Derechos Humanos

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DERECHOS

HUMANOS
FUNDAMENTOS DE LA ASIGNATURA

La necesidad de esta asignatura esta plasmada en sus contenidos, los que procuran
transmitir una visión realista y practica de los Derechos Humanos, en orden a la
comprensión de la diversidad, complejidad y dinamismo del fenómeno jurídico.

El texto ideado permite entonces encauzar al estudiante en la materia bajo estudio y procura
introducirlo paulatinamente en los problemas e interrogantes más frecuentes con el
conocimiento de las distintas normas internacionales sobre derechos humanos relativas al
régimen penitenciario.

La materia intenta formar personas capaces de asumir el importante rol que la sociedad les
ha encomendado tanto para la reeducación y la reinserción social de quienes sufren penas
privativas de libertad como para discernir la conducta a desplegar en los conflictos que se
derivan de la dinámica actividad de la función penitenciaria.

OBJETIVOS GENERALES DE LA ASIGNATURA

Lograr que el alumno:

a) conozca y comprenda el régimen jurídico vigente en materia de Derechos Humanos


a la luz de la Reforma Constitucional de 1994;
b) asuma como valioso el respeto por los derechos de los demás y observe una
conducta diligente y previsora con respecto a los otros sujetos que componen el
organismo social;
c) desarrolle aptitudes como para que en el futuro, frente a realidades nuevas de los
Derechos Humanos, se encuentre en capacidad de captarlas y comprender su nueva
regulación;
d) desarrolle una actitud de compromiso con los Derechos Humanos y con el estado
social y democrático de derecho;
e) desarrolle una actitud de responsabilidad frente al ejercicio de la función
penitenciaria, ya sea a nivel individual o en equipos interdisciplinarios dentro o
fuera de la institución;
f) tome conciencia de la dimensión ética de la función penitenciaria y de la
responsabilidad social frente a su misión;
g) identifique los hechos o actos que son violatorios de los Derechos Humanos.-
NOCIONES BASICAS DE DERECHO CONSTITUCIONAL

El derecho en el estado moderno


En la vida cotidiana realizamos con frecuencia actos o nos encontramos en
situaciones que nos ponen en contacto con el derecho.
Podemos exigir de otros una conducta determinada y otros nos la pueden
exigir a nosotros. Pero para que ello sea posible es preciso que exista un conjunto de
normas que regulen nuestra conducta dentro de la sociedad.
El Derecho se caracteriza por estar compuesto por normas de conducta,
denominadas Normas Jurídicas.
Las Normas Jurídicas se nos presentan como obligatorias, precisamente
porque puede exigirse su aplicación coactiva, a través de órganos establecidos para ello y
tienen los medios para hacerlos cumplir.
Las normas jurídicas son respaldadas en su cumplimiento por el poder
coercitivo del Estado y el mismo ha de determinar qué normas han de gozar de esa
protección (ver artículo 31 Constitución Nacional).
Todo estado tiene Constitución y no puede prescindir de tenerla, porque
ningún Estado existe sin una estructura fundamental, que la ordene.

Es la norma más importante de un país. En ella se establece como va a estar


organizado el Estado, además a través, de una constitución la sociedad deja en claro cuáles
son sus objetivos políticos y cuál va ser la forma de llevarlos a cabo.

CARACTERES:

Rígida:

Las reformas son realizadas por la Convención Constituyente, un órgano distinto


del llamado a elaborar la ley ordinaria (Congreso). Este tipo de rigidez se denomina
orgánica y suele combinarse con un procedimiento diferente al que se sigue para formular
la ley.

El Art. 30 de nuestra constitución al prescribir el mecanismo de la reforma se


define por la rigidez orgánica y procedimental. Sin embargo los tratados
constitucionales, (Art. 75 Inc. 22) son susceptibles de una flexibilidad que no alcanza a
los restantes preceptos constitucionales.

Con contenidos pétreos:

Bidart Campos, ha desarrollado la teoría de que la constitución tiene contenidos


pétreos. Para el autor, que la constitución se puede reformar en el todo o en cualquiera de
sus partes significa que cuantitativamente se la puede revisar en forma integra o total.
Pero cualitativamente no, porque hay algunos contenidos o partes que, si bien pueden
reformarse, no pueden alterarse, suprimirse. En nuestra constitución los contenidos pétreos
no impiden su reforma sino su abolición. Ellos son:

 la forma de estado democrático


 la forma de estado federal
 la confesionalidad del estado

Formal:

La constitución formal es la dictada por el poder constituyente; aparece escrita y


generalmente concentrada en un código único.

Codificada:

Las constituciones contenidas en un solo texto, de modo orgánico y sistemático, son


las codificadas.

PARTES DE LA CONSTITUCION NACIONAL

Nuestra Constitución está integrada por un Preámbulo y dos partes.

PREÁMBULO
Es el prólogo, la introducción de la Constitución; en él se reconoce la soberanía del pueblo
al nombrar a los convencionales como "representantes del pueblo de la Nación Argentina".
En el preámbulo se establece que es legítimo que los representantes sancionen la
Constitución porque lo hacen "por voluntad y elección de las provincias" que componen la
Argentina y "en cumplimiento de pactos preexistentes", la Constitución denomina de este
modo a los acuerdos celebrados entre las provincias (El Pacto Federal de 1831 y el Acuerdo
de San Nicolás de 1852) con el propósito de organizar políticamente al país.

El preámbulo establece también los objetivos que se persiguen al sancionar la


Constitución. Ellos son: “... constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la
paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los
beneficios de la libertad.". Se determina que estos objetivos deben ser alcanzados "para
nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar
en el suelo argentino". En cumplimiento de estos fines, los convencionales invocaron "la
protección de Dios, fuente de toda razón y justicia" y dieron fuerza de ley a la Constitución:
"ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina."

La primera parte de nuestra Constitución, llamada ORGÁNICA está formada por


dos capítulos. El primero se llama "Declaraciones, Derechos y Garantías" y el segundo,
"Nuevos Derechos y Garantías". Comprende los primeros 43 artículos.

La segunda parte llamada DOGMÁTICA: "Autoridades de la Nación" y se


organiza en dos Títulos: "Gobierno Federal" y "Gobiernos de Provincia".

SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL. LA PIRÁMIDE JURÍDICA:

Concepto. La Supremacía Constitucional es definida como la “doctrina según la


cual, las normas de la Constitucional Nacional prevalecen sobre todas las demás
normas” (Conf. Osorio.)
Jerarquía normativa de la Constitución. En un Estado civilizado como el nuestro, los
habitantes deben respetar diferentes tipos de normas: la Constitución, leyes nacionales,
decretos, ordenanzas, leyes provinciales, etc.

Para evitar confusiones y para que la sociedad sepa cuáles son las normas
superiores que prevalecen sobre las demás, se establece una graduación jerárquica de las
normas. En dicha graduación jerárquica, la Constitución Nacional ocupa el primer lugar.

Por eso se la denomina “norma suprema”; y de allí deriva el término


“Supremacía Constitucional”

La Constitución como norma fundamental1: Cualquier disposición de una ley,


decreto, ordenanza, etc, que sea contraria a la Constitución, carece de validez y
correspondencia que se la declare nula o “inconstitucional”.
Fuente: Guía Estudio Constitucional

1
La Constitución es la norma fundamental. Todo el ordenamiento jurídico-político del Estado debe basarse en
la Constitución y ser compatible con ella. La constitución obliga a que todas las demás normas y los actos
estatales y privados se amolden a ella. La teoría de la “Supremacía Constitucional” surge del Art. 31 de la
constitución.
La Constitución Nacional y los doce convenios internacionales, con
Jerarquía Constitucional ocupan el nivel más alto, el grado supremo. Se la conoce con
el nombre de supremacía constitucional, que consagra el Art. 31 y el art 75 inc.22.
La constitución nacional2 da fundamento, sirve de base, al restante orden
jurídico-político del Estado.

El jurista austriaco Hans Kelsen (1881-1973) afirmó que las leyes ordinarias
están determinadas por una norma positiva general, una norma fundamental (Grundnorm) o
Constitución.

Fuente: Derecho Humano y Ciudadanía. Marcelo Raffin (coordinador), Adrián


Melo, Silvina Zimerman. Editorial Tinta Fresca.

¿Cuál es el orden jerárquico?

a) . Art. 27: “El gobierno Federal está obligado a afianzar sus relaciones de paz
y comercio con las potencias extranjeras por medio de tratados que estén en conformidad
con los principios de derecho público establecidos en esta Constitución”
De este artículo surge un principio general: los tratados están por debajo de la
constitución, ya que su contenido debe ser compatible con ella.

b) . Art. 75, inc. 22 (1er. párrafo). “los tratados y concordatos tienen jerarquía
superior a las leyes”

2
La Constitución es suprema no solo por ser el derecho fundamental de la organización jurídica-política del
Estado. Es también suprema porque la Constitución obliga a que las demás normas y los actos estatales y
privados se acomoden, ajusten, subordinen o amolden a ella.
En 1er. Plano se encontraría la Constitución, en 2do. plano los Tratados
Internacionales; y en 3er. Plano las Leyes Nacionales. Pero la Reforma de 1994 introdujo
algunas modificaciones que debemos tener en cuenta.

c) . El Art. 75 inc. 22 (2da párrafo) modificado por la reforma de 1994,


menciona a once Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos y dispone respecto a
ello que “en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan
artículo alguno de la primera parte de esta constitución y deben entenderse
complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos...”. Estos 11
Instrumentos son:
1. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre,
2. La Declaración Universal de los Derechos Humanos,
3. La Convención Americana sobre Derechos Humanos,
4. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
5. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y
6. Su Protocolo Facultativo,
7. La Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio,
8. La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial,
9. La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer,
10. La Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas
o Degradantes,
11. La Convención sobre los Derechos del Niño.

El artículo 75, inc. 22 (último párrafo) agrega también que los demás tratados sobre
Derechos Humanos podrán adquirir jerarquía constitucional con el voto de las dos terceras
partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara del Congreso.
Eso fue lo que ocurrió en el año 1997 con la “Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas”. Por lo tanto, en la actualidad, son 12 los
Instrumentos con jerarquía constitucional.

La pirámide Jurídica:

(1) Constitucional Nacional y 12


instrumentos internacionales con Jerarquía
Constitucional

(2) Tratados sin Jerarquía Constitucional

(3) Leyes Nacionales

LOS DERECHOS HUMANOS

QUÉ SON LOS DERECHOS HUMANOS?3


En líneas generales, en la actualidad se entiende por derechos humanos a los
atributos que el ser humano posee por su condición humana (como la dignidad, la libertad,
la cultura, el trabajo o la igualdad) y que le proveen una protección especial. Los derechos
humanos son, entonces, derechos connaturales; es decir, propios de la condición humana
de toda persona.

Para Miguel M. Padilla, en su obra “Lecciones sobre Derechos y Garantías”,


derechos humanos es... “conjunto de Facultades que corresponden a todos los Seres
Humanos, como consecuencia de su innata dignidad, destinadas a permitirles el logro de
sus fines y aspiraciones en armonía con los de otras personas y que deben ser reconocidos y
amparados por los ordenamientos jurídicos de cada estado”

3 Derecho Humano y Ciudadanía. Marcelo Raffin (coordinador), Adrián Melo, Silvina Zimerman. Editorial Tinta Fresca
Los derechos humanos pertenecen a las personas por su propia naturaleza y siendo
ella igual en su esencia, corresponden a todos sin excepción, a fin. No derivan entonces de
la voluntad humana, no de un consenso generalizado, los derechos humanos se encuentran
revestidos de las siguientes características:

1. Son innatos o congénitos, puestos todos seres humanos lo posee al iniciar su vida4...
2. Son universales, puesto que corresponden a todos los hombres del mundo
3. Son necesarios al derivar de las exigencias de la misma naturaleza.
4. Son inalienables por pertenecer indisolublemente a la propia naturaleza del ser. No
se pueden transmitir por ningún título, ni oneroso, ni gratuito (no pueden ser comprados,
vendidos, ni cedidos)
5. Son imprescriptibles ya que no son susceptibles de perderse por el no uso,
voluntario o compulsivo. Porque el paso del tiempo no los extingue, no tiene plazo, por
ejemplo los crímenes de guerra cometidos por los nazis, son imprescriptibles.
6. son indivisibles, ya que afirmar lo contrario afectaría su esencia.
Se encuentran fuera del alcance de cualquier poder político.

FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS HUMANOS


El fundamento de los derechos humanos es la dignidad de la persona. Digno es
aquel que tiene valor en si mismo y por si mismo. Es el respeto al hombre por el solo hecho
de ser hombre. “El hombre logra su dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad
de las pasiones, tiende a su fin con libre elección del bien y se procura los medios
adecuados para ello...”

LOS TRATADOS INTERNACIONALES DE DERECHOS HUMANOS

La parte dogmática de la constitución se ha ampliado y enriquecido a través del artículo 75


inciso 22, que directamente confiere jerarquía constitucional a once instrumentos
internacionales de derechos humanos (dos declaraciones, ocho tratados, y un protocolo

4
El derecho a la vida
Toda persona tiene derecho a que su vida sea respetada y goza de la protección de las leyes desde el momento
de la concepción y hasta la muerte. “Nadie –dice el Art. 4.1 del Pacto de San José de Costa Rica- puede ser
privado de la vida arbitrariamente”. El mismo Pacto prohíbe restablecer la pena de muerte a aquellos países
que la han derogado.
El derecho a la vida se reconoce asimismo a la persona por nacer, lo que excluye y penaliza la interrupción
voluntaria del embarazo (aborto). Nuestra constitución, en el artículo 75, inc. 23, protege al niño en situación
de desampara- y en este aspecto, a todos los niños- “desde el embarazo hasta la finalización del periodo de
enseñanza elemental”, lo que comprende la protección del menor desde antes de nacer. Fuente. Constitución
Nacional Argentina, Comentada, Editorial Santillana
adicional), y que prevé para el futuro un procedimiento especial mediante el cual otros
tratados de derechos humanos pueden lograr aquella misma jerarquía.

Con esto, nuestro derecho constitucional ha acogido expresamente una doble fuente para el
sistema de derechos: la propia interna, y la internacional.

La fuente internacional se nutre no sólo de tratados con jerarquía constitucional; también


los que no la poseen y versan sobre derechos humanos deben ser tenidos en cuente por dos
razones como mínimo: a) que por el mismo inciso 22 prevalecen sobre las leyes; b) que
siempre obligan internacionalmente a nuestro Estado y le adjudican responsabilidad
internacional si en jurisdicción interna no se cumplen o se violan.

EL MODELO DE READAPTACION SOCIAL ADOPTADO

Con respecto al tema del presente acápite, la clave de bóveda esta representada por los ya
citados artículos 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), y
5.6 de la Convención Americana de Derechos Humanos(CADH).

La primera cuestión que estos textos ofrecen al interpretar se vincula con la determinación
del alcance del concepto de readaptación social que utilizan.

Básicamente, dos son las posibilidades hermenéuticas en este sentido: la readaptación


social se define en función del respeto a la legalidad (programas de readaptación
social mínimos), o bien se parte de reconocer que dicha finalidad no se satisface con el
logro de una mera actitud exterior de respeto a la ley, sino que exige que el autor del
delito se adapte a una determinada concepción de vida social que el Estado debe
imponer a través de la ejecución de la pena (programas de readaptación social
máximos).

¿Cuál ha sido el modelo adoptado por los instrumentos internacionales que, a partir de la
reforma de 1994, adquirieron jerarquía constitucional?

En nuestro criterio, una interpretación sistemática de los textos internacionales que


analizamos (artículo 10.3 de PIDCP Y 5.6 de CADH) con la Primera Parte de la
Constitución histórica debe conducirnos a la conclusión de que el concepto a que aluden las
normas internacionales se compatibiliza con un programa de readaptación social mínimo.

DERECHO A LA INTEGRIDAD CORPORAL DE LA PERSONA DETENIDA

El derecho internacional de los derechos humanos contiene una nutrida cantidad de


preceptos con la finalidad de tutelar la vida e integridad corporal de quienes se encuentran
cumpliendo una pena privativa de libertad. Así, en el ámbito de nuestra región, la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en su artículo 4.1, 1ª disposición,
genéricamente tutela el derecho a que se respete la vida, norma que debe ser interpretada en
conjunción con lo establecido por los artículos 5.1 y 5.2 del mismo instrumento
internacional, en tanto garantizan, respectivamente, el derecho de que goza toda persona “a
que se respete su integridad física, psíquica y moral”, e impone la obligación estatal de que
nadie sea sometido “a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”.

La garantía que analizamos tiene, al menos, tres proyecciones importantes:

a) En primer término, el deber del Estado de evitar que, a través de los funcionarios
encargados de la ejecución, se afecte tal derecho. En ese sentido-y aun cuando no
constituya una norma estrictamente convencional (con lo que ello jurídicamente significa) -
no podemos dejar de señalar que la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas,
ha elaborado una serie de principios básicos sobre el empleo de la fuerza y las armas de
fuego por parte de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley; documento que,
respecto de nuestro tema, contiene dos reglas centrales:

En virtud del principio 15 se dispone: “Los funcionarios encargados de hacer cumplir la


ley, en sus relaciones con las personas bajo custodia o detenidas, no emplearán la fuerza,
salvo cuando sea estrictamente necesario para mantener la seguridad y el orden en los
establecimientos o cuando corra peligro la integridad física de las personas”.

La segunda disposición (principio 16), por su parte, establece: “Los funcionarios


encargados de hacer cumplir la ley, en sus relaciones con las personas bajo custodia o
detenidas, no emplearan armas de fuego, salvo en defensa propia o en defensa de terceros
cuando haya peligro inminente de muerte o lesiones graves, o cuando sea estrictamente
necesario para impedir la fuga de una persona sometida a custodia o detención que presente
el peligro a que se refiere el principio 9.

Sobre la base de este marco tutelar, en el sistema interamericano, existe una jurisprudencia
importante sobre la violación del derecho a la vida en el contexto de cárceles e institutos
penales. Así, la Corte Interamericana ha condenado en dos ocasiones el uso
desproporcionado de las armas contra internos en las circunstancias extremas del
bombardeo de instituciones penales bajo control de internos amotinados (caso “Neira
Alegría y otros” y “Durand y Ugarte”). En otro caso relativo al uso de armas de fuego para
retomar el control de una prisión, la Corte Interamericana declaró responsable a Brasil por
la violación al derecho a la vida de 111 internos. Se trató del asunto “Carandiru”, en donde,
entre otros aspectos, la decisión internacional condenatoria se baso en la siguiente
conclusión: “[…] las muertes no correspondieron a situaciones de legítima defensa ni de
desarme de los recluidos, ya que las armas que estos tenían, de factura casera, habían sido
arrojadas al patio al entrar los policías. No se comprobó la existencia de ningún arma de
fuego en poder de los revoltosos, ni que hayan efectuado disparo alguno de arma de fuego
contra la policía”.

b) En segundo lugar, y como otra proyección de la garantía, debe resaltarse el deber del
Estado de evitar que otros internos atenten contra la vida o integridad corporal de sus
pares. De hecho, en nuestro país, los tribunales han tenido ocasión de pronunciarse en esa
dirección y destacando esta responsabilidad.

c) Por fin-y como otro derivado de esta garantía-, la jurisprudencia también reconoce la
responsabilidad del Estado por omisión en razón de la desprotección de los internos y la
inatención de sus necesidades básicas, especialmente en lo referente a la prestación
medica.

En esta dirección, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha tenido ocasión de


pronunciarse en dos casos en donde reconoció esta obligación estatal, cuya omisión resulta
generadora de responsabilidad. En el primero, el Estado de Guatemala fué condenado por
violación al derecho a la vida de un interno muerto, al padecer de deshidratación provocada
por el cólera. En forma mas reciente, responsabilizó al Estado de Ecuador por el
fallecimiento de un interno que padecía trastornos psicológicos que le hacían incapaz de
asegurar su propio cuidado y que había muerto de desnutrición y deshidratación en una
celda de aislamiento.

En nuestro país, la Corte Suprema de Justicia de la Nación , al fallar el precedente


“Gallardo”, también se ocupó (entre otros aspectos de importancia que allí se abordaron) de
esta problemática manifestando que resultaba admisible el empleo de un habeas corpus
correctivo cuando la denuncia del accionante involucraba la protección de su salud, dado
que se refería a la interrupción de un tratamiento de rehabilitación para un
drogadependiente y de la falta de atención medica de un problema urológico.

RESPETO A LA DIGNIDAD DEL INTERNO

Tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como la Convención


Americana sobre Derechos Humanos, incluyen sendas cláusulas, según las que “Toda
persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser
humano” (artículos 10.1 y 5.2, 2ª disposición, respectivamente).

Estas previsiones-de inmenso valor interpretativo respecto de normas legales,


reglamentarias y de las situaciones fácticas que se viven en el mundo de la prisión-resultan
clave desde que, como correctamente lo puntualizara Ernesto Garzón Valdés, la violación a
este principio “equivale a la deshumanización de la persona. Significa convertirla en
objeto o animalizarla”. Las consecuencias de esta deshumanización “no significan tan sólo
la privación del goce de algunos derechos humanos sino la privación absoluta de ser sujeto
de derecho. Por eso tiene razón Joel Feinberg cuando afirma: “lo que se llama dignidad
humana puede ser simplemente la capacidad reconocible de alegar (exigir) derechos.
Respetar a una persona o pensar que posee dignidad humana significa simplemente
concebirlo como un ser potencialmente capaz de alegar derechos”. Esta privación-expresa
Garzón Valdés- “no se refiere a la imposibilidad de ejercer algún derecho determinado sino
que se extiende a todo derecho. La negación de todo derecho constituye, por ello, el grado
máximo de exclusión de la sociedad humana, del ámbito de la humanidad”.

Debemos comenzar señalar que, invocando su afectación, es el que origina un mayor


número de denuncias. Y si bien la jurisprudencia supranacional a su respecto es extensa,
“las conclusiones de los órganos internacionales competentes casi siempre se refieren a un
conjunto de hechos, lo que dificulta en cierta medida el análisis de los actos precisos con el
fin de identificar aquellos que constituyen violaciones de la normativa internacional. Es así
que la literatura especializada, al abordar esta garantía, incluye casos tan dispares como:

a) aislamiento e incomunicación de los internos;


b) tratos crueles por parte del personal penitenciario;
c) carencia de atención médica o atención notoriamente insuficiente;
d) hacinamiento y deficiencias en las condiciones materiales de detención;
e) obstaculización de la comunicación con la familia;
f) separación entre procesados y condenados;
g) separación de los reclusos menores respecto de los adultos;
h) rehabilitación como finalidad del sistema penal e
i) morigeración de la discriminación post-carcelaria

a) AISLAMIENTO E INCONUNICACION
Perspectiva supranacional

En el ámbito europeo, la Comisión de Derechos Humanos y la Corte han elaborado una


abundante jurisprudencia sobre esta materia. Por lo general, los desarrollos han girado en
derredor del concepto de “trato inhumano” o “degradante” (artículo 3 de la Convención
Europea de Derechos Humanos).

En un principio, el aislamiento carcelario no constituía para la Comisión una violación de


aquel derecho. Así, “el recurso de un detenido aislado durante veinte de las veinticuatro
horas, en un período de diez meses, en una celda constantemente iluminada fue declarado
inadmisible”. Sin embargo, con posterioridad, la Comisión introdujo una distinción entre el
aislamiento carcelario stricto sensu y la separación, llamada también, “exclusión de la
colectividad carcelaria”, donde el detenido, aunque aislado de los demás prisioneros, puede
recibir visitas regularmente. Esta clase de exclusión, si bien fue calificada como no
deseable, no se la considero contraria al artículo 3 de la Convención.

No obstante lo dicho, con el tiempo, se puede observar que la Comisión ha ido ajustando
progresivamente su jurisprudencia relativa a la conformidad del aislamiento con las normas
de la Convención. Con frecuencia la cuestión se presentó en recursos de personas
sospechadas de pertenecer a organizaciones terroristas como el “IRA”, el “RAF” y otras.
Fue así que al resolver el asunto “Ensslin”, luego de recordar la regla de que el aislamiento
en si mismo no constituye violación a la norma convencional, aclaró que en determinadas
circunstancias puede llegar a serlo: “Sin duda, el aislamiento sensorial acompañado de un
aislamiento social absoluto puede desembocar en la destrucción de la personalidad;
constituye una forma de tratamiento inhumano que las exigencias de seguridad, no pueden
justificar por el carácter absoluto de la prohibición de la tortura y de los tratamientos
inhumanos inscripto en el artículo 3 de la Convención”.

Con todo, pareciera que la Comisión no se decide a condenar abiertamente este


procedimiento y realiza una interpretación más bien restrictiva del artículo 3 de la
Convención. Así, para evaluar si el aislamiento infringe (o no) el citado artículo, en el
precedente “Krocher y Moller c/Suiza”, formuló cinco criterios de ponderación y llevo el
umbral de tolerancia a un límite mas bien alto. Estos criterios fueron: las condiciones
particulares de la causa, el rigor del aislamiento, su duración, el objetivo perseguido con la
imposición de la medida y, finalmente, los efectos que produce sobre el detenido.

En nuestro ámbito regional, la Comisión Interamericana también ha desarrollado una


jurisprudencia importante sobre esta materia. En particular, debe señalarse la elaboración
del concepto (y su descalificación desde la perspectiva de la normativa convencional) del
denominado “aislamiento relativo”, “que consiste en detener a un interno en una celda por
más de 23 horas por día con muy escasas oportunidades de contacto con otros internos”.

La cuestión en nuestro sistema jurídico

La sanción de aislamiento: evolución de su tratamiento en la legislación de ejecución

El decreto-ley 412/1958, al establecer las sanciones disciplinarias que podía imponer el


director del establecimiento, enumeraba, entre ellas, a la de “Internación en celda de
aislamiento hasta 15 días”(artículo 45, inciso d).

La ley 24660 no hace expresa referencia a esta sanción. En su lugar habla de una
permanencia en una celda, “cuyas condiciones no agraven ilegítimamente la detención”
(artículo 87, inciso e y f). La diferencia es significativa si se tienen presentes las
descripciones que, invariablemente, la doctrina penitenciaria ha efectuado con relación a las
primeras.
En realidad-y como bien lo ponen de resalto los precedentes supranacionales analizados-,
un confinamiento absolutamente aislado o cerrado es una forma de sanción que, de hecho,
envuelve condiciones manifiestamente inhumanas y degradantes; condiciones que, por la
deshumanización de la persona que entrañan, afectan abiertamente el derecho a la dignidad.
De allí que el viejo decreto-ley impusiera, en su artículo 47, una serie de condiciones muy
estrictas para su ejecución. Empero, y como ya se dijera, mas allá de lo cuestionable de la
esencia de la sanción (el aislamiento en si mismo), lo cierto es que a esa circunstancia-ya de
por si grave-se le añadía un mayor rigor a través de las condiciones en que se ejecutaba, en
virtud de las características de los lugares en que se efectuaban (generalmente, sin ningún
mobiliario y con dimensiones de la celda reducidísimas) y el trato que se le suministraba al
interno durante la medida (v.gr., disminución en la cantidad de alimentos).

Estos aspectos, que hacían que la sanción llegara a niveles de una inaceptable severidad,
ahora parecen encontrar-por lo menos teóricamente-un resguardo mas efectivo en lo que
respecta a su ejecución, a través del agregado que contiene la norma que aludimos (no
agravación de las condiciones de detención).

La incomunicación procesal

El texto de la Constitución histórica carecía de una disposición expresa en esta materia. La


situación ha variado a partir de la reforma de 1994, por obra de los pactos que menta el
artículo 75 inciso 22, 2ª cláusula de la CN. En tal sentido, el artículo 14.3 b del PIDCP,
establece, como una de las garantías judiciales mínimas, que el imputado pueda
“comunicarse con un defensor de su elección”.

b) PROHIBICION DE TRATOS CRUELES, INHUMANOS O DEGRADANTES

La CADH, en su artículo 5.2, 1ª disposición, declara: “Nadie debe ser sometido a torturas
ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Igual previsión encontramos en el
artículo 7, 1ª disposición, del PIDCP. Se trata de una garantía que-aún cuando en ciertos
precedentes supranacionales se la revista de autonomía-se encuentra íntimamente vinculada
con el respeto al principio de dignidad, tal cual lo caracterizamos.

Pero ¿Qué entendemos por prohibición de tratos crueles o inhumanos en prisión?

No cabe duda de que se trata de una cláusula abierta cuyo contenido no es fácil de precisar
en atención a cierto relativismo que la expresión posee. Sin embargo, nadie puede negar
que existe consenso general en calificar en esta categoría (tratos crueles o inhumanos)
algunas practicas, lamentablemente, frecuentes en el mundo carcelario. Así:

Obviamente, la tortura de los detenidos y de los condenados constituye un trato cruel e


inhumano. Sin embargo, la prohibición de tortura no solo queda limitada a la inexistencia
de agresiones físicas en la persona del privado de libertad, sino que también, como lo tiene
resuelto la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al fallar el precedente “Loayza
Tamallo” (17/07/1997), “aún en la ausencia de lesiones, los sufrimientos en el plano físico
y moral, acompañado de perturbaciones psíquicas durante los interrogatorios, pueden ser
considerados como tratos inhumanos”.

También alcanza tal calificación (trato cruel o inhumano), por ejemplo, la ejecución de la
detención en lugares en donde impera la suciedad o no se le suministra ropa limpia y
adecuada al interno, o, en general, por ser incompatibles las condiciones materiales del
encierro cautelar con la dignidad personal del penado o cautelado.

b) HACINAMIENTO Y DEFICIENCIAS GENERALES EN LAS CONDICIONES


MATERIALES DE DETENCION

El hacinamiento de las prisiones es un problema muy difundido en todo el mundo; genera


situaciones de riesgo tanto para los internos como para el propio personal penitenciario y se
convierte en fuente de producción de enfermedades, violencia y abuso de los derechos
humanos. Sin duda, en la medida en que el hacinamiento se acentúa, puede conducir a
situaciones que constituyen un trato inhumano y degradante para los reclusos, así como a
condiciones de trabajo inaceptables para el personal penitenciario.

El Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas realizó una


contribución clave sobre este aspecto al decidir el caso “Mukong c/ Camerún”. Allí, el
Comité insistió sobre la universalidad del derecho de todo interno a un trato digno y
humano, rechazó la escasez de recursos como excusa para el incumplimiento de este
derecho y resaltó el valor de las Reglas Mínimas para el tratamiento de los Reclusos como
estándar en la interpretación del contenido de este derecho, en especial, en lo atinente a las
condiciones materiales en que se cumple la pena.

En lo medular, el Comité expreso: “El Comité hace notar que, cualquiera que sea el nivel
de desarrollo del Estado parte de que se trate, deben observarse ciertas reglas mínimas. De
conformidad con las reglas 10, 12, 17, 19, 20 que figuran en las Reglas Mínimas para el
Tratamiento de los Reclusos […] todo recluso debe disponer de una superficie y un
volumen de aire mínimos, de instalaciones sanitarias adecuadas, de prendas que no deberán
ser en modo alguno degradantes ni humillantes, de una cama individual y de una
alimentación cuyo valor nutritivo sea suficiente para el mantenimiento de su salud y de sus
fuerzas. Debe hacerse notar que son estos requisitos mínimos, que en opinión del Comité,
deben cumplirse siempre, aunque consideraciones económicas o presupuestarias puedan
hacer difícil el cumplimiento de esas obligaciones”.

Pese a ello, no hay acuerdo en torno a si las dificultades vinculadas con las condiciones
materiales de ejecución en general (y, dentro de ellas, en especial, el problema de la
superpoblación) deben considerarse como violatorias del derecho a la dignidad (artículo 10,
PIDCP) o de la manda que proscribe todo trato cruel, inhumano o degradante (artículo 7,
PIDCP).

En la mayoría de los casos, el Comité se inclinó por considerar verificada una violación al
primer derecho (artículo 10). Sin embargo, excepcionalmente, se afirmó que tales
condiciones representaban una manifestación de un trato cruel, inhumano o degradante.
Esto último sucedió en el caso “Mukong”.

c) OBSTACULIZACION DE LA COMUNICACIÓN CON LA FAMILIA

El derecho que tiene el interno a mantener comunicación con sus familiares es susceptible
de ser analizado desde una doble perspectiva: por una parte, se lo considera como
integrante del derecho de las personas privadas de su libertad a un trato humano y, desde
otro ángulo, como un componente del derecho a la protección de la familia.

La doctrina judicial vernácula ha desarrollado criterios al respecto. En esta dirección


merece ser destacada la línea argumental realizada por la casación neuquina al fallar el
precedente “Tralma”. En dicho decisorio, el Tribunal Superior de Justicia de aquella
Provincia intervino frente a un pedido de un interno con relación a la ampliación del
régimen de visitas respecto de su hija. El órgano jurisdiccional, luego de efectuar una serie
de consideraciones vinculadas con la garantía de legalidad ejecutiva, conectó el tema traído
a exámen con el derecho a la protección de la familia y, en especial, el principio de
intrascendencia de la pena (artículo 5.3, Convención Americana sobre Derechos Humanos).
Dijo, al respecto, el Tribunal: “el razonamiento precedente [en el sentido de que no es
factible coartar un derecho del condenado que no esta limitado, expresamente, por propia
ley], si de por si es aplicable respecto de cualquier limitación legal a un derecho de la
persona privada de la libertad, a fortiori, con mas razón lo será cuando lo que se pretende
restringir tiene una naturaleza mucho mas compleja; cual ocurre en el presente caso en
donde esta involucrado, además, un deber (como también lo define el artículo 264 del
Código Civil) ínsito en el ejercicio mínimo de la patria potestad. No debe perderse de vista,
que la propia doctrina iusprivatista viene sosteniendo que “la patria potestad debe ejercerse
con la idea puesta en el interés del hijo. Es el interés o beneficio del hijo, el que promueve
la autoridad de los padres. La patria potestad se presenta [así] como una verdadera función
social encomendada a los padres; proteger y formar integralmente a sus hijos menores de
edad no emancipados”; principio este que, a su vez, engarza perfectamente con las
previsiones (hoy de rango constitucional) que emanan de los artículos 2.2 y 3.1, de la
Convención sobre los Derechos del Niño. Y hablamos de un adecuado resguardo respecto
de los intereses del menor, en este caso, por cuanto, de los distintos informes técnicos
glosados, se desprende sin ningún tipo de duda, el carácter beneficioso y positivo de la
comunicación (con el padre) para los intereses de la niña. Estas aristas particulares y
especialisimas del caso (debidamente acreditadas en el expediente principal) hacen que,
además, se afecte también aquí la garantía constitucional de intrascendencia de la pena
(artículo 5.3, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, con jerarquía
constitucional [artículo 75 inciso 22, CN]). ZAFFARONI, ALAGIA y SLOKAR,
atinadamente sostienen, que la trascendencia de los efectos del poder punitivo respecto de
terceras personas ajenas a la comisión del delito que legitimó la imposición de la pena es,
en alguna dosis, inevitable. Ello así, por cuanto la comunicación, el efecto estigmatizante,
la perdida de nivel de ingresos, etc., son todos efectos que trascienden a la familia y a otras
personas cercanas o dependientes del condenado. Si esto no se puede sortear con carácter
absoluto, es necesario por lo menos, tratar de evitar que la trascendencia a terceros exceda
del marco de lo razonable y que constituya una sanción también para estos.

d) MORIGERACION DE LA DISCRIMINACION POST-CARCELARIA

También ha sido materia de tutela, por parte de las instancias supranacionales, el


reconocimiento del derecho del ex interno y, en particular, del ex interno político, a no ser
sujeto de discriminación por esa condición. En tal sentido, la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos declaró al respecto “[…] el tratamiento acordado por las autoridades
cubanas a los ex detenidos y ex detenidos políticos es violatorio de los derechos que a estos
les corresponden por su calidad de personas, […] [estimando] que este trato discriminatorio
prolonga en el tiempo, bajo otras modalidades, los castigos de que hayan podido ser objeto
durante la privación de su libertad. De allí que la Comisión urja al Gobierno de Cuba para
que proporcione a las personas liberadas, luego de haber sido detenidas por actos derivados
de discrepancias políticas, las mismas condiciones de vida que les son concedidas a
personas de características profesionales equivalentes, sin ser objeto de discriminación de
ningún tipo por el hecho de haber cumplido una condena por razones políticas.

La efectividad de este principio dependerá de la adopción, por parte del Estado, de acciones
positivas que tiendan a remover los obstáculos existentes en esa dirección a través de la
adopción de una política post-penitenciaria progresista.
REGLAS CONSTITUCIONALES REFERIDAS AL TRABAJO PENITENCIARIO

Si se examinan cuidadosamente las distintas manifestaciones de la legislación penitenciaria


extranjera, se podrá apreciar con claridad una firme tendencia caracterizada por considerar
al trabajo como un auténtico derecho del interno. Esta orientación, incluso, ha alcanzado,
en algún caso, reconocimiento constitucional.

El trabajo penitenciario, al tener una positiva incidencia en la formación del interno,


constituirá una de las más importantes bases del tratamiento. Vale decir: “una de las
estructuras sin la cual el sistema se vuelve imposible en su realización para que el
cumplimiento de la pena pueda alcanzar los fines de readaptación social que,
constitucionalmente se imponen.

Ahora bien, ¿Qué rol le cabe al trabajo en la etapa del tratamiento?

Hilda MARCHIORI lo describe de la siguiente manera: “el trabajo en una cárcel es


laborterapia, ya que debe desarrollarse teniendo como objetivo la capacitación del interno y
no la explotación del mismo para un beneficio; debe servir a la formación profesional
teniendo en consideración que en libertad le sea de utilidad para satisfacer necesidades
propias y de la familia. A través del trabajo el individuo tendrá que ser educado en las
aptitudes particulares por lo que deberá desarrollarse en el interés hacia la actividad
agrícola, artesanal, industrial, etc., de acuerdo a las condiciones que pueda brindar cada
institución”.

La constitución histórica nada dice al respecto. Sin embrago, los pactos internacionales
constitucionalizados incluyen algunas cláusulas que, si bien no reconocen expresamente el
carácter de derecho, tangencialmente regulan algunos aspectos de esta problemática. En
efecto, tanto el PIDCP como la CADH, prohíben en forma expresa la imposición de
trabajos forzosos y obligatorios. Empero ambos documentos internacionales excluyen de
ese concepto (trabajo forzoso) al trabajo penitenciario (artículo 8.3.a, PIDCP, y artículo
6.2, CADH).

Esta exclusión no es, sin embargo, de manera general y absoluta; por el contrario, se
establece una serie de requisitos precisos cuya ausencia o incumplimiento revierte la
calificación del trabajo penitenciario y lo lleva a las categorías prohibidas (trabajo forzoso).
En este sentido, la CADH, con una redacción más completa que la del PIDCP, dispone, en
su artículo 6.3.a, tres requisitos para que el trabajo penitenciario pueda implementarse sin
violaciones al principio general (prohibición de trabajo forzoso):
a) La pena privativa de libertad cuya ejecución lleva eneja-como parte integrante del
tratamiento penitenciario-la prestación de trabajos o servicios por parte del interno,
debe haber sido impuesta por “una sentencia o resolución formal dictada por
autoridad judicial competente”.
b) Los trabajos o servicios que se realicen deberán ser llevados a cabo bajo la
vigilancia y el control de autoridades publicas.
c) La prohibición de trabajos a favor de particulares.
De cualquier manera, el mismo contexto de la privación de libertad hace difícil, en
algunos casos (y más allá de los parámetros normativos recién enunciados), determinar
cuando una decisión tomada por un interno puede considerarse libre de toda coacción (y,
por tanto, no ingresar dentro de la categoría prohibida de trabajo forzoso).

SEPARACION Y DISTINCION DE TRATAMIENTO ENTRE PROCESADOS Y


CONDENADOS

Los documentos internacionales de derechos humanos constitucionalizados han


establecido reglas muy precisas respecto de que los imputados que se encuentren
sometidos a una medida de coerción personal deberán estar separados y bajo un régimen
distinto del de los condenados. Ello, como lógica consecuencia de que, a su respecto,
todavía se encuentra vigente el principio de inocencia. En tal sentido es clara la
previsión contenida en el artículo 10.2.a del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y en el artículo 5.4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

Un problema que suele plantearse es el de si las exigencias constitucionales reseñadas


hacen necesaria la previsión de edificios diferentes. Aún cuando ello resulte lo mas
recomendable-y de hecho se trate de cumplir con la manda-, lo cierto es que las
carencias presupuestarias pueden, muchas veces, conspirar contra este postulado. ¿Qué
ocurriría en tal circunstancia? El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas,
al resolver el asunto “Larry James Pinkney c/ Canadá” ha expresado que se cumple con
la exigencia de los pactos “siempre que el contacto entre las dos clases de internos fuera
estrictamente el mínimo necesario”.

No obstante lo dicho, es necesario evitar que, bajo la hipócrita invocación de este


derecho, se arribe a situaciones más graves para los cautelados. En efecto,
paradójicamente, en muchos países, la consecuencia inmediata de este mandato de
separación es la de que “las condiciones de los preventivos son mucho peores que la de
los condenados. Son alojados en dependencias hacinadas y de peor calidad y tienen
menos acceso a las instalaciones de la prisión”. De allí la necesidad de que la puesta en
práctica de esta formulación normativa se realice garantizando a los procesados
condiciones de detención al menos igual de buenas que para los internos condenados.

LA SEPARACION DE ENFERMOS MENTALES

Mas allá de las diferencias de género, y aún cuando tampoco con un expreso
reconocimiento constitucional, las reglas mínimas también prevén la necesaria
separación-con el consiguiente tratamiento diverso-de las personas sometidas a proceso
penal que padecen de una enfermedad mental.

Por de pronto, en caso de tratarse de sujetos incapaces de culpabilidad (por dicha


dolencia), en nuestro sistema penal no es lícito hablar de una condena. Se tratará, en
todo caso, de la imposición de una medida de seguridad curativa en los términos del
artículo 34, inciso 1, del Código Penal. En tal sentido, el inciso 1 de la regla 82
establece: “Los alienados no deberán ser recluidos en prisiones. Se tomarán
disposiciones para trasladarlos lo antes posibles a establecimientos para enfermos
mentales”. Y nuestra legislación interna prevé, entre los establecimientos de carácter
asistencial especializados, a los institutos psiquiátricos (artículo 183, inciso b, Ley
24660).

Por otra parte, tratándose de una enfermedad mental sobreviniente (a la que se refiere el
artículo 25 de Código Penal), el artículo 82.2 de las Reglas Mínimas dispone que los
internos que sufran tal dolencia deberán ser ”observados y tratados en instituciones
especializadas dirigidas por médicos”, norma que encuentra una recepción adecuada en la
previsión contenida en el artículo 186 de la Ley 24660.

GARANTIAS DE LA EJECUCION VINCULADA AL DERECHO PENAL DE


MENORES

EL CARÁCTER EXCEPCIONAL DE LA IMPOSICION DE LA PENA


PRIVATIVA DE LIBERTAD A UN MENOR

Los principios constitucionales

Entre los instrumentos internacionales de derechos humanos constitucionalizados, se


destaca-con relación al tema que abordamos-la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño (CIDN). Este documento-que, entre otros muchos aspectos, sienta las
bases de un derecho penal de menores garantista-constituye el marco mínimo de
reconocimiento y respeto a los derechos de los niños, en el que deben inscribirse las
prácticas y las políticas de los países que lo han suscripto. Se trata-en palabras de Salcedo
Álvarez-de un texto pionero “en la doctrina de la protección integral, involucrando al
universo total de la población infanto-juvenil. Incluye todos los derechos individuales y
colectivos de la nueva generación, es decir, todos los derechos para todos los niños,
reconociendo en cada niño un sujeto de derecho exigible, poniendo limites a las facultades
discrecionales de los jueces en materia de infancia a través de todo su articulado.

La supremacía (artículo 31, CN) conferida a la Convención (en 1994) hace que tanto las
leyes, decretos, reglamentos del Poder Ejecutivo, cuanto las resoluciones, actos
administrativos de alcance individual y sentencias, deban aplicar directamente este
instrumento internacional, no solo no contradiciendo las normas de la misma, sino también,
en sentido positivo, adecuándose a lo prescripto por el tratado, de modo de que este se
desarrolle a través de aquellos dispositivos.

Entre las normas de la Convención, existe una en particular que tiene gran trascendencia
para el tema que nos convoca: el articulo 37, inciso b: “Ningún niño sea privado de su
libertad ilegal o arbitrariamente. La detención, encarcelamiento o prisión de un niño se
llevara a cabo de conformidad con la ley y se utilizara tan solo como medida de ultimo
recurso y durante el periodo mas breve que proceda”.

Ciertamente-y dado el carácter operativo que se acuerda a la Convención-, este articulo “no
es una expresión de deseo ni una directiva de orientación a los jueces; es una norma jurídica
que describe derechos cuyo cumplimiento es una exigencia de justicia.

Garantías de la ejecución de la pena privativa de la libertad impuesta a menores

La constitución histórica carece de una previsión específica sobre esta materia. Como
sucede con muchas de las garantías que venimos examinando, la tutela de este aspecto
particular, dentro del problema de la ejecución, debe ser buscada en los pactos
internacionales constitucionalizados.

En primer término, y en cuanto al grupo erario protegido por las normas convencionales, ni
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ni el de San José de Costa Rica lo
definen expresamente. Si lo hace, en cambio, la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño al disponer la aplicabilidad de sus disposiciones respecto de toda
persona menor de 18 años de edad (articulo 1).

En segundo termino, se reconoce al menor condenado el derecho a ser tratado con el


respeto debido a la dignidad inherente a todo ser humano y, de manera particular, se
requiere que los órganos encargados de hacer efectiva la pena tengan en cuenta las
necesidades acordes con la edad de aquel (articulo 37.c, primera disposición, Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño). Esta ultima exigencia, además de ser una de las
expresiones de la autonomía progresiva de los niños, constituye uno de los principios
estructurantes de la Convención, razón por la cual se traduce “una limitación, una
obligación y una prescripción de carácter imperativo hacia las autoridades”, que los jueces
deben tomar en cuenta especialmente, cuando ejercen el control de la ejecución. Siguiendo
tal directriz, las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados
de Libertad (1990), específicamente desarrollan este punto en lo que tiene que ver con las
necesidades de los adolescentes en encierro. Así, de manera minuciosa, y a través de
normas imbuidas de un claro espíritu garantista, se establecen derechos tales como:

a) a contar con lugares de alojamiento higiénicos (articulo 31), diseñados de forma tal
que permitan las posibilidades de asociación con sus compañeros y la realización de
actividades deportivas (articulo 32),
b) a satisfacer sus necesidades espirituales (articulo 48), recreativas (articulo 47) y
educativas (articulo 38);
c) a una adecuada atención medica (artículos 49 a 55);
d) al contacto con la comunidad (artículos 59 a 62), y
e) una serie de resguardos frente a los procedimientos disciplinarios (artículos 66 a
71).
En tercer lugar se prohíbe someter al menor, mientras dure la ejecución de la pena, o el
posible encierro cautelar, a torturas o cualquier forma de tratos crueles, inhumanos o
degradantes (articulo37.a, primera disposición, Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño).

En cuarto termino se establece que el conocimiento y la decisión en los procesos


correccionales de menores deberán estar a cargo de “tribunales especializados” (articulo
5.5, CADH).

En quinto lugar, se dispone que tanto los menores procesados como los condenados deben
estar separados de los adultos (articulo 37.c, segunda disposición, CIDN; articulo 10.2.b,
PIDCP, y articulo 5.5, CADH). No obstante el énfasis puesto al respecto por las normas
convencionales, la jurisprudencia supranacional desenvuelta sobre ellas resulta muy escasa.

Por fin, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos preceptúa que los menores
que fueren responsabilizados penalmente deberán ser sometidos a un tratamiento adecuado
a su edad y condición jurídica (artículo 10.3, segunda disposición). Dicho tratamiento
deberá garantizar el derecho de los menores, que se encuentren internados, a mantener
contacto con su familia por medio de correspondencia y visitas (articulo 37.c, segunda
disposición, CIDN).
LAS MANIFESTACIONES DEL CAMBIO

La constitucionalización de los once instrumentos internacionales que enumera el artículo


75 inciso 22, segunda cláusula, de la Constitución Nacional debería provocar un fuerte
sismo en las actitudes futuras de los poderes públicos, con proyección inmediata,
principalmente, en tres ámbitos centrales:

1-en relación con el Poder Legislativo eliminando las actuales incompatibilidades que se
observan en la regulación de la ejecución con las normas internacionales y, por ende
adecuando el sistema normativo a la totalidad de garantías que emergen del nuevo tejido
tutelar de los pactos;

2-por otra parte, las disposiciones internacionales constitucionalizadas generan una clara
responsabilidad de control de cumplimiento de sus mandas por parte del Poder Judicial.
Ello, también, desde una doble perspectiva:

En primer lugar, en relación con el contralor permanente hacia la administración


penitenciaria, en su carácter de encargada material de la ejecución.

En segundo termino, a través del control de constitucionalidad de las normas legales y


reglamentarias.

3-por fin, y en orden al Poder Ejecutivo, los pactos constitucionalizados no solo le exigen
velar por su cumplimiento directo (en lo que respecta a la actuación de la administración
penitenciaria), sino, además, una profunda e intensa labor pedagógica que debe quedar
necesariamente a cargo de quienes, desde ese Poder del Estado, ejercen la delicada
responsabilidad de diseñar la política penitenciaria. En otras palabras:

“EL DERECHO INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS TIENE QUE


ESTAR PRESENTE EN LOS CONTENIDOS CURRICULARES DE LA
CAPACITACION DEL PERSONAL Y FUNCIONARIOS QUE TENDRAN A CARGO
LA EJECUCION”.

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