El Año Del Corrido Tumbado - Letras Libres

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Foto: Javier Vicencio/eyepix via ZUMA Press Wire

M ÚS I C A

El año del corrido tumbado


Su auge podría parecer repentino, pero el corrido tumbado desciende de una larga genealogía musical que, desde el territorio
fronterizo entre México y Estados Unidos, se ha lanzado a conquistar el mundo.
Por Bruno Bartra · 12 enero 2024

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Pues cómo no, si así me criaron,


Con los corridos y los caballos.
Ya somos tres generaciones
Y seguirán los corridones.
Esto no es moda, esto es cultura
Hay que tomar, ¡ora, cabrones!

“La tierra del corrido”,


Fuerza Régida, Los Tucanes de Tijuana
y Edén Muñoz, 2023 No.270 / marzo 2024

Las instituciones y nosotros, que


las quisimos tanto
La bomba del corrido tumbado estalló el 17 de marzo de 2023, cuando
VER CONTENIDO

la pieza “Ella baila sola”, de Peso Pluma y Eslabón Armado, fue la


EDICIÓN MÉXICO SUSCRÍBETE
canción más escuchada a nivel global en las plataformas de streaming.
Desde ese momento, estos nuevos corridos se comentaron en casi
todos los medios nacionales, al principio en un tono mayoritariamente
peyorativo. El corrido tumbado incluso se hizo presente en algunas
mañaneras de Palacio Nacional, donde se ofreció una suerte de guía
moral de cuáles corridos debía escuchar la juventud (los románticos) y
cuáles no (los que hacen apología de la cultura del narco y la violencia).

Peso Pluma tocó su éxito en el show de Jimmy Fallon y en el Festival de


Coachella subió al escenario durante el concierto de Carol G e
interpretó otro tema, “PRC” (siglas de polvo, ruedas y cristal). Las
reseñas cambiaron su tono. Para cerrar el año, la Rolling Stone
consideró a “Ella baila sola” como la mejor canción de 2023 y la
edición latinoamericana de GQ le dedicó al artista tapatío el artículo de
portada, como el más destacado de los “hombres del año”.

Contrario a lo que se ha afirmado sin sustento, este auge no se ha dado


de forma espontánea, pues desde al menos hace cinco años los
corridos a secas y sus derivados –tumbados, bélicos, chakalosos,
verdes, y trap– pueblan las listas de popularidad. Ahí están, por
ejemplo, “La escuela no me gustó” (Adriel Favela, 2018), “Siempre
pendientes” (Luis R Conriquez y Peso Pluma, 2022), “Los botones
azules” (Junior H y Luis R Conriquez, 2022), “Ch y la pizza” (Fuerza
Régida y Natanael Cano, 2022) y “El gordo trae el mando” (Chino
Pacas, 2023).

En 2019, el músico Natanael Cano (Hermosillo, 2001) bautizó de forma


un tanto involuntaria al género al lanzar el álbum Corridos tumbados: el
ingenio del título hizo que a partir de ese momento se englobara
aquella diversidad de corridos de fines de los 2010 bajo la etiqueta de
tumbados. Algunas características musicales de estos corridos eran el
uso de la guitarra texana (de cuerdas de acero) como instrumento
central, con requintos derivados del rock; un ritmo en tres tiempos con
algunos cortes estilo hip-hop, trap y todo aquello que la industria
estadounidense etiqueta bajo el ambiguo Latin urban (desde reggaetón
hasta rap latino). Se le añade bajo eléctrico y batería a una
instrumentación extendida de cuerdas acústicas típicas de los géneros
tradicionales mexicanos, principalmente del norte: la mencionada
texana, el bajo sexto, bajo quinto, contrabajo, requinto de doce cuerdas
y docerola. En algunos casos, un ensamble de alientos con la
instrumentación de banda sinaloense se añade al conjunto, en otros, el
acordeón de botones típico de la música norteña.

Los arreglos musicales son realizados por compositores con profundo


conocimiento del folclor mexicano, la teoría musical y el contrapunto.
La forma de cantar también toma elementos de los estilos urbanos, si
bien mantiene la tradición del corrido de contar historias inspiradas en
hechos verídicos, con un lenguaje contemporáneo y letras tan
explícitas que a veces solo las publican disqueras de los Estados
Unidos, donde el español no es idioma oficial y pueden sortear con
mayor facilidad la censura.

Los corridos tumbados no son, por lo tanto, un fenómeno que se haya


dado de la noche a la mañana: desde hace al menos un lustro han sido
grabados por una generación de músicos nacidos en los albores del
siglo XXI, ligados a un entorno donde el corrido, en sus distintos
estilos, ha estado presente, tanto como el hip hop y rock latinos. Dicho
esto, sin duda hay momentos clave que han contribuido a esa
omnipresencia del género, y a que adquiera su sonido y estilo actuales.
Al mismo tiempo, los tumbados están conectados a la genealogía del
corrido tradicional, con raíces que pueden hallarse casi dos siglos
atrás.1

Los momentos clave

Puros botones azules son los que meneo yo


Aquí en la finiquera ando siempre tranquilón
Traemos la plaza y la balanza sí me pesa hoy
Mi gente siempre está al pendiente, si me marcan, voy
¿Qué quieres que haga, si mi apá me hizo un garañón?
Me pegué un baise de gelato, qué regañadón

“Los botones azules” , Junior H


y Luis R Conríquez, 2022.2

En el año 2012, cuando me dirigía a un supermercado en la calle 116 del


East Harlem en Nueva York, me llamó la atención una melodía que
sonaba en el puesto de flores de la esquina. La voz remitía al corrido,
pero la instrumentación parecía limitarse a la tuba que tocaba una
línea de bajo entre banda y norteño, y a una guitarra con un sonido
muy brillante, como si fuera un bajo sexto utilizado como requinto, en
lugar de acompañamiento. Le pregunté al vendedor, un paisano, qué
era lo que estábamos escuchando. Me contestó que se trataba de El
Tigrillo Palma.

Al investigar más, supe que se trataba de un músico sinaloense que


había debutado con un álbum llamado Pistiando con la plebada (2006),
especializado en corridos que él mismo catalogaba como “chakalosos”.
Buena parte de sus seguidores estaban en Estados Unidos, a juzgar por
la inmensa cantidad de conciertos que daba para comunidades de
migrantes mexicanos por todo ese país. Al escuchar el repertorio del
Tigrillo, imaginé que la pieza que había escuchado habría sido “El 24”
o “El bazucazo”, dos narcocorridos, uno que habla sobre un capo y el
otro que narra un enfrentamiento por Navojoa en el cual un cartel
armado con cuernos de chivo, lanzagranadas y bazucas vence
fácilmente a las fuerzas federales.

Aunque los corridos del Tigrillo Palma estaban dentro de la convención


del género, en tonalidad mayor y con una armonía girando
principalmente entre la tónica y la dominante, planteaban la novedad
de la instrumentación: la tuba como único aliento en el bajo, y la
guitarra texana –lo que me había sonado como bajo sexto– como
instrumento protagonista, lugar que ahora es esencial en los corridos
tumbados.

En cuanto a las letras, las del Tigrillo Palma entrarían en el estándar de


los narcocorridos que se venían gestando desde casi treinta años atrás.
Sin embargo, al mismo tiempo que su carrera despegaba, otros
músicos abarrotaban conciertos, bailes y palenques en ambos lados de
la frontera. Se trataba de aquellos adscritos al llamado “movimiento
alterado”, entre quienes destacaba Alfredo Ríos “El Komander”,
oriundo de Culiacán. Las letras de esta nueva ola eran mucho más
explícitas respecto a la cultura del narco, desde las balaceras y
asesinatos –descritos con detalles casi gore– hasta el consumo
excesivo de estupefacientes, narrando con lujo de detalle sus efectos
placenteros. Las letras más explícitas de los corridos tumbados son
evidentemente derivadas de aquellas del movimiento alterado.

Tanto El Komander como El Tigrillo habían sido influidos por un


músico que dos décadas atrás había dado mucho de qué hablar, y ahora
es emblema de los tumbados: Chalino Sánchez (1960-1992). De muy
joven había huido de su natal Sinaloa después de asesinar a un hombre
que había violado a su hermana, y la familia del asesinado lo buscaba
para ajusticiarlo. Ahí comenzó el periplo de Sánchez, quien pasó un
tiempo en la cárcel en Tijuana antes de cruzar indocumentado al país
vecino del norte donde, entre la pizca en los campos de fresa y
algodón, se hizo espacio para tocar música.3

Para finales de los ochenta, ya instalado en Los Ángeles, era uno de los
corridistas a quienes más piezas le comisionaban patrones con
actividades lícitas o ilícitas. Sus grabaciones en casete fueron
distribuidas en carnicerías y autolavados por la naciente compañía
Cintas Acuario, que se consolidó como una disquera primordial del
llamado “regional mexicano” en Estados Unidos. Su fundador, Pedro
Rivera, es un referente de la industria no solo por llevar a Cintas
Acuario a la cúspide, sino por ser padre de los cantantes Jenny Rivera
(1969-2012) y Lupillo Rivera (Long Beach, 1972).

Chalino tocaba con sombrero, botas vaqueras y hebilla, al más puro


estilo norteño. Cuentan que nunca disimulaba el arma que cargaba. En
enero de 1992, durante un concierto en un pequeño bar de Coachella,
quedó claro que no era de utilería: el cantante abrió fuego desde el
escenario con su Colt M1911 a Eduardo Gallegos, quien momentos
antes le había disparado un par de veces. A partir de ello la fama de
Chalino se extendió mucho más allá de California. Meses después, el 16
de mayo de 1992, tras su asesinato en Culiacán, adquirió estatus de
leyenda. Se convirtió en mártir e icono de la mexicanidad underdog en
ambos lados de la frontera, en momentos en que la población
mexicana migrante en E.U. crecía exponencialmente.

Tanto el Tigrillo Palma como los artistas del movimiento alterado son
herederos de la estela del “regional mexicano” que sucedió a la muerte
de Chalino. Buena parte de los intérpretes del corrido tumbado
retoman, además, el fraseo y el estilo de cantar del corridista
culiacanense. En Los Ángeles, el flamante estudio de grabación de
Rancho Humilde Records, sello que puede jactarse de haber causado el
tsunami de los tumbados, tiene un inmenso mural exterior de Chalino
Sánchez –con pistola en mano, desde luego.

Genealogía y vida fronteriza

Yo no soy americano
Pero comprendo el inglés
Ahí lo aprendí con mi hermano
Al derecho y al revés
Y a cualquier americano
Lo hago temblar a mis pies

“Corrido de Joaquín Murrieta”,


autor desconocido, 1853.

El género del corrido se considera un estandarte de la idiosincrasia


mexicana, parte indisoluble de esa identidad construida
principalmente por el régimen post revolucionario. Sin embargo,
buena parte del género está más ligado a ese Norte “grande”, que
abarca dicha región de nuestro país y buena parte del sur de Estados
Unidos, con poblaciones de origen mexicano, con raíces recientes o
ancestrales. Por lo tanto, buena parte de la evolución de este género,
derivado de los romances españoles, tanto en la letra como en la
música, se ha forjado a partir de la fricción con los Estados Unidos.

Ya desde 1853 se vislumbraba en el “Corrido de Joaquín Murrieta” ese


odio y desdén hacia el imperio creciente del norte, que cinco años atrás
le habían arrebatado a México buena parte de su territorio, tras la
guerra mexicano-estadounidense. Pero en California se paseaba
Joaquín Murrieta, bandolero mexicano, defensor de los indios y temido
por los gringos, quienes le habían puesto precio a su cabeza, según
relataba el corrido a su nombre: “me he metido en cantinas,
castigando americanos. Tú serás el capitán, el que mató a mi hermano,
lo agarraste indefenso, orgulloso americano”.

Múltiples valientes mexicanos que le hacen frente a los


estadounidenses y los doblegan han poblado las historias de corridos
posteriores y son un tema recurrente en los tumbados, donde no solo
burlan a las autoridades estadounidenses, sino que se hacen
millonarios a partir de ello y son respetados (y temidos) en ambos
lados de la frontera.

Hay otros ejemplos de corridos, ya de inicios del siglo XX, que narran
la rispidez de la frontera: el “Corrido de Nogales” de 1918 cuenta una
batalla entre las dos Nogales –de México y Estados Unidos–, con la
Primera Guerra Mundial y el telegrama Zimmerman de telón de fondo.
El “Corrido de Alonso” (1923) relata la historia de un hombre que se
trasladó a Texas tras el asesinato de su padre, y posteriormente
regresó a México para ajusticiar al culpable. Ejemplos posteriores
sobran, desde el famosísimo “Contrabando y traición” hasta “Chulas
fronteras”.

Hacia la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de los corridos se


interpretaban en el estilo norteño, un género que se forjó a partir de la
vida en el Norte “grande”, principalmente a partir del Programa
Bracero (1943-1964) y en el ámbito de lo que se llama el “circuito del
taco”.4

En 1995, en el que fue uno de los primeros narcocorridos que hacía una
apología directa del delito, Los Tucanes de Tijuana cantaban en “Mis
tres animales” al tráfico de cocaína (perico), marihuana (gallo) y
heroína (chiva), hablando de “animales” que hacían rico al personaje
central del corrido, y que en Chicago se vendían “más que
hamburguesas en el McDonalds”. Los motivos de esta letra permean
casi todas los corridos tumbados: uno de los éxitos más recientes
derivados de ello está en la pieza “Tiempos de guerra” de Yerai R,
TipoSierraBros y Jessy Castillo, que de paso busca conectar con la
Revolución.

Navego en carro placoso, blindado


Con el gobierno estamos arreglados
Todos mis homies andan activados
Y los paquetes van pa’l otro lado

Una pistola y diamantes que brillan


No me gustan esas cosas sencillas
Bélicos andan toda la cuadrilla
En tiempos de guerra como Pancho Villa

Las letras de los corridos se pueden analizar con mayor detalle, para
alejarse de la lectura que las ve como una apología del narco y la
violencia. Su trasfondo es siempre la relación amor-odio con los
Estados Unidos; en general, incluyen una suerte de venganza, ya en
respuesta a la apropiación del territorio nacional o al racismo y la
discriminación. Antaño, la venganza podía darse a partir del mexicano
valiente temido por los estadounidenses, como el caso de Murrieta. En
los corridos del siglo XXI, la venganza está en venderles a precios altos
las drogas – “envenenándolos” de paso– y obtener riqueza gracias a
ello. La valentía, en estos corridos, radica en el alto riesgo del negocio
que lleva a los protagonistas a vivir siempre al filo de la muerte o la
captura. A partir de la riqueza, los mexicanos doblegan a los
estadounidenses –solo a los blancos, claro– y emulan el cliché del
estilo de vida de los millonarios, salvo que, como se repite en
prácticamente todas las canciones, nunca olvidan sus orígenes
humildes. El delito está justificado a partir de doblegar al enemigo y de
salir de la pobreza; desafiar a las autoridades corruptas en México y
racistas en Estados Unidos por cualquier medio resulta en un tipo de
bandolerismo heroico.

Los corridos tumbados podrían así verse como algo equivalente a los
que se cantaban a los bandidos en tiempos de Porfirio Díaz, como
Heraclio Bernal, Valentín Mancera, Ignacio Parra y Demetrio Jáuregui,
entre otros, que son considerados precursores de la Revolución
mexicana. Esos elementos épicos y melodramáticos que comparten
todos los corridos, del siglo XIX al XXI, están presentes en la
composición “Nuestro México Febrero 23”, también conocida como
“La persecución de Villa”, en la cual Samuel Margarito Lozano
describía los sucesos de 1916, luego de que Carranza autorizara a
tropas estadounidenses ingresar a territorio nacional en busca de
Pancho Villa. La labor de Lozano, en algunos aspectos, no fue muy
distinta a la de Chalino Sánchez.

Entre el impacto de Chalino, los narcocorridos de Los Tucanes de


Tijuana, el movimiento alterado y El Tigrillo Palma, los corrideros
comenzaron a abundar en el sur de los Estados Unidos. El 19 de abril de
2009, 1.2 millones de televidentes estadounidenses fueron
sorprendidos cuando el episodio 7 de la segunda temporada de la serie
Breaking Bad inició con una suerte de videoclip de Los Cuates de
Sinaloa interpretando “Negro y Blanco”, pieza mejor conocida a
posteriori como “El corrido de Heisenberg”.

Anda caliente el cartel


Al respeto le faltaron
Hablan de un tal “Heisenberg”
Que ahora controla el mercado
Nadie sabe nada de él
Porque nunca lo han mirado
A la furia del cartel
Nadie jamás ha escapado
Ese compa ya está muerto
Nomás no le han avisado

Un narcocorrido con todas sus letras transmitido en el horario estelar


del canal AMC, para iniciar una de las series de televisión más exitosas
de su tiempo, dejaba claro que la inserción del corrido en la cultura
estadounidense ya era bastante profunda e indisoluble.

Derribando mitos

Ando bien tumbado


Los ojos cerrados
La nariz polveando
Me siento viajado

“Disfruto lo malo”,
Junior H, Natanael Cano, 2019

Después de este repaso de la genealogía de los corridos tumbados, hay


algunas diatribas y dichos en torno a ellos que me parece merecen ser
refutados. Se ha hablado de la simplicidad de la música, y eso es
erróneo: la instrumentación se nutre de diversas fuentes musicales
ligadas al contexto de los creadores del género (corridos, norteño,
banda, reggaetón, hip hop, rock). Por ello, las cadencias armónicas y
estructuras melódicas de los tumbados tiendan a ser bastante más
elaboradas, de hecho, que las de los corridos tradicionales. Los
arreglos para múltiples instrumentos de vientos y cuerdas son hechos,
en muchos casos, por músicos profesionales.

Esto ha llevado a que, efectivamente, se creen fórmulas musicales


intrínsecas al corrido tumbado: progresiones de acordes que se llevan
a cabo dentro de distintas escalas, formas de cantar establecidas, y
solos de guitarra con una rítmica muy similar. De ahí que se diga que
“todos los corridos tumbados suenan igual”. Pero muchos géneros
populares tienen fórmulas: el rock and roll, hip hop, son jarocho,
música norteña, country, blues, y muchos más. En todos ellos hay
piezas que se parecen mucho entre sí, y otras que marcan pequeñas
diferencias, dándole diversidad al género.

Se habla de que es un fenómeno de moda, casi una fabricación de las


compañías discográficas. Evidentemente es el género de moda, al
menos en América Latina y Estados Unidos, de ahí que artistas del
mainstream popero hayan lanzado sus propios “corridos tumbados”,
en lo que sí es una clara estrategia de marketing. Pero la moda parte de
un gusto auténtico. Así como Pedro Rivera supo detectar el impacto y
potencial de Chalino Sánchez en su momento, Jimmy Humilde,
fundador de Rancho Humilde Records, logró hacerlo con varios
músicos de la generación actual, y proyectarlos hacia un público que
comparte las mismas sensibilidades y vivencias que los corridistas
contemporáneos. Tanto Rivera como Humilde tuvieron la visión
musical, cultural, social y comercial para magnificar el impacto de una
música que detectaron que podía unir sensibilidades en un ámbito
mucho más amplio.

Respecto a las sensibilidades compartidas, hay que mencionar de


nuevo la apología de la violencia y el narco: como buenos corridos, lo
que al final describen estos juglares modernos es el entorno en que
viven. Dicho entorno es resultado de casi medio siglo de colusión entre
autoridades y narcotraficantes que enriqueció y empoderó
enormemente a estos últimos. Después, en una búsqueda de acabar
con esa colusión, se inició una estrategia para combatir el crimen
organizado durante el gobierno de Calderón, a la que se le ha dado
continuidad en los sexenios posteriores. ¿Es culpable aquél que
pregona sobre cómo viven sus congéneres, o los son la serie de
autoridades que permitieron –o no pudieron evitar– que se dieran las
condiciones para que dicha forma de vida representara una salida de la
pobreza y la precariedad?

En este contexto, puede entenderse el corrido tumbado como un


movimiento antisistema y contestatario. Desde luego que no promueve
ideales ligados a la contracultura, provenientes de un ideario de la
izquierda política. Los valores que se promueven –tanto en los
corridos románticos como en los que hacen apología de la violencia–
se centran en el dinero, los goces de los bienes materiales y las
mujeres como objetos sexuales, con su aspecto físico como elemento
esencial. En México, durante el sexenio de la austeridad, estos
corrideros pregonan por una vida en las antípodas de esta.

Finalmente, hay otro dicho que, al menos de momento, hay que


cuestionar: cuando se dice que fue la música más escuchada del mundo
en varios momentos de 2023, hay que fijarse en los detalles. En cuanto
a números totales lo fue, pero hace falta detenerse a ver en dónde fue
más escuchado. En el caso de piezas como “Ella baila sola”, la inmensa
mayoría de las reproducciones se dieron en México y Estados Unidos.
Es decir, no fue un fenómeno global. Las paradas de las giras de los
artistas del corrido tumbado permiten asimismo inferir que el género
aún no es un fenómeno global, sino uno de gran impacto regional
(Estados Unidos, México y algunas partes de Latinoamérica). Más allá
del continente, ha tenido un éxito creciente en España, principalmente
después de la pieza “CAMBIA!”, fusión de corrido con música andaluza
publicada en el emblemático El Madrileño (2021) de C. Tangana, quien
la grabó junto a los mexicanos Carín León y Adriel Favela.

Con todo, puede decirse que 2023 fue el año del corrido tumbado, al
menos en este continente. La duda es si en 2024 dará el salto –que sí
dio el reggaetón– a ser un fenómeno que escape de lo regional y tenga
escala global. Resulta difícil de predecir, pero me parece que
dependerá de si su sonido se vuelca más hacia lo local (norteño, banda,
sierreño) o a lo global (hip hop, urbano, pop). Ese vuelco, al final,
dependerá de los gustos regionales que, de momento, se inclinan por
la mayor presencia de elementos de banda y norteño en los corridos
tumbados. ~

CORRIDOS LA FRONTERA NATANAEL CANO PESO PLUMA RELACIÓN BILATERAL

Bruno Bartra
Sociólogo, etnomusicólogo, periodista y DJ.

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