01.abruzzese - Gimenez.Chena Curan. Trabajo Social en El Campo Socio Juridico Intervenciones en El Contexto de Pand

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Título: El Trabajo Social en el campo socio-jurídico, intervenciones en el contexto de

pandemia.
Autoras: Lic. Daniela Abruzzese, Lic. Lilian Giménez Chena y Lic. Carla Curán.
Año: 2020

Resumen

El presente trabajo tiene por objetivo analizar el impacto que produce la incorporación
de la modalidad virtual, a partir del contexto de emergencia sanitaria por la pandemia
COVID-19, como medio en el cual se despliegan las intervenciones socio-jurídicas
desde el campo disciplinar del Trabajo Social en el ámbito penal.

Para tal fin nos centraremos en el análisis de entrevistas que como Delegadas
Inspectoras realizamos, desde la Prosecretaria de Intervenciones Socio-Jurídicas de
la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, a personas que se
encuentran detenidas en Alcaidías y Comisarías de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, tomando como período: Abril - Agosto de 2020.

La introducción de la modalidad virtual como una herramienta válida en las


circunstancias actuales requiere de un desarrollo y fortalecimiento de nuestra
especificidad profesional para continuar respondiendo a la tarea encomendada

Entendemos que, de esta forma, podemos aportar a un servicio de justicia que


continúe respetando y reflejando la trayectoria de vida de las personas con las que
intervenimos.

Palabras Claves: Intervenciones socio-jurídicas- Trabajo Social- Covid-19- Virtualidad -


Personas privadas de su libertad
Introducción

En el presente artículo nos proponemos compartir algunas de las características que


adquieren las intervenciones realizadas por el cuerpo de Delegadas/os Inspectores
(de aquí en adelante D.I), adscriptos a la Prosecretaria de Intervenciones Socio-
Jurídicas, dependiente de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional de la Capital Federal, en el contexto de emergencia sanitaria por la
pandemia COVID 19.

En este sentido, creemos importante mencionar que la/el D.I cumple su función como
agente de justicia a través de dos equipos: un equipo multidisciplinarioi que interviene
en el marco de un proceso penal de una persona adulta imputada por la comisión de
un delito llevado a cabo en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y otro
equipo interdisciplinario, adscripto a Juzgados Nacionales de Menoresii, que interviene
con jóvenes en conflicto con la Ley Penal; con el objetivo de que la/el joven comprenda
su situación dentro del sistema penal, las alternativas del proceso y los efectos que su
actitud puede generar al momento de decidir la eventual imposición de una pena. Este
equipo trabaja para que la/el joven se involucre responsablemente en el proceso, que
le ofrece la posibilidad, mediante la “disposición”, de prepararse para enfrentar el juicio
en las mejores condiciones posibles. Dicha tarea implica, entre otras cuestiones, la
construcción de un vínculo motivador, desde un acompañamiento personalizado, que
permita el reconocimiento de sus potencialidades y tienda a su implicación subjetiva
en la construcción de un proyecto de vida consensuado y sostenible. (Base General
de Datos de Niños, Niñas y Adolescentes, 24 de Julio de 2020).

En cuanto a la tarea de la/el D.I que trabaja con población adulta, en la que nos
centraremos en este trabajo, la misma consiste en la confección de un informe social
o socio-ambiental, requerido por el Inc. C del Artículo 99 del Reglamento para la
jurisdicción en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, de forma tal que el juez
interviniente cuente con datos objetivos en dos momentos claves del proceso penal,
en primera instancia, en Juzgados Criminales y Correccionales, pudiendo incidir
directamente para definir si ese sujeto permanece privado de su libertad o no, y
posteriormente en Tribunales Orales en lo Criminal y Correccional, donde luego de

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darse el debate correspondiente al juicio, también valorarán el informe como dato
relevante para atenuar o agravar la pena a fijar. En ambas instancias, puede ser
utilizado para la toma de decisión acerca de la aplicación o no de una medida
alternativa.

La elaboración del informe social surge de una primera y única entrevista realizada en
las unidades de detención transitoriaiii o en la sede de la Prosecretaria de
Intervenciones Socio-Jurídicas o bien, en unidades carcelariasiv; mientras que el
informe socio-ambiental es producto de una entrevista realizada en el domicilio
declarado, ya sea de la persona encausada o de los familiares que le brindarán un
lugar de residencia en caso de ser liberada/o. Esto dependerá de lo solicitado por el
Juzgado/Tribunal/Fiscalía interviniente y de la particularidad de cada situación
procesal.

Desde este marco normativo institucional y específico, el día 16 de abril del año en
curso a partir de la comunicación efectuada por la Secretaría de Superintendencia a
los juzgados del fuero, se incorpora la virtualidad en la cotidianeidad de las
actuaciones profesionales (Prosecretaria de Intervenciones Socio-Jurídicas, Abril de
2020). Esta modificación, que atraviesa a todas las áreas, trae aparejados desafíos
con distintas aristas, los cuales pretendemos abordar desde el campo disciplinar del
Trabajo Social.

Creemos oportuno aclarar, que el período de análisis se encuentra comprendido entre


los meses de abril y agosto del año en curso. Una vez hecho este señalamiento, en
primer lugar, presentaremos una breve síntesis del estado de situación de las
condiciones de detención previas a la pandemia.

En segundo lugar, ante la declaración de emergencia sanitaria, expondremos las


recomendaciones de intervención para la atención de personas detenidas.

En tercer lugar, analizaremos el estado de situación de las personas detenidas


durante la pandemia haciendo hincapié en los ingresos a Comisarías y Alcaidías.

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Por último, profundizaremos en el impacto que produjo la incorporación de la
modalidad virtual, como medio en el cual se despliegan las intervenciones
profesionales en el contexto actual.

1. Contextualización. Situación de las condiciones de detención previas a la


pandemia.

Los abordajes profesionales vinculados con el sistema penal se despliegan en el


marco de una crisis carcelaria, evidenciada, entre otras cuestiones, en la
sobrepoblación de estas instituciones.

Entre 2008 y 2018 la tasa de encarcelamiento argentina subió un 55%: pasó de


137 a 213 personas encerradas cada 100 mil habitantes. Entre 2000 y 2018, la
población privada de la libertad se multiplicó 2,5 veces. Esto representa un
crecimiento de casi 57 mil personas. Según el Sistema Nacional de Estadísticas
sobre Ejecución de la Pena (SNEEP), en diciembre de 2018 había 94.883
personas privadas de la libertad en el país (...) Una consecuencia grave de la
superpoblación es que las comisarías se usan como lugares de detención (…)
En el sistema federal, en marzo de 2020 había 660 personas en dependencias
de fuerzas de seguridad (CELS, Mayo 2020, párr. 4 y 5).

Esta crisis se ancla en un problema estructural generado por una pluralidad de


factores atribuibles a diferentes organismos estatales. Entre ellos podemos
mencionar: la implementación de políticas criminales, donde la medida de privación
de libertad se torna la principal respuesta a las necesidades de seguridad ciudadanav;
“la carencia de infraestructura adecuada para alojar a la creciente población
penitenciaria y el uso de lugares completamente inadecuados, como comisarías; la
utilización excesiva de la prisión preventiva con carácter general; entre otros”
(INEJEP, Mayo 2020, p.1).

Asimismo, los criterios utilizados para la determinación del cupovi o capacidad de cada
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establecimiento aparecen como otro factor fuertemente vinculado a la sobrepoblación,
visibilizándose aquí el interjuego entre el cupo declarado y el cupo realvii.

Consideramos que esto conlleva a situaciones de hacinamiento, muchas veces crítico,


que agravan el régimen de encierro, agudizando las situaciones de trato inhumano y
degradante. De esta manera, no se respeta la garantía de recibir un trato digno y
condiciones de detención adecuadas.

Ambas dificultades generan un impacto directo en “la vida carcelaria” provocando que:
las ofertas educativas, laborales o socioculturales se vean colapsadas, aumente la
tensión entre las personas privadas de libertad, lo que deriva en problemas de
convivencia y de esa manera se profundice el deterioro de las condiciones de higiene
y salubridad, así como el de las condiciones materiales de detención en los
establecimientos.

Lo expuesto hasta aquí, integra sólo un recorte de los fenómenos gravosos, entre los
que transcurre la vida en situación de encierro; generando la vulneración de diversos
derechos económicos, sociales y culturales de las personas privadas de su libertad.

Cabe señalar que a partir del panorama detallado, el Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos decretó en marzo de 2019 la “Emergencia en Materia Penitenciaria” viii (Res.
184 – 2019) por el término de tres años, en el ámbito del Servicio Penitenciario
Federal.

Hasta aquí vemos reflejado que el colapso del sistema carcelario en Argentina es de
larga data, poniendo de manifiesto la necesidad de contar con una respuesta efectiva
del Estado, como garante de derechos. Es en este cuadro de situación, donde se
suma lo aparejado por la crisis global provocada por la Pandemia Covid-19 declarada
por la Organización Mundial de la Salud (en adelante OMS).

En este marco surgieron diversas recomendaciones de especialistas y organismos

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nacionales e internacionales para evitar la propagación del virus. Ahora bien: ¿cómo
se aborda, previene y controla dicha propagación en los lugares de detención? Sobre
ello ahondaremos a continuación.

2. Recomendaciones de los Sistemas Internacionales de Protección de


Derechos.

A partir de la declaración de la pandemia COVID-19 comenzaron a expedirse


numerosos organismos internacionales, recomendando medidas tendientes a reducir
el riesgo de contagio en las instituciones carcelarias. A los fines del presente trabajo,
enunciaremos algunas de ellas:

A nivel internacional, la OMS y la OPS (Organización Panamericana de la Salud)


publicaron el 15 de marzo de 2020, una guía denominada “Preparación, prevención y
control del COVID-19 en las cárceles y otros lugares de detención”, la cual brinda
información para el personal y los profesionales sanitarios que trabajan en cárceles y
penitenciarias. Allí explica cómo prevenir y abordar un posible brote de enfermedad,
a la vez que destaca elementos importantes de derechos humanos que deben
respetarse en la respuesta al Covid-19 en las cárceles y otros lugares de detención.

Por su parte, el 31 de marzo,

“la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recomendó a los


Estados que adopten medidas para afrontar el hacinamiento: revisar la prisión
preventiva, dando prioridad a los grupos de riesgo y establecer alternativas a la
prisión para dichos grupos y para personas prontas a cumplir condenas.
Además, recomendó adecuar las condiciones de detención y garantizar el
acceso a la atención médica” (CELS, Mayo 2020, párr. 14).

Dentro de iguales parámetros se manifestaron otros organismos, como el Subcomité


de Naciones Unidas para la Prevención de la Tortura (SPT) y la Alta Comisionada de
las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), Michelle Bachelet,
instando a la reducción de la población carcelaria siempre que sea posible mediante
la implementación de esquemas de liberación temprana, provisional o temporal para
aquellos detenidos para quienes sea seguro hacerlo.

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Disposiciones y recomendaciones de las autoridades nacionales.

A nivel nacional, el 25 de abril, el Ministerio de Salud de la Nación publicó unas


"Recomendaciones para la atención y cuidado de la salud de personas en contexto
de encierro y sus trabajadores en el marco de la pandemia”, en las que señaló que se
debe salvaguardar la salud de los grupos vulnerables y el Estado debe garantizar la
dignidad de las personas privadas de la libertad. Las medidas recomendadas hacen
hincapié en mantener la higiene de las instituciones y las unidades móviles que se
utilizan para los traslados, proveer elementos de limpieza e higiene, generar espacios
de aislamiento adecuados, reforzar los equipos de atención sanitaria, controlar al
personal que ingresa al establecimiento y determinar un sitio apartado del resto de la
población penal para la atención de los casos sospechosos o confirmados, entre otros.

Al respecto, la Procuración Penitenciaria de La Nación en Mayo del 2020, (en adelante


PPN), propone en un informe que se establezcan mecanismos de control sobre la
atención de la salud de las personas privadas de libertad. Para ello, considera
necesaria la conformación de un Comité de Coordinación que pueda tomar decisiones
acerca de derivaciones hospitalarias, suministro de insumos a las áreas médicas del
SPF, control de la epidemia dentro de prisión, recolección y transmisión de datos
confiables, monitoreo de recursos disponibles en cuanto profesionales de la salud,
insumos, equipos de protección; es decir, aconseja un abordaje integral de la
pandemia mediante instancias de articulación entre las instituciones que conforman el
sistema de salud y las autoridades responsables de atención.

Asimismo, la Cámara Federal de Casación Penal emitió, el día 13 de marzo de 2020,


la acordada 3/20; recomendando la implementación de un protocolo para la
prevención del COVID-19 en contextos de encierro; mientras que la Cámara de
Casación Nacional en lo Criminal y Correccional emitió, el 23 de marzo, la acordada
5/2020 recomendando ayudar a la disminución de la sobrepoblación penitenciaria. En
ambos documentos, se propone dar prioridad a la atención de las/os internas/os que
integran los grupos de riesgo (CELS, Mayo 2020).

En lo que respecta al Servicio Penitenciario Federal, el 11 de marzo, anunció la


creación del “Comité de Crisis para la prevención, detección y asistencia ante el brote
epidemiológico del nuevo coronavirus COVID-19”, a través del DI-2020-47-APN-SPF.

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A partir del mismo, se dispuso el control médico para el personal penitenciario y para
la visita del penalix (Ministerio Público Fiscal de la Nación, 2020).

Finalmente, es necesario mencionar que el Comité Nacional para la Prevención de la


Tortura (20 de Marzo de 2020) elaboró una serie de recomendaciones para la
adopción de medidas en lugares de detención a raíz de la emergencia sanitaria; entre
ellas se encuentran: la necesidad de adoptar protocolos específicos sobre prevención
del COVID-19 en contexto de encierro, dar estricto cumplimiento con los principios de
necesidad, proporcionalidad y fin legítimo a cualquier restricción de las personas
privadas de la libertad, evitar cualquier traslado, aislamiento y separación que no esté
estrictamente justificado por protocolos sanitarios, y llevarlos adelante de la forma que
allí se prescribe, identificar a las personas que se encuentran dentro de los grupos de
riesgo a fin de que las autoridades judiciales puedan tomar las decisiones adecuadas
para resguardar su salud y limitar la utilización de la prisión preventiva de forma que
se adecúe estrictamente a los estándares nacionales e internacionales, entre otras.

Atendiendo a las recomendaciones antes expuestas y a la emergencia carcelaria, es


que nos resulta de interés analizar el estado en el que se encuentran las personas
alojadas actualmente en Comisarías y Alcaidías.

3. Estado de situación de las personas detenidas durante la pandemia.

Como ya hemos mencionado, las condiciones generales de detención se agravaron


desde el comienzo de la pandemia, tanto porque las cárceles se encontraban
colmadas, situación preexistente a la emergencia sanitaria, como por la orden de la
Dirección General de Régimen Correccional de prohibir el ingreso de personas al
Servicio Penitenciario Federal, incluyendo a las Unidades de tránsito 28 (en
Tribunales) y 29 (en Comodoro Py) entre los meses de marzo y mayo del año en
curso.

Frente a estas circunstancias las/os detenidas/os, en su mayoría por causas de


flagrancia, comenzaron a ser alojados en las Alcaidías y Comisarías de la Ciudad, así
como en Comisarías vecinales que se encuentran bajo su órbita, con el fin último de
evitar nuevos ingresos a las dependencias del SPF. De forma tal que éste pudiera

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concentrarse en la implementación de medidas tendientes a disminuir la
sobrepoblación, organizar los espacios y la distribución de las/os internas/os;
atendiendo a las recomendaciones de los Organismos Internacionales y del Comité
de Prevención de la Tortura (Defensoría del Pueblo Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, 2 de Julio de 2020).

En concordancia con ello, cabe destacar que la suspensión de ingresos a las Alcaidías
del SPF, de acuerdo a un informe de la PPN (Julio 2020), generó que las personas
detenidas, ya sea a disposición de la Justicia Federal, Nacional o de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, quedaran alojadas en Alcaidías y Comisarías de la CABA
destinadas a un alojamiento transitorio de 48 a 72hs, lo que provocó una situación de
colapso total, extendido éste a las Comisarías vecinales. En relación a ello, la PPN
recurrió ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional,
sosteniendo que:

las alcaidías de la ciudad son un lugar de tránsito y no garantizan la salud de


las cuarenta y cinco personas privadas de su libertad con diagnóstico positivo
de Covid-19, en la medida que no son aptas para el tratamiento de patologías
infectocontagiosas, no cuentan con infraestructura ni personal médico y de
enfermería, sino tan sólo con un legista. Con esa estructura no es posible
dispensarles la atención médica que requieren ni cumplir con los protocolos
sanitarios vigentes. Además, la permanencia de personas contagiadas con
Covid en las alcaidías de CABA pone en riesgo al resto de la población detenida
y al personal policial (Procuración Penitenciaria de la Nación, Julio 2020, párr.
8).

Por su parte el Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad a través de su Defensor


General Horacio Corti y la Defensora General Adjunta, Marcela Millán, presentaron un
Habeas Corpus colectivo, en relación a las condiciones de detención de las personas
que se encuentran sujetas a los procedimientos de flagrancia. Al respecto, El Comité
Local de Prevención de la Tortura (CABA) se expidió a través de la Recomendación
1/2020, donde expresó que: “las alcaidías de la Policía de la Ciudad son
establecimientos creados para un alojamiento de carácter transitorio y por tanto no
cumplen con los requisitos necesarios para el tipo de alojamiento prolongado que
implica una prisión preventiva” (Defensoría del Pueblo Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, 02 de julio de 2020, párr. 4)
9
Entendemos que lo expuesto por la PPN y el MPD de CABA es de suma importancia
para visibilizar el estado en el que se encuentran los centros de alojamiento antes
mencionados, demostrando la necesidad del traslado de detenidas/os contagiadas/os
con COVID-19 a la Unidad 21 (Centro Penitenciario de Enfermedades Infecciosas) o
a otros Complejos Penitenciarios del SPF que tengan lugar para recibirlas/os. En este
sentido es dable destacar que, “desde el SPF se hizo hincapié sobre las dificultades
para garantizar los cupos requeridos por la Ciudad en virtud de la situación que
atraviesa en sus complejos en el marco de la pandemia” (Defensoría del Pueblo
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 02 de julio de 2020, párr. 7).

A dicha situación, se suma la demora que se produce entre el momento de detención


y el tiempo que la persona espera para ser ingresada y luego alojada en alguna
Comisaría o Alcaidía, debiendo esperar, en ocasiones, una gran cantidad de horas en
un patrullero. Habitáculo que no se encuentra preparado para ello, careciendo de
instalaciones sanitarias, alimento, abrigo y atención médica en el caso de que fuera
necesario.

Por último, queremos resaltar que, de acuerdo a lo expuesto en uno de los Reportes
Estadísticos de la PPN (Junio 2020), “las medidas adoptadas hasta el momento no
fueron suficientes para evitar el ingreso y la circulación del virus dentro de los espacios
de encierro” (p. 9).

Este nuevo contexto, nos invita a reflexionar acerca de cómo construir un Trabajo
Social socio-jurídico desde lo virtual, de forma tal, que contribuya a garantizar un
servicio de justicia que continúe contemplando la trayectoria de vida de las personas
privadas de su libertad.

4. Trabajo Social y Virtualidad: posibilidades y desafíos en las


intervenciones.

Dentro del contexto descripto, observamos como las intervenciones socio-jurídicas


desde el campo disciplinar del Trabajo Social comenzaron a transitar “el mundo
virtual”; reanudando las entrevistas con la población destinataria de nuestra tarea,
mediante comunicaciones telefónicas y videollamadas vía WhatsApp. En la primera
etapa, iniciada el 16 de abril, con personas detenidas en Comisarías y Alcaidías de
10
esta ciudad y en la segunda etapa, comenzada el 7 de mayo, se amplió el espectro
de informes abarcando aquéllos solicitados por todos los juzgados del fuero (aunque
no se encontraran de turno), y por los Tribunales Orales en lo Criminal y Correccional.
Asimismo, se comenzó a dar trámite a pedidos de informes a los efectos de los arts.
26 y 41 del CP, en relación a ciudadanos en situación de detención morigerada y
desde el 26 de junio se incorporaron, con ciertas restricciones, aquellos que se
encuentran en el medio librex (Prosecretaria de Intervenciones Socio-Jurídicas, 15 de
Abril de 2020, 25 de Junio de 2020).

Esta ampliación implicó la inclusión de otras aplicaciones informáticas como Zoom,


Skype, Microsoft Teams y Google Meet en entrevistas con personas detenidas en
Complejos Penitenciarios y, en caso de ser necesario, con aquellas que se encuentran
en libertad.

En un principio, observando y tomando conocimiento de los cambios que se


avecinaban, sentimos cierta resistencia, nos costaba visualizar las modificaciones que
serían necesarias introducir en nuestras intervenciones y poder adaptarlas a la
modalidad virtual; preguntándonos: ¿cómo recuperar las trayectorias xi de vida de las
personas desde la virtualidad? ¿cómo sería posible respetar la intimidad de la persona
detenida durante el desarrollo de la entrevista?, ¿sería posible sostener un
intercambio fluido?, ¿qué pasaría con las expresiones no verbales, con lo gestual, lo
corporal?

Luego fuimos aggiornando nuestras intervenciones, reconociendo que la modalidad


virtual se convertiría en la nueva forma de comunicación, que atravesaría nuestras
actuaciones profesionales, permitiéndonos dar cumplimiento a la tarea encomendada.
En relación a esto, Carballeda expuso: “en el contexto de Pandemia, la intervención
social comienza a dialogar con el mundo virtual, dado que se realiza a distancia. Un
ejemplo de ello es la virtualidad de las entrevistas, como nuevas modalidades de
intervención” (Consejo de Trabajo Social de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 13
de agosto de 2020).

Retomando lo último que el autor plantea, la virtualidad de las entrevistas como


nuevas modalidades de intervención, queremos detenernos en el encuadre de la
misma, entendiendo que se trata de un conjunto de condiciones constantes dentro de
las cuales se desarrolla, que son de carácter variable, que cumplen una función de sostén y

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que permiten un mínimo de interferencia en la tarea (Robles C., 2004).

Consideramos que, tratándose del ámbito del poder punitivo del Estado, al entablar
comunicación con la persona detenida, resulta necesario comenzar por explicitar
quiénes somos, cuál es la finalidad de la entrevista y del informe resultante y, sobre
todo, asegurarle a la/el entrevistada/o el clima para que se sienta con la libertad de
relatar lo que quiera en relación a las preguntas que se le van formulando, con el
propósito de generar las bases que permitan establecer una relación empática, como
condición necesaria para la intervención.

En este sentido, podemos afirmar que la utilización de un medio tecnológico, no impide


respetar el encuadre de la entrevista; entendiendo a

“(l)a intervención, como proceso artificial, como un venir entre, que exige desde
la posición de los profesionales, la capacidad teórica para comprender esa
demanda e incorporar la dimensión ética en términos de reconocer las
consecuencias que sobre el otro, produce la intervención. Nos estamos
refiriendo a la producción de sentido específico que realizamos respecto de los
sujetos: la promoción de sus autonomías, o la cancelación de las mismas.
(¿Sujetos de asistencia?; ¿Sujetos de necesidades?; ¿Sujetos de derechos?;
¿sujetos de deseos?)” (Cazzaniga S., 2009, p.1-2).

Ahora bien, al iniciar la entrevista nos encontramos con dificultades generadas por las
condiciones físicas de detención que repercuten en las características constantes y
que forman parte del encuadre, siendo necesario resaltar que algunas de las mismas
son preexistentes a la incorporación de la modalidad virtual. Entre las que podemos
destacar: temporales, espaciales, funcionales o vinculares, personales (rasgos
particulares), fácticas (clima, temperatura, luz, ruidos). Aquí intentaremos desglosar
algunas de ellas.

En la práctica, sucede que, generalmente, las Comisarías y Alcaidías disponen de un


único teléfono para la diversidad de llamados realizados a lo largo de la jornada
laboral; por lo que el factor tiempo puede influir al momento de explicitar
detalladamente los motivos de la intervención. A esto se suman factores externos,
tales como: cortes de luz, agotamiento de la batería del teléfono utilizado, tiempo de
espera durante la carga del mismo, ruidos propios del espacio de encierro, los ruidos

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de nuestras viviendas, ya sea por familiares convivientes o ruidos del ambiente, entre
otros.

Asimismo, otra dificultad con la que nos encontramos está relacionada con la cantidad
de actos procesales que se llevan a cabo de manera remota, los que, en varias
ocasiones, se superponen, por lo cual se torna necesario establecer una dinámica de
coordinación y espera con otras/os agentes judiciales (Juzgados, Defensorías,
Fiscalías, entre otros). Estas situaciones se presentan como nuevos desafíos,
vinculados con la necesidad de adaptar la entrevista a espacios que se fueron
transformando en función de este contexto, los cuales adquieren características
diferentes a las ya conocidas, requiriendo, en más de una oportunidad, contar con la
suficiente plasticidad para reanudar el vínculo con la persona entrevistada luego de
interrupciones producidas en el transcurso de la entrevista.

Tal como plantea Cazzaniga S.,

“la noción de espacio hoy necesita ser revisada en clave de, por una parte,
poder reconocer la multiplicidad y las formas nuevas en que hacen su aparición
los espacios (los virtuales, por ejemplo, los no lugares como plantea Mac Auge
a aquellos espacios de puro tránsito, las interconexiones entre los espacios,
entre otros); y por otra, incorporar la perspectiva de construcción de los
espacios: la territorialidad, los mojones que estructuran espacios no
convencionales o la resignificación de los “viejos” espacios” (2009, p.3).

En lo cotidiano, esta construcción también se podría ver reflejada en los ambientes en


los que se lleva a cabo la entrevista virtual, tanto en los lugares de alojamiento como
en el domicilio desde el que se encuentra trabajando la/el DI. Respecto a este último,
surgen aspectos que se relacionan con la dinámica de cada hogar, donde en caso de
haber niñas/os en edad escolar pueden requerir la utilización de algún medio
tecnológico compartido por el grupo familiar. Aquí, la predisposición de los actores
intervinientes juega un papel significativo a la hora de sortear estas dificultades,
pudiendo ser necesaria una reorganización familiar para desempeñar la actividad
laboral.

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Respecto a los lugares de detención es importante poder garantizar cierto grado de
privacidad a la persona entrevistada, esto podría verse condicionado por el lugar
donde se lleva a cabo la videollamada. Si bien algunos de ellos cuentan con una sala
de audiencias, en la mayoría de los casos el personal policial traslada el teléfono
celular a la celda, en la que se encuentran otras personas detenidas o acerca una silla
y sostiene el dispositivo quedando expuesto, en ocasiones, el relato de la historia de
vida de la/el imputada/o.

Aquí aparecen otros factores estrechamente vinculados con el marco de privacidad.


Nos referimos a aspectos fácticos como ser: los ruidos propios de los espacios de
alojamiento, las voces de los diferentes actores presentes, los sonidos de otras
llamadas, entre otros; todo lo cual, suele generar un aumento en el tono de voz tanto
del profesional, como de la persona entrevistada o un cambio en su predisposición
para profundizar sobre acontecimientos personales y familiares. Es preciso señalar
que estas circunstancias anteceden a la modalidad de intervención actual, por lo que
fuimos desarrollando cierta capacidad para poder adaptarnos a estos ambientes.

En estas condiciones, incluso con sus dificultades, no podemos, y eso si depende de


nosotras/os, perder la escucha. Esta puede facilitar las potencialidades del sujeto, así
como obturar las mismas. Puede habilitar u ocluir posibilidades, iluminado o
excluyendo las mismas de la escena narrada.

Por eso, creemos imprescindible generar tiempo para la escucha, a pesar de las
interrupciones, ya que, de no poder lograrse, estaríamos sólo siendo meros
recopiladores de datos, generando intervenciones tendientes a la homogeneidad que
más que recuperar subjetividades producen procesos de desubjetivación. En este
sentido, el uso de la virtualidad nos permite también desplegar nuestros conocimientos
y continuar brindando un espacio de contención a la población destinataria de nuestra
tarea.

Es notable que para ello debemos establecer una relación que nos permita atender
otras formas de expresión y si bien las expresiones corporales, los tonos de voz y los
silencios son habitualmente parte de nuestra observación; la interpretación de los
mismos podría complejizarse mediante la utilización de un dispositivo tecnológico.

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Otra situación a tener en cuenta está vinculada con las entrevistas a personas
extranjeras, que requieren la asistencia de un/a traductor/a para llevar a cabo una
comunicación clara y fluida. La disponibilidad efectiva de este recurso, limitado,
tendría que ser planificada a fin de evitar una demora en la concreción de los
diferentes actos procesales y por consiguiente, un posible perjuicio para el sujeto.

Asimismo, surgen afecciones de salud, que requieren la activación de los protocolos


establecidos para la prevención y control del COVID 19, ya sea por la presunción de
un contacto estrecho de la persona detenida o por la manifestación de síntomas
asociados con la enfermedad. En la actualidad, prestamos mayor atención a la
manifestación de algún síntoma que pueda asociarse con el virus antes mencionado;
ya que, en ocasiones, las/los entrevistadas/as omiten este dato al momento de
ingresar a una Comisaría o Alcaidía. Al corroborar la presencia de algún factor de
riesgo, procedemos a comunicarlo al personal de la dependencia, al Juzgado/ Tribunal
que tramita la causa y al defensor/a correspondiente a fin de que se le proporcione la
atención adecuada.

Respecto a lo antedicho, nos hallamos frente al interrogante referido al modo en el


que se implementan los protocolos de actuación en esos casos, preguntándonos cuál
sería el lugar en donde se llevaría a cabo el aislamiento, en caso de que la persona
haya contraído la enfermedad, teniendo en cuenta que las celdas suelen ser escasas
y que las mismas pueden ser compartidas.

De igual manera hemos observado, a través del relato de distintas personas


detenidas, que el control médico recibido al ingresar al lugar de detención podría
resultar insuficiente, no concordando, en algunos casos, con lo establecido por los
protocolos referidos a la detección del COVID-19; debiendo considerar aquí la
cantidad de ingresos y el escaso personal destinado a tal función. En más de
oportunidad, otros agentes judiciales son quienes terminan advirtiendo estados de
salud que requieren de una exhaustiva revisión y atención médica.

A su vez, surge de nuestras entrevistas que las condiciones de salud de algunas


personas detenidas podrían verse agravadas por los tiempos prolongados que
permanecen en patrulleros, a la espera de ser alojadas en los lugares de detención.

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Nos resulta importante aclarar que el panorama descripto forma parte de la compleja
situación que venía atravesando el sistema carcelario, la que pareciera agudizarse por
la crisis generada a partir de la pandemia.

Para concluir, queremos resaltar que a pesar de las dificultades y de los desafíos que
se nos presentan a diario, a los que se suma esta nueva modalidad de intervención,
pudimos como equipo cumplir con la tarea encomendada y a la vez, resguardar
nuestra salud física. Para lo cual fue indispensable el trabajo conjunto entre el personal
administrativo, el cuerpo de delegadas/os inspectores y la autoridad a cargo de la
Prosecretaria. En términos cuantitativos, al retomarse la actividad, en la segunda
quincena de abril del año en curso, se realizaron un total de 67 informes sociales, cifra
que fue incrementándose en los meses posteriores, a partir de la ampliación del
espectro de informes solicitados; mientras que en el mes de agosto se realizaron 446
informes, dato no acumulativo con lo anterior (Prosecretaria de Intervenciones Socio
Jurídicas, Abril de 2020, Agosto de 2020).

Más allá de las cifras, creemos que el foco de nuestras intervenciones debe continuar
puesto en recuperar la historia de vida de cada persona entrevistada, a través de su
mirada y habilitando su palabra; propiciando una escucha atenta y un intercambio
fluido.

5. Consideraciones finales.

A partir del contexto originado por la pandemia COVID-19 nos vimos interpeladas, en
lo personal y como colectivo, a repensar nuestras intervenciones, dado que la
virtualidad se fue convirtiendo en una herramienta fundamental para el desarrollo de
las mismas. Observamos, tal como expone Robles, que “los paraguas que nos
sirvieron para poder proyectar nuestras intervenciones se desvanecen” (21 de Mayo
de 2020).

De esta manera, la incertidumbre que generan los nuevos escenarios hace


16
imprescindible repensar la realidad en la que desplegamos nuestras prácticas, dando
lugar a la creatividad y flexibilidad en nuestro arsenal metodológico.

El camino recorrido hasta aquí, nos muestra que la implementación de nuevas


tecnologías no impediría que respetemos el encuadre de la entrevista, a pesar de las
modificaciones que se fueron generando; habiendo podido construir otros modos de
relacionarnos con la población destinataria de nuestra tarea.

Consideramos que el desafío diario de nuestras actuaciones profesionales consiste


en permitir el despliegue de la subjetividad de la persona entrevistada, requiriendo
para ello de una escucha atenta y de una distancia óptima a fin de generar un clima
de confianza y empatía. De esta forma, el informe resultante reflejaría la trayectoria
de vida de cada sujeto, alejándose de prácticas basadas en pre-conceptos y procesos
de homogeneización.

No debemos perder de vista que las condiciones en las que se desarrollan nuestras
intervenciones son dinámicas, por lo que fue posible incorporar la modalidad virtual
como una herramienta válida en las circunstancias actuales; de igual manera, ante un
nuevo escenario, las mismas podrían ser cuestionadas. De allí que no concebimos,
“lo presencial” y “lo virtual” como términos antagónicos.

Finalmente, creemos que es imprescindible desarrollar y fortalecer nuestra plasticidad


y adaptación para poder estar a la altura de otros desafíos que se nos presenten;
apostando a la elaboración de un instrumento que contemple los distintos factores que
pudieron incidir en la vida de una persona para que se inicie un proceso penal en su
contra. Entendemos que, de esta forma, podríamos aportar a un servicio de justicia
que continúe respetando los derechos de las personas con las que intervenimos.

17
Notas

i
Se entiende que la “multidisciplina alude a varias disciplinas diferentes que
intervienen en una misma problemática, cada una desde su especificidad, sin
interactuar de manera conjunta (...)” (Robes y Di Ieso, Marzo de 2009, párr. 6).
ii
En el presente artículo no se abordan cuestiones relacionadas a las intervenciones
realizadas por el cuerpo de D.I adscripto a los Juzgados Nacionales de Menores.
iii
Unidad 28, Alcaidía Correccional Lavalle, Alcaidía “Inspector General Roberto
Pettinato”, Alcaidía Federal Unidad 29, Alcaidía Correccional Juncal, Alcaidía Penal
“Coronel (R) Miguel Ángel Paiva” y Unidad nro. 21- Centro Penitenciario de
enfermedades infecciosas.
iv
Complejo Penitenciario Federal I -Ezeiza, IV de Mujeres- Ezeiza, Complejo
Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Ex Unidad 2 Devoto)
y Complejo Penitenciario Federal II- Marcos Paz.
v
Si bien excede al tema desarrollado en el presente trabajo, es destacable que la
“inflación punitiva” es una consecuencia de la imposición, desde mediados de la
década de 1970 en el plano mundial, de políticas penales de tolerancia cero, en
conjunción con el desmantelamiento de las instituciones del welfarismo penal y del
ideal rehabilitador. En este contexto, el abultamiento de las cifras de la población
encarcelada se revela como uno de los indicadores más alarmantes de un proceso
caracterizado, en simultáneo, por un aumento en los índices de exclusión social y
violencia ejercidos hacia los sectores más vulnerables de la población.
vi
La ley 24.660 de Ejecución de la Pena prohíbe el alojamiento de personas por sobre
la capacidad de los establecimientos penitenciarios. No obstante, en función de los
factores señalados con anterioridad, en los últimos años se fue generando un
incremento exponencial de la población carcelaria que culminó con situaciones de
emergencia en los distritos más importantes del país (INEJEP, Mayo 2020).
vii
“La PPN ha señalado reiteradamente que la información sobre cupo carcelario que
ofrece el SPF es controvertida, ya que la administración penitenciaria determina y
altera discrecionalmente la capacidad de alojamiento declarada de los distintos
establecimientos penitenciarios. Una plaza carcelaria de ninguna manera puede
identificarse simplemente con una cama, sino que implica garantizar un espacio
18
mínimo y una serie de servicios y derechos a las personas detenidas. Los parámetros
que utiliza el SPF fijados por la Resolución N° 2892/2008, ampliada por la Resoluci6n
N° 1893/2015, de la Dirección Nacional del SPF, fueron objetados por el Comité contra
la Tortura de la ONU (CAT por sus siglas en ingles) en su último examen de la
Argentina de 2017, por hallarse muy por debajo de los estándares de habitabilidad”
(Procuración Penitenciaria de la Nación, 2020, p. 12-13).
viii
El decreto que declara la emergencia reconoce que la población penitenciaria
alojada en establecimientos del Servicio Penitenciario Federal ha experimentado un
incremento de cerca de 3.500 personas en tres años desde 2016, determinando una
sobrepoblación superior al doce por ciento (12%).

ix
Se solicitó a las Cámaras Federales y a la Corte que: 1. Los pases a Unidades sean
sólo efectuados por la Unidad Central de Alcaidías; 2. evitar los comparendos que no
sean estrictamente necesarios utilizando videoconferencias; 3. hacer los chequeos
médicos de la visita y del personal (Poder Judicial, organismos, etc.) que concurran a
las Unidades; 4. Los comandos de cada unidad impartan las capacitaciones
necesarias para el personal. Se dispuso también el control de los internos que
ingresan, como así también, la población que resulta de riesgo de acuerdo a los
estándares delimitados por el Poder Ejecutivo (Ministerio Público Fiscal de la Nación,
2020, p. 2).
x
Se amplió, la recepción de pedidos de informes en relación a no detenidos,
únicamente a causas que acrediten encontrarse en condiciones inminentes de sorteo
para su elevación a juicio y/o causas con fechas de audiencia próximas.
xi
En tanto entendemos que “intentar reconstruir las trayectorias de los sujetos a través
de sus historias de vida, supone una mirada integral de las posiciones objetivas
transitadas y ocupadas por los actores, teniendo en cuenta la estructura y volumen de
los diferentes capitales disponibles” (Lera C.; Genolet A.; Rocha V.; Shoenfeld Z.,
Guerriera L. y Bolcatto S., 2007, p. 35).

19
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23

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