Historia de La Revolución de Nueva España - Historia de La Revolución de Nueva España. Libro I - Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos
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Centro de
estudios
mexicanos y
centroamericanos
Historia de la revolución de Nueva España | Fray Servando Teresa de Mier
Historia de la revolución
de Nueva España. Libro
I
p. 41-64
Texto completo
1 [p. 1] El 15 de julio de 1808 fue el infausto día en que la Nueva España
(llamada Anáhuac antes de la conquista) oyó atónita que la antigua estaba
ocupada por los exércitos franceses y sus Reyes sin libertad en Bayona, y el 16
se publicaron las Gazetas de Madrid del 13, 17 y 20 de mayo, que contenían
sus renuncias en favor de Napoleón y la obediencia de los Consejos y
Tribunales de la Corte a Murat como a Lugarteniente General del Reyno, sin
otro preámbulo ni explicación en la Gazeta de México que decir : «Las había
trahído la barca Ventura1, procedente de Cádiz, el 26 de mayo, y que aunque
nada había llegado de oficio sobre los puntos a que se contrahían,
conferenciados maduramente por el Señor Virey D. José Iturrigaray con los
Ministros del Real Acuerdo, y de conformidad con su uniforme dictamen,
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los que le siguen se hallan impedidos, pasa al siguiente en grado que está
expedito. En ningún caso permanece sin Soberano, y en el presente, el más
crítico que se leerá en los fastos de la América, existe un Monarca Real y
legítimo, aun quando la fuerza haya muerto civilmente e impida al Señor
Carlos IV y Serenísimo Príncipe de Asturias y Reales Infantes D. Carlos y D.
Antonio el unirse con sus fieles vasallos y sus amantes pueblos, y le son
debidos los respetos de vasallage y lealtad.
9 «Por su ausencia o impedimento reside la Soberanía representada en todo el
Reyno y las clases que lo forman, y con más particularidad en los Tribunales
superiores que lo gobiernan y administran justicia, y en los Cuerpos que
llevan la voz pública, los quales la conservarán intacta y sostendrán con
energía como un depósito sagrado para devolverla a Carlos IV, Príncipe de
Asturias, Infantes D. Carlos y D. Antonio, cada uno en su caso y vez, quando
libres de la opresión vuelvan a sus reynos sin tener dentro de sus dominios
fuerza extraña que pueda coartar su voluntad ; y si la desgracia los persiguiese
hasta el sepulcro, el Reyno, unido por sus superiores Tribu[p. 7]nales,
Metrópoli y Cuerpos que lo representan en general y particular, le devolberá a
alguno de sus succesores en la misma dynastía.
10 «La existencia efectiva del Monarca legítimo produce otro efecto justo y
necesario, y es que subsista el gobierno baxo el mismo pie que antes; las leyes,
cédulas y Reales órdenes permanecen en todo su vigor para reglar nuestras
operaciones ; y en las actuales circunstancias sería crimen de alta traición
pensar siquiera en traspasar sus sabios límites.
11 «México, en representación del Reyno4 como su metrópoli, y por sí, sostendrá
los derechos de su augusto monarca Carlos IV, Príncipe de Asturias y demás
Reales succesores que refiere ; y reduciendo a efecto esta resolución pide que
ínterin vuelven S. M. y AA. al seno de su monarquía, recobran la libertad y
evacuan la España las tropas francesas que están apoderadas de su corte,
plazas fuertes y puertos, y dexan a S. M. y a la nación enteramente libres para
sus deliberaciones y sin tener en ellas parte alguna directa ni indirectamente,
continúe V. E. provisionalmente encargado del gobierno del Reyno como
Virey, Gobernador y Capitán General sin entregarle a Potencia alguna
qualquiera que sea, ni a la misma España, aunque reciba órdenes del Señor
Carlos IV desde la Francia, o dadas antes de salir de sus Estados, para evitar
toda suplantación de fechas, fraudes y fuerzas del Emperador de los
franceses, como renunciatario de la Corona, o del Duque de Berg5 en calidad
de Governador del mismo Emperador o Lugar Teniente de la España, no la
entregue tampoco a otro Virey que o nombrase S. M. el Señor Carlos IV o el
Serenísimo Príncipe de Asturias baxo la denominación de Fernando VII antes
de salir de España por la causa dicha, o después desde la Francia, o el
Emperador, o el Gran Duque de Berg para reemplazar [p. 8] a V. E. en el
mando de estos dominios. Asimismo, aun quando V. E. sea continuado en el
Vireynato por alguno de los Señores Reyes, no obedezca ni cumpla esta orden,
sino que continúe en el gobierno por sólo el nombramiento provisional del
Reyno reunido con los Tribunales superiores y Cuerpos que le representan.
Para lo qual otorgue V. E. el juramento y pleito homenage al Reyno conforme
a la disposición de la ley 5, tít. 15, part. 2, en manos del Real Acuerdo y a
presencia de la N. C, como su metrópoli, y demás Tribunales de la Capital, los
que sean citados solemnemente ; que también jure V. E. que durante su
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provisional mando gobernará el Reyno con total arreglo a las leyes, Reales
órdenes y cédulas que hasta ahora han regido sin alteración alguna, y
conservará a la Real Audiencia, Real Sala del Crimen, Tribunal Santo de la Fe,
a la Real Justicia, a esta Metrópoli, Ciudades y Villas en el uso libre de sus
facultades, jurisdicción y potestad, que defenderá el Reyno de todo enemigo,
conservará su seguridad y sus derechos, hasta sacrificar su vida, sus bienes y
todo quanto penda de sus arbitrios y facultades.
12 «Que igual juramento e igual solemne pleito homenage presten en manos de
V. E. la Real Audiencia, Real Sala del Crimen, esta N. C, como metrópoli del
Reyno, y los demás Tribunales sin reservar alguno. Lo propio executen el M.
R. Arzobispo, RR. Obispos, Cabildos Eclesiásticos, Gefes militares y políticos
y toda clase de Empleados en el modo y forma que V. E. disponga,
concediéndole a la N. C. pueda dar parte a las demás Ciudades y Villas del
Reyno de este su pedimento.
13 «El interés público y común de la patria, el bien de la nación, su felicidad, el
distinguido amor y acendrada lealtad para con sus augustos Soberanos exigen
asimismo que por V. E. en unión del Real Acuerdo se declare por [p. 9]
traydor al Rey y al Estado a qualquier persona, sea del rango que fuere, que
contravenga a este juramento, y se le castigue sin remisión con las penas
prevenidas por las leyes para escarmiento de los demás.
14 «Este es el concepto general del Reyno, que explica México como su
metrópoli, y manifiesta a V. E. y a todo el orbe. Sus habitantes están
dispuestos a sostenerlo con sus personas y sus bienes, y a derramar hasta la
última gota de su sangre para realizarlo. En defensa de causa tan justa la
misma muerte les será apacible, hermosa y dulce. De este modo terminarán la
carrera de sus días con la noble satisfacción de ser dignos hijos de sus
gloriosos padres, de quienes heredaron el valor y la lealtad. Las mismas
madres pondrán en las manos de sus hijos el sable y el fusil para que vuelen al
lugar del peligro a remplazar a sus padres, y quando no quede otro recurso,
ellas con los ojos enjutos pondrán fuego a las Ciudades y Pueblos, y abrazadas
con los más pequeñuelos se arrojarán en medio de las llamas para que el
enemigo sólo triunfe de las cenizas, y no de nuestra libertad.
15 «Les queda el dolor a los mexicanos de no poder volar por el Océano a unirse
con sus padres para sostener a su Rey y a la Monarquía ; su valor y su
entusiasmo obrarían prodigios para redimirle de la fuerza con que gime
oprimido, y se darían por satisfechos únicamente o con la victoria, o
quedando tendidos en el campo anegados en su sangre, publicando sus
heridas como por otras tantas bocas no hay Ciudad como la de México, cabeza
y metrópoli de la Nueva España, ni más fieles vasallos, elogio que ha muchos
años merecieron por su amor y servicios al trono español.»
16 Se congratula luego la Ciudad de tener el Reyno en tan críticas circunstancias
a la frente del gobierno a un Capitán tan experto y valeroso como el actual
Virey, y colocados en [p. 10] la Real Audiencia a unos Ministros sabios y
patriotas, que en unión de S. E. sostendrán con sus consejos sus verdaderos
intereses, la libertad, «y lo que es más, prosigue, los derechos de su Soberano
y Real familia. Esta N. C., fundada en un principio tan feliz, no pretende
anticipar providencias que se dicten fuera de tiempo, y espera haya dado V. E.
las oportunas para asegurar el Reyno de todo asalto. Confía en el superior
discernimiento de V. E. y en el del Real Acuerdo las realizen con la mayor
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ayuntar y conducir a la lid los pueblos, aun sin llamamiento del Rey, en caso
de una guerra traydora, y que, según las leyes de Indias, debe intervenir en las
Juntas de guerra? ¿Por qué negarse tanto a prestar en tan crítica situación el
juramento de fidelidad que entendieron les pedía la Ciudad? En una palabra,
¿aún les duraba el miedo con que se comprometieron, según ha dicho el Virey
en su Defensa, a permanecer en expectación del giro que tomasen las cosas?
Así se hizo en la guerra de succesión, y así proclamó Liniers14 en Buenos
Ayres. Por fortuna acá huvo mejor Virey, que había ya quemado por su
mano15 las proclamas y papeles franceses que había trahído anteriormente
una embarcación (como lo dixo después en una Pastoral el Arzobispo, que
había visto las cenizas) y estuvo siempre decidido por Fernando VII. Si no, los
togados europeos habrían cedido sin hacer otra cosa que tergiversaciones
ridiculas como los de Madrid, o habrían implorado [p. 20] contra la fidelidad
generosa16 del pueblo las tropas del tirano, como hicieron los de Valencia.1117
26 Por eso el Virey, que conocía a los de México, los toreaba en las Juntas que
después se tuvieron de todas las autoridades. En la primera les dixo : Aún
estamos a tiempo de obedecer las órdenes del duque de Berg, ¿qué dicen V.
SS? —No Señor, no Señor —¿Y qué dirá V. S., le dixo a un Oidor, si las ve
autorizadas con la firma del Señor Porlier18? —Tampoco, tampoco —Pues
entonces no hay que hablar de la Ciudad sino para elogiarla. Quando estos
Señores (los Oidores), que ahora están tan valientes después que han visto
mejorarse las cosas, se pusieron con las caras tan largas en viendo, el día 15 de
julio, las Gazetas de Madrid, y para tratar de estos asuntos se juramentaron
de no decir nada, me encontré al salir con los Regidores que a voz en cuello
vinieron a protestarme impávidos su fidelidad a Fernando VII y que primero
morirían todos que obedecer a las órdenes de Murat.
27 «Ellas van a venir, dixeron al Virey los mismos Regidores el día 23 de julio12, y
tal vez con nuevo Virey y empleados.» (En efecto llegaron luego en la fragata
francesa Vaillant revalidando todas las autoridades, aun eclesiásticas.) «Si
se les da el pase todo es perdido, si no, es [p. 21] un rompimiento de guerra,
y en este caso la nación preguntaría con qué derecho o voluntad se había
procedido, pues no se había captado la del pueblo y sí sólo un parecer del Real
Acuerdo que, aunque revestido de la autoridad correspondiente, no podía
suplir el acuerdo y conformidad del Reyno, siendo por eso necesaria la
reunión de todas las autoridades de él, y en lo pronto, por la urgencia, la de
las autoridades de la Capital. Estamos, Señor, a la orilla del precipicio y no es
tiempo de formar con disputas abultados expedientes, aunque es muy fácil a
la Ciudad satisfacer a las objeciones del Real Acuerdo.
28 «Hecho cargo el Virey de estas y otras razones que esforzó el Síndico de la
Ciudad, quedó convencido de la necesidad y oportunidad de la Junta, y
mandó a la Ciudad las pusiese por escrito en nueva Representación. Ella
expuso que consultaría de nuevo con Letrados de su satisfacción, como lo
executó aquella noche con tres de los más conocidos por su integridad y
literatura19 (y de que dos son hoy Diputados propietarios de Nueva
España20). Impuestos en todo lo que practicó la Ciudad, lo calificaron de
bueno, útil y conveniente. Asimismo que respecto a que en el mismo acto de
negar los Oidores el juramento que se les pedía repetían el de fidelidad, se
desistiera por ahora de eso baxo la protesta de pedirlo a su tiempo en la Junta
de las Autoridades, Cuerpos y demás, para la que el Virey tenía expeditas sus
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33 «Los Prelados, dice, los Grandes, y los demás hombres honrados y buenos,
jurando primeramente sobre los Santos Evangelios harán lo que más
convenga al servicio del Rey y pro24 del Reyno, elegirán dos o tres o cinco
personas que le sirvan de Guardadores cumpliendo con sus cargos bien y [p.
24] legalmente, los que juren guardar la vida del Rey y harán lo que más
convenga a la honra y pro de sus reynos en todas las maneras que les sea
posible ; e que el Señorío guarden que sea uno ; e que no le dexen partir nin
enagenar en ninguna manera25 ; e que lo tengan en paz y en justicia.» La
Ciudad juzga y prueba que el caso es no solamente semejante sino idéntico al
actual del Reyno, «porque un Rey niño es todavía de mejor condición que un
Rey provecto en poder de sus enemigos, y por consiguiente la Metrópoli de
Nueva España, como cabeza de sus provincias y reunida con los tribunales
superiores, ha podido proponer a su nombre continuase provisionalmente el
Virey con el mando otorgando el juramento que expuso conforme a la ley,
pues así las cosas se quedaban como estaban, el Reyno asegurado y guardados
a la Soberanía todos sus fueros. Valencia y Sevilla, reynos de conquista26
también, y con Gobernadores y Audiencias, han dado este paso en caso tan
raro, y así ni es violento ni impolítico.»
34 Hubiera podido alegar la Ciudad que el primer Ayuntamiento que huvo en
Nueva España eligió en Villarica27/14 provisionalmente de Gobernador y
Capitán general a Hernán Cortés, y a pesar de la oposición del General28 de
Santo Domingo, Diego Velázquez, el Rey aprobó el nombramiento a que se
debió la conquista de Nueva España. Hubiera podido alegar que en la crisis
presente1529 los Regidores de las Ciudades cabezas de partido en el reyno de
Galicia nombraron siete personas que se erigieron en Junta Suprema, y no
sólo fue reconocida de aquel reyno y los Generales, como Blake30, sino
aprobado todo sus hechos por la Junta Central. Todas las Juntas, y
específicamente [p. 25] Sevilla1631 y León1732 confirmaron las autoridades que
quedaron, así como nombraron otras, sin embargo de que todas estaban
confirmadas por Fernando VII en su ingreso a reynar. Bien sabía éste mismo
que la ley se lo prohibía18, porque el Rey no muere, pero expuso las razones
por qué le era preciso obrar contra ellas ; y en el caso aún más urgentes
existían en México, no sólo por la novedad de las circunstancias imprevistas
en nuestras leyes, sino por la ambigüedad de conducta con que las
autoridades se portaron al principio. Mil vezes más prudente era la Ciudad,
que sólo exigía el juramento que mandan las leyes para la seguridad del
Reyno, que no los pueblos de España arrollando de un golpe las autoridades,
o casi todas, o todas. Estas y muchas otras cosas hubiera podido alegar contra
el Acuerdo del día 21 y pueden verse en la Representación dirigida a la Junta
Central en 15 de diciembre 1809 por el Regidor de México D. Francisco
Azcárate, que defiende erudita y doctamente los procederes de la Ciudad
exhibiendo los derechos y leyes en que ella se fundó y suponía sabidos.
35 Nada respondió la Ciudad sobre el medio sugerido por el Acuerdo de hacer
cesar la cédula de la Caxa de consolidación como el más adecuado y eficaz
para atraherse la benevolencia y reunir la fidelidad de todos los habitantes del
Reyno. Pero yo no debo callar, porque desde aquí me parece que comienza la
Audiencia a zanjar sus planes, mediante los resortes del interés, para derribar
al Virey y apoderarse del mando, según se dexó ya percibir desde el primer
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Acuerdo por la relación del Virey, o a lo menos para [p. 26] dividir los
habitantes y entravar33 las operaciones del Ayuntamiento.
36 Éste, dice Azcárate, no respondió sobre esto, porque no podía pensar en
semejante medio. Lo lo, porque iba lealmente a su blanco de asegurar al reyno
conservándolo a su Rey, y primero era cimentar la fidelidad en la unión de
conceptos y freno de las autoridades, y después pensar en intereses que
debían todos sacrificarse en las circunstancias como lo ofrecía sin excepción,
lejos de pensar en disminuir los recursos con el erario. Lo 2o, según las leyes
de Indias19 el Virey no puede suspender la execución de las Reales órdenes,
aun de aquéllas que se pueden suplicar, sino en caso de escándalo y daño
irreparable. Aquél no lo había habido en más de dos años y medio que se
estaba realizando la cédula. Sobre el daño había ya reclamado la Ciudad (que
era parte, y no el Acuerdo, a quien faltaba por eso la personalidad) con el
Tribunal General de Minería y otros Ramos, y sobre la negativa del Gobierno
había interpuesto apelación al Soberano, la qual dexaba sin facultades al Virey
para suspender la execución. Y así la Ciudad, más conforme a sus pedimentos
que los Oidores a su mismo Acuerdo, no podía pedir el trastorno de las leyes
cuya conservación exigía, ni la extensión de las facultades del Virey, quando
trataba de mantener en sus límites el gran poderío de que pudiera abusar por
no existir en España autoridad que reconociese.
37 Pero el Real Acuerdo, sin pararse en barras, lo que quería era grangearse la
benevolencia de los europeos, cuyo número ascendía en Nueva España a 70
mil, según Humboldt, y de que casi exclusivamente se compone su [p. 27]
Comercio.2034 A éste le era sensibilísima la Caxa de consolidación, porque
giraba lucrosamente, al 3 por 100, 44 millones y medio fuertes, según el
cómputo de Humboldt (de que en sola la Ciudad de México 10 a 12) de los
capitales de Obras pías. Pero ¿qué hacer contra órdenes Reales
terminantísimas que alegaban la ley suprema de la necesidad del Estado21, y
teniendo los Obispos en América facultades para conmutar las Obras pías en
obras públicas, tales expresamente como caminos, vestir tropas, &c? Por esto,
como por la equidad del Virey, que no exigió los capitales aun de plazos
cumplidos, sino que alargó éstos tanto que llegaban hasta diez años, de los
quales en cada uno sólo exhibirían los Comerciantes una 8a. o 10a. parte,
cedieron todos. Sólo D. Gabriel Yermo, que reconocía a la Caxa de
consolidación 400 mil duros, y por consiguiente tenía que desembolsar 200
mil inmediatamente, insultando a los demás como nacidos baxo el planeta
oveja, era de parecer que se debía resistir ; hizo quanto pudo para que otros
entrasen en su conspiración, que habría sostenido hasta armando los negros y
mulatos35 de sus haciendas ; y sólo [p. 28] se sometió quando, formado
expediente, se decretó y efectuó el embargo de sus bienes. Éste es el héroe de
Cancelada, porque su interés le hizo poner a la frente de los Comerciantes
amotinados después, y servir a la ambición de algunos Oidores sus amigos
para prender al primer representante del Soberano en Nueva España.
38 Ya con este Real Acuerdo le pusieron en evidente compromiso. Si accedía a la
proposición, conseguían la gratitud del Comercio, como que la gracia se debía
a su influjo, y luego alegarían contra él que había excedido su potestad
infringiendo las leyes. Si se negaba, el odio de los Comerciantes era infalible, y
el deseo de que mandasen los Oidores que los protegían consiguiente. En
efecto, si para proponer este medio movía al Real Acuerdo el unir la fidelidad
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de los habitantes de Nueva España, como decían, a pesar de las leyes, ¿por
qué se opusieron a la jura de Fernando VII, medio más obvio, natural, el
primero tomado en España y deseadísimo en América, teniendo para ello
orden por las quatro Secretarías de Estado, sólo porque faltaba la formalidad
de la del Consejo de Indias?
39 Pero de esto hablaremos luego. Volbamos a seguir la serie de las fechas, y
hallaremos22 que «el día 23 de julio, instruida la Ciudad por algunas papeletas
que habían sido convocadas Cortes de España para Bayona de Francia en el
día 15 de junio con el objeto, como se debía inferir, de sancionar las renuncias
susodichas de los Reyes e Infantes, había celebrado Cabildo y protestado en
toda forma por sí y el Reyno, como su Metrópoli, contra todo lo que en ellas se
actuase, como de ningún valor y efecto, por ser evidente que ni Carlos IV ni su
inmediato succesor el Príncipe de Asturias, ni ningún otro ha podido ni puede
enagenar en todo [p. 29] ni en parte los dominios, especialmente de las
Indias, por tenerlo así jurado el Señor Carlos I en Real cédula de 22 de
octubre 1523 y ratificado sus gloriosos succesores en sus respectivos
reynados, como consta de la ley 7a, tít. 1o, lib. 3, de la Recopilación de Indias36;
de cuya protesta pasó copias a manos del Virey, de la Real Audiencia y
Cabildo Eclesiástico, para que las depositasen en sus archivos.» ¡Mala lógica
por cierto de la Ciudad si, como pretende Cancelada, aspiraba a hacerse
independiente de España!, pues sólo como dependiente de ésta podían
pretender obligarla las Cortes de Bayona contra las quales protesta.
40 «El día 29 del mismo julio23 a las dos de la madrugada recibió el Virey pliegos,
llevados por la goleta Esperanza, de la gloriosa insurrección de España y
armamento de sus provincias, y en el momento pasó aviso al Deán de la
Catedral y dispuso la artillería, para que amaneciese el día con repique
general de campanas y salva de cañón ; carteles fixados en todos los parages
públicos, que el Virey mismo había dictado rebozando júbilo y lealtad a
Fernando VII, instruyeron de todo al pueblo ; y éste parecía haber perdido el
juicio de alegría37. Cerró para demostrarla sus talleres tres días, siguió al
Virey, que con su esposa fue aquel día a dar gracias en el Santuario de
Guadalupe (donde había éste acordado con su Abad hubiese salve y letanías) y
paseó con transportes indecibles el retrato de Fernando VII El Virey lo recibió
con ternura de mano de los Señores Ministros Villafañe y Fagoaga, arrojando
de su propio peculio dinero al pueblo, a quien concedía quanto le pedía.»
41 «Éste24 llevó tam[p. 30]bién el retrato soberano, antes y después de la misa
de gracias en la Catedral, a la casa de la Ciudad, que le salió a recibir en
pompa con sus quatro mazeros, le colocó en el balcón y proclamó desde allí a
Fernando VII arrojando al pueblo por dos veces hasta 900 duros, de que 400
de la bolsa de los Regidores, a quienes mandó el Ayuntamiento reembolsar de
los fondos en la Junta que tuvo este día y presidió el Señor Castillo Negrete,
Fiscal actual del Consejo de Indias. En el Cabildo del siguiente día acordó el
Ayuntamiento promover la Jura solemne de Fernando VII, y el día 1o de
agosto presentó al Virey su Representación al efecto hecha por el Regidor
Azcárate en un éxtasis de amor y fidelidad.»
42 «No se dio a luz25 porque se envidió a la Ciudad esta gloria. Pero es cierto que
de la abdicación de la Corona que había hecho Carlos IV en Aranjuez el día 19
de marzo, no sólo se sabía ya en México por documentos indubitables el día 15
de julio, como consta de la Gazeta mexicana de ese día, sino que con fecha del
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prosternados, se escandalizan mucho más del denuedo con que los Regidores
se producen, y de los aplausos con que el pueblo los apoya. Temores antes de
Napoleón, temores ahora de la Ciudad y pueblo fiel ; recelan comprometerse
con aquél o éstos, tergiversan, y quieren dexar solo al Virey en el empeño en
que lo han puesto. Él los obliga a escribir. No pueden menos entonces que
alabar el celo y fidelidad del Ayuntamiento, pero intentan rebaxarle la
representación, disminuyen el peligro para negarse a los remedios que
propone conformes a las leyes ; diestros en el manejo antiguo de la Corte de
dividir los habitantes de América para esclavizarlos a todos27, sugieren [p.
33] un medio que, falle o no, ha de rodearlos del apoyo de los vecinos
europeos en contrapeso del que el pueblo regnícola presta al Ayuntamiento ;
en fin pretenden hacer sospechosos al mismo Virey los pasos del
Ayuntamiento, quando ellos son los que desde el primer Acuerdo del 15 ya
trataron de quitarle de enmedio, y volvieron a tratar de lo mismo en el de 21
de julio.
45 No era, ciertamente no, porque el Virey hubiese incurrido en alguna nota de
trayción o infidelidad, sino porque temían su poder y 20 mil hombres de
tropas acantonadas entre Orizaba y Córdoba, que estaban precisamente a sus
órdenes. Pero el primero era sólo efecto de la imprevisión de las leyes de
Indias que invistieron al Virey de un poder absoluto sin ponerle un verdadero
contrapeso, y las tropas reunidas lo estaban ya antes, como en tiempos de
Branciforte y Azanza38, para velar sobre las costas, existiendo guerra con la
Gran Bretaña. Por eso los Oidores en el día 21 tomaron empeño en
persuadirle que no se separase de los consejos del Acuerdo, porque con él
podía todo y casi nada sin él28, aunque ellos bien sabían que su voto es
meramente consultivo, y al Virey pertenece, según las leyes, el conocimiento
de todas las materias gubernativas privativa, exclusiva e inhibitivamente.29 El
Virey prometió al Acuerdo proceder siempre en harmonía con él por eso
dixeron los Oidores en su respuesta a la Ciudad, del 21, que había procedido y
procedería de acuerdo con ellos en todas sus determinaciones.
46 Pero esa unión puntualmente era la que más alarmaba a la Ciudad, porque
había visto la cobarde política de los Oidores y sabía su sumisión a las órdenes
del Consejo de [p. 34] Indias, que, habiendo sucumbido, mandaría y mandó
reconocer a José Napoleón. Por eso la Ciudad siguió con tesón hasta el fin su
marcha generosa para conservar aquel Reyno a Fernando VII, procurando
poner un dique a la autoridad ilimitada del Virey, en conformidad a las leyes
constitucionales.
47 Ni faltaron togados juiciosos que pensasen así. «Tiempo había, dice un
Alcalde de Corte30, que yo, considerando el poder de los Vireyes y los peligros
a que podía exponerlos su autoridad colosal, había ido meditando y
escribiendo los medios de contener su despotismo, y de que los vasallos
oprimidos tuviesen algún recurso más cercano que los del trono por la
distancia de la Península. Estos documentos, que conservo, acreditarán
siempre mi modo de pensar, y que de antemano meditaba yo en precaver todo
peligro de infidelidad, abuso de autoridad y la violencia o vexación de los
vasallos.
48 «Ahora que con ocasión del silencio que se guardó y juró guardar al publicar
las renuncias de Bayona se suscitaron mil hablillas y presunciones, propuse
en el Acuerdo del 21 de julio ( a que por primera vez fuimos citados los
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Alcaldes de Corte) que por todas vías se llamase al Infante D. Pedro que
gobernase como Regente para reunir la opinión y evitar el germen de
divisiones. Pero como nadie siguió mi propuesta por haber dicho el decano
(Carvajal) que S. E. no soltaría prendas, traté con varios Señores de que pues
no había autoridad que en España debiese reconocerse, ni alguna en México
que pudiese contener al Virey si se precipitaba, porque no solía embarazarse
mucho con las consultas del Acuerdo, el único medio que hallaba para evitar
en el caso los desastres de una conmoción popular, era una Junta
representativa del Reyno declarando al [p. 35] Virey el exercicio de la
autoridad suprema en lo necesario y por sólo el tiempo que durase la
necesidad, y poniéndole con una Junta permanente el correspondiente
contrapeso. En estos términos convino el Oidor Bataller que entraría S. E.
pues de lo contrario dificultaba que tragase el anzuelo que debía sujetarle.
49 «Pero como pasase el tiempo en inacción llegaron, en 29 de julio, las noticias
de la insurrección general de España para sacudir el yugo francés y recobrar
la libertad ; y aunque respecto de nuestro peligro próximo y de las
necesidades políticas y económicas en que nos tenía nuestra situación no
variaban las cosas, variaron muchos de dictamen, temiendo unos y
aparentando otros que qualquiera Junta que se convocase era principio de
revolución, y que los americanos aspiraban a la independencia, sin más
fundamento que la sospecha genérica de la propensión natural a ella, y contra
su sumisión y la fidelidad que tiene acreditada Nueva España con hechos muy
notables.» Esto se verá en la serie39 de la Historia.
Notas
1. El día 13 llegó a Vera Cruz, y el 14 recibió el Virey la noticia por un extraordinario.
2. Lib. 3, tít. 19, Part. 2.
3. Tengo copia autenticada en toda forma de estos tres Cabildos de la Ciudad y de todos los
demás que en adelante citaré, como de los Reales Acuerdos, Representaciones, &c.
4. Extrañaron muchos que la Ciudad en esta representación mentase sólo a Fernando VII
como Príncipe de Asturias, aunque el Virey había hecho ya publicar el día 9 de junio en la
Gazeta Extraordinaria de México la igual de Madrid, que refería la exaltación al trono de
Fernando VII con lo ocurrido en Aranjuez en 18 y 19 de marzo, e igualmente había mandado
al Regente de la Audiencia desde San Agustín de las Cuevas (distante más de 4 leguas de
México) hiciese repicar y hacer salvas, a lo que se siguió después de tres días, presente el
Virey, Te Deum y Misa de gracias en la catedral. Pero el lector tenga paciencia, y verá que la
Ciudad no podía expresarse de otra suerte por ahora, pues no se había proclamado ni jurado
aún a Fernando VII. Si notare que entre los Infantes sólo se nombra a D. Carlos y D. Antonio,
así lo han hecho todos los españoles, porque sin otros motivos éstos son los que adhirieron a
Femando VII.
5. Cabildo de la Ciudad el día 29 de julio.
6. Real Acuerdo de 21 de julio.
7. Faltaba sólo la última mano a los primeros libros de esta Historia, quando llegaron a mis
manos así unas breves notas del Virey al Quademo de Cancelada, como una copia de su
Defensa dirigida desde el Castillo de San Sebastián, el día 9 de noviembre 1809, al Consejo
reunido de España e Indias, digna de todo crédito por estar bien apoyada en documentos
auténticos, y al fol. 40 habla del primer Acuerdo del día 15 de julio 1808, «a que convocó
todos los Oidores con los Fiscales para consultar sobre las citadas Gazetas de Madrid que
acababa de recibir, y dice que el Fiscal de lo criminal Robledo, que fue el primero que habló,
propuso que antes de tratar la materia toda, habían de hacer juramento de guardar sigilo en
lo que allí se conviniera y acordara, cuyo juramento se hizo con la mayor formalidad sin
escusarse ninguno. Siguió probando que la renuncia era nula por la opresión de SS. MM. y
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que comprehendía no se debía obedecer a Napoleón ; [p. 12] que le parecía conveniente
llamar a los ingleses, y que llevasen allí al Infante D. Pedro ; se hicieron otros discursos y se
acordó no dar cumplimiento en nada a las órdenes de Napoleón, mantener el Reyno en
defensa, y permanecer en expectación del giro que tomasen las cosas. El Fiscal de lo civil
Sagarzurieta preguntó : ¿si en caso de faltar el Virey debía mandar como tal la Audiencia?
pues la orden que había de que por su ausencia mandase el militar más antiguo hasta el grado
de Coronel efectivo, comprehendía que se había sacado subrepticiamente, y era de parecer se
declarase así. El Virey se opuso reflexionando que no había autoridad para variar ni alterar
las órdenes comunicadas, antes se les había de dar puntual cumplimiento, y todas quantas
resoluciones se tomasen habían de ser en nombre y porque lo mandaba Fernando VII ; a lo
que se atemperaron los demás, y se mandó extender la Acta expresando que en nada se había
de obedecer a la Francia, ni a orden que fuese de España dirigida por los franceses, con lo que
se cerró el Acuerdo.»
Prosigue el Virey contando que luego se le presentó la Ciudad, que arengó conforme a lo
contenido en su representación del 19 respondiéndole según dice el Cabildo de ese día, y que
«no podía contestar de oficio hasta pasar su Escrito al Real Acuerdo, a quien de facto lo pasó,
oficiándole que si creía del caso su asistencia para resolver, esperaba su aviso. Que fue
llamado al Acuerdo después de haber conferenciado los Oidores, y que estando poniendo la
contestación a la Ciudad el Señor Aguirre, volvió el Fiscal Sagarzurieta a preguntar ¿qué era
lo que se había de decidir sobre el mando de la Audiencia a falta del Virey ? Éste repitió lo que
antes dixo, aclarando más el asunto, de modo que el Fiscal de Real Hacienda Borbón dixo :
¿con que el Real decreto queda en su misma fuerza?, y el Virey afirmó.»
Dice éste que «el Señor Aguirre propuso que se comisionase un Ministro que fuese a informar
a la Ciudad de lo tratado, y el Virey nombró al Señor Bataller, que aceptó con disgusto. Pero
[p. 13] que el Señor Aguirre, habiendo reflexionado podría haber alguna etiqueta en la Ciudad
sobre asiento u otra cosa, propuso como mejor que el Virey la convocase a Palacio para
enterarla. Éste admitió con la condición de que se le pusiese por escrito la contestación para
leérsela y enterarla mejor que podrían sus cortas voces. Convinieron en ello, y a poco rato el
Señor Aguirre estuvo a prevenir al Virey avisase a la Ciudad que no viniese en cuerpo por la
respuesta, sino que enviase una Diputación. Mas aunque la llamó, no quisieron hallarse sino
en Cuerpo para enterarse todos en un asunto de tanta gravedad, como concurrieron
efectivamente el día 23.
«Que el Virey esperaba la contestación del Acuerdo prometida, y quando vio en la que recibió,
y deberá parar en la Secretaría, que nada absolutamente decía de lo que se debía contestar y
se había convenido, hizo cargo de ello al Señor Aguirre, mandando al mismo tiempo llamar a
los Señores Fiscales, quienes no pudieron menos que apoyar con el Virey lo que se había
acordado, quando a la sazón se le presentó el Senõr Oidor Villafañe en su Despacho con el
libro de Acuerdos principiado el encabezamiento del que había quedado hecho, y aun el Virey
le dictó alguna clausula que se le había pasado, lo firmó y se lo llevó para que los demás
hicieran lo mismo, encargándole recogiese precisa y prontamente todas las firmas, como se
persuade lo habrá hecho, y le enviaron la otra contextación, que también habrá de estar en la
Secretaría, sin que nada más se hubiese tratado con la Ciudad hasta la convocación de las
Juntas.»
Estos detalles, en que ya comienzan a figurar los Oidores Aguirre y Bataller y el Fiscal
Sagarzurieta, gefes del partido antivireynal en la Audiencia y fuera, indican más claramente
las intrigas de aquel cuerpo, y cómo ya habían resuelto entre ellos antes de todo derribar al
Virey y apoderarse del mando, para lo qual, al mismo tiempo que decían a la Ciudad que nada
se debía alterar, inten[p.l4]taban anular la Real orden que da la Comandancia general al
militar que haya más antiguo en grado, incluso el de Coronel efectivo, caso de faltar el Virey.
Para cuya inteligencia, que después habremos menester, es de advertir que, según las leyes de
Indias, caso que el Virey no haya llevado un pliego cerrado en que va nombrado su succesor o
succesores, y debe abrirse en muriendo u ocurriendo lance semejante (por lo que se llama
Cédula de mortaja o Pliego de providencia), entra la Real Audiencia a gobernar, y la
Capitanía general pertenece al Decano, sino que habiéndose establecido después Regentes de
las Audiencias se mandó entenderse de ellos lo que las leyes antes dixeran de los Decanos.
Pero siendo Ministro de Indias el marqués de la Sonora, y habiendo muerto de Virey su
sobrino D. Bernardo de Gálvez, que no había llevado el pliego, la Audiencia Gobernadora,
baxo pretexto de no dar al tío la pesadumbre en derechura, sólo avisó al Ministro de Estado
Floridablanca, quien se aprovechó de la ocasión para obtenerle del Rey el Vireynato a D.
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Manuel Flores. Sin embargo que éste apresuró su viage, ya le había precedido una Real Orden
enviada por el marqués, que dio el interinato al Arzobispo Haro, despojando a la Audiencia
del bastón y previniendo que en igual caso tuviese el de Capitán general el militar más
antiguo, como dicho está. La Audiencia hizo sus representaciones y consiguió que la
Capitanía general residiese en todo el Cuerpo de la Audiencia, y el militar más antiguo fuese
sólo Comandante general de las armas. Por tanto quando Cancelada dice en su nota a la pag.
41 que Godoy fue quien destruyó la buena máxima de que se llevasen pliegos de providencia,
desatina sin concierto como siempre.
8. Es una inexactitud : la Sala de Alcaldes del Crimen hace un solo tribunal con los Oidores.
9. Cabildo de la Ciudad el día 23 de julio.
10. Apuntes históricos del Señor Villaurrutia.
11. Los Oidores de Valencia que hicieron ir contra el pueblo a Moncey debieron su vida al P.
Rico, que lo capitaneaba y escondió los despachos en que Murat les respondía. Pero ésos
mismos, hechos Diputados en Cortes, hicieron prender en Cádiz y desterrar al P. Rico no más
porque escribió La revolución de Valencia18. Los Oidores de México prendieron también a los
fieles Regidores Síndico Verdad y Abogado Azcárate. Aquél murió en la prisión, y éste,
aunque moribundo, aún existe en ella.
12. Cabildo de la Ciudad, el día 23 de julio.
13. Representación de la Ciudad el día 3 de agosto.
14. Torquemada, Monarquía Indiana, lib. 4, cap. 18.
15. El Español, númo. 1, pág. 12, nota.
16. Consta en la Gazeta de México, n° 105, de 1o de octubre.
17. Ibíd., n° 115, de 19 de octubre.
18. Ley recopilada de Castilla 2a, tít. 3, lib. 3.
19. Ley 24, tít. 1, lib. 2.
20. Decir allá Comercio o Cuerpo de europeos es lo mismo. Hay algunos pocos criollos, pero
aun ésos tienen que declarar en su incorporación al Comercio la parcialidad que elijan de
Vizcaínos o Montañeses, entre quienes está dividido el Comercio, aunque estos últimos
todavía se subdividen en Liebaneses, &c.
21. Quando la Audiencia se apoderó de la persona del Virey y de todos sus papeles, se
encontraron cartas de los Ministros de España en que, pidiéndole 9 millones, fuertes, le
decían que tenían, si no, el puñal de Napoleón en la garganta. Órdenes de Carlos IV le
mandaban remitir todo el producto de la Caxa de consolidación sin invertir nada en otra cosa
so pena de pagarlo de su bolsillo, y buques ingleses venían a llevarlo con pasavantes de los
Ministros de España.
22. Cabildo de la Ciudad, el día 23, ut supra.
23. Defensa del Virey.
24. Cabildo de la Ciudad de lo. de agosto. Representación del Regidor Azcárate.
25. Representación del Regidor Azcárate.
26. Ley 2, tít. 15, lib. 5.
27. No es una calumnia sino un hecho tan notorio, que el barón de Humboldt lo afirma y
repite en varias partes de su Estadística de Nueva España dedicada a Carlos IV.
28. Apuntes históricos. Defensa del Virey.
29. Leyes 42 y 43, lib. 2, tít. 15, Recopilación de Indias.
30. Apuntes históricos.
Notas finales
1 Ésta es la tesis de Mier. Véase la "Introducción".
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3 Lugar de recreo muy concurrido al sur de México. El virrey acudía allí muy amenudo,
especialmente para presenciar peleas de gallos. Allí había recibido la noticia de los
acontecimientos de Aranjuez.
7 Véase la "Introducción".
8 Se trata del sobrino de Fernando VII, hijo de Carlota, la reina de Portugal, refugiada en el
Brasil; este niño de 10 años es el futuro emperador del Brasil.
9 Fue el gran enemigo de Mier cuando el sermón de Guadalupe de 1794 (véase el Apéndice).
13 Jacobo de Villaurrutia era un gran amigo de Mier. No hemos podido dar con este texto.
15 Los mal pensados dijeron que, "por si acaso", el virrey había conservado la hoja que
contenía su propio nombramiento.
17 Antonio Porlier, nacido en 1722 en las islas Canarias, desempeñó primero varios cargos en
América —Oidor de los Charcas, Fiscal de lo Civil en la Audiencia de Lima— ; después fue
nombrado Fiscal del Consejo de Indias en 1775, y luego Consejero de la Cámara del mismo
(1780) y Secretario del Despacho Universal de Gracia y Justicia de las Indias (1787).
Caballero de la orden de Carlos III, fue hecho marqués de Bajamar en 1791. Véase Guillermo
LOHMANN VILLENA, Los ministros de la Audiencia de Lima (1700-1821). Sevilla, C.S.I.C.,
E.E.H.A., 1974, págs. 103-104.
18 Juan RICO, religioso franciscano, cabecilla del pueblo de Valencia, obligó al Real Acuerdo
a declararse contra los franceses el 23 de mayo de 1808. Con algunos oficiales del ejército,
capitaneó un verdadero "golpe" militar contra las autoridades que tendían a contemporizar.
Para justificar su acción, publicó las Memorias históricas sobre la Revolución de Valencia.
Cádiz, 1811. Varios miembros de aquel Real Acuerdo fueron, en efecto, elegidos diputados a
Cortes. Mier cita varias veces este episodio, comparándolo con el caso mexicano. Véase
también infra, pág. [691].
21 Falta aquí «ni en pedir el juramento que contiene su anterior representación [...] quieta y
magnífica posesión. Véase la "Introducción", e infra, págs. [23] y sigs. Ref. LAFUENTE
FERRARI [178], págs. 383 y sigs.
22 México es, en efecto, Audiencia pretorial, de la cual dependen las Audiencias subordinadas
de Santo Domingo, Guatemala y Guadalajara.
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24 Aquí falta la palabra «comunal».
27 Veracruz, cuyo nombre primitivo era "Villa Rica de la Vera Cruz", fundada por Cortés en
1519.
28 El Gobernador general.
29 Mier había sido capellán castrense en el ejército del general español Blake. Véase supra,
Pról., pág. [VII].
32 No vimos tal.
34 Esto es bastante exacto. La cofradía de Nfa Sfa de Aránzazu, la de los vizcaínos, era un
verdadero poder financiero.
35 Véase la "Introducción".
37 El Diario de México de los 30-31 de jul., 1o,2 y 3 de ag., da una descripción impresionante
de esta alegría popular y prácticamente unánime.
38 Son los dos antecesores de Iturrigaray. Azanza fue luego ministro de José Bonaparte.
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