Prácticas de Enseñanza Que Promueven
Prácticas de Enseñanza Que Promueven
Prácticas de Enseñanza Que Promueven
ISSN: 1510-2432
[email protected]
Universidad ORT Uruguay
Uruguay
Charbonier, Milena
Prácticas de enseñanza que promueven la formación de niños lectores. Un desafío de la
era digital
Cuadernos de Investigación Educativa, vol. 2, núm. 17, 2010, pp. 99-124
Universidad ORT Uruguay
Montevideo, Uruguay
Milena Charbonier**
Resumen
Este artículo analiza las respuestas que está dando nuestra Escuela a la crisis de la lectura
que afecta no sólo a nuestro país sino al llamado mundo Occidental, y que es considerada
producto de una crisis mucho más profunda: la de la cultura.
La investigación, llevada a cabo entre 2008 y 2009 en una localidad del interior, revela
la fragilidad del cimiento en que se instala el maestro, con Planes y Programas que le son
impuestos sin verdaderas instancias previas de preparación y discusión, inermes ante los
desafíos de una sociedad siempre demandante y poco dispuesta a reconocer los esfuerzos
que significa enseñar a sus alumnos a “aprender a aprender” o “aprender para la vida”. También
rescata las buenas prácticas que promueven la formación de niños lectores en una sociedad
marcada por la fuerte presencia de las TIC en la Educación.
Abstract
The present article analyses the answers our School System is giving to the crisis in reading;
a crisis that not only affects our country, but the so called Western World, considering such
crisis as the result of a much deeper one; that of culture.
The research, carried out between 2008 and 2009 in a location in mid-country reveals how
weak are the foundations on which teachers stand: imposed Plans and Programs with no
proper previous study or discussion, a reality that renders school teachers helpless face to the
challenges of a society that is over-demanding though unwilling to acknowledge their efforts in
teaching their students how to “learn to learn”, or to “learn for life”.
It also rescues some good practices that promote “readers” -children with reading habits-, in
a society marked by the strong presence of ICT in Education.
Introducción
En las últimas décadas nuestras sociedades ven con preocupación el avance de una situación
de crisis de la lectura, que no puede disociarse de una mayor: la crisis de la cultura, fenómeno
de carácter internacional. Jean Hébrard (2000) señala que surge a principios de la década de
los 50, cuando los sistemas educativos, heredados de los estados del siglo anterior, empiezan a
ser considerados incapaces de formar al lector moderno. En esa época se denunciaba también
otro fenómeno: la desaparición de la cultura humanística.
La lectura es una actividad personal, familiar, social y cultural. La formación de lectores
tiene mucho que ver con el contexto familiar y la socialización a lo largo de la infancia y la
adolescencia. Sin embargo, la familia no siempre ha aceptado esta responsabilidad. La escuela
primaria se convirtió en el espacio institucional en el que los niños se forman en la lectura,
aunque durante mucho tiempo sólo se preocupó por enseñar el mecanismo, devolviendo a la
familia la tarea de crear el hábito lector. El problema se hizo irremediablemente visible cuando
esos niños no lectores, devenidos en padres no lectores, debieron afrontar tal compromiso.
En el prólogo de "Aprender sí, pero ¿cómo?" (1992), Ph. Meirieu se refiere a las funciones
específicas de la escuela y reconoce que, si bien no es el único lugar donde se aprende, sí es
el lugar donde se realizan los aprendizajes básicos que condicionan todo lo demás y que nos
proporciona las referencias culturales imprescindibles para adquirir nuestra identidad cultural.
Dentro del campo de la didáctica, las buenas prácticas o buena enseñanza han adquirido un
significado propio. Fenstermacher (1986, en Wittrock) considera que el uso del adjetivo "buena"
en el concepto no significa simplemente "con éxito” sino que tiene fuerza moral y epistemológica.
Desde el punto de vista moral, la buena enseñanza refiere a aquellas acciones docentes que
pueden justificarse basándose en principios morales, y que son capaces de provocar acciones
de principio por parte de los estudiantes. Desde el punto de vista epistemológico, es buena si
lo que se enseña es racionalmente justificable y digno de que el alumno lo conozca, lo crea
o lo entienda.
Concepto de lectura
Son variados los conceptos que se manejan al hablar de la lectura. Kenneth Goodman (1990)
enfatiza en que sin significado no hay lectura. Este especialista precisa que el sentido que va
a dar el lector al texto leído va a depender de factores tales como el propósito del lector, su
cultura social, sus conocimientos previos. Sintetizando su pensamiento, Goodman dice que
toda lectura es interpretación, y lo que el lector es capaz de comprender y aprender a través de
la lectura depende de lo que conoce y cree antes de ella. Es por ello que diferentes personas
leyendo el mismo texto variarán en lo que comprendan de él, de acuerdo a sus contribuciones
personales al significado, ya que sólo pueden interpretar basándose en lo que conocen.
Michèle Petit insiste en el rol que le cabe al entorno familiar del niño en su proceso de
aprendizaje. Ella ha destacado la lectura como creadora de sentidos, reforzadora de identidades
y reparadora de las cicatrices que algunos hechos personales, familiares o colectivos dejan
en los seres humanos. Ha dirigido sus investigaciones intentando descubrir de qué manera,
apropiándose de textos, las personas “elaboran un espacio de libertad a partir del cual pueden
darle sentido a sus vidas, y encontrar la energía para escapar de los callejones sin salida en los
que estaban bloqueados" (Petit, 2001, 31). Según Patricia Ratto (2003, 25) "leer es construir
sentido". La novedad de esta definición es la actitud del lector, que abandona su pasividad
para construir. El sentido no está en el texto ni en la lejana intención del autor.
En una entrevista para la revista Monitor, Emilia Ferreiro deja claro que se sigue leyendo
pero que el verbo leer tiene nuevas connotaciones. Recuerda que la lectura en pantalla difiere
de la lectura de un texto impreso por su falta de "materialidad", la presentación vertical de la
página, la ausencia de página en el sentido estricto y hasta por la forma de "hojear" cuando
se exploran hipertextos.
La enseñanza de la lectura
Isabel Solé (1994, en Quintana, 2004) señala que el proceso de la lectura es interno,
inconsciente, y del que no tenemos pruebas hasta que nuestras predicciones no se cumplen.
Ese proceso debe asegurar que el lector comprende el texto y que puede ir construyendo ideas
sobre el contenido extrayendo de él lo que le interesa. La forma de hacerlo es a través de una
lectura individual, precisa, que avance y retroceda, que le permita detenerse, pensar, relacionar
la información nueva con el conocimiento previo que posee, decidir qué es lo importante y
qué lo secundario.
Silvia Castrillón (1989) destaca la importancia de que el niño viva y aprenda la lectura
como parte de su vida cotidiana, y no sólo como instrumento de aprendizaje escolar, pues el
niño contemporáneo se encuentra sometido a los estímulos de un mundo de imágenes, de
informaciones, de datos, que se le presentan de forma caótica, sin discriminación ni orden. "Es
preciso ofrecerle herramientas de análisis que le permitan organizar la yuxtaposición anárquica
de la información que se ofrece y puntos de partida desde los cuales el niño pueda construir
el conocimiento que controle, analice y critique" (Castillo Burgos, 2002, 2). El libro, el texto
escrito, encontrará allí su primer papel, como instrumento de organización, de comprensión
y de síntesis que "permite al niño tomar posesión de la información, que reafirma su libertad
y su autonomía y que le permite cambiar su papel de receptor pasivo de la información a
interlocutor activo" (Castrillón, citada por Castillo Burgos, 2002, 2). Pero no debe olvidarse
la afirmación de Solé (1994 citada por Quintana, 2004): "leer es mucho más que poseer un
caudal de estrategias. Leer es sobre todo una actividad voluntaria y placentera y enseñar a
leer debe tener esto en cuenta".
Los niños deben ser motivados para aprender. Aprender es su oficio. No pueden dejar de
aprender porque no pueden dejar de crecer. Todos los objetos (materiales o conceptuales) a los
cuales los adultos dan importancia son objeto de atención por parte de los niños. Si perciben
que las letras son importantes para los adultos (sin importar por qué y para qué lo son) van
a tratar de apropiarse de ellas. Las encuestas coinciden en un hecho: si el niño ha estado en
contacto con lectores antes de entrar a la escuela aprenderá más fácilmente a escribir y leer
que aquellos niños que no han tenido contacto con lectores.
Formación de lectores
Educar ciudadanos autónomos, con criterios para tomar decisiones sobre sus destinos, con
avidez por aprender y con comportamientos sociales solidarios, es el objetivo primordial de
los adultos encargados de guiar a los niños. Para lograr esto es necesario remontarse a lo
básico: a la formación de lectores.
Si la intención es lograr que los niños lean y lean con placer, es necesario empezar con
actividades conscientes para promover la lectura mediante "la realización de un conjunto
de acciones sucesivas y sistemáticas de diversa naturaleza, encaminadas todas a despertar
o fortalecer el interés por los materiales de lectura y su utilización cotidiana, no sólo como
instrumentos" (Sergio Andricaín, citado por Martínez Barrientos, 2003, 4).
Por una parte Michèle Petit (2006) propone algunas actividades para que el niño se
convierta más adelante en lector: la familiaridad física precoz con los libros, la posibilidad
de manipularlos para que esos objetos no lleguen a investirse de poder y provoquen temor.
También son importantes los intercambios en torno a esos libros y las lecturas en voz alta, en
donde los gestos de ternura y los colores de la voz se mezclan con las palabras de la lengua
en la narración, aunque especifica que no hay recetas para asegurar la conversión de las
personas a la lectura, sólo factores propicios para el desarrollo de la misma. Por otra parte, la
relación con la lectura tiene que ver con la estructura psíquica y con cierta manera de actuar
respecto a la carencia y a la pérdida. La lectura, y en particular la literaria, tiene que ver con
la experiencia de la carencia y de la pérdida. Cuando uno pretende negar la pérdida, evita la
lectura. O trata de dominarla.
La crisis de la lectura
Emilia Ferreiro (2005) advierte que todos los problemas de la alfabetización comenzaron
cuando se decidió que escribir no era una profesión sino una obligación, y que leer era
una marca de ciudadanía y no de sabiduría. Leer y escribir son, de acuerdo a esta autora,
construcciones sociales. La democratización de la lectura y la escritura vino acompañada de
una radical incapacidad para hacerla efectiva. Se creó una escuela pública obligatoria para
permitir el acceso a los saberes, para formar al ciudadano consciente de sus derechos y sus
obligaciones, pero sigue tratando de enseñar técnicas: del trazado de las letras, de la correcta
oralización del texto.
Ser lector, en la nueva propuesta educativa, es saber obtener información general sobre un
tema, encontrar información específica, entender un manual de instrucciones, disfrutar con
un libro, reconocer y apreciar distintos tipos de texto, tener la oportunidad de elegir lo que le
gusta leer, saber explicar a otro las ideas principales de un texto, realizar inferencias, saber
estudiar y disfrutarlo. "La Escuela debe enseñar al niño a realizar las inferencias que le permitan
identificar la intención del discurso y las voces que aparecen en el mismo, la ideología del autor,
el mensaje global… los subtemas, la información explícita e implícita, así como lo no dicho".
Cuando se pide a la escuela que se apropie de las TIC, pocas veces se tiene en cuenta la
revolución que ello implica: reorganizar los espacios y tiempos, repensar los perfiles de los
docentes, conocer las tecnologías digitales y reconocer los miedos de los adultos en general
y los maestros en particular. Asimismo, deben repensarse las formas de transmisión de los
saberes que se ponen en juego en las aulas. Recordemos que Cullen (2005) habla de la
necesidad de resignificar socialmente a la escuela en un mundo en que los conocimientos
"circulan socialmente desnormalizados". Para que la integración pedagógica de las TIC se
convierta en una oportunidad de inclusión, debe ser pertinente y significativa para quienes
participan de ella.
La nueva metodología se inspira en las teorías constructivistas, según las cuales el alumno
es agente activo de su propio aprendizaje. En la pedagogía tradicional el docente tenía la
respuesta y el alumno se limitaba a reproducirla. Ahora se trata de que el alumno investigue
en busca de respuestas, así podrá producir nuevos aprendizajes de forma autónoma en el
futuro, en el marco de una formación continua; "aprenderá a aprender".
Desde 2001 existe en Uruguay un Programa de Conectividad Educativa que abarca todos los
subsistemas de la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública). Por él se suministró a
los Centros Educativos el equipamiento informático necesario. El Proyecto Ceibal (Conectividad
Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea) se realiza dentro del marco
del Plan de Inclusión y Acceso a la Sociedad de la Información y el Conocimiento que integra
la Agenda Digital del Gobierno para ser aplicado en el ámbito de la ANEP. El mismo procura
facilitar a la mayor parte de los uruguayos, a través de los alumnos de las escuelas públicas,
el acceso a la información computarizada y al trabajo en red entre los domicilios, así como
entre éstos, los maestros y las escuelas (Portal Educativo Ceibal, 4).
Dentro de los objetivos del Programa se encuentra la inclusión digital a fin de disminuir la
brecha digital existente respecto de otros países y de los ciudadanos del país entre sí. Se trata
de incorporar tecnología y accesibilidad a los centros así como garantizar su uso, la formación
docente, la elaboración de contenidos adecuados y la promoción de la participación familiar
y social.
Metodología
La investigación se llevó a cabo en una ciudad del interior del país con dieciséis mil habitantes
y nueve escuelas primarias. La metodología empleada fue de corte cualitativo, lo que permite
comprender la realidad, sus significaciones e intenciones humanas. Dentro de esta perspectiva,
se eligió una aproximación interpretativa por valorar la visión que los sujetos tienen de ellos
mismos y los significados de sus comportamientos.
Se intentó un estudio profundo de los datos obtenidos a través de las encuestas y entrevistas
de formato semi-estructurado no secuencializado, las que fueron transcritas en su totalidad
para luego ser analizadas en grupos de acuerdo a un criterio de exhaustividad, evaluándose
en cada caso elementos de la población que se consideran importantes, de acuerdo a Goetz
y Le Compte (1988). Para lograrlo se entrevistó y encuestó a distintos representantes de las
instituciones educativas, a fin de obtener representatividad y de saturar teóricamente la muestra
con los datos que confirmaran empíricamente las categorías estudiadas, como explican Glaser
y Strauss (1967). Se consideraron los siguientes:
. Alumnos egresados recientemente de Educación Primaria
. Docentes de las esscuelas de la ciudad
. Docentes participantes de la Investigación
. Maestros Directores
El trabajo de campo consistió en la realización de encuestas a los estudiantes de primer año
de enseñanza media de los liceos y escuela técnica de la ciudad, entrevista a una Maestra
Directora y una docente experta, un cuestionario escrito a todos los maestros que trabajaban
en la ciudad en 2008 suministrados a través de los directores de cada escuela, la observación
de clases y entrevistas posteriores con los docentes involucrados.
Culminado ese proceso se decidió trabajar con dos escuelas, una de nivel medio-alto y otra
de contexto social crítico. Se logró una entrevista con una Maestra Directora y la participación
de seis maestros comunes que abarcaron todos los niveles de la educación escolar: uno de
primer año, uno de tercero, dos de cuarto y dos de quinto año.
En la entrevista posterior a la maestra, esta explicó que "no lo había planificado así (…)
Surgieron preguntas de ellos y había que contestarlas. Eran los saberes previos de ellos, sus
saberes cotidianos de ver cómo se prepara la mezcla porque la mayoría de los papás trabajan
en changas. ¿Qué chiquilín de éstos no ha acarreado un balde con mezcla, por ejemplo? ¿O
ha llevado arena en un carro con el padre o el abuelo?”.
La Maestra C (4º año) es una gran lectora, lee textos recreativos a sus alumnos y a los de
otras clases y logra la atención de todos ellos. Sin embargo, dos veces al año invita a una
profesora de declamación y a su alumna más adelantada, quienes leen textos que los niños
conocen y otros nuevos.
M: Ayer estuve hablando con N., ¿quién era?
A: La señora que vino a decir poemas.
M: Y que es alumna de la Sra. S. Van a volver. Tenemos que elegir qué texto queremos: de
los textos que hemos trabajado, cuál les gustaría a ustedes.
Por un lado, a juzgar por la actitud con la que los niños sugieren posibles textos, narrativos
y poéticos, puede notarse que se trata de una actividad placentera. Incluso cuando alguien
menciona "Cartas a Nicolás" otro alumno aclara "Cuando dice ‘Ah, Nicolás, quién tuviera el
corazón…'". Esto demuestra, además, que la maestra ha logrado que los niños elaboren su
propio proyecto de lectura, centrándose en "aquellas frases que lo impactan por su belleza, su
precisión o su ironía", en palabras de Delia Lerner (1996). Pero por lo común puede notarse la
reticencia a reconocer las propias limitaciones. Por otro lado están las maestras de Educación
Inicial, quienes parecen más dispuestas a recibir a sus colegas en el aula, en particular en tareas
relacionadas con las computadoras. En la encuesta realizada a los docentes, al preguntárseles
si habían incorporado las TIC a sus prácticas, una de ellas contestó: "Los niños de mi grupo
usan y manejan los recursos tecnológicos (las computadoras del Plan Ceibal) en grupos de
pares con niños de segundo año. En el último encuentro se conectaron a Internet en la página
Garabato y seleccionaron Pictograma para elegir y leer cuentos".
La "buena enseñanza" es la que genera deseo de saber y produce satisfacción. Provoca una
relación enriquecedora en dos sentidos ya que expande la mente del docente y del alumno.
Cuando se trata de la enseñanza de la lectura, ésta tiene que llegar de manera interesante y
placentera, puesto que el niño pertenece a la cultura de la imagen, más fácil de aprehender.
A pesar del tiempo que los maestros afirman dedicar a la lectura, en la observación sólo dos
profesionales utilizaron expresiones relacionadas con el placer: “invitar”, “disfrutar”, “compartir”.
Aun así, fue posible ver la realización de esa lectura placentera por parte de los alumnos en
otros dos grupos.
La maestra está provocando un aprendizaje significativo, ya que los alumnos están motivados
por el objeto de estudio. De acuerdo a la perspectiva constructivista la docente está colaborando
en la formación de la imagen de cada uno de los niños dándoles la libertad de leer o no, de
acuerdo a las posibilidades de fracaso que creen tener. No hay exposición sino invitación, una
forma humanista de concebir el aprendizaje escolar.
La maestra D (5º año), por su parte, también se guía por la Circular mencionada que dice,
en la página 2 "La lectura placentera se asocia generalmente al nivel estético-recreativo, no
considerándose el placer que otorga el aprender en todas las disciplinas, el descubrir a través
de la lectura una nueva posibilidad que ofrece determinado programa informático o un artefacto
doméstico".
En la primera clase observada reparte unas fotocopias con un texto diciendo "Por ahora
los voy a invitar solamente a leer el título y nada más. […] "Los castillos de arena". ¿Quién
ha hecho castillos de arena?". A continuación los niños, siempre dirigidos por su maestra van
mencionando las variadas sensaciones que les provoca la arena, las imágenes mentales. Le
sigue el retorno a la lectura en busca de sus saberes previos, relacionándola con el uso de la
arena por parte de los albañiles para hacer "la mezcla", la importancia de la humedad, el sol, el
piso, las manos para afirmarla, la posibilidad de emplear moldes, lo que lleva a asociarlos con
la cocina y las ladrilleras. Al fin, tras sugerir que "no nos vayamos del tema" la clase continúa.
'"Cualquier chico…’ así comienza la lectura que les trajo la maestra para compartir. Ahora
vamos a leerla y a disfrutar cada uno de la lectura en silencio".
La maestra moviliza los conocimientos previos de sus alumnos ya que para que el aprendizaje
sea significativo, el alumno debe poner en juego los conceptos, ideas y percepciones que,
según Ausubel (1973), posee en su estructura cognitiva. A partir de esta concepción el alumno
pasa a ser quien procese la información. Asimismo, cuando llegó la propuesta de lectura, los
niños ya estaban motivados para hacerlo y descubrir qué relación podían tener con todas esas
ideas y asociaciones que habían ido surgiendo.
En la entrevista posterior explica: "Es que yo trabajo la oralidad desde ahí, y más con esos
chiquilines que tienen esa pobreza de vocabulario. Además, muchas veces, si no es en la
escuela, no tienen otro ámbito donde hablar ni a quién contarles las cosas. Muchas veces,
dándoles un lugar en la escuela, hay que ver lo que los chiquilines te cuentan. La oralidad
trabajada desde ahí en todo momento". Lo que ha hecho es generar el placer de aprender.
Casi sin darse cuenta los alumnos fueron analizando el tipo de texto que tenían en sus
manos, las propiedades físicas de la arena, la electrostática, utilizaron el diccionario cuando
se enfrentaban a palabras desconocidas, trabajaron en equipo releyendo y opinando sobre
el tema, nombraron un secretario o secretaria para que comunicara sus descubrimientos al
resto del grupo, buscaron información sobre los castillos de arena en Internet, guiados por la
maestra, quien les hacía volver al tema cuando la búsqueda se desordenaba. "¿Sirve esto que
estás copiando? ¿Te aclara la pregunta?", siempre alentando la tarea y valorando los logros de
cada uno. Al terminar el trabajo se resumió lo realizado. Podría decirse, siguiendo a Ausubel
(1976), que los aprendizajes realizados fueron significativos, en tanto los alumnos estuvieron en
todo momento motivados para aprender, el tema despertó su interés, la maestra les transmitía
confianza y el clima de trabajo era muy distendido, lo que contrasta con la descripción que la
misma hizo del grupo al momento de hacerse cargo de él, cuya característica principal eran
los problemas de conducta. Asimismo, con el cierre que hizo del tema, actuó como mediadora
entre los niños y sus aprendizajes trabajando en lo que Vigotsky (1978, 133-134) denominó
"Zona de Desarrollo Próximo".
Cuando la invitamos a reflexionar sobre su forma de encarar la lectura en clase respondió:
"Sí, yo en todas mis clases los invito a leer. Que veo que algunos me dan bolilla y otros no,
quiere decir que están más habituados que otros, pero eso es algo que con el tiempo yo me
tengo que ir ganando. Porque no viene a leer por placer el chiquilín cuando vos lo recibís el
primer día de clase. Salvo que hayan estado habituados los años anteriores".
En todas las clases observadas de la Maestra F, la misma trabajó con textos narrativos:
"Sucedidos/1" de “El libro de los abrazos” de Eduardo Galeano, "Hombre quieto" de "Cuentos
para oír, 5" de Ezequiel Mattos e "Historia de dos que soñaron" de autor anónimo. En todos
los casos los niños demostraban su interés con comentarios como "Maestra, yo se lo leí a mi
madre" en el primer caso; la relación con Don Quijote de la Mancha en las predicciones sobre
el segundo texto y con las enseñanzas familiares al hablar del protagonista:
A: Verdaderamente no me gustaría [ser como él], porque si no, no vas a ser nadie.
M: Sobresaliente.
A: Eso me dice mi madre siempre.
M: Excelente tu madre.
A: A lo primero está bien porque no hacés nada, pero después no te sirve.
Cuando los alumnos iban terminando una tarea propuesta por la maestra en una hoja suelta
que debían entregar, y mientras esperaban a sus compañeros, fueron sacando libros de sus
mochilas y se dedicaban a leer con naturalidad a partir de los señaladores ubicados en su
interior. Sobresalían los escritores para niños y adolescentes más reconocidos en la actualidad:
Berocay, Velando, Martínez, Helguera, Ivaniev.
Por su parte, la Maestra C (4º año) ha ubicado, en el fondo del estrecho salón, una mesita
con diarios, revistas y libros. A su vez los niños pueden pedir otros textos que están en una
biblioteca bajo llave (se trata de un salón compartido con otro grupo) para leer allí o llevar a
sus casas.
En las predicciones a partir del título, que anteceden al trabajo con el texto "El dueño del
higueral", surgieron las asociaciones con "El vendedor de naranjas", leído con anterioridad,
y las “Cartas a Nicolás” que en realidad "hablaba de un pájaro". Tras la lectura silenciosa se
escuchaban demostraciones de interés por ese texto "buenazo" y "divertido". La maestra
repartió un cuestionario para sondear la comprensión de los alumnos, dio las indicaciones
correspondientes y luego se sentó en su lugar leyendo un libro. Si bien parecía muy concentrada
en su lectura, mostrándose como modelo a seguir, estaba atenta a las dudas de los chicos
aunque intentando provocar su independencia. Cuando los alumnos terminaron, leyó el cuento
en voz alta mientras algunos alumnos la seguían y otros sólo escuchaban y disfrutaban de
esa lectura. En el comentario general, algunos preguntaron el significado de alguna palabra,
intentaron ubicar dónde se desarrollaba la historia y no faltó quien recordara, al hablar de
fantasmas, los zombis de la novela de Berocay que la maestra les estaba leyendo en esa
época. Además opinaron sobre las actitudes de los personajes.
En la tercera visita los niños trabajaron con un fragmento de "Harry Potter y la cámara
secreta". La maestra sólo explicó la consigna hasta asegurarse de que todos habían entendido
y los dejó trabajar solos. Luego pasó a comentarnos la evolución de los alumnos: "Ya tienen
esa habilidad de saber si necesitan conocer lo que significan todas las palabras o no […] Ellos
tienen que tratar de entender desde el texto. Que me parece que es un esfuerzo que ellos
tienen que hacer y me parece que está mejor. […] Y que ellos estén trabajando en silencio un
viernes, a las cinco de la tarde, me da la pauta de que les gusta trabajar así y lo entienden”.
Creemos que estas actividades se inscriben en la definición de Isabel Solé (citada por Quintana,
2004) en cuanto a que la lectura va más allá de la posesión de un caudal de estrategias. “Leer
es sobre todo una actividad voluntaria y placentera, y enseñarlo debe tener esto en cuenta”.
Como los alumnos de la Maestra F, los niños de este grupo tienen libros de recreación en sus
mochilas o sobre sus pupitres, que leen al recreo y al término de cada tarea. Rafael Orellana
(s/f), al definir la lectura independiente lo hace como una actividad que necesita cierto nivel de
autonomía, ya que se realiza de modo silencioso y “con el mínimo apoyo del docente”.
Los salones de clase de las Maestras A y B eran muy espaciosos. Poseían tres bibliotecas
cerradas, dos de las cuales servían como muebles sobre los que se dejaban los cascos de
los alumnos, el globo terráqueo y el papelógrafo. Una de ellas, a su vez separaba la zona de
trabajo de la de los gabinetes higiénicos. Las mesas auxiliares del primer salón se destinaban
a las Ciencias Naturales, mientras que la cartelería mostraba temas de Lenguaje, Matemática,
Historia y Ciencias Naturales. La Maestra B había dispuesto al frente sobre la derecha, el rincón
de lectura, un lugar acogedor y lleno de colorido, con tres sectores bien diferenciados: la pared,
el banco de plaza de pequeñas dimensiones y el lugar de los libros. En la pared podían verse
tres amplios sobres de color con las leyendas "Grandes oportunidades", "Recomendamos",
"Nos recomendaron”, en carteles escritos por los niños. El material de lectura estaba ordenado
en grandes cajas forradas con papeles de colores y etiquetadas: "Libros", "Diarios", "Revistas".
A su vez funcionaban como bibliotecas circulantes de donde los alumnos seleccionaban
lecturas para llevarse a sus casas.
Las dimensiones del salón de clase de la Maestra D eran enormes. Al fondo había dos
bibliotecas cerradas con libros de estudio inutilizables. En el frente se ubicaba el rincón de
lectura, verdadero corazón de la clase. En la entrevista contó su historia de la siguiente manera:
"Se ha buscado implementar los rincones de lectura, las zonas de lectura. En un tiempo no se
podía hablar de rincones, ahora se vuelve a usar la palabra, y se trata de leer todo lo que los
chiquilines traigan de la casa, lo que ellos quieran leer, no lo que les impongamos… Pero lo que
yo hice fue, en la parte de adelante, había un rincón como una biblioteca abierta, con estantes
de madera y almohadones que fueron aportados por ellos. Todo esto a raíz del proyecto de
lectura de la escuela, para incentivar la lectura en la clase. Y como había problemas de conducta
cuando yo me hice cargo del grupo, cuando ellos terminaban sus tareas tenían en el lado de la
lectura un espacio. Sin tener que decirme nada a mí agarraban un almohadón y se sentaban
a leer. Incluso tenían el logo del proyecto que era como una señal de tránsito, que también
la habían hecho ellos y que después, con el tiempo se fue rompiendo. Esa zona estaba para
eso. El espacio lo fueron alimentando ellos con revistas que traían, incluso libros de cuentos
que traían por el año y a fin de año se los llevaban para la casa. Estaban bajo el polvillo de la
tiza, que era un trabajo limpiarlos. Había equipos encargados de limpiarlos cada día".
La descripción da cuenta de los escasos recursos con que cuentan algunas escuelas, pero
también de la búsqueda de alternativas, del compromiso de la docente con su profesión y con
sus alumnos, y el valor de estos espacios, -implementados con los mínimos requerimientos-,
en la formación de lectores. Tal vez lo más importante sea que en ellos, el niño ya no deba
leer para demostrar cuánto entendió, sino para sí mismo, fomentándose entonces la formación
Por último, el aula donde trabajaba la Maestra F tenía un amplio espacio al frente, poco
aprovechable ya que en un ángulo se ubicaba una biblioteca cerrada y el escritorio y en el otro
estaba la puerta de entrada. En el fondo del salón se encontraba el segundo mueble, también
cerrado. No pudimos apreciar movimientos en torno a ellos, aunque los chicos hacían uso de
la biblioteca escolar, portaban uno o más libros-novelas o colecciones de cuentos- a los que
recurrían cada vez que las tareas de clase se los permitían y comentaban, recomendaban y
prestaban entre sí. La maestra recurrió a textos fotocopiados que eran pegados en los cuadernos
para trabajar en la clase, aunque la lectura placentera se realizaba de una novela, un capítulo
por semana. También sus lecturas modélicas, mientras los alumnos realizaban sus labores,
eran de novelistas contemporáneos.
Al hablar de los espacios de lectura, resumimos, estamos refiriéndonos a lugar físico que
se instala en el aula y al uso que del mismo se hace. Pero también se refiere a los tiempos
que los Docentes conceden a sus alumnos en el horario de clase para que puedan desarrollar
ese hábito, los que les permiten convertirse en los viajeros de Michel de Certeau (citado por
Bavosi, 2008) que, "circulan por tierras ajenas, nómadas dedicados a la caza furtiva en campos
que no han escrito". Y para ello es necesario aislarse de lo que los rodea, para fundirse en
uno con el libro.
La primera visita a la Maestra C coincidió con día de lectura placentera. Los niños se
mostraban muy ansiosos por realizar las actividades que se iban proponiendo. Al final se
produjo el siguiente diálogo:
M: Bueno. Ahora la pegan en el cuaderno. Tengan cuidado con la cascola, que esté bien
puesto el taponcito, que ya hubo un accidente acá.
A: Maestra, ¿vas a leer?
M: No sé si me va a dar el tiempo para leer todo el capítulo.
La Maestra F también estaba leyendo un libro de Berocay, "El abuelo más loco del mundo".
En la tercera observación de clase sucedió lo siguiente:
M: Vamos a poner la fecha. Hoy es miércoles 19. ¿Vamos a terminar este libro si les parece
mientras esperamos al resto de los niños? ¿Se acuerdan de lo que pasaba? (Los alumnos
reconstruyeron la historia).
La maestra comienza la lectura del segundo capítulo, mientras algunos niños están muy
atentos, otros arreglan sus útiles. Van llegando los rezagados y se ubican en sus lugares.
M: Hasta aquí leemos hoy.
A: ¡Qué cortitos son los capítulos!
M: Bueno, tenemos que poner la fecha, "Tomamos la palabra", "Leímos 'El abuelo más loco
del mundo'". Ya leí, ya los desperté, ahora les toca leer a ustedes.
La clase continuó su rumbo. Algo similar había sucedido en la observación anterior al pasar
del comentario de "Hombre quieto" abruptamente a un tema de geometría:
M: Bueno, pegan la hojita. (Les da tiempo para que lo hagan). ¿Se acuerdan de que hemos
hecho programas de construcción?
La Maestra C permitió el proceso transaccional dando tiempo a sus niños para que comentaran
el capítulo leído, su relación con el título, las emociones que les había provocado, las risas,
para luego pasar a anotar y explicar la consigna de la tarea externa. Ese tiempo y ese espacio
generados por ella son germinales, ya que pueden convertirse en motivadores profundos de
la lectura o la relectura. Es el tiempo de reflexión que permite al lector reencontrarse tras el
impacto del texto, la música al final de la película que devuelve al espectador a su realidad luego
de haber sido transportado a otros mundos, la canción principal de "Diarios de motocicleta",
que emerge recién y suavemente cuando aparecen los créditos, resumiendo la historia y
resignificando una escena que define el cambio decisivo del personaje. De ahí el título de
este apartado.
Esa brecha entre el discurso y las prácticas es la que debe ser analizada. Santos Guerra
(2000) señala que la función de la escuela es enseñar, pero para ello tiene que aprender, porque
la enseñanza es una función compleja y problemática. Este aprendizaje se logra con docentes
capaces de generar teoría partiendo de la observación y del análisis de las propias prácticas.
Primero deben aprender a hacerlo; luego invertir más tiempo en la enseñanza: tiempo para
preparación de la clase, tiempo en la clase, tiempo para la autoevaluación. Los dos primeros
están institucionalizados; el tercero está aún entre las deudas que tiene la escuela consigo
misma.
Pero las contradicciones entre el discurso y la práctica aparecieron también en otros docentes.
La Maestra E señaló en su encuesta que dedicaba de cuarenta y cinco a sesenta minutos diarios
a la enseñanza o fomento de la lectura. Sin embargo, en ninguna de las visitas realizadas a
su clase pudimos ver de qué manera lo hacía. La mayoría de los encuestados cree que sus
prácticas de enseñanza favorecen la formación de lectores. Pero mientras algunos le dedican
diez horas semanales (casi siempre en 1º año), otros lo hacen "dos o tres veces por semana".
Al ser entrevistada, la Maestra D señaló: "Leo poco, muy poco. No leo por placer. Eso que
yo trato de inculcarle a mis gurises, yo no lo hago.[…] No leo muy seguido, lo hago más con
mis hijos. Soy más del color y de la imagen. […] No me interesan los libros para adultos, pero
los de los niños me atrapan”.
Las "campanas de alerta” que menciona Perkins (2001) aludiendo al poema de Poe están
siendo escuchadas. La escuela tiene que repensarse para empezar a acortar distancias.
que creímos que sería una moda pasajera, producto de la novedad de la computadora portátil
propia, parece haberse fusionado con la identidad local. Casi dos años después la situación
se mantiene incambiada.
Sin embargo, no todo ha sido satisfacción desde que OLPC desembarcó en nuestro país.
El Plan Ceibal tiene sus defensores y sus detractores. No es novedad que las TIC no han
encontrado hasta el momento cabida masiva en la escuela. Una gran cantidad de docentes no
ha podido hacer suyo el desafío de integrar estas tecnologías con el objetivo de enriquecer los
ambientes de aprendizaje que puede generar en sus aulas. Para algunos provoca aprensión
el “descontrol” de que los alumnos "hagan cualquier cosa" o simplemente jueguen con las
computadoras. Otros se animan a manifestar su incompetencia o su temor a verse en desventaja
ante los niños. Citando a Burbules “ya no tienen el rol de dueños monopólicos o custodios del
conocimiento". Y si bien todos están de acuerdo en que es necesario que los chicos se preparen
para el mundo hiperinformado en que están inmersos, y que la escuela es el lugar natural para
aprender a relacionar la información nueva con sus esquemas cognitivos previos, no todos se
sienten preparados para ayudarlos en esa aventura de aprender a aprender.
Quisimos conocer la postura de los docentes frente a las TIC como instrumentos para la
enseñanza de la lectura y saber si las habían incorporado al trabajo de clase. De la encuesta
realizada se desprende que la mayoría utiliza la computadora para la búsqueda de información
en Internet. Algunos maestros realizan otro tipo de actividades relacionadas con lenguaje
(búsqueda de palabras con dificultades ortográficas, trabajo con tipologías textuales, producción
de textos, lectura de cuentos) así como la creación de un "blog". Los programas más utilizados
son el de escritura y el de "la carita que les habla". Una minoría, en cambio, manifiesta que
no la ha incorporado a sus prácticas, con motivos tales como "porque los alumnos se ven
motivados por otros aspectos como los juegos", "por desconocimiento y desinterés. El libro u
otro texto impreso es más cálido", "no sabemos usar la XO en forma correcta" o "incorporé la
XO pero sigo defendiendo los libros".
Con respecto a su uso para la enseñanza específica de la lectura, una maestra responde
"las computadoras no son instrumentos adecuados ni imprescindibles para la enseñanza de
la lectura, no son condición necesaria para la enseñanza de la lectura ni para la formación
de lectores. Preferiría buenos textos para todos los niños". Detrás de esas palabras está el
temor a reconocer que los adultos, y en particular los docentes, también tenemos que aprender
a aprender. Otra maestra, comprometida con la enseñanza de la lectura placentera, pudo
expresar sus miedos de manera más explícita: "… yo le cerré la puerta porque a mí esa cosa
me supera y porque venía a mil tratando de ganarle, tratando de llegar antes con la lectura,
antes de que llegara la máquina. Ahora lo que tengo que ver es cómo puedo hacer para meter
la máquina y meter la lectura. Ésa era la idea que tenía, llega la máquina y se nos va a terminar
todo. El tema es que nosotros venimos haciendo un trabajo para hacer que el niño se prenda
de la lectura, y la máquina nos viene a hacer la competencia. Y me parece que nosotros no
estamos preparados como para meter la máquina en la lectura, como para juntar las dos
cosas. Ése va a ser mi desafío del año próximo. Porque ahora la máquina está, todo el mundo
la tiene, y hay que buscar la forma de que todo el mundo la use". Toda la cita es riquísima.
Los textos destacados sólo señalan algunos elementos fácilmente reconocibles: en principio
el miedo a lo desconocido cuando se refiere a la laptop como "esa cosa", y la reiteración del
sustantivo "máquina" (seis veces). Lo desconocido es, además, apocalíptico: "se nos va a
terminar todo". Aparece también la idea de competencia, una vez de manera explícita y otra
implícita "tratando de ganarle". Y, perdida la lucha, la resignación, que se traduce en el cambio
de tiempo verbal de pasado a presente y la reiteración del adverbio temporal "ahora", que se
asocia al acatamiento: "tengo que ver", "hay que buscar la forma". A continuación relata en
qué situaciones la emplea: trabajar con canciones, búsqueda de información, pero sin tener
claro cómo, sin las orientaciones mínimas. Nadie le dijo que la primera búsqueda tenía que
hacerla ella en su casa, o en qué consistía su nuevo rol: "… el otro día trabajamos con Páez
Vilaró y lo que consiguieron no me convenció mucho y ya lo dejamos".
La implantación del Programa Ceibal ha distado mucho de ser buena. Los tiempos en la
política no son los de la educación, y la urgencia porque cada niño tuviera su computadora
provocó situaciones algo incómodas. Muchos maestros se vieron desbordados. Algunos aún no
habían incursionado en el uso de esta tecnología y de pronto se vieron teniendo que enseñar a
usarla a un grupo entero de niños que, en muchos casos, ya la manejaban. Faltó preparación
y conocimiento de la herramienta, que no se logra con dos charlas multitudinarias y un manual
casi inaccesible sino con práctica, ensayo y error, y la presencia de especialistas junto a los
maestros para evacuar todas las dudas que surjan.
Ahora está comenzando a transitarse el lento y doloroso proceso en el que cada actor
debe reconocer sus limitaciones y aceptar la ayuda de sus pares para transformarse en la
"comunidad de aprendices" que establecía Simonds. Y tendrá que ser así, porque desde
2008 se realizan, en cada ciudad del país, muestras de prácticas exitosas de enseñanza
mediadas por tecnologías, pero los planes de Formación Docente no contemplan aún el uso
de las "Ceibalitas". Los estudiantes tienen en su plan de estudios dos horas de Informática en
el tercer año de los cuatro que dura la carrera, pero el curso no está dirigido a su aplicación
en la enseñanza, por lo que son los docentes quienes deciden la inclusión del manejo de las
laptops, sus programas (que son muchos e interesantes) y su posibilidad de actualización
constante desde el Portal Ceibal, así como el tiempo que dedicarán a esta parte esencial para
las nuevas generaciones de maestros.
En 2010 se creó el cargo de Maestro Dinamizador del Plan Ceibal, uno en cada turno en
todas las escuelas, que son los encargados de asistir a inspectores, directores, maestros de
aula y de Informática en el uso educativo de las XO. Además organizan y desarrollan reuniones
y espacios de intercambio de experiencias, producción de materiales de difusión y otras
actividades relacionadas con el Plan. Asimismo, los estudiantes del último año de Magisterio
empezaron a recibir sus propias XO, y con ellas, el desafío y la responsabilidad de adquirir las
habilidades necesarias para convertirse en "Maestros del Nuevo Siglo".
La hidra desmitificada
La Maestra B tenía, al momento de la investigación, treinta y dos años de trabajo y estaba
a cargo de un grupo de Primer año. En 2003, mucho antes de la llegada de las XO, ella ya
llevaba su propia laptop al aula y la dejaba abierta sobre el escritorio conviviendo con las otras
herramientas de uso cotidiano. Para llegar a este momento debió prepararse, tomó algunas
clases aunque se considera autodidacta. También había logrado tener una computadora en el
salón y enseñaba a sus alumnos sus partes: el monitor, el teclado, la torre, el mouse, desde el
primer día de clase. Allí iban reconociendo las letras, para lo que se sentaban todos en el piso
en torno a la máquina. La maestra seleccionaba la aplicación Microsoft Word y un tamaño de
letra grande. El entusiasmo de los niños era tal que se esmeraban en las tareas del cuaderno
para utilizar los minutos libres en la computadora. Primero producían listas de palabras, luego
enunciados y, poco después, breves producciones de texto. Cuando comenzaron a escribir
pequeños cuentos, ella los llevaba a su casa, los imprimía y formaba una "carpeta viajera"
para que los padres pudieran ver lo que los niños hacían. Esto fomentó la producción externa,
que ya venía impresa de la casa.
"Cuando dijeron que venía una computadora para cada uno de ellos, era lo ideal. Yo pedí
muchas veces una sala de informática en la escuela, un salón con una sala de informática.
Porque con una sola computadora yo podía hacer algo, pero no lo que ellos requerían y lo que
yo consideraba que quería hacer", relata.
La incorporación de las XO fue natural para esta maestra. Sus alumnos aprenden primero
sus partes, cómo tratarla y todos sus programas de manera muy espontánea. Luego van
eligiendo sus programas favoritos. Uno de ellos es el "de hablar" (sintetizador de voz): escriben
una palabra, la computadora la "dice" y los niños comprueban si la escribieron correctamente
o no. Y del error van aprendiendo. También el programa de escribir Write® es valioso ya que
saben que la marca en rojo les indica un error ortográfico y la verde el gramatical. Pero, a
diferencia de "Word", no tiene corrector ortográfico. Ahí empieza la lucha por reparar el error,
y se esfuerzan al máximo por hacerlo sin intervención de la maestra.
En poco tiempo logran producciones de cierta complejidad. Por ejemplo, llevan una mascota
a clase, la fotografían, la describen oralmente entre todos alentados por la maestra para que
empleen adjetivos, comparaciones y enunciados completos y no palabras sueltas. Luego
encienden sus computadoras, ingresan al programa adecuado, seleccionan el tipo y tamaño
de letra que más les gusta, producen un texto descriptivo y por último insertan las fotos.
Con respecto a la lectura, la maestra refiere un avance notorio en quince días desde la entrega
de las computadoras -lo que sucede a mediados de mayo aproximadamente-. "La agilidad
en el teclado les hace esmerarse muchísimo más en saber las letras", dice. El incentivo es la
posibilidad de entrar a Internet donde buscan poemas y canciones que memorizan, y para ello
deben practicar lectura. También descubren un mundo de información que amplía o modifica
los temas tratados en la clase. A esto se suma la solidaridad que se obtiene trabajando en
equipo buscando en la red. Si uno no puede llegar a la información o a la página sugerida
porque escribió mal la palabra en el buscador, otro se la corrige, la borra y la escribe bien, y
es una ayuda que usando otro tipo de herramientas no se ve.
Pero no sólo ha incorporado el uso de las computadoras a sus prácticas. También utiliza
el teléfono celular. La primera tarea de cada día consiste en escribir dos o tres enunciados,
uno de ellos lo producen como mensaje de texto que se envían los niños entre sí. De esa
forma, mientras ejercitan escritura y lectura, la maestra los va preparando para una adecuada
inserción en el mundo.
Señalamos antes los errores de implementación del Plan Ceibal. Debemos agregar ahora
que exige a los maestros compromiso para revertir sus debilidades. Cerramos el apartado con
las reflexiones de la maestra experta:
"Pienso que no tenemos que cerrarnos, creo que ellos están en la edad en que tienen el
mayor poder de aprendizaje. […]… es una apertura al mundo impresionante, que el niño con
un libro no lo alcanzaba. Para mí el libro es importante, y que el niño tenga esa familiaridad
con el libro nunca se va a dejar escapar, pero con la computadora les abrimos la puerta al
mundo a los chicos”.
En la encuesta los maestros mencionaron la hasta ese entonces Propuesta Educativa. Dos
de ellos expresaron estar “a la espera de los cambios” ya que “el nuevo programa da relevancia
a la lectura”. Otro decía: “El nuevo programa presta mayor atención a la lectura y esto puede
llevar a un cambio de actitud de parte de los docentes al contar con más tiempo para dedicar
a esta actividad”.
La Maestra D opinó en la entrevista: “¡Y qué te parece, no hay preparación previa! Para mí
es un desafío porque antes nos quedábamos en lectura, escritura, oralidad y chau. Nunca la
literatura. Lo veo elevado pero a la vez está buena la propuesta. Que el chiquilín de las clases
grandes pueda acercarse a una novela, a mí me parece fascinante. […] Y la literatura desde la
parte de lo artístico y de la sensibilización, la lectura por placer. Lo que veo es que no tenemos
material para trabajar estas cosas. La maestra que no tiene alguien para consultar no sabe
mucho cómo trabajarlo".
Conclusiones
Iniciamos nuestro trabajo mencionando la postura generalizada de cuestionar la tarea de
la escuela en la formación de niños lectores. Creíamos ver una brecha entre la Educación
Preescolar e Inicial y la Educación Común y así lo consignamos. Pero a medida que íbamos
conociendo el "Estado del Arte" fuimos descubriendo que se trataba de una situación mucho
más compleja que coexistía con nuestra idea inicial. La reforma del Plan de Educación Inicial
y Primaria tendiente a acortar esa grieta nos daba la razón, y la convivencia de diversas
concepciones de la educación y la enseñanza de la lectura habilitaban nuevos cuestionamientos.
Este trabajo nos posibilitó conocer de cerca las contradicciones, las concepciones
divergentes, las debilidades, los miedos e inseguridades que rodean a los maestros. Pero no
era esto lo que nos convocaba sino sus buenas prácticas en torno a la formación de lectores. Y
las encontramos, a pesar de los desafíos que enfrentan cada día y de la soledad en que deben
trabajar. Seguramente no hay aquí grandes descubrimientos, al menos para quienes realizan
estas prácticas cada día. Para nosotros significó una gran apertura, un cambio de mirada, una
respuesta a la pregunta de la Introducción: "¿Qué es lo que les enseñan a los chiquilines en
la escuela, que no saben nada?". Y es que "No tenemos idea de cuánto".
La escuela tiene maestros que actualizan sus conocimientos, que con sentido crítico analizan
sus prácticas y que reconocen que muchas veces están alejadas de las teorías, leídas pero
no aprehendidas.
Las aulas se han convertido en espacios más y mejor adecuados a quienes pasan varias
horas en ellas. Los niños salen de sus asientos para discutir la resolución de un problema
con compañeros más alejados, se acercan a las carteleras en busca de alguna información
que necesitan, revisan los mapas para sacarse alguna duda, leen en sus ratos libres diversos
textos que llevan consigo o que encuentran en la clase, comparten opiniones sobre alguno de
ellos, los intercambian, siempre ante la mirada atenta de los maestros que los dejan actuar
libremente bajo reglas de convivencia pactadas con anticipación.
En los casos más osados, los maestros se muestran a sí mismos como modelos lectores,
utilizando los "ratitos libres" para realizar sus propias lecturas placenteras, promoviendo así
la independencia de sus alumnos. Éstos, viéndolos concentrados en sus lecturas, buscan
entre sus saberes la manera de resolver sus dudas, y sólo como último recurso consultan a
los docentes. Por su parte, los docentes están atentos a lo que pasa en la clase y dispuestos
a aclarar todas las dificultades que surjan, pero insisten en la voluntad que los niños ponen
para aplicar los conocimientos ya adquiridos.
También el maestro lee a sus alumnos textos recreativos de manera modélica, a la vez
que presta su voz para el disfrute pleno de la riqueza de aquéllos, que sólo alcanza el lector
competente.
En el trabajo con las computadoras, los maestros van cambiando su rol sin temor a la
obsolescencia. Se asumen como guías en la construcción del conocimiento puesto que,
particularmente en el uso de Internet, los alumnos manejan la tecnología, pero deben
aprender a ser críticos para seleccionar la información más valiosa. Los hipertextos, que son
recomendables para aprender a leer, también deben saber leerse. Para hacerlo eficazmente
necesitan quien les enseñe. Quienes ingresan al ámbito escolar pueden tener experiencia con
la computadora a través de los juegos, pero el deseo de escribir, de buscar chistes o letras
de canciones los impulsa a reconocer las letras más rápidamente, también como un juego.
Todo esto sin perder de vista la afectividad. Los maestros se sientan en el suelo junto a ellos,
ríen y cantan con ellos, se preocupan por ellos, acarician sus cabezas o prestan sus piernas
para que los niños afirmen allí sus cuadernos cuando están desbordados por propuestas que
no pueden resolver, les dan confianza en sí mismos y los alientan, trabajando siempre sobre
la imagen que tienen de sí mismos para que realicen aprendizajes significativos. Tales son
las prácticas docentes que favorecen la formación de niños lectores. Hay mucho que corregir
pero creemos que se está transitando por el camino correcto.
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* Este artículo se enmarca en la tesis de maestría de la autora, dirigida por la Dra. Silvia Coiçaud. Año 2009
** Master en Educación, Universidad ORT Uruguay. Diploma en Educación, Universidad ORT Uruguay.
Profesora de Educación Media, especialidad Literatura, ANEP. Subdirectora, Escuela Técnica de Dolores.