Sobre La Libertad

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SOBRE LA LIBERTAD

JOHN STUART MILL

5 DE JUNIO DE 2023
JAVIER SANTIAGO GARCÍA
1ºA BACH
La obra de John Stuart Mill “Sobre la libertad “es una de las obras más importantes que
escribió Mill. Esta obra se concibió por primera vez como un ensayo corto en 1854. A
medida que iban surgiendo sus ideas liberales Mill y su mujer, Harriet Taylor, fueron
reescribiendo esta obra hasta el año 1859, cuando finalmente se publicó. Aunque su
mujer no pudo terminarla porque falleció un año antes de su publicación y Mill le
dedico la obra.
Mill fue uno de los principales defensores del liberalismo en la Inglaterra del siglo XIX.
No curso estudios universitarios, pero gracias a sus altas capacidades cultivó todas las
ramas de la filosofía, aunque siempre mostró un rechazo por la metafísica. Sus
pensamientos liberales defienden la libertad de expresión, ya que para él, no hay
ninguna razón para silenciar una opinión.
Inglaterra, en el momento en el que se publicó la obra, estaba en época victoriana. Esta
época fue una de las más prósperas para el país, ya que tuvo lugar una Revolución
Industrial que provocó grandes avances tecnológicos y económicos. En el ámbito de la
política, gracias a la reina Victoria, Inglaterra se convirtió en la mayor potencia mundial.
Antes de comenzar a analizar la obra recordamos que la libertad de Stuart Mill funciona
solo con la democracia representativa, es decir, cuando desaparece la oposición entre los
gobernantes y los gobernados. Su teoría de libertad parte del valor último del individuo
y de su anhelo de felicidad, que a su vez son condición del progreso social.
El texto que hemos leído trata de encontrar una respuesta a estas preguntas desde la
concepción liberalista de Mill: ¿Qué es la libertad política? ¿Hasta dónde llegan los
límites del poder que la sociedad puede ejercer? ¿Cuáles son nuestros derechos
naturales?
Partiendo de la teoría de la libertad de Mill, encontramos una de las ideas principales del
texto: la limitación de la libertad de acción.
Para Mill, la conducta individual solo se puede ver restringida cuando esta afecta a los
demás, pero no a sí mismo. De hecho, se cita la siguiente frase: «la única parte de la
conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que se refiera a
los demás. En la parte que concierne meramente a él, su independencia es, de derecho,
absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano».

Mill comienza la obra con el debate de la lucha entre la autoridad y la libertad. Puesto
que siempre existirá esta lucha en la sociedad.
En tiempos antiguos, este debate se daba entre los ciudadanos y el gobierno. Con lo cual
establecemos la relación que tenían los gobernantes con los ciudadanos no era
consentida, sino que en animal más fuerte protegía a los más débiles de ser devorados
por los buitres. Pero esta idea estamental también era ejercida por los buitres, intentando
seguir con la metáfora. El concepto de libertad ciudadana para los patriotas era
equivalente a la limitación del gobernante, y así conseguir un gobernante que gobierne
con mano justa.

Con el paso del tiempo estas ideas fueron evolucionando y dieron paso a unas ideas más
innovadoras, hasta llegar a un punto en el que se dejaron de considerar como una
necesidad natural la limitación de los gobernantes, ya que no había una razón por la cual
los gobernantes tuvieran intereses opuestos al de los de los gobernados. Con lo cual,
muchas personas consideraban excesiva la importancia otorgada a las limitaciones de
los gobernantes, y lo veían innecesario al conseguir unificar los intereses.
Estos intereses se consiguieron igualar implantando un sistema de gobierno en el que el
gobernante fuera electivo y temporal. Este gobernante hace parte de los gobernados
durante su etapa pre y post gubernamental. Así, los gobernados se sentirían identificados
con el gobernante y, por tanto, los intereses del gobierno serán los mismos que de la
propia nación.
Pero, aunque esta idea sea efectiva en la teoría, no existe en la práctica. Para Mill, la
idea de que el pueblo no tienen necesidad de limitar el poder sobre sí mismo podría
parecer evidente si el gobierno popular fuese solo una cosa con la que sueña. Pensaba
que esta supuesta sociedad inmune a la tiranía no existe, y que los ideales democráticos
no se cumplen tan fácilmente como se esperaba.
También, Mill pensaba que la tiranía de la mayoría limita la función política, ya que el
pueblo es fácil de convencer si se tienen los medios suficientes y se emplean los
mecanismos de convicción que logren captar la atención de la gente.
Los escenarios en los que se produce la percepción de la tiranía son muy específicos: el
exceso de centralismo, cuando el poder centralizado de una federación toma una
decisión que debe ser local; y el abandono de la racionalidad, una decisión que basa su
pretensión de gobernar en números y no en la excelencia.
La voluntad del pueblo representa la voluntad de la parte más numerosa, pero no de toda
su extensión. Y por esto cabe la posibilidad de que el propio pueblo pueda oprimir una
parte de el mismo.
Por eso Mill piensa que es más necesario limitar el poder del pueblo que el del propio
gobernante. La sociedad en si misma puede ejecutar, y de hecho ejecuta, sus propios
mandatos. Cuando esos mandatos son incorrectos o simplemente de cosas que no
deberían tener en cuenta, la tiranía social es más temible que muchas clases de opresión
política.
La sociedad no sanciona como tal al individuo cuando incumple alguna norma social.
Pero, hay métodos peores en cuanto a las penas impuestas por la gente como la
marginación individual, comentarios que se pueden considerar maliciosos o incluso
acciones violentas (que pueden penalizarse por la propia ley jurídica del estado) crean
una dependencia a las normas sociales que puede provocar esclavos de la opinión
pública.
La opinión pública tiene como principal argumento los sentimientos que son
provocados en las masas de población. Normalmente, los hechos que producen rechazo,
son aquello que provoca miedo o ira a aquellos que los contemplan. Esto, para Mill, es
algo que no se puede normalizar, por tanto, no se debe establecer como límite un
sentimiento.
En cuanto a establecer un límite, Mill defiende que el límite para establecer cualquier
ley aplicada al individuo hay que tener en cuenta si provoca dolor al prójimo. Este dolor
no se debe confundir con miedo o rabia, ya que pueden llegar a asemejarse en algunas
situaciones.
Para que un individuo sea libre y esté protegido por la sociedad es necesario que se
comprometan a seguir unas normas sociales. Estas normas serían no entrometerse en los
asuntos privados de los demás, hacerse cargo de los deberes para mantener la sociedad
de forma equitativa y asumir que la sociedad. Pero estas normas no intervendrán en el
ámbito de la vida privada de los individuos.
El individuo puede hacer con él lo que quiera siempre y cuando no dañe físicamente a
otra persona. De ahí nace y termina la libertad individual.
Ahora bien, según mi inexperto razonamiento, Mill fallaba en un argumento. Es absurdo
pensar que la sociedad en conjunto puede comportarse de forma individualizada.
Según Mill, la libertad de expresión debe de ser máxima. Con lo cual todos los
individuos tienen derecho a opinar sin ser juzgados y a pensar lo que provoque en ellos
más satisfacción y, por tanto, lo que crean que es más justo y recto para su entorno.
También podemos deducir que Mill es naturalista.
La libertad es un término bastante abstracto. Y para Mill, el dolor no es lo mismo que la
molestia, nadie puede prohibir a nadie meterse en la vida de otra persona. La sensación
producida cuando algún individuo se entromete en la vida de otro no es otra cosa que
desagrado, pero no dolor físico.
Pero excluyendo eso, Mill era un gran defensor de la libertad de expresión. Bajo mi
punto de vista, todo el mundo tiene derecho a opinar, ya sea en favor o en contra de una
cosa. Hoy en día no es algo que esté penado por la ley, al menos en España. Sin
embargo, y por desgracia, la sociedad tiende a castigar aquellas opiniones que crean en
la mayoría, y, por tanto, no existe una libertad de expresión plena.
Además, cada vez se crea más tensión cuando se menciona en una conversación
coloquial o profesional los ideales políticos. Hay una brecha demasiado ancha entre
unos ideales y otros. Ya sea por factores históricos o no, cuando un individuo está en
solitario, procura evitar a toda costa la política si sabe que con quien está no aceptan lo
que piensa. Es más, la política hoy en día es casi un tema tabú.
Esta evasión solo provoca una cosa: la desinformación de la juventud. Lo que
antiguamente era sabido desde una temprana edad sobre economía, ideología y política,
hoy en día los jóvenes no tienen ninguna ideología más allá de lo que se enseña en las
aulas o a duras penas los medios de comunicación. Es triste que ni siquiera en el propio
núcleo familiar se pueda enseñar lo que está pasando en tu país.
Volviendo a Mill, él asegura que es sencillísimo convencer de diferentes ideas políticas
a la sociedad si se disponen de los medios necesarios.
Este fenómeno sigue ocurriendo con los ideales de un político hoy en día. En España, en
especial, parece que cierto grupo se ha ganado la confianza de un grupo mayoritario
gracias a buenas palabras, defensa de lo que parece más justo y escondiendo intereses
propios con buenas palabras. Todo esto es gracias a la distorsión en los medios de
comunicación controlados por el estado y el ocultamiento de verdades, solo dando estas
de una manera muy maquillada.
Para finalizar el trabajo destaco que Mill fue un hombre que defendía la libertad de
decir lo que piensas sin tapujos, a pesar de que vivía en una época gloriosa para
Inglaterra, pero que no estaban desarrollados los derechos humanos.

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