RETIRO-POSADA 19 DIC 2023 VEC Dimensión Espiritual

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RETIRO ESPIRITUAL DICIEMBRE 2023

Þ PARTE PRIMERA: CHARLA REFLEXIÓN

MOMENTO DE ORACIÓN
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración de Adviento
De las espadas se harán arados y de las lanzas, podaderas.
Las palabras serán puentes con los que se salven abismos.
Las memorias difíciles nos harán más sabios.
Las vivencias felices, más humanos.
Las preguntas avivarán la imaginación y las respuestas alumbrarán
nuevas búsquedas.
Los enemigos se sentarán, sin rencor, en una misma mesa, y
desenterrarán motivos para el encuentro. Se alzará el que se encoge
asustado, y el sobrado bajará de su peana.
El caprichoso abandonará la edad del “quiero” para adentrarse en
la tierra de la gratitud y el asombro.
Losas de culpa y remordimiento estallarán en mil pedazos cuando la
misericordia pose su mano sobre el corazón de piedra.
El futuro ya está aquí, donde la espera es activa y nos lleva a
desenterrar el evangelio escondido.
(José María R. Olaizola, sj)

LECTURA: Jn 1, 1 – 5 . 11 – 14
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y
era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él
y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La
luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Vino a los suyos y los suyos no lo
recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a
los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni
por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo
hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a
Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

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BREVE REFLEXIÓN

Al respecto, decía el Papa Francisco en el Ángelus del 5 de enero de 2014: «La liturgia de este
domingo nos vuelve a proponer, en el Prólogo del Evangelio de san Juan, el significado más
profundo del Nacimiento de Jesús. Él es la Palabra de Dios que se hizo hombre y puso su
"tienda", su morada entre los hombres. Escribe el evangelista: "El Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). En estas palabras, que no dejan de asombrarnos, está todo
el cristianismo. Dios se hizo mortal, frágil como nosotros, compartió nuestra condición
humana, excepto en el pecado, pero cargó sobre sí mismo los nuestros, como si fuesen
propios. Entró en nuestra historia, llegó a ser plenamente Dios-con-nosotros. El nacimiento
de Jesús, entonces, nos muestra que Dios quiso unirse a cada hombre y a cada mujer, a cada
uno de nosotros, para comunicarnos su vida y su alegría.

Así Dios es Dios con nosotros, Dios que nos ama, Dios que camina con nosotros. Éste es el
mensaje de Navidad: el Verbo se hizo carne. De este modo la Navidad nos revela el amor
inmenso de Dios por la humanidad. De aquí se deriva también el entusiasmo, nuestra
esperanza de cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados y
acompañados por Dios; y miramos al mundo y a la historia como el lugar donde caminar
juntos con Él y entre nosotros, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. Con el nacimiento
de Jesús nació una promesa nueva, nació un mundo nuevo, pero también un mundo que
puede ser siempre renovado. Dios siempre está presente para suscitar hombres nuevos,
para purificar el mundo del pecado que lo envejece, del pecado que lo corrompe. En lo que
la historia humana y la historia personal de cada uno de nosotros pueda estar marcada por
dificultades y debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el
hombre y con su historia. Esta proximidad de Dios al hombre, a cada hombre, a cada uno de
nosotros, es un don que no se acaba jamás. ¡Él está con nosotros! ¡Él es Dios con nosotros!
Y esta cercanía no termina jamás. He aquí el gozoso anuncio de la Navidad: la luz divina, que
inundó el corazón de la Virgen María y de san José, y guio los pasos de los pastores y de
los magos, brilla también hoy para nosotros».

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ORACIÓN

La Palabra

Señor, Palabra Viva


Salud de quienes se detienen a ver y a oír
Templa nuestras pasiones, llega con tu filo al fondo de nuestras heridas
Enséñanos a esperar sin acelerar los tiempos
Infunde en nosotros la verdadera libertad
Haznos dóciles para aceptar tus designios
Encarna en nosotros la Voluntad del Padre.

Señor, Palabra Viva


Eterno Verbo del Padre al servicio de toda la creación
Fortalécenos en la perseverancia de las virtudes
Otórganos la capacidad de reconocer la luz verdadera
Se nuestro auxilio en toda oscuridad
Concédenos interpretar las contrariedades como las manos del Alfarero
Eleva nuestra alma para implorar tu Espíritu Santo cada día.

Señor, Palabra Viva


Ayúdanos a reconocer nuestra debilidad
Pero sobre todo a postrarnos ante ti
Para aprender a Amar, aún la propia miseria
Haz de nuestra voz una alabanza constante a tu gloria
Un canto armonioso en medio tanto ruido
Para el Padre, por el Hijo en su Santo Espíritu.

Amén.

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TEMA DE REFLEXIÓN
Encarnación, fuente de la participación y la comunión.

«El misterio de la ENCARNACIÓN.


Base teológica de la Planificación Pastoral Participativa»1
La Iglesia, en nuestro Continente Latinoamericano, ha buscado cómo responder a las
diversas situaciones existenciales que va viviendo nuestro pueblo; y lo ha hecho a veces con
aciertos, a veces con torpezas y omisiones. De entre los grandes aciertos de la Iglesia
Latinoamericana ha sido desarrollar diversos modos de hacer pastoral, respondiendo a la
invitación que hacía en su momento el Concilio: “Las condiciones de nuestra época hacen
más urgente este deber de la Iglesia, a saber, el que todos los hombres, que hoy están más
íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales técnicos y culturales, consigan también
la plena unidad en Cristo” (LG 1)2.
Uno de estos modos ha sido la Planificación Pastoral Participativa, que es una forma de
aplicar la planeación social en los lugares donde la comunidad eclesial desarrolla su misión.
Este empeño surge como una moción del Espíritu en la misma reflexión del Vaticano II que
motivó a realizar lo que se denominó entonces la “pastoral de conjunto” que es “la acción
coordinada de toda la Iglesia como Cuerpo de Cristo o como Pueblo de Dios… de esta
concepción de la Iglesia surge la necesidad de una vida de comunión y una acción unificada
de evangelización”.
Este esfuerzo ha buscado hacer de los ambientes donde moran los bautizados, un espacio
cada día más humano. De ahí la necesidad de considerar como parte del anuncio cristiano,
todo aquello que al hombre le humaniza cada vez más. Partimos, por ello, en esta reflexión,
con el principio de la Encarnación desde la perspectiva juanina, sabiendo que
teológicamente es la base de toda acción pastoral; en otras palabras, consideramos la base
de este método pastoral la obra misteriosa y hermosa del Dios hecho hombre.

1
El presente guion de reflexión es un extracto adaptación tomado de: PBRO. GUSTAVO ALEXIS
MÁRQUEZ, El misterio de la encarnación. Base teológica de la Planificación Pastoral Par5cipa5va,
en: Med. / Vol. XLVIII / N.° 184 / Mayo - agosto (2022) / pp. 247-277 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-
Colombia
2
A fin de simplificar la reflexión en el RETIRO, omi=ré en gran parte el aparato crí=co; quien quiera
el arBculo completo, =ene la referencia en la cita anterior, además, se subirá dicho trabajo a la
página del presbiterio.

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I. LA BASE DE TODO: DIOS POR PURA MISERICORDIA SE HA HECHO
HOMBRE.
“Misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad” (MV 2). Así
define el Papa Francisco la esencia del Dios revelado a lo largo de la historia de la salvación
y hoy tan actual y necesario para un mundo que experimenta el dolor y sufrimiento de una
humanidad sumergida en dinámicas de avaricia, destrucción y muerte. Hablar de
misericordia es referirse necesariamente al ámbito de las relaciones interpersonales, de ahí
que no se pueda experimentar-sentir misericordia hacia un objeto o una idea.
Este estilo o cualidad de la relación se caracteriza por la cercanía de alguien en la desgracia
o necesidad del otro. No de manera esporádica, circunstancial o coyuntural, sino realmente
implicativa. Es la totalidad de la persona la que está implicada con el otro en su lucha o en
su desgracia.
En la circunstancia de la fragilidad, de la pobreza, del límite, es donde se puede percibir la
presencia del que se hace cercano. Así podemos comprender cómo el misterio de la
Encarnación es la muestra perfecta del amor del Padre: se ha hecho hombre con todo lo
que esto implica. Asume nuestra naturaleza, frágil, endeble, corruptible para impregnarla
de su vida divina. Es Dios quién toma la iniciativa, y a lo largo de los textos del Antiguo
Testamento nos muestra cómo va al encuentro del hombre (Gn 9,9; 12,1; 17,5), constituye
un pueblo (Ex 19,6; Dt 28,10) y una y otra vez se preocupa y ocupa de este pueblo. Ya lo decía
el Vaticano II:
«Dios… queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó
personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio. Después de su caída
alentó en ellos la esperanza de la salvación, con la promesa de la redención, y tuvo
incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan
la salvación con la perseverancia en las buenas obras. En su tiempo llamó a Abraham
para hacerlo padre de un gran pueblo, al que luego instruyó por los Patriarcas, por
Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero, Padre
providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma,
a través de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio» (DV 3).

Por ello el punto de partida de esta reflexión será abordar el principio de la Encarnación,
pero siempre bajo la lógica de Dios, es decir: de un amor que se dona absolutamente. Pues,
si bien, desde diversas aristas se puede considerar el misterio de Dios, al definir la esencia
de Dios como misericordia, cae el concepto metafísico del Dios impasible de los filósofos.
Dios se ‘compadece’ de las miserias del hombre, y el sufrimiento de este Dios no afecta para

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nada a su perfección y omnipotencia, sino que, por el contrario, revela la inmensidad de la
potencia del amor.
Este mensaje del Papa no ha quedado solo en el discurso. Así, en el contexto del desarrollo
de una guerra, llevando a cuestas las consecuencias de una pandemia y en un clima de
creciente polarización, la Iglesia busca ser portadora de misericordia ahí en los lugares más
golpeados, aún y cuando esto le genere críticas. No tiene opción, pues sí define a Dios como
misericordioso, es decir Aquel que se revela amando y que descubre su rostro cuando actúa
la misericordia hasta el extremo en la muerte y resurrección de Jesucristo, entonces la
Iglesia se ha de sustentar forzosamente en la misericordia, y se realiza a sí misma cuando
actúa en el mundo esa misericordia sin límites.
El amor de Dios por el hombre es concreto, real y encarnado. Esta es la primera verdad de
la Iglesia...De este amor, que llega hasta el perdón y al don de sí, la Iglesia se hace sierva y
mediadora ante los hombres.

1. “La Palabra se hizo carne”


San Juan en su Evangelio, es el único que habla explícitamente de la Encarnación: “Y la
Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” (Jn 1, 14a), y describe los atributos
del Logos. “La Iglesia llama ‘Encarnación’ al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una
naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación”. El texto de Juan inicia
refiriéndose al “principio”, así: “cuando a Dios se le llama ‘el Logos’ se quiere decir que ‘en
el principio’ existía un Dios que es pensamiento y sentido, esto es, un pensamiento creador
que ha llamado al mundo a la existencia y que, con esa llamada y en el mismo instante, lo
dota de sentido”, porque todo lo venido de Dios tiene un “hacia”, una tendencia y al mismo
tiempo evidencia un origen. “Ésta profunda sentencia quiere decir, pues, que en el principio
existía Dios, que Dios es el comienzo, que Dios es el principio. Las cosas proceden del Espíritu
creador, del Dios que crea” (Ratzinger).
La expresión “se ha hecho carne” quiere señalar el realismo antidoceta, respecto a que el
Logos fue primero “en el principio”. Así su ingreso a la historia funda un nuevo modo de ser
Logos “en la carne”; no se trata de un mero revestimiento exterior ni mucho menos de una
construcción mítica, sino que asume completamente y en plenitud el modo de ser hombre
sin dejar de ser Logos. “Hacerse carne” quiere decir asumir plenamente la condición
humana, aceptar nacer, crecer, morir, participar de todos los estados de la vida humana en
el ámbito de su historia terrestre y de sus conflictos.
La concepción Juanina de la Encarnación resalta dos ideas importantes. Primero, la idea de
la identidad del Logos que en la Cristología del Evangelio de Juan tiene un papel importante;
identidad entre “preexistente”, “terrestre” y el “glorioso”. El no aceptar o no atender esta

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identidad, trajo sus consecuencias. Así el Jesús terreno, sus palabras, su vida, muerte y
resurrección son la realidad de una palabra preexistente. Segundo, el texto nos coloca ante
una visión dinámica de la Encarnación: “y se hizo”. A nivel de humanidad cuando el Logos
se “hace hombre” abraza toda la dimensión terrestre del ser humano, desde su nacimiento
hasta su trascendencia a la gloria. Ésta no implica sólo el periodo de vida, sino que inaugura
también un tiempo salvífico, un tiempo de gracia, “y puso su morada entre nosotros”.
La gran novedad que porta la revelación al Pueblo de Israel es que Dios “habita en medio”
de ellos; y esta presencia adquiere rostro en Jesús. La novedad absoluta de la Encarnación
es descubrir hasta qué grado Dios permanece en medio de su pueblo, no ya de manera
pasajera o momentánea, sino de manera permanente y definitiva; es una permanencia que
corona toda la historia de un Dios que se acerca una y otra vez a su pueblo.
“La Sagrada Escritura afirma que antiguamente Dios habló de muchas maneras a nuestros
padres por medio de los profetas, pero en los tiempos mesiánicos nos habló por medio de
su Hijo (Hb 1,1-2). Con esto nos está enseñando que tanto las antiguas palabras como
también las que vendrían después, se resumen en una sola Palabra que tiene un nombre:
Jesús de Nazaret” (P. Fco. Merlos).
Es aquí donde se hace posible establecer entonces una acción pastoral, en la que se realice
una predicación del Evangelio que no sólo convierte corazones, sino que transforme
realidades, conscientes de que el Dios que habita en medio de nosotros, quiere una vida
cada día más digna para su pueblo; y esto, con las diversas situaciones que viven nuestros
países Latinoamericanos, se torna inaplazable.
Una palabra de la relación de Encarnación y el Misterio Pascual. No son dos elementos
separados, aún más en la Teología Juanina, la consumación de la Encarnación será el
momento de la entrega definitiva: el evento del Calvario. Es el momento más intenso del
abajamiento del Hijo, que se despoja de todo para hacer pasar a la familia humana a la esfera
de la vida divina. “La Encarnación y el Misterio Pascual no son entonces dos momentos
separados de la Cristología, como para determinar una tensión entre ontología y
soteriología”.

2. Consecuencias de la encarnación
El Vaticano II, enseña que “Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su
gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su
compañía” (DV 2) y de este punto vendrá la recomprensión de la revelación hecha por Dios
a través de Jesucristo, lo cual marcará la teología postconciliar. Así, toda la vida de Jesús se
ha de leer desde la lógica de la misericordia: sus gestos y signos “hacia las personas pobres,

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excluidas, enfermas y sufrientes”, sus milagros y sus parábolas, su pasión, muerte y
resurrección; “en Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión” (MV 8).

La caridad de Dios en nosotros y el amor fraterno


El Papa Benedicto XVI nos recuerda que la razón del amor entre nosotros está en Dios
porque Dios nos ha amado primero, dice la citada Carta de Juan (cf. 4, 10), y este amor de
Dios ha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues ‘Dios envió al mundo a su Hijo
único para que vivamos por medio de él’ (1 Jn 4, 9). Dios se ha hecho visible: en Jesús
podemos ver al Padre (cfr. Jn 14, 9) (DCE 17).
Desde los inicios del cristianismo, los bautizados se distinguieron en las comunidades donde
vivían, no por el poder económico que tenían o por las cualidades intelectuales que
portaban, sino por el modo como se relacionaban con todos (cfr. Hch 4,32-37). Por eso, la
convicción que ha movido a la iglesia es: si no tengo amor nada soy (cfr. 2 Cor 13, 1-7). De
modo que la búsqueda de las relaciones cada día más fraterna, la justicia social sin distinción
ni condición, el cuidado de la casa de todos y la solidaridad real, deben ser un empeño
constante de los que integramos la comunidad de creyentes.

La humanidad de Dios
En el Evangelio de Mateo encontramos el famoso texto “cuando con ellos lo hicieron,
conmigo lo hicieron” seguido de puntuales acciones: comer, beber, vestir, sanar, visitar. Que
Dios se Encarnó para nuestra salvación no significa que realizó su obra redentora y
abandonó de nuevo al hombre a su nueva “suerte” sino que, asumiendo nuestra naturaleza,
nos mostró el modo en que Dios ama y nos invita a amar.
Un elemento que resalta esta humanidad de Dios es el diálogo. La llamada a su pueblo
“escucha Israel” (Dt 6,4-9), la teofanía a Abraham (Gn 18), la revelación a Moisés en la zarza
ardiendo (Ex 3, 1-17), la entrega de las tablas de la Ley (Ex 34, 27), la tienda del encuentro
(Ex 33, 7-9), las revelaciones a los profetas, etc. son muestras de la dinámica dialógica de
Dios. La evangelización a la que el Papa Francisco llama a la Iglesia ‘comienza con el diálogo
personal y la conversación’ (EG 128) y pide del agente evangelizador una continua actitud
de escucha”. Y todo esto ¿qué implicaciones tiene para nuestra acción pastoral? No
podemos hacer una pastoral, que no busque transmitir a los hombres, lo que antes Dios nos
ha transmitido en Jesucristo.
PARA REFLEXIONAR:
El MISTERIO y el PRINCIPIO de la ENCARNACIÓN, ¿Cómo se implican y cómo nos implican
en el PROCESO que lleva a la elaboración del V PLAN DIOCESANO DE PASTORAL?

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II. LA RESPUESTA: UNA IGLESIA SINODAL, SERVIDORA Y MISIONERA.
Del misterio de la Encarnación viene luego una comunidad de discípulos que lo ha
experimentado y han dado testimonio de él. Esta comunidad de creyentes, conforman la
Iglesia; pues “Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de
todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se
salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas” (EG 13). Hoy la
Iglesia busca, ser cada día más testigo de Resucitado en medio del mundo, y sabemos bien
que hoy “la credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y
compasivo” (MV 10). Así el Espíritu hace posible la vida de la Iglesia con un doble
movimiento: la unidad y la misión.
La unidad, porque el mismo Señor lo dijo a sus discípulos: “Que todos sean uno: como tú,
Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo
crea” (Jn 17, 21) de modo que la razón de ser de la Iglesia sea la “comunión” entre los
bautizados; la misión porque la vida de la comunidad cristiana responde al criterio de dar
testimonio del Evangelio, lo que significa la acción de una persona viva, Jesús el Señor, que
habla a través de la Iglesia y actúa siempre de forma Encarnada.
1. Sacramento de comunión - sinodal
“El bautizado ya no vive una existencia autónoma, sino en el ámbito de acción del Espíritu
(cfr. Rm 8,9), tomado en posesión y determinado por él: ‘todos hemos sido bautizados en
un solo cuerpo’ (1 Co 12,13)”. El Concilio, al abordar el tema sobre la Iglesia y su misión en el
mundo, define a la Iglesia justo en estos términos: “La Iglesia es en Cristo como un
Sacramento o señal e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el
género humano” (LG 1), no queriendo con esto imponer uniformidad, sino buscando en la
diversidad, la unidad. Y la comunión, por su parte, no es sólo una adhesión de ideas o unidad
de propósitos, sino un empeño real y responsable excluyendo la tentación de la
improvisación.
Así, teniendo en el centro el amor, no sólo como un sentimiento ni tampoco como una
conciencia recíproca que se pone de acuerdo en diversos temas, sino como una realidad
ontológica (la Communio trinitaria de la que somos parte), es posible la Sinodalidad que es
el aspecto visible de la comunión; dicha realidad está llamada a vivirse de modo coherente
en la vida eclesial, sobre todo en el modo en que se dan las relaciones entre los bautizados.
De ahí que se espere que la comunidad eclesial, con sus formas de gobierno y guía pastoral,
busquen los modos en que las estructuras respondan siempre para favorecer la comunión
según el espíritu del Concilio y a la luz de los signos de los tiempos.
Justamente la forma en que la Planificación Pastoral Participativa propone realizar la
pastoral es en comunión, que se evidencia con la nota característica de “participación”.

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Invita a que sean las mismas comunidades y sus actores quienes trabajen de manera
organizada por transformar las realidades en que viven.
2. Servidora y Misionera
Al concepto de “comunión” (koinonía) está ligado necesariamente el de “servicio-
ministerio” (diakonia). Esta expresión griega en los relatos del Nuevo Testamento indica en
general la prestación de un servicio inspirado en el amor. Se podría decir que es la comunión
en acto, la comunión que se concreta en generoso intercambio de ayuda y servicio a los
demás. Porque cada persona que descubre en Jesús la alegría del Evangelio queda vinculada
de una manera diferente con quienes encuentra en el camino de la vida. Así, “la Iglesia
peregrina es, por su misma naturaleza misionera” (AG 2). No puede renunciar a este
movimiento hacia fuera porque está en su misma constitución, en su mismo ser.
Por misión no se entiende solo el acto de “anunciar” el Evangelio, como se ha entendido de
manera parcial, como buscando adeptos a un grupo; misión significa entonces una relación
con lo creado, de modo que el amor impreso por Dios en nosotros nos permita vivir en
comunión.
La primera tarea encomendada a la misión de la Iglesia será el reconocimiento teórico-
práctico de esta dependencia de todos los hombres en un mismo origen. Y esta creación
tiene su culmen en la historia con la Encarnación: Jesús es el sentido, el centro de la historia.
Esto porque su persona, plenamente histórica, es también plenamente trascendente y, por
tanto, no está constreñida los límites de las coordenadas espaciotemporales finitas.
Cada día es más evidente que esta acción de conjunto ya no puede estructurarse sobre la
base del trinomio de evangelización-liturgia-caridad, sino sobre la base de la "cuestión
antropológica” y de los espacios donde la persona se desarrolla y cada vez con más fuerza
interpelan a la Iglesia. Hoy la variedad de espacios, situaciones, lugares, acciones, contextos
donde vive y se desarrolla el hombre, son tan diversos que resulta imposible una acción
pastoral organizada de esta forma. Sin embargo, si se considera para la organización
pastoral la “cuestión antropológica”, ésta se organiza de tal modo que su acción se dirige
hacia campos como el desarrollo humano integral, la familia (y dentro de ella la educación
de los hijos), la vida social y el trabajo, la salud y el ocio. Se trata de dimensiones que
pertenecen simultáneamente a la experiencia del hombre como hombre y a la experiencia
cristiana.
Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos
el verdadero dinamismo de la realización personal: ‘Aquí descubrimos otra ley profunda de
la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los
otros. Eso es en definitiva la misión’ (AP 360) EG10.

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III. LA PLANIFICACIÓN PASTORAL PARTICIPATIVA COMO MÉTODO
PASTORAL
La Planificación Pastoral Participativa, en cuanto método de pastoral, tiene su sustento
teológico en los conceptos antes mencionados. Debemos decir que: Una planificación
Pastoral no responde principalmente a necesidades de carácter organizativo (o de
planificación de ‘cosas que hacer’), sino de discernimiento del Espíritu: responde a la
necesidad de comprender lo que el Espíritu está diciendo a la Iglesia a través de los signos
de los tiempos y lo que podría constituir una respuesta adecuada a esa llamada. La
dinámica es percibir nuestra acción pastoral en el conjunto de la comunidad de fe, enfocar
sus intencionalidades, compromisos y presupuestos teóricos; encuadrarla en el conjunto de
líneas fuerza que la condicionan y transformar esa misma acción, para que responda más
adecuadamente a las necesidades reales de los destinatarios y a los temas generadores de
la sociedad.
Es cierto que el método no es el todo, ni el fin; es un modo de realizar la construcción del
Reino de Dios partiendo de la propia realidad, sin embargo “el rigor y la competencia es algo
que necesitamos. Cuando hemos abordado el tema de la comunión en la Iglesia, hemos
dicho que no significa estar de acuerdo en todo o ser iguales a los demás, tampoco adhesión
y unidad de propósitos, sino responsabilidad y activación comunes, según la iluminadora
página de Ef 4,1-16: la idea de edificación (oikodomé) excluye toda improvisación y sugiere,
en cambio, los conceptos correlativos de gradualidad y crecimiento; todas las funciones
ministeriales, tanto las principales como las más comunes, colaboran con ella.
Algo que hay que destacar de la Planificación Pastoral Participativa es que siempre se habla
de procesos y el proceso supone cambios, se desarrolla en un tiempo y en un espacio
determinado. Todo proceso supone un punto de partida y un punto de llegada o de
culminación.
Finalmente, nos proponemos desarrollar tres dimensiones que la teología pastoral
considera para todo método, plan o proyecto de pastoral:

1. Dimensión Kairológica

La Planificación Pastoral Participativa es un método Pastoral que surge de la experiencia


misma de las comunidades, la acción que ya realiza el agente de pastoral y su contexto
propio. Siempre se parte de una mirada creyente de la realidad, sabiendo que ahí, en dicho
momento, en tal circunstancia, con estos precisos agentes, Dios nos muestra un “tiempo
favorable”, un “momento de gracia” para sembrar y germinar el Evangelio.

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Cuando la Teología Pastoral habla de la dimensión kairológica en los procesos Pastorales, se
refiere a saber descubrir e indicar la presencia del Espíritu de Dios en la realidad concreta.
Para ello será necesario hacer una lectura sapiencial de los signos de los tiempos, según la
prospectiva del discernimiento cristiano. Y, ¿qué es este discernimiento? Es un juicio maduro
y ponderado que se hace sobre la realidad, apoyándose en el análisis y en la reflexión, a fin
de descubrir lo más valioso, decidir lo mejor y actuar en el sentido del proyecto de vida que
se quiere realizar.
No se trata de conocer ‘científicamente’ la realidad y después aplicarle el sentido de la fe,
sino de percibir su acción pastoral en los grupos humanos que construyen una cultura. Por
eso, la eclesiología de comunión es la específica espiritualidad y praxis que, involucrando en
la misión a todo el Pueblo de Dios, hace que hoy sea más necesario que nunca educarse en
los principios y métodos de un discernimiento no sólo personal sino también comunitario.

2. Dimensión Operativa

La operatividad está presente en el material genético de la Teología Pastoral. De modo que,


si un método no invita, motiva y lanza a la acción, entonces podría ser un modo de hacer
reflexión, de estudio o análisis, pero no Pastoral. Y podemos ir más allá aún: la dimensión
práctica es constitutiva tanto a la revelación como a la fe cristiana, y la Teología Pastoral,
por ende, tiene esta misma dimensión. La planificación está toda ella orientada hacia la
acción. Cuidado con pensar de manera pragmática, o de solo hacer por hacer, la dimensión
operativa implica siempre la capacidad de analizar la situación, la capacidad de decidir y a
veces arriesgar, la capacidad de perseverar. Pueden venir dos extremos: el tradicionalismo
y el progresismo. Ambos extremos inhiben la dimensión operativa de un método Pastoral,
porque ideologizan el Evangelio y son generadores de un espiritualismo desencarnado o de
una praxis bajo la bandera de la objeción crítica erigida como sistema.
La Planificación Pastoral Participativa define elementos puntuales para la acción: primero
define planeación como “un proceso racional” de intervención de la realidad para
proyectar la acción en el futuro, luego afirma que esto se concreta en planes, programas,
proyectos y actividades, considerando siempre que ha de ser dinámica y abierta a
cuestionamientos y evaluaciones. Una Planificación Pastoral Participativa es una pastoral
que engendra, porque en la misma situación de las comunidades, coloca la semilla del
Evangelio que a su tiempo dará su fruto.

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3. Dimensión Criteriológica

Los criterios buscan establecer el coeficiente normativo del actuar y luego, examinar el éxito
práctico de la elaboración teológica-práctica. La Planificación Pastoral Participativa prevé
establecer criterios que a lo largo de todo el proceso pastoral sirvan de elementos de
discernimiento para enfocar la acción a partir de marcos teóricos, establece líneas para
indicar los límites y alcances de la acción Pastoral. Por ello, cuando se elabora el marco
doctrinal, se explicitan los principios que ayudarán a vivir profundamente el Evangelio en la
realidad propia, no desde la lógica doctrinal como mero deduccionismo, sino desde una
lógica de proceso. Los principios siempre son universales y estables, pero no estáticos. Se
establecen, pues, los criterios que se deben elaborar siempre en perspectiva kairológica y
práctica, haciendo interactuar el dato de la fe con el dato situacional.
La dimensión criteriológica en todo proceso pastoral evitará caer en fragmentaciones. Los
criterios establecidos acompañan todo el proceso, le dan unidad, consistencia y coherencia.

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IV. CONCLUSIÓN

Estamos ante a un modo de hacer Pastoral. No es el único, ni mucho menos pretende


arrogarse el título de mejor. Podemos decir que la Planificación Pastoral Participativa es
una respuesta de los discípulos del Señor para transformar las realidades en las que viven,
y hacerlas más acordes al Reino predicado por Jesús.

Este método no busca construir una imagen de Iglesia como tampoco lo hicieron los
Evangelistas cuando escribieron sus relatos. Porque la evangelización no depende sólo del
testimonio de los miembros de la comunidad; no son una comunidad de perfectos sino de
pecadores perdonados, la eficacia es obra del Espíritu Santo, si es que pudiésemos usar el
término “eficacia”. Tampoco busca decir qué tipo de Iglesia se debe ser, porque esto no le
corresponde a un método Pastoral; busca construir comunidad, ahí donde se vivan los
valores del Reino. Busca la vivencia auténtica de la fe, esa que considera a los otros como
hermanos y que encuentra en el mundo interlocutores.

Un modo de hacer Pastoral que no quiere convertirse en el todo, es decir, ocupar el puesto
que le corresponde al Señor en la comunidad, porque el método es sólo un modo, no un fin.
La Planificación Pastoral Participativa es un modo de hacer Pastoral con esperanza,
porque partimos de la realidad que es contemplada como lugar teológico, ahí dónde Dios
quiso poner su morada, y por lo tanto una realidad que merece todo el empeño por ser
transformada en un lugar de vida mejor.

PARA LA REFLEXIÓN:
¿Podemos decir que hemos hecho opción total por una Planificación Pastoral
Participativa? ¿En qué se nota? ¿Qué nos está faltando? El MISTERIO y el PRINCIPIO de la
ENCARNACIÓN, ¿Cómo ilumina nuestro proceso de elaboración del V Plan Diocesano de
Pastoral?
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Þ PARTE SEGUNDA: POSADA


Para este momento se sugiere utilizar el Santo Rosario como nos lo presenta el SUBSIDIO
LITÚRGICO DE ADVIENTO, con los elementos que allí se nos ofrecen (páginas 46 a 54).

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