Articulos Periodisticos PSI-2010 Semestre 2024-10

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Universidad Autónoma de Santo Domingo

Primada de América
Fundada el 28 de Octubre del 1538

Facultad de Humanidades
Escuela de Psicología

**Presentación sobre los artículos de Ricardo Nieves**

**Introducción:**
En un mundo cada vez más digitalizado y globalizado, los desafíos sociales y
educativos se vuelven cada vez más complejos. Los artículos de Ricardo Nieves
abordan estas cuestiones de manera profunda y crítica, ofreciendo una visión sobre el
impacto de la tecnología en la sociedad, la crisis de valores, la evaluación educativa y
los desafíos específicos que enfrenta República Dominicana en materia de educación
y desarrollo.
En la era digital en la que vivimos, la intersección entre la tecnología, la sociedad y la
educación se ha convertido en un tema de creciente relevancia e interés. Los artículos
de Ricardo Nieves nos invitan a adentrarnos en este fascinante y complejo panorama,
explorando desde diferentes ángulos cómo la tecnología está dando forma a nuestras
vidas, cómo los valores sociales están evolucionando en este nuevo contexto y cuáles
son los desafíos educativos que enfrentamos a nivel global y local. A través de un
análisis crítico y reflexivo, Nieves nos lleva a reflexionar sobre las oportunidades y los
riesgos que acompañan a esta era de cambios acelerados, ofreciendo una mirada
perspicaz sobre las transformaciones que están ocurriendo en nuestra sociedad y las
implicaciones que tienen para el futuro de la educación y el desarrollo humano. En
esta presentación, exploraremos las ideas centrales presentadas por Nieves en sus
artículos, buscando comprender y analizar su relevancia en el contexto de nuestras
discusiones en clase y en la sociedad en general.

**Comparación con las temáticas trabajadas en clases:**


Los temas abordados por Ricardo Nieves se entrelazan con las temáticas discutidas
en nuestras clases, como la influencia de la tecnología en la sociedad
contemporánea, los problemas de anomia social y pérdida de valores, la importancia
de las evaluaciones educativas como las pruebas PISA, y los desafíos particulares
que enfrentan distintos países en materia educativa. En nuestras clases, hemos
explorado cómo la tecnología influye en nuestras vidas, así como los problemas
sociales y educativos que enfrentamos a nivel global. Los escritos de Nieves amplían
esta discusión al examinar cómo la tecnología afecta la cohesión social, la educación
y los valores culturales, lo que se alinea con nuestras discusiones sobre la influencia
de la tecnología en la sociedad contemporánea y la importancia de mantener un
equilibrio entre los avances tecnológicos y los valores humanos fundamentales.

Los artículos de Ricardo Nieves se entrelazan estrechamente con las temáticas


abordadas en nuestras clases, especialmente en lo que respecta a la influencia de la
tecnología en la sociedad y la educación. Por ejemplo, al explorar "El esplendor de las
tribus digitales", Nieves profundiza en cómo la tecnología ha dado forma a nuevas
formas de comunidades y culturas digitales, lo cual coincide con nuestras discusiones
sobre el impacto de la tecnología en la vida moderna y las interacciones sociales.
Del mismo modo, en "Anomia social y caída del respeto", Nieves analiza la crisis de
valores y la falta de respeto en la sociedad contemporánea, temas que también
hemos explorado en nuestras clases en relación con la ética, la moral y la convivencia
social.
La discusión sobre las "Pruebas PISA: El peso abrumador del atraso" se alinea con
nuestros debates sobre la evaluación educativa y el rendimiento estudiantil,
proporcionando una perspectiva adicional sobre la importancia de estas evaluaciones
para medir el progreso educativo a nivel global.
Asimismo, al abordar "Dónde nos encontramos los dominicanos?", Nieves nos lleva a
reflexionar sobre los desafíos específicos que enfrenta República Dominicana en
materia de educación y desarrollo, lo cual complementa nuestras discusiones sobre la
diversidad de sistemas educativos y las disparidades en el acceso a la educación en
diferentes contextos socioeconómicos.
Finalmente, en "Breve anatomía de un desastre llamado Educación", Nieves ofrece un
análisis crítico de los problemas estructurales del sistema educativo, proporcionando
una base para nuestras conversaciones sobre las reformas necesarias para mejorar
la calidad y equidad educativa.
En resumen, los artículos de Ricardo Nieves enriquecen y amplían nuestras
discusiones en clase al ofrecer una perspectiva informada y reflexiva sobre temas
relevantes para la sociedad y la educación contemporánea.

**Síntesis de las ideas centrales de la autora:**


- *El esplendor de las tribus digitales:* Nieves examina cómo la tecnología ha dado
lugar a nuevas formas de comunidades y culturas digitales, transformando la manera
en que nos relacionamos y consumimos información. explora el impacto de la
tecnología en la sociedad contemporánea, destacando cómo ha dado lugar a nuevas
formas de comunidades y culturas digitales que transforman nuestras interacciones
sociales y nuestra relación con la información.

- *Anomia social y caída del respeto:* Aborda la crisis de valores y la falta de


respeto en la sociedad actual, señalando las consecuencias negativas de este
fenómeno. examinando las causas subyacentes y las consecuencias negativas de
esta situación para la convivencia social y el bienestar colectivo.

- *Pruebas PISA: El peso abrumador del atraso:* Analiza los resultados de las
pruebas PISA como indicadores del rendimiento educativo a nivel global, resaltando la
importancia de abordar el rezago educativo para garantizar un futuro próspero y
equitativo para las futuras generaciones.

- *Dónde nos encontramos los dominicanos?:* Examina los desafíos específicos


que enfrenta República Dominicana en materia educativa y social, señalando la
necesidad de buscar soluciones efectivas. se centra en los desafíos específicos que
enfrenta República Dominicana en materia de educación y desarrollo, identificando
áreas clave para la mejora y el progreso en el contexto local.

- *Breve anatomía de un desastre llamado Educación:* Ofrece un análisis crítico


de los problemas estructurales del sistema educativo, destacando la importancia de
reformas significativas para garantizar una educación de calidad y equitativa para
todos los ciudadanos.

**Reflexión sobre la situación planteada por la autora:**


Los artículos de Nieves nos invitan a reflexionar sobre la complejidad de los
problemas sociales y educativos en el mundo contemporáneo. Nos instan a reconocer
la importancia de abordar estos desafíos de manera integral y colaborativa, buscando
soluciones efectivas que promuevan un desarrollo sostenible y equitativo. Los
artículos de Ricardo Nieves nos llevan a reflexionar sobre la necesidad de reevaluar
nuestras prioridades como sociedad y como individuos. Nos hacen cuestionar si
estamos dedicando suficiente atención y recursos a la educación y al fortalecimiento
de los valores fundamentales en un mundo cada vez más dominado por la tecnología
y la globalización. Asimismo, nos instan a considerar cómo podemos colaborar de
manera más efectiva para abordar los desafíos sociales y educativos, reconociendo
que la solución requiere un esfuerzo colectivo y un compromiso continuo con el
cambio positivo. En última instancia, nos recuerdan que el futuro de nuestras
sociedades y de las generaciones venideras depende de las decisiones que tomemos
hoy en términos de educación, valores y justicia social.

**Conclusión:**
Los escritos de Ricardo Nieves nos ofrecen una mirada crítica y profunda sobre los
desafíos que enfrentamos en el ámbito social y educativo. Nos invitan a reflexionar,
cuestionar y actuar para construir un futuro más justo y próspero para todos. Su
análisis nos inspira a trabajar juntos para superar las barreras que limitan el acceso a
una educación de calidad y el desarrollo humano integral. nos invitan a reconocer la
urgente necesidad de abordar los desafíos sociales y educativos de nuestra época
con una mirada crítica y propositiva. Nos muestran la importancia de reflexionar sobre
cómo la tecnología y los cambios culturales impactan en nuestras vidas y en la
sociedad en su conjunto. Además, nos instan a tomar medidas concretas para
promover un entorno educativo que fomente el pensamiento crítico, la inclusión y el
respeto por los valores fundamentales. Así, podemos trabajar hacia un futuro donde la
educación sea un pilar central para el desarrollo humano integral y la construcción de
sociedades más justas y equitativas.

Pruebas PISA: El peso abrumador del atraso


RICARDO NIEVES
14/12/2023 00:00|

Cargadas de expectativas y reñidas con el asombro, llegaron las pruebas PISA. Exaltadas
por algunos y minimizadas por otros, con sorpresas mayores y un ligero suspiro de alivio
para nuestro país. Y si bien no se esperaban resultados muy diferentes, las notas, empero,
fueron recibidas con aires de optimismo y sensación de derrota a la vez. Optimismo,
porque en medio de una caída descomunal de hasta 15 puntos a nivel global, y donde sólo
11 países exhibieron avances, la República Dominicana experimentó una pequeña mejoría.
Derrota, porque la visión general de las pruebas indica que seguimos pagando el alto
precio del atraso, producto del abandono y el descuido de la educación por décadas.
Mientras América Latina vuelve a exhibir, sumadas, las consecuencias del fracaso político y
el desastre pedagógico.
El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, en inglés), ha
publicado, la primera semana de diciembre, su informe correspondiente al 2022. Aplicadas
a estudiantes de 15 años, en 81 países pertenecientes a la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo (OCDE), las pruebas ponderan las competencias y analizan las
respuestas de los sistemas educativos del presente. Probablemente, la preocupación más
sentida que ha surgido es la pérdida de 15 puntos en matemáticas (tres veces más que
todos los estudios anteriores), y un descenso promedio de 10 puntos en lectura y cuatro
puntos en ciencias.

La evaluación, sin escondrijos ni medias tintas, recoge y airea el impacto negativo de la


pandemia del Covid-19. Aunque, a decir verdad, la curva descendente se preveía y
proyectaba con anterioridad al año 2018, cuando se realizó la última evaluación. Otras
falencias, estudiadas dentro y fuera de PISA, advertían que baja calidad, mala inversión e
inequidad, afectarían de forma considerable los modelos educativos a escala global.
Externos a los efectos demoledores de la pandemia, aparecen preguntas y detalles que
saltan a la vista. Entre otros, por ejemplo, ¿cómo un pequeño país, de apenas 720 km
cuadrados y unos seis millones de habitantes, se alza con todos los lauros y escala el
primer lugar, superando a las demás naciones? ¿Qué ocasionó la bajada brutal de
verdaderas potencias educativas como Alemania, Islandia, Noruega y Holanda, que
mostraron bajas de hasta 25 puntos o más en el renglón de matemáticas? ¿Por qué, de los
primeros 10 puestos, los asiáticos se quedaron con seis, dejando tres lugares a Europa y,
en América, ocupando el noveno lugar, solo figura Canadá?

Dentro de los 14 países latinoamericanos y caribeños, la mala noticia sigue siendo la


misma: quedar en condición de inferioridad o por debajo del promedio en la tabla mundial.
Y, en el mismo tenor, los dos estados que, relativamente avanzaron (República Dominicana
y Panamá), lo hicieron porque presentaban niveles tan deprimidos en evaluaciones
anteriores, que un pequeño paso puede verse agigantado…Para tener una idea
diagnóstica del descalabro educativo latinoamericano, basta echar una mirada breve al
análisis de resultados que, en matemáticas, organizó el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID). La interpretación evidencia que la región está rezagada en cinco años de
escolaridad, respecto al promedio de los países OCDE, algo escandalosamente triste; pero,
para empeorar más, tiene 10 de años de atraso con relación al líder del ranking mundial,
Singapur. ¡Este pequeño gigante del Sudeste asiático, obtuvo 575 puntos! Nuestros dos
líderes regionales, Chile (412 puntos) y Uruguay (409 puntos), precariamente ostentan las
posiciones 52 y 53 del ranking.
Sin embargo, la diferencia con el resto de los países OCDE, en formación matemática, es
de tres años de calidad, equivalente a 20 puntos netos. Una brecha que parece
inalcanzable. El panorama ensombrece, todavía más, cuando la misma comparación se
realiza entre adolescentes de los dos últimos lugares de Hispanoamérica (República
Dominicana y Paraguay), donde el rezago alcanza siete años de distancia escolar.
Repetimos: ¡Son siete años de inferioridad en conocimiento general! Un verdadero abismo
cognitivo separa las habilidades de nuestros estudiantes al momento de medirnos con
sistemas educativos del primer nivel. Dicho de manera simple: Si un adolescente chileno o
uruguayo (los más avanzados del continente) se comparan, en calidad de escolaridad, con
su igual de Singapur, los suramericanos tendrán ocho años menos de preparación que los
asiáticos. ¡Sencillamente catastrófico!
El otro dato revelador que desnuda el informe resulta cuando observamos, en las áreas
evaluadas, el pírrico talento mostrado en lecto-escritura. Ya que, en América Latina, el 50%
de los estudiantes del nivel general no comprende lo que lee. Entretanto, el líder la región,
Chile, tiene 56% de escolares con bajo desempeño en matemáticas, y los salvadoreños
arrastran un 89% de deficiencias notables en la misma rama y edad.
De nuestra parte, el 92% de los alumnos dominicanos carece de habilidades aritméticas
elementales, pese a la inversión de un 4% del PIB desde el año 2012. Este precipicio
educativo, por sí solo, demanda una profunda reflexión, de una transformación inaplazable
de la inversión y del modelo educativo aplicado en nuestro país. No obstante, para
República Dominicana, las pruebas PISA 2022 mostraron signos ligeros y tortuosos de
avances, si comparamos este informe con el 2018. En matemáticas el ascenso fue de 14
puntos, llegando a 339 unidades; la lectura aumentó 9 puntos y logró 351; mientras que el
incremento en ciencias fue de 24 puntos para llegar a 360 unidades. A pesar de este
destello fugaz, nuestro país ostenta la mayor cantidad de escolares con peor desempeño
general del continente: El 92% no logra entender las matemáticas, el 75% reprueba en
lectura, y un 77% está distanciado de las ciencias.
La inequidad regional no entra en discusión, es factor preponderante a la hora de examinar
las habilidades de los educandos, pues, el 88% de los más pobres muestran pésimos
niveles en matemáticas, comparado con el 55% del grupo más rico y acomodado. Para
contrastar esta variable, vale recordar que Singapur posee uno de los PIB per cápita más
elevados del mundo, con 82,800 dólares, según el Banco Mundial (2022). Pero, el
verdadero “milagro educativo de Singapur” radica en el valor de la disciplina, elevada
exigencia docente, meritocracia, competencia y segregación positiva por asignaturas.
Buscando explicaciones, debemos asumir que una Nación significa también lo que cada
ciudadano posee en su cabeza: conocimientos, valores, deberes y destrezas. Que la
educación, por mucho, es la mejor y más inteligente inversión humana. Y que cada ocasión
perdida equivale a la creación de una tara, que redundará en atraso y deficiencia o, cuando
menos, se traducirá en desviación y frustración social. Recientemente el presidente de la
República emitió el decreto 365-23, que integra varias instituciones públicas y privadas y
declara “de alta prioridad nacional el proceso de reforma y modernización del sector
educativo preuniversitario.”
El propósito, como tantas veces atrás, quedaría en el vacío y la derrota, siempre que se
repitan los errores ancestrales de nuestro maltrecho sistema educativo, agolpados en la
politización, la caducidad del modelo y su crónico desface epistemológico. Las pruebas
PISA, mal que bien, reiteraron la tendencia envejeciente, reproducida en las fallas de un
modelo educativo atrapado en el atraso y la etapa industrial. ¿Este pequeñísimo alivio, nos
hará cambiar de rumbo y estrategia? Ojalá…

Breve anatomía de un desastre llamado Educación


RICARDO NIEVES
01/06/2023 00:00|

La semana pasada nos preguntábamos: Dónde nos encontramos los Dominicanos?


Iniciaba por describir, grosso modo, la obliterante situación de la cuestión educativa
nacional. O lo que es igual, el nivel borrascoso en el que se desenvuelve el oficio de pensar
desde las aulas públicas y privadas del país.

Sin olvidar que nuestra educación sintetiza el remedo acartonado (e imposición ideológica)
de un pretérito pedagógico positivista que, ante todo, abjuró de las luces de Eugenio María
de Hostos para zambullirse por completo en las aguas bautismales de una decadente
clerecía didáctica que, para entonces y por separado, beatificaron subsiguientemente tres
dictadores criollos, Lilis, Trujillo y Balaguer.

La escuela del presente, entre caídas y zigzagueos, pugna, otra vez, contra la “razón (post)
ilustrada” y se abraza de nuevo a las corrientes seculares del atraso metodológico o
epistémico.
Porque aquí seguimos “enseñando cosas”, en lugar de propiciar el ejercicio pleno del
pensar, en vez de estimular la creatividad de nuestros niños y niñas, sobre todo en la etapa
de su mayor riqueza neuropedagógica; vale decir, cuando afloran los estímulos tempranos.
Esto así, en razón de que solo un 30% de los pequeños dominicanos asiste a la escuela
antes de los 4 años.
Continuamos todavía privilegiando el memorismo primitivo en desmedro de la reflexión
crítica y del examen argumental. Es por ello que más que a razonar la escuela obliga a
“guardar” datos en el hipocampo cerebral (de memoria). Y por esta rigidez epistemológica,
entre otros desencantos, se anula la inclinación por las ciencias, genera desdén por las
matemáticas y desnaturaliza la vocación por el lenguaje y la lectura.

Comprender con claridad el lugar que ocupamos en el mundo del conocimiento, obliga
realizar una evaluación epitomada de los planos anatómicos de nuestro cuerpo escolar,
humillado y lastrado por nuestra peor patología social en casi dos siglos de vida
republicana. Asumamos, pues, en trozos muy generales pero descarnados, los datos duros
y esbozados que retratan esta realidad odiosa y residual y que el sistema político ha
patrocinado y prolongado en su co-responsabilidad histórica, vergonzosa, como principal
abortivo de nuestro atareado desarrollo nacional.

A sabiendas de que las estadísticas, sus variables, arrojan mediciones que calibran el
desempeño de comprensión y entendimiento de nuestros escolares pero que no siempre
abarcan la totalidad de las herramientas cognitivas de otras competencias, ya que algunas
están inmersas en el novedoso paisaje y el esquivo sujeto social de esta era, mismos que
nacen conectados a una “nueva ecología de saberes” de la que nos habla De Souza
Santos.

No obstante, no debemos olvidar que este problema visceral es el más estudiado y


diagnosticado entre todos los males que torpedean el sintomático destino dominicano.
Hace apenas dos años (Noviembre, 2021), conocimos los resultados del Estudio Regional
Comparativo y Explicativo (ERCE 2019-2020), auspiciado por la UNESCO. La medición,
que incluyó a la República Dominicana, correspondió al nivel primario (tercer y sexto
grados) y abarcó 16 países de América Latina. Como se sabe la inversión en educación
hasta el año 2013 apenas rozaba el 2.0% del Producto Interno Bruto (PIB), y que es a partir
del 2012 cuando el gobierno del ex-presidente Danilo Medina (2012-2020), en consonancia
con el espíritu de la ley 66-97, cumplió con dicha normativa que, a lo sumo, dispone invertir
no menos del 4% del PIB. Desde aquel instante se duplicaron los recursos y los alumnos,
también a partir de esa conquista, fueron llamados “los niños del 4%”.
Las competencias evaluadas por ERCE abarcaron lectura, escritura y matemáticas, para
tercero y sexto grados, en niños y niñas entre 9 y 12 años. Los resultados, aunque no
sorprendentes, fueron anestesiantes y frustratorios. En poco más de 7 años de inversión
del 4% del PIB, es decir, por encima de los 20 mil millones de dólares, teníamos el
producto final de un auténtico desastre educativo!

En conclusión: A duras penas, el 27% de los estudiantes del tercer grado alcanzó un Nivel
Mínimo de Competencia (NMC), la más baja proporción de toda la región latinoamericana.
Un 73% de nuestros estudiantes obtuvo el peor desempeño. Asimismo, 8 de cada 10
alumnos del tercero de primaria evidenció carencias de conocimiento básico de aritmética y
matemáticas elementales, y tan solo un 0.4% coqueteó con el nivel óptimo.

Decepcionantemente, nuestro país quedó en el último lugar en lenguaje y matemáticas


entre los 16 países estudiados! En lo concerniente al sexto grado, el desenlace, por lo
mismo, no pudo ser peor, pues precariamente solo el 16.3% de nuestros niños exhibió las
competencias mínimas de lecto-escritura; mientras el promedio regional casi nos duplicaba
con un 30%.

En matemáticas, el cuadro es aún más dramático y ensordecedor, puesto que un pírrico


2.2% de los chicos de sexto grado alcanzó el NMC. Ese rango equivale a… 8 veces menos
que el promedio general de la región (17.4%).

En pocas palabras, el 97.8% de los alumnos dominicano tiene serias dificultades para
resolver problemas básicos de operaciones matemáticas o aritméticas. Más de un 77% de
los niños y niñas de sexto grado están en o por debajo del peor nivel regional. Y si miramos
al renglón “Ciencias", ERCE sostuvo que -tristemente- un 5.6% logró exhibir algún dominio
elemental, toda vez que el promedio regional es de un 20.7%. Aquí, providencia o azar,
superamos con 0.3% a un solitario país del área, Nicaragua, que alcanzó el 5.3%.

Al finalizar esta entrega, como señal de un presagio o extraño advenimiento, acaba de salir
el estudio de Evaluación Diagnóstica Nacional, de Mayo y Junio del 2022, pero esa será
otra triste historia…
¿Dónde nos encontramos los dominicanos?
RICARDO NIEVES
25/05/2023 00:00|

Cuando pensamos en la educación dominicana, una palabra golpea de repente nuestra


conciencia: ¡fracaso! Y a partir de este quebranto semántico el análisis culmina con un
vocablo no menos perturbador: crisis.

Aún exentos de cualquier atisbo pesimista, ambas categorías remiten a una realidad
nacional decepcionante, de la que ya no escapa nada ni nadie. El derrumbe de la
educación trastorna cada espacio vital del país.
La inveterada problemática educativa nos anquilosa como sociedad, nos apabulla sin
contemplación, año tras año, periodo tras periodo.

Señal obtusa de nuestra peor falencia histórica, la escuela (fracaso y crisis) sigue causando
innumerables malestares sociales y espirituales. Legado ponzoñoso de una generación
obstruida por el atraso multidimensional y, de momento, arrastrados por las fuerzas
proverbiales de un siglo incomparablemente complejo, nos vemos enmarañados en las
interioridades de una era crucial e implacable, competitiva y desafiante.

Ergo, tan añejo como preocupante, el problema de nuestra educación se hizo crónico; y,
anegado en sus propias taras ancestrales, rebrotan con las carencias epistemológicas y
cognitivas que se multiplican frente a la complejidad de este abrumador siglo XXI.
Así, seguimos entrampados en el modelo de una arquitectura pedagógica casi industrial,
balbuceando aun delante del pórtico primario de una novedosa galaxia tecno-cultural que
ha comenzado a despuntar desde la matriz pasmosa de la Inteligencia Artificial (IA).
En pocas palabras, la humanidad atraviesa el mapa de una portentosa revolución de la
que, mal que bien, se augura una transformación del mundo-vida con capacidad suficiente
para redefinir los linderos de “otro modelo de civilización” humana…¡Tamaño desafío y
riesgo!
Mientras, una aplastante y vergonzosa realidad nos agujerea el presente (que hoy significa
el porvenir), los dominicanos permanecemos anclados en los pivotes vetustos de la
“escuela de la tradición”.

Dicho de otro modo, más allá de los pronósticos de todo cariz y de la incertidumbre que
despunta de este inquietante paisaje tecnológico, la realidad escolar dominicana es
aplastante y ensordecedora: todavía seguimos en batalla contra los males iniciales de una
alfabetización general anacrónica y caduca, deprimente y arcaica.

No hemos cumplido con las metas de la vieja escuela de tradición, ni contamos con las
herramientas necesarias para afrontar la mutación de la racionalidad universal que el
sistema-mundo presagia e impone. La idea, como nunca antes, es la más poderosa arma y
la mejor propiedad cognoscitiva.
¿Tono pesimista este? No; evidencia palmaria de una irresponsabilidad histórica tan
despiadada como infame. Porque todos los gobiernos y mandatarios, uno más otros
menos, fracasaron vulgarmente, al no asumir y responder al mayor y peor problema social
de la historia, es decir, fracasaron en derribar los muros oscuros de la ignorancia.
A los griegos les debemos casi todo el arsenal de categorías hermenéuticas y axiológicas
del que goza el lenguaje y el pensamiento occidental. Luminosa invención o
descubrimiento, que partió con la paideia, probablemente en el tercer milenio A.C en la
cultura cretense o minoica, aunque quizás corresponda a Isócrates su configuración
pedagógica y humanística; empero, desde entonces ese ideal (la educación) fluye en
evolución constante y a la par del contexto histórico y dialéctico de la cultura y el pensar.
Hoy, inmersos en la contrariedad paralela de la pesadez y la luminosidad este contexto
global tan abarcador y acuciante, el salto cultural arrojó el mayor brinco pedagógico de la
familia humana, o sea, desde la paideia tradicional a la Inteligencia Artificial (IA).
¿Dónde quedaremos nosotros en esta entreverada arquitectura de la tecno-economía-
mundo?

Anomia social y caída del respeto


RICARDO NIEVES
07/09/2023 00:00|

Hablar de anomia social es entender que, para una parte de los ciudadanos, las leyes,
normas y reglamentos, han perdido su facultad regulatoria. El ciudadano conoce que la ley
existe, pero no la acata, provocando disolución voluntaria del mandato legal, menoscabo de
las normas jurídicas y anulación de los valores éticos de convivencia. Emparejada,
sobreviene la caída básica del respeto cotidiano, alterando la relación interpersonal y
erosionando las instituciones estatales que, como señala Beck, quedan convertidas en
agencias casi muertas, zombis.

En el lenguaje punitivo, el poder simbólico de la ley y el derecho se evaporan. Proliferan las


reglas individuales que, en consecuencia, precipitan el desfase de los mejores atributos
cívicos; se crea un poliedro desnormalizado y caótico, espacio vacío que solo llenan las
conductas desviadas e impropias. El semillero de infracciones va desde la vulneración a las
reglas más elementales de urbanidad (el tránsito, semáforos, basura en calles, espacios
públicos, calzadas, cortesía) hasta los casos estridentes de violencia ordinaria,
megacriminalidad y crimen organizado.

En ese orden de pensamiento, la actitud individual de los sujetos rubrica en el entorno


social, dentro de espacios y tiempos anómicos, un puñado variado de comportamientos
que revientan todo valor y socavan el respeto interpersonal y grupal.
Sabido es que el concepto anomia, despuntó de la tradición sociológica francesa con
Durkheim, para luego tributar parte de su caudal a la sociología funcionalista, cuyos
artífices, Parsons y Merton, le estamparon su sello trascendental, desde principios de los
años cuarenta del siglo pasado, en Estados Unidos.

Como teoría criminológica y sociocriminal, esbozó el primer estirón crítico destinado a


cuestionar el añejo dualismo delincuente/sociedad, herencia positivista de la escuela
italiana que había fundado Lombroso y continuarían Ferri y Garófalo. La nueva categoría
abrió compuertas a la interpretación analítica del delito, bajo otro tratamiento hermenéutico,
describiendo las condiciones existenciales y notables diferencias que pugnan entre las
metas que la sociedad propone y los medios (escasos) que provee a las personas para
lograr esos fines culturales, laborales y de consumo. La raíz de la anomia se extrae del
catálogo de incongruencias fatídicas que afectarán cada biografía de forma diferente y
particular. A partir de la vasta geografía de fracasos y frustraciones que el mismo sistema
social, con privilegios e impunidades, diseña y alimenta sin reparos.
Pero el espacio anómico no se genera de un día para otro. Requiere tiempo de
fragmentación, ruptura del tejido, quiebre de la cohesión social. Y, desde luego que,
concurrentemente, recibirá el endoso de la connivencia institucional. Advierte que el
proceso de desintegración y desagregación social no es exclusivo de segmentos
carenciados y excluidos; pues, la anomia aporta también su escalera VIP para la
desviación y la infracción que abarcan sectores de poder, incrustados en la alta gama de
los delitos de cuello blanco y en las sociedades criminales de gran calado. Aquí, la
autoridad estatal, por el mismo esquema, agujereada por los conflictos, la ineficiencia y la
corrupción, termina cediendo su responsabilidad y su pálido rol.

Pero ¿qué vigencia y explicación comporta hoy la tendencia social que reniega de la
convivencia y tritura las reglas generales del respeto? Sin respuesta consensuada y mucho
menos uniforme, la mayoría de los enfoques multidisciplinarios sigue atribuyendo la anomia
a las discrepancias generadas por un sistema social que, entre promesas y frustraciones,
prohíja un aluvión de fracasos personales. Náufragos y perdedores que fallan en alcanzar
el sueño vaporoso del éxito. Éxito como nueva y embarazosa epopeya, tan exhibida y
vitoreada ahora en los estantes cristalinos de la posmodernidad. Obviamente, el triunfo de
la anomia se patentiza con los pliegues impermeables de la indiferencia oficial y el denso
capirote de la impunidad.

René Passet, de las más preclaras, éticas y mejor amuebladas cabezas de la


intelectualidad contemporánea, reflexiona sobre este dilema axiológico: “Sólo lo que
trasciende puede dar sentido a la vida. Y lo que trasciende son los valores éticos y
socioculturales. El instrumento no trasciende nada, está hecho para servir…Cuando el
único criterio de éxito, que justifica todo, es el éxito financiero, cuando toda referencia ética
desaparece, ¿en nombre de qué se podrá reglamentar la sociedad? Mesuradas por el oro
de la sabiduría y la experiencia de Passet, abren y tantean al mundo que, colmado de
innegables oportunidades, igual se desliza entre incertidumbre y perplejidad. Advierten
sobre las metas promisorias, cada vez más contagiosas y hechizantes, mucho más anchas
y codiciadas. Es el universo idealizado del consumo desmedido, donde todos participamos,
al menos en la esfera del deseo y en el largo plano de la apetencia visual.

El pensamiento económico no permanece ajeno a la mutación, sino que se imbrica en ella


y aprovecha la transformación tecnológica para adherirse a la emergencia de lo flexible e
inmaterial. No sin dejar, en el resbaloso camino, trechos inmensos que darán lugar a otra
surtida proclividad anómica. En este marco se organiza la vida: la economía, convertida en
exitoso evangelio occidental, extiende su lenguaje uniforme, su códice de fe, reinaugurando
el código universal de la ostentación y el consumo. El problema es que si la lógica
monetaria (según los profetas del mercado) se equilibra ella misma, la conducta humana
amerita de otras propiedades y balanzas.

En la actualidad todo proceso es flexible: trabajo, producción, educación, necesidades,


valores, incluso la creación de vínculos afectivos. Un nuevo mantra de leyes, reglas éticas y
normas (algunas de carácter sustantivo), acusa evidente porosidad y laxitud, complicando
aún más la respuesta eficaz al fenómeno de la anomia. La lógica del mercado ajusta cada
nicho de poder (posmoderno) a su geométrico diorama de ansiedades, expectativas y
modas. Incorporado el patrimonio de una influyente y pegajosa semiótica generacional que
invita siempre a participar, consumir y poseer. Como si la apuesta dineraria moviera y
predominara en cada regla humana, en cada ámbito espiritual; en cada sentimiento de la
vida concreta.
El fenómeno globalizante hace crecer la disyuntiva, intercalando silencios y estruendos.
Instala un nuevo espacio anómico, algo más indiferente, inerte y opaco, sin reglas o con
muy pocas de ellas claras. El problema del irrespeto común tocó la arteria existencial. La
anomia convoca hoy toda una manifestación (global y local) que agita y convulsiona el
corazón de nuestra sociedad. Destruye la empatía. Presiona la vida ordinaria. Atomiza los
soportes clásicos de la armonía. Y descubre el otro techo del individualismo más hedonista
y cerval. Me pregunto así, en el plano humano de la palabra, ¿marchamos exitosamente,
llenos de objetos caros, hacia otro atardecer de la cultura, en donde, como escribiera
Huidobro, “las horas habrán perdido su reloj”? Me temo que no...
El esplendor de las tribus digitales
RICARDO NIEVES
28/09/2023 00:00|

Releyendo el pensamiento de Byung-Chul Han, centrado en su texto Infocracia (2022),


exploramos su destilada interpretación de la comunicación tecnológica que amenaza con
gobernar el siglo XXI. Nos zambulle, entre brevedad y presteza, en el desquiciante
momento de esta era singular del tiempo digital. Dibuja, a manera de anatomía descriptiva
del presente, los perfiles de las nuevas tribus beligerantes, que ya enrumban el debate
democrático de la actualidad:

El imperio del discurso racional está bajo ataque. Las hordas digitales asedian el reino de la
argumentación sensata. Numerosas y vibrantes, se identifican por el acento que entona el
himno de su inefable arrogancia. La comunicación tecnológica abrió, en todos los campos,
otro teatro de acción y escena de combate. Atacada la razón, más que todo, se resiente la
verdad. No por legiones ni ejércitos foráneos, sino por los nuevos bárbaros que arremeten
imparables tras las cortinas de la globalización. De su imponente batallón, refulge el escudo
de su patria política, emotiva y digital: la telecracia. Que ya no pide conocimiento, sino
distracción; que ya no exige discernimiento, sino complacencia, egoísmo, sensación.
Afrontamos la disrupción y la decadencia de la cultura democrática del discurso, de la
fórmula dialéctica de analizar.

No constituyen un ejército demasiado homogéneo ni generalizado, pero sí bastante


significativo y avezado. Al principio, sus tribunos fueron sigilosos, después, palmo a palmo,
se adueñaron por asalto de las fronteras digitales. Ahora, con nula oposición, marchan a
campo traviesa, impasibles y presurosos, izando la bandera incitante de su febril
convicción. Se caracterizan por su consistencia y fluidez, prestos a trolear, invadir, incidir y
provocar. No les falta inteligencia, como no hubo de faltarle habilidad a sus ancestros; les
sobra igual, por cualquier flanco, espectacularidad y excitación. Hay en sus miembros,
como explicitara Kaplan (2002), un regreso a la antigüedad política, revestida y amplificada
por el nuevo código de otro medioevo, digital. Porque ahora importa más el acertijo del
creyente que la razón y la verdad argumental.

Quizás, porque, como entendiera Freud, el rastro anímico de lo primitivo es imperecedero


en nosotros. A falta del juicio razonado, abrazan la especulación; a falta de argumentos, la
denostación. Poseen una auténtica escuela de militantes, madrazas enardecidas que
garantizan su constancia emprendedora; al tenor de su impiadosa potestad salvífica, van
levantado, en fábrica propia, un mar de noticias falsas, mentiras, insultos, selvas de bots,
difamaciones, escuadrones de odio, doctrina totalitaria y sofisticada destreza en la
agresión. Y, para completar, se avituallan, de cuando en vez, en el batiburrillo de alguna
teoría heroica de conspiración.

El filósofo Han descifra que ya la guerra política no está basada en argumentos, el arma
predilecta de las tribus es la información. Entonces, todo argumento en consideración
muere por razón insuficiente, desparecerá por fastidio intelectual. El discurso, fuera de
motivos y verdades, se pierde entre memes y trampantojos en el archipiélago de la red.
Tribalizada la comunicación, deviene eco pasajero y, junto a este, sucumbe cada intento
por construir la verdad. La ficción subvierte la facticidad: los hechos dejan de importar,
pues, a conveniencia de los clanes, el sentido y la orientación sólo tendrán un valor
residual. Inamovibles, las tribus aferradas y agresivas en el señorío de su monólogo tutorial
desprecian el intercambio de palabras comprensibles, la conversación falible, la cultura
dialogal.

Agreden la democracia en su propio nombre. Y en nombre de ella misma, abandonan su


principio rector. Con suerte, hoy sabemos que si hubo democracia alguna vez fue porque
existió el diálogo. Que, visto en su más honda significación, es puente con el otro, respeto
por quien, equivocado o no, demanda y tolera, escucha y reclama respeto y atención.
Sobre esa virtud, el profesor Han rebusca en páginas de Michel Foucault para desentrañar
el valor intrínseco del diálogo en la democracia (griega), expone así que la palabra isegoría
implicaba el derecho de todos a expresarse en igualdad; mientras que parresía albergaba,
además de este derecho, el talante ético de hacerlo con apego a la verdad. Ese cuidado de
acompañar las palabras sin mentir ni falsificar los hechos. Hoy, en cambio, oscurecida en la
era de la información, la parresía adolece de su mayor distorsión y miseria histórica.

El peso social de las tribus viene de lejos, amparado en antiguos palimpsestos que, por el
momento, cobran vida y reverdecen en la red virtual. Como habrá de suponerse, ellas son
producto de las crisis, nicho fecundo para sembrar la semilla ampulosa de su enrevesado
proyecto. Atraídas por el visto bueno de los que sufren, por los malestares emocionales de
los insatisfechos, se empeñan en justificar cualquier negación, despotrique o el más claro
error. No discriminan saberes, atrevidas, pueden saltar a disciplinas diferentes, según la
intrepidez exigida para la ocasión. Así navegan, por ejemplo, desde una tesis filosófica
hasta una teoría sociológica-criminal, sin inmutarse ni chistar, apostillando fueros a cada
opinión marginal. Con la solución teorética a la mano, dispuesta o servida, a flor de pantalla
digital.

Batallan en cualquier terreno. Y aunque adolecen de argumentación, no eluden combates


discursivos, a capa y espada penetran en la más recóndita región, sea vulgar o académica,
sea compleja o circunstancial. Ser vencidas por la razón, compartir experiencias, nunca
sería una opción. Ganarán por cansancio del contrario, potencia del insulto o por abandono
del interlocutor. Retraído y agotado, el otro desparece, no tiene cabida su voz, las tribus no
cambian de opinión, se escuchan a sí mismas, enroscadas, en el laberinto de su legítima y
unívoca visión.

Las hordas tecnológicas polarizan y envenenan; jamás comparten. A su capricho, debaten


y acechan, ridiculizan y trituran juicios, con base en su arma solitaria: la pasión. El acto de
pensar, bajo su dominio, desencaja el argumento y, por muy elocuente que pueda lucir,
hacen retroceder y rodar la más aguda reflexión. Asistimos a la caída del argumento, al
hundimiento palmario de la nave racional, o lo que es igual, al esplendor victorioso de las
tribus que han conquistado la comunicación digital. Sin remedio, lo verdadero fracasa en
sostenerse, porque la infodemia, es inmune a la verdad

¿Existe algún antídoto indicado para esta nueva patología social?


El esplendor de las tribus digitales es también la ruina del argumento y del imperio racional.

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