Historia de La Revolución de Nueva España - Historia de La Revolución de Nueva España. Libro I - Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos

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Libro I - Centro de estudios mexica…

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Centro de
estudios
mexicanos y
centroamericanos
Historia de la revolución de Nueva España | Fray Servando Teresa de Mier

Historia de la revolución
de Nueva España. Libro
I
p. 41-64

Texto completo
1 [p. 1] El 15 de julio de 1808 fue el infausto día en que la Nueva España
(llamada Anáhuac antes de la conquista) oyó atónita que la antigua estaba
ocupada por los exércitos franceses y sus Reyes sin libertad en Bayona, y el 16
se publicaron las Gazetas de Madrid del 13, 17 y 20 de mayo, que contenían
sus renuncias en favor de Napoleón y la obediencia de los Consejos y
Tribunales de la Corte a Murat como a Lugarteniente General del Reyno, sin
otro preámbulo ni explicación en la Gazeta de México que decir : «Las había
trahído la barca Ventura1, procedente de Cádiz, el 26 de mayo, y que aunque
nada había llegado de oficio sobre los puntos a que se contrahían,
conferenciados maduramente por el Señor Virey D. José Iturrigaray con los
Ministros del Real Acuerdo, y de conformidad con su uniforme dictamen,

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había dispuesto S. E. se publicasen en aquel periódico para noticia y


conocimiento de todo el Reyno.»
2 [p. 2] Un golpe de rayo parecía haber herido a los habitantes de México con
esta gazeta. Cómo darles tales noticias sin expresar la indignación que
merecían y fixar así la opinión general que más bien parecía aguardarse con
este tono enigmático! Viene gran daño, dice la ley2, en caso de una guerra
súbita y traydora, porque se levanta gran blasmo non tan solamente a los
que lo facen, mas aun a todos los de la tierra, si luego que lo saben no
muestran que les pesa yendo luego al fecho y vedándolo muy cruelmente.
Súpose luego que los Oidores en el citado Acuerdo del día 15 habían exigido1
juramento al Virey y prestádolo entre sí de guardar secreto sobre su
contenido. Se creyó por tanto que el Reyno estaba en un peligro igual al de la
Península, y cada casa de México era un cónclave consternado sobre la
elección de gobierno y medios de salvar la Nueva España. El Ayuntamiento de
la Ciudad, que a impulsos de su lealtad ya se había juntado a deliberar desde
los primeros rumores en los días 15 y 163, quando ya se juzgó con datos
positivos mediante la gazeta publicada por el gobierno, extendió una
representación enérgica, que formado en cuerpo y en toda ceremonia llevó y
leyó al Virey en la tarde del día 19, la qual, aunque ya se imprimió en Sevilla
en el tomo 4° de la Demostración de la lealtad española, copiaré aquí2 por su
importancia.
3 «La muy noble, muy leal, e imperial Ciudad de México, metrópoli de la
América septentrional, ha leído con el mayor asombro las tristes noticias que
comprehenden las Gazetas de Madrid de 13, 17 y 20 de mayo. Mira la
poderosa monarquía española vestida de luto, [p. 3] penetrada de dolor,
llena de angustia y eclipsada, porque el brazo exterminador de los reyes
arrancó de su trono a su legítimo Soberano el Señor D. Carlos IV a su mui
apreciable hijo el Serenísimo Príncipe de Asturias43, y a los Infantes D. Carlos
y D. Antonio, y llora inconsolable como los demás reynos la desgraciada
suerte de la augusta y Real familia que hacía sus delicias. Entrevé en los
papeles públicos la opresión y la fuerza que experimentaron para salir del
seno de sus leales pueblos y de en medio de sus amantes vasallos a una Corte
extrangera, en donde el poder y la fuerza consumaron la obra de su ruina por
medio de la abdicación del solio mayor de la tierra, hechos que por sí solos
serán en todos tiempos el testimonio decisivo de la atroz sorpresa que nunca
se creyó posible.
4 «Vuelta en sí del lúgubre éxtasis en que quedó sumergida, advierte que debe
aprovechar los momentos para conservar a su Rey y Reales succesores el
opulento Rey [p. 4] no a quien representa poniéndolo a cubierto de los
peligros. Con el noble orgullo con que grita ante el universo todo que desde su
conquista hasta el día ha dado a sus amados Monarcas y Señores las pruebas
más realzadas de su zelo y lealtad, profiere ante la muy respetable persona de
V. E. sostendrá con la mayor energía el juramento de fidelidad que prestó al
Señor Carlos IV en el acto de alzar pendones por S. R. M. y el que gustoso
repitió al reconocer al Señor Príncipe de Asturias por inmediato succesor de
la Corona. La obligación sagrada en que la constituye este homenage se halla
impresa en los corazones de sus habitantes, y ni el poder, ni la fuerza, ni el
furor, ni la misma muerte son bastantes para borrarla.

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5 «Esa funesta abdicación es involuntaria, forzada, y como hecha en el


momento del conflicto es de ningún efecto contra los respetabilísimos
derechos de la nación. La despoja de la regalía más preciosa que le asiste.
Ninguno puede nombrarle Soberano sin su consentimiento; y el universal de
todos los Pueblos basta para adquirir el Reyno de un modo digno, no
habiendo legítimo succesor del Rey que muere natural o civilmente. Ella
comprehende una verdadera enagenación de la Monarquía, que cede en favor
de persona que en lo absoluto carece de derecho para obtenerla, contraría el
juramento que prestó el Señor Carlos IV al tiempo de su coronación, y es
opuesta también al solemnísimo pleito homenage que hizo el Señor Carlos I a
esta Nobilísima Ciudad, como metrópoli del Reyno, de no enagenarlo ni
donarlo, de lo que no tiene privilegio.
6 «La monarquía española es el mayorazgo de sus Soberanos fundado por la
nación misma, que establece el orden de succeder entre las líneas de la Real
familia ; y de la propia suerte que en las de los vasallos no pueden alterar los
actuales poseedores los llamamientos gra[p. 5]duales hechos por los
fundadores, la abdicación involuntaria y violenta del Señor Carlos IV y su hijo
el Señor Príncipe de Asturias hecha a favor del Emperador de los franceses
para que señale otra dynastía y gobierne al Reyno es nula e insubsistente, por
ser contra la voluntadde la nación que llamó a la familia de los Borbones
como descendientes de hembra de sus antiguos Reyes y Señores.
7 «Por esta causa no prevalece ni respecto de los legítimos succesores de S. M..
Dispuso de bienes incapaces de enagenarse por fuero especial de la nación,
que los confió a su Real persona únicamente para su mejor gobierno y
acrecentamiento, y para que en su total integridad pasasen a su digno
succesor el Serenísimo Señor Príncipe de Asturias. En consecuencia la
renuncia ni abolió la incapacidad natural y legal que todos tienen para
enagenar lo que no es suyo, ni menos pudo abolir el justo derecho de sus
Reales descendientes para obtener lo que la naturaleza les concede en su
respectivo caso y vez. Esta máxima justísima decidió a la misma Francia a
tomar parte en la cruel y porfiada guerra de succesión, quando por muerte del
Señor Carlos II disputaron la herencia rica del universo las dos antiguas y
grandes casas de Austria y Borbón, sosteniendo la primera al Señor
Archiduque de Austria, Carlos, después VI en el Imperio de Alemania, y la
segunda al Señor Duque de Anjou, Felipe V el Animoso. Consideró injusta y
nula la cesión que Luis XIV el Grande hizo en unión de su muger la Señora
Infanta Real de España María Teresa del derecho de succesión a la Corona
por sí, sus hijos y succesores, por no tener facultad para privarlos de esta
importantísima opción, que no tomaba origen en su persona, sino en el
consentimiento universal de la Monarquía, que en unión de sus Soberanos
consintió en el [p. 6] matrimonio como medio de propagar la estirpe Real
por las hembras. Y si la historia presenta que el invicto Señor Carlos I y el
mismo Señor Felipe V renunciaron la Corona en los Señores sus hijos Felipe
II y Luis I, desde luego se conoce que su exaltación al trono fue
principalmente por estar jurados para succeder a sus Reyes padres, y porque
sus augustas personas no carecieron de derecho para obtenerlo.
8 «En la monarquía, como mayorazgo, luego que muere civil o naturalmente el
poseedor de la Corona, por ministerio de la ley pasa la posesión civil, natural,
y alto dominio de ella en toda su integridad al legítimo succesor ; y si éste y

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los que le siguen se hallan impedidos, pasa al siguiente en grado que está
expedito. En ningún caso permanece sin Soberano, y en el presente, el más
crítico que se leerá en los fastos de la América, existe un Monarca Real y
legítimo, aun quando la fuerza haya muerto civilmente e impida al Señor
Carlos IV y Serenísimo Príncipe de Asturias y Reales Infantes D. Carlos y D.
Antonio el unirse con sus fieles vasallos y sus amantes pueblos, y le son
debidos los respetos de vasallage y lealtad.
9 «Por su ausencia o impedimento reside la Soberanía representada en todo el
Reyno y las clases que lo forman, y con más particularidad en los Tribunales
superiores que lo gobiernan y administran justicia, y en los Cuerpos que
llevan la voz pública, los quales la conservarán intacta y sostendrán con
energía como un depósito sagrado para devolverla a Carlos IV, Príncipe de
Asturias, Infantes D. Carlos y D. Antonio, cada uno en su caso y vez, quando
libres de la opresión vuelvan a sus reynos sin tener dentro de sus dominios
fuerza extraña que pueda coartar su voluntad ; y si la desgracia los persiguiese
hasta el sepulcro, el Reyno, unido por sus superiores Tribu[p. 7]nales,
Metrópoli y Cuerpos que lo representan en general y particular, le devolberá a
alguno de sus succesores en la misma dynastía.
10 «La existencia efectiva del Monarca legítimo produce otro efecto justo y
necesario, y es que subsista el gobierno baxo el mismo pie que antes; las leyes,
cédulas y Reales órdenes permanecen en todo su vigor para reglar nuestras
operaciones ; y en las actuales circunstancias sería crimen de alta traición
pensar siquiera en traspasar sus sabios límites.
11 «México, en representación del Reyno4 como su metrópoli, y por sí, sostendrá
los derechos de su augusto monarca Carlos IV, Príncipe de Asturias y demás
Reales succesores que refiere ; y reduciendo a efecto esta resolución pide que
ínterin vuelven S. M. y AA. al seno de su monarquía, recobran la libertad y
evacuan la España las tropas francesas que están apoderadas de su corte,
plazas fuertes y puertos, y dexan a S. M. y a la nación enteramente libres para
sus deliberaciones y sin tener en ellas parte alguna directa ni indirectamente,
continúe V. E. provisionalmente encargado del gobierno del Reyno como
Virey, Gobernador y Capitán General sin entregarle a Potencia alguna
qualquiera que sea, ni a la misma España, aunque reciba órdenes del Señor
Carlos IV desde la Francia, o dadas antes de salir de sus Estados, para evitar
toda suplantación de fechas, fraudes y fuerzas del Emperador de los
franceses, como renunciatario de la Corona, o del Duque de Berg5 en calidad
de Governador del mismo Emperador o Lugar Teniente de la España, no la
entregue tampoco a otro Virey que o nombrase S. M. el Señor Carlos IV o el
Serenísimo Príncipe de Asturias baxo la denominación de Fernando VII antes
de salir de España por la causa dicha, o después desde la Francia, o el
Emperador, o el Gran Duque de Berg para reemplazar [p. 8] a V. E. en el
mando de estos dominios. Asimismo, aun quando V. E. sea continuado en el
Vireynato por alguno de los Señores Reyes, no obedezca ni cumpla esta orden,
sino que continúe en el gobierno por sólo el nombramiento provisional del
Reyno reunido con los Tribunales superiores y Cuerpos que le representan.
Para lo qual otorgue V. E. el juramento y pleito homenage al Reyno conforme
a la disposición de la ley 5, tít. 15, part. 2, en manos del Real Acuerdo y a
presencia de la N. C, como su metrópoli, y demás Tribunales de la Capital, los
que sean citados solemnemente ; que también jure V. E. que durante su

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provisional mando gobernará el Reyno con total arreglo a las leyes, Reales
órdenes y cédulas que hasta ahora han regido sin alteración alguna, y
conservará a la Real Audiencia, Real Sala del Crimen, Tribunal Santo de la Fe,
a la Real Justicia, a esta Metrópoli, Ciudades y Villas en el uso libre de sus
facultades, jurisdicción y potestad, que defenderá el Reyno de todo enemigo,
conservará su seguridad y sus derechos, hasta sacrificar su vida, sus bienes y
todo quanto penda de sus arbitrios y facultades.
12 «Que igual juramento e igual solemne pleito homenage presten en manos de
V. E. la Real Audiencia, Real Sala del Crimen, esta N. C, como metrópoli del
Reyno, y los demás Tribunales sin reservar alguno. Lo propio executen el M.
R. Arzobispo, RR. Obispos, Cabildos Eclesiásticos, Gefes militares y políticos
y toda clase de Empleados en el modo y forma que V. E. disponga,
concediéndole a la N. C. pueda dar parte a las demás Ciudades y Villas del
Reyno de este su pedimento.
13 «El interés público y común de la patria, el bien de la nación, su felicidad, el
distinguido amor y acendrada lealtad para con sus augustos Soberanos exigen
asimismo que por V. E. en unión del Real Acuerdo se declare por [p. 9]
traydor al Rey y al Estado a qualquier persona, sea del rango que fuere, que
contravenga a este juramento, y se le castigue sin remisión con las penas
prevenidas por las leyes para escarmiento de los demás.
14 «Este es el concepto general del Reyno, que explica México como su
metrópoli, y manifiesta a V. E. y a todo el orbe. Sus habitantes están
dispuestos a sostenerlo con sus personas y sus bienes, y a derramar hasta la
última gota de su sangre para realizarlo. En defensa de causa tan justa la
misma muerte les será apacible, hermosa y dulce. De este modo terminarán la
carrera de sus días con la noble satisfacción de ser dignos hijos de sus
gloriosos padres, de quienes heredaron el valor y la lealtad. Las mismas
madres pondrán en las manos de sus hijos el sable y el fusil para que vuelen al
lugar del peligro a remplazar a sus padres, y quando no quede otro recurso,
ellas con los ojos enjutos pondrán fuego a las Ciudades y Pueblos, y abrazadas
con los más pequeñuelos se arrojarán en medio de las llamas para que el
enemigo sólo triunfe de las cenizas, y no de nuestra libertad.
15 «Les queda el dolor a los mexicanos de no poder volar por el Océano a unirse
con sus padres para sostener a su Rey y a la Monarquía ; su valor y su
entusiasmo obrarían prodigios para redimirle de la fuerza con que gime
oprimido, y se darían por satisfechos únicamente o con la victoria, o
quedando tendidos en el campo anegados en su sangre, publicando sus
heridas como por otras tantas bocas no hay Ciudad como la de México, cabeza
y metrópoli de la Nueva España, ni más fieles vasallos, elogio que ha muchos
años merecieron por su amor y servicios al trono español.»
16 Se congratula luego la Ciudad de tener el Reyno en tan críticas circunstancias
a la frente del gobierno a un Capitán tan experto y valeroso como el actual
Virey, y colocados en [p. 10] la Real Audiencia a unos Ministros sabios y
patriotas, que en unión de S. E. sostendrán con sus consejos sus verdaderos
intereses, la libertad, «y lo que es más, prosigue, los derechos de su Soberano
y Real familia. Esta N. C., fundada en un principio tan feliz, no pretende
anticipar providencias que se dicten fuera de tiempo, y espera haya dado V. E.
las oportunas para asegurar el Reyno de todo asalto. Confía en el superior
discernimiento de V. E. y en el del Real Acuerdo las realizen con la mayor

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oportunidad, y con su interesencia como metrópoli cabeza de todos los reynos


y provincias de Nueva España.
17 «En su obsequio manifiesta a V. E. deber contar con los bienes y personas de
sus habitantes y del pueblo de esta Capital, que mediante la voz del Síndico
del Común, llenos de entusiasmo y lealtad sólo esperan las órdenes de V. E.
para obedecerlas, como manifiesta la Representación que eleva a las
superiores manos de V. E. y con los intereses de todos los Regidores
propietarios y honorarios, que están prontos a servir en el punto que V. E. les
señale, armados y mantenidos a su costa.»
18 El Virey mandó al Escribano mayor de la Ciudad certificase5 que «su
pensamiento y resolución eran tan leales como los del Ayuntamiento, hasta
derramar la última gota de su sangre; y que estaba pronto por su parte a
prestar el juramento de seguridad del Reyno que se proponía en todos los
puntos que comprehende.» Asimismo certifica el Escribano que «a las puertas
del Palacio un concurso mui considerable6 de gentes de toda clase y estados
victorearon a la Ciudad quando salía, acompañándola hasta sus casas, y
habiéndoles los Regidores advertido dirigiesen los vivas [p. 11] a nuestro
Soberano, comenzaron a gritar : Viva el Rey nuestro Señor! ; que luego los
Regidores impusieron al pueblo de que no tuviese cuidado, que estaban
tomadas por el Superior Gobierno todas las providencias de seguridad ; y que
el pueblo, que no obstante se mantuvo en las escaleras de la Sala Capitular del
Ayuntamiento, repitió vivas a los Regidores conforme se retiraban, sin que en
todo esto se hubiese notado exceso alguno.»
19 La representación de la Ciudad había sido formada de su orden por su
Abogado, el Regidor Azcárate, y aunque también el Regidor Síndico Verdad
había compuesto otra de su orden, y otra voluntariamente el marqués de
Uluapa7, la Ciudad dio giro a la primera porque contenía todos los puntos
sobre que había deliberado, presentando sin embargo todas tres al Virey.
20 Éste las pasó el mismo día en voto consultivo al Real Acuerdo, quien contestó
en 21 de julio678910 que [p. 12] «recibió la representación de la N. C. y las dos
prudentes y juiciosas de su Síndico Verdad ; y si [p. 13] bien no puede menos
que aplaudir el celo, patriotismo y acendrada fidelidad de la N. C. y de su
Síndico, debe [p. 14] notar en aquélla dos cosas, notadas con solidez y
admirable oportunidad en el oficio de S. E. Primera, que haya tomado, sin
corresponderle, la voz y representación de todo el Reyno, no pudiendo tener
desde la publicación de las Gazetas de Madrid otra noticia que la de algunos
lugares inmediatos. La segunda, que los medios que propone de juramento y
nombramiento provisional ni son adecuados [p. 15] al fin que se propone, ni
conformes a las leyes fundamentales de nuestra legislación, ni coherentes a
los principios que había establecido. En el presente estado de las cosas nada
se ha alterado en el orden de las potestades establecidas legítimamente, y
deben continuar como hasta aquí, sin necesidad de nombramiento
provisional y juramento que pedían, pues tenían hecho el juramento de
fidelidad que dura y durará como emanado de su corazón hasta sacrificar sus
vidas por sus Reyes y Señores naturales ; que aquel nombramiento
provisional y juramento debilitarían más bien que afirmarían aquellos
sagrados inalterables vínculos, y constituirían un Gobierno precario expuesto
a variaciones y tal vez a caprichos, y por tanto sería, a más de ilegal, impolítico
este paso por muy expuesto, y de consecuencias transcendentales. Baxo este

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concepto son de parecer diga V. E. a la Ciudad descanse sobre la fidelidad


acrisolada de V. E. y de todos los Señores Ministros de ambos Tribunales8,
con quienes ha procedido y procederá de acuerdo en todas sus
determinaciones (según corresponde a la importancia y gravedad mayor que
otra ninguna del asunto) pero que excuse en lo succesivo tomar la voz que no
le pertenece por todas las demás Ciudades del mismo Reyno, asegurándole
que quando convenga y nos hallemos en circunstancias que lo exijan, no se
desentenderá V. E. ni este Real Acuerdo en convocar al Cuerpo entero o a sus
representaciones. También son de uniforme parecer que V. E. instruya de
palabra a la N. C. (o una Diputación del mismo Cuerpo) del Acuerdo del día
15, a que se sirvió asistir V. E., para que no sólo quede satisfecha la Ciudad,
sino que pueda disuadir [p. 16] el errado concepto de algunos, que por
ignorancia o malicia querían persuadir que el secreto que llamaban
misterioso envolvía algún designio nada conforme a los principios y
sentimientos de V. E. y del Real Acuerdo. Lo son también que V. E. diga a la
N. C. que si sobre los medios y proporciones de defensa general del Reyno
hallare por conveniente proponer algunos, los oirá V. E. con agrado y
aceptación y los examinará con su discernimiento y prudencia para aceptarlos
en el todo o en parte.
21 «Esto por lo tocante a lo sustancial de la representación de la Ciudad, ahora
pasa el Acuerdo a proponer a V. E. los medios que ha juzgado convenientes
sobre otros puntos. Entiende ser muy del caso manifieste V.E. oportunamente
sus sentimientos y los de este Real Acuerdo en favor de la Casa de Borbón y
sus legítimos succesores a los Vireyes de la América meridional, a los
Presidentes, Governadores y Comandantes generales de esta América, Islas y
Filipinas, Arzobispos, Obispos, Cabildos eclesiásticos y seculares, por lo que
interesa a la concordia y unanimidad de que ha de depender prestarse mutuos
auxilios para causa tan justa. Como el público, a quien no pueden
manifestarse los recursos con que V. E. cuenta, y que sólo juzga por lo que ve,
se halla todavía inquieto acerca de su seguridad, para tranquilizar los ánimos
y asegurar el sosiego propone el Real Acuerdo a V. E. dos medios : el uno,
hacer rogativas públicas por la salvación del Rey, España y este Reyno como
el pueblo desea, y el otro, que V. E. se sirva mandar cese la Real Cédula de 26
de diciembre de 180411, respectiva a la enagenación de Fincas, Obras pías y
demás que comprehende, suspendiendo por ahora los efectos de dicha Real
Cédula no solamente en el distrito de esta provincia sino en todas
generalmente, anunciándose así al público, o desde luego, o tratando el
asunto en Junta superior del ramo, en la que se podrán [p. 17] acordar
también los medios de indemnizar a algunos de los partícipes, o los
propondrá este Real Acuerdo, si lo tuviese V. E. por conveniente, pues
estamos en el caso de que V. E. estudie en atraher y reunir la fidelidad y
benevolencia de los habitantes de todo este Reyno, y seguramente no hallará
V. E. otro medio ni más adecuado ni más eficaz.»
22 Aunque el Virey a solicitud del Oidor Aguirre avisó a la Ciudad concurriese a
oír la respuesta que el Acuerdo había dado a su representación en diputación
y no en cuerpo, dos regidores que vinieron a suplicarle permitiese que todos
pasaran a enterarse de una resolución interesantísima a todo el Reyno
consiguieron que S. E. accediese, y la Ciudad se le presentó en cuerpo el día
23 del mismo julio.9

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23 El Acuerdo del 15, de que los Oidores resolvieron en el del 21 se instruyese a la


Ciudad para su satisfacción y del público, según se le pasó, es del tenor
siguiente : «En la Ciudad de México a 15 de julio de 1808 el Excelentísimo
Señor Virey, Señores Regente D. Pedro Catani, Oidores Carbajal, Aguirre,
Calderón, Mesía, Bataller, Villafañe, con los Señores Fiscales Borbón,
Sagarzurieta y Robledo : Y habiendo S. E. hecho presente que el objeto era
manifestar las Gazetas últimamente venidas en la barca Ventura con los
números 46, 47, 48, leídas éstas y conferidos sus puntos, después de haber
expuesto cada uno de los Señores su parecer, finalmente por uniforme
dictamen se acordó que por ahora se comunique al público en la Gazeta lo
que consta en las remitidas sus fechas 13, 17 y 20 de mayo ; que se esperen las
noticias ulteriores para lo demás que corresponda ; que entre tanto haga S. E.
[p. 18] examinar prolixamente al comandante, tripulación y pasageros de la
barca Ventura para los fines que se manifestaron ; que respecto S. E. tiene
dadas providencias de precaución para la seguridad interior y exterior
(porque estábamos en guerra con Inglaterra) queda reservado a su celo irlas
aumentando, según lo exigieren las noticias que succesivamente le vayan
continuando magistrados y jueces.— Villafañe.»
24 Por cierto que este Acuerdo contiene providencias urgentísimas, dignas de la
mayor crisis que jamás se leyó en los anales de la Monarquía! ¿Y éste es el
Acuerdo12 que se pasó a la Ciudad para que ella y el público se
desimpresionasen de las sospechas de infidelidad que habían concebido
contra el Gobierno por haberles anunciado tan fría y secamente las renuncias
de Bayona, su aceptación por los supremos tribunales de la Corte, y
obediencia que prestaron a José Napoleón? ¿Para qué ocultar con juramento
un Acuerdo que tanto podían hacer permaneciendo fieles a Fernando VII
como resueltos a entregar el Reyno al intruso succesor? Los Oidores en su
respuesta impresa en la Gazeta de México de 17 de diciembre 1808 responden
al Consejo de Indias (el qual retractaba las órdenes que les había enviado para
reconocer a José Napoleón en las Américas, como el de Castilla había
mandado en las Españas) que «en el Acuerdo de 15 de junio se habían
comprometido ya para no obedecer las órdenes de Murat ni de otro Soberano
que los legítimos de España.» Si fue así ¿por qué hicieron juramento para
ocultárselo al pueblo?, ¿por qué no lo escribieron en el Acuerdo? A lo menos
relaxado ya el juramento del secreto1013 el día 21, ¿por qué siquiera ahora no
se lo advirtieron a la Ciudad para calmar sus justos recelos y el concepto
errado que confiesan había formado el público [p. 19] por la oscuridad de su
conducta? La del pueblo mexicano victoreando la energía de su fiel
Ayuntamiento había declarado su opinión, ¿aún no era tiempo de manifestar
el Acuerdo la que siempre tuvo, para que reunida a la de la metrópoli fixase la
de todos los vasallos del Anáhuac, que podían dividirse y opinar de un modo
opuesto a lo que debía executarse? ¿Para qué tantos embrollos y dificultades
en dictar al Virey el resultado que debía anunciar a la Ciudad en respuesta de
su representación? ¿Por qué prescribirle que sólo la instruyese de palabra del
contenido del primer Acuerdo?
25 ¿Por qué en el Acuerdo del 21 ocultarle al pueblo los medios de defensa que el
Virey había manifestado al Acuerdo, ya que le veían, como confiesan, en tanta
inquietud sobre su seguridad? ¿Por qué no haberlos rebelado al
Ayuntamiento, que, según las antiguas leyes de la Monarquía, era quien debía

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ayuntar y conducir a la lid los pueblos, aun sin llamamiento del Rey, en caso
de una guerra traydora, y que, según las leyes de Indias, debe intervenir en las
Juntas de guerra? ¿Por qué negarse tanto a prestar en tan crítica situación el
juramento de fidelidad que entendieron les pedía la Ciudad? En una palabra,
¿aún les duraba el miedo con que se comprometieron, según ha dicho el Virey
en su Defensa, a permanecer en expectación del giro que tomasen las cosas?
Así se hizo en la guerra de succesión, y así proclamó Liniers14 en Buenos
Ayres. Por fortuna acá huvo mejor Virey, que había ya quemado por su
mano15 las proclamas y papeles franceses que había trahído anteriormente
una embarcación (como lo dixo después en una Pastoral el Arzobispo, que
había visto las cenizas) y estuvo siempre decidido por Fernando VII. Si no, los
togados europeos habrían cedido sin hacer otra cosa que tergiversaciones
ridiculas como los de Madrid, o habrían implorado [p. 20] contra la fidelidad
generosa16 del pueblo las tropas del tirano, como hicieron los de Valencia.1117
26 Por eso el Virey, que conocía a los de México, los toreaba en las Juntas que
después se tuvieron de todas las autoridades. En la primera les dixo : Aún
estamos a tiempo de obedecer las órdenes del duque de Berg, ¿qué dicen V.
SS? —No Señor, no Señor —¿Y qué dirá V. S., le dixo a un Oidor, si las ve
autorizadas con la firma del Señor Porlier18? —Tampoco, tampoco —Pues
entonces no hay que hablar de la Ciudad sino para elogiarla. Quando estos
Señores (los Oidores), que ahora están tan valientes después que han visto
mejorarse las cosas, se pusieron con las caras tan largas en viendo, el día 15 de
julio, las Gazetas de Madrid, y para tratar de estos asuntos se juramentaron
de no decir nada, me encontré al salir con los Regidores que a voz en cuello
vinieron a protestarme impávidos su fidelidad a Fernando VII y que primero
morirían todos que obedecer a las órdenes de Murat.
27 «Ellas van a venir, dixeron al Virey los mismos Regidores el día 23 de julio12, y
tal vez con nuevo Virey y empleados.» (En efecto llegaron luego en la fragata
francesa Vaillant revalidando todas las autoridades, aun eclesiásticas.) «Si
se les da el pase todo es perdido, si no, es [p. 21] un rompimiento de guerra,
y en este caso la nación preguntaría con qué derecho o voluntad se había
procedido, pues no se había captado la del pueblo y sí sólo un parecer del Real
Acuerdo que, aunque revestido de la autoridad correspondiente, no podía
suplir el acuerdo y conformidad del Reyno, siendo por eso necesaria la
reunión de todas las autoridades de él, y en lo pronto, por la urgencia, la de
las autoridades de la Capital. Estamos, Señor, a la orilla del precipicio y no es
tiempo de formar con disputas abultados expedientes, aunque es muy fácil a
la Ciudad satisfacer a las objeciones del Real Acuerdo.
28 «Hecho cargo el Virey de estas y otras razones que esforzó el Síndico de la
Ciudad, quedó convencido de la necesidad y oportunidad de la Junta, y
mandó a la Ciudad las pusiese por escrito en nueva Representación. Ella
expuso que consultaría de nuevo con Letrados de su satisfacción, como lo
executó aquella noche con tres de los más conocidos por su integridad y
literatura19 (y de que dos son hoy Diputados propietarios de Nueva
España20). Impuestos en todo lo que practicó la Ciudad, lo calificaron de
bueno, útil y conveniente. Asimismo que respecto a que en el mismo acto de
negar los Oidores el juramento que se les pedía repetían el de fidelidad, se
desistiera por ahora de eso baxo la protesta de pedirlo a su tiempo en la Junta
de las Autoridades, Cuerpos y demás, para la que el Virey tenía expeditas sus

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facultades, y que era necesario manifestar los fundamentos que tuvo la


Ciudad para usar de la representación de Metrópoli, &c.»
29 No los pudo exponer la Ciudad hasta el día 3 de agosto por varias ocurrencias
de los días intermedios ; pero la claridad exige que antes de referir éstas
coloquemos aquí la respuesta de la Ciudad a las objeciones del Real Acuerdo,
[p. 22] Y desde luego prueba13 que «no se ha excedido en tomar la voz y
representación de todo el Reyno21, porque desde su conquista está en pacífica
posesión de hacerlo como Cabeza y Metrópoli de todas las Provincias y
Reynos de la dominación española en la América septentrional22, ni más ni
menos que Burgos de Castilla, como consta, entre infinidad de hechos y
cédulas, por la de 22 de octubre de 1523 y 26 de diciembre de 1606. Que por
la de 19 de junio de 1568 le está mandado informe quanto le parezca
conveniente a todo el Reyno y al Real servicio, como a los Oidores manda otra
de 1590 reciban sin excusa la información que necesitare o quisiere dar. Por
otras muchas Reales cédulas que cita, y certifica su Escribano existir en su
Cedulario, consta que, en las ocasiones que ha sido preciso nombrar
Procuradores de Cortes por el Reyno, la Ciudad de México ha convocado a
todas sus Ciudades y Villas, cuyos Diputados en unión del Ayuntamiento los
han nombrado en su Sala de Cabildo por concesión voluntaria, sin perjuicio
de sus preminencias, en uso de las quales no se le puede impedir nombre
Procurador de Cortes, &c. Ha contratado también por grandes sumas con el
Rey a nombre de toda la Nueva España, lo que S. M. ha aprobado, aunque
para una contribución general se necesite, según la ley, el consentimiento de
todo el Reyno junto en Cortes, &c, &c.
30 «Ni para asegurar que su pedimento era el concepto general del Reyno
necesitaba ir a averiguar individualmente sus pareceres, pues está lleno de
lealtad, es justo y fundado en las leyes, y (así como México ha merecido por
cédula de 24 de junio de 1548 llamarse la mui noble, [p. 23] insigne, y mui
leal Ciudad de México) toda la Nueva España ha estado dando por espacio de
tres siglos pruebas de amor y lealtad, sin que pueda objetársele el más
mínimo mal pensamiento, aunque sin soldados ni tropas23.» (Pues sólo
comenzaron a establecerse para la expulsión de los Jesuítas.)
31 «En quanto al juramento de fidelidad, quando hubiese pedido que se repitiese
en tan extraordinarias y críticas circunstancias, claro está que no habría
hecho sino imitar al Real Acuerdo, que, teniendo hecho el de guardar secreto
lo mismo que el Virey al ingreso de sus empleos, lo exigieron de nuevo en el
Acuerdo del 15 de julio acerca de las materias que se tratarían, caso que no era
comparable con la efectiva seguridad del Reyno. Y si este juramento no
debilitó el primero ¿por qué se debilitaría con la repetición el de fidelidad? No
lo creyó así Sevilla jurando de nuevo a Fernando VII. ¿Para qué en fin juró
fidelidad el Virey al tomar el mando del Vireynato si ya lo tenía hecho ante las
Vanderas al principio de su carrera militar y quando se incorporó en el Orden
de Santiago? ¿Para qué los Oidores en esta Audiencia, si ya lo habían hecho
en otras, y lo tenían hecho todos como vasallos?
32 «Pero no era el juramento de fidelidad el que la Ciudad les pidió, sino el que
previenen las leyes fundamentales de la Monarquía quando por el
impedimento del Rey está amenazando ruina, el que, según la ley de Partida
que citó, deben dar los guardadores del Rey que se halla en minoridad sin
habérselos nombrado sus padres.

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33 «Los Prelados, dice, los Grandes, y los demás hombres honrados y buenos,
jurando primeramente sobre los Santos Evangelios harán lo que más
convenga al servicio del Rey y pro24 del Reyno, elegirán dos o tres o cinco
personas que le sirvan de Guardadores cumpliendo con sus cargos bien y [p.
24] legalmente, los que juren guardar la vida del Rey y harán lo que más
convenga a la honra y pro de sus reynos en todas las maneras que les sea
posible ; e que el Señorío guarden que sea uno ; e que no le dexen partir nin
enagenar en ninguna manera25 ; e que lo tengan en paz y en justicia.» La
Ciudad juzga y prueba que el caso es no solamente semejante sino idéntico al
actual del Reyno, «porque un Rey niño es todavía de mejor condición que un
Rey provecto en poder de sus enemigos, y por consiguiente la Metrópoli de
Nueva España, como cabeza de sus provincias y reunida con los tribunales
superiores, ha podido proponer a su nombre continuase provisionalmente el
Virey con el mando otorgando el juramento que expuso conforme a la ley,
pues así las cosas se quedaban como estaban, el Reyno asegurado y guardados
a la Soberanía todos sus fueros. Valencia y Sevilla, reynos de conquista26
también, y con Gobernadores y Audiencias, han dado este paso en caso tan
raro, y así ni es violento ni impolítico.»
34 Hubiera podido alegar la Ciudad que el primer Ayuntamiento que huvo en
Nueva España eligió en Villarica27/14 provisionalmente de Gobernador y
Capitán general a Hernán Cortés, y a pesar de la oposición del General28 de
Santo Domingo, Diego Velázquez, el Rey aprobó el nombramiento a que se
debió la conquista de Nueva España. Hubiera podido alegar que en la crisis
presente1529 los Regidores de las Ciudades cabezas de partido en el reyno de
Galicia nombraron siete personas que se erigieron en Junta Suprema, y no
sólo fue reconocida de aquel reyno y los Generales, como Blake30, sino
aprobado todo sus hechos por la Junta Central. Todas las Juntas, y
específicamente [p. 25] Sevilla1631 y León1732 confirmaron las autoridades que
quedaron, así como nombraron otras, sin embargo de que todas estaban
confirmadas por Fernando VII en su ingreso a reynar. Bien sabía éste mismo
que la ley se lo prohibía18, porque el Rey no muere, pero expuso las razones
por qué le era preciso obrar contra ellas ; y en el caso aún más urgentes
existían en México, no sólo por la novedad de las circunstancias imprevistas
en nuestras leyes, sino por la ambigüedad de conducta con que las
autoridades se portaron al principio. Mil vezes más prudente era la Ciudad,
que sólo exigía el juramento que mandan las leyes para la seguridad del
Reyno, que no los pueblos de España arrollando de un golpe las autoridades,
o casi todas, o todas. Estas y muchas otras cosas hubiera podido alegar contra
el Acuerdo del día 21 y pueden verse en la Representación dirigida a la Junta
Central en 15 de diciembre 1809 por el Regidor de México D. Francisco
Azcárate, que defiende erudita y doctamente los procederes de la Ciudad
exhibiendo los derechos y leyes en que ella se fundó y suponía sabidos.
35 Nada respondió la Ciudad sobre el medio sugerido por el Acuerdo de hacer
cesar la cédula de la Caxa de consolidación como el más adecuado y eficaz
para atraherse la benevolencia y reunir la fidelidad de todos los habitantes del
Reyno. Pero yo no debo callar, porque desde aquí me parece que comienza la
Audiencia a zanjar sus planes, mediante los resortes del interés, para derribar
al Virey y apoderarse del mando, según se dexó ya percibir desde el primer

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Acuerdo por la relación del Virey, o a lo menos para [p. 26] dividir los
habitantes y entravar33 las operaciones del Ayuntamiento.
36 Éste, dice Azcárate, no respondió sobre esto, porque no podía pensar en
semejante medio. Lo lo, porque iba lealmente a su blanco de asegurar al reyno
conservándolo a su Rey, y primero era cimentar la fidelidad en la unión de
conceptos y freno de las autoridades, y después pensar en intereses que
debían todos sacrificarse en las circunstancias como lo ofrecía sin excepción,
lejos de pensar en disminuir los recursos con el erario. Lo 2o, según las leyes
de Indias19 el Virey no puede suspender la execución de las Reales órdenes,
aun de aquéllas que se pueden suplicar, sino en caso de escándalo y daño
irreparable. Aquél no lo había habido en más de dos años y medio que se
estaba realizando la cédula. Sobre el daño había ya reclamado la Ciudad (que
era parte, y no el Acuerdo, a quien faltaba por eso la personalidad) con el
Tribunal General de Minería y otros Ramos, y sobre la negativa del Gobierno
había interpuesto apelación al Soberano, la qual dexaba sin facultades al Virey
para suspender la execución. Y así la Ciudad, más conforme a sus pedimentos
que los Oidores a su mismo Acuerdo, no podía pedir el trastorno de las leyes
cuya conservación exigía, ni la extensión de las facultades del Virey, quando
trataba de mantener en sus límites el gran poderío de que pudiera abusar por
no existir en España autoridad que reconociese.
37 Pero el Real Acuerdo, sin pararse en barras, lo que quería era grangearse la
benevolencia de los europeos, cuyo número ascendía en Nueva España a 70
mil, según Humboldt, y de que casi exclusivamente se compone su [p. 27]
Comercio.2034 A éste le era sensibilísima la Caxa de consolidación, porque
giraba lucrosamente, al 3 por 100, 44 millones y medio fuertes, según el
cómputo de Humboldt (de que en sola la Ciudad de México 10 a 12) de los
capitales de Obras pías. Pero ¿qué hacer contra órdenes Reales
terminantísimas que alegaban la ley suprema de la necesidad del Estado21, y
teniendo los Obispos en América facultades para conmutar las Obras pías en
obras públicas, tales expresamente como caminos, vestir tropas, &c? Por esto,
como por la equidad del Virey, que no exigió los capitales aun de plazos
cumplidos, sino que alargó éstos tanto que llegaban hasta diez años, de los
quales en cada uno sólo exhibirían los Comerciantes una 8a. o 10a. parte,
cedieron todos. Sólo D. Gabriel Yermo, que reconocía a la Caxa de
consolidación 400 mil duros, y por consiguiente tenía que desembolsar 200
mil inmediatamente, insultando a los demás como nacidos baxo el planeta
oveja, era de parecer que se debía resistir ; hizo quanto pudo para que otros
entrasen en su conspiración, que habría sostenido hasta armando los negros y
mulatos35 de sus haciendas ; y sólo [p. 28] se sometió quando, formado
expediente, se decretó y efectuó el embargo de sus bienes. Éste es el héroe de
Cancelada, porque su interés le hizo poner a la frente de los Comerciantes
amotinados después, y servir a la ambición de algunos Oidores sus amigos
para prender al primer representante del Soberano en Nueva España.
38 Ya con este Real Acuerdo le pusieron en evidente compromiso. Si accedía a la
proposición, conseguían la gratitud del Comercio, como que la gracia se debía
a su influjo, y luego alegarían contra él que había excedido su potestad
infringiendo las leyes. Si se negaba, el odio de los Comerciantes era infalible, y
el deseo de que mandasen los Oidores que los protegían consiguiente. En
efecto, si para proponer este medio movía al Real Acuerdo el unir la fidelidad

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de los habitantes de Nueva España, como decían, a pesar de las leyes, ¿por
qué se opusieron a la jura de Fernando VII, medio más obvio, natural, el
primero tomado en España y deseadísimo en América, teniendo para ello
orden por las quatro Secretarías de Estado, sólo porque faltaba la formalidad
de la del Consejo de Indias?
39 Pero de esto hablaremos luego. Volbamos a seguir la serie de las fechas, y
hallaremos22 que «el día 23 de julio, instruida la Ciudad por algunas papeletas
que habían sido convocadas Cortes de España para Bayona de Francia en el
día 15 de junio con el objeto, como se debía inferir, de sancionar las renuncias
susodichas de los Reyes e Infantes, había celebrado Cabildo y protestado en
toda forma por sí y el Reyno, como su Metrópoli, contra todo lo que en ellas se
actuase, como de ningún valor y efecto, por ser evidente que ni Carlos IV ni su
inmediato succesor el Príncipe de Asturias, ni ningún otro ha podido ni puede
enagenar en todo [p. 29] ni en parte los dominios, especialmente de las
Indias, por tenerlo así jurado el Señor Carlos I en Real cédula de 22 de
octubre 1523 y ratificado sus gloriosos succesores en sus respectivos
reynados, como consta de la ley 7a, tít. 1o, lib. 3, de la Recopilación de Indias36;
de cuya protesta pasó copias a manos del Virey, de la Real Audiencia y
Cabildo Eclesiástico, para que las depositasen en sus archivos.» ¡Mala lógica
por cierto de la Ciudad si, como pretende Cancelada, aspiraba a hacerse
independiente de España!, pues sólo como dependiente de ésta podían
pretender obligarla las Cortes de Bayona contra las quales protesta.
40 «El día 29 del mismo julio23 a las dos de la madrugada recibió el Virey pliegos,
llevados por la goleta Esperanza, de la gloriosa insurrección de España y
armamento de sus provincias, y en el momento pasó aviso al Deán de la
Catedral y dispuso la artillería, para que amaneciese el día con repique
general de campanas y salva de cañón ; carteles fixados en todos los parages
públicos, que el Virey mismo había dictado rebozando júbilo y lealtad a
Fernando VII, instruyeron de todo al pueblo ; y éste parecía haber perdido el
juicio de alegría37. Cerró para demostrarla sus talleres tres días, siguió al
Virey, que con su esposa fue aquel día a dar gracias en el Santuario de
Guadalupe (donde había éste acordado con su Abad hubiese salve y letanías) y
paseó con transportes indecibles el retrato de Fernando VII El Virey lo recibió
con ternura de mano de los Señores Ministros Villafañe y Fagoaga, arrojando
de su propio peculio dinero al pueblo, a quien concedía quanto le pedía.»
41 «Éste24 llevó tam[p. 30]bién el retrato soberano, antes y después de la misa
de gracias en la Catedral, a la casa de la Ciudad, que le salió a recibir en
pompa con sus quatro mazeros, le colocó en el balcón y proclamó desde allí a
Fernando VII arrojando al pueblo por dos veces hasta 900 duros, de que 400
de la bolsa de los Regidores, a quienes mandó el Ayuntamiento reembolsar de
los fondos en la Junta que tuvo este día y presidió el Señor Castillo Negrete,
Fiscal actual del Consejo de Indias. En el Cabildo del siguiente día acordó el
Ayuntamiento promover la Jura solemne de Fernando VII, y el día 1o de
agosto presentó al Virey su Representación al efecto hecha por el Regidor
Azcárate en un éxtasis de amor y fidelidad.»
42 «No se dio a luz25 porque se envidió a la Ciudad esta gloria. Pero es cierto que
de la abdicación de la Corona que había hecho Carlos IV en Aranjuez el día 19
de marzo, no sólo se sabía ya en México por documentos indubitables el día 15
de julio, como consta de la Gazeta mexicana de ese día, sino que con fecha del

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mismo 19 de marzo se participó al Virey de Nueva España suceso tan


memorable por los Ministerios de Estado, Guerra, Gracia y Justicia, y en 10
de abril por el de Hacienda, añadiéndose en esta Real orden proclamara
inmediatamente a Fernando VII, pues con la misma fecha se expedía la
correspondiente Real cédula por el Consejo de Indias. El Virey pasó las quatro
Reales órdenes por voto al Real Acuerdo, consultándole si podía proceder a la
proclamación y jura. La contestación fue que debía esperarse la Real orden
del Consejo. El día 15 de julio se supo ya la cautividad de éste, y con todo, ni
esos transportes del pueblo, que duraron tres días, ni la [p. 31]
Representación entusiasmada de la Ciudad les movieron a alzar pendones por
Fernando VII.»
43 ¡Qué motivos para desconfiar!, no ya del Virey, como hace Cancelada
embutiendo chismes y embustes populares, propios argumentos de un
hombre ruin, sino de los Oidores a quienes el Virey consultó, pues según las
leyes de Indias26 ellos son los responsables de los dictámenes que le dieren.
Sino que Cancelada está bien iniciado en el giro que daban a todo los Oidores
de su partido. Ya presentaban las fieles gestiones de la Ciudad como otras
tantas maniobras de independencia, ya la acusaban de querer poner al Virey
en el solio ; a éste ya le acusaban de aspirar a la soberanía, ya de colusión con
Napoleón por ser hechura y favorecido de Godoy, acusaciones todas que por
su misma contradicción manifiestan la calumnia. Desgraciadamente para
ellos la última, en que más insistían por ser más verosímil en el tiempo, se
hizo visible quando, registrados los papeles del Virey, no se lo encontró ni
correspondencia con el Privado. Antes, pudieran haber reflexionado que
jamás le había debido condecoraciones ni distintivo alguno, tan comunes a
sus creaturas, y que recibiera mil desaires en sus propuestas, a pesar de haber
enviado al erario más dinero que ningún otro Virey. No obstante, el vulgo de
los europeos, cuyo número se decía ascender en sola la Capital a 12 o 14 mil
hombres, estaba ya en tal alarma que a toda priesa se proveían de municiones
y armas, que aunque enmohecidas les vendían los criollos a mui buenos
precios, riendo del miedo que les tenían, según ellos pensaban. ¡Infelices!, los
europeos los desarmaban y armábanse para servir de instrumento a la
ambición de algunos Oidores.
44 La historia habla, la intriga enmudezca, los hechos fielmente referidos llevan
la antorcha en el caos. ¿Qué [p. 32] hemos visto? ; resumamos este libro. El
Virey recibiendo las Gazetas con las abdicaciones de Bayona obró como debía
en caso tan arduo, consultando con el Acuerdo según previenen las leyes de
Indias, sino que los togados, tímidos y cobardes como en España, le
induxeron a dar un falso paso, que justamente los desacreditó ambos con el
pueblo y el Ayuntamiento digno de representarlo. Éste sin temor ni disimulo
levanta su leal cabeza, reclama las leyes constitucionales de la Monarquía,
exige de las autoridades los gages de la seguridad del Rey y del Reyno que
ellas prescriben, ofrece todos sus esfuerzos y reasume toda su antigua
dignidad. El pueblo, que había sido abandonado a su opinión, muestra con
sus aplausos que es suya la que ha emitido su enérgico Ayuntamiento. El
Virey aplaude también y promete quanto se le pide, aunque hablando con el
Acuerdo extraña pasos desusados en tiempos que el despotismo del gobierno
había succedido a la liberalidad de las leyes. Los Oidores, acostumbrados a ser
oídos como oráculos que hablaban con el nombre y sello del Rey a esclavos

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prosternados, se escandalizan mucho más del denuedo con que los Regidores
se producen, y de los aplausos con que el pueblo los apoya. Temores antes de
Napoleón, temores ahora de la Ciudad y pueblo fiel ; recelan comprometerse
con aquél o éstos, tergiversan, y quieren dexar solo al Virey en el empeño en
que lo han puesto. Él los obliga a escribir. No pueden menos entonces que
alabar el celo y fidelidad del Ayuntamiento, pero intentan rebaxarle la
representación, disminuyen el peligro para negarse a los remedios que
propone conformes a las leyes ; diestros en el manejo antiguo de la Corte de
dividir los habitantes de América para esclavizarlos a todos27, sugieren [p.
33] un medio que, falle o no, ha de rodearlos del apoyo de los vecinos
europeos en contrapeso del que el pueblo regnícola presta al Ayuntamiento ;
en fin pretenden hacer sospechosos al mismo Virey los pasos del
Ayuntamiento, quando ellos son los que desde el primer Acuerdo del 15 ya
trataron de quitarle de enmedio, y volvieron a tratar de lo mismo en el de 21
de julio.
45 No era, ciertamente no, porque el Virey hubiese incurrido en alguna nota de
trayción o infidelidad, sino porque temían su poder y 20 mil hombres de
tropas acantonadas entre Orizaba y Córdoba, que estaban precisamente a sus
órdenes. Pero el primero era sólo efecto de la imprevisión de las leyes de
Indias que invistieron al Virey de un poder absoluto sin ponerle un verdadero
contrapeso, y las tropas reunidas lo estaban ya antes, como en tiempos de
Branciforte y Azanza38, para velar sobre las costas, existiendo guerra con la
Gran Bretaña. Por eso los Oidores en el día 21 tomaron empeño en
persuadirle que no se separase de los consejos del Acuerdo, porque con él
podía todo y casi nada sin él28, aunque ellos bien sabían que su voto es
meramente consultivo, y al Virey pertenece, según las leyes, el conocimiento
de todas las materias gubernativas privativa, exclusiva e inhibitivamente.29 El
Virey prometió al Acuerdo proceder siempre en harmonía con él por eso
dixeron los Oidores en su respuesta a la Ciudad, del 21, que había procedido y
procedería de acuerdo con ellos en todas sus determinaciones.
46 Pero esa unión puntualmente era la que más alarmaba a la Ciudad, porque
había visto la cobarde política de los Oidores y sabía su sumisión a las órdenes
del Consejo de [p. 34] Indias, que, habiendo sucumbido, mandaría y mandó
reconocer a José Napoleón. Por eso la Ciudad siguió con tesón hasta el fin su
marcha generosa para conservar aquel Reyno a Fernando VII, procurando
poner un dique a la autoridad ilimitada del Virey, en conformidad a las leyes
constitucionales.
47 Ni faltaron togados juiciosos que pensasen así. «Tiempo había, dice un
Alcalde de Corte30, que yo, considerando el poder de los Vireyes y los peligros
a que podía exponerlos su autoridad colosal, había ido meditando y
escribiendo los medios de contener su despotismo, y de que los vasallos
oprimidos tuviesen algún recurso más cercano que los del trono por la
distancia de la Península. Estos documentos, que conservo, acreditarán
siempre mi modo de pensar, y que de antemano meditaba yo en precaver todo
peligro de infidelidad, abuso de autoridad y la violencia o vexación de los
vasallos.
48 «Ahora que con ocasión del silencio que se guardó y juró guardar al publicar
las renuncias de Bayona se suscitaron mil hablillas y presunciones, propuse
en el Acuerdo del 21 de julio ( a que por primera vez fuimos citados los

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Alcaldes de Corte) que por todas vías se llamase al Infante D. Pedro que
gobernase como Regente para reunir la opinión y evitar el germen de
divisiones. Pero como nadie siguió mi propuesta por haber dicho el decano
(Carvajal) que S. E. no soltaría prendas, traté con varios Señores de que pues
no había autoridad que en España debiese reconocerse, ni alguna en México
que pudiese contener al Virey si se precipitaba, porque no solía embarazarse
mucho con las consultas del Acuerdo, el único medio que hallaba para evitar
en el caso los desastres de una conmoción popular, era una Junta
representativa del Reyno declarando al [p. 35] Virey el exercicio de la
autoridad suprema en lo necesario y por sólo el tiempo que durase la
necesidad, y poniéndole con una Junta permanente el correspondiente
contrapeso. En estos términos convino el Oidor Bataller que entraría S. E.
pues de lo contrario dificultaba que tragase el anzuelo que debía sujetarle.
49 «Pero como pasase el tiempo en inacción llegaron, en 29 de julio, las noticias
de la insurrección general de España para sacudir el yugo francés y recobrar
la libertad ; y aunque respecto de nuestro peligro próximo y de las
necesidades políticas y económicas en que nos tenía nuestra situación no
variaban las cosas, variaron muchos de dictamen, temiendo unos y
aparentando otros que qualquiera Junta que se convocase era principio de
revolución, y que los americanos aspiraban a la independencia, sin más
fundamento que la sospecha genérica de la propensión natural a ella, y contra
su sumisión y la fidelidad que tiene acreditada Nueva España con hechos muy
notables.» Esto se verá en la serie39 de la Historia.

Notas
1. El día 13 llegó a Vera Cruz, y el 14 recibió el Virey la noticia por un extraordinario.
2. Lib. 3, tít. 19, Part. 2.
3. Tengo copia autenticada en toda forma de estos tres Cabildos de la Ciudad y de todos los
demás que en adelante citaré, como de los Reales Acuerdos, Representaciones, &c.
4. Extrañaron muchos que la Ciudad en esta representación mentase sólo a Fernando VII
como Príncipe de Asturias, aunque el Virey había hecho ya publicar el día 9 de junio en la
Gazeta Extraordinaria de México la igual de Madrid, que refería la exaltación al trono de
Fernando VII con lo ocurrido en Aranjuez en 18 y 19 de marzo, e igualmente había mandado
al Regente de la Audiencia desde San Agustín de las Cuevas (distante más de 4 leguas de
México) hiciese repicar y hacer salvas, a lo que se siguió después de tres días, presente el
Virey, Te Deum y Misa de gracias en la catedral. Pero el lector tenga paciencia, y verá que la
Ciudad no podía expresarse de otra suerte por ahora, pues no se había proclamado ni jurado
aún a Fernando VII. Si notare que entre los Infantes sólo se nombra a D. Carlos y D. Antonio,
así lo han hecho todos los españoles, porque sin otros motivos éstos son los que adhirieron a
Femando VII.
5. Cabildo de la Ciudad el día 29 de julio.
6. Real Acuerdo de 21 de julio.
7. Faltaba sólo la última mano a los primeros libros de esta Historia, quando llegaron a mis
manos así unas breves notas del Virey al Quademo de Cancelada, como una copia de su
Defensa dirigida desde el Castillo de San Sebastián, el día 9 de noviembre 1809, al Consejo
reunido de España e Indias, digna de todo crédito por estar bien apoyada en documentos
auténticos, y al fol. 40 habla del primer Acuerdo del día 15 de julio 1808, «a que convocó
todos los Oidores con los Fiscales para consultar sobre las citadas Gazetas de Madrid que
acababa de recibir, y dice que el Fiscal de lo criminal Robledo, que fue el primero que habló,
propuso que antes de tratar la materia toda, habían de hacer juramento de guardar sigilo en
lo que allí se conviniera y acordara, cuyo juramento se hizo con la mayor formalidad sin
escusarse ninguno. Siguió probando que la renuncia era nula por la opresión de SS. MM. y

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que comprehendía no se debía obedecer a Napoleón ; [p. 12] que le parecía conveniente
llamar a los ingleses, y que llevasen allí al Infante D. Pedro ; se hicieron otros discursos y se
acordó no dar cumplimiento en nada a las órdenes de Napoleón, mantener el Reyno en
defensa, y permanecer en expectación del giro que tomasen las cosas. El Fiscal de lo civil
Sagarzurieta preguntó : ¿si en caso de faltar el Virey debía mandar como tal la Audiencia?
pues la orden que había de que por su ausencia mandase el militar más antiguo hasta el grado
de Coronel efectivo, comprehendía que se había sacado subrepticiamente, y era de parecer se
declarase así. El Virey se opuso reflexionando que no había autoridad para variar ni alterar
las órdenes comunicadas, antes se les había de dar puntual cumplimiento, y todas quantas
resoluciones se tomasen habían de ser en nombre y porque lo mandaba Fernando VII ; a lo
que se atemperaron los demás, y se mandó extender la Acta expresando que en nada se había
de obedecer a la Francia, ni a orden que fuese de España dirigida por los franceses, con lo que
se cerró el Acuerdo.»
Prosigue el Virey contando que luego se le presentó la Ciudad, que arengó conforme a lo
contenido en su representación del 19 respondiéndole según dice el Cabildo de ese día, y que
«no podía contestar de oficio hasta pasar su Escrito al Real Acuerdo, a quien de facto lo pasó,
oficiándole que si creía del caso su asistencia para resolver, esperaba su aviso. Que fue
llamado al Acuerdo después de haber conferenciado los Oidores, y que estando poniendo la
contestación a la Ciudad el Señor Aguirre, volvió el Fiscal Sagarzurieta a preguntar ¿qué era
lo que se había de decidir sobre el mando de la Audiencia a falta del Virey ? Éste repitió lo que
antes dixo, aclarando más el asunto, de modo que el Fiscal de Real Hacienda Borbón dixo :
¿con que el Real decreto queda en su misma fuerza?, y el Virey afirmó.»
Dice éste que «el Señor Aguirre propuso que se comisionase un Ministro que fuese a informar
a la Ciudad de lo tratado, y el Virey nombró al Señor Bataller, que aceptó con disgusto. Pero
[p. 13] que el Señor Aguirre, habiendo reflexionado podría haber alguna etiqueta en la Ciudad
sobre asiento u otra cosa, propuso como mejor que el Virey la convocase a Palacio para
enterarla. Éste admitió con la condición de que se le pusiese por escrito la contestación para
leérsela y enterarla mejor que podrían sus cortas voces. Convinieron en ello, y a poco rato el
Señor Aguirre estuvo a prevenir al Virey avisase a la Ciudad que no viniese en cuerpo por la
respuesta, sino que enviase una Diputación. Mas aunque la llamó, no quisieron hallarse sino
en Cuerpo para enterarse todos en un asunto de tanta gravedad, como concurrieron
efectivamente el día 23.
«Que el Virey esperaba la contestación del Acuerdo prometida, y quando vio en la que recibió,
y deberá parar en la Secretaría, que nada absolutamente decía de lo que se debía contestar y
se había convenido, hizo cargo de ello al Señor Aguirre, mandando al mismo tiempo llamar a
los Señores Fiscales, quienes no pudieron menos que apoyar con el Virey lo que se había
acordado, quando a la sazón se le presentó el Senõr Oidor Villafañe en su Despacho con el
libro de Acuerdos principiado el encabezamiento del que había quedado hecho, y aun el Virey
le dictó alguna clausula que se le había pasado, lo firmó y se lo llevó para que los demás
hicieran lo mismo, encargándole recogiese precisa y prontamente todas las firmas, como se
persuade lo habrá hecho, y le enviaron la otra contextación, que también habrá de estar en la
Secretaría, sin que nada más se hubiese tratado con la Ciudad hasta la convocación de las
Juntas.»
Estos detalles, en que ya comienzan a figurar los Oidores Aguirre y Bataller y el Fiscal
Sagarzurieta, gefes del partido antivireynal en la Audiencia y fuera, indican más claramente
las intrigas de aquel cuerpo, y cómo ya habían resuelto entre ellos antes de todo derribar al
Virey y apoderarse del mando, para lo qual, al mismo tiempo que decían a la Ciudad que nada
se debía alterar, inten[p.l4]taban anular la Real orden que da la Comandancia general al
militar que haya más antiguo en grado, incluso el de Coronel efectivo, caso de faltar el Virey.
Para cuya inteligencia, que después habremos menester, es de advertir que, según las leyes de
Indias, caso que el Virey no haya llevado un pliego cerrado en que va nombrado su succesor o
succesores, y debe abrirse en muriendo u ocurriendo lance semejante (por lo que se llama
Cédula de mortaja o Pliego de providencia), entra la Real Audiencia a gobernar, y la
Capitanía general pertenece al Decano, sino que habiéndose establecido después Regentes de
las Audiencias se mandó entenderse de ellos lo que las leyes antes dixeran de los Decanos.
Pero siendo Ministro de Indias el marqués de la Sonora, y habiendo muerto de Virey su
sobrino D. Bernardo de Gálvez, que no había llevado el pliego, la Audiencia Gobernadora,
baxo pretexto de no dar al tío la pesadumbre en derechura, sólo avisó al Ministro de Estado
Floridablanca, quien se aprovechó de la ocasión para obtenerle del Rey el Vireynato a D.

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Manuel Flores. Sin embargo que éste apresuró su viage, ya le había precedido una Real Orden
enviada por el marqués, que dio el interinato al Arzobispo Haro, despojando a la Audiencia
del bastón y previniendo que en igual caso tuviese el de Capitán general el militar más
antiguo, como dicho está. La Audiencia hizo sus representaciones y consiguió que la
Capitanía general residiese en todo el Cuerpo de la Audiencia, y el militar más antiguo fuese
sólo Comandante general de las armas. Por tanto quando Cancelada dice en su nota a la pag.
41 que Godoy fue quien destruyó la buena máxima de que se llevasen pliegos de providencia,
desatina sin concierto como siempre.
8. Es una inexactitud : la Sala de Alcaldes del Crimen hace un solo tribunal con los Oidores.
9. Cabildo de la Ciudad el día 23 de julio.
10. Apuntes históricos del Señor Villaurrutia.
11. Los Oidores de Valencia que hicieron ir contra el pueblo a Moncey debieron su vida al P.
Rico, que lo capitaneaba y escondió los despachos en que Murat les respondía. Pero ésos
mismos, hechos Diputados en Cortes, hicieron prender en Cádiz y desterrar al P. Rico no más
porque escribió La revolución de Valencia18. Los Oidores de México prendieron también a los
fieles Regidores Síndico Verdad y Abogado Azcárate. Aquél murió en la prisión, y éste,
aunque moribundo, aún existe en ella.
12. Cabildo de la Ciudad, el día 23 de julio.
13. Representación de la Ciudad el día 3 de agosto.
14. Torquemada, Monarquía Indiana, lib. 4, cap. 18.
15. El Español, númo. 1, pág. 12, nota.
16. Consta en la Gazeta de México, n° 105, de 1o de octubre.
17. Ibíd., n° 115, de 19 de octubre.
18. Ley recopilada de Castilla 2a, tít. 3, lib. 3.
19. Ley 24, tít. 1, lib. 2.
20. Decir allá Comercio o Cuerpo de europeos es lo mismo. Hay algunos pocos criollos, pero
aun ésos tienen que declarar en su incorporación al Comercio la parcialidad que elijan de
Vizcaínos o Montañeses, entre quienes está dividido el Comercio, aunque estos últimos
todavía se subdividen en Liebaneses, &c.
21. Quando la Audiencia se apoderó de la persona del Virey y de todos sus papeles, se
encontraron cartas de los Ministros de España en que, pidiéndole 9 millones, fuertes, le
decían que tenían, si no, el puñal de Napoleón en la garganta. Órdenes de Carlos IV le
mandaban remitir todo el producto de la Caxa de consolidación sin invertir nada en otra cosa
so pena de pagarlo de su bolsillo, y buques ingleses venían a llevarlo con pasavantes de los
Ministros de España.
22. Cabildo de la Ciudad, el día 23, ut supra.
23. Defensa del Virey.
24. Cabildo de la Ciudad de lo. de agosto. Representación del Regidor Azcárate.
25. Representación del Regidor Azcárate.
26. Ley 2, tít. 15, lib. 5.
27. No es una calumnia sino un hecho tan notorio, que el barón de Humboldt lo afirma y
repite en varias partes de su Estadística de Nueva España dedicada a Carlos IV.
28. Apuntes históricos. Defensa del Virey.
29. Leyes 42 y 43, lib. 2, tít. 15, Recopilación de Indias.
30. Apuntes históricos.

Notas finales
1 Ésta es la tesis de Mier. Véase la "Introducción".

2 La copia es fiel : págs. 24-30, en Actas de la sesión..., documento núm. 3.

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3 Lugar de recreo muy concurrido al sur de México. El virrey acudía allí muy amenudo,
especialmente para presenciar peleas de gallos. Allí había recibido la noticia de los
acontecimientos de Aranjuez.

4 Véase el "Prólogo", pág. [XLI].

5 El mismo mariscal Joaquín Murat, que era cuñado de Napoleón.

6 Además de la solemnidad del acto, este hecho ha de inquietar a los gachupines.

7 Véase la "Introducción".

8 Se trata del sobrino de Fernando VII, hijo de Carlota, la reina de Portugal, refugiada en el
Brasil; este niño de 10 años es el futuro emperador del Brasil.

9 Fue el gran enemigo de Mier cuando el sermón de Guadalupe de 1794 (véase el Apéndice).

10 Es la nota 22, pág. LI de la Verdad sabida.

11 Véase la "Introducción ; el Prólogo, pág. [XVI] n. ; e infra, págs. [25] y sigs.

12 En esta página, Mier echa la culpa exageradamente a la Audiencia. En el Prólogo (escrito


más tarde) tendrá que matizar su presentación de los hechos ; véase la "Introducción".

13 Jacobo de Villaurrutia era un gran amigo de Mier. No hemos podido dar con este texto.

14 Después de la invasión francesa, su actitud fue considerada como "ambigua" ; en 1809, la


Junta Central le quitó el virreinato.

15 Los mal pensados dijeron que, "por si acaso", el virrey había conservado la hoja que
contenía su propio nombramiento.

16 Las primeras proclamas patrióticas publicadas en la Gaceta del Gobierno de México


procedían de Valencia.

17 Antonio Porlier, nacido en 1722 en las islas Canarias, desempeñó primero varios cargos en
América —Oidor de los Charcas, Fiscal de lo Civil en la Audiencia de Lima— ; después fue
nombrado Fiscal del Consejo de Indias en 1775, y luego Consejero de la Cámara del mismo
(1780) y Secretario del Despacho Universal de Gracia y Justicia de las Indias (1787).
Caballero de la orden de Carlos III, fue hecho marqués de Bajamar en 1791. Véase Guillermo
LOHMANN VILLENA, Los ministros de la Audiencia de Lima (1700-1821). Sevilla, C.S.I.C.,
E.E.H.A., 1974, págs. 103-104.

18 Juan RICO, religioso franciscano, cabecilla del pueblo de Valencia, obligó al Real Acuerdo
a declararse contra los franceses el 23 de mayo de 1808. Con algunos oficiales del ejército,
capitaneó un verdadero "golpe" militar contra las autoridades que tendían a contemporizar.
Para justificar su acción, publicó las Memorias históricas sobre la Revolución de Valencia.
Cádiz, 1811. Varios miembros de aquel Real Acuerdo fueron, en efecto, elegidos diputados a
Cortes. Mier cita varias veces este episodio, comparándolo con el caso mexicano. Véase
también infra, pág. [691].

19 "Literatura" tiene, en la época, una significación compleja ; se emplea más generalmente


para designar el "saber" ; aquí el "saber jurídico" de los "letrados".

20 ¿Trataráse de Beye de Cisneros y de Guridi y Alcocer?

21 Falta aquí «ni en pedir el juramento que contiene su anterior representación [...] quieta y
magnífica posesión. Véase la "Introducción", e infra, págs. [23] y sigs. Ref. LAFUENTE
FERRARI [178], págs. 383 y sigs.

22 México es, en efecto, Audiencia pretorial, de la cual dependen las Audiencias subordinadas
de Santo Domingo, Guatemala y Guadalajara.

23 Estas últimas palabras : «aunquesin soldados ni tropas» no figuran en el original.

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24 Aquí falta la palabra «comunal».

25 Aquí falta : «más que lo acrecienten quanto pudieren con derecho».

26 «reynos de conquista» : palabras añadidas por Mier.

27 Veracruz, cuyo nombre primitivo era "Villa Rica de la Vera Cruz", fundada por Cortés en
1519.

28 El Gobernador general.

29 Mier había sido capellán castrense en el ejército del general español Blake. Véase supra,
Pról., pág. [VII].

30 Ejemplo de tergiversación de El Español. Blanco White había relatado la formación de la


Junta de Galicia, pero recalcando la ilegitimidad de esta Junta y sus principios, «destructores
de todo espíritu popular». Mier al contrario insiste en la legitimidad de dicha asamblea.

31 Gaceta de México, 17 de jun. de 1808, págs. 727-733. Manifiesto o declaración de los


principales hechos que han motivado la creación de esta Junta suprema de Sevilla etc.
«Las provincias de España van reconociendo en esta Suprema Junta el fiel depósito de la Real
Autoridad y el centro de la unión [...] Las Américas, tan leales a su Rey como la España
europea, no pueden dexar de unirse a ella en causa tan justa». No vimos confirmación de
autoridades.

32 No vimos tal.

33 Galicismo por "trabar", en el sentido de "estorbar".

34 Esto es bastante exacto. La cofradía de Nfa Sfa de Aránzazu, la de los vizcaínos, era un
verdadero poder financiero.

35 Véase la "Introducción".

36 Referencia equivocada: trátase de la ley 1a.

37 El Diario de México de los 30-31 de jul., 1o,2 y 3 de ag., da una descripción impresionante
de esta alegría popular y prácticamente unánime.

38 Son los dos antecesores de Iturrigaray. Azanza fue luego ministro de José Bonaparte.

39 "Serie" significa aquí "continuación ordenada" (Diccionario de la Real Academia).

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Referencia electrónica del capítulo


MIER, Fray Servando Teresa de. Historia de la revolución de Nueva España. Libro I In:
Historia de la revolución de Nueva España [en línea]. Mexico: Centro de estudios mexicanos
y centroamericanos, 1990 (generado el 25 novembre 2023). Disponible en Internet:
<http://books.openedition.org/cemca/4141>. ISBN: 9791036553042. DOI:
https://doi.org/10.4000/books.cemca.4141.

Referencia electrónica del libro


MIER, Fray Servando Teresa de. Historia de la revolución de Nueva España. Nueva edición
[en línea]. Mexico: Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, 1990 (generado el 25
novembre 2023). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/cemca/4124>.
ISBN: 9791036553042. DOI: https://doi.org/10.4000/books.cemca.4124.
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Historia de la revolución de Nueva España


Fray Servando Teresa de Mier

Este capítulo es citado por


(2017) The End of Iberian Rule on the American Continent, 1770–1830. DOI:
10.1017/9781316795996.005

Este libro es citado por


Rosetti, Mariana Inés. (2020) Entre patriotas y polizones: polémicas letradas sobre los
americanos en la prensa periódica (1810-1812). Estudios de Historia Novohispana.
DOI: 10.22201/iih.24486922e.2020.63.70428
Rosetti, Mariana. (2021) La restitución de la narrativa americana en la escritura de
Servando Teresa de Mier. Orbis Tertius, 26. DOI: 10.24215/18517811e220

https://books.openedition.org/cemca/4141 21/21

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