Simbolismo Teologico
Simbolismo Teologico
Simbolismo Teologico
9 Cfr. H. A. WoLFS ON, Philo, Harva rd, 1948, 1, pp. 115-138. Harvard
10 H. A. WoLFS ON, Albinus and Plotinus on divine attribu
tes, en
Theological review, 1952, p. 117.
11 C. MOND ESERT , Clement d'Alexandrie, París, 1944, pp. 151-15
2.
12 Cfr. E. F. OsBOR N, The philosophy of Clement of
Alexan dria, p. 32.
174 FERNANDO MANRESA
b) Definición de símbolo
sus obras Das religiOse Symbol (1928) y Natur und Sakrament (1929). Si se
quiere alcanzar una comprensión más cercana del simbolismo de Schelling,
cfr. E. BREHIER, Schelling, pp. 124-263; V. JANKELEVITCH, L'odyssée de la
conscience dans la derniere philosophie de Schelling, pp. 249-309. Para
una visión de conjunto de la doctrina del simbolismo religioso en los
siglos XIX y XX, cfr., las tesis de E. BRUNNER, Das Symbolische in der
religiosen Erkenntnis; H. LooF, Der Symbolbegriff in der neueren Reli-
gions-philosophie und Theologie; P. BARTHEL, Interprétation du langage
mythique et théologie biblique, pp. 152-198.
15 Cfr. Religious symbols and our knowledge of God, p. 189; Theology
and symbolism, p. 108, Dynamics of faith, p. 41.
16 The religious symbol, en Daedalus, 1958, p. 3.
17 Habitualmen te hasta ahora los dos términos -signo y símbolo- han
sido vagamente equiparados. Cfr. J. MARITAIN, Signe et symbole, en Quatre
essais sur l'espirit dan:s la condition charnelle, París, 1956, pp. 59-124.
18 Ha habido quien ha entendido la idea de participación en Tillich
como residuo de un platonismo no filosófico sino mítico: el hombre gracias
a la reminiscencia mítica y al poder evocador de los símbolos podría en-
contrar su verdadera esencia, su ser auténtico, podría encontrarse, en la
plenitud del lenguaje original. Sin embargo, por nuestra parte creemos que
Tillich retiene de esta doctrina no la idea de reminiscencia como tal, sino
la idea de una unión cognoscitiva entre sujeto y objeto a pesar de la alie-
nación de la existencia respecto de la esencia (platonismo epistemológico):
«El hombre en el estado de separación existencial no puede alcanzar el
mensaje del Nuevo Ser por la reminiscencia. Este mensaje debe «ad-venir»
176 FERNANDO MANRESA
al hombre, debe serie pronunci ado: es objeto de una revelación». Sin em-
bargo a la hora de interpret ar con cierta precisión la idea de «particip ación»
en Tillich nos encontramos con cierta vacilación dentro de su propio pen-
samiento: -por una parte afirma que los símbolos tienen un poder intrín-
seco (Selbstmachtigkeit), más adelante precisa que dicho poder es un poder
inherente a la misma naturalez a (Naturma chtigkeit ); comporta en sí misma
tal dinamismo que puede trascenderse a sí misma y abrirse a lo sagrado. El
símbolo -dentro de dicho contexto - será un elemento de nuestra realidad
finita que por su autotrans cendenci a se convierte en receptácu lo de lo In-
condicionado. Tales símbolos naturales, reconoce Tillich, permane cen equí-
vocos o ambivalentes: tanto pueden evocar una realidad divina como de-
moníaca. Solamente cuando la naturalez a queda integrada dentro de la
historia de la salud puede convertirse en signo aqténtico de lo sagrado, en
verdadero sacramento y símbolo divino. El símbolo puramen te natural está
siempre amenazado por la magia. el pansimbolismo romántico o la ficción
mitológica. Es pues más su carácter «histórico» que su origen «natural»
lo que !e constituye en auténtico símbolo; -por ütra parte aíirma Tillich
que si el símbolo participa de la realidad significada es en razón de la
participa ción de toda realidad finita en el infinito, en el fondo último del
ser. Y en consecuencia la participa ción del símbolo en la realidad signifi-
cada tiene que ser compren dida en el cuadro de la doctrina de la analo-
gía del ser: se da una participa ción de todo lo que es en el Ser mismo.
Parangon ando esta doble afirmación nos encontra mos con que Tillich no
acaba de integrar la dimensión «histórica» del símbolo con su carácter
«ontológico».
A pesar de esta ambigüed ad fundame ntal de la concepción de Tillich
sobre el símbolo podemos afirmar que si por un lado, en el plano pura-
mente semántico, resulta demasiado drástica su distinción entre signo y
símbolo; por otro lado, por su análisis ontológico, nos pone ante una reali-
dad sumamente importan te: el lenguaje puede situarse a distintos niveles
de significación. Puede ser simplemente utilitario e informat ivo (lenguaje de
puros signos) o puede revelar el ser (lenguaje auténtica mente simbólico).
19 Esta frase no debe conducir a pensar
que para Tillich la relación entre
lenguaje y realidad es puramen te convencional. Tillich siempre sostuvo que
las palabras no son simples signos convencionales, sino auténticos símbolos.
En The Protestant Era, p. 98, dice: «The word as breath, as sound, as
something else, is a natural phenome non. At the same time however , a
word is the bearer of a meaning. There are two possible ways of
understan ding the relation between the word as a natural phenome non and
the word as a bearer of meaning. The one possibility is to deprive the
word of its intrinsic power and to deny essencial relation between the
word and the meaning it bears. The power, the significance, the penetrati ng
force of words is then attribute d to the meaning which could be expresse d
as well as by other words. The words are thought of as arbitraril y inter-
changeable. The other possibility is to consider the sound and the meaning
as bound together in such a wall that the natural power of words becomes
the necessary bearer of its power of meaning, so that the one is not possible
SIMBOLISMO RELIGIOSO EN PAUL TILLICH 177
without the other. Where this is asserted, words by their natural power
are potential bearers of a transcendent power and are suitable for sacra-
mental usage... The «realistic» interpretation alone provides an adequate
interpretation of their nature.»
20 No hay filosofía y teología del símbolo que no partan de la diferen-
ciación entre signo y símbolo. Pero es preciso analizar más de cerca si dicha
diferenciación es tan adecuada como a simple vista parece. Según Tillich
en lógica o matemáticas no se debería hablar de «símbolos» puesto que en
ellas no se usan más que signos convencionales. En el plano religioso, por
el contrario, no se debería decir que los sacramentos son signos puesto que
participan de la realidad significada, son por tanto símbolos. Sin embargo,
la misma matemática se ve obligada a distinguir en el interior de su disci-
plina entre signos puramente operativos (v. g., el signo «más» y el signo
«menos») y símbolos que designan contenidos u objetos (v. g., a, b, e, cuan-
do designan magnitudes o los signos químicos H, O, C, que se refieren a
cuerpos). Tillich se ve obligado por otra parte a constatar que hay signos
que se pueden convertir en símbolos (v. g., los objetos de culto) y símbolos
que se pueden convertir en signos (v. g., el signo de la cruz). Esta diferen-
ciación -en el campo mismo del signo-, de tipo semántico, muestra ya el
carácter insatisfactorio de la drástica distinción que hace Tillich entre
símbolo y signo.
21 Cfr. The religious symbol, pp. 3-4.
22 Dynamics of faith, p. 42; The Protestant Era, p. 69.
23 Los símbolos, dice Tillich, no pueden ser reemplazados arbitrariamen-
te por otros. Pero sorprendentemente añade: la vida de los símbolos está
limitada en el tiempo y en el espacio. Nacen y mueren, no son ni univer-
sales ni eternos, sino correlativos a una situación. Cuando ésta cambia, los
símbolos se transforman. A la dinámica del ser y de la historia corresponde
por tanto una dinámica de los símbolos. No se trata de una situación
cultural o técnicamente variable puesto que los símbolos no pueden ser
destruidos por una crítica puramente racional, científica o histórica. No se
trata de un cambio del Ser mismo puesto que el mismo Tillich rechaza la
idea de Schelling de -una teogonía: «Hablar de un hacerse de Dios desequi-
libra la balanza entre la dinámica y la forma y sujeta a Dios a un proceso
que tiene el carácter de lo fatídico o que está completamente abierto al
futuro y que tiene el carácter de un accidente absoluto. En ambos casos
la divinidad de Dios ha sido liquidada.» Tampoco se trata de una espon-
taneidad creativa del inconsciente colectivo puesto que también rechaza
Tillich expresamente dicha posibilidad. En realidad pues lo que cambia es
la situación existencial del hombre. Situado en una historia, en el transcurso
de la misma, no encuentra la realidad última siempre de la misma manera.
Estos cambios en las relaciones del hombre con el fundamento de su ser,
estas variaciones en la experiencia de lo sagrado, que Tillich llama «cam-
bios en la correlación», en la situación revelatoria, son los que determinan
el dinamismo de los símbolos, su nacimiento y su muerte: su destino. La
historia de la vida y de la muerte de los símbolos es toda la historia confusa
y tumultuosa de las civilizaciones y religiones. Existe, sin embargo, una
clave dentro de esta historia: la relación a la realidad última. Sólo es
3
178 FERNANDO MANRESA
rica,
símb<?los cognoscitivos 35 • Otra enumeración, más bien gené
. Los
contrapone los símbolos a los símbolos-signo (sign-symbols)
lmen-
símbolos-signo están formados por aquellas cosas que inicia
sím-
te eran meros signos pero que con el uso se convierten en
h
bolos 36 • En su ensayo The religious symbol distingue Tillic
tiene
aquellos símbolos «que expresan algo invisible que sólo
cul-
existencia en el símbolo -com o, por ejemplo, las creaciones
as
turales, las obras de arte, los conceptos científicos y las form
una
lega les-» de aquellos otros que expresan una cosa que tiene
de
existencia autónoma, por ejemplo, la bandera como símbolo
encia
una nación: la nación es una entidad que tiene una exist
diversa de la de la bandera 117 •
no
La primera parte de esta diversificación de los símbolos
zába-
resulta admisible por la misma razón por la que antes recha
puede
mos la tesis conforme a la cual la realidad simbolizada se
tesis,
reducir al aspecto trascendente del símbolo; es decir, dicha
en el ca~o del simbolismo religioso, no puede eludir cierto pan-
admi-
teísmo. Más allá de tal apreciación crítica, creemos que la
refe-
sión de un grupo de símbolos que tuvieran como punto de
del
rencia algo «que no tiene ninguna existencia más allá, fuera
olo,
mismo símbolo» se opone a la definición misma inicial del símb 38
o •
el cual remite necesariamente a una realidad distinta de él mism
n
símbolos tienen dos aspectos -obj etiv o y subj etivo - la adecuació
ién
que revalida a una cosa como símbolo debe referirse tamb
a ambos.
Se da adecuación en el aspecto subjetivo del símbolo si éste des-
que
vela en el hombre una dimensión que corresponde a aquélla a la
35 Dynamics of faith, pp. 117ss.
36 Religious symbols and our knowledge of God, p. 156.
37 The religious symbol, pp. 4-5.
38 La fuente de error en Tillich procede de la falta de distin
ción entre
se puede n referi r. Los
los varios planos de realidad a los que los símbolos única mente en nuest ra
símbolos se pueden referir a algo que puede existir nosot ros como reali-
mente, pero también a algo que puede existir fuera de
dad material o espiritual.
39 Dynamics of faith, pp. 96-97 y 42-43; Religious symbols and our
knowledge of God, p. 196; Existential analysis and religious symbols, p. 55.
182 FERNANDO MANRESA
sobre el ·símbolo religioso «is derived from the experience of actual faith».
(Cfr., pp. 58-59). Es preciso no olvidar esta intención de Tillich si se quiere
dar un juicio objetivo sobre su obra. No podemos, por tanto, suscribir el
comentario de Cochrane sobre la Systematic Theology cuando afirma que
no se trata más que de una filosofía sistemática: «a book which is not a
witnes to Christ but to "being itself"» (A. C. CocHRANE, Existentialists and
God, p. 91).
50 Para elaborar su doctrina sobre la revelación y sobre el conocimiento
religioso, parte Tillich no sólo de la influencia filosófica de Schelling, sino
también de su experiencia personal ante la obra de arte. Desde que la
tuvo intensamente no cesó nunca Tillich de comprender los símbolos reli-
giosos por la analogía respecto del lenguaje del arte. Así como hay ciertas
dimensiones de la realidad que no pueden ser comunicadas más que a
través del lenguaje artístico, así también el encuentro con la realidad última
no puede ser comunicado más que en un lenguaje figurativo y simbólico.
No es posible rechazar del todo tal analogía: es verdad que el lenguaje
científico describe un mundo de objetos o de relaciones objetivas; es
verdad que el hombre no llega a expresar efectivamente su experiencia más
profunda del ser y de la exitencia, ~ino a través del lenguaje más rico y
más indeterminado de los símbolos. Mientras el lenguaje no simbólico des-
cribe e indica, el simbólico sugiere y expresa, comunica verdaderame nte
«el sentido». Según G. Durand, basado en los trabajos de Piaget, el sentido
figurativo sería anterior al sentido literal. El lenguaje no simbólico no es
más que una conquista «segunda» de la humanidad. El primitivo, el niño,
y en realidad toda reflexión, incluso la científica, piensan a partir de imá-
genes y símbolos. Lo imaginario aparece así constitutivo de toda represen-
tación. Esto abre perspectivas interesantísimas para el teólogo. Se podría
decir que la Escritura no tiene ante todo un sentido literal y después otro
figurativo, sino que por el contrario es ante todo «figura»; y luego, letra.
Es por ello por lo que Tillich puede decir que «lo literal no es, es menos
que lo simbólico». El sentido literal, en esta perspectiva, es una objetivación
de un sentido figurativo y no el sentido primero y fundamental. A pesar
de esto, no se puede identificar el lenguaje del arte con el lenguaje reli-
gioso. Este comunica -como reconoce Tillich- una experiencia original,
un «suceso» fundante, una realidad contitutiva de todas las demás. El
lenguaje religioso no se limita a comunicarnos una dimensión más profunda
de las cosas; nos comunica lo que es «el fundamento de todas las otras
dimensiones», «el nivel del ser mismo» o del «poder último del ser», lo que
podríamos llamar «la dimensión de lo sagrado».
51 Tal afirmación es postulada por el mismo principio de correlación, el
cual exige que -estando el condicionado en correlación con el Absoluto-
participe de su realidad. Por eso en Tillich el simbolismo es una consecuen-
cia del principio de correlación.' «Where correlation is the fundamental
· principie of reality, as in Tillich's system, symbolism is its necessary con-
sequence. Where the finite is correlated to the infinite in such a way that
every finite participate in the infinite and everything points to the ground
186 FERNANDO MANRESA
4
194 FERNANDO MANRESA
interpretation of history, p. 102 ss.; Dynamics of faith, pp. 60-62; Art and
ultimate reality, pp. 5-7.
76 Systematic Theology, II, p. 114.
77 Al protestantismo también porque el «dogma» fundamental de éste con-
siste en excluir los «intermediarios» entre el hombre y Dios. Esta es tam-
bién la doctrina del misticismo que busca establecer una unión directa e
inmediata con Dios. Por tal razón Tillich, haciendo suyo un acercamiento
místico con los símbolos, se mantiene fiel al principio primero del pro-
testantismo.
78 G. TAVARD, Paul Tillich and the christian message, Schribners, Nueva
York, 1962.
SIMBOLISMO RELIGIOSO EN PAUL TILLICH 195
FERNANDO MANRESA, S. l.
93 o. c., p. 121.
91 o. c., p. 122.
95 McLEAN, art. cit., pp. 214 s.