Superior sea revisada en vía
de amparo por un Juzgado Civil, que es ante quien se interpone la demanda
correspondiente. Este esquema, se ha dicho no sin razón, trastoca desde
sus bases la jerarquía vertical que caracteriza al Poder Judicial, a la par que
genera una merma considerable en la independencia y autonomía de la
judicatura.

Sin embargo, actualmente se establece que, si la afectación de derechos se


origina en una resolución judicial, la demanda se interpone ante la Sala
Constitucional o, si no lo hubiere, ante la Sala Civil de turno de la Corte
Superior de Justicia respectiva, y ya no ante un Juzgado Especializado,
como en el Código derogado.

En el caso de los procesos de amparo contra resolución judicial iniciados


durante la vigencia del CPConst., la competencia en primera instancia
seguirá siendo la de un Juzgado Constitucional y en apelación una Sala
Constitucional, conforme a la Primera Disposición Complementaria Final del
NCPConst.

En consecuencia, en el caso del Distrito Judicial de Lima (que es donde


existen más Salas Constitucionales), esto genera serios problemas, pues
sólo hay dos Salas Constitucionales. Es decir, también se generará una
sobrecarga procesal a nivel de las Salas Superiores.

4.5. Órdenes que puede contener la sentencia

Finalmente, y aunque el Código no lo diga expresamente, es claro que, si la


demanda de amparo judicial es definitivamente estimada (bien a nivel del
Poder Judicial, o vía sentencia del TC), la orden emanada deberá ser
declarar la nulidad de la o las resoluciones judiciales cuestionadas, y el
mandato de que se emita nuevo pronunciamiento, respetando esta vez los
derechos fundamentales que fueron vulnerados. No de otra manera, por
cierto, se lograría la finalidad “reparadora” a que hace alusión el artículo 1
del Código.

Este es el denominado “modelo del reenvío” o de la retroacción, cuyo


fundamento consiste en que la justicia constitucional, por razón de su
competencia, no podría “absolver al procesado”, “declarar divorcios” o
“restituir propiedades”, como sí es labor de un juez ordinario. Por lo demás,
en un proceso judicial pueden haberse planteado cuestiones de legalidad
ordinaria aplicables al caso, que sin embargo no pudieron ser abordadas en
el amparo, escenario que torna al reenvío no solo en una salida apegada a
la ley, sino además bastante conveniente y oportuna.

Sin embargo, aún en el caso de ordenamientos jurídicos que asumen


expresamente la “tesis del reenvío”, no han faltado ocasiones en las que se
asume que se trata esta de una regla derrotable cuando hay otros intereses
o valores en juego igualmente atendibles. Este sería el caso de Alemania[2],
cuyo TC determinó en un caso (denominado Lebach) que no correspondía
devolver el expediente al juzgado de origen para que este emita nueva
resolución, al entender que:

[N]o se correspondería con la especialidad del caso retrotraer las actuaciones al tribunal
competente en el proceso civil a fin de dictar una nueva resolución. En efecto, la aplicación de los
criterios constitucionales atendiendo a la prueba remitida al TCF no permite margen de opción
alguno a una ulterior decisión judicial; es más, la demanda del recurrente debe estimarse
plenamente. De acordarse la retroacción de actuaciones […] ello aparece como poco razonable,
sobre todo, porque el interés del recurrente reclama una rápida conclusión del procedimiento
previo, a fin de impedir la difusión […] BverfGE, 35, 202.

Hay supuestos, en efecto, en los que la sentencia de un TC que declara


fundada una demanda de amparo judicial deja tan poco margen de
actuación al órgano judicial demandado que aparece como inoficioso y,
dirían algunos, hasta atentatorio de la independencia judicial, reenviar el
asunto para que este resuelva nuevamente el asunto “atendiendo” a unos
criterios ya prefijados en la sentencia constitucional. De ahí que se plantee
como preferible, en la doctrina y jurisprudencia comparadas, que sea el
propio TC el que, luego de estimar la demanda, asuma competencia para
resolver el fondo del asunto ordinario controvertido, emitiendo resolución
también sobre este punto, aunque desde la perspectiva de la reparación del
derecho fundamental vulnerado.
Es la tesis de la reparación, o modelo de decisión plena de fondo, que ha
sido acogida en la experiencia comparada, ya dijimos en Alemania, pero
también en otros países como España. Son argumentos favorables a esta
salida, entre otros, el favorecimiento de la celeridad en la protección de los
derechos, evitar el doble enjuiciamiento penal de las personas que han sido
absueltas, así como evitar la “solución traumática” que implica instar a los
tribunales ordinarios a dictar sentencia reproduciendo lo que previamente ya
ha resuelto el TC.

En España, a estos supuestos habilitantes se ha sumado uno adicional: la


rebeldía del juzgador, también denominada “guerra de Cortes”. La sentencia
que puso a prueba esta hipótesis fue la STC 186/2001, denominado “caso
Preysler”.

El TC peruano, por su parte, no ha sido ajeno a la tesis de la reparación o


modelo de decisión plena sobre el fondo, tal como la venimos planteando*.
Sin embargo, aún se trata de una posibilidad poco explorada, por lo que
debiera ser materia de un pronunciamiento futuro más detallado y de mayor
alcance[3].

V. Reflexiones finales

En consecuencia, el derecho al acceso a la justicia constitucional consiste


en garantizar el acceso a los órganos jurisdiccionales para solicitar tutela
jurídica ante la amenaza o vulneración de un derecho, donde el Estado
debe eliminar toda barrera geográfica, económica, social y de cualquier
índole.

Sin embargo, entre otras cuestiones, la regulación de la prohibición del


rechazo de la demanda de amparo en la realidad nacional podría tener
incentivos negativos, debido a que al ampliarse la oferta de amparos
cualquier persona podría maliciosamente plantear una demanda de amparo
con la finalidad de controlar una determinada situación jurídica, ya que una
vez sea admitida la demanda intentará obtener una medida cautelar y
neutralizar todo, mucho más que en estos tiempos el amparo se utiliza para
todo.

Entonces, en cuanto al proceso de amparo, la reforma más resaltante del


NCPConst. es la que atañe al supuesto de hecho en el que la vulneración
del derecho fundamental se origine en una resolución judicial. En este caso,
según el artículo 42 del NCPConst., la demanda se interpondrá ante la Sala
Constitucional o, en caso no exista, ante una Sala Civil de turno de la Corte
Superior de Justicia respectiva. La Sala Constitucional y Social de la Corte
Suprema será competente para resolver en segundo grado; y en caso la
sentencia sea desestimatoria, el agraviado podrá interponer recurso de
agravio constitucional. Se advierte que, en este supuesto, la Corte Suprema
actuaría en sede de apelación, lo que podría generar —eventualmente—
conflictos entre ambas altas cortes.

Se debe precisar también que con esta reforma se han eliminado algunos
precedentes vinculantes y otros se han modificado. Conforme al artículo 6
del nuevo texto, está prohibido el rechazo liminar, por lo que la
improcedencia de la demanda (según los criterios fijados en el precedente
constitucional Elgo Ríos, vía igualmente satisfactoria) se deberá analizar
después de haber realizado el contradictorio y ya no en la etapa de
calificación, como estaba previsto de manera anterior a la entrada en vigor
de este código. Por otro lado, el artículo 24 del nuevo texto plantea que el
TC deberá convocar a la vista de la causa para todos los recursos de
agravios constitucionales interpuestos. En ese sentido, el precedente
constitucional Vásquez Romero, a través del cual se creó la sentencia
interlocutoria y fijaba criterios de procedencia del recurso, quedó eliminado.

Por otro lado, se acusa a la reforma de este año, en relación con el principio
de igualdad, un tratamiento normativo diferenciado no justificado para eximir
del principio de gratuidad en la actuación del demandante si se trata de
procesos de amparo contra resoluciones judiciales interpuesto por personas
jurídicas. Asimismo, también se advierte que esta norma establece un
tratamiento normativo diferenciado no justificado que privilegia al
demandante y un desmedro del ejercicio del derecho de defensa del
demandado para solicitar informe oral en segunda instancia en el marco de
los procesos de hábeas corpus.

En relación con el derecho de defensa, el Nuevo Código al disponer que no


es necesario que se notifique o emplace a los jueces o magistrados del
Poder Judicial en los casos de amparo contra resoluciones judiciales, se les
priva a los afectados del ejercicio del derecho de defensa, dado que son sus
actos jurisdiccionales (resoluciones y sentencias) los que son cuestionados
en el proceso constitucional indicado.

Las verdaderas reformas en la justicia constitucional deben estar enfocadas


en tutelar los derechos fundamentales, pero teniendo en cuenta la realidad
social del Perú, donde en su gran mayoría no existen abogados o partes
procesales colaborativas que contribuyan con un sistema de justicia; siendo,
el control de la admisibilidad necesario, ya que forma parte de la
independencia y autonomía de juez. Esto debido a que el derecho a la tutela
jurisdiccional efectiva no debe ser entendida en ofertar el acceso a la
justicia, pues, lo más importante es tutelar el derecho del agraviado o
mantener la situación jurídica del demandado en un plano práctico, mas no
teórico.

Finalmente, con la regulación antes señalada, se generará un aumento de


carga procesal, donde la oferta del acceso a la justicia quedará sin
justificación práctica, esto debido a que no existe en la actualidad una
reforma seria del sistema de justicia, evidenciando la falta de recursos
humanos, logísticos y económicos para que esta norma tenga efectos
prácticos. Una vez más, se evidencia que las políticas regulatorias están
basadas en teorías abstractas sin un análisis de la realidad; al igual que
ocurrió con la Resolución Administrativa 000177-2020-CE-PJ, de fecha 30
de junio de 2020, la que aprobó el horario de recepción de escritos o
demandas a través de la Mesa de Partes Electrónica, en la cual se precisa
que podrá ser realizado desde las 00:00 horas hasta las 23:59 horas del
mismo día, durante cualquier día del año, incluyendo para estos efectos los
días sábados, domingos y feriados inclusive. Así pues, se aprecia una
promoción de la oferta del acceso a la justicia, pero se olvida que lo más
importante es la respuesta por parte del órgano jurisdiccional, de modo que
la regulación referida generará más carga procesal, imposibilitando otorgar
una verdadera tutela jurídica en la realidad en un plazo razonable.

Sin duda, la aplicación del NCPConst. será un desafío para los diversos
operadores del sistema de justicia; debido a las profundas modificaciones
efectuadas sobre varias instituciones procesales; no obstante, esta reforma
debe generar un compromiso en los órganos de gobierno del Poder Judicial,
a fin de brindar a los jueces constitucionales mejores condiciones de trabajo
que les permitan resolver con mayor celeridad y oportunidad la carga
procesal; y en los abogados litigantes, para que ejerzan una defensa
responsable evitando la litigación temeraria, maliciosa y dilatoria.

IV. Referencias bibliográficas

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Constitucional.

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constitucional para determinar la vía igualmente satisfactoria que el
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Gaceta Jurídica, Tomo 82.

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Código Procesal Constitucional peruano. Una opción riesgosa pero
indispensable”. En: Anuario Iberoamericano de Justicia
Constitucional 11, Madrid: Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales.

• Espinosa-Saldaña Barrera, E. (2005). “La consagración del amparo


residual en el Perú. Sus alcances y repercusiones”. En: Derechos
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• Eto Cruz, G. (2017). “Una alerta roja en los jueces del amparo: el
problema teórico y práctico del rechazo liminar”. En: El amparo en la
actualidad. Posibilidades y límites. Carpio Marcos, E. y Sáenz Dávalos,
L. (Coord.). Lima: Centro de Estudios Constitucionales del Tribunal
Constitucional.

• Fix-Zamudio, H. (2002). “Eficacia de los instrumentos protectores de los


derechos humanos. En: Anuario Mexicano de Derecho Internacional,
1(2). Disponible en:
https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-internacional/article
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• García Belaunde, D. (Coord.) (2007). “¿Guerra de las Cortes? A


propósito del proceso competencial entre el Poder Ejecutivo y el Poder
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constitucional, 4. Lima: Palestra Editores.

• Landa Arroyo, C. (2007). Tribunal Constitucional y Estado democrático.


Lima: Palestra Editores.

• Rodríguez Santander, R. (2005). “Amparo y residualidad. Las


interpretaciones (subjetiva y objetiva) del artículo 5.2 del Código
Procesal Constitucional peruano”. En: Justicia Constitucional. Lima:
Palestra, año I, 2.

[1] Para comprender los fundamentos de la reconducción procesal por parte


del Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia, es esencial citar el
razonamiento asumido por la SC 0897/2011-R del 6 de junio, estableció en
relación con el principio de prevalencia del derecho sustancial respecto al
derecho formal.

[2] En efecto, el artículo 95.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional


Federal alemán dispone lo siguiente: “Si se concede el recurso de amparo
en contra de una decisión [judicial], entonces el Tribunal Constitucional
revocará la sentencia, y en los casos contemplados en el 90 núm. 2 frase 1
[casos de recursos contra actos y resoluciones previo agotamiento de la vía
judicial previa] reenviará el asunto al tribunal competente”.

[3] Entre otros, pueden revisarse la STC Exp. 03736-2010-PA/TC, sobre


derecho a la prueba, y la STC Exp. 00813-2011-PA/TC, sobre afectación del
juez predeterminado por ley.

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