Principios y Valores de La Doctrina Social de La Iglesia

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PRINCIPIOS Y VALORES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

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DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La Doctrina Social de la Iglesia será siempre orientar la conducta de las personas. Que el cristiano busque con su vida entera, el
bien común, que sea consciente de sus derechos y deberes, que se sienta responsable del otro, sobre todo del pobre, y que
pueda vivir todos los ámbitos sociales desde su dimensión cristiana. Si la DSI no concluye en la transformación, en la acción, no
dejará de ser doctrina muerta.
“Los principios permanentes de la doctrina social de la Iglesia constituyen los verdaderos y propios puntos de apoyo de la
enseñanza social católica, ellos son expresión de la verdad íntegra sobre el hombre
conocida a través de la razón y de la fe, brotan del encuentro del mensaje evangélico y sus
exigencias con los problemas que surgen en la vida de la sociedad”. Los importantes
principios: el bien común, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiaridad y
la participación.

I.-LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA


El primer principio clásico es el de la dignidad de la persona humana, que proporciona el
fundamento para los derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura uno
debe primero entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios,
tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un fin y no sólo como un medio.
Toda persona - prescindiendo de raza, sexo, edad, patria, religión, inclinaciones sexuales, empleo o nivel económico, salud,
inteligencia, éxitos o cualquier otra característica diferenciadora – es digna de respeto. No es lo que uno hace o tiene lo que da
derecho al respeto, lo que establece la dignidad de uno es sencillamente el ser una persona humana. Dada esa dignidad, la
persona humana en la visión católica nunca es un medio, es siempre un fin.

II. EL PRINCIPIO DEL BIEN COMÚN


“De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien común, al que debe
referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido. Por bien común se entiende el conjunto de
condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil
de la propia perfección”.
“El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad” y “todos tienen también derecho a gozar de las condiciones
de vida social que resultan de la búsqueda del bien común”
Renunciamos en cierto sentido al ejercicio de un derecho individual para que se puedan ejercitar los derechos de todos en
armonía y paz.
III. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES
Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a
ninguno. Por tanto todo hombre debe tener lo necesario para su pleno desarrollo. Nadie puede prescindir de los bienes que
responden a sus necesidades primarias pues éstos son absolutamente imprescindibles para alimentarse, crecer, comunicarse y
desarrollarse plenamente como persona. Éste es un derecho inherente al hombre que se desprende de su dignidad intrínseca.
El destino universal de los bienes exige un esfuerzo común dirigida a cada persona y a cada pueblo hasta lograr que todos
dispongamos de lo necesario para nuestra plena realización.

LOS PRINCIPIOS DE SOLIDARIDAD Y SUBSIDIARIEDAD, REGULADORES DE LA VIDA


SOCIAL
Al fundamento de todo, que es la dignidad del hombre, están íntimamente ligados el principio de solidaridad y el principio de
subsidiariedad.
La solidaridad es "una virtud humana y cristiana" por la que todos (hombres, grupos, comunidades locales, asociaciones y
organizaciones, naciones y continentes) participan en la vida económica, política y cultural, superando el individualismo. El
principio de subsidiariedad complementa al de solidaridad pues "protege a la persona humana, a las comunidades locales y a los
'grupos intermedios' del peligro de perder su legítima autonomía". (Orientaciones, 38).
IV. EL PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD
Como “virtud”, la solidaridad no es un sentimiento, sino la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común;
es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Esta determinación se
funda en la firme convicción de que lo que frena el pleno desarrollo es aquel afán de ganancia y aquella sed de poder de que ya
se ha hablado.
La solidaridad nos ayuda a ver al "otro" -persona, pueblo o nación-, no como un instrumento cualquiera para explotar a poco
costo su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un "semejante" nuestro.
La solidaridad es una virtud cristiana: "a la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí mima, al revestirse de las
dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser
humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre. Por
tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuesto al
sacrificio, incluso extremo: <<dar la vida por los hermanos>>.
V. EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD: En la búsqueda del progreso y el desarrollo de toda persona humana,
de todo ser humano, de su dignidad, hay un principio que no se tiene muchas veces en cuenta y que hay que recordarlo también
con frecuencia y volver el pensamiento y la mirada hacia él. Es el principio de la subsidiaridad, palabra que no es fácil de
pronunciar, pero que es sumamente importante. Nosotros los seres humanos debemos producir lo que nosotros podemos
producir. Cada ser humano tiene una responsabilidad ante sí mismo y ante los demás, como cada grupo, como cada sociedad;
pero hay limitaciones que nosotros tenemos y es ahí donde se necesita el apoyo subsidiario.
VI. EL PRINCIPIO DE PARTICIPACIÓN: Otro principio claro en la Doctrina Social de la Iglesia es el principio de
la participación. Este es un tema sobre el que nosotros debemos insistir una y otra vez, especialmente hoy que vivimos en una
cultura tan individualista. La participación es algo inherente al ser humano, es parte de nuestra existencia y es la forma que
tenemos de colaborar en concreto por el bien común.
Si los cristianos queremos vivir en serio el Evangelio, este principio de la participación debiera transformarse para nosotros en un
deber, el deber que tenemos todos los seres humanos de participar en la vida, en el desarrollo, en el progreso de los pueblos.
LOS VALORES FUNDAMENTALES DE LA VIDA SOCIAL: “La doctrina social, además de los principios que
deben presidir la edificación de una sociedad digna del hombre, indica también valores fundamentales. “Todos los valores
sociales son inherentes a la dignidad de la persona humana, cuyo auténtico desarrollo favorecen; son esencialmente: la verdad,
la libertad, la justicia, el amor. Su práctica es el camino seguro y necesario para alcanzar la perfección personal y una
convivencia social más humana; constituyen una referencia imprescindible para los responsables de la vida pública.
No podemos perder de vista que estamos ante un conjunto armonioso de valores que están interrelacionados, la ausencia del
cualquiera de ellos, lleva consigo la desaparición o el deterioro de los demás. Todos ellos están en función de la dignidad de la
persona humana; de tal manera que la vivencia de los valores fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, posibilitan que el
hombre crezca, que sea cada día mejor hombre y más hombre, permitiendo que el hombre se desarrolle material, humana y
espiritualmente, es decir, un desarrollo integral de toda la persona humana.
LA VERDAD: Los hombres tienen una especial obligación de tender continuamente hacia la verdad, respetarla y
atestiguarla responsablemente. "Vivir en la verdad tiene un importante significado en las relaciones sociales: la convivencia de
los seres humanos dentro de una comunidad, en efecto, es ordenada, fecunda y conforme a su dignidad de personas, cuando se
funda en la verdad".
Nuestro tiempo requiere una intensa actividad educativa y un compromiso correspondiente por parte de todos, para que la
búsqueda de la verdad sea promovida en todos los ámbitos. Esto afecta particularmente al mundo de la comunicación pública y
al de la economía, que remiten necesariamente a una exigencia de transparencia y de honestidad en la actuación personal y
social.
LA LIBERTAD: El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana.
“No se debe restringir el significado de la libertad, considerándola desde una perspectiva puramente individualista y reduciéndola
a un ejercicio arbitrario e incontrolado de la propia autonomía personal.
“El valor de la libertad, como expresión de la singularidad de cada persona humana, es respetado cuando a cada miembro de la
sociedad le es permitido realizar su propia vocación personal”, es decir, expresar “sus propias ideas religiosas, culturales y
políticas” y asumir sus propias iniciativas. La libertad, por otra parte, debe ejercerse también como capacidad de rechazar lo que
es moralmente negativo, cualquiera sea la forma en que se presente.
LA JUSTICIA: La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.
El hombre específicamente justo es el que se preocupa por el otro, y tiene voluntad de dar a cada uno lo suyo y de no dañar a
ninguno. El hombre justo es el que trata bien a los demás, contribuye a su dignidad respetando sus derechos.
Dos son los escenarios propios de la justicia. En las relaciones entre las personas la regla de la justicia es una igualdad casi
aritmética: lo que quieras para ti, quiérelo para los demás; es decir, respeta los derechos del otro como quieres que se respeten
tus derechos —justicia conmutativa—
En las relaciones de la persona con la sociedad, la justicia es proporcional: que cada persona y cada familia reciba de la
sociedad las cargas y los beneficios en función de sus necesidades, de sus capacidades, de su contribución al bien común, de la
importancia del papel que desempeñe —justicia distributiva—; pero al mismo tiempo que cada uno contribuya al bien común,
sabiendo la deuda, los deberes que tiene ante su familia y ante la sociedad —justicia legal—. La justicia muestra que los
derechos y deberes son correlativos; pero el primer paso es que cada uno asuma sus deberes con respecto a los demás.

OJO PARA TRABAJAR EN EL COLEGIO ACTIVIDAD

1. ¿Qué crees que dificulta que la dignidad de la persona humana esté por encima de todo?
2. ¿Qué principios te parecen más olvidados? ¿Y más difícil de vivir?
3. ¿Se podrían llevar a la práctica por separado?
4. ¿Qué puedes hacer para que estos principios y valores de la DSI impregnen tu vida y la vida de tu
grupo, de la Comunidad Parroquial, de tu asociación…?

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