Cap 5 ESTUDIO DE FACTORES RESILIENTES EN FAMILIARES DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD

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PSICOLOGÍA Y MUNDO MODERNO

ESTUDIO DE FACTORES RESILIENTES EN FAMILIARES DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD

Jordi Eusebio Ponce Espino


Ana María Torrecillas Martín
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
[email protected] atorrecilla
https://doi.org/10.17060/ijodaep.2014.n1.v6.763

Fecha de Recepción: 2 Febrero 2014


Fecha de Admisión: 30 Marzo 2014

ABSTRACT:
This paper presents an investigation whose objective was to conduct a descriptive analysis of
the resilience of a group of 100 relatives of people with disabilities.
We used a short questionnaire which focused on sociodemographic aspects, and the Spanish
version of the Young and Wagnild Resilience Scale (1993) translated and adapted by Heilemann,
Lee, and Kury (2003).
Some results indicate that brothers are those who show a higher rate of cases with a higher level
of resilience, followed by mothers and then fathers; resilience levels are higher in younger relatives
and lower in older ones; mothers bear the burden of care for the dependent member, and there is a
significant correlation between the educational level and the level of resilience.
Key words: family, disability, resilience, vulnerability, risk, protection.

RESUMEN
El presente trabajo recoge una investigación cuyo objetivo fue realizar un análisis descriptivo de
la resiliencia de un grupo de 100 familiares de personas con discapacidad.
Se utilizó, un breve cuestionario centrado en aspectos sociodemográficos, y se empleó la Escala
de Resiliencia de Wagnild y Young (1993), adaptada en versión española por Heilemann, Lee y Kury
(2003).
Algunos resultados indican que son los hermanos los que muestran un mayor índice de casos
con un alto nivel de resiliencia, seguido de las madres y luego, de los padres; que la resiliencia es
mayor en los familiares más jóvenes y menor en los familiares de más edad; que son las madres las
que llevan la carga de la atención al familiar dependiente y que existe una correlación significativa
entre el nivel formativo y el nivel de resiliencia.
Palabras claves:
familiares, discapacidad, resiliencia, vulnerabilidad, riesgo, protección.

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ANTECEDENTES
El estudio de la discapacidad en décadas anteriores se ha centrado en el individuo que la pade-
ce. Han sido objeto de estudio entre otros: conocer las causas, tipos y peculiaridades de las dife-
rentes discapacidades, el logro de la autonomía, la capacidad de autodeterminación, la incorpora-
ción al mundo laboral o, de forma externa al individuo, la organización de recursos y servicios que
la sociedad ofrece para la integración e inclusión de estas personas de una forma normalizada.
En los tiempos actuales, emerge el interés por estudiar la forma en que las familias de las per-
sonas con discapacidad afrontan la vivencia de esta experiencia en alguno de sus miembros. La con-
sideración de que la familia es la entidad base que sustenta el cuidado y la ayuda a la persona afec-
tada a lo largo de su ciclo vital, justifica este nuevo campo de interés.
Algunos autores han definido la familia como, “la unión de personas que comparten un proyec-
to vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos
de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen
intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y de dependencia” (Palacios y Rodrigo, 1998: 33).
La diversidad familiar es creciente. Los miembros que conforman la familia, las funciones que
ésta desempeña, o los roles que se asigna a sus componentes han variado en el tiempo y son obje-
to de interés. La propia estructura familia se ha modificado y ahora nos encontramos con gran diver-
sidad de familias. A la familia tradicional y nuclear (dos progenitores de distinto sexo conviven con
sus hijos y pueden sumarse familiares de generaciones anteriores) se han añadido nuevas estruc-
turas familiares, entre las que se encuentran: familias nucleares sin hijos (conformadas por parejas
que viven solas), familias monoparentales (un adulto, hombre o mujer crían a sus hijos/as), fami-
lias reconstituidas (formadas por dos adultos que integran a los/as hijos/as de alguno de ellos o de
ambos, y a hijos/as, en común), familias homoparentales (dos personas del mismo sexo adoptan o
tienen hijos propios de alguno de ellos), familias de complementación o suplencia (se ocupan de
niños/as y adolescentes que no son hijos/as biológicos/as de ningún miembro de la pareja); o, las
uniones de hecho (formadas por parejas que viven juntos, unidos por vínculos afectivos y/o sexua-
les, sin necesidad de contraer matrimonio con posibilidad de tener hijos), etc.
En la actualidad, debido a los cambios experimentados en el mercado de trabajo, la incorpora-
ción de la mujer al mundo laboral, el control de la natalidad, la desestima de las normas religiosas
o la aparición de nuevas estructuras familiares, las funciones de la familia se han ido modificando.
El fenómeno de “desinstitucionalización de la familia” (Gil, 1999) ha supuesto que la familia com-
parta con otras instituciones (escuela, estado, etc.) las funciones que tradicionalmente venía desem-
peñando.
Palacios y Rodrigo (1998) ven la familia como una entidad que sirve para los hijos/as, como un
contexto de desarrollo y de socialización, pero además incluyen la perspectiva de los padres y la ven
como un contexto de desarrollo y realización personal ligado a la edad adulta y a las etapas poste-
riores de la vida. De forma añadida, Parada (2010) resume tres funciones principales de la familia
apropiadas para todos sus miembros: la primera es la de satisfacer las necesidades básicas de sus
miembros – alimentación, salud, afecto, entre otras–, la segunda es transmitir a las nuevas genera-
ciones aquellos patrones fundamentales de la sociedad a la que pertenecen – lenguaje, valores, cos-
tumbres, creencias, normas de comportamiento y relación, entre otros– y la tercera, educar para la
vida –habilidades y capacidades para desarrollarse con eficacia en la sociedad a lo largo del ciclo
vital–.
La familia es un sistema en evolución que puede ser analizado desde una triple perspectiva: eco-
lógico–sistémica, transaccional y contextual evolutiva.
El modelo ecológico–sistémico establece que las relaciones interpersonales forman parte de sis-
temas más complejos sometidos a influencias sociales, culturales e históricas. Bajo este enfoque,

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encontramos que en la familia operan distintos subsistemas en los que sus miembros cumplen dife-
rentes roles: son el subsistema conyugal, el subsistema parental, el subsistema filial y el subsiste-
ma fraternal. En su interacción, estos subsistemas mantienen unas reglas tanto internas como exter-
nas con los otros subsistemas, procurando la cohesión y evitando la triangulación. A la vez, la fami-
lia es un sistema abierto a la interacción con otros sistemas del exterior, como la escuela, el traba-
jo, la comunidad, etc, Ante las presiones que provienen del exterior o de los propios miembros, la
familia requiere una disposición flexible y su reorganización si fuera necesaria. Por último, la fami-
lia no es un sistema estático e inamovible sino que, constituye un sistema dinámico en continua
transformación, en tanto que debe adaptarse a las exigencias de los estadios de desarrollo por los
que atraviesa, o a las crisis tanto internas como externas, siempre asegurando la continuidad y el
crecimiento psicosocial de sus miembros (Rodrigo et al., 2008). Cuando estas condiciones no se
respetan, la familia puede experimentar ciertos problemas derivados de la subversión de los roles
“naturales”. Esto se da, por ejemplo, cuando los hijos/as desempeñan el papel de progenitores con
sus hermanos/as pequeños/as, cuando los progenitores desempeñan un rol fraternal con sus
hijos/as o, en la triangulación, cuando un progenitor utiliza a un hijo para comunicarse, influir o
hacer demandas al otro progenitor.
Por su parte, el modelo transaccional (Sameroff, 1983) aporta que las relaciones interpersona-
les son recíprocas bidireccionales y cambiantes con el tiempo. Así, por ejemplo, el sufrimiento y
llanto incontrolable de un bebé pone nerviosa a la madre y su nerviosismo incrementa el llanto del
niño, a la vez que esta situación irrita al resto de miembros de la familia.
El modelo del contextualismo evolutivo (Lerner, 1986) establece que la persona está en estre-
cha relación con el contexto en el que se desarrolla y que éste, se encuentra en constante evolución.
En este sentido, establece que esa influencia a lo largo del ciclo vital se ve acentuada tanto por los
cambios del individuo asociados a la edad (biológicos y/o psicológicos) como por los cambios
sociales continuados (evolución generacional) junto con los cambios históricos (económicos, cul-
turales, sociales). En el contexto de las familias que viven la discapacidad hay que tener en cuenta,
entre otros: la edad del miembro con discapacidad, o la de sus familiares, su grado de autonomía o
dependencia, los recursos culturales y económicos con los que la familia cuenta, o la forma en que
la sociedad facilita o dificulta la inclusión del sujeto afectado y de las personas que le cuidan.
La unión de estos tres enfoques nos ofrece una visión global de la familia como un sistema diná-
mico de relaciones interpersonales que se encuentran enmarcadas en diversos contextos de influen-
cia y determina la adaptación de la familia a la situación de discapacidad que experimentan.
Un enfoque sintetizador es el Modelo Ecológico Transaccional (Cicchetti y Rizley, 1993), que
sostiene que en cada nivel ecológico de los que formula Bronfenbrenner (1987): microsistema,
mesosistema, exosistema y macrosistema, existen una serie de factores de riesgo y también facto-
res de protección que interactúan dinámicamente dentro cada nivel e influyen en los niveles circun-
dantes. En esta línea, se consideran factores de riesgo aquellas circunstancias biológicas, psicoló-
gicas o sociales que aumentan la probabilidad de que aparezca una determinada conducta, situación
o problema que comprometen en menor o mayor medida el ajuste personal y social de las perso-
nas. Por el contrario, los factores de protección son aquellas influencias que modifican, mejoran o
alteran la respuesta de una persona ante algún riesgo que predispone a la desadaptación.
Este modelo ecológico–transaccional está siendo muy fructífero en el estudio de las familias en
situación de riesgo psicosocial; pero también lo puede ser para las familias que viven la discapaci-
dad. La llegada de un hijo con problemas, que no responde a las expectativas de “hijo ideal”, con el
que los padres soñaban, constituye una situación de riesgo que puede truncar las metas del pro-
yecto de vida común que los progenitores se habían trazado; a no ser que éstos cuenten con facto-
res de protección que la compensen como pueden ser el nacimiento de otros hijos, el apoyo de
redes familiares y sociales, un estatus económico y cultural suficiente, el apoyo de la pareja, etc.

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A lo anterior, Luthar (2003) aporta dos conceptos que describen la dinámica interna del indivi-
duo para hacer frente a los contextos con factores de riesgo o con escasa presencia de factores de
protección. Estos conceptos son los de vulnerabilidad y resiliencia. La vulnerabilidad son aquellos
factores personales o relacionales que incrementan los efectos negativos de las situaciones de ries-
go, tales como: la edad, sexo, estudios, entre otros. La resiliencia, por su parte, es un proceso diná-
mico que implica una adaptación personal y social positiva del individuo a pesar de la exposición a
riesgos muy significativos.
La intersección de estos cuatro factores –riesgo, protección, vulnerabilidad y resiliencia–, nos
ofrece un modelo multidimensional que muestra cómo un individuo lleva a cabo un ajuste personal
y social a largo plazo. Este ajuste estará condicionado por una dimensión personal y relacional, otra,
asociada al contexto de desarrollo, y una última, relacionada con los eventos vitales estresantes
(Rodrigo et al., 2008).

OBJETIVOS
El presente estudio pretende conocer la resiliencia de padres, madres y hermanos/as de perso-
nas con discapacidad en función de determinadas características de éstos. Los objetivos específi-
cos de la investigación son:
Comprobar si se produce alguna diferencia entre el nivel de resiliencia de los participantes en
función de la edad, parentesco y nivel formativo.
Analizar el nivel de competencias personales y aceptación de sí mismo y de la vida en función
de ciertas características sociodemográficas (género, edad, nivel formativo y parentesco) del fami-
liar participante.

PARTICIPANTES.

El estudio se realizó con 100 familiares de personas con discapacidad de la Isla de Gran Canaria
(España), de los cuales 65 son mujeres y 35 son hombres. La selección de los participantes se llevó
a cabo atendiendo al tipo de discapacidad de su familiar, con el objetivo de buscar un equilibrio en
la muestra que reflejara la realidad de los 4 tipos de discapacidad: intelectual, auditiva, visual y físi-
ca. Para ello familiares con vinculación, y sin vinculación, a instituciones que desarrollan su labor
con personas con discapacidad participación en el estudio. En la Tabla 1 se resume las principales
características sociodemográficas de los participantes.

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Tabla 1. Características sociodemográficas de los participantes.

Características
Niveles N %
sociodemográficas

Entre 18 y 33 años 24 24,0


Edad del familiar Entre 34 y 50 años 44 44,0
Entre 51 y 66 años 32 32,0

Sin estudios 4 4,0


Nivel formativo del Estudios primarios 23 23,0
familiar Estudios secundarios 27 27,0
Estudios superiores 46 46,0

MÉTODO
Se utilizó una estrategia metodológica de tipo cuantitativo. En una primera parte se realizó un
análisis descriptivo, con el propósito de conocer la distribución de las variables, desinteresándonos
de las relaciones causales entre ellas. En la última parte, se procedió a analizar la relación existente
entre los factores del instrumento utilizado (Escala de Resiliencia) y algunas variables sociodemo-
gráficas.
Para obtener el perfil de los participantes se utilizó un cuestionario que contiene una serie de
preguntas sociodemográficas y la versión española adaptada por Heilemann, Lee y Kury (2003), de
la Escala de Resiliencia de Wagnild y Young (1993).
La Escala de Resiliencia desarrollada inicialmente por Wagnild y Young (1993) en Estados
Unidos y posteriormente adaptada al idioma español por Heilemann, Lee y Kury (2003), consta de
25 ítems con respuestas tipo Likert que va de 1 a 7 puntos, donde 1 es “totalmente en desacuerdo”
y 7 “totalmente de acuerdo”. Todos los ítems se presentan en sentido positivo. El nivel de resilien-
cia se determina siguiendo las indicaciones de Heilemann, Lee y Kury (2003) que establecen: alta
capacidad de resiliencia –puntuación mayor de 147–, resiliencia moderada –puntuación entre 121 y
146–, y escasa resiliencia –puntuación menor de 121–.
Se eligió esta escala atendiendo a algunos criterios: el primero, su fácil lectura y aplicación al
estar validada para población de amplio tramo de edad, así como por las propiedades psicométri-
cas que muestran tanto la versión original, como su versión en castellano. La versión en castellano
indica una fiabilidad del 0,93. Por su parte, la validez, a través del análisis factorial muestra, en
ambas versiones, dos factores diferenciados: (1) Competencia Personal con 17 ítems y (2)
Aceptación de sí mismo/a y de la vida con 8 ítems .
El factor 1 Competencia Personal indica: autoconfianza, independencia, decisión, invencibili-
dad, poderío, ingenio y perseverancia.
El factor 2 Aceptación de sí mismo/a y de la vida indica: adaptabilidad, flexibilidad y una pers-
pectiva de vida estable junto con un sentimiento de paz a pesar de la adversidad.
Se procedió al análisis de los resultados a través del programa SPSS Statistics
21. En primer lugar, se llevó a cabo un análisis descriptivo de las variables sociodemográficas y
de la Escala de Resiliencia, estudiando la distribución de frecuencias de cada una de ellas.

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Posteriormente, se comparó la distribución de frecuencias de dos o más variables a través de un


análisis de contingencia. Cabe resaltar que las frecuencias se expresan en porcentajes y, en algunos
casos, se indica el número exacto de sujetos con alguna característica en particular (n=x). Por últi-
mo, para examinar la relación entre variables sociodemográficas y los factores de la resiliencia, se
realizó el análisis correlacional de Pearson.

RESULTADOS
En primer lugar se presentan los resultados obtenidos en relación al nivel de resiliencia de los
familiares participantes, cruzados con los datos sociodemográficos.
Respecto a la edad de éstos, en la Figura 1 se puede observar que la resiliencia es mayor en los
familiares más jóvenes y menor en los familiares de más edad. Destacar que de los jóvenes entre
los 18 y 33 años, el 70,8% presentan un nivel alto de factores resilientes. No sucede lo mismo en
los otros dos grupos de edad en los que se da una mayor incidencia de casos con resiliencia mode-
rada. El 50% de los familiares con edades comprendidas entre los 34 y 50 años muestra un nivel
moderado de resiliencia y el 40,6% de los familiares con edades comprendidas entre los 51 y 66
años indica igualmente un nivel moderado de resiliencia.

Figura 1. Nivel de resiliencia según la edad de los participantes.

Por otra parte, en la Figura 2 se puede observar que, en relación al nivel formativo resulta que
cuanto mayor es el nivel formativo de los familiares participantes, mayor es el nivel de resiliencia.
De los familiares que poseen estudios superiores (n= 46), el 59,7% presenta un nivel alto de resi-
liencia. En el caso de los que poseen estudios secundarios (n=27) el 40,7% muestra un alto nivel de
resiliencia. En el caso de los familiares con estudios primarios (n=23), un menor porcentaje, 30,4%
también muestra un nivel alto de resiliencia.

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Figura 2. Nivel de resiliencia según el nivel formativo.

En relación al parentesco, se puede observar en la Figura 3 que de los hermanos participantes


en el estudio (n=32), el 63% muestran un nivel alto de resiliencia. Por su parte, en la Figura 4 se
observa que de las madres participantes (n=49), el 37% presentan un alto nivel de la misma. En la
Figura 5, se puede comprobar que en el caso de los padres (n=19), sólo un 16% muestra un nivel
alto de resiliencia.

Figura 3. Nivel de resiliencia de los padres.

Figura 4. Nivel de resiliencia de las madres.

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Figura 5. Nivel de resiliencia de los hermanos.

En segundo lugar se presentan los resultados obtenidos en relación a los dos factores de la
escala de resiliencia: nivel de competencias personales (F1) y nivel de aceptación de sí mismo y de
la vida (F2).
El factor de competencias personales (F1) varía atendiendo al nivel formativo. El 34,8% de los
participantes con estudios primarios (n=23) muestra un nivel medio de competencias personales,
seguido de un 21,7% que presenta un nivel bajo de competencias personales. En el caso de los fami-
liares con estudios secundarios (n=27) y superiores (n=46) sucede algo distinto, ya que ninguno de
éstos presenta un nivel bajo de competencias personales. De aquellos que indican que tienen estu-
dios secundarios, el 66,7% presenta un alto nivel de competencias personales y de los que indican
tener estudios superiores, el 78,3% muestran un nivel alto de competencias personales.
Por otra parte, en función del parentesco se ha podido comprobar que en el caso de los her-
manos (n=32), el 78,1% presenta un alto nivel en el factor de competencias personales. De los pro-
genitores, se ha podido observar un mayor índice de casos de alta competencia personal entre los
padres que entre las madres. De los padres (n=19), el 63,2% muestra un nivel alto de competencias
personales, a la vez que las madres (n=49), el 55,1% presentan un alto nivel de competencias per-
sonales.
El factor aceptación de sí mismo y de la vida (F2) varía en función de la edad de los participan-
tes. Se ha podido observar que de los participantes con edades comprendidas entre los 18 y 33 años
(n=24), el 54,2% presenta un nivel alto de aceptación de sí mismo y de la vida. En el caso de los
familiares con edades comprendidas entre los 34 y 50 años (n=44), el 31,8% muestra un nivel alto
de aceptación de sí mismo y de la vida. Por último, en el caso de los familiares mayores de 51 años
(n=32), el 25% muestra un nivel bajo en este factor.
En relación al parentesco, se puede observar que el 50% de los hermanos participantes (n=32)
tienen un nivel alto de aceptación de sí mismos y de la vida. Sin embargo, en el caso de las madres
y los padres, el porcentaje mayor responde a niveles intermedios en este factor.
En tercer lugar, se analiza la relación entre los dos factores en la Escala de resiliencia, el nivel de
resiliencia global y algunas variables sociodemográficas utilizando para ello la correlación bivariada
de Pearson. Ver la Tabla 3.

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Tabla 3. Correlaciones bivariadas entre los factores de la Escala de resiliencia, el nivel de resiliencia global y
algunas variables sociodemográficas.

ER ER F2 ER VAR VAR VAR VAR VAR


F1 SOC1 SOC5 SOC3 SOC15 SOC4
** ** * * **
ER F1 ,616 ,788 -,201 ,197 -,294 ,469**
ER F2 ,750** -,317** -,205* ,219*
**
ER -,346 ,377**
VAR SOC1
VAR SOC5 -,556**
VAR SOC3 -,372**
VAR SOC15
VAR SOC4
* La correlación es significante al VAR SOC1-Tipo de domicilio donde vive
nivel 0,05 (bilateral). habitualmente la persona con discapacidad.
** La correlación es significativa al VAR SOC5-Parentesco
nivel 0,01 (bilateral). VAR SOC3-Edad del familiar
VAR SOC15-Más de un miembro con discapacidad
ER F1- Competencia personal. en la unidad familiar
ER F2-Aceptación de sí mismo/ay de VAR SOC4-Nivel formativo.
la vida.
ER –Escala de Resiliencia.

En la Tabla 3 se muestran con un asterisco, las correlaciones significativas al nivel de 0,05 y,


con dos asteriscos, las correlaciones que son muy significativas al nivel de 0,01, en unos casos
positivas y en otros negativas.
El vínculo de parentesco entre la ypersona
en otros
connegativas.
discapacidad y su familiar (VAR SOC5) correla-
ciona de manera significativa y positiva, con el nivel de competencias personales del familiar (ER
F1). Podríamos decir que, cuanto más cercano ese vínculo de parentesco, mayor es la autopercep-
ción del nivel de competencias personales que presenta el familiar.
Además, podemos observar que la edad del familiar (VAR SOC3) correlaciona de manera muy
significativa pero negativa, tanto con la resiliencia global (ER), como con los factores de competen-
cias personales del familiar (ER F1) y el de aceptación de sí mismo y de la vida (ER F2). Esto indi-
ca que, la resiliencia en su conjunto, es mayor en tanto la edad del familiar participante sea menor,
o a la inversa.
Igualmente comprobamos que el nivel formativo correlaciona de manera muy significativa y
positiva tanto con la resiliencia global (ER) como con el factor de las competencias personales del
familiar (ER F1), y de manera menor significativa con el factor de la aceptación de sí mismo/a y de
la vida (ER F2). Esto quiere decir que, en tanto el nivel formativo de los familiares sea mayor, tam-
bién lo serán sus capacidades resilientes, especialmente en lo que se refiere a las competencias per-
sonales.

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Por último, observamos una correlación muy significativa pero negativa entre el nivel formativo
y la edad del familiar. Como suele ser habitual, el mayor nivel formativo coincide con los más jóve-
nes.

CONCLUSIONES
Uno de los objetivos del estudio era conocer si existían diferencias entre el nivel de resiliencia
de los padres, madres y hermanos de personas con discapacidad. Los resultados muestran la corre-
lación positiva existente entre el parentesco y el factor referido a las competencias personales de los
familiares; cosa que no sucede entre el parentesco y el factor relativo a la aceptación de sí mismo/ay
de la vida.
Por otra parte, el análisis del nivel de factores resilientes de los familiares en función de algu-
nas características sociodemográficas muestra que en los hombres (incluidos padres e hijos varo-
nes) se produce mayor índice de casos de alta resiliencia que en las mujeres. En relación a la edad,
se ha podido observar que son los familiares más jóvenes quienes mayoritariamente tienen un nivel
alto de resiliencia y que la resiliencia es inversamente proporcional a la edad, tanto en general como
en los factores de competencia personal como de aceptación de sí mismo/a y de la vida. De forma
añadida, son los participantes que tienen un nivel de estudios superior quienes muestran un alto
nivel de resiliencia, confirmando que el nivel formativo y el nivel de resiliencia tanto general como
en los dos factores de competencias personales y de aceptación de sí mismo/a y de la vida van de
la mano.
Una posible explicación sobre la mayor resiliencia de los hombres respecto de las mujeres y de
los hermanos en relación con sus progenitores tiene que ver con la propia edad y la implicación-dis-
tanciamiento en el cuidado del familiar dependiente. La relación muy significativa pero negativa
entre la edad y la resiliencia (general y en los dos factores) tal vez se deba al hecho generalizado de
que son los miembros de mayor edad, madres y padres, quienes asumen el cuidado principal del
familiar que está limitado, mientras que los miembros jóvenes de la familia están liberados de esta
responsabilidad. Asimismo, tendríamos que preguntarnos si la mayor implicación de las mujeres en
el cuidado del familiar dependiente, así como un cierto distanciamiento de los hombres, en el caso
de ellas, debilita su resiliencia, y en el caso de los hombres, parece que la fortalece. Desde esta ópti-
ca, el rol de cuidador asumido principalmente por las mujeres las convierte en miembros vulnera-
bles de la familia.
Por último, se ha podido observar un alto índice de familiares que muestran un nivel alto de
competencias personales (F1); mientras que, el nivel de aceptación de sí mismo/a y de la vida (F2)
es bastante menor. Esto nos invita a pensar que muchos de los participantes, a pesar de no aceptar
el papel que les ha tocado asumir en la vida, salen adelante debido a tener una percepción alta de
sus competencias personales. Tal vez la formación académica cualificada, o tal vez, la edad de los
estos familiares participantes (mayoritariamente madres y padres), den lugar a la elevada puntua-
ción en el factor 1 de competencias personales.
Puesto que los resultados del presente estudio muestran que los familiares con un nivel forma-
tivo bajo y los que tienen mayor edad presentan una menor resiliencia para afrontar la discapacidad
del familiar, parece necesario que los profesionales de la intervención familiar consideren estas
variables en la programación e implementación de acciones para el apoyo familiar. Dotar a estos
individuos de estrategias resilientes les hace menos vulnerables frente a la circunstancia que viven.
Del mismo modo, estos resultados pueden ser tenidos en cuenta en futuras investigaciones sobre
la resiliencia familiar en el contexto de la discapacidad.

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