Articulos Periodisticos PSI-2010 Semestre 2024-10
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Primada de América
Fundada el 28 de Octubre del 1538
Facultad de Humanidades
Escuela de Psicología
**Introducción:**
En un mundo cada vez más digitalizado y globalizado, los desafíos sociales y
educativos se vuelven cada vez más complejos. Los artículos de Ricardo Nieves
abordan estas cuestiones de manera profunda y crítica, ofreciendo una visión sobre el
impacto de la tecnología en la sociedad, la crisis de valores, la evaluación educativa y
los desafíos específicos que enfrenta República Dominicana en materia de educación
y desarrollo.
En la era digital en la que vivimos, la intersección entre la tecnología, la sociedad y la
educación se ha convertido en un tema de creciente relevancia e interés. Los artículos
de Ricardo Nieves nos invitan a adentrarnos en este fascinante y complejo panorama,
explorando desde diferentes ángulos cómo la tecnología está dando forma a nuestras
vidas, cómo los valores sociales están evolucionando en este nuevo contexto y cuáles
son los desafíos educativos que enfrentamos a nivel global y local. A través de un
análisis crítico y reflexivo, Nieves nos lleva a reflexionar sobre las oportunidades y los
riesgos que acompañan a esta era de cambios acelerados, ofreciendo una mirada
perspicaz sobre las transformaciones que están ocurriendo en nuestra sociedad y las
implicaciones que tienen para el futuro de la educación y el desarrollo humano. En
esta presentación, exploraremos las ideas centrales presentadas por Nieves en sus
artículos, buscando comprender y analizar su relevancia en el contexto de nuestras
discusiones en clase y en la sociedad en general.
- *Pruebas PISA: El peso abrumador del atraso:* Analiza los resultados de las
pruebas PISA como indicadores del rendimiento educativo a nivel global, resaltando la
importancia de abordar el rezago educativo para garantizar un futuro próspero y
equitativo para las futuras generaciones.
**Conclusión:**
Los escritos de Ricardo Nieves nos ofrecen una mirada crítica y profunda sobre los
desafíos que enfrentamos en el ámbito social y educativo. Nos invitan a reflexionar,
cuestionar y actuar para construir un futuro más justo y próspero para todos. Su
análisis nos inspira a trabajar juntos para superar las barreras que limitan el acceso a
una educación de calidad y el desarrollo humano integral. nos invitan a reconocer la
urgente necesidad de abordar los desafíos sociales y educativos de nuestra época
con una mirada crítica y propositiva. Nos muestran la importancia de reflexionar sobre
cómo la tecnología y los cambios culturales impactan en nuestras vidas y en la
sociedad en su conjunto. Además, nos instan a tomar medidas concretas para
promover un entorno educativo que fomente el pensamiento crítico, la inclusión y el
respeto por los valores fundamentales. Así, podemos trabajar hacia un futuro donde la
educación sea un pilar central para el desarrollo humano integral y la construcción de
sociedades más justas y equitativas.
Cargadas de expectativas y reñidas con el asombro, llegaron las pruebas PISA. Exaltadas
por algunos y minimizadas por otros, con sorpresas mayores y un ligero suspiro de alivio
para nuestro país. Y si bien no se esperaban resultados muy diferentes, las notas, empero,
fueron recibidas con aires de optimismo y sensación de derrota a la vez. Optimismo,
porque en medio de una caída descomunal de hasta 15 puntos a nivel global, y donde sólo
11 países exhibieron avances, la República Dominicana experimentó una pequeña mejoría.
Derrota, porque la visión general de las pruebas indica que seguimos pagando el alto
precio del atraso, producto del abandono y el descuido de la educación por décadas.
Mientras América Latina vuelve a exhibir, sumadas, las consecuencias del fracaso político y
el desastre pedagógico.
El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, en inglés), ha
publicado, la primera semana de diciembre, su informe correspondiente al 2022. Aplicadas
a estudiantes de 15 años, en 81 países pertenecientes a la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo (OCDE), las pruebas ponderan las competencias y analizan las
respuestas de los sistemas educativos del presente. Probablemente, la preocupación más
sentida que ha surgido es la pérdida de 15 puntos en matemáticas (tres veces más que
todos los estudios anteriores), y un descenso promedio de 10 puntos en lectura y cuatro
puntos en ciencias.
Sin olvidar que nuestra educación sintetiza el remedo acartonado (e imposición ideológica)
de un pretérito pedagógico positivista que, ante todo, abjuró de las luces de Eugenio María
de Hostos para zambullirse por completo en las aguas bautismales de una decadente
clerecía didáctica que, para entonces y por separado, beatificaron subsiguientemente tres
dictadores criollos, Lilis, Trujillo y Balaguer.
La escuela del presente, entre caídas y zigzagueos, pugna, otra vez, contra la “razón (post)
ilustrada” y se abraza de nuevo a las corrientes seculares del atraso metodológico o
epistémico.
Porque aquí seguimos “enseñando cosas”, en lugar de propiciar el ejercicio pleno del
pensar, en vez de estimular la creatividad de nuestros niños y niñas, sobre todo en la etapa
de su mayor riqueza neuropedagógica; vale decir, cuando afloran los estímulos tempranos.
Esto así, en razón de que solo un 30% de los pequeños dominicanos asiste a la escuela
antes de los 4 años.
Continuamos todavía privilegiando el memorismo primitivo en desmedro de la reflexión
crítica y del examen argumental. Es por ello que más que a razonar la escuela obliga a
“guardar” datos en el hipocampo cerebral (de memoria). Y por esta rigidez epistemológica,
entre otros desencantos, se anula la inclinación por las ciencias, genera desdén por las
matemáticas y desnaturaliza la vocación por el lenguaje y la lectura.
Comprender con claridad el lugar que ocupamos en el mundo del conocimiento, obliga
realizar una evaluación epitomada de los planos anatómicos de nuestro cuerpo escolar,
humillado y lastrado por nuestra peor patología social en casi dos siglos de vida
republicana. Asumamos, pues, en trozos muy generales pero descarnados, los datos duros
y esbozados que retratan esta realidad odiosa y residual y que el sistema político ha
patrocinado y prolongado en su co-responsabilidad histórica, vergonzosa, como principal
abortivo de nuestro atareado desarrollo nacional.
A sabiendas de que las estadísticas, sus variables, arrojan mediciones que calibran el
desempeño de comprensión y entendimiento de nuestros escolares pero que no siempre
abarcan la totalidad de las herramientas cognitivas de otras competencias, ya que algunas
están inmersas en el novedoso paisaje y el esquivo sujeto social de esta era, mismos que
nacen conectados a una “nueva ecología de saberes” de la que nos habla De Souza
Santos.
En conclusión: A duras penas, el 27% de los estudiantes del tercer grado alcanzó un Nivel
Mínimo de Competencia (NMC), la más baja proporción de toda la región latinoamericana.
Un 73% de nuestros estudiantes obtuvo el peor desempeño. Asimismo, 8 de cada 10
alumnos del tercero de primaria evidenció carencias de conocimiento básico de aritmética y
matemáticas elementales, y tan solo un 0.4% coqueteó con el nivel óptimo.
En pocas palabras, el 97.8% de los alumnos dominicano tiene serias dificultades para
resolver problemas básicos de operaciones matemáticas o aritméticas. Más de un 77% de
los niños y niñas de sexto grado están en o por debajo del peor nivel regional. Y si miramos
al renglón “Ciencias", ERCE sostuvo que -tristemente- un 5.6% logró exhibir algún dominio
elemental, toda vez que el promedio regional es de un 20.7%. Aquí, providencia o azar,
superamos con 0.3% a un solitario país del área, Nicaragua, que alcanzó el 5.3%.
Al finalizar esta entrega, como señal de un presagio o extraño advenimiento, acaba de salir
el estudio de Evaluación Diagnóstica Nacional, de Mayo y Junio del 2022, pero esa será
otra triste historia…
¿Dónde nos encontramos los dominicanos?
RICARDO NIEVES
25/05/2023 00:00|
Aún exentos de cualquier atisbo pesimista, ambas categorías remiten a una realidad
nacional decepcionante, de la que ya no escapa nada ni nadie. El derrumbe de la
educación trastorna cada espacio vital del país.
La inveterada problemática educativa nos anquilosa como sociedad, nos apabulla sin
contemplación, año tras año, periodo tras periodo.
Señal obtusa de nuestra peor falencia histórica, la escuela (fracaso y crisis) sigue causando
innumerables malestares sociales y espirituales. Legado ponzoñoso de una generación
obstruida por el atraso multidimensional y, de momento, arrastrados por las fuerzas
proverbiales de un siglo incomparablemente complejo, nos vemos enmarañados en las
interioridades de una era crucial e implacable, competitiva y desafiante.
Ergo, tan añejo como preocupante, el problema de nuestra educación se hizo crónico; y,
anegado en sus propias taras ancestrales, rebrotan con las carencias epistemológicas y
cognitivas que se multiplican frente a la complejidad de este abrumador siglo XXI.
Así, seguimos entrampados en el modelo de una arquitectura pedagógica casi industrial,
balbuceando aun delante del pórtico primario de una novedosa galaxia tecno-cultural que
ha comenzado a despuntar desde la matriz pasmosa de la Inteligencia Artificial (IA).
En pocas palabras, la humanidad atraviesa el mapa de una portentosa revolución de la
que, mal que bien, se augura una transformación del mundo-vida con capacidad suficiente
para redefinir los linderos de “otro modelo de civilización” humana…¡Tamaño desafío y
riesgo!
Mientras, una aplastante y vergonzosa realidad nos agujerea el presente (que hoy significa
el porvenir), los dominicanos permanecemos anclados en los pivotes vetustos de la
“escuela de la tradición”.
Dicho de otro modo, más allá de los pronósticos de todo cariz y de la incertidumbre que
despunta de este inquietante paisaje tecnológico, la realidad escolar dominicana es
aplastante y ensordecedora: todavía seguimos en batalla contra los males iniciales de una
alfabetización general anacrónica y caduca, deprimente y arcaica.
No hemos cumplido con las metas de la vieja escuela de tradición, ni contamos con las
herramientas necesarias para afrontar la mutación de la racionalidad universal que el
sistema-mundo presagia e impone. La idea, como nunca antes, es la más poderosa arma y
la mejor propiedad cognoscitiva.
¿Tono pesimista este? No; evidencia palmaria de una irresponsabilidad histórica tan
despiadada como infame. Porque todos los gobiernos y mandatarios, uno más otros
menos, fracasaron vulgarmente, al no asumir y responder al mayor y peor problema social
de la historia, es decir, fracasaron en derribar los muros oscuros de la ignorancia.
A los griegos les debemos casi todo el arsenal de categorías hermenéuticas y axiológicas
del que goza el lenguaje y el pensamiento occidental. Luminosa invención o
descubrimiento, que partió con la paideia, probablemente en el tercer milenio A.C en la
cultura cretense o minoica, aunque quizás corresponda a Isócrates su configuración
pedagógica y humanística; empero, desde entonces ese ideal (la educación) fluye en
evolución constante y a la par del contexto histórico y dialéctico de la cultura y el pensar.
Hoy, inmersos en la contrariedad paralela de la pesadez y la luminosidad este contexto
global tan abarcador y acuciante, el salto cultural arrojó el mayor brinco pedagógico de la
familia humana, o sea, desde la paideia tradicional a la Inteligencia Artificial (IA).
¿Dónde quedaremos nosotros en esta entreverada arquitectura de la tecno-economía-
mundo?
Hablar de anomia social es entender que, para una parte de los ciudadanos, las leyes,
normas y reglamentos, han perdido su facultad regulatoria. El ciudadano conoce que la ley
existe, pero no la acata, provocando disolución voluntaria del mandato legal, menoscabo de
las normas jurídicas y anulación de los valores éticos de convivencia. Emparejada,
sobreviene la caída básica del respeto cotidiano, alterando la relación interpersonal y
erosionando las instituciones estatales que, como señala Beck, quedan convertidas en
agencias casi muertas, zombis.
Pero ¿qué vigencia y explicación comporta hoy la tendencia social que reniega de la
convivencia y tritura las reglas generales del respeto? Sin respuesta consensuada y mucho
menos uniforme, la mayoría de los enfoques multidisciplinarios sigue atribuyendo la anomia
a las discrepancias generadas por un sistema social que, entre promesas y frustraciones,
prohíja un aluvión de fracasos personales. Náufragos y perdedores que fallan en alcanzar
el sueño vaporoso del éxito. Éxito como nueva y embarazosa epopeya, tan exhibida y
vitoreada ahora en los estantes cristalinos de la posmodernidad. Obviamente, el triunfo de
la anomia se patentiza con los pliegues impermeables de la indiferencia oficial y el denso
capirote de la impunidad.
El imperio del discurso racional está bajo ataque. Las hordas digitales asedian el reino de la
argumentación sensata. Numerosas y vibrantes, se identifican por el acento que entona el
himno de su inefable arrogancia. La comunicación tecnológica abrió, en todos los campos,
otro teatro de acción y escena de combate. Atacada la razón, más que todo, se resiente la
verdad. No por legiones ni ejércitos foráneos, sino por los nuevos bárbaros que arremeten
imparables tras las cortinas de la globalización. De su imponente batallón, refulge el escudo
de su patria política, emotiva y digital: la telecracia. Que ya no pide conocimiento, sino
distracción; que ya no exige discernimiento, sino complacencia, egoísmo, sensación.
Afrontamos la disrupción y la decadencia de la cultura democrática del discurso, de la
fórmula dialéctica de analizar.
El filósofo Han descifra que ya la guerra política no está basada en argumentos, el arma
predilecta de las tribus es la información. Entonces, todo argumento en consideración
muere por razón insuficiente, desparecerá por fastidio intelectual. El discurso, fuera de
motivos y verdades, se pierde entre memes y trampantojos en el archipiélago de la red.
Tribalizada la comunicación, deviene eco pasajero y, junto a este, sucumbe cada intento
por construir la verdad. La ficción subvierte la facticidad: los hechos dejan de importar,
pues, a conveniencia de los clanes, el sentido y la orientación sólo tendrán un valor
residual. Inamovibles, las tribus aferradas y agresivas en el señorío de su monólogo tutorial
desprecian el intercambio de palabras comprensibles, la conversación falible, la cultura
dialogal.
El peso social de las tribus viene de lejos, amparado en antiguos palimpsestos que, por el
momento, cobran vida y reverdecen en la red virtual. Como habrá de suponerse, ellas son
producto de las crisis, nicho fecundo para sembrar la semilla ampulosa de su enrevesado
proyecto. Atraídas por el visto bueno de los que sufren, por los malestares emocionales de
los insatisfechos, se empeñan en justificar cualquier negación, despotrique o el más claro
error. No discriminan saberes, atrevidas, pueden saltar a disciplinas diferentes, según la
intrepidez exigida para la ocasión. Así navegan, por ejemplo, desde una tesis filosófica
hasta una teoría sociológica-criminal, sin inmutarse ni chistar, apostillando fueros a cada
opinión marginal. Con la solución teorética a la mano, dispuesta o servida, a flor de pantalla
digital.