Documentos de Mayo de 1810
Documentos de Mayo de 1810
Documentos de Mayo de 1810
Mayo de 1810
Oficio a su Excelencia
Excelentísimo Señor:
«Noticioso este Ayuntamiento de la consternación general
que habían causado en este pueblo los funestos acaecimientos
de nuestra Península, y que animado de su lealtad y
patriotismo dudaba en su situación actual, y de su suerte
futura, zozobrando en un conjunto de ideas diversas, que
exigían la más pronta combinación para evitar una
fermentación lastimosa; obtuvo de V. E. permiso franco para
convocar, por medio de esquelas, la principal y más sana
parte del vecindario, y que en un Congreso Público,
expresase la voluntad del pueblo, y acordase las medidas más
oportunas para evitar todas desgracias, y asegurar nuestra
suerte venidera: consultando por este medio este
Ayuntamiento el mejor orden y la conservación, integridad
de estos dominios, bajo la dominación del Sr. D. Fernando
VII; y habiéndolo verificado ayer día con toda la solemnidad
que corresponde, y con la dignidad y decoro que es propio de
este pueblo leal y generoso, ha acordado dicho Congreso, a
pluralidad de votos, que V. E. debe cesar en el ejercicio de su
autoridad, y esta recaer en el Ayuntamiento, según aparece
del adjunto certificado del Actuario, el cual servirá a V. E. de
bastante comprobante, en atención a que las circunstancias
críticas y urgentes no dan tiempo a extender testimonio de la
acta. Pero este Ayuntamiento, siguiendo siempre las ideas de
conciliar el respeto de la autoridad con la tranquilidad
pública, ha deliberado, como único medio para conseguirlo,
el nombrarle a V. E. acompañados en el ejercicio de sus
funciones, hasta que convocada —32→ la Junta general
del virreinato, resuelva lo que juzgue conveniente. Lo que
participa a V. E. para su perfecta inteligencia. Dios guarde a
V. E. muchos años. Sala Capitular de Buenos Aires mayo 23
de 1810.
Exmo. Sr.
Juan José Lezica - Martín Gregorio Yañiz - Manuel Mancilla -
Manuel José de Ocampo - Juan de Llano -Jaime Nadal y
Guarda - Andrés Domínguez - Tomás Manuel de Anchorena -
Santiago Gutiérrez - Dr. Julián de Leiva.
Excelentísimo Señor D.
Baltazar Hidalgo de Cisneros».
Y determinaron, que sin perder instantes, se le pase a S. E.
por medio de una diputación, que ha de componerse de los
Señores, D. Manuel José de Ocampo y el Dr. D. Tomás
Manuel de Anchorena: a quienes se encarga muy
especialmente, le hagan comprender el fin que se ha
propuesto este Cabildo con semejante arbitrio, y cuanto
interesa a la quietud pública y a la salud del pueblo el que se
lleve a su término, quedando abierto el acuerdo hasta que
regresen.
Regresaron los Señores Diputados y expusieron, que el
Exmo. Sr. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros se había allanado
de palabra, no sólo al arbitrio que se le proponía, sino
también a no tomar la menor parte en el mando, siempre que
ello se considerase necesario para la quietud pública, bien y
felicidad de estas provincias, pero que juzgaba por muy
conveniente el que se tratase el asunto con los Comandantes
de los cuerpos de esta guarnición, respecto a que la
resolución del Exmo. Cabildo, no parecía en todo conforme
con los deseos del pueblo, manifestados por mayoría de
votos: y que de cualquier modo estaba resignado en la
voluntad del Ayuntamiento, a quien dirigía la contestación
que entregaban, y es del tenor siguiente.
Contestación de su Excelencia
«Siempre han sido los deseos más vivos de mi corazón el
sacrificar los intereses todos, por mantener y conservar la
felicidad y seguridad de todos los pueblos y provincias, que la
dignación de nuestro muy amado Soberano, el Sr. D.
Fernando VIL, tuvo a bien poner bajo —33→ inmediato
mando. En este concepto, y atentas las extraordinarias
circunstancias que V. E. me manifiesta en su oficio de hoy,
me presto desde luego a adoptar el medio que me propone,
atento a que considera ser el único capaz de restablecer la
tranquilidad pública, y la confianza general, en que tanto me
intereso, y de la que he dado, hasta ahora pruebas tan
constantes: conciliando al mismo tiempo los respetos debidos
a la dignación en mi empleo, al Rey a quien represento y al
honor que tan dignamente ha sabido sostener siempre esta
Capital y sus fieles habitantes.
Dios guarde a V. E. muchos años. Buenos Aires 23 de mayo
de 1810.
—39→
Oficio de la Exma. Junta
Exmo. Señor:
«En el primer acto que ejerce esta Junta gubernativa, ha sido
informada por dos de sus Vocales de la agitación en que se
halla alguna parte del pueblo, por razón de no haberse
excluido al Exmo. Señor Vocal Presidente del mando de las
armas: lo que no puede ni debe ser, por muchas razones de la
mayor consideración. Esto le causa imponderable
sentimiento, y motiva a trasladarlo a su conocimiento, para
que proceda a otra elección en sujetos que puedan merecer la
confianza del pueblo, supuesto que no se la merecen los que
constituyen la presente Junta; creyendo que será el medio de
calmar la agitación y efervescencia que se ha renovado entre
las gentes. La resolución es de urgentísima expedición; de
modo que, sin pérdida de instantes, será preciso que V. E. se
junte en Cabildo y se expida como corresponde: en la
inteligencia de considerarse con el poder devuelto.
Dios guarde a V. E. muchos años. Buenos Aires, 24 de mayo
de 1810.
Baltazar Hidalgo de Cisneros - Cornelio de Saavedra - Dr. Juan
Nepomuceno Sola - Dr. Juan - José Castelli - José Santos de
Inchaurregui.
Exmo. Sr. Cabildo, Justicia y Regimiento de esta Capital».
—40→
Y los Señores, reflexionando que la Exma. Junta, desde su
instalación celebrada con toda solemnidad el día de ayer,
recibió la autoridad que residía en este Ayuntamiento, y
antes obtenía el Exmo Sr. Virrey; que se halla sin facultades
para renunciarla; que lo que en su concepto solicita alguna
parte del pueblo, no debe influir a la menor innovación; y
que teniendo el mando de las armas, está estrechada a
sujetar con ellas esa parte descontenta; acordaron, se le
conteste sin pérdida de instantes, en estos términos:
haciéndola responsable de lo contrario de las consecuencias
que pueda causar cualquiera variación en lo resuelto. Y en el
acto se le pasó oficio del tenor siguiente.
Oficio del cabildo a la Junta
Exmo. señor:
«Desde que los individuos de esa respetable Junta prestaron
el juramento de desempeñar fiel y legalmente el cargo que se
les ha conferido por este Ayuntamiento, en virtud de las
facultades que le confió el pueblo, V. E. se ha encargado de la
autoridad que residió en este Ayuntamiento, y que
anteriormente obtenía el Exmo. Sr. Virrey; de la cual no
tiene V. E. facultad para desprenderse. En esta atención, y de
que lo que solicita alguna parte del pueblo en concepto de V.
E., no puede ni debe ser, por muchas razones de la mayor
consideración; teniendo V. E. las fuerzas a su disposición,
está en la estrecha obligación de sostener su autoridad,
tomando las providencias más activas y vigorosas para
contener esa parte descontenta: y de lo contrario este
Ayuntamiento hace responsable a V. E. de las funestas
consecuencias que pueda causar cualquiera variación en lo
resuelto.
Dios guarde a V. E. muchos años. Sala Capitular de Buenos
Aires, y Mayo 25 de 1810.
Exmo. Señor:
Juan José Lezica - Martín Gregorio Yaniz - Manuel Mancilla -
Manuel José de Ocampo - Juan de Llano - Jaime Nadal y
Guarda - Andrés Domínguez - Tomás Manuel de Anchorena -
Santiago Gutierrez - Dr. Julián de Leiva.
Exmo. Sr. Presidente y Vocales de la Junta Superior
provisional gubernativa».
—41→
En estas circunstancias ocurrió multitud de gente a los
corredores de las casas capitulares, y algunos individuos en
clase de Diputados, previo el competente permiso, se
personaron en la Sala, exponiendo, que el pueblo se hallaba
disgustado y en conmoción; que de ninguna manera se
conformaba con la elección de Presidente Vocal de la Junta,
hecha en el Exmo. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros, y mucho
menos con que estuviese a su cargo el mando de las armas;
que el Exmo. Cabildo, en la erección de la Junta y su
instalación, se había excedido de las facultades que a
pluralidad de votos se le confirieron en el Congreso general;
y que, para evitar desastres que ya se preparaban según el
fermento del pueblo, era necesario tomar prontas
providencias y variar la resolución comunicada al pueblo por
bando. Los Señores procuraron serenar aquellos ánimos
acalorados, y les suplicaron aquietasen la gente que ocupaba
los corredores; en la inteligencia que, si el Cabildo había
procedido a erigir la Junta en el modo que aparecía del
bando, fue por haberse considerado con facultades a virtud
de las que le confirió el Congreso a pluralidad de votos, y por
haber creído que aquel era el medio más adecuado a nuestra
seguridad y defensa, y a la conservación de estos dominios.
Que sin embargo de todo, meditaría sobre el asunto con la
reflexión y madurez que exigía por sus circunstancias, que
estuviese cierto el pueblo, que a su Representante no le
animaban otras miras que las del mejor bien y felicidad de
esas Provincias. Con lo que se despidieron los precitados
individuos, suplicando que no se perdieran momentos, pues
de lo contrario podrían resultar desgracias demasiado
sensibles y de nota para el pueblo de Buenos Aires.
Con estos datos volvieron los Señores a tratar de la materia,
y después de varias reflexiones vinieron a convenir en que
cualquiera innovación, en lo resuelto el día de ayer,
produciría males de la mayor entidad, pues que los pueblos
del virreinato, y aun los del continente, entrarían en
desconfianzas al observar una tan repentina variación: y al
ver que al Jefe de estas Provincias no se le dejaba la menor
autoridad, sería consiguiente la división, y este el primer
eslabón de nuestra cadena. Que la insistencia de una parte
descontenta del pueblo no debía exponernos a consecuencias
de tanto bulto, y era necesario contenerla por medio de la
fuerza: pero que, estando esta a cargo de los Comandantes
de los cuerpos, era también preciso explorar nuevamente su
ánimo, no obstante que el día de ayer se comprometieron a
sostener resolución y la autoridad de donde dimanaba. En
cuya virtud acordaron, se cite a todos en el acto, para que
inmediatamente comparezcan en esta Sala Capitular: y se les
pasó la esquela siguiente.
—42→
Esquela
«Ofreciéndose tratar asunto muy urgente e interesante al
bien común en este Cabildo, suplica a V. S. con el mayor
encarecimiento se digne concurrir a su Sala Capitular, hoy
25 a las 9 y media de la mañana precisamente: a lo que
quedará reconocido».
Comparecieron puntualmente a la hora señalada los
Señores: D. Francisco Orduña, Comandante de Artillería; D.
Bernardo Lecog, de Ingenieros, D. José Ignacio de la
Quintana, de Dragones; D. Estevan Romero, segundo de
Patricios; D. Pedro Andres García, de Montañeses; D.
Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, de Arribeños; D. Juan
Florencio Terrada, de Granaderos de Fernando VII; D.
Manuel Ruiz, de Naturales; D. Gerardo Esteve y Llac, de
Artilleros de la Unión; D. José Merelo, de Andaluces; D.
Martín Rodríguez, de Húsares del Rey; Lucas Vivas, del
segundo escuadrón de Húsares; D. Pedro Ramón Núñez, del
tercero; D. Alejo Castex, de Migueletes; y D. Antonio
Luciano Ballesteros, de Quinteros: y habiendo tomado la voz
el caballero Síndico Procurador general, les hizo entender el
conflicto en que se hallaba el Exmo. Cabildo, los males que
iban a resultar siempre en lo resuelto: y recordándoles su
comprometimiento del día anterior, les significó que
expresasen francamente su sentir, si se podría contar con las
armas de su cargo para sostener el Gobierno establecido.
Contestaron todos por su orden, a excepción de los tres
primeros que nada dijeron, que el disgusto era general en el
pueblo y en las tropas por la elección de Presidente, Vocal de
la Junta, hecha en la persona del Exmo. Sr. D. Baltazar
Hidalgo de Cisneros: y algunas, que habían incesantemente
trabajado la noche anterior para contenerlas. Que no solo no
podían sostener el Gobierno establecido, pero ni aun
sostenerse a sí mismos; pues los tenían por sospechosos, ni
aun evitar los insultos que podrían hacerse al Exmo. Cabildo.
Que el pueblo y las tropas estaban en una terrible
fermentación, y era preciso atajar este mal con tiempo,
contrayendo a él solo por ahora los primeros cuidados;
porque así lo exigía la suprema ley, sin detenerse en los
demás que se temían y recelaban. Estando en esta sesión, las
gentes que cubrían los corredores dieron golpes por varias
ocasiones a la puerta de la Sala Capitular, oyéndose los voces
de que querían saber lo que se trataba: y uno de los Señores
Comandantes, D. Martín Rodríguez, tuvo que salir a
aquietarlas. Concluida, la sesión, en la que dichos Señores
Comandantes ratificaron su primer concepto y cuanto
habían expresado, se retiraron: y los Señores, conociendo
que en tan apuradas circunstancias no se presentaba otro
arbitrio sino que el Exmo. Señor D. Baltazar Hidalgo de
Cisneros hiciese absoluta dimisión del mando, acordaron,
—43→ que en el momento pase una diputación, compuesta
de los Sres. D. Manuel Marcilla y el Dr. D. Tomás Manuel de
Anchorena, a hacer presente a la Exma. Junta, que nuevas
ocurrencias y muy graves han estrechado a este Cabildo, a
variar de las ideas que manifestó en su oficio de hoy, y que
era de necesidad indispensable para la salud del pueblo, que
el Exmo. Sr. Presidente se separase del mando; y que, en el
caso de avenirse, sea sin protesta alguna para no exasperar
los ánimos: en la inteligencia de que el Cabildo en todo
tiempo lo franqueará cuantos documentos pida de lo
ocurrido, quedando abierto el acuerdo hasta que regrese la
diputación. Regresó ésta, y expuso, que el Exmo. Sr.
Presidente se había prestado a la dimisión del mando: pero
que, para dejar bien puesto su nombre, había querido
hacerlo con protestas: que la diputación entonces le
manifestó los deseos del Cuerpo capitular en esta parte, y se
había avenido a hacer la renuncia llanamente, asegurado con
la oferta del Exmo. Cabildo, que inmediatamente iba a
ponerlo en práctica, y se pasaría aviso de todo. Y los Señores
acordaron se esperen las resultas.
En este estado ocurrieron otras novedades. Algunos
individuos del pueblo, a nombre de este, se personaron en la
Sala, exponiendo que para su quietud y tranquilidad y para
evitar cualesquiera resultas en lo futuro, no tenía por
bastante el que el Exmo. Sr. Presidente se separase del
mando; sino que habiendo formado idea de que el Exmo.
Cabildo en la elección de la Junta se había excedido de sus
facultades, y teniendo noticia cierta de que todos los Señores
Vocales habían hecho renuncia de sus respectivos cargos,
había el pueblo reasumido la autoridad que depositó en el
Exmo. Cabildo, y no quería existiese la Junta nombrada, sino
que se procediese a constituir otra, eligiendo para Presidente
Vocal, y Comandante General de Armas, al Sr. D. Cornelio
de Saavedra; para Vocales, a los Señores, Dr. D. Juan José
Castelli, Licenciado D. Manuel Belgrano, D. Miguel de
Azcuenaga, Dr. D. Manuel Alberti, D. Domingo Mateu y D.
Juan de Larrea; y para Secretarios, a los Doctores D. Juan
José de Passo y D. Mariano Moreno: con la precisa
indispensable cualidad de que, establecida la Junta, debería
publicarse en el término de 15 días una expedición de 500
hombres para las provincias interiores, costeada con la renta
del Señor Virrey, Señores Oidores, Contadores Mayores,
empleados de tabacos y otros que tuviese a bien cercenar la
Junta, dejándoles congrua suficiente para su subsistencia. En
la inteligencia de que esta era la voluntad decidida del
pueblo, y que con nada se conformaría que saliese de esta
propuesta; debiéndose temer en caso contrario resultados
muy fatales. Y los Señores, después de algunas discusiones
con dichos individuos, les significaron que para proceder con
mejor acuerdo, representase el pueblo aquello mismo por
escrito, sin causar el alboroto escandaloso que se notaba: con
lo que se retiraron. Se recibió en el acto un oficio de la —
44→ Exma. Junta gubernativa, fecha de hoy, cuyo tenor es
el siguiente.
Oficio de la Junta
Exmo. Señor:
«Como, después de recibido el oficio de V. E.
correspondiente al que se le dirigió a las nueve y media de la
noche de ayer, se personase a esta Junta provisional
gubernativa la diputación de V. E., manifestando la
necesidad de pasar por el sacrificio de la dimisión del cargo
que se ha conservado y dado al Exmo. Sr. Virrey, como
Vocal Presidente, y prestádose a ello con la mayor
generosidad y franqueza, resignado a mostrar el punto a que
llega su consideración por la tranquilidad pública y
precaución de mayores desórdenes, lo participa a V. E. a fin
de que, calmando las agitaciones de su ánimo, pase a la
elección de Vocal que subrogue al Exmo. Sr. Virrey, D.
Baltazar Hidalgo de Cisneros; y quede entendido que se le
deben guardar las preeminencias del cargo que ha servido, y
los honores correspondientes a su graduación y clase. De
todo lo que se instruye prontamente al público por bando.
Dios guarde a V. E. muchos años. Buenos Aires, 25 de Mayo
de 1810.
Dr. Juan Nepomuceno Sola - Cornelio de Saavedra - Dr. Juan
José Castelli - José Santos de Inchaurregui.
Exmo. Cabildo Justicia y Regimiento de esta Capital».
Y los Señores, con respecto a las ocurrencias ultimamente
sobrevenidas, acordaron se le conteste en el momento,
suplicándole se sirva suspender la publicación del bando,
hasta que este Cabildo le informe de sus últimas
deliberaciones. Y se pasó el oficio, concebido en los términos
siguientes.
Oficio del cabildo a la Junta
Exmo. Señor:
«Enterado este Cabildo, por el oficio que V. E. le ha pasado
en esta —45→ mañana de la dimisión hecha por el Exmo.
Sr. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros del cargo que se lo
confirió de Vocal Presidente de la Junta Provisoria
gubernativa, sólo puede contraerse por ahora, con respecto a
las apuradas circunstancias y novedades últimamente
ocurridas, a suplicar a V. E. se digne mandar suspender la
publicación del bando, hasta que por este Cabildo se le
informe de sus últimas determinaciones.
Dios guarde a V. E. muchos años. Sala Capitular de Buenos
Aires, a las 12 y media de la mañana del día 25 de Mayo de
1810.
Exmo. Señor:
Juan José Lezica - Martín Gregorio Yaniz - Manuel Mancilla -
Manuel José de Ocampo - Juan de Llano - Jaime Nadal y
Guarda - Andrés Domínguez - Tomás Manuel de Anchorena -
Santiago Gutierrez - Dr. Julián de Leiva.
Exmos. Señores Vocales de la Junta Superior de Gobierno».
Después de un largo intervalo de espera, presentaron los
individuos arriba citados el escrito que ofrecieron, firmado
por un número considerable de vecinos, religiosos,
comandantes y oficiales de los cuerpos, vaciando en él las
mismas ideas que manifestaron de palabra. Y los Señores les
advirtieron, que congregasen al pueblo en la plaza, pues que
el Cabildo, para asegurar la resolución, debía oír del mismo
pueblo si ratificaba el contenido de aquel escrito. Ofrecieron
ejecutarlo así, y se retiraron. Al cabo de un gran rato salió el
Exmo. Cabildo al balcón principal, y el caballero Síndico
Procurador general, viendo congregado un corto número de
gentes con respecto al que se esperaba, inquirió que ¿dónde
estaba el pueblo? Y después de varias contestaciones dadas
por los que allí se habían personado, y reconvenciones
hechas por el caballero Síndico, se oyeron entre aquellas las
voces de que, si hasta entonces se había procedido con
prudencia porque la ciudad no experimentase desastres,
sería ya preciso echar mano de los medios de violencia: que
las gentes, por ser hora inoportuna, se habían retirado a sus
casas; que se tocase la campana de Cabildo, y que el pueblo
se congregase en aquel lugar para satisfacción del
Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía uso
de la campana, mandarían ellos tocar generala, y que se
abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que
hasta entonces se había procurado evitar. Y los Señores,
viéndose conminados de esta suerte, y con el fin de evitar la
menor efusión de sangre, que sería una nota irreparable
para un pueblo que tenía dadas tan incontrastables pruebas
de su lealtad, nobleza y generosidad, determinaron, que por
mí, el actuario, se leyese en —46→ altas e inteligibles voces
el pedimento presentado, y que los concurrentes expresasen
si era aquella su voluntad.
Se leyó el pedimento, y gritaron a una: que aquello era lo que
pedían, y lo único que querían se ejecutase. Seguidamente se
leyeron varios capítulos que había meditado el Exmo.
Cabildo para el caso en que se hiciese lugar a la erección de
la nueva Junta. Primero, que se encargaría a esta celase
sobre el orden y la tranquilidad pública, haciéndola
responsable en caso contrario: contestaron de conformidad.
Segundo, que el Cabildo velaría sobre la conducta de los
Vocales, y los removería siempre que no fuese arreglada:
contestaron, que esto debería ser con justificación de causa y
conocimiento del pueblo. A que repuso el caballero Síndico,
que el Exmo. Cabildo no procedería sin causa y sin
manifestarla: y callaron. Tercero, que la Junta debería
nombrar quien ocupase cualquiera vacante por remoción,
renuncia, muerte, ausencia o enfermedad: contestaron de
acuerdo. Cuarto, que la Junta no podría imponer pechos,
gravámenes y contribuciones al vecindario, sin consulta y
consentimiento del Cabildo: contestaron de conformidad.
Con lo que los Señores se retiraron a la Sala, trataron sobre
las circunstancias críticas en que se hallaba el Cabildo,
precisado a ceder a la violencia y con una precipitación sin
término por evitar los tristes efectos de una conmoción
declarada y las funestas consecuencias que asoman, tanto por
lo que acaba de oírse, como por el hecho notorio de haber
sido arrancados hoy públicamente los bandos que se fijaron,
relativos a la elección e instalación de la primera Junta: y en
vista de todo acordaron, que sin pérdida de instantes se
establezca nueva Junta por acta separada y sencilla,
eligiéndose para ella de Vocales los mismos individuos que
han sido nombrados de palabra, en papeles sueltos, y en el
escrito presentado por los que han turnado, la voz del
pueblo, archivándose esos papeles y el escrito para
constancia en todo tiempo. Que sin pérdida de instantes, en
precaución de que sobrevenga la noche, se proceda a la
instalación de la Junta, y se publique el bando, sin detenerse
en las fórmulas que se observaron para la instalación de la
primera, porque estrechan los momentos: citándose
únicamente a los Señores Vocales, y a los Ministros, Jefes,
Prelados y Comandantes que puedan ser habidos en tan
limitado tiempo. Con lo que se concluyó la acta, que
firmaron dichos Señores, de que doy fe.
Juan José Lezica - Martín Gregorio Yaniz - Manuel Mancilla -
Manuel José de Ocampo - Juan de Llano - Jaime Nadal y
Guarda - Andrés Dominguez - Tomás Manuel de Anchorena -
Santiago Gutierrez - Dr. Julián de Leiva - Licenciado, D.
Justo José Núñez - Escribano público y de Cabildo.
—47→
Acta del día 25 de mayo
En la muy noble y muy leal ciudad de la Santísima Trinidad,
Puerto de Santa María de Buenos Aires, 25 de Mayo de 1810:
los Señores del Exmo. Cabildo, Justicia y Regimiento, a
saber, D. Juan José de Lezica y D. Martín Gregorio Yaniz,
Alcaldes ordinarios de primero y segundo voto; Regidores D.
Manuel Mancilla, Alguacil Mayor, D. Manuel José de
Ocampo, D. Juan de Llano, D. Jaime Nadal y Guarda, D.
Andrés Dominguez, D. Tomás Manuel de Anchorena, D.
Santiago Gutierrez, y el Dr. D. Julián de Leiva, Síndico
Procurador general; se enteraron de una representación que
han hecho a este Exmo. Cabildo un considerable número de
vecinos, los Comandantes y varios oficiales de los cuerpos
voluntarios de esta capital, por sí y a nombre del pueblo; en
que, indicando haber llegado a entender que la voluntad de
este resiste la Junta y Vocales que este Exmo. Ayuntamiento
se sirvió erigir y publicar, a consecuencia de las facultades
que se te confirieron en el Cabildo abierto de 22 del
corriente; y porque puede, habiendo reasumido la autoridad
y facultades que confirió, y mediante la renuncia que ha
hecho el Sr. Presidente nombrado y demás Vocales, revocar
y dar por de ningún valor la Junta erigida y anunciada con el
bando de ayer, 21 del corriente; la revoca y anula: y quiere
que este Exmo. Cabildo proceda a hacer nueva elección de
Vocales que haya de constituir la Junta de Gobierno; y han
de ser, los Señores D. Cornelio de Saavedra, Presidente de
dicha Junta, y Comandante general de Armas, el Dr. D. Juan
José Castelli, el Dr. D. Belgrano, D, Miguel Azcuenaga, Dr.
D. Manuel Alberti, D: Domingo Mateu y D. Juan Larrea, y
Secretarios de ella los Doctores, D. Juan José Passo y D.
Mariano Moreno, cuya elección se deberá manifestar al
pueblo por medio de otro bando público; entendiéndose ella
bajo la expresa y precisa condición de que, instalada la
Junta, se ha de publicar en el término de quince días una
expedición de 500 hombres para auxiliar las provincias
interiores del reino; la cual haya de marchar a la mayor
brevedad, costeándote esta con los sueldos del Exmo. Sr. D.
Baltazar Hidalgo de Cisneros, Tribunales de la Real
Audiencia Pretorial de Cuentas, de la Renta de tabacos, con
lo demás que la Junta tenga por conveniente cercenar: en
inteligencia, que los individuos rentados no han de quedar
absolutamente incongruos, porque esta es la Manifiesta
voluntad del pueblo. Y los Señores, habiendo salido al balcón
de estas casas capitulares, y oído que el pueblo ratificó por
aclamación el contenido de dicha pedimento o
representación, después de haberse leído por mí en altas e
inteligibles voces, acordaron: que debían mandar y
mandaban, se erigiese una nueva Junta de Gobierno,
compuesta de los Señores expresados en la representación de
que se ha hecho referencia, y —48→ en los mismos
términos que de ella aparece, mientras se erige la Junta
general del virreinato. Lo segundo, que los Señores, que
forman la precedente corporación, comparezcan sin pérdida
de momentos en esta Sala Capitular a prestar el juramento
de usar bien y fielmente sus cargos, conservar la integridad
de esta parte de los dominios de América a nuestro amado
Soberano, el Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores, y
observar puntualmente las leyes del reino. Lo tercero, que
luego que los referidos Señores presten el juramento, sean
reconocidos por depositarios de la autoridad superior del
virreinato, por todas las corporaciones de esta capital y su
vecindario, respetando y obedeciendo todas sus
disposiciones, hasta la congregación de la Junta general del
virreinato; bajo las penas que imponen las leyes a los
contraventores. Lo cuarto, que la Junta ha de nombrar quien
deba ocupar cualquiera vacante por renuncia, muerte,
ausencia, enfermedad o remoción. Lo quinto, que aunque se
halla plenísimamente satisfecho de la honrosa conducta y
buen procedimiento de los Señores mencionados, sin
embargo, para satisfacción del pueblo, se reserva también
estar muy a la mira de sus operaciones, y caso no esperado
que faltasen a sus deberes, proceder a la deposición con
causa bastante y justificada, reasumiendo el Exmo. Cabildo,
para este solo caso, la autoridad que le ha conferido el
pueblo. Lo sexto, que la nueva Junta ha de celar sobre el
orden y la tranquilidad pública, y seguridad individual de
todos los vecinos, haciéndosele, como desde luego se le hace,
responsable de lo contrario. Lo séptimo, que los referidos
Señores, que componen la Junta provisoria, queden
excluidos de ejercer el poder judiciario, el cual se refundirá
en la Real Audiencia, a quien se pasarán todas las causas
contenciosas que no sean de gobierno. Lo octavo, que esta
misma Junta ha de publicar todos los días primeros del mes,
un estado en que se dé razón de la administración de Real
Hacienda. Lo nono, que no pueda imponer contribuciones, ni
gravámenes al pueblo o sus vecinos sin previa consulta y
conformidad de este Exmo. Cabildo. Lo décimo, que los
referidos Señores despachen sin pérdida de tiempo órdenes
circulares a los Jefes de lo interior y demás a quienes
corresponda, encargándoles muy estrechamente, y bajo de
responsabilidad, hagan que los respectivos, Cabildos de cada
uno convoquen por medio de esquelas la parte principal y
más sana del vecindario, para que, formado un Congreso de
solos los que en aquella forma hubiesen sido llamados, elijan
sus Representantes, y estos hayan de reunirse a la mayor
brevedad en esta Capital para establecer la forma de
gobierno que se considere más conveniente. Lo undécimo,
que elegido así el Representante de cada ciudad o villa, tanto
los electores como los individuos capitulares, le otorguen
poder en pública forma, que deberán manifestar cuando
concurran a esta Capital, a fin de que se verifique su
constancia; jurando en dicho poder no reconocer —49→
otro soberano que al Sr. D. Fernando VII y sus legítimos
sucesores según el orden establecido por las leyes, y estar
subordinado al gobierno que legítimamente les represente.
Cuyos capítulos mandan se guarden y cumplan precisa y
puntualmente: reservando a la prudencia y discreción de la
misma Junta el que tome las medidas más adecuadas para
que tenga debido efecto lo determinado en el artículo diez,
como también el que designe el tratamiento, honores y
distinciones del cuerpo y sus individuos y que para que llegue
a noticia de todos, se publique esta acta por bando
inmediatamente, fijándose en los lugares acostumbrados. Y
lo firmaron, de que doy fe.
Juan José Lezica - Martín Gregorio Yaniz - Manuel Mancilla -
Manuel José de Ocampo - Juan de Llano - Jaime Nadal y
Guarda - Andrés Domínguez - Tomás Manuel de Anchorena -
Santiago Gutiérrez - Dr. Julián Leiva - Licenciado, D. Justo
José Nuñez, Escribano público y de Cabildo.
—51→
Actas posteriores de la instalación
de la Junta
Proclama
Tenéis ya establecida la autoridad que remueve la
incertidumbre, de las opiniones y calma todos los recelos. Las
aclamaciones generales manifiestan vuestra decidida
voluntad; y sólo ella ha podido resolver nuestra timidez a
encargarnos del grave empeño a que nos sujeta el honor de la
elección. Fijad, pues, vuestra confianza, y aseguraos de
nuestras intenciones. Un deseo eficaz, un celo activo, y una
contracción viva y asidua a proveer, por todos los medios
posibles, la conservación de nuestra, Religión Santa, la
observancia de las leyes que nos rigen, la común prosperidad
y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y
adhesión a nuestro muy amado Rey, el Sr. D. Fernando VII y
sus legítimos sucesores en la corona de España; ¿no son estos
vuestros sentimientos? Esos mismos son los objetos de
nuestros conatos. Reposad en nuestro desvelo y fatigas; dejad
a nuestro cuidado todo lo que en la causa pública dependa de
nuestras facultades y arbitrios, y entregaos a la más estrecha
unión y conformidad recíproca en la tierna efusión de estos
afectos. Llevad a las Provincias todas de nuestra
dependencia, y aun más allá, si puede ser, hasta los últimos
términos de la tierra, la persuasión del ejemplo de vuestra
cordialidad, y del verdadero interes con que todos debemos
cooperar a la consolidación de esta importante obra. Ella
afianzará de un modo estable la tranquilidad y bien general
a que aspiramos. Real Fortaleza de Buenos Aires, a 26 de
Mayo de 1810.
Cornelio de Saavedra - Dr. Juan José Castelli - Manuel
Belgrano - Manuel de Azcuénaga - Dr. Manuel Alberti -
Domingo Mateu - Juan Larrea - Dr. Juan José Passo, Secretario
- Dr. Mariano Moreno, Secretario.
—52→
La Junta Provisional Gubernativa de la
capital de Buenos Aires
Circular
Los desgraciados sucesos de la Península han dado más
ensanches a la ocupación bélica de los franceses sobre su
territorio, hasta aproximarse a las murallas de Cádiz y dejar
desconcertado el cuerpo representativo de la soberanía, por
falta del Sr. Rey D. Fernando VII: pues que, dispersada de
Sevilla, y acusada de malversación de sus deberes por aquel
pueblo, pasó en el discurso de su emigración y dispersión a
constituir, sin formalidad ni autoridad, una Regencia, de la
que nadie puede asegurar que sea centro de la unidad
nacional y depósito firme del poder del Monarca, sin
exponerse a mayores convulsiones que las que cercaban el
momento vicioso y arriesgado de su instalación. No es
necesario fijar la vista en el término a que puedan haber
llegado las desgracias de los pueblos de la Península, tanto
por la fortuna de las armas invasoras, cuanto por la falta o
incertidumbre de un gobierno legítimo y supremo al que se
deben referir y subordinar los demás de la nación, que, por
la dependencia forzosa que los estrecha al orden y seguridad
de la asociación, tienen su tendencia a la felicidad presente, y
a la precaución de los funestos efectos de la división de las
partes del estado, que temen con razón todo lo que puede
oponerse a la mejor suerte en los dominios de América.
El pueblo de Buenos Aires, bien cierto del estado lastimoso
de los dominios europeos de S. M. C. el Sr. D. Fernando VII;
por lo menos incierto del gobierno legítimo soberano en la
representación de la Suprema Junta Central disuelta ya, y
más en la Regencia que se dice constituida por aquella, sin
facultades, sin sufragios de la América, y sin instrucción de
otras formalidades que debían acceder al acto; y sobre todo,
previendo, que no anticipándose las medidas que deben
influir en la confianza y opinión pública de los dominios de
América, faltaría el principio de un gobierno indudable por
su origen, estimó desplegar la energía que siempre ha
mostrado para interesar su lealtad, celo y amor por la causa
del Rey Fernando, removiendo los obstáculos que la
desconfianza, incertidumbre y desunión de opiniones
podrían crear en el momento más crítico que amenaza,
tomando a la América desapercibida de la base sólida del
gobierno que pudiese determinar su suerte en el continente
americano español.
Manifestó los deseos más decididos por que los pueblos
mismos recobrasen —53→ los derechos originarios de
representar el poder, autoridad y facultades del Monarca,
cuando este falta, cuando este no ha provisto de Regente, y
cuando los mismos pueblos de la matriz han calificado de
deshonrado al que formaron, procediendo a sostituirle
representaciones rivales que disipan los tristes restos de la
ocupación enemiga. Tales conatos son íntimamente unidos
con los deseos honrosos de su seguridad y felicidad, tanto
interna como externa, alejando la anarquía y toda
dependencia de poder ilegítimo; cual podía ser sobre ineficaz
para los fines del instituto social, cualquiera que se hubiese
levantado en el tumulto y convulsiones de la Península,
después de la dispersión y emigración de los miembros de la
Junta Suprema Central.
Cuando estas discusiones se hacen en sesiones de hombres
desencontrados, son expuestas a las consecuencias de una
revolución, y exponen a que quede acéfalo el cuerpo político:
pero si se empeñan por el orden y modo regular de los
negocios gravísimos, no pueden menos de conducir como por
la mano, a la vista del efecto que se desea. Tal ha sido la
conducta del pueblo de Buenos Aires en propender a que
examinase si, en el estado de las ocurrencias de la Península,
debía subrogarse el mando superior de gobierno de las
provincias del virreinato en un Junta Provisional, que
asegurase la confianza de los pueblos y velase sobre su
conservación contra cualesquier asechanzas, hasta reunir les
votos de todos ellos, en quienes recae la facultad de proveer
la representación del Soberano.
El Exmo. Cabildo de la Capital, con anuencia del Exmo.
Señor Virrey, a quien informó de la general agitación,
agravada con el designio de retener el poder del gobierno,
aun notoriada que fuese la pérdida total de la Península y su
gobierno, como expresa la proclama de 18 del corriente,
convocó la más sana parte del pueblo en Cabildo general
abierto, donde se discutió y votó públicamente el negocio más
importante por su fundamento para la tranquilidad,
seguridad y felicidad general: resultando de la comparación
de sufragios la mayoría con exceso por la subrogación del
mando del Exmo. Sr. Virrey en el Exmo. Cabildo, ínterin se
ordenaba una Junta Provisional de gobierno, hasta la
congregación de la general de las Provincias: voto, que fue
acrecentado y aumentado con la aclamación de las tropas y
numeroso resto de habitantes.
Ayer se instaló la Junta en un modo y forma que ha dejado
fijada la base fundamental sobre que debe elevarse la obra
de la conservación de estos dominios al Sr. D. Fernando VII.
Los ejemplares impresos de los adjuntos bandos, y la noticia
acreditada en bastante forma, que el Exmo. Cabildo, y aun el
Exmo. Sr. Virrey, que fue D. Baltazar Hidalgo de Cisneros,
dan a Vd. no dejan duda a esta Junta de que será mirada —
54→ por todos los jefes, corporaciones, funcionarios
públicos y habitantes de todos los pueblos del virreinato,
como centro de la unidad, para formar la barrera
inexpugnable de la conservación íntegra de los dominios de
América a la dependencia del Sr. D. Fernando VII, o de
quien legítimamente le represente. No menos espera que
contribuirán los mismos a que, cuanto más antes sea posible,
se nombren y vengan a la capital los Diputados que se
enuncian para el fin expresado en el mismo acto de
instalación: ocupándose con el mayor esfuerzo, en mantener
la unión de los pueblos, y en consultar la tranquilidad y
seguridad individual; teniendo consideración a que la
conducta de Buenos Aires muestra que, sin desorden y sin
vulnerar la seguridad, puede obtenerse el medio de
consolidar la confianza pública y su mayor felicidad.
Es de esperar que cimentado este paso, si llega el desgraciado
momento, de saberse sin duda alguna la pérdida absoluta de
la Península, se halle el distrito del virreinato de Buenos
Aires sin los graves embarazos que por la incertidumbre, y
falta de legítima representación del Soberano en España a la
ocupación de los franceses, la pusieron en desventaja para
sacudirse de ellos: puesto que, tanto como el enemigo
descubierto invasor, debe temerse y precaverse el que desde
lo interior promueve la desunión, proyecta la rivalidad y
propende a introducir el conflicto de la suerte política no
prevenida. Cuente Vd. con todo lo que penda de los esfuerzos
de esta Junta, cuyo desvelo por la conservación del orden y
sistema nacional se mostrará por los efectos. Este ha sido el
concepto de proponer el pueblo al Exmo. Cabildo la
expedición de los hombres para lo interior, con el fin de
proporcionar auxilios militares para hacer observar el orden,
si se teme que sin él no se harían libre y honradamente las
elecciones de Vocales Diputados, conforme a, lo prevenido en
el artículo X del bando citado, sobre que hace esta Junta los
más eficaces encargos por su puntual observancia y la del
artículo XI.
Asimismo importa que Vd. quede entendido, que los
Diputados han de irse incorporando en esta Junta conforme
y por el orden de su llegada a la capital, para que así se
hagan de la parte de confianza pública que conviene al mejor
servicio del Rey y gobierno de los pueblos; imponiéndose,
con cuanta anticipación conviene a la formación de la
general, de los graves asuntos que tocan al gobierno. Por lo
mismo, se habrá de acelerar el envío de Diputados;
entendiendo deber ser uno por cada ciudad o villa de las
Provincias, considerando que la ambición de los extranjeros
puede excitarse a aprovechar la dilación en la reunión, para
defraudar a S. M. los legítimos derechos que se trata de
preservar.
Servirá a todos los pueblos del virreinato de la mayor
satisfacción —55→ el saber, como se lo asegura la Junta,
que todos los Tribunales, Corporaciones, Jefes y Ministros
de la capital, sin excepción, han reconocido la Junta, y
prometido su obediencia para la defensa de los augustos
derechos del Rey en estos dominios: por lo cual es tanto más
interesante que este ejemplo empeñe los deseos de Vd. para
contribuir en estrecha unión a salvar la patria de las
convulsiones que la amenazan, si no se prestasen las
Provincias a la unión y armonía que debe reinar entre
ciudadanos de un mismo origen, dependencia e intereses. A
esto se dirigen los conatos de esta Junta; a ello los ruegos del
pueblo principal del virreinato, y a lo mismo se le excita, con
franqueza de cuantos auxilios y medios pendan de su
arbitrio, que serán dispensados prontamente en obsequio del
bien y concentración de los pueblos. Real Fortaleza de
Buenos Aires, a 2 de Mayo de 1810.
Cornelio de Saavedra - Dr. Juan José Castelli - Manuel
Belgrano - Miguel de Azcuénaga - Dr. Manuel Alberti -
Domingo Mateu - Juan Larrea - Dr. Juan José Passo, Secretario
- Dr. Mariano Moreno, Secretario.