Gracia Imberton Denekke

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LA VERGÜENZA

ENFERMEDAD Y CONFLICTO EN UNA


COMUNIDAD CHOL
CIENTÍFICA 5
LA VERGÜENZA

ENFERMEDAD Y CONFLICTO EN UNA


COMUNIDAD CHOL

Gracia María Imberton Deneke

p Ro r MM s�

Programa de Investigaciones Multidisciplinarias


sobre Mesoamérica y el Sureste
UNAM UIAM
Adqu.ilción
PROfMMSE

UMAM

AdquisJdóo

N� AdqaidclóD

Esta obra fue dictaminada y la edición revisada por la autora

Fotograf!a de portada: Manuel Coello, Mujem choús (1970 ca.), cortesía


Dibujo de contraportada: José Antonio Rodríguez García (detalle), cortesía
Diseño de forro: María del Carmen Aguilera Gonzál ez

D.R. © 2002. Universidad Nacional Autónoma de México


Programa de Investigaciones Multidisciplinarias
sobre Mesoamérica y el Sureste
Calle 28 de Agosto número 11
San Cristóbal de Las Casas, 29200, Chiapas, México
Apartado postal 225
E-mail: [email protected]

Coordinación de Humanidades
lnsciruco de Investigaciones Antropológicas

Derechos reservados conforme a la ley


Im preso y hecho en México
Printed in Mexico

Cienclfica
ISBN: 968-36-8321-5
La vergüenza. Enfarmedad y conflicto en una comunidad cho/
ISBN: 968-36-9846-8
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS .............................................................................. ,...... 11

INTRODUCCIÓN .................................................................................... :....... 13


COMUNIDAD DE ESTUDIO Y TRABAJO DE CAMPO .................................. 20

I. LA VERGÜENZA EN RÍO GRANDE ................................................ 23


Los CASOS DE VERGÜENZA ....................................................................... 27
VERGÜENZA DE LÁMINA (KISIN LAMINA]) . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
VERGÜENZA DE OLLA (KISINP 'EJTY) . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
VERGÜENZA DE PUERCO (YAJCHITYAM) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . 32
VERGÜENZA DE TRACTOR (KISIÑTRAKTOR) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
VERGÜENZA DE "PARTE" DE MUJER (KISIÑ-IXIK) ...................................... 35
VERGÜENZA DE POLLO (YAJ-MUTY) . . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . 35

II. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL .................................................... 39


DIMENSIÓN ECONÓMICA ........................................................................ 45
PRODUCCIÓN PARA AUTOABASTO ......................................................... 47
PRODUCCIÓN PARA EL MERCADO ......................................................... 49
TRABAJO ASALARIADO .......................................................................... 51
TRABAJO FAMILIAR .................................................................................. 55
AYUDA MUTUA Y COMPADRAZGO ......................................................... 60
MATRIMONIO ......................................................................................... 62
AUTORIDADES Y OBLIGACIONES COMUNALES ........................................... 69
ÁMBITO RELIGIOSO ...........................................................····················· 77
Dos MOMENTOS DE LA CONFIGURACIÓN SOCIAL··············"···"······""····· 79

III. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENFERMEDADES ......................... 89


CUANDO SE PRESENTA UNA ENFERMEDAD ............................................... 92
RECURSOS MÉDICOS Y OPCIONES ............................................................ 93
Los CURANDEROS TRADICIONALES ......................................................... 97
INICIACIÓN DE LOS CURANDEROS ........................................................ 98
EL "DoN" ......................................................................................... l 00
CENTRO DE MÉDICOS TRADICIONALES ............................................... 102
LAS ENFERMEDADES QUE ATIENDEN LOS CURANDEROS ........................ 10 5

IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA ............................................. 111


¿MECANISMOS DE CONTROL SOCIAL VERSUS COMPETENCIA? ................. 114
POSICIONES SOCIALES, PRINCIPIOS DE
DIFERENCIACIÓN Y LUCHAS SIMBÓLICAS ................................................ 120
CLASIFICACIÓN DE LOS CASOS DE VERGÜENZA ....................................... 124
CO MPETENCIA EN TORNO A RECURSOS ESCASOS ................................. 12 5
DESPERDICIO DE RECURSOS PROPIOS ................................................. 126
AFECTACIÓN DE RECURSOS AJENOS .................................................... 131
COMPROMISOS Y EXPECTATIVAS INCUMPLIDAS .................................... 134
LóGICA DE LA VERGÜENZA ................................................................... 138
DINÁMICA DE POSICIONES DIFERENCIADAS ......................................... 140
DINÁMICA DE POSICIONES HOMÓLOGAS ............................................. 141

V. EL TRATAMIENTO DE LA VERGÜENZA .......... �........................ 147


EL "OBJETO MEDIADOR" ...................................................................... 152
SfNTOMAS Y TRATAMIENTO ................................................................... 154

��r �1¿1s1orEs ················································································ 161


I RAF A ...........................................................................
......... 167
A Manuel
AGRADECIMIENTOS

La tarea de los agradecimientos es siempre difícil ya que son muchas las perso­
nas que contribuyeron, de una manera o de otra, a la realización de este trabajo.
Una primera versión de éste fue presentada como tesis en el Programa de.Maes­
tría en Antropología Social de la Universidad Autónoma de Chiapas, bajo la
dirección de Pedro Pitarch y José Luis Escalona. Gracias a los comentarios y
sugerencias de varios investigadores me es posible presentar ahora esta nueva
versión. Agradezco de manera especial a José Luis Escalona su orientación teó­
rica para la interpretación de la vergüenza, y a Pedro Pitarch las valiosas opinio­
nes y atinadas recomendaciones. También agradezco las acertadas sugerencias
de Dolores Aramoni, Piero Gorra, Juan Pedro Viqueira, Sonia Toledo, Roger
Bartra y Graciela Alcalá, así como a María Elena Fernández-Galán su preocu­
pación por hacerme llegar la bibliografía sobre el tema. A Manuel Coello, que
ha leído con paciencia todos los borradores de este trabajo, agradezco los
señalamientos y críticas que contribuyeron a la construcción de éste, así como
el haber compartido conmigo su experiencia entre los chales.
A los pobladores de Río Grande extiendo mis más sinceros agradecimien­
tos, principalmente a las familias de Fernando, Adelina, Carmelina y Consue­
lo; gracias a su confianza y a su esfuerro permanente por "traducirme" algunas
de las claves de su vida pude desarrollar este trabajo. En Tila estoy en deuda con
doña Otilia y doña Rosa. Además debo agradecer a mi familia -a Manuel,
Jacinto, Damián y Antonio- el apoyo y comprensión que me brindaron du­
rante este intenso periodo de trabajo.
INTRODUCCIÓN

Inicié la presente investigación en el campo de la antropología jurídica. Duran­


te meses visité la colonia Río Grande del Municipio de Tila, Chiapas, tratando
de acercarme a la temática del conflicto -objeto de estudio por excelencia de
esta rama antropológica-, orientando las pláticas y dirigiendo mi atención
principalmente a los casos de disputa y a los actores involucrados en ellos.
Entrevisté a los representantes de las autoridades nacionales en el poblado y
dediqué tiempo a revisar las actas donde ellos registran los casos que así lo
requieren. Robos, golpes, separación de pareja, pleitos por tierras, chismes y
envidias fueron los temas que desde un principio estuvieron presentes en mis
pláticas informales con los pobladores.
Sin embargo, durante mi escancia en el campo leí el libro de Esther
Hermitte, titulado Poder sobrenatural y control social en un pueblo maya contem­
poráneo, y despertó mi curiosidad la breve mención que hace allí a una "enfer­
medad emocional", la vergüenza, como parte de un sistema de sanciones de la
comunidad. Me dirigí rápidamente a preguntarle a un poblador si tal enferme­
dad se presentaba en la localidad. Con un gesto de sorpresa, me respondió que
sí y comenzó a relatarme algunos de los casos que le vinieron a la mente. Men­
cionó la ocasión en que una muchacha soltera fue vista hablando con un hom­
bre casado, hecho que suscitó gran chismorreo, y que la hizo enfermar de ver­
güenza. También narró el caso en que una mujer enfermó de vergü,enza de puerco
provocada por los regaños de su esposo el día en que ella había preparado gui­
sado de puerco para la comida a la que asistirían algunos invitados.
A partir de este momento, mi interés comenzó a desplazarse de los casos
de conflicto que se ventilan ante el subagente municipal, el representante del
14 LA VERGÜENZA

comisariado ejidal o el juez municipal, a otro cipo de casos -también de con­


flicto- que se expresan en la enfermedad, con el cuerpo de los afectados como
escenario, y que se ventilan en el ámbito más privado de la familia y con la
atención del curandero. El estudio de la vergüenza se volvió el cerna central de
mi trabajo.
Este cambio me planteó nuevos retos. A parcir de ese momento decidí
explorar el mundo de las enfermedades de la localidad, con la intención de ob­
tener un panorama general del cerna. Registré la existencia de diferentes males
además de la vergüenza: el espanto, el pensal, el pots 'lom, y aquellos que son re­
sultado de la brujería, como el pochitoque y la malamujer, entre los que se encuen­
tran con más frecuencia. Encendí que algunas enfermedades están asociadas
con la pérdida del ch 'ujlel (traducido por los pobladores al español como espí­
ritu) o con su debilitamiento. Y comencé a investigar también las diferentes
explicaciones locales que existen en torno a las causas de las enfermedades. Al­
gunas se ven como resultado de situaciones accidentales que provocan impre­
siones fuertes, otras son interpretadas como consecuencia de los conflictos so­
ciales y, algunas más, de las condiciones de vida y de trabajo de los pobladores.
Igualmente puse atención en las formas de curación y en los especialistas.
Sobre la vergüenza, identifiqué alrededor de treinta y cinco casos diferen­
tes: vergüenza, de poffo, de puerco y de pavo; vergüenza de lámina, de despufpadora
y de botella; y vergüenza de hombre, de mujer y de palabra, entre tantas otras. Una
dificultad que tuve que sortear está relacionada con el hecho de que el tema de
la vergüenza, incomodaba mucho a los pobladores de la colonia. Las conversacio­
nes sobre otras enfermedades y otros tipos de conflicto fluían sin problemas du­
rante largo rato, mientras que las pláticas sobre la vergüenza se hacían general­
mente en sitios apartados y en voz baja. Atribuí esta circunstancia a la explica­
ción que dan los pobladores sobre su origen: la vergüenza,, entre otras enferme­
dades, es vista como el resultado de las envidias, los chismes, las ofensas y las re­
laciones conflictivas entre vecinos. Esta explicación local en torno a la etiología
de la enfermedad -es decir, la vergüenza, como somacización de las tensiones
sociales cotidianas- se volvió otro de los puntos centrales de mi reflexión.
También me di a la tarea de revisar la bibliografía sobre la enfermedad de
la vergüenza,, que resultó ser muy escasa: encontré solamente descripciones aisla­
das de algunos casos en diferentes lugares del país y también en la región cho!.
Por ejemplo, ningún autor le concede la importancia que se ha dado a otras en-
INTRODUCCIÓN 15

fermedades, entre estas, el susto o el espanto. Esto puede ser resultado de diferentes
situaciones: una posibilidad apunta al hecho de que la vergüenza quizá no es un
padecimiento muy extendido y que lo que yo comenzaba a descubrir entre los
chales de Río Grande fuera algo particular de este grupo; o que sea considerada
un mal menor sin importancia que no requiere de mayor profundización. Pero
otra explicación podría responder al tipo de padecimiento en cuestión. Si este
mal, asociado por los pobladores a las tensiones sociales, no implica la pérdida del
ch 'uj!e!, entonces es posible que haya pasado desapercibido a los antropólogos.
Una tendencia muy marcada en los estudios antropológicos sobre las enfermeda­
des en el mundo indígena, pero también sobre otros temas, ha sido la de destacar
aquellos aspectos considerados propios de su cosmovisión: el ch 'ulel y los naguales,
entre los mayas, han ocupado un lugar privilegiado en esta perspectiva. La pre­
ocupación por las "almas" indígenas, que ha sido una constante desde la llegada
de los europeos al continente americano, ha orientado la mirada antropológica
hacia ese tema, desatendiendo otros.
Además de la bibliografía específica sobre la vergüenza, revisé también
diferentes orientaciones teóricas y metodológicas para el análisis de la enferme­
dad. Los trabajos en el área maya han puesto énfasis, sobre todo, en los aspectos
sociales relacionados con el tema. La enfermedad, en la gran mayoría de estas
investigaciones, es vista como uno más de los diferentes mecanismos de control
social que ordenan la convivencia social. Ya sea que se la interprete como un
castigo divino o de fuerzas maléficas o como la ruptura de un equilibrio cosmo­
lógico o social, los estudios sobre la enfermedad le asignan un peso significativo
dentro de las formas de regulación social. Regresé, de esta manera, a una de las
preocupaciones centrales de la antropología jurídica.
Sin embargo, las interpretaciones que ofrecían estos trabajos sobre la enfer­
medad no me permitían explicar cabalmente los casos de vergüenza que había
registrado. La lógica de la transgresión-sanción (transgresión de una norma social
que resulta en la enfermedad como sanción) tan común en ellos, aclaraba sólo
parcialmente el tema pero dejaba fuera muchos casos que resultaban ser los más
interesantes. Esto me obligó a buscar otro tipo de orientaciones teóricas que per­
mitieran un enfoque distinto sobre la regulación social. Finalmente escogí acer­
carme al análisis de la vergüenza desde la perspectiva planteada por Pierre Bourdieu.
El acercamiento de Bourdieu a la regulación social introduce dos ideas
para referirse a la manera en que se establecen las relaciones entre los indivi-
16 LA VERGÜENZA

duos en un espacio socia l determinado: el juego (el campo) y el sentido deljuego


(el habitus). Su planteamiento presenta diferencias importantes con otros dos
que desa rrollan también el cern a. Por un la do, el meca nicismo, que sugiere que
los individuos obedecen mecánicamente las norm as impuest as por agentes ex­
ternos. Por ejemplo, los análisis que interpreta n la enfermeda d como la s a nción
o el castigo a una viol ación prescriptiva caen dentro de este esquem a . Por el
otro la do, se encuentr a el finalismo, que concibe la acción soci a l como resulta ­
do de las intenciones racionales de agentes conscientes y libres.
Las nociones de juego y de sentido de juego, en ca mbio, permiten encen­
der que los individuos viven efectivamente en un mundo que supone una serie
de determina ciones soci ales pero que también tienen la ca pacid a d de accua r
sobre éstas, por medio de estrategias que les permiten modific arlas, a decua rlas a
su conveniencia, negociarlas, es decir, competir o jugar el juego. Sin emb argo,
los agentes ocupan posiciones soci ales desigua les, lo que lleva a que no todos
compitan en igualdad de condiciones. Parce del sentido deljuego son ta mbién
las luchas simbólicas que se dan entre los a gentes como result a do de la compe­
tencia que existe no sólo par a adecuar las circunst::nci as a sus necesidades par­
ticulares sino también par a imponer a los demás su punto de visea a l respecto.
A partir de estos planteamientos propongo una interpretación de la ver­
güenza. Sugiero que esta enfermedad puede encenderse como un lengua je o idio­
ma que expresa, de maner a bastante coherente, algunas de las tensiones sociales
que son resultado de los intercambios cotidianos entre los pobladores. Estas ten­
siones se producen en el contexto de la competencia por escasos recursos en tre
agentes sociales desigualmente ubicados en el espacio soci al en cuestión. Igu al­
mente señ alo que por medio de este lenguaje de la enfermedad los pobla dores
participan e inciden en el curso y desenlace de los conflictos diarios.
El presente trabajo discute estas ideas a lo largo de cinco capítulos. A con-
.
tinuación presento un breve resumen de estos y ofrezco una explicación par a su
ordenamiento.
En el primer capítulo se presenta una descripción de seis casos de ver­
güen� con la intención de que el lector se familiarice desde el principio con el
maten al etnográfico sobre la enfermedad. Esto lo he hecho consider ando que
la vergüenza es poco conocida y que puede dar también la oportunidad al lector
para formar sus ideas al respecto. He buscado además que la narr ación de los
casos refleje las nociones locales sobre la enfermedad, en los diferentes a spectos
INTRODUCCIÓN 17

que me fueron mencionados: las causas aducidas para el padecimiento, los sín­
tomas y los diversos pasos del tratamiento, utilizando para ello, cuando fue
posible, las palabras textuales de los pobladores.
De acuerdo a la etiología local, la enfermedad de la vergüenza puede verse
como el resultado de encuentros ríspidos o de conflictos interpersonales entre los
pobladores, es decir, como la somatización de estos antagonismos. Las situacio­
nes de vergüenza se atribuyen a envidias y chismes, a robos, regaños, ofensas y al
incumplimiento de compromisos, entre otros. Sin embargo, yo sugiero un plano
de interpretación diferente al local: la vergüenza me parece un lenguaje que ha­
bla y refiere algunas de las contradicciones sociales -y no sólo personales- que
se dan cotidianamente entre los pobladores de Río Grande.
En la medida en que el idioma de la vergüenza (así como también el de la
brujería, los "males echados" y otras enfermedades) nos remite a las tensiones
sociales, fue indispensable conocer a fondo el contexto en que éstas surgen. Por
tal motivo, en el segundo capítulo hago una descripción etnográfica de Río
Grande con la intención de recrear las especificidades de esta configuración
social. No debe pensarse que esta descripción es útil como simple telón de
fondo para enmarcar el tema de investigación. Sugiero, más bien, que este pa­
decimiento no puede comprenderse a cabalidad si no es profundizando en las
desigualdades sociales y en la competencia en torno a los escasos recursos (eco­
nómicos y simbólicos) que se da en la localidad. Por esto, la información etno­
gráfica responde a la necesidad de explicar las tensiones sociales que se expresan
en la enfermedad.
Para esta explicación, retomo como herramientas analíticas las nociones
de campo (juego) y habitus (sentido deljuego) de Bourdieu. El campo es un com­
plejo entramado de relaciones entre posiciones sociales, que entran en compe­
tencia por distintos tipos de capital. Las posiciones sociales de los agentes o de
las instituciones están dadas, según este autor, a partir de la situación que ocu­
pan en la estructura de la distribución de las diferentes especies de capital (o de
poder) en el espacio social particular (Bourdieu y Wacquant 1995). Siguiendo
estos planteamientos, delimito las posiciones sociales de las que participan los
pobladores de Río Grande así como los tipos de capital en disputa, a la vez que
destaco los diferentes principios de diferenciación del habitus que operan en los
intercambios cotidianos. De esta manera, es posible entender que los agentes
sociales ocupan posiciones desiguales en el espacio social y, por lo tanto, la
18 L/\ VERGÜENZA

competencia se da también en condiciones de desigualdad. El idioma de la


vergüenut expresa algunas de las tensiones sociales que resultan de esta compe­
tencia, en el marco de las desigualdades de poder.
Concluyo este capítulo señalando la existencia de dos momentos históri­
cos de la configuración social, con la intención de resaltar el carácter dinámico
de las relaciones entre posiciones y de los principios de diferenciación que ope­
ran en el campo, así como de las disputas inherentes a éste.
En el tercer capítulo se expone el panorama general de las enfermedades
en Río Grande (exceptuando la vergüenui), el cual nos permite tener otros
puntos de referencia para el análisis de este padecimiento. Se introducen las
nociones locales sobre la etiología de las demás enfermedades que los aquejan,
se habla de los distintos recursos médicos que están al alcance de los pobladores
así como de las diferentes formas de tratamiento que se practican. Especial
atención se dedica a los especialistas tradicionales: las formas de iniciación al
oficio, el diagnóstico y la práctica curativa, y se hace referencia también a las
tensiones existentes entre ellos.
El penúltimo capítulo se concentra en el análisis de la vergüenut. Puede
llamar la atención que la explicación que propongo sobre este padecimiento
-objetivo esencial de mi investigación- aparezca casi al final del trabajo. Esto
se debe a que, a mi manera de ver, era necesario presentar y desarrollar a profun­
didad los temas previos que permitieran construir paso a paso su caracterización.
En este capítulo se desarrollan varios temas. En un primer momento
discuto la orientación teórica funcionalista, cuyas tesis han predominado en
los estudios sobre enfermedad en la región. Ésta se fundamenta en una no­
ción particular de sociedad en la que supuestamente los individuos cumple n
mecánicamente un código de normas y se rigen por mecanismos de control
social. Frente a esta noción funcionalista propongo nuevamente las de juego Y
de sentido deljuego de Bourdieu. Para este autor, los agentes sociales no o be­
decen ciegamente un código de normas sino que juegan el juego, es decir,
responden activamente por medio de estrategias a las orientaciones prescripti­
vas presentes en el espacio social -de acuerdo a la posición social que ocu­
�en-, Y en esa medida tienen capacidad de negociarlas y de competir por su
interpretación.
En este mismo capítulo expongo la clasificación de los casos de vergüen­
za. Tomando en cuenta el contexto de pobreza y de condiciones de vida preca-
INTRODUCCIÓN 19

rias de este grupo social, los casos apuntan a la competencia que se establece
entre los pobladores por los escasos recursos que tienen un amplio valor simbó­
lico en la localidad. Son, por ejemplo, los animales domésticos, los utensilios y
herramientas de\rabajo, los objetos de consumo, entre orros, y se alude a ellos
en los nombres que se da a la enfermedad (vergüenza de puerco, de lámina, de
despuipad01-a, entre otros). Igualmente destaco la importancia de los compro­
misos y expeccarivas que se suscitan en la interacción cotidiana enrre los pobla­
dores y que, al verse incumplidos, generan disputas y tensiones, a las que se
hace referencia en esca enfermedad.
También exploro la lógica que me parece subyace en las situaciones de
vergüenza. Si las tensiones que se expresan en esca enfermedad pueden explicar­
se como la manera de jugar el juego, es decir, de competir en ese espacio social
en particular, es entonces necesario contextualizar la competencia: conocer las
posiciones de los agentes en el campo, los principios de diferenciación operan­
tes, los cipos de capital en disputa y la forma particular que toman las disputas.
Estos elementos permiten plantear que en las circunstancias particulares de
competencia se pueden presentar dos dinámicas diferentes. La primera involucra
a agentes sociales que se ubican en posiciones sociales desiguales y, por lo canco,
la relación circunstancial se define en términos de la fortaleza y la debilidad de
cada uno de los afectados. La segunda dinámica, en cambio, se presenta cuan­
do los agentes que se enfrentan comparten una posición social homóloga. Las
dos dinámicas implican diferentes maneras de estar en el juego.
Pero, los agentes pueden intentar modificar su situación en el espacio
social en cuestión, jugando el juego de modos diversos. Las luchas simbólicas
-formas individuales de disputa en la experiencia cotidiana, como el chisme,
la insinuación y la ofensa- constituyen otra manera de incidir en el desenlace
de las tensiones. Escas pueden formar parte de las estrategias a las que recurren
los agentes sociales para orientar el juego a su favor. Sugiero también que, si en
la etiología local los pobladores atribuyen a las tensiones sociales la fuerza para
desencadenar la enfermedad de la vergüenza, la imputación de provocar este
padecimiento puede verse también como parte de las luchas simbólicas, es de­
cir, como otra estrategia para intentar descalificar al contrario o para atribuirle
responsabilidades.
El último capítulo está dedicado a los procedimientos rerapéuricos que
efecn.'ian los especialistas tradicionales para atender la enfermedad de la ver-
20 LA VERGÜENZA

güenza. Se describe una curación y, además, los síntomas y el tratamiento de los


distintos casos registrados. También se señala el hecho de que, si bien los pobla­
dores (y entre estos, los curanderos) reconocen los orígenes de esta enfermedad
en las tensiones sociales, la curación se dirige en una dirección diferente al en­
focarse más bien al "objeto mediador" de la situación de ve,giienza (y del que
toma el nombre la enfermedad, por ejemplo, pollo, lámina, palabra, entre otros).

COMUNIDAD DE ESTUDIO Y
TRABAJO DE CAMPO

Deseo presentar brevemente alguna información acerca de la localidad donde


realicé la investigación. Río Grande es una colonia del ejido de Tila, que se
ubica en este municipio, al norte del estado de Chiapas; colinda con el estado
de Tabasco (ver mapa).' Su población es de 717 habitantes distribuidos en unas
cien familias (López 1998), todos son hablantes de cho/, y aunque la gran ma­
yoría entiende el español, con excepción de las personas de mayor edad (algu­
nos hombres y casi todas las mujeres), los pobladores tienen un manejo des­
igual de éste.
En 1934, las tierras que usufructuaban los habitantes de Río Grande les
fueron confirmadas como tierras ejidales; se creó el ejido de Tila y el poblado
de Río Grande fue incorporado a éste como colonia. El reconocimiento ejidal
ratificó una situación presente desde finales del siglo XIX: en términos adminis­
trativos, políticos, sociales y religiosos, Río Grande se convirtió en un apéndice
de Tila. Es importante aclarar que Tila estaba habitada principalmente por
indígenas chales y fue en la década de los cincuenta cuando comenzaron a asen­
tarse algunos mestizos de la región provenientes de San Cristóbal, Ocosingo Y
Yajalón, que llegaron a ella para desarrollar actividades comerciales. En Río
Grande, hasta la fecha, no radica ningún mestizo.
Actualmente la población de Río Grande se dedica fundamentalmente a
la producció11 agrícola, de maíz y frijol para el autoabasto y de café para el
mercado. También ha surgido cierta especialización productiva que reporta in­
gresos para un sector de la población: algunos hombres dedican parte de su
tiempo a la carpintería o a la albañilería, mientras que algunas mujeres realizan
trabajos de costura y elaboración de pan. Igualmente es frecuente que tengan tra-
INTRODUCCIÓN 21

bajos asalariados en las ciudades cercanas de Tila y Yajalón, o en ciudades de


Tabasco, y también como maestros, dentro y fuera de la localidad.
Varios elementos motivaron que escogiera esca zona y, en particular, este
pueblo, para realizar mi trabajo de investigación. Por un lado, la región cho] ha
recibido poca atención de los antropólogos, sobre codo si comparamos con la
cantidad de investigaciones que se han realizado entre los grupos Tzoczil yTzelcal.
de los Altos del estado. Es posible que este hecho responda en parce a que los
indígenas choles parecen estar más "aculcurados" que aquellos, y por lo canco,
no hayan llamado la atención de los investigadores: por ejemplo, muchos po­
bladores son bilingües, hablantes del cho! y del español; la mayoría ya no visee
a la usanza tradicional; las fiestas más importantes y viscosas prácticamente han
desaparecido y las autoridades tradicionales y sus funciones sustituidas por

Tabasco

Veracruz.

Guatemala

O Colonia Rlo Grande

� Tila

Mapa 1. Ubicación de la zona de estudio en el estado de Chiapas.


22 LA VERGÜENZA

nuevos tipos de autoridad, entre algunos aspectos. Pero también es cierto que
esta zona había permanecido hasta fechas recientes muy aislada del resto del
estado, debido a la ausencia de vías y medios de comunicación, con difíciles
accesos tanto a las cabeceras municipales como a los poblados.
Por otro lado, desde la década de los ochenta yo había establecido rela­
ciones con pobladores de Río Grande. Este hecho, aparentemente aleatorio,
tuvo gran trascendencia ya que en las condiciones políticas que imperaban en
el estado cuando comencé mi trabajo de campo en 1996, no era fácil empezar
una nueva relación de trabajo en otro lugar sin despertar desconfianza y suspi­
cacia. Discutí entonces con las personas que ya conocía en Río Grande la posi­
bilidad de desarrollar allí mi investigación. Aceptaron y comencé mis visitas a
partir de septiembre de 1996. La parte más intensa del trabajo de campo la
desarrollé a lo largo del primer año (septiembre 1996-octubre 1997). Estuve en
la comunidad aproximadamente durante seis meses, distribuidos en periodos
de siete a diez días, que fue lo que duraron mis estancias. Realicé entrevistas
informales a pobladores en general y a los especialistas médicos en particular y
conviví con diversas familias, participando en las tareas cotidianas y en sus
actividades sociales. Continué con las visitas hasta mayo de 1999 aunque éstas
se volvieron más esporádicas, y con la intención de cubrir lagunas en la infor­
mación recabada.
I
LA VERGÜENZA EN RÍO GRANDE
La vergüenui es un tema difícil para los pobladores de Río Grande. Cuando inicié
mis pesquisas sobre esta enfermedad noté reacciones de incomodidad entre las
personas con las que trataba el tema y más todavía si lo hacía en grupo. En ocasio­
nes la persona que me contaba algún caso de vergüenui-generalmente narrado
de manera impersonal como algo que sucedió a otra persona en algún momen­
to- lo hacía en voz baja, midiendo las palabras y las expresiones que utilizaba.
Entendí que debía tocar el tema solamente con una persona a la vez, así como
evitar al máximo la identificación de las personas involucradas en los casos descri­
tos. Después de un tiempo, y con algunos más que otros, las preguntas sobre la
vergüenui causaron menos disgusto. Comencé a registrar los casos que me eran
descritos, ahora con mayor detenimiento y hasta con nombre -siempre en plá­
ticas informales- y, posteriormente, volvía sobre ellos para precisar detalles y
tratar de entender el sentido y la lógica de las circunstancias descritas.
·1.a vergüenui no solamente es un tema espinoso frente a las preguntas im­
pertinentes del antropólogo ya que incluso entre los lugareños se encubre la en­
fermedad. En una ocasión, en casa de un campesino platicábamos sobre la ver­
güenui cuando éste súbitamente se levantó de la hamaca para alcanzar a una
familia que caminaba por la calle -el padre, la madre y un niño de aproximada­
mente diez años- para visitar al curandero. El padre cargaba al niño sobre sus
hombros (algo fuera de lo común) y totalmente cubierto con una cobija. A las
preguntas de los vecinos, ellos contestaban que su hijo estaba enfermo y lo lleva­
ban al curandero. Pero cuando les preguntaban cuál era la enfermedad, la res­
puesta era la misma: "no sé, así está, no más". Regresó el campesino y me contó
26 LA VERGÜENZA

que el niño tenía vergüen za de puerco ya que habían acusado a su papá de haberse
robado un puerco. Sin emba rgo, esta información la conocía él de antemano
porque el día anterior había visitado a la familia y, en privado, se lo habían hecho
saber. "En la calle no van a decir que es kisi n (vergüen za). Si es espanto sí lo van a
platicar, quemaduras, heridas, pero la ve rgüenza no".
A Isabel, con quien llegué a tocar este tema con bastante soltura, le pre­
gunté po r qué a la gente no le gusta habla r de la ve rg üen za. P rimero negó que
hubie ra reticencia afi rmando que cualquiera comenta sob re el asunto, para lue­
go decir "no sé, es que quizá c reen que se van a enfermar más duro si lo cuen­
tan". Sin em-bargo, ella había estado seriamente enferma de ve rg üenza el mes
anterior y nunca, en nuestras largas pláticas sobre las situaciones de la enferme­
dad, mencionó su caso, del que tuve conocimiento a través de su padre. En esa
misma ocasión, cuando ya conocía la situación conflictiva que supuestamente
había p rovocado la enfe rmedad de Isabel, p regunté a su madre si este p roblema
no la había hecho enfe rmar de ve rg üenza (siguiendo la información que tenía
del caso y compa rándola con otros). Ella respondió: "no, sólo llora mucho y le
duele el corazón".
Las pláticas con los especialistas de la cu ración -los curanderos, como se
les conoce en español entre los poblado res- me hicie ron enfrentar ot ro tipo
de dificultades. Estas conversaciones e ran generalmente muy deso rdenadas y se
pasaba de un tema a ot ro con gran facilidad. Sin embargo, al insisti r en ca rac­
terizar la vergüen za y, principalmente, en distinguirla de otras enfer medades,
más que encontrar tipologías claras y diferencias nítidas descubr í con sorp resa
que la descripcion que hacía un especialista no coincidía necesariamente con
las otras que brindaban los demás; tanto la denominación de las enfermedades,
como los pasos del tratamiento y las yerbas utilizadas variaban significativamente
(lo que para uno era vergüen za, pa ra otros podía se r cólico, pen sa! o muli!ety 'a n).
Finalmente desistí de encontrar una tipología única de las enfermedades men­
cionadas y decidí registrarlas todas, señalando los elementos comunes, pero
también aquellos divergentes. Esta situación me condujo, entonces, a investi­
ga r y a reflexiona r acerca de la variación en la delimitación de la vergüenza y sus
diferencias con otras enfermedades, y en su relación con las condiciones de
producción y reproducción del conocimiento médico entre los especialistas,
aspectos que trato en el segundo capítulo.
En general, se puede decir que para referirse a la enfermedad de la v e r­
güen za en Río Grande se pueden identificar tres dife rentes palabras choles. La
J. LA VERGÜENZA EN RÍO GRANDE 27

primera, kisin, 1 es traducida al español como vergüenza y durante las pláticas


que sostuve con los pobladores se intercambiaban como sinónimos; el segundo
término, yaj, 2 es traducido también como vergüenza, pero denomina general­
mente a aquellos casos en los cuales el origen de la enfermedad está vinculado,
en la etiología local, con animales domésticos, y puede llamarse yaj o kisin yaj,
mientras que codos los restantes son kisin. Y el tercer término que se usa es
mulilety 'an, cuya traducción al español es "deliro" o "pecado" (mu! o mulil) de
palabra (ty 'an). Algunos plantean que esta última es una enfermedad diferente
a la vergüenza y la llaman en español delito o pecado de palabra (no vergüenza),
pero otros hablan de ella como vergüenza de palabra. Algunos más la conciben
como la enfermedad del cólico. Entre estas diferentes denominaciones (vergüenza
de palabra, mulilety 'an y cólico), sin embargo, se establece generalmente una
asociación entre los chismes, las habladurías y la enfermedad. Este caso, en par­
ticular, muestra las dificultades que existen para marcar una delimitación clara
y precisa entre las enfermedades.

Los CASOS DE VERGÜENZA

Los casos son identificados en su mayor parce a través de objetos o animal�s


que se supone están relacionados con el origen de la enfermedad; otros remi­
ren, a través del nombre, a personas. Para ejemplificar eso, incluyo una lista de
los nombres de los casos de vergüenza que recopilé, y los nombres en español y

' Kizin o Cizin, que significa "hedor", es el nombre de uno de los dioses de la muerte de los
mayas. "En los códices está representado Cizín con una nariz, una mandíbula inferior y una
espina dorsal descarnadas y a veces va enseñando las costillas. Lleva un collar de ojos muertos
entre hilos de cabello[ ... ] y en el cuerpo por lo regular manchas negras o amarillas" (Thompson
1980: 368). Esre significado de kisin, sin embargo, es desconocido en la localidad.
2 No hay una definición clara de este término. Schumann ( 1973) no lo incluye
en su dicciona­
rio, y Aulie y Aulie ( 1978) lo señalan con los siguientes significados: rendija; tumor O papera, y
hermano. Según comunicación verbal del lingüista cho[ Juan Jesús Yázquez, quien me apoyó
en la revisión de la escritura y significados de los términos en cho!; en el habla de Tila sólo se
conoce el significado "rendija", pero la gente no lo asocia a la enfermedad. Sugiere que puede
ser un arcaísmo, lo que coincidiría con lo expresado por varios pobladores de Río Grande que
dicen que es una expresión de los "abuelos". Algunos pobladores también denominan yaj al
emplasto que se uriliza para curar las kisin-yaj.
LA VERGÜENZA
28

en cho!. Sin embargo, es importante aclarar que bajo el mismo nombre pueden
incluirse situaciones muy diferentes.
vergüenza de puerco yajchityam
" ya;pech
de pato
" yaj-ak'ach
de pavo
de pollo yaj-muty
de arroz con pollo yaj-arosimuty
de perro yajts'i'
de vaca kisinwakax
de caballo kisinkawayu
de lámina kisinlaminaj
de casa kisin-otyoty
de despulpadora3 kisin-makinaj
de carro kisiñkaro
de tractor kisiñtraktor
de dinero kisiñtyak'iñ
de huevo kisiñtyumuty
de olla kisimp'ejty
de botella kisiñlimetyej
de maíz kisiñ-ixim
de frijol kisimbu'ul
de mujer kisiñ-ixik
de parte de mujer kisiñ-ixik
de hombre kisin wiñik
de gente kisinkixtañu
de palabra kisiñty'an, muli(le}ty'an

A continuación describo seis casos diferentes de kisin y kisin ya) que obtu­
ve a través de pláticas informales, en su mayoría con curanderos y persona s que
narraron situaciones propias o ajenas. Con algunos de los pobladores mantuve
una relación de trabajo a lo largo de dos años aproximadamente, lo que me
permitió contar con una base de información común sobre la cual podíamos
volver en cada sesíón. En algunos casos, aun después de un año aparecía infor­
mación significativa que en un principio se había omitido por ser de naturaleza
muy delicada. En otros tuve la oportunidad de comentar la misma versión de
un caso con el marido y luego, aparte, con la esposa; en algunos más pude
escuchar la versión del enfermo y, posteriormente, también la del curandero.

J La despulpadora es ·un instrumento de trabajo utilizado para quitarle la cáscara (o pulpa) al


café, parte del beneficiado húmedo del grano.
l. LA VERGÜENZA EN RÍO GRANDE 29

Grabé algunas de las pláticas informales, y reproduzco partes de ellas en las


descripciones siguientes.

VERGÜENZA DE LÁMINA (kisin /amina;)

Mariano y Rosa viven actualmenre en la primera calle que se trazó en el pueblo


cuando, en la década de los sesenta y por iniciativa del maestro de la escuela prima­
ria, los pobladores aceptaron dejar el tipo de asentamiento disperso que mantenían,
y realizaron un trazo para el poblado. Se tomó como punto de partida la escuela y,
poco a poco, en romo a ella los ejidatarios de la colonia trasladaron sus casas a lo
que denominaron el "centro", y que ahora conforma un pueblo compacto de varias
calles pavimentadas (que se utilizan más para el secado al sol del café que para el
tránsito vehicular) y de dimensiones mucho mayores a la inicial. Las casas de baja­
reque y de techos de paja han dado paso, entre aquellas familias que pueden cos­
tearlo, al uso de otros materiales: láminas de cartón o de metal y losas de cemento
para el techo y pisos, tabicón o block y madera para las paredes.
Durante la época del año en que la agricultura lo permite los hombres
dedican su tiempo a la realización de tareas en los hogares: la reparación de daños
en la casa y de implementos de trabajo, la habilitación de nuevos espacios de
acuerdo al crecimiento de la familia, entre otras. Fue durante esos meses que
Mariano decidió trasladar su casa del monte al pueblo. Recién había formado su
familia y el suegro le había cedido parte de su terreno en el centro para que allí
construyera la casa. Durante varios días, y con apoyo de familiares y compadres,
a través de la "ayuda mutua" {comoñtroñel, en cho!), logró desbaratar la casa del
monte para aprovechar al máximo los materiales viejos en su nueva casa. Era
pequeña, aunque suficiente para su familia, pero pudo sustituir el techo de paja
por uno de lámina, gracias a que logró vender la cosecha de café a buen precio.
Algunas semanas después, Rosa comenzó a sentirse mal. Según ella des­
cribe, "tenía bastante dolor de cabeza, bastante dolor y casi no podía caminar.
No podía trabajar, ni hacer la tortilla". El malestar continuó durante algunos
días hasta que llegó su cuñado a hablar con ella; él le sugirió que su mal era
posiblemente vergüenza de lámina porque cuando Mariano estuvo haciendo el
techo, " la gente había hablado mucho de eso. Es por envidia".
Rosa y Mariano decidieron visitar al curandero quien después de pulsarla
confirmó el diagnóstico. Para Mariano, la explicación fue ésta: "bien sabemos
30 LA VERGÜENZA

que al construir una casa se requiere de un dinero para conscruir, aunque no se


compre la madera, pero la lámina sí escá cara, enronces dicen: "¿de dónde esrá
sacando el dinero para comprar lámina?" Enronces viene el mal, esrán envi­
diando, haciendo a la persona débil, se enferma del kisin Lamina)".
La curación la realizó el curandero e incluyó elemenros que esdn presen­
ces para casi codos los cipos de vergüenza: la preparación de las aguas para bañar
al enfermo, el rezo a las aguas, la "soplada" y la "rameada". 4 Las aguas se prepa­
ran remojando el objeco o animal del que adquiere el nombre la vergüenza (en
esce caso, de lámina), y a esro se agregan decerminadas yerbas, dependiendo del
cipo que sea, así como también aguardiente.

En las mañanas, porque tú has visco que suda la lámina, cnconc..:s codo ese sudor
se agarra y se le puede echarle poleo o lo que llamamos cruz pimel, esos dos o sino
también el cempasochil, entonces con esto y la hoja de tigre, pero no en ramas
sino la pura hoja, la hoja cierna, sino la hoja de la higuera, una hoja redonda,
ancha, entonces con eso se amarra en la cabeza con el sudor de la lámina.

El rocío que se deposita en las mañanas sobre las láminas se jull(a en un


recipiente o directamente con un pañuelo (mencionan un paliacace rojo, pero
cuando pregunto sobre la imporrancia del color me responden que lo prefieren
simplemente porque es más grande). Sobre el pañuelo húmedo se colocan las
yerbas y el trago, se reza y, finalmente, se le amarra al enfermo en la cabeza. El
aguardiente "es poquito, pero no mucho, nada más es poquitos {sic./ para darle
fuerza". Esca operación puede repetirse

las veces que tú quieras, puedes estar amarrando todas las mañanas, codas las
mañanas, hasta que se enfríe, porque es calor, siences calor, como que no aguantas
porque (la enfermedad) está imitando cómo se calienta cuando calienta el sol. se
calienta la lámina, entonces está imitando el dolor". Para quicar el dolor de cabeza
"es el sudor, ya el mismo sudor lo está lavando, lo está lavando y es más fresco,
más fresco porque es el sereno, pues.

4 Las "sopladas" (o "rociadas") y las "rameadas" (o "barridas") son dos procedimientos que sigue el
curandero en repetidas ocasiones durante el tratamiento. Para la "soplada", el curandero coma en
su boca un trago de aguardiente que luego sopla sobre el paciente a manera de lluvia fina; se sopla
desde distintos ángulos, a veces de frente al enfermo, desde la espalda o a los coscados. La rameada
se realiza con ramas de diferentes planeas (dependiendo del caso), que se frotan con fuerza sobre
las distintas partes del cuerpo del enfermo, como si se estuviera barriendo algo.
l. LA VERGÜENZA EN RÍO GRANDE 31

El rezo, elemento curativo indispensable, narra detenidamente los cambios


que experimenta la lámina cuando hace frío y calor: durante el día se calienta y
por la tarde, al enfriarse, comienza a crujir; en la madrugada se enfría, se deposita
sobre ella el rocío (el sudor de lámina) y nuevamente cruje al comenzar a calen­
tarse. Al enfermo le duele la cabeza por un exceso de calor, como el que adquiere
la lámina al calentarse, y para aliviarse debe bañarse con el agua fresca del rocío
sobre las láminas.

VERGÜENZA DE OLLA (KJS/N P'EJTY)

Marina había preparado acole para su esposo y nueve hijos. Para hacerlo se
necesita de maíz tierno, que sólo se encuentra al inicio de la cosecha, dos veces
al año. De alguna manera, marca la llegada de una época de relativa abundan­
cia y variedad de alimentos: tamales de elote, elotes cocidos o asados, acole y
tortilla de maíz nuevo, especialmente cuando los meses anteriores fueron de
gran escasez. El maíz que se acumula de una cosecha a la otra generalmente es
insuficiente para satisfacer las necesidades del consumo de la familia y, durante
los meses previos a la cosecha, la gran may oría debe comprarlo, si es que cuen­
tan con recursos, o simplemente disminuir su consumo si no hay otra alterna­
tiva. Es frecuente escuchar que durante esta época se pasa hambre y algunas
personas hasta roban para comer.
En esa ocasión, recuerda Roberto que su esposa, Marina,

estaba preparando atole de maíz tierno, al quererlo bajar, se reventó las agarrade­
ras [de la olla] se desparramó codo el atol, entonces yo le dije rápido: "No te
apenes, no te apenes, pues tú bien sabes que cualquier rato puedo ir a traer más
elote para que hagas el atole". Pero de repente sí se empezó a enfermar Marina, a
los dos o tres meses, le empezó a dar dolor de cabeza y sudor, mucho sudor,
bastante sudor, pero yo no le encontraba, no le encontraba qué pasa, pero ella se
acordó: "¿Será que es vergüenza de olla? Yo rompí la olla trabajando".

El diagnóstico, en este caso, fue establecido por la pareja de esposos. Para


curar a Marina juntaron los pedazos de la olla quebrada y los remojaron en agua,
luego mojaron en ésta un pañuelo y "eso empezó a amarrarse en la cabeza con
unas yerbitas que llamamos poleo y t 'se''. Ante mis dudas por la ausencia del
especialista, Roberto me explicó que "no vino el curandero, no hizo falca porque,
32 LA VERGÜENZA

te digo, no se armó un lío allí. No dije, "¿por qué lo hiciste? [le dije] No te apenes,
es de nosotros". Según Roberto, si él le hubiera reclamado su descuido o regaña­
do, la enfermedad habría sido más grave y no habría cedido sin la intervención
del especialista.
Meses después comentaba con Marina lo sucedido el día que rompió la
olla, y, para mi sorpresa, agregó elementos importantes a la versión que anees
había dado su esposo. Aunque ella estuvo presente cuando Roberto narró el caso,
en aquel momento no intervino mas que para confirmar lo que aquel decía.
Según la versión que me ofreció Marina, su preocupación no era canco por haber
desperdiciado el acole, sino más bien por haber quebrado la olla que era propie­
dad de su mamá; ella no tenía posibilidad de reponer la olla quebrada ya que no
sabía hacer ollas ni tenía dinero para comprarla, y a pesar de que su mamá tampo­
co le reclamó por lo sucedido y la consoló diciendo que haría una nueva, se sentía
en deuda con ella.
El rezo que se utiliza para la vergüenza de olla describe desde cómo se hace
la olla, amasando el barro con agua, hasta "cómo hierve, cómo viene a sudar
cuando se capa la olla. ¿Si ce has fijado que cuando capas una olla , al buen rato
cuando levantas la tapa, cae un chorro de sudor?"

VERGÜENZA DE PUERCO (YAJCH!TYAM)

Las tierras de culcivo de Santiago, como las de los demás ejidacarios, se dist ri­
buyen en varias parcelas dispersas a lo largo y ancho de los terrenos de la c olo­
nia. Había sembrado milpa en una parcela bastante alejada de su casa, y, al
llegar a trabajar, se percató de que un puerco se había metido a comer las pla n­
tas de maíz . El animal todavía rondaba el lugar, así que tuvo la oportunidad de
verl o; decidió visitar al dueño, para responsabilizarlo de lo sucedido y recup erar
lo perdido.
Santiago llegó a la casa del dueño del animal y comenzó a exponerle lo acon­
tecido; le narró con detenimiento cómo se había percatado de los daños en su milpa
Y también que había encontrado a su puerco realizando los descrows. Santiago
sugirió que visitaran juncos la milpa para cuantificar los daños y llegar a un arreglo.
El dueño del animal, que hasta el momento no había respondido a San-
_
tiago, le dijo lo siguiente. "Tienes razón. Es mi puerco el que comió cu milpa.
Pero, tú bien sabes que el puerco es un animal. Y como es un animal, no en-
l. LA VERGÜENZA EN RÍO GRANDE 33

tiende. Yo no quiero que entre a tu milpa, pero es animal y no enciende. Así


está. No entiende, es que es animal". Santiago no supo qué decir ante este
argumento, y se retiró sintiendo que había sido burlado. A los pocos días enfer­
mó y se le diagnosticó vergüenza de puerco.
Este tipo de vergüenza es considerada una de las más fuertes y su curación
una de las más complejas. Esto lo explican a partir de que el puerco "no muere
rápido, no lo puedes matar así de rápido, así de fácil, no hay costumbre de matar­
lo fácil, cienes que amarrarle las patas [ ... ]". Para la curación se utilizan carne y
algunas vísceras de puerco (no del puerco que invadió la milpa en esta circuns­
tancia). Como éstas no se consiguen en el poblado, a menos que la familia del
enfermo decida sacrificar un puerco (si lo tienen), los familiares van a Tila, la
cabecera municipal, a comprar lo que indique el curandero. Según comentan los
pobladores, los carniceros de la cabecera ya saben de su uso en la curación y no
ponen reparos en cortar las piezas que se necesitan.
Pero no siempre es posible desplazarse a Tila rápidamente, ni juntar el dine­
ro para comprar lo necesario para la curación. En estos casos, se puede recurrir al
untyo. Cuando se hace la matanza del puerco en alguna casa, como parre de los
preparativos de una fiesta, los encargados generalmente reservan parre del perito­
neo (unto) del animal, así como trozos de riñón, hígado, panza y corazón; les
agregan sal y los envuelven en una hoja de maíz. Este envolrorio se cuelga arriba
del fogón para que se seque y no se pudra; puede durar entre cuatro y cinco años.
Si alguien enferma de vergüenza de puerco se utiliza el untyo (que puede "pedirse
prestado" a algún vecino), mientras se consiguen los otros elementos.

El unryo es como para emergencias. Sí se cura con nada más el tmtyo pero haz de
cuenta que, por ejemplo, cómo ce dijera, nada más es como el calmante, te calma
pero no re quita, ce calma. Nada más es para remedio, es haz de cuenta el Vicks[ ...)
El unryo se calienta en el fuego, ya después se agarra y se pone encima de las yerbas
medicinales, como se puede decir, rebanarlo encima de las yerbas, esa es la forma.

Luego se unta al enfermo en las muñecas, la frente, las manos y los pies;
mientras, los parientes deben ir a la cabecera municipal a comprar las piezas del
puerco que servirán para la curación definitiva.
Una vez que se obtiene lo necesario para la curación, se procede a hacer lo
siguiente. Sobre una silla o un banco el curandero coloca un pañuelo y encima de
éste algunas vísceras del animal y trozos de carne, junto con las yerbas (yajpimef)
y el aguardiente; entonces inicia el rezo que describe el componamiento del puerco.
LA VERGÜENZA
34

Después, el enfermo se inclina sobre la silla y coloca su viencre sobre el pañuelo y


todo lo demás. El curandero, con ayuda de los parientes sujeta todo al cuerpo del
paciente con el pañuelo. Esto se hace por la noche; a las cuatro de la madrugada,
aproximadamente, deben ir todos al río, y ya den ero del agua el curandero quita
el pañuelo y deja que la corriente arrastre todo para que no haya el riesgo de que
alguien enferme al tocarlo. Esta operación se repite tres veces.
El rezo -elemento muy importante de esta curación- cuenta, de ma­
nera detallada, el comportamiento de los puercos: los describe rcvoldndose en
el lodo, luego narra cómo el sol reseca éste sobre la piel y comienzan a formarse
grietas y parches que, poco a poco, se desprenden hasta dejarlo "pinro". Habla
también el curandero de la forma de comer y caminar de estos animales.

VERGÜENZA DE TRACTOR (KIS/ÑTRIIKTOR)

Al acudir a la cita con un curandero para discutir los casos de vergüenza, éste
me recibió, complacido, con la noticia de que había una que yo aún no tenía
registrada: la vergüenza de tracto,:
Martín trabajaba como velador para una compañía conscructora en un
pueblo cercano. Por las noches estaba solo en el terreno de la constructora, vigi­
lando que nadie robara los materiales, herramientas y maquinaria que permane­
cían allí, con la única seguridad de una pequeña malla metálica que cerca la
propiedad. Una noche se detuvo frente al terreno un carro del que bajaron cuatro
o cinco sujetos decididos a robarlo, estaban borrachos y comenzaron a increparlo
Y golpearlo . Afortunadamente para Martín, al poco rato pasó un carro frente al
terreno y, al iluminar con sus luces la escena, obligó a los ladrones a huir. Días
después, Martín enfermó, se hizo inyectar penicilina pero no obtuvo mejoría
alguna, por lo que decidió llamar al curandero. Además de espanto, el terapeuta
diagnosticó vergüenza de tractor, provocada por los insultos y golpes de que había
sido víctima.
Días más tarde, comentaba este caso con otro poblador (el mismo que
había inyectado la penicilina a Martín). Cuando mencioné la vergüenza de trac­
tor se sorprendió y me dijo rápidamente: "no, no fue vergüenza, no es como
dice el curandero, lo que tuvo Martín fue espanto, del miedo que le dio porque
estuvo a punto de que lo mataran". Comenté que la curación se había hecho
siguiendo los pasos de toda vergüenza (por ejemplo, lavar el tractor y con esa
l. LA VERGÜENZA EN RÍO GRANDE 35

agua bañar al paciente, describir el tractor en el rezo) y, como prueba contun­


dente ofrecí el hecho de que el paciente se había curado. Sin embargo, este
poblador insistió en que el diagnóstico era equivocado.

VERGÜENZA DE "PARTE" DE MUJER (K!SIÑ-IXIK)

Pablo comenzó a tener problemas con sus manos. La piel estaba muy delicada
y, entre los dedos se abrían grietas que supuraban; éstas se cerraban pero, some­
tidas a las condiciones del trabajo agrícola, a los pocos días se abrían de nuevo
provocando mucha comezón y ardor. Unos días después, Pablo compró una
pomada en la farmacia de Tila, pero no obtuvo resultados y decidió visitar al
curandero. Éste lo pulsó y diagnosticó vergüenza de "parte" de muje1� porque las
grietas recuerdan a la "parre" de la mujer. "Cuando un muchacho se enamoró
con esa muchacha, dijo que se va a casar con ella, pero de repente se casa con otra
mujer, entonces tiene que andar de boca en boca: '¿por qué se casó con ella?, si
yo fui la primera muchacha que conoció', empieza la mujer y llega '¿por qué
hiciste esto, por qué te casaste con ella?'".
Para la curación se requiere de agua en la que una mujer haya lavado su
"parte", sus órganos sexuales. Lo mejor sería -dice un poblador- que fuera
agua de la mujer con la que no se casó, "si lo perdonó y es tan amable, pero va
a estar difícil". Si no, puede pedirse a cualquier otra mujer, aunque no es fácil
que acepten ya que cuando el curandero "reza esta agua", puede hacer enfermar
a la mujer donante.

El curandero, al llegar el agua no lo va a bañar así nada más. Primero tiene que estar
rezando y rezando, entonces de cómo [la mujer] empieza a desarrollarse [ ... ] cómo
empieza a menstruar, cómo hace cuando va al mercado, así todo, rodo [ ... ]
cómo empieza ya a querer enamor arse con un hombre, y ya hasta llegar a una rela­
ción sexual. ..

El enfermo debe comprar esta agua a ciento cincuenta pesos aproxima­


damente, si no logra conseguirla con algún miembro de su familia. AJ agua de
"parte" de mujer se agregan yerbas y aguardiente antes de iniciar la curación.
36 Lt\ VERGUENZA

VERGÜENZA DE POLLO (V,lj-MUTY)

El esposo de Adela se encontraba enfermo y acudió el curandero. AJ terminar la


curación, como es la costumbre, se ofrece al curandero y a su esposa una comida
"compuesta": caldo de puerco, guajolote o pollo; con achiote, cebolla, tomare,
cilanrro, y abundantes tortillas y bebida. Esta comida sólo se prepara en ocasio­
nes muy especiales. Es importante hacer notar que los curanderos ingieren mu­
cho licor cuando realizan una curación, pero en ésta, el curandero estaba rotal­
mente borracho al terminar su trabajo y no pudo comer. Adela los invitó para
que llegaran al día siguiente cuando el especialista ya se hubiera recuperado.
AJ otro día, Adela se percató de que el caldo se había echado a perder; al
llegar el curandero y su esposa, ella se mostró apenadísima de no poder agasajar
a los invitados y su marido la regañó. Él la recriminó por no haber encontrado
otra salida a la situación como, por ejemplo, entregar a la esposa del especialista
el día de la curación una olla de caldo para que llevara a su casa y no tener que
esperar hasta el día siguiente, o, sino, llevarla personalmente a casa del curan­
dero. A los pocos días, Adela se sintió mal y le diagnosticaron vergüenza ele
pollo, porque la comida que preparó ese día llevaba pollo.
El curandero que me narró este caso encontraba muy divertida la situación.
"El marido es el que está enfermo pero acaba enfermando también la mujer. Otra
vez tiene que ir el curandero, a curar a la mujer". A la mujer la curaron con el baño
de "agua de pollo", es decir, con el agua con que se lavó la olla en que preparó el
caldo, junto con la yerba conocida como yaj pimel y aguardiente. El rezo describe
minuciosamente el comportamiento de un pollo: cómo rasca la cierra para bus­
car alimento, cómo se defiende de los otros cuando le arrebatan la comida.
He hecho esta descripción etnográfica de casos de vergüenza como un
primer acercamiento a la enfermedad, cal y como la describen los pobladores.
De lo referido hasta este momento es posible desprender algunos temas que se
irán retomando a lo largo de los siguientes capítulos y que han funcionado
como ejes estructuradores del presente trabajo. Es importante recalcar, por un
lado, que la variación ya mencionada entre las formas de identificar y de diag­
nosticar los casos de vergüenza (por ejemplo, los eres diferentes nombres que se
dan a la enfermedad y la dificultad de establecer contenidos y delimitaciones
precisas), complican la reconstrucción de una etiología local común y coheren­
te. Sin embargo, sugiero que los diferentes casos que he recopilado muestran
semejanzas importantes -por encima de la diferencia acorada en los nom-
l. LA \IF:RGÜENZA EN RÍO GRANDE 37

bres- que permiten identificar a esta enfermedad como un conjunto, así como
distinguirla de otras que presentan una etiología diferente (asociadas a la pérdi­
da del ch 'ujlel, por ejemplo, como veremos en el tercer capítulo).
Otro rema que salta a la vista en los casos de vergüenza descritos en este
capítulo es que tanto el diagnóstico, como los síntomas, el tratamiento y hasta
el nombre mismo de la enfermedad, apuntan a objetos (lámina, olla, tractor),
animales (puerco, pollo) o a personas (en el caso narrado, la "parre" de la mu­
jer), para explicar la enfermedad. Estos elementos, que operan bajo la lógica del
"pensamiento simpático", serán motivo de análisis en el quinto capítulo.
Finalmente deseo resaltar el rema que ha orientado principalmente mi
búsqueda y reflexión sobre la vergüenza y que tiene que ver con diversos aspec­
tos de la etiología local. Como hemos visto en los casos_reseñados en este capí­
tulo, los pobladores atribuyen la enfermedad a circunstancias tales como las
envidias y las disputas entre vecinos, el incumplimiento de compromisos, la
comisión de faltas, entre otros. Desde la perspectiva local, entonces, la vergüen­
za se entiende como la somatización de las tensiones que resultan de los inter­
cambios cotidianos.
A primera vista las causas referidas para la enfermedad parecerían el resul­
tado de relaciones interpersonales que producen encuentros ríspidos y difíciles
entre los pobladores. Sin embargo, sugiero que la vergüenza expresa más bien
tensiones y conflictos sociales (y no sólo personales), que son producto de as­
pectos estructurales profundos que orientan la convivencia cotidiana. Por esto,
es necesario analizar detenidamente el contexto en el que surgen las tensiones,
así como el tipo de disputas y los elementos puestos en juego en éstas. Este es el
tema del siguiente capítulo en el que describo la conformación histórica de la
configu ración social de Río Grande, poniendo énfasis en las orientaciones
prescriptivas que guían la convivencia comunitaria pero también en la compe­
tencia que se genera entre los pobladores y que provoca roces y conflictos.
Igualmente describo las diferentes posiciones sociales de los agentes en el espa­
cio social en cuestión, que permiten explicar las relaciones de desigualdad y las
luchas por el poder. A partir de este contexto pretendo analizar la enfermedad
de la vergüenza.
II
LA CONFIGURACIÓN SOCIAL
Río Grande es un pequeño poblado donde predominan las relaciones cara a
cara entre los habitantes. La mayoría de los 717 pobladores radican en el centro
del pueblo, que es actualmente un asentamiento compacto de casas situadas
una al lado de la otra, limitándose mucho la intimidad de los hogares. Todos
los miembros del poblado se conocen entre sí, y además conocen la historia de
cada familia, ya que han estado asentados en ese lugar desde por lo menos
principios de este siglo. 1
Los pobladores cuentan que sus antepasados tenían mucho tiempo vi­
viendo allí cuando en 1934 les fue concedida la posesión de las tierras bajo el
régimen ej idal. 2 Por lo menos desde 1922 había salido un grupo de campesinos
de la zona a solicitar la legalización de su posesión, pero fue 12 años después
cuando ésta se hizo realidad. El ejido de Tila surgió a partir de tierras expropia­
das a la Pennsylvania Plantation Company, finca productora de café, así como
con tierras de la nación. La parte que correspondió a los habitantes de Río
Grande provino de las tierras nacionales, que no habían sido, hasta ese mo­
mento, dedicadas a la explotación agrícola cafetalera (véase arriba, Introduc­
ción, pág., 20).
Los habitantes del poblado nunca fueron absorbidos como peones aca­
sillados en las fincas cafetaleras cercanas ni sufrieron reacomodos importantes
durante este siglo. 3 El único cambio en los patrones de asentamiento se dio
1 sta in
E formación se desprende de las narraciones de varios pobladores.
2 Según fotocopia de documento de dotación ejidal expedido por el Departamento de
Asuntos
Agrarios y Colonización con fecha de 30 de julio de 1934, en manos de las autoridades de la
localidad de Río Grande, Tila, Chiapas.
3 A diferencia de la situación que describe José Alejos para la zona cho! de Tumbalá, en que los
campesinos choles se convinieron en peones acasillados de las fincas cafetaleras, los campesinos
de Río Grande nunca mantuvieron este tipo de vínculo con las fincas (Alejos 1994). A través de
42 LA VERGÜENZA

cuando dejaron, poco a poco, sus casas entre el monte para trasladarse y crear el
poblado compacto donde actualmente residen (esto fue en la década de 1960).
Lo hicieron a instancias de un maestro que promovió la construcción de la
escuela y que les hizo ver las ventajas de este tipo de asentamiento (cercanía de
la escuela, aprovechamiento de los recursos de agua y caminos, entre otras).
Uno de los ejes principales de la vida comunitaria lo define el hecho de
que los pobladores son copropietarios de una corporación terrateniente: el eji­
do. Desde 1934, año en que pasaron a formar parte del recién creado ejido de
Tila como colonia Río Grande, las relaciones entre los pobladores han tenido
como trasfondo el marco jurídico del ejido, lo que ha traído diversas conse­
cuencias. Quizá la implicación más importante es que ha impedido que perso­
nas de fuera intenten poblar sus tierras, sea comprándolas o invadiéndolas. Los
ejidacarios tienen claro -y mantienen su posición, a pesar de las recientes mo­
dificaciones a la Ley Ejidal-que esas tierras no pueden enajenarse a personas
de fuera de la localidad. Hasta el momento, los jefes de familia del poblado en
decisión de asamblea se han opuesto al Programa de Certificación de Derechos
Agrarios (PROCEDE) que promueve el reconocimiento de las cierras ejidales como
propiedad privada, lo que permitiría su libre compra-venta o arrendamienro. 4
Sin embargo, cierta ambigüedad en la legislación ejidal ha llevado a que
en la práctica los ejidatarios se comporten con las cierras que les fueron cedidas en
1934 como con cierras de propiedad privada que, aunque no pueden enajenar­
se a extraños, sí las pueden heredar a sus hijos varones, "prestar" a algún vecino
y, además, usufructuar sin limitación alguna. 5 También ha habido varios casos
en que -antes de manera clandestina y ahora abiertamente-, se ha dado la
compraventa de parcelas dentro de la comunidad con la anuencia de las autori­
dades ejidales, siempre y cuando se realice entre pobladores. Esto, sin embargo,
no ha llevado a prácticas monopólicas sino a resolver la necesidad de alguna
familia que no cuenca con este recurso.

las entrevistas que realicé, me relataron que algunos se emplearon temporalmente en las fincas
pero fueron trabajadores asalariados.
4
Ha habido un solo caso en que un hombre nacido en la colonia, pero radicado en Tila, decidió
vender s�s tierras a un fuereño. La transacción de compraventa no pudo deshacerse, pese la
ins1srenc1a de los pobladores, pero en castigo le fue decomisada parte de la cierra que se destinó
a la construcción de una cancha de baskerbol y a un campo de furbo! comunitarios.
1
Y a Roger Barrra desde el año 1974 había descrito al ejido como "una forma embozada de
pequeña propiedad privada o minifundio" ( 1974: 129).
11. LA CONl'IGURACIÓN SOCIAL 43

Con la dotación ejidal se legalizó el uso de las tierras que ya tenían en


usufrucco, y se delimitó el terricorio al que podían acceder; no hubo modifica­
ción en los patrones de uso de la tierra ni tampoco una distribución particular
de ésta, cal y como establece la legislación. Los jefes de familia que fueron
reconocidos en el documento original de dotación -15 "capacicados", 6 como
fueron llamados- tuvieron la libertad para expandirse hasta la capacidad de
trabajo del grupo doméstico, y buscaron los espacios más adecuados del terri­
torio ejidal asignado para aprovechar las tierras de mejor calidad.
Las tierr as eran dedicadas principalmente al cultivo del maíz y del frijol, pues
los pobladores de Río Grande practicaban mayoritariamente una economía
de autosubsiscencia; y además cultivaban chile, calabaza, chayote, yuca, algodón,
plátano y caña (para producir panela y aguardiente). Igualmente se producían para
el consumo de los productores alfarería, muebles, tejidos y cestería (Anís y Coello
1975). Las relaciones que mantenían los pobladores con el exterior eran pocas,
algunos habían sido asalariados temporales en las fincas de café cercanas, otros emi­
graron más lejos en busca de empleo temporal (uno a Estados Unidos de
Norteamérica en la década de los treinta, otros a ciudades de Tabasco), pero ningu­
no fue peón acasillado en las fincas. Ocasionalmente vendían algún excedente como
manteca de puerco o animales domésticos en el pueblo de Salto de Agua, lo que les
permitía comprar mercancías que no se producían internamente (hachas, mache­
tes, sal, cohetes, velas , etcétera). El trabajo asalariado y las ventas ocasionales tam­
bién hacían posible cubrir el pago de los impuestos que exigía el estado.
Por recomendación de un sacerdote -según recuerdan-, y aprovechan­
do la experiencia de los compañeros que conocían del cultivo del café, poco a
poco los ahora ejidatarios comenzaron a sacar plantas de café de las fincas ex­
propiadas para sembrar en sus terrenos. Aquellos campesinos de otras localida­
des que recibieron tierras expropiadas a las fincas y ya sembradas de café, fue­
ron los primeros en beneficiarse con la venta de este producto, aunque el proceso
fue lenco pues, según comentan los pobladores, al principio el café no se cose­
chaba y se desperdiciaba. Los ejidatarios empezaron a destinar parte de las tie­
rras ejidales que todavía no tenían dueño al cultivo del café. De esta forma,
cada ejidatario tenía por lo menos dos parcelas destinadas a usos diferentes,
6 El número de "capacitados" de Río Grande es solamente una aproximación, ya que el documen­
to original de dotación ejidal incluye a todo el ejido de Tila con 836 favorecidos. En el mismo fue
difícil rastrear a los miembros de la comunidad ya que existe gran cantidad de homónimos, por
lo que el dato más bien proviene de la memoria de algunos pobladores.
44 LA VERGÜENZA

u na al au toab asto (maíz y frijo l) y la otr a _a la pro ducción pa ra el mercado


de café,
(cafetal). Al principio, sembr aron cinco o cuando mu cho diez pla neas
cada v ez mayo­
pero lentamente este grano fue ocu pando extensiones de tier ra _
res e introdu jo nuevas relaciones en el marco de la economía campesina.
nacio­
Si la modificación en el tipo de po sesión de la tierra -de terren o s
la
nales a posesión ejidal- no produ jo en aquel momento cambios profundos,
s
intro ducción del cultivo del café provocó transfo rmaciones muy impo rtante
en el campo de las relaciones de producción principalmente, y también en
otr as más. El c u ltiv o de café propició que los pobladores extendieran su s redes
de relaciones hacia afuera de la comu nidad y a nu evos acto res que emergían en
la región. Los pequ eños produ ctores debieron participar en las p rime ras redes
de co mercialización del producto en la z o na a través de los comerciantes e
intermediarios regionales ("coyotes", INMECAFE, etcétera) y qu edaron expu es­
tos, repentinamente, a lo s vaivenes del mercado intern acion al. En u n pr imer
momento, los c ampesino s fueron motivados a sembr ar café ya que comenz a­
ron a llegar a la zo na comerciantes amb ulantes que, estimulados por los altos
precios del mercado internacional, reco rrían hasta los pu eblos más apart ados
para compr ar este producto. Poco a poco, lo s pobladores fue ron destina ndo
más tierras al _cultivo del café, y las redes de come rcialización, en las qu e ellos
no tenían poder ni decisión, se fueron afinando y tornando más eficientes . A
los comerciantes ambulantes se sumaron otros ya establecidos en los p u eblos
cercanos que compraban la producción de los pequeños produ ctores. En la
década de los setenta, el Estado creó otra red de come rcializ ación, el INMECAFE,
que si bien pretendía romper con el mo nopolio de lo s intermediarios o "coyo­
tes", cayó en una situación semejante.
Los pro ductores se enfrent aban al problema de la falca de ví as de comu ni­
cación para trasladar su produ cto. No existían carreteras en l a zona, por lo que,
por iniciativa de los co merciantes, se constr u yeron pistas de aterriz aje para av io­
_
neta en d1versos puntos de la región para t rasladar el grano. Una de éstas, la que
_ _
comu01caba a Tila y Peralcingo, se constru yó en u n pequeño valle dentro de las
_
Cierras de la colonia de Río G rande, creando u na nu eva fuente de empleo p ar a
los po �ladores, como cargadores del café que se expor taba y de las merc an cías
que se rntroducían a la zona.
La primera generación despu és del reparto agrario echó man o de las cie­
rras que aún quedaban libres dent ro de la misma colonia, l o que permitió se
mantuvieran intactas las primer as parcelas durante un .tiempo. Pero , poc o a
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 45

poco, para la segunda y tercera generación, la pres1on sobre la cierra se in­


crementó, las cierras sin dueño dentro de la colonia se terminaron, y los jefes de
familia debieron repartir sus diferentes parcelas entre los hijos varones. Actual­
mente, un ejidacario puede tener hasta diez pequeñas parcelas dispersas en el
territorio que corresponde a la colonia, en lugares bastante alejados entre sí,
como resultado de este proceso de apropiación del territorio, mientras que otros
ya no cuentan con este recurso. El acceso a la tierra, su calidad y ubicación, así
como el uso que se hace de ésta, son determinantes para encender algunos de
los procesos de diferenciación social en el interior de la comunidad.

DIMENSIÓN ECONÓMICA

Actualmente son tres los ámbitos productivos en los que se mueven los pobla­
dores para garantizar su subsistencia y, son éstos los que definen la dimensión
económica de las relaciones y marcan diferentes posiciones de los individuos en
el espacio social: el trabajo agrícola destinado al autoabasto, el dirigido al mer­
cado y el trabajo asalariado. El eje de la organización social es la familia nuclear
-grupo social que comparte parentesco y mantiene presupuesto y residencia
comunes-, que se comporta como unidad productiva y reproductiva, en la
que tanto las tareas y actividades como la autoridad y toma de decisiones están
distribuidas y jerarquizadas de acuerdo al género y la edad, principalmente. 7
El trabajo agrícola es la actividad que ocupa más activamente a la población
de Río Grande durante todo el año, y gira en torno a uno de los recursos que
gene ra mayor competencia y disputas: la tierra. La transmisión de ésta se da del
padre a los hijos varones y constituye uno de los puntos de mayor tensión en las
relaciones intrafamiliares, a la vez que condiciona a la mujer a una situación de
subordinación al hombre al excluirla del reparto. De acuerdo a las opiniones
de los pobladores un padre debe repartir la cierra entre sus hijos varones cuando
éstos hayan formado su propia familia y tengan por lo menos un hijo. Pero, para
el reparto, el padre tendrá en consideración la relación que ha mantenido y man­
tiene con sus hijos. Si un hijo ha sido respetuoso de la autoridad paterna, demos-

7 Cabe aclarar que en Río Grande, cuando se forma una nueva pareja, ésta generalmente adopta
la residencia patrilocal durante un periodo de dos a cinco años. Mientras conviven con la fami­
lia del joven, asumen la responsabilidad del trabajo y reconocen la autoridad del padre.
LA VERGÜENZA
46

era do disposición pa ra el tra ba jo y g anado cierta p referencia d el pa dre, _r o drá


recibir más o mejores tierras que un herma no que no haya gua rda do e s te t1po de
comportamiento. N o existe en absoluto la ide a de que las tierra s deba n repartirse
equitativa me nte e ntre los hijos, o de que el tra to ha cia ell os de ba ser igual. �a a u­

torida des locales (el delega do del comisaria do ejidal y e l subag ente municipal)
han debido intervenir en var ias ocasiones, a petición de l hijo, pa ra o bligar al pa­
dre -ante su obstinada reticencia- a repar tir la tierra a a lgún hijo que ya cum­
ple con los requisitos aceptados en la localidad.
Mientras no se da el reparto, el hijo y su e sposa res iden con la familia del
primero ; ambos se incorporan a los trabajos del grupo domés tico y deben re spe­
tar la au toridad paterna. La decisión del repar to e s generalmente po sterga da al
_
máximo por el pa dre, que encuentra beneficios en mantener c o das sus ti er ras sin
fraccionar y en gozar del trabajo de e stos dos miembros de la familia, a la ve z que
el hijo presiona de diversas formas para llegar al reparto de la tie rr a lo más pronto
posible. Esta situación deriva muchas vece s en golpes, insultos y re cla mo s entre
pa dre e hijos varone s, que hacen necesaria la interv ención del dele gado d el co mi­
sariado ejidal, o en imputaciones de enfermeda d y acusaciones de brujería.
Además, el repa rto de la s tierras del pa dre cr ea conflicto s entr e lo s herederos
ya que muchas veces se muestran inconformes con ést e . Algunos cues tiona n el
hecho de que el padre haya cedido mayor cantidad a uno , o que haya bene ficia do
a otro con tierras de mejor calidad o más accesibles, originándo se e nvidias Y ren­
cillas entre hermanos, que perduran largamente y afloran a nte la menor provoca­
ción. La costumbre se ñala que el padre debe conservar para su uso una pa rcela
para cafe tal y otra para milpa (que podrán ser más o menos grandes, de pendien­
do de la cantidad de tierras que posea), así como la casa donde vive , y que eStªs
propiedades serán heredadas al hijo menor que deberá p ermanecer en la casa
paterna con su esposa e hijos, obligado a atender a los padres cua ndo éstos sean
ancianos. Sin embargo, se considera que todos los hijos varones de ben cola bora r
con los gastos provocados por enfermedad, accidente o muer te de los pa dres , Y la
cantidad aportada por cada uno de ellos estará dictada por sus posibilida d es rea­
les, derivadas de la cantidad y calidad de tierra que el padre les haya h er eda do Y el
tipo de relación que mantengan. Para los pobladores, la crianza del hijo implica
una deuda de éste con sus padres.
Las mujeres están generalmente excluidas del reparto de tierras y e sto las
coloca en situación de extrema dependencia con respecto a los hombre s pue sto
que sólo pueden garantizar su sobrevivencia como hijas o madre s d e un campesi-
11. LA CONl'IGURACION SOCIAL 47

no o como esposas (o viudas) de otro, aunque actualmente algunas tienen la


opción del trabajo asalariado. En el tiempo que viví en Río Grande nunca escu­
ché a ninguna mujer cuestionar este dictado de la "costumbre", aún a pesar de
que muchos y muchas conocen las iniciativas lanzadas en otras comunidades
chiapanecas por las mujeres que reclaman el derecho a la posesión de la cierra.
Si bien esca condición hace que ellas no entren directamente en la disputa
por la tierra, sí lo hacen por medio del apoyo que brindan a sus maridos pues
saben que en la tierra se encuentra la fuente de su subsistencia y de ingresos
monetarios. Hay, sin embargo, algunos casos en que los padres heredan cierras
a sus hijas: cuando no hay hijos varones en la familia y el padre sien ce que todo
el trabajo que ha realizado a lo largo de su vida ha sido en vano, busca garanti­
zar que alguien lo cuide en su vejez, o cuando el padre quiere favorecer a la hija
que se casa con un hombre que no tiene cierras y asegurar así el futuro de los
nietos. Esta última situación ha permitido que algunos hombres de fuera, al
casarse con una mujer de Río Grande, adquieran ciertos derechos en la comu­
nidad. De cualquier forma, estos casos son la excepción. Las mujeres viudas
son las únicas que tienen derecho a la tierra de sus esposos fallecidos, así como
obligaciones: asistir a asambleas, dar cooperaciones, etcétera.
Las disputas por la tierra se presentan con fuerza y recurrencia en el interior
de la familia, sea entre padres e hijos o entre hermanos. En el pasado fue también
motivo de grandes pleitos entre vecinos, pero actualmente los límites de las par­
celas están claramente establecidos y los pobladores los respetan. Ha habido algu­
nos conflictos entre distintas colonias que reclaman los derechos sobre las tierras
de algún poblador que ha dejado su pueblo para radicar en otro, pero que quiere
seguir utilizándolas, aunque estos tampoco son muy frecuentes.

PRODUCCIÓN PARA AUTOABASTO

Actualmente la superficie de la propiedad de los pobladores oscila entre las ocho


hectáreas, en los casos más afortunados, y media hectárea entre los que menos
tienen. Aproximadamente ocho familias no cuentan ya con tierras para cafetal ni
para milpa. Pero, aparte del hecho de que las familias tienen un acceso diferencia­
do a la tierra, en términos de cantidad, calidad y ubicación de las parcelas, existe
otro elemento que crea distinciones mayores entre la población: el tipo de cultivo
al que dedican sus parcelas. Tradicionalmente las cierras eran destinadas a la pro-
48 LA VERGÜENZA

d, de frij ol.
ducción de a utoabasto, principalmente de maíz y, en menor cantida
ente
La gente cuenta q ue anees la producción obtenida era generalmente sufici
de
para el consumo anual, pero ahora no es así. Esto a pesar de que en la _zo na, _
dos décadas a \a fecha, la presión sobre la cierra ha llevado a un us o más 1nte ns1vo
del s uelo, y a q ue se cultiven anualmente dos cosechas de maíz: la milpa y la
tornamilpa. D esde hace una década aproximadamente la gente dejó d e utilizar el
método de roza-tumba-quema y ahora usa pesticidas, fertilizantes y o tros agro -
químicos.
En este tipo de producción se dan prácticas ausentes en el cultivo del café,
que es comercial. Una de ellas es el "préstamo" de cierras entre vecinos. Aq ue­
llos que tienen más cierras de las que pueden cultivar -ya sea po r que no dispo­
nen de s ufici ente fuerza de trabajo para expl otarla, de dinero para co ntratar asa­
lariados o porque temporalmente no la necesitan- pueden darla "prestada" a
algún pariente o vecino con qui en mantengan buena relación. N o s e co nsidera
obligatorio que un vecino preste sus cierras a quie n las ne cesit e, y est o s e hac e sól o
cuando el poseedor tiene vínculos de parentesco, compadrazgo y/ o amistad e stre­
cha con el solicitante. S olamente se prestan las cierras destinadas al cultivo de maíz
y frij ol, pero nunca los cafetale s. G en eralmente se llega a un acue rdo pre vio ac er­
ca de las condiciones del trato: el periodo durante el cual la cierr a será utilizada
por el prestador y la forma de retribución por el uso de la cierra (se entrega una
parte de la cosecha o unos litros de trago, entre o tras). Esca práctica gen era vínc u­
los de reciprocidad que trascienden el periodo de uso de la cierra pre stada, pues
comp:omece al prestador a devolver el favor al propietario, aunq ue sea en un com­
promiso de naturaleza distinta y ya no prestand o tierra.
La producción de maíz y, en menor medida, de frijol, o frece también u n
ámbito propicio a la gen eración de re laciones de ayuda m ut ua. Éstas gen e ral­
mente se e stablecen entre los parientes y se mid en por jornadas d e traba jo. Un
hombre apoya a otro en el trabajo agrícola en el encendido de que e l b en e ficia­
do deberá retribuirle desp ués con una jornada igual para la misma actividad.
La ayuda mutua se destina principalmente al trabajo en la milpa y no al d el
cafetal. Para e ste último, el trabajo se concentra de mane ra intensiva durante el
perio�o de la cosecha (noviembre, diciembre y en ero) y m uy p ocos p ueden
descuidar su parcela para acender la de otro. Durante la co secha se da frecuen­
temente la contratación de asalariados: los que no tienen caf etal o tienen p oco,
trabajan para lo s que tienen más. De esca forma, la ay uda m ut ua s e da, anee
codo, para el cultivo del maíz y para otras actividades no agrícolas, co mo la

---- ------
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAi. 49

construcción o reparación de la casa, por ejemplo. Siempre que se da este cipo


de cooperación, d beneficiado inmediato debe agasajar a sus ayudantes con
una comida especial, elaborada por su mujer, muchas veces con ayuda de las
esposas de los trabajadores beneficiarios.

PRODUCCIÓN PARA EL MERCADO

La producción agrícola para el mercado abarca principalmente el cultivo de café,


el cual ya para la década de los sesenta involucraba a todas las familias del pobla­
do. Algunas familias ahora poseen únicamente cafetal y piden prestadas cierras
para la milpa, con la tendencia que se impuso desde entonces: destinar más cie­
rras y trabajo al cultivo comercial que a los de autosubsistencia. Actualmente, en
la mayoría de los casos, la venta del café representa la base principal del ingreso
monetario familiar -destinado a la compra de mercancías y al pago de algunos
servicios-, mientras que la producción para el autoabasto es generalmente insu­
ficiente para cubrir las necesidades anuales del grupo doméstico. A diferencia de
lo que sucede en la producción de autosubsistencia, en la producción de café,
particularmente en el periodo de cosecha, la compraventa de fuerza de trabajo es
muy frecuente. Cuando la demanda laboral rebasa la capacidad de la familia,
aquellos que tienen más cafetales contratan a los que tienen poco o nada, inclu­
yendo a mujeres y niños. En el caso del cultivo del café, la única retribución del
trabajo es el salario y no se ofrece al trabajador una comida como parte de aquélla.
Aquí se hace una clara distinción entre las relaciones que se establecen para los
cultivos de autoconsumo y aquellas para el mercado. Sin embargo, aunque la po­
blación reconozca las inmensas ventajas del cultivo de café, es decir, recibir dinero
para la compra de mercancías necesarias, se valora mucho tener milpa para comer
elotes tiernos y otros alimentos que se elaboran a partir de éste (atole, tortilla de
elote y tamales, entre otros) y que no son vendidos en la localidad.
El café ha sido el único cultivo comercial en Río Grande pero desde hace siete
años aproximadamente algunos productores decidieron sembrar macadamia en
las parcelas de milpa como una alternativa ante los bajos precios del café en el
mercado internacional. Hasta la fecha, estos sembradíos no son productivos pero
la gente tiene puestas sus esperanzas en ellos. Igualmente los pobladores han
participado también en la organización de cooperativas (apiarios, conejos) y de
una tienda comunitaria, para hacer frente a las necesidades de subsistencia y a las
50 LA VERGÜENZA

condiciones desiguales impuestas por los comerciantes, pero estos esfuerzos du­
raron poco antes de terminar como propiedad de sólo algunos socios. Actual­
mente está en funciones una cooperativa de crianza de puercos.
Los pobladores han recibido créditos e insumos de instituciones guber­
namentales para la producción agrícola, tanto para la de autoabasto como para
la destinada al mercado, que han sido otra fuente de conflictos y tensiones
entre los lugareños por la desigualdad en las cantidades asignadas a cada uno.
El crecimiento de la población, la continua división de las parcelas, la intro­
ducción del cultivo del café (y la disminución de su precio) así como la creciente
necesidad de dinero han hecho que la presión sobre la tierra se incremente cada día
y empujan a muchos a buscar otras alternativas de sobrevivencia. Entre éstas po­
demos mencionar aquellas cuyo principal interés es la tierra para la producción
agrícola. En este sentido, los pobladores han incursionado en diferentes opciones.
Hace veinte años aproximadamente un grupo de tres familias abandonó la colonia
definitivamente para ir a colonizar tierras al municipio de Ocosingo. Por medio de
visitas periódicas mantuvieron contacto con la colonia durante un tiempo pero hace
ya años que nadie sabe de ellos. Otra alternativa fue buscar nuevas tierras dentro del
mismo ejido de Tila pero fuera del territorio de la colonia. Grupos de campesinos
de Río Grande recorrieron el ejido para detectar las tierras disponibles y solicitar­
las a sus autoridades. También han solicitado ante las instancias correspondientes
la afectación de tierras de una finca cercana Qolpajochil, 21 de enero de 1975) y la
ampliación del ejido a partir de terrenos nacionales (26 de agosto de 1991). 8 Nin­
guna de estas gestiones ha dado frutos hasta el momento. Las otras alternativas que
han desarrollado por iniciativa propia buscan la intensificación del uso del suelo,
con el apoyo de instancias gubernamentales como el JNMECAFE y otras, a través de
programas de introducción de nuevas variedades de café (mundo novo, pluma hidal­
go, por ejemplo, para sustituir al arábigo, que fue la variedad introducida por las
fincas en el siglo pasado y que alcanza hasta cuatro metros de altura), de renovación
de cafetos, uso de fertilizantes, pesticidas, podas, y la introducción de nuevos culti­
vos con la esperanza de que sean más rentables, por ejemplo, la macadamia.

8
Expediente de Río Grande, Tila, Chiapas, número 23/34244, Registro Agrario Nacional,
Tuxcla Guciérrez.
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 51

TRABAJO ASALARIADO

Prácticamente rodas las familias recurren al trabajo asalariado, aunque en tiem­


pos y actividades diferentes, pero podemos distinguir dos grupos principales: por
un lado, los que lo tienen como un recurso complementario a la producción
agrícola de sus parcelas, ya sea por la escasa extensión de sus tierras o porque están
agoradas, y/o porque han incurrido en gastos ocasionales que desequilibran el
presupuesto familiar. Y por el otro lado, y en menor cantidad que los primeros,
está el grupo de los hombres sin tierras que radican en la colonia con sus familias,
pero que trabajan por un salario fuera de la localidad, algunos viajan diariamente
a la cabecera y otros permanecen fuera de la zona durante periodos más largos.
Los hombres desempeñan trabajos en la construcción o en la agricultura, mien­
tras que las mujeres son empleadas domésticas. Sus puntos de destino principales
son ciudades de Tabasco y otras cercanas: Tila, Salto de Agua y Yajalón. El trabajo
asalariado presenta la ventaja de que el pago se realiza en dinero y satisface la
creciente necesidad de los lugareños por el consumo de mercancías. A la vez,
facilita a los migrantes el aprendizaje del español y el conocimiento de la vida en
la ciudad. Sin embargo, a los ojos de los pobladores, el trabajo asalariado (con ex­
cepción del magisterio) es la alternativa menos valorada pues se sienten someti­
dos a una relación patronal en la que ellos no controlan los tiempos ni deciden
sobre el trabajo. Esta situación es diferente cuando la contratación de fuerza de
trabajo se presenta dentro de la misma localidad, ya que las relaciones son menos
verticales pero esto se da sólo por periodos muy cortos.
Como mencionaba, el trabajo asalariado dentro de la localidad se da fre­
cuentemente para la cosecha de café, en la que (en 1998) se pagaba un salario de
20 o 25 pesos a los adultos (hombres y mujeres) y de 1 O pesos a los niños, por una
jornada laboral de ocho a diez horas diarias aproximadamente. Generalmente el
dueño del cafetal trabaja juntamente con los asalariados lo que le permite marcar
el ritmo del trabajo y ejercer cierta vigilancia sobre los demás. En menor escala se
da también la contratación de trabajadores para atender la milpa o el frijolar de
los maestros que radican fuera de la comunidad, o incluso de aquellos que radi­
can en el pueblo pero que por sus obligaciones laborales no pueden dedicarse al
trabajo agrícola.
Aparte del trabajo asalariado dentro de la agricultura, existe en la comu­
nidad el puesto de Auxiliar de Salud dentro del IMSS remunerado con un salario
mensual que para 1998 era de 70 pesos. No existen mecanismos claros para
LA VERGOENZ.A
52

ocorgar este puesco lo que ha provocado muchos conflictos entre los que desean
tenerlo.
Dentro de los diferentes tipos de trabajo asalariado, el que destaca por enci­
ma de los demás por la cuantía y regularidad del ingreso es el de maestro (de
educación primaria y preprimaria bilingüe). En la colonia han cursado esca carre­
ra 17 personas (16 hombres y 1 mujer), aunque permanentemente radican allí
sólo nueve. Algunos de los maestros tienen parcelas de maíz y cafetal, mientras
que otros ya no cuentan con ninguna. Todos pudieron realizar sus estudios gra­
cias al apoyo económico de su familia. El esfuerzo de padres y hermanos, y en
ocasiones hasta de los abuelos, permitió liberar al joven del trabajo agrícola Y
doméstico, y mantenerlo durante su estancia en la ciudad donde debía estudiar.
Es evidente que son pocas las familias que pueden apoyar a alguno de sus miem­
bros para hacer la carrera de maestro ya que el gasto que deben realizar es muy
alco. 9 Distintas instituciones gubernamentales en diferentes momentos han dado
becas para apoyar la realización de estudios. Generalmente hay disputas entre los
beneficiarios acerca de la distribución de estos recursos.
Un hecho que sitúa al maestro por encima de cualquier campesino, aún
entre los más acomodados, es que recibe un salario quincenalmence. El campe­
sino, expuesto siempre a los vaivenes del clima -las sequías, las lluvias incensas
o a destiempo, o las plagas, entre otros- y, en el caso del café, a los ajustes im­
predecibles del mercado internacional, reconoce y ansía la seguridad del traba­
jo de maestro. Además, este último recibe dinero regularmente como forma de
pago, mientras que el campesino sólo puede acceder a ingresos monetarios a
través de la venta del café, una vez al año, y generalmente en cantidades de poca
monta. Los maestros, además, hablan y escriben el español y saben moverse
con soltura en el medio mestizo regional. Esto les permite entablar relaciones
menos desiguales con los mestizos así como mantener contactos en pueblos y
ciudades que les facilitan la gestión de trámites y oficios. El trabajo del maestro
no sólo presenta una forma diferente de sobrevivencia económica sino que tam­
bién es una fuente de prestigio.
Aparte del trabajo asalariado, existe una semiespecialización productiva
en oficios tales como la carpintería, la albañilería, la música y, más reciente-

9
En estos 17 casos, algunos sabían con certeza que no iban a heredar cierras en la localidad y el
estudio era la única alternativa de sobrevivencia, mientras que otros provenían de familias que
sí tienen cierras.
11. I.A CONFIGUlv\CIÓN SOCIAL 53

menee, en otros desempeñados por mujeres, como la costura y la confección de


pan dulce (en un horno de la comunidad), que también permiten ingresos
monetarios ocasionales. Unas pocas familias se benefician de pequeñas riendas
donde venden algunos productos industriales y agrícolas.
Todas las familias del poblado se mueven en estos eres ámbitos -trabajo
agrícola para el aucoabasco, para el mercado y trabajo asalariado-, con dife­
rencias marcadas por el acceso a la cierra, la composición en edad y género del
grupo doméstico, así como la fase de su ciclo de desarrollo principalmente.
Considero que estos eres ámbitos constituyen el campo económico. 10 Escas dife­
rencias de carácter económico también conllevan diferencias en el modo y cipo
de consumo que, aunadas a la valoración simbólica que hay en corno de ellas,
crean posiciones sociales desiguales (que se definen de manera relacional, en
esos momentos y contextos) en el interior del poblado, y se manifiestan en re­
laciones de poder.
Los recursos obtenidos como resultado de la participación en el trabajo
agrícola, el trabajo asalariado o en alguna semiespecialización han creado dife­
rencias notorias evidentes en las prácticas y formas de consumo que actualmen­
te son ampliamente valoradas por los pobladores. La acumulación de bienes
tales como la cierra, el trabajo y los objetos de consumo, así como también de
capacidades que se adquieren por medio de la educación, del desempeño de al­
gún oficio y del manejo del español parecen ser objetivos que persiguen los
pobladores, y que los mueven a entrar en competencia, y por lo canco, en con­
flicto, entre ellos (el sentido del juego). Las envidias son una expresión de esca
competencia. 11 El hecho de que, por ejemplo, los pobladores estén siempre

10 etom
R ando a Bourdieu, un campo puede enrenderse como una red de relaciones objetivas
entre posiciones, ya sean de agentes o de insticuciones, que se establecen a partir de la situación
que mantienen en cuanro a la distribución del capital propio del campo en cuestión. Cada uno
de éstos tiene una lógica específica que puede compararse con la de un juego (aunque no tenga
reglas específicas como los juegos ni haya sido creado para tal efecto), en la medida en que
genera competencia (conflicto) entre los jugadores por la apropiación del capital. Esca compe­
tencia -es decir, el sentido de/juego en que participan los jugadores- puede tener como efecto
tanto la reproducción de la situación actual del campo como su alteración (Bourdieu 1990 Y
1995).
11 En
un inreresante artículo, Cecile Gouy-Gilbert, retomando a Bougerol, discute dos perspec­
tivas de análisis de la envidia. La perspectiva negativa, que es la más frecuente entre los an­
tropólogos, "no hace sino revelar un estado de disfunción" de la sociedad. La perspectiva posi­
tiva, en cambio, propone que "la envidia es una relación dinámica que se instaura gracias a un
54 LA VERGÜENZA

enterados del trabajo que realizan sus vecinos, de la extensión y tipo de tierras
cultivadas, del tipo y cantidad de fuerza de trabajo incorporada, entre otros
aspectos, y que ejerzan una vigilancia mutua sobre los productos obtenidos,
muestra la competencia que se establece entre ellos.
Entre los objetos de consumo más reconocidos por los pobladores se en­
cuentra el tipo de construcción de la vivienda. Las casas de "material" (tabique,
cemento, repello y pintura), de dos plantas, y los techos de losa y lámina se
asientan actualmente al lado de las tradicionales casas de bajareque. La casa
representa el aspecto visible, público, del grupo familiar y como tal, las casas de
material muestran su cara de bonanza y holgura económica.
Algunos pobladores que han abierto pequeñas riendas en la localidad son
objeto de las envidias de muchos. "Sólo porque cenemos un poquito más que
otros, empieza el chisme, las habladas, quieren hacer mal". Actualmente hay
ocho riendas de comestibles que expenden prácticamente lo mismo (azúcar,
sal, refrescos, galleras, dulces, algunos enlatados, velas), una rienda que vende
ropa y otra, artículos de papelería. Todos los productos que venden los traen de
fuera ya que la producción interna (café, maíz, plátanos, ollas de barro) no se
comercializa dentro del poblado.
Otras formas de consumo que suscitan la envidia de los pobladores -pre­
cisamente por ser codiciados- son los autos (en la comunidad hay dos dedica­
dos a hacer viajes y cobran el servicio), los refrigeradores en las tiendas y hoga­
res, las televisiones, los aparatos de sonido, las despulpadoras metálicas, las
videorreproductoras, los relojes, la ropa, los viajes en taxi, el dispendio en me­
dicinas y vitaminas y los viajes a las fiestas de los pueblos vecinos.
Otra fuente de distinción que adquiere cada vez más importancia es la
educación que, como medio de ascenso social, es una necesidad sentida por un
número cada vez mayor de familias. Aquellas que pueden apoyar a sus hijos en
la realización de los estudios de secundaria y bachillerato, que no se imparten
dentro de la comunidad, son reconocidas y a la vez envidiadas por quienes no
cuentan con recursos para hacerlo. Se acepta que la persona con más instruc­
ción podrá abrirse camino fuera de la comunidad al contar con un manejo

juego de diferencias que constituyen la base misma de la vida en sociedad [y que] ha estado
siempre en el corazón de los intercambios". La autora agrega que "la envidia es sobre todo una
relación entre dos individuos; compartir los mismos deseos o las mismas necesidades es recrear
el mecanismo por medio del cual existe una comunidad" (1995: 30).
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 55

satisfactorio del español y con conocimientos y capacitación suficientes para


conseguir un trabajo. De esta manera, la opción de vida campesina, por las
condiciones en que actualmente se desarrolla, es cada vez menos valorada.
La delimitación de las diferentes posiciones sociales de las que participan
los pobladores de Río Grande es muy importante ya que, a partir de éstas, po­
demos ver que conforman una población heterogénea en términos del poder
que detentan. Esto hace que la interacción cotidiana esté enmarcada por esas
desigualdades y que las tensiones resultantes de la competencia por la tierra, el
trabajo y otros recursos, enfrenten en condiciones de inequidad a los indivi­
duos. Acercarnos al espacio social de Río Grande como un ámbito de posicio­
nes sociales desiguales en el que se disputan diferentes tipos de capital nos per­
mitirá entender las causas y la lógica de las tensiones sociales que se expresan en
el lenguaje de la vergüenza.

TRABAJO FAMILIAR

La división del trabajo en la familia, al igual que la posesión sobre la tierra, con­
tribuye también a reforzar y reproducir las jerarquías de edad y, principalmente,
la de género. El trabajo agrícola está valorado por encima de cualquier otra acti­
vidad realizada dentro de la unidad doméstica campesina, como la preparación
de los alimentos, la atención a los niños y el cuidado de los animales, y aunque
incorpora a la fuerza de trabajo femenina, las directrices y la organización están
definidas por el jefe de familia; éste decide en qué momento deben realizarse las
diferentes fases de la producción agrícola (limpia, siembra, resiembra, cosecha),
organiza y distribuye a la fuerza de trabajo familiar en las distintas tareas agríco­
las, decide el destino de la producción y comercialización (por ejemplo, cantidad
de café destinada al consumo familiar y a la venta, destino del dinero recibido por
él), entre otros. Las mujeres, los niños y jóvenes deben acatar las disposiciones del
jefe de familia. Hay un momento en que éste debe compartir y finalmente ceder
-en circunstancias y ritmos diferentes en cada caso- la toma de decisiones al
hijo menor que hereda las propiedades paternas, en un proceso que conlleva
fuertes tensiones en la mayoría de los casos.
Un campesino es reconocido y respetado por los demás por sus conoci­
mientos técnicos y la resistencia física que demuestra en el trabajo en sus parce­
las. Pero, además, una cosecha abundante o de buena calidad pone al descu-
56 LA VERGÜENZA

bierto que el jefe de familia ha sabido utilizar adecuadamente la tierra y la


fuerza de trabajo familiar, y que ha formado a sus hij os en el trabajo del campo
pero, principalmente, en la disciplina y el respet o a la aut o ridad paterna.
Si bien las mujeres colab oran co tidianamente en las tareas agríco las, el gra­
do de su inserción en este trabajo dependerá directamente del tamaño y de la
compo sición en edad y sexo de los miembro s de cada familia, además de o tro
tipo de facto res tales como la cantidad y calidad de la tierra cultivada (si es dura o
suave, p or ejemplo ), la distancia que separa la parcela de la casa, el tipo de tareas·
que se deban realizar, entre otras. Si además del jefe de familia se puede c o ntar
co n el apoyo del abuelo y de varios hijos varo nes, la colab o ración de la madre e
hijas será menor pero nunca dejarán totalmente de participar. Si la pareja cuenta
solamente con hijos pequeños, el trabaj o de la mujer será mayo r. Existen algunas
actividades que son exclusivamente masculinas, como la fumigación.
Lo s ancian os y ancianas -que p or su avanzada edad dependen ya del
hijo meno r y su familia- se incorporan al trabajo agríc o la co n tareas men o s
pesadas, pero es común verlo s cargando con mecapa! grandes bult o s de leña,
racimo s de plátan o s o costales de maíz o café. Cuando lo s ancian o s ya no pue­
den realizar las tareas que contribuyen al trabajo familiar, su situación se vuelve
muy incómo da: pierden autoridad, sienten que son una carga para el resto de la
familia, y algunos se esfuerzan en consumir la menor cantidad de alimentos
para no descompensar el presupuest o común y, según dicen algun o s p o blado­
res, para encontrar una muerte rápida. Las ancianas padecen men o s esta situa­
ción ya que ellas pueden co lab orar en tareas domésticas que n o exigen un es­
fuerzo físico mayor pero contribuyen a aligerar el trabajo de la nuera. Lo s
hombres, empero, al no poder trabajar ya en la agricultura, proveer combusti­
ble o ayudar con la carga, quedan excluido s de cualquier o tra actividad y deben
resignarse a esperar la muerte. En much os caso s es frecuente que el hijo y la
nuera de lo s anciano s adopten actitudes de reproche creándo les presiones ma­
yores. La mayoría de las pers onas son condescendientes co n lo s mayores, pero
cuando ésto s alcanzan la senilidad, se vuelven o bjeto de burlas y, en algunos
casos, de desprecio. 12
L�s animales domésticos (po llo s, pavo s, pato s y puerco s) so n de vital im­
portancia para la familia campesina ya que constituyen uno de lo s p o co s recur-

12
Laureano Reyes ha investigado esta situación a profundidad entre los z.oques de Chiapas, en
donde me parece que se presenta con mayor crudeza.
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 57

sos con que cuentan como reserva para alguna emergencia, y están principal­
mente destinados a las comidas rituales. Éstas se preparan, por ejemplo, en
agradecimiento al curandero que ayudó a sanar a algún miembro de la familia,
para sellar un vínculo de compadrazgo, un cumpleaños, una boda, una fiesta
religiosa o el día de la madre. La mujer es la responsable de su atención, y siente
orgullo cuando los animales se crían bien, evidencian su trabajo cuidadoso y
buen trato; codas las familias los crían -en mayor o en menor cantidad­
y son propiedad de sus diferentes miembros (jefe de familia, esposa o hijos), sea
que los hayan comprado o recibido como regalo. Esto permite que las mujeres
y los hijos tengan un ingreso ocasional con 1� venta de algunos de su propiedad.
Los animales conviven en los espacios habitados por la familia y gozan del buen
trato de todos.
Los animales son también motivo de envidias entre los pobladores y es fre-
.
cuente que, en épocas de peste y enfermedad, las personas a quienes se mueren
algunos, tiren los cuerpos a los terrenos de los vecinos para contagiar a los de éstos.
Durante los meses previos a la cosecha del maíz o en otros momentos de escasez con
frecuencia hay robos de animales que provocan angustias y coraje a sus dueños y
que son generalmente atribuidos a miembros de otras colonias. Anteriormente los
animales recorrían libremente el pueblo pero cada vez más se construyen corra­
les para controlarlos, y evitar los robos y destrozos en lugares ajenos. Sin embargo,
esto ocasiona mayores gastos a los dueños puesto que de esca manera deben proveer
roda la alimentación que antes los animales se procuraban entre los cafetales y milpas.
Atención aparte merece la crianza de los puercos. Antes de la introducción
del café en la zona, un� de las pocas vías que tenían los campesinos de Río Grande
para hacerse de dinero era a través de la venta de puercos y sus derivados. La
crianza de éstos requiere de mayor atención y su alimentación basada principal­
mente en maíz representa un gaseo considerable para el presupuesto de la familia
campesina, razón por la cual no codos pueden criarlos. Aquellos pocos que lo
hacían caminaban hasta Salto de Agua, a eres días de distancia, a comercializar la
manteca y a abastecerse de algunos productos que no había en su poblado (velas,
machetes). La carne de puerco es muy estimada entre los pobladores, para quie­
nes la posesión de estos animales es un símbolo de prestigio.
Esto conduce a que los compromisos rituales de mayor relevancia, en los
que las partes asumen la relación establecida con mayor formalidad y respeto,
sean sellados con una comida de puerco, y no sólo con pollo o pavo. La familia
que es honrada con un agasajo de este cipo -a través de la invitación a formar
58 LA VERGÜENZA

o refrendar el compadrazgo- conoce perfectamente el gasto que el anfit rión


ha realizado para c riar al animal, y también sabe el arduo trabajo que implica
sacrifica r al puerco, destazarlo y, finalmente, prepararlo. Durante todo este pro­
ceso, el anfitrión cuenta con el apoyo de varias personas a las que invita con ese
propósito.
Las mujeres desempeñan además ot ras tareas conside radas p ropias de su
género. Una actividad casi siemp re desplegada por ellas con la ayuda de las
niñas y niños pequeños es la recolección de yerbas comestibles, que constitu­
yen una fuente alimenticia importante e int roducen va riedad en la monótona
dieta; también ilevan leña a la casa, que se utiliza en todos los hogares, aunque
algunos pocos tienen ya estufas de gas. 13 Igualmente acuden a sus parcelas en
busca de hojas y ye rbas pa ra el consumo de los animales domésticos.
Las muje res tienen además a su ca rgo los oficios domésticos: limpieza de
la casa; preparación del posol,1 4 tortillas y demás alimentos; lavado de la ropa Y
atención de los niños. Entre estos t rabajos, el más pesado y abso rbente es la
preparación de las tortillas y el poso!. Estos implican desgrana r las mazo rcas Y
coce r el maíz desde el día ante rior, mole rlo en casa en un molino manual, más
g rueso si es para poso! y menos si es para tortilla, y luego p repara r las tor tillas.
Estas actividades toman aproximadamente cuat ro horas dia rias (dependiendo
del tamaño de la familia) y las mujeres cuentan cómo ha mejo rado su situación
ahora que tienen agua entubada en los hogares; antes debían llevar el nixtamal
al río para lava rlo. Las quejas más frecuentes que he escuchado entre las muje­
res s: refieren a esta actividad: durante la época de cosecha del café deben mole r
el nixtamal y "echa r la tortilla", iniciando el t rabajo a las t res o cuat ro de la
madrugada pa ra luego llevar la comida e i r a trabajar al cafetal. Va rias me han
p reguntado ace rca de las ventajas y los precios del molino eléct rico pe ro hasta
ahora nadie lo ha adquirido. 15 La realización satisfactoria de estas ta reas así
como el apoyo que b rindan en las labores agrícolas son consideradas las cuali­
dades necesarias de toda buena mujer. Así lo afirman padres y futuros suegros
cuando establecen el compromiso matrimonial: la mujer debe ser t rabajadora,

13 Sin embarg o , el gas debe comprarse en


las ciudades cercanas y luego trasladarse a la colonia.
14 El po so I es una b eb º1da de maíz que c onstituye un
alimento primordial de los p o bladores. Se
prepara co n maíz co cido y mo lido y se mezcla con agua.
15 H ace uno s veinte
. an - os h ubo en e1 po blado un molino a gasolina para uso colectivo, sin
embargo , se dejó de utilizar a lo s po co s meses po r la falta de o rganización para su uso y cuidado .
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 59

saber administrar bien los escasos recursos con que cuenca la familia, organizar
su hogar y trabajo y atender al marido (la mayor y mejor parte de la comida,
por ejemplo, se reserva para el esposo y los hijos varones que apoyan en el
trabajo agrícola). La madre de familia podrá recibir apoyo de su nuera o de su
suegra, y también de sus hijas de más de seis años, aunque la ayuda de estas
últimas se ha visto disminuida actualmente por que asisten a la escuela.
Las acrividades agrícolas, la recolección de planeas silvestres, llevar la co­
mida al marido e hijos a la parcela y los mandados ocasionales son las activida­
des que justifican que una mujer salga de su casa, y siempre acompañada. Ge­
neralmente permanece dentro del hogar, en compañía de algún familiar (hijos,
hermanos, suegros o nuera), dentro o en el traspatio, lugar donde realiza activi­
dades en el huerto, si lo tiene, lava la ropa, o atiende a los animales, entre otras
tareas. Muchas veces las casas de los familiares son colindantes y esto permite
que la comunicación entre familias, pero principalmente, entre mujeres se dé
en los traspatios sin necesidad de salir a la calle a la vista pública. Sin embargo,
las mujeres demuestran mucho interés por lo que sucede en las calles, pero
deben evitar ser vistas: se asoman por las hendiduras que hay en las paredes de
bajareque, a través de una ventana entrecerrada o mandan a un niño o niña a
encerarse de lo que sucede. Asisten en grupos a pocas actividades públicas, como
son los festivales en la escuela, y también a los juegos de basketbol, pero se
ocultan de la mirada de los hombre entre las matas del cafetal lindante.
Las niñas y niños pequeños -menores de seis años- no desempeñan
tareas productivas y sólo ocasionalmente apoyan a los adultos en algunos man­
dados o en llevar recados a familiares o vecinos. Generalmente pasan el día
jugando entre vecinos y parientes, cortando frutas de estación, moldeando fi­
guras de barro, nadando y pescando en el río o matando pájaros. La relación
entre ellos y los adultos generalmente es de condescendencia y afecto, aunque
casi nunca se manifiesta en contacto físico abierto (caricias, por ejemplo). Com­
parten esta etapa de su vida principalmente con la madre, quien permanece
más tiempo en casa, y a quien acompañan en las actividades fuera de casa.
A los seis u ocho años aproximadamente comienzan a perfilarse las obli­
gaciones de los niños dentro de la familia y se incorporan paulatinamente a
las actividades socialmente asignadas a su sexo: los hombres a la agricultura y las
mujeres a los oficios domésticos, iniciando de esta manera una separación
formal bastante acentuada entre los sexos. Después de convivir en el mismo
espacio durante los primeros años, niños y niñas comienzan a poner distan-
60 LA VERGÜENZA

cia, al grado de no intercambiar palabra, excepto enrre hermanos y herma­


nas. La mayoría acude a la escuela, por lo menos durante los eres primeros
años de primaria, pero pasado este período la asistencia se vuelve irregul ar Y
algunos deben dedicarse de lleno al trabajo agrícola pues su colaboración es
indispensable para la subsistencia familiar.

AYUDA MUTUA Y COMPADRAZGO

Las relaciones entre las familias son muy importantes y los acercamientos e
intercambios se expresan en la ayuda mutua, el compadrazgo y el matrimo­
nio. La ayuda mutua, como se dijo anteriormente, comprende un intercam­
bio de trabajo entre miembros de disrincas familias; se daba principalmen te
para el trabajo agrícola de subsistencia (milpa y frijol), así como para ocras
actividades ocasionales, como la construcción y reparación de casas y cercos,
la producción de aguardiente de caña y la matanza de puercos. Sin embargo,
actualmente ya no hay producción de "trago", por ejemplo, mientras que
para la construcción de casas muchos están utilizando materiales de reciente
introducción (block, cemento y varilla), que requieren de albañiles especiali­
zados, y contratan a personas de fuera de la localidad o a algunos de la misma
que han aprendido el oficio. El intercambio de jornadas para la agricultura
también ha disminuido en la medida en que el café ha desplazado poco a
poco los cultivos de maíz y de frijol, y ha impuesto la contratación de fuerza
de trabajo asalariada.
El compadrazgo es todavía una institución fuerte dentro de la comuni­
dad aunque presenta cambios notorios. Anteriormente una familia asumía el
compromiso de compadrazgo en los siguientes sucesos significativos: en el bau­
tizo, la confirmación, la primera comunión y el matrimonio. A cada hijo co­
rrespondía un padrino diferente para cada uno de estos momentos, lo que lle­
vaba a que los jefes de familia extendieran su red de relaciones entre muchos
pobladores.
El compromiso inicial de compadrazgo y la acción de "compadrear" im­
.
plican un intercambio de bienes y responsabilidades. Para nombrar a un padri­
no, el interesado debe ir a la casa de la persona escogida y, en actitud formal y
solemne, llevar un regalo (trago, arroz, frijol o azúcar) y presentarle su solici­
tud. Los pobladores no recuerdan casos en que esca solicitud haya sido denega-
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 61

da, ya que el solicitante escoge al padrino con base en la relación de amistad y


buen trato que existe entre ellos.
Una vez aceptado el compromiso se fija la fecha para el convivio. El soli­
citante y el aceptante realizan el mismo día opíparas comidas en sus respectivas
casas, primero en la casa del solicitante. Por la mañana se presenta el padrino
acompañado de su familia, y con regalos (generalmente ropa o algún ave de
corral) para el ahijado o ahijada y trago para el compadre. :Éste ofrece pan y
chocolate en un primer momento; al cabo de una o dos horas los anfitriones
sirven la comida, que generalmente es carne de puerco en caldo o, en su defec­
to, guajolote (o ambos), acompañados de arroz, tortillas, chile, refrescos y tra­
go. La comida es abundante y los invitados llevan a casa parce de la comida
ofrecida. Cuando se ha matado puerco, también se regala a los aceptantes una
cantidad de carne cruda para que lleven. Los aceptantes se retiran a su casa
después de la comida, y luego llegan allá los solicitantes acompañados de la
parentela cercana. Se sirve nuevamente otra comida que, en este caso general­
mente es de guajolote o gallina, y así queda formalmente sellado este parentes­
co ritual.
Aparee de la ceremonia de inicio de la relación de compadrazgo, éste se
refrenda tras algunos años en las "compadreadas". :Éstas se realizan cuando la
familia del ahijado haya podido engordar otro puerco (o tengan recursos para
el festejo), con la intención de fortalecer los vínculos. Es importante señalar
que, a la vez que el solicitante crea un vínculo de compadrazgo nuevo o refren­
da el ya existente, por otro lado, también hace uso del recurso de la ayuda
mutua para sacrificar al puerco. Desde la madrugada de ese día unos cuatro
ho mbres ayudan a matar al puerco, lo pelan, destazan y fríen parte de la carne
Y la piel para hacer los chicharrones, mientras que las mujeres preparan el cal­
do, las tortillas y la salsa.
Las relaciones más estrechas se dan frecuentemente entre compadres y no
tanto entre padrino y ahijado. El compadrazgo puede dar pie a relaciones de
ayuda mutua en diversas actividades, como el trabajo agrícola, la construcción
de la casa y matar y preparar un puerco, a la vez que crea la confianza necesaria
para pedir favores ocasionales: ir a Tila a comprar medicinas en caso de emergen­
cia, acompañar a un familiar enfermo al hospital o a la ciudad para algún trámite
burocrático, participar en la curación del ahijado (por ejemplo, acompañar al
curandero a la cueva donde se lleva a cabo la ceremonia de curación ) o realizar
una promesa. En la relación con el ahijado se supone que el padrino lo tendrá en
62 LA VERGÜENZA

a rle
cuenca para favorecerlo si acaso requiere contra tar tra ba jadores o p ara brind
información necesaria, y también consejos. Si muere el p a dre el pa drino deberá
de
velar por el bienestar del ahijado, sea ofreciéndole casa y comida (en la medida
sus posibilidades) o, por lo menos, apoy ando sus gestiones para procurarse la sub­
sistencia . Todo esto generará deudas del ahija do con el padrino, que deberá sal­
dar de diferentes formas en cada caso particular. Es frecuente, y además crea
prestigio, que los pobladores establezcan este cipo de relación con personas de
fuera de la localidad, especialmente con los maestros o los exrensionistas que
radican temporalmente en el poblado, así como también con personal de la cabe­
cera, incluyendo a los mestizos (comerciantes y funcionarios, principalmente).
Los cambios que se han introducido en esca práctica son los siguientes: por
un lado, se ha ampliado el número de ocasiones en que se requiere de pa drinos,
para incluir, por ejemplo, los gra dos de formación escolar (pa drino de preescolar,
de sexto grado de primaria, de secundaria, de bachillerato, de norma l). Esta mo­
dificación pone el acento en el desempeño individual de la persona , condiciona­
do obviamente por las posibilidades económicas del grupo doméstico para apo­
y ar a sus hijos e hijas en la formación académica y, por lo canco, participar de una
categoría que no es compartida por codos. Por otro lado, sin embargo, se ha
recortado el número de padrinos y a que la misma persona cumple esta función
para codos los hijos de una familia : hay sólo un padrino de bautizo para todos los
hijos, otro de confirmación y otro de primera comunión. Esta última modifica­
ción ha provocado que las redes de relaciones no sean tan extensas como antes,
más aún si tomamos en cuenca que las familias actualmente son menos numero­
sas que en el pasado.
A esto hay que agregar el hecho de que las familias de filia ción pro restan­
te han dejado de practicar el compadrazgo para las ocasiones religiosas, Y lo
establecen solamente en aquellos casos referidos al desempeño escolar de los
niños y jóvenes.

MATRIMONIO

A través del matrimonio tanto el hombre como la mujer alcanzan la condición de


madurez. Solamente casado puede un hombre acceder a la tierra y, con ésta, gozar
de los derechos y asumir las obligaciones de los jefes de familia. Ningún hombre de
la localidad ha permanecido soltero. Sí hay, sin embargo, casos de mujeres solteras
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 63

que residen al lado de sus padres y que, al morir éstos, ocasionalmente viven con el
hermano que heredó la casa paterna o con algún otro familiar que las acepte.
Las formas de matrimonio practicadas en la localidad actualmente pre­
sentan cambios con respecto a años anteriores, pero no han trastocado de fon­
do la dependencia de los hijos frente a los padres, en las familias propiamente
campesinas. Hasta hace tres décadas aproximadamente, todos los matrimonios
eran establecidos según los usos y costumbres tradicionales. Entonces, algunos
jefes de familia, luego de discutir con los demás familiares, acordaban compro­
meter a sus hijos en matrimonio cuando éstos aún eran pequeños. Si no se
había procedido así, al alcanzar el joven varón la edad casadera (generalmente
de 11 a 13 años) los familiares mayores tomaban la iniciativa de buscarle mujer.
De preferencia escogían a la hija de alguna familia con la que tuvieran amistad
o afinidad, por facilidad, pero también para fortalecer las relaciones entre las
dos familias. Es importante insistir en que en �sros casos tanto la mujer como el
hombre eran objeto de una decisión del grupo familiar en la que sólo ocasio­
nalmente se tomaba en cuenta la opinión del joven. Existe una fuerte tendencia
a la endogamia local que hacen explícita los pobladores cuando comentan que
es preferible entablar relaciones con familias conocidas y de costumbres seme­
jantes.16 Excepcionalmente ocurre, sin embargo, que mujeres de la comunidad
se casen con hombres de fuera y vayan a residir con él a su pueblo; también se
han dado algunos casos de que hombres de otras poblaciones se casen con
mujeres de Río Grande y adquieran derechos a través de la cierra que ella here­
de (por no tener hermanos, y si el padre de la muchacha acepta heredarla).
La petición de la novia comienza con una serie de visitas de la familia del
hombre a la de la mujer para solicitarla, acordar los pasos que deben dar para la
boda, entregar los "regalos" a los padres de la novia, y para que se relacionen
mejor las familias. Escas visitas no son la ocasión para que los jóvenes platiquen
Y se conozcan, así que generalmente deben esperar hasta la boda para intercam­
biar sus primeras palabras.
Por la familia de la muchacha, canto antes como ahora se piensa que es
mejor aceptar al primer hombre que la pida en matrimonio. Si no se hace así, se
corre el riesgo de que nadie vuelva a pedir a la muchacha, que la crean muy
orgullosa (a ella o a sus padres) o se piense que no va a aceptar a nadie. Sin

16 Esto
ha llevado a que predominen seis apellidos diferentes enere los 717 habitantes de la
colonia y a que haya varios casos de albinismo.
64 LA VERGÜENZA

embargo, la aceptación del muchacho no siempre es aucomácica y también se


coma en cuenca su comportamiento previo. Se acepta que un joven pueda tener
relaciones sexuales prematrimoniales con mujeres en bares o prostíbulos pero
no con muchachas del pueblo. Si se conoce que esto ha sucedido y el joven no
acepta casarse con la muchacha, tendrá dificultades en la comunidad. 17
Actualmente algunos matrimonios se realizan por compromiso, pero mu­
chos jóvenes prefieren la "huida", que simplifica en tiempo y dinero el compro­
miso de noviazgo. Según este mecanismo, los jóvenes se ponen de acuerdo
anticipadamente a escondidas y huyen de su casa; luego "piden perdón" a los
padres de la muchacha. Esca acción no exime al muchacho de dar a los padres
de la novia los "regalos", pero sí acorra la espera, que pudo ser de dos a cinco
años. Este cipo de matrimonio supone que los jóvenes se conocen y han co ma­
do la decisión de vivir juncos, aunque sólo sea después de dos o eres encuentros
furtivos en los que apenas intercambian algunas palabras. Los mayores de
la localidad atribuyen el origen de este cambio en las formas matrimoniales a la
presencia de la escuela, así como al afán de algunos por copiar las costumbres
de los mestizos y las historias de las telenovelas, que gozan de amplia acepta­
ción en la localidad. Antes de la década de los sesenta, los niños y niñas convi­
vían juncos hasta determinada edad (seis u ocho años, aproxim adamente) Y
posteriormente, se los mantenía separados con el fin de que no se relacionaran
los dos sexos. La escuela rompió con este parrón ya que niños y jóvenes convi­
ven en ese recinto y realizan diversas actividades conjuntas además de las escric­
camence académicas (recreo, deportes y bailables, entre otros), que les permicen
conocerse y establecer relaciones personales. Hace unos diez años aproximada-
1:1ence se prohibieron los bailes en la escuela, según los pobladores era la oca­
sión propicia para que los muchachos concertaran su huida.
Algunos mayores reconocen que el periodo de compromiso que se esta­
blecía anteriormente -y que aún se hace en muchos casos- era de gran ten­
sión para los jóvenes, pero principalmente para las mujeres. Una vez "apartada"
la muchacha, se iniciaban los chismes y habladurías en corno al caso; "son las

17
Se d.10 e1 caso de un ¡· oven que, supuestamente, tuvo relaciones sexuales con una muchacha del
p ueblo Y luego no quiso casarse con ella. Cuando semanas después éste pidió formalmente a otra
muchacha en matrimonio, los padres de ella se la negaron, po rque co rrían el riesgo de que también
incumpliera su compromiso. Meses despu és intentó nuevamente con o tra m u chacha y fue igual­
mente rechazado. Hasta transcurrido más de un añ o fue aceptado po r o tra muchacha.
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL
65

envidias", dicen los pobladores, que se presentan canco encre las muchachas
como enc:e los muchachos, que ven con celos que fue otra la escogida o que otro
_
se les ant1c1pó. Las mujeres "apartadas" -ahora igual que antes- deben ser
vigiladas en extremo por sus padres y familiares pues está comprometida la
palabra de la familia y cualquier falta de ella podría traer consecuencias graves
para el grupo familiar. Además de las precauciones y cuidados cotidianos de la
mujer: no salir nunca sola de la casa, no hablar con hombres a menos que sean
sus familiares y con éstos de preferencia dentro de la casa, y no ausentarse de la
casa más que por periodos muy cortos y por motivos claros (por ejemplo, ir a la rien­
da, lavar ropa en el río), se intensifica notoriamente la vigilancia sobre ellas.
En el caso de compromiso matrimonial establecido previamente por am­
bas familias, he sabido que algunas muchachas "pedidas" cuestionan con fuerza
inusitada las decisiones de los mayores, pero hasta ahora son muy pocas las que
han logrado evadir el matrimonio, generalmente emigrando a ciudades de
Tabasco para emplearse como trabajadoras domésticas. Hay otros casos de mu­
jeres que, con anuencia de la familia, rechazan al primer hombre que las "pide",
pero los desenlaces que cuentan los pobladores -generalmente tristes y nega­
tivos- hacen suponer que lo mejor para ellas es seguir la "costumbre" y acep­
tar siempre al primero. Narran anécdotas de mujeres que rehusaron aceptar al
primer candidato para luego casarse con uno que las malcraca y golpea excesiva­
mente, o el caso de otra que se aduce enfermó gravemente de un "mal echado"
por la familia del desairado. También hay muchachas jóvenes que afirman ta­
jantes que nunca se casarán. Generalmente refieren la difícil situación de sus
hermanas, parientes o amigas casadas que deben sufrir golpes y abusos del ma­
rido alcoholizado; trabajos extenuantes para sacar adefance a sus hijos mientras
el marido derrocha los pocos recursos en el alcohol; abortos o partos malhadados
producto de las condiciones de vida (la desnutrición de la madre, los trabajos
pesados que desarrolla aun embarazada), o intentos de suicidio. Escas conversa­
ciones, -tan frecuentes entre las mujeres-, revelan Ía ansiedad y aflicción con
la que esperan el matrimonio que, a pesar de codo, la mayoría consumará.
Los mayores destacan las ventajas del matrimonio a la usanza tradicional.
Cuando llegaba a surgir alguna desavenencia entre lo,s cónyuges, los responsables
de solucionar las dificultades no eran únicamente los esposos sino los parientes
consanguíneos (padres y abuelos de ambos lados), así como los rituales (padrinos).
Si el hombre llegaba a golpear a la mujer en exceso y repetidamente, la familia de la
esposa podía exigir, con una posición de peso, que la familia del muchacho incervi-
GG LA VERGOENül

niera para co ntrolar su comp o rtamiento. Empero, si el matrimo nio se da por "hui­
da" la intervención de las familias en los co nflictos de los cónyuges se restringe pues
se co nsidera que su decisión no estuvo respaldada po r lo s familiares. Este tip o de
matrimo nio vuelve más vulnerable a la esp osa frente a la violencia del marido,
además, po rque una mujer nunca puede dirigirse sola anee las autoridades para
presentar una demanda, debe ir siempre aco mpañada po r un ho mbre (el padre o el
padrino, por ejemplo), quien en este caso rehusará aco mpañarla.
Sin embargo, la huida de los jóvenes no altera en mucho las relacio nes de
sumisión entre ésto s y sus may ores. 18 Después de realizada, generalmente los re­
cién casado s adoptan la residencia pacril ocal -o casión pro picia para que, en
algunos casos, el padre haga pagar al hijo su desacato , y más aún si n o aprueba de
buena gana a la muchacha esc ogida po r él- hasta que el padre ceda al hijo la
cierra que le corresponde. Anees que esto suceda, durante do s o tres añ o s, el joven
deberá trabajar la cierra del padre y la muchacha se inco rporará a las careas do ­
mésticas como ayudante de la suegra. Este periodo es de mucha tensión para la
nuera ya que, por primera vez, abandona su h ogar para inco rp o rarse íntegramen­
te a relacio nes jerárquicas con su marido, suegros y demás familiares p o líricos.
Aunque algunas muchachas se quejan de la situación de sub o rdinación a la que
o rilla su suegra, est o las conduce -cuand o mucho- a quejarse con su pro pia
familia y a recibir palabras de aliento para resistir y enfrentar su co ndición.
Actualmente existen o tras formas de c o mpro mis o matrimo nial que se
encuentran a la mirad del camino entre el co mpro miso o bligato rio y la huida,
p or ejempl o, cuando la pareja de muchachos de c o mún acuerdo decide casarse
Y, a través de sus familiares, c omunica este acuerdo al padre de la muchacha,
fijando una fecha cercana para la entrega de lo s regalo s y la boda. También se ha
dado el caso de que un joven, co mpro metid o a la usanza tradici o nal, avisa a su
futuro suegro que ya no desea esperar el plazo establecid o y que se "llevará" a la
muchacha anticipadamente. Todas estas formas de matrimo nio aquí mencio ­
nadas son reco nocidas y validadas localmente, aunque alguno s prefieran unas
sobre otras. Aparee de la unión sancio nada por la "co stumbre", much o s deci-

18 En su tesis, Antonio Gómez (1997) plantea que entre los cojolabales de la comunidad de San
Mareo Veracruz los cambios que se han producido en las formas matrimoniales son muchos, pero
�ue no se ha trastocado la jerarquía entre generaciones. G. Collier, sin embargo, señala que en
Apas, Zinacanrán, "la prolerarización de la mano de obra ha liberado a los jóvenes zinacanrecos de
la dependencia de los mayores" (1989: 437), en cuanto al matrimonio se refiere.
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 67

den casarse por la Iglesia Católica, y los menos, por lo civil, aunque esco gene­
ralmente se hace hasta uno o más años después de empezar a vivir juncos.
Sin embargo, hay una serie de prácticas que algunos pobladores recono­
cen que establecen derechos implícitos de matrimonio. Una muchacha estuvo
involucrada en.chismes a raíz de que varias amigas suyas cuestionaron su matri­
monio, según ellas, tenían más derechos a casarse con el esposo de la primera.
Una de ellas argumentaba que él siempre había sido su pareja en los bailables
escolares. La otra decía que sus padres con frecuencia habían apoyado al mu­
chacho que era huérfano, invitándolo a comer o dándole dinero. En ambas
situaciones se crearon vínculos que hacían suponer que escas muchachas serían
las escogidas y no la otra, con la que decían no había existido relación previa.
Los matrimonios generalmente son duraderos, pero eso no significa que
estén exentos de problemas. El principal es la violencia del marido hacia la
mujer y, ocasionalmente, también hacia los hijos. Los golpes, insultos y ofensas
se producen casi siempre bajo el influjo del alcohol y, en gran medida, ..-'Sto
disculpa el comportamiento del hombre, aun entre las mismas mujeres. En esas
ocasiones, la esposa se refugia unos días en casa de su familia hasta que el mari­
do regresa a pedirle perdón a los padres y a ella, y se compromete a no repetirlo.
Pero, cuando la violencia se presenta de manera recurrente, o la provoca el
hombre escando sobrio, la gente sospecha otras causas para su acritud. Muchos
piensan que el hombre debe tener una amanee y que las repetidas agresiones
buscan alejar a su esposa, obligarla a regresar a casa de sus padres para dejarle el
terreno libre. El adulcerio puede dar pie a la disolución del vínculo matrimonial
aunque existen pocos casos registrados. Generalmente -dicen los pobladores-,
las parejas se arreglan al cabo de un tiempo del hecho, y vuelven a juntarse; sin
embargo, las acusaciones de adulterio han llevado a varios hombres y mujeres a
intentar suicidarse. En otros casos, la violencia se justifica como castigo de alguna
falca cometida por la mujer, y esta situación es avalada canco por las mujeres
como por los hombres.
La condición de viudez crea situaciones difíciles canco para el hombre
como para la mujer, dependiendo de la edad de los cónyuges, de los hijos pro­
creados y de la cierra a la que tengan acceso. Sin embargo, el hombre padece
mucho, según dicen los pobladores, porque no sabe echar corcilbs, preparar la
comida, lavar la ropa ni acender a los hijos o la casa. A pesar de esto, un viudo
puede contraer matrimonio nuevamente con más facilidad y rapidez que la
mujer viuda. El hombre mayor viudo podrá buscar mujer entre las solteras o
68 LA VERGUENí'.A

viudas mayores pero también entre las muchachas jóvenes , mientras que la
mujer viuda (joven o no) generalmente es solicitada en matrimonio sólo por
algún hombre mayor y viudo, y, ocasionalmente por uno de su edad.
Un matrimo nio no se considera consumado hasta que no haya nacido un
hijo. En caso de que la llegada de éste se retrase o definitivamente no ocurra, la
culpa recae generalmente sobre la mujer. Esto la ubica en una posición suma­
mente ddicada principalmente frente a su esposo , pero también frente a la
familia política y a la comunidad en su conjunto. La falca de hijos, de ayudan­
tes para el trabajo, de herederos, hace que el marido sienta que no tiene sentido
todo el trabajo y esfuerzo suyos pues no tendrá atención ni cuidados durante su
vejez. La relación entre los cónyuges se hace hostil y la mujer blanco de las
habladurías de los po bladores por su supuesta infertilidad.
Existe también una marcada preferencia por los hijos varones, que son visco s
como ayudantes potenciales en el trabajo agrícola. Aunque se reconoce el aporte de
las mujeres en el trabajo doméstico, su actividad siempre será de meno r importan­
cia en la medida en que el trabajo agrícola goza de mayor reconocimiento que el
doméstico. Anteriormente, una familia con descendencia exclusivamente femenina
quizá tenía tan poco valor a los ojos propios y de los demás como aquella sin descen­
dencia. Actualmente esca percepción está cambiando ya que, frente a la escasez de
tierras para heredar a los hijos varones, las hijas no constituyen un elemento de pre­
sión en este sentido.

Si bien hace algunas décadas la gran mayoría de los pobladores consideraba


que una familia numerosa era la mejor garantía para la sobrevivencia y la vejez de
los mayores, estas ideas también están cambiando. Posiblemente las campañas
de planificación familiar, promovidas por el estado a través de las instituciones de
salud, han influido en este sentido, especialmente la militante campaña desarro­
llada por los médicos de la clínica del pueblo vecino, Cantioc, 19 pero también es
cierto que las precarias condiciones de vida han llevado a la gente a un callejón sin
salida. Como decía un campesino : "Ya no hay tierra, es cierto, pero si somos cam­
pesinos, trabajamos la tierra, ¿qué más vamos a hacer? Sólo eso sabemos". Un aleo
porcentaje de mujeres se ha esterilizado definitivamente, la mayoría de común
a��erdo con su marido, pero otras a espaldas de él, después de tener de uno a tres
h11 os . Otro grupo ha optado por los métodos anticonceptivos temporales, entre

19 Varias personas me preguntaron si el encargado de la clínica recibía una "comisión" por cada
esterilización que practicaba, anee el desusado interés que manifestaba por realizarlas.
11. LA CONFICUllACIÓN SOCIAL 69

los cuales el preferido es el inyectable. La realidad que las impacta es que sus hijos
no tendrán ni siquiera cierra para la milpa, mucho menos cafetal para subsistir, y
tampoco contarán con la posibilidad de realizar estudios.
Esca situación, sin embargo, ha tenido un impacto sobre la vida de las mu­
jeres que no fue previsto por las instancias oficiales que promueven la planifica­
ción familiar. Probablemente sea cierto que, como dice la propaganda y repiten
algunas mujeres en el pueblo, las que tienen menos hijos se desgastan m�nos
físicamente y, quizá, logran cubrir mejor las necesidades de los pocos que tengan.'
Pero, anee los ojos de los pobladores, las mujeres valen -precisamente y sobre
codo- por su calidad de madres. Una mujer sin hijos no cumple con su función
social más importante y, si tiene pocos hijos, sus redes de relaciones (compadrazgos)
disminuirán, así como también su aceptación social y su autoestima. Una mujer
de treinta años aproximadamente, casada, sin cierras, con tres hijos de 1 O, 13 y 15
años, decía sentirse triste y sola porque sus hijos están grandes y ahora no tiene
para quien trabajar. Tampoco tiene otras alternativas para el uso de su tiempo ni
formas diferentes que le permitan adquirir reconocimiento social.

AUTORIDADES Y OBLIGACIONES COMUNALES

Las formas de autoridad también han sufrido modificaciones a lo largo de las


últimas décadas. Los pobladores recuerdan diferentes figuras de autoridad que
tuvieron vigencia en algún periodo del siglo pasado: los "justicias" y los "prin­
cipales", por ejemplo, en épocas lejanas, y más recientemente, las autoridades ci­
viles representadas por el delegado del comisariado ejidal, el subagence munici­
pal y el comité de educación; también existe desde hace décadas la asamblea
como un espacio de ejercicio abierto de la autoridad.
No es posible encender las formas de autoridad comunitaria sin tomar en
cuenca el hecho de que para fines administrativos, políticos, y también religio­
sos, Río Grande era un apéndice de la cabecera municipal, Tila. Desde finales
del siglo XIX, los "justicias" formaban parte de la estructura del cabildo tradicio­
nal de Tila. De cada colonia o pequeño asentamiento debía salir, al menos una
persona para desempeñar este cargo durante un año, y fungir como interme­
diarios entre el gobierno (a través del cabildo) y su población. Según refieren
algunos pobladores los hombres no querían asumir este puesto ya que los aleja­
ba de sus obligaciones agrícolas y familiares, mientras que las autoridades de la
70 LA l'ERCÜENLA

cabecera -encargadas de nombrarlos- aprovechaban esta circunstancia para


cobrarle una multa a todo aquél que no aceptara el cargo. Cuentan que obte­
nían bastantes recursos por" este concepto. Por ocro lado, los "justicias" desem­
peñaron varias funciones, que posiblemente variaron dependiendo de la época,
pero incluían algunas de las siguientes: cobro de diversos impuestos para el
estado (durante el periodo de Emilio Rabasa, 1890-1892), funciones de vigi­
lancia y resguardo del orden, notificación y cobro de las "cooperaciones" al
cabildo, entre otras.
Por otro lado, están los "principales", hombres mayores que en épocas ante­
riores se ganaban el reconocimiento y respeto de los pobladores, no solamente
por su participación en el sistema de cargos sino también por su guía y conduc­
ción de los asuntos comunitarios. Se dice que ellos debían ser hombres de "pala­
bra", personas cautelosas en su juicio de los demás, que sabían escuchar y opinar
y que anteponían a sus intereses personales los de la comunidad. Acrualmenre se
les llama "principales" a ocho hombres de la comunidad (entre ellos algunos
curanderos y rezadores); pero el peso que tienen en las decisiones que afectan a la
colectividad es limitado.
Otro grupo que ha ejercido autoridad en la comunidad es el de los especia­
listas de la medicina tradicional. Ellos gozan de una situación de excepción ya
que sus conocimientos se atribuyen a un "don" que no todos poseen, y que los
hace distinguirse y ser respetados por los demás. Su papel en el tratamiento de las
enfermedades, las "promesas", la preparación de la cierra para la siembra, entre
otras actividades, les confiere un reconocimiento muy grande. Anteriormente, su
opinión era siempre requerida para las decisiones que afectaran el destino de la
comunidad, pero más recientemente, su importancia se limita al ámbito de su
oficio: la curación que, además comparten o disputan con especialistas diversos.
En otro ámbito se encuentran actualmente los cargos civiles y existen dos
importantes en el poblado: el delegado del comisariado ejidal y el subagente rural
municipal. El puesto del delegado responde al cambio que se dio con el recono­
cimi�nto ejidal, mientras que el del subagente tiene que ver con el ordenamiento
_
1:1umcipal; ambos se ocupan mediante elección en asamblea por los jefes de fami­
lia (hombres) y por las viudas, y como requisito implícito se pide que sepan
hablar, leer y escribir el español. Al conocimiento de la tradición ( con la figura de
los "principales", como mayores de "palabra") actualmente se opone el de la lec­
tura y la escritura, del cual generalmente sólo los jóvenes son depositarios. Esre es
el medio para acceder a puestos públicos en las comunidades ya que permite el
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 71

manejo adecuado de las relaciones con la sociedad mestiza regional. Por esto, los
pobladores comentan que las autoridades deben ser personas "listas" para defen­
derse en ese medio. Las autoridades nombradas no reciben salario ni formación
alguna para su desempeño, y generalmente hacen lo que han visto hacer a los
anteriores, y los consultan en ocasiones..
Actualmente, el puesto más importante es el de delegado del comisariado
ejidal, no solamente por la duración del cargo (tres años), sino también porque es
quien debe resolver los conflictos relacionados con la tierra, elemento en la base
de gran número de conflictos entre los pobladores. Este cargo fue instituido des­
de el momento en que a Tila se otorgó el reconocimiento ejidal (1934), así que es
una figura ampliamente reconocida en la zona. Atiende principalmente los si­
guientes casos: los pleitos por tierras dentro de las familias, entre vecinos y entre
comunidades aledañas; la destrucción de milpas o sembradíos provocada por la
invasión de puercos y otros animales; la gestión de créditos agrícolas y, además,
debe dar el visto bueno a las gestiones emprendidas por las otras autoridades.
Cualquier caso que no pueda ser resuelto por el delegado en el poblado será
turnado ante el Comisario Ejidal de Tila, quien deberá encontrarle solución.
El puesto del subagente municipal tiene menos importancia que el del de­
legado, por la duración (un año) y por la naturaleza de los problemas que dirime.
Atiende casos de robo de animales, objetos, dinero y bienes en general; pleitos
verbales o agresiones entre vecinos o familiares; ofensas y chismes, y separación
de cónyuges motivada principalmente por la violencia ejercida contra la mujer,
por ejemplo. Además gestiona fondos para la pavimentación de calles, construc­
ción de puentes y otras obras de interés general. El subagente recibe el cargo
junto con un secretario, un tesorero y los auxiliares de policía.
Cuando se presenta alguien a quejarse ante alguna de estas instancias el
procedimiento generalmente es el que sigue: la autoridad escucha al demandante
Y determina que, para resolver la situación, debe convocar a la contraparte (si es
que ambas partes no han asistido juntas). Se escribe un citatorio firmado por las
autoridades que debe entregarse en un plazo estipulado para escuchar la versión
de los hechos de ambos lados. La intención de la autoridad es siempre la de llegar
a un acuerdo o conciliación entre las partes, 20 y si alguna se muestra reticente a
aceptar el acuerdo, la autoridad presiona al máximo con la amenaza de remitir el

20 Este
hecho ha sido resaltado en muchos trabajos de antropología jurídica, por ej.:mplo. d.: J.
Collier ( 1995).
LA VERG"ÜENZ,I
72

asunto a las autoridades de Tila (el comisariado o el juez municipal). Los pobla­
dores saben que si el problema e s t urnado a instancias superiores habrá desem­
bolsos mayores (gastos de viaje, fuertes m ultas y seg uramente "mordidas") ade ­
más de pérdida de tiempo; prefieren no llegar a e sa situación, a menos de que les
convenga. Las autoridades han encontrado un mecanismo intermedio entre la
solución negociada en la comunidad y la remisión a instancias supe riores: le­
vantar actas. Sucede así que cuando se llega a un acuerdo, el caso no se registra
en e l libro de actas y por lo tanto no queda constancia escrita de los hechos. Pero,
si aun habiendo llegado a un compromiso, una de las parre s se considera de spro­
tegida (y la autoridad lo respalda), la autoridad levantará el acta como "aviso" de
que si se reincide o no c umple, entonces e l caso será remitido a Tila. Esto se pre­
sentó en el caso de una mujer fuertemente golpeada por su marido en varias oca­
siones. El marido reconocía su culpa y pedía perdón, ase g urando que no volve ría
a hacerlo, pero la mujer ya no estaba disp uesta a creerle. En e ste caso, la a utoridad
levantó el acta correspondiente como un antecedente para qu e e l marido supiera
que si volvía a golpear a su esposa, sería turnado a las autoridades�superiores de la
cabecera.
Existe además el comité de educación que es una instancia relativamente
nue va promovida por los ma estros y fundada en la normatividad de la S e cre ta­
ría de Ed ucación Pública qu e as ume las siguie ntes tareas: a uxiliar a los mae stros
a convocar a re unione s de padres de familia; colaborar en la organización de
celebraciones cívicas y otras fi e stas (día de la indepe ndencia, de la bande ra,
de la revolución mexicana, día de la madre, del padre, del mae stro, del niño,
entre otros); hacer gestiones que concierne n a la ampliación de l plantel e d u ca­
tivo, y organizar a las madres de familia para la e laboración de l desayuno e sco­
lar. En el caso de Río Grande, la escue la cuenta con un huerto, una parcela para
milpa y una de cafetal. El comité de educación debe organizar e l trabajo en
e stas parcelas: se requie re de trabajo com unal (aunq u e básicame nte del trabajo
de los padres de los niños que asisten a la esc uela), mientras que la cosecha la
recoge n ellos con la ayu da de las otras a utoridades (el de legado y el subagence,
con sus ay udantes). En este comité participan siete jefes de familia que asumen
los puestos de presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y tres vocales, electos
en la asamble a y también e ntre los padres de los niños que en ese periodo
asisten a la e sc u ela.
El procedimiento que se sigue para nombrar al de le gado y al subagente es
el sig uiente : uno o dos mese s anee s de que salga e l fu ncionario de su cargo, éste
11. LA CONflGURACIÓN SOCIAL 73

cica a reunión a las otras autoridades para discutir qui� puede ser propuesto a
la asamblea como candidato. Para la elección del candidato a delegado del
comisariado ejidal, se invita a esta reunión además a los "principales" del pue­
blo. Este es un ejemplo claro de superposición de la esfera tradicional del poder
a la moderna: los "principales" y las autoridades salientes proponen a la asam­
blea general la planilla de la cual saldrá electo el delegado del comisariado ejidal.
Una vez escogido un candidato, se presen_,ta a la asamblea para su aprobación.
No se ha dado el caso, hasta la fecha, de que se rechace ninguna propuesta ni de
que se presente más de un candidato a la contienda. En la elección del subagente
municipal y de sus colaboradores no se da la participación de los "principales".
Encontrar personas dispuestas a asumir cualquiera de los dos puestos prin­
cipales es muy difícil. El mayor obstáculo que señalan los pobladores es que esca
actividad los distrae mucho del trabajo agrícola, que es el que garantiza su susten­
to y que a cambio de su empeño y esfuerzo no reciben ninguna compensación
económica. El puesto del delegado es el más difícil ya que dura tres años. Las
autoridades deben ausentarse frecuentemente del pueblo para asistir a reuniones
en la cabecera y en otros lugares y, mientras se encuentran en la colonia, deben
estar a disposición de los pobladores en el momento en que surja algún proble­
ma. Además, la resolución de los conflictos no siempre deja satisfechas a las per­
sonas involucradas y esto hace que algunos guarden rencor a las autoridades por
no haberlos favorecido en su caso particular. Estos resentimientos pueden aflorar
posteriormente en enconos y chismes que dificultan la relación de la autoridad
con otros pobladores.

LA ASAMBLEA COMUNITARIA

Esca instancia ha existido por lo menos desde que la colonia fue reconocida
como parte del ejido de Tila (no hay información acerca de su existencia ante­
rior), ai ·1gual que el puesto del delegado del comisariado ejidal. Desde el mo­
mento de la creación de la asamblea hasta la década de los sesenta, sus funcio­
nes y tareas eran pocas. Por un lado, a través de esta instancia se notificaba a los
pobladores sus obligaciones en la cabecera: dar determinado número de jorna­
das de trabajo para la construcción del casino del pueblo, los arreglos de los
caminos de cerracería y la instalación del sistema de agua potable en la cabece­
ra, entre otros. También dentro de Río Grande se realizaron algunas obras por
LA \11:."RGÚENLJJ
74

iniciativa externa, utilizando e l trabajo co munal de manera o bl igatoria para la


c onstrucción de la escuela, una represa en el río y el trazo de lo que sería el
"centro" del pueblo.
Por otro lado, la asamblea cumplía, además, con regu lar las relaciones
entre vecinos, aunque ésta era obligación tam bién del delegado , p o r lo que sólo
se llevab an a la asamblea aquello s casos que interesaban a la mayoría. A diferen­
cia de lo que sucede aún, por ejemplo, en las comunidades to jolabales en las
que la asamblea dirime pú blicamente lo s caso s de riñas intrafamiliares y de
adulterio (Escalona 1998), en Río Grande éstos se ventilan de manera más pri­
vada frente a las autoridades civiles, aunque son del conocimiento de todos y la
o pinión pública pesa en las decisi ones.
Fue a finales de la década de los sesenta cuando la asamblea adquirió más
relevancia; una serie de instituciones del Estado llegaron a la z o na, y exigían
una forma de relación corporativa con las po blaciones a través de las asambleas
y de las autoridades civiles. Las instancias gubernamentales requer ían de deci­
siones colectivas para impulsar sus proyectos, así que la asamblea co menzó a
vigorizarse, principalmente para las relaciones con el exterio r. Por ejemplo,
INMECAFE daba créditos a todos aquellos jefes de familia avalados po r la asam­
blea y el delegado, igualmente o frecía la capacitación en el manej o de fertili­

zantes, pesticidas y control de plagas durante las asam bleas, y tamb ién infor­
mes de la operación financiera de la institución. Así, la asamblea se convirtió en
el canal de comunicación, con el !NI, la SARH, CONASUPO, IMSS-COPLAMAR, y con
otras instituciones que dirigían el apoyo a esta zona con un discurso novedoso
para los pobladores. Ahora ya no sólo se referían a ellos co mo campesinos o
ejidatarios sino tamb ién como "indígenas".
Si bien es cierto que los pobladores de Río Grande se reco nocen a sí
mismos como chales -que en su lengua significa milpa, milperos-, anees
esca palabra no tenía tanto el sentido de marcar una frontera étnica, más bien
�efinía una actividad, la de mil peros o trabajadores del campo, y un diferencia
lmg üística no sólo frente al español, sino también con
el tzelcal que se hab la en
las poblaciones vecinas. La frontera étnica se reconocía más bien en la oposi­
c'.ón campesinos ejidacarios-comerciantes kaxlanes (mestizo s). No hay que ol­
vidar que la población de la cabecera municipal también era mayoritariamente
cho !, con la presencia de unos pocos comerciantes ladinos o mestizos. A dife­
rencia de lo que sucedió en algunos lugares de los Alto s de Chiapas, en esta
parte de la región chol, el binomio indio- ladino no tuvo correspondencia di-
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL
75

recta con el de rural-urbano, pero sí, evidentemente, con los de explotado­


explotador y dominado-dominante (sugiero que esta oposición étnica ha ope­
rado y opera como otro principio de división y jerarquización, al lado de los de
género y edad). Actualmente, es frecuente escuchar que los pobladores se refie­
ran a sí mismos como indígenas, y que muchos hablen de "la comunidad de
Río Grande", en vez de "la colonia", como antes se hacía. Es claro que la polí­
tica de la Iglesia Católica frente a estos grupos, impulsada por los catequistas,
ha contribuido también a enfatizar la autodefinición como indígenas, como
veremos más adelante.
Ante las nuevas circunstancias creadas por la posesión ejidal, la introduc­
ción del café y la presencia de agencias gubernamentales en la zona, poco a
poco la asamblea también se transformó en el espacio para la discusión y defi­
nición de los asuntos internos. Uno de los principales fue la organización del
trabajo comunal. Éste existía desde tiempo atrás para aquellas tareas de prove­
cho comunitario, pero se incrementó en la década de los setenta, y principal­
>:nente, a partir de 1994, año en que empezaron a fluir más recursos a las comu­
nidades de la zona, provenientes de los diferentes programas de desarrollo
promovidos por el Estado (SEDESOL, etcétera), la diócesis de San Cristóbal de
Las Casas y de algunas organizaciones no gubernamentales (ONG's).
El trabajo comunal en Río Grande se organiza de manera muy eficiente y
principalmente se dirige a la construcción de obras de infraestructura (en
corresponsabilidad bipartita o tripartita con las instituciones promotoras), como
la pavimentación de las calles, la construcción de los salones de la escuela, de la
cancha de basquetbol y el campo de futbol y el trabajo en las parcelas escolares.
En los trabajos principalmente participan los jefes de familia y los hijos varones
mayores que aún no se han independizado de su familia. Aquellos hombres que
no pueden participar porque radican fuera de la comunidad (por ejemplo, al­
gunos maestros) o porque trabajan durante el día fuera de ella, deben contratar
a una persona de la localidad para que cubra su obligación. El salario que se
· pagaba por este tipo de trabajo era de 40 pesos diarios, más elevado que el de la
recolección de café. Sin embargo, existen algunos casos en que los hombres se
han negado a cumplir con su trabajo así como a pagar las multas consiguientes.
Cuando esto sucede, generalmente se les impide beneficiarse del servicio por el
que todos trabajan y la gente se expresa mal de ellos.
Actualmente, en la asamblea se tratan otros aspectos de interés colectivo
que remiten también a la dinámica interna de la comunidad. Por ejemplo, se
LA VERGÜENZA
76

ha discutido la sue rte d e aque llos hijos d e e jidatarios que ya no tienen ti e rras, y
se aprobó apoyarlos para que e llos g estione n una exte nsión de las ti e rras de la
_
colonia que los b e ne ficie . Igualme nte, re cién intervino la asamblea en la asig­
nación de lot e s e n e l "ce ntro" a pe rsonas que vivían le jos de ést e , aprovechando
e l te rre no de una p e rsona que murió sin de jar desce nd e ncia.
Con motivo de la modificación introducida en el artículo 27 constitucio­
nal, e n que se ace ptó la transformación de l tipo de te nencia ejidal en propiedad
privada, los pobladores sost uvieron varias re uniones en las que manifestaron su
re chazo a la disolución de la copropie dad. Aceptaron mayoritariamente oponerse
al Programa de Certificación de D e re chos Agrarios (PROCEDE) e n aras de mante­
ner a su comunidad unida.·Sin embargo, en la me dida en que la colonia d e Río
Grande es parte del ejido de Tila, sus decisiones son vertidas en la asamblea ge ne­
ral para ser re discutidas y sancionadas por e l conjunto. A p esar de esto, de cidie­
ron que aun y cuando la asamblea ejidal se manifestara a favor de la privatización,
e llos se opondrían a nive l de colonia.
Un ejidatario de Río Grande radicado en Tila desde hace décadas, disp uso
vender las cierras que poseía en la colonia a alguie n ajeno a ésta. Cuando se e nteró
la asamblea, sancionó como ilícita la transacción, pues había una decisión pre via de
ella misma que prohibía expresamente "privatizar" l as tierras. Realmente lo que
estaba en discusión no era tanto el que ese hombre hubiera de cidido vender sus
tierras, sino que las hubiera negociado con al uien de fuera de la localidad. La
g
objeción mayor fue que, ante tanto ejidatario ne cesitado de cierras e n la comuni­
dad, él se las vendiera a un foráneo. En este caso resalta que tampoco e llos se han
a�egado es trictamente a la ley ejidal, que prohibía la compraventa, incl uso entre
e)ldatarios locales .
Otra función importante de la asamblea comunitaria, como se ha me ncio­
nado anteriormente, es la e l ección de autoridades, q ue recae exclusivamente en
los hombres que son jefes de familia y e n las viudas que no hayan repar tido
todavía las tierras de su esposo entre los hijos. Las re unione s d e asamble a son
convocadas Y conducidas por las autoridades y todos los asistentes tienen derecho
ª �oz Y voto. Si embargo, el voto se e xpresa alzando la mano en público, sirua­
- _ _ �
cio� que 1nt1 1da a muchos que desearían manifestar s u oposición a algo q ue
. �
esta en d1scus1on. Cuando se discutió la ace ptación O no de l PROCEDE, alg unos
�obladores me manifestaron su interés en que se aceptara la privatiza ción de las
tierras, pero decían que no lo habían e xpresado públicame nte p ues sabían q ue su
posición e ra minoritaria y que la gente come nzaría a e xpresarse mal d e e llos.
11. LA CONl'IGURACIÓN SOCIAL 77

ÁM81TO RELIGIOSO

El sistema de mayordomías, o sistema político-religioso, que tuvo relevancia has­


ta las primeras décadas de este siglo, cuando contaba con 105 cargos religiosos
que eran asumidos por los jefes de familia de Tila, sus colonias y anexos, presenta
actualmente cambios profundos. Para 1973, por ejemplo, se ocuparon única­
mente 33 cargos y las fiestas religiosas fueron cediendo el paso a otras de carácter
particular (cumpleaños, graduaciones y "compadreadas", entre otros) (Coello
1998). En el caso de Río Grande, la importancia del sistema de cargos ha sido
relativamente escasa durante las últimas décadas y actualmente los mayordomos
no tienen mayor peso en la vida social de la comunidad. Diferentes motivos
explican esta situación. Un hecho importante que siempre mencionan los pobla­
dores cuando tocan el tema es que las mayordomías se desempeñaban en Tila y
no en la colonia. Todos recuerdan, pero particularmente las mujeres, el gran es­
fuerzo que hacían al trasladar, por una vereda empinada y resbalosa, durante tres
horas de camino, codo lo necesario para la realización de la fiesta: ollas, puercos o
guajolotes, manteca, leña, acote, velas, tortillas, tostadas y más eran cargados por
la familia hasta el atrio de la iglesia de la cabecera, donde se instalaban durante
varias semanas previas al día de la fiesta.
Aparee de la obligación de realizar la fiesta del santo, los mayordomos
asumían muchas otras a lo largo del año que duraba su encargo: limpieza y
cuidado de la iglesia, atención de los campos agrícolas y de los animales del
encargado de la iglesia, prestar servicio como mensajero para el sacerdote y
apoyo para las fiestas religiosas. Esto los obligaba a dejar continuamente a sus
familiares en la colonia, así como a abandonar el trabajo en sus parcelas. Una
de las quejas que mencionan algunos pobladores refiere que debían trabajar las
parcelas del mayordomo principal. Esto último derivó en roces entre los cam­
pesinos y los encargados de la mayordomía, pero aneé todo provocó descon­
fianza y desánimo entre los campesinos que se sentían utilizados en favor del
interés particular de una persona. Evidentemente, coincidió también con el
. surgimiento de nuevas formas de prestigio -relacionadas principalmente con
objetos de consumo novedosos-, ya no canto de cara a la comunidad sino
también a la sociedad regional.
En la década de los ochenta, los pobladores aceptaron construir una er­
mita propia, impulsados por los catequistas del poblado. Poco a poco han ad­
quirido los "sancos de bulto" y han comenzado a crear un sistema de cargos en
78 LA VERGÜENZA

el que ya solamente participan los habitantes de Río Grande. También han


impulsado, desde hace tres años, la realización del Carnaval, una de las celebra­
ciones más importantes de la cabecera, pero que ya prácticamente no se festeja,
y cuenta con la asistencia y participación de algunas poblaciones vecinas. Ac­
tualmente, los gastos de la fiestas se asumen de manera más colectiva ya que las
familias que desean apoyar al mayordomo cooperan con dinero, trabajo y ali­
mentos, y ocasionalmente reciben alguna aportación monetaria, por ejemplo,
del JNI. Los catequistas están adquiriendo cada vez más importancia en el po­
blado y son vistos por muchos como autoridades morales.
Desde hace dieciocho años aproximadamente se adhirieron los primeros
pobladores a la denominación protestante Profecías. A diferencia de la intole­
rancia religiosa manifiesta en la región de los Altos, en Río Grande han convi­
vido con los católicos de manera pacífica durante estos años, aunque reciente­
mente la relación se ha censado como consecuencia de los conflictos regionales.
Hay unas diez familias pertenecientes a esca denominación que, por ejemplo,
han comenzado a mandar a sus hijos a la escuela primaria de un pueblo vecino
que es mayoritariamente protestante.
Me parece necesario mencionar, en este momento, la importancia de la Igle­
sia Católica, ya que constituye una fuen.a política de primer orden en la región.
Desde hace diez años aproximadamente, los catequistas de la región y del poblado,
inspirados en la teología de la liberación, han iniciado una vigorosa labor pasto­
ral que ha aglutinado a amplios sectores de la comunidad. Aparee de la construc­
ción de la ermita y de la revitalización del sistema de cargos -sobre la base del
trabajo comunal voluntario--, el trabajo y el discurso catequista han abarcado es­
pacios y temas muy diferentes que describiré brevemente a continuación.
El rescate de las tradiciones culturales y el impulso al trabajo comunitario se
justifican a través de un discurso que glorifica el pasado, en lo que se considera que éste
tiene de indígena. Los catequistas buscan recrear la tradición chol, pero a partir de
necesidades muy concretas del presente: afianzar los vínculos comunitarios en corno
a esta tradición religiosa para hacer frente al avance de las denominaciones protestan­
tes, distinguir políticamente entre las fuerzas progresistas (zapatismo, perredismo) y
las que -según ellos- los han mantenido sumidos en la pobreza y la explotación
(priísmo), y, por último, marcar la diferencia entre los indígenas y los mestiws. Opi­
nan que ante la escasez de cierras la opción no es repartirla entre codos los herede­
ros sino que éstos la exploten de manera colectiva para posteriormente distribuir el
producto. Y en su mensaje también se pronuncian en contra del abuso del alcohol,
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 79

de la planificación familiar y de nuevas formas de consumo, por ejemplo, al desauto­


rizar el uso de camas frente a los camastros de tablas que se usaban antes y al resaltar las
ventajas de las jícaras para batir el posol, en contra de los trastos plásticos, hechos que
muestran cierta confusión -a mi manera de ver- entre la defensa de la tradición y
la apología de la pobreza: favorecer las formas tradicionales en el manejo de las desa­
venencias conyugales, incluir la participación de los "principales" en los festivales cí­
vicos de la escuela e implantar la celebración de la fiesta del Carnaval, que antes se
hacía en Tila, con participación de todas las localidades, y otros hechos.

Dos MOMENTOS DE LA
CONFIGURACIÓN SOCIAL

En el recorrido etnográfico reseñado en los distintos subtemas de este capítulo,


he resaltado los aspectos prescriptivos (derechos y obligaciones, tipo de vínculos
y formas de intercambio) que actualmente orientan y hacen posible la conviven­
cia comunitaria en Río Grande. Por un lado, he señalado que la tierra -eje
fundamental de la vida comunitaria en tanto que copropiedad- delimita un
territorio, y su posesión la pertenencia al grupo. A través de la herencia de la tierra
se suponen y reafirman los vínculos jerárquicos entre mayores y menores, y se
excluye a las mujeres de la posibilidad de posesión, reafirmando la subordinación
de la mujer en la jerarquía social.
En lo que corresponde al trabajo familiar, la división del trabajo en el grupo
doméstico es presentada como condición y, a la vez resultado de la existencia de
las jerarquías de edad y de género. Además, se muestra que existen orientaciones
en torno a lo que debe ser el comportamiento deseable de los individuos ubica­
dos dentro de estas jerarquías.
El matrimonio pone de manifiesto nuevamente la fuerza de los mayores
que, incluso cuando ya no deciden por sus hijos (por ejemplo, al escoger al cón­
yuge), todavía ejercen control sobre ellos a través de la propiedad sobre la tierra y
la residencia patrilocal temporal, aunque esto se presenta con menor frecuencia
entre los que recurren al trabajo asalariado. También se destacaron las formas
aceptadas de concertar las uniones, cierto tipo de preferencias matrimoniales (la
endogamia, uniones entre jóvenes de la misma edad, uniones de viudos con viu­
das), los requisitos para adquirir el estatus de matrimonio (tener hijos y de prefe­
rencia varones) y los comportamientos esperados de la pareja, entre otros.
PRO 11111 I�
Lt\ VERGÜENZA
80

Finalmente, al trarar el tema de las obligaciones comunales, se mostraron


las exigencias activadas desde el exterior que se presentan a los hombres como
miembros de esa comunidad: además de participar en el trabajo comunal (del
que existe un existe un reglamento escrito) para la construcción y realización �e
_
obras de interés público, se requiere de la disponibilidad de los jefes de familia
para asumir los puestos civiles y de su participación en las asambleas, reafirman­
do la jerarquía de género. También, se ha mostrado la transformación de formas
de autoridad tradicionales en otras nuevas, como resultado de recientes vínculos
con el mercado y con las instituciones y organizaciones regionales y nacionales.
Pero, he tenido especial interés en mostrar que estas orientaciones
prescriptivas no son aceptadas y asumidas pasivamente por todos, por el con­
trario, son fuente de conflicto permanentemente cuestionadas y negociadas
por los pobladores. Además, así como he mostrado la existencia de un conjun­
to de derechos y obligaciones vigente entre éstos, también he puesto en relieve
el hecho de que estos elementos prescriptivos no son inmutables y que han
sufrido modificaciones en diversos sentidos durante las últimas décadas.
A partir de lo antes expuesto, podemos recrear entonces dos periodos
históricos diferentes en la vida de Río Grande que se han orientado hacia dis­
tintos sentidos de comunidad. 21 El primer sentido corresponde al momento en
que la población desarrolló una economía dirigida al autoabasto, principal­
mente basada en el cultivo del maíz y del frijol. El cultivo del café no se había
extendido en la zona y las relaciones salariales se daban sólo esporádicam ente
en los pueblos y ciudades vecinas, y más en ciudades de Tabasco, pero no den­
tro de la localidad. Las relaciones comerciales eran escasas: los pobladores ven­
dían algún excedente agrícola ocasional, además de manteca, huevos y, de vez
en cuando, algún puerco, y con el dinero obtenido sufragaban los pagos de

21 Retomo
el acercamiento que Escalona propone para el estudio de un pueblo rojolabal, en el que
también sugiere que las configuraciones comunitarias de los pueblos de la región han sufrido
modificaciones diversas:"[ ... ] a partir de la reforma agraria, de la promoción de la educación, de
la intervención del Instituto Nacional Indigenista y de las relaciones con otras agencias guberna­
mentales, es decir, en el contexto postcolonial/nacional, tanto las comunidades del cenero de
Chiapas como las del área rojolabal debieron haber sido reconstruidas, de distintas maneras, for­
mando nuevas configuraciones de obligaciones e intercambios" (2000). George Collier (1989) y
Jane Collier (1995) también han analizado el impacto de la economía regional y nacional en los
procesos de estratificación social de las comunidades campesinas de Zinacatán, considerando
los cambios socioculturales en el matrimonio y el sistema de cargos.
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 81

impuestos así como la compra de mercancías: velas, cohetes e incienso para las
ocasiones rituales, y herramientas metálicas, sal y azúcar, por ejemplo.
Durante esca fase, el derecho de usufructuar la cierra recaía en los jefes de
familia. La tierra que cultivaban, que eran terrenos nacionales, era abundante, y el
criterio aceptado para apropiarse de ella estaba determinado por la capacidad para
trabajarla. De esca manera, una familia que tuviera varios hijos varones dependien­
tes, por ejemplo, podía disponer de mucha cierra, justificando mediante su uso la
posesión anee los demás. Las casas habitación se ubicaban dispersas en los campos
de cultivo de cada grupo familiar. Además, las diferencias en ese tipo de economía
estaban dadas por estos elementos: la cantidad de hijos varones disponibles para el
trabajo, la calidad de las cierras y la capacidad del jefe de familia para organizar las
labores. Las redes de apoyo constituidas en forma de ayuda mutua o de compadraz­
go también eran relevantes puesto que posibilitaban la interacción y, por supuesto,
el mayor y mejor aprovechamiento del recurso cierra. \
Ese cuadro de condiciones reforzaba las jerarquías de edad y de género en la
localidad, que se hacían\sentir tanto en la estructura político-religiosa de las
mayordomías como en las prescripciones matrimoniales. Los "principales", quie­
nes podían disponer de tiempo, recursos en especie y en metálico para asumir los
cargos, gozaban de reconocimiento y respeto entre los pobladores, dependiendo
también de su desempeño en las mayordomías (es importante notar que enton­
ces toda la población era de filiación católica), así como por su experiencia en los
asuntos comunitarios y sus palabras fundamentadas en años de experiencia. Ellos
eran los mediadores entre la comunidad y las autoridades religiosas y civiles de la
cabecera municipal. Igualmente, los curanderos ocupaban una posición de pres­
tigio y liderazgo por poseer un don especial y por la calidad de sus servicios.
Los matrimonios quedaban siempre a decisión de los mayores, quienes
comprometían a sus hijos e hijas a temprana edad -8 o 12 años- para afian­
zar los vínculos con otras familias del poblado. Los compromisos eran largos,
de tres a cinco años, y las visitas con presentación de regalos más frecuentes Y
generosas para garantizar la vigencia y seriedad del compromiso.
Para la segunda fase deben considerarse diversos elementos que contribu­
yeron, en mayor o menor medida, a provocar cambios significativos en la con­
figuración social local: la formación del ejido (mediante la confirmación del
acceso a la tierra que ya usufructuaban), la introducción y adopción del cultivo
comercial del café, la presencia cada vez mayor del Estado a través de sus dife­
rentes instituciones, la participación en organizaciones y procesos políticos de
LA VERGUENZA
82

alcance regional y nacional y el surgimienco de denominaciones religiosas pro­


cescances, así como de nuevas tendencias pastorales de la Iglesia Católica.
A parrir de la formación del ejido ( 1934) se creó y definió entre los pobla­
dores un nuevo vínculo de comunidad en corno a la tierra y se delimitó más
claramente su territorio frente a las localidades vecinas. Poco a poco, las aucori­
dades tradicionales -mayordomos y "principales"- perdieron importancia
en favor del delegado del comisariado ejidal y del subagente municipal. La
asamblea fue revitalizada en escas nuevas circunstancias, canto para las gestio­
nes hacia el exterior (por ejemplo, la solicitud de crédicos y la obtención de
insumos), como para aspectos de orden interno, entre otros, trabajo comunal Y
reparco de lores en el pueblo.
Aunado a este hecho, el cultivo del café por parte de los nuevos ejidacarios
trajo consecuencias importantes para la localidad. Por un lado, desplazó lenta­
mente los cultivos de aucosubsiscencia a la vez que introdujo relaciones de tipo
mercantil. La obtención de dinero se convirtió en centro de preocupación y, en
medidas diferentes, las familias debieron vender café o fuerLa de trabajo para
garantizar su subsistencia, y se profundizó el proceso de diferenciación incer­
na.22 La producción del café como cultivo comercial dio entrada a las relacio­
nes salariales, en demérico de las relaciones de reciprocidad conocidas como
ayuda mutua para el trabajo agrícola.
Fue así que pobladores de la región quedaron vinculados, por medio de la
producción del café, a diversos cipos de redes comerciales regionales, naciona­
les e internacionales, así como a diferentes y nuevos agentes sociales. La ausen­
cia de vías de comunicación para sacar el café de sus localidades y para introdu­
cir nuevas mercancías que ahora podían adquirir gracias a la venta del grano,
representó un obstáculo importante de enormes repercusiones para los habi­
tantes. Frente a una fuerce demanda internacional y alto precio, los comercian­
tes regionales, conocidos como "coyotes", recurrieron a una línea de transporte
aéreo (establecida por grandes compañías compradoras del grano) para despla­
zar el café por avioneta. Poco a poco abrieron caminos de cerracería y brecha.23
22 Por ejemplo, en la década de los sesenta
inició la migración temporal de mujeres para emplearse
como trabajadoras domésticas en Tabasco, antes y en mayor cantidad que la migración de hombres.
H La conclusión de la construcción de la carretera que uniría Yajalón, Tila y Salto de Agua,
tantas veces anunciada por los diferentes gobiernos en turno, debió esperar hasta 1998, y res­
pondió, ante todo, a la necesidad de controlar la violenta situación política de la región y no
tanto a las perspectivas del desarrollo regional.
11. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 83

A parcir de la década de los sesenta, y con más intensidad en los setenta,


aparecieron muy diferentes agentes sociales en la región que contribuyeron, de
diversas maneras, a gestar procesos de cambio. Comenzaré por las instituciones
del Estado. Una de las primeras fue la escuela, que en Río Grande se abrió en
1963. Ésta posibilitó la cascellanización de los menores y la educación se convir­
tió en una poderosa palanca de ascenso social a la que no habían accedido. Con
base en la educación obtenida en la localidad, que llegaba hasta el cuarto grado de
primaria e impartida por un solo profesor, varios de los que decidieron continuar
sus estudios pudieron graduarse como maestros y luego ocuparon un lugar privi­
legiado en la comunidad fungiendo como enlace entre ésta y el medio regional. 24
Se dio asimismo la presencia de otra institución relevante, el INMECAFE, que
pretendía acabar con los intermediarios en la compra-venta del café, y capacitar y
apoyar a los campesinos en el manejo de este cultivo. Se introdujo más carde la
CONASUPO, con la intención de hacer llegar, a través de tiendas rurales, mercancÍ:is
de consumo básico a precios accesibles y como una opción frente al monopolio
de los comerciantes de T ila, que abusaban en los precios. Otras dependencias del
Estado (INI y SARH, por ejemplo) promovieron diferentes proyectos de desarrollo,
como la crianza de animales de corral y apiarios, entre varios más y entregaron
diferentes créditos a los campesinos.
En esta misma época, también se presentaron algunos partidos políticos y
organizaciones sociales para desarrollar trabajo en la región. El Partido Socialis­
ta de los Trabajadores, por ejemplo, con un discurso de oposición al gobierno,
ofrecía terminar con el coyotaje en la compra-venta del café.25 Por otro lado, la
Unión de Uniones instaba a la organización de los pequeños. productores para
obtener mejores condiciones para la producción y comercialización del grano a
la vez que ofrecía ayuda técnica. Muchos miembros de la localidad se incorpo­
raron a estos esfuerzos organizativos (De Agoscini 1994).
Asimismo, a mediados de la década de los setenta, la Iglesia Católica inició
un proceso de redefinición del trabajo pastoral entre las comunidades indígenas.

4
Z Lu z Olivia Pineda se refiere al enorme poder político que han alcanzado los maestros bilingü es --en
su calidad de "intermediarios culturales"- en comunidades de los Alros de Chiapas,}' que han aprove­
chado para su beneficio personal (1995). Si bien podemos encontrar una situación semejante en la
cabecera municipal de lila, en Río Grande los maestros gown de amplio reconocimiento}' autoridad
moral entre los pobladores así como de poder en las decisiones del rumbo de la comunidad.
25 Manuel Coello, comunicación personal.
LA VERGÜENZA
84

Si bien esta institución había tenido una presencia muy importante en la región,
los cambios operados en su interior, orientados por las tesis de la teología de la
liberación, permitieron un mayor acercamiento a las comunidades por medio de
la formación de un nuevo personaje en las comunidades: el catequista. 26 A la
función de conducción de los asuntos comunitarios que antes tenían en Río
Grande los "principales" y "mayordomos", y que posteriormente fue asumida por
las autoridades ejidales y municipales, se agregaron desde los setenta los catequis­
tas, con una autoridad fundada principalmente en el orden moral cristiano.
Es importante resaltar que las autoridades ejidales y municipales son ele­
gidas en asamblea, pero ahora la mayoría asume el cargo como una obligación
ineludible frente a la colectividad, que reporta más inconveniencias que satis­
facciones y beneficios. Los catequistas, en cambio, son seleccionados, forma­
dos y nombrados por la estructura eclesiástica de la región, pero desempeñan
de manera voluntaria y convencida su misión y el reconocimien to que han
alcanzado depende del carisma personal y de la entrega con que usualmente
afrontan sus tareas. Hasta la fecha, los catequistas son distinguido s como auto­
ridades morales y han logrado construir un nuevo liderazgo.
El levantamiento zapatista en territorio chiapaneco en enero de 1994 ruvo
un fuerte impacto en esta zona, que ya contaba con antecedentes de gran
conflictividad. La región cho! ha sido una de las más convulsionadas a partir de
las viejas y nuevas disputas entre fracciones, que a veces se reactivan y revisten de
ca�á�ter político (PRJ vs. PRD o también PRJ vs. bases zapatistas), otras de carácter
religioso (protestantes vs. católicos), y otras más de carácter étnico (ladinos vs.
indios) (Coello 1998). La agudización de las contradicciones a nivel regional, sin
embargo, no ha llevado a una polarización política interna de los pobladores de
Río Grande, como ha sucedido en otros poblados choles, pero sí a enfrentamientos
con algunas comunidades vecinas.
No pretendo en este trabajo hacer una caracterización,.de· tas particulari­
dades del conflicto en la región, ya que excede los objetivos planteados, pero
creo que muchos de los acontecimientos históricos y sociales referidos para Río
Grande pueden dar cuenta de las condiciones que imperan en la zona y que
han resultado propicias para la profundización de las contradicciones.

26 Xóchirl Leyva, en su artículo "Catequistas, misioneros y tradiciones en Las Cañadas", analiza


los cambios en la política de la Iglesia frente a las comunidades indígenas así como el papel
relevante asignado a los catequistas en este proceso ( 1995).
JI. LA CONFIGURACIÓN SOCIAL 85

Hasta aquí, los hechos principales que conforman y dinamizan el segun­


do momento de la configuración social. Es necesario ahora discutir la natura­
leza de las transformaciones en los principios de diferenciación y de jerar­
quización en esta fase. En ese sentido, me parece que la jerarquía de género ha
permanecido relativamente inalterada si la comparamos con los cambios expe­
_
nmentados por la diferenciación de edad. La esfera de prestigio sí ha variado
significativamente, como veremos a continuación.
Por ejemplo, la presencia de la escuela ha afectado varios niveles de la vida
social. Por un lado, abrió un espacio de convivencia para niños y jóvenes aleja­
do del ámbito familiar y de su control. Esto favoreció a los jóvenes en general,
Y a las muchachas en particular, ya que propició el acercamiento y, consecuen­
temente, su participación en la selección del cónyuge. Por otro lado, a petición
expresa de los pobladores, se promovió la enseñanza del español en las aulas.
En asamblea comunitaria se decidió que codos los maestros deben ser del siste­
ma bilingüe para que "sean chales como nosotros" y puedan hablar y explicar
a los niños en cho!, pero les exigen que enseñen el español.
El manejo suficiente de esca lengua es el vehículo adecuado para crear
relaciones fuera de la comunidad, en el espacio regional, por lo que la educa­
ción es considerada como una muy buena alternativa para optar por trabajos
remunerados (por ejemplo, el de maestro, al que también pueden acceder las
mujeres), frente a la escasez de cierras, y presenta la ventaja comparativa de un
ingreso regular seguro.
El matrimonio por "huida", de común acuerdo entre los jóvenes, es ahora
el más habitual, hecho que muestra que éstos han alcanzado un poder de deci­
sión que anees no tenían, pero una vez consumada la unión son nuevamente
los mayores los que usualmente formalizan y legitiman el acto frente a la comu­
nidad. Los compromisos de matrimonio son ahora menos frecuentes que antes
Y, aunque se han acortado los tiempos y las exigencias establecidas, requieren
siempre de la participación de los mayores. Por canto, aún tienen peso en las
decisiones matrimoniales, sea para solicitar el compromiso o pedir el perdón,
pero en forma disminuida. En este sentido, la jerarquía de edad ya no es can
estricta pero cumple todavía un papel importante.
Los cambios en la jerarquía de género son menores pues creo que las
instituciones nacionales con las que la población ha entrado en relación pro­
mueven también cierta desigualdad en ese sentido. El ejido favoreció al hom­
bre al otorgarle propiedad sobre la cierra y capacidad de decisión sobre codas
86 LA VERGÜENZA

s u s relaciones: créditos, insumos, y con instit uciones de desarrollo. Al ig u al que


en las mayordomías, las mujeres q uedaron excl uidas de los p uestos de a utori­
dad y de la participación en las asambleas ejidales; sin embargo, éstas se han
abierto espacios por medio del trabajo asalariado, generalmente como emplea­
das domésticas en los poblados vecinos y en ciu dades de Tabasco. Además, el
hecho de q ue los hombres participen más y más en el trabajo asalariado lleva a
q ue la m ujer e hijos realicen las tareas domésticas y agrícolas del grupo de
manera más independiente, ya que no se tiene la participación permanente del
jefe de familia.
La esfera de prestigio (relaciones de poder) ha cambiado notoriamente. An­
tes, detentaba poder el campesino que tenía más hijos varones y demostraba amplio
conocimiento de los trabajos agrícolas, así como capacidad para organizar al gr upo
doméstico para su desempeño y su participación en el sistema de cargos. El alto
rendimiento productivo y las extensas redes de relaciones para la ayuda mut ua, el
compadrazgo y el matrimonio eran los rasgos distintivos de q uien gozaba de reco­
nocimiento social. El grupo se conformaba generalmente por campesinos mayores.
Act ualmente, la posición de los hombres mayores ha perdido importancia
frente a las instit uciones nacionales que requieren de hombres q ue hablen y escri­
ban el español. Ahora, las autoridades locales son hombres jóvenes q ue tienen
cierto grado de escolaridad, lo que excl uye a m uchos mayores de estos p uestos.
Sin embargo, los hombres de más edad todavía ejercen control sobre sus hijos
por medio de la tierra, y esto les permite decidir temporalmente también sobre
su trabajo.
Otro sector q ue mantiene una posición de prestigio es el de los médicos
tradicionales (incl uyendo tanto hombres como mujeres), a pesar de q ue s u ám­
bito de acción se ha red ucido y q ue prácticamente no participan de las decisio­
nes con respecto al r umbo de la com unidad. El poder q ue detentan los curan­
deros se atribuye a un "don" recibido a través de revelaciones y s ueños, que
sup uestamente no está sujeto a negociaciones sociales. Sin embargo, la atribu­
ción q ue recientemente ha tomado el IN! para legitimar la práctica médica de
alg un os curanderos por medio de credenciales expedidas por esa instit u ción,
como veremos más adelante, cuestiona el principio de "recibir el don" por vía
onírica.27 Aunque las familias protestantes del poblado actualmente rechazan a

27
De acuerdo a los planteamienros de Bourdieu, éste sería un ejemplo claro de la manera en que
una institución del Estado ejerce la violencia simbólica.
11. Lt\ COt-:FIGURt\CIÓN SOCIAL 87

los curanderos y gran parte de la población también recurre a la biomedicina, la


actitud de la mayoría sigue siendo de respeto (y de temor) hacia ellos.
Actualmente el prestigio se construye también a partir de nuevos criterios.
Por un lado, gozan de reconocimiento social aquellos que tienen más acceso a
diferentes y novedosos bienes de consumo, como radios, grabadoras, televisiones o
estufas, así como los que han obtenido alguna capacitación para desempeñarse en
un oficio o profesión, por ejemplo, carpintero, albañil, chofer, topógrafo y maestro,
hechos en que destaca, ante todo, el desempeño individual. Los maestros ocupan
un lugar importante. En su mayoría, este grupo está formado por hombres jóvenes.
Por otro lado, el peso de la jerarquía religiosa tradicional (las mayordomías)
en el poblado decayó, a la vez que surgió un grupo de seguidores de la denomi­
nación protestante Profecías. Si bien este ámbito se encuentra actualmente com­
partido por las dos religiones, católica y protestante, la primera sigue predomi­
nando en la comunidad. Los catequistas han alcanzado un reconocimiento muy
grande como autoridades morales (aun y cuando sean campesinos de escasos
recursos) y desarrollado, muchas veces por encima de los maestros, un liderazgo
muy fuerte. Hasta al momento, no hay mujeres catequistas en la localidad aun­
que sí en otras comunidades de la región.
Es todavía muy precipitado determinar en qué medida el discurso cate­
quista de recuperación de lo indígena, como expresión de lo propio y elemento
de una nueva identidad chol, ha logrado trascender el círculo de colaboradores
cercanos de la Iglesia, para alcanzar a los diferentes sectores de la población de
la localidad. He podido observar, sin embargo, que los encuentros entre los
pobladores y los mestizos de la cabecera municipal, Tila, se dan en condiciones
de mayor igualdad que antes.
Como conclusión es relevante señalar que ambas configuraciones comu­
nit arias conviven actualmente en Río Grande, hecho que origina tensiones Y
conflictos de diferente naturaleza. Las formas de organización e intercambio
"tradicionales" están dando paso -por vías diferentes- a nuevas maneras de
entender la vida comunitaria y la participación de los individuos en ella. Las
relaciones entre vecinos, cónyuges, padres e hijos, pero también entre poblado­
res y gente o instituciones de fuera, están tomando caminos nuevos que provo­
can roces y desencuentros entre los pobladores.
Por otra parte, aquellas orientaciones prescriptivas que no han sufrido cam­
bios importantes en el transcurso de las últimas décadas pueden ser también
objeto de interpretaciones diferentes -y a veces antagónicas- enrre los pobla-
88 LA \IERGÜENLJJ

dores. Las orientaciones prescripcivas pueden ser cuestionadas -"negociadas",


manipuladas a parcir de estrategias empleadas por las personas- provocando tam­
bién conflictos. No obstante, es muy importante notar que las tensiones en corno
a estas orientaciones -sea porque éstas han cambiado o porque, aun permane­
ciendo relativamente inalteradas , son interpretadas de manera diferente- están
estrechamente relacionadas con el hecho de que los pobladores en Río Grande
ocupan posiciones sociales desiguales en el espacio social, es decir, participan de
relaciones de poder que los ubican diferencialmence. La enfermedad de la ver­
güen:za da cuenca de este espacio de luchas y de la competencia para establecer el
contenido legítimo de las orientaciones prescriptivas .
III
LOS ESPECIALISTAS Y LAS
ENFERMEDADES
En la gran mayoría de las pláticas que sostuve en Río Grande, aun con personas que
conocía poco, el tema de la enfermedad fue recurrente. La simple pregunta, ¿cómo
estás?, da pie a largos y detallados comentarios, que reflejan la existencia de una
preocupación constante por la salud de los familiares y amigos cercanos, y, por
supuesto, por la propia. La enfermedad se vive como una amenaza permanente que
invade las prácticas cotidianas. Hasta los más pequeños saben reconocer situaciones
peligrosas que pueden culminar en enfermedad y que, por esto mismo, se deben
evitar. Una parte importante de la vida de los pobladores gira en torno a esta ame­
naza: se toman los cuidados necesarios para no propiciarla, y si se falla, existen
conjuros para asegurarse que la enfermedad no cobre alguna víctima.
Es evidente que el riesgo de enfermedad entre los pobladores de Río Grande
es muy alto, y esto obedece, en buena medida, a las condiciones de vida en que
se encuentran. Son varios los factores que inciden en esto: la dieta básica que,
aunque rica en carbohidratos no incluye suficientes proteínas ni vitaminas,
además que durante algunos meses del año la comida escasea al grado que la
gente se queja de hambre; la falta de higiene; la contaminación del agua del río
porque el drenaje descarga en él; el clima tropical húmedo que favorece la rápi­
da descomposición de los alimentos, entre otros, son elementos que contribu­
yen a minar la salud de los pobladores.
Sin embargo, aunados a las condiciones de pobreza en que viven la gran
mayoría -que muchos pobladores señalan como causales de enfermedad- hay
otros factores que la gente también reconoce como el origen de algunas enferme­
dades. Desde la perspectiva local, las relaciones sociales conflictivas, que se tradu­
cen en envidias, chismes, golpes o acusaciones, pueden desembocar en enferme­
dades como la vergüenza, el cólico y el pensal, o también en "males echados" y en
brujería, en cuyo caso serán graves. Los accidentes e impresiones fuertes explican
el origen de la enfermedad del espanto, tan difundida en el área mesoamericana.
LA VERGÜENZA
92

CUANDO SE PRESENTA UNA ENFERMEDAD

recu­
Cuando un individuo enferma, en un primer momento generalmente se
en el
rre a los cuidados y atenciones que brindan las mujeres, principalmente
aran
ámbito familiar. La madre de familia, la abuela o hijas mayores prep
­
infusiones de yerbas que pueden aliviar algunos males menores: dolores mo y
lestias estomacales, síntomas de resfriados y gripes, dolores de cabeza. También

curan algunos tipos de vergüenza que "nacen de la familia" y cólicos; ocasi ona
lo
mente atienden algunos casos ligeros de espanto, aunque esto generalmente
hacen los hombres. Estas enfermedades leves no son fuente de mucha preocu­
pación para los pobladores. La persona enferma, si es adulta, tiende a disminuir
su ritmo de trabajo sólo cuando el mal parece agravarse. De no ser así, conti­
nuará sus actividades cotidianamente. Si el que enferma es un niño, se tomarán
algunas medidas para impedir que su situación empeore, como evitar los ba­
ños, que se moje en la lluvia, que coma alimentos "compuestos", entre otras;
nada de lo cual los niños están dispuestos a cumplir con mucha atención, ni los
padres a forzarlo con rigor.
También es muy frecuente recurrir a las medicinas de patente, que pue­
den comprarse en farmacias de las poblaciones vecinas (las más cercanas, Tila
Y Petalcingo), o en los puestos de feria en esas mismas localida des y en otras.
Basta con una recomendación del vendedor para que el enfermo, desp ués de
describirle brevemente los síntomas que padece, acepte tratarse con m edica­
ciones que pueden ser desde la aspirina hasta fuerces dosis de antibióticos de
amplio espectro, de preferencia inyectables, pasando por vitaminas y estimu­
lantes para el apetito y antiinflamatorios. También la visita de los vendedores
ambulantes a la colonia es frecuente, dos o tres veces a la semana llegan al
poblado, ofreciendo no sólo los medicamentos, muchas veces caducos, sino
también el diagnóstico. Es importante hacer notar que los pobladores rara
vez observ an estrictamente las indicaciones para el uso del medicamento, lo
que redunda en un menor efecto del mismo; así la duración del trata mient o 0
�os intervalos entre una y otra injesta no son respetados, y generalmente se
mterrumpe el tratamiento al presentarse alguna mejoría. También es bastante
c�mún q�e entre los pobladores se recomienden medicinas y las compartan,
s111 recumr al diagnóstico de algún especialista.
Cuando la enfermedad no cede ante estos esfuerzos iniciales provenientes
tanto de la medicina tradicional como de la biomedicina, la familia comienza a
111. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENFERMEDADES 93

valorar la posibilidad de acudir a un especialista. Los familiares evalúan la situa­


ción del enfermo, la disponibilidad económica para asumir los gastos, y, lo que
es más importante, sugieren diferentes explicaciones para determinar la causa
de la enfermedad, ya que esto les permitirá decidir qué tipo de especialista
consultarán. Para los pobladores la enfermedad puede tener orígenes diversos,
así que comienzan a reconstruir circunstancias naturales o situaciones sociales
que hayan podido desencadenarla. Caídas o sustos a las que se atribuye el es­
panto; relaciones conflictivas entre pobladores que, según la explicación local,
generan vergüenzas o actos de brujería; chismes extendidos que desembocan en
muliLety 'an (delito o pecado de palabra), son algunos de los hechos que exami­
nan los familiares con la intención de explicar el mal. El enfermo, si está en
condiciones de hacerlo, participa también en la discusión, que puede durar
días hasta alcanzar la decisión final, que nunca es individual. Por lo tanto, el
diagnóstico de la enfermedad que elabora la familia tiene un peso significativo
en la atención al enfermo.

RECURSOS MÉDICOS Y OPCIONES

Los servicios médicos entre los que pueden optar los pobladores son los si­
guientes: la biomedicina (del sector público o privado), la medicina tradicional
Y los que ofrecen otros curanderos no tradicionales ("espiritistas", etcétera). 1 La
may or parte de los pobladores recurre, en distintos momentos, o a veces simul­
táneamente, a más de uno de estos servicios, como veremos más adelante.
En el poblado, la presencia de los servicios biomédicos oficiales se limita
al puesto de auxiliar de salud, instituido hace aproximadamente diez años. La
persona que desempeña este cargo es miembro de la comunidad y electo por
ella, aunque este procedimiento no está muy claro, lo que se traduce en conflic­
tos entre quienes desean ocuparlo. El auxiliar recibe generalmente un curso de
una o dos semanas en el que le enseñan conocimientos básicos de primeros
auxilios (curar heridas y golpes o inyectar) y, principalmente, a fomentar el uso
de diferentes métodos anticonceptivos (tomados, inyectables, que son los más
solicitados, y preservativos). También participa en las campañas de vacunación.

'He dejado hasta el final el apartado correspondiente a la medicina tradicional ya que me exten­
deré sobre este tema.
LA VERGÜENbl
94

Sin embargo, durante largos periodos carece de medicamencos y de material de


curación para atender a la población; aunque siempre cuenta con lo relaciona­
do a los mécodos anticonceptivos.
Para recibir atención de un doccor o internarse, los pobladores deben ir a
la clínica de salud del IMSS en Cantioc, el poblado más cercano, a dos kilóme­
tros de distancia por un camino de rerracería. Igualmente acuden a T ila, a las
clínicas del IMSS y de la SS, o a médicos privados, y para casos más serios, a
Yajalón y Ocosingo, donde encuentran más opciones, públicas o privadas. He
registrado algunos casos de personas que fueron hasta San Cristóbal de Las
Casas y Tuxtla Guriérrez, o a Villahermosa.
Diversas situaciones empujan a la familia a decidirse por la biomedicina.
Actualmente muchas personas aceptan que los curanderos tradicionales, 2 que
son los únicos que radican en la comunidad, no son eficaces en la atención de
enfermedades como la tuberculosis y el paludismo, que sólo ocasionalmente pue­
den ayudar a combatir la "hinchazón". 3 En cambio, consideran que la biomedi­
cina, en cambio, sí ha logrado avances sustantivos en la curación de estos males.
Si la familia sospecha la presencia de algunas de éstas, lo más probable es que
visite al médico. También existen otros motivos para recurrir a sus servicios. Un
poblador acudió al médico tras decidirse, en sesión familiar, que la enfermedad
que tenía era resultado de una "baja de defensas" y que sólo él podía ayudarle a
fortalecer su organismo.
En algunas ocasiones, los médicos de las instituciones públicas cercanas
al pueblo remiten al paciente, primero al curandero de la comunidad y, poste­
riormente lo atienden sólo si el tratamiento tradicional no ha dado resultado.
De esta manera, los médicos confían en que los enfermos que los visitan ha­
brán agorado sus recursos médicos propios y estarán abiertos a aceptar otros.
Las consultas con el médico son generalmente cortas e impersonales, se reali­
zan en español y el paciente o algún familiar que lo acompañe responde rápida­
mente a la preguntas del doctor, mientras éste llega lo antes posible a un diag­
nósrico que toma en consideración únicamente los síntomas orgánicos. Es
frecuente que el paciente que consulta a un doctor regrese a la comunidad con

� Curandero es el nombre en español


_
con el que se refieren a los especialistas.
Cuando al�uien enferma de hinchazón, según los pobladores, " la sangre se vuelve agua". Co­
mienzan a hincharse los pies y, poco a poco, las extremidades superiores; si no se cura antes que
esto último suceda, la enfermedad "se va hacia adentro" y el paciente mucre. Algunos curan de­
ros sí saben "chupar el agua", pero dicen que es un procedimiento muy difícil.
111. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENFERMEDADES 95

las medicinas, pero sin explicación alguna del mal que lo aqueja y, muchas
veces, sin conocer siquiera el nombre de su enfermedad.
Pero las relaciones entre biomedicina y medicina tradicional van un poco
más lejos. En el caso del delito de palabra que le diagnosticó a Rosario, el curande­
ro la pulsó y encontró diferentes males, como sucede comúnmente con las enfer­
medades tradicionales. Entre éstos estaba el delito de palabra, pero también escu­
chó que había problemas con su presión. El curandero le dijo que él curaría el
delito de palabra pero que ella debía ver a un médico para que le atendiera la
presión. Nadie supo aclararme porqué el estado de la presión era anormal, pero
Rosario acudió al médico y llevó simultáneamente los dos tratamientos: la cura­
ron de delito de palabra y tomó un tratamiento de vitaminas. Desde hace quince
o veinte años, aproximadamente -según dicen algunos-, los curanderos co­
menzaron a remitir a sus pacientes a los servicios biomédicos. Este caso pone en
evidencia, por un lado, que los médicos tradicionales reconocen, en cierta medi­
da, a la medicina biológica, pero, por otro lado, muestra que la gente también
distingue algunas enfermedades que la biomedicina no puede curar: el delito de
palabra, la vergüenza, el pensa!, el espanto o las enfermedades provocadas por bru­
jería. Es muy frecuente actualmente también entre los curanderos el uso de
antipiréticos, aspirinas, inyecciones y Vick Vaporub para el tratamiento.
Las diez familias protestantes del lugar, miembros del grupo Profecías,
conforman un sector que dice recurrir únicamente a los servicios biomédicos.
Ellos descalifican a los curanderos tradicionales argumentando que no saben
curar, que siempre están borrachos (éste es quizá el peor estigma que adjudican
los protestantes a cualquier persona) y que oran a los santos y ángeles para
invocar el bien o, a través de la brujería, al mal. Cuando comenzaba mi trabajo
en la localidad traté el tema de las enfermedades de vergüenza y de mulilety 'an
con una mujer afín a este grupo y su respuesta me sorprendió:

no sé, no lo conozco. No sé que quiere decir. Kisin sí, es pena, como a mí que me
da pena hablar contigo, porque eres la maestra, porque yo como soy campesina
no hablo bien el español. Pero mulilety 'an no lo conozco, no sé que es. Yo no
salgo de mi casa, .sólo para visitar mi mamá, mis hermanos, para hacer pan en la
escuela. Yo no hago chisme. Sólo visito a mi familia, no me meco en chisme.

Concluí la plática un po�o confundida, pensando que quizá el mu!ilety 'an


no era algo tan difundido como creí en un principio. Al comentarle a Mariano,
otro poblador, lo sucedido, echó una carcajada: "No sabe qué es--dijo en un tono
LA VERGÜENZA
96

irónico- Lo que pasa es que no quiere saberlo''. Según él, los protestantes llegan al
extremo de negar la existencia de esas enfermedades, esa mujer, por ejemplo,
negó conocer el mulilety 'an, pero estableció rápidamente la relación con el chis­
me. Además, citó un par de casos de miembros de Profecías que al borde de la
muerte solicitaron la atención de un curandero tradicional y sanaron.
Aparte de los servicios biomédicos y de los curanderos tradicionales, que
más adelante referiré extensamente, los pobladores recurren a otro tipo de espe­
cialistas. En la ciudad de Tila visitan, desde hace más de treinta años, a una "espi­
ritista", como la llaman algunos; básicamente su trabajo consiste en diagnosticar
la enfermedad, no en curarla, y para hacerlo "habla" con San Miguel. Cuando un
enfermo es diagnosticado por un curandero y quiere cerciorarse de que lo dicho
por éste es lo correcto, visita a esa "espiritista" para tener una segunda opinión.
Ella diagnostica las mismas enfermedades que los curanderos y recurre a explica­
ciones causales semejantes.
La comunidad es también visitada por individuos que se hacen pasar por
curanderos y que, conociendo la preocupación permanente que genera la en­
fermedad, timan a los pobladores con diversos tratamientos. Hace más de diez
años, uno de estos personajes (mestizo) se detuvo frente a la casa de Pablo
mientras éste descansaba en la hamaca. "Buenas tardes", -dijo. Guardó silen­
cio un momento y comentó. "Se ve que estás mal. ¿Qué enfermedad cienes? Te
ves pálido, cansado. ¿No te salen bien las cosas?". Y con estos comentarios tenía
un pie dentro de la casa donde siempre hay algún mal que sanar. 4
En otra ocasión, don Miguel, uno de los ancianos más respetables del pue­
blo, estaba enfermo cuando pasaron por la localidad dos curanderos. Entraron a
ver al anciano, hablaron con él y sus familiares, y éstos aceptaron que trataran al
enfermo. Don Miguel llevaba días así, y aunque había visitado a un curandero
tradicional de la comunidad no había sanado. Los curanderos sondearon con la
familia las posibles causas de la enfermedad y concluyeron que había sido pravo-
4 Es impo
_ rtante destacar la asimetría e n las relacio nes entre los pobladores indígenas y lo s mes­
tizos q ue llegan a la comunidad (aunq ue hay cambio s notorio s actualme nte). Presencié cuando
d�s vendedore s mestizos de Yajalón llegaron al pue blo a o
frecer un curso de computación a los
h¡¡os de lo s poblad ores que estudian la secundaria. Comenzar
o n diciendo que l os jóven es ha­
bían salido favorecido s en un so rteo q ue les permitiría tener un descuento en e l costo del curso
q ue, además, debí�n pagar anticipadamente. Conforme avanzaba la plática, y el jefe de familia
_
mo straba reticencia a aceptar la o ferta, el tono de l o s vendedo re s fu e subie ndo hasta volverse
ofensivo y amenazante.
111. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENFERMEDADES 97

cada por envidia. Para curarse, don Miguel debía enterrar en su milpa el dinero
que poseía -una suma importante, el objeto de envidia de los demás-, además
de observar otros cuidados. En esos momentos llegaba de la milpa su yerno,
Jorge, quien quiso prevenir a don Miguel de que esos hombres podían ser unos
simples charlatanes, pero su esposa se lo impidió. Ella le dijo que don Miguel sí
creía en los curanderos, así como codos los demás. Al otro día, Jorge confirmó
con pesar que el dinero encerrado había desaparecido y también los curanderos.

Los CURANDEROS TRADICIONALES

En Río Grande se reconoce a los curanderos como los especialistas de la medi­


cina trad icional y se utilizan eres términos para referirse a ellos: xwujtyejel, so­
plador, ajts'akejel, curandero, y también iló (préstamo del tzeltal), pulsador, el
que cura y reza la enfermedad. En la localidad había siete curanderos, de los
cuales cinco eran hombres nativos del lugar, uno es de Misijá, pero llegó a vivir
a Río Grande desde muy pequeño, y el séptimo, una mujer originaria de Tila,
casada con un hombre de Río Grande. 5 Aparee de los curanderos, algunas par­
teras también saben tratar algunos padecimien tos de los recién nacidos y de las
muje res embarazadas o que acaban de dar a luz, además de atender a las emba­
razadas, antes, durante y después del parco.
Los rezadores conforman otro cipo de especialistas que se dedican a acom­
pañar con sus rezos diversas ceremonias rituales; actúan solos o en compañía de
otros rezadores, y también apoyan a los curanderos, haciendo llegar sus plega­
rias a Dios y a los santos invocados. Son los encargados de realizar las "prome­
sas" para solicitar buenas cosechas y salud, o visitan el panteón para rezar por
los muertos en Todos Santos, participan al lado de los curanderos en la visita a
la cueva o la visita al Santo Cristo en la iglesia de Tila para pedir por un enfer­
mo. En Río Grande no hay mujeres rezadoras. Los rezadores no curan enfer­
medades aunque es frecuente que los curanderos sean también rezadores. Exis­
te ·el caso de un hombre que ayuda a su esposa curandera, a quien se conoce
como "hablatierra" y "hablacerro", ya que también hace rezos (habla a la tierra
Y a los cerros) y "echa trago" a la cierra. Esta persona actúa siempre como ayu­
dante de la curandera y no realiza rezos por su cuenta.

5 Uno de estos curanderos se suicidó en el 2000.


98 I.A \'ERGÚEN7.A

INICIACIÓN DE LOS CUR,\NDEROS

Raúl

Tiene cerca de cincuenta años y lleva unos treinra como curandero; siempre se
ha dedicado al trabajo agrícola y, de manera complemenraria, a la carpintería.
Es trabajador y goza del respeto de los pobladores. Su hermano era curandero
e insistió a Raúl para que aprendiera el oficio. Al principio Raúl mostró cierta
reticencia: "es duro el trabajo, es sacrificado. No importa qué hora es, uno tiene
que ver al enfermo, dejar la milpa, dejar el café, dejar la mujer, los hijos[.•.]".
Finalmente accedió y comenzó a aprender con su hermano. Sin embargo, insis­
te en que "se aprende solo, escuchando su corazón", no viendo a otros curar; "se
va a la milpa y allí se deja hablar al corazón( ... ] poco a poco se aprende a cono­
cer las yerbas, las flores y los árboles".
A diferencia de la actitud solemne que suponía caracterizaría nuestra plá­
tica, Raúl me platicaba muy divercido sus peripecias para aprender a "pasar la
vela" en la iglesia. Al principio, asistía a la iglesia para escuchar a los otros
rezadores que "pasan la vela" y aprender de ellos. Luego iba a la milpa y, cercio­
rándose de que no hubiera nadie en la cercanía, se ponía a rezar. También prac­
ticaba en voz baja en su casa, encerrado en un cuarto, para que no lo escucha­
ran. Cuando finalmente se atrevió a hacerlo en público, sudaba y se cansaba
mucho. Lo apenaba equivocarse delante de los otros pasadores de vela, pero,
principalmente -dice él- ante Dios. Poco a poco fue adquiriendo práctica,
h�sta que ya no tuvo problemas. Ahora dice que lleva como veinte años "pren­
d�endo vela", y que ya quisiera dejarlo porque está perdiendo la vista y le han
dicho que es como consecuencia de hablar tanto.

Mauricio

Se i�ició en la curación de manera diferente. Sus padres eran curanderos, pero


murieron cuando él era muy pequeño, primero su mamá y luego el papá. Anees
de que muriera éste lo llamó a su lado y habló seriamente. Según recuerda, le
tomó la mano y trazó con un carbón una cruz en la palma del niño. Le dijo que
de esta manera él le heredaba el "don" para curar. Mauricio refiere que él ya
111. LOS ESPECIALISTAS Y I.J\S ENFERMEDADES 99

conocía u n poco de la curación pu es observaba a sus padres, pero lo que no sabía


debió aprenderlo solo.

Catalina

También hay aq u ellos q u e se inician a través de u n sueño, siendo éste uno de


los mecanismos de iniciación más comunes para el área mesoamericana y quizá
el mejor docu menrado. 6
Catalina es u na partera madre de cinco hijos y tiene varios nietos. Se
dedicaba, como rodas las mu jeres de Río Grande, a los oficios del hogar, la
parcela y el cafetal. Doña Carmela era partera desde hacía mu chos años, pero
comenzó a perder la vista así q ue invitaba a Catalina a qu e la acompañara,
ayu dara a cortar el cordón umbilical y a curar el ombligo del recién nacido.
Poco a poco la joven fue aprendiendo el oficio hasta qu e un día la viejita le dijo
q ue iba a heredarle s u trabajo. Catalina -sorprendida- le preg u ntó, por qué
no lo heredaba a alg u na de s u s hijas, ya q u e por lo menos una de ellas sabía el
oficio y debía corresponderle. Doña Carmela respondió que sus hijas no traba­
jaban bien; pero Catalina fue reacia a aceptar el trabajo ya q u e sabía que si lo
hacía, tendría m u chos problemas con sus hijas.
Al poco tiempo la señora murió, y durante más o menos seis años Catalina
no atendió a ningu na parturienta. Sin embargo, una noche t uvo un s ueño: su
ahijada le llevaba u n saco grande lleno de maíz y decía q ue era un regalo de doña
Carmela. Catalina estaba seg ura que debía haber un error y que seg uramente el
saco estaba destinado a alg una de las hijas de la partera. La ahijada insistía en que
no había equ ivocación alg una y q ue el saco era para Catalina. Desp ués de mucha
insistencia, Catalina finalmente aceptó el regalo, pero no q uiso recibirlo directa­
mente en sus manos, por lo que pidió a la ahijada que lo pusiera en la cocina.
Desde entonces, Catalina es partera y además trata enfermedades de mujeres y de
recién nacidos. También ha recibido c ursos impartidos por distintas dependen­
cias de salud.

"La forma de iniciación de un curandero a través del sueño ha sido descrita para d caso de
Chiapas por Nash (I 975), Holland (I 990), Guiteras ( 1965), Hermitte ( 1992) y Vogt ( 1979),
entre los más conocidos.
100 LA VERGÜENZA

Algunos de los otros curanderos se han iniciado por la necesidad apremian­


te de curar a un pariente cuando, en una situación de emergencia, no puede
acudir un curandero reconocido y experimentado. Pasado ese primer trabajo,
recuerdan algún sueño en el que se les anticipaba que serían curanderos.

EL "ooN"

Para los pobladores el conocimiento y las facultades curativas de los curanderos se


adquieren a través de un "don", y no por la vía del aprendizaje formal, como ést�s
señalan con insistencia en sus narraciones. El don puede recibirse como herencia
de un familiar cercano o a través de un sueño y es gracias a él que el especialista
puede diagnosticar la enfermedad; "descubrir" las cualidades curativas de las plan­
tas; hacer los rezos, ofrecer "trago" a la tierra, a la cueva, a la casa, etcétera. "No se
aprende a curar" es una frase que repiten todos y que acentúa las diferencias entre
los médicos tradicionales y los médicos alópatas. Sin embargo, en contradicción
con lo anterior, vemos que en las mismas narraciones también describen cómo
aprendieron de otros en la iglesia o del hermano que insistía en transmitirle sus
conocimientos.
Pero, así como desde la perspectiva local el don otorga la facultad de diag­
nosticar y de curar las enfermedades, también obliga a un compromiso para con
los demás. Una persona de la que se dice ha recibido el don debe ejercer como
curandero, Y si no lo hace corre el riesgo de ser víctima de la enfermedad o de la
muerte. El trabajo de curandero implica muchos sacrificios; pero además es peli:
groso, porque el especialista se expone a acusaciones de brujería o charlatanería si
muere algún paciente o no lo ayuda a sanar.
Los curanderos guardan con mucho celo sus conocimientos y sólo en muy
pocas ocasiones los comparten, generalmente con los hijos o familiares cercanos.
Cuando hay un enfermo grave, a veces resulta difícil que algún especialista acepte
atenderlo porque, ante la inminente muerte, prefieren evitar la responsabilidad,
las posibles consecuencias (acusaciones de brujería, de ineptitud). En estos casos,
los familiares pueden recibir la ayuda de dos o más curanderos, con el previo
consentimiento de éstos. El trabajo conjunto implica una responsabilidad com­
partida y, si el paciente muere, hay menos posibilidades de reclamo por parte de
la familia. Sin embargo, sólo en esas escasas oportunidades se da un intercambio
de algunos de los conocimientos y prácticas de los especialistas.
111. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENFERMEDADES 101

El que acude a un curandero está dispuesto, de antemano, a aceptar su


diagnóstico y explicación de la enfermedad. Ésta se obtiene al "pulsar" al enfer­
mo; el especialista "oye" o siente el ch 'ujlel 7 en el pulso de las muñecas y en los
empeines del pie del paciente, y con sus dedos registra si es lento, rápido, fuerte,
débil, constante o irregular. Esca operación le permite diagnosticar cuáles son los
males que aquejan al individuo (ya que generalmente son dos o más). Toda la
población acepta, sin duda alguna, que "pulsar" es la manera de conocer el cipo
de enfermedad que se padece.
Pero es importante destacar el hecho de que, según la explicación local, el
curandero también puede establecer la causa del mal por medio del pulso. En
unas ocasiones la remite a las relaciones sociales conflictivas, en otras, a los acci­
dentes que provocan emociones fuertes y, así, a diferentes causales. En los casos
de brujería, por ejemplo, hace un par de décadas los curanderos escuchaban en el
"pulso", además del tipo de padecimiento, el nombre de la persona que había
enviado el mal a otra. El diagnóstico del curandero se transformaba en una acu­
sación en contra del presunto causante de la enfermedad que, en muchos casos,
originó homicidios o la profundización de conflictos previos. También en los
casos de enfermedad de vergüenZ,11, los curanderos dan una explicación de su
origen que apunta a las tensiones sociales. Existen otras enfermedades, como el
espanto, cuyas causas remiten, ya no a situaciones sociales de conflicto, sino a
hechos accidentales relacionados con las ideas sobre el ch 'ujlel. Frente a la enfer­
medad, el curandero es la autoridad facultada para establecer el origen del mal.
Los curanderos y curanderas tradicionales y, en menor medida, las parte­
ras, gozan de respeto entre los pobladores. Esto no quiere decir, sin embargo,
que los pobladores reconozcan igual mérito a cada uno de ellos. Muy por el
contrario, cada familia parece tener en su consideración a dos o tres especialis­
tas, generalmente familiares, a los cuales recurre en alguna necesidad (por ejem­
plo, para la curación o la realización de una "promesa"), mientras que del resto
expresarán opiniones más o menos negativas: "no sabe curar", "sólo quiere echar
trago", "no viene cuando lo llaman". Así, cuando yo preguntaba por algún
7Los pobladores traducen ch 'ujlelal español como espíritu o alma, aunque estos términos reducen
en mucho el significado del término en cho!. Concebido como la esencia que anima al cuerpo, el
ch '11jlel no solamente se encuentra en las personas, sino también en algunos objetos inanimados:
los cerros y montañas, las cuevas, ríos, piedras, entre otros. Para Chiapas, existen varios trabajos
que hablan sobre el ch 'ule4 aunque con énfasis diferentes en el rema: Pirarch (1996), Guiteras
(1965), Hermicce (1992), Nash (1975), Holland (1990), Thomas (1974) y Vogc (1979).
102 LA VERGUl'.V7.A

especialista en particular, las respuestas variaban grandemente: para alguno s era


muy bueno , dedicado y cumplido en sus compro miso s; o tr o s lo descalificaban
diciendo que cobraba dinero po r hacer su o ficio "como si noso tro s s o mo s mes­
tizo s".ª
Además de lo s curanderos que saben "pulsar" y curar al enfermo , existen
también lo s brujos. Se reco nocen unos de otros po rque, según los po bladores, los
primer o s curan lo s males, mientras que lo s segundo s tienen el poder de enviar
enfermedades y hasta de macar al enemigo. Un hecho esencial lo s distingue: lo s
curanderos, al igual que todo s los demás, poseen un ch 'ujLe/, pero lo s brujos
cuentan además co n un nagual. 9 Es común que una misma perso na pueda ser las
dos co sas a la vez. Es así como , aunado al respeto , lo s po blado res además remen a
esto s especialistas. Aunque los caso s de brujería son ahora menos frecuentes que
hace un par de décadas -según dicen en la localidad-, no han desaparecido
totalmente. Las envidias y los conflictos están en la base de lo s caso s de br u jería,
y nos remiten nuevamente al difícil terreno de las relaciones so ciales. Al explicar­
me la diferencia entre curanderos y brujos, un poblador recurrió al siguiente ejem­
plo . Decía que hay hombres buenos y malo s y trazaba una analo gía entre la opo­
sición curander o s-brujo s, y la o po sición Ejército Zaparisra de Liberación
Nacional-Ejército Nacional Mexicano. "Si el mal go bierno amenaza co n las ar­
mas, los brujos también tienen sus armas. Si lo s malos go bierno s tienen gente
co rrupta, lo s brujos también tienen ayudantes malos".

CENTRO DE MÉDICOS TRADICIONALES

Result� interesante retomar la experiencia de creación del Centro de Médico s


_
Tradici o �ales, pr omovido por el lnsrir uro Nacio nal Indigenista, y que ha cau­
sado tensi ones entre los especialistas pero también entre lo s po b l ado res. Sugie­
ro q ue � on dos lo s punto s que o riginan la situación tirante. Po r un lado, el
Cenero impulsa una forma novedosa, y discrepante de la tradicio nal, para trans-
a Estas acti_ rudes de cali�cación o descalificación muestran la competencia entre los especialis­
t s, es decir, las luchas s1mb?licas que libran para legitimar su posición (en el capítulo cuatro se
� ,
discute la noc1on de Bourd1eu de luchas simbólicas).
9
Los brujos tienen u� nahua/, un alma animal, que les permite moverse en el mundo bajo la
_
forma de un arnmal, sin ser reconocidos. Para Chiapas, véase Holland ( ¡ 990), Hermicre (I 992)
y Guireras ( 1965), entre otros.
111. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENFERMEDADES 103

mitir el conocimiento médico. Promueve cursos sobre prácticas médicas entre


terapeutas de diferentes comunidades chales, pero también de distintos grupos
étnicos del estado.
Por otro lado, la participación de una institución oficial en el campo de la
medicina tradicional pone en entredicho las formas tradicionales de legitima­
ción de este conocimiento médico. A partir de la creación del Centro, el IN! y el
grupo promotor de esta iniciativa, disputan la facultad de reconocer a los "ver­
daderos" curanderos de los que no lo son. 10 Además, otorgan un instrumento
que les da autoridad: una credencial con fotografía. 11
Desde hace diez años aproximadamente se comenzó a impulsar la creación
del Cenero de Médicos Tradicionales en esta zona. Este centro, mejor conocido
en el pueblo como el Centro de los Curanderos, se encuentra ubicado en la carre­
tera que va de Petalcingo a Tila. Cuenta con dos casas: una moderna, muy grande
Y cómoda, de ladrillo y techo de loza, con cuartos y literas para los enfermos y sus
acompañantes; y la otra, una casa vieja de madera donde se ubica la cocina. Ade­
más, hay un baño de temazcal, que es una innovación como práctica terapéutica
para la región y, en los espacios verdes de los alrededores, yerbas y plantas medi­
cinales. Al centro asisten curanderos de cinco comunidades, y de Río Grande
participan cuatro curanderos y cuatro parteras (no curanderas). Estos datos son
de mediados de 1998. Se supone que cada curandero tiene un horario de trabajo
asignado, pero ha sido difícil se ajusten a esto, lo que ha causado ciertos roces con
los encargados del !NI. Los curanderos argumentan, entre otras cosas, que muchas
veces no pueden cubrir su turno porque se encuentran realizando otra curación
en un lugar diferente y no pueden suspenderla.

' En este caso, la burocracia estatal y el Esrado intervienen también en la lucha simbólica para
0

distinguir quiénes son los curanderos y quiénes los charlatanes.


11 Es impor
tante mencionar que desde la década de los ochenta en Chiapas, un grupo de médi­
cos alópatas con la colaboración de algunos antropólogos, entre otros, gestionaron la organiza­
ción de los curanderos y comenzaron a luchar para alcanzar el reconocimiento oficial de las
prácticas médicas indígenas, que hasta ese momento eran discriminadas por el Estado. Es así
como el surgimiento de algunas organizaciones, entre éstas la Organización de Médicos Indíge­
nas del Estado de Chiapas (OMIECH), fue visto como una conquista frente al Estado que desau­
torizaba la medicina tradicional. Posteriormente, el INI también retomó la tarea de organización
de los médicos tradicionales. Sin embargo, estos esfuerzos organizativos y de lucha por el reco­
nocimiento oficial, han provocado otro tipo de problemas, como veremos en este apan,1do.
104 LA VERGÜENZA

La participación en el Cenero de los Curanderos ha cr eado fricciones e �m� los


especialistas de Río Grande. Los que no aceptaron participar esg rimen los s1gu 1 en­
ces argumentos: la distancia entre los pu eblos y el cenero obliga al enfermo y a la
parentela que lo acompaña a caminar mucho, o, en el me jor de los casos, a gasear en
transporte, si es que pueden costearlo. Esto, además, en las condiciones de l enfer­
mo, no siempre es conveniente. Prefieren acudir a casa del enfermo, y si no es po­
sible , entonces que el enfermo se desplace a la casa del especialista. También consi­
deran improcedente que el enfermo llegue al cenero, esperando encontrar al curandero
de s u confianza, para que lo atienda otro diferente. Finalment e, dice n que los espe­
cialistas que aceptaron trabajar allí lo han hecho exclusivamente por el salario men­
sual garantizado que les da el !NI, y esto es mal visco ya q ue se s upone que el curan­
dero no debe cobrar por su trabajo.
Los c urander os que participan en el c ene ro tienen otros puntos de visea al
respecto. Consider an ·que las instalacion es son más cómodas q ue las q ue ellos
p ueden brindar al paciente y a s u familia, y esto red unda en la más pronta recu­
peración del enfermo. También ven conveniente el h echo de que en el centro
siempre hay un curandero para ac ender c ualq uier emer gencia (a unque en reali­
dad esto no es así ya que frec uentemente s ucede q ue e l centro está cerrado).
Por otro lado, es posible que estos especialistas sientan q ue e l !NI les brinda respal­
do instit uci onal frente a las posibles agresione s de los pacientes o familiares
inconfo rmes con los resultados del tratamiento q ue ellos dieron.
Los requisitos para participar en el centro también pone n e n e videncia la
gran diferencia que existe e ntre los mecanismos de asignación de legitimidad
q ue otorga tradicionalme nte la gente a los c urand eros, y aq uellos que impone
el. IN! para ac reditarlos como esp ecialistas. La p er sona inte re sada en par ticipar
en el centro d eb e entrega r un doc um ento q ue indiq ue cómo ap re ndió a c ur ar,
c uále s son los distintos tipos de enfermedade s q ue atiende y c u áles las y er bas
que sabe utilizar. Todo esto, obviamente , debe ir escrito en españ ol, por lo q ue
gener�lm ente no lo hace el c urandero, e incluye una descripción bastante s u­
perficial de sus conocimie ntos. L uego, el !NI re visa el contenido y si da el visto
b ueno, exti ende al interesado una credencial con. fotografía. La p r imera oca­
sión que visité a Ma uric i o, un curandero de edad avanzada q ue goza de m ucho
prestigio y además es "principal" del p ueblo, comenté mi interés por conocer
s us ideas acerca de las enfermedades. S u primera reacción fu e mostr arm e la
credencial del INI como pru eba de la legitimidad de su pr áctica. Los cu randeros
qu e participan en e ste pr oyecto han re cibido c ursos de la O r ganización de
111. LOS ESPECIALISTAS Y u\S ENFERMEDADES 105

Médicos Indígenas del Estado de Chiapas (OMIECH) en San Cristóbal de Las


Casas y otros que organiza el IN! en T ila y Palenque. Sería interesante investigar
si, además de la incorporación de nuevas prácticas, también puede presentarse
cierta homogeneización de las ya conocidas, aunque me parece que el impacto
real que puede tener este centro en la transmisión de los conocimientos no será
tan importante ya que la participación de los curanderos es inconstante (debi­
do a los compromisos de su ·trabajo, pero también a la suspicacia que hay en
torno al centro).
Las opiniones de los pobladores sobre el Centro de Médicos Tradicio­
nales también están divididas. Algunos asisten a él mientras que otros se opo­
nen vigorosamente, a pesar de que en el pueblo visitan a alguno de los curande­
ros que atienden allá. Uno de los pobladores se mostró disgustado de que los
curanderos del pueblo estuvieran transmitiendo sus conocimientos a unos des­
conocidos (los del INI y la OMIECH) sin saber cómo exactamente los otros los
utilizarán o para qué.

LAS ENFERMEDADES QUE ATIENDEN LOS CURANDEROS

En este apartado describiré las enfermedades que más recurrentemente atien­


den los curanderos. Una primera distinción que puedo establecer entre las
enfermedades que se padecen en Río Grande reside en el hecho de que algu­
nas implican la pérdida del ch 'ujlel (su separación del cuerpo) mientras que
otras sólo lo afectan levemente, "lo debilitan". Aquellas enfermedades causa­
das por la pérdida del ch 'ujlel ponen en grave peligro la vida de la persona
mientras que las que únicamente provocan debilidad son consideradas do­
lencias meno res.

Espanto

Entre las enfermedades que conllevan la pérdida del ch 'ujlel encontram?s �l


espanto o susto. En estos casos, provocados sea por un accidente (caídas, prm�i­
palmente) o por alguna emoción fuerte (por ejemplo, ser arrastrado por �l no,
enfrentarse a un animal O una situación de peligro), se dice que el ch 'u;lel se
separa del cuerpo, su recinto cotidiano, para quedarse atrapado o retenido en
106 LA VERGÜENZA

los mont e s, ríos, caminos, ce rros o cu evas. Al s epararse , los witz 'o, "re sponsa­
ble s de las cuevas, de las piedras, de los ce rros" son los que guardan o "rnman
como re hén al e spíritu". 12 Para persuadir a los witz 'o d e que su elte n al ch 'ujlel,
e s n e cesario ofre ce rle s una "reposición" o "tru e que ". El curandero, acompañado

por familiar es de l e nfe rmo, regr e sa al lugar de l accid ente sie mpre con una pre n­
da d e v estir d el enfe rmo, y ofre ce a la tie rra y a los witz 'o una ofr e nda d e se is
granos de maíz blanco, se is frijole s, se is die nte s de ajo y aguardi e nte , que e nci e­
rra supe rficialm e nt e, alin eados en una sola hil e ra o e n forma d e cruz. D espués
re za para pedir que lib eren al ch 'ujlel de l e nfe rmo. Si el lugar en que suc edió el
accide nte s e e ncue ntra muy alejado, e ntonc es la "re posición" pu e d e hace rs e en
casa del curand e ro, pero se duplica la cantidad d e los obj e rns ofre ndados.
Los casos de espanto son muy frecue ntes. Existen algunos muy fu erces qu e,
según los pobladores, desencadenan la e nferm edad de mane ra rápida y agresiva.
Otros, en cambio, se van acumulando poco a poco hasta que finalmente enferman
a la persona. Por esto, al diagnosticar a un enfermo, e l especialista puede dete rmi­
nar la presencia de varias situaciones de espanto simultáneamente, lo que lle vará a
sembrar una "reposición" en el lugar en que ocurrió el incide nte más se rio, mientras
que en los demás se hará únicamente un rezo y se ofrendarán aguardi ente y velas.
Casi todo diagnóstico de enfermedad incluye también el de espanto y los niños son
generalmente los más afectados. Los síntomas son variados: mucha de bilidad e
inape tencia, nerviosismo, temblores y sobresaltos al dormir.

Brujería

También las enfermedad es que son re sultado de la bruje ría provocan la pérdida
del c� 'ujlel, pe ro, a difere ncia del espanto que nac e de situaciones accid e ntales,
son mvocadas por otra p ersona. La envidia e ntre v ecinos es la causa común­
mente reconocida para hacer brujería, que re quie re de los oficios d e un especia-

12 Los wz·rz 'O (de I cho 1 wtt· ,


z, cerro o montaña), según los describe un poblador, son los respon-
sables_ de cerr�s Y montañas, pero también de ríos, cuevas y piedras. Los witz 'o responden tanro
ª las Invocaciones que hacen los brujos como a las que hacen los curanderos. "[...] con el
witz 'o, van Y le hablan y le dicen: 'Házle esto al tal fulano, aquí está su nombre'. Le ponen
trago, vela Y esto Y el otro, entonces castigan, maltratan, ( ...] sí, le da un castigo. Y para sacarlo
de donde está amarrado se tiene que llevarle lo mismo, trago y trueque". En Manca aparecen los
wirz ch 'en como "protectores benéficos de los chales" ( 1997: 36) .
111. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENl'ERMED,\DES 107

lista para realizarla. Existen diferentes tipos de brujería entre los cuales el
pochitoque y la maLamujer son los más importantes.
Se dice que los brujos actúan desde las cuevas, en donde, en forma oculta,
invocan a los malos espíritus para dañar a alguna persona. Allí prenden velas,
echan aguardien te a la tierra, rezan, pero también encierran alguna pertenencia
de la persona (un pedazo de una prenda de vestir, cabellos) a quien quieren
afectar, y un papel con su nombre escrito. Una vez realizado esto, según la
explicación local, la persona a quien está dirigido el daño enfermará. Para los
pobladores los sínt omas de la brujería son muy claros y se distinguen de las
otras enfermedades fácilmente. El enfermo "tiene sueños pesados. Sueña que lo
persiguen, codo el tiempo, el espíritu malo. Cuando va a la milpa, no va con­
tento. Donde deja su morral, allí llegan los animales a cagarse, los animales
malos, que son los que usan los brujos: chivo, gato montés o lechuza, se le atra­
viesan en el camino".
Además de estos síntomas, se señalan varios más. Casi codos hablan de
nerviosismo y angustia, pero pueden aparecer combinados con dolores muscu­
lares o de cabeza y falca de sueño y apecico, por mencionar sólo algunos.
Cuando se diagnostica enfermedad por brujería debe realizarse un trata­
miento bastante elaborado. Para comenzar, los familiares más cercanos al enfer­
mo acuden a la cueva en compañía del curandero y buscan el pedazo de papel
con el nombre del enfermo, así como la pertenencia de éste enterrada. Esca
tarea puede llevar un par de horas y no siempre es fructífera ya que la cueva es
muy grande y llena de recovecos. También es necesario que lleven ahí una pren­
da de vestir del enfermo (o un mechón de cabello). Luego se procede a iniciar
el rezo, incluso cuando no se hayan encontrado los objetos encerrados, se colo­
can las velas, se echa aguardiente a la cierra y se reza, pidiendo la liberación del
ch 'ujLeL del enfermo.
AJ terminar esca fase, durante el trayecto de regreso, que puede durar un
par de horas, el curandero encabeza al grupo que lo acompaña y, con unas ramas,
hace el ademán de empujar (o de arrear) al ch 'ujfeL hasta la casa del enfermo.
Mientras tanto, llama al ch 'ujLeL del enfermo por el nombre de la persona �ara
que los acompañe y suena una pequeña calabaza hueca {bux, en cho)) para guiar­
lo hasta su hogar. AJ llegar a la casa del enfermo, éste y los otros familiares allí
presentes están preparados para recibir a la comitiva. Frente al alear se sienta el
enfermo y, detrás de éste, el curandero. Comienzan el rezo, las "sopladas" Y
"rameadas", mientras dos personas, a los coscados del enfermo, hacen sonar dos
LA VERGÜENZA
108

objetos diferentes: una golpea un machete con algún objeto metálico, puede ser
con una moneda, y la otra percute un bote en un recipiente con agua, a manera
de tambor. Al concluir el rezo, se da por terminado el tratamiento.
Los distintos tipos de brujería requieren tratamientos diferentes: para el
pochitoque, por ejemplo, es necesario contar con el caparazón de una pequeñ�
tortuga. Para la curación de malamujer es necesario "engañar a la enfermedad
disfrazando al enfermo de mujer, si es hombre, o de hombre si es mujer. No
hago una descripción más detallada de estas enfermedades puesto que la ver­
güenza, objetivo central de este trabajo, no es provocada por brujería.

Males echados

También existen los "males echados" a los que se imputan enfermedades. Para
"echar un mal" no es necesario recurrir a un brujo ya que la persona que desea
dañar puede invocar el mal desde el altar de su casa. Algunos dicen que se invoca
al "ángel malo", que se le prende vela e incienso, y que así enferman al enemigo.
Otros dicen que es suficiente tener un mal comportamiento con una persona
para que ésta enferme. Los pobladores no señalan una diferencia única y clara
entre la brujería y un "mal echado". A veces, también la vergüenza puede ser, para
algunos, un "mal echado".
Las enfermedades que mencionaré a continuación afectan también al ch 'ujlel,
pero no conllevan su separación del cuerpo, por tanto, se consideran menos gra­
ves Y nunca fatales. Entre ellas se encuentran el pensal o cólico, el pots 'lom, la
vergüenza y el mulilety 'ano delito de palabra. Comparten entre sí que su origen se
atribuye a las desavenencias y dificultades en el campo de las relaciones sociales.

Pensal

El nombre de esta enfermedad en cho! proviene del español "pensar". Los poblado­
res refieren que esta enfermedad se presenta cuando una persona guarda algún
resentimiento y está constantemente recordándolo y reviviéndolo. Puede ser tam­
bién resultado de la triste� que le provocó la muerte de un ser querido y que, como
en la condición anterior, oci:lpa permanentemente los pensamientos de la persona.
Un poblador describió a un enfermo de pensaL "Un muchacho está triste porque es
111. LOS ESPECIALISTAS Y LAS ENFERMEDADES 109

�uy p�bre, pero_ tampoco trabaja o hace mucho para salir de su pobreza. Se la pasa
rnsre siempre. Viene un amigo y le dice que por qué está así de rrisre, pero el otro
no cuenca nada, simplemente dice que no riene nada".
Algunas personas dicen que es la misma enfermedad que el cólico, porque
también puede ser provocada por un enojo o disgusro. Sin embargo, para orros
el cólico es una enfermedad disrinra. El pensal "da dolor en la boca del estóma­
go, se pone duro como una bola. Sientes hambre pero no quieres comer". Se
cura tomando una mezcla de hinojo, bálsamo, inciensa coronada (dos o rres
gotas) y tostada de tortilla bien quemada. Además, se da un masaje en el vien­
tre, empujando de arriba hacia abajo.

Pots'lom

Según los pobladores, esta enfermedad "nace del cuerpo", no proviene de causa
externa. "Cuando se come chile arde el estómago, dan agruras y, a veces, salen
ronchas como sarampión o manchas oscuras con ronchas". A veces su origen se
atribuye a comer carne de puerco cuando se está siguiendo un tratamiento con
medicinas de patente. Para curarla se usa una planta que se llama pots'lom pimel
(verdura de pots 'lom). t.sta se curte en "trago" y se roma una copita diaria. La plan­
ta se da en dos colores: de la roja se piensa que es más fuerte que la blanca. Puede
usarse sólo una pero si se combinan ambas se cree que resulta más eficaz el reme­
dio. Cuando un curandero no puede curar, remire al paciente con el doctor. 13

Mu!ilety 'an

Esra enfermedad es considerada por algunos como la vergüenza de palabra,


mientras que otros se refieren a ella como a una enfermedad diferente, que en
español llaman delito o pecado de palabra. A mi manera de ver, las causas aduci­
das para esra enfermedad se asemejan a aquellas que, en la etiología local, pro­
vocan la vergüenza, aunque el tratamiento presenta algunas diferencias.

13 Para el caso de Tila, Manca ha registrado esta enfermedad como el resultado de no atender a
tiempo una vergüenza. Se manifiesta también con manchas en la piel que llevan a distinguir tres
variedades del mismo mal: el pots 'lom colorado, el morado oscuro y el rosado claro. Yo no he
registrado asociación entre la vergüenw y alguna otra enfermedad.
110 LA VERGÜENZA

El muLilety 'an es considerado el resultado de una tensi ó n social que da


lugar a un chisme ge neralizado. En los casos qu e me refirieron, la� tension es
.
suroieron, por e jemplo, de la discusió n entre una anciana y su h1¡0 que no
qu:ría asumir la responsabilidad de cuidarla . En otro caso también se at�ibuy ó
al chisme que se extendió cuando la hija de un camp esino, compromenda en
matrimonio, huyó con otro joven. En el primer caso, la e nfermedad de la an­
ciana se atribuyó a la discusión, en el segundo, la enferme dad de l padre de la
muchacha qu e huyó se imputó a la huida de ésta. Los síntomas que presenta­
ron los e nfermos fueron nerviosismo, desgano y triste za.
El tratamiento del mulilety 'an hac e resa ltar fundame nt al mente e l papel
del chisme en el origen de la enfermedad, y a que en e l proce dimiento te rapéu­
tico se realiza una simulación o actuació n de aqu el . G ener alment e p articipan
cuatro personas que han sido escogidas por el paci ente (y a veces, también por
el curandero), a qui enes se invita a recrea r e l chisme que circuló por la locali­
dad. Mientras el curandero, ubicado al centro d e todos, e fectú a sobre el enfer­
mo "sopladas", "barridas" y re zos, a su alrededor los cuatro invitados "chismean"
sin parar, reproduciendo todo lo dicho acerca del enfermo. En determin ado
momento, el curandero se ñala a los "chismosos" qu e es suficiente y de ben pa­
rar, y realiza un último rezo para concluir el tratamiento.
Hasta aquí h e descrito de manera resumida las principale s enferm edades
que se pr esentan entre los pobladores de Río Grande , con la intenci ó n de
contextualizar el padecimiento de la vergüenza. No he inc luido la descripción
de ésta ya que en los dos capítulos siguientes se analizará en detalle, se incluyen
la clasificación de los casos y la ló gica de op eració n, así como la sintoma rología

Y su tratamiento. Lo que sí me parece relevant e resaltar en este mom ento es que


varias de las enfermedades mencionadas, y entre éstas, la vergüenza, están rela­
cionadas directamente, en la perspectiva médica local, con situacion es sociales
conflictivas. Las referencias que hacen a la bruj ería, por ej emplo, indican que la
enfermedad puede originarse por decisión de una persona que quiere dañar a
otra. Las envidias del que tiene más recursos O "buena suerte " en lo que realiza,
goza de buena salud, tiene un buen trabajo, se adelantó en p edir en matrimo­
nio a la muj er que otro deseaba solicitar, entre otras pueden estar en la base de
la brujería, pero también de la enfermedad de la vergüenza y de los casos de mal
echado. En el siguiente capítulo analizo la relación que existe entre las tensio­
nes que se expresan en dicha enfermedad y las posiciones sociales y principios
de diferenciación que operan en el espacio social de Río Grande.
IV
EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA
La enfermeda d de la vergiien:z,a es muy frecuente en Río Grande. Se cree que
una situación difícil, que a los ojos de los pobladores podría provocar esta en­
fermedad, no genera necesariamente una reacción inmediata ya que puede pre­
sentarse a los pocos días o hasta diez o más años después. Ese� permite que la
situación penda como una amenaza, y que los pobladores, al estabJecer el diag­
nóstico familiar, rastreen las posibles causas hasta tiempos pasados, y reconsideren
las circunstancias sociales que en un principio no se juzgaron peligrosas como
probables desencadenantes de la enfermedad.
Igualmente, cuando se presenta una posible situación de vergüen:z,a, según
la explicación local, la enfermedad puede cobrar sus víctimas no solamente entre
las personas directamente involucradas en ella, sino también entre los familiares
cercanos. Son muy frecuentes los casos en que los niños y niñas, pero también las
esposas supuestamente, enferman por circunstancias penosas en que ha partici­
pado el padre y esposo. Esto implica, entonces, que al enfermar una persona, la
familia debe revisar la historia -reciente y pasada- de las relaciones sociales
conflictivas de codo el grupo familiar.
Las circunstancias particulares a las que los lugareños imputan las reac­
ciones de vergüenza son muchas y muy variadas: robos de animales y otros
bienes, envidias por la acumulación de riquezas, incumplimiento de compro­
misos, regaños y ofensas, afectación de recursos propios y ajenos y perjuicios en
las milpas dan contenido a la etiología local de esca enfermedad.
Como hemos visto, para los pobladores de Río Grande la ve1güenza es
el resultado de una situación conflictiva y, por lo canco, es concebida por ellos
como la somatización de las tensiones sociales. Según la explicación local esta
enfermedad tiene amplias repercusiones en la medida en que puede afectar
no sólo a las personas directamente involucradas en la circunstancia particu­
lar que supuestamente desencadena el padecimiento, sino también a sus fa-
LA VERGÜENZA
114

milia res. Igu almente, se a firma que e l e fecto producido por la sit u ación con­
flictiva pue de posterga rse durante p eriodos variados, y prese ntarse fina lme nte
meses o a ños después. De esta manera, la e nfermedad de cualquier mie mbro de
la familia, ha sta de los más p eque ños, pue de a socia rse a a lgún intercambio rís­
pido e n e l qu e hayan participa do su p adre o ma dre, o ta mbién u n hijo o hija,
independientem ente del momento en qu e haya ocurrido. Por lo tanto, me pa ­
rece que la vergüenza represe nta una explicación q u e permite a los pobladores
abarca r y dar cu e nca de muchos de sus padecimie ntos físicos, como veremos en

e l quinto capítulo.

Sin emba rgo, para el análisis de la vergiienZ/l sugiero un plano de interpre ­


tación diferente. Más que una somatización de las tensiones sociales, esta e nfer­
me dad puede verse como un le nguaje o un idioma ba stante coherente en el q ue
los pobla dores ha blan y r e fiere n un conjunto de escas tensiones y disp u tas
que surgen de los intercambios diarios. Pero este lenguaje de enfermedad es más que
la expresión de los conflictos; también es una manera de interve nir y de incidir en
el curso y desenlace de las tensiones mismas. En el pr esente capít u lo desarrollo

esta idea a la ve z que discuto algunos acercamientos te óricos para la conceptuali­

zación de la enfermedad. También propongo una clasificación de los casos de


vergüenza. así como la explicación de la lógica que subyace a las tensione s sociales.

¿MECANISMOS DE CONTROL SOCIAL


VERSUS COMPETENCIA?

En Chiapas se ha realizado una gran cantidad de trabajos que -e n mayor 0


menor prof undidad- se ocu pan de las e nferme dades e ntre los dife rentes gru­
pos étnicos de la región. Un hecho que ha sido resalta do por la mayoría de
a utor es se re fi ere a que en la etiología loca l d e muchos pad e cimientos físicos se

establece una relación directa entre tensiones sociales y e nfermedad. 1 Por lo


�aneo, est a asociación no es excl usiva de los choles, sino qu e pa rece exte nderse
1gualm�nt� entr e rzotziles, tzeltales, zaques y rojolabales, entre otros.
St bi e n es cierto que la liter atura sobre el tema de la enfermedad es
abundante, las referencias a la vergüenza e n estos trabajos son pocas y de ca-

Véase Hermirre ( I 992), Guireras-Hol mes (I 965), Nash (1975), Holland (1990), Manca (I 997)
1

y Fernández (I 995).
IV. El. SENTIDO DE LA VERGÜENZA 115

ráccer general, y codo indica que este padecimiento tiene menos relevancia en
los otros grupos étnicos de la región que entre los choles. Quizá la vergiienza
no es una enfermedad tan común o, si lo es, entonces no presenta una gama
tan amplia de situaciones que puedan desencadenarla. Pero también es posi­
ble que la vergüenza no haya despertado la curiosidad de los antropólogos,
como lo dice explícitamente Hermirce, porque no conlleva la pérdida de al­
guna entidad anímica, como el ch 'ujlel.
A continuación cito las referencias que hay sobre la vergiienza entre los
diferentes grupos étnicos de Chiapas. Entre los tzocziles de los A1ros de Chiapas,
concretamente en el municipio de Chenalhó, Guiceras-Holmes habla del kexfaL o
desconcierto que se presenta cuando una persona se encuentra con otra de más
edad y a quien debe respeto (1965: 123). Picarch menciona el kexfaL en Cancuc,
poblado rzelral, como un estado de difícil definición, asociado a un sentimiento
de bochorno o ridículo. Esca enfermedad es la consecuencia de mostrar abinca­
mence las emociones, depositadas en el ch 'u/el, delatando así algo muy íncimv de
la persona (1996: 88). Hermicce, para Pinola (czelcal), describe la vergüenza como
la "mala 'absorción' de ciertos estados emocionales" y la incluye dentro del siste­
ma de sanciones sociales (no sobrenaturales), puesto que no afecta al ch 'u/el ni al
nahua/ de la persona (1992: 113). Nash se refiere a la vergüenza en el poeblo
rzoczil de Amacenango del Valle como la secuela de "cualquier incidente penoso"
( 1975: 169). Al tratar sobre la vergüenza entre los choles, Pérez Chacón la remire
a "la falca de productos de primera necesidad entre las familias choles" que los
obliga a pedir préstamos. Cuando éstos no son otorgados, sobreviene la enferme­
dad (1993: 288). También, en otro de los pocos trabajos sobre los choles, se
menciona la vergüenza como la "sanción" por la "transgresión" de una norma
(Manca 1997). En esca relación salean a la visea las diferencias can grandes que la
enfermedad denominada vergüenza presenta, no sólo entre los distintos grupos
étnicos, sino también dentro de un mismo grupo, como el de los czelcales, por
ejemplo.
Muchos de los trabajos sobre la temática de la enfermedad comparten la
orientación funcionalisca que ha predominado en la región. En estos, algunos
padecimientos físicos se explican como la consecuencia de la violación o trans­
gresión de una norma social (Hermicce 1992, Guireras-Holmes 1965, Holland
1990). Plantean que los miembros de una sociedad se conducen respondiendo
a mecanismos de control social y que la enfermedad puede ser considerada un:1
sanción al comportamiento anómalo del individuo.
116 LA VERGÜENZA

Es cie rto q ue alg unos de los casos q ue registré en Río Grande pare­
cerían responder a la lógica de la transgre sión-sanción, como son aq uellos
provocados por robar, lastimar a un animal ajeno, ofe nder a u na p e rson� 0
te ner más riq ue zas q ue otros. Los casos podrían verse desde la p e rsp ecnva
funcionalista como piezas sueltas q ue posibilitan reconstr u ir un código nor­
mativo implícito y, por esto, un tanto desartic u lado y asiste mático, y a aq ue­
llas pe rsonas, víctimas de la e nferme dad, como las q ue violan alguna "norma"
social. Sin embargo, no todos los casos m uestran congr u encia con respecto a
e sta explicación. Una mirada más at enta permite observar m u chas contradic­

ciones e inconsiste ncias q ue saltan a la vista. Veamos alg u nos e j emplos. Entre
los casos recogidos, y q ue describo en de talle más ade lante en este capít ulo,
hay alg unos e n los c uales las personas q ue se dice e nf e rmaron de vergüenza
porq ue f ueron ac usadas de robo eran inoce ntes. De c ualq uie r man era, se se­
ñala q ue e nferrriaron no obstante q ue los miembros de s u grup o doméstico Y
vecinos cercanos conocían perfectamente q ue no eran c ulpables. B u scando
favorece r la explicación de la lógica jurídica de transgre sión-sanción, podría
obje tarse q ue, a los ojos del re sto de los pobladores, s u inocencia e staba e n
e ntredicho mie ntras no se d emostrara, y, por lo tanto, la e nferme dad podría
e nte nd e rse como una sanción social, a pe sar de q u e e n e stos casos los ac u sa­
dos fueran inocentes.
Pero, hay otros casos q ue también cuestionan la interpretación de la ver­
gü enza como una sanción social, por la violación o transgre sión a determinada
norma, entre los c uales se encuentran los q ue se refieren a la invasión de p uercos
� las milpas ajenas (véase vergüenza de puerco, pág. 32). En los eres casos q ue se
incl uyen más adelante en este apartado, se dice q ue qu ienes e nfermaron de ver­
güenza no fueron los transgresores, los d ueños de los p uercos q ue habían provo­
cado daños severos a la propiedad de otros vecinos, sino las víctimas del hecho.
Aparee de estos casos en q ue la lógica transgresión-sanción no se cumple,
ya q ue no enferma el transgresor sino la víctima, y donde la enfe rme dad no
puede ser ence ndida como sanción, hay muchos otros e n q ue tampoco e stá pre ­
s�nte, como sucede con la solicit ud de préstamos. Entre estos, hay algu nos soli­
citantes 9�:• se �ún la e xplicación local, e nfermaron al negárseles su solicitud.
Pero tamb1 e n existen casos opuestos e n q ue se dice q ue enfermó de vergüenza el
que negó el préstamo.
Si a los casos en que la lógica transgresión-sanción aparece trastocada se
agregan aquellos en que, a pesar de q ue exista una transgresión como las me n-
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 117

�ionadas, ésta no desencadena la enfermedad, entonces esta explicación resulta


insuficiente. Así, cenemos situaciones sociales semejantes que algunas veces des­
embocan en la vergüenza, pero no siempre, y cuando la provocan, los desenla­
ces pueden ser diferentes en cada ocasión, como veremos más adelante. Es nece­
sario, entonces, cuesÚonar y proponer una alternativa a la noción funcionalista
de mecanismos de control social así como también reconsiderar la caracteriza-
ción que presentan sobre la enfermedad.
Me parece que una de las limitantes de las propuestas funcionalistas de
Durkheim y de Parsons se encuentra en la escasa capacidad que confieren a la
acción humana. Conciben a los individuos como recipientes pasivos de los
mandatos de su sociedad o, como diría Durkheim, de la conciencia colectiva
0 997), por lo que su acción se reduce a la interiorización de los valores de ésta.
En el centro de su conceptualización se ubican las normas, sin reconocer que
éstas pueden ser negociadas o estar sujetas a interpretaciones diversas depen­
dientes de la posición social de los actores. Se excluyen, entonces, de esta mane­
ra las desigualdades sociales y las disputas de poder (Giddens 1993).
Considero que las tensiones sociales que se expresan por medio de la ver­
güenza no pueden ser explicadas a partir de la lógica de la transgresión-sanción o
como un mecanismo de control social. Es cierto que estas tensiones están referi­
das a las orientaciones prescriptivas que informan y hacen posible la convivencia
comunitaria, en aspectos tales como el matrimonio, los compromisos adquiri­
dos, la adscripción comunitaria, la herencia, el préstamo y la compraventa de la
tierra, las formas de resolución de conflictos, así como las autoridades encargadas
de su ejecución, entre otros. Sin embargo, me parece que los pobladores no ac­
túan compelidos por un código de normas único y preciso, vigente en la locali­
dad. Es decir, no se conducen respondiendo de manera pasiva a "mecanismos de
control social"; más bien se podría decir que despliegan un sentido deljuego que
les permite actuar en las diferentes situaciones sociales enfrentadas dentro de un
campo particular de relaciones sociales. 2 Las orientaciones prescriptivas no dictan
2 artie ndo de
P B ou rdieu, entiendo las orientaciones prescripcivas que se manifiestan en un cam­
po particular históricamente determinado como "un conjunto de regularidades objetivas que se
impo nen a todos aquell os que entran en un ju ego", más que corn o "un principio de cip o jurídi­
co más o me nos conscientemente pro ducido y dominado por los agentes" (1993: 68). La no­
ción de s entido del juego o de sentido prdctico denota las capacidades socialmente adquiridas por
los age ntes para actuar en ese campo, sabiendo lo que tienen que hacer, sin obedecer normas.
Esto es posible gracias a que el habitus -es decir, el sentido del juego interiorizado por los
118 LA VERGÜENZA

ni imponen de mane ra unidireccional comportamientos a los agentes, a u nq ue


éstos tampoco actúan libres de coda determinación social p ues parten de esque­
mas sociales de percepción y acción. A través del estudio de los distintos casos es
posible reconocer que los agent es definen estrategias (de manera espontánea? de
acuerdo a s us posiciones relativas, a las posibilidades q ue le s prese nta de cermrna­
da situación y a las ventajas que pue dan obte ner de ella. 3 Por medio de estrategias,
los actores compiten en el juego.
Ve amos algunos ejemplos de las formas de participación o compe tencia en
e l juego. En Río Grande la cost u mbre dicta q ue la cie rra debe he re darse e xclusiva­
me nte a los hijos varones. Esca "norma" reconocida por todos no impide q ue un
je fe de familia sin herederos varones, pueda heredarle la cierra a su hija casada (e
indirectamente a s u yerno) para, de esca manera, garantizar los cuidados y aten­
ción de ellos en caso de enfermedad y durante s u ve jez. En alg u nos casos, e sca
le ctura laxa de la "norma" ha llevado a q ut: se reconozcan dere chos comunitarios
(participación en las asam_bleas, reconocimiento como "principal") al yerno, a un
c uando no sea originario de la localidad. Con esto, se estaría s u p uestamente pa­
sando por encima de ocra "norma", la q ue limita la adscripción comunitaria a
aq uellos nacidos en Río Grande .
Otro ejemplo se re fiere a la "norma" que dicta q ue los padre s d e berán
ceder la cierra a s u hijo en el momento en q ue éste renga el primer de scen die n­
te. Como vimos antes, m uchos j e fe s de familia (presionados por la cada vez
mayor escasez de cierras) incumplen esta disposición: postergan la entrega de la
tierra al máximo para aprovechar durante más tiempo e l trabajo del hijo Y la
n ue ra, pero también para no ver reducida su parce la. Al hacerlo, el padre se gu­
ramente tendrá en consideración el número de hijos varone s entre los que tiene

agentes- comprende los sistemas de esq uemas de pe rcepción, apreciación y acción que permi­
ten al agente " una comprensión inmediata del mundo familiar porq ue las estr ucturas cognitivas
que pone en funcionamiento son el producto de la incorporación de las estr ucturas del mundo en
el q u e actúa, porque los instr umentos de elaboración q ue emple a para conocer el m u ndo están
elaborados por el mundo" (Bo urdieu 1999: 180).
3 La noción de hab tus supera dos errores de la visión escolástica: "por un lado, el mecanicismo que
_ '.
somene q ue la ac�1ón (de los agent�s) es el efecto mecánico de la coerción por causas e xternas; por
otro lado, el finalismo que, en parnc ular con la teoría de la acción racional, sostiene q ue el agente
actúa de forma libre, consciente, y, como dicen alg unos urilitaristas, with fidl 1mderstanding, ya
que la acción es fruto de un cálc ulo de las posibilidades y los beneficios" (Bo urdieu 1999: 183).
Las estrategias no son fr uto del cálc ulo racional puro ni de la obligatoriedad de las normas; m:ís
bien se producen a partir del sentido práctico o sentido del juego y como parre de éste.
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 119

qu e repartir cierras, el lugar q ue ocu pa determinado hijo en ere los h erederos, la


cantidad de cierras de que se disponga, etcétera. El hijo, en cambio, podrá re­
c u rrir a las a utoridades para exigir lo que considera s u derecho, o utilizará otros
métodos (chismes, amenazas de"males echados") para forzar la decisión. Ésta se
apoya en u na "norma" de herencia, aunq ue c u estiona y confronta el principio
de aucoridad del padre . Estos e jemplos mu estran que las "normas" son objeto de
manipulación como parce de las estrategias producidas por los agentes para al­
canzar u na interpretación favorable a su situación.
Además, las orientaciones prescripcivas en Río Grande son dinámicas y,
durante las últimas décadas, algunas han experimentado cambios importantes,
como res ultado de la participación de los pobladores en compl ejos procesos so­
ciales, políticos y económicos, de alcance local y regional algunos, y otros, nacio­
nal e internacional, adquiriendo sentidos diferentes en el interior de la comuni­
dad. Escas nuevas formas m uchas veces chocan con aquellas reconocidas y aceptadas
anteriormente como la "costumbre", generando conflictos y competencia encre
los pobladores. El caso sig uiente ejemplifica esca situación. La ahora llamada vio­
lencia intrafamiliar, principalmente de los maridos hacia sus esposas, es muy fre­
c uente. Anteriormente, cuando la m ujer víctima de esta situación pedía apoyo a
sus padres, éstos visitaban a la familia del muchacho, en compañí:i. de los padri­
nos y de los mayores que los habían ayudado a realizar el "compromiso" de boda.
La comitiva planteaba su q ueja a los familiares del muchacho, y éstos se compro­
metían a hablar con él y a buscar cambios en su conducta. Sin e mbargo, más re­
cientemente, las quejas se realizan ante el subagente municipal y basca con la
presencia de la mujer afectada y de su padre (o algún hombre de la familia que
la respalde) para dar curso a la demanda. Recientemente se presentó un caso en
que la joven esposa, golpeada repetidamente por su marido, pidió a su padre que
la acompañara a poner la denuncia ante la autoridad del poblado. El padre, sin
embargo, insistía en q ue lo correcto debía ser visitar a la familia del joven con la
comitiva acostumbrada, y que allí se determinara qué hacer con él. Este caso
permite examinar esas contradicciones entre "normas" instituidas y procedimientos
o rec ursos jurídicos emergentes, ade más de distintas estrategias para afrontar la
misma situación.
Estos ejemplos nos ponen de manifi esto que los individuos no actúan
obedeciendo de manera mecánica las directrices de un código normativo. Lo
que vemos, ante todo, son diferentes maneras de interpretar las orientaciones
prescriptivas (es decir, de jugar el juego) así como distintas respuestas ante éstas
LA VERGÜENZA
120

(p or medio de las estrategias). Más que mecanismos de control s o ci�l que i�­
p onga n el cumplimiento de no rmas a lo s individuos, o que a nte su i n cumpli­
miento imp onga n un ca stig o (la enfermedad, por e jemplo), se presenta n for­
mas de compet encia ent re lo s agentes sociales que buscan so rtear o a decuar las
orientaciones prescrip t ivas de la mej or manera . Sin e mba rg o, c om o veremos ª
cont inuación, la competencia entre los individuo s no siempr e se est a blece en
condicio nes de igualdad. Reco nociendo las dis tinta s po sici on e s sociales que
ocup an los p obladores así como l os pri ncipios de dife renc i ació n que orien tan
la convive ncia comu nitaria en Río Gr an de, es posible explica r el desen lace de
las situaciones de tensió n que se expresan en la vergüenza.

POSICIONES SOCIALES, PRJNCIPIOS DE


DIFERENCIACIÓN Y LUCHAS SIMBÓLICAS

A partir de la conceptualizació n de B ourdieu, plant eo dos ejes principales que


permitirán analizar las tensiones que se expresan e n la vergüenza. El primero a punta
hacia los objetos, bienes y personas en torno a los cuales gir a la competencia . En
Río Grande, los recursos escasos (tierra, enseres, anima tes domésticos, in stru­
mentos de trabajo, mujeres, capacidades y conocimientos) que adquieren una
validació n simbólica relevante son los elementos en disputa en el espacio social
particular. Sobre la base de estos he ordenado los casos de vergüenza p ara ofrecer
una clasificación, que presento más adelante en este capítulo.
El segundo ej e que desprendo de los planteamientos de B ourdieu tiene q�e
ver con la importancia de incorporar en el análisis el conocimiento de las condi­
ciones de igualdad y/o desigualdad que existen entre los ag entes sociales que
participan en la competencia y que, a mi manera de ver, nos permiten entender la
lógica de los casos de vergüenza, como se expondrá más adelante en el apartado
correspondiente . Con esto me refiero a las posiciones relativas que ocupan los
agentes en el es acio soci al y que, en las circunstancias particulares que ge neran
_ �
las tensiones sociales, operan como elementos de diferenciació n . Cuando entran
en contradi cció n dos o más miembros de la localidad, cada uno de ellos se en­
frenta al otro a partir de la posició n social relativa en ese momento y situación
particular. Así, las contradic ciones entre los po bladores pueden me-dirse en tér­
minos de las posiciones de fortaleza y/ o de bilidad de los involucrados o, e n otros
casos, de la posición homóloga que comparten .
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 121

En el espacio social en cuestión, los agentes ocupan posiciones sociales des­


iguales, a parcir de su ubicación en las dimensiones económica y simbólica . Escas
posiciones solamente pueden definirse de manera relacional ya que tienen vigen­
cia únicamente frente a las demás posiciones en ese espacio particular. En la di­
mensión económica, las diferencias están marcadas por la participación que tie­
I
nen los agentes en eres ámbitos de la producción: para el aucoabasto, para e
mercado y la participación en el trabajo asalariado. Por ejemplo, los que destinan
más cierras y trabajo familiar a la producción de café para el mercado, así como
aquellos que mantienen relaciones salariales bien remuneradas (los maestros), ocu­
pan una posición diferente, y superior, a la de quienes dedi can la mayor parte de
su cierra y trabajo familiar a la producción para el autoabasco o que se emplean
por salarios muy bajos. La posición económica y simbólica de los agentes sociales
es uno de los elementos que interviene en la definición de las disputas o contra­
dicciones entre !os agentes sociales.
A cada posición social corresponde también un habitus particular, entendi­
do éste como "principio generador y unificador que ·retraduce las características
intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un
conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas" (Bourdieu
1997: 19). Esto significa , entonces, que el sentido del juego implica un reparto
desigual de capacidades para jugar. Así como las posiciones son diferentes, los
habitus también se diferencian y son, a la vez, diferenciadores.
En la medida en que los agentes interiorizan la estructura social, con sus
divisiones y jerarquías, el mundo social en que viven, así como el lugar que
ocupan dentro del mismo, se les presentan como lo natural o evidente, como lo
que denota el "sentido común". Este orden social inscrito en los cuerpos opera
a parcir de los principios de visión, división, clasificación y jerarquización, que
posibilitan a los agentes aprehender y comprender la realidad, pero también
actuar sobre ella. Como resultado de la conformación histórica del campo, po­
dría pensarse que actualmente operan los siguientes principios lógicos de divi­
sión: masculino/femenino, mayores/jóvenes, personas con dones especiales/sin
dones (Escalona 2000), y el étnico, comerciantes kaxlaneslejidatarios, retradu­
cido en mestizos/indígenas choles. Estos principios se trasladan a la división del
trabajo y a la autoridad, tanto en la familia como en la localidad en su conjunto.
Es así, por ejemplo, que hasta ahora nadie, ni siquiera las mujeres afectadas
por esta disposición, cuestiona que la costumbre reconozca a los hombres como
tos únicos propietarios de la tierra. Tampoco se problematiza el hecho de que
122 LA VERGÜENZA

todc matrimonio (por compromiso o por huida) debe ser sancionado por los
mayores, ni que a los padres de la muchacha haya que entregarles reg alos en
especie o en dinero, como concr ap arte del incercambio. Estos aspectos, que ayu­
dan a reproducir las jer arquías de género y de edad incernamente, son acept�d�s
tanto por hombres y mujeres como por mayores y jóvenes. Estos cuatro pnnct­
pios de diferenciación son también elemencos que participan en la definición de
las situ aciones conflictivas.
Al estar dotados los agentes de esquemas de percepción acordes a la estruc­
tura del espacio social que habitan, incorporan las diferencias en las prácticas, en
los bienes y en las opiniones existentes en este espacio a un sistema simbólico que
tr ansforma algunas de ellas en signos de distinción, en símbolos de prescigio,4 0
como dice Bourdieu, en "un mundo físico estructur ado simbólicamente" (1999:
135). Es así que en la dimensión simbólica tener formación de maestro o estudios
de educación media-superior, o poder costear los g astos de los hijos en estos
niveles (entre varios posibles), repon:a un reconocimiento muy grande entre los
pobladores, a diferencia de aquellos que únicamente cuentan con los estudios de
primaria impartidos en la localidad (y esto, sólo algunos) y cuyos hijos no podrán
aspir ar a algo semej ante. Igual sucede con los bienes de consumo que otorg an

amplio prestigio a sus propietarios: las casas de m ateri al y techos de losa y lámina,

los carros, las despulpadoras metálicas, la ropa y el arreglo personal, los viajes en
taxi o las medicinas, distinguen a los que los poseen de los que no. Los individuos
que gozan de prestigio pueden influir más decisivamente en las orientaciones Y
decisiones de la comunidad puesto que cuentan con autoridad par a h acerlo.
Como vemos, el espacio social de Río Gr ande está constituido por posicio­
nes sociales distintas en las que los agentes sociales se sitúan de maner a desigual
económica Y simbólicamente. Los principios de diferenciación, que oper an en
los habitus, introducen también otros elementos que resultan en desigualdades
e�tr� los agentes. Esto hace que los encuentros ríspidos y los intercambios con­
fl icttvos �ue se suscitan entre los pobladores, y que aparecen como las circunstan­
_
cias pam culares de los casos de vergüenza, no puedan explicarse solamente como
el re�ultado �e relaciones interpersonales conflictivas, sino que apuntan a las dife­
renci as y desigualdades arraigadas más profundamente en el tejido social.
4 Los signos de distinción conforman el capital simbólico. Cualquier tipo de capital (económi­
co, cultural) que sea reconocido y valorado (como natural) por los agentes forma el capital sim­
bólico. En el caso de Río Grande, el capital económico se transmuta en uno de los principales
componentes del capital simbólico, aunque no es el único.
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 123

A partir de esto, sugiero que los desenlaces de las situaciones de vergüenza


están orientados por los elementos arriba descritos, y deben analizarse siempre
de manera relacional para cada caso particular. Por ejemplo, podría anticiparse
que una mujer ocupará la posición de debilidad generalmente frente a un hom­
bre, como lo harían un niño o un joven frente a un adulto. Sin embargo, la
relación forraleza/debilidad en esros casos se complementaría con otros facto­
res además de los de edad y género. Si la mujer es curandera o maestra podrá
ocupar la posición de fortaleza frente a un campesino y si el joven tiene capaci­
tación escolar que le permite ser maestro, ropógrafo, entre otros, podrá igual­
mente situarse por encima de un campesino de mayor edad. Por otro lado,
cuando la situación de vergüenza nos refiere las tensiones entre dos hombres
vecinos de edades cercanas, los elementos de diferenciación podrían ser de ca­
rácter económico, a partir de la propiedad de una casa de material o de un
camión que da servicio para transporte de materiales, por ejemplo.
Pero, esto no significa que los agentes, a partir de que asumen el mundo
como algo dado naturalmente, no intenten modificar su situación. Así como se
enrabian luchas y competencia por la interpretación de las orientaciones
prescriptivas, también en la dimensión simbólica se dan luchas entre posiciones
por imponer y dar legitimidad al punto de vista propio. En estas luchas simbóli­
cas, los agentes se valen de otros recursos individuales de disputa, tales como el
chisme, las ofensas, las insinuaciones, los comentarios astutos y, como veremos
más adelante, incluso las imputaciones de provocar enfermedades.5 "El poder
simbólico es un poder de hacer cosas con palabras" (Bourdieu 1993: 141).

1 as luchas
L simbólicas tienen como objetivo imponer a otros la percepción propia del sentido
común o, lo que es lo mismo, alcanzar el monopolio de la nominación legítima. Según Bourdieu,
pueden presentarse dos formas diferentes. En el aspecto objetivo, actuando a través de accion:s
de representaciones que pretenden hacer evidentes ciertas realidades {por ejemplo, una mam­
festación de un grupo determinado que, al hacerse públicamente, vuelve del conocimiento de
los demás su existencia como cal: el número de seguidores, etcétera). En el aspecto subjetivo, al
intentar "cambiar las categorías de percepción y de apreciación del mundo social, las estructu­
ras cognitivas y evaluativas: las categorías de percepción, los siscemas de clasificación, es decir,
en lo esencial, las palabras, los nombres que construyen la realidad social tanto como la expre­
san, son la apuesca por excelencia de la lucha política, lucha por la imposición del principio de
visión y de división legítimo [ ... ]"(Bourdieu 1993: 137). Los chismes, insulcos, rumores e
insinuaciones forman parce de las luchas individuales de la vida cotidiana por imponer el pro­
pio punto de vista, pero evidentemente tienen menos impacto que las luchas políticas.
124 LA VERGÜENZA

En algunas de las situaciones de vergüenza, la competencia entre los pobla­


dores se acompaña también del chisme, como un elemento de peso en la defini­
ción del desenlace; por medio de esta estrategia, las personas involucradas inten­
tan, aunque no siempre lo logran, inclinar la balanza a su favor. El chisme se
vuelve un arma poderosa para situar al oponeni:e en la condición de debilidad
(aunque sea precisamente reconociéndole una posición superior). Por ejemplo,
un hombre solicitó maíz prestado a otro vecino que contaba con él pero se lo
negó. El solicitante echó a correr el chisme resaltando, ante los ojos de los demás,
la avaricia del que fácilmente hubiera podido satisfacer su solicitud. Frente a los
pobladores, el solicitante apostó a desacreditar a quien le había negado el favor.
Es claro que en escas luchas, el poder simbólico de los agentes es proporcional
es
a su capital simbólico, decir, al prestigio del que gozan en el grupo (acumulado a
partir de luchas anteriores). Así, una persona tendrá más posibilidades de "conven­
cer" a los otros sobre sus opiniones y puntos de visea, mientras más prestigio y legi­
timidad haya acumulado hasta ese momento. Pero también sus palabras tendrán
una mayor eficacia simbólica en la medida en que se ajusten a la forma en que esa
realidad es descrita comúnmente.

CLASIFICACIÓN DE LOS CASOS DE VERGÜENZA

En un primer momento, mi intención fue la de recuperar, a través de pláticas con


los pobladores y los especialistas médicos, los criterios locales que les permiten
ordenar y clasificar los casos de vergüenza. Sin embargo, no encontré elementos
que introdujeran un ordenamiento específico en las situaciones que me fueron
descritas. Éstas, generalmente, se narraban con gran cantidad de detalles, como
circunstancias particulares -un caso tras otro- en las que se referían indistinta­
mente, por ejemplo, las causas y las personas involucradas , así como los síntomas
Y el tratamiento, sin la pretensión de introducir sistematización alguna.
A raíz de esto, establecí una agrupación de los casos de vergüenza a partir
del objeto al que hace referencia su nombre, que era el dato más visible. Fue así
como primero distinguí tres grupos: los casos de vergüenza en que se involucran
objetos, animales y personas. Este intento inicial no fructificó porque la relación
entre enfermedad o tensiones sociales que establecen los pobladores, y que me
permite caracterizar a la vergüenza como un lenguaje de estas tensiones, sólo
puede rastrearse tomando en cuenca las causas aducidas para la enfermedad.
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 125

Por tanto, la clasificación que propongo a continuación parte de las causas


mencionadas por los pobladores, pero las he ordenado retomando un eje particu­
lar: los recursos en torno a los cuales gira la competencia. Con este criterio, he
agrupado los casos de vergüenza en dos conjuntos: el primero, referido a la com­
petencia en torno a los recursos escasos, y en éste incluyo los casos de envidias,
desperdicio de recursos propios y los de afectación de recursos ajenos. El segundo
conjunto comprende los casos de compromisos y expectativas incumplidas.
Quiero adelantar que otro elemento determinante en las situaciones de
vergü enza es el de las posiciones sociales de los agentes involucrados. Aunque este
punto será desarrollado con profundidad más adelante en el aparcado sobre la
lógica de la vergüenza, es necesario tener en mente que los casos que describo a
continuación -en torno a la competencia por los recursos- también represen­
tan encuentros entre personas que ocupan posiciones sociales diferentes.

COMPETENCIA EN TORNO A RECURSOS ESCASOS

Envidias

Es importante recalcar que en una sociedad orientada principalmente a la satis­


facción de las necesidades básicas, la riqueza (en bienes de producción y de
consumo, pero también en capacidades y habilidades desarrolladas) es muy
escasa y está desigualmente distribuida. Las diferencias que resultan de esta
circunstancia -por mínimas que puedan parecer desde afuera de la locali- ·
dad- son ampliamente destacadas y señaladas por los pobladores en una acti­
tud que sólo superficialmente parece un tanto contradictoria: la riqueza Y el
reconocimiento social parecen ser los objetivos que codos persiguen pero, quie­
nes los alcanzan, se exponen a las envidias y críticas de los demás. La vergü enza
expresa las tensiones sociales, pero éstas tienen como marco una sociedad de
escasos recursos y de condiciones de vida precarias.
Las envidias invaden cotidianamente los diferentes ámbitos de la vida social
y los pobladores están permanentemente expuestos a ellas. Una explicación común
para la enfermedad �n este caso, la vergüenza--- es la envidia de la que alguien
es objeto. Ya sea que la enfermedad se vea como la consecuencia de un comentario
grosero, de un chisme, de un "mal echado" o de la brujería, estos se atribuyen
fácilmente a las envidias de los demás. También la "mala suerte" de una persona -
126 Lt\ VERGÜENZ,\

sufrir daños en la cosecha, perder algún objeto de valor, no recibir un préstamo que
otros sí recibieron, por ejemplo-- puede interpretarse como resultado de la envi
dia de los otros. Es así como los pobladores refieren que enferman de vergüenza
aquellas personas que tienen más que los otros y son envidiadas por esto. Los casos
de vergüenza de casa y de lámina, por ejemplo, afectan a aquellas personas que
tienen casas de material y techo de losa o lámina, cuando alguien les hace algún
comentario (por inocente que parezca) acerca de la casa misma o del techo, o sim­
plemente al enterarse de que algún vecino ha comentado algo al respecto. Desde la
perspectiva local, los resultados son la vergüenza de casa o la de lámina (véase caso
vergüenza de lámina, pág., 29). En estos casos, el comentario supuestamente desin­
teresado: "¡qué grande está tu casa!", o el chisme con intenciones descalificado­
ras: "¿de dónde habrá sacado dinero para comprar la lámina?", constituyen los ele­
mentos que según los pobladores desencadenan la reacción de vergüenuz, al exami­
nar y poner en tela de juicio públicamente el enriquecimiento del dueño de la casa.
En la literatura antropológica han sido muy discutidas las repercusiones
que tiene en la vida comunitaria el enriquecimiento de alguno o algunos de sus
miembros. 6 Generalmente se enfatiza el hecho de que esta situación altera el
equilibrio de la sociedad, por lo que se recurre a diversos mecanismos de nive­
lación social (el sistema de cargos, por ejemplo), eliminando así las diferencias
disruptivas. Sugiero que lo mostrado por las envidias en romo a la acumulación
de bienes no es más que expresión, nuevamente, de cómo los pobladores apues­
tan a objetivos y metas comunes, compitiendo entre sí, no sólo por los recursos
económicos sino también por la validación simbólica de éstos. En estos casos el
chisme juega un papel importante como parre de las luchas simbólicas.

DESPERDICIO DE RECURSOS PROPIOS

Los recursos con los que cuentan los grupos domésticos son, en la mayoría de los
casos, limitados, y esto obliga a un cuidado y atención especial en el uso que se
hace de ellos. Son muchas las recomendaciones que tanto la madre (en el ámbito
del hogar) como el padre (en el campo), hacen a sus hijos e hijas acerca de la
utilización adecuada de las herramientas e instru,mentos de trabajo, los cuidados
6
Especial atención a este tema han prestado Foster (1974, 1980), Cancian ( 1976) y Thomas
(1974), aunque con planteamientos diferentes. Guiteras-Holmes Jo menciona asociado a la
enfermedad (1965).
IV. El SENTIDO DE LA VERGÜENZA 127

que requieren los animales y las plantas, con la intención de optimizar el aprove­
chamiento de estos bienes. Además, si tener más o mejores recursos puede redun­
dar en prestigio para el poseedor y su familia, entonces el desperdicio o gasto
innecesario de éstos es un hecho lamentable; uno que, según la explicación local,
puede provocar la vergüenza.
Los casos de vergüenza que ejemplifican esta situación se producen dentro de
la familia o, como dicen los pobladores, "nacen en la familia". Estos son general­
mente leves y su curación no siempre requiere de la participación del curandero
ya que pueden ser atendidos en casa por los familiares. Sugiero que la levedad de
estos casos radica en el hecho de que las relaciones y las posiciones de los agentes
dentro de la familia están más claramente definidas (y asumidas) en torno a las
jerarquías de edad y de género.
Los animales domésticos son vistos por todos como un recurso de suma
importancia, tanto en términos alimenticios para la familia como para ser ofreci­
dos en ocasión de sellar vínculos rituales. Igualmente, a través de la venta ocasio­
nal de los animales o sus derivados (manteca, huevos), los pobladores obtienen
un ingreso monetario adicional. Un niño maltrató a un pollo cuando jugaba con
éste y fue regañado por su padre. De acuerdo a la explicación local, el niño enfer­
mó posteriormente de vergüenza de pollo. Según dicen los pobladores, si nadie
hubiera visto al niño y, por lo canto, no le hubieran llamado la atención, él no
habría enfermado. Pero si es sorprendido en la acción y el regaño es fuerte,· la
enfermedad será más grave que si solamente se le hubiera llamado la atención.
Según la perspectiva local, las muchachas o mujeres mayores que acciden­
talmente golpean fuerte a un animal cuando hacen la limpieza o acomodan los
enseres domésticos, podrán enfermar de vergüenza, aun cuando no sean regaña­
das, ya que saben que afectan seriamente la posición de la familia al disminuir sus
recursos. Es más, en una ocasión la hija de Micaela enfermó y su mal se atribuyó
al hecho de que Micaela había golpeado a un pavo. El diagnóstico fue vergüenza
de pavo. Se dice que el descuido de la madre puede afectar la salud de la hija.
Algunos derivados de los animales domésticos, como huevos y manteca,
son también un punto muy importante en la vida campesina y, en torno de estos
se dice que pueden generarse situaciones de vergüenza. En un caso, la vergüenza
de huevo se atribuyó al regaño que recibió un niño que rompió un huevo. Al igual
que en el caso anterior de vergüenza de pollo, se considera que si la reprimenda es
fuerte, la enfermedad puede serlo también, por lo que la gravedad del mal depen­
derá del tono e intensidad del regaño. Según los pobladores, si el niño rompe
128 LA VERGÜENZA

alguno de estos objetos de valor (u otros) sin ser visto ni regañado, entonces no
sobrevendrá la enfermedad.

Pues sí( ... ] no sé si pasa en la gente, en la gente mestiza cuando, por ejemplo, se
rompe una grabadora, cu hijo o no sé quién, quien sea en la casa, no se si ... en este
momento lo regañan o le dicen: ¿por qué lo hiciste? Es lo que hace aquí la gente,
si rompen un huevo, otra cosa, empieza uno a regañar: ¿por qué lo hiciste, ¡eso
nos servía!; entonces la persona que rompe alguna cosa se siente pues mal, Y es
donde entra la enfermedad, la vergüenza. Claro que no en ese momento empieza
a enfermarse pero en ese momento sí se sintió apenado, ya pasa un buen tiempo
y empieza a enfermarse.

María, en otro caso, me contó que en s u casa "echaron una gallina [la
pusieron a empollar] y de esa gallina no brotó ni un pollo. Y me dijo él [su
marido]: 'Siq uiera nos hubiéramos comido los huevos'. Claro que no me rega­
ñó pero también yo sentí mal. Y no tardó en que yo me sentí mal". Al enfermar
María, se le diagnosticó vergüenza de huevo debido a que no había logrado que
la gallina criara a los pollos, y los huevos fueron desperdiciados. La atención a
los animales domésticos pertenece al dominio femenino y, en este caso, María
era la responsable.
Otros hechos que, según los pobladores, provocan la vergüenza son los
relacionados con instr umentos de trabajo y enseres domésticos. Romper una
botella, por ejemplo, es considerado como un factor que puede provocar la en­
fermedad. Act ualmente se reconoce que los casos de vergüenza de botella son
cada vez menos frecuentes quizá, según mi opinión, porque éstas son más abun­
dantes y han sido s ustituidas casi totalmente por frascos y botellas de plás tico
desechables. No sucede lo mismo con los h uevos considerados com o un recur­
so adicional y valioso en la alimentación famili�r cotidiana (frijoles, tortilla Y
poso!, principalmente) y que bajo ninguna circunstancia deben desperdiciarse.
También se da el caso en que el marido cuestiona la forma como su esposa
maneja el gasto familiar. "En la casa regaña el marido. T ú gastas mucho dinero',
dice el marido". La enfermedad de la mujer se atrib uyó a este regaño, que la hizo
_
sen�1r que no cum lía con su tarea de administrar el gasto de la manera más

e ficiente en beneficio del gr upo doméstico. Se le diagnost
icó vergüenza de dinero.
Además de los regaños, el hombre puede manifestar su rechazo o desacuer­
do con la esposa, con el gesto de "no recibir la comida" que ella ha preparado.
También el hijo varón mayor puede hacerlo y este hecho igualmente se considera
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 129

factor causal de enfermedad. La vergüenza tomará el nombre del guiso que ella
haya preparado y que ellos rechacen (vergüenza de polio, arroz con polio, puerco,
pavo, entre otras más).
Hasta aquí, los casos nos orientan en el entendimiento de las diferentes
manifestaciones de vergüenza "que nacen en la familia'' en distintos sentidos. Dentro
de la familia, los más afectados son generalmente las mujeres y los niños y niñas.
En la situación de la mujer, además de la reprobación por el desperdicio de recur­
sos escasos, los reclamos apuntan a que está incumpliendo las expectativas socia­
les que hay de ella: no administrar con eficiencia el gasto familiar; desaprovechar
los recursos obtenidos al no lograr que la gallina se reproduzca; desperdiciar los
escasos recursos existentes al romper la olla, el huevo o lastimar a un animal,
hechos que pueden condensarse en la actitud y el gesto del marido de "no recibir
la comida" o de despreciar los alimentos que la mujer prepara para él. El papel de
la mujer está asociado al máximo aprovechamiento de los bienes del grupo do­
méstico.
Desde la perspectiva local, los niños también pueden enfermar al afectar
algún recurso propio. La diferencia con las mujeres radica en que para que el
niño enferme por haber provocado algún daño se considera necesario que hu­
biera un regaño. Se dice que las mujeres generalmente enferman aun cuando
no haya una reprimenda explícita, aunque me parece que el gesto de "no recibir
la comi da" del marido podría interpretarse como tal. Además del desperdicio
de los recursos ya mencionados, la explicación local también atribuye a los
regaños un papel importante como desencadenante de la enfermedad, princi­
palmente en los niños pequeños.
Sin embargo, me parece que los casos de vergüenza que "nacen en la fami­
lia" nos muestran las relaciones de subordinación en el interior de la familia, de
los menores a los mayores y de la mujer al hombre, a la vez que nos hablan
de las formas en que se ejerce el poder domésticamente. En escos casos, las
posiciones de los agentes están fuertemente definidas en torno a las jerarquías
de edad y de género. Pero también dentro de la familia ocasionalmente se cues­
tionan estas relaciones de subordinación. En una ocasión, por ejemplo, un maes­
tro me refirió que los regaños de un padre a sus hijos por su mal comporta­
miento también provocaron la enfermedad. Comentaba que sus hijos hacían
mucho desorden a la hora de la comida, desperdiciando los alimentos, y que él
intentaba hacerles entender que ése no era momento para jugar. En poco tiem­
po enfermaron varios de ellos y se les diagnosticó vergüenza (del animal que se
130 LA VERGÜENZA

g uisó ese día) por los regaños del padre, ante lo cual éste o ptó p or no llama rles
más la atención para así no afectar su salud. El regaño, en esc as ci rcunstancias,
no hizo q ue los niñ os cambia ran de actit ud, por el contr ario, la enfermedad de
ellos provocó q ue el padre dejara de regañar los (este caso, por ejempl o, c uestio­
na la lógica funcionalisc a de los mecanismos de control s oci al;.
Otro caso. Ped ro, jefe de familia, decidió hacer una fiesta para sellar el
vínculo de compadrazg o con la pareja escogida, y para ell o mataron al pue rco
q ue eng ordaban desde hacía dos años. Se realizaron codos l os preparativos, se
acondicionó el l ugar para la ocasión; sin embarg o, Ped ro no estaba conten to Y
n o p robó el guisado de puerco. Al te rminar la fiesta, su esposa le recriminó: "Si
tú lo quisiste matar. ¿Por qué matas si no lo quieres comer ? Yo acepté preparar.
M acaste con dos cor azones: con uno sí que rías, pe ro con el ot ro no, no con
g usto". Pedro enfe rmó y lo atribuyó a l os reclamos de s u muje r ; el diagnóstico:
vergüenza de puerco.
Aparte de los pocos casos en q ue la enfermedad del homb re se atrib uye a
los reclamos de su mujer, también es importante notar que la condición de
enfe rmedad crea un estado de excepción para la muje r que, en alg una medida,
puede beneficiarla . Cuando la mujer enferma, las actividades d omésticas se
paralizan afectando se riamente al homb re. El hecho más evidente es el de la
preparación del poso! y de la tortilla.
También supe que un hombre, según la explicación local, provocó que su
m ujer enfermara repetidamente y fuera seriamente cuestionado p or el curan­
dero. Pascasio contaba que la muje r había enfermad o de vergüenza eres vec es
seg uidas como resultado de los regaños y desai res que le hacía su marido. L as
tres veces había acudido el mismo curandero a atende rla, pero la última vez éSCe
habló seriamente con el esposo: "¿Qué piensas que y o tengo mucho tiempo
� ara venir a atende r a cu mujer cada vez q ue tú l a haces q ue enfe rme? ¿Qué
u enes mucho dinero para comprar la vela, el trago, el poll o... ?". A continua­
_ ,
cion argumentó que si su muje r enfermaba por culpa de él, ella se debilitaría Y
podría adquiri r otras enfermedades más fuertes que le provocarían la m ue rte.
Ent onces el problema para él se ría muy g rave pues tendría que buscar quién se
_
ocupara de cU1dar a los hijos, hacer la tortilla,
lavar la ropa, etcétera.
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 131

AFECTACIÓN DE RECURSOS AJENOS

Pero si, como mencionaba anteriormente, desperdiciar recursos propios es gra­


ve, atentar contra los de personas ajenas a la familia es peor. Esto lleva a
enfrentamientos entre vecinos y los casos se vuelven más complejos.

Casos de destrozos en fas milpas

Una de las situaciones más recurrentes y polémicas en el poblado se da con la


invasión de los puercos a las milpas de los vecinos. Es frecuente que los animales
anden sueltos por el campo ya que esto permite al dueño ahorrarse parte del gasto
en alimentación, pero esta situación provoca enfrentamientos entre los vecinos cuan­
do los puercos invaden terrenos ajenos y destruyen las plantas de maíz. Si esto
sucede, los involucrados pueden Uegar a un acuerdo, generalmente de la siguiente
manera: el afectado, en compañía de varios familiares y compadres que le brindan
respaldo, visita al dueño del animal (si el afectado es joven, hablará por él uno de los
mayores) y le expone, de manera muy formal y cuidadosa, un recuento de
los hechos, que es apoyado por sus acompañantes. Si el dueño del animal acepta su
responsabilidad, entonces acuden en grupo al lugar de los hechos para cuantifi­
car los daños. Se decide el pago en maíz que deberá hacer el dueño del animal al
levantar la cosecha, dependiendo de la cantidad de matas afectadas.
Pero, no siempre es posible llegar a un acuerdo. En una ocasión, la perso­
na agraviada, en compañía de unos familiares, fue a visitar al dueño del puerco
para que éste tomara las medidas necesarias y su animal no invadiera nueva­
mente el sembradío. El dueño no puso atención a los reclamos y el puerco
continuó destruyendo la milpa del vecino. Posteriormente, ante la indiferencia
del dueño y responsable del animal, el agraviado presentó sus reclamos al dele­
gado del comisariado ejidal, y éste expuso ante la comunidad el problema, por
medio del aparato de sonido. Mencionó los nombres del demandante Y del
demandado varias veces; inmediatamente, el acusado comenzó a decir entre
sus familiares y vecinos: "allí anda hablando mal de mí, pero si lo invito a mi
casa, seguro que viene a comer". Contrariamente a lo que se podría esperar, el
que enfermó de vergüenza no fue el dueño del animal, causante del problema,
sino la persona que había sido víctima de la invasión y destrucción. El chisme
fue un elemento determinante en el desenlace de esta situación.
132 LA VERGÜENZA

En otro caso semejante, la milp a de un poblador fue objeto de destrozos


realizados por una puerca. El dueño del anim al (en este c aso, el tío político),
lejos de reconocer l a falta y acept ar cubrir los daños, respondió al reclamo con
un a acus ación: la puerca est aba muerta, y ellos (el sobrino y sus acompañ antes)
er an entonces los responsables. El dueño del anim al los amena zó e insultó a su
sobrino, hecho al que se imputó que, meses después, enfermar a de vergüenza
no sólo el sobrino sino también la esposa de éste.
Igualmente sucedió en el caso en que un puerco inv a dió la milpa del
vecino y éste fue a reclamarle al dueño del animal (véase caso vergüenza de
puerco, pág., 32). El dueño no negó que su puerco hubier a ca usado los daños,
simplemente argumentó que como se tr ata ba de un animal no podí a entender
que no debía invadir la milp a vecin a. Enfermó en este caso el a gredido y no el
respons able último del daño.
El elemento común en estos casos de invasión de milpas ajenas es que
enfermaron de vergü,enza los tres hombres que habían sido víctim as de destro­
zos en su propiedad, y no los responsables de esos perjuicios. En estos casos, los
dueños de los animales que provocaron los daños no asumieron volunt aria­
mente la responsabilidad de reponer las pérdidas y buscaron diversas estrategias
para evadir su obligación. Los chismes y comentarios astutos y oportunos -
parte de las luchas simbólicas- muestran esa intención.

Golpear, matar y robar animales o bienes

Una mujer fue sorprendida golpeando a un puerco ajeno que se había metido a
su huerco y, según la explicación local, enfermó de vergüenza de puerco. "[.·.]Si
yo me pongo a pegar puerco, si me mira un vecino, me va a dar pena porque de
allí lo va a decir con el dueño, lo v a a ir
a contar que me vieron peg ar al a nimal '.
_
Y me emp ieza a regañar o me regaña a mí de lejos o me viene a reclamar a mi
casa, que estoy maltratando al animal[ ... ]".
En este caso en particular la acusada de golpear al animal fue sorprendida en
el acto. Se dice que si no hubiera sido así, entonces no-habría enfermado. La
vergüenza lleva el nombre del anim al maltratado (puerco, pollo, pato, perro o
pavo).
Sin emb argo, situaciones semejantes a la anterior se. han resuelto de ma­
nera distinta. Un poblador comentaba que en otra ocasión el dueño de un
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 133

perro, previamente informado de quién había lastimado a su animal, fue a


reclamar al agresor. Éste, sin mediar explicación alguna, le respondió que así
como le había pegado a su perro le pegaría a él si no se marchaba. Según los
pobladores, el dueño del animal golpeado enfermó de vergü enza de perro.
Otro caso refiere la vergüenza depato, que pudo ser provocada por un hom­
bre que, al levantarse de la hamaca en estado de ebriedad, accidentalmente mató
a un pequeño pato de su suegro. El yerno pidió disculpas al suegro, éste trató de
tranquilizarlo y propuso que para que no hubiera enfermedad se comiera al pato.
Así lo hizo y el responsable no enfermó. Sin embargo, años después al enfermar
buscaba una explicación para su mal; aún recordaba el hecho como una causa
pendiente que todavía podía provocarle enfermedad.
En otro caso, un hombre del poblado vecino de Cantioc recurrió a un
curandero de Río Grande que le diagnosticó vergüenza de caballo. Ésta se atri­
buyó al hecho de que su hermano mayor, para quien él trabajaba, lo acusó de
haber matado al caballo que cuidaba.
También se imputa la vergü enza a la acusación de robo de animales (será
más grave si se trata de un puerco) y de objetos de valor. Un hombre fue acusa­
do por los vecinos de haberles robado su puerco. A esto se atribuyó la enferme­
dad del hijo del acusado, considerado como el más "débil" y vulnerable. Tam­
bién se dio otro caso en que tanto un hombre como su mujer enfermaron en
diferentes ocasiones, y su mal se atribuyó a que habían sido acusados de haber
matado una puerca, a pesar de que eran inocentes. En ambos casos, el chisme
se extendió por todo el pueblo.
Un caso semejante se presentó cuando un hombre se enteró a través de
chismes que otro lo acusaba de haberle robado tres láminas de tres metros de
longitud. La prueba que ofrecía el acusador era que el otro tenía láminas iguales
en su casa y eso, según él, era suficiente para demostrar su culpabilidad. El acusa­
do decidió enfrentar al acusador y explicarle el origen lícito de sus láminas. Al
hacerlo, no sólo demostraba su inocencia ante el acusador sino también ante la
comunidad. Sin embargo, la mujer del acusado, "siempre débil" como dice su
esposo, enfermó y se le diagnosticó vergüenza de U.mina por este incidente, a
pesar de que ella de antemano sabía perfectamente que la acusación era falsa.
134 LA VERGÜENZA

COMPROMISOS Y EXPECTATIVAS INCUMPLIDAS

Muchas de las situaciones de vergüenza relacionadas con los compro misos o las
expectativas incumplidas también tienen que ver co n la afectación d e bienes aje­
no s, pero la diferencia con los casos anteriores (afectación de recursos aj eno s)
reside en que en éstos se establece previamente un compromiso y una de las do s
parces lo incumple. El hecho de que exista un compro miso supo ne una relación
previa entre lo s involucrados que es, generalmente, una relación de cercanía.
Un caso se presentó cuando Marina ro mpió una olla de barro en la que
preparaba aco le (véase caso de verguenze de olla, pág., 31). Su marido no le re­
criminó el hecho, muy por el co ntrario , al verla can desco nsolada se apresuró a
decir que traería más elotes d e la milpa para que ella preparara la bebi d a nueva­
mente. Pero la preocupación de Marina no era únicamente po r el aco le desperdi­
ciado , sino porque la o lla no era de su propied ad ; ella la había pedido prestad a a
su mamá para la ocasión y no tendría cómo reponerla. Meses después Marina
enfermó y su mal se atribuyó a esca circunstancia.
Igualmente se establece como posible causa de la enfe rmedad el pedir
prestado un instrumento d e trabajo o utensilio d oméstico y no devo lverlo o
hacerlo pero descompuesto. Este es el caso de la vergüenza de despulpadora, en
que la persona que la pidió prestada la entregó ro ca a sus d ueño s. Aunque no
hubo regaños de por medio , las perso nas "se sienten mal", se gún lo s poblad o­
res, por haber desbaratad o o malcracado un bien ajeno , a p esar de los esfu erzo s
que realicen por componerlo o substituirlo .
La vergüenza de dinero presenta una circunstancia semejante a las anterio­
res ya que supone que una perso na pi de dinero prestad o pero, en este caso, no
lo devuelve en el plazo estipulado. En ocasio nes, el dueño del d inero comenza­
rá a correr el chisme de que cal persona ha incumplido co n su pago y ésta
enfermará; pero en otras, aun cuando el dueño no reclame su recurso , el que ha
pedido prestad o puede enfermar, dicen los poblado res, po r el hecho de no po ­
d er cumplir su pro mesa.
Otro caso de vergüenza de dinero se presentó, según la explicación local,
cuando comenzó a circular el chisme de que la persona que había ocupado el
puesto de delegado del comisariado ejidal no había usado adecuad amente los
recursos y había dejado pendientes varios de los trabajos que debía realizar. Se
decía que había beneficiado a unos más que a otros, descalificándose así su actua­
ción. Nuevamente el chisme fue determinante en el desenlace .
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 135

En o tro cas o , se diagnosticó vergüenza de "parte" de mujer a un m uchach o


q ue, aunq ue no había co ncertado un compro miso de matrimonio formal, tuvo
u na relación cercana co n una m uchacha con q uien había sido pareja en un
bailable escolar. Esca sit uación estableció ciert o s derech o s a pensar q ue esa rela­
ción derivaría en matrimonio , pero no fue así, y el muchacho solicitó casarse
co n o tra m ujer. Por canto, el joven no sólo se veía c uesti o nado po r la m ucha­
cha, sino, ade más, por la presión social que partía del sup uesto de q ue sus
i ntencio nes de biero n ser las de matrimo nio (véase caso vergüenza de parte de
mujer, pág., 36). El chisme también j ugó un papel decisivo.
Otro hecho q ue según los pobladores origina la vergüenza se presenta cuan­
do a m ujeres q ue o rganizan una fiesta o reunión social para iniciar o reafirmar
lo s vínculo s de co mpadrazgo no les alcan za la co mida para codos los asistentes. La
decisión de hacer la fiesta no es, evidentemente, excl usiva de la mujer, pero la
preparación de los alimentos sí es principalmente su tarea. Se dice que la mujer
enfermará de vergüenza, a pesar de que asistieran a la fiesta personas que no fue­
ron invitadas y q ue sean éstas las que criticaron que la co mida fue insuficiente.
"En una fiesta a lo me jor invitó usted 20 pero no llegaron 20 sino llegaron 30. Y
si no ajustó la co mida, q ue es puerco . .. tiene uno que tener pena porque no
ajustó la comida, principalmente el dueño de la comida, por eso las señoras hacen
tamales po rque rinde, pero si hacen presa a lo mejor no alcanza". En este caso, la
vergüenza llevará el no mbre del guiso preparado para la ocasión y, como vemos, el
chisme j uega un papel impo rtante.
Otro cas o de vergüenza. q ue se re fiere al inc umplimiento de un compro ­
miso es el si g u ie nte. Al terminar la curación de s u esposo, Adela ofreció al
c u randero y a s u espo sa la comida ac ostumbrada (véase caso vergüenza de p ollo,
pág., 36). El e spe cialista había ingerido tanto licor durante la curación q ue Yª
n o p u do co me r, así q ue lo s invitó para q ue llegaran al día siguiente. Cuando se
pre sentaron al o tro día, Adela se percató de que el caldo se había echado a
perder y no pudo agasajar a sus invitado s. A esta circunstancia se atribuyó la ver­
güenza de p o llo.
A c o ntin uación exp ongo tres casos de préstamo s de maíz entre vecinos,
q ue p o ne n en evidencia situaciones en que las expectativas son frustradas. Lo s
prim eros dos son se mejantes -p edir prestado maíz y ver negado el pedido­
pe ro c o n desenlaces o p uestos. En e l primero enferma el so licitante, mie ntras
q ue e n e l segundo el que negó el favor. El tercer caso se re fiere al inc ump li­
miento e n e l pago de la deuda de maíz.
136 LA VERGÜENZA

Como se ha mencionado anteriormente, hay época s de l a ño e n qu e la


comida esca sea en Río Grande . Julio y agosto, entre la cosecha de la rornamilpa
y la milpa, son angustia ntes para muchas familias pues sus re se rva s de ma íz Y
_
frijol se agota n y el dinero de la cosecha de café para e nronces ya se ha te rmina ­
do. En esta época se dan con frecuencia los robos e ntre los a ldeanos y e ntre
vecinos de diferentes comunidade s. Muchas vece s la únic a salida disponible
p ara a lgún poblador necesitado es pedir prest ado, pero esta decisión se post e '.ga
lo más que se pueda ya que nunca es una situación fácil. Una pe rsona que pide
pre stado, además de qu e expone públicamente su situación de des a mparo, se
arrie sga a que rechacen su petición. Esto hace que de ba m e dita r muy bi en ª
quién dirigirla . Generalmente se escoge a los más ce rc anos, norma lme nte entre
parie ntes con los que se tenga una relación sólida y probada, pues se piensa que
con ellos hay más confianza para exponer la s necesidade s, y que las posibilida­
des de rechazo de la petición son menores. Sin e mbargo, no siempre se e ncuen­
tra a algún pa riente cercano e n condicione s reales de exte nde r un préstamo,
por mínimo que éste sea . Cuando esto sucede, los pobladore s debe rán busca r
e ntre un círculo más a mplio de personas a a quel que pued a ay u d arlos.

Joséy Mario

José pidió a M ario maíz prestado pero éste se negó a hacerle el favor, aduciendo
que no tenía suficiente grano. José se retiró insatisfecho, convencid� de que Mario
no le quiso prestar lo solicitado a pesar de que estaba en condiciones de hacerlo.
El solicitante, molesto y contrariado, comenzó a ha blar mal públicamente de ese
gesto poco generoso hasta que llegó a oídos del otro. Posteriormente M ario enfer­
mó y se le diagnosticó vergüenza de maíz.
En este caso, José, el solicitante, se dirige a una persona que conside ra no
podrá negarse a extender el préstamo. Lo unen a M ario no solamente vínculos de
parentesco (aunque discante) sino también deudas d e trabajo de ayuda mutua y
de se rvicios pre stados en la construcción de la casa de su hija. Aunque la necesi­
dad no lo ha obligado a pedir un favor de este cipo en alguna ocasión anterior,
José acude con la certe za de que será concedida su petición, porque a de más cono­
ce que M ario tuvo una buena cosecha y gua rda suficiente grano todavía.
En el momento en que M ario se niega a prestar maíz a José, bajo el argu­
mento de que no tiene más que lo ne cesario, e l solicitante sa le desconce rtado de
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 137

la casa de éste, pero también muy enojado. Sabe que Mario ha mentido y por lo
tanto, si no ha querido prestarle es por otros motivos. José revisa con detenimiento
los distintos momentos de su relación con Mario y piensa que no ha dado moti­
vos para esta actitud. Rápidamente hace público su enojo entre los familiares y
_
amigos, buscando consenso entre ellos, hasta que se crea un chisme de proporcio­
nes mayores. Según la narración de los pobladores Mario enfermó.

jorge y Rogelio

En otro caso semejante, pero con un desenlace distinto al anterior, Rogelio


_ _
pidió maíz prestado a Jorge, un hombre mayor que, año tras año, logra una
cosecha abu ndante. Rogelio acudió a él aun cuando no había mucha relación
e nt re las dos familias, motivado por una necesidad apremiante. Con respeto
Y p en a, el joven explicó su situación e hizo la petición. Jorge meditó un mo­
me nto las palabras que había dicho el joven para finalmente negarle el maíz.
Según los pob ladores, Rogelio enfermó de vergüenza de maíz. Otro poblador
c omenta el caso: "a veces la gente alzada dice: 'no tienes (maíz) porque no
tr abajas' y no le va a dar porque le está diciendo que no trabaja". El joven fue
humillado por Jorge pues éste sugirió que si no tenía maíz era justamente por
el h echo de que no trabajaba lo suficiente, o de que su papá no le había
ens e ñado a trabajar bien.

Pedro y Migu el

Pedro dio prestado maíz a Miguel con la condición de que éste le pagara cuan­
do cosechara su grano. Transcurrió el tiempo y Miguel no liquidó su deudaª
p esar de haber recogido la cosecha. Pasado un mes aproximadamente, Pedro
comenzó a sospechar que Miguel no pagaría y corrió el chisme. Al enterarse, se
dice que Miguel enfermó de vergüenza.
En el centro de las circunstancias conflictivas que de acuerdo a la etiolo­
gía local provocan la vergüenza, hemos visto la gran importancia asignada �or
los pobladores al aprovechamiento de los recursos siempre escasos. A la rac10-
nalidad y cuidado que se promueve en el uso de éstos se agrega la competencia
que se establece entre los lugareños por acceder a ellos o, en caso de no lograrlo,
LA VERGÜENZA
138

de desautorizar por medio de chismes y envidias a quienes los tienen. También


es notorio, a partir de los casos analizados, que la convivencia cotidiana en este
pequeño pueblo genera una serie de compromisos y expeccaci�as q�e, al ser
,
incumplidos, vulneran las relaciones entre sus pobladores. La clas1fic�c1on de los
_
casos a partir de los hechos que señala la etiología local nos permite focalizar
los elementos conflictivos en torno a los cuales gira la competencia. Es por esto
que enciendo a la vergüenza como un lenguaje de esas tensiones. Sin embargo,
es necesario explorar entonces porqué las situaciones de vergüenza no se condu­
cen siempre de la misma manera. Con esto me refiero a aquellas anteriormente
descritas, por ejemplo, para la vergüenza de puerco, en las que en ocasiones �a
enfermedad afecta al ofendido y en otras al ofensor. Este será el tema del si­
guiente apartado.

LóGICA DE LA VERGÜENZA

Me parece que para entender la lógica de la vergüenza hay que ir más allá del
hecho particular al que localmente se atribuye el origen de la enfermedad (ro­
bos, incumplimiento de compromisos y de expectativas, afectación de recursos
ajenos). Como veíamos anees, los agentes ocupan posiciones desiguales en el
espacio so(.ial, por lo que sugiero que las situaciones de vergüenza expresan el
estado de las relaciones de poder en el poblado. Además de las diferencias eco­
nómicas y simbólicas que crean distinciones notorias, la posición relativa de los
agentes también se define a partir de aquellos principios de jerarquización an­
tes mencionados (edad, género, ecnicidad y gozar de un don), que orientan el
desenlace de la situación. Es necesario entonces tener presente siempre que al
analizar un caso de vergüenza debe ubicarse a los agentes involucrados de ma­
nera relacional, para encontrar la posición de fortaleza O debilidad que ocupa
cada uno de ellos en ese momento específico. Por ejemplo, aquella persona que
en una situación particular de vergüenza ocupa una posición de debilidad fren­
te a otra, puede en una situación diferente ocupar la posición de fuerza. Es así
como no podemos pensar que exista un grupo social permanentemente en si­
tuación de debilidad.
Desde la perspectiva local, tanto en la colonia Río Grande como en otros
pueblos y colonias chales, he escuchado con frecuencia que las mujeres y los
niños y niñas son los más vulnerables a la enfermedad de la vergüenza. "Débiles
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 139

de pensamiento" o "débiles de fa mente" son los términos con los que se refieren
a esca condición, aunque se reconozca que, en menor grado, los hombres tam­
bién pueden enfermar. Los pobladores expresan diferentes ideas al respecto;
para algunos, la debilidad puede verse casi como una característica intrínseca
del ch 'ujLef de mujeres y menores. Para otros, en cambio, la debilidad reside en
la dificultad que tienen para enfrentar las habladurías y los chismes, que los
ofenden y perturban excesivamente. Considero que si bien es cierto que las
mujeres y los niños, como grupos sociales, están generalmente en desventaja
frente al de los hombres, la situación de "debilidad de pensamiento o de fa mente"
que se les imputa tiene una explicación social (por ejemplo, la falca de acceso a
la propiedad sobre la cierra y a los cargos públicos, participación menos valo­
rada en la división social del trabajo), aunque no sea precisamente ésta la que
localmente se les atribuya .
Sin embargo, como decíamos antes, en ocasiones la mujer puede ocupar
la posición de fuerza, por ejemplo, a partir de que posee alguna de las siguientes
características: ser partera O curandera, haber vivido en la ciudad y hablar el
español, así como tener conocimiento del mundo urbano o el grado de maes­
tra. Si en dado caso una mujer con algunas de escas cualidades se ve involucrada
en una situación conflictiva con un hombre campesino, por ejemplo, ella po­
dría ocupar la posición de fortaleza.
También sucede que no todos los hombres son igualmente fuertes, y
los que no gozan de prestigio pueden ser tan vulnerables como podría serlo
una mujer o un menor. Por ejemplo, se extendió en el pueblo el rumor de que
una mujer era infiel a su marido. Ella intentó suicidarse pero no lo logró, Y
-a pesar del chisme- fue acogida nuevamente por su esposo en la casa. A los
ojos de muchos pobladores, este hombre no se había comportado como tal, ya
que debió haber regresado a la mujer a sus padres, por lo que ahora es objeto de
burlas y de cierto desprecio entre los demás. Este hecho podría hacer que él
ocupara la posición de debilidad en una situación de vergüenza.
A partir del análisis de la posición de los agentes en el espacio social y de la
manera en que se conducen en éste, es decir, de las diferencias y desigualdades
sociales, es posible reconocer entre los casos de vergüenza dos dinámicas distintas.
La primera se pone de manifiesto en aquellas situaciones en que los involucrados
ocupan posiciones sociales diferentes, y la posición de fuerza claramente recae
sobre uno de ellos (relación fortaleza/debilidad), orientando el desenlace. La se­
gunda dinámica, en cambio, se presenta cuando las personas afectadas por una
140 LA VERGÜENZA

situación de vergüen:z,a no ocupan posiciones sociales claramente diferenciadas,


sino, por el contrario, comparten una posición semejante. En estos casos, la r�so­
lución no depende de la condición de fo rtaleza o debilidad de los ª? entes so�i ales
en cuestión, sino de la capacidad individual de los afectados po r onentar la situa­
ción a su mejo r conveniencia, es decir, de jugar el juego. A contin uación daré
algunos ejemplos de cómo operan las dos dinámicas de la vergüen:z,a. He retomado
solamente algunos casos que puedan orientar en la explicación del conjunto para
no repetir nuev amente todos los de la clasificación.

DINÁMICA DE POSICIONES DIFERENCIADAS

Un ejemplo es el caso de la muje r que cumplió un compromiso al invitar a


comer al curande ro que había atendido a su esposo, pero qu e cuando a quél
llegó, l a comida se había echado a perder. En esta situación, los pobladores
explican que la mujer no cubrió su obligación y po r este motivo enfermó. En
términos del análisis que p ropongo, la relación fortaleza/debilida d entre los
involucrados apunta a que la muje r ocupa en esta circunstancia l a posición de
debilidad frente al curandero; ser mujer la ubica, la mayo ría de veces, en una
situación de inferioridad frente a un hombre. Pe ro, en ésta en par ticu lar, el
hombre al que se enfrenta es, además, un curandero, alguien que goza de un
poder especial que lo distingue, incluso del resto de los hombres. En esta oca­
sión, los elementos de diferenciación puestos en juego son el género y la espe­
cial aptitud para la curación.
Cuando escuché este relato, comenté que la mujer realmente sí había
cumplido el compromiso puesto que la comida estaba lista en el momento en
que te rminó la curación. Según mi argumento, la comida se había arruinado
por culpa del curandero que no la h abía consumido al termin ar su trabajo. Sin
embargo, nadie consideró ni por un momento que la responsabilida d pudiera
achacá rsele a él. Sugirieron, en cambio, que la mujer debió llevarle la comida a
su casa para evitar cualquier contratiempo posterior.
Por otro lado, incluiría en esca misma dinámic a algunos casos de desper­
dicio de recursos propios, cales como el de vergüen:z,a de olla. M arina rompió
accidentalmente la olla de barro que le había pedido prestada a su madre y
derramó el acole que había preparado. En esca circunstancia, M arina ocupa,
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 141

frente a su madre (dueña de la olla) y a su esposo (responsable del maíz), la


posición de debilidad en las jerarquías de edad y de género dentro de la familia.
Entre los casos de afectación de recursos propios podemos incluir tam­
bién la vergüenza atribuida a romper un huevo o una botella. Generalmente
son los niños o niñas quienes realizan estas acciones no deseadas y, como me­
nores de edad, ocupan la posición de debilidad frente a los adultos mayores de
su familia. Igualmente sucede en aquellos a quienes se imputa golpear un ani­
mal doméstico y no administrar el gaseo adecuadamente; en estos, la mujer
ocupa la posición de debilidad frente a su esposo.
También en algunos casos podemos ver cómo la desigualdad entre las
posiciones sociales de los agentes está asentada sobre diferencias económicas.
Por ejemplo, la vergüenza de despufpadora involucró a dos hombres con posi­
ciones económicas (y simbólicas) diferenciadas: el propietario de la máquina,
con una posición relativa superior, y quien la había pedido prestada. Algo se­
mejante explica la vergüenza de dinero atribuida al incumplimiento en el pago
de un préstamo. El que ocupaba la posición inferior en términos económicos
fue el que, según los pobladores, enfermó de verg üenza.

DINÁMICA DE POSICIONES HOMÓLOGAS

Pero hay casos en que la relación fortaleza/debilidad no es asumida de manera tan


clara e inmediata como en los anteriores, y los pobladores recurren a mecanismos
de competencia que, como el chisme y los comentarios sagaces, influyen en el
desenlace. 7 Dos personas ubicadas en una posición social relativamente homóloga
se vieron involucradas en una situación conflictiva por el incumplimiento en el
pago de una deuda de dinero. Uno de ellos recurrió al chisme -en esta oca­
sión- para obtener una posición ventajosa en el desenlace final. La situación es
la siguiente: un poblador pidió dinero prestado, con el compromiso de devolver­
lo en un plazo de tres meses. Se cumplió la fecha del pago pero el solicitante no
cubrió la deuda. Alarmado, el "prestamista" comentó con los vecinos lo sucedido,
y compartió sus sospechas sobre las verdaderas intenciones del solicitante. Al otro

7 Esto no
quiere decir que en los casos anteriores (de la dinámica de posiciones diferenciadas)
no exista el juego verbal. La diferencia reside en el papel que juega esta disputa verbal en el
supuesto desenlace de la enfermedad.
142 LA VERGÜENZA

día llegó a oídos del solicitante la versión de los hechos que circulaba por el
pueblo: se decía que él había engañado a su vecino, haciéndole creer que paga�ía
el dinero prestado cuando realmente no pretendía hacerlo. En este caso, el chis­
me fue un arma eficaz frente a la opinión pública para señalar al solicitante como
el culpable y desautorizarlo frente a los demás. Según la explicación local, el veci­
no que pidió prestado enfermó de vergüenza de dinero.
En esca misma dinámica incluyo los casos de vergüenza de casa Y ver­
güenza de lámina. Aquellas personas que poseen estos bienes, y que son envi­
diados, se vuelven el blanco de los comentarios y chismes de muchos que de­
searían tenerlos y que, por esa vía, intentan desautorizarlos desacreditando su
persona.
Cuando se presenta la destrucción de las milpas provocada por la inva­
sión de puercos, funciona la misma lógica. El responsable y el agraviado ocu­
pan posiciones sociales semejantes, por lo canto, la definición del problema
radica más bien en la capacidad que renga cada uno para descalificar al otro con
chismes o comentarios irónicos. Por ejemplo, cuando el dueño del puerco se
exime de culpa al decir que invadió la milpa porque "es animal y no enciende",
el agraviado es sorprendido por el argumento y no puede responder y defender
su posición.
En estos tres casos, los hechos conflictivos se acompañan de otra forma
de disputa: los chismes y las insinuaciones, que juegan un papel importante
en el espacio de las relaciones sociales al atribuir a alguien la culpa o respon­
sabilidad de lo sucedido. En el primer caso, el del incumplimiento en el pago
de una deuda, el chisme constituye !a estrategia a través de la cual el "presta­
mista" puede dirigir la mirada pública hacia aquel que ha incumplido con su
obligación, y lograr consenso en su contra.
Para el segundo, la vergüenza de casa y de lámina, una insinuación o tam­
bién un chisme tienen la fuerza para cuestionar y, en estos ejemplos, descalifi­
car al propietario. Y en el tercer caso, la sagacidad del comentario del dueño del
puerco desarma al que reclama lo que considera su justo derecho: el pago por
los daños ocasionados por el animal. El culpable, a pesar de que pueda o no
reconocerse a sí mismo como tal, recurre a esa estrategia para evitar asumir su
responsabilidad.
En estos tres casos observamos cómo los pobladores Juegan el juego y
pueden obtener salidas y soluciones hasta inéditas, dependiendo de su desem­
peño frente a los otros jugadores, por medio del manejo de la palabra y de la
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 143

opinión pública. El desenlace de las luchas simbólicas favorece, en estos casos,


al que juega mejor el juego y no necesariamente al que tenga la razón. 8
En esta misma lógica incluyo los siguientes casos: cuando en una comida
ritual, el alimento preparado para la ocasión no es suficiente, por la asistencia
de personas no invitadas, y son éstas precisamente las que extienden el chisme
de que la señora incumplió su compromiso. Los reclamos provienen de perso­
nas que comparten una posición social y que intentan desacreditar de esa ma­
nera a la organizadora. Algo semejante sucede cuando un joven solicita un
préstamo y le es negado, con el argumento de que no tiene maíz porque no
sabe trabajar. Este último comentario descalifica al joven y lo coloca en sin:a­
ción de debilidad frente al otro.
De la misma manera, por ejemplo, golpear a un animal ajeno, la respuesta
negativa ante las solicitudes de préstamo de maíz o acusar a alguien de robo,
tendrán un desenlace diferente dependiendo de las posiciones sociales de los agen­
tes y de su desempeño en las luchas simbólicas. En una ocasión, se dice que en­
fermó la mujer que golpeó al animal (en esta circunstancia particular ella ocupa la
posición de debilidad frente al hombre), mientras que en otra, la enfermedad se
atribuyó al dueño del animal golpeado (que era el débil frente a1 otro).
Las dos dinámicas reseñadas -por un lado, la que se presenta entre indi­
viduos con posiciones sociales claramente diferenciadas a partir de los princi­
pios de clasificación locales y, por el otro, la que se da entre agentes sociales
ubicados en una posición homóloga, y que conduce a la competencia que se
establece por imponer su punto de vista de las cosas- sacan a relucir diferentes
maneras de estar en el juego, es decir, de competir. En la primera dinámica las
condiciones de desigualdad orientan el desenlace que sobreviene como algo
"natural", como algo que debía ser, hasta por el perdedor. 9 En la segunda diná-

ªAlgo semejante resalta Pitt-Rivers en sus trabajos referidos al honor: "la idea de que el castigo de
una violación de derechos pueda ser impuesta por la costumbre a la victima y no al perpetrad�r
puede quizá chocarnos como anómala, pero sólo si la consideramos como un ejemplo de mecanis­
mo legal, como una sanción punitiva, y no es ésa, de hecho, la urdimbre en que debe interp �tarse
_
[. • .] El código del honor deriva ( ...] de una cualidad sagrada de las personas, no de prov1S1ones
jurídicas o éticas" ( 1968: 46). En este caso, nos estamos refiriendo a las luchas simbólicas entre
agentes socialmente ubicados, que intentan imputar responsabilidades o evadirlas.
9
"El reconocimiento práctico a través del cual los dominados contribuyen, a menudo sin saber­
lo y, a veces, contra su voluntad, a su propia dominación al aceptar tácitamente, por anticipado,
los límites impuestos, adquiere a menudo la forma de la emoción corporal (vergüenza, timidez,
144 LA VERGÜENZA

mica, en cambio, la competencia por orientar las "reglas" del juego convenien­
temente se da en condiciones de mayor igualdad, y mediante el recurso de las
luchas simbólicas se interviene de manera decisiva en el desenlace.
Es evidente la importancia que asignan localmente al manejo de la pa­
labra (ya sea en un encuentro cara a cara o por medio de comentarios y chis­
mes a espaldas del afectado). En el análisis que propongo, el chisme, las insi­
nuaciones y los comentarios sagaces forman parce de las luchas simbólicas
que intentan deslegicimar al enemigo y sugiero que la imputación de enfer­
medad también puede considerarse una forma de lucha simbólica. Hemos
visto que entre los pobladores, la enfermedad se atribuye a las tensiones entre
vecinos. De esca manera, cuando un poblador afirma que su padecimiento es
resultado de la animadversión de otra persona, él está, como con el chisme,
asignando responsabilidades a quien no necesariamente las tiene. De esca
manera, la vergüenza no es solamente un lenguaje de las tensiones sociales. Es
sobre codo una forma de incidir en el curso de ellas. Es decir, las tensiones no
necesariamente causan la enfermedad, pero el diagnóstico de la enfermedad
sí es una forma de intervenir en escas tensiones.
Hace unas décadas esta situación se manifestaba muy claramente cuando
el diagnóstico que realizaba el curandero no sólo describía las causas del mal,
sino que también buscaba culpables. Si el mal era atribuido a alguna tensión
social, se consideraba obligación del curandero decir el nombre de la persona
que estaba afectando al paciente. Esto, como es obvio, más que resolver las ten­
siones simplemente las agudizaba y, en varias ocasiones, el enfermo o su familia
intentaron asesinar al presunto responsable. Actualmente, los curanderos ac­
túan con más cautela porque las acciones violentas que se desprendían de sus
diagnósticos, es decir de escas "acusaciones", son perseguidas y penalizadas por
la ley nacional. Pero la explicación subsiste. Si la enfermedad se concibe como
resultado de las tensiones sociales, siempre se tiende a culpar a alguien.
Por lo tanto, sugiero que imputar a alguien la responsabilidad de un pa­
decim�enco físico es también una manera de jugar el juego, es otra forma de
descalificar a una persona con la que posiblemente se lleva una mala relación.
Con esto no planteo que la imputación se haga concientemente con esa inten-

ansiedad, culpabilidad), ... Se revela en manifestaciones visibles, como el sonrojo, la turbación


verbal, la torpeza, el temblor... , otras tantas maneras de someterse, incluso a pesar de uno
mismo y contra lo que le pide el cuerpo, al juicio dominante [ ... ]" (Bourdieu 1999: 223-4).
IV. EL SENTIDO DE LA VERGÜENZA 145

ción. P u ede pensarse como u na estrategia más que (de manera espontán ea) in­
terviene en el juego para afectar a otro o para defenderse de éste.
Reto mo u n ejemplo del libro de Jan e Collier, ,EL derecho zinacanteco. Pro­
cesos de disputar en un pueblo indígena de Chiapas (1995). La a utora afirma qu e
la curación no_ es propiamente un procedimiento legal (con la excepción de la
"solicitud de perdón") pu esto que no se da la confro ntación entre los litigan tes
y sólo invol ucra a u na de las partes. Me parece, sin embargo, que alg unas enfer­
medades (la vergüenza, el cólico, y las atribuidas a "males echados" y po r bruje­
ría, po r ejemplo ) presentan el campo pr opicio para discutir las formas locales
de regu lación social, a la luz de las luchas simbólicas entre los pobladores que,
a mi manera de ver, con stit uyen también u na forma de con frontación y de
"negociación"..
El sig u iente ejemplo podría ilustrar la existencia de mecanismos de compe­
tencia y de lucha e n torno a la enfermedad. Según la autora, existe una enferme­
dad m uy fuerte entre los zinacantecos que es enviada por los dioses como castigo
a la persona q ue cometió un agravio . Esto forma parte de la creencia en un mun­
do mo ral en q ue los malos enferman y los inocentes son saludables (si tien en
almas relativamente fuertes). Sin embargo, cita el caso en que una persona q ue ha
enfer mado y c uyo mal se atribuye a un castigo divino por un agravio, no acepta
esta explicación y propone otra. La perso na declara -a mi manera de ver, inten­
tando defenderse- qu e ha sido objeto de brujería o que algún enemigo engañó
a los dioses para hacerles creer qu e ella había hecho algo malo. En este caso, el
enfermo no acepta pasivamente la explicación "natural" que le atribuye la culpa,
Y b usca pers uadir a los demás con su argumentación para intentar responsabilizar
de su mal a otro.
E n este capít ulo , se han revisado los aspectos fu ndamentales de la inter­
pretación de la vergüenza. Como concl usión, considero importante volver so­
bre _dos elementos cen trales para establecer una diferencia más clara entre las
_
tesis funcion alistas y las que propo ngo a partir de las nocion es de Bourdieu.
Por u n lado, la o rien tación teórica funcionalista as ume, sin discutir ni poner en
tela de j u icio , la explicación local que establece una relación ca usal entre ten­
sio nes sociales y e n fermedad, es decir, que caracteriza la vergüenza como la
somatización de las c ontradicciones sociales. Si bien es posible que alg unos
casos de vergüenza entren en esta caract�rización, sugiero que muchos no so n
realmente u n a soma-tización. Al establecer un a relación entre enfermedad Y
conflictos, me parece que los choles crean o reproducen un le nguaje particular
146 LA VERGÜENZA

para interpretar o entender las tensiones sociales cotidianas, muchas derivadas


de la competencia por escasos recursos o por las diferencias relativas en autori­
dad y prestigio, o en conocimiento. De hecho, antes que aceptar de entrada la
relación causal tensión social-enfermedad, ésta se analiza en el presente trabajo
como un argumento o lenguaje con el cual la gente entiende cierras formas de
tensión y trata (sobre todo por medios verbales como el chisme) de incidir en el
curso de los conflictos particulares. La enfermedad es introducida en la diná­
mica social a través del diagnóstico que el especialista o los miembros de la fa­
milia elaboran, revisando la historia de tensiones sociales. Son el diagnóstico
(basado en la etiología local) y su contexto social los verdaderos objetos de este
estudio.
Por otro lado, la noción funcionalista de control social retoma la versión
local de. la enfermedad como la sanción o el castigo por la transgresión a nor­
mas, acuerdos o expectativas más o menos evidentes para los pobladores. Sin em­
bargo, los casos aquí presentados sugieren que estas ideas no son suficientes
para entender y explicar estas "enfermedades". Al diagnosticar un caso de ver­
güenza la gente no sólo usa un lenguaje particular para entender su propio
mundo de tensiones, sino que también trata de incidir en él. El diag nóstico y el
tratamiento, en sí mismos, son estrategias para confrontar ciertas tensiones, mu­
chas de ellas con largas historias. Al mismo tiempo, el rumor y el chisme son
otras estrategias que los involucrados pueden poner en juego en una competen­
cia compleja de imputaciones de responsabilidad sobre el enfermo. De ahí que
el resultado no es el simple castigo a la conducta desviante, como plantean los
funcionalistas, sino una multiplicidad de opciones producidas por las luchas Y
las argumentaciones.
V
EL TRATAMIENTO DE LA VERGÜENZA
Cuando se recurre a un curandero lo primero que éste hace es "pulsar" al enfer­
mo. El "pulso" indicará las diferentes enfermedades que padece el paciente,
pues generalmente se presentan dos o más simultáneamente. El curandero de­
berá definir el orden de atención de los padecimientos, dependiendo de la gra­
vedad de los mismos, y de los diferentes procesos terapéuticos a los que tenga
que recurrir, ya que en algunos casos éstos pueden curar un mal pero intensifi­
car otro. También comunicará a la familia del enfermo los materiales requeri­
dos para el tratamiento (velas, incienso, yerbas, crows de carne o sangre de
algún animal o aguardiente). Generalmente, el procedimiento no se inicia en­
tonces sino hasta que se haya reunido codo lo necesario.
El número de días que debe dedicarse al tratamiento de determinado tipo
de vergüenza dependerá de la particular fuerza de ésta. Las más leves pueden
tratarse en un sólo día, en sesiones de eres a cinco horas, mientras que otras
requieren de cuatro o cinco sesiones espaciadas posiblemente a lo largo de un
mes. Además, en cada una el curandero puede "pulsar" al enfermo para saber si
el padecimiento cede anee el tratamiento o no. A parcir de los resultados, puede
darse por terminado o continuar durante unas sesiones más. Es posible tam­
bién que, mientras se realizan las distintas sesiones de ac�nción de la vergüenza,
el especialista detecte que el paciente sufre de otra enfermedad que no padecía
al inicio. Ha sucedido, por ejemplo, que, al terminar un tratamiento contra la
vergüenza, el curandero decida que debe iniciar otro contra la brujería o un
"mal echado" ya que la condición del enfermo se ha complicado. De cal mane­
ra, el diagnóstico nunca es fijo, y el procedimiento curativo se va ajustando
sobre la marcha.
Los elementos necesarios para el tratamiento de la vergüenza son varios, y
muchos de éstos son utilizados para otras enfermedades también: las velas, el
incienso y el "trago" (aguardiente), por ejemplo, y también las "rameadas" y
150 LA VERGÜENZA

enfer­
"roceadas". Los que distinguen una curación de vergüenza de las de otras
medades son las "aguas curadas" o "aguas rezadas" con las que se baña al enfer­
mo, y los rezos que, en estos casos, tienen un contenido muy particula Vere­ r.
mos esto más adelante en detalle para cada caso de vergüenza.
El tratamiento de la vergüenza inicia generalmente de la siguiente manera.
En fecha previamente convenida, llega el curandero a la casa del enfermo y, des­
pués de saludar y platicar brevemente con los miembros de la familia presentes,
intercambia comentarios acerca de los materiales necesarios para la atención del
enfermo. Revisa lo que la familia ha reunido, y se dispone, con ayuda de algún
miembro de la familia, generalmente el padre o el hijo mayor, a preparar lo nece­
sario (buscar algunas yerbas, por ejemplo). Frente al alcar, 1 coloca el incienso Y
unas brasas en un recipiente (se usa comúnmente una laca de sardinas a la que se
hace una agarradera de alambres), pide un vaso o taza para servir el licor y acomo­
da las velas en el piso y en el alear. Cuando codo está en su lugar, enciende las velas
y el incienso, y realiza allí un breve rezo, dirigido al Santo Cristo de Tila, a los
sancos (incluyendo las imágenes de los santos que se encuentren en ese alear en
particular) y pide por la salud del enfermo. Mientras reza, el curandero echa
"trago" en el piso, directamente abajo del altar, en forma de cruz, y algunos tam­
bién lo hacen en las cuatro esquinas de la casa. El curandero, o algún miem bro de
la familia del enfermo, mece suavemente el recipiente con incienso para que el
humo se extienda sobre el altar y, ocasionalmente, también en las esquinas de la
casa. Concluido este rezo, se comienza a trabajar con el enfermo (hay una curan­
dera en el poblado que curaba con la ayuda de su esposo, ya fallecido, a quien se
consideraba "hablacierra" y "hablacerro". En ese caso, él realiza ba el rezo inicial Y
la curandera hacía lo demás).
El enfermo de vergüenza generalmente está sentado durante la sesión. Si su
condición es muy débil, entonces puede estar acostado, aunque esto no es co­
mún. Es frecuente que el tratamiento de vergüenza se haga en el craspatio ya que,
como generalmente se baña al enfermo con agua en la que se han remojado
objetos y yerbas, se prefiere que no queden restos dentro de la casa porque se cree
pueden contagiar la enfermedad a quien los toque. Pero si el tratamiento se hace
adentro, entonces la silla en que se sienta el enfermo se orienta hacia una de las

1 Prácticamente rodas las casas tienen un airar en el que hay imágenes de diferentes sancos y
vírgenes, adem ás de velas, algunas yerbas y ofrendas. En el mismo airar generalmente se colocan
otros objetos de valor como, por ejemplo, documentos oficiales de identificación y medicinas.
V. EL TRATAMIENTO DEL,\ VERGÜENZA 151

salidas de la habitación, para que salga la enfermedad y, de preferencia, hacia la


menos transitada ya que alguien podría contagiarse al pasar. El enfermo debe
quedar, entonces, con la visea hacia afuera. Si esto no es posible, por la disposi­
ción de la casa (por ejemplo, en un caso en Tila, la puerca daba a la calle) entonces
se sienta frente a una puerta que comunica a otro cuarto interno. El curandero se
sienta detrás del enfermo, a medio metro de distancia aproximadamente.
Para la gran mayoría de tipos de vergüenza se utilizan las "aguas curadas" o
"rezadas", como veremos con detalle. Escas aguas pueden ser de dos tipos: aque­
llas en las que se remoja el "objeto" o parte de éste, el que supuestamente desen­
cadenó la situación de vergüenza como, por ejemplo, billetes y monedas para la
vergüenza de dinero. Pero también se utilizan las aguas en las que se lavaron las
manos los comensales el día de la reunión en que se provocó la vergüenza y que
con seguridad pasaron por las manos del causante de la enfermedad. 2
El curandero coloca el agua -ya sea de "remojo" o con la que lavaron sus
manos los comensales- en un recipiente y, mientras realiza un segundo rezo,
agrega las yerbas, el aguardiente y, otros objetos más. Este rezo -característico
del tratamiento de ver üenza- es muy importante pues al agua sola no se atribu­
g
y en facultades curativas. 3 Posteriormente se baña al enfermo con ella. Para esto se
requiere del apoyo de algún familiar muy cercano al enfermo (generalmente la
m adre para las hijas y el padre para los hijos), quien toma de estas aguas con sus
manos y moja al enfermo, como si diera un masaje ya que las yerbas deben pene­
trar la ropa del enfermo hasta alcanzar su piel. En otras ocasiones, además de las
"aguas curadas" algunos curanderos utilizan las vísceras, la sangre y pedazos de
carne del animal que supuestamente provocó la vergüenza. Otros prefieren pasar
sobre el cuerpo del enfermo el cuerpo del animal muerto.
Durante el rezo el curandero hace una descripción a profundidad del
"objeto" que, según se supone, originó la situación de vergüenza. El rezo puede
d urar de u na a dos horas, dependiendo de la gravedad del caso, de las interrup­
_
cio nes del curandero, pero también del especialista que realiza la curación. Otro

2 esp
D ués de una comida con invicados, se gu ardan en botellas las aguas de l lavado de manos Y de
pl atos Y o llas, a veces durante seis meses o más. En el momento en que se utilizan para la curación,
las ag uas despiden un fuerce mal olor, qu e es atenuado por l as yerbas y el aguardiente. Sin embar­
go , en una ocasión durante la cu ración, el enfermo pidió al especialista que ya no le echara más
ag u a porq u e no agu antaba la fetidez. Fu e necesario ponerl e más "trago" y yerbas.
3 Se dice q
u e las "ag u as c uradas" son can potentes q u e también pueden u ci l izarst: para "echar un
ma l " a alg u ien.
LA VERGÜENZA
152

hecho que es muy importante resaltar es que los rezos muchas veces no son
inteligibles, incluso para los pobladores. Según un lugareño, el rezo es como un
"solfeo" 0 "tarareo", porque tiene una entonación especial, monótona, y pare­
ciera no narrar cosas sino sólo emitir sonidos. Sin embargo, esto también de-
pende del especialista ya que algunos los hacen más claros que otros.
Además, a lo largo de la sesión y del rezo, en repetidas ocasiones los especia­
listas "barren" con ramas, generalmente de "hoja de tigre", el cuerpo del enfermo,
con el objetivo de sacar la enfermedad. Al finalizar, todos los asistentes (incluyen­
do al curandero, que será "rameado" por alguno de los presentes) deberán ser
"barridos" para evitar contagiarse o debilitarse, y depositarse las hojas en un lugar
apartado donde nadie las pise o toque. También, en varias ocasiones, el curande­
ro echa al enfermo "roceadas" de aguardiente sobre diferentes partes del cuerpo.
Es importante hacer notar que el ambiente en que se atiende al paciente
es generalmente muy·relajado. El especialista realiza su trabajo, pero, mientras
tanto, la vida cotidiana sigue su curso: entra y sale gente de la casa al traspatio,
pasan los niños jugando y gritando, circulan los animales libremente, y el espe­
cialista, aun durante el rezo, puede interrumpirse para participar de la plática
· de los demás y luego continuar.
Al finalizar la curación, se acostumbra invitar a comer al curandero y a su
esposa. La familia del enfermo prepara una comida especial, que generalmente
lleva carne de puerco, guajolote o pollo, y se acompaña además de arroz, frijo­
les, chile, abundante tortilla y, por supuesto, aguardiente.

EL "OBJETO MEDIADOR"

Hasta este momento he analizado la vergüenza en referencia con las tensiones Y


co�flictos sociales y he descrito su lógica de operación. En este apar tado me re­
femé a los aspectos del tratamiento, que dirigen nuestra atención a un punto
diferente.
Para los pobladores, las causas de la vergüenvi (que remiten directamente a las
tensiones de la vida social), se establecen inicialmente, cuando el especialista elabo­
ra su diagnóstico. Pasado esto, el tratamiento toma un sentido diferente y, dejando
de lado el hecho social que supuestamente produjo la enfermedad, el curandero
orienta los procedimientos terapéuticos hacia el "objeto" en torno al cual gira el
conflicto o la tensión. Si el curandero diagnostica que el enfermo padece vergüenvi
V. EL TRATAMIENTO DE LA VERGÜENZA 153

de puerco (por ejemplo, porque fue acusado de robar un animal del vecino), deberá
curar al enfermo utilizando la sangre, las vísceras, los sesos o la carne del puerco, o,
en otros casos, el agua con que fue bañado el animal. Si el diagnóstico indi ca que la
enfermedad es vergüenza de olla (porque la enferma la rompió), será necesario bañar
a esta persona con agua en la que hayan remojado los pedazos de la olla quebrada.
De esta manera, el "objeto" que está mediando en la situación de vergüenza juega
un papel principal en las prácticas curativas.
Igualmente sucede con los rezos del especialista durante el tratamiento.
En estos se hace una descripción minuciosa del "objeto" en cuestión. Por ejem­
plo, en el rezo de la vergüenza de pollo, detallan la forma de comer del animal,
de caminar, de rascar el piso cuando busca la comida, y describen o mencionan
también los ruidos que hace. En el rezo que se utiliza para la vergüenza de casa,
refieren la forma en que ésta cruje por los reacomodos que sufre la estructura a
lo larg o de los días.
El diagnóstico mismo, antes de empezar los procedimientos terapéuticos,
hace ya referencia directa al "objeto" de la vergüenza. A la vergüenza de despulpadora
se atribuye la propiedad del frío, que es como el del metal de que está hecho este
instrumento. La vergüenza de huevo produce ronchas y llagas en la piel, que hue­
len a huevo podrido.
Muestra de esca misma focalización sobre el "objeto" son también los
nombres que llevan las vergüenzas, que no se refieren al hecho que las provocó:
robo, ofensa, maltrato de bienes ajenos, invasión de milpa, compromisos in­
cumplidos, sino que coman el nombre del "objeto" en cuestión. Es decir, no se
habla de vergüenza de robo, por ejemplo, sino de vergüenza de puerco, de dinero,
refiriéndose, por ejemplo, al objeto robado. Y bajo un mismo nombre -por
ejemplo, vergüenza de puerco-, pueden referirse las siguientes situaciones so­
ciales, sobre las que su nombre ya no nos informa nada:
1) Golpear al puerco del vecino y ser regañado por ello.
2) Ser acusado de haber robado o macado un puerco (independientemen­
te de si es inocente o culpable).
3) Que el marido "no reciba la comida" de su mujer, el día que ella prepa­
ró guisado de puerco.
4) Que pobladores borrachos hayan peleado en una reunión social en la
que sirvieron puerco a los invitados.
5) A raíz de la invasión del puerco a una milpa ajena, enferma alguno de
los involucrados (el dueño del puerco o el dueño de la milpa).
LA VERGÜENZA
154

Sin embargo, el nombre de la vergüenza sí resulta operativo para aproxi­


marnos a su tratamiento ya que, independientemente de las diferentes causas
que la h ayan provocado, las vergüenzas que llevan el mismo nombre general­
mente se tratan de manera semejante.
Me parece, entonces, que este "objeto" opera en dos planos distintos. Por
un lado, es el que establece una relación entre el enfermo y l a situación social
particular que se dice desencadenó la vergüenza: la oll a, del que la rompió; el
puerco, del que invadió la milpa vecina; el pollo, del que incumplió el compro­
miso con el curandero, entre otros. En este sentido, podría decir que es el "ob­
jeto mediador" entre los implicados en la relación conflictiva, y nos refiere de
esa manera indirecta la causa social de l a enfermedad.
Pero, por otro lado, hemos visco que en coda la práctica curativa se coma
como único referente al "objeto"; entonces, por ejemplo, a través de los sínto­
mas, el enfermo (el sujeto) adquiere las características del "objeto". En los dis­
tintos pasos de la curación -el baño con las "aguas curadas", los emplastos con
las vísceras del animal, los rezos, etcétera- también se trata al enfermo a p artir
de que presenta las carac terístic as del "obje to". En es te caso, la relación se esta­
blece entre el enfermo (sujeto-"objeto") y el "objeto" mismo. 4

SíNTOMAS Y TRATAMIENTO

En esta sección, desarrollaré dos aspec tos de la vergüenza: los síntomas y el trata­
miento (incluyendo los rezos). Me parece que las nociones de pensamien to
si1:1p atético, ya sea bajo los principios homeopático o de contagio, pueden ser de
ut1lidad para aproximarnos a la lógica de las curaciones en Río Grande (Frazer
1975). 5 El principio homeopático refiere que lo semejante produce lo semejante,

4 Estoy conscienc
e de que escas ideas q ue apenas esbozo aquí requieren de mayor pro fundización Y
_
q u e deberán revisarse cuidadosamente a la luz de las discusiones sobre cernas cales c omo la feci­
chización, cosificación, etcétera. Sin embargo, esa discusión excede los objetivos del prese n te cra­
ba¡o. �o s mencio no porque creo que es importante explorar en ese sentido, pero deberé h ac erlo
postenormen te.
5 Seg n Frazcr ( 1975), los principios de pensamient
� o subyacentes a la magia so n do s: la ley de
seme¡anza y la ley de contacto o contagio . La primera explica que el especialista c ree que puede
prod ucir el efecto deseado por el solo hecho de imitarlo. La segunda supone que, al t rabajar sobre
un objeto particular, el especialista puede afectar a la persona que en algún momento estuvo en
V. EL TRATAMIENTO DE LA VERGÜENZA 155

o que un efecto se asemeja a su causa. Y el principio de contagio propone que dos


cosas que han estado en contacto en algún momento, continúan afectándose
mutuamente aun cuando ya no estén juntas. En ambos casos, cuando estemos
�ablando de los síntomas del enfermo y de los distintos procedimientos terapéu­
ticos, nos estaremos refiriendo a la manera en que operan estos principios sim­
patéticos, siempre con relación al "objeto" de la vergüenza.
Tanto en los síntomas como en el tratamiento, el "objeto mediador" ad­
quiere un papel central. Los primeros describen las cualidades del "objeto": la
temperatura, el olor, los movimientos, la forma. Por ejemplo, la lámina es el
"objeto" de la vergüenza de lámina que presenta, como síntoma principal, dolor
de cabeza. El techo de lámina de una casa es considerado como la cabeza de
ésta, así que el padecimiento afectará principalmente la cabeza (jo/, en cho!) del
enfermo; además, también suda mucho, y en esto igualmente se asemeja a la
lámina que cambia de temperatura a lo largo del día, pero que en la mañana
" su da " e1 rocío que se condensa en el transcurso de la noche.
Para el tratamiento es necesario hacer entrar al enfermo en contacto con
"el objeto mediador" de manera directa, o a través de las aguas en las que éste se
ha remoj ado. Por ejemplo, la vergüenza de lámina se trata con el rocío recogido
de las lám inas.
Los únicos síntomas que generalmente aparecen asociados a todos los
ife
� rentes tipos de vergüenza son el calor excesivo y el sudor. Los demás van
ligados a un tipo particular, y diferentes curanderos mencionan ideas al respec­
to que n o siempre concuerdan. Para referirme a los síntomas, retomo los casos
de la enfe rmedad a partir de los nombres que llevan. 6
Señalan los pobladores que la persona que enferma de vergüenza de carro,
de dinero o de tractor padece mucho frío, como el metal del que están hechas las
m áquinas. El frío también le provoca sudores. La vergüenza de botella se hace
p atente en la tortíco lis, que provoca que el enfermo mueva con dificultad el

contacto con éste. Frazer llamó magia homeopática o imitativa a las acciones basadas en la ley de
semejanza y magia contaminante o contagiosa a las basadas en la ley de conracto o contagio. Estos
dos principios están presentes en la práctica de la magia y, además, son concebidos por los especia­
listas como los reguladores de los procesos de la naturaleza inanimada. Ambos están comprendi­
dos en la magia simpatética, que supone que los objetos actúan sobre otros a pesar de la distancia
por medio de una simpatía secreta.
6
Excluyo de la siguiente descripción los casos que fueron tratados como ejemplos en el capítulo
anterior.
156 LA VERGÜENZA

cuello, a causa del dolor. 7 La vergüenza de olla se manifiesta en sudores como los
que bañan a la olla de barro cuando se pone a hervir.
Se diagnostica vergüenza de frijol y de maíz cuando el enfermo nene �u­
cha comezón en todo el cuerpo, al igual que cuando se saca el frijol de la vama
o se desgrana el maíz, vuela una película delgada que envuelve el grano Y provo­
ca picazón en el cuerpo. 8
La vergüenza de pollo y de arroz con pollo se manifiesta por ronchas en la
piel, parecidas a la piel del pollo cuando está recién desplumado. La vergüenza
de pavo provoca mucha diarrea y disentería, y se presenta con abultamiento del
estómago (este es el único síntoma en que coincidieron todos los informantes).
La vergüenza de pato hace que "gruña" el estómago. La vergüenza de puerco es
considerada una de las más fuerces y peligrosas ya que el puerco es también un
animal fuerte y difícil de matar. Presenta varios síntomas: mucho sudor, dolo­
res y calor en el estómago (porque el puerco es caliente), y, a veces, el enfermo
siente que no puede respirar. Si la padece una mujer, ocasionalmente puede al­
terar su menstruación.
Las vergüenzas de mujer, de hombre y de gente se manifiestan con síntomas
como dolor de cabeza y de cuerpo, calor excesivo y sudor; la vergüenza de "parte" de
mujer, con grietas en las manos o en los pies "que se parecen a la parte de la mujer".
Hay que recordar que las aguas en que se remojan los "objetos" de la ve�­
güenza son "curadas" o "rezad as "; es decir, se les reza y agrega aguardiente Y di­
ferentes yerbas curativas; entre las más frecuentemente utilizadas se encuen­
tran: yajpimel cruz pimel, poleo, t'se, hoja de tigre y hoja de higuera. En la descrip­
ción que sigue ya no menciono este hecho que doy por supuesto; sólo indico
los casos en que no se utilizan "aguas curadas".
Para la vergüenza de lámina, se recoge con un pañuelo el rocío que se con­
densa en las láminas y se le agregan yerbas y aguardiente, el pañuelo se amarra al
enfermo en la cabeza. Esta operación puede repetirse durante varios días, ya sin la
presencia del curandero, por lo que no hay rezos. Para tratar la vergüenza de casa
se cortan unos pedazos de las vigas del techo y se remojan, 0 se lavan las vigas, pa­
redes y rincones de la casa, y con esa agua bañan al enfermo.

7 En Tila y en El Limar, por ejemplo, muchos pobladores dicen que no hay 11ergümza de botella.
Una señora de Tila dice que existe "sólo en las comunidades [ ...)" porque todavía tienen las
costumbres antiguas.
8 Para algunos de R/o Grande y de Tila, el frijol y el maíz dan tos, pero no 11ergümza.
V. EL TRATAMIENTO DE LA VERGÜENZA 157

En los casos de vergüenza de despuLpadora, carro o tracto,; se lavan estos


objetos y se almacena el ag ua . Para la vergüenza de dinero, se remoja n monedas y
billetes. Las vergüenzas de botella y de olla se tr atan con el ag ua en q ue se remoja­
ron los objetos rotos. Si ya no están los objetos rotos que desencadenaron la
enfermedad entonces se pueden utilizar otros semejantes. En el caso de la ver­
güenza de huevo podemos notar una diferencia, ya que aquí no se remoja el h u evo
roro. Se hace una torta de huevo, y mientras está caliente, se pasa sobre las llag as
de la piel o la cabeza. Sin embargo, la idea subyacente es la misma : c urar con el
"objeto" q u e "originó" la enfermedad.
Para tr a tar la vergüenza de maíz y de frijol, según Pérez Chacón, en Til a se
"barre" al enfermo con ma íz y frijol, respectivamente (1993). En Río Gra nde,
a lg u nos sólo reza n y "ramea n" al enfermo (esto coincide posiblemente con la
versión que dice que no ha y vergüenzas de maíz ni de frijol, sino solamente tos).
Con las vergüenzas de a nimales domésticos (pato, pollo, guajolote, puerco)
se sigue un procedimiento diferente. Si la vergüenza se originó a partir de una
sit uación penosa en una re unión social, será m uy importante contar con el agua
en que se la varon las manos los comensales, así como con el agua en qu e se
lavaron los platos. Si no se guard aron esas aguas, entonces la familia del enfermo
debe prepa rar un caldo semejante al del día de la fiesta, y bañar al enfermo con el
agua en la cual la varon la olla u tiliza da. Otros curanderos aplican la sangre del
animal en las muñecas, los empeines, la frente y detrás de las orejas, y unos más,
da n a beber u na poc a, revu elca con aguardiente.
En el caso de la vergüenza de puerco es necesario contar con pedazos de
carne del animal para curar al enfermo. Mientras ésta se consigue, las aguas y el
untyo pueden servir provisionalmente. La familia del enfermo los solicitará al
que organizó la fiesta . Si no puede "pedir prestadas" las aguas ni el untyo (porque
no se guardaron, no se hizo el untyo cuando mataron al puerco o j ustamente
porque el enfermo entró en conflicto con alguien de esa familia), la familia del
enfermo deberá cocinar el guiso q ue se preparó el día del conflicto y, con el agua
sucia de los trastos lavados, tratar al enfermo.9
Cuando se tiene la carne, los curanderos p ueden proceder de diferentes
maneras. En un caso, se asaron pequeños pedazos, se ensartaron en dos palos Y se
los pusieron al enfermo en el pecho y la espalda, en forma de cruz, mientras el
curandero rezaba . En otro, se aplicaron sesos de puerco sobre la frente de la enfer-

9 Hay una descripción de la vergümuz de puerco y del untyo en el capítulo 1, pág., 33.
LA VERGÜENZA
158

ma. Existe también otro procedimie nto al que recurre n algunos cura n deros. Po­
ne n u n "emplasto" de car ne, vísceras, yerbas y aguardiente amarrado sobre el
vientre del en fermo. Al cabo de unas ocho horas aproximadame nte, llevan al en­
fermo al río y allí le quitan el emplasto para que la corriente se lo lleve.
Para las vergüenzas de an imales que no fuero n provocadas e n u n e n cue n­
tro social, el cratamie n co requiere del animal en cuestión. Se guisa la car n e del
an ima l con codos los in gredie n tes, como si se fuera a comer, y se utiliza p arte
del caldo y el agua con que lavaron la olla en que fue preparado. Se agregan las
yerbas, el licor y se le reza, igual que en los casos an teriores.
Para las vergüenzas de aquellos an imales que no se come n o que resultaría
muy costoso sacrificar (perro, caballo, vaca), se utiliza ú nicame nte parre de la
cola, de los pelos del animal y, ocasionalme nte, una herradura en el caso del
caballo. Se remojan y se baña al enfermo con el agua.
Si se presenta un caso de vergüenza de mujer o de hombre, deberá remojarse
ropa sucia de mujer o de hombre, dependie ndo de quién haya supuestame nte
provocado la e nfermedad. Si es ve,güenza de gente, e nto nces se remojará ropa
sucia de los dos. Además de ropa puede n remojarse an illos, aretes y collares,
para las mujeres, y un peine o reloj e n el caso de los hombres. La ropa que se
remoja provie ne generalmente de los familiares cercan os, a quie nes se pide eSCe
favor, y no de la persona que se supone creó la situació n de vergüenza (y co n la
cual se ha entrado e n co nflicto). La vergüenza de "parte" de mujer requiere de
agua e n que la mujer haya lavado sus órgan os sexuales.

Los rezos par a el tratamie nto de vergüenza describe n cómo es el "objeto


mediador". A conti nuación me referiré a su con te n ido a partir de lo señalado
por algunos pobladores y curanderos. El rezo para la vergüenza de casa describe
los materiales de que está hecha, los ruidos y crujidos que emite a lo largo del
dí a a raíz de los cambios de temperatura y de sus acomodos.
Las vergüenzas de despuLpadora, carro, tractor y dinero describen pri n ci­
palme nte la cualidad fría del objeto. También refiere n el son ido que emite n
cuando están en actividad (co n excepción del di nero). La vergüenza de botella y
la de huevo generalmente las atienden en casa los familiares, sin rezar. El rezo de la
vergüenza de olla describe todo el proceso de elaboració n de la olla. Desde
que se amasa el barro, se le da forma, hasta el momen to e n que se pone a cocer
en la leñ a. Mie ntr as se cuece, se humedece co n unas hojas, que so n las que se
utilizan para curar al en fermo de vergüenza de olla. Después, describe cómo
suda la olla cuan do se está hirvie ndo agua o caldo, habla dete n idamente sobre
V. EL TRATAMIENTO DE LA VERGÜENZA 159

los chorros de agua que escurren por los lados y cómo, al qui car la rapa, de ésta
cae más agua.
Los rezos para la vergüenza de animales describen en detalle cómo son los
animales y cuál es su comportamiento cotidiano (manera de caminar, correr,
comer, sonidos que emite, comportamiento). Los rezos para la vergüenza de
hombre o de mujer narran los distintos momentos en la vida de estos: nacimien­
to, incorporación a las rareas del grupo doméstico, actividades que realiza (de­
pendiendo de sexo y edad). En el caso de la mujer, se refiere también al mo­
mento en que le llega la menstruación y deja de ser niña, en que comienza a
pensar en el matrimonio, por ejemplo.
Como se puede encender a partir de los daros etnográficos, esca enferme­
dad responde a una lógica orientada por una idea de semejanza y contigüidad
entre objetos y enfermedades, parecida a los principios del pensamiento simpáti­
co (homeopático y de contagio). Esto deduzco de la manera en que la enferme­
dad es diagnosticada y tratada, de los elementos que intervienen en el tratamien­
to Y de la manera en que es narrada la experiencia del enfermo. Esta perspectiva es
la que, al parecer, hace explicable a la gente tanto la manera en que las personas
enferman, como la manera en que se curan. Los nombres mismos de las enferme­
dades indican este énfasis en la relación entre objeto y enfermedad. Orientarse
por esca "etiología" local y adentrarse en el estudio de sus orígenes, canco en pers­
pectivas y nociones culturales como en la historia particular del grupo, requeriría
de un trabajo más largo, incluso de uno comparativo sobre el tema, sobre otros
pueblos choles y con documentos de diferentes momentos históricos. Eso rebasa
las posibilidades del que se ha presentado.
Aquí he buscado sólo entender la forma en que se establece la relación
entre objeto y enfermedad a partir del contexto social en el que ésta ocurre. La
relación entre tensión o conflicto social y enfermedad es también un punto de
partida en el diagnóstico de la misma; sin embargo, ese momento rápidamente
da paso a otro en el cual el centro es un objeto. Entonces, al parecer, los objetos
se convierten en mediadores entre la tensión y el cuerpo, y también en media­
dores de las tensiones y disputas mismas. Lo importante, entonces, es que la
noción local de verg üenza, como relación objeto-enfermedad, es una �orma
tanto de objetivar las luchas y competencia cotidianas como de actuar e mter­
venir en ellas, especialmente en un contexto donde los recursos son limitados.
CONCLUSIONES

En esce aparcado retomaré los distintos hilos de discusión que se han desarrollado
ª lo largo del trabajo. Uno de los aspectos que me ha llamado más la atención a lo
largo de la investigación ha sido el de la etiología local que, como hemos visco,
establece una relación directa entre las tensiones sociales y diversas enfermedades.
La vergüenza, como uno de esos padecimientos, ejemplifica muy bien esa pers­
pectiva. S u etiología recorra y agrupa una serie de hechos sociales que se distin­
gu en -no siempre con claridad, es cierro- de los que se supone conducen a
otras enfermedades (los "males echados", el pochitoque, entre otros). En este senti­
d?, los pobladores de Río Grande hacen de la vergüenza, bajo los nombres de
_
kz_szn, kisin yaj y mulilety 'an, un lenguaje específico (y con cierro grado de coheren­
c�a) mediante el cual es posible hablar, encender y explicar algunas tensiones so­
�iales, especialmente aquellas que se producen cotidianamente, como parce de las
Interacciones y los intercambios diarios, en la casa y en la comunidad.
Partiendo de esca explicación causal de la enfermedad que presentan los
poblado res, decidí profundizar en la investigación de la dinámica de conflictos
Y tensio nes de Río Grande. Esto me llevó a recrear los aspectos más generales
del tejido de las relaciones sociales dentro de esca colonia, pero también de las
q u e los pobladores establecen fuera de ésta. Para ello utilicé las nociones de
campo Y de habitus de Bo urdieu, q u e permiten delimitar los distintos ejes de di­
ferenciación y de desigualdad social entre los pobladores que compiten por
diversos tipo s de capital.
Vimos con detenimiento que los pobladores ocupan posiciones sociales
desig u ales en el espacio social. Escas posiciones están definidas, de manera im­
portante, en torno a la participación de los agentes sociales en el trabajo agríco­
la (ya sea destinado al a utoabasco o al mercado) y en el trabajo asalariado, siendo
l 62 L� \IEIIGUENLA. E:S:FER�ll'DAD Y I\EGUL\Cló:S: EN U�A CO�IGNID,\D CHOI.

principalmente la cierra y el trabajo los recursos en disputa. Las diferencias


económicas presentes en la localidad se traducen también en formas diferencia­
das de consumo que adquieren un reconocimiento simbólico. Por ejemplo,
conlleva prescigio el consumo de ciertos bienes, entre éstos, los apararas elec­
crodoméscicos; auromóviles; las casas de block, cemenco y losa y la ropa in­
dustrial. Igualmente, destacan por encima de los demás aquellos individuos
que han adquirido diferentes grados de formación escolar (estudios de secun­
daria, de prepararoria y de normal), los que han aprendido algún oficio (albañi­
lería, principalmente, pero también carpintería y mecánica) y los que cuentan
con otras habilidades, como son el manejo del español y saber desenvolverse en
el medio •urbano. Escas diferencias económicas y simbólicas se traducen en re­
laciones de desigualdad, manifiestas también en distintas instancias de presti­
gio y de autoridad locales.
Por otra parce, también señalé que en los intercambios cotidianos la gente
se relaciona a parcir de ciertos principios de división, clasificación y jerar­
quización, como son los de género y edad, principalmente. 1 Esros principios
-construidos históricamente- operan y se reproducen en discinros ámbitos
de diferenciación, como el de la división del trabajo en la familia; la desigual
distribución de la posesión sobre la cierra, principal recurso de sobrevivencia de
la gran mayoría, asociado con el dominio masculino, o el de la participación
exclusivamente masculina en los cargos públicos; en esos distintos ámbiros de
la interacción y del trato en la vida cotidiana, las desigualdades se presentan
como diferencias estructurales entre hombres y mujeres, pero también entre
jóvenes y adultos. Estos principios operan, entonces, como esquemas de per­
cepción y acción de los pobladores (habitus), orientando las interacciones coti­
dianas a partir de las divisiones jerárquicas masculino/femenino y mayores/
jóvenes, principalmente.
Los agentes que intervienen en situaciones de conflicto o tensión son
identificados en términos de posiciones de fuerza o de debilidad en cada en­
cuentro particular, posiciones que se relacionan con esas divisiones jerárquicas.
De esca manera, las situaciones de vergüenza se producen fundamentalmente
entre personas que son reconocidas y ubicadas por los pobladores como "débi-

1
En el tercer capítulo hablo de otros dos principios de división: el étnico, que traza la línea
entre indígenas y mestizos, y otro que reconoce la existencia de personas que tienen un don
para curar y que las distingue de las que no lo tienen.
CONCLUSIONES 163

les", bajo estos principios de clasificación y jerarquización. Como ya se ha vis­


to, en muchos casos son las mujeres y los niños los que resultan afectados de
esta enfermedad, sea directamente o por situaciones en las que están involucrados
los esposos y padres, respectivamente.
Como complemento de lo anterior, las nociones de campo y de habitus
nos permiten también entender las tensiones en el espacio social particular
bajo las ideas del juego y el sentido del juego. Hemos visto que en Río Grande
existe una serie de orientaciones prescripcivas que hacen posible la convivencia
comunitaria (Las reglas deljuego). Pero, al mismo tiempo se ha señalado, por un
lado, que estas orientaciones son dinámicas y, por lo tanto, se redefinen a lo
largo del tiempo como resultado de procesos sociales muy complejos. Estos
cambios provocan tensiones en la medida en que los agentes se mueven entre
dos encendimientos diferentes de las orientaciones prescriprivas.
Pero también, por otro lado, se ha insistido en que los agentes no obede­
cen ciegamente estas orientaciones sino que las interpretan de diversas maneras
Y manipu lan estratégicamente. El sentido deljuego es entonces la manera en que
lo s agentes se desenvuelven cotidianamente en este mundo de orientaciones
prescriptivas dinámicas, intentando -por medio de las luchas simbólicas­
alcanzar una posición ventajosa en las divisiones y distinciones sociales institui­
das. Algunos casos de vergüenza, en particular, hacen referencia a las argumen­
taciones que, por medio del chisme o el enfrentamiento verbal directo, tratan
de establecer una interpretación parcial del conflicto y de las responsabilidades de
los inv olucrados.
Así, las luchas simbólicas entre los individuos buscan descalificar los plan­
teamientos adversos para imponer el propio. Estos individuos ponen en entredi­
cho las divisiones -o los principios de división- aceptadas entre lo bueno Y lo
malo, lo justo y lo injusto, por ejemplo, para adecuarlas a una interpretación de la
situación más conveniente para sí mismos.
E n el caso de vergüenza de puerco, tenemos un claro ejemplo al respecto . En
él, el poblador, dueño del puerco que destruyó la milpa del vecino y que, por lo
tamo, incurrió en una falta grave, no acepta su responsabilidad. Él busca impo­
nerse -a través del manejo hábil de la palabra- sobre el vecino al que por
"justicia" corresponde una retribución. Al decir que "el puerco es un animal y no
enciende" que no debe invadir la milpa vecina, el dueño del animal está eludien­
do su responsabilidad, pero lo hace de manera que intenta persuadir al otro de
que lo dicho es lo correcto. La idea de que escas situaciones desembocan en ver-
\64 LA VERGÜENZA. ENFERMEDAD Y REGULACIÓN EN UNA COMUNIDAD CHO!.

gü-enza nos habla de la forma en que la lucha simbólica, en particular la disputa


verbal, interviene en el establecimiento de la posición de debilidad. Justamente,
casos como el anterior me llevaron a cuestionar la manera en que se ha analizado
la enfermedad como un mecanismo de control social. Si ésta es interpretada como
el castigo o la sanción que se impone a un transgresor, o a la conducta desviame
en relación con la norma, el caso ames mencionado no tiene explicación. Pero si
pensamos más bien que este lenguaje que habla de enfermedad y de tensión es
uno de los mecanismos de competencia y de lucha simbólica, creo que podemos
avanzar en el entendimiento de estos procesos sociales.
De esta manera, al analizar la lógica de la vergü-enza distinguí dos dinámicas
diferentes, que toman en cuenca tanto las posiciones de los agentes en el espacio
social como los principios de clasificación y de jerarquización instituidos. La pri­
mera dinámica analizada se refiere a las situaciones de vergü-enza en que se enfren­
tan dos agentes que ◊-cupan posiciones sociales muy diferenciadas. Esto lleva a
que el que ocupa la posición de debilidad en la circunstancia particular salga
desfavorecido en el juego.
La segunda dinámica analizada presenta la circunstancia en la que se ven
involucrados dos agentes que comparten una posición social homóloga o se­
mejante en el campo de relaciones y, por lo tanto, no hay un relación de forta­
lezadebilidad clara. En estos casos, los agentes intervienen en el desenlace de la
situación a partir de las luchas simbólicas, que buscan desacreditar al otro par­
ticipante en el conflicto: los chismes, acusaciones, insultos y ofensas.
Me parece que podemos caracterizar la vergü-enza como una expresión de la
competencia (el sentido deljuego) que entablan los pobladores cotidianamente, es
decir, como manifestación de las luchas simbólicas entre agentes que ocupan un
espacio social determinado. La vergüenza, catalogada como enfermedad, es parte
de un lenguaje con el cual es posible encender un conjunto de tensiones y contra­
dicciones y, también, actuar en él, incidiendo en el curso de sus resultados.
Además de explorar la lógica de los casos de vergü-enza, construí una clasi­
ficación de éstos. Elaborada a partir de los casos narrados por los pobladores,
retomé la conflictiva social dentro del contexto de pobreza que existe en la
colonia. Las tensiones sociales tienen mucho que ver con la -precariedad de las
condiciones de vida y fue necesario referirse a ambas al momento de elaborar la
clasificación. Ésta incluye las siguientes divisiones que guardan relación con
la escasez de recursos: "desperdicio de recursos propios", "atentar contra recur­
sos ajenos" y, finalmente, "comp1 ·)misos y expectativas incumplidas". Es, pues,
CONCLUSIONES 165

desde esca perspectiva de la investigación, que puso énfasis en las tensiones y en


el contexto de precariedad, que se pudo elaborar esca clasificación.
Finalmente, deseo referirme a otra de las preocupaciones que tuve a lo
largo de esca investigación, relacionada con la presencia de lo que he llamado el
"objeto mediador" de la vergüenza. He señalado cómo el curandero, una vez
que diagnoscic"a la enfermedad (y la remite a algún problema o tensión social),
orienta codos los procedimientos terapéuticos hacia el "objeto" en corno al cual
se ha dado la tensión, dejando de lado la situación social particular. Desde el
primer momento en que escuché las descripciones de los casos de esca enferme­
dad, me llamó mucho la atención la forma en que, bajo la lógica del pensa­
miento simpático (homeopático o de contagio), se establecía una relación cons­
tante y muy evidente entre el nombre de la enfermedad, el diagnóstico, los
elementos y los procedimientos terapéuticos, por un lado, y el "objeto media­
dor", por el otro.
Así, el objeto es mediador porque desplaza la atención de las contradic­
ciones sociales a los procedimientos curativos, con una lógica de contagio o
contigüidad (vergüenza de parte de mujer, de despulpadora, de pollo) establecien­
do vínculos entre el cuerpo y las tensiones sociales. También ese énfasis en el
objeto permite producir eventualmente soluciones inmediatas a las tensiones
sociales permanentes. Sin embargo, la complejidad de estos aspectos, que en
un principio quise tratar desde la perspectiva de la "cosificación" de las relacio­
nes sociales, me llevó a reconocer que debían ser objeto específico de un escu­
dio diferente, que permitiera profundizar en los diversos sentidos que tiene eSta
operación. Por eso, en este trabajo no hice más que enunciar su existencia.
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Enfermedad y conflicro en una comunidad cho/
Editado por el
Programa de Investigaciones Multidisciplinarias sobre
Mesoamérica y el Sureste.
Se terminó de imprimir en abril de 2002.
La composición en tipo AGaramond 11/13, 9/9.5 y 13/15.6 y
la impresión se hicieron en ENACH Impresión de Libros y Revistas,
Berrha núm., 198, colonia Nativitas, CP 03500, México, D. F.
El tiraje fue de 500 ejemplares más sobrantes para reposición,
en papel cultural ahuesado de 90 gr.
La edición estuvo al cuidado de
José Urióstegui.
La vergüenza-como
enfermedad puede entenderse como un
lenguaje que expresa, de manera bastante coherente,
algunas de las tensiones sociales resultado d los inter­
cambios cotidianos entre los pobladores de la comunidad
chal de Río Grande, Chi pas. Escas tensioh.eb se producen
en la competencia por recursos escasos entre individuos
desigualmente ubicados en el espacio social. De acuerd9
a la etiología local, la vergüenza es resulcado de encuen ros
ríspidos o de conflictos interpersonales de los poblado es,
es como la somatización de estos antagonismos.
( Las situaciones de vergüenza se atribuyen a envidi a_s y
chismes, a robos, regaños, ofensas y al incumplimientoide
compromisos--. Sin embargo, en la o�ra se sugiere u ano de
interpretación diferente al local: la vergü�nza es un guaje
con que se refieren algunas de la, contradicciones sociales
-y no sólo personales--que se dan cotidia­
namente entre los pobladores de Río Grande.

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