Derechos Humanos
Derechos Humanos
Derechos Humanos
HUMANOS
FUNDAMENTOS DE LA ASIGNATURA
La necesidad de esta asignatura esta plasmada en sus contenidos, los que procuran
transmitir una visión realista y practica de los Derechos Humanos, en orden a la
comprensión de la diversidad, complejidad y dinamismo del fenómeno jurídico.
El texto ideado permite entonces encauzar al estudiante en la materia bajo estudio y procura
introducirlo paulatinamente en los problemas e interrogantes más frecuentes con el
conocimiento de las distintas normas internacionales sobre derechos humanos relativas al
régimen penitenciario.
La materia intenta formar personas capaces de asumir el importante rol que la sociedad les
ha encomendado tanto para la reeducación y la reinserción social de quienes sufren penas
privativas de libertad como para discernir la conducta a desplegar en los conflictos que se
derivan de la dinámica actividad de la función penitenciaria.
CARACTERES:
Rígida:
Formal:
Codificada:
PREÁMBULO
Es el prólogo, la introducción de la Constitución; en él se reconoce la soberanía del pueblo
al nombrar a los convencionales como "representantes del pueblo de la Nación Argentina".
En el preámbulo se establece que es legítimo que los representantes sancionen la
Constitución porque lo hacen "por voluntad y elección de las provincias" que componen la
Argentina y "en cumplimiento de pactos preexistentes", la Constitución denomina de este
modo a los acuerdos celebrados entre las provincias (El Pacto Federal de 1831 y el Acuerdo
de San Nicolás de 1852) con el propósito de organizar políticamente al país.
Para evitar confusiones y para que la sociedad sepa cuáles son las normas
superiores que prevalecen sobre las demás, se establece una graduación jerárquica de las
normas. En dicha graduación jerárquica, la Constitución Nacional ocupa el primer lugar.
1
La Constitución es la norma fundamental. Todo el ordenamiento jurídico-político del Estado debe basarse en
la Constitución y ser compatible con ella. La constitución obliga a que todas las demás normas y los actos
estatales y privados se amolden a ella. La teoría de la “Supremacía Constitucional” surge del Art. 31 de la
constitución.
La Constitución Nacional y los doce convenios internacionales, con
Jerarquía Constitucional ocupan el nivel más alto, el grado supremo. Se la conoce con
el nombre de supremacía constitucional, que consagra el Art. 31 y el art 75 inc.22.
La constitución nacional2 da fundamento, sirve de base, al restante orden
jurídico-político del Estado.
El jurista austriaco Hans Kelsen (1881-1973) afirmó que las leyes ordinarias
están determinadas por una norma positiva general, una norma fundamental (Grundnorm) o
Constitución.
a) . Art. 27: “El gobierno Federal está obligado a afianzar sus relaciones de paz
y comercio con las potencias extranjeras por medio de tratados que estén en conformidad
con los principios de derecho público establecidos en esta Constitución”
De este artículo surge un principio general: los tratados están por debajo de la
constitución, ya que su contenido debe ser compatible con ella.
b) . Art. 75, inc. 22 (1er. párrafo). “los tratados y concordatos tienen jerarquía
superior a las leyes”
2
La Constitución es suprema no solo por ser el derecho fundamental de la organización jurídica-política del
Estado. Es también suprema porque la Constitución obliga a que las demás normas y los actos estatales y
privados se acomoden, ajusten, subordinen o amolden a ella.
En 1er. Plano se encontraría la Constitución, en 2do. plano los Tratados
Internacionales; y en 3er. Plano las Leyes Nacionales. Pero la Reforma de 1994 introdujo
algunas modificaciones que debemos tener en cuenta.
El artículo 75, inc. 22 (último párrafo) agrega también que los demás tratados sobre
Derechos Humanos podrán adquirir jerarquía constitucional con el voto de las dos terceras
partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara del Congreso.
Eso fue lo que ocurrió en el año 1997 con la “Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas”. Por lo tanto, en la actualidad, son 12 los
Instrumentos con jerarquía constitucional.
La pirámide Jurídica:
3 Derecho Humano y Ciudadanía. Marcelo Raffin (coordinador), Adrián Melo, Silvina Zimerman. Editorial Tinta Fresca
Los derechos humanos pertenecen a las personas por su propia naturaleza y siendo
ella igual en su esencia, corresponden a todos sin excepción, a fin. No derivan entonces de
la voluntad humana, no de un consenso generalizado, los derechos humanos se encuentran
revestidos de las siguientes características:
1. Son innatos o congénitos, puestos todos seres humanos lo posee al iniciar su vida4...
2. Son universales, puesto que corresponden a todos los hombres del mundo
3. Son necesarios al derivar de las exigencias de la misma naturaleza.
4. Son inalienables por pertenecer indisolublemente a la propia naturaleza del ser. No
se pueden transmitir por ningún título, ni oneroso, ni gratuito (no pueden ser comprados,
vendidos, ni cedidos)
5. Son imprescriptibles ya que no son susceptibles de perderse por el no uso,
voluntario o compulsivo. Porque el paso del tiempo no los extingue, no tiene plazo, por
ejemplo los crímenes de guerra cometidos por los nazis, son imprescriptibles.
6. son indivisibles, ya que afirmar lo contrario afectaría su esencia.
Se encuentran fuera del alcance de cualquier poder político.
4
El derecho a la vida
Toda persona tiene derecho a que su vida sea respetada y goza de la protección de las leyes desde el momento
de la concepción y hasta la muerte. “Nadie –dice el Art. 4.1 del Pacto de San José de Costa Rica- puede ser
privado de la vida arbitrariamente”. El mismo Pacto prohíbe restablecer la pena de muerte a aquellos países
que la han derogado.
El derecho a la vida se reconoce asimismo a la persona por nacer, lo que excluye y penaliza la interrupción
voluntaria del embarazo (aborto). Nuestra constitución, en el artículo 75, inc. 23, protege al niño en situación
de desampara- y en este aspecto, a todos los niños- “desde el embarazo hasta la finalización del periodo de
enseñanza elemental”, lo que comprende la protección del menor desde antes de nacer. Fuente. Constitución
Nacional Argentina, Comentada, Editorial Santillana
adicional), y que prevé para el futuro un procedimiento especial mediante el cual otros
tratados de derechos humanos pueden lograr aquella misma jerarquía.
Con esto, nuestro derecho constitucional ha acogido expresamente una doble fuente para el
sistema de derechos: la propia interna, y la internacional.
Con respecto al tema del presente acápite, la clave de bóveda esta representada por los ya
citados artículos 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), y
5.6 de la Convención Americana de Derechos Humanos(CADH).
La primera cuestión que estos textos ofrecen al interpretar se vincula con la determinación
del alcance del concepto de readaptación social que utilizan.
¿Cuál ha sido el modelo adoptado por los instrumentos internacionales que, a partir de la
reforma de 1994, adquirieron jerarquía constitucional?
a) En primer término, el deber del Estado de evitar que, a través de los funcionarios
encargados de la ejecución, se afecte tal derecho. En ese sentido-y aun cuando no
constituya una norma estrictamente convencional (con lo que ello jurídicamente significa) -
no podemos dejar de señalar que la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas,
ha elaborado una serie de principios básicos sobre el empleo de la fuerza y las armas de
fuego por parte de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley; documento que,
respecto de nuestro tema, contiene dos reglas centrales:
Sobre la base de este marco tutelar, en el sistema interamericano, existe una jurisprudencia
importante sobre la violación del derecho a la vida en el contexto de cárceles e institutos
penales. Así, la Corte Interamericana ha condenado en dos ocasiones el uso
desproporcionado de las armas contra internos en las circunstancias extremas del
bombardeo de instituciones penales bajo control de internos amotinados (caso “Neira
Alegría y otros” y “Durand y Ugarte”). En otro caso relativo al uso de armas de fuego para
retomar el control de una prisión, la Corte Interamericana declaró responsable a Brasil por
la violación al derecho a la vida de 111 internos. Se trató del asunto “Carandiru”, en donde,
entre otros aspectos, la decisión internacional condenatoria se baso en la siguiente
conclusión: “[…] las muertes no correspondieron a situaciones de legítima defensa ni de
desarme de los recluidos, ya que las armas que estos tenían, de factura casera, habían sido
arrojadas al patio al entrar los policías. No se comprobó la existencia de ningún arma de
fuego en poder de los revoltosos, ni que hayan efectuado disparo alguno de arma de fuego
contra la policía”.
b) En segundo lugar, y como otra proyección de la garantía, debe resaltarse el deber del
Estado de evitar que otros internos atenten contra la vida o integridad corporal de sus
pares. De hecho, en nuestro país, los tribunales han tenido ocasión de pronunciarse en esa
dirección y destacando esta responsabilidad.
c) Por fin-y como otro derivado de esta garantía-, la jurisprudencia también reconoce la
responsabilidad del Estado por omisión en razón de la desprotección de los internos y la
inatención de sus necesidades básicas, especialmente en lo referente a la prestación
medica.
a) AISLAMIENTO E INCONUNICACION
Perspectiva supranacional
No obstante lo dicho, con el tiempo, se puede observar que la Comisión ha ido ajustando
progresivamente su jurisprudencia relativa a la conformidad del aislamiento con las normas
de la Convención. Con frecuencia la cuestión se presentó en recursos de personas
sospechadas de pertenecer a organizaciones terroristas como el “IRA”, el “RAF” y otras.
Fue así que al resolver el asunto “Ensslin”, luego de recordar la regla de que el aislamiento
en si mismo no constituye violación a la norma convencional, aclaró que en determinadas
circunstancias puede llegar a serlo: “Sin duda, el aislamiento sensorial acompañado de un
aislamiento social absoluto puede desembocar en la destrucción de la personalidad;
constituye una forma de tratamiento inhumano que las exigencias de seguridad, no pueden
justificar por el carácter absoluto de la prohibición de la tortura y de los tratamientos
inhumanos inscripto en el artículo 3 de la Convención”.
La ley 24660 no hace expresa referencia a esta sanción. En su lugar habla de una
permanencia en una celda, “cuyas condiciones no agraven ilegítimamente la detención”
(artículo 87, inciso e y f). La diferencia es significativa si se tienen presentes las
descripciones que, invariablemente, la doctrina penitenciaria ha efectuado con relación a las
primeras.
En realidad-y como bien lo ponen de resalto los precedentes supranacionales analizados-,
un confinamiento absolutamente aislado o cerrado es una forma de sanción que, de hecho,
envuelve condiciones manifiestamente inhumanas y degradantes; condiciones que, por la
deshumanización de la persona que entrañan, afectan abiertamente el derecho a la dignidad.
De allí que el viejo decreto-ley impusiera, en su artículo 47, una serie de condiciones muy
estrictas para su ejecución. Empero, y como ya se dijera, mas allá de lo cuestionable de la
esencia de la sanción (el aislamiento en si mismo), lo cierto es que a esa circunstancia-ya de
por si grave-se le añadía un mayor rigor a través de las condiciones en que se ejecutaba, en
virtud de las características de los lugares en que se efectuaban (generalmente, sin ningún
mobiliario y con dimensiones de la celda reducidísimas) y el trato que se le suministraba al
interno durante la medida (v.gr., disminución en la cantidad de alimentos).
Estos aspectos, que hacían que la sanción llegara a niveles de una inaceptable severidad,
ahora parecen encontrar-por lo menos teóricamente-un resguardo mas efectivo en lo que
respecta a su ejecución, a través del agregado que contiene la norma que aludimos (no
agravación de las condiciones de detención).
La incomunicación procesal
La CADH, en su artículo 5.2, 1ª disposición, declara: “Nadie debe ser sometido a torturas
ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Igual previsión encontramos en el
artículo 7, 1ª disposición, del PIDCP. Se trata de una garantía que-aún cuando en ciertos
precedentes supranacionales se la revista de autonomía-se encuentra íntimamente vinculada
con el respeto al principio de dignidad, tal cual lo caracterizamos.
No cabe duda de que se trata de una cláusula abierta cuyo contenido no es fácil de precisar
en atención a cierto relativismo que la expresión posee. Sin embargo, nadie puede negar
que existe consenso general en calificar en esta categoría (tratos crueles o inhumanos)
algunas practicas, lamentablemente, frecuentes en el mundo carcelario. Así:
También alcanza tal calificación (trato cruel o inhumano), por ejemplo, la ejecución de la
detención en lugares en donde impera la suciedad o no se le suministra ropa limpia y
adecuada al interno, o, en general, por ser incompatibles las condiciones materiales del
encierro cautelar con la dignidad personal del penado o cautelado.
En lo medular, el Comité expreso: “El Comité hace notar que, cualquiera que sea el nivel
de desarrollo del Estado parte de que se trate, deben observarse ciertas reglas mínimas. De
conformidad con las reglas 10, 12, 17, 19, 20 que figuran en las Reglas Mínimas para el
Tratamiento de los Reclusos […] todo recluso debe disponer de una superficie y un
volumen de aire mínimos, de instalaciones sanitarias adecuadas, de prendas que no deberán
ser en modo alguno degradantes ni humillantes, de una cama individual y de una
alimentación cuyo valor nutritivo sea suficiente para el mantenimiento de su salud y de sus
fuerzas. Debe hacerse notar que son estos requisitos mínimos, que en opinión del Comité,
deben cumplirse siempre, aunque consideraciones económicas o presupuestarias puedan
hacer difícil el cumplimiento de esas obligaciones”.
Pese a ello, no hay acuerdo en torno a si las dificultades vinculadas con las condiciones
materiales de ejecución en general (y, dentro de ellas, en especial, el problema de la
superpoblación) deben considerarse como violatorias del derecho a la dignidad (artículo 10,
PIDCP) o de la manda que proscribe todo trato cruel, inhumano o degradante (artículo 7,
PIDCP).
En la mayoría de los casos, el Comité se inclinó por considerar verificada una violación al
primer derecho (artículo 10). Sin embargo, excepcionalmente, se afirmó que tales
condiciones representaban una manifestación de un trato cruel, inhumano o degradante.
Esto último sucedió en el caso “Mukong”.
El derecho que tiene el interno a mantener comunicación con sus familiares es susceptible
de ser analizado desde una doble perspectiva: por una parte, se lo considera como
integrante del derecho de las personas privadas de su libertad a un trato humano y, desde
otro ángulo, como un componente del derecho a la protección de la familia.
La efectividad de este principio dependerá de la adopción, por parte del Estado, de acciones
positivas que tiendan a remover los obstáculos existentes en esa dirección a través de la
adopción de una política post-penitenciaria progresista.
REGLAS CONSTITUCIONALES REFERIDAS AL TRABAJO PENITENCIARIO
La constitución histórica nada dice al respecto. Sin embrago, los pactos internacionales
constitucionalizados incluyen algunas cláusulas que, si bien no reconocen expresamente el
carácter de derecho, tangencialmente regulan algunos aspectos de esta problemática. En
efecto, tanto el PIDCP como la CADH, prohíben en forma expresa la imposición de
trabajos forzosos y obligatorios. Empero ambos documentos internacionales excluyen de
ese concepto (trabajo forzoso) al trabajo penitenciario (artículo 8.3.a, PIDCP, y artículo
6.2, CADH).
Esta exclusión no es, sin embargo, de manera general y absoluta; por el contrario, se
establece una serie de requisitos precisos cuya ausencia o incumplimiento revierte la
calificación del trabajo penitenciario y lo lleva a las categorías prohibidas (trabajo forzoso).
En este sentido, la CADH, con una redacción más completa que la del PIDCP, dispone, en
su artículo 6.3.a, tres requisitos para que el trabajo penitenciario pueda implementarse sin
violaciones al principio general (prohibición de trabajo forzoso):
a) La pena privativa de libertad cuya ejecución lleva eneja-como parte integrante del
tratamiento penitenciario-la prestación de trabajos o servicios por parte del interno,
debe haber sido impuesta por “una sentencia o resolución formal dictada por
autoridad judicial competente”.
b) Los trabajos o servicios que se realicen deberán ser llevados a cabo bajo la
vigilancia y el control de autoridades publicas.
c) La prohibición de trabajos a favor de particulares.
De cualquier manera, el mismo contexto de la privación de libertad hace difícil, en
algunos casos (y más allá de los parámetros normativos recién enunciados), determinar
cuando una decisión tomada por un interno puede considerarse libre de toda coacción (y,
por tanto, no ingresar dentro de la categoría prohibida de trabajo forzoso).
Mas allá de las diferencias de género, y aún cuando tampoco con un expreso
reconocimiento constitucional, las reglas mínimas también prevén la necesaria
separación-con el consiguiente tratamiento diverso-de las personas sometidas a proceso
penal que padecen de una enfermedad mental.
Por otra parte, tratándose de una enfermedad mental sobreviniente (a la que se refiere el
artículo 25 de Código Penal), el artículo 82.2 de las Reglas Mínimas dispone que los
internos que sufran tal dolencia deberán ser ”observados y tratados en instituciones
especializadas dirigidas por médicos”, norma que encuentra una recepción adecuada en la
previsión contenida en el artículo 186 de la Ley 24660.
La supremacía (artículo 31, CN) conferida a la Convención (en 1994) hace que tanto las
leyes, decretos, reglamentos del Poder Ejecutivo, cuanto las resoluciones, actos
administrativos de alcance individual y sentencias, deban aplicar directamente este
instrumento internacional, no solo no contradiciendo las normas de la misma, sino también,
en sentido positivo, adecuándose a lo prescripto por el tratado, de modo de que este se
desarrolle a través de aquellos dispositivos.
Entre las normas de la Convención, existe una en particular que tiene gran trascendencia
para el tema que nos convoca: el articulo 37, inciso b: “Ningún niño sea privado de su
libertad ilegal o arbitrariamente. La detención, encarcelamiento o prisión de un niño se
llevara a cabo de conformidad con la ley y se utilizara tan solo como medida de ultimo
recurso y durante el periodo mas breve que proceda”.
Ciertamente-y dado el carácter operativo que se acuerda a la Convención-, este articulo “no
es una expresión de deseo ni una directiva de orientación a los jueces; es una norma jurídica
que describe derechos cuyo cumplimiento es una exigencia de justicia.
La constitución histórica carece de una previsión específica sobre esta materia. Como
sucede con muchas de las garantías que venimos examinando, la tutela de este aspecto
particular, dentro del problema de la ejecución, debe ser buscada en los pactos
internacionales constitucionalizados.
En primer término, y en cuanto al grupo erario protegido por las normas convencionales, ni
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ni el de San José de Costa Rica lo
definen expresamente. Si lo hace, en cambio, la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño al disponer la aplicabilidad de sus disposiciones respecto de toda
persona menor de 18 años de edad (articulo 1).
a) a contar con lugares de alojamiento higiénicos (articulo 31), diseñados de forma tal
que permitan las posibilidades de asociación con sus compañeros y la realización de
actividades deportivas (articulo 32),
b) a satisfacer sus necesidades espirituales (articulo 48), recreativas (articulo 47) y
educativas (articulo 38);
c) a una adecuada atención medica (artículos 49 a 55);
d) al contacto con la comunidad (artículos 59 a 62), y
e) una serie de resguardos frente a los procedimientos disciplinarios (artículos 66 a
71).
En tercer lugar se prohíbe someter al menor, mientras dure la ejecución de la pena, o el
posible encierro cautelar, a torturas o cualquier forma de tratos crueles, inhumanos o
degradantes (articulo37.a, primera disposición, Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño).
En quinto lugar, se dispone que tanto los menores procesados como los condenados deben
estar separados de los adultos (articulo 37.c, segunda disposición, CIDN; articulo 10.2.b,
PIDCP, y articulo 5.5, CADH). No obstante el énfasis puesto al respecto por las normas
convencionales, la jurisprudencia supranacional desenvuelta sobre ellas resulta muy escasa.
Por fin, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos preceptúa que los menores
que fueren responsabilizados penalmente deberán ser sometidos a un tratamiento adecuado
a su edad y condición jurídica (artículo 10.3, segunda disposición). Dicho tratamiento
deberá garantizar el derecho de los menores, que se encuentren internados, a mantener
contacto con su familia por medio de correspondencia y visitas (articulo 37.c, segunda
disposición, CIDN).
LAS MANIFESTACIONES DEL CAMBIO
1-en relación con el Poder Legislativo eliminando las actuales incompatibilidades que se
observan en la regulación de la ejecución con las normas internacionales y, por ende
adecuando el sistema normativo a la totalidad de garantías que emergen del nuevo tejido
tutelar de los pactos;
2-por otra parte, las disposiciones internacionales constitucionalizadas generan una clara
responsabilidad de control de cumplimiento de sus mandas por parte del Poder Judicial.
Ello, también, desde una doble perspectiva:
3-por fin, y en orden al Poder Ejecutivo, los pactos constitucionalizados no solo le exigen
velar por su cumplimiento directo (en lo que respecta a la actuación de la administración
penitenciaria), sino, además, una profunda e intensa labor pedagógica que debe quedar
necesariamente a cargo de quienes, desde ese Poder del Estado, ejercen la delicada
responsabilidad de diseñar la política penitenciaria. En otras palabras: