Las Comunas Del Ecuador

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Las comunas del Ecuador:

autonomía, territorio y la construcción


del Estado plurinacional

Jeremy Rayner
Juan Mérida Conde
Editores
300.866
R275c

Rayner, Jeremy
Las comunas del Ecuador: autonomía, territorio y la construcción del Estado
plurinacional / Jeremy Rayner, Juan Mérida Conde, Víctor Jácome Calvache,
Melissa Moreano Venegas, Manuel Bayón Jiménez, Marie-Therese Lager,
Esteban Daza, Mateo Fernández-Muro y María Guadalupe Morales; Jeremy
Rayner y Juan Mérida Conde, editores. —1.ªed. — Quito: Editorial IAEN, 2019
272 p.; 15 x 21 cm
ISBN impreso: 978-9942-29-038-0
ISBN electrónico: 978-9942-29-037-3
1. Ecuador-comunas (Sugerido). 2. Estado plurinacional (sugerido).
3. Sociología 4. Ilaló-Lumbisí-historia. 5. San José de cotocog-historia.
6. Comuna de Santa Clara de San Millán. 7. Sociología Urbana-Ecuador
8. Ecuador. I. Título

Colección editorial: Economía y sociedad nº. 13


Este libro cumplió un proceso de arbitraje científico doble ciego.

Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN)


Centro de Economía y Sectores Estratégicos
Av. Amazonas N37-271 y Villalengua, esq.
Tel.: (593 2) 382 9900
Quito, Ecuador
www.iaen.edu.ec
Información: [email protected]

Dirección editorial: Bolívar Lucio Naranjo


Coordinación de arbitraje científico: Javier Monroy Díaz
Corrección de estilo: David Chocair Herrera
Diseño de portada e interiores: Gabriel Cisneros Venegas
Asistencia editorial: Cristina Natalia Salcedo
Impresión: Gama Grafic. Celular: 099 812 4629
Tiraje: 200 ejemplares
© IAEN, 2019

CC BY—NC—SA
Esta licencia permite compartir, copiar, distribuir,
ejecutar, comunicar públicamente la obra y hacer obras
derivadas.
Índice
Sobre los autores........................................................................ 9
Agradecimientos ........................................................................ 13
Prólogo...................................................................................... 15
Introducción.............................................................................. 21
Primera parte:
La (re)construcción de la comuna
en el Estado plurinacional

La lucha por las comunas de Quito: negociando la propiedad


y la ciudadanía en el Ecuador plurinacional y posneoliberal
Jeremy Rayner
Traducido por Guillermo Morán y Vanessa Barham
1. Introducción....................................................................... 37
2. La Ley de Comunas, autonomía y control................................ 43
3. Cambios en la apropiación de la tierra:
de la agricultura a la vivienda.................................................. 47
4. El proyecto comunal en Quito: luchando dentro
del posneoliberalismo............................................................. 51
5. Participación, planificación y poder......................................... 62
6. El AIER Ilaló-Lumbisí: una lucha por el territorio
y la autonomía....................................................................... 63
7. Conclusiones ......................................................................... 67
8. Referencias bibliográficas ....................................................... 69

De señoríos étnicos a funcionarios:


la institucionalización de la comuna
de San José de Cocotog
Juan Mérida Conde
1. Introducción........................................................................... 73
2. La construcción histórica del orden comunal
en San José de Cocotog.......................................................... 76
3. El orden comunal en el nuevo Estado plurinacional.................. 88
4. Conclusiones.......................................................................... 96
5. Referencias bibliográficas........................................................ 99

5
Segunda parte:
El territorio comunal en disputa

El proceso fallido de disolución de las comunas urbanas


en Ecuador: el caso de Santa Clara de San Millán, 1973-1986
Víctor Jácome Calvache
1. Introducción .......................................................................... 107
2. Un acercamiento al origen de la LORC y la conformación
de las comunas quiteñas......................................................... 111
3. Situación general de la comuna de Santa Clara de San Millán
en el período en cuestión........................................................ 117
4. El proceso de disolución de la comuna
de Santa Clara de San Millán.................................................. 126
5. Reflexión final......................................................................... 132
6. Referencias bibliográficas........................................................ 135

Ecologismo comunitario: producción de la naturaleza


y del territorio en la comuna Tola Chica
Melissa Moreano Venegas
1. Introducción........................................................................... 139
2. Ecologismo comunitario ........................................................ 143
3. Conclusiones.......................................................................... 151
4. Referencias bibliográficas ....................................................... 152

El municipio de Quito contra el derecho a la no ciudad


de las comunas, a partir de la construcción
del nuevo aeropuerto internacional
Manuel Bayón Jiménez
1. Introducción........................................................................... 155
2. Los derechos territoriales como resultado
de la disputa por el espacio .................................................... 156
3. El territorio en Quito y el reconocimiento
de derechos en Ecuador.......................................................... 160
4. La planificación del NAIQ bajo la lógica del capital.................. 166

6
5. Nuevos derechos, similares prácticas de imposición territorial.. 170
6. El capital trasnacional pone en marcha el NAIQ....................... 174
7. Conclusión: el derecho a la no ciudad como propuesta ante
los límites del neoconstitucionalismo...................................... 177
8. Referencias bibliográficas ....................................................... 180

En defensa de nuestras tierras comunales:


una aproximación a los conflictos territoriales
en la costa ecuatoriana desde una perspectiva decolonial
Marie-Therese Lager
1. Introducción .......................................................................... 185
2. Modernidad/colonialidad: crítica al discurso hegemónico
a partir de la diversidad cultural.............................................. 189
3. El lugar: espacio político y experiencia vital compartida ........... 195
4. “Las comunas somos la resistencia”: la defensa de sus tierras
comunales............................................................................. 198
5. Conclusiones ......................................................................... 207
6. Referencias bibliográficas ....................................................... 208

Tercera parte:
Iniciativas, proyectos y escenarios futuros
para las comunas

La vigencia de la forma-comuna
Esteban Daza
1. Introducción .......................................................................... 215
2. Reflexión analítica y contexto del debate.................................. 216
3. El ámbito de la resignificación ................................................ 227
4. Conclusiones ......................................................................... 231
5. Referencias bibliográficas........................................................ 232

7
Proyecto “En Común(a)”: construyendo herramientas de autoges-
tión para una producción urbana emancipadora
Mateo Fernández-Muro
María Guadalupe Morales
1. Introducción........................................................................... 235
2. Proyecto “En Común(a)”........................................................ 241
3. Trabajo de campo.................................................................. 243
4. Delimitación territorial............................................................ 247
5. Censo comunal y contracatastro............................................. 255
6. Conclusiones ......................................................................... 261
7. Referencias bibliográficas........................................................ 262

Epílogo...................................................................................... 265

8
Sobre los autores

Esteban Daza Cevallos


Sociólogo por la Universidad Central del Ecuador. En la actualidad se des-
empeña como director ejecutivo del Instituto de Estudios Ecuatorianos
(IEE), siendo, además, investigador principal del Observatorio del Cambio
Rural (Ocaru). Entre sus intereses de investigación se encuentran las pro-
blemáticas agrarias, las políticas públicas, alternativas al desarrollo y la his-
toria del pensamiento. Es autor de varios documentos de reflexión, entre
ellos, Razón de Estado: cuestión agraria y campesinado (2018) y Ley de semillas en
Ecuador: tensiones entre interculturalidad, multiculturalismo y orientalismo (2017);
es uno de los coordinadores del libro Marx y la crítica de nuestro tiempo (2018).
Es integrante del grupo de trabajo de Desarrollo Rural: Estudios Críticos del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y del Laboratorio
de Estudios e Investigación sobre la Agricultura y el campesinado, de la
Universidad Federal de Pernambuco en Brasil.

Floresmilo Simbaña
Exdirigente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
(Conaie). En la actualidad es el presidente de la comuna Tola Chica en la
parroquia de Tumbaco, provincia de Pichincha. Es licenciado en Estudios
Políticos y Sociales de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central
del Ecuador. Entre sus publicaciones se destacan “La plurinacionalidad en la
nueva Constitución” publicado en el libro Análisis: nueva Constitución (2008);
“El Sumak Kawsay como proyecto político” en Más allá del desarrollo (2011)
y “Plurinacionalidad y Derechos Colectivos” en Pueblos indígenas, Estado y de-
mocracia (2005).

Fernando Cabascango
Desde 2014 es presidente del Consejo del Gobierno del Pueblo Kitu Kara.
Actualmente es también miembro del Consejo de Protección de Derechos
del Distrito Metropolitano de Quito.

9
10 Sobre los autores

Jeremy Rayner
Ph. D. en Antropología por The City University of New York (CUNY). Es
docente e investigador en el Centro de Economía Pública y Sectores Estratégicos del
Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN). En años anteriores fue investigador
y subdirector del Centro Nacional de Estrategia para el Derecho al Territorio
(Cenedet) del IAEN; becario del Center for Place, Culture and Politics y
del Committee on Globalization and Social Change de CUNY; exdocente
en Hunter College y Queens College en CUNY y exinvestigador afiliado al
Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica. Sus
investigaciones y publicaciones abordan las reivindicaciones de las prácti-
cas democráticas y los bienes públicos y comunes frente al cambiante régi-
men de acumulación en diversos ámbitos, entre ellos, el movimiento contra
el Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos y Costa Rica y las comunas
en el Distrito Metropolitano de Quito.

Juan Mérida Conde


Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona
(UAB) y magíster en Sociología por Flacso-Sede Ecuador, año 2016. En
la actualidad se encuentra adscrito al Instituto de Investigación sobre
Participación Parte Hartuz, asociado al programa de doctorado Cultura,
Política y Sociedad de la Universidad del País Vasco (UPV). Dentro de
su trayectoria docente e investigativa ha trabajado en centros como el
Instituto de Gobierno de Políticas Públicas (IGOP) de la UAB, la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Ecuador y la Universidad Técnica
Luis Vargas Torres de Esmeraldas. Entre sus principales temas de investiga-
ción se encuentran la gobernanza urbana, participación, autonomía, gentri-
ficación y movimientos sociales.

Manuel Bayón Jiménez


Magíster en Estudios Urbanos por la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales-Sede Ecuador y en Derechos Humanos por la Universidad Nacional
de Educación a Distancia (UNED). Actualmente coordina la investigación
Contested Cities Ecuador en Flacso-Sede Ecuador. Trabajó en el IAEN en el
Cenedet, y en Acción Ecológica como investigador de la Ruta de la Verdad
y la Justicia para la Naturaleza y los Pueblos. Ha publicado artículos en
distintas revistas indexadas (Antipode, City, Geoforum, Íconos, Ecología
Política), siendo coautor, además, del libro La selva de los elefantes blancos
(2017). Forma parte del Colectivo de Geografía Crítica y coeditor del libro
Geografía crítica para detener el despojo de los territorios.
Sobre los autores 11

María Guadalupe Morales


Magíster en Urbanismo por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Monterrey. Ha participado en diferentes conferencias sobre estrategias
urbanas, sostenibilidad y recolección pluvial. Sus proyectos urbanos y estra-
tegias sociales han sido reconocidos mediante el Premio Juvenil al Mérito en
Trabajo Civil, Ambiental y Social, otorgado por el Gobierno de la Ciudad de
México. Es, además, ganadora de varios concursos como el de Perspectivas
Universitarias para la gestión sostenible del agua en la cuenca del Valle de
México de Fundación ICA y el Urban SOS: Fair Share del Instituto Van Alen.

Marie-Therese Lager
Maestría en Antropología. Actualmente está realizando su doctorado en
Antropología en la Universidad Autónoma de Barcelona. Investiga sobre los
conflictos territoriales en las comunidades étnicas en la costa ecuatoriana.
Su compromiso como académica radíca en la construcción de aportes que
permiten acercarce al diseño de una realidad que se construye a partir de co-
nocimientos, saberes y prácticas localizadas que surgen desde estas comu-
nidades étnicas. Fue docente de Teorías Críticas y Prácticas Experimentales
en la Universidad de las Artes en Guayaquil. Trabajó como coordinado-
ra del área Inmaterial en el Instituto Nacional del Patrimonio Cultural de
Guayaquil.

Mateo Fernández-Muro
Arquitecto de la Universidad Politécnica de Madrid. Tiene un Master of
Science en Diseño y Ecologías Urbanas por la Parsons School of Design
de Nueva York y un máster en Proyectos Arquitectónicos Avanzados por la
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Ha trabajado en WE
ACT for Environmental Justice en la ciudad de Nueva York en el cual desa-
rrolló un plan comunitario para la resiliencia contra el clima en el norte de
Manhattan. En la actualidad colabora con Philadelphia Mural Arts Program
en el diseño participativo de un jardín urbano en el sur de Filadelfia. Trabaja
con las comunas de indígenas urbanas de Quito en el diseño de sus propias
herramientas de planeamiento y autogobierno. Su investigación ha sido pre-
miada en la Urban SOS: Fair Share Student Competition organizada por
AECOM y el Van Alen Institute, obra exhibida en el pabellón español de la
XVI Bienal de Arquitectura de Venecia en Italia.
12 Sobre los autores

Melissa Moreano Venegas


Doctora en Geografía Humana y Ecología Política por el King’s College de
Londres. Tiene amplia experiencia en investigación en temas de justicia en
el acceso al agua, historia ecológica, cambio climático y capitalismo ver-
de, buen vivir y derechos de la naturaleza. Es autora de sendos capítulos so-
bre Ecuador en el International Handbook of Political Ecology (2015) y en el libro
Ecología política latinoamericana: pensamiento crítico, diferencia latinoamericana y re-
articulación epistémica (2017). Recientemente coordinó un dosier de la revista
Íconos sobre Geografía crítica en América Latina. En la actualidad es docente
de planta de la Universidad Andina Simón Bolívar-Sede Ecuador, y docente
ocasional de la Universidad Central del Ecuador. Es integrante del Colectivo
de Geografía Crítica del Ecuador y militante de varias iniciativas ecologistas.

Víctor Jácome Calvache


Magíster en Antropología por la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales-Sede Ecuador. Se ha desempeñado como docente a nivel de ba-
chillerato, investigador de campo y perito para la Corte Constitucional
del Ecuador. Es docente-investigador en el Centro de Economía Pública y Sectores
Estratégicos en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN). En esta última ins-
titución ha sido coordinador, además, de la Maestría de Investigación en
Economía Social y Solidaria. Sus áreas de estudio se centran en la historia
y antropología económica, historia social y el pluralismo jurídico. Entre sus
artículos publicados vinculados con las comunas se encuentran “Economía
popular y solidaria en la comuna San José de Cocotog, Quito: estudio de la
producción del cuy” (revista Economía, 2016); “Mujeres indígenas urbanas y
comunas en Quito del siglo XX: representaciones sociales y relaciones econó-
micas con la urbe” (revista TasFiqui, 2015) e “Importancia del conocimiento
de la génesis y actores de la economía popular y solidaria en las políticas pú-
blicas: el caso de las comunas circunsquiteñas” en el libro Conocimiento y políti-
cas públicas de economía social y solidaria: problemas y propuestas (2015).
Agradecimientos

Un libro siempre es producto del esfuerzo colectivo, más aún cuan-


do es una compilación de muchos otros proyectos, cada uno con
su propia historia. En este sentido, los editores queremos recono-
cer a algunas de las personas que han contribuido de manera direc-
ta o indirecta al producto final. Extendemos un agradecimiento par-
ticular a Fernando Cabascango, Elena Pinos, Verónica Morales, Carla
Simbaña, David Harvey, Miguel Robles, Javier Monroy y el equipo
editorial del IAEN, a todos los autores del libro, así como a los dife-
rentes colaboradores que han tenido, al equipo del Cenedet y a los
colegas del Centro de Economía Pública y Sectores Estratégicos del
IAEN. También agradecemos de manera especial a todos los comu-
neros y comuneras que nos trasmitieron su calidez y empatía. Tienen
todo nuestro respeto. Este libro no hubiera sido posible sin los apren-
dizajes adquiridos en entrevistas, charlas informales, fiestas, asam-
bleas y otros espacios, en especial, queremos agradecer a Wilmer
Guachamín, expresidente de la Comuna de San José de Cocotog y
amigo incondicional. Gracias por tu esfuerzo y valentía.

13
Prólogo

Una de las problemáticas que enfrentan las comunas y comunidades


ubicadas en el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) es la relación
con la institucionalidad del Estado respecto a la propiedad. Mientras
las comunas y comunidades tienen definido sus territorios desde la
propiedad comunal o comunitaria, el municipio del DMQ los consi-
dera una propiedad pública o privada, pese a los alcances que tiene
la Constitución del 2008, que reconoce y garantiza la propiedad co-
munitaria de la tierra.
Vale aclarar que, pese a que las comunidades reconocen sus terri-
torios, es el municipio de Quito quien los desconoce y confunde es-
tos territorios con barrios de la ciudad, quitándoles de esta manera
su carácter de autoridad territorial y jurisdiccional. Esto obedece por-
que existe un vacío jurídico dentro de las municipalidades del país lo
cual dificulta la relación entre el Estado y las comunas y comunidades.
Lo dicho trae consigo múltiples consecuencias, entre ellas, los pa-
gos indebidos de tasas e impuestos que se generan en tierras de las
comunas y comunidades, además de las contribuciones por las me-
joras que el municipio capitalino realiza en diferentes sectores de la
ciudad. De igual forma, el no reconocimiento de la autoridad co-
munitaria por parte del municipio provoca que los comuneros estén
obligados a hacer sus gestiones bajo el régimen de propiedad priva-
da, por lo que no se respeta la autonomía de la comuna y la capaci-
dad que tiene su gobierno comunitario (asamblea y cabildo). El mu-
nicipio del DMQ debería redirigir los trámites que corresponden a las
comunas y comunidades.
En este sentido, una de las propuestas centrales que el colectivo
Pueblo Kitu Kara plantea, junto a otras comunas y comunidades del
DMQ, es el registro, dentro del sistema de catastro, de la propiedad
comunitaria como una realidad de los territorios de las comunas y
comunidades, y que, frente a toda política de planificación institucio-
nal, en especial de los planes de desarrollo y ordenamiento territorial

15
16 Fernando Cabascango

(PDyOT), se considere la existencia y las características particulares


de la propiedad jurídica comunitaria. Así, a pesar de que aún no es-
tén homologadas las ordenanzas, el municipio estaría en la obliga-
ción de reconocer y respetar estos territorios. La propuesta incluye
los siguientes pasos: 1) las comunas y comunidades realizan el levan-
tamiento georreferenciado para conocer con exactitud el polígono
y ubicación que corresponde a sus territorios. Este paso es necesa-
rio porque los planos de los que disponen algunas comunas no han
sido realizados con instrumentos de alta precisión dando como re-
sultado ciertos márgenes de error;1 2) una vez obtenida la informa-
ción georreferenciada, se coordina con el Ministerio de Agricultura y
Ganadería (MAG) para concatenar los resultados. Esta información
actualizada se ingresa al sistema de catastro municipal.
Sobre la propuesta de catastro, se puede indicar la experiencia pi-
loto de la comuna Chilibulo Marcopamba La Raya, llevada a cabo
con el propósito de impulsar la transición catastral de propiedad pri-
vada a propiedad jurídica comunitaria, de tal forma que puede servir
de modelo tanto para otras comunas, como para promover la crea-
ción de una política pública que garantice los derechos colectivos re-
feridos al reconocimiento de la propiedad comunitaria, según man-
da la Constitución vigente.
Otra problemática se refiere a las concepciones que se tiene desde
instancias estatales, en particular el MAG que considera a las comu-
nas una serie de organizaciones sociales con bien común, con base
en la Ley Orgánica de Organización y Régimen de Comunas de 1937,
codificado en el 2004, y no como una autoridad territorial y jurisdic-
cional, tal como establece la Constitución de 2008. Al decir de los
funcionarios, las comunas deben tener propiedad colectiva de la tie-
rra. No obstante, en la actualidad, la tenencia colectiva o común de
la tierra no es un elemento determinante para definir qué es o no una
comuna. Por ejemplo, la comuna San Juan La Tola de la parroquia
de Píntag se constituyó jurídicamente como tal en 1953 a partir de
las propiedades individuales, mediante la firma de un compromiso

1 Este es el caso, por ejemplo, de la comuna San Francisco de Tanda y Pelileo que de acuerdo
a una sentencia constitucional se le adjudica 99,3 hectáreas, mientras que en la georeferen-
ciación se le ubica con un área de 127 hectáreas.
Prólogo 17

de constitución para acceder a ciertos beneficios. En este caso, la co-


muna no se definió desde la propiedad colectiva de la tierra como su-
cede en otras, lo cual generó consecuencias negativas, ya que desde
instancias estatales, como el municipio, se ha promovido la elimina-
ción de la comuna con el argumento de que disponen de propieda-
des individuales.
Otro problema para las comunas es el carácter de autoridad que
se deriva de esta concepción errónea. Por ejemplo, las tenencias po-
líticas actúan como si fueran la máxima autoridad en las asambleas
de cambio de cabildos, quitándole esa potestad a la asamblea. De
igual manera sucede en la administración de la justicia comunitaria.
Al considerar a las comunas una organización social subordinada a
la institucionalidad estatal. Se promueve así, la intromisión del MAG
en la resolución de conflictos internos quitando a las instancias de la
comuna la capacidad de resolver sus conflictos, según indican el ar-
tículo 57 –numeral 10– y el artículo 171 de la Constitución actual. A
pesar de ello, el MAG argumenta que las comunas no pueden ser juez
y parte dentro de los conflictos internos y se otorgan esa atribución.
Al contrario de lo que se atribuye el Estado, para resolver con-
flictos dentro de las comunas y comunidades se han ido generando,
después de varios procesos, mecanismos propios para garantizar un
debido proceso. Además, se debe señalar que las resoluciones son
colectivas y es la instancia de la asamblea la que resuelve y no sola-
mente el cabildo.
En definitiva, entre los elementos que se deben tener en cuenta al
momento de definir el carácter de las comunas constan los siguien-
tes: 1) el territorio, que puede estar constituido por propiedades in-
dividuales o propiedades colectivas de la tierra; 2) la autoridad terri-
torial que es la asamblea comunal o comunitaria y sus reglamentos
internos que establecen las normas de convivencia. Entonces, la co-
muna no se limita a la casa comunal, al parque, a la escuela, o a
ciertos espacios destinados al uso común, sino que se refiere funda-
mentalmente a un territorio, a una autoridad y a una jurisdicción te-
rritorial comunitaria.
El colectivo Pueblo Kitu Kara se reconoce en un pasado histórico
tangible e intangible, considerándose descendiente de los habitantes
18 Fernando Cabascango

originarios de estas tierras, sea bajo la denominación de kitu karas,


nación kitu, nación originaria kitu kara. Este reconocimiento es un
ejercicio de autodeterminación como pueblo y se ha venido cons-
truyendo desde el año 2000, cuando varias comunas del DMQ, en-
tre ellas la Tola Chica, La Toglla, Cocotog, Lumbisí, entre otras, en
asamblea, decidieron iniciar el proceso de constitución del colectivo
Pueblo Kitu Kara.
En este proceso de reconstitución es fundamental la importancia
que adquiere la comuna o la comunidad, como eje a partir del cual
se reconoce un pasado histórico. La estrategia del colectivo Pueblo
Kitu Kara ha sido poner en el centro de la discusión el tema de la co-
muna, más allá de si se reconoce como indígena, ancestral u origina-
ria. A su vez, reconocer a las comunas, más allá de lo indígena y de
lo campesino, ha permitido aceptar que existe una jurisdicción terri-
torial que se asienta sobre el territorio histórico kitu kara, pese a que
existen fenómenos migratorios y comuneros de diverso origen étnico
y cultural, y pese a que las comunas están asentadas en medio de la
ciudad de Quito. Por consiguiente, la comuna es un territorio cons-
tituido por autodeterminación, y como territorio vivo tiene diferen-
tes formas y realidades: urbanas, rurales, semiurbanas, comunas con
presencia de migración de otras provincias e incluso países.
Finalmente, vale señalar que el tema de lo comunitario rebasa lo
indígena y se convierte en una propuesta para toda la sociedad. Es
una propuesta alternativa para la sociedad actual. En dicha iniciativa
están implícitos la autodeterminación, el autogobierno y el territorio,
nociones a partir de las cuales hemos trabajado el proceso organizati-
vo con sus diferentes realidades. Se ha logrado un cierto avance a nivel
de la institucionalidad, pero resta aún camino por recorrer. Vivimos
un proceso en construcción que busca fortalecer los territorios co-
munales o comunitarios, el tejido organizativo, el conocimiento de
los derechos colectivos que los amparan, que también busca fomen-
tar una articulación más fuerte y de largo plazo entre todas las comu-
nas y comunidades que integran el Distrito Metropolitano de Quito.

Fernando Cabascango
Presidente del Consejo del Gobierno Kitu Kara
Mapa de las comunas del
Distrito Metropolitano de Quito

Anagumba

Chonta-Alance

Ambuela
Aloguincho

Yunguilla
Tanlagua
Caspigasí
Catequilla
Alaspungo

San Miguel del Común Sta. Anita La Esperanza


Capilla Oyacoto Sn. Ant. Cucupuro
Llano Grande Iguiñaro Sn. Vicente Cucupuro
Cocotog Aglla El Carmen
Mangahuantac El Guambi
Miraflores Oyambaro
Sta. Clara San Millán Chiche Anejo Chinangachi
Tola Grande Oyambarillo
Chilibulo Marco Pamba La Yara Leopoldo Chávez Tola Chica
Lumbisí Central Sigsipamba
La Toglla Soria Loma Palugo
Rumiloma
El Tingo Angamarca El Tablón
Alangasí Sn. Fco. de Baños
Sta. Isabel El Marco

Leyenda Calvario Calera de Tolontag


Comuna La Vaquería
Ejido de Turubamba
Administración zonal
Calderón
Eloy Alfaro
Eugenio Espejo
La Delicia
Los Chillos
Manuela Sáenz
Quitumbe
Tumbaco

Fuente: Instituto de la Ciudad (2012).


Introducción

Los objetivos de este libro


Este libro parte de la apreciación de que la comuna es una institu-
ción fundamental en la organización social, política y territorial del
Ecuador, cuya diversidad, complejidad y dinamismo histórico no han
sido suficientemente tratados por la investigación académica y el de-
bate público (aunque con notables excepciones, consideradas a lo
largo de este libro). Los capítulos presentados en este volumen mues-
tran los resultados de investigaciones recientes sobre las comunas
del Ecuador, con el propósito de abrir un diálogo sobre una comple-
ja y cambiante realidad de alta importancia para el presente y el fu-
turo del país.
La comuna es una forma predominante de organización política
en las comunidades rurales del país (Martínez, 1998; Zamosc, 1995),
con una extensa presencia en la sierra, en el oriente y en ciertas partes
de la costa ecuatoriana (sobre todo en la provincia de Santa Elena).
Sin embargo, también se encuentra en zonas urbanas y periurbanas.
En el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), por ejemplo, exis-
ten entre 48 y 73 comunas, tres de las cuales permanecen activas
en la zona oficialmente demarcada como urbana.1 Asimismo, pese
a que la comuna es la forma predominante de organización en las

1 Las estimaciones de la cantidad de comunas varían al no haber un registro unificado y ac-


tualizado, lo cual es un índice de la “invisibilización” de esta institución. De acuerdo con la
bibliografía consultada, en 1942 existían en la provincia de Pichincha 62 comunas (Ibarra,
2004). Para 1992, la cantidad ascendía hasta 157, indicando la importancia de esta for-
ma de organización durante la segunda mitad del siglo xx (Ospina y Guerrero, 2003). Con
respecto a la ciudad de Quito, Andrade (2016) afirma que existen 73 comunas registradas,
mientras que Carvajal, director de parroquias rurales durante la administración de Augusto
Barrera, apunta a que habían 66 (48 de ellas activas, entendiendo por activas aquellas que
tienen constituido un gobierno comunal) (Secretaría de Coordinación Territorial y Partici-
pación Ciudadana, 2015). En los últimos registros, se observa una significativa reducción
de estas cifras, producto de varios factores, estrechamente vinculados con los procesos de
urbanización. De acuerdo a los cálculos, en el país entero existirían entre 1574 (Zamosc,
1995, citado en Martínez, 1998) y 2760 comunas (Laforge, 2011).

21
22 Jeremy Rayner y Juan Mérida

comunidades indígenas, muchas están compuestas mayoritariamen-


te por mestizos, montubios y afrodescendientes (véase, por ejemplo,
Antón y García, 2015), reconociendo también que la identidad étni-
ca y racial es multidimensional, sujeto a transformaciones históricas,
y a veces ambigua.
Al ser una forma de organización ampliamente difundida en el te-
rritorio del país, con características particulares que la distinguen de
otras instituciones territoriales, la comuna tiene extensas implicacio-
nes y amerita ser analizada en su especificidad. Las relaciones de pro-
piedad —más diversas en la práctica de lo que la ley y muchos obser-
vadores externos reconocen— tienen implicaciones para el acceso a
la tierra, a la vivienda y al crédito bancario. A su vez, juegan un papel
clave en la posibilidad de mantener la permanencia y coherencia te-
rritorial de algunas comunidades ancestrales: por ejemplo, al poner
restricciones a la mercantilización de la tierra, la propiedad comu-
nal presenta un obstáculo a los procesos de desplazamiento frecuen-
temente provocados por el mercado del suelo (véase, por ejemplo,
Hern, 2016; Polanyi, 2001, cap. 15; Smith, 1996).
La organización política de la comuna condiciona el ejercicio de la
ciudadanía, la práctica de la democracia y la administración de jus-
ticia. Los comuneros han sido históricamente excluidos del acceso a
infraestructura y servicios públicos, lo cual a veces ha fomentado re-
laciones clientelares. Al mismo tiempo, como se muestra en varios de
los capítulos del libro, la comuna incide en la planificación espacial,
la urbanización, la producción agraria y el manejo de zonas ecológi-
cas como la selva y el páramo, regiones en las que se encuentra una
alta concentración de comunas. Sobre todo, enfatizamos que, a pe-
sar de sus retos y contradicciones, la comuna sigue siendo una insti-
tución regida por mecanismos de democracia directa y participativa
que se encuentran en pocos otros contextos (¿cuántos barrios con-
vocan asambleas regulares para tomar decisiones de forma colecti-
va?). Además, su amplia difusión y profundas raíces históricas indi-
can que es la institución de democracia participativa más arraigada
y difundida en el país.
De la misma manera, es una de las instituciones más importantes
para el ejercicio del derecho ancestral o consuetudinario. Se puede
Introducción 23

afirmar que la comuna se constituye como una de las principales ins-


tituciones al momento de garantizar la supervivencia y autonomía
de comunidades racialmente subordinadas, contribuyendo a la cons-
trucción real del Estado plurinacional proclamado en la Constitución
de 2008, a pesar de que este ha sido, en la práctica, un proceso con-
flictivo y repleto de fuertes tensiones, como se evidencia en varios de
los capítulos de este libro.
Un aspecto central de estas tensiones y conflictividades es que la
comuna, a pesar de ser una forma de organización normada por el
Estado, ha sido también una institución generalmente ocultada o “in-
visibilizada”, como sostienen sus defensores. Esta invisibilización se
manifiesta de muchas formas: falta de un registro confiable de comu-
nas, ausencia general del territorio comunal en los mapas, exclusión
de la propiedad comunal de los catastros —pese al reconocimiento
constitucional en 2008 de esta forma de propiedad—, superposición
de entes administrativos estatales (administraciones zonales, parro-
quias o provincias) en el territorio comunal y consecuente fracciona-
miento de la organización,2 confusión de los funcionarios públicos
sobre las normativas y leyes que gobiernan a las comunas sumado a
un desconocimiento general de sus formas de organización y de vida,
tendencia a no reconocer las decisiones de cabildos y asambleas en
el desarrollo de políticas públicas y planes territoriales y, por último,
el desconocimiento de la existencia de las comunas entre la ciudada-
nía en general.
Esta invisibilización es, sin duda, una manifestación de la “colo-
nialidad del poder” (Quijano, 2000). Esta opera negando las formas
de organización y vida colectiva subalternas. A su vez, favorece la im-
posición de instituciones representadas como “modernas” y occiden-
tales, herramientas funcionales a los intereses de los grupos domi-
nantes. En este esquema, la municipalidad y la propiedad privada
son las instituciones legítimas, mientras que la comuna es relegada

2 Un ejemplo es el de San José Cocotog, que se encuentra dividida entre dos administraciones
zonales municipales y dos juntas parroquiales, lo que ha generado un fuerte fraccionamien-
to comunitario (véase el capítulo de Juan Mérida en este volumen). A escala provincial, una
muestra sería Bajadas de Chanduy, dividida entre las provincias de Guayas y de Santa Elena.
24 Jeremy Rayner y Juan Mérida

o, en el caso de que se reconozca su existencia, queda reducida a una


reliquia del pasado.3
Al mismo tiempo, esta invisibilización no es total, en tanto que los
grupos subalternos siempre han logrado exigir un (variable) grado de
reconocimiento. En esta lógica, la misma Ley de Comunas de 1937,
que sigue siendo el principal amparo legal para la organización co-
munal, otorgó cierto reconocimiento a las comunidades indígenas y
campesinas a cambio de nuevas herramientas para el control político
(véase los capítulos de Mérida y Rayner de este libro; Becker, 1999;
Coronel, 2009). Esta negociación continua genera la superposición
de leyes que van desde el reconocimiento de la forma comunal esta-
blecida por esta ley, a los nuevos derechos colectivos logrados en la
Constitución de 2008. Sin embargo, también es necesario tener en
cuenta que este mismo reconocimiento parcial es ambivalente y pue-
de reflejar una forma de “astucia” (cunning) en servicio a los poderes
coloniales (Povinelli, 2002). Así sucede con las representaciones fol-
clorizantes y esencialistas, que fijan a las comunas y sus moradores
en un pasado imaginado (véase Muratorio, 1994), o que establecen
un ideal de “autenticidad” indígena fuera de la realidad de las mis-
mas comunidades, obstaculizando, por tanto, la reivindicación de
derechos en el presente (Horn, 2018). Dado que tal reconocimien-
to selectivo puede servir a las lógicas de dominación, no es suficien-
te, entonces, promover la “visibilización” o “reconocimiento” de las
comunas. Para remediar las limitaciones de un enfoque despolitiza-
do del reconocimiento, consideramos que es necesario, como plan-
tea Glen Coulthard (2014), centrar la mirada en la disputa por la tie-
rra y el territorio (véase también Bretón, 2011; Pacari, 2019).
Este libro, entonces, busca contribuir al desarrollo de una emer-
gente conversación crítica y colectiva sobre la institución de la comu-
na, centrada en los proyectos, esperanzas y retos de sus habitantes,
y adecuada a los dilemas del presente y el futuro. Reúne diversas ex-
periencias investigativas que abordan el tema de las comunas desde
distintos puntos de vista, pero que comparten una preocupación por

3 Esta marginalización de la comuna entre las formas “oficiales” de organización estatal pa-
rece complementario a la tendencia histórica de relegar el gobierno de los indígenas a po-
deres privados, anotado por Andrés Guerrero (véase, entre otros, Guerrero, 1997).
Introducción 25

identificar las relaciones de poder y las prácticas políticas, en un con-


texto de conflictos territoriales impulsados por procesos de planifica-
ción, expropiación y mercantilización.
Pese a que es una obra que reúne investigaciones diversas sobre
la situación de las comunas en el Ecuador del siglo xxi, es preciso re-
conocer las ausencias y limitaciones de este volumen. La más eviden-
te es el desequilibrio geográfico, en tanto que solo uno de los capítu-
los (el de Marie-Therese Lager) trata sobre comunas fuera del DMQ.
Aunque este enfoque capitalino tiene la ventaja de reunir miradas
distintas sobre una realidad compartida (sobre todo la de la urba-
nización), y también sirve para poner en relieve algunas representa-
ciones equivocadas sobre las comunas (fundamentalmente concep-
ciones reducidas a lo rural), no incluye la diversidad de las vivencias
comunales todo el país.
Temas como el papel de las comunas en la estructura agraria, la
gestión de la selva, el páramo y los recursos hídricos (véase, por ejem-
plo, Alvarado, Valencia y Daza, 2018), o los conflictos ligados a la ex-
tracción de materias primas, están ausentes o quedan en segundo
plano. Pese a ello, se incluyen análisis sobre temas de ecología polí-
tica y las controversias ligadas a la definición de comunas como te-
rritorios “verdes” frente a la urbanización (véanse los capítulos de
Bayón, Moreano y Rayner de este volumen). La tendencia de que la
tierra comunal se conciba como espacio “verde” es transversal, ya
que caracteriza tanto comunas del DMQ como muchas de las co-
munas rurales del país, las cuales suelen tener grandes extensiones
de páramo, selva o bosque seco, pero con relativamente poca tierra
cultivable.4
Entre los demás temas —a nuestro juicio, relevantes para una
comprensión integral de la realidad de las comunas— que no hubo
oportunidad de abarcar en este libro señalamos las relaciones de gé-
nero en los espacios institucionales de la comuna, la reconfiguración
poblacional a partir de las migraciones rural-urbana y transnacional,
así como las diversas experiencias de justicia indígena y sus formas de

4 Sobre el papel, las comunas tienen mucha más tierra de la que realmente pueden explotar a
nivel agropecuario (véase Laforge, 2011).
26 Jeremy Rayner y Juan Mérida

gestión (por ejemplo, Morales, 2018). Como cualquier estudio, este


provee una mirada selectiva que impide incorporar todas las proble-
máticas señaladas; sin embargo, confiamos en que la presente obra
ofrezca abordajes útiles para animar un debate más amplio y auspi-
ciamos que las limitaciones señaladas permitan ampliar la agenda de
futuras investigaciones.

Los contenidos de este libro


El presente libro se encuentra divido en tres secciones: 1) la (re)cons-
trucción de la comuna en el Estado plurinacional; 2) el territorio co-
munal en disputa; y 3) el futuro de las comunas del Ecuador.
La primera sección, denominada “la (re)construcción de la comu-
na en el Estado plurinacional”, trata acerca de la configuración de la
comuna como un proceso histórico que sigue en marcha. Numerosas
investigaciones realizadas desde la antropología y la sociología po-
lítica han mostrado que la autoridad estatal no descansa solo en el
cuerpo jurídico de constituciones y leyes, sino que es activamente re-
producida por las prácticas simbólicas, discursivas y organizativas de
distintos actores (por ej., Bourdieu, 2014; Corrigan y Sayer, 1985;
Joseph y Nugent, 1994; Krupa y Nugent, 2015; Jessop, 2017). En el
caso de las comunas del Ecuador, esta aseveración es doblemente
cierta. La aprobación de la Ley de Comunas de 1937 no fue ni el inicio
ni el fin del proceso de organización política de las comunidades que
hoy son denominadas “comuna”. Aunque fue un momento importan-
te, proveyendo el marco legal principal para su organización interna
y representación hacía afuera, no inscribió a la comunidad en una ta-
bula rasa, no frenó el proceso de su evolución, ni garantizó el reconoci-
miento o respeto por sus territorios y formas de autoridad. Varios hi-
tos y procesos históricos han marcado el cambiante escenario de las
comunas en los últimos 60 años, entre ellos destacan: los dos perío-
dos de reforma agraria en las décadas de 1960 y 1970, la expansión
petrolera, la creciente urbanización del país, las crisis y ajustes neoli-
berales, el surgimiento del movimiento indígena, las Constituciones
de 1998 y 2008 y los proceso políticos y económicos iniciados a par-
tir de la instauración del Gobierno de la Revolución Ciudadana entre
2007 y 2016. Los capítulos de esta sección se centran principalmente
Introducción 27

en el período que va desde la aplicación de los ajustes neoliberales y


el surgimiento del movimiento indígena en la década de 1990, hasta
la instauración de la Revolución Ciudadana y el nuevo marco existen-
te tras la aprobación de la Constitución de 2008.
Así, Jeremy Rayner analiza la reproducción de las comunas del
DMQ como un proceso activo de lucha y de reivindicación, en el con-
texto de una permanente “fricción” (Tsing, 2004) entre la organiza-
ción y práctica comunal, por un lado, y las lógicas estatales y capi-
talistas por otro. En el centro de esta fricción está el control por la
tierra, las relaciones de propiedad y planificación del uso del suelo.
El autor encuentra en varias comunas, entre ella Santa Clara de San
Millán, situada en el centro de la ciudad de Quito, un intento por
mantener una gestión de la propiedad distinta que, pese a la falta de
instrumentos municipales que la reconozcan, ha podido desarrollar
restricciones y controles colectivos sobre su compraventa y traspaso
amparados en la Ley de Comunas de 1937 y en la nueva Constitución
de 2008. También observa que esta forma de propiedad, dirigida a
promover el acceso a la tierra para los comuneros actuales y sus des-
cendientes, se asemeja a formas de propiedad “no especulativa” si-
milares a las promovidas en otras partes del mundo. Este énfasis en
la propiedad hace parte de una extensa política de control territorial
dirigida sobre todo a mantener la supervivencia de la comuna como
comunidad ancestral. Además, el autor investiga la manera en la que
este tipo de control del territorio se manifiesta en el conflicto sobre
la creación del Área de Intervención Especial y Recuperación Ilaló-
Lumbisí, la cual amenazaba con reducir los usos de la tierra nece-
sarios para la reproducción de las comunas establecidas en la zona.
En el capítulo “De señoríos étnicos a funcionarios”, Juan Mérida
analiza el proceso histórico de institucionalización de la comuna de
San José de Cocotog, situada en el periurbano occidental del DMQ.
Desde un profundo enfoque etnográfico, el autor clasifica las dife-
rentes formas de orden comunal que se han dado desde la conquis-
ta española, en función de las relaciones de la comuna con la ciu-
dad, el Estado y al interior de la propia comunidad. En concreto, se
centra en el orden instaurado en el nuevo Estado plurinacional, cues-
tionando el ejercicio de autonomía promulgado. Argumenta que la
28 Jeremy Rayner y Juan Mérida

reorganización del Estado iniciada en la década de 1990 ha supuesto


una paulatina subordinación de la comunidad a las lógicas burocrá-
ticas y asistencialistas del Estado, proceso que ha continuado a pesar
de (o por medio de) los cambios institucionales del Estado plurina-
cional. Las movilizaciones en defensa del territorio comunal no han
impedido que se produzca un debilitamiento del cabildo, motivando
el carácter delegativo de las prácticas al interior de la comuna.
Los capítulos ubicados en la segunda sección del libro, denomi-
nada “el territorio comunal en disputa”, comparten elementos de la
primera sección, pero enfatizan los conflictos por el control del te-
rritorio comunal. El capítulo de Víctor Jácome relata la lucha por la
supervivencia de la comuna de Santa Clara de San Millán en medio
de la vorágine del desarrollo urbanístico de Quito. Si bien, la Ley de
Comunas de 1937 supuso un reconocimiento territorial y organiza-
tivo, la intensificación urbanizadora vivida a partir de la década de
1950 llevó a que se produjesen varios intentos de asimilación y, por
ende, de disolución de dicha comuna por parte del Estado. El estu-
dio demuestra cómo, mediante una representación arcaica y ruralis-
ta de las comunas, el Estado justifica sus intervenciones y concibe el
territorio comunal como un escollo para el modelo de desarrollo ur-
banocéntrico planteado. Asimismo, revela la incapacidad del Estado
para disolver la comuna y convertirla en barrio urbano. Pese a su inte-
gración a la ciudad, Jácome afirma que los comuneros siguen desple-
gando una serie de repertorios que les permite resistir y adaptar sus
prácticas comunitarias al nuevo contexto de urbanización existente.
Para Melissa Moreano, autora del siguiente capítulo de la sec-
ción, entender el territorio como estrategia y objetivo de lucha ha
sido una prioridad de la Tola Chica, comuna situada al noroccidente
de Quito, en el cerro Ilaló. Desde que el Estado reconociera su titula-
ridad colectiva en 1997 (53 años después de su creación como comu-
na), el cabildo ha desarrollado un modelo de gestión comunitaria del
territorio de una manera agroecológica y sostenible. Frente a visio-
nes ambientalistas ligadas al conservacionismo tecnocéntrico o el ambien-
talismo ecocéntrico, la autora desarrolla la idea de ecologismo comunitario,
una manera de entender la naturaleza y la sociedad como una rela-
ción interdependiente. Si en el caso de Santa Clara, la estrategia para
Introducción 29

confrontar al Gobierno fue por intermedio de un partido político, en


el caso de la Tola es mediante el movimiento indígena, articulando
las demandas particulares del territorio con las nacionales. Según la
autora, esto les permitirá acceder a fondos de las ONG y profundizar
en su plan de gestión territorial.
En la línea de la pugna por el control y gestión del territorio se
presenta el capítulo de Manuel Bayón, quien cuestiona que el nue-
vo marco neoconstitucional de Ecuador garantice los derechos te-
rritoriales. Para ello, presenta el caso de la construcción del Nuevo
Aeropuerto Internacional de Quito (NAIQ), un proyecto público-pri-
vado propio del modelo de gobernanza empresarial que supone una
gran transformación socioespacial en el noroccidente metropolitano
de Quito. El autor considera que los intereses del capital transnacio-
nal prevalecen sobre el ejercicio de los derechos de las comunidades
indígenas del periurbano de Quito, las cuales son excluidas de los es-
pacios de toma de decisión del megaproyecto. De esta manera, no
solo se cuestiona el cumplimiento del derecho a la ciudad, elemento
innovador en el marco normativo ecuatoriano, sino el derecho a la no
ciudad, una demanda que ha ido ganando peso, debido a los diferen-
tes procesos de urbanización planetaria.
Como último aporte a esta sección, desde un enfoque decolonial,
Marie Lager presenta el caso de dos comunas de la costa ecuatoria-
na: Engabao (provincia del Guayas) y Montañita (provincia de Santa
Elena). La autora analiza el proceso histórico de descomunalización
incentivado en los últimos años por la turistificación que ha afecta-
do a la zona. Un modelo económico promovido por el Plan Nacional
para el Buen Vivir que plantea la sustitución de las actividades extrac-
tivas por el turismo. La autora considera que el rechazo al interés del
capital inmobiliario por apropiarse del territorio comunal ha impul-
sado la recuperación de una identidad común que, aunque presen-
ta elementos esencialistas, constituye mecanismos de defensa fren-
te a procesos de desposesión promovidos por el desarrollo turístico.
Entre tanto, la tercera sección se enfoca en iniciativas y proyec-
tos que dibujan escenarios futuros para las comunas. El trabajo de
Esteban Daza introduce una rica reflexión sobre la vigencia de la
comuna y lo comunal hoy en día. A partir de una recopilación de
30 Jeremy Rayner y Juan Mérida

debates y reflexiones colectivas, el autor considera que la comuna


no debe concebirse de una forma determinista. Ni interpretaciones
constituidas con base en un sentido arcaico, ni esencializadoras que
ven en ella un modelo de sociedad deseable que se debería alcanzar.
Para Daza, las comunas no son estáticas, sino que representan trans-
formaciones constantes con elementos de continuidad y discontinui-
dad. Si bien la Ley de Comunas de 1937 las concibió en términos de
propiedad colectiva, considera que es necesario que se lleve a cabo
una resignificación tanto en el ámbito normativo como organizativo,
entendiendo a la comuna como un territorio diverso y democrático
en el que lo común no se circunscriba solo a la propiedad sino a un
conjunto de prácticas y discursos comunes, en línea con lo señalado
por Fernando Cabascango en el prólogo.
Precisamente, la manera en que se conciben las comunas es un
elemento fundamental para la delimitación de las mismas, temática
analizada por Matteo Fernández-Muro y María Guadalupe. La inves-
tigación parte de la base de que las comunas han sido excluidas his-
tóricamente de las representaciones cartográficas del Estado. En el
caso del DMQ, han sido reducidas a meros puntos sin reconocer su
territorio comunal y permitiendo así procesos de intervención urbana
sin consultar previamente a las autoridades comunales, patrón que
se encuentra ya en capítulos anteriores. ¿Cómo definir los límites co-
munales? ¿Qué criterio de mapeo utilizar? Para ello, los autores con-
trastan diferentes metodologías utilizadas, aquellas que reducen los
límites comunales a la propiedad colectiva y otras que los ligan a las
prácticas comunes desarrolladas en el territorio. Desde esta última vi-
sión integradora, los autores explican el Proyecto en Común(a) el cual
pretende brindar una herramienta digital que permita a las comuni-
dades acceder a información geográfica y territorial, facilitar proce-
sos organizativos y sistematizar prácticas culturales.
Finaliza este libro, el epílogo de Floresmilo Simbaña quien abor-
da la problemática del marco jurídico comunal desde un enfoque
similar al propuesto por Cabascango y Daza, considerando que es
necesario concebir a las comunas como entes territoriales en cons-
tante transformación. Para Simbaña, las comunas no deben ser con-
cebidas como estructuras aisladas, rurales y estáticas, sino que debe
Introducción 31

reconocerse su conexión a otras escalas locales, nacionales y globa-


les que modifican las dinámicas comunales. En este sentido, es nece-
sario actualizar el marco jurídico de 1937 y reconocer a las comunas
como sujetos autónomos territoriales con capacidad de administrar
sus propios recursos, resolver sus conflictos de forma interna y dar
facilidades para que desarrollen sus propias iniciativas económicas.

Jeremy Rayner y Juan Mérida


Editores

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PRIMERA PARTE
La (re)construcción de la comuna
en el Estado plurinacional
La lucha por las comunas de Quito: negociando
la propiedad y la ciudadanía en el Ecuador
plurinacional y posneoliberal1

Jeremy Rayner
Traducido por Guillermo Morán y Vanessa Barham

1. Introducción
Las comunas del Ecuador se caracterizan, en diversos grados, por re-
laciones de propiedad que implican derechos de usufructo en tie-
rras inalienables, democracia participativa constituida en asambleas,
prácticas colectivas de labores comunales (mingas) y fiestas comuni-
tarias. También son, generalmente, comunidades indígenas “ances-
trales”, incluso considerando la complejidad de las actuales identida-
des étnicas. Teóricamente, las comunas deberían encontrar apoyo en
el Estado plurinacional y posneoliberal del Ecuador actual. No solo
porque son mencionadas específicamente en la vigente Constitución
de 2008, sino porque ponen en práctica, aunque sea de manera im-
perfecta, muchos de sus ideales declarados: autonomía indígena, tie-
rra y vivienda como derecho más que mercancía, además de democra-
cia participativa. Y, sin embargo, diez años después de la Revolución
Ciudadana, defensores y líderes de las aproximadamente cuarenta
1 Este artículo fue originalmente publicado en inglés en el año 2017, bajo el título, The
Struggle for Quito’s Communes: property and citizenship in plurinational, post-neoliberal
Ecuador, en la revista Urban Anthropology and Studies of Cultural Systems and World Economic
Development, 46(1-2), 95-134. Me gustaría agradecer a Verónica Morales y a Carla Simbaña,
parte del equipo de investigación. Agradezco a Fernando Cabascango del colectivo Pueblo
Kitu Kara, a los cabildos de Santa Clara de San Millán y de San Bartolomé de Lumbisí,
además de un sinnúmero de personas de las comunas y del colectivo Pueblo Kitu Kara,
al Magap, al Municipio de Quito, y otros que generosamente colaboraron con esta
investigación. Aprecio también el apoyo y financiación recibidos por parte del Cenedet y el
IAEN para el desarrollo y redacción del presente estudio; además, doy las gracias a David
Harvey y a Miguel Robles Durán por el empuje inicial. Finalmente, mi sincera gratitud a los
dos evaluadores pares anónimo por sus exhaustivos y profundos comentarios.

37
38 Jeremy Rayner

comunas activas en el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), lu-


chan por su supervivencia como comunidades diferenciadas y autó-
nomas. Esta postura defensiva revela el poder continuo de las lógi-
cas capitalistas y racializadas de la burocracia estatal, así como sus
formas complementarias de “sentido común”. Por supuesto, defensi-
va no es indefensa: partidarios y líderes de las comunas emplean con
éxito una serie de estrategias, incluida la ley, para mantener las co-
munas y sus territorios. En 2016, una coalición de siete gobiernos co-
munales se organizó con éxito para poner freno al Área Especial de
Intervención Ecológica y Recuperación (AIER) Ilaló-Lumbisí, entendi-
da como una amenaza a su autonomía y supervivencia a largo plazo.
Para los líderes y defensores de las comunas, el mantenimiento de
sus instituciones comunales es indispensable para garantizar su futu-
ro como comunidades territoriales diferenciadas, con una conexión
viva con sus ancestros indígenas. Pero las fricciones entre las institu-
ciones comunales y los procesos estatales y capitalistas hacen que
mantener esas instituciones sea tan difícil como necesario. El régimen
de propiedad comunal es el eje de estas fuerzas centrípetas y centrífu-
gas contradictorias; mientras que la inalienabilidad (legal) de la tie-
rra establecida por la comuna protege a las comunidades de ser des-
plazadas, también es un serio obstáculo para monetizar el valor en
aumento de las tierras. En el corazón de la fricción que existe en las
comunas quiteñas, encontramos el famoso “doble movimiento” de
Karl Polanyi (1944): la tensión de la “civilización de mercado” entre
el impulso a mercantilizar y los intentos de la “sociedad” para prote-
gerse de las consecuencias destructivas de la mercantilización, parti-
cularmente en el momento en que involucra a la tierra (u otras “mer-
cancías ficticias”). Este doble movimiento ocurre en múltiples escalas
espacio-temporales: se lo puede ver en los cambios a largo plazo de
la regulación capitalista —desde el liberalismo clásico al “liberalismo
arraigado” (embedded liberalism) de la posguerra, hasta el neoliberalis-
mo y después (por ejemplo, Silver y Arrighi, 2003)—. Este fenómeno
también puede ser apreciado en otro tipo de tensiones, negociacio-
nes y luchas cotidianas. La historia de las políticas en relación con la
tenencia de tierra en Ecuador incluye diversos ritmos, escalas y sitios
para este doble movimiento, aunque con pocos cambios dramáticos:
La lucha por las comunas de Quito... 39

es evidente en los flujos, reflujos e insurrecciones ocasionales duran-


te un siglo de luchas por la reforma agraria (Goodwin, 2016). En el
DMQ, el tire y empuje del proceso de urbanización resultó en menos
cambios y más negociaciones, casi siempre a tono de políticas teñi-
das por el colonialismo.
Esta constante negociación por la tierra se halla en el centro de
un más amplio proceso de “fricción”, usando la certera metáfora de
Anna Tsing sobre las interacciones dinámicas, saturadas y a menudo
explosivas entre proyectos globales universalizantes (como el capita-
lismo mundial) y sistemas localizados y diferenciados de sentido y va-
lor (2004, pp. 5-7). La fricción surge en disputas territoriales, pero
también en torno al acceso a infraestructura, trámites, mapas muni-
cipales y regulaciones de uso de la tierra, requisitos para contribuir
a la labor comunal o para asistir a asambleas comunales, y en la re-
gulación respecto a fiestas, o tenencia de cerdos o abejas melíferas.
Esto se puede apreciar en los compromisos conflictivos, demandas y
deseos que erosionan las comunas y provocan acciones en su defen-
sa (ver Colloredo-Mansfeld, 2009, pp. 210-3). Todas estas friccio-
nes, de hecho, determinan la temperatura histórica de las comunas
en el DMQ como relativamente “calientes”: sujetas a contenciones,
contingencias y transformaciones, claro que siempre dentro de los lí-
mites jurídico-políticos que obstaculizan cambios formales, mientras
que permiten una diversidad de acuerdos informales relativos a la te-
nencia de tierras. Como resultado, tanto el grado como la forma en
la que las instituciones comunitarias son puestas en práctica son va-
riables y sujetas a luchas y negociaciones.
La disputa por mantener las comunas y sus instituciones carac-
terísticas es llevada a cabo por consejos elegidos por ellos mismos
—o cabildos—, los simpatizantes de los cabildos, voluntarios y alia-
dos, además de intelectuales y activistas de movimientos indígenas.
Estos defensores se sustentan en una serie de discursos, prácticas y re-
des que hemos descrito como “proyecto comunal” (Rayner, Morales
y Simbaña, 2015). Con el término proyecto enfatizamos que la repro-
ducción de las comunas requiere de trabajo (organización, defensa,
adjudicación, representación y negociación), y que este esfuerzo está
orientado por una concepción de lo que una comuna debería ser (cf.
40 Jeremy Rayner

Erazo, 2013). Los cabildos activistas usan su plataforma como repre-


sentantes electos para articular un caso moral e intelectual para las
comunas, y por la responsabilidad de respetar, defender y contribuir
con ellas. Se basan en discursos desarrollados mediante una red que
incluye organizaciones indígenas y aliados de otros movimientos. Sus
ejes discursivos centrales son: 1) La comuna es un territorio “ances-
tral” con derechos reconocidos en la Constitución y en convenios y
tratados internacionales que deben ser respetados; 2) el territorio es
una herencia de sus ancestros, el fruto de su lucha, y debe ser hereda-
do a futuras generaciones. Provee de usufructo y no debe ser expro-
piado de las comunidades; 3) la asamblea es la autoridad superior de
la comuna; 4) al tener la categoría de una comunidad ancestral, el go-
bierno comunal tiene una autoridad equiparada con otros gobiernos
dentro del territorio plurinacional; y 5) la comuna es una comunidad
que debe ser cultivada fomentando relaciones, tradiciones, identifica-
ciones y compromisos que están en constante riesgo de desaparición.
Aquí también los discursos articulados por el proyecto comunal
son ampliamente consistentes con el posneoliberalismo de América
Latina: la soberanía popular mediante la participación democrática;
el énfasis en el valor de uso por sobre el valor de cambio y una crítica
hacia la postura de mercantilización de la tierra; la celebración de la
comunidad frente al egoísta individualismo. Mientras que esta cohe-
rencia refleja el histórico involucramiento de las izquierdas y los movi-
mientos indígenas, además del rol central de ambos en preparar el es-
cenario para el posneoliberalismo (por ejemplo: Becker, 2008, 2010;
Burbach, Fox y Fuentes 2013; Van Cott, 2008), en la práctica, las co-
munas son periféricas al proyecto estatal, centrado en el objetivo “neo-
estructuralista” y desarrollista de formar un Estado más robusto y tec-
nológicamente eficiente (ver Radcliffe, 2012). El posneoliberalismo es
lo suficientemente amplio como para permitir a los representantes
del Estado contrarrestar el discurso de las comunas, invocando otros
ideales ampliamente compartidos: regulaciones ambientales, planifi-
cación nacional, empleos, el bien público, justicia en los impuestos, e
incluso participación en otras formas distintas al de la asamblea co-
munal. Todos estos aspectos son mencionados por el Municipio de
Quito, cuyo control sobre la infraestructura, zonificación, registro de
La lucha por las comunas de Quito... 41

la propiedad e impuestos prediales la convierten en la institución es-


tatal más inmediatamente relacionada con las comunas del DMQ.
La transición del gobierno municipal, desde la Izquierda Democrática
(2000-2009) a Alianza PAIS —el partido de la Revolución Ciudadana—
(2009-2014) al liberal SUMA (desde el 2014), ha traído más firmeza
que cambio en el gobierno de las comunas.
El colectivo Pueblo Kitu Kara, una organización que promueve el
autogobierno de los indígenas nativos de Quito, desempeña un rol
clave en la organización del proyecto comunal y en la definición de
sus términos. Como un afiliado de la Conaie —organización nacio-
nal indígena, cuyas movilizaciones estuvieron en los titulares desde la
década de 1990 hasta principios de la siguiente— el colectivo Pueblo
Kitu Kara se constituye como un puente al más amplio movimiento
indígena nacional, con la defensa de la autonomía de las comunida-
des como eje central (ver Yashar, 2005, pp. 7-8). En oposición al AIER
Ilaló-Lumbisí, los representantes de las comunas apelaron a la auto-
ridad de las asambleas comunales, así como criticaron los efectos
de la ordenanza para su supervivencia, reflejando la importancia del
ideal de comuna como una comunidad autónoma y autogobernada.
Esta autonomía es difícil de obtener en la práctica y requiere de
trabajo diario en el contexto de un régimen de representación más
amplio que, dicho en sus propias palabras, los “invisibiliza”. La lucha
en contra de la invisibilización conecta la práctica de los cabildos di-
rectamente con una larga historia de dominación que no ha desapa-
recido con el Estado “plurinacional”. A pesar de las garantías consti-
tucionales, los cabildos deben trabajar duro por el reconocimiento de
las instituciones estatales que se niegan a aceptar su documentación
o incluir a sus territorios en mapas oficiales, les niegan infraestructu-
ra y servicios, registran propiedades privadas dentro de sus tierras co-
munales, controlan sus usos de la tierra, los juzgan acorde con sus
propias leyes, exigen el pago de impuestos e ignoran sus asambleas
y autoridades electas. De cierta forma no son legitimados o defendi-
dos por el Estado, por lo que los cabildos deben trabajar arduamen-
te para el reconocimiento de sus propios miembros (comuneros) y
residentes. En la medida en la que son reconocidos, son regularmen-
te llamados a rendir cuentas por los comuneros, cuyas expectativas
42 Jeremy Rayner

van desde la solicitud de obra pública hasta una resolución más jus-
ta de los conflictos por tierras que tienen con sus vecinos. La decep-
ción frente al fracaso de sus expectativas puede resultar en la pérdi-
da de las elecciones el próximo año, o inclusive en la disolución de la
comuna. Una de las consecuencias es que los líderes priorizan el go-
bierno y representación de sus propias comunidades, si bien en ám-
bitos geográficos más amplios se registran momentos de integración.
Este problema de reconocimiento es muy complejo. El limitado de-
safío ideológico que se ha lanzado contra el mercado capitalista de
la tierra implica que las comunas no son defendidas como un mode-
lo de régimen de propiedad o de participación, sino como una co-
munidad indígena culturalmente diferenciada. Debido a la compleji-
dad étnica de las comunas quiteñas y los estándares dominantes de
lo que se constituye válidamente como “indígena”, esta es una línea
de defensa complicada y quizás autolimitante, incluso si es necesaria.
1.1. La investigación
La información empleada en este documento proviene de la observa-
ción participativa conducida por los miembros de nuestro equipo de
investigación entre marzo de 2015 y diciembre de 2016, dentro del
Distrito Metropolitano de Quito, un área cuya extensión abarca te-
rritorios oficialmente designados como parroquias “urbanas” y “ru-
rales”. Dentro de esta área nos enfocamos en el ámbito en el que los
defensores de las comunas se articulan y negocian el proyecto comu-
nal; en reuniones organizativas, asambleas, foros, talleres y celebra-
ciones comunitarias. Hemos empleado gran parte de nuestro tiempo
de investigación en la casa comunal de Santa Clara de San Millán y
sus alrededores, una comuna altamente urbanizada en el borde occi-
dental en el centro de Quito. Santa Clara se constituye como un caso
relevante por la agudeza de las luchas sobre el modelo comunal y el
liderazgo enérgico de su actual cabildo al defenderlo y promoverlo.
También hemos participado en el proceso de contención, nego-
ciación y diálogo con el municipio acerca del Área de Intervención
Especial y Recuperación (AIER) Ilaló-Lumbisí, en reuniones, talleres,
conversaciones y entrevistas con representantes municipales, del co-
lectivo Pueblo Kitu Kara y las comunas afectadas, especialmente San
Bartolomé de Lumbisí. Otras visitas y relaciones con los cabildos y
La lucha por las comunas de Quito... 43

activistas defensores nos han contactado con aproximadamente una


docena de comunas en el DMQ, incluyendo San José de Cocotog y
La Toglla, permitiéndonos tener una visión más amplia del proyecto
comunal en el DMQ.
1.2. Antecedentes: el marco legal y político-económico
El esquema organizativo básico de las comunas está provisto por la
Ley de Comunas de 1937, aunque las prácticas actuales de gobier-
no difieren de manera considerable de lo estipulado por la ley, consi-
derando que tanto los líderes comunales como los agentes estatales
emplean la ley de manera selectiva. En las manos de líderes capaces
y comunidades políticamente activas, la figura de la comuna ha sido
empleada de manera exitosa para mantener la autonomía territorial.
El movimiento indígena, en el cambio de siglo, ha convertido a la de-
fensa de las comunas en una prioridad, y sus logros incluyen la ex-
pansión de derechos y garantías para las comunas y para las comu-
nidades indígenas en las Constituciones de 1998 y 2008, además de
la adhesión del Ecuador a tratados y convenios internacionales rela-
tivos a derechos indígenas. Este marco legal ha provisto de recursos
importantes a los defensores de las comunas. Pero las garantías lega-
les compiten con prácticas que socavan a las comunas desde dentro
y fuera, incluyendo diversas acciones de agentes estatales que limitan
y debilitan la autoridad del gobierno comunal. En esta sección descri-
bimos las contradictorias fuerzas legales, políticas y económicas que
dan forma a este proceso.

2. La Ley de Comunas, autonomía y control


La Ley de Comunas de 1937 fue una herramienta tanto de defensa
como de control por parte de un Gobierno reformista que se enfren-
taba con una creciente organización sindical indígena y rural (Becker,
1999; Breton, 1997, pp. 83-4; Coronel, 2009). La ley fue consisten-
te con el proyecto regional de “aculturizar” a las comunidades indí-
genas dentro de una cultura nacional mestiza, preservando al mis-
mo tiempo la solidaridad comunitaria que muchos representantes
del Estado consideraron positivas (ver De la Peña, 2005, pp. 723-
5). Como sus contrapartes en México y Perú, la Ley de Comunas
buscó cumplir esta tarea al incorporar a las comunidades dentro
44 Jeremy Rayner

de un marco administrativo estatal, y al mismo tiempo permitien-


do la existencia de instituciones distintas de gobierno y relaciones de
propiedad.
Haciendo un balance, advertimos que la comuna ha provisto una
importante base para la autonomía, incluso dentro de una base te-
rritorial incierta y minada por imposiciones estatales. Debido a que
la ley depende de la iniciativa de las comunidades para organizar las
comunas, la ley es entendida mejor como un marco legal para la ne-
gociación que brindó el reconocimiento oficial y algún apoyo desde
las instituciones estatales, mientras imponían al mismo tiempo cier-
to control y vigilancia sobre ellas (Álvarez, 2002, p. 8; Yashar, 2005, p.
89-91). Colloredo-Mansfeld (2009) apunta cómo la dimensión legal
de la comuna fue apropiada como una forma de gobierno vernacular
(vernacular statecraft) —apuntando específicamente a listas de membre-
sía, representación territorial y la autoridad de los cabildos— y argu-
menta que este elemento ha sido central para la organización de los
movimientos indígenas (Ibid., pp. 17-18). Y mientras que la ley en al-
gunas ocasiones ha resultado en la subdivisión de colectivos y terri-
torios más extensos, que potencialmente debilitaron la organización
indígena (Álvarez, 2002; Becker, 1999), también generó una escala
más manejable para el autogobierno (Álvarez 2002, p. 26), además
de una manera “segmentada” de organización que sirvió como cata-
lizador para movilizaciones mayores (ver Colloredo-Mansfeld, 2009,
p. 207-9).
La ley estableció diversas maneras de gobierno democrático parti-
cipativo, con asambleas públicas para la toma de decisiones colecti-
vas relevantes y cabildos elegidos anualmente, además de garantizar
la interferencia estatal de manera considerable. Decisiones impor-
tantes requieren de la aprobación por parte de un agente supervisor
del gobierno central, que actualmente es el Ministerio de Agricultura
y Ganadería (Magap), mientras que las elecciones fueron supervi-
sadas por un representante del Ejecutivo, el teniente político. Marc
Becker (1999) muestra cómo, desde el inicio, los oficiales usaron su
poder para vetar las decisiones de la asamblea, derrocar líderes elec-
tos y cambiar estatutos de las comunidades, muchas veces con el
propósito de frustrar la independencia organizativa. Y a pesar de los
La lucha por las comunas de Quito... 45

logros de los movimientos indígenas al demandar autonomía en los


años siguientes, las instituciones estatales todavía interfieren en el
gobierno comunal, como se evidencia en la reciente impugnación del
presidente de la comuna Santa Clara de San Millán, como se detalla-
rá más adelante. De todas formas, la ausencia del Estado ecuatoria-
no en las comunas ha sido en muchas maneras mucho más significa-
tiva que su presencia (ver Mattiace, 2007). En el DMQ, la negligencia
es evidente en la pobre infraestructura, inclusive en zonas centrales
como Santa Clara. Una relativa ausencia de injerencia e imposición
ha permitido algunas formas de autonomía, pero también ha mer-
mado la reproducción material de la comunidad, y frecuentemente
ha empujado a los líderes comunales a buscar alianzas con políticos
capaces de proveer servicios.
Las comunas también han provisto un marco para organizar rela-
ciones de propiedad diferentes a la “propiedad privada”, aunque en
ciertas ocasiones se evidencian ciertas ambigüedades en el tira y aflo-
ja del “doble movimiento”. La Ley de Comunas permitió que la venta
de las tierras comunales sea viable mediante la aprobación de la co-
munidad y de los representantes estatales, medidas que podrían ser
usadas para protegerse contra la depredación de los terratenientes
(Bretón, 1997, p. 85; aunque otros han sugerido que la ley en reali-
dad facilita la venta de tierras, por ejemplo Álvarez, 2002, p. 26). La
reforma agraria de las décadas de 1960 y 1970 expandió y fortaleció
a las comunas, pero a esto le siguió un movimiento de mercantiliza-
ción, incluyendo esfuerzos por disolver las comunas por decreto pre-
sidencial entre las décadas de 1970 y 1980, y posteriormente median-
te una ley agraria liberal emitida en 1994 (Goodwin, 2016; Yashar,
2005, pp. 91-9).
Desde la década de 1980, el movimiento indígena, mediante el re-
curso de movilizaciones, revirtió la tendencia hacia la privatización.
Sosteniendo que el control del territorio es la base de su autono-
mía, la Conaie consideró la defensa de las comunas como un aspec-
to central (Yashar, 2005, pp. 100-109: ver también Macas, 2000).
Esto fue parte de una más amplia manifestación del doble movimien-
to, ya que movimientos indígenas y obreros se organizaron en con-
tra de la oleada neoliberal, que pretendió privatizar tierras con títulos
46 Jeremy Rayner

colectivos, además de políticas de ajuste estructural que amenaza-


ron la supervivencia de las comunidades rurales (ver Collier, 1999;
Harvey, 1998; Jackson y Warren, 2004; Nash, 2001; Van Cott, 2010:
Stocks, 2005; Yashar, 2005). En Ecuador, así como en otros países
de la región, los movimientos fueron exitosos al incorporar deman-
das de territorio y autonomía a nivel constitucional. La Constitución
de 1998 incluyó una cláusula dentro de los derechos colectivos que,
entre otras previsiones, declaró a las tierras comunales como “inalie-
nables, inembargables e indivisibles”, fortaleciendo de manera con-
siderable la base legal de la propiedad comunal. La misma idea fue
reiterada en el artículo 57 de la Constitución plurinacional de 2008,
dentro de una más amplia lista de derechos que incluyen el derecho a
la autoorganización, administración de justicia y consulta. De estos
derechos colectivos, es el inciso relativo a la inalienabilidad de la tie-
rra el que es mayormente citado por los defensores de las comunas
en el DMQ, resaltando su relevancia dentro de las disputas territo-
riales. Mientras que la interpretación de esta cláusula por los defen-
sores comunales es impugnada por representantes del municipio de
Quito, entre otros, también ha sido usada para controlar o reducir la
participación de estas tierras en el mercado capitalista inmobiliario.
Las leyes aprobadas desde la Asamblea Constituyente del 2008
han tenido efectos más ambiguos en relación con la autonomía co-
munal. El Código Orgánico de Organización Territorial (Cootad) del
2010 generalmente fracasa al reconocer a las comunas como autori-
dades territoriales, mientras que la ley de aguas del 2014 centraliza el
control del agua por parte del Estado ecuatoriano. Por otro lado, la
ley de tierras del 2016, todavía no aprobada al momento de redac-
ción de este artículo, promete reconocer y registrar los territorios co-
munales. Una reforma pospuesta a la Ley de Comunas también está
siendo analizada en este momento.2 Haciendo un balance, a pesar de
los retrocesos, la protección legal a las comunas al final del 2016 fue
más fuerte de lo que jamás ha sido. La situación en la práctica fue
más compleja, sin embargo, dadas las formas vigentes de acumula-
ción y administración estatal.

2 La Ley Orgánica de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales fue aprobada por la Asamblea
Legislativa el 14 de marzo 2016, después de la redacción de este artículo. No se ha aproba-
do una nueva Ley de Comunas.
La lucha por las comunas de Quito... 47

3. Cambios en la apropiación de la tierra:


de la agricultura a la vivienda
La ley compite con otros procesos políticos y económicos que mol-
dean los usos y avalúos de las tierras comunales: transformaciones
agrarias y descampesinización, migraciones masivas y urbanización,
incluyendo la expansión del “entorno construido” (urbanizaciones,
carreteras, hoteles, etc.) y la extracción de recursos naturales. Estos
procesos son dispares pero significativos en todos lados. Mientras
que varias comunas en el DMQ son más rurales que otras, ninguna
de ellas es primordialmente agraria. Los comuneros viven en mayor
medida de salarios o del comercio, relegando la agricultura y la gana-
dería a actividades suplementarias (pese a que todavía son conside-
radas actividades relevantes a nivel identitario), y el uso de la tierra ha
cambiado de la producción agrícola a la vivienda y el comercio. Junto
con el aumento del valor de la tierra, estos cambios han contribuido
a desafiar al régimen de propiedad comunal.
Los cambios en los modos de apropiación de la tierra son visibles
en la historia de Santa Clara de San Millán y en la de San Bartolomé
de Lumbisí. Santa Clara ha sido particularmente moldeada por su
proximidad al centro urbano de Quito. Una comunidad de “indios li-
bres”, reconocida como tal en tiempos coloniales, los residentes de
Santa Clara desarrollaron actividades como ganadería, agricultura y
la producción de cerámica (especialmente fabricación de tejas) en lo
que era entonces los bordes noroccidentales de la ciudad. En el siglo
xix se vieron envueltos en prolongadas batallas legales con los terrate-
nientes vecinos, con resultados dispares. En 1911, la comunidad reci-
bió un estatuto por parte del héroe liberal, el presidente Eloy Alfaro,
y posteriormente fue registrada, esencialmente en los mismos térmi-
nos, como una comuna. A pesar de la prohibición explícita de alie-
nación de las tierras en los estatutos de la comuna, a medida que la
urbanización se extendió hacia el norte desde el centro colonial de
Quito, en la primera mitad del siglo xx, el aumento del valor de la tie-
rra y los impuestos prediales indujeron o forzaron a los residentes de
Santa Clara a vender sus tierras y a retirarse a las faldas del volcán
Pichincha. La desposesión también resultó en una serie de conflictos
legales sobre la tenencia de la tierra y derechos sobre el agua (IEE,
48 Jeremy Rayner

2014, pp. 70-73; Jácome, 2016). Incluso en el momento en que el te-


rritorio de la comuna se redujo, de todas maneras, la migración in-
terna aumentó. Las actividades agrícolas eventualmente fueron rele-
gadas a unas pocas familias que la practicaban marginalmente, y la
prohibición municipal respecto a los hornos puso fin a la remanen-
te industria cerámica.
Los comuneros de Santa Clara obtuvieron ingresos mediante sala-
rios en la construcción, transporte y otras industrias, comercio mino-
rista y venta de (derechos de) lotes o alquileres. La participación di-
ferenciada en el mercado laboral urbano generó inequidades a partir
de mediados del siglo xx, ya que solo unas pocas familias eran capa-
ces de enviar a sus hijos a la universidad, además de emplear ingresos
extra en la adquisición de derechos de usufructo de otros comuneros,
los cuales fueron vendidos a “foráneos” (no comuneros) o manteni-
dos para su uso en el futuro. Para finales del siglo xx, la migración y
las remesas enviadas desde Estados Unidos y Europa se convirtieron
en otra fuente mayor, y desigual, de ingresos. Como resultado de las
ventas y de la expansión urbana, la comuna se vio rodeada en sus tres
costados por barrios residenciales de clase media, aumentando la
tentación de vender sus tierras, creando como consecuencia presión
interna y externa hacia la disolución. Varios intentos del Magap y de
la Presidencia para disolver la comuna llevaron a luchas encarnizadas
entre 1979 y 1986, cuando la Corte Constitucional dictaminó a fa-
vor de la comuna. Esta decisión, sin embargo, no frenó las presiones
internas hacia la privatización o disolución. Durante nuestra investi-
gación de campo, defensores de la privatización marcharon hacia el
Magap para impugnar al cabildo, luego de que su propio candida-
to haya perdido las elecciones. Aunque este último esfuerzo fue es-
téril, han continuado organizándose y promoviendo la privatización.
El impulso hacia la privatización está ligado a otros conflictos re-
lativos a la tenencia de tierras. El aumento de la densidad pobla-
cional ha dejado muy poco espacio disponible a la construcción de
viviendas para las nuevas generaciones. Las empinadas laderas occi-
dentales han sido designadas como espacio verde mediante acuer-
do con el municipio. La preocupación de que no habrá tierra dis-
ponible para hijos y nietos ha generado un creciente conflicto con
La lucha por las comunas de Quito... 49

aquellos que todavía claman por extensiones de tierra no desarrolla-


das. Algunos disputan la validez de esos reclamos, o sostienen que
las tierras sin uso deben estar disponibles para los niños y los descen-
dientes de todos los comuneros. En 2016, estos conflictos llevaron a
miembros de una familia con tierras considerables a acusar formal-
mente al cabildo por usurpación de tierra, luego de que este organi-
zara una minga para trabajar un lote vacante —que el cabildo insiste
que se trata de territorio comunal— cuyo uso se destinaría a áreas re-
creativos y una escuela.
Al igual que Santa Clara, San Bartolomé de Lumbisí es una co-
munidad indígena desde tiempos coloniales, como se ha demostra-
do documentalmente, que también ha enfrentado prolongadas ba-
tallas legales con poderosos terratenientes (incluyendo un convento)
que, en este caso, ha permanecido por siglos (ver Rebolledo, 1992).
Localizado en un valle al oriente de Quito, no fue sino hasta hace
poco que estaba relativamente alejada de la ciudad. Desde la déca-
da de 1990, sin embargo, el área que rodea Lumbisí se transformó
en el eje de un tipo de desarrollo inmobiliario y comercial de lujo, es-
timulado principalmente por la construcción de una arteria vial y un
nuevo aeropuerto. Aunque muchos comuneros aún practican la agri-
cultura, también son empleados de comercio, transporte, construc-
ción y otras industrias. Así como en Santa Clara, proveer de vivienda
a obreros migrantes (muchos trabajadores en el ámbito de la cons-
trucción) se ha convertido en una actividad económica importante,
considerando que los inquilinos componen dos mil de los cinco mil
habitantes. En contraste con Santa Clara, Lumbisí ha controlado de
manera estricta la injerencia foránea en la comuna por medio de la-
zos de parentesco o de afinidad, por tanto, ha mantenido una iden-
tidad indígena menos ambigua. La presión organizada para la priva-
tización de las tierras dentro de la comuna ha sido, por consiguiente,
menor, y los cabildos han defendido de manera más agresiva la for-
ma de propiedad comunal. También existe, en proporciones relevan-
tes, mayor tierra disponible para los descendientes de los actuales co-
muneros si lo comparamos con Santa Clara, aunque restricciones de
construcción en el AIER Ilaló-Lumbisí han generado temores de que
exista una escasez impuesta.
50 Jeremy Rayner

Como se evidencia en ambos ejemplos, la economía política de


las comunas en el DMQ se entiende mejor en la actualidad en tér-
minos de reproducción y continuidad de comunidades étnicamen-
te diferenciadas, de clase trabajadora, en el contexto de la posesión
de tierra y mercados laborales capitalistas. Las prohibiciones respec-
to a la alienación de la tierra, incluso si no se aplican completamen-
te, sirven como barreras frente a la inversión inmobiliaria capitalista,
el desarrollo financiero hipotecario y la expropiación que esto pue-
de causar, mientras que se mantiene el precio del territorio comunal
muy por debajo del de la propiedad privada. Esto provoca que la tie-
rra y la construcción de predios sean relativamente accesible para los
descendientes de los comuneros, así como también para otros resi-
dentes, generalmente migrantes de áreas rurales. Como una forma de
propiedad y territorialidad, la comuna ha permitido la reproducción
de este tipo de sociedades in situ, y es principalmente la continuidad
de estas comunidades ancestrales lo que enfatizan los protagonis-
tas del proyecto comunal. Pero también es una propiedad en conflic-
to que continuamente debe defenderse en contra de la presión hacia
la mercantilización. De los restos mixtos de esta lucha se desprende
que existe una amplia gama de relaciones de facto de propiedad. En
San José de Cocotog, al norte de Quito, la mayor parte de la tierra es
esencialmente propiedad privada en el mismo sentido que en cual-
quier otra parte de la ciudad: en principio está abierta a ser vendi-
da a cualquier persona, con la mayor parte de las transacciones ins-
critas en el catastro y en el registro de la propiedad. En Lumbisí, por
otra parte, toda la tierra es administrada por la comuna, y sus miem-
bros poseen el exclusivo derecho a usufructo, el cual solo puede ser
vendido o transferido a otros comuneros con la aprobación del cabil-
do (esta es la forma de propiedad comunal ideal según los defenso-
res de las comunas, pues es consistente con el mandato constitucio-
nal en referencia a la alienación y división de las tierras comunales).
En Santa Clara, un caso intermedio entre estos polos extremos, el
cabildo ha intentado retomar el control sobre un régimen privatiza-
do considerable. El terreno consta en el Registro de la Propiedad y en
el Catastro como si fuera propiedad privada, pero el cabildo ha con-
seguido, de manera exitosa, aprobar cualquier transacción de esta
La lucha por las comunas de Quito... 51

índole. Los defensores preferirían restringir la compra únicamente a


los comuneros, pero por ahora se contentan con enrolar a los com-
pradores como miembros de la comuna.
Más allá de estas disputas territoriales al interior de las comunas,
todo el régimen tiende a rozarse contra ciertas bases del capitalismo
contemporáneo, importantes para foráneos influyentes: 1) la cen-
tralidad de la “producción de espacio” (especialmente bienes raíces
y urbanización) para la acumulación (Lefebvre, 1992); y 2) la mer-
cantilización y financiación de la tierra y los inmuebles como aspec-
tos centrales del gobierno neoliberal (De Soto, 2000; Harvey, 2012;
Rolnik, 2013). Esta faceta del capitalismo contemporáneo continúa
moldeando estrategias de acumulación privada y de política pública
en el Ecuador posneoliberal, y hallan su expresión tangible en el au-
mento del valor de la tierra, la presión hacia la mercantilización y la
emisión de títulos de propiedad. Dado el peso de estos proyectos y
su apelación al sentido común, la inalienabilidad de la tierra comu-
nal es vista por muchos observadores como un anacronismo que no
tiene lugar en un entorno urbano moderno. Desde otra perspectiva,
el caso de la comuna visto como un régimen alternativo de tenen-
cia de tierras, que provee cierta seguridad de posesión negada por el
mercado capitalista (como los fideicomisos de tierras comunitarias
—Community Land Trusts— en otros contextos, Davis, 2010), está míni-
mamente desarrollado. Esto considerando que el proyecto comunal
se enfoca mucho más en los derechos territoriales de las comunida-
des indígenas, y no tanto en el factor de desmercantilización y tenen-
cia no especulativa de la tierra.

4. El proyecto comunal en Quito: luchando dentro


del posneoliberalismo
Aunque las comunas del Ecuador fueron fortalecidas jurídicamen-
te por las Constituciones de 1998 y 2008, en la práctica enfrentan
numerosos desafíos. Aquí detallaremos los retos claves enfrentados
por las comunas del DMQ y cómo los líderes y defensores de las mis-
mas responden a ellos. Estos desafíos incluyen: 1) La “invisibiliza-
ción” de las comunas y la falta de reconocimiento de la autoridad
del gobierno comunal; 2) la fricción entre la propiedad comunal y el
52 Jeremy Rayner

prevaleciente régimen de comercialización y financialización de la tie-


rra; 3) la negación de infraestructura y su empleo como un incentivo
para “regularizar” la propiedad o inclusive disolver las comunas; y 4)
una planificación que ignora la participación de las comunas en los
procesos de determinación del uso de la tierra y trabajos públicos en
el territorio comunal. Los cabildos activos enfrentan estos desafíos
con intervenciones políticas y culturales, ambas dirigidas tanto inter-
namente a los comuneros y residentes de las comunas, y externamen-
te a sus aliados e instituciones gubernamentales. Ellos trabajan para
legitimar su autoridad al organizar actividades colectivas y al resolver
problemas de la comunidad, demandando reconocimiento por parte
de las entidades gubernamentales, negociando la provisión de obra
pública e infraestructura, y buscando mantener el control comunal
sobre el territorio y la propiedad. Mayormente, los cabildos y sus sim-
patizantes enfrentan al municipio y otras instituciones del Estado por
su cuenta, aunque también hemos examinado un caso en el que un
grupo de cabildos trabajaron en conjunto con el colectivo Pueblo
Kitu Kara para enmarcar estos desafíos en el contexto de oposición a
la ordenanza municipal, el AIER Ilaló-Lumbisí.
4.1. Estableciendo una autoridad legítima:
ser visto, escuchado y reconocido
Los cabildos enfrentan una compleja tarea. Deben al mismo tiempo
gobernar y defender las comunas con una autoridad precaria y limi-
tada. Mantener, y de ser posible extender la autoridad comunal, es
necesario para satisfacer las expectativas de los comuneros, y en últi-
ma instancia para evitar su posible disolución. Con el fin de legitimar
su presencia y autoridad, los cabildos y sus seguidores dialogan con
comuneros y residentes para organizar actividades colectivas como
mingas y fiestas. Al mismo tiempo, deben negociar su reconocimien-
to por parte de agentes gubernamentales, incluyendo el municipio,
empresas públicas metropolitanas, y el Magap; instituciones que tie-
nen un poder considerable sobre las comunas, pero que de manera
frecuente desconocen, o no quieren reconocer, la autoridad legal de
las comunas, provocando que el reconocimiento de las mismas sea
discrecional y sujeta a negociaciones (cf. Povinelli, 2002).
La lucha por las comunas de Quito... 53

En la medida en que le es posible actuar como autoridad, el ca-


bildo es responsable de aspectos rutinarios de gobernanza, incluyen-
do el mantenimiento de los registros de membresía y usufructo, ade-
más de la supervisión de las transferencias de posesión y la resolución
de disputas por la tierra. En teoría, el gobierno comunal puede recla-
mar una mayor autoridad con el fin de aplicar la legislación indígena,
pero en el DMQ las comunas mayormente confinan su jurisdicción a
la tierra. Este aspecto es demandante por sí solo, particularmente en
grandes comunas como Santa Clara, que posee más de diez mil resi-
dentes, ya que atender al público toma varias noches cada semana.
También se espera que los cabildos provean de infraestructura. Ellos
pueden obtenerla mediante mingas, aunque para proyectos de ma-
yor envergadura requieren de la cooperación municipal. También se
espera de ellos el liderar la organización de eventos, especialmente
festividades anuales en honor al santo patrón de la comuna.
Las responsabilidades del cabildo son, por tanto, significativas,
y debido a que este cargo no ofrece salario, quienes lo detentan ge-
neralmente deben tener un empleo. No es sorprendente, por consi-
guiente, que las cabezas de los cabildos de las comunas más gran-
des frecuentemente son solteros o sin hijos. También ha habido otros
cambios significativos en la típica constitución de los cabildos en los
años recientes. Actualmente son más jóvenes, entre los treinta y cua-
renta años de edad; un intento deliberado de enfrentar la disminu-
ción de la participación juvenil. Esta también es una generación con
una orientación activista formada en los movimientos de la década
de 1990 y la siguiente. Los miembros del cabildo usualmente tienen
formación universitaria, están familiarizados con la ley y poseen ca-
pital cultural suficiente como para enfrentar a las autoridades en una
relación más equilibrada. Este cambio fue evidente en los cabildos
de Santa Clara, Lumbisí, la Toglla y Cocotog. También existen po-
siblemente más mujeres en espacios de liderazgo, aunque los hom-
bres siguen predominando. Notablemente, el cabildo de 2016 de
Lumbisí estuvo casi enteramente constituido por mujeres, incluyen-
do a su presidenta, Blanca Sacancela. Frecuentemente, las mujeres
realizan gran parte del trabajo, pero son excluidas de las posiciones
formales de poder. Se espera que los cabildos trabajen en equipo, y
54 Jeremy Rayner

usualmente funcionan con la participación de la comunidad en gene-


ral, y en ocasiones con voluntarios foráneos. El cabildo liderado por
Víctor Conchambay en Santa Clara, desde 2015 hasta 2017, ejempli-
fica muchas de estas tendencias. Víctor y varios miembros del cabildo
tenían alrededor de treinta años de edad al momento de su elección
—considerados por muchos demasiado jóvenes— pero este aspecto
se compensaba con su título universitario. Un licenciado sin hijos,
que trabajó en una ferretería, tenía el tiempo y la flexibilidad de hora-
rio para dedicarse por completo a la comuna. Fue respaldado por un
cabildo muy dedicado y una red de miembros de la comunidad y sim-
patizantes, además de una notable cantidad de voluntarios externos
a la comunidad, que colaboraron con actividades educativas y orga-
nizacionales. Mientras el cabildo tenía únicamente una mujer (como
tesorera) —en oposición a muchas voluntarias mujeres— el siguiente
cabildo electo al final de 2016 tuvo una mayoría femenina (tres de
cinco). Es liderado por Miguel Ángel Pavón, otro estudiante universi-
tario (abogado) y licenciado, quien fue un secretario muy activo del
cabildo entre 2015 y 2016.
Los cabildos enfrentan resistencias internas. La comuna es exigente
con los comuneros; deben levantarse al amanecer a cavar zanjas para
una minga, asistir a asambleas y comisiones, contribuir con las cele-
braciones comunitarias y respetar la prohibición de alienación de la
tierra. Los cabildos tienen la autoridad de imponer multas (aunque su
recolección es otro asunto) por faltar a las asambleas, mingas y otro
tipo de infracciones. Por otro lado, la autoridad de los cabildos de-
pende en gran medida de la capacidad de persuasión y la buena rela-
ción con las numerosas autoridades competentes dentro de la comu-
na: relaciones extendidas de parentesco, iglesias, equipos de fútbol,
organizaciones barriales y comités de mejoras; además de relaciones
externas con políticos, partidos políticos e instituciones estatales. La
resistencia puede manifestarse por sí misma en la evasión y resistencia
pasiva, además de oposición vocal y organizada. Los cabildos se eli-
gen cada año y supuestamente deben discutir las decisiones más rele-
vantes en la asamblea, evento que puede ser conflictivo, aunque tam-
bién existe una plataforma para que el cabildo se defienda.
La lucha por las comunas de Quito... 55

Muchos residentes valoran las actividades comunales y la comuni-


dad que componen. Cualquier noche, el centro comunitario de Santa
Clara se llena de vida: los residentes hacen bailoterapia, aprenden
instrumentos o toman clases de defensa personal. Durante algunas
semanas, cada año, la comunidad celebra a su santa patrona, Clara
de Asís, con mascaradas, bailes, juegos y fuegos artificiales. Los co-
muneros y los residentes también pueden participar directamente en
comisiones destinadas a temas específicos (celebraciones, preserva-
ción del medioambiente, etc.), o, en las comunas más grandes, tales
como Santa Clara, en comités barriales. En Lumbisí, el sistema de co-
misiones es particularmente amplio, permitiendo a los comuneros un
rol activo en el gobierno. Una cierta ambivalencia entre los pesares
y placeres de la vida comunal es más común que la defensa u oposi-
ción apasionada.
El cabildo también debe luchar por el reconocimiento de los re-
presentantes del Estado que autorizan y brindan poder público. Los
cabildos usualmente describen las dificultades que enfrentan para es-
tablecer su presencia y autoridad de manera oficial como una forma
de “invisibilización”, término que captura diversas prácticas guber-
namentales que, o bien desconocen a las comunas, o minan activa-
mente su autoridad. Los efectos de esta invisibilización se evidencian
ampliamente. A pesar de los sustanciales reclamos territoriales, los
residentes de Quito suelen desconocer la existencia de las comunas.
Los profesionales empleados en las instituciones encargadas de regu-
lar a las comunas generalmente desconocen las características jurí-
dicas, sociales o geográficas de estas. Prácticamente no aparecen en
los documentos de la ciudad. Incluso muchos de los residentes de las
comunas no están familiarizados con las características básicas de
la organización comunal, particularmente en comunas como Santa
Clara, que han recibido a muchos inmigrantes.
Un aspecto determinante de la invisibilización es la representación
espacial. Las comunas están totalmente ausentes en la mayor parte
de los mapas, y aquellos que sí indican su presencia (producidos de
manera explícita para este propósito y de circulación limitada a de-
terminados contextos) los ubican como “puntos” más que como ex-
tensiones territoriales. Los defensores de las comunas generalmente
56 Jeremy Rayner

se refieren a esta representación unidimensional como una sinécdo-


que que evidencia la ausencia de reconocimiento territorial, lo cual
facilita tanto la alienación de las tierras comunales como la capaci-
dad de ignorar la jurisdicción de los cabildos. Desmarcado y no re-
conocido, el territorio comunal puede ser tratado como espacio pú-
blico, basurero o territorios irregulares que necesitan “regularizarse”.
En muchas comunas del DMQ (incluyendo San José de Cocotog y
Lumbisí) las tierras comunales supuestamente se utilizan para la eli-
minación de residuos por los gobiernos parroquiales, entre otros.
Esta ausencia de representación oficial es parcialmente un pro-
blema administrativo y de archivo. El Magap supuestamente debe
registrar la información de las comunas y sus territorios, pero esta
información no está necesariamente disponible. Además, hay poca
coordinación con el municipio. Defensores de la comuna señalan que
estas inoperancias reflejan el desinterés por parte de ambas institu-
ciones. De hecho, es difícil pasar por alto que el reconocimiento dis-
crecional aumenta su poder. El Magap está en el proceso de registrar
los territorios comunales, pero estos esfuerzos se han llevado a cabo
de manera lenta, y aún no ha cubierto el DMQ, pues es considerado
por sus representantes como una zona de baja prioridad.
Más allá de la inclusión en el sistema de representación que pro-
porcionan los mapas, planos y registros oficiales, está en juego una
falta de reconocimiento de la legitimidad del gobierno y la orga-
nización comunal. Esto incluye la ya historica (aunque no tan co-
mún) práctica de desconocer al gobierno comunal electo (ver Becker,
1999). Como hemos mencionado, el primer período de Víctor
Conchambay como presidente del cabildo de Santa Clara fue cues-
tionado por parte de una minoría que apoyó al candidato a favor de
la privatización. Basada en una sorprendentemente estricta lectura
de las regulaciones de la propia comuna, el Magap aceptó que Víctor,
pese a ser descendiente directo de las familias fundadoras de la co-
muna, y residente por toda su vida, no era técnicamente un “comu-
nero”, y, por tanto, no podía ser elegido para el cargo que detentaba.
El reconocimiento oficial solo fue alcanzado luego de un cambio en
la regulación y tras una nueva elección (que Víctor ganó con un am-
plio margen). A pesar de esta eventual victoria, el gobierno comunal
La lucha por las comunas de Quito... 57

permaneció inactivo por una buena parte del año. Otros ejemplos
más habituales abundan: empresas municipales que no reconocen
los documentos del cabildo, la emisión de títulos privados y la aplica-
ción de impuestos dentro de las comunas, cambios de usos de suelo
que afectan a las comunas y un agresivo control policial durante las
celebraciones comunales.
El problema del reconocimiento se liga con el proceso político re-
lativo a la negociación de impuestos e infraestructura. El artículo 57
de la Constitución declara que la tierra comunal debe ser “libre de
impuestos”. El municipio, sin embargo, utiliza el no pago de impues-
tos como un argumento para no brindar servicios ni infraestructura.
También existe la posibilidad de que se afirme que, al ser las tierras
comunales desarrollos privados, no son aptos para la implementa-
ción de obra pública. Aunque muchos comuneros en el DMQ hoy tie-
nen acceso a servicios básicos, la calidad y cobertura de los mismos
es menor. Este aspecto suele ser usado como pieza de negociación
para inducir a la comuna a ser disuelta y convertirse en un barrio or-
dinario del municipio. Los comités pro mejoras dentro de las comu-
nas colaboran con el municipio e inducen a la disolución como úni-
ca manera de obtener infraestructura decente.
La legitimidad de los cabildos, y por ende de la comuna, depen-
de de manera significativa de la capacidad de satisfacer las necesida-
des de infraestructura, por tanto, las negociaciones con el municipio
para acceder a obra pública es un tema central en las historias orales
de los cabildos. Las negociaciones resultan en una variedad de acuer-
dos. En Santa Clara, aproximadamente el 80 % de los lotes está regis-
trado en el catastro y paga impuesto predial. Los residentes dicen que
las agencias municipales solicitan este documento como evidencia
para realizar cualquier transacción rutinaria. Lumbisí, por otro lado,
está registrado como un único lote, aunque esto también ha traído
problemas, considerando que el municipio sostiene que este “lote”
es propiedad privada, por lo que no puede realizarse obra pública y
además está sujeto a impuestos. Incluso donde la comuna mantiene
su organización autónoma, la naturaleza discrecional de estas nego-
ciaciones deriva en poder para el municipio.
58 Jeremy Rayner

Para enfrentar las prácticas que invisibilizan y minan su autoridad,


los cabildos demandan ser reconocidos como “comunidades ances-
trales” protegidas constitucionalmente. La legitimidad del gobierno
comunal se atribuye a la Constitución, a la continuidad histórica y a
la identidad indígena. Esta estrategia de legitimación refleja la influen-
cia del movimiento indígena, su éxito al establecer derechos indígenas
en la legislación vigente y el orgullo que muchos tienen al reafirmar-
se con identidades históricamente desprestigiadas. De todas mane-
ras, esto tiene algunas limitaciones. Concepciones de lo indígena en
Ecuador permanecen relativamente adheridas a ciertos signos e indi-
cios: ruralidad, vestimenta “tradicional”, lengua, ausentes hoy mayo-
ritariamente de las comunas del DMQ (Gómez, 2008, pp. 108-9; ver
también Tilley, 2005). Incluso si todos estos signos estuvieron presen-
tes no hace mucho, su ausencia visible deja espacio para los desafíos
de la “autenticidad”. Al mismo tiempo, los aspectos colectivos de la
vida comunal están representados por todos los partidos como expre-
siones de una esencia comunal diferenciada, poseída de manera ex-
clusiva por las comunidades indígenas, lo que implica que la comuna
es vista como una institución que solo puede funcionar para los indí-
genas auténticos (cf. Povelli, 2002).
Líderes y defensores de las comunas resaltan otros aspectos
de la identidad indígena. Esto incluye la historia y la vida colecti-
va de la comuna, las mingas y los festivales, además de los apelli-
dos: Cabascango, Collaguazo, Conchambay, Llumipanta, Simbaña,
Tumipamba, Quishpe, por nombrar algunos. Muchos también pro-
mueven una identidad kitu kara, aprovechando las corrientes más
amplias de los movimientos andinos e indígenas (ver Fine-Dare,
2014). Esto incluye celebraciones y prácticas rituales kichwa (como
la celebración del sol en el Inti Raymi y la comida compartida de ma-
nera ritual en la pamba mesa), además de nuevas formas de religiosi-
dad. La participación en estos eventos, de todas maneras, está limi-
tada a aquellos más activamente envueltos en el activismo indígena.
La identidad indígena dentro de las comunas del DMQ tiende a ser
situacional, disputada y ambivalente. En Santa Clara, opositores de
la comuna generalmente sostienen que este régimen es inapropia-
do para ellos precisamente porque no se sienten significativamente
La lucha por las comunas de Quito... 59

indígenas. Otros, especialmente simpatizantes del cabildo, promue-


ven una adaptación activa de la ascendencia indígena. La mayoría se
encuentran entre ambos polos. Lo indígena, en consecuencia, ofre-
ce una base poderosa y, sin embargo, precaria, con la cual defender
a las comunas. Diez años luego de la Revolución Ciudadana, el senti-
do común imperante no permite defender las comunas en otros tér-
minos, por ejemplo, como un modelo de comunidad democrática, o
tenencia no especulativa de tierra, aparte de la supuesta esencia co-
munal de las comunidades indígenas.
4.2. Propiedad y territorio: reclamando tierras para la comuna
Aunque incluso las más estrictas formas de propiedad comunal impli-
can apropiación y control privado, incluyendo el uso, herencia y dere-
chos de venta de la tierra (a otros comuneros), existen diferencias im-
portantes entre las propiedades privada y comunal. Dificultades para
la compraventa limitan la mercantilización y financiación, estable-
ciendo un escenario ideal para conflictos entre aquellos interesados
en vender los lotes al precio más alto posible y aquellos que priorizan
el mantenimiento de la comunidad en su territorio. Los más interesa-
dos en vender por lo general son recién llegados, menos ligados a la
comuna como un modo ancestral de vida comunitaria. Ya sea porque
compraron derechos de la tierra o las adquirieron mediante el matri-
monio, ellos procuran adquirir una ganancia sustancial mediante el
precio más alto disponible para la propiedad privada.
La inalienabilidad de las tierras comunales es, por consiguiente,
un asunto importante de discusión, tanto dentro de las comunas
como en su relación con foráneos. Los cabildos pueden intentar vali-
dar los reclamos comunales en contra de los comuneros interesados
en vender su tierra a extraños y ante a las instituciones gubernamen-
tales que lo facilitan. En muchos casos, sin embargo, el régimen co-
munal de la tierra es ignorado o evadido exitosamente (esto puede
afectar al comprador si el cabildo eventualmente hace valer su autori-
dad). Otra opción es que aquellos interesados en la alienación de las
tierras comunales presionen para conseguir la disolución de la comu-
na, argumentando que así obtendrán mayor inversión en infraestruc-
tura por parte del municipio (ver Simbaña, 2014). Tales conflictos
60 Jeremy Rayner

sobre las tierras comunales han llevado a luchas prolongadas e inclu-


so violentas. Miembros del cabildo pueden enfrentar hostigamiento
legal, amenazas, intentos de asesinato o prisión (aunque la violencia
es más común en ciertas zonas rurales). La amenaza de prisión por
“usurpación” de tierra enfrentada por los miembros del cabildo de
Santa Clara en 2016 es un ejemplo reciente.
El reconocimiento es nuevamente central en esta lucha: el de los
reclamos de la comuna por unas determinadas parcelas de tierra,
pero, fundamentalmente, de la comuna como un tipo de propiedad
diferenciada. Aunque la propiedad comunal está reconocida en la
Constitución, junto con la propiedad pública y privada, esto no ha
sido traducido a ley o política pública. A los funcionarios municipales
se les dificulta comprender las relaciones de propiedad en las comu-
nas (“tu comprensión de la propiedad es completamente diferente a
la nuestra” dijo un activista del colectivo Pueblo Kitu Kara durante
un diálogo con el municipio). Ellos consideran a la apropiación pri-
vada mediante el usufructo como equivalente de propiedad privada,
por lo que la propiedad comunal es reducida a aquello destinado a
usos comunales: la casa de reuniones, las canchas de fútbol, etc. En
otras palabras, la propiedad comunal equivale a propiedad pública
dentro de las comunas. Esta asimilación de la propiedad comunal, ya
sea a propiedad privada o pública, es central en relación con las dis-
putas relativas a impuestos y a provisión de servicios, como hemos
visto. También subyace a conflictos de propiedad y a alienación de la
tierra: los títulos privados asignados a la tierra comunal en usufruc-
to le permiten circular como propiedad privada, más allá del control
del gobierno comunal.
El colectivo Pueblo Kitu Kara ha estado abogando por un recono-
cimiento explícito de la propiedad comunal en la legislación munici-
pal. En diálogos con el municipio, el presidente del colectivo Pueblo
Kitu Kara, Fernando Cabascango, sostuvo que el reconocimiento ex-
plícito de la propiedad comunal podría resolver numerosos conflic-
tos, incluyendo la negación de los servicios municipales y la incapaci-
dad de crear registros públicos de las tierras comunales sin asimilarlas
como propiedad privada. Las respuestas han sido evasivas: es una
buena idea en teoría, pero difícil de implementar en la práctica, o
La lucha por las comunas de Quito... 61

también se considera que es innecesario porque se pueden encontrar


soluciones dentro del marco actual. Sin embargo, con un contraste
notable frente a la incertidumbre de reconocer la propiedad comu-
nal, el municipio ha sido muy proactivo proveyendo títulos de propie-
dad privada. La campaña municipal “Regula tu Barrio” inició con la
administración previa y ha provisto de títulos, en conjunto con servi-
cios e infraestructura, de manera amplia a terrenos “informales”. Los
defensores de la comuna afirman que la campaña fue utilizada para
privatizar los territorios comunales.
En ausencia de un sistema formal de reconocimiento, los cabildos
han usado diversas estrategias para mantener y reconstituir las rela-
ciones comunales de propiedad. Las garantías constitucionales pro-
veen herramientas importantes. Amenazando con demandar por su
derecho constitucional de tierras comunales inalienables, el cabildo
de Santa Clara ha convencido al municipio de solicitar evidencia de
aprobación del cabildo para las transferencias de propiedad antes de
proveer servicios. Esto ha permitido al cabildo ejercer cierto control en
relación con la transferencia de tierras, incluso si la mayor parte de las
tierras están registradas en el municipio en los mismos términos que
la propiedad privada. Como hemos visto, el cabildo de Lumbisí posee
una estrategia diferente, al registrar a la comuna con un único título
de propiedad, lo que otorga mayor control sobre la tierra (Lumbisí es
conocido por impugnar ventas de tierras ante la corte), pero también
permite al municipio establecer a la comuna como propiedad priva-
da, por tanto, sujeta a impuestos y no apta para obra pública.
La presencia de cierto número de profesionales —incluyendo abo-
gados— simpatizantes con las comunas del DMQ facilita la aplica-
ción efectiva de la ley. De hecho, tanto Santa Clara como Lumbisí
tienen una larga historia de éxito en litigios para defender sus territo-
rios, que datan al menos desde el siglo xix. Afuera de Quito, la apli-
cación de la ley es más complicada, ya que existe un reducido acce-
so a educación; además, la distancia física con respecto a las cortes
aumenta las asimetrías entre los comuneros y los poderosos intereses
del desarrollo inmobiliario (cf. Hetherington, 2011).
62 Jeremy Rayner

5. Participación, planificación y poder


Las comunas poseen una robusta tradición de democracia directa,
participativa y deliberada, en cuyo corazón se encuentran las asam-
bleas, la “más alta autoridad” de la comunidad. La frecuencia, núme-
ro y conducta varía de comuna a comuna. En Santa Clara, las asam-
bleas se llevan a cabo una vez al mes, aproximadamente, algunas
veces con mayor frecuencia, y puede involucrar a quinientos o seis-
cientos participantes. Estos eventos no carecen de problemas: su ta-
maño puede hacerlos inmanejables; la participación, al ser obligato-
ria, puede ser una mera formalidad; el cabildo usualmente es quien
tiene la palabra, o el debate es interrumpido; los hombres participan
más que las mujeres y monopolizan las posiciones formales de auto-
ridad. A pesar de estas limitaciones, de todas formas, las asambleas
son un escenario regular para la discusión, rendición de cuentas y
control del cabildo (cf. Erazo, 2013; Lazar, 2008; Van Cott, 2008).
Además, se complementa con comités y otras vías para involucrarse
con el gobierno de la comuna, en el cual la participación es más fácil.
Esta democracia comunal participativa de manera frecuente en-
tra en conflicto con procesos burocráticos estatales. A pesar de que
la Constitución menciona la “participación” más de cien veces, en la
práctica ha sido reemplazada por otros aspectos del proyecto estatal
posneoliberal, especialmente la promesa de un Estado más técnica-
mente capaz (leyes recientes acerca del agua o educación son ejem-
plos en los que la centralización genera conflictos con la autonomía
indígena). Al mismo tiempo, la burocracia estatal sigue permeada
por antiguas exclusiones raciales, de género y clase. Pocos, fuera de
los movimientos indígenas, entienden o valoran a las comunas como
formas de participación democrática. Para los planificadores, la in-
sistencia de las comunas en relación con la autonomía o la autoridad
de las asambleas es un obstáculo para la planificación racional: un
planificador municipal nos explicó que la proliferación de las comu-
nas es una de sus “pesadillas”, señalando alarmado que las comunas
pueden ser fundadas por solo cincuenta personas (como si las comu-
nas existentes no estuvieran luchando solo por la posesión de su te-
rritorio). Los procesos de participación establecidos por el munici-
pio tienden a adquirir la forma de colaboración de socios con un fin
La lucha por las comunas de Quito... 63

determinado —un modo característico de gobierno neoliberal— que


contrasta con la soberanía popular territorializada de las asambleas
(ver Brown, 2015). Estas formas contradictorias de participación al-
canzaron su cúspide en un reciente conflicto en torno al AIER Ilaló-
Lumbisí que se abordará a continuación.
Desde la perspectiva de las comunas, la planificación municipal
es vista como una imposición desde arriba que afecta negativamen-
te sus vidas. Les perjudica las decisiones relativas a zonificación y lo-
calización de las obras públicas, que pueden ignorar los procesos de
planificación y las preferencias de los comuneros (a pesar de que el
“derecho a consulta” está estipulado en la Constitución). Si el terri-
torio es declarado como reserva ecológica, la construcción de casas,
agricultura y otras actividades económicas pueden ser prohibidas.
La designación de la tierra como “urbana”, por otro lado, incremen-
ta el valor de la tierra y prohíbe ciertas actividades, como las pecua-
rias (en Quito, incluso pollos y cuyes están vetados de las áreas “ur-
banas”). La construcción de carreteras y un aeropuerto ha dividido
territorios e incrementado la presión de los desarrolladores inmobi-
liarios en varias comunas al oriente del DMQ, donde está localizado
Lumbisí (Bayón, 2014). En Santa Clara, una autopista muy transita-
da, la Mariscal Sucre (construida en 1976), dividió la comuna entre
las partes “alta” y “baja”, con una movilidad difícil y peligrosa entre
ambas. La construcción de infraestructura para distribuir agua de las
comunas a otros usuarios es otra fuente de disputas con el munici-
pio y otros actores, por ejemplo en Santa Clara, donde el conflicto
ha durado a lo largo del siglo xx (IEE, 2014, pp. 72-3; Jácome, s/f).

6. El AIER Ilaló-Lumbisí: una lucha por el territorio


y la autonomía
El conflicto en relación con el Área de Intervención Especial y
Recuperación (AIER Ilaló-Lumbisí) juntó a varias comunas y sim-
patizantes en una lucha común por el reconocimiento de los recla-
mos territoriales de las comunas. La ordenanza (desarrollada por dos
administraciones municipales distintas, entre 2013 y 2016) propu-
so la preservación del entorno natural del volcán Ilaló, al restringir
el futuro desarrollo en esta zona de expansión inmobiliaria. El área
64 Jeremy Rayner

designada está, de todas maneras, ocupada por un amplio número


de comunas grandes y sólidamente constituidas, nueve de las cua-
les se veían directamente afectadas. La comuna Lumbisí (la única
explícitamente nombrada en la ordenanza) se consideraba a sí mis-
ma particularmente en peligro. En mayo de 2015, comuneros y el ca-
bildo de Lumbisí organizaron una manifestación para oponerse a la
ordenanza. El colectivo Pueblo Kitu Kara ayudó a ampliar la cam-
paña, juntando a otras comunas afectadas y a simpatizantes exter-
nos al área en cuestión (incluyendo a los cabildos de Santa Clara y
Cocotog). Una Asociación de Comunas Ilaló-Lumbisí fue organiza-
da con el colectivo Pueblo Kitu Kara y siete comunas (Angamarca,
Alangasí, Leopoldo Chávez, Lumbisí, la Toglla, el Tingo y Tola Chica).
Opositores del AIER sostienen que esta define usos de tierra sin
considerar las necesidades de las comunidades, incluyendo la cons-
trucción de casas para las futuras generaciones, cultivos y crianza de
animales, o los propios procesos de planificación de las comunas
(típicamente, el territorio comunal no se manifiesta en ninguno de
los mapas que acompañan la ordenanza.) El presidente de Lumbisí,
Geovany Cusi, reclamó que, al prevenir la construcción de nuevas ca-
sas para sus hijos, la ordenanza marca el fin de la comuna. Muchos
sostuvieron que las comunas del Ilaló estaban siendo designadas
como espacios verdes precisamente con el fin de abrir paso a otros
desarrolladores; las comunas servirían como compensación ambien-
tal. Para otros, el plan era aún más maquiavélico: las prohibiciones
durarán el tiempo suficiente que tome la extinción de las comunas,
para después de ello permitir nuevamente el desarrollo inmobiliario
de manera ilimitada. Estas preocupaciones se captan de manera elo-
cuente en la siguiente declaración de una comunera, en una reunión
entre representantes de la municipalidad y comuneros, realizada en el
Palacio Municipal de Quito, el 1 de octubre de 2015:

Lumbisí tiene 480 años de existencia… Y hace diez años mi suegro, que
era presidente, él designó 202 hectáreas al parque ecológico... [35 % del
territorio] Entonces, ¿por qué Lumbisí se opone a esta ordenanza? Pri-
mero, porque la gente quiere a su tierra. Segundo, la gente está dispues-
ta a dar la vida por su tierra. Si es que ustedes llevan una maquinaria, co-
mo lo hablan los concejales de las inmobiliarias, la gente se va a parar
La lucha por las comunas de Quito... 65

adelante y van a preferir que le maten antes que darles esta tierra. Es tex-
tual, es... es... las palabras de los comuneros lumbiseños: van a defen-
der la tierra, porque esta tierra es para los nietos, es para sus hijos. ¿Sí?
Y, mi suegra nos dejó un terreno, ella ya falleció, pero dejó el terreno a
mis hijas. Y no voy a permitir que mis hijas no puedan construir en la tie-
rra lumbiseña. Porque fue trabajada por su abuela, porque fue cultiva-
da por su padre, y no voy a permitir que vengan otras personas a decir-
me: “No puede sembrar, no puede pasar una vaca, no puede construir”.
Porque estas tierras son para los niños lumbiseños, como le dije a Mar-
garita Carrasco, yo estoy aquí defendiendo a los niños lumbiseños, por-
que yo tengo hijas, y aquí no hay niños que pueden decir “esta es mi tie-
rra, porque cuando yo crezca, yo puedo construir en mi tierra, en la tierra
que me dejó mi abuela”. Por esto yo estoy aquí, por los niños lumbise-
ños. Y por último, nosotros como comuna tenemos leyes. Y nosotros co-
mo cabildo tenemos que responder a la gente; así como el alcalde tiene
que responder cuando le hacen algún problema, nosotros como cabil-
do tenemos que responder. Y ya es desde mayo este problema, que que-
remos [que quede] asentado el rechazo absoluto de la ordenanza Ila-
ló Lumbisí. Porque nos oponemos, porque es para nuestros niños esta
tierra. Y Lumbisí tiene todo un marco, un crecimiento ordenado. Tiene
equipos, tiene su debido sistema, tiene una idea muy clara de cómo de-
be crecer Lumbisí, y esa tierra no van a permitir los comuneros que ce-
dan a nadie, que se le proponga para inmobiliarias, porque esto es para
los niños. ¿Sí? Muchas gracias.

La oposición frente al AIER Ilaló-Lumbisí parece haber tomado


por sorpresa al municipio de Quito. En lo que a ellos respectaba, la
ordenanza era el fruto de acuerdos alcanzados luego de un amplio
proceso de participación que databa desde el 2013. De hecho, mu-
chos residentes y líderes de las comunas confirmaron que habían par-
ticipado en talleres relativos a la ordenanza. Todos simpatizaron con
los objetivos establecidos para refrenar el desarrollo privado y pre-
servar el entorno natural, y parecían estar dispuestos a tolerar que
las comunas mantengan amplios espacios verdes, expresando orgullo
por un compromiso ancestral en relación con la naturaleza.
De todas maneras, hubo un amplio acuerdo en que el proceso de
consulta no había respetado los principios de autogobierno o de au-
tonomía indígena. El municipio omitió la autoridad territorial y las
formas establecidas de participación de las asambleas comunales,
66 Jeremy Rayner

confiando en foros organizados con un limitado número de parti-


cipantes. Los líderes comunales enfatizaron que, si bien ellos fue-
ron “consultados”, era realmente la asamblea en su totalidad la que
toma las decisiones importantes, y el proceso adecuado hubiera sido
realizar presentaciones y discusiones en las asambleas de las comu-
nidades afectadas. Principalmente, fue ilegítimo el igualar la parti-
cipación en un diálogo con la autorización para futuras decisiones.
Posteriormente ellos apelaron a su autoridad y derechos territoria-
les como comunidades indígenas, garantizadas por la Constitución y
por convenios internacionales (especialmente el Convenio 169 de la
OIT). Los representantes de Lumbisí se mostraron particularmente
contrariados por la falta de reconocimiento del proceso de planifica-
ción interna de las comunas o sus grandes áreas protegidas.
La oposición a la ordenanza fue ratificada por participantes de
asambleas generales en las comunidades afectadas entre agosto y
septiembre. Las resoluciones, firmadas por los presidentes de siete
comunas asociadas, demandaron que la ordenanza sea archivada,
declarando al mismo tiempo que el Ilaló debe ser considerado como
“zona de protección ecológica y cultural” y que ellos se oponen fir-
memente a “todo proyecto inmobiliario”. Las resoluciones continúan
presentando algunas demandas relacionadas con el proceso de soca-
var a las comunas. Una de las resoluciones denuncia “la aplicación in-
constitucional del programa ‘Regula tu Barrio’ a las comunas, ya que
esto implica su disolución y conversión en barrios”. Otra expresa “so-
lidaridad con la comuna San Pedro del Tingo, por los abusos cometi-
dos por el comité pro-mejoras, que en complicidad con el Municipio
desconoce la Legítima Autoridad de los Cabildos Comunales, y busca
dividir y disolver la Comuna del Tingo”. Una tercera demanda exige
“que el Municipio suspenda la emisión de permisos de construcción
dentro del territorio de las comunas… [y] rechaza el reconocimien-
to de cualquier forma de título de propiedad, siendo esas autoriza-
ciones de absoluta potestad de los cabildos en legítima representa-
ción de los habitantes de las comunas”, seguidas por una resolución
separada que rechaza “el reconocimiento de cualquier forma de pro-
piedad privada dentro del territorio de las comunas y comunidades”.
Otras resuelven organizar comisiones legales, sistemas de manejo
de agua y prevención de incendios forestales. La ordenanza fue un
La lucha por las comunas de Quito... 67

catalizador para la articulación de un más amplio conjunto de reivin-


dicaciones, además de nuevos proyectos colectivos.
Los opositores a la ordenanza demandaron audiencias con el al-
calde de Quito y organizaron manifestaciones afuera del edificio mu-
nicipal. Los comuneros vitorearon cuando un comunero mayor sopló
su cuerno (un llamado de guerra tradicional), y cantaron “la tierra no
se vende, la tierra se defiende”. Para finales de 2015, el municipio ha-
bía archivado el plan y se comprometió a establecer un proceso de
diálogo con representantes de las comunas sobre una agenda políti-
ca abierta, que duró hasta finales de 2016. Sin embargo, la partici-
pación en las mesas redondas se desvaneció rápidamente, ya que la
amenaza inmediata de la ordenanza se retiró.
Este proceso es sugerente respecto a las posibilidades y límites de
la ampliación de las comunas. Confirma la conclusión de Colloredo-
Mansfeld de que las similitudes de organización provistas por la or-
ganización comunal dan paso a su reconocimiento mutuo, lo que
facilita su aglomeración (2009, pp. 208-9). Al mismo tiempo, la uni-
dad parece depender de alguna medida de la urgencia y negación
de una amenaza externa; cuando ese momento finalizó, los cabildos
regresaron al centro de gravedad de sus respectivas comunas (cf.,
Rayner, 2014, pp. 268-9). Es en gran parte porque están ligados a
territorios comunitarios particulares, que se enfocan en sus propios
problemas específicos, que las comunas siguen existiendo. Sin em-
bargo, su supervivencia a largo plazo puede depender de la habilidad
de organizarse de una forma que les permita alcanzar cambios políti-
cos fundamentales, como el reconocimiento municipal de la propie-
dad comunal.

7. Conclusiones
Los defensores de las comunas enfrentan una compleja y demandan-
te tarea política y cultural. Deben negociar con las fricciones del do-
ble movimiento en un contexto de expansión urbana capitalista, go-
bernar sus comunidades de tal forma que los comuneros conciban
a la comuna como una alternativa válida para tener una vida plena,
y buscar el reconocimiento de su propia autoridad y de sus institu-
ciones, de cara a las instituciones gubernamentales comprometidas
68 Jeremy Rayner

con la propiedad privada y la planificación racional, mientras nego-


cian estándares acerca de cómo una comunidad indígena “auténti-
ca” debería verse. El uso activo de procedimientos estatales mientras
intentan ser “vistos por el Estado”, aunque de manera particu-
lar, complica la narración sobre la imposición de lógicas estatales
(Colloredo-Mansfeld, 2009, pp. 205-206; cf., Scott, 1998). Como
el caso del AIER Ilaló-Lumbisí demuestra, las comunas del DMQ tie-
nen éxito en ocasiones, en el momento en que se han organizado
para realizar demandas específicas a instituciones locales y estatales.
Los derechos legales y poderes garantizados a las comunas son he-
rramientas poderosas, especialmente en relación con las institucio-
nes del Estado que potencialmente pueden verse obligadas a respetar
la ley. Tienen más problemas con las prácticas dispersas y rutinarias
asociadas al gobierno y tipo de urbanización capitalista. En este sen-
tido, así como en muchos otros, el “revolucionario” y “plurinacional”
Estado muestra más continuidad que ruptura con el pasado. Desde
esta perspectiva, la Constitución del 2008 más que nada refuerza a la
Ley de Comunas de 1937, ofreciendo otra herramienta para la misma
lucha permanente por autonomía y reconocimiento.
Los límites del desafío hacia las instituciones capitalistas, prácticas
y formas de sentido común, implica que los defensores de las comunas
deben reclamar sus derechos como comunidades indígenas. Aunque
esta es una base poderosa para hacer reclamos, tiene sus límites, par-
ticularmente dentro del DMQ, donde la identidad indígena se encuen-
tra lejos de estar consolidada, tanto internamente como a la vista de
foráneos. Más que nada, al invocar una lógica de diferencia cultural,
se apela a la Constitución y a los derechos indígenas para evitar el en-
frentarse directamente con los principios del gobierno liberal capitalis-
ta, constituyendo en su lugar a las comunas como zonas limitadas de
excepción. Tales argumentos, enmarcados como derechos a una dife-
rencia cultural en un marco pluralista, puede frecuentemente ser aco-
modada dentro de un gobierno neoliberal (ver Hale, 2002; Jackson y
Warren, 2005; Povinelli, 2002; Van Cott, 2010).
De todas maneras, con una forma instituida de participación de-
mocrática, y un modelo de provisión de tierras y vivienda que prioriza
el futuro de la comunidad por sobre la ganancia privada, la seguridad
La lucha por las comunas de Quito... 69

por sobre la especulación, las comunas ofrecen una contrapropuesta


concreta al sometimiento de la política, la tierra y comunidad al mer-
cado neoliberal, es decir, un contraste funcional con la urbanización
capitalista. Quizás el llamado es hacia una aproximación de dos fren-
tes que reclaman derechos para las comunidades ancestrales indíge-
nas, mientras también se enfatiza en el potencial de las comunas para
personas no indígenas como una forma alternativa de tenencia y de-
mocracia, que pone en práctica algunos de los objetivos elementales
de la Constitución del 2008, que aún continúa inspirando a muchos.

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