Castillo Migración Internacional y Cambio

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Migración internacional y cambio

en los poblados de origen

Guillermo Castillo Ramírez*

Resumen: En el marco de inicios de este si- Abstract: In the context of the beginning of
glo (2000-2010) y dentro del conjunto de los this century (2000-2010) and within the set
estudios migratorios, este artículo, mediante of migratory studies, this article, through eth-
datos etnográficos y entrevistas y tras abordar nographic data and interviews and after ad-
las causas de la migración chiapaneca a Esta- dressing the causes of Chiapas migration to the
dos Unidos, argumenta que acontecen cambios United States, argues that socio-cultural and
socioculturales y económicos derivados de la economic changes derived from migration in
migración en las localidades rurales de origen. the rural localities of origin. First, it describes
Primero, se describen la migración y el contexto the migration and the context in which it takes
en el que acontece, considerando los sujetos y place, considering the subjects and the social
los procesos sociales que intervienen. Posterior- processes that intervene. Subsequently, some
mente, se indagan algunas repercusiones de la repercussions of the migration in the localities
migración en las localidades de origen, abor- of origin are investigated, addressing the trans-
dando las transformaciones experimentadas por formations experienced by the diverse sectors of
los diversos sectores de la comunidad. the community.

Palabras clave: migración internacional, grupos indígenas, cambio social, localidades de origen,
Chiapas.
Key words: international migration, indigenous groups, social change, localities of origin, Chiapas.

E
n las ciencias sociales y la antropología en México hay un amplio
conjunto de estudios sobre las migraciones nacionales e interna-
cionales de indígenas mexicanos durante el siglo xx e inicios del
xxi. Este periplo abarca desde los pioneros trabajos de Manuel Gamio
sobre migrantes mexicanos en Estados Unidos a inicios de la década de
los años treinta (Gamio, 1931), pasando por las investigaciones sobre los
otomís que llegaban a la Ciudad de México en la década de los años
setenta (Arizpe, 1975), hasta los trabajos realizados durante las décadas

* Doctor en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. De-


partamento de Geografía Social, Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autóno-
ma de México. Temas de especialización: geografía de la migración, migración étnica,
geografía de la población, antropología. Av. Universidad 3000, Ciudad Universitaria,
Ciudad de México. La investigación de la cual se derivó este artículo forma parte del
proyecto papiit 300216 Migración, Territorio y Etnicidad. El autor agradece a la dgapa-
unam por el financiamiento de dicho proyecto.

D. R. © 2017. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología 79,
núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542. Ciudad de México. ISSN: 0188-2503/17/07903-03.
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de los años noventa y el 2000 sobre los procesos de migración indígena


transnacional que describen las diversas reconfiguraciones étnico-comu-
nitarias (Kearney, 1996; Velasco, 2002, 2008; Besserer y Kearney, 2006;
Fox y Rivera, 2004; Sánchez, 2004, 2007, 2008; Stephen, 2001, 2005,
2008; Fox, 2013).1
Dentro de estos estudios, y en el marco de las investigaciones sobre
la migración chiapaneca indígena y no indígena hacia Estados Unidos
a principios del presente siglo (Burke, 2004; Villafuerte y García, 2006,
2014; Jáuregui y Ávila, 2007; Cruz y Barrios, 2009; Aquino, 2012; Casti-
llo, 2014), este artículo, mediante un estudio de caso en El Zacatal y tras
la descripción del contexto y las causas de la migración campesina de
ascendencia tojolabal hacia Estados Unidos (2000-2010), aborda algunos
efectos de este proceso migratorio en las localidades de origen, en el área
rural del municipio de Las Margaritas, Chiapas.
El aporte de este texto es justamente explorar las repercusiones de
la migración internacional, tanto entre los jóvenes ex migrantes como
con las personas que no han migrado y son parientes de los primeros.
Cabe señalar que se parte de concebir teóricamente a la migración inter-
nacional como un proceso social y económico que, además de implicar
dinámicas de movilidad geográfica y procesos de relocalización —en
diferentes escalas entre dos Estados nacionales (Derek et al., 2009: 462-
464)—, conlleva la consideración de los propósitos y las necesidades de
los sujetos concretos que migran, así como las variadas redes y vínculos
familiares y sociales de que se valen las personas para migrar (Fox, 2005:
40; Durand y Massey, 2009: 39-40); asimismo, supone abordar las causas
histórico-estructurales de este proceso, tanto las condiciones económicas
1
Recurrir a este grupo de estudios es pertinente en la medida en que nos permite
pensar y hacer la lectura de cómo, en los contextos de las migraciones internacionales
como uno más de los grandes procesos de cambio en que se ven inmersos los grupos
indígenas, la(s) comunidad(es) y sus miembros modifican y reformulan las complejas e
históricas vinculaciones con el territorio, la cultura, los propios miembros del colectivo y,
no menos importante, con las instituciones y actores sociales no indígenas con los cuales
tienen relaciones de poder desiguales, en diferentes Estados nacionales, tanto en el lu-
gar de origen como en el sitio destino. En otro lindero de indagación más distante, pero
asimismo relacionado con las temáticas de movilidad indígena y cambio social y cultural
vinculadas con dinámicas de relocalización espacial, están también tanto el espectro de
las investigaciones sobre los indígenas en las ciudades relacionados con los procesos
de inserción étnica en contextos urbanos en el interior del país (Arizpe, 1975; Pérez,
1990, 1992, 2002; Sánchez, 1995; Rubio et al., 2000; Oehmichen, 2005; Velasco, 2005;
Castillo, 2010a, 2010b; Romer, 2014) como las investigaciones sobre jornaleros agrícolas
de las últimas décadas (Lara, 1998, 2010, 2011).

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en los países en desarrollo que propician la salida de migrantes, como la


demanda de mano de obra y la oferta de trabajo en los países desarro-
llados que atraen migrantes (Bustamante, 1997: 9-10).
En lo concerniente al abordaje metodológico, salvo el uso de varios
censos e informes oficiales para la reconstrucción del marco histórico es-
tructural estatal y municipal, las estrategias de recolección y construcción
de datos fueron de corte preponderantemente cualitativo, recurriendo
principalmente al registro etnográfico y a la elaboración y consignación
de testimonios orales de diversos actores sociales. De este modo, en el
transcurso de la investigación de la que deriva este texto se llevaron a
cabo varias temporadas de campo (diciembre de 2010, marzo de 2013,
enero y noviembre de 2014), tanto en las localidades de origen como en
las ciudades chiapanecas cercanas: Las Margaritas y Comitán. También
se realizaron diversas entrevistas con autoridades agrarias, catequistas,
migrantes, ex migrantes, padres y hermanos de migrantes, tratando de
incorporar las voces y los testimonios de los diversos sectores del poblado
que directa e indirectamente estuvieran relacionados con los procesos
migratorios y que, de una u otra manera, han experimentado los cambios
y las repercusiones que ha traído consigo la migración.2
La pertinencia de este artículo reside en dos puntos: 1) Por un lado,
si bien hay trabajos sobre la migración transfronteriza chiapaneca (Jáu-
regui y Ávila, 2007; Villafuerte y García, 2006, 2014), han sido muy poco
estudiados los procesos migratorios hacia Estados Unidos que parten del
área rural de Las Margaritas (Cruz y Barrios, 200; Aquino, 2010, 2012).3

2 En aras de hacer más explícita la estrategia metodológica utilizada, cabe señalar

que las entrevistas fueron semiestructuradas, con preguntas abiertas y acordadas con los
entrevistados. Asimismo, y en el contexto del trabajo de campo, las entrevistas se reali-
zaron tanto en las comunidades campesinas de origen como en la cabecera municipal y
se estructuraron de acuerdo con tres ejes temáticos principales: 1) descripción y génesis
de la migración; 2) caracterización y rasgos principales del proceso migratorio y perfil de
los migrantes; 3) repercusiones de la migración en los lugares de origen, distinguiendo
diversos niveles de impacto: individual, familiar, comunitario. Uno de los criterios clave
para elaborar los registros etnográficos y realizar las entrevistas fue tener como ámbito
de referencia la escala local de las comunidades de origen, dirigiéndose hacia sujetos
que hubieran tenido directamente experiencias migratorias y también con familiares di-
rectos de éstos —padres, madres, hermanos, esposas, etcétera— que hubieran padecido
de manera inmediata las repercusiones, los efectos y los beneficios de la migración desde
sus comunidades de origen.
3 Respecto a las investigaciones que indagan estos fenómenos sociales de movilidad

geográfica en esta zona de Chiapas, en 2009 se publicó la obra Sur, inicio de un camino.
Una mirada global de los derechos humanos en la Frontera Sur de México en su triple condición

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2) Por otro lado, dentro de los estudios sobre la migración chiapaneca


internacional y en específico para el caso particular del ámbito etnogeo-
gráfico del área rural de Las Margaritas, la contribución de este texto es
que se adentra en temas poco abordados aún y que se relacionan con los
efectos y los impactos de la migración, así como con los múltiples pro-
cesos de cambio sociocultural y económico territorial asociados con ésta.

Chiapas en el contexto de la migración mexicana


a Estados Unidos a principios del siglo xxi

A fines del siglo xx, Chiapas, entidad federativa con dos terceras partes
de su población viviendo y laborando en entornos campesino-rurales
(Villafuerte y García, 2006: 109)4 y con los indicadores más altos de
marginación social y pobreza a nivel nacional (Villafuerte y García, 2006:
115-117; pnud, 2010: 41-57),5 tenía muy poca actividad migratoria in-
ternacional: ocupaba el puesto número 27 en relación con el número
de remesas que recibía (Cruz y Barrios, 2009: 49). Todavía en 2000 la
situación no variaba mucho y presentaba un nivel migratorio muy bajo,
con un Índice de Intensidad Migratoria negativo de -1.24572 (Villafuerte
y García, 2006: 103) y con apenas 13.1 millones de dólares anuales en
remesas (Cruz y Barrios, 2009: 49).
No obstante, a partir de 2000 y hasta 2008 —año de la crisis global
relacionada con la debacle de la economía estadounidense—, el fenómeno

de origen-retorno, tránsito y destino de trabajadoras y trabajadores migrantes, la cual, además de


abordar la migración de centroamericanos en tránsito por el suroeste de México, daba
cuenta del estudio de una de las primeras comunidades del municipio de Las Margaritas
en insertarse en los flujos migratorios internacionales a Estados Unidos a fines del siglo
xx. Por otra parte, en 2012 se publicó el libro De las luchas indias al sueño americano. Ex-
periencias migratorias de jóvenes zapotecos y tojolabales en Estados Unidos, que, en el contexto
de militancia política, aborda las experiencias migratorias de jóvenes tojolabales de una
comunidad de la región Selva, en Las Margaritas.
4 Históricamente, en Chiapas la pobreza y el rezago estructural se concentran en el

campo. Durante la última década del siglo pasado más de 90% de la población económi-
camente activa de las zonas rurales vivía en condiciones de pobreza y pobreza extrema
(Villafuerte y García, 2006: 116).
5 A inicios de 2010, Chiapas tenía el índice más acentuado de pobreza, la mayor

mortalidad infantil a nivel nacional y la esperanza de vida más baja del país (pnud,
2010: 55-57). Chiapas se ha caracterizado por una marcada precariedad —material y
social—, una desigualdad histórica y una exclusión estructural, particularmente dirigida
a los grupos étnicos y las zonas rurales.

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migratorio hacia Estados Unidos se incrementó masiva y exponencialmen-


te, tomando dimensiones inusitadas. Año con año hubo un crecimiento
de recepción de remesas. De este modo, Chiapas, que tenía un Índice de
Intensidad Migratoria de -1.24572 en 2000, ya mencionado, y ocupaba el
lugar 31, último sitio a nivel nacional (Conapo, 2000: 35), tuvo un creci-
miento exponencial del fenómeno migratorio: de 20 millones de dólares
en recepción de remesas económicas para 1995, aumentó a 435 millones
de dólares en 2003 y registró un máximo histórico sin precedentes de
921 millones de dólares en 2007 (Conapo, 2014). De hecho, durante esos
años y en esta entidad federativa los ingresos por remesas superaron el
conjunto de los montos económicos de la inversión extranjera directa y
del turismo (Villafuerte y García, 2006: 121).
A fines del siglo xx y principios del xxi, en varias regiones de Chia-
pas, frente a la debacle de las economías agrarias —según el Instituto
Nacional de Geografía y Estadística (inegi), a inicios de la primera dé-
cada del milenio 71% de la población del estado vivía en áreas rurales
y 47.3% de la Población Económicamente Activa (pea) se dedicaba a
actividades agropecuarias (Cruz y Barrios, 2009: 43)—, la migración
hacia Estados Unidos surgió como una estrategia temporal de obtención
de recursos económicos en las zonas rurales. En las comunidades cam-
pesinas emergió como una alternativa viable en el contexto de procesos
crecientes de empobrecimiento y precarización relacionados con la des-
valoración económica de los cultivos cíclicos y perennes destinados a la
venta —principalmente el café—, escenarios derivados de las políticas
neoliberales de desregulación, liberalización y reducción de subsidios en
el agro chiapaneco y nacional.

Las Margaritas, entre la exclusión y la política agraria

Ubicado en el suroeste mexicano, el estado de Chiapas posee 73 211 ki-


lómetros cuadrados y tiene 4 796 580 habitantes, de los cuales 1 141 499
son hablantes de lenguas indígenas (las más habladas: tzeltal, tzotzil, chol,
zoque y tojolabal, de acuerdo con el inegi, 2012: 30, 38). Esta entidad
federativa tiene los índices de pobreza y mortalidad infantil más elevados
y la menor esperanza de vida a nivel nacional (pnud, 2010: 55,57); reflejo
de los precarios niveles de salud, ingreso económico y educación, tiene
el menor Índice de Desarrollo Humano del país (2010: 41). Chiapas ha
estado marcado por una desigualdad crónica, una fuerte precariedad

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sociomaterial y una exclusión histórico-estructural, principalmente hacia


los indígenas.
Las Margaritas, municipio fronterizo chiapaneco donde está la co-
munidad de estudio, mide 5 307.8 kilómetros cuadrados y tiene 111 484
habitantes, de los cuales 23 950 residen en localidades urbanas —princi-
palmente en la cabecera municipal— y 87 534 habitan localidades rurales
(inegi, 2012: 31). Las Margaritas tiene un elevado índice de marginación,
92% de la población municipal vive en pobreza —alrededor de 103 568
personas— y 60.80% está en situación de pobreza extrema (aproximada-
mente 67 782 individuos; Gobierno Municipal de Las Margaritas, 2012:
36). El principal grupo indígena del municipio es el tojolabal6 (Cuadrie-
llo y Megchún, 2006: 5; cdi, 2006: 129); en 2012 se calculó que había
aproximadamente 42 644 hablantes de esa lengua indígena (Gobierno
Municipal de Las Margaritas, 2012: 33).
Parte considerable de la población municipal —especialmente del
área rural— tuvo o tiene ancestros tojolabales, muchos de los cuales
fueron peones de fincas dedicadas a la producción agrícola y ganadera
(Lisbona, 2009). Hasta bien entrado el siglo xx, en Las Margaritas había
diversas fincas (Gómez y Ruz, 1992; Gómez, 2002) con dinámicas de ex-
plotación “donde los tojolabales estaban sometidos a la autoridad de los
patrones-propietarios de fincas” (Lisbona, 2009: 98). Las acciones esta-
tales de reparto agrario fueron tardías y generaron posteriores procesos
de reorganización sociopolítica en torno al ejido, el comisariado ejidal y
la asamblea ejidal (2009: 98-99). Hoy en día la mayoría de localidades
rurales de Las Margaritas son ejidos, aunque también hay casos de pro-
piedad privada: pequeña propiedad, así como medianos y grandes
propietarios; estos últimos son los menos frecuentes.

6Sobre los grupos tojolabales de los municipios de Las Margaritas y Altamirano


hay diversos estudios realizados a partir de variadas miradas disciplinares (antropología,
historia, lingüística, filosofía, entre otras). En este espectro están desde las consabidas
monografías etnográficas elaboradas por diversas instituciones gubernamentales y uni-
versidades (cdi, 2006, Cuadriello y Megchún, 2006; Basauri, 1998), pasando por inves-
tigaciones sobre la historia agraria y la vida de los tojolabales en las fincas (Ruz, 1982;
Gómez y Ruz, 1992; Gómez, 2002; Aquino, 2012), hasta estudios de corte lingüístico-
filosófico (Lenkersdorf, 1979, 1996, 2002) e investigaciones antropológicas sobre la co-
munidad indígena (Lisbona, 2009; Castillo, 2014).

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El contexto comunitario de estudio,


entre el ejido y la migración

La comunidad de estudio, El Zacatal,7 se encuentra en la zona rural


de Las Margaritas, a unos 80 kilómetros de la cabecera municipal, en
el área limítrofe entre los bosques de pinos y el bosque semitropical,
aproximadamente a mil metros sobre el nivel del mar. En El Zacatal
viven personas de diversas edades, organizadas en familias nucleares de
residencia virilocal, características comunes de las localidades rurales
del municipio. Hay aproximadamente el mismo número de hombres y
mujeres; existe una tendencia exogámica en los matrimonios, los jóvenes
buscan a sus parejas y esposas/os en otras localidades. Generalmente los
hombres heredan la tierra, por lo cual permanecen en la comunidad. En
cambio, las mujeres, cuando se casan, cambian de residencia y viven en
el lugar donde su pareja o esposo reside y tiene derecho agrario (diario
de campo, diciembre de 2010).
En El Zacatal, a semejanza de las comunidades vecinas, práctica-
mente todos los habitantes tienen ascendencia tojolabal por vía paterna
y materna, pero ya muy pocos hablan esta lengua indígena; la mayoría
se comunica en español y ya no entienden el idioma de sus ancestros
mayas (entrevista con don Pedro, 12 de enero de 2005). Algunos de los
padres y abuelos de varias personas fueron peones en fincas durante
buena parte del siglo pasado (entrevista con don Juan, 12 de enero de
2005). Ciertas personas de mayor edad recuerdan haber trabajado en
las labores agrícolas y ganaderas de las fincas. Buena parte de la zona
donde se encuentra El Zacatal perteneció a fincas cafetaleras, ganaderas
y productoras de maíz durante el siglo xx.
La comunidad tiene aproximadamente medio millar de hectáreas de
tierras ejidales (entrevista con don Isaac, 15 de diciembre de 2010). Hay
un comisariado ejidal y la asamblea ejidal se reúne aproximadamente
cada dos meses. En la asamblea participan los padres de familia y los
jóvenes solteros de ambos sexos, mayores de 18 años. La comunidad
tiene trabajos ejidales y comunitarios vinculados con las actividades de
mantenimiento del ejido: deslinde, apertura de caminos, chapeo y limpia

7Por las características que presenta en relación con las actividades productivas
agrícolas, la organización socio-familiar, la estructura agraria y las prácticas culturales,
esta comunidad es representativa de la gran mayoría de localidades rurales de Las Mar-
garitas. A petición de los sujetos sociales entrevistados, los nombres de la comunidad y
sus pobladores fueron cambiados.

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del área urbana-habitacional, mantenimiento de la ermita y la escuela,


organización de fiestas, ceremonias y celebraciones (entrevista con don
Bernardo, 14 de diciembre de 2010). Las principales actividades producti-
vas son la agricultura y, en menor medida, la ganadería. Los miembros de
la comunidad tienen una economía fundamentalmente de autoconsumo
y sus principales cultivos son maíz, fríjol, chile, calabaza y algunos fruta-
les —variedades de cítricos y plátanos—; esta situación es generalizada
en las localidades rurales de Las Margaritas y los cultivos agrícolas de
autoconsumo son la principal fuente de alimentos del municipio (Go-
bierno Municipal de Las Margaritas, 2012: 44). Como las localidades de
la región, los habitantes del Zacatal tienen cultivos no estacionales desti-
nados a la venta, como el café, que se cosecha anualmente de noviembre
a febrero. El café seco y despulpado se vende en la cabecera municipal;
además, venden los excedentes de maíz, frijol y algunos frutales, como
el plátano (diario de campo, marzo de 2013).

Migrar,estrategia frente a la precariedad


económico-material

Las condiciones que propiciaron la migración no se agotan en el diag-


nóstico del sector rural de Las Margaritas. Por el contrario, tienen una
larga génesis y remiten a que el Estado mexicano, en sus distintas esca-
las —federal, estatal y municipal— y mediante sus diversas instituciones
—agrarias, escolares y médicas—, no dotó plenamente de derechos
sociales —salud, educación y empleo— a los ciudadanos de las zonas
rurales durante el siglo pasado. El Estado no garantizó la ciudadanía
social, civil y política de estos campesinos de ascendencia tojolabal; tam-
poco los reconoció como sujetos de derecho en contextos socioculturales
diferenciados. De facto, no los consideró como miembros plenos del
Estado-nación. Como resultado del impacto de las políticas neoliberales
y de la globalización —como dinámica de “expansión planetaria de la red
de la economía política capitalista” (Lins Ribeiro, 1996: 42)—, destacan
tres procesos socioeconómicos relacionados con el surgimiento y la conso-
lidación de esta migración campesina internacional hacia Estados Unidos.
1) En el contexto global de las crisis económicas y de la inestabilidad
de los mercados internacionales —con sus respectivos efectos a nivel
nacional, regional y local—, los campesinos de Las Margaritas y las per-
sonas del Zacatal han experimentado la precarización de su existencia

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material debido a dos hechos: las reiteradas caídas de los precios de los
productos agrícolas destinados a la venta, y el creciente encarecimiento
de los productos básicos (Castillo, 2014). Respecto al primer punto, el
caso más acentuado es el fluctuante valor monetario del café, producto
que las comunidades destinan al intercambio económico; no obstante, en
menor medida, esto también acontece con el maíz, el frijol, el plátano y
otros cultivos, cuyos excedentes se orientan a la venta. Desde hace más
de una década se ha presentando una reducción del ingreso de recursos
económicos derivados del cultivo y la venta del café.
Paralelamente, hay un proceso de encarecimiento de los artículos
cotidianos indispensables. Las comunidades año tras año ganan menos
y los satisfactores materiales básicos cada vez cuestan más dinero. Frente
a este panorama de creciente pauperización, la migración internacional
se vuelve una de las estrategias a las que más recurren los campesinos
indígenas para obtener recursos monetarios (Harvey, 1995: 449-450).
Un hecho clave para entender el inicio y el incremento de la migración
chiapaneca a Estados Unidos a fines del siglo xx y principios del xxi, en
la que se encuentra Chiapas desde fines de la década de los años ochenta,
fue la crisis rural derivada de la caída de los precios internacionales del
café (Villafuerte y García, 2006: 102-130).
2) Además, en El Zacatal, como manifestación de lo acontecido en
las comunidades rurales de este municipio, cada vez disminuye la auto-
producción de objetos para la vida diaria de diversa índole: enseres del
hogar, ropa, alimentos, utensilios laborales y domésticos, etcétera. Las
condiciones para la reproducción sociomaterial de las comunidades ya no
pueden generarse desde los contextos locales de los poblados de origen.
En las localidades rurales hay una mayor dependencia de la cabecera
municipal y otras urbes para proveerse de los satisfactores indispensables
para el sostenimiento del grupo; gran parte de los artículos de la vida
diaria proceden del exterior, principalmente de Las Margaritas. Esto ha
sido posible por el crecimiento de las vías terrestres de comunicación,
como las carreteras, lo que ha estimulado una relación de mayor vincula-
ción entre las comunidades y el exterior urbano. En este contexto, hay un
proceso de acentuación de la desigualdad y la disparidad socioeconómica
de las comunidades respecto a entornos, grupos e instituciones foráneos.
Tanto en el decaimiento de la autoproducción de artículos básicos de
la vida en las comunidades como en la caída de los precios de los cultivos
mercantiles —el café— y el encarecimiento de satisfactores indispensa-
bles, el Estado —a nivel municipal, estatal y federal— no ha cumplido

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con la función de ser un regulador que ordene la vida social y norme los
intercambios económicos entre campesinos, intermediarios y mercados
nacionales e internacionales, con miras a proteger a sus ciudadanos ru-
rales de la precarización de su existencia material. Por el contrario, el
Estado, a través de sus políticas neoliberales de libre mercado en el agro,
ha sido uno de los principales agentes que han contribuido al deterioro
de las economías de las comunidades campesinas indígenas, privilegiando
a otro tipo de grupos.
3) Finalmente, derivados del desarrollo de la industrialización capita-
lista, ciertos fenómenos ambientales han provocado efectos negativos en
la agricultura de la zona rural de Las Margaritas. El cambio climático y
el calentamiento global han jugado un papel fundamental en la prolife-
ración de plagas y la escasez o sobreabundancia de lluvias, propiciando
pérdidas considerables en la producción y cosechas de cultivos básicos
como maíz, frijol y café. No sólo los artículos de la vida diaria se han
encarecido, ahora las parcelas y los cafetales tienen cosechas disminuidas,
lo que representa menores recursos económicos y escasez de alimentos.

Del sur al norte: perfiles, orígenes


y detonantes de la migración

En el contexto de la caída internacional de los precios del café y su impac-


to en las áreas rurales de Chiapas (Villafuerte y García, 2006: 109-110),
en 2000 migró sin documentos por primera vez un grupo de personas
del Zacatal hacia California, Estados Unidos, cruzando la frontera por
Sonora (entrevista con don Isaac, 15 de diciembre de 2010). Eran hom-
bres jóvenes de entre 18 y 40 años y con lazos de parentesco entre ellos;
en su mayoría estaban casados y algunos eran solteros. Ese primer grupo,
salvo dos jóvenes solteros que prolongaron más su estancia, permaneció
trabajando en Estados Unidos en diversas labores vinculadas con la agri-
cultura comercial —pizca, riego, cosecha— alrededor de año y medio;
posteriormente regresó a la comunidad (entrevista con don Juan, 17
de diciembre de 2010). Hoy en día el tipo de ocupación laboral de los
migrantes en Estados Unidos sigue el mismo patrón: principalmente
actividades agrícolas, y en menor medida trabajo en plantas empaque-
tadoras, en la construcción y la prestación de servicios. En el marco de
las oportunidades de empleo y conforme a la movilidad laboral real, los
migrantes que más tiempo llevan en Estados Unidos paulatinamente se

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desplazan a trabajos que demandan menor esfuerzo físico y son mejor


remunerados (diarios de campo, diciembre de 2010 y marzo de 2013).
El perfil del migrante se ha mantenido hasta la fecha. Las personas
del Zacatal y de la región que migran, salvo ocasionales excepciones, son
hombres jóvenes casados y solteros que cruzan la frontera sin documentos
migratorios por el desierto de Altar, en Sonora, para ingresar a Estados
Unidos. La estadía puede variar dependiendo del caso y las necesidades
por solventar, pero por lo general oscila entre año y medio y dos años;
difícilmente, por los gastos económicos y sociales que implican el cruce
y la inserción laboral, es menor a un año (entrevista con don Isaac, 15
de diciembre de 2010). A mediados de la década de 2000, el monto
económico que había que pagar por el cruce oscilaba entre los 15 000 y
30 000 pesos, dependiendo del sitio de la frontera por donde se pasaba,
el número de días que había que caminar en el desierto y de en qué sitio
de Estados Unidos los dejaba el “pollero” (entrevista con don Pedro, 17 de
diciembre de 2010).
La migración como proceso social se expandió y generalizó de tal
manera que todos los matrimonios de mayor edad del Zacatal tienen un
promedio de dos hijos hombres que, durante la década de 2000, han
migrado a Estados Unidos por lo menos una vez. Además, cerca de 70%
de los esposos de los matrimonios jóvenes —parejas de entre 20 y 40
años de edad— se han visto inmersos en este tipo de experiencias; no
obstante, cada vez es más recurrente la migración de jóvenes solteros y
de menor edad (diarios de campo, diciembre de 2010 y marzo de 2013).
En este contexto de comunidades rurales de fuertes vínculos familiares
y de parentesco, y como lo ha señalado la nueva teoría de la migración
(Durand y Massey, 2009: 15), migrar es más una decisión familiar que una
elección meramente personal del migrante; si es soltero, involucra a los
padres y hermanos; si es casado, a la esposa y los hijos (diarios de campo,
diciembre de 2010 y marzo de 2013). En El Zacatal, como caso represen-
tativo de las localidades rurales de Las Margaritas y como apuntan Jorge
Durand y Douglas Massey (2009: 15, 31), debido a los costos socioeconó-
micos del proceso migratorio —salida, tránsito, cruce fronterizo, inserción
sociolaboral y retorno— y a los impactos en las comunidades de origen,
la decisión de migrar involucra a las diversas agencias de los sujetos del
grupo familiar —nuclear y extendido— al cual pertenece el migrante.

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


526 Guillermo Castillo Ramírez

La migración como articulación de procesos y sujetos

Respecto de la genealogía histórica de esta migración transfronteriza,


desde mediados de la década de los años noventa varias comunidades de
las microrregiones Selva I y Selva II de Las Margaritas habían iniciado
procesos de movilidad geográfica hacia Estados Unidos (Cruz y Barrios,
2009: 53-85), lo que contribuyó al establecimiento de redes y rutas para
posteriores procesos y trayectorias migratorias de otras localidades del
municipio. La migración pasó de ser un conjunto de eventos particulares
parcialmente improvisados y aislados —en un par de comunidades de
la región que necesitaron de agentes externos para insertarse en flujos
migratorios ya establecidos— a estructurarse mediante vínculos sociales
y relaciones familiares y comunitarias, por lo cual adquirió un carácter
transcomunitario y se consolidó como un proceso de redes articulado
y planeado; pronto dejó de ser un proceso fragmentado, ocasional, no
programado y desestructurado. El siguiente testimonio de don Isaac8
muestra que la migración supuso una articulación de procesos sociales,
que involucró a varios sujetos sociales:

[La migración] empezó con gente [foránea] que ya había ido [a Estados
Unidos] y conocían caminos, pero luego gente de las comunidades empezó
a conocer el desierto y a pasar gente hasta llegar al norte [a Estados Uni-
dos]. Entonces ya fue como fue ampliándose, ya mucha gente salía. Ya había
gentes aquí conocidas que los llevaban, entonces ya no les ha costado mu-
cho buscarse un “coyote”. Al principio les costó mucho identificar a alguien
y darse a saber quién era el “coyote”, pero ahora ya como que mucha gente
de comunidades se sabe el camino y esa [gente] contrata y lleva [a otra]
gente. Entonces eso ya ha hecho que mucha gente en comunidades pues se
vaya, porque tienen muy fácil encontrarse un “coyote” por ahí, de las mis-
mas comunidades. Y allá [en Estados Unidos] pues igual, hay mucha gente
de las comunidades, hay mucha gente conocida, amigos, familiares, ya hay
gente que los acomoda y los espera, ya para estar allá y buscarse un trabajo,
pues ya no es difícil (entrevista con don Isaac, 15 de diciembre de 2010).

8
Don Isaac ha fungido a lo largo de las dos últimas décadas como autoridad agraria
y miembro del comisariado ejidal. Tiene hijos que migraron a Estados Unidos y trabaja-
ron en diversas ocupaciones, desde jornaleros en la agricultura del suroeste norteameri-
cano —realizando diversas labores del ciclo agrícola: riego, limpia, cosecha, etcétera—
hasta prestadores de servicios en pequeñas ciudades de California.

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


Migración internacional y cambio en los poblados de origen 527

En este tenor, según Durand y Massey, “para los primeros migrantes hacia
un nuevo destino y sin lazos sociales a los cuales recurrir, la migración es
costosa” (2009: 32), pero conforme se establecen y fortalecen “las redes
migratorias” (2009: 31) y se consolidan los grupos de familiares y cono-
cidos en los lugares de destino, “los costos potenciales de la migración
se reducen sustancialmente para los amigos y parientes que se quedaron
atrás” (2009: 32). Esto es factible, entre otros procesos, porque “cada nue-
vo inmigrante forma un grupo de personas con lazos sociales en el lugar
de destino” (Ibid.), lo cual hace más fáciles y menos onerosas la llegada
y la inserción social y laboral de los próximos migrantes. Respecto de
la manera en que la migración se incrementa y se vuelve menos costosa
con el establecimiento de redes sólidas y articuladas —entre el lugar
de origen, el cruce y el sitio de destino—, don Pedro, quien además de
haber desempeñado diversos cargos civiles y religiosos en la localidad
en los últimos años, tiene sobrinos e hijos que han migrado al suroeste
de Estados Unidos para trabajar en la agricultura mercantil, comenta:

[Los jóvenes de las primeras comunidades que migraron] ellos van y vienen
[de Las Margaritas a Estados Unidos], esas comunidades ya han encontrado
un camino, ya como que si fuera de aquí a Las Margaritas [la cabecera mu-
nicipal], ya lo tienen muy cerca. Entonces van y vienen, trabajan un tiempo
aquí y luego se van otra vez para allá, como que le encontraron el camino
de estar trabajando afuera. […] Pero ahorita como mucha gente de comu-
nidades hay allá [en Estados Unidos], entonces pues yo creo que ya es más
fácil (entrevista con don Pedro, 17 de diciembre de 2010).

En este contexto, El Zacatal no fue una comunidad pionera en la génesis


migratoria del área rural de Las Margaritas, sino que vino a sumarse
—“engancharse”— a una corriente ya iniciada y con cierto grado de con-
solidación, se incorporó a un proceso que ya tenía una marcada tendencia
regional. Debido a la vulnerabilidad sociomaterial y la pauperización de
las economías campesinas —derivadas de política neoliberal en el agro—
y a semejanza de las comunidades que la precedieron, en El Zacatal las
condiciones que detonaron la migración fueron la dificultad económica
para adquirir ciertos bienes necesarios para la vida diaria y la ausencia
de servicios básicos, como centros de atención médica que garantizaran
el acceso a la salud y oportunidades de empleo que complementaran la
agricultura de autoconsumo.
En este tenor, y no obstante otras motivaciones, gran parte de los
miembros de esta comunidad coincide en establecer una relación directa

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


528 Guillermo Castillo Ramírez

entre su precaria existencia material y la migración (entrevista con don


Bernardo, 14 de diciembre de 2010). Don Isaac, quien fue autoridad
ejidal y tiene hijos que estuvieron trabajando en California, comenta:
“Las gentes [que han migrado] nunca salen por gusto, siempre salen
por necesidades que no se pueden cubrir, que la enfermedad, la escasez,
la medicina, ¿cómo comprarla? Por eso salen, sienten que la necesidad
no se puede cubrir, aquí los sueldos son muy bajos” (entrevista con don
Isaac, 15 de diciembre de 2010). Entre los jóvenes y entre las personas
mayores está difundida la idea de que la migración surgió y se robus-
teció: “Por lo mismo que hay que cubrir necesidades, por eso se migra,
no hay de otra” (entrevista con don Jacinto, 18 de diciembre de 2010).
La explicitación de la situación socioeconómica permite entender por
qué la migración internacional se tornó una estrategia temporal para la
resolución de necesidades materiales y sociales en el marco de la globa-
lización, tras el desdibujamiento de los derechos sociales y ciudadanos
del Estado mexicano.

Efectos del proceso migratorio en las localidades


de origen. percepciones del cambio

En esta sección se hace un bosquejo de las lecturas y las valoraciones que


diversos miembros de la comunidad elaboran sobre la migración. La evi-
dencia etnográfica y los testimonios orales apuntan a que la migración no
es vista de la misma manera por todos los individuos de la comunidad,
sino que, por el contrario, hay percepciones diferenciadas. Dependiendo
de género, edad, cargo —de autoridad civil y/o religioso— y experien-
cia de vida dentro de la comunidad, hay percepciones y valoraciones social-
mente diferenciadas en torno a este fenómeno:
1) A semejanza de lo apuntado por estudios sobre migración chia-
paneca y juventud (Aquino, 2012: 148-153), para buena parte de los
jóvenes —solteros menores de 20 años— del Zacatal y la región, la mi-
gración significa un componente de novedad, aventura y prestigio social,
además de una forma de tener experiencias distintas relacionadas con la
masculinidad y obtener recursos económicos.
2) En cambio, para los miembros mayores, quienes fundaron la co-
munidad y tuvieron experiencias de trabajo colectivo, la migración, si
bien funciona como estrategia para resolver necesidades y obtener dine-
ro, significa también un proceso que altera el tejido social, las normas,

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


Migración internacional y cambio en los poblados de origen 529

los valores y la organización comunitarias. No obstante los beneficios


económicos que aporta, para los mayores la migración connota cambios
socioculturales perjudiciales. Don Jacinto, don Isaac y don Pedro, para
quienes “la comunidad” es un eje de su quehacer como miembros de
un grupo social con un proyecto compartido, consideran a la migración
como un proceso irruptor de influencias negativas, foráneas y “citadino-
modernas”, que se inserta forzadamente en las formas “tradicionales”
de organización comunitarias. Para ellos la migración fomenta entre los
jóvenes migrantes el individualismo, el predominio y la sobrevaloración
del dinero, el distanciamiento y la minusvaloración del trabajo agrícola
y las actividades comunitarias. Don Isaac comenta:

Y lo que también les cuesta [a los migrantes jóvenes retornados] es volver


a trabajar en comunidad, ya lo ven difícil, porque [para ellos] mejor estar
trabajando con patrón que al final de la semana, pues hay un sueldo. En
cambio aquí [en la comunidad], es trabajar y hasta largo plazo puede ha-
ber un fondo económico, pero aquí se consigue lo que se consigue [maíz,
frijol], no tanto dinero. Entonces eso les ha costado mucho [a los migrantes
retornados], los trabajos comunitarios se complican, se rompe la unidad
(entrevista con don Isaac, 15 de diciembre de 2010).

Para los mayores, la migración connota un embate a los valores del “bien
común” asociados con la comunidad y una sobreestimación del “individuo”
en oposición a lo “colectivo”; además supone la inserción de prácticas nue-
vas —uso de dispositivos electrónicos: celulares, reproductores de discos
compactos y dvd, modulares de sonido, televisores—, formas distintas de
relacionarse con la comunidad —y sus miembros— y el resurgimiento
de actividades —“vicios”— que propiciaban tensiones y problemas co-
munitarios. Don Jacinto, quien tiene entre sus sobrinos a varios jóvenes
hombres casados y solteros que han sido migrantes en años recientes,
narra el regreso del campesino ausente como desencuentro y tensión:

Y cuando [los jóvenes migrantes] vienen [de regreso], ya vienen con otros
vicios, vienen ya con el vicio del alcohol o de plano vienen drogadictos. Y
los vicios, eso les cuesta mucho. Algunos no los dejan, algunos lo siguen ma-
nejando. Y [regresan] hablando diferente, tratando mal a los demás [miem-
bros de la comunidad], ya no hay respeto. Entonces todo eso ya se ve difícil,
volver a relacionarse, algunos ya no se relacionan, no se les puede cambiar
el modo (entrevista con don Jacinto, 18 de diciembre de 2010).

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


530 Guillermo Castillo Ramírez

Impactos en las comunidades de origen

En este tenor, a semejanza de lo descrito para las comunidades étnicas de


los mixtecos en la frontera norte de México y en el suroeste de Estados
Unidos a finales del siglo xx y principios del xxi (Kearney, 1996; Velas-
co, 2002, 2005, 2008), esta migración chiapaneca ha generado distintas
formas de ser miembro de la comunidad de origen, esbozando diversas
dinámicas de adscripción entre los diferentes miembros de la comunidad,
que remiten a relaciones de cercanía-distancia de múltiple intensidad
respecto de los otros integrantes del grupo, así como con el territorio y
lugar de origen. La migración hace visible que no todos los miembros
del grupo tienen el mismo tipo de vinculaciones con sus congéneres de
localidad, ni con el espacio comunitario; no hay un perfil homogéneo en
el que los nexos entre individuo, grupo y comunidad —como referente
socioespacial— sean igual para todos los integrantes del grupo. La au-
sencia temporal de estos migrantes, mientras trabajan en Estados Unidos,
no supone que dejen de ser miembros de la comunidad, aunque sí re-
percute en los derechos y en las responsabilidades comunitarias y supone
relajamiento y postergación de las maneras en que el migrante expresa,
mediante actividades de intervención del entorno social y físico-natural,
su pertenencia a la comunidad. La migración no necesariamente es un
abandono o expulsión de la comunidad, pero sí es una forma distinta de
pertenecer a ella. Para los migrantes, ser y formar parte de la comunidad
no se limita a estar físicamente presente de manera permanente dentro
del grupo y los espacios sociocomunitarios.
No obstante, más allá de las valoraciones de los mayores sobre la
migración, la ausencia de los jóvenes migrantes puede representar un
problema comunitario para la realización de diversas labores de carácter
colectivo, principalmente las relacionadas con trabajos agrícolas y comu-
nitarios: mantenimiento de límites ejidales, limpia de caminos y solares de
las áreas comunes de la zona habitacional del ejido, descampe de predios y
corrales colectivos, mantenimiento de la escuela y la ermita, organización
y cooperación para la realización de fiestas y ceremonias, entre otros. A
pesar del tipo de compensación económica y laboral que, a nivel familiar
y comunitario, puedan aportar los migrantes, la carga y la intensidad
de los trabajos comunitarios, particularmente los que conciernen a los
hombres, pueden aumentar y generar ciertas tensiones. Al respecto, don
Bernardo, quien fue autoridad agraria y tiene un hijo que recientemente
migró a California, comenta:

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


Migración internacional y cambio en los poblados de origen 531

Los problemas que muchas veces surgen en las comunidades con el que
está ausente [el joven migrante] es muchas veces el cumplimiento del deber
en cuanto a los trabajos generales, que muchas veces no se quieren cubrir
o el que queda responsable [por el trabajo comunitario del migrante] ya
no puede, ya no consigue cómo cubrir el turno del otro, eso es como las
desventajas que se generan en cuanto al cumplimiento del deber en la co-
munidad [...]. Ésa es otra de las desventajas [de la migración], que se rompe
mucho, se rompe mucho la unidad, porque uno menos [el migrante ausen-
te], menos fuerza, y cuando estamos todos, pues se ve más fácil el trabajo
(entrevista con don Bernardo, 14 de diciembre de 2010).

En un tenor similar están los esfuerzos de ciertos subgrupos de la comu-


nidad por controlar los procesos migratorios. Mediante mecanismos e
instituciones sociales —como la asamblea comunitaria—, algunos sectores
de la comunidad —generalmente personas mayores y con una percepción
fuerte de los valores comunitarios y las actividades colectivas— trataron
inicialmente de impedir la migración. Luego intentaron restringirla, así
como normar y disminuir los efectos y las repercusiones de ésta. Como
resultado de las consecuencias de la migración, en la localidad de origen
se han dado procesos de cambio en la articulación del tejido comuni-
tario que, principalmente, se han manifestado en dinámicas de cambio
socioétnico y familiar en el interior de la comunidad.
Dependiendo de la conformación del núcleo familiar del migrante, las
implicaciones pueden ser diversas. Si el migrante es un joven esposo, pue-
de acontecer que su esposa y sus hijos se vayan a vivir con los padres del
migrante, lo que genera dinámicas de apoyo y solidaridad, pero también
de control y vigilancia. Si el migrante es soltero, el padre o los hermanos
tendrán que cumplir con las labores comunitarias —por ejemplo, trabajos
ejidales—, así como con las responsabilidades que el migrante tiene con
la comunidad: cooperaciones en trabajo o dinero para la escuela y la er-
mita. Caso excepcional de estas tensiones internas es el hijo de don Isaac,
quien, tras un complicado proceso de reinserción comunitario después de
trabajar por años en Estados Unidos, decidió desplazarse y residir en Las
Margaritas, con el argumento de que en la cabecera municipal se obtienen
artículos y comodidades que no se consiguen en la comunidad de origen.

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


532 Guillermo Castillo Ramírez

Cambios estimulados por la migración

Migración, remesas y territorios

En el contexto de procesos migratorios de campesinos y su inserción so-


ciolaboral en Estados Unidos, y de acuerdo con lo apuntado por algunos
autores sobre el impacto del dinero de la migración (Massey, Durand y
Riosmena, 2006: 104, 118), las remesas han producido transformacio-
nes en las relaciones utilitarias, sociales y culturales de los campesinos
migrantes y ex migrantes con las tierras en sus localidades de origen y
con sus congéneres de la localidad.
1) La tierra, sin dejar de pertenecerles a estos agricultores temporal-
mente ausentes, deja de ser cultivada por ellos; de una relación utilitaria
directa cuando estaban en la comunidad, una vez en Estados Unidos, los
campesinos migrantes pasan a tener sobre todo vinculaciones fuertemente
simbólicas y culturales con la tierra.
2) También es probable que las remesas puedan contribuir a pro-
porcionar los recursos socioeconómicos para que otros campesinos no
migrantes trabajen las tierras de los migrantes, mediante la contratación
de personas locales que funjan como jornaleros agrícolas internos; sería
pertinente explorar si esto genera y propicia una diferenciación socio-
económica interna, un paulatino proceso de creación de estatus y/o clases.
3) Si el dinero de las remesas posibilita la obtención de satisfactores
por parte de los familiares de los migrantes, sin la necesidad de llevar a
cabo la producción agrícola de autoconsumo, esto implica que la tierra se
deja de trabajar. El proceso migratorio —y sus dinámicas derivadas: en-
vío de remesas, ausencia temporal de campesinos, etcétera— trae cambios
de diversa índole en la comunidad y en la relación de los miembros de
las localidades de origen con la tierra, el territorio y los otros miembros
de la localidad.

Remesas y sus efectos en las comunidades de origen

Las remesas pueden traer la posibilidad de solventar temporalmente


diversas necesidades sociales y materiales.
1) En relación con los recursos económicos que proveen las remesas,
este dinero derivado de la migración —y los beneficios sociomateriales
que trae consigo— pueden generar criterios (temporales o parcialmente

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


Migración internacional y cambio en los poblados de origen 533

duraderos) de diferenciación socioeconómica en el interior de las locali-


dades de origen; por ejemplo, los migrantes construyen casas de bloc y
cemento, adquieren artículos electrónicos —televisores, reproductores de
discos compactos, etcétera—, contratan personas que labren sus tierras,
lo que, en ocasiones y a los ojos de otros miembros de la comunidad,
puede “otorgarles” y “reconocerles” otro estatus socioeconómico (diario
de campo, diciembre de 2010, marzo de 2013 y enero de 2014).
2) En concordancia con lo apuntado por Massey, Durand y Riosmena
(2006: 104, 118), las remesas pueden propiciar una mejoría socioeconó-
mica temporal para los migrantes, ex migrantes y sus familiares en las
localidades de origen. Por ejemplo, desde que su esposo migró a Estados
Unidos y le mandó dinero, la esposa de Manuel del Zacatal ha incremen-
tado la adquisición de artículos para satisfacer las necesidades materiales
y sociales de ella y sus hijos; no sólo consiguió aparatos electrónicos
—modular de sonido, reproductor de discos compactos, teléfono celular,
etcétera—, también pudo comprar más alimentos y de mayor variedad
(diario de campo, enero de 2014).
3) Además, los insumos económicos provenientes de la migración
pueden contribuir a resolver necesidades vinculadas con la carencia de
derechos sociales que el Estado no proporciona; una de las más frecuen-
tes es el acceso a los servicios médicos. Numerosos campesinos buscan
en la migración los recursos económicos para atender los problemas de
salud y curar las enfermedades de sus familias. Tales son las experiencias
de Manuel del Zacatal y su cuñado Toño de San Alberto, quienes desde
Estados Unidos mandaban dinero para las medicinas y las consultas mé-
dicas de sus hijas (diario de campo, diciembre de 2010, marzo de 2013
y enero de 2014).

Conclusiones: repensar la(s) comunidad(es)


desde la migración y sus efectos

1) En este proceso migratorio transfronterizo chiapaneco, como en gran


parte de las comunidades indígenas rurales del país, el Estado mexicano,
al estimular las políticas neoliberales en el agro, ha generado y acentua-
do la desigualdad e inequidad histórico-estructural de los campesinos
tojolabales en Las Margaritas, particularmente por el ejercicio parcial
y deficiente de la garantía de los derechos sociales: educación, servicios
médicos, trabajo —comercialización de sus productos agrícolas— y uso y

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


534 Guillermo Castillo Ramírez

disfrute de la tierra. En este contexto, y a semejanza de lo señalado por


algunos estudios sobre indígenas mexicanos en Estados Unidos (Kear-
ney, 1996; Velasco, 2002, 2008; Sánchez, 2004, 2007, 2008; Stephen,
2008), la migración, como complejo proceso sociocultural y económico,
articula intrincadas dinámicas sociales entre grupos étnicos, marginación
estructural en los países expulsores, fronteras internacionales y carencia
de derechos sociales en los lugares de origen y destino, mostrando diná-
micas de cambio socioeconómico, político y cultural en las comunidades
étnico-rurales de procedencia.
2) Por otra parte, a semejanza de lo apuntado por otros trabajos
(Aquino, 2012; Castillo, 2010a, 2010b, 2014), este artículo abordó algu-
nas de las diversas valoraciones de la migración desde la diferencia social
específica, particularmente las personas mayores, mostrando que la comu-
nidad está lejos de ser un grupo unificado con prácticas socioculturales y
percepciones homogéneas sobre la migración y sus repercusiones. Como
se mostró, la migración genera procesos de cambio discontinuos, con-
tingentes y con múltiples variables, que impactan las dinámicas internas
y externas de adscripción comunitaria. No obstante, aún falta rastrear
detalladamente estas transformaciones, así como comparar/contrastar
esta experiencia con lo que ocurre en otros lugares de Chiapas y México.
3) Además, este trabajo mostró que la migración y sus impactos pue-
den verse como dinámicas que reconfiguran —movilizan, complejizan,
tensionan— las relaciones de los miembros de las comunidades con ellas
mismas y con el exterior —con las sociedades foráneas no indígenas ni
campesinas—; en este caso, las ciudades de Las Margaritas y Comitán
en Chiapas, y en Estados Unidos las localidades rurales y urbanas donde
trabajan y/o residen los migrantes. Los procesos migratorios y sus reper-
cusiones pueden leerse como generadores y estimuladores de nuevos
y discontinuos flujos de bienes —materiales y simbólicos—, prácticas y
sentidos socioculturales externos que se introducen en la comunidad de
origen a través de los migrantes de retorno, así como de la comunicación
entre los migrantes en Estados Unidos y sus familiares en las localidades
de origen en Las Margaritas; esto impacta diferenciadamente los proce-
sos de adscripción comunitaria y étnica de los diversos miembros.
4) De este modo, en el contexto etnográfico de localidades campesi-
nas de ascendencia tojolabal de Las Margaritas, este trabajo se orientó
al ejercicio reflexivo de repensar la(s) comunidad(es) en el marco de las
reconfiguraciones de los espacios rurales a partir de la migración inter-
nacional no documentada como vasta dinámica de transformación —y de

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


Migración internacional y cambio en los poblados de origen 535

relocalización de población— en la que están inmersas muchas de las lo-


calidades campesinas del México contemporáneo. Esta vía de indagación
sugiere la reflexión de que la comunidad, si bien remite a un grupo de
individuos con un proyecto sociopolítico de vida en común y con ciertos
rasgos y prácticas compartidas —lengua, historia, territorio común, ac-
tividades y valores compartidos (Castillo, 2010b, 2014)—, también tiene
la condición de ser un colectivo de personas en permanente construcción
y (re)producción social que debe concebirse en el marco relacional de
lo que viven y experimentan sus integrantes; ya sea de lo acontecido a
nivel individual y familiar, o en el orden de lo colectivo, tanto en el in-
terior como fuera del ámbito territorial que define a la comunidad. Así,
este trabajo, en el tenor de lo descrito por Laura Velasco (2002, 2008),
Federico Besseser y Michael Kearney (2006) sobre las experiencias de
los mixtecos en Baja California y California, sugiere el abordaje de otras
expresiones socioétnicas de pertenecer a la “comunidad” desde la lejanía
espacial (para el caso de los migrantes).
5) Finalmente, dentro del marco de las políticas neoliberales en el agro
(Harvey, 1995; Villafuerte y García, 2006; Castillo, 2014), el rastreo de la
migración y sus efectos lleva a la reconceptualización de las “comunidades”
y las “etnicidades” y su relación con sus marcos históricos y territoria-
les, en el contexto de la modernidad del Estado-nación fallido y de las
crisis económicas de la globalización. Ejercicio que, desmarcándose de
ideas esencialistas y estáticas de la etnicidad —como algo fijo, ahistóri-
co e inmutable—, propicia una reflexión que concibe las dinámicas de
adscripción étnica y comunitaria de los pueblos campesinos e indígenas
como procesos históricos en construcción constante, bajo los efectos del
cambio económico-político y las relaciones con otros grupos sociocultu-
rales y socialmente diferenciados. No hay una sola forma de pertenecer
y ser miembro de la comunidad. Es posible una lectura de la comunidad
como un crisol de subgrupos —los mayores, los jóvenes, los casados, los
migrantes, las mujeres—, que a la vez que tienen un proyecto de vida en
común, también comportan significativas diferencias internas. Aún falta
por explorar con mucho más detalle si estas valoraciones diferenciadas
generan prácticas de inclusión y exclusión en el interior de la comunidad.

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


536 Guillermo Castillo Ramírez

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Materiales etnográficos (diarios de campo y entrevistas)

Diarios de campo: diciembre de 2010, marzo de 2013 y enero de 2014.


Entrevista con don Pedro, 12 de enero de 2005, El Zacatal, Las Marga-
ritas, Chiapas.
Entrevista con don Juan, 12 de diciembre de 2005, El Zacatal, Las Mar-
garitas, Chiapas.
Entrevista con don Bernardo, 14 de diciembre de 2010, El Zacatal, Las
Margaritas, Chiapas.
Entrevista con don Isaac, 15 de diciembre de 2010, El Zacatal, Las Mar-
garitas, Chiapas.

Revista Mexicana de Sociología 79, núm. 3 (julio-septiembre, 2017): 515-542.


542 Guillermo Castillo Ramírez

Entrevista con don Pedro, 17 de diciembre de 2010, El Zacatal, Las Mar-


garitas, Chiapas.
Entrevista con don Juan, 17 de diciembre de 2010, El Zacatal, Las Mar-
garitas, Chiapas.
Entrevista con don Jacinto, 18 de diciembre de 2010, El Zacatal, Las
Margaritas, Chiapas.

Recibido: 20 de noviembre de 2015

Aceptado: 15 de junio de 2016

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