02 - Antropología - Introducción - Apuntes de Cátedra
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Apunte de Cátedra
Un objeto de estudio es una relación conceptual, algo que representa un aspecto de la realidad,
una especie de “recorte” de la misma de acuerdo con esa relación conceptual. Tiene, por lo
tanto, un referente empírico que adquiere significación para la ciencia porque forma parte de un
problema o se constituye como problema de acuerdo con ciertos interrogantes (más o menos
explícitos), que en una determinada época histórica se tornan relevantes y a los que la ciencia
toma como campo para dar respuestas teórico-interpretativas (y en algunos casos
transformadoras).
En el pensamiento dominante europeo de los siglos XVII, XVIII y XIX lo humano se constituye
como problema científico en gran medida a partir de las preguntas suscitadas por el contacto
directo con sociedades y culturas “otras”, de acuerdo con los intereses de la expansión
colonialista, que es la que impone el dominio de esas sociedades por las potencias capitalistas.
El contraste con otros modos, otras conductas, otras representaciones e imágenes reinstala en
el pensamiento occidental dilemas que ya se venían planteando desde la remota Antigüedad:
¿qué es lo humano? ¿cuál es su origen? ¿qué explica la diversidad, la diferencia no sólo entre
lo humano y lo animal o lo sobre-natural sino entre las distintas manifestaciones humanas?
¿cómo funcionan otras sociedades extrañas a la propia? ¿cómo dar respuesta a los problemas
de la sociedad propia contemporánea tomando como base el conocimiento de esos otros?
No es casual que es en el siglo XVII que se inventa el término “sociedad humana” y en el siglo
XVIII los conceptos de “cultura” y “humanidad”. Se puede sintetizar este proceso
estableciendo que a partir de la diversidad, de la alteridad, de la otredad (los situamos como
sinónimos), se constituye el interrogante sobre la unidad de lo humano. La disciplina que se va
a ocupar de elaborar estas respuestas en términos de esa unidad es precisamente la que se
define como la ciencia del hombre, de lo humano: la Antropología.
Pero como el conocimiento siempre responde a intereses, y desde ahí se definen los problemas
a indagar, el foco de la indagación antropológica se especializó en las sociedades-culturas otras,
aquellas que se predefinían así desde la mirada centrada en la Europa dominante. Por eso, en
su primera época (en la que se institucionaliza como ciencia, durante la segunda mitad del
siglo XIX), la Antropología se auto asume como la ciencia que se ocupa de estudiar a “los
otros”, definidos estos como los depositarios de lo diferente respecto al nosotros central,
dominante, europeo. Esto fue variando a partir de la crítica dentro de la misma disciplina y
básicamente con el proceso de descolonización del siglo XX y la globalización actual, pero el
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objeto de estudio construido como la otredad cultural es lo que mantiene a nuestra disciplina
en un sitial particular dentro del campo de las ciencias sociales.
[Se transcribe a continuación lo sustancial del capítulo “Acerca del objeto y las problemáticas de la
Antropología”, de Patricia Campan, en Chiriguini, M.C. 2008: Apertura a la Antropología; 15-29].
“al notar las diferencias entre los habitantes de las islas Trobriand y los europeos
generalmente tendemos a quedar más impresionados por éstas que por las aparentes
similitudes que presentan sus culturas, y no sólo quedaremos impresionados, sino que
probablemente, preguntemos por qué existen tales diferencias?” (Kaplan y Manners
1979:20).
Una de las definiciones que se ha elaborado acerca de esta ciencia es la del antropólogo francés
Claude Lévi-Strauss (1984), quien señala justamente la amplitud del interés antropológico:
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Al leer atentamente esta definición encontramos que la Antropología abarca una amplia
variedad de temas que cubren distintos aspectos del hombre. Pero también se hace referencia al
hombre en “su extensión geográfica e histórica”, de modo que, si ubicáramos en un gráfico sus
temas de interés, podríamos hacerlo sobre dos ejes: uno que correspondería a la variable tiempo
y otro a la variable espacio. Y esto es así porque esta ciencia comprende en su análisis “todas las
épocas (...) y todos los espacios” (Lischetti 1994).
Cuando Lévi-Strauss se refiere en su definición a la “evolución del hombre desde los homínidos
hasta las razas modernas” nos encontramos con que está abarcando un rango de tres o cuatro
millones de años. Es clara entonces la profundidad temporal que maneja esta disciplina, pero
a la vez también es amplio el espacio en el que trabaja, porque se refiere a todos los hombres.
Por el hecho de que los humanos somos también animales, la perspectiva bidimensional tiene
sentido. De otro modo, podríamos cometer el error de considerar el aspecto cultural omitiendo
nuestras capacidades y limitaciones de tipo físico. Por el contrario, si sólo nos concentráramos
en nuestro aspecto biológico, omitiríamos un importante atributo humano: la cultura. Lo que
queremos decir es que esta bidimensionalidad no se refiere a una oposición de ambos aspectos
del hombre, sino que tiene como base una relación dialéctica1. En lo que estábamos diciendo,
el hombre se constituye como tal sobre la base de la relación dialéctica existente entre su
“naturaleza” y la cultura.
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Al hablar de dialéctica se quiere decir que cualquier cosa que consideremos (un pensamiento, por ejemplo) tiene sentido siempre que se lo
tome en su relación con otras cosas (otros pensamientos, por ejemplo); porque lo que es lo es en relación con lo que no es.
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sus características distintivas del resto de las especies, en términos de la bi-dimensionalidad
biológico-cultural ya anunciada. Para eso veremos concretamente los principios de la teoría de
la evolución, sus bases genéticas, los conceptos de especialización y generalización, la
secuencia de paleoespecies homínidas, el papel de las alteraciones de crecimiento, el cerebro y
el aparato fonador, la importancia del trabajo en la humanización, la relación del potencial
biológico y los procesos de reproducción y el desarrollo cultural en los tiempos prehistóricos.
Una de las principales conclusiones de este primer capítulo de nuestro programa es que la
especie humana constituye una unidad en su materialización y potencialidad biológica y una
unidad en su componente psíquico. En otros términos: todos los miembros de nuestra especie
tienen las mismas potencialidades biológicas (y “mentales”) y no existen diferencias de ese
tipo que puedan argumentarse como base para explicar las diferencias culturales, morales, de
comportamiento y creatividad.
Pero como la pregunta y los prejuicios respecto a la diversidad siguen vigentes, tomamos
partido para refutar a los reduccionismos biologistas que tratan de explicar la diversidad de
conductas, valores o creencias humanas tomando como base supuestas diferencias
“naturales”. Nos aproximaremos a la crítica a estos determinismos en boga y sobre todo
abordaremos la crítica al racismo, que es uno de los temas centrales de los aportes de nuestra
disciplina a lo largo de su desarrollo. Veremos la emergencia histórica del racismo como
construcción ideológica, las razones de su vigencia y su refutación.