1º Domingo de Cuaresma
1º Domingo de Cuaresma
1º Domingo de Cuaresma
Introducción
“La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando,
sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes
decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un
barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los
despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos
para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y
su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la penitencia cristiana fuera como la que
entristecía a Jesús. También a nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los
hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea
la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace
nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada
comunidad cristiana” (Mensaje del Papa Francisco para el tiempo de Cuaresma).
Génesis 9,8-15
La lectura nos trae el recuerdo de la 'Alianza' que Dios hizo con Noé después del Diluvio: Es la
primera de las tres alianzas que marcan la historia de Israel. En una nueva acción creadora, se
repiten las mismas palabras del momento de la creación: crecer, multiplicarse, llenar la tierra,
dominarla, hacer de ella su morada.
La Alianza con Noé tiene un alcance universal, debido a que, a diferencia de las otras ésta se realiza
no solo con una persona o con un pueblo; sino con todos los seres vivientes (cf. Os 2,20; Is 11,5
ss.; 65,25), ya que a través de la descendencia de Noé toda la humanidad está comprometida. La
bendición que se menciona en Gn 9,1-7 anuncia una nueva era para la humanidad, un nuevo
comienzo. Asimismo, la Alianza se extiende a “todos los seres vivos que están con ustedes, incluso
los animales salvajes” (v. 10: cf. también vv. 16,17), debido a que “el diluvio no volverá a destruir
la vida, ni la tierra” (v. 11).
Dios deja una señal visible para memoria de esta Alianza: El arco iris en el firmamento que
recordará en todo momento la promesa de no volver a destruir la vida. Esta Alianza muestra que
en Dios su misericordia prevalece sobre su voluntad de castigar, a pesar de lo enraizado que pueda
estar el mal en la vida y en el corazón del ser humano, la última palabra de Dios no es de castigo,
sino de vida y esperanza.
Primera Carta de san Pedro 3,18-23
El Apóstol exhorta a la comunidad a perseverar en la fe. Cristo es la única razón para no perder la
esperanza, porque con su Muerte y Resurrección ha llegado la salvación para la humanidad, porque
Él Asumió nuestras culpas muriendo en cruz y vivificado por el Espíritu Santo, se convierte en la
fuente de vida eterna y en la promesa de resurrección para los que creen en Él. De hecho, La eficacia
salvífica de la muerte de Cristo tiene una universalidad y plenitud incuestionable, debido a que
llega también a quienes antes de Cristo creyeron y esperaron en Él (Heb 11,39-40).
La mención que se hace del diluvio, nos da a conocer que le alcance de la gracia de Cristo es
universal. Con esta alusión el autor incorpora el tema del bautismo. Así como Noé fue salvado del
castigo anunciado por Dios e irrumpió con su arca sobre las aguas que habían inundado el mundo,
así los creyentes son salvados a través del Bautismo, por el que se nace a la nueva vida. El bautismo
se constituye en el símbolo eficaz que nos incorpora a la Muerte y Resurrección de nuestro Señor
Jesucristo, que implica además el compromiso de seguirlo y asumir su proyecto de salvación,
superando las tentaciones que la sociedad presenta a los seguidores del Maestro.
Evangelio según san Marcos 1,12-15
La Buena Noticia que Jesús empieza a proclamar inicia con un ayuno de cuarenta días. El Señor es
empujado al desierto por el Espíritu, el mismo que había estado presente en el Jordán cuando fue
Bautizado por Juan. Durante cuarenta días vive sin probar alimento bocado, se alimenta únicamente
de la Palabra y de la voluntad del Padre: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y
llevar a término su obra” (Jn 4,34). Jesús vive su ayuno entre las fieras y los ángeles que lo
cuidaban.
San Marcos no da muchos detalles de las tres tentaciones que se describen en los otros dos
evangelios, lo que pretende es dar a conocer que se trata desde el inicio, de una batalla con el
maligno. Así el evangelista nos transmite una breve pero profunda descripción: “Se quedó en el
desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás” (Mc 1,12).
La expresión cuarenta días tiene un fuerte significado simbólico, hace memoria del desierto, que
es un lugar de prueba (Dt 8,2-6), pero también es el espacio de encuentro con Dios (Os 2,16).
Cuando san Marcos dice que Jesús fue tentado allí durante cuarenta días, rememora los cuarenta
años que el pueblo de Israel camino por el desierto y las tentaciones que no pudo superar. Ahora
Jesús con su victoria sobre las tentaciones abre camino para la salvación del pueblo.
La descripción que hace el texto: “vivía con las fieras y los ángeles le servían”. Puede referirse
implícitamente a Adán que, antes de pecar, vivía entre los animales, en comunión con la creación
entera (Gn 2,20). En este sentido se podría decir que Jesús es el nuevo Adán que no se deja vencer
por las tentaciones e inaugura el nuevo tiempo mesiánico, restituye la armonía perdida por la
primera pareja humana con su pecado. Con Jesús llega un tiempo nuevo cargado de esperanza y
paz.
Luego san Marcos nos recuerda que, tras la detención de Juan el Bautista, se inicia la intensa
actividad de Jesús en Galilea proclamando la Buena Noticia del Reino, anuncia que “el tiempo se
ha cumplido”, es decir, que se da una intervención de Dios (kairós), que su soberanía está al alcance
de todos gracias a la conversión y a la fe.
El Evangelio concluye con la exhortación: “arrepiéntanse y crean en la Buena Noticia” expresión
que debe dar sentido a nuestra vida, basada en la fuerza de la fe y en la Palabra de Dios.