Ciencia - Unidad IV

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¿Qué es la ciencia y hasta dónde puede llegar?

Ph.D. Luis Fernando Aragón-Vargas1

1
FACSM, Centro de Investigación en Ciencias del Movimiento Humano, Universidad
de Costa Rica, Costa Rica

¿Tiene la ciencia la última palabra? ¿La puede llegar a tener? En octubre de 2016,
la Escuela de Educación Física y Deportes de la Universidad de Costa Rica tuvo
como invitado al Dr. René van Woudenberg, filósofo de la ciencia de la Universidad
Libre de Amsterdam, quien impartió una clase magistral sobre las presuposiciones
de la ciencia. En este número de la revista PENSAR EN MOVIMIENTO se incluyen las
versiones en inglés y en español de su manuscrito, luego de pasar por un proceso
de revisión por pares. Aprovecho este espacio para compartir con los lectores un
tema relacionado que normalmente no se discute entre profesionales del
movimiento humano y que, sin embargo, es fundamental para nuestro quehacer
científico; además, puede servir como introducción para el manuscrito del Dr. van
Woudenberg.

Así pues, presento algunos temas introductorios de filosofía de la ciencia, a saber:


la naturaleza de la ciencia, cuáles son sus límites, si estos límites deberían
manejarse y cómo. Presento además una lista de buenas prácticas científicas
debidamente respaldadas. Como investigador que ha realizado la mayor parte de
su trabajo en el rendimiento deportivo y la salud, hago énfasis en las ciencias
naturales y, más concretamente, en las ciencias del movimiento humano.

Actualmente abundan las afirmaciones sobre salud y aptitud física, supuestamente


fundamentadas en la ciencia. El hecho de que muchas de estas afirmaciones se
contradicen entre sí no pareciera molestarle a nadie pues, paradójicamente, más
bien es mejor así: cada individuo puede encontrar respaldo científico para sus
propios hábitos y creencias. Este elemento es fundamental en una época en que la
ciencia goza, en la sociedad occidental, de una posición parecida a la que disfrutaba
la religión en la Europa medieval, la cual tenía la última palabra -que uno
cuestionaba bajo su propio riesgo. Sin embargo, es necesario preguntarse: ¿es la
ciencia realmente confiable, absoluta? ¿Tiene competencia universal como fuente
de conocimiento? ¿Debería, más aún, podría ser la guía para la vida? ¿Qué es,
exactamente, la ciencia?

Aunque no pareciera existir una base filosóficamente sólida para esta


presuposición, la mayoría de los científicos están de acuerdo en que una teoría o
explicación sencilla es mejor que una complicada. Por eso, voy a comenzar con la
perspectiva más simple de la ciencia que, según Chalmers (2013, Capítulo1), es también
la más común: vivimos en un mundo natural en el cual las cosas son como son y se
comportan de una manera en particular. El método científico es un producto
maravilloso que marcó el final de la Edad Media y nos permite a los seres humanos
recolectar datos que nos llevan al entendimiento objetivo de ese mundo natural, a
la vez que nos posibilita predecir lo que sucederá bajo condiciones específicas. La
ciencia ha sido sumamente exitosa por varios siglos; los límites de lo que puede o
no contestar parecieran estar dictados únicamente por limitaciones técnicas
temporales, como el aumento y la resolución de imágenes de los telescopios y
microscopios, la frecuencia de muestreo del video o el almacenamiento y
procesamiento de datos. Todo lo que vale la pena conocerse debería estudiarse
científicamente; la ciencia debería tener la palabra final en todo.

Una vez más, esta es una visión de la ciencia bastante generalizada en Occidente.
Ciertamente la ciencia ha sido muy exitosa, pero resulta que las cosas son
ligeramente más complicadas de lo que presenté en el párrafo anterior. Al menos
eso es lo que los filósofos de la ciencia nos plantean a los científicos. Sus
argumentos son bastante sólidos: en primer lugar, no existe una definición clara
que les permita a los humanos intelectualmente honestos distinguir entre ciencia y
no ciencia, aún después de varios intentos importantes (cf. Moreland, 1989, Capítulo 1).
En segundo lugar, el método científico-una serie de pasos claramente definidos que
llevan desde las preguntas iniciales hasta el desarrollo de una teoría-no existe. En
tercer lugar, no es posible de manera alguna para la ciencia el afirmar que ha
llegado a la verdad: no hay forma de probar nada de manera absoluta. Por último,
pareciera que la ciencia ni siquiera puede justificar su propia credibilidad sin tomar
prestados elementos de otras disciplinas como la filosofía. En las páginas
siguientes, intentaré discutir algunos de estos problemas y brindar
recomendaciones para algunas buenas prácticas científicas.

¿Es acaso tentativo todo el conocimiento? ¿Qué tal el conocimiento no científico?


¿Existe la verdad objetiva o existen formas múltiples de entender el mundo natural,
todas igualmente válidas siempre y cuando nos hagan felices y permitan que las
cosas sigan funcionando? En el proceso de responder a estas preguntas debo partir
de mis propias suposiciones: 1) creo que no es posible tener una discusión racional
sin admitir primero que todos partimos de nuestras presuposiciones-la ciencia
definitivamente lo hace (cf. Moreland, 1989); 2) creo que existe un mundo natural, físico,
que efectivamente se comporta de manera predecible y que los seres humanos
tenemos la capacidad de percibirlo y comprenderlo; 3) junto a muchos científicos
del siglo XVII y muchos de mis contemporáneos, creo que el mundo natural fue
creado por un ser racional, personal, que lo dotó de muchas de sus propias
características como orden, racionalidad, consistencia, belleza y verdad; 4) creo,
además, que la ciencia es una disciplina muy amplia que nos puede revelar
muchísimo acerca de nuestro mundo natural, pero no es la única que nos puede dar
conocimiento importante y confiable, además de que no puede hacerlo aislada de
otras disciplinas. Más aún, creo que las respuestas sinceras a las preguntas más
importantes de la vida están fuera de los límites de la ciencia ( Lennox, 2009; Medawar,
1984 Van Woudenberg, 2016
; ).

Partiendo del supuesto de que la ciencia no puede estudiar el mundo natural aislada
de otras disciplinas, mi perspectiva es que debe ser iluminada por la filosofía. En
una cita de John Kekes (Kekes, 1980, Nature of philosophy, pp. 156-157),
Moreland presenta una lista de presuposiciones importantes de la ciencia:

La ciencia está comprometida con varias presuposiciones: que la naturaleza existe,


tiene un orden descubrible y es uniforme, son presuposiciones existenciales de la
ciencia; las distinciones entre tiempo y espacio, causa y efecto, el observador y lo
observado, lo real y lo aparente, el orden y el caos, son presuposiciones de
clasificación; mientras tanto la comprobación intersubjetiva, la cuantificabilidad y la
posibilidad de tener acceso público a los datos son presuposiciones metodológicas.
Algunas presuposiciones axiológicas son el reporte honesto de los resultados, el
valor de capturar los hechos correctamente y la escrupulosidad para evitar el error
experimental o de observación. Si abandonáramos cualquiera de estas
presuposiciones sería imposible ejercer la ciencia como la conocemos. Y sin
embargo la aceptación de las presuposiciones no puede darse por descontada, pues
cada una ha sido cuestionada y hay alternativas a nuestra disposición. ( Moreland, 1989,
p. 109. Traducción libre)

Una de las características principales de la ciencia pareciera ser que, al ser ejercida
o practicada por los seres humanos, no es posible ser totalmente imparciales y
objetivos, por más chocante que esto pueda parecerle al científico ingenuo. Para los
positivistas y los empiricistas, sería ideal si fuéramos capaces de recolectar datos
libres de las restricciones de cualquier teoría, pero varios autores han presentado
argumentos muy sólidos de que esto es imposible (Chalmers, 2013; Ratzsch, 2000). Es
absolutamente imprescindible partir de algunos supuestos y del conocimiento
existente para poder ejecutar una recolección de datos que sea productiva: las
teorías a menudo están implícitas en la forma en que medimos los fenómenos, en
la escogencia de instrumentos de medición o hasta en la selección que hacemos de
los fenómenos que se van a medir. En pocas palabras, no es posible que el
científico ejerza su profesión independientemente de sus propios intereses y
perspectivas. De este modo, su ciencia se verá impactada no solamente por las
teorías más directamente relacionadas con su campo de trabajo, sino inclusive por
su cosmovisión.

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