Guerra Del Peloponeso

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Guerra del Peloponeso

La guerra del Peloponeso (en griego, Πελοποννησιακός Πόλεμος) (431 a. C.-404 a. C.) fue un conflicto
militar de la Antigua Grecia que enfrentó a las ciudades formadas por la Liga de Delos (encabezada por
Atenas) y la Liga del Peloponeso (encabezada por Esparta).
Tradicionalmente, los historiadores han dividido la guerra en tres fases. Durante la primera, llamada la
guerra arquidámica, Esparta lanzó repetidas invasiones sobre el Ática, mientras que Atenas
aprovechaba su supremacía naval para atacar las costas del Peloponeso y trataba de sofocar cualquier
signo de malestar dentro de su Imperio. Este período de la guerra concluyó en 421 a. C., con la firma de
la Paz de Nicias. Sin embargo, al poco tiempo el tratado fue roto por nuevos combates en el Peloponeso
lo que llevó a la segunda fase. En 415 a. C., Atenas envió una inmensa fuerza expedicionaria para
atacar a varios aliados de Esparta. La expedición ateniense, que se prolongó del 415 al 413 a. C.,
terminó en desastre, con la destrucción de gran parte del ejército y la reducción a la esclavitud de miles
de soldados atenienses y aliados.
Esto precipitó la fase final de la guerra, que suele ser llamada la guerra de Decelia. En esta etapa,
Esparta, con la nueva ayuda de Persia y los sátrapas (gobernadores regionales) de Asia Menor, apoyó
rebeliones en estados bajo el dominio de Atenas en el mar Egeo y en Jonia, con lo cual debilitó a la
Liga de Delos y, finalmente, privó a Atenas de su supremacía marítima. La destrucción de la flota
ateniense en Egospótamos puso fin a la guerra y Atenas se rindió al año siguiente.
La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la Antigua Grecia. Desde un punto de vista helénico,
Atenas, la principal ciudad antes de la guerra, fue reducida prácticamente a un estado de sometimiento,
mientras Esparta se establecía como el mayor poder de Grecia. El costo económico de la guerra se
sintió en toda Grecia; un estado de pobreza se extendió por el Peloponeso, mientras que Atenas se
encontró a sí misma completamente devastada y jamás pudo recuperar su antigua prosperidad.12 La
guerra también acarreó cambios más sutiles dentro de la sociedad griega; el conflicto entre la
democracia ateniense y la oligarquía espartana, cada una de las cuales apoyaba a facciones políticas
amigas dentro de otras ciudades estado, hizo de las guerras civiles algo común en el mundo griego.
Mientras tanto, las guerras entre ciudades, que originariamente eran una forma de conflicto limitado y
formal, se convirtieron en luchas sin cuartel entre ciudades estado que incluían atrocidades a gran
escala. La guerra del Peloponeso, que destrozó tabúes religiosos y culturales, devastó extensos
territorios y destruyó ciudades enteras, marcando el dramático final del dorado siglo v a. C. de Grecia.3

Preludio
Recreación moderna de una fila de hoplitas
En la Historia de la guerra del Peloponeso, libro uno, sección 23, Tucídides aclara que Esparta
comenzó la guerra con Atenas «porque temía que los atenienses se hicieran más poderosos, al ver que
la mayor parte de la República Helénica se encontraba bajo el control de Atenas».4 Ciertamente, los
casi cincuenta años de historia griega que precedieron al inicio de la guerra del Peloponeso habían
estado marcados por el desarrollo de Atenas como uno de los poderes principales en el mundo
mediterráneo. Tras rechazar los griegos la invasión persa en el año 480 a. C., Atenas encabezó la
coalición de polis (ciudades estado) griegas que continuaron las guerras médicas conocida como la
Liga de Delos, atacando territorios persas en el Egeo y Jonia. Lo que siguió fue un período al cual se ha
denominado Pentecontecia (nombre dado por Tucídides), en el cual Atenas fue conocida más
ampliamente por la historiografía griega con el de Imperio ateniense,5 impulsando una guerra agresiva
contra el Imperio aqueménida. Para mediados del siglo, los medos habían sido expulsados del Egeo y
obligados a ceder el control de una amplia cantidad de territorios a los atenienses. Al mismo tiempo,
Atenas incrementó su poder. Durante el curso del siglo, varios de sus exaliados independientes fueron
reducidos al estatus de estados tributarios de la Liga de Delos; estos tributos se emplearon en el
mantenimiento de una poderosa flota y, luego de mitad de siglo, para financiar grandes programas de
obras públicas en Atenas.
A poco de instaurada la Pentecontecia, comenzaron a surgir fricciones entre Atenas y las polis
peloponesias, incluida Esparta; tras la salida de los persas de Grecia, Esparta trató de evitar la
reconstrucción de las murallas atenienses (sin las murallas, los atenienses habrían estado
indefensos ante un ataque por tierra y sujetos al control espartano), en vano.7 Según Tucídides,
aunque los espartanos no reaccionaron en ese momento, «se sintieron ofendidos sin
manifestarlo».8 Los incidentes motivados por la reconstrucción de las murallas de Atenas
comenzaron a deteriorar sensiblemente las relaciones entre esta y Esparta.
En 465 a. C. volvieron a estallar conflictos entre las polis con el inicio de una revuelta ilota en Esparta.
Los espartanos solicitaron ayuda a todos sus aliados, Atenas incluida, para sofocar la rebelión. Atenas
envió un contingente considerable pero, al llegar, los espartanos rechazaron su concurso; los soldados
atenienses hubieron de volver a su ciudad, mientras que los de los demás coligados obtuvieron permiso
de quedarse y participar en la empresa. Según Tucídides, los espartanos actuaron de tal manera por
temor a que los atenienses cambiasen de bando y apoyaran a los ilotas; ofendidos, los atenienses
repudiaron su alianza con Esparta.9 Cuando finalmente los rebeldes ilotas debieron rendirse y
abandonar el país, los atenienses los establecieron en una ciudad estratégica, Naupacto, en el golfo de
Corinto.10
En 459 a. C., Atenas se aprovechó de una guerra entre la ciudad vecina de Mégara y Corinto, ambas
aliadas de Esparta, para sellar una liga con la primera, obteniendo así un asidero fundamental en el
istmo de Corinto. A continuación se desató un conflicto que duró quince años, conocido comúnmente
como la primera guerra del Peloponeso, en el cual Atenas luchó con intermitencia contra Esparta,
Corinto, Egina y otros estados griegos. Durante parte de este conflicto, Atenas controló no solo
Mégara, sino también Beocia. Sin embargo, cuando este terminó, los atenienses, que afrontaban una
gran invasión espartana del Ática, cedieron los territorios que habían ganado en la Grecia continental, y
tanto Atenas como Esparta se reconocieron mutuamente el derecho a dominar sus respectivos sistemas
de alianzas.11 Oficialmente, la guerra concluyó con la Paz de los Treinta Años, firmada durante el
invierno de 446-445 a. C.1213

Catalizadores de la guerra
Dos acontecimientos condujeron a la reanudación de la guerra que rompía la Paz de los Treinta Años
firmada en 446-445 a. C.:
• la guerra entre Corinto y Córcira
• y la defección de Potidea, colonia de Atenas.
Dos hechos trascendentales fueron los detonantes de la conflagración:
• el decreto ateniense contra Mégara, descrito más abajo.
• y el mencionado crecimiento extraordinario del poder de Atenas.14

Guerra entre Corinto y Córcira


En el 435 a. C., Córcira y Corinto rompieron hostilidades. Corinto, con colonias en el Adriático,
intervino en la stasis (guerra civil) entre demócratas y oligarcas de su colonia de Epidamno y envió
clerucos (colonos) y una guarnición. Los oligarcas pidieron ayuda a Córcira, antigua colonia de
Corinto, y aquella asedió por mar a la ciudad de Epidamno con 40 barcos y la cercaron por tierra los
exiliados de esta ciudad y sus aliados ilirios. Los corintios enviaron una expedición formada por naves
y contingentes peloponesios y jonios aliados de algunos miembros de la Liga del Peloponeso, como los
tebanos. Los corcireos fueron a Corinto y solicitaron el arbitraje de la Liga del Peloponeso y del
oráculo de Delfos. Como los corintios se opusieron, se entabló una batalla naval frente al promontorio
de Leucimna, en Córcira, en la que vencieron los corcireos, que expugnaron Epidamno, la cual firmó la
capitulación.
Dos años después de su victoria naval, en 433 a. C., Córcira solicitó su inclusión en la Liga de Delos,
puesto que los corintios estaban preparando una gran flota para consumar su venganza.16
Según Plutarco, los atenienses, a sugerencia de Pericles, les enviaron una flota de diez trirremes, una
mínima escuadra disuasoria, bajo el mando de Lacedemonio (hijo de Cimón de Atenas),17 y
posteriormente otro contingente de veinte, con la orden expresa de no trabar combate con los corintios
si estos no atacaban a la ciudad de Córcira.
En la batalla de las islas Síbota,18 se enfrentaron las flotas corcirea y corintia pero, antes de la
inminente victoria de los corintios, estos divisaron una escuadra de veinte naves atenienses que se
acercaban. Los corintios, que ignoraban cuál era o podría ser la magnitud de la flota ateniense, se
retiraron.
Córcira concluyó un epimachía (alianza defensiva) con Atenas para no vulnerar las cláusulas de la Paz
de los Treinta Años, que conllevó la presencia ateniense en los puertos de Córcira, impidiendo a
Corinto frenar la expansión ateniense hacia Occidente.19

Defección de Potidea
Batalla de Potidea
Los intereses atenienses y corintios chocaron también en el norte del mar Egeo. Potidea, ciudad de
Calcídica, miembro de la Confederación de Delos, mantenía relaciones con su metrópoli, Corinto, que
seguía enviando a los epidemiurgos.
Atenas ordenó a Potidea derribar la muralla del lado del mar, que la separaba de la península de Palene,
que entregasen rehenes y que no aceptase la presencia de los magistrados corintios.
Potidea contaba con el apoyo de Esparta y del rey macedonio Pérdicas II, por lo que se negó. Los
espartanos les habían prometido invadir el Ática en el caso de que los atenienses atacasen Potidea. Esta
anunció su retirada de la alianza ateniense en el 432 a. C., y acogió dentro de sus murallas a un cuerpo
expedicionario de corintios y peloponesios, mandados por Aristeo de Corinto, lo que casi supuso la
ruptura del pacto del 446 a. C. por parte de los corintios, ya que la expedición estaba formada por
voluntarios.
Atenas envió sus fuerzas a Tracia a principios del 432 a. C. contra Pérdicas al estallar la rebelión de
Potidea. Según algunos historiadores que se basan en las listas de tributos del 432 a. C., es posible que
Atenas, con vistas a la guerra con este rey, aumentara de 6 a 15 talentos el tributo (phoros) de Potidea.
La rebelión de Potidea había sorprendido al cuerpo expedicionario ateniense de treinta trirremes
enviado contra Pérdicas; estos resultaban insuficientes para asediar Potidea. Por ello, primero se
apoderó de Terma, después sitió Pidna y obligó a los macedonios a firmar la paz con Atenas.
Poco después Atenas ordenó el ataque a Potidea y envió nuevas tropas mandadas por Calias y por
Formión. No envió más contingentes en previsión de que Esparta cumpliera la promesa hecha a Potidea
de invadir el Ática.20

El Decreto de Mégara
En 447 a. C., después de la derrota de los atenienses, batidos por los beocios en Coronea, los
megarenses se rebelaron. Con la ayuda de los corintios, sicionios y epidaurios masacraron la guarnición
ateniense.21 Mégara que se había unido a Atenas al separarse de la Liga del Peloponeso, cambió su
alianza. En respuesta Atenas envió tropas para reconquistar Pegas.22 La Ekklesía (asamblea del pueblo
ateniense) promulgó un decreto que les excluía de todos los puertos y fondeaderos del Imperio
ateniense. Tales medidas afectaron gravemente a la economía de Mégara, que pidió a Esparta y a la
Liga del Peloponeso la guerra contra Atenas. Esta fue una de las causas que precipitaron el inicio de la
guerra.23
La ruptura de la paz
En 440 a. C., la Paz de los Treinta Años fue puesta a prueba cuando Samos, uno de los aliados más
poderosos de Atenas, se rebeló contra la alianza. Los rebeldes se aseguraron rápidamente el apoyo de
un sátrapa persa, y Atenas se encontró ante la necesidad de encarar revueltas a lo largo de su imperio.
Los espartanos, cuya intervención hubiese desatado una guerra para determinar el destino del imperio,
convocaron a sus aliados a un congreso para discutir la posibilidad de entrar en guerra con Atenas. No
obstante, la decisión del congreso fue no intervenir; los atenienses aplastaron la revuelta y la paz se
mantuvo.24
La segunda prueba para la paz, y la causa inmediata de la guerra, llegó en la forma de varias acciones
atenienses específicas que afectaron a los aliados de Esparta, principalmente a Corinto. Atenas había
sido convencida de intervenir en una disputa entre Corinto y Córcira respecto de la guerra civil en
Epidamnos y, en la batalla de Síbota, un pequeño contingente de trirremes atenienses jugaron un papel
sumamente importante al evitar que la flota corintia capturase Córcira. Sin embargo, cabe notar que los
atenienses habían recibido instrucciones indicándoles que no interviniesen en la batalla. La presencia
de navíos de guerra de Atenas cerca del lugar donde tenía lugar la batalla fue suficiente para disuadir a
los corintios de aprovechar su victoria, salvando así a la mayor parte de la derrotada flota corcirea.
Después de eso, Atenas sitió Potidea, un aliado tributario de los atenienses y ex colonia de Corinto.

Polis griegas del


Egeo septentrional en 431 a. C.:
Ciudades griegas Jónicas Dóricas Ciudades no griegas Tracias De población
Macedonias mixta tirreno-pelasga
Ultrajados, los corintios comenzaron a presionar a Esparta para que tomara alguna medida en contra de
Atenas. Mientras, Corinto ayudaba de manera no oficial a Potidea infiltrando grupos de soldados dentro
de la ciudad sitiada para ayudar a su defensa. Estos acontecimientos fueron una violación directa al
Tratado de los Treinta Años, que, entre otras cosas, había estipulado que las Ligas de Delos y del
Peloponeso respetarían mutuamente sus autonomías y cuestiones internas.
Una nueva provocación surgió en la forma de un decreto ateniense (promulgado en 433/2 a. C.) que
imponía estrictas sanciones comerciales contra Mégara (otra aliada de Esparta tras la primera guerra del
Peloponeso). Las sanciones, conocidas en conjunto como el Decreto de Mégara, fueron ignoradas por
Tucídides, pero los historiadores económicos modernos han notado que prohibir a Mégara comerciar
con el próspero Imperio ateniense habría sido desastroso para Mégara y, por lo tanto, consideran al
decreto como una causa más de la guerra.
En medio de estos eventos, los espartanos llamaron a una reunión de la Liga del Peloponeso en Esparta
en el año 432 a. C. Esta reunión recibió a representantes de Atenas al igual que a aquellos provenientes
de las ciudades miembros de la Liga, y se convirtió en el escenario del debate entre atenienses y
corintios. Tucídides informó que, hasta ese momento, los corintios habían condenado la inacción de los
espartanos, advirtiéndolos de que, si seguían pasivos, pronto se hallarían rodeados de enemigos y sin
ningún aliado.26 Como respuesta, Atenas recordó a Esparta su historial de victorias militares contra
Persia y la previno de los peligros de enfrentarse a un Estado tan poderoso.27 Imperturbable, la
mayoría de la asamblea espartana votó que los atenienses habían roto la paz, declarando, en esencia, la
guerra.
El historiador Simon Hornblower afirma que de la narración de Tucídides se desprende que la causa
profunda de la guerra se gestó durante la Pentecontecia, los 50 años que mediaron entre el final de la
segunda guerra médica y el estallido de la guerra del Peloponeso. Dice también que el relato tucidídeo
de los acontecimientos de la década 445-435 a. C. «son tratados no como parte de esos cincuenta años,
a los que pertenecen estrictamente hablando, sino como parte de la sucesión de hechos que fueron la
causa inmediata de la guerra».29 Añade que Tucídides en el libro I.23.6, «desarrolla la primera teoría
de la causalidad histórica»,29 donde dice que:
Se describen en las secciones subsiguientes.
La guerra arquidámica

Los Muros Largos que rodeaban Atenas y la unían con El Pireo

Esparta y sus aliados, excepto Corinto, eran dominios con base predominante en tierra, capaces de
convocar a grandes ejércitos terrestres que eran prácticamente invencibles (gracias a las legendarias
fuerzas espartanas). El Imperio ateniense, pese a tener base en la península del Ática, se extendía entre
las islas del mar Egeo; los atenienses obtenían su riqueza del tributo que pagaban esas mismas islas.
Atenas mantenía su imperio por medio de su poderío naval. Por este motivo ambos estados eran
relativamente incapaces de plantar una batalla decisiva.
La estrategia espartana durante la primera guerra, a la que se denomina guerra arquidámica, por el rey
Arquidamo II de Esparta, era invadir el territorio que rodeaba a Atenas. Pese a que esta invasión privó a
Atenas del producto de las tierras circundantes, los atenienses conservaron su acceso al mar y no
sufrieron mucho el asedio. Muchos de los pobladores del Ática abandonaron sus granjas y se
trasladaron dentro de los Muros Largos que conectaban Atenas con su puerto de El Pireo. Los
espartanos también ocuparon Ática durante períodos intermitentes de tres semanas; siguiendo la
tradición del sistema hoplítico, los soldados esperaban regresar a sus casas para participar en la
cosecha. Además, era necesario mantener el control sobre los esclavos espartanos, conocidos como
ilotas, quienes no podían quedar sin supervisión por períodos prolongados. La invasión espartana más
extensa, en 430 a. C., duró apenas cuarenta días.
Inicialmente, la estrategia ateniense la fijaba el strategos, o general, Pericles, quien aconsejaba a los
atenienses evitar la batalla en terreno abierto contra los numerosos y bien entrenados hoplitas, y
depender de su flota. La marina de guerra ateniense, la de mayor predominio en toda Grecia, asumió la
ofensiva, consiguiendo una victoria en la batalla de Naupacto. Sin embargo, en 430 a. C. una plaga
golpeó a Atenas. La plaga arrasó la población de la ciudad y, a largo plazo, fue una de las causas
principales de su derrota final. La plaga mató, antes de que se extinguiera en el año 427 a. C., a más de
cuatro mil hoplitas, trescientos soldados de caballería y un número indeterminado de ciudadanos de las
clases bajas y de marineros, quizás un tercio de la población de Atenas,30 incluidos Pericles y sus
hijos.31 En consecuencia, la cantidad de soldados se vio reducida drásticamente, e incluso los
mercenarios extranjeros se negaban a ser contratados por una ciudad asolada por la plaga. El temor era
tal que la invasión espartana a Ática fue abandonada, puesto que las tropas no deseaban arriesgarse a
contraer la enfermedad.
Tras la muerte de Pericles, los atenienses abandonaron en cierto modo su estrategia conservadora y
defensiva, adoptando una más agresiva y llevando la guerra a Esparta y a sus aliados. Cleón, líder de la
facción más militarista dentro de la democracia ateniense, adquiría cada vez mayor importancia.
Dirigidos militarmente por un astuto nuevo general, Demóstenes (quien no debe ser confundido con el
orador ateniense), los soldados atenienses lograron algunos triunfos mientras continuaban con sus
ataques navales sobre el Peloponeso. Atenas extendió su actividad militar a Beocia y Etolia, y comenzó
a fortificar sus bases militares alrededor del Peloponeso. Una de ellas se encontraba cerca de Pilos en
una pequeña isla llamada Esfacteria, que en el curso de la primera guerra se puso a favor de Atenas. La
base, establecida en las afueras de Pilos, golpeó a Esparta en su punto más débil: su dependencia de los
ilotas. Esparta era dependiente de una clase de esclavos, conocidos como ilotas, para que se encargaran
de las plantaciones mientras los ciudadanos se entrenaban para convertirse en soldados. Los ilotas
hacían posible el sistema espartano, pero ahora la base ateniense en Esfacteria estaba atrayendo a los
ilotas fugitivos. Además, el temor de una revuelta general de ilotas acicateados por la presencia
ateniense hizo que los espartanos entraran en acción. Demóstenes, sin embargo, realizó una
contramaniobra y atrapó a un grupo de soldados espartanos en Esfacteria, esperando que se rindieran,
pero semanas más tarde, aún era incapaz de acabar con ellos. Después de jactarse de que él podría
poner fin a los asuntos en la Asamblea, el inexperto Cleón logró una gran victoria en la batalla de Pilos
y la sucesiva batalla de Esfacteria en 425 a. C. Los atenienses capturaron entre trescientos y
cuatrocientos hoplitas espartiatas; los prisioneros fueron utilizados por Atenas como elementos de
negociación.
Después de la batalla, Brásidas, uno de los generales espartanos, reunió un ejército de aliados e ilotas y
se dirigió hacia una de las fuentes del poderío de Atenas: la colonia de Anfípolis, que controlaba a un
gran número de minas de plata cercanas, que Atenas empleaba para financiar la guerra. Cabe destacar
que en esta época el historiador Tucídides ostentaba el cargo de general ateniense y que fue exiliado por
su fracaso de impedir que Brásidas conquistase Anfípolis. Tucídides llegó demasiado tarde para
reforzar las tropas que defendían la ciudad, hecho que llevó a que lo culparan de su caída. En batallas
posteriores, tanto Brásidas como Cleón cayeron muertos (véase batalla de Anfípolis). Esparta y Atenas
acordaron cambiar a los prisioneros por las ciudades capturadas por Brásidas, y firmaron una tregua.

Paz de Nicias
Tras la muerte de Cleón y Brásidas, belicosos guerreros de ambas naciones, la Paz de Nicias duró
alrededor de seis años. No obstante, esta fue una época de escaramuzas constantes en el interior y en las
inmediaciones del Peloponeso. Mientras los espartanos se contuvieron de entrar en acción, algunos de
sus aliados comenzaron a hablar de revolución. Estas ideas eran apoyadas por Argos, un poderoso
Estado del Peloponeso que había permanecido independiente de Lacedemonia. Con la ayuda de los
atenienses, los argivos tuvieron éxito forjando una coalición de estados democráticos en el Peloponeso
que incluía a estados importantes como Mantinea y Elis. Los primeros intentos de Esparta por quebrar
la coalición fracasaron, y comenzó a cuestionarse el liderazgo del rey de Esparta, Agis II.
Envalentonados, los argivos y sus aliados, con el apoyo de un pequeño ejército ateniense al mando de
Alcibíades, se pusieron en marcha para tomar la ciudad de Tegea, cercana a Esparta.
La batalla de Mantinea (418 a. C.) fue la mayor batalla librada dentro del territorio griego durante la
guerra del Peloponeso. Los lacedemonios, junto con sus vecinos tegeatas, se enfrentaron al ejército
combinado de Argos, Atenas, Mantinea y Arcadia. En la batalla, la coalición aliada logró varias
victorias iniciales, pero fracasó en capitalizarlas; esto permitió que las fuerzas de élite espartanas
derrotaran a la coalición. El resultado fue una victoria total para Esparta, que rescató a su ciudad del
borde de la derrota estratégica. La alianza democrática se fracturó y muchos de sus miembros
regresaron a la Liga del Peloponeso. Mediante su victoria en Mantinea, Esparta consiguió recuperarse
de una mala situación y restablecer su hegemonía dentro del Peloponeso.

La expedición a Sicilia

Itinerario de la flota ateniense a Sicilia


En el decimoséptimo año de la guerra (415-414 a. C.), llegó la noticia a Atenas de que uno de sus
aliados más lejanos en Sicilia, Segesta había entrado en guerra con Selinunte, entre otras cosas, por
disputas fronterizas. Los selinuntios invocaron la alianza común con Siracusa, ciudad que atacó a
Segesta por tierra y mar. Segesta recordó a Atenas la alianza de esta última con la ciudad de Leontino,
existente desde la primera expedición ateniense a Sicilia en 427 a. C., bajo el mando del estratego
ateniense Laques. El pueblo de Siracusa era étnicamente dorio (al igual que los espartanos), mientras
que los atenienses y sus aliados en Sicilia eran jonios. Atenas sintió la obligación de ayudar a sus
aliados, sobre todo por el temor, manifestado y no infundado, de los habitantes de Segesta, de que
Siracusa podría aniquilar a todos los aliados que aún les quedaban a los atenienses y segestanos en
tierras sicilianas, y de que los siracusanios pudieran prestar ayuda militar a las demás polis dorias de la
isla y, por tanto, menoscabar el poderío de Atenas. Segesta prometió sufragar los gastos que ocasionaría
la guerra.32 Como primera medida, la asamblea ateniense decretó, tras oír a los embajadores de
Segesta, enviar una delegación a la ciudad aliada para averiguar de cuánto dinero disponía en realidad,
e informarse de la situación de la guerra contra Selinunte.33
Los atenienses no actuaron únicamente desde una visión altruista: respaldados por Alcibíades, el líder
de la expedición, soñaban con la conquista de toda Sicilia. Siracusa, la ciudad principal de Sicilia, no
era mucho más pequeña que Atenas, y conquistar Sicilia habría llevado a Atenas una inmensa cantidad
de recursos. Durante los últimos estadios de las preparaciones, personas desconocidas mutilaron las
hermai (estatuas religiosas) de Atenas, y Alcibíades fue acusado de crímenes religiosos (Cf.
Hermocópidas). Alcibíades exigió que lo enjuiciaran de inmediato para poder defenderse antes de la
expedición. Los atenienses sin embargo le permitieron que partiera en la expedición sin ser enjuiciado
(muchos creyeron que la razón fue prepararse mejor en su contra). Tras llegar a Sicilia, Alcibíades fue
llamado de regreso a Atenas para el juicio. Temeroso de que lo condenaran injustamente, Alcibíades se
pasó al bando de Esparta y Nicias quedó al mando. Luego de su traición, Alcibíades informó a los
espartanos de que Atenas planeaba utilizar Sicilia como trampolín para la conquista de Italia, y emplear
los recursos y soldados obtenidos con esas nuevas futuras conquistas para dominar todo el Peloponeso.
Las fuerzas atenienses consistían en más cien trirremes y cinco mil hombres entre infantería y tropas
ligeras. La caballería se limitaba a unos 30 caballos, los cuales demostraron no estar a la altura de la
mayor y mejor entrenada caballería siracusana. Con su llegada a Sicilia, varias ciudades se unieron en
el acto a la causa ateniense. Nicias pospuso el ataque en lugar de efectuarlo de inmediato, y así la
campaña terminó el año 415 a. C. con poco daño para Siracusa. El invierno se aproximaba y los
atenienses debieron retirarse a sus cuarteles, pasando la dura estación reuniendo aliados y preparándose
para destruir Siracusa. El retraso permitió a los siracusanos solicitar la ayuda de Esparta, quien envió al
general Gilipo a Sicilia con refuerzos. Una vez en Italia, Gilipo montó un ejército formado por varias
ciudades sicilianas y acudió al rescate de Siracusa. Después de tomar el mando de las tropas
siracusanas, y tras una serie de batallas, el espartano derrotó a las fuerzas atenienses, evitando que
invadieran la ciudad.
Nicias solicitó a Atenas refuerzos, siendo enviado Demóstenes con una nueva flota para unir sus
fuerzas con las de Nicias. Se sucedieron más batallas y los siracusanos y sus aliados volvieron a
derrotar a los atenienses. Demóstenes abogaba por una retirada a Atenas, pero al principio Nicias se
negó. Tras nuevos reveses, Nicias estuvo de acuerdo en la retirada hasta que esta fue demorada por un
mal augurio (un eclipse lunar). El retraso forzó a los atenienses a una batalla en el puerto de Siracusa.
Los atenienses fueron completamente derrotados y Nicias y Demóstenes condujeron al resto de sus
fuerzas tierra adentro en busca de aliados. La caballería siracusana los atacó sin piedad, matando o
esclavizando a quienes quedaban de la poderosa flota ateniense.

La segunda guerra: Guerra de Decelia


Los lacedemonios no se limitaron simplemente a enviar ayuda a Sicilia; también resolvieron llevar la
guerra a territorio ateniense. Con el consejo de Alcibíades, fortificaron Decelia, cerca de Atenas, y
evitaron que los atenienses pudieran utilizar sus tierras durante todo el año. La fortificación de Decelia
impidió el envío de suministros a Atenas por tierra, obligando a que fueran transportados por mar con
un coste mayor. Lo peor de todo quizá fuera que el trabajo en las minas de plata cercanas fue
completamente interrumpido, ya que unos veinte mil esclavos atenienses fueron liberados por los
hoplitas espartanos en Decelia. Con los mil talentos del tesoro y reservas de emergencia diluyéndose,
los atenienses tuvieron que demandar mayores tributos a sus aliados, aumentando aún más la tensión y
la amenaza de otra rebelión dentro del Imperio.
Los corintios, los espartanos y otros miembros de la Liga del Peloponeso enviaron más refuerzos a
Siracusa, esperando rechazar a los atenienses; pero en lugar de retirarse, estos mandaron otras cien
naves y cinco mil hombres a Sicilia. Bajo las órdenes de Gilipo, los siracusanos y sus aliados
consiguieron derrotar totalmente a los atenienses en tierra; además, Gilipo alentó a los siracusanos a
construir una armada, la cual logró vencer a la flota ateniense cuando intentaban la retirada. El ejército
de Atenas, buscando escapar por tierra a otras ciudades más amistosas de Sicilia, fue dividido y
derrotado; los soldados del ejército ateniense fueron vendidos como esclavos y toda la flota fue
destruida.
Tras la victoria sobre los atenienses en Sicilia, todos creían que el fin de su Imperio estaba próximo. Su
tesoro casi se había agotado, sus astilleros estaban vacíos y sus jóvenes muertos o prisioneros en
territorio extranjero. Sin embargo, la fuerza del Imperio ateniense fue subestimada, aunque ciertamente
el comienzo del fin estaba cerca.

Atenas se recupera
Después de que la fuerza expedicionaria ateniense fuera destruida, Lacedemonia fomentó la revuelta
por parte de los aliados tributarios de Atenas, y gran parte de Jonia se levantó contra los atenienses. Los
siracusanos pusieron su flota a disposición de los peloponesios, y los persas decidieron apoyar a los
espartanos mediante dinero y barcos. Las revueltas y las diversas facciones amenazaban a la mismísima
Atenas.
Los atenienses lograron sobrevivir por varias razones: Corinto y Siracusa tardaron en trasladar sus
flotas al Egeo, y los demás aliados de Esparta también se retrasaron aprovisionando sus tropas y barcos.
Los estados jonios que se rebelaron esperaban recibir protección, por lo que muchos regresaron al
bando ateniense. Incluso los persas se demoraron en proveer los fondos y naves que habían prometido,
frustrando los planes de batalla.
En el momento en que comenzó la guerra, los atenienses habían ahorrado un poco de dinero y tenían
cien navíos para ser empleados como último recurso. Una vez que zarparon, esas naves se convirtieron
en el centro de la flota ateniense durante el resto de la guerra. En Atenas tuvo lugar una revolución
oligárquica donde un grupo de cuatrocientos personas tomaron el poder. La paz con Esparta habría sido
posible, pero la flota de Atenas, ahora con base en la isla de Samos, se negó a aceptar los cambios
políticos. En 411 a. C., esta misma flota se enfrentó a los espartanos en la batalla de Sime. La flota
designó a Alcibíades como su líder y continuó la guerra en nombre de Atenas. Su oposición llevó a que
se restituyera el gobierno democrático a los dos años.
Alcibíades, pese a ser repudiado por traidor, aún tenía peso dentro de Atenas. Evitó que la flota
ateniense atacase su metrópoli, ayudando a restaurar la democracia por medios de presión más sutiles.
También convenció a la flota de Atenas de atacar a los espartanos en la batalla de Cícico (410 a. C.).
Durante esta batalla, los atenienses aniquilaron a la flota espartana y lograron restablecer la base
financiera de su Imperio.
Entre 410 y 406 a. C., Atenas obtuvo varias victorias continuas y recuperó una buena parte de su
Imperio. En gran parte, todo esto se debió a Alcibíades.

El triunfo de Lisandro y la rendición de Atenas

Las acciones clave de cada fase


A continuación de una victoria menor de Esparta por parte del hábil general Lisandro en la batalla
naval de Notio en 406 a. C., Alcibíades no fue reelegido general de los atenienses y se autoimpuso el
exilio de la ciudad. Atenas resultó victoriosa en la batalla naval de Arginusas, donde la flota espartana
comandada por Calicrátidas perdió setenta navíos y veinticinco los atenienses. Sin embargo, debido a
las pésimas condiciones climáticas, los atenienses no pudieron rescatar a las tripulaciones varadas ni
acabar con la flota espartana. Pese a la victoria, estos fracasos fueron causa de indignación en Atenas y
desencadenaron un polémico juicio. El proceso judicial acabó con la ejecución de seis de los mejores
comandantes navales de Atenas. Ahora la supremacía marítima ateniense podía ser desafiada debido a
la pérdida de sus líderes más capaces y la baja moral de los tripulantes.
A diferencia de algunos de sus predecesores, Lisandro, el nuevo navarco (almirante) espartano, no era
miembro de la familia real de Esparta y era formidable en cuanto a estrategias navales; era un hábil
diplomático que incluso había cultivado una buena relación personal con el príncipe persa Ciro el
Joven, hijo de Darío II. Aprovechando la oportunidad, la flota espartana partió de inmediato hacia el
Helesponto, la fuente de suministro de cereales de Atenas. Bajo la amenaza de la hambruna, la flota
ateniense no tuvo otra opción que enfrentarse a los espartanos. Por medio de una astuta estrategia,
Lisandro derrotó completamente a la flota ateniense en 405 a. C., en la batalla de Egospótamos,
destruyendo ciento sesenta y ocho navíos y capturando entre trescientos y cuatrocientos marineros
atenienses. Solo doce barcos atenienses escaparon, y varios de estos navegaron hacia Chipre, llevando
al strategos Conón, quien deseaba evitar el juicio de la Asamblea.
Debido al hambre y las enfermedades causadas por un asedio prolongado, Atenas se rindió en 404 a. C.
y sus aliados hicieron lo mismo al poco tiempo. Los demócratas de Samos, leales hasta el final,
continuaron resistiendo y se les permitió huir para salvar sus vidas. Las condiciones de la rendición
privaron a Atenas de sus muros, su flota y todas sus posesiones de ultramar. Corinto y Tebas exigieron
la destrucción de Atenas y la esclavitud para todos sus ciudadanos. Sin embargo, los espartanos
anunciaron su rechazo a destruir una ciudad que había prestado servicio a Grecia en tiempos de gran
necesidad; Esparta incorporó a Atenas a su propio sistema político; ahora tendría «los mismos amigos y
enemigos» que Esparta.
Los victoriosos espartanos fueron clementes con Atenas, pese a la oposición de Corinto y Tebas.

Consecuencias
Durante un corto periodo, Atenas fue gobernada por los «Treinta Tiranos», suspendiéndose el régimen
democrático. Este nuevo gobierno fue establecido por Esparta. En 403 a. C., Trasíbulo derribó a los
oligarcas y restauró la democracia.
Pese a que el poderío ateniense estaba fracturado, la guerra de Corinto supuso una pequeña mejoría y
Atenas siguió teniendo un papel activo en la política griega. A su vez, Esparta fue derrotada por Tebas
en la batalla de Leuctra en 371 a. C., pero la conquista de Grecia por parte de Filipo II de Macedonia
puso fin a todo unos años más tarde.

Contexto: Trasfondo de la guerra


Progresivamente, Atenas intervino en asuntos internos de las polis sometidas o aliadas; así, ciertos
casos criminales debían ser juzgados en Atenas por tribunales atenienses aunque se hubieran cometido
en una de las polis aliadas.
La gran concentración humana dentro de las murallas de Atenas constituyó un público excelente para la
difusión de panfletos, cuyo único ejemplar completo que se ha preservado es el Viejo Oligarca.34
Tucídides relata lo que supuso para Atenas tener que evacuar, aunque no enteramente, el Ática.35 Para
muchos habitantes de los demos rurales, y para los agricultores y ganaderos que vivían en Atenas, la
guerra supuso un cambio radical en su modo de vida.36
En el campo de las artes, después de la victoria en la batalla de Esfacteria (425 a. C.) y la Paz de Nicias,
en Atenas se reanudó la construcción del Templo de Atenea Niké (425 a. C.-420 a. C.). Debido a la
guerra, los escultores Fidias y Policleto emigraron a Olimpia y Argos, respectivamente.37
Cleón de Halicarnaso, en uno de sus tratados, aconsejaba a Lisandro la manera de reformar la realeza
en Esparta, basada en el talento, al mencionar: «la realeza no es más que una profesión como las
otras».38
Se escribieron un gran número de obras técnicas: los tratados médicos hipocráticos, el primer libro de
urbanismo escrito por Hipódamo de Mileto,39 Damón y Glauco de Regio escribieron tratados de
música,40 Sófocles escribió una monografía sobre el coro, el escultor Policleto y el pintor Parrasio
teorizaron sobre su técnica.
El ámbito donde se aprecia más diferencia entre los periodos anterior y posterior a la guerra, es quizá el
de la teoría y la práctica militares. El siglo v a. C. es la época del ciudadano hoplita: Demóstenes señala
el contraste con su época:
El profesionalismo en la guerra del Peloponeso surgió debido a los prolongados periodos que los
ejércitos permanecían alejados de su patria, (al igual que Cayo Mario en las largas guerras que
disputó en Hispania); si bien es cierto que los asirios ya habían contado con un ejército
profesional.41 Los generales tenían que idear nuevos métodos de combate. Uno o dos años de
guerra procuraron más cambios de los que se habían visto en toda la Pentecontecia: Formión
combatió con sus tripulantes muy bien preparados en mar abierto, cuando en la batalla de
Síbotas, la lucha se libraba desde cerca, parecida a una batalla terrestre (pezomachia), dado la
ausencia de maniobras tácticas, como en la batalla de Salamina.42
Los largos periodos alejados de la ciudad incrementaron el profesionalismo. La Anábasis de Jenofonte
abunda en ejemplos:
• Tisafernes se asesoró con un griego de Zacinto consejero militar especializado.
• Al final de la Expedición de los Diez Mil, Cerétadas de Tebas preguntó en Bizancio «si alguna
ciudad o tribu necesita un general».43
• Los sofistas ofrecían la táctica como parte de su programa de estudios. Platón y Jenofonte se
hicieron eco de la pretensión de aquellos de educar en cuestiones militares.44
• Platón hace un estudio sobre el valor en su obra Laques, aparecida poco después de la batalla de
Delio (424 a. C.) En ella desdeña la hoplomaquia (lucha con armas de los hoplitas) y ensalza al
hombre valeroso que permanece en la línea, que resiste al enemigo y rehúsa huir. A los hoplitas
espartanos los califica Jenofonte de maestros de la guerra.45 Asimismo, el escritor ateniense
acota el cambio producido del militar aficionado al profesional en sus tratados De la equitación,
el Jefe de la Caballería, y en menor medida en la Ciropedia (amplio análisis sobre el liderazgo).
El predecesor de Jenofonte en este género fue un tal Simón Hípico, quien, a pesar de que lo
despreciaba, le sirvió de inspiración.46
• La Poliorcética de Eneas el Táctico (años 350 a. C.) es un tratado militar extenso, «la primera
recopilación de estratagemas».47
• Varios son los motivos por los que la ciencia bélica, y, en concreto las cualidades del mando, no
se desarrollaron antes del siglo iv a. C.:
• la escasez de manuales al respecto.
• la limitación de los poderes del general.
• los ciudadanos hoplitas priorizaban mantener la formación y la defensa de su territorio,
lo que retenía parte de los efectivos disponibles e impedía la constitución de fuerzas de
reserva, cuya importancia para un general fue patente a finales del siglo v y principios
del iv a. C., como por ejemplo en las luchas entre siciliotas y cartagineses,48 y que
abundan en las guerras de Alejandro Magno, y a las que un general podía recurrir para
lanzarlas en el momento crítico de una batalla. Según Hornblower la revolucionaria
falange con una columna de 50 soldados de profundidad, que desplegó el general tebano
Epaminondas en la batalla de Leuctra (371 a. C.) fue gracias a la reserva estratégica con
la que contaba.4950
• un general debía mandar «desde delante» una batalla, por lo que poco podía hacer para
dirigirla en lo más reñido de la refriega.
• El carácter político de su nombramiento por una polis, que no quería dejar el mando a un
solo hombre. En Esparta los reyes tenían que dar cuentas en caso de mala conducta en el
campo de batalla.5152 Los generales atenienses podían ser depuestos, eran diez y su
cargo era anual.
Característico de esta guerra fue la utilización de mercenarios, los profesionales por excelencia. El
empleo clásico tardío difería del arcaico:
• en la época arcaica su procedencia era de zonas empobrecidas como Creta, Arcadia, Caria; y era
una alternativa a la colonización.
• En Persia, en los inicios de la guerra del Peloponeso (guerra arquidámica), Pisutnes disponía de
un contingente mercenario,53 Tisafernes y Farnabazo II tuvieron a sus órdenes mercenarios.54
• en el siglo iv a. C. los mercenarios son también de otras polis de la Antigua Grecia afectadas por
los problemas económicos. Un estudio ha demostrado el alto porcentaje de oficiales atenienses
y espartanos frente al de arcadios y aqueos en la Expedición de los Diez Mil (401-399 a. C.)55
La evolución de las unidades militares y de las armaduras, más ligeras, se inicia también en la guerra
del Peloponeso:
• Ifícrates utilizó peltastas armados con escudos ligeros (peltas) y calzados con botas ligeras, que
tomaron su nombre: «ificrátidas».56
• El strategos ateniense, Trasíbulo pertrechó a cinco mil marinos como peltastas.
• Los peltastas atenienses, ayudados por hoplitas, aniquilaron un regimiento de seiscientos
espartanos en Lequeo (391 a. C.), gracias a la combinación de armas pesadas y ligeras.

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