Ceguera, No Esta en Tu Contra La Literatura

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 132

UNIVERSIDAD DE CHILE

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES


PROGRAMA DE MAGÍSTER EN LITERATURA

CEGUERA: NO ESTÁ EN TU CONTRA LA LITERATURA


La visión de la ceguera en Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago

TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE MAGÍSTER EN LITERATURA

VERA GUZMÁN GARCÍA

PROFESOR GUÍA:
HORST NITSCHACK

SANTIAGO DE CHILE
2018

1
¿Qué importa la sordera del oído cuando el espíritu oye?
La única sordera, la verdadera sordera,
la sordera incurable, es la de la inteligencia.
Victor Hugo

A Mr. Kinsky

2
Re, Negra, Nide, Karina, Franco,
Machuca,
Manu, Pedro,
Benito, Kathy
por el apoyo y amor infinito

3
Índice
Resumen............................................................................................................................ 3
Introducción......................................................................................................................4
Capítulo 1. Perspectivas sobre la discapacidad............................................................. 8
1.1. Perspectiva político-social................................................................................... 8
1.2. Perspectiva médico-religiosa............................................................................. 12
1.3. Perspectiva cultural-social................................................................................. 14
Capítulo 2. La ceguera y la discapacidad como recursos literarios ........................... 21
2.1. Panorama breve sobre la discapacidad en general y la ceguera en particular .......21
2.2. Ceguera real y ceguera literaria .............................................................................28
2.3. Prótesis narrativa................................................................................................... 29
2.4. Tema y motivo literarios........................................................................................ 34
Capítulo 3. Estado de la cuestión: la representación de la ceguera en la literatura
occidental.........................................................................................................................40
3.1. Juan Cruz Mendizábal: Luces y sombras: el ciego en la literatura hispánica.....40
3.1.1. El ciego lazarillo de Lázaro ............................................................................ 41
3.1.2. El ciego y el otro............................................................................................ 42
3.1.3. Ceguera místico-religiosa............................................................................... 42
3.1.4. Ceguera y crítica social.................................................................................. 43
3.1.5. La voz de la ceguera....................................................................................... 43
3.1.6. El ciego realista.............................................................................................. 45
3.2. Kenneth Jernigan: Blindness: Is Literature Against Us?......................................46
3.2.1. La ceguera como poder compensatorio..........................................................48
3.2.2. La ceguera como una tragedia absoluta ......................................................... 49
3.2.3. La ceguera como indefensión, locura e idiotez .............................................. 51
3.2.4. La ceguera como maldad y enfermedad incurable ......................................... 52
3.2.5. La ceguera como virtud perfecta.................................................................... 53
3.2.6. La ceguera como castigo por el pecado y como rito de purificación ............. 54
3.2.7. La ceguera como anomalía o deshumanización ............................................. 55
3.2.8. La ceguera como símbolo o parábola............................................................. 55

4
3.3. Comparación entre la clasificación de Cruz Mendizábal y la de Jernigan ............ 57
Capítulo 4. Contexto histórico de José Saramago....................................................... 61
4.1. Panorama breve de la narrativa portuguesa........................................................... 61
4.2. José Saramago y la novela portuguesa. Principales temas en la obra del autor ....65
Capítulo 5. La ceguera en Ensayo sobre la ceguera..................................................... 73
5.1. Sobre el género ensayo.......................................................................................... 73
5.1. Tema y motivo de Ensayo sobre la ceguera..........................................................81
5.3. La ceguera como metáfora y parábola en Ensayo sobre la ceguera.....................87
5.4. Prótesis narrativa en Ensayo sobre la ceguera...................................................... 96
5.5. Ensayo sobre la ceguera y su aporte al motivo de la ceguera en la literatura ....108
Conclusiones................................................................................................................. 120
Bibliografía 127

5
Resumen

La discapacidad y en particular la ceguera ha sido desde hace tiempo, tema y motivo

recurrente de la literatura occidental; por ello, uno de los intereses de este trabajo es

responder a la pregunta de por qué la ceguera y los ciegos son tan llamativos para la

literatura y qué clase de representación ha hecho de ellos. Igualmente es importante

notar cuáles son las concepciones o perjuicios que el lector o la sociedad tienen ya

implantados y que permiten el funcionamiento de la ceguera como metáfora y crítica

social.

Ceguera: ¿está la literatura en contra nuestra?, se pregunta el investigador

ciego Kenneth Jernigan en su ponencia del mismo nombre, al revisar el modo en que la

literatura occidental ha presentado - desde la época griega - a la ceguera, ayudando a la

construcción y perpetuamiento de una visión negativa y catastrófica sobre ella. Sin

embargo, Saramago parece ver algo más allá de esas características, otorgándole un

rasgo positivo al hacer atravesar por la ceguera a sus personajes en Ensayo sobre la

ceguera, y proponer que a través de ella el ser humano puede superar la ceguera

espiritual que la modernidad y las sociedades contemporáneas han traído.

6
Introducción

Actualmente, el tema de la discapacidad ha ido tomando gran relevancia en la sociedad

siendo objeto de numerosos estudios y cambios de enfoque desde las perspectivas

médico, político-social, mítico-religiosa y artística; esta última la más reciente de las

vías de acercamiento a la discapacidad que las sociedades occidentales presentan.

Dentro de las distintas formas de representación de la discapacidad en el arte, la

representación de la ceguera ha sido una de las más sugestivas y prolíficas. Numerosos

pintores y escritores han hablado o representado esta discapacidad en sus obras; por

supuesto, la forma en que ha sido abordada la ceguera ha cambiado con el paso del

tiempo y también dentro de diferentes contextos. Por ello, la presente investigación se

centra en la representación que la literatura ha hecho de la condición de ceguera y de los

ciegos, en gran medida con una visión negativa o trágica. Actualmente es posible

encontrar el trabajo de autores que se han ocupado de revisar y, por consecuencia,

reajustar los distintos modos en que ésta presenta la discapacidad en nuestros días: Juan

Cruz Mendizabal, Kenneth Jernigan, David Mitchell y Sharon Snyder entre otros, y

cuyos análisis son sumamente valiosos para este trabajo. Sin embargo, el principal

cuestionamiento que se les hace es que no dejan bien definida la frontera entre la

ceguera como condición biológica y la ceguera como tema y motivo literario.

El objetivo del trabajo es identificar cómo se representa la ceguera en la novela

Ensayo sobre la ceguera del escritor portugués José Saramago, partiendo de la hipótesis

de que la ceguera funciona como metáfora y parábola y que, si bien se trata de una

ceguera real, fisiológica, esta condición tiene un subtexto que incluye una crítica al

7
hombre moderno y a la sociedad occidental.

Para probar la hipótesis y lograr el objetivo principal de esta investigación, se

tomaron en cuenta diversos enfoques de análisis: el de la tematología, el de la prótesis

narrativa, y el de los géneros literarios, sobre todo el del ensayo y el de la parábola.

Posteriormente, se realizó una comparación entre la forma en que se aborda la ceguera

en Ensayo sobre la ceguera y en otras obras que tratan esta condición.

Gracias a los conceptos tema y motivo literarios ―propios de la tematología―

fue posible observar cómo se representa el tema de la ceguera en Ensayo sobre la

ceguera, y se encontró ―con ayuda, también, del concepto de prótesis narrativa― que

la ceguera es una metáfora que tiene el objetivo de realizar una crítica al hombre

moderno y a los vicios de la sociedad. Asimismo, se encontró que la ceguera en la

novela de José Saramago funciona como una parábola, pues le enseña a la sociedad

víctima de la epidemia la crueldad, la abyección y la pérdida de la individualidad de la

cual es víctima.

Por otro lado, la ceguera encuentra, ya instalada en el lector, una idea o

percepción que está dada de alguna manera por la realidad y por el modo en que la

sociedad occidental ha tratado esta condición, por lo que no es lo mismo leer sobre una

sociedad que pierde la vista ―tal como sucede en la novela Ensayo sobre la ceguera―

a hablar de una que pierde el habla o el oído, condiciones que, de una u otra manera,

permiten la continuidad de una sociedad dado que existe un lenguaje que posibilita la

comunicación entre las personas mudas o sordas.

José Saramago presenta una sociedad que va perdiendo la vista por una repentina

8
epidemia de ceguera blanca. Por un lado, uno se pregunta por qué el autor toma la

ceguera como motivo principal para realizar una crítica al hombre moderno y al sistema

político, económico y religioso occidental, y por el otro, cuál tendría que ser la imagen

que tiene el lector acerca de la ceguera para que funcione la metáfora planteada por

Saramago. La lectura y recepción de Ensayo sobre la ceguera permite observar los

conceptos preconcebidos que tienen los lectores sobre la pérdida de la vista, es decir, la

ceguera como tragedia, como mal incurable o como condición que niega una experiencia

propia. Como condición, la ceguera tiene varias cargas simbólicas asociadas que la

vuelven una de las más duras y desesperanzadas condiciones de vida para el imaginario

colectivo, lo que posibilita el funcionamiento de la metáfora propuesta por Saramago,

quien plantea una ceguera “real” para hablar de una ceguera espiritual que afecta al

hombre moderno y a la sociedad. En ese sentido, la hipótesis de este trabajo es que la

ceguera planteada en Ensayo sobre la ceguera permite un crecimiento en la sociedad de

la narración cuando pasa por esa situación ―puesto que la ceguera en Ensayo sobre la

ceguera funciona como una parábola―, por lo que la novela cumple con su cometido,

ya que es consecuente, hasta el final, con la metáfora y la parábola presentada con la

ceguera.

Para probar dicha hipótesis, la metodología utilizada en este trabajo consistió en

analizar la novela desde varios enfoques: el de la tematología ―rama de la literatura

comparada que incluye los conceptos tema y motivo literarios―, el de la prótesis

literaria ―concepto desarrollado por Mitchell y Snyder (2000)― y el de los géneros

literarios, especialmente el ensayo y la parábola. Además, al final del análisis se incluye

9
un apartado que versa sobre el aporte de Ensayo sobre la ceguera a la tradición literaria

de la representación de la ceguera en la literatura. Gracias a todos estos enfoques y

conceptos de análisis se verá que la ceguera en la novela de Saramago es una metáfora

que alude a que la sociedad se encuentra cegada por las estructuras de poder,

principalmente político, económico y religioso. Después de haber sufrido esta ceguera

blanca, se observará también que la sociedad pasa por un cambio de conciencia que les

permite reestructurar las instituciones, así como reconstruir la identidad propia.

10
Capítulo 1. Perspectivas sobre la discapacidad

1.1. Perspectiva político-social

A principios del siglo XX, desde la política en las sociedades modernas se fue

segregando a las minorías o a grupos considerados no aptos para el trabajo, para la

producción y, por lo tanto, para el desarrollo económico, y se les consideraba una carga

tanto para el Estado como para la sociedad; dentro de esas minorías se encuentran las

personas con alguna discapacidad. según Lennard Davis, en su libro Enforcing

Normalcy (1995), es a mediados del siglo XIX cuando la normalidad, en su acepción

moderna, se consolida como una categoría social hegemónica:

Cuando la ciencia de las estadísticas, la disciplina de la salud pública, la


industrialización y el nacionalismo hacen no sólo posible sino necesaria una
clasificación corporal y mental del ser humano en términos de su utilidad económica y
su aptitud para funcionar dentro de las estructuras sociales emergentes. Ya que la
normalidad sirve intereses económicos y políticos, la otra cara de la moneda, la categoría
de la discapacidad (o sea lo anormal), es configurada como un problema —un problema
para la salud pública, para el régimen de producción industrial, y para la moralidad y el
progreso. (Davis, 1995, citado en Jorgensen, 2013, p. 2).

Según Barnes, en su ensayo “Las teorías de la discapacidad y los orígenes de la opresión

de las personas discapacitadas en la sociedad occidental” (1998), existen, a grandes

rasgos, dos visiones sobre la discapacidad desde la sociopolítica; por un lado está la

visión estadounidense, tendiente a ver la discapacidad como un “problema social”

11
resultado de la evolución de la sociedad contemporánea; y, por el otro lado, se tiene la

visión británica, que ve a la discapacidad como una creación social resultado de un tipo

de sociedad en específico que oprime y segrega a las personas con discapacidad, es

decir, la sociedad capitalista.

A partir de los años 60, algunos investigadores, principalmente estadounidenses y

británicos, estudian y ponen en entredicho la relación entre insuficiencia y discapacidad,

cuestionando la creencia de que la discapacidad era resultado directo solamente de la

condición física o médica de cada persona, y concluyen que los factores actitudinales y

ambientales son tan importantes e influencian de tal manera la valoración de la

discapacidad como las capacidades físicas o la insuficiencia de cada persona. El llamado

“modelo social de la discapacidad” fue iniciado principalmente por Gerben De Joug.

Basándose en ese modelo y en sus teorías, Debora A. Stone (1984, citado en Barnes,

1998) sostiene que “las sociedades funcionan mediante un complejo sistema de

distribución de bienes cuyo motor principal es el trabajo” (p. 50). Dado que algunas

personas no son capaces de trabajar según los parámetros de ese sistema, se desarrolla

un segundo sistema que se basa en las “percepciones de necesidad”. El acceso o

inclusión dentro de ese segundo sistema estaría determinado por condiciones políticas y

médicas. Para la investigadora, la construcción social de la discapacidad se explica en lo

referente, por un lado, a la acumulación de poder por parte de la medicina; y por el otro,

se explica por la necesidad del Estado de limitar el acceso al sistema de bienestar que él

patrocina. Wolf Wolfensberger (1989, citado en Barnes, 1998), por su parte, va un poco

más lejos al asegurar que economías como la de Estados Unidos o la de Gran Bretaña

12
muestran un desarrollo sin precedentes de las llamadas “industrias de servicios

humanos”, entre cuyas funciones no reconocidas o latentes se encuentra la de mantener e

incluso potenciar grandes cantidades de personas dependientes y devaluadas, contrario a

su fin declarado o reconocido de rehabilitarlas e insertarlas en la sociedad; ello con el

objeto de garantizar el trabajo para un determinado grupo social. Más adelante, Gary L.

Albrecht (1992, citado en Barnes, 1998) afirma que la discapacidad se produce por el

negocio de la discapacidad. Explica que para él cada tipo de sociedad crea sus

correspondientes formas de insuficiencia e incapacidad, principalmente desde los modos

de producción; asimismo, menciona que lo anterior, aunado al crecimiento de las

mencionadas industrias de servicios humanos y la politización de la discapacidad, ha

llevado tanto a la discapacidad como a la rehabilitación a un nivel de mercancía, lo que

da como resultado su carácter comercial. Sin embargo, aunque estos autores han

considerado que factores como la raza, el género, la edad, la condición social, la

condición económica, etcétera, son relevantes al momento de determinar el nivel de

dependencia e incapacidad de una persona, los valores del capitalismo occidental quedan

de lado al considerar que el individualismo, la libre empresa competitiva y el

consumismo, por ejemplo, no influyen en estas consideraciones.

Por otro lado, se puede encontrar una valoración más crítica en los trabajos de los

investigadores británicos, quienes, en algunos casos, son personas con discapacidad,

como en el caso de Paul Hunt (1966), activista e investigador que sostiene que las

personas con discapacidad son un desafío directo y contundente a las creencias y valores

sociales comúnmente aceptados, ya que, por principio, se les considera “desventuradas,

13
inútiles, diferentes, oprimidas y enfermas” (citado en Barnes, 1998, p. 52). Hunt (1966,

citado en Barnes, 1998) considera que las personas con discapacidad enfrentan

prejuicios, discriminación y opresión, al igual que otros grupos considerados como

minorías, como los homosexuales o los negros. Este autor también explica que se les

considera desventurados porque se cree que no son capaces de disfrutar de los beneficios

materiales y sociales de la modernidad; se les considera inútiles porque se cree que son

incapaces de contribuir a la economía social y a su bienestar al no poder trabajar, puesto

que en la sociedad occidental actual el trabajo y la producción tienen carácter prioritario.

Hunt (1966, citado en Barnes, 1998) menciona que la sociedad califica a las

personas discapacitadas como “enfermos, que sufren, afectados, adoloridos” (p. 52) y

señala que en ámbitos tan importantes como el trabajo, las relaciones sociales y

familiares y el espacio público (restaurantes, escuelas, plazas, etc.) es donde más se

discrimina y ataca a las personas con discapacidad, dados los prejuicios predominantes

en la sociedad. Además, las personas discapacitadas enfrentan al ser humano a algunos

de sus temores más profundos, como la tragedia, el dolor, la dependencia, lo oscuro y lo

desconocido. Cabe destacar que para Hunt (1966, citado en Barnes, 1998) es básica la

relación entre las ideas culturales y la consideración material para explicar la experiencia

de la discapacidad en Occidente.

Mike Oliver, en su libro The Politics of Disablement (1990), propone una

explicación materialista sobre la discapacidad, y pone en el centro de su análisis a la

cultura o ideología. Sobre esto, Barnes apunta:

14
En consecuencia, el desarrollo económico, la naturaleza cambiante de las ideas y la
necesidad de mantener el orden durante la industrialización, influyeron en las respuestas
sociales a la insuficiencia y por lo tanto en la experiencia en ella. El nacimiento del
sanatorio como mecanismo tanto de provisión social como de control social y la
individualización y medicalización de los “problemas sociales” en el capitalismo,
precipitaron el surgimiento de la visión médica de base individual de la discapacidad.
Para Oliver, la “teoría de la tragedia personal” de la discapacidad alcanzó después la
hegemonía ideológica, en el sentido de que ha adquirido carta de naturalización, se da
por supuesta y se estima que es de aplicación casi universal. (Oliver, 1990, citado en
Barnes, 1998, p. 54).

Este autor considera, pues, que la base de la opresión y segregación de las personas con

discapacidad se encuentra en los cambios culturales, ideológicos y materiales que son

naturales del surgimiento de la sociedad capitalista.

1.2. Perspectiva médico-religiosa

Por otro lado, y casi de la mano con el desarrollo de la sociedad industrial, aparecen las

instituciones de asistencia para recibir a las personas con discapacidad. Inicialmente, las

iglesias jugaron un papel fundamental en el apoyo y en los cuidados a las personas con

alguna insuficiencia. Dentro de esa categoría, estas instituciones agrupaban a indigentes,

enfermos mentales y personas con distintos tipos de discapacidad.

Los sanatorios, en su nacimiento, comenzaron a jugar un papel de control social

al mantener reunidos en un solo lugar a las personas con discapacidad, así como a los

enfermos, mendigos, etc., sin hacer distinción de sus padecimientos, y al mismo tiempo,

15
los mantenían alejados del resto de la sociedad que estaba “sana” o “normal” y, sobre

todo, capaz de trabajar y producir. De este modo también se dio pie a la creación de la

dualidad dependencia/asistencia que sentó las bases de la perspectiva médica sobre la

discapacidad.

En primer lugar, con el paso del tiempo podemos observar la continuidad de los

sanatorios y centros asistenciales que, gracias al avance de los estudios médicos y la

especialización, han ido categorizando en enfermedades y discapacidades las distintas

condiciones físicas o mentales y han ido atendiéndolas según las características de cada

caso. Igualmente, podemos ver que dentro de la perspectiva médica se encuentra la

relación de lo tecnológico-científico con la discapacidad, puesto que la tecnología busca

paliar algunas discapacidades, es decir, modificar genéticamente los embriones

fecundados o bien, reemplazar órganos o miembros enfermos o deficientes con partes

computacionales y mecánicas, como las prótesis de extremidades, los exoesqueletos o

los chips de reciente desarrollo que se implantan en los ojos para devolver la vista a los

ciegos. Todos ellos son avances y apoyos que, en muchos casos, proporcionan una mejor

calidad de vida, aunque no la inclusión en la sociedad.

Por lo que respecta al abordaje religioso, más allá de la labor asistencial realizada

por grupos de monjas o religiosos en todo el mundo, realizada, en el mejor de los casos,

de manera loable, aún persiste –al menos en Occidente– la idea de que la divinidad es

responsable directa de la discapacidad del ser humano. En la Biblia, por ejemplo, es

posible encontrar numerosas parábolas y metáforas que hacen referencia a la

discapacidad y que generan discusiones sobre la justicia divina o la redención. A partir

16
de esos pasajes, que hacen referencia a cojos, mudos, sordos, enfermos, paralíticos y,

principalmente, ciegos, es común escuchar, en la actualidad, discursos que apuntan a la

discapacidad como una prueba que Dios envía a sus hijos y que ellos deberán superar

para entrar en su reino una vez que se han “redimido” a través del dolor, el sufrimiento y

la compasión. En Éxodo 4:11 leemos: ¿Quién ha hecho la boca del hombre, o quién

hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor? (Biblica, 2015,

párr. 1).

Vemos entonces que persiste la idea de que Dios castiga o redime al ser humano

a través de la discapacidad, y presenta ésta como una prueba, un castigo o, en el mejor

de los casos, una bendición. Finalmente, se expone la perspectiva cultural o artística con

la que se ha abordado la discapacidad y, particularmente, la ceguera en Occidente.

1.3. Perspectiva cultural-social

Cerca del 15% de la población mundial, según datos otorgados por la Organización

Mundial de la Salud (OMS) en su página web, presenta alguna situación de

discapacidad, y entre 110 y 190 millones de personas tienen alguna dificultad funcional.

Si bien es un número elevado, sigue considerándose que las personas con discapacidad

forman una minoría. La relación entre cultura y discapacidad debe tenerse en cuenta al

considerar que la discapacidad es un constructo definido por la sociedad, que lo crea

basándose en la experiencia o en las capacidades físicas y sociales de cada persona. Así

pues, observamos que cada cultura tiene sus propias ideas, valores y creencias sobre el

cuerpo, sus funciones y capacidades; y también posee opiniones sobre la belleza, la

17
normalidad, lo perfecto y lo enfermo o imperfecto.

Si se tiene en cuenta que las personas nacemos, nos desarrollamos y formamos

parte de una cultura en particular, hay que tener claro que el concepto de discapacidad es

creado y definido por cada cultura, por lo que puede haber algunas diferencias entre una

y otra forma de ver y convivir con la discapacidad, dadas las experiencias sociales y

físicas de cada grupo cultural. En este punto, es importante revisar el desarrollo de la

perspectiva social de la discapacidad, mejor conocida como modelo social.

Apunta Jorge A. Victoria Maldonado (2013), en su ensayo “El modelo social de

la discapacidad: una cuestión de derechos humanos”, que:

El modelo social de la discapacidad se presenta como nuevo paradigma del


tratamiento actual de la discapacidad, con un desarrollo teórico y normativo;
considera que las causas que originan la discapacidad no son religiosas, ni
científicas, sino que son, en gran medida, sociales. Desde esta nueva
perspectiva, se pone énfasis en que las personas con discapacidad pueden
contribuir a la sociedad en iguales circunstancias que las demás, pero siempre
desde la valoración a la inclusión y el respeto a lo diverso. Este modelo se
relaciona con los valores esenciales que fundamentan los derechos humanos,
como la dignidad humana, la libertad personal y la igualdad, que propician la
disminución de barreras y dan lugar a la inclusión social, que pone en la base
principios como autonomía personal, no discriminación, accesibilidad
universal, normalización del entorno, diálogo civil, entre otros. La premisa es
que la discapacidad es una construcción social, no una deficiencia que crea la
misma sociedad que limita e impide que las personas con discapacidad se
incluyan, decidan o diseñen con autonomía su propio plan de vida en igualdad
de oportunidades. (p. 1093).

18
El desarrollo del modelo social de la discapacidad viene desde los años 60 y 70 del siglo

XX, cuando, haciendo eco de las preocupaciones de Paul Hunt, algunos investigadores

pertenecientes a minorías y, en algunos casos, con alguna discapacidad, como el autor

Tom Shakespeare, critican las teorías de Oliver y Finkelstein, principalmente en lo

tocante a minorías étnicas, condición de varón o mujer y a la insuficiencia. Shakespeare

(1994, citado en Barnes, 1998) consideraba que el modelo social debería ser

reconceptualizado y que debería incluir la experiencia de la insuficiencia, por lo que era

necesario un análisis más riguroso del papel desempeñado por la cultura en la opresión

de las personas con discapacidad. Para este autor, las personas con discapacidad no lo

eran solamente por la discriminación material, sino también por los prejuicios implícitos

en los discursos cotidianos, en las representaciones artísticas y en la socialización, tal

como se mencionó anteriormente. Shakespeare (1994, citado en Barnes, 1998) menciona

que se debía hacer referencia y estudiar los trabajos de antropólogos culturales, como

Mary Douglas, para comprender mejor la historia de la discapacidad, y explica la

objetivación de las personas con discapacidad como “otros” a partir del trabajo de

algunas feministas como Simone de Beauvoir (1976). Para Shakespeare (1994, citado

en Barnes, 1998), el hecho de que las sociedades primitivas reaccionaran a las anomalías

físicas reduciéndolas, etiquetándolas como peligrosas o llevándolas al terreno de lo

ritual o lo sagrado, era una respuesta al miedo ante lo desconocido, y afirma que ese

temor permanece en las culturas modernas, pues se encuentran estas categorías en el

bufón de la corte, el fenómeno de circo, el hospital psiquiátrico e incluso los campos de

exterminio nazi. De acuerdo con este autor, las personas no temen a la discapacidad sino

19
a la insuficiencia, pues:

Los discapacitados recuerdan a quienes no lo son su propia condición de mortales [...]


son una amenaza al orden o la idea que los seres humanos occidentales se han formado
de sí mismos, para verse como perfectibles, conocedores de todo [...] Sobre todos los
seres humanos. (Shakespeare, 1994, citado en Barnes, 1998, pp. 64-65).

Esta idea de invencibilidad, dice el autor, está ligada estrechamente a las ideas de

masculinidad y potencia (Shakespeare, 1994, citado en Barnes, 1998).

En lo que respecta a la representación artística de la discapacidad, podemos

encontrar sus manifestaciones prácticamente desde el nacimiento de la sociedad

occidental. Las sociedades griega y judeocristiana han dejado numerosas muestras de

este tema, principalmente en el arte, en la filosofía y en el teatro. Igualmente, es sabido

que en la sociedad romana los padres podían abandonar a los hijos que no habían nacido

perfectos. En relación con ello, a continuación se cita el libro Teorías de la discapacidad

escrito por Barnes (1998):

Estas preocupaciones se reflejaban en la filosofía y en la cultura griegas. Los


dioses y las diosas de los griegos eran el modelo por cuya imitación se
animaba a luchar. Es significativo que sólo existiera un dios con defecto
físico, Hefestos, el hijo de Zeus y Hera. Y así fue que Zeus cometió una
especie de infanticidio al privar del cielo a su hijo. Después Afrodita la diosa
del amor, se apiada de Hefestos y se casa con él. Pero el matrimonio no duró
y la diosa toma como amante a Ares, no discapacitado, porque su marido es
“lisiado”. La asociación entre insuficiencia, exclusión e impotencia resulta ya
familiar y es evidente. (p. 68).

20
Al igual que la filosofía de los griegos, sus mitos y su literatura han dejado una fuerte

influencia en otras sociedades occidentales, que podemos encontrar hasta nuestros días.

La arquitectura también ha tomado esta influencia y, por ello, actualmente podemos

encontrar edificaciones que presentan serias complicaciones de acceso y movilidad para

las personas con alguna discapacidad.

Por su parte, los romanos, que asimilaron la cultura griega y la trasmitieron al

resto del mundo, fueron una sociedad basada más en el esclavismo que en la guerra.

Defendían los derechos individuales y eran hedonistas, materialistas y militaristas, por lo

que tenían algunas prácticas culturales en las que asesinaban a los niños débiles o

enfermos. Algunas veces, las personas que exhibían tempranamente estas insuficiencias

eran tratados duramente en la edad adulta, como en el caso del emperador Claudio, cojo

y tartamudo, a quien se dice que la clase noble y la guardia insultaban constantemente.

La religión judía, por su parte ―influenciada por la cultura griega–, consideraba que las

insuficiencias eran castigos o consecuencias por haber realizado obras malas. De

acuerdo con Barnes (1998):

En efecto, gran parte del levítico se dedica a hacer una relación de las imperfecciones
humanas que impiden a su poseedor acercarse a cualquier rito religioso o participar en él
(Levítico, 21, pp. 16-20). Pero a diferencia de otras religiones importantes de la época, la
doctrina judía prohibía el infanticidio. (p. 69).

Esta prohibición fue importante para la evolución de las religiones, como sucedió con el

cristianismo y el islam, religiones partidarias de cuidar y empatizar con los enfermos o

con los menos afortunados mediante la limosna o la asistencia, lo que dio paso a la

21
institucionalización de la caridad, teniendo como resultado los centros asistenciales de

los que se habló anteriormente, en la perspectiva religiosa de la discapacidad, con sus

consecuentes circunstancias.

Durante este período, las personas con discapacidad y con enfermedades eran

tratadas con burla y desprecio; existen numerosos ejemplos de ello en toda Europa,

como podemos encontrar en los estudios realizados por el historiador británico Keith

Thomas sobre los chistes de la Inglaterra de los Tudor y los Estuardo, en los que se

habla de los bufones de la corte y de la opresión que sufrían los minusválidos.

Asimismo, narra las visitas al Hospital de Santa María de Belén de Londres por parte de

quienes gozaban de salud y buena posición para buscar diversión y entretenimiento.

El siglo XVIII, si bien fue el momento en que se desarrolló un importante

crecimiento de la comercialización de la tierra, de la agricultura, la industrialización,

etcétera, fue también el período que legitimó algunas prácticas arraigadas hacia la

discapacidad; encontramos el origen de su aparición en la forma que actualmente

permanece, es decir, en la individualización y medicación del cuerpo, la exclusión

sistemática de la vida comunitaria y, en palabras de Barnes (1998):

Con el surgimiento del darwinismo social y el movimiento eugenésico, la reificación


científica del antiguo mito que proclama que, de una u otra forma, las personas con
cualquier tipo de imperfección física o intelectual constituyen una seria amenaza para la
sociedad occidental. (p. 72).

No es de extrañar, pues, que, durante este período convulso y oscuro, la literatura se

impregnara de esas creencias y visiones hacia las personas con discapacidad y tengamos

22
personajes como el Rey Ricardo en la obra de Shakespeare, quien, aunque en la realidad

no tenía ninguna discapacidad, es presentado por el autor como contrahecho tanto del

cuerpo como del alma. Además, al no poder tener éxito como amante, lo hace como

villano, y así, Shakespeare lo deja para la posteridad. Es interesante, por otro lado, el

hecho de que aquí se borra la diferencia entre “sanidad” o “normalidad” y

“discapacidad”.

Para cerrar este capítulo, hay que señalar que es importante hacer este recuento

de las perspectivas o acercamientos a la discapacidad para poder tener un panorama que

nos permita ver cómo la literatura ha llegado a presentar, de una o de otra manera, a las

personas con discapacidad, ya que al ser la literatura una expresión de los seres

humanos, no queda exenta de las circunstancias sociales, políticas, religiosas y culturales

de su momento.

23
Capítulo 2. La ceguera y la discapacidad como recursos literarios

2.1. Panorama breve sobre la discapacidad en general y la ceguera en particular

Se mencionó anteriormente que los modos de representación de la discapacidad

provienen no sólo de los ámbitos político, médico y religioso, sino también estético o

artístico. Es decir, el arte en general, como expresión de la humanidad, ha contribuido a

la construcción de una imagen sobre la discapacidad y la enfermedad pues, como

sabemos, éste ha sido un tema importante desde las épocas clásicas hasta nuestros días.

En la literatura, los personajes con discapacidad son un recurso común, y la

ceguera o la poca visión es la condición más referida, seguida por la sordera, la

discapacidad motriz y la discapacidad intelectual.

En los inicios de la literatura, un referente obligado hasta nuestros días es

Homero, el poeta ciego de quien aún no se comprueba su origen pero que sentó la base

sobre la que se erige la épica grecolatina y, por consecuencia, la literatura occidental.

Aquí, es relevante notar una contradicción, ya que la cultura griega (y, por ende, la

cultura occidental), tiene su base en la literatura creada por un autor ciego, es decir, por

un discapacitado. En el poema épico Ilíada podemos encontrar una de las primeras

referencias a la discapacidad y la diferencia, así como al rechazo que éstas generaban.

Dicha referencia se halla en la historia de Hefesto, el dios del fuego y la forja al que su

madre, Hera, arroja del Olimpo al momento de su nacimiento, dada su fealdad; como

consecuencia de esa caída, el dios se queda cojo. La fealdad, la discapacidad y la cojera

24
son las características atribuidas a este dios rechazado.

Otro personaje al que es imposible no referirse en un estudio sobre literatura y

ceguera es Edipo, el rey de la célebre obra de Sófocles, quien, además de dar origen a

una de las teorías más relevantes del psicoanálisis freudiano, presenta la ceguera como

un castigo por haber pecado –idea muy arraigada en la perspectiva religiosa de la

discapacidad–, pues tras enterarse de que ha asesinado a su padre y mantenido relaciones

sexuales con su madre se arranca los ojos como castigo, condenándose al destierro y la

miseria. Finalmente, otro célebre personaje ciego es Tiresias, el adivino de Tebas, quien

recibe la ceguera en su juventud como castigo de una diosa –en algunas versiones es

Atenea y en otras, Hera– y Zeus le otorga el don de la clarividencia en compensación,

transformando su castigo en un don.

A partir de ese momento, en la literatura de Occidente podemos encontrar una

galería interesante de personajes con alguna enfermedad o discapacidad a los que se les

atribuye ciertas características que, con el paso del tiempo, han ido modificándose de

acuerdo con el pensamiento de la época. En los ejemplos dados líneas arriba, la ceguera

o la discapacidad eran un castigo divino por los pecados cometidos o una condición

compensatoria otorgada por los dioses que les permitía a los ciegos acceder a una verdad

superior.

Durante la Edad Media los personajes con discapacidad tienen más papeles

secundarios que protagónicos, y aparecen principalmente en farsas grotescas y comedias

dirigidas a las personas de escasos recursos o a un público más humilde, en las cuales

por lo general son objeto de burlas y escarnio, lo que representa el pensamiento y la

25
actitud de la época hacia ellos. Sin embargo, es necesario apuntar que en muchas de

estas obras también se hace una crítica social a quienes se burlan de las personas ciegas

o discapacitadas.

Los Siglos de Oro y el siglo XVIII en el teatro español ofrecieron la figura del

ciego recitador, poeta y músico que amenizaba fiestas, salmodiaba o cantaba temas de

corte piadoso y romances; estos personajes salieron de las plumas de Juan Ruiz de

Alarcón, Lope de Vega, Ramón de la Cruz, el Arcipreste de Hita, entre otros. Sin

embargo, fue en el año 1554 que la literatura española presenta al célebre Lázaro,

protagonista del libro La vida de Lazarillo de Tormes, que ofrece una cruda crítica a la

sociedad de la época, llena de nihilismo y anticlericalismo. En esta época, muchos

padres, dada la miseria en que vivían, mutilaban a sus hijos, que habían nacido

perfectamente sanos, para poder hacer que se dedicaran a la mendicidad en busca de

supervivencia. Aunque éste no es el caso de Lázaro, sí se ve obligado a trabajar para

ganarse la vida, y por ello es importante su primer amo, el ciego que, a través del terrible

trato que le da, lo obliga a iniciarse en el oficio de la picardía y le despierta la maldad

que lleva dentro. Nos encontramos, entonces, ante un ciego que nuevamente tiene

cualidades negativas, como el ser cruel, pérfido, avaro, mezquino y desalmado.

Cierra este recuento medieval y renacentista otro rey, igualmente célebre que

Edipo y que es referente no sólo en el estudio de la relación entre literatura y

discapacidad, sino en la literatura e historia en general. Entre 1591 y 1592 William

Shakespeare escribe el drama clásico Ricardo III, en el que narra el ascenso y caída del

tirano Ricardo III, quien fue vencido en la batalla de Bosworth por Enrique VII. Esta

26
obra es importante en la literatura histórica dado su personaje principal, y también es

relevante en los estudios sobre discapacidad, ya que propone una nueva manera de mirar

y profundizar en la discapacidad, puesto que se trata de uno de los primeros dramas que

se interesa en las consecuencias emocionales y psicológicas de la discapacidad. Dada su

condición –Ricardo es feo, jorobado y se describe a sí mismo como deforme y mutilado–

su carácter es mucho más profundo y tenebroso que el de personajes anteriores con

similares características. Este personaje, al odiarse y rechazarse a sí mismo, tiraniza a

quienes lo rodean, comete intrigas, traiciones, asesinatos o cualquier cosa para conseguir

ser rey. La obra Ricardo III, si bien no representa un “giro copernicano” en la literatura

universal, sí representa un paradigma al presentar un personaje con una compleja

dimensión psicológica, resultado de su evidente discapacidad y rechazo.

Con el Renacimiento llegaron algunas voces que comenzaron a sensibilizar sobre

las personas con discapacidad y las circunstancias en que vivían. Personajes

pertenecientes a la religión y las letras dieron luz a obras en las que reflexionaron sobre

la discapacidad desde otro punto de vista.

En el siglo XVIII y la Ilustración hay un giro hacia la emoción y la sensibilidad.

En este período, la percepción de la discapacidad cambia tanto en la sociedad como en la

literatura, lo que se demuestra en que ya no sólo se siente compasión y piedad por las

personas con discapacidad o con enfermedades, sino que se abren paso la sensibilidad, la

emoción y el interés por los sentimientos y las dificultades de la vida de las personas con

discapacidad.

Una obra de gran importancia para los estudios sobre la relación entre la

27
discapacidad y la literatura aparece entre 1751 y 1772; se trata de la Enciclopedia o

diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, dirigida por Denis Diderot y

Jean le Rond D’Alembert. Símbolo de la obra filosófica de la Ilustración, los autores

trabajaron en sus ensayos sobre sordera, ceguera, deformidad, cojera, invalidez,

deformidad, etcétera, con rigor científico. Si bien el texto más conocido y recurrido de

esta Enciclopedia es el escrito por Diderot sobre los ciegos, rescato aquí un breve

párrafo de Louis de Jaucourt, del ensayo “Deformidad” que deja ver el cambio de

mirada hacia la discapacidad que la obra propone. Además, se da un paso en el

reconocimiento de las personas con discapacidad:

El cuidado del cuerpo dentro de los límites que establezca la razón y más aún la
preocupación de prevenir las deformidades corporales, es una parte muy importante de
la educación de los niños, que debe ser acompañada principalmente de la formación de
sus costumbres y de la cultura de su espíritu. (Citado en Setrin; 2015).

Otro filósofo que mira desde un punto de vista distinto la discapacidad es Voltaire, quien

utiliza la discapacidad para hacer críticas o bien a la sociedad o bien al ser humano. En

su cuento “El porteador ciego”, de 1774, Mescour, su protagonista, sólo ve las cosas

buenas de la vida dada su condición de tuerto, ya que el ojo que percibe lo negativo es

justo el que no le sirve. Su Tratado sobre la tolerancia sitúa a un grupo de ciegos en un

hospital, dirigido por hombres de igual condición y razonamiento, que viven en armonía

hasta el día en que uno de ellos introduce la discordia bajo el argumento de saber acerca

de la vista de los demás. Este texto es considerado un alegato en favor de la tolerancia, la

lucidez y la clarividencia.

28
Charles Dickens, Fiódor Dostoievski, León Tolstoi, Gustav Flaubert, Emile Zola,

entre otros, gracias a su interés en una literatura objetiva y sin piedad que describa la

vida, apuntan a que la vida con discapacidad no vale la pena ser vivida, pues consideran

que los discapacitados son víctimas de la sociedad egoísta y codiciosa que segrega y

relega a quienes no tienen los medios físicos o económicos a vivir una vida reducida y

llena de penurias. Para Dickens, la discapacidad no era un castigo divino ni una

monstruosidad, al contrario, ofreció una mirada más progresista y empática hacia

quienes la padecían y llenó sus relatos con personajes vulnerables afligidos por la

miseria, la enfermedad o la injusticia; cabe mencionar que el autor solía socorrer a

personas en pobreza y visitar hospitales y asilos. En sus obras podemos encontrar dos

tipos de protagonistas, por un lado, principalmente niños que son víctimas inocentes y

que generan empatía con los lectores; y por otro lado, hallamos personajes corruptos que

padecen algún accidente cerebro-vascular o parálisis como castigo por sus faltas

morales. En este caso, la silla de ruedas es una especie de metáfora del encarcelamiento

como forma de justicia retributiva.

El tema del amor imposible dada la discapacidad de alguno de los enamorados

comienza a ser un tema recurrente en la literatura, donde el personaje rechazado –a

veces mujer, a veces hombre– por lo general tendrá características positivas como

nobleza, bondad, generosidad, espíritu elevado, etc., al mismo tiempo que tiene una

discapacidad como ceguera o parálisis, u oscila entre la pobreza, la miseria y la fealdad.

Una pareja de este tipo son Nela y Pablo, de la novela Marianela, escrita en 1878

por Benito Pérez Galdós. En esta narración, Nela es pobre, harapienta, huérfana y fea,

29
pero su dulzura y nobleza espiritual hacen que Pablo –de quien es lazarillo por su

ceguera– conozca el mundo a través de su voz y se enamore de ella por sus cualidades.

La novela apunta a que la hermosura física muchas veces impide que podamos ver la

belleza de las personas más allá de su físico y que, guiados por el ojo, juzguemos la

belleza externa mucho más valiosa que la interna.

Valle-Inclán publica Luces de bohemia en 1920, una obra teatral con la que se

inaugura el género “esperpento”. Esta obra es una mordaz crítica social a través de la

deformación grotesca de la realidad de una España degradada y corrupta, desde el punto

de vista de Max Estrella, su protagonista ciego y miserable que está consciente de su

fracaso y que recorre, en su última noche, las calles de la decadente Madrid.

Finalmente, con el cambio de época y de pensamiento, la literatura también ha

ido modificando la manera en que ha presentado la discapacidad. Los personajes que

antes eran marginados, indefensos, sin derechos ni dignidad han dado paso a personajes

más interesantes y, sobre todo, han dado paso a la discapacidad y la ceguera como

metáfora o signo de algo más, utilizándolas no sólo como características sino como

motivos y temas que permiten realizar críticas más profundas al hombre y a la sociedad.

Algunos autores como Thomas Mann, Hellen Keller ―quien era invidente y, por lo

tanto, escribe desde la ceguera y no sólo sobre ella―, H. G. Wells, Herman Hesse,

André Gide, William Faulkner, Max Aub, Ernesto Sábato, Camilo José Cela, Elena

Poniatowska, María Luisa Puga, Lina Meruane, Julio Cortázar, Juan Rulfo, entre otros,

han contribuido a este cambio de paradigma, haciendo posible encontrar personajes más

acordes con la realidad y más humanos. Estos autores están influenciados en cierta

30
medida por numerosos investigadores y escritores que han comenzado a narrar la

discapacidad desde ella. Por otro lado, y como sucede en Ensayo sobre la ceguera, la

discapacidad también se ha ido perfilando como un tema, un motivo y una figura en la

literatura, puesto que va más allá del personaje que la presenta, y es utilizada como

metáfora o símbolo, o, como en el caso de Saramago, la ceguera es una parábola que

funciona para realizar una crítica más profunda a la sociedad contemporánea.

2.2. Ceguera real y ceguera literaria

Cabe mencionar que existen dos perspectivas sobre la discapacidad, específicamente

sobre la ceguera, que están presentes en esta investigación. Se trata de la ceguera como

condición fisiológica y la ceguera desde la literatura o, más bien, la representación que

la literatura hace de la ceguera con fines artísticos, literarios, etcétera. Como se vio

anteriormente, es muy común encontrar personajes con ceguera en la literatura de todas

las épocas. Ahora bien, como menciona Alfonso Reyes (1944), cada autor recrea en su

creación al personaje ciego –o en el caso de Saramago, a la ceguera– como un universo

diferente que se distingue de la realidad, indiferente del suceder real y con suficiencia en

el suceder ficticio. Es decir que, a pesar de que existe un referente tangible en la

realidad, este referente no lo es para la literatura, pues, aunque los ciegos y la ceguera

tienen una presencia importante en ella,, no hay una perspectiva única de representación.

Por ello la literatura no debería tomarse como un muestrario fiel de la ceguera y los

ciegos, así como tampoco puede ser considerada un reflejo exacto de la realidad. Sin

31
embargo, es posible decir que Saramago (2000), en su novela Ensayo sobre la ceguera,

encuentra una respuesta en el lector, puesto que éste tiene ya una idea sobre la ceguera

dada por la realidad.

Como se verá en los análisis hechos por Jernigan (1974) y Cruz Mendizábal

(1995), la división entre realidad y ficción en este tema no está definida, y a pesar de que

algunos personajes tienen un referente real, no están determinados por él, sino por los

intereses artísticos del autor. La literatura puede o no referirse a la realidad, pero no

porque tenga un interés exclusivo en lo real, sino porque se interesa en su aporte o valor

atractivo como tema literario o artístico; esta mezcla entre la realidad y lo ficcional es

parte de lo que estudian David Mitchell y Sharon Snyder (2000) en su propuesta de

prótesis narrativa, que se revisará a continuación.

2.3. Prótesis narrativa

Una premisa tratada y estudiada por David Mitchell y Sharon Snyder (2000) al hablar de

la prótesis narrativa es que la discapacidad en la literatura deja de ser solamente una

condición o característica que acompaña a un personaje y comienza a ser detonante de

su personalidad, al tiempo que va comenzando su camino como potenciador de

situaciones. También mencionan que la fascinación con el cuerpo anómalo y su utilidad

para la narrativa radica en que, mientras un cuerpo “normal” es transparente, no llama la

atención, no pide una explicación; el cuerpo discapacitado en cambio, por ser diferente,

demanda una explicación, pues su presencia crea una duda en la mente de los lectores

32
que la narrativa usa como ímpetu o empuje para narrar una historia.

El concepto “prótesis narrativa” fue planteado por David Mitchell y Sharon

Snyder en su libro Narrative Prosthesis: Disability and the Dependencies of Discourse

(2000). Los autores señalan que “Disability has been used throughout history as a crutch

upon which literary narratives lean for their representational power” (p. 49).

Este concepto también da un poco de luz sobre el interés de los autores para

tomar a la discapacidad como parte de sus textos literarios, en algunos casos, como

características de sus personajes y en otros como símbolo o metáfora de algo más, ya

que, como hemos visto, se encuentra presente en muchas narrativas occidentales, desde

la antigüedad hasta nuestros días. Mitchell y Snyder (2000) indican que el concepto de

prótesis narrativa muestra que la discapacidad se ha utilizado en la literatura como una

especie de muleta o soporte en que las narrativas se apoyan para sostener su poder de

representación, su potencial subversivo o sus percepciones analíticas. Continúan

diciendo que la discapacidad interroga las creencias fijas sobre el cuerpo:

Bodies show up in stories as dynamic entities that resist or refuse the cultural scripts
assigned to them. While we do not simply extol these literary approaches to the
representation of the body (particularly in relation to recurring tropes of disability), we
want to demonstrate that disable body represent a potent symbolic site of literary
investment. (Mitchell y Snyder, 2000, p. 49).

Mitchell y Snyder (2000) señalan, igualmente, que la discapacidad se percibe como un

problema de manera prácticamente universal. Debido a que todo problema requiere una

solución o remedio, ello da como resultado que, por una parte, las personas con

33
discapacidad son los sujetos de políticas y programas gubernamentales sociales o

caritativos; y, por el otro, son objeto de representación literaria. Esta constante literaria

tiene dos vertientes principales a decir de los autores: en primer lugar, la discapacidad

puede ser un aspecto convencional o una característica del personaje, y en segundo

lugar, la discapacidad puede funcionar como una metáfora de situaciones políticas o

sociales, o bien, de otros significados culturales que son ajenos a la realidad del ser

humano con discapacidad. A esa dependencia discursiva es a la que alude la prótesis

narrativa. Mitchell y Snyder (2000) realizan una selección de textos en los que notan esa

dependencia, pero son principalmente los ya enunciados en el capítulo anterior, por lo

que no es importante volver a enumerarlos.

Respecto del cuerpo anómalo y de su utilidad para la narrativa, Mitchell y Snyder

(2000) explican que ésta radica en que mientras un cuerpo normal es transparente, no

llama la atención y no le interesa a los lectores, el cuerpo con discapacidad, al ser

diferente, demanda una explicación y su presencia crea una duda en la mente de los

lectores. Esta duda es aprovechada por la narrativa como una especie de ímpetu para

contar una historia.

Mitchell y Snyder (2000) consideran, igualmente, que en las sociedades

occidentales las ideologías plantean una separación entre el cuerpo (materia limitante) y

la mente (ideal trascendente), y la presencia del personaje con discapacidad en la

literatura representa la realidad material de la cual no se puede escapar, por lo que se

vuelve un cuerpo subversivo al rechazar o resistir los papeles culturales que se le han

impuesto. En la literatura, según Mitchell y Snyder (2000), algunas veces el uso de

34
personajes con discapacidad sólo sirve para afirmar valores y significados establecidos y

supuestamente inamovibles. Entonces, la discapacidad en la literatura puede, por una

parte, ser un signo desestabilizador de los valores culturales, y, por otra parte, puede ser

un signo convencional o determinista del carácter del personaje.

Otro punto importante que tocan Mitchell y Snyder (2000) es lo que denominan

invisibilidad de la prótesis, haciendo alusión al notorio contraste entre la invisibilización

y marginación de la discapacidad en la sociedad o en el mundo real y la presencia

continua y central en la literatura. Es por ello que consideran una paradoja el hecho de

que los lectores o espectadores de cine y televisión muchas veces no se dan cuenta de la

presencia tan grande de los personajes con discapacidad en lo que ven o leen.

Ante la pregunta sobre qué da inicio a una historia y qué tiene que ver la

discapacidad con esa necesidad narrativa, Mitchell y Snyder (2000) van más a detalle y

afirman que existe un principio básico de toda narrativa que consiste en un deseo de

compensar una limitación o ausencia o, por lo contrario, de controlar un exceso. El

objeto literario por excelencia –continúan– es alguna desviación de la norma, algo

extraordinario, excepcional o un problema o crisis que la narrativa puede explicar, curar,

resolver o eliminar, puesto que el lenguaje de un relato intenta comprender lo que se sale

de la línea y constituye una desviación a la norma.

Mitchell y Snyder (2000) hablan sobre la fisionomía de la discapacidad. Esta

pseudociencia, como ellos la llaman, ha buscado desde hace mucho tiempo interpretar

las características o atributos internos de cada persona dependiendo de sus atributos

físicos o externos, y señalan que están en fuerte correlación con los atributos que la

35
literatura ha otorgado o impuesto a los personajes literarios. Otros autores, como

Kenneth Jernigan, también consideran desafortunada la práctica de asignar a las

características internas valores o condiciones provenientes de los aspectos externos, pues

estos cuerpos demandan una explicación al ser un desafío al orden establecido o una

ruptura con lo desconocido que va más allá de las asociaciones simplistas de la

fisionomía. Adicionalmente, mencionan Mitchell y Snyder (2000), la experiencia de

vivir con un cuerpo “anómalo”, de ser visto y juzgado por otros, tiene un valor e impacto

que si bien no es determinista, sí es influyente en la subjetividad de la persona con

discapacidad, y se preguntan acerca del impacto de las representaciones literarias tanto

en las personas con discapacidad como en las personas que no la tienen. Asimismo, es

preocupante la tendencia de la cultura occidental de interpretar la discapacidad como

signo o símbolo de significados ocultos; en cuanto a este respecto, los autores proponen

un cuestionamiento y un pensamiento crítico sobre esa fascinación insaciable de la

cultura por las personas con discapacidad.

Mitchell y Snyder (2000) dedican un último apartado al análisis de la obra Edipo

Rey, de Sófocles, para ilustrar el uso de la discapacidad como metáfora para críticas y

significados sociales, políticos y culturales. La representación de Edipo es paradigmática

para muchas representaciones literarias de la discapacidad. El punto clave, según ellos,

es que el potencial del cuerpo con discapacidad consiste en que una metáfora basada en

el cuerpo humano tiene una habilidad especial para comunicar ideas abstractas, lo que

habilita una conexión con el mundo concreto. Mitchell y Snyder (2000) dan como

ejemplo la idea de la codicia representada con un personaje obeso, la corrupción

36
mostrada a través de un cuerpo feo o deforme, etc., lo que ayuda a comprender de

manera más precisa el concepto que quiere trasmitir. Así, los autores mencionan que:

“The passage through a bodily form helps secure a knowledge that would otherwise drift

away of its own insubstantiality. The corporeal metaphor offers narrative the one thing it

cannot possess― an anchor in materiality” (Mitchell y Snyder, 2000, p. 63).

2.4. Tema y motivo literarios

En el presente capítulo es necesario hacer una pausa en lo histórico para aclarar algunos

conceptos que serán importantes para el análisis de Ensayo sobre la ceguera. Algunos de

esos conceptos son el tema y el motivo literario, mismos que se explicarán a

continuación.

De acuerdo con Anna Trocchi (2000, citado en Fonseca, 2008), quien, en su texto

“Temas y mitos literarios”, define la tematología como el “sector de la investigación que

se ocupa del estudio comparado de los temas y de los mitos literarios” (p. 11), la

tematología, además de comparar los temas y mitos, estudia también los cambios y las

modificaciones que éstos presentan a través de la historia de la literatura. Esta rama de la

literatura comparada tiene su origen a mediados del siglo XIX en Europa, y, de manera

relevante, en Alemania, donde los estudios sobre folclor y mitos locales encontrados

principalmente en el movimiento romántico dieron paso rápidamente a la

Stoffgeschichte, que durante el inicio del siglo XX tuvo un gran incremento en sus

estudios al mismo tiempo que era muy criticada y enjuiciada por los estudiosos de la

37
literatura comparada, quienes la consideraban solamente una acumulación de datos

históricos que no constituían un verdadero análisis trascendental para comprender y

clasificar la evolución de los temas y motivos. Menciona Trocchi: “La investigación

pedante de las relaciones causales en la transmisión histórica de estos elementos volvía

vulnerable a la tematología (en su configuración originaria como Stoffgeschichte) ante

las acusaciones de erudición y de falta de una dimensión estético crítica” (2000, citado

en Fonseca, 2008, p. 11).

Es a partir de los años 60 cuando numerosos críticos, como Raymond Trousson,

Harry Levin, entre otros, le dan a la tematología un notable impulso que cambia su

orientación, y así, pasa de ser una recolección de datos –como acusaban que era– a una

disciplina rigurosa que se centra en el estudio de las variaciones que los temas, mitos y

motivos literarios han tenido a lo largo de su historia. Más allá de la identificación y

enunciación, lo verdaderamente relevante es la comprensión y el análisis de la evolución

de los temas y mitos, las circunstancias que originan su aparición, así como su desarrollo

y permanencia. Ahora bien, es importante dejar claro este sentido de la tematología, ya

que será muy útil en el análisis de la ceguera como tema, motivo y parábola en la novela

de José Saramago, Ensayo sobre la ceguera.

Las categorías “tema” y “motivo” están fuertemente relacionadas, y cumplen

funciones que, si bien en un principio parecerían iguales, tienen una diferencia en cuanto

a su extensión e importancia dentro un texto literario. El tema es único e inamovible,

mientras que los motivos son múltiples y variables.

Cesare Segre plantea, en Principios del análisis del texto literario (1985) (citado

38
en Fonseca, 2008), que la relación entre tema y motivo es de mayor a menor, de lo más

complejo a lo más simple; mientras que, en apariencia, el tema es único, el motivo se

vuelve fragmentario, múltiple y disperso, y ambos se combinan relacionándose de

manera recíproca en la construcción de un texto.

Por otro lado, y para profundizar en estas categorías, es necesario recurrir a

Seymour Chatman (2003, citado en Fonseca, 2008), para quien el tema es “un concepto

abstracto, esto es un concepto con alto grado de generalidad que se puede extraer de la

obra de ficción y relacionar con experiencias humanas de otros mundos, tanto el real

como el imaginario” (p. 14). Es decir, el tema es el concepto base sobre el cual se

desarrolla una obra, y es el que le comunica al lector lo que la obra quiere decir o

mostrar sobre la realidad. El tema está relacionado con la vida cotidiana y con los

problemas o conflictos fundamentales de la obra, entre los cuales podemos mencionar la

vida, la muerte, el odio, el amor, etcétera, y sus consecuencias en la vida de las personas;

dichos conflictos se desarrollan y varían según el estilo de cada autor. Se trata, entonces,

en palabras de Fonseca (2008), de:

El significado del texto, lo que este significa para los lectores, sus más próximos
destinatarios. Para entender la totalidad del tema en la obra literaria no basta solamente
con describir e identificar las acciones, hechos y personajes que aparecen en ella, sino
que también es necesario entender, asimilar e interpretar todo lo que estos elementos
quieren decir en su conjunto. (p. 15).

Una vez definido el concepto de tema, es más fácil comprender y separar el motivo o los

motivos de una novela. Éstos son las funciones particulares que se encuentran al interior

39
del tema general y pueden ser muchos, e incluso pueden combinarse y dar como

resultado otros temas. Los temas son varias unidades que, vinculadas entre sí, dan

sentido, forma y contenido a la obra. El motivo es el elemento base que sostiene al tema,

el cual, a su vez, sostiene al lector y también posibilita el desarrollo de otros elementos

constitutivos de una obra, como el argumento, los personajes, entre otros. Cesare Segre

(1985, citado en Fonseca, 2008) lo explica desde el ámbito musical de la siguiente

manera:

Dado que “motivo” originariamente proviene de la práctica musical,


parecería lícito pedir a los musicólogos que arrojen luz sobre las relaciones
con “tema”: es decir, ¿se trata de sinónimos, quizá con diferentes matices, o
de términos complementarios, absolutamente diferentes entre sí?
Por el momento, queda claro que el motivo, que puede estar compuesto
incluso sólo de cuatro o cinco notas, es la mínima unidad musicalmente
significativa: “Subdividiendo obras musicales en sus partes constitutivas,
como movimiento, secciones, períodos, frases separadas, las unidades son los
motivos [figures], y toda subdivisión inferior a ellos dará unas notas
inexpresivas, sin sentido, como cada una de las letras de una palabra”. (p.
17).

Entonces, si motivo es una serie de unidades básicas que se relacionan entre sí, y al

unirse dan sentido, forma y contenido a la pieza musical, en el terreno literario los

motivos son los elementos sobre los cuales se construye el tema; los motivos son

particulares y concretos, tal como lo explica Schulze (2003, citado en Fonseca, 2008):

Como motivos deberían considerarse las partes no autónomas de los temas,


así, por ejemplo, determinados caracteres considerados independientes de

40
una acción, partes de la acción dependientes de otras, localidades
características como los paraísos tratados por Petriconi, etc. (p. 18).

Existen dos líneas de investigación dentro del comparativismo sobre el motivo; una de

ellas considera al motivo una “simple herramienta” que posibilita la estructura de una

obra. Esta línea de investigación tiene origen en los estudios de los formalistas rusos,

principalmente, en Vladimir Propp. Los formalistas rusos otorgan relevancia a la forma

en que trabaja el motivo, a su función propiamente dicha y no a su contenido; asimismo,

para esta escuela la obra literaria no es un vehículo ideológico reflejo de la realidad o de

alguna verdad universal o trascendental, sino una especie de maquinaria “hecha de

palabras, no de objetos o de sentimientos” (Eagleton, 1983, citado en Barnes, 1998, p.

13), por lo que consideran un error tomar la obra literaria como la expresión propia y

directa de las creencias de un autor. La segunda línea de investigación considera que el

motivo es un elemento esencial de la creación literaria, relacionado con las inquietudes,

neurosis y obsesiones de los autores, mismas que se manifiestan al interior de la obra y

que le dan importancia tanto al contenido del motivo dentro de la obra como a su

función de carácter psicoanalítico; de esta forma, se unen la vida y las experiencias del

autor con su obra. Cesare Segre (1985, citado en Fonseca, 2008) lo expresa de esta

manera: “De este modo los motivos, las imágenes, las descripciones características de un

autor se revelarían como reflejos conjuntos de un solo recuerdo, huellas de una

experiencia secretamente condicionada por un trauma” (p. 354).

Para este trabajo, es importante tomar en cuenta tanto la función de los motivos

en cuanto que son dadores de estructura de la obra, como su contenido, ya que el autor y

41
la novela a trabajar (Ensayo sobre la ceguera) son un ejemplo de la unidad entre una

estructura y una experiencia de vida.

El tema, pues, se puede definir y diferenciar del motivo en tanto que es una

categoría universal y general, abstracta, sobre la cual se construye el texto; y los motivos

constituyen lo particular de esa generalidad, lo que va sucediendo y lo que se nos cuenta

a través de la historia, de las acciones y de los personajes. Si seguimos este esquema,

podríamos decir que en Ensayo sobre la ceguera el tema es la ceguera –universal y

general–, mientras que los motivos tienen que ver con lo que sucede a causa de esa

ceguera en lo particular, por ejemplo, el caos provocado por la epidemia, la locura o

maldad que despierta en algunos personajes o la empatía femenina durante la epidemia.

Sin embargo, antes de pasar al análisis de la novela tomando en cuenta el tema y los

motivos, es necesario revisar, brevemente, el estado de la cuestión de la representación

de la ceguera, sobre todo en la literatura hispánica, anglosajona y europea. Para ello,

analizaremos las clasificaciones de Cruz Mendizábal (1995) y de Jernigan (1974).

42
Capítulo 3. Estado de la cuestión: la representación de la ceguera en la literatura

occidental

En este capítulo se analizará el papel del ciego como personaje o posibilidad literaria, y

también veremos cómo es que se cruza de la ceguera real a la ceguera literaria. A

continuación, se expondrá la clasificación de Cruz Mendizábal (1995) del ciego en la

literatura hispánica. Se verá que los personajes ciegos han tenido gran relevancia en la

literatura española de casi todas las épocas históricas.

3.1. Juan Cruz Mendizábal: Luces y sombras: el ciego en la literatura hispánica

Juan Cruz Mendizábal es autor del libro Luces y sombras: el ciego en la literatura

hispánica (1995), en el cual hace un recuento y un análisis de la figura del ciego en la

literatura hispánica, señalando que éste se ha repetido con frecuencia desde la literatura

clásica hasta nuestros días. En el texto, Cruz Mendizábal (1995) analiza las

características que le han sido conferidas a este tipo de personaje y el rol que ha jugado

al interior de los textos; asimismo, revisa los cambios que ha experimentado el ciego en

la literatura con el paso del tiempo.

En su introducción, Cruz Mendizábal (1995) considera a los ciegos de la

literatura un arquetipo, un lazarillo de los videntes. Éstos deben estar atentos a las

sutilezas del caminar de los ciegos mientras captan su percepción del mundo, del cual

los videntes no saben nada. De acuerdo con Cruz Mendizábal (1995), los ciegos que

43
decide estudiar muestran un camino desconocido para nosotros y los llama “especiales”

porque:

Tienen un mensaje que trasmitir o son símbolo de una preocupación interna


enseñándonos al mismo tiempo lecciones que pasarían desapercibidas. Son especiales
porque los autores los han creado para que sean faro de navegación, maestros de la vida,
rayos de luz que penetran en la oscuridad de la vida o bien críticos de su propia
situación. (pp. 27-28).

En resumen, este lazarillo ciego será el responsable de que el vidente abra los ojos y

crezca, y que también obtenga un aprendizaje y despierte del sueño a la realidad que está

oculta en el entramado del contexto aparente que el vidente cree conocer bien. Esto se

presenta de una manera metafórica, desde luego, ya que se trata de cegueras que los

autores utilizan y proponen para mostrarnos lo limitado de nuestra visión, como símbolo

–en el caso de Ensayo sobre la ceguera– necesario para poder salir de una situación

compleja y comprometida.

A continuación se enumeran y explican brevemente cada uno de los grupos que

el autor propone, así como sus características, mismas que permiten ver cómo ha ido

cambiando esta figura en la literatura.

3.1.1. El ciego lazarillo de Lázaro

En este grupo, el autor incluye a los siguientes personajes por la enseñanza que hay en

su lectura: Lazarillo, Fernando y los amigos de Max Estrella –de Lazarillo de Tormes,

Informe sobre ciegos, de Ernesto Sábato, y Luces de Bohemia, de Valle-Inclán,

44
respectivamente–. Estos personajes, según el autor, reconocen la enseñanza de su

contraparte ciega; es decir, los ciegos los han “despertado”. En este grupo, el ciego es

maestro o guía de lo sórdido o en lo sórdido, y muestra una realidad que los videntes no

quieren ver por desinterés o apatía, pero que, una vez que han entrado en ella, ya no

pueden dar marcha atrás.

3.1.2. El ciego y el otro

Marianela, Misericordia y “Rosas artificiales” –de Benito Pérez Galdós las dos primeras

novelas; y el último, un cuento de Gabriel García Márquez incluido en Los funerales de

la Mamá Grande– son historias que no sólo muestran esa otra realidad que vive el ciego,

sino que penetran en el espíritu del vidente para tratar de mostrarle los valores que éste

no ve y, por ende, no comprende. Estas novelas pretenden que el vidente pueda ver más

allá de lo físico o lo visible para que obtenga la verdad, las virtudes y la bondad que la

luz de las apariencias mantiene oculta. Cabe mencionar que esta intención no está

solamente en el ciego, sino que es la intención del texto en general; en el caso de

Marianela, el ciego es Pablo, pero es también quien, al recuperar la vista, sigue cegado

por las apariencias.

3.1.3. Ceguera místico-religiosa

Este tipo de ceguera, en la cual Cruz Mendizábal (1995) incluye a San Juan de la Cruz,

45
Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y Miguel de Unamuno, es una ceguera

voluntaria y necesaria para encontrar el camino de la unión mística. En la ceguera

mística es necesario cerrar los ojos a lo que conocemos como realidad para, de esta

manera, poder abrirlos al interior y a una experiencia superior difícil de comprender para

el humano común; estamos hablando de una ceguera religiosa que tiene como fin la

unión con lo que Cruz Mendizábal (1995) llama el “Amado”. Por su parte, Unamuno

habla de la venda como recurso que permite llegar al Padre y reconocerlo; esto, más que

ceguera es una fe, y la fe es crear. Entonces, sigue Cruz Mendizábal (1995), quien afirma

que es fácil ver la conexión entre ceguera y creación o creatividad, por lo que menciona

que los ciegos crean su mundo, y en ese mundo la belleza tiene parámetros distintos a

los que tienen los videntes. El autor señala una nota de periódico recogida tiempo antes,

en la que una ciega narra su experiencia después de recuperar la vista: “Creo que la

gente pierde muchas cosas por el hecho de poder verlo todo. Antes yo era mucho más

tolerante. No juzgaba a la gente tan rápidamente. Ahora si veo una persona obesa me

pregunto por qué es así” (Cruz Mendizábal, 1995, p. 27).

Cruz Mendizábal (1995) finaliza este grupo diciendo que, al igual que la

protagonista de La venda, de Unamuno, esta mujer quisiera volver a la ceguera para no

estar deslumbrada por las apariencias, volver a sentirse segura de sí misma y reconocer

su camino al Padre.

46
3.1.4. Ceguera y crítica social

Bringas, de Benito Pérez Galdós, y Los ciegos, los tontos, de Camilo José Cela (en

Historias de España), son los dos textos que utiliza Cruz Mendizábal (1995) para

explicar este tipo de ceguera. Por un lado, tenemos un personaje que queda ciego a la

mitad de la novela de Pérez Galdós, Francisco Bringas. Esta ceguera funciona como

metáfora o manifestación del deseo del hombre ante la realidad, pues Bringas no quiere

ver las acciones cometidas por su esposa en su afán de mantener sus apariencias de

riqueza, llegando hasta la prostitución. Por el otro lado, tenemos a la esposa de Bringas,

quien está “enceguecida” por su afán de poseer riquezas y ostentaciones.

Respecto a la novela de Cela, menciona Cruz Mendizábal (1995) que el autor de

La familia de Pascual Duarte, al hacer una descripción de los orígenes de la ceguera de

sus personajes, hace una crítica de la sociedad que se ha enceguecido por “influencias o

directrices que les impide, les niega, ver” (p. 28). Estas cegueras son mucho más

profundas que la física y de las cuales, muchas veces, no somos conscientes.

3.1.5. La voz de la ceguera

En este grupo están los ciegos que protestan desde su condición y son críticos de la

sociedad que les rodea. Los ciegos de El concierto de san Ovidio, de Antonio Buero

Vallejo, permanecen resignados ante el trato que la sociedad les da, pues la gente se

burla de ellos y los ciegos tienen que soportar vejaciones y divertir al resto de la

47
población, si bien se encuentran libres de la mendicidad. David, el ciego que se subleva

a esta situación, da el mensaje de que los ciegos no son objeto de burla y divertimento

para los demás, sino que son capaces de desarrollar sus otros sentidos y de crear, así

como de llevar una vida normal, amar, estudiar, etcétera. Por su parte, para Ignacio, otro

de los personajes, es necesario reconocer que la ceguera es el primer paso para la

liberación, pues los ciegos deben aceptar que lo son para vivir de acuerdo con ello, lo

que no significa vivir del modo que la sociedad ha decidido. Además, Buero Vallejo

critica a la sociedad y a su incapacidad para ver lo que realmente es estar ciego. Esta

crítica al hombre –ciego y vidente– es lo que, según Cruz Mendizábal (1995), aparece

tanto en El concierto de san Ovidio como en En la ardiente oscuridad. Cruz Mendizábal

(1995) analiza así a los personajes de la obra de teatro de Buero Vallejo:

La tradición ha sido marginar al impedido de cualquier clase, y el ciego lo ha estado. Ha


servido de motivo de compasión, de caridad y a veces de explotación para beneficio de
los poco escrupulosos videntes. David cree en las múltiples capacidades de los ciegos
mientras Ignacio se desespera por ver y superar así una limitación que lo desquicia [...]
Frente a las limitaciones aparentes del ciego, que es la tradicional interpretación de la
sociedad, se nos ofrecen ilimitadas características del ciego que ve más allá de la
limitación visual. (p. 30).

3.1.6. El ciego realista

Santa, de Federico Gamboa; Cambio de luz, de Leopoldo Alas Clarín; y Cuando llegue

el día y cuando llegue la noche, de Joaquín Calvo Sotelo, son los textos con los que

48
Cruz Mendizábal (1995) ejemplifica este tipo de ciego y ceguera. Estos personajes están

asimilados a su condición y la aceptan, al tiempo que muestran sus inquietudes y

sentimientos; tienen, por lo general, un “corazón de oro”, y son ciegos que llevan la

cotidianidad de la vida de manera común. En algunos casos, como don Jorge en Cambio

de luz, tendrán una intención un poco más filosófica, que lleva el razonamiento de la

ceguera, es decir, la luz desde la oscuridad.

Finalmente, Cruz Mendizábal (1995) hace una mención de las características que

diferencian a las ciegas de los ciegos, aunque sin entrar en defensas ni terrenos

feministas. A grandes rasgos, señala que mientras los hombres son impacientes,

manifiestan ansia, desánimo y desconcierto al no conseguir lo que desean, y a veces son

rencorosos, inseguros y suspicaces, las mujeres del grupo analizado son, por lo

contrario, decididas, serenas y valientes. Estas mujeres dejan correr libremente sus

sentimientos y se muestran fuertes en sus circunstancias, completas, llenas de vida y de

reacciones vitales. Cruz Mendizábal (1995) cierra su análisis comentando que todos

estos ciegos utilizan la oscuridad para ver con más claridad, para rasgar los íntimos

rincones de una realidad que es desconocida para el vidente.

3.2. Kenneth Jernigan: Blindness: Is Literature Against Us?

Otro autor que es interesante revisar en esta investigación es el escritor ciego Kenneth

Jernigan, quien se ha ido convirtiendo en un referente importante en el estudio de la

ceguera y la literatura, ya que éste y otros de sus ensayos vienen desde ese territorio.

49
Jernigan escribe Blindness: Is Literature Against Us? (1974) desde una

perspectiva radicalmente diferente a las anteriores, en la que se destaca una postura

crítica respecto de los personajes ciegos. Para Jernigan (1974), presidente de la

Federación Nacional de Ciegos de los Estados Unidos, las preguntas primordiales sobre

las que reflexiona y a las que da respuesta en su ensayo son cómo han sido percibidos

los ciegos en la literatura, cuál ha sido su papel, cómo los han visto los poetas,

novelistas, ensayistas y dramaturgos, y si han contado su situación como es o

simplemente como les ha gustado. Jernigan (1974) hace una diferencia con la historia, la

cual, dice, tiene una supuesta base en hechos reales, y cualquier omisión, error o

“torcedura” está siempre sujeta a un examen y una prueba, lo que no sucede con la

literatura:

With history there is at least a supposed foundation of fact. Whatever the


twisting or omission or misinterpretation or downright falsehood, that
foundation presumably remains—a tether and a touchstone, always subject to
reexamination and new proof. Not so with literature. The author is free to cut
through facts to the essence, to dream and soar and surmise. Going deeper
than history, the myths and feelings of a people are enshrined in its literature.
Literary culture in all its forms constitutes possibly the main transmission
belt of our society's beliefs and values—more important even than the
schools, the churches, the news media, or the family. How, then, have we
fared in literature? (párr. 3).

El autor plantea que la literatura no ha dado una sola visión de los ciegos, sino que ha

creado numerosas imágenes de éstos, en muchos casos, desconcertantes, conflictivas y

50
contradictorias, y no sólo en épocas distintas sino también en la obra de un mismo autor

o incluso al interior de una misma novela. Igualmente, Jernigan (1974) señala que en

prácticamente todos estos tratamientos “hay implícita una aceptación de la ceguera como

un estado de ignorancia y confusión, de inversión de las percepciones y valores

normales y de ser una condición igual o peor que la muerte” (Jernigan, 1974, párr. 44,

trad. propia). A pesar de la variedad existente, los ciegos en la literatura pueden

resumirse o agruparse en nueve grupos principales, de acuerdo con Jernigan (1974). A

continuación se expone cada uno de esos grupos.

3.2.1. La ceguera como poder compensatorio

Kenneth Jernigan (1974) está de acuerdo con otros estudiosos del tema en cuanto a que

la asociación entre la ceguera y la compensación divina tiene su origen en la mitología

clásica, en donde cegar era uno de los castigos preferidos por los dioses. La ceguera era

considerada peor destino que la muerte, y al compadecerse los dioses por la víctima,

esos mismos dioses la compensaban con un don como la clarividencia u otra habilidad

extraordinaria; así, dice Jernigan (1974), Homero recibió la poesía; y Tiresias, la

profecía.

Uno de los ejemplos que Jernigan (1974) considera representativo de esta

manifestación de la ceguera es el personaje ciego de la novela Sir Nigel, de Arthur

Conan Doyle, quien tiene un oído extraordinario y, debido a ello, sus compañeros de

ficción lo consideran apto para ayudarlos en sus investigaciones. Es decir, este personaje

51
se vuelve útil justamente por su ceguera, ya que “a menudo sucede que cuando un

hombre pierde un sentido, el buen dios le fortalece a los que quedan” (Conan Doyle,

1906, citado en Jernigan, 1974, párr. 8, trad. propia).

Jernigan (1974) considera que a esta noción mística se debe la aparición de

múltiples detectives ciegos en la ficción popular. Otro ejemplo es Dea, la protagonista

ciega de El hombre que ríe, de Victor Hugo, quien refleja la visión de los escritores

acerca de que la ceguera conlleva una dosis de pureza y éxtasis para compensarla;

asimismo, muestra que “la ceguera es una caverna a través de la cual se llega a una

profunda armonía con el Eterno” (Jernigan, 1974, párr. 12).

Lo más importante y preocupante para Jernigan (1974) en este tipo de

representación es que no se trata de un halago; más bien es un insulto sugerir que las

cualidades de los ciegos no lo son por sí mismas, sino que se deben única y

exclusivamente a la ceguera, lo que le quita a los ciegos tanto los créditos por sus logros

como las responsabilidades por sus errores.

3.2.2. La ceguera como una tragedia absoluta

Más dañina y persistente hasta nuestros días considera Jernigan (1974) la idea de la

ceguera como una tragedia absoluta comparable sólo con la muerte y, en muchos casos,

peor que ésta. Sostiene también que este estereotipo llevado al extremo proviene de

Edipo en su ciclo de tragedias griegas, pues la obra sentencia: “Thou art better off dead

than living blind” (Sófocles, 1949, citado en Jernigan, 1974, párr. 20). Sin embargo, es

otro autor el que llama particularmente la atención de Jernigan (1974) al describir la

52
ceguera, mucho tiempo después, como una verdadera tragedia. Se trata de John Milton,

quien escribe en Sansón Agonista:

Blind among enemies, worse than chains, Dungeon, or beggary, or decrepit


age!... Inferior to the vilest now become of man or worm; the vilest here
excel me, They creep, yet see; I, dark in light, exposed To daily fraud,
contempt, abuse, and wrong, Within doors, or without, still as a fool, In
power of others, never in my own; Scarce half I seem to live, Dead more
than half... a moving grave. (Milton, 1949, citado en Jernigan, 1974, párr.
21).

La cita anterior llama la atención no sólo por la descripción de la ceguera como un

absoluto desastre, sino porque el escritor realizó su mejor literatura después de quedar

ciego. Este ejemplo es clarificador y significativo al momento de exponer que el ciego

también lo es hacia sí mismo y se ve del mismo modo que lo hacen los videntes, y no

con una mirada propia. Milton se traiciona a sí mismo –dice Jernigan (1974)– y se deja

llevar por la fuerza de la literatura, más aún, refuerza y fortalece el estereotipo del ciego,

lo cual, para Jernigan (1974), es desconcertante.

“To die is nothing. But to have life, and not have sight —Oh, that is misery

indeed!” (Schiller, 1961, citado en Jernigan, 1974, párr. 24), se lee en Guillermo Tell.

Siglos después, la ceguera como tragedia continúa siendo un concepto popular y

recurrente, al punto que Rudyard Kipling asegura que la bala que le quita la vida a su

héroe, Dick Heldar, en Luz que se apaga, fue una bala amabilísima y misericorde,

porque ha puesto fin a su miserable vida de ciego.

53
3.2.3. La ceguera como indefensión, locura e idiotez

Época particularmente mala con los ciegos fue el Medievo, período durante el cual la

literatura los presentó como objeto de burla y bufonada, además de tontos. La mayoría

de estos personajes servía en la corte como bufones o se dedicaba a la mendicidad. Entre

los autores que destaca Jernigan (1974) se encuentran Chaucer y Shakespeare, quienes

presentaron a los ciegos como gente que merodeaba las festividades ataviada con orejas

de burro para divertimento de los otros, o como ingenios a quienes se les tomaba el pelo

fácilmente, como en el cuento de la mujer a quien el esposo –ciego en un inicio y que

repentinamente recupera la vista– descubre teniendo relaciones con su amante; la

esposa, para librarse de la situación, le dice al marido que lo ha hecho con el fin único de

que él recuperara la vista, lo que causa la risa del espectador ante la facilidad con que se

engaña al hombre, igual que Gloucester, cegado en El rey Lear, tan indefenso como

confundido. Estos ejemplos, complementa Jernigan (1974), le recuerdan a Isaac en el

Antiguo Testamento, quien, además de haber perdido la vista, parece haber perdido

todos los sentidos, pues es fácilmente engañado por un Jacob disfrazado con pieles para

hacerse pasar por su hijo Esaú.

Jernigan (1974) continúa diciendo que este estereotipo es universal, y menciona

Los ciegos, de Maurice Maeterlinck, obra de teatro en la que, a pesar de que los ciegos

están pensados como portadores de un discurso filosófico, en el escenario sólo se

percibe un cuadro ridículo de seres que tantean torpemente el aire, gimiendo y

aferrándose a la nada. Igualmente ofensiva considera la obra de André Gide, Sinfonía

54
pastoral, y retoma la crítica acertada que de ella hace Jacob Twersky:

The girl Gertrude at fifteen, before the pastor begins to educate her, has all
the signs of an outright idiot. This is explained simply as the result of her
blindness... [Gide] asserts that without physical sight one cannot really know
the truth. Gertrude lives happily in the good, pure world the pastor creates for
her... Gertrude knows next to nothing about the evil and pain in the actual
world. As a sightless person she cannot consciously know sin, is blissfully
ignorant, like Adam and Eve before eating of the forbidden fruit. Only when
her sight is restored does she really know evil for what it is and recognize sin.
Then, on account of the sinning she has done with the pastor without
knowing it was sinning, she is miserable and commits suicide. (Twersky,
1955, citado en Jernigan, 1974, párr. 31).

3.2.4. La ceguera como maldad y enfermedad incurable

Otra asociación que podemos encontrar hasta nuestros días es la de la ceguera con el

mal, al ser los ciegos su encarnación. Uno de estos estereotipos, a decir de Jernigan

(1974), es el ciego Pew de La isla del tesoro, de Stevenson. El autor, a través de Jim

Hawkins, lo describe como “una criatura horrible y sin ojos”, y afirma que “nunca vi una

figura más terrible, nunca escuché una voz tan cruel, fría y fea como la de ese ciego”

(Stevenson, s.f., citado en Jernigan, 1974, párr. 32, trad. propia). Menciona Jernigan

(1974) que la tipología del ciego como encarnación del mal tiene su origen en el ya

mencionado ciego de Lazarillo de Tormes, donde se muestra al ciego como lo peor y lo

más malvado del mundo. Por otro lado, Jernigan (1974) menciona que la ceguera vista

como una enfermedad que aísla y excluye de la realidad y las relaciones sociales cayó

55
rápidamente en lugares comunes y estereotipos, y hasta nuestros días esta actitud y

forma de percibir a los ciegos no ha tenido muchos cambios. Finalmente, considera que,

de alguna manera, esta representación del ciego como un enfermo y portador del mal

que saca lo peor de sí mismo justifica la crueldad con que eran tratados, ya que si los

ciegos eran sinvergüenzas y malintencionados, deberían ser tratados sin piedad.

3.2.5. La ceguera como virtud perfecta

Muy cercana a la categoría anterior, considera Jernigan (1974) el otro lado de la moneda

de la ceguera como virtud perfecta, y hace una dura crítica de ésta. Menciona que lo que

tienen en común las categorías “la ceguera como maldad” y “la ceguera como virtud

perfecta” es la visión de que la ceguera es un evento transformador que elimina por

completo las dimensiones ordinarias de la vida y la humanidad de la persona ciega,

quien cree que esa maldad o virtud es producto o de Dios o del diablo, y bajo esa mirada

han nacido una serie de personajes absurdos, como Melody, de la novela del mismo

nombre escrita por Laura Richards. Aquí, menciona Jernigan (1974), lo verdaderamente

atroz es que esta escritora es hija de uno de los pioneros de la educación de las personas

ciegas en los Estados Unidos, Samuel Gridley Howe, y, al igual que Milton, se traiciona

y traiciona a los ciegos reforzando el estereotipo negativo con un personaje con el que

quizá creyó ayudar a percibirlos de una mejor manera. Jernigan (1974) lo expone de esta

manera:

56
Touched life with her hand, and knew it. She knew every tree of the forest by
its bark; knew when it blossomed, and how... Not a cat or dog in the village
but would leave his own master or mistress at a single call from Melody”.
She is not merely virtuous; she is magical. She rescues a baby from a
burning building, cures the sick by her singing, and redeems alcoholics from
the curse of drink. (párr. 37).

La ignorancia es realmente la mayor de todas las tragedias, apunta Jernigan (1974), y

finaliza diciendo que esta visión romántica de la ceguera como una bendición disfrazada

es la más enferma de todas.

3.2.6. La ceguera como castigo por el pecado y la ceguera como rito de purificación

Varias veces hemos mencionado en este trabajo este tipo de representación de la

ceguera, por lo que no es necesario ahondar demasiado, puesto que, básicamente,

Jernigan (1974) está de acuerdo con lo señalado antes. Menciona como ejemplos a

Edipo y Gloucester, castigados por incesto y adulterio, respectivamente. De la mano de

esta categoría está la ceguera como rito de purificación, en el cual, en lugar de ser un

castigo, ésta produce un cambio positivo en la víctima, como el caso de Amyas Leigh,

en Westward Ho!, de Charles Kingsley, personaje que se transforma de ladrón a santo al

quedar cegado por efecto de un rayo (Jernigan, 1974).

57
3.2.7. La ceguera como anomalía o deshumanización

En este tipo de ceguera, Jernigan (1974) se centra en las mujeres ciegas de la literatura, y

menciona que, en muchas ocasiones, la ceguera es vista como una forma de destierro de

la vida y las relaciones. En este caso, ellas no pueden creer que alguien las ame, y tienen

negadas las relaciones sociales, afectivas y la maternidad, pero no a causa de sus

decisiones sino de su condición. Esta cruel categoría –dice Jernigan (1974)– tiene un

ejemplo en la señorita Florence, de la obra Ellos, de Kipling. La señorita Florence es una

mujer encantadora y virtuosa que adora a los niños, pero que “por supuesto” no puede

tener hijos; si bien Kipling no menciona directamente por qué, se infiere que es a causa

de su ceguera, y se reafirma esa idea por el hecho de que, en su ceguera, es visitada por

los espíritus de los niños muertos del barrio. No consideramos que ella esté loca, dice

Jernigan (1974), sino que, por estar ciega, tiene derecho a tener esas fantasías

espeluznantes.

3.2.8. La ceguera como símbolo o parábola

Finalmente, Kenneth Jernigan (1974) menciona la categoría de la ceguera en su forma

metafórica, como parábola o signo de algo más. Comienza esta categoría señalando las

obras El país de los ciegos, de H. G. Wells; El planeta de los ciegos, de Paul Corey; Los

ciegos, de Maeterlinck; y la historia corta de Conrad Aiken, “Nieve silenciosa, nieve

secreta”, en la cual la ceguera es una metáfora de la esquizofrenia. Esta categoría es

58
relevante para el análisis que de Ensayo sobre la ceguera se hará más adelante, ya que,

como menciona Jernigan (1974), es aquí donde caben otras interpretaciones y visiones

para representar a los ciegos y la ceguera.

Para cerrar esta revisión de las propuestas de estos autores sobre cómo la literatura

ha presentado la ceguera a través del tiempo, es necesario apuntar que la idea que tiene

la humanidad acerca de que el conocimiento está directamente relacionado con la vista

viene desde la época de los griegos, y la literatura también parece estar siendo

influenciada por esa idea al negar la posibilidad de que otras formas de conocimiento

produzcan certeza y seguridad al igual que la vista. Como señala Fonseca (2008), la

ceguera es un motivo que recuerda, por un lado, aspectos del ser humano que no

conocemos e ignoramos, aunque sean parte de la condición humana, y, por el otro lado,

se refiere a cosas que nos negamos a ver y aceptar. En el siguiente apartado realizaremos

un análisis comparativo entre las clasificaciones de Cruz Mendizábal (1995) y de

Jernigan (1974). Esta comparación, así como las categorías estudiadas por ambos

críticos, serán retomadas en el análisis de Ensayo sobre la ceguera. En dicho análisis se

verá que, en la novela, Saramago intenta advertir sobre la ceguera del hombre moderno

y la sociedad occidental, que se encuentra alejada de valores y sentimientos como la

empatía, la comprensión y el amor al otro, pues las personas están enloquecidas y

cegadas por el trabajo, las apariencias, las estructuras de poder, etcétera. También se

observará cómo, en esta parábola, el paso a través de la ceguera, la aceptación y la

conciencia pareciera ser el camino para el crecimiento del ser humano.

59
3.3. Comparación entre la clasificación de Cruz Mendizábal y la de Jernigan

En el presente apartado se expondrá una comparación entre las clasificaciones revisadas

anteriormente. Si bien se trata de enfoques distintos, vale la pena establecer un diálogo

entre Cruz Mendizábal (1995) y Jernigan (1974) para observar puntos en común y

discrepancias.

Una de las categorías en la que coinciden ambos críticos es la ceguera como un

despertar de la persona hacia sí misma o hacia sus propias circunstancias. En ese

sentido, Cruz Mendizábal (1995) señala que la ceguera en la literatura es un recurso que

funciona, para los videntes, con el fin de hacer que éstos vean un aspecto de la realidad o

de sí mismos que no habían advertido antes, y que notan gracias al ciego que los

acompaña (como es el caso de las novelas agrupadas en el apartado “El ciego lazarillo

de Lázaro”, que ya se trató anteriormente). Sin embargo, no sólo encontramos esto en el

plano de la ficción, sino también en la realidad, ya que Jernigan (1974) cita a Milton

como ejemplo, pues, de acuerdo con él, el escritor inglés produjo su mejor literatura

después de quedar ciego. Muchos críticos de Borges coinciden con ello, y afirman que

los mejores cuentos del autor de El Aleph pertenecen a su etapa de ceguera.

Otra vertiente de lo que podríamos llamar “la ceguera como conocimiento” es la

de la ceguera como camino o forma de conocer a Dios y alcanzar la plenitud espiritual.

Mientras que Cruz Mendizábal (1995) cita la novela de Unamuno, La venda, Jernigan

(1974) alude a El hombre que ríe, de Victor Hugo. Estas dos novelas tienen personajes

invidentes cuya ceguera les ha sido concedida como regalo espiritual; sin embargo,

60
Jernigan (1974) insiste en que esto en realidad es un prejuicio, pues no se toma a los

ciegos como personas reales, capaces de cometer errores. En resumen, la ceguera es

presentada como elemento místico que les permite a los ciegos crear su mundo y

conocer al Padre.

Sin embargo, puede suceder lo contrario, dado que, como señala Cruz Mendizábal

(1995), la ceguera puede funcionar como crítica social. Lo anterior se ve en novelas

como Bringas, de Benito Pérez Galdós, ya que aquí algunos personajes están

enceguecidos por ciertos vicios, como el de la riqueza. En este caso, la ceguera funciona

como negación de la realidad o negación de los propios defectos. Aunque Jernigan

(1974) no alude a esta categoría en su clasificación, es interesante observar los polos,

extremadamente opuestos, del tratamiento de la ceguera en la literatura, porque, por un

lado, se la ve como conocimiento, ya sea de uno mismo o de Dios; y, por otro lado, la

ceguera física funciona también como ceguera intelectual o social, pues algunos

invidentes son incapaces de advertir sus propios defectos o los de la sociedad.

El ciego como divertimento o bufón es una categoría analizada tanto por Cruz

Mendizábal (1995) como por Jernigan (1974). Cruz Mendizábal (1995) se enfoca,

principalmente, en David, personaje de El concierto de san Ovidio, quien se encuentra

inconforme ante el trato que la sociedad les da a los ciegos, que, aunque están libres de

mendigar, tienen que soportar humillaciones y burlas. Por su parte, Jernigan (1974)

apunta a la Edad Media, e insiste en que fue una etapa histórica particularmente cruel e

injusta con los ciegos. Si bien algunas obras, como Los ciegos, de Maeterlinck,

presentan a las personas invidentes casi como filósofos, a veces no puede evitarse que

61
sean ridiculizadas. Ambos críticos coinciden en lo delicado que es tener personajes

ciegos en una obra literaria, dado que se debe tener especial cuidado en no caer en

estereotipos o ridiculizaciones.

En cuanto a las discrepancias en las clasificaciones de Cruz Mendizábal (1995) y

de Jernigan (1974), la principal es el enfoque de cada crítico. Mientras que el estudio de

Cruz Mendizábal (1995) es más literario y simbólico, el ensayo de Jernigan (1974)

contiene una visión moral de los ciegos en la literatura. Otra diferencia fundamental es la

que hacen ambos estudiosos en cuanto a la relación del ciego con el otro, o del ciego con

la sociedad. Por un lado, tenemos a Pablo, personaje de Marianela (analizado por Cruz

Mendizábal [1995]), quien, aun cuando recupera la vista, sigue enceguecido por las

apariencias con las que juega la sociedad. Por otro lado, Jernigan (1974), apoyándose en

Twersky (1955), señala a Gertrude, personaje de Sinfonía pastoral, de André Gide,

quien, en su condición de ciega, está alejada del pecado y la maldad del mundo, y

solamente cuando recupera la vista se da cuenta del pecado que ha cometido con el

pastor y se suicida. Entonces, podría decirse que Gertrude recupera la vista en dos

sentidos: en el sentido físico y en el sentido moral; a diferencia de Pablo, quien sólo

recupera la vista de manera física, es decir, literal y no simbólica.

Aquí es interesante señalar cómo algunos personajes ―sobre todo personajes

trágicos, como Edipo o Gloucester, de El rey Lear―, prefieren cegarse a sí mismos ante

la visión del pecado. Como se apuntó anteriormente, el pecado de Edipo es el incesto; y

el de Gloucester, el adulterio. De nuevo, encontramos un tratamiento dicotómico de la

ceguera en la literatura, pues mientras algunos personajes “despiertan” y advierten el

62
pecado o el mal, y por ello, se enceguecen o mueren, otros siguen dormidos o “ciegos”,

e invidentes físicamente o no, ignoran los vicios propios o los del mundo en el que

viven.

En este capítulo se ha revisado la representación de la ceguera en la literatura

occidental, principalmente en la literatura europea y anglosajona. Gracias a este

panorama se ha podido observar que existen diversos posicionamientos ante esta

condición, si bien prima el tratamiento de la ceguera como crítica social o, en el otro

extremo, encontramos la representación de la ceguera como don concedido por los

dioses. En ese sentido, el discurso presentado por Saramago en Ensayo sobre la ceguera

toma el posicionamiento de la crítica social, puesto que la ceguera no es sólo fisiológica,

sino también espiritual. Sin embargo, podemos analizar la ceguera en Ensayo sobre la

ceguera como rito de purificación que le permite a la gente reconstruir sus estructuras de

poder y rehacer su individualidad e identidad.

Asimismo, en este trabajo se revisa la ceguera como símbolo o parábola ―una

categoría analizada sobre todo por Jernigan (1974)―, pues, como se ha mencionado, en

Ensayo sobre la ceguera la falta de visión, ese “mar lechoso” en el que toda una

sociedad se encuentra inmersa, no es un símbolo que se deba tomar de manera literal.

Sin embargo, antes de pasar al análisis de la novela, es necesario hablar del contexto

histórico de Saramago, de cómo se inserta el autor en la literatura portuguesa y de los

principales temas que se encuentran en su obra.

63
Capítulo 4. Contexto histórico de José Saramago

4.1. Panorama breve de la narrativa portuguesa

La literatura portuguesa ha contado con grandes expositores de la narrativa y la poesía;

sin embargo, algunos investigadores, como Rodrigo Augusto Fiedler do Prado, en su

análisis sobre literatura portuguesa contemporánea (2008), consideran que esos autores

no han tenido la presencia mundial que merecen; menciona entre los más destacados

escritores a Camões, Eça de Queirós, Teófilo Braga, Bocage, Garret, Feliciano de

Castilho, Herculano y Pessoa con sus heterónimos, todos ellos son dueños de una

literatura rica y sin par, grandes exponentes de la lengua romance. Sin embargo, la

dictadura de António de Oliveira Salazar (cuya duración se extendió de 1932 a 1968),

que aisló Portugal del resto del mundo y lo hundió en una grave crisis económica y

social, socavó también su cultura y redujo a ésta a un mero regionalismo, lo que

imposibilitó su conocimiento más allá de sus fronteras.

Además, el arte y la literatura sufrieron una censura muy fuerte por parte del

gobierno dictatorial de Salazar, y es por ello que comenzó a formarse la figura del

escritor como un intelectual comprometido socialmente. De esta forma, uno de los

primeros grupos de escritores socialistas que se formaron en Portugal fue el del

Neorrealismo. Los neorrealistas, que con su denominación pretendían eludir la censura,

consideraban que la revolución marxista soviética podía proveerles un cambio social y

cultural realizable en Portugal. En ese sentido:

64
El neorrealismo, en su vertiente narrativa, pretende reconstruir literariamente ambientes
en que la lucha de clases y de intereses separa a los actores sociales en víctimas y
verdugos, habitualmente con cierto esquematismo. La conciencia histórica, que faltaría
en otros movimientos estéticos, compromete al autor neorrealista a presentar en sus
relatos situaciones de opresión y marginación que tienen como protagonista a la clase
trabajadora. (Fernández, 2011, p. 328).

Algunos de los autores que son considerados precursores del neorrealismo son Aquilino

Ribeiro, Ferreira de Castro y José Rodrigues Miguéis (Fernández, 2011), ya que en sus

obras podemos encontrar compromiso social y una crítica a las relaciones de poder

político.

Afortunadamente, al término de la dictadura hubo un resurgimiento cultural en el

país que tiene que ver, entre otras cosas, con el acercamiento de Portugal con Brasil y

con otras excolonias, como Angola, situación que enriqueció el ámbito cultural lusitano.

Autores y cantantes de lengua portuguesa fueron aceptados rápidamente y con avidez, y

esa mezcla cultural ayudó un poco a que Portugal dejara atrás las marcas del pasado

dictatorial, adquiriendo una personalidad propia y obteniendo, por primera vez, un

premio Nobel de literatura, además de reconocimiento universal por la belleza de sus

letras y de la música de grupos o cantantes como M. João Pires, Madredeus o Mariza.

En la década de 1970 y 1980, superada ya la dictadura de Salazar, surgen José

Saramago y António Lobo Antunes, quienes fueron los principales exponentes de la

internacionalización de Portugal. Sin embargo, antes de ellos hubo otros escritores con

igual calidad literaria, aunque menos conocidos fuera de las fronteras de la nación

lusófona; vale la pena hacer un recorrido breve entre los principales autores de narrativa

65
de ese período histórico.

En 1979, Lídia Jorge publica O Dia dos Prodigios, una novela que sería un

parteaguas en la literatura portuguesa, ya que integra elementos de la literatura fantástica

en un Algarve rural que se encuentra en un marasmo social hasta la llegada de la

Revolución de Abril. Sin embargo, con la publicación de A Costa dos Murmúrios

(1988), novela que trata acerca del pasado colonial de Portugal en África, Lídia Jorge se

gana un lugar entre las letras de su país y en la literatura universal.

Otras escritoras importantes en este período son Hélia Correira y Teolinda

Gersão. Algunas novelas de Correira, como O Número dos Vivos (1982) y Montedemo

(1983) son consideradas narraciones de realismo mágico. Gersão, por su parte, es tenida

como ejemplo de escritura femenina, ya que su estilo se ocupa de los sentimientos y

pormenoriza los detalles.

Algunos autores que habría que unir a la lista anterior son Mário de Carvalho y

João de Melo, quienes han sido ampliamente comentados, traducidos y premiados por la

crítica. Carvalho publica, en 1982, su libro de cuentos Casos do Beco das Sardinheiras,

donde realiza una crítica a la pequeña burguesía portuguesa, aunque no sin cierto humor

satírico. Sin embargo, una de sus novelas más delirantes y jocosas es A Paixão do Conde

de Fróis, situada en el siglo XVIII y en donde el autor juega con la temporalidad de la

Guerra de los Siete Años.

João de Melo participó en la Guerra de Independencia de Angola, entre 1971 y

1974. Muchas de sus obras están influenciadas por esta experiencia, como es el caso de

la antología Os Anos da Guerra y la novela Autópsia de Um Mar de Ruínas. Ha sido

66
reconocido con varios premios, como el Gran Premio de Novela de la Asociación

Portuguesa de Escritores, el Premio Eça de Queirós Ciudad de Lisboa, el Premio

Cristóbal Colón y el Premio Fernando Namora.

En las dos últimas décadas del siglo XX, la literatura portuguesa se enfocó, sobre

todo, en la indagación “en su historia como vía de exploración de la identidad y del

destino colectivos, convirtiendo esta materia en uno de los temas de ficción más

recurrente entre los narradores desde finales de los 70 hasta bien entrados los 90”

(Fernández, 2011, p. 454). Esta concepción de Portugal abarca otros aspectos, tales

como los hábitos de consumo, la globalización o las transiciones sociales. En cuanto a la

forma, si bien durante los años 60 y 70 primó la experimentación en cuanto a, por

ejemplo, la fragmentación de las voces narrativas, en la década de los 80 hay un regreso

a formas más tradicionales. Este nuevo realismo de los 80 es el que enmarcará la

producción literaria de José Saramago. Precisamente, este autor demuestra:

Que se pueden construir novelas firmemente asentadas en personajes y acontecimientos


ligados a un espacio (Portugal y/o los territorios de su pasado colonial) para recuperar la
acción y convocar al lector a una interpretación de la realidad que puede ser a la vez
crítica y reflexiva. (Fernández, 2011, p. 455).

Sin embargo, Fiedler do Prado (2008) considera que Saramago, al mismo tiempo que es

una de las estrellas literarias más brillantes de Portugal, opaca, en cierta medida, a otros

escritores, aunque sin quererlo. Explica que existen autores que no han sido valorados en

su justa medida, dado que la prensa internacional puso sus ojos solamente en Saramago,

67
y autores comparables a Rushdie, Hemingway, Auster, Borges y García Márquez, de

estilos y formas incomparables, de literatura bellísima y riqueza gramatical, han

quedado de lado. Fiedler do Prado considera también que estos autores –“São Eles, Inês

Pedrosa, Filipa Melo, Rui Zink, Teolinda Gersão y Agustina Bessa-Luís, entre outros”

(2008)– se diferencian de Saramago en tanto que se interesan por temas más

contemporáneos o, de algún modo, mundanos, sin demeritar su talento y belleza;

mientras tanto, el ganador del Nobel es considerado un autor mucho más filosófico, por

lo que Fiedler do Prado menciona que Saramago marca un antes y un después en la

literatura portuguesa, misma que, en nuestros días, busca trascenderlo disfrutando la

falta de pretensiones de hacer frente a la vida cotidiana, proponiendo un acercamiento a

lo sublime a través de sanciones menos ortodoxas, y alcanzando la calidad y lo bello de

lo simple.

4.2. José Saramago y la novela portuguesa. Principales temas en la obra del autor

Saramago es un escritor que se puede considerar autónomo, que aborda sus creaciones

desde su propia subjetividad. Julio Ramos, en Desencuentros de la modernidad en

América Latina: literatura y política en el siglo XIX (1989), menciona que “la literatura

moderna se constituye y prolifera, paradójicamente, anunciando su muerte y

denunciando la crisis de la modernidad” (p. 10), haciendo referencia a la polémica sobre

de qué manera el cambio de dirección en la literatura dio origen a un estilo crítico y

analítico en las formas literarias modernas, donde Saramago se encuentra situado. Es

notorio que el autor portugués realiza críticas sobre su entorno de forma reflexiva,

68
debido a su propia biografía, por un lado, y a sus lecturas, por el otro. Aquí cabe hacer

un pequeño paréntesis para recordar que gran parte de la vida del escritor está

enmarcada en la dictadura de Oliveira Salazar; asimismo, Saramago vivió una infancia

en condiciones marginales en el seno de una familia de campesinos pobres;

posteriormente, se unió al Partido Comunista; padeció censura y persecución durante los

años de la dictadura o Estado Novo y se sumó a la llamada Revolución de los Claveles,

que llevó a la democracia a Portugal en el año 1974.

Escéptico e intelectual, mantuvo una postura ética y estética por encima de

partidismos políticos, y siempre estuvo comprometido con el género humano. “Yo soy

yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, sentenciaba Ortega y

Gasset; es decir, si explico mi medio, lo salvo del silencio y del sinsentido, y Saramago

parece buscar esa explicación tanto en la realidad como en sus ficciones.

Saramago escribía para comprender el mundo en que estaba inmerso, por lo que

su obra se inscribe en una corriente literaria en consonancia y consecuente con los

movimientos sociales, tal como lo era él. Esta corriente literaria, a decir de Ramos, se

inaugura con Martí cuando concibe que la literatura moderna se constituye en resistencia

a los flujos de la modernización, siendo una emergencia en el plano latinoamericano:

La literatura desliza su mirada hacia la turbulencia, hacia la regularidad, en contra de las


“redenciones (...) teóricas y formales” privilegiadas por el sueño modernizador: “una
tempestad es más bella que una locomotora”: allí donde se detiene el curso de la
máquina iluminista, cobra cuerpo la nueva autoridad literaria [...] al efecto de la
modernización social de la época, de la urbanización, de la incorporación de los
mercados latinoamericanos a la economía mundial, y sobre todo, como consecuencia de

69
la implementación de un nuevo régimen de especialidades, que le retiraba a los letrados
la tradicional tarea de administrar los Estados y obliga a los escritores a
profesionalizarse. (Martí, s.f., citado en Ramos, 1989, pp. 10 -11).

En su literatura, Saramago muestra las contradicciones de un mundo racional, y se

declara a sí mismo como un escritor racional pero que no necesariamente respondía a los

patrones establecidos oficialmente, sino a su necesidad de reivindicar la complejidad y

sencillez del mundo campesino ligado a su infancia y a su familia. A su vez, hacía de los

refranes populares puntos de referencia, dada su inmensa carga de sabiduría. El mismo

Saramago se refiere a lo anterior cuando señala:

Eso me cae muy bien porque yo me veo a mí mismo como alguien que ha intentado,
durante toda su vida, hacer las cosas de una manera racional o, mejor dicho, según la
razón. La verdad es que soy racionalista y el hecho de que escriba historias que son, en
apariencia, todo lo contrario de una razón mecánica o determinada por una ley, no quita
que sean algo así como “cuentos filosóficos” en el sentido volteriano, iluminista. En el
fondo, a través de refranes, yo siempre estoy introduciendo la sabiduría popular que,
como se sabe, es innegablemente un producto racionalista. Tengo el sentimiento de que
ese conocimiento empírico es, aunque la ciencia lo refute, un instrumento racional de
interpretación de la naturaleza. La introducción de refranes, y a veces como leit-motiv
―en Historia del Cerco de Lisboa siempre se está volviendo a un refrán cuyo
equivalente sería “hasta en el mejor paño cae una mancha”―, permite hacer nuevas
lecturas de ellos; si hasta ese momento podrían tener una lectura única, o en el mejor de
los casos una lectura directa y otra simbólica, al pasar por la trama de la novela y
enfrentar una situación concreta, se abre una manera nueva o distinta de entenderlos.
(Saramago, s.f., citado en Jitrik, 1987, p. 7).

Así pues, la obra de Saramago tiene una fuerte carga social y política ligada a la propia

70
naturaleza del ser humano. Para el autor, cada persona debe constituirse en un sujeto

social y político que debe incidir en el devenir de su sociedad; por ello, su obra es un

instrumento para sus reflexiones sobre los sistemas político, social y económico, además

de un medio por el cual pretendía poner esas concepciones frente al otro, para que

pudiera reconocer y motivarse ante su propio entorno. A pesar de que sus obras se

insertan en la tradición literaria de la novela, el autor muchas veces confesaba que él era

un ensayista que no sabía escribir ensayos, por lo que sus resultados eran novelas.

Saramago es un autor crítico no sólo de su entorno y de su circunstancia portuguesa,

sino de la circunstancia mundial, que dio muchas pistas para entender o complementar

su obra en entrevistas en las que hablaba tanto de sus inquietudes sociales, políticas y

culturales como también del objetivo de sus obras y sus estructuras; como sujeto

político, su posición era categórica frente a un sistema capitalista, el cual consideraba

que negaba su propio pasado y la memoria. En su discurso al recibir el premio Nobel de

literatura en 1998, Saramago recorre su vida literaria y humana, dejando claro los temas

que siempre le han importado y con los cuales estuvo comprometido y que le hicieron

ser el hombre que fue. A continuación, se presenta un listado de los principales temas de

la obra del autor.

a) La memoria, el campo y la política

Saramago (1998) menciona que recupera el tema de la memoria, el campo y la política

en Alzado del suelo, aunque hay que señalar que el tema político es una constante en su

71
obra. De esta forma, él transmite su mensaje con los Mau-Tempo:

Tres generaciones de una familia de campesinos, los Mau-Tempo, desde el comienzo del
siglo hasta la Revolución de Abril de 1974 que derrumbó la dictadura, pasan por esa novela
a la que di el título de Alzado del suelo y fue con tales hombres y mujeres del suelo
levantados, personas reales primero, figuras de ficción después, con las que aprendí a ser
paciente, a confiar y a entregarme al tiempo, a ese tiempo que simultáneamente nos va
construyendo y destruyendo para de nuevo construirnos y otra vez destruirnos. (p. 5).

b) La literatura portuguesa

El autor portugués reconoce que también toma inspiración de la literatura portuguesa,

como en el caso del poeta Luis de Camões:

¿Qué otras lecciones podría yo recibir de un portugués que vivió en el siglo XVI, que
compuso las Rimas y las glorias, los naufragios y los desencantos patrios de Os Luisiadas,
que fue un genio poético absoluto, el mayor de nuestra Literatura, por mucho que eso pese a
Fernando Pessoa, que a sí mismo se proclamó como el Super-Camoens de ella? Ninguna
lección a mi alcance, ninguna lección que yo fuese capaz de aprender salvo la más simple
que me podría ser ofrecida por el hombre Luis Vaz de Camoens en su más profunda
humanidad, por ejemplo, la humildad orgullosa de un autor que va llamando a todas las
puertas en busca de quien esté dispuesto a publicar el libro que escribió, sufriendo por eso el
desprecio de los ignorantes de sangre y de casta, la indiferencia desdeñosa de un rey y de su
compañía de poderosos, el escarnio con que desde siempre el mundo ha recibido la visita de
los poetas, de los visionarios y de los locos. (Saramago, 1998, p. 6).

c) La familia, los sueños

Algo muy importante en la obra del autor de Ensayo sobre la ceguera es la familia y los

72
sueños. En Memorial del convento se pueden encontrar dichos temas, tal como

Saramago (1998) lo señala:

Esta es la historia del Memorial del convento, un libro en que el aprendiz de autor, gracias a
lo que le venía siendo enseñado desde el antiguo tiempo de sus abuelos Jerónimo y Josefa,
consiguió escribir palabras como éstas, donde no está ausente alguna poesía: “Además de la
conversación de las mujeres son los sueños los que sostienen al mundo en su órbita”. (p. 8).

d) El hombre moderno y la sociedad occidental

Quizá uno de los temas más frecuentes en Saramago es la crítica al hombre moderno y a

la sociedad occidental; así lo asegura el mismo autor:

Una visión dos veces utópica entendería esta ficción política como una metáfora mucho más
generosa y humana: que Europa, toda ella, deberá trasladarse hacia el Sur de manera que, en
descuento de sus abusos coloniales antiguos y modernos, ayudar a equilibrar el mundo. Es
decir Europa finalmente como ética. Los personajes de La balsa de piedra dos mujeres, tres
hombres y un perro viajan incansablemente a través de la Península mientras ella va
surcando el océano. El mundo está cambiando y ellos saben que deben buscar en sí mismos
las personas nuevas en que se convertirán (sin olvidar al perro que no es un perro como los
otros). Eso les basta. (Saramago, 1998, p. 9).

e) La crítica a la religión

La crítica a la religión y a la iglesia es otro tema recurrente, incluso se trata de manera

breve en Ensayo sobre la ceguera. A este respecto, Saramago (1998) menciona lo

73
siguiente:

Una vez más, sin otro auxilio que la pequeña luz de su razón, el aprendiz tuvo que penetrar
en el oscuro laberinto de las creencias religiosas, ésas que con tanta facilidad llevan a los
seres humanos a matar y a dejarse matar. Y lo que vio fue nuevamente la máscara horrenda
de la intolerancia, una intolerancia que en Münster alcanzó el paroxismo demencial, una
intolerancia que insultaba la propia causa que ambas partes proclamaban defender. Porque
no se trataba de una guerra en nombre de dos dioses enemigos sino de una guerra en nombre
de un mismo dios. (p. 12).

f) La razón

La razón es, junto a la crítica al hombre moderno y a la religión, otro tema frecuente en

Saramago. La pérdida de la razón es, también, un tema presente en Ensayo sobre la

ceguera:

La terrible carnicería de Münster enseñó al aprendiz que al contrario de lo que prometieron


las religiones nunca sirvieron para aproximar a los hombres y que la más absurda de todas
las guerras es una guerra religiosa teniendo en consideración que Dios no puede, aunque lo
quisiese, declararse la guerra a sí mismo. Ciegos. El aprendiz pensó “estamos ciegos”, y se
sentó a escribir el Ensayo sobre la ceguera para recordar a quien lo leyera que usamos
perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es
insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupó
el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a sí mismo cuando perdió
el respeto que debía a su semejante. (Saramago, 1998, p. 13).

74
g) El encuentro con el ser humano como salvación del hombre

El encuentro con el ser humano es lo que, finalmente, proporciona cierta esperanza en

las novelas críticas y políticas de Saramago. El autor señala lo siguiente:

Después el aprendiz, como si intentara exorcizar a los monstruos engendrados por la ceguera
de la razón, se puso a escribir la más simple de todas las historias: Una persona que busca a
otra persona sólo porque ha comprendido que la vida no tiene nada más importante que pedir
a un ser humano. (Saramago, 1998, p. 13).

75
Capítulo 5. La ceguera en Ensayo sobre la ceguera

5.1. Sobre el género ensayo

El ensayo es, por principio, un género literario difícil de definir, sobre todo por su

multiplicidad temática y formal. Sin embargo, en este apartado se presentarán algunas

aproximaciones teóricas al género, y se verá cómo operan las influencias de otras

disciplinas tanto en el ensayo como en otros géneros literarios. Es importante tener esto

en cuenta, ya que será de gran importancia en el análisis de Ensayo sobre la ceguera.

Debido a su multiplicidad formal y temática, es difícil establecer el origen del

ensayo propiamente dicho. Aunque la crítica acepta y establece el nacimiento de este

género con los Ensayos (1580) de Michel de Montaigne, otros autores, como Aullón

(2005) sostienen que puede vislumbrarse cierto tono ensayístico en las Epístolas de

Séneca. Asimismo, Cervera y Adsuar (2005) señalan como primeros ensayistas a

Cicerón, Horacio, Marco Aurelio o Agustín de Hipona con sus Confesiones. Desde aquí,

ya se puede notar que el ensayo es un género difícil de clasificar, pues existe una

discusión en cuanto a qué puede ser considerado ensayo o discurso ensayístico. De

hecho, de acuerdo con Aullón (2005), este género literario no había poseído ni definición

ni lugar propio en la historiografía de la literatura, que lo había rechazado de la tríada de

géneros literarios artísticos. Aquí es necesario señalar la definición de ensayo que ofrece

Aullón (2005):

El ensayo es un tipo de texto no dominantemente artístico ni de ficción ni tampoco


científico ni teorético sino que se encuentra en el espacio intermedio entre uno y otro

76
extremo estando destinado reflexivamente a la crítica o a la presentación de ideas. (p.
14).

Es por eso que Reyes (1944) llama al ensayo “el centauro de los géneros” (p. 41), pues

se trata de un tipo de texto intermedio, que se encuentra a mitad de camino entre lo

artístico, es decir, la libertad técnica y temática; y lo científico, es decir, la rigurosidad

del dato estadístico. Sin embargo, esta dicotomía del “centauro” que es el ensayo ha sido

analizada por Cervera y Adsuar (2005) como un tipo de texto que incluye, al mismo

tiempo, “el pensamiento feraz del humano y la energía creativa del animal” (p. 11). En

otras palabras, como característica central del ensayo se puede identificar ese estado

intermedio entre lo artístico y lo científico o lo académico.

Por otro lado, en cuanto a las preocupaciones temáticas del ensayo, éstas son

ilimitadas. Dado que el texto ensayístico puede nutrirse de cualquier disciplina o

conocimiento humano ―e, incluso, también puede alimentarse de la vida misma―, se

afirma, de acuerdo con Reyes (1944), que:

La temática literaria, de formas o de asuntos, puede aprovechar toda la poética y la


semántica ajenas. Las “influencias” (en el caso, empréstitos) que de la historia y la
ciencia reciba la literatura significan un ensanche, no una limitación de su temática. (p.
91).

Aunque en la cita anterior Reyes se aboca solamente a las influencias históricas y

científicas en la literatura, en realidad estas influencias pueden provenir de cualquier

disciplina. En este sentido, otra condición esencial del ensayo es que el ensayista debe

77
crear algo nuevo con lo que ya existe, y más importante aún:

[El ensayo] habla siempre de algo que tiene ya forma, o a lo sumo de algo ya sido; le es,
pues, esencial el no sacar cosas nuevas de una nada vacía, sino sólo ordenar de modo
nuevo cosas que ya en algún momento han sido vivas. (Lukács, 1910, citado en Aullón,
2005, p. 20).

El ensayista puede hablar, entonces, de cualquier cosa que se encuentre en el mundo, ya

sea arte, literatura, ciencia, historia, o incluso su propia vida, como es el caso de los

autores de biografías, memorias o confesiones (Aullón, 2005). Es verdad que el

ensayista no crea algo de la nada, pero su visión, su contexto histórico y social y sus

propias ideas le proporcionan novedad y originalidad al tema elegido. Todo esto, de

acuerdo con Aullón (2005), le da al ensayo su carácter de “libre discurso reflexivo” (p.

17), pues este género puede tomarse la libertad de elegir cualquier tema como objeto de

estudio o reflexión. Sin embargo, aquí es importante señalar que el ensayo no pretende

tener una visión pedagógica o didáctica, pues dicho enfoque es más propio de otros

géneros, mucho más utilitarios, como la oratoria, la didáctica, la historia o los textos

producidos por las ciencias. Como se ha señalado, una de las características

fundamentales del ensayo es su libertad y, en consecuencia, si un texto tiene una visión

pedagógica, aunque su tono sea de ensayo, ése no es su género; más bien, nos

encontraríamos frente a un texto que persigue otro propósito, es decir, el de educar.

En cuanto a los propósitos del ensayo, sean éstos científicos o artísticos, Aullón

(2005) realiza una tipología en donde identifica a los ensayos más rigurosamente

científicos con el tratado, la monografía, el artículo, el discurso, el panfleto, entre otros.

78
Por su parte, dentro de los ensayos más plenamente artísticos están, como ya se adelantó,

las biografías, las memorias, las confesiones, pero también los libros de viajes, los

aforismos, el diario, la crónica, etcétera. Aullón (2005) señala, en esta clasificación, la

“contaminación” o los empréstitos ―en palabras de Reyes― a los que está sujeto el

ensayo. En ese sentido, un libro de viajes, por ejemplo, puede estar más cerca de una

novela, de una crónica, o bien, de otros géneros literarios. Asimismo, el autor identifica

las obras La bien plantada (1911) y La oceanografía del tedio (1918), de Eugenio d’Ors,

como ejemplos de ensayos novelados. No hay que perder de vista esta contaminación

entre géneros literarios, pues será fundamental en Ensayo sobre la ceguera, donde, en

ocasiones, el narrador se permite algunas reflexiones ensayísticas, sobre todo al inicio de

la novela, cuando la epidemia de la ceguera blanca empieza a afectar, uno a uno, a los

habitantes del país anónimo donde se desarrolla la historia. Así, por ejemplo, se puede

notar un tono ensayístico en las siguientes palabras del narrador:

La conciencia moral, a la que tantos insensatos han ofendido y de la que muchos más
han renegado, es cosa que existe y existió siempre, no ha sido un invento de los filósofos
del Cuaternario, cuando el alma apenas era un proyecto confuso. Con la marcha de los
tiempos, más las actividades derivadas de la convivencia y los intercambios genéticos,
acabamos metiendo la conciencia en el color de la sangre y en la sal de las lágrimas, y,
como si tanto fuera aún poco, hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia
dentro, con el resultado, muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva lo que
estábamos tratando de negar con la boca. (Saramago, 2000, p. 27).

Estas reflexiones aparecen, como se ha adelantado, al inicio de la novela, y además

prefiguran lo que ocurrirá cuando la ceguera se expanda y afecte a tantas personas que

79
será necesario, según el gobierno de ese país, meterlas en un manicomio. La conciencia

moral es la conciencia que tiene un individuo sobre sí mismo, de ahí la imagen de los

ojos como espejos “vueltos hacia dentro”, es decir, espejos que se dedican a reflejar el

interior de la persona, y que hacen que ésta se dé cuenta de sus vicios, de sus defectos o

imperfecciones, todo lo cual trata de “negar con la boca” o de ignorar. Más adelante se

verá cómo sale a relucir la naturaleza de cada ciego, así como la conciencia moral de la

única persona vidente en el manicomio, la esposa del doctor. En efecto, la esposa del

doctor ―nunca se menciona su nombre, ni el de ningún otro personaje, sino que todos

son identificados gracias a algún rasgo particular― es la única que se preocupa por el

aseo y el orden en el manicomio. Es decir, además de la vista, conserva también la

conciencia moral sobre la que reflexiona el narrador.

En términos propios del género ensayo, es preciso recordar lo señalado por Aullón

(2005) acerca de la libertad de temas que posee el ensayo, lo que le proporciona elegir

cualquier asunto, siempre que sea motivo de reflexión. En este caso, la reflexión se

centra en la historia de la conciencia moral, presente, de acuerdo con el narrador, desde

el principio de los tiempos. Por supuesto, otra de las observaciones de Aullón (2005),

apoyado en Lukács, que podemos notar aquí es que el ensayo siempre hablará de algo

previamente establecido o estudiado por cualquier disciplina o rama del conocimiento.

En este caso, ya se sabe, la conciencia moral ha sido estudiada por los filósofos de casi

todas las épocas.

En ese sentido, en cuanto a la contaminación que, inevitablemente, se da entre

géneros literarios, se puede encontrar un ejemplo en las cavilaciones del oftalmólogo,

80
después de que éste atiende, en su consultorio, al primer ciego:

Si el caso era agnosis, el paciente estaría viendo ahora lo que siempre había visto, es
decir, no habría sobrevenido disminución alguna de agudeza visual, simplemente ocurría
que el cerebro se habría vuelto incapaz de reconocer una silla donde hubiera una silla,
seguiría, pues, reaccionando correctamente a los estímulos luminosos a través del nervio
óptico, pero, para decirlo en lenguaje común, al alcance de gente poco informada, habría
perdido la capacidad de saber que sabía, y, más aún, de decirlo. En cuanto a la
amaurosis, no cabía la menor duda. Para que lo fuese efectivamente, el paciente tendría
que verlo todo negro, salvando, desde luego, el uso de tal verbo, ver, cuando de tinieblas
absolutas se trata. El ciego había afirmado categóricamente que veía, salvado sea
también el verbo, un color blanco uniforme, denso, como si, con los ojos abiertos, se
encontrara sumergido en un mar lechoso. Una amaurosis blanca, aparte de ser
etimológicamente una contradicción, sería también una imposibilidad neurológica, visto
que el cerebro, que no podría entonces percibir las imágenes, las formas y los colores de
la realidad, tampoco podría, por decirlo así, cubrir de blanco, de un blanco continuo,
como pintura blanca sin tonalidades, los colores, las formas y las imágenes. (Saramago,
2000, p. 32).

En este caso, es preciso recordar lo señalado por Reyes (1944) sobre los empréstitos de

la ciencia en la literatura. Cuando el doctor se encuentra en su casa, reflexionando sobre

el extraño caso de la ceguera blanca (para el que, por otra parte, no parece haber una

explicación fisiológica), cita distintas afecciones relacionadas con la neurocirugía, como

la agnosis y la amaurosis. Sin embargo, es necesario apuntar que el tono no es del todo

científico, sino que parece más propio de la divulgación de la ciencia, dado que el doctor

piensa todo ello “en lenguaje común, al alcance de gente poco informada”. Precisamente

ése es el propósito de la divulgación de la ciencia: poner los hallazgos científicos al

81
alcance de gente que no está familiarizada con términos científicos, médicos o, en este

caso, terminología de la neurociencia.

Aún podemos encontrar otro tipo de contaminación de géneros literarios en los

pensamientos del doctor; se trata de un empréstito que se encuentra en la divulgación de

la ciencia: el discurso literario, y, más específicamente, el uso de las metáforas en el

discurso científico. Luego de toparse con un callejón sin salida en sus indagaciones, el

doctor piensa: “Hay mil razones para que el cerebro se cierre, sólo esto, y nada más,

como una visita tardía que encontrara clausurados sus propios umbrales” (Saramago,

2000, p. 31). De esta forma, el doctor le da una explicación (aunque no se trata de una

explicación científica) a un fenómeno que, por el momento, no la tiene. La metáfora

funciona, en este pasaje, como un consuelo momentáneo para el doctor ante la tragedia.

El carácter del médico, por otra parte, puede notarse gracias a otra referencia, esta

vez intertextual, cuando éste pierde la vista. En lugar de entregarse a la desesperación,

recordó “lo que Homero escribió en la Ilíada, poema de la muerte y el sufrimiento sobre

cualquier otro, Un médico, sólo por sí, vale por varios hombres” (Saramago, 2000, p.

39). Este empréstito cobra, aquí, un sentido siniestro, pues si bien un médico vale por

muchas personas, ahora el oftalmólogo de Ensayo sobre la ceguera ya no puede hacer

nada por la gente que, poco a poco, va quedándose ciega, puesto que él también ha sido

contagiado de ese mismo mal. Además, gracias a esta referencia y a la metáfora que

hemos citado anteriormente, se puede conocer un poco más sobre el doctor; es decir, se

puede saber que es un hombre culto que lee literatura, y que se siente impotente e inútil

ante la epidemia de ceguera blanca.

82
Como ya se mencionó antes, es frecuente encontrar refranes en la obra de

Saramago. En Ensayo sobre la ceguera encontramos varios ejemplos de ellos, sobre

todo cuando los ciegos recluidos en el manicomio están discutiendo sobre la mejor

forma de repartir la poca comida que les envía el gobierno:

Si tuviésemos a alguien que al menos viera un poco, Pues se quedaría él con la mayor
parte, Ya decía el otro que en el país de los ciegos el tuerto es rey, Déjate de refranes,
aquí ni los tuertos se salvarían, Yo creo que lo mejor será repartir la comida por salas, a
partes iguales […] Quién ha dicho eso […] Yo lo he dicho porque así es más fácil, El
otro también decía que quien parte y reparte y no se queda con la mejor parte, o es loco,
o en el repartir no tiene arte. (Saramago, 2000, p. 118).

Tal como sucede con la referencia a la Ilíada, en este contexto los refranes cobran un

nuevo sentido, casi dolorosamente literal. La situación de los ciegos en el manicomio es

desesperada, pues abandonados a su suerte como están, no pueden repartir la comida a

partes iguales. Asimismo, todos empiezan a desconfiar unos de otros, pues no hay

manera de saber quién se está aprovechando y come dobles o triples raciones y quién no

come nada. Como se ha mencionado, la mujer del médico es la única, al menos dentro

del manicomio, que puede ver, pero decide fingirse ciega para que los demás no se

aprovechen de ella y no le exijan atenciones. Entonces, aunque “tuerta”, como dice el

refrán, no puede gobernar por temor a las reacciones de los otros.

Por todo lo que se ha expuesto, se puede concluir este apartado diciendo que la

palabra “ensayo” en el título de la novela, así como los recursos intertextuales y los

empréstitos de otras disciplinas, propios del ensayo, obedecen a la pretensión del autor

83
por enriquecer la novela. Las reflexiones sobre la conciencia moral llaman la atención

del lector sobre el propio comportamiento, y hace que se pregunte, al igual que algunos

personajes de Ensayo sobre la ceguera, cómo actuaría si estuviera ciego. Además, como

se ha dicho, estas reflexiones prefiguran el comportamiento de las personas una vez que

pierden la vista.

Otros recursos intertextuales funcionan para darle identidad al personaje, como es

el caso del médico, quien hace referencia a la literatura médica y a la Ilíada, lo que

prueba que es un hombre culto. Los refranes, por su parte, adquieren otro sentido en la

novela, lo que le confiere a ésta un tono a la vez coloquial y sombrío, por todo lo que se

ha mencionado. Entonces, de acuerdo con Reyes (1944), estas influencias no le restan

nada al discurso literario, al contrario, lo enriquecen. De esta forma, Ensayo sobre la

ceguera gana matices de realismo, profundidad, e incluso de horror, con todas las

influencias que recibe de otros discursos y disciplinas.

A continuación, se abordarán los temas y motivos literarios de Ensayo sobre la

ceguera, con lo que empezaremos a adentrarnos en el análisis del funcionamiento de la

ceguera como metáfora y parábola en la novela de José Saramago.

5.2. Tema y motivo de Ensayo sobre la ceguera

Antes de analizar los temas y los motivos literarios de Ensayo sobre la ceguera, es

pertinente recordar y agregar algunos conceptos de la tematología, rama de la literatura

comparada que, como ya se señaló, se dedica a examinar temas y motivos literarios, así

84
como su influencia en la literatura de diferentes países.

Greimas (1979, citado en Pimentel, 1988-1990) hace una definición bastante

clara de “tema”, pues menciona lo siguiente:

Desde el punto de vista del análisis, el tema puede reconocerse bajo la forma de un
recorrido temático que es un despliegue sintagmático de investimentos [o atributos]
temáticos parciales que conciernen a los diversos actantes y circunstancias de ese
recorrido. (p. 99).

Posteriormente, Pimentel (1988-1990), de nuevo aludiendo a Greimas, ejemplifica cómo

funcionan los temas y motivos literarios, y menciona que, por ejemplo, el tema general

“pescar” puede actualizarse de diversas maneras a lo largo de la obra; una de esas

maneras puede ser a través del papel de “pescador”.

En el caso de Ensayo sobre la ceguera, cité anteriormente a Fonseca (2008);

específicamente, aludí a su trabajo sobre la novela de Saramago, en el cual se menciona

que la ceguera es un tema general que recuerda, por un lado, lo que no conocemos e

ignoramos; y por el otro, lo que nos negamos a ver y a aceptar. Esta mezcla de novela y

ensayo, o de ensayo que salió en forma de novela, como dice su autor, tiene como tema

principal la ceguera. Por su parte, el motivo es la categoría particular que se encuentra en

una obra y que va dándole cohesión y sentido al tema. Por ello, la ceguera que propone

Saramago no es sólo fisiológica, puesto que, si bien los personajes quedan

imposibilitados para ver, debajo persiste la carga metafórica presentada por el autor de

una sociedad ciega ante su realidad.

En Ensayo sobre la ceguera, la ceguera es el tema principal y universal, tema que

85
ha sido tratado por la literatura de numerosas épocas y lugares, desde los antiguos

griegos hasta nuestros días, tal y como se ha revisado en el estado de la cuestión de este

trabajo. Sin embargo, lo que le proporciona a la novela una voz y un estilo propio es la

forma en que el tema se actualiza o se asienta en los motivos particulares. Dichos

motivos se muestran, sobre todo, cuando los ciegos llegan al manicomio y constituyen,

allí, un país de invidentes, el cual es, además, dictatorial y cruel. De hecho, los motivos

literarios de la ceguera, en el caso de la novela de José Saramago, se ponen en marcha a

partir de que la población empieza a perder la vista, y todos estos motivos le dan sentido

al tema principal de la novela, por el que podemos leer el mensaje de Ensayo sobre la

ceguera. Para proporcionar mayor claridad a lo mencionado aquí, a continuación se

ejemplifican los motivos literarios con citas de la novela que es objeto de estudio del

presente trabajo.

En primer lugar, tenemos la ceguera como forma de ver y analizar el mundo de

una forma en que antes no se analizaba. Como ejemplo está la descripción de un cuadro

que hace uno de los ciegos cuando está relatando lo último que vio antes de perder la

vista. Se trata de un cuadro que parece contener todos los cuadros del mundo y, por

ende, todos los estilos europeos de pintura. A medida que el ciego lo va describiendo, los

demás ciegos afirman que es un cuadro holandés, español, inglés o italiano. Con ello,

podemos advertir que la ceguera les proporciona a los ciegos una forma de ver un

cuadro, de analizar cada uno de los elementos presentes en él; es decir, los ciegos llevan

a cabo un análisis y una forma de ver el arte que no habían practicado antes, aun siendo

videntes. De esta forma, los ciegos, con el relato del cuadro, hacen un recuento de los

86
temas más frecuentes en la historia del arte con el propósito de saber quién es el autor

del cuadro:

Había también allí una mujer con un niño en el regazo, Mujeres con niños en el regazo
es lo más visto en pintura, Realmente, ya me había dado cuenta […] Y había unos
hombres comiendo, Han sido tantos los almuerzos, las meriendas y las cenas en la
historia del arte, que por sólo esa indicación no me es posible saber quién comía […]
También había una mujer desnuda, de cabellos rubios, dentro de una concha que flotaba
en el mar, y muchas flores a su alrededor, Italiano, claro, Y una batalla, Estamos como
en el caso de las comidas y de las madres con niños en el regazo, eso no es suficiente
para saber quién lo pintó. (Saramago, 2000, p. 152).

Ya se ha mencionado que los ciegos convierten al manicomio en su patria, un país

inmundo, cruel y gobernado por la dictadura de los “ciegos malvados”, como son

nombrados en la novela. Este grupo de ciegos, de un día para otro, se hacen con el poder

y obligan a los demás ciegos a pagar por la comida con las pocas pertenencias de valor

que tengan:

Lo dicho, y no hay vuelta atrás, a partir de hoy seremos nosotros quienes nos
encarguemos de la comida, están avisados todos, y que no se le ocurra a nadie salir a
buscarla, vamos a poner guardias en esta entrada, y quien se acerque las va a pagar, de
aquí en adelante, la comida se vende, y quien quiera comer tendrá que aflojar los
cuartos. (Saramago, 2000, pp. 162-163).

Aún peor: cuando los ciegos malvados roban todas las pertenencias de los demás ciegos,

a los dictadores se les ocurre que ahora serán las mujeres las que tendrán que pagar por

87
la comida acostándose con ellos, porque, argumentan, no hay suficientes mujeres en el

ala del edificio donde se encuentran. En otras palabras, los ciegos del manicomio

pierden la vista, pero también la humanidad y la dignidad, lo que, por otra parte,

recuerda a la literatura del Holocausto, donde las personas son llevadas a extremos de

desesperanza y tortura inimaginables. La vida en el manicomio empieza a ser un caos

lleno de terror y desesperación. Esta pérdida del sentido de lo humano se observa cuando

los dictadores recogen los pocos bienes de los demás para hacerlos pagar por la comida,

y uno de los personajes, seguido del narrador, menciona:

Serías capaz de robar a tu propia madre, imagínense, como si una ignominia así, y otras
de mayor consideración, para ser cometidas, tuvieran que esperar al día en que toda la
gente se quedara ciega y, por haber perdido la luz de los ojos, perder también el faro del
respeto. (Saramago, 2000, p. 191).

Con ello, se observa que la gente pierde la vista tanto literal como metafóricamente,

pues no se dan cuenta de su propia maldad, y es por esto que podríamos llamar a este

motivo “la ceguera como medio para ver la crueldad humana”.

Dentro del manicomio hay sólo un personaje que conserva tanto la vista como la

cordura y la dignidad; se trata, ya se ha adelantado, de la mujer del médico. Ella

experimenta el motivo de la ceguera de manera distinta a los demás. Primero, el motivo

de la ceguera se actualiza, en ella, como forma de negarse a ver la abyección humana,

pues después de observar el lugar inmundo en que se ha convertido el manicomio, con

los pasillos llenos de excrementos humanos, la ropa y las camas sucias, el olor fétido que

despiden los cuerpos, etcétera, piensa: “De qué me sirve ver. Le servía para saber del

88
horror más de lo que hubiera podido imaginar alguna vez, le servía para desear estar

ciega, nada más que para eso” (Saramago, 2000, p. 176). Debido a que conserva la vista,

la mujer del médico está consciente de la crueldad, la abyección y el horror del país de

los ciegos, pero no puede hacer nada para remediar la situación, ya que decide fingir que

está ciega para evitar abusos de los demás. Entonces, se comprende que su situación sea

desesperada, quizá incluso más que la situación de los ciegos.

Un segundo motivo de la ceguera actualizada en la mujer del médico es la

ceguera como recurso para observarse a sí misma. En algún momento de extremo

cansancio, la mujer desea tener los ojos “vueltos hacia dentro, más, más, más, hasta

poder alcanzar y observar el interior de su propio cerebro” (Saramago, 2000, p. 184).

Por supuesto, al conservar la vista, la mujer del médico es capaz de observarse a sí

misma y también, de ver el horror que la rodea. Ella sí tiene los ojos vueltos no sólo

hacia su cerebro, sino hacia su propia moral y dignidad humana.

Para concluir este apartado, se puede señalar que la ceguera funciona de manera

acertada en la narrativa de Saramago si consideramos que “ciego” es una palabra con

una potente carga metafórica, pues para todos es claro, por ejemplo, que cuando alguien

dice “estar ciego de amor” o “no hay más ciego que quien no quiere ver” no estamos

haciendo referencia a una ceguera fisiológica.

A continuación, se analizará la ceguera como metáfora y parábola en Ensayo

sobre la ceguera. Este motivo literario es, quizá, el más importante de todos, y es el que

le da sentido a la novela.

89
5.3. La ceguera como metáfora y parábola en Ensayo sobre la ceguera

Retomando las clasificaciones de la ceguera revisadas en el capítulo 3, podemos ver que

Cruz Mendizábal (1995) y Jernigan (1974) coinciden en cuanto a la ceguera como

alegoría y metáfora de algo más. En este caso, la ceguera es presentada como detonante

de diversas situaciones. Por un lado, la misteriosa epidemia es un desencadenante de lo

peor que puede tener un ser humano, ello se relaciona con la maldad, la

deshumanización, la perversión y la anormalidad, como anota Jernigan (1974) en dos de

sus categorías; por otro lado, potencia lo mejor del ser humano, como en el caso de la

mujer del médico, quien en medio del caos y el horror, al ser la única que tiene ojos,

decide cuidar y ayudar a salir adelante a sus compañeros, aun cuando sabe que es

imposible, y lo hace porque en ella la situaciones que la afectan indirectamente le

producen sentimientos y valores como la empatía, el amor, la protección, etc., y por ello

crece como ser humano, lo que nos recuerda la categoría de la ceguera como

potenciadora de valores positivos que apuntaba Jernigan sin llegar a ser virtud absoluta.

Finalmente, la ceguera está funcionando como una alegoría, símbolo o parábola. Como

mencionamos, el tema primordial es el de la ceguera como símbolo, lo que permite una

función pedagógica, cosa que Saramago buscaba en sus obras puesto que consideraba a

la obra como una summa en la que cabía tanto la filosofía como el drama, la poesía, la

ciencia, entre otras disciplinas.

Antes de analizar cómo funciona la ceguera como metáfora y parábola en la

novela de Saramago, es preciso definir el concepto de parábola. De acuerdo con Muñoz

90
(2007), la parábola es un tipo de discurso figurativo cuyo:

Alcance exacto varía según los contextos. En estos significados subyace la idea de que
la parábola pone frente a y se describe como una palabra figurativa (imagen), cuyo
sentido (concepto o enseñanza) hay que buscar más allá de ella misma. (p. 4).

En otras palabras, se trata de un discurso simbólico o representativo cuyo significado no

es literal, sino que debe ser deducido por el lector o el oyente. De esta forma, la parábola

también increpa e interroga al lector sobre sus propios valores, enseñanzas o creencias.

Quizá el ejemplo más famoso de las parábolas sean las pronunciadas por Jesús a

sus discípulos, aunque, en este caso, siguiendo a Muñoz (2007), estas parábolas tienen

un sentido que ha dejado de ser pedagógico para volverse mayéutico, pues en lugar de

darle las respuestas correctas al lector, lo interroga. En este sentido, podemos

preguntarnos “¿Qué es una parábola sino una apertura sobre el imaginario, una

problematización de lo cotidiano y de lo fáctico para erigirlos en interrogación y en una

responsabilización del enunciatario, auditorio o lector?” (Greimas, 1993, citado en

Muñoz, 2007). Entonces, la parábola, aunque sea un discurso simbólico, habla sobre

aspectos de la realidad más cotidiana para problematizarlos. En este caso, Ensayo sobre

la ceguera tiene como tema principal la ceguera, pero al ser tratada como parábola, el

tema dice “algo más”, es decir, tiene un sentido subyacente. Este sentido, que se

encuentra “oculto”, es la abyección y la crueldad humana. Aquí, como se ha adelantado,

la ceguera funciona como medio para mostrar lo que es verdaderamente el ser humano

cuando pierde la vista de manera física y moral.

91
Lo anterior se muestra a lo largo de la novela, dado que el sentido metafórico es

el tema principal de Ensayo sobre la ceguera. Incluso podemos encontrar un ejemplo

directo de la ceguera como parábola cuando uno de los ciegos, el viejo de la venda

negra, relata cómo se quedó ciego. Es preciso señalar que este personaje carece de un

ojo, dado que, antes de que la epidemia aconteciera, lo pierde a causa de las cataratas. El

anciano relata:

Me quedé ciego cuando estaba mirando mi ojo ciego, Qué quiere decir, Muy sencillo,
sentí como si el interior de la órbita vacía se estuviera inflamando, me quité el parche
para comprobarlo, y en ese momento me quedé ciego, Parece una parábola, dijo una voz
desconocida, el ojo que se niega a reconocer su propia ausencia. (Saramago, 2000, p.
150).

Cuando la ceguera blanca afecta a toda la población del anónimo país donde se

desarrolla la novela, de inmediato es evidente que los ojos se niegan a reconocer la

maldad, la inmundicia y la abyección humana; es decir, se niegan a reconocer o a

recuperar el respeto y la dignidad, valores propios de las personas. Sin embargo, esto es

válido aun cuando la gente puede ver; en otras palabras, incluso con ojos, los seres

humanos no pueden advertir la crueldad que se encuentra en el mundo y en ellos

mismos. Esto lo expresa otro personaje, la chica de las gafas oscuras:

El miedo ciega […] Son palabras ciertas, ya éramos ciegos en el momento en que
perdimos la vista, el miedo nos cegó, el miedo nos mantendrá ciegos […] Entonces
preguntó el ciego de la venda negra, Cuántos ciegos serán precisos para hacer una
ceguera. (Saramago, 2000, pp. 152-153).

92
Pronto se verá que son muchos los ciegos que hacen una ceguera, pero además, se trata

de una ceguera social, ya que el caos desatado en el manicomio pone de manifiesto lo

que la parábola de Ensayo sobre la ceguera quiere enseñarle al lector:

No es sólo el estado a que rápidamente llegaron las letrinas, antros fétidos, como
deberán ser, en el infierno, los desagües de las almas condenadas, sino también la falta
de respeto de unos o la súbita urgencia de otros que, en poquísimo tiempo, convirtieron
los corredores y otros lugares de paso en retretes que empezaron siendo de ocasión y
acabaron siendo de costumbre. Los despreocupados o los urgidos pensaban, No tiene
importancia, nadie me ve, y no iban más allá. (Saramago, 2000, pp. 154-155).

En el manicomio donde los primeros ciegos son confinados, nadie se preocupa por

mantener limpio el lugar, aun cuando más de doscientas personas viven allí. De hecho,

uno de los personajes afirma que el manicomio ya es de por sí un infierno, pero que

ellos, sus habitantes, también lo convirtieron en eso (Saramago, 2000). La enseñanza de

la parábola de los ciegos en el manicomio le hace ver al lector la maldad que hay en el

ser humano, misma que no puede ser reprimida (al contrario, se exacerba) en momentos

de desgracia y tragedia social. Lo anterior es afirmado por el oftalmólogo:

“Probablemente, sólo en un mundo de ciegos serán las cosas lo que realmente son, dijo

el médico, Y las personas, preguntó la chica de las gafas oscuras, Las personas también,

nadie estará allí para verlas” (Saramago, 2000, p. 149). En resumen, como dice la chica

de las gafas oscuras, todos estaban ciegos antes de perder la vista, y esto es algo que

apela al lector. Saramago quiere transmitir, por medio de Ensayo sobre la ceguera, que

todos estamos ciegos aunque tengamos ojos.

93
Tal como se ha dicho, los ciegos fundan una nueva patria en el manicomio. A

medida que el país de ciegos empieza a poblarse, inevitablemente un grupo (el de los

“ciegos malvados”) se hace con el poder por medio de un símbolo: una pistola. Como en

todo juego de poder, existe un dominante y un dominado, y aquí, los dominados son los

ciegos que viven en el ala derecha, a quienes, como ya se dijo, se les obliga a pagar por

la comida, primero con lo poco de valor que lograron extraer de sus casas antes de

quedarse ciegos y luego con las mujeres. Entonces, otra enseñanza que se puede

observar en Ensayo sobre la ceguera es la necesidad de poder del ser humano. La lucha

de poder trae consigo consecuencias fatales para los ciegos del manicomio, quienes se

encuentran solos, sin dignidad y desesperanzados. De hecho, el médico afirma: “Está

visto que aquí nadie puede salvarse, la ceguera también es esto, vivir en un mundo

donde se ha acabado la esperanza” (Saramago, 2000, p. 240). Por supuesto, un mundo

donde se ha acabado la esperanza no tiene que ser, necesariamente, un mundo de ciegos,

porque, tal como lo enseña la parábola, el ser humano se encuentra ciego ante su propia

condición de ser malvado y abyecto.

Otro punto importante que es necesario señalar en el análisis de Ensayo sobre la

ceguera como metáfora y parábola lo constituyen los nombres de los personajes. Como

se ha visto a lo largo de las citas de la novela, los personajes no tienen nombres propios,

sino que son aludidos mediante una característica especial; así, al hombre que se queda

ciego al inicio de la novela, mientras está manejando, se le llama “el primer ciego”, pero

también están como personajes principales “la chica de las gafas oscuras”, “el niño

estrábico”, “el médico”, “la mujer del médico” y “el viejo de la venda negra”. De

94
acuerdo con Fonseca (2008), el hecho de que los personajes sean nombrados de esa

manera obedece a la deshumanización y la automatización de la vida en la que pronto se

ven inmersos los ciegos, pues no sólo carecen de nombre, sino que nunca se preocupan

por saber cómo se llaman sus compañeros de infortunio. Ello, por supuesto, contribuye a

la eliminación de dignidad y sentimientos humanos de la nueva patria de los ciegos. Lo

anterior es expresado en el siguiente pensamiento de la mujer del médico:

Tan lejos estamos del mundo que pronto empezaremos a no saber quiénes somos, ni
siquiera se nos ha ocurrido preguntarnos nuestros nombres, y para qué, ningún perro
reconoce a otro perro por el nombre que le pusieron, identifica por el olor y por él se da
a identificar, nosotros aquí somos como otra raza de perros, nos conocemos por la
manera de ladrar, por la manera de hablar, lo demás, rasgos de la cara, color de los ojos,
de la piel, del pelo, no cuenta, es como si nada de eso existiera. (Saramago, 2000, p. 71).

Con ello se nota no solamente la deshumanización de los ciegos, sino la aceptación de

éstos de que se han convertido en animales, lo cual sucede muy pronto, casi en el mismo

momento en que llegan al manicomio. Además de perder la vista, los ciegos pierden la

propia identidad: ya nadie le pregunta a los demás sobre su color de ojos, de piel, de

cabello, o incluso sobre su vida antes de quedar ciegos. Ahora, secuestrados por la

epidemia de ceguera blanca, ya nada más importa, solamente sobrevivir en un mundillo

controlado por la dictadura de los “ciegos malvados” y la desesperanza, elementos por

los cuales los ciegos se dejan arrastrar hasta llegar a un abismo de muerte y de violencia.

Se ha señalado que las parábolas apelan a los propios valores y costumbres del

lector, poniéndolos en tela de juicio, cuestionándolos. En este caso, cabe preguntarse de

95
qué manera apela la deshumanización al entendimiento del lector. Observemos lo que

los ciegos pierden, además de la vista: la identidad, la dignidad y la piedad. Todo ello

son características propias del ser humano, y Saramago, con esta parábola de los ciegos

en el manicomio, hace un recorrido por una cuestión filosófica, es decir, todo lo que

hace humano al ser humano. De acuerdo con Fonseca (2008), para salir del abismo

provocado por la ceguera blanca y volver a convertirse en seres humanos, es necesario

replantear los valores morales que nos hacen seres humanos. Así, señala que es

necesario:

Entender la identidad individual como algo que se debe construir a partir de una
investigación y de una búsqueda constantes, la cual se debe alejar en ciertos momentos
de las presiones del mundo contemporáneo. En ello radica también ese retorno de los
protagonistas a la ciudad, a su antiguo lugar de origen, para darse cuenta del fracaso de
la antigua sociedad que propiciaba más la deshumanización que la humanización.
(Fonseca, 2008, p. 57).

En esto radica la importancia de la parábola de la ceguera blanca, pues los personajes

pasan por una transformación, la de quedarse ciegos, para darse cuenta de la

deshumanización de la cual son víctimas. Asimismo, como señala Fonseca (2008) en la

cita anterior, cuando finalmente salen del manicomio y regresan a la ciudad, los ciegos

advierten el caos de la sociedad moderna, ahora cruel y deshumanizada por completo.

Aun dentro de este contexto de desesperanza y deshumanización, hay algunos

personajes que logran mantenerse íntegros; uno de ellos es, como ya se ha señalado, la

mujer del médico. Sin embargo, el viejo de la venda negra muestra algunos trazos de

96
humanidad. Ello se ve no solamente cuando llega al manicomio y le pregunta a los

demás qué fue lo último que vieron, sino también cuando se da cuenta de que la mujer

del médico ha matado al líder de los ciegos malvados, y le dice:

Mataría con mis manos a quien le denunciase, Por qué, preguntaron los del corro,
Porque si todavía tiene algún significado la vergüenza, en este infierno al que nos
arrojaron y que nosotros convertimos en infierno del infierno, es gracias a esa persona,
que tuvo el valor de ir a matar a la hiena en el cubil de la hiena, Sí, claro, pero no será la
vergüenza quien nos llene el plato, Quien quiera que seas, tienes razón, siempre hubo
quien se llenó la barriga con la falta de vergüenza, pero nosotros, que nada tenemos ya, a
no ser esta última y no merecida dignidad, seamos capaces, al menos, de luchar por los
derechos que son nuestros. (Saramago, 2000, pp. 224-225).

La ceguera les da la oportunidad a los ciegos de luchar por los últimos restos de

humanidad que les quedan y de cuestionar los valores que los regían antes de quedar

ciegos. Cuando el médico y su mujer salen del manicomio y recorren la ciudad, llegan a

una iglesia en donde todos los santos y las imágenes religiosas se encuentran cubiertas

con un manto blanco o con los ojos pintados de blanco. Esta ceguera de Dios apunta a

que los seres humanos necesitan imágenes más acordes con su realidad y con su

contexto inmediato, y apela al cuestionamiento de las normas sociales, que, como hemos

dicho, deshumanizan y anulan al ser humano. La religión, los sistemas económicos y

políticos, las relaciones sociales, los medios de producción, etcétera, están establecidos

por una cadena de valores impuesta por el poder hegemónico. Las personas aceptan

estos sistemas, los cuales acaban “cegándolos”, pues nunca los cuestionan. Entonces, lo

que enseña Ensayo sobre la ceguera, a manera de parábola, es el cuestionamiento de

97
todos esos sistemas sociales. Podemos apuntar que la ceguera blanca es una especie de

“purificación”, con la cual las personas se dan cuenta de todo lo que dan por sentado, y

así, serán capaces de reevaluar esos valores y de reconstruirse, de buscar una nueva

identidad de lo humano. Siguiendo a Fonseca (2008), los valores sociales de antaño

vienen dados por la racionalidad, es decir, por la vista, y los nuevos valores, descubiertos

y también construidos gracias a la ceguera blanca, estarán dados por la intuición, “en

contravía a la rigidez de los esquemas demasiado racionales de antaño” (Fonseca, 2008,

p. 58).

Antes de concluir este apartado, es necesario insistir sobre por qué Saramago

utiliza la ceguera y no otro tipo de discapacidad en Ensayo sobre la ceguera. Además de

la poderosa carga metafórica que hemos dicho que tiene la ceguera, ésta funciona como

metáfora de lo que la sociedad es incapaz de “ver”, es decir, los valores políticos y

económicos que, la mayoría de las veces, se dan por sentados. El ser humano siempre

está, o debería estar, en busca de su propia identidad, reconstruyéndola en cada momento

de su vida. Sin embargo, a veces, tal como nos lo enseña la novela de Saramago, nos

encontramos “ciegos” ante nuestra propia realidad, la negamos y no hacemos nada por

cambiarla. La ceguera blanca funciona, en este caso, como motor que mueve al cambio a

una sociedad, pues al darles la ceguera, les da también la oportunidad de renacer en una

sociedad mucho más justa y humana. Habría sido difícil transmitir este mensaje si

Saramago hubiera elegido otra discapacidad, pues la metáfora de la vista, en este caso,

funciona como introspección del ser humano hacia su interior y hacia sus propios

valores.

98
Finalmente, Saramago considera importante que su obra no sea fácil para el

lector, sino que lleve a éste más allá a sacar sus propias conclusiones analizando lo leído,

“completando” la obra con sus conocimientos y circunstancias. Es decir, Saramago

busca que el lector extraiga, por sí mismo, la enseñanza de la parábola, haciendo de su

público lectores “activos”:

La verdad es que quien se enfrente con un libro mío, en especial con las novelas, se
encuentra en una situación un poco complicada... Cuando yo elimino prácticamente toda
la puntuación, busco que el lector no lea pasivamente sino que construya el texto, gracias
a esa voz que debe estar escuchando, yo propongo al lector un texto incompleto.
(Saramago, s.f., citado en Peña, s.f., párr. 9).

5.4. Prótesis narrativa en Ensayo sobre la ceguera

Para este apartado es preciso recordar algunos aspectos sobre la prótesis narrativa

tratados por Mitchell y Snyder (2000). El término “prótesis narrativa”, como se ha

señalado, alude a cómo funciona o cómo es tratada la discapacidad en la literatura. Para

el caso de Ensayo sobre la ceguera nos interesa resaltar la manera en que la ceguera

funciona como metáfora; más aún, siguiendo a Mitchell y Snyder (2000), el cuerpo

“anormal” que presenta cualquier discapacidad le confiere “materialidad” a la metáfora

que se quiere transmitir en el discurso literario. Sin embargo, se trata de una metáfora

bastante profunda, ya que, de acuerdo con los autores, “Literary narratives revisit

disabled bodies as a reminder of the ‘real’ physical limits that ‘weigh down’ trascendent

ideals of the mind and knowledge-producing disciplines” (Mitchell y Snyder, 2000, p.

99
49). En Ensayo sobre la ceguera vemos de qué manera la pérdida de visión funciona

como metáfora de algo más, es decir, metáfora de la verdadera condición del ser humano

y parábola de purificación gracias a la cual los antiguos esquemas de poder político y

económico son cuestionados.

Un personaje literario que posea un cuerpo “diferente”, afectado por la

discapacidad, llama la atención del lector, y éste hace que se pregunte qué le ha pasado,

por qué está así, qué ha afectado su cuerpo y qué repercusiones tendrá esta condición a

lo largo del texto. Esto no sucede con personajes cuyo cuerpo es “normal” y

transparente, pues estos cuerpos, tal como muchas otras cosas, se dan por sentado y se

toman como algo cotidiano. Debido a lo anterior, Mitchell y Snyder (2000) consideran

que la discapacidad llama la atención sobre un personaje y, a la vez, hace que nos

preguntemos sobre la naturaleza del ser humano y sobre la humanidad, la sociedad en

general, lo que convierte al personaje con discapacidad en un personaje subversivo. En

resumen, un cuerpo con discapacidad posee un “lenguaje” propio que habla de la

identidad del personaje en cuestión, pero también se dirige a los personajes con cuerpos

“normales”, pues al convivir con éstos, los valores y normas sociales se colocan bajo la

luz de los cuestionamientos morales y éticos. En otras palabras, “El cuerpo metaforiza lo

social y lo social metaforiza al cuerpo” (Le Breton, 2002, citado en Mazzaferro, 2010, p.

157).

El lenguaje propio del cuerpo y, especialmente, el lenguaje propio del cuerpo

deforme o discapacitado, está provisto de significados provenientes del imaginario

social; recuérdese que, por ejemplo, socialmente la mano derecha ha predominado sobre

100
la izquierda, pues este lado se concibe como malo o incorrecto. En términos de género,

al hombre se le han adjudicado características fuertes, viriles, de grandes proporciones,

mientras que la mujer ha sido, históricamente, símbolo de la suavidad y de la delicadeza

humana (Mazzaferro, 2010). Con estos breves ejemplos, es posible advertir las cargas

metafóricas que, social e históricamente, se le han añadido al cuerpo humano,

incluyendo al cuerpo del desalmado, del rico, del pobre o del discapacitado. En el

capítulo 1 se señalaba que, por ejemplo, la codicia se relacionaba con un cuerpo obeso; y

la corrupción, con un cuerpo feo o deforme. Todas estas materializaciones de la metáfora

en cuerpos deformes o discapacitados tienen, según Mazzaferro (2010), una liga con las

relaciones de poder y con los esquemas políticos y económicos neoliberales, ya que

afirma:

Es la trama de la simbología social la que lo define [al cuerpo], la que le otorga su lugar,
le indica sus modos de actuar, los recorridos que emprender. Y esta trama de sentido
depende íntimamente de las relaciones de poder. (p. 158).
Tal como se ha visto, los personajes de Ensayo sobre la ceguera viven la pérdida de

visión como un proceso de purificación para cuestionar y, eventualmente, cambiar los

sistemas políticos y las relaciones de poder a que están sometidos. Sin embargo, antes de

pasar al análisis de la prótesis narrativa en la novela de Saramago, es importante

adentrarnos en el estudio de la carga metafórica y en el simbolismo que tienen los ojos o

la vista en la sociedad occidental.

Anteriormente, se ha insistido en que los ojos, la vista o la mirada tienen una

importante carga ideológica incluso en refranes y dichos del habla popular, como “no

hay peor ciego que el que no quiere ver”, “el amor es ciego”, “a ojo de buen cubero”,

101
“los ojos son la ventana del alma” y otros que están en Ensayo sobre la ceguera, como

“en tierra de ciegos, el tuerto es rey”. Con todo ello se afirma que la vista es el sentido

de la racionalidad y del conocimiento, dado que mediante los ojos captamos la realidad

inmediata. En un sentido metafórico, la vista es el sentido de la autoconciencia, como en

el ya citado refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, es decir, no hay nada

peor que no darse cuenta de la propia situación, de los propios sentimientos y

pensamientos o de la realidad social. La vista, entonces, es abarcadora, pues en su

sentido metafórico se refiere tanto a la conciencia del ser humano sobre la realidad

individual y sobre la realidad social.

Si la vista representa la autoconciencia, la sabiduría, el conocimiento, y, a última

instancia, el poder, la ausencia de visión simboliza la oscuridad, la ignorancia y la

pérdida de sentido. Todo lo anterior son elementos presentes en Ensayo sobre la

ceguera, donde “el mal blanco” es una metáfora de la deshumanización y la pérdida de

identidad que experimentan los personajes.

Hasta ahora, el presente trabajo se ha enfocado solamente en la deshumanización

que causan los sistemas políticos y las relaciones de poder; sin embargo, la religión en la

obra de Saramago es un elemento de mucho peso, y en Ensayo sobre la ceguera

podemos encontrar una crítica a la iglesia católica, especialmente cuando el médico y su

esposa entran a una iglesia y se dan cuenta de que las imágenes de los santos también se

encuentran “cegadas”:

No vas a creer lo que te digo, pero todas las imágenes de la iglesia tienen los ojos
vendados, Qué extraño, por qué será, Cómo voy a saberlo yo, puede haber sido obra de

102
algún desesperado de la fe cuando comprendió que iba a quedarse ciego como los otros,
puede haber sido el propio sacerdote de aquí, tal vez haya pensado justamente que, dado
que los ciegos no podrían ver a las imágenes, tampoco las imágenes tendrían que ver a
los ciegos, Las imágenes no ven, Equivocación tuya, las imágenes ven con los ojos que
las ven, sólo ahora la ceguera es para todos. (Saramago, 2000, p. 362).

En el pasaje anterior, se hace una alusión velada a que las imágenes religiosas, e incluso

Dios mismo, son concepciones creadas por el hombre, puesto que, como dice la mujer

del médico, “las imágenes ven con los ojos que las ven”. Es decir, es la humanidad quien

crea a Dios “a su imagen y semejanza”, y después, la misma humanidad “se ciega” con

los preceptos dictados por cualquier religión. En este caso, la religión funciona como un

sistema opresor dirigido por una entidad superior, fuera del alcance y del entendimiento

del hombre, que manipula y dirige a éste a su antojo. Sin embargo, con el cambio que

supone la ceguera blanca en la sociedad, se pone de manifiesto el control que ejerce la

religión sobre las personas y, por ello, la gente decide “cegar” a los santos y a Dios

mismo, es decir, decide anular los preceptos religiosos anteriores para buscar un nuevo

sistema de fe. En este sentido, Espinel (2012) menciona que al hombre “debe otorgarse

el poder de la inminente y […] riesgosa postura de tomar las riendas y aceptar que es el

causante de los problemas materiales y espirituales” (p. 11). Esto forma parte de la

enseñanza que podemos extraer de la parábola presente en Ensayo sobre la ceguera,

dado que es verdad que los sistemas económicos, políticos, sociales y religiosos

controlan, deshumanizan y privan de la identidad a los seres humanos, pero sólo ellos

son capaces de “recuperar la vista” ante esto y cambiar dichos sistemas.

Hay un sistema social más que se cuestiona en Ensayo sobre la ceguera; se trata

103
de los medios de comunicación. Dado que la pérdida de visión afecta a la población de

un país entero, se espera que la epidemia se convierta en un fenómeno mediático, y es

así como sucede, pues en la novela se narra la manera en que los noticiarios de radio y

televisión cubren la noticia del “mal blanco”. Así, cuando la epidemia inicia y todavía

son pocos los afectados, en los medios de comunicación se formula “el piadoso voto de

que los infelices ciegos recuperen en breve la visión perdida, prometiéndoles, entretanto,

la solidaridad de todo el cuerpo social organizado, tanto el oficial como el privado”

(Saramago, 2000, p. 143). Se trata de un discurso oficial, controlado por el gobierno del

país de ciegos ―un gobierno que, tal como se verá a medida que el mal blanco se

expanda, también se quedará ciego― que se queda solamente en palabras y en buenas

intenciones, ya que en Ensayo sobre la ceguera se advierte cómo los primeros ciegos

son separados rápidamente del resto de la población y recluidos en un manicomio que no

tiene las condiciones mínimas para albergar a un grupo nutrido de gente: los camastros

son insuficientes, no hay agua, no se colocan señalamientos o signos para que los ciegos

puedan ubicarse dentro del edificio, no existen artículos de limpieza o los que se

requieren para ciertas situaciones ―por ejemplo, cuando un ciego muere, los demás se

dan cuenta de que no hay palas para hacer un agujero en la tierra y enterrarlo

dignamente―.

La ceguera social también pone de manifiesto la falta de ética de los medios de

comunicación. Como ya se ha señalado, la pérdida de visión termina afectando a la

totalidad de los habitantes del país donde se desarrolla la novela de Saramago; entonces,

cuando la epidemia alcanza incluso a los conductores de noticias que mantienen a la

104
gente al tanto de lo que pasa con la enfermedad que los aqueja, y la sociedad se queda

sin noticias sobre una posible cura para la ceguera, los medios de comunicación dejan de

cubrir distintas iniciativas sociales surgidas a partir de la epidemia, como mesas

redondas y congresos de investigación de oftalmólogos y neurólogos. Sin embargo, los

pocos noticiarios que continúan cubriendo lo relacionado con la ceguera, lo hacen

porque viven:

A costa de sensacionalismos de todo tipo, de las gracias y desgracias ajenas, [y] no


estaban dispuestos a perder ninguna ocasión que se presentara de relatar en directo, con
el dramatismo que la situación justificaba, la ceguera súbita, por ejemplo, de un
catedrático de oftalmología. (Saramago, 2000, p. 144).

Si antes, sobre todo dentro del manicomio, advertíamos la deshumanización de los

ciegos que son confinados allí, ahora vemos que la pérdida de humanidad y dignidad se

encuentra también fuera, en las calles de la ciudad. Ya no importa cubrir las noticias

relacionadas con la ceguera blanca, lo único que interesa es el sensacionalismo de

algunos medios de comunicación; en otras palabras, no existe la solidaridad y la empatía

con el otro, sobre todo con el deforme o el discapacitado, sino solamente el morbo que

provoca la súbita pérdida de visión de un especialista en un congreso que trata,

justamente, del mal blanco. Aquí, el cuerpo discapacitado es visto no como el cuerpo

humano de un individuo con una identidad y una historia personal propia, sino como una

curiosidad, un fenómeno hacia el cual los demás sienten un interés malsano, no

humanitario.

De hecho, ni siquiera las organizaciones caritativas se muestran empáticas hacia

los ciegos, porque, aunque al principio mucha gente se ofrece a llevarles comida a los

105
invidentes del manicomio, lavarles la ropa y prestarles otras atenciones, estas mismas

personas pronto se contagian de la ceguera blanca, “pero al menos quedaba para la

historia la belleza de su gesto” (Saramago, 2000, p. 146). La ceguera retratada por

Saramago es total; al afectar a la población entera de un país, la ayuda humanitaria y la

empatía son casi inexistentes, pues además de que son incapaces de ayudarse los unos a

los otros, la gente también se convierte en seres abyectos, malvados, crueles, que se

aprovechan del poco poder que son capaces de detentar.

Sin embargo, quizá la forma más cruel de falta de humanidad y de empatía es la

que muestra el gobierno. Ya se ha analizado antes el gobierno dictatorial que se forma

dentro del manicomio, pero en este punto es necesario observar las reacciones del

gobierno de afuera, del país anónimo de Ensayo sobre la ceguera. Como se ha dicho,

cuando se desata la epidemia, la reacción del gobierno es confinar a los primeros ciegos

a un manicomio que no cuenta con las condiciones mínimas de un albergue para

personas. Luego, una vez que la ceguera blanca va afectando a más y más personas, el

gobierno toma medidas como:

Defender la idea de que debería ser cosa de las familias el guardar a sus ciegos en casa,
sin dejarlos ir a la calle, a fin de no complicar el ya difícil tráfico, ni ofender la
sensibilidad de las personas que aún veían con los ojos que tenían y que, indiferentes a
las opiniones más o menos tranquilizadoras, creían que el mal blanco se contagiaba por
contacto visual, como el mal de ojo. En efecto, no era legítimo esperar una reacción
distinta de alguien que, abismado en sus pensamientos […] veía cómo se transformaba la
expresión de una persona que caminaba en su dirección, cómo se dibujaban en su rostro
las señales todas del terror absoluto, y luego el grito inevitable, Estoy ciego, estoy ciego.
No había nervios que resistieran. (Saramago, 2000, p. 145).

106
De esta forma, el cuerpo discapacitado pone en entredicho, una vez más, las normas y

los valores éticos y morales que, a primera vista, nos parecen inamovibles e

incuestionables. En el país de ciegos, los invidentes son condenados a quedarse en casa

porque son un símbolo de terror y una amenaza para los que todavía conservan la vista,

pues se extiende la creencia de que el mal se contagia viendo a alguien afectado por éste.

Además, según el gobierno, los ciegos también perturban la “normalidad” de la vida

cotidiana, dado que la expresión de sus rostros y los gritos que dan cuando finalmente

pierden la vista asustan a los transeúntes videntes. Es evidente cómo de inmediato se

crea un estigma con el que son señalados los ciegos, a quienes, por ese mismo estigma,

se les confina a sobrevivir, por sus propios medios, en lugares apartados de la sociedad,

por su condición de seres “diferentes” y “anormales”; los ciegos son llevados al

manicomio y a almacenes, fábricas abandonadas y todo tipo de sitios abyectos e

inmundos, como si el lugar donde son obligados a vivir fuera un reflejo de la situación

que están viviendo, tan cruel como ellos mismos.

El trato que el gobierno les da a los ciegos es una muestra de lo que dice la chica

de las gafas oscuras de la novela, a quien se ha citado anteriormente: “ya estábamos

ciegos antes de perder la vista”. Aquí la ceguera es tratada como falta de cordura y de

humanidad, una falta que el gobierno expone cuando tiene que tomar el control de la

epidemia de ceguera blanca. Cuando este mal alcanza incluso al gobierno, lo que les

permite a los ciegos escapar del manicomio, éstos se preguntan “Habrá un Gobierno,

dijo el primer ciego, No lo creo, pero, en caso de que lo haya, será un gobierno de ciegos

107
gobernando a ciegos, es decir, la nada pretendiendo organizar la nada” (Saramago, 2000,

p. 291). Lo anterior es válido también para un país de personas “normales”, que, aun

conservando la vista, son gobernadas por un grupo de ciegos desalmados y crueles,

incapaces de ver la miseria humana. Aunque es necesario señalar que nadie se salva,

pues los ciegos gobiernan a los ciegos, es decir, la población civil se encuentra “cegada”

ante los malos tratos, la deshumanización y el despojo de la identidad del gobierno; el

control de la iglesia y de la religión; y ante la información proporcionada por los medios

de comunicación, los cuales están controlados por el gobierno y son sus voceros

principales.

En este sentido, llama la atención la reflexión a la que llega la mujer del médico

(la única que, como se ha dicho, conserva los ojos, lo que quiere decir que conserva la

cordura y el sentido de humanidad), dado que les dice a los otros ciegos:

Puede que la humanidad acabe consiguiendo vivir sin ojos, pero entonces dejará de ser
la humanidad, el resultado, a la vista está, quién de nosotros sigue considerándose tan
humano como creía ser antes, yo, por ejemplo, he matado a un hombre. (Saramago,
2000, p. 291).

La mujer del médico mata al ciego líder de los “malvados” del manicomio, los que se

hacen con el poder y empiezan a exigir pagos por la comida, primero con bienes y luego

reclamando los cuerpos de las mujeres de la otra ala del edificio. Llama la atención que

la mujer del médico no mata al líder malvado cuando éste está abusando de ella, incluso

cuando se le presenta la oportunidad, sino que lo hace después, colándose entre otro

grupo de mujeres que iban a ser violadas. La mujer del médico mata al líder malvado no

108
sólo para librarse ella misma de los abusos, sino para salvar a todas las demás mujeres

del manicomio, en un acto de solidaridad y de humanidad. El asesinato se retrata no

como un hecho de crueldad, sino como uno de rebelión simbólica ante las estructuras de

poder imperantes en el manicomio; como se ha señalado, parte del sentido de humanidad

es construir la identidad propia de manera constante, y una forma de hacerlo es

cuestionando los sistemas de poder (religiosos, políticos y económicos) que acaban de

cegar a la sociedad, pues ésta no los cuestiona.

Antes de concluir este apartado, es importante recuperar los conceptos más

importantes sobre prótesis literaria, y relacionarlos con lo comentado anteriormente

acerca de Ensayo sobre la ceguera. Mitchell y Snyder (2000) insisten en que la

discapacidad, y, especialmente, la ceguera en la literatura, a menudo es símbolo de algo

más, por lo que no se permite una lectura literal de la discapacidad; es por ello que ésta

funciona como la “materialización de la metáfora” (Mitchell y Snyder, 2000, p. 48, trad.

propia) de la obra literaria. Los autores también señalan que:

The representation of disability has both allowed an interrogation of static beliefs about
the body and also erupted as the unseemly matter of narrative that cannot be textually
undone. We therefore forward readings of disability as a narrative device upon which the
literary writer of “open-ended” narratives depends for his or her disruptive punch.
(Mitchell y Snyder, 2000, p. 49).

Es necesario aclarar que el concepto de “open-ended narratives” tiene que ver con el de

“texto abierto”, un término muy común en semiótica que se refiere a la multiplicidad de

lecturas que puede tener un texto; a la vez, se espera que el lector tome un papel activo

109
para advertir toda la gama de sentidos y significados presente en un texto (Eco, 2013).

En este caso, se han podido advertir las posibles lecturas de Ensayo sobre la ceguera, ya

que, en esta novela, la ceguera no es sólo un símbolo literal, sino una metáfora que opera

en muchos sentidos. Entonces, se cumple lo propuesto por Mitchell y Snyder (2000), y

se puede afirmar que la discapacidad sí funciona como elemento simbólico que, además,

apela y cuestiona a los que tienen “cuerpos normales”, es decir, a los que todavía

conservan la vista.

Para resumir, a continuación se enlistan los significados simbólicos de la ceguera

en la novela de José Saramago: primero, la ceguera como muestra de la crueldad y la

abyección humana, lo cual es notorio sobre todo en el manicomio; segundo, la ceguera

como pérdida de la identidad: una vez que pierden la vista, las personas no saben

quiénes son ellos mismos ni quiénes son los demás, y olvidan cómo era la vida antes de

quedarse ciegos; y tercero, la ceguera como aceptación pasiva del control que ejercen las

estructuras de poder político y religioso, y el control practicado por los medios de

comunicación, lo cual se muestra en la lucha de poder que se da dentro del manicomio,

en el momento en que el médico y su esposa entran a la iglesia y ven que todos los

santos están “cegados”, y, finalmente, cuando los noticiarios dejan de transmitir las

noticias relacionadas con la epidemia. Sin embargo, no hay que olvidar que el mal

blanco padecido por un país entero es también una parábola y, como tal, contiene una

enseñanza. En este caso, con la ceguera las personas son capaces de darse cuenta de todo

lo que está mal en la sociedad, desde la maldad que está presente en cada uno de los

individuos, hasta la falta de empatía y humanidad presente en los sistemas políticos y

110
religiosos. Entonces, la ceguera de Ensayo sobre la ceguera es, además de una

discapacidad fisiológica, una metáfora tanto de la ceguera individual (pues las personas

no pueden advertir lo crueles que pueden llegar a ser) como de la ceguera social, puesto

que observamos injusticia, maldad y abyección también en el gobierno del país ciego.

Para cerrar el capítulo dedicado al análisis de Ensayo sobre la ceguera, a

continuación se exponen los aportes literarios de la novela de Saramago al motivo de la

ceguera en la literatura. Para ello, se retomarán aspectos tratados anteriormente, como el

texto en cuanto a su construcción formal y las distintas maneras en que opera la metáfora

de la ceguera en el texto del autor portugués.

5.5. Ensayo sobre la ceguera y su aporte al motivo de la ceguera en la literatura

Para observar el aporte con el que ha contribuido Ensayo sobre la ceguera al motivo de

la ceguera en la literatura, es necesario recuperar las clasificaciones de Cruz Mendizábal

(1995) y de Jernigan (1974), a las que se aludió en el estado de la cuestión de este

trabajo. Analizando las categorías de esos autores, así como el contexto histórico y los

aportes de éstas al motivo de la ceguera, será posible observar cuál es la novedad de

Ensayo sobre la ceguera y qué luces arroja sobre el estudio de esta discapacidad en los

textos literarios. Es decir, se procederá por comparación entre la ceguera en Ensayo

sobre la ceguera y la ceguera en la literatura occidental, tomando en cuenta las obras

citadas por Cruz Mendizábal (1995) y Jernigan (1974).

En cuanto a la clasificación de Cruz Mendizábal (1995), cabría añadir Ensayo

111
sobre la ceguera a las categorías “ceguera y crítica social” y “la voz de la ceguera”. En

la primera categoría, los ciegos de la novela de Saramago son muy similares a los de Los

ciegos, los tontos, novela de Camilo José Cela con la que Cruz Mendizábal (1995)

ejemplifica dicha tipología. En ambas novelas hay un grupo de invidentes que se

encuentran “cegados” ante diversas situaciones sociales, y también existe un juego de

poder entre los ciegos; ya se ha visto este juego en la novela de Saramago, sobre todo en

el manicomio, cuando una parte de las personas recluidas allí es obligada a pagar por la

comida. Mientras tanto, en Los ciegos, los tontos, al final de la narración los ciegos

“fuertes” apalean a los débiles, a quienes se estigmatiza con un cencerro, como el que

llevaban los leprosos en el pasado; todo ello sucede ante la mirada divertida de las

autoridades, quienes observan desde el balcón y gritan “¡viva España!” En este sentido,

ambas novelas nos dicen que “necesitamos mano dura, alguien que nos dirija por el

camino ‘verdadero’, pues desconocemos, ignoramos y somos incapaces de funcionar por

nosotros mismos” (Cruz Mendizábal, 1995, p. 188). Lo anterior se ve claramente

reflejado en la novela de Saramago, pues pronto se vuelve evidente que los ciegos no

pueden hacer nada por ellos mismos, ni siquiera las funciones humanas más básicas,

como asearse, ir al baño o limpiar su ropa y su espacio personal. Al final, quien acaba

guiando a algunos ciegos para hacer todas esas actividades es la esposa del médico.

En relación con la segunda categoría, “la voz de la ceguera”, Cruz Mendizábal

(1995) toma como ejemplo la obra de teatro El concierto de san Ovidio, de Antonio

Buero Vallejo. Aquí, Valentín saca provecho de un grupo de invidentes y convence a la

monja de un hospital para que deje tocar a los ciegos ahí, con el pretexto de ayudarlos.

112
Sin embargo, uno de los ciegos, David, se da cuenta de la situación y trata de hacerles

ver a sus compañeros que lo que hace Valentín no es ayudarlos sino utilizarlos como

divertimento de la sociedad. Desafortunadamente, los demás ciegos no escuchan a

David; tampoco lo hace Valentín cuando éste le reclama y, finalmente, el malvado muere

a manos de David.

En este punto, se podría establecer una comparación entre David, de El concierto

de san Ovidio, y la mujer del médico, de Ensayo sobre la ceguera, pues es ella quien,

hacia el final de la novela, les dice a los ciegos que no es posible continuar en la misma

situación de abyección e inmundicia. De esta forma, cuando el grupo de ciegos formado

por el médico, la mujer del médico, el viejo de la venda negra, la chica de las gafas

oscuras, el niño estrábico, el primer ciego y su mujer llega a la casa de los dos primeros,

la mujer del médico les dice:

Para las necesidades habrá un cubo en la terraza, sé que no es agradable ir ahí fuera, con
la lluvia que ha caído y el frío que hace, pero siempre es mejor eso que llenar la casa de
malos olores, no olvidemos lo que fue nuestra vida durante el tiempo en que estuvimos
internados, bajamos todos los escalones de la indignidad, todos, hasta la abyección.
(Saramago, 2000, p. 313).

Tanto David como la mujer del médico son “la voz de la ceguera” porque son los únicos

que se dan cuenta de lo insoportable de la situación; a su vez, son los únicos que

experimentan cierta urgencia por recuperar la identidad y la dignidad. Sin embargo, para

la mujer del médico la situación no es fácil, porque tiene que enfrentarse a una sociedad

compuesta enteramente por ciegos, quienes seguramente tratarán de aprovecharse de ella

113
si se enteran de que puede ver. Por todo esto, se puede advertir la dureza del universo

creado por Saramago en Ensayo sobre la ceguera, ya que, si bien es cierto que a unos

pocos ciegos les quedan todavía los ojos de la mujer del médico para ver, a ésta le será

imposible cambiar la situación, dado que no puede cuidar ni guiar a tantos invidentes.

Además, alimentarse es casi imposible, dada la escasez y la putrefacción de la comida en

las calles y en los supermercados que todavía están en pie.

En relación con la clasificación de Jernigan (1974), Ensayo sobre la ceguera

podría estar en la categoría llamada “la ceguera como poder compensatorio”. Para

ejemplificar esta tipología, Jernigan (1974) acude a, sobre todo, obras como Sir Nigel, de

Arthur Conan Doyle, cuyo personaje ciego tiene un oído excepcional con el que ayuda a

sus compañeros en varias investigaciones. Jernigan (1974) no olvida los personajes

ciegos de la mitología, como Tiresias, a quien los dioses le conceden el poder de la

adivinación como “remedio” a su ceguera. Aunque los ciegos de Ensayo sobre la

ceguera no tienen un poder especial o algo que “compense” su ceguera, los ciegos del

grupo que logran escapar del manicomio tienen los ojos de la mujer del médico, lo que

les hace la vida más tolerable dentro del manicomio y también fuera de él, cuando llegan

a la casa del oftalmólogo y de su esposa. Gracias a la esposa del doctor, los ciegos se

alimentan e incluso pueden visitar sus casas, aunque sea sólo por la nostalgia que sienten

de “ver” algo conocido y amado desde antes de que la epidemia empezara. En otras

palabras, la mujer del médico es quien les proporciona a los ciegos de su grupo algo de

esperanza, así como una vida más llevadera y tolerable dentro de la desgracia. Además,

los ciegos del grupo comienzan a recuperar su identidad también gracias a la mujer del

114
médico; podemos advertir esto en el siguiente diálogo entre la esposa del primer ciego y

la chica de las gafas oscuras, que ocurre cuando todos están ya en la casa del doctor y de

su esposa, tranquilos, limpios y con comida:

Cuántos años tienes, preguntó la chica de las gafas oscuras, Me acerco a los cincuenta,
Como mi madre, Y ella, Ella, qué, Sigue siendo guapa, Lo era más antes, Es lo que nos
pasa a todos, siempre hemos sido más alguna vez. (Saramago, 2000, pp. 319-320).

Tal como se mencionaba anteriormente, la pérdida de identidad se da porque nadie se

pregunta por la vida de los demás antes de la ceguera, y tampoco hay gente que piense

en su familia, en su casa o en lo que hacía antes de que la epidemia aconteciera. En el

diálogo anterior, sin embargo, se nota que, al menos la chica de las gafas oscuras y la

esposa del primer ciego comienzan a recuperar la identidad y la humanidad, el sentido

de empatía por los demás. De esta forma, el “poder compensatorio” de la novela de

Saramago son la visión y los valores humanitarios encarnados por la mujer del médico,

elementos que constituyen una ayuda muy importante en la vida de los ciegos del grupo

que hemos señalado.

La siguiente categoría de Jernigan (1974) donde se podría colocar Ensayo sobre

la ceguera es “la ceguera como indefensión, locura e idiotez”, para la cual el autor toma

como ejemplo la obra de teatro Los ciegos, de Maurice Maeterlinck. Esta obra, inscrita

dentro del teatro simbolista, presenta a un grupo de doce ciegos que se encuentran

esperando, en un bosque, al guía que los llevará al refugio, sin saber que ese mismo guía

está muerto cerca de ellos. En Los ciegos, la ceguera funciona como:

115
Condición física y como metáfora dentro y fuera de la escena. La ceguera del espectador
que está inmerso en la penumbra y que tiene la sensación de no estar entendiendo algo,
una percepción de que algo se escurre, la intuición de que algo es más grande que
nosotros y no lo podemos abarcar con el intelecto. (Komiseroff, 2016, párr. 4).

Se puede establecer un vínculo entre la obra de Maeterlinck y la novela de Saramago,

puesto que en ambas la ceguera funciona como condición física y como metáfora; y

también, en las dos obras, la metáfora funciona “dentro y fuera de la escena”: en el caso

de Maeterlinck, la confusión, la oscuridad y el sentimiento de desazón se le transmiten al

público y, en el caso de Saramago, la parábola que encierra Ensayo sobre la ceguera

apela al lector, dado que hace que éste se pregunte sobre su propia maldad y sobre la

manera en que lo controlan las estructuras de poder político, económico y religioso.

En lo que respecta a la categoría propuesta por Jernigan (1974), la ceguera en las

dos obras citadas funciona para mostrar la locura, la idiotez y la fragilidad del ser

humano. A lo largo de este trabajo se ha hecho hincapié, sobre todo, en la ceguera de

Ensayo sobre la ceguera como metáfora de la crueldad y abyección humana, tanto en lo

particular (es decir, en cada individuo ciego, especialmente en los que se encuentran en

el manicomio) como en lo general (en las estructuras más grandes, como las políticas o

las religiosas). Este símbolo apela al público y al lector, pues la sociedad se encuentra

cegada por sus propios vicios, y Maeterlinck y Saramago buscan poner esto de

manifiesto en sus respectivas obras.

La recepción de obras como Los ciegos y Ensayo sobre la ceguera es muy

importante, ya que, como hemos señalado, los ojos y la pérdida de la vista tienen una

116
carga metafórica muy fuerte en la sociedad occidental, tal como lo muestran los dichos y

refranes populares que se dicen y escuchan a diario. Cuando el público o los lectores se

enfrentan a obras que tratan la ceguera como un mal social o como una epidemia que

ciega ante los vicios, la corrupción, la maldad y la abyección humana, esto crea un

choque entre las propias creencias y el mundo presentado por la obra literaria. Los

lectores, al igual que los personajes de Ensayo sobre la ceguera, no saben que están

ciegos incluso cuando pueden ver perfectamente, porque dan por sentado y no

cuestionan muchas cosas que están a su alrededor; sin embargo, una novela como la de

Saramago expone un mundo de ficción con el cual el público puede hacer catarsis y

observar lo que pasa cuando pierde su identidad o sus valores morales. Todo lo anterior

constituye uno de los aportes de Ensayo sobre la ceguera en cuanto a la recepción que

tiene entre los lectores.

“La ceguera como rito de purificación” es otra categoría de Jernigan (1974)

donde podría añadirse Ensayo sobre la ceguera. En esta categoría se encuentran obras

como Westward Ho!, de Charles Kingsley, en donde el personaje principal, Amyas

Leigh, un pirata y ladrón que se embarca al Nuevo mundo, “purifica” sus malas acciones

al quedar cegado por un rayo que le cae en alta mar. En esta novela, y en la de

Saramago, la ceguera es vista como una condición fisiológica que puede “purgar” a las

personas de sus malas acciones o de sus vicios. Sin embargo, esta purificación no ocurre

fácilmente en Ensayo sobre la ceguera, dado que la maldad y la abyección imperan en la

nueva sociedad de ciegos. Aun así, se pueden encontrar fragmentos que exponen los

intentos de las personas por recuperar la dignidad, por ejemplo: cuando el viejo de la

117
venda negra llega al manicomio y propone que todos cuenten lo último que vieron, lo

cual muestra el interés de ese personaje en no dejar que se diluya por completo la

identidad de las personas; cuando la mujer del médico mata al jefe de los ciegos

malvados, salvando a todas las mujeres del manicomio de los abusos sexuales; y cuando

el grupo de ciegos que están con el doctor y su esposa llega a la casa de éstos y la chica

de las gafas oscuras empieza a interesarse por la vida de la mujer del primer ciego, lo

que también señala cómo, poco a poco, se va recuperando y reconstruyendo la identidad.

En resumen, el rito de purificación que trae consigo la ceguera blanca de Ensayo sobre

la ceguera es uno de los principales aportes de la novela al motivo de esta discapacidad

en la literatura, porque, aun en medio de la maldad y del desaliento, existe todavía una

esperanza de salvación, la cual consiste en reconstruir la vida individual y la vida social.

Después de la epidemia, nada volverá a ser lo mismo, puesto que todos han pasado por

un rito de purificación que les hizo ver la crueldad y los vicios humanos y, ahora, tienen

la oportunidad de cambiarlos para convertirse en una sociedad mejor y más sabia. Ello,

por otra parte, es lo que le ocurre a Amyas Leigh, de Westward Ho!, quien pasa de ser

ladrón a santo después de quedar ciego, con lo que podemos vislumbrar cierta tradición

de la ceguera como purificación del alma y el cuerpo humano.

La señorita Florence, de la obra Ellos, de Rudyard Kipling, encarna la ceguera

como “anomalía o deshumanización”. De acuerdo con Jernigan (1974), la ceguera, en

este caso, funciona como destierro de la sociedad; la señorita Florence, por ejemplo, no

puede tener hijos, y se insinúa que ello se debe a su ceguera. En Ensayo sobre la

ceguera es evidente que la deshumanización se presenta de una forma mucho más

118
dramática, pues no es una sola persona la que pierde la vista, sino todos los habitantes

del país, incluido el gobierno y los servicios sociales. El destierro de los primeros ciegos

es cruel e inhumano, porque, como ya se señaló, se les confina a un manicomio, como si

se tratara de personas anormales de las que hay que cuidarse porque pueden llegar a ser

malvadas. Luego, cuando la ceguera empieza a afectar a más y más personas, el

confinamiento se extiende a todo tipo de lugares abyectos y el caos se apodera de la

ciudad. A diferencia de Ellos, la obra de Kipling, en Ensayo sobre la ceguera esta

discapacidad se presenta de una manera mucho más trágica porque es un mal social. Al

afectar a todas las personas, nadie puede hacerse cargo de abastecer los alimentos, el

agua o la energía eléctrica. Sin estos servicios básicos, los seres humanos se vuelven

frágiles y se ven casi como animales, porque, además, su identidad y sus valores morales

(aspectos de las personas que a menudo se toman como algo fuerte e inamovible) se

diluyen casi de inmediato, lo cual los lleva a un abismo de desesperanza. Esta misma

fragilidad se puede vincular con la obra de teatro Los ciegos, citada anteriormente.

Finalmente, la última categoría de Jernigan (1974) con la que podemos relacionar

Ensayo sobre la ceguera es “la ceguera como símbolo o parábola”. Dentro de esta

tipología está la obra de Maeterlinck que ya se mencionó, por lo que ahora nos

ocuparemos de “Nieve silenciosa, nieve secreta”, de Conrad Aiken. En este relato corto,

la ceguera es tratada como un tipo de ruptura por parte del protagonista, Paul, que

prefiere encerrarse en su propio mundo nevado (el cual sólo existe en su mente) a

enfrentar el mundo de la realidad y de sus padres. “Nieve silenciosa…” ha tenido varias

interpretaciones, sobre todo psicoanalíticas, pues cuando fue publicado, en 1932, las

119
teorías de Sigmund Freud estaban en boga. Quizá por ello algunos críticos han

asegurado que la ceguera, en esta obra, simboliza la esquizofrenia, es decir, la locura.

En otras categorías se ha analizado ya a la ceguera como símbolo de locura. Por

supuesto, este símbolo también está presente en Ensayo sobre la ceguera, pero aquí la

pérdida de la visión no es signo de algún tipo de locura en específico, como podría ser la

esquizofrenia, sino que se trata de una locura “social” que incluye, principalmente, la

deshumanización y la indignidad. De nuevo, la ceguera en la novela de Saramago tiene

consecuencias devastadoras porque afecta a millones de personas y no a una sola, como

en el caso de “Nieve silenciosa…” y de Ellos, de Rudyard Kipling. Por otro lado, el

símbolo de la ceguera como locura se vuelve una parábola que increpa a los personajes

ciegos y al lector mismo, haciéndole ver la manera en que los vicios humanos y las

estructuras de poder político y religioso lo dominan y controlan.

Para concluir este apartado, es importante insistir en uno de los aportes más

importantes de Ensayo sobre la ceguera, es decir, en el tratamiento de la ceguera como

parábola. Si bien se han revisado varias obras que tratan el tema de la ceguera como una

parábola para transmitir alguna enseñanza al público o a los lectores, la novela de

Saramago sobresale tanto en la forma como en el fondo. No hay que olvidar que este

texto, aunque es indiscutiblemente una novela, se permite algunas reflexiones

ensayísticas, sobre todo por parte del narrador, tal como se ha podido ver en el apartado

dedicado al género ensayo. Sin embargo, cabe preguntarse cómo funciona el discurso

ensayístico en relación con la parábola de Ensayo sobre la ceguera.

Hemos señalado que una de las características del ensayo es la reflexión sobre

120
cualquier tema, siempre y cuando éste sea del interés del autor. Este género, además de

propiciar la reflexión del ensayista, provoca también que el lector se haga preguntas

cuando se enfrenta al texto. En el caso de Ensayo sobre la ceguera las reflexiones del

narrador giran en torno a, por ejemplo, la conciencia moral, tal como se mencionó

anteriormente. En ese sentido, el discurso ensayístico, al tener un tono más directo, le

ayuda al lector a afrontar la parábola de la ceguera blanca y a extraer la enseñanza de

ésta. A través de las preguntas que el lector se hace sobre su propio ser, sobre la

autoconciencia y sobre la conciencia que tiene del mundo y de los sistemas que lo rigen

(recuérdese que, de acuerdo con Muñoz [2007], la parábola también puede tener un

sentido mayéutico), será posible llegar a una reflexión mucho más profunda en relación

con la novela y con el “mundo real”.

En cuanto al fondo, al mensaje que contiene la parábola, hemos de señalar el

poder de la metáfora de Ensayo sobre la ceguera. En comparación con algunas obras a

las que hemos aludido antes, que se enfocan en un solo personaje que es ciego o que

pierde la vista por alguna circunstancia (como el rayo que ciega a Amyas Leigh en

Westward Ho!), Ensayo sobre la ceguera habla de toda una sociedad ciega. La ceguera,

entonces, es “total”, pues al ser sufrida por todos los habitantes del país, la situación se

vuelve extremadamente dura y dramática. A este respecto, Ferrero (2001) apunta:

Nadie está libre, y en el ensueño de una fingida tranquilidad deviene un sobresalto y se


nos quiebra el tiempo. […] Y es que la enfermedad no es un hecho aislado y personal,
afecta también a la familia y a la comunidad toda, como la peste que asola la Tebas de
Edipo a causa de su culpa. (p. 90).

121
El dramatismo de la situación, que la vuelve apocalíptica, se ve aumentado porque la

ceguera no se presenta en un único caso, sino que se convierte en una epidemia que

termina afectando a un país entero. Tal como apunta Ferrero, esto no es nuevo, puesto

que se trata ya desde Edipo, en la Grecia clásica. Sin embargo, Saramago recupera este

tema y lo renueva con la parábola y con el discurso ensayístico. De hecho, una de las

características del estilo de José Saramago es escribir parábolas a partir de una ficción,

que resulta, muchas veces en una novela. Él mismo dijo eso en una entrevista: “Escribo

alegorías en lugar de efectuar reflexiones explícitas a partir de una fidelidad a lo real

porque lo que llamamos real ya no sirve de nada, es sólo el resultado de la ilusión, una

especie de sirviente del espejismo” (Saramago, 2000; citado en Ferrero, 2001). Por lo

tanto, es evidente que Ensayo sobre la ceguera debe leerse a profundidad, atendiendo

los significados no explícitos que la parábola quiere comunicar.

A continuación, se presentan las conclusiones del presente trabajo. En ellas se

recuperan algunos aspectos tratados en el análisis, y se proponen nuevas líneas de

investigación relacionadas con Ensayo sobre la ceguera.

122
Conclusiones

A lo largo del presente estudio se ha revisado la ceguera en Ensayo sobre la ceguera

desde diferentes perspectivas, si bien se colocó un mayor énfasis en el análisis de la

ceguera como metáfora de la condición del hombre moderno occidental y parábola del

verdadero carácter de la humanidad.

Se inició el análisis examinando la relación entre los géneros ensayo y novela, y

se abría esta discusión exponiendo las principales características del ensayo y la manera

en que éstas se actualizan o se tratan en la novela de Saramago. Como característica

fundamental del ensayo, tenemos que se encuentra en el linde entre lo eminentemente

libre o artístico y lo riguroso o científico, y que puede tener como objeto de estudio

cualquier tema que se preste a una reflexión profunda. Es por ello que otro de sus rasgos

primordiales es la “contaminación” de influencias de múltiples disciplinas artísticas o

científicas.

En Ensayo sobre la ceguera dicha “contaminación” está presente, sobre todo, en

las reflexiones del narrador en cuanto a los valores morales, en la falta que hacen los

ojos en un mundo apocalíptico como el presentado en dicha narración, y también en

algunos refranes o dichos populares que se pueden leer en esta novela. Sin embargo, esta

influencia entre géneros es, además de un rasgo de modernidad literaria en la novela

(publicada por primera vez en 1995), una forma que propicia la reflexión del lector, que

es sumamente importante para extraer la reflexión que presenta la parábola.

Como se ha mencionado, la ceguera como parábola es el tema principal de

123
Ensayo sobre la ceguera. En la sociedad de ciegos, las personas se mueven de forma

automática, reciben con pasividad el hecho de ser confinados en manicomios o fábricas

abandonadas, pierden rápidamente la identidad y se sumergen en un letargo que parece

no tener fin ni solución. Aquí es necesario apuntar que, al retirar todos los elementos que

hacen ser “humanas” a las personas, se vuelve evidente lo que, precisamente, nos

confiere humanidad, es decir, la identidad personal, la empatía hacia los otros y la

vergüenza ante el desnudo o ante las secreciones y deyecciones del cuerpo. Entonces, lo

que podemos concluir con todo ello es que José Saramago construye, en Ensayo sobre la

ceguera, una novela de la humanidad. Por otro lado, al ser la narración una parábola, no

se trata solamente de una novela de la humanidad, sino de una novela que apela a la

humanidad, puesto que nos señala todo lo que nos “ciega”; en este caso, las estructuras

de poder político, económico y religioso. Al final, ¿cuál es la enseñanza de los ciegos

contagiados por el mal blanco? Que no debemos dar nada por sentado, y que todo

nuestro contexto, así como nuestra identidad, valores y creencias, debería estar bajo

constante cuestionamiento. En otras palabras, es posible recuperar la vista (tal como les

sucede a los ciegos al final de la novela) y “ver” todo lo que nos controla y manipula

desde las altas esferas de poder.

Este tratamiento de la ceguera, y también la forma en que se actualiza en los

diversos motivos literarios que se han analizado, resulta innovador, sobre todo en lo que

respecta a la prótesis literaria. De acuerdo con lo comentado anteriormente sobre este

concepto, la prótesis literaria permite la “materialización de la metáfora”, al conferirle

un lenguaje propio al cuerpo deformado o discapacitado. En Ensayo sobre la ceguera, la

124
metáfora de la condición humana y de la identidad personal se ve reflejada en la pérdida

de la vista de una sociedad entera. La abyección, la crueldad, la indignidad, la pérdida de

humanidad es un tipo de ceguera que hace que los seres humanos pierdan el rumbo y se

encuentren vulnerables y frágiles ante la adversidad. En resumen, con la prótesis

literaria, es decir, con la corporeización de la metáfora, se observa la parábola tratada en

la novela y, en ese sentido, el recurso utilizado por Saramago (es decir, la ceguera) para

descubrir los vicios y las faltas morales de la gente resulta sumamente acertado, por la

carga social que tienen los ojos y la vista en la sociedad occidental, y por lo que

representa esto simbólicamente: la falta de rumbo, la desorganización social, la crueldad

y la indignidad. Todo ello se muestra de forma radical y dramática en la novela, puesto

que no hay salvación posible de la epidemia de ceguera, lo que hace aún más

desgarradora la enseñanza de la parábola. Esto, por otro lado, es un rasgo característico

de la obra de José Saramago, presente también, por ejemplo, en El evangelio según

Jesucristo (1991) o Caín (2009).

Si bien en este trabajo se ha llevado a cabo un estudio exhaustivo de la ceguera

en Ensayo sobre la ceguera, el análisis no ha sido agotado. A continuación se presentan

nuevas líneas de investigación que valdría la pena explorar en futuras investigaciones.

Nuevas líneas de investigación

Ensayo sobre la ceguera (1995) es parte de un tríptico “involuntario”, a decir del autor,

125
completado con las novelas Todos los nombres (1997) y La caverna (2000). Esta trilogía

es el examen de Saramago de la sociedad moderna occidental.

El argumento de Todos los nombres es, aparentemente, inocente: relata la vida de

don José (único nombre propio que aparece en toda la novela), quien trabaja como

funcionario del Registro Civil. Uno de los pasatiempos de este personaje es coleccionar

fichas de personas famosas, hasta que, un buen día, descubre el archivo de una mujer de

quien se enamora casi instantáneamente y sin siquiera haber visto una fotografía de ella.

Desde ese momento, don José sale de su letargo existencial y se obsesiona con encontrar

a la mujer del archivo.

Algunos críticos han interpretado esta novela como la lucha o la obsesión por el

poder a la que puede llegar un hombre que sea poseedor de cierto saber, por mínimo que

éste sea. El principal eje para llegar a esta interpretación se encuentra en La vida de los

hombres infames, del teórico francés Michel Foucault. En ese estudio, Foucault propone

el concepto de “poder pastoral”, donde distintos actores sociales, como el gobierno, el

sistema educativo, el sistema de salud, e incluso los mismos individuos, han creado

cierta movilización en los integrantes de la sociedad, lo que formula distintas

subjetividades. En Todos los nombres se intuye que, gracias a un nombre (es decir,

gracias a un pequeño saber), don José se sentirá con el derecho de poseer a la mujer del

archivo. Estos juegos de poder podrían estar relacionados con los que encontramos en

Ensayo sobre la ceguera, sobre todo cuando los ciegos malvados se apoderan de la

comida y exigen pagos por ella, o cuando abusan sexualmente de las mujeres.

Sin embargo, es en La caverna donde podemos encontrar otro tipo de ceguera

126
social. Los personajes principales son Cipriano Algor, alfarero de más de sesenta años, y

su familia; ellos viven en una sociedad posindustrial donde la alfarería es cada vez más

despreciada, y donde el trabajo artesanal en general juega un papel de muy poca

importancia. Además, la riqueza y el poder está en manos de “el Centro”, un enorme

centro comercial al que la familia de Algor (que vive en el campo) tendrá que adaptarse.

Tal como muchos críticos han afirmado, la globalización, el mercado, el capitalismo y la

cultura de consumo es “la caverna” donde los seres humanos están recluidos. A pesar de

que Saramago señaló que esta novela no tiene nada que ver con el mito de la caverna de

Platón, en realidad los escaparates de las tiendas sobre los que la gente se refleja no

muestran más que sus carencias, su vacío existencial y su comportamiento autista de

consumo.

Por todo lo anterior, en un estudio futuro sería interesante notar los puntos en

común de esta trilogía sobre la humanidad, compuesta por Ensayo sobre la ceguera,

Todos los nombres y La caverna. Sin embargo, desde ahora ya se intuye que es posible

que este tríptico hable acerca de las pérdidas del ser humano, dado que en Ensayo sobre

la ceguera se pierde la vista y, por lo tanto, la dignidad; en Todos los nombres se

extravían los nombres, es decir, la identidad; y en La caverna, las personas olvidan la

importancia del trabajo manual y pierden el sentido de empatía hacia los otros. Con este

análisis, también sería posible exponer la visión de Saramago sobre el ser humano y el

mundo occidental; en otras palabras, sería posible conocer la filosofía del autor sobre los

vicios y la falta de moral de las personas.

La segunda línea de investigación que se podría explorar es la que tiene que ver

127
con la relación entre Ensayo sobre la ceguera y su adaptación cinematográfica,

Blindness (dirigida por Fernando Meirelles y estrenada en 2008). Si bien la película fue

adaptada fielmente de la novela de Saramago, los tintes postapocalípticos y de

destrucción masiva que le aporta el director pueden proporcionar otra lectura, quizá

incluso mucho más cruda que la que se presenta en Ensayo sobre la ceguera. Además, es

relevante notar la intención de “microcosmos” que el director del filme le dio al contexto

de la película, pues los actores que interpretan al grupo de ciegos liderados por el

médico y su esposa son de razas muy diversas. Julianne Moore interpreta a la esposa del

doctor; Mark Ruffalo, al oftalmólogo; Alice Braga, de aspecto más latino, es la chica de

las gafas oscuras; Danny Glover, actor afroamericano, hace el papel del viejo de la

venda negra; y Gael García Bernal interpreta al líder de los ciegos malvados. Con esta

diversidad racial, y con el hecho de que la ciudad donde se desarrolla la película es

prácticamente irreconocible, se puede intuir otra veta de lectura, es decir, el carácter de

“mundo en miniatura” de la sociedad víctima de la ceguera blanca.

Gracias a ésos y a otros elementos visuales, sería posible, en una futura

investigación, estudiar qué matices y tonos (trágicos o apocalípticos, presumiblemente)

se encuentran en la película y enriquecen tanto la lectura de ésta como la de Ensayo

sobre la ceguera. Es probable que la adaptación cinematográfica arroje luz sobre

algunos aspectos que han sido tratados de forma indirecta o parcial en la novela, como la

crítica a los bancos o a la iglesia, puesto que, aunque dicha crítica está presente en

Ensayo sobre la ceguera, no es tratada con igual profundidad que los otros temas.

Finalmente, se concluye este trabajo señalando que Ensayo sobre la ceguera es

128
una novela profunda, que admite varias lecturas, y que le enseña al lector una lección

moral sobre sus propios vicios y defectos. La ceguera blanca es un mal que le hace ver a

las personas la injusticia social, la abyección, la crueldad y la indignidad. Saramago

busca, con Ensayo sobre la ceguera, que el lector “recupere la vista” y cuestione todo lo

que, hasta ahora, ha dado por sentado.

129
Bibliografía

Aristóteles. (1988). Política. España: Editorial Gredos.

Aullón, P. (2005). El género ensayo, los géneros ensayísticos y el sistema de géneros. En


V. Cervera, B. Hernández, y D. Adsuar (Eds.), El ensayo como género literario
(pp. 13-25). España: Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones.

Barnes, C. (1998). Las teorías de la discapacidad y los orígenes de la opresión de las


personas discapacitadas en la sociedad occidental. En L. Barton (Comp.),
Discapacidad y sociedad (pp. 59-76). España: Ediciones Morata y Fundación
Paideia.

Biblica. (2015). Holy Bible (Nueva Versión Internacional) [Versión web] Recuperado de
https://www.biblegateway.com/verse/es/%C3%89xodo%204%3A11

Cervera, V., y Adsuar, D. (2005). Liminar. El bosquejo como arte. En Autor, El ensayo
como género literario (pp. 11-12). España: Universidad de Murcia, Servicio de
Publicaciones.

Cruz Mendizábal, J. (1995). Luces y sombras: el ciego en la literatura hispánica.


Madrid: Fundación Once y Escuela Libre Editorial.

Eco, U. (2013). Los límites de la interpretación. España: Debolsillo.

Espinel, L. (diciembre 2012). El discurso en Ensayo sobre la ceguera: una mirada


política y educacional. IV Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social. Congreso llevado a cabo en la Universidad de la Laguna, México.
Recuperado de
http://www.revistalatinacs.org/12SLCS/2012_actas/130_Espinel.pdf

Fernández, M. J. (2011). La literatura de los siglos XX y XXI. En Autor, Historia de la


literatura portuguesa (pp. 251-496). España: Junta de Extremadura.

Ferrero, C. (2001). La peste de la ceguera. Notas a Ensayo sobre la ceguera de José


Saramago. Faventia 23(2), pp. 87-96. Recuperado de
https://www.researchgate.net/publication/28053540_La_peste_de_la_ceguera_no
tas_a_Ensayo_sobre_ceguera_de_Jose_Saramago

Fielder, R.A. (2008) A Literatura Portuguesa Contemporânea. [Versión web]


Recuperado de https://www.recantodasletras.com.br/teorialiteraria/1062563

Fonseca, M. A. (2008). La ceguera como motivo en Ensayo sobre la ceguera, de José


Saramago e Informe sobre ciegos, de Ernesto Sábato (Tesis doctoral,
Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España). Recuperada de

130
https://ddd.uab.cat/pub/trerecpro/2008/hdl_2072_9059/TRABAJO_del_motivo_
de_la_ceguera_de_Sabato_y_Saramago.pdf

Jernigan, K. (1974). Blindness: Is Literature Against Us? Discurso leído en la


Convención anual de la Federación Nacional de Ciegos, en Chicago, Illinois,
Estados Unidos [Versión web] Recuperado de
https://nfb.org/images/nfb/publications/convent/banque74.htm

Jitrik, N. (1987). Temas de teorías: el trabajo crítico y la crítica literaria. México:


Premia.

Jorgensen, B. (2013). En primera persona: de cómo la autorrepresentación devela y


cuestiona la imagen literaria de las personas con discapacidad. XIV Coloquio
sobre Discapacidad. Congreso llevado a cabo en el Instituto de Estudios Críticos,
México.

Komiseroff, M. (2016). Los ciegos [Página web] Recuperado de


http://www.espectaculosdeaca.com.ar/los-ciegos-2/

Mazzaferro, A. (2010). Puerco, iracundo y obsceno: representaciones del cuerpo abyecto


en la literatura latinoamericana de los ’90. Verso e Reverso 24(57), pp. 156-170.
Recuperado de
unisinos.br/revistas/index.php/versoereverso/article/download/276/101

Mitchell, D., y Snyder, S. (2000). Narrative Prosthesis. Disability and the Dependencies
of Discourse. Estados Unidos: The University of Michigan Press.

Muñoz, C. (2007). La eficacia del discurso figurativo. La parábola de García Márquez


en un libro de ciencia. Co-herencia 4(7), pp. 1-32. Recuperado de
http://www.redalyc.org/pdf/774/77413255009.pdf

Peña, T. (s. f.). Fragmentos de entrevistas dadas por el autor a diversos medios de
comunicación [Versión web] Recuperado de https://encolombia.com/educacion-
cultura/educacion/educacion-revistas/jose-saramago-premio-nobel-1998/

Pimentel, L. A. (1988-1990). Qué es la literatura comparada y cómo se puede usar en la


enseñanza de la literatura. Anuario de Letras Modernas, 4, pp. 91-107.
Recuperado de
http://www.filos.unam.mx/mis_archivos/u8/01_pimentel_comparada.pdf

Platón. (1988). República. España: Editorial Gredos.

Ramos, J. (1989). Desencuentros de la modernidad en América Latina: literatura y


política en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica. Recuperado de
http://www.scielo.org.mx/scielo.phpscript=sci_arttext&pid=S0041863320130003

131
00008&lng=es&tlng=es

Reyes, A. (1944). El deslinde. Prolegómenos a la teoría literaria. México: El Colegio de


México.

Saramago, J. (1998). Discurso de aceptación del Premio Nobel [Versión web]


Recuperado de https://www.josesaramago.org/nobel/

Saramago, J. (2000). Ensayo sobre la ceguera. México: Alfaguara.

Sètrin, C. (2015) Jorobados, cojos, tuertos, mancos y sordos: héroes literarios con
diversidad funcional[Versión web] Recuperado de
https://bibliotecavilareal.wordpress.com/tesoros-digitales/discapacidad-1/

Victoria Maldonado, J. A. (2013). El modelo social de la discapacidad: una cuestión de


derechos humanos. Boletín Mexicano de Derecho Comparado, 46(138), pp.
1093-1109.

132

También podría gustarte