Acercamientos Metodologicos A La Subjeti
Acercamientos Metodologicos A La Subjeti
Acercamientos Metodologicos A La Subjeti
DE SUBJETIVIDADES POLÍTICAS
Acercamientos metodológicos
a la subjetivación política:
debates latinoamericanos
Prólogo
Sara Victoria Alvarado - Pablo Vommaro 9
El trabajo académico que se condensa en este texto, tiene como telón de fondo
una apuesta ético política que ha asumido un colectivo de investigadores e in-
vestigadoras de América Latina y el Caribe, preocupados por develar horizontes
de transformación social a través de la generación de conocimiento relacionado
con la noción de subjetividades y subjetivaciones políticas, como categorías
de las ciencias sociales que permiten comprender, desde cuerpos interdisci-
plinarios y complejos de conocimiento, las múltiples capacidades que pueden
desplegar los sujetos, para configurar vínculos sociales alternativos que lleven
a un buen vivir.
Este colectivo académico ha logrado, a partir de un trabajo arduo, consistente,
vehemente y serio, articularse a dinámicas de trabajo en redes más amplias y
de mayor alcance académico y político en la región como es el Consejo Lati-
noamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), vinculándose sobre todo con el
Programa de Grupos de Trabajo.
Esta apuesta caracterizada por la configuración de iniciativas que logran arti-
cular el conocimiento a las posibilidades de mejoramiento de las condiciones
de vida de las sociedades, se inscribe en los propósitos que CLACSO ha di-
namizado a través del Programa de Grupos de Trabajo, mediante el cual se ha
buscado, durante más de tres décadas, constituir espacios interdisciplinarios
de investigadores e investigadoras reunidos a partir de un tema, problemática 9
o necesidad del contexto, y de un interés común, como es el de aportar, por
medio de la generación de conocimiento crítico, pertinente, situado y rele-
vante, a la configuración de órdenes sociales alternativos a los desplegados
por la modernidad occidental, esto es, realidades menos injustas, menos vio-
lentas y más democráticas.
A través del Programa Grupos de Trabajo, CLACSO ha buscado aportar al mejo-
ramiento de los niveles de comprensión que tenemos de las problemáticas más
relevantes en la región, como condición para configurar alternativas de transfor-
mación que sean pertinentes y consecuentes con los procesos socio históricos,
políticos y culturales situados en las diferentes escalas de la geografía regional.
Para esto, ha impulsado iniciativas de investigación comparada conducentes a
la generación de conocimiento que impacte las agendas de las organizaciones
y movimientos sociales, y a través de estos, las políticas públicas que buscan
responder a las necesidades, intereses y expectativas de los individuos y los gru-
pos sociales del continente.
De este modo, CLACSO entiende que el conocimiento socialmente válido y
pertinente, es aquel capaz de interpelar y movilizar las estructuras que dan sus-
tento a las dinámicas de exclusión y sometimiento, generando oportunidades y
Sara Victoria Alvarado - Pablo Vommaro
develando horizontes para romper con lógicas que ponen en entredicho la dig-
nidad humana. Aquel conocimiento que no sea un aporte a la transformación
de realidades indeseables y desde todo punto de vista intolerables, solo derivará
en la reproducción del desencanto y la desesperanza que amenazan nuestras
principales utopías.
Es así como, en el marco de esta apuesta ético política, se origina el esfuerzo
académico expresado en la producción de este libro, que se presenta como un
aporte de dos redes que se potencian y entretejen: la Red Latinoamericana de
Investigación en Subjetividades Políticas y el Grupo de Trabajo CLACSO “Sub-
jetivaciones, ciudadanías críticas y transformaciones sociales”. A partir de am-
bos espacios los colectivos que los integran asumen los desafíos para producir
comprensiones acerca de los sujetos, las subjetivaciones y las subjetividades
producidas en una situación como la latinoamericana, y al descubrimiento de
horizontes que lleven a superar los obstáculos para la emergencia de subjetiva-
ciones políticas caracterizadas por el despliegue de las potencias y capacidades
para agenciar y producir la historia.
Hablar de subjetividades y subjetivaciones políticas es así referirnos a un es-
pectro de posibilidades que se abre para develar otros modos de ser sujetos,
respecto de aquellos derivados de la modernidad de occidente y con esta, del
liberalismo político, con lo cual no es posible comprender la amplitud, com-
plejidad, diversidad y muldimensionalidad de los sujetos que despliegan sus
subjetividades en la vida contemporánea. La superación del determinismo uni-
versalista del sujeto moderno, pasa por hacer visibles y audibles aquellas voces,
experiencias, sujetos e historias que han sido invisibilizados por las tradiciones
10 hegemónicas, a través de lo cual entendemos, conmovidos y con esperanza, que
otros mundos son posibles.
El producto que los lectores y lectoras tiene en sus manos nos muestra, por un
lado, una polisémica comprensión del contexto y los procesos sociales en que
emergen y se configuran los sujetos situados en el contexto latinoamericano,
y por el otro, diferentes pistas metodológicas útiles no solo para las investiga-
ciones sino, sobre todo, para la generación de oportunidades que redunden en
la emergencia de subjetividades políticas capaces de subvertir órdenes sociales
hegemónicos que limitan la justicia y la democracia.
Es así como, desde el primer capítulo del libro aparece el texto de Claudia Luz
Piedrahita: “Reflexiones metodológicas: acercamiento ontológico a las sub-
jetivaciones políticas”. La apuesta de este artículo está direccionada en una
perspectiva de la diferencia y, concretamente, en la investigación de las nuevas
existencias de las mujeres y sus modos actuales de subjetivación. Se resalta
en este capítulo la importancia de proponer metodologías de investigación
que marquen líneas de fuga y metamorfosis constituyentes de las revoluciones
moleculares y los microprocesos revolucionarios, pues no se trata de realizar
grandes revoluciones, sino de provocar acontecimientos o aliarse con fuerzas
activas que desencadenen la mutación de sistemas colectivos.
Desde otra reflexión, el propósito principal del texto “La Investigación de la
subjetividad: entre la ficción y la verdad”, de Jairo Hernando Gómez, es argu-
mentar y demostrar las diversas formas mediante las cuales la ficción es parte
constitutiva de la subjetividad, y establecer cómo su omisión o desestimación
Prólogo
constituye no solo un error metodológico y epistemológico muy serio en la in-
vestigación social, sino que, por el contrario, su activa incorporación al proceso
metodológico puede generar profundos cambios paradigmáticos en los pro-
cesos de apertura en los que, desde hace casi treinta años, se encuentran las
ciencias sociales. Con tales elementos se plantea una propuesta metodológica
que, con base en las historias de vida, incorpore la ficción a la investigación de
los diversos modos como se constituye la subjetividad en particular, y a la inves-
tigación social en general.
En el capítulo tres “Investigar subjetividades y formación de sujetos en y con or-
ganizaciones y movimientos sociales”, de María Isabel González, Alcira Aguilera y
Alfonso Torres se presenta una visión epistemológica y metodológica para abordar
los procesos de constitución de subjetividades políticas y la formación de sujetos
sociales, reconociendo que investigar lo subjetivo nos vincula a los sujetos, sus or-
ganizaciones, movimientos sociales, para que desde ellos mismos se identifiquen
y hagan parte del ejercicio investigativo a través de metodologías participativas
que trascienden la simple obtención de información. En este sentido la apuesta
metodológica que se presenta da especial importancia a la tradición critica de
Latinoamérica, en la que no es suficiente con dar cuenta de lo investigado sino
que es importante generar cambios en las realidades y en los sujetos.
Como un siguiente apartado del libro, “Subjetividad política femenina en el
contexto del conflicto armado colombiano. Aproximaciones a su abordaje des- 11
de el método”, Álvaro Díaz Gómez, Gina Marcela Arias y Erika Tobón presentan
a partir del proyecto de investigación “Subjetividad política femenina desde el
conflicto armado colombiano”, en el que se muestra el método desplegado para
indagar la subjetividad política de grupos de mujeres de los departamentos de
Caldas y Risaralda (Colombia) afectadas por el conflicto armado. Aquí intere-
sa explicitar las maneras como se asumen los aspectos epistemológicos y me-
todológicos a la hora de investigar procesos como son la subjetividad, la política
y con ello la subjetividad política de estas mujeres víctimas de violencia política.
Tal mirada se hace desde una perspectiva feminista.
En un quinto capítulo titulado “Saberes apasionados: horizontes de construcción
de conocimiento de las subjetividade(s) política(s)”, Andrea Bonvillani reflexiona
sobre su práctica de investigación de varios años respecto del tema que se aborda
en este libro. Su intención es compartir algunos fragmentos de distintas experien-
cias de indagación con jóvenes de Argentina (más específicamente, de Córdoba)
y las conjeturas e interrogantes que las mismas han inspirado, para de tal modo
intentar contribuir al enriquecimiento de nuestras exploraciones sobre este campo
de problemas que se articulan en torno a la categoría “subjetividad política”.
Continuando con el texto “Del sujeto moral al sujeto político: algunas pistas
Sara Victoria Alvarado - Pablo Vommaro
Prólogo
La propuesta descrita en el artículo de Luis Herrera sobre la “Investigación Ac-
ción Participación como metodología para temáticas de subjetivación y volun-
tades políticas y ciudadanas” se desarrolla en el marco de un ejercicio investi-
gativo que se está llevando a cabo en Quito, Ecuador: “Derechos y exclusión
laboral: voluntades y miedos de futuros profesionales de ciencias sociales de la
ciudad de Quito, ante las escasas oportunidades de trabajo”. El interés de esta
investigación no es detenerse en problemáticas con escasas posibilidades de
concertar en determinantes epistémicos universales. Actualmente, el paradig-
ma de la exclusividad universal está en franca crisis. Se cuenta con experiencias
que tejen de manera fructífera lo epistémico y lo metodológico o lo epistémico
con lo político, y que invita a los estudiantes de ciencias sociales a visualizarse
y asumirse como investigadores e investigados en un proceso que tiene como
propósito la transformación social.
En el onceavo artículo “Narrativa testimonial, políticas de la memoria y sub-
jetividad en América Latina: perspectivas teórico-metodológicas”, Martha Ce-
cilia Herrera aborda algunos aspectos relacionados con lo que se entiende por
narrativa testimonial y las formas como a partir de ella puede leerse la cons-
titución de subjetividades, las tensiones que se propician en este ámbito entre
historia y memoria, realidad y ficción, y una serie de problemáticas de orden
teórico metodológico para el tratamiento del corpus documental.
En una perspectiva similar, en “Subjetividad y memoria: una reflexión desde la 13
violencia política en Colombia”, Martha Cecilia Lozano nos muestra cómo la
memoria permite detectar huellas de vivencias personales y colectivas que se
expresan a través de narraciones, rituales, encuentros para compartir percep-
ciones, emociones como el miedo y el terror, sentimientos, interpretaciones,
acciones colectivas para recordar a las víctimas de la violencia, para solicitar jus-
ticia, para impedir el olvido y con él la naturalización de la muerte ocasionada
por la violencia. Permite expresar la subjetivación que las experiencias al límite
causan en quienes las viven de manera directa y en quienes las escuchan aunque
no las han vivido en sí mismo. Dice Lozano que las huellas de la violencia que a
través de la memoria son recuperadas, evocan los vínculos familiares y sociales
rotos, las pérdidas materiales y afectivas vividas, las significaciones y resignifi-
caciones de experiencias vitales, traumas que se conservan en la memoria con
la fuerza necesaria para incidir en Ia producción, o en la transformación de sub-
jetividades individuales o colectivas.
El treceavo artículo de Ruth Amanda Cortés, denominado “La subjetivación
política como efecto de gobierno: aspectos teórico-metodológicos a propósito
de pensar de otra manera la ciudadanía”, pretende mostrar desde un estudio
desarrollado por la autora, cómo desde la perspectiva de la gubernamentalidad,
Sara Victoria Alvarado - Pablo Vommaro
que el texto explica como un giro en el análisis sobre el poder que hiciera Fou-
cault en sus últimos años, se puede hacer énfasis en cada uno de los elementos
analíticos que la autora propone. Uno de ellos, los procesos de subjetivación.
Finalmente, Willy Soto Acosta en su artículo “Agente y estructura social: so-
cialización y re-socialización del pensamiento intolerante y racista”, propone
una reflexión teórico-metodológica acerca de la compleja relación entre la au-
tonomía relativa de los individuos y el poder coercitivo de la estructuras so-
ciales, centrándose en la posibilidad de transformación de estas a partir de pro-
cesos desencadenados por las personas. El propósito es que sirva de base para
orientar futuras investigaciones en el campo del pensamiento intolerante en
personas y grupos sociales, que permitan elaborar un procedimiento tendiente
a socializar y re-socializar en materia de tolerancia.
Como se puede evidenciar a través de este rápido recorrido, este libro ofrece una
amplitud de posibilidades para comprender el contexto político latinoamericano
a partir de la lectura de las subjetividades, las subjetivaciones y los devenires sub-
jetivantes que emergen en condiciones de vida situadas social, histórica y cul-
turalmente. Este esfuerzo no se limita a ampliar los niveles de comprensión sino
que avanza en mostrar caminos posibles para transformar la vida y con ello enal-
tecer la dignidad como vínculo social que nos permite estar juntos, construir lo
común que nos relacione intersubjetivamente como comunidades y colectivos
sociales y políticos. De este modo, este libro producido por la Red Latinoamerica-
na de Investigación en Subjetividades Políticas entiende que un cambio profundo
de las estructuras sociales pasa por el impacto de las biografías que cobran vida en
expresiones y experiencias moleculares que despliegan su potencia en la gramáti-
14 ca de la vida cotidiana. Las configuraciones de subjetividades, subjetivaciones y
sujetos políticos constituyen pues, procesos y devenires en los que se despliegan
capacidades y potencias que permiten construir, junto a otros, de manera colecti-
va, las formas de vida que posibiliten transformar las realidades desiguales en las
que vivimos, reconociendo las diversidades y diferencias que caracterizan la vida
contemporánea e instituyendo lo común en tanto formas otras de estar juntos.
Reflexiones metodológicas. Acercamiento
ontológico a las subjetivaciones políticas
Claudia Luz Piedrahita Echandía
La producción biopolítica es una cuestión ontológica en tanto que
constantemente un nuevo ser social, una nueva naturaleza humana.
Hardt y Negri
Multitud
diferencia y goza de esta diferencia¨ (Deleuze, 1971, p. 17). Llevado esto al plano
de la subjetivación, se puede entender que en el encuentro con la diferencia no
tiene que haber necesariamente sufrimiento y contradicción; también puede
constituirse el goce, el placer y la voluntad de afirmarse frente a lo diferente.
El simulacro
Este concepto que ha sido retomado por algunas corrientes del feminismo de
la diferencia actual, surge de la reflexión sobre la obra de Jean Baudrillard en
respuesta a las actuales identidades prefabricadas. Son identidades que resul-
tan de modos de subjetivación que comprenden una relación en espejo con
un otro que nos produce en la mirada, en la palabra, en la voz y la seducción.
Baudrillard (1997) se refiere entonces, a unas formas de existir que actúan para
los otros, que son convertidas en espectáculo y que simulan una vida de éxito
y triunfo en tanto que encarnan aquellos valores que están reconocidos y en
alza en la sociedad capitalista actual. Cada persona actúa o simula una forma
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de existir; esto es, escenifica una apariencia que sea deseable para los otros.
Para esto, como vendedor de su propia apariencia, recurre a la materialidad
de su cuerpo revestido con la última moda y cualificado por el glamour y las
buenas maneras, con lo cual logra una impostación o proyección utilitarista y
oportunista de su existencia.
Según Baudillard (2009) la moda y los cánones corporales son dispositivos cen-
trales en el control capitalista, en tanto que hacen circular unos imaginarios
de cuerpos blanqueados producidos para el consumo y el motor del deseo. Lo
que se pone a disposición de los individuos no es la potencia de los afectos, sino
su simulacro y la aparición de una emocionalidad comercializada que pone en
acción, no la pasión por existir, por devenir, por crear, sino por el lujo y el exceso.
Según Baudrillard “No hay un progreso continuo en esos ámbitos: la moda es
arbitraria, pasajera, cíclica y no añade nada a las cualidades intrínsecas del indi-
viduo” (2009, p. 100). Esta es precisamente la sociedad del espectáculo, a la cual
La performación
Este concepto supone una cierta forma de subjetivación que soporta el actual
22 neoliberalismo globalizado y que actualiza un discurso y una práctica económi-
ca política que responsabiliza al individuo y no a la colectividad de los fracasos
en los éxitos que se le imponen a cada individuo. Como se decía antes, el cuerpo
convertido en ideal estético y esculpido mediáticamente se convierte en deposi-
tario del éxito y el poder, aunque para esto se tenga que recurrir a la simulación
de la que se hablaba unos párrafos atrás.
La performación señala un discurso que posee el propio cuerpo y despliega una
forma de existencia; es decir, performar es cercar el cuerpo con un discurso de
poder y así producirlo de un modo que soporte el consumismo y las subjetiva-
ciones que requiere el modelo neoliberal actual. El discurso siempre ha de ser
imperativo, para así provocar la realidad que se está enunciando; debe tener el
poder de atravesar las cogniciones, pero, sobre todo, los cuerpos y los deseos
de las personas. Solo de esta manera, mediante este cerco performativo en que
se ha convertido el cuerpo, es posible la emergencia de estas nuevas formas de
subjetivación que caracteriza las sociedades de control y que contrastan con los
1 Al respecto anotan Negri y Hardt en su texto Imperio (2002, p. 330): “En este contexto, la
ontología no es una ciencia abstracta. Implica el reconocimiento conceptual de la producción
25
y reproducción del ser y, por lo tanto, el reconocimiento de que la realidad política está
constituida por el movimiento del deseo y la realización práctica del trabajo como valor.
La dimensión espacial de la ontología se demuestra hoy a través de los procesos concretos
de la globalización del deseo de las multitudes, o del carácter común de este, de construir
una comunidad humana”.
• El encuentro indisoluble entre la subjetivación y la política. No hay oposición
entre subjetivación y política, ya que la política no se construye desde fuera
de las relaciones, de los cuerpos y las mentes.
• Las dos líneas de acción que caracterizan la sociedad civil y a las cuales se
aludía en el capítulo anterior, una línea que mantiene el orden establecido
mediante mecanismos de control y otra que permite visibilizar las nuevas
formas de vivir juntos, de asociación y de comunicación.
• El acontecimiento ontológico que transforma modos de existencia.
• La diferencia entre el pensar y el conocer. El conocer implica admitir unos
universales preexistentes al acto de investigar, mientras que el pensar es un
procedimiento que provoca el avanzar hacia el afuera del conocimiento o
hacia lo impensado. Como lo plantea Deleuze, el reto es atrapar los campos
de decibilidad y visibilidad que surgen en cada momento histórico en relación
Claudia Luz Piedrahita Echandía
con las existencias políticas —en este caso de las mujeres— sin convertirlos
en verdad y dándoles un carácter transitorio.
Con base en todo lo anterior, se proponen entonces unas fases para una me-
todología que avanza en la idea de acontecimiento, ampliación de campos de
posibilidad, intensidades, mutaciones y espiritualidad.
2 Ascesis. A pesar de su relación con lo ascético, con lo religioso y como renuncia a lo mun-
dano, la ascesis no implicaba en la filosofía antigua una renuncia a sí mismo. Se refiere, por
el contrario, a la relación consigo mismo que permite la constitución y la transfiguración
de la subjetivación. Foucault señala tres diferencias entre la concepción de ascesis vista
desde una perspectiva judeocristiana y desde la perspectiva de la filosofía antigua: 1) no
28 está orientada a la renuncia a sí mismo, sino a la constitución de sí mismo; 2) no está re-
gulada por los sacrificios, sino por el dotarse de algo que no se tiene; 3) no persigue ligar el
individuo a la ley, sino el individuo a la verdad. El propósito de esta ascesis enunciada por
Foucault se dirige entonces a la consolidación de formas de subjetivación atravesadas no por
un sujeto cognoscente, sino por formas subjetivantes enmarcadas en el deseo, la creación
y la metamorfosis.
consumo, el simulacro y las subjetivaciones blanquedas. Se trata de delimitar
propósitos investigativos en torno a los pliegues del ser que responden a las pre-
guntas éticas y ontológicas ¿qué soy? y ¿cómo me relaciono conmigo mismo (a)?
Al respecto de esta reflexión ontológica comenta Foucault,
(...) es una ontología histórica de nosotros mismos que se ha de considerar no
ciertamente como una teoría, una doctrina, ni tampoco como un cuerpo per-
manente de saber que se acumula; es preciso concebirla como una actitud, un
ethos, una vida filosófica en la que la crítica de lo que somos es a la vez un
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Antropos:Bogotá.
30
La investigación de la subjetividad:
entre la ficción y la verdad
Jairo Hernando Gómez Esteban
En cuanto al problema de la ficción, es para mí un problema muy importante;
me doy cuenta de que no he escrito más que ficciones. No quiero, sin embargo,
decir que esté fuera de la verdad. Me parece que existe la posibilidad de hacer
funcionar la ficción en la verdad; de inducir efectos de verdad con un discurso
de ficción, y hacer de tal suerte que el discurso de verdad suscite,
“fabrique” algo que no existe todavía, es decir, “ficciones”.
Michel Foucault
Microfísica del poder
Introducción
Hoy en día casi nadie discute que nuestros modos de existencia, las formas como
nos relacionamos consigo mismos, nuestros deseos y proyectos, necesaria-
mente están permeados por algún grado de ficcionalización de nuestras vidas,
de interpretar nuestro pasado con arreglo a ciertos eventos o situaciones que nos
habría gustado que hubieran ocurrido, de vivir el presente de nuestros deseos y
nuestros sueños, y de proyectarnos al futuro en función de los proyectos alter-
nativos y los mundos posibles que imaginamos. En otras palabras, que la ficción
ocupa un lugar tan o más importante en los procesos de subjetivación, como la
misma experiencia y los acontecimientos que hemos efectivamente vivenciado
31
y, sin lugar a dudas, constituye el mecanismo principal para la proyección de
nuestro futuro.
Si bien es cierto que la ficción se ha contemplado desde Aristóteles con su no-
ción de mímesis, y su importancia ha sido resaltada por filósofos de primera
línea —Leibniz, Nietzsche, Cassirer, Foucault, Deleuze— y por psicólogos y
psicoanalistas imprescindibles —Freud, Lacan, Jung, Bruner, Frankl— han
sido los semiólogos y teóricos de la literatura quienes más la han utilizado en
sus respectivos campos disciplinares ¿Por qué, si la ficción y la construcción
de mundos posibles tiene tanta relevancia en estos campos disciplinares, aún
no se ha retomado en la investigación social? ¿Por qué, a pesar del valor que
sociólogos como Weber, Wrigt Mills, Elías o Bourdieu le confieren tanto la
ficción literaria como ordinaria, siguen considerándose como simples herramien-
tas subsidiarias (generalmente para ilustrar o ejemplificar una teoría o un con-
cepto) de las ciencias sociales? Y, aun más en concreto ¿Por qué si filósofos
como Foucault, Deleuze o Derrida consideran la ficción como parte constitu-
tiva de la subjetividad, aún sigue sin ser activamente incorporada a los procesos
metodológicos de investigación social que están apoyados en estas perspectivas
posestructuralistas?
Naturalmente que este trabajo no va a responder estas preguntas, ya que no es
Jairo Hernando Gómez Esteban
34 1 La lógica modal es un sistema formal que se ocupa de las relaciones entre lo posible y lo
necesario, entre las posibilidades epistémicas (lo que puede o podría pasar en el mundo
real) y las posibilidades metafísicas (lo que puede pasar o pasaría en mundos alternativos);
también puede entenderse entre una posibilidad remota y una posibilidad cercana. Los
filósofos analíticos son quienes más se han ocupado de este campo de la lógica. Valga la pena
anotar que en Colombia, el profesor Guillermo Páramo ha indagado en la lógica multimodal
para entender el pensamiento de algunas comunidades indígenas.
bien de mundos paralelos sin una relación de jerarquía entre sí. El propósito
fundamental de este autor es, pues, emancipar la ficción de la tutela del mundo
fáctico y, de paso, otorgarle un estatuto ontológico al considerar que “los mun-
dos ficcionales son conjuntos de estados posibles de cosas”. Ahora bien, un as-
pecto que resulta imprescindible en la propuesta metodológica que voy a desa-
rrollar en este trabajo, está relacionado con el problema sobre la permeabilidad
de las fronteras entre el mundo ficcional y el mundo actual. En efecto, dada la
pluralidad de formas con las que podemos llegar a organizar nuestra experien-
cia, la construcción de mundos alternativos la realizamos no solo a partir de esa
pluralidad, sino también de otros mundos previos que hemos construido para
enfrentar las necesidades que nos han asediado.
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2 Y también desde el punto de vista de la investigación psicológica, ya que no podemos
pasar por alto que Piaget se interesó por esta problemática en sus últimos trabajos sobre el
desarrollo cognitivo en los que demuestra cómo la formación de posibles en el niño surgen
a partir de los procesos de necesitación, es decir, de las diversas formas en que se producen
las necesidades. Véase Piaget (1983).
la ficción cumple una tarea indispensable para nuestra supervivencia: no solo
nos ayuda a predecir nuestras reacciones en situaciones hipotéticas, sino que
nos obliga a representarlas en nuestra mente —a repetirlas y reconstruirlas— y,
a partir de allí, a entrever qué sentiríamos si las experimentáramos de verdad.
Una vez hecho esto, no tardamos en reconocernos en los demás, porque en al-
guna medida en ese momento ya somos los demás. (Volpi, 2011, p. 22)
Otra dimensión de las relaciones entre verdad y ficción —que, en gran medida,
complementa y profundiza la anterior— es la que señala que la ficción “permite
al hombre profundizar en el conocimiento de sí mismo, alcanzar sus anhelos,
evadirse de las circunstancias que condicionan su vida cotidiana y tener acceso
a experiencias del todo imposibles por otros conductos” (Garrido Domínguez,
1997, p. 38). En esta línea se inscriben autores como Iser y Vargas Llosa, quienes
consideran que “el elemento añadido”, esa fábula y mentira que se agrega al
mundo y a la vida y que antes no existía, pasa indefectiblemente a formar parte
Jairo Hernando Gómez Esteban
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3 Valga la pena anotar que este privilegio epistemológico de la ciencia no es propio del po-
sitivismo, sino que grandes científicos como Einstein o Schrödinger lo asumieron como
requisito imprescindible para la investigación científica a pesar “del precio que tenemos que
pagar para tener una mejor imagen del mundo completamente extraña a nuestra experiencia
subjetiva”, como dijo Schrödinger. (Duica, 2009, p. 161)
La oposición entre la interpretación subjetiva y la representación modélica de la
realidad, o, si se quiere, entre el espacio interior de la subjetividad con el mundo
exterior de la objetividad, se ha apuntalado mediante el concepto de intersub-
jetividad. En este sentido, teóricos como Rorty, Habermas o Hilary Putnam,
algunos apoyados en la noción de verdad de Peirce4, han asumido la intersub-
jetividad como un “consenso libre” (Rorty), como una conversación propia del
ámbito de lo público en tanto que lo subjetivo es privado y lo objetivo es público,
como unos acuerdos conceptuales y una acción comunicativa que necesaria-
mente tienen que pasar por el lenguaje; y es allí, en esa mediación lingüística y
semiótica de los acuerdos intersubjetivos que se efectúan en cualquier proceso
interpretativo, en donde se filtra, aviesa y triunfante, la ficción subjetiva de los
4 La noción de verdad de Peirce se entiende como aquello hacia lo cual la opinión está des-
tinada a converger al final de la investigación y, por tanto, la “realidad” sería como aquello
que se cree que existe en tal punto de convergencia.
bajo la evidente influencia de Heidegger5, es quien más ha exaltado la relación
entre poetizar e interpretar, la cual se expresa no solo del lado de la ciencia y
la filosofía, sino como problema del poetizar mismo. ¿Qué ocurre cuando la
palabra referencial y conceptual de la ciencia se funde con la palabra poética,
por ejemplo en Rilke o Gottfried Benn?; y, para el caso de la novela, ¿no queda
anulada la diferencia entre la palabra del narrador y la palabra reflexionante en
la forma misma de narrar?, se pregunta Gadamer para señalar, en las mismas
preguntas, el carácter inescindible del poetizar y del interpretar. “Lo impor-
tante es que todo interpretar no señala hacia un objetivo, sino solamente en
una dirección, es decir, hacia un espacio abierto que puede rellenarse de modos
diversos”, afirma Gadamer (2001, p. 75) para llamar la atención sobre el carácter
multívoco de toda interpretación y, en consecuencia, de la posibilidad de com-
prender (rellenar) la realidad de diversas maneras, literarias o científicas, sin
importar el nivel referencial o autorreferencial del lenguaje con el que se regis-
Jairo Hernando Gómez Esteban
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5 En su clásico texto sobre Hölderlin (“Hölderlin y la esencia de la poesía”), Heidegger (1992),
retomando cinco frases-guía del poeta, expone una de las más fecundas relaciones entre
filosofía y poesía, en las que podemos rescatar esa función de interpretación a la que estamos
aludiendo (“Más lo permanente, es lo que instauran los poetas”), y la profunda convicción
de que la esencia del hombre, la verdad (el dasein), es, ante todo, poética.
rren a figuras poéticas para formular teorías que todavía no pueden desarrollar,
pero se ven obligados a hacerlo por la necesidad de condensar6. Algo semejante
ocurre con Max Weber, quien nunca negó sus “afinidades afectivas” con Goethe
y Thomas Mann, y sobre cuyas obras se apoyó para el desarrollo de muchas de
sus tesis sociológicas.7
6 Los textos concretos en los que Zuleta se basa para mostrar la necesidad de la condensación
poética para la formulación de teorías todavía en estado incipiente son: “Análisis de la fobia 39
de un niño de cinco años” de Freud y, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte de Marx.
7 Tal vez los casos más conocidos sean el del papel que jugó “Los Buddenbrook” de Thomas
Mann en la escritura y concepción de “La ética protestante”, así como la ubicua presencia del
Fausto de Goethe que gravita en toda la obra weberiana. Para profundizar en este aspecto
puede verse González García (1992) y Lepenies (1994).
entre lo que ocurrió y lo que me hubiera gustado que ocurriera; en fin, entre el
deseo y la potencia y lo que efectivamente llegamos a ser. Y es que lo que somos,
o, mejor, en lo que nos hemos convertido, no es una realidad en sí misma, sino
más bien, un resultado de nuestra función inventiva, de nuestra infinita capaci-
dad de invención. Por tanto, cualesquiera que sean los tipos de tecnologías del
yo que se apliquen “a nuestro cuerpo o a nuestra alma”, indefectiblemente son
ficciones sobre nosotros mismos, y en este punto Foucault sigue a pie juntillas
a Nietzsche: ninguno de los dos distingue entre ficción y realidad, y por eso, las
relaciones consigo mismo son, ante todo, juegos de verdad.
Lo que sí hay que distinguir es entre “la ficción mala, enferma, y la ficción
buena, sana, en función de cuál es su relación con la vida” (Larrosa, 2007, p.
127); es decir, habría que distinguir entre modos de subjetivación afirmativos,
creadores de posibilidades de vida, productores de novedad; y subjetivaciones
negativas, negadoras de la vida, que, fácilmente, puede transfigurarnos, ya sea
Jairo Hernando Gómez Esteban
por decisión propia o por coacción externa, “en unos otros mucho peores de lo
que somos […]; en fin, que nuestras insignificantes y a veces ilusas biografías,
pueden llegar, incluso proponiéndonos lo contrario, a ocupar un lugar ilustre
en la historia universal de la infamia” (Gómez Esteban, 2012).
Ahora, si el uso de las tecnologías del yo depende en gran medida de nues-
tra capacidad inventiva, la pregunta metodológica que viene a continuación es
¿cuáles serían los procedimientos generales para construir esas ficciones que
posibilitan la relación consigo mismo?, o, en otros términos, ¿cómo podemos
llegar a organizar nuestra experiencia a través de los mundos alternativos que
hemos construido a lo largo de nuestra vida para devenir en lo que se es? Nelson
Goodman, un filósofo norteamericano, más cercano a la tradición analítica y a
la filosofía de las formas simbólicas de Cassirer, puede resultar muy útil en esta
coyuntura metodológica. Lo primero que tenemos que entender según Good-
man (1990), es que hay muchas formas de construir mundos alternativos como
tantas formas de organizar el conjunto de nuestra experiencia. Es por esto que
no se puede destacar un mundo sobre los demás, o hacer de él la única realidad
o el único mundo actual del cual el resto de mundos o realidades son solo sus
versiones o proyecciones. Es por esto que Goodman considera que hablar de ver-
siones diferentes, en el fondo, resulta lo mismo que hablar de mundos distintos;
no obstante, el hecho de que existan mundos alternativos, o, lo que es lo mismo,
versiones del mundo diferentes, no quiere decir que no haya mundos mejores
o peores, más o menos correctos e incorrectos, ni tampoco que podamos cons-
truir cualquier mundo que queramos: solo quiere decir que ningún mundo co-
rrectamente construido tiene por sí mismo más realidad que los otros.
40 Bajo estos presupuestos, Goodman señala algunos procedimientos generales
para la construcción de mundos tales como,
• La composición y descomposición a través de sus partes, miembros o rasgos.
Dado que los mundos se crean siempre a partir de mundos previos y, en con-
secuencia, más que hacer nuevos mundos es rehacer de lo que ya se habían
construido, la composición y descomposición tiene que ver más con la inte-
gración y desintegración de lo anterior y la integración en un nuevo todo. De
esta forma, elementos que antes estaban unificados ahora aparecen dispersos
y fragmentarios, y lo contrario, cosas que en el mundo o versión anterior
eran fragmentarias ahora constituyen o se han integrado al todo unificado.
Los juegos del lenguaje, los sistemas teóricos y los modos de percepción son
ejemplos de versiones del mundo que se encuentran atravesados por este
procedimiento perpetuo de composición y descomposición.
• El segundo procedimiento Goodman lo denomina ponderación, y se refiere
a que en cada mundo hay cosas que tienen mayor importancia que otras, es
decir, que en cada sistema de representación, en cada mundo alternativo, la
8 Digo evidencia porque tanto desde la investigación psicoanalítica como sociológica, antro-
42 pológica y de historia oral, se ha demostrado cómo los individuos entrevistados siempre
están descomponiendo, reordenando, suprimiendo o deformando los hechos fundaciona-
les sobre los que se construyeron las narrativas individuales o colectivas, al punto que se
crean son más mitos fundacionales que hechos propiamente dichos. Es decir que, ya sea
en la elaboración de una anamnésis clínica o en el levantamiento de narrativas biográficas
o históricas, siempre van a operar los diversos procedimientos propuestos por Goodman
para crear mundos alternativos.
En segundo lugar, el modelo procesual que trata de entender cómo se van enca-
denando los diversos acontecimientos, experiencias y vivencias a lo largo de la
vida, asume de frente el problema de la temporalidad en el cual el orden de suce-
sión, la cronología de los acontecimientos, tienen un efecto sobre las experien-
cias y significaciones ulteriores, y, por tanto, es importante saber el orden en
que sucedieron las cosas: si tuvo hijos antes de graduarse o de haberse casado,
cuáles fueron sus primeros trabajos y la relación con el oficio o la profesión ac-
tual, etc. Aquí habría que agregar que también sería necesario explicar cómo los
mundos posibles imaginados durante acontecimientos pasados fueron suprimi-
dos, reordenados o deformados por los mundos alternativos que los vinieron a
sustituir, ya que, como generalmente ocurre con las ficciones que inventamos
temporalidades sociales debe aceptar las nuevas formas con las que imagina-
mos que se produjeron el efecto de edad, de generación y de período en nuestras
vidas, y no tener en cuenta solo lo que efectivamente ocurrió. Al fin y al cabo
que, por objetivas que sean las determinaciones sociales en la vida de los indi-
viduos, siempre serán asimiladas subjetivamente, esto es, siempre pasarán por
el tamiz de la ficción.
Conclusiones
Quizás ya nadie discuta que la comprensión e investigación de los diversos
modos de subjetivación, esto es, de los múltiples modos de existencia en que
devenimos en el mundo a través de las relaciones consigo mismo, se realiza,
principalmente, mediante un juego de interpretaciones y verdades. Lo que
aquí se ha querido argumentar y justificar es la función que la ficción cumple
en dichos modos de subjetivación y, por derivación, en los procesos investi-
gativos correlativos.
Aunque mirado de soslayo este problema puede pasar inadvertido para mu-
chos investigadores sociales, o, en el mejor de los casos, puede darse por obvio
en otros, lo cierto es que si asume con rigor y se revisan los antecedentes del
problema, como aquí se ha tratado de hacer, se evidenciará que las implica-
ciones metodológicas y epistemológicas para las Ciencias Sociales pueden ser
tan profundas que, sin temor a exagerar, creo que abren las compuertas para
un cambio de paradigma. Veamos en detenimiento cuáles son en concreto
estas implicaciones.
44
Del desenmascaramiento del sujeto realizado por Nietzsche para mostrarlo
como una ficción necesaria que pueda justificar su existencia e identidad, se
deriva que todo proceso de conocimiento conlleva tanto una fabulación del ob-
jeto, resultado de una praxis igualmente fabulada, como procedimientos men-
tales que, por principio, añaden, suprimen, deforman o completan la realidad.
Al otorgarle un estatuto ontológico a la ficción y considerar que “los mundos
ficcionales son conjuntos de estados posibles de cosas” (Dolezel), la porosidad
entre la ficción y la realidad aumenta al punto de que, en los juegos de verdad
y de interpretación, sus fronteras se desvanecen por completo. Es por esto que
en la investigación de la subjetividad debe valer tanto —es decir, debe tener el
mismo estatuto ontológico y epistemológico— el mundo posible regido por la
lógica del como si, como la lógica del ser que rige en el mundo actual, en virtud
de que ambos mundos siempre están periclitando entre lo posible y lo necesa-
rio, entre lo verdadero y lo verosímil, entre el subjuntivo y el indicativo.
La función constitutiva de la ficción en los modos de subjetivación no sola-
mente está sobradamente argumentada desde la filosofía, la semiótica y las teo-
Referencias
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la ficción literaria. Madrid: Arco/Libros.
Duica, W. (2009). Subjetivo, objetivo, intersubjetivo y la comprensión metodológica de
Jairo Hernando Gómez Esteban
47
Investigar subjetividades y formación
de sujetos en y con organizaciones
y movimientos sociales
María Isabel González Terreros
Alcira Aguilera Morales
Alfonso Torres Carrillo
Presentación
El artículo presenta la perspectiva y la práctica metodológica desde las cuales,
uno de los colectivos que conforman el Grupo de Investigación “Sujetos y Nue-
vas Narrativas en Investigación y Enseñanza de los Estudios Sociales” de la
Universidad Pedagógica Nacional, hemos venido realizando nuestras investi-
gaciones en torno a la producción de subjetividad y constitución de sujetos en
procesos organizativos y movimientos sociales, desde hace más de una década1.
En la medida que el colectivo pretende colocarse desde una posición crítica
frente a la realidad y una opción política para transformarla y que algunos de sus
integrantes hemos participado directa o indirectamente (como acompañantes
o asesores) de procesos organizativos populares y movimientos sociales, los
49
1 Nos referimos a los proyectos: “Organizaciones populares, identidades locales y ciudadanía
en Bogotá” (2001-2002); “Saberes y prácticas pedagógicas en tres organizaciones populares
de Bogotá” (2003-2004); “Movimientos sociales, educación y formación y pensamiento
crítico” (2005-2006); “Propuestas educativas en movimientos sociales de América Latina”
(2011-2013); y “Formación de subjetividades, sentidos de comunidad y alternativas políticas
en procesos organizativos locales” (2013-2014).
sentidos de nuestras prácticas investigativas han pretendido ser coherentes con
dicho horizonte. En consecuencia, hemos procurado fundamentarlas, orien-
tarlas y desarrollarlas desde enfoques y estrategias metodológicas críticas y
participativas propias de la tradición de pensamiento y conocimiento crítico
iberoamericano; en particular a los aportes de Paulo Freire y la educación popu-
lar, de la perspectiva de una ciencia social comprometida y de la investigación
participativa de Orlando Fals Borda, de la perspectiva de pensar epistémico de
Hugo Zemelman; de la epistemología del Sur propuesta por Boaventura de Sou-
sa Santos y la ciencia social de segundo orden que plantea Jesús Ibáñez.
María Isabel González Terreros - Alcira Aguilera Morales - Alfonso Torres Carrillo
51
53
3 Torres (2006), presenta la distinción entre subjetividad instituida e instituyente, entendien-
do que si la primera alude a las maneras como se legitima y mantiene el poder hegemónico,
la segunda entonces es ese proceso en resistencia que se expresa en la construcción de al-
ternativas al orden social impuesto, en la creación de otras relaciones sociales y de nuevos
modos de ver la realidad.
segunda, es una función práctica, pues desde ella los sujetos orientan y elaboran
su experiencia y dan sentido a sus acciones; y tercera, la función identitaria, ya
que aporta los materiales desde los cuales individuos y colectivos definen su
identidad personal y sus sentidos de pertenencias sociales, Torres (2007).
Dado su carácter estructurado y estructurante, la subjetividad “no puede en-
tenderse como un campo definido en términos de sus manifestaciones, ya sean
conductuales, de expectativas o perceptivas, sino de modo más profundo, desde
su misma dinámica constitutiva y constituyente: ello nos remite a campos de rea-
María Isabel González Terreros - Alcira Aguilera Morales - Alfonso Torres Carrillo
y sobre todo Alfonso Torres (2003, 2008), como de algunos aportes de Hugo
Zemelman (2004, 2005, 2009), quien ha pensado el problema de la metodología
para la investigación social.
Desde esta perspectiva se reconoce a los sujetos, pero a la vez ellos con relación
a un contexto de organización social. La idea de articular subjetividades con
procesos sociales no solo del sujeto en sí, sino con otras experiencias organi-
zativas, es clave para el análisis e interpretación de las categorías emergentes,
porque el diálogo entre subjetividades y organizaciones ayuda a la visibilización
de los conocimientos emergentes con los cuales los sujetos y las organizaciones
sociales están dotando de sentido sus discursos sobre su práctica y experiencia.
En esta medida se pretende que el ejercicio interpretativo contribuya en la com-
presión de la propia experiencia y de las otras, a la vez que se convierte en refe-
rente para ganar herramientas analíticas, conceptuales y metodológicas a la
hora de analizar/transformar prácticas y formas de resignificar la experiencia.
Igualmente, en términos de acción, la metodología colectiva ayuda a recons-
truir redes de relaciones y vínculos entre organizaciones a partir de los encuen-
tros de sujetos que reflexionan sobre su experiencia y que intercambian inter-
pretaciones, historias y enunciaciones. En síntesis, la investigación desde el
paradigma crítico social contribuye al fortalecimiento de relaciones de recono-
cimiento, dialógicas y respetuosas de los procesos organizativos locales, en aras
de visibilizar y reivindicar los conocimientos propios de las mismas, tal como lo
hicieron Freire y Fals Borda.
ciales realizan procesos de formación para ver las potencias y alternativas que
allí se erigen en torno a la constitución de subjetividades políticas. A la vez,
algunas organizaciones se han acercado al grupo para solicitar apoyo porque
desean realizar alguna investigación que les ayude a comprender las prácticas
que realizan para fortalecerse.
En tal sentido se trata de una articulación de necesidades de realidad y un es-
fuerzo por incorporar al sujeto en la investigación. Aquí es importante decir que
la mayoría de investigaciones se interesan por el estudio de tres o más organiza-
ciones sociales. De tal forma que tengamos la posibilidad de hacer lecturas con-
juntas entre sujetos y experiencias organizacionales diferentes para producir
conocimiento más articulado.
En este punto de partida se llega a los primeros consensos sobre el qué inves-
tigar y se diseña el proyecto en donde tenga cabida la necesidad de realidad de
los diferentes investigadores y actores. Es importante tener en cuenta los dife-
rentes intereses porque se trata de realizar una investigación colectiva sobre el
saber de la experiencia y de los sujetos. Para ello, en este momento se realizan
varias acciones, la primera es el contacto entre sujetos de las organizaciones y
el equipo de investigación. En algunos casos se realizan reuniones para conocer
las expectativas de cada quien, e ir ajustando el proyecto; en otros se visita a la
organización para saber qué se quiere e ir generando las condiciones necesarias
y estableciendo acuerdos sobre los apoyos mutuos.
68 Referencias
Aguilera Morales, A. (2012). La reinvención de la política: la experiencia de los
movimientos sociales en América Latina. Posgrado en Estudios Latinoamerica-
nos- UNAM.
Bartolomé, M. A. (2008). Procesos interculturales. México: Siglo XXI.
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Fals Borda, O. (1970). Ciencia Propia y colonialismo intelectual. Bogotá: Policrom.
Fals Borda, O. (1979). Por la praxis: el problema de cómo investigar la realidad para
transformarla. Bogotá: Punta de Lanza.
Fals Borda, O. (2009). Una sociología sentipensante para América Latina. Bogotá:
CLACSO – Siglo del Hombre Editores.
70
Subjetividad política femenina en el
contexto del conflicto armado colombiano.
Aproximaciones a su abordaje desde el método1
Ubicación
Cuando de hablar sobre subjetividad se trata ¿Cómo no repetir lo ya dicho,
mientras se repite lo repetido? E igual, si se trata de la subjetividad política
¿Qué de novedad se puede mostrar, mientras nos movemos en y contra la
tradición? Ahora, si lo que queremos es argumentar sobre los procesos de inves-
tigación de la subjetividad política ¿qué emerge del movimiento que nos mueve
y con el cual nos movemos en tales procesos de indagación? Tal vez nada, tal
vez pliegues, desdoblamientos sutiles de lo que nos precede y que nos permite
reconocer el acontecimiento, lo que no es pero está siendo, va siendo.
A continuación presentaremos nuestras narrativas entrecruzadas respecto de
dos preguntas: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? (Abordar la subjetividad
política de mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano) y ¿cómo
hacemos lo que hacemos? (Investigar la subjetividad política. De manera par-
ticular con sujetos y sujetas que emergen políticamente desde estos contextos
de conflicto armado).
71
1 El presente texto se deriva de las reflexiones que venimos desarrollando a partir del pro-
yecto de investigación “Subjetividad política femenina en el contexto del conflicto armado
Colombiano”. Inscrito ante la Vicerrectoría de investigación, innovación y extensión, de la
Universidad Tecnológica de Pereira, con el código 1-13-1.
¿Por qué hacemos lo que hacemos? Abordar la
subjetividad política de mujeres en el contexto
del conflicto armado colombiano
Dado que un proceso de investigación no es una acción neutral, encontrando
intereses intrateóricos y extrateóricos, Vasco (1989), que demarcan la opción
asumida, para nosotros es claro que investigamos para interrogar nuestra reali-
dad sociohistórica en una de sus aristas espaciotemporales, para interpretar el
tiempo presente, para asumirnos como intelectuales comprometidos política-
mente con uno de los sectores constitutivos de la sociedad.
Desde allí, retomamos aspectos epistemológicos y conceptuales, característicos
de algunas tradiciones de la investigación social con enfoque cualitativo.
Álvaro Díaz Gómez - Gina Marcela Arias - Erika Tobón
La investigación militante
En esta perspectiva asumimos que la teoría social es una interpretación de
mundos, por lo que a través de sus lenguajes se construyen mundos ideales,
posibles, y reales, por lo que mediante los discursos que ayudemos a construir
y circular se crean corrientes contra hegemónicas de lo establecido, con lo que,
según Botero (2012), se cuestionan los formatos de interpretación de las cien-
cias sociales; se realiza una lectura obligada a la producción de conocimiento
latinoamericano; se articula la acción política entre intelectuales, movimientos
y comunidades; se construyen contrapoderes desde la teoría, en contexto.
Estos planteamientos conllevan consecuencias en varios planos; políticos, en
72 cuanto erosiona órdenes instituidas; históricos, pues desnaturaliza los procesos
y los ubica en su dimensión social procesual; simbólicos, dado que vamos revo-
lucionando los mundos configurados y representacionales que habitamos; y
culturales, en cuanto todo lo anterior ayuda a mover o relativizar perspectivas
que forman parte de los ethos que nos aglutinan y diferencian.
Nos identificamos y asumimos la diferencia que presenta Botero (2012) entre
militante político, quien “funda su discurso en algún conjunto de certezas” y
el militante investigador, quien “organiza su perspectiva a partir de preguntas
críticas respecto de esas certezas”. Esta diferencia nos permite reconocernos
como militantes investigadores/políticos, sin certezas, ni verdades últimas, sin
mesianismos inexistentes, o vanguardias salvadoras, pero comprometidos con
la posibilidad de otros mundos posibles, no determinados, sino en devenir.
Las Narrativas
Dado lo anterior, nuestro reto es pensar lo que hacemos, pensar lo que otros hacen
y en los procesos de investigación desplegar tal pensar, como método. Ahora, tal
acción de pensar y el método que deviene en la producción de conocimiento, se
expresa mediante procedimientos que si bien se narran de forma lineal, como
organización del pensar, son complejos, caóticos, desordenados, contingentes.
Así lo que se presenta a continuación es un proceso de organización lógico del
pensar, que no aspira a ser pensamiento. Se desarrolla de manera general el
horizonte desde el cual se inscribe el proyecto de investigación “Subjetividad
política femenina en el contexto del conflicto armado colombiano”, pues, en
cuanto este se encuentra en curso, sigue en su cualificación para mostrar las
subjetividades emergentes, asunto al que aún no hemos llegado.
perspectiva feminista
Una investigación surgida como iniciativa feminista de una Comisión de la Ver-
dad y que asume rasgos de un Informe de Memoria Histórica conllevó, cons-
truir desde las mujeres, criterios que demarcaron el desarrollo del proyecto
de investigación. Criterios como la necesidad de reconocer las experiencias
vividas y sentidas desde cada mujer; la generación de un proceso con horizon-
te reparador; el posicionamiento desde una postura ética de respeto, recono-
cimiento y acompañamiento para asumir a las mujeres no solo como víctimas,
sino como sujetas políticas con capacidades para afrontar los hechos vividos;
entender que el ejercicio de recordar y “hacer memoria” siempre conlleva el
reconocimiento de una dimensión subjetiva; analizar las experiencias desde
la perspectiva del feminismo para entender las lógicas de la guerra como ex-
presión de una cultura patriarcal; asumir a las mujeres en su relación con la
familia, la comunidad y los grupos sociales más amplios a los que pertenecen;
enfatizar en la perspectiva de las víctimas y su condición política; reconocer
que los procesos de memoria histórica adquieren sentidos distintos a los que
generalmente se asumen de ser “una pesada carga” que genera sufrimiento,
pues también permite liberar en la medida que facilita construir nuevos sig-
nificados sobre lo que ocurrió, resignificando los hechos vividos desde distin-
tas estrategias de afrontamiento individual, familiar y colectivos, facilitando la
reconstrucción de las comunidades; potenciar habilidades en la comunicación
para orientar y acompañar de manera adecuada a las mujeres, entender sus
vivencias y experiencias; y, realizar un análisis de las realidades de las regiones
mientras que, simultáneamente, se fortalecía la cohesión de los equipos re-
gionales y de la Ruta Pacífica de las Mujeres.
Para lograr la operacionalización de este último criterio, se conformaron equi-
76
pos de mujeres por cada una de las nueve regionales. Tales equipos fueron
constituidos por una coordinadora encargada de facilitar los vínculos con las
organizaciones de mujeres de los distintos municipios y el desarrollo de las
entrevistas; cuatro documentadoras o entrevistadoras, quienes realizaron el
trabajo de campo, discutían todos los testimonios y expresaban las emociones
y sentimientos generados desde las narrativas; una transcriptora de la infor-
mación, quien de forma minuciosa digitó todas las entrevistas, revisándolas an-
tes de ser enviadas a la coordinación nacional en la ciudad de Bogotá.
jeres que realizaban el trabajo de campo y las mujeres habitantes de las respecti-
vas localidades, se profundizó en el proceso de la recolección de la información,
recorriendo cada uno de los municipios y conversando con cien mujeres,
quienes narraron su experiencia a partir de un guion y una ficha de entrevista
semi-estructurada que a manera de derrotero y pretexto le permitió a las docu-
mentadoras conversar con sus interlocutoras reconociendo sus sentimientos,
sensaciones, percepciones y experiencias de vida.
El guion estaba estructurado desde cuatro puntos de enfoque que se desple-
gaban argumentativamente a partir de catorce ideas generadoras, como se gra-
fica a continuación.
- Individuales
Impactos y consecuencias - Familiares
- Colectivos
Fuente: Memoria para la vida. Una Comisión de la Verdad desde las Mujeres para Colombia.
Estas conversaciones, previa firma de un consentimiento informado, fueron
grabadas con el fin de conservar la información primaria desde las voces de las
mujeres, teniendo en cuenta que,
además de un buen proceso de recolección de información, lo fundamental es
generar un espacio de acogida para la víctima y evitar las frecuentes formas de
victimización secundaria. Eso incluye explorar las motivaciones y expectativas
de las víctimas para tener en cuenta su situación y necesidades, y claridad sobre
las posibilidades y límites del proyecto. (Alfonso, C. y Beristain, C. 2013, P. 41)
los actos violentos, en este caso pueden ser las mujeres, esposas, hijas, madres,
nietas, sobrinas. Al momento de evocar los hechos violentos, las mujeres eviden-
ciaron implicaciones psicoemocionales negativas y positivas, con el recuerdo se
iniciaron procesos de elaboración de los duelos, de reparación y alivio para ellas.
Socializando la información
Los resultados fueron presentados mediante la realización de foros, con la par-
ticipación de representantes de las mujeres testimoniantes de cada municipio,
funcionarios públicos, comunidad académica y grupos sociales en general, visi-
bilizando así los resultados, generando impacto en el contexto, reconociendo
la magnitud e implicaciones de la violencia producto del conflicto armado co-
lombiano en la vida y cuerpo de las mujeres, apoyando la reconstrucción de los
principios de verdad, justicia y reparación negados a las mujeres. Cuando ellas
cuentan sus testimonios, manifiestan un “alivio” por el hecho de expresarlo,
con lo que se infiere que, para las mujeres, compartir el testimonio es reparador.
Referencias
Alfonso, C y Beristain, M. (2013). Memoria para la Vida, Una Comisión de la Verdad
desde las mujeres para Colombia. Hegoa.
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80 Díaz, A.; Salamanca, L.; & Carmona, O. (2008). Emergencia de sujeto político en jó-
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contexto del conflicto armado colombiano. Proyecto de investigación. Pereira:
Universidad Tecnológica de Pereira.
Díaz, A., & Alvarado, S. (2012). Subjetividad política encorpada. Revista Colombiana
de educación. No. 63. P. 11-118.
1 Usaré de forma genérica el masculino, a los fines de facilitar la lectura del trabajo, sin que
esta decisión deba interpretarse como un sesgo sexista en el uso del lenguaje.
(1992), es decir, en un conjunto complejo y articulado de posicionamientos on-
tológicos y epistemológicos, con claras proyecciones éticas y políticas, en tan-
to implican formas de concebir la transformación social y el modo de situar
nuestra implicación en esos procesos. Quiero enfatizar, en consecuencia, que
encuentro productivo evitar reducir lo metodológico a lo meramente técnico-
instrumental. Por el contrario, estos debates deberían ser ubicados en la inelu-
dible articulación con las múltiples dimensiones que interrogan nuestra pro-
ducción de conocimiento: concepciones de sujeto, de mundo, de “verdad”. En
esa dirección, inscribiré la práctica de investigación en el universo de las rela-
ciones sociales, es decir, en un campo donde aparecen “otredades” que se entre-
cruzan en encuentros y desencuentros.
85
88
6 “Subjetividad política juvenil. Estudio comparativo en jóvenes cordobeses de procedencias
sociales contrastantes”. Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. Fecha
de la defensa: 3 de julio de 2009. Contó con Becas de Formación Superior, sucesivamente
de Secretaría de Ciencia y Tecnología de la mencionada universidad y de CONICET.
7 Todos los nombres consignados son ficticios, para preservar la identidad de los jóvenes.
Considero que este tipo de preguntas se ubican en el corazón de una actitud
de reflexividad permanente sobre lo que hacemos en nuestras investigaciones.
Entonces, vuelvo al principio para sostener que, disponer condiciones conver-
sacionales para que el otro se sienta en confianza como para la apertura subje-
tivante, resulta evidentemente requerido desde propósitos investigativos, pero
permite un plus a nivel de las consecuencias emocionales que el alivio casi ca-
tártico de contar puede tener, con todo el cuidado responsable del otro que esto
investigadora tendría una palabra autorizada para “decir” sobre ellos, en tanto
no pobre-no militante.
Las diferencias entre “investigadores” e “investigados” han sido tematizadas por
Bourdieu (1999) en términos de “distancia”, derivada de la posesión de dife-
rentes especies de recursos (capitales), que se ponen en juego en el “mercado de
bienes lingüísticos y simbólicos que se instituye en oportunidad de la entrevis-
ta” (1999, p. 529). De este modo, la apuesta del autor en este punto pasa por no
fingir que la distancia social y cultural que nos separa no existe, sino en volverla
también objeto de un trabajo de reflexividad para el investigador, destinado a
ponerle en evidencia al investigado,
por el tono y sobre todo por el contenido de sus preguntas, que, sin fingir anular
la distancia social que los separa (a diferencia de la visión populista, que tiene
como punto ciego su propio punto de vista), es capaz de ponerse mentalmente
en su lugar. (Bourdieu, op. cit. p. 532)
Sostengo que cierta dificultad para reconocer la existencia de estas distancias
—que de todos modos se vuelven una evidencia ineludible en la experiencia
de quienes nos “ponemos en contacto” con otros mundos de vida que no son
los que habitamos a diario—, podría deberse a la resistencia derivada de con-
fundir el reconocimiento de la diferencia con la producción de la desigualdad.
Ser diferentes no implica de modo necesario y esencial ser desiguales. De lo
que se trata, en todo caso, es de la operación social por la que se hace co-
90
rresponder cierto plano de diferencias (por ejemplo, en la posesión de ciertos
recursos lingüísticos) como una indicación de desigualdad, instituyendo “la
imposibilidad de pensar lo otro, salvo como diferencia desigualada” (Fernán-
dez, 2007, p. 272). Cuando lo otro se define desde la UNO, en tanto lo he-
gemónico, resulta claro que toda diferencia aparece en sí como desigualdad.
Pero entonces las asimetrías entre investigadores e investigados, cuando se
ubican en posiciones sociales desiguales, no derivan de modo esencial del
reconocimiento de las diferencias, sino de mecanismos sociales que invisi-
bilizan la construcción por la cual hacen pasar como inferiores aquellos que
poseen bienes simbólicos distintos de los dominantes.
8 Resulta evidente que se trata de dos situaciones “analizadoras” de la relación que estamos
situando, en tanto permiten su problematización. De ningún modo agotan la amplia gama
que caracteriza mis experiencias como investigadora, que ha estado atravesada generalmente
por registros altamente gratificantes. 91
9 “Juventude e Práticas Políticas na América Latina, análise da construção e reordenação da
categoria ‘juventude’ como representação social e política nos movimentos sociais em países
da América Latina”, que contó con financiamento del CNPq de Brasil, y se desarrolló entre
marzo de 2009 y diciembre de 2010. El proyecto estuvo dirigido por la Dra. Elisa Guaraná
de Castro. En el equipo de Argentina participamos Melina Vázquez, Pablo Vommaro y yo.
dicho estudio fue reconstruir, comprender y analizar las formas de organización
y participación política de los jóvenes en América Latina, concretada en el Cam-
pamento, en tanto iniciativa de distintas organizaciones juveniles campesinas10.
En aquella oportunidad con los compañeros con los que conformamos el equi-
po, concluíamos lo siguiente,
uno de los elementos que no pudimos incluir en el presente artículo y que, sin
dudas, será un objetivo a futuro, es el análisis de la relación entre los referentes
de los grupos responsables de la organización del Campamento y el equipo de
investigación. En este vínculo se produjeron diversas tensiones que requieren un
estudio más detallado. (Vázquez, Vommaro y Bonvillani, 2012, p. 233)
Instancia que ahora quisiera retomar, pero esta vez estrictamente desde mi pers-
pectiva del asunto.
El trabajo de campo desplegado en el Campamento consistió básicamente
en una experiencia etnográfica particular desde el enfoque de “etnografía de
eventos” (Borges, 2009)11, en la que se combinaron distintas técnicas de aproxi-
Andrea Bonvillani
92 10 “El Campamento fue organizado por el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) y
participaron de aquel alrededor de ochocientos jóvenes; la mayor parte de estos procedentes
de movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales y colectivos de al menos diez
provincias argentinas. También participaron del evento movimientos sociales de Brasil y
Colombia” (Vázquez et al., 2012, p. 203).
11 Para mayores precisiones se puede consultar el mencionado artículo.
Interviene otro joven diciendo, -nosotros somos de la organización X (mencio-
na la inscripción provincial de la organización) y no sabíamos nada de esto.
Además esta es una reunión de la organización, no es abierta.
Entonces, menciono el nombre de la directora del equipo. Algunos dicen conocer-
la de un campamento en 2005, parece haber cierta distensión en la interacción.
Pido disculpas y manifiesto que quiero entrevistarlos.
14 Utilizo este concepto de forma deliberada porque entiendo que la tensión que aquí expongo,
se aloja principalmente en el vínculo con Juan. Mi conjetura al respecto se basa en el hecho
de que en la reunión cronicada, varios jóvenes referentes de este grupo dicen no estar de
acuerdo con lo que plantea el joven aludido. Reconocen que, si bien han vivido varias ex-
periencias como las que refiere Juan, estas han sido con otros equipos de investigación. No
obstante estas puntualizaciones, considero oportuno retomar la escena en tanto me sirve 95
como ejemplo de algunas dimensiones que considero tensan la relación entre investigadores-
investigados.
15 La alusión a las experiencias vividas por el joven, en las que pone en paralelo lo vivido con
universitarios y políticos, resulta muy sugerente, pero convoca análisis que dejaré para otra
oportunidad.
ha caracterizado la relación del hombre “blanco” con las múltiples otredades
(negros, mestizos, miembros de pueblos originarios, etc.), fantasma que se
cierne como una sombra actualmente, aun en los estudios de cuño cualitativo,
(Denzin y Lincoln, 2005).
Más adelante en el curso del encuentro, Juan me dice: “este es un espacio políti-
co que vamos fabricando con el trabajo cotidiano. Sabemos que muchos de los
que van a las marchas no son del palo16, pero aunque nosotros conocemos el
hambre, nosotros construimos con compañeros que no han estado en la es-
quina”. Aparece aquí jugando otra forma de designar las tensiones que cruzan
las relaciones de investigación: la que expresa la distancia entre un nosotros
(“que somos del palo, que conocemos el hambre”) y otros (“que no han estado
en la esquina”). Diferencias derivadas de unas experiencias de vida atravesadas
por distintas posibilidades de acceso a los recursos. Distancias de clase recono-
cidas y, en tanto tales, asumidas dentro del campo de construcción política que
permite tornar “compañeros” de lucha a los otros, aunque no hayan vivido las
penurias derivadas de la efectivización de la dominación social en contra de la
Andrea Bonvillani
16 En Argentina “ser del palo” es una expresión coloquial que designa la pertenencia a algún
96 ambiente generalmente musical o artístico, pero por extensión también a un grupo, por
ejemplo, aquel del que habla Juan para aludir a una forma común de sociabilidad de los
jóvenes de sectores populares en sus barrios, como es juntarse en la esquina.
17 Recordemos con Bourdieu (1999) que en síntesis nuestro trabajo como investigadores
sociales consiste en sostener un punto de vista que es “un punto de vista sobre un punto de
vista” (p. 543).
Aun asumiendo que se trata de una pregunta abismal, vale la pena saber que
lidiamos con estos límites, y que debemos esforzarnos para hacer con ellos.
Palabras finales
Lo que nos falta es una audacia científica e investigadora.
Bajtín, 1979
Referencias
Bajtín, M. (1979). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI.
Bonvillani, A. (2012). “Hacia la construcción de la categoría ‘subjetividad política’:
una posible caja de herramientas y algunas líneas de significación emergentes”.
Primer número de la Biblioteca Latinoamericana de Subjetividades Políticas:
“Subjetividades políticas: desafíos y debates latinoamericanos”. Co-edición del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Universidad Francisco
98 José de Caldas. Colombia.
Bonvillani, A. (2013). “Travesías con otros: reflexiones en torno a experiencias de inves-
tigación con jóvenes cordobeses”. Coloquios de Investigación Cualitativa II. Horacio
Paulín y Maite Rodigou Nocetti (Comp.). Córdoba: Editorial de la Universidad
Nacional de Córdoba. (En prensa).
Borges, A. (2009). “Explorando a noção de etnografia popular: comparações e trans-
formações a partirdos casos das cidades-satélites brasileiras edas townships
sul-africanas” en Cuadernos de Antropología Social Nº 29, Facultad de Filosofía
y Letras de la UBA. Pp. 23–42. Disponible: http://es.scribd.com/doc/48912067/
antonadia-borges-etnografia-popular#archive.
Bourdieu, P. (1999). La miseria del mundo. España: Fondo de cultura económica.
Andrea Bonvillani
Doctorado y Postdoctorado en Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba,
Argentina. Coordinadora Académica de la Maestría en Intervención e Investigación
Psicosocial. Docente e Investigadora de la Facultad de Psicología de la mencionada
Universidad. [email protected]
Andrea Bonvillani
100
Del sujeto moral al sujeto político.
Algunas pistas epistemológicas y
metodológicas para indagar por la
constitución de subjetividades
políticas en la primera infancia1
Sara Victoria Alvarado
María Camila Ospina Alvarado
Ariel Gómez
Resumen
El artículo que se propone a continuación recoge algunos aspectos metodológi-
cos y hallazgos de una investigación realizada entre los años 2009-2011 sobre el
papel que juega la configuración moral de niños y niñas entre los cinco y seis
años de edad, en la constitución de su subjetividad política; esto en un contexto
conflictivo como es el barrio Ocho de marzo de la ciudad de Medellín, atravesa-
do por lógicas violentas derivadas de un conflicto armado que aqueja a la ciudad
desde hace más de tres décadas.
Un punto de partida
Decir que el asunto moral puede ser planteado desde una reflexión acerca del
mundo subjetivo nos remite a una discusión inicial ¿Qué hay de subjetivo en la
moral? ¿Cómo sujeto y mundo moral se interpelan mutuamente en una relación
en la que el sujeto no deviene de la nada, sino de su experiencia en un mundo
compartido con otros? Un primer elemento para iniciar esta reflexión nos in-
dica que la relación entre moral y subjetividad no corresponde a los límites
definidos entre la exterioridad e interioridad, porque los otros están en mí, el
afuera está en mí y mis sentidos morales los llevo también conmigo; este uni-
verso me acompaña en mis formas particulares de pensar, actuar y sentir. En ese
sentido hablar de moral implica adentrarnos en una reflexión que se pregunta
más por la configuración de la subjetividad, que por las normas preestablecidas
y códigos de comportamiento y urbanidad.
102
La moral no se reduce a una pregunta por las buenas acciones, sino por los
modos como el sujeto produce sentidos morales desde un horizonte de vida
buena. Este texto tiene asidero teórico si se quiere en una tradición filosófica
moral que indaga más por lo que es bueno ser, que por lo que es correcto
hacer, Taylor (1996).
Desde esta perspectiva teórica la forma como un sujeto configura una idea acer-
ca de sí y del otro cobra especial importancia, es una pregunta por la configu-
ración de la identidad moral de un sujeto que despliega su subjetividad desde
unos pactos compartidos, sin querer decir que estos pactos determinan sus
acciones morales, sino más bien que se presentan como un referente impor-
tante en los modos como el sujeto configura un horizonte de valoración moral
sobre el bien y el mal, en el que la orientación al bien se constituye en visión
de futuro, en ruta identitaria a partir de la cual organiza su modo de valorar, de
decidir y de actuar moralmente, para alcanzar ese bien, Luna (2007).
Esta ruta reflexiva nos acerca a un desafío bastante importante: comprender
cómo a partir de sus ideas acerca de los otros, el sujeto va produciendo sentidos
sobre la diferencia; y cómo esa valoración de la diferencia aporta a la configura-
ción de la pluralidad como experiencia política. En síntesis, la moral no solo se
presenta como un asunto de la esfera subjetiva, sino que además nos acerca a la
los fenómenos sociales, en este sentido tiene claro que la complejidad del com-
portamiento humano implica construir marcos interpretativos que nos permita
leerla en contextos socio culturales específicos, en los cuales los sentidos sígni-
co-simbólicos juegan un papel relevante, motivo por el cual “el lenguaje se con-
vierte en objeto y mediación, dentro de la aspiración de dar cuenta compren-
sivamente de la existencia de la vida humana, aspiración que ha resultado
fallida desde la tradición de una epistemología positivista” (Luna, 2007).
En este sentido se alude a la noción de saber situado, pues se entiende que la
generalización de hallazgos no es un fin en sí mismo, tanto como sí lo sería el
acercamiento a los modos como operan, se manifiestan y se interrelacionan los
sujetos de una realidad contextualizada y mediada por el lenguaje. El lenguaje
se presenta así como un mediador en la organización de la vida en órdenes es-
pacio temporales que orientan la comprensión de los acontecimientos de una
vida, aquellos que empiezan a constituir un sujeto en su devenir. El lenguaje a
su vez, requiere ser leído para ser luego interpretado, dicha lectura requiere de
un método que permita al investigador acceder a la construcción de los datos
que emergen de los modos como se van encadenando los lenguajes a las expe-
riencias biográficas y sociales del sujeto; el lenguaje se da siempre en un con-
texto específico y siendo al mismo tiempo mediador, es a su vez mediado por
las prácticas y los significados que ese lenguaje asigna a la vida que se vive con
otros en un tiempo y en un espacio particular, entendiendo eso sí, que muchos
lenguajes y significados están influenciados por prácticas y discursos que se dan
en escenarios socio culturales más amplios y más complejos.
Arendt (1998), no es solo un suceso, algo que ocurre, y a su vez esto que ocurre
se expresa en una narración, en un relato, el cual se caracteriza porque tiene un
comienzo, un desarrollo y un final, y cuya lógica de construcción revela un sen-
tido para el narrador. Entonces comprendemos que una acción es un comienzo,
solo en una historia que ella inaugura. Ninguna acción, en suma, tomada en
sí misma es un final. Según Ricoeur (2002, p. 26) “si todo discurso se actualiza
como acontecimiento, todo discurso es comprendido como sentido”.
Desde una perspectiva moral, el sentido toma forma de acuerdo a aquello que se
presenta como la idea de una vida digna de ser vivida, esto es, la orientación que
nos permite movernos en un horizonte moral visto a través de la Dignidad y la
Vida Buena (Taylor) y no necesariamente a través de la vida correcta que ha ins-
pirado los manuales de buena conducta más tradicionales, o de la moral enten-
dida al modo de la sucesión de unos estadios evolutivos que operan de acuerdo
al comportamiento cognitivo de los individuos. Mientras que por ejemplo para
Taylor el problema del respeto está en la dignidad, para Kohlberg está en la
norma; es la gran diferencia entre estas formas de concebir la moral. La idea
de respeto para Taylor habla del reconocimiento de que el otro está haciendo
el mismo esfuerzo por vivir, lo que lo hace digno; el respeto se asienta entonces
en la dignidad que se le atribuye al otro. ¿Es entonces el respeto un asunto del
deber orientado por la norma, o emerge del reconocimiento del otro? La norma
es una objetivación, es componente regulatorio de la existencia pero no nece-
sariamente del ser. Finalmente el ser se constituye en un horizonte moral, una
propia deseabilidad de caminar hacia algún lugar.
Más allá de preguntar entonces por el sentido del bien y del mal en los niños
y niñas hay una pregunta teórica importante, ¿cómo se construye el hori-
zonte moral? es una pregunta conceptual que al mismo tiempo puede deve-
106 nir empíricamente, ¿qué lugar ocupan mis contemporáneos, mis predecesores
como fuentes morales?
Ya se ha enunciado que la configuración moral de un sujeto no se da de manera
independiente a la realidad social, esta es un punto de partida importante para
el sujeto, lo que no indica que no pueda ser controvertida o transformada, solo
decimos que es un referente de importancia significativa en la vida de los suje-
tos. Desde este punto de vista, la construcción de los datos no se dio de manera
exclusiva en las narraciones de los niños y las niñas (aunque fuese este el
escenario de mayor importancia para los intereses de esta investigación), sino
también a partir de la observación de escenarios naturales de socialización e
interacciones con agentes inmediatos de socialización como docentes, madres,
abuelas y algunos padres.
A la lectura hermenéutica de la información generada en las narraciones de
niños y niñas fue necesario agregar una mirada comprensiva a los ambientes
cotidianos de socialización, en el que diferentes agentes tienen un papel im-
portante, para este caso, nos centramos en algunos supuestos de la sociología
comprensiva ofrecida por Shütz y Luckman (2003), en la cual se reconoce que,
la situación biográfica está delineada desde el comienzo. Ciertos elementos de
la estructura del mundo son irrevocablemente impuestos al individuo…Las rela-
conversación con los niños y las niñas después de ver extractos de programas de
televisión más comunes en sus hábitos televisivos como fueron no solo los pro-
gramas infantiles, sino también las telenovelas para adultos y algunos realities
programados en franjas de horario familiar. Es importante mencionar que uno
de los investigadores, que para el momento del desarrollo de la investigación
laboraba como asesor pedagógico dentro de uno de los procesos que facilitaba
la Skola Alemana, tuvo la posibilidad de interactuar de manera directa y sis-
temática no solo con los niños y las niñas, sino también con sus familias, sus
maestras, participando activamente de reuniones que el centro comunitario
convocaba con familias del barrio y con algunos líderes y lideresas del sector.
En este esfuerzo interpretativo también fue importante una lectura del contexto
socio cultural e histórico del barrio Ocho de Marzo, la lectura de documentos,
investigaciones y descripciones del contexto barrial, las formas de configuración
como comunidad que es relativamente reciente, algunos elementos de importan-
cia relevante para la comunidad como es el conflicto histórico asociado a actores
armados ilegales, a las necesidades mínimas de sobrevivencia y a la construcción
de lenguajes y prácticas comunes; específicamente aquí nos parece importante
considerar lo concerniente a aspectos que inciden en la configuración moral de
los sujetos como las normas de comportamiento social, las percepciones sobre el
hecho social violento y la construcción de modelos de identidad asociados a una
vida digna de ser vivida. A esta información que podríamos llamar si se quiere se-
cundaria, se sumaron las lecturas de informes pedagógicos y psicosociales elabo-
rados por las docentes, el psicólogo y la trabajadora social encargada de acom-
pañar el proceso formativo ofrecido desde la Skola Alemana.
La construcción de los datos en relación específica con los sentidos morales de
bien y mal se hicieron a partir de lo que en los relatos y en general en la infor-
mación generada encontrábamos como regularidades, rupturas, similitudes,
diferencias y rasgos comunes en la configuración de dichos sentidos. El diálogo
110 permanente entre los investigadores llevó a la elaboración de una matriz analítica
que tuvo su desenlace en la construcción de unas categorías comprensivas que
fueron emergiendo en el proceso y que fueron a su vez los elementos de mayor
relevancia en el momento de entender cómo se manifiestan dichos sentidos. El
hallazgo más importante en ese proceso es lo relacionado con una moral que se
configura de manera ambivalente, y esa ambivalencia expresada a partir de tres
elementos: los contextos de socialización política en los que los niños y las niñas
se ven inmersos, los procesos de intersubjetividad y de interacción en los que
hay intercambios simbólicos del lenguaje y los rasgos de subjetividad política que
podrían estar dándose fruto de esa configuración moral ambivalente.
La construcción de estos datos de los que fueron emergiendo los sentidos morales
y las categorías comprensivas de esta investigación, se desarrolló considerando
que para comprender una narración hay que comprender el contexto en el que
esta se produce; por esta razón, el esfuerzo hermenéutico en la lectura de la in-
formación fue enriquecido con la propuesta de Van Dijk (2000) en sus análisis
del discurso como acción, en los que reconoce que “las historias y los argumentos
no solo tienen estructuras abstractas e involucran procesos y representaciones
mentales (como conocimientos), sino que son, al mismo tiempo, una dimensión
de los actos comunicativos de narración y argumentación realizados por usuarios
del lenguaje en situaciones reales” (p. 22). De este modo, la noción de contexto
112 Las experiencias cotidianas en las que niños y niñas se socializan están profun-
damente influenciadas por este modelo y en ese sentido el modelo continúa
por todos los medios con esta empresa reproductiva, para el fin último de le-
gitimarse en los individuos y alimentar la competitividad, el egoísmo, el indi-
vidualismo y la desconfianza en el otro. ¿Qué queremos decir entonces cuando
hablamos de que el niño y la niña construyen su idea de otros de forma am-
bivalente? Lo que decimos es que el otro tiene un lugar en su vida que es valo-
rado acorde a sus ideas morales, y tal como hemos insistido, sus ideas morales
tienen una condición de ambivalencia por coexistencia o relativización. Este
elemento nos lleva a considerar el papel que dicha ambivalencia, acerca de la
configuración moral del niño y la niña y de sus ideas acerca del otro, tiene en los
primeros sentidos de su experiencia política, en la que persisten prácticas que
actúan desde la naturalización del uso de la fuerza sobre otros, legitimación
de prácticas de justicia privada y modelos de poder fuertemente asociados a la
ilegalidad, derivada de la desconfianza en las instituciones.
Este asunto parece estar todavía muy poco claro. Un primer elemento que podrá
ayudarnos a comprender la relación entre configuración moral, idea del otro y
experiencia política, es aclarar cómo moral y política se relacionan, pero sobre
todo desde un elemento que cobra protagonismo en este esfuerzo interpreta-
tivo: la subjetividad. Si estamos diciendo que la moral es del fuero subjetivo
Referencias
117
Arendt, Hannah (1998). La condición humana. Paidós: Barcelona.
Céspedes, Nélida (2012). Incidencia Política como estrategia de Poder. Diplomado
Internacional de Especialización, Formación de Formadores en Educación Po-
pular. Perú: CEAAL - Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Díaz Gómez, Álvaro. Subjetividad y Subjetividad Política. Entrevista con el psicólogo
cubano Fernando González Rey realizada en el marco del 30 Congreso de la Sociedad
Interamericana de Psicología (SIP) en Buenos Aires, Argentina, el 29 de Junio del 2005.
Este artículo se preparó para publicación en la Revista Colombiana de Educación No.
50, primer semestre del 2006. CIUP. Universidad Pedagógica Nacional. Consultado
en octubre 24 de 2009 en: liberacción http://www.liber-accion.org/articulos/26/59
Estrada, Ángela María; Toro, Manuel; Diazgranados, Silvia; Tejada, Natalia. Sociali-
zación política y reflexividad moral de menores desvinculados del conflicto interno
en Colombia. Contribuciones a la comprensión de la vinculación a los grupos
armados y criterios para la prevención y la Atención. Controversia, tercera etapa,
No 195. Diciembre de 2010, p. 195-241.
Luna, C. María Teresa. La intimidad y la experiencia en lo público. Revista Latinoa-
Sara Victoria Alvarado - María Camila Ospina Alvarado - Ariel Gómez
al asunto de interés. Por indígena entendemos las formas en que los grupos
culturales perciben la realidad, sus maneras de conocer y el sistema de valores
que informa los procesos de investigación, Chilisa (2012). Destacamos que se
trata de qué método utilizar para reconocer y entender las subjetividades so-
ciales de los actores sociales de movimientos comunitarios de base que pudie-
ran coincidir en una agenda descolonizadora.
La pregunta que nos concierne es ¿cómo contribuir y entender el proceso de
construir una responsabilidad ética y política alterna que surja de subjetivi-
dades políticas colectivas emergentes? Dado el proceso de construcción coloni-
zadora, se requiere una subjetividad que haga diferencia, retadora de la histo-
ria política. Para un acercamiento psicosocial nos resulta útil la conceptuación
de Bulter y Athanasiou (2013) del desposeimiento. Según ellos tiene dos ins-
tancias, una en la cual el sujeto viene a existir al instalar en sí mismo los objetos
perdidos junto a las normas sociales que regulan su disposición a interpelar a
otros. La otra instancia es,
ser desposeído se refiere a procesos e ideologías mediante las cuales las personas
son (des)adueñadas y desesperanzadas por poderes normativos y normalizadores
que define la inteligibilidad cultural y que regula la distribución de la vulnerabi-
lidad: pérdida de tierras y comunidad, apropiación del cuerpo de uno por otros,
como el caso de la esclavitud, sujeción militar, imperial, violencia económica, po-
breza, regímenes de seguridad, subjetivización biopolítica, individualismos pose-
sivos liberales, gobiernos neoliberales y precarización. (p. 2)
Butler y Athanasiou (2013) al elaborar, destacan que el proceso de cambio implica
ruptura y sufrimiento para quienes han sido desplazados y colonizados de manera
que no se puede sostener una política ideal no ambivalente. En el primer sen-
tido, es una forma de delimitar la auto-suficiencia y un establecerse como seres
relacionales e interdependientes. En la segunda, desposesión es una condición
dolorosa impuesta por la violencia normativa que determina los términos de sub-
120 jetividad, sobrevivencia y vida. Al decir de Povinelli (2011) la segunda situación
forma parte del cuadro del abandono, las vidas destrozadas y luchas extenuantes,
discursos que evaden responsabilidades éticas y sociales de los daños fulmi-
nantes, que son a veces imperceptibles. La pregunta planteada es ¿cuáles son los
agenciamientos colectivos y “multitudes” (Hardt & Negri, 2004) (movimientos
sociales y anticoloniales) ante la gobernanza de las diferencias sociales?
En el caso de Puerto Rico se vive la desposesión, opresión en diversas modali-
dades. En el plano geopolítico es una colonia clásica, Maldonado Denis (1972)
referido como territorio de los Estados Unidos con sus implicaciones subjetivas
y objetivas. En estos momentos se debate ante el Congreso de Estados Unidos
las vías para la descolonización, entre las cuales se encuentra el anexionismo,
estado libre asociado, soberanía e independencias. Discusión en la cual los
Trasfondo socio-histórico
Durante las últimas tres décadas en Puerto Rico se han llevado a cabo una serie
de movilizaciones de comunidades de base dirigidas a la autogestión y partici-
pación ciudadana crítica. Estos esfuerzos han surgido de manera relativamente 121
espontánea, habiendo un papel de acompañante para los académicos. Desde
los mismos han surgido lecciones, teorizaciones y acciones políticas alternas
para el desarrollo de un proyecto social descolonizador, Seda (2012); Pizarro
(2012). Estas movilizaciones se desarrollaron en un contexto socio-histórico que
a manera de panorámica relatamos.
Puerto Rico es un país territorio y colonia de Estados Unidos. Fue ocupado por
este país en 1898. En el siglo XVI había sido invadido y colonizado por España.
Ha compartido la historia de colonialismos y esclavitud de africanos con Lati-
noamérica y el Caribe. Durante el siglo XX, sus gobiernos se concentraron en
la implantación de un proyecto modelo político-económico desarrollista cono-
cido como Operación Manos a la Obra. Fue un esfuerzo dirigido a modernizar
el país e instalar un capitalismo dependiente de inversión extranjera con formas
de democracia representativa. La dirigencia e intelectuales estadounidenses
junto a sus colegas puertorriqueños lo presentaron como la revolución pacífica,
Ramírez (1985). Este proyecto contó con una planificación y sincronía acorde con
Dolores S. Miranda Gierbolini - Doris Pizarro Claudio - Nelson Santos
Sobre el método
Los debates en torno a las tensiones epistemológicas y sociales de las ciencias
sociales nos han llevado a asumir diversas reorientaciones. En cuanto a lo epis-
temológico nos llevó a repensar cómo construir el objeto de estudio y retomar el
sujeto y las subjetividades, López (1988). Estas reorientaciones nos han movido
a consideraciones metodológicas fenomenológicas, hermeneútica, feminismo,
análisis del discurso y etnografías, investigación acción participativa (IAP)
muy entrada a la psicología de liberación, Martín-Baró (1986) y los métodos
descolonizadores e indígenas. Estos últimos, cobran auge con los movimien-
tos postcoloniales y rescate de las subalternos y anticoloniales entre otros. Los
mismos forman parte de los proyectos de investigación elaborados desde la IAP.
Nuestra propuesta de trabajo requiere a su vez, hacer un movimiento hacia una
ontología relacional, Chilisa (2012). La ontología relacional nos propone una
lectura de la realidad del nosotros en lugar del yo y otro. Es el ubunto que nos
propone que “yo soy nosotros, soy porque somos, somos porque soy y la persona
es debido a otros” (Chilisa, 2012). Cuando abordamos la interpretación sobre
algún asunto desde el yo se producen enunciados y posicionamientos muy dife-
rentes a cuando lo abordamos desde el nosotros.
El debate en torno a las rupturas epistemológicas y métodos en las Ciencias
Sociales ha sido extenso e inconcluso. Por tratarse de abordar las realidades
sociales se constituirá en un proyecto en construcción continua. El mismo des-
borda nuestras posibilidades en este capítulo. Queremos hacer hincapié en las
problematizaciones que hemos abordado y sobre las cuales apenas se levantan
acuerdos transdisciplinarios.
La gestión comunitaria de base desde la academia ha descansado en la IAP, Fals
Borda (2001), Montero (2003). Se podría estar de acuerdo en que ha sido la es-
trategia metodológica privilegiada en los trabajos comunitarios en la psicología
126 comunitaria, Miranda, de León y Franco & Quiñones (1991), así como trabajo so-
cial (Instituto Universitario para la Comunidades, s. f.). Con las mismas, coin-
ciden participantes en los proyectos de comunidad de base. Esta modalidad ha
servido como guía en la organización y movilización comunitaria, en los lugares
donde hemos colaborado a nivel local. Los acercamientos desde la IAP nos pro-
pone varias posibilidades entre las cuales destacamos dos, un método para el es-
tudio de la gestión comunitaria y así contribuir a la acumulación de conocimiento
y, un método que contribuye al performativity (acción política), Butler (2013),
proponiendo un proyecto social alternativo. Orfila (2013) afirma el qué hacer para
la construcción de las subjetividades que conduzcan a una práctica contestataria
y descolonizadora. Nos ubica en los marcos conceptuales de la liberación.
para liberar las “mentes cautivas” de las condiciones opresivas que continúan
silenciando y marginando las voces de los(as) subordinadas; implica restaurar
y desarrollar las prácticas culturales que han sido menospreciadas e invisibliza-
das, para que puedan dar vida a nuevas ideas, conocimientos, técnicas y estilos
de vida, y consecuentemente, fortalecer la vida de las sociedades colonizadas.
Las estrategias de descolonización según Tuhiwai Smith son las siguientes.
• Desconstrucción y reconstrucción. Se refiere a destruir los errores escritos
tales como interrogar las distorsiones de la experiencia de las personas, las
etiquetas negativas, déficits genéticos y culturales generalizados que patolo-
gizan o criminalizan al otro colonizado. Luego recontar las historias o cuentos
del pasado envisionando el futuro.
• Auto-determinación y justicia social. Los planteamientos en torno a la
investigación se dirigen desde un marco de referencia más amplio de la auto-
determinación y justicia social. Es hacerle frente a la violencia que ha hecho
la investigación a los otros colonizados y marginados.
• Ética. Dar a conocer, legislar para proteger el conocimiento indígena. Ya
son conocidas las formas de saquear conocimientos indígenas para luego
ser patentizados por los investigadores y corporaciones. Hacer responsables
a los investigadores del daño producto de la marginación, racismos,
patologización y criminalización resultado de sus investigaciones. Crear
comités de ética en las comunidades. Tener como principio asumir las
consecuencias sociales de la investigación. Reconocer la autoría de quienes
contribuyen con su conocimiento.
• Lenguaje. Escribir o redactar los resultados de las investigaciones en el idioma
materno de la población.
• Internacionalizar la experiencia indígena. Los intelectuales indígenas
internacionalizan sus experiencias, planteamientos y luchas de las personas
128 colonizadas, participando con otros los espacios y foros globales.
• Historia. La gente debe estudiar para recuperar su historia, cultura y lenguaje.
• Crítica. Existe la necesidad de hacer la crítica al modelo imperial que con-
tinúa negando a los otros colonizados y marginando espacios para contar su
historia desde su visión de mundo y experiencia.
Estas estrategias coinciden con las que hemos utilizado a través de la perspecti-
va de la liberación en Latinoamérica. Las mismas sirven como base para proyec-
tos, Smith (2013), en lugar de referirse a métodos específicos de investigación.
Propuesta de trabajo
130
Referencias
Alvarado, S. V.; Botero, P; Ospina, H. F. (2010). Subjetividades políticas: sus emer-
gencias, tramas y opacidades en el marco de la acción política. Mapeo de 61
experiencias con vinculación de jóvenes en Colombia. Utopía y Praxis Latinoa-
mericana, 15(50), julio-septiembre,39(55).Recuperadode:http://redalyc.uaemex.
Doris Pizarro
Catedrática asociada de la Escuela Graduada de Trabajo Social de la Universidad de
Puerto Rico. Obtuvo su grado de Doctor en Philosophia con concentración en Trabajo
Social de la Universidad de Puerto Rico. Es directora del Instituto de Política Social
de la Escuela Graduada de Trabajo Social. Fue trabajadora social distinguida en las
escuelas públicas de Puerto Rico, particularmente en la escuela República de Perú
del Residencial Luis Llorens Torres. Recibió la distinción Blanca Canales Toresola por
su quehacer dentro del trabajo comunitario, defensa de los derechos de las mujeres y
los trabajadores/as. Sus trabajos recientes se dirigen a la construcción y participación
ciudadana y su dimensión transformadora. [email protected]
Llamo dispositivo a todo aquello que tiene,de una manera u otra, la capacidad
de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar
los gestos, las conductas,las opiniones y los discursos de los seres vivos.
Agamben, 2011
Introdución
La noción de dispositivo que ha sido abordada desde distintas disciplinas y au-
tores, coincide en que la esencia de dicho concepto se encuentra en su función
en el contexto de las relaciones de poder y en la construcción de relaciones entre
los sujetos. Por excelencia, se conoce el lugar teórico que ha aportado Michael
Foucault, para quien el dispositivo es la red que puede establecerse entre un
conjunto heterogéneo de elementos que incluye discursos, instituciones, regla-
mentos, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones
135
filosóficas y morales; que tiene siempre una función estratégica concreta y se
inscribe siempre en una relación de poder.
El presente escrito se constituye en un análisis de las formas en que diversos
autores presentan el concepto de dispositivo, no es un agrupar definiciones,
sino por el contrario, visibilizar algunos puntos de convergencia, aproximán-
dose al dispositivo; pero además la propuesta es comprender una forma de
lectura o análisis de la realidad que permitirá pensar “el dispositivo” como
elemento metodológico.
Por ello, se ha planteado que el dispositivo implica relaciones entre institu-
ciones, prácticas sociales y modos de gobernar que buscan determinar las for-
mas de ser, hacer y conocer del sujeto en un momento histórico determinado,
constituyéndose en acontecimiento, de tal modo que se afirma que el disposi-
tivo es un modo de constituir subjetividades.
Lo cual lleva a comprender en palabras de García Fanlo, que un dispositivo con-
siste en una
red de relaciones entre instituciones, sistemas de normas, formas de compor-
tamiento, procesos económicos, sociales, técnicos y tipos de clasificación de
sujetos, objetos y relaciones entre estos, un juego de relaciones discursivas y
no discursivas, de regularidades que rigen una dispersión cuyo soporte son prác-
Jorge Eliécer Martínez Posada
ticas. Por eso no es exacto decir que los dispositivos “capturan” individuos en su
red, sino que producen sujetos que como tal quedan sujetados a determinados
efectos de saber/poder. (2011)
Cuando se reflexiona acerca del dispositivo, se genera una lluvia de diferentes
perspectivas, posturas lógicas y significados, que pueden llegar a que se piense
que es todo a la vez, un lugar, una institución, un discurso, una acción, una
práctica, un elemento, o un espacio temporalmente definido; o en otros térmi-
nos como lo nombra Moro (1999, p. 252), una palabra de maleta “que permite
explicar de manera elegante y conocida lo que de otro modo exigiría el empleo
de perífrasis azarosa”.
Dispositivo de la sexualidad
El cual se retoma explícitamente desde la Sexualité analizada y descrita por
Foucault.
No hay que imaginar una instancia autónoma del sexo que produciría secunda-
riamente los efectos múltiples de la sexualidad a lo largo de su superficie de con-
tacto con el poder. El sexo es, por el contrario, el elemento más especulativo, el
más ideal, el más interior en un dispositivo de sexualidad que el poder organiza
en sus capturas de los cuerpos, su materialidad, sus fuerzas, sus energías, sus 145
sensaciones, sus placeres. (Castro, E. 2006, p. 505)
Debe reconocerse que el tema de la sexualidad ha sido abordado históricamente
y a partir de la modernidad se visibiliza un cambio, dado que distanciándose de
la represión el tema de la sexualidad se aproxima a una incitación constante a
hablar del sexo, explicitándose en los discursos.
Foucault propone como interrogante ¿por qué esta cacería de la verdad del
sexo, de la verdad en el sexo?, ¿cuál es la historia de esta voluntad de verdad?
Y para abordar el análisis debe contemplarse el lugar del poder en términos de
represión, y para ser más precisos, hacer referencia a este dispositivo implica
retomar las siguientes citas.
Por ello, para llevar a cabo la historia de la voluntad de verdad acerca del sexo
es necesario precisar qué se entenderá por poder. En este sentido, Foucault no
se propone una teoría del poder, sino una analítica del poder que tiene como
finalidad desprenderse de la concepción jurídico-discursiva supuesta tanto en
aquellos análisis que consideran que el poder es represión del deseo cuanto en
aquellos para los cuales la ley es constitutiva del deseo. Cinco elementos prin-
cipales definen este supuesto común: 1) La relación negativa. El poder no puede
hacer con el sexo ninguna otra cosa más que decirle “no”. 2) La instancia de la
regla. El poder esencialmente le dicta al sexo su ley según el régimen binario de
lo lícito y lo ilícito, lo permitido y lo prohibido. 3) El ciclo de la prohibición: no
Jorge Eliécer Martínez Posada
Dispositivo de seguridad
A la luz de este tipo de dispositivo, es posible encontrar un giro sobre los disposi-
tivos de soberanía y disciplinario, precisamente porque a partir del análisis de
las sociedades modernas del siglo XVIII Foucault visibiliza una nueva función
del Estado que tiende a garantizar la felicidad y la prosperidad de la población
que gobierna.
Derivado del análisis que realiza Santiago Castro, se retoman aquellos elemen-
tos que permiten comprender cómo el sentido de este dispositivo se ilustra
desde el cambio de la economía de poder a partir del siglo XVIII y se refleja
una intención del Estado para potenciar la vida y las condiciones de existencia
de los sujetos, de tal forma que las estrategias para combatir hambrunas, para 147
aumentar las esperanzas de vida, para invertir en educación, hacen referencia
a una forma de ordenar la sociedad desde procesos y no de manera universal.
De manera consecuente, se establece una gubernamentalidad, de tal forma que
al reconocer la existencia de procesos en la sociedad se ocupa de gestionarlos.
Del mismo modo, se configura la noción de dispositivo de seguridad a través
del cual se establecen unos lineamientos particulares para generar y garantizar
nuevas condiciones de vida para los sujetos que componen la población.
Se confirma desde el análisis de Castro, cómo estos dispositivos desde la pro-
tección de los ciudadanos y la gestión eficaz rompen con los modus operandis
del gobierno, en tanto que ¨Ya no buscan el simple vivir de las personas, sino
el más que vivir¨ (Castro, 2010, p. 26); se apunta a garantizar la producción de
sujetos cualificados y bajo condiciones de bienestar y felicidad que van acorde
con objetivos de gubernamentalidad.
“No se trata ya de garantizar la obediencia del súbdito y su pasividad con respecto
a la ley. La cuestión pasa ahora por crear unas condiciones que permitan la activi-
dad de los súbditos dentro de ciertos límites aceptables¨ (Castro, 2010, pp. 24-25).
De esta manera, Foucault describe este tipo de dispositivo como uno de los medios
o caja de herramienta para realizar investigaciones en torno a problemas sociales;
Jorge Eliécer Martínez Posada
Dispositivo de la persona
Foucault ha profundizado claramente en el poder desde un sentido discipli-
nario, de tal forma que a partir de esto se explica cómo el poder se ha centrado
en el cuerpo, desde diferentes perspectivas.
Referencias
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Social CINDE.
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y subjetividad”. Bogotá: Editorial Unisalle.
4 Sostuvo que “la administración del presidente Piñera ‘ha puesto sobre la mesa un esfuerzo
considerable en materia del crédito’ y reiteró la disposición del Gobierno a retomar el diálogo
pero aseguró que no hay la misma disposición desde el otro lado” (Larraín F., 2011).
pronunciado descenso de su popularidad, en gran medida, como consecuencia
de la actitud del Gobierno frente al movimiento estudiantil. Todas estas inter-
pretaciones tratan de convertir, simbólicamente, los movimientos sociales en
fenómenos de carácter efímero, médicos, climáticos, producto de fuerzas ciegas
de la naturaleza, carentes de significado y no los reconocen como acciones so-
ciales e intencionales que tiene un por qué y un para qué, Stonier y Bode (1964)5.
Esta “construcción de realidad” naturalista es de origen colonial. Los españoles
llamaban “naturales” a los pueblos vernáculos, los consideraban parte de la fau-
na americana6. El filósofo conservador Osvaldo Lira sostiene que en la Conquista
los españoles aportaron la forma, el principio activo espiritual según la filosofía
tomista y los nativos solo la materia pasiva. El historiador conservador Alberto
Edwars afirma que “la soberanía popular es la dictadura del proletariado”. Para
Miguel Urrutia Fernández - Jorge Vergara Estévez
5 Esta distinción proviene, según A. Stonier y Karl Bode, de la teoría sociológica y fue asumida
por Schutz, Alfred (1964).
156
6 El Vaticano demoró sesenta años -cuando ya había finalizado la conquista y cuando la
población vernácula descendió a menos de un tercio- en reconocer que los indígenas eran
seres humanos dotados de alma.
7 El término “unidad nacional” fue el principal eslogan de la dictadura de Pinochet. La dic-
tadura tuvo como principio “restaurar la unidad nacional”, entendida como recuperación
del orden oligárquico del siglo XIX, según señala Pinochet en su Geopolítica (1968).
Seamos hombrecitos o mujerazas, como quieran ustedes ponerlo. No nos va
a doblar la mano una manga de inútiles subversivos, que están instalados
muchos de ellos, desgraciadamente, en un Parlamento que no supimos ganar.
Los enemigos están al frente y nos dan una guerra, tarde, mañana y noche.
(Larraín, C., 2011a)8
Podría decirse que el conflicto con los movimientos sociales ha exacerbado y explici-
tado los componentes más negativos de la subjetividad de la actual derecha chilena.
• El patrimonialismo. La convicción de que el país, el Estado y la sociedad les
pertenecen; es una perversa confusión entre la propiedad privada y lo público.
• Elitismo y el desprecio por la “gente”. Las masas son ignorantes, sugestionables
8 En declaraciones posteriores dijo que se refería a “las personas que abusando del derecho de
reunión que todos respetamos, se ponen unas capuchas en la cabeza, cargan bombas molotov, 157
pelean y hieren a los carabineros, le roban las cosas a los feriantes, por último incendian los
comercios y en definitiva impiden que siga la vida en Santiago”, (Larraín, C., 2011b).
9 Piñera dijo que el suyo sería “un gobierno de excelencia” . En su inicio señaló que “en veinte
días yo siento que hemos avanzado más que otros, tal vez, en veinte años”. También afirmó
que el último censo iba a ser “el mejor censo de la historia”, en: (Frías, 2003).
lógicos en el sentido de Mannheim, es decir, su sentido residiría en expresar
discursivamente los intereses de un grupo o sector, Mannheim (1936)10.
10 Esta es una postura empirista que supone que los intereses son un dato “objetivo”, que
puede ser deducido inequívocamente por el observador de su análisis de la situación. Sin
embargo, los “intereses” de los grupos, clases o países, son una construcción discursiva
relacionada a la temporalidad. Lo que podría parecer a los portadores del discurso como
adecuado a sus intereses, puede serlo solo a corto plazo, y no en un plazo mayor. También
158 hay intereses “estratégicos” que pueden requerir sacrificar intereses a corto plazo. Esto lo
comprenden bien los escasos reformistas de los partidos de derecha en Chile que piden a
su sector abandonar el inmovilismo y “cambiar algo para que todo siga igual”, como Manuel
José Ossandón. “Hablando del binominal, manifestó que “hay personas que no quieren, hay
sectores de la UDI que se oponen a cualquier modificación” y que “tanto se han afirmado
en no tocar el sistema binominal, que vamos a terminar con una asamblea constituyente”
en: (Ossandón, 2003).
como lo muestra la cita de Boric. Conciben esta responsabilidad con carácter
intergeneracional. “La demanda que se erige es una demanda social, que es
para todos, no solamente para la actual generación, sino que para la futura”
dice Camila Vallejos, que fue la dirigente más importante del movimiento estu-
diantil, Vallejos (2011). En el lenguaje clásico de análisis de los cambios de sub-
jetividad política y social de los movimientos sociales, constatamos el tránsito
de una conciencia para los otros a una conciencia de sí y para sí, Lechner (1970).
“Se trata del momento que nos toca vivir y la posibilidad de avanzar en una di-
rección que hasta hace unos años era impensable. Es nuestra responsabilidad,
como generación, acabar con la transición”, señala Gabriel Boric (2012), quien
fue uno de sus principales líderes.
11 La última Encuesta Cerc (2013) muestra que, actualmente, es de solo 14 %, menor que a fines
de la dictadura en 1988, donde llegaba al 19 %.
Otro de los aspectos de esa subjetividad es su orientación solidaria hacia los
otros estudiantes y los futuros. Gloria Negrete, vocera de los estudiantes se-
cundarios que estaban en huelga de hambre, en agosto del 2011, decía en un foro
“A nosotros ya nos cagaron. Estamos luchando por nuestros hermanos chicos,
por los hijos que podamos tener” (2011). Asimismo, debe destacarse el hecho de
que una parte importante de los estudiantes que participan estudian en las me-
jores universidades del país y provienen de sectores medios con mayor capital
cultural. En contraste, alumnos de familias de menores ingresos, cuyo capital
cultural e intelectual les ha impedido acceder a las mejores universidades y solo
han podido inscribirse en universidades privadas de escaso nivel académico,
tienen bajo nivel de participación en el movimiento. Esto ha sido destacado
y cuestionado por los sectores conservadores, quienes lo han denominado un
movimiento de “privilegiados”. Sin embargo, no existe una relación directa
Miguel Urrutia Fernández - Jorge Vergara Estévez
12 La entonces Presidenta nombró Ministro del Interior a Belisario Velasco, el principal es-
pecialista de seguridad de la Concertación, quien al asumir el cargo dijo que infiltraría los
movimientos sociales
cado” y “no al lucro en la educación”. “Entender la educación como un derecho
es la única manera de lograr tres objetivos fundamentales para cualquier socie-
dad que aspire a liberarse del poder de los más ricos y tomar las riendas de su
propio destino: formar ciudadanía, producir igualdad y generar un desarrollo
más pleno”, señala Boric (2012).
El término del lucro es un objetivo realizable y necesario para el desarrollo de
la educación pública. Esta es la única que puede cumplir, gradualmente, los
objetivos de una educación republicana. El actual sistema basado en el lu-
cro substrae recursos necesarios para la educación pública, encarece innece-
sariamente la educación subvencionada y universitaria, tanto pública como
privada, y conlleva un conjunto de efectos negativos económicos y humanos
que eran previsibles. La propuesta de los estudiantes no significa el fin de la
Miguel Urrutia Fernández - Jorge Vergara Estévez
educación privada, como dice la derecha, sino que esta cumpla su promesa de
autofinanciarse; dejando de ser lo que es actualmente en Chile: una actividad
económica con alto nivel de ganancias que provienen de diversas subvenciones
públicas y de las familias.
La demanda de “educación pública, gratuita y de calidad” no es una utopía irrea-
lizable, pues los mejores sistemas educativos del mundo: europeos, asiáticos
y el cubano son sistemas de educación pública. En Chile sería financiable una
educación pública, gratuita y de calidad, si se modificara el sistema impositivo y
se recuperara la propiedad de las riquezas básicas, como ha propuesto el movi-
miento estudiantil. La gratuidad de la educación pública en todos sus niveles
sería un importante elemento de cohesión social y la legitimaría al mejorar su
calidad, como lo han manifestado los dirigentes estudiantiles. Los apoderados
y alumnos podrían optar entre una educación pública de calidad o la privada
sin subsidios públicos de ningún tipo. Asimismo, no existe ningún país en el
mundo donde la educación sea exclusivamente privada que a la vez sea huma-
nista, de calidad, que otorgue nuevas oportunidades, y que disminuya progresi-
vamente las desigualdades sociales, Vergara (2011).
Un sistema educativo completamente privatizado es una utopía mercantil
imposible; y el intento de realizarla ha traído consecuencias profundamente
negativas para el sistema educativo, los estudiantes, las familias y la sociedad
chilena13. Incluso Hayek (1960), hace medio siglo, advertía de las consecuencias
14 Hayek escribía “En algunos países europeos se registra un nuevo hecho que ha adquirido
163
enormes proporciones. La existencia de más intelectuales, de los que se pueden ganar su vida
dignamente. No cabe mayor peligro para la estabilidad política de un país, que la existencia
de un auténtico proletariado intelectual sin oportunidades para emplear el acervo de sus
conocimientos”(1960, p. 501).
15 En el caso de la multitienda La Polar, la renegociación unilateral de las deudas de sus clientes
afectó a cientos de miles de clientes.
públicos altamente onerosas para favorecer a empresas16; y numerosas denuncias
de conflictos de intereses de ministros y directivos públicos17. Asimismo, el Go-
bierno se hizo impopular por el alto nivel de represión contra los movimientos
sociales, los errores de Piñera y su clara identificación con los empresarios.
Este complejo fenómeno de transformación de la subjetividad política debe
comprenderse en el contexto del período postautoritario. En 1998 se reali-
zó una investigación del PNUD, Las paradojas de la modernización (PNUD
1998), la cual demostró la existencia de un profundo y generalizado malestar
en la sociedad chilena respecto a la modernización neoligárquica18. Su sis-
tema económico e institucional, así como el proceso político nacional gene-
ran profundas frustraciones por su carácter elitista, pues están diseñados para
favorecer a una minoría de poder. Este sistema es administrado por una autode-
Miguel Urrutia Fernández - Jorge Vergara Estévez
164
18 Es interesante recordar que el Informe iba a denominarse “El malestar de la moderniza-
ción”, pero el gobierno de Frei, que había financiado su realización, pidió que se cambiara.
Asimismo, cuando apareció el Comité Político de ministros, encomendó al Ministro José
Joaquín Brunner para que se encargara de criticarlo públicamente.
19 Dewey denominó este orden en 1930 como “civilización corporativa al poder que hoy día
posee la oligarquía de los magnates de la industria”.
ese país es una excepción en la región. Qué duda cabe que “el mercado” está en
el banquillo de los acusados como uno de los entes que asignadores de recursos
que está cumpliendo su tarea no satisfactoriamente.
Financial Times, recientemente, se refirió a “la economía de laissez faire oli-
gárquico de la dictadura atormentadora que apenas fue cambiada por sus suce-
sores electos” (2013). Este orden corporativo, como le llamaría Dewey, está orien-
tado y tutelado por los grupos económicos y es incapaz de persuadir y articular
los dominados, Dewey (1930, p. 85)19.
El problema es que el gobierno, en lugar de aceptar que se vuelva a discutir el
modelo, hasta hoy no ha hecho más que refugiarse en sus convicciones ideológi-
cas de los ochenta y en responder con firmeza que el modelo mismo se podrá
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170
La investigación acción participación
como metodología para temáticas
de subjetivación y voluntades
políticas y ciudadanas
Luis Herrera Montero
Introducción
El presente texto se desarrolla en el marco del proyecto que se está llevando a
cabo en Quito-Ecuador, denominado “Derechos y exclusión laboral. Volunta-
des y miedos de futuros profesionales de ciencias sociales de la ciudad de Quito,
ante las escasas oportunidades de trabajo”. No se estableció un universo de par-
ticipantes, debido a que en la tónica de la investigación acción participación se
prefieren los procesos cualitativos, sin en lo más mínimo restar importancia a
los cuantitativos y sin negar que en el proyecto se requieren también instrumen-
tos de esa índole. En la ciudad de Quito contamos con pocas carreras de cien-
cias sociales, obviamente, no son las disciplinas de mayor fomento y promoción
social, por tanto, tampoco se caracterizan por una demanda significativa de
clientes. La investigación se la delimita a las carreras con un bagaje histórico
y posicionamiento social en la ciudad, por esta razón se considera la carrera
de antropología aplicada de la Universidad Politécnica Salesiana, las de an-
tropología y sociología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, las de
comunicación social y sociología y ciencias políticas de la Universidad Central
y la especialidad de psicología social de la Universidad Politécnica Salesiana.
Probablemente considere discutible el integrar a la comunicación en calidad 171
de ciencia social, como también a la psicología. El debate es siempre contro-
versial y con más disensos que consensos. Tradicionalmente la comunicación
integra la rama de las ciencias de la comunicación. Así también la psicología
integra a las ciencias de los procesos mentales y psíquicos. No se pretende negar
validez a los argumentos criteriológicos que matizan tales clasificaciones. Sin
embargo, existen opiniones de mucho rigor, como las de Boaventura de Sousa
Santos (2000), para quien todas las ciencias son de una u otra forma ciencias
sociales. El interés de esta investigación no es detenerse en problemáticas con
escasas posibilidades de concertar en determinantes universales. Actualmente,
el paradigma de la exclusividad universal está en franca crisis. La pluralidad
excluyente de su contrario es también una forma de absolutizar respuestas y
verdades, razón por la que se considera una relación inclusiva de universalidad
y pluriversalidad.
El enfoque de esta investigación considera a la comunicación social como parte
de las ciencias sociales, por brindar elementos de importancia para el relaciona-
miento sociocultural, como para su comprensión, explicación y aplicación
práctica de los conocimientos. Inclusive, la antropología y la sociología no pue-
den dejar de lado temáticas de comunicación, lingüística, sociolingüística y
pragmática como ejes medulares de la formación curricular. En el caso de la
psicología social, lo que interesa es sin duda la especialidad; hoy los puentes en-
Luis Herrera Montero
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
investigación no puede reducirse a simples instancias técnicas o de aplicación
de instrumentos, como ha caracterizado a la tradición universitaria de corte
positivista. La metodología no puede desentenderse de la producción social
del conocimiento y del saber, como tampoco de las dinámicas políticas del
contexto. De ahí que para el proyecto la metodología que mejor articula, en
mi opinión, en las tres instancias, es la investigación acción participación.
No conozco otra que lo haga; o son estrictamente instrumentales, o son dia-
lógicas entre el conocimiento y la información, pero raramente articulan la
lucha política. Se cuenta con experiencias que tejen bien lo epistémico y lo
metodológico o lo epistémico con lo político. No sucede igual respecto a lo
metodológico con lo político, peor a los tres elementos en conjunto. La inves-
tigación acción participación sí logra lo recientemente mencionado, por tal
motivo, su abordaje en el presente texto.
173
1 Favor revisar el siguiente texto: Fals Borda, O. (2012). Situación contemporánea de la IAP
y vertientes afines. En: Nicolás Herrera y Lorena López, Ciencia, compromiso y cambio
social. Buenos Aires: Editorial El Colectivo. pp. 295-325.
Otros autores de la IAP también enfatizan en el valor de la cultura popular
como una columna a ser conservada y como una fuente de opciones para la
acción política.
A diferencia de la pretensión histórica de negar la cultura popular para cimentar
el poder de una clase, del Estado, o de una cultura que se considera superior,
en la investigación participativa se busca crear las condiciones para un análisis
profundo que rescate los elementos valiosos de la cultura popular. No solo con
el fin de conservarlos, sino para que, basándose en ellos, seguir creando formas
propias de acción que expresan sus valores, opciones políticas y de desarrollo,
Schutter (1980, pp. 311-312).
Evidentemente, que la propuesta que articula lo epistémico con lo político, tiene
su origen en el marxismo crítico de Gramsci. La filosofía de la praxis, desde la
connotación que le otorga este autor, aporta con considerar que la filosofía no
es exclusividad de pensadores de la elite clasista y de la academia universitaria.
Toda persona filosofa de una u otra manera. “Si no todos los hombres son filóso-
Luis Herrera Montero
fos formales, por lo menos los espontáneos abundan”, decía Gramsci2. En esta
tónica, se valida al conocimiento construido desde la experiencia. Sin embargo,
para Gramsci lo medular estaba en superar el sentido común que caracteriza
al conocimiento empírico, debido a que en este se concentran ejercicios de
hegemonía por parte de los sectores dominantes. Se trata, por el contrario, de
beneficiarse de los elementos filosóficos del materialismo histórico para lograr
una comprensión cabal de la realidad social y así proceder a su transformación.
De Gramsci tomamos, entre otros elementos, su categoría de intelectual orgáni-
co, por la cual aprendimos a reinterpretar la teoría leninista de la vanguardia.
Comprendimos que para que los agentes externos se incorporasen en una van-
guardia orgánica deberían establecer con el pueblo una relación horizontal
—una relación verdaderamente dialógica sin presunción de tener una concien-
cia avanzada—, involucrarse en las luchas populares y estar dispuestos a modi-
ficar las propias concepciones ideológicas mediante una interacción con esas
luchas; además, tales líderes orgánicos deberían estar dispuestos a rendir cuen-
tas a los grupos de base en formas genuinamente democráticas y participativas3.
El marxismo dejó de lado el objetivismo mecanicista del positivismo y la exce-
siva abstracción del idealismo. En otras palabras, articuló dialécticamente al
sujeto y al objeto de conocimiento, priorizando siempre la realidad material y
174 2 Fals Borda, O. (2012). El problema de cómo investigar la realidad para transformarla en la
praxis. En: Nicolás Herrera y Lorena López, Ciencia, compromiso y cambio social. Buenos
Aires: Editorial El Colectivo. p. 231.
3 Fals Borda, O. (2012). Romper el monopolio del conocimiento; situación actual y perspectivas
de la Investigación-acción participativa en el mundo. En: Nicolás Herrera y Lorena López,
Ciencia, compromiso y cambio social. Buenos Aires: Editorial El Colectivo. pp. 254.
la perspectiva práctica más que la analítica. Sin embargo, el enfoque marxista
otorga una importancia especial al rol del sujeto y a la subjetividad como entes
de creatividad social. Para Fals Borda, se trata de superar la tradicional división
entre sujeto/objeto, muy común en las ciencias naturales. “Sin negar caracterís-
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
ticas disimiles estructurales en la sociedad, nos parecía contraproductivo con-
siderar al investigador y al investigado, o al experto y los clientes como dos polos
antagónicos, discordantes y discretos” (Ibíd., p. 272). Así también, las encuestas
y las entrevistas debían realizarse con la participación de los entrevistados y
encuestados desde el inicio, (Ibíd., p. 273).
Desde Marx, Gramsci, la teoría crítica y otras fuentes, se consideró la necesidad
de teorizar la realidad, siempre y cuando esta responda a los procesos construi-
dos desde la práctica y sirva a la acción y a la transformación. Esta propuesta
también la asume la investigación acción participación. Nuevamente, Fals Bor-
da considera que se debía rechazar las iniciativas de utilizar a la investigación
y al trabajo de campo para sumar en la carrera académica. La gente común, en
opinión de Fals Borda, requiere de teoría para conocer más sobre su realidad,
para defender mejor sus intereses y contrarrestar el monopolio del saber por
parte de las clases dominantes, por tanto, se debe prestar mucha atención a la
producción de conocimientos, tanto o más que a la producción material (Ibíd.,
p. 270). En forma sintética, Vio Grossi define a la investigación acción partici-
pación como un “enfoque mediante el que se pretende la plena participación
de la comunidad en el análisis de su propia realidad, con objeto de promover la
transformación social, para beneficio de los participantes de la investigación a
nivel de la comunidad”4.
Luego de esta sucinta exposición de contenidos que dan cuenta del estrecho
vínculo de la IAP con el marxismo, sobre todo el gramsciano, es necesario
puntualizar algunas limitaciones de índole epistémica. Desde otra perspectiva
marxista, Walter Bejamin plantea que la experiencia supera a esas ilustraciones
académicas que la desmerecen. Este autor se diferencia claramente de Kant,
ya que la experiencia no es exclusiva al sujeto cognoscente o a la razón; por el
contrario, es fundamentalmente societal y opuesta a la racionalidad instrumen-
tal y a la historia como progreso. Por el contrario, el capitalismo está marcado
por la dominación, provocando sufrimiento y muerte. En este caso, Benjamin
está también aludiendo a algo no contemplado en filosofía de la praxis, ni en el
materialismo histórico, Benjamin (1991, p. 4). Obviamente, esta postura no fue
cultivada por la IAP, pues en esta aún se constata la reiteración de pasar por lo
175
4 Citado por: Alcocer, M. (1988). Investigación acción participativa. En: Jesús Galindo (coord.)
Técnicas de Investigación en sociedad, cultura y comunicación. México. D.F. Consejo Nacio-
nal, para la Cultura y las Artes. p. 437.
científico como una obligatoriedad, aunque se reconozca valor a la sabiduría
popular. Para Benjamin, inclusive, la experiencia estética es de mayor utilidad
que la científica, González (2003, pp. 33-34).
La IAP reproduce lo que el marxismo consideró sobre la ciencia o posiblemente
una ciencia no neutral. Se identifica al conocimiento científico no como su-
perior, pero sí como indispensable, aspecto que debe ser relativizado. El que
no se proceda con posturas excluyentes, no implica un reconocimiento de in-
dispensabilidad. Los procesos sociales y sus actores-actoras pueden libremente
articular a la ciencia y no sentirse obligados a hacerlo. Durante la Edad Media,
todo debía ser matizado por el cristianismo, en la Edad Moderna se realiza exac-
tamente lo mismo respecto a la ciencia. La indispensabilidad rompe la lógica
de diálogo de saberes. Walter Benjamin sostiene otra visión sobre lo social y el
cambio social, no como sinónimos de explicación científica, como tampoco de
progreso científico técnico.
Por su parte, en cuanto al sentido común, el interaccionismo simbólico lo
Luis Herrera Montero
5 Cita que realiza Zygmunt Bauman del texto: Schutz, Collected Papers, vol. 1. p. 343-4 .
comunicación comúnmente compartidos; b) lo que todos saben, es decir, un
corpus de preexistentes fundados socialmente”, (Wolf, 1994, p. 126). Esta con-
cepción, lleva a sostener a Wolf la existencia de prácticas que garantizan un or-
den social “gran parte de nuestras interacciones ayudan a manifestar o explicar
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
la correspondencia entre los comportamientos y los estándares requeridos, pre-
tendidos, esperados, y a justificar hechos a la luz de su adecuación a las reglas
compartidas” (Ibíd., p. 144).
Es conveniente ampliar el significado que Schutz otorga a lo que los seres del
mundo ordinario comprenden sobre sus contextos en relación a lo sociológico.
La postura de Schutz se contrapone a la sociología académica. Para este au-
tor no hay tal superioridad, por el contrario, la comprensión de los seres de la
cotidianidad y de los sociólogos debe coincidir en una sola identidad, en este
punto también puede identificarse una similitud con la IAP. Sobre la base de los
conceptos propuestos por Schutz, Bauman destaca que para este autor lo medu-
lar es tener en cuenta que la comprensión articula tanto a los actores-actoras de
la cotidianidad, como a la de los sociólogos,
se sugiere que no hay sino un solo tipo de comprensión, aplicable tanto a los
miembros ordinarios de la sociedad, como a los estudiosos de la misma espe-
cializados y adiestrados; en ambos casos el dar sentido puede describirse en
términos idénticos. El proyecto sociológico de la comprensión es factible pre-
cisamente por esta razón; y sigue siendo factible en tanto sea concebido en una
forma que puede tener fundamento en esta identidad. La superioridad de los so-
ciólogos respecto de los procedimientos interpretativos realizados en la práctica
por los miembros comunes de la sociedad solo puede consistir en que aquellos
realicen el mismo proceso concientemente y de manera metodológica. (Bauman,
2002, p. 174)
En palabras de Wolf, sobre los argumentos ofrecidos por Schutz, las ciencias
sociales deben tratar de comprender la realidad social y la acción en los mismos
términos en que los sujetos la interpretan. En cuanto a los sujetos, es preciso
detallar que la etnometodología no descarta la importancia de la objetividad,
pero esta no es potestad exclusiva del investigador, sino que los actores-actoras
sociales también la poseen. Nuevamente Wolf referencia a Schutz, “en la vida
cotidiana, el teórico práctico (es decir, el individuo que actúa en el mundo so-
cial) alcanza un orden entre los acontecimientos ratificando la presuposición
de que los objetos son lo que parecen ser, en la vida cotidiana el interés de los
sujetos está esencialmente determinado por un motivo pragmático”6.
El aporte de Schutz no se reduce a una equiparación de lo científico y lo popu-
lar, sino que los actores-actoras sociales cuentan con interpretaciones sobre
177
su realidad, que no pueden obviarse, que son contribuciones en la búsqueda
7 Revisar el texto de John Lechte, sobre todo el capítulo que hace referencia a Gilles Deleuze.
Lechte, J. (1997). Cincuenta pensadores contemporáneos esenciales. Madrid: Ediciones
Cátedra. p. 138.
lo que se trata es de concebir al mundo como relación de planos, líneas que se
entrecruzan y correlaciones de fuerza. La propuesta de rizoma apela en todo mo-
mento a relaciones de equidad y horizontalidad, Deleuze y Guattari (2006, p. 13).
En un tono más similar al rizoma, los pueblos indígenas proponen la intercul-
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
turalidad y el buen vivir, dos conceptos que superan la propuesta de cambio
social del marxismo y, en cierta forma de la IAP. Es preciso aclarar que los fun-
damentos epistémico políticos de la IAP fueron anteriores a las propuestas de
interculturalidad y del buen vivir; sin embargo, no le son contrapuestas, en la
medida en que se reconoce a la cultura popular. La propuesta de la intercultura-
lidad integra el compartir poder, no en la nueva sociedad, no en el comunismo,
sino como procesos que se construyen desde ya, desde una lectura también
positiva del poder8. Obviamente, la interculturalidad integra cambios, tanto
en dominados, como en dominadores y la construcción de un nuevo proceso
civilizatorio, desde una nueva relación y práctica ética en lo social9. En cuanto al
buen vivir, el propósito es superar las concepciones antropocéntricas por unas
cosmocéntricas, donde el ser humano no es el eje ni el ser privilegiado de la
naturaleza; por el contrario, se apuesta a una relación donde se equiparen los
derechos humanos y los derechos de la naturaleza y su conjunto de seres. Con el
buen vivir se propende a una convivencia y coexistencia equilibrada entre lo so-
cial y lo natural10. Al igual que la interculturalidad, el buen vivir se lo construye
desde ya y no tienen un fin último de sociedad, como sí lo tuvo el marxismo al
proponer la sociedad comunista.
En definitiva, se invita en este texto a considerar a la metodología no detenida
estrictamente al campo del aprendizaje académico de una disciplina. No se
intenta desmerecer en lo más mínimo los esfuerzos que se realizan dentro de
180
11 La interculturalidad se sostiene en la construcción permanente del compartir poder, no como
una utopía que se logra algún momento, sino como procesos abiertos al consenso-disenso,
a la pluralidad-universalidad, a la nacionalidad-plurinacionalidad, a la ancestralidad-mo-
dernidad, a la armonía-conflicto, es decir, no existe una última y final esencia de lo social,
por más igualitaria y paradisíaca que se la conciba.
(al trabajar a Comte, Durkhein y Popper12). Asi también se trabajó en propuestas
teóricas que sostienen el paradigma racionalista de la modernidad (Kant, Weber
y Habermas). Evidentemente, se abordó al marxismo y neomarxismos (Marx,
Gramsci, Teoría Crítica y Boudieu). También se trabajó en las posturas posestruc-
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
turales y sus antecedentes en Spinoza y Nietzsche. Dentro de los autores post-
estructurales, se estudió a Foucault, Sorel y Deleuze. Finalmente, no se podía
excluir a las corrientes poscoloniales y de la sabiduría social y popular. Todo este
tramado de corrientes y autores facilitó que los estudiantes estén también al tanto
de la inseparable relación entre lo epistémico, lo político y lo metodológico.
181
12 Este autor es controversial, pues hay posturas que lo ubican como un posmoderno, al no
validar la existencia de historia ni futuros comunes, como también al formular la relatividad
del conocimiento científico y a la verdad por él producida. En el universo abierto Popper
sostiene que la ciencia es una aproximación infinita a la verdad.
vestigados no tienen validez; se trata de conversar sobre la base de necesidades
políticas, como también de provocar que los actores-actoras se tornen en inves-
tigadores-investigadoras. En este sentido, el propósito de aplicar las técnicas de
investigación responde también a necesidades de facilitación y formación en
las destrezas y habilidades que implica el acto de investigar. Para el efecto, es
preciso fortalecer los procesos de inserción en los contextos sociales, superan
do las motivaciones y presencias esporádicas de los investigadores y asumiendo
una dinámica más acorde a la cotidianidad. Con estas proposiciones, no se in-
tenta en lo más mínimo excluir de los contextos palabras como entrevista, en-
cuesta y observación, sino simplemente de asumir lo investigativo en estricto
parentesco con el mundo cotidiano13. Consecuentemente, se considera más idó-
neo y oportuno referirse a conversaciones tematizadas, más que a entrevistas;
a procesos de participación observante, más que a observación participante y a
talleres etnográficos, más que a grupos focales.
Dentro de las dinámicas cotidianas, no se asumen roles de entrevistador o en-
trevistado. Estos son conceptos técnicos, propios de la formación académica y
Luis Herrera Montero
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
gación específica que una organización necesite y desee contratar. Por ejemplo,
en un proyecto sobre empresas comunitarias, es indispensable la realización
de estudios de mercado, ante lo cual no siempre los miembros de la organi-
zación se encuentran en condiciones de aplicarlos, requiriendo del apoyo de
agentes externos. El logro de romper las consabidas dependencias no se alcanza
promoviendo que las comunidades hagan y se especialicen en todo, eso no es
posible y puede provocar que las organizaciones y movimientos extravíen sus
objetivos políticos por responsabilizarse directamente de actividades de com-
plejidad técnica. Por consiguiente, es indispensable no perder de vista que la in-
vestigación acción participación puede integrar subproyectos de investigación
técnica que se ejecuten con las metodologías académicas, no necesariamente
participativas. Lo participativo está en el carácter político que se haya identifi-
cado para tal contratación y en el uso que se haga de los resultados del proyecto.
La segunda técnica es la participación observante. En la antropología se ha tra-
bajado más en el diferenciar a la participación observante de la observación
participante. La segunda responde a las necesidades del investigador externo,
pero con la conciencia de que los procesos sociales son radicalmente distin-
tos de otros fenómenos de la naturaleza. En tal dirección, en la investigación
etnográfica se consideró la necesidad de una técnica que les permita un acer-
camiento diferente al practicado por las ciencias naturales y opuesto al enfoque
positivista, que trata a los seres humanos como se trata a las cosas.
En una experiencia con pueblos indígenas de la Amazonia de Brasil, César Gor-
don enfatiza constantemente que su rol investigativo varió de la observación par-
ticipante a participación observante. Al sentirse un actor más de la comunidad y
en estrecha identidad con su proyecto político, sus procesos de observación no
se caracterizaron por proceder del ámbito académico externo, sino por la vincu-
lación con las prioridades de los actores de la comunidad; es decir, la cotidianidad
y sus necesidades políticas, determinaban lo que se observaba. De esta manera,
Gordon comprendió las redes comerciales de los Xikrin-Mebengokre y sus res-
pectivas estrategias de negociación y relacionamiento político. La investigación
se insertaba permanentemente con los procesos de lucha, Gordon (2006, p. 23).
La propuesta de Gordon definitivamente es similar al espíritu de la investigación
acción participación. No se trata de participar tan solamente de las dinámicas
cotidianas, sino de decidir y observar en conjunto con los actores sociales; un
183
diálogo de observaciones, se observa para conocer y se observa para transformar.
La tercera técnica, la del taller etnográfico-participativo. En términos investiga-
tivos, me considero parte de los pioneros en el planteamiento de esta técnica.
El taller ha sido más asociado a procesos de educación popular. La conexión de
la IAP con la educación popular es innegable, es más, Fals Borda, Vio Grossi y
Carlos Rodríguez Bradao, entre otros, consideran a Freire una de sus fuentes.
En cuanto a la educación o pedagogía del oprimido, para Paulo Freire es impor-
tante concebirla como constructora de conocimientos en forma colectiva, es un
proceso práctico que involucra a la conciencia, sentimientos, deseos y volun-
tades de los educandos. Se trata de generar procesos y experiencias de diálogo
para unos y otros en aras de un nuevo conocimiento. “Nadie lo conoce todo ni
nadie lo desconoce todo; nadie educa a nadie, nadie se educa solo, los hombres
se educan entre sí mediados por el mundo” debe leerse como “quien enseña
aprende y quien aprende enseña”. El conocer no es una mera tarea intelectual,
sino una práctica principalmente política, Freire (1983, p. 51). Sin embargo, no
he detectado al taller como una técnica debidamente formalizada de investi-
gación, aspecto que se propone a continuación.
Esta es una técnica que permite la investigación y simultáneamente el aprendizaje
de nuevos conocimientos. En el taller se rompen las distancias verticales entre
el expositor y el público, promoviéndose una relación comunicativa horizontal,
Luis Herrera Montero
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
xión con el tema del taller se pueden usar documentales, vídeos, obras de tea-
tro, entre otros. Los rigores de contenido y conceptos se clarifican en el de-
sarrollo de los diálogos, dependiendo de cada contexto. Evidentemente, cada
grupo debe socializar y validar su trabajo en la plenaria. Puede ser de utilidad,
articular metodológicamente los aportes del constructivismo en la dinámica de
los talleres, debido a que esta corriente pedagógica privilegia el aprendizaje me-
diante la interacción de los estudiantes; es decir, el conocimiento se construye
por la acción protagónica y la colaboración de los participantes del proceso de
aprendizaje. Investigar es al mismo tiempo aprender y capacitarse. En el taller
se retroalimentan todos los procesos de investigación, se aprueban los conteni-
dos, resultados finales y los nuevos procesos a diseñarse y concretarse.
En el presente proyecto todas las clases de metodología de investigación fueron
realizadas sobre la dinámica del taller etnográfico-participativo. Así, trabajamos
primeramente sobre el concepto de la investigación acción participación y sus
potencialidades etnográficas; esta tarea nos llevó dos meses. En los siguientes
dos meses se trabajó en la formulación del problema a investigarse con este
proyecto, los objetivos y los interrogantes de investigación. Con la intención
de trabajar con mayor agilidad, se decidió dividir la temática en tres grupos:
lo relacionado con destrezas y conocimientos teóricos y mercado laboral; las
destrezas y conocimientos metodológicos-investigación y el mercado laboral;
y las destrezas y conocimientos de aplicación profesional y el mercado laboral.
En un segundo momento se diseñaron los contenidos e instrumentos a desa-
rrollarse en conversaciones tematizadas con estudiantes de comunicación so-
cial y de antropología de la misma universidad. Se tuvo una primera actividad,
que no logró del todo diferenciarse de una entrevista; se realizaron dos sesiones
con estudiantes de comunicación y una con los de antropología. Al estar entre
pares, la actividad fue el inicio de conversaciones cuyo desarrollo debe continuar
en el siguiente ciclo semestral15.
La problemática de cómo evidenciar los aspectos sentipensantes o la integrali-
dad de lo cultural, es difícilmente abordable en su complejidad a través de con-
versaciones tematizadas, participaciones observantes y talleres etnográficos
participativos. Siempre cobra mayor protagonismo lo discursivo y una obser-
vación muy tenue. La teatralidad, en cambio, no solamente se direcciona en
una construcción colectiva, sino en detectar que los actores sociales generan
guiones o libretos teatrales de su realidad, así como escenarios, comunicación 185
15 Seré profesor de los mismos estudiantes en la materia de teoría política. Se acordó mantener
el proceso de investigación, obviamente dialogando con la teoría política.
en calidad de actores y espectadores en forma simultánea, e identificación de
diversidad de personajes en cada uno de los actores y actoras. La teatralidad
si puede ser una reproducción participativa de lo cotidiano, puede conllevar
una mejor visualización, caracterización y sistematización de los contenidos
en actores, público, escenarios, personajes y diálogos de saberes en formato de
diálogo dramático. Evidentemente, este proceso de teatralidad aún no se aplica,
se ha iniciado en otro tipo de proyectos e implica complejidad su aplicación,
pero muy factible de concretarla en el presente proyecto.
Para el efecto, se debe identificar el guion cultural —o marcos referenciales
para la acción social—, los escenarios o espacios donde los actores construyen
su cotidianidad y los personajes que actúan sobre la base de lo identificado y
caracterizado en el guión cultural. La teatralidad permite una rica complemen-
tariedad de los métodos etnográficos, donde las diversas técnicas de investi-
gación mencionadas se articulan, es decir, la etnografía toma vida directamente
en la complejidad social. La teatralidad, en consecuencia, muestra al trabajo
de campo como integrador de guiones, escenarios, personajes, actores-espec-
Luis Herrera Montero
La investigación acción participación como metodología para temáticas de subjetivación y voluntades políticas y ciudadanas
vestigación donde se rompen las fronteras entre investigadores-investigadores
y actores-actoras sociales.
En términos epistémicos se mantienen los sesgos dualistas entre teoría/prác-
tica, sujeto/objeto. Cuando podría ser más integral concebir las propuestas
como rizoma, conexiones entre diferencias y generación continua de multipli-
cidades. En esa misma dirección, no se debe excluir al conocimiento científico,
pero tampoco volverlo indispensable. Por tanto, debe integrarse al diálogo de
saberes como interculturalidad y buen vivir.
La característica de generar conocimientos conforme a las prácticas sociopolíti-
cas y de aplicarlo en procesos de transformación social, constituye un compo-
nente que debe ser reconocido y mantenido como eje de articulación epistémi-
ca, política y metodológica.
En términos de metodología la IAP es más integral y supera las propuestas
etnográficas y etnometodológicas, en la medida que promueve a los actores-
actoras como agentes de investigación y gestores de procesos de lucha política.
En términos de técnicas de investigación es más idóneo referirse a conversa-
ciones tematizadas, participaciones observantes y talleres etnográficos partici-
pativos, que a entrevistas y observaciones participantes. Se plantea, en aras de
una aplicabilidad integral de lo sentipensante, aplicar la teatralidad como me-
todología participativa y articuladora de las diversas técnicas de investigación,
desde una metafórica y rica asociación con la vida cotidiana.
La aplicación de la IAP en proyectos de investigación para, con y entre estudian-
tes de ciencias sociales es el método más integral e idóneo para una propuesta
de voluntades y miedos respecto al mercado laboral, como también para una
exhaustiva caracterización y análisis de subjetividades ciudadanas, debido a
que se presentan como investigadores de sus propios procesos de subjetivación.
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Introducción
En América Latina la violencia política, con sus diferentes especificidades, ha
sido una de las problemáticas que ha marcado parte de las dinámicas sociales,
así como de las experiencias de los sujetos y la constitución de sus subjetividades
en la historia reciente del continente. Este contexto y su compleja problemática
ha propiciado interrogantes sobre las memorias en torno a estos hechos y su
incidencia social y cultural, a la manera como han sido transmitidas, preserva-
das y reelaboradas, al papel de los lazos generacionales en torno a ellas, a sus
incidencias en los procesos de formación de sujetos, así como al papel jugado
por las instituciones educativas en torno a prácticas relacionadas con políticas
de la memoria.
Debido a los dispositivos de represión y de persecución política vigentes desde
los años sesenta y setenta del siglo pasado por diferentes gobiernos en América
Latina, que dieron pie a regímenes dictatoriales o a democracias restringidas,
los relatos testimoniales de quienes habían sido víctimas o testigos de los abu-
sos del poder permitieron la confrontación con las memorias provenientes de
las historias oficiales, posibilitando llevar a cabo procesos de reparación y jus- 189
2 Los aspectos presentados en este apartado fueron expuestos en la conferencia magistral Entre
Mnemosine y Clío: Las pulsaciones de la experiencia humana, dictada el 2 de abril 2013, en el
marco de la Cátedra Doctoral en Educación y Pedagogía en la Universidad Pedagógica Nacional.
Hay momentos, períodos, coyunturas históricas, en los cuales se ponen a prue-
ba las categorías con las que los seres humanos han tratado de dar inteligibili-
dad a sus prácticas y a su diario transcurrir. Es el caso de las categorías historia
y memoria en el siglo XX, reformuladas, al igual que buena parte del andamiaje
del pensamiento social heredado por los acontecimientos que caracterizaron
esta centuria, relacionados con guerras, genocidios y crímenes de lesa humani-
dad, los cuales pusieron en cuestión los idearios del pensamiento ilustrado y
su fe en la razón y en la técnica como motores de progreso y civilización. Estos
hechos dejaron emerger de manera significativa gran multiplicidad de memo-
192
3 Algunas de estas ideas fueron publicadas de manera más amplia en: Herrera, Martha Cecilia.
Memorias de la violencia política y narrativa testimonial: lecturas desde la historia cultural
de la Educación. En: Simões, Regina Helena Silva, Gondra, José Gonçalves (Org.). Invenções,
tradições e escritas da história da educação. Vitória: EDUFES, 2012. pp. 283-330. Coleção
Horizontes da Pesquisa em História da Educação no Brasil (SBHE/EDUFES). Vol. 11.
sobre acontecimientos de carácter social e histórico específicos, a las cuales
se les ha dado distinto tratamiento y formas de resolución en el plano discur-
sivo. Entre los nombres a ella asociada encontramos los de documentalismo,
historia oral, ficción documental, testimonio/testimonialismo, literatura de
resistencia, entre otros, Moraña (1997, p. 5). Esta polisemia es un indicador
de la amplia gama que abarca este tipo de producción y las dificultades de su
tratamiento historiográfico, pues sus diversas acepciones denotan, a su vez, la
naturaleza híbrida que le es característica, pautada por el entrecruzamiento
de memoria e historia, ficción y realidad, verdad y verosimilitud, escritor/in-
es prudente encasillarlo porque dejaría por fuera de análisis algunas de sus ex-
presiones. Lo anterior no obsta para que el investigador por razones ideológicas
o de algún otro tipo decida delimitar el corpus documental en diversos sentidos
y, en esta medida, deje por fuera algunas de sus modalidades.
Para terminar este apartado me parece pertinente traer a colación las palabras de
Natalia Tobón (2008), en las cuales expresa de manera nítida las problemáticas
que atraviesan el testimonio y que marcan de una u otra manera el tratamiento
teórico-metodológico de los corpus documentales delimitados en las investiga-
ciones en torno a él.
¿Serán poéticas de la solidaridad? ¿Quién es el que habla: el testimoniante o el
testimonialista? ¿Qué tan solidario es escoger al personaje de cada texto y la his-
toria que será contada? La ambigüedad habita en la misma palabra testimonio.
Los textos testimoniales parecen escaparse de la conceptualización de literatos,
antropólogos y sociólogos. No existe una definición consensuada sobre lo que
es un texto testimonial, ni sobre cuáles son los elementos que lo conforman. La
imprecisión en la definición del testimonio incluye el considerarlos o no textos
literarios o sociológicos. Elementos como los procesos de edición, la narración
estructurada, la débil frontera entre ficción y realidad, el delicado tratamiento de
personajes, la mediación estética, entre otros, permiten su análisis como textos.
Esta imprecisión es posible debido a la hibridez de los textos testimoniales; están
en una constante transición entre polos opuestos: de la ficción a lo real, de lo
literario a lo no literario, de la mediación a los relatos directos. (p. 43)
Conclusiones
La fragilidad que caracteriza a la memoria, problematizada desde los mismos
griegos y romanos debido a su selectividad, a su alto grado de fragmentación,
a sus compromisos con el presente en que es activada, a su compleja dinámica
entre recuerdo y olvido, Hutton (1987), pone al descubierto el carácter aporé-
tico del pasado en cuanto representación, puesto que se caracteriza por ser una
huella presente de una cosa ausente, Ricoeur (2002). Igualmente, las versiones
sobre el pasado, las formas de su tratamiento histórico, así como las memorias 199
colectivas que son desplegadas en determinados momentos, dejan emerger las
problematizaciones que una sociedad o, mejor, sus distintos grupos sociales,
elaboran sobre determinados asuntos, a la vez que muestra las pugnas exis-
tentes respecto a las formas de conceptualizarlos y de tramitarlos.
Estas tensiones tienen expresión alrededor de las políticas de la memoria en
lo referente a qué es lo digno de ser olvidado o rememorado, dónde, cuándo,
por quiénes y de qué manera, aspecto que llevó en ocasiones a que la historia
cristalizase a favor de los Estados nacionales ciertos hechos y las versiones sobre
ellos como los legítimos y verdaderos. En este plano nos enfrentamos a lo que
autores como Todorov (2000) han nombrado como usos y abusos de la memoria
y en donde la dupla memoria e historia entran en complejos juegos e inter-
secciones a veces de dudosa factura. Como dice Ricoeur “Historia enseñada,
historia aprehendida, pero también historia celebrada. A la memoria forzada se
le agregan las conmemoraciones convenidas. Un pacto dudoso se establece así
entre la rememoración, memorización y conmemoración” (p. 116).
En este sentido puede verse cómo en las opciones que los grupos sociales toman
respecto a qué recordar y qué olvidar están involucrados imaginarios y formas
de ver el mundo, así como los posicionamientos de los sujetos respecto a lo
rememorado. En el
Martha Cecilia Herrera
qué se debe recordar está lo que sustenta la idea de una ética constitutiva de
la memoria. Porque se rescata del olvido según los valores con que se mira el
mundo existente. Antes del rescate, antes de la memoria, están estos valores que
impulsan a rescatar o dejar en el olvido determinadas cosas. La memoria es la
práctica de una ética. Una ética que está antes del hacer, antes de la historia,
pero que solo se muestra en ese hacer. (Schmucler, 2005)
De ahí que sea crucial “para cualquier desarrollo de políticas educativas de la
memoria la interrogación acerca de cómo indagar en el pasado desde el pre-
sente: qué recordar, cómo recordar y para qué recordar”, Rosenberg y Kovacic
(2010). Desde este horizonte de sentido concluimos con las palabras de Beverly
(2002) respecto al testimonio.
El testimonio es un “arte de la memoria,” pero un arte dirigido no simplemente a la
memorialización del pasado, sino a la construcción futura de una nación más he-
terogénea, democrática e igualitaria Para construir esa patria, sin embargo, hab-
ría que comenzar con el reconocimiento de una autoridad cultural que no es la
nuestra, que reside en la voz de otros. Para ese efecto, aun en sus ambigüedades y
contradicciones el testimonio sigue siendo parte de una pedagogía necesaria. (p. 15)
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tecimientos de violencia y de horror que se viven en los conflictos latinoameri-
canos y los de otras latitudes, pasando de la memoria personal así, a la memoria
histórica. Elaborada por grupos que se apropian, simbólica y políticamente, de
un pasado en el que no fueron protagonistas directos, Jelin y Sempol (2006).
Las huellas de la violencia que a través de la memoria son recuperadas, evocan
los vínculos familiares y sociales rotos, las pérdidas materiales y afectivas vivi-
das, las significaciones y resignificaciones de experiencias vitales, traumas que
se conservan en la memoria con la fuerza necesaria para incidir en Ia produ-
cción, o en la transformación de subjetividades individuales o colectivas.
El artículo está estructurado en cuatro partes. En la primera se aborda el tema
de la subjetividad y la palabra. La segunda trata el tema de la subjetividad y la
memoria. En la tercera se aborda el caso específico de Colombia. Finalmente se
hace un cierre a manera de conclusiones sobre la problemática expuesta.
Subjetividad y palabra
Las interpretaciones que los seres humanos hacen de las experiencias vividas
están mediadas por los valores que orientan el significado que se le da a estas
experiencias. Esto porque las experiencias que vive cada persona están configu-
radas por qualias, esto es, aspectos cualitativos que solo son accesibles a la con-
ciencia de quien vive la experiencia.
La subjetividad le permite a las personas producir conocimientos, efectuar valo-
204 raciones, comunicar percepciones y sentir las interpretaciones y significaciones,
es la expresión del devenir sujeto y persona, es expresión de la conciencia que se
tiene de sí mismo y del mundo que construye en sus relaciones con otros.
La subjetividad en el ser humano no se manifiesta únicamente como actividad
cognoscitiva o espiritual, es una condición de la propia realidad histórica, de la
construcción de realidad que hace la persona a partir de las experiencias que
vive social y culturalmente; la subjetividad es también imaginación, emoción,
sentimiento, razón y argumento, esto porque el lenguaje es pieza clave de la
vida dado que el ser humano se comunica en el lenguaje, Arfuch (2008).
Toda subjetividad forma parte y, a la vez, depende de un entorno en el que co-
existe con la subjetividad de otros configurando una realidad común, desde allí
cada ser humano vislumbra su propio mundo y el de los demás como otredad,
que en ocasiones es extrañeza amenazante, Fauquié (1993), dice el autor.
En su íntima e irrenunciable subjetividad, el yo percibe un mundo independiente
de él e indiferente a él. Solo existen algunas ínfimas parcelas que atañen a mi yo.
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A partir de 1979, la noción de poder sufrirá en los estudios de Foucault una nueva
transformación cuando acuña el neologismo “gubernamentalidad” para plan-
tear un análisis sobre el Estado de siglo XVIII. Sus reflexiones sobre el poder más
bien como formas de gobierno1, le permitió definir la gubernamentalidad como
el campo estratégico de las relaciones de poder “en lo que tienen de móviles,
transformables y reversibles; y como un acontecimiento en la medida que toda
relación de poder supone un análisis estratégico en el que no puede dejarse de
lado el análisis de las contraconductas o las resistencias”, (Foucault, 2008, p. 297).
La noción, tal como la fue elaborando Foucault, puede ser entendida a la vez
como instrumento de análisis y como un objeto de investigación. Como objeto
de investigación, es el resultado de la descripción del investigador que ha hecho
un recorte en el dominio de análisis, lo que le permitió a Foucault analizar el
problema del Estado Moderno, no como institución, sino como espacio de prác-
ticas de gobierno político, en donde se incorporan unas tecnologías de gobierno
procedentes de racionalidades políticas diferentes e incluso contradictorias en-
tre sí (por ejemplo, el Pastorado, la Razón de Estado, el Liberalismo y el Neolibe-
ralismo). Racionalidades y tecnologías que, aunque parecieran sucederse en el
movimiento histórico, Foucault las veía reacomodándose permanentemente,
operando y articulándose unas con otras desde el siglo XIII hasta el XX.
Ahora bien, como instrumento de análisis, la noción de gubernamentalidad
217
permite al investigador operar de tal manera que puede distinguir los niveles de
análisis, los métodos que corresponden a cada uno, y la periodización corres-
1 Por gobierno se entiende los modos como se conduce la conducta de los hombres.
pondiente. A partir de esta mirada, sería necesario entonces incorporar al análi-
sis de las racionalidades y las tecnologías, un tercer elemento para pensar las
formas de gobierno: los procesos de subjetivación.
Así, el concepto de gubernamentalidad nos permite no solo estudiar una
racionalidad política particular y su relación con el funcionamiento de ciertas
tecnologías de gobierno para acceder a formas de gestión de la vida de los indi-
viduos, sino también las acciones que se ejercen sobre uno mismo. En palabras
del autor “[…] la noción de gubernamentalidad permite, creo, hacer valer la
libertad del sujeto y la relación con los otros, es decir, lo que constituye la ma-
teria misma de la ética”, (Foucault 1999, p. 14). Una ética que, en lo fundamen-
tal, para Foucault hace referencia a la relación consigo mismo y con la verdad en
el ejercicio de la libertad, lo cual, al cruzarse con la noción de gobierno de los
otros, proporciona el marco analítico de las prácticas de subjetivación.
Según este planteamiento, no solo estaría entonces el problema de cómo los sujetos
Ruth Amanda Cortés Salcedo
se vuelven gobernables, esto es, que no es suficiente con ver la relación de eficacia
entre quien gobierna y quien es gobernado, relación clásica que implicaría el reco-
nocimiento de la autoridad ejercida por el gobernante por parte de quienes son gober-
nados desde una aceptación voluntaria de su sometimiento. Se hace necesario en-
tonces comprender también que si la ética tiene que ver con la constitución del sí
mismo como sujeto moral, supondría asumirla como una práctica a través de la cual
los seres humanos toman su propia conducta como objeto.
Referirse al gobierno, a la regulación de la conducta, involucra remitir a una prác-
tica que supone no solamente la experiencia en el gobierno político, sino de otras
experiencias que vinculan al sujeto a múltiples formas de ser gobernado. En otras
palabras, el gobierno implica saber no solo cómo se ejerce la autoridad sobre los
otros o cómo gobernamos el Estado o las poblaciones, sino cómo nos gobernamos
a nosotros mismos y a otros, cómo se crean o creamos prácticas de sí.
En suma, lo que Foucault saca a la luz, es que las prácticas de gobierno han
constituido la subjetividad en Occidente moderno, estudiando inicialmente
las tecnologías de discurso (arqueología), de poder (genealogía) y en su última
etapa, las tecnologías de sí (subjetivación). Este movimiento puede verse como
un desplazamiento del autor, del campo de lo político al campo de lo ético; sin
embargo, él mismo señalaría que no hay tal distancia al afirmar que su interés
fue historiar los modos o prácticas de subjetivación desde tres ámbitos: el sujeto
como objeto de relaciones de diferenciación, el sujeto como objeto de saber y el
sujeto objetivado como sujeto de sí mismo.
En esta misma línea debemos asumir que ni el sujeto, ni la emergencia de su
218 subjetividad es una esencia, sino una forma producida por un efecto de gobier-
no que se constituye bien sea a través de instancias de poder como sujeto políti-
co; de objetivación de un saber como sujeto de conocimiento; o a través de un
trabajo ético como sujeto moral. Esta constitución es lo que denominaríamos
procesos de subjetivación, es decir, los modos en los que el individuo define las
relaciones con los otros, con la verdad y consigo mismo.
Entonces desde la perspectiva metodológica de la gubernamentalidad se pue-
den historizar procesos de subjetivación, lo que implica situarnos en una mul-
tiperspectividad que nos ayude a ver cómo se configura y cómo opera el campo
estratégico del gobierno de sí y de los otros.
En la investigación titulada “Prácticas de ciudadanización en la escuela contem-
poránea. Colombia, 1984-2004”, se puso a prueba esta perspectiva en la que mirar
una práctica2 desde la perspectiva de la gubernamentalidad, implicó situarnos
en multiperspectividad para analizar el cruce de las racionalidades políticas, los
fines éticos y las formas de subjetivación producidas, toda vez que estas últimas
son y están atravesadas por una serie de técnicas de gobierno que operan en tres
instancias: instituciones, saberes y sujetos3. (Ver figura 1)
El análisis de una racionalidad política, es decir, de aquella forma estratégica de
2 Entendida la práctica como una regularidad que organiza lo que los hombres hacen y del 219
modo que lo hacen. Ella posee una realidad efectiva, se refiere a un hacer, se define por el
saber que forma y es susceptible de ser historiada.
3 El Grupo de investigación Historia de la Práctica Pedagógica en Colombia, en especial, Olga
Lucía Zuluaga, identificó al sujeto y las instituciones como instancias delimitadoras del saber
pedagógico y de su práctica. (Zuluaga, 1990).
Por su parte las tecnologías de gobierno, siguiendo al mismo Foucault (1990),
contemplarían cuatro tipos:
• Tecnologías de producción que nos permiten producir, transformar o mani-
pular cosas.
• Tecnologías de sistemas de signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos
o significaciones. Las tecnologías discursivas o de sistemas de signos, como las
denominó Foucault, son aquellas que se orientarían a la producción de verdad.
• Tecnologías de poder, que determinan la conducta de los individuos. Las
tecnologías de poder se corresponden a mecanismos prácticos a través de los
cuales las autoridades4 pretenden normalizar, guiar e instrumentalizar las
aspiraciones, ambiciones, pensamientos y acciones de los otros, a efectos de
lograr los fines que ellas consideran deseables. Las tecnologías no tienen un
autor o responsable único y consciente, como los saberes; sino que distribuyen
las funciones o posiciones de los sujetos según sus reglas de juego. Son meca-
Ruth Amanda Cortés Salcedo
220
4 Las “autoridades”, según Michel de Certeau, no son sino las fuentes o fundamentos de lo que
hace creíble ante sus coetáneos, a un sujeto, a una institución, a un saber o a un símbolo; en
la sociedad moderna estas deben ser (o parecer), no recibidas o impuestas, sino producidas
y reconstituidas desde abajo, a partir de un cierto dispositivo de credibilidad.
y autogobierno. El sujeto está en una relación de sujeción cuando es gobernado
a través de tecnologías de poder y de subjetividad cuando logra dirigir su propia
conducta, sin embargo, no sería posible verlos cada uno como un proceso aislado.
Los procesos de subjetivación están relacionados con la verdad, el saber y el
cuidado de sí, por tanto podríamos afirmar que es un asunto ético.
Si la ética tiene que ver con la constitución del sí mismo como sujeto moral,
entonces, siguiendo la propuesta Foucaultiana, la constitución de ese sujeto
moral implicaría dos aspectos, los códigos de comportamiento y las formas de
subjetivación, que en sus procesos históricos pueden complementarse, contra-
decirse, o tener uno más protagonismo que otro.
Foucault (2005) llama código moral a una serie de prescripciones que determi-
buscar en “las instancias de autoridad que exaltan este código, que imponen su
aprendizaje y observancia, que sanciona las infracciones, y en las que la subjeti-
vación se hace, en lo esencial, una forma casi jurídica, donde el sujeto moral se
relaciona con una ley o con un conjunto de leyes, a la que debe someterse bajo
la pena de culpas que lo expone a un castigo” (Ibíd., 30). Y c) se hará una historia
de la ética cuando se analicen las formas de subjetivación moral, las formas
de relación consigo mismo y las prácticas de sí que las apoyan, para ello deben
estudiarse entonces los procedimientos y las técnicas mediante las cuales se
elaboran esas prácticas, “los ejercicios mediante los cuales uno se da a sí mismo
como objeto de convencimiento y sobre las prácticas que permiten transformar
su propio modo de ser” (Ibíd., 31).
Deleuze (1987, p. 155) señala que la relación consigo mismo está incluida en las
relaciones de poder y en las relaciones de saber, pero no depende de ellas, se deri-
va sí de esas relaciones pero se pliegan hacia “un adentro” que Foucault denominó
la zona o umbral de subjetivación. Al ser ubicada esta zona en las relaciones de
poder, el individuo es regulado por un código moral en el que la subjetivación se
convierte en sujeción: sumisión, control y dependencia a otros, y además, en las
relaciones de saber se configuraría un sujeto apegado a una identidad construida
mediante un conocimiento de sí facilitado por las ciencias morales y humanas.
Sin embargo, señala, en ese plegamiento siempre habrá una relación consigo mis-
mo que resista al código y aunque continuamente la subjetivación tiende a cen-
trarse en él, no cesará de renacer en otras formas y en otros espacios. (Ibíd., 136).5
222
prenden de sí mismos para hacerlos aparecer con más fuerza, a ellos porque lo
que dicen que son, o para hacerlos aparecer como lo que muestran que son con
respecto a esas relaciones exteriores que lo hacen advenir. (ibíd., p. 39)
La producción de seres alterados respecto a sí mismos es lo que entendemos
como una práctica de ocuparse de sí, de cuidar de sí, en la medida que ocuparse
de sí mismo es estar dispuesto a la posibilidad inmanente de transformarse
radicalmente en otro, lo que para Foucault es el modo en el que la libertad in-
dividual e inclusive la libertad cívica son pensadas como ética. Pero ese cuidado
de sí implica de cierto modo el cuidado de los otros, así lo explica Foucault.
El cuidado de sí es ético en sí mismo, pero implica relaciones complejas con los
otros en la medida que el ethos de la libertad es también una manera de ocuparse
de los otros […] el cuidado de sí convierte a quien lo posee en alguien capaz de
ocupar en la ciudad, en la comunidad o en las relaciones interindividuales el
lugar que conviene. (1999, p. 399)
Proponemos entones entender la subjetivación política como aquellos procesos
de alteración del sujeto que le hace transformarse para poder ocupar el lugar
que le conviene en las relaciones consigo y con otros, en el ejercicio de su liber-
tad individual y cívica.
6 Lo estratégico también tiene un sentido específico para Foucault (1988): los medios em-
pleados en la consecución de un cierto fin, es por lo tanto, una cuestión de racionalidad
orientada a un objetivo. En segundo lugar, se emplea para designar la manera en la cual una
persona actúa en un cierto juego de acuerdo a lo que ella piensa que sería la acción de los
demás y lo que considera que los demás piensan que sería su acción, esta es la forma en que
uno busca tener ventajas sobre los otros, y una tercera acepción es la que refiere a aquellos
procedimientos usados en una contienda para privar al contrincante de sus medios de de-
fensa y así obligarle a retirarse. Tanto la noción de estrategia asumida en los tres sentidos 225
propuestos por Foucault, como el término síntesis, usado por Castro-Gómez (2000), para
señalar cómo el Estado es entendido como la esfera en la que se pueden formular metas
colectivas y válidas para todos, por considerar que la ciudadanía es una figura que concreta
esas metas desde la producción de una identidad política común, nos permite definir la
ciudadanía como una tecnología de subjetivación política y esta como una forma de gobierno
de los sujetos.
Esta estrategia que hace viable el gobierno de la población, puede situarse en
tres niveles.
• Una estrategia homogenizadora que prometía el reconocimiento de los de-
rechos del Hombre y del Ciudadano elevándolo al estatus de sujeto jurídico
y sujeto político, que le otorgaba un sentido de pertenencia, que lo hacía
visible, que le daba voz y que lo hacía sustancia universal, lo que encierra
unas relaciones tensionales, en tanto individualiza y colectiviza al sujeto, en
las que la ciudadanía es a la vez universal en su noción de humanidad y es
singular referida al sujeto de derechos.
• Una estrategia vinculante que configuraría las relaciones entre los sujetos y
una comunidad política —por lo general el Estado—, estableciendo prome-
sas identitarias y convicciones compartidas, en la que el individuo estaría
dispuesto a “sacrificar” su individualidad por la “cosa pública”.
• Una estrategia diferenciadora que, para el reconocimiento de los derechos
Ruth Amanda Cortés Salcedo
8 Es pertinente aquí señalar la diferenciación que hace Caruso de estos dos tipos de tecnologías
durante el siglo XVIII con la entrada del capitalismo industrial, teniendo presente que las
tecnologías pastorales de gobierno ya habían mutado en algunos de sus elementos en las tec-
nologías disciplinarias, y que se articularon a los mecanismos de seguridad : a) La biopolítica,
a diferencia de las disciplinas se desenvuelve no desde los cuerpos particulares, sino en un
campo de acción llamada sociedad de masas. b) El objeto de su intervención será el cuerpo,
los individuos y los procesos vitales de la población. c) Su localización en el mundo social: la
biopolítica es casi siempre una intervención de tipo estatal, mientras que las disciplinas son
prácticas institucionales. d) Las disciplinas funcionan en la formación del sujeto de manera
inductiva: se puede apreciar que el paso de las personas a través de diversas instituciones
disciplinarias producirá un efecto acumulativo de ordenamiento del sujeto. La biopolítica, por
su parte, es un asunto estatal y su lógica de funcionamiento es más bien de tipo deductivo, ya 227
que sus instrumentos clásicos, como las tasas de natalidad y de mortalidad y las condiciones
de salud tanto como la situación de aprovisionamiento necesitaban de un saber totalizante
que superaba con creces la dimensión individual institucional y, que por lo tanto, solo podía
ser recolectado y sistematizado por los aparatos estatales en expansión. e) La cronología de
su aparición en escena social: Foucault fechó la aparición de la biopolítica de manera contra-
dictoria, primero a mediados del siglo XVIII, luego a comienzos del siglo XIX. (2005, p. 45).
Desde este lugar entonces, asumimos que la formación de la ciudadanía, como
proceso de subjetivación política, resulta de unas tecnologías de gobierno en un
campo de acción e intervención generado a partir de un conjunto heterogéneo de
prácticas, a las que hemos llamado prácticas de ciudadanización, entendidas no
ya como el ideal de la ampliación de la ciudadanía, sino como una estrategia que
produce sujetos en condición de ciudadanos. Prácticas que operan en el ámbito
de las relaciones entre la individualidad —‘lo moral’— de los sujetos (individua-
les o colectivos) y lo ‘político’ (lo estatal, lo público, lo común, que no siempre son
sinónimos, y su delimitación mutua es objeto de luchas). Relaciones inscritas en
racionalidades particulares y con unos fines éticos determinados, que contem-
plarían unas tecnologías que gobiernan la conducta de los individuos, que obje-
tivizan el sujeto y que le permiten al sujeto actuar sobre sí mismo. Técnicas que
exploran nuevas estrategias para conseguir una transformación en las conductas
de los sujetos —ciudadanos— haciéndoles actuar de una manera y no de otra.
Desde este enfoque teórico-metodológico, se propone mirar el tema de la ciu-
Ruth Amanda Cortés Salcedo
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Resumen
Esta reflexión es de naturaleza teórico-metodológica y versa acerca de los pro-
cesos de socialización del pensamiento tolerante e intolerante.
Enfoca la compleja relación entre la autonomía relativa de los individuos y el
poder coercitivo de las estructuras sociales, así como la posibilidad de transfor-
mación de estas a partir de procesos desencadenados por las personas mismas.
¿Los individuos son intolerantes (y en su caso extremo, racistas) porque la
sociedad los compulsa a ello? ¿Pueden esos mismos individuos des-construir
su socialización intolerante y más bien llegar a ser agentes que edifiquen
estructuras sociales basadas en la tolerancia?
Introducción
La película “Historia americana X” (“American history”, 1998, dirigida por Tony
Kaye), presenta un excelente caso de pensamiento racista pero también, de
cómo un individuo pasa de ser objeto o prisionero de estructuras (a saber, haber
sido socializado bajo un pensamiento racista) a sujeto de sí mismo, de su vida, 231
de su historia, al desentrañar él mismo por qué tenía esa ideología, logrando
como resultado cambiar su mentalidad y llegar a ser tolerante.
El personaje “Derek Vinyard” pertenece al movimiento skinhead neonazi. Su
odio hacia las personas de la etnia negra llega a tal extremo que asesina a dos
afroamericanos. Una vez en la cárcel se ve obligado a trabajar en la lavandería
con una persona de esa etnia. Esto, aunado al hecho de que él observa cómo
en la prisión algunos “blancos” negocian con “negros”, le lleva a un proceso de
auto-reflexión, descubriendo el papel que había jugado su padre (y la manera
en que este muere) en la construcción de su pensamiento racista. El acto cul-
men, impensable en su cosmovisión y que marca el inicio de su cambio, sucede
cuando es violado en las duchas por uno de los suyos, un “blanco”, pues contra
todos los pronósticos, él pensaba que podía ser ultrajado solo por “negros”. El
temor a que su hermano menor, igualmente seguidor del neo-nazismo, se viera
involucrado en la violencia racial, acelera su proceso de des-construcción del
pensamiento intolerante.
El sociólogo británico Anthony Giddens formula como una de las interrogantes
claves de la sociología, la siguiente “… ¿hasta qué punto somos actores creativos
que controlan activamente las condiciones de sus vidas o, por el contrario, gran
parte de lo que hacemos es el resultado de fuerzas sociales generales que es-
capan a nuestro control?” (Giddens, 1997, p. 832).
Willy Soto Acosta
El agente y la estructura
Globalización significa principalmente transacciones comerciales, demográfi-
cas y culturales entre naciones, sin importar las fronteras de los Estados. Sin
embargo, ese incremento de intercambios no está siendo acompañado de un
proceso de socialización que opere en cada sociedad, tendiente a la formación
de un sentimiento de “ciudadanía mundial”.
Esas dos condiciones —interrelación cada vez mayor entre países acompañada
de una ausencia de sentimiento de pertenencia a una ciudadanía mundial—
pueden llegar a provocar niveles de intolerancia cada vez mayores, a no ser que
actuemos en sentido contrario.
Cuando a nuestro país llegan mercancías que desplazan los artículos que no-
238 sotros producimos y que nos permiten mantenernos económicamente, cuando
a nuestro país llegan extranjeros que encuentran trabajo y vemos que nuestros
familiares y amigos están desempleados, cuando a través de la televisión llegan
a nuestro país valores y comportamientos muy diferentes a los que se nos incul-
caron, nosotros nos sentimos amenazados, perdidos y nuestra reacción lógica
es el nacionalismo y el chovinismo.
¿Pero se puede desmantelar la intolerancia y re-socializar en sentido contrario?
Abordar teórica y metodológicamente esta pregunta exige plantearnos esta
otra, ¿cuál es el peso que tienen los individuos en la determinación de los
hechos sociales y cuál el de las estructuras sociales?
Tratemos de explicar con algunos casos concretos la compleja relación entre la
persona y la estructura social.
Un individuo de estratos socio-económicos bajos llega a ser líder o no llega a
utilizaría ante todo tipo de acontecimiento social. Más bien, dicho proceso le
suministra “marcos categoriales”, guías de lectura para interpretar una serie de
hechos imposibles de conocer de antemano.
En esta misma línea de razonamiento, el concepto de “esquemas cognoscitivos”
que permiten conocer y valorar eso que llamamos “realidad”, es esencial para
entender el fenómeno de la socialización, como lo apunta Martín-Baró.
La socialización supone que el individuo, situado en un determinado contexto
social y en interacción con ese medio, va formando unos esquemas cognosci-
tivos que seleccionan y procesan su información, que filtran y configuran lo que
él va a aceptar como realidad, como el mundo. Desde el principio y en formas
cognoscitivas que evolucionan de lo simple a lo complejo, de la concreción so-
cio-motora a la abstracción operacional, el individuo percibe las personas y los
hechos con unos esquemas cognoscitivos vinculados a una particular situación
e intereses sociales. Los contenidos que la persona conscientiza, la realidad que
el individuo conoce y la forma como la conoce, pasa por estos esquemas cognos-
citivos, socialmente recibidos …
Cuando las personas captamos la realidad, conocemos a otras personas, cosas o
hechos, nuestro conocimiento no suele ser aséptico, puro; más bien, al conocer
la realidad experimentamos emociones, positivas o negativas, que son la corpo-
ralización de la evaluación. Esta evaluación no es algo sobreañadido al cono-
cimiento, sino que el mismo conocer la realidad tiene su elemento valorativo; la
definición de la realidad supone ya un juicio sobre su realidad ética, humana o
242 estética… Así, pues, junto a los esquemas cognoscitivos, las personas incorporan
a través de los procesos socializadores unos esquemas valorativos, unos criterios
para medir y evaluar la realidad. (Martín-Baró,1990, pp. 166-167)
Elster es claro en este punto al señalar que la socialización, en lugar de inculcar
en los individuos patrones compulsivos que provocarían comportamientos de-
terminados, es el proceso mediante el cual las personas adquieren estructuras a
partir de las cuales seleccionan acciones específicas.
Asistimos a una interpretación de la coacción social, de las normas, costum-
bres, prohibiciones en general, en donde además de ver lo negativo, lo que no
se puede hacer, se visualiza simultáneamente en un ámbito delimitado por esas
interdicciones. Dentro de este los individuos son en gran parte sujetos, ellos se
desenvuelven con autonomía dentro de ese espacio.
Una sociedad que conoce un alto grado de pobreza puede “determinar” que la ma-
yoría de sus habitantes sean pobres, pero también una sociedad en donde abunde
la riqueza puede tener a amplias capas de la población e incluso a la mayoría de
esta en la pobreza; por lo tanto, la mala distribución del ingreso de la sociedad rica
puede incidir en la pobreza ¿Existe una inadecuada distribución del ingreso por
fallas “técnicas” de la sociedad o porque los individuos no se agrupan entre sí para
luchar por ese objetivo? ¿El pobre lo es porque quiere serlo o porque socialmente
es “determinado” pobre? ¿El delincuente lo es porque individualmente lo quiere o
porque la pobreza, el desempleo y la marginalidad lo compulsan a serlo?
Y de otro lado de la moneda, de “abajo hacia arriba”, un grupo de pobres que se
organiza, recibe cursos de emprendurismo, desarrolla una pequeña empresa,
¿puede acabar con su condición de pobres o al menos de desempleados, y con-
tribuir de esta manera a disminuir la tasa (social) de desempleo del país?
¿La tasa de suicidio se puede disminuir con acciones desde el Estado (políticas
sociales en materia de salud, empleo, crédito, promoción de la participación
de las personas en grupos y asociaciones) o a través de terapias individuales?
¿El individuo que ha padecido problemas mentales y los supera transitoria o
permanentemente puede convertirse en un líder en campañas de salud mental
y contribuir a atenuar este problema social? ¿La mujer que durante años ha
sido golpeada y martirizada por su compañero o esposo puede convertirse en
dirigente feminista y alertar a la sociedad acerca de este flagelo social? ¿Podría
246 incluso llegar a ser Ministra de la Condición de la Mujer?
Las respuestas, necesariamente caso por caso y de ninguna manera como regla
general, apuntan precisamente a lo que Mills denomina las intersecciones entre
la biografía (personal) y la historia (social). Precisamente esa habilidad consus-
tancial al oficio de sociólogo, la imaginación sociológica, radica en la capacidad
de, para cada caso concreto, establecer esa intersección.
…esa imaginación (sociológica) es la capacidad de pasar de una perspectiva a
otra, de la política a la psicológica, del examen de una sola familia a la esti-
mación comparativa de los presupuestos nacionales del mundo, de la escuela
teológica al establecimiento militar, del estudio de la industria del petróleo al de
la poesía contemporánea. Es la capacidad de pasar de las transformaciones más
impersonales y remotas a las características más íntimas del yo humano, y de
ver las relaciones entre ambas cosas. Detrás de su uso está siempre la necesidad
de saber el significado social e histórico del individuo en la sociedad y el periodo
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Willy Soto Acosta
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