Árboles en La Ciudad, Árboles para Vivir
Árboles en La Ciudad, Árboles para Vivir
Árboles en La Ciudad, Árboles para Vivir
Los árboles urbanos prestan múltiples servicios en su entorno. Además de embellecer la ciudad y
mejorar el espacio público, purifican el aire y reducen la suciedad, actuando como filtro para la
contaminación y el polvo. Combaten, así mismo, el estrés y el ruido circundante, por su efecto de
pantalla acústica. Proporcionan sombra y resguardo cuando el calor se hace insoportable y
protegen a las ciudades de posibles inundaciones.
Alcanzar todos estos beneficios no es fácil; requiere saber plantar correctamente las nuevas áreas
y, al mismo tiempo, gestionar adecuadamente el arbolado existente, a fin de hacer rendir el
esfuerzo de generaciones pasadas. El arbolado urbano es un asunto que toca al bien de la
comunidad, por ello, debe hacerse a los ciudadanos partícipes de este servicio público,
incrementando la conciencia del beneficio de los árboles en su paisaje cotidiano.
Bilbao
Sin quitar valor al árbol como individuo, la contribución más significativa del mismo para la ciudad
deviene de su diseño como una trama, un sistema que estructura y cohesiona la urbe y la
relaciona con el resto del territorio. Como dato, podemos decir que una ciudad española tiene
como promedio 14,4 árboles por cada cien habitantes, lo cual da idea de la presencia de estos
seres vivos en nuestras sociedades. Podría deducirse, pues, que lo mejor sería plantar gran
cantidad de árboles en nuestras calles y zonas verdes, pero eso sería erróneo, porque se trata de
seres vivos que se desarrollan y precisan un espacio que debe ser tenido en cuenta por el
urbanista, para no atenerse a una ratio equivocada desde su concepción. No se trata de tener
muchos árboles por habitante, sino de tener una cobertura arbórea adecuada a la población.
Los beneficios que los árboles aportan a las zonas urbanas son proporcionales a los tamaños de
sus copas, no al número de troncos que flanquean nuestras aceras o llenan nuestros parques. Sin
embargo, la realidad actual es que, en la mayoría de pueblos y ciudades, los árboles de gran porte
están en clara recesión, a favor del diseño de alineaciones de árboles de porte pequeño o, lo que
es más grave, plantaciones que, por la falta de espacio, no pueden desarrollarse adecuadamente
y, a la larga, generan más conflictos que beneficios.
Esto se debe, fundamentalmente, a que hay urbanistas que utilizan los árboles como un elemento
meramente ornamental, como puntos dibujados en un plano, algo complementario a sus
planificaciones y proyectos de espacios urbanos. Con ello, están obviando algo tan simple e
importante como que la ciudad es para vivirla, y que ello exige después una continua labor de
gestión.
Aunque existen estudios, planes e informes técnicos específicos sobre arbolado urbano, de gran
utilidad, aunque existen excelentes profesionales especializados en la materia, tanto en el ámbito
de la administración, como en el sector privado, la realidad de los problemas, conflictos y daños
causados por árboles en muchas ciudades, -ahora llamados “diservicios”-, pone de manifiesto
que hay cosas que no se están haciendo bien. Este “protagonismo” indeseado del árbol cobra
especial importancia mediática en verano, coincidiendo con la caída de ramas y ejemplares
enteros, lo cual genera la consiguiente alarma social por los daños que, desgraciadamente, se
producen en algunos casos.
Cuando el mantenimiento del arbolado en la ciudad es tan esencial como para que influya en la
vida y la seguridad de las personas, el trabajo a desarrollar por el servicio público de parques y
jardines no puede estar a merced de juicios a la ligera, ni de la desinformación más absoluta, ni de
opiniones particulares que generan confusión y preocupación en la ciudadanía. Debe realizarse
con determinación, primando la seguridad; debe ser un ejercicio de responsabilidad llevado a cabo
por profesionales al servicio de lo público.
Asociar el árbol con un “problema” en la ciudad es una ingratitud; señalar a los técnicos
municipales encargados de parques y jardines como los “causantes” de los daños que el mismo
pueda producir, o de su eliminación en prevención de males mayores es, además de una falta de
respeto, una muestra de ignorancia o de mala intención. Apear un árbol, talar un árbol... matar
un árbol, en suma, duele, en primer lugar a aquellos técnicos que han hecho de su protección su
vida, y que deben renunciar a ese objetivo en aras de la seguridad de sus vecinos. En ocasiones,
solucionando, a golpe de motosierra, errores del pasado de quienes consideraron a los árboles
como un mero mobiliario sin vida.
Es paradójico, cuando no insultante, acabar señalando a los empleados públicos de jardines como
culpables de la desaparición de un árbol, cuya plantación equivocada ha provocado daños
personales, en lugar de identificar el motivo que ha llevado a su eliminación.
Porque, ¿cuántas obras realizadas en nuestras calles y plazas, -necesarias y justificadas todas ellas
por el bien de la ciudadanía-, se han proyectado sin el menor cuidado ni respeto hacia la parte del
árbol que se halla bajo el pavimento? ¿Cuántos de esos proyectos se han analizado previamente
por sus autores junto con los responsables de la conservación del verde urbano, a fin de
compatibilizar opciones para no dañar al árbol? Y, por último, ¿cómo puede ser que se causen
daños en árboles, -o en raíces-, por culpa de obras que no obedecen a urgencias o accidentes,
siendo que están reguladas por ordenanzas en la materia?
Los datos hablan por sí solos. El porcentaje medio del presupuesto municipal destinado a la
conservación de la masa verde es del 2,7%, y el coste medio de esta conservación por habitante
es de 26’8 euros por habitante. El coste medio de la conservación de la superficie verde es de 2,6
euros por metro cuadrado. Por otro lado, el 65% de las ciudades dispone de un modelo de
conservación mixto, que combina la realización de las tareas por parte de equipos municipales y
de empresas externas.
Sin entrar al detalle, existen varios hechos que evidencian la debilidad actual del sistema público
de parques y jardines en las propias instituciones: recursos insuficientes destinados a la
conservación del patrimonio verde urbano, preocupante desprofesionalización y, sobre todo, falta
de consideración y respeto a los profesionales de parques y jardines por parte de los servicios
tradicionales de urbanismo u obras.
Quejarse de ello no aporta soluciones. Las energías de este sector vocacional, de sus
profesionales, deben dirigirse a poner en valor el propio sector, haciendo cómplice al beneficiario
de este servicio público: la ciudadanía. Ella es la gran aliada que puede hacer que quienes toman
decisiones estratégicas de carácter institucional, quienes deciden en política, tomen conciencia
del valor real que el verde aporta a la ciudad y a sus habitantes, y actúen asignando los recursos
necesarios y proporcionales para la prestación del servicio, confiando y respaldando la labor
profesional de los técnicos municipales del servicio de parques y jardines.
Parque Miguel Servet (Huesca). Foto: Guillermo Farina
Para cuidar y potenciar el valor de los árboles en la ciudad, y para su buen desarrollo y ciclo de
vida hay que conocer bien su naturaleza como seres vivos y sus necesidades específicas de
recursos naturales (tierra, agua, temperatura, nutrientes…) y de espacio vital. Solo así podrá
obtenerse de ellos su máximo rendimiento y un desarrollo armónico que evitará el que sean
considerados como fuente de problemas o inconvenientes con el correr de los años.
Inconvenientes de los árboles en la ciudad. Naturalmente, como seres vivos y vecinos que son,
generan inconvenientes que la colectividad ha de sufrir, como la estimulación de alergias, las
emisiones de COV (compuestos orgánicos volátiles), la capacidad invasora, los efectos negativos
sobre el pavimento, la presencia de flores, frutos y hojas sobre las aceras… y, como situaciones
excepcionales, los accidentes que pueden causar la caída de ramas o ejemplares. Por ello es tan
necesario tener en cuenta las características de cada especie y llevar a cabo una buena
planificación, hecha por profesionales, diversificando los géneros y evitando los más
problemáticos, así como exigir la continua protección y conservación de los ejemplares, para evitar
accidentes. El objetivo de cualquier municipio ha de ser, por supuesto, conseguir el mayor número
de beneficios, reduciendo los inconvenientes tanto como sea posible.
Ilustración: “ÁRBOLES PARA VIVIR –Plan director del arbolado de Barcelona 2017-2037”
Las líneas estratégicas y las acciones. Las propuestas del Plan director del arbolado de Barcelona
establecen diez líneas estratégicas que se llevan a la práctica por medio de un abanico de acciones
concretas. Estos ámbitos han sido concebidos como una clasificación que permite la mirada
transversal y la sinergia. Esta mirada se amplía también en las medidas planteadas en el Plan del
verde y de la biodiversidad, puesto que ambos planes están íntimamente relacionados. Las líneas
abarcan, tanto el arbolado público de las calles y de los parques y jardines como el arbolado de
propiedad privada.
Ilustración: “ÁRBOLES PARA VIVIR –Plan director del arbolado de Barcelona 2017-2037”
El cuidado y la protección del arbolado en nuestras ciudades es una prioridad para los técnicos
municipales de parques y jardines; asumimos esta responsabilidad de servicio público con
capacidad, rigor y determinación. Sólo necesitamos confianza y respeto en nuestra labor.
Francisco Bergua
Presidente de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos
Jefe del Servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Huesca
Funcionario de carrera e Ingeniero de Montes
18/9/2017