Un Nuevo Cristianismo para Un Nuevo Mundo
Un Nuevo Cristianismo para Un Nuevo Mundo
Un Nuevo Cristianismo para Un Nuevo Mundo
ISBN: 978-9978-22-977-4
9- El pecado original está fuera. La realidad del mal está dentro... 134
10. Más allá de la evangelización y la misión mundial. Hacia un
universalismo posteísta ..................................................... . 1 5 3
Peter J. Gomes,
profesor de moral cristiana
y ministro de la Iglesia Memorial
de la Universidad de Harvard.
Diana L. Eck,
profesora de religión comparada y estudios indígenas
de la Universidad de Harvard.
Dorothy A. Austin,
ministra asociada de la Iglesia Memorial
de la Universidad de Harvard
y profesora asociada de psicología y religión
de la Universidad de Drevv.
los grupos de estudio... como manual para realizar con él cursos popula
res dé renovación del pensamiento teológico y espiritual.
Tal vez Spong sea en este momento el autor que con más convic
ción y valentía está proponiendo el tema del posteísmo, y que con más
insistencia está llamando a realizar a toda una relectura posteísta del cris
tianismo. No es absolutamente nueva la idea, él mismo nos lo recuerda;
se trata de ideas, aspectos, elementos, movimientos... que nos envuelven
recurrentemente, como dando vueltas en un círculo que en realidad no es
tal círculo, sino una espiral, que aunque aparenta repetir su movimiento
circular, lo hace cada vez a una profundidad siempre nueva, más honda.
La propuesta de Spong vuelve a repetir algo que de alguna manera ya
fue dicho, pero tiene el mérito de hacerlo con mayor claridad, con nueva
proundidad, y con una renovada exigencia.
Mérito especial de Spong -hay que destacarlo- es su apasionada
defensa de la continuidad y de la identidad. Aclara y proclama que no
está renunciando a nada sustancial. Se mantiene y se confiesa profunda
y apasionadamente seguidor de Jesús, con aquella misma experiencia
original que sintieron sus primeros discípulos -antes de la «distorsión
posteísta»-. La experiencia es la misma: felizmente, lo único que ha cam
biado son las explicaciones, que, aunque algunos crean inmutables, ya
cambiaron muchas veces, y no van a dejar de seguir cambiando.
Son palabras mayores las que pronuncia Spong en este libro. No
son cuatro ideas laterales llamativas, sino todo un llamado a re-convertir
radicalmente el cristianismo, en este paradigma, el pos-teísta. No importa
que algunos lectores tal vez no hayan escuchado nada todavía al respecto:
este libro constituye una excelente introducción -clara, suave, razonada,
pedagógica, bastante completa, y realmente radical- del nuevo/antiguo
paradigma pos-teísta que nos visita de nuevo, y que quizá esta vez viene
ya para quedarse.
Estamos convencidos de que esta obra mantiene en alto el listón
de calidad y de avanzada que siguen buscando en la colección «Tiempo
Axial» sus lectores, esos que, tan frecuentemente, piden «la colección
entera». Queremos continuar en esa línea de selección: pocos libros, pero
los imprescindibles para intentar comprender, dejarnos llevar y acompa
ñar este «tiempo axial» en el que irreversiblemente hemos entrado.
Hay dos tareas que pretendo llevar a cabo con este libro. La primera
es dar continuidad al trabajo iniciado el siglo pasado por mi maestro y
amigo John Arthur Thomas Robinson. La segunda es compensar una lagu
na en mi propia carrera, la que me hicieron ver las respuestas que recibió
mi libro Why Christianity Must Change or Die? [¿Por qué el cristianismo
tiene que cambiar o morir?].
Tal vez no haya nadie e n el mundo académico cristiano con quien
yo me haya identificado más que John A. T. Robinson. Teníamos mucho
en común. Él era obispo, como yo. Sólo aquellos de entre nosotros que
hayan tenido el privilegio de vivir desde dentro las expectativas de ese
ministerio podrán entender plenamente el lazo que esa experiencia parti
cular compartida creó en nosotros dos. Él era además escritor, que inten
taba, igual que yo, libro tras libro, llenar el vacío entre- el academicismo
cristiano y los cristianos de a pie. En tercer lugar, él estaba, como yo lo
estoy, profundamente entregado a la iglesia a l a que sirvió durante toda
vencidos, pero también sin querer perturbar los valores que dominaban
en sus comunidades. Esas personas vivían en el Cinturón de la Biblia, en
la región norcentral de Estados Unidos; en las pequeñas ciudades de la
región central del país; y también, sorprendentemente, en las regiones
evangélicas de África. Muchas de ellas relataban casos en que, al pedir
clarificación a los líderes de la iglesia, éstos les informaban que cualquier
postura que no sea de conformidad a la "verdad revelada”, tal como la
enseña la Iglesia o la afirma la Escritura, constituía un comportamiento
pecaminoso.
Esas personas se identificaron con mis reflexiones y encontraron
en mis palabras una forma para articular sus propias dudas d e fe y para
buscar nuevas respuestas. Encontraron un sentido de comunión en mí y
en mi manera de escribir, que salía al encuentro de su sospecha de que
ellas serían personas extrañas, o sea, las únicas que estarían sintiéndose
de esa manera. Muchas se expresaron en estos términos: "Si Ud,, como
obispo, habla de esa forma, tal vez todavía haya lugar para alguien como
yo en la Iglesia”. En muchos casos las cartas eran largas y parecían auto
biográficas. Era como si las personas se sintieran compelidas a contar la
historia d e sus vidas a alguien que las iba a comprender.
Las respuestas negativas, a l ser analizadas, eran también revela
doras. La hostilidad que contenían era manifiesta. Me llamaron con una
serie de etiquetas poco halagadoras: herético era una de las más amables,
ateo, anticristo, hipócrita, embustero, diablo encarnado y “prostituto”
eclesiástico... -entre otras que no me atrevo a imprimir aquí-, A veces esas
cartas incluían la exigencia d e que yo renunciara al cargo de obispo, y
clamaban que yo debía ser expulsado o excomulgado de la Iglesia si no
me apartaba por propia decisión. Algunos proferían incluso amenazas
de castigo, hasta de muerte, que esos lectores recomendaban, o bien me
informaban de que tenían intención de ejecutar el castigo personalmente.
Muchos afirmaban que era Dios quien se lo inspiraba. Lo más interesante
no fue la' hostilidad en sí misma, sino el hecho de que cerca del noventa
por ciento de esas cartas negativas provenían de clérigos, o sea, de las
filas de los ministros ordenados.
El contraste de opiniones fue revelador para mí. Allí podía obser
varse el profundo abismo que existe e n la comprensión de la Iglesia cris
tiana actual. Vemos en estas respuestas personas ordenadas defendiendo
con vehemencia su terreno, mientras tachan como maléfica cualquier pro
puesta de cambio en sus formulaciones tradicionales. Los laicos aparecen
como si vivieran en los márgenes de la vida de la Iglesia, o incluso que
dando normalmente fuera de ella, y aun así, se muestran abiertos a nue
vas posibilidades. Quienes me respondieron entre mis colegas ordenados
parecían ajenos a la existencia de esos laicos que, a pesar de sentirse des
ilusionados por la mezquindad defensiva de sus líderes eclesiásticos, se
14 • Prefacio
4
Quedé satisfecho al contestar esa experiencia en unas conferencias que pronuncié en la
Biblioteca de St. Deiniol, en Hawarden, Gales, en octubre de 2000. Más del 80% del
público estaba compuesto por clero, sacerdotes (y hasta obispos) de Inglaterra, Gales,
Australia, Islas Vírgenes y Estados Unidos. Fueron cinco jomadas Intensas de trabajo,
durante las cuales pronuncié ocho conferencias. El tono predominante, incluyendo su
ínvolucramiento positivo con el material que se encuentra en este libro, fue establecido
por el supervisor, el reverendo Peter Francis. Fue emocionante el hecho de que esas
Jomadas mostraran que hay algunos clérigos dispuestos a arriesgar, a aventurarse y a
comprometerse con el futuro. Estoy agradecido a la Biblioteca de St. Deiniol.
De «Sincero para con Días» a.„ ■ 15
por lanzar un libro final mío que delineara el futuro perfil del cristia
nismo. Stephen Hanselman, el redactor, y John Loudon, mi editor, me
ofrecieron inmediatamente un contrato. En ese momento las dos fuentes
que darían origen a la producción de este libro se unieron; y así nació la
presente aventura escrita.
Digo todo esto para afirmar que el contenido de este libro tuvo ori
gen en aquellas conferencias en la Universidad de Harvard en marzo del
año 2000. He expandido ese contenido para dar un contexto apropiado a
mi pensamiento y posibilitarme el derivar conclusiones más amplias. He
buscado deliberadamente caminar más allá de las fronteras tradicionales
del cristianismo en el que fui educado y desarrollar un nuevo vocabulario
a fin de abrir nuevos caminos a lo sagrado.
Hoy estoy preparado para unirme a John Robinson y dejar de lado
el literalismo del cristianismo tradicional, para dibujar u n nuevo futuro
cristiano. Soy consciente de lo que eso significa y estoy preparado para
encajar la hostilidad inevitable de aquellas personas religiosas tradiciona
les que se sienten amenazados por el más mínimo desafío a sus sistemas
religiosos particulares. La historia nos muestra que esas respuestas gene
ralmente acompañan a aquellos que osan transponer los antiguos límites
teológicos. Intentaré ir más allá de los poderosos atributos institucionales
con los cuales el cristianismo se ha presentado como el camino exclu
sivo para llegar a Dios. El cristianismo será siempre el camino que voy
a seguir, pero hoy estoy convencido de que ningún sistema humano, ni
siquiera el propio cristianismo, puede mantener la antigua postura exclu-
5
sivista de dueño del poder. El mundo hoy es demasiado pequeño para
que quepa en él ese tipo de religión tribal.
En ese cristianismo volcado al futuro he buscado también evitar
la seudo-seguridad ofrecida por el cristianismo tradicional. El Dios de
los brazos eternos, que está listo para socorrernos cuando nos caemos
(cf. Dt 33,27), y el Jesús a quien llamamos “la Roca Eterna”?, a quien nos
agarraremos eternamente, ambos producen -así lo creo ahora- personas
inmaduras, que necesitan los cuidados de una deidad sobrenatural y
paternal. Eso jamás podrá ser el resultado del cristianismo que ahora
me imagino. Más bien, veo y doy la bienvenida a una humanidad radi
calmente nueva, emergente, que tiene que vivir en un mundo sin reli
gión. Dietrich Bonhoeffer observaba, en la cita que sirve como epígrafe
s de este prefacio: “Ante Dios y con Dios, vivimos sin Dios”. Encuentro
una profunda libertad en esa recién descubierta disposición de abrazar
la inseguridad radical de la situación humana. La promesa religiosa de
damos seguridad que nos permita afrontar las dificultades de la vida, se
5. Del primer verso de un himno de Agustín Montague Toplady, de 1776, que consta en
muchos himnarios.
De «Sincero para con Dios» a... • 19
Soy cristiano.
Serví a la Iglesia cristiana durante 45 años como diácono, presbíte
ro y obispo. Hoy sigo sirviendo a esa Iglesia de diversas formas, después
de mi jubilación oficial. Creo que Dios es real y que vivo profunda y sig
nificativamente relacionado a esa Realidad divina.
Proclamo a Jesús mi Señor. Creo que él es el mediador de Dios de
una forma poderosa y única en la historia humana y en mi vida.
Creo que mi vida personal sufrió un impacto tremendo y decisivo
no sólo por la vida de ese Jesús, sino también por su muerte y, claro está,
por la experiencia pascual que los cristianos conocen como la resurrec
ción.
Buena parte de mi vida la he pasado buscando una forma de expre
sar ese impacto e invitar otras personas a entrar en lo que sólo puedo
designar como "la experiencia de Cristo”. Creo que en este Cristo descubrí
Lo antiguo ya pasó, lo nuevo aún no ha comenzado. ■ 25
3. He tratado estas cuestiones con más detalle e n el libro Why Chrístianity Musí Change or
Die: a Bishop Speaks to Believers in Exüe.
4
. He tratada estos temas anteriormente en el libro Bom of a Woman: a Bíshop Rethinks the
Virgin Birth and the Treatment of Wómen by a Male-Dominated Church.
26 • Capítulo 1. Un punto de partida:
7. He abordado estos temas en un libro anterior llamado Living in Sin? A Bíshop Rethinks
Human Sexuality.
8
. He discurrido sobre esa convicción de vida en el libro Here L Stand: My Sruggle for a
Christianily of Integrity, Love, and Equality.
9. Esta frase es de un poema de James Russell Loweil, en [el himno "Once to Every Man and
Nation Comes the Moment to Decide' himno número 519 del himnario episcopaliano
de 1940.
10
Richard Holloway, primado de la Iglesia Episcopal en Escocia, abordó esos temas en el
libro Godless Morality, que fue totalmente malentendido por sus difamadores eclesiásti
cos, liderados por el arzobispo de ia Cantuaria.
28 * Capitula 1. Un punto de partida:
i
., percepción humana de la realidad en un determinado momento de la
historia humana. Esta combinación ha marcado nuestras convicciones
religiosas como testimonios ambivalentes de esclavitud y emancipación,
inquisiciones y progresos teológicos, libertad y opresión”.
” . He desarrollado mucho más intensamente ese asunto en el libro Rescuing the Bible from
Fundamentalism: a Blshop Rethinks the Meaning ofScripture.
Lo antiguo ya pasó, lo nuevo aún no ha comenzado. • 29
poco decía nada nuevo. Sospecho que para la mayoría de sus oyentes (y
lectores) quedará como una ocasión eminentemente irrelevante. Ningún
crecimiento, nada interesante, ninguna buena noticia. Sin embargo, de
alguna forma, ese teólogo logró en esa oportunidad alcanzar su objetivo
de difundir preguntas manteniendo un aura de sabiduría, sin aportar nin
guna conclusión perturbadora ni afrontar un solo problema.
A veces la ausencia de ofensa no es deliberada, sino una coinci
dencia. Kart Rahner, un académico muy creativo, escribió unos textos
profundamente obtusos y densos, y por eso raramente leídos por las
personas que se sientan en los bancos de su iglesia católica. Murió muy
respetado y honrado por la alta jerarquía del Vaticano. Pero su discípulo,
Hans Küng, profesor católico de teología en la Universidad de Tübingen,
tenía un gran don de comunicación y se volvió el teólogo católico más
leído del siglo XX. Cuando Küng escribe, la gente entiende cuáles son
los temas que aborda, y responde tanto con amenazas, como con liber
tad. Pero, a los ojos de sus superiores eclesiásticos, Küng ha cometido
un pecado imperdonable: ha permitido que las preguntas broten en el
corazón de los fieles, en los cuales, según la iglesia, sólo deben residir
respuestas apropiadas, y no preguntas, y, por lo tanto, ha "causado mucha
inquietud en el pueblo”. Por su “pecado”, fue removido de su posición
de teólogo “católico”, y sigue siendo, hasta el día de hoy, poco apreciado
en su propia tradición religiosa, un mártir de la necesidad neurótica de
esa Iglesia de controlar la verdad, una necesidad que, en la era actual
de la información, es tan imposible como quedarse frente al mar con la
esperanza de frenar una marea.
La historia me demuestra que las reformas normalmente surgen de
la gente. Los reformadores plantean una visión, pero si no prende en la
gente, rápidamente se apaga. La experiencia me enseña a no esperar que
la reforma provenga de las principales iglesias o desde sus defensores
académicos, sino hasta que alguien que esté en contacto con la gente de
la calle plantee las cuestiones de manera tan convincente que los líderes
principales la iglesia y sus académicos se vean forzados a responder y a
unirse al esfuerzo.
El auditorio al que me quiero dirigir es más pequeño, más distin
guido y más específico. Hablo para aquellas personas comunes que son
legión. Son personas que tienen sed espiritual, pero saben que ya no
pueden beber de las fuentes tradicionales del pasado. En esencia, este
grupo será una pequeña minoría de la población, pero se verá aumentado
por un grupo mucho más grande de compañeros de viaje que, si tienen la
oportunidad de oír, van a responder. Estas personas aplaudirán, reflejan
do su agradecimiento profundo y verdadero. Algunas dirán: “Finalmente
alguien me permitió -como si ese tipo de permiso fuera necesario- ver
Jas cosas desde una perspectiva nueva, más allá de las formulas tradicio-
36 - Capítulo 1. Un punto de partida:
nales que han doblegado mis añílelos religiosos”. Este grupo va a vibrar
con la idea de que sus dudas y preguntas sobre Dios y la religión no las
definen como locas, ni como malas. Sus dudas y cuestionamientos sólo
significan que respiran el aire del siglo XXI. Van a regocijarse por encon
trar finalmente una forma de conectar su cabeza con el corazón.
Este grupo ha constituido mi principal auditorio durante toda mi
carrera. Todavía poseen una profunda conciencia de Dios, que no enca
ja en los moldes que las instituciones religiosas dicen que es la única
forma de pensar en Dios. Si la nueva reforma del cristianismo tiene éxito,
empezará y echará raíces en este grupo, un grupo que generalmente no
es visto ni oído por los líderes religiosos de nuestro mundo.
En la medida en que los distintos públicos reaccionen e interac
túen con mis sugerencias y propuestas, valdrá la pena tener presente la
pregunta que quiero abordar en este libro, presentada al principio de
este texto: el cristianismo radicalmente reformado al que convoco, ¿estará
suficientemente conectado e identificado con el cristianismo pasado para
que pueda ser reconocido no sólo como su heredero, sino como parte de
la misma tradición de fe? Si la respuesta es no, como afirmarán muchos
de mis críticos, entonces sus acusaciones, de que quiero crear una nueva
religión, tendrán fundamento. Sin embargo sospecho que la respuesta a
esa acusación puede quedar en duda durante muchos años, tal vez por
una o dos generaciones. Estoy profundamente consciente de que estoy
caminando sobre el filo de la navaja, tanto la de la fe como la de la prác
tica, pues una solución para la enfermedad del cristianismo puede ser a
la vez una curación fatal. Mi esperanza más profunda es que la Iglesia, en
sus innumerables formas institucionales, no se precipite en juzgar, sino
que permita que el tiempo determine si soy amigo o enemigo, profetice
en mi visión, o engañado por la arrogancia.
Permítanme, sin embargo, afirmar, para empezar, tanto mi deseo
consciente como mi convicción. Busco reformar y repensar algo que amo.
No tengo ninguna intención de intentar crear una nueva religión. Soy
cristiano e iré a mi tumba como miembro de esa familia de fe. Considero
que cualquier esfuerzo para construir una nueva religión está condenado
al fracaso, inevitablemente, desde el inicio. Ninguna, religión, incluido
el cristianismo, nació como algo nuevo. Los sistemas religiosos siempre
representan un proceso en evolución. El cristianismo, por ejemplo, evolu
cionó del judaismo, que de hecho se formó en parte por las religiones de
Egipto, Canaán, Babilonia y Persia. El recorrido cristiano por el dominio
del mundo occidental fue marcado por la incorporación de elementos
de los dioses del Olimpo, del mitraísmo y de los cultos mistéricos del
Mediterráneo.
Mientras el cristianismo se mueve actualmente en el mundo moder
no, empieza a reflejar ideas recogidas de otras grandes religiones huma-
Lo antiguo ya pasó, lo nuevo aún no ha comenzado, • 37
dad; casi todos viven hoy fuera de la conciencia del Dios de la antigüe
dad. Las personas que todavía ocupan los asientos de las iglesias parecen
tranquilamente ajenas al debate en curso en las academias, así que con
tinúan utilizando el lenguaje del pasado en sus himnos y liturgias. Esto
se debe principalmente a una predisposición a no pensar mucho sobre
su significado. En cuanto se involucran en un proceso de reflexión, estos
conceptos les parecen, por lo menos, sin sentido o sin credibilidad. La
rabia que expresan frecuentemente cuando se ven obligados a reflexio
nar sobre ello, revela su fragilidad. Pero permanece el hecho de que del
abandono del teísmo clásico e s ciertamente un presupuesto de nuestra
sociedad comunitaria, aunque ello no se haga plenamente presente en los
supuestos actuantes en nuestras mentes conscientes.
Cari Jung, escribiendo a un pastor protestante en Suiza, declaró
como un hecho, ya desde 1959, que percibía una amplia “tendencia anti
mitológica” debido a “las dificultades que tenemos para mantener nues
tros antiguos principios mitológicos de fe”. Jung agregaba que eso no
había ocurrido en los siglos anteriores, cuando las personas poseían un
conocimiento limitado del mundo de la naturaleza. En aquel mundo, afir
maba, no era necesario sacrificar la inteligencia para creer en milagros,
y los relatos del nacimiento, vida, muerte y resurrección del Redentor
podían ser transmitidos como una biografía histórica. Todo esto, con
cluía, cambió radicalmente bajo la influencia forzosa del racionalismo
/ científico. Y finalizaba Jung el asunto resumiendo: "Estamos cansados del
i excesivo esfuerzo para creer, porque el objeto de nuestra creencia dejó
2
' de ser inherentemente convincente” .
Dado que el teísmo como definición, y Dios como concepto, han
estado tan identificados entre sí en el mundo cristiano occidental, cual
quier posición no teísta es generalmente entendida como ateísmo, por lo
menos en los círculos religiosos. En otras palabras, el rechazo al teísmo es
percibido como una afirmación de la inexistencia de Dios. Las personas
ya no creen en Dios en el sentido real y práctico, aunque siguen creyendo
que creen en Dios. Hay una gran diferencia. Las señales de esta ausencia
práctica de Dios son visibles en la disminución estadística de los fieles en
todas las principales iglesias de tradición cristiana y judaica en el mundo
desarrollado. También aparece en el renacimiento histérico de las reli
giones fundamentalistas en todo el mundo. En Occidente ello se puede
observar en el crecimiento del cristianismo evangélico. En Israel, apare
ce en forma de ortodoxia militante controladora. En lugares de Oriente
Medio donde han experimentado con las costumbres occidentales, se
2
. Edward Edinjer, The New God Image: a Study of Jung's Key Letters Concerning the
Evolution of the Western God Image, pp. 129 y 143.
Los signos de la muerte del teísmo. ■ 41
como una herramienta que permite al ser humano mantener bajo control
su “histeria”, un subproducto de la autoconciencia.
Actualmente, con la muerte progresiva del teísmo, este baluarte
contra la histeria está desapareciendo y aumentan las señales visibles
de la reemergencia de aquella histeria. Ésta es la realidad hacia la cual
parece señalar el uso indiscriminado de drogas y tranquilizantes discutida
anteriormente. Esto es lo que está detrás de los asesinatos sin sentido y el
resurgimiento de los instintos primitivos de supervivencia. Esto es lo que
lleva a la vida humana de regreso a la identidad tribal que justifica, en
las mentes asustadas, la eliminación de aquellos que amenazan su poder
tribal, de aquellos que parecen minar la frágil seguridad que la identidad
tribal quiere resucitar. El teísmo, una definición de Dios que nació del
surgimiento de la autoconciencia como forma de soportar el conocimien
to de la vulnerabilidad e insignificancia humana, está muriendo, y la vida
humana, una vez más, experimenta el trauma de la soledad y de la falta
de sentido. La muerte del Dios teísta primero fue anunciada por Friedrich
Nietzsche, en el siglo XEXA Luego fue proclamada por los teólogos radica
53
les en la década de 1960 4. Hoy finalmente ha penetrado en la conciencia
de masa del mundo occidental?.
Éstos son algunos de los datos que, creo, están por detrás de la
decadencia de las principales iglesias tradicionales y del surgimiento
de las iglesias fundamentalistas que trafican con una seguridad que no
pueden dar. Ésta es la realidad que se anuncia en nuestros días con el
nacimiento de sustitutos religiosos del teísmo, desde el movimiento de
la Nueva Era, hasta los gurús orientales y la religión de la dieta y el ejer
cicio. La muerte del teísmo explica el hecho que las grandes catedrales
de nuestra generación han dejado de ser iglesias y para ser estadios de
deporte o centros de atletismo. Multitudes de fieles son atraídos a estas
catedrales seculares cada domingo. Los objetos de su devoción ahora
se visten con ropas coloridas llamadas uniformes y participan en ritos,
cantos y bailes litúrgicos. Los coros cantan alabanzas a los objetos de su
devoción y crean momentos de éxtasis. Están incluso atrapados, como
decimos, “por el Espíritu”.
La muerte del teísmo también se manifiesta en la creciente brecha
que hoy se abre entre lo que las personas dicen que creen Ga fe) y los
valores con los que viven (la práctica). Esta diferencia se puede ilustrar
de mil maneras diferentes.
AUTOCONCIENCIA Y TEÍSMO:
GEME1OS SIAMESES DE NACIMIENTO
Thomas Hardy,
poeta británico del siglo XIX
i. Fragmento del poema "God’s Funeral", tomado de The Coliected Poems of Thomas Hardy.
Fue el libro de A. N. Wilson, también titulado Gods Funeral, e! que me hizo llegar a este
poema.
Autoconcienca y teísmo. - 51
5. La Encyclopedía Brítannica registra esa división entre quinientos millones y mil millones
de años atrás.
6
Según la Enoyclopedia Brítannica, la era de los dinosaurios se extendió entre 65 y 250
mitllones de años atrás.
ufoGonc/enca y teísmo, ■ 53
te, durante millones de años, la mayoría de las criaturas con vida que
moraban en este planeta nacían, vivían y morían sin tener conciencia
de sí mismas. Sencillamente pasaron por miles de millones de ciclos de
vida, guiados por el instinto biológico y la necesidad ambiental, en una
aparente rueda de la fortuna infinita, sin necesidad, deseo o capacidad
de abordar los asuntos de la mortalidad o la intencionalidad. Estos seres
vivos al parecer se satisfacían con seguir su camino natural de nacer,
crecer y madurar, satisfacer las necesidades básicas de comida y agua,
reproducirse, o al menos aparearse, y morir. No tenían conciencia de
quiénes eran ni de lo que hacían. Defendían su territorio instintivamente
cuando era invadido, o huían cuando no tenían más remedio, si percibían
un peligro aparente.
Estas criaturas no pensantes encontraron una forma de relacionarse
con el resto de la naturaleza, y cuando les llegaba el momento de morir,
lo hacían sin un temor anticipatorio ni duelo. Al no tener conciencia de
ser o existir, carecían de una memoria consciente del pasado y no podían
anticipar el futuro, por lo tanto, no tenían conciencia de estar destinados
a no existir. Eso era cierto sin importar cómo les llegara la muerte. A
veces llegaba de forma repentina y violenta. Otras veces les sobrevenía
de forma silenciosa y plácida, como un atardecer. Estas creaturas iban a
la muerte gracias a enemigos visibles e invisibles. Los visibles eran los
que hoy consideramos los enemigos naturales, pero realmente eran sólo
otros semejantes que participaban en la interminable lucha biológica por
la supervivencia. Los enemigos invisibles, por otro lado, eran sigilosos
gérmenes microscópicos y virus, o el proceso degenerativo del enveje
cimiento. Hoy sabemos que incluso esos virus y gérmenes son también
seres vivos, pero nadie era consciente de su existencia hasta hace aproxi
madamente un siglo 7.
Estemos hablando de las primeras criaturas primitivas o de los
seres humanos de hoy, cada individuo singular vive durante un tiem
po hasta que se convierte en el sostén de vida para otra creatura. Esto
se cumple tanto si somos devorados por otra criatura como si nuestro
cadáver muerto se convierte en un festín para los gusanos. Pero en la
fase prehistórica de la vida humana, nadie contemplaba el sentido de
esta rutina o planteaba cuestiones sobre el auténtico sentido de la vida.
Ninguna criatura tenía la capacidad de imaginar y por lo tanto de antici
par las necesidades o peligros futuros, y nadie planificaba la vida como
preparación para una eventualidad que el mañana pudiera acarrear. Más
bien, cada criatura sub-humana respondía sólo al estímulo del momento,
sin plantearse ninguna de las grandes cuestiones de la vida y sin encarar
7
. Louis Pasteur, pionero en el estudio de los microbios, fue una figura del siglo XIX.
54 - Capitulo 3
ser. Quizás pensaban que eso que estaba frente a ellos pertenecía a otra
criatura autocons cíente.
La observación, y más tarde la conclusión de nuestros ancestros
Ies hizo pensar que este mundo externo ciertamente estaba lleno de
vitalidad. Los ríos fluían. El sol salía y se ponía a diario. La luna discurría
sobre un eje regular. Las estrellas fulguraban en el vasto firmamento.
Observaban los truenos y relámpagos y desde ese cielo caía la lluvia o
en ocasiones no llovía cuando lo esperaban. Los bosques estaban repletos
de criaturas vivientes, también los ríos y los océanos. Las aves volaban
en el cielo. Las plantas crecían y daban fruto de la tierra. En efecto, todo
ese mundo era un hervidero de vida, la misma vida que estos humanos,
ahora autoconscientes, sabían que poseían/
Puesto que “yo soy yo mismo” fue la primera definición de la auto-
conciencia, fue fácil asumir que había muchos otros “yo” que gobernaban
las fuerzas vitales que aparecen en toda vida. Si esto era así, entonces
la criatura humana tenía que idear un modus operandi que tomara en
cuenta a estos otros seres personales, una manera de vivir y relacionarse
con ellos. Él (o ella) tenía que ganarse su favor, obtener su aprobación y
vivir en armonía con sus propósitos.
“Quizás no estoy solo” file la conclusión de esa incipiente autocon-
ciencia, cuando vio el mundo, por primera vez, como un objeto distinto.
Esa conclusión los llevó a otra: “Quizás puedo hacer que esas fuerzas
poderosas trabajen para mí o por lo menos no en mi contra”. Estas dis
quisiciones continuaron en el seno de las primeras criaturas conscientes
de sí mismas: “Quizás estas otras fuerzas vitales son benévolas. Es posible
que deseen ayudarme, protegerme, velar por mí. Parece que no tengo
poder sobre el viento y las olas, el sol y la luna, sin embargo todos estos
aspectos de la vida de mi mundo parece que me afectan y afectan radi
calmente mi supervivencia.” Así empezó a surgir la definición humana de
la individualidad de estas fuerzas naturales.
Admito que el teísmo, en cierta manera, fue la definición más tem
prana del sentido del poder que estaba detrás de todo lo que se definía
como "lo otro", una definición que sería válida durante grandes épocas
e incontables generaciones. Pero hay que señalar que el teísmo no nació
con el nombre de un Dios externo, quien de una forma u otra había reve
lado su presencia divina desde fuera de este mundo a los seres humanos.
Más bien nació como definición de los poderes presentes en el mundo
de la naturaleza que se enfrentaban a estos nuevos seres humanos con
autoconsciencia. Por lo tanto, Dios entendido de forma teísta fue una
definición humana, no una revelación divina. El teísmo lo inventaron
seres humanos conscientes y temerosos, para que les ayudara en la tarea
de dominar la quemazón de la histeria, provocada por el trauma de la
autoconciencia y la amenaza del no ser. Entendido de forma teísta, Dios,
Autoconcienca y teísmo. • 57
Todavía hay un debate sobre esto entre los antropólogos, pero las informaciones, según
parece, avalan la idea de que !a divinidad teísta pasó por una fase e n la que Dios era
identificado con lo femenino. No tenemos certeza de sí eilo contribuyó para que las
mujeres adquiriesen más poder en las tribus.
58 ■ Capítulo 3
era la fuente de todo bien y todo mal que afectaba a la tribu. Las activi
dades tribales, como los esfuerzos grupales para complacer a este dios,
la obediencia debida y la adoración de esta deidad, se consideraban
necesarias para la supervivencia de la tribu. Se consideraba que los dio
ses monoteístas eran celosos de sus prerrogativas, enojados cuando eran
ofendidos, justicieros cuando se les desobedecía y benévolos cuando eran
complacidos.
Pero claramente se fueron poniendo límites al poder de estas dei
dades, porque su autoridad y sus dictados se detenían en la orilla del
límite de la tribu. Por ejemplo, el dios egipcio gobernaba Egipto, el asirio
Asiría, el dios de los Filisteos regía para este pueblo, y así en cada tribu.
Éste todavía no era el momento el histórico en el que una divinidad
teísta podía desparramar el espíritu religioso a todas las naciones del
orbe =“partos, medos, elamitas, los que habitan Mesopotamia”... como
posteriormente sugerirán los Hechos de los Apóstoles (2, 9) en el Nuevo
Testamento-. Esa universalidad todavía no se podía imaginar.
Con el tiempo, llegaría este desarrollo del pensamiento humano,
y el teísmo hablaría de una deidad no tribal que se expandiría más allá
de las fronteras tribales. Quizás este paso hacia la universalidad fue el
resultado de la guerra y el comercio. O tal vez surgió de una idea menor
que apareció en la mente de un genio religioso -alguien como Moisés
entre los judíos, o Amenhotep en Egipto, cada uno de los cuales parecían
tener una conciencia avanzada-, pero que permaneció latente en la mente
popular hasta que llegó el momento oportuno. Quizás fue en la experien
cia del exilio, momento en que una nación entera fue derrotada y arras
trada violentamente por sus enemigos a la cautividad en el extranjero,
cuando sus ciudadanos descubrieron de alguna forma que ellos todavía
podían “cantar la canción del Señor en tierra extranjera” (Sal 137,4).
Cualesquiera que fueran los factores que propiciaron el cambio,
llegó el momento en que las fronteras tribales ya no se concibieron como
límites puestos a la emergente comprensión del ser divino teísta. Fue en
ese momento cuando una forma embrionaria de monoteísmo universal,
una idea que estaba destinada a crecer, hizo su primera aparición en la
experiencia humana. Ese genial monoteísmo universal en ciernes adoptó
diferentes formas litúrgicas y culturales en distintas regiones del mundo.
El cristianismo fue la versión occidental, el islam lo fue en Oriente Medio,
el hinduismo, budismo y confu cíonismo en el lejano Oriente. El judais
mo se esparció como levadura en la masa de Occidente, y movimientos
minoritarios como los jainistas, los sijs y otros cultos mistéricos, poblaron
el paisaje religioso del resto del mundo. Sin embargo cada uno de estos
sistemas religiosos teístas, hablaba de un solo dios, que era el Dios único,
independientemente de las diferencias con que fuera definido. Por fin, el
teísmo había logrado su definición contemporánea.
60 • Capítulo 3
de forma tal que complacieran a este poder teísta. Esto sirvió para crear
una unión indivisible entre la conciencia humana de Dios y la necesidad
de controlar el comportamiento para poder sobrevivir. Eso fue lo que le
permitió, tanto al tabú corno a las estrategias de supervivencia, ser eleva
dos a la categoría de voluntad de Dios revelada. También creó enormes
esferas de poder ocupadas por el sacerdote, el curandero o el chamán,
cualquiera que afirmara tener la capacidad de discernir la voluntad de la
divinidad personalizada y de interpretar esa voluntad acertadamente.
Como algunos seres humanos con poder recibían las lisonjas de
sus súbditos inferiores y se deleitaban en ello, se dio por supuesto que
la deidad sobrenatural también veía con agrado las alabanzas de aque
llos protegidos por este poder teísta. De esta forma, se elaboraron actos
de alabanza, himnos y salmos para que la deidad teísta fuera consciente
de que los humanos la estaban reconociendo y eran temerosos de ella.
Esto no ha cambiado. Escuchemos el tono de nuestra liturgia actual:
"Bendito seas, Señor, Dios de los ejércitos, siempre alabado y exaltado
por los siglos de los siglos”. “Te alabamos, oh Dios, te reconocemos como
único Señor”, “los Cielos proclaman la gloria de Dios”, “cuán grande
eres, Señor”, "el firmamento refleja la habilidad de Dios”... De la misma
manera, las oraciones se componían para, buscando la misma aprobación
divina, llamar a Dios con todo título grandioso que los humanos pudieran
imaginar. Denominaciones como “Dios todopoderoso y eterno”, “Padre
Misericordioso” y "Dios que ama todas las cosas”, siguen utilizándose
hoy corrientemente. Los seres humanos también empleaban las oraciones
para recordarle a Dios lo que esperaban que él fuera. En un lenguaje que
todavía se escucha hoy en nuestras iglesias, decían: “Tú siempre estás
más propicio a escucharnos de lo que nosotros estamos dispuestos a orar;
eres paciente, lento a la ira, de gran amabilidad y siempre dispuesto a
perdonar”.
Los seres humanos incluso acentuamos nuestro concepto sobre el
poder de Dios desarrollando un lenguaje de culto con el cual nos postra
mos, como hacen los esclavos ante su amo. Le decíamos a la deidad que
éramos “tranagresores miserables” para los cuales “no hay salvación”. Nos
reconocíamos como merecedores únicamente de condenación, porque
“somos los condenados ante el trono de la gracia”, claramente incapa
ces de satisfacer a nuestra deidad sin su ayuda divina. De cierta forma,
parecía que los seres humanos creíamos que el poder de la deidad se
engrandecía por contraste al reconocer nuestra debilidad, o que la deidad
se sentiría halagada y todopoderosa por el reconocimiento de nuestra
nulidad o al hablarle de nuestra naturaleza humana describiéndola como
humilde, dependiente y servil. Era como si este poderoso dios teísta exi
giera una cierta actitud masoquista o despectiva como elemento esencial
de nuestros actos de culto.
-i
62 • Capitulo 3
1Q
. Esa es una frase que ya la escuché al profesor Goulder en una conferencia pública. Es
también uno de los temas de su libro -en coautoría con John Hick — Why Believe in
God?.
Autocondenca y teísmo, ■ 63
Thomas Sheehan
Profesor de Estudios Religiosos
Universidad de Stanford
Dios.
Si el teísmo tiene que ser abandonado, ¿está en riesgo también
Dios? Si nuestra comprensión histórica de Dios tiene que ser descartada,
¿también Dios queda descartado? ¿Cómo hablar de algo que, por defini
ción, está más allá de la capacidad mental humana? ¿Qué lenguaje debe
mos utilizar? No hay un “lenguaje divino’* disponible para el uso humano,
sólo tenemos nuestras propias palabras limitadas y limitantes. ¿Puede
Dios estar contenido en las categorías y conceptos de un vocabulario que
ha sido creado culturalmente y elaborado históricamente? Si la “alteridad"
, el ser “otro”, es parte de lo que Dios es o de quién es Dios, entonces Dios
tiene que ser una presencia que, aunque puede ser experimentada, nunca
puede ser definida. Si este juicio es correcto, nos tenemos que preguntar
por qué el impulso humano de explorar la experiencia de Dios racional
mente es tan fuerte. ¿Qué esperamos realizar? ¿Será nuestra tendencia
humana a pensar teológicamente, sólo una perpetua ilusión?
Si nuestra comprensión de Dios ha sido redactada en términos de
“un ser con poderes sobrenaturales, que habita hiera de este mundo y
lo invade periódicamente para realizar la voluntad divina” (definición del
i Del ensayo “From Divinity to Infinity", publicado en et libro The Once and Future Jesús, p.
28, organizado por Gregory Jenks.
66 • Capitulo 4. Más allá tiet teísmo...
Dios teísta que sugerí en el capítulo II), entonces tal vez Dios es, como
Freud sugirió, sólo una creación humana, diseñada para ayudarnos a
vencer la histeria y a mantener bajo control el trauma de la angustia
proveniente de la autoconciencia. Hacer esa afirmación es provocar pre
ocupaciones temidas y preguntas que las personas religiosas prefieren
ignorar. Los líderes de la Iglesia prefieren seguir con el juego de “hazte-
cuenta-de-que”, proclamando cada vez más fuerte sus antiguas formulas
y atacando a cualquiera que se atreva a explorar este atractivo, pero
peligroso, territorio. Cuando hacen la acusación de que estos desafíos
amenazan su seguridad religiosa, es claro que la verdad no es su prin
cipal objetivo. Pero estoy convencido de que los cristianos del siglo XXI
debemos enfrentar estas cuestiones abiertamente y con honestidad. No
tenemos alternativa si queremos seguir siendo creyentes en este mundo
postmodemo.
AI entrar en esta discusión, vale la pena notar que de alguna forma
estas preocupaciones siempre marcaron la experiencia humana. Han via
jado típicamente en alguna parte subterránea de la conciencia humana,
como una especie de un relato menor. Sin embargo, afloran de forma
peculiar en esta generación, pues, queramos o no, la revolución actual
del conocimiento y la madurez humana emergente han conspirado para
volver poco creíbles los antiguos moldes teístas. El teísmo, con su Dios
sobrenatural listo para socorrernos, se revela como una desilusión que
mantiene a los fieles en un estado de dependencia pasiva.
Guando vemos él teísmo de esta forma, vemos que su muerte, en
lugar de representar algo temeroso y malo, más bien es un paso hacia la
madurez, hacia la "mayoría de edad” humana, hacia una creciente rebeldía
de las personas espiritualmente perspicaces en contra de definir la vida
humana como si fuéramos niños que se relacionan con un padre celestial.
Si la muerte del teísmo de hecho representa estas cosas, debería de ser
ampliamente celebrada con gratitud por nuestras instituciones religiosas.
Sin embargo, me parece que hoy está siendo ignorada o severamente cri
ticada por las iglesias cada vez más conservadoras en todo el mundo.
No tengo duda de que el cristianismo e incluso la espiritualidad
del futuro exigirán la apertura de cada vida hacia ia nueva y estimulan
te humanidad que está naciendo, mientras el Dios teísta muere poco a
poco. Por lo tanto, una parte de la tarea de visualizar el Dios de mañana,
será explorar tanto el peso como el temor a la madurez, algo que a las
personas religiosas no les gusta. Paul Tillich ha sugerido que esta es la
puerta principal por donde tendremos que pasar para llegar a lo que él
llamó “el nuevo ser” 3.
2
. Tillich trata este concepto en el libro The New Being.
.,.pero no más alié de Dios. ■ 67
para el que fue llamado el padre de la nación judía. Así que la demanda
de un encuentro cara-a-cara con lo divino fue pronunciada por Moisés
en este interesante relato.
Pero el texto nos dice que Dios declinó este pretencioso intento
de intimidad. Eso no debería de ser una sorpresa para nosotros, porque
en aquella época existía entre ios hebreos la percepción, o incluso la
convicción, de que la santidad de Dios era tan intensa que ningún ser
humano podía verlo y seguir vivo. Moisés, sin embargo, no se conformó
con esa convicción e insistió en el encuentro cara-a-cara. Una vez más le
fue negado. Por más importante que fuera Moisés, no le era permitido,
igual que a todos los demás mortales, ver el rostro divino.
En este momento de las deliberaciones entre Dios y Moisés, tal
vez en deferencia a la noble talla de Moisés, se dice que Dios le propuso
un acuerdo: si Moisés se cubría los ojos, Dios pasaría delante de él; y
entonces, mientras Dios daba la vuelta a la montaña, Moisés podría abrir
los ojos y momentáneamente ver la parte de atrás (o la parte oculta) de
Dios, como lo expresa una de las traducciones. Versiones posteriores
de la Biblia utilizaron términos más vulgares de la “parte trasera" o la
“espalda” de Dios.
Creo que nunca en mi vida he oído un sermón sobre este texto
concreto. Sospecho que no sería muy difícil para un predicador provocar
risas de la congregación con referencias a la “parte trasera” divina. Sin
embargo, por debajo de esa divertida literalidad, el autor antiguo señala
ba algo mucho más profundo de lo que nuestras mentes literales podrían
imaginar: él afirmaba la experiencia humana común de hombres y muje
res que nunca -pueden ver quién es Dios, sino sólo el lugar por donde
ha estado. Vemos los rastros de Dios. Visualizamos y experimentamos
los efectos de Dios, no el ser de Dios. Jamás vemos a Dios como un ser
desencarnado o separado.
Comprender esta simple realidad equivale a presenciar el desmoro
namiento de todo el trabajo teológico teísta que se tambalea bajo el peso
de su propia irrelevancia. También es reconocer que todos aquellos estan
tes de bibliotecas repletos de pesados volúmenes teológicos en grandes
centros académicos, cuyas páginas intentan explicar a Dios, tienen que
ser reconocidos ahora como grandes monumentos al ego humano. No
defiendo en ningún momento que Dios no sea verdadero. Al contrario,
la realidad de la experiencia de Dios me sobrepasa, cada día de mi vida.
Afirmo sólo que no hay palabras humanas, ni fórmulas, ni ningún sistema
religioso capaz de capturar esa realidad. Alegar que alguien, en algún
momento, lo haya hecho es idolátrico.
Los seres humanos pueden abordar a Dios sólo por analogía huma
na. Sólo podemos hablar de Dios con palabras humanas. No tenemos
70 ‘ Capítulo < Más allá del teísmo.,.
cuyos efectos son visibles? ¿Hay lugares a los que pueda ir, donde se ha
encontrado esa realidad? El Dios que busco tiene que estar más allá de las
definiciones teístas del pasado. Ya no necesito ni deseo ese Dios paternal
y protector. Por eso, inauguro una nueva búsqueda de Dios, entendido
de una nueva manera.
Jamás olvidaré la primera vez que invité un grupo de personas a
esa búsqueda. Sucedió en una clase de adultos, un domingo en la maña
na, en una congregación urbana en Hoboken, Nueva Jersey, una ciudad
conocida como el lugar donde nació Frank Sinatra, cerca de Manhattan,
del otro lado del río Hudson. La congregación estaba compuesta de perso
nas jóvenes, atractivas, urbanas, artísticas, en ascendencia social, y abier
tamente poco piadosas, aunque frecuentaban regularmente la iglesia; una
combinación nada común en la generación secular de la América urbana.
Esa congregación había “doblado” el molde de lo que significa iglesia
en su Jucha por romper los modelos tradicionales del pasado religioso.
Había excluido de su liturgia, credos e himnos, algunos de los elementos
más primitivos de nuestra herencia teológica. Aquel domingo les propu
se, para la discusión dominical, una pregunta cuidadosamente elaborada
para no cerrar la imaginación de los presentes: "¿Qué contenido te viene
a la mente al oír la palabra Dios?” Las respuestas me asombraron.
• La primera palabra emitida fue energía. Luego, en rápida sucesión,
siguieron viento, naturaleza y amor. Ninguna de las primeras cuatro
palabras era lo que normalmente pensaríamos como personal o teísta.
Otras palabras fluyeron en una miscelánea de sustantivos y adjetivos: cen
tro, conexión, vida, presente, envolvente, creativo, fuerza. Me sorprendió
constatar cuán lejos estaban esas personas de las definiciones teístas del
pasado. Mucho más de lo que yo había imaginado, la revolución en el
pensamiento teológico se estaba afirmando a un nivel radical.
Sólo cuando esta lista de conceptos impersonales había llenado
el pizarrón del salón, comenzaron a surgir algunos ecos de la divini
dad personal del ayer y empezaron a aparecer palabras como poderoso,
demandante, enojado, ocupado, clemente, misericordioso, manso, con
sentido del humor, paciente, etc. Cuando los hice conscientes de la cali
dad impersonal de sus primeras reacciones y la comparé con la segunda
lista de definiciones, que caracterizan más a un ser más personal, ellos
hicieron una distinción adicional fascinante.
“No considero esas palabras como personales, sino colectivas”,
respondió una mujer. Le pedí que aclarara lo que quería decir y ella
continuó: “Cuando hablamos de Dios como persona, lo que hacemos, de
hecho, es personalizar los valores que vivimos como comunidad. Vivir
juntos como una familia, exige una combinación de amor, estructura y
disciplina. Los valores que hacen posible la comunidad son revestidos de
72 • Capituló 4. Más allá del teísmo...
Este texto sagrado nos dice que las leyes de Dios, que ahora llama
mos los Diez Mandamientos (Ex 20,1-17 y Dt 5,7-21), fueron entregadas
ai pueblo judío en medio de una nube de humo en el Sinaí, con truenos y
temblores de tierra para completar el escenario. La necesidad irresistible
de seguridad que analizamos al principio del teísmo en nuestros primiti
vos ancestros también se puede ver en esa historia bíblica: la razón por
la cual la gente tiene que tener las leyes de Dios es para poder agradar a
la deidad con su buen comportamiento y así ganar la protección divina,
a pesar de su angustiada au toe oncíencía.
Algunas de las leyes recibidas en el Sinaí definían las obligaciones
judías con su Dios, Este Dios no podía tener otros dioses como rivales,
por ejemplo. Eso es algo interesante viniendo de un Dios que afirma ser
el único. No se podía hacer imágenes de este Dios. Su nombre debía ser
honrado, y su día respetado.
Una vez establecidos los deberes hacia este Dios, fueron articula
das las leyes que gobernaban la comunidad y garantizaban su sobrevi
vencia. Había que honrar a los padres. La seguridad social y la jubilación
todavía no se habían inventado, por lo tanto la supervivencia de los más
viejos dependía del cuidado que les daba la nueva generación. La vida era
demasiado sagrada para matar. Las relaciones debían ser respetadas como
algo sagrado. No se podía robar las pertenencias. La palabra tenía que
ser digna de crédito. En fin, concluidos estos mandamientos, la codicia
no alteraría el orden social.
El Dios teísta, se decía, castigaría a los transgresores, pero el hecho
es que la comunidad castigaba al ofensor y justificaba sus actos en base a
una exigencia divina. Las cualidades personales atribuidas a Dios eran, de
hecho, valores comunitarios que habían sido elevados a un nivel divino.
Debajo de las palabras literales de la Tora, existía la sensación
de que Dios y la vida no eran cosas separadas. Dios era visto como la
fuente de la vida, la profundidad, la experiencia de la vida. Si uno tiene
ojos para ver más allá del texto, el Dios externo del teísmo era, incluso
para los judíos, sólo un vehículo para invitar' a las personas a ir más allá
de sus limitaciones personales y reconocer la unidad con los otros, la
responsabilidad de unos por otros y su recíproca dependencia. El teísmo
era parte de la invitación tribal para que sus miembros dieran un paso
más allá de su individualidad y hacia la experiencia la vida misma, con
su conciencia siempre en expansión y ampliación. El Dios teísta era un
símbolo humano de la profundidad divina de la vida, aquella vasta con
ciencia que encontramos en el centro de la vida y a la cual podemos
contribuir cuando nuestra propia vida se expande o cuando logramos
expandir la vida de los demás. Éste es un nuevo concepto de Dios que
crea nuevas posibilidades sobre Dios, y nos invita a profundizar en esa
dirección. Por lo tanto, mi primera definición de un Dios no-teísta es la
...pero no más allá de Dios. ■ 75
Moisés en una escena decisiva (Ex 3,1-14). Esta visión desafió a Moisés
a ser un liberador, a liberar al pueblo esclavizado -liberarlo, hacerlo
libre para vivir, para amar y para ser. Una vez más la imagen teísta que
encontramos en este relato apunta, más allá de sí misma, hacia nuevas
posibilidades. Moisés le preguntó a Dios: "¿Cuál es tu nombre?”. La voz
divina respondió: "«Soy el que soy» es mi nombre”. La Biblia dice que “Yo
soy” es el nombre de Dios. ¿No será esta respuesta enigmática la forma
que encontró el antiguo autor bíblico para sugerir que Dios no es un ser,
sino el ser mismo? Así que, mi tercera definición de un Dios no teísta es:
Dios es el Ser, la realidad que subyace a todo lo que existe. Para adorar
a este Dios, tenemos que estar dispuestos a arriesgar todo, abandonan
do nuestras defensas y nuestras construcciones sociales de seguridad
autoimpuestas .
La imagen teísta de Dios en la historia de la zarza ardiendo es una
creación humana, diseñada para que seamos capaces de realizar cosas
difíciles. Si interpretamos el mensaje divino no teísticamente, oímos la
instrucción: “¡Tienes que proclamar tu “yo soy” al mundo!”. En otras pala
bras, te tienes que estirar más allá de tus límites. Si Dios es el fundamento
del ser, alabas esa realidad divina con el valor de ser todo lo que puedes
ser, tu más profundo y total ser. Adoras a este Dios, que es el fundamento
del Ser, caminando hacia lo desconocido, donando tu propio ser y valo
rando el ser de los otros tanto o más que el tuyo propio. Tener el valor
de ser es moverse más allá de la dimensión de sobrevivencia a la que está
tan arraigada la vida humana. Es vivir para el otro. Es adorar al Dios que
no es un ser, sino el Ser.
Este Dios no es una entidad sobrenatural que viaja en el tiempo y
en el espacio para socorrer a los desaventurados. Este Dios es la fuente
de la vida misma, la fuente del amor y el Fundamento del Ser. El Dios
teísta de ayer es un símbolo de la esencia, del ser de la vida que com
partimos. Decimos que Dios es vida, y adoramos a este Dios viviendo
plenamente. Decimos también que Dios es amor, y adoramos a este Dios
amando generosamente. Dios es el Ser, y adoramos a este Dios teniendo
el valor de ser todo lo que podemos ser. En síntesis, es en el acto de vivir, 1
de amar y de ser donde conseguimos ir más allá de los límites de nuestra
existencia y conocer la trascendencia, la alteridad y la eternidad. Y en
este momento, estoy convencido de que empezamos a enfocarnos sobre
el Dios que está más allá del teísmo, aquel que Tillich describió como el
Dios que está más allá de los dioses de hombres y mujeres.
Así, como adorador de este Dios, ahora tengo que aprender a saltar
sobre mis barandillas de protección y a caminar dejando atrás las barreras
de mis miedos, barreras que siempre me confrontan con el límite de mi
humanidad. Pero, cuando camino más allá de estos miedos, descubro que
toco una presencia trascendente que no puedo dejar de llamar Dios. Esta
78 • Cap/Éu/a 4. Más afta efe/ teísmo...
imagen a través de los siglos. Estoy libre del Dios que estaba destinado a
estar insatisfecho si no recibía constantemente nuestras interminables ala
banzas; el Dios que exigía que reconozcamos haber nacido en pecado y,
por lo tanto, estar totalmente necesitados de ayuda; del Dios que parecía
deleitarse en castigar a los pecadores; del Dios que, conforme nos ense
ñaron, se vanagloriaba con nuestra dependencia infantil y humillante.
Alabar este tipo de Dios no nos permitía desarrollarnos y transformarnos
en una nueva humanidad que ahora reclamamos, sino que nos mantenía
como barro que busca pasivamente ser moldeado por el divino alfarero.
Sí, es claro que el crecimiento es doloroso. En esta búsqueda más
allá del teísmo, hemos sacrificado aquél que nos fue presentado como
nuestro eterno y omnipotente protector. Esa pérdida, sin embargo, es
compensada por la ganancia que Pablo citó como “la gloriosa libertad de
los hijos de Dios” (Rom 8,21). Ganamos la libertad de vivir, de amar y de
ser. No estamos solos, a pesar de lo que dicen aquellos que nos censuran
por estar amarrados a sus imágenes teístas agonizantes y a las defini
ciones del pasado. Nosotros realmente nos adentramos en Dios, somos
portadores, co-creadores, encarnaciones de ío que Dios es.
En este nuevo papel, no pedimos milagros ni magia. No tratamos
de sugerir que la vida es justa, ni defendemos la divinidad teísta cuando
la vida es dura. No cultivamos una falsa seguridad; somos conscientes de
que el peligro se esconde en muchos rincones y sabemos que la protec
ción externa que un día buscamos era solo una ilusión. Ahora dejamos
a un lado esa ilusión, porque entendemos que las ilusiones no se hacen
realidad simplemente porque necesitemos que así sea. La inmadurez no
desaparece si no nos hacemos cargo de nuestra vida para vivirla respon
sablemente. Dios no es real sólo porque pensemos que sería bonito que
lo fuera. Dios es real sólo si Dios es real.
Ésa es la realidad de Dios, que ahora experimento. La abrazo fuer
temente, y sin pedir disculpas. Creo que es la experiencia de aquello que
es atemporal y verdadero, y es todo lo que yo podría desear que Dios
fuera. Mi vida revela la vida divina. Amo con amor divino y entiendo lo
que santa Catarina de Génova quiso decir cuando dijo: “Mi yo es Dios”, así
como su afirmación de que ía individualidad sólo se encuentra en Dios.
Se oye el eco de esta idea muchas veces en los textos de los grandes mís
ticos medievales, como Meister Eckhart y Juliana de Norwich*. Entiendo
lo que el autor de la epístola de Juan quiso decir cuando escribió “Dios es
amor” (IJuan 4,16). Entiendo el Dios de la zarza ardiendo, que fue llama
do el gran “Yo soy”. Sé lo que Pablo de Tarso quiso decir cuando escribió:
5. El tema aparece repetidamente e n los textos tanto de Meister Eckhart como de Julián de
Norwich. Para quien no conoce a Julián de Norwich, vale la pena hacer notar que, a
pesar del nombre masculino, Julián era mujer.
80 ■ Capitulo 4 Más allá deltelsmo
“Por la gracia de Dios soy lo que soy” (ICor, 15,10). Sé lo quee Paul Tillich
quiso decir cuando nos empujó a asumir “el coraje de existir” . Como uno
que ya no es un niño dependiente que pide protección, ahora acepto mi
responsabilidad en la creación de mí mundo. Reclamo esta nueva con
ciencia espiritual. La muerte del Dios-padre del teísmo es semejante a un
llamado a la madurez religiosa -un llamado a ser un portador de Dios,
; una fuente de vida, de amor y de ser hacia el mundo-. Es un llamado a
‘ ser lo que los cristianos ha llamado el “Cuerpo de Cristo”, la comunidad
de personas a través de las cuales se experimenta a Dios.
Muchos preguntarán si este concepto de Dios, con palabras que
busco a tientas para poder explicar, guardará continuidad suficiente
como para conectarme con lo que ellos describen como una figura
paterna, que satisface más emocionalmente, aquella divinidad que antes
pensábamos que habitaba en el cielo. Mi respuesta a esa pregunta es un
sí decidido. Mi afirmación refleja mi convicción de que la experiencia de
Dios es siempre la misma. Sólo cambia nuestra descripción de este Dios,
y nuestra descripción cambia continuamente. El teísmo es una descrip
ción humana de Dios, una descripción que ha muerto. Quiero caminar
más allá de la masacre de esa descripción hacia un nuevo sentido de
Dios: un Dios que no se encuentra fuera de la vida, sino en las entrañas
de la vida misma.
Mi mente, mi integridad, mi cuestionamiento intelectual y mi expe
riencia de Dios...: todo se junta en esta nueva imagen. Mi esquizofrenia
religiosa se acabó. Proclamo con alegría que el teísmo está muerto, pero
/ que Dios es real. Cuando me pongo en la presencia de este Dios que vive
\ en el corazón de la vida, sé exactamente por qué me defino como un
..alegre, apasionado y convencido creyente de la realidad de Dios.
6 Esta frase sirve como título de uno de los principales libros de Tillich: El coraje de existir.
5
El CRISTO ORIGINAL:
ANTES DE LA DISTORSIÓN TEÍSTA
?. Burton Mack, The Lost Gospel: The Book of Q and Christían Origins.
8 D. R. Gatchpole, The Quest for Q.
5. Arland D. Jacobsen, The First Gospel: en Introductíon to Q; A.J.B. Higgins (ed.), The
Original Order of Q: Essays ¡n Memory of T. VU Manson.
10
. El Seminario de Jesús considera la fecha en ía década de los 50: Personalmente no estoy
convencido.
11
. The Five Gospels.
...antes de la distorsión teísta. • 87
13
. Personalmente no estoy convencido ni de la hipótesis de Q ni de la fecha del Evangelio de
Tomás. Pero tengo que admitir que ia mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento
aceptan la hipótesis de Q como base de su trabajo, aunque tal vez haya alguna discu
sión sobre el tiempo exacto de su composición. Hay menos consenso en los círculos
del Nuevo Testamento sobre ia fecha relacionada al Evangelio de Tomás y sobre la
inclusión de él en el canon del Nuevo Testamento. En ese punto sigo el pensamiento
del estudioso inglés del Nuevo Testamento doctor Michael D. Goulder, de la Universidad
de Birmingham, que piensa que Mateo es el autor del material Q y que lo escribió para
hacer una especie de comentario a la extensión de Marcos. Esa teoría supone que
Lucas tuvo acceso tanto a Mateo como a Marcos y que prefería a éste, pero que utili
zaba la extensión de Mateo (sobre Marcos) cuando era útil a sus propósitos literarios.
Esta teoría -si se acepta- invalidaría a Q como fuente primaria y trasladaría su fecha de
origen a la década de los 80.
Goulder critica la hipótesis de Q en el largo prefacio a su monumental trabajo de dos volú
menes sobre el evangelio de Lucas, titulado Luke: a New Paradigm. También hace
referencia a ese punto de vista en libros anteriores que actualmente están agotados (y
que fueron en parte desacreditados por el propio autor): Midrash and Lection in Matthew
y The Evangelista' Calendar. En un seminario en la Universidad de Johns Hopkins, en
Baltimore, en el año 2000, Goulder defendió su teoría del calendario de festividades en
los evangelios sinópticos y s u oposición a la hipótesis Q, frente a un panel formado tanto
por adeptos como por críticos. Los documentos de aquel seminario están disponibles en
la universidad y serán publicados en breve porTrlnity Pubiishing Co., de Nueva York.
88 ■ Capítulo 5. Et Cristo original...
Ver nota 1 9.
M
. Indico a mis lectores los caps. 7 y 8, sobre Pablo, de mi libro Rescuing the Bible from
Fundamentalísm, en los que ese ejercicio es trabajado con más profundidad.
...antes de la distorsión teísta. 89
1S
. El sepulcro aparentemente tuvo importancia para Lucas en el libro de los Hechos, donde
consta que Pedro compara a Jesús con David, cuyo sepulcro "permanece entre noso
tros hasta hoy" (Hch 2,29-36). Deja claro que los cristianos primitivos se empeñaron en
prohibir que se desarrollase un sentido de sagrario en torno al sepulcro de Jesús, lugar
donde las personas recordarían al héroe muerto. Eso se volvió más difícil con la entrada
de las historias del sepulcro vacío en la tradición.
90 ■ Capítulo 5. E! Cristo original...
17
. El doctor Chris Rollston, de la Universidad de Johns Hopkins, hace un estudio de los sím
bolos apocalípticos en el Nuevo Testamento. La oscuridad y los tres días ciertamente
constan entre ellos. Cuando el Reino de Deus desciende de los cielos para inaugurar
su reinado, ese día es llamado el primer día de la nueva creación, en la tradición apo
calíptica.
92 ■ Capítulo 5. El Cristo original...
1S
. Ambos están citados en las notas al pie de página de la Biblia NRSV (nueva versión
estándar revisada).
...antes de la distorsión teísta. ■ 93
1?
. Veo, en el relato de Marcos sobre la transfiguración, la sugerencia de que Jesús sustituiría
el Templo, idea que pienso no ha sido desarrollada antes de la destrucción de éste, en ei
año 70 d.C. Procuro documentar esa ¡dea con más detalles en Liberating ihe Gospels:
Readíng the Bible with Jewish Eyes. Esa es la razón por la cual atribuyo al evangelio de
Marcos a los primeros setenta años.
S4 • Capitulo 5. El Cristo original...
2. Profundicé en ese texto de Isaías tanto e n su original hebraico eximo en ¡a traducción grie
ga. Algunos versículos utilizados por Marcos son presentados en el cap. 7 de mi libro
Bom of a Woman: a Bishop Rethinks the Virgin Birth and the Treatment of Women by
a Male-Dominated Church.
98 • Capítulo 6.
1 Poner fecha en cualquier libro de la Biblia no es una ciencia exacta. Hay algunos estudio
sos, como Burton Mack, que atribuyen Lucas y Hechos a mediados del segundo siglo.
El período de 88 a 95 es el consenso de la mayoría de los académicos.
102 - Capítulos.
5. Ver Michael D. Goulder, Luke: a New Paradigm, para más detalles respecto a ese proceso.
Se les escapó hasta a los traductores la referencia de ese “Yo soy", pues en la Biblia
RSV (versión estándard revisada) lo traducen de esta manera: “Entonces sabrán que
Yo soy Él” (Jn 8,28).
104 ■ Capítulos.
sin pecado, inmaculada. Finalmente, se dijo que María había sido asunta,
llevada al cielo corporalmente. Esa doctrina fue declarada en 1950, al
inicio de la era espacial.
Uno se pregunta cuántas otras defensas habrá que levantar para
mantener intacto el cortafuego teísta contra la histeria. Y uno se pregunta
también cuánto tiempo falta para que todo el sistema se desmorone. El
modelo teísta de Dios nacido de la ansiedad humana no era original
mente cristianismo, pero triunfó en el cristianismo. ¿Conseguirá ahora el
cristianismo librarse de esas cadenas? La historia cristiana ha estado tan
entrelazada con la definición teísta de Dios que el colapso de ésta última
amenaza con disparar el colapso de la primera.
Ese es el dilema actual de la Iglesia cristiana, porque el teísmo se
está muriendo, o tal vez de hecho ya está muerto. ¿Puede seguir vivo el
cristianismo entendido teísticamente? Yo creo que no. Pero, ¿cómo sería
un cristianismo no-teísta? Ésa es la pregunta que tiene delante la Iglesia
cristiana, al amanecer de un nuevo mundo.
7
La Iglesia que -en aquella época se decía- fue fundada por este
Jesús, pasó a proclamar la Buena Nueva de la salvación en Jesucristo y
después a organizarse para que cada recién nacido recibiese el bautismo
en la infancia y fuese purificado de la mancha del pecado original, que
marcaba toda vida humana. El bautismo incluiría a la criatura en el acto
redentor de Jesús. No ser bautizado, por tanto, significaba quedar perdido
y sin esperanza para siempre.
Enseguida la Iglesia estructuró de tal forma su principal acto litúr
gico que recreaba la historia del sacrificio de Jesús en la cruz, sacrificio
que pagaba el precio exigido por el pecado, posibilitando así que perso
nas de todas las generaciones se apropiasen de la salvación operada por
Cristo. Aquella liturgia se denominaba el "sacrificio de la misa" o “euca
ristía”, término que significa la acción de gracias por el acto de salvación
de la redención. Desde entonces, los cristianos se han reunido a través de
los siglos en la cena del Señor, no solamente para recordar, sino también
para entrar en ese significado del sacrificio atemporal de la cruz.
Los problemas que genera esta forma de interpretar la expiación
son múltiples. Primero: si esto se considera un retrato fiel de la situación
real humana -como se piensa en las Iglesias cristianas de todo el mundo-
nos presenta una extraña imagen de Dios. Esta divinidad actúa como un
potentado oriental que no nos puede perdonar, hasta que su dignidad
ofendida sea reparada. Esta divinidad no se le puede convencer para que
abrace a las criaturas caídas de Dios, sin el sacrificio de un ser humano:
el sacrificio de sangre que Jesús concedió de buen grado. Una historia de
salvación que depende de un sacrificio humano como exigencia divina,
es algo bastante extraño a los oídos modernos.
Segundo: esa interpretación litúrgica de la muerte de Jesús resultó
un fetiche del cristianismo en relación a la sangre salvadora de Jesús.
En el segmento protestante de la Iglesia evangélica, se cantan himnos al
admirable carácter terapéutico de la sangre de Jesús. Los fieles cantan
que son “lavados por la sangre” o “salvos por la sangre” de Jesús. Cantan
incluso sobre la “fuente de sangre” suministrada por Jesús, en la cual se
bañan hasta que sus pecados son borrados completamente. Siempre he
encontrado repugnantes esas imágenes.
La vertiente católica de la Iglesia tal vez sea un poco más sofisti
cada, pero no por eso menos grotesca en las imágenes. En esa tradición,
los fieles participan del sacrificio de Jesús a través del sacramento, literal
mente comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre. Canibalismo litúrgico
ligeramente disfrazado y poco atrayente para la generación actual.
El problema más profundo surgido de la doctrina de la expiación,
no es ninguno de los citados, sino el simple hecho de que somos hom
bres y mujeres post-darwinianos y, como tales, poseemos una visión muy
Camb/ando e/ m/ío bás/co cr/sfíano. * 11 7
Robert W. Funk
Director del «Seminario de Jesús»
Jesús. “¡Qué dulce suena ese nombre al oído del fiel!”, proclama
uno de nuestros himnos tradicionales. Cuando fui consagrado obispo, en
1976, entramos en la catedral cantando: "Al nombre de Jesús, toda rodilla
hará reverencia”.
No hay en mi memoria un momento en el cual Jesús no haya sido
importante para mí. Fui bautizado en la infancia, y adquirí, con ese pro
ceso, unas personas llamadas "padrinos”, que me parecían importantes.
Tenía grao placer en ir a la escuela dominical, donde aprendía sobre
Jesús. Cantaba en el coro de niños, servía de acólito y actué en mi grupo
de jóvenes, porque los adultos decían que Jesús estaba presente en todas
esas actividades. Cuando niño, usé una cruz colgada del cuello: era el
símbolo de él. Me decían que me marcaba como "perteneciente” a él. En la
vida adulta, mi intención firme ha sido servir a ese Jesús. Estudié, escribí
y prediqué sobre él. He investigado su vida, su significado y su poder en
libros y foros. No encaro esa tarea de redefinir a Jesús con ligereza ni faci
lidad. Él siempre fue parte integrante de mi vida, como figura central de
mi historia de fe. Por lo tanto, es justo decir que, al abordar ese asunto, no
me considero solo un espectador objetivo, Jesús fue importante además
en mi diario vivir, para justificar tal alegación. Por otra parte, todavía lo
es. Sin embargo, por mi propia integridad, tengo que intentar encontrar
la respuesta a la pregunta que el Nuevo Testamento atribuye a Jesús:
”¿Quién dicen que soy yo?”. Se cuenta que Pedro respondió: "Tu eres el
Cristo, el ¡lijo de Dios vivo” (Mt 16,15-16).’ ¿Todavía es posible usar esas
mismas palabras? ¿Tienen alguna flexibilidad, o alguna apertura a nuevos
significados? Si estuviesen atrapadas a su pasado teísta, con el significado
con que tradicionalmente han sido entendidas, necesitamos descartarlas
por insignificantes.
¿Sería honesto arrancar esas palabras de aquel pasado y abrirlas a
nuevos significados? Pienso que sí. Las palabras cambian. La percepción
de la realidad, y hasta de Dios, cambia. Las explicaciones distorsionan la
verdad con el pasar del tiempo. Entonces la pregunta real que debemos
responder es: ¿Conseguiremos captar la esencia de ese Jesús con palabras
que trasciendan los modelos del pasado, pero que todavía sean capaces
de afirmar —y de convidar a mi mundo a afirmar- la experiencia de Cristo?
O sea, ¿una vez superado el concepto del teísmo, ese Jesús todavía podrá
constituir una experiencia de Dios para nosotros? ¿Todavía podrá ser una
puerta por la cual lleguemos a la expresión de lo sagrado? Las respuestas
a esas preguntas determinarán con claridad si aquello que buscamos es
una reforma auténtica del cristianismo o si vivimos engañados y, a partir
del temor reprimido, intentamos esconder o enmascarar la muerte del
cristianismo. Los riesgos, por lo tanto, son grandes al iniciar este capítulo.
Si el teísmo no existe ya, ¿podrá el nombre de Jesús continuar sien
do dulce a los oídos de los fieles, llevando a nuestras rodillas a doblarse
en veneración? ¿Si ya no podemos hablar de Jesús como encarnación lite
ral de la divinidad teísta, ni literalmente como la segunda persona de la
divina Trinidad, ¿qué podemos decir respecto a Jesús que sea real, y que
todavía lo ligue a la experiencia que está detrás de las reivindicaciones
tradicionales cristianas? ¿Qué otras palabras podemos usar para unimos
a Pablo cuando clamaba extasiado: “Dios estaba en Cristo”?
Cuando comienzo a explorar la vida de ese Jesús desvinculado
de la estructura teísta del pasado cristiano, quedo energizado y hasta
encantando al ver emerger una visión enteramente nueva. Lo que veo es
un nuevo retrato de Jesús. Él fue más profunda y plenamente vivo que
cualquier otra persona que conocí en mi vida, en la historia o en la lite
ratura. Lo veo apuntando hacia algo que él denomina “Reino” de Dios,
donde nuevas posibilidades exigen nuestra consideración 2. Lo veo retra
tado como aquel que constantemente quitaba las barreras que separan a
unas personas de otras. Lo veo convidando a sus seguidores a unirse a él
para caminar sin temor más allá de los límites de seguridad que siempre
prohíben, bloquean o niegan nuestro acceso a una humanidad más pro
funda. Quizá, él es para mí sobre todo un eliminador de fronteras, que me
permite visualizar la posibilidad de que mi propia humanidad atraviese
2
. Procurando evitar la connotación patriarcal de la palabra reino, estudiosos modernos usan
el término ámbito o universo para traducirlo.
1 22 ■ Capitulo 8. Jesús más allá efe Ja Encarnación
mis barreras humanas para alcanzar la divinidad que su vida revela y que
de hecho, nosotros cristianos, decimos que él posee.
Veo a Jesús como aquel que llama a todos los que se acercan para
caminar más allá de sus temores tribales. En el tiempo de Jesús, el pueblo
judío organizaba la vida para tener el mínimo contacto social posible con
los gentiles. La barrera era enorme. Los judíos se juzgaban separados de
los gentiles por la circuncisión ordenada por la Torá, y por el régimen de
alimentación kosher. Suponían que su status "separado” era una orden de
Dios. Mientras que Jesús es retratado como una persona que convidaba a
otros a que dejaran de lado sus miedos tribales y xenófobos y dieran un
paso más allá de esa frontera. Parecía decirles que una nueva humanidad
habita al otro lado de esos temores. Oigo a sus primeros seguidores,
como Pablo, que, inspirado por ese Jesús, anuncia que en Cristo “no
hay judío ni griego” (G1 3,28). Noto que el autor del primer evangelio,
Marcos, tuvo la audacia de colocar un centurión gentil al pie de la cruz
para interpretar el significado de la vida, diciendo: “Verdaderamente, este
hombre era hijo de Dios” CMc 15,39). Leo a Mateo, cuyo evangelio es el
más judío de todos, y veo que él comienza la historia de Jesús colocando
una estrella en el cielo, donde será visible a todos los pueblos de la tierra,
incluidos, es evidente, los gentiles. Prosigue diciendo que aquella estrella
atrajo al mundo gentil, representado por los magos, que llegaron a rendir
homenaje a un Cristo universal (cf. Mt 2,2). Ahora veo con nuevos ojos
el poder presente, en la conclusión de su historia, cuando ese mismo
Mateo dice que el Cristo resucitado pide una sola cosa a sus discípulos.
Son las palabras que llamamos "la gran misión”: "Id a todas las naciones”
-esto es, vayan a donde habitan los gentiles- y proclamen el amor de
Dios por ellos (cf.'Mt 28,19). El cristianismo, en sus orígenes, fue clara e
intencionalmente designado como radical, transformador, demoledor de
las barreras de los sistemas religiosos, al ser construido sobre un men
saje evangélico identificado con Jesús y proclamado arrebatadoramente
viviendo su misma vida. En la experiencia de Cristo, judíos y gentiles ya
no podrían estar unos contra los otros. Ni cualquier otra frontera tribal
podría continuar limitando la humanidad de alguien.
Lucas, que probablemente nació gentil —aunque un gentil partidario
del judaismo, que ciertamente frecuentó la sinagoga por tiempo suficien
te para que los modelos litúrgicos judíos moldearan su vida- continuó
desarrollando ese quiebre de fronteras universal. Me refiero al hecho de
que Lucas ha alterado significativamente la genealogía de Jesús presen
tada por Mateo, pues esta se remontaba sólo hasta Abrahán, padre de
la nación judía. Lucas quería que el mundo entero fuese incluido en sus
símbolos, y entonces retrocedió hasta Adán, el padre simbólico de toda
la raza humana. Su claro mensaje es que los gentiles también formaban
parte del plan de la salvación. Después Lucas contó la historia de cómo
Una divinidad no teísta ■ 123
fuente, esa revelación, esa presencia de Dios, ese Jesús, con una parti
cular alegría y una admiración. Jesús, por lo tanto, primero nos revela la
fuente de la vida y después nos habilita para adentrarnos en ella.
Después observamos que la presencia del amor sin barreras, que
encontramos en la vida de Jesús, nos transmite algo de expansivo y
creativo. Cuando nosotros, los seres humanos, conocemos el amor, pare
ce que crecemos. El amor esta presente de forma embrionaria en todos
los aspectos de la vida. Es perceptible en la protección que las especies
subhumanas dan a su cría: en la lamida del felino adulto al limpiar el
pelo del garito, en el vuelo del ave para llevar alimento a los indefensos
ocupantes del nido, o en el apareamiento de las palomas que mantienen
su unión hasta el fin de la vida. Pero ese tipo de amor que da la vida es
más profundamente visible en la experiencia humana, en la que puede
ser alcanzado conscientemente, escogido libremente y apropiado plena
mente. La ausencia de amor en la infancia del ser humano es tan letal
como la presencia de una enfermedad fatal. La presencia del amor es la
fuente de la vida y del crecimiento.
El amor se manifiesta en la disposición humana de aventurarse más
allá de las fronteras seguras, con el riesgo de perderse y hasta en el deseo
de explorar los intersticios de lo desconocido. El amor crea estabilidad,
pero no estancamiento. El amor nos llama a existir, expande nuestra vida
al fluir a través de nosotros. Si el amor es bloqueado, muere. El amor
tiene que ser compartido, si no, deja de ser amor. El amor nos une en
comunidades cada vez mayores. El amor nos libera de las definiciones
peyorativas que llevan a la exclusión. El amor trasciende las barreras, une
y atrae. El amor intensifica la vida.
Por lo tanto, cuando surge en la historia un ser humano con capaci
dad de amar como nunca antes fue visto, cuando esa vida nos llama a una
nueva unidad humana y se niega ser amarrada por las reglas originadas
en nuestro temor e imperfección, entonces, inevitablemente contempla
mos esa vida con admiración, tal vez hasta con adoración. El amor es una
presencia y un poder capaz de alejarnos de los temores tribales -pues
abarca judíos y gentiles- y de nuestros miedos prejuiciosos, pues abraza
a quien quiera que sea nuestro samaritano. El amor no tiene personas
elegidas, porque eso implica que algunos no lo sean. El amor no tiene
malicia, no busca venganza, no traba ninguna entrada.
Una vida definida por el amor no procurará protegerse ni justifi
carse. Estará satisfecha en ser simplemente como es y en dar sin restric
ciones. Si es negado, el amor abraza al que lo rechaza. Si es traicionado,
el amor abraza al traidor. Si es abandonado, el amor abraza al que aban
dona. Si es torturado, el amor abraza al torturador. Si es crucificado, el
amor abraza a los asesinos. El amor nunca juzga. El amor simplemente
anuncia que ni la persona que usted es, ni los actos que haya cometido,
Una divinidad no teísta ■ 1 29
pueden levantar una barrera que no pueda ser superada por el poder de
esa presencia invencible.
Si la vida es sagrada y si el amor genera e intensifica la vida, la
conclusión es que el amor también es sagrado. Por tanto, sugiero que el
amor y Dios no pueden ser separados y que compartir el amor es nada
menos que compartir a Dios. Permanecer en el amor es permanecer en
Dios, donar amor es donar Dios. Por eso, al ver una vida que ama en
abundancia, podemos decir de aquella persona: “Dios está presente en
esa vida”. Eso es una parte de lo que significa para mí un Jesús no-teísta,
pero centrado en Dios.
El amor toca algo externo. Cuando entramos al amor, su poder nos
atrapa. El amor nos eleva más allá de nuestra lucha por la supervivencia.
El amor nos permite trascender nuestros límites. El amor nos libera para
que nos podamos dar.
La vida humana no necesita un rescate divino. Lo que sí necesita
mos, es más bien una vida tan abierta, tan libre, tan plena y tan llena de
amor que, al experimentarla, seamos llamados a la realidad del amor.
Estamos abiertos a la fuente del amor y entramos en la poderosa presen
cia del amor. Esta vida entonces se convierte en nuestra puerta de entrada
al infinito e inagotable poder del amor, A ese amor lo llamo Dios. Lo veo
en Jesús de Nazaret, y me siento llamado a una nueva forma de ser, una
humanidad sin fronteras, y me siento pleno en su presencia. Así estaba
Dios en Cristo. Por lo tanto, Jesús revela la fuente del amor y después
nos llama a entrar en ella.
Acto seguido, me veo forzado a reconocer que vida y amor son
manifestaciones -de algo que sólo podemos describir con aquellas palabras
de Tillich: ser. NÍ vida, ni amor ocurren separados del ser. Ser es un con
cepto complicado de entender, y nuestro vocabulario lucha por definirlo.
Hablamos de una persona que tiene “presencia". No conseguimos definir
ese concepto con precisión, pero sabemos que es lo opuesto a ausencia,
aunque nunca decimos que alguien tiene “ausencia”. Respondemos posi
tivamente a la propaganda del reclutamiento del ejército porque toca algo
profundo dentro de nosotros: “Sé todo lo que puedas. Únete al ejército”.
Inmortalizamos la frase de Shakespeare en la que Hamlet manifiesta su
debate interior: “To be or not to be” (ser o no ser).
Ser es una cualidad que reconocemos cuando la vemos, y conoce
mos su ausencia cuando la sentimos. Hablamos de la necesidad de que
los políticos “se definan11 para proyectar su ser esencial. Cuando alguien
está en la posesión de su ser, tiene libertad. “El coraje de ser” es como
Tillich denominó esa libertad**. La persona que tiene “el coraje de ser” ni
< Tillich usó esa expresión como título de uno de sus libros.
130 ■ Capítulo 8. Jesús más allá de la Encarnación
que les dio el don del consuelo (cf. Le 23, 28-31). Para sus enemigos,
aquellos que se regocijaban con su muerte, se dice que no les dio el don
de la resistencia, sino el de la tranquila resignación (cf. Le 23,46).
¿Es importante si son literalmente precisos estos relatos de los
acontecimientos que ocurrieron en aquellos días, entre lo que posterior
mente denominamos Domingo de Ramos y Viernes Santo? Creo que no.
Sin embargo, en un libro anterior*, argumenté que hasta la misma historia
de la pasión de Jesús -desde el Domingo de Ramos hasta la cruz- no es
una historia literal, sino una intento midrásico de narrar el drama de la
crucifixión sobre el telón fondo de textos como Zacarías 9,14, el Salmo
22 e Isaías 53. Esas historias de la Semana Santa son narraciones inter
pretativas y re interpretaciones litúrgicas, y no memorias de testimonios
oculares. los evangelistas pintaron un retrato sin usar una máquina foto
gráfica. Tratan de captar, en sus historias interpretativas, la esencia del
ser de este Jesús.
A los que lo rodeaban, el ser en Jesús les llamaba a una individua
lidad nueva y más profunda. Aquellos que lo negaron fueron llamados
al liderazgo. Los cobardes que desertaron y huyeron fueron llamados a
ser héroes. Los judíos, atrapados en su tribalismo, fueron llamados para
la inclusión. Las mujeres fueron llamadas a una humanidad plena y para
el discipulado pleno. Los temerosos fueron llamados para vivir con valor.
Los excluidos fueron llamados a la dignidad humana. Jesús, de ese modo,
revela el Fundamento del Ser y después nos llama a entrar en él.
Llegamos, por lo tanto, a una nueva manera de hablar de ese
Cristo. Por favor, lean cuidadosa y atentamente. Las palabras religiosas
muchas veces son mal interpretadas, porque evocan emociones podero
sas. Quiero seguir aquí una estricta línea de distinción teológica, y tal vez
algo incluso más importante que eso: una estricta línea de percepción y
verdad.
¿Será correcto identificar al Jesús humano con el Fundamento de
la Existencia? No. Ésa no es la forma como yo lo plantearía. Pero uno,
efectivamente, percibe el Fundamento del Ser a través de Jesús. ¿Podemos
llamar a Jesús Fuente de la Vida? No. Yo tampoco haría esa identificación.
Pero podemos, creo yo, tocar la propia profundidad de la vida a través
de ese Jesús. ¿Será Jesús la suprema fuente de Amor? No. No podemos
atribuirle eso. Pero podemos, pienso, experimentar la cualidad incondi
cional del amor a través de él. ¿Podemos decir entonces que el medio
es el mensaje? No. Eso, creo yo, sería afirmar más de lo que debemos.
Pero el medio es el canal a través del cual se recibe el mensaje. Jesús es
5. Liberating the Gospels: Reading the Bible with Jewish Eyes, que todavía lo considero el
mejor libro que he escrito.
132 ■ Capitulo 8. Jesús más allá de la Encamación
lie presentado la figura de Cristo en lo que es, para mí, una nueva
luz. Personalmente lo veo como un retrato de la divinidad en el cual,
inevitablemente, fluye una humanidad plena, no como encarnación la de
una divinidad externa sobrenatural que cumple una misión de rescate. En
los capítulos anteriores coloqué ante los lectores esa perspectiva radical
mente diferente. Soy consciente, por las discusiones que he tenido con
algunas personas sobre esa nueva perspectiva, que me provocará ataques
desde dos frentes.
Primero, estarán aquellos tradicionalistas que oirán en mi propues
ta sobre Cristo los ecos del liberalismo protestante del siglo XIX, que
redujo a Jesús a un papel de maestro y de buen ejemplo. Argumentarán,
y creo que con razón, que esa definición no tiene un poder significativo.
Sin duda un buen ejemplo puede ser admirable, pero no me capacita
para seguir una vida ejemplar. De hecho, los buenos ejemplos tienden
a exacerbar la tendencia humana a sentimos inadecuados. Nunca he
conocido a un niño cuyo comportamiento haya mejorado radicalmente
cuando los padres lo animan preguntando: “¿Por qué no intentas ser como
tu hermano o hermana mayor?”. Ese enfoque no se da cuenta del poder
destructivo que tiene la comparación, en nuestra humanidad orientada a
la supervivencia.
x
. Matthew Fox, Original Blessing, pp. 47 y 48. Uno de mis alumnos en Harvard, Mark
Stríckler, hizo una primera investigación sobre ese asunto para uno de sus trabajos, el
cual utilizo en esta referencia.
■ 135
Noche de los Cristales rotos, que lanzó la persecución nazi de los judíos, t
en los grupos de linchamiento en el antiguo Sur de los Estados Unidos, o
también en las riñas que ocurren ocasionalmente en los eventos deporti i
comportamiento, que jamás seria aceptado por las personas individual <
hacerlo otra vez. No puedo pretender ser creado a imagen de Dios hasta
que asuma, como parte de mi ser, el lado oscuro de nú vida, que refleja el
lado oscuro de Dios. Por eso el mal está siempre presente en lo sagrado;
es por ello que el mal es percibido como incansable e ineludible; y por
eso se ligó simbólicamente a Jesús con Judas, desde el despertar de los
tiempos. El mito joánico no estaba equivocado al indicar que Jesús era
la palabra preexistente de Dios encarnado en la historia humana. Este es
un concepto muy adecuado de una verdad última. Pero es incompleto.
Judas Iscariote también estaba míticamente presente en Dios al inicio de
la creación, y también se encamó en el drama que se llevó a cabo en
Judea en el primer siglo.
Los temas míticos se entrelazan repetidas veces. Dios y Satanás,
vida y muerte, bien y mal, sacrificio y libertad, luces y tinieblas, Jesús y
Judas: todos están indisolublemente entrelazados. Finalmente, no puedo
entrar en un nuevo ser sin llevar conmigo mi propia sombra. Muchas
veces, en la experiencia humana, los que no pudieron lidiar con su
sombra, la convierten en la única realidad que poseen. Nuestra sombra
puede consumir nuestro existir, y, cuando eso acontece, nos volvemos
personas poseídas, adictas. Esto es lo que constituye la dimensión que le
faltaba- a mi definición del mal. La sensación de inacabado, de incomple
to, es agrandada por una visión más amplia de la complejidad de la vida
humana. Ésta, entonces, es la parte de la vida humana que clama por un
acto de socorro, porque la persona no tiene la capacidad de salvarse a sí
misma. Sin embargo, el Dios teísta que invade la vida no es la solución
adecuada para esta salvación. La salvación está, más bien, en el papel del
Pueblo de Dios.
El papel de lá Iglesia es el de ser el lugar donde las partes dispares
de nuestra humanidad se puedan unir y entonces ser salvadas de estar
separadas otra vez. La Iglesia jamás debe pretender tener la habilidad de
separar el bien del mal, ni Dios del pecado.
En ese sentido, es la Iglesia, y no la figura de Jesús, la que debe
ejecutar el papel del salvador, acercándose a los que parecen poseídos,
sea por el alcohol, las drogas, la enfermedad mental o por la negatividad
obsesiva. Estas conductas no son más que los síntomas de la necesidad
última de la vida humana de que ocurra un proceso de redención. Las
personas adictas a cualquier cosa no son libres para ser, mientras no
acepten que el lado sombrío es el contrapunto espantoso y evidente de
nuestro ser. El poder de curación capaz de trabajar nuestra sombra no
es la absolución, no es la declaración del perdón de nuestros pecados,
como sí de alguna forma nuestros malos actos estuvieran separados de
nuestro ser. El poder de curación es el amor que nos acepta como somos,
incluyendo la sombra, afirmando que cada faceta de lo que somos, está
hecha a imagen de Dios.
La realidad del mal está dentro • 151
i. Tomado del artículo de William Sioan Coffin, publicado en New York Times el año 2000,
dando seguimiento a las elecciones en Estados Unidos.
154 ■ Capitulo 10. Más allá de la evangeíización y de la misión mundial
tema religioso que, a su entender, era más pegado a sus raíces ancestrales
que el cristianismo. El islam, a veces de forma muy agresiva, comenzó
una penetración significativa en Estados Unidos.
Éstos son los datos que dejan claro que el objetivo cristiano de
convertir el mundo al cristianismo ha sido un fracaso en todos los lados,
a pesar de la persistente retórica misionera. De hecho el porcentaje de
cristianos en el mundo entero, actualmente es menor que en el pasado.
Supongo que estos esfuerzos expansionistas fallaron desde el ini
cio, porque no eran nada más que una búsqueda mal disfrazada de poder,
nacida del egocentrismo que nos legó la evolución. Fueron las estrategias
adoptadas al servicio de una divinidad teísta tribal y confundidas con el
imperativo del evangelio.
Los esfuerzos evangélicos y las iniciativas misioneras se ven, por
tanto, comprometidos por la falta de integridad y llenos de manifestacio
nes de hostilidad, a pesar de su virtuosa jerga religiosa aparente. Creo
que la Iglesia cristiana debería abandonar estas prácticas de aquí en
adelante, por ser indignas de la figura de Cristo. No quiero participar en
“décadas de evangelización”, ni en aquellas eternas tentativas cristianas
desorientadas que quieren convertir a los judíos. Esas actividades nacen
del sentimiento de que una tradición posee el único camino hacia Dios y
reflejan una mentalidad tribal que no puede ser parte de nuestro mundo
posteísta.
Thomas Harris, médico americano y estudioso de la historia social,
escribió hace más de una generación sobre varias formas de interacción
humana en su libro Yo estoy bien, tú estás bien. Denominó a una de
las interacciones descritas por él la: “Yo estoy bien, tú no estás bien”,
que significa que tú no estarás bien mientras no te vuelvas como yo?.
Ciertamente podemos reconocer que ésa es la postura encontrada en
toda actividad misionera de conversión. Claramente es una postura de
superioridad frente a la inferioridad. Refleja enjuiciamiento, rechazo y
hostilidad. Seguramente la historia de Jesús, como amor de Dios, no
puede ser contada en un medio de enjuiciamiento y hostilidad. Me pare
ce que eso sigue siendo cierto, a pesar de que muchas personas mara
villosas y sensibles, con la mejor intención, a lo largo de la historia del
cristianismo, se han dedicado a la vocación misionera. Pero hoy tenemos
que considerar esas actividades como rechazables, ilegítimas, negativas y,
podría decir, malignas.
Es fascinante observar que, sin estar plenamente conscientes de
estos datos, el trabajo misionero en el extranjero de las principales
Iglesias ha sido reducido a proyectos de auto-ayuda de tiempo limitado.
Si los cristianos del siglo XXI son suficientemente valientes para dejar
que las actividades misioneras enraizadas en el teísmo pre-moderno
mueran de muerte natural, sin llorar, sin lamentos, sin intentar aplicar
les respiración artificial, descubriríamos que más allá de nuestro teísmo
defensivo existe algo que considero mucho más atractivo.
Primero reconocemos que nos estamos librando de los instintos de
supervivencia y seguridad desarrollados por nuestros cercanos ancestros
auto-conscientes y temerosos. Estamos dejando de lado un contenido
religioso creado para satisfacer los antiguos temores ancestrales y darnos
seguridad a los seres humanos. Era un contenido que mantenía a las per
sonas dependientes, infantilizadas y confortables mientras no buscaban la
madurez. Como tal, no sirve para valorar nuestra humanidad.
El pensamiento teísta que sustentaba el trabajo de conversión está
muerto. Nosotros los cristianos ahora sabemos que no tenemos ni certe
za, ni la verdad eterna. Sabemos que no poseemos el único camino hacia
Dios, porque no existe un camino único.
Si Dios no es un ser, sino el Fundamento de toda Ser, la fuente de
Ja vida y el amor, entonces ciertamente él no puede estar contenido en
ningún sistema religioso, ni nadie puede seguir viviendo como si Dios
fuera la divinidad tribal particular de su nación o grupo. El ser, la vida
y el amor trascienden todos los límites. Ninguna Sagrada Escritura de
ninguna tradición religiosa puede pretender que la plenitud de Dios esté
capturada en sus páginas. La propaganda religiosa exclusivista ya no es
sostenible. La idea de que Jesús es el único camino para llegar a Dios, o
de que sólo quien fue lavado en la sangre de Cristo estará en la lista de
los salvados, se volvió un anatema y hasta un peligro en nuestro pequeño
mundo.
Eso no es todo. Descubrir un Dios más allá del teísmo, también es
reconocer que los credos eclesiásticos tampoco pueden capturar la ver
dad de Dios, solamente pueden señalarla. Eso es cierto tanto en el caso
del credo original afirmado con tres palabras: “Jesús es Señor”, como en
las versiones cada vez más complejas que llamamos: el credo apostólico,
el credo niceno o el credo atanasiano, cada uno de los cuales marca una
etapa del desarrollo teísta de la iglesia cristiana. No puede haber credos
o definiciones definitivas, y por lo tanto limitantes, en el cristianismo pos-
teísta que lucha por nacer. Mejor veremos nuestro pasado teísta de credos
como un estadio que fue necesario atravesar. Ese pasado ya no nos puede
vincular mientras entramos en la experiencia ilimitada del posteísmo.
Lo mismo es cierto para la Biblia. La nueva reforma no requerirá
que los cristianos la abandonen, pero requerirá que quitemos de la Biblia
las reivindicaciones tribales y la literalidad que frecuentemente le son
atribuidas. La Biblia es una puerta de acceso a Dios, pero cuando entro
160 - Capítulo 10. Más allá de la evangellzación y de la misión mundial
en ese dominio de Dios, descubro que todos los relatos descritos y las
palabras simbólicas en la Biblia necesitan ser reinterpretadas, para que
la palabra de Dios nos hable con nuevos matices y nos traiga nuevos
significados.
Con el pasar de los años y las décadas, finalmente comenzaremos
a comprender que ninguno de los sacrificios exigidos por la muerte del
teísmo causa la pérdida de la experiencia esencial de Dios que los cris
tianos creen haber encontrado en Jesús. Al contrario, lo que hacen es
desafiar la idolatría que alega que la sagrada, maravillosa y misteriosa
experiencia de Dios puede ser capturada por cualquier sistema religioso
humano, o puede servir a las necesidades de poder de alguna institu
ción. Desarmar las afirmaciones excesivas jamás invalida la experiencia
religiosa personal.
Soy y siempre seré, una persona que llegó a la experiencia de Dios
dentro de la religión tribal occidental conocida como cristianismo. Ese
sistema religioso continuará siendo mi puerta de acceso a Dios. En el
centro de esa tradición confronto la persona de Jesús de Nazaret, en el
cual -las personas del primer siglo atestiguaban haber experimentado la
presencia de Dios. La experiencia que tuvieron de lo divino en Jesús, fue
lo que dio origen a las explicaciones que encontramos hoy, tanto en las
Escrituras como en los credos.
Comienzo aquí, por lo tanto, afirmando la experiencia extasíante
que fue la primera respuesta a esa presencia de Dios llamada Jesús, y
después empiezo a entender, sin la necesidad compulsiva de leerlo lite
ralmente, la explicación empleada por el autor del cuarto evangelio que
escribió que si has- visto a Cristo, has visto a Dios (cf. Jn 10,30 y 14,9).
Entonces ese Cristo continúa siendo mi puerta de acceso a Dios.
Tal vez no sea la puerta que todos usen y ciertamente no es la única
puerta, pero es mi puerta. Una vez que entro por esa puerta, descubro
que hay una gran tradición de fe, quizás hasta infinita, para ser explorada,
que rompe con todos los límites del pasado. No necesito rechazar esta
puerta de mi pasado religioso; sólo necesito relativizar las reivindicacio
nes exclusivistas.
Así mi camino hacia Dios me permite y me anima a sumergirme
profundamente en el contenido de mi tradición. No puedo empezar en un
lugar en el que no estoy; tengo que empezar exactamente donde estoy.
Así que escalo las alturas y caigo en la profundidad de mi sistema de fe.
Abro los símbolos de mi historia de fe y les permito escapar de los moldes
antiguos. Deliberadamente me esfuerzo por ir más allá de mis Escrituras,
credos, liturgias, himnos y devociones tradicionales. Reconozco que cada
una contiene la explicación de un determinado tiempo y lugar, pero no le
permito a ninguna seguir diciendo que hacen algo más allá que apuntar
Hacia un universalismo posteísta ■ 161
Dios seguiría siendo Dios, una vez terminada la prueba, y las tácitas pero
reales preguntas que plagaban las mentes de aquellos que Dios estaba
poniendo a prueba, tendrían una respuesta satisfactoria sin jamás pertur
bar sus imágenes teístas. También ésta es una postura religiosa defensiva
conocida, empleada por los seres humanos durante siglos.
Las personas aprenden a enfrentar la tragedia. Las personas que
pierden la vista desarrollan nuevos niveles sensoriales compensatorios
y una percepción intuitiva. La lucha heroica de un parapléjico inspira a
otros a realizar un esfuerzo mayor que afecta la calidad de vida de muchas
personas. Hay gente que muere con nobleza o soporta el dolor de manera
creativa y así ayudan a muchos a encontrar una forma profunda de vivir y
un nuevo compromiso para utilizar el tiempo de vida que tienen, de una
forma más dedicada, menos egocéntrica. Pero honradamente, ¿alguno de
nosotros puede afirmar que esos beneficios son las razones divinas de
esos trágicos acontecimientos? ¿Existe un plan divino, elaborado por un
Dios teísta que tiene el mundo entero en sus manos y que tira de este hilo
aquí y allí, pero que claramente siempre tiene el control? ¿Será sólo que el
plan total de este Dios no se revela plenamente, por lo que los mortales
deben confiar en la benevolencia final de Dios y aprender a “caminar por
la fe”? ¿Fe de que hay un plan, y fe en que Dios realmente es como lo que
hemos construido? ¿O esta fe no es nada más que un pensamiento teísta
delirante, tan falso que debe ser destituido?
Algunos de los estudiantes que asistieron a esta Escuela Bíblica
con la basquetbolista enferma dijeron que la experiencia de tratar de dar
sentido a esta tragedia a la luz de su visión de Dios permanecería con
ellos para siempre; estaban seguros que sería uno de los recuerdos más
duraderos de la universidad. La experiencia galvanizó a todo el alumna
do. Orar juntos todo el día, había sido un acontecimiento dramático de
construcción de la comunidad. Los proyectos diseñados para recaudar
dinero para pagar los cuantiosos gastos médicos de su compañera, se
extendieron a toda la comunidad y dieron a los estudiantes el enorme
sentido de hacer algo útil, de estar en la frontera entre Dios-humanos, y
de respirar un ambiente que los proyectaba al límite del misterio de la
vida que pocas personas han encontrado frecuentemente.
Esta historia, sin embargo, me suscitó muchas preguntas que
frecuentemente se me atraviesan cuando lucho por pensar en Dios en
patrones no-teístas mientras sigo siendo un cristiano que reza y adora a
Dios. Cuando doy conferencias públicas, destinadas a invitar a la gente
a ir más allá de los límites del teísmo, las preguntas que me hacen en
primer lugar, al terminar la conferencia, generalmente se centran más en
el tema de la oración que en cualquier otro tema. Estas preguntas buscan
mantener el sentido que se encuentra tanto en la oración individual como
en la oración comunitaria que forma parte de la liturgia de la Iglesia. Las
Capítulo 11*
3
. San Agustín, Las Confesiones, cap. 1 .
¿Y qué pasa con la oración? • 171
señaló que la única cosa que pueden aportar los cristianos al sistema
de salud vigente, no son oraciones, ni actividades de cabildeo, sino el
don de la comunidad. A medida que el sistema de salud se vuelve más
impersonal, la comunidad tiene que estar presente para personalizar la
vida de la persona enferma. Ningún enfermo debería de estar solo. Nadie
debería morir solo. Nadie debe buscar soluciones de alta tecnología para
problemas médicos sin una comunidad que provea un entorno con una
gran dosis de amor.
No es que estas cosas intensamente humanas logren parar la enfer
medad, traigan la curación o pospongan la inevitabilidad de la muerte,
sino que más bien estas cosas mejorarán la vida, expandirán el amor, y
permitirán que un ser más profundo emerja tanto del donante como del
receptor. Pero sugerir que a través de este proceso viene la curación como
resultado del ruego humano o de la intercesión, hace de Dios un ser que
hace nuestra voluntad. Ésa, sin duda, es una idea extraña. La oración más
bien es la actividad que nos permite ser donadores y receptores uno del
otro, del significado profundo de la vida, un sentido que llamo Dios.
En la fase más tradicional y teísta de mi vida, desarrollé el hábito
de pasar las dos primeras horas del día, de seis a ocho, en el escritorio
de mi casa, en oración y estudio. Rogaba primero por los más cercanos y
queridos, cruzando fácilmente los límites de la muerte que hoy me separa
de mis padres, de mi primera esposa, de mi cuñado, y de algunos ami
gos muy valiosos. Usaba varios calendarios, tales como el ciclo anglicano
de la oración, la lista de oración de la Casa de los Obispos, o el Ciclo
Diocesano de la oración, cada uno de los cuales me servía para unirme a
través de la oración, a la comunidad cristiana en la que vivía.
Luego pasaba por los problemas del mundo, rezando por la paz y
el fin del sufrimiento en tierras asoladas por la guerra. Debo decir que
la oración era especialmente significativa para mí cuando alguien muy
conocido estaba pasando por una tormenta particular: Desmond y Leah
Tutu en la lucha para poner fin al apartheid en Sudáfrica o en Bob y
Lance Moody* en Oklahoma, en el momento de la explosión del edificio
del gobierno en Oklahoma City. Por último, me preocupaba por las cosas
que tenía que hacer ese día, y en mi oración evocaba a las personas y
los eventos.
Todo esto estaba en el contexto que la iglesia una vez llamó “mai
tines” u “oración de la mañana”, que incluye las lecturas bíblicas del lec-
cionario, cantos de alabanza y elementos de culto. Este formato también
permitía un tiempo para una homilía que, en la privacidad de la madru
gada, convertí en disciplina con la lectura sistemática de un libro de
6
. E l obispo episcopallano de Oklahoma y s u esposa.
¿Y qué pasa con la oración? • 173
teología por año?. Suponía, en esa época, que esto era para mí el tiempo
sagrado para estar cada día en contacto con Dios. Robert Schuller podría
7
haber llamado esto mi “hora de poder” 8. Mi imagen de entonces era que
el poder de mis oraciones fluía hacia el exterior, hacia los receptores de
mis preocupaciones. Estaba cumpliendo con las expectativas de mi reli
gión y de mi profesión.
A medida que me movía del teísmo a una comprensión post-teísta
de Dios, descubrí que mi compromiso de empezar el día con esas dos
horas dedicadas a la oración no había cambiado, pero la comprensión de
lo que estaba haciendo cambió drásticamente. Quizás dio un giro de 180
grados. El principal cambio que se produjo fue en la parte del día que
dedicaba a la oración. Dejó de ser restringido a esas dos primeras horas
cada mañana, pasando a abrazar el resto del día. Mis acciones, mi com
promiso con la gente, el enfrentamiento con cuestiones concretas, todo
esto se convirtió para mí en el verdadero tiempo de oración. Mi oración
se llegó a identificar con nú vida, mi amor, mi existencia, mis encuentros,
mis luchas por la justicia, mi deseo de ser un agente de transformación
del mundo. Ahí fue donde conocí y me sentí en comunión con Dios. Dios
ya no se encuentra para mí en los lugares tranquilos de retiro, ahora
Dios está en el bullicio de una vida ajetreada y a veces problemática. No
encontré a Dios en las rocas firmes, sino en los veloces rápidos.
Si la oración es la acción de comprometerse con Dios y si Dios
es la fuente de la vida, entonces mi tiempo de oración se convirtió en
mi tiempo involucrado con la vida. El modelo de la oración monástica
creado por un teísmo que localiza a Dios fuera de la vida, concepto que
sugería que uno debe retirarse de la vida para orar o para ser santo, se
puso de cabeza. La oración se convirtió para mí en la forma en que viví,
amé y luché, la forma en que yo me atreví a ser. La preparación para la
oración fue el tiempo que pasé en mi estudio cada mañana recordando
lo que soy, recordando donde está Dios y donde lo puedo encontrar. Así
que mi definición de lo que es la oración y lo que es la vida, cambió total
mente, mientras que la forma en que organizaba mi vida siguió siendo la
misma. Hasta el día de hoy, ese tiempo de madrugada de dos horas de
preparación, sigue siendo una parte enorme de lo que soy.
¿La actividad que hago en relación a Dios, cada mañana, cambia
los patrones de la historia? Puesto que ya no creo en la oración como
7
. Libros como los de Gerhard Von Rad’s Génesis: A Commentary, Emst Haenchen's The
Acts of the Apostles. Edward Schiiiebeeckx's Jesús: An Exporiment in Christology
and Chríst: The Chrístian Experience in the Modera World, Hans Küng’s On Being a
Chrístían, Thomas Aquinas's Summa Theologlca, asi como Paul ’nilich’s Systematíc
Theology, vols. 1-3.
8
Schuller es el ministro de la Crystal Cathedral, en Orange County, California.
1 74 ■ Capítulo 11.
i. Lloyd G. Geering, Tomorrow’s God: How We Create Our Worlds, p. 235. Lloyd Geering
enseñó teología en Nueva Zelanda durante muchos años y es la voz religiosa más
valorada de ese país.
La Iglesia del mañana ■ 177
2
. Why Chrístianlty Must Change or Die.
178 ■ Capitulo 12
pío de nuestra historia de fe. Quiero decir que debemos ir más allá de
eventos como el viaje de Abraham desde Ur, en Caldea, para fundar un
nuevo pueblo; más allá del éxodo de Moisés y del pueblo hebreo hasta la
tierra prometida; e incluso más allá del viaje de Jesús al monte Calvario,
que dio lugar a la Iglesia cristiana. Nuestra liturgia del futuro tendrá que
celebrar el largo viaje humano, desde la primera forma de vida en una
simple célula a la complejidad de nuestra moderpa y temerosa auto-
conciencia humana. Esa celebración nos deberá ayudar a reconocer, y
después a celebrar, nuestra conexión con todos los seres vivos, tanto del
mundo animal como del vegetal, una conexión muy cercana revelada por
el descubrimiento del DNA y del genoma humano. Esa celebración nos
tiene que capacitar para ver la reciprocidad de la vida y ser conscientes
de que solos no podemos ser ni humanos ni seres vivos de ninguna espe
cie. Las liturgias del futuro, quizás, nos podrán facilitar el comprender
que cada uno de nosotros es capaz de vivir sólo gracias a la interdepen
dencia de todos los seres, al entender que cada especie se nutre de otra
en el infinito ciclo de la vida.
En nuestras liturgias aprenderemos también a honrar el don de la
autoconciencia, ese paso tan importante que desarrolló radicalmente el
sentido de la vida, aun cuando reconocemos el temor que nos causa la
conciencia .de nuestra finitud, de nuestra mortalidad y de la naturaleza
frágil de la vida. Una de las metas de la liturgia en la ecclesia del mañana
será ayudar a las personas que se reúnen en la comunidad a tener un
mayor grado de auto- consciencia, para que entiendan la increíble dig
nidad de ser plenamente humanas y de vivir de manera más profunda,
intensa y completa de lo que cualquiera de nosotros ha sido capaz de
hacer. Esta liturgia se hará necesaria desde la convicción de que el cami
no para lo divino tiene que pasar por un desarrollo humano pleno.
Los devotos también considerarán aquellos aspectos de nuestro
camino a través de nuestra gran historia de la evolución, cuyas cicatrices
todavía vemos en la humanidad. Me refiero, una vez más, pero esta vez
litúrgicamente, a ese egocentrismo radical originado en la lucha de la
evolución que, bajo mi punto de vista, elevó la supervivencia a nuestro
máximo valor. Este egocentrismo ha sido útil para nuestra necesidad de
sobrevivencia en los años de la evolución, porque nos ha permitido tener
éxito en la lucha por la vida. Pero ese mismo don ahora es una sombra
para nuestra capacidad de superar las ansiedades de nuestra vida.
Hemos evolucionado más rápido tecnológicamente que lo que
hemos evolucionado como amos responsables de esa tecnología, lo cual
significa que tenemos la capacidad de destruir toda consciencia con
un accidente tecnológico o por un desastre ambiental. No obstante, en
nuestro egocentrismo, aparentemente no tenemos la sabiduría necesaria
para lidiar con ese peligro de forma competente. Esto es lo que revela
182 * Capítulo 12
una capacidad de amar a los otros más allá de nuestras propias necesida
des, y de hecho, más allá de nuestros límites. Entonces, una de las metas
de la ecclesia será organizar la vida espiritual de tal forma que estimule
ese amor generoso. Ésa es la razón de peso por la que Jesús, creo, segui
rá estando en el centro de nuestra liturgia como el poderoso ejemplo de
alguien que pudo vivir plenamente, amar generosamente y ser todo lo
que él fue capaz de ser. Con su vida podemos marcar un momento en la
historia en el que la humanidad se abrió a la vida divina, la vida humana
se volvió un vehículo para la experiencia de la vida divina, el amor huma
no se expandió a tal grado que la gente lo pudo ver como un vehículo
portador del amor divino y el Fundamento de Todo Ser se reveló en un
ser específico. Si la palabra “Cristo” representa ese momento o esa per
sona a través de la cual la palabra de Dios es proclamada y ]a voluntad
de Dios es vivida, entonces en la liturgia podemos decir: “Jesús, tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Porque de esta forma esta vida nos abrió
las puertas de la transcendencia y nos ha permitido ver el significado de
nuestra vida cuando está relacionada con la realidad de Dios.
Necesitaremos eliminar de esa vida todas esas palabras tradicio
nales que implican a idea de que esta vida fue la encarnación de una
divinidad teísta. Dejaremos de describir a esta persona como aquella
que nos vino a salvar con su muerte, como si un dios déspota realmente
necesitara una ofrenda de sangre. No, la vida definida en torno a la cual
organizaremos la liturgia del futuro, es la de Cristo que nos ayuda a ver
que cuando somos plenamente humanos, nos volvemos canales de aque
llo que es plenamente divino, aquel amor que expande la vida, la con
ciencia y el ser. Así, esta vida de Cristo, redefinida, seguirá en el corazón
de nuestra liturgia, será el punto focal, la llave de interpretación en tomo
a la cual se organizará el culto de la ecclesia del mañana.
La culpa ya no será un arma de opresión y control en esta ecclesia
emergente. Hacer que las personas sientan culpa devalúa a la humanidad.
La función de la liturgia del mañana será convidar a las personas a que
vayan más allá de las limitaciones que causan sus culpas. El culto en la
ecclesia no estará dirigido a controlar ni a reprimir las conductas, como
acontecía tan frecuentemente en el pasado; en vez de eso, procurará con
ducir a las personas a un estado de vida tal, que el control y la represión
sean innecesarios. Celebrará la vida, intensificará la humanidad, llamando
a las personas al verdadero ser, volviéndolas libres para ser ellas mismas
y que experimenten una nueva humanidad y una nueva madurez.
Entonces podremos leer con una nueva comprensión la historia
de nuestros ancestros en la fe, a medida que caminaron por la historia.
No vamos interpretar literalmente sus historias, ni vamos a decir que
debemos entender la realidad de la misma forma que ellos lo hicieron.
Tendremos en alta estima el libro sagrado de nuestra tradición religiosa
186 • Capitulo 12
como una guía, pero abriremos ese libro para que pueda ser comple
mentado con otras lecturas contemporáneas de aquellos que han vivido
después de la Biblia, y nos pueden servir de puente con nuestro pasado
bíblico. Esos autores son parte de la comunión de los santos que, en su
momento, dieron sus testimonios con integridad. Pienso en personas
como: Valentín, Orígenes, Francisco de Asís, Maestro Eckhart y Bernardo
de Claraval. Tampoco actuaremos como si creyéramos que el mundo está
completo y no puede recibir nuevas revelaciones. Leeremos las palabras
de nuestros héroes religiosos contemporáneos como: Desmond Tutu,
John Hiñes, Karen Armstrong, John A. Robinson, Martin Luther King,
Papa Juan XXIII, Madre Teresa y muchos otros, y “oiremos lo que el
Espíritu le dice a la Iglesia”4.
La ecclesia del futuro mostrará una renovada dedicación a la
búsqueda de la verdad. Jamás se considerará poseedora de la verdad
por revelación divina. Procurará iluminar a las personas respetando sus
dudas. No hará propaganda diciendo que es poseedora de todas las res
puestas. Será apreciada, y tendrá poder, porque será reconocida como un
centro de aprendizaje donde la verdad proviene de todas las ramas del
conocimiento, incluso aquellas verdades que desafían presuposiciones
religiosas anteriores.
La ecclesia también será un centro de asistencia. Ayudará a las
personas a superar los momentos difíciles de la vida sin que se sientan
solas, esos momentos de problemas, tristezas, necesidades, enfermedades
o cualquier otra adversidad que nos aflija. Tal vez no consigamos eliminar
el dolor de la vida, pero al dolor le podemos quitar la soledad, y no es
una tarea fácil.
La nueva ecclesia también ofrecerá oportunidades para que las
personas crezcan como nuevos seres, libres de reivindicaciones tribales,
de reclamos de superioridad, de superioridad de género o hasta de supe
rioridad religiosa. Una vez abandonadas estas actitudes tribales que dan
seguridad, y que sugieren que nuestro camino es el único, seremos libres
para reconocer que no necesitamos decir a los otros que su camino hacia
lo sagrado está equivocado. Aquellos que en otro tiempo, se denomina
ban católicos o protestantes, ortodoxos o heréticos, liberales o evangéli
cos, judíos o musulmanes, budistas o hinduistas, encontrarán un lugar en
la ecclesia del futuro. Allí, tanto el ser como el no-ser, la sustancia como
la sombra, serán aceptados, y hasta celebrados.
1 Cita del Libro de Oración Común de Nueva Zelanda. Esas palabras son usadas al final de
la lectura de las Escrituras en aquella Iglesia, en vez de la versión occidental: “Esta es la
palabra del Señor”. La frase de Nueva Zelanda es abierta; la frase occidental incentiva
l a bibliolatría.
La iglesia del mañana * 1 87
2
. Strauss siempre me ha fascinado. Es una persona con la que siento gran afinidad. Me
encantó que el Seminario de Jesús estableciera la Orden de David Friederch Strauss
como una forma de honrar a los líderes contemporáneos cristianos rompedores. Me
gustó cuando fui escogido por el seminario como uno de sus beneficiarios y vi colgada
de mi cuello la medalla con la Imagen de Strauss en el año 2000.
5
. John Dominic Crossan, “A Future for the Christlan Faith," ín The Once and Future Jesús,
Gregory Jenks, ed.
¿Por qué importar? La cara pública de ¡a Iglesia • 1 93
4
. The Once and Future Jesús, p. 126,
194 • Capitulo 13
5. Robert Funk, de su ensayo "The Once and Future Jesús/ en The Once and Future Jesús,
p. 21, Gregory Jenks, ed.
¿Por qué importar? La cara pública de la Iglesia - 197
6
Todas las ocurrencias del “Yo soy" se encuentran en e l cuarto evangelio.
198 • Capitulo 13
L Katie Ford utilizó el agua subterránea no como una metáfora de Dios, como he mencionado
antes que sí lo hizo Matthew Fox; Katie no se refirió a otra cosa que a la propia agua
subterránea, literalmente tal.
200 - Capitulo 14
quedaban destruidas frente a sus ojos. Quería huir, pero sus raíces eran
demasiado profundas; estaban tan arraigados en los valores establecidos
en sus granjas y ciudades que sentían que no se podían ir.
Sin embargo el río siguió creciendo. Ahora cubría el piimer piso
de sus casas. Mientras veían sus fotos familiares, símbolo del pasado,
curvarse y flotar en el agua, sentían que estaban perdiendo el sentido de
sus vidas. Pronto también su soporte físico estaba en peligro: las aguas
que cubrían la ciudad se fueron infiltrando en la tierra, contaminando
el agua subterránea . Sus casas se estaban volviendo inhabitables. Si
se quedaban allí, seguramente morirían. Sin embargo algo poderoso e
inexorable dentro de ellos Ies seguía presionando para quedarse donde
estaban. Racionalmente sabían que se tenían que ir, pero emocionalmente
estaban inmovilizados.
Katie Ford describió la escena con imágenes evocativas que tuvie
ron a todos sus compañeros muy atentos. Pero no tenían ni idea de hacia
dónde se dirigía con esa imagen sobre el tema, ni yo tampoco. Entonces,
cuando todos estábamos atrapados por la descripción simbólica de la
inundación asesina, empezó a hablar del credo cristiano y comenzó con
la frase: “Creo en Dios, Padre todopoderoso”.
Este credo, dijo, como esa ciudad inundada, “se ha vuelto, para mí,
un lugar invivible”. Luego describió la historia de la formación del credo.
Los credos eran “una reacción ante la polémica”, dijo, "diseñados para
decir quién estaba dentro de la fe cristiana y quién no. Un credo es un
marcador de límites” agregó, explicando luego más detalladamente esa
definición.
Ningún credo cristiano es “una declaración total de fe”, continuó.
“Es sólo el acuerdo de la comunidad eclesiástica cristiana ante las cuestio
nes disputadas. Todos los temas no discutidos, dijo, se quedan fuera. Es
por eso por lo que en el credo “no se menciona el amor, no se mencionan
las enseñanzas de Jesús, el Reino de Dios presente en nuestros cuerpos
y almas... ni se menciona a Dios como creador de vida”.
Los dogmas nos ha caído encima, aseguró, como la lluvia, durante
siglos. Se han repetido hasta el cansancio, han moldeando nuestras men
tes y nuestras almas al punto en que no podemos pensar a Dios fuera de
las formas que ellos delimitan, o las cajas que ellos crean. Han permeado
nuestra tierra, formado nuestros valores, y sí, también han entrado en la
intirnidad de nuestro espacio vital. “Gota a gota”, dijo, nuestra religión, en
la forma en que se ha encarnado en el credo, nos ha dado “una doctrina
profundamente peligrosa sobre Dios.” Ha cubierto nuestros campos, dijo,
y ha destruido las cosechas que los cristianos teníamos que cosechar
como sustento. Ha contaminado nuestra agua del subsuelo. “Hemos esta
do bebiendo agua del Dios Padre toda nuestra vida”.
H va/or de ca/n/nar fiac/a ©/ fuíuro - 207
Cuando hago todas estas cosas, creo que hago a Dios visible en la reali
dad, para los otros.
Experimento a Dios no sólo individualmente, sino más bien como
miembro de una comunidad. La iglesia para nú es una comunidad de per
sonas unidas por su deseo de peregrinar hacia el significado y el misterio
de Dios. Esa peregrinación nos tiene que alejar de ese lugar en el que la
conservación de la institución es lo que determina nuestros valores últi
mos, ese lugar o actitud desde donde que afir mamos que hemos definido
o podemos definir a Dios con nuestras palabras doctrinales o eclesiásti
cas. Hemos vivido en ese lugar tanto tiempo que ya no nos damos cuenta
de que nuestra agua profunda está todavía contaminada por la creciente
comente de negatividad, esterilidad, ignorancia, y opresión. No somos
capaces de distinguir que el lugar religioso en el que plantamos nuestra
vida ya no es un lugar habitable; se ha vuelto un lugar en donde el que
se queda, muere.
Éstos son los descubrimientos que me obligan a la acción. Creo
que ahora tengo que abandonar los compromisos éticos y políticos que
han corrompido la fe en este Jesús. Creo que tengo que dejar la teóloga
rígida, la estructura patriarcal, los prejuicios permanentes basados en
cualquiera de las que son simplemente características de la humanidad,
como el color de la piel, el género, o la orientación sexual. Tengo que
dejar la mentalidad que a cualquiera le induce a pensar que nuestras
doctrinas son inamovibles, o que nuestros textos no tienen error. Tengo
que dejar al Dios de los milagros y de la magia, el Dios del poder sobre
natural e invasivo. Tengo que dejar las promesas de certeza, la ilusión de
poseer la fe verdadera, los excesivos reclamos de ser el recipiente de una
revelación inamovible, y también el deseo religioso neurótico de saber
que tengo razón. Pero no podré dejar nunca la experiencia de Dios, ni
podré alejarme de esa puerta que da hacia lo divino que yo creo que he
encontrado en ese que llamo Cristo y reconozco como "mi Señor”. Nunca
más afirmaré que mi Cristo es el único camino a Dios, porque ése es un
último acto de locura humana. Diré, eso sí, que Cristo es el único camino
para mí, porque ésa es mi experiencia. Nunca más alimentaré mi ego con
la acostumbrada reivindicación cristiana de que cualquier otro camino
hacia Dios, como los caminos que transitan a través de la India hinduista,
la China budista, el Tíbet, y Burma, el Medio Oriente islámico o el Estado
judío de Israel... en los cuales millones de vidas humanas han caminado
con sinceridad en su búsqueda de lo santo, sea inadecuado, o de segunda
categoría. Seguramente nunca diré que esos caminos son falsos.
Me voy a trasladar desde los dogmas familiares y de los símbolos
de fe, hacia el exilio, donde todo parece perdido, esperando que juntos,
los exiliados, podamos encontrar un nuevo lugar donde una vez más
podamos cantar la canción del Señor. Lo que ya no puedo hacer es que-
204 ■ Capítulo 14 ______ _ __________ _______ _______ _______ __________
ya sabemos que las reglas morales del pasado han dejado de ser operati
vas. Esas reglas, que evolucionaron como mecanismos de adaptación para
lidiar con el trauma de la autoconciencia, ya no mantienen nuestros mie
dos bajo control. Sencillamente ya no hay una deidad teísta cuya voluntad
tenemos que buscar para obedecer, para poder ganar protección divina.
No hay un padre celestial cuya buena voluntad y bendición tenemos que
buscar a través de una vida virtuosa, y que nos recompensará nuestra
asustada, frágil y obediente vida. El debate ético tiene que encontrar una
nueva base a la que ser trasladado, y un nuevo contexto en el cual pueda
ser afrontado.
Si el Fundamento del Ser es santo, entonces, las acciones que
devalúan el ser de otro no son otra cosa que expresiones del pecado.
Así emerge una nueva definición de la moral, basada ahora en el ser
de Dios. En esta nueva moral los insensatos prejuicios morales no se
pueden afirmar ya, simplemente citando una fuente sagrada. El negro es
hermoso, porque realza el ser, mientras que el racismo es maligno por
que disminuye al ser humano. El feminismo es de Dios, porque realza al
ser humano, mientras que el chauvinismo y el patriarcado son dañinos
porque denigran al ser. El orgullo gay es un signo de lo divino en la vida
humana, porque enaltece al ser, mientras que la homofobia es perversa
porque oprime al ser. La persistente búsqueda teológica de la verdad es
de Dios, porque expande la vida, mientras que las pretensiones religiosas
de que se posee en exclusiva la verdad son pecaminosas, porque tergi
versan la verdad y alegan que Dios puede ser encerrado, encajonado en
las formas de nuestro pensamiento. La hostilidad defensiva exhibida por
varios grupos religiosos no enaltece al ser; más bien lo rebaja, y por lo
tanto es pecaminoso. Asimismo, los esfuerzos misioneros para convertir
a la gente a nuestra forma de creer es maligna, porque niega la presen
cia de la verdad encarnada en otras personas y en otras tradiciones. Los
intentos de convertir a los otros porque nuestro camino es el único váli
do, no son más que síntomas de nuestra inseguridad radical, signos de
nuestra humanidad egocéntrica orientada a la supervivencia. Son caminos
seguros a la muerte. En cambio, intercambiar historias de fe entre iguales,
es una forma de entrar en la vida de Dios.
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