3-Su Amante Misteriosa - Elizabeth Lennox

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La Serie de los Hermanos

Thorpe No 3
Su Amante Misteriosa
Por Elizabeth Lennox
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ISBN13: 9781944078041
Copyright © Elizabeth Lennox Books, LLC, 2015.
All rights reserved.
Título original: The Thorpe Brothers Series #3,
His Secretive Lover
Traducción: Jana Bueno
Esta es una obra de ficción. Los nombres,
personajes, empresas, lugares, eventos e
incidentes son o bien el producto de la
imaginación del autor o usados de manera ficticia.
Cualquier parecido con personas reales, vivas o
muertas, o eventos reales es pura coincidencia. La
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cabo en cualquier lugar legal es apropiado.
Índice
Título
Argumento :
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo
Comentario de la autora
Argumento :

Siendo la hija de un famoso ladrón


internacional de arte, Cricket ha aprendido muchas
cosas, y por supuesto sabe cómo robar, mentir y
engañar sin que nadie la atrape. El problema es
que Cricket odia robar y mentir. Su padre está
decepcionado porque ella malgasta sus
habilidades. A pesar de la opinión de su padre.
Cricket es perfectamente feliz llevando una vida
normal como contadora de una gran corporación.
Bueno, casi siempre normal, porque
ocasionalmente satisface su necesidad de
adrenalina. Cricket encuentra un oculto placer en
gastarle bromas ocasionales a su jefe, “robando”
sus bolígrafos y dando vuelta a todos sus cuadros.
En su defensa, hay que admitir que su jefe es una
persona insoportable…
Cuando uno de sus clientes le pide ayuda para
descubrir al “ladrón” que roba sus bolígrafos y
crea el caos en su oficina, Rycker —un poderoso e
influyente abogado— se siente intrigado. Y mucho
más aún cuando en el video de seguridad de la
oficina de su cliente, Ryker reconoce
inmediatamente la figura de la mujer a la cual ha
estado admirando desde hace varias semanas.
Rycker sin duda disfrutará “atrapando” a tan
elusiva ladrona.
Capítulo 1
La oscura silueta se paró en seco, oyó con
atención. No se atrevía a respirar siquiera. Había
un silencio pesado, pero advirtió que algo andaba
mal. La gruesa alfombra ahogaba el ruido de sus
pasos, pero ella sabía que de noche cada sonido,
cada momento se oían con más fuerza que durante
el día.
Cerró los ojos y relajó la mente, dejando que
todos los sonidos cobraran vida a su alrededor, y
los movimientos se convirtieran casi en una
vibración física. Cuando se relajaba era más fácil
agudizar los sentidos; la mente le funcionaba a
toda velocidad para intentar determinar si existía
una amenaza real o si era sólo producto de su
imaginación. Había sido entrenada desde pequeña,
y sabía qué hacer, cómo reaccionar y qué planes
de contingencia ejecutar si fuera necesario. Su
formación era exhaustiva.
El silencio era total. Mantuvo los ojos
cerrados, el cuerpo quieto, oyendo.
Otra vez, pensó con una sonrisa picara,
secreta, al tiempo que el cuerpo seguía inmóvil. El
sonido de pasos que se arrastraban era casi
imperceptible, pero alguien estaba tratando de
acercarse con sigilo.
Habría lanzado una carcajada divertida, pero
sabía que delataría su presencia y el lugar donde
se encontraba si lo hacía. El silencio era el
aspecto más importante de la operación. Sin
silencio, la atraparían. Con el sigilo aprendido tras
años de práctica, tomó el último objeto en el
medio del escritorio, y luego volvió a trepar la
soga hasta el techo. Ahogó una risita y observó a
través del conducto de ventilación del aire
acondicionado la enorme y torpe figura que
entraba en la oficina. Las luces del techo se
prendieron y la oscura cabeza se movió de derecha
a izquierda. Por mucho que quisiera quedarse a
mirar, era lo suficientemente experta como para
saber que no debía permanecer allí más tiempo
luego de haber finalizado la misión. Lentamente, se
volvió y deslizó el cuerpo por el conducto. No
quería quedarse para ver si el guardia de
seguridad, inepto y ávido de reconocimiento,
alcanzaría a verla a través de los listones de metal.
Escurriéndose ágilmente a través del sistema
de ventilación, volvió de regreso al punto de
partida. Dudó a último momento y sintió que se le
erizaban los pelos de la nuca. Esos pelitos le
habían salvado el pellejo en más de una
oportunidad, así que había aprendido a prestarle
atención a su advertencia silenciosa.
Hizo una pausa y se alzó aún más, usando toda
la fuerza de la parte superior del cuerpo para
elevarse unos centímetros más. De esa manera,
sabía que se volvía prácticamente invisible para
las cámaras, que ya había programado para que
repitieran una imagen indefinida. Pero su posición
también significaba que resultaba invisible para
cualquiera que saliera por la puerta que estaba
justo debajo de ella. Si no se hubiera entrenado
tanto últimamente, jamás habría podido llegar a
ese punto antes que el guarda irrumpiera para la
pausa nocturna —que no estaba autorizada ni
formaba parte de su horario—, que se tomaba para
fumar y beberse un whisky.
En ese momento, se le triplicó el ritmo
cardíaco, y sintió una nueva descarga de
adrenalina dispararse a través de su cuerpo. Se
mordió el labio y miró a su alrededor, tratando de
determinar si su plan de escape alternativo seguía
siendo viable. Advirtió la puerta y la ventana que
estaba encima, y supo que lo podía hacer.
Con tenaz determinación, levantó el cuerpo aún
más, pasó la pierna por encima del alféizar de la
ventana y miró hacia abajo. Era más alto que lo
acostumbrado, pero al mirar rápidamente atrás se
dio cuenta de que no podía volver por el otro
camino. Sonriendo, se lanzó hacia delante y
alcanzó el alféizar del lado opuesto justo a tiempo.
Las manos enguantadas se aferraron al borde con
fuerza suficiente como para impulsarse hacia
adelante una vez más. Con un resoplido, balanceó
el cuerpo hacia la izquierda, luego hacia la
derecha, luego hacia la izquierda otra vez,
cobrando el impulso suficiente como para lanzar
todo el cuerpo por encima de la cornisa. Por fin, a
salvo. Se puso de pie, manteniéndose agachada
mientras corría por encima del tejado. Vio la
escalera y dio un vistazo a su alrededor. Tal como
lo había previsto, los guardias seguían
concentrados en el lado opuesto del edificio.
Se pasó el arnés por encima de la cabeza, y lo
enganchó alrededor de la cintura y los muslos.
Esta era la mejor parte, pensó divertida. Hmmm,
aunque tal vez lo mejor fuera la parte del robo. O
la planificación. Le encantaba planear, resolver
todos los pormenores. O tal vez, la mejor parte
fuera cuando pasaba al lado de los guardias, sin
que ellos siquiera sospecharan de nada.
Sonrió al recordar la tarea realizada y la
incomparable excitación. Todo le gustaba, pensó
mientras insertaba el último gancho en la posición
adecuada y se ajustaba el arnés. Con mirada
cautelosa, verificó todo el equipo por última vez.
No era momento para descuidos. Ya había
repasado todo cuatro veces, pero este chequeo
sería tan importante como el primero.
Una vez que estuvo segura de que estaba todo
en su lugar, y todos los conectores asegurados, se
desplazó al costado del edificio, tomándose un
momento para extender la vista por la fabulosa
ciudad. Chicago era realmente una ciudad
hermosa. Por suerte, no había planificado esta
aventura para los meses de invierno, pero incluso
ahora, cuando el viento de octubre planeaba sobre
el techo y se colaba entre los altos edificios, sintió
que le cortaba la piel. Hacía cada vez más frío.
Ésta sería tal vez la última vez que pudiera utilizar
ese camino hasta la llegada de la primavera, pensó
apenada.
Encogió los hombros y sonrió ante lo que tenía
por delante. Inhaló una vez más al tiempo que se
aferraba de la soga y se arrojaba por encima de la
cornisa, sin emitir ni un sonido.
Entonces cayó al vacío. Con un zumbido, se
precipitó por el costado del edificio. Cayó
cincuenta pisos en apenas unos segundos, sintiendo
el latigazo del aire frío a su alrededor. Cuando ya
había recorrido dos tercios del camino, accionó el
freno para disminuir la velocidad de la caída. A
diez centímetros del suelo, se detuvo en silencio y
por completo. Un par de chasquidos más y el
pulgar presionó la pestaña de apertura. La soga se
enrolló y quedó guardada en el carrete, lo metió en
el bolso de cuero, y guardó el arnés en un bolsillo.
Sólo quince segundos después de apoyar los pies
sobre la vereda, no quedaba evidencia alguna de
que hubiera pasado por allí.
Metió todo en el bolso, dio vuelta el buzo para
que se viera el lado rosado en lugar del negro, y se
colocó la mochila al hombro. Lo había logrado,
pensó con excitación creciente. Esta debía ser la
mejor parte. Alejarse del lugar a pie, sentir la
emoción del triunfo y la adrenalina que bombeaba
en su interior. Había entrado en la oficina,
conseguido el objetivo y salido del edificio sin
que nadie supiera que alguna vez había estado allí.
Casi se puso a dar saltitos por la vereda, pero
se contuvo, sabiendo que debía pasar inadvertida.
Capítulo 2
Ryker sonrió para sus adentros mientras
estacionaba en su cochera, pero no se advertía ni
el más mínimo indicio de aquella satisfacción
personal en sus atractivos rasgos. Ryker era
conocido por ser reservado, frío y por tenerlo todo
bajo control. Rara vez mostraba sus emociones,
salvo que estuviera a solas con sus hermanos. E
incluso entonces, era el mayor y hacía falta que
actuara como una influencia tranquilizadora entre
ellos. Sabía cuáles eran sus responsabilidades, y
se las tomaba muy en serio.
Eso no significaba que no pudiera apreciar la
vida, pensó, mientras miraba a su alrededor
buscando a la mujer.
Para el observador circunstancial, sabía que,
en general, parecía serio y ocupado, pero, en
realidad, no le importaba. Las opiniones de los
demás lo tenían sin cuidado; tenía cosas más
importantes de las cuales preocuparse que si era
considerado o no simpático. A Ryker no le
importaba que su staff se sintiera intimidado por
él. Le permitía dirigir el grupo Thorpe más
eficazmente. No sólo tenía a su cargo a toda su
división, sino que también era responsable de toda
la compañía, y eso sin incluir a sus tres hermanos
menores, que tendían a ser un tanto más bulliciosos
que él. Por suerte, ya no Peleaban tanto como
antes.
Es decir, Xander sí, pero eso era porque…
Ryker suspiró al reflexionar sobre la situación.
Xander era el segundo, y estaba a cargo de la
división de derecho de familia del grupo Thorpe.
Ryker pensó en el cinismo que había advertido
últimamente en su hermano menor. No era buen
indicio, y no había duda de que Xander se estaba
volviendo cada vez más insensible. Tal vez fuera
por eso que las discusiones entre él y la gerente de
la oficina, Abril, se estuvieran volviendo más…
virulentas.
Salió de su sedán Tesla negro, tomó el maletín
y dirigió los pasos con firmeza hacia la entrada del
edificio. Todos los días lo calculaba a la
perfección y, efectivamente, allí estaba ella. La
exquisita mujer con el cabello ondulado rubio,
apresurándose por entrar en el edificio del lado
opuesto de la entrada. Era preciosa y tenía el
andar más sexy que había visto jamás, incluso
cuando caminaba apurada.
Esperó hasta que hubiera pasado por las
puertas, observándola todo lo que pudo antes de
dirigirse hacia su edificio. Era un ritual que
realizaba todas las mañanas, y que tenía intención
de abandonar apenas supiera cómo conseguir que
saliera a cenar con él. Sabía que era terriblemente
tímida. En anteriores ocasiones, había intentado
atraer su atención, pero ella logró escabullirse tras
apenas una breve mirada.
Jugaban ese juego todas las mañanas,
mirándose desde lados opuestos de la entrada,
ambos obviamente interesados, pero ella era
demasiado tímida y salía corriendo antes de que a
él se le pudiera ocurrir una manera de abordarla.
Había intentado hablar con ella una vez cuando se
cruzaron en la cafetería. De cerca era aún más
hermosa, pero se sonrojó y salió apurada por la
puerta, olvidándose incluso de comprar el
almuerzo, en su apuro por alejarse de él. Observó
las ondas del cabello rubio y la extraordinaria
figura que salía apurada por la puerta, lo más
rápido que podía dados los tacos que llevaba,
pero alcanzó a verla ruborizarse y soltar una
pequeña exhalación de su boca exuberante cuando
lo vio.
Un hombre más débil se habría descorazonado,
pero él no. La mujer valía la pena, se dijo mientras
apretaba el botón del ascensor para subir a su
piso. Muy pronto la tendría sentada del otro lado
de una mesa en un restaurante. Entró en su oficina,
seguido por su asistente, Joan, que fue a su
encuentro en la puerta del lobby como lo hacía
todas las mañanas, para caminar tras él mientras le
leía los primeros mensajes de la mañana.
Y por último, Jason Moran dejó un mensaje
anoche; quiere hablar urgente contigo. Es el tercer
mensaje en dos semanas —lo dijo sin ningún tipo
de expresión en el rostro. Joan sabía que no debía
emitir ningún tipo de juicio respecto de las
cuestiones que pasaban por la oficina. Si su jefe no
le había devuelto el llamado al tipo, era porque
tenía sus razones.
Los ojos de Ryker perforaron a Joan:
—¿Jason? —repitió. Se notaba su fastidio ante
la persistencia del hombre—. Le pasé a Jason
como cliente a Martha —explicó, refiriéndose a
una de las otras abogadas en el grupo—. Sé que le
devolvió el llamado la última vez que se
comunicó. ¿Por qué necesita hablar conmigo?
Ryker sabía que Jason Moran trabajaba en el
edificio de al lado. El mismo edificio en el que
trabajaba la extraña introvertida. Se trataba de una
novedad prometedora, pensó al tomar el mensaje y
darle un vistazo a la escritura. Tal vez Jason le
podía dar más información sobre la preciosa mujer
misteriosa.
Tomando una rápida decisión, le devolvió el
trozo cuadrado de papel rosado a Joan y siguió
camino a su oficina.
Dile a Jason que lo puedo ver esta tarde. Dale
cualquier horario que esté disponible en mi agenda
después de mi almuerzo de negocios.
Joan asintió y tomó nota. Luego se volvió y
salió de la oficina para cumplir sus instrucciones.
Capítulo 3
Cricket se apoyó contra la parte interior de la
puerta de la oficina, inhalando con profundidad el
aire frío y tratando de calmar el ritmo frenético de
su corazón. No podía creer que se sintiera tan
eufórica sólo porque el hombre la observara entrar
en el edificio. Incluso de lejos tenía una mirada tan
ardiente, tan intensa que sintió que se iba a prender
fuego mientras caminaba del garaje a la puerta, y
luego entraba en el edificio.
A menudo, mientras manejaba su auto a la
oficina, intentaba convencerse de que debía al
menos mirarlo, tal vez hacerle saber que lo estaba
registrando. Lo había visto de cerca una vez, y
era… ¡increíble! Qué idiota había estado aquel
día. Advirtió que tenía intenciones de hablarle, de
realmente comunicarse con ella, pero ella salió
corriendo. Una cosa era sentir una obsesión
secreta por un hombre, imaginar historias sobre él,
y preguntarse cómo sería efectivamente hablarle y
conocerlo. Se imaginaba sentada con él en un
restaurante elegante y sofisticado, disfrutando una
conversación ingeniosa mientras él se reja de su
chispa y sus observaciones perspicaces.
Por desgracia, carecía por completo de ingenio
y rara vez reflexionaba en profundidad sobre las
personas, salvo para preguntarse si tenían un buen
servicio de seguridad o si sus joyas eran
verdaderas o falsas. Salvo eso, su vida corriente,
algunos dirían tediosa y aburrida giraba en torno a
los números y a encontrar un patrón en las cifras
Tal vez era capaz de entrar furtivamente en un
edificio de máxima seguridad sin ser vista o
encontrar una discrepancia ínfima en un proyecto
multimillonario, pero ¿conversar con un hombre
atractivo? No , era demasiado tímida.
Especialmente cuando se encontraba cerca del
hombre alto, terriblemente corpulento e
intimidante, con el que se cruzaba por las
mañanas.
Realmente necesitaba cambiar de horario, para
no aparecer a la hora exacta en que llegaba él cada
día. Pero luego sonrió dentro de su diminuta
oficina donde nadie más podía verla, al tiempo
que su cuerpo se relajaba. Mientras él siguiera
llegando a la misma hora, ella seguramente
seguiría respetando el mismo horario, arribando
con su vehículo en el preciso instante en que lo
hacía él. Le daba placer sentir esa descarga de
energía que percibía cada mañana cuando la
miraba: era mejor que un expresso doble. Podía
parecer absurdo estar deseando ver a un hombre
todos los días, pero le encantaba su dosis de
excitación matinal. Si cambiaba de horario,
terminaría extrañándolo un montón.
Debía ser valiente y animarse a hablarle.
Todas las mañanas, ponía el despertador para
poder llegar a estacionar a la hora exacta, no
desayunaba si estaba atrasada, daba vueltas a la
manzana si llegaba demasiado temprano…, todo
para poder verlo. Era más que un poco patético, se
dijo a sí misma.
Pero la idea de realmente enfrentarlo, de
encontrarse con él cara a cara, en lugar de verlo
desde el otro lado del edificio, hacía que le
temblara todo el cuerpo. ¿Qué le diría? ¿Qué
podían tener en común? Parecía algún tipo de
ejecutivo, mientras que ella apenas era una
contable rasa. Seguramente se terminaría
tropezando con sus propios tacones si se acercaba
un poco más a él. ¡La ponía nerviosa con sólo
mirarla!
Con un suspiro, se sentó detrás del opaco
escritorio enchapado color marrón, y acercó la
silla, al tiempo que encendía la computadora y
acercaba la enorme pila de informes de gastos
caóticos y mal redactados, obligándose a olvidar a
un cierto hombre espectacular y que la intimidaba.
Ahora que tenía su inyección de adrenalina, era
hora de comenzar el día. Cricket sonrió mientras
revisaba la pila de hojas. Tal vez fuera una
contadora aburrida y cauta, pero eso no significaba
que no fuera una adicta secreta a la adrenalina. A
propósito de lo cual, pensó para sí…
Con una risita para sus adentros, regresó a la
puerta de la oficina y la volvió a abrir. Por nada en
el mundo se quería perder la excitación de aquella
mañana. La aventura de anoche había sido más
divertida que todas las demás, por estar a punto de
ser descubierta por el guardia de seguridad.
Bueno, en realidad, no había sido así. Se había
manejado con gran sigilo la noche anterior, pero
disfrutó del desafío extra cuando vio al hombre
por la rejilla de ventilación.
Y ahora era el momento del espectáculo. Su
jefe entraría en su oficina, vería lo que ella había
hecho, y comenzaría la función. No veía la hora de
oír el grito de indignación cuando el director
traspasara la puerta de su oficina.
La aventura de la noche anterior era una razón
más por la que tal vez ni siquiera debía pensar en
el elegante desconocido. Lo más seguro era que
confrontara de manera directa con las personas
que lo irritaban. Cricket tenía el don de ser
creativa, pero era una creatividad tonta, un
comportamiento pasivo agresivo. Sus travesuras
podían ser divertidas, pero aun así… debía
conseguirse un nuevo empleo, en lugar de tener
que soportar el comportamiento ruin de Jason
Moran.
Sonrió y se volvió a sentar frente al escritorio,
trabajando diligentemente con los engorrosos
informes de gastos que se habían ido acumulando
sobre el escritorio en los últimos días. Lanzó una
mirada de desaprobación a las notas, manuscritas
en su mayoría, e intentó interpretar los garabatos.
¿Por qué esta compañía no podía automatizar estos
informes? Justamente, había presentado una
propuesta para hacer eso el mes anterior, e incluso
había adjuntado el costo de un programa de
software relativamente sencillo que aceleraría
todo el proceso y ayudaría a los empleados a
obtener su cheque de reembolso mucho más
rápido. Lamentablemente, no había escuchado una
palabra de Jason Moran. Su silencio le
comunicaba que de ninguna manera iba a gastar
dinero en algo parecido a un paquete de software
básico, incluso si le ahorraba más dinero en el
largo plazo.
Cuando terminó un informe de gastos y lo
preparó para ser procesado para el pago, acercó el
siguiente, recordándose a sí misma que ella misma
había elegido ser contable. Podría haber obtenido
un título en lo que fuera, pero la contabilidad se
adaptaba perfectamente a sus necesidades. Y
además lo hacía bastante bien. Había que tener la
aptitud para prestarles atención a los pequeños
detalles a fin de hacer bien el trabajo, lo cual
significaba que las habilidades que le habían
enseñado su padre y su madre de niña se ajustaban
perfectamente a esta profesión.
¿Qué problema había con que odiara cada
minuto de su día? Le pagaban bien y obtenía la
sensación de seguridad que necesitaba. Era más
importante eso que disfrutar de un empleo. De niña
había odiado la inseguridad, deseando
desesperadamente que sus padres no fueran tan
idóneos en las profesiones que habían elegido. Así
que por más aversión que sintiera hacia este
trabajo, gozaba de la sensación de paz.
Este trabajo podía ser abrumadoramente
aburrido y tedioso, pero la mantenía fuera de
prisión, algo que la ocupación de sus padres no le
podía garantizar.
Estaba concentrada en los informes de gastos,
pero, una vez que entraba en ritmo, era capaz de
liquidar la pila de reintegros en tiempo récord.
Algunos tenían una letra ilegible y montos
ridículos, pero la mayoría era bastante sencilla.
Éstos eran tan fáciles que casi los podía hacer
mientras dormía.
—Oye, Cricket —Debbie, una de las otras
contadoras asomó la cabeza por la puerta de su
oficina—. ¿Qué te parece si hoy salimos a
almorzar? — preguntó.
Cricket levantó la cabeza y sonrió.
Me encantaría —replicó. La alivió tener una
excusa para tomarse un recreo de la engorrosa
tarea de haber estado ingresando omeros en
planillas y programas de software durante una
hora. Pero luego la miró con desconfianza. —¿Y el
señor Moran? —preguntó casi en un susurro.
La sonrisa de Debbie se iluminó, y sacudió la
mano en el aire para desestimar la preocupación
por el jefe.
Ya le consulté a Dorothy —replicó Debbie,
refiriéndose a la asistente de su jefe—, y tiene
agendado un almuerzo. Así que hoy no va a
rezongar por que salgamos a la calle.
—¡Excelente! —exclamó Cricket, aliviada y
excitada con la sola idea de tomar un poco de aire
fresco, y, por supuesto, hablar de otra cosa que no
tuviera nada que ver con números.
Jason Moran era posiblemente el peor jefe del
mundo, pensó Cricket. Pero pagaba bien, y ofrecía
excelentes beneficios a sus empleados, tal vez
porque como era un ser humano tan despreciable,
la paga y las ventajas eran la única manera de
evitar que se le fuera todo el personal. De otro
modo, Jason Moran caminaba por la oficina
gritándoles a los empleados para que trabajaran
más, dejaran de tomarse descansos, ninguneando a
algunos de los empleados más jóvenes y
comportándose, en general, como un déspota. Los
pasantes no solían durar más de una semana o dos,
porque usaba el trabajo gratuito para realizar las
tediosas tareas administrativas que era demasiado
tacaño para pagarle a alguien que hiciera.
Al tipo no le gustaba siquiera que los
empleados salieran de la oficina para almorzar.
Desde el punto de vista legal, no podía impedir
que sus subalternos se tomaran una hora para el
almuerzo, P«o hacía comentarios maliciosos
cuando advertía que alguien realmente salía de la
oficina para almorzar. Prefería que confieran
frente al escritorio o en la cocina, donde Podía
encontrar a alguien si lo necesitaba y se encargaba
de interrumpir los almuerzos cuando había
demasiadas personas congregadas en la cocina,
por lo que el equipo había aprendido maneras
de…
—¿Dónde diablos están todos mis bolígrafos?
—gritó alguien desde el pasillo.
Cricket oyó el bramido, y tuvo que hacer un
esfuerzo por evitar soltar una carcajada. Debbie
seguía parada en la puerta, pero, por suerte, estaba
mirando en dirección a los gritos, así que Cricket
tuvo tiempo de recobrar la compostura y adoptar
una expresión de preocupación y desconcierto.
—¿Qué? —susurró Debbie mientras entornaba
los ojos hacia el lugar de donde había provenido
el grito—. ¡Otra vez, no! —soltó una risita, y luego
se tapó rápidamente el rostro con las manos para
evitar que su jefe la viera riéndose a costa de él.
Debbie se volvió hacia Cricket. Tenía una enorme
sonrisa dibujada en su rostro travieso—. ¡Oh, esto
es genial! Después de la reunión de personal ayer
por la tarde, merece mucho más que el robo de
todos sus…
—¿Y cómo diablos se dieron vuelta todos mis
cuadros? —volvió a gritar el hombre a nadie en
particular.
Debbie dio un paso para entrar en la oficina de
Cricket y evitar que su jefe la viera riéndose.
—Esto es perfecto —se rio, tapándose la boca
con una mano mientras se tomaba el estómago con
la otra, al tiempo que ambas mujeres se reían de la
última broma a expensas de su jefe—. ¿A quién se
le ocurriría dar vuelta sus cuadros? —soltó.
Cricket sintió que estaba a salvo para soltar la
carcajada y se unió a Debbie riéndose mientras su
jefe, Jason Moran, pasaba taconeando por el
corredor, presa de una furia descontrolada,
tratando de determinar quién podía haber hecho
una cosa así en su oficina. El hombre había
acusado a varios empleados de alterar el orden de
su despacho durante los últimos meses, pero como
normalmente sólo se robaban los bolígrafos, la
policía ni siquiera se involucraba.
—¡Esto no es gracioso! —ladró cuando pasó
como una tromba por la puerta de Cricket y las
agarró, junto con varias otras personas, riéndose
en los pasillos.
—Quienquiera que haya hecho esto —
proclamó a todos en general—, ¡queda despedido!
¿Me oyen? ¡Queda despedido!
Entró en la oficina y cerró de un portazo,
mientras el resto del personal salía huyendo, aún
riéndose calladamente de la osadía y la
creatividad del intruso. Por supuesto, eso fue antes
de que el jefe descargara su furia sobre todo el
personal en las siguientes horas. Vació la cafetera
por el desagüe, y no dejó que nadie preparara otra
jarra ni que saliera de la oficina para obtener su
dosis de cafeína en la cafetería que se hallaba en
el área de recepción de las escaleras.
También arrojó unos papeles al otro lado de la
mesa de la sala de conferencias cuando alguien
intentó hacer una propuesta para solucionar un
problema administrativo, y pasó como una tromba
por la oficina, robándose los bolígrafos de todo el
resto y arrojándolos en sus cestos de basura. Fue
una represalia completamente ineficaz, ya que todo
el mundo se limitó a sacar sus bolígrafos de los
cestos cuando hubo salido de la oficina. Pero aun
así resultaba deprimente.
Para cuando se marchó a su almuerzo de
negocios, Cricket se sentía mal por lo que había
hecho. Por lo general, Jason sólo gritaba y
protestaba por sus fechorías. Jamás se tomaba el
trabajo de hacerles la vida imposible como hoy.
Pero parecía que estaba dando rienda suelta a su
furia para averiguar quién le estaba robando los
bolígrafos y dando vuelta sus burdos cuadros.
Cricket frunció el entrecejo durante toda la
mañana, mientras cumplía su trabajo de ingresar
datos. Iba por el último informe de gastos cuando
Debbie y dos colegas más entraron en su oficina.
—¿Hay moros en la costa? —preguntó Cricket
con alivio, ya preparada para huir de ese ambiente
alienante.
—No hay nadie. Se fue hace cinco minutos.
Estamos, en realidad, entre las últimas en salir a
almorzar, así que agarra tu cartera y vamos —la
apuró Debbie.
—Te enteraste de que Mona y Jeff renunciaron
esta mañana? —anunció Debbie, sacudiendo la
cabeza, apenada, probablemente todo el personal
se sintiera igual.
Josie puso los ojos en blanco ante la pérdida.
—Nosotros estamos más protegidos de su ira,
porque no cree que ninguna de las personas que
trabajan en el departamento de contabilidad
posean algún tipo de imaginación. Para él, somos
meros administrativos que ingresamos datos
aburridos.
Cricket escuchó sus comentarios, pero no dudó
en apagar la computadora para tomarse un respiro.
Agarró la cartera y las cuatro mujeres salieron por
la puerta, y se precipitaron ansiosamente hacia el
ascensor.
—¿Adonde vamos? —preguntó Cricket,
pensando en que se conformaba con un sándwich
sencillo. Prefería estar de regreso antes de que
Jason volviera. No quería escuchar sus quejas
respecto de que sus empleados salían a almorzar
aprovechándose de su ausencia. Creía que, como
le estaba pagando a todo el mundo, sus empleados
debían trabajar más que él.
Josie aplaudió cuando se le ocurrió una idea:
—¿Por qué no nos malcriamos un poco y
vamos a Chez Antoine? ¿No tienen ganas de comer
algo decadente y engordante?
—Yo me apunto. ¿Por qué no pedimos sólo
aperitivos y postre para quedar catatónicas por una
sobredosis de azúcar? —sugirió Debbie.
Cricket sonrió, más que lista para comer lo que
fuera. Había tenido que correr aquella mañana,
para llegar a tiempo al estacionamiento. Se
despertó quince minutos después de su horario
habitual y, para no llegar unos pocos minutos tarde
al trabajo o, para ser más específicos, demasiado
tarde para ver a su misterioso galán, se había
saltado el desayuno.
Sonrió mientras esperaba de pie detrás de las
otras tres mujeres, al recordar la excitación que
sintió cuando llegó justo a tiempo para entrar en el
edificio mientras el desconocido la miraba. Luego
pensó en cómo le había cambiado la vida desde
que había conocido al apuesto hombre. ¿Realmente
se estaba saltando comidas para llegar a tiempo y
sentir la emoción de verlo?
Se mordió el labio y asintió para sí. Sí,
realmente lo estaba haciendo.
Pero ¿quién podía culparla? ¡El tipo era un
dios! Se podía recriminar todo lo que quisiera,
pero la verdad era que la mirada que le dirigía
desde el otro lado de la acera constituía,
definitivamente, el momento más emocionante del
día.
—Vamos —dijo Josie apenas se abrieron las
puertas del ascensor—. Me estoy muriendo de
hambre.
Debbie, Josie y Allyson conversaban entre
ellas, tratando de incluir a Cricket, pero como
hablaban de maridos, hijos y bebés, ésta no podía
contribuir demasiado…; aquel aspecto de la vida
le era completamente ajeno. El elegante
restaurante estaba a sólo una cuadra y media de la
oficina, pero era uno de esos lugares exclusivos,
lo cual significaba que no se encontraba
normalmente dentro del rango de precios de cuatro
modestas contadoras. Así que se trataba de un
verdadero lujo, y mucho mejor que un sándwich o
que las hamburguesas de Durango, su lugar
habitual para almorzar.
Las cuatro fueron conducidas a una mesa
apenas llegaron, dado que Allyson, la cuarta del
grupo, estaba saliendo con uno de los mozos del
restaurante. Tal vez estuviera divorciada con dos
hijos, pero seguía activamente involucrada en el
mercado de hombres. Las mujeres sonrieron
excitadas al tomar asiento entre la élite de
Chicago. Acá se congregaban sectores del poder,
acaudalados mecenas de las artes y quienes
controlaban el dinero: banqueros, empresarios
exitosos, turistas con dinero y cualquiera que
quisiera ser visto acudía a Chez Antoine a la hora
del almuerzo. En dos horas, un tropel de las
mujeres poderosas de Chicago llegaría para tomar
el té y beber brandy, y dos horas después, el
público de los aperitivos se apiñaría en el bar,
ansioso por ser visto entre los clientes habituales
del exclusivo restaurante.
Cuando las cuatro ya estuvieron sentadas, el
novio de Allyson se acercó y les indicó lo que
debían pedir, dado que el menú no tenía precios.
Les entregó a cada una un vaso de agua con
rodajas de pepinos, y luego se alejó para dejarlas
decidir qué comerían y ayudar a las demás mesas.
Las damas bebieron su agua a sorbos
entusiasmadas por ser parte de este espectáculo
diario. Bueno, al menos tres de ellas lo estaban.
Cricket bebió un sorbo de agua, pero la tenían sin
cuidado las personas a su alrededor. Conocía a
algunas por su reputación, pero también estaba
haciendo un inventario mental de sus activos. No
de sus cuentas bancarias, sino de sus colecciones
de arte y joyas.
Otras personas tal vez no tuvieran ese tipo de
información, pero Cricket no provenía de una
familia normal. Su padre era uno de los mejores
ladrones de arte del mundo, y su madre era una
entre las tres ladronas a escala internacional que
podía sustraer a sus dueños casi cualquier pieza de
joyería que quisiera, en el momento en que la
quisiera.
Por supuesto, ni su madre ni su padre se
guardaban jamás las piezas que robaban. Al
menos, Cricket no creía que las conservaran.
Sacudió la cabeza al contemplar la
posibilidad. No, la regla de cualquier ladrón era
jamás quedarse con algo que no se quisiera perder.
Siempre aparecía algún nuevo ladrón en ascenso,
más osado, más hábil con la última tecnología, o
más sigiloso para quitarles sus posesiones a otros.
¿Por qué habría de confiar un ladrón en un sistema
de seguridad que él mismo sabía cómo burlar?
La otra regla de oro que jamás debía romperse
era… No dejarse atrapar.
Hasta ahora, ninguno de los dos padres había
sido atrapado, por suerte. Pero Cricket vivía
aterrada de que su padre llevara a cabo un
“proyecto” (un término que usaba él, no ella), que
terminara siendo más una trampa que un atraco. La
policía estaba al tanto de las andanzas de su padre,
pero jamás había podido atribuirle nada. Era más
un fantasma o una leyenda en la comunidad de
ladrones de arte que otra cosa. La policía aún no
comprendía cómo había conseguido realizar
muchos de sus robos, y él se enorgullecía de que
nadie supiera cómo ni, incluso a veces, cuándo
había realizado un trabajo. Sólo acometía las
misiones más riesgosas, y sólo si sabía que podía
desembarazarse rápidamente del botín. Si
atrapaban a un ladrón, era más difícil que las
autoridades probaran que era culpable si ya no
poseía la evidencia.
Así que, aunque Cricket no había en realidad
robado nada, había sido criada en una familia que
vivía para el siguiente trabajo, y se alimentaba de
la euforia de anticipar un hurto. Además, le habían
enseñado todos los trucos del oficio, con la
esperanza de que se uniera a la empresa familiar
una vez que fuera lo suficientemente grande.
Pero ella odiaba robar. La sola idea de
sustraer algo de valor le revolvía el estómago. No
le tenía miedo al riesgo. De hecho, le encantaba el
riesgo, la emoción del desafío y la aventura, y ni
hablar de la increíble autodisciplina que se
necesitaba para aprender las complejas
habilidades del arte de robar. El proceso de
planificación también le resultaba fascinante, pero
había limitado sus misiones a las hazañas más
mundanas, como robar bolígrafos o poner patas
para arriba una oficina.
No, el estrés de que la atraparan, como
también la culpa por llevarse algo que no fuera
suyo, no valían la pena. Ella sólo quería la
emoción, no el peligro.
—¡Oh, cielos! —Josie soltó un grito ahogado
—. ¿No es aquél el presidente de los Estados
Unidos? —preguntó, señalando una mesa en un
rincón, que estaba rodeada de hombres y mujeres
de aspecto severo, todos con anteojos y lo que
parecían ser auriculares para comunicarse de
manera encubierta.
Cricket se dio vuelta para mirar, como lo
hicieron las otras dos mujeres. Hubo una
exclamación conjunta cuando se dieron cuenta de
que realmente era el presidente. Cricket incluso
soltó un gemido al advertir que estaba almorzando
ni más ni menos que con su apuesto y misterioso
galán. ¿Cómo era posible? El tipo trabajaba aquí
en Chicago, ¿en qué negocio podía estar
involucrado el presidente con alguien de por acá?.
Sí, era cierto, Chez Antoine era el mejor
restaurante de la dudad. Y estaba cerca de la
oficina; de hecho, justo al final de la calle.
Pero, ¿el presidente? Aquello solo le
confirmaba que su hombre desconocido estaba más
fuera de su alcance. Y ni hablar de que resultara
peligroso vincularse con él. La historia de su
familia y un hombre poderoso y bien conectado no
eran una combinación que funcionara para ningún
tipo de relación a largo plazo.
Eso no quería decir que, de todos modos,
tuviera algún tipo de posibilidad de establecer un
vínculo con un hombre como él. Probablemente,
salía con mujeres mucho más glamorosas. Lo más
seguro era que se hubiera equivocado al creer que
había estado a punto de dirigirle la palabra en la
cafetería aquel día. Un hombre como él no
abordaba a mujeres como ella. Era demasiado
apocada, demasiado aburrida. ¡Cielos, era sólo
una contadora! ¡Seguramente él salía con modelos
o mujeres de la alta sociedad!
Se volvió nuevamente. De pronto, había
perdido el ánimo. Observó el menú.
—Creo que voy a pedir una hamburguesa y
horrorizar al chef —dijo, intentando desechar la
tristeza.
Por suerte, las otras tres volvieron la atención
a la mesa, conscientes de que aquello era lo más
cerca que estarían alguna vez del poderoso
funcionario. No tenía sentido quedarse mirándolo.
Por desgracia, eso no le impidió a ella seguir
mirando embobada. El tipo no estaba directamente
en su línea de visión, pero si volvía la cabeza
apenas a la derecha, lo veía. Todo el restaurante
estaba pendiente de él porque estaba con el
presidente, pero ella sólo tenía ojos para él.
Parecía que cada vez que se volvía en su
dirección, la estaba mirando directamente a los
ojos. Resultaba bastante desconcertante, y de
hecho ni se enteró de lo que almorzaron. Comió
como una autómata, pero para cuando el novio de
Allyson les retiró los platos, no podía haber
nombrado ni una sola cosa que había tenido
delante de ella la última hora.
El corazón le latía con fuerza y volvió a
levantar la vista. Sus ojos se chocaron con los
suyos. Parecía casi estar ignorando al presidente
mientras la miraba fijamente.
—Qué callada estás —dijo Josie, y Cricket
volvió bruscamente la atención a sus colegas.
Todas habían disfrutado de un almuerzo que, por lo
que parecía, había estado más allá de todas sus
expectativas.
—¿Te parece tan fascinante el presidente? —
preguntó Debbie. Todas se habían dado cuenta de
que había estado distraída durante el almuerzo—.
¿Te encuentras bien? Tienes las mejillas rojas.
¿Puede ser que estés por enfermarte?
Josie sonrió y levantó las cejas.
—No es nuestro ilustre líder quien tiene tan
distraída a Cricket.
Debbie y Allyson volvieron las cabezas y
alcanzaron a ver al presidente saliendo del
restaurante, mientras le decía algo a un hombre
más alto.
—¡Oh…! —dijo Debbie con un suspiro al
advertir a quién había estado mirando Cricket—.
Ese es el buenmozo que trabaja en el edificio de al
lado, ¿no es cierto? —preguntó, suspirando de
felicidad mientras el hombre desaparecía tras salir
del restaurante.
Josie y Debbie volvieron las cabezas, tratando
de verlo otra vez, pero para entonces ya había
salido. Sólo quedaban los últimos agentes del
servicio secreto, echando un vistazo al salón,
como única prueba de que no había sido pura
imaginación que el presidente hubiera estado en el
mismo restaurante que ellas.
—Ahora que lo mencionas —dijo Josie—,
creo que yo también lo he visto. —Es sólo el tipo
que trabaja en el edificio de al lado —repitió
Cricket—. Seguramente que es un buen tipo, pero
no alcancé a verlo bien. —No mentía, aunque
hubiera estado lanzándole miradas furtivas durante
toda la comida.
Allyson miró el reloj.
—Será mejor que volvamos y nos olvidemos
del desconocido alto, moreno y buenmozo del que
Cricket está embobada —bromeó—. El señor
Moran debe de haber regresado y estará furioso
con los empleados por salir en el horario que les
corresponde por ley para el almuerzo.
Las cuatro mujeres estuvieron de acuerdo y
comenzaron a sacar las billeteras. Pero antes de
que cualquier de ellas pudiera sacar el efectivo o
una tarjeta de crédito, el camarero llegó
mágicamente a su mesa. Apoyó una mano sobre el
hombro de Allyson con afecto, mientras dijo:
—La cuenta ya ha sido pagada, señoras.
Las cuatro mujeres se quedaron mirándolo
boquiabiertas.
—¿Disculpa? —preguntó Cricket, sin entender.
—Un hombre ya se hizo cargo de la cuenta —
repitió—. No sé quién, pero mi jefe tomó su cuenta
y me dijo que les dijera que ya estaba cancelada.
— Encogió los hombros y le guiñó el ojo a
Allyson antes de seguir a su siguiente mesa,
ansioso por recaudar propinas de los clientes que
venían a almorzar.
Hubo un momento de silencio atónito en la
mesa, mientras cada una procesaba la novedad.
Luego, una por una se volvió para mirar a Cricket
y sonreír al caer en la cuenta de lo que había
sucedido.
—¡Fue él! —gritó excitada Allyson—. ¡De
alguna manera lograste que ese bombón te pagara
el almuerzo y fuéramos todas beneficiadas!
Josie y Debbie sonreían de oreja a oreja, y
soltaron una carcajada cuando Cricket se puso de
un color rojo intenso.
—Dudo de que hiciera algo así por nosotras.
Ni siquiera sé quién es. —¿Por qué no? —
preguntó Josie—. Tú y él se pasaron
intercambiando miradas ardientes durante toda la
comida. ¡Santo cielo, apenas probaste bocado
porque estabas demasiado concentrada en él!
Las tres amigas se rieron mientras ella seguía
roja como un tomate, pero Cricket sólo sacudió la
cabeza:
—Seguramente fue el novio de Allyson, que
quiso ser generoso.
—Nooo —dijeron todas casi al unísono, sin
creérselo. Pero sabían que tenían una cantidad
limitada de tiempo antes que regresara el jefe y
tuvieran que sentarse delante de sus escritorios,
aparentando estar en plena tarea antes que
ocurriera. Así que tomaron sus carteras y abrigos,
y salieron apuradas del restaurante, avanzando
deprisa por la vereda. El viento de la tarde se
había vuelto más frío durante la última hora, típico
de la época del año en Chicago. Con el lago
apenas a una cuadra de distancia, el viento solía
levantarse inesperadamente y traer consigo una
brisa helada. También explicaba por qué en
Chicago nevaba más que en muchas parres del
país, pero no tanto como en Buffalo o en zonas
centrales de Nueva York.
Se apuraron por entrar en el edificio,
apretándose dentro del ascensor y riéndose de lo
rápido que cambiaba el tiempo. Para cuando
llegaron a su piso, tenían los rostros ceñudos, y
había desparecido rodo rastro de distensión
lograda durante el almuerzo, al tener por delante
una vez más el trabajo sobre sus respectivos
escritorios.
—Voy a empezar a buscar trabajo —dijo Josie,
mientras caminaba por los deprimentes corredores
—. Puede que Jason pague los mejores salarios,
pero no hay nada que valga el clima hostil que se
vive en este lugar.
—Yo me apunto —dijo Allyson, y se metió en
su oficina.
—Cuenten conmigo —lanzó Debbie,
metiéndose también en su oficina.
Ninguna advirtió que Cricket guardó silencio.
No cabía duda alguna de que deseaba otro empleo,
pero, si dejaba de trabajar allí, echaría de menos
su ritual matutino.
¿Acaso había algo más ridículo? Se sentó
frente al escritorio y se dijo con firmeza que
definitivamente iba a tener que buscar un nuevo
empleo. Comenzaría la búsqueda esa misma
noche. El tipo podía ser fascinante, pero sus
amigas tenían razón. No era un entorno laboral
adecuado. Necesitaba algo nuevo. Con suerte,
encontraría un empleo fabuloso en ese mismo
edificio, y seguiría viendo a su desconocido todos
los días.
Capítulo 4
Ryker observó a la mujer rubia del otro lado
del restaurante, más convencido que nunca de que
tenía que conocer a la preciosa señorita que
trabajaba en el edificio de al lado. Estaba sentada
decorosamente frente a la mesa durante la hora de
almuerzo, luciendo una serena belleza. Sus amigas
se reían de algo, pero Ryker advirtió que su bella
señorita apenas esbozaba una tibia sonrisa ante lo
que fuera que estuvieran discutiendo.
Probablemente, porque estaba más concentrada en
echar miradas en su dirección que en prestarle
atención a lo que conversaban sus amigas. Incluso
Ryker estaba distraído de su conversación con el
presidente porque a cada rato buscaba llamar su
atención.
Por suerte, el presidente sabía exactamente lo
que sucedía.
—Veo que la política global y el sistema legal
de la nación no están a la altura de la bella rubia
del otro lado del restaurante.
Ryker se rio, aunque lo habían sorprendido
siendo descortés. De todos modos, el presidente
no era de los que se ofendían por algo así, e
incluso lo aprobaba.
—¿Cómo se llama? —preguntó, cambiando de
tema, dado que había pocas posibilidades de que
Ryker se concentrara en aceptar un cargo en la
judicatura federal.
—Aún no lo sé —replicó Ryker. De pronto, lo
embargó un sentimiento posesivo —. ¿Tan obvio
es? —preguntó Ryker, lamentándose para sí por
haber estado tan desconcentrado. Siempre se
jactaba de su autocontrol, pero esa mujer tenía
algo que lo trastornaba.
—Un poco. Pero sólo porque te conozco hace
tanto tiempo. Después de eso, discutieron
cuestiones personales, más fáciles de seguir, y
permitieron que Ryker usara la mayor parte de su
poder mental en pensar en modos de conocer a su
bella dama. Desafortunadamente, tenía una reunión
justo después del almuerzo para la cual tuvo que
salir apurado a la oficina. Salió del restaurante
con el presidente, y se dieron la mano antes de que
el hombre se agachara para entrar en su limusina
blindada y arrancara a toda velocidad hasta
perderse de vista.
Ryker estaba a punto de regresar a la oficina,
cuando se le ocurrió algo y volvió a entrar en el
restaurante. Tras susurrarle algo al camarero, le
señaló la mesa donde estaba su dama, dándole
instrucciones para que se hiciera cargo de la
cuenta.
Al regresar a su oficina, sonrió para sí. Tal vez
no hubiera estado sentada del otro lado de una
mesa, pero al menos había podido pagarle el
almuerzo. Algo es algo, se dijo. Era extraño, pero
normalmente no le atraían las mujeres tímidas. Por
lo general, prefería el tipo de mujer más agresivo,
que tuviera más confianza en sí misma.
Seguramente porque no solía tener tiempo para
perder persiguiendo mujeres. Además, parecían
ser ellas quienes lo perseguían a él, y él aceptaba
sus proposiciones o las dejaba pasar. Sea como
fuera, lo tenía sin cuidado.
Esta mujer era diferente. Tenía algo que la
hacía ubicarla en una categoría única. Tal vez sí
debió acercarse a su mesa y ofrecerle su tarjeta
personal, pedirle que lo llamara cuando lo creyera
conveniente.
Pero pensándolo dos veces, seguramente no lo
habría llamado. Sabía que estaba interesada, pero
ni siquiera se atrevía a mirarlo a los ojos, salvo
que ocurriera de casualidad. Así que tendría que
averiguar primero quién era, pensar en lo que le
gustaba, e ir tras ella con un poco más de
habilidad y paciencia.
De regreso en su oficina, se encontraba
hojeando varios informes cuando Joan lo
interrumpió para avisarle que la persona que había
citado a continuación había llegado. Ryker miró el
nombre y suspiró, deseando haber cancelado la
reunión. No quería lidiar con aquel hombre justo
hoy, pensó, al tiempo que la puerta de su oficina se
abría de par en par y entraba un hombre bajo y
rechoncho, con entradas pronunciadas en las
sienes.
—Buenas tardes, Jason —dijo Ryker,
poniéndose de pie y caminando al otro lado del
escritorio para estrecharle la mano al hombre
menudo. Ryker no era un gran admirador de Jason
Moran, pero se trataba de un cliente. Al menos,
por ahora. El tipo era un fanfarrón, que creyó en un
principio poder darle órdenes a Ryker. La primera
vez que lo había intentado, Ryker lo había
despedido cortésmente de la oficina, estrechándole
la mano al llegar al ascensor, y diciéndole que no
creía que el grupo Thorpe fuera el tipo de firma
que pudiera serle útil a la compañía de Jason.
El tipo se dio cuenta rápidamente de su error, y
no había vuelto a suceder. Desde ese día, cada vez
que venía a su oficina Jason Moran se
transformaba en la personificación del encanto.
Pero Ryker sabía que el tipo maltrataba a su
personal, y aquello le disgustaba. Sentía la
tentación de decirle que se buscara otro abogado,
pero aún no se había decidido. Tal vez esta visita
inclinaría la decisión en un sentido o en otro.
Ryker se daba cuenta de que no tenía paciencia
para ocuparse de clientes que no respetaba. Y
como no tenía necesidad de lidiar con el hombre
retacón, no tenía reparos en eliminarlo de la lista
de clientes o pasárselo a uno de sus asociados
júnior.
—Gracias por recibirme con tan poca
antelación. Sé que estás sumamente ocupado —
Jason se tomó la libertad de sentarse antes de que
Ryker siquiera le ofreciera un asiento.
Ryker permaneció de pie, comunicándole al
hombre de menor estatura en términos muy claros
lo que pensaba de sus modales.
—Mí asistente mencionó que necesitabas
ayuda con urgencia.
Jason se ruborizó, sabiendo que Ryker Thorpe
era uno de esos hombres poderosos de Chicago a
quien un hombre de negocios no quería molestar.
Tal vez el tipo fuera un abogado que seguramente
estaba siempre al acecho de clientes, pero Ryker
Thorpe tenía muchos amigos influyentes. No
convenía insultarlo. Jason sabía que eso mismo
había hecho durante su primera entrevista, y desde
entonces se había esmerado en comportarse con
cortesía. Pero era difícil. Por lo que a él
respectaba, Ryker Thorpe recibía un pago por
parte de Jason, por tanto el hombre debía
comportarse como un empleado.
Pero así no funcionaban las cosas, al menos no
respecto de los hermanos Thorpe. Contar con
Ryker Thorpe como abogado, o con cualquiera de
los hermanos Thorpe, hacía que casi siempre
desaparecieran la mayoría de los problemas
legales. La reputación que tenían de ganar
prácticamente cualquier caso que tomaran era
legendaria. Las tarifas del grupo Thorpe podían
ser el doble que las de los demás estudios, tal vez
incluso tres veces más que las tarifas vigentes,
pero ellos a su vez lograban impedir que siquiera
surgiera cualquier problema jurídico, ya fuera por
su reputación o por brindar de antemano
asesoramiento jurídico de primer nivel como para
no meterse en líos legales.
Por desgracia, ésta no era una de esas
situaciones que podrían haberse evitado con
asesoramiento jurídico. Ahora se trataba de una
cuestión casi personal.
—Tengo un enorme problema —comenzó
diciendo Jason, deseando poder parase, pero
sabiendo que no sería de ninguna utilidad, ya que
Ryker era casi medio metro más alto que él. Jason
sabía que se seguiría sintiendo pequeño e inferior,
así que permaneció sentado. ¡Al menos podía
disfrutar del sofá increíblemente mullido mientras
se sentía pequeño!
—¿Y de qué se trata? —lo animó Ryker,
disimulando su impaciencia. Echó un vistazo a su
reloj, sabiendo que tenía otra cita en diez minutos.
Sólo lo había metido a Moran ahora para no tener
que aguantar su presencia durante un período más
largo después.
Jason se restregó la frente. Sentía casi
vergüenza de tener que discutir este tema. Pero no
tenía ni idea de cómo solucionar el problema.
—Hay alguien que está asaltando mi oficina
periódicamente, Necesito ayuda para atrapar al
ladrón.
Ryker trató de mantener los rasgos inmutables,
pero le estaba costando ocultar su sorpresa. No se
trataba realmente de una cuestión legal. ¿Estaría el
hombre haciéndole perder tiempo además de
molestarlo con su visita?
—¿Has hablado con la policía? —consultó
Ryker, preguntándose cómo podía ayudar—. Si
atrapas a la persona, puedo representar tus
intereses. Pero hasta entonces, no veo cómo te
pueda ayudar.
Jason hizo una mueca desagradable. Ahora que
estaba pensando en su problema, lo estaba
invadiendo una gran irritación en lugar de la
intención de ser amable.
—¿Acaso no tienes investigadores? —
preguntó bruscamente. Luego se calmó cuando
advirtió la mirada torva de Ryker—. Disculpa.
Hace rato que estoy agobiado por este tema. La
policía no me quiere ayudar porque dicen que no
han robado nada de valor, y ni siquiera puedo
probar que no sea un empleado quien me esté
haciendo una jugarreta. Dijeron que se trataba de
un asunto interno, y que si quería frenar los robos,
debía discutir el asunto con mis empleados. No sé
a quién más recurrir. Ya contraté un investigador
privado, pero no pudieron detener al intruso las
últimas cuatro veces que forzaron la entrada.
Aquello resultaba una sorpresa…, y le llamó
la atención. ¿Qué tipo de bromas se podían hacer
en una oficina? Sabía que su personal andaba
haciendo apuestas de algún tipo. De hecho, él
mismo había realizado una apuesta privada
respecto de su hermano y la gerente de la oficina.
Pero no le parecía que una ronda de apuestas en la
oficina entrara en la categoría de broma. Y no se
estaba robando nada. Al menos, nada que hubiera
sido reportado. El personal solía quedarse con
lápices, bolígrafos, clips, sobres y pequeños
artículos de oficina todo el tiempo, pero él no lo
consideraba verdaderamente un robo. Más bien,
una cuestión de “el costo de tener una práctica
comercial”, y no un delito.
—¿Qué roba esta persona? —preguntó Ryker,
intrigado a pesar de la arrogancia del hombre.
Jason suspiró y se frotó la nuca.
—Bolígrafos —dijo, tapándose la boca con la
mano.
Ryker se quedó quieto, descifrando las
palabras del hombre.
—Lo siento, Jason, pero ¿me acabas de decir
que el ladrón está robando bolígrafos?
Jason asintió, mirando al suelo.
Ryker observó con detenimiento,
preguntándose si Jason le iba a ofrecer más
información.
—¿Se trata de bolígrafos costosos? —urgió al
ver que el insufrible hombre permanecía callado.
—¡No! —dijo Jason, casi con un grito. Se puso
de pie y comenzó a caminar de un lado a otro de la
oficina, que tenía un tamaño más del doble que la
suya. —De hecho, eso es lo que me está volviendo
loco. Anoche había un bolígrafo de doscientos
dólares sobre mi escritorio, pero el que asaltó mí
oficina sólo se robó todos los bolígrafos baratos.
¡Alrededor de diez!
Ryker se quedó mirándolo, shockeado y
divertido. —¿Así que se trata más bien de una
broma pesada? —insinuó, tratando de llegar al
meollo de la cuestión.
—¡Me rompe las pelotas! —respondió Jason a
su vez. Luego se frotó el rostro y la nuca una vez
más. —¡Lo único que me importa es atrapar al
desgraciado que lo está haciendo para que no
suceda más! —Caminó de un lado a otro, y luego
agitó las manos en el aire exasperado. —Y anoche,
todos mis cuadros fueron… —hizo una pausa.
Ryker se enderezó. Si había cuadros
involucrados, se trataba de algo más parecido a un
delito.
—¿Robados? —sugirió.
Jason sacudió la cabeza. Su rostro se puso rojo
de vergüenza.
—Los habían clavado al revés.
Ryker estuvo a punto de soltar una carcajada.
Le causaba gracia la ¡dea de que alguien tuviera la
intención de enloquecer al tipo, y el fastidio que le
ocasionaban las bromas del culpable a este
individuo irritante.
—Vaya, eso es… —Ryker hizo una pausa,
intentando referirse al problema de Jason de
manera diplomática— problemático —terminó por
decir.
Jason estaba demasiado enojado para advertir
el tono socarrón de Ryker.
—¡Maldita sea, claro que lo es! Pero esto es lo
que propongo —dijo finalmente, poniéndose las
manos sobre las caderas, imitando la pose de
Ryker —. Tú tienes un gran equipo de
investigadores. Me han dicho que los pones a
trabajar para tus clientes en numerosas ocasiones.
Te estoy pidiendo que ahora me ayudes con este
tema.
Ryker se inclinó contra el respaldo de la silla.
Consideró el pedido de su cliente. Finalmente
dijo:
—Creo que la policía tiene razón en este caso.
Parece una cuestión más personal que legal, Jason.
Si estas bromas están ocurriendo en tu oficina,
¿has interrogado a tu personal? ¿Están contentos y
tienen ganas de trabajar o enojados por algún bono
eliminado del paquete de compensaciones? ¿O han
bajado los salarios? —Ryker sabía que muchas
veces los empleados se desquitaban con sus
empleadores de modos creativos. Pero ¿robar
bolígrafos? —Pareciera por lo que me cuentas que
alguien se está quedando trabajando hasta tarde
para entrar sigilosamente en tu oficina.
—No puede ser un empleado —masculló, con
aspecto de estar a punto de perder el juicio por
aquella situación—. Desde que comenzó esto he
instalado un nuevo sistema de seguridad, nuevas
medidas, cámaras, dispositivos de control
eléctricos, equipos para asignar credenciales.
Cada vez que fuerzan la entrada, llamo a mi
empresa de seguridad y les exijo que reparen el
sistema para que no suceda más, pero este tipo
tiene la capacidad de burlar cualquier cosa que
instale mi gente de seguridad. Y no hay rastros de
nada. La policía espolvoreó la zona con polvo
para levantar huellas digitales, pero no encontró
nada. Y dijeron lo mismo que tú, así que no están
dispuestos a seguir investigando. —Jason respiró
hondo. —Oye, sé que no es realmente tu área, pero
también sé que tu investigador Mark y su equipo
son geniales en descubrir lo que sea. No quiero
saber cómo lo hacen. Sólo quiero saber quién me
está gastando estas bromas o cometiendo estos
robos o como quieras llamarlos y hacer que se
detengan. —El hombre respiró profundo y se frotó
la mano sobre el rostro. —Estoy quedando como
un idiota, y no me gusta. ¡Nada!
Ryker consideró el pedido del hombre y, de
hecho, comenzó a sentir pena por él. Tenía razón.
Este tipo de cosas hacían que un jefe quedara
como un imbécil y perdiera el respeto de sus
empleados. A la larga, tendría repercusiones por
una disminución en las ventas, y terminaría
despidiendo gente. Así que al final, Ryker
consintió en ayudarlo, no tanto por Jason, sino
para mantener a toda esa gente empleada.
—¿Qué te parece si hablo con Mark y le
pregunto cómo puede ayudar? Si hay algo que
pueda hacer, le diré que se ponga en contacto
contigo. ¿Te parece?
Jason soltó un suspiro de alivio. Al menos
había esperanza, pensó.
—Me parece bien —replicó, e infló el pecho,
aliviado de haber conseguido ayuda. Estrechó la
mano de Ryker, y deseó poder caminar por el
pasillo a la oficina del misterioso Mark y exigir
una consulta. Pero Jason también sabía que no era
el modo en que se manejaba el Grupo Thorpe.
Jason tendría que esperar hasta que Mark lo
llamara.
Por lo menos la compañía ofrecía un servicio
orientado al consumidor, así que no sería una
espera larga. Pero cualquier tipo de espera, para
Jason, resultaba irritante. No era una persona
paciente. Cuando quería algo, lo quería ya.
Al salir, cruzó la entrada lentamente, deseando
que se le ocurriera otra manera de lidiar con la
situación. Al final, supo que tendría que esperar el
llamado de Mark.
Ryker caminó por el pasillo a la oficina de
Mark apenas se marchó Jason Moran.
—¿Tienes un minuto? —le preguntó Ryker.
Mark se volvió para mirar a su jefe,
obligándose a apartar la mente de las seis
pantallas de computadoras que se encontraban
montadas en hilera, una sobre la otra, para facilitar
la visualización.
—Claro, jefe. ¿Hay novedades?
Ryker le explicó rápidamente el problema de
Jason, sonriendo en el momento en que Mark soltó
una carcajada. AI final, Mark dijo:
—Lo llamaré apenas consiga alcanzarle este
informe a Axel. Tal vez haya algo que pueda hacer.
—Es todo lo que puedo pedir —dijo, y salió
de la oficina, para dirigirse fuera del edificio y a
la cita que tenía a la hora del almuerzo.
Más tarde, salió apurado de la oficina para ir a
una cena de negocios que no lo entusiasmaba para
nada. Había accedido a ocupar el lugar de Xander
esa noche porque éste se había retrasado en una
reunión. Pero en ese momento sólo tenía ganas de
ir a su casa y relajarse frente a un partido de fútbol
por televisión.
Entonces, la vio. Estaba saliendo de la oficina
envuelta en un abrigo para protegerse del viento
cortante que se había levantado durante el día. El
sol ya se había ocultado, pero las luces de la
entrada y las de los demás vehículos que salían del
estacionamiento permitían verlo todo con claridad.
Observó sólo un instante antes de tomar una
decisión. Ryker no había llegado tan lejos en la
vida por dejar pasar oportunidades.
Se dirigió hacía ella, trazando una diagonal
perfecta para interceptarla. Supo el momento
exacto en que la joven se dio cuenta de que venía
hacia ella. Era bastante evidente que lo reconoció.
Lo vio en sus ojos, en el modo en que su cuerpo se
tensó y sus mejillas adquirieron un precioso tono
rosado.
—Buenas noches —dijo él, moviéndose con
fluidez para que quedaran fuera de la línea de
tráfico de los empleados que se dirigían al
estacionamiento, ansiosos por llegar a casa, a sus
familias—. Me llamo Ryker Thorpe —dijo,
extendiendo la mano, tomando la más pequeña de
ella en la suya—. Te he visto en el otro edificio
por las mañanas. Como nos hemos cruzado tantas
veces, pensé que ya era hora de presentarnos. ¿Tal
vez me dejes invitarte a tomar un café? ¿O a cenar
alguna vez? —preguntó.
Cricket no podía dejar de temblar. Una cosa
era ver a este hombre desde el otro lado del
edificio. Otra, completamente diferente, era verlo
así, de cerca y en persona. Era más alto de lo que
había anticipado. ¡Y mucho más corpulento!
Debajo del traje, el tipo tenía una capa de
músculos sobre otra. Su madre había sido una
excelente maestra en distinguir lo falso de lo
verdadero, y los hombros de este individuo no
tenían relleno de ningún tipo. Eran puro músculo.
—Este… —tartamudeó, sintiéndose como una
idiota. Su madre habría estado horrorizada por su
falta de desenvoltura. —Me llamo Cricket
Fairchild —logró decir finalmente, mirando hacia
abajo y deseando poder liberar la mano de la suya
—. Realmente, debo irme —dijo—. Debo llegar a
casa para… —No se le ocurría una razón válida
para apurarse por llegar a casa que no fuera huir
de la cercanía enigmática y aterradora de este
hombre. Las rodillas le temblaban y el corazón le
latía como si fuera una adolescente enamorada.
Ryker sonrió, y le apoyó la mano sobre el codo. —
Vamos en la misma dirección, así que te
acompañaré a tu auto. Eso te dará tiempo para
contarme por qué te pusieron Cricket (1.)
Cricket no pudo evitar sonreír. La mayoría de
las personas hacían alguna referencia irritante al
bicho. Su comentario estaba en la misma línea,
pero era mucho más simpático. También, su
sonrisa. Aquellos ojos azul hielo resultaban más
que un poco intimidantes, pero si lograra sólo
mirarle el mentón o la nariz, podía pensar con más
coherencia.
—Mis padres son poco ortodoxos. Por lo que
parece, hubo un picnic de por medio.
Estaban afuera en la calle, caminando por la
vereda. Vio a sus amigas girar en la esquina, todas
apurándose por llegar a casa para ver a sus
familias. Cricket no las culpaba. Si hubiera tenido
a este hombre en casa, también se estaría
apurando. Después de un día tan agotador, todo el
mundo en la oficina sentía una fuerte necesidad de
regresar a casa y abrazar a sus hijos o esposos
antes de relajarse para beber una agradable copa
de vino.
—Creí que lo que más molestaba en un picnic
eran las hormigas —señaló.
Cricket se rio.
—Mis padres verdaderamente no hacen nada
de un modo convencional.
—¿A qué se dedican? —preguntó, sintiendo al
instante curiosidad, y disfrutando la caminata más
de lo que pensaba. Tenía aquella cena de negocios
que comenzaba en menos de treinta minutos, pero
por primera vez en su vida quería relajarse con
una mujer, en lugar de salir corriendo para
resolver alguna cuestión legal o empresarial.
Cuando levantó la mano, sacudiéndola en el
fresco aire otoñal, Ryker supo que intentaría
mentir o desestimar la pregunta.
—Oh, no tienen una profesión en particular de
la que hablen —dijo ella.
AI instante, su comentario le despertó
curiosidad.
—¿Cuál es la profesión de la que no hablan?
—preguntó.
Cricket no podía creer lo perceptivo que era el
tipo. Por lo general, su comentario hacía que la
gente creyera que sus padres eran súper ricos o
lastimosamente pobres. O bien evitaban discutir
sus tipos de negocios porque lo consideraban
vulgar, o no tenían asuntos de negocios de que
discutir.
Ante el comentario de este hombre, no pudo
sino reírse.
—No admites ningún tipo de ambigüedad, ¿no
es cierto? —preguntó con cuidado.
Sonrió, encantado por su sonrisa y fascinado
por el brillo de sus transparentes ojos verdes.
—Y sigues evitando la pregunta. Lo cual
significa que tus padres son o muy bandidos o
vergonzosamente ricos. ¿Cuál de los dos?
Cricket no sabía que sus ojos verdes le
brillaban mientras pensaba de qué manera
responder a su pregunta sin delatar a sus
progenitores. —Eso sólo me indica que eres un
hombre muy cínico. ¿Por qué todo el mundo tiene
que tener un secreto? ¿O esconder a los padres?
¿Por qué no puedo ser una mujer que ya no tiene
padres? ¿O que tal vez tuve una crianza difícil y
me niego a hablar de ellos…? Habían llegado al
estacionamiento, y Ryker estaba aún más intrigado.
Ninguna mujer había evitado jamás responder tan
eficazmente a sus preguntas. La mayoría de las
mujeres que conocía estaban más que ansiosas por
presumir sobre sus conexiones familiares,
pensando que le interesaba ese tipo de cosa. En
realidad, no sentía ningún interés, pero algo en
esta preciosa mujer con los destellos de miel en el
cabello que brillaban bajo las luces del techo lo
hacía pensar en que tenía más secretos que el FBI.
Y tenía la intención de develarlos todos.
—Ven a cenar conmigo esta noche —le
ordenó, tomándola aún del codo, incluso cuando
ella intentó zafarse. No le interesaba la cena de
negocios a la que debía asistir. Al diablo con
todos, pensó. Jamás había dejado de ir a una
reunión de negocios, pero si esta mujer accedía a
cenar con él, renunciaría a todo con tal de
descubrir sus verdades ocultas.
Cricket sonrió, sintiéndose inmediatamente
halagada, peto todavía sin acceder a cenar esa
noche.
—Dame tu tarjeta y te llamare. —Era la mejor
manera que había aprendido para apartar a los
hombres de su lado cuando quería dejar de verlos.
Por desgracia, no deseaba conocer a este hombre.
Prefería la fantasía, porque ¡la realidad le
aterraba!
Ryker consideró su pedido por una fracción de
segundo.
—No lo harás —dijo, sacudiendo la cabeza—.
Te irás y no me llamarás. Entonces tendré que
acosarte en la entrada todos los días. Pero
seguramente cambiarás tu horario ahora que nos
hemos conocido.
Sus ojos verdes se agrandaron aún más al
escuchar la certera evaluación de sus planes.
—¿Y si prometo llamar? —se rio,atrapada en
su propia trampa. Tenía razón. No lo habría
llamado. El tipo era absolutamente encantador,
increíblemente sexy y totalmente inalcanzable para
ella. Sabía que sería mucho más simple si sentía la
energía de su mirada desde lejos.
Ryker sacudió la cabeza. Metió la mano en el
bolsillo interior del saco y sacó un estuche de
cuero, del cual extrajo una tarjeta blanca.
—No lo harás. Pero aquí tienes mi tarjeta de
cualquier manera. Te desafío a que me llames —
bromeó—. Y si no lo haces, no me preocupa.
Tengo maneras de encontrar a las personas —le
prometió ominosamente.
Al escuchar sus palabras, el nerviosismo de
Cricket se multiplicó por diez. Tomó la tarjeta,
giró sobre sus talones y salió casi corriendo hacia
el estacionamiento, necesitando de pronto, con
desesperación, apartarse de aquel hombre extraño,
brutalmente directo e increíblemente viril.
Caminó hacia su auto y se deslizó detrás del
volante, sintiéndose un poco como Alicia en el
país de las Maravillas. ¡El mundo estaba
realmente patas arriba cuando la abordaba un
hombre que almorzaba con el presidente de los
Estados Unidos!
¡Cielos, su padre se moriría de un infarto si se
enteraba alguna vez del interés que manifestaba
Ryker Thorpe por ella!

1 Cricket en inglés significa “grillo”. (N. de la T.)


Capítulo 5
El cuerpo de Cricket se puso rígido cuando
oyó el sonido del timbre. Levantó la mirada de la
novela policial que tenía entre manos, y miró fijo
la puerta como si pudiera, de algún modo,
distinguir a través de la madera. Sólo tenía un
cerrojo en la puerta, porque sabía que era
demasiado fácil vulnerar los sistemas de seguridad
complejos, así que ¿para qué complicarse?
Pero ahora, al oír el timbre y recordar los ojos
azul hielo del desconocido, deseó contar con algo
que pudiera bloquearle más eficazmente el acceso
a su casa.
Había tardado una hora en calmarse después
de la breve conversación que habían tenido más
temprano. Había estado tan nerviosa y alborotada
¡que casi se había equivocado de camino para
regresar a su casa!
Tal vez no fuera él quien tocaba el timbre.
Podía ser que últimamente pensaba tanto en Ryker
que lo tenía muy presente. Así que al sonar el
timbre, asumió naturalmente que sería él. Pero
podía ser uno de sus vecinos. Tal vez, Jennie, la
mujer de al lado, necesitara una niñera, porque su
esposo estaba llegando tarde del trabajo y
necesitaba salir por algún motivo. O podía ser
Leandra, de enfrente, que venía a devolverle la
fuente que le había pedido prestada la semana
pasada.
Cricket siguió mirando fijo la puerta. Se
sobresaltó nuevamente cuando volvió a sonar el
timbre una vez más porque no había abierto la
puerta.
Con inquietud creciente, caminó hacia el
vestíbulo. Estaba absolutamente segura de que hoy
no vería su fuente ni jugaría al Candyland con los
niños. No, la persona del otro lado de esa tabla de
madera vertical era su desconocido, el hombre con
los ojos raros e intimidantes. El hombre por el que
se saltaba el desayuno para poder verlo en las
mañanas.
El hombre que la atemorizaba como ningún
otro.
Los dedos le temblaron al apoyar la mano
sobre el picaporte de estilo artesanal. Respiró
hondo antes de girar el frío metal. Toda su mente
oyó el movimiento de la puerta que se abría. El
leve chirrido cuando liberó el cerrojo, el raspado
al retraer los pestillos, y el sonido sibilante
cuando el viento cambió de dirección en cuanto se
abrió la puerta.
—Creí que no abrirías nunca —dijo la voz
profunda e hipnótica de Ryker Thorpe.
Cricket tembló al oírlo, y su mente repitió las
palabras una y otra vez.
—Sabía que eras tú —susurró. El aliento le
quedó atrapado en la garganta y los ojos se le
agrandaron de fascinación al observar el hombre
apuesto e increíblemente viril parado en la puerta
de su casa.
—¿Esperabas a otra persona? —preguntó,
sonriendo. Lucía preciosa asomándose por la
puerta. Parecía tibia y hogareña, como si hubiera
estado leyendo un libro debajo de una frazada.
Cricket no quería que creyera eso, y
rápidamente sacudió la cabeza.
—¡Para nada!
—Qué bueno. Entonces ¿no interrumpo nada?
Ella sonrió a pesar de los nervios. —¿Puedo
ayudarte? —preguntó. Contuvo la respiración,
esperando con ansias que no estuviera allí sólo
para venderle la subscripción a una revista o algo
igualmente tedioso.
—Puedes abrir la puerta y dejarme entrar —
replicó. Estaba apoyado contra el marco de la
puerta. Tenía un aspecto elegante, ultra sofisticado,
y llevaba el saco del traje costoso abierto sobre el
vientre plano. La corbata de quinientos dólares
había desaparecido y los primeros botones de la
camisa de algodón indio estaban desabrochados.
¡Qué desgracia! ¡Hasta el cuello era sexy\
Suspiró exasperada consigo misma,
preguntándose por qué desconfiaba tanto de este
hombre. Todos los días conocía a ejemplares del
sexo masculino. Evitaba los bates porque los
hombres intentaban seducirla constantemente. Así
que resultaba casi molesto que este tipo no la
irritara como los demás. Con los otros, tenía una
coraza para defenderse, pero sabía que con éste
estaba indefensa. Su rostro adquirió un intenso
tono rosado y los nervios le provocaron algo que
ni siquiera quería intentar describir.
Se mordió el labio, preguntándose cómo
saldría de ese embrollo.
—No lo sé.
Ryker sonrió. Se sentía aliviado de que no le
hubiera cerrado la puerta en la cara.
—¿Acaso no estás interesada en averiguar la
razón por la que vine? — preguntó.
Cricket se mordió el labio inferior, tratando de
decidir cuánto temía a este hombre, y cuánto de
ese temor era infundado.
—No creo que deba interesarme el motivo por
el que estás aquí —replicó, con total honestidad y
el asomo de una sonrisa tímida.
Él se rio por lo bajo. El sonido grave de su
risa hizo que el corazón le palpitara más rápido en
el pecho.
—Al menos, es una respuesta sincera. —
Enderezó lo hombros y se irguió. Cricket advirtió
de pronto lo pequeña que era realmente comparada
con Ryker Thorpe. —¿Qué te parece si entro y te
entrego mi presente? —sugirió y levantó la botella
de vino que había sacado de su bodega. Había
llamado a Xander para decidir sobre la cena de
negocios a la que había accedido a ir ese día. Pero
cuando Xander lo puso al tanto de la situación,
estuvieron de acuerdo con que no era
absolutamente necesario que un representante del
Grupo Thorpe tuviera que ir a esa cena en
particular, así que por eso había venido, esperando
disfrutar de una velada tranquila con la preciosa
Cricket Fairchild.
Cricket inhaló bruscamente cuando leyó la
etiqueta del vino. Levantó la mirada súbitamente
hacia sus gélidos ojos azules, deseando que
hubiera traído otra cosa que no fuera vino. ¡El vino
era su perdición! Y cuando se atrevió a echar un
vistazo hacia abajo, soltó una exclamación:
—¡Eso es hacer trampa! —dijo, entornando los
ojos. Palmer 2009 Margaux era uno de los grandes
vinos del año. ¡Y ella amaba el vino! Rara vez lo
bebía, porque no podía darse el lujo de comprar
los vinos costosos con su salario, pero su madre le
había enseñado a apreciar de verdad la
apasionante intensidad y la explosión de sabores
que había en un buen vino.
Ryker apoyó la palma de la mano sobre la
puerta y empujó con serenidad.
—Voy a entrar, Cricket —dijo suavemente. Sus
fríos ojos azules jamás se apartaron de los suyos
verdes, en los que se veía la preocupación.
Buscaba una señal de resistencia. Pero ella no
podía echarlo. Y no tenía nada que ver con la
fabulosa botella de vino que llevaba en la mano.
Tenía todo que ver con la mágica sensación
que sentía en el momento en que el tipo se abrió
paso para entrar en su casa. Había pensado que era
excepcionalmente apuesto desde el otro lado del
edificio. Y hoy, mientras la acompañaba a su auto,
había sido asombrosamente directo, un rasgo de
personalidad que, por lo general, desdeñaba. Pero
en este hombre, parecía que encajaba a la
perfección. Ahora, teniéndolo allí parado delante
de ella, haciéndola sentir pequeña y femenina con
su imponente presencia y sus hombros corpulentos,
no le podía negar la entrada. Tenía algo que la
convocaba como ningún otro hombre lo había
hecho jamás.
—¿Copas? —sugirió cuando ella se quedó allí
paralizada en el vestíbulo.
Cricket se sobresaltó. Se sentía avergonzada
de haberse quedado de pie, mirando fijamente los
hombros del individuo, y alejó la mirada.
—¡Claro! ¡Copas de vino! —Giró sobre sí
misma, de hecho sorprendida por haberse
olvidado del vino, la estrategia principal para
entrar en su casa. ¡Jamás se olvidaba del vino!
Se desplazó hacia la cocina, intentando volver
a poner la mente en funcionamiento.
—¿Cómo sabías dónde vivo? —preguntó, al
tiempo que extendía los brazos para alcanzar dos
copas de vino de la alacena encima de la heladera.
Estaban cubiertas de polvo por la falta de uso, así
que las limpió en la pileta, aterrada de mirar la
ventana que estaba delante. La oscuridad exterior
transformaba la ventana en un espejo y, si en ese
preciso momento se cruzaba con la mirada de él en
el reflejo, era muy probable que terminara
soltando las copas.
Ryker observó con creciente interés a la mujer
que estiraba los brazos hacia arriba, en tanto el
suéter rosado que llevaba acompañaba a sus
brazos para revelar una porción de pálida piel en
la espalda, que le permitía una visión ilimitada de
su adorable trasero. Era redondo y firme, y el
pantalón negro que había llevado esa mañana al
trabajo se ajustaba a sus suaves curvas. Seguía con
el suéter rosado, pero ya no lo tenía sobre los
pantalones. Sospechaba que ni siquiera advertía lo
adorable que lucía, agotada y con el cabello
revuelto. Estaba acostumbrado a verla
perfectamente peinada y caminando con
determinación profesional. Le gustaba este look.
Resultaba mucho más atractiva. Y definitivamente
más sexy.
Giró con las copas que ahora brillaban,
deslizando con reticencia los ojos hacia los suyos,
y él quiso besarla. Quiso saber lo que sentiría
teniendo esos pechos suaves y erectos presionados
contra el torso, los cálidos suspiros de ella sobre
el cuello. Y al imaginarlo, su cuerpo reaccionó al
instante.
Ella esperó expectante, mirando rápidamente
de sus ojos a la botella. Cuando se dio cuenta de
lo que estaba pensando, su corazón se aceleró y
sintió las mejillas ardientes.
—Oh —suspiró, y casi olvidó las copas que
llevaba en la mano.
Ryker sabía que la estaba poniendo aún más
nerviosa. No había sido su intención, pero la mujer
lucía increíblemente sensual de pie, con una
mirada de confusión. Sonrió y cedió ligeramente.
—¿Sacacorchos? —preguntó.
De nuevo, el cuerpo de Cricket se sobresaltó
con la pregunta y con la conciencia de que seguía
mirando su boca, como si estuviera prácticamente
suplicándole que la besara.
Ella asintió con la cabeza y colocó las copas
sobre la mesada detrás de ella. Las apoyó con
tanta fuerza que estuvo a punto de romperle el tallo
a una de ellas cuando erró la mesada por los
nervios. Sentía los dedos torpes mientras
rebuscaba en los cajones de la cocina. Cuando
finalmente halló el sacacorchos, giró, sosteniendo
el instrumento en alto, con una mirada triunfal.
—Lo encontraste —dijo él, con una chispa
divertida en los ojos—. ¿Debo suponer que no
bebes vino a menudo? —preguntó mientras abría
la botella expertamente.
Ella sonrió, recostándose sobre la mesada,
aliviada de tener un instante de respiro para dejar
de pensar por unos instantes.
—No, casi nunca.
—¿Tomas cerveza, entonces? —preguntó,
sirviendo vino en ambas copas antes de darle la
suya.
—Cada tanto me gusta tomarme una cerveza —
dijo, aceptando la copa con excitación creciente
—. Pero tengo que admitir que me muero por una
buena botella de vino. Eso explica por qué en este
momento estás parado en mi cocina —dijo
sonriendo tímidamente.
—¡Una verdadera interesada…! —se rio y
chocó la copa de ella—. Brindo por habernos
finalmente conocido —propuso.
Cricket pensó en sus palabras, y luego sonrió y
acercó la copa a la nariz.
Se tomó un momento largo para disfrutar el
bouquet, esperando que el aroma frutado le llenara
las fosas nasales y colmara todos sus sentidos.
Bebió un primer sorbo, y dejó que el vino se
deslizara suavemente por la boca, sintiendo la
explosión de su fragancia sobre la lengua,
asombrada por el extraordinario sabor.
—¡Cielos! —suspiró feliz, con los ojos aún
cerrados mientras paladeaba su primer sorbo—.
Esto es realmente maravilloso.
Ryker observó mientras la mujer que
consideraba el ser humano más sexy sobre la
Tierra terminaba de volarle la cabeza con la
imagen más sensual que había visto en su vida. El
disfrutaba del vino como todo el mundo. Pero
observar a Cricket Fairchild dando su primer
sorbo del Palmer Margaux le provocó un deseo
irrefrenable de poseerla. Quería que toda esa
pasión, la sensibilidad erótica, estuvieran
dirigidas a él, o compartidas con él, mientras la
llevaba a la cima del gozo.
Se hallaba de pie, como a un metro de
distancia de ella, en la pequeña cocina azul,
mirándola con extrañeza. Tenía la botella de vino
en una mano y la copa de vino en la otra, pero él
sólo atinó a quedarse allí, parado, mirándola.
—¿No vas a probarlo? —preguntó ella,
levantando la mirada para observarlo con
curiosidad.
Ryker parpadeó y miró su vaso.
—No creo que necesite hacerlo. Ver el placer
que sientes es mucho más interesante que cualquier
cosa que haya visto jamás —dijo y observó con
fascinación cómo se volvía a ruborizar. Se
preguntó si se quemaba o se bronceaba al sol. Era
probable que se quemara por la palidez de la piel,
pensó, advirtiendo los destellos color platino en su
cabello. —Entonces, ¿de qué trabajas? —
preguntó, tratando de cambiar de tema para que
ella se sintiera más cómoda en su presencia. Sabía
por instinto que debía lograr, primero, que ella se
acostumbrara a él antes de poder avanzar, y dado
que se estaba muriendo por tomarla en los brazos,
tenía que acelerar el proceso de conocimiento o de
otro modo quedaría consumido por las brasas del
deseo.
Lo condujo fuera de la cocina, para que
estuvieran más a gusto en su pequeña sala de estar.
—Trabajo como contadora en la oficina de
Jason Moran. Aquello le sorprendió, sabiendo
cómo Jason trataba a su personal. Esta mujer
parecía una persona de pocas pulgas.
—;Y te gusta el trabajo? —preguntó, pensando
que no tenía aspecto de contadora. Tenía el perfil
más de una bailarina o de una chef gourmet,
alguien con pasiones ocultas y secretos que él
quería descubrir.
Cricket se encogió los hombros:
—Paga la hipoteca —dijo, y dirigió su mirada
alrededor de su diminuta casa—. Es pequeña, pero
amo esta casa —explicó. Sólo tenía una sala de
estar y una cocina con un baño de visitas en la
planta baja, y dos pequeños dormitorios arriba,
pero era todo suyo. Pagaba la hipoteca
religiosamente todos los meses, y mantenía un
registro minucioso de sus ingresos y gastos. Le
habían enseñado de niña que los ladrones no
podían jamás ser dueños de propiedades; tenían
que estar preparados para huir en cualquier
momento. Cricket había vivido por todo el mundo
y hablaba perfectamente francés, italiano y
español. También alemán, el suficiente como para
defenderse, y un poco de portugués. Pero sólo
porque su madre y su padre la habían arrastrado
por todo el planeta, en pos del siguiente
“proyecto”. Cricket había aprendido a adaptarse, a
pasar inadvertida y a comprender rápidamente la
cultura de cada ciudad; incluso, había absorbido el
dialecto y los acentos, para que la gente no creyera
que era una extraña. Los extraños eran peligrosos.
Para tener amigos, era mejor apostar por alguien
que “hablara el mismo idioma”.
Ryker también echó una mirada a su alrededor,
impresionado por la calidez del ambiente. Era
como si hubiera un fuego prendido en la chimenea,
pero en realidad eran los tonos cálidos y la suave
iluminación. Había realizado un gran trabajo para
conseguir que la sala luciera placentera y cómoda.
— Hace cuánto vives aquí? —preguntó. Y la
conversación continuó durante horas. Sentada
delante de él, ella se hizo un ovillo en su enorme
sillón, relajándose a medida que el vino penetraba
su torrente sanguíneo, y volviéndose más
comunicativa que lo habitual. Él era un hombre
fascinante. Había visitado casi todas las ciudades
en las que había estado ella, y también hablaba
varios idiomas. Al final de la velada, sentía que lo
conocía más en profundidad, pero jamás aceptó
que podría llegar a conocer su mente. Este hombre
no era como los caballeros simples y sin vueltas
con los que ella había salido esporádicamente en
el pasado.
Mientras hablaban de arte e historia, la
universidad, sus comidas favoritas, Cricket
comenzó a advertir que la personalidad compleja
de Ryker Thorpe tenía un sinfín de facetas. Era un
tipo sorprendente. Sinceramente podía decir que
jamás había conocido a nadie más inteligente ni
bien educado, incluido su padre, lo cual era decir
mucho. Tal vez su padre no hubiera asistido a
ninguna universidad, pero podía conversar sobre
cualquier tema como el mejor. Se enorgullecía de
leer todo lo que le cayera en las manos, pero el
hombre que estaba sentado en su sala de estar era
mucho más culto, capaz de conversar casi sobre
cualquier tema. Incluso sabía sobre arte, un tema
en el que no muchas personas se destacaban.
Por supuesto, Cricket no entró en detalle sobre
su propio conocimiento del arte y de la historia del
arte, y ni siquiera tocó el tema de su habilidad
para distinguir los diamantes reales de los falsos,
mucho menos, de su capacidad para detectar de un
vistazo el diamante perfecto en cualquier sala que
se hallara. No, todas las habilidades que le habían
transmitido sus padres sólo llevarían a preguntas.
Preguntas que no podía responder. O al menos que
no debía responder. Las respuestas generarían otra
catarata de preguntas.
Habían terminado la botella de vino y Cricket
ahogó un bostezo… No quería que él lo viera
porque probablemente se levantaría para
marcharse. Pero esta vez, no pudo reprimirlo, y él
miró rápidamente su reloj, advirtiendo lo tarde que
era.
—Será mejor que te deje dormir —dijo Ryker,
poniéndose de pie.
Cricket también se puso de pie. Se sentía
tremendamente desilusionada por que la velada
compartida tocara a su fin. Deseó que se le
ocurriera algo para hacer que permaneciera en su
casa, que le siguiera conversando. Pero ahora que
lo tenía más cerca, sintió que se le paralizaba la
mente.
—Bueno… —comenzó a decir, ocultando las
manos detrás de la espalda, sintiéndose de pronto
tan nerviosa y torpe como una adolescente en su
primera cita—. Este…, gracias por traer el vino.
Estuvo increíble. —¡Eso! Qué gran manera de
despejar el ambiente y decir adiós. Si sólo pudiera
quedarse de este lado de la mesa ratona, entonces
tal vez evitaría arrojarse en sus brazos y rogarle
que le diera un beso de buenas noches.
Ryker intuyó perfectamente lo que quería
hacer, y no se lo iba a permitir. Había querido
besarla desde el momento en que entró en su casa,
y no iba a poder hacerlo si ella se quedaba de ese
lado, con la mesa de por medio.
—Acompáñame a la puerta —le ordenó, sin
esperar que respondiera, extendiendo el brazo
para tomarla de la mano y conducirla hacia la
puerta de entrada.
Cuando estuvieron parados en el diminuto
vestíbulo, con la mano de Cricket aún en la suya,
ella fijó la mirada hacia adelante, mirándole sólo
el pecho. No podía observarlo a los ojos ni a la
boca. Si lo hacía, él sabría lo desesperada que
estaba por besarlo. Cuánto deseaba que sólo la
tomara entre sus brazos y le hiciera el amor
apasionadamente.
Y con cuánta desesperación deseaba ser la hija
de cualquier otro. Más temprano, había visto a este
hombre con el presidente de los Estados Unidos.
Ahora sabía que era abogado, lo cual significaba
que era un oficial de la Corte…, a sólo un paso de
la policía. Un abogado y una ladrona no debían
juntarse bajo ningún pretexto, se dijo con firmeza.
—Buenas noches —susurró, tratando de
ocultar el nerviosismo y la tristeza que se colaban
en su voz y en su mirada.
Ryker no la despacharía tan rápido. Sabía que
ambos necesitaban lo que estaba a punto de
suceder. Se inclinó más, puso un dedo bajo su
mentón, y le levantó el rostro para que lo mirara.
Allí en esa mirada vio lo que estaba buscando. La
misma necesidad que le recorría el cuerpo.
Y fue todo el permiso que hizo falta.
Agachándose aún más, tomó sus labios con los
suyos, besándola con suavidad, lento,
provocándola para despertar su deseo. El aliento
de Cricket brotó con un siseo aturdido y grave al
tiempo que levantó la mirada. Pero aquello sólo
duró una fracción de segundo antes de que
levantara la boca una vez más, pidiéndole en
silencio que continuara besándola. Sabía que era
un error, que esto no podía llegar a nada, pero por
esta única vez, este único beso, disfrutaría de
todas las sensaciones, de la sorpresa y del
asombro de sentir una euforia como la que sentía
en brazos de este hombre.
No advirtió que sus propios brazos se habían
deslizado hacia los hombros de él, y estaban ahora
envueltos alrededor de su cuello, ni que tenía los
dedos hundidos en su cabello, sintiendo la textura
de sorprendente suavidad. Hubo un momento en
que todo comenzó a girar en torno de ella, pero
luego sintió la puerta por detrás y se dio cuenta de
que él la había corrido, para tenerla contra la
puerta y presionarla contra su cuerpo. La
sensación le produjo vértigo. Presionó sus suaves
curvas contra él, soltando un jadeo de sorpresa y
deleitándose con el poder que ejercía sobre este
hombre fuerte y viril. Había tenido las manos en su
cintura, pero ella tembló cuando sintió que se
deslizaban hacia arriba y se envolvían alrededor
de sus costillas. Le suplicó en silencio que
siguieran subiendo.
Ryker tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano
para reaccionar. Esta mujer era tan voluptuosa y
sexy que lo único que deseaba era seguir
besándola así. Intentó parar, pero en ese momento
la mano de ella le tocó la mejilla y volvió a perder
el control. La levantó y las manos de él se
movieron hacia sus caderas para luego sujetar sus
piernas, que quedaron envueltas alrededor de su
cintura.
Cricket no podía creer lo que estaba
sucediendo. No podía estar haciendo esto, pensó
cuando levantó la cabeza. Luego la urgencia por
tocarle la piel fue tan abrumadora que sacó la
mano de su cabello y le rozó la sólida curva de la
mandíbula con los dedos, fascinada con la textura.
Era más áspera de lo que creyó, más fascinante
y ardiente al tacto. No se dio cuenta de que estaba
jadeando en su intento por respirar ni que su pecho
se agitaba contra el suyo. Lo único que sabía era
que le ardían las puntas de los dedos del simple
contacto con su piel. Y luego perdió el control
absoluto. Las manos rudas de él la levantaron aún
más, y reclamó su boca con un beso violento.
¡Necesitaba aún más! No era suficiente, y ella
movió el cuerpo. Cuando sintió aquella dureza,
dejó caer la cabeza hacia atrás…, no, ya no lo
tenía sobre el estómago, estaba… ¡justo en ese
lugar! Creyó que los ojos le comenzarían a girar en
la cabeza por la oleada de placer que le recorrió
el cuerpo una y otra vez, pero ni siquiera eso era
suficiente.
Todo era tan maravilloso. Cada vez que él
movía la mano, cada lugar que tocaban sus labios
duros y demandantes sólo incrementaba el deseo
aún más. Jamás había experimentado nada como
sus caricias y sus besos, y quería más. Ryker
apartó la cabeza hacia atrás y la miró fijo a los
ojos. —Cricket, si no paramos ahora, voy a subir
las escaleras contigo y te voy a hacer el amor. —
La observó, tan excitado por la mirada en sus ojos
que le costó siquiera hablar. — ¿Me entiendes? —
le preguntó impaciente cuando ella siguió
dirigiéndole la mirada abrasadora de sus
preciosos ojos verdes. ¡Maldición! Sentía un
deseo casi primitivo por esta mujer.
No podía creer lo rápido que se habían salido
las cosas de control. Había querido darle un suave
beso de buenas noches y luego irse. ¿Cómo había
llegado al punto de estar duro como una piedra y
rogándole en silencio que le diera permiso para
seguir?
Sus palabras le llegaron por fin a través de la
bruma del deseo, y Cricket soltó un grito ahogado
cuando se dio cuenta de la posición en la que
estaba.
—¡Cielos! —exclamó, y se liberó de sus
brazos.
—¡Espera! Cricket, no… —y gimió cuando las
caderas de ella se movieron contra él. Cricket
sabía exactamente lo que estaba sintiendo él
porque ella también lo sentía. Ese deseo frenético
y casi enloquecedor cuando se movió contra su
erección también la atravesó. Se quedó helada, sin
querer que el cuerpo volviera a hacer nada que le
provocara esa sensación otra vez. Y sin
embargo…, tal vez si ella…
—¡Cricket…! —gimió él, cerrando los ojos y
sacudiendo la cabeza—. Sabes exactamente lo que
estás haciendo, ¿no es cierto? —preguntó con una
ligera sonrisa en aquellos labios que ahora Cricket
sabía podían entregar tanto placer. ¿Cómo podía
un hombre con un aspecto tan severo y reservado
saber besar así?
—Lo siento —susurró, y sus dedos se
aferraron a sus hombros para evitar cualquier
movimiento—. ¿Cómo hago para bajar sin…? —
no podía decir las palabras y sabía que el rostro le
ardía de vergüenza.
—Aférrate a mí —le dijo y se acercó,
tomándole las caderas con las manos. Con
delicadeza extrema, la levantó y la apoyó una vez
más sobre el suelo.
—Listo —gruñó, pero sus manos no se
apartaron de ella y su cuerpo volvió a presionarse
contra el suyo una vez más—. Tengo que irme —
dijo con esa voz ronca y sexy. No se marchó. Su
cuerpo presionó el de ella contra la puerta, y le
buscó la boca con sus labios para volver a
besarla. Esta vez fue más suave, sensual pero aún
más ardiente que el anterior.
Ella gimió y volvió a pasarle los brazos
alrededor del cuello, arqueándose contra su
cuerpo, reclamando ese placer, necesitando aún
más.
—Me tengo que ir —volvió a decir, pero sus
labios se movieron contra su cuello, y la hicieron
temblar de placer cuando encontró un lugar en la
base donde parecía que todas las terminaciones
nerviosas se unían, incitando aún más el deseo.
Ella se alejó apenas, sorprendida.
—Tienes que irte —susurró, pero los dedos
siguieron prendidos de su cabello y su cuerpo
seguía moviéndose contra el suyo.
—Ahora me marcho —dijo y apretó los
dientes. Esta vez lo logró. Se apartó y apoyó los
brazos contra la puerta de madera detrás de ella.
—Gracias por esta noche —dijo, y le tocó la
mejilla con el dedo áspero.
Ella suspiró, al tiempo que sentía que se
derretía contra la puerta que tenía detrás. Apenas
podía mover los dedos para hacer funcionar el
picaporte, pero al fin lo consiguió. Lo giró, sin
lograrlo la primera vez, y lo intentó de nuevo. Esta
vez, fue capaz de accionar el picaporte y abrir la
puerta. Casi se olvidó de apartarse de la puerta,
pero como se tropezó sobre los pies al abrirse la
puerta, se dio cuenta de que debía moverse.
—Buenas noches, Cricket —volvió a decir y
salió caminando hacia la noche fresca.
Cricket se apuró apagando las luces en toda la
sala lo más rápido posible. Luego corrió al fondo
de la sala… justo a tiempo para verlo meterse
dentro del auto. Cuando tenía la puerta abierta y un
pie adentro, él dudó y volvió a mirar la casa.
Cricket se quedó mirando, mordiéndose el labio y
rogando que regresara y terminara lo que había
comenzado. Ella misma no tenía el coraje para
pedírselo, pero no había célula en su cuerpo que
no estuviera preparada para averiguar cómo sería
hacerle el amor a Ryker Thorpe.
AI final, él sacudió la cabeza y se metió en el
asiento del conductor. Un instante después, su auto
poderoso traspuso la calle, y Cricket se desplomó
contra la pared, tan decepcionada que pensó que
rompería en llanto.
En cambio, levantó las dos copas y la botella
vacía de vino. Puso la botella en el tacho de
basura de reciclaje, y los vasos en la pileta, tras lo
cual se dirigió arriba. Se preparó para acostarse,
saco su camisón de franela y se lo pasó por encima
de la cabeza. Deseó estar haciendo lo opuesto. De
hecho, se ruborizó al darse cuenta de todos los
pensamientos que le recorrían la mente mientras se
cepillaba los dientes y se lavaba la cara. En
realidad, no quería que Ryker regresara. ¡Recién
lo había conocido hoy!
Tuvo que recordarse a sí misma una y otra vez
que éste era el tipo de hombre que cenaba con
personas importantes. ¡No era el hombre para ella!
Capítulo 6
Cricket se levantó a la mañana siguiente
sintiéndose renovada y viva, y con más entusiasmo
para ir a trabajar que en mucho tiempo. Se apuró
por terminar con su rutina matinal, ansiosa por
llegar a la oficina. No tenía nada que ver con su
empleo y todo con la idea de ver a Ryker cuando
entrara en el edificio de al lado.
Estaba preparada para recibir el estímulo que
necesitaba su cuerpo todas las mañanas.
Se duchó y se vistió, esmerándose
especialmente por lucir mejor esa mañana. Incluso
eligió una falda más corta que las que solía usar, y
tacos extra altos, pensando que no haría mal verse
un poco más sexy. Después de todo, el candidato
en cuestión era un verdadero bombón.
Todas las reconvenciones de la noche anterior
habían desaparecido de su mente. ¿Qué mal podía
haber en ver al hombre? Sólo estaba yendo a
trabajar y, con suerte, él iría a la oficina según su
horario habitual. Así que, si por casualidad se
cruzaban, eso no significaba nada, se dijo a sí
misma. No era un compromiso, sólo una descarga
de adrenalina matinal.
Estaba tomando las llaves de su auto y su
cartera, chequeando el lápiz labial en el espejo
una última vez cuando sonó su celular.
Cricket contrajo todo el cuerpo, y sacudió la
cabeza cuando reconoció el timbre del celular. No
era importante, se dijo a sí misma, decidida a
ignorarlo. Después de varios timbres, las llamadas
cesaron, y pasó automáticamente al correo de voz.
Cuando al fin se detuvo, respiró hondo y estaba a
punto de salir al fresco aire matinal cuando las
llamadas se reanudaron.
Miró el teléfono, y sacudió la cabeza. Nadie
podía estar llamándola a esta hora de la mañana,
salvo que fuera una esas horribles llamadas de
activistas políticos para hacer una encuesta. O
podía ser su padre. De cualquier modo, de ninguna
manera atendería la llamada.
Sintiéndose libre una vez más, tomó el abrigo,
se ajustó el cinturón alrededor de la cintura y salió
corriendo por la puerta. Sintió el aire frío de la
mañana como un soplo fresco y vigorizante sobre
el rostro y sonrió al ver el sol asomando por el
horizonte. Sí, iba a ser un buen…
¡De nuevo, el teléfono!
—¡Maldición! —Se detuvo en su diminuto
porche y sacó el teléfono de la cartera. Abrió la
tapa y respondió con voz irritada:
—¡Buenos días, papá!
La carcajada que oyó como respuesta sólo
logró ponerle los nervios de punta.
—Buenos días, mi hermosa hija. Luces
excepcionalmente bella esta mañana. Noto un
brillo de excitación en tu rostro o ¿será que estás
encantada de oír a tu viejo?
Cricket miró a su alrededor, tratando de
descubrir dónde estaba escondido su padre. Pero
no vio nada y debió suponerlo. Si su padre no
deseaba ser visto, no sería visto.
—¿Qué haces levantado tan temprano? —
preguntó, recorriendo con la mirada a los árboles
y al parque del otro lado de la calle, cualquier
lugar donde pudiera estar ocultándose. Trabajaba
al anochecer, a veces incluso se quedaba despierto
toda la noche, entonces, ¿cómo podía estar
despierto tan temprano por la mañana?
Al escuchar la pregunta, su padre se rio entre
dientes. Era evidente que se divertía provocando a
su única hija.
—¿Quién dice que me desperté temprano? Tal
vez nunca me dormí .Cricket se detuvo en seco
mientras caminaba hacia su auto, y contuvo el
aliento al preguntar:
—No habrás hecho nada aquí en Chicago, ¿no,
papá? —Esperó varios segundos, preparada para
lo peor. ¡Tenían un acuerdo! —Lo prometiste —
susurró, y la ansiedad se coló en su voz, al tiempo
que esperaba que confirmara o negara si había
emprendido, o estaba a punto de emprender, un
proyecto dentro del área metropolitana de
Chicago. Si bien había prometido no operar en esa
ciudad mientras Cricket viviera en ella, nadie
podía garantizar que fuera a cumplir con su
palabra.
Era un ladrón. Era evidente que tenía un
problema con la ética. Aunque lo amaba, era
plenamente consciente de sus limitaciones. Si
sentía la tentación de acometer algo aquí en
Chicago, una promesa infantil a su hija no lo
detendría.
Caminó hacia su auto, y desbloqueó la puerta
del conductor, sin dejar de mirar por el rabillo del
ojo para ver si lograba ubicar dónde estaba.
—Hace años que no tengo ningún negocio en tu
zona, querida. Qué poca fe tienes en mis promesas
—dijo, chasqueando la lengua—. Pero aún no has
respondido a mi pregunta acerca de por qué estás
tan arreglada. ¿Acaso te has puesto linda para
llegar a tu oficina fría y aburrida, y poder ripear
números durante el resto del día? —sugirió con un
toque de sarcasmo que siempre acompañaba sus
palabras cuando se refería a la ocupación que
había elegido—. ¿O el brillo de tus ojos tendrá
que ver con el hombre que estuvo anoche en tu
casa? —preguntó con tono tajante, y su voz dejó la
cordialidad de unos minutos atrás.
Cricket estaba a punto de encender el motor,
pero se detuvo. Ahora estaba preocupada.
—¿Estuviste aquí anoche? Viste… —Estaba a
punto de decir el nombre de Ryker, pero se detuvo
justo a tiempo. Si su padre no sabía quién era el
tipo, Cricket no le daría indicios para que lo
supiera.
—Sé lo que está sucediendo y será mejor que
te mantengas alejada de Ryker Thorpe —advirtió
—. El tipo no es estúpido. Es uno de los mejores
abogados del país, Cricket. Tal vez no sea un
integrante de las fuerzas de seguridad, pero no lo
provoques. Es uno de ellos —dijo con firmeza,
pronunciando la palabra “ellos” como si fuera un
insulto que dejaba un sabor amargo en la boca.
Su padre era muy sobreprotector. De
adolescente, apenas la había dejado salir con
jóvenes. Independientemente del lugar en donde
estuvieran en el mundo, su padre siempre estuvo
en contra de que saliera con amigos. Sólo fue
gracias a la influencia tranquilizadora de su madre
que Cricket logró salir con muchachos. Hasta que
se marchó a la universidad, había tenido muy poca
libertad en el terreno de las citas.
Lo cual resultaba irónico. Su madre y su padre
le habían enseñado un montón de habilidades
delictivas: le habían mostrado cómo asaltar un
edificio y a robar piezas valiosas que le
pertenecían a otros, pero cuando se trataba de que
alguien invitara a salir a su niñita, su padre era tan
sobreprotector como una mamá osa.
Sacudió la cabeza ante esta última invasión a
su privacidad. Deseaba discutir con su padre, pero
no encontraba las palabras. Posiblemente porque
él tuviera razón. Ryker era peligroso. Ayer se
había enterado de que era abogado, y un escalofrío
le había recorrido todo el cuerpo ante el
significado de sus palabras.
—Si no estás operando en Chicago, no hay
motivos para preocuparse — señaló con lo que
consideró una lógica irrefutable. Si el hombre no
hacía nada ilegal, no debía preocuparse por que su
hija saliera con alguien que trabajara en el ámbito
de la ley.
Pero supo, antes de terminar, que su padre no
estaba de acuerdo. Sintió su furia y su frustración a
través del teléfono.
—El tipo es un experto en derecho
internacional —afirmó él, como si ella estuviera
haciendo un esfuerzo por ser ridículamente tozuda
y obtusa—. Eso significa que tiene contactos no
sólo en Chicago, Cricket. Los tiene en todos lados.
El fulano se pasa la mitad del año viajando. Así
que eso significa que, no sólo tiene conexiones con
la Interpol, sino que no sería un buen esposo para
ti. Deberías estar buscando un hombre que se
quede en casa con mis nietos, ayudándote a
criarlos. No que se largue a algún país lejano
mientras que tú te quedas en casa cambiando
pañales.
Cricket puso los ojos en blanco.
—¡Papá! Sólo salí circunstancialmente con él.
Me trajo una botella de vino.
Hubo una larga pausa hasta que su padre dijo
finalmente:
—Cricket, no sé si me estás mintiendo a mí o a
ti misma, pero de cualquier manera, deshazte de él.
Es peligroso.
Con esas palabras, dio por terminada la
conversación. Cricket inclinó la cabeza contra el
volante. Cómo le hubiera gustado tener padres
normales y que la profesión elegida por ellos no
fuera tan peligrosa y no interfiriera con su propia
vida.
Puso en marcha el auto, al tiempo que pensaba
en ignorar su orden. Ryker le agradaba. Era
diferente de los otros hombres con los que había
salido a lo largo de los años. Era amable y
sensible sin ser un blandengue, pero a la vez tenía
una inteligencia descomunal. Y la hacía reír con
algunas de sus observaciones. Mejor aún: ¡se reía
con ella! La mayoría de los hombres no entendía
su sentido del humor. Ella sabía que tenía un modo
de pensar poco convencional. Pero Ryker sí. La
noche anterior se había reído cuando le contó
historias sobre distintas situaciones, y todo le
había gustado de él. Incluso aquella atracción
alarmante, casi enloquecedora que sentía por el
tipo.
Cielos, ¡y cuando la tocaba! ¡Jamás había
experimentado una cosa así! Sintió un escalofrío
de sólo recordarlo y había soñado con él aquella
noche ¡haciendo cosas atrevidas y osadamente
eróticas.
Por desgracia, mientras conducía por las calles
de Chicago, que rápidamente se llenaban con otros
conductores que también entraban a la ciudad a
trabajar, supo que su padre tenía razón. Además,
¿por qué perder tiempo disfrutando de su
compañía para descubrir, al final, que en el fondo
era un idiota? Sólo estaría poniendo a sus padres
en peligro. Los hombres siempre se mostraban
bajo una luz favorable cuando comenzaba una
relación, pero una vez que se agotaba la novedad,
afloraba el verdadero ser humano. No podía
arriesgar un posible encarcelamiento de sus padres
sólo porque un hombre le pareciera gracioso y
sexy.
Aquel pensamiento hizo que le surgiera de
inmediato otro en la cabeza, y apretó el botón de
control de voz situado en el volante, para volver a
llamar a su padre. Cuando atendió, le preguntó:
—Papá, si estás nervioso de que te agarren,
¿significa que hay evidencias en tu contra? —
preguntó, de pronto, preocupada.
—Por supuesto que no —masculló. Le había
herido el orgullo que sentía por su trabajo. —Ya
nos conoces bien a tu madre y a mí. —El hombre
se consideraba un profesional, y Cricket tuvo que
admitir que jamás había aparecido evidencias que
la policía de algún país pudiera usar para
conectarlo con un robo.
Así que su comentario pareció fuera de lugar:
—Entonces, ¿por qué te preocupa tanto que
haya conocido a un abogado? —preguntó, aún no
convencida del todo.
Hubo una pausa del otro lado de la línea antes
de que su padre respondiera:
—Tú misma sabes que este tipo es más que un
conocido, Cricket. Estás insultando mi
inteligencia.
Ella sacudió la cabeza e intentó volver a la
conversación del tema inicial:
—¿Y por qué le tienes tanto miedo?
—Porque no conozco todo lo que la Interpol
sabe de mí o de tu madre, mi querida —dijo. Su
paciencia se estaba agotando. —Tal vez tengan
nuestros rostros, aunque lo dudo. O tal vez sepan
que estemos conectados. Sabes cómo funciona,
Cricket. Hemos sido extremadamente exitosos en
nuestras carreras —dijo, y aquel orgullo
inoportuno se coló otra vez en su voz—. Y dudo de
que tu madre o yo hayamos cometido algún error,
pero no somos perfectos.
A pesar de la seriedad del tema, tuvo que
reírse.
—Está bien, papá. —Apretó el botón sobre el
volante para desconectar la llamada, y se abrió
paso entre el tránsito. Pero en lugar de ir
directamente a la oficina, lo cual la haría cruzarse
con Ryker a la hora en que normalmente entraba en
la oficina cada mañana, estacionó delante de un
café. Como no podía obtener su cuota de
adrenalina habitual con los ojos azul hielo de
Ryker, se daría el gusto de tomar una taza de café
especial.
Diez minutos después, al salir de la confitería,
supo que el café no tenía para nada el mismo
impacto sobre sus sentidos que saber que Ryker
“Thorpe la estaba observando entrar en el edificio.
Metió el café recién adquirido y demasiado
costoso en el soporte para tazas del auto, y
serpenteó entre el tránsito hacia la oficina,
desanimada e irritada, y sintiendo que asomaba el
eterno deseo de tener una vida normal.
No podía creer lo deprimida que se sentía ante
la perspectiva de no verlo más. Pero se dijo una y
otra vez que se estaba comportando de manera
ridícula. Había estado una noche en su compañía.
¡No era como si se hubiera enamorado de él!
Durante toda su infancia, lo único que había
deseado era ser normal, tener amigas que sabía
que podría ver todos los días en el colegio. Pero
por la profesión de sus padres, había años en que
ni siquiera había estado inscripta en una escuela
oficial. Por suerte, sus padres le exigían más que
cualquier profesor. Además de todas las
habilidades que había adquirido a lo largo de los
años, también le enseñaron matemáticas, lectura y
escritura. La parte científica le resultaba natural
por todas las aptitudes que había aprendido junto a
ellos. Sabía de química porque había aprendido a
realizar fórmulas que le facilitaban entrar y asaltar
edificios; tenía un profundo conocimiento de
informática, porque le habían enseñado a hackear
cualquier red de computación o sistema de
seguridad.
Suspiró y condujo el auto al estacionamiento,
enojada con sus padres por someterla a una
crianza tan delirante. Sí, había visto el mundo,
pero odió cada instante de esa etapa. Cuando
finalmente se fue a la universidad y se hizo amiga
de sus compañeros de estudio, creyó tocar el cielo
con las manos. Fue su primer contacto con una
vida normal. Fue la primera vez que se vio libre
de la preocupación constante de que apresaran a
sus padres. Fue maravilloso.
Y ahora la ocupación elegida de sus
progenitores estaba interfiriendo una vez más en su
vida. Pero esta vez le resultaba más difícil que
todas las demás.
Trabajó mecánicamente, pero lo hizo a
desgano. Tal vez no le gustara su trabajo, pero al
menos antes se podía enorgullecer de ingresar los
datos excepcionalmente bien. Hoy, y durante los
tres días que siguieron, cuando no se permitió ver
a Ryker, pensó que realmente odiaba su trabajo.
Entonces, pensó: detenerse ilusionada en la
ventana, con el único deseo de poder ver al
hombre alto y musculoso que pasaba a grandes
pasos por la puerta de entrada y se dirigía al
estacionamiento, no podía ser un delito según el
código de su padre, ¿no?
Si bien abandonar a sus amigos había sido una
experiencia terrible, por algún motivo que no
entendía bien, no ver a Ryker cada mañana parecía
infinitamente peor.
Para el viernes por la mañana, se sentía
agotada y deprimida; estaba enojada con su padre
y le guardaba rencor por… todo. Entró en su casa
diminuta, pero maravillosamente suya, arrojó la
cartera a un lado y subió directamente las
escaleras hasta llegar a su dormitorio, donde cayó
de espaldas sobre la cama, y contempló el cielo
raso.
Ni siquiera miró el enorme frasco de vidrio
que se encontraba lleno hasta el tope de
bolígrafos. No quería caer en la tentación de ir a
satisfacer la adicción que tenía a primeras horas
del día de ver humillado a su jefe. De cualquier
manera, no ayudaría en nada.
En esta oportunidad, una descarga de
adrenalina no contribuiría a superar el desánimo
que sentía.
Suspiró, e hizo un esfuerzo por recuperar la
compostura. ¿Realmente quería poner en peligro la
seguridad de sus padres por un amorío pasajero?
De hecho, dudó al pensar en la respuesta, pero se
dio cuenta de lo que estaba pensando y sacudió la
cabeza. ¡Por supuesto que no! Sus padres podían
ser delincuentes profesionales, que tuvieron
simplemente la suerte y la inteligencia de evitar
ser atrapados, pero, salvo por trasladarse por todo
el mundo, habían sido padres excelentes. Eran
atentos y cariñosos, y le habían ofrecido
experiencias que ningún otro niño podía siquiera
imaginar. ;Y qué si hubiera tenido que ir a veinte
países diferentes y en su pasaporte oficial sólo
constaran dos? Sabía los idiomas y guardaba en su
memoria los recuerdos de todas esas aventuras. Y
si se le revolvía el estómago al pensar en lo que
hacían o por el temor de que uno de ellos fuera
apresado, se trataba de un precio menor. Si ella
salía con alguien tan bien conectado y poderoso
como Ryker Thorpe, la vida de sus padres correría
peligro.
De todos modos, no hubiera funcionado. Si
bien sentía que sus conexiones nerviosas se
encendían por el solo hecho de que Ryker la
tocara, tenía que repetirse que era inalcanzable
para ella. Y además, ¿qué esperanza había de que
en el largo plazo siguiera interesado en ella? ¡Era
solamente una contadora!
Se levantó y se sacó el trajecito de corte
profesional, para ponerse unos jeans cómodos y
gastados. Una de las piernas tenía el ruedo
deshilachado y faltaba uno de los bolsillos
traseros, pero eran sus jeans favoritos, suavizados
tras años de lavados. Se puso una camiseta y se
recogió el pelo en una colita para despejarse la
nuca. Ya se sentía mejor. Luego de guardar la ropa
de oficina, caminó descalza abajo para prepararse
algo para la cena.
Por desgracia, no había nada en los armarios
que la tentara demasiado. Sus opciones eran
limitadas. Como detestaba ir de compras, no
quedaban demasiados víveres. Hacía como dos
semanas que no iba al supermercado, y sólo
encontró una lata de sopa de tomate y una cena
congelada, ninguno de los cuales le resultó
particularmente apetecible.
Debió salir a un happy hour con sus amigas.
Pero lamentablemente se daba cuenta de que no
tenía mucho tema de conversación con Josie,
Allyson y Debbie. Eran mujeres extraordinarias,
pero sus vidas giraban en tomo de los niños y sus
esposos o ex esposos. Era difícil identificarse con
ellas: Cricket era soltera y no tenía chicos.
Levantó la lata de sopa con un gesto de
desagrado. Si hubiera salido con ellas, podría
haberse relajado un poco o tal vez incluso haber
comido algo más sabroso que… Abrió el freezer y
examinó las pilas de cenas congeladas… pollo y
brócoli. ¡Ptiaj! ¿Por qué diablos había comprado
esto? ¡Odiaba el brócoli!
Luego suspiró. ¡Papá! Había entrado a
escondidas en su casa y le había llenado el freezer
con comidas más saludables.
Se le ocurrió algo más. Cerró el freezer y tomó
coraje para abrir la heladera, y… ¡efectivamente!
Estaba llena de frutas y verduras. Sabía que no
habían estado allí hace dos días, porque ayer se
había comido un yogur en el desayuno. Pero no
podía determinar si había llenado la heladera ayer
u hoy porque se había salteado el desayuno esa
mañana y había comprado para el almuerzo un
yogur en la cafetería del edificio.
Cuando sonó el timbre, esperó realmente que
fueran sus padres. Se moría de ganas de verlos,
incluso de llorar sobre su hombro. Su madre sería
mejor, pensó. Al menos, entendería la situación
por la que estaba pasando. Su padre le daría una
simple palmada en el hombro y le diría que Ryker
no era el tipo para ella. Que debía sobreponerse y
encontrar un hombre agradable, confiable y que no
tuviera nada que ver con el mundo de las leyes,
para enamorarse y darle nietos.
Tras devolver la bandeja de cena congelada al
freezer, salió prácticamente corriendo a la puerta
de entrada.
Justo cuando se disponía a abriría, advirtió de
golpe que no se había fijado por la mirilla para
ver quién era. En ese preciso instante, se le
ocurrió que sus padres no tocarían el timbre. Ni
siquiera golpearían a la puerta. De hecho, si
hubieran sido ellos, estarían sentados en su sala de
estar, leyendo el diario o un libro.
Para cuando todos esos pensamientos se le
cruzaron veloces por la cabeza, la puerta ya estaba
abierta y se encontraba enfrentada a la figura
apuesta, gigante y corpulenta de Ryker Thorpe.
—Me has estado evitando —dijo dando un
paso para entrar en el minúsculo recibidor—. Y no
me llamaste. —Se acercó a ella, sacándole la
mano del pomo de la puerta y cerrándola de un
portazo detrás de él—. Así que dejé de esperar —
dijo y la tomó en sus brazos.
Cricket se quedó paralizada tal vez uno o dos
segundos antes que el calor de sus brazos y el
movimiento pausado e imperativo de sus labios la
hicieran volver bruscamente a la realidad. Se hizo
un ovillo en sus brazos, y le devolvió el beso con
todo el ardor que se había negado evitando verlo
cada mañana de esa semana. Envolvió los brazos
alrededor de su cuello y aplastó el cuerpo contra
el suyo, sintiendo todas aquellas durezas tan
diferentes de su propio cuerpo, que le provocaron
formidables descargas de energía en todo su ser.
Al profundizar el beso, a ella se le escapó un
gemido, pero no podía impedir que sus brazos se
extendieran hacia arriba y le envolvieran el cuello.
Entonces, cambió la pierna de posición para que
su… ¿era eso…? Sí…, apretó el vientre aún más
cerca, advirtiendo su erección, y todo el cuerpo se
fundió en el suyo. Percibió que tenía la pared justo
atrás y aprovechó, usándola para presionar aún
más contra él, irguiéndose sobre las puntas de los
pies para sentirlo en más lugares del cuerpo.
Cuando la mano de él se coló debajo de su
camiseta, casi soltó un grito por la excitación, que
no podía controlar. Y que no quería controlar.
Jamás había sentido algo así, y no quería que
terminara. ¡Era diez veces mejor que burlar un
sistema de seguridad! ¡Ninguna descarga de
adrenalina podía hacerle sentir tanta… euforia!
Cricket sintió que le levantaban el cuerpo,
aplastándole la espalda aún más contra la pared.
Instintivamente, alzó las piernas y las envolvió
alrededor de la cintura de él, mientras el cuerpo de
Ryker se presionaba contra el suyo. Sintió sus
manos debajo de su camiseta y soltó un grito
ahogado ante el contacto. Abrió los ojos aún más y
sus miradas se encontraron. Lentamente, muy
lentamente, la mano de él se movió sobre su piel
desnuda. Cricket no fue consciente de que la boca
se le abría o de que los ojos se le cerraban
mientras las caderas se desplazaban junto con su
mano.
Lo oyó gruñir por algún motivo, pero lo único
que le importaron fueron sus manos sobre la piel, y
quiso más. ¡Tuvo necesidad de más!
—Por favor, no pares —le suplicó cuando sus
manos se apartaron de su piel.
—No tengo la intención de hacerlo —dijo a su
vez con la voz profundamente ronca, levantándola
aún más en sus brazos.
Cricket no tenía idea de lo que estaba
sucediendo, sólo que le había movido las caderas
de modo que ya no sentía aquella presión
deliciosa, y se retorció en sus brazos, intentando
recuperar aquella sensación, para calmar el deseo
que iba in crescendo.
—Ryker, no estarás…
—Aguarda —le dijo, y su voz se oyó apenas
como un gruñido.
Suspiró de felicidad cuando sintió la suavidad
a sus espaldas, peto no pudo sacarle las manos de
encima como para advertir que se trataba de su
cama. No le importó que la hubiera traído a su
dormitorio, sin saber siquiera cómo había logrado
algo de manera tan fácil. Sólo le importaba volver
a sentir sus fuertes dedos contra la piel. Tomó su
mano y la colocó contra su estómago, y luego
deslizó las propias manos hacia los botones de su
camisa, casi arrancándoselos en su intento
desesperado por abrirla y descubrir lo que se
ocultaba debajo de la lujosa prenda.
Quedó impresionada. Sus dedos exploraron su
piel ardiente, sintiendo que los músculos se
contraían allí donde tocaba. Estaba tan fascinada
que levantó la cabeza y asomó la lengua para
probar esa piel asombrosa y los fascinantes
músculos que se flexionaban y contraían bajo sus
dedos.
Cricket apenas percibió que Ryker le quitaba
la camiseta por encima de la cabeza y la arrojaba
lejos. No quería pensar más. Había sido una
semana de preocupación y postergación, pero ya
no podía negarse nada. Había deseado a este
hombre tres noches atrás. Se lo había negado a sí
misma entonces y cada mañana después de eso.
¡Ya no!
Se arqueó contra él, y soltó un gemido cuando
le quitó el blanco corpiño de encaje por el hombro
para poder besarle la cúspide del pecho. Ella
levantó la pierna, apretándola contra su muslo, y
sus caderas lo espolearon, buscando aquella
presión especial que había descubierto la última
vez que había estado allí. Lo quería, ¡lo
necesitaba!
¡Por favor! —le rogó cuando apartó la boca de
su pecho, pero soltó un suspiro de felicidad
cuando le quitó el bretel del otro lado, tomando el
pezón en su boca y succionándolo. Y luego ya no
fue un gemido. Lanzó un grito con las nuevas
sensaciones que la sacudían. Apretó las caderas
contra él aún más; todavía intentaba encontrar
aquel lugar especial en su cuerpo, donde se sentía
tan a gusto.
La boca de él se desplazó más bajo, y ella
sintió sus dedos expertos abriéndole el botón de
sus jeans. Un instante después, sus pantalones
habían desaparecido junto con la ropa interior de
encaje blanco. Estaba completamente desnuda
debajo de él, pero necesitaba también tocarlo. Se
hallaba demasiado abajo para poder hacerlo.
Cuando su boca le besó el estómago, se
contorsionó, sonriendo al sentir las cosquillas.
Luego, la boca de Ryker encontró aquel lugar
especial, y estuvo a punto de soltar otro grito. Pero
él le inmovilizó las caderas con un brazo,
impidiendo cualquier evasiva. Ella no tenía
intención de alejarse, pero le resultaba imposible
manejar esa intensidad de placer. Era tan
poderoso… Y luego él comenzó a succionar, y
deslizó un dedo dentro de ella. Entonces,
sencillamente ya no pudo contenerse. El deseo que
había ido incrementándose a grados imposibles de
soportar detonó. Su cuerpo entero estalló. Cerró
los ojos mientras gritaba, y el clímax sacudió todo
su ser con oleadas de intenso placer.
Y cuando acabó, se quedó acostada en la cama,
jadeando con los ojos cerrados, sin saber siquiera
cómo volver a abrirlos y encontrarse con su
mirada después de una experiencia así.
Ryker se puso de pie y se arrancó la ropa.
Cuando estuvo finalmente desnudo, miró hacia
abajo, a la mujer sobre la cama, rodeada por
sábanas y almohadas floreadas, y aún embriagada
por la intensidad de su clímax. Maldición, jamás
había estado tan impaciente. Se sentía como un
adolescente otra vez, pero no podía negar que
Cricket era la mujer más sensual que hubiera visto
jamás. Saborear su orgasmo lo había llevado a
casi perder el control. Lo único que lo retuvo fue
el increíble placer de verla desarmarse cuando la
tocaba.
Sacó el condón de la billetera y se lo puso, sin
dejar de observar mientras ella se deslizaba contra
las sábanas tras haber alcanzado su clímax. Se
inclinó hacia abajo, y le hociqueó el cuello,
encontrando el punto mágico que había descubierto
sólo unos momentos atrás. Efectivamente, ella
jadeó y reaccionó al instante. Llevó los brazos a
sus hombros, esta vez más lento, pero cuando los
dedos de él se deslizaron dentro de ella, supo que
estaba nuevamente con él.
—Sostente de mí, Cricket —dijo y le levantó
los brazos para que rodearan su cuello—. Mírame
—dijo y le abrió las piernas aún más para poder
acomodar sus caderas. Con un ligero movimiento,
se deslizó dentro de ella apenas un centímetro.
Cuando los ojos de ella se abrieron de par en par,
él la penetró aún más. Centímetro a centímetro, se
hundió en su calor, y luego volvió a salir,
observando su rostro para detectar signos de que
lo que hacía le estaría gustando o esperaba más.
Comenzó a sentir el sudor en la espalda y la frente
mientras luchaba con todas sus fuerzas por
dominarse. Quería que la primera vez con ella
fuera increíble, pero estaba haciendo un esfuerzo
sobrehumano por hacerlo de modo lento, para
estar seguro de que ella lo estaría disfrutando tanto
como él.
Pero a medida que el estrecho calor de ella lo
sujetó, presionó aún más adentro.
Cuando la vio contraer las facciones y cerrar
los ojos por un instante, se detuvo y la miró:
—¿Cricket? —preguntó—. ¿Estás bien?
Ella meneó las caderas ligeramente, tratando
de acostumbrarse a su tamaño. Se mordió el labio
y volvió a moverse, sin advertir la mirada de
preocupación en su rostro hasta que volvió a abrir
sus propios ojos y lo miró. Cuando vio lo que le
pasaba, acercó la mano a su mejilla.
—¿Qué sucede? —susurró, preocupada por
que hubiera cometido un error—. ¿Te lastimé?
—Maldición, ¡no! —se lamentó—. Pero creo
que te acabo de lastimar yo a ti —dijo. Intentó no
moverse, sospechando que era su primera vez; no
quería lastimarla más de lo necesario. Se maldijo
por moverse tan rápido. Debió ser más paciente.
Debió conocerla mejor. Si hubiera procedido más
lento, si hubieran conversado sobre lo que tenía
intención de hacer aquella noche, entonces habría
sabido que era virgen. O que lo había sido.
—Lo siento, Cricket —farfulló,
reprendiéndose por ser tan torpe—. No sabía…
Ella volvió a mover las caderas. El dolor
había desaparecido y la necesidad de moverse y
de sentirlo adentro era más fuerte de lo que pudo
haber imaginado.
—Estoy bien —dijo, y luego soltó un grito
sofocado cuando él se movió apenas.
Ella sacudió las caderas y posó las manos
sobre su pecho. La necesidad de moverse era cada
vez más urgente.
—Ryker, por favor no te detengas —jadeó, y
volvió a cerrar los ojos cuando él avanzó,
cambiando el peso del cuerpo y moviéndose
dentro de ella. Un placer delicioso, asombroso e
incontenible le atravesó todo el cuerpo. Cerró los
ojos, arqueándose contra él para volver a sentirlo.
Fue todo lo que necesitó Ryker. Se retiró
ligeramente de su calor y volvió a embestirla una
vez más. Una y otra vez, más y más rápido, la
observó trepar la cima del placer junto a él, y lo
excitó tanto verla así, saber que era el único
hombre en haberlo logrado. Cuando ella soltó un
grito con su segundo orgasmo, su estrechez lo
arrastró a él mismo a alcanzar el suyo. Hubiera
querido observarla, pero el modo en que se
sacudía debajo de él lo impulsó también a su
propio clímax.
Cricket sintió como si le llovieran encima
oleadas de un placer tan intenso que destellos de
luz, manchas y estrellas le poblaron la retina.
Cuando todo terminó, se dejó caer atrás contra el
acolchado, sintiéndose etérea. Lo sintió moverse,
pero no supo darse cuenta de por qué o qué estaría
haciendo. Regresó del baño y se acurrucó contra la
espalda de ella, acercándola a él mientras le
besaba el hombro y el cuello.
Ella suspiro feliz mientras los dedos de Ryker
le rozaban la cadera. Sintió un cosquilleo en la
cintura. Se rio cuando los dedos comenzaron a
subir, y se los tomó, al tiempo que le echaba un
vistazo encima del hombro. Estaba erguido sobre
el codo, mirándola, y ella se sonrojó al advertir la
mirada en sus ojos.
—¿Crees que eso me va a detener? —
preguntó, y su mano se deslizó hacia su estómago
para apretarla aún más contra su pecho. Las nalgas
de ella quedaron emplazadas contra su miembro.
—No —sonrió ella y meneó las nalgas.
Sintió un fuerte escozor cuando la mano de él
le palmeó la nalga con ligereza. No fue lo
suficientemente fuerte como para que le doliera,
pero la sorprendió y lo observó por encima del
hombro para interrogarlo con la mirada.
—Estás tratando de tentarme para que lo
vuelva a hacer todo de nuevo, pero necesito que
me des de comer si me quieres volver a seducir.
Ella se rio alegremente, pero sentía un
hormigueo en el cuerpo tras la palmada y la
mirada en sus ojos.
—Creo que hay que determinar quién sedujo a
quién esta noche —dijo, sintiendo frío cuando él
se levantó de la cama. Tiró del suave cobertor
para ocultar su desnudez, pero observó en todo su
esplendor el cuerpo musculoso de Ryker que se
dirigía a su baño.
—Tengo unas cenas congeladas en el freezer si
tienes hambre —dijo, acomodando las almohadas
bajo la cabeza para poder sentarse y gozar mejor
de la vista.
Él regresó al dormitorio, divertido por su
modestia.
—En realidad, traje comida china.
Ella se sorprendió, y de inmediato se le hizo
agua la boca. —¿En serio? —preguntó—. ¿Dónde
está?
Ryker se puso las manos en las caderas y
sacudió la cabeza, aparentemente tan confundido
como ella.
—Supongo que sigue en el vestíbulo. Creo que
la solté cuando me atacaste al entrar en tu casa
hace unas horas.
—¿Cuando te ataqué? —dijo, soltando un grito
ahogado y cubriéndose los pechos con la frazada,
pero la avidez había vuelto a resurgir. Luego se
inclinó sobre las almohadas otra vez, y una chispa
le brilló en los ojos. —Espero que mi perro no se
la haya comido —bromeó.
Ryker se quedó paralizado y la miró,
sorprendido.
—Tienes un perro? —Se dirigió de inmediato
hacia la puerta y las escaleras, pero miró hacia
atrás y, cuando vio la mirada traviesa en sus ojos,
se detuvo.
Cricket no pudo dejar de soltar una carcajada
al ver su expresión sorprendida y confundida.
—No, pero te lo creíste por un momento, ¿no?
Ryker no iba a tolerar algo así. Tal vez se rio,
pero también entró como una tromba en el
dormitorio y le arrancó la frazada del cuerpo.
—Pagarás por eso —dijo un instante antes de
que le tomara el tobillo con la mano, mientras ella
intentaba alejarse de él a las carcajadas. Pero no
tenía chance, y un momento después, estaba de
nuevo entre sus brazos, y la boca de él cubría la
suya y aquel oleaje de deseo que se iba haciendo
familiar aunque seguía siendo perturbador la
invadió, saturándole los sentidos. Levantó los
brazos, y los envolvió alrededor de su cuello, al
tiempo que se entregaba a la tormenta.
Una hora después y tras una ducha vigorizante,
se hallaban sentados frente a la mesa de la cocina,
comiendo la comida china recalentada
directamente de las cajas, charlando
animadamente. Cricket apartó el pollo y el brócoli
a un lado, arrugando la nariz cuando él pinchó un
ramo de brócoli y se lo ofreció. Se rio y le atrapó
el pie con los dos suyos al tiempo que ella
intentaba apartar la silla de la mesa.
—Así que no te gusta el brócoli —dijo, y se
metió el ramillete en la boca, guiñándole el ojo en
su dirección—. Y jamás habías tenido sexo antes
de hoy. Sigues sintiendo vergüenza de andar
desnuda delante de mí —la provocó e intentó
mirar dentro del escote suelto de la bata que se
había envuelto tras la ducha—, y no tienes perro.
¡Qué otra cosa desconozco sobre ti? —preguntó.
Cricket pensó en sus padres, pero los apartó de
su mente. Ryker no querría saber su historia
completa.
—Odio los supermercados, odio cocinar, y le
tengo miedo a las arañas. ¿Qué más quieres saber?
El tiró de ella para que se sentara sobre su
falda y envolvió los brazos a su alrededor,
mientras seguía picoteando, y ella descansaba la
espalda contra su pecho, también llevando trozos
de comida a la boca, salvo cuando él le robaba
cada tanto un pedazo. Y todo el tiempo hablaron
sobre ambos, enterándose de todo aquello que
debió hablarse antes de tener sexo. Era dulce y
maravilloso, incluso si Cricket se preocupaba
cada tanto de que su padre estuviera afuera
observándola.
Y cuando terminaron de comer la comida
china, él la levantó en los brazos y la volvió a
llevar al dormitorio para hacerle el amor durante
toda la noche.
Mucho tiempo después, cuando estaban
acurrucados debajo de la colcha floreada y sus
cuerpos apenas podían moverse, lo oyó decir:
—Ven conmigo a París.
Ella había estado medio dormida, pero se
despertó cuando sintió que él se despabilaba,
aunque seguía con ganas de abrazarse a su
almohada y tenerlo acurrucado detrás. Abrió un
ojo e intentó determinar si hablaba en serio. La
mirada en aquellos ojos azules le indicó que
hablaba con total seriedad, y entonces giró, ahora
completamente despierta:
—No puedo ir a París contigo —respondió.
Estaba sorprendida, pero se sentía eufórica de que
la hubiera invitado.
Ryker cambió de posición para tenerla abajo.
—Por supuesto que puedes. Sólo llama a tu
jefe y dile que necesitas tomarte unos días por
cuestiones personales —dijo, y le besó el hombro
y luego el brazo. Cuando le tomó el dedo en la
boca y comenzó a succionar, una marea de
excitación le atravesó el cuerpo, y jadeó.
—París, no —intentó decir, moviendo el
cuerpo debajo del suyo para obtener lo que
deseaba, tenerlo dentro de ella, moviéndose con
esa magia que daba por tierra con su voluntad y la
hacía sentir como si estuviera flotando entre las
estrellas.
—¿Por qué no? —preguntó, deslizándose
dentro de su calor y observando su rostro. Su
cuerpo se endureció cuando su boca se abrió y sus
ojos se cerraron, y su rostro hermoso y sin
maquillaje fue la expresión del placer más
absoluto. Las ondas rubias de su cabello se
extendían sobre la almohada, y su cuerpo
espectacularmente desnudo se movía por instinto
contra el suyo. Ryker podía decir con total
sinceridad que jamás había tenido una experiencia
sexual más increíble con ninguna otra mujer. Y no
quería parar, a pesar del hecho de que tuviera una
reunión importante en París al día siguiente—.
Sólo son tres días, y podemos estar juntos.
—Parece perfecto —replicó, apretándole los
hombros con las manos—, pero si te concentraras
en el aquí y el ahora… —dijo, y levantó las
caderas, rogando en silencio que se moviera más
rápido, la embistiera más profundo.
Después de horas de hacerle el amor a esta
mujer, sabía exactamente lo que deseaba, pero no
se lo dio. Se lo negó aunque su propio cuerpo
clamaba para que cediera y se entregara al gozo
increíble de sentirla. Él quería que esto durara. Si
fuera posible, para siempre.
—Entonces, ven conmigo a París.
Cricket estaba a punto de gritar. Sólo
necesitaba que él…
—París es demasiado lejos.
—Puedo hacer que estés allí en seis horas —
dijo, moviéndose como a ella le gustaba.
—¡No puedo! —gimió, y moviéndose a su vez,
sabiendo que a él le gustaba que… sí, así, sonrió
cuando él mismo soltó un gemido.
—Sí, puedes —le respondió con un susurro.
A modo de respuesta, ella acarició la espalda
con la mano, trazando un camino con los dedos
sobre su piel, y casi se rio en voz alta cuando ganó
la discusión y él les terminó dando a ambos lo que
desesperadamente necesitaban.
Capítulo 7
Cricket sonrió al abrir la puerta de su casa,
pensando en el ofrecimiento que le había hecho
Ryker aquella mañana, invitándola a viajar con él
a París. ¡Qué romántico!
La casa estaba en silencio ahora que él se
había marchado, y entró con las bolsas del
supermercado a la cocina. Sabía que su padre le
había llenado la heladera, pero se había olvidado
de incluir las cantidades necesarias de
carbohidratos y grasas. Cricket había comprado
helado y papas fritas, junto con pechugas de pollo
y un par de cosas más para preparar una buena
cena. Pensaba agasajar a Ryker con una cena
romántica cuando regresara de París en tres días.
Dijo que llamaría para avisarle cuándo aterrizaría
y le encantó el modo en que se despidió de ella
aquella mañana.
—¡Bórrate esa sonrisa tonta de la cara!
Cricket gritó asustada y saltó medio metro
hacia atrás. Soltó las dos bolsas de compras, que
cayeron al suelo. Con el impacto, el contenido de
ambas se dispersó por todos lados, incluido el
helado que, al chocar contra el suelo, explotó, y el
contenido salió expulsado en todas direcciones.
Cricket se quedó mirando el desastre, y luego
levantó la mirada con una expresión estupefacta en
el rostro.
—¡Papá! ¿Qué haces en mi casa? —exclamó,
furiosa.
Su padre era uno de esos ladrones
extremadamente apuestos, peligrosamente
encantadores e irritantemente buenos. Hasta la
fecha, no había cerradura que no pudiera forzar ni
caja fuerte que no pudiera abrir. Para él, los
sistemas de seguridad eran más un pasatiempo que
un impedimento.
—¿Necesito una excusa para venir a visitar a
mi hija favorita?
Cricket no estaba de humor para bromas.
—¡Soy tu única hija! Y sí, deberías esperar a
que te invite antes de entrar como si nada. —Tomó
la escoba y comenzó a barrer el cereal esparcido
por el suelo y las galletitas rotas. —¿Al menos
usaste la llave que te di o forzaste la cerradura?
—¡Por supuesto que no usé la llave! —dijo
con desprecio. Se quedó parado mientras ella
limpiaba el desastre, sacudiendo la cabeza como
si las compras lo escandalizaran. —Para empezar,
¿por qué tuviste que ir de compras? Apenas unos
días atrás, te compré todo lo que puedes necesitar.
Ella vació el contenido de la pala en el
basurero.
—Sabes que no me gusta el brócoli, papá —
dijo y levantó lo que quedaba del helado, lanzando
un suspiro cuando aceptó que no había nada que
hacer, tras lo cual también terminó arrojándolo en
la basura—. ¿Por qué no me dijiste, al menos, que
estabas aquí?
Él cruzó los brazos sobre el pecho,
fulminándola con una mirada de reproche.
—No me quería cruzar con nadie que no debía.
Cricket lo miró. De pronto, se puso a la
defensiva.
—Sobre eso… —comenzó a decir.
—¡Todavía estás saliendo con él! —rugió su
padre, y sacudió los brazos en el aire con profunda
exasperación—. Incluso después de que te dije que
lo dejaras de ver, estuvo en esta casa, ¡no es así?
Cricket se rehusó a dejarse intimidar por la
furia de su padre. Ésta era su casa, y no tenía por
qué venir a decide quién podía o no podía entrar.
.Cómo sabes que sigo viéndolo? —le gritó a su
vez. No se sentía amedrentada en lo más mínimo:
sabía que perro que ladra no muerde. En realidad,
su padre era una seda. Algunas personas podían
temerle, pero ella sabía que jamás le haría ningún
tipo de daño. Salvo por volverla loca en
ocasiones. Y seguir ejerciendo una profesión que
le provocaba pavor por temor a que lo metieran en
prisión.
—¿Me estás tomando el pelo? —le preguntó
tajante, imponiéndose desde arriba, tratando de
que sintiera su ira—. ¡El tipo estuvo aquí anoche
durante toda la noche! Incluso bajó las escaleras
con…
—¡Ni lo digas! —le dijo, tapándole la boca
con la palma abierta—. No te atrevas a decirlo
porque entonces sabré que me estabas espiando
anoche, y lo consideraría una terrible violación de
la confianza que creí que nos teníamos.
Edward Fairchild le tomó la muñeca y le
apartó la mano de la boca.
—Cualquier tema de confianza se considera
nula y sin efecto cuando comienzas a dormir con el
enemigo —le dijo.
¡No podía creer que estuviera diciendo algo
así!
—Ryker Thorpe no es el enemigo. Es un tipo
muy agradable.
Edward esperó a que continuara, pero cuando
ella dudó, él puso los ojos en blanco.
—¡No me digas que te estás enamorando de un
abogado! ¡Sabes lo que le haría esto a tu madre!
Cricket se echó atrás, horrorizada por lo que
podría suceder.
—¿Qué pasa con mamá? —preguntó,
inmediatamente preocupada.
Su padre continuó mirándola furioso, pero al
ver la preocupación en su mirada, cedió un poco.
—Nada. Todavía. Pero si se entera de que te
estás acostando con hombres, ¡se muere!
Cricket tragó con dificultad, tratando de que su
padre no se diera cuenta de cómo la afectaba eso.
—¿Está acá, mamá? —preguntó, ocultándole el
rostro. Edward miró fijo la nuca de su hija,
sabiendo que estaba al borde de las lágrimas.
—En este momento, está en Roma. Creo que
está haciendo compras.
Cricket quedó completamente inmóvil, y miró
a su padre. La ansiedad se vislumbró en la
profundidad de sus ojos verdes.
—¿Haciendo compras en serio? ¿O con la
intención de comprar algo… en particular, que tal
vez no sea…?
—Sólo está gastando dinero, cariño. Nada
ruin. —Se apartó de la mesada con un empujón y
le tomó las manos, levantándolas y abrazándola
con dulzura. — No te preocupes por mamá —le
dijo con suavidad—. Pero no la pongas en peligro
al continuar con esta relación. Es un pájaro de mal
agüero. Sé lo que te digo.
Cricket sintió que el corazón se le quebraba.
Deseaba tanto contarle a su padre que seguiría
viendo a Ryker. Quería que comprendiera que el
tipo la hacía sentir especial, hermosa y femenina.
¡Y el modo de tocarla! Jamás había sentido algo
así con ningún otro hombre. Incluso excluyendo la
parte física de la relación, le encantaba
simplemente conversar con él.
¿Pero cómo podría ser feliz cuando esa misma
felicidad representaba un peligro para sus padres?
—Es un tipo buenísimo, papá —dijo con la
esperanza de que comprendiera.
Su rostro era implacable.
—Es parte del sistema. Ya hemos tenido esta
conversación. —Y tú podrías dejar de robar —le
sugirió ilusionada—. Entonces dejaría de ser un
problema para mí seguir viendo a Ryker. —Le
hubiera encantado que sus padres cambiaran de
ocupación, ¡o incluso que se jubilaran! ¿Qué daño
habría si dejaban sus proyectos de lado?
Su padre se echó atrás y sacudió la cabeza. —
Me tengo que ir, cariño. Te veo pronto, ¿sí?
Cricket observó con un resentimiento cada vez
mayor a su padre saliendo furtivamente de su casa.
Al menos, esta vez abrió la puerta con la llave.
Era un paso adelante. Fue lo que se dijo, de todos
modos, pero no alcanzó para mitigar el dolor que
sentía de no volver a ver a Ryker.
Se inclinó para terminar de barrer el resto de
las compras desparramadas por el suelo, al tiempo
que rescataba lo que podía. Y luego, como se
sentía tan deprimida por las exigencias de su
padre, tomó la caja rescatada de galletas Oreo, se
dejó caer en su sillón favorito y se las comió a
modo de almuerzo, haciendo caso omiso a todas
las frutas y verduras que él le había traído. Era una
respuesta tonta e infantil, pero hizo que sintiera
que tenía un mínimo control sobre su vida.
Cuando terminó de comer toda una hilera de
Oreos, y aún no se sentía mejor, supo que había
una sola cosa que podía hacer. La ayudaría a salir
de su estado depresivo y le aclararía las ideas.
Sonrió, anticipando la aventura. Se apuró por subir
a su cuarto y sacar su ropa “nocturna”, luego un
par de jeans y un buzo encima. Era una tarde
fresca, y sería una noche aún más fría. Perfecta
para salir.
Se trataba de una de las razones por las cuales
no terminaba de condenar a sus padres por el
estilo de vida que llevaban. Conocía el vértigo del
éxito y la euforia del momento de planificación. Se
detuvo en la ferretería, y compró todas las piezas
del equipamiento que necesitaba, luego se dirigió
al cotillón a comprar papel de regalo. La cajera la
miró un tanto extrañada cuando se acercó a la caja
con veinte rollos de papel de regalo diferente,
pero cuando dijo: “Es una sorpresa para mi jefe”,
la cajera sonrió y le cobró los diferentes artículos.
Corrió de una tienda a otra, reuniendo los
demás elementos que necesitaría, cuidando de
pagar en efectivo y de no gastar demasiado en un
solo lugar. El cotillón había sido la excepción,
pero sabía que no habría problema: la gente solía
comprar frecuentemente cosas extrañas en esa
tienda, para proyectos y fiestas.
Se encontraba canturreando mientras caminaba
por la calle, sintiéndose una vez más como una
persona normal, y esperando que la vieran como
tal. Pero por dentro, su mente repasaba cada
detalle por más pequeño que fuera, anticipando el
nuevo sistema de seguridad que Jason podría
haber instalado, y repasando la información que
sabía sobre las rutinas de los guardias de
seguridad. ¡Casi comenzó a reírse de la emoción!
Finalmente oscureció lo suficiente como para
emprender su expedición. Ascendió el edificio,
esta vez por un camino diferente. Miró a su
alrededor, inspeccionado el equipo instalado.
Ahora había un sensor de calor. Se trataba de una
estrategia inteligente, pensó. Los sensores de calor
eran muy difíciles de siquiera percibir, mucho
menos de burlar, ya que la alarma se disparaba
cuando aumentaba el calor en la habitación por
cualquier motivo que fuera. Por lo general, se los
ajustaba según la incapacidad del termostato de
mantener un área a temperatura constante.
Con un brillo en los ojos, desactivó el sensor y
aplicó un parche al programa de software, para
evitar que el sistema de alarma captara que los
sensores estaban desactivados. Corriéndose hacia
adelante, desactivó dos módulos más, al tiempo
que miraba a su alrededor buscando más módulos.
Cuando se sintió lo suficientemente segura, se
puso a trabajar. Le llevó más de una hora
terminarlo todo, pero para cuando se alejó
escurriéndose por los tejados, esta vez por una
ruta diferente a la de la entrada, y reactivando
todos los sistemas de seguridad, se sintió mucho
mejor.
Capítulo 8
Cricket suspiró al bajarse del auto unos días
después. Hoy no vería a Ryker, aunque sabía que
había regresado de París ayer por la tarde. Le
había dejado un mensaje en el celular, donde le
decía que había llegado y quería invitarla a cenar.
Ella no devolvió la llamada, y esa mañana
había cambiado drásticamente de horario para
evitar cruzarse con él. Debía ser valiente y
llamarlo, explicándole que ya no podía verlo más.
Pero sabía lo que pasaría al oír su voz: se
derrumbaría por completo y trataría de pensar en
una manera de estar con él a escondidas de su
padre.
Era inútil, se dijo a sí misma. Debía ser firme,
principalmente con su propia mente y cuerpo, que
morían sólo por verlo. Le encantaría acurrucarse
en sus brazos y sentir ese maravilloso cosquilleo
que únicamente él le podía provocar. Pero debía
mantenerse alejada de él.
¡Ahora, si sólo pudiera dejar de pensar en él!
Al dar la vuelta en la esquina de su oficina,
había entrado por atrás para garantizar que no…
Soltó un grito ahogado cuando alguien le tomó
el brazo con fuerza y tiró de ella para meterla en
uno de los corredores del edificio. Estaba a punto
de resistirse, dando rienda suelta a su instinto
natural, cuando se dio cuenta de que era la mano
de Ryker y el cuerpo de Ryker que la empujaban
contra la pared. Y luego suspiró de felicidad
cuando la boca de Ryker descendió sobre la suya y
ahogó cualquier protesta que hubiera estado a
punto de emitir. Lo besó a su vez con toda la
emoción contenida, ávida de volver a saborear y
sentirlo. El levantó la cabeza apenas un instante
para mirarla, y ella le sonrió:
—¡Volviste! —suspiró, moviéndose contra él y
deseando desesperadamente que fuera verano y no
tuviera puesto ese infernal abrigo—. No puedo
verte —susurró, pero su cabeza se arrojó hacia
atrás, suplicándole que la besara.
El debió sentirse igual, porque sus dedos se
alejaron de su cintura y hábilmente le
desabrocharon el abrigo, acercando su cuerpo al
suyo. Cricket suspiró de deseo al sentir los planos
duros, los ángulos rectos de su cuerpo.
—Es maravilloso tocarte —susurró, apretando
los dedos sobre sus hombros, como si se fuera a
alejar de ella.
—¿Por qué no me devolviste la llamada? —
dijo, mientras agachó aún más la cabeza para
besarle el cuello.
Ella inclinó la cabeza a un lado, gozando del
chisporroteo de excitación que le atravesó el
cuerpo.
—No pude —fue todo lo que atinó a decir para
explicarlo. Trataba de pensar en una solución que
dejara a su padre tranquilo, pero cuando la tocaba
así, era incapaz de pensar en otra cosa que en sus
caricias.
Le mordió el cuello con la suficiente fuerza
como para hacerla soltar un gemido y apartarse
bruscamente, pero no lo suficiente como para que
le doliera.
—Dame un motivo más valedero —le gruñó en
la oreja.
—Porque no puedo verte —dijo con un
quejido mientras sus manos le recorrían el cuerpo
de los hombros al estómago, excitándolo igual que
él con el cuello.
El le tomó las manos antes que pudieran
descender aún más.
—Eso no me explica nada. Ni tampoco va a
funcionar. Porque nos vamos a ver.
Ella suspiró y apoyó la cabeza sobre la pared
detrás de ella.
—No, no podemos vernos.
Él soltó una risita.
—Me vas a tener que dar una mejor
explicación —dijo y presionó la rodilla entre sus
piernas. Al instante, su cuerpo entero se
convulsionó. Cerró los ojos. El presionó las
caderas de ella contra su pierna, moviéndola
imperceptiblemente hasta que atrapó el temblor de
ella en sus brazos.
—¿Qué está sucediendo, Cricket? —preguntó,
agarrándole las caderas para que no se pudiera
alejar de él.
Ella se mordió el labio, tratando de controlar
la reacción de su cuerpo, pero era inútil. Sólo
habían estado una noche juntos, pero él ya conocía
su cuerpo lo suficiente, conocía lo que deseaba y
cómo hacer que su cuerpo vibrara de deseo.
—Estás jugando sucio —susurró a través de
los dientes apretados.
—Siempre juego sucio. Dime lo que está
pasando.
—Mi padre no quiere que salgamos.
Sus manos subieron sobre la blusa de seda
hasta encontrar fácilmente los pezones bajo la
delgada tela. Su pulgar fue impiadoso al rozarle la
punta hasta endurecerla. Ella intentó agarrarle las
manos y apartárselas, pero en ese momento no era
más que su esclava sexual.
—Tu padre no puede controlarnos, Cricket.
Eres una persona adulta.
—No entiendes —dijo, suplicándole con los
ojos que cesara de torturarla así.
Ryker suspiró. Lo embargaban la frustración y
el deseo. No había planeado seducirla en el
corredor de su oficina; lo había estropeado todo.
Pero ella no lo había llamado y no había llegado a
trabajar a la hora habitual, así que se había sentido
frustrado y decidido a averiguar lo que había
sucedido los últimos tres días. Jamás se le ocurrió
que sus padres irían a interferir.
Por desgracia, tenía una reunión y sabía que
ella tenía que llegar al trabajo.
—Ven a cenar conmigo esta noche y lo
discutiremos —dijo, moviendo la pierna
ligeramente con la esperanza de que accediera a su
pedido.
—No puedo —replicó, pero su cuerpo se
volvió a mover.
Ryker sabía exactamente lo que estaba
haciendo, y si el sexo fuera la única manera de
convencerla, entonces lo emplearía. Deseaba a
esta mujer, pero la deseaba más que para el sexo.
Apartó la pierna, y casi soltó una carcajada al
advertir la mirada de decepción en el rostro de
ella.
—Sal a cenar conmigo, y seguiremos con esto
después —la persuadió, inclinándose y avanzando
directamente a aquel punto en su cuello.
Cricket gimoteó, sujetándolo con las manos
por un momento, y luego queriendo empujarlo
lejos. Le atrapó el cabello con fuerza, no sabiendo
qué necesidad era más imperiosa: si hacerlo parar
o si hacerlo terminar lo que había comenzado.
—No puedo.
Los dedos de él subieron para ahuecar su
pecho una vez más, y el pulgar sobrevoló el pezón.
—Sólo a cenar, Cricket. No tiene nada de malo
que salgas a cenar conmigo.
Cricket contuvo el aliento. Su cuerpo entero se
preparaba para sentir su pulgar sobre el pezón.
Pero no la tocó, sólo se mantuvo encima,
volviéndola más loca de lo que creyó posible.
—A cenar. ¡Perfecto! —gritó, y fue
recompensada cuando el pulgar le volvió a
friccionar el pezón. Resultaba increíblemente
placentero a la vez que doloroso, ya que no había
modo de culminar este encuentro, y el deseo por él
la estaba volviendo loca.
Ryker dio un paso atrás. En los ojos brillaba el
ardor de su propio deseo.
—Te pasaré a buscar —le dijo.
—¡No! —jadeó. No quería que su padre viera
a Ryker llegar—. Te encontraré en algún lado —
replicó—. Sólo dame una dirección.
A Ryker no le gustó la sugerencia. Quería
pasarla a buscar y hablar con ella en la privacidad
de su casa donde nadie los molestara. Tenía
realmente la intención de llevarla a cenar, pero
primero quería respuestas. Pero al advertir que
ella no daría el brazo a torcer en este asunto,
terminó cediendo. La necesidad que tenía de estar
con ella era demasiado imperiosa como para
discutir.
—Está bien. Nos encontramos en Simpson’s a
las siete. ¿Estás de acuerdo? —preguntó con
ternura, deseando atraparla de nuevo entre sus
brazos y encontrar un lugar más privado para
terminar lo que había comenzado, pero eso era
imposible.
—Simpson’s —repitió ella, y asintió como
para estar segura—. Sí. A las siete. Estaré allí.
La observó con detenimiento, advirtiendo algo
en su mirada que lo preocupó.
—Si no estás allí, Cricket, iré a tu casa y
esperaré hasta que llegues. No me voy a dar por
vencido contigo. Y no importa lo que esté
sucediendo, lo solucionaremos.
Ella asintió, aturdida, pero pasó a su lado
rozándolo, al tiempo que se dirigía apurada al
lobby principal. Apretó el botón del ascensor. Le
temblaban los dedos, y estaba ansiosa por llegar a
su oficina y recuperar la compostura. Maldición,
¡ese tipo sí que era un experto!
Una vez que cerró la puerta de la oficina,
respiró profundo varias veces. Recorrió con la
mano las montañas de facturas e informes,
buscando afirmarse en la realidad. Ryker era pura
fantasía. Esto era real. Esto era lo que importaba.
Lo normal. Sus padres. Ryker era un amorío
pasajero que podía destruir a su familia. Pero su
empleo y sus padres permanecerían con ella para
siempre.
Sí, se dijo con firmeza mientras prendía la
computadora e iniciaba la sesión para ver sus
correos, era esto en lo que debía concentrarse. No
debió permitir que la besara. No debió siquiera
haberle hablado. Si lo volvía a hacer, le pondría la
mano sobre el pecho para mantenerlo a distancia.
Le vino la imagen de su fuerte pecho
musculoso. Y todas las maneras en que había
tocado ese pecho unas noches atrás. Sabía tan
bien. Y tenía esa muesca tan sexy justo debajo del
pecho.
Había recorrido el dedo sobre aquel punto
varias veces, fascinada con el lugar. Él había
incluso temblado cuando ella le besó los planos
pezones. Sonrió al recordarlo y su cuerpo
reaccionó.
—¿Quién es? —preguntó Josie, recostada
contra la puerta de su oficina.
Cricket se sobresaltó, y casi se cae de la silla
al oír la voz de Josie. ¡Pensó que estaba sola!
—¿Quién es quién? —preguntó, aferrándose a
la silla y recuperando su lugar. Se alisó el cabello
y apoyó las manos sobre los papeles en el
escritorio.
—¿Quién es el tipo en el que estás pensando?
—aclaró. Sus ojos brillaban ante la perspectiva.
—¿Llegó Jason? ¿No deberíamos estar
trabajando? —preguntó.
—Jason está de viaje esta semana, así que
tenemos por delante algunos días de tranquilidad
—explicó encantada. Se alejó de la puerta y vino a
sentarse en su silla. —Entonces, dilo. ¿Quién es el
tipo?
Cricket se encogió de hombros.
—¿Qué tipo?
Josie se rio y sacudió la cabeza.
—El hecho de que sigas repitiendo esa frase
sólo me convence aún más de que tienes un nuevo
hombre en tu vida. Así que dime quién es —le
exigió—. Vamos, danos una pista. He estado
casada quince años y tengo cuatro chicos. Tengo
que soportar tus correrías, y ésta es la primera vez
que me entero de que haces otra cosa que no sea
trabajar. ¡Así que cuéntame! —bromeó.
Cricket sacudió la cabeza.
—No estoy saliendo con nadie —le dijo a
Josie. Y era sólo una verdad a medias. No debía
ver a Ryker. Y porque hubiese accedido a cenar
con él no significaba que de hecho iría al
restaurante.
Además, ¿de veras lo había visto esa mañana?
Fueron apenas unos minutos, aunque suponía que
técnicamente contaban. Pero la mayor parte del
tiempo había estado con los ojos cerrados, así que
no sentía que estuviera mintiéndole a su amiga.
—Entonces, si no es un tipo, ¿por qué tienes
esa mirada romántica y soñadora? —preguntó, sin
creerle ni un minuto a Cricket.
Cricket sintió que el rostro se le comenzaba a
encender desde el cuello, y trató de detenerlo,
pero como nunca se había sentido así respecto de
un hombre, no tenía idea de si era posible siquiera.
—¡Lo estás! ¡Estás saliendo con alguien! —se
rio, señalando con el dedo las mejillas ahora
arreboladas de Cricket—. ¿Quién es? —preguntó.
Se movió al borde de la silla. —¿Es alguien que
trabaja en este edificio?
—¡No! —exclamó Cricket, preocupada por
que Josie la siguiera y se enterara de la verdad—.
En serio, no estoy saliendo con nadie—. Soltó la
afirmación con voz fuerte y rogó que Josie esta vez
le creyera. No podía imaginar lo vergonzoso que
sería si alguien la pescaba haciendo lo que ella y
Ryker habían estado haciendo aquella mañana.
Josie aplaudió, encantada.
—¿Es sexy? ¿Es muy buenmozo? ¿O tiene una
personalidad un poco nerdy cerebral, que remite a
poemas oscuros y desesperados?
Cricket miró fijo a Josie durante un largo
momento antes de registrar las palabras de la
mujer. Se rio y se recostó en su silla,
preguntándose cómo diablos se le ocurrían a Josie
estas ideas.
—Josie, has leído demasiadas novelas
románticas.
—Lo sé. Ahora deja de cambiar de tema y
dime cómo se gana la vida. ¿Es rico? —Entornó
los ojos al observar a Cricket para ver si advertía
alguna reacción en su rostro. —No, seguramente
sea uno de esos hombres desesperadamente
pobres, que son más apasionados y atractivos.
—¿Por qué piensas eso? —no pudo evitar
preguntar. Josie se rio y pegó saltitos en su silla.
—Porque tú eres una de esas mujeres que no le
hace daño a ningún ser viviente. Así que sería
natural que te sintieras atraída por alguien que
necesita la ternura y la comprensión que tú sabes
darles.
Cricket parpadeó, preguntándose de dónde
había sacado Josie la idea de que era una buena
persona. Jamás lo había pensado; su gran desvelo
era apenas que la percibieran como una persona
normal.
—¿Crees que soy una buena persona? —
preguntó.
Una sorprendente calidez le recorrió su cuerpo
al pensarlo. También tuvo que reírse de la idea de
Ryker Thorpe como un hombre que necesitara
ternura y comprensión. No lo conocía demasiado,
pero lo que sí sabía era que no era el tipo de
hombre que fuera a necesitar a otro, y mucho
menos de su ternura. Y comprensión? Él hacía de
las suyas, abriéndose su propio camino.
Las personas venían a él para que las
comprendiera, no al revés.
—Por supuesto que eres buena —replicó
Josie, poniendo los ojos en blanco—. Tal vez,
demasiado buena, motivo por el cual tienes que
confesarlo y dejarme seguir a tu hombre un tiempo,
para averiguar si es lo suficientemente bueno para
ti. No me gustaría que te agarrara un sabandija, te
calentara como una pava, y después te dejara
plantada.
Cricket pensó en las manos y la boca de Ryker
aquella mañana. Sí, definitivamente se podía decir
que la había “calentado como una pava” esa
mañana. Parpadeó y volvió a concentrarse en
Josie, sacudiendo la cabeza ante los pensamientos
ridículos que se le estaban cruzando sobre Ryker.
—Estoy bien. Y sigo tan aburrida como ayer y
el día anterior. —Se trataba de una afirmación
perfectamente sincera—. Y no hay ningún tipo en
mi vida. Tengo un padre muy pesado que se mete
cada vez que comienzo a salir con alguien, así que
en este momento se me complica bastante. Tal vez,
más adelante —le dijo a Josie, sintiendo que se le
contraía el corazón al pensar en que jamás
volvería a ver a Ryker. Pero así tenía que ser.
El teléfono de Cricket sonó en ese momento, y
comenzó su día de trabajo. Sólo porque el jefe
estuviera fuera de la oficina, no significaba que no
hubiera trabajo por hacer. Cricket se puso a
trabajar con las pilas de facturas sobre su
escritorio, asegurándose con diligencia de que
estuvieran todas correctas y dentro del sistema
para poder ser pagadas. Cuando terminó la pila,
trajo hacia sí la segunda. Se negaba a sucumbir a
la sensación de que era un hámster que corría
sobre una rueda sin terminar de avanzar. Esto era
lo que quería, se dijo. No había nada más normal
que la contabilidad.
Mientras completaba su trabajo aquella tarde,
pensó desesperada en lo que haría sobre la
cuestión de la cena esa noche. Le había dicho que
iba a ir, pero eso había sido esa mañana. En ese
momento, tenía la firme intención de llamarlo y de
cancelar. Después pensaría en cómo mantenerse
alejada de su casa para que tampoco pudiera
encontrarla allí. Era una actitud cobarde, pero no
se le ocurría nada mejor.
Se quedó sentada en su oficina, considerando
sus opciones. Lo que debía hacer era enviarle un
mensaje diciéndole que no iba a poder ir a cenar.
Sin explicaciones, sin disculpas. Directamente
rompería toda comunicación con él.
Pero sabía que no podía dejarlo colgado.
Merecía un poco más de consideración. Ahora
además de sentirse terriblemente atraída por él, lo
respetaba. Lo había escuchado mientras
conversaban y sospechaba que realmente era un
abogado brillante y poderoso y una buena persona.
No todos los días se conocía a un hombre con
semejantes cualidades.
Le llevó cuarenta y cinco minutos llegar al
restaurante, porque tuvo que desviarse y después
hacer marcha atrás. Creyó ver a su padre en un
momento, pero no estuvo segura. Para cuando
llegó finalmente, se sentía completamente agitada
de tanto caminar y había llegado más tarde que lo
anticipado. Se detuvo en el vestíbulo, y se quitó
rápidamente las zapatillas para volver a calzarse
los tacos, y que Ryker no se diera cuenta de que
había caminado si todo el camino. Sospechaba que
eso lo pondría furioso y no quería discutir con él.
Se estaba dando vuelta para hablar con la
camarera, cuando apareció Ryker. Levantó una
ceja al observarla meter rápidamente las zapatillas
en el bolso negro.
—Necesitaba hacer un poco de ejercicio —le
dijo.
Ryker levantó aún más la ceja, y Cricket se
mordió el labio, esperando que no le pidiera
explicaciones. Porque, en realidad, no tenía ningún
sentido. Especialmente, porque podrían haber
venido ambos en el auto de él, o en el de ella.
Trabajaban en edificios que se hallaban al lado del
otro.
No, esto no iba a funcionar, se dijo mientras
seguía a Ryker y a la camarera que los condujo a
su mesa. Cuando la mesera tomó sus pedidos y
desaparecido una vez más, Cricket se recostó
sobre su silla, sabiendo que debía ponerle fin a
esto, pero sin saber cómo. Se estaba
transformando en una especie de yoyó, pensó
sombríamente. En un momento, quería arrojarse en
sus brazos, y al siguiente se sentía tan ofuscada de
que su padre los atrapara juntos que intentaba
pensar en cómo terminar la relación que acababa
de comenzar. ¡Estaba histérica! ¡Jamás se había
sentido tan patética en su vida! ¡Su padre la estaba
volviendo loca!
Respiró hondo, preparada para comenzar la
discusión, pero al mismo tiempo, apareció el
sommelier con el vino que había pedido Ryker.
Cerró la boca con fuerza y esperó lo más
pacientemente posible mientras se llevaba a cabo
el proceso de servir el vino. Cuando se marchó y
estaban otra vez solos, bebió un largo sorbo de
excelente vino. Al volver a posar la copa sobre la
mesa, él ya la estaba esperando, evidentemente
sabiendo que tenía algo para decir.
—No podemos volver a vernos —dijo
finalmente. Al instante, cerró los ojos dándose
cuenta de lo horrible que había sonado. Los volvió
a abrir, tratando de medir su reacción.
Extrañamente, no parecía ni molesto ni enojado.
—¿Y por qué? —preguntó, inclinándose hacia
delante y mirándola por encima del mantel de lino.
La luz de las velas hacía que su rostro luciera más
anguloso, pero al mismo tiempo suavizaba esas
aristas. Hasta sus ojos azul hielo parecían, por
algún motivo, más claros.
Cricket intentó darle un motivo que sonara
coherente, pero ■cómo se le dice a un hombre
magnífico, sexy y seguro de sí que su padre no lo
aprobaría? En el caso de Ryker, la idea era
ridícula.
—Es complicado —soltó finalmente.
—Entonces explícamelo y dame tus motivos.
—Bebió un sorbo de vino. — Obviamente, no se
trata de que no haya entre nosotros una atracción
mutua.
Ella se sonrojó ante el comentario, porque
tenía razón. Era muy difícil para ella negar que se
sintiera atraída por él cuando le resultaba
prácticamente imposible arrojársele cada vez que
lo veía. Y cada vez que la tomaba entre sus brazos,
sentía un deseo irrefrenable.
—No, creo que tienes razón respecto de que
eso es obvio.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
Cricket se aferró de la copa de vino como si
fuera un salvavidas.
—No tengo una familia que sea demasiado
convencional —dijo, sabiendo que no alcanzaba
como explicación, pero no sabía qué debía decir
sin revelar algo que lo pondría a él en una
situación comprometida, y a sus padres, en la
cárcel.
—Cuéntame sobre ella —la animó con
paciencia. Cuando ella seguía dudando, él
comenzó a contarle historias sobre su infancia
siendo el mayor de cuatro hermanos. Cricket
estaba tan cautivada por el relato que se olvidó de
que debía explicarle por qué no lo podía ver más.
—Así que, cuando tus padres se murieron, ¿tus
hermanos ya estaban todos en la universidad? —
preguntó, fascinada.
—Sí, en diferentes etapas y en todo el país.
—Y tú fuiste a darles la noticia personalmente
a cada uno. —Ya lo había deducido a partir de
algunas de las otras cosas que le contó.
—Sí, y los traje a todos de vuelta para el
entierro.
—Eso debió ser difícil, porque estaban en los
cuatro puntos del país. ¿Cómo lograste hacerlo a
tiempo?
Ryker sonrió ligeramente.
—A pesar de nuestra niñez y de las locuras
que cometieron los tres menores en la escuela
secundaria, son todos bastante responsables.
—Así que ¿se subieron contigo a un avión y
volvieron? —Básicamente, sí.
Ella asintió la cabeza. Cada vez que hablaba
con él, la impresionaba más.
—Y durante todo ese tiempo tú mismo estabas
teniendo que lidiar con tu propio dolor.
—Traer a mis hermanos de regreso a casa me
alivió un montón.
—Y ahora todos trabajan juntos. ¿Cómo fue
que los cuatro terminaron siendo abogados?
Él sonrió, recordando algunas de las
discusiones que habían tenido en su casa sobre el
tema.
—Tal vez seamos todos abogados, pero nos
especializamos en diferentes áreas del derecho.
Por ejemplo, Xander hace derecho de familia, que,
básicamente, significa que es un muy buen abogado
de divorcio.
Cricket sintió una cierta desazón, pensando en
el impacto psicológico que podía tener en un
abogado soltero.
—Así que ve lo peor en la mayoría de las
relaciones, ¿no es cierto?
—Sí, yo no quería que ejerciera esa área del
derecho. Sabía que sería duro.
—¿Y qué impacto tuvo finalmente en él? Es un
año menor que tú, ¿no es cierto?
—Sí, pero es veinte años más cínico sobre el
matrimonio y las relaciones humanas. Y está
enamorado de alguien, pero no se acerca a ella
porque teme que termine como los matrimonios
que lo contratan para divorciarse.
—Supongo que algunos de sus casos se
vuelven bastante desagradables, ¿no?
Ryker asintió sabiamente.
—Algunos, sí. Ha tenido que separar en
algunos casos al marido y la mujer cuando se
trenzan en una batalla campal.
Cricket hizo un gesto de espanto, imaginándose
la situación.
—;Y por qué eligió ejercer esa área de la
profesión?
—Salió con un montón de chicas en la
secundaria y en la universidad, varias de las
cuales no tenían… —hizo una pausa, tratando de
encontrar el modo apropiado para describir los
problemas de Xander con las mujeres.
—¿Valores morales? —sugirió, comenzando a
entender—. ¿No eran sinceras? ¿No tenían valores
éticos? ¿Estás tratando de dar vueltas para
decirme que salía con mujeres que engañaban a
sus novios?
—No intencionalmente. Al menos, no al
principio. Xander era el tipo de hombre que es
encantador y se ríe mucho. Las mujeres se sienten
atraídas a él como abejas a la miel. Y él también
las ama. Pero cuando descubrió que algunas ya se
habían comprometido con otro tipo, sintió que se
le venía el mundo encima por haber roto una
relación. Tenía una especie de reputación de ser
Cricket sonrió, advirtiendo que deseaba ser
franco, pero sin traicionar la confianza de su
hermano.
—¿Bueno en la cama? —volvió a sugerir—.
¿Cómo tú?
Ryker le guiñó el ojo, pero asintió:
—Si comparamos mi conducta con las mujeres
con la de Xander de aquella época, la mía es de
jardín de infantes.
Ella asintió, sabiendo que no todo era color de
rosas.
—Pero tus otros hermanos están bien, ¿no?
Ryker sonrió:
—Ninguno de nosotros quería que Ash se
metiera en derecho penal, pero él es igual de
cabeza dura. Quería ayudar al que lleva las de
perder.
—¿Y a él qué le pasó? —preguntó.
—Tuvo un baño de realismo. Sigue siendo un
excelente abogado defensor, pero ya no tiene ese
idealismo inocente de otra época.
Aunque sí toma muchos casos pro bono.
Especialmente cuando se entera de que alguien
está siendo perversamente acosado por el sistema
legal y no puede pagar un buen abogado.
—¡Y eso causa fricción entre los cuatro? —
preguntó, sabiendo la respuesta de antemano.
—Para nada. Todos tomamos casos pro bono.
Más de lo que se nos exige, pero nos apoyamos.
Especialmente cuando hay un tema personal de por
medio.
El mesero se llevó sus platos y ella se sintió
ligeramente perdida, sin saber bien qué hacer con
las manos. Dedicarse a comer había servido como
una especie de amortiguador. Y Ryker había
llevado adelante la conversación mientras trataba
de probar que tampoco él había tenido una niñez
tradicional. Pero no tenía ni idea de lo que le
esperaba con su propia familia. Ahora jugueteó
con su copa de vino, preguntándose cómo dar por
terminada definitivamente la relación con él.
—De cualquier manera… —comenzó a decir.
El mesero la volvió a interrumpir con el trozo de
torta de chocolate más mortalmente deliciosa que
hubiera visto en su vida. Y no era sólo una torta de
chocolate. Tenía encima una salsa espesa de
chocolate, crema batida de chocolate, más salsa de
chocolate y por debajo la torta oscura de
chocolate, que parecía tan húmeda que podría
haber sido un budín. —¿Esto pediste? —exhaló, y
la boca se le hizo agua de sólo ver el postre que se
hallaba entre los dos.
—Sí —bromeó, y le entregó uno de los
tenedores que el mesero había colocado al lado
del plato—. Parece que te estresa fingir que no
quieres verme más. Me pareció que esto podía
relajarte un poco.
Cricket no podía creer lo asombrosamente
deliciosa que era la torta. Con el primer mordisco,
cerró los ojos como si estuviera en el cielo.
—¡Cielos! —suspiró—. ¡Esto es increíble!
Él también probó un bocado, riéndose al ver
los ojos vidriosos de Cricket
—Me alegro que te haya gustado. Se quedaron
sentados comiendo el postre, y Cricket disfrutó de
cada bocado exquisito y decadente.
—Mañana voy a tener que correr algunos
kilómetros más para quemar el exceso de calorías
—dijo, recostándose hacia atrás en su silla y
limpiándose la boca con delicadeza con la
servilleta de lino.
Ryker firmó la cuenta que le trajo el mesero.
—Me aseguraré de que no tengas que correr
esos kilómetros de más —le dijo, y le tomó la
mano, para levantarla fácilmente de la silla.
Cricket tomó su cartera y lo siguió, aunque no
entendió bien a qué se había referido con el
comentario. Pero apenas estuvieron en el
vestíbulo, y le entregó al valet su ticket, la tomó
entre sus brazos y la besó. Ese beso no se parecía
en nada a los otros dos que habían compartido
aquella mañana. Era más potente, más
intencionado. Y se derritió igual que el chocolate,
aferrándose a él, como si fuera la única parte
normal de su mundo.
El valet carraspeó, parado incómodo detrás de
ambos.
Ryker se apartó, con una mirada satisfecha
cuando se dio cuenta de que los ojos de ella
estaban vidriosos una vez más, esta vez por el
beso y no por la torta de chocolate.
—Vamos —dijo, y le tomó la mano para
ayudarla a entrar en su lujoso auto.
Para cuando Cricket recuperó la cordura, ya
estaban alejándose en el auto.
—¿Adonde vamos? —preguntó, de pronto
nerviosa.
—Vamos a mi casa —dijo, y le tomó la mano
para acercarla de modo que sus dedos quedaron
entrelazados con los de ella. Pero lo que hizo que
su mente se pusiera en blanco fue el modo en que
apoyó las manos de ambos sobre su muslo. Podía
sentir el movimiento de los músculos cada vez que
cambiaba del acelerador al freno. No se dio
cuenta, pero se quedó mirando las manos o su
muslo durante todo « camino a su casa.
Como vivía relativamente cerca, fue un viaje
corto. Cuando se quiso dar cuenta, Ryker
estacionaba en un garaje y la tomaba en brazos. Ni
siquiera dudó cuando la levantó del asiento. Su
mano experta ya se había deshecho del cinturón de
seguridad para que aterrizara sobre su falda.
El momento en que la tocó en ese ámbito
privado, Cricket perdió el control. Era imposible
preocuparse por su padre o por cuestiones
carcelarias cuando Ryker la tocaba. Las
diferencias de sus vidas se desvanecieron. Quería
esto todo el día. Desde el primer momento en que
la había tocado esa mañana, había estado
anhelando sus caricias. Los sensores reprimidos
durante la visita de su padre cobraron vida ahora,
y se volvieron más exigentes que nunca.
La primera vez que habían estado ¡untos había
sido desesperado y voraz. Esta vez, había una
urgencia que no podía apaciguar. En algún lugar de
su mente sobrevolaba la posibilidad de que ésta
sería la última vez que lo vería. Lo necesitaba.
Todo su ser. ¡Ahora!
Él arrancó la boca de la suya, mirándola a los
ojos en la penumbra de la luz del garaje, pero ella
advirtió que sentía la misma urgencia que ella.
—Sal del auto, Cricket —le ordenó.
Después de decir estas palabras, Ryker se
apartó una fracción de segundo de su lado, pero
para cuando se dio cuenta de lo que estaba
sucediendo, él ya estaba de su lado del vehículo.
Extendió el brazo dentro del auto y la levantó del
asiento. Pero no se detuvo allí. Con manos
apremiantes, que sólo la excitaron aún más, la
levantó para presionarla contra él, y le empujó la
espalda contra el costado del auto.
Ella no se detuvo a esperar para ver lo que
haría él. Con dedos temblorosos, le arrancó la
corbata de un tirón, y se dispuso a desabrochar los
botones de su camisa de vestir. Cuando finalmente
lo consiguió, suspiró de felicidad cuando sus
dedos lograron tocar su piel ardiente. Pero en ese
mismo momento, él liberó sus pechos del sostén.
Los brazos de ella seguían enredados en su camisa
y su sostén, pero no le importó. La boca de él se
prendió de su pezón, y ella gritó con el intenso
calor de su boca que se combinó con el fresco aire
nocturno del garaje.
Ryker llevó la mano hacia abajo y le levantó la
falda, arrancándole la bombacha. Cuando sintió su
dedo adentro, la sensación de perfección le
pareció irreal.
—¡Sí! —gimió, cerrando los ojos e inclinando
la cabeza hacia atrás una vez más para apoyarla
sobre el techo del auto. Pero no era suficiente. —
¡Más! —exigió—. Por favor, Ryker, no pares —
jadeó, y desplazó las caderas de lugar, tratando de
moverse del modo en que había aprendido unos
días atrás, que le causaba tanto placer.
¡Y luego el dedo de él desapareció! Abrió los
ojos, casi enloquecida por el deseo de volver a
tenerlo dentro moviéndose dentro de ella. Oyó el
envoltorio de papel metálico, y quiso ayudarlo,
pero tenía los brazos atrapados en su blusa y su
corpiño. Sólo podía agarrarlo de la cintura con las
piernas, mientras las manos de él ajustaban el
condón sobre su erección. Un instante después, sus
manos enormes habían vuelto a sus caderas, y no
dudó en llenarla. ¡Por completo! Ella jadeó,
moviéndose contra él. A medida que se hundió más
profundo dentro de ella, la urgencia sólo se
intensificó.
—Más —le rogó. Y él cumplió. Con ¡a tercera
o cuarta embestida, ella sintió que su cuerpo
estallaba en mil diáfanas partículas. El mismo no
demoró mucho en chocarla con fuerza, con su
propio clímax. Fue tan intenso, tan alucinante, que
Cricket pensó que se desmayaría de placer.
Cuando finalmente recuperó el ritmo normal de
respiración, abrió los ojos y miró a su alrededor.
Seguía con los brazos alrededor de él, y creyó que
lo podía estar estrangulando. Pero luego sintió sus
besos etéreos sobre los hombros y el cuello, y
sonrió. Evidentemente, no estaba a punto de
ahogarse.
—Lo siento —dijo, atragantada, y aflojó los
brazos que lo tenían fuertemente aprisionado.
Cuando oyó su risa, se relajó.
—Por favor, no te disculpes por nada, Cricket.
De hecho —levantó la cabeza y la besó con
dulzura—, creo que tal vez podríamos hacer eso
de nuevo, aunque mejor, una vez que entremos en
la casa.
Ella sonrió. No podía ocultar la felicidad que
sentía tras una descarga de ese tipo.
—No creo que quiera mejorarlo —le replicó
—. Creí que te mataba esta última vez.
Él arrojó la cabeza hacia atrás y soltó una
carcajada, al tiempo que seguía tomándola entre
sus fuertes brazos.
—Por favor, me encanta que me maten así una
y otra vez.
Dio un paso atrás y se acomodaron la ropa.
Luego él le tomó la mano y la condujo por su casa,
directo al dormitorio. Allí, la desvistió lentamente,
besando cada parte de su cuerpo con suavidad
hasta que ella volvió a retorcerse debajo de él una
vez más. Esta vez la condujo más lentamente,
saliendo casi por completo de ella hasta que le
rogaba que volviera. Una y otra vez, la llevó justo
al borde del abismo, pero no la dejó caer. Casi
lloraba de deseo antes que él la dejó alcanzar el
clímax en sus brazos. Y la acompañó durante todo
el camino. Cricket sintió que llegaba con ella y
pensó que era el hombre más increíble que hubiera
conocido en su vida.
Recostada en sus brazos esa noche, sintiendo
los dedos que la acariciaban con suavidad, trazó
un plan que le permitiría gozar de su compañía un
tiempo más. Sería difícil, pero si se manejaba con
creatividad y cuidado, era posible que resultara.
Durante las siguientes tres semanas, se las
arregló para ver a Ryker a escondidas sin que su
padre se enterara. Pasaba todas las noches con él y
los fines de semana cuando era posible, pero
jamás se quedaba a dormir, y alrededor de las diez
de la noche inevitablemente dejaba su cama tibia y
cómoda, para poder llegar a casa a una hora
razonable. Sabía que esto lo exasperaba, pero
Cricket seguía teniendo el presentimiento de que
su padre la estaba observando y que no dudaría en
meterse si sabía con quién estaba saliendo.
Capítulo 9
Cuando llegó del sábado, Ryker estaba
exasperado con el estado de nerviosismo de
Cricket. Además, lo irritaba que insistiera en
dormir en su casa. El único momento en que
Cricket no estaba mirando atrás o sobresaltándose
cuando él la sorprendía era cuando estaba en su
cama. El sospechaba además que no le veía futuro
a la relación. En realidad, jamás había podido
hablar sobre el futuro, porque cada vez que lo
intentaba, ella cambiaba de tema rápidamente.
Pero eso iba a terminar. Quería que esta mujer
se quedara en su vida para siempre. Sea cual fuere
el motivo que se lo impidiera, él se encargaría de
solucionarlo y de terminar con el problema.
—¿Y ahora qué pasa? —preguntó Ryker con
tono perentorio apenas entraron en su casa esa
noche después de cenar.
Cricket apartó la mirada de la ventana, por
donde había estado mirando para ver si los habían
seguido. Ante su reacción, Cricket parpadeó y lo
miró:
—¿A qué te refieres? —preguntó, preocupada
por haber sido demasiado obvia.
Ryker le tomó la mano y la condujo hacia el
interior de la casa. Apoyó su cartera al costado del
sillón mientras la sentaba al lado de él.
—Cricket, hemos estado jugando demasiado
tiempo a las escondidas en Chicago. Cada vez que
quiero hablar contigo, tengo que llamar a un nuevo
número de celular. Siempre nos encontramos,
primero, en lugares alejados, en lugar de vernos
simplemente en tu casa o de venir a la mía. Y no
hay un minuto en que no estés mirando para atrás
cuando vamos en taxi o por el espejo retrovisor de
mi auto, como si estuvieras tratando de ver si nos
sigue alguien. —Hizo una pausa y siguió: —¿Estás
envuelta en algún tipo de problema?
Cricket de hecho se rio de la ocurrencia.
—No. Puedo decir con total honestidad que no
he cometido ningún delito por el que esté intentado
escapar del brazo de la ley —dijo con una sonrisa.
Se arrimó más a él, sintiendo el calor que emanaba
de su cuerpo y disfrutando del modo como sus
brazos se envolvían naturalmente alrededor de sus
hombros de modo protector.
—¿Entonces por qué tanta intriga y misterio?
—preguntó, relajándose hacia atrás sobre los
almohadones del profundo sofá.
Ryker intuía que había algo que andaba muy
mal, algo que le impedía comprometerse
totalmente. Pero le resultaba imposible saber lo
que era. Estaba paranoica y nerviosa, y maldita
sea si no se iba a ocupar de solucionar lo que
fuera que la pudiera perjudicar. Jamás había
manifestado un instinto protector particularmente
fuerte con las mujeres con las que había salido en
el pasado. Pero Cricket era diferente. Lo supo
desde el primer momento en que la vio, y no
dejaría que le sucediera nada.
Pero por el momento, se relajó. Estaba en sus
brazos y estaba a salvo. Tenía el mejor sistema de
seguridad instalado en su casa. Así que, si alguien
trataba de forzar la entrada, lo sabría antes de
tenerlos encima.
—¿Qué tiene de intrigante y misterioso lo que
hemos hecho? —preguntó ella, recorriendo el
muslo de él con la mano para distraerlo. Sabía que
se estaba volviendo impaciente. Significaba que
no quedaba mucho tiempo más antes que rompiera
con ella. Nadie podía aguantar a una mujer que se
comportara así. Se buscaría a una pareja que no
tuviera tantas complicaciones como ella.
Sabía que no hacía mucho que lo conocía, pero
también que estaba perdidamente enamorada de
Ryker Thorpe. Había sabido desde el comienzo
que debía protegerse justamente de que le
sucediera algo así, pero se trataba de un hombre
demasiado increíble como para no enamorarse de
él. Consideraba cada momento con él como un
regalo. Algo que debía atesorar y guardar como un
recuerdo del tiempo que habían pasado juntos. En
breve, él encontraría a alguien nuevo, e iba a
necesitar todos esos recuerdos para encontrar
consuelo. Porque sabía que jamás encontraría a
nadie tan inteligente, gracioso, sexy y maravilloso
como Ryker.
Ryker suspiró.
—Los teléfonos descartables —dijo, y la
sintió ponerse rígida en sus brazos. Efectivamente,
había dado en el blanco. —Los desvíos por las
calles, en las que pegamos la vuelta para
asegurarnos de que no nos están siguiendo; los
restaurantes apartados, donde es menos probable
que te reconozcan… no hacen más que confirmar
que estás intentando ocultar algo. —Esperó un
momento y dijo: —¿Qué estás encubriendo,
Cricket? Te puedo ayudar si confías en mí.
Ella se acercó de modo que quedó sentada
sobre su falda.
—Hay algunas cosas que sencillamente no
puedes componer —le dijo, y luego se inclinó para
besarlo con ternura. Era la primera vez que había
iniciado algún tipo de demostración afectiva. Por
lo general, era él quien la besaba, la levantaba en
sus brazos o tan sólo la tomaba de la mano
mientras caminaban por la calle. Al principio, lo
sorprendió, pero ella lo conocía lo suficiente,
conocía su cuerpo y cómo distraerlo. Él mismo se
lo había hecho a menudo últimamente, aunque ella
no creyó que hubiera sido con la intencionalidad
con que lo hacía ella ahora. Tuvo una punzada de
remordimiento por lo que estaba haciendo, pero
luego las manos de él subieron para ahuecar sus
pechos, y ya no pudo pensar más en nada como
tampoco él.
Mucho después, Ryker se inclinó sobre ella:
—Hiciste eso a propósito, ¿no? —preguntó.
Tal vez en otro momento él se hubiera enojado,
pero ahora ella se sentía demasiado a gusto entre
sus brazos.
—¡Hacer qué? —preguntó, pasando los dedos
suavemente sobre sus brazos, y luego el pecho. Si
había funcionado una vez, no había motivo por el
cual no pudiera funcionar de nuevo.
Por desgracia, esta vez él no jugaría su juego.
Le tomó los dedos, y se dio vuelta como para
tenerla atrapada debajo de él, presionando la
rodilla entre sus piernas de modo que quedara
completamente bajo su control. Para provocarla
aún más, le apartó la sábana de los pechos… y no
la dejó taparse.
—Ahora que estás a mi merced… —Extendió
el brazo a la mesa de luz y sacó algo del cajón.
Ella sabía lo que normalmente sacaba de ese
cajón y sonrió expectante. Pero lo que tenía en la
mano no era para nada lo que esperaba.
—Sé que nos conocemos hace muy poco,
pero… —abrió la pequeña caja negra, y al ver el
deslumbrante brillante que se reveló, Cricket soltó
un grito ahogado. —¿Te quieres casar conmigo? —
preguntó con suavidad, observándola para tratar
de medir su reacción.
Los dedos de Cricket temblaron al extender la
mano, apenas tocando el anillo de brillante.
Posiblemente, se tratara del brillante más hermoso
que hubiera visto en su vida, y eso ya era decir
mucho si se tenía en cuenta el pasado de su madre.
No dijo nada un largo rato, sólo se quedó
mirando. No era consciente de que tenía la boca
abierta y las pestañas humedecidas por las
lágrimas.
—¿Debo tomar la ausencia de un rechazo
como una señal de aceptación? —bromeó Ryker, y
sacó el anillo de la caja para deslizárselo en el
dedo—. Te amo, Cricket. Sé que tienes secretos,
pero con el tiempo lograré que confíes en mí, y
juntos solucionaremos cualquier problema.
Cricket sacudió la cabeza, sin apartar la
mirada del bellísimo brillante que ahora tenía en
el dedo.
No lo podía creer. ¿Se quería casar con ella?
—No puedes estar hablando en serio —dijo,
tocándose el anillo con la otra mano. Sacudió la
cabeza y se volvió para mirarlo. Apenas podía
verlo a través de las lágrimas, pero como estaba
sólo a unos pocos centímetros, su rostro estaba
apenas desdibujado.
—Lo digo muy en serio. Quiero que te cases
conmigo. Quiero tener hijos contigo y envejecer
junto a ti y quiero vivir y reírme contigo.
Ella negó con la cabeza:
—Ni siquiera me conoces. No conoces a mi
familia —y al decir estas palabras, sintió una
fuerte desazón. Ahí era donde radicaba el
verdadero problema… —¿Y acaso no necesitas
junto a ti a alguien que sea un poco más…? —no
se le ocurría una palabra adecuada.
—No quiero a nadie que sea más nada,
Cricket. Te quiero a ti desde el momento en que te
conocí.
—No —dijo negándolo. Se aferró al único
motivo que podía hacerlos incompatibles, y que
podía discutir abiertamente. —Necesitas a una
persona más social. Yo no lo soy. No me gusta
salir e ir a fiestas. No me gusta toda la movida
social en la que hay estar cuando se es un gran
abogado como tú. Me gusta quedarme en casa y
ver sólo a mis íntimos amigos. Apenas me salen
las palabras cuando estoy con alguien que me
intimida. Deberías saberlo. Así me conociste. De
hecho, creo que salí huyendo cuando te vi por
primera vez de cerca.
Ryker se rio.
—Ya lo creo —confirmó—. Pero me pareciste
encantadora. Y sí, en mi trabajo tengo que tener
vida social, pero no tanto como te imaginas.
Además, tengo otros tres hermanos que lo pueden
hacer durante un tiempo. Podemos quedarnos en
casa y practicar para hacer bebés —dijo con una
sonrisa lasciva. Deslizó la mano por la cintura
hasta su cadera. Y más abajo todavía.
Mucho después, Cricket yacía acostada entre
sus brazos, oyendo su respiración profunda y
pareja mientras dormía. Tenía los brazos alrededor
de ella como si no pudiera soltarla ni aun en
sueños. Sabía exactamente cómo se sentía, pensó,
rozándole el brazo con los dedos, deleitándose con
las ásperas sensaciones del vello en su antebrazo y
de los músculos en sus hombros, que seguían
abultados incluso mientras dormía.
Cricket sabía que no podía aceptar su
propuesta matrimonial. Miró el anillo que tenía en
el dedo; emitía destellos incluso en la oscuridad.
Era más hermoso porque no era sólo un anillo. Era
portador de un significado. Se trataba de un
mensaje importante que él deseaba transmitirle. Y
por eso, era más precioso que cualquier cosa que
hubiera poseído jamás.
Cricket se vistió. Ignoró las lágrimas que
corrían por sus mejillas al mirar hacia abajo, al
hombre que dormía en la cama justo al lado de
donde había estado ella unos instantes atrás. Ésta
tendría que ser la última vez que lo viera. Incluso
sería mejor buscar un nuevo empleo aunque sea
para no sentirse tentada a espiarlo cada vez que
caminaba de su oficina al auto.
Se enjugó las lágrimas sin piedad, mientras
levantaba su cartera. Fue directamente a su sistema
de seguridad y metió el código. Luego lo rearmó y
salió sin hacer ruido por la puerta. Podía ser que
lo estuviera abandonando, pero también quería que
estuviera a salvo de cualquier peligro. No es que
la alarma le impediría entrar a un intruso que se
propusiera forzar la entrada en serio, pero dudó de
que hubiera un peligro semejante a esa hora de la
madrugada. No llamó un taxi hasta que caminó
varias cuadras por la calle. Muchos de los que la
pasaron en sus vehículos le dirigieron miradas
extrañadas. No era el tipo de vecindario en el que
una persona caminaba para llegar a otro lugar. Al
menos, salvo que llevaran ropa deportiva. La gente
que vivía en este barrio caminaba sólo por
motivos de salud cardiovascular, de otro modo se
trasladaba en vehículos por encima de los cien mil
dólares para ir y venir de sus destinos.
Ryker oyó que se cerraba la puerta y se dio
vuelta en la cama, suspirando al preguntarse qué le
pasaba a Cricket. ¡Maldita mujer! Lo tenía
completamente angustiado por su seguridad y lo
que fuera a hacer o a decir.
Miró a su alrededor y exhaló aliviado. Al
menos seguía con su anillo puesto. No todo estaba
perdido. Por supuesto, no era garantía de que no se
lo devolvería apenas llegara hoy a la oficina.
Mientras fijaba la mirada en el cielo raso,
decidió en ese mismo instante que era hora de ser
un poco más proactivo respecto de la misteriosa
señorita. Sabía que no era una delincuente.
Aquello implicaba que se estaba escapando o
tratando de ocultar de alguien de dudosa
reputación, que seguramente tenía conductas
reñidas con la ley.
Haciendo la colcha a un lado, decidió de una
vez alistarse para comenzar el día. Estaba
demasiado furioso como para seguir durmiendo, y
ya estaba tramando un plan para acorralar a su
novia y obtener la información que necesitara.
Sospechaba que intentaba dejarlo, pero jamás lo
permitiría. Mientras se duchaba y se vestía, trazó
un plan de acción, uno que esperaba resultaría en
que Mark lo ayudaría a proteger a Cricket hasta
que lograra llevarla al altar.
También pensó en llamar a un viejo amigo.
Mitch Hamilton estaba al frente de una de las
mejores compañías de seguridad en el mundo.
Habían sido compañeros de universidad hace
mucho tiempo, y se habían mantenido en contacto a
lo largo de los años. Se había casado hace poco
con una mujer llamada Claire, recordó. Tal vez
podía conseguir que Mitch saliera a tomar algo
con él y le diera un par de consejos. Ryker decidió
llamar a Mitch apenas llegara a la oficina. Podía
tomarse un avión esa misma tarde para salir a
tomar unos tragos con él y regresar a tiempo para
meterse en la cama con Cricket antes que se
quedara dormida esa noche. O incluso mejor, ¡la
despertaría!
Mientras tanto, Ryker sabía que tenía mucho
por hacer antes que la terca mujer llegara a la
oficina. Le tendría que contar a sus hermanos,
pensó. Sería una conversación molesta, dadas las
circunstancias. Sonrió al imaginar las expresiones
en sus rostros, y casi soltó una carcajada porque
sabía lo sorprendidos que estarían.
Bueno, tal vez, no. Ash había mencionado que
su trabajo defendiendo a Mia Paulson era
importante. Aunque, por lo último que sabía, Ash
todavía no había determinado el grado de
importancia. Ryker se dio cuenta de que había
estado tan metido en lo que le pasaba a Cricket
que últimamente no había conversado con sus
hermanos. Cada uno vivía en su propio mundo.
De pronto, se le ocurrió algo. Últimamente,
Abril y Xander habían dejado de hostigarse como
de costumbre. Se preguntó si por fin había pasado
algo entre ambos. Y Axel, ahora que lo pensaba, se
había estado comportando de modo extraño ayer.
Sí, sin duda, algo estaba pasando.
Se terminó de duchar y agarró una toalla, que
se envolvió alrededor de la cintura, y otra para
secarse el cabello, al tiempo que se dirigía a su
placard y consideraba la posibilidad de que, tal
vez, su hermano hubiera decidido ignorar por fin
esa irritante resistencia a estar con Abril, y se
hubiera decidido a dar un paso adelante.
Ciertamente, esperaba que fuera así.
Capítulo 10
Por desgracia, el plan de Ryker quedó
frustrado; estaba lidiando con una mujer
demasiado hábil. Al entrar en la oficina, se enteró
de que Cricket no estaba allí. La llamó al celular
varias veces, dejó mensajes, pero nunca se los
devolvió. Cuando llamó a la recepcionista de su
compañía, le dijeron que Cricket se había
ausentado por enfermedad.
No respondía el teléfono de su casa, así que
siguió dejando mensajes en su celular y en su
trabajo. Pero para el final del día, no sabía nada
de ella.
Mientras se dirigía en el auto a su casa, recibió
un mensaje de texto que lo dejó completamente
trastornado: “Te amo. Pero no podemos estar
juntos”, fue todo lo que dijo. Ninguna explicación
de por qué no podían estar juntos, ninguna
despedida final, ¡nada!
Ryker leyó el mensaje, pero igual siguió
manejando hacia su casa. De ninguna manera iba a
permitir que se saliera con la suya.
Pero cuando estacionó fuera de su casa, estaba
a oscuras. Golpeó ‘a puerta, pero no hubo
respuesta. Era como si sencillamente hubiera
desaparecido. Si no fuera por el mensaje de texto,
se habría preocupado.
De hecho, terminó regresando a su casa y
sirviéndose un vaso de whisky. Comenzó a ir y
venir por la sala y el dormitorio. Cada vez se
sentía más furioso con esta locura. El deambular
desquiciado continuó hasta casi la medianoche
cuando se quedó dormido sobre el sofá: no podía
dormir en su cama sin ella. Pero mientras sus ojos
se cerraban, repasó mentalmente todo lo que le iba
a hacer para castigarla por hacerlo padecer
semejante infierno.
Jamás, ni en los momentos más desolados de la
noche, se permitió pensar en que podía perderla.
No, aquello no era ni siquiera una opción.
Para el final de la semana, seguía echando
chispas, pero había adoptado una táctica diferente.
La seguía llamando todos los días para decirle lo
mucho que él también la amaba. Y para explicarle
que no renunciaría a ella. Cuando se tomó un avión
para volar a Barcelona el miércoles, la llamó y le
dijo que estaría ausente dos días, pero que la
amaba. Al regresar de Barcelona y hacer escala en
Londres para ver a uno de sus clientes, la llamó y
le contó lo que estaba haciendo, y que seguía
amándola, y esperando que regresara para
explicarle cuál era el problema.
Durante todo ese tiempo, Cricket le envió un
mensaje más:
—Te amo, pero es, sencillamente, imposible
—fue todo lo que contestó. Por mensaje
Ryker sonrió al leer el mensaje en el instante
en que entraba en la reunión con su cliente de
Londres; sacudió la cabeza por lo inocente que
era.
—Doce horas más, cariño —le mensajeó a su
vez, y luego se sentó para discutir el tema por el
que había viajado. No dejó de pensar ni un instante
en todo lo que le iba a hacer cuando regresara a
Chicago.
Cricket leyó las palabras y casi rompe en
lágrimas. Hacía dos días que llamaba para
ausentarse por enfermedad, pero cuando se enteró
de que Ryker viajaría fuera del país, tomó coraje,
se duchó y se obligó a regresar a la oficina. Sabía
que tenía un aspecto terrible: tenía los ojos rojos
de llorar; la cara, demacrada porque los últimos
tres días apenas había ingerido algo más que un
vaso de leche o galletitas. Pero la idea de comer le
revolvía el estómago.
Deseaba tanto estar en brazos de Ryker que el
cuerpo entero le dolía.
Si sólo pudiera pensar en una manera de
proteger a sus padres y permanecer con Ryker,
seguiría adelante. Pero no se le ocurría un plan, ni
siquiera una explicación que aclarara cómo se
ganaban la vida sus padres, que dejara a Ryker
satisfecho. Bueno, en realidad, podía hacerlo si
estaba dispuesta a mentirle. Pero realmente no
quería ser deshonesta. Lo amaba demasiado y no
podía mancillar esos sentimientos con una mentira.
Así que la única alternativa era romper con él.
Josie pasó por su oficina el miércoles.
—¿Cómo estás…? —se detuvo a mitad de la
frase cuando advirtió el rostro pálido y los ojos
tristes de Cricket—. Sigues enferma, ¿no?
Cricket respiró hondo y asintió. Estaba
enferma de extrañar a Ryker y eso definitivamente
contaba para ella. No podía responder con
palabras, porque tenía la garganta dolorida de
tanto llorar.
Josie sacudió la cabeza y se sentó delante del
escritorio de Cricket.
—Seguramente no deberías estar aquí —dijo
—. ¿Por qué no regresas a casa y descansas un par
de días más?
Cricket tomó un pañuelo de papel y fingió
sonarse la nariz.
—Puedo trabajar —dijo finalmente, ocultando
sus ojos llorosos detrás del papel hasta que
recuperó el control de la situación. No quería
regresar a casa, porque lo único que hacía era
pensar en Ryker y en cuánto lo extrañaba. Al
menos aquí podía pensar en otra cosa que no fuera
las ganas que tenía de estar con él.
Josie sacudió la cabeza.
—No creo que debas estar aquí. Pero Jason ha
estado viajando bastante, así que por lo menos no
tienes que lidiar con su enojo. —Se puso de pie y
miró hacia abajo, a la mujer más joven. —Si
necesitas algo, me llamas, ¿sí?
Cricket asintió con la cabeza y acercó hacia sí
una pila de facturas, parpadeando rápidamente
para evitar otro torrente de lágrimas. ¡Estaba
furiosa con su padre! Él podía hacer lo que fuera y
Cricket sería capaz de estar con Ryker sin
preocuparse si su padre o su madre fueran a la
cárcel.
Levantó el teléfono y pensó en llamar a su
madre. Si había un momento cuando necesitaba el
hombro de su madre para llorar, era ahora. Pero al
final, volvió a colgar el auricular y se obligó a
trabajar sobre las facturas que necesitaban ser
pagadas. Su madre vendría volando y le daría una
palmadita en la espalda, pero su padre tenía razón.
No había realmente ninguna manera de que ellos
siguieran haciendo lo que hacían y que ella se
casara con Ryker. Los dos mundos eran
completamente incompatibles. Uno de los dos
tenía que ceder.
¿Pero por qué tenía que ser ella siempre la que
se adaptaba?, pensó furiosa mientras golpeaba con
fuerza el teclado, ingresando datos en el sistema
de contabilidad. ¡Toda su infancia se había
adaptado a su estilo de vida! ¿Acaso no era hora
de que comenzaran a adaptarse al suyo? Se aferró
al anillo que colgaba de la cadena que tenía
alrededor del cuello, sintiendo el hermoso
brillante como si fuera el tesoro más precioso en
el mundo. Incluso se frotó el dedo donde lo había
estado llevando los últimos tres días. Sentía el
dedo vacío, desnudo, sin el anillo. ¡Cómo le
hubiese gustado volver a ponérselo! Pero sacudió
la cabeza y se obligó a concentrarse en su trabajo.
Tenía que olvidar a Ryker, se dijo con firmeza.
Le tendría que enviar el anillo de vuelta, pero la
idea de no tenerlo ni en el dedo ni cerca del
corazón provocó un nuevo espasmo de lágrimas y
las hizo a un lado, impiadosa.
Para el final del día, estaba agotada. Pensó en
volver a faltar al día siguiente, pero como Ryker
seguía en España, sabía que debía juntar coraje y
avanzar con el trabajo. Pero esa noche, sentada en
la pequeña sala de su casa, escribió una carta de
renuncia. Tendría que renunciar. Ahora lo
aceptaba. Comenzaría a buscar un empleo de
inmediato, pero dejaría el puesto en el que estaba,
incluso si no tenía otro ya en vista.
Llevó la carta de renuncia en la cartera los
siguientes días, pero no la entregó. A cada rato se
le ocurrían excusas para no presentarla. Y al final
de cada día, cuando su supervisora se retiraba y
perdía la oportunidad de entregarle su renuncia,
sentía una extraña sensación de alivio.
Capítulo 11
Cuando entró en el edificio la semana
siguiente, Mark interceptó a Ryker en la puerta de
su oficina.
—¿Cómo va todo? —preguntó Ryker, tomando
asiento detrás del escritorio. Se hallaba pasando
revista a todos los números de celular que Cricket
le había dado en las últimas semanas, intentando
adivinar cuál probaría esta vez. En el vuelo de
regreso de Europa su estado de ánimo pasó del
enojo a la expectativa. Los mensajes de texto de
Cricket manifestaban de manera clara y
contundente que lo amaba. En ese punto no había
ambigüedad alguna. La única pregunta era por qué
sentía que no podían estar juntos. Por eso, hasta
que oyera su explicación, no se iba a rendir. Se le
había ocurrido un plan, y la iba a convencer para
solucionar cualquier problema que creyera que
obstaculizaba su relación, y llevarla al altar.
Mark sonrió, impaciente. —¿Te acuerdas de
ese tipo Jason Moran, a quien cada tanto le hacían
bromas pesadas?
Ryker sonrió al recordarlo. Al instante recordó
a Cricket, porque trabajaba para aquel idiota.
—Sí, creo recordar la visita.
Ése era otro problema que iba a resolver.
Cricket odiaba su trabajo. La ayudaría a descubrir
qué quería hacer que no fuera la contabilidad.
—Pues, revisé su sistema de seguridad y su
red informática, y parece estar constantemente
agregando nuevos aparatos de última generación
para tratar de frenar a esta persona. —Mark apoyó
su laptop sobre el escritorio de Ryker. —Así que
hace algunas semanas, añadí algunas cosas, pero
también opté por soluciones más caseras. Y esto es
lo que básicamente capté con una cámara oculta,
de las que se usan para controlar a las niñeras.
Son sólo pequeñas cámaras que los padres
insertan en los ositos de peluche para sorprender a
una niñera haciendo algo incorrecto —aclaró.
Cuando Ryker asintió, apretó el botón de su
computadora. —Metí la pequeña cámara dentro de
un marco de fotos que ya estaba sobre el
escritorio, y esto es lo que captó la cámara. No
estoy seguro de cuándo ocurrió esto, dado que sólo
estaba monitoreando los equipos de última
generación. Anoche saqué la cámara y me puse a
mirar la grabación en casa.
Ryker observó la pantalla en blanco y negro.
No estaba verdaderamente interesado en atrapar a
la persona, sino en encontrar una solución para que
Jason no le ocupara más espacio en la agenda, y le
pudiera pasar su caso a alguna otra persona de su
departamento. Durante algunos instantes, la quietud
fue total. Pero luego un movimiento le llamó la
atención. Algo estaba sucediendo en el cielo raso.
Fue muy lento, muy sutil, como si el culpable
estuviera observando la escena antes de mover
algo demasiado rápido. Pero una vez que el
infractor se dio cuenta de que estaba todo en
orden, la placa del techo se corrió de lugar, y un
cuerpo sexy, muy femenino y enfundado de negro,
pareció descolgarse ágilmente desde el techo hasta
el suelo. Lamentablemente, apenas aterrizó la
figura, Ryker sintió que se le contraía el estómago.
Y cuanto más vio, peor se sintió.
La persona en el video estaba completamente
enmascarada y vestida de negro, pero la
vestimenta ajustada revelaba todos los contornos
de la culpable. Y se trataba de un cuerpo que él
conocía a la perfección. De hecho, apenas una
semana atrás había estado estrechando ese cuerpo
contra el suyo.
Mark se rio cuando la figura envolvió varias
piezas del mobiliario que se encontraba en la
oficina del cliente con papel de regalo, pensando
que se trataba de una broma divertida. Pero a
Ryker no le resultó para nada gracioso. Es más,
cuanto más miraba, más se enfurecía.
¿Así que su inocente noviecita era una ladrona
de guante blanco? En esta oportunidad, no había
robado nada, pero ¡y las otras veces?
Cuando la mujer se volvió a elevar fácilmente
a través del cielo raso, Mark apagó el video y se
puso de pie, con una enorme sonrisa en el rostro.
—Esto aún no nos ayuda a identificar al
individuo, o siquiera su rostro. Quienquiera que
esté haciendo esto es inteligente. De hecho,
brillante.
Recostándose sobre el asiento de cuero, Ryker
examinó todos los aspectos de la cuestión. Si
Cricket era descubierta alguna vez, él podía alegar
que, en realidad, no había entrado ilegalmente,
puesto que era empleada de la compañía. Jason les
había entregado una identificación a sus
empleados para que tuvieran acceso al edificio en
cualquier momento del día y de la noche. Ryker
sabía que podía argumentar que esas
identificaciones les daban a sus empleados el
permiso de entrar. Cricket sólo había elegido un
método de entrada menos convencional. Y no
había robado nada de valor.
En ese preciso instante, le llamó la atención
una imagen de algo que había visto en su
dormitorio un tiempo atrás. Le había preguntado
sobre el jarrón de cristal lleno de bolígrafos que
conservaba en el suelo de su dormitorio. En su
momento, Cricket sólo dijo que odiaba quedarse
sin bolígrafos, pero ahora sospechaba que
aquellos bolígrafos eran la propiedad robada de la
firma de Jason.
¿Tendrían valor significativo? Lo dudaba. Y si
Jason le hacía juicio, Ryker sabía que podía sacar
a relucir la cuestión de los objetos robados ante el
jurado, y el caso terminaría siendo objeto de burla
y sería desestimado. Sospechaba que no existía
una sola persona en el país que no hubiera robado,
a propósito o inadvertidamente, un bolígrafo de un
hotel, una oficina o una empresa al menos una vez
en su vida.
Maldición, hasta él mismo tenía un cajón Heno
de bolígrafos de diferentes lugares, a pesar del
hecho de llevar una excelente lapicera en el
bolsillo de su saco.
—¿Ya le has mostrado esto a Jason? —
preguntó Ryker, devanándose los sesos. La mente
le funcionaba a toda velocidad.
—Aún no. Lo iba a llamar por la mañana —
Mark levantó la laptop, sintiéndose bastante
orgulloso de sí.
Ryker junto las manos en forma de pirámide, y
su mirada se posó sobre ellas, con la mirada
perdida. Mientras pensaba en todas las
ramificaciones posibles, los dedos pulgares se
daban golpecitos.
—Espera un poco antes de hacerlo. Tal vez
tengamos un conflicto de intereses en este asunto
—dijo. Simultáneamente, levantó el teléfono y
marcó un número. Sólo esperó que ella atendiera
esta vez.
Mark no discutió. Ya tenía experiencia
suficiente con los hermanos Thorpe como para
saber que, a menudo, un tema tenía más aristas de
lo que aparentaba. Simplemente asintió y levantó
la laptop, tras lo cual salió de la oficina de Ryker.
Cricket atendió el teléfono sin pensarlo. Se
sentía desganada de un fin de semana largo y
sombrío, en el cual se había quedado en la cama,
comiendo pochoclo y mirando películas
románticas a solas. Su padre la había llamado
cinco o seis veces, pero estaba demasiado enojada
para atender el teléfono. Y lo peor era que Ryker
también había dejado de llamarla.
Se sentía deprimida e irritada por su empleo
en particular y por la vida en general. Así que esta
vez se olvidó de mirar el identificador de
llamadas antes de atender el celular.
—Cricket Fairchild —dijo con todo el
entusiasmo que pudo, que no fue mucho.
La mandíbula de Ryker se contrajo. —Creí que
habías perdido este teléfono —lanzó desafiante,
deseando que estuviera delante de él para poder
observar aquellos bonitos ojos verdes mientras le
mentía.
Al oír su voz profunda y sexy, Cricket sintió
que el corazón se le subía a la garganta. También
se podía imaginar la furia en sus ojos azules, y por
unos instantes le costó respirar.
—Lo encontré —inventó rápidamente—.
¿Sucede algo? —Oír su voz era maravilloso.
Aferró el auricular con desesperación.
—¡Además del hecho de que te escapaste a
escondidas de mi casa la semana pasada antes de
las cinco de la mañana sin decir adiós, que
desapareciste de mi vida, que trataste de hacerme
a un lado, y que ignoraste todas mis llamadas y
mensajes de voz durante los últimos siete días?
Hubo una pausa antes de que respondiera:
—Yo… —comenzó a decir algo, pero se
detuvo. No se le ocurrió absolutamente ninguna
explicación posible. Lo único que le vino a la
mente fue lo mucho que lo amaba y cómo lo
extrañaba. No verlo la última semana había sido
un flagelo, pero cerró los ojos, tratando de ser
fuerte. No podía ceder a la tentación de volver a
verlo. Ya estaba demasiado enamorada.
—Ni intentes mentirme —dijo con voz suave y
aterciopelada, previniéndole que no estaba para
bromas—. Terminaré averiguando la verdad. Y
vamos a estar juntos. Puedes estar segura de ello.
Cricket suspiró, frotándose la frente a medida
que un dolor de cabeza le trepaba lentamente por
la nuca. El tránsito había estado terrible y todo el
mundo parecía querer meterse en su carril. Le
hubiera gustado simplemente girar a la derecha y
regresar a su casa, pero no podía seguir
ausentándose del trabajo. Además, tenía que
presentar su carta de renuncia y comenzar a dejar
atrás la historia con Ryker. Como si eso fuera
posible, pensó angustiada.
—Ryker, no comprendes… —replicó, tratando
de calmarlo.
Él respiró hondo, e intentó recuperar su tan
mentada capacidad de autocontrol. Pero la
posibilidad de que ella no le contara algo, algo
que parecía tener el poder de intimidarla, lo
enfurecía porque se sentía impotente para
ayudarla, para protegerla. Y le daba aún más rabia
que ella no confiara en él.
—Tienes razón. No comprendo. Pero tú me lo
vas a explicar apenas llegues hoy a la oficina. Se
terminó esto de evitarme o de ignorar mis
mensajes. Vamos a hablar, Cricket. —Miró su
reloj para ver la hora. —¿Estoy suponiendo que
llegarás acá en cinco minutos? —sugirió,
imaginando que llevaría adelante su rutina
habitual.
Ella oyó el extraño trasfondo de su voz y se
asustó; su estómago se contrajo.
—Sí, estoy por llegar. Pero ¿qué pasa? —
¿Habría descubierto lo que sus padres hacían para
ganarse la vida? ¿Tendría alguna información que
pudiera perjudicarlos de algún modo? Repasó lo
que sabía de sus proyectos, pero desconocía por
completo en qué andaban, porque ya no hablaba
con sus padres sobre el “trabajo” que realizaban;
no quería saber absolutamente nada sobre sus
actividades.
—Ven a mi oficina en lugar de ir a la tuya —le
dijo con firmeza—. Tenemos que hablar.
Cricket colgó el teléfono. Su cabeza le
funcionaba a toda velocidad. Trataba de imaginar
cómo manejaría la conversación con Ryker. De
pronto, advirtió que había dejado de hablarle
como un modo de romper con él, porque una
conversación formal, en la que se tuviera que
parar delante de él y decirle que ya no podía
verlo, sería un suplicio. Las palabras ni siquiera le
habrían salido de la boca.
Además, en la medida en que no conversaran
sobre el tema, podía seguir fingiendo que seguía
saliendo con él, que podía regresar a él. Era una
ilusión estúpida, pero la había mantenido
secretamente viva en su corazón. Tal vez, por eso
le dijo que lo amaba. Tal vez, hubiera estado
esperando inconscientemente encontrar una manera
de lograr que funcionara la relación con sus padres
y con su amante.
Pero se dio cuenta de que había sido un gran
fracaso.
Metió el auto en el estacionamiento y se quedó
sentada dentro del vehículo. Todo su cuerpo
temblaba por los nervios.
Se mordió el labio e intentó ahogar un sollozo
que casi se le escapó. Miró hacia abajo a su mano
y tocó con suavidad el hermoso brillante que le
había regalado la semana anterior. Cuando estaba
sola se lo ponía en el dedo, pero cuando estaba
con otras personas se lo volvía a poner en la
cadena alrededor del cuello. Ya había decidido
devolvérselo. Era sólo que le gustaba la idea de
ser su mujer por un rato, fingir que seguía siendo
suya cuando estaba sola, rodeada por la oscuridad,
cuando ya no podía detener el llanto y, de
cualquier modo, no había nadie para verlo.
Deslizó el anillo apenas sobre el dedo; el
metal estaba tibio por el calor del cuerpo. Intentó
sacárselo, pero no lo logró. No era que no le
cupiera y ahora no se lo pudiera sacar. Era sólo
que quería conservarlo en el dedo.
Lo llevaría hasta llegar a la oficina, y luego se
lo devolvería. Lo haría para no perderlo, se dijo a
sí misma. Era un brillante hermoso, de calidad y
color extraordinarios. Pero lo más importante era
que para Cricket era especial.
Se bajó del auto y estaba a punto de cruzar la
entrada para dirigirse al edificio de Ryker, cuando,
del rabillo del ojo, le llamó la atención un
destello. Miró a la izquierda de donde había
venido el chispazo, pero no vio nada hiera de lo
común. Tratando de pasar inadvertida, dio varios
pasos. Se quedó pensando en lo que había emitido
el resplandor o en el motivo por el cual tenía un
extraño presentimiento de que algo andaba mal. Su
padre le había enseñado que siempre confiara en
su instinto, y en ese momento su instinto no hacía
más que alertarle que huyera despavorida.
¿La habría seguido alguien? No quería que
Ryker quedara involucrado en nada de lo que sus
padres pudieran haber hecho, así que si habían
enfadado a alguien, Ryker podía estar en peligro.
Y ese alguien podía estar siguiéndola para
vengarse de sus padres.
Especialmente, por el hecho de que su padre
había estado yendo a su casa y a su oficina
demasiado seguido en los últimos tiempos. Cómo
sabía lo que estaba haciendo todo el día, Cricket
no tenía idea, pero eso tenía que terminar.
¡Especialmente si sus actividades estaban
poniendo a Ryker en peligro!
Sintió que se le erizaban los cabellos de la
nuca, como si el cuerpo le estuviera avisando algo.
¡Algo iba mal! En lugar de dirigirse a su oficina,
cambió de rumbo y se dirigió, en cambio, a la
cafetería.
Agarró una taza de café, y fue directamente a
su propio edificio y luego a su oficina.
Generalmente, jamás venía a la cafetería a
comprar una taza de café, porque el café no era el
mejor y, salvo que Jason estuviera sufriendo uno
de sus violentos ataques, siempre había una
cafetera con café gratis en la cocina de la oficina.
Si bien no era una delicia, tenía cafeína, que
era todo lo que la mayoría de las personas
buscaba. Pero en este caso, estaba valiéndose del
desvío para recorrer la entrada con la mirada. Tal
vez, si alguien creía que estaba ocupada en otra
cosa, sería menos cauto. Podría llegar a ver a la
persona o al objeto que estaba haciendo que su
sentido de peligro estuviera en alerta máximo.
Por desgracia, no vio nada fuera de lo común.
A esta hora de la mañana, tan temprano y por la
ola de frío que se había instalado en la ciudad, ni
siquiera había personas que estuvieran paseando
por la entrada. Todo el mundo se apresuraba por
entrar o salir del edificio con un propósito claro
en mente.
Salió de la cafetería, calentándose las manos
con el café que no tenía ninguna intención de
beber, y se dirigió hacia su propio edificio. Ni
siquiera miró al otro lado de la entrada del
edificio de Ryker. En lo posible, no quería que
nadie la asociara con alguien allí.
Cuando llegó a su oficina, se sentó,
preocupada, detrás del escritorio, y recién
entonces llamó a Ryker.
—¿Dónde estás? —exigió apenas levantó el
teléfono.
—Ha surgido un inconveniente —dijo Cricket,
al tiempo que se ponía de pie y miraba a través de
las persianas que colgaban de su ventana, para ver
si lograba ubicar a la persona que podía estar
siguiéndola desde más arriba. Aún nada, pensó
frustrada. —¿Nos podemos encontrar más tarde?
—preguntó.
Oyó un largo suspiro. Cricket podía imaginar
la fuerte mano de Ryker recorriendo el espeso y
oscuro cabello.
—Primero, me evitas durante una semana, y
ahora me doy cuenta por tu voz que hay algo que
anda muy mal. —Hizo una pausa, esperando que le
dijera lo que estaba pasando, pero cuando
persistió el silencio, dijo: —Cricket, te aseguro
que te puedo ayudar con cualquier problema que
tengas. Me dijiste que querías ser mi esposa —
dijo aún más suavemente—. Eso significa
compartir las propias dificultades y
preocupaciones.
Cricket cerró los ojos e intentó detener las
lágrimas.
—No creo… —comenzó a decir, pero porque
él era tan increíble y ella lo amaba tanto, no pudo
seguir. Necesitaba decirle que no se podía casar
con él, pero eso era algo que no se hablaba por
teléfono. —Te amo, lo digo de verdad, pero no
puedo hablar en este momento —dijo, enojada por
que la voz se le quebrara al hablar y revelara lo
mal que estaba—. Te llamaré después —dijo y
colgó.
Se volvió a sentar detrás del escritorio, y tomó
un pañuelo de papel para secarse las lágrimas e
intentar arreglarse el maquillaje.
Respiró lento y profundo para calmarse,
negándole a su mente siquiera pensar en Ryker.
Tardó unos minutos, pero finalmente se calmó.
Sólo tenía que sacárselo de la mente y…
La puerta de su oficina se abrió de par en par,
y giró sorprendida:
—¿Qué está pasando? —preguntó una voz
grave.
Cricket levantó la vista de su escritorio, y
abrió la boca asombrada cuando Ryker mismo
apareció en su oficina, espléndido y apabullante.
Le dio la impresión de que había pasado un
siglo desde la última que vez que se había
deleitado con su presencia, y se lo veía…
¡magnífico! No supo cuánto tiempo se quedó
mirándolo, pero poco a poco recuperó el calor del
cuerpo y una sensación de bienestar placentera la
invadió mientras contemplaba su imponente figura.
Y luego la realidad de su aparición se impuso,
y se paró de un salto.
—¿Qué haces acá? —susurró histérica. Sentía
el corazón en la garganta por la preocupación de
que alguien lo estuviera siguiendo. En su apuro por
llegar a la ventana para cerrar las persianas,
estuvo a punto de tropezarse sobre el escritorio.
Después corrió detrás de él, ignorando la
expresión de confusión en su apuesto rostro, y
también cerró la puerta. Finalmente, se recostó
sobre la puerta y respiró hondo, tratando de calmar
la agitación que le había provocado el pánico.
Ryker la observó con detenimiento, buscando
una pista que le diera una pauta de lo que estaba
sucediendo.
—Vine porque no acudiste a mi oficina esta
mañana.
—Te expliqué —dijo ella, mirando
furtivamente a sus ojos y luego bajando la vista,
incapaz de sostenerle la mirada cuando mentía—.
Surgió algo.
—;Qué? —le preguntó, perentorio. Deslizó las
manos en sus bolsillos y esperó que le
respondiera, como si tuviera todo el tiempo del
mundo.
Ella se mordió el labio y miró a su alrededor,
buscando desesperada algo para distraerlo.
—¡No tienes reuniones ahora por la mañana?
—preguntó, tratando de pensar en algún motivo
que lo hiciera salir de su oficina y alejarse de ella.
No quería tenerlo cerca hasta que supiera si él
estaba en peligro.
—Al menos sigues usando mi anillo —dijo
con amargura.
Cricket levantó la mano derecha para tapar la
izquierda de manera protectora. Se había olvidado
de quitárselo y colgarlo alrededor del cuello.
—Yo…, nosotros… —bajó la mirada para
contemplar el espectacular anillo que tenía en el
dedo, furiosa porque las lágrimas amenazaban con
reaparecer. Tenía que ser fuerte. ¡Tenía que
protegerlo! —No creo… —comenzó a deslizarse
el anillo del dedo, pero el tono brusco de Ryker la
frenó.
—¡Ni se te ocurra! —le ladró, al tiempo que
apoyaba ambas manos sobre las de ella, para
impedirle quitarse el anillo, dominándola con su
presencia—. Existen, obviamente, cuestiones que
tenemos que solucionar; la primera, la sinceridad,
pero no me vas a dejar. Nos vamos a casar,
Cricket. Y tú me vas a contar lo que está pasando.
Pero mientras tanto, mira esto —dijo y dejó caer
un flash drive sobre su escritorio.
Cricket sintió que los músculos en el cuello se
le aflojaban ahora que no se tenía que quitar el
anillo de inmediato. Tendría que terminar
quitándoselo, pero por lo menos tenía tiempo para
disfrutar de la sensación de que estaba
comprometida. Solo unas horas más, se dijo.
Cuando se quiso sentar frente al escritorio, estuvo
a punto de desplomarse por lo débil que sentía las
piernas.
Levantó el flash drive, y lo miró con
curiosidad.
—¡Qué es esto?
El cruzó los brazos delante del pecho, y
enderezó el cuerpo:
—Míralo, Cricket —dijo con aquel tono grave
de voz cargado de autoridad, que hizo que le
recorriera un escalofrío por todo el cuerpo.
Levantó la mirada, y luego metió el flash drive,
sin pensarlo, en la computadora. Apenas abrió el
archivo, apareció la imagen de la oficina de Jason
Moran, aunque completamente quieta. Pero no hizo
falta que sucediera algo. Cuando vio la oficina,
Cricket supo exactamente lo que estaba a punto de
suceder en esa pantalla.
Tal como lo imaginó, unos segundos después,
observó su imagen digital descolgándose del cielo
raso y tocar el suelo para ponerse en cuclillas,
preparada para la huida, tal como su madre y su
padre le habían enseñado todos esos años atrás.
Tenía el rostro y el cabello cubiertos por la
máscara, y, en realidad, nada que pudiera
identificarla con total certeza. Pero, cuando miró a
los ojos azul hielo de Ryker, comprendió que él
sabía que la persona en la pantalla era ella.
Tragó con dificultad. Se le volvieron a
tensionar los músculos del cuello. Apartó la
mirada de la suya una vez más y miró la pantalla.
Una ola de vergüenza la embargó al verse
envolver las sillas de Jason, el monitor de la
computadora, los cuadros…, todo lo que había en
su oficina. Hasta sus bolígrafos fueron envueltos
en un precioso papel de regalo con flores, un
diseño perfecto para agasajar a un bebé.
Exactamente como era considerado por el personal
de la oficina tras su última rabieta.
Se oyó un ruido fuera de la oficina y alguien
golpeó a la puerta. Cricket apartó la mirada
bruscamente de la pantalla para dirigirla a la
puerta, y luego a Ryker, con el miedo pintado en el
rostro. Rápidamente hizo che para cerrar las
imágenes, temiendo que alguien la distinguiera en
la pantalla, incluso con el disfraz.
Con un suspiró, Ryker se inclinó hacia ella y
dijo:
—¿Qué vamos a hacer con esto, Cricket? —
preguntó con una suavidad extrema.
Ella tragó, y volvieron a tocar a la puerta.
—Yo…, este…
La puerta de su oficina se abrió de par en par,
y Josie dio un salto hacia atrás:
—¡Oh! Perdón que te interrumpa, Cricket. Es
sólo que… —Advirtió al altísimo hombre que se
ponía de pie y bajaba la mirada hacia ella, y su
voz se fue apagando a medida que la presencia
normalmente temible de Ryker ejercía su hechizo.
—Saldrá en un par de minutos —dijo éste con
absoluta serenidad, casi con suavidad.
Josie se quedó con la vista fija durante un
largo instante hasta que se dio cuenta de que debía
responden
—Este…, sí, claro, está bien. —Y lenta y
cuidadosamente retrocedió de la oficina, tras lo
cual cerró la puerta.
Cricket estaba segura de que Josie había salido
disparada a contarles a sus amigas, corriendo la
voz de que Cricket estaba encerrada en su oficina
con un hombre de una presencia física apabullante.
Olvidó a Josie por el momento y tragó al
tiempo que giraba y volvía a enfrentar la pantalla,
con un gesto de desazón mientras la observaba.
Cricket había casi terminado con la oficina de
Jason. Un instante después, saltó hacia arriba y se
metió por la placa del techo, exactamente como
había entrado unos minutos antes.
—¿Qué vas a hacer respecto a esto? —
preguntó, tratando de pensar desesperada en una
manera de resolver este dilema sin perder su
trabajo.
—¿Qué te gustaría que hiciera? —preguntó él
con suavidad. Se cruzó los brazos delante del
abultado pecho y miró hacia abajo adonde estaba
ella.
A Cricket no le gustó sentirse disminuida. Se
puso de pie y tomó varios pasos hacia atrás.
—Este…, si fuera por mí, me gustaría que
perdieras ese archivo. —Su madre y su padre se
habrían avergonzado si se enteraban de que había
dejado evidencia en el lugar de los hechos. Pero lo
peor era que no sabía lo que Ryker creía sobre su
aventura nocturna. ¿Estaba enojado? ¡Por supuesto
que estaba enojado! ¿Por qué no habría de estar
enojado?
Ryker la observó con cuidado, advirtiendo que
se había puesto de espaldas al sólido muro, en
lugar de pararse contra una ventana, como para
sentirse más segura.
Se acercó a ella. Cuando estuvo a menos de un
centímetro, levantó el brazo para apoyarlo sobre la
pared detrás de Cricket, tan cerca que podía sentir
la fragancia femenina que emanaba de ella.
—¿Qué estás dispuesta a hacer para que
suceda? —preguntó.
Ella se mordió el labio, y se preguntó si
realmente le estaba haciendo una propuesta de este
tipo. ¡Ryker no! ¡Por favor, esto no! No le gustó
este costado de Ryker. No le gustó que pareciera
estar exigiéndole que se vendiera. Estrechó los
ojos, y se arrojó sobre él, empujándole los
hombros.
—Aléjate de mí —le espetó, entristecida por
su propuesta.
Por supuesto que él no se movió.
Ryker soltó un profundo suspiro de alivio
cuando ella no tomó el camino más obvio.
Confirmaba todo lo que sospechaba de ella.
Era una mujer dulce y buena, que le había
hecho una simple broma a su jefe, pero no era
moralmente corrupta. Podría haberles vendido los
secretos del negocio de su jefe a sus competidores;
en cambio, había dado vuelta los cuadros y
movido las sillas del lugar; se había robado sus
bolígrafos ordinarios, y envuelto la oficina entera
con un ridículo papel de regalo. No era una
persona malintencionada, sino una persona
graciosa y creativa.
De pronto, se le ocurrió una idea, y se preguntó
si sería lo suficientemente honesta con él como
para que funcionara.
—Dame un dólar —dijo. Los ojos se le
iluminaron por lo que sentía por esta mujer. ¡Su
mujer! Y él protegía lo que era suyo. ¡Maldita sea!
¡Ahora la amaba aún más! Y ahora que sabía que
no le había sido totalmente falaz, tuvo que admitir
que lucía espectacularmente sexy con aquel
atuendo de ladrona. No le importaría volver a
verla usándolo. A solas. En su dormitorio, donde
podía explorar todas esas curvas bajo la delgada
tela negra.
Ella no entendió nada. ¿Había pasado de tratar
que se prostituyera a pedirle dinero? Habría
jurado que la mirada que se cruzó por aquellos
ojos azules fue una de alivio. Pero ¿por qué habría
de sentir alivio? No tenía ningún motivo para
sentirlo. ¿Y por qué habría de necesitar un dólar?
¡El tipo era increíblemente rico! Había estado en
su casa. Cada habitación había sido decorada a
pedido por algún arquitecto famoso.
Cricket parpadeó. Seguía sin entender por qué
habría de pedirle algo así.
—¿Disculpa? —preguntó.
—Dame un dólar —repitió con suavidad y
orgullo en la voz—. Rápido, Cricket —dijo, para
añadir urgencia al momento. Era consciente que
otros empleados pasaban por el corredor. El día
laboral estaba comenzando, y sabía que tenía que
resolver esta cuestión rápido o les podía estallar a
ambos y perjudicarlos.
Cricket se agachó para pasar por debajo de su
brazo, y buscar la billetera. Sacó un dólar y estaba
a punto de dárselo, aún sin entender nada, cuando
se echó atrás en el momento en que él estuvo a
punto de tomarlo.
—¿Para qué necesitas un dólar? —¿Acaso no
confías en mí? —preguntó. Casi se rio de la
expresión de desconfianza en su mirada.
Cricket lo observó un largo instante, a punto de
sacudir la cabeza para indicarle que,
efectivamente, no confiaba en él, cuando se oyó
decir “sí”. Se quedó sorprendida por su respuesta.
Jamás confiaba en nadie. Tenía amigos y
conocidos, pero nunca había dejado que sus
sentimientos personales llegaran al punto de
confiar en alguien. Hasta que lo conoció a él.
Estaba literalmente poniendo su vida en las manos
de este hombre. Podía hacer que la despidieran, y
no le gustó. Ni un poco.
Pero al mirarlo, advirtió que realmente
confiaba en él. De hecho, confiaba absolutamente
en él. Sabía que jamás haría nada para
perjudicarla, ni siquiera entregarla a su jefe como
la culpable de la última jugarreta en la oficina, de
la cual Jason ni siquiera se había enterado aún por
haber estado en viaje de negocios la semana
anterior.
Lo amaba, y esta nueva sensación de amar,
además de confiar en alguien, era completamente
nueva.
—Bien —dijo él, ocultándole el alivio que
sentía a esta mujer sorprendentemente complicada
—. Entonces, dame el billete de un dólar —le
ordenó una vez más.
Lentamente, Cricket le entregó el billete. Se
devanaba los sesos tratando de entender lo que iba
a hacer.
Ryker tomó el dólar y lo metió en su bolsillo.
—Muy bien. Ahora que me has pagado un
anticipo, soy tu abogado. ¿Me prometes que jamás
forzarás la entrada para ingresar en el negocio, el
hogar, el edificio o ningún otro edificio que asume
la responsabilidad de una persona?
Cricket no pudo evitar una sonrisa por el modo
en que el tipo abarcaba mucho más que el hogar o
la oficina de una persona.
—Lo prometo —respondió con una carcajada.
En su mirada azul hielo vio cuánto la amaba, y
casi se derritió al advertirlo.
—Bien. Ahora, esto es lo que va a suceder —
le dijo, volviendo a acercarse.
Puso las manos sobre las caderas de ella y la
atrajo hacia sí.
—En primer lugar, jamás te volverás a
escabullir de mi cama ni de mi casa. ¿Entendido?
—Entendido —replicó ella, sin consentir a
ello, pero asegurándole que comprendía el sentido
de sus palabras. Tal vez fuera un tecnicismo, pero
no le estaba garantizando que, tal vez, se enojaría
con él y querría salir de su cama. Como estaba
entrenada para actuar con disimulo, él lo podía
interpretar como un acto furtivo.
El entornó los ojos porque sabía lo que estaba
haciendo.
—Jamás volverás a evitar mis llamadas, jamás
me volverás a ignorar por el motivo que fuera.
Cuando estés enojada conmigo o tengas un
problema, lo solucionaremos juntos. —Hizo una
pausa para que pensara en sus palabras antes de
continuar—. Y esta noche saldrás a cenar conmigo.
A Antoines, y no vamos a salir a escondidas del
edificio ni a desviarnos varias cuadras para
averiguar quién podría estar siguiéndome a mí, o a
ti, o a ambos, ¿está claro?
Cricket quería estar de acuerdo con eso, pero
no pudo.
—Este…, ¿podríamos, en cambio, ir a…?
—No —le interrumpió, resoluto—. Vamos a ir
a Antoines y tú vas a escuchar lo que te quiero
decir. Y cualquiera que quiera encontrarnos
también tendrá que reservar mesa allí.
La idea angustió a Cricket, sabiendo que su
padre era increíblemente creativo para entrar y
salir de un lugar.
—Estaré allí.
—Así me gusta —dijo, sabiendo que no había
accedido a la forma en que llegaría al restaurante,
sólo que llegaría allí y posiblemente cenaría con
él. Se enteraría por fin de lo que le estaba
ocurriendo, aunque lo volviera loco tratar de
resolverlo. —Entonces, te veré a las siete.
Tras estas palabras, la soltó y se apartó, pero a
último momento, regresó, la tomó entre sus brazos,
se inclinó y le dio un beso tan apasionado que,
para cuando volvió a levantar la cabeza, ella
estaba completamente aferrada a él. Casi gimoteó
cuando él dio un paso atrás, y tuvo que tomarse del
escritorio para no caerse.
Tal como lo sospechaba, apenas se abrió la
puerta, Josie, Debbie y Allyson estaban paradas
justo atrás, evidentemente tratando de oír lo que
pasaba. Se quedaron literalmente boquiabiertas
cuando vieron a Ryker pasar por la puerta. Este les
hizo un gesto cortés con la cabeza, se disculpó
galantemente, y se alejó por el pasillo y fuera de
su línea de vista.
Las tres mujeres se agolparon en la oficina de
Cricket, y comenzaron a pedir explicaciones de
manera insistente y ruidosa.
Cricket las miró un largo instante, paseando la
mirada entre una y otra al tiempo que la peloteaban
con preguntas.
Después de unos minutos, Cricket levantó las
manos para intentar detener, o al menos apaciguar,
la andanada de preguntas, pero se detuvo cuando
oyó un gritito de Allyson.
—¿Qué es eso? —exclamó—. ¿Es él el motivo
por el cual tenías un aspecto tan deplorable la
semana pasada? ¿Es por él que nos has dejado
plantadas tantas veces durante las últimas
semanas? ¡Yo también lo habría elegido a salir con
nosotras! —decían atolondradas, soltando
pequeñas exclamaciones al ver el anillo—. ¿Quién
es?
Cricket apartó la mano, enroscando los dedos
para que el anillo no se le pudiera caer del dedo.
Se había olvidado por completo de él por el beso
de Ryker, ¡jamás habría sido tan olvidadiza!
Antes de poder explicar lo que fuera a sus
amigas, oyeron la voz del jefe que venía del
corredor, gritando para que le acercaran diferentes
cosas. Con un suspiro de irritación, las tres
mujeres pusieron los ojos en blanco y salieron en
fila de la oficina de Cricket, para comenzar un
nuevo día laboral y satisfacer los reclamos del
jefe. Era evidente que éste no había entrado aún en
su oficina o estaría gritando por un motivo
completamente diferente.
Cualquier otro día, estaría anticipando su ira,
pero hoy no. Tenía demasiadas otras cuestiones
que le rondaban la cabeza.
Cricket se sentó detrás del escritorio y de
inmediato acercó una pila de facturas. Tenía que
ingresar los datos de cada una, asegurar que
estuvieron correctos, y luego hacer que se pagaran.
Dejó que los dedos volaran por el teclado y
terminó la pila en tiempo récord, haciendo caso
omiso al bramido de furia de Jason cuando arrancó
el papel de regalo de sus muebles de oficina.
Durante todo ese tiempo, se devanó los sesos
pensando en una razón para darle a Ryker, una
explicación en la que creyera, y que estuviera lo
más cerca posible de la verdad, sin que terminara
odiándola.
No liberó ninguna de las facturas, sabiendo
que no estaba concentrándose lo suficiente, y ello
afectaría la precisión de su trabajo. De cualquier
modo, se puso delante otra pila de facturas, porque
necesitaba la distracción de realizar una tarea
mecánica, para que la otra parte del cerebro
pudiera dedicarse a procesar la conversación que
había tenido esa mañana con Ryker. No parecía
enojado, pero tampoco conocía la historia
completa. Y, para decir verdad, el video no
revelaba nada sobre la identidad de Cricket, así
que cómo podía saber Ryker que era ella quien se
había descolgado del cielo raso?
Durante el día estuvo pensando en todo tipo de
explicaciones. Incluso se olvidó de comer a la
hora de almuerzo. Pero a las dos de la tarde,
aterrizó un sándwich sobre su escritorio, en manos
de la secretaria.
—¿Qué es esto? —preguntó.
Sally, la recepcionista, le sonrió a Cricket.
—Lo acaba de entregar un cadete. Pero es
raro, porque hace como una hora llamó una mujer
para preguntar si habías salido a almorzar.
Cricket se quedó mirando el sándwich y
sonrió.
—Gracias —dijo, conmovida por un gesto tan
dulce y considerado. ¡Ryker! Estaba tratando de
ablandarla, pensó, mientras desenvolvía el
sándwich. E incluso era de pavita con pan de
centeno, con la mostaza especial que tanto le
gustaba! Sólo habían salido a almorzar una vez,
pero él se había acordado exactamente de lo que le
gustaba.
Se comió el sándwich y luego suspiró con la
sensación de saciedad y felicidad que la embargó.
Ni siquiera se dio cuenta de lo que estaba
haciendo hasta que se encontró en el área de
recepción del estudio de Ryker.
—¿Hay una posibilidad de que pueda hablar
con Ryker Thorpe? — preguntó, nerviosa.
La recepcionista sonrió y levantó el teléfono.
—¿Tienes una cita?
Cricket sacudió la cabeza, mordiéndose el
labio.
—No, pero dígale que Cricket vino a verlo si
tiene un minuto. No es importante, así que si…
La puerta del área de recepción se abrió y
saltó una mujer madura muy sofisticada.
—¿Señorita Fairchild? —preguntó,
extendiendo la mano—. Soy Joan, la asistente del
señor Thorpe. ¿Podría pasar por acá, por favor?
—preguntó, abriéndole la puerta a Cricket.
Cricket ya le había dado la mano a la mujer,
pero seguía aturdida por su repentina aparición en
el lobby, y miró, a la recepcionista.
—¿Cómo…?
La mujer se rio con suavidad.
—No, no tengo super poderes —replicó—.
Estaba justo pasando por acá, y Diane, la
recepcionista, tipió su nombre. Lo recibí hace un
instante cuando pasaba por el bbby. Sólo fue una
coincidencia que llegara a la misma hora.
Cricket suspiró. Se sintió aliviada de que la
mujer no fuera tan rápida ni eficiente. ¡Resultaba
inquietante!
—¿Está ocupado, Ryker? No quiero
interrumpirlo.
—Acaba de entrar en una reunión, pero no
creo que le importe si lo saco de ella para que la
vea. De hecho, me da la impresión de que se
enojaría mucho si se entera de que pasó por acá y
no se lo dije —dijo con una sonrisa, abriendo una
puerta que daba a la oficina enorme y lujosa de
Ryker—. Puede esperar acá. ¿Le gustaría un café o
un té? —preguntó.
Rápidamente, Cricket sacudió la cabeza.
—No, pero, en serio, no lo interrumpa. Yo
no… —Cricket ni siquiera sabía lo que le iba a
decir. Ayer, había estado destrozada por no volver
a verlo. Hoy la habían atrapado, y no habían
resuelto absolutamente nada.
—No hay problema —sonrió Joan, que ya se
encontraba tipiando el teclado de su teléfono
celular.
Un instante después, la puerta a la sala de
conferencias del otro lado del pasillo se abrió, y
Ryker pasó por ella. Literalmente, el hombre le
quitó el aliento al venir hacia ella. No podía
arrancarle los ojos de encima, y no se dio cuenta
de que estaba sonriendo mientras se acercó
caminando hacia ella.
—Gracias, Joan —dijo, al pasar al lado de su
secretaria. Pero cerró la puerta un instante antes de
tomarla en sus brazos y besarla.
Una vez más, no se detuvo hasta que los brazos
de Cricket se hubieran envuelto alrededor de
aquellos enormes hombros, presionando su cuerpo
contra el suyo, demostrándole que necesitaba que
siguiera besándola.
—¿Viniste sola? —dijo con un gruñido grave y
ronco cuando finalmente levantó la cabeza.
—Me mandaste un sándwich —replicó con una
sonrisa cada vez más amplia y una sensación cada
vez más fuerte de que esto era lo correcto. ¡Tenía
que haber un modo de incluir a Ryker en su vida,
sin poner en peligro la libertad de sus padres!
Su mirada se volvió seria.
—Sospeché que estarías demasiado
preocupada por el archivo y por nuestra cena de
esta noche como para acordarte de almorzar. Y
dudo de que hayas tomado desayuno, ¿no? —
preguntó.
Ella lo miró sonriendo con timidez. Seguía
desesperada por encontrar una manera de lidiar
con los problemas que estaban
enfrentando juntos. Pero eso era para después.
En ese momento, sólo disfrutaba de volver a estar
en sus brazos.
—No, tienes razón. Y eres muy dulce de haber
pensado en mí. Sé que estás terriblemente
ocupado. ¿Interrumpí una reunión importante? —
preguntó. Ni se molestó en tratar de mirar del otro
lado de sus hombros, porque eran demasiado
macizos.
—Pueden esperar.
Ella se rio. Se sentía eufórica rodeada por sus
brazos. De hecho, sentir sus caricias y estar en sus
brazos parecía algo tan perfectamente adecuado
que en ese mismo instante tomó una rápida
decisión. Solucionaría las cosas con sus padres.
Como fuera, haría que esto funcionara.
— Te contaré todo esta noche —le aseguró.
Habiendo tomado esa decisión, sintió que le
quitaban un enorme peso de encima, y levantó la
cabeza para besarlo. El no iba a dejar que ella lo
conformara con un simple beso, y se inclinó aún
más, profundizando el beso. Soltó un gemido y
finalmente levantó la cabeza.
—Te acompañaré afuera —le dijo—. Tal vez
te pueda presentar a uno o más de tus futuros
cuñados.
Cricket sintió una cierta aprehensión ante la
propuesta, pero supuso que si le iba a contar
acerca de su pasado y su familia, bien podía
conocer a sus hermanos.
El le puso una mano en la parte baja de la
espalda mientras la conducía por la oficina.
Bajaron una elegante escalinata y entraron en una
sala llena de personas que corrían apuradas de un
lado a otro.
—Aquel es Ash —dijo, señalando a un hombre
que era, increíblemente, más alto que Ryker.
—¿Ese es tu hermano? —preguntó, mirando
azorada al enorme individuo.
Ryker miró a Ash, y luego de nuevo a la
asombrada mirada de Cricket.
—Sí, ¿por qué?
Ella sacudió la cabeza.
—No creí que pudiera haber alguien más alto
que tú. —Se rio cuando levantó la mirada y
advirtió la media sonrisa de Ryker. —¿Todos tus
hermanos tienen tu tamaño? —preguntó.
—Sí. Tienes mucho por conocer —dijo y le
guiñó el ojo.
Estaba a punto de saludar al hermano de Ryker
cuando le llamó la atención una foto que tenía en la
mano.
—¿Me están siguiendo? —preguntó a Ryker,
que estaba caminando justo atrás. Su apuesto
rostro adquirió una expresión de leve irritación
con su pregunta.
Ryker la miró abruptamente.
—¿Por qué habrías de preguntar una cosa así?
—la interrogó con brusquedad. Echó una mirada al
archivo que llevaba Ash. En ese momento, se le
ocurrió algo.
—¿Conoces al hombre de la fotografía? —
preguntó, al tiempo que tomaba la carpeta que
llevaba su hermano menor y se la entregaba para
que pudiera ver mejor las fotos.
Cricket dirigió a Ryker una mirada de furia,
preguntándose si toda la tensión de esa mañana
había sido en vano. Volvió a mirar a la sonriente
pareja de la foto, que estaba abrochada a una
gruesa carpeta, pensando en lo desagradable que
le habían caído el día anterior. Su irritación fue en
aumento al levantar la foto en alto.
—Estas dos personas son los directores de la
organización benéfica que mi jefe quiere que
considere para poder deducir impuestos. Estuve
con ellos ayer por la tarde. ¿Me estás diciendo que
no me has hecho seguir por nadie?
Ash avanzó hacia la bella rubia, pero su
hermano lo apartó a un lado, y pasó el brazo de
manera protectora alrededor de los hombros de la
mujer. Ash no tenía tiempo para reprender a su
hermano en ese momento. Tenía que aclarar este
nuevo giro en los acontecimientos.
—No sé quién es usted… —comenzó a decir.
Ryker lo interrumpió. No estaba dispuesto a dejar
que su hermano menor se comportara de manera
grosera con su novia, pero también sospechó que
Cricket no iba a querer anunciar su relación con él
justo en ese preciso instante. Incluso esa sospecha
lo irritaba, porque él quería gritar a los cuatro
vientos que ésta era su mujer. En parte, porque
quería reclamarla como suya, pero también para
que no pudiera escaparse como la semana anterior.
En cambio, dijo:
—Te presento a Cricket Fairchild, mi cliente.
Cricket ahogó una sonrisa.
—Está bien, ahora que hemos aclarado quién
soy —dijo, aliviada de que Ryker no hubiera
ventilado la relación a todo el mundo,
especialmente porque tenían que hablar sobre ese
video, y él tenía que escuchar todo lo que le tenía
que contar esa noche en la cena antes de
anunciarlo a sus hermanos—, ¿podría alguien
explicarme por qué tienen en la mira a la persona
que yo estoy investigando?
Cricket no lo había advertido antes por la
confusión existente, pero había cuatro oficiales de
la policía y una preciosa mujer de cabello castaño
parada detrás de Ash Thorpe. El grupo se inclinó
hacia delante, manifestando un interés inusitado en
las dos personas de la fotografía. Un oficial de
policía intervino en ese momento, haciéndose
cargo del problema:
—Señorita, ¿me está diciendo que ayer por la
tarde estuvo con este hombre?
Cricket asintió con la cabeza, y los rubios
bucles bailotearon alrededor de sus bellas
facciones. El oficial de policía se sonrojó
ligeramente bajo la mirada directa de aquellos
ojos verdes.
—¿Acaso no lo acabo de decir? Fue un
almuerzo de negocios a pedido de ellos —explicó
—. El pidió un bife, y ella se comió un pescado
desagradable. Varios pares de ojos asombrados la
miraron.
—¿Y estaría dispuesta a declarar como
testigo? —preguntó el oficial.
Cricket miró a su alrededor. Sus verdes ojos
reflejaban el deseo de entender por qué todo el
mundo estaba tan tenso, como si sus siguientes
palabras fueran una cuestión de vida o muerte.
—Por supuesto. ¿Por qué? ¿Acaso alguien
llevó a la organización a la bancarrota o algo
parecido? Son unos apasionados de salvar a las
ballenas que se encuentran cerca de las costas de
Groenlandia.
A Cricket le había parecido que su pasión por
los cetáceos era un tanto exagerada, pero de todos
modos tomó la información que le ofrecieron,
prometiendo pasársela a Jason.
Ryker observó con un alivio cada vez mayor a
medida que los ojos de Ash comenzaban a
despejarse, y aparecía una sonrisa en su rostro.
—Cricket, este hombre fue asesinado hace
poco —le explicó Ryker con calma.
Ella se quedó un instante sorprendida, pero
luego se rio y sacudió la cabeza.
—No, no está muerto. Me estaba tratando de
convencer de que financiara el siguiente barco que
están tratando de comprar.
Cricket observó asombrada cómo, de pronto,
cambiaba el ánimo general. La tensión desapareció
de inmediato, y la bonita mujer que había estado
parada detrás del enorme hombre pareció dar
saltos de felicidad. Cricket no entendió bien por
qué, pero sospechó que la policía había estado a
punto de arrestarla.
—Eres la heroína del momento —le dijo Ryker
al oído y la condujo fuera del área después de
sacudirle la mano a su hermano Ash—. ¡Hazlo! —
lo oyó decirle, y luego Ryker la acompañó fuera de
la sala. Miró hacia atrás y vio la dicha en el rostro
de todos, y supo que debió haberles dado una
información vital.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó cuando
ya estaban en el corredor. —La mujer que estaba
detrás de mi hermano había sido arrestada por
asesinar a su ex novio. La supuesta víctima era el
mismo hombre que estaba en la foto, el que tú
conociste ayer en el almuerzo. Eso significa que no
fue asesinado y que está vivito y coleando,
haciendo otra de las suyas. Así que no sólo
salvaste a la mujer…, quien sospecho que es muy
importante para mi hermano, basándome en sus
actividades recientes…, sino que también salvaste
potencialmente a varias, posiblemente a muchas
personas de ser estafadas por el tipo de la foto. Si
tenemos suerte, la policía cambiará la carátula de
la investigación de asesinato a fraude,
El rostro de Cricket se iluminó de emoción.
—¡Eso es increíble! ¡Vaya! Me alegro de haber
pasado justo en ese momento —añadió.
—Yo también —replicó Ryker, tomándola en
sus brazos, sin que le importara que el resto del
mundo lo estuviera viendo al inclinarse para
besarla en su propio lobby.
—Te veré esta noche —dijo cuando levantó la
cabeza—. Y vamos a hablar. Me vas a contar todo,
y nos ocuparemos de solucionar lo que sea.
Ella se desembarazó de sus brazos e intentó
disimular la preocupación.
—Nos vemos esta noche —replicó asintiendo
nerviosamente con la cabeza. Tal vez hubiera
accedido mentalmente a darle la información, pero
hacerlo la seguía intranquilizando. Jamás le había
contado a nadie la historia familiar. Se trataba de
un paso enorme para ella.
Estaba en el pasillo esperando el ascensor
cuando apareció la preciosa joven de cabello
castaño, acompañada de otra espectacular mujer
de cabello castaño, más alta que la anterior.
Ambas eran hermosas de maneras diferentes. La
más baja parecía más simpática, pero la otra tenía
la figura esbelta, como la de una modelo de
pasarela, sin ser tan alta. Y no tenía aspecto de
pedante. Ni parecía matarse de hambre. Las curvas
sensuales de su cuerpo eran mucho más atractivas
que los esqueletos anoréxicos que caminaban por
las pasarelas, desprovistos por completo de grasa
corporal y sin muelas de juicio, para hacer que sus
pómulos lucieran más prominentes.
Apretó el botón del ascensor con más fuerza
que la necesaria, ya que se sentía pálida e insulsa
al lado de estas dos llamativas mujeres. ¿Dónde
había una planta para poder esconderse cuando
hacía falta?
—Tú eres la mujer que acaba de impedir que
me metieran en la cárcel — dijo la mujer más baja
con una enorme sonrisa en su precioso rostro—.
¿Te encuentras bien?
Cricket volvió a tocarse el anillo en el dedo.
Necesitaba sentir que era real. Que él realmente le
había dado un símbolo tan manifiesto de lo que
sentía por ella. Seguramente querría que se lo
devolviera después de que terminara la cena con
él, pero por ahora era suyo, y no lo iba a ocultar en
la cadena alrededor del cuello.
—Estoy bien —dijo. Le hubiera gustado que
las cosas fueran diferentes, y que su vida no fuera
tan complicada. —Nada que un buen martini no
pueda remediar —replicó con una sonrisa, como
burlándose de sí misma. Pensó en su padre y en
Ryker. Todavía no sabía cómo haría para que todo
les terminara funcionando a los hombres que
amaba. —¡Es que los hombres son tan difíciles de
entender!
—¿Por qué no vienes con nosotros? No sé
cómo serán los Martini — advirtió—, pero las
margaritas de Durango son perfectas para remediar
cualquier mal.
Cricket pensó en el ofrecimiento. No conocía a
aquellas dos muchachas, pero no le venía nada mal
salir a divertirse una noche con dos mujeres
jóvenes como ella.
—No sé si en este momento estoy en
condiciones de establecer cualquier tipo de
conexión con el género humano —respondió,
pensando en el enorme problema que pesaba sobre
ella. Su amante o el padre que la amaba… Qué
obstáculo tan difícil de allanar. Mia se rio.
—Me siento exactamente igual. Me llamo Mia
Paulson —dijo—, y estamos yendo a celebrar el
hecho de no haber ido a parar a la cárcel por el
resto de mi vida.
La esbelta belleza dio un paso adelante en ese
momento, y extendió la mano, saludándola con
calidez y simpatía.
—Yo soy Abril. Trabajo como gerente de
oficina del Grupo Thorpe, así que ¡sé
perfectamente lo frustrantes que pueden ser los
hombres!
Cricket sonrió a su vez, tomando la mano de
Abril en la suya y estrechándosela con más
seguridad que la que sentía. Hacía mucho tiempo
que no tenía amigas de su edad. Recordó las
furiosas diatribas de Jason, despotricando acerca
de su oficina envuelta en papel de regalo, y
decidió tomarse la tarde. Ya tenía la carta de
renuncia tipiada, así que ¿por qué no?
—Parece una excelente manera de comenzar el
fin de semana. Creo que, después de todo, las
acompañaré.
Quince minutos después, estaban instaladas en
una de las mesas del fondo del bar local, con una
jarra de margaritas delante, y tres copas llenas.
—¡Brindo por evitar la cárcel y los hombres!
—dijo Abril. —¡Esperen! — gritó Abril a medio
brindis. Un instante después, se puso de pie de un
salto y se dirigió a otra mesa, donde una mujer
estaba sentada sola. Observaba a su martini, como
si fuera un enemigo. Intentaba contener el cabello
rizado que tendía a desbandarse, pero Cricket
sospechó que no siempre le era fácil. Cuando
Abril y la mujer regresaron a su mesa, Abril las
presentó de inmediato:
—Ella es Kiera, y es una de las nuevas
integrantes del Grupo Thorpe.
Mia estaba tan entusiasmada de conocer a la
mujer que acababa de incorporarse al grupo que
casi saltó de su silla.
—Ella es la que encontró la información sobre
el nuevo BMW que se compró la novia más
reciente de Jeff—le explicó a Cricket con una
enorme sonrisa—. Si no fuera por ustedes dos, en
este momento estaría en la cárcel, acusada de
asesinato.
Cuando las cuatro se volvieron a sentar, Kiera
ahora también con su margarita a tope, se abocaron
a beber, comer papas fritas y arremeter contra la
población masculina, riéndose de sus debilidades
y de lo difícil que resultaba convivir con ellos,
La gerente de la oficina de Ryker le cayó bien
en seguida a Cricket. Si bien parecía una modelo
espectacular, era simpática y tenía los pies sobre
la tierra. Y, por lo que parecía, Abril también tenía
problemas de hombres, como las otras.
Cricket se rio y participó de la conversación,
disfrutando enormemente. Tenía una conexión con
estas mujeres que no había sentido en mucho
tiempo. Josie, Allyson y Debbie eran estupendas,
pero estaban en una etapa diferente de sus vidas
que Cricket. Ésta no podía conectarse con sus
amigas de la oficina. No como podía hablar con
estas tres mujeres.
Cuando apareció Ryker, Cricket de hecho soltó
un rezongo. Y al ver a los otros tres hombres que
eran iguales a él, miró su copa de margarita,
preguntándose si tal vez había bebido más de la
cuenta. Volvió a levantar la mirada para ver a
Ryker parado detrás de ella, tomando su copa y
bebiéndose el resto.
—¿Qué haces? —preguntó irritada cuando le
robó la bebida. —Te estoy salvando de ti misma
—le explicó, guiñándole el ojo. —¿Por qué son
tantos? — preguntó, volviéndose para sonreírle,
olvidándose por un instante de lo nerviosa que
estaba por tener que explicar su historia familiar.
Bueno, y por el hecho de que él iba a huir
despavorido apenas se enterara. Tan sólo se
quedaría para disfrutar estos últimos minutos con
él, le dijo su mente borrosa.
El la levantó con cuidado de la silla, y estuvo
a punto de reírse cuando ella quedó apoyada como
una bolsa de papas sobre él. —Yo soy uno solo,
mi amor. El resto son mis hermanos. Sus ojos se
abrieron grandes.
—¿En serio? ¡Pude haber sido su cuñada! —
suspiró, deseando que las cosas tuvieran otro final.
—Vas a ser su cuñada —replicó, sacándola
del bar. No lo vio saludar a sus hermanos con la
mano, pero tampoco sus hermanos le estaban
prestando demasiada atención. Advirtió que cada
uno se encontraba convenciendo a su respectiva
mujer, discutiendo con ella y tratando de levantarla
también de su asiento. 0 y sus hermanos habían
estado sentados en el bar escuchando a las cuatro
hermosas mujeres mientras despotricaban de cada
uno de ellos en particular, y de los hombres en
general. Sospechó que Cricket no estaba borracha,
pero se sentía muy relajada.
Cuando llegaron a la puerta, miró hacia atrás y
se dio cuenta de que cada uno de sus hermanos
parecía sentir lo mismo que él en ese momento: un
sentimiento de posesión respecto de la mujer que
tenían en brazos. Qué interesante, pensó, pero no
tenía tiempo para analizar la situación en ese
momento. Quería estar a solas con Cricket y
aprovechar que estaba relajada por el tequila para
que, con suerte, le revelara todos sus secretos. En
realidad, debía comportarse como un caballero y
llevada a casa para que se repusiera de la
borrachera, pero quería la información. Una vez
que supiera lo que andaba mal, sería más fácil
protegerla. ¡Y vaya si no la iba a proteger!
Tampoco huiría de él, que era justamente lo que él
sospechaba que quería hacer.
Cricket tiritó al sentir el frío aire nocturno.
Estaba a punto de protestar y de apartarse de
Ryker, pero antes de siquiera atinar a hacerlo,
sintió un pesado abrigo alrededor de los hombros.
Levantó la mirada, y Ryker estaba caminando al
lado de ella, en mangas de camisa, porque se había
quitado el saco que ella tenía ahora sobre los
hombros, y que la mantenía abrigada con el calor
de su cuerpo.
Miró hacia arriba pata sonreírle, y se acercó
automáticamente al tiempo que él le pasaba el
brazo por los hombros.
—¿Entonces terminó todo bien después que
nos fuimos? —preguntó alegremente, disfrutando
del tibio calor de su saco y de sentir que su brazo
la estrechaba contra él.
Él se rio entre dientes al pensar en la escena en
Durango:
—Creo que todo va a terminar más que bien.
Mia Paulson debe estar en este momento en brazos
de Ash —le replicó. No estaba seguro respecto de
Abril y Xander. Aquello podía ser explosivo. Pero
cuando recordó el trato de esa noche, no parecían
estar agrediéndose como de costumbre. Qué raro,
pensó. Y extrañamente, Axel parecía confiado de
lo que sentía Kiera por él.
—Qué fantástico —replicó, suspirando
aliviada de que su nueva amiga estuviera fuera de
peligro y de que los brazos de Ryker siguieran
estrechándola. Cuando ingresaron en el exclusivo
restaurante, la recepcionista acudió rápidamente
hacia ellos apenas vio a Ryker.
—Su mesa está lista, señor Thorpe —dijo.
Tomó dos menús y los condujo por entre las
mesas, en su mayor parte ocupadas.
Una vez sentados, Cricket usó el menú para
taparse la cara mientras observaba a su alrededor.
Se sentía un tanto acalorada. No debió beber esa
segunda margarita, pensó, tratando de concentrarse
en el menú. No tenía ni idea de lo que quería
comer. Las papas fritas le habían quitado el
hambre. Pero pediría algo para complacer a Ryker.
De pronto, se volvió a desatar aquella
sensación extraña de que algo andaba muy pero
que muy mal. No lo había sentido en el bar, pero
estaba segura de que había una presencia en este
lugar, alguien que intentaba observarla. Miró a su
alrededor lo más disimuladamente posible,
tratando de ver si alguien se estaba ocultando
detrás de un menú o se hallaba mirando en su
dirección.
Cuando no advirtió a nadie espiándola, se
calmó ligeramente y bajó el menú. Al levantar la
mirada, supo que Ryker la había descubierto una
vez más. Ahora la observaba, interrogándola con
las cejas arqueadas.
¡Maldición! ¡Definitivamente, no debió haber
bebido esa última margarita! Con cuidado, posó el
menú al lado de ella y respiró hondo, lista para
contárselo todo.
Pero en ese momento, llegó el mesero:
—¿Puedo tomarles el pedido? —preguntó con
un poco más de ímpetu que el esperado.
Cricket levantó la mirada para observar al
enigmático camarero. Al principio, su mirada
manifestó el impacto de la sorpresa, pero cuando
cayó en la cuenta de la verdadera identidad del
extraño mesero al lado de su mesa, sus ojos se
abrieron horrorizados:
—¿Papá? —exclamó ahogadamente, dejando
que la palabra se deslizara de su boca antes de
poder evitarlo. ¡Sí, esas margaritas habían sido
muy potentes!
Los ojos de su padre se estrecharon, y ella
sospechó que, si hubiera podido verlas, sus cejas
revelarían su furia. El tipo llevaba una peluca
enrulada que le tapaba las orejas y la frente. Tenía
puesto incluso un bigote que, aunque se
entrecerraran los ojos y se observara a través de
varias ventanas, lucía falso.
—Te ves ridículo, papá —le dijo con descaro.
En realidad, debía sentirse nerviosa y ansiosa de
que estuviera interfiriendo otra vez, espiándola,
enloqueciéndola. Pero sólo sintió rabia… y
justamente por aquellos motivos. El tipo estaba
metiéndose en su vida y no la dejaba tranquila. —
Quítate ese horrible disfraz y lárgate de aquí.
Estoy hablando con Ryker y después conversaré
contigo.
No podía creer que acabara de dirigirse así a
su padre, pero, claro, tampoco lo podía creer él.
Por primera vez en su vida, Cricket se sentía
realmente irritada por el hecho de que su pasado
interfiriera con su futuro. Siempre había protegido
el “negocio familiar” y todos los secretos que se
escondían tras sus ruines operaciones. Pero por
algún motivo, probablemente por la tarde que
acababa de pasar bebiendo y conociendo a tres
mujeres a quienes admiraba enormemente, ya no lo
toleraría más. Todas las mentiras, los secretos, las
actividades ilegales y el extraño código de ética:
ya no le pertenecían. Y no volvería a vivir con
ellos.
—Papá… —comenzó a. decir.
Pero él la interrumpió.
—Antes de que digas una sola palabra más,
tienes que saber que tu madre también está en la
ciudad y…
—Puede hablar por sí misma —interrumpió su
madre imperiosamente a sus espaldas, al tiempo
que su elegante figura aparecía desde atrás para
pararse al lado de la mesa.
Cricket siempre había admirado a su madre
por su estilo sofisticado y su buen gusto para
vestirse. Esta noche no era una excepción. Llevaba
un precioso trajecito Versace azul pálido, que se
ajustaba a su figura allí donde más convenía. Tenía
el cabello perfectamente peinado y recogido para
destacar sus famosos pómulos, que habían
conseguido que asistiera a más fiestas de la alta
sociedad que cualquier otro ladrón en el mundo.
Quizá por la cantidad de alcohol ingerido,
Cricket de hecho se rio al ver el enorme collar de
brillantes que adornaba el cuello de su madre. ¡Era
completamente falso!
Levantando la mano en alto con un gesto altivo,
Lydia Fairchild le indicó en silencio a uno de los
camareros que trajera otras dos sillas a la mesa.
Al instante, sus órdenes fueron cumplidas. Ryker
ya se encontraba de pie y la tomaba de la mano.
—Ryker, te presento a mi madre, Lydia
Fairchild —explicó Cricket con un suspiro
resignado—. “Los mejores planes de ratones y
hombres a menudo se frustran…”, dijo, citando a
Robert Burns, y se recostó hacia atrás en su silla.
—Es un placer conocerlo, señor Thorpe —
dijo su madre con sinceridad y una enorme sonrisa
carismática—. ¿Debo suponer que es usted el
caballero que le colocó hace poco ese hermoso
anillo en el dedo a mi hija? —preguntó.
—Lo soy —respondió Ryker con calma, a
pesar de que sus planes para la cena se hubieran
arruinado.
Cricket alcanzó a ver la mirada de su padre en
el momento en que se posaron bruscamente en su
mano, y su furia, de hecho, se incrementó. Pudo
sentir su enojo, pero ya no le tenía miedo.
—Siéntate, mamá —dijo Cricket—. Tú
también, papá —le indicó, haciendo caso omiso a
la mirada indignada que le lanzó.
Cuando ambos estuvieron sentados, sintió
alivio. También Ryker tomó asiento.
—Ahora que estamos todos aquí reunidos —
dijo y miró a su madre y a su padre con irritación
—, quiero que sepan que Ryker me ha pedido que
me case con él —explicó.
Lydia sonrió, y sus ojos se iluminaron de
felicidad.
—Estoy tan feliz por ti, querida. Comenzaba a
preocuparme de que jamás encontrarías la misma
euforia que tu padre y yo hemos compartido a lo
largo de nuestra vida. —Dirigió la mirada a Ryker,
y luego de nuevo a su hija. —Ahora sé que lo has
conseguido. Y es un hombre bueno —confirmó,
mirando el brillante en el dedo.
Cricket puso los ojos en blanco.
—Mamá, Ryker es un hombre bueno porque es
inteligente y sensible y me hace reír. No porque
tenga un gusto impecable para elegir joyas.
—Pero siempre es un buen signo, cariño. —Su
madre le guiñó el ojo a Ryker, que tan sólo soltó
una risita socarrona al escuchar el intercambio.
Cricket se volvió para mirar a su padre,
enfrentando su mirada furiosa de lleno, en lugar de
evitar el motivo que había detrás.
—Papá, sé que estás preocupado por mamá,
pero no creo…
—Espera un minuto, querida —interrumpió
ella y se inclinó hacia delante —. Edward —le
lanzó una mirada fulminante desde el otro lado de
la mesa—. ¿Hace cuánto que sabes sobre el
romance de Cricket? —preguntó con cuidado.
Cricket abrió los ojos cuando su padre de
hecho se retorció incómodo en su silla.
—Bueno, querida…
—No te atrevas a dorarme la píldora, Edward.
¿Qué has hecho? —le preguntó furiosa.
El mesero llegó justo en ese momento, el
verdadero mesero, y se sorprendió de hallar a un
comensal sentado a la mesa vestido en el uniforme
del restaurante.
—No preguntes —Ryker intervino para
tranquilizar al desorientado mesero—. ¿Podrías
traernos una botella de Hiedsieck Diamont Bleu,
por favor?
El mesero se inclinó de inmediato y dio un
paso atrás, ansioso por traer rápidamente el
champagne solicitado. Pero Ryker lo llamó otra
vez: —Y café.
Cricket ni siquiera se ruborizó cuando Ryker le
miró las mejillas excesivamente enrojecidas. Sólo
le sonrió a su vez, agradeciéndole en silencio
porque realmente no deseaba seguir bebiendo
alcohol.
Después que el mesero se retiró, Ryker se
volvió una vez más a Cricket, pidiéndole en
silencio que prosiguiera.
Cricket respiró hondo y volvió a mirar a su
padre.
—Papá, sé que te preocupa la reacción de
mamá, pero…
—¡Está encantada! —interrumpió Lydia,
expresando lo que sentía, y mirando a su esposo
como diciéndole “si dices una sola palabra, te
arrepentirás”.
Cricket miró fijo a su madre, y luego a su
padre.
—Entonces, ¿por qué me decías hace unos días
que no me preocupara por mamá? —preguntó
irritada a su padre.
Edward se inclinó hacia delante, tratando
encontrar la forma de suavizar la situación.
—Tu madre estaba haciendo compras y…
—Y aún puedo expresar yo mismo lo que
pienso —volvió a interrumpir—. Estoy encantada,
querida. Me entusiasma muchísimo que finalmente
hallas encontrado a alguien a quien amar. Y te
deseo lo mejor. —Se inclinó hacia delante y le dio
un beso a Cricket en la mejilla. Luego se recostó
hacia atrás y volvió a fulminar a su esposo con la
mirada.
Cricket observó la interacción silenciosa entre
sus padres, deseando que ambos comprendieran lo
que estaba a punto de hacer.
—Le voy a contar a Ryker toda la verdad.
Su madre sonrió con dulzura:
—Cariño, no hay nada realmente para contar.
Cricket parpadeó, y luego sacudió la cabeza:
—¿Qué significa eso?
Lydia sonrió sutilmente.
—Querida, no hemos tenido ningún proyecto
especial desde que tenías ocho o nueve años.
—Cuando nos enteramos de cuánto realmente
te molestaba —masculló su padre, cruzando los
brazos sobre el pecho, a pesar de la incomodidad
de hacerlo en el ridículo saco de mesero que tan
mal le quedaba.
No podía creer lo que estaban diciendo. ¿Ya
no robaban? ¿No se lanzaban al acecho de alguna
“baratija” para matar el tedio? ¡Si eran los
mejores en el rubro!
—Pero ustedes me entrenaron de todas las
maneras posibles. —¿Era posible que realmente se
hubieran retirado hace tantos años?
—Cariño, te enseñamos todo lo que sabemos.
Como cualquier padre —le explicó Lydia
moviendo con un gesto dramático las manos en el
aire.
Cricket sacudió la cabeza, pasmada por esta
última revelación.
—No, madre. Los padres les enseñan a sus
hijos a leer y a entregar las tareas a tiempo, a
evitar hombres malvados y a no emborracharse
cuando van a la universidad.
Edward lanzó un gruñido.
—Tú aprendiste todo eso sola—farfulló—.
Nosotros te enseñamos lo que no sabías. Te
transmitimos un legado.
Cricket no comprendía.
—Así que todos estos años, ¿de qué han estado
viviendo? ¿Cómo han podido mantener este estilo
de vida?
Edward sonrió con orgullo y se enderezó aún
más en su silla.
—Sólo porque ya no nos dediquemos a ese
tipo de negocio, no significa que no hayamos
invertido bien nuestras… ganancias a lo largo de
los años. — Edward echó un vistazo a Ryker,
tratando de calibrar cuánto entendía su futuro
yerno de la conversación y de sus implicancias.
—Tu padre es un muy buen inversor, querida
—dijo su madre con orgullo.
Ella paseó la mirada de su elegante y bella
madre a su habitualmente apuesto padre, sin poder
creerlo.
—¿Así que ninguno de los dos hace… nada?
—Bueno, aún conservamos nuestras
habilidades bien aceitadas… — explicó ella con
tono indignado—. Pero no, no hemos sacado
provecho de nuestras actividades de ninguna
manera. Ya no queríamos que te sintieras
incómoda.
La cabeza le daba vueltas con la noticia de que
sus padres no habían robado nada en años. ¡Casi
décadas!
—¿Por qué no me lo contaron? —preguntó.
Ambos padres se encogieron de hombros.
—Pensamos que lo sabías.
Cricket se arrojó hacia atrás, sacudiendo la
cabeza.
—Entonces, ¿por qué tuviste semejante
reacción la semana pasada, papá? —exigió saber.
Su padre suspiró:
—Yo solamente…
Lydia observó a su esposo con cuidado, y su
corazón se derritió por el hombre que había amado
a su hija con tanta devoción a lo largo de los años.
—No quería que encontraras a un hombre que
lo reemplazara —dijo, mirando con reproche a su
esposo—. Pídele perdón a tu hija, Edward.
Edward se movió incómodo. —No creí que
fueras a ser feliz con este hombre —masculló.
Cricket sacudió la cabeza.
—¡Esto se parece a una película de las peores!
—afirmó, y sintió que la furia le subía por dentro
—. ¿Saben lo que me han hecho? ¡Estuve tratando
de proteger a Ryker! ¡Creí que alguien me estaba
siguiendo! Pero eras tú y ningún otro, ¿no es
cierto? —preguntó.
El mesero llegó, y se quedó asombrado por el
clima de creciente tensión que se respiraba entre
los participantes de una mesa que, según creía él,
debía estar festejando. De todos modos, sirvió el
vino espumante, apoyó la cafetera de plata y la
taza de porcelana al borde de la mesa, y retrocedió
lo más rápido posible, dejando la botella en la
hielera de plata.
Ryker miró alrededor de la mesa, sorprendido
de que hubiera pasado tanto en un período tan
breve de tiempo.
—A ver si entiendo, sólo para estar seguro de
que comprendí todo lo que se dijo en los últimos
minutos. —Miró a Edward. —Usted y su esposa
—miró rápidamente a Lydia— son ladrones, ¿es
así? —Los observó con detenimiento, buscando
una señal que le indicara que se había equivocado
Totalmente.
—Coleccionistas retirados —corrigió Edward
con seguridad—. Disfrutaba de coleccionar arte, y
a mi esposa le gustaban más las cosas que brillan.
Coleccionaba brillantes hermosos.
La mente de Ryker se puso a funcionar a toda
velocidad.
—Y ambos se retiraron apenas se dieron
cuenta de que a Cricket no le gustaba este estilo de
vida, pero igualmente le enseñaron todos los
trucos del oficio, por si de grande se daba cuenta
de que disfrutaba realizando ese tipo de actividad.
—Todas las piezas comenzaban a encajar a la
perfección: su aversión por el robo, el video
nocturno donde se la veía envolviendo cosas, y su
colección de bolígrafos en el dormitorios.
—Y porque tenía el talento para ello —
confirmó Edward, orgulloso de los logros de su
hija.
—Es excepcionalmente buena haciéndolo —
dijo Lydia, dándole la razón a su marido, al tiempo
que le sonreía a su hija, maravillada—. Si sólo
pudiera sobrellevar las minucias que se presentan
en el camino. —Suspiró con dramatismo como si
las minucias tuvieran que ver con archivar papeles
o doblar ropa y no con traficar artículos robados
en el mercado negro, despojar de su propiedad a
sus dueños legítimos, etcétera.
Por fin Ryker comenzaba a hacerse una idea
cabal de lo que sucedía.
—A Cricket le encanta asaltar oficinas y hacer
bromas pesadas, y, hasta la semana pasada, jamás
la habían atrapado. —Hizo una breve pausa. —
¿Me estoy olvidando de algo? —preguntó.
Las tres personas sacudieron la cabeza.
Cricket sonreía por lo bien que Ryker sabía leer
entre líneas no tan sutiles. ¿Y lo mejor? Ni
siquiera parecía afectado por nada de lo que había
escuchado. O tal vez no estuviera tan tranquilo
como aparentaba. Sus siguientes palabras no
dejaron lugar para la duda.
—Como abogado de Cricket, debo informales
que, todo lo que me cuenten es información
privilegiada, pero si alguna vez me entero de que
están a punto de cometer un delito, estoy obligado
por la ley a informarle a la policía.
Edward protestó unos instantes, irritado por
que alguien se atreviera a darle órdenes.
—Entonces no hablaremos sobre ninguna de
nuestras actividades cuando estés en nuestra
presencia —afirmó Edward con firmeza como si
fuera la conclusión más obvia a la que se pudiera
arribar.
Cricket se rio y sacudió la cabeza.
—Eso significa que no hará nada malo —
tradujo ella, mirando a su padre directamente a los
ojos hasta que carraspeó decepcionado y cruzó los
brazos delante del pecho mirando hacia otro lado.
Cuando hubo obtenido su aceptación a
regañadientes, se volvió a Ryker, levantando la
taza de café a modo de brindis celebratorio.
—Entonces, todo arreglado —dijo. Tenía el
ánimo tan chispeante como el champagne. —Por el
futuro —dijo con gozo.
Todos levantaron las copas y las chocaron
entre sí, pero algo en la mirada de Ryker la hizo
dudar. Bebió un sorbo de café, pero le costó
tragarlo. Estaba preocupada, preguntándose si tal
vez ya estaría replanteándose si debía casarse con
ella. Tenía una familia delirante y él no terminaba
de comprender lo que aquello significaba, a pesar
del desquiciado disfraz que llevaba su padre en
ese mismo momento.
Ryker supo exactamente hacia dónde se
dirigían sus pensamientos.
—Ni lo pienses, Cricket. Nos vamos a casar.
Cuanto antes, mejor.
Se volvió para mirarlo directamente a los ojos,
queriendo comprenderlo. Seguramente debía tratar
de hacerlo antes del compromiso, pero hasta ahora
no había hecho nada normal en su vida, así que
¿por qué comenzar ahora?
—Ahora ¿qué piensas?
—Eso lo dejamos para más tarde —dijo—,
ahora vamos a cenar.
Ella sonrió levemente, pero seguía nerviosa
por lo que fuera que quisiera discutir con ella.
Picoteó su comida, sin poder tragar nada por la
tensión que sentía en los músculos, aterrada de que
estuviera a punto de perder al único hombre que
realmente sabía cómo hablar con ella, por no decir
todo lo que sabía hacer tan bien. De hecho, se
sonrojó al pensarlo, y el hombre sentado delante
de ella advirtió su rubor. Aquellas cejas sensuales
y oscuras que podían comunicarse en silencio con
tanta elocuencia se alzaron como interrogándola.
Pero cuando ella sacudió la cabeza apenas, él le
sonrió a su vez guiñándole el ojo.
¡Maldición! ¡Sabía exactamente lo que se le
había cruzado por la cabeza!
Bueno, si lo pensaba bien, no le importaba de
veras. Mientras fuera realmente a cumplir con
aquellas actividades que la hacían sonrojarse. Y
de sólo pensarlo, todo su cuerpo se encendió, y
bajó la mirada a su plato. No quería saber si la
estaba observando esta vez. Era demasiado
vergonzoso que pudiera leerle con tanta facilidad
el lenguaje corporal.
Unas horas más tarde, después de que hubieron
llevado a sus padres a su hotel, Cricket se volvió
ligeramente en su asiento para poder enfrentar a
Ryker mientras conducía. Manejaba el poderoso
auto con pericia; no necesitaba hacer zigzag entre
el tránsito para probar su hombría, lo cual la hacía
sentir mucho más cómoda. Estaba impresionada
por su control y su habilidad para ser tan seguro de
sí. No era engreído ni arrogante, pero tenía un aura
que transmitía seguridad.
Cuando se dio cuenta, se relajó hacia atrás,
disfrutando del viaje y anticipando el momento en
que la tomaría en sus brazos. Al menos, esperaba
que fuera a tomarla en sus brazos. De solo
pensarlo, se puso tensa y volvió la mirada hacia
él.
—¿Qué se te acaba de ocurrir? —preguntó él,
dirigiendo el vehículo a la entrada de su casa.
Ella pensó en no responderle. Temía parecer
demasiado seductora si decía las palabras en voz
alta. Pero luego recordó que estaba intentando por
todos los medios ser franca con él y respiró
hondo:
—Me preguntaba qué iba a pasar cuando
entráramos en tu casa.
El soltó una risotada:
—A estas alturas, no deberías dudar ni un
instante de lo que va a suceder —replicó—. Hace
más de una semana que he estado sin ti. Haz la
cuenta.
Su rostro se iluminó y se relajó contra el
asiento de cuero mientras él metía el auto en el
garaje. Ni siquiera esperó que se cerrara la puerta
para salir y dar la vuelta por delante del auto.
Pensó que tal vez debía esperar hasta que llegara a
su lado y le abriera la puerta, pero no podía
esperar. Estaba demasiado desesperada. Después
del día que acababa de padecer, necesitaba sentir
sus caricias para asegurarse de que seguían juntos,
de que no había cambiado de parecer después de
todo lo que se había enterado acerca de su familia
delirante y anormal.
Cuando llegó a su lado, hizo exactamente eso.
La levantó en sus brazos y presionó su espalda
contra el auto, inmovilizándola con el cuerpo, y su
boca la besó profundamente hasta que ella se halló
temblando contra él. Ni siquiera se dio cuenta de
que había envuelto las piernas alrededor de su
cintura hasta que él gruñó:
—¡Siempre deberías llevar falda!
—¿Por qué? —y soltó un jadeo cuando sus
dientes mordisquearon un surco sobre su cuello y
su hombro.
No respondió. No necesitaba hablar, pero por
la manera en que presionó las caderas contra ella,
y por la evidencia de su erección, sonrió contra su
boca.
Lanzó un grito cuando él la levantó en brazos y
entró en su casa con ella, sin detenerse siquiera
para prender las luces, mientras subía a grandes
pasos las escaleras hacia su dormitorio. Cuando
finalmente llegó allí, dejó que sus pies tocaran el
suelo y rápidamente le quitó la ropa antes de
volver a tomarla en los brazos y besarla hasta
dejarla mareada una vez más.
—No vale —jadeó ella cuando las manos de
ella sólo se encontraron con tela.
—Si no te vas a aprovechar de una situación,
entonces no me eches la culpa a mí —bromeó,
posándola en el medio de la cama. Luego se irguió
y la miró. Tenía los ojos encendidos al contemplar
su bella desnudez.
Ella se rio, pero no se iba a quedar callada.
—Eres un hombre magnífico, Ryker —susurró.
Tras estas palabras, él se arrancó a su vez la
ropa y la tomó de nuevo entre sus brazos. Con una
rápida embestida, se hundió en ella, y Cricket
suspiró de felicidad, al tiempo que él la llevaba
más alto de lo que jamás creyó posible.
Capítulo 12
Cricket suspiró mientras arrimaba la espalda
contra él, disfrutando de su risa profunda. Su
enorme mano le alisaba el vientre, y la acercó aún
más contra su pecho.
—Si vuelves a hacer eso, tendremos que
volver a comenzar todo de nuevo.
Ella no presentó ninguna objeción, pero sonrió
mientras le estrechó el brazo que tenía envuelto
alrededor de su cintura.
—¿Por qué te quieres casar conmigo? —
preguntó después de un largo silencio. Pensó que
podría haberse quedado dormido, pero su
inmediata respuesta contradijo tal posibilidad.
Lo sintió sonreír en la oscuridad al escuchar su
pregunta un instante antes de besarle el cabello.
—Durante el último mes, cada mañana te veía
cruzando la entrada y se me alegraba el día. —Le
acarició la cadera con la mano, hasta alcanzar sus
nalgas. —Te veía sonreír, y todo parecía brillar
más. Ahora que te conozco y te siento, no me
alcanzan las horas para estar contigo. Quiero pasar
cada minuto del día contigo, haciéndote sonreír y
protegiéndote.
Su sonrisa se ensanchó y tuvo que cerrar los
ojos para que él no viera las lágrimas de felicidad
que le humedecían los ojos.
—¿Sólo por eso? —se rio suavemente, pero le
salió más como un hipo que como una carcajada, y
sintió que su brazo la rodeaba con más fuerza para
acercarla aún más.
—Pues, también hay que considerar que te
amo. Amo tu risa y tu sonrisa. Amo hablar contigo
y reírme contigo. —Su mano se deslizó hacia
arriba para ahuecarle el pecho y ella exhaló un
gemido; la intensidad del deseo le atravesó el
cuerpo como un rayo. —Y cada vez que hacemos
el amor, necesito volver a hacerlo una y otra vez.
Parece que no me canso nunca de tu cuerpo
hermoso y sensual. Ella volvió la cabeza,
mirándolo por encima del hombro. —¿Y si
engordo? ¿O si quedo embarazada? Él soltó una
risa alegre:
—Voy a poner un gran empeño en asegurarme
de que suceda lo segundo, porque quiero una
familia grande. —Le besó el hombro y dijo: —
Aunque solo niñas, por favor.
Cricket se rio divertida. Se refería a sus tres
hermanos menores. —¿Y qué me dices de mi
familia?
Él suspiró y se acomodó sobre el codo, de
modo que ella quedó boca arriba mirándolo.
—Quería discutir eso contigo hasta que me
distrajiste esta noche. Ella se rio y le dio un
puñetazo de broma en el brazo. —¿Yo te distraje?
Me hallaba sentada inocentemente en el asiento de
pasajero cuando…
—Te bajaste del auto —aseguró con firmeza,
como si todo lo que tuviera que hacer era ponerse
de pie para que él estuviera listo para ella. —No
creo que se pueda considerar realmente como un
método de seducción —apuntó, pero sus manos se
deslizaron sobre sus brazos musculosos, gozando
de la diferente textura de su piel bajo las puntas de
los dedos.
—Pero sí como lo haces tú. —Y le dio un beso
para que dejara de discutir.
Cricket comenzó a caer bajo el influjo del beso
cuando él le sujetó las manos por encima de la
cabeza.
—Pero ahora tenemos que hablar de algo
importante.
Ella levantó la pierna contra su muslo y se
movió ligeramente.
—Yo creo que esto es muy importante —dijo,
exhalando una respiración entrecortada cuando sus
caderas se movieron para ubicarse justo donde lo
quería. Bueno… casi.
—El archivo de video —dijo, y sólo hicieron
falta esas tres palabras para que ella volviera a
quedarse inmóvil, con los ojos abiertos por el
temor, al tiempo que miraba su rostro serio.
—El archivo —suspiró.
—Eres igual que tu madre y tu padre, ¡no es
cierto?
Ella intentó apartarse. No le gustó nada la
pregunta.
—No soy para nada como ellos —replicó,
tratando de zafarse de sus brazos, pero él la retuvo
con suavidad, y no pudo desembarazarse. —Lo
eres. Tal vez no robes objetos, pero vi la mirada
en tus ojos, en ese video. Disfrutas cuando invades
una propiedad privada, ¿no es cierto?
Cricket lo miró furiosa. Se rehusó a
responderle la pregunta.
Ryker se rio de su intento de enojarse cuando
se hallaba desnuda debajo de él.
—Admítelo. Disfrutas de la descarga de
adrenalina, ¿no?
Cricket se encogió ligeramente de hombros.
—Sí, ¿y qué? ¡Lo admito! Me encanta forzar la
entrada de oficinas y casas sólo para ver si puedo
hacerlo. Me gusta la emoción de que no me atrapen
y escapar sin que nadie se entere de que estuve
allí. ¿Significa que quieres terminar conmigo?
¿Huirás despavorido?
El se rio e inclinó la cabeza aún más para
besarla, pero cuando ella movió la cabeza hada un
costado, él simplemente le mordió el lóbulo de la
oreja para castigarla. No con demasiada fuerza,
pero si lo suficiente para mostrarle que seguía
dominando su cuerpo, y que no debía siquiera
intentar ocultarse de él.
—Creo que debes renunciar a tu empleo —le
dijo con suavidad, mordisqueándole el cuello otra
vez—. Tengo un amigo en Virginia, justo en las
afueras de Washington D. O, que es dueño de una
empresa de seguridad. Hablé con él esta mañana,
le conté sobre ti. Tiene una división que pone a
prueba los sistemas de seguridad de las
compañías.
Ella se sintió intrigada de inmediato. Volvió el
rostro para poder verlo a la escasa luz del
dormitorio.
—¿A qué te refieres? ¿Cómo lo hace? —¡Pero
sabía perfectamente cómo lo hacia! Y su cuerpo
entero vibró de excitación ante la posibilidad.
Ryker se rio y se volvió a mover. Ella exhaló
un jadeo.
—Tiene un equipo que asalta edificios, y
concibe de qué manera una compañía puede
mejorar la seguridad de su propiedad intelectual o
física. Son una combinación de personal ex militar
y de inteligencia, y todos disfrutan del desafío de
violentar un sistema de seguridad y encontrar
maneras de mejorarlo.
Con toda su fuerza, ella giró y se subió encima
de él.
—Y? —preguntó, incorporándose para quedar
sentada sobre su cuerpo.
Ryker le tomó las caderas con las dos grandes
manos y la movió donde quería que estuviera. Le
encantaba observaría arrastrada por el torbellino
de la pasión. Y cuando la llenó, su cabeza se
inclinó hacia atrás mientras su cuerpo se ajustó a
su invasión.
—Y… —dijo mientras se colocaba un condón
un instante antes de moverle las caderas,
levantándola contra él, y luego dejando que se
volviera a deslizar hacia abajo— tienes una
entrevista con él pasado mañana. Está interesado
en contratarte.
—¡Ryker! —susurró con todo el amor y la
excitación que sentía.
Aquellas fueron las últimas palabras que pudo
pronunciar hasta que volvió a desplomarse sobre
su pecho, derramándose sobre su cuerpo al
regresar lentamente de su clímax.
—Te amo —exhaló mientras caía en un
profundo sueño, con una sonrisa en el rostro y la
sensación de que su mundo ahora era perfecto por
hallarse en sus brazos. Con la propuesta laboral,
sabía que él la aceptaba en su totalidad, con sus
rarezas y excentricidades, y todo lo que había en el
medio.
Capítulo 13
Cricket corrió por el aeropuerto, al tiempo que
la mente intentaba frenética hacer una lista de todo
lo que debía hacer. Se casaba en… pues, pronto,
pensó, porque no estaba realmente segura de qué
día era. Pero no podía creer el nuevo empleo que
tenía, e incluso ¡la primera tarea que le asignaban!
Mitch Hamilton la había contratado durante la
entrevista, que no fue en realidad una entrevista
sino más bien un test para probar sus habilidades.
Cuando pasó todos los test, el hombre y otros
miembros del equipo con quienes trabajaría se
quedaron parados al lado del edificio “con
medidas de seguridad” con la boca abierta de
asombro al verla aparecer desde la parte
posterior. Tuvo que reírse al recordar a los cuatro
hombres, todos enormes y corpulentos, dos con
armas aseguradas a los muslos al estilo cowboy,
pero vestidos más como miembros de un equipo
SWAT, con pantalones con bolsillos, negros y
camisetas tejidas negras que se estiraban sobre sus
pechos fibrosos.
Los cuatro tenían la mirada clavada en el
edificio, esperando que ella saliera por arriba. Así
que cuando apareció por atrás, de hecho
sorprendiéndolos con la carpeta del archivo en la
mano, se dieron vuelta rápidamente, preparados
para atacar, pero se quedaron paralizados al verla
sonriendo frente a ellos.
Las únicas palabras que se dijeron fueron:
“Estás contratada”, pronunciadas por Mitch
mismo, a medida que las sonrisas aparecieron en
los rostros de los demás hombres.
El resto de la tarde transcurrió repasando su
primer encargo. Tenía los planos del edificio
metidos en la cartera, aunque no había
determinado aún cómo entraría. En cada trabajo
que realizaba ella o el equipo de personal de
Hamilton Securities debía quebrar el sistema de
seguridad de una compañía y colocar una nota
sobre el escritorio de alguna persona en particular.
Si lo hacían, entrando y saliendo sin que nadie se
enterara, la misión estaba completa. A
continuación se escribía un informe, donde se
explicaba la misión y se brindaban
recomendaciones de seguridad, que se entregaba al
cliente.
Mitch cobraba una cifra descomunal por este
servicio, pero también le pagaba muy bien a su
equipo. Le había cotizado a Cricket un sueldo que
triplicaba lo que ganaba en su empleo como
contadora. Tenía que entregarle a Jason Moran su
renuncia y se iba a poner furioso cuando no
pudiera darle las dos semanas acostumbradas que
se solían dar de preaviso. Pero ¿cómo se suponía
que debía una mujer dar dos semanas de preaviso
cuando tenía que poner su casa en venta, trasladar
todos sus artículos personales a casa de su novio,
planear una boda y pensar en una manera de forzar
la entrada de un museo que se parecía a Fort Knox,
todo al mismo tiempo? Algo tenía que ceder, y lo
primero era salir de un empleo para comenzar el
nuevo.
Oh, y tenía que pedirles a sus amigas que
vinieran a su boda. Sí, eso también tenía prioridad.
Suspiró al salir del aeropuerto O’Hare de
Chicago, a punto de parar un taxi para regresar a
casa de Ryker. Pensó que tal vez podía prepararle
la comida también. La cena…
—¿Necesitas ir a algún lado, hermosa? —oyó
que decía una voz profunda detrás de ella.
Cricket dejó caer el brazo y sonrió al girar y
arrojarse en brazos de Ryker.
—¡Me contrataron! —exclamó, tan excitada
que apenas podía pensar en otra cosa que en
casarse con este hombre y en hacerlo tan feliz
como él la hacía a ella—. ¡Te amo! —dijo antes de
pararse en puntas de pie para besado.
Ryker la miró sonriendo. Se sentía eufórico
por verla entusiasmada. Por supuesto, había
sabido que la habían contratado, porque Mitch lo
había llamado esa misma mañana, preguntándole
dónde la había encontrado. Cuando explicó que
Cricket era su novia, Mitch se rio y Ryker incluso
pudo ver a su amigo sacudiendo la cabeza.
—Te espera una vida larga y muy interesante,
amigo —dijo.
Ryker envolvió el brazo alrededor de su bella
novia y la condujo al vehículo. ¡Eso mismo
esperaba él!
Epílogo
—¿Pensaste alguna posibilidad de anunciar
nuestro compromiso a mis hermanos después de la
boda? —preguntó Ryker, ajustándose la corbata
del esmoquin frente al espejo.
Cricket había desaparecido hacía varios
minutos dentro del vestidor, y no tenía ni idea de
lo que estaba sucediendo.
—¿Cricket? —llamó, levantando los gemelos
de oro que Ash le había regalado como padrino de
boda.
Cricket salió del vestidor, y las cejas de Ryker
se hundieron sobre sus ojos al echar una furiosa
mirada al vestido de raso azul que le ceñía la
figura.
—¿Qué diablos te pusiste? —preguntó
enojado, mirando el cuerpo espectacularmente
sensual envuelto en el raso azul.
Cricket sonrió calurosamente, dando vueltas
para él.
—¡Es un vestido de dama de honor, tonto! —
Se alisó el raso sobre las caderas, y Ryker sintió
que se le secaba la boca. —¿Qué piensas?
Ryker la perforó con la mirada. Pensaba que
tenía ganas de arrancarle el vestido, no de sacarla
a la calle con él.
—Creo que deberías buscar otra cosa para
ponerte —le dijo con voz grave.
Cricket lo miró, sorprendida. Caminó hacia él
con una enorme sonrisa en el rostro.
—Creo que Mia debe estar tramando algo —
explicó deslizando las manos sobre la camisa de
seda del esmoquin.
Ryker le tomó las caderas con fuerza.
—Misión cumplida —le dijo, y su voz se
volvió ronca a medida que sus dedos recorrían su
cuerpo y exploraban sus deliciosas curvas bajo el
vestido de raso. De pronto, sus manos se
detuvieron, y la miró sorprendido.
—¿Qué sucede? —preguntó, nerviosa por su
mirada.
—¿Todas las damas de honor se pondrán este
vestido? —preguntó, pensando que le gustaría que
una persona en particular se pusiera el mismo
vestido.
—Sí, parecido —replicó, confundida—. ¿Por
qué?
Ryker sonrió y la besó detrás de la oreja.
—Porque eso significa que Xander verá a
Abril con este vestido.
Cricket se quedó con la mirada perdida un
largo rato hasta que entendió lo que quería decir, y
sonrió también como él.
—¡Pues sí, claro que la verá! —dijo, y se puso
en puntas de pie para abrazarlo—. ¿Crees que
funcionará? —preguntó. El cuerpo le vibraba
excitado anticipando ese momento.
Ryker encogió los amplios hombros:
—Ninguna otra cosa ha logrado arrancar a
aquellos dos de la costumbre que tienen de
pelearse. —Creyó que habían alcanzado un
impasse últimamente, porque habían dejado de
provocarse, pero la hostilidad mutua que se tenían
se había vuelto a instalar entre ellos, incluso más
agresivamente que antes.
—No sé por qué Abril directamente no besa a
Xander —dijo Cricket, alejándose de Ryker para
ponerse un par de pendientes de perlas falsas.
Ryker la observó con las cejas hundidas.
—Necesitas joyas de verdad —dijo con
firmeza—. Y Abril no lo hará porque Xander se
comporta como un imbécil con ella. —Sacó una
caja que tenía a sus espaldas, y se la dio.
Cricket miró la caja. Tenía miedo de tocarla.
—¿Qué es eso? —preguntó, poniendo las
manos detrás de la espalda para no poder tomar lo
que fuera que había adentro.
—¿Por qué no la abres para averiguarlo? —
sugirió con un brillo casi maligno en los ojos.
Cricket sacudió la cabeza. —No. Es una joya,
y no voy a aceptar más regalos de tu parte. Ya has
gastado demasiado en este anillo —le dijo,
tapándose el anillo de compromiso con la otra
mano, como hacía a menudo por el enorme aprecio
que sentía por él.
—Toma la caja, Cricket.
Sacudió la cabeza.
—Ryker, guárdala y regrésala a la tienda.
—Toma la caja —repitió, y el brillo de sus
ojos se transformó en un desafío.
Cricket se cruzó de brazos y sacudió la cabeza
una vez más.
—No puedes darme órdenes todo el tiempo —
dijo con firmeza.
El no respondió, tan solo enarcó una ceja.
Ella soltó un bufido:
—Está bien. Es cierto que me puedes dar
órdenes en la cama. A veces.
El soltó una carcajada y volvió a poner la caja
detrás de é!. Pero allí no terminó todo. Él mismo
abrió la caja y sacó un deslumbrante collar de
brillantes. Las gélidas piedras le cubrieron los
dedos como una reluciente cascada.
Cricket soltó un grito ahogado y lo miró fijo.
Su cuerpo entero se quedó paralizado ante
semejante extravagancia.
—¡No! —susurró con reverencia e
indignación.
El sonrió al percibir su mirada y le susurró a
su vez:
—Sí —mientras le besaba el cuello. Las
manos se movieron con pericia al tiempo que lo
acomodaban alrededor del cuello y cerraban el
broche. La miró en el espejo, enderezando con la
mano los diamantes que formaban un círculo
perfecto alrededor de su cuello delicado. —Así
me gusta más.
Cricket levantó la mano, y tocó los brillantes
maravillada. —Esto es demasiado —dijo con
suavidad. Su mirada de preocupación atrapó la
suya en el espejo. —No lo puedo aceptar.
—No tienes alternativa —replicó, y extendió
el brazo detrás de ella para levantar la caja negra
una vez más.
Ella casi dio un respingo hacia atrás cuando
vio los pendientes de brillante que hacían juego,
enclavados en la pana negra, justo en el centro de
donde había estado el collar.
—¡Ryker! —jadeó, pero él contuvo su
espasmo contra su cuerpo, envolviendo los brazos
alrededor de su cintura para afirmarla—. Esto es
escandaloso —exclamó.
—Ahora tengo el derecho de llenarte de
regalos —le dijo, extendiendo los pendientes
frente a ella—. Y será mejor que te acostumbres.
Tengo mucho dinero guardado, y no he tenido
nadie en quién gastarlo. Así que aguántate. Quítate
las perlas, Cricket —le dijo, acariciándole la piel
detrás de las orejas y provocándole un escalofrío
de placer.
—No. Por favor, devuélvelos —le suplicó.
—No puedo devolverlos —se rio suavemente
de ella—. Y me hace sentir bien verte con estas
joyas que te regalo. ¿Por favor, puedes ponértelas?
—le pidió.
Cuando se lo pidió así, no fue posible negarse.
Rápidamente se quitó el otro par de pendientes y
los reemplazó con los brillantes. Luego se dio
vuelta para mirarlo:
—Me vas a malcriar —dijo, sonriéndole a su
apuesto rostro.
—De eso se trata, mi amor —dijo, y la beso
con dulzura—. Ahora, larguémonos de acá, y
vamos a ver qué hace Xander cuando vea a Abril
con ese vestido. —Le tomó la mano y la condujo
hada la puerta. —Además, cuanto más rápido
lleguemos, más rápido podré tenerte de regreso en
casa. Sin ese vestido.
—Eres detestable —dijo riéndose, pero lo
siguió igual de impaciente.
Comentario de la
autora
Para ver fotos divertidas de Ash y Mia, ingresa
a la página
http://www.pintrest.com/elennoxromances/hiscaptiv
Si dispones de tiempo, por favor tómate un
momento para escribirme una opinión sobre este
libro. No solo ayudará a orientar a otros que
puedan comprar el libro, sino que me encanta
saber de mis lectores: lo bueno, lo malo y lo
regular. Algunos lectores me dicen que les parece
que hay demasiado sexo, otros que debería agregar
más, otros critican mi forma de escribir y otros me
dicen que les encantan mis libros. Todo lo que
escribas lo uso para mejorar mi próxima historia.
Si te gusta lo que escribo, házmelo saber para
seguir haciéndolo de la misma manera. Si crees
que debo mejorar en algo, por favor
comunícamelo. Tengo una coraza bastante dura y
me lo puedes decir…, aunque me encanten los
comentarios positivos.
Si te gustaría contactarme directamente, lo
puedes hacer al siguiente correo:
[email protected]. Hago un gran
esfuerzo por responder a todos los correos
electrónicos ¡porque me encanta que me escriban
los lectores! Es un placer saber de ti. Y me
disculpo de antemano si no consigo responderte.
Algunas veces, las cosas se pierden en la bandeja
de entrada. No soy una experta en tecnología, así
que no siempre veo cosas que para otros son
obvias. Te prometo que no te pasé por encima.
Significa que mi mente está en el mundo de las
historias románticas y no en el de la computación
(es mucho más divertido/interesante/excitante el
de las historias románticas, aunque mi esposo se
agarre la cabeza cuando no entiendo este mundo de
la tecnología).

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