WARK Raving Fragmento-CajaNegra
WARK Raving Fragmento-CajaNegra
WARK Raving Fragmento-CajaNegra
Wark, McKenzie
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Caja Negra, 2023
184 p.; 21 x 14 cm.
(Efectos Colaterales, 10)
McKenzie Wark
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Corro detrás de ella mientras Z cierra la marcha. Ellas
dos son jóvenes, bellas y se ven sexys en su atuendo ne-
gro raver. Yo llevo un vestido blanco de viscosa de Rick
Owens, unas Converse magenta con plataforma y un
bolsito de cuero plateado con tiras de Hayden Harnett.
Me veo elegante, pero sé que tendremos más posibili-
dades de entrar escoltada por estas dos chicas trans mucho
más fabulosas.
Q se contonea pasando la fila con un dedo delgado
en el aire, y anuncia, amablemente y con una confian-
za que ahora sé que no siempre siente, que estamos “en
la lista”. La zorra de la puerta, displicente pero respe-
tuosa, nos observa detenidamente. Nos hace esperar un
momento. Se forma una aglomeración ansiosa detrás
nuestro. “¿Cuántas son?”, pregunta. “Tres.” Nos hace
pasar a las tres, y a nadie más. Atravesamos la puerta,
sentimos el abrazo del sonido y el umbral se cierra detrás
nuestro.20
No es algo que se publicite demasiado, y en cierto sentido
ha caído en desuso, pero a esta rave las mujeres trans entran
gratis. O, mejor, las muñecas entran gratis.21 Todas las muñecas
son mujeres trans, pero no todas las mujeres trans son muñecas.
Yo no soy una muñeca. Tampoco Q y Z son muñecas, aunque
hoy parecen muñecas, sobre todo a la distancia. Las muñecas
son más femeninas en un sentido convencional, puede que ha-
gan trabajo sexual y en general se sienten atraídas por los hom-
bres. No tienen otro lugar más que la noche. Las muñecas tienen
sus propias escenas. No soy yo quien debe contar esas historias.
Que las muñecas entren gratis es una política ambigua. La
intención es atraer a las más lindas. Un puñado de transexua-
les espectaculares que sepan cómo comportarse y puedan bai-
lar toda la noche le dan un encanto al evento que ni el mejor
cúmulo de mujeres cis queer o varones cis gays puede asegurar.
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en que este cuerpo se sentía en casa. Sobre todo si la música
era techno. Mi teoría es que se trata de una música, o me-
jor una tecnología sónica, hecha para alienígenas. Al estar
hecha para alienígenas, es un sonido en el que ningún cuer-
po humano es más bienvenido que otro. Al no sentirme en
casa en este cuerpo ni en ningún otro, siento que este cuer-
po encuentra su casa en el techno, cuando bailo. “Bueno,
una de las mejores raves queer de Nueva York es este fin de
semana”, me dijo. “Deberíamos ir juntas.”
23. Las reflexiones de Nick Bazzano las registré en una reunión que
tuvimos para planear una cosa que íbamos a hacer juntes
para la conferencia “Comunismo ácido” en la Haus der
Kulturen der Welt de Berlín. La idea era que la conferencia
nos diera una excusa para visitar los clubes de Berlín. La
pandemia le puso fin a ese plan y terminé haciendo el evento
yo sola por Zoom.
Mi presencia en la rave no pasó inadvertida. Entre la
gente que me percibió como trans estaba Nick. Resulta que
cuando no está organizando raves en el “espacio basura”
industrial inutilizado de Brooklyn, está escribiendo una tesis
sobre eso.24 Nick y yo arreglamos para tomar un café en la
semana, de día.
“Entras a una situación que tiene reglas gays”, dice Nick.
“Puedes estar fabulosa, si así lo quieres, pero no se trata ne-
cesariamente de eso. Tu estilo puede ser práctico o táctico.
No actúes como si tuvieras derecho a cosas… y trae un aba-
nico. De lo que se trata es de quién viene a co-crear el espa-
cio, de a quién puedes reunir de modo que se autoorganice.”
No es la utopía queer.25 Incluso en una buena noche, hay
pesados y coworkers. Encuentros buenos y malos. Algunos
momentos en el rave continuum: estoy en la barra pidien-
do bebidas antes de que Juliana Huxtable comience su set
cuando un tipo se acerca y grita, atravesándome, como si yo
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ta, no nos entiende. Es prácticamente imposible, incluso en
Nueva York. En una buena rave, en una buena noche, ahí
es donde puedo sentir que mi cuerpo no es una anomalía, o,
más bien, que no es la única anomalía. Es una distribución
de anomalías sin norma, anómalas solo la una frente a la
otra.26 Eso es lo que una buena rave hace posible. Aunque
no debemos olvidar que tomamos esta configuración de po-
sibilidades fugitivas de… la cultura negra.
Es mejor que el mundo exterior. Rebobino a esa primera
noche, la noche de mi reingreso a la cultura rave después de
veinte años de ausencia. Q, Z y yo paradas en una calle en
Brooklyn, esperando un coche que llamamos con una apli-
cación para que nos pase a buscar y nos lleve a la rave. Z
sigue el recorrido del coche en su teléfono a medida que se
27. Sobre la escena berlinesa en los noventa, ver Denk y Von Thülen,
Klang der Familie; y Goetz, RAVE. Sobre las escenas sónicas
de Berlín, ver Hanford, Coming to Berlin.
Bajar por una escalera de servicio de cemento hasta una
puerta de metal. Golpear. La puerta se entreabre; deja salir
una luz empañada y unos beats sordos. Se produce un in-
tercambio de frases y miradas. Entramos. Parecen los baños
de una estación de metro abandonada. Espacios pequeños y
oscuros entrelazados con beats y cuerpos. Beats duros, sin
ornamentos, ondas cuadradas. Tras una pastilla amarilla
chata, tres botellas de agua y unas TARDIS28 de tiempo, subi-
mos las escaleras para hacer frente a la inspección inclemente
del sol. Vagando por ahí, felices, hambrientas y cansadas.
Recuerdo cuando me llevaron a otro antro en Berlín.
Esos faroles extraños de Berlín del Este. El pavimento roto.
Edificios anodinos, de ladrillos y ventanas con rejas. Conte-
nedores de basura y grafiti. Un salón del tamaño de una caja
con una barra y algunas banquetas. Una escalera empinada
nos lleva a un sótano. Olor a polvo y a óxido. Tragamone-
das de metal en las paredes. Otra pastilla amarilla. Hombres
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en botas de combate y ropa camuflada, extrañamente relaja-
dos. Más tarde descubriría que ese lugar era Tresor.
Recuerdo ir a alguna rave en Sídney en los noventa con
Edward, mi novio, en la época en la que yo intentaba ser
un hombre gay. Esas raves también sucedían usualmente
en algún “espacio basura” que todavía nadie había logrado
rentabilizar. Me atrevo a llevar una falda y un corpiño con
relleno, amarillo flúo. A Edward no le encantan estas efu-
siones de femme pero me sigue la corriente. En el frío hace-
mos la fila para entrar a un depósito aparentemente vacío.