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LA INFANCIA COMO ESPECTÁCULO

Autora

LAURA ELENA ISAZA ECHEVERRI

Asesora
HILDA MAR RODRÍGUEZ GÓMEZ

TRABAJO PRESENTADO PARA OPTAR AL TÍTULO DE LICENCIADA EN


PEDAGOGÍA INFANTIL

Universidad de Antioquia
Facultad de Educación
Departamento de Educación Infantil
Licenciatura en Pedagogía Infantil
Medellín
2015
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

Agradecimientos 2

Son muchas las personas a las que hoy quiero dar las gracias, pues cada uno de ellas es, en más de un
sentido, responsable de la llegada y/o sostenimiento en una Universidad por la que no fue fácil
transitar, y a la que le debo más de lo que estoy en capacidad de reconocer. Haré, en este orden de
ideas, un esfuerzo por nombrarlas de algún modo, esperando sepan disculpar cualquier eventual
olvido.

En principio debo dar gracias infinitas a Dios, mi creador, por todo lo que Él dispuso para mí durante
estos años. Los profesores, amigos y oportunidades que aparecieron en mi vida fueron, sin lugar a
dudas, un regalo que, no siempre supe valorar pero que, hoy agradezco.

A mi familia, principalmente mi mamá, escucha atenta e incansable de mis escritos y aliento en medio
de las circunstancias más difíciles. También está mi papá, quien siempre me hizo saber cuan orgulloso
se sentía de mí y motivó con su sentimiento -a lo mejor sin calcularlo- la finalización de la que no
solo es mi carrera, sino, definitivamente, lo que me habilita para ser feliz. Desde luego, entre los
agradecimientos también figuran mis hermanos y el gran amor que luego de sus respectivos
nacimientos y sus particulares formas de habitar el mundo, despertaron en mi corazón. Ustedes son
todos los niños del mundo y de igual manera, todos los niños del mundo son ustedes.

Al profesor Echeverri y la profesora Hilda Mar; compañía idónea en el camino que hoy supone la
finalización de una etapa en medio de eso que ellos me enseñaron a querer y que llamamos
conocimiento. Al profesor le agradezco la bondad y generosidad con la que colmó mi existencia todos
estos años, sin la sombra que me generó la frondosidad de su experiencia y su amor por la docencia,
yo no podría ser ni un ápice de lo que ahora soy, o por lo menos intento ser cada día. A la profesora
le agradezco el ejemplo; la imagen siempre diligente, capaz de hacer que todo fuese posible. La
universidad, el trabajo de grado y mi aterrizaje en la profesión docente no hubiesen sido lo mismo sin
su oportuna orientación y la remembranza de las que debían ser mis prioridades.

Finalmente, a todos los que de uno u otro modo me soportaron –e incluso padecieron- durante la
carrera, a ellos también mil gracias. Esa chica insoportable que llegó a la universidad hace algunos
años, continúa intentando ser una mejor persona cada día, no siempre con éxito, en cualquier caso,
no se cansa de intentarlo.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

3
Contenido
Presentación...................................................................................................................................................................... 4
Descripción del problema ............................................................................................................................................ 7
Justificación ................................................................................................................................................................... 11
Pregunta problematizadora ....................................................................................................................................... 14
Objetivo general ........................................................................................................................................................... 14
Objetivos específicos .................................................................................................................................................. 14
Referentes conceptuales ............................................................................................................................................ 15
Infancia....................................................................................................................................................................... 15
Pederastia corporativa e hipersexualización de la infancia ................................................................ 21
METODOLOGÍA ........................................................................................................................................................... 26
HALLAZGOS.................................................................................................................................................................. 30
Geppeto; el carpintero ........................................................................................................................................ 31
Momo; la niña que sabía escuchar ................................................................................................................. 32
CONCLUSIONES ...................................................................................................................................................... 34
BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................................................... 39
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

Presentación

Las imágenes que fueron objeto de análisis durante la investigación y que serán expuestas a
continuación, hacen parte de un fenómeno que autores como Noguera (s.f) y Muruaga (2015),
entre otros, denominan “la hipersexualización” o “erotización” de las niñas a través de los
medios de comunicación.

El análisis efectuado, no solo hizo posible la constatación de dicho fenómeno; sino también
su conjunción y descripción alumbradas por la idea de la infancia, no como una etapa de la
vida con características emocionales y cognitivas que le son propias 1, sino más bien como
espectáculo a través del cual, los adultos, casi siempre en el rol de los padres, convierten la
vida de sus hijos en la extensión necesaria para lograr las que algún día fueron sus
aspiraciones; como un terreno fértil para otorgarle a sus fracasos o frustraciones personales,
algo de realidad.

Ahora, la forma de nombrar el fenómeno en cuestión no determina de ninguna manera, la


intensidad del mismo; de hecho, en cualquiera de sus formas: “Hipersexualización”,
“Erotización” o “Espectacularización” de la infancia, la elaboración de todos aquellos
análisis que parezcan pertinentes aparece como una necesidad de primer orden; después de
todo, en dichos análisis radica la esperanza –por lo menos en parte- de lograr una
concientización y el despliegue de acciones concretas; esto es, con la potencia suficiente para

1
En este punto, cabe advertir que los múltiples estudios que el siglo XX vio germinar en torno a la infancia y
que hoy por hoy permiten obtener información relevante acerca de su desarrollo, no agotan, como bien lo
advierte Diker (2009), aquello que constituye su esencia. La autora, citando a Arendt, Señala que “Con cada
nacimiento algo singularmente nuevo entra al mundo” (p. 11) para luego continuar afirmando que, en efecto,
“[…] esta expresión de Arendt no se refería al hecho biológico del nacimiento, en tanto tal, indefinidamente
repetido; tampoco a la dimensión demográfica de la natalidad, con sus cifras indiferentes a la pluralidad de lo
que nace. Se refería más bien al nacimiento como acontecimiento biográfico de la acción humana, que al mismo
tiempo que asegura la continuidad del mundo marca el advenimiento de algo radicalmente nuevo, irreductible
a lo ya existente”. (p. 11 – 12). En otras palabras, podría asegurarse, en este orden de ideas, que existe un algo
indescifrable en cada niño y niña, un algo que inevitablemente se le escapará, escurridizo, a cualquier empresa
analítica que aún hoy, con todo lo que se asegura que sabemos, podamos proponernos. Esta es, palabras más,
palabras menos, lo que Diker (2009) asegura, es la verdadera novedad de la infancia.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

proponer otras lógicas2 en favor de las niñas, los niños y los adolescentes. No obstante, en el
5
caso de esta investigación, cabe anotar que la idea de la infancia como espectáculo es la base
a partir de la cual se hace posible clarificar el horizonte conceptual que nutre el análisis y la
reflexión propuestos.

En otras palabras, la idea de iniciar el análisis del fenómeno y denominarlo como la


espectacularización de la infancia, se consolida a partir de las reflexiones que García Canclini
(2007) realiza al escribir sobre los “lectores, los espectadores y los internautas”. En medio
de la reflexión que dichos objetos le suscitan al autor antes mencionado, aparece con fuerza
la idea del espectáculo como aquello que tiene su asidero en la cotidianidad de casi todas las
personas y no como en antaño, arriba de un escenario o relacionado con aquellos personajes
pertenecientes al mundo de la farándula.

Para García Canclini (2007), ese espectáculo que se caracterizaba por establecer una distancia
más que relativa con el espectador o remitirse nada más a la sección de entretenimiento en el
periódico, desborda en la actualidad las letras expuestas en los diarios y lo que acontece una
vez que los actores, despojados de sí mismos, han subido al escenario para interpretar dramas
universales; ahora el espectáculo abarca mucho más que eso; hoy por hoy, la vida misma es
lo único susceptible de tornarse en un verdadero espectáculo.

Dicho de otro modo, esa existencia que las más de las veces, se jugaba el todo por el todo,
en la esfera de la intimidad; esto es, de lo privado, hoy se ha convertido en el argumento de
realities que además de aumentar decisivamente el raiting de cientos de canales nacionales
e internacionales, exponen sin consideración alguna, la banalidad a la que presurosas parecen
dirigirse algunas sociedades en la actualidad.

2
En el contexto local, la preocupación por algunas cuestiones que de uno u otro modo se entrelazan con el
fenómeno que nos hemos propuesto analizar, se vislumbra en diferentes escenarios, incluida la administración
gubernamental del departamento de Antioquia que en cabeza del gobernador Sergio Fajardo dictaminó
mediante el decreto 1888 de 2012, la eliminación de cualquier concurso de belleza al interior de aquellos
establecimientos educativos oficiales de los municipios no certificados del departamento. Retomando las
palabras del gobernador mediante una comunicación oficial expedida el mismo año del decreto “La escuela es
para estudiar, no para desfilar”.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

A la luz de todo lo anterior, no resulta extraño entonces que la infancia, -sea lo que sea que
6
hubiésemos construido en torno a ella, lo cual es problemático y será necesario analizar con
profundidad más adelante- haya aparecido como una etapa de la vida susceptible de
convertirse en un argumento no solo fecundo para realities y concursos televisivos, sino
también como un elemento decisivo en la redefinición de los límites éticos e incluso políticos
de la publicidad y el funcionamiento de los medios de comunicación en general.

De cualquier manera, alguien podría asegurar que la movilidad del límite que en antaño
existía entre el espectáculo y el espectador y su redefinición en los términos de la vida que
acontece lejos de un escenario, hizo posible la visibilización de aquellos actores sociales que
en tiempos precedentes, no tenían lugar en las representaciones sociales características de
una sociedad, como bien podría ser el caso de las niñas y los niños; no obstante, lo anterior
se antoja ingenuo, en la medida en que, antes habría que preguntarse por qué, con qué
propósito, de qué manera y cuáles han sido los efectos de dicha visibilización, que puede
adelantarse desde ya, está lejos de constituirse en un avance significativo.

Estas preguntas y otros interrogantes asociados a este fenómeno, han comenzado a ser
respondidos por múltiples autores en diversas latitudes; esta investigación se deja guiar por
algunas de esas reflexiones, para así poder presentar posteriormente, algunas consideraciones
que, ancladas en la labor de los maestros al interior de las escuelas y los padres en cada núcleo
familiar, tal vez puedan unirse a los intentos ya existentes para resistir los efectos de la
hipersexualización, erotización y espectacularización de la infancia e incluso proponer –así
sea manera básica- una transformación respecto a esta cuestión.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Descripción del problema

En enero del año 2011 tuvo lugar una edición de la revista “Vogue” (París) que conmocionó
el mundo entero. Tras la aprobación de
la entonces directora de la revista,
Carrine Ruatfelt, salieron publicadas
las fotografías de algunas niñas entre
los 5 y 7 años de edad que además de
estar vestidas y maquilladas como
mujeres adultas habían sido
registradas por el lente fotográfico en
poses que el público no tardó en
calificar como verdaderamente
Figura 1. Fotografía tomada por Sharif Hamza para la edición
diciembre/enero de la revista Vogue en 2011. “sensuales” y “provocativas”.

Las imágenes, cómo cabría esperar, y teniendo en cuenta el reconocimiento del que goza la
publicación, rápidamente le dieron la vuelta
al mundo, quizá sin imaginar que habrían de
encontrarse no solo con la enérgica reacción
de algunas agrupaciones en favor de los
niños y las niñas, sino también con el rechazo
inminente que ante la publicación expresaron
diseñadores de la talla de Sara Coleman 3 y

Figura 2. Fotografía tomada por Sharif Hamza para la


edición diciembre/enero de la revista Vogue en 2011.

3Sara Coleman es una diseñadora gallega que, además de tener su propia firma, 36º, trabaja
como freelance para otras empresas y, además, es profesora en la Escuela Superior de Diseño y Moda de
Felicidad Duce. Comenzó con las artes plásticas aplicadas al diseño de moda y ha continuado con técnico en
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

estilistas como Ángel Nimo4. El escándalo terminó costándole a la reconocida revista de


8
moda la renuncia de Ruatfelt y la amenaza de que Bernard Arnault, nada más y nada menos
que el presidente del poderoso grupo Moët Henness y Louis Vuitton, retirara toda la
publicidad que por años había sido publicada en el magazín.

Cuatro años después, en el año 2015, la campaña primavera-verano de Miu Miu publicada
por la edición británica de la misma revista, es decir, Vogue, reanuda tensiones pasadas al
darle prioridad a una serie de imágenes que, siguiendo las ideas presentadas por el organismo
regulador de publicidad en el Reino Unido, promocionan la trata de niñas o lo que en palabras
de Fernández Hernández (2015) es “la glamurización de la trata”.

En las imágenes, aparece Mia Goth; una


reconocida modelo y actriz mitad
canadiense, mitad brasilera, que a pesar
de tener 22 años de edad, aparenta
muchos años menos en medio de las
fotografías realizadas por Steven
Meisel, uno de los fotógrafos de mayor
importancia en el mundo de la moda.
La apariencia de la modelo, es a todas
Figura 3. Fotografía tomada por Steven Meisel para Prada luces, impactante, la impresión que
Group en 2015.
deja en cualquier espectador, es
precisamente la de ser una niña involucrada en la comercialización del sexo; de hecho,
siguiendo algunas reflexiones en medio del análisis que suscitan dichas imágenes,

patronaje y escalado, técnico en de vestuario para teatro, cine y televisión, etc. Para mayor información
consultar http://saracoleman.es/inicio.php
Sus creaciones están influenciadas por el estudio de la geometría y la papiroflexia, combinadas con formas
llenas de luz, color y asimetrías. Sus prendas son voladoras, deslizantes, soñadoras...
4
Este estilista y diseñador español que en Madrid desarrolló su experiencia profesional. Con el tiempo ha
logrado crear un estilo propio con el que ha vestido a muchos famosos y con el que es reconocido a nivel
nacional. Además de diseñar, destaca por su faceta de asesor y estilista, por el que muchas personalidades
contratan sus consejos.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

Las mujeres de esta campaña, como prácticamente todas las mujeres que son representadas
9
por el sistema de la moda, aparecen invariablemente despojadas de cualquier agenda que no
sea la sexual: han de aparecer como objetos apetecibles sexualmente a la mirada masculina.
Los cuerpos son, en este caso, vagamente femeninos: la delgadez y el maquillaje sugiere que
estamos ante jóvenes muy muy cerca de su pubertad y, en el caso de la última actriz,
prácticamente una niña. (Fernández Hernández, 2015).
Sumado a las publicaciones –que muy
seguramente no se agotan en los dos casos
expuestos anteriormente- se encuentran
los realities o concursos de belleza que
han logrado masificarse a través de
producciones tales como Princesitas
agenciadas por canales internacionales
como es el caso de Discovery Home and
Figura 4. Concurso Miss Tanguita. Santander - Healt. Incluso, para no ir muy lejos, ni
Colombia. 2015
apartarse del contexto nacional, cabría
citar el ya polémico caso de “Miss tanguita”; un certamen de belleza infantil -¿infantil?-
celebrado en el Municipio de Barbosa, Santander, que despertó recientemente una oleada de
críticas, tras la exposición de niñas entre los 6 y los 8 años de edad en medio de un evento
plagado de gente adulta y en estads de embriaguez.

De cualquier modo, parece imposible no estar de acuerdo en que publicaciones, realities y


concursos de este tipo, además de atizar las frivolidades a las que parecen tan proclives
algunas sociedades en la actualidad e invertir lo que podría decirse son los valores éticos bajo
los cuales se organizaron algunas sociedades hasta ahora, resultan perjudiciales en medio de
la proyección que las niñas comienzan a elaborar acerca de sí mismas y de lo que significa
convertirse en mujer. No obstante, también es necesario considerar, que la aparición de
pequeñas niñas -o modelos que aparentan serlo- en algunas publicaciones, sumado a los
realities y concursos de belleza para ellas solo son, como ya se había asegurado en textos que
anteceden el presente informe, la punta del iceberg.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

En otras palabras, sucesos como estos solo son


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algunos de los resultados que se han hecho
visibles, tras la particular transformación de
la infancia en la historia de la humanidad;
algo así como, la parte visible de un proceso
que, a todas luces, merece un análisis
detenido para comprender el porqué de las
prácticas e imágenes que en la actualidad se
configuran como una representación de las
Figura 5. Concurso Miss tanguita. Santander - Colombia.
niñas y los niños. Análisis que la presente 2015.

investigación se ha propuesto y presenta en


este informe.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Justificación

Hace algunas semanas, tuve la oportunidad de compartir un tiempo realmente placentero con
una de mis primas, a la que, si no me fallan los cálculos no supero en edad por más una
década. Ella, como casi todas las adolescentes de esta época, hipnotizadas por figuras como
Justin Bieber, Selena o los One Direction, me propuso ver la saga completa de la historia
ideada J. K. Rowling; “Harry Potter”. En menos de lo que pude imaginar, estaba sentada
frente al televisor tratando de entender la trama entretejida por las ocho películas que
constituyen esta saga.

Entre la serie de impactantes películas, recuerdo con especial énfasis la segunda. Hogwarts,
el colegio de magia y hechicería en el que estudiaban Harry y sus amigos, se encontraba en
alerta, pues la cámara de los secretos había sido abierta y con ella la historia de un destino al
que, inevitablemente, Harry habría de enfrentarse.

La apertura de esta cámara, me hizo pensar de inmediato, en la caja de secretos que, para el
caso de nuestra sociedad, ha sido abierta por los medios de comunicación ante la mirada
expectante de niñas y niños que vivencian el consumo de los mass media absolutamente
solos, esto es, sin la compañía o dirección de ningún adulto responsable. Los medios de
comunicación han llevado sin limitaciones de ninguna índole, los secretos del mundo adulto
hasta nuestros niños. Ahora, la intención no es afirmar la existencia (como creen algunas
denominaciones religiosas) de un carácter diabólico escondido en la televisión o en algún
medio de comunicación, sino más bien, analizar con mayor profundidad la cuestión de los
medios y su influencia sobre esa que debemos re-pensar, es la infancia.

Lo primero que habría que decir al respecto es que los medios de comunicación, al parecer,
constituyen una manera privilegiada de construir la memoria de una nación; “a través de ellos
las sociedades pueden recordar su pasado, vivir en directo su presente y proyectar lo que será
su futuro” (Banco de la República, s.f., p. 1).
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Cierre sus ojos por un momento y piense en las más de cinco presentaciones que hasta ahora
tienen refrescos tan reconocidos como el de la coca-cola. La presentación del líquido varía
de acuerdo a la necesidad del consumidor, pero el líquido en mayor o menor cantidad sigue
siendo el mismo. Así mismo nos parece que sucede con la infancia, ésta no es más que el re-
embotellamiento del mundo adulto en frascos muy pequeños y permítanos señor lector,
explicarle a qué nos referimos.

Partiendo de la descripción realizada por Ariès (ver página 17 de este trabajo) y en


comparación con la imagen que en la actualidad proyectan nuestras niñas y niños en los
medios de comunicación, pareciera que nuestra época asiste a un modo de representación
similar al que existía en el Medioevo, dicho de otro modo, la televisión y los medios de
comunicación en general, han promovido la imagen de niñas y niños, que de niños
precisamente, no tienen nada. Las pequeñas estrellas, vestidas con ropa que solo se diferencia
de la adulta en el tallaje, realizan apariciones en los comerciales de televisión y las vallas
publicitarias adoptando comportamientos casi tan sensuales como los de un modelo
profesional o actitudes tan rebeldes como los de aquellos personajes famosos por sus
escándalos y su vida llena de excesos.

Al volver sobre mi infancia, específicamente, al tiempo de mi pre-adolescencia, recuerdo


haber pasado horas frente al espejo, intentando desaparecer el rastro de un cabello rizado por
naturaleza y rogarle a mi madre para que me comprase los zapatos que en aquel entonces
usaba “Paquita Gallego”, la protagonista de una de las telenovelas más vistas en aquella
época en Colombia. Aunque luchaba por tenerlos, sabía que los zapatos no harían ni la más
mínima parte del trabajo; sabía que tendrían que pasar muchos años para que mi figura
pudiese asemejarse a la de aquella mujer que casi toda mi generación admiraba y que ello
involucraría, además, grandes sacrificios de mi parte. Sabía, en síntesis, que esa mujer no era
una niña como yo, y que, si yo quería ser como ella, primero debía convertirme en mujer.

A diferencia de lo que en mi época sucedía –y eso que en ese caso ya era demasiado malo-
los modelos en los que anhelan convertirse nuestras niñas no son encarnados por mujeres
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

como Paquita, sino por niñas que, a diferencia de mi generación, no tuvieron que esperar a
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crecer para convertirse en lo que a las grandes empresas les parece deberían ser.

El uso de figuras infantiles en la publicidad ha tomado fuerza durante los últimos años. Tanto
las empresas que agencian directamente lo que en occidente hemos entendido por belleza,
como aquellas que indirectamente resultan agenciándola también, han recurrido a la figura
de las niñas y los niños para comercializar sus productos y de esta manera han puesto en
circulación esa nueva representación de la infancia de la que hablábamos algunos párrafos
atrás.5

Esta nueva representación, trae consigo lo que algunos autores denominan la


“hipersexualización de las niñas” de la que, por ejemplo, da cuenta la edición
diciembre/enero de 2011 de la revista Vogue6; una representación que, además, nos exige un
análisis desde múltiples perspectivas.

5
El auge de la presencia infantil en los comerciales de televisión, al decir de Joaquín Ortiz Tardio, investigador
principal de un estudio realizado con profesionales del Hospital de Jerez de la Frontera en Cadiz España, “[…]se
debe al papel que como consumidores tienen dentro del presupuesto familiar, al incremento de la capacidad
adquisitiva de los menores, a la creciente influencia de los niños sobre el consumo familiar y al interés por
incorporar cuanto antes a los niños a la actual sociedad de consumo. (Diario el País, 12 de junio de 2007).
6
Para más información consulte: http://www.eluniversal.com.mx/estilos/67431.html
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Pregunta problematizadora

¿En qué consiste y cuáles son los efectos de la Hipersexualización de las niñas y los niños en la
sociedad?

Esta pregunta se relaciona con las siguientes:

 ¿El uso de figuras infantiles en la publicidad valida nuevas representaciones acerca de la infancia?
 ¿En qué consisten dichas representaciones y cuáles son efectos sociales, culturales y económicos
que dichas representaciones conllevan?

Objetivo general

Explorar la idea de una “pedofilización de la sociedad” mediante el análisis de imágenes publicitarias,


con el fin de (re) crear la noción de infancia en la actualidad, y revisar las implicaciones de esta noción
en las prácticas pedagógicas.

Objetivos específicos

 Examinar el fenómeno de la publicidad con miras a develar la explotación de la sensualidad


infantil que afecta, principalmente, a las niñas.
 Reconstruir el camino conceptual y disciplinario que retoma el análisis de la infancia desde, al
menos, las siguientes perspectivas: mercado, género y estereotipos.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Referentes conceptuales

Infancia

La primera pregunta que habría que responder en medio de la comprensión que el fenómeno
de la erotización de las niñas y los niños exige, está en relación con la idea misma de la
infancia y los factores que influyen en su actual definición. Lo anterior, a sabiendas de que
dicha población no ha tenido la misma importancia al interior de las sociedades nacidas en
el seno del mundo occidental y la que se configura como su historia. De hecho, Torrado y
Piracón (2009), basándose en autores como Postman (1995), Corea (1999), Steinberg y
Kincheloe (2000), Buckingham (2002), entre otros, señalan que “[…] la infancia, en cuanto
categoría social, no es estática y se debe analizar en contextos históricos específicos y en el
marco de unas relaciones sociales, políticas y económicas particulares” (p. 18).

Para comenzar, cabe anotar pese a que autores como Kirchhofer (1999) no dejan de reconocer
que aún son muchas las conquistas pendientes en torno a la infancia; el siglo XX fue, en
definitiva, el siglo del niño. No obstante, para comprender a qué se refieren los dos puntos
que convergen en la anterior afirmación, es necesario detenerse en la historia de la infancia
como concepto y las múltiples transformaciones de las que ha sido objeto.

En este sentido, lo primero que habría que decir es que su construcción, al menos como
categoría o concepto, es una conquista producto de múltiples esfuerzos en la historia más
reciente de la humanidad; esto no significa en modo alguno que las niñas y los niños no
existieran hasta antes de ese momento; a mediados del siglo XIX, en el que muchos sitúan el
nacimiento de la infancia (Ariès 1960, Diker, 2009); sino que, solo hasta ese momento
específico de la historia, son concebidos en el imaginario social como una población
decididamente diferente a la de los adultos y en este sentido, objeto de otras demandas que
hasta entonces no habían sido consideradas.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

A la luz de lo anterior, parece lógico preguntarse por la idea o representación de la infancia


16
antes de la era moderna, pues se insiste en que su reciente introducción en el imaginario
social, no significa que de la misma manera, esto es, recientemente, los niños y las niñas
hayan comenzado a vivir; ellos han existido independientemente del lugar que han ocupado
en las representaciones de determinada sociedad histórica, la pregunta es ¿en qué consistía
entonces la forma de representación que precede al nacimiento de la infancia como concepto
o categoría a mediados del Siglo XIX?

Siguiendo las divisiones de la historia convencional, el momento histórico que antecede a la


Modernidad, se conoce como la Edad Media; transcurrida entre los siglos V y XV de la
civilización occidental. Cabe resaltar que durante este momento específico de la historia,
además de la oscuridad en la que parecía estar sumido el mundo, la infancia como categoría
o representación primaria a nivel social no tendría lugar alguno, de hecho, siguiendo las ideas
Ariés (1960), esta etapa de la vida que hoy es objeto de políticas públicas a nivel mundial,
no tendría ningún valor para la sociedad característica de aquella época; las niñas y los niños
eran considerados una especie de adultos en miniatura que habrían de superar esta primaria
etapa de la vida sin mayor inconveniente, después de todo, “[…] la infancia era una época de
transición, que pasaba rápidamente y de la que se perdía enseguida el recuerdo” (Ariès, 1960,
p. 2).

El estudio realizado por Ariès (1960), parte del análisis que suscitan algunas obras de arte
características del medio Evo. En ellas, no existe una clara representación de las niñas y los
niños más allá de su concepción como adultos en miniatura; como una versión a escala
reducida de los adultos. De hecho, el autor sostendrá en este sentido que;

Una miniatura otoniana del siglo XI nos da una impresionante idea de la deformación que el artista hacía
sufrir a los cuerpos de los niños y que nos parece ajena a nuestros sentimientos y a nuestra intuición. El
tema es la escena del Evangelio en la que Jesús pide que se le acerquen los niños, y el texto latino es claro:
parvuli. Ahora bien, el miniaturista agrupa alrededor de Jesús a ocho hombres verdaderos, sin ningún rasgo
de la infancia, los cuales han sido simplemente reproducidos a tamaño reducido. Sólo su talla los distingue
de los adultos. En una miniatura francesa de fines del siglo XI, los tres niños que resucita San Nicolás han
sido igualmente reducidos a un tamaño inferior al de los adultos, sin ninguna otra diferencia de expresión
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

o de rasgos. El pintor no dudará en dar a la desnudez del niño, en los pocos casos en que aparece desnudo,
la musculatura del adulto. Así, en el Salterio de San Luis, de Leyden, fechado a finales del siglo XII o
17

principios del siglo XIII, Ismael, poco después de su nacimiento, tiene los abdominales y los pectorales de
un hombre. A pesar de un mayor sentimiento en la representación de la infancia, el siglo XIII permanecerá
fiel a ese procedimiento. En la Biblia moralizada de San Luis, las representaciones de niños se vuelven más
frecuentes, pero éstos sólo se caracterizan por su talla. (1960, p.1).

Dicho de otra manera, el arte característico de aquel momento no lograba, siguiendo las
elucubraciones del autor, captar la esencia de la infancia, por lo menos no de una manera
similar a la que siglos después se haría posible. Desde luego, esta especie de incapacidad
para representar la candidez a la que hasta hace poco parecía remitirnos la infancia, no podía
justificarse como una inhabilidad generalizada entre los artistas, sino más bien como el
reflejo de una sociedad en la que, en definitiva, la infancia carecía de representación alguna.

El máximo sentimiento que las niñas y los niños despertaban en la sociedad que el historiador
retrata, se conoce como mignotage o mimoseo; una actitud que describe, en síntesis, el interés
de los adultos en los niños durante sus primeros años de vida, puesto que representaban una
pequeña cosa en extremo divertida.

En definitiva, el desinterés existente en la Edad Media cuando de los niños y las niñas se
trataba resulta evidente y, por lo tanto, cabría esperar en este orden de ideas, que las prácticas
de crianza e instrucción de las que son objeto durante este lapso de tiempo histórico, limiten
incluso con lo que ahora parece una innegable crueldad e insufrible maltrato.

Empero, las cosas no permanecerían inmutables a través del tiempo, pues en los albores del
siglo XIV la representación de las niñas y los niños comenzará, paulatinamente, a cobrar
importancia y con ello se producirá, alrededor de 4 siglos más tarde, el surgimiento de lo que
Ariès (1960) denomina “Sentimiento moderno de infancia”. Este último indica, grosso modo,
el reconocimiento de la infancia como una etapa de la vida con especificidades que no solo
la diferencian, sino que además la contraponen al mundo de la gente adulta.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

Desde luego, ideas como ésta se cimentan en los antecedentes que planteamientos como los
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de Rousseau (1712–1778) constituyeron en tiempos precedentes. De hecho, son las
reflexiones de éste autor en torno al desarrollo del niño mediante la escritura del Emilio y,
años después, los estudios realizados por Jean Piaget (1896–1980) alrededor de la
psicogénesis del conocimiento, elementos que, entre muchos otros, resultarían de vital
importancia en el establecimiento de la infancia como concepto en la modernidad. Dichos
planteamientos, abrirían, al menos en parte, el mundo de las niñas y los niños a la ciencia y
con ello, atizarían la diferenciación existente entre esta época particular de la vida y aquella
conocida como la adultez.

En síntesis, esa etapa de la vida que en medio de las representaciones sociales que tenían
lugar en la Edad Media no era más que un momento de transición sin importancia, toma
pausadamente una fuerza tal que, a mediados del siglo XIX, las prácticas realizadas al interior
de las escuelas y en el seno de las familias se vuelcan sobre las niñas y los niños y la búsqueda
del que se consideraba era su bienestar.

Ahora, el problema tras el surgimiento de esta concepción, que siguiendo las ideas de
Steinberg y Kincheloe (2000) tiene su auge entre 1850 y 1950, es la reducida caracterización
en la que encasilla a las niñas y los niños en aquel momento. En palabras de Diker (2009), la
infancia gestada en este momento específico de la historia, no será de ninguna manera una
infancia cualquiera, pues ideas tales como la pureza, la ingenuidad y la inocencia, son las que
terminan asociándose a la imagen de las niñas y los niños durante esta época.

Lo anterior equivale a decir que la preocupación por los niños y las niñas acontecida en la
modernidad se consolidaría a partir de una concepción específica acerca de esta etapa de la
vida que no solo limita con la ingenuidad sino también con la negación de todas las pasiones
que habitan a los seres humanos desde el momento en el que inicia su desarrollo. De hecho,
siguiendo las ideas de Amador (2012):

[…] los niños y las niñas, considerados adultos pequeños hasta bien entrado el siglo XVI
[para Ariès es el siglo XIV] en Europa, ingresaron en una atmósfera de fragilidad, carencia y
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

minoridad motivada por una nueva percepción social y cultural en la sociedad adultocéntrica.
19
(p. 74).

La concepción de la infancia que se gesta en la modernidad sostiene que la ingenuidad, la


pureza, la inocencia y la fragilidad son características comunes a todos los niños y las niñas
y que cualquier personalidad que se salga de estos límites va en contra de la naturaleza que
caracteriza a los infantes.

Como cabría esperar, la escuela no escapa a los efectos de esta definición moderna de infancia
al referirse al niño como un sujeto vacío que debía convertirse en receptor de aquellos modos
de ser y hacer que se legitiman en la escuela. Para Graziano (2010):

La modernidad educativa pensó la infancia en términos de carencia o de vacío. El infante se


constituyó simultáneamente en alumno concebido como receptáculo institucionalizado vacío
a llenar de saberes, como cuerpo salvaje a disciplinar, como afasia a superar con la palabra
correcta. (p. 27).

En síntesis, la modernidad será el escenario en el que se conjuga el fruto de múltiples


acontecimientos y se instaura una visión acerca de la infancia que no solo es opuesta en todos
los sentidos a la etapa de vida adulta, sino que además la establece como un objeto de
instrucción y regulación a manos de instituciones sociales tales como escuela y la familia
primordialmente.

Como cabría esperar, la que podría decirse es la aparición de los niños y las niñas al interior
de las representaciones sociales características de este momento específico de la historia, no
solo promueve una nueva concepción acerca de la infancia, sino que además se convierte en
la base a partir de la cual se construyen cientos de iniciativas y/o propuestas en favor de las
niñas y los niños. De hecho, basta analizar algunas apuestas de las ONG tras la segunda
guerra mundial, los objetivos perseguidos por más de un gobierno en materia de infancia e
incluso la consolidación de tratados internacionales en pro de los niños y las niñas para
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

comprender la manera en que se afianza el llamado siglo del niño, momento histórico
20
posterior al siglo XIX.

Ahora, llegados a este punto es posible reconocer que una mirada rápida en torno a esta última
cuestión, podría revelar ante los ojos del lector la existencia de un momento histórico que
aún con todos sus inconvenientes, resulta ser de vital importancia para el reconocimiento de
las niñas y los niños en medio de una sociedad que en los siglos precedentes los había
mantenido marginados; no obstante, y en ello Graziano (2010) será enfática, el
reconocimiento que allí se gesta en torno a la infancia es, en realidad, superficial; de hecho,
es el producto de la subjetividad que le es negada a cada infante y la erradicación de cualquier
diferenciación que pudiera introducir cambios significativos en el análisis que se venía
produciendo en torno a la infancia, en palabras de la autora (2010):

Lejos del reconocimiento se encuentran los hipócritas reclamos de punibilidad temprana, el


filisteo interés por el pequeño consumidor o la banal participación en las formas instituidas
del amor adulto. Tenemos problemas para valorarla [esto es, la infancia] como experiencia
creativa de lo humano que está constituyéndose, inventándose o creándose. (p. 28).

Por fortuna, la reducida definición de infancia propia de la modernidad es puesta en jaque


tras la llegada de la contemporaneidad, una época particular caracterizada por lo que Amador
(2012) denomina “La crisis del sujeto”. En ella, todos los universales que hasta hacía poco
tiempo, habían acompañado el desenvolvimiento de la raza humana y su accionar en el
mundo, entran en una crisis que deja sin piso las visiones univocas acerca de la ciencia y el
universo e incluso, evidencian los límites de algunas disciplinas ya constituidas como la
psicología, la medicina o el derecho cuando de comprender al hombre y sus conflictos se
trataba. Desde luego, la concepción de infancia no escapa a esta apertura o redefinición y
comienzan a hacerse visibles otras maneras de habitar el mundo en medio de esta particular
etapa de la vida.

No obstante (y en ello radica una parte fundamental del fenómeno objeto del análisis
propuesto), en algún punto específico y en medio de las conceptualizaciones que tras la
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

contemporaneidad se hicieron posibles, se malentendieron las posibilidades de la infancia,


21
en la medida en que, las pocas veces en las que no se lanzó a las niñas y los niños al mundo
sin tomarles de la mano ni preocuparse por lo que Durkheim (S.F) diría era una introducción
paulatina de los mismos en la cultura; fueron descubiertos como medios infalibles para
promover el consumo y peor aún, como objetos susceptibles de ser consumidos.

Pederastia corporativa e hipersexualización de la infancia

Con el objetivo de analizar los elementos involucrados en la erotización de la infancia y su


particular definición como objeto apto para el consumo de las generaciones adultas, es
necesario detenerse en 2 conceptos básicos y los desarrollos teóricos que los acompañan. Por
un lado, se encuentran los planteamientos de Alissa Quart (2004) en torno a la “pederastia
corporativa”, y por el otro, la “hipersexualización de la infancia” a la que alude Noguera
(S.F) en medio del análisis que le suscita la situación actual de la infancia.

Para poder introducir las ideas de Quart (2004) es necesario retomar lo que en términos de
Torrado y Piracón (2009) se denomina como el “Síntoma del discurso”. La infancia como
categoría o concepto, siguiendo los planteamientos de los autores mencionados, se respalda
en la idea foucaltiana de que el sujeto es producto de un discurso con la potencia suficiente
para crear dispositivos de control y domesticación específicos. Dispositivos que hacen
posible la regulación de los cuerpos en relación con una serie de ideales particulares.
Basándose en este planteamiento, la infancia gestada en la modernidad estaba íntimamente
relacionada con la idea de futuro:

El niño no era presente, al contrario, era futuro, potencialidad pura. Los niños debían de ser
preparados para ser los ciudadanos del mañana, eran sujetos que en el presente estaban
gobernados por pulsiones que debían ser domadas poco a poco por la razón (teoría freudiana).
Esta condición del niño como semilla de múltiples futuros se sostuvo durante muchos años
por vía de las instituciones y generó un gran arraigo en el interior de las sociedades
occidentales y, en especial, en los contextos urbanos. (Torrado y Piracón, 2009, p. 19 – 20).
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

El síntoma del discurso al que hacen referencia los autores, aparece una vez que el consumo
22
y el mundo de las comunicaciones son introducidos en la sociedad y desaparecen, con ello,
las particularidades de la infancia. Para este momento, la niñez -entendida como el objeto del
discurso que emerge durante la modernidad- se instaura como presente y no como futuro. Se
asegura, en este orden de ideas que,

El niño consume hoy y el niño es sujeto ciudadano hoy, sin interesar cuál sea su futuro. Este
síntoma no habla de la desaparición de la categoría infancia, sino de cómo los sujetos que a
ella se adscribían ya no lo hacen. (Torrado y Piracón, 2009, p. 20).

Ahora, esto que los autores denominan como el “síntoma del discurso” se encuentra ligado a
la idea del “niño consumidor”; punto clave en medio de la comprensión que exigen los
postulados asociados a la aparición de las nuevas infancias. Los autores sostienen que en
medio de las condiciones que la sociedad actual ha hecho posibles -esa en la que el niño no
es futuro, sino presente- la infancia ha comenzado a ser “[…] tratada como un segmento de
la población hacia el cual dirigir una publicidad”. (p. 22).

Este nuevo tratamiento revierte, en términos de los mismos autores, las ideas asociadas a la
infancia gestada en la modernidad, una vez que transforma al niño en un sujeto con la
capacidad suficiente para “[…] mover cifras descomunales de dinero e, incluso, manejar
segmentos del mercado demasiado amplios para sus cortas edades”. (p. 23).

A la luz de todo lo anterior, la lectura en torno a las ideas de Quart (2004) adquiere mayor
sentido. Para esta autora, las generaciones nacidas en la década de 1980 y de ahí en adelante
todas las demás generaciones, fueron transformadas en el objetivo principal del marketing y
la publicidad una vez que se les descubrió como motores principales en medio de las compras
realizadas por cada familia; en otras palabras, los niños, las niñas y los adolescentes se
convierten en el principal blanco de las estrategias publicitarias al ser entendidos como
factores de vital importancia en las decisiones de compra efectuadas en cada hogar.
Retomando los planteamientos de Quart (2004), “En el fragor de la competencia, los
marketers comenzaron a bucear cada vez más hondo en la mente de los niños, y se dieron
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

cuenta de su inmenso potencial en términos de beneficios económicos”. (p. 26). De hecho,


23
según Torrado y Piracón (2009), el potencial en materia de consumo asignado a las niñas, los
niños y los adolescentes, es ampliamente reconocido por publicistas de la talla de Lindstrom,
cuando sostiene que los chicos de hoy no solo han crecido más rápido, además, “Poseen más
poder personal, más dinero, influencia y atención que cualquier otra generación anterior a la
suya”. (p. 23).

Ni siquiera la recesión económica de fines de los ochenta, afecta decididamente el fenómeno


de la publicidad infantil; Quart (2004) reconoce que durante la crisis el ímpetu de dicha
publicidad mengua por un tiempo; sin embargo, una vez que la economía logra estabilizarse
nuevamente a principios de la década de 1990, resurge la fuerza de la publicidad y el
marketing dirigido a las niñas, los niños y los adolescentes. Para aquel momento, las
estrategias de publicidad no escatimaron en gastos ni esfuerzos, todas las certezas e incluso
las incertidumbres características de esta etapa de la vida, serían utilizadas como un medio
para fomentar el consumo irreflexivo de las marcas en pugna. Siguiendo las ideas presentadas
por la autora (2004):

Todos estos marketers especializados en los jóvenes no querían otra cosa que vender sus
productos. Y lo hacían, aunque fuese a costa de explotar los miedos de los jóvenes de
convertirse en unos inadaptados sociales o de no resultar físicamente atractivos. (p. 28).

Para Quart (2004), las niñas, los niños y los jóvenes son redefinidos como los
bienaventurados herederos del capitalismo, “[…] como un nuevo proletariado, integrado por
niños que trabajan principalmente para consumir más” (p. 34).7

7
Incluso, retomando las ideas expresadas por Torrado y Piracón (2009) y la lectura que ambos autores realizan
en torno a los planteamientos de McNeil (1993), las niñas, los niños y los adolescentes son consumidores en
más de un sentido; en otras palabras, son por un lado, blanco óptimo de la publicidad, agentes de innegable
influencia en materia de compras; por el otro y a su vez, serán los potenciales compradores del futuro. Así las
cosas, seducir y colonizar este fragmento del mercado, se convierte en una necesidad de primer orden.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

En síntesis, la idea que socaba las estrategias de marketing y publicidad a partir de la década
24
de 1980, -y que encarna la pederastia corporativa- es simple pero poderosa: “Gánatelos
mientras son jóvenes”, no importa las consecuencias, no son relevantes los principios éticos
que deban invertirse, es necesario asegurar el consumo de las generaciones venideras.

Lo más preocupante, en medio de lo que Torrado y Piracón (2009) refieren como el ascenso
del mercado y su establecimiento como sistema privilegiado en medio de lo que le atañe a
las relaciones humanas, es la potenciación de lo que en el campo de la psicología y la filosofía
se conoce como la prevalencia del goce; es decir, el establecimiento de relaciones efímeras,
instantáneas e incluso carentes de sentido con objetos de consumo que producen en alguna
medida una sensación de placer.

De hecho, sorprende la calidad del acervo de información que los chicos promedio tienen
acerca de las marcas más reconocidas en el mundo de la moda, información que, según Quart
(2004) deriva en una suerte de obsesión que no solo los mueve al consumo desenfrenado en
torno a dichas marcas, sino que además, potencia en su interior la sensación de que al
consumirlas logran apropiarse de los signos que acompañan la edad adulta y con ello, además
de producirse a sí mismos una sensación de placer, se economizan el paso por la infancia o
la niñez.

La nueva lógica que circula en torno a la infancia gracias a la acción de la publicidad a la que
Quart (2004) hace referencia, le abre el paso a lo que Noguera (S.F) denomina la
“hipersexualización de la infancia”, encarnada en la variedad de imágenes que circulan a
través de los massmedia y de las que se habló en el planteamiento del problema.

Esta hipersexualización se refiere a la utilización y explotación de la sensualidad infantil,


principalmente la de las niñas, como estrategia publicitaria sin restricciones de ninguna clase.
Este fenómeno, “[...] merece ser examinado con mayor atención, en la medida en que los
niños han sido objeto de un fuerte apego comercial siendo descubiertos como consumidores
y, al mismo tiempo, como objetos a ser consumidos”. (Noguera, sf. Citando a Guizzo, 2003,
p. 5).
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

25
Lo más delicado, además de la vulneración que dicho fenómeno constituye en medio de una
sociedad que se dice busca el máximo bienestar de las niñas, los niños y los adolescentes,
radica siguiendo los planteamientos de Noguera (S.F), en el consumo irreflexivo e incluso
indiferente que la sociedad hizo respecto a estas imágenes y las lógicas que las sustentan.

Al parecer, la capacidad analítica de la sociedad alcanza para rechazar todas aquellas


acciones que vulneran de forma evidente el desarrollo de las niñas, los niños y los
adolescentes, como es el caso de las violaciones y los asesinatos; no obstante, cuando se trata
de una vulneración menos explícita, como lo es la sobreexplotación de la sensualidad infantil
a través de los medios de comunicación, pocos sectores de la sociedad logran esgrimir
argumentos con la potencia suficiente para develar la naturaleza e implicaciones de la
problemática que allí se esconde.

En otras palabras, la sociedad, consumidora irreflexiva de lo que aparece en los medios de


comunicación, ha respaldado la utilización desmedida de las niñas y los niños por parte de la
publicidad, se ha convertido en una sociedad que recrimina el abuso sexual de menores y la
violación de los que se dice, son sus derechos, a la vez que aplaude la coronación de Little
Miss Sunshine 8 . Una sociedad que en palabras del Nobel colombiano (1972) se ha
transformado en la desalmada abuela de la cándida Eréndida o en términos de Guizzo (2013,
citado por Noguera, sf), una sociedad pedofilizada que recrimina las que a todas luces se
constituyen como violencias en contra de las niñas y los niños, pero que acolita las
transgresiones que se escoden bajo el cabello y las pestañas postizas.

8
Término tomado a propósito de la película dirigida por Dayton, Jonathan y Faris, Valerie, en el 2006 en los
Estados Unidos, llamada Little Miss Sunshine.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

26
METODOLOGÍA

El estudio que aquí se propone, encierra las características de una exploración documental.
Ésta se caracteriza por “reunir, seleccionar y analizar datos que están en forma de
“documentos” producidos por la sociedad para estudiar un fenómeno determinado” (Gómez
et al, sf. p. 5). En este caso, la investigación remite a la revisión de algunas imágenes sobre
la infancia, especialmente de niñas, que dan cuenta del concepto central que acompaña el
desarrollo del presente informe, es decir, la pedofilización de la sociedad.

Para constituir el archivo visual, se toman “materiales que a menudo existen ya y que,
principalmente, se seleccionan y documentan, y no tanto se producen con fines de
investigación” (Banks, 2010, p. 17). La investigación a partir de datos visuales es una
perspectiva de la investigación cualitativa que ha cobrado importancia en los últimos años, y
ofrece medios, técnicas y métodos de comprensión de los fenómenos o problemáticas (en
este caso la infancia) a través de un elemento que, en palabras del mismo autor, está “[…]
omnipresente en la sociedad […]” (p. 22).

Las imágenes seleccionadas 9 responden a ejemplificaciones de los conceptos centrales


desarrollados durante la investigación: infancia, pedofilización de la sociedad y pederastia
corporativa. Cuando digo que los ejemplifica, me refiero a que hacen posible la
reconstrucción de los análisis conceptuales y disciplinarios que tienen a la infancia como
centro o eje de su discurso, a la luz de postulados y perspectivas que se ocupan del mercado,
el género y los estereotipos. Imágenes que ilustran los conceptos, en la medida en que
permiten develar el fenómeno de la erotización infantil y evidencian la fuerza con la que
recae sobre la representación de las niñas y la que se constituye como su sexualidad.
Finalmente, imágenes que ejemplifican la preocupación central de esta investigación, en la

9
Las imágenes seleccionadas son: Fotografías tomadas por Sharif Hamza para la edición diciembre/enero de la
revista Vogue en 2011, páginas 7 y 8; Fotografía tomada por Steven Meisel para Prada Group en 2015; página
9; Concurso Miss Tanguita. Santander - Colombia. 2015, páginas 9 y 10.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

medida en que, desatan una reflexión en torno a la actual representación de la infancia y los
27
retos que como sociedad tendríamos al respecto.

Entre las imágenes revisadas, destaco los comerciales en los cuales las multinacionales
utilizan a los niños como meta y al mismo tiempo, como objeto de sus comerciales. Un caso
específico es el de Mattel, empresa creada en 1950 por los esposos Ruth y Elliot Handler (co-
fundadores de la multinacional junto con Harold Matson), que a través de la Barbie inunda
los espacios publicitarios de la televisión nacional. Haciendo uso de un lenguaje que nosotros
los espectadores deberíamos analizar con mayor atención, la muñeca de medidas perfectas,
se despide de las niñas con lo que, me parece, es un imperativo muy sutil; “Se lo que quieras
ser, se una Barbie girl”.

Las imágenes seleccionadas, cumplen un doble propósito: estudiar la infancia y a su vez,


estudiar las imágenes como representación de la infancia. Ello es posible, en tanto la infancia
se convierte en objeto y sujeto de la comercialización; un fenómeno que es posible analizar,
siguiendo las ideas de Alvarado (2012), desde al menos tres perspectivas:

1. El mercado. Hace un par de décadas que la industria se ha enfocado en el mercado infantil, creando
una serie de productos que van de la comida a la vestimenta, pasando por los juguetes y hasta los
programas de televisión. Es precisamente en la televisión donde se proyectan modelos de niños usando,
comiendo o jugando con productos que los hacen aparentemente felices. A muy temprana edad se
siembra en ellos la necesidad del consumo. Y muchos de los padres, a su vez consumistas irreflexivos,
no ven ningún problema en rodear a sus hijos de productos.
2. Los estereotipos femeninos. Este aspecto va de la mano del primero. Desafortunadamente, la
mayoría de las marcas de ropa, maquillaje y accesorios, reproducen estereotipos femeninos negativos,
que van de la mujer como objeto decorativo (lindo, sumiso, obediente, siempre dispuesto al placer
ajeno), hasta llegar a la mujer como objeto sexual. Es cierto que muchas de nosotras jugamos con la
ropa y el maquillaje de mamá, pero no era más que un juego, una puesta en escena donde ensayábamos
comportamientos e identidades. El problema con la erotización precoz de las niñas a través de los
medios de comunicación, es que deja de ser un juego y se convierte en una "aspiración" que presenta
patrones de conducta que limitan las posibilidades para que cada niña imagine y forme de manera
creativa su propia identidad.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

3. Sexismo. Los medios transmiten una cantidad increíble de mensajes, sin embargo, los que suenan
más fuerte no son precisamente los que fomentan la compasión, el respeto o la curiosidad de los niños.
28

La mancuerna industria-medios de comunicación parece insistir en que hay uno, si acaso dos modelos
de mujer deseable. No exagero: en el departamento de niñas de una tienda departamental me encontré
con un corpiño talla 8 con relleno. Y hace poco me invitaron a una fiesta infantil temática: spa y
pasarela. No tengo nada en contra del spa, el maquillaje y la ropa. Lo que me llama la atención es que
sea el mensaje dominante, a tal grado que las niñas se obsesionen por su apariencia antes de aprender
a andar en bicicleta. (p. 24).

Hasta el momento solo podemos sostener que el hecho de pensar la infancia como una
población que está en riesgo, siguiendo las ideas de Noguera (sf), parece confirmar la
necesidad de que existan diversos organismos aptos para desplegar toda una serie de
estrategias y medidas capaces de mitigar dicho riesgo.

Las últimas décadas han sido testigos de una preocupación cada vez más insistente sobre la infancia.
En particular el trabajo infantil, el abuso sexual y la violencia han concentrado la atención de expertos,
organismos internacionales, medios de comunicación, organismos gubernamentales y ONG's.
Estadísticas, denuncias, estudios de caso, conferencias y reuniones, medidas legislativas nacionales y
acuerdos internacionales han tenido como tema privilegiado la situación de la infancia en el mundo,
en particular en el llamado Tercer Mundo (p. 1).

Sin embargo, el mismo autor sostendrá que las ideas a partir de las cuales se gestan todos los
discursos y cruzadas a favor de la infancia deben ser examinadas con mayor detalle, pues nos
sumen a nosotros como sociedad y ellos como organismos, en más de una contradicción:

Si el trabajo es una actividad negativa para el desarrollo adecuado de la infancia, ¿por qué miles de
niños y niñas lo reivindican como un derecho?; (por ser niños, ¿estarán equivocados?) Si el abuso
sexual es un crimen que hay que perseguir y castigar severamente, ¿por qué se tolera la erotización de
niños y principalmente de las niñas en los medios masivos de comunicación? Si los niños merecen
protección ¿por qué cada vez más los adultos se protegen de los niños? (Noguera, sf, p. 2).

Pasamos, como he desarrollado con mayor amplitud en los apartados que siguen, de una
“pederastia corporativa”, retomando los términos de Quart (2004), caracterizada por la
circulación de publicidades pensadas para despertar en los adolescentes el deseo de poseer
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

elementos materiales que en algún punto los hicieran semejantes a los grandes ídolos de su
29
época, a una “pedofilización de la sociedad” en la que los cuerpos de las niñas y los niños
son explotados por los medios de comunicación y la publicidad, ante la mirada millones de
espectadores al parecer demasiado irreflexivos.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

30
HALLAZGOS

Los hallazgos que aquí se presentan, tienen que ver fundamentalmente con los
cuestionamientos que este ejercicio investigativo suscitó en mi interior e implantó en mi
vocación de maestra. Dicho de otra manera, en este apartado presento algunos elementos que
enriquecen las reflexiones elaboradas hasta ahora; reflexiones ancladas en la práctica
pedagógica de una maestra para la primera infancia, más exactamente, en los retos que la
pedofilización y la pederastia, entendidos como fenómenos sociales que afectan directamente
a las nuevas generaciones, nos presentan a nosotros, los que hemos elegido convertirnos en
maestros.

Ahora, me refiero a la práctica pedagógica y hago un llamado a los maestros, basándome en


la idea de que la elección de la enseñanza, no solo como oficio, sino también como una forma
de estar y vivir en el mundo, encierra una responsabilidad de inmensas proporciones, pues
entiendo, junto con Martínez (2010), que los propósitos de la educación, esto es, la formación
de sujetos capaces de pensar por sí mismos, actuar sobre la base de juicios razonables y
emprender el cuidado de sí mismos y de los otros, no puede desligarse de lo que el maestro
es; de lo que ejemplifica con su propia existencia. La pregunta es ¿cómo sumarnos a la
práctica de una educación razonable, sensata y responsable capaz de hacerle frente a los
peligros que se masifican en nuestra sociedad y van en detrimento de los más pequeños?

Este último cuestionamiento no es, desde ninguna perspectiva, un asunto fácil de resolver,
aunque sospecho que, de una u otra manera, es una inquietud de quienes hemos optado por
la educación como filosofía de vida y bandera. No obstante, también sospecho que la
literatura acompañada de los que son sus múltiples personajes y universos, ofrece una serie
de metáforas que me permitiré usar con el único objetivo de ejemplificar qué tipo de maestros
es el que, considero, necesitan las niñas y los niños en nuestras escuelas10; maestros capaces

10Para una elaboración más amplia sobre lo que significa la escuela en el entramado social de la
publicidad y la belleza, remito al artículo Rodríguez, Hilda Mar e Isaza, Laura Elena, 2016, La escuela es
para estudiar, no para desfilar; Miño y Dávila, Buenos Aires, pp. 37-48.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

de construir con ayuda de sus estudiantes, herramientas que les permitan resistir y analizar el
31
mundo en el que han sido puestos pero que, lastimosamente y como señalo a lo largo de este
informe, no siempre les protege.

Geppeto; el carpintero

Este obstinado personaje al que Meireiu (1998) se refiere con admiración, es un hombre
humilde con un oficio más humilde todavía; el de carpintero; no obstante, él será el que
acompaña a Pinocho en medio del camino que la vida necesita para llamarse así misma vida
y con ello referir la existencia. El viejo carpintero se había propuesto desde hacía tiempo la
fabricación del títere; propósito que a su juicio parecía sencillo, solo era necesario encontrar
el madero perfecto para lograrlo. Sin embargo, siguiendo las ideas de Meirieu (1998), la
fabricación del títere no sería una tarea tan sencilla; de hecho, Geppeto se encaminará de ahí
en adelante en una serie de aventuras que palabras más palabras menos, metaforizan la
formación objeto del acto educativo.

Pinocho, no menos inquieto y apasionado por descubrir el mundo que nuestros estudiantes,
terminará metido en cuanto lío le es posible, y aunque no siempre lo hace manera consciente,
se resistirá a la mayoría de los intentos que su padre realiza con el propósito de educarle. Esto
no significa en modo alguno, que Pinocho no le ame o no agradezca su ayuda, ni siquiera se
trata de que no disfrute de su compañía o que incluso no lo necesite, es solo que, en el hecho
mismo de fabricar a otro, hay algo que escapa a la voluntad de quien fabrica y ese algo
es precisamente quien está siendo fabricado.

Lo más sorprendente en toda esta historia, es que el viejo carpintero no declina su papel como
formador del muñeco de madera, sin importar la magnitud del lío o la travesura que este haya
realizado. Desde luego, a veces se siente cansado, en ocasiones pierde la cabeza y en otras
tantas se entristece, pero jamás se rinde. Geppetto comprende junto con Meirieu (1998) que
“[…] la educación no adviene por milagro un día de Pentecostés. [Y que, por el contrario]
hay que intentar con obstinación” (p. 40).
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

32
Momo; la niña que sabía escuchar

Junto a la idea de maestro que Geppeto encarna aparece Momo, una chiquilla que desconoce
cuántos años tiene y que ha llegado por los avatares del destino hasta las ruinas de un teatro
al interior de una gran ciudad.

Momo es una chica de pocas palabras; tan solo mira detenidamente a quienes le hablan y
suele mover la cabeza como muestra del interés que en ella suscitan las palabras que otros le
dirigen. Tiene una forma simple, pero a la vez mágica de relacionarse con quienes la rodean,
incluso, entre los habitantes de la ciudad, se comenta que Momo es de gran ayuda cuando
hay que solucionar un problema en el que varias personas están involucradas o que,
simplemente es experta en escuchar las palabras provenientes de aquellos pensamientos que
no todos suelen comentar a viva voz con otras personas.

La escucha que caracteriza a esta chiquilla me parece ejemplifica una actitud a la que nosotros
los maestros, o por lo menos yo, quisiera ser más proclive. Contrario a lo que en ocasiones
podría pensarse, los chicos y las chicas que llegan hasta nuestras escuelas no necesitan con
urgencia aprender a sumar o dividir, tampoco necesitan con premura comprender la ubicación
de nuestro país incluidos departamentos y capitales, ni siquiera es de extrema urgencia la
adquisición del código convencional de lectura y escritura, a veces lo único que un chico
necesita es alguien que lo escuche; un escenario en el que sienta la libertad para hablar y salir
al encuentro de otros que comparten algunas de las que se constituyen como sus dudas,
cuestionamientos e inquietudes. Un espacio de un matiz Socrático (si se me permite la
expresión), en el que la palabra, testigo de los interrogantes que nos habitan, sea la
protagonista.

Ahora, reconozco de antemano que la creación de espacios como éstos, representa un


verdadero reto para nosotros, la nueva generación de maestros, en la medida en que somos
hijos de prácticas educativas ancladas en la parte irreflexiva de algunas tradiciones
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

pedagógicas que se dice, tendemos a reproducir en la que se constituye como nuestra práctica
33
educativa; no obstante, también reconozco la necesidad latente de iniciar la reconfiguración
de lo que se entiende cuando se habla acerca del maestro y de la que se dice, es nuestra labor.
Reconfiguración que no me cabe duda, comienza en las aulas de la institución que nos
prepara para ser maestros y se concreta en la práctica de la profesión docente.

Llegados a este punto, el reto de quién asuma la enseñanza como una forma de ser y estar en
el mundo, no parece una cuestión fácil de lograr, pero tampoco es, ciertamente, algo que deba
ignorarse, después de todo, necesitamos, siguiendo las ideas expuestas por Giroux (1997),
formar hombres y mujeres con la capacidad para reconocer-se como sujetos pertenecientes a
una sociedad que no deja de clamar por la emergencia de sujetos capaces de proponer lógicas
menos desiguales, cuidar de sí mismos y de sus semejantes.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

34
CONCLUSIONES

Las conclusiones tejidas a lo largo del proyecto y producto de los esfuerzos analíticos
realizados, arrojaron dos perspectivas que se considera, deben leerse en conjunto y con miras
a lograr trascender el mero análisis de la problemática, para trabajar mancomunadamente en
la creación de espacios que viabilicen eso que la Ley General de Educación o ley 115 de
1994, le atañe al proceso de formación de los niños, las niñas y los adolescentes en Colombia.

Por un lado, habría que señalar entonces que, aunque la mayoría de las sociedades nacidas
en el seno de occidente ubicaron a las niñas, los niños y los adolescentes como el centro del
discurso característico del siglo XX y lo que va del XXI; su educación, formación e
instrucción reposan hoy en las ideologías que se generalizan a través de los medios de
comunicación y las redes sociales. Ya lo decía Diker (2009):

Allí donde Arendt imaginaba un adulto (en particular, un educador) que se dirigía a los recién
llegados diciendo “he aquí nuestro mundo” y que habilitaba a la infancia el ingreso al
territorio público, hoy hay miles de pantallas presentando una infinidad de mundos (reales o
virtuales, poco importa) a los que los niños llegan y de los que participan sin la intermediación
adulta […]. (p. 16).

De hecho, siguiendo los planteamientos de Torrado y Piracón (2009),

Las cifras de penetración de los medios audiovisuales de comunicación en la población


infantil son bastante amplias. La encuesta de consumo cultural realizada por el Departamento
Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en el 2008, presenta que casi la totalidad
(98%) de niños colombianos entre 5 y 11 años han consumido televisión durante el último
mes, la mitad de ellos (52%) ha utilizado videojuegos y solo el 15% ha asistido en el último
trimestre al cine. Por otra parte, el estudio realizado por Telefónica muestra que el 30% de
los niños colombianos entre 6 y 9 años tienen un celular propio y 30% utiliza el celular de
otras personas, mientras que para la muestra entre 10 y 18 años más del 70% tiene un celular
propio. Pese a tener los promedios más bajos entre siete países latinoamericanos (Bringué y
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

Sádaba, 2008), estas cifras demuestran que por una vía u otra los niños están en contacto
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frecuente, por no decir que permanente, con las pantallas. (p. 29 – 30).

Cabe señalar que lo expresado anteriormente, no pretende demeritar los esfuerzos teóricos
gestados en torno a la que se dice es la búsqueda incansable del máximo bienestar de las
niñas, los niños y los adolescentes en una parte estimable del mundo occidental; y mucho
menos se constituye en un cuestionamiento a la materialización de dicha búsqueda en
discursos provenientes de distintas disciplinas, que se han dado a la tarea de indagar y
construir algunas reflexiones teóricas de vital importancia en la comprensión de la infancia.

De hecho, el sentido de esta conclusión y del trabajo llevado a cabo durante el tiempo de la
investigación radica, fundamentalmente, en el señalamiento de aquellas expresiones o
manifestaciones equívocas de la infancia que dejan la impresión de un gran abismo existente
entre la teoría y las que, en efecto, son las prácticas de las que las niñas, los niños y los
adolescentes terminan siendo objeto bajo el consentimiento irreflexivo de la sociedad.

La utilización de figuras infantiles en los medios de comunicación, principalmente en las


revistas y la televisión, no es algo que, siguiendo las ideas de Buckingham (2013), constituya
una verdadera novedad. Como se sostuvo anteriormente aludiendo a los planteamientos de
Quart (2004), las niñas y los niños fueron descubiertos desde hace unas cuantas décadas,
como motores efectivos del consumo generado en los hogares y en este sentido, personajes
de vital importancia en el flujo de las ventas características de múltiples marcas y productos.
Y como cabría esperar, no pasaría mucho tiempo entre su establecimiento como blanco de la
publicidad y su posterior presentación como objetos susceptibles de ser consumidos.

Empero se insiste en el mismo asunto; sostener que cuestiones como éstas no constituyen
una novedad no quiere decir que dicho fenómeno pueda y deba quedar por fuera de los
análisis que tienen a la infancia como principal foco de interés, de hecho, es en este punto en
donde aparece la segunda perspectiva a partir de la cual se hace posible la elaboración de una
conclusión, que deja más de un reto en el horizonte de aquellas instituciones sociales a las
que se les ha confiado la formación de las niñas, los niños y los adolescentes.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Para Valderrama (2007), los medios de comunicación, pese a la que se asegura, es su pésima
influencia y su tendencia a la formación de masas en verdaderos antivalores, pueden
reconfigurarse bajo una perspectiva de análisis diferente y quizá un tanto más positiva. Al
respecto el autor sostendrá que:

Se considera que la enseñanza realizada por los medios se presenta en dos sentidos: el primero
se relaciona con el reforzamiento de los conocimientos técnicos y académicos a partir de los
relatos o informaciones que ellos pueden transmitir, es decir, como apoyo o refuerzo de la
enseñanza. El valor educativo radica, en buena medida, en su capacidad para transmitir más
eficazmente la información académica. […] En el segundo sentido se destaca que el valor
educativo de los medios está en su capacidad para provocar reflexiones sobre la realidad […]
porque “dicen algo”, porque invitan a hablar de asuntos que les conciernen a todos, porque
en la medida que reflejan la realidad, los temores, las búsquedas, los deseos, etc., pueden
provocar reflexiones y dejar enseñanza vitales y valederas para su desempeño [el de los
espectadores] en el mundo. (2007, p. 86 – 87).

Desde luego, los sentidos expresados por el autor, no logran develarse con facilidad y en este
orden de ideas, tampoco podría esperarse que actúen de manera espontánea en medio de los
saberes o ideas que se potencian a través de los massmedia, de hecho, es necesaria la
formación de los sujetos espectadores y a la vez, partícipes de los medios de comunicación,
en competencias que les posibiliten el análisis de lo que circula a través de dichos medios,
formación que las más de las veces, recaerá sobre la acción de la escuela y la familia.

Valderrama (2007) señala con precisión el punto álgido de los retos que debe asumir la
formación de los niños, las niñas y los adolescentes en las escuelas en lo que le atañe a los
medios de comunicación, cuando sostiene que:

Hoy, más que los mismos docentes, los y las estudiantes tienen en la mayoría de los casos
más habilidad y sensibilidad para decodificar e interpretar la información que circula por los
medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías de la información, pero quizá les
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

faltan competencias para asumirla críticamente y trabajarla comprensivamente. (Valderrama,


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2007, p. 91).

En otras palabras, la actual generación de niñas, niños y adolescentes -denominada de


múltiples maneras: “generación interactiva” (Brigue y Sábada, 2009), “sujeto ciborg”
(Rueda, 2004) e incluso “nativos digitales” (Prensky, 2001)-, siguiendo las ideas de
Henríquez et al (2012), “[…] se caracteriza por haber nacido con las TIC, por ser sus usuarios
primigenios; aquellos para los cuales las TIC han permeado su visión del mundo, la forma
como se comunican, cómo procesan la información o cómo se relacionan” (Henríquez et al,
2012, p. 147).

En este sentido, el compromiso de maestros y maestras no es secundario ni sencillo. Los


educadores estarían llamados, en este orden de ideas, a la creación de escenarios en los que
se movilicen múltiples reflexiones en torno a los lenguajes, pensamientos y medios a través
de los cuales se ha estereotipado y clasificado a los seres humanos desde hace tanto tiempo.
En otras palabras, todas aquellas acciones que maestros y maestras emprendan en la escuela,
al interior de cada espacio de conocimiento, y que le posibiliten a los y las estudiantes
reflexionar en torno a las múltiples representaciones sociales que se agencian a través de los
medios de comunicación, sobre todo, aquellas que están íntimamente relacionadas con lo que
se asegura es su descripción como infantes o adolescentes, podrían constituirse en un
esfuerzo estimable; en un paso de vital importancia en medio de la construcción que en
materia de infancia aún parece estar pendiente.

La infancia, a diferencia de las mujeres, las minorías étnicas y demás grupos poblacionales,
ha sido por mucho tiempo, un sector de la sociedad que no puede auto-representarse y que,
por ende, ha sido entonces agenciado por una mirada fundamentalmente adultocéntrica.
Aquellos espacios que en la escuela le posibiliten a cada niña, niño y adolescente un
verdadero empoderamiento y una compresión real acerca de sí mismos, quizá abran un
horizonte diferente en lo que le atañe a su representación y la comprensión que cada sociedad
ha logrado acerca de las que se constituyen como sus necesidades, derechos y oportunidades.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

Finalmente, en el caso de los padres de familia y su definición como agentes educativos


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primarios, responsables de la inmersión de cada criatura en la cultura, cabría preguntarse,
fundamentalmente, por el tiempo que pasan en el seno de sus hogares, al lado de sus hijos,
dispuestos a ser padres y a responder las preguntas que el mundo en el que se desenvuelven
los sujetos le suscita a cualquier pequeño.

En otras palabras, los padres de familia tienen la misión de reivindicar su presencia ante sus
hijos y sumergirlos en mundos posibles a través de múltiples historias; hacerles sentir que no
están solos, que hay alguien dispuesto a escucharlos y aventurarse junto con ellos en el
conocimiento y cuidado de sí mismos y que, finalmente, maneras de ser hay muchas, pero
ninguna tan auténtica como la que ellos mismos puedan ingeniarse.
“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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