Nietzsche y Ortega

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FRIEDRICH NIETZSCHE: LA FILOSOFÍA DEL MEDIODÍA Y EL DESORDEN.

¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le hemos matado! ¿Cómo nos
consolaremos, asesinos entre todos los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía
el mundo hasta ahora se ha desangrado bajo nuestros cuchillos, — ¿quién quitará de
nosotros esta sangre?
Nietzsche, La gaya ciencia, af. 125.
Índice:
1. Contexto filosófico e influencias: la filosofía de la sospecha, Schopenhauer,
Wagner, etc.
Nietzsche nace en 1844 y muere en 1900. Fue una persona brillante, pero
enfermiza a más no poder. De hecho, él no escribía sus obras porque estaba casi ciego, se
la dictaba a un amigo. Vivió en ese estado de enfermedad hasta que abrazó a un caballo y
perdió completamente la cabeza. Los últimos diez u once años de su vida los vivió
completamente ido. Sin embargo, su obra supone lo que me gusta llamar un punto de no
retorno: después de Nietzsche es muy difícil ignorar sus consecuencias. De hecho, lo que
viene después es, por un lado, el existencialismo, corriente que pone el foco en el
individuo y la existencia y la posmodernidad, que asume la filosofía destructiva de
Nietzsche y habla del pensamiento débil, en el que los grandes conceptos filosóficos han
caído.
Nietzsche es lo que se conoce como un filósofo de la sospecha: al igual que Marx
y Freud, viven en una época de profunda crisis filosófica, cultural y política; y estos tres
van a sospechar de todo lo establecido para buscar las causas de la crisis. En Nietzsche
veremos claramente que es el asentamiento de valores débiles y cristianos, en Freud
causas inconscientes que chocan con lo que aceptamos socialmente y nos produce
malestar y en Marx son razones materiales y relaciones capitalistas.
La principal influencia de Nietzsche es Schopenhauer, al que vio como su guía
espiritual. Schopenhauer es un postkantiano que centra su filosofía en el concepto de
voluntad, pero desde un punto de vista negativo: la voluntad es lo que nos hace sufrir.
Deseamos cosas y sufrimos porque cuando lo conseguimos deseamos otras y así
sucesivamente, haciendo que la voluntad no descanse y no la podamos alcanzar, además
de no estar satisfecho nunca. Con el tiempo, Nietzsche reniega de Schopenhauer porque
dice que era una voluntad de morir, proponiendo a su vez una voluntad positiva: la
voluntad de poder. El compositor Richard Wagner fue un gran amigo y su principal
influencia en su primera etapa artística, ya que veía en Wagner el espíritu de la tragedia,
pero cuando compone el Parfisal, Nietzsche dice que se ha cristianizado y él escribe
Humano, demasiado humano; se dice que ambas obras se cruzaron como dos espadas.
También es importante un artista llamado Jean-Paul Richter, quien describió cómo sería
un mundo sin Dios.
No hay constancia de que Nietzsche leyera a Max Stirner, pero ambas filosofía
son muy parecidas. Stirner pensaba que no hay nada por encima del Único, entendido
como el individuo. Desde la política y la religión se intentan imponer causas por encima
de él, como Dios, el Estado, etc. Pero esas grandes ideas son, en realidad, nada. Están
vacías.
Hay que advertir que Nietzsche es un autor asistemático y contradictorio: por eso
es difícil de leer. Además, utiliza siempre un lenguaje muy metafórico y poético. Muchos
consideran que no es un filósofo como tal, sino un literato. No fue hasta que aparecieron
dos obras muy interesantes que Nietzsche comenzó a tomarse en serio. Estas fueron
Nietzsche y la filosofía de Deleuze, considerada la mejor interpretación de Nietzsche; y
Nietzsche de Heidegger, quien hace una reinterpretación de su filosofía entendida en
términos de su propia filosofía. En broma, suele decirse que en el Nietzsche de Heidegger
hay más Heidegger que Nietzsche.
2. Periodo de El nacimiento de la tragedia: Apolo y Dioniso.
Durante este periodo Nietzsche está todavía influenciado por Schopenhauer y
Wagner y no se produce una crítica como tal, pero puede verse la germinación de ideas
que luego recupera en su crítica. De hecho, años después publica un Ensayo de autocrítica
renegando de mucho de lo escrito en esta obra llamada El nacimiento de la tragedia.
En esta obra presenta una teoría del arte y de la cultura griega. Los griegos habían
expresado por medio del arte el desgarro de la realidad y, a través de la tragedia, habían
percibido una dualidad de elementos del mundo. Así, presenta las dos fuerzas que mueven
el arte: lo apolíneo y lo dionisíaco. Apolo representa la luz, belleza, medida, orden,
racionalidad, perfección, etc. Dioniso, como Dios de vino, representa la noche, la
oscuridad, lo caótico, el frenesí, el juego, los instintos, los placeres sexuales, etc. Esa
lucha es lo que definía la esencia griega. Al menos, hasta que comienza el declive con
Sócrates. Sócrates, para Nietzsche, era feo. Un monstruo que no representaba el ideal de
belleza apolíneo pero que, sin embargo, su filosofía rompe con esa dualidad a favor de
uno de los dos dioses: Apolo. ¿Por qué? Porque fue el primero en entender la razón como
una guía para la vida. Si quieres ser virtuoso, obrar bien y alcanzar la felicidad debes
dedicar tu vida a la razón. Sócrates describe una ecuación peligrosa: razón = virtud =
felicidad. Así, comienza el olvido de la vida a favor de la razón. Este preferir la razón a
la vida fue continuado por Platón; de hecho, la filosofía de Platón puede entenderse por:
“tu vida es falsa, todo lo que te rodea es falso. Dedícate al conocimiento para alcanzar la
verdadera vida”. ¿Qué valor tiene una vida cuyo objetivo es abandonarla a favor de la
“verdadera”? Una traición a la vida terrenal. Con este error continúa el cristianismo, Kant,
etc.
Así pues, en esta obra ya comienza a verse las líneas de la crítica de Nietzsche: la
filosofía ha dado primacía a lo apolíneo: vamos a recuperar lo dionisíaco. En sus últimas
obras recupera el concepto de lo dionisíaco y lo contrapone, no ya a Apolo, sino al
Crucificado, entendiendo que solo desde una filosofía dionisíaca, una filosofía del caos,
del desorden, de los instintos, de los sentidos y de la vida puede superarse la filosofía
antivitalista cristiana y sus valores dominantes.
3. Periodo crítico.
Con Humano, demasiado humano, comienza su periodo crítico. El principal
objeto de su crítica será la filosofía de Platón, la cual entiende como el inicio del «error
más duradero». En líneas generales, entiende la metafísica como una ficción que hemos
necesitado.
3.1. Crítica a la razón.
Incluso antes del platonismo como tal, uno de los principales problemas es que la
razón se ha impuesto a la vida. Muchos consideran, erróneamente, que Nietzsche es un
irracionalista, pero no es así. Nietzsche no reniega de la razón, sino que considera que
hay una realidad por encima y la razón debe estar al servicio de esta: la vida. En un texto
en Verdad y mentira en sentido extramoral habla de que la razón es una facultad más: el
ser humano hubo un tiempo en el que ni siquiera existió y habrá un tiempo en el que
dejará de existir. En comparación con la naturaleza somos minúsculos. Y, por el hecho de
tener razón, nos hemos creído en centro de la naturaleza, como si nuestra vida estuviera
destinado a algo superior solo por el hecho de tener esta facultad, pero no es así. El
culpable, como hemos mencionado, es Sócrates, quien puso la razón como la principal
facultad para alcanzar la felicidad, desechando todos lo demás: los instintos, los sentidos,
etc.
3.2. Crítica a la metafísica como ficción.
La metafísica ha caído, según Nietzsche, en el egipticismo, en crear momias
conceptuales. Desde Parménides, lo que ha hecho la filosofía es inventar conceptos
estáticos, considerar la realidad como algo fijo e inmutable, porque les ha aterrado el
devenir. ¿Por qué? Porque era una realidad que no podían poseer: todo era cambiante,
caótico. ¿Y qué hicieron? Inventarse conceptos, poner por encima de la verdadera realidad
conceptos metafísicos para vivir más seguros en el mundo y creer que podían tenerlo en
la palma de la mano. Parménides, ante el mundo, dijo: el movimiento no existe. Debe
existir el ser que es inmutable y todo lo que ven los sentidos es mentira. Heráclito fue el
único que hizo del devenir una afirmación. Todos los demás conceptos metafísicos son
esos intentos de congelar la realidad para conocerla de forma más fácil. Por ejemplo,
Nietzsche define la verdad como el error que hemos necesitado. Por miedo hemos creído
que debe haber algo por encima del mundo que sea verdadero, que sea inmutable, que no
se mueva. Porque nos aterra el devenir. ¿En el mundo las cosas se mueven, cambian,
son caóticas, no se pueden controlar? Pues decimos que los sentidos nos engañan y que
hay una realidad por encima (el ser, el mundo de las ideas, Dios) y fin. Y como sabemos
que es falso, pues inventamos otro mundo.
Si es un error y una mentira, ¿por qué lo hemos mantenido tanto tiempo? Porque
lo hemos necesitado. El ser humano necesitaba sobrevivir en un mundo en devenir,
en un mundo incomprensible y caótico. Y por eso inventó esas ficciones metafísicas: el
yo, la sustancia, el ser, el noúmeno, el mundo de las ideas, Dios, etc., son solo invenciones
que hemos necesitado fruto de una necesidad humana de racionalizar lo que era imposible
de racionalizar: le ponemos categorías al mundo y creamos ideas por encima de él porque
nos da estabilidad. Por eso los filósofos se han dedicado a momificar la realidad.
La metafísica, por tanto, es síntoma de un hombre débil, que frente a lo que no
puede comprender prefiere inventar. En el mundo hay devenir, caos, sufrimiento,
descontrol. En el mundo de las ideas no, todo es perfecto, inmutable, etc. De fondo está
la idea del cansancio de vivir que obliga a crear otros mundos. «¿Qué es la historia de la
humanidad? El ser humano no ha hecho nada más que inventar a Dios para no matarse».
El siguiente texto es importante que lo leáis porque define, de forma metafórica, esta idea
de lucha contra el devenir: el río del devenir nos daba miedo, y creamos puentes
(conceptos metafísicos) sobre el río:
Cuando hay maderos para cruzar el agua, cuando hay puentes y barandas
saltando sobre el río: en verdad, ahí no se cree a nadie que diga: «Todo fluye»
Sino que incluso los idiotas le contradicen. «¿Cómo?, dicen los idiotas, ¿todo
fluye? ¡Pero si hay maderos y barandas sobre el río!»
«Sobre el río todo es estable, todos los valores de las cosas, los puentes,
conceptos, todo el “bien” y el “mal”: ¡todo es estable!»—
Pero cuando llega el duro invierno, el domesticador del río: entonces incluso
los más chistosos aprenden a desconfiar; y, en verdad no solo los idiotas dicen
entonces: «¿acaso no debería todo permanecer — inmóvil?»
«En el fondo todo permanece inmóvil», esta es una auténtica doctrina de
invierno, una buena cosa para un tiempo estéril, un buen consuelo para los que
hibernan y los que se aletargan junto a la estufa.
«En el fondo todo permanece inmóvil» —: ¡pero contra eso predica el viendo
del deshielo!
El viento del deshielo, un toro que no es un toro de arar, —¡un toro enojado,
un destructor que rompe el hielo con cuernos coléricos! Pero el hielo ——
¡rompe los puentes!
Oh, amigos míos, ¿no fluye todo ahora? ¿No han caído al agua todas las
barandas y los puentes? ¿Quién se aferraría aún al «bien» y al «mal»?1

3.3. El platonismo y la idea de «mundo verdadero».


Platón es el filósofo más importante en lo que a decadencia se refiere. Aunque la
mayor parte de la crítica de Nietzsche va hacia el cristianismo, para este solo es
platonismo para el pueblo. El cristianismo cogió la filosofía de Platón, decadente y de
odio hacia la vida, y la transformó a su manera. El problema de la metafísica ya lo hemos
comentado: hemos tenido que inventar ficciones para dar sentido al sufrimiento. El
mundo del devenir nos aterraba. ¿Y qué hizo Platón? Pues crear un mundo por encima de
este y llamarlo «verdadero». Platón admite el mundo sensible, pero simplemente no le
importa: ahí las cosas mueren, cambian, se corrompe. Debe existir el mundo de las ideas,
en el que todo permanece inmóvil. ¿Qué valor tiene una vida si su objetivo es
abandonarla? Y no solo eso, sino que añade condiciones para acceder a ese «mundo
verdadero»: dedicar tu vida a la razón. Con Platón es donde se ves más claramente esa
necesidad de inventar conceptos para evitar y dar sentido al sufrimiento. El problema es

1
Za «De las tablas viejas y nuevas» §8, OC IV 196.
que esa idea vino de la mano con la idea de odiar la vida, negar los instintos y desechar
los sentidos.
Teniendo la idea del «mundo verdadero» en el horizonte es como la filosofía ha
castrado los instintos y debilitado al hombre. Han buscado esos «caminos celestiales por
los que avanzar sigilosamente hasta otro ser y otra dicha» y esos caminos coinciden con
el camino del sabio y virtuoso, claro está entendiendo la virtud en el sentido socrático que
he comentado como control de los instintos. Y alcanza su máximo esplendor en el
cristianismo, que es el castrador por excelencia. Pero por algo lo llamó Nietzsche el
platonismo para el pueblo. La vida pierde valor al ser olvidada en la empresa de un más
allá ficticio: el «más acá» se pierde, la verdadera realidad se pierde.
«Sólo hay un único mundo, y ése es falso, cruel, contradictorio, seductor, carente
de sentido... Un mundo así constituido es el mundo verdadero... Nosotros
necesitamos la mentira para vencer esa realidad, esa «verdad», esto es, para vivir...
Que la mentira es necesaria para vivir, esto incluso forma parte de ese carácter
temible y problemático de la existencia...»
En su obra El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos Nietzsche
realiza un repaso de la historia de la filosofía, demostrando que aquellos que hemos
considerado ídolos son hombres débiles que, presos de su sufrimiento y miedo a la vida,
han creado ficciones. Por eso hay que filosofar con el martillo: solo destruyendo ese orden
metafísico podemos hacer una filosofía verdaderamente vitalista. Hay que matar a Dios
a martillazos. Pero Dios no es más que el «mundo verdadero» platónico, es decir, un
principio suprasensible que hemos creado para dar estabilidad al mundo. En un capítulo
llamado Historia de un error, Nietzsche cuenta cómo esta idea platónica ha ido mutando.
En primer lugar, Platón crea el «mundo verdadero», y está prometido al sabio y al
virtuoso: es decir, al hombre racional. Si dedicas tu vida a la razón, llegas a este mundo.
El cristianismo toma esta idea (la idea de más allá) pero cambia el cómo llegar a él: ahora
está prometido a aquel que no es pecador, a aquel que es obediente; una muestra de cómo
el cristianismo controla tu vida. En Kant esta idea aparece indemostrable: el noúmeno es
incognoscible, pero sigue obligando, porque tiene sentido en la moral. Esta idea sigue
evolucionando hasta que llega la propia filosofía de Nietzsche, que entiende como la
filosofía del mediodía: la sombra (la oscuridad metafísica) más corta. Es hora de superar
esta ficción. Es hora de matar a Dios.
3.3. Crítica a la moral cristiana: voluntad de nada e ideal ascético.
La crítica al cristianismo no es solo una crítica metafísica, sino también una moral.
El cristianismo ha sacado a relucir unos valores decadentes, propios de hombres enfermos
y castrados, que han dominado el mundo. La obra en la que critica el cristianismo es La
genealogía de la moral. Los valores son, para Nietzsche, productos humanos, creaciones.
El problema es que los valores cristianos son valores débiles, que representan ese odio a
la vida y ese miedo al devenir. Por ello, distingue entre moral de esclavos y moral de
señores. La moral de señores es creadora, activa, ascendente; la de esclavos es pasiva,
reactiva, decadente. Esta moral se caracteriza por una renuncia a las pasiones, a la riqueza
, a los goces, etc. Es una moral propia de esclavos, con valores débiles como la humildad
y la compasión. En otras palabras, una moral excesivamente racional que deja a un lado
los instintos. El cristianismo representa, por tanto, una moral de fracasados y débiles.
Lo que distingue al hombre fuerte y al débil, entre otras cosas, es la capacidad de
olvidar. El hombre fuerte olvida, no guarda rencor y elimina el sufrimiento; el débil y
cristiano es aquel que guarda en su conciencia el resentimiento. Una moral de
impotentes, ansiosos de venganza y llenos de veneno. Transforman la debilidad en mérito,
la impotencia en bondad, la bajeza en humildad, la sumisión en obediencia y la cobardía
en prudencia. El cristianismo representa una invención: todo lo bueno, lo vital, lo que te
hace gozar de la vida, lo han llamado pecado y todo lo bajo y enfermo lo han catalogado
como el camino al más allá. Han creado una moral que niega la vida, por lo que Nietzsche
la llamará moral contranatural.
¿Cómo te convierte el cristianismo en obediente? Mediante el pecado. Te hacen
culpable e indigno, y debes hacer méritos para ganarte la salvación. Por mi culpa, por mi
culpa, por mi gran culpa. Por ello, el cristianismo ha creado un tipo de hombre
empobrecido, debilitado, degenerado, cansado. En palabras de Nietzsche, la
entronización de los peores, de todos aquellos que tienen motivos para suicidarse pero
carecen del valor para hacerlo. De hecho, toda demostración de fuerza o vitalidad, de
goce de la vida, ya sea sexual o de orgullo de tu propia fuerza, lo llaman pecado. «”Yo
sufro: alguien tiene que ser culpable» — así piensa toda oveja enfermiza. Mas su pastor,
el sacerdote ascético, le responde: «Está bien, ¡oveja mía!, alguien tiene que ser culpable:
pero tú misma eres ese alguien, tú misma eres la única culpable, — ¡tú misma eres la
única culpable de ti...”».
Y todo esto nace de lo que Nietzsche llama el ideal ascético, que es movido por
una voluntad de nada. Hay una idea que da razón de existencia de todos los valores
decadentes e invenciones que han ido en contra de la vida: dar sentido al sufrimiento. El
hombre ha buscado desde siempre algo que diese sentido a todo lo que le rodeaba y a todo
dolor que le acechaba. La idea de buscar una meta, un «por qué». Como se oye decir a
Nietzsche en la Genealogía de la moral, no es el sufrimiento mismo el problema: el
verdadero problema era buscar un sentido al sufrimiento. No sufrir en vano, encontrar un
motivo por el que sufrir. Ese vacío vino a rellenarlo el ideal ascético. El ideal ascético no
es otra cosa que la respuesta al problema del sentido.
Este es el modo de proceder de la voluntad de nada: no deja de ser una voluntad,
pero es una voluntad impotente, que en el fondo ya no quiere nada (porque no puede),
que va hacia la nada. Y prefiere ir hacia la nada que no ir hacia ningún lado. La famosa
frase de Nietzsche explica a la perfección la voluntad de nada: «Pues el hombre prefiere
querer la nada a no querer». En una crisis de sentido el hombre necesita aferrarse a
algo y le da igual el qué. Mediante el ideal ascético, el hombre por fin tenía un sentido.
¿A qué precio? A uno muy caro, pues el ideal ascético trajo consigo un veneno más
potente y doloroso: ponía todo el sufrimiento en la perspectiva de la culpa. El ideal
ascético vino a salvar, a dotar de sentido, a hacer que volviera a haber un objeto, a que la
voluntad tuviera algo hacia lo que dirigirse; pero a un precio muy alto: odio a lo humano,
a la felicidad, a la belleza, repugnancia de los sentidos, del devenir, etc. Y todo esto,
continúa Nietzsche, es lo que supone la voluntad de nada: un rechazo a la vida. En el
cristianismo está todavía más claro, pues todo el sufrimiento y penitencia realizado en
vida será recompensado en la venidera: así, el sufrimiento tiene finalidad. Dios está en la
cima de esa decadencia. Representa ese ideal del hombre débil que prefiere inventarse
algo y adorarlo, arrodillarse ante la nada.
4. Nihilismo y muerte de Dios.
Terminada su parte crítica, tenemos que ver qué salida le damos a todo esto. Y esa
salida empieza por matar a Dios. Dios es el que representa todos los ideas débiles: es el
ideal más grande de la metafísica como la gran invención que nos hace estar seguros en
el mundo y el ideal más grande de la moral antinatura, que juzga el nivel de debilidad y
lo convierte en mérito y recompensa. Matar a Dios debe abrir el camino a un nuevo tipo
de hombre que cree nuevos valores: valores de señores, valores fuertes, que reafirme el
devenir y el verdadero mundo. Dios representa lo opuesto, por eso dice Nietzsche que no
creería en un Dios que no supiera bailar. Hay que recuperar lo dionisíaco.
El hombre moderno se encuentra en el nihilismo. Nietzsche entiende el nihilismo
como la falta de sentido. El nihilismo es el estado en el que quedamos una vez Dios
muere. La muerte de Dios significa el final de todo principio suprasensible y todo
principio metafísico. Esas ficciones, siendo Dios la más grande jamás creada, ya no nos
sirven. Sin Dios, todo lo que daba sentido a las cosas ya no está, lo que hace que caigamos
en el nihilismo: falta la meta, falta el por qué. Dios simbolizaba el coronamiento y
cimiento del mundo metafísico que daba sentido a nuestra existencia. Simplemente, eso
ya no nos sirve. Todo lo que representaba, incluido su sistema de valores, ha caído.
En su famoso texto de La gaya ciencia, cuando muere Dios, Nietzsche describe
muy bien qué implica esta falta de sentido: «¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Lejos
de todos los soles? ¿No nos precipitamos permanentemente? ¿Y también hacia atrás,
hacia delante, hacia todos los lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No erramos como
a través de una nada infinita?»
Sin religión, sin moral, sin más allá, sin algo que diera sentido al sufrimiento, llega
el nihilismo. Sin embargo, Nietzsche entiende dos tipos de nihilismo. Por un lado,
tenemos el nihilismo pasivo, que describe la falta de sentido ante la muerte de Dios. El
hombre débil, que prefiere querer la nada antes de querer nada, se pierde. No se “activa”,
no busca superar esa situación. En las palabras del propio Nietzsche, el nihilismo pasivo
es síntoma de debilidad. Ante la nada que deja el nihilismo tras la muerte de Dios, no
actúa, no hace nada. Piensa en qué ceremonias expiatorias tiene que crear. En nihilismo
activo, por el contrario, ante la nada ve una oportunidad. Todos los valores han caído,
aquello que daba sentido a todo ha desaparecido. Es una oportunidad para crear nuevos
valores, para reconocerse en la insensatez del devenir. Ya no hay sentido ni nos hace falta.
El hombre débil se pierde, por lo que hay que superar al hombre. Es el momento del
superhombre.
El nihilismo, por tanto, es un estado intermedio. Tras la caída de los valores
tenemos dos opciones: o crear a Dios de nuevo, o aprovechar este sinsentido para
reconocernos en él y superar estas mentiras. Nietzsche elige lo segundo.
5. Voluntad de poder.
Para Nietzsche la realidad es devenir, tiene ese carácter móvil, dinámico y
cambiante. El conocimiento solo puede ser perspectiva: no existe la verdad (la verdad es
un concepto que hemos inventado, pues una vez “algo” es verdad ya no se mueve, no hay
devenir, en cambio la perspectiva siempre es cambiante). Además, la vida es
interpretadora, es decir, selecciona e interpreta el aspecto bajo el que se enfrenta y se
relaciona con la realidad.
El nuevo hombre, el superhombre, no lo mueve una voluntad de nada que busca
crear ficciones para estar seguro en este mundo cambiante y cruel, sino una voluntad de
poder, entendida como un continuo autotrascenderse, un continuo mejorarse, expandir
tus fuerzas, ser más. Muchos han visto en la voluntad de poder, de hecho, un principio
metafísico que Nietzsche tanto criticaba. Todo es voluntad de poder. La voluntad de poder
es lo que mueve toda la realidad a expandirse y mejorarse. La voluntad de poder es ese
impulso creador, esa fuerza que nos mueve a crear nuevos valores. Al contrario que
la voluntad de nada, la voluntad de poder crea valores señoriales, poderosos, de
expansión y reconocimiento de fuerza. De hecho, hay interpretaciones de Nietzsche en
la que se entiende la voluntad de poder como arte, siempre creador. «Tenemos el arte
para no morir a causa de la verdad»
6. Superhombre, trasvaloración y eterno retorno.
El hombre es algo que debe ser superado. Esta voluntad de poder que mueve al
ser humano a ser más y mejor, ese impulso creativo, cristaliza en la idea del superhombre.
Es una figura que lleva las riendas de la superación de la metafísica y el nihilismo: el
nuevo creador de nuevos valores. Valores que amen la vida, que no la desprecien. La
forma más radical de amar la vida es el eterno retorno.
Si el mundo es devenir, no tiene un principio (pues habría ser, es decir, un
momento en el que no hay devenir) ni un final (pues acabaría el devenir), por lo tanto el
tiempo debe ser circular. Todo va a repetirse. Asumir el eterno retorno implica asumir que
el mundo no tiene finalidad y que los intentos de darle una finalidad al devenir son
ficciones. El único sentido del devenir es su falta de sentido, finalidad, meta. Es una
existencia muy extrema, pero nadie dijo que fuera fácil. Solo aquellos que elijan amar la
vida incluso dentro del ciclo infinito y absurdo que supone el eterno retorno pueden ser
llamados superhombres. Además, el eterno retorno significa igualmente una metáfora del
amor a la vida: ama tu vida como si se fuera a repetir eternamente.
En La gaya ciencia, aparece el eterno retorno llamado el peso más grave.
Nietzsche nos pide que imaginemos que una noche un demonio se nos aparece y nos dice:
esta vida, tal y como la has vivido, se va a repetir eternamente, con cada alegría y con
cada sufrimiento. ¿Qué harías? ¿Te tirarías al suelo y verías esa noticia como un castigo?
¿O hay algún momento de tu vida que ha sido tan formidable que le mirarías a los ojos y
lo considerarías un regalo? La respuesta: depende de como sea tu vida. Si tu vida es
horrible y te dicen que se va a repetir, pues es un castigo; pero si tu vida es fantástica no.
Dicho de otro modo: haz de tu vida algo que merezca la pena ser repetida. Cada
decisión, cada momento. Debes pensar que se va a repetir y sabrás que es lo correcto
porque te daría igual que se repitiera. Debes hacer de tu vida algo que si un demonio te
dice que se va a repetir te diera igual, porque no hay en ella motivo de sufrimiento o
arrepentimiento. Ama tu vida como si se repitiese eternamente. Y si no lo haces cámbiala
hasta que merezca la pena que se repita. El superhombre debe amar su vida de esa forma.
Afirmar la vida de un modo tan radical como si el eterno retorno existiera: hay que amar
la vida de forma que se quiera volver a vivirla. Eso impulsa al ser humano a mejorarse
continuamente. A no dejar de crecer. A cambiar continuamente. La vida como obra de
arte.
«El superhombre será aquel capaz de portar sin pesadumbre un pensamiento, el
eterno retorno de lo igual, que para muchos puede suponer la más pesadas de todas
las cargas, mientras que para él representa el arraigo positivo en ese nuevo sentido
de la Tierra anunciado por Zaratustra».
El superhombre no representa solo ese amor a la vida, sino que es un creador. Sin
Dios, necesitamos nuevos valores. El hombre no debe volver a caer en la moral de
esclavos, en el adiestramiento cristiano, del animal obediente en el que lo convirtieron.
Esta nueva moral del superhombre debe recuperar los instintos vitales del ser humano,
lejos del viejo hombre cristiano mezquino, mediocre, prudente, servil, dócil y perezoso.
El superhombre dice NO a la igualdad, eso es cosa de cristianos y socialistas. Hay que
rechazar todo lo que nos lleve al rebaño y el cristianismo y el socialismo son dos formas
parecidas de rebaño. Transvalorar significa volver a valorar lo que los cristianos
consideraron malo como bueno.
El superhombre es dionisíaco. Recupera la inocencia del niño y es un gran
bailarín. El niño no tiene prejuicios, es inocente, juega con la vida; el bailarín se pasea
por la cuerda floja del devenir, su vida es un continuo experimentarse a sí mismo. La vida
es un juego y un baile. Para explicar esta transición al superhombre, Nietzsche dice que
el espíritu sufre tres transformaciones:
El camello: es el animal que se arrodilla, el obediente. «Tu debes», dice
Nietzsche. Se arrodilla y se inclina ante Dios y la moral. Representa el nihilismo pasivo,
aquel que busca algo que adorar porque no se soporta a sí mismo ni a la vida.
El león: es el animal que se niega a aceptar la carga de la moral y los viejos
valores. «Yo quiero», dice el león ahora y conquista su libertad. Es el destructor, pero
todavía no es capaz de crear nuevos valores. Representa el nihilismo activo que, ante la
muerte de Dios, decide reaccionar.
El niño: para crear nuevos valores será preciso que el espíritu se transforme en
niño. Simboliza el sí a la vida, el hombre que crea nuevos valores desde la inocencia que
le permite volver a comenzar. Representa al superhombre, que es creación y juego. Es
arte.
No necesita de ficciones para soportar la vida, por el contrario la ama. Es el
sentido de la tierra, aunque ese mundo verdadero sea devenir: caos y desorden. Es el
momento de reconocer ese caos y ese desorden y vivir en él:
El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el
superhombre el sentido de la tierra!
¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a
aquellos que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son envenenadores, lo sepan
o no.
Despreciadores de la vida son, moribundos y envenenados ellos mismos,
hombres de quienes la tierra está cansada: ¡ojalá la abandonen!

7. Ortega y Gasset.
ORTEGA Y GASSET.
7.1. Influencias de otros pensadores.
Uno de los principales problemas que vio Ortega en España era el primitivismo que
reinaba, es decir, la incultura de sus ciudadanos. Su labor escribiendo artículos
periodísticos que compaginaba con su cátedra de Metafísica en la Universidad de Madrid
estaba centrada en cómo elevar el nivel cultural de los españoles. El pueblo español teía
una gran vitalidad, pero no existía una ética política ni cultural y siempre acababa en
fracaso.
Respecto a sus influencias, Europa se debatía entre dos corrientes de pensamiento:
vitalismo e historicismo. La confianza que la Edad Moderna había dado a la razón cae,
gracias a Nietzsche y Marx. Se empieza a sospechar que la razón no nos sirve para
conocer la realidad, porque la deforma y falsifica, o directamente niega y reprime las
tendencias vitales del ser humano. Desde el vitalismo nitzscheano se considera que la
esencia de la realidad no se reduce a la razón pura, sino a un principio originario
fundamental que es la vida. Desde el historicismo, se sostiene que la historia es el
elemento más importante del ser humano. En lo humano lo importante no es la naturaleza
ni la esencia, sino la historia, el devenir de los sucesos en el paso del tiempo. A raíz de
esto surge en Ortega dos conceptos clave: razón vital y razón histórica. Así, las
principales influencias de Ortega son Dilthey, Kant, Nietzsche y Leibniz en lo que
respecta al perspectivismo.
Sin embargo, con diferencias. Si en Kant la razón sustituye a la vida y en Nietzsche
la vida sustituye a la razón, en Ortega encontramos una razón que es la función vital y
espontánea de los seres humanos, y que se realiza en la historia. Ortega no va contra
la razón, sino contra el racionalismo. La razón no puede estar al margen de la vida, sino
enraizarse en ella: raciovitalismo. Por eso, pese a que se le relacione con Nietzsche,
tiene más cosas en común con los existencialistas: el ser humano no es naturaleza, sino
historia; dicho de otro modo, el ser humano no es, sino que se hace. El ser humano se
encuentra en un mundo, ocupándose de las cosas y dándoles una finalidad práctica en
conexión con nuestra existencia. El ser humano es un proyecto que se desarrolla en la
historia. Por ello, aunque se conocieron y se llevaban bien, se ha criticado de Ortega su
cercanía al pensamiento de Heidegger.
En cuanto a su repercusión, Ortega creó la Escuela de Madrid que tras la
dictadura pasó a ser una especie de escuela del exilio, ya que muchos se fueron a
Latinoamérica. Entre sus discípulos destacamos a Julián Marías, Manuel García Morente,
José Gaos (quien, para introducir más polémica, acabó haciendo la mejor traducción de
la obra de Heidegger), Xavier Zubiri y, su alumna más brillante, María Zambrano.
7.2 Pensamiento del autor.
Raciovitalismo.
Se funda en el concepto de razón vital y este concepto supone que la vida es la
realidad radical y la razón está subordinada a ella. Antes, Ortega aborda el problema de
la realidad y el conocimiento, rechazando dos posturas antagónicas. Por un lado, el
idealismo, que afirma que el mundo no existe con independencia del sujeto: solo hay
mundo porque hay sujeto. La realidad solo es una construcción del sujeto, dándole la
importancia a este, como en el caso de Descartes cuya realidad originaria es el sujeto
pensante y, conociendo a este sujeto y sus ideas, se puede conocer el mundo. Por otro
lado, el realismo, que afirma que la realidad existe con independencia del sujeto, siendo
este un mero espectador que no pone nada de su parte en la construcción del mundo.
Ortega se situará a medio camino. Acepta que las cosas no son independientes del
sujeto, que es necesario el papel del sujeto y su intervención, pero carece se sentido
afirmar que el sujeto es independiente de las cosas. En definitiva, no se puede hablar de
las cosas sin un yo, ni de un yo sin las cosas. No existe un sujeto aislado, sino siempre
entre las cosas; y estas solo tienen sentido en cuanto están relacionadas con el sujeto. El
ser humano es un ser vivo y no existe con independencia del mundo que le rodea: la vida
es la realidad radical.
La crisis en la que se encuentra la sociedad europea es por eso: fe en la razón
humana. El pensamiento ha creado una oposición ficticia entre cultura y vida como si
fueran elementos opuestos. La cultura y la vida se necesitan mutuamente. La vida resalta
el aspecto inmanente de la acción humana en cuanto que todo lo que hacemos forma parte
de nosotros mismos, mientras que la cultura resalta el aspecto trascendente, ya que las
creaciones culturales superan la esfera individual de cada uno y se generalizan
transmitiéndose al resto de la sociedad y superando las épocas.
Perspectivismo.
En Meditaciones del Quijote y Verdad y perspectiva, principalmente, aparece el
perspectivismo, también de influencia nietzscheana. La circunstancia más evidente de la
que se hace cargo en Meditaciones... es del problema de España, encarnada en el Quijote.
El sujeto cognoscente de este perspectivismo vive, es un yo viviente. Y expresa en esta
obra la famosa frase: yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no la salvo yo.
Yo soy yo: refiere a la individualidad de la vida, la subjetiviza, la persona tiende
a su mismidad (se busca a sí mismo, la autenticidad), a conservar su vida y su conciencia.
Pero ese yo individual no está solo. Y mi circunstancia: la vida no es solo el sujeto, no
se reduce a él; sino toda la realidad que le rodea (usos sociales, creencias, ideas, horizonte
de totalidad, su mundo). Y la segunda parte de esa famosa frase: si no la salvo a ella, no
me salvo yo. Es decir, que son dos realidades conectadas e inseparables. Tanto el yo
individual como las circunstancias deben ser tenidas en cuenta al constituir una
perspectiva.
Y todo ello desde una perspectiva concreta. En relación a la realidad, que solo se
presenta desde una perspectiva, es decir, cada uno recibe la realidad desde su punto de
vista. Necesita integrarse desde diversos puntos de vida y es un proceso hermenéutico:
debe interpretar la realidad. El perspectivismo se suma a las circunstancias, que también
forman parte de lo que somos. Es un proceso circular que parten del sujeto, desde una
perspectiva, en relación a las circunstancias, que constituye al sujeto. El yo viviente no
experimenta la realidad como tal, sino sus aspectos, tanto en la cotidianeidad como en
las ciencias. Pone el ejemplo de la Sierra de Guadarrama en Verdad y perspectiva: dos
personas ven la misma sierra, pero uno desde Madrid y otro desde Segovia. La diferencia
con Nietzsche es que para este no hay hechos, solo interpretaciones; para Ortega sí existe
la verdad y no es cuestión de interpretación, tan solo que la realidad se fragmenta en
distintas perspectivas. Si pudiéramos sumarlas todas tendríamos la verdad.
Las similitudes con Nietzsche son claras. La crítica de la verdad desde la vida,
como valor; el perspectivismo nietzscheano; centralidad de valorar e interpretar, el
criticismo perspectivista de Nietzsche desemboca en una hermenéutica (Conill, 2007, El
poder de la mentira. Nietzsche y la política de transvaloración); pluralismo perspectivista
que alcanza hasta el ser y la existencia; cada ser capta o aprehende la realidad de un modo.
En cuanto al concepto de verdad, la verdad en sí misma es atemporal. Pero esa no
es la verdad que nosotros tenemos: verdad humana. Tiene un carácter histórico-cultural
incluso la científica. Es una perspectiva histórica concreta. Todas las civilizaciones y
momentos históricos tienen su verdad y desde su perspectiva esta tiene sentido, aunque
sí puede establecerse el nivel de desarrollo histórico de estas verdades. Por ejemplo, una
sociedad animista o mitológica, era una forma de dar cuenta de la relación con su
circunstancia. Algo de verdad siempre había ahí desde esa perspectiva, pero sí podemos
ver el desarrollo histórico de esa verdad.
El ascenso de las masas.
Con respecto a la sociedad, esta también tiene historia, no esencia. Es decir, la
sociedad no está predefinida, sino que va aconteciendo. El concepto de sociedad es común
en conceptos como el historicismo, la temporeidad, el hombre-masa o la técnica. A
principios de los años veinte su proyecto de pedagogía social tropieza, sufre un fracaso.
En La España invertebrada, donde denuncia el mal de España y apunta a alguna de las
causas. Una de ellas es el particularismo (regional y de clase), cada uno va a lo suyo, no
hay solidaridad. Y el otro gran problema es el sentido de desvinculación de Europa. Y
viene vinculado por un ascenso de las masas en espacios públicos (similar al Uno de
Heidegger, aunque no todo es influencia, algunas las publica a la vez o antes). Una
sociedad acrítica, que se deja conducir, que vive en el se impersonal en términos de
Heidegger.
El triunfo del fascismo y del bolchevismo son movimientos de masas, que ya
empiezan aquí a acusarse. Define aquí el concepto del hombre-masa.
- Carece de proyecto vital.
- Es ajeno al esfuerzo y la exigencia.
- Entregado a la vulgaridad, la reivindica, se rebela contra lo excelente.
- Depende del desarrollo técnico y la organización social.
- Es producto del liberalismo económico.
- Nace con derechos civiles y sociales que usa a su antojo y da por sentado.
Con algo más de recorrido, encontramos La rebelión de las masas. En esta obra advierte
lo que ya advertía en La España invertebrada, pero sumado a Europa: advierte del peligro
de las pasas en Europa. Supone un riesgo que favorece el establecimiento de totalitarismo

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