Cartilla Cesar Florez
Cartilla Cesar Florez
Cartilla Cesar Florez
de los demás
Memorias del barrio César Flórez
Sentir el dolor de los demás: Memorias del barrio César Flórez / Universidad Tecnológica Bolívar- Museo Histórico de Cartagena MUHCA- Biblioparque San Francisco; Equipo
Semillero Historia de la Fotografía en el Caribe colombiano – UTB; coordinadores Adolfo Baltar Moreno, Lorena Guerrero Palencia, Julio César Londoño. - - Cartagena de Indias :
Universidad Tecnológica de Bolívar , 2021.
36 páginas: Fotografías
1. Patrimonio cultural – Fotografías 2. Fotografías 3. Memoria 4. Conservación y restauración de materiales de archivo 5. Materiales de archivo I. Universidad Tecnológica Bolívar II.
Equipo Semillero Historia de la Fotografía en el Caribe colombiano – UTB; III. Baltar Moreno, Adolfo
363.69
N457
CDD23
Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes (Programa Nacional de Estímulos 2023)
Universidad Tecnológica de Bolívar (Dirección de Investigación, Innovación y Emprendimiento)
Agradecimientos
Desde el Semillero de investigación en historia de la fotografía en el Caribe colombiano queremos dar las
gracias a las vecinas y vecinos del barrio de César Flórez de Cartagena de Indias que nos han regalado
desinteresadamente su tiempo, sus recuerdos y sus fotografías para poder escribir este relato. Y también
agradecer a algunas instituciones y grupos de personas que han sido fundamentales para el desarrollo del
proyecto:
Museo Histórico de Cartagena (MUHCA)
Fundación Biblioparque de San Francisco
Casa Comunal César Flórez González
Fundación Cultura Ambiental para la Paz ONG
Unidad Académica de Comunicación contra la Violencia
(Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades UTB)
Programa de Comunicación Social UTB
Fototeca Histórica Cartagena de Indias
Y un agradecimiento muy especial al señor Fulgencio Díaz Pacheco y a nuestra compañera
Valeria Margarita González Díaz, quienes fueron nuestra puerta de entrada
a la comunidad de César Flórez.
Equipo Semillero
Historia de la Fotografía Diseño gráfico
en el Caribe colombiano - UTB Equipo de la comunidad César Flórez
Alanis Lozano Arroyo
Aura María Henao Cortez Aura María Henao
Valeria Margarita González Díaz Carlos Prieto Manjarrés Julio Fontalvo
ilustración de portada
Juliana Mancipe Aguilar Digna Mendivil Chiquillo Rosa Blanca del Valle Shaira Carolina
Sara Sofía Silva Herrera Néstor Bellido Martha Cecilia González Bohorque Tapia
Gleynis Feria González Isaías Romero Salas Monterroza Pedro Palacio Pardo Redacción del texto
María Cristina Salas Ortiz Lorenza Isabel Palacio Mendoza Edilberto Novoa
Adolfo Baltar Moreno
Alanis Lozano Arroyo Gerardo Bedoya Burgos Isabel Gómez
Aura María Henao
Roxannel Martínez Pedroza Hugo Alexander Londoño Romero Rafael Barros
Lorena Guerrero Palacio
Shaira Andrea Páez Costa Arsenia Guardo Morelo Fulgencio Díaz Pacheco
Coordinación del proyecto
Deivis Medina Pantoja José Ramón Pérez Yennys Barreto
Adolfo Baltar Moreno
Mauren Redondo Viloria
Lorena Guerrero Palencia
Valentina Batista Castaño
Julio César Londoño
Duleimys Ramírez Arroyo
Editor
Lelis Gutiérrez Grau
Adolfo Baltar Moreno
Milena Bonfante Acosta
©Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida de manera total o parcial por cualquier medio
impreso o digital conocido o por conocer, sin contar con la previa y expresa autorización de la
Universidad Tecnológica de Bolívar.
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INTRODUCCIÓN
Esta obra que se dispone a leer nos cuenta las historias de un pequeño barrio de la periferia de Cartagena
de Indias, ubicado al sur de la ciudad, y llamado César Flórez. Es un relato construido junto con algunos
de sus habitantes más veteranos: un grupo de vecinas y vecinos cuidadosos y comprometidos que
contribuyeron decisivamente a levantar sus calles y sus hogares con mucha tenacidad, ilusión y
solidaridad, pero también con mucho esfuerzo, lágrimas y hasta sangre. Hoy, a través de la fundación
Abuelos Dejando Huella, estas personas se disponen a dejar un legado para los más jóvenes.
Aracelys Flórez González en una visita al barrio. La Junta de Acción Comunal de César Flórez
expresa su más grato agradecimiento por ser parte activa de este camino hacia un futuro que
permita preservar un legado de liderazgo y lucha para preservar nuestra comunidad.
Este trabajo hace parte de un proyecto mayor iniciado en 2016 por el Semillero de Historia de la
Fotografía en el Caribe Colombiano de la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB) con el objetivo de
recuperar la memoria de los territorios periféricos de la ciudad de Cartagena de Indias a través de los
testimonios de sus habitantes. En esta ocasión hemos podido contar con la colaboración decidida del
Museo Histórico de Cartagena (MUHCA) y de la Biblioteca Biblioparque de San Francisco. El proyecto ha
sido ganador de la convocatoria interna de proyectos de investigación de la UTB 2023, y ha recibido
además el apoyo del Programa de Estímulos 2023 del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes.
2
No estamos ante un texto histórico ni tampoco es un trabajo estrictamente académico. Pero, sin duda,
habla de un lugar imprescindible para comprender mejor el pasado y el presente de la ciudad donde nos
ha tocado vivir, y trata de mantener un rigor académico. Principalmente es un trabajo hecho desde, con y
para las personas que habitan el barrio, y también para la ciudadanía consciente. Nuestro enfoque se
inspira en los aportes realizados desde diversas disciplinas que demandan para el territorio nuevas
miradas a los problemas sociales de siempre y a los nuevos problemas de hoy (Abitbol, 2018; Deavila,
2008, 2015; Espinosa et al., 2018; Espinosa Espinosa, 2015; Espinosa-Espinosa & Toro-González, 2016;
Fals-Borda, 2015; Guerrero-Palencia, 2019; Mercado Vega, 2022; Múnera, 1998; Posso-Jiménez, 2015;
Sánchez, 2012). Recurrimos a reflexiones y metodologías sobre la memoria cultural (Correa, 2013) y la
comunitaria (Rabe, 2022) para aplicar nuestra propia metodología de intervención (Baltar-Moreno, 2021;
Baltar-Moreno & López, 2019). Trabajamos con las personas desde los principios de la Investigación
Acción Participativa (IAP), empleando para ello técnicas de la animación sociocultural (Caride, 2005;
Escudero, 2004).
La existencia de barrios periféricos como César Flórez no suele tratarse en los relatos
predominantes sobre el pasado de esta ciudad, más centrados en glosar los tiempos de la colonia,
las hazañas de la independencia o la trayectoria de las estirpes de las familias de las élites criollas y
de las nuevas élites burguesas, que en abordar las causas de la insoportable desigualdad y pobreza
que sigue asolando en pleno siglo XXI a nuestro territorio (La Contratopedia Caribe, 2021). Quien
ostenta el poder social y económico tiene el poder de asentar el relato hegemónico del pasado desde
sus propios intereses. Pero siempre habrá voces discrepantes del relato oficial porque no existe un
único relato del pasado, y la memoria sobre cualquier territorio es objeto permanente de debate y
tensiones.
A partir de esta perspectiva trabajamos aquí con la fotografía. El rol de la memoria gráfica en la
elaboración de un relato hegemónico también ha sido y sigue siendo objeto de debate en nuestra
ciudad. La memoria gráfica más institucionalizada ha sido señalada de ser limitada, excluyente, y
de servir más (simbólicamente) a los intereses y vanidades de las élites contemporáneas que al
conjunto de la ciudadanía (Puello-Sarabia, 2008b, 2008a). Frente a esto, algunas iniciativas
populares que se han desarrollado en las redes sociales digitales han mostrado no solamente la
existencia de un verdadero interés en la ciudad por la memoria gráfica como elemento de la
identidad cultural, sino además una evidencia de la extraordinaria riqueza que supone la
confluencia de memorias diversas, enunciadas desde la horizontalidad, en la elaboración de los
relatos del pasado (Baltar-Moreno, 2022).
Somos investigadores de la fotografía y queremos recuperar y difundir imágenes del pasado del
territorio que se refieran a todas las personas, espacios y circunstancias que han construido el
presente de Cartagena y que vayan más allá de las representaciones de las élites y de los poderosos
para producir, a partir de ellas, un relato de la ciudad más amplio, diverso, participativo e
incluyente. Recurrimos a las memorias que emanan de las fotografías domésticas que las personas
que participan de este proyecto guardan en sus hogares. Con estas premisas hemos desarrollado
nuestro trabajo con la comunidad de César Flórez entre septiembre y noviembre de 2023.
Las personas atesoran en sus álbumes familiares valiosas
imágenes de nuestro pasado en común. 3
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EL NACIMIENTO DEL BARRIO
Como sucede en todos los núcleos urbanos de Colombia, Cartagena de Indias es también una
ciudad afectada por las circunstancias históricas de violencia y desigualdad que existen en el
territorio desde la etapa colonial. Si la violencia estuvo presente a lo largo de todo el siglo XIX
durante la configuración del estado nación que hoy es Colombia, la segunda mitad del siglo XX
trajo consigo un larguísimo conflicto armado entre múltiples actores y la irrupción del narcotráfico
como gran poder corruptor de todas las capas de la sociedad. Todo esto terminó afectando a la
población civil, que puso miles de muertos y millones de personas desplazadas forzosamente del
campo a las ciudades, que se convirtieron en espacios urgentes de refugio. La Cartagena se asoma
hoy más allá de las murallas del centro histórico y de las torres de lujosos apartamentos de sectores
como Bocagrande, Manga o El Cabrero es un reflejo de esto.
Las personas que fundaron el barrio eran desconocidas, el tiempo y las experiencias compartidas
en el territorio los convirtieron después en familia. Es por eso que algunos de ellos han decidido
contar sus historias de sus llegadas al barrio.
Yo soy de San Pedro, Sucre. Soy campesino. Soy desplazado. Y llego aquí en el año 93 o 94 porque las
circunstancias así se dieron. Yo había estado en el 1963 en un evento del Congreso Tabacalero aquí en
Cartagena, y desde entonces me gustó Cartagena. Tanto, que yo decía “si alguna vez me voy para alguna
parte, yo me voy para Cartagena”. No sé por qué razón, pero me enamoró enseguida. Porque yo vi que era
una ciudad de mucha provincia. Aquí llega mucha gente. Y donde usted llega, le dan razón de lo que
necesite. Por ejemplo, dónde vive la señora Isabel y, si no sabe ir, lo llevan allá. Entonces, tenemos esa
idiosincrasia y eso le hace a uno muy familiar el entorno donde uno va a vivir.
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Yo vivía en La Esperanza, pero desde que llegué aquí a Cartagena vivía donde una tía. Anhelaba tener algo
donde vivir. Vivía en una piecita. Eso fue a principios del 78… A los pocos días invadieron Villa Rubia, yo
enseguida vine y me dijeron que había lote. Yo compré mi lote…
Mi llegada a este barrio fue bastante traumática porque yo no tenía vivienda ni nada. Y estaba, como se dice
vulgarmente, en la inmunda. No tenía para pagar los 5.000 pesos para quedarme con el lote. Yo venía de
Ceballos, vivía arrendada en Ceballos en una piecita. Me mudé de allá porque estaba recién parida de mi
hija, Carmen, y el ambiente era muy insalubre para mi niña. El médico me dijo “si quieres que la niña se
salve, te tienes que mudar. ¿Tú tienes casa propia?” le dije que no “bueno, múdese para que vea que la niña
se salva”. Me mudé aquí a César Flórez y mi hija se salvó. El ambiente de Ceballos era muy insalubre para la
recién nacida. De ahí para adelante, pues uno trabajando y luchando…
Salí de mi pueblo, soy de Colosó, Sucre. Hice hasta tercero de bachillerato en mi pueblo, vine aquí, hice
cuarto, y de aquí cogí para Cali. Creo que me vine a pasar vacaciones y conocí a mi esposa hoy en día y no
quise volver a Cali porque me llamó más mi novia que volver al trabajo, y lo dejé tirado.
De forma que el barrio de César Flórez se levantó en 1979 por un grupo de familias que en su mayoría
eran campesinas y procedían de áreas rurales del departamento de Bolívar y también de otros
departamentos cercanos, como Sucre o Córdoba. Escapaban de la violencia y estaban organizadas.
Otras personas ya residían en la ciudad, pero buscaban tener un espacio propio. De esta forma, en
los aledaños de San Fernando se sucedieron las invasiones y las fundaciones de nuevos barrios: Villa
Rubia, Jorge Eliécer Gaitán, César Flórez, María Cano o Camilo Torres. Los nombres de algunos de
estos barrios no son casuales, haciendo referencia a líderes políticos de Colombia que defendieron
los derechos de los trabajadores y los campesinos, y que en algunos casos pagaron por ello con sus
vidas.
Yo soy de Bella Vista, Magdalena. Pero soy de Magdalena y de Bolívar. Tengo más de 30 años, casi 40 años de
estar alquilado por aquí. Y de ahí conseguí ahí al costado de Santana, donde compré un lote.
Las que invadimos fuimos mi mamá y yo.
Yo estaba en Venezuela, pero yo necesitaba comprar mi casa aquí en Colombia, mi casa propia. Y cuando
venía, salía con mi hermana, pero a mi hermana, ninguna de las partes donde encontraba un solar le
gustaba. Entonces, cuando ya yo vengo y ella me dice que ya habían invadido ahí, que los habían echado,
pero que César Flórez iba a buscar terreno para… Entonces yo le dije “cuando él consiga el terreno, si sobra
un solar, me lo venden a mí”. Yo me fui y ella después me mandó a decir que había sobrado un solar y que
me lo iban a vender.
Yo vine aquí cuando ya el barrio estaba formado. Compré después. Compré un ranchito madera ahí, que
era como una finca porque tenía fruta de toda clase. Y hoy en día es una casa de material de dos plantas. Así
que así fue principio.
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Aunque a veces se incluye a este sector en el barrio de San Fernando, pero los vecinos nos dejan
claro que este es un barrio diferente de la Localidad 3 de Cartagena de Indias.
Este territorio pertenecía a una empresa que se llamaba la ANDIAN. Esa empresa era la dueña de este
territorio, partiendo desde Pasacaballos. Todo lo que tiene que ver con la Localidad 3 hacía parte de ese
territorio. Alrededor de esa empresa, lo único que había era Ternera, un caserío que era como un
corregimiento Y la ANDIAN era quien tenía la escritura pública de todo este territorio, y la escritura tiene
nombre “Finca San Pedro Mártir jurisdicción de Ternera”. Ese el componente jurídico de la escritura
madre de este territorio. Ya para los años 70 que esa empresa se fue de aquí, aparecieron muchos
propietarios que eran administradores, parceleros o eran trabajadores de la empresa a los que la empresa
les cedió títulos como territorio en fincas, de cuatro hectáreas, cinco hectáreas… Eran territorios legales y
ellos fueron los dueños del territorio. Pero esto lo convirtieron en finca.
Yo vine aquí en 1969 o 1970, y el espacio todavía no se llamaba César Flórez, aquí había una manga, una
cantidad de postes y unos palos de madera de matarratón.. El nombre de César Flórez vino después.
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Esas primeras familias invadieron inicialmente un terreno sobre lo que hoy es Villa Rubia. Sin
embargo, alguien con poder se interpuso, y las fuerzas de seguridad sacaron violentamente a los
invasores.
Nosotros invadimos Villa Rubia cuando comenzaron a invadir Jorge Eliecer Gaitán. Llegaron los rumores
de que ya habían invadido Jorge Eliecer Gaitán y la gente estaba buscando dónde meterse. En una de esas,
por ansia y sed de tener mi casa, porque yo siempre quería morir en algo que fuera mío…Yo vivía en La
Esperanza y vine aquí a Jorge Eliecer Gaitán, pero no conseguí terreno. Ya estaban todos marcados, ya con
sus palitos y todo, y nadie quería vender. Los de Jorge Eliecer Gaitán no querían ni que pasáramos por ahí
porque decían “después se quedan aquí”. Porque ese barrio fue primero, es invadido, y todos los que tenían
ranchitos ahí ya eran dueños, allá en el Socorro tenían casa. En esos días estaban invadiendo en lo que
ahora llaman Villa Rubia y yo compré mi pedacito de lote en 80 pesos, y ahí fui parando. La compra que ella
dice del lote, no era lote: en ese entonces se compraba “la limpia”, o sea que le limpiaban el terreno a uno y
se lo dejaban ahí. Yo venía y le decía a usted “te compro la limpia” y el otro decía “bueno, te la vendo”. Había
gente que vivía de eso, llegaba usted con la necesidad y él te vendía el pedazo por 5.000, 2.000 pesos…
Había unos que tenían tanta ansia qué hicieron los ranchitos para mudarse,
todo el mundo se metió con tablas y todo.
Nosotros fuimos invasores de lo que hoy es Villa Rubia, no de César Flórez. Llegamos allí el 12 de octubre de
1978, y organizamos nuestros ranchitos. Pero no duró mucho: el ejército nos sacó dos meses después, una
noche del 22 de diciembre. Fue de noche porque de día no podían, nos manteníamos firmes con piedras y
agua caliente en ollas para arrojársela a quien quisiera echarnos. Ese terreno era de un capitán de la base,
tenía en él un “cuidandero”. Pero ahí había intereses de otra parte: familiares del señor, que al parecer era
narcotraficante y estaba preso por allá en Estados Unidos… Él dejó el terreno y cuando le dijeron que unas
personas que no tenían terreno y no tenían casa le habían invadido el terreno, él dijo “bueno, a esa gente
denle ese terreno”, pero luego vino un sobrino de él que vivía en Barranquilla, y nos echaron el ejército.
Aquí es donde aparece la figura de César Flórez, un joven estudiante de derecho de la Universidad
de Cartagena, a punto de convertirse en abogado.
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Sin embargo, un 22 de diciembre a las dos de la
mañana se metieron la policía, la infantería de
Marina, y nos sacaron como ellos quisieron. Nos
desbarataron los ranchos, que eran de madera.
Hicieron, hicieron y nos sacaron. A quienes se
resistían, les metían en los carros de la infantería,
así en bata. Hubo como veinte personas presas,
hombres y mujeres. Quedamos todos como
ganado descarriado. Los que pudimos nos fuimos
para el centro, todo el día allá con la policía, en San
Diego. Duramos todo el día sin comer ni beber
agua. Y el abogado, con nosotros. A las 10 de la
noche todavía estábamos ahí. El teniente dijo que
los que tenían su esposo dentro, tenía la esposa que
reclamarlo.
Ella dijo que no nos lo iba a vender, pero no tenía la plata para pagar al ejército para que nos sacara
después. Fuimos allá, y César Flórez habló con la señora “doña, yo soy el representante de esta comunidad
que necesita que usted le venda este lote, porque si no se lo vende se lo invadimos”. Fue cuando ella habló
con el hijo, y el hijo le dijo que vendieran. Salimos a 5.620 pesos por lote. Reunimos la plata, César le dio
200.000 pesos a la señora y conseguimos el derecho a la escritura del terreno, que la hicimos a su nombre.
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Comenzó entonces una presión hacia las autoridades para poder legalizar la construcción del
barrio y dejar de estar en condición de invasión. Esto se inició en febrero de 1979.
Entonces los propietarios actuales, que ya tenían legalizada la tierra, presionaron al departamento de
Bolívar para que les escriturasen sus parcelas. Porque esas tierras estaban entregadas como parcelas de a
cinco hectáreas por familia, y no les habían dado las escrituras. Entonces presionaron. Finalmente, el
gobernador, que era Álvaro de Zubiría, mediante una ordenanza, le dio escritura a cada uno. Y esas
parcelas se comunicaban a través de mangas. Unos propietarios donde está el barrio Camilo Torres, otros
donde está el barrio Nueva Delhi, otros donde está el barrio César Flórez, otros donde está el barrio Jorge
Eliecer Gaitán … y así, etcétera, etcétera.
En esos tiempos éramos 48 personas que fuimos los fundadores, o sea que entregaron 48 lotes. Sacamos la
cuenta de la cantidad de terreno que había… Y vinimos un día aquí, Pellito Palacio y otras personas más, y
empezamos a medir ahí con un topógrafo y calculamos que salían 48 lotes. Sacamos la cuenta de a cómo
salía cada lote… por 5620 pesos. Un lote de 10 x 20 metros.
César quería que el barrio recibiera el nombre de algún personaje histórico y representativo de la historia
de Colombia, al estilo de Jorge Eliécer Gaitán. Pero a nosotros se nos ocurrió llamar al barrio con su
nombre, porque estábamos realmente agradecidos con su entrega desinteresada a nuestra causa. Él no
quería, e insistió mucho en que no debía ser así, pero no tuvo más remedio porque estábamos todos de
acuerdo. Y lo seguimos estando.
Una vez legalizado, había que preparar el terreno, nivelarlo y, enseguida, levantar las viviendas,
porque mucha gente no tenía dónde pasar la noche. Se levantaron viviendas en tablitas y en
material.
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A todo el que pagó sus 5.000 pesos, se le entregó su lote. Después que se metió una niveladora para que
recontara y limpiara el monte, se hicieron las medidas con un ingeniero de allá de la Universidad de
Cartagena, que estaba también haciendo las prácticas de sus estudios como ustedes ahora. Se trazaron los
lotes y metimos todos los números de los lotes en una bolsa. Se hizo el sorteo un domingo a las cuatro de la
tarde. Y ahí metimos la mano y cada quién iba sacando el número de su lote.
Esto por aquí era un arroyo. Ahí adelante un caño de hierba, y había hasta ganado. Ahí había agua y ahí se
bañaba la gente. Y ahí pusimos las casas… primero la pared, le puse el techo de zinc con mi mamá y mi papá.
La mayoría de las casitas eran de madera: troncón de madera, tabla de madera. Sí hubo unos cuantos que
fueron parando de material. Ceñían con tablas y por los costados iban parando de material. Y los techos,
unos eran de zinc y otros eran de eternit. Mi casita tenía medio de zinc y medio de eternit. La casita mía era
de 4 x 4 m, mi primer ranchito.
Varios fueron los nombres de los primeros habitantes, los fundadores del barrio: Néstor, Luis,
Miguel, Marquitos, Pedro, José Ramón, el Lore, Digna, Pola, Marisa, Hernán, Ana, Carlos, Arsenia,
Isabel, César, Santi, Toño, Elio, Santana, Crista, Víctor, Inírida, Miriam, Julio, Juanita, Pellito,
Ligia, Candelaria, Deyaniro, Emma, Enrique, Fernán, Francisco, Fabián, Romana, Ana Carmela o
Reina.
Me aprendí los nombres en esa época porque yo era el que tenía que estar viendo la electricidad…
La señora Digna tiene un libro guardado…
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Y 12 de la noche, y yo todavía La formalización ya fue con las Con Fuad Curi el alcantarillado
metiendo los tacos de madera en empresas. En el alcantarillado fue la salvación. Aunque antes,
las puntas de los tubos del agua tuvo mucho que ver el doctor Fuad cuando uno estaba recién
porque el agua estaba Curi. Porque yo hice una poza, que metido ahí, uno hacía sus pozas
perdiéndose. Porque la gente el agua la cogíamos era para en el patio. Yo me las ingenié
tenía los tubos puestos, pero lo bañarnos y para tirar agua en bastante porque esa mujer mía
tenían descubierto, no tenían fiestas de noviembre. Nunca se me dijo “si no hay poza, no me
nada en las puntas. Y yo usó. Y siempre estaba llena, mudo”. Es que mi señora… Aquí
conecto, le pongo a mi comadre porque todas las aguas corrían cerquita pasó lo contrario:
y a todo el mundo por ahí, y yo para donde estaba yo. Se tiraban Víctor Agámez se mudó con su
sin agua porque yo no tenía agua de ahí, agua limpia porque casa de material y no tenía
para comprar el tubo. Entonces yo le hice hasta piso, pero no poza. Y su casa era patio con
me regalaron el tubo y fue quedaba sino esto, como esto era patio conmigo, y hacía todo
cuando yo tuve agua. Yo me lo que quedaba libre, digo “esto allá atrás hasta que le
mudé aquí en el 80… Eso fue como poza no va a funcionar llamamos la atención e hizo su
como en el 81. nunca”. poza [risas].
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Fuimos a hablar desde la Junta de Acción Comunal a la Electrificadora de Bolívar, pero no nos solucionaban
nada porque estos barrios no estaban legalizados y no podían hacer nada. El barrio no tenía ninguna clase
de papeles todavía. Debido a ello, nosotros nos robábamos la luz de acá de La Florida… Teníamos unos
postes de palito y nos pasábamos los cables por los patios, nosotros mismos inventamos eso. Claro que no
era una luz tan buena, porque teníamos que prender un foco para ver . Entonces, a medianoche, llegaban
de allá y nos la mochaban. Estábamos durmiendo … Nos cortaban la luz y empezábamos “Fulano, Pellito,
José Ramón… levántense que nos quitaron la luz”. A mí me tocó varias veces, en la mitad de la calle, que los
vecinos buscaran una escalera y la aguantaran, y me subía allá a amarrar los cables para tener de nuevo el
poquito de luz porque nos la habían quitado.
Un señor allá en el barrio María Cano, se llamaba Julio Valdelamar y que trabajaba en la empresa de
Electrificadora de Bolívar, nos dijo “yo les puedo colaborar con la mano de obra, pero necesito un
ayudante”. Cuando eso, la luz estaba allá en los cuatro cruces que quedan subiendo para El Educador, para
El Nazareno y La Consolata. Entonces nos pusimos de acuerdo con el barrio Camilo Torres que queda allá
enfrente: ellos ponían una parte de postes y nosotros poníamos las líneas. En esa época nosotros mismos
cavábamos los huecos, poníamos los postes, y entonces el señor Julio Valdelamar tiraba las redes. Nosotros
mismos éramos sus ayudantes. Entonces ahí, empezamos a ponerle postecitos de madera para allá, o sea
que yo vivo allá adelante y me tocó pasarla por el patio de fulanito… Los postes de la luz eran palitos de
mangle. Los foquitos eran así como cogollitos de… Y eso era puro barro.
Después del agua, el acceso a la electricidad fue fruto también de un largo proceso.
Íbamos a las 9:00 de la noche, José Ramón, Bellido, no sé quién más y mi persona. Tres hombres y yo metida
en la mitad con ellos. Pusimos los palos y pusimos la línea, y cuando estábamos poniendo eso viene un
compañero de nosotros y se nos quedó pegado ahí [en el cable eléctrico]. Suerte que estaban las escaleras,
que subieron y lo arrancaron, si no, se mata él ahí.
La luz prendía un foco chiquitico. Había que poner un cable en la tierra para que hubiera luz. Uno le echaba
agua a ese cable para que tuviera fuerza para darle la luz. Y era un foquito, uno, porque la luz no podía con
dos focos. Porque la trajimos de allá de Camilo Torres. Salíamos a comprar los cables escondidos por allá.
Entonces tenía luz solamente esa calle, y más o menos regular. Los de aquella calle de allá no teníamos
nada. Yo, que luché, me pasaron un cable por el patio. Así que todo el mundo por el patio con los cables. Para
el abanico, porque eso no aguantaba ni televisor, ni nevera…
Pero la gente del otro barrio nos tumbó los postecitos que teníamos aquí porque la luz de ellos se les
deterioró, de lógica. Duramos seis meses sin luz, cuando nos tumbaron eso. Cuando salíamos a la calle y
había sol, parecíamos murciélagos, la luz nos estorbaba. Tuvimos que ir a la Electrificadora de Bolívar, y
dijeron que si queríamos la luz teníamos que comprar el transformador porque ellos no tenían. Entonces
nos tocó vender lotes y, con lo que recolectamos, compramos las líneas y trajimos la línea de luz hasta aquí,
hasta enfrente a la casa del señor Palacio. Porque ya de ahí nos quedó una platica para unos postes, pero no
nos quedó para la línea. Entonces de ahí para adelante tuvimos que pasar los cables por el patio.
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Habitar el barrio no es solamente levantar las casas, sino también sus calles y aceras, sus
tuberías, sus parques, sus vías.
Había bastantes casas, pero la mayoría de las casas eran de madera, ranchitos de madera. Calles no
había, sino era sapos cantando, sapos en la calle. Era agua y los sapos cantando a toda hora. Cuando
llegué todavía eso de ahí era monte, ese parque.
En el caso de César Flórez la propia organización vecinal fue imprescindible para lograr una
rápida urbanización, en la que todos los vecinos (niños, jóvenes, adultos y mayores) colaboraban
de las actividades. Estos logros colectivos son hoy motivo de orgullo para quienes los recuerdan.
En la calle aquella no había pavimento, solamente había tierrita. Entonces, cuando la señora Gladys
Acosta fue presidenta de la Junta de Acción Comunal, sacó un proyecto. Ese proyecto se lo vendió a una
ONG de Estados Unidos, sin ánimo de lucro y esa organización nos regaló material como cemento,
arena, triturado… Para hacer andenes y bordillos en la calle aquella. Eso fue como en 1990. Ella
consiguió esos materiales para los andenes y bordillo de la calle, pero con el compromiso de que los
moradores del barrio teníamos que poner la mano de obra. Así empezamos. Hicimos una reunión, nos
reunimos todos los albañiles y nos comprometimos que cada casa daba una persona, fuera albañil,
fuera ayudante, fuera para colaborar para comprar el agua panela, para el sancocho…Cogimos la calle y
fuimos trabajando. Había unos que se iban, otros que se quedaban. A mí me tocaba acabarlo, entonces
yo trabajaba de noche con las mujeres, con los niñitos. Y la cuestión es que le hicimos los andenes y
bordillos a la calle. Hasta nos sobró material, que luego usamos para la pavimentación de la calle.
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El barrio tiene 228 habitantes, aproximadamente. César Flórez inicialmente fue constituido por 48 lotes,
cada uno de esos lotes tenía 200 m², pero en la medida que fueron creciendo las familias esos lotes fueron
subdividiéndose. Ya para el año 2012 no había 48 lotes, sino ya unos 74 lotes. Estas subdivisiones dan cuenta
de que el barrio ha crecido en esas proporciones. Pero, además de eso, se anexó un territorio que era
propiedad de una señora de apellido Escudero, es un lote que llega a la calle 15.
Cuando nosotros reestructuramos las rutas, pedimos que se ampliara el territorio del barrio y que llegase
hasta la calle 5 con el territorio de los Alcázares, que es la curva de allá arriba. Por eso se aumentó la
proporcionalidad de las casas y aumentó el número de habitantes y creció un poco más el barrio. Eso es algo
proporcionado por planeación para tener las estadísticas.
Por tanto, el barrio no sólo crece en materia física, sino también de manera humana. Y mantiene un
espíritu rural porque la mayoría de sus familias fundadoras procedían del campo. Cuando se dan los
procesos de cambio a la ciudad las personas experimentan forzosamente un cambio en su identidad, se
debe transitar de una identidad rural a una urbana, lo que no todo el mundo vive de la misma manera.
A él le debemos nuestra estabilidad de vivienda porque él se hizo responsable de todo el lote y nosotros
confiamos en él. A César le pagábamos para que él respondiera con la señora dueña del solar, porque ella
no quería hacer convenio con nadie particular sino con una sola persona, y esa persona fue el doctor César
Flórez. Nosotros confiamos en él y creímos en él, por sus palabras, por su forma de defendernos, por su
forma de entrega a la comunidad. Por eso nosotros pusimos en él toda la confianza, después de Dios. Y no
nos defraudó nunca. Él le había dicho a la gente “cojan sus escrituras porque yo me muero y va a quedar
todo el mundo en el limbo”.
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Lo conocimos porque, cuando invadimos Villa Rubia - que se iba a llamar 12 de octubre- había unos
estudiantes (como están ustedes ahora), entre ellos muchos abogados buscando para hacer su tesis. No sé a
quién de la Universidad de Cartagena le llegó al oído que había una invasión y que estaban buscando
abogados, entonces él se ofreció con otros compañeros más. Ahí fue donde él llegó diciendo que si le daban
el cargo; él iba a hacer su tesis con nosotros. Recuerdo que era flaquito, delgadito, parecía un espagueti.
Aceptamos, se metieron él y dos estudiantes más. Y él siguió luego con nosotros. Era tan humanitario él,
que venía de su casa bien adornada y bonita y se metía con nosotros, en la charca con nosotros. Cada quien
traía comida, y pasábamos el día todos juntos metidos ahí, en la ceiba, en la poza.
LA ORGANIZACIÓN Y EL PAPEL
DE LOS LÍDERES
Si ha habido una característica que pueda
definir a la comunidad de César Flórez a
lo largo de los años ha sido la del
compromiso de sus habitantes con el bien
común. Los liderazgos horizontales, la
solidaridad vecinal, la responsabilidad, la
participación, el compromiso y la
motivación, han acompañado a la
comunidad a lo largo de su historia.
También la integridad y honestidad de sus
miembros. El trabajo comunitario
empezó desde el mismo momento que
hubo que aportar para comprar los lotes,
y los vecinos se reunían primero con el Una recopilación artesanal de escritos de César Flórez conservada por
mismo César Flórez bajo los árboles. una vecina.
Como ya nos conocíamos de la invasión, nos fuimos reuniendo, nos hicimos amigos. Y desde ahí empezó la
motivación, empezamos a unirnos y a formalizarnos para buscar la forma de tener cada cual su lotecito.
Ahí es donde participa César Flórez. Nos reuníamos y pensábamos juntos proyectos de lo que íbamos a
hacer para poder seguir avanzando en el barrio.
Esa primera generación que llegó aquí -unos más que otros, pero toda esa generación- fue la que
protagonizó la construcción de todo este territorio. Algunos más que otros, sí, pero había un
entendimiento en ese conjunto de personas, de que todos participaban y todos hacían alguna cosa. Nos
reuníamos cada ocho días, nos reuníamos todos. Primero cuando hacíamos las fiestas y eso, para el
beneficio del barrio.
Las reuniones eran masivas porque había que solucionar una cantidad de cosas que la gente tenía
necesidad: el agua, la luz, la vía, la vivienda… Pero ese tipo de cosas permitía que la gente se congregara
más rápidamente por solucionar sus necesidades. En la medida en que eso se fue solucionando, la gente se
fue tranquilizando y se fueron apartando poco a poco.
Cuando pasaba algo aquí, y había que reunirnos, nada más decíamos “una reunión, pilas, que pasa esto”, y
todo el mundo enseguida estaba pendiente. Los espacios de encuentros eran esta casa, que en un principio
era una casa de tablas con zinc, y luego estaba también la calle, que era otro espacio de encuentro.
Mira que éramos tan unidos que nosotros decíamos “el domingo nos vamos a reunir allá en la casa del
partido o donde la señora Gladys o donde la señora Ligia. Vamos a hacer un sancocho” y llegaba César
Flórez y ese sancocho se hacía y ahí amanecía todo el mundo. El siguiente sábado “¿para dónde vamos?”, y
todos poníamos plata y todos hacíamos sancocho y todos comprábamos todo… Eso sí, en familia, porque
éramos como una comunidad, tan chévere y unida. Llegaba todo el que quería llegar y hacíamos comida.
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Siempre ha sido un barrio unido, así como lo dice la señora Isabel. Había una convocatoria, una reunión y
todo mundo asistía. “Vamos a hacer una cancha” y conseguían los bates, los guantes, todos los uniformes…
Nosotros organizamos un equipo, los Ideales de César Flórez. Hacíamos bailes aquí también para recoger el
fondo, y todo lo que recolectábamos era para el servicio del barrio. La luz también, esos postes de material
los montamos nosotros mismos, sin nada, en la noche.
Durante la semana, los miércoles nos reuníamos los que éramos los directivos de la Junta de Acción
Comunal, ellos determinaban por acuerdo general qué día podían celebrar y qué evento iban a celebrar, y
de ahí salía la reunión para comunicarle a la comunidad qué actividades había que hacer y cuáles se habían
hecho. Eso se hacía con lo que se recolectaba cuando hacíamos los bailes y otras actividades.
Tenemos una anécdota cuando fuimos a comprar ese transformador. Fue un poco de plata, costaba 110.000
pesos. Nos lo habían cotizado, creo que, en 155.000, algo así. ¿Y sabe que dijo el vendedor? “Yo se los coticé
así, pero si quieren les pongo los 155.000”. Nadie aceptó, nadie. Nosotros le dijimos “ponga lo real” porque
nosotros, que éramos cinco personas que fuimos a comprar eso, pudimos haber cogido el resto, y eso era un
poco de plata.
Cuando se murió el papá de Digna ¿te acuerdas? Nosotros mismos hicimos el cajón. El señor Pedro, era un
señor religioso que apenas oía que había un ladrón en el barrio, sacaba una rula así de este porte, más
grande que él, y era religioso [risas].
Mi mamá era una líder, pero de las fuertes. Ella peleaba hasta con la policía. Se llamaba Hipólita Chiquillo
Morelo. Mi mamá era ama de casa, pero ella cogía machete y todo, y decía “vamos, vamos pa' delante”. Era
más que echada para delante y, con lo que ella decía, enseguida todos iban atrás como la gallina. Fue ella la
que le dijo a César Flórez “doctor, lo único que nos queda es decirle a la señora Sol que, si no quiere vender,
nosotros le invadimos. Que venga, que nosotros le vamos a comprar”.
Romana Díaz fue una de las primeras luchadoras. Era compositora, cantante, bailadora, poetisa…le sacó
una canción a César Flórez. Era tan dinámica que hacía de todo, siempre era alegre, nunca se quejaba,
conversaba, siempre motivaba. Y era muy berraca. Y muy pegada con César Flórez.
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La necesidad de organizarse dio pie a la creación de la Junta de Acción Comunal, que tuvo su sede donde
hoy está la casa comunal, que entonces era una casita de tablitas de madera y tejado de zinc. Eran como
180 miembros, que es lo que se exigía para poder obtener la personería jurídica. Tras su creación, la
Junta empezó a organizar la vida social en el barrio.
Cuando empezamos el barrio fue cuando organizamos la Junta de Acción Comunal, con Julio Porto y Luis
Herreño […] en la Junta de Acción Comunal los directivos nos reuníamos y programábamos una reunión
para la comunidad. Entonces salíamos y avisábamos. Nos reunimos aquí y salían los proyectos. Entonces
aquí en la reunión que hacíamos nosotros primero la Junta de Acción Comunal, el presidente se hacía cargo
de lo que se encargaba cada uno. O sea, cada quien tenía su rol […] Nosotros mismos nos organizamos,
como Junta de Acción Comunal, por ejemplo, yo les decía “vamos a hacer una reunión” y nosotros nos
reuníamos un día.
Los comités se forman a veces por divergencias, creada entre un grupo y otro entonces, pero eso más
demora en organizarse que lo que dura funcionando. Es decir, la organización base es la Junta de Acción
Comunal […] En esa época las reuniones de la Junta de Acción Comunal eran masivas, las hacía uno aquí en
esta casa, la gente venía. La gente fue cogiendo un poquito de apatía cuando adquirieron sus casitas, pero
esto aquí se llenaba […] Nosotros en cada reunión hacíamos llamado por lista. Hacíamos orden del día. El
presidente de la Junta de Acción Comunal tenía una labor, el tesorero otra y el fiscal otra. Y cada cargo daba
su informe a la comunidad.
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Este proyecto de centro de vida estuvo instalado durante 28 años, pero en todo este tiempo la
comunidad siente que no se preocuparon de que este espacio debía crecer, mejorar, hacer un mejor
espacio al adulto mayor. También quisieron arrebatar a la comunidad la propiedad del espacio.
Como comunidad en general, nosotros lo que hemos hecho aquí es la recuperación de este espacio. Porque
desde 1993 que se le cedió este espacio a la alcaldía, ellos quedaron de que operara el centro de vida de adulto
mayor aquí, pero no se llegó a ningún acuerdo ni verbal ni escrito asumiendo una responsabilidad. Y el
distrito desde entonces usufructuó todo esto, y estuvimos a punto de perderlo, porque ellos con el tiempo
decían que esto era de ellos y no nos dejaban ni entrar. Entonces, comenzamos a estructurar documentos, a
hacer muchas cosas. Comenzamos a exigirles a ellos, a través de documentos, que nos demostraran si acaso
tenían algo que los acreditara como propietarios aquí, a exigirles la responsabilidad que debían asumir
con este sitio para que mejorara. Los gobiernos que pasaron no nos atendieron, nunca hubo oportunidad
de nada. En este mandato que está concluyendo llegamos a algunos acuerdos de que asumieran eso,
pero no cumplieron tampoco.
Ellos ponían a los viejitos en contra de uno, decían que esto era de ellos. Uno aquí no podía hacer una
reunión de nada, porque ellos no lo permitían. Yo le dije “le pedimos permiso a la plata que le dimos a la
señora”, les decía yo. Cuando pagamos los 5620 pesos por el lote, este lote entró en toda la compra esa. Esto
es nuestro desde el principio.
Finalmente decidieron irse de este sitio y arrendar en otra parte. Entonces nosotros asumimos todo esto,
porque todos los eventos del deterioro que ha habido aquí, lo hemos asumido nosotros con las poquitas
actividades… o personalmente cada uno de nosotros aporta, y vamos contando que poco a poco, vamos
haciendo las mejoras en las partes eléctricas.
Nosotros no es que no queramos un proyecto para el adulto mayor aquí. De hecho, queremos que vuelva. Y
hemos apoyado mucho este proyecto, empezando por la comida: a ellos, que tenían como 70 mayores, les
llegaba para ofrecerles como 6 meses de comida al año, el resto debían salir a rebuscarse por la calle.
Nosotros conseguíamos cubrir el resto para que permaneciesen aquí. También hemos hecho muchos
eventos. Incluso una vez alquilamos el espacio a una iglesia y el dinero del alquiler se lo dábamos para la
manutención de los mayores. Somos colaboradores de primera. ¿Quién no se ha portado bien? El distrito de
Cartagena, que no ha asumido la responsabilidad para que esto mejore. Hasta queremos que esto se
convierta en un centro educativo y cultural para los jóvenes y los niños.
La casa comunal es uno de los equipamientos centrales del barrio, un espacio donde pasan muchas
personas y se generan diversas iniciativas, eventos, actividades. Sus gestores, los integrantes de la
comunidad, tratan de ser receptivos con todas las necesidades de uso que pueden plantear otras
personas, instituciones y colectivos (aunque no sean del propio barrio), y que pueden beneficiar al
sector.
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Hoy en día este centro, esta casa comunal, se ha convertido en el eje de todo esto por aquí, de los
diferentes sectores, porque aquí donde es donde están todos los proyectos de desarrollo que se dan en
estas comunidades. Los hacemos desde aquí, con líderes sociales, con la alcaldía, con las autoridades,
hacemos Consejo de Seguridad. Si hay una serie de eventos, se desarrollan aquí… Capacitaciones de todo
tipo, se desarrollan con el Sena; se hace un servicio de salud, desde aquí se han hecho hasta diez
campañas de vacunación contra el COVID durante la pandemia… Eso lo hemos organizado desde aquí.
De todos estos barrios, quienes tienen una casa organizada como tal, somos nosotros. Y aquí le damos
oportunidades a todas las personas que necesiten gestionar, prepararse, capacitarse, profesores en
universidades y cualquier tipo de evento social que quiera desarrollarse lo hacemos en este territorio
para todas las comunidades que están alrededor.
Nosotros somos participativos de todas las actividades sociales desde este territorio. César Flórez lo
hemos convertido en un centro de reunión donde se desarrollan los planes que se generan en la
Localidad 3, porque participamos en todos los planes de desarrollo que tengan que ver con el distrito de
Cartagena.
Hoy, el deseo de la comunidad es el de hacer de esta casa un centro educativo y cultural del sector,
ofreciendo todo tipo de talleres para grandes, adultos, jóvenes y niños, manteniendo una
biblioteca y un espacio vivo de seguridad, aprendizaje compartido y encuentro comunitario. Este
tipo de equipamientos culturales escasea no solamente en este sector de la ciudad, sino en la
mayoría de los sectores populares de Cartagena. Por ello esta casa podría convertirse en un
referente.
Aproximadamente el 50% de los que vivíamos aquí éramos albañiles. Otros eran conductores, y las señoras
se dedicaban a ser amas de casa porque aquí no había más nada, no había más nadie.
En esa época nosotros mismos cavábamos los huecos, poníamos los postes y entonces el señor Julio
Valdelamar tiraba las redes. Nosotros mismos éramos los ayudantes. Entonces ahí empezamos poner
postecitos de madera para allá, o sea que yo vivo allá adelante y me tocó pasarla por los patios.
Trabajábamos de artesanos. Aquí la gente que trabaja en una empresa empezó a llegar… El primero que
trabajó en una empresa por aquí es el señor Gerardo Bedoya, porque por aquí nadie trabajaba sino en el
rebusque, el albañil, el plomero, el electricista… El que también trabajó en una empresa fue, tampoco lo
menté, al Chino Novoa, él tuvo mucho que ver también aquí, porque era el que traía la máquina para la
limpieza del terreno.
Es ahí cuando nace el campito o la cancha que se encuentra frente a la casa comunitaria, en lo que
se conoce como Parque de La Florida, y que es un espacio fundamental para la recreación y el ocio
de las personas que habitan el barrio, y también de otros barrios vecinos.
Ellos siempre fueron softbolistas desde jóvenes. Entonces, querían que el barrio tuviera un tiempo de ocio
saludable y se inventaron esto, lo de una cancha. Mi papá se llama Alonso González. Cuando yo llegué a la
comunidad de César Flórez, yo tenía 8 años. Yo llegué en el 84. Ellos compraron y lo fueron construyendo
poco.
Vecinos en el espacio que hoy ocupan el parque y la cancha Canchita de cemento hecha por los vecinos, con gradas y
todo. Pero se inundaba cada vez que llovía.
Varios habitantes de diversos barrios decidieron dedicar su tiempo a adecuar este espacio común.
Cuando nosotros hicimos ese campo se llamaba Campo Sectores Unidos, porque fuimos varios moradores
de aquí César Flórez, de La Florida, de Jorge Eliécer Gaitán y otros sectores. Pero luego que el señor Rubio
construyó a Villa Rubia, ahora se llama Campo de Villa Rubia La Charca.
Este lugar serviría poco tiempo después como el epicentro de los deportes ejercidos tanto por
adultos como por infantes, pero también para otras reuniones sociales que iban más allá de lo
deportivo, reuniones donde se afianzaba la colaboración y el compañerismo de quienes vivían en
César Flórez.
El deporte va pegadito a nuestro tiempo libre. Aquí todo el tiempo tuvimos equipos de softball. Primero
hubo uno que se llamó Unidos César Flórez. Nos reunimos entre todos y sacamos un equipo de softball, se
llamaba Ideales de César Flórez, en honor a él, que estaba vivo todavía, un club deportivo. Yo era el
manager del equipo. Todas las muchachas, las señoras… Nos reuníamos, hacíamos, vendíamos boletos.
Entonces le festejamos los cumpleaños a todos los peloteros. Ahí en la otra calle, una señora que se llama
Rosa Blanca del Valle, allí era donde hacíamos el sancocho. Por ejemplo, el último día del mes se les
celebraba el cumpleaños a todos los que cumplían en el mes de septiembre.
El de softball sí lo dirigimos porque fui al IDER con el señor Pedro Palacio, y nos proporcionaron los
suéteres y las gorras. Entonces la inscripción la hacíamos nosotros mismos,
porque hicimos un grupo tanto de equipo como las muchachas del barrio y andábamos en un grupo,
hacíamos rifa, hacíamos eventos para el equipo…
Cuando llegaban al campo llevaban tres cajas de cerveza y tomaban si perdían o si ganaban.
Yo trabajaba en Postobón y la empresa nos apoyaba. "No, que para Cuba se va fulano de tal", “¿Y qué
necesita para irse a Cuba el pelotero ese de nosotros?”, “Necesita llevarse unas gorras, para representar
allá, para que vean y les reparta las gorras”. Le decía a la empresa Necesitamos tantas gorras de castalia”.
Pero ahora las empresas no le dan un peso a nadie ni dan nada. “Bueno, y ¿cuántas cajas de cerveza?”, Si
ganamos hoy hay dos cajas y sancocho, si perdemos no hay nada".
Hasta los cascos nos mandaban.
El softball no era el único deporte que se practicaba en la cancha. Surgió la necesidad de que los
niños también se distrajeran, entonces llegó el microfutbol.
Cuando él sacó un equipo de microfútbol ya existía la cancha, eso fue más o menos en el 89. Acá en Villa
Rubia había otro campeonato de microfútbol, ya de menores, de niños. Y cuando todavía estaba
empezandito, intenté sacar un equipo de kickball, pero no pude porque no tuve fuerza para comprar el
uniforme.
En el campito también tenían lugar otras celebraciones, bailes y fiestas con diversos fines, pero que
mayoritariamente, buscaban un bien común.
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Ahí hacíamos casetas cerradas. Pero no tenemos foto porque antes no existía esto de los celulares. Las fotos
que tenemos ahí es porque había una camarita. Los fines de semana, por ejemplo, que no nos programaban
para jugar, íbamos al campo a ver jugar a otros, y después que veíamos, nos quedamos por acá jugando
dominó, pasando el rato. Hasta que llegara la hora, y después cada quien tu casa.
Los bailes se hacían para recolectar fondos para la mejora de los servicios. Tanto así que fue para poner la
conexión de la luz, la primera conexión que tenemos de la luz.
El señor tenía un amigo, entonces contratábamos el picó. Y nosotros tenemos un amigo que trabaja en la
cervecería Águila, entonces la cervecería nos daba, por ejemplo, 50 cajas de cerveza. Nosotros poníamos el
portero y el tesorero. Todo el que iba entrando, pagaba su boleta. La entrada podía costar como 5 pesos o 10
pesos, por ahí. La cerveza como me la daban fiada, entonces recolectábamos la plata de la entrada y de la
cerveza el día siguiente, después de la fiesta, venía el señor de la cervecería. Sacamos la cuenta de las
botellas que se habían vendido, le pagamos la plata, le entregamos los envases y las cajas que quedaban se
las llevaba. Y la plata que quedaba la usábamos para nuestras necesidades, por ejemplo, para comprar el
transformador.
Asimismo, una fecha importante para los habitantes de César Flórez es el 18 de octubre, el
aniversario de cuando ocuparon la zona en la que ahora residen. Y aunque no tienen formalmente
una fecha especial, se congregaban en la fecha de cumpleaños de César Flórez, el 6 de enero.
Siempre había un padre o un cura. Nos hacía la misa y nos reuníamos todos a escucharla. Ya después se
acababa la misa y nos quedábamos todos charlando ahí. Aunque hemos pensado en incluir dentro de eso el
natalicio de César Flórez o el día de su muerte como conmemoración, nunca nos hemos puesto de acuerdo
en ese tema, por eso no lo hemos hecho. Sí existe la posibilidad de ese proyecto sacarlo adelante, pero como
tal no tenemos un día festivo.
El parque también ha sido objeto de fricciones con el distrito, siendo criticada su última
remodelación por malos manejos y por sentir que en su diseño la comunidad no fue escuchada.
En el 2014 con el gobierno de Dionisio Vélez se hizo una contratación y ellos empezaron a remodelar, pero
sin la socialización de cómo debía quedar el parque, no se dieron las condiciones que habíamos
recomendado en el proyecto que teníamos. Ellos vinieron, encerraron y comenzaron a construir, y
nosotros, los líderes de la unidad comunera 14, paralizamos la obra, porque las condiciones de
construcción no eran las adecuadas. Estaban haciendo un levantamiento demasiado débil, con poca
varilla, poco cemento… en definitiva, en malas condiciones. Hicimos una acción popular que muestra en
que condiciones recibimos eso. Nunca apareció un contratista, un interventor, que dijera: “esto se va a
construir por aquí, de esta manera, va a quedar así…” Y hasta la fecha de hoy no hemos conocido cuánto se
gastaron ahí o por qué no lo terminaron de construir, y un nuevo gobierno llegó y asignó unos nuevos
recursos para hacer la cancha. Hay una cantidad de hechos dolosos que no hemos sabido ni cómo, ni con
quién, ni a quién decirle… para algún día conocer cómo se manejaron los recursos de este parque.
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A partir de que hubo el primer reinado aquí nosotros comenzamos a dar a conocer a César Flórez como tal,
porque tuvimos la oportunidad de que, en el gobierno de Judith Pinedo, en ese reinado, ella expresó
públicamente la voluntad de mencionar a César Flórez como un barrio muy popular, muy bonito. Y eso
despertó un poco el sentido de las comunidades y de los cartageneros que no conocían este sector.
Cuando empezamos el barrio eso era sano. No había drogadictos, no había rateros no había nada por
aquí. Dormíamos hasta con la puerta abierta.
Pese a que el barrio tenga un equipamiento como la casa comunal, eso no implica que sigan
faltando otros, como bibliotecas, centros de salud o una casa de justicia.
Estamos en esa lucha. Y siempre hemos venido pidiendo la construcción de una Casa de Justicia, aquí,
cercana. Porque la atención a los niños, a las niñas, las madres cabeza de hogar, las niñas abusadas...
No es fácil salir de este territorio para presentarse en Crespo o en el centro, donde no van a encontrar
una solución. Muchas veces esos casos se quedan ahí en la casa porque no hay la posibilidad de
conseguir el transporte, de quién le va a recibir la demanda… porque son unas vueltas demasiado
complejas que la persona, primero no tiene capacidad intelectual y segundo, no tiene capacidad
económica.
Una problemática que solivianta especialmente a los vecinos es el paso de una gestión pública a una
privada del Hospital San Fernando que se encuentra por la calle del Perro, y que se había concebido
inicialmente para ser un servicio público de salud. Esta privatización impidió el acceso de muchos
de los vecinos a la atención médica en un centro cercano, lo que debería ser un derecho ciudadano
garantizado por el estado. Todavía hoy sigue siendo una reivindicación de la comunidad de César
Flórez para lograr que el hospital vuelva a operar de manera pública y universal.
Allí antes operaba un pequeño puesto de la Cruz Roja. El centro de salud original, que era público
(porque el terreno era del distrito) lo donaron unos árabes hace más de 20 años, para generar allí el
servicio de salud para toda la población de la Localidad 3 (que somos unos 420.000-500.000 habitantes)
y los alrededores (Bayunca, Pasacaballos y parte de la población de Turbaco y Arjona). Pronto se fue
quedando pequeño, se necesitaban más médicos, más enfermeros, más camillas…porque la población
iba creciendo rápidamente. Entonces propusieron con unos recursos de 150 millones de pesos para
ampliarlo su extensión. Nosotros, como líderes sociales de la Unidad Comunera 14, empezamos a
solicitar que se convirtiera en hospital de segundo o tercer nivel para darle más cobertura a la
población. Las autoridades parece que nos hicieron caso y empezaron a asignarles recursos, hasta los
400 millones, y eso empezó a crecer poco a poco. Hasta que llegó un gobierno que propuso hacer un
hospital de primer nivel porque la extensión del terreno lo permitía. Se asignaron los recursos y
comenzó el Distrito con la empresa Idurbe la construcción del hospital, hace unos 17 años, como en el
2006.
Sin embargo, esta buena noticia, que era además un logro de varias comunidades, pronto se
retrasó, y comenzó a convertirse en un nuevo caso de mala gestión:
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Pero eso se convirtió en un elefante blanco, durante nueve años mantuvieron la obra inconclusa: allí
intervinimos los líderes sociales de todas las unidades comuneras (14 y 15), de barrios como Blas de Lezo, El
Socorro…todos estos barrios de la Localidad 3. En el 2011 salimos a la calle, comenzamos a hacer protestas,
manifestaciones públicas, fuimos a los noticieros, prensa escrita…Y comenzamos a visibilizar este
problema. Por fin el gobierno de Judith Pinedo le asignó unos recursos importantes a la terminación, todo
con la intención de que fuera un hospital público de primer nivel. Pero la empresa Idurbe hizo un mal uso
de esos recursos y no terminaba la obra. Entonces se liquidó con el Dadis el contrato que tenía Idurbe con el
distrito, y asignaron un nuevo operador para terminar el hospital, que sería administrado por la Clínica de
maternidad Rafael Calvo.
Cuando por fin se logró culminar la construcción del hospital, se pasó de repente y sin dar muchas
explicaciones a una gestión privada, lo que limita la atención en salud y es motivo de nuevo de
denuncia y reivindicación vecinal.
Todo iba genial, porque el hospital quedo bien construido y bien dotado. Pero al año, en 2014, ya con
Dionisio Vélez, los de la clínica parece que no tenían capacidad suficiente para operar el hospital, se
quedaron solamente con la gestión de la maternidad e hicieron un convenio con otro operador llamado
Gestión Salud. Pero nunca conocimos cómo se dieron las condiciones de esa subcontratación, y de repente
se pasó a una gestión privada de un bien público (porque los recursos fueron todos públicos,
aproximadamente unos 20.000 millones de pesos, que no es poca cosa). Entonces, actualmente lo opera
Gestión Salud, y la población en general no encuentra atención adecuada para las grandes necesidades de
salud que tiene este territorio
Otras problemáticas que han sido señaladas durante el proyecto han sido la necesidad de una
remodelación de la casa comunal, el cuidado del parque y de la canchita, o el pavimentado de las
vías que aún no están acabadas.
También las calles, cuando llueve… Este terreno aquí en su mayoría es arcilloso. Entonces, cuando se moja
se produce un barro pegajoso. Con algunos auxilios que ha logrado la comunidad, le han echado la zahorra,
pero a algunos les falta pavimento, que sería lo ideal.
También está esa apatía, que hoy en día en todos los barrios, que tiene su origen en la corrupción. Los
líderes se volvieron corruptos, vendedores de comunidades y ven en las comunidades un negocio.
EPÍLOGO
Concluye aquí nuestro relato. Como han podido leer, nosotros somos familias procedentes de
muchas provincias y contextos diferentes, por eso gozamos de un espíritu de apertura y de
familiaridad, somos amables, solidarios, personas humanitarias y tenemos buenos
comportamientos. Tanto es así, que la familia César Flórez es una familia única, única en el sentido
en que todos nos queremos, todos nos apoyamos de una u otra forma porque así lo hemos
demostrado en el tiempo. Y lo seguiremos haciendo para las generaciones que nos seguirán.
Deseamos que sean conscientes del valor de nuestro esfuerzo, y que sigan construyendo
comunidad.
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Paré mi media casa, pero mi casa es un paraíso para mí. Amo mi casa, amo mi tierra, amo
mi barrio. Y todos los días le pido a mi Dios que me cuide y que tengo que morir en mi
casa.
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