Antonio Montesino Gonzalez. Los Pasiegos de Las Machorras
Antonio Montesino Gonzalez. Los Pasiegos de Las Machorras
Antonio Montesino Gonzalez. Los Pasiegos de Las Machorras
La fiesta de las Nieves de las Machorras, celebrada por la pasieguería asentada en la provin-
cia de Burgos, representa un complejo dispositivo ritual organizado en torno a la dimensión simbó-
lico-emblemática de la figura de la Virgen, a través del cual se produce el reforzamiento periódico
delas identidades y sociabilidades de los grupos de edad, de género y de la comunidad celebrante
en su conjunto.
Palabras Clave: Identidad. Ritos de paso. Comensalidad. Pasieguería. Danzantes de las Nieves.
Comunal/catolicismo. Individualismo arcaico.
Las Nieves de las Machorras-ko jaia, Burgos probintzian kokaturiko Paseko jende guztiak ospa-
tzen duena, erritu egintza konplexua da, eta Ama Birjinaren dimentsio sinboliko-enblematikoa era-
kuksten du. Erritu horren bidez, adin taldeen, genero taldeen eta, oro har, jaia ospatzen duen komu-
nitatearen identiteak eta soziabilitateak indartzen dira urtean behin.
La fête des Neiges des Manchorras, célébrée par la “pasieguería” établie dans la province de
Burgos, représente un dispositif rituel complexe organisé autour de la dimension symbolico-emblé-
matique de la figure de la Vierge, à travers lequel se produit le renforcement périodique des identi-
tés et des sociabilités des groupes d’âge, de genre et de la communauté qui célèbre la fête dans son
ensemble.
Mots Clés: Identité. Rites de pas. Convivialité. Pasieguería. Danseurs des Neiges. Commu-
nal/catholicisme. Individualisme archaïque.
* Este trabajo es la síntesis de varios capítulos de mi libro, aún inédito, Los pasiegos. Identidad,
adaptación ecológica y proceso ritual. Santander, 1992. Posteriormente a esta fecha (en la que se
puso fin a la redacción de dicho monográfico, basado en una investigación que, entre los años 1986-
1992, llevé a cabo en la pasieguería), he publicado sobre los pasiegos el trabajo “Del vientre a la
fosa y de la lumbre al monte. Religiosidad y dispositivos rituales entre los pasiegos”, en S. Rodríguez
Becerra (coord.), Religión y cultura, 1. Sevilla, 1999. Trabajo recogido en el libro: MONTESINO, A. y
ROSCALES, M.: Los pasiegos. Religiosidad y violencia. Santander, 2001.
más próxima a sus devotos que pueden tocarla y besar su manto. Otras prácti-
cas devocionales de los fieles el día de Las Nieves son: las acciones de gracias
por los favores recibidos de la Virgen, el cumplimiento de aquellos votos a los que
se han comprometido, en virtud de una gracia dispensada, la realización de ofer-
tas en forma de limosnas y velas y, por último, el efectuar rogativas mediante la
oración e invocar, de este modo, la sagrada intercesión de la Virgen ante Cristo,
para obtener la protección divina del grupo familiar, principalmente de cara al
matrimonio, la fertilidad de las mujeres, el buen nacimiento de los hijos, el bie-
nestar de los parientes emigrados y también frente a las enfermedades, calami-
dades y adversidades de la vida. Amparo, cuya solicitud se hace extensiva al
buen estado y a la fertilidad de los animales domésticos de la explotación, sobre-
manera las vacas, animal, éste, de suma importancia para el sistema de vida de
la pasieguería. Una vez finalizada la misa mayor, los danzantes, que esperan en
el pórtico de la iglesia, recogen a las autoridades y, todos juntos, se dirigen a La
Campa de Las Nieves, donde tendrán lugar las danzas y la “exposición de los ver-
sos”.
En La Campa de Las Nieves los danzantes bailan las danzas del “ahorcado”
y el “pasacalle”. Esta última danza permite que cada miembro del grupo vaya
colocándose en un lugar preferente, desde el cual poder declamar ante el públi-
co los versos. Inicia las completas (coplas satírico-burlescas) el mayoral, que se
coloca frente a un micrófono, delante del alcalde y de las demás autoridades. En
posición de firmes, con el ramo apoyado en el suelo y situado en el costado de
la pierna derecha, comienza el recitado de los tradicionales versos. Los primeros
versos, acompañados de una peculiar música, interpretada con una dulzaina,
una pandereta y un bombo, solicitan el permiso del alcalde y de las autoridades,
a quienes saluda, para pasar a continuación a relatar algunos sucesos porten-
tosos de la Virgen de Las Nieves. Al final, después de haber explicitado el princi-
pal territorio de gracia de la Virgen: “Desde Rioseco a Trueba,/ desde La Sía a
Lunada./ Todos te llaman a ti/ la Virgen de estas montañas”, demanda su inter-
cesión y se despide saludando nuevamente al alcalde. Al mayoral le siguen los
ocho danzantes que van relatando las noticias más sobresalientes y caricatu-
rescas del año, en las que no faltan las críticas a la situación de penuria y aban-
dono que sufren los pasiegos a lo largo de su vida cotidiana. Cada vez que reci-
tan un verso se llevan la mano derecha, con las castañuelas, desde el centro de
la región lumbar al centro del pecho a la altura del esternón, regularizando con
este gesto la duración en “el decir del verso”.
A medida que se relatan las “noticias del pueblo”, los danzantes se van colo-
cando en la parte trasera del grupo, hasta que le toca al rabadán que hace men-
ción a su estatus de benjamín del grupo quien espera un día ser mayor. En las
cuatro últimas completas alude al bobo, lo amenaza, inicia una pelea simulada
con él y le persigue blandiendo el ramo. El bobo salta, danza y gesticula fingien-
do ser maltratado y apaleado. Cuando cesa el hostigamiento del rabadán al
bobo, éste coge un colmeno y, aparentando un gran esfuerzo, lo rueda por la
campa sobre la circunferencia de la base hasta colocarlo en el centro. Una vez
allí, danza alrededor de él y lo salta por encima, de un lado para otro, al tiempo
que insinúa al público la posibilidad de que haya algo en su interior. En un
gia a través de la misa que, en el caso de los santuarios adquiere una especial
densidad espiritual; 2) realizar sus ofertas (honrar a una imagen como expresión
de afecto y devoción); 3) hacer sus rogativas con el propósito de obtener favores
(súplicas individuales), en acción de gracias (pagar un favor divino, sin previa pro-
mesa); y 4) cumplir sus promesas o votos (cuando la plegaria petitoria exige reci-
procidad). Son estos últimos, ritos orales que no poseen un carácter transfor-
mativo ya que “simplemente redefinen la naturaleza de determinadas cosas
para dotarlas de eficacia religiosa. Al confirmar determinadas afirmaciones
mediante juramento, damos a tales aseveraciones eficacia religiosa ligándola
con sanciones sobrenaturales” (Schwimmer, 1982: 79-80).
En las visitas al santuario, los fieles suelen implorar, por medio de la oración,
la intervención divina en favor de la preservación de cualquier tipo de males e
inseguridades, que son todos aquellos tradicionalmente considerados como
tales por la sociedad cristiana: guerras, epidemias, enfermedades de las perso-
nas y animales, esterilidad, soltería, entre otros. En este sentido, “para el actor
social la religión es una respuesta a los dilemas existenciales de la vida huma-
na, especialmente la enfermedad y la muerte, pero esta respuesta misma va
estructurada y dirigida por culturas religiosas que tienen el efecto social de unir
a los individuos en colectividades sociales” (B. S. Turner, 1988: 311). El cumpli-
miento de un voto, mediante la entrega de algo que implique un sacrificio, en
compensación de los favores recibidos, o contradón, presupone, pese a su
carácter voluntario, libre y gratuito, un sistema de obligaciones recíprocas
(Mauss, 1979: 157) basadas en el mismo principio del intercambio que rige las
ayudas mutuas intervecinales (velas, cuya luz señalará la sacralidad del santua-
rio, regalos personales: vestidos, mantos, dinero, etc.).
Escribió Arnold van Gennep que “la vida individual, cualquiera que sea el tipo
de sociedad, consiste en pasar sucesivamente de una edad a otra y de una ocu-
pación a otra. Allí donde tanto las edades como las ocupaciones están separa-
das, este paso va acompañado de actos especiales (...). Todo cambio en la situa-
ción de un individuo comporta acciones y reacciones entre lo profano y lo sagra-
do, acciones y reacciones que deben ser reglamentadas y vigiladas a fin de que
la sociedad general no experimente molestia ni perjuicio. Es el hecho mismo de
vivir el que necesita los pasos sucesivos de una sociedad especial a otra y de
una situación social a otra: de modo que la vida individual consiste en una suce-
sión de etapas cuyos finales y comienzos forman conjuntos del mismo orden:
nacimiento, pubertad social, matrimonio, paternidad, progresión de clase, espe-
cialización ocupacional, muerte. Y a cada uno de estos conjuntos se vinculan
ceremonias cuya finalidad es idéntica: hacer que el individuo pase de una situa-
ción determinada a otra situación igualmente determinada” (Gennep, 1986: 13).
Esta larga cita nos introduce de lleno en ese aspecto decisivo de una de las cere-
monias clave del festejo de Las Nieves, representado por la integración de los
chavales en el grupo de los danzantes, donde tiene lugar un ritual de iniciación
a la pubertad social o “iniciación de clase de edad” a que son sometidos los cha-
vales o novicios en su transición de la infancia a la pubertad, lo que supondrá la
adscripción a un nuevo estatus social y al desempeño de nuevos roles (Balan-
dier, 1975: 95), entre otros, el de danzante de Las Nieves, condición práctica-
mente indispensable para llegar a adquirir el pleno estatus de vecino de Las
Machorras. La práctica totalidad de ellos, excepto “los incapaces”, han sido, en
su día, danzantes de la Virgen.
danzantes de Las Nieves, debido a que “el ritual otorga rango al individuo como
creación y posesión de la sociedad o de la parte de la sociedad en la que va a
incorporarse a través del rango. El ritual moviliza una autoridad incontrovertible
detrás del otorgamiento de rango y estatus y, de este modo, garantiza su legiti-
midad e impone responsabilidad por su adecuado ejercicio” (Gluckman, 1962:
86). De tal forma que una de las mayores ilusiones de los padres de los niños de
Las Machorras es que sus hijos, una vez alcanzada la edad reglamentaria, sean
danzantes de la Virgen. Los aspirantes son sometidos a pruebas de resistencia
física, tesón, pericia, disciplina, coordinación y sociabilidad, con el propósito últi-
mo de mostrar al resto de la comunidad su capacidad para formar parte de ella.
La debilidad, la cobardía y el sentimentalismo son rechazados como atributos
impropios de los miembros masculinos del grupo. Ellos, como nueva generación
en expectativa de ser adscritos a la categoría de miembros-vecinos de la comu-
nidad de “los cuatro ríos pasiegos”, habrán de soportar los males, desgracias,
crisis y momentos dramáticos por los que pasa cualquier colectividad de este
tipo de sociedades rurales, cuya supervivencia está estrechamente ligada al
hábitat.
El rito de paso exige que los novicios, todos ellos “hijos del pueblo”, atravie-
sen por tres fases: la preliminar o de separación, la liminar o de margen y la pos-
tliminar o de agregación. Mediante la primera, el novicio es separado del seno
del grupo doméstico al que pertenece y entregado al mayoral para que éste le
inicie en aprendizaje de la danza, en la aceptación disciplinar del grupo y de la
jerarquía social simbólicamente delegadas-representadas en él. Esta separación
real simboliza la separación del individuo de su anterior situación dentro de la
estructura social, así como de las condiciones culturales o estado en el que has-
ta ese momento se halla inscrito.
Los danzantes suelen iniciar el recitado de los versos haciendo una diferen-
ciación jerárquica inicial entre el alcalde, las restantes autoridades y el pueblo
en general. A continuación, pasan a desarrollar los elementos básicos de la
memoria colectiva, estrechamente relacionados con la estructura económica y
socio-espacial comunitarias, la tradición y los sucesos más destacados del año.
Los principales temas los constituyen: la protección de la Virgen de Las Nieves a
los habitantes de los “cuatro ríos pasiegos”, las características especiales eco-
lógicas del espacio comunitario, las malas condiciones de vida y de trabajo de la
pasieguería, el tradicional abandono de que han sido objeto por parte de los dis-
tintos gobiernos, la decadencia del complejo económico-cultural pastoril pasie-
go, el control paterno de los hijos, las expectativas de cambio de estatus de
éstos, el sistema de ayudas mutuas vecinales, la mala imagen que algunos
medios de comunicación han dado de los pasiegos y de sus costumbres, los
desajustes intrafamiliares o comunitarios que generan conflictos en el seno del
grupo doméstico o del valle y cuya trascendencia afecta a la buena marcha de
la explotación económica o a la comunidad, las tendencias endogámicas de los
pasiegos, las conductas socialmente desviadas, la escasez de mujeres para con-
traer matrimonio y perpetuar las tradicionales costumbres del grupo, los difíciles
cambios tecnológicos, las integraciones/desintegraciones respecto a las comu-
nidades colindantes, el sentido de pertenencia a una misma colectividad y a una
región histórica prestigiosa, los comportamientos etnocéntricos respecto a los
forasteros que han pretendido asentarse en el área de Las Machorras. Todo ello
viene a confirmar que cada comunidad posee un sistema interno de valores, de
los que se sirve para regular y ordenar las relaciones sociales de los diferentes
individuos y grupos que la conforman y sin los cuales este tipo de vida comuni-
tarista sería imposible. Unos valores tienen carácter general por referirse al ide-
al comunitario, y otros particular,al depender de condiciones personales y de ras-
gos característicos que se modifican a medida que los actores sociales cambian
y modifican su edad y estado. En torno a estos valores, que condicionan las pau-
tas de comportamiento de la personas con arreglo a la lógica social del comple-
jo doméstico-comunitario y, en consecuencia, al papel que le corresponde
desempeñar dentro de la estructura societaria, se tejen las identidades fraccio-
nales, las expresiones simbólicas y las relaciones sociales entre los diversos con-
juntos sociales. “Porque, en las sociedades tradicionales las relaciones familia-
res, vecinales, de trabajo o de ocio no son precisamente ‘libres’ ni sujetas a elec-
ción personal sin condicionamientos, sino que responden a modelos y normas
no escritas que pueden ser incluso muy rígidos y restrictivos; mucho más que
pueden serlo en su aplicación práctica los estatutos y reglamentos de las aso-
ciaciones formalizadas. El control puede funcionar de manera más coactiva en
el primer caso que en el segundo” (Moreno, 1987: 18).
Los valores, de los cuales las normas son sus realizaciones prácticas, cons-
tituyen elementos ideativos fundamentales dentro de una cultura porque defi-
nen qué es lo bueno y qué es lo malo para una determinada comunidad. Del mis-
mo modo que la colectividad posee, en su entramado axiológico, unos prototipos
de la buena o mala conducta del individuo (qué es ser buen/mal: hombre, mujer,
mozo, casado, hijo del pueblo, etc.), también posee un modelo de qué es ser
buen o mal vecino. A grandes rasgos se puede decir que se considera buen veci-
no a aquél que cumple con sus obligaciones familiares, respeta los cánones del
subgrupo al que pertenece, muestra un grado suficiente de adaptación a la
comunidad, a las costumbres y formas de vida locales, que se interrelaciona con
un mínimo de conflictividad con el resto del vecindario, que colabora en las
acciones de ayudas mutuas y se halla integrado en la vida colectiva, respon-
diendo adecuadamente a las exigencias de ésta. Por el contrario, un mal vecino
es aquél que actúa desorganizadamente en su vida familiar, participa escasa-
mente de la vida colectiva, incumple reiteradamente con sus normas y valores,
no se integra en la comunidad, causa prejuicios a sus convecinos y desatiende
sus obligaciones para con los demás. En una palabra, muestra un cierto grado
de desviación social negativa por incumplimiento, frecuente o transitorio, de las
normas establecidas, lo cual se traduce en la ruina económica de su casa, la
conducta hostil hacia los demás y en un escaso grado de inserción en el proyecto
vital y en el ideal comunitarios. Pues bien, estos valores, positivos y negativos,
que se ponen de manifiesto en la vida cotidiana, son también explicitados, real
o simbólicamente, en el momento del recitado público de los versos que confor-
man las noticias del pueblo. En ellas, se ridiculizan y sacan a relucir toda una
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