Lloveras Resp Por Deudas Entre Conyuges

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RESPONSABILIDAD POR

DEUDAS DE LOS CÓNYUGES


por Nora Lloveras1

A la Dra. Olga Orlandi, compañera inseparable,por su


presencia académica profunda, plena e inalterable en la
cátedra cordobesa de Derecho de Familia y Sucesiones;
por sus ojos abiertos al mundo y por su corazón “de oro”

Sumario: 1. El tema. 2. Régimen de responsabilidad por deudas de la sociedad conyugal: el


principio general y las excepciones. 2.1. El principio general del artículo 5º de la ley 11.357.
2.1.1. La redacción del artículo 5º de la ley 11.357. 2.1.2. Relación de la ley 11.357 con
el régimen del Código Civil: los artículos 5º y 6º de la ley 11.357, y el artículo 1275 del
Código Civil. 2.2. El artículo 6º de la ley 11.357. 2.2.1. Naturaleza de la deuda común.
2.2.2. Supuestos contemplados por la ley. 3. Consideraciones necesarias: la cuestión de la
obligación y de la contribución; las deudas propias y las comunes, y los bienes propios y
los gananciales. 3.1. La cuestión de la obligación y la cuestión de la contribución. 3.1.1.
La cuestión de la contribución. 3.1.2. La cuestión de la obligación. 3.2. Las deudas personales
y las deudas comunes. 3.3. Los bienes propios y los bienes gananciales. 3.3.1. Los bienes
gananciales indeterminables en su origen o de prueba difícil –llamados bienes gananciales
de origen dudoso–. 3.3.2. Gananciales anómalos. 4. Indivisión poscomunitaria. 4.1. La in-
división poscomunitaria y la responsabilidad por deudas. 4.1.1. La teoría del pasivo común.
4.1.2. La teoría de la transformación de la responsabilidad (inaplicabilidad de los arts. 5º y
6º, ley 11.357). 4.1.3. La teoría de la subsistencia del régimen de los artículos 5º y 6º de
la ley 11.357. 4.1.4. La teoría de la subsistencia del régimen de los artículos 5º y 6º de la
ley 11.357, salvo para el caso de disolución de la sociedad conyugal por causa de muerte
de uno de los cónyuges. 4.1.5. La indivisión poscomunitaria y la responsabilidad por deudas:
una reflexión y una síntesis. 5. Conclusiones.

1. El tema
La ley 11.357 de 1926 es conocida como la ley de los “derechos
civiles de la mujer”.
1Nora Lloveras, Profesora Titular de Derecho Privado VI (Familia y Sucesiones).
Agregada a la Cátedra de Derecho Constitucional. Investigadora Categorizada SECyT.
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Córdoba. E-mail:
[email protected]

159
Doctrina

En ella, a través de la enumeración de los actos que podía realizar


la mujer, de alguna manera se equipara la mujer al marido, disponiendo
además la plena capacidad de la mujer mayor de edad, soltera, viuda
o divorciada, y confiriéndole a la casada la capacidad para ejercer
profesión, oficio, empleo, comercio o industria, y para administrar y
disponer libremente el producto de las actividades que realiza.
Como puede verse, seguía rigiendo, en el momento histórico de la
ley 11.357 (años 1926 y siguientes), una particular situación de la
mujer casada –no así de la mujer soltera, viuda, divorciada, plenamente
capaz–: regía la regla de la incapacidad de hecho (art. 55, inc. 2º, Cód.
Civ.), si bien flexibilizada por un amplio margen de facultades con-
cedidas por la ley, que atañen a la capacidad de hecho.
La ley 17.711 del año 1968 –de reformas al Código Civil– introdujo
una importante y radical modificación al régimen de bienes en el ma-
trimonio, suprimiendo las incapacidades que afectaban a la mujer ca-
sada en el campo patrimonial y estableciendo la igualdad jurídica de
los cónyuges en este plano2.
El artículo 1276 del Código Civil –totalmente sustituido por la
ley 17.711– instala en el Derecho argentino, a partir de 1968, el ré-
gimen de gestión separada de la comunidad, con las restricciones

2 Puede verse: CAFFERATA, José Ignacio, Administración y disposición de

bienes en la sociedad conyugal, en Revista Notarial, Colegio de Escribanos de la


Provincia de Córdoba, Córdoba, Nº 22, 2º Semestre de 1971; 1972 en edición se-
parada, ps. 10 y ss.; KALLER DE ORCHANSKY, Berta, Situación jurídica de la
mujer casada y régimen de la sociedad conyugal en las reformas al Código Civil,
en L. L. 130-1132; BELLUSCIO, Augusto César, El régimen matrimonial de bienes
en la reforma del Código Civil, en L. L. 131-1458; MORELLO, Augusto M., Actos
de disposición, enajenación y gravamen del artículo 1277 del Código Civil, en J.
A. Doctrina, 1970-I; RAFFO BENEGAS, Patricio y SASSOT, Rafael Alejandro, La
autorización judicial y la disposición de los bienes gananciales, en J. A. Doctrina,
1970-761, etc.
Una minoría doctrinaria parece valorar negativamente la reforma del año 1968,
verbigracia: LÓPEZ DEL CARRIL, J., Los regímenes patrimoniales matrimoniales
después de la reforma introducida por la ley 17.711, en L. L. 139-1178/1186; LLAM-
BÍAS, Jorge Joaquín, Estudios de la Reforma del Código Civil. Ley 17.711, J. A.,
Buenos Aires, 1969, p. 362; CORNEJO, Raúl J., El régimen de bienes en el matrimonio
y la ley 17.711, en L. L. 132-1350.

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Responsabilidad por deudas de los cónyuges

contempladas en el artículo 1277 del Código Civil para los actos de


disposición allí referidos3.
La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discri-
minación contra la mujer equipara e iguala al esposo y a la esposa4.
Aclaramos que la ley 25.781 del año 20035 modificó el artículo 1276
del Código Civil en este punto, estableciendo la administración y dis-

3 La tipificación del régimen patrimonial del matrimonio a partir de 1968 nos

conduce a constatar posiciones doctrinarias encontradas. FASSI, Santiago C., El ré-


gimen patrimonial del matrimonio en la reforma del Código Civil, en E. D. 23-889;
BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil. Familia, 8ª ed. act., Perrot, Buenos
Aires, 1989, t. I, ps. 207 y ss., Nº 286 y ss.; SPOTA, Alberto G., Sobre las reformas
del Código Civil, Depalma, Buenos Aires, 1969, p. 55; BELLUSCIO, Augusto C.,
Manual de Derecho de Familia, 8ª ed., Astrea, Buenos Aires, 2006, t. II, p. 24, Nº
308; MAZZINGHI, Jorge Adolfo, Derecho de Familia, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1972, t. II, p. 268; ZANNONI, Eduardo A., Derecho Civil. Derecho de Familia, 3ª
ed., Astrea, Buenos Aires, 1998, t. I, ps. 401 y ss, Nº 306.
4 Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra

la Mujer. Adoptada y abierta a la firma y ratificación o adhesión por la Asamblea


General en su resolución 34/180, del 18 de diciembre de 1979. Entrada en vigor: 3
de septiembre de 1981, de conformidad con el artículo 27 (1), y de jerarquía cons-
titucional (art. 75, inc. 22, Const. Nac.). Cfr. en esta línea: LLOVERAS, Nora y
MONJO, Sebastián, La curatela: ¿“compartida”?, en Actualidad Jurídica de Córdoba,
Córdoba, 2008, Año III, vol. 46.
Cfr. ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, ps. 568 y ss, Nº 462
y ss., y en Liquidación y calificación de bienes en la sociedad conyugal, Astrea,
Buenos Aires, 1976, ps. 212 y ss.; FASSI, Santiago C. y BOSSERT, Gustavo A.,
Administración del bien ganancial que pertenece a ambos esposos, en L. L. 151-1061;
BORDA, Tratado de Derecho Civil. Familia cit., t. I, ps. 273 y ss., Nº 366 y ss;
CAFFERATA, Administración y disposición de bienes en la sociedad conyugal cit.,
p. 25; BELLUSCIO, Augusto C., El régimen patrimonial de bienes en el matrimonio,
en L. L. 131-1467; MÉNDEZ COSTA, María J., Alcance de la separación de las
deudas personales de los cónyuges con respecto al acreedor, en J. A. 20-1973-243;
VIDAL TAQUINI, Carlos H., El régimen patrimonial del matrimonio en las Quintas
Jornadas de Derecho Civil, en L. L. 146-1100, y en Régimen de bienes en el matri-
monio, Zavalía, Buenos Aires, 1971, p. 247, y en Responsabilidad de un cónyuge
ante las deudas contraídas por el otro, en L. L. 155-649.
5 Ley 25.781, Administración de la Sociedad Conyugal, modificación del art. 1276,

Cód. Civ.: fecha de sanción: 1-10-2003, fecha de promulgación: 7-11-2003, publicado


en: B. O. del 12-11-2003. Véase: FAMÁ, María Victoria; HERRERA, Marisa y REV-
SIN, Moira, Una reforma a mitad de camino, en ADLA 2003-E-6121. Norma co-
mentada: Ley 25.781.

161
Doctrina

posición conjunta del marido y la mujer de aquellos bienes cuyo origen


no pudiere ser determinado o la prueba fuere dudosa.
En conclusión, la ley 11.357 del año 1926 constituyó un avance
relevante en la situación de la mujer, ya que modificó parcialmente
el régimen de administración y sentó el principio de separación de
responsabilidades por las deudas contraídas por cada uno de los cón-
yuges en los artículos 5º y 6º, únicos vigentes en la actualidad6.
Con ello, al delimitar las respuestas por las deudas contraídas por
el otro, clarificó la situación patrimonial de la mujer-esposa, que en
no pocas oportunidades se vio comprometida por los compromisos y
obligaciones contraídos por el esposo.
La ley 11.357 del año 1926 y la reforma de la ley 17.711 del año
1968 configuraron un paso adelante en la situación jurídica de la mujer,
que se ve coronada por las reformas de las leyes 23.264 del año 1985
y 23.515 del año 1987, al Código Civil argentino7.
No puede dejarse de señalar que el sistema que comentamos de
responsabilidad por deudas se conecta también con la función econó-
mica de la familia en nuestros días, si bien esta función luce diferente
hoy a la de otros tiempos8.
En el presente –año 2008– quedan vigentes, de la ley 11.357 sólo
los artículos 5º y 6º, referidos al régimen imperante en las deudas de
los cónyuges9.
El tema que exponemos a continuación alude, por ello, a la respuesta

6 MEDINA, Graciela, Régimen patrimonial matrimonial primario y la reforma

del Código Civil, en E. D. 184-1295.


7 Comentamos los arts. 5º y 6º de la ley 11.357 a la luz de las reformas que con

posterioridad recibió tal normativa.


8 Cfr. CÓRDOBA, Marcos (dir.) y VANELLA, Vilma R. (coord.), Derecho de

Familia. Parte general, La Ley, Buenos Aires, 2002, ps. 13 y s. Así lo hemos ex-
presado: LLOVERAS y MONJO, La curatela: ¿“compartida”? cit.
9 Ley 11.357: El art. 5º dice: “Los bienes propios de la mujer y los bienes ga-

nanciales que ella adquiera no responden por las deudas del marido, ni los bienes
propios del marido y los gananciales que él administre responden por las deudas de
la mujer”. El art. 6º norma: “Un cónyuge sólo responde con los frutos de sus bienes
propios y con los frutos de los bienes gananciales que administre, por las obligaciones
contraídas por el otro, cuando sean contraídas para atender a las necesidades del
hogar, para la educación de los hijos, o para la conservación de los bienes comunes”.

162
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

patrimonial de los esposos, particularmente frente a los terceros, es


decir, la responsabilidad por deudas del esposo y la responsabilidad
por deudas de la esposa.

2. Régimen de responsabilidad por deudas de la sociedad


conyugal: el principio general y las excepciones

Los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 abordan10 el régimen de


responsabilidad de los cónyuges por las deudas que contrae cada uno.
El artículo 5º establece, como regla general, una neta separa-
ción de responsabilidades de los esposos: cada uno responde con sus
bienes propios y con sus bienes gananciales por las obligaciones que
contrae.
Es decir, el esposo responde con sus bienes propios y con sus
bienes gananciales por las deudas asumidas; de igual modo, la mujer,
la esposa, responde con sus bienes propios y con sus bienes gananciales
por las deudas asumidas.
De manera excepcional, el artículo 6º regula que el esposo responde
con los frutos de sus bienes propios y con los frutos de sus bienes
gananciales por las deudas contraídas por la esposa cuando tuvieron
por fin atender a las necesidades del hogar, a la educación de los hijos,
o a la conservación de los bienes comunes. Y, de igual modo, la esposa
responde con los frutos de sus bienes propios y con los frutos de sus
bienes gananciales por las deudas contraídas por el esposo cuando
tuvieron por fin atender a las necesidades del hogar, a la educación
de los hijos, o a la conservación de los bienes comunes.
En otras palabras y a modo de síntesis apuntamos:
a) Como regla general, cada cónyuge responde con sus bienes pro-
pios y con sus bienes gananciales por las obligaciones contraídas
(art. 5º).
b) De modo excepcional, cada cónyuge responde con los frutos

10 BELLUSCIO, Augusto C., Los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 y el juicio

ejecutivo, en L. L. 1979-C-233, en comentario a fallo de la CNCom., sala A, 20-9-78,


“N. y LL. SA c/S. de P., M. E.”

163
Doctrina

de sus bienes propios y con los frutos de sus bienes gananciales


por las obligaciones asumidas por el otro esposo, cuando se
trate de las necesidades del hogar, la educación de los hijos, o
la conservación de los bienes comunes (art. 6º).

2.1. El principio general del artículo 5º de la ley 11.357


El artículo 5º de la ley 11.357 se refiere exclusivamente a las deudas
personales, y establece un principio general de separación de respon-
sabilidades11.
Es decir que se norma sobre la irresponsabilidad del cónyuge no
contratante respecto de las deudas contraídas por el otro cónyuge –con-
tratante– lo que deriva en una correcta y efectiva separación de patri-
monios.
Esto significa que las deudas asumidas por el marido o la mujer
implican que el patrimonio del cónyuge que contrató sea prenda común
y objeto de ataque de los acreedores, sin que puedan los últimos ac-
cionar sobre los bienes del otro cónyuge no contratante.
Por lo tanto, los bienes gananciales de la mujer, y los propios de
la mujer responden por las deudas contraídas por ella, y los bienes
gananciales del marido y los propios del marido responden por las
deudas contraídas por él12.

11En este sentido, se pronuncia la jurisprudencia de la CDoc. y Loc. de Tucumán,


sala II, 8-11-2004, en los autos “Pascuttini, Olimpo P. c/Correa Posse, Francisco E.
y otros”, L. L. NOA 2005 (mayo), p. 707. El art. 5º de la ley 11.357 estableció el
principio general de separación de responsabilidad de los cónyuges, el art. 6º dispone,
con carácter de excepción, la responsabilidad del cónyuge que no contrajo la obligación,
cuando ésta tiene por objeto la atención de las necesidades del hogar conyugal, con-
servación de los bienes comunes y educación de los hijos. Es indiscutible que la
separación de responsabilidades como principio establecido por el art. 5º de la ley
11.357 se halla plenamente vigente, y conlleva a que todos los bienes que la mujer
adquiera por cualquier título estén en su masa de administración y no respondan por
las deudas de su marido. Así lo tiene resuelto la CSJN, 124.72, L. L. 147-33; SCJBA,
28-8-73, L. L. 152-219; CJ de Salta, 26-4-72, L. L. 152-500; TSJ de Córdoba, 6-11-84,
L. L. 1985-D-232; CNCiv., sala A, 5-7-83, L. L. 1984-A-489.
12 Sobre la modificación del régimen económico y sus efectos, véase: KEMELMAJER

DE CARLUCCI, Aída, Las deudas de una persona casada cuando se producen modi-
ficaciones en el régimen patrimonial del matrimonio, en ALEGRIA, Héctor y MOSSET

164
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

Este precepto refiere exclusivamente a las deudas personales, ya


que, cuando se trata de deudas comunes, se establece una responsa-
bilidad “concurrente” –lo que está debatido según veremos más abajo–,
pudiendo los acreedores accionar contra los frutos de los bienes propios
y los frutos de los gananciales del cónyuge no contratante (arg. art. 6º,
ley 11.357).
Entonces, a modo de colofón, podemos sentar el principio general
de irresponsabilidad de los cónyuges por las deudas contraídas por el
otro, con la excepción de las deudas comunes cuyos supuestos están
expresamente establecidos en el artículo 6º de la ley 11.357.
Como se advierte, las relaciones de los cónyuges13 con terceros
mantienen sus características propias sin resultar alteradas por el ré-
gimen matrimonial. No puede hablarse, entonces, de acreedores de la
sociedad conyugal. Solamente podría hacerse referencia a deudas con-
traídas por cada uno de los cónyuges14. De allí que no resulta necesario
a los acreedores personales de un cónyuge excutir los bienes propios
para poder agredir los gananciales de su gestión, ni los acreedores del
cónyuge tendrán que excutir los gananciales por deudas comunes, ni
tendrán tampoco preferencia respecto de esos bienes15.
Cuadra destacar que las deudas son personales como regla, enfa-
tizado por la redacción del artículo 5º que establece un régimen de
separación de las deudas y de independencia de las mismas16.
Muy acertadamente, Méndez Costa dispone que en realidad todas

ITURRASPE, Jorge (dirs.), Derecho de Familia Patrimonial, Revista de Derecho Privado


y Comunitario, Nº 12, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1996, ps. 57 y ss.
13 Cfr. sobre derechos y deberes entre los cónyuges: FERRER, Francisco A. M.;

MEDINA, Graciela y MÉNDEZ COSTA, María Josefa (dirs.), Código Civil comen-
tado. Derecho de Familia, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2004, t. 1, arts. 198 y ss., ps.
124 y ss.; Véase sobre categorías de las cargas familiares: FANZOLATO, Eduardo
Ignacio, Derecho de Familia, Advocatus, Córdoba, 2007, t. 1, ps. 58 y ss.
14 Cfr. ORLANDI, Olga E., Acción de fraude entre cónyuges, en J. A. 1999-II-979;

CALCATERRA, Gabriela y KRASNOW, Adriana N., Fraude entre cónyuges y la


sociedad comercial, en L. L. del 4-12-2006, p. 1.
15 HERNÁNDEZ, Lidia, Pasivo de la sociedad conyugal, en RDF 2001-19-79,

citar Lexis 0029/000076.


16 MÉNDEZ COSTA, María Josefa y D’ANTONIO, Daniel Hugo, Derecho de

Familia, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2001, t. II, p. 153.

165
Doctrina

las deudas son personales –aclaramos, por nuestra parte, son “perso-
nales” en términos de obligaciones–, y que algunas de ellas revisten
el carácter de comunes respecto al acreedor, por la finalidad o las
necesidades que cubre (art. 6º, ley 11.357), por lo tanto, según Méndez
Costa, existen deudas que sólo son personales y otras que son personales
y, a su vez, comunes, en los términos preindicados.
En este orden de ideas, quien alega una deuda personal no necesita
probarlo, y sólo se debe probar el carácter común de las mismas.
Como principio se establece que la finalidad del artículo 5º de la
ley 11.357 es salvaguardar los bienes del cónyuge que no intervino
en el negocio de los actos imprudentes del otro, no perjudicando a
terceros, pues éstos, cuando contratan con uno de aquéllos, conocen
de antemano que la prenda de sus créditos sólo estará constituida por
los bienes que se encuentran en el patrimonio del cónyuge contratante
y no por aquellos que figuren en cabeza del cónyuge no contratante17.
Por lo tanto, sólo el patrimonio del cónyuge contratante estará afec-
tado por las deudas por él contraídas, siendo expresamente excluido
el patrimonio del cónyuge no contratante.
Esta dirección han seguido la doctrina y la jurisprudencia a partir
del fallo plenario de la Cámara Comercial “Banco de la Provincia de
Buenos Aires c/Sztabinski”18 recaído en una ejecución individual. El
mismo establece como principio general que el hecho de que un bien
figure como adquirido por uno de los cónyuges es suficiente para
excluirlo de la acción de los acreedores del otro. Luego, señala excep-
ciones al principio de que la obligación en ejecución haya sido con-
traída para atender necesidades del hogar, gastos de conservación de
los bienes comunes o educación de los hijos, o cuando se pruebe que
el bien ha sido ilegítimamente sustraído a la obligación que le es
propia. Impone la carga de la prueba de los hechos relevantes al
cónyuge agredido19.

17 Así también se pronuncia SOLARI, Néstor E., Garantía de los acreedores del

cónyuge deudor hasta tanto no se realice la inscripción de la disolución en el registro


de la propiedad, en L. L. B. A. 2006 (agosto), p. 880. En comentario al fallo CCCom.
de San Martín, sala I, 28-2-2006, en autos “Doria, Gabriela R. c/Buda, Alfredo O.”
18 CNCom., en Pleno, 19-8-75, L. L. 1975-D-70.
19 HIGHTON, Federico R., Bienes gananciales ante la quiebra del cónyuge, en

166
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

Por lo tanto, se sentó el principio de que la administración realizada


por uno de los cónyuges no trae por efecto responsabilidad alguna
para el patrimonio que administra y dispone el otro cónyuge.
Deben determinarse con claridad los bienes que integran el patri-
monio de cada cónyuge, que pueden ser agredidos por sus acreedores,
circunstancia que, a veces, provocará alguna dificultad.
Al efecto de individualizar los bienes de cada cónyuge, deberá es-
tarse al sistema general de adquisición conforme a la naturaleza de
ellos, y a las fechas a que remiten los actos.

2.1.1. La redacción del artículo 5º de la ley 11.357


Entendemos que la tendencia actual es la total equiparación de los
derechos de la mujer y los del marido20, normándose un régimen de
separación de patrimonios, y una administración también separada de
los mismos, sin admitirse preferencia alguna al marido ni gestión o
administración en cabeza del mismo.
En el régimen argentino actual de comunidad relativa, el artículo 5º
de ley 11.357 –especialmente–, debe adecuarse al sistema de gestión
en vigencia, reemplazando el término “administre” por “adquiera”: la
mujer no responde con sus bienes propios ni con los gananciales que
ella adquiera por las deudas del marido, ni éste responde con sus bienes
propios y con los gananciales que adquiera por las deudas de la mujer.
Cabe acotar que el régimen de administración por el marido –ar-
tículo 1276, 2º párrafo del Código Civil– de los bienes de origen dudoso,
también ha sido modificado y sustituido por la ley 25.781 del año
2003.

2.1.2. Relación de la ley 11.357 con el régimen


del Código Civil: los artículos 5º y 6º de la
ley 11.357, y el artículo 1275 del Código Civil
La inclusión de los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 generó posturas
doctrinarias diversas con respecto a la derogación total o parcial, o

L. L. 1993-C-241, en comentario al fallo de la CNCom., sala C, 14-6-91, en los autos


“Granados, Ernesto M. s/Quiebra”.
20 LLOVERAS y MONJO, La curatela: ¿“compartida”? cit.

167
Doctrina

bien a la compatibilidad de la nueva normativa con la antigua contenida


en el artículo 1275 del Código Civil.
La cuestión era determinar si estos artículos 5º y 6º modificaban,
y en qué medida, el Código Civil y, en particular, el artículo 1275
relativo a las cargas de la sociedad conyugal.
Debemos tener en cuenta que el análisis de la cuestión debatida
debe realizarse a la luz de la evolución de la capacidad de la mujer
casada y el principio general de separación de patrimonios y deudas
que impera en la actualidad.
La piedra angular que define el debate es la distinción entre la
“Cuestión de la Contribución” –aspecto interno– y la “Cuestión de la
Obligación” –aspecto externo–.
El punto de conflicto principal lo genera el artículo 1275 del Código
Civil, referido a las cargas de la sociedad conyugal, pero también se
debate sobre la vigencia de los artículos 1280, 1281, 1282 y 1283.
En ese marco, se gestaron las diferentes posiciones doctrinales, que
consignamos a continuación.

a) Derogación tácita del artículo 1275 del Código Civil


Una parte de la doctrina sostiene la derogación tácita del artículo
1275 por entender que fue sustituido en su totalidad por la nueva
legislación, es decir por los artículos 5º y 6º de la ley 11.357.
La más radical de las posturas es sostenida por Borda, que sostiene
la total derogación del artículo 1275 del Código Civil21. Así también
se pronuncian Vidal Taquini22 y Mazzinghi23.
Consideramos, por nuestra parte, que esta postura no distingue entre
21 BORDA, Tratado de Derecho Civil, Familia cit., t. I, p. 259, Nº 350 y 351.

Borda sostiene que se habrían sustituido las cargas de la sociedad conyugal (en que
la comunidad de gananciales, sin distinción del origen de los bienes, constituye, en
conjunto, la garantía de solvencia del crédito a tenor de lo dispuesto por el art. 1275,
Cód. Civ.), por una responsabilidad individual o separada de cada cónyuge por las
deudas que contrae y por las cuales, en cada caso, él responde con los bienes propios
y con los gananciales que administra o “adquiere”.
22 VIDAL TAQUINI, Carlos H., Régimen de bienes en el matrimonio, p. 263,

parág. 243, cit. por ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, p 554.
23 MAZZINGHI, Jorge Adolfo, Derecho de Familia, Abeledo-Perrot, Buenos Ai-

res, 1981, ps. 232 y ss., Nº 228 y ss. Este autor sostiene que el nuevo régimen de

168
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

el aspecto interno y el aspecto externo del régimen de deudas, por lo


que dificulta una correcta valoración del régimen vigente.

b) Vigencia parcial del artículo 1275 del Código Civil,


incisos 1º, 2º, 4º, 5º y derogación del inciso 3º
Por otro lado, un sector de opinión (Lafaille, Cornejo, Guastavino),
que desmenuza el artículo 1275 del Código Civil, analiza cada inciso
y entiende que los incisos 1º, 2º, 4º, 5º se refieren al aspecto interno,
por lo que quedarían incólumes, y sólo el inciso 3º habría sido derogado
por los artículos 5º y 6º de la ley 11.357, por abarcar el aspecto externo
de la responsabilidad por deudas24.

c) Plena vigencia del artículo 1275 del Código Civil


La tercera posición sostiene la plena vigencia del artículo 1275 del
Código Civil por considerar que la disposición siempre hizo alusión al
aspecto interno, lo que no pudo verse afectado por la sanción de la ley
11.357, que regula el aspecto externo de la responsabilidad por deudas25.
Se estima que los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 sólo han mo-
la ley 11.357 (arts. 5º y 6º) es totalmente incompatible con cualquiera de los incisos
del art. 1275, Cód. Civ.
24 GUASTAVINO, Elías P., Algunos aspectos del pasivo del matrimonio, ejem-

plares mimeografiados, Santa Fe, 1955, Nº 91, 95, 107 y ss. y 124, y Responsabilidad
de los bienes gananciales por alimentos a los hijos matrimoniales, en J. A. 1958-52,
sec. doct. cit. por MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II,
p. 151.
25 Sostienen esta posición: MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia

cit., t. II, p. 152. Apuntan: “personalmente sostenemos que el art. 1275 se ha referido
siempre exclusivamente al aspecto interno de las deudas basándonos, entre otros argu-
mentos, en que el art. 1275 reproduce otros textos relativos, indudablemente, al aspecto
externo, lo que conduce a entender que el legislador quiso plantear idénticas hipótesis
relativamente a consecuencias distintas: la contribución conyugal en el art. 1275 y la
responsabilidad frente a terceros en otros textos (1280, 1281, 1282, 1283, etc.)”.
BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 142, Nº 384. También
se pronuncia en este sentido Belluscio expresando que “no puede admitirse, pues,
que el art. 1275 –ni en su totalidad, ni sólo en su inc. 3º– esté derogado. Rige la
determinación de cuáles son las obligaciones definitivamente comunes, juega en las
relaciones entre los cónyuges o sus sucesores tras la disolución de la sociedad conyugal;
carece de eficacia frente a los acreedores, pero subsiste”.
Zannoni se enrola en esta posición también diciendo que “la ley 11.357 vino a

169
Doctrina

dificado el régimen de responsabilidad de los cónyuges frente a terceros


–cuestión de la obligación–, pero la determinación de las cargas de la
sociedad conyugal –cuestión de la contribución– continúa siendo regida
por el artículo 1275 del Código Civil26.
Destaca Belluscio que los artículos 5º y 6º establecen a cuál de los
cónyuges podrán los acreedores cobrar sus créditos; el artículo 1275
del Código Civil define si la deuda pagada será, en definitiva, a cargo
del haber ganancial o del haber personal de uno de los esposos; los
artículos 5º y 6º reglamentan el problema de la responsabilidad por la
obligación, y el artículo 1275 del Código Civil reglamenta el de la
imputación de la deuda ya pagada o la contribución a su pago.
Si con dinero ganancial se repara un inmueble propio de uno de
los cónyuges, y si el artículo 1275 del Código Civil estuviera derogado,
esa reparación estaría definitivamente a cargo del cónyuge propieta-
rio, pues no es una obligación comprendida en el artículo 6º de la
ley 11.357.
El inciso 3º del artículo 1275 del Código Civil pone a cargo de la
sociedad conyugal las deudas contraídas durante el matrimonio por
uno de los cónyuges. Entiende Belluscio que si dicha disposición del
artículo 1275 no rigiese, al momento de la disolución del régimen
patrimonial, el cónyuge que tuviera deudas tendría que compartir con
el otro su activo, pero no su pasivo27. Es que el artículo 1275 rige
cuáles son las obligaciones definitivamente comunes, juega en las re-

modificar el régimen original del Código Civil en lo atinente a la responsabilidad de


cada cónyuge frente a terceros por las deudas por él contraídas. Y, desde este punto
de vista la solvencia no se imputa a una masa ganancial única, sino que se distingue
la masa ganancial que administra cada cónyuge, y las deudas que el contrajere sólo
serán ejecutables sobre ella y no sobre la masa que administra el otro. Pero la im-
putación final de la deuda que se haga a la liquidación de la sociedad conyugal, no
queda resuelta por la norma del art. 5º de la ley 11.357. Sigue siendo procedente la
distinción entre deudas comunes –o cargas– y deudas propias. O sea, si una deuda
no considerada por el art. 1275 como carga de la sociedad conyugal fuere ejecutada
sobre bienes gananciales de administración del cónyuge deudor, a la liquidación de
la comunidad, el otro cónyuge tendría derecho a reclamar la correspondiente recom-
pensa o indemnización”, en ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t.
I, p. 555, Nº 444.
26 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 142, Nº 384.
27 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 142, Nº 384. Expone

170
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

laciones entre los cónyuges o sus sucesores tras la disolución de la


sociedad conyugal; carece de eficacia frente a terceros acreedores28.
Por su parte, Azpiri expresa que el inciso 3º del artículo 1275 del
Código Civil, contempla las típicas obligaciones que constituyen cargas
matrimoniales y, nuevamente, este caso guarda relación con la inte-
gración de los bienes gananciales, porque así como las adquisiciones
onerosas son gananciales, las obligaciones también deben ser solven-
tadas con fondos gananciales29, y remarca que se encuentra plenamente
vigente.
Aclara Azpiri, que el inciso 3º del artículo 1275 del Código Civil
se encuentra vigente en tanto regula, en el momento de la disolución
del régimen de bienes, uno de los tipos de deudas que componen el
pasivo de la sociedad conyugal que deberá ser solventado con los
bienes gananciales que existan en ese momento. Esto significa que
cualquier deuda contraída por cualquiera de los cónyuges y que guarde
relación con la ganancialidad, debe ser cancelada con bienes ganan-
ciales. Sólo quedan excluidas las deudas “personales” de los esposos,
como las que cada uno de ellos contrajo antes del matrimonio, o como
las que resultan de la adquisición de un bien propio o de un hecho
ilícito cometido por uno de ellos. Como consecuencia de ello, la to-
talidad de las deudas comunes se descuenta del activo ganancial y se
liquida sólo el remanente por mitades30.
Agrega Arianna, en esta línea, que el inciso 3º del artículo 1275
del Código Civil está vigente y cubre todas las obligaciones de fuente
contractual, excepto –claro está– que la deuda importe la contrapres-
tación de la que sólo obtenga un beneficio el cónyuge que la contrajo
en sus bienes propios. Valora el argumento para sostener el criterio
expuesto por Belluscio cuando afirma que si la disposición no rigiese

los siguientes ejemplos que ilustran el tema: el propietario de un inmueble hipotecado


tendría que dividir con el cónyuge la propiedad, pero estaría obligado solo a soportar
la deuda hipotecaria. Si un cónyuge es propietario de un fondo de comercio ganancial,
las deudas pesarían sólo sobre él, pero el bien en la partición estaría libre de deudas.
28 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 143, Nº 384.
29 AZPIRI, Jorge O., Régimen de bienes en el matrimonio, Hammurabi, Buenos

Aires, 2002, p. 171.


30 AZPIRI, Jorge O., Régimen de bienes en el matrimonio, 2ª ed., Hammurabi,

Buenos Aires, 2006, ps. 169 y s.

171
Doctrina

en el momento de la disolución, el cónyuge deberá compartir el activo,


pero no el pasivo31.

d) Nuestra posición: la vigencia del artículo 1275 del Código Civil


Entendemos que el artículo 1275 del Código Civil se encuentra
vigente, por considerar aplicable su normativa al aspecto interno de
las deudas entre cónyuges.
Por su parte, los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 hacen referencia
al aspecto externo de la deuda y al derecho de los acreedores a perseguir
el cobro de la misma sobre el patrimonio del cónyuge contratante.
Si se entendiera derogado el artículo 1275 del Código Civil y en
particular el inciso 3º, reputando sólo vigentes los artículos 5º y 6º de
la ley 11.357, se arribaría a soluciones erróneas e injustas.

d.1) El aspecto interno (art. 1275, Cód. Civ.)


Las deudas contraídas durante el régimen de bienes, que importen
un beneficio para la comunidad o para los bienes gananciales, deben
ser soportadas por el activo ganancial a la disolución del régimen.
Es que, como principio general, el activo ganancial se divide, pero
también se deben soportar con el activo ganancial las deudas de los
cónyuges contraídas con destino a la ganancialidad.
Las obligaciones que comporten un “beneficio particular, para uno
de los cónyuges –que podríamos calificar a título ejemplificativo como
“beneficio exclusivo o propio”–, no deben ser soportadas por el activo
ganancial.
Las deudas contraídas por el cónyuge, que aprovechen sólo a ese

31
Opinión vertida por el distinguido jurista, Carlos A. Arianna, que consta en
sus diferentes trabajos doctrinales, y que también consta en mi poder. Ejemplifica,
en caso de entenderse que el inc. 3º, art. 1275 del Cód. Civ. no estuviera vigente,
cuáles serían las consecuencias negativas y las contradicciones con los siguientes
casos: el cónyuge propietario de un bien hipotecado debería dividir el bien por ser
ganancial, y soportar exclusivamente la deuda derivada del contrato de mutuo; si
fuera titular de un fondo de comercio, debería dividir el activo y asumir el pasivo
con su proveedores y entidades financieras. Entendemos, por nuestra parte, que ambos
casos muestran claramente que el inc. 3º del art. 1275 regula el aspecto interno del
régimen, y que las deudas “con destino ganancial” se soportan por el activo ganancial.

172
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

cónyuge deudor y cuyos efectos sean la obtención de ventajas patri-


moniales “propias” para sus exclusivos intereses, no pueden ser so-
portadas por los gananciales: si se obtiene una ventaja “propia” a través
de la deuda, esta obligación no puede ni debe ser soportada por los
gananciales.
Por ello, la deuda será una carga de la sociedad conyugal, cuando
la misma no se destine a ventajas propias o exclusivas del cónyuge
titular. Así, ejemplifica Arianna, si el hombre compró un inmueble y
tomó para tal fin un mutuo y a la disolución quedan pendientes cuotas
del mutuo, si la deuda no fuera carga, el hombre debería entregar la
mitad del bien y cargar solo con la cuotas pendientes. Evidentemente
se verificaría una clara desventaja32.
Es que, como señala Belluscio –a quien hemos aludido más arriba–,
resulta una incongruencia que los cónyuges compartan el activo ga-
nancial, y no soporten los dos el pasivo ganancial.
El artículo 1275 del Código Civil se destina en el momento de la
disolución del régimen de bienes –después de la vigencia del régimen
de responsabilidad por deudas, de la ley 11.357– a regular las deudas
que conforman el pasivo de la sociedad conyugal, el que se solventa
con los gananciales presentes a la liquidación.
Las deudas “gananciales” se cancelan con bienes “gananciales” –y
se divide por mitades el activo líquido–; las demás deudas –“propias”
o “personales”, si se nos permite– son soportadas por cada uno de los
cónyuges con independencia de la ganancialidad, pues nada tienen que
ver con la “ganancialidad”.
En cuanto a la específica regulación de las deudas comunes del
artículo 6º de la ley 11.357, quedan comprendidas en el pasivo ga-
nancial.

d.2) El aspecto externo (arts. 5º y 6º, ley 11.357)


El aspecto externo comprende no sólo los bienes propios sino tam-
bién los bienes gananciales, ya que, para el acreedor, es irrelevante la
división entre bienes propios y gananciales, porque contrata con una

32 Opinión vertida por el distinguido jurista, que consta en sus diferentes trabajos
doctrinales, y que también consta en mi poder.

173
Doctrina

persona, con un patrimonio único, y los bienes gananciales sólo sig-


nifican un derecho de expectativa del otro cónyuge al momento de la
partición, una vez cubiertas las deudas.
Así también lo ha entendido la jurisprudencia, estableciendo que
“En este orden de ideas, corresponde aclarar que el carácter ganancial
de los bienes, tiene virtualidad en las relaciones ‘inter cónyuges’, pero
carece en principio, de toda relevancia frente a los terceros acreedores
cuya prenda común se halla integrada por el patrimonio del deudor,
sin distinguirse el carácter de estos bienes frente a la sociedad conyugal,
cuestión en principio extraña al derecho persecutorio del acreedor, de-
biendo responder frente a éstos, con todo su patrimonio”33.

2.2. El artículo 6º de la ley 11.357


El artículo 6º de la ley 11.357 consagra la excepción al principio
de irresponsabilidad por las deudas del otro cónyuge. Es decir, establece
los supuestos por los cuales el cónyuge no contratante34 debe responder
por las deudas contraídas por el cónyuge contratante, y fija también
el límite de tal responsabilidad.
Así, el artículo en cuestión dispone que son deudas comunes aquellas
que han sido asumidas para atender a las necesidades del hogar, la
educación de los hijos y la conservación de los bienes comunes.
Por estos supuestos, y sólo por éstos, el cónyuge no contratante
asume la deuda con los frutos de los bienes propios y con los frutos
de los bienes gananciales de que es titular. El propio artículo limita
la responsabilidad del esposo o esposa no contratante a los frutos,
dejando incólumes los bienes en sí mismos concebidos.
Por lo tanto, podemos apuntar que el cónyuge no contratante –el
otro cónyuge–:
1. Sólo responde por las deudas comunes, con los límites de la ley;
2. son deudas comunes las asumidas para atender las necesidades

33
CCCom. de Morón, sala II, 7-3-2006, en los autos “Ríos, Nilda S. c/Arcain,
Ernesto G.”, L. L. B. A. 2006 (agosto), p. 952.
34 MÉNDEZ COSTA, María J., Ineludible interpretación reafirmada: los bienes

de un cónyuge ante las deudas del otro, en L. L. 1985-D-231.

174
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

del hogar, la educación de los hijos, y la conservación de los


bienes comunes, y
3. la responsabilidad se limita a los frutos de los bienes propios
y a los frutos de los bienes gananciales del cónyuge no contra-
tante.
La enumeración del artículo 6º es claramente taxativa, pesando sobre
el acreedor la carga de probar el carácter de su crédito para poder
accionar contra el cónyuge del deudor35.

2.2.1. Naturaleza de la deuda común


La naturaleza de la deuda común refiere el régimen aplicable a la
misma y el correcto tratamiento por los cónyuges y por los terceros.
Es natural que una persona responda porque voluntariamente se
obligó, es decir, el origen de la obligación del cónyuge contratante es
su propia voluntad y su conducta.
Debemos definir cuál es el motivo por el que responde el cónyuge
no contratante, lo que nos direcciona hacia la naturaleza de su obli-
gación.
Las hipótesis planteadas como respuestas a la cuestión son las si-
guientes: las deudas comunes del artículo 6º de la ley 11.357 definen
una deuda subsidiaria, o una deuda indistinta o concurrente, o, en su
caso, solidaria36.
Lo que se plantea respecto a la naturaleza de la obligación es que
se trata de una obligación de sujeto plural, en tanto la obligación pre-
senta más de un sujeto en el polo pasivo –responden, en el artículo 6º,
el cónyuge contratante o deudor, y el cónyuge no contratante o no
deudor–37.
Es necesario definir si se puede atacar indistintamente el patrimonio
de cualquiera o de ambos cónyuges o si, por el contrario, es necesario
perseguir el patrimonio del cónyuge contratante y, de manera subsi-

35 HERNÁNDEZ, Pasivo de la sociedad conyugal cit., p. 79.


36 PIZARRO, Ramón Daniel y VALLESPINOS, Carlos Gustavo, Obligaciones,
Hammurabi, Buenos Aires, 1999, t. I, p. 606, Nº 285.
37 PIZARRO y VALLESPINOS, Carlos Gustavo, Obligaciones cit., t. I, p. 557,

Nº 253.

175
Doctrina

diaria, los bienes del cónyuge no contratante –debemos dejar en claro


que la responsabilidad por deudas alcanza sólo a los frutos de los
bienes propios y a los frutos de los bienes gananciales–.
Si se entiende que el carácter de la deuda común del artículo 6º
de la ley 11.357 es concurrente, obligación llamada también conexa,
convergente, o indistinta, se afirma que éste tiene identidad de acreedor
y de objeto debido, pero presenta distinta causa y deudor38.
El carácter concurrente de la deuda implica que el nacimiento de
la misma obedece a un origen distinto de cada una de las obligaciones,
pero que ambos responden de manera indistinta, y por el total de la
deuda. El cónyuge que contrató se obliga por tal acto, y el cónyuge
no contratante se obliga a través de la ley.
La doctrina mayoritaria, entre ellos Belluscio, entiende que la res-
ponsabilidad es concurrente, no subsidiaria, de modo que puede actuarse
contra el cónyuge no deudor, sin necesidad de excutir previamente los
bienes del otro39.
Azpiri explica40 que el cónyuge que no contrajo la deuda responde,
en la medida explicada, en un pie de igualdad con el cónyuge deudor,
por lo que su responsabilidad no es subsidiaria ni puede solicitar la
excusión previa de los bienes de éste.
También Zannoni estima que la responsabilidad del cónyuge que
no contrajo la obligación en los casos previstos por el artículo 6º de
la ley 11.357 es una obligación concurrente que gravita sobre ambos,
aunque respecto del que no contrajo la deuda serán ejecutables los
frutos de sus bienes propios o los frutos de los gananciales, agregando
que es un típico caso de responsabilidad por deuda ajena en cuanto
al titular de la obligación, que puede ser demandado consiguientemente
para su pago41.
Hernández42 sostiene que en “las obligaciones concurrentes, a di-
ferencia de las solidarias, no se distinguen relaciones internas de los
sujetos pasivos que impliquen aplicación del principio de contribución,

38 PIZARRO y VALLESPINOS, Obligaciones cit., t. I, p. 606, Nº 285.


39 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 146, Nº 387.
40 AZPIRI, Régimen de bienes cit., p. 180, ed. 2002.
41 ZANNONI, Derecho Civil, Derecho de Familia cit., t. I, p. 566, Nº 451.
42 HERNÁNDEZ, Pasivo de la sociedad conyugal cit., p. 79.

176
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

ni el efecto subrogatorio del pago, ni la culpa de un deudor ni su


constitución en mora afecta al otro. No obstante teniendo presente las
particularidades del régimen patrimonial del matrimonio y tratándose
los supuestos del artículo 6º de deudas definitivamente comunes, el
cónyuge que las pagó con fondos propios tiene derecho a recompensa
al liquidarse la sociedad conyugal”.
La jurisprudencia43, en algunas oportunidades, se ha pronunciado por
el carácter indistinto de la deuda de la siguiente forma: “La responsabi-
lidad de uno de los esposos por las deudas que hubiera contraído el otro
para la conservación de los bienes comunes no es subsidiaria sino
indistinta, puesto que el artículo 6º de la ley 11.357 no establece ninguna
condición para que el acreedor demande a cualquiera de los cónyuges”.

2.2.2. Supuestos contemplados por la ley


El artículo 6º de la ley 11.357 establece que el cónyuge que no
contrajo la deuda, responde con los frutos de sus bienes propios y con
los frutos de sus bienes gananciales, cuando se trate de obligaciones
contraídas para cumplir con las necesidades del hogar, la educación
de los hijos, o la conservación de los bienes comunes. Tratamos cada
uno de los supuestos.

a) Necesidades del hogar


Se definen como los compromisos que pesan sobre ambos cónyuges,
que a los dos han beneficiado y que por ello deben ser atendidos por
los esposos44.
Aquí se comprenden45 todas las erogaciones realizadas que tengan

43 CNCiv., sala I, 9-11-99, en autos “Burcheri, Juan c/C., R.”, L. L. 2000-C-380.


Afirma la Cámara que “Es verdad que algunos autores han sostenido que la respon-
sabilidad del cónyuge que no ha contraído la obligación es subsidiaria, como pretende
el demandado. Sin embargo me enrolo en la corriente de quienes consideran que es
indistinta, es decir, que el acreedor puede demandar a cualquiera de los cónyuges ya
que el art. 6º no establece ninguna condición (BORDA, Familia, ed. 1993, Nº 360;
MÉNDEZ COSTA, Las deudas de los cónyuges, ed. 1979, p. 157; ZANNONI, Derecho
de Familia, ed. 1989, Nº 410)...”
44 BORDA, Tratado de Derecho Civil, Familia cit., t. I, p. 264, Nº 357.
45 FANZOLATO, Eduardo Ignacio, El régimen patrimonial primario y la regu-

177
Doctrina

por finalidad cubrir los gastos propios del mantenimiento del hogar.
Así, se encuentran encuadrados los alimentos, ropa, bienes muebles,
gastos propios de mantenimiento (teléfono, gas, agua, electricidad, im-
puestos, etc.), y aquellos cuyo destino atienda las necesidades hoga-
reñas.
La doctrina46 ha diferenciado dos requisitos necesarios para que
se configure este primer supuesto contemplado en el artículo 6º: el vín-
culo familiar y la convivencia. De esa manera, la relación fami-
liar, sea parental o conyugal, no será suficiente para que exista la
obligación del cónyuge no deudor si no se presenta también el segundo
aspecto.
Dentro de las necesidades del hogar47 se encuadran todos los gastos

lación de las capitulaciones matrimoniales en el Mercosur, en GROSMAN, Cecilia


P. (dir.) y HERRERA, Marisa (coord.), Hacia una armonización del Derecho de
Familia en el Mercosur y países asociados, LexisNexis, Buenos Aires, 2007, p. 146.
46 HERNÁNDEZ, Pasivo de la sociedad conyugal cit., p. 79. “No cabe duda de

que las necesidades elementales de los cónyuges y de los hijos, como alimentos,
vestimenta, vacaciones, asistencia médica, odontología y alquiler de vivienda y pago
de expensas comunes del hogar común se encuentran comprendidas en el supuesto
analizado”. Se ha resuelto que también quedan comprendidos los gastos en que incurrió
la mujer para vivir en un país extranjero con el fin de visitar a sus padres (CNCiv.,
sala A, 12-5-61, L. L. 103-44); los honorarios devengados en defensa de la mujer
acusada en un juicio criminal (C2ªCCom. de Córdoba, 29-9-44, Rep. L. L. VII-1023,
sum. 36; CNPaz Cap., sala II, 12-12-41, L. L. 25-639) y las costas impuestas a la
mujer querellante por injurias (CCCorr., 14-12-48, Rep. L. L. XI-901, sum. 14). Por
el contrario, se decidió que la deuda del marido para adquirir máquinas no está incluida
en el art. 6º (CCom. Cap., 6-6-38, L. L. 10-966). Tampoco lo está la obligación de
pagar los honorarios devengados en el patrocinio de una sociedad de la que forma
parte uno de los cónyuges (CCom. Cap., 24-7-45, L. L. 39-660). Ni están incluidas
las deudas por honorarios devengados en pleitos civiles contra terceros salvo que el
juicio verse sobre cuestiones derivadas de la atención de las necesidades del hogar
(CNCiv., sala A, 3-12-65, E. D. 14-762; CNCiv., sala D, 20-5-55, L. L. 79-601;
CNCiv., sala D, 25-2-58, L. L. 94-64). También se negó la responsabilidad del cónyuge
no deudor respecto de los alimentos debidos al hijo del marido que no convivió con
la demandada, pues los hijos comprendidos en la norma analizada son los comunes
y los de uno solo de los cónyuges que convivan con éstos (CNCiv., sala C, 21-12-95,
“D., A. C. C. c/R., U.”, L. L. 1996-D-467).
47 LLOVERAS, Nora y ORLANDI, Olga E., Actualidad en Derecho de Familia,

LexisNexis Córdoba, Nº 8/2007, agosto, ps. 704 y s. reseñando una sentencia de la


CCCFam.CAdm. de Villa María, 28-3-2007, sent. 8.

178
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

ordinarios o corrientes, que sean propios de la familia, de acuerdo con


la situación en que se encuentran los esposos48.
Se ejemplifican estas necesidades con los gastos de comida, salud,
esparcimiento, vestimenta, el mantenimiento de los hijos comunes o
no, sean matrimoniales o no49, asistencia médica del grupo familiar,
alquileres del inmueble donde radica el hogar conyugal50, las deudas
por expensas comunes (ley 13.512), honorarios pagados al abogado
defensor de uno de los cónyuges en un juicio criminal, los honorarios
del abogado que patrocinó al cónyuge querellante, entre otros.

b) Educación de los hijos


Si bien la educación de los hijos puede encontrarse alcanzada en
el supuesto anterior, el legislador pretendió específicamente que los
gastos que requiera la educación de los hijos, en todo sentido –ya bien
primaria, secundaria, universitaria, terciaria, maestras particulares, in-
sumos como cuadernos, hojas, lápices, y demás–, se comprendan dentro
de los supuestos de deudas comunes y, a los fines de que no se sus-
citen discusiones, lo mencionó expresamente en el artículo 6º de la
ley 11.357.
Se plantea un debate para determinar quiénes son los “hijos” que
se encuentran comprendidos en el supuesto, cuestionándose si sólo se
refiere a los hijos comunes de ambos cónyuges –lo que es obvio–, o
si también se entiende como deuda común los gastos de la educación
de los hijos de uno de los cónyuges, de una anterior relación.
Un sector de opinión entiende que los gastos realizados a favor de
los hijos de uno solo de los cónyuges que vivan en el hogar, también
están comprendidos pues se trata de necesidades del hogar51.
Otro sector estima52 que se incluyen, como deudas comunes, los
gastos de educación de los hijos matrimoniales de un matrimonio an-

48 AZPIRI, Régimen de bienes cit., p. 176, Nº 26.


49 AZPIRI, Régimen de bienes cit., p. 176, Nº 26.
50 ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, p. 561, Nº 448.
51 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 147, Nº 387.
52 ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, p 562.

179
Doctrina

terior de cualquiera de los cónyuges. Al tratarse de hijos extramatri-


moniales, se presentan dos variables –que cuestionamos más abajo–:
a) Si conviven con el progenitor que se obliga por las necesidades
de educación, todos los gastos que se irroguen se encontrarán
comprendidos en el supuesto de necesidades del hogar, por lo
que se definirán como deudas comunes respecto al esposo del
cónyuge deudor;
b) si conviven con el otro progenitor, la manutención y todos los
gastos que se exijan, tanto en educación como alimentos en
general, serán afrontados por el cónyuge madre o padre con el
que conviven, más allá de la obligación del otro.
Entendemos, en general, que respecto a las obligaciones contraídas
por uno de los cónyuges para atender la educación de los hijos, quedan
comprendidos en el supuesto del artículo 6º –sin duda– los hijos co-
munes de los cónyuges.
Con relación a las obligaciones contraídas por uno de los cónyuges
para atender la educación de sus hijos –de un hijo no común, hijo de
uno de ellos–, sean matrimoniales o extramatrimoniales (arg. arts. 240,
Cód. Civ. y conc.)53, nos encontramos con dos supuestos:
– Si el hijo de uno solo de los esposos convive en el domicilio
de los esposos, sean hijos extramatrimoniales o hijos matrimo-
niales, serán comunes las deudas contraídas para la educación,
por ser, además, necesidades del hogar.
– Si el hijo de uno solo de los esposos no convive en el domicilio
de los esposos, sean hijos extramatrimoniales o hijos matrimo-
niales, no serán comunes las deudas contraídas para la educa-
ción54.

53 BORDA, Tratado de Derecho Civil. Familia cit., t. I, p. 265, Nº 357. Afirma

que “Todos los gastos referentes a los hijos, sea en concepto de manutención o edu-
cación, y trátese de hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, pesan sobre ambos,
en la forma establecida por el art. 6º”.
54 AZPIRI, Régimen de bienes cit., p. 177, Nº 26. Expresa el autor que “cabe

acotar el supuesto a la educación de los hijos de los cónyuges o bien de uno de ellos
que conviva, por cuanto de lo contrario, se podría estar obligando a un esposo por
los alimentos que el otro cónyuge debe a sus hijos no convivientes”; BELLUSCIO,
Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 147, Nº 387.

180
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

Técnicamente, si el hijo no convive con el progenitor, asume “sólo”


la obligación alimentaria y la educación, que recaerá sobre su padre
y su madre (arg. arts. 267, 271 y conc., Cód. Civ.).
Respecto a la extensión de la obligación, Hernández55 expresa que
“en este aspecto, debe señalarse que el carácter de la deuda se mantiene
aun cuando los hijos comunes estudien viviendo fuera de la casa pa-
terna”.

c) Conservación de los bienes comunes


La doctrina no es unánime al definir qué se entiende por bienes
comunes56, en tanto el artículo 6º de la ley 11.357 norma que un cónyuge
responde –si bien con los frutos de sus bienes– por las deudas contraídas
por el otro cónyuge para la conservación de los bienes comunes57.

55 HERNÁNDEZ, Pasivo de la sociedad conyugal cit., p. 79.


56 A título ejemplificativo del debate, Mazzinghi sostiene que todos los bienes
de los cónyuges se encuentran incluidos y si bien reconoce esa interpretación como
alejada del texto legal, la considera coherente con el sentido lógico de la norma,
derivada de la estructura del régimen patrimonial, ya que ambos cónyuges tienen el
uso y goce de los bienes propios, y los frutos de éstos, devengados durante la vigencia
de la comunidad, son gananciales. De manera diversa, Guaglianone opina que los
bienes comunes a que se refiere el art. 6º son los bienes en estado de indivisión entre
los cónyuges, por cualquier título, por ejemplo, el condominio, la indivisión hereditaria,
el legado conjunto, la sociedad de tipo autorizado, etc. Incluye tanto la indivisión de
bienes propios como de gananciales adquiridos conjuntamente por los cónyuges. Que-
darían fuera de la norma no sólo los bienes propios de uno u otro esposo, sino también
todos los bienes gananciales de titularidad exclusiva, porque, por su naturaleza jurídica,
son bienes particulares de cada uno de los titulares administradores, con vocación de
comunidad pero que se realizan como bienes comunes, en sentido estricto, únicamente
al tiempo de la disolución del régimen matrimonial; HERNÁNDEZ, Pasivo de la
sociedad conyugal cit., p. 79.
57 MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II, p. 170.

Méndez Costa sostiene que “hay, en verdad, total incompatibilidad semántica y lógica
entre ‘lo común’ y ‘lo propio’; que comunes significaba gananciales en el derogado
art. 1224 y que significa ‘gananciales’ en el art. 1311 (observación de Belluscio) es
innegable, y el argumento exacto de la imprecisión terminológica que campea en toda
la materia puede esgrimirse también para explicar por qué el legislador de 1926 no
usó el término preciso de ‘gananciales’. Por su parte, la tesis de Guaglianone reduce
la norma a límites muy estrechos resultando difícil aceptar que se haya tenido en
cuenta el supuesto de los bienes propios o gananciales en condominio, subespecie de
las dos grandes categorías propias básicas de propios y gananciales”.

181
Doctrina

Un sector de opinión se inclina por considerar que la mención de


“bienes comunes” comprendería sólo a los bienes gananciales58, ya
que, se invoca, ése fue el sentido que el legislador le otorga en nu-
merosas disposiciones59. Es que se expresa que bienes comunes son
los bienes gananciales, ya que no debe confundirse este caso con el
inciso 2º del artículo 1275 del Código Civil que impone como cargas
de la sociedad conyugal los reparos y conservación en buen estado,
de los bienes particulares del marido o de la mujer.
En otro sentido, la doctrina opuesta incorpora al concepto mencio-
nado de “bienes comunes” los gastos de conservación de los bienes
propios, ya que si los frutos de los mismos son gananciales y aprovechan
a ambos cónyuges, también deben recaer sobre ambos cónyuges los
gastos de conservación de los bienes propios, ya que razones de equidad
así –se argumenta– lo disponen60.
Desde otra perspectiva que ostenta un carácter restrictivo, se afirma
que sólo los bienes en condominio deben reputarse como bienes co-
munes61, dentro del artículo 6º de la ley 11.357.
58 HERNÁNDEZ, Lidia, Pasivo de la sociedad conyugal cit., p. 79. Apunta que

así debe entenderse la expresión de la ley, ya que ese concepto no puede sino referirse
a los bienes de la comunidad. Incluir los bienes propios porque sus frutos son ga-
nanciales implica confundir la ejecutabilidad de la deuda con la carga de la sociedad
conyugal que se liquidará al disolverse.
59 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 147, Nº 387. Expresa

que “por bienes comunes no pueden entenderse sino los que pertenecen a la comunidad,
es decir, los gananciales. En cambio los gastos de reparación de los bienes propios
sólo pueden ser cobrados al cónyuge propietario, mas como son carga de la sociedad
conyugal (art. 1275, inc. 2º, Cód. Civ.), si se los paga con dinero ganancial, no da
derecho a recompensa a favor de la sociedad conyugal, y si se los paga con dinero
propio, el cónyuge propietario es acreedor de la sociedad conyugal por la suma gas-
tada”; AZPIRI, Régimen de bienes cit., p. 177, Nº 26, ed. 2002.
60 BORDA, Tratado de Derecho Civil. Familia cit., t. I, p. 266, Nº 357. Sostiene

que “no importa que se trate de bienes propios o gananciales; en cualquier caso, las
deudas que se contrajeren para conservarlos pesan sobre ambos cónyuges”;
MAZZINGHI, Derecho de Familia cit., p. 250, Nº 233, e; 3ª ed., t II, p. 295; parágrafo
6, c; CORNEJO, Régimen de bienes en el matrimonio cit., p. 78: cits. por ZANNONI,
Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, p. 562. Zannoni se pronuncia en contra
de esta posición porque entiende que “confunde el problema de ejecutabilidad de la
deuda (art. 6º, ley 11.357), con el de la carga de la sociedad conyugal (art. 1275,
inc. 2º, Cód. Civ.), que obviamente habrá de liquidarse a su disolución”.
61 GUAGLIANONE, Aquiles Horacio, Régimen patrimonial del matrimonio,

182
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

3. Consideraciones necesarias: la cuestión de la


obligación y de la contribución; las deudas propias
y las comunes, y los bienes propios y los gananciales
El pasivo de la sociedad conyugal es entendido por la doctrina62
como “el conjunto de pautas que regulan el tratamiento de las deudas
contritas por los esposos durante el matrimonio”.
El tratamiento y desarrollo del régimen de deudas en el sistema
patrimonial matrimonial, torna exigible apuntar tres (3) ejes centrales,
indispensables para la interpretación normativa, que se desarrollan bre-
vemente más abajo.

3.1. La cuestión de la obligación y la cuestión de la contribución


Es indispensable delimitar la relación de los cónyuges entre sí, y
la relación de los cónyuges con los terceros (deudor-acreedor), dife-
renciando el aspecto interno de la deuda contraída por uno de ellos,
y el aspecto externo que contempla la relación con el tercero ajeno a
los cónyuges.
La doctrina distingue entre la deuda u obligación contraída por un
cónyuge, lo que denomina la “cuestión de la contribución”, y la “cues-
tión de la obligación”, refiriéndose a la relación cónyuge-cónyuge en
la “cuestión de la contribución” –en el primer supuesto–, y cónyuge-
tercero en la “cuestión de la obligación” –en el segundo supuesto63–.
Arianna64 refiere que “en la mayoría de los regímenes patrimoniales

Ediar, Buenos Aires, 1975, t. II, p. 441, Nº 345; cfr. sobre el tema: MÉNDEZ COSTA
y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II, p. 170.
62 FLEITAS ORTIZ DE ROZAS, Abel y LAROCCA, Ana C., El pasivo de los

cónyuges y algunas confusiones que genera su régimen legal, en comentario a fallo


CNCom., sala B, 30-6-2005, autos “C., R. c/C., P.”, en Derecho de Familia, Revista
Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia, dir. por Cecilia Grosman, LexisNexis,
2006-II, ps. 74 y ss.
63 Cfr. FLEITAS ORTIZ DE ROZAS, Abel y ROVEDA, Eduardo G., Régimen

de bienes del matrimonio, La Ley, Buenos Aires, 2001, p. 128. Refieren los autores
el principio general de separación de responsabilidades por las deudas contraídas, así
como las deudas por las que se amplía la responsabilidad al otro cónyuge definiendo
la responsabilidad de este último.
64 ARIANNA, Carlos A., La responsabilidad por las deudas de los cónyuges en

el proyecto de reforma al Código Civil, en RDF 2001-18-113.

183
Doctrina

se distinguen dos aspectos de las deudas: uno vinculado a la relación


entre el cónyuge deudor y su acreedor, denominada cuestión de la
obligación, y otro, el que atañe a la relación de los cónyuges entre sí,
llamada cuestión de la contribución. La primera concierne al derecho
de persecución de los acreedores, y por lo tanto resuelve el interrogante:
¿quién responde por la deuda?; la segunda, destinada a regir en la
etapa de liquidación del régimen, da respuesta a otra pregunta, ¿puede
el cónyuge que canceló la deuda reclamar al otro que asuma parte de
ella?”
En esta línea, Méndez Costa explica que las deudas revisten dos
aspectos vinculados pero independientes entre sí: uno es el que atañe
a la relación entre el cónyuge deudor y su acreedor, y el segundo es
el que concierne al derecho de un consorte a exigir al otro que asuma
parte de la deuda65.
También Zannoni66 y Hernández67 se expresan en esa corriente de
pensamiento.

3.1.1. La cuestión de la contribución


La cuestión de la contribución responde a la pregunta ¿con qué
bienes de la “sociedad conyugal” es soportada la deuda contraída por
un cónyuge?
En este campo nacen las llamadas recompensas, cuando una deuda
de la sociedad conyugal es asumida por uno de los cónyuges, o cuando
una deuda propia de un cónyuge es afrontada por la sociedad conyugal.
Se trata de que los cónyuges compartan el activo y el pasivo a través
de lo que denominan las “Cargas de la Sociedad Conyugal”, estable-
cidas en el artículo 1275 del Código Civil –tema sobre el que tampoco
existe una opinión unánime, como hemos observado68–.
Así, como vemos, no ingresa en esta cuestión de la contribución
la participación de los terceros contratantes, siendo que sólo se atiende
al aspecto interno de la deuda, y se determina finalmente a qué bienes
65
MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II, p. 149.
66
ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, p. 553, Nº 443.
67 HERNÁNDEZ, Pasivo de la sociedad conyugal cit., t. II, p. 79.
68 Cfr. FLEITAS ORTIZ DE ROZAS y ROVEDA, Régimen de bienes del ma-

trimonio cit., ps. 132 y ss.

184
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

se imputan definitivamente las cargas de la sociedad conyugal –artícu-


lo 1275 del Código Civil–.
Belluscio69 refiere que la cuestión de la contribución consiste en
determinar si la obligación debe pesar en definitiva sobre la masa
ganancial, o bien sobre los bienes propios o la porción de gananciales
que corresponde en la partición al cónyuge deudor.
La cuestión de la contribución responde a la pregunta atinente a
los bienes con los que se soporta la deuda contraída por un cónyuge:
1. ¿Con la masa de bienes gananciales?;
2. ¿con los bienes propios del cónyuge, o los bienes que le co-
rresponden al cónyuge por efecto de la disolución y partición
de la sociedad conyugal?
Este régimen conlleva consecuencias de diverso tenor, que resulta
importante consignar ahora, por exigencias de claridad expositiva:
– Si una deuda personal es pagada con fondos gananciales, habrá
en la liquidación de la sociedad conyugal un derecho a recom-
pensa a favor de ésta contra el cónyuge deudor –el que satisfizo
la obligación con gananciales–.
– Si una deuda común es pagada con fondos propios, habrá derecho
de recompensa a favor del cónyuge que la solventó –el que sa-
tisfizo la obligación con bienes propios–, contra la sociedad con-
yugal.
– Si la deuda personal es pagada con fondos propios, no hay de-
recho a recompensa.
– Si la deuda común es pagada con fondos gananciales, no hay
derecho a recompensa.
La recompensa, en el fondo, exige que una deuda de la “sociedad
conyugal” haya sido soportada por uno solo de los cónyuges, o que
una deuda del cónyuge haya sido soportada con bienes gananciales.
Si una deuda del cónyuge la soporta el cónyuge deudor, no puede
nacer el derecho a recompensa; como tampoco nace la recompensa si
una deuda de la sociedad conyugal la soportan los bienes gananciales.

69 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., p. 139, Nº 382.

185
Doctrina

3.1.2. La cuestión de la obligación


La cuestión de la obligación que refiere a la asunción de la deuda
frente a los terceros por el cónyuge contratante es el aspecto externo
de la obligación, siendo irrelevante la relación interna de los cónyuges.
Esto implica preguntarse quién asume la deuda70, y con qué patri-
monio se afronta el pago de ésta, cuál es la masa afectada sobre la
cual se puede perseguir y hacer efectivo el cobro de la deuda por los
acreedores.
La regulación legal de las relaciones patrimoniales de los esposos
con terceros persigue mantener un adecuado equilibrio entre el interés
patrimonial de cada cónyuge (o el de ambos) y el de quienes han
establecido con ellos vínculos de orden patrimonial (por ej., acreedores,
adquirentes de los bienes de los cónyuges, etc.)71.
En el mismo sentido se expresan Belluscio72 y Méndez Costa73.
Zannoni, citando a Ripert y Boulanger, señala que “cuando se analiza
el pasivo de la comunidad, se plantea una doble cuestión: a) sobre
qué bienes le es posible al acreedor perseguir el cobro de su crédito,
y b) quién debe, finalmente soportar el peso de la deuda. Y añade que
se trata de las dos cuestiones: de obligación por la deuda y de con-
tribución en la deuda. La cuestión de la obligación se plantea desde
el origen de la deuda, mientras que la de la contribución se presenta
sólo en el momento de la disolución y partición de la comunidad. He
aquí por qué suele decirse también pasivo provisional y pasivo defi-
nitivo. Pero estas últimas expresiones son bastante malas y debe evi-
társelas”74.

70 SOLARI, Néstor E., Responsabilidad de los cónyuges frente a terceros, en

L. L. 1994-E-111, en comentario a fallo CCCom. de Azul, 20-10-93, “P., M. T.”.


71 BORETTO, Mauricio, ¿Puede un cónyuge “sacar” del proceso concursal de

su esposo “su” 50% sobre los bienes gananciales adquiridos por el cónyuge con-
cursado?, en Derecho de Familia, Revista interdisciplinaria de doctrina y jurispru-
dencia. Familia y Derecho Comercial, dir. por Cecilia Grosman, LexisNexis, Buenos
Aires, noviembre/diciembre 2005-32, p. 1; cfr. VIRAMONTE, Carlos Ignacio, Los
bienes de origen dudoso en el matrimonio, en L. L. D. J. del 17-5-2006, p. 151.
72 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 139.
73 MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II, p. 149.
74 RIPERT-BOULANGER, Tratado de Derecho Civil, t. IX, p. 262, Nº 405, cit.

por ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, p. 550, Nº 440.

186
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

La doctrina75 ha diferenciado el pasivo provisorio como el que se


refiere a las relaciones entre los cónyuges y terceros acreedores y se
encuentra regulado por los artículos 5º y 6º de la ley 11.357, y el
pasivo definitivo como aquel que tiene que ver exclusivamente con
las relaciones entre los esposos y para su análisis resulta aplicable el
artículo 1275 del Código Civil, es decir, el régimen de las cargas de
la sociedad conyugal.
Los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 hacen referencia al aspecto
externo de las deudas de los cónyuges, esto es, la relación entre el
cónyuge contratante y los terceros acreedores, por lo que nuestro aná-
lisis se dirigirá hacia ese marco de debate.
Es necesario hacer hincapié en el hecho de que se trata de una misma
deuda que genera una relación de tensión frente a los dos cónyuges, y
una relación de tensión de los dos cónyuges frente a los acreedores.
Los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 examinan y abordan la tensión
entre los cónyuges y el tercero acreedor.

3.2. Las deudas personales y las deudas comunes


La clasificación entre deudas comunes y deudas personales es fun-
damental a los fines de encauzar la exposición.
La razón de la distinción de dos tipos de deudas se dirige a las
necesidades que se cubren con las erogaciones producidas, vale decir,
según se atiendan necesidades colectivas –que se extienden a todas
las relaciones familiares–, o, por el contrario, necesidades personales.
Así, cuando las deudas se contraigan para cubrir necesidades o
exigencias del hogar, las comprensivas al cuidado de los hijos, el núcleo
familiar, y otras erogaciones cuya finalidad se relacione directamente
con la vida familiar, se denominan deudas comunes, y justifica que
sean atendidas por ambos esposos –ya observaremos en la ley la forma
de respuesta con los bienes de los dos cónyuges–. De esta forma se
expresa Méndez Costa76.
Las deudas personales son aquellas que obligan sólo al cónyuge

75 FLEITAS ORTIZ DE ROZAS y LAROCCA, El pasivo de los cónyuges y

algunas confusiones que genera su régimen legal cit., p. 75.


76 MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II, p. 152.

187
Doctrina

que las contrajo, ya que nada tienen que ver con la sociedad conyugal
ni la vida en común; es decir, “nada tienen” que ver importa expresar
que son ajenas a las exigencias y necesidades de la vida familiar, y
por tanto son originadas en la vida individual del esposo o de la esposa,
con independencia total del otro y/o de los integrantes de la familia.
En otras palabras, las deudas personales atienden a las necesidades
individuales de cada cónyuge.
No se nos escapa que las expresiones “con independencia total del
otro y/o de los integrantes de la familia”, puedan parecer ideales, ya
que la vida común, el proyecto de vida común de los esposos y la
familia en general no parece permitir que la deuda pueda sólo ser
originada en las exigencias de uno de los cónyuges. Pero en el régimen
de bienes, estas precisiones se enderezan a equilibrar las respuestas
patrimoniales de cada cónyuge, y ello torna exigible que se distingan
las necesidades comunes y las necesidades y exigencias personales, o
del desarrollo personal de cada uno de los esposos.
También deben reputarse, dentro de esta discutible terminología,
“deudas personales” a las obligaciones contraídas con anterioridad a
la celebración del matrimonio, en tanto no existía jurídicamente so-
ciedad conyugal, la que sólo tiene origen en el matrimonio.
Belluscio77 considera deudas personales, luego de celebrado el ma-
trimonio, a aquellas ajenas a la ganancialidad, como son las originadas
con motivo de la adquisición de bienes propios, las resultantes de la
responsabilidad derivada de hechos ilícitos, ya que son impuestas por
la ley, y aquellas resultantes de la responsabilidad de la ley.
En síntesis y en general: las deudas son propias si se asumen por
necesidades individuales del cónyuge, y, son comunes, si se asumen
por necesidades de la familia o colectivas.
La doctrina78 sostiene que no deben prestarse a confusiones dichos
conceptos, ya que el carácter personal o común de la deuda tiene
incidencia únicamente entre los esposos, a fin de determinar la exis-
tencia de recompensas o compensaciones si el crédito personal fue
abonado con dinero ganancial o la carga de la sociedad fue erogada
77
BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 143.
78
FLEITAS ORTIZ DE ROZAS y LAROCCA, El pasivo de los cónyuges y
algunas confusiones que genera su régimen legal cit., p. 81.

188
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

con fondos propios, pero nada de eso interesa a los acreedores, quienes,
por imperio del artículo 5º de la ley 11.357, pueden cobrar su crédito
contra todos lo bienes de titularidad de su deudor (o contra los frutos
de los bienes del otro esposo si se trata de una deuda incluida en los
supuestos del art. 6º, ley 11.357), más allá de que la deuda sea personal
o carga de la sociedad conyugal.
Arianna79 establece que “con relación a qué bienes resultan ejecu-
tables, la solución varía según se trate de deudas personales o comunes,
es decir, si caen dentro de las previsiones del artículo 5º o 6º de la
ley 11.357. En el caso de las deudas personales, el cónyuge deudor
responderá con todo su patrimonio, compuesto por los bienes propios
y los gananciales de su titularidad. Existe correspondencia entre el
régimen de gestión de los bienes comunes y el patrimonio de agresión
de los acreedores de los cónyuges. Si el artículo 1276 del Código Civil
prescribe que cada cónyuge tiene la administración y disposición de
sus bienes propios y de los gananciales por él adquiridos, y que el
asentimiento requerido por el artículo 1277 no convierte al otro cónyuge
en cotitular del bien, se concluye sin mayor esfuerzo que para el acree-
dor resulta indiferente el carácter del bien, le bastará que se halle en
el patrimonio de su deudor.
”En cambio, si la deuda tiene por objeto cualquiera de los supuestos
previstos en el artículo 6º de la ley 11.357, el cónyuge que no la
contrajo responderá únicamente con los frutos de los bienes propios
y gananciales de su titularidad. Obviamente, el que contrajo la obli-
gación podrá ser agredido sobre todos sus bienes”.
En conclusión, la calificación de deuda personal o común no permite
confusión alguna, e incide en la cuestión de la contribución y en la
cuestión de la obligación:
a. De manera primordial en la cuestión de la contribución –artículo
1275 del Código Civil–.
b. Secundariamente en la cuestión de la obligación, ya que los
acreedores pueden cobrar su crédito contra los bienes propios
y/o gananciales de titularidad de su deudor (art. 5º), exceptuadas
las hipótesis previstas en el artículo 6º, es decir, cuando el acree-

79 ARIANNA, La responsabilidad por las deudas... cit., p. 113.

189
Doctrina

dor puede agredir los frutos de los bienes del cónyuge no con-
tratante o no deudor, si se trata de una deuda incluida en los
supuestos singulares del artículo 6º de la ley 11.357.

3.3. Los bienes propios y los bienes gananciales


Trazando una correcta delimitación y conformación del patrimonio
de cada cónyuge, es posible comprender sobre qué bienes pueden ac-
cionar los acreedores80.
Son bienes propios81 aquellos que aporta cada uno al matrimonio,
los recibidos posteriormente por herencia, legado o donación, y los
adquiridos con el producto de aquéllos82, como criterio general83. Es
decir, los bienes propios son aquellos de adquisición anterior a la ce-
lebración del matrimonio, o incorporados a título gratuito durante la
vigencia de la sociedad conyugal, o los que los reemplazan ingresando
en “lugar” de tales bienes propios84.
Por su parte, los bienes gananciales son adquiridos por cada uno
de los cónyuges o ambos durante el matrimonio, por título oneroso
–no por herencia, legado o donación– (arts. 1272 y conc., Cód. Civ.),
como criterio general.
Si el patrimonio del esposo lo componen los bienes “P” y “G”, el
patrimonio de la esposa lo componen los bienes “P” y “G”, y la ley
preceptúa que el patrimonio del esposo y/o de la esposa podrá ser
80Respecto a la liquidación de la sociedad conyugal, se ha expresado que “En
mérito a la teoría de las recompensas, cuando el otro cónyuge ha incrementado su
patrimonio a expensas de la comunidad, se es deudor de la recompensa por la parte
ganancial que se aportó en la adquisición del bien”, Revista Actualidad Jurídica de
Córdoba, Nº 43, noviembre 2007, ps. 4498 y ss, CNCiv., sala J, 15-6-2007, “P. O.
M. G. c/G., R. M. del P. s/Liquidación de sociedad conyugal”.
81 FLEITAS ORTIZ DE ROZAS y ROVEDA, Manual de Derecho de Familia

cit., ps. 228 y ss.


82 BORDA, Tratado de Derecho Civil. Familia cit., t. I, p. 215, Nº 290 y ss.
83 BORDA, Guillermo A., Clasificación de los bienes que componen la sociedad

conyugal, en L. L. 1983-A-836.
84 Véase sobre el carácter de los bienes: CNCiv., sala L, 26-10-2007, “M. I., A. J.

c/M., G. B.”, Revista de Derecho de Familia, LexisNexis Newsletter del 7-2-2008, on


line http://www.lexisnexis.com.ar/Noticias/MostrarNoticiaNew.asp?cod=1350&tipo=6;
LexisNexis Newsletter del 10-8-2007, CNCiv., sala J, 15-6-2007, “P. O., M. G. c/G. R.,
M. del P.”

190
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

agredido por los acreedores; queda claro que los acreedores pueden
atacar los bienes “P” y “G” del cónyuge deudor. Al menos inicialmente,
sabemos cuáles son los bienes afectables en la persecución por las
obligaciones contraídas por la esposa y en la persecución por las obli-
gaciones contraídas por el esposo –bienes “P” y “G” de cada uno–.
Existen, entonces, en la sociedad conyugal85, cuatro masas de bienes
claramente definidas –en el marco teórico–, a saber: bienes propios
del marido, bienes gananciales del marido, bienes propios de la mujer
y bienes gananciales de la mujer86.
La jurisprudencia también se manifiesta en ese sentido indicando
que “podemos postular que ahora nos encontramos, ante dos masas
de administración, una formada por los propios y gananciales adquiridos
por la mujer y administrados por ella y otra masa compuesta por los
propios y gananciales de titularidad del marido y cuya gestión le co-
rresponde”87.
El acreedor observa un único patrimonio como prenda común en
garantía de sus créditos, el patrimonio del cónyuge al que persigue o
ejecuta, no siendo relevante que los bienes que integran el patrimonio
ostenten carácter de bien propio o de bien ganancial, pues el crédito
se realiza contra el patrimonio in totum del cónyuge deudor88.
85 Cfr. VIANO CARLOMAGNO, María Marcela, Sociedad conyugal: Bienes pro-
pios y gananciales, en Enciclopedia de Derecho de Familia, LAGOMARSINO, Carlos
A. R.; SALERNO, Marcelo U. (dirs.) y URIARTE, Jorge A. (coord.), Universidad,
Buenos Aires, 1994, t. III, ps. 636 y ss.
86 Más allá del desarrollo de qué bienes son gananciales y cuáles son propios,

puede decirse que los bienes gananciales se definen por exclusión de los bienes propios.
Rige la presunción de ganancialidad durante la vigencia de la sociedad conyugal (arg.
art. 1271, Cód. Civ.), por lo que, al momento de alegar que un bien es propio, deberá
acreditarse tal carácter con la prueba que merece, existiendo la más amplia libertad
probatoria.
En este sentido se expresa MÉNDEZ COSTA, María Josefa, El cónyuge adquirente
y la prueba en contra de la ganancialidad, en L. L 1992-B-185, en comentario a
fallo de la CSJ de Santa Fe, 26-6-91, “Orta, Ricardo, suc.”. La autora citada dice
expresamente que “quien afirme que un bien es propio debe demostrarlo, admitiéndose
todo medio de prueba apto para lograr el convencimiento del juzgador”.
87 CCCom. de Morón, sala II, 7-3-2006, en los autos “Ríos, Nilda S. c/Arcain,

Ernesto G.”, L. L. B. A. 2006 (agosto), p. 952.


88 CAFFERATA, José Ignacio, Derecho de Familia, Mediterránea, Córdoba, 2005,

t. 1, ps. 155 y ss.

191
Doctrina

Ello explica que en numerosas oportunidades se presenten dificul-


tades teóricas y confusiones –infundadas, estimamos– cuando el acree-
dor ejecuta un bien ganancial del cónyuge deudor, y en ese momento
se pretende por el otro cónyuge –el no ejecutado– su derecho a la
mitad de los gananciales con preferencia a los acreedores, descono-
ciendo el régimen vigente en materia de responsabilidad por deudas.
Es decir, pretender el cónyuge no ejecutado hacer efectivo su de-
recho a la mitad de los bienes gananciales del otro cónyuge, en forma
previa a la disolución y posterior partición de la sociedad conyugal,
desconoce que el régimen patrimonial-matrimonial se inicia con la
celebración del matrimonio y se disuelve solamente por las causas que
indica la ley, y no antes de ellas89.
El problema consiste, entonces, en definir cuál es la relación entre
los acreedores y el cónyuge no contratante, con respecto al derecho
del cónyuge que no contrató a los bienes gananciales del cónyuge
contratante, porque, claro está que los acreedores accionan sobre los
bienes propios del cónyuge deudor sin ninguna interferencia del otro
cónyuge –y como vemos seguidamente, también sobre los gananciales
del cónyuge deudor–.
Consideramos que el cónyuge no contratante sólo tiene una expec-
tativa sobre los bienes gananciales del otro cónyuge, que se hace efec-
tiva al momento de la disolución y partición de los bienes de la co-
munidad (sociedad conyugal), una vez satisfechos los acreedores del
cónyuge90. Igual interpretación asume la jurisprudencia91.

89Así lo sostiene la doctrina: “la sociedad conyugal se disuelve sólo por las
causas fijadas por la ley”. BORETTO, Mauricio, ¿Puede un cónyuge “sacar” del
proceso concursal de su esposo “su” 50% sobre los bienes gananciales adquiridos
por el cónyuge concursado? cit., ps. 1 y ss.
90 De igual forma se manifiesta Labombarda diciendo que “Cabe señalar que la

calificación de ganancial no significa que el bien ‘pertenezca’ a la sociedad conyugal,


ni que los esposos sean sus copropietarios, condóminos o titulares, sino sólo que
tienen un derecho eventual a su partición cuando se produzca el fin de la comunidad,
si el bien subsiste, en dicho momento, en el patrimonio de alguno de ellos”, LA-
BOMBARDA, Pablo M., La vigente necesidad de modificar el régimen argentino de
la sociedad conyugal, en D. J. 2004-1-317.
91 CNCom., sala C, 22-4-2003, en autos “Barbot, Fernando J.”, Derecho de Familia

2003-II, ps. 141 y ss.

192
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

No coincidimos con algunas opiniones aisladas que otorgan el ca-


rácter de condóminos a los cónyuges sobre los bienes gananciales, y
por ello sólo le otorgan el poder de agresión a los acreedores sobre
el 50% de los gananciales del cónyuge deudor, por pertenecer la otra
mitad al cónyuge no contratante, no pudiendo ser objeto de acciones.
Esta lectura aislada, prácticamente ya no se constata en las obras y
en la producción científica argentina.
Así también se pronuncia la doctrina, apuntando que “la ganancia-
lidad de los bienes no tiene respecto a terceros, en cuanto a los créditos
contra cada uno de los esposos, ninguna influencia respecto a una
eventual limitación de la agresión patrimonial en miras al derecho en
expectativa del otro cónyuge. En efecto, los bienes entran en el patri-
monio de cada cónyuge y, aunque sean gananciales, responderán, en
su totalidad, por las deudas contraídas por éste. El cónyuge no titular
no puede solicitar que se restrinja la agresión a sólo la mitad, dado
que la sociedad conyugal no es la titular del bien, y el cónyuge no
titular tampoco es condómino. Su derecho se limita al cincuenta por
ciento de lo que reste disuelta la sociedad una vez pagadas las cargas
de la misma...”92
En consecuencia, se agrega “la responsabilidad del cónyuge, único
titular, no queda restringida a sólo el cincuenta por ciento del bien
por la circunstancia de ser el mismo ganancial. Por el contrario, la
calidad de ganancial puede implicar el embate de los acreedores de
su cónyuge sobre los frutos de ese bien en los casos del artículo 6º
de la ley 11.357 donde el cónyuge no contratante o no vinculado,
responde con los frutos de los bienes gananciales e incluso con los
frutos de los propios, si las obligaciones contraídas por el otro son
para atender las necesidades del hogar, la educación de los hijos, o la
conservación de los bienes comunes”93.
Por nuestra parte, entendemos que el carácter de bien propio o bien
ganancial no define jurídicamente la situación de los terceros, quienes

92 COSSARI, Nelson G. A., Inexistencia de condominio: inmueble ganancial a

nombre de uno solo de los cónyuges, en L. L. Litoral 2003 (agosto), p. 799, en


comentario a fallo de la CCCom. de Rosario, sala II, 13-3-2002, en los autos “Baum,
Ricardo c/Rasmussen, Lilian H.”
93 COSSARI, Inexistencia de condominio... cit., p. 799.

193
Doctrina

harán efectivos sus créditos contra todos los bienes, propios y ganan-
ciales del cónyuge deudor o contratante en su caso –más allá de que
puedan avanzar limitadamente sobre el patrimonio del cónyuge no deu-
dor, o no contratante en los supuestos del artículo 6º–.

3.3.1. Los bienes gananciales indeterminables en su origen o de


prueba difícil –llamados bienes gananciales de origen dudoso–
Es clara la normativa que dispone una especie de condominio sobre
los bienes que no son definidos marcadamente como de propiedad del
marido o de la mujer, y una codisposición basada en la administración
conjunta.
Esta solución la consideramos acorde con los principios de igualdad
y no discriminación de la mujer, y un avance hacia ese sentido.
Una vez definida la naturaleza de los bienes de origen dudoso y
su administración conjunta, la doctrina94 expresa que “respecto a las
deudas que cada uno de los cónyuges contrajera (responsabilidad frente
a terceros), la cuestión queda clara, alcanza el 50% de estos bienes,
por cuanto la gestión conjunta tiene como basamento en que ambos
cónyuges son propietarios por partes iguales de los bienes gananciales.
No obsta a ello, el hecho de que la gestión es conjunta respecto de
todo el bien y no de la porción indivisa que a cada uno le corresponde”.
Los autores discrepan en cuanto a la responsabilidad por deudas
frente a los acreedores y los bienes dudosos, perfilándose, en lo sus-
tancial, dos posiciones:
a) El acreedor de uno de los esposos sólo podrá embargar el 50%
que la ley le atribuye;
b) tales bienes son ejecutables íntegra e indistintamente por las
deudas de uno u otro.
Así se apunta que “en tales condiciones, un sector de la doctrina
opina que, conforme con el sistema adoptado por la ley 25.781, el
acreedor de uno de los esposos sólo podrá embargar el 50% que la
ley le atribuye dado que la gestión conjunta da por sobreentendido el
condominio entre marido y mujer por partes iguales”. Por el contrario,
“...un sistema de gestión indistinta habría generado al menos la posi-
94 FAMÁ; HERRERA y REVSIN, Una reforma a mitad de camino cit., p. 6121.

194
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

bilidad de sostener que los acreedores de uno y otro de los cónyuges


estuvieran habilitados a dirigirse contra la totalidad del bien, invocando
que cada consorte es administrador de la totalidad....”95
Otro sector discrepa con este razonamiento al manifestar que “...la
gestión conjunta que atribuye el artículo 1276 no impide embargar la
totalidad de estos bienes por las deudas de cualquiera de los cónyuges,
por considerarse que, al no estar determinado cuál de ellos dio origen
a la adquisición, para los terceros cualquiera de ellos pudo ser el ad-
quirente y, por ende, tales bienes son ejecutables íntegra e indistinta-
mente por las deudas de uno u otro...”96
Moglia apunta que se inclina por entender que el acreedor de uno
de los esposos sólo podrá embargar el 50% que la ley le atribuye:
“...dado que la gestión indistinta implicaría que ambos cónyuges tienen
la administración de dichos bienes en su totalidad. Uno u otro estarían
autorizados a ejecutar sobre tales objetos los actos de gestión que es-
timen convenientes y, conforme con el sistema establecido por la ley
11.357, dichos bienes responderían por las deudas de cualquiera de
los esposos dado que ambos tendrían su administración. La ley 25.781,
al optar por la administración conjunta en lugar de la indistinta, desechó
la posibilidad de atacar el 100% de los bienes de titularidad dudosa,
limitando la acción de los acreedores”97.
En conclusión, a nuestro parecer:
i) Si se trata de una deuda “personal”, el acreedor de uno de los
cónyuges, sólo podrá dirigir sus acciones contra los derechos al
50% del bien de origen dudoso, en la medida que se trata de un
condominio entre cónyuges, y no podrá accionar contra los dere-
chos al 50% del bien de origen dudoso del cónyuge no contratante
o no deudor (arg. arts. 5º, ley 11.357; 1276, 2º párr., Cód. Civ.).

95 BARBERO, Oscar, Sociedad conyugal y bienes dudosos (art. 1276, párr. 2º,

Cód. Civ., reformado por la ley 25.781), en E. D. del 11-2-2005, cit. por MOGLIA,
Hernán, La gestión de los bienes de titularidad dudosa y la ley 25.781, en D. J. del
16-8-2006, p. 1140.
96 ZANNONI, en BELLUSCIO y ZANNONI, Código Civil y leyes complemen-

tarias. Comentado, concordado y anotado, t. 9, p. 1420, cit. por MOGLIA, La gestión


de los bienes... cit., p. 1140.
97 MOGLIA, La gestión de los bienes... cit., p. 1140.

195
Doctrina

ii) Si se trata de una “deuda común”, la solución es diferente (art.


6º, ley 11.357): el acreedor podrá accionar contra los bienes
del cónyuge deudor, es decir, contra los derechos al 50% del
bien de origen dudoso, por tratarse de un condominio entre
cónyuges, y no podrá accionar contra los derechos al 50% del
bien de origen dudoso del cónyuge no contratante o no deudor,
salvo que puedan, dichos bienes de origen dudoso, generar frutos
(arg. arts. 5º y 6º, ley 11.357; 1276, 2º párr., Cód. Civ.). Re-
cuérdese que frente a terceros, la responsabilidad del cónyuge
no deudor se limita a los frutos de los bienes propios y a los
frutos de los bienes gananciales.

3.3.2. Gananciales anómalos


Siempre debe distinguirse al acreedor o vinculado al cónyuge titular
de los bienes gananciales anómalos, por un lado, y la relación entre
ese acreedor –del cónyuge titular de lo bienes– y el otro cónyuge no
titular, por otra parte. No efectuamos más distinciones, pero queda
claro que esta doble perspectiva debemos tener en la mirada al momento
de preguntarnos sobre la responsabilidad por deudas en cuanto a los
gananciales anómalos.

a) Carácter anómalo absoluto de un bien ganancial


En la relación del cónyuge titular de los bienes y sus acreedores,
debemos apuntar que en cuanto a la responsabilidad por deudas, el
carácter anómalo del bien no incide en la facultad del acreedor de
perseguir los bienes del cónyuge deudor, el que podrá agredir el pa-
trimonio del obligado que es la prenda común de su garantía en tanto
subsiste el régimen de la sociedad conyugal; el acreedor persigue su
crédito contra todos los bienes de su deudor, sin que pese, en modo
alguno, el carácter de anómalo que pueda revestir la ganancialidad del
bien (art. 5º, ley 11.357). Queda claro que las excepciones del artículo
6º de la ley 11.357 permitirán agredir los frutos de los bienes ganan-
ciales del cónyuge no deudor, sin que interese que sean o no anómalos.
Así, los bienes adquiridos por el cónyuge después de la separación
de hecho, los bienes adquiridos por el cónyuge después de la notifi-

196
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

cación de la demanda de divorcio vincular o separación personal o de


la fecha de presentación conjunta, y los bienes adquiridos por el cón-
yuge de un matrimonio putativo –de buena fe, en que se aplica el
mismo artículo 1306 del Código Civil–, pueden ser agredidos por los
acreedores personales del cónyuge titular de esos bienes.
En la relación del cónyuge no titular de los bienes y sus acreedores,
debemos apuntar, en cuanto a la responsabilidad por deudas, que el
acreedor del cónyuge no titular de los bienes deberá esperar la diso-
lución del régimen patrimonial para operar sobre los derechos patri-
moniales que actualice eventualmente del otro cónyuge, al finalizar el
régimen.

b) Carácter anómalo relativo de un bien ganancial


En la relación del cónyuge titular de los bienes y sus acreedores,
debemos apuntar que, en cuanto a la responsabilidad por deudas, el
carácter anómalo relativo de un bien ganancial incide en la facultad
del acreedor de perseguir los bienes del cónyuge deudor titular del
bien, pero aquél no podrá agredir el bien del cónyuge deudor, en tanto
esté afectado al régimen de bien de familia, cuando sea objeto del
derecho habitacional del cónyuge (art. 211, Cód. Civ.), esté afectado
por la indivisión hereditaria que dispone el cónyuge supérstite (art. 53,
ley 14.394) o sea objeto del derecho de habitación viudal (art. 3573
bis, Cód. Civ.).
En la relación del cónyuge no titular de los bienes y sus acreedores,
debemos apuntar que, en cuanto a la responsabilidad por deudas, deberá
esperar la situación de liberación del bien, según las circunstancias del
caso.

4. Indivisión poscomunitaria
Acaecido el matrimonio, surge un régimen único de relaciones pa-
trimoniales entre los esposos nominado “sociedad conyugal”, que se
caracteriza por hacer comunes a la disolución de dicho régimen pa-
trimonial –de los dos– los bienes adquiridos a título oneroso durante
el matrimonio: se trata de una comunidad de bienes adquiridos durante
el matrimonio que se actualiza al concluir el régimen patrimonial.

197
Doctrina

El estado de indivisión postsocietario o poscomunitario es un efecto


de la disolución del régimen patrimonial-matrimonial y se extiende
hasta la partición, que es el acto jurídico mediante el cual “la porción
ideal de gananciales de cada cónyuge se concreta en bienes determi-
nados”98.
Producida la disolución de la sociedad conyugal, es necesario rea-
lizar la liquidación y la partición de los gananciales.
El Código Civil argentino contiene escasas normas sobre liquidación
y partición de la sociedad conyugal, y lo mismo ocurre con la indivisión
poscomunitaria luego de disuelta la sociedad conyugal.
Se ha entendido desde un sector de la doctrina que, cualquiera
fuera la causa de disolución de la sociedad conyugal, deben aplicarse
al estado de indivisión o a la etapa posdisolutoria las normas corres-
pondientes a la partición hereditaria (arg. art. 1313, Cód. Civ.), en
tanto, otros opinan que se aplican regímenes diferentes según la causa
de disolución.
Silva define a este período como “la situación en que se halla la
masa de bienes gananciales desde la disolución de la sociedad conyugal
hasta la partición”99.
De la indivisión postsocietaria o poscomunitaria, efectuadas las ope-
raciones de liquidación, se egresa por la partición de gananciales lí-
quidos.
La partición es el acto jurídico mediante el cual “la porción ideal
de gananciales de cada cónyuge se concreta en bienes determinados”100.
Producida la disolución de la sociedad conyugal por separación
personal, divorcio, muerte o ausencia con presunción de fallecimiento,
nulidad, separación judicial de bienes, es necesario liquidar el acervo
en estado de indivisión. Nos referimos al fragmento que se extiende
desde la disolución de la sociedad conyugal y hasta la partición de
los bienes gananciales en cuanto al tema de la responsabilidad por
deudas de los cónyuges.
A continuación examinamos la indivisión poscomunitaria.

98 MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II, p. 243.


99 SILVA, Cristina, Indivisión poscomunitaria, en D. J. 2004-1-902.
100 MÉNDEZ COSTA y D’ANTONIO, Derecho de Familia cit., t. II, p. 319.

198
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

4.1. La indivisión poscomunitaria y la responsabilidad por deudas


Desde la disolución del régimen patrimonial-matrimonial hasta la
partición y adjudicación a cada uno de los cónyuges y/o sus herederos
de los bienes que le correspondan, se plantean temas realmente rele-
vantes propios del estado de indivisión: los bienes que integran la
indivisión poscomunitaria, la gestión de los bienes durante la indivisión,
la utilización exclusiva de un bien por parte de uno de los cónyuges,
y las deudas durante la indivisión101.
Abordamos la cuestión de la responsabilidad por las deudas durante
la indivisión poscomunitaria.
Las preguntas, si se quiere iniciales, son: ¿Cuál es el patrimonio
prenda común del acreedor, del cónyuge deudor, durante esta etapa?
¿Rigen durante la indivisión los artículos 5º y 6º de la ley 11.357, es
decir, la separación de responsabilidades como regla?
Como señala Belluscio102, cabe distinguir las obligaciones nacidas
durante la sociedad conyugal y no extinguidas durante su disolución,
que son comunes (art. 1275, inc. 3º, Cód. Civ.), y las nacidas durante
la indivisión y con motivo de ella, sea por la actuación conjunta de
los copartícipes, la administración de los bienes o por responsabilidad
extracontractual vinculada a las cosas integrantes de la indivisión. En
este sentido, respecto a:
a) Las obligaciones nacidas durante la sociedad conyugal y no
extinguidas, se exige determinar si el régimen de separación de
responsabilidades (arts. 5º y 6º, ley 11.357) subsiste durante la
indivisión, reconociéndose dos posiciones, la afirmativa (sí rigen
los arts. 5º y 6º) y la negativa (no rigen los arts. 5º y 6º), y
b) en cuanto a las nacidas durante la indivisión y con motivo de
ella, no rige el artículo 1275 del Código Civil, pues no habiendo
sociedad conyugal no hay cargas, y las obligaciones que contrae
cada uno de los esposos, son personales –las únicas que pesan
sobre el haber ganancial son las nacidas durante la indivisión
y con motivo de ella–.

101 CHECHILE, Ana M., Problemas que plantea la indivisión poscomunitaria

(soluciones esgrimidas por la doctrina y la jurisprudencia), en J. A. 1998-I-781.


102 BELLUSCIO, Manual de Derecho de Familia cit., t. II, p. 185, Nº 405, 406.

199
Doctrina

Se trata de una situación anómala, ya que se debate si durante ese


estado de indivisión, continúan vigentes los artículos 5º y 6º de la
ley 11.357, o si, por el contrario, se someten las relaciones de los
cónyuges –o sus herederos, según la causa de disolución del régimen
patrimonial matrimonial– con los acreedores a una situación sui géneris
no contemplada por el Código Civil103.
Arianna104 realizó un análisis comprensivo de las diversas posiciones
y expresó que “la cuestión de la responsabilidad por deuda contraída
durante el período comprendido desde la disolución de la sociedad
conyugal hasta la partición, configura una de las discusiones inacabadas
de la doctrina que compromete incluso la naturaleza misma del régimen
matrimonial vigente”.
Por lo tanto, los cuestionamientos aquí planteados son: ¿sobre qué
bienes pueden perseguir sus créditos los acreedores? ¿qué responsa-
bilidad cabe al cónyuge no contratante?
Ahora bien, se plantean cuestionamientos desde el momento de la
disolución hasta la partición del régimen patrimonial matrimonial, lo
que ha generado –como decimos– posiciones doctrinarias encontradas:
¿rigen o no los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 durante la indivisión
poscomunitaria?
La respuesta ha dado lugar a diversas tesis a las que pasaremos
revista sintéticamente.
Se distinguen distintas posturas doctrinarias105.

4.1.1. La teoría del pasivo común


Se sostiene que durante la indivisión poscomunitaria, el patrimonio

103La dispersión doctrinaria nace, especialmente, a partir de las reformas que


sufrió el régimen del Código de Vélez con la sanción de las leyes 11.357 y 17.711
en materia de responsabilidad de los cónyuges y administración de los bienes ganan-
ciales, que no abordaron este período singular de la llamada sociedad conyugal. Tal
carencia y la variedad de propuestas doctrinarias torna confusa la solución de lege
lata, de ahí que los autores reclamen una aclaración legislativa que ponga fin a la
incertidumbre en cuestión de tanta importancia.
104 ARIANNA, La responsabilidad por las deudas... cit., p. 113.
105 Véase: FLEITAS ORTIZ DE ROZAS y LAROCCA, El pasivo de los cónyuges

y algunas confusiones que genera su régimen legal cit., ps. 74 y ss.

200
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

común constituye una universalidad jurídica conformada por un activo


(bienes gananciales) al que debe deducirse un pasivo (cargas de la
sociedad conyugal), y la conclusión sería la aplicación de las normas
de la indivisión hereditaria106.
Como consecuencia de esta lectura, los acreedores ven notablemente
incrementada su garantía, conformada por la totalidad de los ganan-
ciales.

4.1.2. La teoría de la transformación de la responsabilidad


(inaplicabilidad de los arts. 5º y 6º, ley 11.357)
Tanto por quienes consideran que la indivisión poscomunitaria trans-
forma la masa de bienes gananciales y al conjunto de cargas en una
universalidad jurídica –Guaglianone107–, como quienes entienden que
durante esta etapa se actualiza el derecho en expectativa sobre la mitad
de los gananciales del otro, pasando los bienes a ser objeto de con-
dominio o de copropiedad, interpretan que se produce un encogimiento
y simultáneamente un estiramiento de la garantía de los acreedores
del esposo.
En tanto que, desaparecida la administración separada, sustituida
por un derecho común sobre el patrimonio ganancial, los fundamentos
de la separación de deudas que pregonan aquellos artículos habrían
desaparecido108.
Borda expresa que todas las deudas originadas con posterioridad a
la disolución de la sociedad conyugal son propias del cónyuge que las
contrajo, con excepción de las contraídas con motivo de la adminis-
tración de los bienes comunes109. Agrega que los acreedores particulares
de los cónyuges pueden perseguir su cobro, después de la disolución,

106 Cfr. sobre el punto: FLEITAS ORTIZ DE ROZAS y LAROCCA, El pasivo

de los cónyuges y algunas confusiones que genera su régimen legal cit., ps. 74 y ss.
107 GUAGLIANONE, Aquiles Horacio, Disolución y liquidación de la sociedad

conyugal, Ediar, Buenos Aires, 1965, p. 218, Nº 214.


108 ARIANNA, Carlos A. La disolución de la sociedad conyugal por muerte y

la cuestión del pasivo, en Derecho de Familia, Revista interdisciplinaria de doctrina


y jurisprudencia. Familia y Derecho Comercial, dir. por Cecilia Grosman, LexisNexis,
julio-agosto 2006-34, ps. 1 y ss.
109 BORDA, Tratado de Derecho Civil. Familia cit., t. I, p. 371, Nº 485.

201
Doctrina

sobre los bienes propios de su deudor, y sobre la cuota que a éste le


corresponde en los comunes; sin interesar que los gananciales fueran
adquiridos por uno u otro cónyuge.

4.1.3. La teoría de la subsistencia del régimen


de los artículos 5º y 6º de la ley 11.357110
En esta interpretación del régimen durante la indivisión, los acree-
dores no ven alterada su garantía, la cual estaría formada por los bienes
de los cuales era titular el deudor al momento de la disolución, se
trate de bienes propios o gananciales.
En esta línea, Fassi y Bossert expresan que después de disuelta la
sociedad conyugal cada una de las masas que la integran debe soportar
su propio pasivo111.

4.1.4. La teoría de la subsistencia del régimen de los


artículos 5º y 6º de la ley 11.357, salvo para el
caso de disolución de la sociedad conyugal por
causa de muerte de uno de los cónyuges
Se nomina la teoría de la diferenciación según las causas de diso-
lución del régimen patrimonial-matrimonial que hemos mencionado
más arriba. Desde alguna óptica, la jurisprudencia a veces también
describe esta interpretación del Derecho112.

110Postura seguida por FLEITAS ORTIZ DE ROZAS y LAROCCA, El pasivo


de los cónyuges y algunas confusiones que genera su régimen legal cit., ps. 74 y ss.
111 FASSI, Santiago C. y BOSSERT, Gustavo A., Sociedad conyugal, Astrea,

Buenos Aires, 1978, t. II, p. 230.


112 CNCiv., sala A, 28-8-2003, en autos “S., M. O. c/C., A. H. y otro”, Derecho

de Familia 2004-II, ps. 51 y ss.


Así también se anota que “la disolución de la sociedad conyugal por muerte se
produce con la simultánea transmisión hereditaria del cónyuge prefallecido, de suerte
que coexisten la denominada ‘indivisión poscomunitaria’ y la ‘comunidad hereditaria’.
La primera se establece entre el cónyuge supérstite y los herederos del premuerto e
interesa a la liquidación de la sociedad conyugal; la segunda se establece entre los
herederos exclusivamente –el cónyuge supérstite la integrará también si es heredero,
en cuanto tal– e interesa a la transmisión hereditaria, cuyo objeto es el acervo formado
por los bienes propios del premuerto y la parte de gananciales que se atribuyan a ese
acervo una vez liquidada la sociedad conyugal con el cónyuge supérstite”. Así, expresa
el tribunal que “mientras coexista la indivisión poscomunitaria y la comunidad here-

202
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

Esta posición no sólo evalúa cuál es el régimen vigente en esta


etapa, sino que distingue la disolución de la sociedad conyugal por
causa distinta de muerte, y la disolución de la sociedad conyugal por
causa de muerte.
Se sostiene que cuando se disuelve por causa de muerte de uno de
los cónyuges o por ausencia con presunción de fallecimiento, el tra-
tamiento de las deudas se rige por los principios generales determinados
por las relaciones de comunidad que la disolución y simultánea trans-
misión hereditaria producen. En consecuencia, a las deudas contraídas
por el cónyuge fallecido se aplicarían los artículos 3490 y concordantes
del Código Civil –si se trata de deudas divisibles–, siendo ejecutables
sobre la masa por los acreedores del causante con las garantías que
otorgan los artículos 3474 y 3475.
En cuanto a las deudas del supérstite, sean anteriores o posteriores
a la extinción del vínculo, las mismas no podrán ser calificadas como
deudas de la sucesión y los acreedores merecerían el tratamiento de
los “acreedores del heredero”113. La jurisprudencia, desde alguna pers-
pectiva, marca esta posición114.
ditaria, habiéndose alterado las relaciones de titularidad originaria, todos los acreedores
se sujetan a la situación de herencia que el fallecimiento crea”. Sentando una postura
en contra de la subsistencia de los arts. 5º y 6º en la disolución por muerte de la
sociedad conyugal, el tribunal sentencia que “es cierto que la interpretación a contrario
del art. 5º, ley 11.357, conduce a sostener que los bienes de administración del marido,
como lo son los que figuran inscriptos en el Registro a su nombre, en caso de disolución,
por ejemplo, por divorcio, continúan respondiendo por sus deudas, pero ocurre que
cuando la disolución se produce por muerte, el tratamiento de las deudas de los
cónyuges no se rige ya por las normas de los arts. 5º y 6º, ley 11.357, ALJA 1853-
958-1-233, sino por los principios generales determinados por las apuntadas relaciones
de comunidad que la disolución y simultánea transmisión hereditaria producen”. La
jurisprudencia cita a ZANNONI, Eduardo A., ¿Son ejecutables los bienes gananciales
adquiridos por el cónyuge supérstite por las deudas que él contrajo después de la
disolución de la sociedad conyugal?, comentario a fallo citado, en J. A. 1985-I-501.
De lo expresado en el fallo precitado se desprende el reconocimiento por la ju-
risprudencia de la división en cuanto a la disolución de la sociedad conyugal por
causa de muerte y la disolución de la sociedad conyugal por causa distinta de muerte,
en cuanto a los efectos sobre el accionar de los acreedores.
113 ZANNONI, Derecho Civil. Derecho de Familia cit., t. I, p. 707, Nº 556 y ss.
114 CNCiv., sala A, 28-8-2003, “S., M. O. c/C., A. H. y otro”, Derecho de Familia

2004-II-51 y ss.
Respecto al acreedor del cónyuge supérstite por deuda posterior a la disolución,

203
Doctrina

Kemelmajer de Carlucci115 ha introducido un nuevo matiz al con-


siderar dentro de la teoría de la diferenciación según las causas de
disolución, el momento en que se ha contraído la deuda, subsistiendo
la aplicabilidad de los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 si la deuda
fue contraída por el supérstite con anterioridad a la muerte del causante;
en cambio, si la deuda nació con posterioridad, les será oponible la
indivisión, y por lo tanto, respecto a los bienes gananciales, les queda
el recurso de propiciar la partición y adjudicación de los bienes indi-
visos. El fundamento de esta tesis es que la muerte del deudor no
debe alterar la garantía de los acreedores anteriores, mientras no exista
publicidad de la real mutación de cada uno de los bienes116.
Se sostiene por la doctrina117 que “si la disolución de la sociedad
conyugal acaece por el fallecimiento de uno de los cónyuges el estado
de indivisión afecta a tres de las masas de bienes que integran la
sociedad conyugal, es decir que la indivisión poscomunitaria se ex-

la jurisprudencia expresa, estando en juego el embargo sobre un inmueble de carácter


ganancial de titularidad del cónyuge supérstite, trabado en resguardo de una deuda
contraída por los ejecutados con posterioridad al fallecimiento de su madre y esposa,
de suerte tal que tanto la deuda como la traba de la medida son posteriores a la
disolución de la sociedad conyugal producida a raíz del fallecimiento, que “el acreedor
del cónyuge supérstite por deuda posterior a la disolución, por fallecimiento, de la
sociedad conyugal no puede embargar un bien ganancial que, aunque inscripto regis-
tralmente a su nombre, formaba parte de la indivisión poscomunitaria producida por
la disolución de la sociedad conyugal que coexiste con la comunidad hereditaria es-
tablecida, en razón de la muerte, con los herederos del cónyuge fallecido”.
115 SCJ de Mendoza, sala 1ª, 17-9-84, “Unión Sociedad Cooperativa del Crédito

Ltda. c/Lobiondo, José y otro”, J. A. 1985-1-496, donde se sostiene que “cuando


la disolución opera por divorcio, los bienes de administración marital siguen res-
pondiendo por las deudas del marido y no responden por las de la esposa (y viceversa),
mientras que las operaciones de partición no tengan acceso registral, salvo mala fe
del tercero”.
116 ARIANNA, La disolución de la sociedad conyugal por muerte y la cuestión

del pasivo cit., ps. 1 y ss. Sostiene el autor que “esta posición no es compartida por
toda la doctrina, sino que se sostiene que «no consideramos apreciable discriminar
si la deuda fue contraída, por el supérstite, antes o después del fallecimiento del otro
cónyuge»”.
117 RUSSO, Federico, Indivisión poscomunitaria y comunidad hereditaria, su in-

cidencia en las relaciones con los terceros, en comentario al fallo de la CNCiv.,


sala A, 28-8-2003, en autos “S., M. O. c/C., A. H. y otro”, Derecho de Familia
2004-II, ps. 52 y ss.

204
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

tenderá a la masa de bienes propios del causante y a las dos masas


de bienes gananciales, mientras que en el resto de los casos (divorcio,
nulidad, etc.) sólo se verán afectadas las dos masas de bienes ganan-
ciales, quedando excluidas del estado de indivisión ambas masas de
bienes propios de cada cónyuge”. El autor concluye que “así planteado,
cabe entonces distinguir el estado de indivisión generado por la diso-
lución de la sociedad conyugal del generado por la apertura de la
sucesión. El primero de ellos sólo afectará a los cónyuges (o ex cón-
yuges), estos formarán la masa indivisa para proceder a liquidar la
sociedad conyugal, empero esta indivisión no será oponible a aquellos
terceros que deseen ejercer sus derechos sobre bienes afectados por
la indivisión”.

4.1.5. La indivisión poscomunitaria y la responsabilidad


por deudas: una reflexión y una síntesis
La responsabilidad por deudas exige distinguir en la indivisión here-
ditaria las situaciones en que opera la disolución del régimen patrimonial
matrimonial por causas distintas a la muerte o por causa de muerte.
En tal sentido, la responsabilidad por deudas no es idéntica jurídi-
camente como sistema si la disolución de la sociedad conyugal se
produce por las causales de divorcio vincular, separación personal,
nulidad de matrimonio, o separación judicial de bienes por un lado
–causas distintas a la muerte–, o por causa de muerte o ausencia con
presunción de fallecimiento, por otro.
Intentamos reseñar la tendencia más marcada y acorde con el sistema
jurídico argentino frente a la ausencia de normas claras sobre el estado
de indivisión postsocietaria o poscomunitaria118.
118 El Proyecto de Reforma al Código Civil, Comisión dec. 468/92, propone en
el art. 548: “La masa común se integra con la suma de los activos gananciales líquidos
de uno y otro cónyuge”. Y en la nota aclara: “A fin de solucionar los problemas que
esta cuestión plantea en la doctrina, se propone mantener la separación de deudas
contraídas por cada uno de los cónyuges hasta la partición”. Reformas al Código
Civil. Proyecto y notas de la Comisión designada por dec. 468/92, Astrea, Buenos
Aires, 1993, p. 70.
Por su parte, las VII Jornadas Nacionales de Derecho Civil (año 1979) concluyeron
que: “los arts. 5º y 6º, ley 11.357 mantienen su vigencia después de la disolución de
la sociedad conyugal, por causa distinta de la muerte de uno de los cónyuges”.

205
Doctrina

a) Disolución por causa distinta de muerte


En el supuesto de disolución por causa distinta de muerte –causales
de divorcio vincular, separación personal, nulidad de matrimonio o
separación judicial de bienes– se encuentran dos posiciones fundamen-
tales:
a) Un sector de la doctrina sostiene la no vigencia de los artículos
5º y 6º de la ley 11.357 mencionados cuando se produce la
disolución de la sociedad conyugal, ya que los mismos fueron
concebidos para regir mientras subsiste la sociedad conyugal;
b) otra postura defiende la plena vigencia de los artículos 5º y 6º
de la ley 11.357, una vez disuelta la sociedad conyugal, durante
la etapa de indivisión poscomunitaria, y hasta la partición.
Es relevante, en nuestra opinión, considerar qué patrimonio tenía
como garantía el acreedor cuando contrató o cuando se genera la obli-
gación.
A nuestro parecer, el divorcio, la separación personal, la nulidad
de matrimonio –con su régimen especial– o la separación judicial de
bienes no deben alterar esa realidad patrimonial que el acreedor tenía
al momento en que el vínculo nació, por diferentes causas. Con ello,
no desconocemos las diferentes operaciones que puedan o deban rea-
lizarse durante la liquidación del régimen.
La vigencia del sistema de separación de deudas (arts. 5º y 6º,
ley 11.357), a nuestro parecer, es la opción más justa.

b) Disolución por causa de muerte


En el supuesto de disolución por causa de muerte o ausencia con
presunción de fallecimiento, en que nace la indivisión de la que se
egresa por la liquidación del acervo hereditario, surge un distinto tra-
tamiento a la universalidad integrada por bienes y derechos.
Se constatan numerosas y diversas posiciones que hemos reseñado
más arriba en el supuesto de disolución por muerte, y a las que remi-
timos.
Sin embargo, optamos por exponer una suerte de síntesis que con-
sideramos apropiada al régimen argentino.
Remarcamos que en el tema es necesario computar, respecto a la

206
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

deuda, dos propiedades fundamentales que deben tenerse en cuenta,


que responden a las preguntas quién contrajo la deuda, y en qué fecha
se la contrajo –además de plantearse con qué bien se debe responder–.
Es decir:
– Quién: Si asumió la deuda el cónyuge muerto o el supérstite.
– Fecha de la deuda: Si la deuda es anterior o posterior a la di-
solución de la sociedad conyugal por muerte.
En estos supuestos, consignamos:
a) A las deudas contraídas por el cónyuge fallecido se aplicarían
los artículos 3490 y concordantes del Código Civil –si se trata
de deudas divisibles–, siendo ejecutables sobre la masa por los
acreedores del causante con las garantías que otorgan los
arts. 3474 y 3475: en la partición se deben separar los bienes
suficientes para el pago de las deudas y cargas de la sucesión
(3474) y los acreedores de la herencia pueden exigir que no se
entreguen sus porciones hereditarias a los herederos, ni a los
legatarios su legado hasta no quedar ellos pagados de sus cré-
ditos.
b) Las deudas del cónyuge supérstite, sean anteriores o posteriores
a la extinción del vínculo, no podrán ser calificadas como deudas
de la sucesión.
El momento en que se ha contraído la deuda por el cónyuge su-
pérstite es relevante, ya que:
– Si la deuda fue contraída por el supérstite con anterioridad a la
muerte del causante, subsiste la aplicabilidad de los artículos 5º
y 6º de la ley 11.357 –en especial, el artículo 5º– , es decir que
responden sus bienes propios –lo que es indiscutible, ya que no
ingresan a la indivisión hereditaria– y sus bienes gananciales,
por las obligaciones contraídas;
– en cambio, si la deuda del supérstite nació con posterioridad a
la muerte, a los acreedores del cónyuge supérstite les será opo-
nible la indivisión, y por lo tanto, respecto a los bienes ganan-
ciales, deben requerir y esperar la partición y adjudicación de
los bienes indivisos. Se trataría de acreedores del heredero.

207
Doctrina

c) La indivisión poscomunitaria y la responsabilidad


por deudas: reflexión final
Si uno de los esposos contrajo una deuda antes de la disolución
de la sociedad conyugal, el acreedor no podía suponer que su crédito
iba a quedar desprotegido por el hecho de que el deudor se divorcie
o fallezca, entre otras causas de disolución del régimen patrimonial.
La situación jurídica es diferente cuando la deuda es asumida por
el cónyuge con posterioridad a dicha disolución: la realidad es que el
acreedor tiene frente a sí su garantía ya “encogida” o ya “ensanchada”,
si se quiere, o debe esperar operaciones liquidatorias, o actos propios
de cada régimen de disolución según la causa, para hacer efectivo su
crédito, con todos los riesgos que ello comporta.
No se desconoce la dificultad del tema, ni la diversidad de insti-
tuciones en juego, y que en un supuesto –disolución por muerte– coe-
xisten el régimen sucesorio y el régimen patrimonial matrimonial: se
vinculan el supérstite y los herederos del premuerto –o los herederos
de los dos cónyuges, si ambos mueren–. Y el régimen sucesorio com-
prende al régimen de disolución de la sociedad conyugal.
Por eso, entendemos que debe legislarse a la brevedad sobre el
régimen de indivisión poscomunitaria, a fin de preservar el valor justicia
y organizar la transparencia del régimen jurídico.

5. Conclusiones
A manera de síntesis, consignamos las siguientes conclusiones.
a. Como regla general, cada cónyuge responde con sus bienes
propios y con sus bienes gananciales por las obligaciones contraídas
(art. 5º).
b. De modo excepcional, cada cónyuge responde con los frutos de
sus bienes propios y con los frutos de sus bienes gananciales, por las
obligaciones asumidas por el otro esposo, cuando se trate de las ne-
cesidades del hogar, la educación de los hijos, o la conservación de
los bienes comunes (art. 6º).
c. Se establece un principio general de separación de responsabi-
lidades por las deudas contraídas por el otro, con la excepción de las

208
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

deudas comunes cuyos supuestos están expresamente establecidos en


el artículo 6º de la ley 11.357.
d. Sólo el patrimonio del cónyuge contratante estará afectado por
las deudas por él contraídas, siendo expresamente excluido el patri-
monio del cónyuge no contratante.
e. El artículo 1275 del Código Civil, estimamos, se encuentra vi-
gente, siendo aplicable su normativa al aspecto interno de las deudas
entre cónyuges.
f. Los artículos 5º y 6º de la ley 11.357 hacen referencia al aspecto
externo de la deuda y al derecho de los acreedores a perseguir el cobro
de la misma sobre el patrimonio del cónyuge contratante.
g. El aspecto interno.
El artículo 1275 del Código Civil se destina, en el momento de la
disolución del régimen de bienes –después de la vigencia del régimen
de responsabilidad por deudas, de la ley 11.357–, a regular las deudas
que conforman el pasivo de la sociedad conyugal, el que se solventa
con los gananciales presentes a la liquidación .
Las deudas “gananciales” se cancelan con bienes “gananciales” –y
se divide por mitades el activo líquido–; las demás deudas –“propias”
o “personales”, si se nos permite– son soportadas por cada uno de los
cónyuges con independencia de la ganancialidad, pues nada tienen que
ver con ella.
h. El aspecto externo.
El aspecto externo comprende los bienes propios y también los
bienes gananciales, ya que, para el acreedor, es irrelevante la división
entre bienes propios y gananciales, porque contrata con una persona,
con un patrimonio único, y los bienes gananciales sólo significan un
derecho de expectativa del otro cónyuge al momento de la partición,
una vez cubiertas las deudas.
i. Es necesario delimitar la relación de los cónyuges entre sí, y la
relación de los cónyuges con los terceros (deudor-acreedor), diferen-
ciando el aspecto interno de la deuda contraída por uno de ellos, y el
aspecto externo que contempla la relación con el tercero ajeno a los
cónyuges.
j. La cuestión de la contribución –aspecto interno– debe responderse

209
Doctrina

sobre los bienes de la “sociedad conyugal” con que es soportada la


deuda contraída por un cónyuge.
k. La cuestión de la obligación –aspecto externo de ésta–, refiere
a la asunción de la deuda frente a los terceros por el cónyuge contratante,
siendo irrelevante la relación interna de los cónyuges.
l. La calificación de deuda personal o común incide en la cuestión
de la contribución y en la cuestión de la obligación:
1) De manera primordial, en la cuestión de la contribución –ar-
tículo 1275 del Código Civil–;
2) secundariamente, en la cuestión de la obligación, ya que los
acreedores pueden cobrar su crédito contra los bienes propios
y/o gananciales de titularidad de su deudor (art. 5º), exceptuadas
las hipótesis previstas en el artículo 6º, es decir, cuando el acree-
dor puede agredir los frutos de los bienes del cónyuge no con-
tratante o no deudor, si se trata de una deuda incluida en los
supuestos singulares del artículo 6º de la ley 11.357.
m. El carácter de bien propio o bien ganancial no define jurídica-
mente la situación de los terceros, quienes harán efectivos sus créditos
contra todos los bienes, propios y gananciales, del cónyuge deudor o
contratante en su caso –más allá de que puedan avanzar limitadamente
sobre el patrimonio del cónyuge no deudor, o no contratante en los
supuestos del artículo 6º–.
n. Indivisión poscomunitaria.
La responsabilidad por deudas no es idéntica jurídicamente como
sistema, si la disolución de la sociedad conyugal se produce por las
causales de divorcio vincular, separación personal, nulidad de matri-
monio o separación judicial de bienes por un lado –causas distintas a
la muerte–, o por causa de muerte o ausencia con presunción de fa-
llecimiento, por otro.
ñ. Disolución por causa distinta de muerte.
A nuestro parecer, el divorcio, la separación personal, la nulidad
de matrimonio –con su régimen especial– o la separación judicial de
bienes no deben alterar la realidad patrimonial que el acreedor tenía
al momento en que el vínculo nació, por diferentes causas. Con ello

210
Responsabilidad por deudas de los cónyuges

no desconocemos las distintas operaciones que puedan o deban reali-


zarse durante la liquidación del régimen.
La vigencia del sistema de separación de deudas (arts. 5º y 6º,
ley 11.357), a nuestro parecer, es la opción más justa.
o. Disolución por causa de muerte.
En el supuesto de disolución por causa de muerte o ausencia con
presunción de fallecimiento, en que nace la indivisión de la que se
egresa por la liquidación del acervo hereditario, surge un tratamiento
distinto a la universalidad integrada por bienes y derechos.
Es necesario computar, respecto a la deuda, dos propiedades fun-
damentales que deben tenerse en cuenta, que responden a las preguntas
sobre quién contrajo la deuda y en qué fecha se la contrajo –además
de plantearse con qué bien se debe responder–: si asumió la deuda el
cónyuge muerto o el supérstite, y si la deuda es anterior o posterior
a la disolución de la sociedad conyugal por muerte, lo que hemos
analizado por separado en el texto.
p. No se desconoce la dificultad del tema, ni la diversidad de ins-
tituciones en juego, y que en un supuesto –disolución por muerte–
coexisten el régimen sucesorio y el régimen patrimonial-matrimonial:
se vinculan el supérstite y los herederos del premuerto –o los herederos
de los dos cónyuges, si ambos mueren–. Y el régimen sucesorio com-
prende al régimen de disolución de la sociedad conyugal.
q. Entendemos que debe legislarse a la brevedad sobre el régimen
de indivisión poscomunitaria, a fin de preservar el valor justicia y
organizar la transparencia del régimen jurídico.

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