La Chica Mas Rara Del Mundo CAP1
La Chica Mas Rara Del Mundo CAP1
La Chica Mas Rara Del Mundo CAP1
U
na línea negra corta el blanco de la hoja y va tiñendo el papel,
ilustrando un relato y llenando de vida aquello que perma-
necía desierto.
“En cada barrio hay una casa abandonada, cada casa abandonada
esconde una historia y esas historias no siempre son buenas”.
Siguiendo el dibujo, a través del lápiz negro, nos toparemos
con la artífice de la obra: Melién.
Sus ojos mantienen un brillo especial. No es el reflejo de la
lámpara de noche sobre su escritorio, ni la luna que, aprovechan-
do la falta de nubes sobre el cielo, cuela su claridad por la ventana.
No; el brillo que muestran esos ojos es interno. Casi parece irreal.
Ella lo cree así y, en algún punto, piensa que es un ser de fantasía;
siempre sola, siempre dibujando, escribiendo, siempre pensando
en cosas raras. Tal vez por eso en la escuela la llaman “La chica
más rara del mundo”. Quizás tengan razón, pero a ella no le im-
porta; menos cuando está creando.
Su habitación es un mundo interno que se hizo externo. Atrás
quedó el empapelado que simulaba un bosque; y aquellos árboles
negros que se recortaban en un cielo blanco también terminaron
ocultos tras capas y capas de relatos.
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Aunque no es una tarea simple, la mente de Melién se puede
leer en cada rincón. Quien entre a su habitación, desde cada una
de las paredes será observado por sus monstruos; seres sobrena-
turales, personajes fantásticos o sombras misteriosas. Todo ese
universo tiene vida en su cabeza.
Cualquiera podría decir que posee una visión terrorífica del
mundo, pero es todo lo contrario: ella tiene el don de transformar
lo macabro en algo bueno. Para Melién, la oscuridad es un lugar
que, con tiempo y paciencia, puede revelar seres maravillosos;
por eso no le dan miedo la noche, ni las tormentas, ni las leyendas
urbanas. Para ella, cada misterio es una historia por descubrir.
Melién tiene un poder; aún no sabe qué tan real es, pero lo
siente.
Poseída por un nuevo mundo, que nace sobre la hoja blanca de
su cuaderno de cuentos, va ocupando el número 9 de su colección
personal.
Hace dos años, empezó a reunir todas las historias que te-
nía sueltas en papeles y hojas de carpeta y las acomodó dentro
de unos cuadernos, que tituló “Imaginasustos”. Desde aquel día
hasta hoy, ya completó ocho tomos con sus narraciones, poemas,
pensamientos y dibujos. Podría utilizar una computadora para al-
macenar sus relatos, pero prefiere tenerlos en sus Imaginasustos,
porque siente que en el papel todo se percibe con más vida; allí
puede decorarlos y agregar ilustraciones.
Cada vez que está sumergida en una nueva historia, los dibu-
jos que decoran su entorno pierden nitidez y las paredes desapa-
recen, dejándola flotando en un espacio insustancial. Ya no está
en su habitación, ni en su casa, ni en nuestro mundo.
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LA CASA DE LOS CHICOS PERDIDOS
IMAGINASUSTOS Nro. 9
Cuento 23
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atrapado en la tela. Otros aseguraban que el cuadro no
tenía imagen; que el lienzo estaba pintado todo de negro
y que, si mirabas fijamente ese abismo, veías tus peores
miedos. Nadie sabía de verdad qué ocurría al pararse fren-
te a la obra, lo único seguro era que ni un solo niño había
podido traer noticias verídicas del elemento maldito. Porque
aquellos que pisaban la habitación del cuadro no regresaban
nunca más.