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Mujeres Imputadas

El documento analiza un fallo judicial en el que una mujer fue condenada a prisión perpetua por matar a su pareja, a pesar de haber sufrido violencia de género por parte de él. El tribunal no consideró la perspectiva de género ni los antecedentes de violencia en la relación al juzgar el caso. La autora argumenta que la legítima defensa debe entenderse de manera diferente en este tipo de situaciones, donde las víctimas de violencia de género se defienden de sus agresores.

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El documento analiza un fallo judicial en el que una mujer fue condenada a prisión perpetua por matar a su pareja, a pesar de haber sufrido violencia de género por parte de él. El tribunal no consideró la perspectiva de género ni los antecedentes de violencia en la relación al juzgar el caso. La autora argumenta que la legítima defensa debe entenderse de manera diferente en este tipo de situaciones, donde las víctimas de violencia de género se defienden de sus agresores.

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Mujeres imputadas: La necesidad de aplicar la perspectiva de género en la

legítima defensa
Autora:
Bekevicius, Ailin

Cita: RC D 848/2022

Subtítulo:

Comentario al fallo N. N. s. Homicidio agravado, Trib. Juicio Crim., Ushuaia, Tierra del Fuego

Sumario:

I. Introducción. II. Antecedentes. III. Fundamentos de la fiscalía. IV. Decisión del Tribunal de Juicio en lo Criminal
del Distrito Judicial Sur de la Provincia de Tierra del Fuego. V. Legítima defensa: Cuando las víctimas de
violencia de género se defienden. VI. Conclusiones. VII. Referencias bibliográficas.

Mujeres imputadas: La necesidad de aplicar la perspectiva de género en la legítima defensa

I. Introducción

Si bien es mucho lo escrito y dicho acerca de las mujeres víctimas de género en los procesos penales cuando
son damnificadas en una causa, lo que es sumamente debatible es qué sucede con aquellas que son imputadas
pero que, a su vez, sufrieron ese tipo de violencia. ¿Se las justifica? ¿Deben ser juzgadas como cualquier otro
acusado/a? ¿Cómo juega la legítima defensa en estos supuestos?

En este trabajo analizaré brevemente el fallo caratulado "C., G. s/ Homicidio agravado" del Tribunal de Juicio en
lo Criminal del Distrito Judicial Sur de la Provincia del Tierra del Fuego, en el cual se condenó a C. a la pena de
prisión perpetua como autora material y penalmente responsable del delito de homicidio agravado por el vínculo,
del que resultó víctima A. R. B.

Anticipándome a la explicación que haré, los jueces no consideraron la violencia que padeció la imputada, tanto
en los momentos anteriores al suceso, como los que venía sufriendo en su convivencia con la víctima. Tampoco
tuvieron en cuenta los estándares internacionales en materia de violencia contra las mujeres y que, en estas
circunstancias, la legítima defensa no es igual que en otros escenarios.

II. Antecedentes

En el caso, se imputó a C. haber dado muerte a su pareja A. R. B. el 13 de noviembre de 2021, a las 05.08
horas, en el interior del domicilio ubicado en el Barrio 300 viviendas, Tira 16 "A", planta baja, departamento N°1
de Ushuaia, debido a una discusión que mantuvo la pareja, finalizando con la herida que realizó la imputada con
un arma blanca al damnificado.

A raíz de un llamado a la policía, el personal arribó al lugar y observó a B. tirado en el suelo, en el pasillo
contiguo a la habitación que ocupaba la pareja, quien se encontraba con el torso desnudo y manchas hemáticas
dispersas de forma continua y lineales en el pecho hacia el ombligo. Sobre él, se hallaba C., quien lloraba y
exclamaba de manera reiterada "Perdoname, perdóname, yo no te quería hacer nada. Perdoname, yo lo hice. Yo
me quería ir bien, nada más".

Los testigos del lugar del hecho habían escuchado discutir a las partes y, también, oyeron a la acusada decir
"Dejame salir, me quiero ir. No te quiero lastimar", a lo que B. respondía "Andate, loca de mierda". Luego de
varios minutos oyeron un golpe fuerte, seguido de los gritos de C. Además, dentro de la habitación, sobre el

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primer estante de una repisa, visualizaron un cuchillo tipo serrucho, el cual presentaba manchas hemáticas. A
partir de ese escenario, la conducta resultó calificada como homicidio agravado por el vínculo (art. 80, inc. 1 del
Código Penal).

III. Fundamentos de la fiscalía

En cuanto a los argumentos de la parte acusadora, se explicitó que estuvo corroborada la existencia material del
hecho que se enrostró a C. y su participación.

Explicó que, si bien la imputada había descripto una relación meramente sexual, lo cierto es que el primer
contacto entre las partes se dio en el ámbito carcelario, para luego ir consolidándose, pasando de un noviazgo a
la convivencia.

La fiscalía destacó que, en una pericia, el profesional interviniente advirtió en C. "una estructura de personalidad
límite, con rasgos obsesivos, rígidos e impulsivos, entendiendo que ese dato objetivo y científico debía
conjugarse con perspectiva de género, con las conductas que refirió momentos antes, es decir que B. pretendía
tenerla bajo control a través de su celopatía, controlar sus vínculos, economía, etc.".

Además, el fiscal sostuvo que, ante los reclamos de B., la acusada respondió con los atributos mencionados en
la pericia, sumado a que C. se encontraba en una situación de dependencia ya que estaba en libertad
condicional y sin lugar de residencia, hasta que la víctima "solventó esa carencia, se transformó en una
dependencia desde donde pretendió controlarla".

Por último, postuló como atenuantes, la edad, ser madre soltera de dos hijos, su historia de vida, haber sido
institucionalizada desde niña y el arrepentimiento evidente luego de cometer el hecho.

Por estos motivos, el acusador público sostuvo que, al momento de fallar, se condenara a C. a la pena de ocho
años de prisión, de acuerdo al art. 80, inc. 1, en función del 80 in fine del código de fondo.

IV. Decisión del Tribunal de Juicio en lo Criminal del Distrito Judicial Sur de la Provincia de Tierra del
Fuego

Tal como se adelantó, a C. se la condenó a prisión perpetua en base a varios fundamentos, los cuales ninguno
contiene la perspectiva de género necesaria para estos casos. Veamos.

En un primer momento, el Dr. Bambihy Videla comenzó manifestando la existencia de los tratados y
convenciones internacionales en materia de violencia de género, como así también la habitualidad del contexto
en la que se dan los hechos con ese tipo de violencia.

Por otro lado, aunque el magistrado expresó que estos supuestos se caracterizan por la ausencia de testigos, en
este caso, dicho factor está ausente ya que en la vivienda que habitaban C. y B. hubo vecinos que declararon
que no eran habituales las discusiones entre las partes.

En este sentido, el Dr. Bambihy Videla -cuyos argumentos compartieron los Dres. García Arpón y Pagano
Zavalía- dijo que uno de los vecinos (Oscar) expresó que la víctima "era un buen tipo" y que, si bien este
concepto no permite descartar la calidad de agresor de B., resulta que de su declaración no surge que hubiera
presenciado escena alguna de violencia para con C.

Otra vecina (Sabrina) manifestó que conoció a la acusada por B. y que "ellos estaban bien, cocinaban juntos, él
la atendía a ella. A veces ella llevaba a su nena. Nunca los vi pelear. Se veía que la trataba bien a ella y a su
nena. Nunca vi nada malo". A preguntas de la defensa, esa testigo recordó haber escuchado discusiones
simples, "algún planteo por celos, pero no más de eso, nunca escuché agresiones o violencia".

En otro orden de ideas, el tribunal hizo referencia sobre cómo se conocieron C. y B. (cuando ella se encontraba
detenida), el vínculo sexual que mantuvieron en un principio y cómo ella, al quedar en libertad, se alojó en la casa

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de su amiga Eugenia. En este contexto, en su declaración, C. manifestó que, si bien al principio de la relación
parecía estar todo bien, luego B. comenzaba a molestarse porque ella no accedía a tener relaciones sexuales,
siempre con alcohol de por medio y cuestionando sus horarios. Recordó una ocasión en que la víctima la increpó
por unos mensajes que tenía con el dueño del alquiler por pensar que la intención era otra, como así también que
él se presentaba en uno de sus trabajos, quedándose allí y bebiendo alcohol con un compañero hasta que
terminara de trabajar.

Por otro lado, C. siguió contando que, cuando se fue a vivir con B. los celos por parte del occiso incrementaron,
prohibiéndole ir a comprar sola, tratándola de "gato", apagándole el cigarrillo en su campera porque no quería
que se fuera (circunstancias que le contaba a su amiga Eugenia), no dejándola usar determinada indumentaria,
maquillaje, no continuando con su trabajo para acompañarla a ella a la carpintería donde trabajaba.

Recordó que la noche del suceso, el damnificado vio que tenía mensajes de su ex y un amigo, se puso celoso y
ella le refirió que no lo aguantaba más, que podía estar donde ella quisiera. En un momento, B. se retiró de la
habitación y C. aprovechó para cerrar la puerta con llave. Ante esta situación, él empezó a gritarle desde la
ventana que abriera, por lo que la dueña del lugar intercedió para que G. abriera. Al hacerlo, A. ingresó y cerró la
puerta.

Lo que sucedió después fue el momento desencadenante. B. tiró a C. en la cama y se acercó hacia ella con un
cuchillo en la mano, el cual se lo da a G., haciendo presión sobre el elemento. Luego, él la quiso agarrar del
cuello y le dijo que, si se quería ir, tenía que matarlo, sin importarle su vida ni la del hijo que estaba esperando. Al
sentir la mano en su cuello, C. lo empezó a golpear y, en un momento, se dio vuelta, caminó hacia la puerta y le
dijo "mirá lo que me tenés que hacer para que me sueltes". Posteriormente, el damnificado caminó por el pasillo y
se cayó al piso, siendo que cuando ella volvió a ver su pecho que estaba sangrando, tapó la herida con un
repasador para que parara de sangrar.

Por otro lado, el tribunal consideró que, de acuerdo a los vecinos, la discusión previa al deceso versó en relación
al dinero que C. le reclamaba a B. porque quería irse y como G. ahorraba uno de sus salarios para irse a vivir con
su hija, no sufría violencia económica.

Además, los jueces mencionaron que en esa "acalorada gresca", los planteos de la imputada eran los que se
destacaban, no siendo advertido por los vecinos lo mismo respecto de la víctima y que ésta no tuvo ningún acto
de violencia para con su pareja más allá de referirle, al final, que se fuera con lo puesto.

Con respecto a las heridas que presentaba B. al momento de la autopsia, los magistrados dijeron que la falta de
referencias a las lesiones no mortales guarda relación con el testimonio de los inquilinos en cuanto a que
escucharon la advertencia de C. sobre que no quería lastimarlo, por lo que ello demarca que había una similitud
en el aspecto físico de ambos, desterrando la idea de que se trataba de una mujer en problemas, tratándose de
lo contrario.

V. Legítima defensa: Cuando las víctimas de violencia de género se defienden

Como es de esperarse, nuestro país cuenta con normativa internacional que determinan al Estado argentino a
garantizar la igualdad y no discriminación de las mujeres.

En este sentido, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las
Mujeres (Convención Belem do Pará, 1994) menciona, en su artículo 4, el derecho de las mujeres a que se
respete su vida, su integridad física, psíquica y moral, así como su derecho a la igualdad de protección ante la
ley. Por otro lado, en su artículo 7 establece la obligación de los estados parte a tomar las medidas necesarias
para modificar las prácticas jurídicas o consuetudinarias que respalden la persistencia o tolerancia de la violencia
contra la mujer, así como la obligación de la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia
contra las mujeres.

Asimismo, la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW,
1979) hace alusión a las medidas que tienen por objeto o resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce

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o ejercicio, en condiciones de igualdad de los derechos humanos y libertades fundamentales de todas las
personas.

Ahora bien, en nuestro sistema normativo local, la legítima defensa está regulada en el art. 34, inc. 6 del Código
Penal y, cuando se habla de ella, se hace referencia a una causa de justificación que excluye la responsabilidad
penal de una persona que se defiende de una agresión ilegítima de otra. Los requisitos de este instituto son que
haya una agresión ilegítima, que la agresión sea actual e inminente, que los medios utilizados sean
razonablemente necesarios para evitar el ataque y que la persona que se defiende no haya provocado la
agresión.

Respecto al primer requisito, se entiende por tal a una acción antijurídica que lesiona o pone en peligro un bien
jurídicamente protegido. En este sentido, la violencia de género constituye una agresión ilegítima que no solo se
encuentra legislada en la Convención Belem do Pará, sino también en la Ley de Protección Integral para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que se desarrollen sus
relaciones interpersonales (26485, 2009). Dicha normativa, en su artículo 5, describe los distintos tipos de
violencia de la que puede ser víctima una mujer: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial y, en último
lugar, simbólica.

En cuanto al segundo requisito, Roxin (1997a, p. 618) explica que "una agresión es actual cuando es
inmediatamente inminente, o precisamente está teniendo lugar o todavía prosigue" o cuando "posteriormente ya
no se la podría repelar o sólo sería posible en condiciones más graves" (Roxin, 1997b, p. 619). Por su parte, el
Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belem do Pará (CEVI) explica que esa
inminencia, en los casos de violencia de género tiene como característica dos elementos: 1) la continuidad de la
violencia (debido a que el agresor puede actuar en cualquier momento y como consecuencia de todo tipo de
detonante, por lo que la agresión ilegítima no sucede solamente en una ocasión puntual, sino en varias
oportunidades); y 2) el carácter cíclico de la violencia[1]. Por ello, se puede afirmar que se produce una
inminencia permanente en situaciones donde existe la violencia de género, por lo que se debe analizar de
manera integral (Organización de los Estados Americanos [OEA], 2018a).

En referencia al tercer requisito de la legítima defensa, "constituye un juicio de valor sobre la proporcionalidad
entre las condiciones, instrumentos y riesgos de la agresión y las propias de los medios y comportamientos
defensivos" (OEA, 2018b, p. 10). En el caso de violencia contra las mujeres, se debe estudiar las opciones con la
que contaban ellas al momento de repeler la agresión ya que nos encontramos con una vinculación entre la
proporcionalidad y la continuidad de la violencia de género. En este sentido, al juzgar con perspectiva de género,
se debe tener en cuenta el marco en el que se lleva a cabo la agresión y la defensa.

El cuarto y último requisito suele ser entendido como la falta de conducta anterior de la persona agredida. No
obstante, suele creerse que, en los casos de violencia de género, las mujeres son las que provocaron la agresión
o consintieron que ello suceda, reforzando así los estereotipos de género que tanto deseamos erradicar. Al
respecto, "es necesario tener mucho cuidado para evitar que los estereotipos impidan la aplicación de la ley de
manera discriminatoria, esto es, conforme a los estándares vigentes en relación con el delito bajo juzgamiento,
de manera tal de no desproteger a las víctimas ni exigir para la justificación de la defensa requisitos no
contemplados en las leyes" (Hopp, 2012, p. 75).

En el caso a analizar, no sólo el tribunal condena a la pena máxima para el delito cometido (aun cuando la
acusación solicitó mucho menos en atención a los argumentos antes mencionados), sino que también no tomó
en cuenta los dichos de los vecinos en relación a que C. decía una y otra vez que se quería ir y él no la dejaba.
Luego, en un momento determinado, B. salió de la habitación y ella aprovechó a cerrar con llave, siendo que el
occiso intentó entrar, pero no pudo. Fue allí que intercedió la dueña del establecimiento, Patricia, y le pidió a G.
que lo deje entrar, intentando calmar la situación. Por este motivo, la imputada abrió la puerta y él entró con un
cuchillo.

En este contexto, B. se abalanzó sobre G., pidiéndole que lo hiriera y apoyó el cuchillo en el tórax hasta que, por
su propio peso (y ante los dichos de ella en relación a que no lo quería lastimar), terminó clavándoselo.

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Cuando C. vio la sangre de la víctima, se dio cuenta de lo que había pasado, agarró un repasador, se lo puso
encima con el fin de detener el sangrado y dijo a los vecinos que llamaran a la policía. Cuando los oficiales
llegaron, G. estaba intentando reanimarlo. En este sentido, los magistrados dieron por alto que C. utilizó la
legítima defensa para protegerse de su agresor, como así también cuidar su embarazo.

Por otro lado, manifestaron que de la "gresca" entre la pareja, a la única que se escuchaba de forma enérgica era
a G., mientras que B. hablaba en voz baja, calmándola, pidiéndole que no se fuera. Los jueces parecen omitir la
realidad de que los agresores ocultan su verdadera esencia a terceros, invirtiendo los roles y atribuyéndoles a las
mujeres víctimas de violencia un papel falso. De esta manera, descartaron que C. haya estado en una relación
asimétrica de poder, afirmando que se trató de una pareja "común", con planteos de celos como cualquier otra.

En otro orden de ideas, G. expresó que cuando B. le puso el arma entre sus manos, la tomó del cuello. Además,
dicen los jueces, que del testimonio de los vecinos surge que escucharon que la acusada le advertía que no
quería lastimarlo. Así, el tribunal destacó que, debido a que ambos mantenían una similitud en el aspecto físico,
se destierra la idea de que ella era una mujer en problemas y que se trata justamente de lo contrario. Una vez
más, parece que los jueces quisieron hacer recaer la responsabilidad en G. ya que, supuestamente al tener un
porte físico similar con el de B., no tendría que haber soportado la violencia que padeció.

Por otro lado, en cuanto a que C. no tenía lesiones físicas visibles (recuérdese que ella dijo que el occiso la tomó
del cuello), lo cierto es que, de acuerdo a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), ese tipo de
laceraciones no siempre quedan plasmadas, por lo que la ausencia de señales físicas no se traduce a que no se
ha llevado a cabo violencia (Caso Espinoza González vs. Perú, 2014, parágrafo 152).

Relacionado con el párrafo anterior, se omitió considerar que la violencia contra las mujeres no solamente
importa violencia física, sino también sexual, psicológica, económica y simbólica (a las cuales G. estaba
sometida, por lo menos, a tres de ellas) aspectos que deberían conocerse por demás por miembros del Poder
Judicial.

En cuanto a la presunta falta de dependencia económica que alegó el tribunal debido a que C. ahorraba uno de
sus sueldos dándoselo a su mamá para irse a vivir con su hija, lo cierto es que G. no tenía otro lugar a donde ir
luego de salir de la cárcel. Hay que tener en cuenta que tuvo una vida atravesada por diversas violencias,
pasando por hogares de menores, siendo víctima de violencia de género de una pareja anterior (incluso llegó a
perder un embarazo a los 16 años producto de los golpes que recibía) y su condición de ex condenada.

VI. Conclusiones

Llegado este punto, debo decir que es necesario aplicar la perspectiva de género en los casos donde las mujeres
que son víctimas de violencia de género se les impute lesionar o matar a sus agresores, mediante el mecanismo
de la legítima defensa. Con esto me refiero a que "la reacción de las víctimas de violencia de género no pueden
ser medidas con los mismos estándares tradicionalmente utilizados para la legitima defensa en otro tipo de
casos, ya que la violencia a la que se ven sometidas por el agresor en razón de su género, tiene características
específicas que deben permear todo el razonamiento judicial de juzgamiento" (OEA, 2018c, p. 27).

En este sentido, es sumamente importante que los operadores judiciales y magistrados/as incorporen la
perspectiva de género y tengan en consideración los distintos tipos de violencia a las que son víctimas las
mujeres. También, es primordial que se piense a la legítima defensa con la misma perspectiva mencionada y se
estudie el contexto en el que ocurrió el hecho delictivo, con el fin de cumplimentar con las obligaciones
internacionales asumidas por el Estado en relación a los derechos de las mujeres.

La sentencia del tribunal es una demostración de que este tipo de violencia en las parejas se las sigue
negando/invisibilizando, siendo que su causa son las relaciones desiguales de poder.

VII. Referencias bibliográficas

Caso Espinoza González vs. Perú, Serie C, No. 160 y Serie C, No. 181. Corte Interamericana de Derechos

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Humanos, (2014), https://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_289_esp.pdf.

Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belém do Pará), 9
de junio, 1994, https://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-61.html.

Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), 18 de
diciembre, 1979, https://www.ohchr.org/sp/professionalinterest/pages/cedaw.aspx.

Hopp, C. M., (2012), Legítima defensa de las mujeres: de víctimas a victimarias. En Pitlevnik, L. (dtor),
Jurisprudencia penal de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (pp. 46-78), Hammurabi.

Ley 26485, Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los
ámbitos en que se desarrollen sus relaciones interpersonales, 1 de abril de 2009,
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/150000-154999/152155/norma.htm.

Organización de los Estados Americanos, (2018), Recomendación General del Comité de Expertas del MESECVI
(No. 1), Legítima defensa y violencia contra las mujeres.

Roxin, C., (1997), Derecho Penal, parte general, Tomo I, Civitas.

[1] Esta se caracteriza por tres fases: 1) tensión, en donde el roce y conflictos de pareja van
escalando de forma gradual; 2) agresión, en la cual, frente al golpe o violencia física, la mujer
realiza la denuncia o no es su deseo hacerlo por temor a su agresor; 3) conciliación o luna de miel,
aquí el victimario suele mostrar arrepentimiento, haciendo promesas de cambio y pidiendo perdón,
haciendo que la víctima permanezca a su lado y retire la denuncia.

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