Apuntes Aristófanes
Apuntes Aristófanes
Apuntes Aristófanes
1. BIOGRAFÍA
Hijo de Filipo, del demo Cidateneo, de la tribu Pandionide, nació hacia mediados de
la década del 450-440 a.C. Es posible que al poeta o a su padre le pudiera corresponder
una ‘cleruquía’ egineta, pero esta concesión no implica la residencia in situ, ya que
muchos clerucos se hacían cultivar por terceros los lotes de tierra que les habían
correspondido. La obra aristofánica presupone, por su conocimiento minucioso de la vida
ciudadana, una residencia continuada en Atenas, aunque la nostalgia de la vida
campesina que rezuman sus piezas parece apuntar a que pasara parte de su niñez en el
campo.
Que Aristófanes era del demo de Cidateneo consta por sólidas razones, como son la
alusión en sus primeras obras a personajes de esta misma localidad y su enemistad con
Cleón, natural de dicho demo. Por Los acarnienses, Los caballeros y Las avispas consta la
enemistad del cómico con Cleón. Arrancaría esta de la representación de Los babilonios
(426 a. C.), pieza perdida, que provocó que el demagogo le inundara de injurias en el
Consejo (cf. Acarnienses, 380) por haber hablado mal de la ciudad en presencia de
extranjeros.
Se desconoce la fecha de la muerte del poeta. Posiblemente tuvo lugar poco después
de la representación del Pluto (388 a. C.).
2. LA ÉPOCA DE ARISTÓFANES
Desde el punto de vista histórico, la vida de Aristófanes coincide, pues, con el momento
del máximo esplendor económico, político y cultural de Atenas, con la derrota ante
Esparta de esta y el derrocamiento de la democracia, la implantación del régimen de los
Treinta tiranos, la restauración posterior de las libertades y la recuperación, en un tono
menor, de la vida privada y pública en todas sus manifestaciones. En su niñez recibió la
educación tradicional de los muchachos atenienses. Conoció, así como en su
adolescencia y primera juventud, el auge del imperialismo ateniense bajo el liderazgo de
Pericles y el establecimiento, con los sucesores de este, de la democracia radical. Durante
los años de juventud y madurez vivió los duros años de la guerra del Peloponeso y tuvo
la desgracia de contemplar la derrota de Atenas y ser testigo del derrocamiento de los
ideales de la democracia periclea, tal como lo refleja su última obra conservada, el Pluto.
Desde el punto de vista cultural, asistió al desarrollo de la retórica y de la sofística,
cuyos presupuestos pugnaban con el tipo de educación que recibió en la niñez, aunque
no por eso dejaran de influirle sus enseñanzas.
Desde el punto de vista de la actividad teatral en la que vivió inmerso, conoció la obra
de Sófocles y pudo observar, con cierta inquietud, como iba ganando progresivamente el
favor del público el teatro de Eurípides. Dentro de su especialidad rivalizó con Cratino y
Eupolis, tuvo la fortuna de saborear las mieles del éxito y apurar las hieles del fracaso,
para asistir hacia el final de su vida a la desaparición de la tragedia como género literario
y a la muerte también, por ausencia de los condicionamientos socioculturales que la
hicieron posible, de la Comedia Antigua en la que fue maestro insuperable.
Humor verbal
Parodias a plegarias, oráculos, proverbios y relatos de sueños, en las formas
estereotipadas que les eran familiares a sus contemporáneos. Siente predilección por
imitar la dicción trágica, bien citando libremente lugares concretos, con versos o
hemistiquios ligeramente cambiados, bien variando o deformando su modelo con un
truque de sonidos o mediante la adición de trivialidades. Otras veces recurre a al léxico
trágico para elevar irónicamente el nivel del leguaje, o parodia las formas poéticas
trágicas: el treno, el kommós, la monodia y el amoibaion. Acudir a las formas más nobles
de versificación para expresar necedades o trivialidades por el efecto de la incongruencia
entre forma y contenido.
Lenguaje obsceno (αισχρολογία) y el insulto (σκώμμα), que obedecen al principio del
énfasis mencionado anteriormente.
Enzo Degani distingue una ‘escrología negativa’, propia de las primeras comedias y al
servicio de la denominada por Aristóteles ιαμβική ιδέα, cuyo objetivo es el
desenmascarar y exponer al público ludibrio las corrupciones de todo tipo. Es la que se
encuentra en Los caballeros, en el agón de Las nubes, en las invectivas de los coros de
Las avispas y en las escenas iniciales de Los acarnienses y La paz y tiene una índole
fundamentalmente homosexual y escatológica. Sirve para estigmatizar a los λαικασταί y
καταπύγονες que infectan la vida de la polis.
Junto a ésta hay un tipo escrológico ‘positivo’, ligado a temas de paz y de fertilidad (y por
ende decididamente heterosexual), que canta los beneficios de la paz y el fin de las
restricciones impuestas por las circunstancias bélicas. Se le puede encontrar en las partes
finales de Los acarnienses y La paz, en las pequeñas ‘Dionisias’ rurales celebradas por
Diceópolis (Acarnienses, vv. 241-279) y en Las aves (vv. 703 ss.). Un tercer tipo de
obscenidades sirve para caracterizar mediante escatologías bufonescas a los personajes,
por ejemplo a los rústicos Diceópolis (.Acarnienses, 30 ss.) y Estrepsíades (Nubes, vv. 9,
293, 295, 411) y se aproxima peligrosamente al cuarto tipo de escrología que no cumple
ninguna función dentro de la economía de la pieza y constituye un fin en sí misma. Es ésta
la que se encuentra en la primera parte de Las ranas y en Las asambleístas. El insulto y la
escrología muestran, pues, una evolución afín. En un primer momento (comedias
anteriores al 420 a. C.) cumplen una función en la lucha política y en la economía
escénica. En un segundo estadio carecen de funcionalidad dramática y sólo se justifican
como una concesión a los gustos del sector menos culto del público.
Fuera de la parodia y de la escrología, el humor verbal aristofánico ofrece tres vertientes
principales: las formaciones de comicidad propia y los juegos con el significante y con el
significado del léxico. En el primer caso nos referimos a un hecho de experiencia en todo
idioma. Hay palabras que, por su formación, infrecuencia de uso o carácter insólito,
despiertan de por sí la risa. Piénsese, por ejemplo, en el efecto grotesco y, por ende,
cómico producido por la acumulación de esdrújulos (palabras poco frecuentes en
castellano) en un mismo verso, un recurso predilecto de autores como Muñoz Seca. A
esta categoría pertenecen los neologismos (p. ej., χαιρηδών, Acarnienses, y sobre todo,
άλγηδών) y los compuestos desmesurados tan característicos de Aristófanes, que no es
menester siquiera ejemplificar.
Los efectos cómicos en el plano del significante se pueden agrupar en tres categorías: los
homoióptota o cadencias rimadas deformando, si es preciso, las desinencias (χαίρομαι
sobre ήδομαι); la imitación de dialectos o acentos extranjeros (el megarense y el beocio
en Acarnienses, el espartano en Lisístrata); y las secuencias fónicas sin sentido que
pretenden reproducir un idioma extranjero (el persa en Acarnienses) y se prestan a
disparatados ensayos de interpretación. De la comicidad basada en los sonidos32, que se
encuentra en el grado inferior del humor verbal (cf. el retruécano), se asciende al juego
de palabras y por lo tanto de conceptos. Una de las manifestaciones típicas es la
homonimia y el contraste entre el sentido metafórico y el literal de un término, que da
lugar a un choque entre la lógica profesional y la del sentido común. Con este recurso se
opera ampliamente en la escena del adoctrinamiento de Estrepsíades por Sócrates en
Las nubes. Algo diferentes son las evocaciones etimológicas forzadas que dan un doble
sentido a étnicos y nombres propios, que producen como en el caso anterior un
fenómeno de doble asociación. Al mismo fenómeno conduce la substitución o
deformación fónica. En Las avispas (v. 45) se le hace decir a Alcibiades, que pronunciaba
mal la r, a propósito de un tal Teoro que tenía la nariz corva: «Teolo tiene la cabeza de
kólax», con lo cual ‘cuervo’ (kórax) se transformaba en kólax (‘adulador’). El nombre del
general Laques se presenta como Labes y, con dudoso gusto y gran irreverencia, Zeus
kataibates ( ‘fulminador’) aparece como skataibates (‘fulminador de mierda’).
El tipo de versificación, como ya hemos apuntado al referirnos a la paratragedia, puede
cumplir también una función cómica por la incongruencia entre la nobleza de la forma y
la vulgaridad del mensaje con ella transmitido. Los docmios (y también los dimetros
anapésticos), propios del lamento trágico, provocan la risa en la comedia por su empleo
paratragédico.
Los autores trágicos se ensayaban en elevar la voz, y los cómicos en modularla, con
trémolos y cambios de tono, desde el grave al agudo. Como el propio nombre de pnigos
(‘ahogo’) indica, ciertas partes de la parábasis y del agón se recitaban a un tempo muy
rápido. La gesticulación que acompañaba a la recitación del papel era más violenta que
en la tragedia y muchas veces obscena, para producir un ‘visual joke’. Lo mismo ha de
decirse de los dos tipos de danza cómica, el kórdax y la sikinnís.
El vestuario y la máscara cómica, como el propio Aristófanes se encarga de advertir en la
parábasis de Las nubes, ya de por sí producían risa en el espectador ingenuo. Aunque ni
las máscaras cómicas, ni los rellenos que acentuaban la curvatura del vientre y de los
glúteos, ni los grandes falos colgantes portados por los actores, nos parezcan lo más
apropiado para suscitar la risa, para los antiguos griegos desempeñaban una función
simbólica que, en virtud de asociaciones que hoy se nos escapan, provocaban ese reflejo,
de forma parecida a como predisponen a la hilaridad en el espectador moderno los
inmensos zapatones de Chariot o el bigote y el puro de Groucho Marx. Otra cosa son los
disfraces de animales portados por el coro y las mismas máscaras, vestigios de antiguos
rituales mágico-religiosos cuya prístina significación ignoraban ya los mismos griegos.
Por último, la escenografía, sobre todo cuando parodiaba las convenciones
escenográficas de la tragedia, cooperaba al regocijo general: así el ekkyklema y la
mechané. En este empleo paródico puede aparecer la ruptura de la ilusión escénica,
como cuando Trigeo, al ser elevado con su escarabajo por la mechané al cielo, le pide al
mecanista que no le tire al suelo.
5. LA LENGUA Y EL ESTILO
La lengua empleada por Aristófanes en sus comedias como lengua de base del contraste
cómico es el ático de finales del siglo V y comienzos del IV a.C.; ese ático, en suma, que
sirvió de base a la koiné y en que coexistían arcaísmos, innovaciones regularizadoras e
influjos jónicos. Utiliza tanto un ático más elevado como coloquial.
También hace uso de la retórica, aunque la articulación clara y lógica de sus discursos no
demuestran que Aristófanes hubiera estudiado retórica pero sí su interés y su
conocimiento del arte, que pudo aprender en los procesos y en las sesiones de la
Asamblea de una manera práctica, o con algún maestro, o con la lectura de algún manual.
En cuanto al estilo cómico propiamente dicho destacamos: la ‘escrología’ en sus
aspectos lingüísticos, el lenguaje figurado y la acumulación verbal.
- La escrología se manifiesta en el aspecto escatológico y obsceno. El lenguaje
escatológico, como agresión contra las normas y tabúes sociales, produce cierto
malicioso placer en quien lo emplea y lo escucha. EL lenguaje obsceno, en el
ambiente relajado de la comedia, sirve de espita a la agresividad sexual reprimida,
ofreciendo al público una especie de catarsis de las emociones sexuales y la
satisfacción del deseo. Esto se manifiesta en el uso de eufemismos para referirse
a los órganos sexuales y al comercio sexual. Henderson distingue entre
obscenidades primarias (expresiones que se refieren directamente a los órganos
sexuales, excrementos y las actividades relacionadas con ellos. Otras
obscenidades no son tan explicitas sino que se distancian de su referente
interponiendo figuras, comparaciones e imágenes.
- El lenguaje figurado se han de considerar las comparaciones y las metáforas. Las
metáforas se emplean con vistas a sorprender, hacer reír o provocar sentimientos
de indignación con simpatía.
- La acumulación verbal. Se entiende por esta la yuxtaposición al menos de tres
unidades semánticas (objetos, personas, nociones, ideas, acciones, situaciones,
calificaciones), que se añaden sucesivamente a las precedentes para responder a
una necesidad lógica, cuya expresión podría hacerse, con mayor economía, con
una sola de dichas unidades semánticas. Son más frecuentes en los prólogos, las
párodos, las parábasis y los éxodos. Tienden a aparecer en los tetrámetros
anapésticos y en los sistemas anapésticos, yámbicos y trocaicos. La acumulación
puede presentarse en forma de diálogo.
Se cuidan, asimismo, los efectos acústicos, como las aliteraciones: globales, cuando
afectan a la totalidad del conjunto; iniciales, o finales, originadas por la repetición de la
misma desinencia o de un mismo sufijo. Parecidos efectos producen la anáfora, por
repetición de la misma palabra (conjunción, preposición, adverbio, pronombre o
adjetivo) a comienzo de cada frase, cada colon o el homeoteleuton.
6. LA CRÍTICA POLÍTICA
Algo que está muy claro es que Aristófanes hace crítica política en sus comedias, pero lo
que aún no se sabe con certeza es el punto de vista desde el que hace esta crítica, ni la
finalidad ni los efectos conseguidos con esta. Hay tres vertientes opuestas:
- Los que consideran que es partidario o simpatizante de la nobleza. Defendería los
intereses de la aristocracia del pensamiento y el valor.
- Filología marxista. Los postulados de la estética marxista, que considera lo cómico
como una valoración crítica de fenómenos negativos, aunque enmendables por
la acción de las fuerzas sociales, y estima el conflicto cómico como una disputa
suscitada por una provocación que en sí lleva implícita una contradicción que es
desenmascarada por la parte provocada, desencadenado así los mecanismos de
la risa.
- Otra tendencia interpretativa consideraría a Aristófanes con un genial poeta
cómico desprovisto de un ideario político definido, es decir, esto no niega que
Aristófanes tuviese opiniones propias, sino que intenta no reflejarlas en sus obras.
Puede afirmarse con certeza que Aristófanes en ciertos aspectos sí tenía ideas claras: se
pone de parte de las ciudades explotadas por la presión tributaria de Atenas, rechaza el
expansionismo imperialista de su ciudad y se declara un firme partidario de hacer la paz
con Esparta, se opone a los demagogos belicistas (Cleón, Hiperbolo…). Sus críticas no
atañen a las instituciones sino a las personas que las representan. En definitiva, J.C.
Carriere lo tiene como un demócrata moderado y para M. Heath sus oras son políticas
porque toman la realidad política como punto de partida, pero no lo son en un sentido
estricto, ya que no aspiran a apoyar a ninguna fuerza política.
7. LA ACTITUD RELIGIOSA
Contexto religioso:
- A final del siglo V ya se había producido un importante cambio en la religiosidad
de los atenienses, caracterizado por la consolidación de la llamada “religión
patriótica” y la irrupción de la “religión individualista”.
Además, confluía todo el pensamiento filosófico de la época. La evolución del
pensamiento ético implicó la exigencia de justicia y moral en los seres divinos.
También se pone en duda la amoralidad de los dioses y el origen de estos.
- En el último tercio del siglo V aparecen el ateísmo (Tucídides elimina todo factor
natural en el acontecer histórico) y también se extiende el agnosticismo.
Frente a este panorama de abierta crítica y franca decadencia de las antiguas creencias
religiosas, estas se mantenían aún vivas entre las gentes más ingenuas. Menudearon los
casos de asébeia (impiedad) y se fomentó la adivinación. Esta descripción panorámica del
mundo espiritual de Atenas es imprescindible para comprender el difícil equilibrio en que
debía moverse Aristófanes.
Ante la religión olímpica, el conjunto de sus comedias incita a creer que para el cómico
esta, tal como la habían presentado sus grandes codificadores, Homero y Hesíodo, era ya
pura mitología.
En la actitud aristofánica frente a la religiosidad individual y a las variopintas
manifestaciones de la superstición, se descubre la misma ironía despectiva. Frente a las
manifestaciones populares de la religiosidad su postura es la de un agnosticismo irónico.
Sin embargo, hay algo ante lo que Aristófanes se detiene: la religión patriótica. En sus
comedias no se encuentra la visión irónica alguna a lo más sagrado de la religión
ateniense: Atenea, Teseo, los misterios de Eleusis. El comediógrafo, que es la antítesis
misma del homo religiosus como Sófocles, se encuentra bromista con la mitología
tradicional y es despectivo con las manifestaciones populares de la religiosidad, solo
parece tener un cierto respecto a los cultos y ritos ancestrales de la patria.
En la comedia hay más alusiones al dinero que en las demás fuentes literarias.
Ser pobre para Aristófanes significa la obligación de ganarse el sustento con el
trabajo propio. En cambio, la menesterosidad absoluta, la del desposeído total,
la del mendigo, no le inspira piedad sino desprecio.
- Esclavos: hay dos modalidades: el siervo fiel y el insolente, que aparece con mayor
frecuencia, por ser el más adecuado para provocar la risa,
- Extranjeros: apenas hay alusiones a estos aunque eran muy numerosos en Atenas.
La comedia aristofánica mantiene una actitud convencionalmente misógina. El héroe
cómico no se enamora, se satisface, goza sin trabas de su virilidad. Las relaciones entre
hombre y mujer se presentan como la gratificación de impulsos urgentes, tanto por parte
del varón como de la hembra. A las mujeres las acusa en las Tesmoforiantes de adulterio,
alcahuetería, locuacidad y afición a la bebida, pero nadie en el teatro tomaba en serio
estas imputaciones. Aun así, de las piezas aristofánicas, especialmente de Lisístrata y Las
asambleístas, se saca la impresión de que con las secuelas de la interminable guerra,
ausencias de hijos y maridos, viudedades, ruinas económicas, algo empezaba a relajarse
y que la mujer, exceptuadas las clases elevadas, andaba más suelta que antes y
comenzaba a dejar sentir su voz con más fuerza.
La sociedad reflejada en ella se muestra tolerante con la pederastia, siempre y cuando
sus cultivadores cumplan con los requisitos de ser activos en sus contactos
homosexuales, efectuarlos con adolescentes y alternarlos con otro tipo de relaciones
heterosexuales.
10. LA PRODUCCIÓN ARISTOFÁNICA
La Suda, en el artículo dedicado al cómico, enumera por orden alfabético las once
comedias conservadas, aunque precisa que su número se elevaba a cuarenta y cuatro
cita en otros lugares diecinueve títulos más.