1 - Heidegger, Kant y Santo Tomás en Torno A La Teoría de La Verdad - Emilio Uranga (1954)
1 - Heidegger, Kant y Santo Tomás en Torno A La Teoría de La Verdad - Emilio Uranga (1954)
1 - Heidegger, Kant y Santo Tomás en Torno A La Teoría de La Verdad - Emilio Uranga (1954)
FILOSOFIA
L E T R A S
REVlSTA DE LA FACULTAD
DE FlLOSOFlA Y LETRAS
JULIO-DICIEMBRE
1 9 5 4
I M P R E N T A U N I V E R S I T A R I A
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO
Rector:
DR. NABORCARRILLO
Secretario General:
DR.EFRÉN C. DEL POZO
Director:
Lic. SALVADOR
AZUELA
FILOSOFIA
L E T R A S
REVISTA DE LA FACULTAD D e
FILOSOF~A Y LETRA$ DE LA
UNIVERSIDAD N. A. DE MÉXICO
PUBLICACION TRIMESTRAL
FUNDADOR:
Eduardo ~ a r c í aMáyna
DIRECTOR:
Soluador Azuela
SECRETARIO:
Juan Herndndez Luna
Anual (4 números)
ARTICULOS
ble? Arztes de analizar iiri poco de cerca esta cuestión no nos parece legitimo
y probo aducir una negativa rotunda y definitiva.
S i somos lectores de ICant, sorrios también lectores de Santo Tomás
-y no por ello ni kantianos ni tomistas, ni mucho menos neokantianos o
neotoinistas-, y coi1 idéntico entusiasmo y cariño por el clásico sea
éste rnedieval o moderno. Abrimos pues, al socaire de nuestra afición,
una discusión sobre el concepto trascendental de la verdad en Kant y
en Santo Tomás, intencionadamente decididos a resolver este problema
de unívoca manera.
E1 primer artic:ilo de la cuestión disputada sobre la verdad es, sin
duda, uno de los textos capitales del tomismo, pero también y por ello,
uno de los m i s controvertidos. Abundan las interprctaciones inconcilia-
bles. Desde el punto de vista que aquí henios elegido como propósito nos
es posible decir que todas esas controversias pueden resumirse en un
girar en torno a esta cuestión: ¿ E s primero la verdad y luego el cono-
cimiento? o ¿ E s primero el conocimiento y luego la verdad? Resolver
en uno u otro sentido es fundamental, ya que en tal resolución va com-
plicada la legitimidad de la confrontación planteada por nosotros entre
Kant y Santo Tomás.
Que la verdad sea anterior, lógica, no cronológicamente, al conoci-
miento es opinión que sustenta nada menos que Joseph de Tonquédec,
y que el conocimiento sea anterior a la verdad es opinión nada menos
también que de Etienne Gilson.
Según Tonquédec la definición de la verdad no entraña alusión
esencial al conocimiento, sino a la inversa, pero de acuerdo con Gilson
la verdad no puede ni siquiera comprenderse sino se la proyecta en el
trasfondo de alusiones esenciales del conocimiento, y así distribuirá el emi-
nente historiador del pensamiento medieval su capítulo acerca de la
gnoseología tomista, en dos partes netamente caracterizadas, la primera
destinada a definir el conocimiento y, la segunda, fundamentada en la
primera, a definir la verdad.
Las afirmaciones de Tonquédec son terminantes y lapidarias: "Hay
que decir que, en ningún sentido, la verdad es formal~nente conocimien-
to; los dos conceptos no son intercambiables, sino que e! conocimiento
supone y entraña la verdad como su condición esencial o su propiedad'". 6
-
5 J . de Tonquédec., La Criliq~lede la Con+raissonce Beauchestie París, 1'229,
p 510
J en el c ~ r t edel sujeto al objeto. Ld cabra tiene que ponerse atzte el ar-
busto si es que el arbusto ha de set para ella; el para depende del o ~ t e ,
se sigce de él, es cierto efecto de él, por eso dice Satito Toniás qtie el
conociniiento sigue a la verdad, que el conocimiento es cierto efecto de
la verdad. Cierto efecto, y no efecto en sentido formal, es decir, la ver-
dad no es causa dcl conociinietito, sino condición de posibilidad del co-
nocirnie.1to. Si el conocimiento es aprehensión de la cosa, acción de apro-
piarse un objeto, esto no es posible si previamente ese objeto no está
patente, si no está ante el intelecto que lo quiere para si.
De esta coticlnsión podemos, de inmediato derivar conseci~e~icias. La
primera es que, crialqriiera que sea la doctrina del conocitniento que haya
sostenido Santo T o ~ n á spodenios desantendernos de ella; puesto que es
su teoría de la verdad la que nos interesa primaria y excliisivaniente; y
en segundo lugar, qite si a esa teoria de la verdad se le ha de encontrar
un fnndatnento, éste no puede ser gnoseológico, sino antropológico o
teológico, por lo que más adelante direnios. L a teoría de la verdad hb-
llase entre la metafisica y la gnoseología, o positivamente en la antro-
polo,oía, o con términos Iieideggerianos: entre la metafísica y la óntica,
o sea, es cuestión de ontologia, orientada ésta, a su vez, en la dirección
de una antropologia filosófica.
Una segunda consecuencia nos precisa que el tipo de relación en-
tre verdad y coiiocimiento es relación del tipo de condicionante a con-
dicionado, y no de causa a efecto, o sea, que la verdad funciona como
condición de posibilidad del conocimiento; sin la verdad no hay cono-
cimiento posible.
Pero la teoría de la verdad refiere también a la metafísica, porque
siempre cabe preguntar qué añade la verdad al ente, es decir, si la ver-
dad es ente ante el intelecto, en qué afecta al ente esta presencia. Por
sus dos vertientes metafísica y ontológica la teoria de la verdad re-
quiere una doble elaboración, la primera centrad3 en la metafísica y
la segunda, en la ontologia.
Santo Toinis elabora estos dos problemas que entraña la teoría de
la verdad en su cuestión disputada de Veritate, el primero en !a q. I a. 1
y el segundo, en la cl s x r a. 1. Basta lanzar una ojeada sobre el cuerpo
de estos artículos para convencerse de que la teoría de la verdad está
tratada desde dos puntos de vista diferentes, aunque estrictamente con-
vergentes y co~nplementarios.
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ción quiere decir lo mismo que confrontación, estar frente a frente, estar
abierto a o, dicho a la inversa, Santo Tomás concluye que el sentido por
él aclarado de ente verdadero se concreta en la fórniula tradicional de
adecuación de intelecto y cosa. Esta fórmula complica los dos momentos
pues patente la nada, en su seno, ahi, en la frontera con el erite, se encontraria aga-
zapado al accidente, y por tanto, ante las intencionales e intencionadas manos de la
verdad que lo asirian coino el "casi ente". Pero esto francamente no satisfacía y
la noción de accidente ha seguido quebrando desde aquellos días hasta hoy cabezas
sistema metafisico.
Husserl recomendaría que se colocara al accidente en una categoría peculiar
de actos intencionales. aue sería la de la ~resenciacomo lo no oresente o oresencia-
lizable, pero el expediente, como se ve, e i impotente para cumpiir su comeiido, pues
por un lado, lo no patente, y lo no patentizable. destruye desde su base la noción de
intencionalidad, la idea de verdad más hondamente dicho, y por otro, el accidente
no sienipre estaría en esa clase de actos, no por necesidad estaria ahí sino cor "ac-
cidente". El acciderite seria más negador de la verdad que la misma nada pues la
nada ~ u e d ehacerse patente y por tanto verdadera, pero el accidente sólo a veces
y a veces no; lo precario del accidente no reside por tanto en su proclividad hacia la
nada sino justamente en eso de hallarse unas veces sí Y otras no, en el ente, Y esto
por definición imprevisiblemente.
Aludiendo a este punto la tradición liabia sentenciado que se coineteii errores
por accidente, .peio nurica por "substancia"; y si el hombre los coniete es justa-
mente porque en su composición entra el accidente, la no verdad; niientras que Dios
por no tener nada de accidental, está libre del error, es la verdad pura, "total".
Y esto trae coirsecuencias de mucho monto, porque si el hombre es. al
fin y al cabo, ser para la verdad, entonces satisfará su necesidad lo mismo
con la nada que con el ser, pues los dos cumplen fielmente con la definición
de verdad, la etitraiian, de los dos puede decirse que están patentes; pero el
accidente se hurta sin remedio a las solicitaciones de la verdad, a monientos las
atiende y eil otros las desatiende, todo lo sujeta a la suprema siiirazón de lo no
constante, todo lo absorbe y le pone su sello, lo hace todo "accideiital": fortuito,
azaroso, iiiseguro, incierto. Por su confrontación sólo ocasional con el accidente el
hombre está sumergido en la duda, en el peligro, mucho más peligroso que la caida
en el ser o en la nada, porque frente a éstos al fin y al cabo sabe uno a que ate-
nerse, están enfrente, nos acosan, se nos presentan, pero el accidente no está enfrente,
no siempre está patente sino por "accidente"; y esto es justamente su terrible con-
dición a la vez que la trágica condición humana que ante él está definida, coriocida;
la presericia fortuita del accidente en la vida humana le confiere a esa vida su
auténtica coiidición; la traída y llevada "preocupación", como esistenciario con$-
titutivo de la vida humana, tal vez no sea lo radicalmente primario, sino la Yncer-
tidunibre", el no saber a qué atenerse. Cuando Heidegger subordina el ser al tiempo
no debía haberse callado la terrible verdad de que para los antiguos el tiempo era
un accidente Y que por eso era temible. Estamos hechos de la misma materia que
está hecho el tiempo, es decir, estamos amasados en el accidente, y por ello, no por
disolver el ente en la nada es temible el tiempo, pues por lo menos en la nada ha-
bitaría la certidumbre. Pero por ser accideiite el hombre está perpetuamente tortu-
rado por dudas Y azares, y el tiempo como accidente trae entre sus dobleces amar-
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de "ente verdadero es lo inisrno que ente referido al intelecto", e inte-
lecto es lo mismo que "ser abierto a"; por eso le parece a Santo Tomás
la más genuina, la más auténtica, la más priinordial definición de la ver-
dad.
Pero la teoria de la verdad en Santo Tomás no solo legitima la fór-
mula tradicional sino que cala más hondo y en una doble serie de cues-
tiones pregunta y contesta q u é añade la verdad al ser, y q u é tipo de re-
lación es ese contraído entre el hombre y el ente.
La cuesti6n que se propone Santo Tomás cuando pregunta qué aña-
de la verdad al ser, tiene este significado: hemos visto que la diferencia
entre las expresiones "ente" y "ente verdadero" reside en que cuando digo
ente verdadero refiero el ente al hombre, o, como diría Kant, que toda re-
presentación va acompañada de un "yo pienso"; referencia qne no está
mentada expresamente cuando digo simplemente ente; pues bien, 2 tiene
más ente, es más ente, el ente verdadero que el ente simplemente? o en
otra fórmula jse altera el ente por su referencia a la conciencia? L a res-
puesta de Santo Tomás es negativa y esto se explica fácilmente. Si la
verdad fuera un accidente o una sustancia, esto es, si fuera un concepto
regional, se podría decir que añade al ente sustancialidad, o accidentali-
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